Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Trauma Cultura e Historia PDF
Trauma Cultura e Historia PDF
Reflexiones interdisciplinarias
para el nuevo milenio
Francisco A. Ortega Martínez
Editor
Lecturas CES
Francisco A. Ortega es doctor
en Estudios Culturales con énfasis en
teoría crítica y filosofía de la historia de
la Universidad de Chicago (2000). Es
profesor asociado del Departamento
de Historia, de la Maestría de Estudios
Culturales de la Universidad Nacional
de Colombia e investigador del Centro
de Estudios Sociales (CES) de la misma
Universidad, del cual fue director entre
el periodo 2005-2008. Entre sus temas
de interés están la cultura y la historia
intelectual de Latinoamérica. Prologuista
y editor de dos antologías: La irrupción
de lo impensado (Pontificia Universidad
Javeriana, 2005), en la que se contemplan
trabajos de Michel de Certeau, y Veena
Das: sujetos de dolor, agentes de dignidad
(Centro de Estudios Sociales, 2007) con
textos sobre antropología del sufrimiento.
En la actualidad disfruta de una comisión
en la Universidad de Helsinki como
investigador postdoctoral en el proyecto
Between Restoration and Revolution,
National Constitutions and Global Law:
an Alternative View on the European
Century 1815-1914, que constituye
un primer paso para la publicación de
un título sobre la historia intelectual
y la cultura política del siglo XIX
latinoamericano.
Trauma, cultura e historia:
Reflexiones interdisciplinarias para el nuevo milenio
Colección Lecturas CES
ISBN: 978-958-719-824-9
Impreso y hecho en Bogotá, Colombia, mayo de 2011
Digiprint S.A.
Impresión
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular
de los derechos patrimoniales
Pensando en Ana y Sara;
a pesar,
lleno de esperanzas
Tabla de contenido
Parte I.
El trauma social como campo de estudios, 17
Francisco A. Ortega
9
Experiencias sin dueño: trauma y la posibilidad de la historia, 295
Cathy Caruth
El pathos de lo literal: trauma y la crisis de representación, 311
Ruth Leys
10
Reconocimientos y créditos editoriales
11
(Freud, Moses and Monotheism)”, de su libro Unclaimed Experience:
Trauma, Narrative and History (1996).
La Editorial de la Universidad de Chicago otorgó el permiso de
traducir y publicar los textos de Ruth Leys “Freud and Trauma” y “The
Pathos of the Literal: Trauma and the Crisis of Representation”, de su
libro Trauma: A Genealogy (2000).
La Agencia Literaria Carmen Balcells de España me concedió el per-
miso para incluir en este volumen los textos de Hayden White “Historical
Emplotment and the Problem of Truth” y el de Eric Santner “History
Beyond the Pleasure Principle. Some Thoughts on the Representation
of Trauma”, ambos publicados originalmente en el libro editado por
Saul Friedlander, Probing the Limits of Representations. Nazism and the
“Final Solution” (1992).
Igualmente, mi gratitud para la Editorial de la Universidad de Oxford
por concederme los derechos de reproducción del artículo “Cultural
Trauma and Collective Identity” de Jeffrey Alexander, de su libro The
Meaning of Social Life (2003).
La Editorial de la Universidad de New England autorizó traducir y
publicar el ensayo de Ernst Van Alphen, “Symptoms of Discursivity:
Experience, Memory, and Trauma”, del libro editado por Mieke Bal,
Jonathan Crewe & Leo Spitzer, Acts of Memory, Cultural Recall in the
Present (1999).
A Sage Publications le agradezco el permiso otorgado para traducir y
publicar la propuesta de Ron Eyerman, “The Past in the Present. Culture
and the Transmission of Memory”, publicada originalmente en la revista
Acta Sociologica, volumen 47, número 2, y a la Universidad de Virginia
que accedió a la reproducción del ensayo de Geoffrey Hartman, “On
Traumatic Knowledge and Literary Studies”, publicado en New Literary
History 26.3 (1995).
Lund Humphries me permitió reproducir el artículo de James
Young, “Memory and Counter-memory: Toward a Social Aesthetic
of Holocaust Memorials”, publicado en el libro editado por Mónica
12
Bohm-Duchen, After Auschwitz: Responses to the Holocaust in Con-
temporary Art (1995).
Así mismo, Phaidon autorizó traducir y publicar el ensayo de Andreas
Huyssen, “Doris Salcedo’s Memory Sculpture: Unland: The Orphan’s
Tunic”, de su libro Present Pasts. Urban Palimpsests and the Politics of
Memory (2003).
A Routledge le agradezco el permiso para la traducción y publicación
del texto de Kaja Silverman “Historical Trauma and Male Subjectivity”,
en el libro editado por Ann E. Kaplan, Psychoanalysis & Cinema (1991).
De igual forma, Metzler consintió la publicación del texto de Wulf
Kansteiner, “Genealogy of a Category Mistake: A Critical Intellectual
History of the Cultural Trauma Metaphor”, publicado originalmente
en Rethinking History, 8 (2), 2004.
De igual modo, agradezco a la Editorial de la Universidad de Stanford
por permitirme la traducción del texto de Frank Ankersmit, “Remembe-
ring the Holocaust: Mourning and Melancholia”, de su libro Historical
Representation. Cultural Memory in the Present (2002)
Finalmente mi gratitud para la División de Investigación de Bogotá
(dib) de la Universidad Nacional de Colombia por el apoyo otorgado
a este trabajo a través del proyecto de investigación “Trauma, historia
y cultura” (2005-2007).
El editor
13
Parte I
a
el trauma social como campo de estudios
2 El campo de estudio del trauma cultural ha dado pie a innumerables congresos, tesis
de doctorado y publicaciones, a la creación de institutos de investigación e incluso
a programas de posgrado, como la maestría que ofrece la Universidad de Nueva
York, Trauma and Violence. Transdisciplinary Studies (véase http://tvts.as.nyu.edu/
page/home) o la especialización que ofrece el International Trauma Studies Program
(véase http://itspnyc.org/programs_training0708.html).
3 Agradezco el apoyo y acompañamiento que he tenido durante los últimos cuatro
años por parte del grupo Conflicto Social y Violencia del ces, y en particular a su
directora Myriam Jimeno y a sus extraordinarios investigadores asociados, César
Abadía, Andrés Salcedo, Carlo Tognato, Marco Martínez y Carlos Suárez. Los ex-
celentes coloquios del grupo me han obligado a repensar muchas nociones recibidas
y a exigirme en el rigor argumentativo. Igualmente agradezco las lecturas atentas y
generosas de Maite Yie y Ronald Villamil, así como el apoyo incondicional, crítico
y siempre estimulante de Liliana Obregón. Al ces agradezco el apoyo editorial
recibido y, en particular, a Verónica Bermúdez por su paciente apoyo y asistencia.
Sandra Milena Ramírez, Norma Castillo y Carlos Andrés Barragán prestaron apoyo
logístico al comienzo del proyecto. Finalmente, la dedicación y el apoyo de Nicolás
Alejandro González Quintero fue decisiva en la fase final del proyecto.
4 Para otras críticas, véase, por ejemplo, M. Borch-Jacobsen (1996a); J. Mowitt (2000);
P. Novick (1999).
5 Trauma y comunidad, incluido en esta obra. A partir de este momento, las referen-
cias al tema en el texto principal aparecen señaladas con la sigla tc, seguida por el
número de la página donde se encuentra más información respectiva.
6 M. T. Herrera (1996) señala que en 1693 aparece el lema trauma en los textos mé-
dicos en latín con el sentido de herida física. Véase también J. Corominas (1980).
7 Estudios como los que hizo el célebre cirujano John Erichsen —por ejemplo, On
Railway and other Injuries of the Nervous System (1866)— hicieron posible la trans-
formación del sentido original del concepto. Para el surgimiento durante el siglo
xix de la memoria inconsciente o traumática véase A. Young (1995: 13); también
véanse los ensayos recogidos en M. Micale & P. F. Lerner (2001). En inglés, el
verbo traumatize –infligir daño emocional– aparece por primera vez en el Oxford
Dictionary en 1903. En español, el diccionario de la rae sólo lo recoge, junto con
trauma, en 1956, aunque su uso es frecuente con el sentido actual en textos diversos
de psicoanálisis, psicología, filosofía, literatura, ensayística, &c. Los lemas traumático
y traumatismo aparecen desde 1869.
8 Véanse J. Laplanche (1973); I. Hacking (1996); A. Young (1996).
Trauma social
En 1980 los síntomas asociados al trauma son oficialmente reconocidos
por la Asociación Norteamericana de Psiquiatría en la tercera edición
del Manual de diagnósticos y estadísticas de los desordenes mentales (o
dsm iii, por sus iniciales en inglés), con el nombre de Síndrome de Es-
trés Postraumático (sept)12. El dsm iii, la guía médica más influyente
de la profesión en el mundo entero, señalaba que el trauma se produce
cuando las víctimas experimentan una ocurrencia fuera del rango de la
experiencia humana normal y se caracteriza por la experiencia recurrente
del evento y la presencia de por lo menos dos síntomas, entre los que se
encuentran conductas compulsivas, ataques de ansiedad, depresión y falta
de autoestima.
Como se desprende claramente de la definición anterior, se toma como
punto de partida al individuo y su sintomatología privada; esto es lo que
se conoce como trastorno de estrés postraumático (tept). Recientemente,
los investigadores han argumentado que el “actual discurso sobre trauma
sistemáticamente ha marginado la dimensión social del sufrimiento; en
cambio, promueve un enfoque fuertemente individualista que presenta el
11 Textos como los de Primo Levi, Jorge Semprún, Piotr Rawicz y los estudios de R.
J. Lifton (1979; 1967) y Ch. Figley (1985).
12 No es claro si el sept es una enfermedad o simplemente una respuesta normal a
situaciones de gran conflictividad. Para una discusión completa acerca del sept y
de la ept (Enfermedad postraumática), véase la serie de ensayos recogidos en Figley
(1985).
15 Sin embargo, véase la lectura que hace Cathy Caruth en el ensayo aquí incluido de
Moisés y la religión monoteísta como síntoma del trauma que sufre Freud al verse
obligado a partir de Viena durante la escritura del libro, debido a la llegada del
régimen nazi.
[…] cuando los miembros de una colectividad sienten que han sido someti-
dos a un acontecimiento espantoso que deja trazas indelebles en su concien-
cia colectiva, marcado sus recuerdos para siempre y cambiado su identidad
cultural en formas fundamentales e irrevocables (tci, pp. 125).
Apoyándose en trabajo sociológico en zonas devastadas, el profesor Kai
Erikson propuso en 1976 el concepto de trauma social para designar el un
“ethos o cultura grupal que es diferente de la suma de heridas individuales
que lo componen y más que su suma” (tc, pp. 66). Su trabajo pionero
hace hincapié en los modos en que la violencia social trabaja sobre el tejido
comunal, lo descompone y le sustrae herramientas a la comunidad para que
sus miembros habiten en el mundo. Erikson habla de dos modos en que se
puede hablar de comunidades traumatizadas: a través del daño que se pro-
duce en los lazos comunales y por la generación de un clima emocional que
consume los recursos socio-culturales de la comunidad. Para Erikson,
[…] las experiencias traumáticas se abren camino de forma tan profunda
en el entramado de la comunidad afectada que terminan por proveerla de
su estado de ánimo y de su temperamento prevalecientes, por dominar su
imaginario y su sentido del ser, por gobernar la forma en la que sus miem-
bros se relacionan los unos con los otros (tc, pp. 78).
Pero el cambio que sufren las víctimas no sólo es uno de identidad y
de los modos de relacionarse con otro “sino que también es un cambio en
su perspectiva del mundo” (tc, pp. 78).
Para los fines de esta discusión adopto la noción de trauma social para
designar los procesos y los recursos socio-culturales por medio de los cuales
las comunidades encaran la construcción, elaboración y respuesta a las
experiencias de graves fracturas sociales que se perciben como moralmente
injustas y que se elaboran en términos colectivos y no individuales. Estos
acontecimientos presentan dinámicas que rebasan los criterios de previsión
de la comunidad e incluso interrogan no sólo la viabilidad de la comunidad
sino la vida misma: los acontecimientos surgen indudablemente del día
a día, “pero el mundo tal y como era conocido en el día a día es arrasado”
18 Esta misma pluralidad de sentidos es reseñada por los autores del Diccionario de
psicoanálisis en las entradas para “Trauma” y “Neurosis traumática”. Véase J. La-
planche & J.-B. Pontalis (1993).
19 Debe tenerse en cuenta en todo momento que estas tres dimensiones no son expe-
riencialmente separables.
20 Agradezco a Maite Yie por regalarme este bello texto de Beckett, tomado de la
edición de Quiebros y poemas, publicada en 1998 por Ardora Ediciones.
[...] tiene lugar fuera de los parámetros de la realidad “normal”, tales como
la causalidad, la secuencia, el tiempo y el espacio. El trauma es, por tanto, un
evento que no tiene principio ni fin, ni antes, ni durante, ni después. Esta
ausencia de categorías [...] lo deja fuera [...] del ámbito de la comprensión,
del recuento y del dominio21.
Para estos investigadores encarar los eventos traumáticos significa so-
breponerse al golpe que la sociedad sufrió y reparar los daños del tejido
social causados por el evento.
Por otra parte, los sociólogos constructivistas Jeffrey Alexander, Neil
Smelser, Ronald Eyerman y otros critican esa visión y la califican de “fa-
lacia naturalista”. Neil Smelser señala que “ninguna situación o aconteci-
miento histórico discreto cualifica en sí mismo como trauma cultural, y
la variedad de acontecimientos o situaciones que pueden convertirse en
traumas culturales es enorme” (tpc, pp. 35). En efecto, el trauma social
es una dimensión de la experiencia asociada a acontecimientos históricos,
colectivamente percibidos y validados como traumáticos o, como señala
Alexander, “el trauma es una atribución mediada socialmente” (tci, pp.
8). La reflexividad constitutiva del proceso de construcción colectivo
diferencia el trauma social de las patologías individuales.
Así pues, experimentar un trauma se entiende como un proceso me-
diante el cual colectivamente se define el daño doloroso, se determina la
víctima, se atribuye responsabilidad y se asignan las consecuencias morales,
ideológicas y materiales. Si a una experiencia terriblemente amenazante
“no se le puede asignar un afecto negativo, entonces no se puede calificar
como [traumática]” (tci, pp. 40). Para este grupo de sociólogos cuando
“los significados estructurados de una colectividad se ven bruscamente
21 Traducción de [...] place outside the parameters of “normal” reality, such as causality,
sequence, place, and time. The trauma is thus an event that has no beginning, no ending,
no before, no during and no after. This absence of categories puts it outside [...] the range
of comprehension, of recounting and of mastery (Felman & Laub, 1992: 68-69).
22 Para la posterior caracterización de la idea de evento por parte de Lucien Febvre, véase
la discusión desarrollada por T. Stoianovich (1976: 102-103). Para una discusión
sobre la noción de acontecimiento y su pertinencia para describir las situaciones
conflictivas, véase Ortega Martínez (2008a & 2009).
23 Deseo matizar esta oposición que formulo de ese modo con la única intención de
lograr mayor claridad y fuerza argumentativa. En todo caso debe quedar claro que
Kai Erikson no desconoce la importancia de las estructuras sociales, tal y como
se hace evidente en su ensayo aquí incluido. Jeffrey Alexander, por su parte, ha
dedicado buena parte de su vida a superar las dicotomías que estoy intentando
señalar. Para una declaración temprana en su carrera, véase J. Alexander (1987) y,
más recientemente, su excelente colección de ensayos (2003).
24 Das (1995: 5-6)se apropia de la discusión desarrollada por Furet. Para más sobre el
trabajo de esta importante antropóloga, véase mi ensayo Rehabitar la cotidianidad
(Ortega Martínez, 2008b) y los ensayos recogidos en Veena Das: sujetos del dolor,
agentes de dignidad (Ortega Martínez, 2008c).
25 Para una discusión sobre la estrategia de eventualización, véase el ensayo Violencia
social y acontecimiento (Ortega Martínez, 2009).
26 Resaltado en el original.
27 Véase los ensayos Experiencia y pobreza (1973: 168) y El narrador (1991). En estos
y otros textos Benjamin propone tres términos diferentes para designar los diver-
sos tipos de experiencia: Erlebnis para aquella cruda, sin procesar; Erfahrung para
designar la orgánica, que se constituye como continuidad, tradición y sabiduría;
y, finalmente, el término Erkenntnis para significar la percepción disgregada y
fragmentada que resulta de situaciones de caos sensorial e intensidad emotiva
como el frente de batalla o la modernidad urbana. Para una apropiación de esta
distinción en el contexto de la teorización de la experiencia traumática, véase
LaCapra (2004: 117).
32 Véase Memory and the Event en A. Portelli, (1991: 1-26). Más recientemente, véase
el excelente libro de P. Riaño Alcalá (2006).
33 H. White (2000: 69). Mi traducción de they cannot simply be forgotten and put out of
mind or, conversely, adequately remembered, which is to say, clearly and unambiguously
identified as to their meaning and contextualized in the group memory in such a way
as to reduce the shadow they cast over the group’s capacities to go into its present and
envision a future free of their debilitating effects.
34 En un ensayo anterior intenté desarrollar con mayor detalle esta relación. Véase
Ética e historia: una imposible memoria de lo que olvida (Ortega Martínez, 2004).
35 Paul Ricoeur desarrolla la idea del olvido como parte dialéctica del recuerdo (Ricoeur,
2003). En especial, véase la parte del capítulo 3 titulada El olvido de la sección La
condición histórica. También, J. Candau (2006).
36 Mi traducción del aparte Remembering Occurs Most Profoundly Where it is Intensely
Contested and Inescapably Traumatic, And Where a Compelling Desire to Forget Con-
fronts the Impossibility of Doing So, de B. Hesse (2002: 143).
37 Agradezco las observaciones precisas de Ronald Villamil sobre este punto.
46 Mi traducción de: It is not only the past that may have an indeterminate character.
The present too may suddenly become the site in which the elements of the past that were
rejected in the sense that they were not integrated into a stable understanding of the past,
can suddenly press upon the world with the same insistence and obstinacy with which
the real creates holes in the symbolic (Das, 2007: 134).
47 He desarrollado este punto en el ensayo La ética de la historia: una imposible memoria
de lo que olvida (Ortega Martínez, 2004).
49 Lyotard (1991). Para una discusión sobre la relevancia filosófica y política del concepto
trauma para “pensar nuestra época”, véase Sharpe, Noonan, & Freddi (2007).
50 Caruth (1996: 4; 153-154). Mi traducción de: Trauma is not locatable in the simple
violent or original event in […] [the] past, but rather in the way that its very unassimi-
lated nature –the way it was precisely not known in the first instance– returns to haunt
the survivor later on.
51 White (2000: 71). Mi traducción de Moreover, these kinds of events do not lend them-
selves to explanation in terms of the categories underwritten by traditional humanistic
historiography, which features the activity of human agents conceived to be in some way
fully conscious and morally responsible for their actions and capable of discriminating
clearly between the causes of historical events and their effects over the long as well the
short run in relatively commonsensical way.
52 Un desarrollo más elaborado de la figura del testigo y del testimonio se encuentra en
la sección Testimonio y conocimiento envenenado del capítulo Rehabitar la cotidianidad
(Ortega Martínez, 2008c: 39-49).
53 Para el desarrollo de una nueva ética basada en la escucha, véase el texto de Chun
(2002).
54 Traducción de: This knowledge or self-knowledge is neither a given before the testimony
nor a residual substantial knowledge consequential to it. In itself, this knowledge does not
exist, it can only happen through the testimony: it cannot be separated from it (Felman
& Laub, 1992: 51). Véase también Scarry (1985).
55 Para un grupo de jóvenes historiadores y activistas en Colombia, este ejercicio de
nombrar constituye el primer acto en una política de la memoria que hace de la
historia una condición fundamental de la ciudadanía. Maite Yie (2009), miembro
del grupo, escribe: “Narrar, nombrar y conmemorar –incluyendo la conmemoración
de lo asesinado y la execración de su asesinato detrás de ciertos rituales de duelo–
son actos inseparables del ejercicio de la ciudadanía. Los historiadores deben hacer
historia para ejercer como ciudadanos y los ciudadanos para hacerlo deben hacer
historia”.
56 Veena Das, Trauma y testimonio (Ortega Martínez, 2008c: 153).