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ÍNDICE

Presentación........................................................................................................ 5

nietzsche y EL LENGUAJE

Música y palabras en Nietzsche:


Sobre la cuestión de la ciencia, el estilo y la música de la tragedia antigua
Babette E. Babich............................................................................................... 11

La poetización nietzscheana del lenguaje y del pensamiento


Jesús Conill........................................................................................................ 37

Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche


Cirilo Flórez Domínguez.................................................................................... 51

La discriminación
Enrique Lynch.................................................................................................... 69

Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche y su función filosófica:


Algunos resultados de la investigación sobre el «Diccionario-Nietzsche»
Gerd Schank, Herman Siemens y Paul van Tongeren........................................ 85

«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche


Vincenzo Vitiello. ............................................................................................. 105

Informe bibliográfico
Luis E. De Santiago Guervós............................................................................ 137

ESTUDIOS LIBRES

Nietzsche y la filosofía en México


Paulina Rivero Weber........................................................................................ 149

La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo.


Proximidad entre el concepto nietzscheano ‘interpretación’ y
el heideggeriano ‘comprensión’
Manuel Torres Vizcaya...................................................................................... 163
 presentación

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA

Novedades Bibliográficas................................................................................... 181


Revistas monográficas sobre Nietzsche.............................................................. 187
Concordancias La voluntad de poder – Edición Colli-Montinari....................... 193

NOTICIAS

Epistolario 1880-1884 – edición italiana: Entrevista a Giuliano Campioni....... 211


Apuntes póstumos: primavera 1868 – otoño 1869............................................. 215
Comentario crítico al epistolario: enero 1885 – diciembre 1886........................ 219
Léxico de contemporáneos de Nietzsche............................................................ 223
Coloquio de Treilles: Filosofía de la Aurora ..................................................... 225
Encuentro sobre Heidegger y Nietzsche............................................................. 235
IV Jornadas Internacionales Nietzsche 2004...................................................... 239
El Epistolario de F. Nietzsche: Proyecto de traducción completa al castellano 241

RECENSIONES CRÍTICAS

F. Nietzsche, L’Anticrist. Maledicció sobre el cristianisme (J.B. Llinres)......... 245


L.E. De Santiago Guervós, Arte y poder. Aproximación a la estética de
Nietzsche (L. Puelles).......................................................................................... 249
P. Rivero Weber, Nietzsche, verdad e ilusión. Sobre el concepto de verdad
en el joven Nietzsche (G. Rivara Kamaji)........................................................... 256
E. Ruiz Callejón, Nietzsche y la filosofía práctica. La moral aristocrática
como búsqueda de la salud (L.E. De Santiago Guervós)................................... 259
E. Severino, L’anello del ritorno (F. Morató)..................................................... 263

Siglas................................................................................................................... 269
Colaboradores..................................................................................................... 271
Resúmenes – Abstracts....................................................................................... 275
Sumarios de los números anteriores................................................................... 281
Próximos números / Web de la SEDEN.............................................................. 285
Suscripción y pedidos......................................................................................... 287
Normas para la presentación de originales

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Presentación

La obra y el pensamiento de Nietzsche han sido sometidos con inusitada


violencia a todo tipo de interpretaciones, generando los mil rostros que ofrece
hoy en día la singular filosofía de un autor que ha marcado, en muchos
aspectos, las pautas de la reflexión filosófica en el siglo XX. No podía ser de
otra manera frente a un texto dominado por la fragmentación y el hermetismo.
Sin embargo, no siempre se valora lo suficiente uno de los aspectos más
importantes de su pensamiento, sin el cual su filosofía perdería toda esa
tensión creativa que genera: nos referimos a su reflexión radical sobre el
lenguaje. Para comprender sus escritos de madurez y, sobre todo, su crítica a
los problemas tradicionales de la metafísica y epistemología, es imprescindible
contar con esa guía hermenéutica o ‘hilo conductor’ (Leitfaden) que es su
concepción del lenguaje. Creemos que aquí podemos encontrar una de las
claves de todo el proceso de desmitificación que lleva a cabo la filosofía de
Nietzsche frente a las pretensiones de la tradición filosófica sobre la verdad y el
conocimiento, especialmente su fe en el valor de los conceptos y en la naturaleza
representativa del lenguaje. Y podemos interpretar esta línea deconstructiva
en Nietzsche como una verdadera estrategia, puesto que la crítica del lenguaje
constituye un arma en la batalla que cuestiona los valores culturales de la
metafísica, dinamitando su discurso. Para Nietzsche la verdad es una función
del lenguaje. Esta idea de que la verdad es un asunto de convención lingüística
anticipa las tesis fundamentales del siglo XX.
En los primeros escritos de Nietzsche se formulan ya una serie de tesis
acerca del lenguaje, que preanuncian una especie de giro lingüístico que
afecta radicalmente a la manera de entender la filosofía y que se materializan
en una oposición frontal a la sintaxis lógica del lenguaje, a la tradición
aristotélica-platónica, que identifica lenguaje con gramática, y sobre la que
se ha construido la lógica de la identidad que sacrifica la inmediatez y lo
concreto a la mediación general. En el fondo, es una crítica contra la fe que
han profesado los filósofos en las estructuras lingüísticas hasta el punto de
divinizarlas y convertirlas en el máximo exponente de la razón. Todos conocen
ya aquella sentencia de Nietzsche en la que se condiciona la superación del
nihilismo al desenmascaramiento de la gramaticalización de la razón y de
aquellos que sucumbieron a su seducción: «La ‘razón’ en el lenguaje: ¡oh, qué
vieja hembra engañadora! Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios

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porque continuamos creyendo en la gramática...»1. Por eso se preguntaba


también lacónicamente, si «le sería lícito al filósofo elevarse por encima de la
credulidad en la gramática»2 o lo que es lo mismo, si es posible superar esos
modos de decir y esas formas concretas de pensar que investigan las causas
y fundamentos de todo ente, que unen y separan conceptos, como si fuesen
cosas reales.
Foucault es bastante expresivo cuando señala que Nietzsche fue el primero
en concertar la tarea filosófica con su reflexión radical sobre el lenguaje. Lo
cierto es que Nietzsche se dio cuenta desde el principio que la filosofía, en
la medida en que optaba por el lenguaje conceptual, tenía que llegar a ser
necesariamente metafísica, es decir, que la filosofía no podía ser más que
metafísica en tanto en cuanto se conforma con el uso de conceptos en lugar de
desarrollar la capacidad originaria del hombre para «crear artísticamente»
desde lo más profundo de sus instintos. La metafísica comienza allí donde
desaparece esa «capacidad originaria de la fantasía humana» y se consolida
cuando se hace efectivo el olvido de ese «mundo primitivo de metáforas»,
cuyo creador, el hombre, también se ha olvidado de que él mismo es también
un sujeto que crea artísticamente. Así pues, la crítica a la metafísica, que
se generalizará en sus obras de madurez, está estrechamente ligada desde
el principio con el problema del lenguaje o, al menos, con la exigencia de
relegar el lenguaje conceptual de la tradición filosófica en favor de otro
lenguaje o paradigma lingüístico que salvaguarde la libertad creadora del
hombre y su poder de expresión ilimitado. El lenguaje conceptual surgió como
una necesidad de seguridad, como una exigencia para hacer soportable de
algún modo el caos de la vida. Pero esa seguridad metafísica, buscada en el
orden racional del universo, es lo que genera la cultura decadente y débil de
Occidente. Así pues, la alternativa a la metafísica que busca Nietzsche se abre
camino por las sendas del lenguaje, con todos los problemas y aporías que
plantea esta exigencia romántica verdaderamente intempestiva. ¿Es realmente
posible rechazar las reglas gramaticales y la lógica sobre las que se configura
la comunicación lingüística entre los hombres? Si se renuncia a todas las
generalizaciones conceptuales, ¿cómo se podrá expresar algo racionalmente?
¿Acaso es posible, como pretende Nietzsche, describir y explicar lo que
son las cosas sólo mediante un lenguaje metafórico creado artísticamente?
¿No sería contradictorio condenar la abstracción y la fijación del lenguaje
conceptual en reglas, en nombre de una mayor fidelidad a lo real por parte de
la libre actividad metafórica? Estos interrogantes nos proporcionan un marco
sugerente para comprender la dialéctica en la que se sumerge el pensamiento
de Nietzsche para legitimar su firme creencia en la posibilidad de purificar

1
CI III §5, ed. A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1984, p. 49.
2
MBM §34, ed. A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1984, p. 61

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un lenguaje conceptual, enfermo y desgastado, impuesto violentamente por la


tradición metafísica. En el último período creativo se aprecia sobre todo una
cierta inclinación a concebir que el pensamiento es capaz de trascender el
concepto por medio de la imagen o de la metáfora. En un texto retrospectivo
de Ecce Homo da cuenta de esta evolución:«¡Oh, cuán lejos me encontraba
yo entonces todavía de lo que soy hoy, del lugar en que me encuentro hoy – en
una altura, en la que ya no hablo con palabras sino con rayos!»3.
No parece, sin embargo, que esta posición radical y crítica frente al lenguaje
conceptual deba generar la confusión de creer que Nietzsche haya defendido
la existencia de dos lenguajes distintos y opuestos sin ninguna mediación: el
lenguaje conceptual, propio de la metafísica y de una cultura decadente, y el
lenguaje metafórico, propio del sujeto artísticamente creador y libre. Esta drástica
dicotomía no la encontramos ni al principio de su obra, cuando se plantea en
términos radicales el problema de la esencia del lenguaje, ni en su época tardía.
Nietzsche tenía plena conciencia de que el lenguaje tiene una doble naturaleza,
una «naturaleza ambivalente»4, compuesta de esquemas rígidos, pero también
de figuras libres. Tampoco ignoraba que el lenguaje no cesa de evolucionar,
tanto por medio del concepto como de la metáfora. Lo cierto es que Nietzsche
está continuamente experimentando con el lenguaje, siempre obsesionado por
ampliar sus posibilidades de expresión y por servirse de él como un instrumento
creador en la formación de nuevos contenidos del pensamiento.
Los trabajos que se presentan en este número tratan de aclarar alguna de las
cuestiones antes mencionadas desde puntos de vista distintos. Babette Babich
desentraña las características peculiares del estilo de Nietzsche, confrontado
su concepción del lenguaje con las de la música y de la ciencia. La conclusión
es que pensamiento y lenguaje están tan estrechamente vinculados que en
cada una de sus obras se hallan calculados hasta el milímetro los efectos
que puede producir sobre los diversos tipos de lectores. Por tanto, para leer
a Nietzsche ‘filosóficamente’ hay que «oír con nuestros ojos», buscando la
música que hay detrás de las palabras. Enrique Lynch se detiene a comentar
una anotación de Nietzsche, donde sugiere que la música es un lenguaje capaz
de una discriminación infinita. Así el autor compara percepción cotidiana con
percepción estética, resaltando la peculiaridad ‘musical’ del lenguaje, para
derivar una reivindicación de la retórica y del lenguaje como obra de arte.
Cirilo Flórez piensa que la interpretación nietzscheana del lenguaje como
fabulación le va a permitir a Nietzsche explicar la formación de conceptos
3
EH V §3, ed. A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 91985, p.77.
4
Mihailo Djuric sostiene que Nietzsche tiene siempre en cuenta esta doble naturaleza del
lenguaje: cf. Nietzsche und die Metaphysik, W. de Gruyter, Berlin/New York, 1985, p. 43. En
la misma dirección apunta Josef Simon, en «Grammatik und Wahrheit. Über das Verhältnis
Nietzsches zu spekulativen Satzgrammatik der metaphysischen Tradition», Nietzsche Studien,
1, 1972, 1-25.

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a partir de la metáfora, lo que da pie para relacionarlo con algunas teorías


actuales sobre los conceptos. Partiendo de la genealogía del lenguaje y de
su carácter tropológico (metafórico), el trabajo de Jesús Conill trata de
exponer ciertas aportaciones de la interpretación semiótica del pensamiento
nietzscheano que nos lleva hasta una «filosofía del signo». El autor defiende
también que en el contexto nietzscheano lo decisivo radica en un originario
dinamismo poetizador del lenguaje y del pensamiento. El grupo de Nimega,
dirigido por Paul van Tongeren, que está elaborando el Diccionario Nietzsche,
pone de manifiesto en este trabajo colectivo cómo el uso que hace Nietzsche
del lenguaje revela una serie de rasgos que son característicos para su proyecto
filosófico. Esos incluyen procesos semánticos específicos o procedimientos para la
constitución y transformación del significado, desde el uso de diferentes ópticas,
la trasgresión de significados polarizados, a la transvaloración de términos y
valores tradicionales Los principales de estos procesos son descritos en este
artículo con la ayuda de ejemplos tomados del diccionario. Por último, Vincenzo
Vitiello aborda en su estudio la intempestiva tarea de demostrar que, a pesar
de tantas reivindicaciones, la filosofía del siglo XX, a diferencia de todas las
artes, no terminó de tomarse en serio la cuestión del lenguaje, analizándolo
esto en el ejemplo paradigmático de uno de sus más conspicuos representantes,
Wittgenstein. Carencia e incongruencia que sí hallamos superadas, aunque
con ciertas aporías, en Nietzsche: el único que puede servir, hoy en día, para
llevar a cabo esa revolución del lenguaje que las artes ya iniciaron hace ahora
casi un siglo.
Se completa el número con dos interesantes trabajos: Paulina Rivero
describe pormenorizadamente la asimilación del pensamiento de Nietzsche
en México y su significación histórica; y Manuel Torres Vizcaya rastrea con
minuciosidad esa presencia de Nietzsche en Ser y tiempo, que parece como que
hubiese sido ocultada por Heidegger, descubriendo las intrínsecas dependencias
conceptuales del concepto heideggeriano de comprensión con respecto al
concepto nietzscheano de interpretación.
Por último, en las secciones de información, queremos destacar el trabajo
minucioso de Antonio Morillas por presentar al público de habla española unas
«Concordancias La voluntad de poder – Edición Colli-Montinari», acompañadas
de notas aclaratorias, que constituyen una corrección y mejora importante con
respecto a las tablas publicadas en los Nietzsche-Studien. Además, en este
número introducimos por primera vez una sección de «Recensiones críticas»,
en la que a partir de ahora se comentarán aquellos libros sobre Nietzsche
que tengan especial relevancia e interés. Además, seguimos informando de
las novedades bibliográficas y de aquellas noticias que por su trascendencia
ocupen un lugar preeminente en el discurso nietzscheano.

Málaga, junio 2004.

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NIETZSCHE Y
EL LENGUAJE
Música y palabras en Nietzsche 11

Música y palabras en Nietzsche: Sobre la cuestión de la


ciencia, el estilo y la música de la tragedia antigua1 
babette e. babich
Universidad Fordham, Nueva York

1. Nietzsche como era antes y como pensador futuro –


Nietzsche und kein Ende!

En el pasado estaba de moda enfatizar el estatus póstumo de la fama dema-


siado actual de Nietzsche. Así, se deleitaban recordando que Nietzsche mismo
había predicho su destino como ‘póstumo’. La idea ingeniosa era que los lectores
para quienes había sido escrita su filosofía todavía no habían nacido cuando él
escribía, y la consecuencia ya no tan sutil era que los lectores actuales estarían
especialmente destinados a su pensamiento. De este modo, esos autores que
rutinariamente escriben libros sobre Nietzsche nos recuerdan que fue recibido
pobremente en su época, contrastando esta supuesta pobre recepción con su
remarcable popularidad de hoy en día. La consecuencia, que no vamos a discutir
aquí, es que Nietzsche era sencillamente un adelantado a su tiempo y que los
oídos modernos, nuestros oídos, eran los oídos para los que él tenía algo que
decir. En el lenguaje del pensamiento ‘póstumo’, Nietzsche estaba destinado
a ser entendido.
Seguramente una gran parte de este análisis es correcto y Nietzsche es uno de
esos raros filósofos que apelan a un rango inaudito de lectores, tanto de dentro de
la filosofía, o de la profesión universitaria, como de fuera. Quizás más interesante
que este vasto alcance, es el hecho de que Nietzsche hace esta apelación en su
propio nombre, explícitamente, como un novelista que se anunciase como best-

 1 Nota del traductor: Publicamos este artículo en traducción castellana, pero es ésta su primera
publicación tanto en castellano como en su lengua original inglesa. Para las citas de textos de
Nietzsche hemos seguido el criterio de mantener la versión que ha hecho la autora del alemán
al inglés, y dar nosotros a su vez la traducción del inglés. Somos conscientes que no es éste el
criterio más ortodoxo, pero creemos que responde mejor a unos mínimos criterios hermenéuticos.
Si, como han demostrado grandes pensadores del siglo XX, traducir es ya siempre interpretar,
no tiene sentido sacar a colación otra traducción castellana que no responda a la visión global
del autor, de modo que se produzcan disfunciones o incongruencias entre lo que dice el autor y
la cita (y que, como se ha hecho, haya que remediar luego con notas a pie de página).

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12 babette e. babich

seller antes de su recepción como tal. Más aún, Nietzsche dirige hacia el futuro
esas auto-reivindicaciones de confianza, de manera que desde su perspectiva la
refutación y la confirmación son igual de superfluas. Muy significativamente, sus
predicciones han resultado ser tan certeras que algunos filósofos –también teóricos
culturales y políticos– consideran que Nietzsche ofrece indicaciones literales al
momento presente, trasformándolo en una especie de último Nostradamus en
curso. Deben rechazarse los excesos de esta especie de credulidad demasiado
persistente en los estudiosos, que Nietzsche mismo habría puesto bajo sospecha,
como hizo en la primera sección del prefacio escrito en 1886 a Humano, dema-
siado humano –en todo esto hallan eco las famosas tesis de Ricoeur, quien no ha
sido el único en tomar prestado el lenguaje de Nietzsche para analizar al mismo
Nietzsche. Pero las sospechas de este tipo son últimamente bastante raras y en
su lugar los estudiosos se lamentan de que Nietzsche siga siendo casi demasiado
cómodo: Nietzsche parece ser casi cualquier cosa para cualquiera2.
Muchas de estas lamentaciones expresan distintas versiones de la falta de
emancipación filosófica por parte de movimientos filosóficos populares, pero
en todo caso ese amplio recurso a Nietzsche tiene que ver con lo que Nietzsche
puede hacer con las palabras –un clásico logro retórico alcanzado eficazmente,
literalmente, mundos y eones más allá de lo que podía soñar Austin3. Este logro
no es algo sobre lo que Nietzsche hable o analice, sino algo que Nietzsche puede
hacer y ha hecho con las solas palabras.
Los días de su investidura están sobre nosotros, si asumimos, como creo que
debiéramos hacer, que el período de mayor influencia suya todavía no ha llegado,
pero si asumimos también que ya ha pasado la ampulosidad retórica y el horror
demasiado real ante el símbolo imaginario del régimen milenario, símbolo que
todavía nos paraliza con sus más de treinta años de herencia de mal, y con una
sombra que sigue dominando nuestra visión ética y ha desplazado al fascismo
de su lugar hacia el nuevo milenio, cegándonos a la historia, entumeciéndonos
frente a sus numerosas, demasiado actuales expresiones.
Y seguramente Nietzsche encaja de cualquier manera. Así, los filósofos de
estilo analítico escriben libro tras libro sobre Nietzsche sin demostrar apuro
alguno, mientras que los llamados filósofos ‘continentales’ toman a Nietzsche
normalmente como una especie de padre fundador. Pero evidentemente, si es
verdad que Nietzsche puede ser leído desde cualquier perspectiva, también es
verdad que esas lecturas nos dicen más sobre los lectores, que sobre el autor,
quien a su vez nos dice eso mismo, cuando escribe aparentemente su Ecce
homo con el fin de declarar la propia emancipación personal: «Yo soy una cosa
y otra mis escritos».

 2 Éste es un comentario ofrecido constantemente por los estudiosos, straussianos y no-


straussianos, analíticos y continentales; lo único que hago aquí es variarlo un poco.
3
Ésta no es una visión compartida por lectores inspirados en Stanley y Cavell, respondiendo
tanto a sus escritos como a su persona.

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Música y palabras en Nietzsche 13

Conducible a cualquier punto de vista, no es accidental que los estudiosos


sigan convencidos de que no hace falta leer nada antes de leer a Nietzsche sen-
cillamente por sí mismos. Se limitan a sumergirse en él, tomando a Nietzsche
como una especie de Biblia contemporánea4. Y la alusión bíblica es adecuada: los
estudiosos que escriben sobre Nietzsche son especialmente propensos a evitar
las notas a pie de página que hacen referencia a sus colegas constantemente en
aumento. Todo el mundo tiene su propio Nietzsche.
David B. Allison ha reivindicado esto cuando escribe «Nietzsche escribe
exclusivamente para ti. No según tú, pero para ti. Para ti, lector. Sólo a ti»5.
Pero la clave de la compleja manera en que Nietzsche se dirige al lector, a todo
lector, a ti, «sólo a ti», es que la sentida intimidad de los escritos de Nietzsche
es preternaturalemente promiscua: Nietzsche escribe sus propios libros como
Allerweltsbücher, como libros para el mundo entero. Y él mismo nunca deja
de expresar su contento por el otro único libro exitoso escrito de la misma
manera –y ésta es también la absorción que le produce–: la Biblia misma.
El paradigma de todo libro escrito para todo el mundo, incluyendo a todo el
mundo, la Biblia, escrito como la palabra de Dios, revela un tipo de texto pro-
fundamente personal y democráticamente inclusivo, que habla directamente al
lector, pareciendo expresar sus propios y más íntimos deseos. Este logro es de
tipo retórico y Nietzsche a veces toma prestado de la Biblia ese estilo capaz de
generar tanta confianza en el lector, de manera que a los estudiosos les cuesta
trabajo ver dónde su texto se desvía de la Biblia –hasta tal punto que, más bien
como teólogos de Tübingen, escondiéndose tras los arbustos a lo largo del
Neckar, más de un estudioso de Nietzsche ha ido buscando en la misma Biblia
frases que sólo se hallan en Nietzsche–, mientras que otros estudiosos pasan
por alto otras referencias, tanto contemporáneas suyas como clásicas6. Por esta

4
El resultado es algo más molesto que el «cada cual tiene su Jesús», de modo que la impresión
es que cada cual puede llegar a ser autor de otro libro sobre Nietzsche. Me avergonzaría dar
una lista de los estudiosos que ilustran este punto, ya que seguro que cualquier lector tiene su
propia lista de ejemplos.
5
Allison, David B., Reading the New Nietzsche, Rowman & Littlefield, Lanham (MD),
2001, p. 1.
6
No hace falta recordar los nombres de Ernst Rhode, Paul Rée, y por supuesto Richard
Wagner. En su libro Nietzsche in Context (Ashgate, Aldershot, 2001), Robin Small ha ofrecido
un maravilloso trabajo de exploración de algunos contemporáneos de Nietzsche y el número
de estudiosos que han delineado otras influencias es, sin exageración, legión en la literatura
de comentarios. Para Paul Rée, véase la útil introducción de Robin Small a su traducción de
Rée, Paul, Basic writings (Univ. of Illinois Press, Urbana, 2003). Véase también la discusión
de Allison sobre Rée, Nietzsche y Lou Salomé en Reading the New Nietzsche. Yo examino la
importancia de Rohde para la invocación nietzscheana del imperativo extraído de Píndaro,
Werde, der du bist en «Nietzsche’s Imperative as a Friend’s Encomium: On Becoming the One
You Are, Ethics, and Blessing», Nietzsche-Studien, 33, 2003, 29-58. Véase también Cardew,
Alan, «The Dioscuri: Nietzshe and Rhode», en Bishop, P. (ed.), Nietzsche and Antiquity,
Camden House, Rochester (New York), 2004, pp. 458-473. Entre los ‘amigos’ de Nietzsche,

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14 babette e. babich

razón, es importante resaltar que Nietzsche no limita sus ejercicios bíblicos a un


sitio, allí donde parecen más obvios, en Así habló Zaratustra7. Por el contrario,
probablemente es más característico de los textos apotegmáticos, aforísticos de
Nietzsche su carácter parabólico, en el que no está involucrada específicamente
la Biblia –lo veremos más abajo–, desde la obra temprana a la tardía, desde
la primera de sus Consideraciones intempestivas, hasta Humano, demasiado
humano, y hasta incluso el Crepúsculo de los ídolos y El Anticristo8.
Por tanto, yo defiendo que el recurso actual a los escritos de Nietzsche no es
reducible a la capacidad receptora de nuestra propia respuesta contemporánea a
su voz, o, por el lado de Nietzsche, a la convicción histórica de que él era senci-
llamente, igual que nosotros, un adelantado a su época, más un contemporáneo
de la nuestra que un hombre de su época9. El que sus lectores tengan una gran
capacidad de recepción, el que Nietzsche sea una voz precoz, no se pone en
duda en esta caracterización. Mi cuestión se dirige a interrogar por los orígenes
del estilo de Nietzsche. Una reflexión de este tipo es necesaria precisamente
porque el atractivo de Nietzsche está más que meramente anunciado tal cual, está

yo incluiría también la influencia de Kant y Schopenhauer, además de Goethe y Hölderlin, por


no mencionar a Leopardi, Gracián, Maquiavelo, etc. Esta amplitud significa que el círculo de
‘amigos’ de Nietzsche excedía su círculo inmediato, y refleja una tradición de compañerismo que
no sólo en la época era común en Alemania, sino también un lugar común del mundo antiguo.
En este extendido espíritu de afinidades intelectuales, Nietzsche apela a Sócrates –aunque de
manera invertida y vía Platón– y a Epicuro, pero también podemos rastrear las influencias de
Empédocles, Anaximandro, Heráclito, así como de Píndaro, Sófocles, de los sofistas, Epicteto
y Marco Aurelio. También está presente Aristóteles, pero como antagonista.
7
Esto ocurre también, aunque no sólamente, porque Za es un libro que sus contemporáneos
vieron como modelado sobre la base de las óperas de Wagner, tal como el estudioso alemán Ernst
Bertram nos lo recordó cerca de hace un siglo en su Nietzsche. Versuch einer Mythologie (Helmut
Küpper, Berlin, 1918), comenzando con el capítulo titulado «Arion» (pp. 117 ss). Véase también la
obra del poeta-filósofo y experto positivista Kremer-Marietti, Angèle, L’homme et ses labyrinthes.
Essai sur Friedrich Nietzsche (Unions Géneral d’Éditions, Paris, 1972), y su anterior Thèmes
et structures dans l’oeuvre de Nietzsche (Lettres Modernes, Paris, 1957). Sorprendentemente la
reciente discusión de Paul Loeb de estos mismos temas, Nietzsche-Studien, no hace mención de
sus predecesores, a pesar de que esta temática es por supuesto una de las más populares en la
recepción cultural internacional de Nietzsche. Para mayor información véase Liebért, Georges,
Nietzsche and Music, tr. D. Pelletier - G. Parkes, University of Chicago Press, Chicago, 2003.
8
La reciente recepción ha comenzado a considerar con más cuidado esta conciencia religiosa,
pero este aspecto ya estaba presente desde el principio en la recepción alemana, francesa e inglesa
de los escritos de Nietzsche. Aquí no me interesa especialmente la cuestión de las creencias de
Nietzsche, cuanto la influencia literaria de ese foco.
9
Ni la apelación nietzscheana deriva de la confianza ilustrada de imaginarnos a nosotros
mismos emancipados de un pasado supuestamente ignorante, ya que por su parte es más bien lo
contrario, la emancipación de la ilustración clásica. En su lugar, es emancipación de lo ordinario y
demasiado moderno en una era postmoderna, algo bastante específico al siglo veinte, considerado
como una emancipación de lo que es visto como una tontificación generacional, sea la de los
años treinta (los veinte en cambio rugieron), o de los cincuenta –los sesenta, se lo imagina uno
(es todo una cuestión de imagen) hablan por sí mismos– o los disco-condenados setenta, etc.

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Música y palabras en Nietzsche 15

calculado con mucho cuidado, este estilo suyo es el producto de un arte literario
cumplido. Muy lejos de la espontaneidad y la impetuosidad descuidada en la
expresión, atribuida a su estilo escrito, Nietzsche emplea todo el tiempo posible
ensayando este arte. Aquí tenemos un hombre que no rehusaba la aplicación o
el perfeccionamiento constante y reflexivo sobre los frutos de sus enseñanzas.
Así, desde sus comienzos como filólogo, como profesor y escritor, su manera
de entender el estilo retórico giró en torno a la cuestión de qué se requeriría
para comenzar a decir cosas muy complicadas, es decir, cosas complejas, tanto
por sí mismas, como por los lectores dados y por la manera de leer dada de
esos lectores. Puede ser muy pertinente el hecho de que Nietzsche no entrara
en su cátedra académica de la manera académica ordinaria (sometiendo una
tesis a la consideración del profesor, y defendiéndola ante las exigencias de
un tribunal). En cambio, Nietzsche comenzó su actividad investigadora, en la
tradición universitaria germánica, escribiendo ensayos encargados (por tanto,
con la publicación y el reconocimiento asegurados), culminando con la invi-
tación a un nombramiento, articulado en una lectura inaugural y una serie de
lecturas públicas sobre la cuestión de los clásicos, que trascienden la disciplina
de la profesión de la filología clásica –la precisión histórica y la ejemplaridad
histórica, o excelencia formativa, que él enseñó, pero además, quizás más que
nada, el arte epistolar que él pulió una y otra vez10.
Este estilo dirigido al lector y auto-desconstructivo11 puede verse tanto en
los libros preparados por Nietzsche para la publicación, como en las distintas
versiones de sus cartas12. Esto significa que fue bajo la forma de cuidadoso
estudioso del arte de la lengua que Nietzsche alcanzó no sólo una maestría
teórica, sino también sobre todo –y por esto es la excepción entre los especia-

10
La relevancia de esta formación para su estilo retórico sigue inexplorada, no ha sido ofrecida
por Small, Robin, Nietzsche in Context (libro en otros aspectos maravilloso e inapreciable), ni por
Porter, James, The Invention of Dionysus: An Essay on the Birth of Tragedy (Stanford University
Press, 2000), ni por su libro más amplio Nietzsche and the Philology of the Future (Stanford
University Press, 2000), ni tampoco se encuentra allí donde se puede encontrar cualquier otra
cosa, en Janz, Curt Paul, Friedrich Nietzsche. Biographie (Zwei Tausend Eins, Frankfurt, 1999),
ni tampoco en el cuidadoso estudio de Allison, Reading the New Nietzsche, ni en Nehamas,
Alexander, Nietzsche: Life as Literature (Harvard University Press, Cambridge (MA), 1985), ni en
los dos volúmenes del Ecce homo de Sarah Kofman, y tanto es así que la temática es obviada –lo
que quizás era predecible– en los libros de Werner Ross y Hermann Josef Schmidt –y podemos
entonces preguntar cómo habría que empezar a expolorarlo, pues es esta cuestión la que todavía
permanece incisiva aún después de tantos años de estudio académico sobre Nietzsche.
11
Para una discusión de este estilo dirigido al lector y desconstructivo, véase Babich, Babette
E., «Nietzsche’s Self-Deconstruction: Philosophy as Style», Soundings. 73, 1990, 50-12, y «On
Nietzsche’s Concinnity: An Analysis of Style», Nietzsche-Studien, 19, 1990, 59-80.
12
Nietzsche escribía regularmente la misma carta a distintos amigos suyos, lo que no significa
que él no las modificara para dirigirse a cada persona individualmente: componiendo un esbozo
y luego rescribiéndolo con apropiadas variaciones sobre el mismo tema de base, a sus diferentes
correspondientes. Véase KGB.

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16 babette e. babich

listas– una maestría práctica en el arte de escribir composiciones de estilo13.


Esta maestría no necesariamente hace a Nietzsche más fácil de leer, sino que
significa que en sus textos hay mucho más que lo manifiesto a primera vista, e
incluso después de muchos contactos con sus textos. En parte esto es debido a
Nietzsche, en parte a su público.

2. Cuestionando la ciencia: Sobre el problema


del estudio académico

Podríamos decir que Nietzsche tiene el arte del estilo ‘hasta en la ciencia’.
Pero esto es más que una metáfora para el Nietzsche que describe el proyecto de
cómo plantear la cuestión de la ciencia como tal, cuando pone la cuestión de su
propio arte de escribir en el prefacio escrito posteriormente a su primer libro sobre
la forma o el estilo trágico, su famoso «Ensayo de autocrítica». Pero reflexionar
sobre lo que Nietzsche llama el problema de la ciencia, y sus esfuerzos por plantear
precisamente esta cuestión como una cuestión, cuestionando a la ciencia como
si fuese por primera vez, nos coge demasiado lejos, demasiado pronto en este
punto. En otra parte, he defendido con más detalle que Nietzsche se interesa por
la ciencia, desde sus primeros hasta sus últimos escritos, con la atención puesta
en la cuestión misma de la ciencia, y también he defendido que este interés no
debe ser visto ni como una metáfora ni como literatura, sino como un interés
propiamente filosófico, en cuanto fundación de lo que puede ser visto como una
genuina (por ser crítica) filosofía de la ciencia. A parte de Heidegger, y con ciertas
excepciones, la vasta mayoría de los lectores de Nietzsche se han interesado más
en la cuestión moral y en sus vicisitudes, que en los descontentos que produce la
cuestión de la verdad o de la ciencia. Si esto está cambiando, no está claro que el
cambio vaya en la dirección de aquel mayor enfoque crítico que Heidegger con
razón califica de crucial, precisamente porque la interrogación, que tiene que ser
puesta en ese tipo de crítica, no lo será siguiendo a Nietzsche, sino al contrario,
como Nietzsche sugiere en su propia gaya ciencia, tiene que ser desarrollada y
enfocada como el arte de reír, que sería también el arte de una ciencia crítica.
Ésta es una interrogación que nosotros planteamos a partir de nosotros mismos.
Nosotros necesitamos, como cognoscentes, cierto y constante grado de auto-
crítica, y precisamente como cognoscentes, esta crítica nos evita.

13
En este contexto, y en contra de la reciente tempestad textual que apareció primero y fue
creciendo en los Nietzsche-Studien (véase más abajo la nota 27 para las referencias relevantes),
la relevancia de la lectura que hizo Nietzsche del libro de Gustav Gerber Die Sprache als Kunst
(2 vols., Mittler’sche Buchhandlung, Bromberg, 1871), cuya gran parte tomaría una forma propia
dentro del escrito de Nietzsche (no-publicado) Sobre verdad y mentira en sentido extramoral,
está en ser menos un caso de influencia ocultada, que de efectiva relevancia (o de influencia
rutinaria) del ejercicio de extracción de un manual reconocido, en una época carente de medios
de reproducciones mecánicos o fotocopiadores.

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Música y palabras en Nietzsche 17

En su bien conocido, aunque no publicado en vida, ensayo «Sobre verdad


y mentira en sentido extramoral», lo que Nietzsche describe como extramoral
–es decir, más allá de culpa y defecto ético, que se convertirá en el dominio de
lo que está más allá del bien y del mal– es la naturaleza lógica de la verdad,
su referencia metafórica, e incluso, más precisamente, la relación entre verdad
y mentira en un sentido observacional, completamente eco-fisiológico14. Pero
como podemos leer –y el lector notará que el presente artículo versa mucho
más sobre las reacciones que sus lectores tienen frente a Nietzsche, que sobre
Nietzsche mismo–, los comentadores, desde Derrida –quien abierta y decla-
radamente anuncia que su interés es hablar de la mujer– hasta otros autores
–quienes hablan variadamente de tropos y metáforas–, han esquivado, casi
sin excepción, la cuestión lógica de la verdad y la mentira en su desarrollo
positivista15. De esta manera, los lectores de Nietzsche saltan cuidadosamente
por encima de la referencia al dominio real o empírico de la observación per-
ceptiva, o si no, del contexto de la fisiología humana –se habla en cambio de
cuerpo, como una generación previa, inspirada en Merleau-Ponty, hablaba de
‘carne’–, o si no, de la fisicalidad contingente del entorno humano, o lo que
yo he llamado eco-fisiología –el lenguaje popular de hoy en día invoca con
frecuencia ‘ecología’ y ‘medio ambiente’, que se hace así conveniente para
recalcar el aislamiento de la humanidad física y encarnada con respecto a este
mismo Umwelt, casi tan efectivamente como la historia bíblica del Génesis ha
subrayado esta separación durante centurias.
Algunos estudiosos han empezado además a tratar las reflexiones nietzschea-
nas, no en el juego erótico de una lectura desconstructiva, o en las asociacio-
nes libres, por metonimias, de metáforas, sino en términos de una caza de las
propias fuentes de Nietzsche. Esta es la nueva ‘ciencia’ de los estudios sobre
Nietzsche, la cual sin embargo no produce automáticamente un Nietzsche cuyo
pensamiento sea relevante para la ciencia que cuenta en la cultura global de hoy
en día, o en todo caso para las cuestiones sobre la verdad o la epistemología.
Los especialistas de esta nueva especie han descubierto la fuente –importante
en singular– del escrito de Nietzsche Sobre verdad y mentira en sentido ex-
tramoral, y cada vez más los especialistas adiestrados lingüísticamente y los
historiadores de las ideas ven esta explicación como la última palabra en la ma-
teria. Como si fuera verdad que si nosotros delineamos el estímulo de cualquier
observación, negamos con ello la significación filosófica de esa observación, o
como Nietzsche mismo argumenta, como si una vez que hemos delineado las

14
He discutido esta epistemología extramoral en el contexto de la significación, para la
filosofía de la ciencia, de la crítica de Nietzsche a la verdad, en mi libro Nietzsche’s Philosophy
of Science, State University of New York Press, Albany, 1994.
15
Pero véase para un estudio específico sobre Nietzsche y Comte, en inglés, Allen, Barry, A
House Divided: Comparing Continental and Analytic Philosophy, y en francés Angele Krémer-
Marietti.

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18 babette e. babich

influencias originales tras los pensadores pre-platónicos, hubiésemos sacado


toda la luz necesaria para entender pensadores como Heráclito, Anaximandro
o Empédocles. Por esta razón, Nietzsche empieza su escrito no-publicado, La
filosofía en la época trágica de los griegos, justo con esta cuestión –una cues-
tión entonces tan antigua y tan actual como lo es hoy en día–, de modo que
para explicar el fenómeno del milagro griego, omite esa caza de los rastros de
influencias culturales vecinas. Nietzsche argumenta que no era la originalidad
sino la habilidad en el aprender lo propio de los griegos, ya que no estaban
dotados tanto del genio de la innovación como del genio del aprendizaje. El
suyo era un arte auténticamente imitativo, que se ocupa y se sumerge en los
descubrimientos de los demás. Los griegos poseían, escribió Nietzsche, «el arte
del aprendizaje provechoso»16.
Por consiguiente, lo que Nietzsche dice sobre verdad y mentira, en lugar de
ser un compromiso glosado con cierto escrito de Gustav Gerber, Die Sprache
als Kunst17, lo que hace es seguramente, aunque no sólo, replantear el proyecto
16
Así, aunque en la primera sección de su Philosophie im tragischen Zeitalter der Griechen,
Nietzsche enfatizaba el genio griego del comienzo adecuado («los griegos sabían cómo comenzar
en el momento adecuado» KSA I 805), tuvo cuidado en reconocer «cuánto hallaron los griegos en
las extranjeras tierras orientales» (ibid). Por tanto él subrayó la ‘tontería’ implícita en el intento
de atribuir una ‘formación autóctona’ a los griegos. Pero esto no significa más que los griegos
absorbieron las formas de vida extranjeras como una formación viviente: «así ellos avanzaron
tan lejos porque donde otro pueblo había abandonado una lanza, ellos sabían cómo retomarla y
lanzarla más lejos» (KSA I 806).
17
En el prefacio a su última edición en un único volumen en 1884, Gerber alude a la filosofía
crítica de Kant para conceptualizar su «crítica del lenguaje» como una «Kritik der unreinen
Vernunft». Haciendo una alusión comparable en el segundo volumen de la edición de 1871,
Gerber parte primeramente de Kant a Lange y Hegel, y luego a Spinoza y Kuno Fischer; una
serie de referencias que para algunos estudiosos ha sido suficiente para dar pie a la suposición
de que la familiaridad de Nietzsche con estos autores derivaba únicamente de Gerber, igual que
algunos bastante atrasados piensan que Nietzsche habría tomado su Kant de segunda mano de
Lange o de Schopenhauer. Cualquier cosa que indique esto sobre los hábitos de ciertos estudiosos
actuales y de sus relaciones con sus fuentes primarias y secundarias (ésta es una categoría
particularmente lábil, dados los textos electrónicos, en cd o on-line que hoy en día pueden
buscarse), probablemente no es una base adecuada para sacar una conclusión de ese tipo en el
caso de Nietzsche. Porque el propio protocolo de Gerber, normal para el autor de un manual
tanto ayer como hoy, era elaborar sus argumentos por medio de referencias familiares. Que estas
referencias, antes oportunas y corrientes se conviertan tiempo después en oscuras y completamente
invisibles para los lectores posteriores es obvio y una comparable falta de relevancia podía ser,
para los lectores anglófonos que quieran emprender la estrategia experimental de consultar el
libro de Henry Watson y Francis George Fowler The King’s English, publicado por primera vez
en 1906. Este último ejemplo es instructivo precisamente porque la ilustraciones de Fowler
siguen siendo textos más disponibles para nosotros que la mayor parte de los ejemplos (como
hacen las ilustraciones de Gerber) del griego, el latín, el hebreo, el sánscrito, etc. Para una lectura
textual de Nietzsche como filósofo del lenguaje, véase Gustafsson, Lars, Sprach und Lüge. Drei
sprachphilosophische Extremisten: Friedrich Nietzsche. A. B. Johnson, Fritz Mauthner, Hanser,
München, 1980. Nótese que este libro ha tenido poca repercusión, sea en contra que a favor, en
contraste con el acumulante torrente de respuestas producidas en la estela literaria de Paul de Man,

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Música y palabras en Nietzsche 19

de Gerber de un manual de retórica, como algunos estudiosos de la filología


contemporánea, delineando la doxografía de los propios textos nietzscheanos,
han demostrado. Algunos han resaltado con una gran dosis de justificación,
la cual puede hallarse en Nietzsche mismo, que el estímulo para tales investi-
gaciones de las fuentes presupone un ideal de originalidad que no se ha dado
nunca en el pasado y que no se sigue dando en el presente.
En realidad, Nietzsche no se limita a referirse al potencial artístico de Die
Sprache als Kunst (El lenguaje como arte), sino que busca introducir la cuestión
de la verdad y de la mentira en el lenguaje, y de manera bastante importante,
conduciendo la cuestión de la verdad en la misma dirección en que lo habría
hecho Gerber mismo, en un gesto que parece como si Nietzsche repagara al
favor de préstamo, desarrollando las cuestiones acerca del lenguaje y del arte
con otras acerca del lenguaje y la ciencia, como Gerber llegó a hacer en Die
Sprache und das Erkennen (El lenguaje y el conocimiento) en 188418. Más allá
de la dimensión manualística del arte retórico del lenguaje, Nietzsche plantea
la cuestión archi-filosófica, incluso analítico-filosófica en términos de Austin
(o de Wittgenstein), de cómo hacemos cosas con el lenguaje, y la aún más
filosófica cuestión de cómo el lenguaje puede hacer cosas para (o con) el que
lo usa19. Como ha resaltado el filósofo alemán del lenguaje y del signo, Josef
Simon, Nietzsche sitúa su análisis del lenguaje en los completamente familiares
términos de discusión acerca de las aserciones válidas e inválidas, planteándolo
en el contexto de la posibilidad crítica del conocimiento como tal20. Este enfo-

así como de Jean-Luc Nancy, Philippe Lacoue-Labarthe y Jacques Derrida, y muy especialmente
en contraste con los Nietzsche Studien en respuesta a Anthonie Meijers y Martin Stingelin y cuya
tradición de mutua respuesta a nivel de las lecturas literarias comparadas continua sin cesar.
18
Véase Gerber, J., Die Sprache und das Erkennen, R. Gaertners Verlagsbuchhandlung,
Berlin, 1884.
19
Tomo la imagen de Heidegger de cómo la filosofía (y el lenguaje) puede hacer cosas con
nosotros en otra parte.
20
Simon, Josef, «Grammatik und Wahrheit: Über das Verhältnis zur metaphysischen
Tradition», Nietzsche-Studien, 1, 1972, 1-26 (traducción inglesa: «Grammar and Truth: On
Nietzsche’s Relationship to the Speculative Sentential Grammar of the Metaphysical Tradition»,
en Babich, B.E. (ed.), Nietzsche, Theories of Knowledge, and Critical Theory: Nietzsche and
Science I, Kluwer, Dordrecht, 1999, pp. 129-151). Además del énfasis dado por este autor a la
deuda directa de Nietzsche (contrariamente a las presunciones dominantes de una deuda sólo
mediata) con respecto a Kant (vía Schopenahuer o Lange), otros estudiosos, especialmente
Alexis Philonenko, Olivier Reboul y Friedrich Kaulbach, han enfatizado la dimensión kantiana
del pensamiento nietzscheano, tanto positivamente como por reacción. Para una de los primeros
y más extensos ejemplos, véase la clásica perspectiva de Hans Vaihinger, Die Philosophie des
Als Ob. System der theoretischen, praktischen und religiösen Fiktionen der Menschheit auf
Grund eines idealistischen Positivismus: mit einem Anhang über Kant und Nietzsche, F. Meiner,
Leipzig, 1911. Véase también Reboul, Olivier, Nietzsche critique de Kant, Presses Universitaires
de France, Paris, 1974; Hamacher, Werner, «Das Versprechen der Auslegung. Überlegungen zum
hermeneutischen Imperativ bei Kant und Nietzsche», en Bolz, N. - Hübener, W. (eds.), Spiegel
und Gleichnis, Königshausen and Neumann, Würzburg, 1983, pp. 252-387.

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20 babette e. babich

que por parte de Nietzsche ha ofrecido la base textual para estudios analíticos,
tales como los ejemplificados por las primeras reflexiones de John Wilcox, así
como el estudio académico seguido por el libro de Maudemarie Clark sobre la
cuestión de Nietzsche y la verdad.
No obstante, aquellos que han tomado Nietzsche en serio como filósofo se
han inclinado más por obviar sus tesis acerca de la verdad y la mentira, y han
desatendido sus reflexiones sobre la posibilidad del conocimiento, sin mencio-
nar sus teorías cosmológicas y ecológicas, o sus juicios sobre la calidad de la
teoría científica –desde Darwin hasta Boscovich, y desde Demócrito hasta la
fisio-psicología de la dieta. En efecto, lo típico de los estudios nietzscheanos
–en las dos caras de la conocida división ‘analíticos-continentales’– ha sido
la atención puesta en el poder de ‘invención’ de Nietzsche, por el que se le
considera no sólo como inventor de una concepción de la vida «como litera-
tura»21 –por usar la convención promovida por Alexander Nehamas y Michel
Foucault–, sino de enteras áreas de estudio, como los ‘presocráticos’, que fue-
ron supuestamente inventados por Nietzsche22, incluyendo la idea –es decir, la
constelación dinámica– de que el mismo Dioniso está en el nacimiento de la
‘tragedia’23. Y asumiendo aquello a lo que parece conducir el razonamiento de
los estudiosos –que Nietzsche era capaz de fabricar o ‘inventar’ perspectivas
globales a partir de convenciones ficticias, como la filosofía pre-platónica o la
idea de lo dionisíaco–, también puede decirse que él inventó una visión de la
verdad, una visión de la ciencia, e incluso una visión de lo que hacen los físicos
–descrito, con una término de su propia disciplina, como una ‘interpretación’,
más que como un hecho sobre el mundo (JGB §22). Así cuando Nietzsche anota
que «Acaso sean cinco o seis las cabezas en las cuales va abriéndose paso ahora
la idea de que también la física no es más que una interpretación y un arreglo
del mundo» (JGB §14), calificando cierta metodología científica (simplicidad)
de deliberada articulación de la «más grande estupidez posible»24, y cuando

Nehamas, Alexander, Nietzsche: Life as Literature.


21

Borsche, Tilman, «Nietzsches Erfindung der Vorsokratiker», en Simon, Josef (ed.), Nietzsche
22

und die philosophische Tradition, Königshausen & Neumann, Würzburg, 1985, pp. 62-87.
Borsche ofrece una de las ilustraciones de esta convención argumentativa que recientemente ha
hallado expresión en los nuevos estudios de Porter (cf. nota más abajo).
23
Porter, The Invention of Dionysus and Nietzsche and the Philology of the Future.
24
Extendiendo el principio primordial de la ciencia lo más posible (o de manera
completamente deliberada) la estupidez se convierte en una ocupación favorita. Así, Nietzsche
escribe que el triunfo de la visión crecientemente mecanicista del proceso del mundo requiere
una calculada estupidez y una no pequeña complicidad con nuestros propios supuestos (su tesis
puede ser comparada con su comentario acerca de los teólogos de Tübingen que bucean en los
arbustos en busca de nuevas ‘facultades’, cf. JGB §11): «Jedermann kennt diese Prozeduren: man
läßt die “Vernunft” und die “Zwecke”, so gut es gehen will, aus dem Spiele, man zeigt, daß, bei
gehöriger Zeitdauer, Alles aus Allem werden kann, man verbirgt ein schadenfrohes Schmunzlen
nicht, wenn wieder einmal die Aanscheinende Absichtlichkeit im Schicksale” einer Pflanze oder
eines Eidotters auf Druck und Stoß zurückgeführt ist: kurz, man huldigt von ganzem Herzen,

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Música y palabras en Nietzsche 21

llega hasta criticar los ‘prejuicios’ de la ciencia o la ‘tosquedad e ingenuidad’


de la convención científica del cálculo (FW §123 y §273), o también cuando
Nietzsche desacredita la creencia ilustrada en la oposición entre logos y mito,
declarando que «el mito mayor es el mito del conocimiento»25, sus declaracio-
nes por lo común no son tomadas como proposiciones filosóficas de las más
serias.
Así, en calidad de cierta especie de aclaración de la atmósfera conceptual,
recientes tendencias interpretativas tienden cada vez más a sugerir que cualquier
cosa hiciera Nietzsche –sea crítica retórica o cultural, o ‘terapia’, o precisamente
mero juego paródico con nuestra propia aproximación demasiado seria (¿o ar-
diente?) al estudio académico–, no era, no es filosofía. Así se ha argumentado
que Nietzsche era hijo de su tiempo –limitado por la termodinámica de sus días
o también por las ciencias biológicas y de la salud (supersticiosas y no-ciencia)
de su época. A finales de siglo, se comían galletas con salvado y otros cereales
para evitar la enfermedad de la que el propio Nietzsche fue afligido infamemente
–el sufrimiento por el abuso y su consecuente enervación psicológica–; hoy
en día se come salvado (y otras fibras) para evitar otro sufrimiento, los dolores
intestinales con los que Nietzsche por su parte estuvo fuertemente aquejado y,
como sus contemporáneos observaron, no de manera muy benigna, por buenas
razones26. Ahora bien, esas pretendidas limitaciones, siempre acríticas, presentan
problemas. Pero aquí me interesan menos esas tendencias limitadoras –por lo
menos en la medida en que resultan inevitables en el proyecto de la historia de
las ideas–, que las consecuencias de ese estudio histórico (a recuperar) para una
posible comprensión de la relevancia de la perspectiva filosófica de Nietzsche
con respecto a la filosofía de las ciencias de hoy en día, y por tanto, ceteris
paribus, con respecto a nuestra comprensión actual de la ciencia. Aquí lo que
está en cuestión es el corolario que se deriva tan a menudo de esas reflexiones

wenn in einer so ernsten Angelegenheit ein scherzhafter Ausdruck erlaubt ist, dem Principe der
größtmöglichen Dummheit» KSA XI 36[34]. Véase también SE §6.
25
Así, Nietzsche declara de modo característico: «Die größte Fabelei ist die von Erkenntniß»
KSA XIII 141. Véase FW §373, «La ‘ciencia’ como prejuicio».
26
Aunque ofrecido explícitamente por medio de un examen del contexto histórico, en la
lectura del tema «Nietzsche y la biología de su tiempo», más allá del darwinismo (mucho más
literario y social que ecológico-evolucionista o biológico) que constituye la primera parte de
la monografía de Gregory Moore, Nietzsche, Biology, and Metaphor (Cambridge University
Press, Cambridge, 2001), este estudioso cae inevitablemente en esta tendencia actualizadora.
Resulta particularmente revelador, pero también de los supuestos del mismo autor, que son los
supuestos actuales con respecto a la dieta y a la salud, es la discusión de la segunda parte sobre la
degeneración. Cf. también en esta nueva línea de lo que podría llamarse una ‘Nordau-renaissance’,
Stone, Dan, Breeding Superman: Nietzsche, Race and Eugenics in Edwardian and Literary
Britain (Liverpool University Press, Liverpool, 2002), así como el informado y equilibrado
capítulo sobre Nietzsche de Marc A. Wiener, «Laws of Degeneration», en Wagner and the Anti-
Semitic Imagination (University of Nebraska Press, Lincoln, 1995); y también Janz, y para una
panorámica amena, Allison, D.B., op. cit.

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22 babette e. babich

restrictivas, de que esto afecta, en un sentido más general, a la representación


de Nietzsche ‘como’ filósofo en cualquier sentido del término. La tesis implícita
y explícita aquí es que no necesitamos, dado nuestro conocimiento avanzado
actual –sea nuestro conocimiento de la filosofía, de la ciencia, de la historia, de
la filología clásica, de la literatura–, tomar a Nietzsche literalmente acerca de
todas las cosas –particularmente cuando él estiliza lo que dice como lo hace.
Por tanto, los filósofos (analíticos), los estudiosos de los clásicos y demás, no
deben preocuparse. Aun cuando Nietzsche parece hablar de filosofía –de los
clásicos, de estética, historia, ciencia, etc.–, nosotros no debemos considerarlo
literalmente: él sólo está bromeando (experimentando) con las ideas –no está
reivindicando el manto de estudioso académico. Esta un tanto ‘deflacionaria’
(o analítica)27 tendencia interpretativa es característica, en especial, de los estu-
dios actuales sobre la ‘retórica’ y el estilo de Nietzsche (aunque seguramente,
por una parte, las concepciones contemporáneas de la retórica, y por otra la
formación especializada personal de Nietzsche en la tradición clásica de la
retórica de los antiguos griegos y romanos, implican de manera significativa
diferentes arenas)28. En contraste con estas recientes e influyentes tendencias,

27
Esta característica tiende a marcar a las aproximaciones a Nietzsche llamadas analíticas.
Véase para referencias y una discusión más amplia, Babich, B.E., «On the Analytic-Continental
Divide in Philosophy: Nietzsche’s Lying Truth, Heidegger’s Speaking Language, and Philosophy»,
en Prado, C.G. (ed.), A Dubious Estrangement: Analytic and Continental Philosophy, Humanity
Books, Amherst (NY), 2003.
28
Me refiero a una importante pero potencialmente problemática (por demasiado literal y
demasiado reductora a la letra) nueva tradición investigadora en los estudios nietzscheanos,
consistente en la investigación de las fuentes y en la indagación de atribuciones, tradición orientada
hacia la generación de una enciclopedia, un diccionario o un manual, algo evidente todo a lo largo
del conjunto de la investigaciones académicas. Acerca de la inspiración original de la otra tendencia,
algo ahistórica, a leer a Nietzsche como el iniciador de un giro retórico o como el descubridor de
la retórica, tras su llegada a Basilea, cf. Lacoue-Labarthe, Philippe, «Le détour (Nietzsche et la
rhétorique)», Poétique, 5, 1971, 53-76. Véase también Lacoue-Labarthe, Philippe - Nancy, Jean-
Luc, «Friedrich Nietzsche: Rhétorique et langage. Textes traduits, présentés et annotés», Poétique,
5, 1971, 99-142; y Man, Paul de, «Nietzsche’s Theory of Rhetoric», Symposium: A Quarterly
Journal in Modern Foreign Languages, 1974, 33-51 y «Rhetoric of Tropes (Nietzsche)», en
Allegories of Reading: Figural Language in Rousseau, Nietzsche, Rilke, Freud, Yale University
Press, New Haven, 1976. Para un resumen y un enfoque más conservador, cf. Behler, Ernst,
«Nietzsche’s Study of Greek Rhetoric», Research in Phenomenology, 25, 1995, 3-26. En muchos y
algunas veces incendiarios casos, contestando a menudo las expectativas acerca de la modernidad
innovadora de Nietzsche, recientes estudios detallan las fuentes comunes de las que Nietzsche
extrajo las ideas que se supone que ‘inventó’. Esta investigación de las fuentes justifica cada vez
más el carácter derivado de esas mismas ideas. Aunque esta misma tendencia (reminiscencias
del modo de Georg Stack de remontar los conceptos de Nietzsche a una fuente en Emerson o
en Lange) se corresponde de manera alarmante con el fracaso de la metodología clásica que
una vez Nietzsche diagnosticó contra su propia disciplina de la filología clásica (lo que llamó
provocadoramente una ‘carencia’ de filología), la misma convención se ha hecho cada vez más
dominante en la estela de la importante contribución de Meijers y Stingelin «Konkordanz zu den
wörtlichen Abschriften und Übernahmen von Beispielen und Zitaten aus Gustav Gerber: Die

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Música y palabras en Nietzsche 23

continuo argumentando más abajo, y a lo largo de todo el apartado siguiente,


que precisamente a través del estilo de Nietzsche –es decir, por medio de lo
que Nietzsche puede ‘hacer’ con las palabras– Nietzsche arriesga formular
una tesis muy especial y hasta la fecha todavía muy raramente asumida, y no
obstante justamente filosófica.

3. El sonido lírico de la tragedia: Música griega


y palabras griegas

Nietzsche enseñaba a sus estudiantes en Basilea que una genuina com-


prensión clásica del arte de la retórica (o del estilo) incluye un examen del
significado y del funcionamiento de la metáfora, de la metonimia y de todos los
tropos del lenguaje. Es un lenguaje escrito precisamente para un público dado o
específico, pero nunca para un público general, y esto último no por algún tono
principalmente antidemocrático predominante en la antigüedad, sino porque
ningún libro puede ser escrito para un público general sin que al mismo tiempo
y de manera inherente no esté dirigido a alguien. Podemos hallar otra expresión
de esta intrínseca limitación estilística de los textos especializados o esotéricos,
en el hecho de que el problema de la filosofía clásica es el contexto especí-
fico global en el que se desarrolla. Como no sólo Pierre Hadot, sino también
Foucault, Ricoeur y Gadamer, y como sin duda Ivan Illich nos han recordado de
manera diversa y completa –si no lo habíamos aprendido ya de Nietzsche–, la
filosofía, que originariamente era una forma de vida, no es en absoluto un libro
abierto. Más bien, su especial forma dialógica, sus confesiones y meditaciones,
son, en un sentido completamente literal, prácticas deliberadas de un tipo muy
particular. Además, estas prácticas, que no forman parte del texto en sí mismo
–aunque sí están trazadas en el texto mismo–, se han perdido en gran parte para
nosotros, quienes no sabemos o no podemos conocer cómo entender o, como
Nietzsche diría, quienes no sabemos cómo escuchar lo que leemos. Esto es lo
que Nietzsche quiere decir al principio de Así habló Zaratustra, donde él hace
tronar en boca de Zaratustra: «Allí están ellos (dijo a su corazón), allí se ríen:
ellos no me entienden, yo no soy la boca para estos oídos. ¿No debe uno hacer
añicos sus oídos primero para enseñarles a oír con sus ojos?»29. Y cuando nos

Sprache als Kunst (Bromberg, 1871) in Nietzsches Rhetorik-Vorlesungen und in Über Wahrheit
und Lüge im außermoralischen Sinne», Nietzsche-Studien, 19, 1988, 350-368, y de los ensayos
interpretativos que la acompañan Stingelin, «Nietzsches Wortspiel als Reflexion auf poet(olog)ische
Verfahren», Nietzsche-Studien, 19, 1988, 336-249; y Meijers, «Gustav Gerber und Friedrich
Nietzsche. Zum historischen Hintergrund der sprachphilosophischen Auffassungen des frühen
Nietzsche», Nietzsche-Studien, 19, 1988, 369-390. Véase para más información Kopperschmidt,
Joseph - Schanze, Helmut, Nietzsche oder ‘Die Sprache ist Rhetorik’, Fink, Munich, 1994.
29
Za Vorrede §5. Nietzsche nos ofrece aquí una inversión de la referencia de Aristóteles al
uso de metáforas proporcionales, en su Rhetorica, para ayudar a que nuestros oyentes ‘vean’,
cf. Rhetorica, lib. III, 10-11.

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24 babette e. babich

damos cuenta de su estilo, nos parece una licencia arbitraria el ignorar lo que
él dice de esa manera tan característica.
Los estudiosos han leído de esta manera el lenguaje nietzscheano de soni-
dos tan rompedores, y lo han hecho oyéndolo con los ojos, como pura charla
figurativa, mera metáfora, como conversando con nuestro corazón. Pero como
resaltó Gustav Gerber –el teórico del lenguaje mencionado más arriba como la
influencia sobre las reflexiones nietzscheanas acerca de la verdad y de la menti-
ra– en su estudio El arte del lenguaje, y como la más amplia tradición canónica
de la retórica –antes de Gerber– había ya enseñado a Nietzsche, la metáfora
imbuye al lenguaje por todas partes. Tomar cualquier declaración en sentido
literal, tomar la palabra por la cosa, es exigir más de lo que da el lenguaje.
Más allá del arte del lenguaje, más allá de la pura metaforicidad, el desafío
de Nietzsche a nuestros oídos, exigiendo que escuchemos el texto, recuerda sus
primeras y más duraderas directrices como filólogo. Para esta tarea, así argumentó
el joven Nietzsche en su primer libro, el texto del pasado es la llave. Las marcas
escritas conservadas del pasado, que son arqueológicas en cualquier sentido
vulgar del término, son la concretización de un modo de vida desaparecido. En
el caso de los escritos de los antiguos griegos –que usaban un alfabeto expresado
fonéticamente y un lenguaje hecho de metro y ritmo–, así lo argumentaría Nie-
tzsche, nos hallamos enfrentados a auténticas ‘grabaciones’, a un helado pero
todavía a penas descifrable o legible depósito de sonidos perdidos. Nietzsche
argumentaría que nosotros no oímos la música de la antigua tragedia, y por la
misma razón sólo tenemos la parte más desnuda de lo que necesitaríamos para
entender la antigua tragedia griega. No obstante, concluiría con su sugerente
idea de que no carecemos de toda pista de este arte, pues si lo consideramos
desde sus orígenes en la canción popular, y sólo si hacemos esto, el espíritu de
la música puede ser oído (no meramente leído) en la poesía lírica.
Lo que Nietzsche encontró, cuando intentaba describirla en El nacimiento
de la tragedia a partir del espíritu de la música, así como en sus primeras con-
ferencias públicas, no fue más que la clave de la tragedia antigua en la canción
popular. Nietzsche describe esta clave como la voz del pueblo que debe ser oída
en la poesía lírica, una vez que haya sido distinguida de la completamente mo-
derna aproximación literaria como expresión subjetiva. Así, la oposición entre
Homero y Arquíloco30, representada como la oposición entre la poesía épica
y la lírica, proporciona el eslabón perdido con la tragedia interpretada como
‘drama musical’ de la antigua Grecia. Con este contraste poético, Nietzsche
afirma que ha «indicado la única posible relación entre la poesía y la música,
entre palabra y tono» (GT §6). La partitura de esta música tiene que ser oída
en la poesía, como una expresión de la música de la palabra escrita. En su

30
El reciente enfoque sobre el elemento agonístico en Nietzsche ha desgraciadamente
oscurecido este importante aspecto en Nietzsche, al valorizar el agôn como práctica política.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 11-35


Música y palabras en Nietzsche 25

primera conferencia en Basilea, «El drama musical griego» (KSA I 515) –una
conferencia leída privadamente a Richard Wagner en el verano 1870– Nietzsche
sostuvo, recurriendo a la filología, que es posible descubrir el ritmo musical del
pasado, y así literalmente ‘oír’ con nuestros ojos. Finalmente, Nietzsche tomó
su inspiración para la comprensión del drama musical griego –tal como más
tarde intentaría comprender El nacimiento de la tragedia– fuera del propio texto
–la filología es el único medio arqueológico para esta indagación–, pero sólo
la encontró leyendo musicalmente, es decir, atendiendo a la música del texto
(GT §17). Nótese que esta temprana y duradera visión no tiene nada que ver,
por emplear la expresión que Nietzsche emplearía a tal efecto en su Nietzsche
contra Wagner –y en general contra el general filisteísmo cultural–, con confun-
dir el libreto con la ópera, o –usando la oposición preferida por Wagner–, con
subordinar la música a la obra de arte total, tal como Wagner mismo concebía
la música, como sólo una parte del todo31. Más bien, es en razón de que en el
caso literario de la antigüedad no tenemos nada más que el texto, la falta de
música –y la ausencia concomitante de una lectura musical en el sentido de
Nietzsche– no legitima la conclusión de que lo que nos falta hoy en día sería
por tanto la ‘partitura’ –de lo que están convencidos tantos estudiosos de la
antigüedad32. La reivindicación radical de Nietzsche (todavía hoy) es que el
texto mismo era la propia música33. La tragedia había surgido de la canción

31
Cf. Campbell, Moody, «Nietzsche-Wagner to January, 1872», PMLA, 56, 1941, 544-577;
pero véase también Ruckser, Udo, «Zum Fall Wagner-Nietzsche», Allgemeine Musik-Zeitung,
11, 1913, 1481-82. Agradezco a Holger Schmid por haber llamado mi atención (además de los
artículos citados) provocativamente sobre los diversos aspectos de esta temática.
32
Cf. Mathiesen, Thomas J., Apollo’s Lyre: Greek Music and Music Theory in Antiquity
and the Middle Ages, University of Nebraska Press, Lincoln, 1999. Hay que resaltar que
Nietzsche pone mucho cuidado en distanciarse de los enfoques medievales en su conferencia
de Basilea «El drama musical griego». Incluso el extraordinariamente cuidadoso M.L. West no
hace ninguna observación sobre la exagerada atención dada a la relativamente escasa evidencia
de notación musical (West, M.L., Ancient Greek Music, Clarendon, Oxford, 1992, donde la
evidencia de notación es enumerada como la última fuente de las cinco fudamentales para
la comprensión de la antigua música griega, y que entonces es tratada al detalle). West cita a
Bellermann, J.F., Die Tonleitern und Musiknoten der Griechen, Berlin, 1847, así como a Sachs,
Curt, «Die griechische Instrumentalnotenschrift» y «Die griechische Gesangsnotenschrift»,
Zeitschrift für Musikwissenschaft, 6, 1923-1924, 289-301 y 7, 1924-1925, 1-5; pero a parte de
Bellermann no cita otras monografías recientes. Véase también Rossbach, A. - Westphal, R.,
Theorie der musischen Künste der Hellenen, Leipzig, 1886. Aunque Warren D. Anderson en su
apéndice sobre « Saclae Systems and Notations», incluido en Music and Musicians in Ancient
Greece (Cornell University Press, Ithaca, 1994) resalta acertadamente el estudio de West como
extraordinario, también hace observar el peligro de generar demasiada teoría (y demasiado
aparato de notación musical) sobre la base de tan pocas evidencias: antes de los Elementa
harmonica de Aristoxeno (nacido en el 360 a.C.), no tenemos constancia de ningún sistema de
tonoi: en «distintos grados la misma laguna de conocimiento caracteriza nuestro tratamiento de
las harmoniai y el sistema de escalas generalmente durante el período clásico» ibid., p. 202. Y
Anderson anota que «no tenemos rastro alguno de un sistema de notación musical griega que

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26 babette e. babich

popular y en sentido completamente literal había nacido a partir de la música,


de manera que la tragedia está imbuida completamente de música34, y nacida
y desarrollada así, habría sido como resultado de la pérdida del mismo espíritu
musical que el drama musico-trágico sufriría su muerte a manos de sí mismo.
Este ‘subtexto’ –la muerte de la forma de arte trágica– fue el argumento explícito
de El nacimiento de la tragedia35. Si los intérpretes continúan revelando esta
última paradoja con alguna sorpresa, Nietzsche presenta de manera igualmente
explícita la clave de su explicación de la decadencia de la tragedia en términos
de su génesis original: «de qué modo la tragedia, así como únicamente puede
nacer del espíritu de la música, así también perece por la desaparición de ese
espíritu»36.
Dada la desaparición del espíritu de la música trágica, tal como Nietzsche
elaboró esta idea en El nacimiento de la tragedia más adelante, cuando nosotros
hoy leemos los textos de la tragedia antigua, nosotros vemos pero no oímos con
nuestros ojos37. Esto puede ser aclarado comparándolo con la diferencia que
se da entre un músico que lee una partitura musical y un no-músico que lee la
misma partitura. Meramente leyendo la partitura, el lector preparado musical-

pueda ser datado con seguridad como muy pronto en el siglo quinto». Lo que tenemos son los
símbolos grabados por Alipio, «quien nos provee de los únicos medios o intentos para entender
las melodías de la antigua Grecia» ibid., p. 203. Como se suele admitir que Alipio vivió no antes
del cuarto siglo d.C., Anderson concede que «habría sido un milagro que él hubiera tenido éxito
en conservar la práctica musical del período clásico, seis o siete siglos antes de su época». Por
ello, aunque con bastante simpatía, Anderson cita la controversia de Reithmüller de que «por muy
complejas y sutiles que sean, la impresión más fuerte es que con lo que tratamos aquí es con cierto
tipo de creación de documentos» ibid., p. 202, donde se cita la monografía Riethmüller, Albrecht
- Zaminer, Frider (eds.), Die Musik des Altertums: Neues Handbuch der Musikwissenschaft, ed.
C. Dahlhaus, Laaber-Verlag, Laaber, 1989, vol. I.
33
«Wer heutzutage von Aeschylus Sophocles Euripides spricht oder hört, der denkt
unwillkürlich zunächst an sie als Litteraturpoeten, weil er sie aus dem Buche, im Original oder
in der Übersetzung hat kennen lernen: dies ist aber ungefähr so als ob jemand vom Tannhäuser
spricht und dabei das Textbuch und nichts mehr meint und versteht. Von jenen Männern soll also
gesprochen werden, nicht als Librettisten: sondern als Operncomponisten» KSA VII 9.
34
«El entero arte de la poesía y de la música ha nacido de la canción popular» KSA I 529.
35
«Die griechische Tragödie ist anders zu Grunde gegangen als sämmtliche ältere
schwesterliche Kunstgattungen: sie starb durch Selbstmord, in Folge eines unlösbaren Conflictes,
also tragisch» GT §11 (KSA I 75).
36
«wie die Tragödie an dem Entschwinden des Geistes der Musik eben so gewiss zu Grunde
geht, wie sie aus diesem Geiste allein geboren werden kann» GT §16 (KSA I 102).
37
Nietzsche expone la comparación con la Edad Media, en esa época cuando llega un punto
en que gusto y convención cayeron en una disparidad tan grande que ya no se podía, a causa de
las convenciones deseables, componer música para los oídos, sino sólo para los ojos. El resultado
fueron literalmente partituras ‘ilustradas’, hasta llegar al extremo absurdo de escribir «las notas
con algún color: como el verde en el caso de de las plantas y el púrpura para los viñedos»
KSA I 517. Con respecto a los textos hablados del drama musical antiguo, nosotros, igual que
los escoliastas medievales tan absortos por el color, estamos encerrados entre los signos que
escudriñamos, en vez de oír con nuestros ojos.

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Música y palabras en Nietzsche 27

mente oye lo que el otro sólo ve. Justo en este grado y por esta misma razón,
Nietzsche declara «Estamos condenados al malentendimiento con respecto a
Píndaro, Esquilo y Sófocles» (KSA I 517). Y como nosotros no podemos ‘leer
viendo’ la tragedia antigua, porque nosotros literalmente no sabemos ‘oir’ con
nuestro ojos, nosotros quedamos reducidos a mundos de silencio apartados de
cualquier comprensión de la tragedia antigua. Somos mundos alejados no sólo
porque la tragedia antigua era representada al aire libre de día –no en los teatros
oscurecidos de hoy–, o porque faltase el factor sorpresa de una nueva trama, sino
porque su música no suena ya para nosotros38. Como nos ocupamos sólo, en el
mejor de los casos, del papel del actor o del público –piénsese en los infinito
debates ad nauseam, acerca del protocolo de que el público se acerque o no la
escena, lo que haría de él un buen o mal público–, nosotros no podemos más
que interpretar mal la centralidad meditativa del coro como vehículo de la obra
en su totalidad. Esta misma música perdida es también la clave de la esencia
de la tragedia antigua tal como se muestra, no en el drama, sino en términos
de pathos, tal como entiende Nietzsche el término en este contexto, como un
sentimiento enteramente musical.
De esta manera, el estudio que hace Nietzsche de la tragedia se opone a
Aristóteles en dos puntos: rechazando el mito del mito (es decir, la trama), y
rechazando la función de anagnōrisis, como respuesta catártica por parte del
público o como su beneficio edificante. En lugar de ‘terapia’ del teatro, Nietzsche
declara el misterio de la disonancia musical como la clave de la esencia de la
tragedia. Para una comprensión del drama musical griego, así como para una
aproximación al nacimiento de la tragedia, Nietzsche se vuelve hacia los restos
preservados en las palabras, que permanecen como evidencias de lo trágico –a
través de la poesía lírica. Y no hay que sorprenderse si las herramientas filológi-
cas usadas por Nietzsche para explorar la antigüedad son las mismas que utiliza
para cualquier problema. Si en sus primeros escritos utiliza las herramientas
de la filología –herramientas de estilo y de lectura– para dilucidar el problema
del artista lírico, es decir, el problema del poema como sonido cristalizado o
como legado musical, sus últimos escritos se centran igualmente en las mismas
herramientas, es decir, en las palabras, en la forma de una genealogía de las
valoraciones terminológicas para producir diferentes efectos. Así podemos
hallar un paralelo a su discusión sobre el poeta lírico en El nacimiento de la
tragedia, en el análisis sobre ‘lo noble’ –o la ‘bestia rubia’, o también el ‘escla-
vo’–, en La genealogía de la moral. Porque esta ‘genealogía’ es precisamente
lo que Nietzsche dice que es, cuando titula el libro como un ensayo de un tipo
retórico muy específico: una polémica. Más que una recuperación de supuestos
hechos históricos –nunca ha habido tal edad antigua–, más que la expresión de

38
«Somos incompetentes con respecto a la tragedia griega porque su influencia mayor
descansó en alto grado en un elemento que se nos ha perdido, la música» KSA I 529.

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28 babette e. babich

las propias fantasías y deseos de Nietzsche, su ‘polémica’ sobre el origen de


la moralidad lo que hace, como él mismo nos dice literalmente, es desarrollar
las últimas consecuencias de un análisis etimológico. Nietzsche afirma en el
cuarto apartado del primer tratado: «El indicio del camino correcto fue para mí
la cuestión de cuál es la auténtica significación etimológica de la designación
‘bueno’ acuñada en los distintos lenguajes» (GM I §4). Justamente por esta
razón, Nietzsche titula sus iniciales reflexiones en La genealogía de la moral
recurriendo al contraste entre parejas de términos, subrayando la herencia o
la fortuna lingüística de lo que llamamos ‘bien’: recordemos, ‘bueno y malo’,
‘bueno y malvado’39.
Las mismas consideraciones que llevaron a Nietzsche a sus planteamientos
musicales (apolíneo-dionisíaco) en El nacimiento de la tragedia –oponiéndose a
una interpretación acentuadamente epistémica (aristotélica) del beneficio catár-
tico de la pura disonancia (drama trágico o musical)– dieron como consecuencia
que inevitablemente, como parece, su libro haya carecido de una influencia
general40. Pero la idea de que los textos esotéricos resultan ser exotéricamente
inaccesibles, la repite Nietzsche una y otra vez, y todavía podría dejarse pasar
si no fuera por las complicaciones que acarrea, pues invierte el significado
ordinario tanto de los supuestos clásicos como de los supuestos positivistas
del pensamiento científico y lógico moderno.

4. Textos clásicos: La tradición de los filósofos
y los reyes del futuro

En cuanto ‘educador’ escribiendo para su lector, Nietzsche elabora una y otra


vez los límites de la direccionalidad retórica del escrito, bajo la forma de la cuestión
de la lectura y de la necesidad respectiva de aprender a leer. Esta tarea ejemplar la
desarrolla hasta llegar a Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie,
así como en el Crepúsculo de los ídolos, Ecce homo e incluso en el (incompleto)
Anticristo. Este proyecto didáctico de escritura era expresa y explícitamente exo-
térico, relacionado con la preocupación de comunicar en general. Por el contrario,
el problema esotérico o interno de la filología sería el de la reciprocidad entre la
manera de escribir y la manera de leer: el problema de los buenos lectores. Para
Nietzsche, siempre arcaico en su sensibilidad, lo semejante requería ser conocido
(o por lo menos empezar a ser reconocido) por lo semejante. Y para los filólogos
académicos, Nietzsche remarca en una nota en La gaya ciencia que el proyecto

39
La significación de Nietzsche para el libro de MacIntyre, Alasdair, After Virtue (Univ. of
Notre Dame Press, Notre Dame, 1972) resulta obvia en esta cuestión.
40
En contraste con los libros y tratados influyentes (Nietzsche está pensando en particular
en el Nuevo Testamento, y veremos más abajo cuán importante fue este ideal paradigmático de
influencia para Nietzsche) «todo libro puramente científico está condenado a vivir una existencia
humilde entre humildes, y a ser crucificado al final para nunca resurgir» VM §98.

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Música y palabras en Nietzsche 29

disciplinar de la filología, como empresa de conservación de los ‘grandes’ libros


–sin tratar de la discutida denominación actual como tales–, presupone lo que
Nietzsche confirma ser la última profesión de fe del filólogo. Esta es la convicción
de que «no haya carencia de esos raros seres humanos (aunque no se les vea)
que saben utilizar realmente estos libros tan preciados – precisamente aquellos
que escribirían, o podrían escribir, libros del mismo tipo». Y usando un tropo
diestramente enfático, repite su requisito: «Pienso que la filología presupone una
noble fe – la de que, en vista a aquellos pocos nobles seres humanos, que están
siempre ‘por venir’ pero que nunca llegan, una suma verdaderamente amplísima
de trabajo fastidioso e incluso sucio tiene que ser hecha antes: todo él es trabajo
in usum Delphinorum» (FW §102, cursiva mía).
Merece la pena observar la relevancia de esta alusión in usum Delphinorum,
mucho más allá de las limitaciones de clarificación proporcionadas por el moder-
no estudioso filólogo, especialista en Schlegel y traductor de Nietzsche, Walter
Kaufmann. La fuerte relevancia, bajo el punto de vista de la filología clásica,
de la invocación de esta frase por parte de Nietzsche –una variante de ad usum
Delphini– ha sido a menudo trivializada, tal como lo hace inevitablemente el
comentario de Kaufmann –o en todo caso, por parte de muchos estudiosos, es
pasada por alto. Hace alusión al paternalista proyecto perfecto, por ser imperial,
de crear una edición especial de textos clásicos griegos y romanos, destinados
«al uso del Delfín», es decir, al hijo de Luis XIV41. Lo importante aquí, pues esta
era la idea de Nietzsche al insertar esta invocación en su propio texto justo en ese
punto, es que el estímulo práctico y el carácter cultural del gremio de la filología
clásica siguen estando endeudados con este solícito proyecto, y esta misma pre-
ocupación, a la vez infinitamente respetuosa e infinitamente diferida, anima el alto
tono moral que suele imaginarse perteneciente a los ‘grandes libros’. La conexión
‘política’ entre esta convención filológica estándar y la lectura que hace Nietzsche
de Maquiavelo o de Rousseau, no ha sido explorada, según mis conocimientos,
por aquellos que discuten a Nietzsche en este contexto.
El problema de Nietzsche aquí reside en que todo el interés del proyecto de la
disciplina de la filología es generar un material de fuentes ‘arreglado’, emprendido
con vistas a un lector muy valorado y noble, pero un lector que necesita, en el
sentido en que lo necesitaba el Delfín, ser protegido de los aspectos mancillantes
41
Cf. Huet, P.D. (ed.), Collection de classiques latins «Ad usum Delphini» (1674-1691), 67
volumes, dont 39 auteurs, 5 dictionnaires, así como Saint-Pierre, Puget de, Histoire de Charles
de Sainte-Maure, duc de Montausier, Guillot, Genève-Paris, 1784). Cf. también Bossuet, J.
de, Politique tirée des propres paroles de l’Ecriture sainte, P. Cot, Paris, 1709 ; y Cordemoy,
Géraud de, «De la nécessité de l’histoire, de son usage & de la manière dont il faut mêler les
autres sciences, en la faisant lire à un prince», en Divers traités de métaphysique, d’histoire et
de politique, Paris, 1691. Podemos encontrar ejemplos del proyecto en Doujat, Jean, Abrégé de
l’histoire romaine et grecque, en partie traduit de Velleius Paterculus, et en partie tiré des meilleurs
auteurs de l’Antiquité, Paris, 1671; y Fléchier, Esprit, Histoire de Théodose le Grand, S. Mabre-
Cramoisy, Paris, 1679.

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30 babette e. babich

–cuestionables, desencaminados, erróneos– de este material verdaderamente


fuente. Considerándolo con toda la interna presuposición esotérica, propia del
miembro reconocido del gremio filológico, el ‘Delfín’ debería ser entendido como
correspondiente a los estudiosos por venir, vulnerables y preciados ‘lectores
futuros’, que necesitan ser protegidos de los aspectos menos edificantes de la
literatura clásica. A Nietzsche le gustaban las metáforas pictóricas de la restau-
ración y comparaba el arte del filólogo con el trabajo de restauración de pinturas
dañadas. Pero lo que no olvida –lo que los filólogos actuales parecen no haber
captado todavía enteramente y lo que aquellos que bajo el pretexto de la historia
continúan como filólogos parecen no haber captado en absoluto, ignorando lo que
Nietzsche llamaba sensibilidad histórica hacia el devenir42 – es que los ‘textos’
generados en este proceso nunca llegan a ser las obras originales. Ellos son y
siguen siendo restauraciones vestidas o convencionalizadas: textos literalmente
preparados –y en el proceso expurgados o limpiados– y producidos industrio-
samente para ojos muy particulares. Si bien ya no tenemos la justificación o el
imperativo moral para un proyecto de ese tipo –hoy en día ya no hay delfines y
los actuales reyes de Francia, o no existen, o no son honorados como tales– los
resultados se mantienen vivos en los métodos de la filología clásica actual, y es
una buena referencia de lo que sigue contando como estudio académico de fuentes
en el propio caso de Nietzsche43.
Dados los presupuestos de sus asunciones filológicas, cuando reivindica sus
obras como libros escritos ‘para el futuro’, Nietzsche no ofrece a la época actual
una carta de amor personal, sino una trabajosa rumiadura sobre la condena del
autor y el desarrollo del trabajo del filólogo como algo absolutamente vano.
En otras palabras, Nietzsche escribe con la esperanza puesta en «aquellos que
siempre ‘vendrán’ pero que nunca están ahí». Piensa que los lectores ideales y
mejores están siempre en el futuro, y además que los presupuestos de la disciplina
exige esta convicción, a pesar del terco hecho de que no existe instancia alguna
para tales lectores44. Pero ¿qué escritor no escribe para tales lectores ideales, por
42
Cf. Osborne, Catherine, Rethinking Early Greek Philosophy: Hippolytus of Rome and the
Presocratics, Cornell Univ. Press, Ithaca, 1987. El estudio de Osborne parece haber tenido poca
repercusión y poca resonancia en la prensa especializada, y ella misma parece que en el ínterin
ha pasado a estudiar otros temas.
43
La ejemplificación más extrema de Nietzsche de esta representación manufacturada o
idealizada de la antigüedad es evidente en el procedimiento de citaciones que emplea en su La
filosofía en la época trágica de los griegos, con sus notoriamente creativas variaciones en el recoger
los fragmentos pre-platónicos. Más allá de los movimientos reaccionarios de un Allen Bloom, o
del movimiento contra-reaccionario de los actuales etno-clasicistas, que estudian los clásicos de
manera antifilológica, para una consideración de las implicaciones más sobrias de este proyecto
para la rama de la filosofía más dependiente de la filología, la filosofía antigua, cf. de nuevo
Osborne, C., op. cit.
44
Recuérdese a la compungida Alicia de Lewis Carroll, ese fantasioso portavoz, igual que
el Molly Bloom de Joyce, de la lujuria masculina. «Siempre es así» dice Alicia a la Reina de
Espadas, «comer ayer y comer mañana, pero nunca comer hoy».

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 11-35


Música y palabras en Nietzsche 31

muy imaginarios que puedan ser, y qué escritor no deja de reconocer su ausencia?
Ciertamente no Hölderlin, quien escribe con una pasión que sólo la voz de un
poeta podría expresar: «¡Ah, amigo mío, hemos venido demasiado tarde!»45.
Como la del filólogo, la esperanza del escritor resultará ser, para Nietzsche, una
cuestión de vanidad: vana en más de un sentido. Así mira Nietzsche retrospecti-
vamente a sus propios escritos en Ecce homo, declarando: «Mi tiempo todavía
no ha llegado, algunos hemos nacido póstumos» (EH III §1). La reflexión de
Nietzsche en este contexto es consistente hasta el punto de producir una ‘auto-
laceración’. Habría sido equivocado, auto-contradictorio, esperar que sus obras
fuesen entendidas. Que sus lectores tengan oídos –aquí recurre a la metáfora de
tener manos– para sus escritos es una expectativa que iría en contra del requisito
constitutivo necesario para entender un libro completamente o en una primera
aproximación –o también, pero es algo diferente, un autor–, como precondición
interpretativa cuya importancia e indispensabilidad él ha presupuesto siempre.

5. Leyendo a los nuevos lectores de Nietzsche:
Proyección, invención y resonancia

Recordando el llamamiento popular, que se producía en una reseña a Más


allá del bien y del mal por parte de Josef Widman, calificándolo de «el libro más
peligroso de Nietzsche46  –y equiparando la atracción de Nietzsche hacia la idea
de peligro, con una apelación personal–, Nietzsche, en un aparente aprobación
de la diagnosis hecha por la lectura de Widmann, respecto a la sensibilidades
contemporáneas, añade la advertencia: «En el fondo, nadie puede extraer de las
cosas, incluidos los libros, más de lo que ya conoce» (EH III §1). Así Nietzsche
medita que si un autor –y claro, es a sí mismo a quien tiene en mente– «habla
de sucesos que se sitúan fuera de la posibilidad de la experiencia general o
incluso de experiencias especiales», el resultado es necesariamente que lo
que uno piensa, una novela o una nueva comunicación, o mejor, –y ‘dinamita’
es la ambigua metáfora que elige precisamente por su ambivalencia– lo que
es dicho, es efectivamente lo que no puede ser oído, produciendo «la ilusión
acústica de que donde no se oye nada no hay nada». Nietzsche entonces llega
a denunciar precisamente las populares lecturas de su obra, en cuanto lecturas
hechas a la imagen del lector: «Quienquiera que crea haber entendido algo de
mí, ha revestido algo de mí según su propia imagen»47.

45
«Aber Freund! wir kommen zu spät» Hölderlin, Friedrich, «Brot und Wein».
46
La reseña de Josef Widmann a Más allá del bien y del mal ha sido traducida al inglés en
Fauvel, Lysanne – Hyde, Tim, New Nietzsche Studies, VI 1/2, 2000, 195-200.
47
Sigue a continuación un impaciente catálogo de tales imaginarias lecturas: tomando su
obra por una suerte de idealismo, ensayando planteamientos domesticados del Übermensch, o
invirtiendo a Zaratustra, o sospechando a Nietzsche de darwinista, o incluso de propagandista
del «culto del héroe» de Carlyle.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 11-35


32 babette e. babich

En este mismo contexto, la presunta carencia de respuesta a los escritos


nietzscheanos, en su época, normalmente se exagera: nos limitamos a repetir
la propia visión de Nietzsche en la cuestión de cuán influyente era él. Esto no
significa que Nietzsche fuera un best-seller en su época (aunque seguramente
sí lo es hoy en día), sino que todas esas reacciones –sea la reseña de Widmann
como ‘dinamita’, o bien la positiva recepción de los escritos nietzscheanos
por el académico danés Georg Brandes, o la jocosa mitologización privada,
por parte de Nietzsche, de lo que él había percibido que era la recepción de
Heinrich Stein– se quedaron cortas ante su ideal. Para Nietzsche la ambición
requería una medida muy particular de influencia; el quería lectores muy espe-
ciales; quería ser leído de una manera especial. A este respecto no es casualidad
que el punto de referencia de Nietzsche fuese la Biblia misma, en cuanto que
la analizaba como un parangón estilístico para el tipo de influencia que él se
había propuesto para sí mismo como autor. De este tipo de éxito ofrece en el
Zaratustra una ejemplificación cómica y paródica, hasta el punto que más tarde
describiría esta ambición no menos que «partir la humanidad en dos». Pero lo
importante aquí es que Nietzsche no sólo tiene unos criterios muy altos para
lo que puede contar como ‘influencia’, sino también, correspondientemente,
unas ideas perspicaces sobre lo que se requiere para conseguirla. En Humano,
demasiado humano, refiriéndose al Nuevo Testamento48, sin aludir a Dios –o
a su famosa muerte–, sino remarcando el acabamiento estilístico consumado
del texto, Nietzsche resalta que un hombre perspicaz puede aprender de él todo
lo que hace falta para que un libro pueda convertirse en un libro universal, un
amigo para cada uno, y en especial ese expediente maestro de representar todo
como habiendo sido ya descubierto, sin tener nada todavía en camino e incierto.
Todo libro influyente intenta dejar atrás este tipo de impresión, para producir
otra, la impresión de que aquí ha sido trazado el horizonte espiritual y psíquico
más extenso, y de que toda estrella visible ahora o en el futuro tendrá que girar
alrededor de lo que brilla aquí (VM §98).
Wagner también, para Nietzsche, tendría o habría tenido elementos de este
mismo estilo omni-inclusivo y omni-comprehensivo, o universal, o ‘fiel al
amigo’, tal como Allison ha caracterizado este logro estilístico. Nietzsche supo
darle voz a este consolar fervoroso (alegres noticias), en la forma escrita y en la
sustancia en su propio Así habló Zaratustra, planeado como una obra maestra
y dirigido a un mundo que había dado una respuesta muy pobre –en cuanto
que Nietzsche deseaba conseguir una respuesta notablemente sobrexcitada o
al menos de estima– a sus primeros escritos. E incluso más importante que el
ejemplo de esas propuestas análogas, recordemos el modelo muy exigente de

48
La sorpresa se produce aquí sin duda sólo para los especialistas en Nietzsche que tienden
a tomarlo como un ‘completo’ anti-cristiano, hasta el punto de oír únicamente sus más breves
(y más populares) juicios en JGB §271.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 11-35


Música y palabras en Nietzsche 33

Nietzsche para la concisión de estilo, en expreso contraste con la reinante –y


todavía perdurante– ampulosidad germánica en la expresión popular o en las
extensas elaboraciones académicas de la misma49. Así como había celebrado
el ideal del estilo griego en cuanto constreñimiento extremo –sus primeras
prescripciones pedagógicas para la consecución de la forma poética y el estilo
griegos es el de «danzar entre cadenas»50–, Nietzsche hace valer después el icono
romano del laconismo como inspiración: «Mi sentido del estilo, del epigrama
como estilo», escribía Nietzsche en el Crepúsculo de los ídolos, «se despertó
casi instantáneamente al entrar en contacto con Salustio»51.
La referencia al estilo extremo y enjuto de Salustio, como modelo del propio
estilo nietzscheano, es una parte de la solución de cómo comprender el logro
que supone el estilo de Nietzsche. ¿Qué quería decir con ello? La tesis de que
no se puede sacar de un libro más de lo que ya conocemos –no hay nuevos
descubrimientos para el Nietzsche que reflexiona sobre el estilo y el arte del
lenguaje, leyendo a expertos como Gustav Gerber y muchos otros–, significa
que Nietzsche era primero y ante todo un retórico y esto significa que él siempre
estaba pensando en qué puede o podría oír el lector –o leer fuera o dentro– en sus
textos. Por esta misma razón, como he argumentado aquí, es un signo elocuente
de la tendencias positivistas de la ciencia filológica –que en nuestros días es en
Alemania el estudio académico literario y la investigación de fuentes– que el
49
En dos cortos apuntes del Nachlaß podemos encontrar: «Mein Styl hat eine gewisse
wollüstige Gedrängtheit», y «Der Dichter muss ein Ding erst genau sehn und es nachher wieder
ungenau sehen: es absichtlich verschleiern. Manche versuchen dies direkt; aber da gelingt’s
nicht (wie bei Schiller). Die Natur muss durch das Gewand durchleuchten» KSA VIII 291.
Es aquello que él llama «Fiestas raras» en WS §108: «Concisa compactación, pleno reposo y
madurez – cuando encuentras en un autor estas cualidades párate y festeja una larga fiesta en
medio del desierto: pasará mucho tiempo antes de que vuelvas a experimentar un sentimiento
tal de bienestar».
50
VM §140. En Humano, demasiado humano, la referencia de Nietzsche no es a la tradición
estilística latina sino a la griega y a la época de Demóstenes, donde, igual que en Ecce homo, se
abogaba por la concisión como profiláctico cultural: «La reflexión rigurosa, la limpieza, la frialdad, la
simplicidad, deliberadamente convencidas hasta sus límites, la auto-contención de los sentimientos, y
el silencio en general... eso sólo puede ayudarnos» MA §195. Cf. también las reflexiones contenidas
en un aforismo un poco más abajo, titulado «La revolución en poesía», §221.
51
GD X §1: «ein Sinn für Stil, für das Epigramm als Stil erwachte fastaugenblicklich bei
der Berührung mit Sallust». Así continua resaltando «Ich habe das Erstaunen meines verehrten
Lehrers Corssen nicht vergessen, als er seinem schlechtesten Lateiner die allererste Censur geben
musste –, ich war mit Einem Schlage fertig» KSA VI 154. Nietzsche también invoca a Horacio
para describir el estilo en palabras que él mismo reivindica para sus propios escritos: «Dies
Mosaik von Worten, wo jedes Wort, als Klang, als Ort, als Begriff, nach rechts links und über das
Ganze hin seine Kraft ausströmt, dies minimum von Umfang der Zeichen, dies damit erreichte
maximum von Energie des Zeichens — das Alles ist römisch und, wenn man mir glauben will,
vornehm par excellence: der ganze Rest von Poesie wird dagegen eine Gefühls-Geschwätzigkeit.
Ich möchte am wenigsten den Reiz vergessen, der im Contrast dieser granitnen Form und der
anmuthigsten Libertinage liegt: — mein Ohr ist entzückt über diesen Widerspruch von Form
und Sinn» KSA XIII 624-625.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 11-35


34 babette e. babich

descubrimiento de las referencias y alusiones eruditas de Nietzsche –a Lange


o a Gerber, por nombrar los más conocidos de tales nombres– sea visto como
un signo de dependencia o de redundancia, o mucho peor –y de modo absolu-
tamente solecista, como he defendido– como un plagio intelectual o de ideas.
Ignorantes del entrenamiento de Nietzsche en filología, carentes de lo que
llamaría erudición, los lectores actuales imaginan que, para pensar creativa o
filosóficamente, uno tiene que pensar algo absolutamente nuevo, algo nunca
reflexionado antes. Con esta convicción somos ‘Münchhausen del espíritu’
–como Nietzsche nos llamaría (o llamaba).
Sobre la cuestión del plagio y de las deudas intelectuales, sobre la cuestión de
individuar las fuentes, el escrito La filosofía de los griegos en su época trágica
incluye una reflexión que anticipa esta tendencia actual, en cuanto que era una
convicción creciente en su época. Para Nietzsche, lo que importa no es tanto la
invención nueva o el descubrimiento inaudito, si es que la novedad es posible. En
cambio, Nietzsche argumenta en nombre de los griegos, como hoy argumentaría
en su propio nombre, que lo que importa es el aprendizaje fructífero, porque in-
cluso las que creemos que son nuestras ideas más nuevas y más inauditas, llevan
inevitablemente las marcas de influencias olvidadas, pisoteadas por, usando el
término de Nietzsche para la verdad, un ejército de metáforas.
En un sentido pre-gadameriano, hermenéutico, Nietzsche no intentaría articu-
lar al autor mejor de lo que él (Nietzsche) se entendió a sí mismo, sino articular
la inevitable proyección de nuestra propia comprensión de nosotros mismos
y del texto en lo que llamamos ‘interpretación’ –interpretación bajo la cual el
texto de Nietzsche no puede más que desaparecer (JGB §38). Desde el principio,
Nietzsche se impone a sí mismo la tarea de resaltar lo que esas limitaciones de
perspectiva, por el contexto, suponen para la filosofía y la lectura –esta es la
tarea de la erudición, que Nietzsche no distingue de lo que nosotros seguimos
pensando que es una ciencia–, y lo hace tanto en vista a sus lectores como en
vista a superar esas mismas limitaciones. Pero además anota algo que enfatiza
esta complejidad y la enlaza con los frutos de sus primeros planteamientos con
respecto a la música no-oída pero no por ello no-oíble –se puede aprender a
leer y, más aún, a oír la música– del texto: «Nuestro ojos oyen mucho más pro-
fundamente que nuestros oídos: tenemos mejor gusto y entendimiento cuando
leemos que cuando escuchamos –en el caso tanto de libros como de música»52 .
Es decir: dada la calmada resonancia de los textos antiguos, dada la pureza de
una partitura musical antes de cualquier ejecución para el oído, tenemos una
oportunidad para conceptualizar y así ‘oír’ tanto los textos musicales antiguos
como los contemporáneos, con la condición sólo de que nos hayamos esforzado
en aprender, tal como Nietzsche resalta constantemente, el arte de leer. En este

52
«Unsere Augen hören feiner als unsere Ohren: wir verstehen und schmecken lesend besser
als hörend – bei Büchern wie bei Musik» KSA X 103.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 11-35


Música y palabras en Nietzsche 35

sentido podemos entender el breve aforismo «Una palabra de consuelo para el


músico», de La gaya ciencia: «Tu vida no alcanza el oído de los hombres; tu
vida es silenciosa para ellos y todas las sutilezas de su melodía, todas las deli-
cadas resoluciones en el seguir o preceder permanecen escondidas para ellos.
En verdad, tú no te aproximas por una ancha carretera con música militar, pero
esto no les da ningún derecho a esa buena gente a decir que tu vida carece de
música. Quien tenga oídos para oír, que oiga» (FW §234).
«Que los que tengan oídos oigan». La alusión bíblica es a la parábola del
sembrador. Correspondientemente, Nietzsche la toma como su tarea de encon-
trar oídos respondientes, una imagen que refleja la conmovedora preocupación
fetichista de Nietzsche por sus pequeñas orejas, tal como nos cuenta Lou Salomé
y tal como nos cuenta en verso el mismo Nietzsche (Du hast kleine Ohren, Du
hast meine Ohren (KSA VI 398)) y sus constantes invectivas contra las orejas
largas de aquellos que él halló demasiado actuales –demasiado sordos53.
¿Entonces tenemos oídos hoy en día para Nietzsche? Deberíamos tenerlos no
sólo para su poesía, sino también para su filosofía imbuida en y por su atractivo
estilístico. ¿Somos capaces hoy de ‘oír’ Nietzsche como filósofo –por invocar
el provocador sentido práctico del título del libro de Arthur Danto, ese impor-
tante primer libro de la ola creciente de apropiaciones analíticas de Nietzsche?
¿Qué podría ser oír a Nietzsche nuevamente como por primera vez, y no de
manera vaga o gastada, casi ‘como’ filósofo, junto con todas las otras maneras
en que Nietzsche puede ser oído cuando nos habla como uno que, en términos
heideggerianos, sabe lo que es la filosofía.

traducción de Marco Parmeggiani


Universidad de Málaga

53
La imagen de los oídos y sus alusiones bíblicas son recurrentes en el Zaratustra (y quizás
son más conocidas por ello), en el tercer libro, en el capítulo titulado «De la visión y el enigma».
Allí, Nietzsche invita a sus lectores a identificarse con osados aventureros, es decir, con discípulos
que se ven así a sí mismos, relacionándolo con la amistad de Zaratustra hacia aquellos que del
mismo modo se ven a sí mismos como viviendo peligrosamente: «a vosotros ebrios de enigmas,
que gozáis de la luz del crepúsculo, cuyas almas son atraídas por flautas a abismos traicioneros».
Abogado de la valentía, Zaratustra ofrece una letanía de lo que puede ser la valentía, ella ataca,
supera, destruye el vértigo ante el abismo, e invita al eterno retorno: «¿y dónde no se halla el
hombre ante un abismo? ¿No es el ver mismo... ver abismos? [...] cuán profundo mira el hombre
dentro de la vida, así de profundo mira también dentro del dolor [...] Pero la valentía es el mejor
destructor, la valentía que ataca: destruye incluso la muerte, porque dice: “¿Esta fue la vida?
¡Muy bien, una vez más!” [...] Quien tenga oídos para oír, que oiga». Y de nuevo en el capítulo
«De las viejas y nuevas tablas» (§17) oímos a Zaratustra declarar «Y vosotros primero tenéis
que aprender también de mí cómo escuchar, cómo escuchar bien – quien tenga oídos para oír que
oiga». Finalmente vuelve a aparecer en El caso Wagner, §10: con respecto al ingenio (Klugheit)
de Wagner: «El sistema de los procedimientos que Wagner usa es aplicable a cien otros casos: que
quien tenga oídos, oiga». Para las expresiones en la Biblia, cf. Mt 13:9; 13:43 y Mc 4:9, etc.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 11-35


La poetización nietzscheana del lenguaje y del pensamiento 37

La poetización nietzscheana
del lenguaje y del pensamiento
JESÚS CONILL
Universidad de Valencia

Un componente ineludible de la ‘crítica genealógica’ nietzscheana lo consti-


tuye la genealogía del lenguaje1 . El radical criticismo more nietzscheano pasa
necesariamente por el estudio genealógico del lenguaje, en el que se ponen
de relieve algunos aspectos que habían sido generalmente olvidados –o por
lo menos relegados– a lo largo de la historia del pensamiento; me refiero de
modo muy especial al carácter radicalmente tropológico del lenguaje, sobre
todo, el metafórico.
No obstante, hay varias tendencias interpretativas de este fenómeno origi-
nario del lenguaje en Nietzsche, distintas perspectivas que pueden acentuarse
más o menos con el fin de encontrar la clave del secreto –el ‘misterio’– del
lenguaje2; una de las cuales ha sido la semiotización del lenguaje, la especial
incidencia en el carácter sígnico, que ha conducido no sólo a la defensa de
una ‘semiótica’ nietzscheana, sino incluso a inspirar una peculiar ‘filosofía del
signo’3. Otros han enfatizado el carácter retórico del lenguaje a partir de los
estudios de retórica, en particular las lecciones sobre retórica del propio Nietzs-
che4, así como ciertas interpretaciones esteticistas del lenguaje. A mi juicio, si
queremos encontrar la clave de éstos y otros enfoques, hay que plantear –y es
la tesis que he sostenido– la originaria y específica poetización del lenguaje en
el pensamiento nietzscheano. De ahí que en este trabajo, primero, expongamos
ciertos rasgos y explicaciones en virtud del enfoque semiótico, haciendo ver
que su sentido más profundo es el hermenéutico; para en una segunda parte
defender que en el contexto del pensamiento nietzscheano todo ello se sustenta
en la poetización del lenguaje y del pensamiento.

 1
Cf. Conill, Jesús, El crepúsculo de la metafísica, Anthropos, Barcelona, 1988, cap. VI y El
poder de la mentira. Nietzsche y la política de la transvaloración, Tecnos, Madrid, 1997, cap. III.
 2
Cf. Cruz, Danilo, El misterio del lenguaje, Planeta, Bogotá, 1995.
 3
Cf. por ejemplo Simon, Josef, Philosophie des Zeichens, Walter de Gruyter, Berlin, 1989
(trad. cast., Gredos, Madrid, 1998).
 4
Nietzsche, F., Escritos sobre retórica, ed. L.E. De Santiago Guervós, Trotta, Madrid, 2000.

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38 jesús conill

1. Semiotización del lenguaje y del pensamiento

1.1. Estructura semiótica del lenguaje

La genealogía hermenéutica de Nietzsche se rige «según el hilo conductor del


cuerpo», por consiguiente, el núcleo del ser humano ha dejado de ser la concien-
cia y se traslada al organismo corporal, que es donde se encuentran las fuerzas
vitales5. El proceso de simplificación en la existencia corporal preconsciente
prosigue en los procesos conscientes de selección y asimilación, lo que ocurre
es que ahora el proceso se realiza de forma sígnica; de modo que los signos
mismos, las escrituras de signos (Zeichenschriften), surgen por afán de simpli-
ficación. Lo que se instaura, pues, en el ámbito del pensamiento nietzscheano es
una peculiar ‘semiótica’6. «Por el hecho de que en el acontecer del pensamiento
establecemos aquella ficción (lógica) como esquema, por tanto, a que filtramos
en el pensamiento el acontecer real como por un aparato simplificador: logramos
entonces una escritura de signos y comunicabilidad y notabilidad (Merkbar-
keit) de los procesos lógicos»7. Nietzsche recurre a lo que considera un lenguaje
sígnico para mostrar la estructura semiótica del pensamiento, puesto que el
pensamiento, en la forma que entra en la conciencia, es un ‘signo equívoco’8. «Es
una simple cuestión de experiencia [...] que todo pensamiento es inicialmente
ambiguo y variable y en sí sólo un motivo para una interpretación múltiple...»9.
Esta es nuestra experiencia: el pensamiento tiene un origen oculto, surge de un
modo desconocido y de una forma «independiente de mi voluntad». El título
del fragmento al que pertenece el texto antes citado es: «Lo involuntario en el
pensamiento». Pues «un pensamiento aparece frecuentemente mezclado y oscu-
recido por un tumulto de pensamientos»10. Por eso, para salir de la equivocidad,
necesitamos esclarecerlo mediante un proceso de interpretación. Tan decisivo
es este tránsito hacia el dinamismo de las interpretaciones en la filosofía de
Nietzsche que a partir de esta necesidad de interpretar hasta se ha desarrollado
un enfoque denominado ‘interpretacionismo’11.

Cf. Conill, Jesús, El poder de la mentira, op. cit., cap. IX.


 5

 6
Cf. muy especialmente Figl, Johann, Interpretation als philosophisches Prinzip, Walter
de Gruyter, Berlin/New York, 1982, cap. VIII: «Semiotisches Verstehen». He utilizado para la
traducción de algunos textos de los fragmentos póstumos la antología editada por J.B. Llinares
(Península, Barcelona, 1988).
 7
KGW VII/3 225: 34[249].
 8
KGW VII/3 323: 38[1].
 9
KGW VII/2 171s.: 26[92].
 10
Ibid.
 11
Cf. Abel, Günter, Nietzsche, W. de Gruyter, Berlin, 1984; «Realismus, Pragmatismus,
Inerpretationismus, Neuere Entwicklungen in der Analytischen Philosophie», Allgemeine
Zeitschrift für Philosophie, 13/3 (1988), 51-67.

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La poetización nietzscheana del lenguaje y del pensamiento 39

Ahora bien, este proceso de clarificación no está dirigido por la conciencia12:


«quién lo hace todo – no lo sé». Nietzsche describe el proceso de clarificación
mediante la imagen de un proceso judicial: «pensar es una especie de administrar
justicia en la que también hay interrogatorio de testigos. ¿Qué significa este
pensamiento? Preguntamos y llamamos a otros pensamientos: esto quiere decir:
el pensamiento no se toma como algo inmediatamente cierto sino solamente
como un signo, un signo de interrogación»13. La imagen del proceso judicial
muestra que la clarificación de un pensamiento no resulta como consecuencia
de la necesidad lógica, sino como resultado de un proceso más parecido al
juicio de un tribunal que al de la lógica, por tanto, que se trata de un proceso
de interpretación de signos, que por nuestra parte entenderemos como un ca-
mino hermenéutico. En esta perspectiva, el pensamiento viene a ser, pues, un
acontecer hermenéutico de interpretación de signos.
De todos modos, la equivocidad del pensamiento persiste en su signicidad, por
su carácter sígnico: «no se toma como algo inmediatamente cierto, sino solamente
como un signo, un signo de interrogación». Este signo requiere una clarificación,
que lleva también a aquello de lo que es signo (de lo que no es pensamiento). Porque
el pensamiento es «síntoma de una estado mucho más amplio’ y en él ‘se expresa
algo de nuestro estado global en signos»14. El origen de un pensamiento está oculto,
pero probablemente, «a semejanza de toda sensación», es un «síntoma», un «signo»
de algo («expresa algo de nuestro estado global en signos»); los pensamientos son
«síntomas del auténtico acontecer»15. Porque pensar es siempre algo secundario,
‘exterior’, en relación con lo ‘interior’ de los afectos: «el pensamiento no es todavía
el acontecer interior mismo, sino igualmente sólo un lenguaje de signos»16. Así
pues, los conceptos son signos y la lógica es ‘escritura de signos’ (Zeichenschrift),
que –según Figl– recuerda al Begriffsschrift de Frege17. Y todas las categorías del
pensamiento son «una mera semiótica y no designa nada real».
Por otra parte, los pensamientos son signos de un juego de afectos. Por eso,
el contenido de un pensamiento no se puede conocer por él mismo, sino que su
significado resultará del complejo de impulsos en lucha que lo constituyen, de la
fuerza que lo produce. De ahí que se necesite una interpretación hermenéutica
a partir de los impulsos.
De lo cual resulta que los procesos lógicos no ocurren nunca en el pensa-
miento. La conexión lógica de los pensamientos es pura ficción. Entre los pen-

 12
Cf. Simon, Josef, «Das Problem des Bewusstseins bei Nietzche und der traditionelle
Bewusstseinsbegriff», en Djuric, M. – Simon, J. (eds), Zur Aktualität Nietzsches, Königshausen
& Neumann, Würzburg, 1984, vol. 2, pp. 17-33.
 13
KGW VII/2 171 s.: 26[92].
 14
Ibid.
 15
KGW VIII/1 22: 1[61].
 16
KGW VIII/1 13: 1[28].
 17
Figl, J., Interpretation als philosophisches Prinzip, p. 162.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 37-50


40 jesús conill

samientos juegan los afectos. La lógica del pensamiento «se inventa un pensar
en el que se pone a un pensamiento como causa de otro pensamiento; se hace
abstracción de todos los afectos, de todo sentir y querer. Nada de esto sucede
en la realidad: ésta es indescriptiblemente distinta, complicada»18. Es necesaria
la interpretación, abriéndose así un proceso permanente e inacabable.
Así pues, todas las categorías del pensamiento con las que pensamos la
realidad dependen de funciones gramaticales19, que es de donde provienen
las confusiones más arraigadas. Pero se trata de «una mera semiótica y no
designa nada real»20. En la tradición filosófica ha sido habitual pensar que las
palabras y los conceptos servían para conocer las cosas reales, pero Nietzsche
pone en marcha su ‘sospecha metódica’, por la que abjura de la fe en «la cog-
noscibilidad de las cosas»21 y establece una separación entre las ‘palabras’ y
el ‘conocimiento’.
Dado que las palabras son símbolos no portadores de conocimiento, con
ellas sólo se alcanza un mundo de signos; por consiguiente, lo que existe es
un hiato entre este mundo de signos y la realidad. El pensamiento se mueve
en ese mundo de signos lingüísticos, de remisiones sin fin, de donde surgen
los significados y sus transformaciones, y por tanto en un continuo proceso de
interpretación hermenéutica: «sea cual sea el ‘esto es’ que haya sido postulado
hasta ahora, una época posterior y más aguzada ha puesto siempre de manifiesto
continuamente que ‘esto es’ no es más que ‘esto significa’»22.

1.2. Hermenéutica crítica de los conceptos

He aquí el sentido hermenéutico de la estructura semiótica del pensamiento.


Esta es la «verdadera crítica de los conceptos», «una verdadera historia genea-
lógica del pensamiento»23, que cabría considerar por nuestra parte como una
hermenéutica crítica de los conceptos, según la cual: (1) los signos lingüísticos
carecen de función cognoscitiva y (2) las experiencias se reducen a signos.

1.2.1. Carencia de valor cognoscitivo

Los signos lingüísticos carecen de función cognoscitiva, pero sirven para el


‘entendimiento mutuo’ (Verständigung) entre los seres humanos. Este aspecto

KGW VII/3 225: 34[249].


 18

Cf. Simon, Josef, «Grammatik und Wahrheit», Nietzsche-Studien, 1 (1972), 1-26.


 19

 20
KGW VIII/3 50: 14[79].
 21
KGW VII/3 342: 38[14].
 22
KGW VII/3 375: 40[27].
 23
Ibid. Es oportuno señalar la relación con la hermenéutica gadameriana, que también
propone la «historia del concepto como filosofía» (1970), Verdad y método II, Salamanca,
Sígueme, 1998, cap. VII.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 37-50


La poetización nietzscheana del lenguaje y del pensamiento 41

comunicativo es el dominante: «designar con el fin de entenderse»24. Este as-


pecto comunicativo tiene relevancia social para la interrelación entre los seres
vivos que dependen entre sí. La necesidad de hacerse comprender es lo que
ha inducido a acercarse unos a otros y expresarse con signos parecidos, a fin
de entenderse.
El mundo de los conceptos y el de la razón sigue al de los signos. La com-
prensión (Verständigung) conceptual es sólo un perfeccionamiento (Ausgestal-
tung) del modo originario de entendimiento mediante signos. «La necesidad de
pensar, la conciencia, ha llegado sólo en virtud de la necesidad de entenderse.
Primero signos, luego conceptos, finalmente ‘razón’, en el sentido usual»25.
Pues la conciencia surge, porque viene exigida por la dimensión social de
los seres vivos: «En sí la vida orgánica más rica puede hacer sus funciones
sin conciencia: pero tan pronto como su existencia (Dasein) está unida a la
co-existencia (Mit-Dasein) con otros animales surge también una necesidad
de conciencia»26.
Lo primordial no es la conciencia sino la coerción para el entendimiento
(Verständigung), en virtud de las condiciones de existencia, que tiene como
consecuencia la conciencia27. La comprensión consciente está sólo al servicio
de la relación vitalmente necesaria con los otros, basada en signos. La con-
ciencia está, por tanto, regida por el interés de entenderse, determinada por las
condiciones de existencia.
Aquí, el entendimiento mediante signos (el mundo de los signos) resulta
importante en la dimensión hermenéutico-social. Está, pues, claro que el nivel
semiótico-hermenéutico precede al de la conciencia y éste está al servicio de
aquél. Los signos tienen su primera función dentro de los procesos vitales, en la
medida en que comunican vivencias, para fundar la comunidad biológica. Pero los
signos son expresión, manifestación, síntoma y posible instrumento, con respecto
a un acontecimiento básico, interior y más profundo: «– todos los movimientos
han de ser considerados como gestos, como una especie de lenguaje en el que
se entienden las fuerzas [...]», «– todos los movimientos son signos de un acon-
tecer interior; y todo acontecer interior se expresa en tales modificaciones de las
formas. El pensamiento no es todavía el suceso interior mismo, sino igualmente
sólo un lenguaje de signos para el equilibrio de poder de los afectos»28.
Todos los movimientos, pues, son síntomas y signos de un acontecer in-
terior, al que en otros momentos se le ha dado el nombre de ‘la voluntad de
poder’, destacando que esa es la caracterización de la única realidad –’aparien-

 24
KGW 5[16].
 25
KGW VII/3 68: 30[10].
 26
Ibid.
 27
Cf. Simon, Josef, «Das Problem des Bewusstseins bei Nietzche und der traditionelle
Bewusstseinsbegriff», pp. 17-33.
 28
KGW VIII/1 13: 1[28].

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 37-50


42 jesús conill

cia’– ¡‘desde dentro’!29. La auténtica realidad de la voluntad de poder es un


acontecer interior y los lenguajes de signos se refieren a algo otro esencial30, que
sólo es accesible semióticamente: «la parte enormemente preponderante de todo
acontecer interno sólo es dado como signo»31. La oscuridad y pluralidad de la
voluntad de poder exigen un sistema semiótico. Pero los signos no posibilitan
ninguna visión de la esencia de las cosas. Lo decisivo en la interpretación de
la realidad mediante signos no es la cuestión del conocimiento y de la verdad,
sino el problema de hasta qué punto puede llevarse adelante la simplificación
mediante signos: «La oposición no es ‘falso’ y ‘verdadero’, sino abreviaciones
de los signos en oposición a los signos mismos. Lo esencial es: la formulación
de formas que representan muchos movimientos, la invención de signos para
especies enteras de signos»32.

1.2.2. Reducción de las experiencias a signos

Con este mundo inventado de conceptos el hombre puede dominar una


enorme cantidad de hechos como signos, pero entonces las experiencias se
reducen a signos. Ciertamente, con su aparato sígnico y la estructura semiótica
del pensamiento el hombre es capaz de reducir su experiencia y convertirla en
un producto semiótico, con lo cual puede dominar y adueñarse de una gran
cantidad de cosas como signos. «Este aparato sígnico es su superioridad, justo
porque puede separarse de los hechos individuales lo más posible. La reducción
de las experiencias a signos, y la siempre mayor cantidad de cosas que puede
ser captada: es su fuerza suprema»33. Pero, además, «este mundo espiritual,
este mundo de signos (es) pura ‘apariencia y engaño’»34. Es el reino del fal-
seamiento, de lo falsificado, de la «pseudocracia»35.
Ahora bien, ¿el pensamiento no ha pretendido siempre conocer y pensar la
verdad? ¿Cómo puede conformarse con esta carencia de valor cognoscitivo del
mundo de los signos, en virtud de su estructura semiótica? ¿Es el pensamiento
hermenéutico more nietzscheano, por su carácter semiótico, un camino que no
puede llevar a la verdad y la realidad?
Tanto en la hermenéutica antigua, como en la moderna, la ‘verdad del signo’
ha estado presente en el esquema hermenéutico36. En Agustín de Hipona o en

Cf. por ejemplo Más allá del bien y del mal, §36.
 29

KGW VII/1 697: 24[16].


 30

 31
KGW VIII/1 302: 7[9].
 32
KGW 1[28].
 33
KGW VII/3 184: 34[131]. Es nuestro el subrayado de «reducción de las experiencias a».
 34
Ibid.
 35
Cf. Conill, J., El poder de la mentira, cap. VIII: «Las máscaras del demonio: ¿interpretación
o transvaloración?».
 36
Cf. Figl, J., Interpretation al philosophisches Prinzip, pp. 174 ss.; Ferraris, Maurizio,
Historia de la hermenéutica, Akal, Madrid, 2000.

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La poetización nietzscheana del lenguaje y del pensamiento 43

G.F. Meier (discípulo de Leibniz y Wolff) así es. Y lo mismo puede decirse de
Frege y Peirce. En Frege encontramos la distinción entre Sinn und Bedeutung
del signo: «expresamos con un signo su sentido y designamos con él su signi-
ficado». El sentido se limita al pensamiento que se expresa en la proposición;
pero en el significado se pretende que entre el contenido veritativo. Por tanto,
es «la pretensión de verdad [...] lo que nos impulsa a pasar del sentido al sig-
nificado» (Frege). También en Peirce y sus seguidores se sigue aceptando una
dimensión veritativa del signo en su semiótica. Así pues, la relación veritativa
de los signos permanece como un aspecto importante en casi todas las versiones
del pensamiento hermenéutico, en las hermenéuticas de Gadamer y Grondin37 ,
en las de Apel y Habermas38, así como en la de Ricoeur39. Pues precisamente
esta apertura a la verdad y a la realidad desaparece en el proceso interpretativo
pansemiótico, según Nietzsche.
La estructura semiótico-hermenéutica del pensamiento impide, según Nietzs-
che, acceder a la verdad y a la realidad. Nietzsche relativiza las estructuraciones
del pensamiento mediante los esquemas causa/efecto, sujeto/objeto, poniendo
de manifiesto una estructura que se asemeja al ‘círculo hermenéutico’, pero
ahora en el contexto de su hermenéutica genealógica, que se rige ‘siguiendo
el hilo conductor del cuerpo’: para el que conoce o comprende, algo hay ya
conocido o comprendido de alguna manera, en la medida en que está actuando
efectivamente sobre él de modo por lo menos inconsciente, aún antes de que
se lo interprete conscientemente. Antes de la interpretación consciente hay ya
una acción, un acontecer interpretativo inconsciente. «El efecto real e incons-
cientemente transcurrente» está dado primero, y sólo luego es «transformado
en mundo externo [Aussenwelt]»40.
Aquí aparece una relación circular: «lo que como algo está frente a nosotros
es obra nuestra, que repercute en nosotros»41. Hay una estructura de interacción
o acción recíproca. Un ejemplo de esta circularidad de la comprensión es la
dependencia con respecto a los pre-juicios en que se encuentra, según Nietzsche,
la interpretación42. Según Figl, este tipo de conexión se parece al que Gadamer
ha formulado mediante su noción de ‘historia efectual’ (Wirkungsgeschichte).
Tal vez en esta línea hermenéutica es como haya que interpretar los textos en
que Nietzsche parece relacionar lo subjetivo y lo objetivo: «¿lo objetivo sólo

 37
Gadamer, H.-G., Verdad y método, Sígueme, Salamanca, 1977; Grondin, Jean, Introducción
a la hermenéutica filosófica, Herder, Barcelona, 1999; e Introducción a Gadamer, Herder,
Barcelona, 2003.
 38
Apel, K.-O., Transformación de la filosofía, Taurus, Madrid, 1985, 2 vols.; Habermas, J.,
Conciencia moral y acción comunicativa, Península, Barcelona, 1985.
 39
Ricoeur, P., La metáfora viva, Europa, Madrid, 1980.
 40
KGW VII/2 157: 26[44].
 41
Ibid.
 42
KGW VIII/1 196: 5[19].

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 37-50


44 jesús conill

sería un concepto genérico (Artbegriff) falso y una oposición dentro de lo


subjetivo?»43.
En este sentido hermenéutico pueden entenderse estas manifestaciones que
convierten el ‘objeto’ en un «modus del sujeto», en una «forma de efecto de
sujeto sobre sujeto». Pero, según la interpretación de Figl, lo que está claro es
que así Nietzsche no defiende el subjetivismo, sino todo lo contrario, lleva a
cabo una crítica del subjetivismo moderno desde un análisis hermenéutico de
la experiencia, como el propio Gadamer ha puesto de relieve44.
La hermenéutica genealógica nietzscheana logra poner de manifiesto, no
sólo que el pensamiento no alcanza la verdad y la realidad, sino que la in-
terpretación es un proceso de falseamiento y engaño: descubre la dimensión
universal de la falsedad y la mentira45. ‘El mundo es falso’ y el pensamiento
nos sumerge en el reino de la mentira, a partir de todos los procesos falseadores
provenientes del impulso de la asimilación. Nietzsche ha descubierto una nueva
‘verdad reconocida’: que la mentira es condición de vida, que forma parte de
la existencia, que en todo acontecer interpretativo se manifiesta el genio de la
mentira, porque la mentira es el poder.
Pero entonces, ¿por qué el pensamiento ha buscado tan persistentemente la
verdad? ¿Desde dónde se puede comprender el sentido de la verdad? Nietzsche
responde indicando que cuando el hombre busca ‘la verdad’, busca «un mundo
que no se contradiga, que no engañe, que no cambie, un mundo verdadero
–un mundo en que no se sufra: contradicción, engaño, cambio– causas del
dolor!»46.
Y ¿por qué busca el hombre un mundo así? La nueva respuesta se dirige a lo
decisivo, al ‘asunto principal’, a la cuestión que la filosofía hasta ahora nunca
ha acometido: «Se ha olvidado siempre el asunto principal: ¿por qué quiere
el filósofo conocer? ¿Por qué valora la ‘verdad’ más que la apariencia? Esta
evaluación es más antigua que todo cogito, ergo sum: incluso presupuesto el
proceso lógico, hay algo en nosotros que lo afirma y niega su contrario. ¿Desde
dónde la preferencia? Todos los filósofos han olvidado explicar por qué ellos
valoran lo verdadero y lo bueno, y nadie ha intentado ensayar lo contrario»47.
La cuestión olvidada hasta hoy, que Nietzsche plantea es la siguiente: «¿por
qué este odio contra lo no-verdadero, lo malo, lo doloroso, etc.?»48. Por eso, a
juicio de Nietzsche, Descartes no fue suficientemente radical y su método de

 43
KGW VIII/2 17: 9[40].
 44
Cf. Gadamer, H.-G., Das Erbe Hegels, p. 45 («La herencia de Hegel», en Antología, cap.
XIII).
 45
Cf. Conill, J., El poder de la mentira, cap. VIII (un capítulo sobre la peculiar concepción
nihilista de Nietzsche).
 46
KGW VIII/2 28: 9[60].
 47
KGW VII/2 105: 25[372].
 48
KGW VII/3 364: 40[10].

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 37-50


La poetización nietzscheana del lenguaje y del pensamiento 45

pensamiento se atasca en una «fe en la certeza inmediata del pensamiento»,


en «su exigencia de tener algo seguro y de ‘no quiero ser engañado’», en defi-
nitiva, en «su ligereza dogmática en la duda». Porque se puede dudar «mejor
que Descartes» preguntando: y «¿por qué no?». Sólo «prejuicios morales (o
razones de utilidad)» van «a favor de la certeza contra la apariencia y la incer-
tidumbre». Así que parece que el origen de la aspiración a la verdad está en la
moralidad o en la utilidad. Desde aquí se pueden derivar las categorías de la
razón y sus criterios.
Por este camino se puede llevar a cabo la genealogía de la razón y sus
pretensiones. El origen de la razón no está en la verdad, sino en otros valores
acreditados en la experiencia, como el interés y la utilidad. Y precisamente
desde aquí surge el interés por la verdad. Así que la verdad es reductible a las
condiciones de la vida y hay que admitir la «no-verdad como condición de la
vida». Esta es la ‘verdad reconocida’, introducida por Nietzsche, que él mismo
considera difícil de soportar, porque nos hace ver en el fondo de todas las cosas
el sufrimiento, el dolor, el devenir, el engaño y la mentira. «La mentira es el
poder» y su manifestación: «las máscaras del demonio».
Hasta aquí nos ha conducido el análisis de la estructura semiótico-herme-
néutica del pensamiento, lo que, según Nietzsche, es ‘la verdadera crítica de
los conceptos’, que él entiende como ‘historia genealógica del pensamiento’,
en definitiva, una crítica que se ha convertido en hermenéutica genealógica: (1)
que sigue el ‘hilo conductor del cuerpo’ y transforma todo ‘esto es’ en un ‘esto
significa’ (aspecto hermenéutico), pero (2) que desvela el carácter dinámico del
pensar, es decir, su devenir, porque la filosofía, tal como la entiende Nietzsche,
es «la máxima extensión del concepto de ‘historia’» (aspecto genealógico),
así pues, estudia la vitalidad e historicidad del pensamiento a través de sus
conceptos, «tomados todos [...] como devenidos» y ‘en devenir’.
Esta nueva crítica no se regirá por la lógica, ni por la confianza ciega en el
metodologismo cientificista. Aquí se ha encontrado un nuevo hilo conductor,
que es el cuerpo, en el cual se descubre el fundamental impulso de la asimila-
ción, que es una actividad inteligente y que genera procesos de interpretación
ya desde lo orgánico y corporal, y que se prosiguen a través de la conciencia
con su mediación sígnica. Los signos prolongan los impulsos en su acontecer
interpretativo. La nueva crítica ha llegado al fondo de donde derivan las inter-
pretaciones y su expresión a través de los signos, como síntoma del aconteci-
miento interior, que en último término se llama ‘voluntad de poder’. La nueva
y verdadera crítica se ha transformado en una hermenéutica genealógica, que se
enfrenta y reconoce la nueva verdad: la universalidad del poder y de la mentira.
Y por eso, el verdadero método es esta hermenéutica, que nos ha descubierto
el juego de las ‘máscaras del diablo’ como realidad y el ‘amor al poder’ como
el ‘carácter’, el ‘daimon’ del hombre, su ‘destino’.

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46 jesús conill

2. La poetización del lenguaje y del pensamiento


2.1. La poetización nietzscheana
Por extraño que pueda parecer en un principio, la peculiar poetización
nietzscheana del lenguaje y del pensamiento arranca del contexto de la trans-
formación del criticismo kantiano. A mi juicio, es uno de los aspectos en los
que queda bien patente la importancia filosófica de Lange en la configuración
del pensamiento de Nietzsche49.
El criticismo radical practicado por Nietzsche en virtud de la transformación
del criticismo kantiano mediante la incorporación de la crítica fisiológica, más
allá de la de carácter puramente lógico, nos remite a un nuevo punto focal, el
de ‘nuestra organización’, puesto que, como ya indicaba Lange, «la fisiología
de los órganos de los sentidos es el kantismo desarrollado»50.
Ahora bien, esta actitud crítica no impide reconocer que en el hombre se
desarrolla la tendencia a una interpretación global de la realidad, que es el
resultado de la fantasía creadora, es decir, de la ‘invención conceptual’ (Begri-
ffsdichtung), según el propio término de Lange. No debería pasar desapercibido
el carácter híbrido del término: por una parte, alude a la capacidad inventiva,
creativa, poética; pero, por otra, se refiere al concepto. Aquí no hay ruptura ni
escisión excluyente entre invención o creación y concepción, entre invento y
concepto, en definitiva, entre poetizar y pensar. De tal modo que cabría, a mi
juicio, traducirlo incluso por poesía conceptual51.
Esta apertura de la ‘invención conceptual’, en el sentido de la poetización,
permite una tensión entre la actividad científica y la artística que se detecta en los
estudios filológicos y filosóficos de Nietzsche, ya que de lo que se trata es de lle-
var a cabo una nueva interpretación crítica. Nietzsche radicaliza así el criticismo
de Lange a través de la poetización, la cual entronca en ‘nuestra organización’
fisiológica, dado que es ésta la que produce esquemas de interpretación.
A partir de este nuevo enfoque crítico basado en la poetización, por una parte,
cabe superar todas las interpretaciones que han seguido encerrando a Nietzsche
en los esquemas de la ‘representación’ (típicos de la filosofía moderna)52; y asi-
mismo, por otra, salir al paso de los peligros del lenguaje poético nietzscheano,
que ya en su día señaló Mauthner53, a pesar de haber sabido valorar muy pronto
el vigor del lenguaje en Nietzsche.
Cf. Conill, J., El poder de la mentira, cap. II.
 49

Lange, Friedrich Albert, Geschichte des Materialismus und Kritik seiner Bedeutung in der
 50

Gegenwart, 1866, vol. II, p. 850.


 51
Cf. Conill, J., El poder de la mentira, cap. II, apartado 2.
 52
Crawford, Claudia, The Beginnings of Nietzsche’s Theory of Language, W. de Gruyter,
Berlin/New York, 1988.
 53
Mauthner, Fritz, Beiträge zu einer Kritik der Sprache, 3 vols., G. Olms, Hildesheim, 1969
(1901-1903). Agradezco a José Luis Ramírez haberme advertido de la importancia del pensamiento
de Mauthner.

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La poetización nietzscheana del lenguaje y del pensamiento 47

2.2. Concepción nietzscheana del lenguaje

Aunque algunas interpretaciones lo habían olvidado, en la concepción nietzs­


cheana del lenguaje es esencial su carácter metafórico54, ligado al impulso
primordial de la fantasía humana. En este sentido es oportuno acudir a Verdad
y mentira en sentido extramoral para exponer la genealogía del lenguaje, cuyo
contenido básico coincide con la posición defendida por Nietzsche en las lec-
ciones sobre retórica55.
En estas lecciones destaca un apartado donde trata de la relación entre retó-
rica y lenguaje. En este contexto considera la retórica como una forma de arte
inconsciente, al que le está vedado reproducir la esencia de las cosas. Y, por
otra parte, la génesis del lenguaje se sitúa en la fuerza figurativa, ya que todas
las palabras son originariamente tropos. Así pues, la retórica es la prosecución
y ampliación del carácter originariamente figurado del lenguaje.
Las Lecciones de retórica y Verdad y mentira en sentido extramoral coinci-
den básicamente en la concepción y génesis del lenguaje, pero en la segunda de
ellas Nietzsche expone además los elementos y fases que integran el complejo
genético del lenguaje. Por lo que se refiere al origen, sobresale la concepción del
hombre como ‘sujeto creador’, al que es esencial un ‘impulso a la formación de
metáforas’. Este impulso poético actúa en la formación de las palabras y de los
conceptos, y constituye la fuerza de mediación entre las esferas heterogéneas
del sujeto y del objeto, entre las que sólo es posible una relación poética. Es este
un aspecto básico para entender por qué Nietzsche considera que el lenguaje es
incapaz de expresar adecuadamente la realidad56.
Según Nietzsche, se da ya un momento metafórico en el tránsito desde el
estímulo nervioso a la sensación y de la sensación al sonido. Como el lenguaje
es de raíz metafórico, no hay que hacerse ilusiones de que vayamos a conocer las
cosas en sí. Las sensaciones son figuras de los estímulos nerviosos. Y el tránsito
entre las distintas fases se debe al impulso formador de metáforas, que constituye
un impulso primordial y originario. Por consiguiente, para Nietz­sche, se da ya
movimiento metafórico en el tránsito desde el estímulo nervioso a la sensación y
de la sensación al sonido. En conse­cuencia, todas las palabras tienen radicalmente
un origen metafórico: el lenguaje es de raíz metafórico57 .
La investigación de las fuentes del pensamiento de Nietzsche ha puesto de relieve
la conexión entre éste y el libro de Gustav Gerber Die Sprache als Kunst (1871)58,
 54
Cf. al respecto ya entre nosotros Lynch, Enrique, Dioniso dormido sobre un tigre, Destino,
Barcelona, 1993.
 55
Cf. Conill, J., El poder de la mentira, cap. III y De Santiago Guervós, L.E., «Introducción»,
en Nietzsche, F., Escritos sobre retórica, pp. 9 ss.
 56
Cf. Figl, Johann, Dialektik der Gewalt, Patmos, Düsseldorf, 1984, cap. III.
 57
Ibid., cap. IV.
 58
Cf. Meijers, A., «Sprache und Wahrheit in Über Wahrheit und Lüge im aussermoralischen
Sinne», contribución al Curso «Wahrheit in der Sicht Nietzsches», Dubrovnik, 13-18 abril

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48 jesús conill

en lo que se refiere a la concepción del lenguaje sostenida en Verdad y mentira en


sentido extramoral y en las Lecciones de retórica. En la línea humboldtiana, tanto
Gerber como Nietzsche están interesados por una perspectiva genética y por el
lenguaje en vivo, por la enérgeia, no por el mero producto final, que es más bien
ya un cadáver lingüístico. Lo que les interesa es el dinamismo vital del lenguaje:
el lenguaje como creación inconsciente a través de los tropos originarios.
Y, si «el lenguaje es el órgano formador del pensamiento» (Humboldt) y el
lenguaje es tropológico (principalmente metaforizador), ¡el pensar será también
‘tropologizar’, es decir, poetizar. La figuratividad originaria del lenguaje (su
metaforicidad), la actividad originaria del espíritu –en términos humboldtianos–,
constituye la fuerza creativa de la poetización. Y precisamente, según Simon,
a partir de este impulso y de la fuerza de los signos emerge la libertad, pues la
ésta se encuentra en el corazón del lenguaje59.
Por consiguiente, inspirándose en Gerber Nietzsche insiste en el carácter
originario del lenguaje como figura y tropo. Desde esta pespectiva genética,
que descubre la fuerza creativa insita en la vida del lenguaje, critica la filosofía
tradicional, porque se ha dejado seducir por la substantivación del lenguaje,
como si a su través fuéramos capaces de expresar la verdadera estructura de
la realidad. La filosofía tradicional parece haber olvidado que sus categorías
también son figuras y tropos. De ahí que ya Gerber afirmara rotundamente: «El
pensamiento puro es una quimera, como lo sería un lenguaje puro...»60.
La indisoluble relación entre pensamiento y lenguaje, que tan persistente-
mente fue estudiada en esta tradición humboldtia­na, a la que pertenece Gerber,
le permite dar un gran paso, del que Nietzsche se aprovechará para perfilar su
criticismo. Si con Lange ya había logrado avanzar hacia el criticismo ‘fisiológico’
(a partir de ‘nuestra organización’), la aportación de Gerber es el eslabón por
el que Nietzsche conecta con la filosofía del lenguaje más genuinamente hum-
boldtiana; lo cual tuvo enormes repercusiones, no sólo en la propia concepción
del lenguaje, sino también en el conjunto de su filosofía.
Así pues, sin exageración alguna, puede decirse que Nietzsche encuentra en
Gerber lo que le faltaba todavía en el modelo criticista de Lange, porque –como
dice el propio Gerber–: «lo que Kant empezó a investigar como Crítica de la
razón pura, hay que proseguirlo como crítica de la razón impura [...] como
crítica del lenguaje»61.

1987; y «G. Gerber und F. Nietzsche. Zum historischen Hintergrund der sprachphilosophischen
Auffassungen des frühen Nietzsche», Nietzsche-Studien, 17 (1988), 369-390.
 59
Cf. Simon, Josef, Filosofía del signo, cap. XLII e «Introducción» de Ana Agud.
 60
Gerber, G., Die Sprache als Kunst, Berlin, 21885, R. Gaertners, vol. I, p. 244.
 61
Ibid. Ya Feuerbach, en directo contraste con Kant, desde los años en que estaba preparando
la edición de La esencia del cristianismo (1841), pretendía ponerle el título de Crítica de la
razón impura (cf. Cabada, M., Feuerbach y Kant. Dos actitudes antropológicas, Universidad
Pontificia Comillas, Madrid, 1980).

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La poetización nietzscheana del lenguaje y del pensamiento 49

Si, ya para Nietzsche, en el fondo pensar es poetizar62, la nueva crítica de


la razón consistirá en una crítica de la razón poetizadora, como concreción de
la transformación del criticismo de la razón pura (lógica) en hermenéutica de
un pensar experiencial, que se nutre de la fuerza poética y de la fantasía. La
capacidad creativa, el impulso metaforizador del ‘animal fantástico’, mueve a
desarrollar las fuerzas ínsitas en el dinamismo lingüístico a través de todas las
configuraciones del espíritu y de la cultura (en la ciencia, la técnica, la religión,
la metafísica y el mito)63.

2.3. Perspectivismo poetizador

Nietzsche remite la proyección perspec­ti­vista del mundo a la imaginación


poética. Por eso, la perspecti­va del mundo es comparable con la creación poética
(Dichtun­g), en la medida en que no presenta una verdad objetiva, sino verdad-
sentido. Una perspectiva, cuya fuerza interpretadora abre un espacio libre de
sentido para pensar y actuar, tal vez ‘hacia nuevos mares’.
La libertad perspectivista, expresada ya en el ‘giro copernicano’ kantiano
(que constituye para muchos una versión canónica de la libertad propia del
hombre moderno), es radicalizada en Nietzsche mediante la recuperación del
‘cuerpo’ (frente al triunfo de la ‘conciencia’), ya que tiene la ventaja de incorpo-
rar las capacidades sensibles para crear sentido. Y es que en su perspec­ti­vismo
se descubre otra filosofía del sentido, la que posibilita la capacidad creadora
a partir de la razón corporal.
La gran razón del cuerpo, capaz de una justificación filosófi­co-poética de la
existencia, consiste en una ampliación experiencial de la razón pura a partir de
la imagina­ción poética y la perspectivi­dad como creación (Dichtung), que está
enraizada en el cuerpo y su vitalidad dionisíaca, y que nos abre a una peculiar
hermenéu­ti­ca del sentido.
A partir del criticismo nietzscheano –convertido en hermenéutica– se
descubre una nueva forma de pensamiento, cuya plasmación privile­giada es
la obra Así habló Zaratustra. En ella encontramos una peculiar síntesis de
pensar (Denken) y poetizar (Dichten), en un lenguaje poético (Dichtung) con
elementos rítmico-metafóricos y mediacio­nes simbólicas: pensar poetizando
y poetizar pensando.
Aquí el pensamiento está acuñado como creación poética, en la que se han
borrado los límites entre pensar y poetizar, debido a la ‘esencia poetizante de la
razón’ (de la que más tarde tanto se ha aprovechado, por ejemplo, Heidegger).
La exposición del Zaratustra surge de la unidad originaria de poetizar y pensar;
por eso allí las conexiones que se ofrecen no son de fundamen­ta­ción lógica, sino

 62
Cf. Conill, J., El poder de la mentira, cap. VI: «Pensar y poetizar».
 63
Cf. Conill, Jesús, El enigma del animal fantástico, Tecnos, Madrid, 1991.

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50 jesús conill

que configuran otra forma de ‘dar razón’ (lógon didónai). He aquí otro tipo de
pensamiento basado en una forma de unidad poética y simbólica.
Nietzsche da prioridad al poetizar sobre el pensar, cree en la fuerza originaria
del poetizar y considera el poetizar como el lugar de nacimiento de todo pensar.
Hay notas donde Nietzsche alude claramente al carácter poetizante de la razón
y a la prioridad del poetizar sobre el pensar, porque «antes de que se ‘piense’
(gedacht), ya tiene que haberse ‘poetizado’ [gedichtet]»64. Y ¿a qué se debe la
primacía nietzscheana del poetizar sobre el pensar? A que el pensamiento está
enraizado en el poetizar, tiene origen poético. ‘Poetizar’ significa ‘imaginar’,
‘idear’, ‘inventar’, es decir, crear con libertad. Por tanto, el poetizar es más
originario y potente que cualquier pensamiento.

 64
KGW VIII: 10[159].

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 37-50


Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche 51

Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche


cirilo flórez miguel
Universidad de Salamanca

1. Nietzsche y la retórica

Una de las pretensiones fundamentales de Nietzsche como filósofo es la de


crear una nueva filosofía entendida como ‘ciencia estética’ frente a la filosofía
abstracta y lógica representada por Sócrates y el platonismo. Las relaciones entre
estas dos formas de entender la filosofía no han sido buenas desde que Platón
emprendiera una dura batalla contra la retórica en su filosofía. Platón arrojó a
la retórica al lugar de la apariencia y del error, al mismo tiempo que elevó a
la filosofía al lugar de la realidad y la verdad. ¿Tenía razón Platón? Vamos a
responder a esta pregunta acercándonos a Nietzsche, que afirma que su filosofía
es una ‘inversión del platonismo’. Y puesto que la idea de ‘inversión’ se aplica
a todos los ámbitos de la filosofía de Platón, alcanza también a la relación de
la filosofía y la retórica. De manera que para Nietzsche la retórica pasa a ser
la esencia de la filosofía y de todo discurso; y tiene razón Paul de Man cuando
escribe sobre Nietzsche en Alegorías sobre la lectura que «si la crítica de la
metafísica está estructurada como una aporía entre el lenguaje performativo
y el constatador, esto equivale a decir que está estructurada como retórica».
Esto, evidentemente, no lo admitiría Heidegger, para el que la retórica sería
una disciplina ‘tecnológica’ y como tal, algo opuesto a la filosofía, que es un
saber pensante. Heidegger estaría del lado de Platón, Paul de Man del lado de
Nietzsche. ¿Y nosotros?

2. La retórica como decir y fabulación

Una línea clásica en la interpretación de las artes que tienen que ver con el
lenguaje (gramática, retórica, lógica y dialéctica) es aquella que las caracteriza
de la siguiente forma: la gramática nos enseña a hablar, la retórica a hablar bien,
la lógica a argumentar deductivamente y la dialéctica a argumentar acerca de
lo probable. Así caracterizadas las artes del lenguaje las podemos agrupar, a su
vez, en dos bloques: las ciencias del decir (gramática y retórica) y las ciencias

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 51-67


52 cirilo flórez miguel

del argumentar (lógica y dialéctica). Esta última clasificación nos permite pasar
a la distinción que actualmente establece Genette1 entre relato y discurso. La
gramática y la retórica son artes que tienen que ver con el relato y la lógica
y la dialéctica con el discurso. En todas estas clasificaciones no hay problema
alguno. La dificultad se nos presenta cuando introducimos el concepto de verdad.
Una parte de la tradición clásica resaltó la dimensión persuasiva de la retórica y
destacó la función del convencer por encima de cualquier otra de las funciones de
la retórica, en detrimento incluso de la verdad. Esta idea iba asociada así mismo
a una determinada reinterpretación de la realidad y a una metafísica fundada en
el principio de la identidad entre el pensar y el ser.
Podemos interpretar la inversión nietzscheana del platonismo aplicada a la
relación entre filosofía y retórica como la sustitución del paradigma platónico
del ser por el paradigma de la vida. Platón coloca en el núcleo de su filosofía
una teoría del ser que se manifiesta. Y en ese proceso de manifestación del ser
hay una serie de lugares privilegiados para la manifestación: el bien y la belleza.
El ser se desvela en toda su pureza en el bien y en la belleza. Ese desvelamiento
del ser es a lo que Platón denominó verdad: alētheia. Pero lo mismo que hay
lugares especiales para el desvelamiento del ser, hay también lugares espe-
ciales que obstaculizan el desvelamiento del ser y propician su ocultamiento.
Tal es lo que ocurre en el discurso del arte, cuya esencia es la mímesis. El arte
propicia el ocultamiento del ser y no su desvelamiento. De ahí que todas las
formas del arte deban ser desterradas de la república en cuanto que cultivan el
arte del engaño, del ocultamiento del ser. Y de ahí también que quien debe ser
entronizada en la república sea la teoría que se cumple en el saber filosófico,
que es un saber acerca de ideas. Nietzsche dice lo siguiente del tratamiento
platónico de la retórica: «A Platón le desagrada profundamente; la define como
una habilidad, y la subordina al mismo nivel que el arte culinario, el arte de la
cosmética y la sofística del halago»2.
La filosofía de Nietzsche restituye a la retórica el lugar privilegiado que
siempre ha tenido en el contexto de la república. No solamente no debe ser
desterrada de la república como pretendiera Platón, sino que juega un papel
fundamental en la misma como vínculo entre los hombres. Un vínculo que
no hay que entender como esclavizador por medio del ‘dominio persuasivo’,
sino como un vínculo que forma el ethos de los ciudadanos para que ellos
sepan vivir comunitaria y virtuosamente en el espacio público de la república,
espacio público que es creación suya. Así es como Nietzsche la reivindica a
finales del siglo XIX, apoyándose sobre todo en la concepción del lenguaje de
Humboldt y Gerber. Este último es un autor fundamental para comprender el

G. Genette, G., Ficción y dicción, tr. C. Manzano, Lumen, Barcelona, 1993.


1

F. Nietzsche, Escritos sobre retórica, tr. L.E. de Santiago Guervós, Trotta, Madrid, 2000,
2

p. 83.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 51-67


Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche 53

planteamiento de Nietzsche3. Él es el que le proporciona a Nietzsche la con-


cepción del lenguaje como obra de arte, dentro de la cual la retórica adquiere
un papel fundamental.
En esa concepción del lenguaje como obra de arte se rompe la relación clá-
sica entre res y verba. Esa ruptura de la relación clásica entre verba y res lleva
consigo el planteamiento de la retórica en el contexto general de la relación del
hombre con el mundo, en cuyo contexto hay que considerar tanto al lenguaje
como a la retórica. Esta consideración nietzscheana del lenguaje da primacía al
lenguaje como voz, que en el mito trágico nos habla en símbolos, ante los cuales
la tarea fundamental de la filosofía es la interpretación. Frente a la filosofía
entendida como anamnēsis, Nietzsche propone una nueva filosofía, cuya tarea
fundamental es la de la interpretación. Y en el contexto de la interpretación las
palabras transcienden la materialidad del signo y operan como símbolos, como
formas simbólicas interpretadoras de la realidad, la cual está estructurada en
una pluralidad de ‘sistemas simbólicos’, que podemos interpretar como ámbitos
finitos de sentido en cuyo espacio está entrando y saliendo constantemente el
hombre en cuanto miembro de una sociedad. Así es como podemos interpretar
la famosa metáfora de Nietzsche del templo. «Así como los romanos y los
etruscos dividían el cielo mediante rígidas líneas matemáticas y conjuraban a
un dios en un espacio delimitado como si se tratara de un templo, cada pueblo
tiene sobre él un cielo similar de conceptos matemáticamente repartidos y desde
ese momento entiende que, por imperativo de la verdad, el dios conceptual
únicamente es buscado en su esfera»4. El hombre no tiene ninguna relación
de naturalidad con ningún ámbito de lo que llamamos realidad, sino que está
siempre mediado por ‘formas simbólicas’. Y éstas son fundamentales para la
caracterización de lo que llamamos ‘espacio público’.

3. Lenguaje y formación de conceptos

Una característica del hombre como animal dotado de lenguaje es su ca-


pacidad fabuladora. El hombre construye fábulas sobre la realidad. El poder
más significativo del lenguaje es su poder metafórico. Gracias a dicho poder el
lenguaje sustituye a las cosas en los procesos de conocimiento de modo similar
a como el dinero sustituye a las mercancías en los procesos de cambio. De ese
poder del lenguaje deriva también uno de sus mayores problemas: su poder
de fetichización, que lleva a identificar las cosas con las palabras, la realidad

3
Escritos sobre retórica. La introducción de Luis Enrique de Santiago a esa edición de
los escritos de retórica de Nietzsche plantea muy bien el tema de las fuentes de la retórica en
Nietzsche.
 4
Sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral, en El libro del filósofo, tr. A. Berasain,
Taurus, Madrid, 1974, p. 93. Este texto recoge escritos de Nietzsche escalonados entre 1872 y
1875.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 51-67


54 cirilo flórez miguel

con el lenguaje. La crítica nietzscheana de la filosofía moderna se dirige pre-


cisamente a esas filosofías que han identificado el concepto (lenguaje) con la
realidad (cosas), y han hecho de la teoría del conocimiento el eje de la filosofía.
Nietzsche critica la interpretación neokantiana de la filosofía como teoría del
conocimiento y lo va a hacer introduciendo un ‘giro retórico’ en la filosofía. Es
ese ‘giro retórico’ una de las señas de identidad de la filosofía de Nietzsche, y
el que va a guiar nuestra interpretación5.
Con su crítica de la teoría del conocimiento, Nietzsche nos recuerda que
la identidad que establece la cópula del juicio no es una identidad real, sino
metafórica. La crítica de Nietzsche se dirige a que a esa identidad metafórica
se le conceda una realidad superior a cualquier otra realidad. El ‘es’ establece
relaciones entre distintas cosas, que no nos dicen nada acerca de la esencia
del sujeto, sino sólo acerca de sus manifestaciones. Porque tal cosa tiene tal
esencia, por eso puede tener tal tipo de relaciones. «El ‘es’ del juicio sintético
es falso, implica una transposición, se yuxtaponen dos esferas diferentes entre
las cuales no puede darse ninguna ecuación»6.
Ninguna construcción lingüística nos dice qué es la realidad. El problema
del lenguaje no es un problema de identificación del lenguaje y la cosa; por-
que una de las características del lenguaje es precisamente fabular la realidad,
falsearla en el sentido de que habla metafóricamente de la misma. El ‘es’ del
juicio sintético lleva consigo una transposición que identifica las cosas con los
contenidos7.
Para Nietzsche sólo es lo que aparece. Y lo que es puede ser dicho de mu-
chas formas por el lenguaje, que tiene la capacidad de simbolizar la realidad.
La crítica nietzscheana de Platón hay que entenderla en este contexto. La
filosofía platónica es una fetichización al afirmar que la realidad es la idea o
el concepto. En esta misma línea se mueve toda la crítica nietzscheana de la
razón filosófica8.
En toda la problemática aquí tratada un punto muy importante es la for-
mación del concepto, que puede ser considerada desde la perspectiva de la
representación o desde la lingüística. La perspectiva de la representación se
fija en una teoría de las facultades tal como hiciera la escolástica clásica con su
famosa teoría de los grados de abstracción; en una línea parecida se encuentra
el empirismo inglés y algunos aspectos del planteamiento kantiano.
La perspectiva lingüística se fija en el lenguaje y su modo de explicar la
formación de los conceptos. Esta última perspectiva presenta una serie de
peculiaridades sobre las que conviene detenerse. Mientras que en la primera

 5
A. Schrift, Nietzsche and the question of the interpretation, Routledge, London, 1990.
 6
El libro del filósofo, §152, p. 71.
 7
A. Kremer-Marietti, Nietzsche et la rhétorique, PUF, Paris, 1992, pp. 212 ss.
 8
Escritos sobre retórica, p. 110.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 51-67


Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche 55

perspectiva el proceso fundamental de formación de los conceptos es un proceso


de abstracción y generalización respectivamente, en la última se trata de un
proceso analógico y de transposición. En el proceso analógico de formación
de conceptos juega un papel fundamental el sujeto y su capacidad creadora de
atribución de acuerdo con algún tipo de semejanza. En este proceso de forma-
ción de conceptos es importante la metáfora.
Contraponiendo los dos últimos modos de formación de conceptos (el de la
teoría de la representación y el lingüístico de la metaforización) podemos ver
las diferencias de uno y otro. El primero es un proceso que tiende al estableci-
miento de un contenido que puede servir de paradigma para la interpretación
de todos los hechos posibles a partir de él. El proceso lingüístico es un proceso
analógico que busca la elaboración de una serie de arquetipos que posibilita un
juego abierto de metonimias de acuerdo con lo que Wittgenstein denominaría
aire de familia. Un ejemplo claro de esto sería cualquier obra literaria como
los Nombres de Cristo de Fray Luís de León. Los conceptos entendidos desde
el punto de vista de la representación tienen como paradigma la realidad externa
y puede considerárselos más o menos perfectos según su aproximación a ella.
El paradigma de los conceptos lingüísticos es la analogía y son más o menos
perfectos según su fuerza expresiva, que hay que medir por el poder de decir del
lenguaje. En este punto Nietzsche se sitúa en la tradición que Brandom califica
como expresivista cuando escribe: «Una notable tradición contraria (al paradigma
representacionista) acude a la noción expresión, en vez de la de representación,
para designar el género del que la actividad distintivamente conceptual se puede
entender como una especie. A la imagen ilustrada de la mente como espejo, el
romanticismo opuso la idea de la mente como linterna»9.
El planteamiento de Nietzsche, siguiendo ideas kantianas y románticas,
rompe con la tradición clásica de la metafísica (muy ligada a una teoría de la
representación), así como con la tradición platónica de la retórica y va a asumir
una teoría del lenguaje que resalta la línea del decir y que plantea la función de
la retórica como fabulación, relativizando su función persuasiva. La retórica
lleva a su máximo la función mitologizadora del lenguaje, cuya aspiración
fundamental no es la de desvelar el ser, sino la de crear leyendas que nos hablan
de la experiencia del hombre acerca del mundo. Esta teoría de la experiencia es
alternativa a la teoría de la representación que era fundamental en la metafísica
que se basaba en la identidad del pensar y el ser. El decir humano, resultado de
las formas de experimentar el mundo, no trata de representar la realidad, sino
que lo que hace es manifestar los modos que el hombre tiene de sentirla. El
lenguaje humano no desvela ningún mundo oculto, sino que lo único que hace
es contar las experiencias del hombre en el mundo. Ahí reside una de las grandes

 9 R.B. Brandom, La articulación de las razones, tr. E. de Bustos - E. Pérez, Siglo XXI,
Madrid, 2002, p. 9.

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56 cirilo flórez miguel

transformaciones que Nietzsche lleva a cabo en su planteamiento de la filosofía


y que podemos interpretar como la ruptura del principio de identidad entre el
pensar y el ser. Ruptura que ha sido muy bien analizada en la interpretación
que Vaihinger hace de Nietzsche, al que interpreta de acuerdo con la teoría
kantiana del ‘como-si’. Encontramos en Nietzsche muchos pensamientos que
«pudiéramos llamar los inicios de una Metafísica del Cómo-si; de la cuestión
de saber qué parte juega la ilusión en la totalidad de los sucesos cósmicos y
cómo estos sucesos cósmicos, a partir de los cuales se desarrolla necesariamente
la ilusión, han de ser observados y evaluados»10. El afirmar lo pensado como
ficción quiere decir que nunca debemos confundir el lenguaje con las cosas; ya
que el lenguaje es el resultado de la capacidad fabuladora del hombre.

4. Retórica y teoría del lenguaje

La peculiaridad del planteamiento de Nietzsche es que encaja la retórica


en una teoría general del lenguaje y considera como central de la misma una
teoría de las figuras haciendo de la elocuencia y del estilo formas derivadas
de aplicación de la teoría de las figuras. En el Curso de Retórica de 1872-73
lo dice claramente: «De la misma manera en que hay una mínima diferencia
entre las propias palabras y los tropos, también la hay entre el discurso normal
y las llamadas figuras retóricas»11.
La figura para Nietzsche no es algo que solamente tenga que ver con el ador-
no del lenguaje, sino algo que pertenece a la esencia misma del lenguaje; es el
paradigma del lenguaje, que puede además servirnos como paradigma para la
interpretación del conjunto de la filosofía de Nietzsche. Todo esto podemos apre-
ciarlo muy bien en otro texto del mismo curso de retórica: «No es difícil probar
con la luz clara del entendimiento, que lo que se llama ‘retórico’, como medio de
un arte consciente, había sido activo como medio de un arte inconsciente en el
lenguaje y en su desarrollo, e incluso que la retórica es un perfeccionamiento de
los artificios presentes ya en el lenguaje. No hay ninguna naturalidad no retórica
del lenguaje a la que se pueda apelar: el lenguaje mismo es el resultado de artes
puramente retóricas. El poder de descubrir y hacer valer para cada cosa lo que
actúa e impresiona, esa fuerza que Aristóteles llama retórica, es al mismo tiempo
la esencia del lenguaje: éste, lo mismo que la retórica, tiene una relación mínima
con lo verdadero, con la esencia de las cosas; el lenguaje no quiere instruir, sino
transmitir a otro una emoción y una aprehensión subjetivas»12.

 10
H. Vaihinger, La voluntad de ilusión en Nietzsche, tr. T. Orduña, Cuadernos Teorema,
Valencia, 1980, p. 54.
 11
Escritos sobre retórica, p. 93.
 12
Ibid., p. 91.

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Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche 57

En este texto, entre otras cosas, son importantes tres. La primera es la ca-
racterización del lenguaje como una fuerza al estilo de Humboldt; la segunda
es que el lenguaje tiene que ver con las sensaciones que las cosas producen en
nosotros y por lo mismo no nos transmite ningún epistēmē, sino simplemente
doxa; y en tercer lugar, que no hay una ‘significación propia’ de las palabras,
sino que toda significación es una significación figurada.

5. Inversión y Retórica

La teoría nietzscheana del lenguaje se mantiene en la obra de Nietzsche desde el


principio hasta el final de su filosofía y puede servirnos además de paradigma para
comprender la teoría nietzscheana de ‘inversión’ de los valores. Lo característico
del lenguaje es la transposición, que los griegos expresaron como metaphora. El
género sería la transposición y luego podríamos hablar de diferentes especies:
metáfora, metonimia y sinécdoque. La transposición como esencia del lenguaje
es la que le sirve a Nietzsche para afirmar que los grandes ‘sistemas concep-
tuales’ no son otra cosa, sino la fijación de una serie de transposiciones que
se han ido repitiendo hasta acabar adquiriendo lo que llamamos ‘significación
propia’, que por lo tanto no es algo original, sino derivado. Si nos fijamos en
la categoría de hecho y en la de interpretación tenemos que decir que lo que
nosotros llamamos ‘hechos’ son cristalizaciones de ‘interpretaciones’. Y esto
que decimos de los hechos podemos decirlo de todos los conceptos filosóficos,
que por lo mismo pueden ser considerados como ‘ficciones’ de las que nosotros
nos servimos para hablar de la realidad. En este sentido puede comprenderse
que Nietzsche diga que el mundo todo es una fábula y dentro del mundo y de
una forma especial lo que nosotros llamamos ‘conocimiento’.

6. El comprender humano y la crítica de la ilusión

Lo que nosotros llamamos ‘comprender’ se cumple siempre por la mediación


del lenguaje dentro del cual se producen las transformaciones a las que nosotros
damos el nombre de conocimiento. De ahí que pueda afirmarse que lo que nosotros
llamamos ‘razón’ es un producto de la vida social de los hombres. Pocos autores
han expresado esta idea nietzscheana con más claridad que Unamuno que llega ha
escribir en Del sentimiento lo siguiente: «Y es que el punto de partida lógico de
toda especulación filosófica no es el yo, ni es la representación –Vorstellung– o
el mundo tal como se nos presenta inmediatamente a los sentidos, sino que es
la representación mediata o histórica, humanamente elaborada y tal como se
nos da principalmente en el lenguaje por medio del cual conocemos el mundo;
no es la representación psíquica sino pneumática».13 
 13
M. Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, en Obras Completas, Escelicer, Madrid,
1966, vol. VII, pp. 290-291.

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58 cirilo flórez miguel

Esta idea unamuniana del origen lingüístico de la razón es una idea claramen-
te nietzscheana. En el §142 del Libro del filósofo Nietzsche dice expresamente
que «con las figuras retóricas empieza la razón». De ahí que la razón no sea
algo originario, sino una derivación a partir del lenguaje. Y como reconoce
Unamuno no puede ponerse la razón como fundamento de la filosofía. La razón
es el resultado de un proceso de fijación de la capacidad fabuladora del hombre.
Y lo que nosotros llamamos conocimiento es el resultado de un proceso de
transformaciones, de metonimias. En su Curso de retórica escribe Nietzsche:
«Metonimia. Sustitución de un nombre por otro, o también hupallagē. La sus-
titución de la causa por lo que nosotros decimos una cosa en lugar de la cosa
a la que nos referimos»14. Estas palabras de Nietzsche caracterizan muy bien
su concepción del conocimiento. La razón, que es el efecto de un proceso de
transformaciones lingüísticas, de metonimias, la filosofía la coloca como causa,
como fundamento, y a partir de ahí explica la realidad. Esto que decimos de la
razón se ve muy bien con la teoría platónica de las ideas. Los griegos llamaban
eidos al aspecto o forma sensible de las cosas. Este nombre fue transformado
metonímicamente por Platón por el nombre de ideai, que quedó fijado con el
significado de ‘esencia de las cosas’ y a partir de él Platón elaboró su explicación
de la realidad. La inversión nietzscheana del platonismo consiste en deconstruir
ese proceso metonímico y restituir el significado originario de las palabras.
En el caso de las ideas se trata de entenderlas no como sustantivas, sino como
apariencias que nos hacen visibles cómo pueden ser las cosas. En este punto
Nietzsche está más próximo a Kant que a Platón en cuanto al significado de las
ideas. Las ideas no son objetos, sino hipótesis, ficciones, que nos hablan de la
realidad ‘como si’. Las ideas no son realidades, sino formas simbólicas que nos
hablan metafóricamente de la realidad. Las ideas son figuras retóricas.
El trabajo metonímico del lenguaje se ve muy bien en los nombres abstrac-
tos. «Los abstracta provocan la ilusión de que ellos son la esencia, es decir, la
causa de las propiedades, mientras que sólo a consecuencia de esas propiedades
reciben de nosotros una existencia figurada»15. Es decir, que el lenguaje, al
figurar sensiblemente nuestras ideas las encarna, y nos crea la ilusión de creer
en ellas como algo realmente existente. De ahí que una verdadera crítica de
la ilusión en el sentido kantiano del término sea una crítica del lenguaje, que
es precisamente la que Nietzsche plantea en su obra La voluntad de poder;
crítica de la ilusión en la que es fundamental su teoría de la retórica. La crítica
nietzscheana del lenguaje como crítica de la ilusión se aplica muy bien a la
crítica nietzscheana de la metafísica y del conocimiento, aspectos en los que
incidiremos más adelante; ahora vamos a detenernos en la dimensión figurativa
o configuradora del lenguaje tal como se plantea en el Libro del filósofo al que

 14
Escritos sobre retórica, p. 110.
 15
Ibid.

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Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche 59

ya me he referido. Podemos leer estos escritos de Nietzsche de los años 1872


y 1875 y traducidos con ese nombre como una continuación de la dialéctica
trascendental kantiana entendida como ‘crítica de la ilusión’.
La crítica nietzscheana de la ilusión podemos entenderla de la siguiente
manera. Ni el yo, ni el mundo, ni Dios (las ideas de la metafísica) pueden ser
puestos como fundamento. Son ficciones que los hombres hemos creado como
resultado de nuestra actividad del pensar. Una vez que sabemos esto, hemos roto
con la ilusión de considerarlas como la ‘realidad verdadera’ y podemos pasar
a preguntarnos por su valor o funcionalidad como ideas. ¿En qué medida nos
permiten una comprensión de la realidad que no podemos obtener por ningún
otro medio, sea este lógico o estético?
En este punto es en el que puede entenderse adecuadamente la esencia de
lo que Nietzsche llama nihilismo, que consiste en reconocer que no hay ningún
mundo verdadero detrás del mundo aparente; que el único mundo real es el
mundo sensible, el mundo del devenir; que es el que produce en el hombre im-
presiones, que el hombre expresa metafóricamente con el lenguaje. El lenguaje
dice la experiencia del hombre que siente el mundo antes de representárselo,
antes de figurarlo retóricamente.
Aquello que los filósofos llaman razón no es algo originario, sino resultado
de la actividad lingüística. Esto puede verse muy bien a raíz del planteamiento
kantiano que lleva a cabo una reestructuración del terreno de la metafísica,
cuyos objetos fundamentales de referencia (yo, mundo y Dios) él los va a
plantear simbólicamente, con lo cual dejan de ser objetos y pasan a ser ideas16.
Y este replanteamiento del terreno de la metafísica va a hacer que la filosofía
postkantiana plantee los temas de la metafísica en el ámbito de una teoría del
lenguaje, como se ve muy bien en la crítica a que Nietzsche somete el punto
de partida de la filosofía moderna.
En el proceso del conocimiento, Kant distingue tres tipos de actividad: la del
aprehender, la del comprender y la del exponer. Fijando ahora nuestra atención
en la segunda de esas actividades, Kant, a su vez, distingue tres tipos de com-
prensión: una comprensión lógica, otra estética y otra intelectual. La última de
estas la asocia con el juicio de lo sublime y en el §27 de la Facultad de juzgar
escribe: «El juicio estético, aún subjetivamente conforme a fin, se convierte
para la razón en fuente de ideas, es decir, de una comprehensión intelectual tal
que para ella es pequeña toda comprehensión estética, y el objeto apercibido
con un agrado sólo posible por medio de un desagrado»17.
La comprensión intelectual, como fuente de ideas para la razón puede ser
interpretada como comprensión por símbolos y asociada como tal a una teoría

F. Marty, La naissance de la métaphysique chez Kant, Beauchesne, Paris, 1980.


 16

I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, tr. J. Rovira, Losada, Buenos Aires, 1961, §27,
 17

p. 102.

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del lenguaje, que es la que Nietzsche elabora en su filosofía como crítica de la


ilusión. Podemos desarrollar la crítica nietzscheana de la ilusión a partir de su
teoría de la verdad.

7. Teoría nietzscheana de la verdad

Cuando en el texto Sobre la verdad y la mentira en sentido no moral se


pregunta por la verdad responde Nietzsche: «Una multitud en movimiento
de metáforas, metonimias, antropomorfismos; en una palabra, un conjunto de
relaciones humanas que, elevadas, traspuestas y adornadas poética y retórica-
mente, tras largo uso el pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes»18. La
verdad, pues, es algo socialmente establecido a lo que se llega como resultado
de un proceso de repeticiones a cuyo final van quedando fijadas una serie de
cristalizaciones que son las que luego forman el templo de la verdad al servir
de referencia para todas las interpretaciones que ponen en juego los hombres
desde la torre de la ciencia. «En la construcción de conceptos trabaja origi-
nariamente el lenguaje y en épocas posteriores la ciencia. Así como la abeja
construye la celdas y al mismo tiempo las llena de miel, así la ciencia trabaja
incesantemente en este gran columbarium de los conceptos, en el sepulcro de
las intuiciones, construye constantemente pisos nuevos cada vez más altos,
afianza, renueva las viejas celdas y se esfuerza sobre todo en llenar hasta lo
monstruoso este armazón elevado»19. De acuerdo con este planteamiento de
Nietzsche no podemos leer los conceptos desde una lógica de la identidad, sino
que tenemos que leerlos como el resultado de un largo proceso de condensación,
de sobrecarga y de desplazamientos.
Quizá lo más importante de la teoría nietzscheana del concepto es que la
podemos leer como perteneciendo a una tradición de filósofos que han hecho
de la historia del concepto un elemento fundamental para su interpretación. Esa
tradición la podemos hacer arrancar de Kant y dentro de ella podemos situar
a Hegel y a Federico Mauthner, que en sus Contribuciones a una crítica del
lenguaje escribe: «Eso de que nuestras representaciones generales o conceptos
se forman por medio de abstracciones puede decírsele a la gente si se trata de
nueces vacías como: Inocencia, Inmortalidad y otras de este orden. Pero así
como se confronta la realidad del mundo, así debería brillar sin demostración
alguna, que no hay representaciones generales en absoluto, que en nuestra
memoria no hay más que imágenes semejantes, deslavadas y que afluyen unas
a otras, permaneciendo en caudal tras el concepto»20. En esta misma tradición

El libro del filósofo p. 91.


 18

Ibid., p. 97.
 19

 20
F. Mauthner, Contribuciones a la crítica del lenguaje, tr. J. Moreno, Daniel Jorro, Madrid,
1911, pp. 184-185.

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Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche 61

se encuentra Nietzsche, que interpreta los conceptos como productos sociales,


que se han ido formando en el medio del lenguaje. Así es como hay que inter-
pretar la metáfora del dado aplicada al concepto tal como la usa en el Libro
del filósofo. Y por eso para él pensar no es otra cosa que saber usar el ‘juego
de dados de los conceptos’.
En este proceso de construcción del templo de la verdad juegan un papel
fundamental el lenguaje y el trabajo de ‘inversiones’ del mismo, que es un
trabajo similar al del mentiroso como expresa muy bien el mismo Nietzsche:
«Por tanto, en la génesis del lenguaje no existe un proceso lógico y todo el
material en el cual y con el cual trabajará y construirá más adelante el hombre
de la verdad, el investigador, procede, si no del reino de Jauja, tampoco desde
luego de la esencia de las cosas»21.
Por eso el hombre de la verdad, el investigador, nunca debe olvidar el ori-
gen de los ‘sistemas conceptuales’. Y porque sabe cómo opera el lenguaje y
con vistas a no confundir la realidad con la ilusión, guiado por el instinto de la
verdad, tiene que ser consciente de que organiza abstractamente el mundo con
vistas a orientarse en el mismo22.
El hombre de la verdad, para evitar las ilusiones de la racionalidad, debe
someter el conocimiento a un proceso de deconstrucción sirviéndose de un
método genealógico. Una de las tareas más importantes de la filosofía de Nietzs-
che es precisamente la de leer los conceptos genealógicamente a fin de romper
la relación clásica entre metáfora y concepto e instaurar una nueva relación,
basada en que la idea de ‘sentido’ no es una verdad originaria, sino que tiene
una historia. Pero esto que ocurre en el caso de la ciencia no ocurre en el caso
del arte, porque «el arte trata la apariencia como apariencia; su propósito es
precisamente no engañar, por lo tanto, es verdadero»23.
En la ciencia reina la distorsión; en el arte el disimulo entendido como un
juego permanente que nada oculta; y que por lo mismo no necesita ningún
proceso de deconstrucción. El arte se convierte en el modelo de verdad al que
aspira la filosofía. Un modelo narrativo que tiene en el ‘cuento filosófico’ su
género paradigmático24, que podemos caracterizar como ‘alegoría irónica’, que
ocupa un lugar peculiar frente al enunciado ‘histórico-crítico’ o frente al ‘enun-
ciado científico’. El enunciado científico sería lógico; el enunciado histórico
crítico sería teleológico o arqueológico, y el ‘enunciado artístico’ sería irónico
en cuanto que narra la ‘inocencia del devenir’ por medio de la incorporación
de una polaridad binaria que nunca se resuelve en síntesis, porque su trabajo
consiste en una lucha permanente contra el trabajo de inversión del lenguaje.

 21
Ibid., p. 90.
 22
Ibid., p. 92.
 23
Ibid., p. 107.
 24
H. Blumenberg, Conceptos en historias, tr. C.G. Canton, Síntesis, Madrid, 2003.

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62 cirilo flórez miguel

De esta forma nos encontramos con que la retórica pasa a ser en la obra de
Nietzsche un elemento fundamental, cuya operatividad podemos descubrir por
medio de la interpretación que él hace de la fábula como núcleo fundamental
de una retórica de la figuración.

8. Interpretación nietzscheana del mito

La nueva filosofía que Nietzsche inaugura frente al platonismo pone en


juego una nueva forma de conocer. Conocer no es recordar, como enseñara el
platonismo, sino crear. En esta nueva forma de conocer, el conocimiento y el
sufrimiento se dan juntos y aparece la voluntad de poder como una voluntad
creadora, cuya esencia es el juego. La voluntad de poder como voluntad creadora
se opone a la conciencia como representación y deber, que ha dominado la mo-
dernidad y cuyos valores Nietzsche quiere invertir. Esa contraposición entre la
conciencia como representación y la voluntad de poder como creación podemos
también entenderla como una contraposición entre memoria e interpretación.
La memoria está del lado de la representación; mientras que la interpretación
está del lado de la voluntad. Y esta ubicación de una y otra introduce un cambio
profundo en la consideración del lenguaje, al separar el lenguaje de una teoría
de la referencia y al relacionarle con la retórica hasta el punto de afirmar que
la retórica no es otra cosa que un perfeccionamiento de la esencia misma del
lenguaje, rompiendo así la relación clásica entre res y verba.
Este planteamiento de la nueva filosofía de Nietzsche se aprecia muy bien
en la interpretación que hace de la cultura griega. La interpretación nietzs-
cheana de la cultura griega articula el instinto dionisíaco y apolíneo como dos
fuerzas presentes en el hombre, que son la expresión del carácter trágico de
la existencia humana. Y esto es precisamente lo que nos enseñan los mitos, si
logramos trascender su corteza y llegar al núcleo de los mismos, tal como nos
dice Nietzsche en el §20 de El nacimiento de la tragedia25.
El nuevo sentido del mito que Nietzsche pone en juego puede verse muy
bien en la contraposición que hace entre los mitos de Edipo y Prometeo26. La
interpretación tradicional ha considerado a Edipo como el ‘héroe moral’ (santo),
que asume sobre sus espaldas el castigo de los dioses para que el pueblo (la
ciudad) quede a salvo. Esta interpretación tradicional está construida sobre un
dualismo moral entre crimen (falta) y castigo (reparación); mientras que para
Nietzsche no se trata de ningún dualismo, sino de la confrontación entre dos
tipos de sabiduría27; la sabiduría entendida como teoría y contemplación, que
Hegel ve ejemplificada en la solución de Edipo al enigma de la esfinge; y la

 25
NT, tr. A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1973, p. 164.
 26
NT §9, pp. 88 ss.
 27
NT §22, p. 171.

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Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche 63

sabiduría como creación, que Nietzsche ve ejemplificada en el mito de Prome-


teo como alternativa al mito de Edipo. La filosofía de Hegel pone el acento en
Edipo, que para él representa el paso de lo arcaico (mito) a la filosofía (razón);
mientras que la nueva filosofía que Nietzsche propone pone el acento en el
fuego de Prometeo, que para él significa la transformación de la naturaleza, y la
elevación de los hombres a la altura de los dioses. Gracias al fuego los hombres
pueden ser creadores como los dioses. Prometeo representa la «defensa de la
forma de vida del hombre, con su crecimiento cultural a partir de un estado de
desnudez natural, y, finalmente, de su capacidad de teorización, que necesita
aún de la llama en su función metafórica de la luz»28.
Para la nueva interpretación nietzscheana del mito la verdadera sabiduría
no es la teoría como contemplación de una realidad armónica; sino la sabiduría
como experiencia de la profunda contradicción del ser humano29. La sabiduría
artística y estética de Nietzsche interpreta la tercera antinomia kantiana en tér-
minos antropológicos y no metafísicos. Así interpretada la antinomia kantiana
entre libertad y necesidad no se resuelve armónicamente en el hombre, sino que
éste tiene que soportarla trágicamente. Y precisamente para poder soportar la
experiencia trágica de la existencia es para lo que el hombre ha creado el arte
y la cultura. El hombre nietzscheano es la encarnación de la disonancia y por
eso es un ser profundamente trágico. Y esto es precisamente lo que Nietzsche
nos enseña a través de los conceptos y metáforas de su filosofía. «Después de
Platón, acaso sólo Nietzsche ha intentado urdir una serie de mitos elementales
sometidos a una minuciosa reflexión teórica, sirviéndose de ellos como instru-
mento filosófico»30. El ser trágico del hombre está muy bien representado por la
música y la poesía tal como nos da a entender Nietzsche con las siguientes pa-
labras: «Siguiendo la doctrina de Schopenhauer nosotros concebimos la música
como el lenguaje inmediato de la voluntad y sentimos incitada nuestra fantasía
a dar forma a aquel mundo de espíritus que nos habla, mundo invisible y, sin
embargo, tan vivamente agitado, y a corporeizárnoslo en un ejemplo análogo...
De estos hechos, en sí comprensibles y no inasequibles a una observación un
poco profunda, infiero yo la aptitud de la música para hacer nacer el mito, es
decir, el ejemplo significativo, y precisamente el mito trágico: el mito que habla
en símbolos acerca del conocimiento dionisíaco»31.
Lo importante del lenguaje, lo mismo que ocurre en el caso de la música,
no es referir, sino comunicar. La palabra es acción comunicativa. Con lo cual
tenemos que la palabra se despega de la naturaleza (phusis) y se sitúa en el
plano de la technē (poiēsis). La palabra es acción poética, creadora y como

 28
Blumenberg, H., El trabajo sobre el mito, tr. P. Madrigal, Paidós, Barcelona, 2003, p. 327.
 29
NT pp. 90-91.
 30
H. Blumenberg, El trabajo sobre el mito, p. 193.
 31
NT p. 136.

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tal su producto más característico es el símbolo, cuya función fundamental no


es la referencia, sino el querer decir del mismo. Lo característico del símbolo
es que designa por exceso. En el símbolo hay un sentido indirecto, figurado
y secundario, que es designado por un primer sentido directo y literal, como
muestra la siguiente figura:

De ahí que todo símbolo exige la interpretación. En la palabra como aconte-


cimiento se articulan la referencia del signo y el sentido del símbolo dando como
condensación una multiplicidad de significados que exigen el lenguaje como
proceso para su cumplimiento y la participación de los sujetos como oyentes,
lectores o intérpretes del mismo. Las ciencias de la palabra son la poética y la
retórica en cuanto ciencias de la acción comunicativa. Lo importante de ellas
no es una teoría del método, sino de la argumentación y del estilo32.
Nietzsche interpreta el mito trágico como la expresión misma del juego a
través de la cual el hombre va dando forma a la existencia. Esta interpretación
nietzscheana del mito trágico como un juego estético destaca la actividad
frente a la interpretación tradicional que lo hacía desde el punto de vista de la
representación y destacaba la formación de la individualidad como resultado
de la imitación del héroe33.
El juego es actividad pura, creación constante por medio de la cual el hombre
crea un mundo de imágenes y ficciones a través de las cuales va descubriendo
quien es él en verdad. Hegel decía que la filosofía es su mundo expresado en
conceptos; Nietzsche en cambio ve la filosofía como un conjunto de metáforas
que nos hablan del hombre como un ser profundamente trágico. Nietzsche
desliga el arte del deseo, y lo asocia al placer y la felicidad. En este caso, el en-
tendimiento se libera de la referencia y se abre ante él el mundo completamente
libre del juego, como en otro párrafo reconoce Nietzsche34. El paradigma de
la filosofía de Nietzsche no es el ser, sino la vida, entendida como voluntad de

 32
G. Granger, Essai d’une philosophie du style, Odile Jacob, Paris, 1988.
 33
Ibid., 175-176.
 34
Ibid., p.99.

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Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche 65

poder y fuerza creadora, como devenir y juego permanente. La fuerza creadora


de la vida se muestra en su plenitud en el artista que ebrio de entusiasmo crea
un mundo nuevo. El arte no es mímesis, sino poiēsis. Y la actividad poiética
y creadora del artista se cumple por medio de la fabulación. Las fábulas, las
leyendas, los mitos no son ocultaciones del ser, sino creaciones de mundos
nuevos en los que la fuerza creadora de la vida se despliega en toda su plenitud.
El artista quiere hacer del discurso algo realmente bueno. «Pero los filósofos
no lo han entendido así (prácticamente no comprenden en absoluto el arte que
estremece a la vida en su derredor, ni tampoco la plástica), lo cual origina una
hostilidad violenta e inútil»35.
El hombre nuevo representado por Zaratustra y que es el que Nietzsche
propone como modelo podemos descubrirlo gracias a una nueva interpretación
el mito de Ariadna36. Los elementos fundamentales del mito son: el laberinto y
el minotauro por un lado y Teseo y Ariadna por el otro. Nietzsche reinterpreta
este mito como una crítica de la metafísica tradicional y su correspondiente
teoría del conocimiento y una reivindicación de su filosofía de la vida y del
superhombre como alternativa a la metafísica tradicional. Frente a la meta-
física de los hombres antiguos y modernos con su correspondiente teoría de
los ídolos, Nietzsche propone una metantrópica con su correspondiente teoría
del espíritu libre y fuerte37; frente al hombre sublime, Nietzsche defiende al
hombre noble38.

9. Crítica nietzscheana de la metafísica

Schopenhauer titula el capítulo XVII de los Suplementos: De la necesidad


metafísica del hombre. En ese texto Schopenhauer caracteriza al hombre como
un ‘animal metafísico’ por el hecho de que «se considera a sí mismo como
algo que se entiende por sí sólo»39; gracias a que está dotado de conciencia
(la razón reflejándose sobre sí misma). De este conocimiento de sí mismo que
tiene el hombre surge el asombro por el ‘enigma del mundo’ y de ahí surge la
metafísica tal como dice Aristóteles al principio de la Metafísica. Schopenhauer,
siguiendo a Kant, hace de la metafísica la ‘ciencia de la experiencia’, en la que
se articula la realidad en sí (voluntad) y su aspecto fenoménico (representación).
La experiencia es precisamente la síntesis de esos dos elementos. La metafísica
schopenhaueriana, como ciencia de la experiencia, aspira a dar razón del enig-
ma del hombre y del enigma del mundo y lo hace a través de la interpretación
 35
Ibid., p. 169.
 36
EH, tr. A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1991, p. 105.
 37
EH p. 85.
 38
Za, Edaf, Barcelona, 1970, «De los hombres sublimes», pp. 114-116.
 39
A. Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, tr. R. Rodríguez Aramayo,
FCE, Madrid, 2003, vol. II, Suplemento XVII, p. 158.

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fiel del significado y contenido de la experiencia tanto interna (espíritu) como


externa (mundo). De ahí que podamos afirmar que para Schopenhauer la me-
tafísica deja de ser la explicación de los primeros principios y de las primeras
causas y pasa a ser la explicación de la experiencia.
La experiencia del hombre, ser dotado de conciencia, se enfrenta a dos enig-
mas fundamentales: el enigma del mundo y el enigma de sí mismo. Al primero de
los enigmas trató de responder la metafísica tradicional con su teoría de los dos
mundos; y al segundo de los enigmas es al que trata de responder Nietzsche con
su teoría antropológica. Si leemos la crítica nietzscheana de la metafísica como
una crítica de las ilusiones que produce el lenguaje estamos en condiciones de
replantear las relaciones entre filosofía y retórica en consonancia con el nivel
de los tiempos que corren. Y en consonancia con ese nivel podemos afirmar
que todo lenguaje es retórico, incluido el propio lenguaje filosófico que habla
del pensamiento como la función fundamental de la filosofía. No hay ningún
lugar privilegiado para la verdad, ni siquiera la razón. Todo es interpretación,
construcción lingüística de la realidad. Y por eso se hace necesaria una teoría
general de la interpretación a fin de que cada individuo pueda juzgar los distintos
mundos posibles que se le ofrecen desde distintas perspectivas. Teniendo en
cuenta que una de las características fundamentales de la vida es la pluralidad
de perspectivas.
La nueva filosofía de Nietzsche con su teoría de la experiencia como núcleo y con
su teoría del estilo como método está inspirada en las Vidas, opiniones y sentencias
de los filósofos de Diógenes Laercio. Esta obra de Diógenes Laercio es una de
las principales fuentes que tenemos que tener en cuenta para entender el modo de
filosofar de Nietzsche. Nietzsche hace de la filosofía un ‘modo de vida’ al estilo,
por ejemplo, de un Diógenes el Cínico como se desprende de su anécdota sobre
Alejandro Magno; o la otra acerca de la linterna. Esta última la copia Nietzsche
en el §125 de La gaya ciencia. Siguiendo el modelo ‘cínico’ de hacer filosofía va
a criticar a la filosofía moderna fijando su atención en Kant, que en su filosofía
estableció la moral como la ‘esencia del mundo’. Al hacer esto Kant colocaba al
hombre como fin final de la creación y hacía de la religión y de Dios un elemento
fundamental para el hombre. Éste es el tipo de filosofía que Nietzsche quiere
invertir por considerar que genera un mundo de ficción y de mentira.
El año 1886 escribió Nietzsche su obra Mas allá del bien y del mal40, que po-
demos leer como una crítica de la vida moderna. En ella Nietzsche habla de una
‘nueva filosofía’ a la que asigna como tarea la ‘afirmación de la vida’. El libro
está dividido en nueve apartados en los que analiza tres cosas fundamentales: una
crítica de la filosofía de los modernos con la propuesta de una nueva filosofía;
una crítica más general de todas laa ideas modernas y finalmente una crítica de
la moral con su correspondiente propuesta de una nueva alternativa.

 40
MBM, tr. A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1982.

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Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche 67

La nueva filosofía que él propone tiene el carácter de ‘tentadora’. Palabra


que hay que entender en el sentido de buscadora de nuevos valores y pescadora
en las entrañas mismas de la realidad humana para acabar con aquello que nos
impide afirmarnos y ser nosotros mismos. Su modelo sigue siendo aquí el de
Diógenes el Cínico o el de la secta de los pirrónicos, a la que Diógenes Laercio
dividía en: aporéticos, escépticos, efécticos y zetéticos41.
En su obra Más allá del bien y del mal Nietzsche deja configurada su for-
ma de filosofar, que en sus obras posteriores no hará sino desarrollar, como
ha visto muy bien su biógrafo Curt Paul Janz42; y esa forma de filosofar tiene
como modelos algunas ‘formas de vida’ de los filósofos antiguos tal como son
tratadas por Diógenes Laercio.
Nietzsche está en la línea de los filósofos de la sospecha, que aspiran a llegar
al fondo mismo del ser humano para desvelar sus secretos y posibilitar la afir-
mación del hombre como un ser activo y creador, que se opone al dogmatismo
de los viejos filósofos, que han trabajado por acomodar el ser humano a las
condiciones de la vida y hacer del mismo un ser obediente, dócil y débil, que
es precisamente contra lo que lucha Nietzsche. Y por eso en La genealogía
de la moral43 él nos habla de un ideal artístico, que es el que debe sustituir al
viejo ideal ascético (filósofo-sacerdote), buscando una nueva medicina, que no
tiene nada que ver con las fuerzas reactivas, sino con la voluntad de poder, que
es la que pone en juego las fuerzas creadoras del hombre. Para Nietzsche el
filósofo no es ni el rey de la ciudad, que por lo mismo debe ser su gobernante;
ni el guardián de la racionalidad, que dicte a los otros lo que deben hacer. El
filósofo no es ningún dogmático, sino un tentador que busca abrir una pluralidad
de caminos por los que pueda transitar el nuevo hombre que hay que crear; el
superhombre que va más allá de los últimos hombres, guiado por su voluntad de
poder, transformada en voluntad de saber. «La forma es fluida, pero el ‘sentido’
lo es todavía más»44.

 41
Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, tr. J. Oriz y Sanz, Aguilar, Madrid, 1959, IX,
Pirrón, 7.
 42
C.P. Janz, Friedrich Nietzsche. 3. Los años del filósofo errante, tr. J. Muñoz, Alianza,
Madrid, 1985, p. 381.
 43
GM, tr. A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1972.
 44
GM p. 89.

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La discriminación 69

La discriminación

enrique lynch
Universidad de Barcelona

Concentro la atención en lo que oigo.


Una bocina estridente atraviesa el cristal de la ventana desde la calle. Tras
ella llega el ruido de un camión que descarga, y muy cerca de donde estoy
sentado, el zumbido del ordenador, que suena todo el tiempo.
¿Qué más siento? Innumerables señales del cuerpo que puedo discriminar
una tras otra, con sólo atenderlas con cuidado. Me parece que, si me lo propu-
siera, podría fijar el punto de mi cuerpo donde las siento. Cada una de ellas se
me representa como un pequeño dolor localizado y podría servir además como
testigo del cuerpo. El ruido que oigo también es dolor, pero una convención me
permite interpretarlo como un objeto distinto de mis sensaciones corrientes. El
dolor, cualquiera que sea, es un medio de comprobar que mi cuerpo está aquí,
acompañando mi pensamiento.
Pongo en funcionamiento un aparato, una fuente cualquiera de sonido que
emite una señal, y ésta se suma al contexto sensible como un estímulo más. No
parece haber diferencias apreciables entre los sonidos organizados que forman la
señal del aparato –lo que llamamos música– y el resto de los estímulos. Aunque
he sido adiestrado para discriminar entre los dolores y darles un valor positivo
o negativo en términos de ‘placentero’ o ‘no placentero’, si los considero desde
una impostada frialdad y distancia, me parece que todos estos dolores son lo
mismo: sensaciones, unas más opacas o menos significantes que las otras. No
puedo decir que lo sé pero estoy casi seguro de que la diferencia no está en una
naturaleza específica de las sensaciones sino en mi disposición hacia ellas. Si
profundizo esa reflexión comprendo que quiero pensar que es así, contra mi
formación e información sensoriales que me enseñan a distinguir entre ellas.
Comprendo que soy yo quien las resalta y se ocupa de ellas, lo que da pábulo a
la tesis estética que jerarquiza las diferentes experiencias subjetivas sensoriales
sólo por la disposición o la actitud del sujeto.
Según su naturaleza más elemental, toda sensación es pura y simplemente
un cambio en el sistema del cuerpo o de algunas de sus funciones. Pero esen-
cial a ese cambio somático es que uno sea conciente de ello. Dejo a un lado lo
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difícil que es establecer qué significa en este contexto ‘conciente’. Igual que
sucede con el pensamiento, la memoria o la imaginación, la sensación tiene una
explicación fisiológica pero sólo un materialista dogmático e intransigente se
quedaría satisfecho con reducirla, en tanto que acontecimiento, a un inexplica-
ble epifenómeno de procesos químico-moleculares que tienen lugar en el nivel
del cuerpo. Es preciso que, para referirme a ella, la sensación sea un objeto de
la conciencia, pero que algo sea objeto de la conciencia, no es suficiente para
que creamos en ello. A diferencia de la función racional, que en alguna medida
justifica la idea de que hay un mundo allí fuera, lo que llamamos tener una
sensación no viene acompañado de ninguna convalidación ontológica. ¿Por
qué he de pensar que esa experiencia íntima del mundo es mundo si sólo es
para mí? La tengo, inequívocamente, pero –a diferencia de lo que sucede con
el raciocinio– no puedo comunicarla, ni describirla. Por lo tanto, si es inac-
cesible a los demás, ¿por qué habría de pensarla como legítima? Todo lo que
digo acerca de ella es pobre, o impreciso, o falaz, o simplemente, aproximado.
De tal modo que el otro sólo puede trazar una conjetura acerca de lo que yo
siento, asunto de formidable complejidad que ninguna racionalización puede
dar por zanjado. Primero, porque no hay en la sensación un pensar puro sino
que hay intervención del cuerpo: la parte de mí mismo que no controlo ni co-
nozco más allá de los signos vagos que recibo en forma de dolor o de pequeños
o grandes desequilibrios somáticos. Y, por otra parte, sé de mi cuerpo no por
representaciones conceptuales que puedo cotejar con la opinión de otros sino
tan sólo por un número indeterminado de síntomas que sólo yo conozco. Los
síntomas (el síntoma es la señal de que hay algo significante) son mi cuerpo,
pero mi cuerpo es sólo mío.
Sé que todos estos argumentos son solipsistas y que hay una frondosa lite-
ratura que descalifica el solipsismo, pero ninguna de sus alegaciones consigue
desembarazarme de la apabullante certeza de la sensación. En otras palabras:
descubrirme atrapado en las ilusiones del solipsismo no me libera de su in-
fluencia sino que, curiosamente, me hace sospechar que los argumentos que
lo desacreditan, por autorizados que sean, son meras racionalizaciones. Y en
cierto modo, me exaspera: ¿qué sentido tiene razonar contra lo que uno siente o
experimenta? En algún fragmento cuya referencia no puedo encontrar Nietzsche
anota que, contra toda razón o argumento y contra la experiencia de Colón, la
Tierra no es redonda sino plana.
Segundo, la intervención del cuerpo pone en juego sentimientos movidos
por sus sensaciones. No existe un lenguaje para tales sentimientos, y si lo hay,
es un lenguaje privado. Igual que sucede con el solipsismo, también hay in-
numerables argumentos contra el lenguaje privado. Sin embargo, los mismos
que descalifican el lenguaje privado –Wittgenstein, entre los más respetables
de ellos– no dudan de que haya arte y artistas, aunque no puedan dar una defi-
nición de arte y tampoco puedan casi nunca saber qué quieren decir los artistas

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La discriminación 71

cuando se proponen interpretar el arte. No obstante, los críticos del solipsismo


gozan con el arte solipsista y no suelen desacreditar a los artistas que incurren
en falacias lógicas.
Tercero, como no hay gramática ni regla para la atención que pongo en
mis sensaciones, puedo hacer con cada sensación lo que me plazca, incluso
no comunicarla y permanecer encerrado con/en ella, como si fuese un autista.
Puedo quedarme en silencio, confundido con/en lo que siento. El autismo es
como la falta de sentido: la alternativa absoluta. Siempre es posible invocarlo
como conducta válida, tanto como siempre es posible pensar que un aconteci-
miento del mundo carece de explicación razonable. El autismo es una condición
terrible pero enormemente interesante y algo me dice que contiene el secreto
de la conciencia.
Pongo especial atención en mis sensaciones. ¿Cómo es esa atención? Cada
sensación conlleva, por un lado, una excitación nerviosa que sirve a la mente
para dar cuenta del estímulo. Pero, por otro lado, la excitación nerviosa que
mueve la sensación nunca llega sola sino acompañada de una sombra en el nivel
de la conciencia, por llamar de algún modo, usando una metáfora elemental,
a la típica referencia que el sujeto hace con relación a lo que experimenta.
Puedo sentir y, al mismo tiempo, saber que siento, o imaginarme separado de
mi sensación. Esa es mi conciencia. ¿Qué es, si no, declararse ‘enamorado’ o
‘aterrorizado’ o ‘enfermo de indignación’ o ‘entusiasmado y traspuesto’ por
alguna cosa? Una sensación es un estímulo atendido, interpretado, elaborado
de algún modo en la conciencia.
Parece claro que este proceso es del todo contingente, que puede o no produ-
cirse –puesto que hay una mayoría de individuos que jamás son concientes de
nada de lo que les sucede en el nivel del pensamiento o de la sensación– pero,
cuando se produce, la elaboración de la sensación, incluso si la pensamos
como simple referencia, tiene lugar para el sentiente como si, por añadidura,
dicha elaboración formara parte de la experiencia en sí, y no obstante queda
registrada en la conciencia como algo ajeno a ella. Digo que es sombra, porque
la sombra para una conciencia ingenua es por un lado parte de la cosa, y por
otro, también es un mero efecto de la luz. Sin embargo, la presencia de esta
‘sombra’ es útil para mi conocimiento de la experiencia somática porque me
permite discriminar entre la experiencia y el saber o la conciencia de ella, en-
tre el acontecimiento experiencial y su rastro en la conciencia. Esto es lo que
reconocemos empíricamente como ‘sensación’. O sea que sólo podemos hablar
de ‘sensación’ cuando nos hallamos de algún modo libres de estimulación,
cuando hemos discriminado entre el estímulo y su sombra en la conciencia,
discriminación que cada uno hace a su modo y que sin demasiadas dificulta-
des compartimos con los demás, pese a que este es un problema insondable al
que Kant procuró dar explicación trascendental en la Crítica de la facultad de
juzgar con un enrevesado modelo del pensar reflexionante que ha supuesto un

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quebradero de cabeza tremendo para toda la tradición estética posterior. Entre


otras razones porque, que un cambio físico –que además es somático– pueda
ser interpretado a título de una aisthēsis, bien puede ser condición suficiente
(aunque sólo de facto) para que podamos hablar de algo como estético pero,
por cierto, no es suficiente (de iure) para que la estética quede legitimada como
disciplina. La estética nace como disciplina autónoma en virtud de la reflexión
kantiana, pero con la salvedad apuntada: ¿por qué hay que discriminar entre un
conocimiento de verdad y otro que sólo se funda en sensaciones subjetivas?
¿Por qué considerar diferentes las representaciones diáfanas (las que podemos
compartir racionalmente con los demás) y las representaciones ‘opacas’, es
decir, esas que vienen acompañadas de una sombra que sólo nosotros llegamos
a tener? El pensamiento es uno solo.
Sea desde la epistemología o desde la estética, merece la pena apuntar que
la probable discriminación entre el dolor y su sombra, en la sensación, algunas
veces es la experiencia misma. Así, el caso de la música que, según Nietzsche,
es «un lenguaje capaz de una discriminación infinita».1 
Trátase, pues, de concentrar el análisis en la peculiaridad de esa experiencia
estética musical que discrimina, siempre y cuando aceptemos que llamamos
‘estética’ a una sensación reflexiva que podríamos definir, con las reservas y
matices del caso, como aquel acontecimiento del cuerpo en que un sujeto se
siente dentro de una experiencia, como si formara parte de ella. En relación con
la música, sobre todo cuando es particularmente intensa, nos comportamos como
el autista, único protagonista de lo que siente, pero a diferencia de éste, estamos
en condiciones de observarla –o de observarnos como sujeto de tal experiencia
(lo que no sabemos si hace el autista)– desde un exterior virtual, conciente,
racionalizable y hasta cierto punto discreto. Cuando pensamos la experiencia
de la música de este modo nos parece un juego de sombras chinescas, puesto
que en la música, puedo elaborar o modalizar con mi reflexión lo que siente
mi cuerpo del mismo modo que, en el juego de las sombras chinescas, puedo
modificar lo que veo jugando con las siluetas que mis dedos dibujan sobre una
pared. Y, nótese además, que la naturaleza de tal experiencia sólo puede ser
abordada a condición de que el sujeto haya sido debidamente convalidado como
eje, vértice o punto de referencia insoslayable de la filosofía.
¿Qué puede querer decir aquí ‘discriminar’? Por un lado que en la música
hay cierta precisión en la experiencia. Que algo se da inequívocamente, sin
confusión posible. Por otro lado, significa que musicalmente, de acuerdo con la

1
 La cita exacta es: «Die Musik ist eine Sprache, die einer unendlichen Verdeutlichung fähig
ist. Die Sprache deutet nur durch Begriffe, also durch das Medium des Gedankens entsteht die
Mitempfindung. Dies setzt ihr eine Grenze» KSA II 47: 2[10]. «La música es un lenguaje capaz
de una discriminación infinita. El lenguaje explica sólo a través de conceptos, de tal modo que
por medio del pensamiento surge la simpatía. Esto supone un límite para el lenguaje».

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La discriminación 73

fenomenología de tal experiencia, nos resulta relativamente más fácil separar la


sensación del mero registro somático de la sensación. Por ejemplo, que una cosa
es la música y otra diferente el sonido (algo que los músicos electroacústicos
contemporáneos no tienen muy claro). Reflexionamos como si nos fuera posible
franquear el límite de la inmediatez sensorio-perceptiva que necesariamente
gobierna todas las sensaciones. Pero esto es participar, por decirlo a la manera de
Wittgenstein, en un juego de lenguaje diferente, para el cual, dicho sea de paso,
hemos sido convenientemente adiestrados. Sólo entonces, escuchar música se
parece a la experiencia de otras sensaciones. Si no, como afirmaba Jankélévitch,
la música se convierte para nosotros en una experiencia inefable.
Pensemos en una experiencia visual. Consideremos por ejemplo, un rojo
intenso, abrumador, inequívoco. La ‘sensación’ (aisthēsis) de ese rojo sólo puede
decirse que acontece cuando el sujeto es capaz de sentirlo como intuición pro-
pia, experiencial, y como color –o como signo asociado al color–; o cuando es
capaz de discriminar (y subrayo aquí el uso de este verbo) entre el rojo que ve
y el contenido significante del rojo, separando el sentido de sus implicaciones
y valores, sus dimensiones asociadas, sus aplicaciones cromáticas y su gama
de matices, usos, valores, etc. En suma, entre el rojo como acontecimiento y
lo que el rojo quiere –o podría querer– decir. Por ejemplo, entre el rojo y su
condición de color o de propiedad de una extensión, el rojo que actua como
cualidad primaria o secundaria de una cosa. En tanto que información, todo lo
que el rojo pueda sugerirnos estará dado en y por la experiencia sensorial pero,
además y sobre todo, por la reflexión que nos sea posible hacer sobre ella.
Observo que el estímulo cromático es inequívocamente mío, pero sobre todo
lo es la reflexión que lo acompaña, que es privada. De nuevo nos topamos con
el arte, que sirve para desarticular la torpe seguridad de mis racionalizaciones.
Puedo argumentar que siempre habrá un juego de lenguaje detrás de una re-
flexión privada pero resulta que, cuando se trata de una obra de arte, sólo el
artista conoce las reglas de ese juego: nosotros sólo las conjeturamos.
Entre las cosas que el sujeto podría hacer con esa sensación está, por supues-
to, la de considerar la experiencia de ese rojo como sensación. Parece evidente
que, cualquiera que sea la índole del juicio que suscite una sensación, para re-
conocerla como tal es preciso trascender el horizonte que marca la percepción
en sí. Lo cual plantea una paradoja a primera vista insalvable, ya que si bien la
sensación existe en virtud del juicio a que da lugar, también existe en cuanto que
mero acontecimiento para el sujeto que la experimenta. Y dicho acontecimiento
–de nuevo para el sujeto– no se confunde con su juicio o interpretación sino
que resulta, en virtud de la facultad de juzgar, de la discriminación señalada. Si
puedo separar el rojo sentido del rojo reflexionado debería poder describir las
condiciones que hacen a uno diferente o distinto del otro, debería poder hablar
de uno y otro, pero lo cierto es que sólo puedo hablar de mi reflexión. Lo otro,
lo que la suscita, el rojo, pese a que muchas veces tiene un contorno definido,

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no puedo describirlo. Aquí hay un límite descorazonador porque implica que


infinidad de acontecimientos que son ‘del mundo’ porque tienen lugar en mi
cuerpo, no están en el mundo.
No obstante, esta limitación no presupone descrédito de mi capacidad de
juzgar y de comunicar mis juicios. ¿Cómo puede uno sentir algo y, en el contexto
mismo de esa sensación, sobreponerse a los efectos de la propia sensibilidad
con objeto de explicar racionalmente lo que está sintiendo? Los epistemólogos
sugieren el uso de criterios, cualquiera que sea el sentido que dé a tales ‘crite-
rios’, que son objetos ideativos no conceptuales. O, si no, sostienen que, para
explicar lo que siento siempre se puede emplear un lenguaje gestual u osten-
sivo. De nuevo nos encontramos con el arte. El artista traspone a un gesto que
puede, o no, plasmarse en una obra imperecedera, lo que siente, pero muchas
veces –por no decir siempre– esa trasposición es ininteligible. Por otra parte,
la ostensión es una herramienta comunicativa muy poco fiable y rudimentaria.
A través de un gesto puedo entender que un individuo tiene o siente hambre
porque se lleva la mano a la boca y mastica, pero desde luego no puedo saber
qué le apetece. Y, por lo demás, tratándose de ‘gestos’, ¿qué significa el gesto
de Marcel Duchamp cuando se lo conoce a través de una composición tan poco
diáfana como es la célebre Le Grand Verre?
Si lo pensamos bien, comunicar una sensación es tan inverosímil como
narrar una ensoñación al mismo tiempo que tiene lugar el sueño. Si fuera po-
sible colocar narración y ensoñación en el mismo nivel comunicativo, como si
fueran una misma cosa, entonces no haría falta narrar nada y la comunicación
de un sueño debería convertirse en una lisa y llana invitación a soñar. Más
que un sueño se trataría de una experiencia compartible, sin más. El sueño
se presenta como un objeto independiente para el sujeto que lo narra, pero
en realidad es un típico producto de la reflexión; más exactamente, de la
reconstrucción narrativa de los elementos oníricos que guarda la memoria.
‘Sueño’ es la anamnēsis de una experiencia pasada, es decir el recuerdo de
algo soñado; cuando menos, un subproducto de una actividad poética autónoma
que tiene a la ensoñación como motivo o pretexto pero que no puede invocar
referencia objetiva convalidante alguna. El sueño no es un objeto sino una
extensión del sujeto –como lo es, por otra parte, la sensación discriminada en
la música–, es decir, una experiencia sensorial reflexionada en la que inter-
vienen los sentimientos. Por generalización podríamos incluir muchas otras
experiencias semejantes: escenarios de terror donde se trata de describir el
miedo que se experimenta, la impresión que causa una obra arte, la angustia,
la genialidad de una jugada o la jugada en sí, si se ejecuta –por ejemplo– en
el marco de un juego abstracto.
¿Y por qué no incluir también el deseo entre las experiencias sin objeto?2 
¿Puede el deseo invocar algún tipo de objetualidad? No. Y sin embargo pocas
experiencias hay que sean más tangibles que el deseo. La fijación de un objeto

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La discriminación 75

para el deseo, según la teoría freudiana, no nace de la pulsión en sí sino de la


represión, es decir que es un subproducto cultural.
En el caso de los sueños parece evidente que de ellos sólo guardamos su
versión narrada y, si acaso, su interpretación, pero ésta, de nuevo, también es
narrativa. Lo mismo podría decirse de cualquier experiencia, cualquiera que sea
su naturaleza o su contexto. La experiencia no puede ser si no una reconstrucción
mnémica y, por eso mismo, una elaboración. De nuevo tenemos ante nosotros
el arte: parece evidente que se necesita contar con alguna pericia artística para
narrar un sueño. O incluso para poder compartir nuestras sensaciones.
Cabe la posibilidad de que esa experiencia, tenida como cambio de estado
del sujeto, sólo sea expresada, como, por ejemplo, cuando estallamos en car-
cajadas. La risa es expresión de un estado subjetivo de alegría, pero ¿cómo
sabe el otro que esa expresión se corresponde en verdad a un estado de alegría?
¿Cómo puede saber si no estoy tan sólo simulando la risa?3  La expresión no es
comunicación, entre otras razones, porque en ella sujeto y objeto se confunden.
Argumento escéptico que sin duda puede extenderse a toda experiencia si nos
atenemos al modo estricto en que la experiencia tiene lugar. Hecho denegado
que, no obstante, cuestiona de raíz el valor crítico de la interpretación de los
sueños o que, en última instancia, circunscribe el marco de convalidación de la
interpretación de un sueño a la capacidad de persuasión del discurso narrativo
que sirve para interpretarlo; en suma, remite a cierta eficacia retórica. Y, por
cierto, hay un estilo que identifica al relato de un sueño y que nos permite sugerir
que un cuento, o el pasaje de una novela, o una escena pintada o filmada, son
oníricos aunque –paradójicamente– nada los distinga de un relato realista. El
estilo de un relato nos sirve para reconocer que la narración de un sueño está
ocupando el lugar de un objeto imposible, el sueño en sí, que inevitablemente
se revela como constructo.
No. Si experimento una sensación –tanto como si sueño– no puedo dar
cuenta de ella sino, cuando mucho, recordarla, reconstruirla, recrearla poética
o prosaicamente, pero en cualquier caso, lo hago interponiendo un dispositivo
o un artefacto entre la experiencia en sí y su referencia comunicable. Como
con los sueños, digo o expreso o manifiesto o elaboro algo acerca la expe-

 2
  Jean-Luc Nancy apunta: «Pero si el deseo es doble, la carencia en él es tanto la apertura de
su impulso como el empuje de su infatigable tensión, una consideración. Si carece, es de nada:
es decir, de ningún objeto, pues todo es sujeto para él. El sujeto deseante no puede referirse sino
a un sujeto, él mismo deseante. Sin duda, éste es el sujeto que falta a su propia sustancia o a su
propia presuposición: pues es el sujeto que se adelanta a sí mismo» Nancy, J.-L. 2003: 43.
 3
 La situación puede llegar a ser dramática cuando se trata de dilucidar (o discriminar) si un
orgasmo femenino es real o fingido. La endeblez de los criterios observacionistas propuestos
por la denominada psicología cognitiva quedaba perfectamente ilustrada en aquel episodio de la
película When Harry met Sally de Rob Reiner, con guión de Nora Ephron (1989), en que Meg
Ryan (Sally) simula a la perfección los signos visibles de un orgasmo sentada a la mesa de una
cafetería delante de su compañero de reparto Billy Crystal (Harry).

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riencia estética, pero sólo en la medida en que he conseguido sustraerme de


algún modo a ella, para desembarazarme de sus efectos y trasponer el marco
excluyente de mi percepción, contrariando al cuerpo. Sólo por convención doy
como representación válida de esa experiencia la versión reconstruida de ella
a través del lenguaje. Y por convención pienso esa representación discursiva
como compartible por los demás, como una pieza inteligible, sujeta a razón
común. He aquí el misterio de la mónada y del leibniziano sistema de mónadas
que formamos, que únicamente tiene consistencia si se propone para ella una
probable, pero no segura, dilucidación estética. Y, por lo demás, razón suficiente
de que algunos filósofos de la tradición analítica (George Dickie y sobre todo
Nelson Goodman) nieguen toda consistencia a la llamada ‘experiencia estética’
o que, como hace Goodman al comienzo de Languages of Art adviertan que
lo que dicha experiencia sea en realidad no es materia de análisis filosófico
sino, quizá, una cuestión que sólo puede resolver una adecuada psicología de
la percepción.4 
Ni qué decir tiene que, si seguimos esta línea de pensamiento, estamos abo-
cados a considerar como falsarias o inauténticas todas las elaboraciones basadas
en experiencias fundadas en sensaciones, por sesudas o autorizadas que sean. En
ningún ámbito el escamoteo de la experiencia por su versión poetizada es tan
evidente como en el arte o, más precisamente, en cierta crítica cuando se aplica
a comentar obras de arte, ya sean contemporáneas o de cualquier otro tiempo.
Sobre todo cuando echa mano del característico discurso impresionista que da a
la jerga profesional su sello inconfundible. Por ejemplo cuando, en un alarde de
exquisitez impostada, el crítico se aprovecha de la licencia poética que habilita
a su discurso y se pone a hablar de ‘cromatismos’ en música o de ‘intensidades
matéricas’ en pintura o de la ‘transparencia del volumen’ en arquitectura o de
‘lirismo acerado’ en poesía. Lo que este tipo de expresiones tiene de inconsis-
tente no es únicamente el tono de camelo, la flagrante pedantería y el trasiego
de clichés que es tan habitual en el género y que está presente, por otra parte, no
sólo en la crítica sino en la filosofía de todos los tiempos, sino el hecho de que
revela la necesaria disociación entre experiencia y razón, lo cual hace que toda
‘crítica de arte’, en cuanto que desarrollada como pretendida racionalización
de una aisthēsis, se convierta inevitablemente en puro palabrerío.
Tenemos, pues, un problema muy difícil. Hay una experiencia (típicamente
estética) que, puesto que es sensación –es decir, hace intervenir los sentimientos–
no puede ser comunicada. ¿Cuál puede ser su legitimidad como experiencia?
¿Cómo sé ya no que el rojo que el otro ve es el mismo rojo que yo veo sino que
el otro ve, en verdad, un rojo, si el único elemento de prueba con que cuento
es su propia descripción de esa experiencia? Donald Davidson y muchos otros
filósofos de la tradición llamada analítica responden invariablemente: «Lo sé

 4
 Goodman, N. 1976.

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La discriminación 77

porque imagino que su experiencia debe de ser semejante a la mía en similares


circunstancias»; es decir, creo que el otro ve un rojo porque veo, compruebo
o colijo que sus respuestas en el nivel de la conducta explícita manifiesta son
análogas o semejantes a las mías en iguales circunstancias. Naturalmente, los
argumentos de Davidson5  sirven para explicar –aunque sea a medias– el rojo,
pero ¿cómo sé si ella me quiere? Davidson respondería: «Lo sé porque ella
se comporta como yo mismo cuando quiero a alguien». Pero esta respuesta es
poco satisfactoria para el enamorado: ¿y si no se comporta como yo cuando
estoy enamorado acaso debo concluir que no me quiere? La verdad es que la
fórmula de Davidson nos deja en una posición muy poco airosa. O bien hemos
de inclinarnos por la solución del neurótico obsesivo («Sé que ella me quiere
porque yo la quiero»; o por una solución mucho más arriesgada aún: «Sé que
me desea porque yo la deseo») que puede tener consecuencias imprevisibles.
O bien hemos de admitir que la pregunta del enamorado (‘¿Cómo sé que ella
me quiere?’) está condenada a quedar sin respuesta o que la observación de
una conducta no basta para tranquilizar una conciencia atribulada. En cualquier
caso, de lo que no cabe duda es que Davidson nunca ha estado enamorado.
Cuando se trata de considerar una experiencia de las llamadas privadas
–y toda ‘experiencia estética’ lo es– nos encontramos con la misma dificultad
descrita por Gilbert Ryle en el siguiente caso6 .
Dos compañeros de curso guiñan el ojo derecho. Uno, llamado Pérez, lo
hace porque tiene un tic involuntario, y el otro, Fernández, lo hace con intención
de establecer algún vínculo conspirativo con un amigo. Observados desde el
objetivo de una cámara fotográfica ambos guiños son idénticos en tanto que
movimientos (facta) de modo que resulta imposible establecer cuál es cuál.
Sin embargo, aunque está claro que hay una enorme diferencia entre ambos
gestos esa diferencia no puede ser apreciada objetivamente, cosa que ha podido
comprobar cualquiera que haya confundido un tic con un guiño de complicidad.
Uno de ellos, Fernández, comunica (¿expresa?) algo en particular y lo hace de
acuerdo con las siguientes pautas:
1) deliberadamente
2) a alguien en particular
3) con un mensaje
4) de acuerdo con un código preestablecido
5) sin conocimiento de los demás
Parece evidente que, como apunta Ryle, Fernández, al guiñar el ojo, hace
cuando menos dos cosas: contraer el párpado y emitir una señal, mientras que
Pérez hace una sola: parpadear de forma compulsiva. El de Fernández es un
gesto, es decir, la combinación de un código con una cultura o, para ponerlo en

 5
 Cf. Davidson, D. 2003.
 6
 Gilbert Ryle, citado por Geertz, C. 1988: 21–22.

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los términos del llamado segundo Wittgenstein, una combinación de signos que
resulta significativa dentro de un determinado juego de lenguaje. Hete aquí que
aparece un tercer protagonista, llamado Rodríguez, que se pone a remedar los
guiños de Pérez pero de forma desmañada, exagerando el gesto con objeto de
divertir a sus compañeros. También aquí hay un mensaje (código+cultura, signo
+ juego de lenguaje) pero ahora no hay conspiración o movimiento compulsivo
alguno sino una actitud de mofa, de burla o de poner en ridículo a alguna persona.
Si sus compañeros piensan, desde fuera, que su gesto es un guiño, la tentativa
burlona de Rodríguez fracasa por completo; aunque también fracasa si piensan
que está mostrando un tic, pero por razones diferentes. Incluso puede ocurrir
–sugiere Ryle– que nuestro Rodríguez, dudando de su capacidad de imitar los
guiños de Pérez y Fernández, se ponga a ensayar delante de un espejo el gesto
que ha observado en sus compañeros. En tal caso, Rodríguez ni estaría mos-
trando un tic, ni estaría haciendo un guiño, como tampoco estaría remedando
a sus compañeros, pero una cámara, o un behaviorista radical o un fanático de
los protocolos, creerá que Rodríguez está contrayendo un párpado, como hacen
sus compañeros Pérez y Fernández. Ryle complica aún más la cosa e imagina
que Fernández no guiñaba el ojo como señal de una conspiración en marcha
sino que sólo simulaba hacerlo. Si fuera así, Rodríguez remedaría algo que no
es lo que piensa, de manera que también cambiarían nuestras explicaciones
acerca de lo que Rodríguez ensaya delante del espejo.
Por consiguiente hay, como mínimo, dos descripciones posibles acerca de
lo que hace Rodríguez: una, que es superficial («Rodríguez parpadea»); y otra,
que es densa (broad): «Rodríguez se burla de un amigo simulando que guiña
un ojo para hacer creer a un inocente que está en marcha una conspiración».
Geertz concluye que la segunda es el objeto y propósito de la etnografía puesto
que ésta consiste en una estratificación jerárquica de estructuras significativas
que sirven para producir, interpretar y percibir las relaciones entre guiños, tics,
guiños fingidos, parodias, etc. independientemente de lo que se haga con los
párpados.
Sin duda he aquí un problema mayor de los etnógrafos a la hora de confirmar
sus hipótesis sobre la conducta de los individuos y las sociedades que observan,
pero también un problema localizable, por otra parte, en muchos otros ámbitos
en los que se trata de interpretar un hecho del que tenemos noticia solamente por
la manifestación superficial de unos signos. Si la naturaleza artística de un objeto
queda determinada por la intención artística de quien lo ha producido ¿cómo
puedo saber que esa intención es verdadera o fingida si de ella sólo considero
los gestos o declaraciones del artista? Igualmente por lo que toca a la realidad o
a la naturaleza de toda ‘experiencia interior’, sea o no estética. Nos encontramos
de nuevo en una encrucijada escéptica y no podemos si no dar la razón a Lacan
cuando afirmaba provocativamente que la única prueba de la existencia de una
‘vida interior’ de un individuo era, por desgracia, las heces de éste.

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La discriminación 79

Análogamente al problema planteado por Ryle, llegar a captar las relaciones


entre los diferentes estratos simbólicos y sígnicos es lo mismo que interpretar
lo que una música quiere expresar.
Los románticos más respetables –o sea, los jóvenes del llamado Círculo
de Jena reunido en torno a las enseñanzas de Fichte– encontraban una vía de
escape a la paradoja afirmando que, por ejemplo, el arte, donde la sensación
autoconciente, reflexiva o discriminada tiene lugar todo el tiempo, es una for-
ma de conocimiento. Conocimiento que, por lo demás, en la medida en que es
extático, trasciende las limitaciones de la apariencia y se eleva a la condición
de conocimiento directo, inmediato, de lo en sí o Absoluto. No en vano la apa-
riencia sensible era pensada como causante de la distinción entre sensación y
conocimiento (o razón) de esa sensación. Así la distinción entre poesía ingenua y
sentimental de Schiller, donde la segunda viene a ser como la Poesie der Poesie
de Friedrich Schlegel, una poesía que es conciente de serlo. En esta dimensión
del arte, el arte puede no tener objeto pero siempre es conocimiento de algo;
cuando menos, del arte mismo, de ahí que Schelling afirmara que los signos
artísticos son en definitiva tautagóricos, puesto que, a falta de un referente
explícito, trazan alegorías de los propios signos alegorizantes.
Ser conciente de una experiencia sensible –o sea, reflexionar sobre ella– es,
en este enfoque, la clave para discriminar qué tiene lugar en una experiencia
inefable, privada, acorde con nuestra naturaleza monádica. Pero la conciencia
de la experiencia, según la aguda observación de Nietzsche, está lejos de ha-
cer justicia a la experiencia en sí. Si consideramos en detalle lo que afirma en
el §354 de La gaya ciencia, la instancia de la conciencia queda rebajada a la
condición de mero subproducto de la comunicación; y la comunicación, a su
vez, aparece como devenida del instinto gregario de la especie, el cual –por
último– es interpretado como subproducto de la necesidad y el miedo.
En el mencionado §354 de La gaya ciencia7  Nietzsche comienza planteando
una pregunta incómoda: ¿Para qué sirve la conciencia? Y responde: sirve para
que seamos concientes de nosotros mismos. Pero de nuevo, ¿para qué sirve
ser concientes de nosotros mismos si ese contenido de conocimiento no puede
ser comunicado a los demás? He aquí un conocimiento inútil y, sin embargo,
insoslayable, fundamental, puesto que atañe a nuestra condición ontológica.
Nietzsche constata que se puede realizar una cantidad enorme de actividades
mentales (pensamientos, emociones) y acciones en las que interviene una
voluntad alerta y dispuesta sin necesidad de que nada de lo que hacemos entre
en la conciencia. La instancia especulativa (reflexiva) que está implícita en el
acto de tener conciencia (el así llamado ‘saber que’) no es necesaria. ¿Para
qué puede servirnos esta duplicación de la experiencia que se da en forma de
un saber: sé que escucho, sé que esto es un color, sé que estoy triste, etcétera?

 7
 Nietzsche, F. 1992: 217–219.

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80 enrique lynch

Y, sin embargo, eso es lo que nos viene propuesto en la experiencia (discrimi-


nante) de la música. Por el contrario, permanecer encerrado en la experiencia,
en los marcos de la sensación, es para Nietzsche incluso más auténtico, como
si el autismo fuese una forma de experiencia válida, o la mónada leibniziana
la condición natural del hombre.
De acuerdo, ¿pero de cuál hombre estamos hablando? Del hombre que se
ve desde la perspectiva del sujeto. Así, somos mónadas autistas cuando nos
consideramos desde la condición subjetiva, es decir, desde nuestros respecti-
vos yos. En esa condición necesariamente nos representamos todos diferentes
e inasimilables. Pero, al mismo tiempo, la conciencia de esa singularidad nos
coloca fuera de la experiencia en la que nos reconocemos singulares, fuera de
la sensación. Desde esta posición extrañada, nos reconocemos todos iguales
porque es como si nos viéramos ‘desde fuera’, desde la perspectiva del objeto.
La conciencia vendría a ser un recurso que nos revela nuestro íntimo autismo
natural y, por lo contrario, nos habilita a una ilusoria ‘objetividad’, lo que nos
autoriza a pensarnos iguales a nuestros semejantes. Somos iguales, sí, pero sólo
en nuestra auto-referencia; luego, iguales pueden ser –aunque nunca vayamos a
confirmar este supuesto– nuestros sentimientos, nuestras ‘experiencias interio-
res’. La estética –que en definitiva se ocupa de la experiencia interior, de la vida
de los sentimientos, de todo aquello que no puede ser objetivado (por ejemplo,
de lo bello)– se ocupa de resolver la tensión excluyente de estas condiciones.
De modo pues que una clave para comprender la experiencia estética sólo
cabría hallarla en la extravaganza de Leibniz descrita en su obra póstuma, la
Monadología, la cual, pese a sus evidentes connotaciones metafísicas, pinta
con sorprendentes matices y coincidencias nuestra condición íntima en relación
con nuestras experiencias subjetivas. Según Leibniz, en el mundo no se puede
ser sino simple (único, singular, irreductible) o compuesto (por seres únicos,
singulares, irreductibles). ‘Ser’ aquí, como en la antigua Grecia, es haber.
Leibniz llama mónadas a las sustancias simples y agregados de mónadas a
los entes compuestos, y su descripción de las primeras deja ver que éstas se
parecen a los átomos pero no lo son8 . ¿Qué tienen de especial estas extrañas
entidades? En lo que aquí nos interesa: primero, que son únicas e indivisibles
precisamente porque son singulares, y para preservarse en la unicidad que
las caracteriza, nada puede entrar en ellas, y nada, tampoco, puede salir de
ellas. Lo que dentro de ellas acontece, allí queda, herméticamente sellado.
Las mónadas sobreviven, pues, pero rodeadas de una muralla infranqueable,
en estado de aterradora clausura, como un objeto opaco, liso, sin ventanas. La
clausura de las mónadas es la condición que funda y estatuye su diferencia

 Cosa que sin embargo no consigue disuadir a Gustavo Bueno, quien en sus comentarios
 8

preliminares a la edición de la Monadología que consulto, convierte las sutilezas metafísicas de


Leibniz en ideas o argumentos cuasi materialistas que –como era previsible– sirven para abonar
su propio materialismo.

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La discriminación 81

específica, su razón. Es decir que están autodefinidas o autoconstituidas por


su diferencia y singularidad absolutas y, por eso mismo, están condenadas a
una suerte de autismo según el cual, nada de lo que las constituye como tales
puede ser comunicado a las otras mónadas. En el mundo que forman o que
habitan no hay comunicación generada por ellas mismas y, no obstante, hay
relación necesaria entre ellas.
Las mónadas son eternas, todas distintas entre sí y todas están sometidas a
cambio perpetuo. De modo significativo, Leibniz llama a los cambios que sufren
las mónadas ‘percepción’ (de ellas y de las demás mónadas) y a los cambios
que llevan de una percepción a otra ‘apercepción’ o ‘sentimiento’9.
Las mónadas que no sólo perciben sino que además son capaces de acompa-
ñar los cambios de una percepción a otra con ayuda de la memoria son almas.
Y las almas tienen del mundo infinitas referencias que, inevitablemente, son
confusas –por apasionadas– tanto como son distintas las referencias a sí –porque
son racionales– y, por ello mismo, incomunicables. El mundo es uno y diverso
porque se constituye «como una ciudad contemplada desde lados diferentes
[que] parece otra y queda como multiplicada por las perspectivas»10, es decir
que cada referencia monádica da lugar a infinitos mundos posibles que Dios,
en virtud de su Potencia, tiende a poner en armonía, una armonía universal
por la que «cualquier sustancia expresa a todas las demás [pero sólo] por las
relaciones que tiene con ellas».11  Más que al racionalismo crítico kantiano, por
lo tanto, Leibniz parece anticiparse al perspectivismo de Nietzsche y, curiosa-
mente, parece oponerse a la tradición nacida por inspiración de su obra ya que,
la razón es lo que las mónadas/almas comparten pero sólo en cuanto a que son
capaces de establecer relación con ellas mismas, a autorreferirse, mientras que
la pasión es lo que comparten por su relación con las demás. En el lugar de la
razón común cartesiana nos encontramos con la pasión común. El alma sólo
sabe conocer ‘por razón’, clara y distintamente, lo que atañe a ella misma y
eso que conoce, que sabe de sí, no puede comunicarlo. Leibniz lo pone así, al
final de §61: «Pero un alma no puede leer en sí misma sino lo que en ella está
distintamente representado; no puede desplegar todos sus repliegues a la vez,
porque tienden al infinito».12  En cambio, puede comunicar su pasión –aunque
no el contenido de ésta, que necesariamente pasa por la auto-referencia racio-
nal– porque la pasión es lo que pone a la mónada en relación con el mundo.
Vemos aquí una consistencia evidente entre la pasión comunicable de las
mónadas y la conciencia que, según afirma Nietzsche, nace de la comunica-
ción. No es la condición que hace posible la comunicación sino aquélla un
subproducto de ésta. Para que podamos comunicarnos en nuestra condición de
 9
 Leibniz, G.W. 1981: §19.
 10
 Ibid., §57.
 11
 Ibid., §59.
 12
 Ibid., §61.

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82 enrique lynch

mónadas, tenemos que generar esta instancia interior conciente. ¿Y qué dispara
la ‘necesidad’ de la comunicación? La vida de los sentimientos, la penuria, las
necesidades materiales. Como dependemos de los demás, estamos obligados
a comunicarnos con ellos, y salir así de nuestro autismo. El hombre, animal
en peligro, requiere de la conciencia para poder comunicarse con los demás.
Quienes se exceden, porque sobresalen (y derrochan comunicación) son los
que ‘nacen tardíamente, al final de una larga cadena’, los artistas, los oradores,
los escritores, que, según afirma el tópico, son seres apasionados.
¿Qué es la conciencia? «Una red de conexiones entre hombre y hombre»
que se traspone al lenguaje en forma de signos destinados a comunicar al otro
que necesitamos ayuda. Para comunicarnos es preciso que sepamos lo que nos
falta: saber qué y cómo sentimos, saber qué pensamos, pues «El hombre piensa
continuamente, pero no lo sabe».
¿Cómo se hace conciente todo este pensamiento continuo? Trasponiéndolo a
palabras por medio de signos de comunicación, de manera que el desarrollo del
lenguaje y de la conciencia van de la mano. La conciencia no es una cualidad
de la condición individual sino que pertenece a la naturaleza gregaria del hom-
bre. De modo que lo que se conoce ‘concientemente’ es sólo lo que se puede
comunicar, la parte más superficial de la experiencia: el ‘genio de la especie’.
Nietzsche llama a esta trasposición «fenomenalismo de la conciencia» y advierte
que da lugar a «corrupción, falsificación, superficialización y generalización».
Al constreñirse al marco de la experiencia observable, objetiva, común (esto
es, a todo lo que no es privado) la teoría del conocimiento ha quedado atrapada
en los nudos corredizos de la gramática –Nietzsche, con gesto aristocratizante,
la llama «metafísica del pueblo»– y dedicada elaborar solamente la parte de
nuestra experiencia que surge ya discriminada por la vida gregaria, por la con-
ciencia. Es la conciencia y no la sensación la que discrimina entre el sujeto que
conoce y el objeto conocido, y de nuevo es la conciencia la que dictamina que
toda otra experiencia (inconciente, fantasía, sueño, locura, confusión) quede
reservada al ámbito del sentido íntimo, por llamarlo así, es decir, a la secreta,
muda condición de la vida monádica.
Algo de esta rígida determinación entre los órdenes del mundo, el mío y el
mundo de los demás, se rompe con ocasión de la música que, paradójicamente,
es la más precisa, la más discriminada de mis experiencias. La diferencia entre
conciencia y sentimiento es lo que la música, por la vía de una experiencia, nos
permite discriminar, dándonos así un conocimiento más auténtico de nosotros
mismos. Más precisa o más discriminada es porque, más allá de una imposible
descripción subjetiva de lo que sentimos, ofrece al otro un medio para sentir
lo mismo y sentirlo de forma apasionada. Enhorabuena entonces, porque es la
pasión –y no la razón– la que nos saca del autismo.
Ahora bien, si sólo la música es capaz de permitirnos una discriminación
precisa, ¿por qué ha de ser esta discriminación, además, infinita?

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 69-83


La discriminación 83

bibliografía

Davidson, Donald 2003: Subjetivo, intersubjetivo, objetivo, tr. O. Fernández Prat,


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Goodman, Nelson 1976: Languages of art: An approach to a theory of symbols,
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Jankélévitch, Vladimir 1983: La musique et l’ineffable, Seuil, Paris.
Leibniz, Gottfried Wilhelm 1981: Monadología, intr. G. Bueno, tr. J. Velarde,
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Nancy, Jean-Luc 2003: El ‘hay’ de la relación sexual, tr. F. Vidarte y C. de Peretti,
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Nietzsche, Friedrich 1992: La ciencia jovial (La gaya ciencia), ed. José Jara, Monte
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Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 85

Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche y


su función filosófica: Algunos resultados de la investigación
sobre el Diccionario-Nietzsche1  

gerd schank, herman siemens, paul van tongeren


Universidad de Nijmegen (Holanda)

Queremos hacer en este artículo algunas observaciones sobre el tema del


uso del lenguaje en Nietzsche y describirlo de una manera más precisa. Nos
concentramos para ello sobre un número de observaciones contextuales de su
lenguaje, que están unidas en muchas aspectos con su proyecto filosófico. El
pensamiento de Nietzsche puede caracterizarse por el intento de hacer justicia a
la multiplicidad y al cambio de una manera radical; una caracterización que lo
sitúa no sólo en la oposición clásica, al lado de Heráclito y frente a Parménides,
sino que lo distingue propiamente de aquello que puede ser considerado como
la línea dominante en toda la historia de la Filosofía desde Platón. Muchos
conceptos clave de su pensamiento remiten a esta caracterización central: la
voluntad de poder y el papel de la lucha; el perspectivismo y el sentido de la
interpretación; la genealogía y así sucesivamente: todos ellos tienen relación
con el hecho de que en Nietzsche figura en un primer plano la utilización de
los términos ‘unidad’ y ‘Ser’, ‘multiplicidad’ y ‘devenir’.
De un pensador como Nietzsche seguramente se puede esperar que una tal
idea fundamental se exprese también en su uso del lenguaje. Nietzsche no sólo
era como filólogo un experto en cuestiones del lenguaje, era también como artista
un creador del lenguaje y con el lenguaje, y como filósofo estaba convencido
ante todo del influjo del lenguaje en el pensamiento y viceversa: también los
esquemas mentales y las tradiciones intelectuales se suprimen permaneciendo en
el lenguaje. De ahí que el interés por la multiplicidad y el cambio se reflejen no
sólo en su lenguaje; el lenguaje mismo, según la concepción de Nietzsche, es al
mismo tiempo también el producto de una realidad cambiante y polisémica, y es
por encima de ello el instrumento, más aún, el arma para romper el poder de toda
dogmatización, con lo cual el lenguaje es, sin embargo, con frecuencia un instru-
mento resistente, porque está encadenado a aquello que lo intenta romper.

1
Nota del traductor: Publicamos este artículo en traducción castellana, pero es ésta su primera
publicación tanto en castellano como en sus lenguas originales holandesa y alemana.

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86 gerd schank, herman siemens, paul van tongeren

En este artículo, sin embargo, no nos ocuparemos en un primer plano a


una tal definición filosófica e interpretación del lenguaje de Nietzsche, sino
que nos limitaremos principalmente a la descripción de unas cuantas de sus
observaciones típicas (§2). Sólo al final formularemos algunas propuestas para
una interpretación filosófica de las observaciones descritas (§3). Comenzamos
con una introducción, que informa brevemente sobre la investigación de la que
procede esta aportación (§1)

1. Necesidad y método de una investigación


del uso del lenguaje en Nietzsche

Los filósofos se esfuerzan en general por conseguir definiciones y conceptos


claros. Aspiran en su uso del lenguaje, en la medida de sus posibilidades, de una
relación reciproca entre significante y significado, y ciertamente a que sea lo
más independiente posible del contexto. En Nietzsche a penas o nada se puede
hablar de eso, como lo pueden aclarar un par de manifestaciones procedentes de
la investigación de Nietzsche. Según la apreciación de Mette, Nietzsche es un
«descubridor de palabras y un acuñador de expresiones kat’exochēn»1. Según
la concepción de Müller-Lauter, Nietzsche nombra «con el mismo concepto
sus peculiaridades valoradas de manera distinta»2. Ansell-Pearson habla de la
‘polisemia’ de muchas palabras claves de Nietzsche y pone como ejemplo el
término ‘superhombre’. Más adelante él cree poder dar cuenta de un ejemplo de
Nietzsche con las ‘connotaciones’ de la preposición über (sobre), por ejemplo
Über-mensch (super-hombre)3. Willers pone de relieve que en el Zaratustra
«no pocas palabras tienen nuevas connotaciones»4. Politycki habla incluso de
la «semántica privada» de Nietzsche5, de «la praxis lingüística parecida a un
laberinto» de Nietzsche6, de una «traducción del término individual»7, así como
«los cambios de sentido de Nietzsche unívocos, dobles o múltiples»8. Él habla
además del «uso estrictamente dialéctico de la palabra» en Nietzsche (en la

A. Mette, Zur Psychologie des Dionysischen. In: Imago. Zeitschrift für Anwendung der
1

Psychoanalyse auf die Geisteswissenschaften. Hg. Sigmund Freud. Leipzig, Wien u. Zürich. Nr.
20, 1934, 191-218. Aquí p. 216. (Citado en: M. Politycki, Umwertung aller Werte?, De Gruyter,
Berlin, 1989, p. 105).
2
W. Müller-Lauter, Nietzsche. Seine Philosophie der Gegensätze und die Gegensätze seiner
Philosophie. Walter de Gruyter, Berlin, 1971, p. 1.
3
K. Ansell-Pearson, Nietzsche contra Rousseau, Cambridge University Press, Cambridge,
1991, p. 159.
4
U. Willers, Nietzsches antichristliche Christologie, Tyrolia, Innsbruck-Wien, 1988, p. 171.
5
Politycki 1989, pp. 101 y 105s.
6
Ibid., p. 107.
7
Ibid., p. 109.
8
Ibid., p. 106. Umbegreifung es una forma de analogía de Polityckis para la ‘transvaloración’
(Umwertung).

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Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 87

polarización de los significados de una palabra), así como «del uso perspectivista
múltiple de la palabra, cuando una palabra (significante) mantiene significados
distintos según la perspectiva»9. El mismo Nietzsche era completamente cons-
ciente de ello: «Muchas palabras se han incrustado en mi con otras sales y tienen
un sabor distinto tanto a mi paladar como para mis lectores»10. También Peter
Gast había observado esto, tal y como se puede ver, cuando escribe que «cada
palabra de Nietzsche [tiene] un sentido propio, más profundo y penetrante que
en los filósofos precedentes»11.
Estas características del uso del lenguaje de Nietzsche están llamativamente en
contra de la accesibilidad relativamente grande de sus escritos, al menos aparente-
mente. Nietzsche pertenece a ese pequeño grupo de pensadores que son también muy
leídos fuera del círculo de la filosofía especializada. Sus escritos no pertenecen sólo
a la historia (y quizás incluso al canon) de la filosofía, sino que también pertenecen a
la historia de la lengua y literatura alemanas. Este carácter accesible de sus escritos
es, sin embargo, traicionero. No solamente se pasa por alto fácilmente el experimento
filosófico que tiene lugar en sus escritos, sino que además se olvida con facilidad,
que el alemán del siglo XIX de Nietzsche no es el alemán de hoy –aun dejando
completamente a parte la circunstancia de que Nietzsche de vez en cuando recurre a
significados antiguos de las palabras como a aquellos que en su época eran usuales12.
Todavía hay que añadir que el lenguaje de Nietzsche, de manera más profunda
que en muchos otros autores, ha sido infectado por la historia de la recepción.
Al menos algunas expresiones de su lenguaje parecen haberse establecido en
una interpretación dudosa tanto política como filosóficamente.
Por lo tanto, hay motivos más que suficientes para una investigación a
fondo del uso del lenguaje en Nietzsche, y para un diccionario de Nietzsche,
como el que está siendo preparando desde hace algunos años por un grupo de
investigación internacional, que tiene su centro en Nimega (Holanda). En el
último número de Estudios Nietzsche (3, 2003, 207-213) fue presentado ya
brevemente este proyecto. Como anticipo a la aparición del primer tomo del
Diccionario de Nietzsche, que saldrá como muy tarde este año, se presentan
en este artículo algunos resultados de esta investigación.
El Diccionario de Nietzsche procede ante todo semasiológicamente, pero une
este principio metodológico con elementos onomasiológicos. Eso significa que
9
Politycki 1989, p. 112.
10
Carta de Nietzsche a Brandes, 2-12-1887, KSB VIII 206.
11
P. Gast, Observación previa a «Así habló Zaratustra», p. 2, citado en Politycki, op. cit.,
p. 109.
12
Por ejemplo gemein (común), que Nietzsche también utiliza con el significado antiguo
documentado en Lutero; o ‘descubrir’ (entdecken), que en él de vez en cundo tiene el significado
antiguo de ‘desenmascarar’ (entlarven); o ‘artificial’ (künstlich), que a veces tiene todavía el
significado de ‘artificioso’ (kusntvoll). También el término que ocupa un lugar central ‘gegen’
(contra) tiene en Nietzsche todavía un espectro de significado más amplio que el actual. Véase
G. Schank, Dionysos gegen den Gekreuzigten, P. Lang, Bern, 1993.

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88 gerd schank, herman siemens, paul van tongeren

en primer lugar no está el concepto, sino el significante. De ese modo, pueden


ser comprendidos mejor los cambios de significados, los nuevos significados
así como la combinación de significados y connotaciones. También puede ser
definido mejor el lugar histórico lingüístico del uso que hace Nietzsche de una
palabra determinada. Además de eso, la palabra se sitúa sin embargo también
en el (correspondiente) campo semántico, a través del cual son posibles otros
exámenes adicionales en el uso del lenguaje de Nietzsche. De esta manera, se
pueden poner de relieve cambios en el uso del significante individual a lo largo
de la cronología de los escritos de Nietzsche, pero también cambios semánticos,
y en tercer lugar, cambios en los puntos de referencia de Nietzsche respecto a
estos conceptos. En esta reconstrucción del campo semántico, en el que una
palabra mantiene su(s) significado(s), se lleva a cabo un planteamiento onoma-
siológico. Éste adquiere especial relevancia, cuando la utilización de Nietzsche
de la palabra en cuestión es definida también histórico-conceptualmente, y cuan-
do en la discusión con la investigación de Nietzsche en la literatura secundaria
se describe el significado del concepto en el pensamiento de Nietzsche. En el
presente artículo nos limitamos a la descripción de algunos resultados de la
parte (primera) semasiológica del artículo en el Diccionario de Nietzsche13.
En él, la tarea principal es la recopilación y el poner en orden en la medida de
lo posible los distintos significados, aspectos del significado y de los usos relevan-
tes significativos de la palabra en cuestión. Para ese objetivo se ha investigado y
consultado cada cita en la que aparece una palabra, entrando en detalles respecto
al significado que tiene aquí la palabra. Esto conduce a una estructura compleja,
en la que se distinguen a menudo una docena de distintos aspectos significativos.
Aunque para cada una de las variantes distintas tomamos siempre como ejemplo
una o más citas, la mayoría de las veces es imposible reducir a un único signi-
ficado el uso de una palabra en un determinado texto. Los aspectos distintos y
diferentes del significado suenan siempre todos simultáneamente, de una u otra
manera, en el uso de Nietzsche de la palabra en cuestión. Sin embargo, es impor-
tante distinguir los significados diversos y los aspectos significativos. Categorías
palmarias, que pueden ser usadas en esto, son por ejemplo: la distinción entre
la interpretación que se mantiene en el significado usual de una palabra, frente
a la interpretación propia de Nietzsche de esa palabra –por ejemplo, ‘moral’

Cuando a continuación se habla de ‘palabra’ (Word), se quiere expresar en primer término


13

el ‘significante’. Cuando luego se habla de ‘procesos semánticos’, se quiere decir con ello el
hecho de que Nietzsche atribuye a una palabra uno ( o varios) significados. Cuando se habla de
un ‘nuevo’ significado, aquí significa: un significado que hasta ahora no se ha unido todavía con
la palabra. Las innovaciones lingüísticas de Nietzsche tienen lugar primeramente en el campo
semántico. Dejando a parte que en el presente artículo el planteamiento onomasiológico no se va
a seguir discutiendo, también se excluyen aquí aspectos pragmáticos y preformativos del uso del
lenguaje de Nietzsche. Por lo tanto, se trata en lo que sigue de un proceso semántico en el sentido
indicado. Nosotros hacemos siempre referencia en el presente artículo al trabajo ya elaborado
para el Diccionario de Nietzsche, sin remitir explícitamente a él en cada ocasión.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 85-103


Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 89

(Moral)–, o entre un significado metafísico o no metafísico de una palabra –por


ejemplo, ‘reflejo’ (Abglanz)–; o entre una connotación neutral, una negativa y
una positiva –por ejemplo, ‘abreviatura’ (Abbreviatur)–; o también las distintas
clases de realidad (cosas, animales, hombres, comunidades), en cuyo contexto
Nietzsche utiliza la palabra; etc. Nosotros elaboraremos un poco más adelante
algunos criterios periódicos del uso polisémico del lenguaje en Nietzsche, que
se ponen en claro a través de ese uso.

2. Algunos procesos semánticos centrales en los textos filosóficos


de Nietzsche

2.1. Connotación y cambio de connotación

Por connotación se entiende en lingüística las «ideas emocionales conco-


mitantes de una palabra»14. En el uso del lenguaje de Nietzsche tenemos una
connotación positiva o negativa claramente reconocible para casi todas las
palabras más importantes para su pensamiento. Generalmente son connotadas
positivamente, por ejemplo, los griegos, la vida, lucha y guerra. Por el contrario,
moral, rebaño y Platón lo son la mayoría de las veces negativamente.
Pero también hay en Nietzsche palabras cuya connotación cambia: la
‘metáfora de las cadenas’ aparece con una connotación positiva en el giro
«bailar encadenado» (in Ketten tanzen) (MA IIb, §140, KSA II 612), pero la
connotación es negativa si se habla de la «la enfermedad de las cadenas» (Ket-
ten-krankheit), de la que los hombres deben ser curados (MA IIb 350, KSA II
702). En el mismo escrito, El caminante y su sombra, (MA IIb) una metáfora
puede, por lo tanto, ser negativa o positiva según el contexto. La considera-
ción de las connotaciones, y el cambio de connotación de modo especial, es
particularmente importante en ciertas palabras explosivas, como por ejemplo,
‘rebaño’ (Herde) y ‘degeneración’ (Entartung), que en general tienen un valor
connotativo exclusivamente negativo. También en Nietzsche la connotación
negativa de ‘degeneración’ está documentada, cuando por ejemplo habla de la
«degeneración del dominador» (KSA XI 102, 25[344]), con lo que él piensa
en un desvío de la ‘forma’ en que se ha utilizado hasta ahora y especialmente
en un dominador aristocrático. Además él usa sin embargo también la palabra
‘degeneración’ con una connotación positiva y en un contexto, que la concep-
ción usual unida a esta palabra de una desvalorización y un movimiento des-
cendente se invierte completamente, cuando él habla de un «ennoblecimiento
por degeneración» (MA I §224, KSA II 187). Un tal cambio de connotación
(y de significado) no pude ser pasado por alto. ‘Degeneración’ es utilizada en
Nietzsche de diferente modo, y la utilización de esta palabra más recientemente,

14
W. Ulrich, Wörterbuch Linguistische Grundbegriffe, Ferdinand Hirt., Kiel, 1972, p. 63.

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90 gerd schank, herman siemens, paul van tongeren

connotada exclusivamente de manera negativa, indicando una desvaloración,


es decir, una depreciación, no puede por eso apoyarse en Nietzsche.
El cambio de connotación puede también estar unido al cambio de significado.
Las palabras ‘hombre culto’ (Gebildete) y ‘formado’ (gebildet) las utiliza siempre
Nietzsche, cuando él comprende ‘gebildet’ en sentido tradicional, con una con-
notación negativa. Sin embargo, él usa la palabra con una connotación positiva,
cuando piensa gebildet en su sentido, así por ejemplo cuando escribe: «Nuestra
sociedad representa sólo la cultura [Bildung], falta el ‘hombre culto’ [Gebildete]»
(KSA XII 220, 5[81]). El Nietzsche tardío concibe al ‘hombre culto’ como alguien
que está formado (gebildet) de una ‘manera orgánico-fisiológica’.
Las connotaciones son dadas a entender en Nietzsche la mayoría de las veces
mediante el contexto correspondiente, pero en ocasiones también mediante comillas
(así en el ejemplo de Gebildete), en donde además se dan la mano el cambio de
connotación y el cambio de significado. Especialmente complicado resulta, por
ejemplo, a este respecto con la palabra ‘aventura’ (Abenteuer). Aquí se pueden
demostrar en Nietzsche dos significados, una aventura ‘interna’ y una aventura
‘externa’, que pueden ser connotadas las dos en un sentido positivo y negativo.

2.2. Cambio de significado: Atribución de un nuevo significado

Debe hablarse de un cambio de significado, cuando Nietzsche sustituye el


significado tradicional de una palabra por un significado nuevo, introducido
por él de nuevo, y cuando él utiliza luego (más o menos) exclusivamente este
nuevo significado en sus escritos siguientes. Como ejemplo podemos señalar: la
palabra ‘conciencia’ (Bewusstsein), con la que Nietzsche define nuevamente y
fundamenta conciencia sobre la base del inconsciente (instinto y sensaciones), o
también ‘pensamiento’ (Denken), que en él, a diferencia de la tradición filosófica,
tiene su punto de partida en el pensamiento inconsciente del cuerpo15.
Si se plante la difícil cuestión de la relación entre conceptos tradicionales y
los acuñados nuevamente por Nietzsche, entonces se podría quizás hablar aquí a
primera vista de una divergencia. Sin embargo, la cuestión es más complicada.
Mientras que, por ejemplo, el concepto de conciencia de Descartes se basa en
el par de contrarios res extensa y res cogitans, en Nietzsche esta oposición se
supera, en la medida en que él admite un tránsito flexible, una gradación del
cuerpo, sus instintos y sensaciones hacia una conciencia y un pensamiento
consciente que se construyen sobre ellos. Nietzsche deja a un lado el funda-
mento del concepto de conciencia de Descartes. Sus conceptos respectivos de
conciencia parten de premisas completamente distintas y se encuentran, por
decirlo así, sobre planos totalmente distintos, y son por eso también difícilmente
comparables. Si se quiere hablar aquí todavía de una ‘oposición’ de los dos

15
Más ejemplos en Politycki, op. cit., p. 105.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 85-103


Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 91

conceptos de conciencia, entonces no se prestaría atención los fundamentos


totalmente distintos, sobre los que descansan estos dos conceptos. Por lo tan-
to, no se hace justicia a la filosofía de Nietzsche y a sus innovaciones con esa
manera de considerarlas solamente de modo puntual, puesto que pone entre
paréntesis el contexto filosófico, en cuyo marco Nietzsche efectúa sus nuevas
definiciones semánticas y filosóficas. Pues la atribución de nuevos significados
no está nunca limitada en Nietzsche a palabras individuales. Nunca tiene lugar
solo puntualmente, sino más bien la mayoría de las veces en el marco de suce-
sivas innovaciones, de tal manera que todo un complejo filosófico y un círculo
de problemas son transformados semánticamente y definidos de nuevo, sobre
los que se darán más adelante algunos ejemplos.

2.3. Duplicación del significado

Es muy frecuente que en Nietzsche una palabra conserve junto a su signifi-


cado tradicional uno o más significados nuevos adicionales. Politycki formula
este hecho de la siguiente manera: «casi cada palabra gana al menos [en el uso
del lenguaje de Nietzsche] un doble suelo», así por ejemplo una expresiones
centrales como ‘ciencia’, ‘voluntad’ y ‘máscara’. Incluso llega a afirmar que «las
denotaciones Über-, es decir ‘hombre superior’, oscilan de un extremo a otro»16.
Intentemos en primer lugar aproximarnos paso a paso al hecho indicado.
Se trata, como se podría formular brevemente, de dobles atribuciones se-
mánticas, de palabras que Nietzsche usa tanto con el significado tradicional
como también con un significado nuevo atribuido por él. Palabras con una
doble atribución las usa Nietzsche en toda su obra, variando con estos dos
significados, es decir, con un significado tradicional y uno nuevo, a diferencia
de palabras con cambio de significado, en donde el significado antiguo ya no
es usado por Nietzsche.
Lo ejemplos más conocidos son: ‘bien’ (gut), pero también ‘virtud’ (Tugend)
e incluso ‘rebaño’ (Herde). Así conserva, es decir, mantiene la palabra ‘bien’
su significado tradicional en el contexto de la moral cristiana, pero recibe adi-
cionalmente un nuevo significado atribuido por Nietzsche dentro del contexto
del hombre noble en la antigua Grecia. Como ejemplo se podría citar también
la palabra ‘ascesis’ (Askese), que en conexión con los antiguos indica en Nie-
tzsche la represión de los instintos sobre la base de su afirmación (JGB §229); sin
embargo, ella significa, en cuanto ideal cristiano, la negación y la destrucción de
los instintos. Además la palabra ‘modestia’ (Bescheidenheit), que en el contexto
cristiano significa una voluntaria falta de autoestima, pero que en Nietzsche
indica una autoestima adecuada, comedida. La palabra ‘casta’ (Kaste) utilizada
por Nietzsche raramente, unida tradicionalmente con una actitud de pureza,
conserva en él el significado amplio de ‘grupo social, estrato, clase’.
16
Ibid., p. 107.

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92 gerd schank, herman siemens, paul van tongeren

Las palabras pueden tener también varios significados, uno tradicional y otro
nuevo adicional, como por ejemplo, la palabra ‘moral’, que puede indicar por un
lado la moral cristiana; pero también, en segundo lugar, puede desempeñar como
un concepto genérico para todas las posibles morales; y en tercer lugar, puede
indicar en Nietzsche un sistema de valoraciones fundado antropológicamente,
que coincide con las condiciones de vida de un ser y le garantiza su existencia.
El significado múltiple de la palabra ‘verdad’ es sumamente complejo en
Nietzsche. Martin distingue: tres uses, es decir frames con diversas variantes de
significado respectivamente17 De este modo, pueden distinguirse: en primer lugar,
los usos de ‘verdad’ en el contexto de una «crítica de la verdad tradicional» (con
5 variantes de significado); en segundo lugar, los «usos específicamente filosó-
ficos conectados a menudo con reflexiones epistemológicas» (con 6 variantes
de significado); y tercero, «usos de la palabra conectados con el nihilismo y la
posibilidad de su superación» (con 3 variantes), con lo cual se produce para Martin
un significado con catorce variantes, ‘la verdad dionisiaca’: «la visión de un modo
de existencia transformada más allá del nihilismo y la muerte de Dios».
¿Qué pasa, entonces, en este contexto con el problema de la oposición, o
polaridad? Politycki vuelve hacer aquí una formulación bastante extrema: «casi
todos los conceptos centrales de Nietzsche [están] en sí polarizados»18. Un poco
antes habla en el contexto presente de ‘equivocaciones’, y de la presencia de
significados contrapuestos en un espacio muy reducido19. Como ejemplos cita:
‘natural’ (KSA XII 449, 10[77]) y ‘superficial’ (KSA XII 46 y 49, 1[161] y
1[172]) Widhammer habla de ‘una polarización interna de la palabra’20. ¡Esta
tesis va seguramente demasiado lejos! Quizás es valida para ‘bien’ o ‘virtud’
–aunque aquí los dos significados correspondientes no están en ningún caso
en el mismo plano, pues tienen lugar en contextos respectivamente distintos,
no son por consiguiente comparables con otros sin más.
Tomemos todavía otro ejemplo, en el que se trata de un caso especial en tanto
que aquí entran en juego varios significantes, que se aproximan mucho pero
fonéticamente. Se trata de un caso en que una palabra de Nietzsche conserva
adicionalmente dos nuevos significados, en donde estos nuevos significados,
sin embargo, se expresan por varios significantes fácilmente cambiados. Pen-
semos en la palabra ‘espíritu libre’ (Freigeist). Freigeist tiene en Nietzsche
también por de pronto el significado tradicional de ‘libertino’ y conserva luego
adicionalmente otros dos nuevos significados: ‘espíritu libre/que ha llegado a
ser libre’ (el que se libra completamente de todas las tradiciones y crea nuevos

17
G. T. Martin, From Nietzsche to Wittgenstein, P. Lang. Bern, Frankfurt a.M., 1989, aquí
pp. 91-103.
18
Politycki, op. cit., p. 112.
19
Ibid., p. 108.
20
H. Widhammer, Realismus und klassizistische Tradition. Zur Theorie der Literatur in Deuts­
chland 1848-1860, Diss. Tübingen, 1972, aquí p. 102 (citado en Politycki, p. 111, nota 273).

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Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 93

valores) así como ‘legislador’ (Gezetzgeber). Para los nuevos significados


Nietzsche usa también, sin embargo la palabra ‘espíritu libre’ (por ejemplo
MA, prólogo 2, KSA II 15; EH MA 1, KSA VI 322)21. En este caso Politycki
vuelve a hablar aquí ‘contrario’ (Gegenteil): un ‘espíritu libre’ (freier Geist)
indica «directamente lo contrario de aquello que se comprende comúnmente
bajo un ‘un espíritu libre’» (Freigeist)22. Pero se podría tratar aquí en primer
lugar de un seguir progresando en una escala, por lo tanto de una gradación:
el ‘espíritu libre’ (frei Geist) liberándose de la tradición va más allá que el
‘espíritu libre’ (Freigeist), al que Nietzsche ¡también señala como «(todavía)
un espíritu dependiente»! Sin embargo, se podría hablar quizás también, sobre
la base de esa distinción de grado llevada hasta el extremo, de una oposición
entre el ‘espíritu libre’ (Freigeist) tradicional y el ‘espíritu libre’ (frei Geist)
de Nietzsche, pero no en el sentido de una contradicción, sino en el sentido de
Nietzsche de una lucha, de un combate que busca la libertad en el concepto
tradicional de ‘espíritu libre’ (Freigeist).

2.4. Trasgresión de los significados polares mediante la creación de


uno nuevo, trasgrediéndolo y abarcándolo

Las palabras pueden conservar en Nietzsche un nuevo significado en la


medida en que ellas son sacadas de una relación polar tradicional, es decir, de
una oposición, cuyos conceptos por su lado han conservado previamente nue-
vos significados. Un ejemplo de ello: la oposición tradicional ‘verdad’ versus
‘error’ desaparece en Nietzsche, pues según su concepción no hay una ‘verdad’
en sentido metafísico y tradicional. Si no hay ninguna ‘verdad’ en este sentido,
tampoco hay un ‘error’ como su polo contrario. Todo lo que se hace pasar por
‘verdad’ es según eso (al mismo tiempo) un ‘error’. La palabra ‘error’ conserva
por eso en Nietzsche un nuevo significado más allá de la oposición tradicional,
‘verdad versus error’. Todo conocimiento es un ‘error’ en este sentido, puesto que
lo produce el hombre. Pero el hombre tiene que conformarse con estos ‘errores’,
pues él no tiene otra(s) ‘verdad’(es). ‘Verdad’ y ‘error’ se malogran, y la palabra
‘error’ conserva por eso sobre esta vía en Nietzsche una connotación positiva.
De modo semejante se conserva la oposición tradicional de los dos térmi-
nos ‘ser’ versus ‘apariencia’. Se resuelve a favor de ‘apariencia’ con un nuevo
significado. Bönig describe este proceso como ‘destornillar la bivalencia’23.
Análogos procedimientos se pueden también dar, cuando la pareja de contrarios

21
Más complicado es todavía este hecho a causa de que los nuevos significados no pueden
ser fijados sobre un eje cronológico lineal.
22
Politycki, op. cit., p. 105.
23
T. Böning, Metaphysik, Kunst und Sprache beim frühen Nietzsche, De Gruyter, Berlin,
1988, aquí p. 95. Vése también C. Aydin, Zijn en Worden. Nietzsches Omduiding van het Sub-
stantiebegrip, Diss. Nijmegen, 2003, aquí p. 107.

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94 gerd schank, herman siemens, paul van tongeren

‘mundo verdadero’ versus ‘mundo real’ se resuelve y se supera a favor de un


mundo. También un nuevo concepto de Nietzsche de ‘amigo’ (Freund) podía
llevarse a cabo por este camino. En Nietzsche la palabra ‘amigo’ conserva un
nuevo significado, abarca al mismo tiempo los componentes de los significados
tradicionales de ‘enemigo’ (Feind) y ‘amigo’, sin corresponderse todavía con
los significados tradicionales de ambas palabras.
Este modelo de superación no se observa ciertamente con mucha frecuencia
en Nietzsche, sin embargo es fundamental, puesto que se consigue un desmante-
lamiento de las oposiciones tradicionales, de los pares de oposiciones. Todavía
no se pude hacer una indicación más exacta del número de estos procedimien-
tos semánticos; serán ‘descubiertas’ en parte con el trabajo del Diccionario de
Nietzsche.
La centralidad de ese modelo indicado, se pone de manifiesto en el desarrollo
semántico filosófico de la pareja de conceptos tradicional ‘dionisiaco/apolíneo’.
A través de un repetido cambio de oposición el concepto de lo ‘dionisiaco’ en
Nietzsche es cada vez más importante, hasta que él finalmente absorbe en sí el
par de oposiciones inicial. Este proceso semántico y filosófico se lleva a cabo
en varios pasos. En un primer paso lo ‘bárbaro’ dionisiaco (mencionado sólo
una vez en GT) es refrenado por lo apolíneo hasta convertirse en lo ‘dionisiaco
griego’24. Este ‘dionisiaco griego’, que en GT ocupa una posición central hasta
que entra en escena Sócrates y Eurípides, se acerca por segunda vez a lo apolíneo
en una oposición, es decir, ‘antagonismo’, que produce en el punto álgido de la
cultura griega la tragedia griega al unirse estos dos ‘instintos artísticos’ (por un
tiempo). En una tercera fase surge por medio de Sócrates una nueva oposición
entre lo dionisíaco y lo socrático (GT 12): arte y ciencia se enfrentan y forman
la nueva oposición. Sólo cuando Sócrates comienza a cultivar la música, se
produce también aquí la posibilidad de un cambio fecundo entre ciencia y arte25.
Sólo así puede lo socrático ser incluido en lo dionisiaco.
Como se ve, el concepto, y con ello el significado de lo ‘dionisiaco’, llega
a ser cada vez más ‘importante’, en la medida en que incluye en sí paso a paso
sus oposiciones. En este proceso semántico y filosófico no se trata, sin embargo,
de una dialéctica según el modelo de Hegel, como el mismo Nietzsche pone de
relieve varias veces con énfasis, sino más bien de un apoyo en la filosofía de la
lucha, de las oposiciones y del juego de Heráclito26. Pues en el concepto de lo
dionisiaco del Nietzsche tardío no se destruyen los antagonistas mencionados,
sino que permanecen conservados en una pluralidad llena de tensión. Según
esto, lo dionisiaco tendría que entenderse como una pluralidad dinámica en sí
llena de tensión de fuerzas que tienden a enfrentarse.

Sobre esto, B. von Reibnitz, Ein Kommentar zu Friedrich Nietzsche, «Die Geburt der
24

Tragödie aus dem Geiste der Musik» (Kap. 1-12), Metzler, Stuttgart, 1992, pp. 96ss.
25
GT 13s.; B. von Reibnitz, op. cit., pp. 336-339.
26
T. Böning, op. cit., p. 220.

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Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 95

3. Desciframiento y producción de significados en los textos de Nietzsche

3.1. El ‘reconocimiento’ de significados en los textos de Nietzsche

Si las palabras (significantes) en los textos de Nietzsche pueden tener


significados propios, antiguos y nuevos: ¿cómo, y en qué puede reconocer el
lector estos significados? En parte mediante las indicaciones que el mismo Nie-
tzsche incorpora en los textos; pero también en parte faltan tales indicaciones
explícitas. Incluso se puede decir que en Nietzsche faltan en gran parte pasajes
metalingüísticos, en los que él introduce explícitamente sus nuevos significados
o conceptos definidos nuevamente con más detalle. La causa de esto puede
quizás estar en que él no quiere fijar significados para siempre.
El reconocimiento de los significados está esencialmente indicado en los
siguientes factores. En primer lugar proporciona comprensiblemente el contexto
correspondiente una llave a la investigación semántica de las palabras usadas
en ellos. El contexto específico de los significados verbales es una nota típica
del uso lingüístico de Nietzsche, por medio del cual se distingue en gran me-
dida de la tradición filosófica. Como ejemplo podemos remitirnos al título de
GM I: ‘bueno y malvado’ (Gut und Böse), ‘bueno y malo’ (Gut und Schlecht)
(GM I, KSA V 257). Aquí las polaridades citadas correspondientes a ‘bueno’,
por consiguiente el contexto, se refieren a los significados distintos de ‘bueno’,
y al mismo tiempo son perfilados también a través de ello los significados de
‘malvado’ y ‘malo’ en este título.
También las comillas pueden tener en Nietzsche, junto a otras funciones, una
función que modifica el significado y lo denota. Ellas pueden indicar un nuevo
significado añadido por Nietzsche; o modificar un nuevo concepto o incluso iro-
nizar, sin que se siga el añadido (explícito) de un nuevo significado. Para eso se
puede de nuevo remitir al ejemplo citado más arriba: falta el ‘hombre culto’.
Según Stegmaier27 Nietzsche pone casi todos los conceptos tradicionales
entre comillas, con lo que estas, según su concepción, tienen las siguientes
funciones: sirven para poner en duda la pretensión de firmeza de ellos o para
poner en duda su base metafísica (como cuando Nietzsche pone entre comillas
‘voluntad libre (freier Wille); o al planteamiento de su ‘sentido’, que Nietzsche
busca aclarar entonces por medio de su método genealógico, así por ejemplo
el ‘sentido’ de ‘castigo’ (Strafe) (en GM II §12 y §13). Las comillas juegan en
Nietzsche un gran papel, de tal manera que él mismo califica su filosofía, aunque
también con reservas, de ‘filosofía palmípeda’ (KSA XI 580, 37[5])28.
El cambio de significado y su especificación puede también efectuarse
por medio de la adición de adjetivos determinados como ‘pequeño/grande’,
27
W. Stegmaier, Nietzsches «Genealogie der Moral», Wissenschaftliche Buchgesellschaft,
Darmstadt, 1994, p. 78; reproducido aquí en forma abreviada.
28
Para esto también U. Willers, op. cit., p. 37.

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96 gerd schank, herman siemens, paul van tongeren

‘verdadero/falso’, ‘fuerte/débil’ y ser reconocido en eso. Según Politycji29,


‘el adjetivo calificativo ‘grande’ (gross) puede cambiar el significado de un
sustantivo hasta en lo contrario. Como ejemplo citemos, sin que tengamos que
entrar aquí una vez más en la cuestión, en qué medida aquí puede hablarse de
‘contrario’: ‘el gran criminal’ (KSA XIII 109, 11[283]); ‘la gran salud’ (FW
§382, KSA III 653s.); ‘la gran razón’ (Z I, KSA IV 39), con lo que se quiere
decir la razón del cuerpo, por eso la razón tradicional se entiende también como
una ‘pequeña razón’30.
Politycki distingue aquí también incluso cuatro grados del cambio de signi-
ficado añadiendo el adjetivo ‘grande’31. El adjetivo añadido ‘grande’ contiene
siempre una revalorización del sustantivo respectivo, mientras ‘pequeño’ (klein)
consigue lo contrario. Para la asignación de ‘grande’, o bien ‘pequeño’, es de-
cisivo si el concepto cuestionado se asocia a la vida fuerte ‘ascendente’ o a la
vida débil ‘descendente’, o sea a la voluntad de vivir. En este sentido, también
es de nuevo palpable, que no se pueden separar muy a menudo en Nietzsche
los procesos semánticos y los connotativos, lo que aquí sin embargo fue hecho
por razones de claridad.
Los cambios de significado pueden también efectuarse por medio de una
especificación del papel del hablante, así cuando por ejemplo se dice: «dicho
teológicamente –préstese atención, pues raras veces hablo yo como teólogo…»
(EH X §2, KSA VI 351), También aquí se podrían aducir otros ejemplos.

3.2. Ópticas

Con los últimos ejemplos fue introducido un hecho, que en los textos de
Nietzsche juega un papel muy importante para la atribución –y también nueva
atribución– de significados. Nietzsche mismo habla aquí de ‘óptica(s)’ y tam-
bién de ‘perspectivas’32. Con ello se piensa en el hecho de que Nietzsche en sus
textos no habla desde un único punto de vista, no desde un única ‘óptica’, es
decir, ‘perspectiva’. Más bien, las ópticas pueden cambiar en un mismo texto,
y la óptica que habla actualmente en el texto no debe ser su propia óptica.
Ópticas particulares, como por ejemplo la cristiana, están acompañadas respec-
tivamente de un uso del lenguaje específico para ellas. Por eso se pude decir,
que en los textos de Nietzsche eventualmente las variedades semánticas entran
una con otra en una contienda intencionada o también en diálogo. Nietzsche
podría querer hacer referencia con ello por un lado a la polisemia de muchas

Politycki, op. cit., p. 113.


29

Los ejemplos se pueden multiplicar fácilmente: el ‘gran estilo’, la ‘gran seriedad’ ‘la gran
30

misión’, etc.
31
Politycki, op. cit., p. 114s.
32
Sobre esto véase C. Zittel, ‘Perspektivismus’, en H. Ottmann (ed.), Nietzsche Handbuch,
Metzler, Stuttgart, 2000, pp. 299-301. T. Busch, Die Affirmation des Chaos. Eos Verlag Erzabtei
St. Ottilien, St. Ottilien, 1989, p. 26 habla de Sichtweisen (‘modos de ver’).

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Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 97

expresiones, que él mismo a través de la atribución de nuevos significados


no raramente con frecuencia también aumenta. Por otro lado, su meta podría
ser deshacer significados ‘comprobados’ y con ello movilizar la semántica de
muchas palabras y del lenguaje en general.
Podría ser una empresa inútil querer proponer más o menos una lista completa
de todas las ópticas que aparecen en sus textos. La óptica de los griegos, por
ejemplo, juega un papel importante, es decir, un discurso y un uso del lenguaje
desde la óptica de los griegos, para lo que hay que mencionar aquí ante todo a los
presocráticos con Heráclito, cuando se trata de hablar de ‘opuestos’ y de ‘devenir’.
Además de eso también juega continuamente un papel importante la óptica de la
moral y de la religión cristianas. Hablar desde la óptica de la filosofía de Scho-
penhauer es algo que se circunscribe, por el contrario, al Nietzsche joven (GT)
Desde las distintas posiciones de estas ópticas se producen en Nietzsche
distintas atribuciones de significado en los ámbitos de la ‘ontología’ (devenir
frente a ser) moral (bien/mal, bueno/malvado), virtud, humildad, modestia,
egoísmo, etc. Las ópticas pueden alternarse, como se ha dicho, en un texto,
como por ejemplo ese es el caso en la metáfora de la serpiente en el Zaratustra.
Por un lado es la ‘la compañera preferida’ de Zaratustra (junto con el león); por
otro lado, sin embargo, es también repugnante, como la ‘serpiente negra’ del
nihilismo (Z III, KSA IV 201 s). Una superposición de ópticas está presente a
menudo en el uso de las ‘comillas’.

3.3. La voluntad de poder y su función generadora de significado

Aproximadamente a partir de 1884 Nietzsche desarrolla el concepto de


voluntad de poder (Z II, KSA IV 146s.), concepto que se puede caracterizar
brevemente con Gerhardt como una ‘fuerza fundamental de todo acontecer’33.
Aquí, sin embargo, solamente debe ser aclarado este concepto en su función
generadora de significado.
Nietzsche explicita esta función muy claramente una vez en GM (GM II
§12 y §13, KSA V 313s), en donde él señala en el ejemplo de la palabra ‘pena’
(Strafe) el cambio del ‘sentido’, es decir, significados de una palabra como
«una ininterrumpida cadena indicativa de interpretaciones y reajustes siempre
nuevos», actúa a través de «la sucesión de procesos de avasallamiento más o
menos profundos […] que tienen lugar en la cosa» (GM II §12, KSA V 314).
Nietzsche quiere mostrar con eso que una palabra y una cosa no tienen desde
su origen su significado de una vez por todas (él polemiza aquí con Aristóteles),
sino que ellas correspondientemente conservan a causa de las constelaciones
de poder cambiantes ‘sentidos’ distintos sucesivos, es decir, significados, o
reciben añadidos. Esto lleva a una licuación del significado(s) de una palabra,
33
V. Gerhardt, ‘Wille zur Mach’, en H. Toman (ed.), Nietzsche Handbuch, Metzler, Stuttgart,
2000, pp. 353-354.

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por ejemplo de la palabra ‘pena’. No sólo la ‘forma’ introducida por Aristóteles


como fija es ‘fluida’, sino también el ‘sentido’, los ‘sentidos’, es decir, los signi-
ficados de la palabra que indica esta forma, es decir aquí de la palabra ‘pena’,
son fluidos: «la forma es fluida, el ‘sentido’ lo es todavía más…» se dice en GM
(GM II §12, KSA V 315)34. En el caso de la ‘pena’ Nietzsche distingue entre lo
‘relativamente duradero en la pena, el uso’, por un lado, y por otro lado ‘lo fluido
en ella, el sentido, la finalidad’ (GM II §13, KSA V 216). Ambos están sujetos
a las interpretaciones de la ‘voluntad de poder’ (VP). El ‘uso’ fue interpretado
como ‘pena’, y a la ‘pena’ así concebida le fueron atribuidos de nuevo diferentes
‘sentidos’ y ‘finalidades’ por sucesivas interpretaciones en el desarrollo cultural
(GM II §13, KSA V 317). La voluntad de poder aparece así como una fuerza
que interpreta y crea significado35. De lo dicho parece claro que no solo hay un
‘cambio de significado’ en la historia de tradiciones e instituciones (como en el
ejemplo de la ‘pena’), sino también en el uso propio de Nietzsche de palabras
y conceptos.
Las tipificaciones de los opuestos que aparecen no raras veces en el contexto
de la VP indican con ello a menudo solamente grados intermedios. Lo mismo
pasa, por ejemplo, con la famosa tipificación de los opuestos ‘moral de escla-
vos y moral de señores’, que se orienta en la VP. Se introduce en Más allá del
bien y del mal (§260, KSA V 211) e inmediatamente se vuelve a suavizar, pues
Nietzsche alude al mismo tiempo en su introducción a que estas dos morales
aparecen siempre mezcladas en las ‘culturas superiores’36.
Mencionemos todavía otro ejemplo para la atribución de un nuevo significado
mediante la VP, la palabra ‘felicidad’ (Glück). En la tradición se circunscribió
más bien ‘felicidad’ con conceptos como ‘tranquilidad, paz, satisfacción’. Nie-
tzsche, por el contrario, concibe ‘felicidad’ sobre la base de la VP ante todo
como una acción continuada, sin meta, y de ninguna manera como ‘un valor
supremo’. El Nietzsche tardío pone luego en conexión ‘felicidad’ también con su
concepto del ‘eterno retorno ‘, del ‘decir sí’, de tal manera que aquí quizás surge
un significado de ‘felicidad’ que trasciende a los dos mencionados, es decir al
tradicional y al suyo propio definido en VP, con lo que aquí también al mismo
tiempo podría ser otro ejemplo para la superación de la ‘oposiciones’

34
Cf. sobre esto de una manera más detallada en C. Aydin, op. cit., pp. 115-121.
35
W. Stegmaier, op. cit., pp. 118-121 aclara el fenómeno de los ‘cambio de sentido’ en los
cinco significados sucesivos, que conserva la palabra Ressentiment según su interpretación en
Nietzsche. También juegan un papel central en estos cambios de sentido los factores Stärke
(‘fortaleza’), o bien Schwäche (‘debilidad’).
36
Sobre el papel de la tipificación de la oposición y de su resolución en el contexto presente
cf. también W. Stegmaier, op. cit., pp. 118-121.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 85-103


Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 99

3.4. Transvaloración(es)

De acuerdo con su crítica a las oposiciones, tanto en sentido metafísico como


también en sentido lógico, pone Nietzsche a menudo gradaciones, diferencias de
grados, estadios nuevos y transiciones fluidas en lugar de los significados existentes,
en vez de nuevas oposiciones, es decir, de significados contrapuntos en el sentido
indicado. Eso ya fue aclarado más arriba. No obstante, hay que mantener que la
lucha es un componente integral, no solo para la concepción de Nietzsche de la
realidad, sino también de su proyecto filosófico, muy especialmente en su carácter
como ‘transvaloración’. Y en el contexto de la transvaloración se pude muy bien
hablar de oposiciones y contraposiciones, sin embargo (tampoco aquí) en el sentido
metafísico tradicional, sino en el sentido de las confrontaciones polémicas llevadas
por Nietzsche hasta el extremo con los conceptos y valores tradicionales. En este
contexto es, sin embargo, tanto más importante describir de un modo más exacto
las operaciones que Nietzsche aplica al lenguaje y a los conceptos, para evitar los
malentendidos metafísicos, lógicos o dialécticos de su proyecto de transvaloración.
Una transvaloración comprende manifiestamente la transformación de los valores
en sus oposiciones, en el sentido de que expresiones con valor positivo cobran un
valor negativo, o bien expresiones con valor negativo cobran un valor positivo.
Estas sustituciones de valores son producidas, por lo general, mediante una con-
frontación crítica con expresiones específicas, que tienen que aceptar para ellas su
valor positivo, tratando de atribuir a esas mismas expresiones nuevos significados
positivos. ¿Qué es lo que ocurre exactamente con eso en los ámbitos del lenguaje,
de los conceptos y de sus determinaciones? ¿Qué operaciones aplica Nietzsche
a las palabras y a los conceptos, que él somete a la transvaloración? Sobre estos
procedimientos el Diccionario de Nietzsche puede arrojar luz de un extremo a otro
de los escritos de Nietzsche con su investigación de los significados, variaciones y
cambios de significado de las palabras específicas. La palabra ‘grandeza’ (Grösse),
aunque es una expresión de valor, ofrece especialmente buenos ejemplos de la
transvaloración. En ellos se pueden distinguir tres tipos de operaciones, tres dife-
rentes estrategias, de dotar al lenguaje con nuevos significados, que son relevantes
como tales para el proyecto de la transvaloración.
Para Nietzsche el concepto de ‘grandeza’ (Grösse, Gr.) desempeña con fre-
cuencia, en conexión con el uso tradicional, como una atribución de un valor
positivo (en contextos normativos). En los textos de Nietzsche, sin embargo, el
criterio para la Gr. es sumamente variable y dependiente del contexto, y el sig-
nificado de la palabra Gr. se aparta con frecuencia de los significados habituales.
Incluso se pude hablar de un esfuerzo constante por fecundar, transformar y
transvalorar recíprocamente conceptos de Gr. tradicionales (cristianos, idealis-
tas) y los actuales (idealistas, morales o políticos). En donde Nietzsche acepta
un conflicto con los conceptos existentes de Gr., al menos pueden distinguirse
tres estrategias, o bien operaciones:

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 85-103


100 gerd schank, herman siemens, paul van tongeren

La primera estrategia incluye una nueva interpretación crítica de un con-


cepto establecido de Gr., con la intención de aceptar para éste su valor positivo,
que se basa sobre el significado que se le ha atribuido hasta ahora. Entonces se
atribuye un nuevo significado(s) (o varios) contrapuesto al significado criticado.
En este proceso se mantienen las connotaciones positivas de la palabra y son
trasladadas a su(s) nuevo(s) significado(s) contrapuesto(s). En consonancia con
los nuevos significados se cambian radicalmente los objetos de referencia (de-
notata). Con este procedimiento la palabra conserva también su valor positivo
y su connotación positiva, pero mantiene un nuevo significado contrapuesto y
sus denotata se cambian conforme a la modificación del significado.
Así escribe Nietzsche, por ejemplo, en un fragmento póstumo respecto a la
moralista ‘falsificación de la historia’ (KSA XII 428, 9[157]): «se quiere que la
fe sea lo sobresaliente de la grandeza». Luego él da a la palabra Gr. un nuevo
significado contrapuesto, que parte del concepto de la incredulidad: «pero la
falta de objeciones, el escepticismo, la permisión de poderse deshacer de una
creencia, la ‘inmoralidad’ pertenece a la grandeza». El valor positivo de Gr.
(ya) no se vincula ahora con la exhibición de la cualidad moral de la fe, sino
con la capacidad de pasar sin esta o sin cualidades morales: con ‘inmoralidad’.
Con esta manera de proceder se cambian los objetos de referencia de Gr., de
acuerdo con el nuevo significado de Gr. «Cesar, Federico el Grande, Napoleón
pero también Homero, Aristófanes, Leonardo, Goethe […]». La intención de
esta operación es desmoralizar el concepto Gr. y revalorizar a una serie de
personas que son consideradas de manera tradicional como no morales o como
de dudosa moralidad.
En la segunda operación conserva la palabra Gr. un nuevo significado, pero
no por la sustitución de un concepto existente de Gr. –por ejemplo ‘fe’ (Glaube)
por un concepto (incredulidad) radicalmente contrapuesto, sino más bien por
medio de que el concepto existente sea sometido a un nuevo sentido que socava
la base de su valoración positiva. También aquí la meta consiste de nuevo en
conservar las connotaciones positivas de la palabra Gr., pero dándoles en la
nueva interpretación del concepto existente una fundamentación completamente
nueva. En esta forma de la transvaloración no se cambian, a diferencia de la
primera forma, los objetos de referencia de la palabra; lo que se cambia es la
manera en que se comprenden.
Así pues, Nietzsche da, por ejemplo, a la palabra Gr. en el Crepúsculo de los
ídolos, en las «Incursiones de un intempestivo», § 44, que lleva el título de ‘mi
concepto de genio’, una nueva significación fisiológico-económica: «El genio
–en su obra, en su acción– es necesariamente un derrochador: en darse del todo
está su grandeza… El instinto de autoconservación queda en suspenso, por así
decirlo; la arrolladora presión de las fuerzas que se desbordan le prohíbe toda
salvaguarda y toda previsión de ese tipo». Él está de acuerdo entonces con la
concepción popular de que la grandeza del genio está en su heroísmo y en su

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 85-103


Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 101

espíritu de sacrificio. Él hace esto pero no así, en la medida en que él rechaza


este concepto a favor de un concepto radicalmente contrapuesto (por ejemplo,
‘crueldad’, Grausamkheit, en vez de espíritu de sacrifico); más bien reduce el
concepto al nuevo significado de Gr., como derrochar/derroche. A heroísmo y
espíritu de sacrificio se les da otra interpretación en conceptos fisiológico-econó-
micos como una imprevisión del derrochador: «A esto se le llama ‘holocausto’, se
alaba en esto su ‘heroísmo’, su indiferencia frente a su propio bien, su entrega a
una idea, a una causa grande, una patria: todas estas cosas son malentendidos…
Él se derrama, se desborda, se gasta, no se economiza». En su corrección de
los malentendidos de un fenómeno amoral fisiológico Nietzsche no cambia los
objetos de referencia de las palabras Gr. y ‘genio’. Sus derrochadores no son
personas distintas de los héroes de las fantasías populares. Sin embargo, cambia
la interpretación de heroísmo como un derrochar el por qué de su grandeza.
Y esto en un modo que excluye la idea de una decisión moral, que es presu-
puesta por el concepto moral de Gr. como heroísmo y espíritu de sacrificio. La
grandeza del genio está ahora en recursos amorales, fisiológicos, que se deben
derrochar, «de manera fatal, irremediable, involuntaria, como involuntario es
el desbordamiento de un río sobre sus orillas» (Ibid.). En la medida en que se
excluye el concepto de libertad de elección y de voluntad, socavan estas metas
el concepto moral de Gr. como heroísmo y espíritu de sacrificio y las bases para
su valor positivo. Como en el primer ejemplo, esta operación tiene el efecto de
desmoralizar el concepto de Gr. pero como un cambio de interpretación del
heroísmo tiene ella también el efecto de proporcionar al concepto existente una
nueva presuposición fisiológica, o sea superabundancia, riqueza de fuerza, que
debe ser derrochada.
En los ejemplos y operaciones considerados hasta ahora se orientan los
nuevos significados atribuidos por Nietzsche a la palabra Gr. hasta un cierto
grado en los conceptos y significados existentes de Gr. –o como oposición
radical (incredulidad en vez de fe) o como una nueva interpretación socavada
(heroísmo como deber-derrochar). En eso contrastan estas dos operaciones con
una tercera clase de estrategia de transvaloración, que Nietzsche utiliza para
atribuir a la palabra Gr. nuevos significados. En este tercer caso funciona la pa-
labra Gr. además como atribución normativa de un valor positivo. Sin embargo,
Nietzsche ya no se orienta ahora en la asignación de nuevos significados en un
modo reconocible en los conceptos ya existentes de Gr.. Más bien deduce sus
criterios para Gr. de sus discusiones críticas con otros conceptos o valores, por
ejemplo, con el concepto cristiano de malvado, o a partir de valores de actua-
lidad, como el de la especialización, y además mediante la oposición radical
a conceptos o valores criticados. Esta operación aspira, mediante la referencia
a regiones o dominios que no tienen una relación explícita o evidente con el
concepto de Gr., a la creación de un concepto completamente nuevo de Gr., lo
que se indica de vez en cuando mediante el uso de ‘comillas’.

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102 gerd schank, herman siemens, paul van tongeren

En Más allá del bien y del mal, §212 se presenta el filósofo como «la con-
ciencia malvada de su tiempo». Su secreto propio era siempre «conocer una
nueva grandeza del hombre, un nuevo y no recorrido camino hacia su engran-
decimiento». Esta descripción proporciona entonces el criterio de la Gr., que
se desarrolla en este aforismo, o sea: como lo intempestivo, como aquello que
está en la más radical oposición al gusto del tiempo, a las virtudes y tendencias
de la época. En el transcurso del texto se usa este criterio sobre tres fenómenos
distintos, que exigen tres propiedades intempestivas que luego tienen que formar
el nuevo concepto de Nietzsche de Gr.:

1. «A la vista de un mundo de ‘ideas modernas’, el cual confinaría a cada uno


a un rincón y ‘especialidad’, un filósofo, en el caso de que hoy pueda haber
filósofos, se vería forzado a situar la grandeza del hombre, el concepto
‘grandeza’, precisamente en su amplitud y multiplicidad, en su totalidad en
muchas cosas».
2. «Hoy el gusto de la época y la virtud de la época debilitan y enflaquecen
la voluntad, nada está tan en armonía con la época como la debilidad de la
voluntad: por tanto, en el ideal del filósofo tienen que formar parte del con-
cepto ‘grandeza’ justo la fortaleza de la voluntad, justo la dureza y capacidad
para adoptar resoluciones largas».
3. «Hoy […] cuando en Europa es el animal de rebaño el único que recibe y
reparte honores […] yo quiero decir, combatiendo conjuntamente todo lo
raro, extraño y privilegiado del hombre superior, de la plenitud de poder y
el dominio superiores – que hoy el ser aristócrata, el querer ser para sí, el
poder ser distinto, el estar solo y el tener que vivir por sí mismo forman
parte del concepto ‘grandeza’».

La operación puede ser esquematizada del siguiente modo:

Conforme a la época ‡ Intempestiva


nuevo concepto de ‘grandeza’
1. ‘Especialidad’ ‡ amplitud, multiplicidad, totalidad en
muchas cosas
2. ‘Debilidad de la voluntad’ ‡ fortaleza de la voluntad
3. ‘Animal de rebaño’ ‡ el ser aristócrata, el poder ser distinto, etc.
(combatiendo todo lo raro, extraño, etc.)

Es evidente que estos análisis en cuanto tales (todavía) no pueden ser ade-
cuados o completos. Para una comprensión adecuada de la transvaloración de
Nietzsche de Gr. en los textos arriba expuestos deben estos análisis (solamen-
te) puntuales referidos a la expresión ‘grandeza’ ponerse en conexión con las
innovaciones semánticas y transformaciones de la semántica, dentro de un

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 85-103


Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche 103

amplio marco filosófico de la problemática de la transvaloración nietzschea-


na. Así, por ejemplo, la operación descrita en el ejemplo del primer texto se
puede relacionar con el cambio de la óptica mencionado ya antes: o sea como
cambio de una óptica cristiana (grandeza qua fe) a una óptica aristocrática, o
bien antigua (grandeza qua incredulidad, falta de objeciones) dentro del amplio
marco de una transvaloración: moral aristocrática en contraposición a una mo-
ral cristiana. Con ello son manifiestas las primeras combinaciones trasversales
entre los primeros procedimientos descritos de la atribución de significados y
la(s) transvaloración (es) en sentido estricto.
Pero también el primer análisis posible orientado verbalmente en el
Diccionario de Nietzsche trae a la luz, como se acaba de aclarar, algunas im-
portantes distinciones, como por ejemplo: ¿los significados atribuidos como
nuevos a una expresión son referidos explícitamente a significados existentes
de la expresión (operaciones 1 y 2), o hacen referencia a otras expresiones y
conceptos de campos y contextos que están ‘fuera’ (operación 3)? ¿En el primer
caso los nuevos significados son atribuidos a una expresión dada por medio de
una oposición radical con significados existentes (operación 1), o mediante una
reinterpretación socavada (operación 2)? ¿Conducen los nuevos significados a
un cambio de los objetos de referencia del concepto existente (operación 1), o
solo a un cambio de la relación de los objetos de referencia existentes (operación
2), o conducen al descubrimiento de serie completamente nueva de objetos de
referencia (operación 3)? Tales preguntas podrían abrir la posibilidad de una
comprensión más exacta de la transvaloración nietzscheana, especialmente en
textos en los que significados existentes de una palabra dada no solo son some-
tidos a una de las operaciones mencionadas, sino a una mezcla o combinación
de estrategias de transvaloración, lo que a menudo parece ser el caso37.

traducción de Luis E. De Santiago


Universidad de Málaga

37
Los ejemplos arriba citados demuestran una distinción ulterior importante y digna de
mención, aunque no se pueda seguir discutiendo aquí. En algunos casos, como por ejemplo en
el primer texto, una transvaloración contiene un acto de ‘legislación’, es decir una sustitución
formal o nueva definición de conceptos existentes. En otros casos, como en el tercer texto, las
formaciones existentes de un concepto son sometidas a un análisis detallado, de manera que las
nuevas atribuciones de significados se fundamentan en una argumentación crítica de los con-
ceptos vigentes. Sobre este punto se compare la diferencia entre Umbegreifung y Umwertung
(‘transvaloración’) en Politycki, op. cit., p. 102s.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 105

«En lucha con el lenguaje»


De Wittgenstein a Nietzsche 1 

vincenzo vitiello
Università degli Studi di Salerno (Italia)

A Elio Malasomma, in memorian

1.

Podrá parecer raro, paradójico, pero es un hecho: los filósofos modernos,


que, a diferencia de los antiguos, han puesto el ‘yo’ en el centro del Universo,
tanto lógico como real, se han preguntado poco o casi nada sobre lo que les es
más propio, sobre su lenguaje. No sobre el ‘contenido’ del lenguaje, sobre lo
que el lenguaje puede ‘significar’ –sobre sus límites y sus posibilidades, sobre
la diversidad del significar artístico, científico y de la vida cotidiana–, pues
este ‘contenido’ o ‘significado’, entendido en su acepción más amplia, se fue
convirtiendo cada vez más en el tema central de sus reflexiones, sino el lenguaje
practicado por ellos mismos al y para hablar del lenguaje: sobre la relación
que su práctica del lenguaje tiene con lo que puede decirse en general sobre el
lenguaje, y ante todo sobre la posibilidad y los modos de llevar al lenguaje, al
‘significado’, su práctica ‘significante’2.
En el prefacio a la Fenomenología del espíritu, Hegel se detuvo sobre
la oscuridad, a menudo lamentada y criticada, de la escritura filosófica, y la

1
Nota del traductor: Publicamos este artículo en traducción castellana, pero es ésta su
primera aparición en cualquier lengua. Para las citas de textos de Nietzsche hemos seguido el
criterio de mantener la versión que ha hecho el autor del alemán al italiano, y dar nosotros a su
vez la traducción del italiano. Somos conscientes que no es éste el criterio más ortodoxo, pero
creemos que responde mejor a unos mínimos criterios hermenéuticos. Si, como han demostrado
grandes pensadores del siglo XX, traducir es ya siempre interpretar, no tiene sentido sacar a
colación otra traducción castellana que no responda a la visión global del autor, de modo que se
produzcan disfunciones o incongruencias entre lo que dice el autor y la cita (y que, como se ha
hecho, haya que remediar luego con notas a pie de página). La trascripción a caracteres latinos
del griego antiguo es la utilizada internacionalmente y consagrada por el sitio web de referencia
para los estudios clásicos: The Perseus Digital Library (www.perseus.tufts.edu).
 2
Esta crítica también afecta, por tanto, a la teoría de los actos lingüísticos (Austin, en par-
ticular), como se evidenciará de todo lo que se diga a continuación sobre los autores estudiados
en este artículo.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 105-136


106 vincenzo vitiello

explicaba con el ‘hecho’ –sí, un hecho– que la forma típica del lenguaje, la
proposición, modelada según las determinaciones finitas del entendimiento,
no es capaz de expresar el pensamiento infinito de la razón. Por otra parte,
observaba, la filosofía no puede inventarse un lenguaje distinto, porque no
hay otra manera de expresar lo infinito que determinándolo, de-finiéndolo,
según un procedimiento que quita y conserva al mismo tiempo lo finito, y lo
hace uno actu. Es decir, la forma de la proposición no es menos necesaria a
la razón que su superación. Y éste es el concepto de Auf-hebung, del levantar,
del superar conservando, o del conservar superando, que es el concepto car-
dinal de la filosofía hegeliana, difícil de definir pero más difícil de practicar.
Como confirma esa página de la Fenomenología del espíritu en la que Hegel
expone lo que es para él lo ‘verdadero’: «Es kommt nach meiner Einsicht […]
alles darauf an, das Wahre nicht als Substanz, sondern eben so sehr als Subjekt
aufzufassen und auszudrücken». Traducimos: «A mi modo de ver [...], todo
está en concebir y expresar lo verdadero, no como substancia, sino otro tanto
como sujeto»3. Hegel subrayaba los términos Substanz y Subjekt por el valor
que poseen dentro del contexto de su filosofía –y en particular, en relación
a Spinoza–; en la traducción hemos subrayado en cambio el adverbio ‘otro
tanto’, por el desequilibrio que produce en la proposición. Desde el punto de
vista sintáctico, el ‘otro tanto’ (eben so sehr) presupone un ‘no sólo’ (nicht
nur), allí donde sólo se lee ‘no’ (nicht)4 . Pero esto no es una ‘imperfección’
lingüística. Es la manera en la que Hegel expresó, pensando, el impedimento
(Hemmung) que caracteriza al pensamiento, el rebote (Gegenstoß) que sufre
el pensamiento ‘especulativo’ cuando, en el paso de la substancia al sujeto5,
éste se ve nuevamente empujado hacia la substancia. El eben so sehr, el ‘otro
tanto’, es la expresión que manifiesta el rebote, diciéndolo en el acto mismo
en que lo experimenta: es la experiencia que el decir especulativo hace de la
propia Hemmung, del impedimento, para significar, del Gegenstoß, del rebote,
de lo dicho sobre el decir. Ésta es una congruencia entre ‘significado’ y ‘sig-
nificante’ que ni siquiera el «cogito ergo sum» de Descartes, aún formulado
en la expresión abreviada del «sum cogitans», o «cogito sum», alcanza, dado
que el «cogito» no dice nada acerca de ‘cómo’ llega a ser6. Por lo demás, éste

 3
G.W.F. Hegel, Phänomenologie des Geistes, Meiner, Hamburg, 61952, p. 19.
 4
A. Kojève ‘corrige’ introduciendo, entre paréntesis, «seulement» después de «non pas»,
cf. Introduction à la lecture de Hegel, Gallimard, Paris, 1947, p. 529.
 5
O bien, hablando en términos del juicio apofántico: del sujeto al predicado. No creo inútil
esta precisión si se tiene en cuenta que en estas páginas Hegel está explicando el límite del
‘juicio’ para decir ‘lo que es verdad’, lo racional, das Vernünftige, cf. G.W.F. Hegel, op. cit., pp.
48-55. Sobre este tema remito a V. Vitiello, Hegel in Italia. Dalla storia alla logica, Guerini,
Milano 2003, pp. 177-189.
 6
Para la crítica de la inmediatez del cogito, es decir, de su asunción como un hecho (als eine
Tatsache), cf. G.W.F. Hegel, Enzyklopädie der philosophschen Wissenschaft, en Werke in zwanzig
Bänden, Suhrkamp, Frankfurt/M., 1969 ss., vols. 8-10, I, §64, Anmerkung, y §65.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 107

que hemos citado, aunque no es el único ejemplo en Hegel de un ejercicio del


decir conforme a su ‘contenido’, a lo dicho, sí es sin embargo uno de los pocos.
En efecto, sobre la ‘radical transformación del lenguaje’, inaugurada por él
mismo con la Fenomenología –la elaboración filosófica presentada en forma
‘narrativa’–, y sobre todo sobre la necesidad de tal transformación, Hegel no
se demoró nada. Más aún: a lo largo de los años la limita, la reduce, insertando
la Fenomenología en el ‘sistema’, como parte o sección de la Enciclopedia, de
la paideia en kuklōi, es decir, del círculo del saber conceptual, llamado por él
mismo Kreis der Kreisen, círculo de círculos7.
Hegel fue, de todos modos, uno de los filósofos que tuvieron mayor con-
ciencia del problema, y no sólo respecto a su época. En el siglo XX no pocos
caerán bastante más atrás que él. Husserl, por ejemplo, que si bien proponía
un nuevo ‘estilo’ de pensamiento, dirigiendo el análisis filosófico hacia las for-
mas elementares (primarias) del lenguaje y del pensamiento8, no se preocupó
en absoluto de modificar el lenguaje filosófico tradicional. No obstante, aún
deteniendo todas sus investigaciones genéticas en el dato (para él) último de la
intencionalidad, no olvidó de fijarse en el nexo que liga el ‘juicio’ –entendido
como acto objetivante en general– a los ‘sentidos’, a la sensibilidad9. Esta era
una posible vía para llegar al problema del origen inintencional de la intencio-
nalidad. Vía que Heidegger descartó decididamente, viendo en ella únicamente
un residuo teoreticista de la fenomenología husserliana10. Y constituyó un límite
importante para sus análisis, siendo completamente insuficiente la explicación
del proceso de formación de las categorías filosóficas a partir del mundo de
la vida cotidiana11, puesto que también este mundo, en sus usos lingüísticos
y en sus instituciones y formas de vida, debe ser ‘explicado’ y ‘reconstruido’
fenomenológicamente. Por lo demás, remontarse a Aristóteles y a su lenguaje
–incluso imitado con el intento de encontrar una escritura filosófica más ade-
cuada a las «cosas mismas»12– no sólo fue una fuente de muchos equívocos,
que aún perduran, sobre el presunto ‘aristotelismo’ de Heidegger13, sino sobre
 7
Cf. G.W.F. Hegel, Enzyklopädie, §15, y además Wissenschaft der Logik , en Werke, op.
cit., vols. 5-6, II, p. 571.
 8
Cf. en particular E. Husserl, Logische Untersuchungen I: Ausdruck und Bedeutung, Meiner,
Hamburg, 1965.
 9
E. Husserl, Erfahrung und Urteil. Untersuchungen zur Genealogie der Logik, Klaassen,
Hamburg, 1948.
 10
Sobre el tema remito a lo que ha escrito C. Di Martino, «Significato e linguaggio nel
primo Heidegger», en C. Sini (ed.), Semiotica ed Ermeneutica, Quaderni di Acme 60, Istituto
Editoriane Unversitario, Milano, 2003, pp. 125-174.
 11
Cf. M. Heidegger, Phänomenologische Interpretationen zu Aristoteles, en Dilthey-Jahr-
buch, VI, 1989, pp. 236-269.
 12
Cf. F. Volpi, «L’esistenza come praxis. Le radici aristoteliche della terminologia di Essere
e tempo», en G. Vattimo, G. (ed), Filosofia ’91, Laterza, Roma-Bari, 1992, pp. 215-252.
 13
Para eliminar cualquier duda basta leer lo que Heidegger escribió en los Beiträge zur
Philosophie (Vom Ereignis), Klostermann, Frankfurt/M., 1989, con respecto a las categorías

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 105-136


108 vincenzo vitiello

todo le impidió interrogarse sobre la gran revolución del lenguaje filosófico


ocurrida en el tránsito de Platón a Aristóteles. Las razones del abandono del
diálogo –la forma lingüística que conecta la filosofía a la tragedia– no han sido
nunca objeto de análisis por parte de Heidegger, y sin embargo ese abandono
podía poner en discusión provechosamente la afirmación, que pronunció como
sentencia definitiva, de que Aristóteles pensaba ‘más griegamente’ –es decir,
más originariamente– que Platón14. De esta limitación también se resintió
agudamente su reflexión posterior sobre el lenguaje, centrada especialmente
en la poesía de Hölderlin primero, y luego en la de Rilke, George y Trakl15: el
interés teórico de Heidegger por el lenguaje, en efecto, no salió nunca del ámbito
del ‘contenido’, del ‘significado’, de lo ‘dicho’; y fue una pena realmente si
se piensa que Heidegger a partir de los años treinta modificó progresivamente
su lenguaje, señal inequívoca de una atención no sólo ‘teórica’ sino también
‘práctica’ por el problema. En la praxis lingüística de Heidegger hay mucho
más de lo que puede encontrarse en su reflexión sobre el lenguaje. Postergando
la discusión de Wittgenstein para más adelante, lo que nos urge ahora subra-
yar, como observación preliminar a lo que diremos más adelante, es que en el
lenguaje filosófico del siglo XX no ha acaecido nada que pueda ser comparado
a lo ocurrido en pintura a partir de Kandinskij y Picasso; en música a partir
de Schönberg, Webern y Alban Berg; en la novela con Thomas Mann, Musil,
Proust y Joyce; en poesía con Mallarmé y Ungaretti, y más tarde con Celan y
Zanzotto; en el teatro con Pirandello y Beckett. Y sin embargo..., sin embargo
algo había sido anunciado ya mucho antes.

2.

En su habitación gótica Fausto reflexiona sobre el tiempo empleado por él


en aprender filosofía, medicina y jurisprudencia, y desgraciadamente (leider)
también teología, concluyendo amargamente que nada había aprendido sino
un saber muerto16. La vida se le escapaba, el mundo, en esa guarida maldita y
tétrica (verfluchtes dumpfes Mauerloch), donde incluso la luz del día pasan-
do a través de los vidrios colorados se enturbiaba (vv. 399-401). Maldice la
habitación, Fausto, y más aún los libros entre los que voluntariamente se ha

fundamentales de la filosofía aristotélica: «[…] können Vorbeigang und Ereignis und Geschichte
niemals als Arten von ‘Bewegungen’ gedacht werden, weil Bewegung (selbst als metabolê geda-
cht) immer auf das on als ousia bezogen bleibt, in welchem Bezug auch dunamis und energeia
und ihren späteren Nachkommen gehören» (p. 280).
 14
Cf. M. Heidegger, Nietzsche, 2 vols., Neske, Pfullingen, 1961, vol. II, p. 409.
 15
Cf. M. Heidegger, Erläuterungen zu Hölderlins Dichtung, Klostermann, Frankfurt/M.,
41971. Sobre R. M. Rilke: «Wozu Dichter?», en Holzwege, Klostermann, Frankfurt/M., 51972,
pp. 248-295. Sobre S. George e G. Trakl: Unterwegs zur Sprache, Neske, Pfullingen, 51975.
 16
W. Goethe, Faust, trad. it. F. Fortini, 2 vols, Mondadori, Milano, 21980, vv. 354-364.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 109

amurallado. Los libros y las palabras de su saber que lo dividen del mundo
más que las paredes gruesas de su habitación. Pero no sabe hacer otra cosa,
para salir de las palabras de los libros, que abrir otro libro, más antiguo, el libro
de Nostradamus (vv. 419 ss.). Y de este cree ver surgirle delante el espíritu de
la Tierra, ¡e incluso se espanta! Pobre viejo, más polvoriento que sus libros,
más alejado de la vida que las palabras aprendidas durante mucho tiempo. Lo
ayudará a salir de ahí un demonio bueno, Mefistófeles. ¿Cómo? ¿Llevándolo a
beber vino ficticio en una taberna, y a seducir una modistilla de provincia, bella
como Helena a sus ojos de viejo, rejuvenecido con un filtro mágico preparado
en la cocina de una vieja bruja? Fausto sueña. Sueña quizás antes incluso de
beber la poción de la bruja. Quizás el mismo Mefisto es una fantasía onírica,
que, como ocurre en las tramas de los sueños, es al mismo tiempo el director
del sueño. ¿No se desarrolla el entero dran en el Zauberspiegel, en el espejo
mágico de una escena teatral? ¿donde no sólo la entera historia humana, sino
también el desafío de Dios con el Diablo, el entero radio de la creación, desde
el cielo al infierno, pasando por la Tierra, se desarrolla sobre las tablas de un
escenario? Viel Irrtum und ein fünkchen Wahrheit: «mucho error y sólo una
chispa de verdad» (v. 171), promete el cómico al director del teatro; y es lo
dado a los espectadores, a nosotros entre los demás, a quienes Mefisto se dirige
más de una vez durante la representación del drama (vv. 7003-7004, y final
del acto III).
Goethe sabe muy bien que no se sale de las palabras más que a través de
las palabras, esas palabras siempre nuevas que se hablan en el gran teatro del
mundo. Y para decir esto, hace teatro. El teatro se refleja a sí mismo sobre la
escena, representa al teatro. ¡Ya lo había hecho Shakespeare! El mundo se
representa en el teatro. Teatro en el teatro, teatro del teatro17.
¿Es entonces verdad que todo es interpretación? ¿que no hay hechos sino sólo
interpretaciones?18 Pero todo depende de cómo haya que tomar esta afirmación
de Nietzsche: si como resolución de los hechos en la interpretación, o como
reconducción de la interpretación a hecho, a «proceso orgánico» (WM §643 y
§499). Son dos posiciones opuestas entre las que hay que decidir. ¿Pero sobre
qué base es posible hacerlo? ¿Hay acaso una piedra de toque, un criterio, que
nos permita elegir entre las dos? ¿un tercer término que en cuanto tal no sea ni
‘hecho’ ni ‘interpretación’? Más aún: ¿un ‘tercero’ que debería darse fuera de
toda posible interpretación? Sin duda, si existiese este ‘tercero’ al que recurrir,
el problema de elegir entre una y otra hipótesis ni siquiera habría surgido: este
tercer término se habría presentado por sí solo quitando el problema, más bien,

 17
Sobre este tema remito a V. Vitiello, «L’alessandrinismo e il teatro della storia: tra Goethe
e Nietzsche», Cultura tedesca, Annali Goethe 2002, Donzelli, Roma, 2002, pp. 153-169.
 18
Cf. F. Nietzsche, Nachgelassene Fragmente 1885-1887, KSA XII 7[60]; correspondiente
a WM, Kröner, Stuttgart, 121980, §481.

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110 vincenzo vitiello

impidiendo que surgiese. Si no ha sido así y no es así, esto significa que no


hay ningún ‘tercero’ al que podamos apelar para dirimir la controversia sobre
la elección. Seguimos estando parados por tanto en la línea de salida. Parece
que el escándalo de la filosofía, denunciado por Kant, de que el pensamiento
no ha producido todavía un argumento irrefutable para demostrar el mundo
«fuera de nosotros»19, no sólo no ha sido despejado –aún después de la re-
flexión heideggeriana sobre el In-der-Welt-sein20–, sino que se ha agravado y
ampliado: ahora ya no sólo afecta a la relación con el mundo, sino también a
la relación del pensamiento con el lenguaje. ¿Qué se puede hacer? Lo único
posible: examinar el lenguaje desde el interior para ver si no hay en él algo
que, aún perteneciendo al lenguaje, lleve en sí mismo algún signo o rastro del
exterior, del ‘afuera’.
Abramos entonces nosotros, igual que Fausto, un libro, otra vez un libro. No
antiguo, moderno: el Tractatus logico-philosophicus de Ludwig Wittgenstein.
¿Por qué éste y no otro? Porque tiene la virtud de poner enseguida el problema
que nos preocupa: el problema de «trazar un límite al pensamiento», o mejor,
como precisa inmediatamente, «a la expresión de los pensamientos», al len-
guaje, ya que «para trazarle un límite al pensamiento, deberemos pensar los
dos lados de este límite»21. Comencemos por preguntarnos si este asunto, que
inesperadamente aproxima Wittgenstein a Hegel22, es decir, que el pensamien-
to en el acto mismo en que define su límite lo sobrepasa, es incontrovertible.
¿No es pensable una limitación interna del pensamiento? ¿No lo ha hecho, o,
queriendo ser imprudentes, no lo ha intentado hacer Kant? ¿Pero además es
posible distinguir entre pensamiento y expresión del pensamiento, afirmando
a la vez que «lo que está más allá del límite [del lenguaje] no será más que
sin-sentido [Unsinn]»? ¿El pensamiento piensa también el ‘sin-sentido’? Si
fuese así, ¿por qué la filosofía debería limitarse al ‘sentido’? ¿No debería, por
contra, ser justo el Unsinn el problema más importante de la filosofía? ¿Y en
consecuencia no debería el filósofo ocuparse principalmente de encontrar-
inventar (invenire) el modo posible de ‘decir’ el Unsinn, de signi-ficarlo, de
aludir a él? En realidad, la distinción entre pensamiento y lenguaje, tal como
es formulada en la introducción al Tractatus, no parece que pueda sostenerse.
Pues es difícil aceptar la afirmación de Wittgenstein de que los pensamientos
desarrollados en el libro, por cuanto podrían haber sido expresados mucho
mejor de lo que él ha conseguido, le parecen de todos modos verdaderos, y de

 19
Cf. I. Kant, Kritik der reinen Vernunft, en Werke. Akademie Textausgabe, W. de Gruyter,
Berlin, 1968, vol. III, B XL- XLI nota, y B 274-279.
 20
Cf. M. Heidegger, Sein und Zeit, Niemeyer, Tübingen, 141977, §43, pp. 203-206.
 21
L. Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus, Vorwort. Para citar estar obra indicaré
directamente en el texto el número de las proposiciones.
 22
Cf. G.F.W. Hegel, Enzyklopädie, §60, Anmerkung y Zusätze; y Wissenschaft der Logik,
I, pp. 125-173.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 111

una ‘verdad’ unantastbar und definitiv, intangible y definitiva. ¿Qué verdad? La


única posible: la dicha, expresada, la verdad llevada al lenguaje, si el autor ha
respetado el principio formulado por él mismo en la introducción y retomado
en la proposición final del libro, de que «sobre lo que no se puede hablar hay
que callar». Verdad definitiva e intangible... aunque expresada de manera no
definitiva y... revisable.
Ciertamente, hay otra cosa más allá del lenguaje. ¿La verdad?
Es hora de entrar en el libro y empezar a leerlo.

3.

Die Welt ist alles, was der Fall ist: «el mundo es todo lo que ocurre», reza
la primera proposición. La totalidad de los hechos (Tatsachen), por tanto, no de
las cosas (nicht der Dinge, 1.1). Y esta totalidad determina al mismo tiempo lo
que ocurre y lo que no ocurre (1.12). Los hechos y las imágenes de los hechos
(2.1), que también son hechos (2.141). Y hecho es entonces el pensamiento, que
es la imagen lógica de los hechos (3). El término ‘lógico’ tiene en el Tractatus
dos distintos significados, uno amplio y otro restringido. El ‘espacio lógico’
que define al mundo (1.13) incluye en sí mismo, junto con los hechos, también
a «la totalidad de los pensamientos verdaderos que constituye una imagen del
mundo» (3.01). El mundo tiene en sí su imagen... rectius: ‘una’ imagen suya,
esa que el pensamiento se hace del mundo.
La distinción entre dos significados de ‘lógico’ –uno que lo identifica
con el mundo en su totalidad (5.61), y el otro con el pensamiento del mundo
(6.124)– puede ser comparada con la distinción que Heidegger, comentando
a Kant, establece entre la verdad ontológica y la verdad óntica: la primera es
condición de posibilidad, el horizonte trascendental, de la segunda23. Es decir:
sólo porque los hechos y los pensamientos de los hechos están en el horizonte
trascendental (en el espacio lógico) del mundo, es posible que éstos, los pensa-
mientos, sean ‘imágenes’ de aquellos, de los hechos. Resulta evidente que a los
dos significados de ‘lógico’ corresponden dos significados distintos de ‘imagen’.
Una cosa es la imagen (Bild) que caracteriza al horizonte trascendental, que con-
siste en que algo tenga figura o forma –de manera que nada hay en él, ni puede
haber, que no tenga figura o forma–, otra cosa es la imagen del pensamiento
que es ‘copia’ (Abbild) de los hechos. La copia es imagen de una imagen. Esto
es fácil de entender mientras permanezcamos en el ámbito restringido de los
hechos y pensamientos particulares, o de conjuntos particulares de hechos y
pensamientos; pero más difícil, si no imposible, cuando se habla de la totalidad
de los pensamientos verdaderos como imagen de la totalidad-mundo, porque

 23
Cf. M. Heidegger, Kant und das Problem der Metaphysik, Klostermann, Frankfurt/M,
41973, §3.

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112 vincenzo vitiello

en ese caso, o pensamiento y mundo, verdad ontológica y verdad óntica, se


identifican, o ninguno de los dos, ni el mundo, ni el pensamiento del mundo
tienen las credenciales para ser definido como totalidad24. Pero Wittgenstein no
siempre respeta las distinciones con las que trabaja, y especialmente ésta entre
‘mundo’ (o espacio lógico omnicomprensivo) y la imagen que el pensamiento
se hace del mundo. Más aún, la mayoría de las veces remite (reduce) aquél a
ésta. Como cuando afirma que «la proposición determina un lugar en el espacio
lógico» (3.4, pero también 3.41, 3.412, 3.42). Por lo demás, la re(con)ducción
del horizonte trascendental, del ‘mundo’, a imagen del pensamiento (a ‘senti-
do’) es inevitable si se parte del presupuesto de la verdad como concordancia
(Übereinstimmung, la escolástica conformatio o adequatio) de pensamiento y
realidad (2.222). En efecto, si las ‘imágnes’ del pensamiento son primariamente
eso, imágenes, Bilder, en cuanto figuras o formas del horizonte trascendental al
igual que los ‘hechos reales’ (que todos los otros hechos del mundo), ¿con qué
derecho se afirma que la imagen (Bild) del pensamiento es ‘copia’ (Abbild) de
la wirkliche Tatsache, del hecho real, y no lo contrario, que éste es ‘copia’ de
aquél? En otros términos: ¿Por qué el hecho es medida de la verdad o falsedad
del pensamiento, y no el pensamiento de la realidad del hecho? El presupuesto
realista del Tractatus es evidente y declarado: el hecho decide la verdad o fal-
sedad del pensamiento. Pero subordinado a la prueba veritativa del hecho, el
pensamiento asume sobre sí la tarea de definir el horizonte dentro del que se da
el hecho. Al señorío de lo verdadero propia del hecho, cor-responde el señorío
del ‘sentido’ (= del horizonte de datidad de los hechos), propio del pensamiento.
Por tanto, si no se da ninguna verdad a priori (2.225), puesto que la concordan-
cia o no concordancia del sentido con la realidad es siempre y sólo empírica,
factual (2.223), el sentido en cambio es sólo a priori (4.061). Pero para ser
coherente con este asunto –con la re(con)ducción del horizonte trascendental (=
del espacio lógico, de la verdad ontológica, del ‘mundo’) a la imagen (sentido)
del pensamiento, a la que lo empujaba el presupuesto realista–, Wittgenstein
tendría que haber renunciado precisamente al concepto de hecho como ima-
gen-base del sentido, como imagen que llena el sentido, es decir, tendría que
haber renunciado a su presupuesto. En efecto, si el horizonte trascendental –el
horizonte que da forma al hecho– es el pensamiento, ¿cómo atribuir al hecho,
fuera del pensamiento, la forma, la imagen? En suma, ¡o realismo o criticismo
trascendental! Es verdad que Wittegnstein junta dos distintas concepciones del
horizonte trascendental, aquél en el que están juntas tanto las imágenes-hechos
como las imágenes-del-pensamiento (que también son hechos, como sabemos),
y el otro más restringido del horizonte trascendental como ‘imagen-sentido’ del
pensamiento que tiene fuera de sí la realidad. Pero únicamente sobre la base

 24
«La imagen representa a su objeto desde afuera [außerhalb]» L. Wittgenstein, Tractatus,
2.173.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 113

de la primera se puede justificar la tesis de que «la proposición es imagen de


la realidad» (4.021) y por tanto la idea de la lógica como gran espejo (5.511).
En breve: la entera teoría de la representación (Abbildung), de la proyección,
de la concordancia, reposa sobre el concepto de la Bildhaftigkeit (4.013) del
mundo, concepto que trasciende el restringido horizonte de sentido constituido
y representado por el pensamiento. Pero esto ni siquiera constituye un problema
para Wittgenstein, si le basta con decir, sin dar razones, que «la imagen es un
modelo [Modell] de la realidad» (2.12), y que «el hecho, para ser imagen [Bild],
debe tener algo en común con lo representado [mit dem Abgebildeten]» (2.16).
Por no hablar de la distinción entre geometría y física (3.0321; 3.032; 6.342;
6.35), según la cual ésta es sólo posible, y aquella en cambio necesaria, distin-
ción que abre, en términos kantianos, un abismo entre lógica y estética. ¿Qué
cognición tienen las leyes físicas si es posible ‘describir’ el mundo tanto con la
‘mecánica’ de Newton como con otra? El criterio de la simplicidad (6.342) basta
acaso para justificar psicológicamente tales leyes, no ciertamente lógicamente.
¿Pero la carencia de fundación lógica en las leyes que describen el acontecer
de los fenómenos (de los hechos) del mundo, no vuelve vana toda la urdidura
lógica (logisches Gerüst) construida para determinar el ‘sentido’, es decir, el
horizonte de posibilidad, del darse (= del acontecer) de los hechos? Es verdad
que éste, el hecho, es como la rosa de Angelus Silesius25, acontece, si y cuando
acontece, porque acontece, o, como dice nuestro autor, la «proposición no es
en sí ni probable ni improbable. Un evento [Ereignis] ocurre o no ocurre, no
habiendo una vía de en medio [Mittelding]» (5.153). El pensamiento-imagen
sobresale fuera de sí, ocupa inexplicáblemente el espacio de lo otro respecto a
él, del ‘hecho’, hasta hacer de ello ‘imagen’ de sí26, para recaer después, inerme,
sobre sí mismo, sobre la propia vacía posibilidad27.

4.

Detengámonos ahora en la noción de ‘hecho’. La primera dificultad que


encontramos tiene que ver con el concepto de totalidad. Ésta «determina lo que
acontece, y también todo lo que no acontece» (1.12); pero en la proposición
sucesiva se lee: «Algo puede ocurrir o no ocurrir y todo el resto permanece
igual» (1.21). Nos preguntamos cómo pueden ponerse juntas estas dos propo-
siciones, y de qué modo la segunda puede ser el ‘comentario’ de la primera.

 25
«Die Ros ist ohn warum: sie blühet, weil sie blühet, / Sie acht nicht ihrer selbst, fragt
nicht, ob man sie siehet» Silesius, Angelus (Scheffler, Johannes), Cherubinischer Wandersmann,
I, 289.
 26
«Nosotros nos hacemos imágenes de los hechos» L. Wittgenstein, Tractatus, 2.1.
 27
«Lo que es pensable es también posible» L. Wittgenstein, Tractatus, 3.02; desde luego,
pero precisamente sólo posible.

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114 vincenzo vitiello

También el acontecer del más pequeño e insignificante ‘algo’ cambia al todo.


Se podría pensar que la concisión de la escritura le ha jugado una mala pasada
al autor, si no se repitiese un poco más adelante. En la proposición 2.05, en
efecto, leemos que «la totalidad de los estados-de-cosas [Sachverhalte] subsis-
tentes determina también qué estados-de-cosas no subsisten», y en la que sigue
un poco más adelante, que «del subsistir o no subsistir de un estado de cosas
no puede concluirse el subsistir o no subsistir de otro»28. Intentemos entonces
resolver la contradicción diciendo que una es la perspectiva de la totalidad y
otra la de la parte, ya que si de la primera se deriva la necesidad lógica que liga
los particulares Sachverhalte, esta necesidad permanece en cambio escondida
para la consideración de un particular estado-de-cosas, tomado en sí y por sí.
Pero queda por preguntar porqué la relación totalidad-parte no está caracteri-
zada por la misma ligazón (Verbindung) que caracteriza la relación entre cosa
y estado-de-cosas, esa ligazón por la cual el ser la cosa parte constitutiva del
estado-de-cosas es esencial a la cosa (2.011). Y la pregunta es obligada, puesto
que se lee en la sucesiva 2.012 que «en la lógica nada es accidental. Si la cosa
puede hallarse en el estado-de-cosas, la posibilidad del estado-de-cosas debe
estar ya prejuzgada [präjudiziert] en la cosa»29.
En efecto, a la doble valencia de significado del horizonte trascendental
corresponden dos distintos significados de posible. Siendo uno el posible en
el horizonte trascendental (el espacio lógico, el ‘mundo’) comprensivo de los
hechos y de las imágenes del pensamiento, y otro el posible en el horizonte
trascendental en su sentido restringido: en uno indica la coherencia lógica entre
cosas y estados-de-cosas, en el otro la condición de concordancia del sentido con
el hecho. Por tanto, lo posible en el primer horizonte, es también real, mientras
que lo posible en el segundo no por ello es real. Pero precisamente porque parte
del concepto restringido del horizonte trascendental, es decir, del concepto de
lo posible separado de lo real, Wittgenstein necesita un punto de apoyo que rija
toda su construcción, es decir, de un dato real que otorgue concrección factual al
‘sentido’. Este dato es la ‘substancia’, un concepto en todo sentido fundamental,
aunque poco analizado en el Tractatus. Mas leamos la definición: «los objetos
forman la substancia del mundo. Por tanto, no pueden ser compuestos» (2.021)30.
El presupuesto de esta afirmación es que lo compuesto es tal porque pertenece
al pensamiento, a la lógica, al sentido. Y por tanto para dar ‘realidad’ al sentido
(= a las conexiones lógicas) es necesario lo ‘simple’. Escribe Wittgenstein en
la proposición 2.0211, ‘comentando’ la precedente: «si el mundo no tuviese
una substancia, el que una proposición tuviera sentido dependería entonces de
que otra proposición fuese verdadera», y por tanto, «sería entonces imposible
 28
Cf. también L. Wittgenstein, Tractatus, 5.123, 5.124 y 5.524, con 5.134 y 5.135.
 29
Cf. también las proposiciones de comentario L. Wittgenstein, Tractatus, 2.0121-2.0122-
2.0123.
 30
«El objeto es simple» L. Wittgenstein, Tractatus, 2.02.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 115

proyectar una imagen del mundo (verdadera o falsa)» (2.0212). Siendo firmes las
objeciones hechas más arriba, no hay que pasar por alto la importancia de estos
pasajes. Aquí Wittgenstein está desarrollando el mismo itinerario que Platón,
cuando en el Crátilo (421d-423d), una vez que ha derivado etimológicamente
una palabra de otra, y ésta de otra, hasta los elementos simples, stoicheia, es
decir, inderivables de otras palabras, se pregunta cuál es la relación existente
entre estos elementos simples y las cosas, la realidad. La comparación no debe
sorprendernos si pensamos que aquí Wittgenstein compara el objeto o cosa, lo
simple, al nombre, y lo complejo (el estado-de-cosas) a la proposición. Compara,
es decir: en el nombre, la cosa, el objeto, lo simple es re-presentado31. Y sólo por
ello las imágenes del pensamiento, que en su conjunto constituyen el sentido,
pueden ser reales, es decir, verdaderas. Pero la comparación de Wittgenstein
con Platón, si no debe sorprendernos, tampoco debe no obstante cancelar la
diferencia entre los dos, ya que Platón se plantea el problema de cómo el simple
‘sonido’ se constituye en cosa, en objeto, mientras Wittgenstein se contenta con
afirmar que el nombre re-presenta el objeto32. Éste es pues el dato último sobre
el que reposa el horizonte trascendental ‘restringido’, el dato último que otorga
realidad al sentido (al pensamiento). Y también está que de este dato último no
se da ‘razón’ (discurso, argumentación, logos), como se decía más arriba: se da
o no se da, ocurre o no ocurre. De aquí la afirmación, hasta demasiado célebre –y
celebrada–, de que no podemos decir el ‘qué’ del mundo sino sólo el ‘cómo’, y
la consecuente distinción entre el lenguaje que demuestra y el que muestra33,
que en realidad no se diferencia de la distinción aristotélica entre semainein hen
y semanein kath’henos, entre phasis y kataphasis34; respecto de lo cual habría
que preguntarse cómo podemos hablar en el lenguaje-que-demuestra sobre este
lenguaje-que-muestra, puesto que es una práctica demostrativa la que opera la
distinción entre el ‘demostrar’ y el ‘mostrar’35.

 31
«Der Name vertritt im Satz den Gegenstand» L. Wittgenstein, Tractatus, 3.22. En los
Quaderni 1914-1916, ed. A.G. Conte (Einaudi, Torino, 1964), bajo la fecha 3.10.14 se lee: «¡La
proposición es una imagen del estado de cosas en la medida en que está articulada lógicamente!
[...] El nombre no es una imagen de lo nombrado». No es una imagen porque de lo simple no
hay imagen. El nombre es como el punto geométrico (cf. la comparación entre nombres y pro-
posiciones en L. Wittgenstein, Tractatus, 3.144): ¡lo inextenso que participa –forma parte– de
la extensión! Sobre los problemas que levanta la cuestión de lo simple (de los que Wittgenstein
no sólo en el Tractatus, sino también en las Investigaciones sólo es consciente parcialmente) cf.
más abajo los apartados 5 y sobre todo 12.
 32 Platón se plantea el problema, retomado luego por Vico y Nietzsche, pero que Wittgens-
tein ignora completamente, de cómo se constituyen el nombre y el significado, cf. V. Vitiello,
«Parlare scrivendo, cantando. Con Vico, alle origini del linguaggio», Annuario filosofico, 18,
2002, 89-102.
 33
Cf. L. Wittgenstein, Tractatus, 4.121, 6.44 y 6.522.
 34
Cf. Aristóteles, Metafísica, IV 4, 1006b 15-16; y IX 10, 1051b 24-25.
 35
Sin embargo, Wittgenstein afirma lapidariamente: «Lo que puede ser mostrado no puede
ser dicho» L. Wittgenstein, Tractatus, 4.1212.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 105-136


116 vincenzo vitiello

De todos modos, el surgimiento del tema de la ‘substancia’ del mundo revela


que bajo la construcción del Tractatus se mueve un verdadero problema, que
afecta tanto al horizonte trascendental restringido, el horizonte limitado por el
‘sentido’ (de las imágenes del pensamiento), como al horizonte trascendental
que se identifica con la totalidad del mundo, con la verdad ontológica que
incluye hechos y pensamientos: el problema de la relación lenguaje-mundo,
en el primer caso, el problema de la Bildhaftigkeit del mundo, en el segundo.
Observados atentamente ambos constituyen en realidad el mismo problema. Y
es este problema el que moverá la investigación posterior de Wittgenstein.

5.

«La substancia es lo que subsiste independientemente de lo que ocurre»


había escrito en el Tractatus (2.024). Es evidente: si debía constituir la base de
la construcción, la substancia tenía que ser sustraída al devenir del acontecer
(2.071), a la mutabilidad de las relaciones entre las cosas (los objetos) y los
estados-de-cosas. Y como en la estructura de las cosas está implicada su relación
con otras cosas, se imponía la distinción entre propiedades y relaciones internas
y externas (2.01231, 4.023, 4.122). Las primeras son necesarias porque cons-
tituyen la forma misma del objeto, mientras que las segundas son accidentales
porque van ligadas al puro acontecer. Ya hemos dicho más arriba lo esencial
con respecto a la dificultad de distinguir entre relaciones necesarias y relaciones
accidentales, y no tendría utilidad alguna insistir ahora en ello. En cambio, lo
que ahora nos interesa resaltar es la dificultad de determinar en la mutabilidad
del acontecer algo que sea fijo y estable, que sea independiente del acontecer.
Algo que, aún entrando en relación –en relación con todas las cosas posibles del
mundo– permanezca siendo ‘simple’. Es decir: un nombre que no cambie en la
proposición. ¿Es posible? ¿El término ‘Sócrates’ sigue siendo el mismo cuando
con él me refiero al célebre filósofo y cuando llamo al gato de mi tía? ‘Silla’ es
un término simple en la proposición «en la cocina hay una mesa, cuatro sillas
y un hornilla»; pero no lo es cuando digo que está formada por cuatro patas,
un plano y un respaldo. Veamos otro ejemplo, esta vez visual: el muy citado y
discutido ejemplo dado por Wittgenstein en la parte II de las Investigaciones
filosóficas, extraído de Fact and Fable in Psychology de Jastrow36. La figura
de una cabeza de animal, dibujada de tal manera que se pueda ver en ella tanto
una cabeza de liebre como una cabeza de pato, según que la mirada del obser-
vador tome como frente del animal la derecha o la izquierda de la figura. La
misma imagen es una doble imagen. ¿Qué es lo que inclina nuestra mirada a
ver de una mera o de otra? ¿Y qué a un jugador de ajedrez a hacer una jugada

 36
Cf. L. Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen, Suhrkamp, Frankfurt/M., 31975,
II/XI, pp. 308-309.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 117

u otra, es decir, a ver en el tablero una posibilidad u otra? Hemos introducido


este ejemplo adicional porque nos ayuda a explicar también los precedentes;
además nos ayuda a explicar qué significa ‘explicar’.
¿Qué es lo que inclina al jugador a mover una pieza u otra sobre el tablero?
Su valentía, sin duda. El jugador experto ‘ve’ lo que el inexperto no ve, a pesar
de ser el orden de las piezas el mismo. Ve: ve sobre la base de las reglas del jue-
go y de su uso. Es decir, ve en un contexto. Pero que no es un puro espacio en
el que están colocadas las cosas, sino un conjunto operativo. Es un contexto de
acciones, de costumbres, de ejercicios. Sin duda, como el ejemplo de la figura
de Jastrow muestra claramente, no todos conscientes e intencionados. Pero este
ejemplo, atestigua tanto la inintecionalidad del ver la figura en un sentido o en otro,
como muestra el ejercicio necesario para ver la misma figura de las dos maneras,
como cabeza de pato y de liebre. Lo mismo vale para el ejemplo de la silla, que
es un objeto ‘simple’ o ‘compuesto’ según el contexto en que es considerada: si
en una descripción de cómo está hecha, o del lugar en el que está colocada junto
a otros objetos. Y es sobre la base también del contexto operativo que puede
explicarse porqué y cómo, cuando indico con el dedo una taza colorada y digo
‘rojo’, el niño al que le estoy explicando los colores comprende que ‘rojo’ no
indica el objeto, sino una cualidad suya37. De todo ello deduzco que ‘explicación’
no significa otra cosa más que ‘descripción’. Y esto vale tanto para los nombres
como para las cosas. Vale para la silla, para la figura de Jastrow, para el ajedrez,
para el color y para la explicación de qué es una explicación, es decir, de lo que
hago cuando explico algo. De lo que hago. El ‘juego lingüístico’ de Wittgenstein
recuerda muy de cerca la definición kantiana del esquema trascendental: la imagen
(esquema) del procedimiento con el que se da imagen a un concepto38. Aquí, en
Wittgenstein, no hay conceptos o categorías a los que dar imágenes, pero hay un
hacer que es ‘imaginar’ en un doble sentido, en cuanto confiere imagen a la cosa,
representándola como simple o compuesta, en relación consigo misma o con otra
cosa, en este o aquél conjunto, hablando de ella, de la cosa, de-mostrándola; y al
mismo tiempo se confiere imagen sí mismo, mostrándose, exhibiéndose, tomando
figura, una u otra, pero siempre una figura.

6.

La distinción entre el demostrar y el exhibir, a la que muchos remiten como


a la palabra definitiva para explicar el lenguaje y sus operaciones, no es una no-
vedad de Wittgenstein. Fue un tema ya muy discutido desde Hegel y Hölderlin.
Y los cito sólo a ellos y no a otros, porque representan los dos polos opuestas
de un mismo planteamiento del problema. Ya en Seyn und Urteil, Hölderlin

 37
Ibid., I, §28 ss.
 38
Cf. I. Kant, op. cit., A 140, B 179-180.

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118 vincenzo vitiello

pone lo Idéntico más allá de la identidad del juicio (A=A), y a ello, y sólo a ello,
atribuye el ser39. Para Hegel, que se pregunta de qué manera es posible llevar a
la palabra, al discurso (logon) este Idéntico, para dar razón (logon didonai) de
él es necesario plegar la mediación –el decir que de-muestra– sobre sí mismo,
es decir, hacer que la hetero-mediación sea al mismo tiempo auto-mediación,
que la de-mostración de otra cosa sea de-mostración de sí mismo, de modo que
la luz que alumbra a lo otro se alumbre al mismo tiempo a sí misma. El paso
desde la proposición especulativa de la Fenomenología del espíritu –que es tal,
spekulativer Satz, por el ‘rebote’, del que hemos hablado más arriba en el apar-
tado 1, por causa del cual la explicación predicativa, que tendría que conducir la
substancia a sujeto, vuelve a caer en la pesadez (Schwere) de la substancia– a la
auto-hetero-mediación silogística de la «Doctrina del concepto», contenida en
la Ciencia de la lógica, es el intento de llevar la ostensión de sí del pensamiento
a de-mostración. Intento porque, como se ha dicho, la interpretación del saber
absoluto como ‘círculo de círculos’, es decir, como un saber que no se detiene
nunca sobre sí mismo, sino que procede siempre más allá, no tiene círculo alguno
con el que hacer círculo, es decir, justamente en cuanto Kreis von Kreisen no
sale nunca de sí mismo. La enorme potencia del pensar, capaz de reconducir lo
otro, cualquier otro a sí mismo, se revela suprema impotencia, la impotencia de
no saber-poder salir de sí. Es decir: de no poder-saber mediatizar-se a sí mismo
con otro, porque la luz que ilumina a lo otro, se ilumina también a sí misma,
pero inmediatamente, sin necesidad alguna de pasar por otro. La identidad
de lo uno, que es la identidad de la relación de lo múltiple consigo misma, se
substrae necesariamente al logos que dice los muchos (los ‘relacionados’ de la
relación). Y sin embargo podemos hablar de esta identidad de lo uno, ¿de qué
manera? ¿Qué logos se adecua a lo uno? ¿Qué logos de-muestra el mostrarse
de lo uno, como uno y no como múltiple? Claramente no podemos responder:
«el logos que se exhibe y no se de-muestra», porque quien respondiese así sólo
demostraría no haber entendido el problema.
¿Es una casualidad que Hölderlin eligiera escribir poesías y tragedias? Pero que
quede claro: con todo ello no se invita en absoluto a dar un salto de la filosofía a
la poesía, o a la novela. Y no porque lo hayan hecho demasiados –y desde luego
con resultados no entusiasmantes–; sino por una razón mucho más de fondo, como
se verá. Una razón que también tiene que ver con la escritura poética.

7.

La doctrina de los ‘juegos lingüísticos’ no pone en discusión la concepción


de la Bildhaftigkeit del mundo. Al contrario, la refuerza precisamente en tanto

 39
Cf. F. Hölderlin, Sämtliche Werke und Briefe, 2 vols., Wissenschaftliche-Buchgesellschaft,
Darmstadt, 51989, vol. I, pp. 840-841.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 119

que afirma que hay cosas, objetos, si no es en el interior de esos usos, costum-
bres, tradiciones e instituciones, en resumen, de esas formas de vida que son
los lenguajes. A este respecto, Wittgenstein habría podido repetir sin duda la
famosa afirmación de Gadamer, de que «el ser que puede ser comprendido
es lenguaje»40. Ni la distinción entre Vorstellbarkeit y Darstellbarkeit41 –que
considera el nombre no como ‘imagen’ (Abbild) de la cosa, sino como su ‘re-
presentación’– niega el esencial carácter de imagen (Bild) de todas las cosas,
y por tanto también de los nombres, aunque el proceso de formalización del
lenguaje pueda reducir el nombre a signo (‘imagen’, Bild, también él, aunque
no ‘copia’, Abbild) de la cosa: mera remisión de una ‘imagen’ a otra ‘imagen’42.
Y no obstante la tesis de la originaria Bildhaftigkeit del mundo parece ceder
al menos en un punto.

8.

La lectura constituye un juego lingüístico muy complejo, porque hace


confluir tres términos: la cosa significada, el sonido significante y la escritura.
Y si el sonido significante tiene en la raíz una imagen, la escritura es entonces
imagen de una imagen. ¿Qué es lo que mantiene juntos estos tres términos? ¿y
especialmente la voz y la escritura? La respuesta de Wittgenstein es tajante: «un
sentimiento, (por así decirlo) un mecanismo que funciona como conexión entre
la imagen de la palabra y el sonido que emitimos»43. Y más adelante explica:
«Al leer letra y sonido forman una unidad – se funden como dos metales en
una aleación. (Una fusión parecida se produce, por ejemplo, entre los rostros de
personas famosas y el sonido de sus nombres. Nos parece que ese sonido es la
única verdadera expresión de ese rostro)»44. El ejemplo recogido entre parén-
tesis, aunque limitado a los rostros y a los nombres de las personas famosas,
extiende la idea de ‘escritura’ más allá de su significado habitual. Si también el
rostro es ‘escritura’, entonces es escritura (diseño, figura, schēma) todo gesto
humano; y si el nombre es la verdadera expresión del rostro, entonces la voz, el
sonido (phōnē), que acompaña al gesto es la ‘verdadera expresión del gesto45.
Quizás sin saberlo, pero desde luego sin proponérselo (nunca aludió a ello),

 40
H.-G., Gadamer, Wahrheit und Methode. Grundzüge einer Philosohischen Hermeneutik,
J. C. B. Mohr (P. Siebek), Tübingen, 51986, p. 478.
 41
L. Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen, I, §395-397.
 42
Este proceso es presentado en sus momentos esenciales por Hegel, en Enzyklopädie,
§§455-464 (cf. en particular la Anmerkung del §459). De este análisis se deriva la definición del
nombre como «die bildlose einfache Vorstellung», y la conclusión de que «es ist in Namen, daß
wir denken» (ibid., §462, Anmerkung). No hay ninguna sospecha en Hegel de que el proceso
de formalización indique una decadencia efectiva del lenguaje.
 43
L. Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen, I, §170.
 44
Ibid., I, §171.
 45
Cf. ibid., I, §§ 207 y 208.

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120 vincenzo vitiello

Wittgenstein está volviendo a recorrer el mismo itinerario lógico seguido por


Platón en el Crátilo, cuando define las ‘cosas’ todas como dotadas de phōnē kai
schēma, sonido y figura, voz y forma (423d). Las ‘cosas todas’, hemos dicho,
aunque no tomadas como substancias, ousiai, productos de un consideración
distanciada e indiferente, que reduce el ente a mero ‘objeto’; sino como aquello
que son originariamente: pragmata, las cosas que empleamos, usamos, utili-
zamos, conservamos y destruimos, las cosas de nuestras distintas prácticas de
vida. Las cosas que son una parte de nosotros mismos, de nuestro mundo y
de nuestro cuerpo, que forman una unidad con nuestras manos y con nuestra
respiración: con las voces, los sonidos que emitimos actuando y haciendo. Las
‘cosas’ tal como aparecen y existen ‘dentro’ de los juegos lingüísticos, las prác-
ticas de vida, las Lebensformen, que cada vez jugamos, practicamos o vivimos.
Las cosas de nuestros ‘gestos’. Ellas también son signos. Signos del cuerpo:
escritura del cuerpo, que escribe (forma, ‘imagina’, traza), escribiéndose a sí
mismo (dando forma e imagen a), las cosas, trazándolas en el espacio (chōra)
del mundo... construyendo así topoi, lugares determinados.
¿Pero hasta dónde Wittgenstein es coherente consigo mismo en recorrer
este camino?
En I §432, escribe una magnífica intuición: «todo signo, por sí solo, parece
muerto. ¿Qué le da vida? En el uso vive. ¿Tiene en sí mismo el aliento vital?
– ¿O el uso es su respiración?». Parece la respuesta a la cuestión del precedente
§431: «Entre la orden y su ejecución hay un abismo. Éste tiene que ser colmado
por el comprender. // Sólo en el comprender se dice que debemos hacer ESTO.
La orden – no es otra cosa más que sonidos, signos de tinta». Pero en el suce-
sivo, el §433, vuelve a la pregunta: ¿qué hace aquél a quien le han impartido
la orden «para saber que debe efectuar ese movimiento? ¿Qué hace para saber
que debe usar los signos que le doy, sean cuales sean?» Y responde: «El gesto
–nos entra ganas de decir– intenta hacer de modelo, pero no lo consigue»46.
Extraña respuesta: ¿el gesto no es la ‘escritura’, el movimiento del cuerpo? ¿Y
el ‘uso’ qué es sino el movimiento que hay que efectuar para dar actuación al
mandato? ¿Y el movimiento, el gesto (la ‘escritura’ del cuerpo) no está ligado
por sí mismo al sonido, a la voz, a la respiración? ¿O ‘aliento vital’ y ‘respira-
ción’ son sólo metáforas? Sin duda, Wittgenstein entrevé una solución para su
problema pero no llega a cazarla. Su ‘juego lingüístico’ es abstracto, e incluso
cuando cita cosas concretas –‘aliento vital’ y ‘respiración’– éstas valen como
metáforas. Y lo son hasta cuando no entra en el horizonte de la argumentación el
tema del dolor. Es decir, un ‘sentimiento’: «el mecanismo que hace de conexión
entre la imagen de la palabra y el sonido que emitimos». Pero Wittgenstein
no parece acordarse de ello. Admite el dolor, y con el dolor las otras ‘sensa-
ciones’, cuando menos como un ‘objeto’ que es distinto del nombre, igual que

 46
Ibid., I, §434.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 121

todos los demás objetos del mundo, sólo que este ‘objeto’ tiene una extraña
característica, que es ‘interno’ y no ‘externo’. ¿Pero qué significa ‘interno’ y
‘externo? ¿A qué se refieren? Al cuerpo sin duda. Pero no sólo a él. También
veo el cuerpo del otro. Antes bien, lo veo mejor que el mío: veo los ojos del
otro, no los míos. Pero no veo el interior del otro, su sentir, porque el sentir no
se ve. Lo ‘interior’ es entonces esto, lo que no se ve del cuerpo. Razón por la
cual si puedo dudar de que a la expresión de dolor del prójimo le corresponde
verdaderamente un dolor, pues podría imitar la expresión sin sentir nada, no
tiene sentido en cambio dudar del dolor que yo experimento en el momento en
que lo experimento. Pero para Wittgenstein sigue vigiendo que también con
respecto a lo que experimento en mi interior, al dolor y a la alegría, a la sensa-
ción que experimento en general, una cosa es el nombre y otra la cosa. «¿Pero
cómo se establece la conexión entre el nombre y lo nombrado? La pregunta es
idéntica a esta otra: ¿Cómo aprende un hombre el significado de los nombres de
las sensaciones ¿Por ejemplo de la palabra ‘dolor’? He aquí una posibilidad: se
conectan ciertas palabras con la expresión originaria, natural, de la sensación,
y la sustituyen. Un niño se ha hecho daño y grita; los adultos le hablan y le
enseñan exclamaciones, y más tarde proposiciones. Enseñan al niño una nueva
conducta para el dolor»47. ¡Increíble mezcla de banalidad e intuiciones profun-
das! Los adultos le enseñan al niño la manera de conectar palabras y cosas. ¿Y
cómo se lo enseñan? Con las palabras («le hablan»), lo que implica que el niño
sabe ya conectar palabras y cosas, en caso contrario no entendería nada. Pero si
el niño sabe cómo conectar palabras y cosas, ¡no tiene necesidad de que se lo
enseñen! Lo que le enseñan los adultos al niño no es la conexión entre nombre
y nombrado, sino entre un nombre particular y lo ya nombrado. Lo mismo que
le ocurre al adulto que va a clases de inglés y el primer día el profesor le hace
ver el dibujo de un caballo y le dice: horse. ¿Por qué entonces incomodar a
los niños? Es verdad que en la base del razonamiento de Wittgenstein hay un
hecho: el hecho del niño que se ha hecho daño y grita. La solución banal, que
es presentada después, empuja a creer que entre el nombre que se enseña y la
‘cosa’ (el dolor) hay la misma relación que entre el grito y la cosa. Cuando en
realidad hay un abismo –que Wittgenstein parece entrever en la conclusión
del parágrafo, hablando de un nuevo comportamiento para el dolor. Abismo
del que en cambio sí se da cuenta en la parte II de las Investigaciones, donde
hablando del grito, observa que «más primitivo de toda descripción, cumple
no obstante la tarea de descripción de la vida del alma»48. El grito sólo nombra
la cosa siéndola. Su descripción, más primitiva que toda descripción, es en
realidad una inscripción: el grito lleva el sentir, y el gesto propio del sentir, al
horizonte del sonido, de la voz, inscribe el gesto que se ve en el universo del

 47
Ibid., I, §244.
 48
Ibid., II, IX, p. 300.

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122 vincenzo vitiello

oír. Inscribe: en el acto mismo en que se produce el gesto. El sonido no sigue al


ver, sino que es co-actual a él, como la respiración al movimiento del cuerpo.
La voz de la respiración muestra el esfuerzo del gesto, manifiesta el sentir, la
sensación, lo ‘interior’ del cuerpo. Muestra, en un mostrar que es producir. El
esfuerzo, el dolor, y la alegría no se dan antes del grito que lo manifiesta, son
ese grito, igual que aquel gesto. Ahora bien, ya que el grito, o en general la
exclamación, que ex-presa (lleva fuera) el sentir, va unido al gesto, a la figura
del cuerpo en movimiento, dándole imagen al sentir, no es exacto repetir, como
hace Wittgenstein, el antiguo adagio de que «el cuerpo humano es la mejor
imagen del alma humana»49. Es verdad justo lo contrario: el alma es la ‘imagen’
del cuerpo. La voz, compañera del gesto, de la figura del cuerpo, ‘recuerda’ al
gesto, la imagen que ‘se ve’, incluso en ausencia del ver, como ocurre cuando,
oyendo un grito, nos damos la vuelta inmediatamente, quizás levantando a la
defensiva el brazo, porque la voz nos trae la imagen de un peligro, de un gesto
de ofensa, o de otra cosa que nos afectó.
Así nace el pensamiento, la iconología de la mente: imágenes de cosas en
ausencia de cosas; así, lo ‘interior’ del otro, el ‘yo’ de los otros, distinto del
mío50. Así... inintencionalmente. Pero para comprender esto se necesita una
extensa genealogía, que desde los nombres de las cosas sea capaz de remontarse
a las voces iniciales inarticuladas, a esos monosílabos que son exclamaciones
o meros gritos, en los que el sentir –el dolor, el miedo o la alegría, o la satis-
facción de un placer corporal– se ex-presan vocalmente, sonoramente, con la
profundidad de un respiro, o sólo la de un bostezo. ¿En el origen del lenguaje?
El cuerpo animal, gesto y sonido juntos, unidos por esa masila que es la inten-
sidad del sentimiento que mantiene unidos gesto y sonido incluso cuando están
divididos. Pero Wittgenstein no sólo no elabora ni proyecta, sino que rechaza
incluso la idea de una genealogía, porque para él la genealogía es un discurso
natural, causal, es decir, un particular ‘juego lingüístico’ que sería impropio
extender para explicar todos los juegos lingüísticos, de su funcionamiento, y
más aún de su origen51. Aún aquí no podemos negar que Wittgenstein tuvo clara
intuición de la dificultad del problema, pero en lugar de afrontarla, descartó

 49
Ibid., II, IV, p. 284.
 50
Aquí está la razón de la antecedencia de la Estética respecto de la Lógica, que se vis-
lumbra del alguna manera también en la distinción entre geometría y física, cf. ibid., I, §3.
Pero Wittgenstein no afronta nunca el problema, a lo más lo roza, como cuando describe la
percepción visual de un objeto «halb Seherlebnis, halb ein Denken», «oder eine Verschmelzung
der beiden» ibid., II, pp. 314-315. Mejor en p. 308, donde considerando la posibilidad de ver
la misma figura como un objeto o como otro, concluye justamente que ver es interpretar: «wir
sehen, wie wir deuten». ¿Pero cuál es la ‘raíz’ del interpretar? De manera más determinante:
¿es pensable el interpretar separadamente del ‘gesto’ del cuerpo? Es decir, ¿la afirmación «wir
sehen, wie wir deuten» no presupone la inversa: «wir deuten, wie wir sehen»?
 51
Cf. L. Wittgenstein, Osservazioni sulla filosofia della psicologia, ed. R. De Monticelli,
Adelphi, Milano 1990, §46.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 123

el problema y así, en sus ejemplificaciones explicativas, no fue más allá de la


psicología infantil52.
Este problema –comprender de qué manera, es decir, con qué lenguaje, se
puede hacer una genealogía del lenguaje– fue el problema de Nietzsche. Quien,
desde luego, vio con mucha mayor agudeza que Wittgenstein los límites y las
constricciones del lenguaje. Filólogo incansable en el polvo de la Biblioteca,
desde joven buscó salir al aire libre del mundo, buscó entender las ‘cosas’, los
gestos y las voces originarias, a través de las palabras con las que la tradición,
al nombrarlas, las ha cubierto. Escribía en un apunte de diario: «Está difundida
la opinión de que la filología sólo tiene que ver con los pensamientos fijados por
escrito, y por tanto sólo con hombres del pasado y con su concepción del mundo,
pero nunca directamente con la naturaleza. Como si sólo examinase las gafas
con las que hombres lejanos veían el mundo. // Pero si intentamos comprender
a estos hombres extraordinarios, junto a sus pensamientos, únicamente como
síntomas de corrientes espirituales, como síntomas de la vida ininterrumpida
de los instintos, tocamos directamente la naturaleza. Lo mismo ocurre cuando
avanzamos hasta el origen del lenguaje»53.

9.

Para comprender la vida y el mundo, es decir: la naturaleza que vive en las


palabras, Nietzsche no estudia los lenguajes formalizados de las ciencias ni
el lenguaje cotidiano. Se dirige en cambio al arte. En el origen de este gesto
‘filosófico’ inicial, cuya importancia para el entero desarrollo del pensamiento
nietzscheano es imposible infravalorar, está no sólo el estudio de la tragedia
ática, sino más bien ante todo la frecuentación de la música de Wagner. Sin esta
frecuentación nunca habría nacido El nacimiento de la tragedia. Y en efecto,
¿qué aprende Nietzsche de Wagner? Dejemos que nos lo diga él mismo: «La
relación entre música y vida no es sólo entre una especie de lenguaje y otra
especie de lenguaje, sino también la relación entre el perfecto mundo auditivo
[Hörwelt] y el entero mundo visual [Schauwelt]» (WB, KSA I 456). El lenguaje
teatral de Wagner, el Musikdrama, es en efecto música e imagen, Hörwelt y
Schauwelt, pero no como dos, sino como uno: la imagen nace de la música como
la exterioridad espacial, el cuerpo, de la interioridad del alma54. Esta relación
entre música e imagen es el problema que ocupará a Nietzsche durante toda su

 52
Cf. L. Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen, I, especialmente §§6ss., y Osserva-
zioni sulla filosofia della psicologia, §163ss.
 53
F. Nietzsche, Appunti filosofici 1867-1869, ed. G. Campioni y F. Gerratana, Adelphi,
Milano, 1993, p. 188.
 54
«[…] in Wagner will alles Sichtbare der Welt zum Hörbaren sich vertiefen und verinnerlichen
und sucht seine verlorene Seele; in Wagner will ebenso alles Hörbare der Welt auch als Erscheinung
für das Auge an’s Licht hinaus und hinauf, will gleichsam gewinnen» WB, KSA I 467.

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vida –problema, no solución, como en cambio aparece en NT. Pero un problema


que nace de la conciencia –ya debilitada hace tiempo, pero perdida del todo en
la contemporaneidad– sobre la originaria co-pertenencia de lenguaje y mundo.
En efecto, sólo la decadencia del lenguaje a mero ‘instrumento’ de comunica-
ción hace posible la pregunta sobre cómo las cosas se relacionan con las cosas,
como si de un lado estuviesen las palabras y de otro las cosas. Las ‘cosas’, las
cosas singulares, individuales: la piedra, la planta y el animal; el mar y la tierra,
el sol, la luna y el cielo; las cosas todas nacen mellizas con el lenguaje. Cosas
y palabras geminae ortae, habría podido decir Nietzsche con Vico, si hubiese
conocido al gran napolitano, de quien no obstante vuelve a recorrer un buen
trecho de camino. Porque ya para Vico la primera educación de la humanidad
histórica fue obra de la ‘sabiduría poética’, que permitió a los Gigantes, Ge-
geneis, Terrae filii, salir de la inmediatez de la naturaleza, del desorden de la
ingens sylva55. Esta referencia a Vico sirve también, y sobre todo, para liberar
al lector de NT de la errónea impresión de que Nietzsche se basa más en la
intuición y la imagen, que en el discurso racional, en la argumentación, como el
uso de figuras simbólicas –Dioniso, Apolo– hace pensar. Es verdad que a través
de este simbolismo –claramente no adoptado sin motivo– Nietzsche desarrolla
un coherente y argumentado discurso teórico, que parte de la naturaleza para
llegar a la comprensión de la humanidad histórica. Y en efecto, la ‘música’ que
está en el origen de la imagen es pura embriaguez de sentimiento (Rausche des
Gefühls), inmediatez que se expresa en el grito de dolor por una mutilación
sufrida, o de satisfacción por un placer gozado; es el Schrei des Gefühls, le
cri des passions, que sólo se hace lenguaje cuando se aplaca en imagen, lo que el
mismo sentir suscita con el movimiento del cuerpo. Nietzsche marca claramente
la línea fronteriza que separa la ‘música’ orgiástica, no educada por la imagen,
de los pueblos bárbaros, respecto de la música que se expone en imágenes, la
música de Dioniso que Apolo mantiene bajo freno. Esta diferencia señala la
salida del hombre de la naturaleza, el nacimiento de la humanidad histórica.
Grecia es el magnífico ejemplo de este nacimiento.
«[...] no nos hace falta hablar sólo con conjeturas, cuando se trata de des-
cubrir el inmenso abismo que separa a los griegos dionisíacos de los bárbaros
dionisíacos. En todos los confines del mundo antiguo –por dejar aquí de lado
el moderno–, desde Roma hasta Babilonia, podemos demostrar la existencia
de fiestas dionisíacas, cuyo tipo, en el mejor de los casos, guarda con el de las
fiestas griegas la misma relación que guarda el sátiro barbudo, a quien prestó
nombre y atributos el chivo, con Dioniso mismo. Casi por todas partes el
núcleo de estas fiestas consistía en un exaltado desenfreno sexual, cuyas olas
barrían cualquier sentido de la familia y de sus venerados cánones; aquí se

 55
Cf. G. Vico, Principi di Scienza nuova, 1744, en Opere, 2 vols., ed. A. Battistini, Mondadori,
Milano, 21999, en particular: lib. II, «Della sapienza poetica», secciones I-III.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 125

liberaban las bestias más salvajes de la naturaleza, hasta esa horrible mezcla
de voluptuosidad y crueldad, que me ha parecido siempre el auténtico ‘filtro
de las brujas’» (NT, KSA I 31-32).
Detrás del simbolismo de Dioniso y Apolo, detrás del lenguaje metafísico de
derivación schopenhaueriana sobre el Uno primigenio que genera la pluralidad56,
hay un análisis extremadamente concreto del nacimiento de la historia a partir
de la naturaleza, o, por utilizar un lenguaje más directo, del hombre a partir
del animal, del pensamiento, es decir, de la ‘iconología de la mente’, a partir
del cuerpo. ¿Por qué entonces no usar estos términos, este lenguaje concreto
de las cosas –naturaleza, historia, cuerpo, mente– en lugar del simbolismo de
las figuras míticas: Dioniso y Apolo? ¿Por qué?
Por lo que se ha dicho y que se entiende muy bien por ser objeto de ex-
periencia cotidiana: porque cuerpo, naturaleza, historia y mente son palabras
desgastadas por el uso. Cuando decimos cuerpo, ya sabemos desde el principio
qué entendemos, lo que la ciencia biológica y médica nos ha enseñado, y que
nosotros, queriendo o sin querer, repetimos. Apolo y Dioniso... la simbología
nietzscheana impone un marro, un esquivar las convenciones, las costumbres
y las tradiciones. Porque no se trata de examinar cómo operan los ‘juegos
lingüísticos’, sino de hacer su genealogía. Y esto exige un trabajo preliminar;
«deshacer piedra a piedra el magnífico edificio de la cultura apolínea, hasta
descubrir los fundamentos en los que se basa» (NT §3, KSA I 34). Nietzsche
no estudia la conducta del jugador de ajedrez para entender el funcionamiento
de las reglas, sino que estudia los procesos de formación de las reglas. Tarea
mucho más ardua, por el único motivo de que requiere la invención de un
nuevo lenguaje.

10.

Dioniso/Apolo: naturaleza e historia. Una relación ambigua, hecha a la vez


de oposición y fraternidad. A la furia dionisíaca de los bárbaros, al «retroceder
del hombre a tigre y mono», característico de las saceas babilónicas (NT, KSA
I 32), le resultó fácil a Apolo contraponer la dureza de la mirada cortante. La
sombra de la confusión rehuye la distinción y la separación de la luz. «En el

 56
Pero también esta metafísica del Uno es un símbolo conceptual útil para explicar la realidad
verdadera del arte dionisíaco, es decir, la «identidad del lírico con el músico» (NT, KSA I 43),
que no es el «hombre empírico-real», sino esa «única yoidad [Ichheit] verdaderamente existente
y eterna, residente en el fondo de las cosas, y a través de cuyas imágenes el genio lírico penetra
con la mirada hasta el fondo de las cosas » (NT, KSA I 45). Y ejemplificando: «En verdad Ar-
quíloco, el hombre pasionalmente encendido, el hombre que ama y que odia, es sólo una visión
del genio, que ya no es Arquíloco sino genio del mundo, y que expresa simbólicamente en esa
imagen del hombre Arquíloco su dolor primigenio: mientras el hombre Arquíloco, que quiere y
desea subjetivamente, no podrá nunca y nunca ser poeta» NT, KSA I 45.

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126 vincenzo vitiello

arte dórico es donde se ha eternizado esa actitud de majestuosa repulsa». Pero


cuando en los mismos griegos se manifestó la fiebre dionisíaca, Apolo no pudo
más que llegar a negociaciones con su adversario. Era necesario aplacar ese
instinto; pero habría sido nefasto apagarlo. Habría muerto en ello la vida mis-
ma: «la acción del dios délfico se limitó a quitarle de las manos, al poderoso
adversario, con una conciliación cumplida en el momento oportuno, las armas
aniquiladoras» (NT, KSA I 32).
La distinción de los dos distintos momentos históricos no debe ocultar
la identidad del proceso que se realiza en ambos. También cuando la acción
de Apolo se dirige hacia el exterior, a frenar a los ‘bárbaros’, su potencia no
puede avanzar hasta el punto de suprimir al adversario. Que nunca es sólo
‘externo’. También el arte dórico es una confrontación con él: Apolo no vive
por sí solo, no tiene fuerza vital. Apolo depende de Dioniso. Nietzsche lo sabe
bien, cuando aclara que también ‘antes’ del ditirambo dionisíaco la música era
conocida para los griegos, como arte apolíneo, «arquitectura dórica en sonidos,
pero en sonidos sólo aludidos, que son los propios de la cetra». Sin duda, «el
canto y la mímica» de las fiestas dionisíacas griegas, donde «desde la cima de
la alegría resonaba el grito de terror y el acongojante lamento por una pérdida
irreparable», «fueron para el mundo homérico algo nuevo e inaudito» (NT, KSA
I 33); pero en el fondo la diferencia entre Homero y Arquíloco, entre la épica
y el ditirambo trágico, era de grado y no de esencia. Para el arte es esencial la
ligazón entre Dioniso y Apolo.
Aquí de nuevo el pensamiento de Nietzsche se ilumina al confrontarlo al
de Vico. La superación de la naturaleza no se realiza más que con un acto de
violencia, y violentas fueron las «tareas de Hércules»: la muerte del león ne-
meo y de la hidra de Lerna de muchas cabezas. Vico descubre tras el mito la
realidad histórica del surgir de las ciudades que conquistaron espacio dentro de
la naturaleza salvaje igni, non ferro, con el fuego y no con el hierro57. Pero no
es salvaje sólo la naturaleza externa del hombre, sino también la interna, más
dura y obstinada, que sólo puede ser vencida con un suplemento de violencia.
La educación, en efecto, impone leyes, prohibiciones y obligaciones que no se
realizan en un único tiempo, sea largo o breve; la e-ducación es un ejercicio
de violencia sobre los demás, y ante todo sobre uno mismo, que dura toda la
vida. Apolo está siempre trabajando. Su tela exige una diuturna tarea. Pero
también la naturaleza, la ingens sylva, es violenta. Nietzsche lo sabe bien. A
pesar de la declarada hostilidad frente a Eurípides, las Bacantes son un texto
de referencia esencial para NT. Esta obra ‘representa’ la doble violencia que
caracteriza el surgimiento de una nueva religión, de un nuevo dios, ya que a la
violencia de la civilización –ejemplificada en Penteo– corresponde la violencia
de la naturaleza dionisíaca: la violencia del dios con los cuernos de toro (v.

 57
Cf. G. Vico, op. cit., especialmente §§ 3-16.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 127

100), epiotatos y deinotatos al mismo tiempo (v. 861), que da alivio y consuelo
al hombre con su terrígena bebida, y a la vez lo embiste con su furia sagrada.
La violencia de las ménades que dilaceran al dios que celebra la orgía de la
Gran Madre Cibeles (vv. 78-79), es la misma violencia que el dios realiza sobre
las ménades. La violencia de la naturaleza que se pliega sobre sí misma, que
violenta a los violentos.
Ahora, ¿cómo de esta enemistad, de este continuo polemos, surge la amistad,
y más aún la fraternidad entre los dos dioses? ¿Qué es lo que liga música e ima-
gen, Hörwelt y Schauwelt? Ya ha sido aludido: el movimiento. El movimiento
del cuerpo. Nietzsche dice más: la danza. Pero una es la danza de las saceas
y otra las de la tragedia. En las saceas la danza es el desencadenamiento de
todos los impulsos, es la orgía báquica, la dilaceración de Dioniso Zagreo, un
movimiento en el cual cada figura en el acto mismo que surge muere. Algo muy
distinto a la danza trágica, que tiene la compostura del coro. En el coro trágico,
canto y movimiento ya están disciplinados por Apolo: el fin ya está a la obra al
principio. Quede claro que Nietzsche distingue netamente entre la procesión
de las «vírgenes que, con ramas de laurel en la mano, se dirige solemnemente
al tempo de Apolo y entretanto entonan el canto», y el coro ditirámbico que
es un «coro de trasformados, en los que el pasado civil y la posición social se
han olvidado completamente» (NT, KSA I 61); así como distingue entre «el
coro de la tragedia» y el coro de los sátiros: «la posterior constitución del coro
trágico es la imitación artística de ese fenómeno natural»58. Pero precisamente
estas distinciones imponen la necesidad de aclarar cuál es la relación propia
de Dioniso y Apolo. Si «debemos entender la tragedia griega en cuanto coro
dionisíaco que una y otra vez se descarga en un mundo apolíneo de imágenes»
(NT, KSA I 62); si en el Musikdrama de Wagner las palabras son como Bilder-
funken, chispas de imágenes, que la llama de la música esparce todo entorno...
¿es entonces Apolo una criatura de Dioniso? En cierto sentido, sí; pero en el
mismo sentido en que Dioniso es a su vez criatura, ya que esa embriaguez
musical que se descarga en imágenes está ya educada por Apolo –como hemos
dicho más arriba, hablando del fin que está presente en el principio. Pero esta
fraternidad, o recíproca dependencia, que se ha realizado entre los dos dioses
en la tragedia ática, no debe oscurecer el hecho que Apolo no es Dioniso, ni
Dioniso Apolo, aún cuando ambos hablan la misma lengua, Dioniso la de Apolo,
Apolo la de Dioniso (NT, KSA I 140). Y no sólo porque la furia báquica no es
vencida nunca de una vez por todas, sino también porque, y sobre todo, Apolo
conserva a pesar de todo una lógica propia, completamente distinta de la de
Dioniso. Sin conocer la autonomía de Apolo no se entiende la muerte de la
tragedia, la decadencia del lenguaje.

 58
NT, KSA I 59. Aquí reside la grandeza de la obra trágica, memoria viva del origen del
lenguaje, del surgir de la imagen a partir de la música.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 105-136


128 vincenzo vitiello

11.

Debemos acostumbrarnos a pensar a Sócrates –el Sócrates delineado en


NT– como un símbolo, igual que los de Dioniso y Apolo. En el fondo este nuevo
demonio (NT, KSA I 83) deriva del linaje de Apolo. Si éste simboliza el princi-
pium individuationis, aquél es el símbolo de la bebaiotatē archē, del principio
más sólido, el principio de no contradicción. Y los dos están conectados por una
estrecha relación, como de premisa y consecuencia. El archē tēs antiphaseōs
–nombramos el principio con su nombre originario, para indicar también cuál
es el filósofo con el que Nietzsche polemiza: Aristóteles, no Sócrates– no es
más que el aspecto derivado, segundo, del principium individuationis, el que
manifiesta plenamente la autonomía y la potencia de aquél. Porque una vez
extraída la ‘cosa’ en su singularidad, desde lo indistinto del Uno originario,
o por decir lo mismo de manera más significativa, una vez diseñada la figura
del ente, su topos, en la materia-espacio, en la chōra del ser (la prōtē hulē de
Aristóteles, la transzendentale Materie, o Sachheit de Kant)59, la lógica de la
imaginación, es decir, de la formación de las imágenes se impone por sí misma,
siguiendo sus leyes. La genealogía puede mostrar sin duda (¡pero habrá que
ver con qué lenguaje lo puede hacer!) el surgir de la figura o esquema a partir
del gesto, a partir del movimiento la extensión (el espacio) –en términos del
drama trágico, a partir de la música y de la danza, la escena teatral del coro–,
pero aquí se detiene. Todo lo que ocurre después pertenece a la lógica de la
imagen, del espacio. Hay una ‘estética trascendental’ que señala el límite de
cualquier reconstrucción genealógica. Surgida la imagen, la figura, el esquema
–en una palabra: el espacio– a partir del gesto musical, éste sigue luego sus
propias reglas. La ‘iconología’ tiene leyes completamente independientes. Le-
yes que se imponen a todo. La lógica de Aristóteles –en el lenguaje de NT: la
diálectica socrática– no es fruto de una perversa voluntad humana, demasiado
humana. No es el humanismo el que está en el origen de la lógica aristotélica;
al contrario, ésta está en el origen de aquél.
La potencia de esta lógica –de la lógica de la ‘estética trascendental’, de las
leyes de la geometría ineludibles y únicas, a diferencia de las leyes físicas que
pueden seguir modelos distintos60 – se muestra en el hecho de que prevarica
de manera natural. Plegándose sobre su origen, remite éste a sí misma. La
muerte de la tragedia no es Eurípides, es la lógica de la reflexión, que dobla
el antecedente con y en el lenguaje del consecuente. También aquí podemos
sacar el nombre de Vico: la decadencia del pensamiento y del lenguaje está

 59
Cf. Platón, Timeo, 52a-b; Aristóteles, Metafísica, IX, 1049a 25-27; I. Kant, op. cit., A143,
B182. Es evidente que, como la chōra, así la prōtē hulē y la transzendentale Materie sólo pueden
ser objeto de un «discurso híbrido» (nothos logismos), substrayéndose a toda imagen.
 60
Cf. más arriba apartados 3 y 8.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 129

inscrita en la evolución misma del pensamiento y del lenguaje61. Es la potencia


de la razón refleja lo que conduce a la barbarie de la reflexión. Sócrates es el
destino de la tragedia, destino inscrito en ella desde su nacimiento. El descar-
garse de la embriaguez musical dionisíaca en las estáticas imágenes apolíneas
sólo conoce un momento –momentum, paso– feliz: el momento mágico de la
tragedia ática, cuando las dos divinidades consiguen fundir sus lenguajes, es
decir, cuando la música consigue diluir su embriaguez en la imagen, y cuando
la imagen consigue conservar en su quietud el movimiento de la música, la
danza. Pero después la quietud del espacio no podrá dejar de predominar sobre
el movimiento de la música. Del primado de la quietud sobre el movimiento, el
pensamiento filosófico fue consciente muy pronto, puesto que ya Aristóteles,
en total coherencia con la fundación del principio de no contradicción, afirmó
la eterna mismidad del ente62. Esta última tesis –que en la filosofía italiana con-
temporánea ha encontrado su más riguroso defensor63– ha sido contestada de
distintas maneras a lo largo de la entera historia de Occidente, pero no vencida,
aún a pesar de que el más alto pensamiento filosófico occidental (Hegel), en su
denodada defensa del primado del devenir, no pudo prescindir de pensar-decir
el movimiento in figuris, es decir: en quietud. Ni tampoco vale la objeción de
que el movimiento del devenir consiste en el des-figurarse de la figura ya statu
nascenti, porque, como ya se había señalado más arriba (en el sexto apartado),
si bien se consigue sustraer el movimiento del ente particular a la inmovilidad
de la quietud, nunca se conseguirá sustraer a la lógica de la imagen la totalidad
del devenir. La inmovilidad de la figura, o forma, se impone64. Pero si el todo
es inmóvil, ¿puede haber movimiento en él? Imposible pensar el movimiento
de la parte en la quietud de la totalidad: ¿cómo puede permanecer idéntico a sí
mismo el todo, si en el tiempo T1 su parte A está en b, y en el tiempo T2 en c?
La identidad del todo niega la posibilidad misma del movimiento de la parte.

 61
Vico tuvo una aguda conciencia de ello: «[...] uti lingua heroica prius heroes ab hominibus
diviserat, ita postea lingua vulgaris divisit philologos a philosophis. Cuius secundae observa-
tionis ea ratio est, quod, cum lingua vulgi, quia communis, rerum naturas et proprietates non
significabat, philosophi in naturis rerum, philologi in originibus verborum investigandis divisi
sunt; et ita philosophia ac philologia, quae ab heroica lingua geminae ortae erant, lingua vulgari
distractae» nota 33 al De constantia iurisprudentis, en Opere giuridiche, ed. P. Cristofolini,
Sansoni, Firenze, 1974, p. 771. La cursiva es mía.
 62
«[...] tauta aei [siempre las mismas cosas] ē periodōi ē allōs, eiper proteron energeia
dunameōs [cíclicamente o de otro modo, si el acto es antes que la potencia]» Aristóteles, Me-
tafísica, 1072a 8-9.
 63
Me refiero a Emanuele Severino, del que me limito a citar l’Essenza del nichilismo,
Adelphi, Milano, 21982.
 64
Lo declara Hegel mismo: «Die Erscheinung ist das Entstehen und Vergehen, das selbst
nicht entsteht und vergeht, sondern an sich ist und die Wirklichkeit und Bewegung des Lebens
der Wahrheit ausmacht. Das Wahre ist so der bacchantische Taumel, an dem kein Glied nicht
trunken ist,und weil jedes, indem es sich absondert, ebenso unmittelbar [sich] auflost – ist er
ebenso die durchsichtige und einfache Ruhe» Phänomenologie des Geistes, p. 39.

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130 vincenzo vitiello

La iconología de la mente, la lógica del espacio revela aquí su incapacidad de


dar razón de la vida, del movimiento, del devenir. Y no se responde al problema
borrando de la realidad el devenir, rechazándolo como mera ilusión. Ya que
habría que comprender entonces cómo nace esta ilusión, y cuando ha nacido
cómo disminuye, ¡y de qué modo, este surgir y tramontar de la ilusión del
devenir, es interpretable sino como devenir!
En suma, la enorme potencia de la iconología, de la lógica de la imagen, se
revela como efectiva impotencia en dar razón del devenir, tanto de la totalidad
como del ente particular.
Ahora nos tenemos que ocupar de esto, antes de volver a El nacimiento de
la tragedia.

12.

La argumentación recae de nuevo sobre Hegel, verdadero tercer interlocutor,


además de Wittgenstein y Nietzsche, de nuestro trabajo. Nos detenemos esta
vez en la «Doctrina del concepto», con la que inicia la parte III de la Ciencia
lógica, dedicada a la lógica subjetiva.
Hegel retoma la distinción tradicional del concepto en universal, particular
y singular. El intento declarado es el de asimilar la entera tradición de la lógica
occidental, elevándola desde el plano del entendimiento al de la razón. Una
operación que busca, entre otras cosas, la superación de la Hemmung que ca-
racteriza a la ‘proposición especulativa’. Hegel comienza preguntándose en qué
se distingue la universalidad del concepto, de la universalidad del ser, del «puro
ser sin ninguna otra determinación», con la que inicia la Ciencia de la lógica65 .
Este punto es de fundamental importancia, y no sólo para la interpretación de
Hegel. Para hacer más simple la comprensión del problema me valdré de un
ejemplo, el del triángulo66. Triángulo es un concepto universal porque no indica
el isósceles o el equilátero o el escaleno. Pero no es un concepto vacío como
el de ser; no porque sea una figura geométrica (considerado así, el concepto de
‘triángulo’ no es universal sino particular, siendo una figura geométrica junto a
otras), sino porque está ‘lleno’ de todo lo que de vez en vez niega. Si el concepto
de ‘puro’ ser está caracterizado por la negación simple –está vacío como el no-
ser–, el concepto universal en cambio se caracteriza por una negación doble,
es decir, refleja: su negación se pliega sobre sí misma, y negando la negación,
afirma. Afirma todo lo que niega: ‘triángulo’ no es ni isósceles, ni equilátero,
ni escaleno, porque es isósceles y equilátero y escaleno. Y todas las tres figuras
del triángulo, sin ser ninguna en particular. Pero para entender en su auténtico

G.W.F. Hegel, Wissenschaft der Logik, I, p. 82.


 65

Si valió de él también G. Berkeley, para criticar la concepción lockeana de las ‘ideas


 66

abstractas’, cf. tratado sobre los principios del conocimiento humano, introducción, §16.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 131

significado esta unidad-identidad de negación y afirmación, hay que tomar el


concepto universal, no como concepto abstracto, sino como el proceso mismo
de la abstracción. Considerado como mero producto del abstraer, el concepto
universal es negativo y positivo, primero lo uno y después lo otro; considerado
como el abstraer mismo, es en cuanto negativo positivo, y en cuanto positivo
negativo. Triángulo no es antes ni isósceles ni equilátero ni escaleno, y después
isósceles y equilátero y escaleno; triángulo no es isósceles porque es también
escaleno y equilátero, no es escaleno porque es también isósceles y equilátero,
y no es equilátero porque es también isósceles y equilátero. Tomar el concep-
to universal como proceso de abstracción y no como producto del abstraer,
significa llevar a la figura o forma del concepto, el movimiento que lleva a
ella –en los términos de NT: significa llevar a las palabras-imágenes del coro
la danza, el movimiento de la música. Continuando con el ejemplo, podemos
decir que el concepto, en cuanto concipere, es como el canto del coro trágico:
no sonido petrificado, sino el exacto opuesto: figuras de piedra fluidificadas en
sonidos. Dioniso que habla el lenguaje de Apolo, Apolo que habla el lenguaje
de Dioniso. ¿Una meta ya conseguida entonces, la que indicó Nietzsche? ¿Y
conseguida –por Hegel– justo en el terreno del concepto, que Nietzsche con-
sideraba lo más extraño al mismo enfoque del problema? Es conveniente no
precipitarse en responder.
A la descripción del concepto universal sigue la del concepto particular. A la
visión del todo, sigue la de la parte. Continuando con el ejemplo del triángulo,
consideremos ahora un triángulo particular: el isósceles. Éste es tal porque no es
escaleno ni equilátero. Y aquí la negación es la conclusión. Lo que niega el con-
cepto particular, cae fuera de él: sólo por ello el particular es tal y no es universal.
No obstante, el particular es ‘en sí’ (an sich) universal, y no sólo porque en él se
refleja la universalidad del concepto universal –el triángulo isósceles comprende
todos los modos y medidas en que puede darse este tipo de triángulo–, sino
sobre todo porque eso mismo que él excluye de sí, de alguna manera también
lo incluye. El triángulo es isósceles en cuanto no es equilátero ni escaleno.
Equilátero y escaleno entran a constituir la definición de isósceles. También en
el concepto particular, por tanto, la negación no va separada de la afirmación,
la exclusión de la inclusión. Sin duda, en el particular negación y afirmación
se presentan diversamente que en el universal. Como universal, el concepto es
considerado desde el punto de vista de la totalidad: es el entero tal como aparece
a una mirada onmicomprensiva; en cuanto particular, en cambio, el concepto
es observado, por así decirlo, desde el interior. Son dos vistas distintas de lo
mismo. El mismo horizonte visto desde dos diferentes perspectivas.
Las perspectivas no se convierten en tres, cuando se considera el concepto
singular, antes bien, se unifican. La singularidad, en efecto, no añade otra
cosa a la particularidad del concepto más que la forma de la necesidad, ya que
el individuo es captado en cuanto tal, cuando en su haecceitas está incluida

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132 vincenzo vitiello

(= contenida y comprendida) la razón por la que es aquello que es –en el ejem-


plo del triángulo: porque es isósceles y no escaleno ni equilátero. Lo que en
el concepto particular tiene aún la forma de la accidentalidad –el triángulo es
isósceles porque no es escaleno ni equilátero, pero podría haber sido escaleno
o equilátero–, en el singular tiene la forma de la necesidad, porque en el con-
cepto singular la universalidad del concepto es a la vez fundamento (o esencia,
‘naturaleza’: phusis) y fin (telos)67. A este respecto, el concepto singular es el
universal, es la totalidad. O si se quiere mantener aún una distinción entre ambos,
ésta consiste en que el singular lleva a la evidencia la totalidad.
Pero si en la determinación del concepto singular, se desdibuja la dife-
rencia entre universal y singular, el resultado de la dialéctica del concepto de
la dialéctica del concepto, es decir, del intento más coherente y riguroso de
llevar el movimiento del pensamiento a la figura, o también: de dar a la figura
la movilidad del proceso, se malogra. Del movimiento del concepto –es decir,
del verdadero concepto, o concepto real, y no del abstracto– no se da figura,
forma, imagen. Veamos porqué.
Si el concepto singular que ahora denominamos A es razón de sí mismo,
es razón también de la relación que A guarda con B, y en consecuencia de la
relación que B guarda con A, y aún todavía de la relación de A con la relación
de B con A, y así hasta el infinito. La coincidencia de universal y singular,
pensada rigurosamente, conduce a la irrepresentabilidad del concepto, desde
el momento en que en lo singular debe estar el todo, lo universal. ¡Es como
pretender que un único punto –inextenso– incluya en sí mismo la totalidad
–extensa– del universo!

13.

Se malogra la comprensión del pensamiento de Nietzsche si no se lee la crí-


tica del concepto que lleva a cabo, no sólo en NT, sino aún antes, en «La visión
dionisíaca del mundo», y luego en Verdad y mentira en sentido extramoral,
a partir de esta crítica inmanente al concepto mismo, que hemos visto. Con
ello no decimos en absoluto que la crítica de Nietzsche deriva de la hegeliana
Ciencia de la lógica –que él nunca leyó– y de todo lo que se deduce crítica-

 67
Claramente, el concepto singular –en sentido eminente de conceptus y no de concep-
tum– piensa-dice la experiencia concreta de la ‘construcción del triángulo. El concepto singular
de Hegel hay que compararlo con la definición constructiva o genética de Spinoza (cf. De in-
tellectus emendatione, §§95-97), de la que explicita la finalidad inmanente. La construcción de
un triángulo, de ese triángulo individual con esas específicas características y no otras, implica
que se tenga como fin la idea –la forma, la naturaleza o esencia– de ese triángulo y no de otros.
Hegel expresa esta circularidad entre naturaleza, o esencia, y fin, con la fórmula del silogismo
acabado, el silogismo teológico: A-E-A (Allgemeinheit-Einzelheit- Allgemeinheit). Sobre el tema,
cf. G.W.F. Hegel, Wissenschaft der Logik, II, Der ausgeführter Zweck, pp. 451-461.

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«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 133

mente de ella. Queremos decir algo muy distinto: que la problemática que ha
sido presentada discutiendo de la hegeliana Doctrina del concepto es la misma
que Nietzsche, desde una perspectiva completamente distinta, afronta cuando
critica la dialéctica, el racionalismo socrático, en resumen, la separación del
instinto apolíneo respecto al dionisíaco, o bien cuando critica la decadencia del
lenguaje y de la civilización occidentales, como consecuencias inevitables de
la separación entre el Schauwelt y el Hörwelt. La comparación con Hegel ha
servido para llevar la argumentación al nivel problemático en el que se sitúa la
página nietzscheana, y tiene un valor meramente ejemplificativo. Habríamos
podido desarrollar el mismo tipo de consideraciones, tratando, por ejemplo,
del Sofista o del Parménides de Platón. Si se ha elegido a Hegel como término
de comparación, ha sido para captar la cuestión en su término final más alto,
antes que en el inicio. Esto es todo. Por otra parte entender el nivel problemá-
tico en el que se mueve Nietzsche en NT es indispensable para comprender
el sucesivo desarrollo de su pensamiento, y aún de su escritura, además de su
naufragio final.

14.

Comencemos entonces por preguntarnos de qué manera Nietzsche enfoca


en NT la posible superación de la lógica del icono, es decir, de la reducción del
lenguaje a mera ‘visión’, imagen, figura. A figura, imagen, visión, separada del
movimiento del que tiene origen. A veces parece que ve la solución en el retorno
de la tragedia. Escribe: «Sí, amigos míos, creed conmigo en la vida dionisíaca
y en el renacimiento de la tragedia. El tiempo del hombre socrático ha termi-
nado: enguirnaldaros de hiedra, tomad en mano el tirso y no os asombréis que
el tigre y la pantera se acurruquen cariñosamente en vuestras rodillas. Ahora,
atreveos a ser hombres trágicos: ya seréis liberados. ¡Acompañaréis el cortejo
dionisíaco, desde la India a Grecia! ¡Armaos para una dura batalla, pero creed
en los milagros de vuestro dios!» (NT, KSA I 132).
La alta retórica nietzscheana encubre, no resuelve, el problema. No está en
cuestión el nexo Dioniso-Apolo, la necesidad de enlazar el Schauwelt al Hörwelt
para superar la decadencia del lenguaje; en cuestión está el modo en el que es
posible decir este nexo, expresar en palabras-imágenes la relación imagen-mú-
sica. Roh gesagt: no se trata de escribir tragedias, sino de continuar haciendo
–y escribiendo– filosofía. Y por tanto, ¿cómo logon didonai, como dar razón y
discurso de este nexo? En el entusiasmo por el renacimiento de la tragedia, a
partir del renovado –o resurgido– espíritu alemán, Nietzsche se remite a Kant
y Schopenhauer, como ejemplo sumos de la renacida ‘filosofía alemana’, capaz
de «destruir el satisfecho placer de existir del socratismo científico, mediante la
demostración de sus límites». En esta filosofía descubre «la sabiduría dionisíaca
expresada en conceptos», la unidad «entre la música alemana y la filosofía ale-

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134 vincenzo vitiello

mana», «si no acaso una nueva forma de existencia» (NT, KSA I 128). Y aquí
hay que distinguir: una cosa es la sabiduría dionisíaca expresada en conceptos,
otra es la nueva forma de existencia. Que la primera –la sabiduría dionisíaca
expresada en conceptos– sea a la vez una nueva forma de existencia no está en
duda; pero es esa nueva forma de existencia llevada al concepto, al discurso; y
entonces el verdadero problema es: ¿qué forma de concepto, de discurso? La
pregunta no es nuestra... es de Nietzsche. Es la pregunta que está en el origen del
escrito VM, y a la que responde al final: «Esa enorme entabladura y armadura
de conceptos, a la que agarrándose el desgraciado hombre consigue salvarse a lo
largo de su vida, constituye para el entendimiento que se ha hecho libre, no más
que una armadura y un regodeo para sus audaces artificios. Y si lo destruye todo,
si lo mezcla, lo recompone irónicamente, emparejando las cosas más extrañas
y separando las cosas más afines, con ello hace ver que no tiene necesidad de
esos repliegues de la miseria y de estar ya guiado, no ya por conceptos, sino por
intuiciones. No existe un camino regular que, partiendo de estas intuiciones,
conduzca a la tierra de los esquemas espectrales, de las abstracciones: la palabra
no está hecha para las intuiciones, y el hombre enmudece cuando se encuentra
ante ellas, o bien habla irónicamente con metáforas prohibidas y con inauditos
hacinamientos de conceptos, para adecuarse creativamente –al menos con la
destrucción y la irrisión de las viejas barreras conceptuales –a la impresión de
la poderosa intuición actual» (VM, KSA I 888-889).
Se falsearía enteramente el sentido de este pasaje si se entendiese la contra-
posición de la intuición al concepto en sentido tradicional, es decir, tomando la
intuición como visión inmediata de la cosa, respecto a la mediación (demos-
tración) conceptual. Aquí ‘intuición’ nombra la experiencia directa de la cosa,
cosa que es, como se dice en seguida, sentimiento, sufrimiento particular, es
decir, sensación, sentir, vida; sentir que se sustrae a la palabra-imagen pero a
la vez rechaza el entregarse al mutismo de la inmediatez vital, en la medida
en que en el abatir el edificio de los conceptos y de las palabras, el sentir, el
sentimiento, habla pero «irónicamente con metáforas prohibidas y con inauditos
hacinamientos de conceptos». Parece la descripción de un cuadro de Picasso
del periodo cubista, o del ‘sonido amarillo’ de Kandinskj.

15.

Verdad y mentira en sentido extramoral es un escrito programático, un pro-


yecto que Nietzsche se esforzó en llevar a efecto. Cuando se dedicó, mediante
«la química de los sentimientos y de las ideas», a de-mostrar cómo de los
irracional surge lo racional, de los ilógico la lógica, del egoísmo el altruismo
(MA I §1), se dio cuenta que era impensable reconstruir la génesis de la cultura
histórica, del arte y de la ciencia, de la moral y de la religión, de la metafísica,
adoptando las categorías y el lenguaje surgidos y perfeccionados en y por esta

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 105-136


«En lucha con el lenguaje». De Wittgenstein a Nietzsche 135

cultura. Para penetrar en lo no racional del que ha surgido la razón, no se pue-


den usar las categorías elaboradas por la razón. No se conoce la sombra con
la luz, ni el desorden con el orden. Era necesario entonces romper la sintaxis
tradicional, pensar ya no silogísticamente, sino por ‘intuiciones’ imprevistas,
como por fragmentos. La misma escritura debía cambiar adecuándose al
nuevo estilo del pensamiento. El aforismo fue la ‘forma’ de esta escritura. Y
a la composición de los aforismos, al ordenamiento de los fragmentos no se
le atribuyó otro valor más que el que le confiere accidentalmente el lector, los
lectores. Y entre estos había que contar al autor de estos fragmentos, al que
no se le reconocía ‘prioridad’ alguna sobre los otros lectores si no es la del
tiempo, siendo el escritor el primer lector de sí mismo. De aquí el rechazo de
la coherencia de la demostración, del discurso apodíptico. Lo ‘dicho’ (el con-
tenido del pensamiento, el icono mental) vale por la vida que lleva consigo,
es decir, por la fuerza, o potencia, que tiene de imponerse en el mundo. Una
teoría vale, no por lo que dice, por las tesis que afirma, sino por la voluntad de
imponerse, de afirmarse a sí misma. Estamos en el origen de la metafísica de
la voluntad de potencia. Una doctrina abierta a todas las formas de vida: a la
ciencia y al arte, a la política y a la religión. «Hubo en efecto épocas en que el
arte, la metafísica y la teología contribuyeron, más que la ciencia y la política,
al desarrollo de la humanidad. ¿Por qué entonces rechazar una manifestación
de vida, para dejar sitio a otras? Más sabio es dar hospitalidad a todas» (CS
§188). La metafísica de la voluntad de potencia es el Panteón de todos los
dioses. No por casualidad Nietzsche escribía que la máxima aspiración no era
tener una alma inmortal, sino un ánimo capaz de acoger todas las almas y todas
mortales (OSD §17). ¿Pero por qué llamar todavía ‘metafísica’ –y justo en la
acepción que rechazaba Nietzsche– esta doctrina de la voluntad de potencia,
esta doctrina que desplaza el fundamento de validez para una teoría, desde su
‘contenido’, desde lo que dice, al modo en que lo dice, a la fuerza vital que se
encarna en ella o se expresa? Porque la doctrina de la voluntad de potencia sólo
se impone con la fuerza y no con silogismos, por la energía vital de su decir y
no por la coherencia de sus argumentaciones, en tanto que es verdad –esto es:
corresponde a la realidad– aquello que afirma, es decir, que es la voluntad lo que
(im)pone la verdad. Pero así la relación voluntad-verdad se ha invertido: ¡Es la
verdad el fundamento de la voluntad! Por consiguiente, el demostrar prevalece
sobre el exhibir. La ciencia sobre el arte. La argumentación sobre el aforismo.
La imagen sobre el gesto, el espacio sobre el movimiento. Se ha dicho ya: el
icono tiene sus propias leyes, enteramente autónomas respecto al origen, hasta
el punto de replegarse sobre el origen y capturarlo entre sus ‘figuras’.
Nietzsche tuvo experiencia de este vuelco de la manera más radical, como era
propio de su naturaleza extrema: intentó demostrar científicamente la doctrina de
la voluntad de potencia, traduciendo la imagen moral del eterno retorno en la figura
de un saber unantastbar und definitiv, intangible y definitivo (WM §1067).

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136 vincenzo vitiello

Abyssus abyssum vocat. Al mismo tiempo que ensayaba las pruebas cientí-
ficas para fundar su teoría, sometía la ciencia a la crítica más radical. Ensayó
todavía otra escritura antes de volver a la tradicional del ensayo y de la argumen-
tación, la escritura profética. La escritura de la voz que habla a los demás para
educarlos, instruirlos, para hacerles partícipes de la Verdad. Porque era suya,
de Nietzsche, la palabra de la verdad, incluso cuando afirmaba que aprendía la
verdad de los otros, del pueblo, e incluso de los lisiados.
No por casualidad fue esta forma de escritura, con la que más directamente
hablaba de sí mismo, la que anticipó su naufragio universal. En un momento
de máxima sinceridad entendió que no conseguía penetrar en las palabras para
redescubrir en ellas la vida. Advirtió una soledad insoportable e intentó el
último salto: hacia la inmediatez natural de la música (Za, KSA IV 201-202).
Buscaba la vida más allá del polvo de las palabras, la música más allá de las
imágenes. Halló la locura.

traducción de Marco Parmeggiani


Universidad de Málaga

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 105-136


Informe bibliográfico: Nietzsche y el lenguaje 137

INFORME BIBLIOGRÁFICO
NIETZSCHE Y EL LENGUAJE

La bibliografía sobre Nietzsche y el lenguaje es numerosa en sus distintos aspectos,


ya que partimos de que Nietzsche como filólogo no deja de pensar en el lenguaje. En la
bibliografía se recogen las perspectivas desde las que se estudia el lenguaje en la obra
de Nietzsche: desde la metafísica, retórica, lingüística, semiótica, filosofía del lenguaje,
etc. Dentro del elenco de obras citadas, se recogen también las referencias de algunas
tesis doctorales, que por su interés, han acaparado la atención de los investigadores.
Para una mayor información sobre el tema del lenguaje en la obra y el pensamiento
de F. Nietzsche, me remito a la base de datos, la Weimarer Nietzsche-Bibliographie,
elaborada bajo la dirección de Erdmann Wilamovitz-Möllendorf y Josef Simon, entre
otros, y que recientemente ha sido editada en cinco volúmenes por la editorial Metzeler,
de Stuttgart. Para este tema véase especialmente el vol. 3, Sekundärliteratur Fortset-
zung. Nietzsches geistige und geschichtlich-kulturelle Lebensbeziehungen, sein Denken
und Schaffen, J. B. Metzler, Sttutgart/Weimar, 2000-2002 (www.metzlerverlag.de). Un
informe sobre la citada bibliografía elaborado por Erdmann Wilamowitz-Möllendorf
se puede encontrar en el número 2 de Estudios Nietzsche (249-258), donde se hace
también una reseña sobre los volúmenes publicados.

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elaborado por Luis E. De Santiago Guervós


Universidad de Málaga

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ESTUDIOS LIBRES
Nietzsche y la filosofía en México 149

Nietzsche y la filosofía en México


paulina rivero weber
Universidad Nacional Autónoma de México

Para Octavio Rivero Serrano,


médico y educador mexicano.

Una singular y significativa historia se encuentra tras la asimilación del


pensamiento de Nietzsche por parte de la filosofía en México. En este escrito,
comentaré brevemente los antecedentes culturales de la época, para analizar
después el papel del pensamiento de Nietzsche en México1.
Nuestra historia, aunque parezca algo extraño, comienza en París en 1849.
Es ese el año en que un mexicano estudiaba medicina en la ciudad luz. Este
hombre, de nombre Gabino Barreda, llegaría a trazar el camino de la educación
en México. Mientras estudiaba en Paris, Barreda conoció a Comte y asistió a
sus conferencias en el Palais Royal de 1849 a 1851. De regreso a México, unido
al Partido Liberal asistió a su primer acto público en 1867, en donde leyó un
escrito titulado «Oración cívica»2. Seguramente a raíz de dicha conferencia,
Benito Juárez le invitó a reorganizar el sistema educativo mexicano. Barreda
adaptó el liberalismo francés a un México reformista: si bien para Comte el libe-
ralismo francés era una fuerza que conducía al caos, para Barreda el liberalismo
mexicano era la fuerza que conducía al orden y al progreso. De esta manera, el
comtiano Barreda, en diciembre de 1867 estableció la Ley de Educación y en
1868 creó la escuela Nacional Preparatoria, cuartel del positivismo en México.
De 1868 hasta 1910 la filosofía en México sería positivista.

 1
De la misma forma en que no podemos apreciar quién fue Nietzsche sin conocer la tradición
que él enfrenta, tampoco podríamos apreciar su papel en la historia del pensamiento en México
sin conocer la tradición ante la que algunos mexicanos se enfrentaron desde la trinchera de la
filosofía nietzscheana. Por ello en un primer momento, hablaré de la etapa filosófica anterior a la
llegada de Nietzsche a México. En un primer momento me basaré en el libro escrito por Patrick
Romanell. Este autor divide la filosofía mexicana en cinco etapas: la escolástica, la Ilustración,
la antirracionalista, la positivista y la antipositivista. La historia de Romanell abarca hasta 1950,
de manera que para comenzar nuestra exposición podemos centrarnos en algunas cuestiones
relativas a las dos últimas etapas por él estudiadas, que abarcan de 1850 a 1950.
 2
El evento, que se llevó a cabo en la ciudad de Guanajuato, conmemoraba el día de la
Independencia mexicana.

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150 paulina rivero weber

Lo sucedido con el positivismo en México es un caso paradigmático de


lo que suele suceder con el positivismo en general. De entrada enfrentó la
educación clerical: la ciencia, y la fuerza de la razón, lucharon contra la su-
perstición y el oscurantismo religioso. Pero a la larga, como lo señalaría años
después José Vasconcelos, el positivismo terminó por ignorar la fuerza de la
poesía y de la filosofía de la existencia, para confiar excesiva y únicamente en
las matemáticas, con lo cual se tornó ignorante e inculto con respecto a todo
pensamiento humanista3.
En efecto, después de ser en un primer momento aliado de Juárez, el posi-
tivismo pasó a ser el instrumento intelectual de la dictadura de Porfirio Díaz.
Durante ese período, aproximadamente de 1880 a 1910, el positivismo mexicano
se acercó más a los planteamientos de Spencer; los spencerianos mexicanos
tenían como órgano político el periódico La Libertad y por partido la Unión
Liberal. En 1892 el partido liberal apoyó la cuarta reelección de Porfirio Díaz.
Para entonces Justo Sierra era la cabeza de los spencieranos y era también
editor en jefe de La Libertad. Este positivismo mexicano, otrora libertador a
lado de Juárez, se endureció y sistematizó durante el porfiriato para terminar
sirviendo a las fuerzas más antirrevolucionarias del país y defender el derecho
a la riqueza por encima de cualquier otro. Sierra saludó a Díaz como «tirano
honrado» cada vez que se reeligió.
Éste era el panorama de la filosofía a principios del siglo XX cuando el pen-
samiento de Nietzsche llegó a México. Y en ese sentido, podemos decir junto
con Romanell4, que la filosofía en México se presenta en los primeros cincuenta
años del siglo XX como una revolución a gran escala contra el positivismo. Este
autor designa esta nueva etapa como ‘antipositivista’, lo cual parece adecuado,
ya que lo que unifica a los filósofos en esta etapa es el ‘anti’, y no el ‘pro’:
todos estaban contra el positivismo desde diferentes trincheras; se trataba de la
rebeldía intelectual contra la filosofía oficial del porfiriato, misma que se inició
antes que la revolución de 1910. Esta rebeldía intelectual se gestó a partir de
1906, cuando apareció una revista estudiantil llamada Savia Moderna5. Como
lo ha indicado Álvaro Matute, esta revista fue la primera expresión de lo que
llegaría a ser la generación del Ateneo. La revista apareció de marzo a junio
de 1906, dirigida por Alfonso Cravioto y Luis Castillo Ledón.
El año siguiente (1907) estos mismos jóvenes constituyeron la Sociedad de
Conferencias, que organizó dos series de pláticas, en las que incluían lectura de

 3
En efecto parece ser que la única ciencia que se tomó en serio en el período de Barreda fue
la matemática, que era vista como una ciencia neutra que por lo mismo podría traer paz social.
 4
Romanell, Patrick, La formación de la mentalidad mexicana. 1910 – 1950, El Colegio de
México, México, 1954.
 5
Al respecto es sumamente orientador el ensayo de Álvaro Matute titulado «El Ateneo de
México», publicado por el Fondo de Cultura Económica en la colección de Internet Fondo,
2000.

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Nietzsche y la filosofía en México 151

poemas y números musicales. La segunda plática de las mencionadas, la dictó


Antonio Caso y su título fue: «La significación e influencia de Nietzsche en el
pensamiento moderno». Pero antes de analizar con detalle el pensamiento de
Antonio Caso, conviene aclarar que no sólo él estudió a Nietzsche hacia 1907.
Otros jóvenes conferencistas, quienes junto con él formaron luego el Ateneo de
México, también lo hicieron, y organizaron en 1910 su acto público más cono-
cido; la famosa serie de seis conferencias de agosto a septiembre de 1910, que
se llevó a cabo con el patrocinio de uno de los personajes más fundamentales
de la cultura en México: Don Justo Sierra.
Justo Sierra6  fue el pensador y educador más excepcional en la historia de
México. Habiendo sido educado en el positivismo, como lo hemos comen-
tado, a sus sesenta años Sierra tuvo la juventud necesaria para reconocer la
nueva propuesta filosófica enarbolada por estos jóvenes ateneistas. Siendo
positivista, Sierra tuvo la capacidad y el coraje de dudar, y con ello la limitada
visión positivista amplió sus horizontes y abrió al país las puertas de nuevas
posibilidades.7  De las seis conferencias patrocinadas por Sierra en 1910, la
última, a cargo de José Vasconcelos, se tituló «Don Gabino Barreda y las ideas
contemporáneas». En ella Vasconcelos considera que el sistema implantado por
Barreda era mejor que el eclesiástico, pero añadía enseguida la inevitable crítica:
el positivismo no supo comprender que «el sentimiento poético» es algo más
que una etapa primitiva superada por la ciencia, y con ello quedó ciego ante las
humanidades. Vasconcelos criticó el dogmatismo de Barreda, que le impidió ver
que los principios científicos no son más que meras hipótesis. Para Romanell
esta conferencia y su crítica al positivismo, es el Acta de Independencia de la
filosofía mexicana8.
Como veremos, Nietzsche fue uno de los filósofos más presentes en ese
momento. El Ateneo mexicano contaba con alrededor de cincuenta miembros
de las más diversas profesiones. Algunos de ellos –como Diego Rivera– vivían
en la provincia mexicana. Este grupo intentaba levantar a un país desmorali-

 6
Justo Sierra nació en Campeche, México, el 26 de enero de 1848. Abogado, poeta, periodista,
político, historiador y ante todo educador, fue Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes y
creador de la Universidad Nacional de México en 1910.
 7
Es realmente simbólico que el mismo Justo Sierra iniciara su discurso del acto inaugural de
la Universidad Nacional de México con una reflexión sobre Nietzsche, concretamente sobre la
voluntad de poder entendida como voluntad de potencia de la fuerza del derecho. Este discurso
lo pronunció el 22 de septiembre de 1910.
 8
Una semana después de la última conferencia ofrecida por el Ateneo, el 18 de septiembre de
1910, el gobierno de Díaz establece la Universidad Nacional de México a petición del ministro
Justo Sierra, el spencierano que había repudiado su fe positivista en 1908. El restablecimiento
de la Universidad en plan secular –la clerical había sido fundada de acuerdo al modelo de la de
Salamanca, en 1551– era una consecuencia del espíritu de los tiempos. La Universidad incluye
la Escuela Nacional de Altos Estudios, que más tarde se convierte en la Facultad de Filosofía
y Letras.

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152 paulina rivero weber

zado, atendiendo aquellos aspectos que el positivismo había olvidado. En su


preparación los ateneistas realizaron una serie de lecturas, que toman dos di-
recciones: la literaria y la filosófica. Para la primera, dejan las letras francesas
para volver a los clásicos: Dante, Shakespeare, Goethe, y siglo de Oro español
y la literatura inglesa contemporánea. En el ámbito filosófico se prepararon
para la lucha contra Comte y Spencer por medio de Schopenhauer y Nietzs-
che. Los cuatro grandes del Ateneo; Pedro Henríquez Ureña –dominicano– y
los mexicanos Antonio Caso, Alfonso Reyes y José Vasconcelos, estudiaron
la filosofía de Nietzsche. Era natural que estos jóvenes del Sturm und Drang
mexicano9  arrancaran con una crítica al positivismo. Henríquez Ureña diría:
«Veíamos que la filosofía oficial era demasiado sistemática, demasiado definitiva
para no equivocarse. Entonces nos lanzamos a leer a todos los filósofos que el
positivismo consideraba como inútiles, desde Platón, que fue nuestro mayor
maestro, hasta Kant y Schopenhauer. Y tomamos en serio (¡oh blasfemia!) a
Nietzsche»10.
Es a partir de 1907 que Pedro Henríquez Ureña comienza los estudios
que culminarán en 1916 con la publicación de El nacimiento de Dionisos. Es
evidente que esta tragedia al estilo antiguo tiene frente a sí el pensamiento
nietzscheano de El nacimiento de la tragedia. Agapito Maesatre ha señalado
las múltiples formas en que a partir de 1907, Henríquez Ureña dio a conocer
este trabajo antes de su publicación definitiva en Nueva York en 191611.
También Alfonso Reyes y José Vasconcelos han hablado del ambiente espi-
ritual creado por el pensamiento de Nietzsche hacia principios del siglo XX. En
su Adiós a Vasconcelos, Alfonso Reyes nos habla de esos días en que el grupo
se encontraba aparentemente distante: aún en los días en que estos amigos se
encontraban alejados, «nos confesábamos siempre secretamente unidos por esa
suerte de magnetismo cósmico que hacía hablar a Nietzsche de su “amistad
estelar” entre él y Wagner»12.
El mismo Vasconcelos, en el Ulises Criollo, narra la ceremonia luctuosa
de Justo Sierra en el Paraninfo de la Universidad. Justo Sierra había sido el
gran respaldo de la generación del Ateneo, y como creador de la Universidad
moderna en México, merecía el que se le considerara el educador más excep-
cional en la historia de México. Vasconcelos relata la ceremonia luctuosa en

 9
La expresión usada por Romanell es de Alfonso Reyes.
 10
El Subrayado es mío. La cita original se encuentra en Ureña, Henríquez, «La influencia de
la revolución en la vida intelectual de México», Revista de ciencias jurídicas y sociales, 1925 (La
Habana), p. 14. Alfonso Reyes cita estas misma palabras en Pasado inmediato y otros ensayos,
El Colegio de México, México, 1941, p. 47
 11
Maestre, Agapito, «Nietzsche en hispoanoamérica», Metapolítica, 4 (diciembre 2000),
pp. 42, 43.
 12
La amistad en el dolor. Correspondencia entre José Vasconcelos y Alfonso Reyes. 1916-
1959, El Colegio de México, México 1995. Citado en Maestre, A., op. cit., p. 44.

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Nietzsche y la filosofía en México 153

un estilo profundamente nietzscheano13 y parece dar a Justo Sierra el rango de


héroe nietzscheano: «En el ánimo de los que formábamos la comitiva persistía
la sensación del río wagneriano que se derrumbaba en abismos, arrastraba las
imágenes y avanzaba disolviendo, liquidando la tarea del mundo. Y como éra-
mos por entonces nietzscheanos, experimentábamos la hueca conformidad del
orgullo que se contempla a sí mismo y se engríe, así sea de su propia fealdad...
Oficialmente acababa nuestro héroe como había vivido: atento únicamente al
proceso que se palpa y se deshace en la mano del experimentador. Su entierro
no pudo tener pompa religiosa. Se quedó en la Götterdämmerung sin llegar al
Parsifal»14.
Este tono nietzscheano reaparecerá en su estética, al hablar de la emoción
estética como la vía para la comprensión de la naturaleza de las cosas, o en su
alegato a favor de la belleza como una forma en la que puede manifestarse la
verdad15. Ese espíritu nietzscheano que, como vimos, se enciende en México
en 1907, tocó de manera particular a Antonio Caso16.
Habíamos comentado que en ese año Antonio Caso dictó su conferencia
sobre el filósofo alemán, la cual ha hecho correr mucha tinta desde entonces.
Caso se había formado en el positivismo, pero nunca fue propiamente positivis-
ta. Él reclamó al positivismo la insuficiencia de su plan educativo, su precaria
instrucción en humanidades y la ausencia de la filosofía. Pero su gran reclamo
fue la imposición de nuevos dogmas: el positivismo cambió el dogma de la
fe cristiana por el dogma de la fe en la ciencia, y la impuso como el nuevo y
único catecismo.
De manera paralela a la conferencia de 1907, Caso publica el primer ar-
tículo sobre Nietzsche en México, titulado simplemente «Nietzsche»17. En
un primer momento, Caso encuentra en el filósofo alemán al individuo que
realiza el concepto romántico del genio, un hombre de pensamientos nuevos
y deslumbrantes, que siendo a la vez artista y filósofo, sigue no sólo a su ra-
zón, sino emplea la totalidad de su ser en su filosofía. Se refiere al pesimismo
dionisíaco de Nietzsche –aquel que Nietzsche pone en boca de Sileno en El
nacimiento de la tragedia. Caso parece encontrar los antecedentes de la ética
del superhombre en Goethe, Schopenhauer, y Buda. El superhombre es para él

 13
Cf. Vasconcelos, José, Ulises Criollo, Fondo de Cultura Económica, México, 1983,
«Madero, gobernante», pp. 432-434. Maestre ha relatado esta ceremonia, si bien con algunas
imprecisiones menores con respecto a la ceremonia luctuosa de Don Justo Sierra relatada por
Vasconcelos, pero de manera lúcida Maestre ha hecho notar el tono ‘nietzscheano’ de este relato
en el excelente artículo anteriormente citado.
 14
Vasconcelos, J., op. cit., p. 434.
 15
Vasconcelos, J., Estética, Ediciones Botas, México, 1928.
 16
Rosa Krauze, en La filosofía de Antonio Caso, UNAM, México 1990, analiza ampliamente
el tema en cuestión.
 17
Caso, Antonio, «Nietzsche», Revista Moderna, junio 1907.

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154 paulina rivero weber

«un hijo del dolor humano, un producto del dolor del mundo que, al reflejarse
en el espíritu heroico de Nietzsche causa, por antítesis, un nuevo ideal moral,
una nueva creación de valores»18.
Caso logra ver en Nietzsche la propuesta de una humanidad más noble, una
vida más plena e intensa, que acepta el dolor de la existencia paro a la vez sea
capaz de superar ese dolor en la alegría de vivir. No ve en el superhombre un
inmoralista egoísta, sino un imperativo sui generis. Pero en ese superhombre que
se hunde en su ocaso (Untergehen), encuentra algo muy diferente a lo propuesto
por Nietzsche: encuentra la ética del autosacrificio propia del cristianismo,
que es parte de la misma virtud fundamental: la caridad. Para Caso la máxima
nietzscheana «no contentamiento sino más poder», implica la creencia «más
humana, más científica, más consoladora, la creencia que con su sangre y con
su carne vienen infundiendo hace muchas generaciones las madres cristianas a
sus hijos»19. Y culmina diciendo: «Ama a tu prójimo como a ti mismo: así habló
el divino hombre de Judea y su voz ha sabido suscitar un eco interminable en
todas las latitudes y en todas las conciencias»20.
Caso comprendía al superhombre nietzscheano como un supercristiano:
esa va a ser la constante desde su primer estudio sobre Nietzsche hasta la que
quizá sea su obra filosófica más importante, La existencia como economía,
como desinterés y como caridad. En ella su concepción de la existencia deja
ver la influencia que algunas ideas nietzscheanas ejercieron sobre él, como lo
es el caso de la idea de la voluntad de poder en la vida (que entiende como
voluntad de amor en el orden ético) y el egoísmo. Pero creo que en el fondo
de su interpretación despunta no sólo la absoluta influencia de Bergson, sino
ideas propias e incompatibles con el pensar nietzscheano, como es la idea de
Dios y de la caridad. En la defensa de esas ideas, Caso fue un rebelde frente
a Nietzsche. Como lo ha dicho Patrick Romanell, «Su mensaje, en pocas pa-
labras, fue vida por amor al amor; no vida por amor a la vida»21: se trata de
una comprensión muy personal y muy cristiana de Nietzsche. Como bien lo
ha comentado Echegollen Guzmán22, a Nietzsche seguramente no le hubiera
hecho mucha gracia la interpretación que Caso hace del superhombre, que es
en el fondo una especie de cristiano superlativo inmerso en la caridad.
Pero independientemente de los desacuerdos con esta forma de asimilar el
pensamiento nietzscheano, lo importante aquí es señalar la honda huella que
Nietzsche ya había ejercido en México desde antes de 1910: el Ateneo de México
fue nietzscheano de muy variadas formas. Nietzsche fue una de las armas más

 18
Caso, Antonio, Obras Completas, vol. II, p. 148.
 19
Ibid., p. 355 y 356
 20
Ibid.
 21
Romanell, P., op.cit., p. 107.
 22
Echegollen Guzmán, Alfredo, «Entre la caridad y el superhombre. Antonio Caso frente a
Nietzsche», Metapolítica, 4, diciembre 2000.

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Nietzsche y la filosofía en México 155

importantes con la que esta generación enfrentó el positivismo mexicano, y


con la que se gestó la educación de nuestro país.
Es por lo anterior que cuando México recibió la riqueza intelectual de los
filósofos transterrados, Nietzsche ya tenía una historia en México. Entre los
filósofos transterrados que mayor influencia recibieron de Nietzsche se en-
cuentran José Gaos y Eduardo Nicol. Como veremos, desde 1939 José Gaos se
encontraba ya cercano al pensamiento de Nietzsche. Esto se deja ver de manera
cristalina cuando hacia 1945, la revista Occidente pregunta a Gaos –entre otras
personalidades de México– cuáles eran para él los libros más importantes de
nuestro tiempo. La respuesta de Gaos indicó a El capital de Marx, La inter-
pretación de los sueños de Freud, En busca del tiempo perdido de Proust y La
voluntad de poder de Nietzsche23.
Hasta donde sabemos son cuatro los escritos de Gaos sobre Nietzsche,
aunque a lo largo de su obra son constantes las referencias a este filósofo. De
los textos escritos, el primero fue publicado en 1940 como una reseña para
el libro Nietzsche de H. Lefebvre. El otro data de 1945, y es una conferencia
conmemorativa del nacimiento de Nietzsche dictada evidentemente en 1944. El
tercer escrito aparece en 1962 en Filosofía contemporánea, y el último data de
1962 y aparece en la segunda parte de Historia de nuestra idea del mundo24.
Pareciera que la lectura de Gaos quedó marcada por su trabajo sobre el
libro de Lefebvre, de la que surgió el primer escrito sobre Nietzsche. De esta
manera, constantemente cita a Nietzsche junto a Marx. Aunque al respecto
Teresa Rodríguez ha llegado a considerar que en Gaos «La relación Nietzsche-
Marx es previa a la lectura de Lefebvre, como indica la convocatoria en 1939
de un seminario en El Colegio de México sobre «Nietzsche y Marx: los polos
intelectuales de nuestro tiempo»25.
Si bien este seminario no llegó a realizarse, Rodríguez considera que el título
del mismo sería la patencia de la unión ambos filósofos en el pensamiento de Gaos
que desde esa época: Nietzsche y Marx representaron para Gaos los dos ‘polos
intelectuales’ del momento. La misma autora señala que el segundo escrito de
Gaos, ‘El último Nietzsche’ abarca lo que de hecho es la última etapa del filosofar
nietzscheano, la cual, como el mismo Nietzsche había señalado, es una etapa ne-
gativa y crítica que abarca la obra posterior a Así habló Zaratustra. Recordemos
que en Ecce homo Nietzsche se refirió a esta etapa como la mitad de su obra,
la que «dice no, que lleva ese no a la práctica: la transvaloración misma de los
valores anteriores, la gran guerra, –el conjuro de un día de decisión»26.

 23
Hay que tomar en cuenta que Gaos trabajaba con las viejas ediciones de la obra nietzs-
cheana. Conocía la recopilación de La voluntad de poder que Schlechta publica hacia 1956, pero
trabajaba fundamentalmente con la segunda edición de Förster-Gast.
 24
Gaos, J., Historia de nuestra idea del mundo, en Obras completas, vol. XIV.
 25
Rodríguez de Licea, Teresa, «Gaos y Nietzsche», Metapolítica, 4, diciembre 2000.
 26
EH, ed. A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1988, p. 107.

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Pero para Gaos la explicación a la radicalidad de la filosofía de este último


período se encuentra relacionada con la locura de Nietzsche. Gaos pareciera
encontrar una gran virtud en la decadencia nietzscheana propia de su enferme-
dad: de alguna manera ésta colabora en la prefiguración del psicoanálisis; el
pensamiento de Freud encontraría su fundamento en la radicalidad de la crítica
nietzscheana tanto al idealismo como al cristianismo.
Pero existe a lo largo de todos los escritos de Gaos sobre Nietzsche, una
consideración que nos hace detenernos y cuestionarnos sobre la comprensión
de este filósofo transterrado sobre el filósofo alemán. Para Gaos hay ‘una
tragedia’ en el pensamiento de Nietzsche; y no se refiere ni a su vida ni a su
concepción de la tragedia, sino a lo siguiente: su tragedia como filósofo fue,
para Gaos, la de emplear un ‘método inadecuado’ para su tiempo. Desde el
primer hasta el último texto sobre Nietzsche, Gaos sostendrá que existía un
desconocimiento de “las herramientas filosóficas” del momento, concretamente
de la dialéctica. Podemos imaginar lo que Nietzsche diría al respecto; él, quien
llegó al reprochase a sí mismo que su primera obra tuviera un desagradable
«tufo hegeliano».27 
Podemos estar o no de acuerdo con la manera en que Gaos interpreta el
filosofar nietzscheano, pero independientemente de ello, podemos asegurar que
Gaos ejerció una notable influencia en la filosofía en México, y en los estudios
nietzscheanos en este país. Y lo mismo podemos decir de Eduardo Nicol. Al
igual que sucede con la obra de Gaos, son pocos los escritos de Nicol sobre
Nietzsche, pero a lo largo de su obra podemos encontrar referencias a esta fi-
losofía ya sea explícita o implícitamente. Es en Historicismo y existencialismo
en donde Nicol analiza el planteamiento nietzscheano que surge a raíz de la
muerte de Dios. Imaginemos a Kiekegaard sin Dios –dice Nicol- y tendremos
a Nietzsche. Ambos son, en efecto, pensadores solitarios que condenan la filo-
sofía racional para proponer una filosofía que sólo es tal en la vida real. Pero el
problema central para ambos es Dios: para Kierkegaard lo es por existir, y para
Nietzsche, por haber muerto. La cura nietzscheana para este mal, consiste en
concebir al individuo como un sujeto cósmico dotado de una fuerza creadora;
su voluntad de poder. Ya que Dios ha muerto, es necesario o bien crear la gran-
deza –el superhombre- o bien negarla. En ese sentido Nietzsche, a diferencia
de Kiekegaard, mantiene una alegría trágica esencial.
Considera Nicol que nadie ha logrado mejor que Nietzsche exponer la
soledad y el desamparo en que se encuentra el ser humano ateo que lucha por
salvar su existencia. Feliz el que se salva en la inocencia –dirá Nicol– pero aquel
que se asoma a la filosofía, ese la ha perdido. Y Nietzsche es, en ese sentido, el
gran perdedor que se juega la vida en una idea; en eso consiste la radicalidad
de la experiencia trágica para la filosofía. Lo que está en juego no es una idea,

 27
EH, «El nacimiento de la tragedia», p. 67.

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Nietzsche y la filosofía en México 157

sino la vida misma. Nietzsche va más allá de una concepción meramente ra-
cionalista del quehacer filosófico, y al superar a la mera racionalidad valora la
filosofía en la medida en que valora la vida: de ahí la ambigüedad nietzschena
para valorar la filosofía y el filósofo.
Para Nicol serán Nietzsche y Marx los dos grandes precursores del siglo
XX.28  Lo que en uno es libertad, en otro es necesidad; para Nietzsche el sujeto
es protagonista; para Marx es un mero personaje; nunca el protagonista. Y el
hombre nietzscheano, como protagonista de su historia, ha asesinado a Dios;
por ello es su responsabilidad vivir sin él, porque Nietzsche, señala Nicol, no
sólo es antirreligioso: es también anti-ateo29, y por ello ante la muerte de Dios
queda en manos del hombre crear un nuevo dios: el superhombre, que tendrá
que superara el racionalismo socrático para crear valores nuevos.
Y sin embargo Nicol no considera que dicho racionalismo sea realmente
socrático: Nietzsche erró al atribuir a Sócrates la paternidad del racionalismo.
Para Nicol el hecho de que Sócrates no escribiera nada, es «el único testimonio
indudable y auténtico con el cual contamos: el hecho mismo de que no dejara
testimonio escrito, como si fuera un rasgo caprichoso del hombre menos ca-
prichoso que ha existido nunca...»30. Que Sócrates jamás haya escrito es para
Nicol un dato filosófico que tiene que leerse desde la coherencia entre vida y
filosofía: «la vida de Sócrates es su filosofía misma»31. La lectura filosófica de
este dato nos dice que Sócrates no escribió porque le era necesario precisamente
el contacto con la vida misma, como un requerimiento indispensable para la
filosofía. Sólo en el diálogo en vivo le era posible llevar a cabo su labor, justo
porque para Sócrates la filosofía no era un conjunto de ideas que expresar en
el papel, sino una forma de vida.
De lo anterior se evidencia que ‘filosofar’ en Sócrates no implicó, como
Nietzsche consideró, el uso de la razón divorciada de la vida. Para Sócrates
–como para Nicol– «la razón se ilumina cuando sabe de su fuente», y esa fuente
iluminadora es la vida misma. La filosofía para Sócrates es algo inherente a la
vida, es la forma superior de la vida humana. Si el hombre es el ser filósofo y
la filosofía es la forma de vida propiamente humana, es por que ella es el único
camino por el cual es posible alcanzar la plena humanidad, ella nos permite,
en palabras de Eduardo Nicol, «obtener de su fondo, donde ellas se encuen-
tran, todas las potencialidades que es un deber sacar a luz»32. De esta manera
la crítica nicoleana a la interpretación nietzscheana de la figura de Sócrates
es, paradójicamente, profundamente nietzscheana. Para los tres –Sócrates,

 28
Nicol, Eduardo, Historicismo y existencialismo, Fondo de Cultura Económica, México,
31981, pp. 232-233.
29
Ibid., p. 247.
 30
Nicol, E., La idea del hombre, Stylo, México, 1946, p. 309.
 31
Ibid., p. 310.
 32
Ibid., p. 312.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 149-161


158 paulina rivero weber

Nietzsche y Nicol– la filosofía no puede separarse de la vida: es, ante todo,


una forma de vida.
La escuela que Eduardo Nicol dejó en México y su propia lectura de la filosofía
de Nietzsche, ha encontrado eco en el pensamiento ético de Juliana González. Sien-
do la ética el interés fundamental de esta filósofa, ella se ha ocupado de aquellas
facetas del pensamiento de Nietzsche que más impacto han tenido para la ética. Me
parece que son dos las obras fundamentales para comprender la visión que Juliana
González tiene de Nietzsche: El héroe en el alma, en donde la autora expone por
medio de tres ensayos su interpretación sobre el pensamiento de Nietzsche, y
Ética y libertad33 libro en el cual ha dedicado un capítulo a la reflexión sobre la
posibilidad de una ética trágica. Podríamos decir que para esta autora la ética
trágica implica la «integración sintética de conciencia e instintos; es unidad
efectiva de las fuerzas racionales e irracionales de la vida»34. En ese sentido no
existe un llamado nietzscheano al instintivismo ni al irracionalismo, sino a la
unión de las diferentes facetas que conforman el comprender humano.
En el ámbito ético, para Juliana González toda ética implica un cierto com-
promiso con la verdad, como quiera que ésta se conciba: en Nietzsche este
compromiso existiría a través de la experiencia trágica, y por lo mismo no es
una mera experiencia intelectual, sino un hecho de valor y voluntad del héroe
–en el sentido nietzscheno– que enfrenta su destino interior. Retomando a Nie-
tzsche y su afinidad con Píndaro, para Juliana González el héroe nietzscheano
es aquel que es capaz de «llegar a ser quien es».
La influencia que esta pensadora ha ejercido sobre el entorno de muchos jóve-
nes mexicanos no ha sido solamente a través de sus escritos nietzscheanos, sino
por medio de la docencia, a la que ha dedicado gran parte de su vida de manera
excepcional. En ese sentido, con ella sucede algo similar a lo que sucedía con
Eduardo Nicol: quien ha sido alumno de Juliana González ha tenido en verdad
el privilegio de vivir lo que es hacer filosofía. Ambos, tanto Juliana como Nicol,
llevaron al máximo el anhelo de pensar enseñando a pensar. Hemos hablado de
la obra de Juliana González de manera inmediata a la de Eduardo Nicol porque
hay una influencia notable que el primero ejerció sobre el pensamiento de la
segunda. No es así con el caso de otro gran personaje desaparecido de manera
prematura en el ámbito nietzscheano de México: Juan Garzón.
La influencia de Juan Garzón ha sido notable no tanto por su obra escrita,
sino por su actividad docente. No es exagerado afirmar que hubo una época en
México en la que su nombre evocaba de inmediato el de Nietzsche. Su trágica
y prematura muerte no permitió madurar una prometedora obra, pero gracias
a su docencia, su imagen ha quedado para siempre asociada a la filosofía de
Nietzsche en México. En el caso de Ricardo Guerra, podemos mencionar la
 33
González, Juliana, Ética y libertad, UNAM, México, 1989, cap. VII: «Ética y tragedia.
Nietzsche».
 34
Ibid., p. 182.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 149-161


Nietzsche y la filosofía en México 159

publicación del libro Filosofía y fin de siglo35, que si bien no es un texto dedicado
al pensamiento de Nietzsche, sí analiza varios aspectos de su pensamiento que
también llegó a tratar en su vida docente.
No deja de ser significativo, después de la muerte de Juan Garzón, a la que
nos referimos con anterioridad, que Mercedes Garzón se haya dedicado a los
estudios nietzscheanos. Tanto en la docencia como en sus publicaciones sobre el
pensamiento de Nietzsche (Romper con los Dioses y Nihilismo y fin de siglo) se
deja ver un estilo personal, original y libre para interpretar y leer a este filósofo.
Por su parte Lizbeth Sagols ha dedicado una buena parte de su vida académica
al estudio y a la docencia de Nietzsche. Ha escrito diversos artículos sobre la
filosofía de Nietzsche y, siendo la ética su interés más fundamental, en su obra
¿Ética en Nietzsche? intenta cuestionar hasta dónde podemos considerar que
Nietzsche, a pesar de su egoísmo, proponga una ética. Mencionaremos también
a Adriana Yánez, que no sólo se ha destacado como una estudiosa del tema, sino
también ha incursionado en el ámbito de la traducción. Así, ha publicado dos
obras que incluyen algunos parágrafos nietzscheanos traducidos por ella, y a
mi juicio ambos libros dan testimonio de una lectura profunda de Nietzsche: El
nihilismo y la muerte de Dios y Los románticos, nuestros contemporáneos.
Con esto llegaríamos a lo que es la etapa más reciente de la recepción de
Nietzsche en México. En esta última etapa encontramos, entre otros, a Paulina
Rivero, Crescenciano Grave, Rebeca Maldonado, Greta Rivara y María Antonia
González. Recientemente en Nietzsche: verdad e ilusión36, Paulina Rivero pro-
pone leer a Nietzsche desde El nacimiento de la tragedia. La música dionisíaca
junto con la propuesta del Sócrates músico, encierran para ella la lectura más
fructífera de Nietzsche. Pero para comprender de qué habla Nietzsche al hablar
de música, no basta conocer a Wagner: en ese sentido coordinó una grabación
de la música misma del filósofo37, que nos permite ubicarlo más claramente
en su contexto cultural. Por su parte Crescenciano Grave ha estudiado el pen-
samiento nietzscheano en El pensar trágico. Un ensayo sobre Nietzsche38, y
ha publicado diversos artículos sobre el tema y diversos artículos para revistas
especializadas. Greta Rivara39, Rebeca Maldonado40 y María Antonia González41

 35
Guerra, Ricardo, Filosofía y fin de siglo, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM-CRIM,
México, 1996.
 36
Rivero Weber, Paulina, Nietzsche: verdad e ilusión, UNAM-ITACA, México, 22004.
 37
Rivero Weber, Paulina, «NIETZSCHE. Su música – Seine Musik», Facultad de Filosofía
y Letras, México, 52003.
 38
Grave Tirado, Crescenciano, El pensar trágico. Un ensayo sobre Nietzsche, UNAM,
México, 1998.
 39
Rivara, Greta, «Nietzsche. El filósofo de la risa, la danza y el juego», en Rivero Weber, P.
- Rivara Kamaji, G. (eds) Perspectivas nietzscheanas. Reflexiones en torno al pensamiento de
Nietzsche, UNAM, México, 2003.
 40
Maldonado, Rebeca, «Nietzsche y Heidegger. Una reflexión sobre los alimentos genéti-
camente modificados», Theoría. Revista del Colegio de Filosofía, 11-12, 2001.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 149-161


160 paulina rivero weber

aunque no tienen aún una obra escrita sobre Nietzsche, han incidido en toda
una generación de alumnos a través de la docencia y de publicaciones breves.
Resulta ahora evidente que en México, Nietzsche ha encontrado una verdadera
trinchera en la Facultad de Filosofía y Letras. Y resulta también evidente que
en esa Facultad el trabajo no se limita a la docencia, sino que abarca también
el ámbito de la investigación.
Lo anterior pueda acaso resultar evidente: no hay docencia sin investigación.
Pero la manera en que en México se ha institucionalizado la investigación, atañe
de manera peculiar al pensamiento nietzscheano. En México la docencia y la
investigación han quedado institucionalmente divididas, pero esta división ha
abierto una brecha lamentable en ciertos aspectos. Formalmente –y tan sólo
aparentemente– el trabajo de investigación se lleva a cabo en los institutos de
la Universidad, mientras que las Facultades supuestamente se concentran en
la docencia. Pero la realidad es otra; en el ámbito filosófico, la división entre
‘Instituto y Facultad’ no responde a la división ‘investigación y docencia’, tanto
como a la división ‘filosofía analítica y filosofía continental’. La filosofía de
Nietzsche, en ese sentido, quedó inevitablemente excluida de la investigación
en el Instituto. Quizá pudiéramos pensar que se trata de una nueva forma de la
ya clásica división del saber entre ‘positivismo y humanismo’; el Instituto se
ha concentrado en lo que podría llamarse el nuevo positivismo o la filosofía
analítica, mientras que la Facultad ha albergado filosofías como la de Hegel,
Nietzsche, Heidegger que en general se suelen llamar la ‘filosofía continental’,
que para muchos es simplemente, la filosofía sin más.
Todo ello tiene que ver con la recepción de Nietzsche en México; yo he usado
el término ‘trinchera’ para hablar de la relación entre Nietzsche y la Facultad
de Filosofía, porque este filósofo ha sobrevivido en México y ha sido estudiado
con todo rigor, gracias a la labor de investigación que se lleva a cabo en la
Facultad de Filosofía y Letras y a pesar de los embates tanto del positivismo
como del marxismo. El primero se ha empeñado en no considerarle como un
filósofo, sino como un literato, mientras que el marxismo le ha considerado
como el creador de un pensamiento de élite, alejado del hombre-masa. Esto
último, dicho sea de paso, es verdad.
Por casi un siglo, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México ha sido el lugar desde donde ha sido posible mantener
vivo el interés en Nietzsche. Y no quiero decir que sea éste el único lugar en
donde se estudia su filosofía; sería un sinsentido. Lo que me interesa resaltar
es el hecho de que Nietzsche ha encontrado un lugar permanente en México
gracias a la presencia continua que ha tenido en la Facultad de Filosofía y Letras
de la UNAM. De los estudios nietzscheanos de Antonio Caso a nuestros días,

 41
González Valerio, Maria Antonia, «Dioniso: metáfora de la ida y el delirio», en Rivero
Weber, P. - Rivara Kamaji, G. (ed), op. cit.

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Nietzsche y la filosofía en México 161

ha transcurrido ya casi un siglo, en el cual esta Facultad ha sido el núcleo de


los estudios nietzscheanos en México.
Una muestra de lo anterior fue el magno evento organizado con el motivo
del centenario de su muerte. El homenaje, organizado por la misma Facultad de
Filosofía y Letras, incluyó varios eventos: un coloquio en el que participaron
más de alrededor de cuarenta profesores e investigadores, una Cátedra Extraor-
dinaria sobre el pensamiento de Nietzsche, un curso breve y un diplomado para
Educación Continua de la UNAM, y un concierto de su música. Algunos de
los resultados finales de ese homenaje son el disco de la música de Nietzsche
publicado por la UNAM42  y el libro Perspectivas nietzscheanas43, que reúne
casi la totalidad de las participaciones en el coloquio celebrado del 21 al 25 de
agosto, mientras que el mencionado disco tiene su origen en el concierto de
clausura que se llevó a cabo el 25 de agosto de 2000.
Resulta significativo pensar que el mismo Nietzsche, tuvo alguna vez la
ilusión de visitar México; creía que quizá en este clima encontraría algún re-
medio para su mermada salud. Podríamos decir que si bien no logró realizar ese
sueño en su vida mortal, no cabe duda que en su vida inmortal, en su filosofía,
Nietzsche ha sido el viajero errante que no sólo recorrió Europa, sino que llegó
al continente americano para quedarse en él. Y su principal hogar, en este país,
ha sido por casi un siglo, la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

 42
Rivero Weber, P., «NIETZSCHE. Su música – Seine Musik».
 43
Rivero Weber, P. - Rivara Kamaji, G. (eds), op. cit.

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La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo 163

La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo.


Proximidad entre el concepto nietzscheano
‘interpretación’ y el heideggeriano ‘comprensión’
manuel torres vizcaya
IES «Val Miñor», Pontevedra

El trabajo quiere indagar y rastrear la huella de Nietzsche en Sein und Zeit,


reconstruir la ausencia presente o la presencia ausente de aquél en una de las
obras más significativas de la filosofía contemporánea. Consideraremos que
tal complicidad existe aunque, desde luego, viene siendo ignorada de forma
sistemática, principalmente por el jalonamiento que tan exitosamente ha
establecido la potentísima fuerza gravitatoria del Nietzsche de Heidegger. La
versión canónica mantiene, como señala paradigmáticamente Pöggeler, que
«Nietzsche sólo llegó a ser decisivo para Heidegger en los años inmediatamente
siguientes a la aparición de Ser y Tiempo»1. Sin embargo, queremos sugerir
que, al margen de ese manido tópico, el pensamiento de Nietzsche, al menos
en lo que se refiere a ciertos conceptos, representa un papel determinante en la
obra de 1927 y que ésta supondría una suerte de continuación, no precisamente
como un mero mimetismo escolar sino, más bien, como repetición de una
determinada temática. Esta conexión se hace, a nuestro juicio, manifiesta
característicamente en la vinculación que se puede establecer entre el concepto
nietzscheano Auslegung y el heideggeriano Verstehen.

1. Ámbito de la interpretación

La idea que guía nuestro trabajo podría formularse así: Heidegger continúa
en Sein und Zeit la tarea nietzscheana de revolucionar el problema tradicional
del conocimiento y, a una con ello, la tarea de destrucción de la teoría del
conocimiento. Ello supone no sólo la prolongación de la crítica de una disciplina
–elemento, por cierto, en el que Nietzsche no se detuvo en exceso por ser de
suyo un corolario obvio– sino, y lo que es más importante, al mismo concepto de
conocimiento. Según esto, Heidegger problematizaría el conocimiento en unos

 1
O. Pöggeler, El camino del pensar de M. Heidegger, tr. Félix Duque, Alianza, Madrid,
1986, p. 111.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 163-178


164 manuel torres vizcaya

cauces estructuralmente semejantes a los nietzscheanos, tratando de encontrar


–es lo que hace su desarrollo característico– su fundamento ontológico. En tal
sentido es en el que podemos nombrar a Heidegger como prolongador de la
crítica nietzscheana al conocimiento. El esfuerzo por desenmascarar los oscuros
vericuetos del logos inicial, transmutado permanentemente en conocimiento,
se concreta en el concepto nietzscheano de interpretación (Auslegung) y el
heideggeriano de comprensión (Verstehen). Según Gadamer, «cuando Heidegger
caracteriza y acentúa la comprensión considerándola como el movimiento básico
de la existencia, desemboca en el concepto de interpretación, que Nietzsche
había desarrollado especialmente en su significado teórico»2. Desarrollar y
completar esta idea gadameriana, también presente en otros autores como Figl
o Vattimo, es lo que nos proponemos.
La interpretación no es un concepto subsistente en sí mismo o que funcione
independientemente dentro del marco global de la filosofía de Nietzsche sino que
es el epicentro de una compleja estructura que supone de facto la reformulación
del esquema tradicional del logos mismo. Podría decirse que la interpretación
es el elemento central de una estructura doble que estaría constituida por la vida
como voluntad de poder y el Übermensch. Lo decisivo de este esquema es que
en él está concentrada toda la tarea y el esfuerzo transformador del logos y su
degeneración unilateral en conocimiento. En multitud de ocasiones identifica
Nietzsche voluntad de poder con la vida y el mundo en general3. La voluntad
de poder no es un ser ni un devenir sino un pathos, aquel hecho elemental del
cual resulta lógicamente todo devenir y obrar: «la voluntad de poder no es un
ser, no es un devenir sino un pathos – es el hecho elemental, del cual resulta
un devenir, un obrar»4. Es, entonces, la voluntad de poder la que introduce, en
último término, el sentido en las cosas: «todo sentido es voluntad de poder»5.
La interpretación es una macroproposición que garantiza todo interpretar y, a la

 2
G. Gadamer, Verdad y método II, tr. M. Olasagasti, Sígueme, Salamanca, 21994; p. 105.
Según Gadamer, Heidegger proseguiría la tarea de Nietzsche al confirmar que «la interpretación
no es un recurso complementario del conocimiento, sino que constituye la estructura originaria
del “ser-en-el-mundo”» (p. 328). Sin embargo, la conexión gadameriana entre el carácter
interpretativo-comprensor de la existencia en Heidegger y la interpretación en Nietzsche no debe
conducirnos a pensar que este autor haya desarrollada dicha conexión sino, a lo sumo, anunciarla.
Gadamer se queda siempre, hasta donde alcanzamos a saber, en la mera formulación de la conexión
pero no profundiza en ella. La conexión entre interpretación y comprensión es la hipótesis de
trabajo que se plantea precisamente Figl; cf. J. Figl Interpretation als philosophisches Prinzip, W.
De Gruyter, Berlin, 1982, p. 31. Recientemente J. Grondin se ha sumado a la retahíla de autores
que sitúan a Nietzsche como iniciador de la hermenéutica pero sin demostrar concretamente
la razón; para Grondin el ‘panhermeneutismo’ de Nietzsche desemboca en la hermenéutica
continental (cf. J. Grondin, Introducción a la hermenéutica filosófica, tr. Angela Ackermann,
Herder, Barcelona, 1999, p. 35ss.).
 3
Cf. por ejemplo KSA XII 161: 2[190] y KSA XI 610-611: 38[12].
 4
KSA XIII 259: 14[79].
 5
KSA XII 97: 2[77].

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La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo 165

vez, cada interpretación concreta es resultado de la actuación – por causalizar y


escindir– de la voluntad de poder y así el interpretar mismo es una forma de la
voluntad de poder. Cada interpretación es un medio privilegiado que pretende
dominar algo y, en la misma medida, se cumple el designio de lo orgánico. En
suma, la voluntad de poder es el protoelemento que posibilita la interpretación.
Este carácter proteico impide ya de suyo cualquier consideración sustancialista
de la voluntad de poder como principio metafísico en sentido estricto. Es
previo a cualquier fundamento lógico, en la medida en que la lógica es una
perspectiva proveniente de una determinada interpretación, aunque ciertamente
la más exitosa.
La comprensión de la vida como voluntad de poder conlleva específicamente
una redefinición del objeto tal y como el logos lo entendió desde los griegos, esto
es, como secuencia fija divisible en sujeto-objeto y también de la objetividad
como criterio de verdad. La relación con el sujeto, instancia todopoderosa de la
ratio metafísica, viene ahora a entenderse dentro del marco de ese sujeto reciclado
que es el Übermensch. La interpretación es conformadora y conformada por la
vida entendida como voluntad de poder, lo cual dista notablemente del esquema
tradicional en el que el conocimiento debía aplicarse al objeto. El mundo,
conjunto de objetos sobre los que se vertía la reflexión, es trastocado en la vida
como voluntad de poder, esto es, el mundo se ‘descentraliza’ y la objetividad ya
no podrá hacer las veces de paradigma para interpretar la realidad. El sujeto, por
su parte, aparece redefinido esencialmente, en la medida en que el Übermensch
no es esa estructura fija y sempiterna donadora de seguridades celestiales a quien
se le encargaba, en último término, el conocimiento de todo. En forma resumida,
quizás ciertamente en demasía, puede decirse que el esquema pregnante y
normativo desde Platón y cuya fórmula podría ser conocimiento: sujeto-objeto,
es reconvertido en interpretación: Übermensch - vida como voluntad de poder.
El fenómeno de la interpretación en Nietzsche es un elemento lo suficientemente
complejo como para admitir diversos grados y espesores. Globalmente la
interpretación puede entenderse –al menos polémicamente– como alternativa al
fenómeno del conocimiento y, precisamente en este sentido, conecta con lo que,
también genéricamente, llama Nietzsche ‘sabiduría trágica’ o ‘conocimiento
trágico’. A través de la interpretación y su radio de influencia aquello a lo que
apunta Nietzsche es a una auténtica reconstrucción de ese logos establecido
monotemáticamente desde los inicios del pensar occidental.
Esta señalada estructura tripartita –voluntad de poder, interpretación
e Übermensch– no sólo cuestiona sino que, en rigor, elimina el carácter
incondicional que el logos se había autoimpuesto, con todo lo que ello representa
en cuanto a los mecanismos de legitimación de la interpretación de la realidad
y, por ende, a su fundamento último. Es preciso observar, en este sentido, que
no se discute ahora si la interpretación concreta que Nietzsche asume (más
que la interpretación como metainterpretación) es de suyo merecedora de ser

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 163-178


166 manuel torres vizcaya

considerada como superación de la subjetividad fundante y de la metafísica


misma sino, precisamente, que el mismo esfuerzo genérico nietzscheano
–puede hasta decirse formalmente– ya lleva aparejado inextricablemente la
quiebra del monopolio de una determinada interpretación del logos. Frente a
la interpretación del Nietzsche de Heidegger que se centra básicamente en si el
autor de Zaratustra supera o no el pensamiento metafísico, puede considerarse,
desde un punto de vista formal, que, independientemente de la ‘solución’
de Nietzsche, éste quiebra la confianza definitivamente en la interpretación
tradicional que arranca del logos inicial6. La estructura tripartita mencionada es
preciso entenderla en sus justos términos, esto es, como una auténtica estructura
relacional que deshereda eternamente el vicio inveterado de lo anhipotético7.

2. El papel de la conciencia

La estructura de la interpretación a la que hemos aludido puede considerarse


como el esqueleto externo o genérico pero falta todavía preguntarse por la
estructura interna de esa interpretación, esto es, por su raigambre y contenido
último. La conciencia es uno de los elementos claves en el desarrollo de la
crítica de toda la metafísica, de aquella metafísica que forzó el logos inaugural
fijándole un solo camino: el conocimiento. La conciencia, «la exageración
desmedida en la estimación de la conciencia», consistente en que «cualquier
progreso reside en el progreso hacia la conciencia; todo retroceso reside en la
inconsciencia»8, es uno de los grandes errores de toda la cultura occidental.
La conciencia, tanto filosófica como psicológica e incluso fisiológicamente,
representa las taras fundamentales de la entera filosofía occidental. Ahora bien,
lo que interesa ahora es señalar e insistir en el carácter derivado y ficticio de la
conciencia y esto sólo es posible desde su fuente misma.
Para Nietzsche la conciencia está en dependencia directa con la vida orgánica
preconsciente del cuerpo, esto es, la conciencia es el reflejo y consecuencia
‘lógica’ de lo orgánico. No cabe duda, entonces, de que «todo lo que deviene
consciente ha sido previamente dispuesto, simplificado, esquematizado,
interpretado»9. La conciencia es una interpretación bien determinada que
trastoca y convierte los estímulos en causas según las necesidades del caso:
«toda nuestra llamada conciencia [es] un comentario más o menos fantástico
sobre un texto desconocido, quizás imposible de conocer, pero sentido»10. Es

 6
Cf. M. Heidegger, Nietzsche, Neske, Pfullingen, 2 vols., 1961, vol. I, p. 473ss.
 7
Puede interpretarse esto en el sentido de una primacía de la interpretación y del carácter
interpretable de todo, por así decir, sin cortapisas; cf. M. Foucault, «Nietzsche, Freud, Marx»
en Cahiers de Royaumont, Minuit, Paris, pp. 183-192.
 8
KSA XIII 330: 14[146].
 9
KSA XIII 53: 11[113].
 10
M: KSA III 113.

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La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo 167

claro que lo que define al ser orgánico es su capacidad de interpretación, de tal


forma que puede imponerse, de alguna manera, a la realidad: «lo esencial del
ser orgánico es una nueva interpretación del acontecer»11. Esa interpretación
que, arrancando de la médula misma de lo orgánico, degenera en conciencia
implica una determinada visión de la realidad de carácter reactivo y, por tanto,
asfixiante por definición del flujo vital. Se trata de entender que «el mundo
visto, sentido e interpretado de tal y cual forma, de suerte que la vida orgánica
se conserve bajo esta perspectiva de interpretación. El hombre no es solamente
un individuo sino la integridad de lo orgánico subsistente, en una línea única
y determinada»12.
Lo que hace Nietzsche es, por una parte, poner en entredicho el carácter
autónomo de la conciencia y, por ende, del conocimiento y, por otra, redefinir
todo lo consciente y sus representaciones desde una esfera previa de carácter
inconsciente. La concepción y el edificio entero de la racionalidad entra
decididamente en crisis y «lo hace a través de un cuestionamiento entre las
pulsiones [Triebe] y el conocimiento [...] El señalamiento de la función de las
pulsiones en la determinación de la racionalidad lleva necesariamente a poner
en juego todo tipo de discurso cognoscitivo»13. El logos y su interpretación
normativa –el ideal del conocimiento– aparece fuertemente cuestionado al
descubrirse que «nuestro saber es la forma más debilitada de nuestra vida
pulsional»14. Saber que el mundo no es más que un síntoma y sublimación de
las pulsiones dominantes deja en entredicho a la ratio y cuestiona fuertemente a
la conciencia y al sujeto como fundador de realidades. El modo fundamental de
abrirse al mundo desde el sujeto ponente como mecanismo único es sustituido
o, mejor dicho, ampliado con otra apertura diferencial. Como muy bien señala
Vermal: «al anteponer la función de las pulsiones a la de la reflexión racional,
Nietzsche quiere señalar primordialmente no un elemento biológico como base
del conocimiento sino el carácter de apertura del mundo que tiene lo que llama
‘pulsión’ ante la cual la determinación del sujeto como polo de conocimiento
y actividad resulta en el mejor de los casos secundaria y derivada»15. Además,
el origen de la institucionalización y dictadura del ‘conocer consciente’ tiene
una localización histórica muy concreta. El responsable, como no podía ser de
otra manera, es Sócrates quien inició una exitosa «psicología rudimentaria que
no valora más que los momentos conscientes en el hombre»16.

 11
KSA XII 17: 1[28]. Cf. también KSA XII 140: 2[148].
 12
KSA XII 251: 7[2]. «Interpretación. Hasta qué punto las interpretaciones del mundo son
síntoma de un impulso dominante» KSA XII 256: 7[3].
 13
J.L. Vermal, La crítica de la metafísica en Nietzsche, Anthropos, Barcelona, p. 67.
 14
KSA IX 210: 6[64].
 15
J.L. Vermal, op. cit., p. 70.
 16
KSA XIII 310: 14[129].

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168 manuel torres vizcaya

3. El modelo apolíneo-dionisíaco

Con esta ‘bipolaridad’ no aludimos patentemente a un mero episodio de


una obra primeriza sino a uno de los pivotes fundamentales de la reflexión
nietzscheana y que ciertamente culmina en la noción de interpretación17.
Compartimos así la declaración de Vattimo según la cual en la primera filosofía
de Nietzsche se presenta «un concepto central, original y característico,
que puede tomarse como hilo conductor para leer toda su obra: es la pareja
apolíneo-dionisíaco»18. Si en Die Geburt der Tragödie parece que lo apolíneo
y lo dionisíaco se oponen, en general, como dos instintos, con posterioridad
será el elemento dionisíaco quien absorba a lo apolíneo. Con todo, se da una
‘alianza fraternal’ entre las dos divinidades de tal forma que «Dioniso habla
el lenguaje de Apolo, pero al final Apolo habla el lenguaje de Dioniso; con lo
cual se ha alcanzado la meta suprema de la tragedia y del arte en general»19.
Independientemente, lo que si puede afirmarse con rotundidad es la imposibilidad
de entender la relación entre ambos términos en el sentido de una Aufhebung
dialéctica y ello aunque aparentemente la obra nos induzca a interpretar el asunto
en ese sentido. Al menos retrospectivamente vista, la filosofía de Nietzsche,
como dice Deleuze, forma una «antidialéctica absoluta»20. La tragedia supone
la reconciliación dominada por Dioniso en tanto que el drama es la objetivación
de Dioniso bajo una forma expresamente apolínea; esta reconciliación lleva
pareja la tendencia hacia la unidad: «con la palabra dionisíaco se expresa un
impulso hacia la unidad»21.
Podría decirse que Apolo y Dioniso no representan los términos antitéticos
de una posible contradicción sino que, antes bien, son dos modos antitéticos
de resolverla22. Esos dos modos son el conocimiento trágico de la existencia
frente al conocimiento, a la unilateralización del logos. Una vez que lo
apolíneo se ha impuesto, que el logos ha seguido una muy determinada senda,
lo único que queda es indagar desde dónde surge precisamente ese carácter
apolíneo y cómo hay que entenderlo. Esta indagación de la procedencia y
el origen no sólo nos acerca al carácter estrictamente genealógico sino que
patentiza paradigmáticamente la circularidad, en la medida en que lo apolíneo
es manifestación de un previo instinto dionisíaco que, eso si, ha podido ser

 17
En otro lugar hemos querido vincular programáticamente El nacimiento de la tragedia y Ser
y tiempo, cf. «Del problema del conocimiento al conocimiento como problema. Una aproximación
entre Ser y tiempo y El nacimiento de la tragedia», Estudios filosóficos, 150, 2003, 289-310.
 18
G. Vattimo, Introducción a Nietzsche, tr. J. Binaghi, Paidós, Barcelona, 21990; p. 15.
 19
GT: KSA I 140, NT, ed. A. Sánchez Pascual, p. 172.
 20
G. Deleuze, Nietzsche y la filosofía, tr. Carmen Artal, Anagrama, Barcelona, 31993, p. 271.
 21
KSA XIII 224: 14[14].
 22
Cf. G. Deleuze, op. cit., pp. 21-22.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 163-178


La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo 169

causalizado y canalizado de forma muy peculiar en la historia de la filosofía.


Declara Nietzsche que «en el fondo, yo no trataba más que adivinar por qué el
apolinismo griego había madurado siempre en un subsuelo dionisíaco»23. A pesar
de que Nietzsche reconoce la falta en su primera obra de un «lenguaje propio»24,
parece más o menos claro que lo dionisíaco es la auténtica precomprensión de
la vida, aquello que nos sitúa en contacto con nuestra existencia en una forma,
digamos, rudimentariamente efectiva y afectiva. Cuando la lógica se enrosca
sobre sí misma, dice Nietzsche, irrumpe una «nueva forma de conocimiento,
el conocimiento trágico»25.
El conocimiento trágico no es más que, por una parte, la toma de conciencia
de la relatividad del conocer humano, esto es, el cuestionamiento permanente
de la victoria de la dramatización apolínea y, por otra, apunta a un nuevo
enfoque en el tratamiento e interpretación del logos. La ‘sabiduría instintiva’
que fue inicialmente canjeada y transmutada en ‘conocer consciente’ socrático
no pretende un nuevo ajuste de cuentas dialéctico –lo cual sería, por otra parte,
situarse a la misma altura del esfuerzo racionalizador socrático– que anule el
otro extremo sino comprender el fondo mismo, el móvil del conocimiento y, en
la misma medida, operar desde otros supuestos que ya no sean supuestos en el
sentido fuerte de la palabra. Se trata de recuperar el fondo dionisíaco olvidado
y con ello recuperar también otra perspectiva de la existencia, a saber, la de
que nuestro conocimiento depende de una instancia no fundante y previa. El
resultado no se hace esperar: la unilateralidad de logos operada en el gesto
característico euripídeo-socrático debe ser reevaluada desde la perspectiva
dionisíaca. El conocimiento ha distorsionado el fondo dionisíaco a través de la
tematización de la vida misma y la tarea urgente no es otra que la de recuperar
ese fondo. El monopolio del logos, de una determinada forma de entenderlo,
quiebra definitivamente.

4. La ‘comprensión’ en Heidegger y su vertiente nietzscheana

De forma paralela a como acontece en Nietzsche (voluntad de poder,


interpretación e Übermensch), podemos considerar que el problema del
conocimiento se vertebra en Sein und Zeit en torno a una estructura triple. El
término que galvaniza y aglutina todo el planteamiento del conocimiento en
la obra de 1927 es la comprensión (Verstehen), de tal forma que en derredor
de ella podemos encontrar una crítica firme a la idea tradicional de ontología
y, simultáneamente, una proposición respecto del ‘fundamento’ de cualquier

 23
KSA XIII 225: 14[14].
 24
Cf. GT: KSA I 19, NT p. 33. Por cierto, lo mismo le sucederá a Heidegger en relación a
Sein und Zeit.
 25
GT: KSA I 101, NT p. 130.

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170 manuel torres vizcaya

ontología. Hablar de ontología es para Heidegger hablar de conocimiento y de


la idea de conocimiento concomitante con la ontología; la ontología presupone
no sólo una idea de conocimiento sino que sólo es posible bajo el supuesto
mismo de una interpretación del conocimiento como fuente de acercamiento a
la realidad26.
El fenómeno de la comprensión apunta, desde el punto de vista estructural
señalado, a un doble frente en el que adquiere su plena legitimidad. Por un lado,
señala al ser en el mundo como aquella estructura a priori del Dasein que pone
a éste en contacto con lo que llamamos mundo27. Por otro, nos encontramos con
el Dasein, la existencia humana misma y, entendido en tal sentido, ajeno a la
tradicional idea de una subjetividad ponente. El Dasein no es un ser disponible
para ser meramente tematizado, conocido y explicitado teóricamente sino que
justamente es comprensión en sí mismo. Ser en el mundo y Dasein vienen
a implicar una clara renovación del problema del conocimiento, en tanto en
cuanto buscan redefinir el papel que la tradición asignó al objeto y al sujeto
de conocimiento. La comprensión resultaría así el término central en el que
descansaría el redefinido sujeto y objeto de conocimiento. El mismo gesto, al
menos estructuralmente hablando y mutatis mutandis, realiza Nietzsche al situar
a la vida como voluntad de poder como a priori auténtico28 de todo conocimiento
del mundo y al Übermensch como sujeto reciclado. La estructura tripartita que
encontramos en Nietzsche, la constituida por la interpretación, la voluntad de
poder y el Übermensch, se repite en Heidegger con la comprensión, el ser en el
mundo y el Dasein. Esta similitud será lógicamente aclarada en lo que sigue.
Lo que se cuestiona en los dos planteamientos es la idea de conocimiento
que ha dominado toda la historia de la filosofía occidental. No se trata, en modo
alguno, de una idea entre otras sino, en todo caso, de la idea por excelencia, de
la interpretación del logos que se ha impuesto unilateralmente. El conocimiento
 26
Enfatizar un existenciario ex profeso es, en el fondo, ir contra el espíritu de la obra, en
la medida en que todos tienen igual cooriginariedad. No obstante, al remarcar sobremanera la
comprensión pretendemos solamente destacar un elemento que actúa como clave sin, por otra
parte, querer remitirlo al ámbito de los fundamentos metafísicos.
 27
Cf. M. Heidegger, Gesamtausgabe, vol. 2: Sein und Zeit (= SuZ), V. Klostermann, Frankfurt
am Main, 1977, acompañamos la traducción española de J. Gaos en FCE, SuZ, p. 53 / 66.
Como señala R. Rodríguez, «ser en el mundo es el horizonte a priori de todo conocer, icluida la
autoconciencia. No hay ninguna captación de mí mismo que no sea a la vez e inevitablemente
de mí en el mundo» R. Rodríguez, Heidegger y la crisis de la época moderna, Cincel, Madrid,
1987, p. 95. En otro trabajo hemos intentado precisar otros ángulos de la identidad programática
de la obra de 1927 respecto del pensamiento de Nietzsche, al tiempo que situamos la reflexión
como redefinición del giro copernicano kantiano; cf. «Derribar ídolos / derrotar quimeras. Los
espesores de la crítica al logos en Nietzsche y en el Heidegger de Sein und Zeit», Pensamiento,
220, 2002, 91-121.
 28
«Nuestros impulsos son reductibles a la voluntad de poder. La voluntad de poder es el factum
último a que descendemos» KSA XI 661: 40[61]. «El carácter de la voluntad incondicional de
poder se halla presente en la totalidad del reino de la vida» KSA XII 23-24: 1[54].

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 163-178


La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo 171

en Nietzsche como ficción y en Heidegger como encubridor de la función


ontológica del tiempo justifican que por conocimiento no nos estamos refiriendo
a una mera cuestión disciplinar dentro de la filosofía. Ontología, metafísica,
filosofía son nombres que designan, con diversos matices, el mismo asunto.
Por tanto, la tarea no es la de descubrir solamente la paradoja inherente a todo
discurso sobre el conocimiento: «roza lo ridículo el que nuestros filósofos exijan
que la filosofía tenga que comenzar por una crítica de la facultad de conocer
[...] La reducción de la filosofía a la “voluntad de una teoría del conocimiento”
es ridícula. ¡Como si de esta manera se pudiese encontrar seguridad!»29. Para
Heidegger no se trata sólo de que ‘el problema del conocimiento’ desfigure
los problemas auténticos30 sino que la ‘primacía del conocimiento’ ha sido un
hecho nefasto al hacer creer que el conocimiento (noein) es el modo primario
del ser en el mundo31. La lectura que proponemos atañe al conocimiento como
pilar básico de la metafísica occidental. Leer la obra de Nietzsche y Heidegger
desde esta óptica creemos que puede aportar una perspectiva alternativa o,
en todo caso, complementaria de las lecturas al uso. Desde luego sí pretende
modificar, en la medida en que ello sea posible, la comprensión de la relación
entre Nietzsche y una determinada parte de la obra de Heidegger.
La tarea de la propia historia de la filosofía ha determinado que Nietzsche
y el llamado ‘primer Heidegger’ convinieran en muchos aspectos y, sobre
todo, que participasen de un planteamiento genérico realmente similar. Quizás
pudiéramos en esto convenir con Gadamer en el sentido de que el hecho de que
Nietzsche actúe como verdadero precursor de Heidegger fue algo que éste sólo
entendió más tarde: «[...] el verdadero precursor de la posición heideggeriana
en la pregunta por el ser y en su remar contra la corriente de los planteamientos
metafísicos occidentales no podían ser ni Dilthey ni Husserl, sino en todo caso
Nietzsche. Puede que Heidegger mismo sólo lo comprendiera más tarde»32.
Independientemente de las pesquisas histórico-filosóficas que se puedan hacer,
puede rastrearse una presencia decisiva de Nietzsche en la obra de 1927, bien
es cierto que bajo la apariencia de una, quizás, ausencia calculada.

5. El modelo dionisíaco-hermenéutico

Heidegger vincula la comprensión a la interpretación (Auslegung), en la


medida en que «la interpretación no es el tomar conocimiento de la comprensión,
sino el desarrollo de las posibilidades proyectadas en la comprensión»33. Lo

 29
KSA XII 26: 1[60].
 30
SuZ, p. 176/149.
 31
Cf. SuZ, p. 79/71.
 32
H.-G. Gadamer, op. cit., p. 323; subrayado nuestro.
 33
SuZ, p. 197/166.

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172 manuel torres vizcaya

Zuhanden alcanza aquí su concreción ontológica y su papel específico ya que


el ver antepredicativo inmerso en él viene a ser considerado por definición
interpretativo-comprensor. Destaca Heidegger especialmente este carácter
previo, de anterioridad del esfuerzo interpretativo-comprensor respecto de toda
aprehensión temática, de todo conocimiento. «La articulación de lo comprendido
en el acercarse interpretativamente de los entes siguiendo el hilo conductor de
‘algo como algo’ es anterior a toda proposición temática sobre ellos»34. De
hecho existe una «estructura ‘previa’ en la comprensión» (Vor-Struktur des
Verstehens) que excede lógicamente el carácter atribuido tradicionalmente
a las estructuras denominadas a priori35. La interpretación se mueve en esa
estructura de lo ‘previo’ y ello acarrea una circularidad, constituyendo el núcleo
del llamado círculo hermenéutico. La interpretación no es la aprehensión
‘objetiva’ de algo sino que está permanentemente hipotecada, henchida de
supuestos36. Al ser la comprensión algo que caracteriza muy propiamente al
Dasein, es preciso concluir que éste en cuanto ser en el mundo tiene, entonces,
una marcada estructura ontológica circular. Al señalar que «el ente al que en
cuanto ser en el mundo le va su ser mismo, tiene una estructura ontológica
circular»37, se aprecia la relación estrecha entre los tres polos señalados: ser
en el mundo, Verstehen y Dasein.
Si la estrecha relación entre comprensión e interpretación en Sein und Zeit
se realiza genéricamente sobre el modelo de la Zuhandenheit, puede decirse
que paralelamente la interpretación en Nietzsche se verifica sobre el modelo
global de lo dionisíaco. Teniendo como estructura referencial última la vida
como voluntad de poder y el Dasein como ser en el mundo, la comprensión
heideggeriana y la interpretación nietzscheana sólo son especificables,
entendibles y legitimables bajo la concreción de los modelos de lo dionisíaco
y la Zuhandenheit. Es desde ambos modelos desde donde es posible la crítica
y el teórico descabalgamiento del logos, tal como se ha venido entendiendo,
como monopolio del saber38.
En Sein und Zeit el desarrollo del entendimiento de la proposición (Aussage)
como modo derivado de la interpretación viene a cuestionar el sentido atribuido
al logos y a descubrir el modelo ontológico sobre el que éste se ha asentado.
Resulta, entonces, un hecho consumado que «para la consideración filosófica es

 34
SuZ, p. 198/167.
 35
Cf. SuZ, pp. 200-201/169.
 36
Según Heidegger «una interpretación jamás es una aprehensión de algo llevada a cabo sin
supuesto»; SuZ, p. 200/168. La interpretación tiene que haber comprendido ya lo que trata de
interpretar; SuZ, p. 202/170.
 37
SuZ, p. 204/172.
 38
Conviene recordar que el modelo de la Zuhandenheit se halla perfectamente prefigurado,
por lo menos, en los cursos que van de 1919 a 1922. Cf. en este sentido R. Rodríguez, La
transformación hermenéutica de la fenomenología, Tecnos, Madrid,1997.

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La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo 173

el logos mismo un ente, y con arreglo a la orientación de la ontología antigua,


un ente Vorhanden»39. El dudoso privilegio de la proposición consiste en la
reducción del ‘como’ original de la interpretación del ver en torno (Umsichtigen
Auslegung) al ‘como’ de la determinación de la Vorhandenheit. De aquí deduce
Heidegger la siguiente distinción clave: «al ‘como’ original de la interpretación
comprensora del ‘ver en torno’ lo llamamos el ‘como’ hermenéutico-existenciario,
a diferencia del ‘como’ apofántico de la proposición»40. De todo ello pueden
extraerse dos consideraciones claras: (1) el logos tiene sus raíces ontológicas
propias en la analítica existenciaria y (2) el logos tradicional, entendido bajo la
estela de la Vorhandenheit, aparece él mismo como algo derivado en su esfuerzo
conceptualizador. Por tanto, se pone decididamente en cuestión la base metódica
de la ontología antigua y, de esa forma, su carácter no original.
Paralelamente puede establecerse, sin violentar mucho las cosas, la diferencia
entre un ‘como’ dionisíaco-hermenéutico y un ‘como’ apolíneo-apofántico. La
función de lo dionisíaco-hermenéutico es patentemente la misma, a saber, poner
en solfa la ‘base metódica’ sobre la que ha sido posible el desarrollo ulterior de
toda metafísica y, por el contrario, en lo apolíneo-apofántico se descubre esa
precisa trama. El factor dionisíaco-hermenéutico no sólo saca a luz, en rigor, la
trama de toda la metafísica sino que supone por su misma inercia un punto de
vista alternativo vehiculado en la interpretación en Nietzsche y la comprensión
en Heidegger. De la misma forma que el Umsicht, el ver en torno, mediado
hermenéuticamente, es el contacto original con las cosas, el protoconocimiento,
así la dimensión dionisíaca, el pensamiento trágico es ese mismo protocontacto
con el mundo. El carácter apofántico que distorsiona –por omitir– el carácter
peculiarmente hermenéutico de la existencia está en la misma posición que
el pensamiento socrático-platónico respecto de la dimensión trágica del
pensamiento. Si lo que denuncia el ‘como’ hermenéutico es el carácter diferido
que se le ha infundido desde su mismo inicio al logos, lo mismo representa el
pensamiento trágico, el carácter interpretativo respecto de la socratización de
la cultura occidental. Y todo ello, en uno y otro caso, arraigado en un carácter
hermenéutico indiscutible: la vida como voluntad de poder y el Dasein como
existencia interpretativo-comprensora. Es preciso insistir, no obstante, que no
se trata de una identificación rigurosa –cosa absurda, por otra parte– sino de
asimilar funciones conceptuales.

6. Límites del conocimiento

En el caso de Heidegger es la facticidad como dato irrebasable del entorno


propiamente humano la que, materializada en el ser en el mundo, de forma

 39
SuZ, p. 211/177.
 40
SuZ, p. 210/177.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 163-178


174 manuel torres vizcaya

errónea se enquistó metafísicamente a través del olvido del ser. De ahí que
pueda decirse que la ‘comprensión preontológica’ peculiar del Dasein apunta sin
fisuras a confirmar que «la forma inmediata de “andar” no es [...] el conocimiento
no más que perceptivo, sino el “curarse de” [Besorgen] que manipula, que
usa y que tiene su peculiar “conocimiento”»41. Para Nietzsche es el carácter
dionisíaco de la existencia, el conocimiento trágico el que proporciona el
verdadero protoconocimiento, bajo los auspicios del arte como marco general42 .
La decadencia que representa la filosofía sólo puede ser compensada por el
contramovimiento del arte.
En Nietzsche encontramos una peculiar circularidad que puede hallarse en
la interpretación y ceñirse a dos niveles. El nivel interno, según el cual toda
nuestra vida consciente, la razón misma y sus resultados, están predeterminados
por factores pulsionales de carácter inconsciente. Esta sería una especie de
Vorstruktur que de suyo determina cualquier tipo de interpretación y que se
obvia habitualmente como apertura inicial al mundo. Podemos distinguir, en
segundo lugar, un nivel externo o genérico. El planteamiento de lo inconsciente
y la vida pulsional conduce inequívocamente al perspectivismo y éste viene dado
por la voluntad de poder. En este caso, aparece inmediatamente cuestionada
la idea de fundamento, habida cuenta de que la ‘dialéctica’de la interpretación
excluye cualquier instancia fundamentativa –a excepción, si se quiere, de ella
misma. Cuando la voluntad de poder exige llegar a la verdad sobre lo existente
parece acentuarse una clara contradicción: nada es verdad pero simultáneamente
la voluntad de poder exige y funciona como criterio de verdad. Como señala
Müller-Lauter, hay un círculo que pertenece a la comprensión de todo43. El
propio Nietzsche señala que «el intelecto humano no puede sustraerse a verse
a sí mismo en este análisis bajo sus formas perspectivistas y sólo bajo ellas. No
podemos salir de esta óptica nuestra»44. Es imposible, entonces, salirse de esa
circularidad, que de suyo no carece de importancia en su sentido positivo sino
que caracteriza típicamente el proceder interpretador mismo. Para Nietzsche esto
tiene el rango de una –cuasi– virtud: «suponiendo que también esto sea nada
más que interpretación – ¿y no os apresuraréis vosotros a hacer esa objeción?
– bien, tanto mejor»45.

 41
SuZ, p. 90/80.
 42
En resumidas cuentas la postura de Nietzsche es la siguiente: «una consideración
antimetafísica del mundo – sí, pero artística» KSA XII 160: 2[186]. Con todo, el arte, lo que
sería un “mal arte”, puede actuar como elemento glorificador de los errores metafísicos (cf. MA
I: KSA II 180) o adquirir máximo valor bajo «ciertos presupuestos metafísicos» (cf. MA I: KSA
II 185-186) pero, por encima de todo, el arte mismo tiene la posibilidad de ser instrumento de
liberación permanente (cf. FW: KSA III 141-142).
 43
Cf. W. Müller-Lauter, «Nietzsches Lehre vom Willen zur Macht», Nietzsche Studien, 3,
1974 , p. 49 y, en general, 41-60.
 44
FW: KSA III 626.
 45
JGB: KSA V 37.

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La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo 175

Lo que realmente hace Heidegger es, en primer lugar, radicalizar ontoló­


gicamente la comprensión y, en segundo lugar, ligar la interpretación origi­
na­riamente a aquélla. En este segundo caso, Heidegger va más allá del
planteamiento de Nietzsche no sólo al ampliar y especificar el radio de acción de
la comprensión sino al estructurar y desglosar ‘dentro’ de ésta a la interpretación.
La circularidad y el carácter de la comprensión interpretativa reflejan de manera
más acabada que en Nietzsche el carácter genérico antepredicativo inherente
al logos. A pesar de la gran diferencia teóricamente inicial entre Nietzsche y
Heidegger respecto del paradigma empleado –por sintetizar: modelo biológico
frente a modelo ontológico– , puede establecerse una homogeneidad de fondo. El
asunto del círculo hermenéutico es, en este sentido, un caso muy destacable. Para
Heidegger también existe algo así como una tesis metacrítica; en Nietzsche tal
tesis venía a significar la toma de conciencia definitiva de que la interpretación
es un fenómeno, un macrofenómeno a partir del cual se entiende las distintas
interpretaciones de la existencia: «un mismo texto permite incontables
interpretaciones: no hay una interpretación “correcta”»46. Para Heidegger el
círculo que tiene sus raíces en la comprensión también debe ser entendido y
complementado con una toma de conciencia, a saber, la de los límites del propio
interpretar. «El cumplimiento de las condiciones fundamentales de un posible
interpretar radica, antes bien, en no empezar por desconocer las condiciones
esenciales para llevarlo a cabo»47, esto es, aquellas derivadas de la fragilidad
manifiesta del carácter interpretativo -comprensor de la existencia.
La propia idea de conocimiento que la tradición instauró viene a representar el
contrapunto o límite de lo que de suyo debería ser una aproximación ‘cognoscitiva’
a la realidad. El sentido del ser en Heidegger y el carácter específico del devenir
en Nietzsche no son asimilables a la estructura del conocimiento o, mejor dicho,
a través del conocimiento es imposible acercarse, siquiera mínimamente, a tales
conceptos. Precisamente por esto declara Nietzsche con rotundidad: «el carácter del
mundo en devenir como informulable, como “falso”, como “autocontradictorio”.
Conocimiento y devenir se excluyen»48. De forma similar encontramos en
Heidegger el convencimiento de que mientras se entienda el conocimiento como
modo primario del ser en el mundo, quedará permanentemente oscurecida la
estructura esencial del Dasein49. El conocimiento es una forma de ser del ser en
el mundo proveniente, en rigor, de una previa deficiencia del ver el mundo en
el modo del ‘curarse de’, lo que habilita su comprensión como algo derivado y
relativo y, en todo caso, nunca ‘fundacional’, en el sentido del fundamento.
 46
KSA XII 39: 2[120]. De ahí que el conocimiento sólo pueda ser interpretación y no
explicación: «qué es lo único que puede ser el conocimiento? – ‘interpretación’, no ‘explicación’»
KSA XII 104: 2[86].
 47
SuZ, p. 203/171.
 48
KSA XII 382: 9[89].
 49
Cf., por ejemplo, SuZ, pp. 79-80/71-72.

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176 manuel torres vizcaya

El procedimiento para demostrar y alcanzar la relatividad y el carácter


secundario del conocimiento en cuanto tal viene dado en nuestros autores a
través de la investigación concienzuda y perspicaz de la trama y los mecanismos
de legitimación normativos característicos del conocimiento. Concretando un
poco más, lo que se pone fuertemente en cuestión es el elemento crucial del
conocimiento como aparato de comprensión de la realidad, a saber: el sujeto.
Para Nietzsche «el error consiste en la invención de un sujeto»50; para Heidegger
hay un elemento común en todos los posicionamientos históricos del conocimiento
que ha distorsionado radicalmente toda indagación verdaderamente originaria,
esto es, el hecho de que «falta totalmente la cuestión de la forma de ser de este
sujeto cognoscente»51. Prueba directa de esto es el esfuerzo por tematizar y
proponer un ‘nuevo’ sujeto desde la experiencia del Übermensch y del Dasein
como elementos galvanizadores en la ‘reconstrucción’ del conocimiento. Y todo
ello arrojará el resultado siguiente: el carácter derivado y relativo del conocimiento
es la consecuencia lógica del descubrimiento de la interpretación y la comprensión
como factores de contacto originarios con el mundo.
Lo que Nietzsche denominaría moralización de la existencia, esto es, el
imperio del logos como conocimiento y su modelo apolíneo y Heidegger
entendería como triunfo omnímodo del conocimiento como presencia en la
tradición metafísica a través del modelo de la Vorhandenheit, vienen a hacer
del conocimiento algo definitivamente relativo. El conocimiento resulta para
ambos algo definitivamente secundario visto desde la mismidad de lo dionisíaco
y la Zuhandenheit. El conocimiento aparece ahora en toda su extensión y
especificidad como problema y, por tanto, se ejecuta y consuma ese paso
decisivo en la consideración tradicional del problema del conocimiento: del
problema del conocimiento al conocimiento como problema.
Todo lo dicho puede ejemplificarse gráficamente en el siguiente esquema:

 50
KSA XII 137: 2[142]. «El concepto de unidad es derivado de nuestro concepto de ‘yo’
–nuestro más antiguo artículo de fe» KSA XIII 258: 14[79].
 51
SuZ, p. 81/73.

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La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo 177

7. Conclusiones

La tesis de una continuidad esencial entre el concepto de interpretación


y el de comprensión heideggeriano fue sugerida por Gadamer y aceptada,
más que nada, intuitivamente pero no fue desarrollada sistemáticamente.
Desde esta óptica, pretendimos, en primer lugar, reconstruir la ‘ausencia’ de
Nietzsche en Sein und Zeit, frente a presencias conocidas y expresas como
las de Kant o Husserl. Establecemos que Nietzsche representa en la obra de
1927 un interlocutor de primer orden. Con ello no sólo se clarifica la posición
y alcance de Heidegger en Sein und Zeit sino que se manifiesta la continuidad,
al menos en determinados enfoques. La identidad genérica de los conceptos
interpretación y comprensión parece indicar que Sein und Zeit continúa, repite y
prolonga la crítica nietzscheana del conocimiento y comparte fundamentalmente
sus consecuencias. Puede decirse que Heidegger viene a cumplir el designio
históricamente realizado de agotar la esencia de la subjetividad y proponer
nuevas formas de pensamiento y que, en tal designio, es preciso hermanarlo con
Nietzsche en un sentido muy peculiar. Según esto, Heidegger en Sein und Zeit
no hace sino repetir la temática iniciada por Nietzsche y ensancharla mediante
una radicalización ontológica.
Así las cosas, el concepto de interpretación anticipa el heideggeriano de
comprensión y supuestamente la esfera y radio de acción de ambos es formalmente
similar. Que Heidegger en la obra de 1927 amplia el concepto nietzscheano es,
sin duda, un hecho absolutamente claro pero habría que apostillar que Sein und
Zeit desarrolla y matiza el concepto nietzscheano únicamente desde un punto de
vista ontológico que, en rigor, no añade ningún elemento sustancialmente nuevo.
Por lo tanto, el tan cacareado concepto de comprensión heideggeriano puede
entenderse, vistas las cosas desde un espectro amplio, como un desarrollo, eso
sí, ontológicamente determinado, de la interpretación nietzscheana. De igual
forma, aquel elemento tan crucial llamado a ocupar inexorablemente un puesto
decisivo en la renovación hermenéutica, la precomprensión, está prediseñado
en Nietzsche. Aquella estructura previa, la preestructura de la comprensión, se
halla prefigurada y esbozada en los factores preconscientes, en tanto en cuanto
determinantes de nuestras interpretaciones del mundo. El círculo hermenéutico,
con sus diversos espesores y alcances, puede considerarse globalmente como
una prolongación y desarrollo de la propia estructura interpretativa en la que,
según Nietzsche, estamos por definición inmersos. Ciertamente Heidegger
explicita y desarrolla ontológicamente la comprensión y la precomprensión
de una forma más diáfana e incluso técnicamente de forma más acabada.
Comparten, en suma, nuestros autores la puesta en práctica de un nuevo
modelo reflexivo que permite últimamente repensar y reinaugurar el logos y
que cabalmente plenifica el sentido del giro copernicano que describen: del
problema del conocimiento al conocimiento como problema.

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178 manuel torres vizcaya

Ahora bien, si el paralelismo que hemos tratado de manifestar existe


realmente, los interrogantes se acumulan. Por ejemplo: ¿por qué Nietzsche sólo
aparece citado muy marginalmente? ¿Por qué no aparece mencionado al tratarse
aspectos en los que el autor de Zaratustra dejó huella filosófica? ¿Es creíble
establecer un corte tan drástico entre el Heidegger de los años 20 y el de los 30
respecto de la presencia de Nietzsche? En suma, ¿estamos ante una ausencia
estratégica y calculada o, más bien, meramente casual? Falta, desde luego, la
reconstrucción –no histórica sino ontológica– de la ausencia de Nietzsche en
Sein und Zeit. A dilucidar este asunto, que quizás podría contribuir a ‘resituar’ a
Nietzsche dentro de la filosofía contemporánea, hemos intentado contribuir.

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INFORMACIÓN
BIBLIOGRÁFICA
Novedades bibliográficas 181

Novedades bibliográficas

Novedades en Español

2004
Traducciones
El pensamiento trágico de los griegos: escritos póstumos 1870-1871, ed. Serrano
Marín, Vicente, Biblioteca Nueva, Madrid. 192 p. 21x14 cms. ISBN: 84-
9742-142-6.
Estética y teoría de las artes, prol., selección de textos y tr. de Izquierdo Sánchez,
Agustín, Tecnos, Madrid, 2ª ed. 248 p. 23x16 cms. ISBN: 84-309-4095-2.
Fragmentos póstumos: una selección, tr. Chamorro Mielke, Joaquín, Abada Edi-
tores, Madrid. 256 p. 20x14 cms. ISBN: 84-96258-12-2.

Monografías
De Santiago Guervós, Luis Enrique, Arte y poder. Aproximación a la estética de
Nietzsche, Madrid: Editorial Trotta, 2004. 668 p. 15x23 cms. ISBN: 84-8164-
611-3.
Kofman, Sarah, El desprecio de los judíos: Nietzsche, los judíos, el antisemitismo,
Arena Libros, Madrid. 79 p. 15x22 cms. ISBN: 8495897121.
Galimberti, Katja, Nietzsche, Nueva Vision. ISBN: 9506024707.
Klossowski, Pierre, Nietzsche y el círculo vicioso, tr. I. Herrera Baquero, Arena
Libros, Madrid. 328 p. 22x15 cms. ISBN: 84-95897-20-2.
Pérez, Carlos D:, Placer, poder, erotismo. A partir de Nietzsche, Freud..., Letra
Viva, Buenos Aires. 250 p. 14x20 cms. ISBN: 950-649-069-4.
Pérez Maseda, Eduardo, El Wagner de las ideologías: Nietzsche-Wagner, Biblioteca
Nueva, Madrid. 368 p. 21x14 cms. ISBN: 84-9742-266-X.
Rivero Weber, Paulina, Nietzsche, verdad e ilusión, UNAM-Itaca, México, 2ª
ed. 197 p.
Ruiz Callejón, Encarnación, Nietzsche y la filosofía práctica: la moral aristocrática
como búsqueda de la salud, Universidad de Granada, Granada. 334 p. 22x16
cms. ISBN: 84-338-3098-8.
Simmel, Georg, Schopenhauer y Nietzsche: un ciclo de conferencias, tr. F. Ayala,
Espuela de Plata, Valencina de la Concepción. 280 p. 21x15 cms. ISBN: 84-
96133-22-2.
Zúñiga García, José Francisco, Historia de las ideas estéticas musicales: Nietzsche,
Wagner y el romanticismo, Distribuciones Reprográficas Granada, Granada.
105 p. 26x18 cms. ISBN: 84-609-0103-3.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 181-185


182 información bibliográfica

2003

Traducciones
Antología, ed. J.B. Llinares Chover y G.A. Meléndez Acuña, Península, Barcelona.
464 p. 21x14 cms. ISBN: 84-8307-548-2.
Así habló Zaratustra, tr. F.J. Carretero Moreno, Edimat, Arganda del Rey. 312 p.
19x12 cms. ISBN: 84-9764-450-6.
Ecce Homo, Edimat, Arganda del Rey. 160 p. 19x12 cms. ISBN: 84-9764-350-X.
El anticristo, tr. F.J. Carretero Moreno, Edimat, Arganda del Rey. 128 p. 19x12
cms. ISBN: 84-9764-349-6.
El caminante y su sombra, tr. L. Díaz Marín, Edimat, Arganda del Rey. 184 p.
19x12 cms. ISBN: 84-9764-353-4.
El ocaso de los ídolos, tr. F.J. Carretero Moreno, Edimat, Arganda del Rey. 160 p.
19x12 cms. ISBN: 84-9764-361-5
El paseante y su sombra, tr. J.L. Arantegui Tamayo, Siruela, Madrid. 152 p. 21x15
cms. ISBN: 84-7844-667-2.
Escritos sobre Wagner, ed. J.B. Llinares Chover, Biblioteca Nueva, Madrid. 288
p. 21x14 cms. ISBN: 84-9742-098-5.
La genealogía de la moral, ed. D. Sánchez Meca, tr. J.L. López y López de Lizaga,
Tecnos, Madrid. 224 p. 21x12 cms. ISBN: 84-309-3954-7.
Los filósofos preplatónicos, tr. F. Ballesteros Balbastre, Trotta, Madrid. 184 p.
23x15 cms. ISBN: 84-8164-591-5.
Más allá del bien y del mal, tr. A. Sánchez Pascual, Folio, Barcelona. 288 p. 19x12
cms. ISBN: 84-413-1813-1.
Más allá del bien y el mal, tr. F.J. Carretero Moreno, Edimat, Arganda del Rey.
256 p. 19x12 cms. ISBN: 84-9764-355-0.
Notas de Tautenburg para Lou von Salomé: Fragmentos póstumos, julio-agosto
1882, verano-otoño 1882, ed. J.L. Puertas Manzano, Biblioteca Nueva, Madrid.
128 p. 21x14 p. ISBN: 84-9742-174-4.

Monografías
Alonso Valero, Encarnación, Sólo locos, sólo poetas (sobre Nietzsche en la joven
literatura), Universidad de Granada. 146 p. 21x14 cms. ISBN: 84-338-3021-
X.
Ayllón Vega, José Ramón, Ética y buena vida: De Aristóteles a Nietzsche, Cálamo,
Palencia. 120 p. 20x14 cms. ISBN: 84-95018-70-5.
Jackson, R., Nietzsche: guía para jóvenes, tr. A. Jiménez Rioja, Lóguez Editores,
Santa Marta de Tormes. 96 p. 21x14 cms. ISBN: 84-89804-56-7.
Köhler, J., El último sueño de Nietzsche, tr. S. Ibáñez Lluch, coord. C. Aguilar
Jiménez, Diálogo, Valencia. 320 p. 23x16 cms. ISBN: 84-95333-49-X.
Llinares, J.B. (ed.), Nietzsche: 100 años después, Pre-Textos, Valencia. 240 p.
24x17 cms. ISBN: 84-8191-507-6.
Montinari, Mazzino, Lo que dijo Nietzsche, tr. E. Lynch, Salamandra, Barcelona.
224p. 22x14 cms. ISBN: 84-7888-569-2.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 181-185


Novedades bibliográficas 183

Nájera Pérez, E., Del alma fuerte al superhombre. Descartes y Nietzsche: dos
versiones del sujeto moderno, Universidad de Valencia, Valencia. 1 cd-rom.
Tesis doctoral. ISBN: 84-370-5638-1.
Rivero Weber, Paulina - Rivara Kamji, Greta (eds), Perspectivas Nietzscheanas.
Reflexiones en torno al pensamento de Nietzsche, México: UNAM. 400 p.
20x14 cms. ISBN: 968-36-3758-2.
Rodríguez Sánchez, R.A., Filosofía, Nietzsche, 2º Bachillerato, Editex, Pozuelo
de Alarcón. 32 p. 27x20 cms. ISBN: 84-9771-095-9.
Sánchez Álvarez, V., Origen y sentido del nihilismo en la filosofía de Nietzsche, Univ.
Complutense, Madrid. 1 cd-rom. Tesis doctoral. ISBN: 84-669-1026-3.
Yalom, Irvin D., El día en que Nietzsche lloró, Ediciones Deva’s. 445 p. ISBN:
9871144156.

Novedades en Catalán 2003-2004

L’Anticrist. Maledicció sobre el cristianisme, ed. A. Morillas Esteban, tr. M. Jiménez


Buzzi, Llibres de l’Índex, Barcelona, 2004. 318 p. ISBN: 84-95.317-56-7.

Novedades en Alemán 2003

Campioni, Giuliano - D’Iorio, Paolo - Fornari, Maria Christina - Fronterotta, Fran-


cesco - Orsucci, Andrea, Nietzsches persönliche Bibliothek, con la colaboración
de R. Müller-Buck, Gruyter, Berlin. 736 p.
Ebert, Norbert F., Identität aus dem Nichts. Überlegungen zu Schopenhauer,
Nietzsche und Scheler, BoD, Norderstedt.130 p.
Funck, Andreas, Das Lachen der Unsterblichkeit. Der Nietzsche-Roman, Novalis
Media, Schaffhsn. 175 p.
Geisenhanslüke, Achim, Der Buchstabe des Geistes. Postfigurationen der Allegorie
von Bunyan zu Nietzsche, Fink, München. 276 p.
Hoyer, Timo, Nietzsche und die Pädagogik, Königshausen & Neumann. 694 p.
Koch, Hans-Joachim, Meine Einführung in Nietzsche, Norderstedt, BoD. 283 p.
Köster, Peter, Kontroversen um Nietzsche, Tvz Theologischer Verlag. 384 p.
Reckermann, Alfons, Lesarten der Philosophie Nietzsches. Ihre Rezeption und
Diskussion in Frankreich, Italien und der angelsächsischen Welt 1960-2000,
Gruyter, Berlin. 336 p.
Schleef, Einar, Nietzsche Triologie, Suhrkamp, Frankfurt a.M. 174 p.
Venturelli, Aldo, Kunst, Wissenschaft und Geschichte bei Nietzsche, Gruyter, Berlin.
380 p.
Yalom, Irvin D. - Strätling, Uda, Und Nietzsche weinte, Piper. 463 p.

Novedades en Inglés 2003

Acampora, C. - Brobjer, T.H. - Conway, D. - Humble, M. - Martin, N., Nietzsche


and the German tradition. Friedrich Nietzsche Society Conference 1997,
University of St. Andrews, P. Lang, London. 314 p.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 181-185


184 información bibliográfica

Bambach, Charles R., Heidegger’s roots: Nietzsche, National Socialism, and the
Greeks, Cornell University Press, 400 p.
Beagle, Peter S., The Rhinoceros who quoted Nietzsche and other odd acquain-
tances, Tachyon. 186 p.
Cate, Curtis, Friedrich Nietzsche, Hutchinson. 480 p.
Detsch, Richard, Rilke’s connections to Nietzsche, University Press of America.
134 p.
Diethe, Carol, Nietzsche’s sister and the will to power: A Biography of Elisabeth
Förster-Nietzsche, University of Illinois Press (International Nietzsche Stu-
dies). 214 p.
Evans, William Edward, Nietzsche and the modern dilemma: Educating for bio-
logical and cultural survival, 1st Books Library. 388 p.
Fulgham, Richard Lee, Lion: Nietzsche contra Christ, Lulu.com. 136 p.
Guignon, Charles, The Existentialists: Critical essays on Kierkegaard, Nietzsche,
Heidegger and Sartre, Rowman & Littlefield. 192 p.
Howe, J. Thomas, Faithful to the earth: Nietzsche and Whitehead on god and the
meaning of human life, Rowman & Littlefield. 232 p.
Kevin Hill, R., Nietzsche’s critiques: The Kantian foundations of his thought,
Clarendon. 258 p.
Kroker, Arhur, The Will to technology and the culture of nihilism: Heidegger, Marx,
and Nietzsche, Univ. of Toronto Press, Toronto. 240 p.
Lomax, J. Harvey, The Paradox of philosophic education: Nietzsche’s new nobility
and the eternal recurrence in «Beyond Good and Evil», Lexington Books.
136 p.
Luchte, James, The Peacock and the buffalo: The Poetry of Friedrich Nietzsche,
Fire & Ice.
Mencken, H.L., Philosophy of Friedrich Nietzsche, See Sharp. 224 p.
Mikics, David, The Romance of individualism in Emerson and Nietzsche, Ohio
U.P. 264 p.
Ray, Matthew Alun, Subjectivity and irreligion: Atheism and agnosticism in Kant,
Schopenhauer and Nietzsche, Ashgate, Hampshire. 216 p.
Rée, Paul, Basic writings, ed. R. Small, University of Illinois Press (International
Nietzsche Studies). 178 p.
Seyfi, Sasan, Mini guide to Philosophie-Nietzsche, Konemann. 96 p.
Shapiro, Gary, Archaeologies of vision: Foucault and Nietzsche on seeing and
saying, Univ. of Chicago Press. 424 p.
Spinks, Lee, Friedrich Nietzsche, Routledge, London. 200 p.
Stewart, James D., Nietzsche’s «Zarathustra» and political thought, Edwin Mellen.
256 p.
Taffel, David, Nietzsche unbound: The Struggle for spirit in the age of science,
Paragon House. 264 p.
Welshon, Rex, The philosophy of Nietzsche, Acumen. 240 p.
Zupancic, Alenka, The Shortest shadow: Nietzsche’s philosophy of the two, The
MIT Press. 190 p.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 181-185


Novedades bibliográficas 185

Novedades en Francés 2003


AA.VV., Nietzsche, Marx ou l’équilibre de nouvelles singularités, Sils Maria.
AA.VV., Rayonnement européen de Nietzsche, Klincksieck.
Audi, Paul, L’ivresse de l’art: Nietzsche et l’esthétique, Librairie générale française,
Paris. 219 p.
Bearsworth, Richard, Nietzsche, Belles Lettres. 128 p.
Briac, Alban, Entre corps et âmes, la conception de l’individu chez Nietzsche, Cy Eds.
Broisson, I., Nietzsche et la vie spirituelle, L’harmattan, Paris. 200 p.
Crépon, Marc, Nietzsche. L’art et la politique de l’avenir, PUF, Paris. 187 p.
Davis, Pascal, Friedrich Nietzsche, Editions de La Martinière. 63 p.
Lefranc, Jean, Comprendre Nietzsche, A. Colin, Paris. 272 p.
Montebello, Pierre, L’autre métaphysique: essai sur la philosophie de la nature,
Ravaisson, Tarde, Nietzsche et Bergson, Desclée de Brouwer, Paris. 308 p.
Pajak, Frédéric, Nietzsche et son père, PUF, Paris. 96 p.
Rey, Jean-Michel, Les promesses de l’oeuvre: Artaud, Nietzsche, Simone Weil,
Desclée de Brouwer. 232 p.
Souchon, G., Nietzsche, généalogie de l’individu, L’harmattan, Paris. 150 p.
Vartzbed, E., La troisième oreille de Nietzsche, L’harmattan, Paris. 368 p.

Novedades en Italiano 2003


Arcella, Luciano, Oltre la storia: Nietzsche, Mimesis. 128 p.
Bazzocchi, Marco A., Campana, Nietzsche e la puttana sacra, Manni. 160 p.
Capello, Dario, Torino. Da Nietzsche a Gozzano, Unicopoli. 133 p.
Cecchini, Antonio, Il divenire innocente in Friedrich Nietzsche, Glossa. 416 p.
Escobar, Roberto, Nietzsche politico, M & B Publishing.
Gentili, C. - Gerhardt, V. - Venturelli, A. (eds), Nietzsche. Illuminismo, modernità,
Olschki. XII-378 p.
Magris, Aldo, Nietzsche, Morcelliana. 344 p.
Mina, Alberto, Nietzsche e la storia della filosofia, Mursia. 344 p.
Palmucci, Ferruccio, Il viandante e la filosofia del mattino. Divagazioni e spunti di
riflessione in margine ad alcuni aforismi del libro «Umano, troppo umano»
di F. Nietzsche, De Ferrari & Devega. 216 p.
Peverada, Stefano, Nietzsche e il naufragio della verità. Critica, nichilismo, volontà
di potenza, Mimesis. 571 p.
Piazzesi, Chiara, Nietzsche: fisiologia dell’arte e décadence, Conte. 300 p.
Turco Liveri, Giuseppe, Nietzsche e Spinoza. Ricostruzione filosofico-storica di un
incontro impossibile, Armando. 384 p.
Zavatti, Giovanna (ed), Malwida. Le memorie di Malwida von Meysenbug acuta
testimone del suo tempo accanto a Wagner, Liszt, Nietzsche, Herzen, Mazzini
e Romain Rolland, Simonelli. 312 p.
elaborado por Marco Parmeggiani
Universidad de Málaga

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 181-185


Revistas monográficas sobre Nietzsche 187

REVISTAS monográficas sobre Nietzsche

Cadernos Nietzsche. Revista del GEN (Grupo de Estudos Nietzsche). No. 14, 2003,
Sao Paulo. Brasil. Directora Scarlett Marton , Departamento de Filosofia – USP / Av.
Prof. Luciano Gualberto, 315 – sala 1005 / 05508-900 – Sao Paulo – SP – Brasil.
gen@edu.usp.br <www.fflch.usp.br/df/gen.htm>.
SUMARIO: Bornheim, Gerd, Nietzsche e Wagner: O sentido de uma ruptura. /
Calomeni, Tereza Cristina B, Solidão e verbo: a palavra intempestiva e o tempo
poético. / Rufioni, Priscila Rossinetti, Filosofar em abismo: ‘cada filosofia es-
conde uma filosofia’. / Braga, Paula, A linguagem em Nietzsche: as palavras e os
pensamentos”. / Santiago Guervós, Luis Enrique de, Nos limites da linguagem:
Nietzsche e a expressão vital da dança”.

Cadernos Nietzsche. Revista del GEN (Grupo de Estudos Nietzsche). No 15, 2003.
São Paulo, Brasil.
SUMARIO: Wotling, Patrick, As paixões repensadas: Axiologia e afetividade no
pensamento de Nietzsche./ Pimenta, Olímpio, O lugar da verdade na literatura.
/ Julião, José Nicolau, O mundo sem fundo de Zaratustra. / Barros, Fernando de
Moraes, Um Oriente ao oriente do Oriente: a investigação de Johann Figl. / Figl,
Johann, Os primeiros contatos de Nietzsche com o pensamento asiático.

Estudios Nietzsche. Nietzsche y Schopenhauer. Revista de la Sociedad Española de


Estudios sobre F. Nietzsche (SEDEN). Nº 3, 2003. Director: Luis E. De Santiago
Guervós, Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga / Campus de Teatinos/
29071 Málaga – España. <lesantiago@uma.es>, <www.estudiosnietzsche.org>.
SUMARIO: Sandro Barbera, Voluntad de vivir o voluntad de poder: Un episodio del
debate de Nietzsche con Schopenhauer (1885-1889). / Éric Blondel, Contra Kant y
Schopenhauer. La afirmación nietzscheana. / Marco Parmeggiani, El concepto de
ilusión en Schopenhauer y Nietzsche. / Mariano Rodríguez González, Del cuerpo
al mundo. Una línea de continuidad de Schopenhauer a Nietzsche. / Encarnación
Ruiz Callejón, La moral de la compasión y la genealogía necesaria. / Luis E. De
Santiago Guervós, Informe bibliográfico sobre “Nietzsche y Schopenhauer”.
Estudios libres: Hans-Georg Gadamer, El drama de Zaratustra. / María Luisa
Maillard, El Nietzsche de Zambrano. / José Manuel Romero Cuevas, Los frágiles
cimientos del presente. La genealogía nietzscheana y la verdad de la historia.
Información bibliográfica: Novedades bibliográficas. / Revistas monográficas
sobre Nietzsche. / Biblioteca personal de Nietzsche. / Nuevo comentario crítico al
epistolario. / Nuevo comentario crítico a las obras.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 187-191


188 información bibliográfica

Noticias: Actualidad y recepción de la filosofía de Nietzsche en Brasil. / Proyecto


de edición íntegra en español de los fragmentos póstumos. / Diccionario sobre
Nietzsche.

Instantes y Azares. Escrituras nietzscheanas. [antigua Perspectivas Nietzscheanas],


Nº 3, 2003. Directora: Mónica B. Cragnolini. Universidad de Buenos Aires. Eude-
ba. Caracas, 25, P.B. H . (1406 AYA) Buenos Aires, Argentina <mcragnol@filo.
uba.ar>.
SUMARIO: Massimo Cacciari: El Jesús de Nietzsche. / Carmen Pardo: Armonías
de una filosofía quebrada. / Mónica B. Cragnolini: La música entre las palabras.
/ Edgardo Castro: Los usos de Nietzsche: Foucault y Deleuze. / Gabriela Berti: De
la vía del pensamiento creador: Nietzsche y Deleuze. / Adrián Cangi: El estilista.
Afirmación y política en un paisaje de humanismos extenuados. / Patricia Dip: El
cristianismo como paradigma de dominación. / Paula Fleisner y Mariana Sanjurjo:
Mediodía en la montaña. / Roman Setton: El proceso trágico de la creación. / Juan
Manuel Spinelli: Yo, Nietzsche (o una máscara más de Dioniso).
Dossier: La recepción del pensamiento de Nietzsche en la Argentina, parte II.
Avatares literarios: Virginia Cano, Nietzsche y el pensamiento político de Lu-
gones. / Paula Fleisner: Borges, lector monstruoso. Nietzsche y Borges, una vez
más. / Mariana Sanjurjo: Dos nombres. / Evelyn Galiazo: Siempre en el límite. /
María Teresa García Bravo: El aquí ausente: Federico Nietzsche en Macedonio
Fernández.
Reseñas. Noticias de libros.

Journal of Nietzsche Studies. 25 (2003). Revista de la Friedrich Nietzsche Society.


Editor Prof. Daniel W. Conway, Department of Philosophy, Pennsylvania State
University, 240 Sparks Building, University Park, Pa 16802, USA <Nietzsche@psu.
edu>.
SUMARIO: Hicks, Steven V., Rosenberg, Alan, Nietzsche and Untimeliness: The
«Philosopher of the Future» as the Figure of Disruptive Wisdom. / Owen, David,
The Contest of Enlightenment: An Essay on Critique and Genealogy. / Winfree,
Jason Kemp, Before the Subject: Rereading The Birth of Tragedy. / Günzel, Ste-
phan, Nietzsche’s Geophilosophy.
Book Reviews

Journal of Nietzsche Studies. 26 (2004). n. 26, 2003. Special issue on Nietzsche


and Post-Analytical Philosophy.
SUMARIO: Davie E. Cooper, Nietzsche and the Analytical Tradition. / M. J.
Bowles, The Practice of Meaning in Nietzsche and Wittgenstein. / David Campe-
ll, Nietzsche, Heidegger and Meaning. / Aydan Turanli, Nietzsche and the Later
Wittgenstein: An Offense to the Quest for Another World. / Thomas H. Brobjer,
Nietzsche’s Affirmative Morality: An Ethics of Virtue. / Nicole Anderson, The Ethi-
cal Perspective of the Subject as Play: In Nietzsche and Derrida. Poems: Rennie
McQuilken, Aro Ego Sum, John Pigeon, The Rhapsodist of Röcken.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 187-191


Revistas monográficas sobre Nietzsche 189

New Nietzsche Studies. The journal of the Nietzsche Society. 6 (2003), Nos 1
& 2 Editores David B Allison y Babette E. Babich. Departament of Philosophy,
Fordham University, 113 West 60th Street, New York, New York, 10023, USA
<babich@fordham.edu>.
SUMARIO: Ecology, Dynamics, Chaos, Nature.: Reinhart Mauer, Ecological
Nietzsche? The Will to Power and the Love of Thing. / Ralph Acampora, The Joyful
Wisdom of Ecology. / Peter Douglas, Nietzsche and Chaos. / Babette E. Babich,
A Philological Note on Nietzsche’s Chaos sive natura: Theogony,Genesis, and
Playing Stars. / Niels Helsloot, Gaya Scienza: Nietzsche as a Friend. / Paul van
Tongeren, “On the Friend” in Nietzsche’s Zarathustra. / Alphonso Lingis, The
Return to, The Return of Peoples of Long Ago and Far Away.
Center-Feature: earl R. Nitscheke Stamps. Book Rewiew.
Symposium Gary Shapiro, Archeologies of Vision: Robert Mugerauer, To Love the
Earth: The Abysmal Sublime From Landscape to Laughter. / Mark A. Cheetham,
LandPhil. / Joel Black, Towards an Iconoclastic Aesthetics: Nonsites and Non-Sen-
se. / Penny Florence, Alcyone on the Jetty or The Lady Vanishes. / Stephen Barker,
Turns of Phrase: A Geometry of Shapirean Aesthetics. / Babette E. Babich, Claude
Lorraine and Raphael: Shapiro’s Archaeology of Transfiguration. / Gary Shapiro,
Geometry, Gardens, Gender: Writing Aesthetics after Nietzsche.

Nietzscheforschung. Jahrbuch der Nietzsche-Gesellschaft. Bd. 10. Herausgegeben


von Volker Gerhardt und Renate Reschke.Akademie Verlag, Berlin 2003, pp.. 364
Dirección: Akademie Verlag / Palisadenstr. 40 / D-10243 Berlín <info@akademie-
verlag.de> <akademie-verlag.de>.
SUMARIO: Ästhetik und Ethik nach Nietzsche.
I. Der Nietzsche-Preis: Volker Gerhardt, Laudatio auf Marie-Luise Haase und
Michael Kohlenbach Anlässlich der Verleihung des Friedrich-Nietzsche-Preises
des Landes Sachsen-Anhalt am 23. August 2002. Marie-Luise Haase, Nietzsche
und…
II. Ethik nach Nietzsche. Internationale Tagung der Nietzsche-Gesellschaft,
Naumburg (22.–25. August 2002): Gunter Gebauer, Der Leib des Menschen nach
dem Tode Gottes. / Volker Gerhardt, Genom und Übermensch Nietzsche in der bio-
politischen Diskussion. Pirmin Stekeler-Weithofer, Lebenswelt und Menschenzoo
Nietzsches Ethik des Überstiegs vom Bedürfniswesen zur authentischen Person.
/ Georg Pfleiderer, Theologische Ethik nach Nietzsche. Zum ‚Aristokratismus‘
protestantischer Ethik im 20. Jahrhundert. / Hansgeorg Schmidt-Bergmann, Der
„stählerne Mensch“ – Filippo Tommaso Marinettis Programm des italienischen
Futurismus.
III. «Menschliches, Allzumenschliches» – Hauptthemen und Forschungstenden-
zen 10. Nietzsche-Werkstatt, Schulpforta (11.–13. September 2002): Britta M.
Glatzeder, Motive und Hintergründe von Nietzsches Metaphysikkritik. / Matthew
H. Meyer, «Menschliches, Allzumenschliches» und der musiktreibende Sokrates. /
Pawe_ Pieni__ek, Geschichte, Kultur und Lebenskunst in «Menschliches, Allzumen-
schliches». / Oliver Immel, „Wieder gute Nachbarn der nächsten Dinge werden“

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 187-191


190 información bibliográfica

Nietzsches Hinwendung zur „psychologischen Beobachtung“ und deren Bedeutung


für einen interkulturellen philosophischen Diskurs. / Oliver Kloss, Politische Ökono-
mie in kosmoästhetischer Absicht Nietzsches Bedürfnis-Konzept in «Menschliches,
Allzumenschliches». / Carolin von Roth, Die Wanderung im Gebirge. Die Rezeption
eines zentralen Motivs bei Nietzsche in künstlerischen Konzepten von Olaf Metzel,
Wladimir Kuprijanow und Gerhard Richter. / Andreas Hütig, Zwischen Barbari-
sierung und Vergeistigung. Nietzsches Theorie der Moderne und seine These vom
Ende der Kunst. / Marco Brusotti, Sprache und Selbsterkenntnis. Zu Nietzsches
Aphorismus «Elemente der Rache» (WS 33).
IV. Aufsätze: Steffen Dietzsch, Ein Nomade in der Landschaft Zarathustras. Oscar
Levy und der jüdische Nietzscheanismus. / Mirko Wischke, Hat die Wissenschaft
ihren Lebensnerv verloren? Friedrich Nietzsche über die Frage nach dem Wis-
senswerten. / Sören Reuter, Logik, Metaphysik, Täuschung. Zur Motivikonstellation
der frühen Nietzsche-Rezeption in Afrikan Spirs Denken und Wirklichkeit. / Re-
nate Reschke, Die verlorene Geliebte und ihr neues Domizil. Friedrich Nietzsche
über Religion und Kunst in der Moderne. / Annemarie Pieper, Das stille Auge
der Ewigkeit. Nietzsches dionysische Rechtfertigung der Kunst. / Hans Gerald
Hödl, Italienische Städte: Orte in Nietzsches metaphorischer Landschaft. Eine
Annäherung.
V. Memorial: Walter Schmithals, Zum Gedenken an Wolfgang Müller-Lauter (31.
8. 1924–9. 8. 2001). Zum ersten Jahrestag seines Todes. / Wolfgang Müller-Lauter,
Über Ökonomie und Kultur bei Nietzsche.
VI. Rezensionen

Nietzsche-Studien. Internationales Jahrbuch für die Nietzsche-Forschung. 32


(2003). Editado por Günter Abel, Josef Simon, Werner Stegmaier; editorial Walter
de Gruyter, Berlín. Redacción: Dr. Ulrich Dirks / Institut für Philosophie / TU Berlin
Sekr. TEL 12/1 / Ernst-Reuter-Platz 7 / D-10587 Berlin <www.degruyter.de>.
SUMARIO: Abhandlungen: Blaise Benoit, Le quatrième livre du Gai Savoir et
l’éternel retou. / Babette E. Babich, Nietzsche’s Imperative as a Friend’s Encomium:
On Becoming the One You Are, Ethics, and Blessing. / Timo Hoyer, Höherbildung
des ganzen Leibes“. Friedrich Nietzsches Vorstellungen zur Körpererziehung. / Ru-
ben Berrios, Nietzsche’s Vitalistic Aestheticism. / Claus Zittel, Ästhetisch fundierte
Ethiken und Nietzsches Philosophie. / Abraham Olivier, Nietzsche and Neurology.
/ Mathias Risse, Origins of Ressentiment and Sources of Normativity. / Friedrich
Balke, Die Figuren des Verbrechers in Nietzsches Biopolitik. / Günter Gödde, Die
antike Therapeutik als gemeinsamer Bezugspunkt für Nietzsche und Freud. / David
Pickus, The Walter Kaufmann Myth: A Study in Academic Judgement.
Berichte: Greg Whitlock, Alois C. Hudal: Clero-Fascist Nietzsche Critic. / Adrian
Hsia y Chiu-yee cheung, Nietzsche’s Reception of Chinese Culture.
Edition und Dokumentation: Ralf Rosmiarek, Falko Heimer und Alexander Buchta,
Wie man mit Herrn Hammer datiert –: Neudatierungen und Bemerkungen zu Briefen
von und an Nietzsche aus dem Jahr 1858 innerhalb der Kritischen Gesamtausgabe
von Nietzsches Briefwechsel (KGB).

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 187-191


Revistas monográficas sobre Nietzsche 191

Miszelle: Katja v. Taver, Nietzsches Auseinandersetzung mit Fichte.


Diskussionen: Christa Davis Acampora, Demos Agonistes Redux. Reflections on
the Streit of Political Agonism. / Michael Skowron, Gadamer und das Drama
Zarathustras. Eine hermeneutische Revision. / Joel E. Mann, Nietzsche’s Interest
and Enthusiasm for the Greek Sophists.
Beiträge zur Quellenforschung . Rezensionen.

elaborado por Luis E. De Santiago Guervós


Universidad de Málaga

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 187-191


Concordancias. La voluntad del poder-edición Colli-Montinari 193

CONCORDANCIAS
LA VOLUNTAD DE PODER – EDICIÓN COLLI-MONTINARI

A estas alturas de la investigación nietzscheana, y tras casi un siglo desde la


aparición en su forma definitiva, no cabe duda de que si ha habido una obra proble-
mática objeto de discusiones bizantinas y polémicas a veces muy poco científicas,
ésta ha sido la compilación que de 1067 fragmentos póstumos tomados de los
cuadernos de Nietzsche hicieron Peter Gast y Elisabeth Förster-Nietzsche y que
se publicó en 1906 (como volúmenes IX y X de la Taschenausgabe, TA) bajo el
título Der Wille zur Macht. Versuch einer Umwerthung aller Werthe (La voluntad
de poder. Ensayo de una transvaloración de todos los valores)1.
Evidentemente no vamos a entrar en esta breve nota a valorar ni el grado de pulcritud
filológica de esta compilación, su supuesta legitimación, ni, mucho menos, su validez o
incluso su necesidad para la comprensión de la filosofía de Nietzsche. Sin embargo, uno
habría de ser muy obtuso o muy poco honesto como para no sentirse en la obligación
de admitir el gran influjo que esta obra ha tenido durante decenios en la investigación
nietzscheana y, por consiguiente, su indiscutible valor histórico. Testimonio de ello es,
además de las numerosas reediciones2  y las traducciones a otras lenguas3, la cons-
tante utilización por parte de los especialistas en Nietzsche, independientemente

 1
En el epílogo, firmado por Elisabeth, ya se decía bien clarito que ésta no era una obra
propiamente de Nietzsche, sino una selección de fragmentos póstumos realizada a posteriori.
En 1911 La voluntad de poder se volvió a publicar como volúmenes XV y XVI de las obras
completas en octavo mayor (Großoktavausgabe, GOA), Alfred Kröner Verlag, Leipzig, 21922.
Esta edición, a cargo de Otto Weiss, incorpora bastantes textos a modo de apéndice, una tabla
con la localización de los diferentes fragmentos en los manuscritos de Nietzsche y la fecha de
los mismos, así como importantes y numerosas notas filológicas. De esta obra, como se sabe,
hubo ya una primera edición en 1901, como volumen XV de GOA, que contenía 483 fragmentos
seleccionados por los hermanos August y Ernst Horneffer y Peter Gast.
 2
Cabe destacar las ediciones de bolsillo que, a partir de 1930, han ido apareciendo en la
editorial Kröner, 131996 (en esta decimotercera edición, el epílogo de Alfred Baeumler se
sustituye por uno de Walter Gebhard). En 1992, La voluntad de poder se publicó también en
Insel Verlag (con un epílogo de Ralph-Rainer Wuthenow).
 3
En inglés, véase la traducción en dos volúmenes de Anthony M. Ludovici (1909-1910,
31924), así como la cuidada edición de Walter Kaufmann (New York, 1967, 19683). En italiano
hay una edición a cargo de Maurizio Ferraris (Bompiani, Milano, 1992, segunda edición corregida,
1994, que toma como base la traducción de Angelo Treves, publicada en 1927). Al francés no
hay traducción de la segunda y canónica edición de WM, sino de la primera a cargo de Henri
Albert (Paris, 1903, con numerosas reediciones; la última en 1991). Hay que decir también que
la traducción en dos volúmenes (Gallimard 1935, 1937) de Geneviève Bianquis, editada bajo el
título de La volonté de puissance corresponde a la compilación realizada por Friedrich Würzbach

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


194 información bibliográfica

de su postura sobre el mérito de la edición4, de los textos recopilados en esta obra.


De hecho, y ante la falta de una edición crítica de los miles de fragmentos que
Nietzsche escribió durante la segunda mitad de la década de 1880, muchos de los
grandes intérpretes vieron en La voluntad de poder una referencia de primer orden
para acceder e interpretar la filosofía nietzscheana5. También conviene recordar
que durante sus últimos cuatro años de vida lúcida, el propio Nietzsche redactó en
sus cuadernos miles de fragmentos destinados a una gran obra que llevaría preci-
samente ese título con la manifiesta intención de exponer su doctrina. De hecho,
y esto hay que tenerlo muy en cuenta, libros tan importantes como Crepúsculo de
los ídolos, El Anticristo o Ecce homo, estuvieron subordinados a este proyecto, ya
sea, respectivamente, como compendio de su filosofía a modo de iniciación, como
primer libro de los cuatro planeados o como prólogo.
Así pues, y coincidiendo con la feliz noticia que para el nietzscheanismo de habla
hispana supone el anuncio de la pronta publicación de una edición española de los
Nachgelassene Fragmente (fragmentos póstumos) de Nietzsche6, ofrecemos aquí una
concordancia entre los fragmentos de La voluntad de poder (WM) y la numeración que
estos reciben en la edición Colli-Montinari, a fin de que el lector pueda localizar estos
importantes textos en la actual y única edición crítica de las obras de Nietzsche7.
En esta tabla de concordancias remitimos, por ser la edición más utilizada y
también la más accesible y manejable, a KSA. No obstante, para el lector de KGW
la identificación no ha de resultarle en absoluto problemática8. En algunos casos

y publicada en Leipzig, en 1940, con el título de Das Vermächtnis Friedrich Nietzsches. En


español hay dos traducciones: la de Eduardo Ovejero y Maury (Aguilar, Madrid, 1932, volúmenes
IX y X de la edición de las Obras completas de Federico Nietzsche; y 61967, quinto y último
volumen de la edición que de las obras de Nietzsche se publicaron en Buenos Aires) y la de
Aníbal Froufe (Edaf, Madrid, 1981, 102001, publicada por vez primera en F. Nietzsche, Obras
inmortales, Edaf, Madrid, 1968, pp. 1143-1671). Estas dos ediciones, además de juntar y separar
en algunas ocasiones los fragmentos de forma arbitraria (la primera numera hasta el §1066 y la
segunda hasta el §1060), contienen graves errores de traducción.
 4
Para la cuestión de la recepción de esta obra entre algunos de los más grandes exegetas
de Nietzsche (Baeumler, Heidegger, Jaspers, Löwith, Schlechta y Fink), véase Müller-Lauter,
Wolfgang, «Der Wille zur Macht als Buch der ‘Krisis’ philosophischer Nietzsche-Interpretation»,
Nietzsche-Studien, 24, 1995, 223-260.
 5
Véase, por ejemplo, Baeumler, Alfred, Nietzsche der Philosoph und Politiker, Reclam, Leipzig,
1931, 31937; Löwith, Karl, Nietzsches Philosophie der ewigen Wiederkunft des Gleichen, Berlin, 1935,
41986; Lukács, Georg, Die Zerstörung der Vernunft, Aufbau-Verlag, Berlin, 1954, 41988 (El asalto
a la razón, tr. W. Roces, FCE, México, 1959, reeditada en Grijalbo, Barcelona-México D.F., 1967,
21968); Heidegger, Martin, Nietzsche, Günther Neske, Pfullingen, 2 vols., 1961, 61998 (Nietzsche,
tr. J.L. Vermal, Destino, Barcelona, 2000, 52002) o Kaufmann, Walter, Nietzsche. Philosopher,
Psychologist, Antichrist, Princeton University Press, 1950, 41974 (reedición en 1978).
 6
Véase Estudios Nietzsche, 3, 2003, pp. 195-197.
 7
F. Nietzsche, Werke. Kritische Gesamtausgabe (KGW), begründet von Giorgio Colli und
Mazzino Montinari, weitergeführt von Volker Gerhardt, Norbert Miller, Wolfgang Müller-Lauter
und Karl Pestalozzi, Walter de Gruyter, Berlin, New York, 1967ss. (edición de bolsillo: Kritische
Studienausgabe (KSA), Dtv/de Gruyter, München/Berlin New York, 1980, segunda edición,
revisada, en 1988, reedición en 1999).

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Concordancias. La voluntad del poder-edición Colli-Montinari 195

indicamos versiones previas –Vorstufe (Vs.)–, que se encuentran recogidas en el


comentario crítico publicado en KSA 14 pero que aún no están publicadas en KGW.
Asimismo, en tres ocasiones hacemos referencia a KGW VII 4/2, ya que en este
volumen de comentario crítico (Nachbericht) editado en 1986, se añaden varios
fragmentos póstumos que, por desgracia, aún no se han incorporado a KSA9.
Como novedad en relación con otras concordancias publicadas con anterio-
ridad, se añade, tras el número de fragmento de WM, la paginación de GOA10.
De esta forma pueden localizarse con facilidad los textos utilizados por aquellos
intérpretes que, en lugar de citar los fragmentos por el número, han optado por
ofrecer, simplemente, la página en la que se encontraban11.
También, especialmente en los casos en que la identificación pueda ser
problemática, se ha añadido la paginación de KSA en la que se encuentra el
fragmento publicado en WM, o bien otro tipo de indicación a fin de facilitar la
búsqueda y la comprobación de ambos textos.
Por último, indicar que para la realización de estas concordancias, además
del texto editado en los volúmenes XV y XVI de GOA por Otto Weiss12 y la edi-
ción Colli-Montinari, hemos tenido en cuenta el trabajo que en 1980 publicaron
Marie Luise-Haase y Jörg Salaquarda13, así como los añadidos y correcciones
al mismo que, años más tarde, hizo Dieter Fuchs14.

Antonio Morillas
Universidad de Barcelona

 8
Como es sabido, KSA 10-11 corresponde a KGW VII y KSA 12-13 a KGW VIII. Los dos
fragmentos localizados en KSA 9, el lector de KGW los podrá encontrar en la sección V.
 9
Y eso a pesar de que la segunda edición ‘revisada’ es de 1988, es decir, dos años después
de la publicación de estos ‘nuevos’ fragmentos póstumos.
 10
Véase nota 1. El volumen XV contiene, tras Ecce homo, los libros I y II, es decir, hasta el
§465 y el volumen XVI contiene los libros III y IV o, lo que es lo mismo, hasta el §1067.
 11
Véase, por ejemplo, Jaspers, Karl, Nietzsche. Einführung in das Verständnis seines
Philosophierens, Berlin, 1936, 41974, 1981 en edición de bolsillo (Nietzsche. Introducción a la
comprensión de su filosofar, E. Estiú, Sudamericana, Buenos Aires, 1963); Fink, Eugen, Nietzsches
Philosophie, Kohlhammer, Stuttgart, 1960, 61998 (La filosofía de Nietzsche, tr. A. Sánchez Pascual,
Alianza Editorial, Madrid, 1966, 101996) o bien Müller-Lauter, Wolfgang, Nietzsche. Seine Philosophie
der Gegensätze und die Gegensätze seiner Philosophie, Walter de Gruyter, Berlin-New York, 1971.
 12
Importantes son también las notas que Otto Weiss puso a esta edición de WM (pp. 497-
521 del volumen XVI).
 13
Haase, Marie-Luise - Salaquarda, Jörg, «Der Wille zur Macht: Nachlass in chronologischer
Ordnung der Kritischen Gesamtausgabe (Konkordanz)», Nietzsche-Studien, 9, 1980, 446-490
(la concordancia entre los fragmentos de la segunda edición de WM y KGW se encuentra en
las pp. 453-465).
 14
Fuchs, Dieter, «Ergänzungen und Berichtigungen der Konkordanz 2WM – KGW»,
Nietzsche Studien, 25, 1996, 378-379. Otras concordancias publicadas son las de Brian Domino
en Journal of Nietzsche Studies, 9/10, 1994, 148-173 (revisada, en colaboración con Peter Murray,
en el número 14, 1997, 98-111), la de Scott Simmons en New Nietzsche Studies, 1/2, 1996, 126-
153, y la que Ferraris incorpora a su edición, op. cit., pp. 689-713.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


196 información bibliográfica

Plan (p. 135) = 12, 7[64] § 45 (pp. 171-172) = 13, 14[102]


Prólogo (pp. 137-138) §§ 1-4 = 13, 11[411]15  § 46 (p. 172) = 13, 14[219]
§ 1 (pp. 141-143) = 12, 2[127] § 47 (pp. 172-174) = 13, 14[65]
§ 2 (p. 145) = 12, 9[35] (p. 350) § 48 (pp. 174-176) = 13, 14[68]
§ 3 (p. 145) = 12, 10[192] § 49 (p. 176) = 13, 15[80]
§ 4 (pp. 145-146) = 12, 5[71] § 1 § 50 (p. 177) = 13, 16[53]
§ 5 (pp. 146-147) = 12, 5[71] § 2 § 51 (pp. 177-178) = 13, 14[6]
§ 6 (p. 147) = 12, 10[192] § 52 (p. 178) = 13, 15[41]
§ 7 (p. 147) = 13, 11[100] § 53 (p. 179) = 13, 14[40]
§ 8 (p. 147) = 12, 7[8] (pp. 292-293) § 54 (pp. 180-181) = 13, 15[13]
§ 9 (p. 147) = 12, 10[58] (p. 491) § 55 (pp. 181-187) = 12, 5[71] §§ 4-16
§ 10 (p. 148) = 12, 9[126] (p. 410)·[128] § 56 (p. 187) = 13, 11[150] (p. 71)
§ 11 (p. 148) = 12, 10[192] § 57 (p. 188) = 11, 25[9]
§ 12 (pp. 148-151) = 13, 11[99] § 58 (pp. 188-189) = 12, 1[236]
§ 13 (p. 152) = 12, 9[35] (p. 351-352) § 59 (p. 189) = 12, 2[122]
§ 14 (p. 152) = 12, 9[39] § 60 (pp. 189-190) = 11, 34[43]
§ 15 (pp. 152-153) = 12, 9[41] § 61 (p. 190) = 10, 7[152]
§ 16 (p. 153) = 13, 11[124] § 62 (pp. 190-191) = 12, 9[130]·[131]
§ 17 (pp. 153-154) = 12, 10[150] (pp. 539-540) § 63 (pp. 191-192) = 13, 15[63]
§ 18 (pp. 154-155) = 12, 7[3] (pp. 254-255) § 64 (p. 192) = 12, 9[82]
§ 19 (p. 155) = 12, 7[64] § 65 (pp. 192-193) = Vs. de GD «Incursiones de
§ 20 (pp. 155-156) = 12, 9[43] (pp. 355-356) un intempestivo» §39 (KSA XIV 431-432)
§ 21 (p. 156) = 12, 10[43] § 66 (p. 193) = 12, 10[197]
§ 22 (p. 156) = 12, 9[35] (pp. 350-351) § 67 (p. 193) = 11, 25[210]
§ 23 (p. 157) = 12, 9[35] (pp. 350-351) § 68 (pp. 193-194) = 13, 14[208]·[226]
§ 24 (p. 157-158) = 13, 11[123] § 69 (pp. 194-195) = 12, 2[131] nº 5-9
§ 25 (p. 158) = 12, 9[123] § 70 (p. 195) = 12, 2[175]
§ 26 (p. 158) = 12, 9[107] (p. 398) § 71 (p. 196) = 12, 10[18]
§ 27 (p. 159) = 12, 9[44] (pp. 357-358) § 72 (pp. 196-197) = 13, 15[20] nº 6
§ 28 (pp. 159-160) = 12, 10[42] § 73 (p. 197) = 12, 9[141]
§ 29 (p. 160) = 10, 24[26] § 74 (p. 197) = 12, 9[168]
§ 30 (p. 160-162) = 13, 11[148] § 75 (pp. 197-198) = 11, 34[161]·[162]
§ 31 (p. 162) = 11, 25[16] § 76 (p. 198) = 12, 9[167]
§ 32 (pp. 162-163) = 12, 6[25] § 77 (p. 198) = 12, 7[17]
§ 33 (pp. 163-164) = 12, 9[162] § 78 (p. 199) = 12, 2[121]
§ 34 (p. 164) = 12, 1[194] § 79 (pp. 199-200) = 12, 9[165]
§ 35 (pp. 164-165) = 12, 9[107] (pp. 397-398) § 80 (p. 200) = 13, 11[135]
§ 36 (p. 165) = 13, 11[97] § 81 (pp. 200-201) = 12, 7[10]
§ 37 (pp. 165-166) = 12, 9[107] (pp. 396-397) § 82 (p. 201) = 12, 9[126]
§ 38 (pp. 166-167) = 13, 17[8] § 83 (p. 201) = 12, 9[182]
§ 39 (p. 167) = 13, 11[227] § 84 (p. 202) = 12, 9[169]
§ 40 (pp. 167-168) = 13, 14[75] § 85 (p. 202) = 13, 15[35]
§ 41 (pp. 168-169) = 13, 15[31] § 86 (pp. 202-203) = 12, 10[66]
§ 42 (p. 169) = 13, 14[74]·[73] § 87 (p. 203) = 12, 9[129]
§ 43 (p. 169-170) = 13, 14[86] § 88 (p. 203) = 12, 10[54]
§ 44 (pp. 170-171) = 13, 17[6] § 89 (pp. 203-204) = 13, 14[45]

15
El §1 vuelve a aparecer en el 15[118] (primavera 1888) y, con una pequeña modificación
al final, en el 18[12] (julio-agosto 1888). También con pequeñas variantes, puede encontrarse,
según anota Otto Weiss, en el manuscrito correspondiente a WM §304.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


Concordancias. La voluntad del poder-edición Colli-Montinari 197

§ 90 (pp. 204-205) = 13, 15[8] § 134 (p. 238) = 12, 2[128]


§ 91 (pp. 205-206) = 11, 36[49]16  § 134a18  (p. 241) = 13, 11[87]
§ 92 (p. 206) = 10, 24[6] § 135 (pp. 242-243) = 13, 14[124]
§ 93 (p. 206-207) = 13, 15[23] § 136 (pp. 243-244) = 13, 14[125]
§ 94 (pp. 208-209) = 11, 25[178] § 137 (p. 245) = 13, 14[127]
§ 95 (pp. 209-212) = 12, 9[178] § 138 (pp. 245-246) = 12, 7[5] (p. 272)
§ 96 (p. 212) = 12, 9[74] § 139 (pp. 246-247) = 13, 14[199]
§ 97 (pp. 212-213) = 12, 9[183] § 140 (pp. 247-248) = 13, 14[189] (pp. 376-377)
§ 98 (pp. 213-214) = 12, 9[146] § 141 (pp. 248-251) = 13, 15[42]
§ 99 (p. 214) = 12, 9[125] § 142 (pp. 251-252) = 13, 15[45]
§ 100 (pp. 214-216) = 12, 9[184] § 143 (pp. 252-253) = 13, 14[204]
§ 101 (pp. 216-217) = 12, 9[3] § 144 (p. 253) = 11, 34[176]
§ 102 (p. 217) = 12, 10[65] § 145 (pp. 253-254) = 13, 14[180]·[195] (p. 380);
§ 103 (p. 218) = 12, 7[26] ·[7] (p. 288) 11, 26[225]
§ 104 (p. 218) = 13, 15[68]·[69] § 146 (p. 254) = 12, 2[197] (p. 164)
§ 105 (p. 219) = 12, 7[7] (pp. 285, 287-288); 2[194] § 147 (p. 254) = 12, 10[193]
§ 106 (pp. 219-220) = 13, 11[315] § 148 (pp. 254-255) = 12, 8[3] (p. 331)
§ 107 (pp. 220-221) = 13, 16[33] § 149 (p. 255) = 9, 6[255]
§ 108 (p. 221) = 11, 36[53] § 150 (p. 255) = 12, 9[22]
§ 109 (pp. 221-222) = 11, 34[223] § 151 (p. 255) = 12, 2[107]
§ 110 (p. 222) = 12, 10[23] § 152 (p. 256) = 13, 14[13]
§ 111 (p. 222) = 12, 9[186] § 153 (p. 256) = 13, 11[371]
§ 112 (p. 223) = 12, 10[22] § 154 (pp. 256-257) = 13, 14[91]
§ 113 (pp. 223-224) = 12, 7[8] (A-B) § 155 (pp. 257-258) = 12, 10[190]
§ 114 (p. 224) = 12, 5[71] §3 § 156 (pp. 258-259) = 13, 11[370]
§ 115 (pp. 224-225) = 13, 15[60] § 157 (p. 259) = 13, 15[74]
§ 116 (pp. 225-226) = 13, 15[44]; 14, pp. 764-765 § 158 (p. 259) = 13, 16[87]
§ 117 (p. 226) = 12, 9[121] (p. 407) § 159 (p. 260) = 13, 11[365] (p. 162)
§ 118 (p. 226) = 12, 7[7] (p. 285) § 160 (p. 260) = 13, 11[356] (pp. 156-157)
§ 119 (pp. 227-228) = 12, 10[119] § 161 (p. 261) = 13, 11[354]
§ 120 (pp. 228-230) = 12, 10[53] § 162 (p. 261) = 13, 11[354]
§ 121 (p. 230) = 13, 16[10] § 163 (p. 261) = 13, 11[360]
§ 122 (p. 230) = 13, 15[67] § 164 (p. 262) = 13, 11[360]·[272]
§ 123 (pp. 230-231) = 12, 9[185] § 165 (p. 262) = 13, 11[360]
§ 124 (p. 231) = 12, 9[121] § 166 (pp. 262-263) = 13, 11[279]
§ 125 (pp. 232-233) = 11, 37[11] § 167 (pp. 263-264) = 13, 11[282]·[281] (p. 108)
§ 126 (pp. 233-234) = 12, 9[165] (p. 433) § 168 (p. 264) = 13, 11[257]
§ 127 (p. 234) = 11, 26[417] § 169 (pp. 264-265) = 13, 11[275]
§ 128 (pp. 234-235) = 11, 26[449] § 170 (pp. 265-266) = 13, 11[295] (p. 115)
§ 129 (p. 235) = 11, 36[48] § 171 (pp. 266-267) = 13, 14[57]
§ 130 (pp. 235-236) = 10, 24[25] § 172 (pp. 268-269) = 12, 10[184]
§ 131 (p. 236) = 11, 26[392] § 173 (pp. 269-270) = 13, 22[4]·[5]
§ 132 (pp. 236-237) = 11, 35[9] § 174 (p. 270) = 12, 10[96]
§ 133 (p. 237-238) = 11, 34[18]·[19]17  § 175 (pp. 271-272) = 12, 10[181]

 16
La cita de Voltaire se encuentra en los fragmentos póstumos 9[107] (otoño 1887) y 11[20]
(noviembre 1887-marzo 1888), así como en la carta a Peter Gast fechada el 24 de noviembre
de 1887.
 17
Tal y como indica Otto Weiss, la cita de Galiani procede de Peter Gast. Lo mismo se dice
en KGW VII 4/2 p. 329 y en KSA XIV 723-724.
 18
Motto del libro segundo.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


198 información bibliográfica

§ 176 (pp. 272-273) = 13, 14[130] § 218 (p. 303) = 13, 11[374]
§ 177 (pp. 273-274) = 13, 15[108] § 219 (p. 303) = 12, 2[96]
§ 178 (p. 274) = 11, 25[419] (p. 122) § 220 (p. 304) = 13, 11[373]
§ 179 (pp. 274-275) = 13, 11[240] § 221 (pp. 304-305) = 13, 11[363]
§ 180 (pp. 275-276) = 13, 11[380] § 222 (p. 305) = 13, 11[112]
§ 181 (pp. 276-277) = 12, 10[91] § 223 (pp. 305-306) = 12, 2[98]
§ 182 (pp. 277-278) = 12, 10[79] § 224 (pp. 306-307) = 13, 11[262]· [263]· [267]
§ 183 (p. 278) = 13, 11[359] § 225 (p. 307) = 13, 11[365]
§ 184 (pp. 278-279) = 13, 14[223] § 226 (pp. 307-308) = 13, 14[96]
§ 185 (pp. 279-280) = 12, 10[178] § 227 (p. 308) = 13, 15[89]
§ 186 (p. 280) = 12, 10[96] (p. 511) § 228 (pp. 308-309) = 11, 44[6]
§ 187 (p. 280) = 12, 9[143] § 229 (pp. 309-311) = 13, 14[179]
§ 188 (p. 281) = 12, 10[199] (p. 575) § 230 (p. 311) = 13, 15[93]
§ 189 (p. 281) = 12, 9[23] § 231 (pp. 311-312) = 13, 14[171]
§ 190 (pp. 281-282) = 12, 10[186] § 232 (p. 312) = 13, 14[181]
§ 191 (p. 282) = 13, 11[243]·[244]·[245] § 233 (pp. 312-314) = 13, 14[155]
§ 192 (pp. 282-283) = 12, 10[49] § 234 (p. 314) = 12, 7[6] (p. 283)
§ 193 (p. 283) = 13, 11[260]·[261] § 235 (pp. 314-316) = 12, 10[108]
§ 194 (p. 283) = 13, 11[256] § 236 (p. 316) = 13, 15[61]
§ 195 (pp. 283-284) = 13, 11[294] § 237 (pp. 316-317) = 13, 15[62]
§ 196 (pp. 284-286) = 13, 11[295] (pp. 115-117) § 238 (pp. 317-318) = 13, 15[56]
§ 197 (p. 286) = 12, 10[199]·[198] § 239 (p. 318) = 13, 11[366]
§ 198 (pp. 286-287) = 13, 11[354] § 240 (pp. 318-319) = 12, 2[144]
§ 199 (p. 287) = 12, 9[50] § 241 (p. 319) = 13, 11[319]
§ 200 (pp. 287-288) = 12, 10[191] § 242 (p. 319) = 13, 11[302]
§ 201 (p. 288) = 12, 10[204] § 243 (pp. 319-320) = 12, 10[7]
§ 202 (pp. 288-289) = 12, 10[201] § 244 (pp. 320-322) = 13, 11[122]
§ 203 (pp. 289-290) = 12, 10[80] § 245 (p. 322) = 12, 10[152]
§ 204 (pp. 290-294) = 12, 10[157]19  § 246 (pp. 322-324) = 13, 15[110]
§ 205 (pp. 294-295) = 12, 10[86] § 247 (pp. 324-325) = 13, 14[9]
§ 206 (p. 295) = 12, 9[88] § 248 (pp. 325-326) = 13, 14[164]
§ 207 (pp. 295-296) = 13, 11[239] § 249 (pp. 326-327) = 12, 10[98]
§ 208 (p. 296) = 13, 11[155] § 250 (p. 327) = 12, 10[69]
§ 209 (pp. 296-297) = 13, 11[379] § 251 (pp. 327-328) = 13, 15[19]
§ 210 (pp. 297-298) = 12, 10[73] § 252 (pp. 328-329) = 13, 11[55]
§ 211 (p. 298) = 12, 10[135]20  § 253 (pp. 331-333) = 12, 2[165] (pp. 148-149)
§ 212 (pp. 298-299) = 13, 11[365] (p. 162) § 254 (pp. 333-334) = 12, 2[189]·[190]
§ 213 (p. 299) = 13, 11[364] § 255 (p. 334) = 10, 24[31]
§ 214 (p. 300) = 13, 11[364] (p. 161) § 256 (p. 334) = 34[264] (en KGW VII 4/2, p. 71)
§ 215 (pp. 300-301) = 12, 10[77] § 257 (p. 334) = 13, 14[76]
§ 216 (pp. 301-302) = 12, 10[188] § 258 (pp. 334-335) = 12, 2[165] (p. 149)
§ 217 (pp. 302-303) = 12, 9[18] § 259 (pp. 335-336) = 11, 26[119]

 19
Este fragmento, escrito inicialmente en otoño de 1887, fue reelaborado por Nietzsche en
verano de 1888 y esta es la forma en la que aparece en KSA. Elisabeth, sin embargo, utilizó
indistintamente ambas versiones a la hora de confeccionar este apartado de WM (véase KSA
XIV 748).
 20
Este fragmento, escrito inicialmente en otoño de 1887, fue reelaborado por Nietzsche en
verano de 1888 y así aparece en KSA. Sin embargo, para la compilación en WM, los editores
utilizaron ambas versiones pero, sobre todo, la primera. Véase KSA XIV 747.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


Concordancias. La voluntad del poder-edición Colli-Montinari 199

§ 260 (pp. 336-337) = 10, 24[15] (pp. 652-653) § 308 (p. 368) = 12, 9[140]
§ 261 (p. 337) = 12, 7[4] (p. 260) § 309 (p. 368) = 13, 11[116]
§ 262 (p. 338) = 13, 16[83] § 310 (p. 368) = 12, 10[32]
§ 263 (p. 338) = 11, 35[30] § 311 (p. 369) = 12, 9[147]
§ 264 (p. 338) = 13, 11[298] § 312 (p. 369) = 12, 10[144]
§ 265 (p. 338) = 12, 2[170] § 313 (pp. 369-370) = 13, 14[112]
§ 266 (pp. 339-340) = 12, 7[6] (276-277) § 314 (p. 370) = 13, 11[376]
§ 267 (p. 340) = 12, 2[178]21  § 315 (pp. 370-372) = 12, 9[173]
§ 268 (pp. 340-341) = 13, 15[29] § 316 (p. 372) = 12, 10[84]
§ 269 (pp. 341-342) = 12, 7[6] (pp. 281-282) § 317 (pp. 372-374) = 12, 10[109]
§ 270 (pp. 342-343) = 12, 10[121] § 318 (p. 374) = 12, 10[83]
§ 271 (p. 343) = 13, 14[108] § 319 (p. 375) = 12, 10[85]
§ 272 (pp. 343-344) = 12, 10[154] § 320 (pp. 375-376) = 13, 16[31]
§ 273 (p. 344) = 12, 7[6] (p. 282) § 321 (p. 376) = 12, 10[97] (p. 512)
§ 274 (p. 345) = 12, 9[159] § 322 (p. 376) = 12, 10[35]
§ 275 (pp. 345-347) = 12, 7[6] (pp. 278-279) § 323 (p. 376) = 12, 9[175]
§ 276 (p. 347) = 12, 5[35] § 324 (p. 377) = 12, 9[155]
§ 277 (pp. 347-348) = 10, 24[19] § 325 (p. 377) = 13, 15[118] (p. 480)
§ 278 (p. 348) = 11, 40[43] § 326 (p. 377) = 12, 7[6] (p. 278)
§ 279 (pp. 348-349) = 12, 7[6] (pp. 274-275) § 327 (p. 378) = 12, 10[45]
§ 280 (pp. 249-250) = 12, 10[39] § 328 (pp. 378-379) = 12, 10[110]
§ 281 (pp. 350-351) = Vs. de 13, 18[8] § 329 (p. 379) = 12, 10[107]
§ 282 (p. 351) = 13, 23[4] (pp. 605-606) § 330 (p. 379) = 12, 5[100]
§ 283 (pp. 351-352) = 12, 8[4] (pp. 332-333) § 331 (pp. 380-381) = 12, 7[62]
§ 284 (pp. 352-353) = 12, 9[85] § 332 (p. 381) = 13, 11[132]
§ 285 (pp. 353-354) = 11, 27[17]·[18] § 333 (pp. 381-382) = 12, 7[15]
§ 286 (p. 354) = 12, 7[6] (p. 281) § 334 (pp. 382-383) = 13, 14[113]
§ 287 (p. 354) = 12, 7[6] (p. 280) § 335 (pp. 384-385) = 13, 11[278]
§ 288 (pp. 354-355) = 13, 14[126] § 336 (p. 385) = 12, 10[174]
§ 289 (p. 356) = 13, 14[128] § 337 (p. 385) = 13, 12[1] nº 239
§ 290 (p. 356) = 12, 10[151] § 338 (p. 385) = 13, 15[48]
§ 291 (pp. 357-358) = 13, 14[185] § 339 (pp. 385-388) = 13, 11[226]
§ 292 (p. 358) = 12, 10[46]·[47] § 340 (p. 388) = 12, 10[170]
§ 293 (pp. 358-359) = 13, 14[31] § 341 (pp. 389-390) = 13, 11[138]
§ 294 (pp. 359-360) = 13, 15[92] § 342 (pp. 390-391) = 13, 11[297] (pp. 125-126)
§ 295 (p. 360) = Vs. de GM II §24 § 343 (pp. 391-392) = 12, 7[6] (pp. 273-274)
§ 296 (pp. 360-361) = 12, 9[156] § 344 (p. 392) = 13, 11[58]
§ 297 (p. 362) = 12, 10[153] § 345 (pp. 392-393) = 12, 2[168]
§ 298 (pp. 362-363) = 12, 10[194] § 346 (p. 393) = 13, 14[143]
§ 299 (pp. 363-364) = 12, 9[86] § 347 (pp. 393-394) = 12, 9[124]
§ 300 (p. 364) = 12, 9[87] § 348 (p. 394) = 12, 10[195]
§ 301 (p. 364) = 12, 2[184] § 349 (p. 395) = 12, 10[113]
§ 302 (p. 364) = 13, 11[103] § 350 (pp. 395-396) = 12, 10[9]
§ 303 (pp. 364-365) = 13, 16[25] § 351 (pp. 396-398) = 13, 15[113]
§ 304 (pp. 365-367) = 13, 11[54] § 352 (p. 399) = 13, 11[287]
§ 305 (p. 367) = Vs. de 13, 11[54] § 353 (pp. 399-400) = 13, 11[325]
§ 306 (p. 367) = 12, 7[6] (p. 273) § 354 (p. 401) = 13, 14[158]
§ 307 (p. 367) = 12, 9[78] § 355 (p. 401) = 12, 1[25]·[27]

 21
El segundo párrafo de este §267 no se ha podido localizar en la edición Colli-Montinari.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


200 información bibliográfica

§ 356 (p. 402) = Vs. de 13, 16[13] § 397 (pp. 428-429) = 13, 15[72]·[73]·[55]
§ 357 (p. 402) = 12, 7[61](p. 315)22  § 398 (p. 429) = 13, 15[65]
§ 358 (p. 402) = Vs. de 13, 11[48]23 ; 10, 8[12]; Vs. § 399 (pp. 429-430) = 12, 2[191]
de 13, 16[13]; Vs. de 13, 11[1] § 400 (pp. 430-431) = 12, 8[4] (pp. 333-334)
§ 359 (p. 403) = 12, 10[177] § 401 (pp. 431-433) = 13, 14[137]·[140]· [138]
§ 360 (p. 403) = 12, 9[19]; 2[177]; 7[12] § 402 (p. 433) = 13, 15[64]
§ 361 (pp. 403-404) = 12, 10[117] § 403 (pp. 433-434) = 12, 5[62]·[63]
§ 362 (pp. 404-405) = 12, 7[65] § 4 § 404 (p. 434) = 12, 5[58]
§ 363 (p. 405) = 13, 15[118] (p. 480) § 405 (pp. 434-435) = 12, 2[207]
§ 364 (p. 405) = 11, 25[287] § 406 (p. 437) = 12, 1[93]
§ 365 (p. 405) = 11, 26[93] § 407 (p. 437) = 11, 26[300]
§ 366 (pp. 405-406) = 12, 2[188] § 408 (p. 437) = 11, 26[100]
§ 367 (p. 406) = 11, 36[7] § 409 (p. 438) = 11, 34[195]
§ 368 (p. 406) = 12, 7[4] (p. 268) § 410 (pp. 438-439) = 12, 2[161]
§ 369 (p. 407) = 12, 2[205] § 411 (pp. 439-440) = 12, 10[150]
§ 370 (p. 407) = 12, 9[108] § 412 (p. 440) = 12, 7[4] (p. 259)
§ 371 (p. 407) = 12, 1[87] § 413 (p. 441) = 11, 34[59]
§ 372 (p. 407) = 10, 8[23] § 414 (p. 441) = 13, 15[28]
§ 373 (pp. 408-410) = 13, 14[29]·[30] § 415 (pp. 441-442) = 12, 2[195]
§ 374 (pp. 410-411) = 12, 10[112] § 416 (p. 442) = 12, 2[106]
§ 375 (p. 411) = 12, 7[24] § 417 (p. 443) = 10, 8[14]; 24[28]
§ 376 (p. 411) = 12, 8[4] (p. 335) § 418 (pp. 443-444) = 10, 8[24]
§ 377 (pp. 411-413) = 12, 8[1] (pp. 323-324) § 419 (pp. 444-445) = 11, 41[4]
§ 378 (p. 413) = 12, 7[6] (p. 273) § 420 (pp. 445-446) = 11, 26[452]
§ 379 (pp. 413-414) = 12, 9[84] § 421 (p. 446) = 11, 26[13]
§ 380 (pp. 414-415) = 12, 9[157] § 422 (pp. 446-447) = 11, 35[44]
§ 381 (p. 415) = 12, 9[22] § 423 (pp. 447-450) = 13, 14[142]
§ 382 (pp. 415-417) = 12, 10[118] § 424 (pp. 450-451) = 12, 5[50] nº 51; 11, 35[31]
§ 383 (pp. 417-418) = 13, 14[163] ·[32]
§ 384 (p. 418) = 12, 1[122] § 425 (pp. 451-452) = 13, 11[300]
§ 385 (p. 418) = 12, 10[206] § 426 (pp. 452-453) = 13, 14[27]·[28]
§ 386 (pp. 418-419) = 12, 10[164]·[203] (p. 581) § 427 (pp. 453-454) = 13, 11[375]
§ 387 (p. 419) = 13, 11[310] § 428 (pp. 455-457) = 13, 14[115]·[116]
§ 388 (pp. 420-421) = 12, 10[128] § 429 (pp. 457-458) = 13, 14[147]
§ 389 (p. 421) = 12, 7[6] (p. 280) § 430 (pp. 458-459) = 13, 14[111]
§ 390 (pp. 421-422) = 13, 11[118] § 431 (pp. 459-460) = Posible Vs. de GD «El pro-
§ 391 (p. 422) = 12, 2[131] (p. 132) blema de Sócrates» §§ 5-724 ; 12, 2[104]
§ 392 (p. 422) = 13, 14[104] § 432 (pp. 461-462) = 13, 14[92]
§ 393 (p. 423) = 12, 10[124] § 433 (pp. 462-463) = 13, 14[92] (pp. 269-270)
§ 394 (pp. 423-425) = 13, 14[151] § 434 (pp. 463-464) = 13, 14[129]
§ 395 (pp. 425-426) = 12, 4[7] § 435 (p. 465) = 13, 14[94]
§ 396 (pp. 426-427) = 13, 15[71] § 436 (p. 466) = 12, 2[93]

 22
La primera frase se encuentra en el póstumo señalado mientras que el resto no ha sido
localizado. Sin embargo Haase-Salaquarda ofrecen como fuente para todo este apartado de WM
una Vs. del 16[13] (primavera-verano 1888).
 23
Haase-Salaquarda señalan para este primer párrafo una Vs. del 16[14] (primavera-verano
1888), que, a todas luces, parece una copia posterior, aunque con alguna variante, del final del
11[48] (noviembre 1887-marzo 1888).
 24
Algunas frases pueden encontrarse en KSA XIV 414.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


Concordancias. La voluntad del poder-edición Colli-Montinari 201

§ 437 (pp. 466-468) = 13, 14[100]·[99] § 487 (pp. 14-15) = 12, 7[63]
§ 438 (pp. 468-469) = 13, 16[15] § 488 (pp. 15-16) = 12, 9[98]
§ 439 (p. 469) = 13, 14[131] § 489 (p. 16) = 12, 5[56]
§ 440 (p. 470) = 13, 15[25] § 490 (pp. 16-17) = 11, 40[42]
§ 441 (pp. 470-471) = 13, 14[146] (pp. 330-331) § 491 (p. 17) = 12, 2[102]
§ 442 (pp. 471-472) = 13, 14[141] § 492 (pp. 17-18) = 11, 40[21]
§ 443 (pp. 472-473) = 11, 36[11] § 493 (p. 19) = 11, 34[253]
§ 444 (p. 473) = 13, 14[83] § 494 (p. 19) = 11, 36[19]
§ 445 (p. 474) = 13, 15[25] (p. 421) § 495 (p. 19) = 11, 25[470]
§ 446 (p. 474) = 13, 14[189] (p. 377) § 496 (pp. 19-20) = 11, 26[127]
§ 447 (pp. 474-475) = 13, 14[194] § 497 (p. 20) = 11, 26[12]
§ 448 (p. 475) = 12, 7[14] § 498 (p. 20) = 11, 26[137]
§ 449 (p. 475) = 12, 9[57] § 499 (p. 20) = 11, 41[11]
§ 450 (p. 476) = 12, 9[58] § 500 (p. 21) = 12, 2[92]
§ 451 (p. 476) = 12, 7[14] § 501 (p. 21) = 12, 5[65]
§ 452 (pp. 476-477) = 13, 15[46] § 502 (p. 21) = 11, 40[29]
§ 453 (pp. 477-478) = 13, 15[91] § 503 (p. 22) = 11, 26[61]
§ 454 (p. 478) = 13, 16[54] § 504 (p. 22) = 12, 7[9] (p. 295)
§ 455 (pp. 478-479) = 13, 15[58] § 505 (pp. 22-23) = 12, 2[95]
§ 456 (p. 479) = 13, 14[160] § 506 (p. 23) = 11, 25[168]
§ 457 (pp. 480-481) = 13, 15[52] § 507 (pp. 23-24) = 12, 9[38]
§ 458 (pp. 481-482) = 13, 14[107] § 508 (p. 24) = 10, 24[5]
§ 459 (pp. 482-483) = 13, 15[77] § 509 (pp. 24-25) = 12, 7[41]
§ 460 (p. 483) = 13, 14[109] § 510 (p. 25) = 12, 7[9] (pp. 295-296)
§ 461 (pp. 484-486) = 13, 14[134]·[135]·[137] § 511 (p. 25) = 12, 2[90]
(p. 321) § 512 (p. 26) = 11, 40[13]
§ 462 (pp. 486-487) = 12, 9[8]; 10[28] § 513 (p. 26) = 12, 6[11]
§ 463 (p. 487) = 11, 35[45] (p. 532) § 514 (pp. 26-27) = 13, 14[105] (p. 283)
§ 464 (pp. 487-489) = 11, 37[14] § 515 (pp. 27-28) = 13, 14[152] (pp. 333-334)
§ 465 (p. 489) = 13, 22[24] § 516 (pp. 28-30) = 12, 9[97]
§ 466 (p. 3) = 13, 15[51] § 517 (pp. 30-31) = 12, 9[89]
§ 467 (p. 3) = 12, 9[47] § 518 (pp. 31-32) = 12, 2[91]
§ 468 (p. 3) = 12, 9[61] § 519 (p. 32) = 12, 7[55]
§ 469 (pp. 3-4) = Vs. de AC §13 (KSA XIV 439) § 520 (p. 32) = 11, 36[23]
§ 470 (pp. 4-5) = 12, 2[155] § 521 (pp. 32-34) = 12, 9[144]
§ 471 (p. 5) = 12, 2[132] § 522 (pp. 34-35) = 12, 5[22]
§ 472 (p. 5) = 12, 7[1] (p. 249) § 523 (pp. 35-36) = 13, 14[144] (p. 329)· [145]
§ 473 (p. 5) = 12, 5[11] § 524 (pp. 36-37) = 13, 11[145]
§ 474 (p. 6) = 13, 11[120] § 525 (p. 37) = 13, 16[56]
§ 475 (p. 6) = 12, 2[204] (p. 167) § 526 (pp. 37-38) = 13, 14[144]
§ 476 (p. 6) = 11, 26[49] § 527 (p. 38) = 12, 5[68]
§ 477 (pp. 6-7) = 13, 11[113] § 528 (p. 38) = 12, 5[55]
§ 478 (pp. 7-8) = 13, 14[152] (pp. 334-335) § 529 (p. 39) = 13, 14[146]
§ 479 (pp. 9-10) = 13, 15[90] § 530 (pp. 40-42) = 12, 7[4] (pp. 264-266)
§ 480 (pp. 10-11) = 13, 14[122] (pp. 301-302) § 531 (pp. 42-43) = 12, 2[84]
§ 481 (pp. 11-12) = 12, 7[60] § 532 (pp. 43-44) = 11, 40[15]
§ 482 (p. 12) = 12, 5[3] § 533 (p. 45) = 12, 9[91] (pp. 386-387)
§ 483 (p. 12) = 11, 38[3] § 534 (p. 45) = 34[264] (en KGW VII 4/2, p. 71)
§ 484 (p. 13) = 12, 10[158] § 535 (p. 46) = 11, 38[4]
§ 485 (pp. 13-14) = 12, 10[19] § 536 (p. 46) = 13, 15[118] (pp. 478-479)
§ 486 (p. 14) = 12, 2[87] (pp. 104-105) § 537 (p. 46) = 12, 2[126] (p. 125)

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


202 información bibliográfica

§ 538 (pp. 46-47) = 13, 18[13] § 589 (p. 91) = 12, 2[147]
§ 539 (p. 47) = 13, 14[148] § 590 (p. 92) = 12, 2[77] (p. 97)
§ 540 (p. 47) = 11, 34[230] § 591 (p. 92) = 12, 3[5] (p. 172)
§ 541 (p. 47) = 13, 14[48] § 592 (p. 92) = 12, 7[42]
§ 542 (pp. 47-48) = Vs. de 13, 16[21] § 593 (p. 92) = 12, 1[125]
§ 543 (p. 48) = 13, 11[115] § 594 (p. 93) = 10, 24[18]
§ 544 (pp. 48-49) = 12, 10[159] § 595 (p. 93) = 11, 25[299]
§ 545 (p. 49) = 11, 36[25] § 596 (pp. 93-94) = 12, 5[67]
§ 546 (p. 49) = 12, 2[145] § 597 (p. 94) = 12, 5[59]
§ 547 (p. 50) = 12, 2[158] § 598 (p. 94) = 13, 11[108]
§ 548 (p. 50) = 12, 2[193] § 599 (p. 95) = 12, 2[109]
§ 549 (p. 50) = 11, 36[26] § 600 (p. 95) = 12, 2[117]
§ 550 (pp. 50-51) = 12, 2[83] (pp. 101-102) § 601 (p. 95) = 12, 2[133]
§ 551 (pp. 52-54) = 13, 14[98] § 602 (pp. 95-96) = 11, 25[505]
§ 552 (pp. 54-58) = 12, 9[91] (pp. 383-386) § 603 (p. 96) = 11, 35[47]
§ 553 (pp. 58-59) = 12, 5[4] § 604 (p. 96) = 12, 2[86]·[82] (p. 100)
§ 554 (p. 59) = 12, 2[139] § 605 (p. 97) = 12, 9[48]
§ 555 (pp. 59-60) = 12, 2[154] § 606 (p. 97) = 12, 2[174]
§ 556 (pp. 60-61) = 12, 2[149]·[150]·[151]· [152] § 607 (p. 97) = 12, 10[27]
§ 557 (p. 61) = 12, 2[85] § 608 (p. 98) = 12, 5[14]
§ 558 (pp. 61-62) = 12, 10[202] § 609 (p. 98) = 11, 26[294]
§ 559 (p. 62) = 13, 11[134] § 610 (p. 99) = 11, 26[170]
§ 560 (p. 62) = 12, 9[40] § 611 (p. 99) = 10, 24[23]
§ 561 (pp. 62-63) = 12, 2[87] § 612 (p. 99) = 12, 9[119] (p. 404)
§ 562 (pp. 63-64) = 10, 24[13] § 613 (p. 100) = 10, 16[33]
§ 563 (p. 64) = 12, 5[36] § 614 (p. 100) = 11, 25[312]
§ 564 (p. 65) = 12, 2[157] § 615 (p. 100) = 11, 26[236]
§ 565 (pp. 65-66) = 12, 6[14] § 616 (p. 100) = 12, 2[108]
§ 566 (p. 66) = 13, 11[50] § 617 (pp. 101-102) = 12, 7[54]
§ 567 (pp. 66-67) = 13, 14[184] § 618 (pp. 103-104) = 11, 36[34]
§ 568 (pp. 67-68) = 13, 14[93] § 619 (p. 104) = 11, 36[31]
§ 569 (pp. 68-69) = 12, 9[106] § 620 (pp. 104-105) = 12, 2[159]
§ 570 (p. 69) = 13, 11[5] § 621 (p. 105) = 12, 2[88]
§ 571 (pp. 69-70) = 12, 10[205] § 622 (p. 105) = 12, 2[105]
§ 572 (p. 70) = 12, 7[2] (p. 253) § 623 (p. 105) = 13, 14[187]
§ 573 (p. 71) = 13, 15[59] § 624 (p. 106) = 12, 7[56]
§ 574 (pp. 71-72) = 10, 8[25] § 625 (pp. 106-107) = 13, 14[122] (pp. 302-303)
§ 575 (p. 72) = 12, 2[132] § 626 (p. 107) = 10, 24[10]
§ 576 (pp. 72-73) = 13, 18[16] § 627 (pp. 107-108) = 12, 2[83] (pp. 102-103)
§ 577 (p. 73) = 12, 9[26] § 628 (p. 108) = 12, 2[89]
§ 578 (pp. 73-74) = 12, 9[160] § 629 (p. 108) = 12, 7[14]
§ 579 (pp. 74-75) = 12, 8[2] § 630 (pp. 108-109) = 11, 36[18]
§ 580 (p. 76) = 12, 9[62] § 631 (p. 109) = 12, 2[139] 8pp. 135-136)
§ 581 (pp. 76-77) = 12, 9[63] § 632 (pp. 109-110) = 12, 2[142]
§ 582 (p. 77) = 12, 2[172] § 633 (p. 110) = 13, 14[95]
§ 583 (pp. 77-79) = 13, 14[103] § 634 (pp. 110-112) = 13, 14[79] (pp. 257-258)
§ 584 (pp. 80-82) = 13, 14[153]·[154] § 635 (pp. 112-113) = 13, 14[79] (pp. 258-259)
§ 585 (pp. 82-86) = 12, 9[60] § 636 (pp. 113-114) = 13, 14[186]
§ 586 (pp. 86-90) = 13, 14[168] (pp. 350-354) § 637 (pp. 114-115) = 11, 36[20]
§ 587 (p. 91) = 12, 2[169] § 638 (p. 115) = 12, 2[143]
§ 588 (p. 91) = 12, 7[49]·[53] § 639 (pp. 115-116) = 12, 10[138]

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


Concordancias. La voluntad del poder-edición Colli-Montinari 203

§ 640 (pp. 116-117) = 10, 24[17] § 688 (pp. 152-153) = 13, 14[121] (pp. 300-301)
§ 641 (p. 117) = 10, 24[14] § 689 (pp. 153-155) = 13, 14[81]·[82]
§ 642 (p. 117) = 11, 36[22] § 690 (p. 155) = 13, 11[29]
§ 643 (pp. 117-118) = 12, 2[148] § 691 (p. 155) = 12, 2[99]
§ 644 (p. 118) = 12, 7[9] (p. 297) § 692 (pp. 155-156) = 13, 14[121] (p. 301)
§ 645 (pp. 118-119) = 11, 36[28] § 693 (p. 156) = 13, 14[80]
§ 646 (p. 119) = 11, 36[29] § 694 (pp. 156-157) = 13, 11[77]
§ 647 (pp. 119-120) = 12, 7[25] § 695 (p. 157) = 13, 14[101]
§ 648 (p. 120) = 12, 7[9] (p. 297) § 696 (p. 157) = 13, 11[75]
§ 649 (p. 120) = 12, 7[44] § 697 (pp. 157-158) = 13, 11[76]
§ 650 (p. 121) = 12, 2[63]
§ 698 (p. 158) = 10, 7[233]
§ 651 (p. 121) = 13, 11[121]
§ 699 (pp. 158-160) = 13, 14[173]
§ 652 (pp. 121-122) = 13, 14[174] (p. 361)
§ 700 (pp.160-161) = 12, 7[48]
§ 653 (p. 122) = 12, 10[13]
§ 701 (p. 161) = 13, 11[61]
§ 654 (p. 122) = 12, 1[118]
§ 702 (pp. 161-162) = 13, 14[174] (pp. 360-361)
§ 655 (pp. 122-123) = 11, 36[21]
§ 703 (pp. 162-163) = 13, 14[174] (pp. 361-362)
§ 656 (p. 123) = 12, 9[151]
§ 704 (pp. 163-164) = 13, 11[111]
§ 657 (pp. 123-124) = 12, 5[64]
§ 705 (p. 164) = Variante de una Vs. de GD «Los
§ 658 (p. 124) = 11, 35[15]
cuatro grandes errores» §2
§ 659 (pp. 125-126) = 11, 36[35]·[36]
§ 706 (pp. 164-165) = 12, 9[13]
§ 660 (pp. 126-127) = 12, 2[76]
§ 707 (pp. 165-167) = 13, 12[1] nº 249; 12, 10[137]
§ 661 (pp. 127-128) = 12, 7[2] (pp. 252-253)
§ 662 (p. 128) = 10, 24[5] § 708 (pp. 167-168) = 13, 11[72]
§ 663 (p. 128) = 12, 2[88] § 709 (pp. 168-169) = 12, 9[13] (p. 345)
§ 664 (pp. 128-129) = 10, 24[9] § 710 (p. 169) = 13, 14[105] (pp. 282-283)·[104]
§ 665 (p. 129) = 12, 7[1] (p. 249) § 711 (pp. 169 170) = 13, 11[74]
§ 666 (pp. 129-131) = 12, 7[1] (pp. 247-248) § 712 (pp. 170-171) = 12, 9[8] (p. 343)
§ 667 (pp. 131-132) = 10, 24[15] (pp. 651-652) § 713 (p. 171) = 13, 14[8]
§ 668 (pp. 132-133) = 13, 11[114] § 714 (p. 171) = 10, 4[233]
§ 669 (pp. 133-134) = 13, 11[71] § 715 (pp. 171-172) = 13, 11[73]
§ 670 (pp. 134-135) = 10, 24[20]·[21] § 716 (pp. 173-174) = 13, 14[196]25 
§ 671 (p. 135) = 10, 24[32]·[34] § 717 (p. 174) = 13, 11[407] (p. 187)
§ 672 (p. 135) = 12, 7[6] (p. 283) § 718 (pp. 174-175) = 13, 11[252]
§ 673 (p. 136) = 10, 24[28] (pp. 661-662) § 719 (p. 175) = 12, 10[8]
§ 674 (pp. 136-137) = 13, 11[83] § 720 (p. 176) = 12, 1[33]
§ 675 (pp. 137-138) = 13, 12[1] nº 348; 11[96] § 721 (pp. 176-177) = 12, 9[145] (pp. 419-420)
§ 676 (pp. 138-141) = 10, 24[16] § 722 (p. 177) = 12, 5[107]
§ 677 (pp. 141-142) = 12, 7[3] (pp. 256-257) § 723 (p. 177) = 13, 11[258]
§ 678 (p. 143) = 12, 7[2] § 724 (p. 177) = 12, 9[71]
§ 679 (pp. 143-144) = 12, 7[9] (p. 296) § 725 (pp. 177-178) = 10, 7[56]
§ 680 (p. 144) = 12, 7[9] (p. 295) § 726 (p. 178) = 12, 9[140]
§ 681 (pp. 144-145) = 12, 7[9] (pp. 294-295) § 727 (p. 178) = 12, 9[140]
§ 682 (p. 145) = 12, 10[136] § 728 (p. 179) = 13, 14[192]
§ 683 (p. 145) = 13, 14[110] § 729 (p. 180) = 13, 11[407] (p. 188)
§ 684 (pp. 145-148) = 13, 14[133] § 730 (p. 180) = 12, 2[182]
§ 685 (pp. 148-151) = 13, 14[123] § 731 (pp. 180-181) = 12, 10[15]
§ 686 (p. 151) = 11, 26[231] § 732 (pp. 181-182) = 12, 4[6]
§ 687 (p. 151) = 12, 9[7] § 733 (pp. 182-183) = 13, 16[35]

 25
Tal y como afirma Otto Weiss respecto a este fragmento de WM, las citas del Código de
Manú fueron añadidas por Peter Gast. Lo mismo se dice en KSA XIV 762.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


204 información bibliográfica

§ 734 (pp. 183-184) = 13, 23[1] § 772 (p. 205) = 12, 9[67]
§ 735 (p. 184) = 12, 10[148] § 773 (pp. 205-206) = 13, 11[286]
§ 736 (pp. 184-185) = 12, 9[120] § 774 (pp. 206-207) = 12, 7[6] (p. 275)
§ 737 (pp. 185-186) = 13, 14[209] § 775 (pp. 207-208) = 13, 12[1] nº 58; 12, 9[79]
§ 738 (p. 186) = 12, 9[150] § 776 (p. 208) = 12, 9[145]
§ 739 (p. 186) = 13, 14[197] § 777 (p. 209) = 13, 11[303]
§ 740 (pp. 186-189) = 12, 10[50] § 778 (pp. 209-210) = 13, 14[157]
§ 741 (p. 189) = 10, 24[22] § 779 (pp. 210-211) = 12, 9[150]
§ 742 (pp. 189-190) = 13, 14[193] § 780 (pp. 211-212) = 13, 11[407] (pp. 187-188)
§ 743 (p. 190) = 12, 2[28] § 781 (p. 212) = 12, 10[127]
§ 744 (pp. 190-191) = 10, 8[13]26  § 782 (p. 212) = 13, 11[137]
§ 745 (p. 191) = 10, 8[6] (p. 327) § 783 (pp. 213-214) = 11, 40[26]
§ 746 (p. 191) = 12, 10[104] § 784 (pp. 214-216) = 12, 10[82]
§ 747 (pp. 191-192) = 12, 10[176] § 785 (p. 216) = 12, 9[30]
§ 748 (pp. 192-193) = 13, 11[235]·[236] § 786 (pp. 216-222) = 12, 10[57]
§ 749 (pp. 193-194) = 12, 10[94] § 787 (p. 222) = 10, 8[19]
§ 750 (p. 194) = 11, 25[349] § 788 (p. 222) = 12, 7[6] (p. 283)
§ 751 (p. 194) = 13, 14[97] § 789 (pp. 222-223) = 12, 2[206]
§ 752 (p. 195) = 11, 26[282] § 790 (p. 223) = 13, 11[104]
§ 753 (p. 195) = 11, 34[177] § 791 (pp. 223-224) = 11, 41[14]
§ 754 (p. 195) = 11, 25[219] § 792 (p. 224) = 11, 36[3]
§ 755 (pp 195-196) = 11, 26[360] § 793 (p. 224) = 13, 11[152]
§ 756 (p. 196) = 12, 1[160] § 794 (p. 225) = 13, 14[168] (p. 354)·[169] nº 528 
§ 757 (p. 196) = 11, 25[263] § 795 (p. 225) = 12, 2[66] (p. 89)
§ 758 (p. 196) = 10, 7[167] § 796 (p. 225) = 12, 2[114]
§ 759 (p. 197) = 13, 11[259] § 797 (pp. 225-226) = 12, 2[130]
§ 760 (p. 197) = 10, 16[22] § 798 (p. 226) = 13, 14[36]
§ 761 (p. 197) = 12, 1[215] § 799 (p. 226) = 13, 14[46]
§ 762 (p. 197) = 11, 34[164] § 800 (pp. 227-228) = 13, 14[117]
§ 763 (p. 197) = 13, 12[1] nº 26; 12, 9[34] § 801 (pp. 228-229) = 12, 9[102]
§ 764 (pp. 197-198) = 10, 9[47]; 11, 39[22]; 10, § 802 (pp. 229-230) = 12, 9[102]
16[30] § 803 (p. 230) = 12, 7[3] (p. 258)
§ 765 (pp. 198-202) = 13, 15 [30] § 804 (pp. 230-232) = 12, 10[167]
§ 766 (p. 203) = 12, 5[108] § 805 (pp. 232-233) = 12, 8[1] (pp. 325-326)
§ 767 (p. 203) = 10, 24[32]·[33] § 806 (pp. 233-234) = 12, 8[1] (pp. 324-325)
§ 768 (p. 203) = 10, 1[20] (p. 14) § 807 (pp. 234-235) = 13, 17[5]
§ 769 (pp. 203-204) = 10, 16[26] § 808 (pp. 235-236) = 13, 14[120]
§ 770 (p. 204) = Vs. de GD «Incursiones de un § 809 (pp. 236-238) = 13, 14[119] (pp. 296-297)
intempestivo» §3827  § 810 (p. 238) = 12, 10[60]
§ 771 (pp. 204-205) = 10, 8[11] § 811 (pp. 238-240) = 13, 14[170]

 26
Este fragmento lo volvemos a encontrar en KSA XI bajo la signatura 42[8]. Véase KGW
VII 4/2 p. 548, donde Montinari afirma que hay que eliminar esta repetición.
 27
Algunas frases pueden encontrarse en KSA XIV 431.
 28
Fuchs, quien corrige la referencia de Haase-Salaquarda a 14[170], donde la expresión
aparece en plural «Die Gegenbewegungen: Die Kunst», señala el 14[117]. Aquí, efectivamente,
encontramos el texto en singular «Die Gegenbewegung: die Kunst». Optamos, sin embargo, por
nuestra referencia ya que aquí estas palabras, también en singular, se encuentran mucho más
cercanas al resto del fragmento que la opción sugerida por Fuchs. Más adelante, en el 16[51]
volvemos a encontrar estas mismas palabras en una reelaboración que del esquema del 14[169]
hace Nietzsche.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


Concordancias. La voluntad del poder-edición Colli-Montinari 205

§ 812 (pp. 240-241) = 13, 14[119] (pp. 297-298) § 862 (p. 279) = 11, 25[211]
§ 813 (pp. 241-242) = 13, 16[89] § 863 (p. 280) = 13, 15[78]·[79]
§ 814 (pp. 242-243) = 12, 10[33] § 864 (pp. 280-285) = 13, 14[182]
§ 815 (pp. 243-244) = 13, 23[2] § 865 (pp. 285-286) = 12, 10[70]
§ 816 (p. 244) = 13, 14[84] § 866 (pp. 286-287) = 12, 10[17]
§ 817 (pp. 244-245) = 12, 10[40] § 867 (pp. 287-288) = 12, 10[30]
§ 818 (p. 245) = 13, 11[3] § 868 (p. 288) = 13, 11[31]
§ 819 (pp. 245-246) = 12, 7[7] (pp. 289-290) § 869 (pp. 288-289) = 12, 1[4]
§ 820 (p. 246) = 11, 37[12] § 870 (pp. 289-290) = 11, 25[348]
§ 821 (pp. 246-247) = 13, 14[47] § 871 (pp. 290-291) = 13, 11[153]
§ 822 (pp. 247-248) = 13, 16[40] § 6 § 872 (pp. 291-292) = 11, 25[343] (p. 102)
§ 823 (p. 248) = 12, 10[24] § 873 (p. 292) = 11, 26[262]
§ 824 (pp. 248-249) = 12, 9[170] § 874 (pp. 292-293) = 11, 25[344]
§ 825 (pp. 249-250) = 12, 9[171] § 875 (p. 293) = 11, 27[43]·[44]
§ 826 (p. 250) = 12, 10[25] § 876 (pp. 293-294) = 13, 16[39]
§ 827 (pp. 250-251) = 12, 10[37] § 877 (p. 294) = 12, 10[31]
§ 828 (p. 251) = 12, 7[7] (p. 286) § 878 (pp. 294-295) = 12, 9[55]
§ 829 (pp. 251-252) = 13, 16[34] § 879 (p. 295) = 12, 9[152]
§ 830 (p. 252) = 13, 11[330] § 880 (p. 295) = 12, 9[27]
§ 831 (p. 253) = 12, 9[5] § 881 (pp. 295-297) = 12, 10[111]
§ 832 (p. 253) = 12, 9[53] § 882 (p. 297) = 13, 11[133]
§ 833 (p. 253) = 12, 9[12] § 883 (p. 297) = 12, 9[119] (pp. 403-404)
§ 834 (p. 254) = 13, 16[37] (p. 497) § 884 (pp. 297-298) = 12, 9[180]
§ 835 (p. 254) = 12, 2[66] (p. 90) § 885 (p. 298) = 13, 11[283] (p. 110)
§ 836 (pp. 254-255) = 12, 9[110] (p. 399) § 886 (pp. 298-299) = 12, 10[59]
§ 837 (p. 255) = 12, 10[116] § 887 (p. 300) = 12, 10[61]
§ 838 (pp. 255-257) = 13, 16[29] § 888 (pp. 300-302) = 12, 10[11]
§ 839 (pp. 257-258) = 12, 10[155] § 889 (p. 302) = 12, 10[10]
§ 840 (p. 258) = 13, 14[42] § 890 (pp. 302-303) = 12, 9[17]
§ 841 (pp. 258-259) = 13, 14[165] (p. 349) § 891 (p. 303) = 12, 10[64]·[63]
§ 842 (pp. 259-261) = 13, 14[61] § 892 (p. 303) = 13, 15[118] (p. 480)
§ 843 (p. 261) = 13, 14[119] (p. 299); 12, 7[16] § 893 (p. 303) = 12, 10[175]
(p. 301) § 894 (pp. 303-304) = 12, 9[158]
§ 844 (p. 261) = 12, 2[112] § 895 (p. 304) = 12, 9[174]
§ 845 (pp. 261-262) = 12, 2[114] (p. 119) § 896 (p. 304) = 12, 9[137]
§ 846 (pp. 262-263) = Vs. de FW § 370 § 897 (p. 305) = 12, 5[98]
§ 847 (p. 263) = 12, 9[112] § 898 (pp. 305-307) = 12, 9[153]
§ 848 (p. 264) = 12, 9[166] § 899 (p. 307) = 11, 35[27]·[28]
§ 849 (pp. 264-266) = 13, 11[312] § 900 (p. 307) = 11, 34[112]
§ 850 (p. 266) = 12, 10[52] § 901 (p. 308) = 12, 9[44]
§ 851 (pp. 267-268) = 13, 15[10] (pp. 409-410) § 902 (p. 308) = 12, 6[26] (p. 245)
§ 852 (pp. 268-270) = 13, 12[1] nº 271; 12, 10[168] § 903 (p. 308-309) = 12, 9[1] nº 4
§ 853 (pp. 270-273) = 13, 11[415]; 17[3] §§ 2-4 § 904 (p. 309) = 13, 11[151]
§ 854 (p. 277) = 11, 26[9] § 905 (p. 309) = 12, 2[100]
§ 855 (p. 277) = Vs. de 13, 11[36] § 906 (p. 309) = 12, 7[28]
§ 856 (p. 277) = 12, 2[131] (p. 132) § 907 (pp. 309-310) = 11, 26[117] (p. 181)
§ 857 (p. 278) = 13, 15[120] (p. 481) § 908 (p. 310) = 11, 25[36]
§ 858 (p. 278) = 13, 11[36] § 909 (pp. 310-311) = 13, 15[114]
§ 859 (p. 278) = 12, 7[6] (pp. 280-281) § 910 (p. 311) = 13, 12[1] nº 221; 12, 10[103]
§ 860 (p. 278) = 11, 25[298] § 911 (pp. 311-312) = 12, 1[123]
§ 861 (p. 279) = 11, 25[174] § 912 (pp. 312-313) = 13, 14[161]

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


206 información bibliográfica

§ 913 (p. 313) = 12, 1[130] § 964 (p. 343) = 11, 25[335]
§ 914 (p. 313) = 12, 2[66] (p. 90) § 965 (pp. 343-344) = 11, 25[342]
§ 915 (p. 313) = 12, 9[93] § 966 (p. 344) = 11, 27[59]
§ 916 (pp. 313-315) = 12, 10[165]; 11, 25[226] § 967 (pp. 344-345) = 11, 35[18]
§ 917 (pp. 315-316) = 13, 11[285] § 968 (p. 345) = 12, 5[50] nº 10
§ 918 (pp. 316-317) = 13, 15[98] § 969 (p. 345) = 12, 9[45]
§ 919 (p. 317) = 13, 14[205] § 970 (p. 346) = 12, 7[6] (pp. 277-278)
§ 920 (p. 318) = 12, 9[104] § 971 (p. 347) = 13, 11[25]
§ 921 (p. 318) = 13, 11[146] § 972 (pp. 347-349) = 11, 26[407] (pp. 258-259);
§ 922 (pp. 318-319) = 12, 10[29] 38[13] (pp. 612-613)
§ 923 (p. 319) = 13, 15[116] § 973 (pp. 349-350) = 11, 34[74]
§ 924 (pp. 319-320) = 12, 10[44] § 974 (p. 350) = 10, 16[78]
§ 925 (pp. 320-321) = 13, 22[1] § 975 (p. 350) = 12, 1[56]
§ 926 (pp. 321-322) = 13, 11[127] § 976 (pp. 350-351) = 11, 26[425]
§ 927 (p. 322) = 12, 10[134] § 977 (p. 351) = 11, 42[1] (p. 692)
§ 928 (pp. 322-323) = 13, 11[353] § 978 (p. 351) = 11, 35[47] (pp 533-534)
§ 929 (p. 323) = 13, 15[94] § 979 (p. 351) = 11, 35[47]
§ 930 (pp. 323-324) = 13, 11[89] § 980 (p. 352) = 11, 37[7]
§ 931 (p. 324) = 12, 10[133] § 981 (p. 352) = 12, 10[68]
§ 932 (p. 324) = 12, 10[125] § 982 (p. 353) = 11, 25[105]
§ 933 (pp. 324-325) = 12, 9[139] § 983 (p. 353) = 11, 27[60]
§ 934 (pp. 325-326) = 12, 10[87] § 984 (p. 353) = 11, 27[11]
§ 935 (p. 326) = 13, 23[4] (p. 605) § 985 (pp. 353-354) = 11, 38[11]
§ 936 (pp. 326-327) = 13, 11[140]·[141]· [142] § 986 (p. 355) = 12, 3[17]
§ 937 (p. 327) = 12, 9[134] § 987 (p. 355) = 11, 26[75] § 1
§ 938 (p. 328) = 11, 25[200] § 988 (pp. 355-356) = 11, 36[17] (p. 559)
§ 939 (p. 328) = 12, 2[1] § 989 (p. 356) = 13, 11[13]
§ 940 (pp. 328-329) = 11, 25[351] § 990 (p. 356) = 11, 37[3]
§ 941 (p. 329) = 10, 7[145] § 991 (p. 357) = 12, 2[166] (p. 150)
§ 942 (p. 329) = 11, 41[3] § 992 (p. 357) = 9, 21[3] nº 8
§ 943 (pp. 330-332) = 11, 35[76] § 993 (p. 357) = 12, 7[70]
§ 944 (pp. 332-333) = 13, 15[115] § 994 (p. 358) = 12, 9[16] (p. 346)
§ 945 (p. 333) = 12, 5[49] § 995 (p. 358) = 11, 26[409]
§ 946 (p. 333) = 12, 9[27] § 996 (p. 358-359) = 11, 39[7] (p. 622)
§ 947 (p. 333) = 13, 15[118] (p. 480) § 997 (p. 359) = 11, 27[16]
§ 948 (pp. 333-334) = 13, 11[154] § 998 (p. 359) = 11, 25[270]
§ 949 (p. 334) = 13, 11[44] § 999 (p. 359) = 11, 25[355]
§ 950 (p. 334) = 12, 2[20] § 1000 (p. 359) = 11, 26[256]
§ 951 (p. 334) = 12, 10[114] § 1001 (p. 360) = 11, 26[232]
§ 952 (p. 334) = 12, 2[19] § 1002 (p. 360) = 13, 11[21]
§ 953 (p. 335) = 12, 5[61] § 1003 (p. 361) = 13, 15[39]
§ 954 (p. 336) = 12, 2[13] (pp. 73-74) § 1004 (p. 362) = 13, 11[30]
§ 955 (p. 336) = 11, 34[94] § 1005 (p. 362-363) = 12, 9[42]
§ 956 (p. 337) = 11, 35[10] § 1006 (p. 363) = 12, 10[89]
§ 957 (pp. 337-340) = 11, 37[8] § 1007 (p. 363) = 12, 9[66]
§ 958 (p. 340) = 11, 25[137] § 1008 (p. 363) = 12, 9[77]
§ 959 (p. 340) = 11, 36[58]; 39[7] (p. 622) § 1009 (p. 364) = 12, 10[145]
§ 960 (pp. 340-341) = 12, 2[57] § 1010 (p. 365) = 12, 7[36]
§ 961 (p. 341) = 11, 34[178] § 1011 (p. 365) = 12, 6[25] (p. 243)
§ 962 (pp. 341-342) = 11, 34[96] § 1012 (pp. 365-366) = 10, 8[27]
§ 963 (pp. 342-343) = Vs. de 13, 11[48] § 1013 (p. 366) = 12, 2[97]

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


Concordancias. La voluntad del poder-edición Colli-Montinari 207

§ 1014 (p. 366) = 12, 2[81] § 1041 (pp. 382-384) = 12, 10[3]29 ; 13, 16[32]
§ 1015 (pp. 366-367) = 12, 10[105] § 1042 (p. 384) = 12, 1[4] (p. 11)
§ 1016 (pp. 367-368) = 13, 14[37] § 1043 (p. 384) = 11, 26[105]
§ 1017 (pp. 368-369) = 12, 10[5] § 1044 (p. 384) = 12, 1[127]
§ 1018 (pp. 369-370) = 12, 5[91] § 1045 (p. 385) = 12, 5[34]
§ 1019 (pp. 370-372) = 12, 10[21] § 1046 (pp. 385-386) = 11, 25[438]
§ 1020 (pp. 372-373) = 13, 11[228] § 1047 (p. 386) = 13, 11[35]
§ 1021 (pp. 373-374) = 12, 10[2] § 1048 (p. 386) = 12, 2[186] (p. 160)
§ 1022 (pp. 374-375) = 13, 11[38] § 1049 (p. 386) = 12, 2[106]
§ 1023 (p. 375) = 13, 14[70] § 1050 (pp. 386-388) = 13, 14[14]
§ 1024 (p. 375) = 12, 9[75] § 1051 (pp. 388-390) = 11, 41[6]·[7]
§ 1025 (pp. 375-376) = 12, 9[138] § 1052 (pp. 391-392) = 13, 14[89]
§ 1026 (pp. 376-377) = 10, 7[26]·[27] § 1053 (p. 393) = 11, 26[376]
§ 1027 (p. 377) = 12, 9[154] § 1054 (p. 393) = 12, 2[131] (p. 132)
§ 1028 (p. 377) = 12, 9[94] § 1055 (pp. 393-394) = 11, 35[82]
§ 1029 (p. 377) = 11, 25[95] § 1056 (p. 394) = 11, 25[227]
§ 1030 (p. 377-378) = 12, 7[39] § 1057 (p. 394) = 10, 24[4]
§ 1031 (p. 378) = 12, 9[177] § 1058 (p. 394-395) = 10, 24[7]
§ 1032 (p. 378) = 12, 7[38] § 1059 (p. 395) = 11, 26[284]
§ 1033 (pp. 378-379) = 13, 14[11] § 1060 (pp. 395-396) = 11, 26[283]
§ 1034 (p. 379) = 13, 16[16] § 1061 (p. 396) = 34[260] (en KGW VII 4/2, p. 71)
§ 1035 (p. 379) = 12, 10[203] § 1062 (pp. 396-397) = 11, 36[15]
§ 1036 (p. 380) = 12, 2[153] § 1063 (p. 398) = 12, 5[54]
§ 1037 (p. 380) = 12, 10[90] § 1064 (p. 398) = 11, 35[54]·[55]
§ 1038 (pp. 380-381) = 13, 17[4] § 5; 14[16] § 1065 (p. 398) = 13, 11[94]
§ 1039 (pp. 381-382) = 14, pp. 758-759; 13, 14[1] § 1066 (pp. 399-401) = 13, 14[188]
§ 1040 (p. 382) = 13, 18[1] § 1067 (pp. 401-402) = 11, 38[12]

El mismo texto del título, pero sin las comillas, puede encontrarse nuevamente en el
 29

fragmento póstumo 12[1] nº 138 (principios de 1888).

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


208 información bibliográfica

APÉNDICE

Para los que puedan consultar KGW IX, y teniendo en cuenta la peculiaridad
de esta sección dentro de la edición Colli-Montinari, ofrecemos a continuación
la localización de los fragmentos de La voluntad de poder en los cuadernos que
se transcriben en los tres volúmenes publicados hasta la fecha30. De esta forma,
el lector podrá comprobar por sí mismo las grandes dificultades a las que se han
tenido que enfrentar los distintos editores a la hora de dar forma y publicar los
miles de fragmentos que Nietzsche dejó anotados tanto en folios sueltos como en
decenas de cuadernos.

§4 N VII 3, p. 14 (2-30) § 593 N VII 2, p. 113 (2-4)


§5 N VII 3, pp. 14 (34-44) - 15 (2-16) § 596 N VII 3, p. 111 (10-20)
§ 34 N VII 2, p. 61 (10-14) § 597 N VII 3, p. 118 (2-26)
§ 55 N VII 3, pp. 15 (44) - 24 § 608 N VII 3, p. 176
§ 58 N VII 2, p. 7 (28-36) § 654 N VII 2, p. 119 (2-14)
§ 60 N VII 1, p. 168 (15-42) § 657 N VII 3, p. 114 (2-28)
§ 75 N VII 1, p. 84 § 722 N VII 3, p. 96 (2-16)
§ 109 N VII 1, p. 30 (20-32) § 753 N VII 1, p. 73 (30-42)
§ 114 N VII 3, p. 15 (20-40) § 756 N VII 2, p. 94 (8-12)
§ 133 N VII 1, p. 184 § 761 N VII 2, p. 27 (24-28)
§ 144 N VII 1, p. 75 (1-8) § 762 N VII 1, p. 81 (36-42)
§ 276 N VII 3, p. 160 (24-42) § 766 N VII 3, p. 96 (18-36)
§ 330 N VII 3, p. 90 (28-34) § 869 N VII 2, p. 169 (8-33, 37 y 39)
§ 355 N VII 2, p. 160 (8-12 y 18-20) § 900 N VII 1, p. 117 (2-18)
§ 371 N VII 2, p. 131 (8-12) § 911 N VII 2, p. 115 (16-38)
§ 384 N VII 2, p. 115 (2-15) § 913 N VII 2, p. 113 (34-38)
§ 403 N VII 3, p. 113 § 945 N VII 3, p. 133 (12-16)
§ 404 N VII 3, pp. 117 (18-32) - 118 (30-32) § 953 N VII 3, pp. 115-116 (2-10 y 14-38)
§ 406 N VII 2, p. 129 (2-4) § 955 N VII 1, p. 131 (2-14)
§ 409 N VII 1, pp. 59 (14-44) - 60 (46) § 959 N VII 2, p. 190 (16)
§ 413 N VII 1, p. 157 (10-14) § 961 N VII 1, p. 71 (32-38)
§ 473 N VII 3, p. 178 (6-28) § 962 N VII 1, pp. 132 –131 (42-46 y 14-19)
§ 482 N VII 3, p. 187 (12-18) § 968 N VII 3, p. 129 (14-22)
§ 489 N VII 3, p. 120 (2-12) § 973 N VII 1, pp. 147 (20-42) - 148 (2-4)
§ 493 N VII 1, p. 4 (2-8) § 975 N VII 2, pp. 145 (16-42) - 146 (2)
§ 501 N VII 3, p. 114 (30-43) § 996 N VII 2, p. 190 (6-14)
§ 522 N VII 3, p. 165 § 1018 N VII 3, p. 78 (14-40)
§ 527 N VII 3, p. 112 § 1042 N VII 2, p. 170 (20-28)
§ 528 N VII 3, p. 119 (2-14) § 1044 N VII 2, p. 113 (10-20)
§ 540 N VII 1, p. 25 (4-8) § 1045 N VII 3, p. 160 (2-22)
§ 553 N VII 3, p. 187 (20-36) § 1063 N VII 3, p. 122 (16-18)
§ 563 N VII 3, p. 157 (2-28)

 30
Un informe de Marco Parmeggiani, sobre esta nueva sección, puede leerse en Estudios
Nietzsche, 2, 2002, pp. 259-262. Como muy bien se indica, el primer volumen contiene la
transcripción del cuaderno N VII 1, el segundo la del N VII 2 y el tercero la de los cuadernos
N VII 3 y N VII 4.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 193-208


NOTICIAS
Epistolario 1880-1884 – Edición italiana: Entrevista a Giuliano Campioni 211

EPISTOLARIO 1880-1884 – EDICIÓN ITALIANA:


ENTREVISTA A GIULIANO CAMPIONI

• F. Nietzsche, Epistolario, vol. IV: 1880-1884


• ed. Giuliano Campioni, texto crítico original establecido por Giorgio Colli y
Mazzino Montinari
• Milano, Adelphi, 2004, pp. XVI+844.

Entrevista a Giuliano Campioni, realizada por Chiara Piazzesi, con ocasión


de la publicación del volumen citado

La Nietzsche-Forschung italiana se precia de la paternidad de la edición crítica


de las obras del filósofo por parte de sus ‘padres fundadores’, Colli y Montinari.
Ellos también emprendieron, conjuntamente, el trabajo de edición del Epistolario
de Nietzsche, conscientes de la importancia peculiar que la reconstrucción de
la biografía intelectual de Nietzsche tenía y tiene, tanto por razones intrínsecas,
ligadas al entramado entre experiencia vivida y reflexión filosófica, como por
razones extrínsecas, conectadas a las bien conocidas vicisitudes de manipulación
de los escritos y del pensamiento del filósofo, por parte de la hermana y de sus
colaboradores.

La publicación recentísima del volumen IV del Epistolario, a cargo de Giuliano


Campioni, representa una etapa importante en la continuación de este trabajo de
restitución. ¿Cuáles son, resumidamente, la historia y los criterios de la edición
italiana?
La edición italiana del Epistolario salió a la luz en la editorial Adelphi hacia
mediados de los años setenta: en 1976, Colli y Montinari publicaron el primer
volumen, que contiene las cartas de Nietzsche de 1850 a 1869, seguido en 1980
del segundo volumen (cartas del 1869 al 1874). Paralelamente, sobre la base del
texto establecido por dos estudiosos italianos, comienza también la edición francesa
en Gallimard. A continuación, la edición italiana sufrió un parón, hasta el 1995,
cuando fue retomada con la salida del volumen III, a cargo de Federico Gerratana
y un servidor, que cubre el periodo entre 1875 y 1880. A este volumen IV, que he
editado personalmente (valiéndome de la colaboración de Maria Cristina Fornari
para la revisión y definición del texto y las notas, y de Benedetta Zavatta para la
traducción de algunos textos), que contiene las cartas de 1880 a 1884, seguirá, en
la primavera de 2006, un quinto volumen, previsto en dos tomos, con el que la
edición dará a su fin.
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 211-214
212 noticias

Los primeros tres tomos de la edición italiana han anticipado, por lo que
respecta a los aparatos y al comentario, la edición alemana, que se inició con Colli
y Montinari en 1975 en la editorial Walter de Gruyter, pero que sólo presentaba el
texto de las cartas de y a Nietzsche. Mientras tanto, han parecido en Alemania los
volúmenes de comentario y aparatos relativos a las cartas hasta 1886; por tanto, a
partir del presente volumen IV, la edición italiana tiene en cuenta conjuntamente el
trabajo realizado por los editores alemanes (un elemento muy sólido de continuidad,
en este sentido, es la participación en la edición italiana de Renate Müller-Buck, que
ha colaborado y colabora en la redacción de la versión alemana de los comentarios y
de los aparatos en el Briefwechsel nietzscheano), y los resultados de la investigación
internacional sobre Nietzsche, que son integrados de manera característica propia.
El aparato italiano en efecto no se limita a ofrecer un soporte filológico al texto,
sino que enriquece los instrumentos de lectura con las remisiones a otros lugares del
epistolario mismo, o sobre todo a las obras de Nietzsche. Se establece así una red de
remisiones de las cartas a los escritos filosóficos y viceversa, mediante la cual vienen
a la luz paralelismos, citas escondidas en unas y otras, y reforzando la evidencia de
los entrelazamientos entre las vicisitudes biográficas y el recorrido intelectual del
filósofo. Nótese además que el texto de la edición italiana contiene exclusivamente
las cartas de Nietzsche, es decir, no recoge como hace la alemana, las respuestas de
los correspondientes. Pero lo resaltable de éstas es recogido en el aparato, dentro del
comentario a las cartas de Nietzsche a las que se refieren, de tal modo que consiga
poner al lector en condiciones de seguir el hilo del discurso epistolar. En conjunto,
piénsese que para dar una idea de la consistencia del aparato, el texto de las cartas
consta de poco más de 560 páginas, y el del comentario de 250 páginas en cuerpo
de letra más pequeño: la proporción me parece muy elocuente.

Estas peculiaridades convierten al aparato de la edición italiana en un


instrumento muy importante, no sólo para la lectura común, que también se ve
enriquecida además de facilitada, sino sobre todo para la Nietzsche-Forschung
misma: hay en la edición italiana, me parece, una originalidad notable, tanto en
el planteamiento formal, como en la elección e investigación de los materiales,
que también hunde sus raíces indudablemente en el patrimonio metodológico de
la gran tradición de investigación sobre las fuentes nietzscheanas, que distingue a
la escuela italiana de estudios sobre Nietzsche, heredera de Colli y Montinari.
El trabajo de edición del Epistolario se vale, como he dicho, de los resultados de
la investigación internacional, sobre todo por lo que concierne a la individuación
y al estudio de las fuentes del pensamiento nietzscheano. Es conocido que la
reconstrucción de la ‘biblioteca ideal’ de Nietzsche fue uno de los cometidos que
la escuela italiana, bajo el impulso de Montinari, se prefijó desde el principio. El
epistolario de Nietzsche es, en este sentido, un instrumento sin duda fundamental
de restitución de las obras del filósofo, pero es a la vez un complejo objeto de
investigación, en cuyo interior es posible y necesario rastrear estímulos de lecturas,
recorridos de profundización teórica y personal de Nietzsche, referencias a los
temas de las obras y momentos genéticos de esos mismos temas, y materiales que

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 211-214


Epistolario 1880-1884 – Edición italiana: Entrevista a Giuliano Campioni 213

se convertirán en constitutivos de ellos, etc. Un ejemplo significativo de esta especie


de ‘transmigración’ temática, de estos múltiples y recurrentes cambios de estado,
se tiene en el capítulo «De los curas» de la segunda parte del Zaratustra, cuando
Nietzsche escribe: «Éste es el mandamiento de su fe: “arriba por las escaleras de
rodillas, pecadores!”». Se trata de una reminiscencia de la visita a la Santa Escalera,
en Roma, sobre la que Nietzsche cuenta en la carta a Overbeck, del 20 de mayo
de 1883 (numerada como 419 en el volumen), en la que escribe «¡ayer he visto
incluso algunas personas subir de rodillas la Santa Escalera!». Y cuando se pondrá a
caracterizar a los seguidores de Wagner, en particular a los admiradores del Parsifal,
su ópera más declarada y concienzudamente imbuida de espíritu cristiano, Nietzsche
usará todavía un eco de su experiencia y escribirá en 1883 que estos wagnerianos
tienen «las rodillas desolladas tanto como el cerebro». El aparato de la edición
italiana del epistolario rinde cuentas de esta serie de remisiones, valiéndose de los
resultados ya atestados por la Nietzsche-Forschung, así como de investigaciones
generales, conducidas a propósito, dirigidas a reconstruir, a través de las lecturas,
las vicisitudes biográficas, formativas, intelectuales, las remisiones internas y las
remisiones a las obras, y no sólo a las del periodo específico, sino también a los
escritos juveniles, el horizonte de circulación de los temas filosóficos, que a través
de complejos recorridos, parece no agotarse nunca en la trayectoria filosófica
nietzscheana. El aparato del epistolario nietzscheano, por tanto, precisamente
porque está constituido así, es una especie de matriz de continuidad biográfica
y temática, por medio de la cual es posible captar la multiplicidad de planos y
de entrelazamientos entre vivido, relaciones personales, fidelidades intelectuales
y reflexión que constituye una característica prominente del pensamiento de
Nietzsche, y que actúa como humus para su peculiar atención a las ‘cosas próximas’,
a la vida como hilo conductor de la especulación teórica, mediante la reelaboración
de la experiencia vivida en términos personales y ‘humanos’.

Los años comprendidos entre el 1880 y el 1884, a los que pertenecen las cartas
del volumen, constituyen un período muy particular de la vida y del recorrido
intelectual de Nietzsche, en el que se producen muchos cambios y algunos ‘giros’,
tanto biográficos como filosóficos, cuyas conexiones e interrelaciones creo que
contribuyen a sacar a la luz los instrumentos suministrados por el aparato,
precisamente por las características que acaba de ilustrar.
En esos años, Nietzsche redacta y publica obras fundamentales como Aurora,
La gaya ciencia, el Zaratustra, que supone, en ciertos aspectos, un giro decisivo
del pensamiento nietzscheano, sobre todo porque se aclara definitivamente la
misión de la transvaloración y de la renovación del hombre. En este sentido elabora
problemáticas cruciales, empezando por los temas cardinales de La gaya ciencia, es
decir, el eterno retorno y la muerte de Dios, para llegar al tema del superhombre, que
hace de hilo conductor en el entero texto del Zaratustra. Pero los años entre el 1880
y el 1884 son también riquísimos de experiencias biográficas muy significativas:
viajes (Italia, Francia, Suiza y sobre todo la amadísima Engadina), desplazamientos
frecuentes, búsqueda de sugerencias culturales y personales. En 1882, Nietzsche

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 211-214


214 noticias

conoce a Lou Salomé, que fue objeto privilegiado de sus experiencias desde el punto
de vista intelectual, desde el momento en que él creyó haber encontrado al fin un
espíritu afín, un discípulo digno de tal nombre: en la soledad extrema del filósofo,
la presencia de un interlocutor tiene una importancia crucial –y tanto más violenta
fue la tristeza por los sinsabores y la definitiva ruptura con Lou, y el regreso a una
irreversible soledad intelectual para Nietzsche. Lo más interesante bajo un punto
de vista interpretativo es seguir la manera en la que estos eventos biográficos –un
ejemplo de ello es la ruptura con Wagner y la polémica con los wagnerianos cercanos
y amigos de Nietzsche, de los que se separa progresivamente– son metabolizados por
Nietzsche mismo bajo el punto de vista filosófico, son reabsorbidos progresivamente
en el curso y la elaboración de su pensamiento, en el que entran a formar parte. Es
así que biografía y filosofía no sólo se entrelazan, sino que se superponen, hasta
el culmen de un proceso que alcanza formas filosóficas originales, como será en
1888 la de Ecce homo.

traducción de Marco Parmeggiani


Universidad de Málaga

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 211-214


Apuntes póstumos: primavera 1868 - otoño 1869 215

APUNTES PÓSTUMOS1:
PRIMAVERA 1868 – OTOÑO 1869

• F. Nietzsche, Nachgelassene Aufzeichnungen. Frühjahr 1868 - Herbst 1869,


preparado por Katherina Glau,
• en Werke. Kritische Gesamtausgabe, fundada por Giorgio Colli y Mazzino
Montinari, proseguida por Volker Gerhardt, Norbert Miller, Wolfgang Müller-
Lauter y Karl Pestalozzi, sección I editada por Johann Figl, vol. V editado
por Johann Figl, Katherina Glau y Glenn W. Most,
• Walter de Gruyter, Berlin-New York, 2003.
• 22x15 cm., XVI+440 p., ISBN: 3-11-016906-1.

La edición Colli-Montinari carecía hasta hace poco de los escritos de juventud


de Nietzsche2. Afortunadamente esta carencia se está subsanando desde 1995 con
la aparición de la primera sección de la edición crítica de las obras de Nietzsche
publicada por la editorial Walter de Gruyter3, en el marco de la cual acaba de ver
la luz el quinto y último volumen, es decir, KGW I 54. Con ello se completa la

 1
Sobre esta recién creada sección novena de KGW, véase el informe de Marco Parmeggiani
en Estudios Nietzsche, 2, 2002, pp. 259-262.
2
El lector, sin embargo, podía acceder tanto a la selección que de los escritos de juventud
realizó Karl Schlechta en las pp. 9-154 del tercer volumen (1956) de su edición de las obras de
Nietzsche bajo el título de «Autobiographisches aus den Jahren 1856-1869», como a la reedición
en 1994, con un prólogo de Rüdiger Schmidt, de los cinco volúmenes de las obras de Nietzsche
editadas en la Historisch-kritische Gesamtausgabe (BAW), que vieron la luz entre los años
1933 y 1940, y que abarcan precisamente este periodo. Como se sabe, una primera selección de
estos escritos apareció en las pp. 213-312 del primer volumen de la llamada Musarion-Ausgabe
(1922). En español hay una buena edición de los escritos más significativos en F. Nietzsche, De
mi vida. Escritos autobiográficos de juventud (1856-1869), prólogo, tr. y notas de Luis Fernando
Moreno Claros, Valdemar, Madrid, 1997.
3
Para una presentación de esta sección a cargo del responsable de la misma, Johann Figl,
véase, además de su «Prólogo» a KGW I 1, «Edition des Frühen Nachlasses Friedrich Nietzsches
– grundsätzliche Perspektiven», Nietzscheforschung, 1, 1994, 161-168; «Die Abteilung I im
Kontext der kritischen Gesamtausgabe der Werke Nietzsches. Ein Zwischenbericht», Nietzsche-
Studien, 24, 1995, 315-323; así como «Edición de los escritos de juventud de Nietzsche: Las
primeras notas de los fragmentos póstumos del filósofo. Un informe sobre su investigación»,
Estudios Nietzsche, 1, 2001, 77-89.
4
En esta sección primera de KGW han aparecido hasta el momento los volúmenes I 1
(principios 1852 - verano 1858), I 2 (otoño 1858 - otoño 1862) y I 4 (otoño 1864 - primavera
1868), publicados en los años 1995, 2000 y 1999, respectivamente. Por lo tanto, falta aún por

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 215-217


216 noticias

publicación, iniciada ya en KGW I 4, de las anotaciones de Nietzsche durante su


época universitaria, es decir, desde que llega a Bonn el 16 de octubre de 1864 para
estudiar teología, hasta abril de 1869 cuando, ya en Basilea y tras haber descubierto
a Schopenhauer (1865) y conocido personalmente a Wagner (1868), se dispone, en
su nuevo puesto de profesor en la Universidad y en el Instituto (Pädagogium), a
transmitir a sus alumnos la «seriedad schopenhaueriana» y a ser «algo más que un
adiestrador de hábiles filólogos». Este volumen, sin embargo, tiene la peculiaridad
de abarcar desde la primavera de 1868, cuando Nietzsche, cumpliendo el servicio
militar en Naumburgo, tiene el famoso accidente montando a caballo, hasta el otoño
de 1869, es decir, hasta la finalización de su primer semestre de docencia5. De esta
forma, con esta pequeña incursión en el llamado periodo de Basilea, se logra la
conexión entre las últimas anotaciones aquí recogidas y las primeras de KGW III
3, pues, como es sabido, la segunda sección de KGW está destinada a los escritos
filológicos (volumen I) y a las lecciones universitarias (volúmenes II-V).
El volumen se abre (pp. V-VI) con un breve prólogo, a modo de presentación,
firmado por Johann Figl y Glenn W. Most y, tras él, encontramos una nota previa
(pp. VII-XVI) elaborada por Katherina Glau, quien, junto con Ingo W. Rath, ha
trabajado en la trascripción de los manuscritos que contienen las anotaciones re-
cogidas en este volumen (signaturas 63 y 73-77 y 64-72 respectivamente). Aquí,
además de un esquema muy clarificador sobre los distintos núcleos temáticos en
los que pueden dividirse los escritos de Nietzsche durante este periodo, se señalan
también las virtudes principales de esta edición frente a BAW. Entre ellas hay que
destacar el respeto al orden cronológico, la corrección de erratas, la no exclusión
de lo estrictamente filológico y, sobre todo, la publicación integra de textos que
eran hasta la fecha inéditos o que se habían editado de forma fragmentaria.
El resultado de toda esta metodología de trabajo es un amplio elenco de anota-
ciones (pp. 1-436), que son fiel reflejo y testimonio de la actividad intelectual del
joven Nietzsche estudiante de filología, pero cuyas reflexiones, no obstante, van
mucho más allá de este ámbito disciplinar. Así podemos leer, por ejemplo, notas
y esbozos relacionados con sus publicaciones filológicas (reseñas y artículos) en
revistas especializadas (Literarisches Centralblatt für Deutschland y Rheinisches
Museum für Philologie), unos trabajos cuya calidad científica le servirían para la
obtención del doctorado el 23 de marzo de 1869. También hallamos desarrollos
de investigaciones filológicas ya iniciadas años atrás y entre las que destacan las
dedicadas a Diógenes Laercio; reflexiones sobre la metodología de la ciencia
filológica y exposiciones sobre las figuras de Hesíodo y Homero (antesala de lo
que será su lección inaugural en la Universidad de Basilea), así como algunas

aparecer, además de los dos volúmenes de comentario previstos, el I 3, que ha de contener las
anotaciones de Nietzsche durante sus últimos dos años en Pforta o, lo que es lo mismo, desde
otoño de 1862 hasta el verano de 1864.
5
Para el itinerario vital de Nietzsche durante este año y medio véase, por ejemplo, la
magnífica biografía de Curt Paul Janz (pp. 193-234 del primer volumen y pp. 9-62 del segundo
en la traducción castellana editada en Alianza Editorial).

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Apuntes póstumos: primavera 1868 - otoño 1869 217

anotaciones sobre gramática griega y la tragedia, que están claramente vinculadas


a la actividad docente desarrollada por Nietzsche en el Pädagogium durante su
primer semestre. Todo ello, junto con otros escritos de muy diversa índole y que
van desde reflexiones sobre Schopenhauer y resúmenes de lecturas, hasta notas para
conferencias y apuntes relacionados con sus investigaciones y estudios filológicos,
sin olvidar, claro está, los escritos de carácter autobiográfico tan característicos del
joven Nietzsche.
Finalmente, se concluye con una útil concordancia (p. 437) entre la numeración
adoptada en este volumen y la signatura que tienen los manuscritos en el Goethe-
Schiller-Archiv (GSA) de Weimar, lugar en el que, a falta de un Archivo Nietzsche,
se encuentra la totalidad del legado nietzscheano, y con un índice (pp. 439-440) en
el que, para cada signatura, se indican las temáticas predominantes.
Por cierto, la conferencia «sobre las sátiras de Varrón y el cínico Menipo», quinta
y última que Nietzsche ofreció para la Asociación Filológica, no fue pronunciada
el día 9 de noviembre de 1868, tal y como se dice en la p. IX, sino el día 6. El día
9 Nietzsche estaba ocupado en otros asuntos más importantes como, por ejemplo,
describir en una larga carta a Rohde (KGB I 2, pp. 335-342), el primer encuentro
con Richard Wagner, que tuvo lugar, como se sabe, o debería saberse, la noche
anterior.
Antonio Morillas
Universidad de Barcelona

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Comentario crítico al Epistolario 219

COMENTARIO CRÍTICO
AL EPISTOLARIO: ENERO 1885 – DICIEMBRE 1886

• Schmid, Holger, Nachbericht zur dritten Abteilung. Zweiter Teilband. Briefe


von und an Friedrich Nietzsche. Januar 1885 - Dezember 1886,
• en F. Nietzsche, Briefwechsel. Kritische Gesamtausgabe, fundada por Gior-
gio Colli y Mazzino Montinari, proseguida por Norbert Miller y Annemarie
Pieper, sección III, vol. 7/2 editado por Norbert Miller
• Walter de Gruyter, Berlin-New York, 2003.
• 22x15 cm., 578 p., ISBN: 3-11-017428-6.

Con la rapidez a la que estamos acostumbrados (algo que se echa en falta en


el caso de las obras), la editorial Walter de Gruyter acaba de publicar un nuevo
volumen del comentario crítico (Nachbericht) al epistolario de Nietzsche1. En
esta ocasión se trata del segundo tomo del comentario a la sección tercera de la
correspondencia nietzscheana, es decir, KGB III 7/2, que abarca lo publicado en
los volúmenes KGB III 3 y III 4 o, lo que es lo mismo, las cartas de y a Nietzsche
escritas entre los años 1885 y 1886.
La estructura de este comentario crítico es similar a los anteriormente publi-
cados y por ello, tras un breve prólogo (pp. V-VI) firmado por el responsable de
la edición (Norbert Miller), en el que se presenta el volumen, hallamos (pp. 3-12)
los ya habituales añadidos (Nachträge), esto es, aquellos documentos que han ido
apareciendo con posterioridad a la publicación de los volúmenes del epistolario.
En total 15 cartas (5 de Nietzsche y 10 a Nietzsche), de las que 12 eran hasta la
fecha inéditas2 .

 1
Los comentarios críticos al epistolario de Nietzsche aparecidos hasta el momento son
los siguientes: I 4 (1993), II 7/1 (1998), II 7/2 (2000), II 7/3.1 (2001), II,7/3.2 (2001) y III 7/1
(2003). Una breve noticia de este último tomo puede leerse en Estudios Nietzsche, 3, 2003, pp.
183-184.
 2
La carta a Heinrich Köselitz (Peter Gast) de principios de junio de 1885 había sido ya
publicada en 1986 en el apartado de ‘añadidos’ dentro del octavo y último volumen de la edición
de bolsillo de las cartas de Nietzsche (KSB) (p. 21 en la edición que de estos añadidos y del
Register se publicó un año más tarde para los lectores de KGB) y el esbozo de carta a Overbeck,
redactado probablemente el 6 de octubre de 1885, se publicó en el 2001 en la p. 176 de KGW
IX 2. Por otro lado, la carta de Bernhard Daechsel a Nietzsche del 11 de febrero de 1885 se
publicó ya en 1982, como ‘añadido’ a KGB III 4 (pp. 259-261).

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 219-222


220 noticias

A continuación (pp. 15-25) se ofrecen cinco cartas «de Nietzsche» de las que
no hay manuscrito y que únicamente se conservan gracias a una copia realizada
por Elisabeth, recibiendo por ello el nombre de Urabschriften3. Ni que decir
tiene que este hecho, junto con el tono de algunas de las afirmaciones realizadas
en ellas «por Nietzsche», al que hay que unir el que todas ellas estén dirigidas
a su hermana o a su madre, despertó el lógico recelo de un filólogo como Karl
Schlechta, quien se abstuvo de publicarlas en la selección de 278 cartas que hizo
en el tercer volumen de su edición de las obras de Nietzsche4. El mismo criterio
siguió Mazzino Montinari, quien tampoco las incluyó en KGB. Ahora bien, 12
de ellas se publicaron como apéndice en KGB III 7/15 y ahora, en este volumen,
se les asigna un apartado propio habida cuenta de su singularidad. De esta forma,
se da el texto de cinco cartas atribuidas a Nietzsche fechadas entre los años 1885
y 1886 pero que, no obstante, son de dudosa autenticidad6.
Por fin, precedida de la ya clásica nota editorial (pp. 29-33) con las necesarias
explicaciones y la lista de abreviaturas, encontramos la parte central, tanto en
extensión como en importancia, del volumen, esto es, el comentario crítico a las
cartas de y a Nietzsche publicadas en KGB III 3 y III 4, más, claro está, a los
añadidos antes mencionados.
Así, para cada carta tenemos el lugar en el que se conserva el original, las
ediciones en las que se ha publicado con anterioridad, la descripción del manus-
crito, la fecha en que fue escrita y la dirección del destinatario en los casos en
que no estén suficientemente especificados, las variantes (Lesarten) y, por último,
los comentarios (Erläuterungen), en los que se ofrece interesante información
explicativa y contextualizadora. Todo ello en las pp. 37-279 para las cartas de
Nietzsche y en las pp. 281-442 en lo referente al comentario crítico a las cartas
a él dirigidas.
Después, y tras la desgraciadamente amplia (pp. 445-453) lista de cartas no
conservadas pero de las que se tiene constancia (32 de Nietzsche y 78 a Nietzs-
che), se ofrecen 56 documentos recogidos como apéndice (pp. 460-552) y que
constituyen, sin duda alguna, un complemento muy útil a los comentarios, pues
ayudan a comprender mejor el ambiente en el que Nietzsche se mueve durante esos
años. La mayoría son cartas entre terceros, pero también hay algunos testimonios
aislados, así como la famosa reseña de Josef Viktor Widmann sobre Más allá del

 3
Para esta cuestión, véase Karl Schlechta, «Philologischer Nachbericht», en F. Nietzsche,
Werke in drei Bänden, ed. Karl Schlechta, Carl Hanser Verlag, München, 1954-1956, vol. 3,
pp. 1410-1417.
 4
F. Nietzsche, Werke in drei Bänden, vol. 3, 1956, pp. 929-1352.
 5
Véanse, en el «Apéndice», los documentos 3, 23, 26, 30, 47, 100, 101, 104, 107, 109, 116,
123 (pp. 842, 859-862, 864-865, 869, 882-884, 960-962, 962-963, 966-967, 970-971, 971-972,
980-981 y 990 respectivamente).
 6
Estas cartas aquí publicadas corresponden a las número 15-19 del listado que ofreció Karl
Schlechta en las pp. 1410-1411 de su «Philologischer Nachbericht».

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 219-222


Comentario crítico al Epistolario 221

bien y del mal7, que tan honda impresión causó en Nietzsche y a la que incluso
hará alusión tanto en el Crepúsculo de los ídolos, «Incursiones de un intempestivo»,
§37, como en Ecce homo, «Por qué escribo tan buenos libros», §1.
Finalmente, el volumen concluye (pp. 555-572) con una lista de correcciones
(Berichtigungen) en la que, supuestamente, se agrupan las erratas ya señaladas
en el apartado de las variantes dentro del aparato crítico a cada carta8. Y decimos
‘supuestamente’ porque, a pesar de que son muchísimas (414 para KGB III 3, y
270 para KGB III 4), el listado está plagado, a su vez, de erratas. De entre ellas
hay que destacar las más de 250 omisiones, pero también podemos encontrar
ocasiones en los que se confunde la errata con la corrección y en los que se dan
opciones distintas (y erróneas) a las señaladas en las variantes. Unas imprecisiones
que hallamos también en bastantes casos a la hora de indicar el número de página
y/o de línea en la que se ha de hacer la corrección.
Una publicación, pues, no exenta de errores9, pero cuya aparición hay que salu-
dar como un avance significativo para el conocimiento de este periodo importante
de la vida de Nietzsche, que marca una época de transición hacia lo que serán sus
dos últimos años de vida lúcida. Así, tras el abandono de su actividad académica
en Basilea (1879) y el descubrimiento de lugares propicios para el cuidado de su
salud y la realización de su obra (Sils-Maria para los veranos a partir de 1881 y Niza
para los inviernos a partir de 1883), Nietzsche va, poco a poco, tomando conciencia
del objetivo de su producción filosófica, de esa tarea a la que él mismo se vería
posteriormente destinado y cuyo cumplimiento anteponía a la superficial felicidad
del “último hombre”. Testimonio de ello son estos dos años en los que Nietzsche,
además de sacar a la luz en edición privada la cuarta parte de Así habló Zaratustra
y reunir las tres primeras partes en un único volumen, publica reediciones de sus
cuatro Consideraciones intempestivas, la tercera edición de El nacimiento de la
tragedia y las segundas ediciones de Humano, demasiado humano I y II. Estas
tres últimas obras precedidas, además, por unos fantásticos prólogos que indican el

 7
Este interesante comentario, publicado en el suplemento literario del diario suizo Der Bund
de los días 16 y 17 de septiembre de 1886 bajo el título de «Nietzsche’s gefährliches Buch»
(El peligroso libro de Nietzsche), lo recoge también Curt Paul Janz en el tercer volumen de su
biografía, por lo que el lector lo puede encontrar en español en la traducción de esta obra editada
en Alianza (pp. 201-206 del cuarto volumen).
 8
Unas correcciones que, al igual que las efectuadas en los otros volúmenes de comentario
al epistolario, se echan en falta, junto con las cartas de Nietzsche descubiertas desde 1986, en la
reedición que de las cartas de Nietzsche (KSB) publicó la editorial Walter de Gruyter en 2003.
 9
Unas erratas que se sitúan tanto en el apartado de las variantes (errores al señalar la página
o la línea a la que se hace referencia o bien a la hora de indicar las correcciones), como en el
de los comentarios. El caso más llamativo, por su reiteración (pp. 105, 114, 157, 225, 236, 393,
401, 405 y 412), es el no incluir la tercera Consideración intempestiva, es decir, Schopenhauer
como educador, en la lista de libros editados por Ernst Schmeitzner. El lector puede encontrar
la reproducción de la portada de dicha obra, con el nombre del editor, en KGW III 1, p. 331, así
como, por ejemplo, en Schaberg, William H., The Nietzsche Canon. A Publication History and
Bibliography, The University of Chicago Press, Chicago and London, 1995, p. 43.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 219-222


222 noticias

nivel de madurez filosófica y de reflexión sobre su propia obra antes aludidos. De


estos dos años son también fruto Más allá del bien y del mal, así como los primeros
planes para la realización de una gran obra titulada La voluntad de poder. Ensayo
de una transvaloración de todos los valores.
Por cierto, acabamos de hacer referencia a los lugares en los que Nietzsche
pasaba los veranos y los inviernos, así como a los prólogos que escribió para
las ediciones de algunas de sus obras ya publicadas. Pues bien, a la vista de la
creatividad de algunos traductores, no está de más señalar que los prólogos a las
segundas ediciones de Aurora y de La gaya ciencia (obras que verán la luz a finales
de junio de 1887) fueron escritos en Ruta Ligure, población hacia la que Nietzsche
se trasladó desde Sils-Maria el 25 de septiembre de 1886, en la que estuvo entre el
30 de septiembre y el 20 de octubre en compañía del escritor Paul Lanzky, desde
la que escribió seis cartas y le fueron remitidas ocho y que, cosas de la geografía,
está «cerca de Génova». He ahí, quizá, el motivo por el cual Nietzsche localiza la
redacción de esos prólogos en «Ruta bei Genua».

Antonio Morillas
Universidad de Barcelona

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 219-222


Comentario crítico

LÉXICO DE CONTEMPORÁNEOS DE NIETZSCHE

• Hauke Reich, M.A.


• Nietzsche-Zeitgenossenlexikon. Verwandte und Vorfahren, Freunde und
Feinde, Verehrer und Kritiker von Friedrich Nietzsche
• Schwabe AG, Basel, 2004
• 248 p. ISBN: 3.7965-1920-2

La reciente obra que acaba de aparecer sobre los contemporáneos de Nietzsche


constituye un instrumento de trabajo inestimable para todos aquellos que se dedican al
estudio del autor, y se puede decir que llena una importante laguna en la investigación
biográfica sobre Nietzsche. En este libro de 248 páginas podemos encontrar referencias
sobre todos aquellos hombres y mujeres que tuvieron algún tipo de incidencia en la
vida de F. Nietzsche; parientes, antepasados, amigos y enemigos, admiradores y críti-
cos, compañeros de escuela, amigos de estudios, pretendientas, periodistas, médicos,
escritores, músicos, filósofos, científicos, y todos aquellos personajes que son citados
alguna vez en sus escritos. En el espacio de un año han aparecido libros interesantes
sobre Nietzsche de gran utilidad para los investigadores. Además de la impresionante
bibliografía en cinco volúmenes Weimarer Nietzsche-Bibliographie 1867-1998 (cf.
Estudios Nietzsche, 2, 2002, 249-259), hace unos meses apareció el trabajo de un
grupo de investigadores dirigidos por Giuliano Campioni, La biblioteca personal
de Nietzsche (cf. Estudios Nietzsche, 3, 2003, pp. 179-183), en el que se recogen
los títulos de las biblioteca personal de Nietzsche, con sus anotaciones. Con la
próxima aparición del Diccionario Nietzsche dirigido por Paul van Tongeren (cf.
Estudios Nietzsche, 3, 2003, pp. 207-215 y en este número) se habrá completado
un acervo de instrumentos de investigación que sin duda servirán para profundizar
más en la obra y vida de F. Nietzsche.
En total la obra cuenta con casi mil registros, en los que se señalan minuciosamente
elementos biográficos interesantes de cada uno de los nombres catalogados. También se
incluye el árbol genealógico de la familia Nietzsche con detalles hasta ahora desconocidos.
El libro consta también de 57 imágenes en blanco y negro. El autor, M.A. Hauke Reich
colaboró también en la gran exposición sobre Nietzsche con motivo del centenario de su
muerte en Weimar en el 2000. Para esta exposición fue también coeditor de la Cronología
monumental de Nietzsche (dtv, Hanser, 2000).

Luis Enrique De Santiago Guervós


Universidad de Málaga

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 223


Coloquio de Treilles: Filosofía de la Aurora 225

COLOQUIO DE TREILLES: FILOSOFÍA DE LA AURORA


Temas filosóficos y reconstrucción genética
en Aurora de F. Nietzsche

Congreso celebrado en Tourtour (Francia), del 19 al 24 de septiembre de 2003,


organizado por La Fondation des Treilles.
<www.hypernietzsche.org/events/treilles2>

Resumen de las ponencias

D’Iorio, Paolo (Paris/München): «Introducción a los trabajos».


Como continuación del primer coloquio sobre Nietzsche organizado en 2001 en
La Fondation de Treilles que trataba sobre Cosas humanas, demasiado humanas,
en 2003 nos hemos dedicado al análisis del segundo libro de la trilogía del espíritu
libre, Aurora. Pensamientos sobre los prejuicios morales. El coloquio «Filosofía
de la Aurora» ha tenido entonces como objetivo la estructura y la génesis de esta
obra de Nietzsche, para extraer de ello una serie de consideraciones históricas y
de interpretaciones filosóficas que han intentado responder a tres cuestiones: el
lugar de Aurora en el desarrollo de la filosofía de Nietzsche, la importancia de
este libro y de sus temas filosóficos para la historia de la filosofía en general, y
por último en qué aspectos las cuestiones planteadas en Aurora siguen vigentes
aún hoy en día, y en qué aspectos continúan interesándonos al estimular nuestra
propia reflexión filosófica.
Las intervenciones se han basado en la interpretación de un aforismo, de un
grupo de aforismos o de un tema, o bien han intentado reconstruir la génesis de
ellos a partir de los manuscritos. Se han tratado así los temas siguientes: el concepto
de Katharsis, la crítica de la piedad, la idea de amistad, el análisis de la tradición,
el concepto de medida, de conocimiento, de poder, la crítica del eurocentrismo
hegemónico, la crítica de la idea de finalidad, la relación de Nietzsche con Pascal,
Spencer y Joseph Popper, las metáforas de la luz en Aurora, etc.
El coloquio dio ocasión también para hablar, aunque con más brevedad, de
los últimos desarrollos del proyecto HyperNietzsche, a los que fueron dedicadas
cuatro intervenciones concernientes a la clasificación numérica de las fuentes, las
técnicas de trascripción de los manuscritos, la ordenación de los materiales en
recorridos genéticos o temáticos, y las modalidades de publicación de los ensayos
críticos en la Web.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 225-233


226 noticias

Müller-Buck, Renate (Tübingen): «El nacimiento de Aurora».


«Yo sólo escribo de lo que he tenido experiencia». El estudio pretende precisar
las condiciones de trabajo particulares que determinan los pensamientos de Nietzs-
che en la época de Aurora. El dolor y la soledad son, para nosotros, las dos grandes
causas determinantes de su vida que conducen su pensamiento. «Yo siempre he
escrito enteramente con mi cuerpo y mi vida y no sé qué son los ‘problemas pura-
mente mentales’» (1880). Pensar, para Nietzsche, se convierte cada vez más en una
«biografía involuntaria del alma» (A §481). El intento de mostrar las conexiones
entre perspectivas antropomórficas y corporales y en qué medida el entendimiento
cognoscente está ‘a expensas del cuerpo’, es una de las ideas principales de la filosofía
de Nietzsche en los años ochenta, que toma forma por primera vez en Aurora.

Barbera, Sandro (Pisa): «Conocer mediante la piedad».


En el periodo de Aurora, la discusión de Nietzsche sobre la noción schopen-
haueriana de piedad se desarrolla a diferentes niveles. En el primer libro (§63), la
equivalencia compasión-piedad parece negar la función intelectual y cognitiva que,
según Schopenhauer, está en el centro del fenómeno de la piedad. En el segundo
libro (§142) y en los fragmentos póstumos de verano y fin de 1880, la descons-
trucción de la piedad persigue, en cambio, definir la estructura misma de aquella
solución metafísica que Nietzsche intenta presentar sobre todo como desviación en
el proceso de comprensión del otro, mediante procedimientos inductivos.

Ponton, Olivier (Niza): «El espíritu libre y la tradición».


Nietzsche forja en El caminante y su sombra y en Aurora una teoría de la tradi-
ción que nos permite comprender en qué consiste un ‘espíritu libre’ para Nietzsche.
Actuar tradicionalmente consiste en efecto en seguir nuestro ‘sentimiento’ en lugar
de nuestra razón, más precisamente, en experimentar el poder de ese sentimiento
y en actuar sin saber por qué actúa uno, salvo porque uno tiene miedo de actuar de
otra manera. El espíritu libre, como el artista clásico que consigue «danzar entre
cadenas» (por retomar la metáfora de Voltaire que da título al aforismo 140 de CS), es
decir, que consigue dominar un conjunto de convenciones estéticas y jugar con ellas,
afronta por el contrario este miedo y, sin desligarse completamente de la tradición,
llega a dominarlo reinterpretándolo y dándole un nuevo significado nuevo.

Bartscherer, Thomas (Paris/Chicago): «Remedium amoris: reflexiones sobre la


tragedia en Aurora».
Referencias al drama trágico aparecen en distintos puntos de Aurora, un libro
que el autor quiso considerar después como el comienzo de su «campaña contra la
moral». Remedium amoris examina estas referencias e intenta clarificar el papel que
la tragedia juega en esta fase inaugural de la crítica nietzscheana de la moralidad.
La primera parte demuestra cómo Nietzsche recurre a la tragedia como un contra-
ejemplo positivo en su debate con la visión moral del mundo, particularmente con
respecto a la piedad y al complejo culpabilidad-punición. En la segunda parte, se
sostiene que la tragedia sirve también para un intento más general de Nietzsche

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 225-233


Coloquio de Treilles: Filosofía de la Aurora 227

por mostrar que la moralidad ha sido «la gran maestra de seducción» y la «Circe
de todos los filósofos». En breve, la comunicación sugiere que para Nietzsche el
fenómeno del drama trágico proporciona un ejemplo crucial de la manera en que
una visión del mundo, sea una perspectiva moral de las que critica o una alternativa
posible a ella, consigue establecer y mantener una obediencia ferviente.

Lupo, Luca (Cosenza). «Conocer e inventar. Invitación a una lectura del aforismo
119 de Aurora».
El autor analiza algunos temas fundamentales desarrollados en el aforismo 119
de Aurora. Tras una breve exposición general de este texto, se intenta sacar a la
luz los puntos de contacto –difíciles de captar en una primera aproximación– entre
este aforismo y el escrito inédito Sobre verdad y mentira en sentido extramoral,
mostrando que, aunque se trate de textos alejados cronológicamente, Nietzsche
recurre a modelos explicativos ya utilizados en VM.
A continuación, el autor ilustra la contigüidad entre la noción de ‘razón creati-
va’ que aparece en el aforismo, y la de ‘fuerza creativa’, que hallamos en ciertos
fragmentos posteriores. En fin, intenta mostrar que la actitud escéptica, dubitativa
y problemática expresada por Nietzsche mediante medios estilísticos muy precisos,
es un topos de los pasajes en los que aborda el problema de la consciencia.

Tongeren, Paul van (Nijmegen/Leuven): «Amis grecs. Sobre la ‘capacidad de


mentir’ y ‘la idealización del amor sexual’».
El tema de la amistad aparece con menos frecuencia en Aurora que en otras
obras aforísticas de Nietzsche, y parece estar reprimido. La oposición entre los
griegos y ‘nosotros hombres modernos’, tal y como aparece en Aurora, sugiere que
este libro representa una fase intermedia entre las obras precedentes y posteriores.
Estos dos puntos de partida son conectados en un análisis de dos aforismos (68 y
503), donde se hallan recogidos estos dos temas, el de los griegos y el de la amistad.
El resultado es que Nietzsche se ve separado, por su pasión, de la honestidad del
mundo griego y de la amistad que era posible en ese mundo. La razón de ello está
en que, por una parte, la capacidad griega de la mentira es necesaria para la amistad,
pero defendida por la honestidad, y que, por otra parte, la abnegación exigida por
la pasión del conocimiento traiciona el ideal griego de la amistad.

Chaves, Ernani (Belén): «La catharsis en Aurora: sobre el aforismo 240».


A propósito del aforismo «De la moralidad de la escena», quisiera hacer algunos
comentarios que subrayan ciertos aspectos del aforismo y que giran en torno de la
crítica de los posibles efectos moralizadores del teatro. En otros términos, se trata
de la finalidad catártica del teatro, tomando como ejemplo a Macbeth, donde el
final trágico de los personajes podría aliviar al espectador de sus propias tendencias
ambiciosas. Esta crítica se divide en dos aspectos igualmente importantes: la com-
paración entre Shakespeare y Sófocles, y la explicación de la falta de comprensión
de Shakespeare en nuestra época, de tal manera que sus obras necesitan siempre
una ‘adaptación’.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 225-233


228 noticias

Vivarelli, Vivetta (Firenze): «Falsas interpretaciones y razones imaginarias en el


aforismo 358 de Aurora».
En este corto aforismo se reconocen pensamientos tanto de Pascal como de Li-
chtenberg, acerca de razones imaginarias y falsas deducciones. La crítica nietzscheana
de las falsas interpretaciones de los acontecimientos interiores supera incluso las
consideraciones parecidas extraídas de la época de las Luces. Aunque en sus análisis
Nietzsche se apoya en la ciencia positivista de su época, por debajo de ella halla unos
próximos aliados en los dos filósofos anteriores que aportan unas primeras formu-
laciones agudas, dotadas de psicología sutil, sobre la crítica del lenguaje. Nietzsche
parece hacer suya la manera paradójica que tienen ellos de pensar. Se podría decir
incluso que Aurora se caracteriza por un doble movimiento: por una parte, por análisis
de falsas interpretaciones que se hallan en la base de las construcciones morales del
hombre, y por otra parte, por la exigencia de modificar el sentir. La misma pasión
que ha conducido a ciertos hombres a la invención de una religión o de una moral
debe ahora conducirlos en dirección a dominios sin explorar. Esta reinterpretación
en la que culminan las reflexiones de Nietzsche, y que incluye una transvaloración
esencial, se convertirá más tarde en el tema de La gaya ciencia.

Giovanola, Benedetta (Macerata): «Medida: ¿por el camino hacia lo mejor?».


Esta contribución explora el tema de la medida en Aurora y muestra su carácter
de completa tensión interna. Esa noción es analizada según tres aspectos: estético,
ético, epistemológico y ontológico, mediante los cuales puede ser mejor carac-
terizada. De estas consideraciones resulta no sólo la tensión entre la medida y la
desmesura, sino también entre la medida y el exceso, y se abre el espacio para ‘algo’
que por sí mismo va más allá de la medida. Al final, el autor se pregunta se este
espacio ‘por encima’ puede ser determinado como una dimensión de lo mejor.

Large, Duncan (Swansea): «Nietzsche y compañía: la primera persona plurali-


zada».
La filosofía de Nietzsche está dramatizada, personificada y se desarrolla en el
tono de la conversación: sus textos son una orquestación rigurosa de voces que
hablan cada una por sí misma. Un análisis del prefacio de 1886 a Aurora demuestra
la variedad de voces (gramaticales) de las que hace uso Nietzsche, y la variedad de
máscaras que él mismo adopta; pero en este texto, su urgencia por hablar explícita-
mente en primera persona del singular es un indicio atípico, si lo comparamos con el
conjunto en el que recurre con mucha más frecuencia a la primera persona del plural.
Un análisis del ‘nosotros’ utilizado en la mayor parte de los textos de 1881 permite
aislar cuatro diferentes tipos de significados, en correspondencia con las comunidades
en nombre de las que Nietzsche declara expresarse: humanitaria (la humanidad en su
conjunto), moderna (la modernidad, en contraste con los antiguos griegos), retórica
o académica (como escritor o lector) y comunitaria (por una selección de personas
parecidas). La última categoría es la más característica de la filosofía de Nietzsche
en su conjunto, y es también la más instable, pues si no es meramente el ‘yo’ –sus-

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 225-233


Coloquio de Treilles: Filosofía de la Aurora 229

tituto del nosotros mayestático, significante a Nietzsche mismo–, pone al lector en


el desafío de reconocerse en las comunidades que él describe.

Meléndez, Germán (Bogotá): «Pulsión de conocimiento y sentimiento de poten-


cia».
En este ensayo se intenta ligar la noción de pasión del conocimiento, que apa-
rece en Aurora, con la fórmula de la «autosuperación de la moral» que Nietzsche
propone en el prefacio de 1886, escrito con la intención de caracterizar el libro (y
a su autor).

D’Alfonso, Matteo Vincenzo (München): «Ontología e investigación digital en el


HyperNietzsche».
La presentación de los materiales de los Fragmentos Póstumos en el HyperNie-
tzsche (HN) necesita una investigación digital; sólo ella ofrece la posibilidad de
demandar los documentos individuales y de dejarlos aparecer tanto en la ‘contex-
tualización dinámica’ como también en una ‘ruta’. Los elementos fundamentales
de nuestra investigación son las noticias particulares; como tales fueron las que
se proporcionaron por primera vez en HN, a las que según las investigaciones ac-
tuales uno se podía referir solo hasta una página. En HN, por el contrario, recibe
cada pieza textual, que se ha de comprender como un dato independiente, una
denominación clara: la sigla. Para la producción de las respectivas siglas nosotros
hemos aceptado las signaturas de los materiales y su correspondiente numeración
de página; estas son completadas por una cifra, que identifica el dato sobre una
página. Esta cifra de identificación responde tanto a criterios topológicos como
también a criterios semánticos.
Zapf, Volker (München): «Transcripciones de los manuscritos de Nietzsche en el
HyperNietzsche».
En el informe del estudio se expone a modo de ejemplo cómo los filólogos
del equipo del HyperNietzsche de Munich, en virtud del mismo HN producen
trascripciones digitalizadas de los manuscritos de Nietzsche; los textos transcritos
con el HNML (HyperNietzsche Markup Language), desarrollado para el HN, se
indican electrónicamente y se publican en el HN. Cuatro tipos de transcripciones,
correspondientes a los intereses respectivos de los que reciben la información,
son publicados en el HN: la trascripción lineal, diplomática, ultradiplomática y
la interactiva. No sólo se explican las posibilidades técnicas del sistema HN, sino
que también se dan instrucciones, si se diera el caso, de cómo cada investigador
interesado en Nietzsche puede publicar transcripciones en HN.

Williams, Andrew (München): «Rutas a través de los materiales de Nietzsche, en


el HyperNietzsche».
En la terminología del HN, el concepto de ‘ruta’ (Weg) significa una cadena
de conexiones lógicas entre los materiales disponibles. La producción de una ruta
posibilita la presentación y orden de los materiales según criterios genéticos, cro-
nológicos y temáticos. Así se exige y se protege la utilidad científica y también la

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 225-233


230 noticias

valoración de los materiales. Por este procedimiento se sustituye todo el espectro


del trabajo científico: un trabajo puramente filológico; el análisis filológico-inter-
pretativo de los textos de Nietzsche; y no, finalmente, la clasificación conseguida
didácticamente de los materiales para la enseñanza.

D’Iorio, Paolo (Paris/München): «La publicación de los ensayos críticos en el


HyperNietzsche».
El HyperNietzsche no es sólo un medio de acceso a los archivos numéricos
concernientes a la vida y a la obra de Nietzsche, ni sólo el medio para establecer
y publicar las ediciones electrónicas, es también un instrumento útil para la in-
terpretación filosófica. EN efecto, mediante la consulta de las fuentes primarias y
las contribuciones, permite elaborar interpretaciones más próximas a los textos
nietzscheanos, y permite publicar estas mismas interpretaciones (artículos, mo-
nografías, recensiones...) en internet. HyperNietzsche es también, por tanto, una
biblioteca digital especializada.
A lo largo de esta ponencia se presentan los procedimientos de envío de los
ensayos al comité científico del HyperNietzsche, las modalidades de evaluación
por pares, así como los aspectos jurídicos de la publicación en internet. Se ha insis-
tido en el hecho de que la Asociación HyperNietzsche, a diferencia de los editores
tradicionales, no se apropia de los materiales que le son confiados para su publi-
cación. Con el contrato de cesión de derechos que se suscribe por vía electrónica
en el momento de la publicación en red del trabajo, el autor en realidad no cede al
HyperNietzsche ningún derecho sobre su texto, ni siquiera la exclusividad de la
publicación en red. Queda libre por tanto de publicarlo de nuevo en no importa qué
soporte. Lo único a lo que se compromete el autor es de dejar su texto disponible
en el HyperNietzsche durante 10 años, eventualmente renovables.

Spreafico, Andrea (Bologna): «La honestidad hacia sí mismo como forma de


potencia».
En uno de sus cuadernos, Nietzsche emprende un análisis de la probidad hacia
sí mismo, que es en nuestra opinión un intento de desgajarse de su propio punto de
vista moral, el de la honestidad. Es un análisis de las dinámicas de la honestidad
como forma de auto-dominación, de satisfacción de sus propios instintos de ala-
banza, de desprecio, es decir, de su propio instinto gregario. Y es en estos análisis
de la honestidad donde Nietzsche somete a prueba sus propias formas de deseo de
dominación (Herrschsucht), formas que desarrolla teóricamente a través del filtro
de la figura de Napoleón.

Brobjer, Thomas (Uppsala): «La lectura nietzscheana de Popper».


La comunicación trata ante todo, en algunas palabras, de las lecturas de Nie-
tzsche, en especial durante el período de 1879 a 1881, es decir, antes y durante
la redacción de Aurora. A continuación, se aborda un ejemplo concreto, sobre el
cual no existía hasta ahora ningún comentario: El derecho de vivir y la obligación
de morir (Leipzig 1878-1879) de Joseph Popper. Se examina cómo reacciona

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 225-233


Coloquio de Treilles: Filosofía de la Aurora 231

Nietzsche hacia finales de 1879 o el principio de 1880, cuando descubre la obra


de un defensor intransigente del individualismo, un liberal en sentido amplio y
un idealista que quería reformar la sociedad a fin de reducir la importancia de
la religión, de introducir un programa de seguridad social (nótese que Nietzsche
mismo era pensionista), de reformar el sistema penal (eliminando los conceptos
de recompensa y punición) y dejar a cada hombre adulto apto para el combate la
elección de entrar o no en una guerra. Al final, se estudia brevemente lo que Popper
pensó de Nietzsche cuando lo leyó más tarde.

Brusotti, Marco: «‘Comparación con Pascal’ y ‘principio de la bravura’ (Prinzip


der Tapferkeit). Algunas etapas en la creación de Aurora».
El método de examen de la génesis de los textos será presentado en un ejemplo
puntual. El plan «religión de la bravura» distingue una nueva fase en el trabajo de
Nietzsche para Aurora. Sus reflexiones comportan este proyecto sobre la puesta a
punto de nuevos modelos individuales y sobre la elección de una conducta de vida
personal. Esta base personal es, a despacho del objeto del conocimiento heroico
(las «grandes cuestiones de la moral»), de una naturaleza más general. Nietzsche
parece aquí querer desarrollar su nueva pasión –la pasión de la probidad y del
conocimiento– en el cuadro de una nueva ‘religión’ en la que no hay «ningún Dios,
ningún más allá, ninguna recompensa y ninguna punición». La manera en que le
viene la idea de una nueva religión, incluso carente de Dios, y las cualidades que
toma en consideración en esta religión, vuelven comprensible su ‘comparación
con Pascal’. Aquí, asume la tarea de aumentar la fuerza de su nueva pasión, y la
‘religión nueva’ debe cumplir esta misión: ‘la abundancia de la pasión’ es aquí
‘esencial’.

Sánchez Meca, Diego (Madrid): «Contra el eurocentrismo hegemónico: un comen-


tario político del aforismo 507 de Aurora»
Esta contribución es un comentario del aforismo 507 de Aurora, donde se da una
clave (la oposición entre el dogmatismo y el perspectivismo) para comprender la ac-
titud característica del ‘buen europeo’ como espíritu libre, desarrollada por Nietzsche
en La gaya ciencia. La moral europea, con un bien y un mal absolutos, ha suscitado
un tipo de hombre que idealiza la igualdad y rechaza las diferencias, e impone la
verdad y los valores como exclusivos. Una comparación entre Nietzsche y Hegel
sirve para clarificar el principal desafío que Nietzsche propone a Europa: crear las
condiciones de perfeccionamiento de la grandeza.

Kessler, Mathieu (Orléans): «La crítica de la piedad».


Aurora concentra las críticas de Nietzsche hacia la piedad. Es acusada de ser no
sólo inútil bajo un punto de vista social, sino incluso nociva bajo uno psicológico,
porque se contenta con multiplicar los sufrimientos del mundo sin preparar los
compasivos para la acción útil. La piedad (Mitleid) no debe ser otra cosa más que
una etapa en el conocimiento inseguro del otro, pero es también un poder de ilusión
del que la verdad es el la conmiseración consigo mismo y por tanto el egoísmo.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 225-233


232 noticias

Sería mejor pensar una moral del interés bien entendido y la pasión inútil de crear
formas y costumbres cada vez más singulares.

D’Alfonso, Matteo Vincenzo (München): «La teleología como prejuicio moral. La


crítica de la finalidad en Aurora».
Esta contribución analiza las objeciones de Nietzsche contra la finalidad y su
aplicación en la investigación de las ciencias naturales, que se hallan en el ensayo
de disertación, escrito en 1868, «La teleología después de Kant» y en Aurora. La
descripción del problema que nace de la aplicación del principio de finalidad y de
la interpretación de la naturaleza está ya formulado clara y definitivamente en el
ensayo de disertación; de todos modos con ello faltan los medios para describir
suficientemente y defender un modelo de explicación alternativo para los organis-
mos vivos. Sólo en Aurora hallamos un modelo epistemológico y una estrategia
argumentativa de este tipo, que dirige la hipótesis de una «posibilidad coordinada»
ya enunciada en el ensayo de disertación. Esta posibilidad vuelve científicamente
fructuoso la «conexión del mecanismo con la causalidad».
Fornari, Maria Cristina: «El rastro de Spencer en el trabajo de zapa de la moral».
La confrontación de Nietzsche con la filosofía inglesa en los años 1879-1882 es, en
opinión del mismo autor, todo menos fortuito. Demuestra ser esencial para profundizar
en sus reflexiones sobre la historia y la naturaleza de la moral. Lo que se pone en juego
en Aurora es sobre todo el resultado de un diálogo deliberadamente comprometido
con el filósofo Herbert Spencer, desde finales de 1879. En este sentido, Aurora ofrece
algo nuevo: Nietzsche alcanza una nueva perspectiva sobre el origen y la naturaleza de
la moral. Si esto es correcto, Spencer es uno de los catalizadores de ese giro decisivo
hacia un reforzamiento de la implicación de lo biológico en el desarrollo de la moral.
Con Spencer, Nietzsche reflexiona sobre la imposibilidad de asignar un fin y una
dirección a las pulsiones, y de sostener la prioridad fisiológica del altruismo; sostiene
que la conciencia moral es hija del miedo y defiendo en particular la hipótesis de que
la pulsión determina inevitablemente el modelo moral. Nietzsche está convencido que
toda la casuística de nuestro imperativo actual se explica a partir del instinto fisiológico
del rebaño: Spencer encarna entonces, con su punto de vista de una moral orientada
de manera completamente natural según las necesidades de la especie, el cambio con-
creto del modelo ético. Aunque al final de su camino filosófico acaba convencido de
que los ingleses eran completamente inutilizables en cuanto historiadores de la moral,
Nietzsche ha encontrado por lo menos una importante clave de interpretación en el
modelo de sus valores de predilección. Su representación sintomática de un antiguo y
sutil sistema moral lo conduce hacia el intento contrario, el de una experiencia con las
pulsiones, de un juego de transformación cuyo resultado no debe jamás ser fijado en
una configuración particular, sino más bien permanecer abierto para las más variadas
perspectivas: el principal punto de vista de la metodología histórica llega a ser así la
voluntad de potencia.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 225-233


Coloquio de Treilles: Filosofía de la Aurora 233

Williams, Andrew (München): «Las metáforas de la luz en Aurora».


Las metáforas de la luz en las obras de Nietzsche son un medio para la presentación
poética de los pensamientos filosóficos. No son simplemente visiones estéticas literarias,
sino una manera funcional de juzgar. En Aurora, las metáforas de la luz van ligadas a
unas connotaciones culturales que subrayan en parte la idea de las determinaciones
finales de todos los acontecimientos. En ciertos pasajes de la obra, la metáfora de la
luz se plasma en un simbolismo de las horas del día: las diferentes horas del día está
conectadas a diferentes estado filosóficos o contemplativos. Según esta perspectiva,
la metáfora de la luz es intrínseca a la dramaturgia de los textos de Nietzsche. Sería
una tarea importante examinar más en detalle esta dramaturgia bajo el punto de vista
de la crítica literaria.

preparado por Marco Parmeggiani


Universidad de Málaga

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 225-233


Martin Heidegger Forschungsgruppe 235

MARTIN HEIDEGGER FORSCHUNGSGRUPPE


ENCUENTRO II: Heidegger y Nietzsche

En Schloss, Messkirch, se celebró, del 26 al 29 de mayo de 2004, el segundo


encuento del Martin-Heidegger-Forschungsgruppe (Grupo de Investigación
«Martin Heidegger»), organizado por Alfred Denker y Holger Zaborowski, en
colaboración con la Heidegger-Stiftung, el Centre des Études Heideggeriennes y
la ciudad de Messkirch.

Miércoles, 26 de mayo de 2004.


Prof. Dr. Babette Babich, Heideggers „Beiträge“ als ‚Wille zur Macht’. Prof.
Dr. Charles Bambach, Heraclitus between Nietzsche and Heidegger. Dr. Angel
Xolocotzi, Die Zeit des Gefühls. Die Auslegung des stimmungsmässigen Charakters
des Willens zur Macht und dessen verborgenen zeitlichen Sinnes. Prof. Dr. Alain
Beaulieu, L’occultation de la différence entre «pouvoir subjectif» et «capacité
d’affectabilité» dans l’interprétation heideggerienne de la notion de puissance
(Macht) chez Nietzsche. Dr. Holger Zaborowski, Der Wille zur Macht als Kunst. Zu
Heideggers Auseinandersetzung mit Nietzsches metaphysischer Ästhetik. Prof. Dr.
Richard Groulx, From an ontological point of view: a reappraisal of Heidegger’s
thesis on Nietzsche in the light of Michel Foucault’s last problematization. Dr. Nancy
Weston, On Truth as Justice: Heidegger’s Encounter with Nietzsche’s Thought, and
Ours. Prof. Dr. Bernhard Uhde, Das Spiel mit dem Feuer. Zarathustra, Nietzsche,
Heidegger.

Jueves 27 de mayo de 2004


Prof. Dr. Geoffrey Waite, After the Esoteric. Dr. Norbert Lesniewski, Perspek-
tivismus und Horizont bei Heidegger. Mark Causey, The death of God as Ereignis:
Heidegger, Nietzsche and Another Beginning of Theology. Dr. Harald van Veghel,
Die Begegnung Heideggers und Nietzsches in der Wüste, 1951/52. Dr. Eric Nelson,
Traumatic Life: History, Genealogy, and Violence in Nietzsche and Heidegger.
Daniel Ferrer, Martin Heidegger and Nietzsche on Amor Fati. Prof. Dr. Richard
Velkley, Freedom as Nihilistic and as Noble: Perspectives from eidegger’s Nie-
tzsche-interpretation. Constance Kolka, Die seinsgeschichtliche Bestimmung des
Nihilismus.Andrea Kenkmann, Heidegger’s ‘Aufenthalt’ in ethics and language.
Dr. Stuart Elden, Machination and Calculation. : Dr. Raj Sampath, The Problem of
the Parousia in Heidegger’s “Beiträge” and Nietzsche’s’ Anti-Christ: Comparative
Onto-Theologies in the Context of Twentieth Century Systematic Theology. Marion
Drobig, Heidegger und Nietzsche über das Phänomen der Rache. Prof. Dr. Mark
Wrathall, ‘Er hat die Metaphysik der vollendeten Subjektivität zur Sprache gebra-
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 235-237
236 noticias

cht’: Heidegger on Nietzsche, Truth, and Language in the Technological Age. Dr.
Dale Wilkerson, “Preservation-Enhancement” as Value-Positing Metaphysics in
Heidegger’s Essay, ‘The Word of Nietzsche: God is Dead’. Anna Pia Ruoppo, Wille
zur Macht als Vollendung der Metaphysik: die Auseinandersetzung Heideggers mit
der Frage nach der technik. Prof. Dr. Archie Graham, The Art of Listening to the
Unspoken in Nietzche’s Thought: Derrida on Heidegger on Nietzsche. Dr. Michael
Eldred, ‘Assessing How Heidegger Thinks Power Through the History of Being’.
Evelyn Cioflec, Das Gewissen in Martin Heideggers «Sein und Zeit» und Nietzsches
«Also sprach Zarathustra». Hannjuern Weichert, Heideggers metaphysische Kehre
und der fundamentalontologische Revisionismus oder die Verwandlung. Cameron
McEwen, Nietzsche and the fundamental place of „Heimat“ in Heidegger. Dr. Tito
Marques Palmeiro, The Heidegger- Nietzsche relation as something thinkable by
itself. Prof. Dr. Robert Bernasconi, Heidegger’s Critique of Biologism in the Context
of his Reading of Nietzsche.

Viernes, 28 de mayo de 2004


Daniel Ferrer, Nietzsche and Heidegger: Issues in book marginalia. Prof.
Dr. Virginia Lyle Jennings, The Last Man and the Last God: The Physiology of
Nietzsche’s Will to Power and Heidegger’s De-humanization of History. Dr. Tracy
Colony, Telling Silence: The Question of Divinity in Heidegger’s Early Nietzsche
Lectures. Dr. Abraham Olivier, Nietzsche and Heidegger on pain. Prof. Dr. Jeffrey
Kinlaw, Nietzsche, Heidegger, and Overcoming Ontotheology. Dr. Rachel Leah
Magshamhrain, Versprechen: Kleist und Heidegger. Dr. Jorge Uscatescu Barrón,
Nietzsches Begriff des Willens zur Macht und Heideggers Kritik am Wertgedanken.
Werte als Bedingung von Erhaltung und Steigerung des Lebens. Prof. Dr. Véro-
nique Fóti, From an Agonistic of Powers to Deferred Homecoming: Heidegger,
Sophocles, Hölderlin. Edoardo Simonotti, Max Scheler – zwischen Heidegger und
Nietzsche? Daw-Nay Evans Jr., Heidegger’s Nietzsche on Plato and Platonism. Dr.
Klaus Stichweh, Heidegger – Löwith – Nietzsche. Prof. Dr. Luanne T. Frank, The
Role of Nietzsche in Heidegger’s Parmenides. Özgür Aktok, Thinking Being and
the Ought Beyond the Is-Ought Duality. Dr. Charles Feitosa, Das Herausdrehen
aus der Metaphysik. Die Frage nach dem Sinnlichen bei Nietzsche und Heidegger.
Prof. Dr. Kelly Coble, Situation und Seinsvergessenheit: Heideggers frühere und
spätere Gründe zur Kritik des Wertgedankens. Prof. Dr. Dean Moyar, The Case of
Conscience: Nietzschean Genealogy and Heidegger’s Calling. Prof. Dr. Günter
Figal, Herstellung als Paradigma der Philosophie. Dr. Rainer Marten, Entworfenes
Todesverhalten – „Also sprach Zarathustra“ und „Sein und Zeit“ im Vergleich.

Sábado 29 de mayo de 2004


Dr. Virgilio Cesarone, Paulus von Tars als Treffpunkt zwischen Nietzsche und
dem jungen Heidegger. Prof. Dr. Jens Zimmermann, The Inhumanity of Being:
Subjectivity in Nietzsche, Heidegger, and Levinas. Dr. Karl-Heinz Ruhstorfer, Marx,
Nietzsche und Heidegger. Drei maßgebliche Negationen metaphysischer Theologie.
Prof. Dr. Ihor Karivets, What stands behind the atheism of Nietzsche and Heidegger?

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 235-237


Martin Heidegger Forschungsgruppe 237

Dr. Robert Sinnerbrink, Heidegger and Nietzsche on the End of Art. Prof. Dr. Dr.
Markus Enders, Anmerkungen zu Heideggers Interpretation von Nietzsches Wort
„Gott ist tot“. Prof. Dr. Shaireen Rasheed, The Concept of ‘Revenge’ in Nietzsche’s
Philosophy – A Critical Reading of Heidegger. Sean Ryan, Reading Heidegger’s
“Who is Nietzsche’s Zarathustra?”. Dr. Friederike Rese, Horizontbildung und
Weltbildung – Zu Heideggers „Nietzsche“-Vorlesung und seiner „Grundbegriffe
der Metaphysik“-Vorlesung. Prof. Dr. Graham Harman, Nietzsches Erde und Him-
mel.: Dr. Robert Switzer, Raging Discordance: Heidegger-Nietzsche on Truth and
Art. PD. Dr. Harald Seubert, Kommender und letzter Gott zwischen Heidegger und
Nietzsche. Andrea Cortés, Nietzsches und Heideggers Werken in Lateinamerika:
auf den Spuren ihrer Wege. Die Bedeutung der kritischen Revision der Metaphysik
durch Nietzsche und Heidegger für Lateinamerika, Arnaud Dewalque, Heidegger,
Rickert, Nietzsche et la philosophie de la vie. Dr. Alfred Denker, Nietzsches me-
taphysische Grundstellung in Heideggers Geschi­chte des Seyns. Prof. Dr. Hasan
Ünal Nalbantoglu, Letting Heidegger and Nietzsche Dwell in Turkish: Different
“Sprache”, Same Metaphysics. Amalia Herrmann, The Question of Causality.
Prof. Dr. Marion Heinz, Die Wahrheit der Kunst als Paradigma der Philosophie.
Zu Heideggers erster Nietzsche-Vorlesung vom SS 1936. Prof. Dr. Theodore Kisiel,
Measuring the Greatness of the Great Men of Grand Politics: How Nietzsche’s
Dynamite’ Rendered Heidegger ‘kaputt’.

Luis E. De Santiago Guervós


Universidad de Málaga

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 235-237


IV Jornadas Internacionales Nietzsche 2004 239

IV JORNADAS INTERNACIONALES NIETZSCHE 2004


Actualidad e inactualidad de un intempestivo

Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, del 14 al 16


de octubre de 2004.

Con la coordinación general de Mónica B. Cragnolini, la revista Instantes y


Azares. Escrituras nietzscheanas (Ex-Perspectivas Nietzscheanas), los miembros
del PIP-CONICET 2350, «La constitución de la subjetividad en Nietzsche: su
incidencia en los debates éticos contemporáneos», la Sociedad Iberoamericana
Nietzsche, y la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de
la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA convocan, en el 160 aniversario del
nacimiento de Nietzsche, las IV Jornadas Internacionales Nietzsche 2004.
En 1994 se realizaron las I Jornadas Nietzsche 1994, con motivo de los 150
años del nacimiento del filósofo, y se convocó bajo la temática «Nietzsche y sus
proyecciones en el pensamiento contemporáneo. En las II Jornadas Nietzsche 1998,
el tema fue: Nietzsche: entrecruzamientos culturales, y se abordó la problemática
nietzscheana desde sus puntos de cruce con los más diversos ámbitos de la cultura:
literatura, música, historia, psicoanálisis, etc.
En el año 2000, al cumplirse los 100 años de la muerte del filósofo, las III Jor-
nadas Nietzsche se denominaron Nietzsche (no) ha muerto: entre arte, filosofía y
política, y se analizó la controvertida presencia del filósofo en los ámbitos indicados
en la convocatoria del título.
En el 2004 la convocatoria es Actualidad e inactualidad de un intempestivo:
se trata de ver la incidencia de Nietzsche en el pensamiento contemporáneo, y la
posibilidad que brinda el mismo para el debate de ciertas temáticas actuales (la
cuestión del otro, nuevos modos de plantear la constitución de la subjetividad, las
problemáticas éticas en el multiculturalismo, etc.)
Asimismo, se convoca al intercambio de investigaciones de los miembros de
la Sociedad Iberoamericana Nietzsche en torno al tema de la recepción del pensa-
miento nietzscheano en Latinoamérica.
Las Jornadas tendrán, desde el punto de vista académico, tres ámbitos principales
de trabajo: conferencias de los invitados especiales, paneles y sesiones de comisión,
en las que se leerán las ponencias que han sido enviadas y aprobadas.
Han confirmado su presencia como invitados especiales del exterior: Luis de San-
tiago Guervós (España), Kathia Hanza (Perú), Miguel Angel Barrenechea, Charles
Feitosa y Rosa María Dias, (Brasil), José Jara (Chile), Paulina Rivero (México).
Informes en: www.filo.uba.ar/contenidos/secretarias/seube/jornadas2004

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 239


IV Jornadas Internacionales Nietzsche 2004 241

EL EPISTOLARIO DE F. NIETZSCHE:
PROYECTO DE TRADUCCIÓN COMPLETA AL CASTELLANO

El próximo año será publicado el primer volumen del epistolario de Nietzsche,


dentro del marco del Proyecto de Traducción del Epistolario de F. Nietzsche dirigido
por el profesor Luis Enrique de Santiago Guervós y editado por la Editorial Trotta
de Madrid. El proyecto se enmarca también dentro de las actividades de la Sociedad
Española de Estudios sobre F. Nietzsche (SEDEN), que en estos momentos lleva
a cabo la traducción de los Fragmentos Póstumos de Nietzsche (Tecnos, Madrid).
Los traductores de los póstumos traducirán igualmente las cartas correspondientes
a los periodos de los fragmentos traducidos.
La traducción se basará fundamentalmente en la edición crítica alemana del
epistolario publicada en formato de bolsillo por Giorgio Colli y Mazzino Montinari
(Sämtliche Briefe. Kritische Studienausgabe, 8 vols., W. de Gruytrer / dtv, Berlin-
New York / München, 1986). Además se recurrirá ampliamente a la edición crítica
de la correspondencia completa, sobre todo a las correcciones y complementos
sucesivamente aportados por ella, iniciada por los mismos editores y proseguida
por Norman Miller y Anne Pieper: Briefwechsel. Kritische Gesamtausgabe, W. de
Gruyter, Berlin-New York, 1975ss.

En la edición alemana KSB, las cartas han sido editadas en 8 volúmenes:

Infancia – Época juvenil y universitaria


1.- Junio 1850 – Septiembre 1864, 311 p.
2.- Septiembre 1864 – Abril 1869, 395 p.

Época de Basilea
3.- Abril 1869 – Mayo 1872, 332 p.
4.- Mayo 1872 – Diciembre 1874, 295 p.
5.- Enero 1875 – Diciembre 1879, 490 p.

Época errante
6.- Enero 1880 – Diciembre 1884, 590 p.
7.- Enero 1885 – Diciembre 1886, 306 p.
8.- Enero 1887 – Enero 1889, 739 p.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 241-242


242 noticias

En español se publicarán en 6 volúmenes:

1.- Junio 1850 – Abril 1869 (vols. 1 y 2 del alemán) 706 pp. del original
Publicación: finales de 2005.
Traductores: Luis de Santiago y Marco Parmeggiani

2.- Abril 1869 – Diciembre 1874 (vols. 3 y 4 del alemán) 627 pp. del original
Publicación: 2006.
Traductores: Luis de Santiago y Marco Parmeggiani

3.- Enero 1875 – Diciembre 1879 (vol. 5 del alemán) 490 pp. del original
Publicación: 2007.
Traductores: Diego Sánchez Meca y Antonio Gómez Ramos

4.- Enero 1880 – Diciembre 1884 (vol. 6 del alemán) 590 pp. del original
Publicación: 2007
Traductores: José Manuel Romero Cuevas

5.- Enero 1885 – 23 octubre 1887 (vol 7 y 8 del alemán), 475 pp. del original
Publicación: 2008.
Traductor: J. B. Llinares

6.- 23 Octubre de 1887 – Enero 1889


Publicación: 2008
Traductor: Juan L. Vermal

Posiblemente a finales de 2008, con la publicación de la traducción al español


de esas partes fundamentales de la obra de Nietzsche, el investigador tendrá ya a
su alcance en lengua española los principales instrumentos de trabajo para poder
comprender y valorar mejor el pensamiento de Nietzsche.

Luis E. De Santiago Guervós


Universidad de Málaga

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 241-242


RECENSIONES
CRÍTICAS
recensiones críticas 245

Nietzsche, F., L’Anticrist. Maledicció sobre el cristianisme, ed. Morillas Este-


ban, Antonio, tr. M. Jiménez Buzzi, Barcelona: Llibres de l’Índex, 2004. 318 p.
ISBN: 84-95.317-56-7.

Como para estar en consonancia con lo que he de reseñar necesito ser estricto y
radical, esto es, nietzscheanamente intempestivo, comenzaré recordando un par de
obviedades. La SEDEN es, en muchos sentidos, plural, porque los españoles estu-
diosos de la obra de F. Nietzsche también somos bastante heterogéneos y complejos.
De hecho, no sólo estudiamos aplicando diversas metodologías y siguiendo intereses
teóricos y prácticos distantes y contrapuestos, sino que también lo hacemos desde
áreas lingüísticas distintas y para sus públicos respectivos, no siempre coincidentes.
Por desgracia, esas áreas a menudo se ignoran y se dan la espalda, o practican una
comunicación asimétrica y desequilibrada. Parece como si, por una parte, fuese
aconsejable estar al día en lo que publican nuestros vecinos franceses o los colegas
italianos, tan sugerentes y próximos en tantas cosas, a pesar de tener que bregar para
entenderlos con una lengua ‘extranjera’, un miembro a fin de cuentas de nuestra
común familia latina, pero, por otra, resultara indiferente conocer –pongamos por
caso– lo que sale de las imprentas catalanas, valencianas y baleares, que también
comparten ese parentesco lingüístico de tantas semejanzas y afinidades. De manera
similar a como suele sucederles actualmente en el planeta a los angloparlantes, en
el Estado español es habitual suponer que basta con el castellano y su diseminada
industria editorial para disponer de información suficiente en torno a Nietzsche,
un autor que, como demuestra la bibliografía reciente, continúa gozando de buena
salud. Sin embargo, esta premisa inconsciente y automática no se corresponde
con la enérgica vitalidad que, ateniéndonos a lo que acaba de ocurrir, manifiestan
otras lenguas hispanas. En efecto, en catalán ha publicado un competente dúo de
investigadores, dos universitarios que trabajan en Barcelona, un germanista y un
filósofo, Marc Jiménez Buzzi y Antonio Morillas Esteban. Ellos han preparado un
libro sorprendente y fascinante, su respectiva traducción y edición de El Anticristo,
el cual, si no vamos muy errados, está llamado a convertirse en un hito, en un texto
de referencia. ¿Por qué? Sencillamente porque es una obra genuinamente ‘aristo-
crática’, ‘óptima’, ‘excelente’, o, para decirlo con otras palabras, una exhibición
de fuerza filológica de noble talante afirmativo y activo, un logro casi irrepetible
de singular calidad. Con esto no pretendo exagerar ni un ápice, sino hacer justicia
con toda justeza. Paso a argumentar mi juicio.
En principio, contar con una nueva traducción de este texto decisivo de la época
final de Nietzsche no es ninguna sorpresa, puesto que, por fortuna, ya contamos
con muy buenas traducciones, algunas de ellas verdaderamente modélicas, como la
que publicó Andrés Sánchez Pascual en 1973 y, tras veinte reimpresiones, revisó en
1997, la cual sigue reeditándose en bolsillo, como bien se sabe (Alianza Editorial,
Madrid). Aquella traducción, por consiguiente, tan sólo implica novedad de una
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 245-248
246 recensiones críticas

manera limitada, esto es, amplía los horizontes, en todo caso, para los lectores del
ámbito catalán, en donde sí es una auténtica primicia, con todo lo que ello significa.
Ahora bien, del conjunto de libros del filósofo alemán que se han traducido a ese
idioma, seis por el momento, la prosa catalana con la que Marc Jiménez hace hablar
a Nietzsche sobresale por sus aciertos: muy cuidada y nada rancia, va acompañada
de notas para que el lector que desconozca el original capte las rimas y juegos de
palabras y sentidos que el traslado idiomático no puede mantener, y construye
un discurso en absoluto docto ni distante, al contrario, facilita con su ritmo y su
ágil prosa la reflexión y el disfrute. Tal soltura se agradece en una lengua que, en
parte por su tensa normalización, suele caer en modismos cultistas y librescos,
alejados del ensayismo agudo, sutil, irónico y –conviene añadirlo– de filiación
nietzscheana, que han practicado un Josep Pla o un Joan Fuster, por citar quizá a
los mejores. Indicamos con ello que el tono tan finamente conseguido, tan claro y
tan vivo, facilitará la comprensión del texto por parte de cualquier lector hispano
que lo consulte, sea o no sea catalanoparlante.
De todos modos, no estamos presentando tan sólo una acertada y novedosa
traducción filosófica a una de nuestras lenguas; este libro es, además, y de manera
excepcional, una portentosa nueva ‘edición’, al cuidado y bajo la responsabilidad del
filósofo Antonio Morillas, que ha asumido el reto de medirse con lo que ya se había
hecho al respecto en nuestro país. En efecto, El Anticristo, que tanto tiempo tuvo
que permanecer indignamente editado, con mutilaciones y correciones interesadas,
entre nosotros ha tenido suerte, pues cuenta con al menos dos ediciones, la ya citada
de Sánchez Pascual y la preparada por Germán Cano (Biblioteca Nueva, Madrid,
2000), ambas con magníficos prólogos y, por añadidura, con un soberbio aparato
de notas de gran calidad. La edición de Sánchez Pascual consta de 170 que hasta
ampliaban las que proporciona la edición de Colli-Montinari y, por vez primera,
nos brindaban a los hispanos una impecable traducción de muchos e importantes
fragmentos póstumos del momento. La de Germán Cano supone un avance, tiene
203 notas, indica no sólo el manuscrito de origen sino la numeración individual
de cada uno de los diferentes fragmentos póstumos que también traduce, y extrae
muchas citas de los clásicos de la correspondiente bibliografía en castellano. A
ello hay que añadir que la exigente tarea de explicar los meandros que tuvo que
recorrer el texto original tal y como salió de la pluma de su autor hasta desembocar
en una edición rigurosa y fiel, ya había sido llevada a cabo por Sánchez Pascual
en su magistral artículo de la Revista de Occidente «Problemas de El Anticristo,
de Friedrich Nietzsche» (125-126, agosto-septiembre 1973, 207-240). Pues bien,
esta edición de Morillas consigue recoger esas exigentes antorchas, alimentar con
creces su fuego –triplica prácticamente el número de notas– y situarse a la altura
en que hoy se encuentra la mejor investigación internacional, brindándonos así
un libro imprescindible para una lectura en nuestro ‘verdadero’ presente, el que
se nutre de los resultados que se han ido obteniendo durante una larga centuria de
persistentes investigaciones.
Disponer de toda esta extensísima y fecunda información es incluso una con-
quista inaudita, pues no suelen conceder nuestros editores que un texto de unas 85

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 245-248


recensiones críticas 247

páginas vaya precedido por un conjunto de apartados –«Introducción», «Bibliogra-


fía», «Cronología de la vida y obra de Nietzsche», «Siglas y abreviaturas utilizadas»
y «Nota previa»– que también requiera otras tantas 85 páginas, ni menos todavía
que, junto a unas cuantas imágenes del manuscrito original especialmente signifi-
cativas, se añadan nada menos que 140 páginas de notas y hasta otras 6 más para
el oportuno «Índice de autores y conceptos». Este nivel de generosidad editorial
no acostumbran a tenerlo ni siquiera los servicios de publicaciones de nuestras
universidades. Muchísimos industriales del libro son esclavos del peor consumismo,
aquel que recorta hasta el tamaño de las letras, asesina la excelencia y sólo busca
ahorrar a toda costa para aumentar los ingresos. Quizá convenga recordar, como
aviso para navegantes, que esas páginas de investigación no se suelen pagar, de
ahí que debamos considerarlas como un regalo que nos ofrece el responsable de la
edición, una muestra generosa de su trabajo más irritante, el que obliga a transcribir
con paciencia los lugares donde aparece el documento o el pasaje a anotar, a fatigar
los buscadores informáticos, a visitar incontables bibliotecas, incluso a suplicar a
familiares y amigos que consulten determinadas palabras de ciertos manuscritos
problemáticos, que se hallan en lejanos archivos, para intentar tal vez mejorar hasta
la lectura considerada canónica del texto original. En fin, he aquí una verdadera-
mente nueva edición, todo un lujo que merece reconocimiento y gratitud.
Este muy voluminoso y meticuloso aparato de notas ofrece una y otra vez un
índice casi exaustivo de aquellos textos del legado de Nietzsche que conviene
conocer para abordar con fundamentación y criterio cualquiera de los conceptos,
de las cuestiones y de las tesis que van apareciendo a lo largo de los 62 aforismos
de El Anticristo. La lista resultante, es, a todas luces, de primera magnitud, valga
esta surtida enumeración: decadencia, moralina, virtud, Dios, budismo, Islam,
Kant, escepticismo, Renan, idiota, socialismo, falsificación de moneda, pecado,
anarquismo, Jesús, transvaloración de los valores, libertad de la voluntad, Epicu-
ro, criar, filología, Revolución Francesa, Petronio, prueba de fuerza, inmaculada
concepción, joven emperador, César Borja, etc. etc. En cada entrada se pone en
juego, lo repetimos, todo el legado nietzscheano, los libros y escritos, los fragmentos
póstumos y, de manera sistemática y muy sugerente, las cartas, el epistolario entero
que ha llegado hasta nosotros, incluso el que mantuvieron entre ellos los mejores
amigos de Nietzsche. Este uso infatigable de las fuentes, traducidas casi siempre
por extenso, aparece coordinado con la correspondiente ‘explotación’ de una sólida
bibliografía específica, libros y artículos de reciente publicación y ardua consulta,
como sólo es posible hacer cuando sobre una obra se ha conseguido una maestría
merecedora de los más altos grados académicos. Por eso será difícil que al editar
otros textos nietzscheanos este mismo equipo mantenga un nivel tan sobresaliente,
quizá hasta excesivo y molesto para lectores frívolos o desapasionados.
Valga como botón de muestra de lo alcanzado este breve ejemplo, correspondien-
te a un término técnico del §51, folie circulaire (locura circular). Sánchez Pascual
lo explica en la nota 130 remitiendo a una cita del mismo Nietzsche del final del
§8 de «Por qué soy un destino» de Ecce homo, cita que transcribe. Si consultamos
sus ediciones y revisiones de este último texto, gracias a la nota 184 sabremos que

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 245-248


248 recensiones críticas

Nietzsche tomó esa expresión «del libro de Ch. Féré, Dégenérescence et criminalité
[sic], París, 1888, que leyó durante la primavera de 1888». Idéntica información
sobre esa fuente nos proporciona literalmente G. Cano en la nota 166 de su edición,
con este añadido: «aunque la idea es desarrollada fundamentalmente en el tratado
tercero de la Genealogía de la moral». Antonio Morillas, en la nota 381 de la suya,
transcribe tanto la cita de EH aportada por Sánchez Pascual como el texto concreto
de GM III al que alude G. Cano, pero añade como otras referencias probables dos
fragmentos póstumos de la primavera de 1888, que también traduce. Indica luego
que esa expresión, como demostró en 1986 H.E. Lampl en un artículo de Nietzsche-
Studien, 15, la extrajo Nietzsche de otra obra de Féré, Sensation et mouvement,
París, 1887, aporta los datos correspondientes y traduce del francés el pasaje en
cuestión. Acaba señalando que incluso la segunda edición revisada de la KSA, que
es dos años posterior al artículo de Lampl, continúa repitiendo el error de atribuir
dicha expresión a la citada Dégénérescence et criminalité, incorrección que, como
hemos visto, han repetido nuestros mejores editores hispanos hasta la fecha.
Hubiéramos querido vestir la toga de abogados del diablo y alimentar nuestra
vanidad rastreando una gran cosecha de erratas y de errores para exponerla aquí con
todo detalle. Quizá la lente de aumento que hemos aplicado no haya sido la apro-
piada, pero nuestros esfuerzos sólo han coseguido descubrir una sigla incorrecta,
WWW para la obra capital de Schopenhauer (p. 80), una insuficiente etimología
del adjetivo ‘católico’, olvidando la conocida raíz griega (nota 378), y un op. cit.
fuera de lugar (al final de la nota 488), supliendo la indicación de páginas que
correspondería haber hecho. Nada más en las 91 notas de la «Introducción» y las
520 notas del texto. No lo deploramos, claro está, también esto es infrecuente.
¿Para cuándo, pues, un nuevo volumen de similar calibre?
Como ves, amigo lector, no te estoy insinuando que nos compadezcas ni
siquiera por habitar el mundo también desde una lengua minoritaria, te estamos
invitando a que compartas nuestra alegría y recorras con exquisito placer los in-
numerables caminos de bosque que esta edición ha preparado de una de las selvas
más intrincadas y peligrosas que configuran el continente nietzscheano. Sé que
no te arrepentirás.

Joan B. Llinares
Universitat de València

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 245-248


recensiones críticas 249

De Santiago Guervós, Luis Enrique, Arte y poder. Aproximación a la estética


de Nietzsche, Madrid: Editorial Trotta, 2004. 668 p. 15x23 cms. ISBN: 84-
8164-611-3. <www.trotta.es>

Recuerdo cómo me impresionó comprender que el poeta Juan Ramón Jiménez


alcanzó su etapa de madurez dotando a su obra de la elegancia de lo esencial, de
lo depurado, de lo que parece ajeno a toda artificiosidad, justamente porque ésta y
sus artes llegaron, tras tantos años de trabajo, a ser del todo asimiladas. Frente a las
extravagancias estilísticas de la juventud, la edad madura parece más bien destilar
discreción y sosiego. Ésta es la primera impresión que me despierta este libro del
profesor de la Universidad de Málaga Luis De Santiago Guervós. Arte y poder es
el resultado de muchos años dedicados a la definición de la filosofía nietzscheana.
Y esta cualidad aparta a su autor de cualquier alarde vano de erudición, justamente
porque ésta se tiene bien asumida y la madurez interpretativa que esta ganancia
otorga nos pone en las manos una obra mayor de entre las muchas que el siglo XX
ha escrito acerca de los muy diversos aspectos contenidos y vislumbrados en el
interior del corpus nietzscheano. Así, este libro, sólo posible tras largos años de
participación en el pensamiento del alemán, es, además de riguroso, un libro sin
estridencias ni «originalismos», y es de este modo hasta ser más bien, y en su mejor
especie, un libro académico, marcado por el buen temple y la contención, ajeno,
como digo, a toda pretensión de creerse descubrir viejos Mediterráneos.
Dotado de la cualidad de no querer ser más que un recorrido aclaratorio por el
mosaico de cuestiones estéticas evidentes y menos evidentes del pensamiento de
Nietzsche, las páginas de Luis De Santiago son, hasta donde percibo, el trabajo de
un cartógrafo pulcro y aplicado. De este modo, Arte y poder se propone como un
paseo por los vértices estético-artísticos del autor alemán en el que se trazan con
esmero las líneas mayores y menores de un mapa vasto y detallado; para ello, el
profesor De Santiago ha actuado a la manera del agrimensor, esto es, acudiendo sin
premuras al terreno, caminándolo, tomando notas de cada relieve, tomando medidas
de cada distancia. Así se ha construido este libro: pesando, midiendo, sometiendo
a cálculos..., calibrando con cuidado el interés concreto de cada área recorrida.
Pero, frente a aquella otra posibilidad de usurpación que ilustrara Borges ima-
ginando un mapa a escala real que terminase por devorar lo en él representado, el
empeño de Luis De Santiago consigue, en virtud de las discreciones señaladas, lo
que creo prioritario en la valoración favorable de su aportación, esto es, no sólo
no «allanar» a Nietzsche, no reducirlo a medida, sino, al contrario, ofrecernos a un
Nietzsche pleno de versatilidad. Me parece que aquí está el mayor logro de Arte y
poder. Es el Nietzsche que aquí se nos presenta un Nietzsche libre de encorseta-
mientos y fosilizaciones y, sobre todo, dotado de la fecundidad de puntos de vista
que el autor de La gaya ciencia nos regala a cada paso por su obra. No hay por
tanto reducciones elocuentes, antes más bien nos encontramos con una exposición
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 249-255
250 recensiones críticas

de los motivos estéticos y artísticos que transcurren por sus páginas a la espera de
que sea el lector quien los tome o los deje, quien se los apropie, los use (porque
Nietzsche es fundamentalmente, y de ahí su vitalidad cien años después de su
muerte, un autor útil), quien incluso los malinterprete (queda por hacer la dichosa
y tan fructífera historia de las «malas interpretaciones» recibidas por Nietzsche de
quienes lo han leído y utilizado).
Otra cualidad valiosa consiste en cómo el autor es capaz de fundir criterios
de definición y criterios de decisión. Quien construye este mapa (especialista en
Gadamer y en la tradición hermenéutica) sabe que cada esfuerzo de definición
implica adoptar perspectivas de decisión y juicio; que no es posible hacer significar
sin antes –a la vez– hacer propia alguna posición de tesis y juicio. No siendo este
libro un trabajo «de tesis», Luis De Santiago demuestra su conocimiento del terreno
sabiendo bien desde donde calibrar. Con tal intención, este volumen se libra de ser
un coro de especialistas, o la confrontación técnica entre posiciones más o menos
divergentes. Es sobre todo, aunque desde luego se trasluce un diálogo ineludible
con la bibliografía secundaria nietzscheana, un empeño por aproximarnos a la
estética de Nietzsche (éste es el adecuado subtítulo que se da al libro) desde su
interior mismo. Es un paso a paso (ejercicio imprescindible al oficio de agrimen-
sor) por los dominios nietzscheanos, sabiendo sin duda cuanto dijeron quienes ya
lo visitaron, pero sin que esto atenúe la intención de aventurarse a solas en este
delicado aspecto de la obra del alemán.
Un mapa, por tanto, trazado desde la superficie y la amplitud del terreno, desde
el interior de su periferia. En este sentido, Arte y poder podrá ser recibido como un
punto de partida (y esto es un mapa si lo es: un punto de partida para viajeros con
intereses diversos); como una propuesta de medición y orden. A propósito de esto,
quisiera hacer una reclamación que en nada afecta a este libro (cuyos objetivos se
cumplen en el trazado de un mapa interior) pero que me parece particularmente
pertinente tras su publicación. Y es que quedan por hacer las cartografías de las
recepciones nietzscheanas: los mapas particulares dibujados por cuantos visitantes
lo han sido de Nietzsche desde los años setenta de su propio siglo. Y, aun a sabiendas
de que no es éste el cometido que se dio Luis De Santiago, no hubiera sido mala
ocasión que ya en esta obra se apuntaran algunas pistas en esta dirección, las cuales
nos hubieran permitido mirar a Nietzsche no sólo desde la filosofía (resultando,
como ocurre, un Nietzsche para filósofos), sino también desde la influencia y
recepción que ha tenido en los amplios dominios de la creación artística –en toda
su extensión– del último siglo. Como digo, falta por hacer el mapa «externalista»:
¿Cómo se ha leído a Nietzsche por parte de los poetas, de los pintores, de los
artistas en general? Ante este Nietzsche desde dentro que nos trae Arte y poder,
se percibe con mayor claridad la ausencia de un Nietzsche visto desde fuera. En
la Introducción, evidencia Luis De Santiago que nuestro autor «ha marcado, en
muchos aspectos, las pautas de la reflexión filosófica del siglo XX» (p. 17). Es
indudable, pero no lo es menos que, a la vez, ha marcado, también en muchos as-
pectos, las pautas de la creación artística –y literaria– del siglo XX. Como es claro,
esta reclamación no debe comprenderse como una objeción al libro que comento;

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 249-255


recensiones críticas 251

al contrario, es justamente la aparición de este libro, concebido como «punto de


partida», la que permite constatar la ausencia a la que me refiero. Y especialmente
cuando se ha tratado en él «la estética de Nietzsche», la cual, además de ser plural,
posee la potencia de desbordar lo dicho por su autor hasta conducirnos hacia la
influencia por él ejercida.
Pasemos ya al fondo de sus contenidos, aunque para ello resulte imprescindi-
ble detenernos prudentemente en las nada protocolarias páginas de Introducción.
Es aquí donde el autor expresa su intención, marca la ruta que seguirá y demarca
las coordenadas desde las que justificar su propuesta. La Introducción, marcada
por un nivel de problematización que se atenúa a lo largo del libro –siendo éste
más descriptivo que polémico–, muestra el coraje por encarar el gran peligro que
acecha al conjunto del trabajo: ¿Existe una estética en Nietzsche? ¿Cómo asociar
el pensamiento del alemán con la definición de una noción de «estética»? Y aquí
empiezan a surgir dificultades que el autor afronta y se decide a resolver. La pri-
mera se percibe en la dudosa posibilidad de aislar uno de los rostros del poliedro
compuesto por Nietzsche. Esta cuestión queda bien advertida por el autor, si bien
avanza sobre ella declarando que, en cualquier caso, es constatable en Nietzsche
«su reflexión radical sobre el arte y la perspectiva estética sobre la que lo piensa»
(p. 17). En este sentido, conviene aclarar que, más allá de que se deba caminar con
la mayor prudencia respecto a que efectivamente exista una estética nietzscheana,
la dedicación de este autor a problemas de índole artística no implica que pueda
hablarse de una estética, y no sólo porque no es forzoso asociar «arte» y «estética»,
sino, sobre todo, porque la aproximación nietzscheana al arte (o a lo artístico) no es
sin más estética, o, mejor, que es anti-estética. Dicho de otro modo: que Nietzsche
hable de arte no significa que lo haga estéticamente. De hecho, lo que creo es que
lo verdaderamente fecundo de la perspectiva nietzscheana sobre el arte es que no es
estética, justamente porque su interés es ajeno al sujeto de la experiencia estética,
al receptor, al espectador, es decir, al objeto epistemológico de la tradición estética
moderna que Nietzsche, precisamente por esto, logra poner en crisis (abriendo así
uno de los vectores de la creación artística contemporánea). Expreso este punto de
vista consciente de que el uso que Luis De Santiago hace de la noción de «estética»
es más aproximativo y operativo que ajustado a su definición técnica, si bien no
soy menos consciente de que esta orientación contrae ciertos desajustes semánticos
e interpretativos de mayor calado.
Como acabo de decir, el autor de Arte y poder alcanza a afirmar la existencia
–localizable, identificable, reconocible– de una estética (y entonces se afirma
lo que se postula) por la razón de que hay en Nietzsche un interés manifiesto e
insistente hacia «el arte» (p. 18: «parece algo incuestionable que hay en su pensa-
miento un centro nodal, rico y complejo, desde el que todas sus partes adquieren
sentido: el arte»). Se contienen en estas palabras dos presupuestos: la centralidad
del arte en el entramado del pensamiento nietzscheano, y, por tanto, en segundo
lugar, la pertinencia de afirmar la existencia de una estética ocupada en el análisis
del arte. No creo que sea así, y también bajo dos presupuestos: me parece que
lo prioritario en Nietzsche no es la pregunta metafísica por la identidad del arte,

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 249-255


252 recensiones críticas

sino, y aquí está su novedad y fecundidad, más bien la elaboración (ensayística)


de qué sea lo artístico y hasta dónde alcanza su extensión semántica y cultural; es
decir, Nietzsche no se preocupa por definir el objeto conceptual al que llamamos
«arte», como, por ejemplo, sí lo hace Heidegger, sino más bien por ensayar las
posibilidades de lo artístico. El interés de Nietzsche se dirige más a la versatilidad
de la categoría que a la delimitación del concepto, y aquí reside buena parte de su
influencia transgresora sobre las artes (y poéticas) del último siglo, las cuales se
han entregado con furor a extralimitar la noción de arte generando posibilidades
desestabilizadoras de su identidad conceptual (fijada por la secuencia Hegel-Hei-
degger) en beneficio de lo artístico. Podría decirse que entre lo más valioso del
legado nietzscheano está la sustitución del viejo concepto de arte por las posibili-
dades hermenéuticas contenidas en la categoría de “lo artístico”. Y ésta es una de
las aportaciones fundamentales de la reflexión nietzscheana, sobre la que Luis De
Santiago se aplica con perspicacia: «De ahí que cuando nos preguntamos qué es
el arte para Nietzsche, la respuesta se convierte en un caleidoscopio que rompe y
fractura la propia esencia del arte en múltiples facetas. No hay una respuesta única
para decir que el arte es esto o lo otro. En el transcurso de la obra de Nietzsche nos
encontramos con una serie de figuras estilizadas en las que él objetiva los estados
de su propio pathos del pensamiento. Unas veces es el juego, otras el baile, otras
la risa, la retórica, la música, el pensamiento, etc.» (p. 23). Se puede observar que
el trabajo del profesor De Santiago consiste en buena medida en seguir la pista a
cómo se generan en el interior del trayecto recorrido por Nietzsche cada una de
estas «posibilidades» de lo artístico.
Por otra parte, hay un segundo presupuesto consistente en que la «perspectiva»
adoptada –a través de muy fructíferas modificaciones, cuidadosamente esclarecidas
por el autor– por Nietzsche en sus acercamientos a lo artístico no es predominan-
temente estética. Y es desde aquí desde donde la aportación del alemán obtiene
toda su grandeza; justamente en cómo Nietzsche se revuelve contra los privilegios
modernos con que han contado la actitud y la disciplina estéticas en su afrontamiento
filosófico del territorio de lo artístico. En este sentido, cabe advertir que lo más
destacable a este respecto es que Nietzsche mira a lo artístico no desde la parcela
–constituida históricamente desde Baumgarten-Kant– de la estética, sino desde la
amplitud general de la filosofía (la cual, por cierto, se intoxica felizmente de «ar-
tisticidad»). A la luz de esto, sería posible invertir los términos de estas palabras de
Luis De Santiago: «Sólo a la luz de sus intereses estéticos podría apreciarse mejor
la estructura de su pensamiento» (p. 18); en tal caso, podría afirmarse que sólo a
la luz de su filosofía –toda, integradora– se percibe en su justa dimensión cuanto
hay en ella de atención a lo artístico.
Además, esta pista hermenéutica contribuye a disolver ciertos tópicos que aún
empañan la comprensión de las intenciones nietzscheanas. Me refiero al pernicioso
«esteticismo» que se le ha atribuido (contra él esgrime Nietzsche su rechazo de l’art
pour l’art) y con el que lecturas superficiales parecen conformarse. Esteticismo que
suele acompañarse de la calificación que hace de nuestro autor un «decadentista».
No creo que sea así. Y esto lo demuestra impecablemente el profesor De Santiago.

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recensiones críticas 253

Nietzsche advierte con justa precocidad el acabamiento de la tradición estética


nacida en el siglo kantiano, y lo hace recuperando el origen etimológico de la no-
ción de aisthēsis (restitución que lo orientará hacia lo corporal, lo sensual, hacia
lo fisiológico y, en coherencia, contra la actitud estética, la distancia contemplativa
y la representación como conceptos tradicionales de la historia de la estética) y
dando a la creación y al pathos artístico una relevancia fundamental inexistente
hasta él entre los intereses de la estética filosófica. Como acabo de decir, estas
consideraciones están asumidas por Luis De Santiago en el transcurso de su libro,
si bien no me parece que queden del todo explicitadas en las páginas dedicadas a la
Introducción. No obstante, es en ésta donde nos topamos con unas certeras palabras
de M. Djuric que el autor hace suyas: «Nadie ha roto de una manera tan decisiva
como lo hizo Nietzsche con la manera tradicional de considerar el arte; nadie ha
ido tan lejos en la negación de la función veritativa del arte, en la liberación del
arte de la tutela de la filosofía. Nadie pensó como él que el arte podía existir sin
filosofía, que podía ser posible el desarrollo auténtico del arte. Nadie podía pensar
en una transformación revolucionaria de la filosofía según el modelo de un arte
tan libre» (pp. 21-22). Sobre todo, nadie pensó como él que la filosofía empezaba
a convertirse en filosofía artística (cuestión ésta excelentemente tratada por el au-
tor), y que lo hacía a condición de relegar el privilegio histórico de la estética en la
aproximación a lo artístico (privilegio que ha consistido así en la atención al sujeto
estético receptor) para conceder prioridad al sujeto artístico, y más precisamente
al sujeto creador, respecto al cual el artista es una de sus formulaciones culturales.
Y esto último explica bien el acierto que se significa en el título del libro, Arte y
poder, dos palabras en conjunción que, bien miradas, acaban por volverse sinónimas
y que contienen la mayor parte de las preocupaciones intelectuales del Nietzsche
aquí reconocido. Lo artístico y la potencia son las dos matrices determinantes de la
filosofía de la creación (una filosofía de la poiesis y no de la aisthēsis; de la voluntad
de poder «dar forma» y no sin más de la recepción espectadora de estas formas)
alumbrada por Nietzsche contra la estética filosófica, habitualmente circunscrita,
modernamente, a la definición reductora del sujeto receptor, y, desde un punto de
vista más tradicional y metafísico, a la ontología esencialista de la obra artística.
Acaso se revela en esta cuestión el aspecto de mayor confrontación nietzscheana
con la filosofía estética que lo precede (y que se define entre Kant y Schopenhauer,
siendo significativo que sea a través de su oposición al segundo como Nietzsche se
enfrenta al primero), enfrentamiento regido por la afirmación de la creación sobre
lo creado, o, más ajustadamente, por la proclamación, radicalmente moderna, de
lo haciéndose sobre lo ya hecho –o formalizado, acabado, concluido, perfecto:
clásicamente bello.
Salgamos ya de estas observaciones suscitadas a través de la lectura de la Intro-
ducción para adentrarnos en los contenidos de esta obra. Erigido sobre un índice
recio y bien trabado, Arte y poder se ordena en cuatro partes y dieciséis capítulos
a los largo de los cuales se pasa revista minuciosa de cuanto quepa rescatar del
pensamiento de Nietzsche para la propuesta que da razón al libro. El proceso tra-
zado por el autor, si bien no se atiene a una génesis apegada a la cronología de la

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254 recensiones críticas

obra nietzscheana, no vulnera por ello el acuerdo de diferenciar en este autor tres
etapas de límites más o menos reconocibles.
Muy brevemente, quisiera valorar lo que creo que son los aspectos más rele-
vantes y de mayor fecundidad de los muchos que se contienen en este volumen. De
la primera parte, dedicada a la «Estética de la música», me parece particularmente
provechoso el análisis de los vínculos entre música y sentimentalidad, y, con él,
de la posibilidad de una música absoluta. El rechazo nietzscheano de la estética
de la sentimentalidad es una pista valiosa para juzgar en qué grado la perspectiva
nietzscheana se aleja de los lugares cultivados por la estética moderna para, por esto
mismo, dar acceso a las poéticas de «asignificación» de las músicas contemporáneas.
El tercer capítulo, centrado en la cuestión fundamental del reemplazo de la estética por
la fisiología (aspecto que volverá a tratarse en la cuarta parte) es quizá el que con más
claridad nos hace percibir hasta qué punto las propuestas nietzscheanas suponen un
golpe mortal al primado de la contemplación/representación de las estéticas de cuño
kantiano. Es en el núcleo del problema de la fisiología donde germinan claves de gran
importancia, como la rehabilitación de lo sensual (y lo corporal) como dispositivo
decisivo para la definición de la experiencia estética moderna. De la segunda parte
(caps. 4-8), quisiera subrayar la cuestión de la ontología de la «apariencia» (cap. 4) y,
ya en el capítulo 6, la crítica de la figura del espectador: creo que estos dos aspectos
concentran lo principal de toda la obra nietzscheana en su vertiente de reflexión
sobre lo artístico. En este sentido, el epígrafe 6.3 («Actitud estética y catarsis»)
sintetiza con acierto el eje central de cómo Nietzsche retorna a Aristóteles para dar
una lectura propia y eminentemente moderna de la catarsis, sustituyéndola por la
de excitación. El último capítulo de esta segunda parte («El arte desde la óptica
de la vida») da explicación, dentro del vínculo entre arte y vida, del concepto de
proceso, en confrontación con las poéticas clásicas del proyecto. Todavía en este
capítulo, quisiera reparar en las líneas dedicadas a la idea de autocreación (p. 339).
Me parece que el análisis que el autor da a esta cuestión merecía mayor extensión.
Mirando a Nietzsche desde Foucault, la autopoiēsis, consistente en crear(se) a sí
mismo –vitalmente– como obra de arte, es verdaderamente iluminadora de hasta
qué punto conserva Nietzsche la más plena actualidad.
La tercera parte (caps. 9-12), sobre la concepción nietzscheana del lenguaje como
creación y, por tanto, como ficción en la que sólo ilusoriamente es posible creer en
la isomorfía del lenguaje y el mundo, revela perfiles que podrían calificarse como
terroríficos. Nietzsche nos lanza al vértigo de que las palabras sólo son palabras,
y que su nombramiento del mundo no es más que ilusión y necesidad de obtener
algún sentido. Nos acerca, cómo no, a la Carta de Lord Chandos, de Hofmannsthal,
y nos alerta acerca del hueco insalvable que hubiésemos querido reparar creyendo
que nuestras palabras dicen lo que sólo parece que dicen. Estos capítulos pueden
complementarse con la lectura del «Estudio introductorio» que Luis De Santiago
preparó para la edición, también en Trotta (2000), de los tempranos Escritos sobre
retórica del propio Nietzsche.
Llegando ya a la última parte, debo decir que, en mi opinión, es la más fecunda
y reveladora de la aportación esencial de Nietzsche al siglo XX. En ella, además

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recensiones críticas 255

de considerarse la posibilidad –traída por Heidegger– de comprender el arte como


expresión superior de la voluntad de poder (poder, entonces, de «dar forma»), se
ofrece la constelación de los vericuetos que la noción de «cuerpo» (y, con ella, de
«fuerza») posee en el filósofo alemán.
Al cabo de esta lectura, me doy cuenta de que el trabajo del profesor Luis De
Santiago no sólo es un mapa, sino también un vocabulario, un léxico para aden-
trarnos en Nietzsche. Un mapa y un léxico: dos vocablos que son dos herramientas.
Queda darles uso (después de conocer sus medidas y sus significados). Me atrevo a
creer que sería la mejor manera de agradecer a De Santiago la labor empeñada en
este libro: utilizar este mapa y este léxico para, saliéndonos de esta obra, e incluso
del propio Nietzsche (casi olvidándolo), acudir a sus afueras, a sus derivaciones
implícitas, a las sugestiones remotas que de él nos llegan, para comprender nuestro
tiempo y el tiempo transcurrido desde Nietzsche hasta este umbral del siglo vein-
tiuno; para dar luz a las sombras de los senderos abiertos por aquel caminante.

Luis Puelles Romero


Universidad de Málaga

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256 recensiones críticas

Rivero Weber, Paulina, Nietzsche, verdad e ilusión. Sobre el concepto de verdad


en el joven Nietzsche, México: UNAM-Itaca, 22004 (2000), 197 p.

En Nietzsche, verdad e ilusión encontramos una interpretación creadora y ori-


ginal de la monumental obra del joven Nietzsche: El nacimiento de la tragedia.
Quiero evocar sólo algunas de las muchas reflexiones que motiva el libro de Paulina
Rivero. En Nietzsche, verdad e ilusión, la autora realiza un recorrido profundo por
El nacimiento de la tragedia, dando al lector no sólo la posibilidad de ensayar con
ella una lectura, una interpretación sino que también convoca a un análisis puntual
sobre los problemas centrales del texto así como su inserción y consecuencias en
las filosofías posteriores. De inmediato Rivero nos sitúa en el orden de sus preocu-
paciones teóricas y en el horizonte desde el cual interpela al texto y dialoga con él,
preocupaciones que incorpora a su lectura de El nacimiento de la tragedia, pero
que más allá de la obra misma se reconocen como parte de las preocupaciones del
quehacer filosófico de Paulina Rivero.
En primer lugar reconoce en El nacimiento de la tragedia la apertura, el lanza-
miento, el planteamiento de todo el horizonte de temas y problemas del pensamiento
de Nietzsche. Según la autora, esta es una obra que de alguna manera focaliza,
anticipadamente el proyecto filosófico nietzscheano y sugiere que como tal hay
que sopesarla. Una hipótesis, ésta, que aunque no siempre ha sido sustentada por
algunos de los intérpretes del autor de Así habló Zaratustra, Paulina Rivero no
sólo la sostiene como horizonte inicial de interpretación sino que la demuestra
consistentemente a lo largo de su texto. Con ello muestra, además, un conoci-
miento profundo de la obra posterior del filósofo, la cual no deja de ser invocada
y convocada a lo largo del texto. En este sentido, la autora acierta al no ver en El
nacimiento de la tragedia una obra aislada, aquella del joven Nietzsche, tal vez un
poco anticipada, un poco arrebatada. Rivero vislumbra el pensar nietzscheano como
una totalidad de sentido que se proyecta ya desde El nacimiento de la tragedia.
Partiendo de esta base, Paulina Rivero afirma que el problema capital de la obra
es el problema de la verdad o más fundamentalmente que Nietzsche convirtió a
la verdad en problema al cuestionarla y hacerla entrar en crisis por lo menos en
su sentido tradicional, crisis y cuestionamiento que, de alguna u otra manera, no
dejaría inafectado el quehacer filosófico posterior. Con ello Nietzsche heredaría,
como afirma Rivero, a las filosofías posteriores uno de los más ricos manantiales
de los que se ha nutrido el suelo de la discusión filosófica.
Es significativo que desde el inicio del texto su autora ensaya una perspectiva,
una posible lectura frente y junto a otras, dándonos con ello la posibilidad de
conocer, discutir y dialogar con las distintas maneras con las que se ha leído El
nacimiento de la tragedia. Una de ellas, la lectura ficcionalista, será fuertemente
cuestionada por Paulina Rivero y rescatará aquellas lecturas en las que la preocu-
pación por construir una posible noción de la verdad tras y a partir de la crítica
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recensiones críticas 257

de Nietzsche sea viable, más aún, Rivero intenta fundamentar la posibilidad de


que eso sea posible en y con Nietzsche en El nacimiento de la tragedia. Para ello
Rivero nos lleva por aquellos pasajes de la obra que expresan de alguna manera la
presencia de esa posibilidad, la cual abarca de manera latente no sólo El nacimiento
de la tragedia, sino el pensar nietzscheano en su totalidad.
El horizonte en el que se sitúa Rivero, su estrategia de lectura, le va a permitir
conducirnos por aquella senda. La autora trata de ubicarse en el lugar intermedio en
el que no siempre se suele ver a Nietzsche ya que se acentúa o bien en un extremo,
la crítica feroz a la razón y a la verdad, que implicaría su radical negación o bien
en otro extremo que derivado de tal crítica es difícil o casi imposible postular o al
menos generar las condiciones de apertura a otras nociones de razón y de verdad
que cumpliesen mínimamente con los cánones, cualquiera que éstos sean. Ni una
ni otra opción le parece a Rivero la más fértil y mucho menos la más rigurosa con
relación al pensamiento mismo de Nietzsche. Rivero se sitúa en un camino, se
dispone a andar por la vía en la que el valor de la crítica es incuestionable justa y
precisamente en la medida en que abre posibilidades lejos de cancelarlas con la
destrucción y en ello es ejemplar el pensar nietzscheano. Sin embargo, Rivero no
deja de mantener cierta cautela y cierta mirada crítica frente a la crítica nietzscheana,
no deja de sospechar con cierta preocupación, de una posible parcialidad y unilate-
ralidad en el cuestionamiento de Nietzsche a la verdad y a la razón expresado en su
consideración sobre la figura de Sócrates a nivel de El nacimiento de la tragedia.
Paulina Rivero ubica en tal parcialidad la posibilidad de que quede roto el puente
que Nietzsche mismo ha tendido para generar condiciones de conocimiento que
puedan eventualmente adquirir cierto valor de verdad.
El nacimiento de la tragedia es para la autora el testimonio, el escenario en el
que Nietzsche plantea el conflicto entre razón e instinto, entre Sócrates y Dioni-
sos, en donde parece que en ocasiones Nietzsche plantea la alternativa entre uno y
otro, entre la afirmación de la vida o su reducción a concepto. Rivero muestra esta
posibilidad de lectura que el mismo Nietzsche promueve, pero también ubica otra
en donde tal alternativa se borra y ve ahí al Nietzsche que se abre a la razón y a su
reposicionamiento. Sin embargo Rivero no deja de ver , en ocasiones a modo de
reproche, la visión un tanto adelgazada que Nietzsche tiene de Sócrates, obstaculi-
zando él mismo el camino hacia ese Sócrates músico que de alguna manera había
logrado perfilar, desde el camino de aquella horrenda verdad dionisiaca transmutada
en verdad para la vida. La autora se pregunta si Nietzsche abandonó este camino
y, como mencionamos, encuentra motivos para afirmarlo, pero también encuentra
significativos argumentos para ver en Nietzsche el logro de tal sugerencia. En
todo caso Rivero se niega a ver en El nacimiento de la tragedia la renuncia total y
definitiva de Nietzsche al Sócrates músico que él mismo había construido.
La autora sostiene una posibilidad de recobrar la noción de verdad, –otra manera
de darse la verdad– que se hace patente con el alcance y valor que Nietzsche otorga
a las nociones de ilusión y perspectiva, las cuales Rivero se encarga de limpiar de
una lectura meramente relativista. Con ello, la autora muestra con todo rigor el
valor que desde la perspectiva del problema de la verdad tales nociones adquieren,

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 256-258


258 recensiones críticas

pues ve en ellas al Nietzsche en el que la racionalidad y la teoría, lo menos que


hacen, es brillar por su ausencia, a menos que pretendamos medir toda forma de
racionalidad desde el estrecho límite de algunos postulados que aún al raciona-
lismo más radical lo harían quedar mal, cuando menos lo apenarían. Lecturas así
no faltan. Rivero afirma contundentemente que en Nietzsche la verdad tiene que
invocar a la vida, al instinto, a la horrenda sabiduría dionisíaca. Pero se pregunta
si ello tendría que quitarle a esta verdad su estatuto como tal. ¿Por qué la relación
entre verdad y vida que Nietzsche se planteó se ha visto desde algunas temerosas
y celosas posiciones defensoras del orden y del argumento como la antítesis de la
noción de verdad?
Rivero combate y defiende el valor de verdad de esas verdades de la vida, de
las que Nietzsche habla en El nacimiento de la tragedia. El aparente rechazo final,
que Nietzsche parece sostener, al Sócrates músico no implica la renuncia ni a la
verdad ni a la razón y esa es justamente una de las tesis centrales que sostiene la
autora. En este punto cabría preguntarnos si no es que Paulina Rivero se entusiasma
mucho más con la posibilidad del Sócrates músico de lo que el mismo Nietzsche
pudo entusiasmarse. En todo caso, la autora propone una concepción de la verdad
a partir del Sócrates músico e intenta enriquecer con esta propuesta el propio
planteamiento de Nietzsche. Cabe resaltar, a su vez, que este entusiasmo hace que
la autora nos presente a la vez una posibilidad fértil para repensar a Sócrates y por
qué no, para reelaborarlo al interior del mismo Nietzsche. La vida necesita a la
verdad pero también la verdad necesita a la vida y es esto justamente el móvil de la
reflexión de Paulina Rivero, su filiación nietzscheana pero también su compromiso
con el pensamiento, su pacto amoroso, apasionado, inteligente con la reflexión,
aquella que ensaya el pensar por cuenta propia, y ello lo reconocemos en su libro
Nietzsche, verdad e ilusión cuya problemática apenas esbozamos.

Greta Rivara Kamaji


Universidad Nacional Autónoma de México

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 256-258


recensiones críticas 259

Ruiz Callejón, Encarnación, Nietzsche y la filosofía práctica. La moral aristo-


crática como búsqueda de la salud, Granada: Universidad de Granada, 2004.
333 p. 22x16 cms. ISBN: 84-338-3098-8.

La reciente aparición de esta obra sobre Nietzsche viene a confirmar algo que
parece evidente: el interés cada vez más creciente de los jóvenes investigadores
por la filosofía de Nietzsche. En los últimos años venimos asistiendo a una serie
de publicaciones que nos van proporcionando nuevas perspectivas de la obra
nietzscheana, enriqueciendo el panorama de los estudios sobre Nietzsche en Es-
paña. Encarnación Ruiz pertenece a esta joven generación, que inicia su actividad
investigadora con un trabajo de estas características. El tema central, «la moral
aristocrática», podría muy bien haber llevado como título: cómo aprender a sentir
de otra manera, lo que probablemente le hubiera proporcionado mayor atractivo.
Pues en realidad, la propuesta de la autora es desgranar esa nueva ‘moral’ que im-
plica, en primer lugar una crítica, es decir, «cambiar lo aprendido», o aprender a
desandar lo andado, con todas las consecuencias que esa transformación conlleva,
y en segundo lugar una tarea constructiva, creativa.
En este caso, y como casi siempre, los términos en Nietzsche se prestan a
equívocos por la carga semántica y polisémica que generan según los determina-
dos contextos. Cuando se habla de ‘moral aristocrática’ hay que evitar pensar los
términos en sentido metafísico y en sentido político. No se trata de un conjunto de
reglas morales para llegar a ser eso, un ser especial, sino, como dice la autora, se
trata «del relato de una opción vital». Por lo tanto, desde un principio, esa forma de
moral que Nietzsche nos presenta como alternativa a la moral, que es expresión de
la metafísica, está en estrecha relación con la vida y como tal hay que considerarla,
como un síntoma de vida. De ahí los términos análogos que utiliza Nietzsche cuando
habla de la ‘moral de los señores’, de la ‘moral de los fuertes’, ‘moral heroica’,
etc. Todos esos términos expresan matices de una manera distinta de vivir y de
valorar. Lo que parece claro, entonces, es que el término ‘aristocrático’ no hace
referencia a las clases sociales, sino que dicho término selecciona y discrimina, pero
no a posteriori sino por naturaleza. Por eso defiende el derecho a la diferencia, a
ser diferentes, porque elegir determina lo que somos frente a la vida. Y dentro de
esas formas posibles de enfrentarse o estar en la realidad, tenemos el modo de ser
que Nietzsche llama ‘aristocrático’ y, justamente, ese será, según la autora, el que
va a revindicar como propuesta ética. Por lo tanto, que nadie piense, ni busque en
Nietzsche un cuadro doctrinal acabado de la nueva moral que propugna, sino más
bien lo que va a encontrar es el trazado de un camino peligroso, lleno de soledad e
indiferencia, pero es un camino que está abierto a todos pero que no es para todos.
Pero antes de nada es necesario probar y demostrar que se trata de un camino posible
para afirmar la vida, es decir en el que se pueda vivir con esa moral y, además, hay
que probar la manera en la que se pude vivir.
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260 recensiones críticas

El libro se articula en torno a dos partes bien definidas. La primera analiza


los supuestos de la moral aristocrática (pp. 23-202) y la segunda parte estudia las
características de dicha moral (pp. 203-299). Con este planteamiento se pone en
movimiento el análisis de la crítica de Nietzsche desde sus primeros escritos a la
situación cultural de su época, producto de una ‘pseudocultura filistea’. Entre los
distintos aspectos de la crítica hay que enumerar: la crítica a las pretensiones de la
ciencia filológica, a la formación de la juventud, a la educación en los centros de
formación y sus instituciones, todo ello fruto de una cultura alejandrina mediocre.
La autora, en este contexto, sitúa el problema de la verdad como uno de los pilares
que vertebran el pensamiento de Nietzsche, analizándolo desde tres planos distintos,
que son sus tres obras: El nacimiento de la tragedia, Sobre verdad y mentira en
sentido extramoral, y la Genealogía de la moral. Primero nos encontramos con la
verdad como convección, o la verdad filistea; luego la experiencia de la verdad como
sufrimiento en el arte. El problema de la verdad se desplaza hacia el arte evitando
el nihilismo y esteticismo. Después se analiza la verdad en relación a la sociedad
y el lenguaje. Es la ocasión en la que Nietzsche lleva a cabo una investigación
genealógica del conocimiento y su reducción a lenguaje y retórica. Pero con todo,
la autora tampoco se olvida de que en el fondo Nietzsche sigue pensando en el arte
como paradigma de la nueva filosofía del futuro y como el revulsivo de cualquier
transformación social e individual. Y por último, y en el contexto de la Genealogía
de la moral, Nietzsche pone en relación la verdad con el valor. El razonamiento
parece claro: la verdad es un valor, pero los valores son ‘formas de vida’. Y de esta
forma el problema de la verdad se transforma en un problema moral.
Sobre esta base sólida, en la que se han expuesto, como hemos señalado, aspectos
fundamentales de la filosofía de Nietzsche, Encarnación Ruiz pasa a describir lo
que consideramos que es lo verdaderamente novedoso en este trabajo: el sentido
de la ‘moral aristocrática’. Entre las características de la moral aristocrática, el
‘espíritu libre’ vendría a ser como el primer estadio previo que se comienza a per-
filar a partir de Humano, demasiado humano. Con el ‘espíritu libre’ se da como
un proceso de liberación, cuyo primer síntoma es algo así como una conmoción
interna que provoca la recuperación de la salud. Esa liberación primero afecta a
los cimientos y desde ahí surge esa nueva forma de sentir, cuyo primer síntoma
son los sentimientos encontrados como miedo-alegría, odio-amor, etc. (p. 222).
El espíritu libre tiene que olvidar, dejar de sentir de una determinada manera. Y
es precisamente él, el que puede experimentar el ‘pathos de la distancia’, pues él
también impone la jerarquía, la jerarquía natural entre los hombres, que establecen
las diferentes formas de vida, pues para vivir de otro modo se requiere fuerza, un
hombre ennoblecido (p. 265), y para aprender a sentir de otra manera, no signi-
fica quererlo, hay que poder, y para Nietzsche no puede cualquiera. Es como si
nos viniese a decir, que hay que ser de una u otra forma para aprender a sentir de
otra manera. Pero a pesar de todo, y a largo plazo, la moral aristocrática es una
tarea ‘educativa’ que nos enseña, precisamente a eso: a ‘sentir de otra manera’,
es la manera en que mediante la educación del amor propio, mediante la tarea
de esculpir el propio egoísmo el espíritu libre irá fortaleciendo su espíritu. Y en

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 259-262


recensiones críticas 261

este sentido las valoraciones revelan el tipo de moral que rige su naturaleza. La
especie dominante es aristocrática, porque en el fondo son los estados anímicos
elevados y orgullosos los que distinguen, diferencian; con cada valoración afirma
su naturaleza, pues ella es realmente la ‘creadora’ de los valores. En este sentido,
para Nietzsche las valoraciones de un hombre ponen de manifiesto lo que es, su
voluntad de poder ascendente.
Pero esta moral parece que choca con algo paradójico: ¿Cómo es posible hablar
de moral y negar la compasión? Este es uno de los aspectos relevantes que nos puede
ayudar a comprender la moral aristocrática y un tema que enfrenta a Nietzsche con
su maestro Schopenhauer, la ‘moral de la compasión’. La autora analiza con gran
claridad (p. 244ss y 289ss ) el problema de cómo es posible establecer un programa
moral negando la ‘compasión’. Nietzsche rechaza la compasión entendida como
altruismo, porque implica la negación de la fuerza genuina del individuo, porque
se trata de un sentimiento que debilita y crece en el contexto del dolor y del sufri-
miento, es un afecto depresivo. Pertenece a un tipo de filosofía nihilista, pues en
realidad la praxis del nihilismo es la ‘compasión’. Pero Nietzsche, sin embargo,
utiliza el término ‘piedad’, en el sentido de veneración y respeto, como un afecto
positivo que se experimenta ante lo sagrado, ante lo insondable de la existencia,
ante la grandeza de la naturaleza humana. Es en este sentido como el noble siente
respeto de sí mismo, siente por sí mismo, pero no puede sentir por los demás.
Ante la radicalidad de un pensamiento de estas características, de nuevo
Nietzsche recurre al pragmatismo para encontrar una salida provisional a sus
propias contradicciones. Aunque la verdad absoluta sea algo imposible, aunque
las palabras sean residuos de metáforas, aunque los conceptos no digan nada de
lo que es la realidad, no podemos renunciar ni a la verdad, ni a las palabras, ni
a los conceptos, porque sería imposible vivir y soportar la existencia sin alguna
forma de velamiento. Y aquí es donde de nuevo aparece el arte, con una fuerza
inexorablemente ‘necesaria’. La autora es consciente de la complejidad del arte.
Pero no creo que se pueda achacar tal complejidad (p. 229) al campo semántico
del arte. Se da una evolución, una perspectiva que gira en un sentido y en otro. Y
es que esa renovación y transformación de la que habla Nietzsche se realiza me-
diante el paradigma del arte. Y si esto es así hubiera sido interesante haber seguido
investigando en esa línea, y abordar directamente la moral aristocrática desde la
perspectiva estética. Si el arte simboliza el comportamiento humano fundamental,
porque es imposición de formas e incluye procesos de asimilación, ¿por qué no
interpretar la moral aristocrática desde el arte? ¿No se podría reducir, entonces,
la moral aristocrática al arte? ¿Acaso la obra del hombre aristocrático no es un
instintivo crear formas, algo dotado de vida? Pues si crear es expresión de lo que
se es (p. 284), los nobles crean en la medida de lo que son, y la belleza no es más
que la proyección hacia fuera de lo que el hombre guarda dentro de sí mismo. Y en
este contexto es donde surge lo que podríamos llamar la justificación de la moral
aristocrática por el arte.¿Por qué? Porque lo bello no es más que la repetición de la
concepción que el individuo tiene de sí mismo, una especie de vaciado de los propios
valores. La relación del ‘hombre aristocrático’ con la belleza es algo originario,

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262 recensiones críticas

pues en realidad la belleza es un medio de la afirmación de sí mismo. Pero ¿en qué


sentido? Lo que crea el hombre aristocrático es otro de sí mismo, pues en lo bello
se adora a sí mismo, se pone a sí mismo como medida de perfección. Por eso para
Nietzsche el arte es la alternativa al ideal ascético que niega la vida. Esculpirse a
sí mismo, esculpir el propio egoísmo o amor propio, esa es en definitiva la esencia
de la ‘moral aristocrática’, «hacer cada uno a su manera lo mejor que pueda por sí
mismo». Por eso mismo, Nietzsche sigue insistiendo en que lo que verdaderamente
define al hombre aristocrático es un ‘talante’, una certeza que tiene de sí mismo,
el respeto de sí mismo.
Y por último, se desvela, mediante lo que Nietzsche denomina la ‘ciencia de
la salud’, la clave última, según la autora, de la moral aristocrática. La salud está
ligada a los valores aristocráticos y como tales establecer la salud es un arte. La
salud tal y como la entiende Nietzsche es una cuestión ajena al aprendizaje. Está
fuera de nuestro alcance. «Aprender a vivir de otra manera» ya no es asunto de
la voluntad, es una cuestión ajena al aprendizaje, pero entonces si no se puede
aprender, si se es o no se es, si está fuera de nuestro alcance, la moral aristocrática,
al final, es una cuestión de poder, y no de querer, es cuestión de ser sano, no de
aprender. De nuevo, tanto la autora como Nietzsche nos dejan en la mayor de las
perplejidades: ¿no se pude, entonces, aprender a ser aristócrata? ¿Para ‘vivir de
otra manera’ hay que ‘ser de otra manera’? No basta con proponérselo, hay que
poder serlo. Y en este mismo sentido nos plantea también Nietzsche la última
condición de la gran salud: la ‘ligereza’. Es la alternativa del último Nietzsche a
la gravedad y pesadez del norte, que continuamente nos debilita, y que se mezcla
con las actividades ligeras de la música, la música del Sur, con la danza, la risa, el
juego, todo lo que Zaratustra nos ha venido a enseñar para que el hombre puede
trascenderse a sí mismo. Pero como valor aristocrático, la ‘ligereza’, el ‘ser ligero’
lo es por naturaleza, no basta simplemente con proponérselo. Posiblemente haya
que buscar de nuevo aquí la clave para comprender esa ‘moral aristocrática’ que
nos propone Nietzsche: la ‘moral ligera’, frente a la ‘moral grave’. Y de nuevo hay
que seguir pensando que en el fondo nunca hay que perder de vista que como telón
de fondo de cualquier moral, en concreto, de la ‘moral aristocrática’, está también
la vida. El amor que Nietzsche profesaba a la vida es lo único que nos puede sacar
de cualquier forma de perplejidad.

Luis E. De Santiago Guervós


Universidad de Málaga

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 259-262


recensiones críticas 263

Severino, Emanuele, L’anello del ritorno, Milano: Adelphi Edizioni, 1999.


433 p. 23x15 cms. ISBN: 88-459-1492-5. <www.adelphi.it>

El extenso trabajo con que Emanuele Severino ha contribuido al centenario de


Nietzsche es, en cierto sentido, una obra esperada, dado que, desde hace años, su
autor ha manifestado que el rasgo más característico de la filosofía contemporánea
se cumple, de la manera más coherente, en Leopardi, Gentile y Nietzsche. Sin duda,
esta afirmación ha de resultar extraña en un contexto en que el valor del primero
como pensador, no sólo como poeta, apenas si se conoce y del segundo no existen
traducciones. Sí que contamos, en cambio, con el primer texto importante que
Severino dedicó a Gentile, hace más de veinte años («Actualismo y seriedad de la
historia», en Pensar el siglo, ed. M. Cruz). En cualquier caso, el rasgo esencial del
que hablamos, lo constituye el carácter evidente del devenir. De ahí que el primer
reto que esta obra plantea lo constituye la elección del eterno retorno, precisamente,
para hablar de la coherencia en la exposición del rasgo esencial: de la evidencia del
devenir. Reiteradamente, advertiremos lo incompleto de la novedad de conceptos
capitales, como ‘muerte de Dios’ o ‘voluntad de poder’, si se ven privados de su
encuentro con el eterno retorno. Para Severino, no sólo son compatibles el devenir
y el eterno retorno, sino que el segundo brinda al primero la única oportunidad
para evitar la caída en la autocontradicción, al menos en aquella contradicción más
fácilmente reconocible en aquella parte del pensamiento contemporáneo no tan
coherente, por ejemplo en ciertas formas actuales de escepticismo –sin que, por
otra parte, eso signifique que la propuesta de Nietzsche, o el contenido de ésta tal
como Severino lo interpreta, quede libre de toda contradicción.
Sabemos que, para el pensador bresciano, la afirmación de la existencia del
devenir es contradictoria. Como prueba, baste con recordar que ya Platón, en
el Teeteto (182c) y en respuesta a Protágoras, dice que si todas las cosas fluyen,
entonces «se sustraen siempre a las palabras que las designan» tanto que no es po-
sible decir de ellas que «son de este modo o del otro» (p. 92), porque ambas cosas
constituirían sendos inmutables. A la visión de esta contradicción, sin embargo,
ha conseguido sustraerse la mayor parte del pensamiento occidental –empezando
por Platón– hasta el siglo diecinueve y la coherencia de los autores antes citados
estriba, precisamente, en haber roto el hechizo, en el rechazo de que lo eterno, un
tipo u otro de inmutable, pueda seguir ejerciendo de límite protector del devenir.
Con ellos, pues, se abre paso la concepción de un devenir no contrastado, ni com-
pensado por fuerza alguna de signo contrario. Desde esta perspectiva, cualquier otro
tema nietzscheano parecía, de entrada, más asequible para ajustarse a esta situación
que el del eterno retorno. Con todo, el asunto toma otro cariz, si contamos que con
esta expresión se entiende, ni más ni menos, que «el ser retorna indefinidamente
de la nada y a la nada» (p. 180).

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 263-267


264 recensiones críticas

No son pocas las interpretaciones a las que esta obra se enfrenta abiertamente
–particularmente la no menos monumental de Heidegger de 1961– para alcanzar
su propósito. Para empezar, la que sostiene el carácter interpretado de éste, en sus
distintas variantes: práctica (Lou Andreas, Ewald, Simmel), mística y no práctica
(Andler, Bertram, Klages), valorativa (Heidegger), selectiva (Deleuze, tan poco
selectivo, le responde a este último, que Nietzsche «quiere que hasta los calum-
niadores del mundo retornen eternamente»), neohelénica (Löwith) y hasta para
algunos irrelevante y contradictoria (Jaspers y Th. Maulnier), para el conjunto del
pensamiento de Nietzsche. Aquí, por el contrario, se reivindica el carácter no sólo
evidente, sino también verdadero del eterno retorno. Para ello, Severino reproduce
una operación que ya llevó a cabo con Hegel y Leopardi, con el fin de rescatarles
del papel de meros apéndices del escepticismo contemporáneo: el valor que para
ellos mantiene el principio de identidad o de no contradicción y, paralelamente,
la crítica por ellos mismos efectuada contra el principio, sólo en tanto que ver-
dad aislada, no como tal y en todas las circunstancias. Por ejemplo, sólo como
contenido del entendimiento (Verstand) y no de la razón (Vernunft), en el caso de
Hegel, o sólo como principio matemático, en el caso de Leopardi. En Nietzsche
sólo en tanto que forma parte de lo que llama mundo verdadero, no como verdad
ante la cual el hombre, no el superhombre ni el héroe trágico, retrocede. Así pues,
el eterno retorno aparece. No, obviamente, al modo fenomenológico: «El eterno
retorno de las cosas del mundo no puede ser un contenido fenomenológico [...] no
muestra sólo el contenido fenomenológico, sino el entero volumen especulativo
del pensamiento que nos lleva más allá del hombre» (p. 135) o, de manera aún más
taxativa, «el devenir existe aún más allá de los límites de la experiencia» (p. 311).
Muchos años atrás, en La struttura originaria (1958), Severino se aprovisionó de
la distinción entre inmediatez lógica e inmediatez fenomenológica y demostró que,
a pesar de su independencia, la una no es sin la otra. Es este uno de los aspectos
a los que me refería al apuntar que este libro tiene todo un carácter resultante de
cimientos antiguos en la obra de su autor.
El segundo gigante al que se corta el paso es el tópico, tan extendido, de la excep-
cionalidad de la filosofía de Nietzsche, sólo muy puntualmente relacionada, por lo
general, con otras grandes páginas de la historia del pensamiento –las mismas a las
que el propio Nietzsche explícitamente remite y en los términos en que lo hace. Aquí,
sin ir más lejos, se rechaza la filiación heracliteana de Nietzsche («La afirmación
del devenir en Nietzsche, no es un simple ‘heraclitismo’ o ‘devenirismo’», p.101)
y, en cambio, se reclama la continuidad de éste con el idealismo moderno en algún
punto esencial. Muy particularmente en todo lo referente a la negación de la cosa
en sí, por lo cual «el ‘caos’ no es, pues, una ‘cosa en sí’, ‘un incognoscible’..., sino
que es aquella configuración de la fluidez del devenir, que se presenta a la mirada
de quien sabe conducirse más allá de la mirada del hombre» (p. 91).
Que se niega la cosa en sí, significa que se niega el carácter insondable, incognos-
cible, de la hipotética cosa en sí que constituiría, entre otras, el mismo devenir. Ahora
bien, justamente para el pensar anterior al idealismo moderno y para cualquier forma
de realismo ingenuo, el devenir es aquello destinado a abalanzarse siempre sobre

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 263-267


recensiones críticas 265

las espaldas de un pensamiento, entendido como fortaleza protectora de los distintos


inmutables. Frente a la potencia del devenir, el pensamiento es siempre pasado y, en
cuanto tal, impotente –lo contrario justo de lo que Nietzsche espera de la voluntad de
poder. Para el pensar de la tradición –Aristóteles lo sabía a la perfección– el pasado
se constituye en lo inexpugnable, que ni siquiera los dioses pueden modificar. Si eso
es así ¿dónde queda entonces la infinita potencia de la voluntad? ¿Acaso también
es ella presa de la contradicción que aguarda a todo inmutable, desgarrado entre su
vocación primigenia y las condiciones con las que tiene que medirse? Si la voluntad
de poder se presenta como la esencia de la infinita reproducción del dominio pero, a
su vez, tropieza con el pasado ¿no será que no se la debe pensar como una esencia, a
la cual todavía han de acontecer sus accidentes? ¿No sucede lo mismo con conceptos
tales como los de devenir o libertad?
Es ahí, precisamente, para evitar la recaída en todas estas aporías, que inter-
viene el eterno retorno. Desde luego, poco avanzaríamos si nos limitásemos a
pensarlo como ley del objeto, que tiene lugar fuera del pensamiento (o fuera de
la voluntad): «No hay un tiempo en que el devenir exista y circule separada e in-
dependientemente de la voluntad creadora y del sol del conocimiento, como algo
aún no querido por ella –o aún no conocido» (p. 203). Si no fuese así, el mundo
tendría todo el derecho a alzarse arrogante contra las impotencia del pensamiento
pasado. El eterno retorno de ninguna manera puede limitarse a ser contemplado,
también ha de ser querido. ¿Al modo del imperativo kantiano que sabe de querer
un imposible, y aún así, decide persistir queriéndolo? ¿o al modo de Schelling
que considera la esencia de la voluntad como absoluto, independiente del tiempo?
Nada de eso: el eterno retorno es realista en tanto que de él cabe esperar la plena
identificación de pensamiento y realidad, de necesidad y libertad. Una necesidad
que lo es del absoluto sin sentido, que no entiende de fundamentos ni de metas:
«Falta de objetivo y de sentido para toda la eternidad» (p. 217), «seriedad de la
historia» (Gentile, p. 386), y, simultáneamente, lo que Zaratustra ansía: «esta
especie de hombre [...] concibe la realidad tal como es: posee toda la fuerza que
se requiere para hacerlo, no es ajeno, separado de ella, es idéntico a ella, contiene
en sí todo lo que la realidad tiene de terrible y problemático, sólo eso puede hacer
la grandeza del hombre» (de Ecce homo, «Porque soy un destino», p. 364). A su
vez, una libertad identificada con la absoluta casualidad, bien alejada, en cualquier
caso de una representación de la misma, que la situase en un interior del sujeto a
la espera, aunque fuese constantemente aplazada, de su oportunidad. No hay más
libertad que la libertad del devenir y las aporías que se precipitaban sobre el devenir
de la tradición –el devenir acogido por el inmutable–, también lo hacen sobre la
libertad de la tradición. El eterno retorno supone la gran ocasión para apearse de
toda la aporética mencionada.
Es tanto el cuidado invertido en esta interpretación para defender la tesis de
que el eterno retorno es el instrumento idóneo para salvar el carácter absoluto, no
compartido, del devenir, que ni siquiera se arredra ante el rechazo de una nada
absoluta. Una nada absoluta a la que condujese el devenir, o en su caso, un inicio
absoluto, desde la nada, del que arrancase el devenir, resultarían tan metafísicos

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 263-267


266 recensiones críticas

como un ser pleno: «Cuando el origen y el fin son la nada, el devenir queda anu-
lado» (p.339).
El principio y el fin absolutos sólo admiten una alternativa auténtica, aunque
sean muchas las apariencias de que caben otras –como ciertas formas de pesimismo,
nihilismo etc.– y no es otra que el eterno retorno. Eso explica que tampoco quepa
un incremento infinito de aquello destinado a retornar eternamente, aunque, de
hecho, hacia 1881, pueda pensarse en una «falta de sentido... idea aún teológica»
dado que Nietzsche todavía cree en la existencia de «una fuerza infinita que crece
de la nada» (p. 335). Si el mencionado incremento existiese, supondría que, al
menos como posibilidad, existiría al margen de la eterna rotación del devenir, el
cual, repito, sólo se libra de sus contradicciones cuando es sin principio, ni final,
ni sentido.
También mucho tiempo atrás, en Risposta alla Chiesa (en las distintas edi-
ciones italianas de Essenza del nichilismo, incomprensiblemente, en mi opinión,
suprimida de la edición española), había demostrado el carácter absolutamente
metafísico y, por tanto, nihilista, de la distinción entre ‘posibilidad’ y ‘existencia’.
Ahora, el eterno retorno hace inviable la continuidad de la misma: «En el pensa-
miento de Nietzsche [...] es imposible que exista un posible que –por la libertad
de la creación divina– permanezca eternamente posible [...] Lo posible coincide
con el ente real» (p.337).
Eterno, infinito retorno de lo igual, reza la fórmula completa. El retornar es
eterno, durante un infinito número de veces, su contenido, en cambio, necesaria-
mente finito. Si algo desapareciese para siempre, incluida la misma desaparición,
o irrumpiese de la nada, incluida la propia irrupción, el eterno retorno no sería
eterno retorno, y el devenir recaería en el esquema que preside sus versiones
tradicionales.
Esto alcanza al mismo motivo acuciante y, si se quiere, actual que, sin embargo,
sólo apunta en la recta final de esta obra fuertemente especulativa. En una anota-
ción del otoño de 1887, Nietzsche habla de «administración económica global de
la Tierra» como signo distintivo de los tiempos que corren. Heidegger identifica el
contenido de esta expresión con la «movilización total» de E. Jünger. Para Seve-
rino, en cambio, si la segunda puede identificarse con el presente, la primera sólo
acaece en tanto que se produce la completa identificación de lo que la voluntad
quiere con el eterno retorno. Mientras esto no llega, mientras permanecemos en
la fase meramente humana, no superhumana, del desarrollo de la técnica, siempre
quedan parcelas sustraídas a la influencia de la voluntad y ésta, a su vez, no pasa
de verse a sí misma como el diseño previo, destinado a verse superado por una
realidad tozuda y sorprendente. Cabe, pues pensar, que lo peor aún está por llegar.
«La identidad de devenir y totalidad del ente, de que habla el hombre contempo-
ráneo, no es aún la voluntad de que todo retorne eternamente» nos dice, mientras
nosotros, lectores, nos esforzamos en delimitar el auténtico alcance y contenido
de esta novedosa interpretación.
En esta última cuestión nos resulta relativamente fácil hacerlo: «Aquí Heidegger
piensa en la rutina del ciclo económico productivo (en que la aparente variedad de

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 263-267


recensiones críticas 267

los productos, esconde su identidad sustancial), y al calificar la mencionada rutina


de ‘eterno retorno’ de las mismas cosas, domestica este concepto y lo reduce a
una metáfora» (p. 408). En otras ocasiones, por el contrario, al abordar cuestio-
nes a las que muchos de nosotros abrimos los ojos por el discurso de Heidegger,
sentimos la necesidad de releer, oídos los retos que esta obra plantea, al viejo
maestro. Por ejemplo, al ocuparse del gran tema de la relación entre ‘pasado’ y
‘venganza’ –que creíamos cerrado de una vez por todas, después de ¿Qué significa
pensar?– nos encontramos con reproches como éste: Heidegger no explica por qué
la voluntad deba de ser ella misma, se queda en hacer de ella una ‘decisión’ del
tipo de la ‘existencia auténtica’ de Ser y tiempo y, con ello, «Heidegger no ve que
la creatividad no es algo que la voluntad pueda o no darse: la voluntad es creadora
incluso cuando se difama o se envilece, cuando se encarcela al afirmar a Dios, los
eternos o el pasado inmodificable» (pp. 298-300). Con todo podría decirse que no
hay afirmación contenida en este libro que no constituya una réplica a Heidegger.
Réplica, sin duda, posible sólo desde la senda que él abrió, pero desveladora de
un número de dificultades tal, que obliga –de ahí su mérito– a una relectura de
aquellos clásicos modernos, con otra perspectiva que no sea la mitificación, sino
el infinito diálogo del pensamiento.
Como apuntábamos al principio, la auténtica competencia, en la destrucción de
la tradición, no la encuentra Nietzsche entre quienes, más explícitamente hablan
de eterno retorno, sino entre quienes elaboraron otro discurso, aparentemente sin
interferencias con el suyo. Leopardi, que piensa mejor el carácter contradictorio del
devenir, Gentile que hace lo propio con el ‘instante’ (attimo, Augenblick). Frente
a ellos, la auténtica aportación de Nietzsche la constituye el eterno retorno, que,
aplicado a Leopardi, impediría la reaparición de una nada aún teológica –frente a
la cual la técnica encontraría un obstáculo insuperable–, aplicado a Gentile y, en
general, al idealismo moderno, la de un pasado sólo recreado –no efectivamente
poseído–, de corte hermenéutico, todavía con resquicios de impotencia frente a la
grandiosidad del pasado. Los tres, en su conjunto, representan, con todo, la máxima
coherencia que, desde el interior de la tradición occidental, pueda esperarse en lo
que respecta a la apreciación de la entidad del devenir. Frente a ellos, los otros
discursos representan un paso atrás, un mayor desconocimiento del suelo sobre el
que nos movemos. Aún así, los tres desatienden la vía que conduce a la resolución
del nivel más profundo de contradicción. Respecto a este punto, precisamente,
Nietzsche no es el más atrevido de ellos, aunque en su vacilación vaya mucho
más allá de lo que creen algunos de sus críticos. Y si los tres discursos, a pesar de
todo, continúan siendo máscaras, hay que reconocer que, sólo desde el exterior de
Occidente, se les puede reconocer como tales, desde aquel lugar en que, más allá
de las intenciones de Nietzsche «la Alegría del destino de la verdad no enmascara
ninguna angustia» (p. 433).

Francesc Morató

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 263-267


siglas 269

SIGLAS

En Estudios Nietzsche se utilizan las siglas de la obra y del epistolario nietzs-


cheano consagradas internacionalmente, por obra de los Nietzsche-Studien, que es
la revista especializada de referencia a nivel mundial, en la investigación científica
del pensamiento nietzscheano, pero trasformando aquellas que no se adecuan al
título en español. Aquí se recogen las siglas españolas por orden alfabético, con la
correspondencia del título en alemán y su sigla alemana correspondiente.

Libros de Nietzsche

sigla sigla
española título español título original alemán alemana

AC El Anticristo Der Antichrist AC


A Aurora Morgenröthe M
CI Crepúsculo de los ídolos Götzen-Dämmerung GD
CIT Consideraciones intempestivas Unzeitgemässe Betrachtungen UB
CS El caminante y su sombra Der Wanderer und sein Schatten WS
DD Ditirambos de Dioniso Dionysos-Dithyramben DD
DS D. Strauss, el confesor y el escritor D. Strauss, der Bekenner und der DS
Schriftsteller
EH Ecce homo Ecce homo EH
FTG La filosofía en la época trágica Die Philosophie im tragischen PHG
de los griegos Zeitalter der Griechen
FP Fragmentos póstumos Nachgelassene Fragmente NF
GC La gaya ciencia Die fröhliche Wissenschaft FW
GM La genealogía de la moral Zur Genealogie der Moral GM
HH Humano, demasiado humano (I o II) Menschliches, Allzumenschliches (I o II) MA
MBM Más allá del bien y del mal Jenseits von Gut und Böse JGB
NT El nacimiento de la tragedia Die Geburt der Tragödie GT
NW Nietzsche contra Wagner Nietzsche contra Wagner NW
OSD Opiniones y sentencias diversas Vermischte Meinungen und Sprüche VM
SE Schopenhauer como educador Schopenhauer als Erzieher SE
UPH Sobre la utilidad y el perjuicio de Vom Nutzen und Nachtheil der HL
la historia para la vida Historie für das Leben
VM Sobre verdad y mentira en sentido Über Wahrheit und Lüge im WL
extramoral aussermoralischen Sinne
VP La voluntad de poder Der Wille zur Macht WM
CW El caso Wagner Der Fall Wagner WA
WB R. Wagner en Bayreuth R. Wagner in Bayreuth WB
Za Así habló Zaratustra Also sprach Zaratustra Za

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 269-270


270 siglas

Ediciones de la obra y el epistolario nietzscheanos

BA F. Nietzsche, Werke und Briefe. Historisch-kritische Gesamtausgabe, Beck, München,


1933ss.
GA F. Nietzsche, Werke, 20 vols., Naumann-Kröner, Leipzig, 1894ss., «Großokatv-Ausgabe»
KGB F. Nietzsche, Briefwechsel. Kritische Gesamtausgabe, fundada por G. Colli y M. Mon-
tinari, proseguida por N. Miller, y A. Pieper, W. de Gruyter, Berlin-New York, 1975ss.
A la sigla le sigue un número romano que indica la sección, barra, un número arábigo
que indica el tomo, y otro número arábigo que indica el número de página.
KGW F. Nietzsche, Werke. Kritische Gesamtausgabe, fundada por G. Colli y M.Montinari,
y proseguida por W. Müller-Lauter y K.Pestalozzi, W. de Gruyter, Berlin-New York,
1967ss. A la sigla le sigue un número romano que indica la sección, barra, un número
arábigo que indica el tomo, y otro número arábigo que indica el número de página.
KSA F. Nietzsche, Sämtliche Werke. Kritische Studienausgabe, ed. G. Colli y M.Montinari,
15 vols., W. de Gruytrer / dtv, Berlin-New York / München, 1980. A la sigla le sigue
un número romano que indica el tomo, y un número arábigo que indica el número de
página.
KSB F. Nietzsche, Sämtliche Briefe. Kritische Studienausgabe, ed. G. Colli y M.Montinari,
8 vols., W. de Gruytrer / dtv, Berlin-New York / München, 1986. A la sigla le sigue
un número romano que indica el tomo, y un número arábigo que indica el número de
página.
SA F. Nietzsche, Werke in drei Bänden, ed. Karl Schlechta, Hanser, München, 1954ss.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 269-270


colaboradores 271

colaboradores

Babette E. Babich es Profesora de Filosofía en la Fordham University de


Nueva York y profesora de investigación adjunta en la Universidad de Georgetown
(Washington). Ha sido profesor visitante en la Universidad Católica de Lovaina,
en la Universidad Libre de Berlín y en la Universidad de Tubingia. Es directora y
editora de la revista New Nietzsche Studies. Entre sus libros cabe destacar, entre
lo más reciente, Words in blood, like flowers: philosophy and poetry, music and
eros in Hölderlin, Nietzsche, and Heidegger (2004); Hermeneutic philosophy of
science, Van Gogh’s eyes, and God: Essays in honor of Patrick A. Heelan (Kluwer,
Dordrecht, 2001); Nietzsches theories of knowledge and critical theory. Nietzsche
and the sciences I y II (Kluwer, Dordrecht, 1999); Nietzsche’s philosophy of scien-
ce: Reflecting science on ground of arte and life (State Univ. of New York Press,
Albany, 1994). – babich@fordham.edu

Jesús Conill es Profesor Titular de Filosofía Moral en la Universidad de Valen-


cia. Estancias de investigación en las Universidades de München, Bonn, Frankfurt,
St. Gallen y Notre-Dame. Entre sus publicaciones destacan los siguientes libros: El
tiempo en la filosofía de Aristóteles (Edilva, Valencia, 1981), El crepúsculo de la
metafísica (Anthropos, Barcelona, 1988), El enigma del animal fantástico (Tecnos,
Madrid, 1991), El poder de la mentira. Nietzsche y la política de la transvaloración
(Tecnos, Madrid, 1997), Horizontes de economía ética. Aristóteles, Adam Smith,
Amartya Sen (Tecnos, Madrid, 2004). – Jesus.Conill@uv.es

Cirilo Flórez Domínguez es Catedrático de Filosofía en el Departamento


de Filosofía, Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Salamanca.
Lineas de investigación: la filosofía de la Ilustración, la filosofía de la historia,
Kant, y el humanismo renacentista. Entre sus obras: La génesis de la razón histó-
rica. Salamanca (1983); Kant, de la Ilustración al socialismo (Salamanca, 1976),
Estudios sobre Kant y Hegel (Salamanca, 1982, en colaboración); La filosofía en
la época de la Ilustración (Síntesis, Madrid, 1998); y El humanismo científico
(Salamanca, 1985, en colaboración). Ha publicado artículos sobre autores como
Plotino, Marx, el humanismo renacentista, Kant, Unamuno y Habermas entre otros.
– cirilo@gugu.usal.es

Enrique LYNCH es Profesor Titular de Estética en la Facultad de Filosofía de la


Universidad de Barcelona. Se licenció en filosofía en la Universidad de Buenos Aires
y obtuvo el grado de Doctor en filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 271-273


272 colaboradores

Estudios de posgrado en la Universidad de París I, Panthéon-Sorbonne. Entre sus


publicaciones: Hobbes (Península, Barcelona, 1987); La lección de Sheherezade:
Filosofía y narración (Anagrama, Barcelona, 1987), El merodeador: Tentativas
sobre filosofía y literatura (Anagrama, Barcelona, 1990); Dioniso dormido sobre
un tigre: A través de Nietzsche y su teoría del lenguaje (Destino, Barcelona, 1993),
Rosa y circunstancia (Anagrama, Barcelona, 1997); Sobre la belleza (Anaya, Ma-
drid, 1999); La televisión: El espejo del reino (Plaza y Janés, Barcelona, 2000);
In-moral: Historia, identidad, literatura, (FCE, Madrid, 2003). Ha dictado cursos
y conferencias en numerosas universidades e institutos de investigación de Europa,
España e América Latina. – lynch@telefonica.net

Paulina Rivero Weber es Doctora en Filosofía y Profesora de la Univer-


sidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado Nietzsche, verdad e ilusión
(Villegas, México, 2000); Alétheia: la verdad originaria (UNAM, México, 2004),
por el que obtuvo la medalla Alfonso Caso. Editora de Perspectivas nietzscheanas,
Enciclopedia de la ética y Entre hermenéuticas. Ha escrito estudios introductorios
a obras clásicas de Erasmo de Rótterdam, Soren Kierkegaard, Friedrich Nietzsche
y Martin Heidegger y ha presentado una selección de la música de Nietzsche junto
con el reconocido pianista mexicano Gustavo Rivero-Weber, titulada Nietzsche:
su música, trabajo por el cual la Unión Nacional de Cronistas de Música y Teatro
le otorgó el premio a la mejor producción musical del año. Actualmente es miem-
bro del Sistema Nacional de Investigadores y desarrolla labores de docencia para
la licenciatura y el posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
– paulinagabrielarw@yahoo.com.mx

Gerd Schank es filósofo y lingüista, autor de varios artículos y libros sobre


Nietzsche, entre ellos Rasse und Züchtung bei Nietzsche (2000). Es el principal
autor del proyecto del Diccionario Nietzsche, en la Universdiad de Nijmegen
(Holanda).

Herman Siemens es Profesor de Filosofía en varias universidades de Holanda.


Profesor visitante ordinario en la Universidad de Ghent (Bélgica), en donde está
terminando una monografía sobre el concepto de agon en Nietzsche. Colabora
tamibén en el proyecto del Nietzsche Dictionary.

Paul van Tongeren es Profesor de Filosofía y Catedrático de Ética Filosó-


fica en la Universidad de Nijmegen (Holanda). Es autor de numerosos artículos y
libros sobre Nietzsche, entre ellos Die Moral von Nietzsches Moralkritik (1989),
y Reinterpreting modern culture. An introduction to Friedrich Nietzsche’s phi-
losophy (2000). Es el editor y director del proyecto del Diccionario Nietzsche.
– pvtongeren@phil.kun.nl

Manuel TORRES VIZCAYA es Doctor en Filosofía por la Universidad de Sa-


lamanca (Interpretación y comprensión en Nietzsche y Heidegger) y actualmente

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 271-273


colaboradores 273

es Profesor de Filosofía en el IES Val Miñor de Nigrán (Pontevedra). Su ámbito


de estudio es la hermenéutica contemporánea, a la luz de Nietzsche y Heidegger,
desde donde ha pretendido, entre otras cosas, una ‘reconstrucción’ de la ausencia de
Nietzsche en Ser y tiempo. Actualmente trabaja en una reflexión entre el Banquete
platónico y el pensamiento nietzscheano. Entre sus publicaciones destacan: «De-
rribar ídolos / derrotar quimeras. Los espesores de la crítica al logos en Nietzsche
y en el Heidegger de Sein und Zeit» (Pensamiento, 58/220, 2001, 91-121) y «Del
problema del conocimiento al conocimiento como problema. Una aproximación
entre Ser y tiempo y El nacimiento de la tragedia» (Estudios filosóficos, LII/150,
2003, 289-310). – mtvizcaya@edu.xunta.es

Vincenzo Vitiello es Profesor numerario de Filosofía Teorética en la Uni-


versidad de Salerno. Ha estudiado el idealismo clásico alemán, el pensamiento
de Nietzsche y Heidegger en relación con la filosofía griega y tradición cristiana.
Es autor de una teoría hermenéutica alternativa, la «topología». Entre sus pu-
blicaciones: Utopia del nichilismo. Tra Nietzsche e Heidegger (Napoli, 1983);
Ethos ed Eros in Hegel e Kant (Napoli, 1984); Topologia del moderno (Genova,
1992); Elogio dello spazio. Ermeneutica e topologia (Milano, 1994, trad. alemana
parcial, Freiburg-München, 1993); Cristianesimo senza redenzione (Roma-Bari
1995, trad. española, Madrid 1999); Non dividere il sì dal no. Tra filosofia e let-
teratura (Roma-Bari, 1996); La favola di Cadmo. La storia tra scienza e mito da
Blumenberg a Vico (Roma-Bari, 1998), Genealogía de la modernidad (Buenos
Aires 1998), Secularización y Nihilismo (Buenos Aires, 1999), Vico e la topologia
(Napoli, 2000), Il Dio possibile. Esperienze di cristianesimo (Roma, 2002); Hegel
in Italia. Dalla storia alla logica (Milano, 2003). Ha colaborado en el Annuario
filosofico europeo sulla religione, ed. por J. Derrida y G. Vattimo (Roma-Parigi,
1995-1996). – witiello@libero.it

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 271-273


resúmenes - abstracts 275

resúmenes – abstracts

Babich, Babette E.
«Música y palabras en Nietzsche: Sobre la cuestión de la ciencia, el estilo y la
música de la tragedia griega antigua»
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 11-36.
RESUMEN: Partiendo de un análisis de la condición póstuma de la obra
nietzscheana, el trabajo desentraña las características peculiares de su estilo, por
las que pensamiento y lenguaje se hallan imbricados de tal manera que cada obra
nietzscheana está construida calculando muy cuidadosamente los efectos que
puede producir en los diversos tipos de lectores. De aquí que el trabajo reexamine
también las distintas formas básicas de leer y considerar a Nietzsche, alejándose
de los dos extremos representados por la tendencia historicista dedicada a resaltar
las influencias en la obra nietzscheana, y por la tendencia retoricista que insiste en
considerar su obra como un puro juego metafórico. La autora encuentra la mejor vía
hermenéutica en la consideración que hace el mismo Nietzsche de cómo debemos
leer la tragedia griega antigua: ‘oyendo con nuestros ojos’, es decir, buscando
la música que hay detrás de las palabras. Palabras claves: estilo, música,
interpretación.
ABSTRACT: Starting of an analysis of the posthumous condition of the Nie-
tzsche work, the author figures out the peculiar characteristics of its style, for those
thought and language are imbricate in such a way that each Nietzsche work is built
calculating very carefully the effects that it can make on the various types of readers.
The paper also revisits the different basic forms to read and to consider Nietzsche,
moving away from the two ends represented by the historicist tendency –to stand
out the influences in the Nietzsche work–, and the rhetoricist tendency –considering
his work as a pure metaphoric game. The author finds the best hermeneutic road
in the consideration that makes the same Nietzsche of how we should read the old
Greek tragedy: «hearing with our eyes», that is to say, looking for the music that
there are behind the words. Keywords: style, music, interpretation.

Conill, Jesús
«La poetización nietzscheana del lenguaje y del pensamiento»
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 37-50.
RESUMEN: A partir de la genealogía del lenguaje y su carácter tropológico
(metafórico), mi propósito consiste primero en exponer ciertas aportaciones de la

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 275-279


276 resúmenes - abstracts

interpretación semiótica del pensamiento nietzscheano, que ha conducido hasta una


‘filosofía del signo’, pero sobre todo en mostrar que su sentido más profundo es el
hermenéutico y en defender que en el contexto nietzscheano lo decisivo radica en
un originario dinamismo poetizador del lenguaje y del pensamiento. Palabras
claves: genealogía, metáfora, signo.
ABSTRACT: From the genealogy of language and its tropological (metaphoric)
character in Nietzsche, my aim is first to explain some contributions of a semiotic
interpretation of the Nietzsche’s thought, that has lead even to a «philosophy of
sign», but over all to show that its most important sense is hermeneutical and to
defend that the original poetic dynamism of thought and language in Nietzsche is
decisive. Keywords: genealogy, metaphor, sign.

Flórez Domínguez, Cirilo


«Retórica, metáfora y concepto en Nietzsche»
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 51-67.
RESUMEN: El trabajo analiza la reivindicación de la retórica por parte de Ni-
etzsche; reivindicación que hace a partir de una teoría del lenguaje como obra de
arte. La interpretación nietzscheana del lenguaje como fabulación le va a permitir
a Nietzsche explicar la formación de conceptos a partir de la metáfora, lo que da
pie para relacionar a Nietzsche con algunas teorías actuales sobre los conceptos. A
partir de este análisis se estudia la interpretación nietzscheana del mito en relación
con la ‘forma de conocimiento’ que él propone. El artículo concluye con una ref-
erencia a la importancia de los cínicos para comprender el modo nietzscheano de
hacer filosofía. Palabras claves: metáfora, conocimiento, arte.
ABSTRACT: This article analyses Nietzsche’s postulation of rhetoric; pos-
tulation that he makes from a theory of language as a work of art. Nietzsche’s
interpretation of language as a myth (fable) allows him to explain the formation
of concepts from metaphors, which enables a link to be established between
Nietzsche and some current theories about concepts. From this analysis, the
article studies Nietzsche’s interpretation of the myth in relation to the ‘knowl-
edge system’ that he proposes. The article ends with a reference to the rel-
evance of cynicism order to understand Nietzsche’s way of making philosophy.
Keywords: metaphor, knowledge, art.

Lynch, Enrique
«La discriminación»
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 69-83.
RESUMEN: En una anotación de otoño de 1872 Nietzsche comenta que la
música es un lenguaje capaz de una discriminación infinita. El argumento de este
artículo se centra en el desarrollo de la idea de discriminación con relación a la
sensación (o la experiencia sensible en general), para hacer una serie de aproxima-
ciones a la fenomenología conciente de la sensación para después contrastar la idea
de conciencia resultante con las observaciones de Nietzsche en el §354 de La gaya

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 275-279


resúmenes - abstracts 277

ciencia y su posible relación con el modelo monádico expuesto por Leibniz en la


Monadología. Palabras claves: conciencia, lenguaje, discriminación.
ABSTRACT: In an annotation dated Autumn, 1872 Nietzsche suggests that
music should be focused as a language capable of infinite discrimination. This
article deals with the development of the idea of discrimination with regard to
sensation (and/or sensuous experience in general). A number of approaches to the
phenomenology of conscious sensation are made and thereafter these are examined
in contrast to the idea of consciousness resulting from §354 of The Gay Science
and, in the end, with regard to its possible connection with the monadic pattern
described by Leibniz in Monadology. Keywords: consciousness, language,
discrimination.

Rivero Weber, Paulina


«Nietzsche y la filosofía en México»
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 149-161.
RESUMEN: Detrás de la asimilación del pensamiento de Nietzsche en México
se encuentra una singular y significativa historia. En este artículo se analiza como
antecedente fundamental a ese momento, la situación cultural de México a finales del
siglo XIX, cuando Gabino Barreda implantó el sistema positivista para la educación
de la nación. Fue de la mano del pensamiento de Nietzsche que a principios del
siglo pasado, en 1907, Antonio Caso introdujo la filosofía de Nietzsche en México:
a partir de ese momento, Nietzsche ha tenido un papel fundamental en la cultura
de este país. Palabras claves: historia, influencia, crítica.
ABSTRACT: Behind the assimilation of Nietzsche’s philosophy lies a singu-
lar and meaningful story. This paper analyses the fundamental backgrounds of
the cultural situation of Mexico at the end of the nineteen century, when Gabino
Barreda introduced Comte’s philosophy in order to organized the national system
of education in Mexico. Later on, at the beginning of the twenty century, Antonio
Caso introduced Nietzsche’s philosophy to struggle against positivism; from that
moment on, Nietzsche has a fundamental role in Mexican culture. Keywords:
history, influence, scholarship.

Schank, Gerd - Siemens, Herman - Tongeren, Paul van


«Procesos semánticos en los textos filosóficos de Nietzsche y su función filosófica:
Algunos resultados de la investigación sobre el Diccionario-Nietzsche»
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 85-104.
RESUMEN: Este artículo presenta algunos resultados del proyecto del diccionario
de Nietzsche. Este proyecto consta de un grupo de investigación internacional y
tiene su sede en la Universidad de Nijmegen, en Holanda (ver Estudios Nietzsche
3, 2003, 207-214). El volumen I del diccionario aparecerá en breve. El uso de Ni-
etzsche del lenguaje pone de manifiesto una serie de rasgos que son característicos
para su proyecto filosófico. Esos incluyen procesos semánticos específicos o pro-
cedimientos para la constitución y transformación del significado, desde el uso de
diferentes ópticas, la transgresión de significados polarizados, a la transvaloración

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 275-279


278 resúmenes - abstracts

de términos y valores tradicionales. Un número de estos procesos son descritos


en este artículo con la ayuda de ejemplos tomados del diccionario. Palabras
claves: estilo, polisemia, términos.
ABSTRACT: This paper brings together some results from the Nietzsche-Wör-
terbuch project. This project consists of an international research group and is based
at the University of Nijmegen in The Netherlands (see Estudios Nietzsche, 3, 2003,
207-214). Volume I of the dictionary will appear shortly. Nietzsche’s use of language
exhibits a series of traits that are characteristic for his philosophical project. These
include specific semantic processes or procedures for the constitution and transfor-
mation of meanings, from the use of different optics, the trangression of polarised
meanings, to the Umwertung of traditional terms and values. A number of these
processes are described in the paper with the help of examples from the dictionary
work. Keywords: style, polysemy, words.

Torres Vizcaya, Manuel


«La ausencia presente de Nietzsche en Ser y tiempo. Proximidad entre el concepto
nietzscheano ‘interpretación’ y el heideggeriano ‘comprensión’»
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 163-178.
RESUMEN: Estableciendo como hilo conductor el concepto de interpretación
(Auslegung) en Nietzsche y comprensión (Verstehen) en Heidegger, se pretende
concluir que el concepto nietzscheano interpretación anticipa el heideggeriano com-
prensión. A una con ello se señala que la obra de 1927 repite y prolonga la crítica al
logos iniciada por Nietzsche y que ello se manifiesta característica­mente en la vin-
culación entre ambos conceptos. Se convierte así en tarea urgente la reconstrucción
de la ausencia de Nietzsche en Ser y tiempo. Palabras claves: interpretación,
comprensión, hermenéutica, conocimiento.
ABSTRACT: Using the concept of interpretation (Auslegung) in Nietzsche and
that of understanding (Verstehen) in Heidegger as thread, we intend to conclude that
Nietzsche’s concept of interpretation anticipates Heidegger’s one of understand-
ing. Besides we underline the fact that the work from 1927 repeats and expands
the criticism of logos started by Nietzsche which is characteristically evident in
the relationship between both concepts. The reconstruction of Nietzsche’s absence
from Time and Being thus becomes an urgent task. Keywords: interpretation,
understanding, hermeneutic, knowledge.

Vitiello, Vincenzo
«“En lucha con el lenguaje”. De Wittgenstein a Nietzsche»
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 105-136.
RESUMEN: El autor aborda la tarea de demostrar que, a pesar de tantas
reivindicaciones, la filosofía del siglo XX no se atrevió a llevar a cabo aquello
que hicieron las artes con el lenguaje, es decir, no terminó de tomarse en serio la
cuestión del lenguaje. Analiza esto en el ejemplo paradigmático de uno de sus más
conspicuos representantes, Wittgenstein. Por contra, esta carencia e incongruencia
Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 275-279
resúmenes - abstracts 279

sí las hallamos superadas, aunque con ciertas aporías, en Nietzsche: el único que
puede servir por tanto, hoy en día, para llevar a cabo esa revolución del lenguaje
que las artes ya iniciaron hace ahora casi un siglo. PALABRAS CLAVES: lenguaje,
imagen, música.
ABSTRACT: The author approaches the task of demonstrating that, in spite of
so many claiming, the philosophy of the XX century didn’t dare to carry out what
the arts made with the language, that is to say, it didn’t finish taking seriously the
question of the language. He analyzes this in the paradigmatic example of one of
their most conspicuous representatives, Wittgenstein. On the contrary, this lack
and incongruity we find overcome, although with certain paradoxes, in Nietzsche:
the only philosopher that can serve therefore today to carry out that revolution of
the language that the arts already made now almost one century. KEYWORDS:
language, image, music.

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 275-279


sumarios de números anteriores 281

NÚMEROS ANTERIORES
SUMARIOS

Estudios Nietzsche nº 1 (2001)


Presentación

ESTUDIOS
Remedios Ávila Crespo
De la muerte de Dios al superhombre. El sufrimiento y la risa en el «Zaratustra» de
Nietzsche
Giuliano Campioni
«Todo enfermo es un canalla...»: Enfermedad y espíritu libre en las cartas de Nietzsche
de 1875 a 1879
Jesús Conill
Nietzsche y Ortega
Mónica B. Cragnolini
Para una ‘melancología’ de la alteridad: Diseminaciones derridianas en el pensamiento
nietzscheano
Johann Figl
Edición de los escritos de juventud de Nietzsche. Las primeras notas de los fragmentos
póstumos del filósofo. Un informe sobre su investigación
Marco Parmeggiani
¿Para qué filología? Significación filosófica de la edición Colli-Montinari de la obra
de Nietzsche
Lizbeth Sagols
La Gran política y el don a la Humanidad
Diego Sánchez Meca
El adversario interior
Luis E. de Santiago Guervós
La risa y el
‘consuelo intramundano’: El arte de trascenderse y superarse en Nietzsche
Eugenio Trías
Un inmenso filósofo platónico
Juan Luis Vermal
¿Quién es el Nietzsche de Heidegger?

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Novedades bibliográficas
Nietzsche: Cosecha del centenario
Revistas: Números monográficos sobre Nietzsche

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 281-284


282 sumarios de números anteriores

La Weimarer Nietzsche-Bibliographie
Selección bibliográfica temática: El problema del conocimiento en Nietzsche

NOTICIAS
Centenario de la muerte de Nietzsche
Informe sobre el Coloquio de Niza: proyecto del HyperNietzsche
La Sociedad Española de Estudios sobre F. Nietzsche‘(SEDEN)
La nueva Sociedad Iberoamericana Nietzsche

Estudios Nietzsche nº 2 (2002)


Presentación

Nietzsche y la música
La estética musical formalista de «Humano demasiado humano»
Éric Dufour
Música absoluta y ‘Wort-Ton-Drama’ en el pensamiento de Nietzsche
Enrico Fubini
Nietzsche y Brahms
Joan B. Llinares
Música de hoy para un pensar por venir. Nietzsche y la música del último siglo: una
aproximación
José Luis López López
Nietzsche: esculpiendo los sonidos de la aurora
Carmen Pardo Salgado
El anillo roto
Miguel Ángel Ramos
La musa de Nietzsche
Paulina Rivero Weber
Informe bibliográfico sobre «Nietzsche y la música»

Estudios libres
Nietzsche: la obra hecha y la obra todavía por hacer
Scarlett Marton
Nietzsche y la escritura
José Luis Puertas
La soledad enamorada
María Zambrano

información bibliográfica
Novedades bibliográficas
Revistas sobre Nietzsche
Conclusión de la Weimarer Nietzsche-Bibliographie 1867-1998

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 281-284


sumarios de números anteriores 283

Nueva edición de los manuscritos


Nueva edición Gallimard

noticias
Agon Grupo de Estudios Nietzscheanos
Curso «De la ciudad, los poetas, los dioses: el otro Nietzsche»
Nueva grabación de las composiciones musicales de Nietzsche
Centro Interdepartamental «Colli-Montinari»

Estudios Nietzsche nº 3 (2003)


Presentación

Nietzsche y Schopenhauer
Voluntad de vivir o voluntad de poder: Un episodio del debate de Nietzsche con Scho-
penhauer (1885-1889)
Sandro Barbera
Contra Kant y Schopenhauer. La afirmación nietzscheana
Éric Blondel
El concepto de ilusión en Schopenhauer y Nietzsche
Marco Parmeggiani
Del cuerpo al mundo. Una línea de continuidad de Schopenhauer a Nietzsche
Mariano Rodríguez González
La moral de la compasión y la genealogía necesaria
Encarnación Ruiz Callejón
Informe bibliográfico
Luis E. De Santiago Guervós

ESTUDIOS LIBRES
El drama de Zaratustra
Hans-Georg Gadamer
El Nietzsche de Zambrano
María Luisa Maillard
Los frágiles cimientos del presente. La genealogía nietzscheana y la verdad de la
historia
José Manuel Romero Cuevas

información bibliográfica
Novedades bibliográficas
Revistas monográficas sobre Nietzsche
Biblioteca personal de Nietzsche
Nuevo comentario crítico al epistolario
Nuevo comentario crítico a las obras

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 281-284


284 sumarios de números anteriores

noticias
Actualidad y recepción de la filosofía de Nietzsche en Brasil
Proyecto de edición íntegra en español de los fragmentos póstumos
Diccionario sobre Nietzsche

Estudios Nietzsche, 4 (2004), ISSN: 1578-6676, pp. 281-284


sumarios de números anteriores 285

Próximos Números

nº 5, 2005: Nietzsche y el Romanticismo


nº 6, 2006: Nietzsche y el Cristianismo
nº 7, 2007: Nietzsche y Wagner

www.estudiosnietzsche.org
lesantiago@uma.es

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