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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 2018, PRIMER CUATRIMESTRE

TEÓRICO UNIDAD 2 (VERÓNICA TOZZI)


Es imposible sobreestimar el alcance al cual nuestras formas comunes de hablar acerca
del mundo son históricas. Ello se muestra en el inmenso número de términos de nuestro
lenguaje cuya correcta aplicación presupone el modo histórico de pensamiento
Danto, 1967

Sólo podemos hablar verdadera y significativamente de un acontecimiento pasado después y tal vez
mucho después de que sucedió.
Danto, 1967

II La especificidad del conocimiento histórico.

En el presente módulo nos adentraremos en otro tipo de consideraciones acerca de la


supuesta peculiaridad de la historia, consideraciones que, desafortunadamente, tienen
como consecuencia el escepticismo acerca de la posibilidad de conocer el pasado. Voy a
seguir en esta reconstrucción al filósofo analítico de la historia Arthur Danto, quien en su
ya citado Analytical Philosophy of History, revisita tres argumentos escépticos acerca de
la posibilidad de hacer afirmaciones verdaderas acerca del pasado con el objeto de
desarmar su fuerza persuasiva. Concretamente, es posible encontrar en la literatura
filosófica, ejemplos de un escepticismo total hacia la posibilidad de afirmar tanto la
proposición p como su contradictoria –p si llegara a ser el caso de que dichas
afirmaciones estén hechas en tiempo pasado. El punto es que no es posible afirmar
verdaderamente p ni –p y tampoco ofrecer una justificación de ellas, cuando están
expresadas en pasado. Ahora hay tres caminos que llevan a esta conclusión y veremos
cada uno en detalle.

a. i. EXPANSIONISMO ESCEPTICO: PRIMER ARGUMENTO VERSIÓN


VERIFICACIONISTA. El primer argumento sostiene que estrictamente hablando los
enunciados históricos, como “ayer hubo un accidente en la Ruta 8” y “ayer no hubo un
accidente en la Ruta 8” carecen de significado, por tanto, la cuestión acerca de si dichos
enunciados son verdaderos o falsos no se puede siquiera plantear, dado que sólo se
puede predicar verdad o falsedad de proposiciones significativas. La premisa de este
argumento presupone la previa adopción del famoso principio “verificacionista” del
significado, sostenido por algunos de los filósofos positivistas del Círculo de Viena.
Según dicho principio, sólo tienen significado aquellas proposiciones que describen
nuestras experiencias, de manera que su verdad o falsedad dependerá de su
correspondencia o no con dichas experiencias. Dado que por principio no podemos tener
experiencia del pasado sino solo del presente, entonces, los enunciados del pasado no
tienen significado, no son verificables, no refieren a eventos pasados. El esquema del
argumento es el siguiente: si la verdad tiene que ver con la verificación, si la verificación
remite a la experiencia presente, si no hay experiencia del pasado, por tanto, no hay
enunciados verdaderos acerca del pasado. Como dijimos hace un momento, este
argumento depende fuertemente de la aceptación del principio verificacionista del
significado, algo que pocos estarán dispuestos a hacer. Incluso filósofos clásicos de la
ciencia como Carl Hempel y Carl Popper, dedicaron varios trabajos a mostrar su
inaceptabilidad. Como ha señalado éste último, no ser verificable no puede ser un
criterio de significatividad, pues es perfectamente posible comprender el significado de
las afirmaciones metafísicas, justamente como afirmaciones no verificables
empíricamente. No obstante, es pertinente en este punto preguntarse por qué Danto, en
1965, ve como necesario desechar el verificacionismo, ya suficientemente discutido y
abandonado por el positivismo sofisticado. Como veremos en el resto del capítulo y,
como puede constatar todo aquel que se involucre en la lectura de toda la obra de
Danto, la preocupación del filósofo por la necesidad de evitar cualquier duda acerca de
la referencialidad del lenguaje histórico a la realidad pasada. La duda acerca de que el
lenguaje histórico refiere a la realidad pasada arriesga la posibilidad de todas nuestras
prácticas cognitivas. Esto se verá más claramente en los siguientes apartados.

a. ii. EXPANSIONISMO ESCEPTICO: PRIMER ARGUMENTO VERSIÓN


PRAGMATISTA. Hay una versión más moderada y más interesante de este argumento,
la versión pragmatista, según la cual el significado de una oración empírica es su modo
de verificación, esto es, el modo de buscar evidencia o apoyo “para el evento” en lugar
de experimentar el evento directamente. En el caso del enunciado histórico esto
involucra buscar evidencia histórica (huellas, rastros). Lo interesante de esta
consideración es que de acuerdo con ella, los enunciados históricos serían más bien
vistos no como afirmaciones acerca de sucesos pasados sino como predicciones acerca
de los procedimientos de investigación y sus resultados. Por ejemplo, el enunciado ayer
hubo un accidente en la Ruta 8, no sería acerca de ayer y un accidente, sino acerca de
marcas en el asfalto, etc. que nos darían indicios del evento.
¿Cuál es el problema aquí? que tales procedimientos de detección tendrán lugar después
de la enunciación de las afirmaciones históricas por parte del historiador, en su futuro,
su significado remite al futuro no al pasado, por tanto son incapaces de hacer
afirmaciones significativas acerca del pasado. En definitiva, los enunciados históricos son
predicciones encubiertas, y lo que predicen es la evidencia relevante.

PRIMER SITIO A LA CIUDAD ESCÉPTICA. Rápidamente Danto ataca estos


argumentos desnudando un mismo trasfondo positivista: el conocimiento certero del
mundo es aquel al que accedemos a través de experiencia directa en tiempo presente.
Ahora bien, el desmantelamiento del escepticismo presentista lo encontramos en su
escrito “Oraciones narrativas” (octavo capítulo de Analytical Philosophy of History). En
dicho trabajo, Danto formula un argumento en contra de la creencia en un cronista ideal
(autor de una crónica ideal) como modelo a emular por el historiador. La introducción
del cronista ideal tiene como objetivo analizar la creencia común en un pasado
determinado y un futuro indeterminado. El cronista ideal sería aquel que registra todo lo
que sucede en el momento en que sucede “… pues conoce lo que ocurre cuando ocurre,
aún en otras mentes. [y] tiene el don de la transcripción instántanea…”(p. 149) Danto
demuestra que a pesar de estas “atractivas” habilidades el cronista ideal no puede
realizar (registrar) lo verdaderamente interesante de la tarea del historiador, estos es:
describir los acontecimientos históricos en tanto históricos, pues, si se me permite la
reiteración, lo “histórico” sólo puede ser conocido después del acontecimiento. En otras
palabras, hay un tipo de oraciones que le están vedadas al cronista ideal y que son las
oraciones propias del escrito histórico: oraciones narrativas, éstas

[…] refieren al menos a dos eventos separados aunque sólo describen (y


sólo son acerca de) el primer evento al que refieren. Comúnmente se expresan en
tiempo pasado, e indudablemente resultará raro —por razones que quiero
considerar aquí— expresarlas en cualquier otro tiempo verbal.(p. 143)
Como ilustración parroquial de su intuición, debemos aceptar la incapacidad el 3 de
junio de 1770 de que alguien haya afirmado con verdad acerca de Manuel Belgrano:
“hoy en Buenos Aires está naciendo el creador de la bandera.” La tesis sostenida no es
simplemente que no hay obstáculos en saber lo que ocurrió en el pasado desde el
presente, sino que alcanzamos un conocimiento del pasado, es decir, la posibilidad de
hacer afirmaciones verdaderas acerca de él, sólo después y a veces mucho después de
la ocurrencia de los sucesos.

Contrariamente a lo sostenido por el escéptico verificacionista y el pragmatista, el


significado de las oraciones narrativas refiere a un evento anterior (pasado) al de su
proferencia. La caracterización danteana de las oraciones narrativas tiene dos
consecuencias:
1, es un argumento contra el cronista o testigo ideal, en tanto prototipo positivista
del ideal de historiador objetivo: aquel que registra los acontecimientos a medida que
suceden y tal cual suceden sin otra ayuda que su presencia en la coordenada
espaciotemporal de ocurrencia de los sucesos. Por el contrario, el historiador escribe con
la ventaja de poseer el conocimiento de los eventos posteriores al suceso en cuestión y
la posibilidad de seleccionar ciertas líneas temporales y desestimar otras de acuerdo con
los intereses teóricos de su presente. La prohibición de formular con verdad oraciones
narrativas por parte del cronista ideal tiene consecuencias, según Danto, para la
intuición común de que el pasado es determinado de una vez y para siempre, pues si las
oraciones narrativas sólo pueden describirse luego de la ocurrencia del acontecimiento
habrá en principio infinitas (todas las que dé el tiempo) oraciones narrativas acerca del
acontecimiento. Por ejemplo, el suceso descrito por la expresión no narrativa (permitida
al cronista ideal) “hoy, día de navidad de 1642, está naciendo un bebé en Woolethorpe”,
puede ser sucesivamente “redescrito” por el historiador y no por el cronista ideal como
“El autor de los Principia nació en Woolethorpe”, y todas las que el historiador, a la luz
de su conocimiento de sucesos posteriores, quiera formular. De este modo, si bien
puede “creerse” que el pasado en tanto suceso, está determinado de una vez y para
siempre, la historia del pasado es indeterminada, y por lo tanto, en este respecto,
similar al futuro. Pues para Danto, cualquier organización del pasado en estructuras
temporales diacrónicas o sincrónicas, no se reduce al establecimiento de una magra
conexión, sino que en ella interviene la categoría de significación. No sólo se busca
establecer relaciones temporales o causales o del tipo que sean entre los sucesos, sino
relaciones significativas, esto es, que respondan a las preguntas e intereses cognitivos
de alguna comunidad de historiadores en particular. Por otra parte, con la exigencia de
producir la unidad narrativa, Danto traslada esta misma necesidad de significación a la
narrativa histórica, para dar cuenta de su función explicativa, función que cumple más
allá de la verdad de sus oraciones componentes. “La organización narrativa es algo que
nosotros hacemos. No sólo eso, sino que la imposición de una organización narrativa
lógicamente nos involucra con un inexpugnable factor subjetivo.”(op. cit. p. 142)
Por tanto la unidad narrativa es inspirada en la propia elección temática del historiador y
no en su correspondencia con todos los registros. Por todo ello, podemos afirmar que
Danto no sostiene que el criterio para la aceptación o rechazo de las narrativas como
totalidades sea la verdad por correspondencia de dicha totalidad.
2, es un argumento contra la legitimidad de las historias proféticas, aquellas que
pretenden ofrecer la visión de una dirección del relato histórico, esto es, no es posible
predecir cómo serán los relatos del futuro. En otras palabras, no nos es posible avizorar
cuáles serán los relatos verdaderos a contar por los historiadores del futuro, pues, si
pudiéramos, ya los estaríamos contando y resultarían falsos si los hechos no sucedieran
a la manera de nuestro relato, o podrían no suceder si llegaran a ser del conocimiento
de nuestros congéneres del futuro. En suma
Es una marca de las descripciones narrativas que para saber si es verdadera al
momento en que tiene lugar el evento anterior al que refiere, se debería tener una
visión profética. Hay problemas en conocer el pasado, por supuesto, pero no es
necesario ningún milagro cognitivo como en el caso del conocimiento del futuro.1

SEGUNDO SITIO A LA CIUDAD ESCÉPTICA. Para salir de la encrucijada de estas


dos versiones de escepticismo presentista sugiero adentrarnos en el casi nada visitado
“Historical Language and Historical Reality”,2 en el que Danto propone distinguir dos
formas en que el lenguaje se relaciona con el mundo:
-como parte-todo, esto es, perteneciendo al inventario de la realidad, capaz de
sostener relaciones causales
-como externo a la realidad en su totalidad, en su función representativa capaz de
sostener valores semánticos (verdadero y falso)
Hay un dentro y fuera del lenguaje: cuadros, mapas, conceptos, ideas, arte –del mismo
modo que el lenguaje- tienen esta doble relación con el mundo.3 Danto admite como
posible imaginar una representación completa de la realidad que incluya al lenguaje
mismo como objeto, pero advierte, ella no sería una representación filosófica dado que
la filosofía no es una ciencia, su función no es contribuir al contenido del mapa –no
sostiene valores semánticos- sino ocuparse de ese espacio metafórico que no pertenece
ni al lenguaje ni a la realidad: el interespacio no aparece en el mapa. Es tiempo de
estudiar como funciona esta distinción para una consideración no escéptica de ese tipo
de lenguaje poblado de un tipo de oraciones que se proponen cuando afirmadas
describir un evento anterior a su proferencia o inscripción. Lo reconocemos y lo
denominamos como “lenguaje histórico” y se caracteriza por cumplir seis condiciones:

A. no distinción entre oraciones históricas y creencias históricas. …no hay creencia que
no sea la creencia de que algo es el caso y lo que uno cree que es el caso es mapeado
con oraciones.

B. cualquiera sea su tiempo, implica como una Condición de verdad, una oración en
tiempo pasado. Johnson es ex-presidente, implica que Johnson fue presidente. George
Sand publicará su tercera novela, implica que ha escrito al menos dos.

C. satisfacción de su condición de verdad implica la ocurrencia de algún evento anterior


a su proferencia puede considerarse como una regla para el significado de la oración
histórica, ello no quiere decir que discrimine entre oraciones históricas falsas o
verdaderas (dado que es una condición lógica)

1Danto, 2001, p. 7
2En Danto, 1985
3 Convención de por medio, cualquier objeto del mundo es susceptible de representación
verdadera, esto es, de ser expresado por una lingüística descriptiva, (Véase, ibid, p. 306)
D. en tanto concepto analítico, las oraciones históricas están en la historia, si ellas son
verdaderas, están en relaciones históricas definidas con los eventos que describen. No
obstante, en su intento de describir el pasado, las oraciones históricas son externas al
pasado y pretenden ser verdaderas. Por tanto, que las oraciones históricas admitan
conexiones temporales y veritativas con los eventos que describen es síntoma de que las
oraciones históricas están dentro y fuera de la realidad que describen, y es por ellos que
su semántica combinada genera problemas en filosofía de la historia.

E. Así s en tanto oración histórica se usa a sí misma como un punto de referencia para
indicar la relación temporal entre ella misma y el evento al que refiere. Si por un
momento no atendemos a la relación temporal entre la descripción y el evento, el deixis
temporal no penetra los eventos a los que se dirige, y el orden temporal entre mi
oración y el evento que lo satisface es irrelevante para su verdad. “Borges escribió
Ficciones” es una verdad histórica. Suprimida la referencia temporal, la oración puede
contar como intemporal. Por el contrario, hay otro tipo de información temporal que sí
pertenece al significado más que a la referencia: que la proeza tomo tres años, la
carrera me llevó toda mi juventud, pero esto sería tiempo en, no tiempo del evento
relativo a la oración que la hace verdadera.

F. Todo lo que se sigue es que la paseidad del pasado no es algo esencial al pasado. Así
podríamos en principio dar una descripción completa del pasado –una descripción
verdadera- que no sería enriquecida en absoluto por decir que lo que ha sido descrito
fue pasado. Todo lo que se agregaría sería información acerca de la relación temporal
entre oraciones y referenda, sus relaciones con las oraciones con las cuales los
describimos no son parte de los eventos descritos. 315

Retomemos, entonces toda la argumentación:


Recordemos en primer lugar el argumento escéptico versión pragmatista de que la
oración en tiempo pasado no refiere a un evento del pasado sino una predicción
encubierta.
Recordemos en segundo lugar su propuesta de diferenciar
-Lenguaje se relaciona con el mundo como parte-todo, pertenece al inventario de la
realidad
-Lenguaje está en una relación externa con la realidad en su totalidad, en su función
representativa, en su capacidad de sostener valores semánticos
Ello nos permite lanzar la hipótesis de que todo el argumento de “Lenguaje y Realidad
Histórica” se puede ver como una refutación de este argumento escéptico. “Ser
histórica” no agrega ninguna información extra acerca del evento (pertenece a lo que
aisló como lenguaje en su relación con el mundo como parte-todo), no agrega
información en torno a la relación descriptiva externa del lenguaje y la realidad (externa
con la realidad en su totalidad, en su función representativa,), solo agrega información
en torno a la relación entre el lenguaje y el evento pero en términos del lenguaje como
un hecho del mundo. Cuando restauro el factor referencial, cuando comunico que la
información es histórica, no doy más información histórica, no doy una porción extra de
verdad, su ser histórica es solo una manera complicada de expresar una de las formas
en que se relaciona con su descripción (histórico: predicado semántico como
verdadero). “Borges escribió Ficciones” para mostrar que la relación temporal (indicada
por el tiempo verbal de mi proferencia) no agrega nada al evento de Borges escribió
Ficciones, es decir no agrega nada a la relación externa descriptiva representativa entre
la oración y el evento. Sólo dice que la proferencia es posterior al evento,
…oraciones históricas: tokens parcialmente reflexivos: simultáneamente usados y
mencionados, para describir un evento que es pasado, relativo al tiempo de la oración,
que así es mencionada como un punto de orientación temporal. Este análisis funciona
mejor para oraciones verdaderas, en tanto que hay realmente un evento anterior al
tiempo que la oración que también verdaderamente lo describe. Si la oración es falsa no
hay ningún evento relativo con el cual la oración descriptiva pueda estar en alguna
relación temporal y esto es marcadamente así cuando lo que fracasa es la referencia y
no la predicación. Ejemplo: La batalla de Waterloo fue en Ohio, refiere a una batalla
aunque mal localizada. La batalla de Baffinland, no refiere y es degeneradamente
falsa.(p. 324)

En esto, podemos concluir, reside la crítica al verificacionismo, su mala comprensión del


significado. Lo que hace verdadera a una oración no resulta perturbado ni lo hace
condicionado por el momento en que dicha oración es proferida.

b. EXPANSIONISMO ESCÉPTICO: SEGUNDO ARGUMENTO Y REFUTACIÓN


danteana. El segundo argumento escéptico es de carácter metafísico y extremo, pues
arroja dudas acerca de la existencia misma del pasado, esto es, admite la posibilidad de
que quizá no haya nada acerca de lo cual los enunciados históricos refieran. Pensemos
lo siguiente: es lógicamente posible que el mundo tal cual lo conocemos, incluso con
nuestros recuerdos y fragmentos que asumimos como evidencia de tiempos remotos,
haya sido creado apenas hace 5 minutos -una aplicación más del problema de los
indiscernibles. En este caso, enunciados tales como Julio César cruzó el Rubicón, o mi
madre nació en 1937 carecen de referencia, nuevamente, o todos los enunciados son
falsos o el problema de su verdad no podría suscitarse.
- En un sentido, como ustedes ya habrán notado, el argumento no es estrictamente
general dado que aquellos enunciados que hablen de los 5 pasados minutos no resultan
afectados. Pero, ¿de qué les sirve a los historiadores exceptuar de inexistencia este
breve lapso temporal?
-En otro sentido sin embargo, el argumento no requiere de hecho que el mundo
comience 5 minutos atrás, sino sólo concebir la posibilidad de que haya comenzado 5
minutos atrás. Podría o no haber comenzado hace 5 minutos, podemos o no tener éxito
en hablar con verdad acerca del pasado, pero desgraciadamente por este argumento, si
comenzó o no, si tenemos éxito o no en decir cosas verdaderas acerca del pasado, no lo
podremos saber, pues, y este es el punto álgido, toda la evidencia es compatible con
cualquiera de las dos posibilidades. Siempre, a cada instante, no estaremos seguros si
comenzó o no hace 5 minutos, nunca podremos, en cada instante, ir más allá de los 5
minutos. Ahora bien, si este argumento es indestructible su alcance es tan general que
ya no sería un problema del conocimiento histórico sino de todo conocimiento, al punto
que debemos decir con Danto, que no podemos dudar de la historia sin poner en peligro
todas nuestras creencias.
Hay un sentido muy trivial en que sólo el presente existe, dado que sólo está presente el
presente y el pasado ya no. Sin embargo, cualquiera de nosotros sería reacio a aceptar
que nuestra referencia al presente se limite al instante presente. Un extremista que
despoje de especiosidad, extensión, duración al presente, sostendría un escepticismo
instantáneo, sustraer duración a las cosas es negarles existencia. Ser una cosa requiere
duración (cuánto es un problema empírico), todo nuestro lenguaje supone duración,
ganar una carrera supone correrla, por tanto, la caída en el escepticismo acerca de todo
aquello que desborde del instante presente, atañe no sólo a la historia sino a todo
nuestro conocimiento. Escepticismo instantáneo es un recuerdo del acápite de mi libro.
De este modo, seguimos avanzando en contra de las embestidas escépticas basadas en
la supuesta especificidad de la historia, dado que en lugar de creernos con el escéptico
que nuestra adhesión al presente nos conmina a distorsionar el pasado –el presente
como una especie de lentes coloreados que colorean todo lo que vemos incluso el
pasado, son las expresiones históricas las que dan significado a nuestro presente
(colorean) nos hacen posible hablar de él. Es el pasado, en todo caso, el que distorsiona
el presente, y desde este reconocimiento de la imposibilidad del escepticismo histórico
sobre la base del carácter constitutivo del presente por el pasado.
En otras palabras, siguiendo la conjetura de Russell, dos objetos que satisfagan
descripciones en términos de cerámica incaica, esto es, materialmente indiscernibles,
esto es, ambos satisfacen, desde el punto de vista material, la oración narrativa que
remite al evento pasado imperio incaico. No obstante uno es genuino y otro una
reproducción.
Si eliminamos las descripciones históricas de nuestro lenguaje ciertos objetos del mundo
como las CERÁMICAS INDÍGENAS del museo y las reproducciones que adornan mi
casa serían indiscernibles.
Si restauramos las descripciones históricas al lenguaje, resultarían diferentes objetos,
uno CERÁMICA INCAICA el otro una reproducción, aunque ninguna de estas
diferencias se manifestara al ojo antropológicamente educado.

Notemos el grado al cual nuestras creencias acerca del pasado penetran el lenguaje que
usamos aún para describir objetos contemporáneos con aquellas descripciones: el así
llamado “mundo presente”. La conjetura de Russell es incompatible con cualquier
enunciado histórico ordinario aplicado al mundo presente, si por un loco instante
creemos que la conjetura es verdadera, todos los enunciados históricos se harían falsos
y todos los sectores del lenguaje quedarían fuera de juego, y perderíamos interés en
ellos, desde el punto de vista histórico, sean nuestras creencias verdaderas o falsas.
Quisiera adelantar en este punto que la argumentación de Danto propuesta en su
“Historical Language, and Historical Reality” me resulta una de los mejores intentos de
refutación contra cierto presentismo que trasvasa al narrativismo antirrealista, una
fineza argumental que ninguno de los críticos posteriores de Mink y White ha podido
siquiera arrimar.

c. EXPANSIONISMO ESCEPTICO: TERCER ARGUMENTO EL RELATIVISMO. El


tercer argumento en torno a las especificidades del conocimiento histórico que serían un
obstáculo se refiere a las supuestas consecuencias escépticas que se pretenden extraer
del relativismo histórico. Una forma de reconstruirlo sería la siguiente:
Los historiadores tienen ciertos intereses, motivos o sentimientos –personales o
compartidos- para hacer ciertas afirmaciones acerca del pasado en lugar de otras. Esta
selectividad induce a enfatizar o soslayar ciertos aspectos lo cual nos trae los siguientes
problemas. Por un lado, existe el peligro de que ni siquiera sea conciente de haber
soslayado o enfatizado y por tanto distorsionado o parcializado su idea del pasado.
Segundo, aún cuando advirtiera su “distorsión”, ello no sería evitable, dado que, y esto
es fundamental, no podemos ni nosotros ni los historiadores despojarnos de nuestros
sentimientos, intereses, motivos, dado que si pudiéramos no seríamos humanos.
Ahora bien, la fuerza del argumento depende de que haya dos tipos de enunciados:
distorsionados y no distorsionados y que haya un criterio para distinguirlos, y aquellos
que lo sostienen, creen encontrar esos enunciados en la ciencia y creen que los
enunciados de la ciencia natural pueden evitar la distorsión dado que esta disciplina se
supone que es posible que los científicos tienen métodos para despojarse de intereses y
preferencias particulares.
Sin embargo, como señalará Danto, el argumento prosigue: la propia consideración
acerca de los criterios de distinción entre afirmaciones objetivas y distorsionadas, es
relativa a un contexto histórico específico.
En suma: el relativismo histórico sería una forma de escepticismo pero se distingue del
primer tipo, porque admite que hay afirmaciones acerca del pasado, y del segundo,
porque no duda de la existencia del pasado al que hacen referencia tales afirmaciones.
La cuestión aquí remite a la inevitabilidad de hacer afirmaciones históricas
distorsionadoras.

Es momento entonces de desentrañar en qué sentido los historiadores con sus


afirmaciones distorsionan el pasado. Vamos a discriminar dos sentidos posibles:

Primero, inevitablemente nuestras afirmaciones acerca del pasado distorsionan porque


directamente no tenemos experiencia de él, sólo experimentamos el presente, nosotros
no vemos el pasado sino solo lo que está presente ante nosotros: restos, documentos,
etc, por tanto, ver una figura humana de mármol con el David de Miguel Ángel (una
escultura del siglo XV, es una suposición, una interpretación, ¿cómo puede justificarse?
¿Cómo podemos avanzar de nuestra experiencia presente del registro histórico a la
afirmación de algo acerca del pasado tal cual fue? Porque ver algo como registro del
pasado es ya haber hecho ese movimiento. Para poder desenredar la trama, debemos
analizar cómo se construyen en el lenguaje las dimensiones temporales. El concepto de
pasado se construye con el de recordable, pero el de recordar ya supone el pasado en
su significado es un término past refering, y el concepto de presente se construye con el
de experiencia, por tanto es analítico que sólo podemos tener experiencia directa del
presente. La duda de pasar del registro al pasado, proviene de haber identificado el
conocimiento con la experiencia y de allí reducir el conocimiento al presente. Pero, en
este punto hagamos el siguiente experimento mental: si efectivamente no tenemos
conocimiento del pasado, ¿podríamos igualmente experimentar el mundo tal como lo
hacemos? De hecho siempre estamos experimentando el mundo, viendo la Plaza de
Mayo, las ruinas jesuíticas, el Coliseo, mi marido, mi hijo, mi maestra de primer grado,
gracias a un contexto causal y lógicamente conectado con objetos y eventos pasados, y
por tanto con referencia a objetos y eventos que no pueden experimentarse en el
tiempo cuando estamos experimentando el presente. Debemos entonces replantear la
cuestión, ¿cómo siquiera podríamos experimentar el presente sino conociéramos el
pasado? es un error pensar que nuestra experiencia del presente distorsiona nuestros
enunciados acerca del pasado, si somos consecuentes, deberíamos admitir cuanto los
factores pasados tienden a distorsionar nuestra experiencia del presente.
2. Nuestras afirmaciones distorsionan porque la disciplina esta inherentemente sesgada
por compromisos valorativos y estéticos del historiador, un problema aparentemente
ausente de la ciencia. El aparente particular problema de la historia es que los
historiadores en su investigación y afirmación no sólo presuponen hipótesis y teorías, o
adoptan valoraciones sino que además sostienen, no necesariamente de modo
sistemático y argumentado, concepciones metafísicas acerca de la naturaleza humana,
del cambio, de la relación entre eventos y conductas, acerca de lo que es normal,
razonable e incluso, bueno o correcto en el comportamiento humano, presuposiciones
todas que no son dirimibles por medio de la evidencia.
El argumento hacia el relativismo histórico por los presupuestos valorativos discurre así:
Ciertas consideraciones históricas fácticas acerca de los sucesos del pasado son posibles
relativas a una serie de preconceptos y cualquier otra consideración, inconsistente con
dichas presuposiciones, será rechazada.
Puede haber y de hecho hay y ha habido diferentes series de presuposiciones de modo
que una consideración A es relativamente posible para una serie de presuposiciones P y
relativamente imposible para otra serie P´.
Si A es relativamente imposible para P´, no puede haber evidencia favorable a A
contraria a P´, dado que la admisión de evidencia también es relativa a las
presuposiciones.
-Pero aquí nos encontramos con el siguiente resultado, no podemos hablar de un
genuino desacuerdo cuando hay fundamento común que permita apreciar una
contradicción que haga o una u otra de las dicotomías aceptable. Si comparte
presupuesto, no desacuerdo
-Si nosotros retrotraemos y relativizamos aserciones conflictivas a la diferencia en sus
presupuestos y, podemos seguir, retrotrayendo y relativizando las diferencias en los
presupuestos a diferencias de criterios de evaluación y aceptación de los presupuestos,
no habría genuino desacuerdo, o como diría Thomas Kuhn hay inconmensurabilidad,
pero si aceptamos este argumento, y admitimos QUE las diferencias en los criterios son
de carácter último, cuanto más podemos avanzar y concluir de esto en una actitud
escéptica respecto de la historia. Es decir, del relativismo al escepticismo, “ly110)

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