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Bajo Imperio:
Diocleciano (284) y Constantino reestructuran el Imperio para proteger el poder
central del poder acumulado por algunos gobernadores provinciales. Multiplicó el
número de provincias, separó el poder civil del poder militar. Los gobernadores
fueron clasificados en categorías jerárquicas según los puestos y sometidos a un
estricto control interno y externo.
Diocleciano dividió el Imperio en dos partes independientes: el Imperio de
Occidente y el Imperio de Oriente, cada una de estas dos zonas fue dividida
en otras dos zonas que recibieron el nombre de prefecturas (Italia y Las Galias
fueron las prefecturas de Occidente), que se dividieron a su vez en varias
Diócesis. España pasó a ser una de las tres Diócesis (Diócesis
Hispaniarum) en las que se dividió la Prefectura de Las Galias. Desapareció
así la antigua clasificación de las provincias senatoriales e imperiales.
La Diócesis de las Españas quedó dividida en 7 provincias, cinco de ellas
peninsulares: La Tarraconense, la Bética, la Lusitania, la Cartaginense y la
Gallaetia; una insular: la Balearica; y otra africana: la Mauritania Tingitana.
I. 3. El régimen municipal:
a) Tipos de ciudades.
Los núcleos de población indígena existentes se relacionaron con Roma a
través de diversas formas de vinculación, de las que resultarán diferentes tipos
de ciudades:
1. A través de un tratado de igualdad (foedus aequum), resultando ser
ciudades libres federadas (federatae). Quedaron fuera de la jurisdicción de los
gobernadores provinciales y magistrados romanos; no estaban obligadas en
principio a pagar tributos y podían conservar su derecho propio, siempre que no
perjudicara los intereses romanos.
2. A través de un tratado desigual (foeus iniquum), resultando ser ciudades
estipendiarias. Sometidas al pago del stipendium anual, a la obligación de
proporcionar tropas al ejercito y a renunciar a su derecho propio.
3. A partir de la rendición sin condiciones llamadas ciudades dediticias. En
principio opusieron resistencia a la dominación romana y el régimen jurídico y los
habitantes quedaban en manos de Roma que podía aniquilarlos, esclavizarlos o
respetarlos.
4. A través de un senadoconsulto o ley y fueron las ciudades libres no
federadas, que pudieron conservar su propio derecho y estuvieron exentas de
alojar soldados en su territorio. Roma podía revocar sus privilegios en cualquier
momento.
A partir del siglo III, cuando se hizo patente la honda crisis de las
estructuras del Imperio romano el estado encargó a la Curia municipal la
recaudación de los impuestos. La decadencia municipal culminó en el siglo IV y
se caracterizó por que la función del municipio quedó reducida a la recaudación
de impuestos para sufragar los gastos del Estado, desapareciendo la
intervención del pueblo en las elecciones para las magistraturas. Cuando recayó
sobre los curiales el peso de las cargas municipales, su función, antes
apetecible, dejó de ser un honor para convertirse en una carga. El Estado trató
de impedir quedarse sin curiales con leyes que convertían el cargo en obligatorio
y hereditario (adscripción al cargo). Se crearon nuevos funcionarios municipales,
como el curator (el curador) o el defensor civitatis (defensor de la ciudad). El
curador desplazó a los antiguos duunviros y ediles arrogándose todas sus
atribuciones.