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LAS FUENTES DEL PODER POLÍTICO.

Fundamentos para una teoría del capital político a partir de evidencia


chilena1

Alfredo Joignant2
Lucas Perelló3
Javier Torres4

Formalmente, la teoría democrática postula que el acceso a la posición de


representante está abierto a todo ciudadano que demuestre interés, virtud y
vocación por representar intereses, a continuación de elecciones libres, abiertas
y competitivas. Naturalmente, esto dejaría de ser cierto al considerar el acceso
al campo político mediante actos de nominación (los así llamados
nombramientos en “cargos de confianza”), dado que para beneficiarse de ellos,
se presume de la autoridad que nomina a un puesto la capacidad de discernir
virtudes entre aquellos individuos notables bajo algún aspecto, o en su defecto
de depositar confianza en el aval que es otorgado por un partido a favor de
algún hombre o mujer “excepcional”.

A decir verdad, estos dos enfoques son sumamente insuficientes a la


hora de dar cuenta de las razones que conducen a tal o cual agente a una
posición electiva o de nominación, puesto que existe una abundante literatura
sobre la incidencia de innumerables sesgos sociales (Coller, 2008; Coller y
Santana, 2009) y a menudo invisibles (Gaxie, 1979) que se encuentran en el
origen de la selección (pero sobre todo de la eliminación) de determinados
agentes, lo que deja de ser cierto a propósito de la investigación –más bien
escasa- sobre los nombramientos por parte de autoridades unipersonales. La
literatura científica se ha interesado desde hace mucho tiempo en las lógicas
institucionales de selección y reclutamiento de candidatos, pero también en los
mecanismos que conducen a determinados agentes a ocupar posiciones de
confianza. Es gracias a esta literatura, en donde el peso de la explicación recae
en las instituciones, que ha sido posible emprender reformas democratizadoras
del acceso al gobierno o al parlamento. Sin embargo, ello se ha pagado al precio
fuerte de ignorar las fuentes de poder de la que gozan los agentes antes de
acceder a posiciones relevantes en el campo político.

El campo político, esto es aquel espacio social diferenciado de otros en el


que compiten agentes interesados por ocupar posiciones de dominación de
modo duradero y emprender carreras que los transforman en políticos

1 Ponencia presentada en el XXII Congreso Mundial de Ciencia Política, Madrid, 8-12 de julio 2012,
la que se inscribe en el proyecto FONDECYT 1100877.
2 Profesor Titular, Escuela de ciencia política de la Universidad Diego Portales (Chile). E-mail:

alfredo.joignant@mail.udp.cl
3 Investigador del Instituto de Ciencias Sociales (ICSO) de la Universidad Diego Portales.
4 Investigador del Instituto de Ciencias Sociales (ICSO) de la Universidad Diego Portales.

1
profesionales, se caracteriza por innumerables formas de cierre y por tanto de
exclusión, incluso en aquellos momentos históricos tan particulares como los de
un cambio de régimen 5 : en efecto, “la renovación de las elites políticas es
inevitablemente seguida por un cierre de la clase política” (Best, 2003: 20).
Cuando ese cierre se ha producido, una de sus primeras expresiones es la
aparición de una competición política cada vez más autonomizada de otras
competiciones sociales, en la que participan agentes dotados de un sentido de
familiaridad con las luchas que tienen lugar en el campo político que
difícilmente podría ser emulado por los ciudadanos comunes, lo que a menudo
se traduce en ellos en un interés muy intermitente por lo que allí ocurre
(Bourdieu, 1981). Es en efecto tan grande la asimetría de posiciones y de
competencias (en el sentido de ser competente) entre agentes profesionalizados
y ciudadanos ordinarios, que uno puede entender la aparición de una brecha
entre lo que unos pocos hacen y dicen al competir por el dominio del campo
político, y lo que otros perciben de manera episódica y a menudo desinteresada.
Esta es una propiedad general de funcionamiento de los campos políticos
democráticos, cuya diferenciación de otros campos se traduce en lógicas de
funcionamiento cada vez más autonomizadas (Bourdieu, 1984 y Gaxie, 1993), al
punto de terminar obedeciendo únicamente a sus propias reglas y principios.
Ciertamente, las variaciones y diferencias entre campos políticos nacionales
existen a este respecto, y se explican por las distintas elecciones institucionales
que los agentes políticos hicieron, las que se reproducen día tras día por el sólo
hecho de competir a partir de ellas: en tal sentido, no será lo mismo un campo
político en donde se le prohíbe a los diputados reelegirse (como por ejemplo en
México) que en aquellos otros en donde no existen límites a los mandatos ni
prohibiciones sobre su acumulación en distintos niveles (como por ejemplo en
Francia con la figura del diputado-alcalde). Dependiendo de estas elecciones
institucionales, el campo político se mostrará más o menos competitivo y
abierto.

Pero existe una segunda fuente de variación del campo político que ya
no sólo tiene que ver con las instituciones. Este espacio autonomizado es
habitado, a menudo duraderamente, por agentes que se diferencian entre sí
desde la perspectiva de sus orígenes sociales y de sus credenciales educativas,
de su riqueza, de su edad o de sus trayectorias profesionales, de su género o
raza, lo que a su vez puede redundar en diferencias de un campo político
nacional a otro, en cambios históricos al interior de un mismo campo en
distintos momentos del tiempo, o en variaciones entre arenas (por ejemplo
entre la cámara de diputados y el senado allí donde existe bicameralismo, entre
concejales en el espacio municipal y consejeros en el nivel provincial o regional,
etc.). En tal sentido, no resulta banal el estudio de la composición social, racial o
de género de un gabinete ministerial o de una cámara legislativa en un mismo
país en distintos momentos del tiempo o entre países, ya que de ello dependerá

5 Ver al respecto el interesante trabajo de Bermeo (2003) sobre los fenómenos de circulación de
elites en los momentos de cambio desde formas autoritarias a formas democráticas de régimen en
los países de Europa del sur.

2
la naturaleza social del cierre del campo político, la que -como se puede
advertir- no es sólo institucional. Pero este estudio tampoco es banal si se le
entiende desde la perspectiva de los capitales y recursos, por definición
desiguales, con los que los agentes acceden al campo político y emprenden
carreras en dichos espacios. La literatura se ha interesado particularmente en
los agentes que han emprendido carreras políticas, todas ellas exitosas por el
sólo hecho de haberse traducido en el acceso a algún tipo de posición en el
campo, aunque menos exitosas si las carreras son interpretadas desde el punto
de vista interesado de agentes con motivación y ambición por posiciones
elevadas y no necesariamente satisfechas en la realidad. Pero convengamos que
acceder a una posición en el campo, por muy modesta que ésta sea, constituye
un evento que por sí solo es excepcional, en el sentido en que “el reclutamiento
real es un evento altamente improbable” (Best y Cotta, 2000: 11), si se acepta
considerar que sólo unos pocos elegidos pueden exhibir dicho logro ante los
ojos más o menos desinteresados y hoy en día cargados de desafección de miles
y millones de ciudadanos.

De lo anterior se sigue la necesidad de interesarse en los agentes que


acceden al campo político. ¿Cómo llamarlos, precaviéndose de confundirlos con
aquellos que acceden al militantismo político o asociativo, sin que ello suponga
necesariamente el ingreso al campo político en calidad de agente (Martínez
Rosón, 2011)? En la literatura existe un abundante stock de términos
disponibles, lo que no significa que todos ellos evoquen por igual y del mismo
modo lo que en realidad distingue a los agentes que se han profesionalizado en
política: individuos social y políticamente notables bajo algún aspecto que es
preciso describir y explicar. Estos agentes de excepción (en primer lugar en el
sentido de su rareza numérica) tienden a desarrollar un sentido práctico del
juego político que les permite permanecer en dicho espacio de modo
prolongado (a veces durante toda una vida), mediante la ocupación de una o de
varias posiciones en alguna de sus arenas al cabo de luchas y competencias de
las que salieron airosos o victoriosos, o que se sobrepusieron a derrotas por
razones que cabría también explicar. Para algunos autores, se trata de agentes
constitutivos de “elites” (para dos estados del arte sobre ellas, ver Joignant
2011a y Genieys, 2011), las que pueden ser unificadas mediante un adjetivo (se
hablará entonces de una elite política o empresarial) o, al revés, diversificadas a
través del uso del plural (se dirá entonces que existen elites militares o
eclesiásticas, sobre todo en instituciones jerarquizadas por grados, estamentos u
órdenes: Joignant y Güell, 2011). Para otros autores, sigue siendo útil evocar a la
“clase política”, esto es aquella categoría que fue consagrada por Mosca y que
es reivindicada hoy en día por Borchert, puesto que es “un término que abarca
a los políticos profesionales”, cualesquiera sean “las vías de carrera disponibles
para ellos” (Borchert, 2003: 5). Sin embargo, Rioux no se equivoca al recordar
que también existe un “concepto intermedio entre los de clase política y elite, [el
de] «categorías dirigentes»”, el que invita a “sumergirse en la riqueza de lo
vivido, en los orígenes sociales y los azares de carrera, en las condiciones de
existencia y en las maneras de pensar” (Rioux, 1983: 24). Sin duda, es esta

3
última acepción, por definición realista, la que debiese suscitar interés, a
condición de no olvidar que los agentes que participan de estos grupos son
“reclutados en determinadas estados y clases sociales, y que éstos por
consiguiente exhibirán características de clase (classed), generizadas,
racializadas y otras” (Scott, 2008: 35).

Independientemente del término que finalmente sea utilizado, los


agentes que se han profesionalizado en el campo político permaneciendo en él,
y que viven según Weber “de” y “para” la política, son obviamente muy
distintos de los ciudadanos ordinarios, sobre todo de aquellos que mantienen
una relación intermitente con la política. Pero son también diferentes entre sí, ya
que los agentes que han ingresado al campo político y se han afincado en él no
apelan ni hacen uso de los mismos recursos. Se entiende entonces la
importancia de explicar los capitales que se encuentran en el origen de la
profesionalización política, y por tanto de carreras en el campo, algunas de las
cuales llaman más la atención que otras debido a la importancia de las
posiciones involucradas. ¿Cómo proporcionar explicaciones completas de estas
carreras? Interesándose en la historia de los agentes a lo largo y ancho del
campo político, dando cuenta de sus trayectorias, las que podrán ser
ascendentes o descendentes, laterales hacia otras arenas (del gobierno al
parlamento o al revés, de la conducción partidaria al servicio exterior, por
ejemplo), con salidas momentáneas del campo pero también con dolorosas
exclusiones, y eventualmente expulsiones. Para dar cuenta de todas estas
posibilidades, es preciso detenerse en los capitales que estos agentes invirtieron,
los que dibujan trayectorias de despegue, pero también trayectorias plausibles y
otras improbables, las que dependerán de la naturaleza de los recursos que
fueron invertidos y de su valor en un determinado momento de la historia del
campo, de las estrategias de los agentes, de sus progresiones y retrocesos al
cabo de victorias y derrotas al interior del campo traducidas en la ocupación de
diversas posiciones. Son estas trayectorias en las que se interesa la literatura
científica, sin percatarse que existen muchos otros agentes cuyas carreras
abortaron o que terminaron en derrotas y en salidas precoces del campo
político. Cómo no verlo: el estudio de los agentes que emprendieron finalmente
carreras políticas equivale a interesarse en aquel puñado de individuos que
logró franquear las barreras de entrada del campo, sin siquiera reparar en la
existencia de verdaderos cementerios de individuos que alguna vez albergaron
el interés por hacer carrera política, y que fracasaron en el intento.

Las barreras de entrada:


los fundamentos económicos y sociales
del monopolio político

Son los economistas quienes se interesaron muy tempranamente en las


lógicas económicas de cierre del acceso al campo político. Es a través de la
noción de “barrera de entrada” que Tullock (1965), por ejemplo, presentó a la
democracia como una forma de subasta para acceder periódicamente a

4
derechos de monopolio favorables a quienes detentan el poder en alguna arena
política (gobierno, congreso, etc.) en virtud del principio exclusivo de mayoría.
Si se puede hablar de “barrera” es porque la regla de mayoría permite a quienes
gozan de ella beneficiarse de un monopolio político, lo que configura una
barrera económica de entrada puesto que “sólo podemos tener un gabinete, un
gobernador, un alcalde, un presidente o una mayoría en una legislatura”
(Tullock, 1965: 464). Esta misma problemática es retomada por Wohlgemuth,
(1999), quien prolonga explícitamente la reflexión iniciada por Tullock varias
décadas antes. Lo peculiar de la competición política, según él, reside en sus
reglas del juego, las que son producidas y transformadas por los mismos
jugadores que ya se encuentran en situación de competencia, lo que transforma
al juego político en una contienda esencialmente auto-regulada, en el sentido en
que ésta no desemboca en un “oportunismo excesivo de los incumbentes” que
los lleva a manipular las reglas a su antojo y a incrementar sus chances de
victoria (Wohlgemuth, 1999: 181). ¿Por qué? Porque al final del camino todos
los jugadores se controlan recíprocamente y se someten al veredicto periódico
de las urnas, que es el que otorga una “licencia temporal para gobernar”
(Wohlgemuth, 1999: 181). Por consiguiente, las barreras de entrada al campo
político tienen poco que ver con estrategias deliberadas de cierre por parte de
los agentes que ya dominan este espacio. Si bien este tipo de barreras pueden
existir (Wohlgemuth las llama “barreras estratégicas”, como por ejemplo
aquellas que se originan en “cambios manipulados de las reglas del juego” o en
determinadas “formas de cooptación” de los adversarios), resultan ser mucho
más eficaces las “barreras inocentes”: esto es obstáculos para el ingreso al
campo que no se fundan en decisiones deliberadas y conscientes de quienes lo
dominan, sino más bien en las ventajas inerciales, de naturaleza casi factual,
que se desprenden del hecho de ser un incumbente o de haber invertido capital
(en alguna de sus especies) antes que otros aspirantes6 (Wohlgemuth, 1999: 184-
185). En cualquier caso, tanto Tullock como Wohlgemuth muestran de qué
modo, y bajo qué mecanismos económicos el campo político produce sus
condiciones de cierre y de exclusión.

Naturalmente, también existen restricciones al acceso que son de


naturaleza institucional, como por ejemplo los “selectorados” (selectorates) -esto
es agencias, organizaciones o agentes que participan de la selección de
candidatos (Rahat, 2007; Siavelis y Morgenstern, 2008), e incluso de los
nombramientos- o lo que Best y Cotta llaman la “estructura formal de
oportunidades”, la que puede tomar la forma de “leyes y prácticas
administrativas que regulan el acceso a los campos legislativos” (Best y Cotta,
2000: 13). Son estas restricciones las que han sido abundantemente estudiadas
en ciencia política. Sin embargo, también existen formas de cierre del acceso
fundadas en la cultura. Un buen ejemplo de ello, entre muchos otros, se

6Esta misma idea de barreras prácticas, o derechamente fácticas es expresada, en ciencia política,
por Best y Edinger, cuando definen la profesionalización de la política como un conjunto de
“procesos mediante los cuales aquellos que son reclutados tienden a establecer estándares y
rutinas por áreas específicas, lo que incrementa el diferencial insider-outsider” (Best y Edinger,
2005: 501).

5
encuentra en el artículo de Norris e Inglehart (2001) sobre los obstáculos
culturales que inhiben o frenan el empoderamiento de las mujeres y su acceso al
parlamento. Es así como estos autores muestran, de manera sugerente, de qué
modo la cultura constituye una poderosa barrera de entrada en numerosos
países (cualesquiera sean los niveles de ingreso o de modernización), salvo en
aquellos que exhiben una “larga tradición gubernamental para promover la
igualdad social” (Norris e Inglehart, 2001: 131), como por ejemplo en la región
nórdica de Europa.

En un nivel más desagregado de análisis, Fox y Lawless (2004) mostraron


cómo operan las diferencias de género en el inicio de las carreras políticas. Es
así como, mediante una encuesta administrada a 3.765 personas (1.969 hombres
y 1.796 mujeres) que provienen de las tres profesiones más conducentes a
candidaturas políticas en los Estados Unidos (derecho, negocios y educación),
los autores detectan que la brecha de género se encuentra presente en el inicio
del proceso de emergencia de las candidaturas, y no en momentos posteriores.
Esto quiere entonces decir que la barrera de entrada opera en plenitud al
momento de tomar la decisión de candidatura por un primer puesto electivo,
un sesgo de género que se disipa posteriormente, al punto que “sólo muy al
final del proceso electoral éste puede ser neutro desde el punto de vista del
género” (Fox y Lawless, 2004: 275)7.

Si bien la posesión de diplomas de alto prestigio puede contribuir a


derribar estas barreras culturales de entrada al parlamento para las mujeres -en
la medida en que las “rutas educacionales” han transformado a los
representantes en “un mundo aparte” (Gaxie y Godmer, 2007: 125)-, existen
trabajos que han mostrado inercias y resistencias institucionales que se
imponen incluso a mujeres dotadas de importantes volúmenes de capital
cultural. En efecto, es esta barrera de entrada que se observa, en un nivel más
micro, en Francia, en su prestigiosa École Nationale d’Administration (ENA), la
que se presenta como una exclusiva vía de acceso al campo político para sus
alumnos más connotados…excepto para las mujeres. ¿Cómo explicarlo? La
estrategia de análisis de las autoras de un importante estudio sobre el tema es
muy simple: después de recordar la democratización sexual del reclutamiento
de la ENA, Achin y Levêque muestran cómo el problema de acceso al campo
político se encuentra en “la conexión entre la salida de la escuela y la entrada en
política” (Achin y Levêque, 2007: 28), para lo cual estudian las trayectorias de 9
mujeres de excepción (en el sentido de su rareza) que lograron ingresar y, para
varias de ellas, permanecer por largo tiempo en dicho espacio mediante la
ocupación de posiciones relevantes (ministras, subsecretarias o diputadas). No
es una casualidad si estas 9 mujeres notables infringieron las barreras culturales
de entrada apelando a capitales también ellos excepcionales, sean estos

7Que es lo que explica por lo demás que estas pocas mujeres que superaron el momento inicial de
emergencia de candidaturas, no parezcan tan distintas a los hombres en las etapas ulteriores del
proceso (Fox y Lawless, 2004: 275), lo que a su vez permite entender que “la mayoría de las
mujeres deba luchar” por satisfacer “las expectativas masculinas de liderazgo ejecutivo que tan a
menudo prevalecen en los sistemas Anglo” (Lee Sykes, 2009: 54).

6
heredados, colectivos o de experticia, esto es recursos escasos y disponibles
para un puñado de agentes que fueron socialmente seleccionados bastante
antes de ingresar al campo político8.

Por consiguiente, resulta necesario identificar y caracterizar los recursos


escasos que se encuentran disponibles para algunos agentes al momento de
ingresar al campo político y, sobre todo, de permanecer en él por la vía de la
ocupación de un cargo de primera línea en el gobierno, o de una posición
electiva en el Congreso o parlamento.

Las formas del capital

No cabe duda que el acceso al campo político mediante la ocupación de


posiciones electivas o de nominación, y a fortiori su permanencia en él por
periodos prolongados de tiempo, es el resultado de inversiones de capital, las
que pueden traducirse en carreras políticas. Como es fácil suponer, el capital
disponible para los agentes interesados en emprender carreras es siempre
escaso, y de los retornos de la inversión depende la existencia política del
agente. Sin embargo, cuando evocamos la noción de “capital”, ¿de qué estamos,
exactamente, hablando? Respondamos la pregunta con una afirmación: el
capital político no necesariamente existe en el tiempo cero de un determinado
agente que se propone conquistar una posición en el campo, a condición de
entender por “capital político” los recursos que se originaron exclusivamente en
el campo político. En efecto, estos recursos son tan sólo una de las varias formas
del capital que es posible invertir en política, de lo cual son buenos ejemplos el
militantismo partidario, el proselitismo electoral a favor de un candidato o la
participación regular en acciones colectivas motivadas por causas (Norris,
2007). En cada uno de estos ejemplos, el agente desarrolla competencias,
vínculos y un know-how que pueden ser valorados por un partido, por un líder o
por un candidato: cuando eso ocurre, se puede decir que el agente dispone de
un capital político (en el sentido en que se desarrolló en un partido o al calor de
las luchas que tienen lugar al interior o en la periferia del campo político), lo
que puede alentarlo a ingresar a dicho espacio mediante actos de inversión, a
veces con la complicidad de un mentor y en regla general con el aval de una
institución política reconocida (por ejemplo un partido). Pero este recurso es tan
sólo uno de entre varias de las formas que puede revestir el capital político.

Existe amplia evidencia acerca de la existencia de recursos que se


formaron al exterior del campo político y que pueden ser reconvertidos como
capital valorado y pertinente en este espacio: desde la notoriedad adquirida
gracias al desempeño en determinados oficios (deportes de alta competencia,
cine o televisión) y que da lugar a lo que Matichesku y Protsyk (2011) llaman un

8 En el trabajo de Achin y Levêque (2007), estas 9 mujeres habían sido seleccionadas tanto al
ingreso como a la salida de la ENA, y para tres de ellas escogidas y protegidas por un poderoso
mentor.

7
capital de “celebridad”, hasta acciones notables en situaciones críticas que
generan capital “carismático” 9 , pasando por la obtención de credenciales
académicas de prestigio que certifican una competencia y una experticia o por
la reconversión de recursos individuales originados en la esfera empresarial
(Lallemand, 2008), científica y eventualmente militar. Por consiguiente, si es
posible hablar de “especies” de capital es para subrayar la gran variedad de
recursos que pueden ser invertidos en el campo político por agentes que son,
también ellos, sumamente diversos. En tal sentido, si Gunther y Diamond
(2003) pudieron identificar 15 “especies” diferentes de partido a partir de un
criterio exclusivamente organizacional10, entonces parece razonable desagregar
el “gen” del político en distintos tipos de agentes, los que a su vez se originan
en las diversas “especies” de capital que ellos disponen11.

Por consiguiente, si es posible hablar de formas del capital, es porque se


observan desde un punto de vista genético diversas especies de recursos, cuya
variabilidad es naturalmente histórica (dependiendo de las épocas, no serán las
mismas formas de capital las que predominarán en tal o cual partido) y política
(como se sugerirá posteriormente, tal o cual partido será más o menos receptor
de inversiones de capital en su especie “militante” o “tecnocrática pragmática”,
para citar tan sólo dos ejemplos). Esto quiere entonces decir que, no obstante las
tipologías y los tipos ideales de capital político que el investigador puede
elaborar, la caracterización precisa de un agente y, junto a él, de un partido
remite a un ejercicio finalmente empírico, el que trasciende con creces la
naturaleza incorporada u objetivada del capital político 12 . El denominador
común de los capitales que tienen valor en el campo político es el crédito de
confianza y valía del que gozan quienes lo poseen. En tal sentido, es posible ver
en cualquier especie de capital cuya inversión es pertinente en el campo una
lógica fiduciaria, precisamente porque “el término fiduciario viene del verbo
latín fidere –confiar”(Besley, 2005: 48). Al mismo tiempo, las diferencias
comienzan allí donde termina el denominador común, esto es en el origen y
tipificación de las distintas especies de capital, y en seguida en las modalidades
de generación del valor una vez invertida en el campo político tal o cual
especie: desde la lenta producción de valor cuando el recurso que es invertido
se inscribe y limita a las fronteras del campo (capital militante, inmersión en

9 Ver por ejemplo el interesante estudio de Bernadou (2007) sobre Nestor Kirchner.
10 En la medida en que los autores consideran a los partidos únicamente desde una perspectiva
organizacional, esto equivale a hacer del tipo de organización partidaria “un gen, el que, a su vez,
engloba varias especies de partido político” (Gunther y Diamond, 2003: 172).
11 Tomando en serio la pista de investigación abierta por Gunther y Diamond, sería interesante

asociar a cada “especie de partido” especies finitas de capital de los agentes que controlan la
organización partidaria, lo que permitiría superar los enfoques netamente organizacionales e
institucionales de los partidos dando cabida en las tipologías a los recursos de los que disponen los
agentes.
12 Es a Offerlé (1987) a quien se le debe reconocer el mérito de haber sistematizado

tempranamente los modos de adquisición, y sobre todo de conservación del capital político, el que
será incorporado cuando el capital se encuentra depositado en el individuo al punto de volverse
inseparable de él, u objetivado cuando el capital es controlado por la institución y del que se pueden
beneficiar los agentes individuales, siempre y cuando aquellos que controlan el capital de
institución autoricen su delegación.

8
causas, etc.) hasta la relativamente rápida reconversión del capital que se
originó fuera del campo, especialmente cuando “las homologías que existen
entre campos” conducen a que agentes dominantes en uno de ellos “compartan
disposiciones similares” con los agentes hegemónicos en otros espacios (Harvey
y MacClean, 2008: 107). Sin perjuicio de lo anterior, también es pensable la
redefinición de la competencia política y el valor de sus agentes mediante la
importación de competencias desde otros campos (como por ejemplo desde el
campo económico y su colonización del campo político: Dulong, 1996).

Una vez oficializado el acceso al campo político mediante la ocupación


de una posición, la producción y reproducción del capital político así adquirido
se juega estratégicamente. Tal es el caso de aquellos diputados que ponen en
juego su capital al momento de votar en sala determinados proyectos de ley
(roll call): tal como lo señala López, cada voto es “un medio de acumulación de
capital político” cuya naturaleza es subjetiva, puesto que “una decisión de roll
call puede impartir capital político a un legislador pero no a otro” (López, 2002:
218). Es precisamente por esa razón que el valor del capital político, del mismo
modo que el del capital económico, depende de las decisiones estratégicas de
inversión, sobre todo cuando el voto del legislador es de orden mayor (high
order). Demás está decir que este ejemplo es tan sólo uno de varios en la
estructura política de producción del valor del capital político: ¿cómo no ver, en
efecto, que el capital político efectivamente detentado por un agente conoce
fluctuaciones de su valor dependiendo de sus pequeñas y grandes estrategias,
desde la formación de alianzas con dirigentes poderosos que ven mermado su
poder tras una derrota electoral hasta el cultivo de una cierta especialización
temática en áreas que pueden ser valoradas en un determinado momento y
dejar de serlo en un momento posterior?

En el mismo sentido apunta el estudio de Navarro (2010) sobre la


relación entre el desempeño individual y la reelección de los eurodiputados
franceses, belgas y luxemburgueses. Es así como, una vez conquistado el escaño
al cabo de inversiones variables de capital que cabría empíricamente investigar,
Navarro muestra cómo la relección se explica por la conducta estratégica de
aquellos eurodiputados que estuvieron dispuestos a gastar tiempo y esfuerzo
en la redacción de informes y en el desempeño de “responsabilidades
colectivas” (Navarro, 2010: 154), lo que corresponde a dos formas políticas de
reproducción del capital detentado, y junto a él del valor del agente. Esta
dimensión estratégica de reproducción del capital se confirma por lo demás
cuando se compara el comportamiento de este grupo de eurodiputados
interesado en conseguir la relección con la de aquellos otros deseosos de
abandonar el parlamento europeo, lo que se traducía por parte de estos últimos
en un comportamiento político pasivo plagado de ausencias en el hemiciclo:
más que un comportamiento errático y aparentemente “irracional”, este uso
pasivo del cargo puede también ser visto como un modo estratégico de
reconversión del capital, al liberar tiempo y energía “para dedicarse a otras

9
actividades” (Navarro, 2010: 160) y emprender rumbos hacia nuevas posiciones
en el campo político.

Naturalmente, el capital disponible para un agente está


permanentemente sujeto a amenazas de depreciación y obsolescencia, de no
mediar estrategias de reconversión que nada garantiza su éxito. He allí el
interés de la empresa de construcción colectiva de capital político del grupo
francés “Questions socialistes” liderado por Julien Dray. Tras años de luchas
estudiantiles y de inversión de capital militante, este grupo de jóvenes
socialistas pareció en un momento privado de perspectivas de progresión al
interior del PS, lo que de prolongarse hubiese significado una completa
depreciación tanto del grupo como de sus miembros individuales, y por tanto
su posible desaparición. Si este riesgo finalmente no prosperó, ello se debió al
trabajo de reconversión del capital militante que fue por años invertido en las
universidades en otro espacio, el de la lucha en contra del racismo a mediados
de la década de los 80 (SOS-Racisme), lo que le otorgó al grupo notoriedad y
capacidad de movilización, que fue lo que hizo posible el ingreso al campo
político de varios de ellos (Juhem, 2001).

Si, como es fácil advertir, el valor del capital invertido en política es más
variable que constante, ello se debe a sus propiedades, las que fueron
correctamente señaladas por Savage, Warde y Devine (2005: 40): “flexibilidad,
fungibilidad, dependencia contextual y alienabilidad”. Todas estas
propiedades, en efecto, participan de las fluctuaciones del capital, precisamente
porque su valor reside menos en su naturaleza intrínseca que en sus
condiciones políticas y sociales de uso. He allí la razón de por qué interesarse
en las estrategias de inversión y reconversión que son emprendidas por los
agentes, algunas de las cuales resultarán exitosas y otras fallidas. De las
primeras sabemos mucho, como bien lo muestra el caso del hoy diputado
socialista Julien Dray junto a sus compañeros de “Questions socialistes”, lo que
deja de ser cierto para todos aquellos otros agentes cuyas inversiones de capital
se tradujeron en derrotas electorales, en ocupaciones de posiciones dominadas
en el campo, en detenciones y retrocesos de sus carreras políticas, y hasta en
salidas (a menudo irreversibles) del campo, lo que es una forma más o menos
eufemística de describir lo que el lenguaje indígena de la política evoca a través
de la imagen de la desaparición, o de la muerte en política.

Especies de capital y tipos de agentes

Si el acceso al campo político, y sobre todo la permanencia en él, depende


de los recursos que los agentes portan con ellos y que son invertidos con mayor
o menor éxito, entonces es el logro o el fracaso el que debe ser explicado. Al
respecto, el lenguaje de las capacidades y las habilidades que a menudo es
posible encontrar en la literatura es equívoco, puesto que tiende a sugerir que el
éxito de la inversión, y por tanto la relevancia alcanzada por el agente se

10
asemeja a la de los artistas. Talento, habilidad, inteligencia, eventualmente
genialidad, suelen ser atributos a partir de los cuales se intenta explicar el éxito
en política, olvidando que estos atributos no son más que descripciones de
superficie que ocultan lo esencial, esto es capitales que los agentes traen con
ellos cuya naturaleza puede ser muy heterogénea y que éstos invierten en el
campo político. Tomemos dos ejemplos para ilustrar el argumento finalmente
reduccionista del lenguaje de las habilidades. El primero de ellos se explicita en
una pregunta descriptiva que es formulada por Best y Cotta, dos autores que
suelen escapar de las trampas del enfoque de las capacidades: “¿qué rasgos de
los miembros del parlamento deberían ser considerados como relevantes?: ¿las
características personales, las experiencias pasadas, los vínculos con
organizaciones, u otra cosa?”(Best y Cotta, 2000: 8). Como se puede advertir, en
esta pregunta se confunde el interés por rasgos individuales (eventualmente de
personalidad) con la curiosidad por las fuentes del poder de los parlamentarios
(las que son elípticamente evocadas por Best y Cotta como “experiencias
pasadas” y eventuales “vínculos organizacionales”). ¿Explican ambas
perspectivas con igual profundidad el éxito de los parlamentarios? Ciertamente
no, puesto que el interés de superficie por las “características personales”
proporciona descripciones de conductas y actitudes que serán caracterizadas
como inteligentes o habilidosas, mientras que la curiosidad por las
“experiencias pasadas” puede desembocar en explicaciones, siempre y cuando
el pasado de los agentes sea entendido como momento generativo de recursos
de poder.

El segundo ejemplo es aún más elocuente de todo lo que se pierde


cuando el investigador se interesa normativamente en las capacidades de los
políticos. Es así como, según Besley, “la competencia política es probablemente
un complejo mix de habilidades” (las que pueden ser “innatas o adquiridas”),
desde “destrezas intangibles de liderazgo, como persuadir a otros en un debate
o inspirar confianza”, hasta talentos “analíticos más estándar”, como por
ejemplo detectar “defectos en propuestas de política” (Besley, 2005: 48). En este
ejemplo, es evidente el énfasis puesto en el virtuosismo de los agentes, el que
según Besley se torna en objeto de búsqueda principal de los mecanismos de
“selección política”, sin interesarse en las lógicas sociales que se encuentran en
el origen de competencias que son ingenuamente celebradas y que se traducen
en capitales que les permiten a los agentes triunfar, y existir en el campo
político.

Si el denominador común de los políticos es que habitan el campo


político a partir de inversiones de capital que les permitieron ingresar y
permanecer en él desarrollando carreras más o menos exitosas, esto no debe
ocultar las profundas diferencias observables entre agentes. Más allá de las
siglas partidarias que, por regla general, acompañan a una gran mayoría de los
agentes políticos, es posible discriminar entre ellos (incluso a nivel de un mismo
partido) en función de los capitales que ellos detentan. En efecto, un agente
político individual será muy distinto a otro dependiendo de lo que Bourdieu

11
(1979) llama el volumen y la estructura de su capital: por ejemplo, si este agente
exhibe una larga trayectoria que le ha permitido ocupar varias posiciones (es la
idea de volumen de recursos), y además acumular diversas especies de capital
tras haberse desempeñado en tipos distintos de cargos, entonces es posible
inferir la estructura de los recursos disponibles para el agente 13 . Es esta
tipificación de los capitales en términos de especies que es necesario precisar a
partir de ahora, con el fin de establecer el volumen y la estructura de los
recursos disponibles para los políticos, tras lo cual será posible clasificar a estos
últimos en taxonomías de agentes.

Tanto la literatura científica como algunos estudios empíricos de carreras


políticas en países tales como Estados Unidos (Swenson, 1982; Diermeier, Keane
y Merlo, 2005; Feinstein, 2010), México (Grindle, 1977; Centeno y Maxfield,
1992; Ai Camp, 1982 y 1995), Brasil (Marenco dos Santos, 2004; Whitehead,
2009; De Almeida, 2010), Francia (Gaxie, 1980 y 1983; Gaïti, 1990; Mathiot y
Sawicki, 1999a y 1999b) o Chile (Joignant, 2011b; Delamaza, 2011; Dávila, 2011;
Cordero y Funk, 2011; Silva, 2008 y 2011) sugieren el predominio de un número
limitado de lo que aquí llamaremos especies de capital. Una de esas especies es
“heredada”, la que aquí denominamos capital familiar con el fin de dar cuenta de
los procesos de transferencia entre padres e hijos (y eventualmente entre
abuelos y nietos, o una combinación de situaciones que son propias de las
familias, y a fortiori de las dinastías políticas) no sólo de preferencias políticas,
sino también y sobre todo de redes, reputación, clientelas, conexiones con
donantes de dinero para eventuales campañas, etc. Esta es la única especie de
capital cuya adquisición no depende de un comportamiento activo del agente
(salvo que se consideren las estrategias matrimoniales con hijas (o hijos) de
políticos como el resultado de un cálculo): a este tipo de agente lo llamaremos
heredero. Pero precisamente porque su estatus es distinto desde el punto de vista
de su modo de adquisición que es importante distinguir esta especie de capital
de aquellas otras que se originan por la vía de la construcción activa a lo largo
de la vida social y política de los individuos.

Una segunda especie de capital, la que probablemente se encuentra en el


origen del militantismo partidario para no pocos líderes, es el capital
universitario. Si bien se trata de un recurso de importancia variable según los
países, es en el perímetro de las organizaciones políticas estudiantiles
(generalmente universitarias, pero también en la educación secundaria) que se
adquieren o desarrollan las primeras formas de liderazgo político, con todo lo
que ello supone en destrezas organizacionales, modalidades de toma de la
palabra en público, y así sucesivamente. Dependiendo de los países, se trata de
un recurso que puede ser tempranamente atesorado (por ejemplo en el contexto

13En la idea de “estructura” de los capitales se encuentra presente un principio de coherencia,


como por ejemplo el haberse desempeñado en cargos gubernamentales (eventualmente de modo
ascendente -de subsecretario a ministro- u horizontalmente –de ministro en el área social de
gobierno al área política), parlamentarios (de diputado a senador) o en una combinación de ambas
esferas (del parlamento al gobierno, o al revés). En cuanto al “volumen” del capital, este remite
naturalmente a cantidades y magnitudes de las posiciones involucradas.

12
de las federaciones de estudiantes secundarios chilenas), y más generalmente
en las universidades (liderando centros de alumnos o federaciones
estudiantiles), el que a menudo explica el acceso al militantismo partidario,
cuyo valor puede ser reconocido por el partido en un momento posterior del
tiempo. Como es fácil sospechar, el reconocimiento de este recurso no puede ser
muy tardío, ya que su valor radica precisamente en formas tempranas de
inversión y uso por parte del agente, lo que supone que éste sea percibido
tempranamente como pertinente por la organización partidaria desde la cual se
puede acceder al campo político14. El tipo de agente que es portador de este
capital será simplemente llamado dirigente estudiantil.

De lo anterior se sigue una especie propiamente política de capital, la que


se divide en dos sub-especies, ambas originadas en los partidos. En primer
lugar, la sub-especie de capital político militante (Matonti y Poupeau, 2004), esto
es recursos que son adquiridos por los agentes mediante formas de inmersión
en la vida partidaria durante periodos prolongados de tiempo sin que ello se
exprese en la ocupación de posiciones de liderazgo al interior de la
organización, lo que se traduce en el aprendizaje de un know-how y de destrezas
prácticas que pueden ser susceptibles de valoración por parte de un partido con
el fin de ingresar al campo político (aunque no por todos los partidos, y sobre
todo no siempre): cuando este capital existe, nos encontramos en presencia de
un agente que llamaremos un hombre de partido (Joignant y Navia, 2003 y 2007;
Offerlé, 1987; Pudal, 1989). La segunda sub-especie es la del capital político
oligárquico (esta sub-especie del capital se inspira en Michels, 1971), y consiste
en la adquisición de saberes y destrezas que se originaron a lo largo de
trayectorias militantes no necesariamente prolongadas, pero que desembocaron
en el desempeño de cargos de poder de primera línea al interior del partido: es
por esta razón que el agente típico será llamado político profesional.

Otra especie de capital, muy en boga en los países latinoamericanos tras


la oleada de reformas de liberalización económica durante los 80 y los 90, es de
naturaleza tecnocrática, la que se divide en dos sub-especies. Por una parte, la
sub-especie tecnocrática pragmática, asociada a la posesión de credenciales
académicas de alto prestigio y a una independencia política que puede ser
explicada por la primacía en estos agentes de lo que Centeno llama una
“ideología del método” (Centeno, 1993). Por otra parte, la sub-especie
tecnocrática política que retomamos de Grindle (1977) y Camp (1995), la que
también se traduce en la detención de diplomas de alto nivel en universidades
destacadas pero que en este caso admite formas más o menos activas de

14Si bien resulta posible imaginar una situación en donde líderes estudiantiles descollantes
acceden al campo político (por ejemplo a una diputación) sin pasar por los partidos, la evidencia
comparada disponible muestra que el acceso al campo suele depender de partidos generalmente
pre-existentes que acogen e impulsan al individuo que es portador de este capital. Naturalmente,
también resulta posible imaginar a dirigentes estudiantiles que invierten sus recursos de liderazgo
en la fundación de algún partido para desde allí acceder al campo político, lo que constituye un caso
más teórico que empírico.

13
militantismo partidario. Mientras la primera sub-especie origina al tecnócrata
pragmático, la segunda da a luz al tecnócrata político.

Las dos sub-especies tecnocráticas del capital no deben ser confundidas


con el capital technopolítico (Joignant, 2011b), puesto que se conjugan en este
último recurso, y de modo simultáneo, tanto una importante dotación de
capital cultural en la forma de diplomas de alto prestigio como un importante
stock de capital partidario, lo que se traduce en agentes que son proclives a
ejercer dominación al interior de determinadas disciplinas de las ciencias
sociales (especialmente en economía, y en menor medida en ciencia política y
sociología) y a disponer de un poder considerable al interior de los partidos en
los que ellos militan (por la vía del desempeño en posiciones de primera línea
en su interior). La figura consagrada del agente que es portador de este capital
es el technopol (Williamson, 1994; Domínguez, 1997; Wallis, 1997 y 1999; Wallis y
Dollery, 2001; Dézalay y Garth, 2002).

Cabría agregar dos especies adicionales de capital que a menudo


aparecen mencionadas en la literatura, pero cuya frecuencia, estudio e
importancia es más bien excepcional, aun cuando los agentes que son
portadoras de ellas pueden ser decisivos en la vida política de sus países. Nos
referimos por una parte al capital de notoriedad, esto es a recursos adquiridos
fuera del campo político, generalmente en el ejercicio de profesiones dotadas de
alta visibilidad social, como por ejemplo el deporte de alta competencia, el cine
o la televisión: es por esta razón que sus agentes portadores pueden ser
llamados celebridades. Por otra parte, aludimos al capital carismático, esto a
recursos que un cierto sentido común tiene a imputar a personalidades
descollantes e innatas de determinados líderes a partir de una lectura
excesivamente apegada al texto metodológico de Weber sobre los tipos de
dominación (Weber, 2003), olvidando que el carisma es un recurso de situación
que se origina en coyunturas de crisis: puede entonces entenderse que los
agentes que exhiben este capital puedan ser llamados líderes carismáticos.

Son estas especies finitas de capital que es posible detectar en la


literatura, esto es recursos que pueden ser poseídos (en una o en varias de sus
especies) por un individuo al momento de ingresar al campo político por la vía
de la ocupación de un cargo o posición relevante en el gobierno o en el
parlamento (o congreso). Dicho de otro modo, bajo el supuesto que un
individuo posee sólo una especie de capital, resulta posible tipificar tanto a las
especies de capital como a los agentes de acuerdo con la taxonomía que se
encuentra contenida en el cuadro 1.

14
Cuadro 1.- Especies teóricas de capital y tipos hipotéticos de agentes
políticos
ESPECIES DE CAPITAL TIPOS DE AGENTES
Familiar Heredero
Universitario Dirigente estudiantil
Político Sub-especie: Hombre de partido
militante
Político Sub-especie: Político profesional
oligárquica
Tecnocrático Sub-especie: Tecnócrata pragmático
pragmática
Tecnocrático Sub-especie: Tecnócrata político
política
Technopolítica Technopol
Notoriedad Celebridad
Carismático Líder carismático

Naturalmente, estas distintas especies de capital y el consiguiente tipo de


agente en el que cada una de ellas se encarna deben ser interpretadas en
términos teóricos, casi a la manera de los tipos ideales weberianos, puesto que
en la realidad los recursos disponibles para un agente pueden acumularse e
hibridarse a partir de las trayectorias que las inversiones realizadas hicieron
posible. Sin embargo, con el fin de no permanecer atados a la armonía teórica
de esta taxonomía, nos propusimos verificar su pertinencia empírica (excepto
para los capitales de notoriedad y carismático15) mediante una encuesta que fue
realizada a un grupo numeroso y selecto de miembros del “personal político”,
de la “clase política” o simplemente de la “elite política” chilena en ejercicio
entre 1990 y 2010. Concretamente, nuestra estrategia de investigación comenzó
por establecer el listado completo de todos los individuos que fueron entre el 11
de marzo de 1990 y el 11 de marzo de 2010:

- presidentes de la República
- ministros
- subsecretarios
- senadores
- diputados,
- intendentes
- jefes de gabinete de ministros
- jefes de división ministerial
- superintendentes

15Mientras el capital familiar sí puede ser analizado a través de preguntas de encuesta, eso deja de
ser cierto para los capitales de notoriedad y carismático, esto es recursos que sólo podrían ser
analizados a partir de estudios de caso, interesándose en las estrategias de reconversión por parte
de agentes empíricos con el fin de ingresar al campo político, así como en las coyunturas históricas
y en las lógicas políticas, sociales y económicas que se encuentran en el origen del valor de ambas
especies de capital.

15
- directores ejecutivos de las principales empresas públicas
- presidentes del Banco Central
- directores de presupuesto
- miembros de las mesas directivas de los partidos políticos.

Durante estos 20 años de gobiernos conducidos por una misma coalición


de centroizquierda (la Concertación), se desempeñaron en todos estos cargos y
posiciones electivas o de nominación 1.461 personas. Teniendo a la vista este
universo, seleccionamos a partir de criterios exigentes a un grupo de 590
individuos (lo que llamamos el núcleo de la elite), a quienes nos propusimos
censar mediante entrevistas a todos sus integrantes, sin remplazos16. El cuadro
2 describe, en la columna de la izquierda, a los individuos diferenciados según
el cargo de rango más alto que fue alcanzado por el entrevistado y el número de
entrevistas que fueron finalmente realizadas (columnas de la derecha)17:

Cuadro 2.- El núcleo de la elite: tipos de agentes seleccionados y


entrevistados (N=386)
CARGOS NÚMERO DE %
ENTREVISTADOS
Presidentes de la República 3 0,8
Ministros 106 27,5
Senadores* 28 7,3
Diputados* 123 31,9
Subsecretarios 37 9,6
Intendentes 4 1,0
Presidentes Banco Central, 22 5,7
Superintendentes, Directores de Empresas
Públicas
Jefes de gabinete y/o división** 57 14,8
Miembros de las mesas directivas de 6 1,6
partidos
TOTAL 386 100
Notas: *Con a lo menos una reelección, o bien con un mandato de diputado y con un mandato de senador.
**Sólo aquellos que “sobrevivieron” a más de un mandato presidencial o que transitaron a otra
posición equivalente o superior.

16 Esto no quiere decir que los miembros de este grupo sean todos de centroizquierda. Muy por el
contrario: no sólo hay individuos que se declaran como independientes, sino que sobre todo se
observa un contingente considerable de senadores y diputados de centroderecha que aceptaron
responder las 41 preguntas de la cédula de entrevista, en las que se abordaban temas sumamente
diversos (religión, tipos y lugares de estudio, relaciones políticas de parentela, trayectoria
profesional antes de acceder al campo político mediante algún nombramiento o elección, etc.). El
trabajo de encuesta se inició en el mes de octubre del año 2010, y concluyó el 25 de abril del 2011
con 347 entrevistas. Con el fin de elevar el número de entrevistados, fueron contratados dos
periodistas profesionales especializados en cobertura de la actividad política, quienes lograron
alcanzar las 386 entrevistas. Las entrevistas fueron realizadas de 4 maneras: presencialmente,
telefónicamente, a partir de una plataforma electrónica especialmente habilitada para recibir las
respuestas o a partir de respuestas a mano sobre una cédula impresa.
17 Dicho de otro modo, con el fin de contabilizar una sola vez a los individuos que ocuparon 2 o más

de estas posiciones, los entrevistados fueron clasificados de acuerdo al cargo de rango más alto
según el protocolo chileno, el que evidentemente puede variar de un país a otro.

16
Estos 386 individuos representan al 68,31% de las personas vivas de la
población que se buscó censar18.

La tipificación de las especies y sub-especies de capital se obtuvo a través


de las respuestas a 2 o más preguntas de la encuesta, tal como se resume en el
siguiente cuadro:

24 personas de este núcleo de la elite fallecieron (2 de las cuales alcanzaron a ser entrevistadas),
18

mientras que el resto rechazó la entrevista o no fue posible establecer el contacto.

17
Cuadro 3.- Modo de tipificación de las especies y sub-especies de capital
según tipos de respuestas a las preguntas de la encuesta
ESPECIES DE CAPITAL PREGUNTAS
Familiar - Militancia del padre y de la madre
- Preferencias políticas del padre y de
la madre según el eje
derecha/izquierda
- “¿Su padre y madre ocuparon alguna
de las siguientes posiciones durante
su vida?”
- “¿Algunos de sus abuelos/as ocupó o
tuvo cargo público o privado de
relevancia?”
- “¿Algunos de sus suegros tuvo cargo
público o privado de relevancia?”19
Universitario - Militancia partidaria (vigente o no al
momento de la entrevista)
- Se desempeñó en uno o más cargos
directivos en organización estudiantil
Político Sub-especie: militante - Militantismo partidario (vigente o no
al momento de la entrevista)
- Se desempeñó en uno o más cargos
directivos partidarios de nivel local o
regional (solamente)
Político Sub-especie: - Militantismo partidario (vigente o no
oligárquica al momento de la entrevista)
- Se desempeñó en uno o más cargos
directivos partidarios de nivel
nacional
Tecnocrático Sub-especie: - Sin militancia partidaria
pragmática - Responde que su nombramiento y/o
elección se debe a su “trayectoria
profesional previa”
- Posee magister o doctorado
Tecnocrático Sub-especie: política - Militantismo partidario (vigente o no
al momento de la entrevista)
- Perteneció a un centro de estudio o
think tank antes de ser nombrado por
primera vez o de haber sido electo
- Posee magister o doctorado
Technopolítica - Militantismo partidario (vigente o no
al momento de la entrevista)
- Ejerció cargos unipersonales de nivel
nacional en el partido (presidente,
vice-presidente o secretario general) o

19La pregunta sobre posiciones políticas eventualmente ocupadas por los padres, los abuelos y los
suegros contemplaba 42 alternativas, pero para los fines de este trabajo sólo privilegiamos 5
cargos: presidente de la República, ministro, subsecretario, senador y diputado. En tal sentido, la
importancia del capital familiar que es heredado por el entrevistado podría ser mucho mayor de lo
que aquí se señala, si consideráramos a los parientes que fueron alcaldes, intendentes o
embajadores, o que fueron miembros de los máximos órganos dirigentes de sus partidos (lo que
podría derivar en familias políticas vinculadas a un solo partido). Es por todas estas razones que en
este trabajo argumentamos poco acerca del capital familiar, un recurso que debiese ser estudiado
en su propio mérito.

18
en el máximo órgano colectivo de la
organización
- Posee Magister o Doctorado en
economía, ciencia política o sociología
(o en su defecto con abundantes
publicaciones en una o varias de estas
disciplinas)

Como se puede apreciar en el cuadro 4, los 386 entrevistados no se


distribuyen por igual en lo que a cantidad de especies de capital detentadas se
refiere. En efecto, se observa una considerable concentración de este grupo
selecto de agentes poderosos en torno a la posesión de 1 y 2 especies de capital,
lo que se ajusta al caso del 56% de los encuestados20. Como era esperable, la
población decrece a medida que se van acumulando las especies de capital a
partir del momento en que se obtienen dos de ellas, que es el privilegio del que
goza un puñado de agentes poderosos.

Cuadro 4.- Las fuentes del poder: distribución de los entrevistados según el
volumen de especies de capital detentadas (N= 386)

N Especies
N Encuestados %
de Capital

0 108 28,0
1 93 24,1
2 123 31,9
3 52 13,5
4 9 2,3
5 1 0,3
Total 386 100
Nota: excluye al capital de notoriedad y carismático

Sin embargo, el número de especies de capital no nos dice mucho, puesto


que se requiere saber qué tipos de especies se revelan como eficientes para
acceder al campo político, lo que a su vez depende de si el agente esgrime una o
más especies de recursos. Es a ello a lo que aludimos al referirnos a la estructura
de los capitales, y no sólo a su volumen. Como lo muestra la figura 1, los 93
encuestados que exhiben un solo tipo de capital se concentran en su especie
política (N=80), la que a su vez se divide masivamente a favor de la sub-especie
“oligárquica” (N=63) en desmedro de la sub-especie “militante”. Es importante
consignar, sin embargo, que el peso relativo del capital familiar es muy bajo en

20 El 28% de encuestados que no exhibe ninguna especie de capital se explica por el hecho de que se
trata de agentes que se desempeñaron en posiciones subordinadas del aparato gubernamental
(jefaturas de gabinete ministerial y de división), o bien (en algunos pocos casos) en posiciones
superiores (como por ejemplo la de ministro) beneficiándose de un acceso directo y expedito al
presidente de la República por la vía de relaciones personales que son generalmente calificadas por
los entrevistados como de amistad. A su vez, esto explica que lo esencial de los individuos que no
exhiben ninguna especie de capital se concentre en la ocupación de posiciones gubernamentales y
en mucha menor medida en posiciones de congresales (diputados o senadores: ver cuadro 6).

19
aquella población de agentes que exhibe una sola especie de capital, lo que deja
de ser cierto cuando son 2 las especies involucradas (en este caso, la
importancia del capital familiar se multiplica por 12 veces, ver figura 2): este
dato podría estar indicando que el capital familiar no es en sí mismo eficiente, o
si se quiere no explica el acceso al campo político de aquellos agentes cuando es
el único recurso involucrado. Si bien el peso relativo del capital familiar vuelve
a decrecer de modo sostenido cuando son 3, 4 y 5 las especies de capital
efectivamente detentadas (ver las figuras 3, 4 y 5), es posible que en estos casos
el capital familiar permitiera el despegue de las carreras políticas y la
acumulación de otras especies.

Figura 1.- La estructura del capital según la composición en especies y sub-


especies: el caso de los agentes con 1 sola especie

El mismo patrón distributivo de los capitales se aprecia en aquellos casos


en donde los encuestados exhiben 2 especies de capital (figura 2): también aquí
se confirma la primacía de la especie política del capital en su variante
oligárquica, lo que estaría indicando que individuos que hegemonizaron la vida
de sus partidos antes de ingresar al campo político mediante la ocupación de
posiciones de nivel nacional tendían a ser premiados con cargos de confianza
gubernamental o con consagraciones de candidaturas que serían finalmente
exitosas a la Cámara de Diputados o al Senado.

Figura 2.- La estructura del capital según la composición en especies y sub-


especies: el caso de los agentes con 2 especies

20
Es importante consignar que el capital tecnocrático es relativamente
relevante en los individuos que poseen a lo menos dos especies, lo que podría
estar indicando que por sí sólo no es un recurso suficiente para acceder al
campo político y probablemente tampoco para permanecer duraderamente en
dicho espacio. Aún más: el capital tecnocrático pragmático es sólo relativamente
eficiente para beneficiarse de algún nombramiento cuando es la única especie
de capital disponible para el agente, puesto que esta sub-especie desaparece
completamente cuando son 2, 3, 4 y 5 las especies efectivamente poseídas. Este
dato estaría sugiriendo que el fenómeno tecnocrático, a lo menos en Chile,
presupone algún tipo de atributo político por parte de los tecnócratas, que es lo
que se traduce en el hecho que cuando el capital tecnocrático es observable en la
composición de la dotación de los recursos disponibles para los agentes, es su
variante política (y no la pragmática) la que contribuye a especificar el valor del
recurso (figuras 2, 3 y4).

Figura 3.- La estructura del capital según la composición en especies y sub-


especies: el caso de los agentes con 3 especies

En la medida en que son muy pocos los agentes que esgrimen 4 o 5


especies de capital al momento de acceder al campo político bajo algún tipo de
nombramiento o elección (son respectivamente 9 y 1 individuo (s)), sólo cabría
hacer sobre ellos estudios de casos con el fin de comprender tanto las lógicas de
acumulación del capital como la estructura de los recursos de los que ellos se
benefician.

Figura 4.- La estructura del capital según la composición en especies y sub-


especies: el caso de los agentes con 4 especies

21
Figura 5.- La estructura del capital según la composición en especies y sub-
especies: el caso de los agentes con 5 especies

La dotación de capital tanto en volumen como en estructura debiese ser


conducente a determinados nombramientos en cargos gubernamentales o a
elecciones en las posiciones de diputado y senador, que es precisamente lo que
captura en términos cuantitativos el cuadro 5. Si en promedio los 386
encuestados fueron beneficiados con casi dos nombramientos o elecciones, eso
deja de ser cierto cuando tomamos en consideración el volumen del capital del
que se benefician. Es así como los individuos que exhiben 2 especies de capital
(N=123) se benefician con un poco menos de tres nombramientos o elecciones
(320), una proporción que se mantiene relativamente estable con 3 o más
especies de capital.

Cuadro 5.- Relación entre el volumen de capital (en especies) y el número de


nombramientos y/o elecciones entre 1990 y 201021

Total
N Especies
N Encuestados nombramientos/elecciones
de Capital
Gobierno - Parlamento
0 108 34
1 93 233
2 123 320
3 52 131
4 9 20
5 1 4
Total 386 742

21Para los fines de este trabajo, sólo consideramos los nombramientos como Ministro y
Subsecretario, y las elecciones de presidente de la República, Senador y Diputado.

22
Más interesante es observar el patrón distributivo de los nombramientos
o de las elecciones en función de las distintas dotaciones de capital (cuadro 6).
No puede ser motivo de sorpresa que los 108 agentes que no exhiben ninguna
especie de capital se beneficien fundamentalmente con nombramientos en el
gobierno como ministros y subsecretarios22, y en menor medida con elecciones
a diputados (en una relación de 2 a 1 entre nombramientos y elecciones), puesto
que el único recurso del que pueden disponer y que no es objetivable es el
acceso directo al presidente de la República (quien procede en última instancia
a los nombramientos de confianza política, y quien puede influir en la
conformación de las listas de candidaturas al Congreso). La dotación con una
sola especie de capital suele traducirse en una relación de nombramientos en
cargos de gobierno respecto de elecciones al congreso en un rango de 1 a casi 2,
una razón que se mantiene con 2 y 3 especies. Nuevamente, lo esencial de la
distribución de los nombramientos o elecciones se concentra en la población de
agentes que acumulan 1 o 2 especies de capital, en donde para ser ministro
resulta conveniente disponer de a lo menos 2 especies (del mismo modo que
para ser senador), y en relativamente menor medida para ser designado como
subsecretario y elegido como diputado.

Como se puede apreciar, el famoso axioma consagrado por Bourdieu


según el cual “el capital va al capital” es especialmente cierto cuando son 2 las
especies de recursos involucradas, pero no cuando aumenta el volumen de
recursos.

Cuadro 6.- Relación entre el volumen de capital (en especies), tipos de


nombramientos (elecciones) en el gobierno y tipos de elecciones (en el
Congreso)
N Gobierno Congreso
Especies N
Gobierno Parlamento
de Encuestados Presidente Ministro Subsecretario Senador Diputado
Capital
0 108 23 0 14 9 11 0 11
1 93 72 1 32 39 161 18 143
2 123 92 1 51 40 228 31 197
3 52 49 1 29 19 82 14 68
4 9 12 0 8 4 8 1 7
5 1 4 0 3 1 0 0 0
Total 386 252 3 137 112 490 64 426

Conclusiones

De lo anterior se sigue que los agentes que acceden al campo político no


son iguales al momento de iniciar sus carreras políticas, puesto que exhiben
dotaciones de capital que son muy distintas tanto en volumen como en

22 Ver nota 20.

23
estructura. Esto quiere entonces decir que la literatura que insiste tanto en las
habilidades de los agentes debiese prestar mayor atención a los recursos que
ellos tren al momento de formular sus decisiones de candidatura o de ser
beneficiados con algún nombramiento en un cargo de confianza política. Es
sobre este trasfondo de recursos sumamente desiguales que operan los
mecanismos institucionales de selección de candidatos o las redes más o menos
informales que conducen a que un presidente tome la decisión de nombrar a un
determinado individuo en un cargo de confianza política.

La evidencia empírica que es proporcionada por los datos entregados


por una encuesta a miembros selectos de la elite política chilena muestra
situaciones de profunda desigualdad que se encuentran en el origen de las
carreras políticas, las que pueden ser largas o cortas (una información que no
usamos en este trabajo). En tal sentido, se reiteran los resultados de otras
investigaciones referidas a la producción y reproducción de grupos
oligárquicos en la vida política de países y de partidos, en donde no todos los
individuos que reivindican vocación, interés y virtud para representar o hablar
en nombre de otros logran ser reconocidos en dicho reclamo.

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