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a r t í c u l o d e i n v e s t i g a c i ó n | f e c h a d e r e c e p c i ó n : 2 9 / 0 8 / 2 0 14 . f e c h a d e a c e p t a c i ó n : 1 0 / 1 0 / 2 0 14 .
Desde el Jardín de Freud [n.° 15 , Enero - Diciembre 2015 , Bogotá] issn : ( impr e s o ) 1657-3986 ( en líne a ) 2256-5477, pp. 103-113. 103
E
l lazo social, el que verdaderamente hace lazo entre los humanos, el que
trabaja para el viviente, de ninguna manera es equivalente a todo aquello
que congrega a los humanos. El orden social se funda a veces sobre el odio,
la violencia, el racismo y la fascinación del tirano, todo lo cual conduce a la
segregación. Entonces, el campo de lo social no es equivalente a lo social ni al lazo
social. Lo social se constituye a veces contra el lazo social. El lazo social, tal como el
psicoanálisis lo concibe, es lo que une a los hablante-seres entre sí, con vistas a renovar
lo vivo y a hacer obra en la civilización. Unir no es desunir y, por eso, para la destrucción
de lo vivo deberíamos inventar otro término que hiciera resonar la pulsión de muerte
puesta al servicio de la desmezcla de las pulsiones.
Gracias a la transferencia, un psicoanálisis permite revivir el primer lazo. La
transferencia es una relación única, un lazo basado en el amor al saber que se le supone
al Otro. Esta figura del lazo que es la transferencia, toma sus raíces en aquella otra,
primera, del sujeto y el Otro. La familia será en seguida el crisol originario en el que
ese lazo se perpetúa, pero también donde los odios y los celos encuentran su punto de
partida y su consistencia, capitoneada por el síntoma. La articulación entre el síntoma
y el lazo social se justifica en lo inseparable de la clínica del sujeto y una clínica de lo
social, pues, tal como Freud y Lacan lo hicieron valer, el sujeto de lo individual no es otro
que el del colectivo. Sin embargo, si el síntoma es una sinrazón en lo social1, es también
una oportunidad para el sujeto: la que le permite hacer lazo con los otros, una vez sale
de su fobia estructural, para entrar en la neurosis, que es una forma de tratamiento
del lazo social.
En su “Alocución sobre la psicosis del niño”, en 1967, cuando Lacan habla de
1. Jacques Lacan, Seminario 22. R.S.I. (1974- segregación, sitúa el tiempo al cual la ciencia nos ha hecho entrar como un “tiempo
1975), lección del 21 de enero de 1975. planetario”. Menciona allí la destrucción de “un orden social antiguo” simbolizado
Inédito. Consultado en Folio Views -
por el “Imperio”. Considera Lacan que los imperialismos han sucedido al Imperio, y
Bases documentales, versión digital.
precisa que la cuestión del imperialismo es la siguiente: “¿Cómo hacer para que masas
2. Jacques Lacan, “Alocución sobre las
psicosis del niño” (1967), en Otros escritos humanas, condenadas al mismo espacio, no solamente geográfico, sino en esta ocasión
(Buenos Aires: Paidós, 2012), 383. familiar, permanezcan separadas?”2. Lacan alude así a la destrucción del lazo social,
L a zo social y síntom a
Desde hace más de cincuenta años los trabajos sobre los extravíos de la civilización,
publicados por sociólogos, filósofos, economistas políticos, historiadores, novelistas y
psicoanalistas, no hacen más que destacar lo que Freud ya había analizado en 1929, y lo
que Lacan conjeturó en diversos textos de su enseñanza sobre los efectos del ascenso
exponencial de la ciencia y del capitalismo. Esos investigadores presentan un notorio
grado de unanimidad al reconocer un mundo sin límite, que introduce la perversión
ordinaria (J.-P. Lebrun), una civilización del narcisismo (Ch. Lasch), un incremento del
gozar a cualquier precio, lo que condiciona una nueva economía psíquica (Ch. Melman)
con efectos de clivaje y de desmentida perversa (R. Chemama), en una era del vacío
(G. Lipovetsky y O. Mongin), marcada por un incremento de los estados depresivos,
la fatiga de ser uno mismo (A. Ehrenberg), etc. Ese panorama, así simplificado, pone
de relieve los efectos perversos3 o depresivos sobre los sujetos, cuando faltan bien
el límite, bien las referencias ligadas a la función de autoridad, correspondiente por
derecho al padre, en beneficio de otras figuras omnipotentes, principalmente las de
la ciencia y el ascenso del dios financiero. Lo que las mencionadas investigaciones
interrogan menos es una de las vertientes contemporáneas del lazo social, que es un
lazo de evitamiento fóbico, nombrado actualmente fobia social o fobias escolares.
El lazo fóbico se caracteriza por evitar el encuentro, evitar la mirada o, simplemente,
la presencia de lo desconocido; es el reverso de la tendencia actual de promoción de la
vida, de las preferencias y de los goces en las redes sociales. El lazo teñido de fobia es
una objeción a la dimensión narcisista, que caracteriza hoy tanto la vida ‘liberada’ como
esa vanidad contemporánea promovida y cada vez más demandada por los media.
La pregunta es, entonces, la siguiente: ¿cómo un goce sin límite, programado
para el consumismo, se las arregla con el núcleo fóbico de las neurosis? Con Lacan
sabemos que el discurso capitalista forcluye la castración pero, entonces, ¿cómo se las
arreglan los sujetos con el Edipo, que es el momento en que el niño organiza su relación 3. Precisemos que la perversión no es aquí
con la castración, lo que le permite entrar en la neurosis? ¿Puede ser desactivada la la del fetichista, sino la del niño cuando
relación del sujeto con la castración una vez que se pone en marcha? Si la neurosis el deseo permanece esencialmente
organizado por la instancia imaginaria,
es una manera de hacer lazo social, una tentativa de tratar lo real del viviente, que se
lo que Freud llamaba la perversión
apoya sobre la defensa que protege al sujeto del goce incestuoso, ¿cómo el gozar a polimorfa, es decir, antes de que el Edipo
“cualquier precio”, que es la prescripción del capitalismo, puede arreglárselas con ese sucumba bajo el efecto de la castración.
Desde el Jardín de Freud [n.° 15 , Enero - Diciembre 2015 , Bogotá] issn : ( impr e s o ) 1657-3986 ( en líne a ) 2256-5477, pp. 103-113. 107
con el fin de evitar desaparecer en esa operación de simbolización. El sujeto fóbico
se resiste al hecho de que el significante segundo está pegado al agujero, y pone el
significante fóbico para hacer lazo y para taponar el vacío en el que él podría hundirse.
La separación es, entonces, una necesidad para salir de la alineación en el
Otro. Es a esto a lo que se resiste el niño con su fobia. Se puede verificar que esta
experiencia del sujeto haciéndose desaparecer, se repite para el fóbico, quien se queja
frecuentemente de perderse en el espacio. Así, por ejemplo, el fóbico tiene usualmente
dificultades al leer un mapa para orientarse, pues para leer un mapa debe localizar su
propio lugar en función de dos puntos, si no, es imposible hacerlo. Esos dos puntos
son, de alguna manera, los significantes S1-S2, y cuando el sujeto no sabe dónde está,
pone el caballo, el perro, la gallina, el avión, el tren o el puente…
La entrada en el lenguaje permite comprender cómo es que la agorafobia,
situada ella misma en el corazón de la fobia, está en el origen de la fobia que asalta
por primera vez al sujeto, “cogido” en la inmensidad del espacio. Este espacio está
determinado por el lenguaje. En muchas ocasiones Lacan hizo la observación de que
no habría espacio si no hubiera lenguaje. Es el miedo al espacio, el miedo a un espacio
sin fondo, sin borde, sin pared, en el cual el sujeto no estaría representado por ningún
significante. El sujeto entonces está confrontado a un agujero, lo cual es una experiencia
de desamparo comparable con la muerte. El lenguaje ofrece un habitáculo al sujeto, un
espacio, pero este espacio que él tiene, gracias al lenguaje, se vuelve repentinamente
“aesférico”, y no esférico, como nuestra sensibilidad nos permite percibirlo. Es en “El
atolondradicho” donde Lacan plantea esta idea de un espacio aesférico en oposición
a uno esférico. El lenguaje “a-esferiza” el espacio, en el sentido de que aporta una
abertura, y no el cierre necesario a la esfera. Esta abertura hacia lo desconocido hace,
de lecho, a la angustia.
Una analizante, particularmente fóbica, planteaba una pregunta en el curso
de su cura, asombrándose de la intensidad de las angustias que la asaltaban en dos
situaciones diametralmente opuestas. No comprendía por qué, de niña, estaba tan
angustiada al dejar la casa materna, por lo tanto al encontrarse separada y sola en el
exterior, como en el auto con sus padres, sus hermanos y hermanas, es decir, comprimida
en un espacio cerrado. La angustia le sobrevenía, ¿por el hecho de estar afuera sola, o
adentro acompañada? O la soledad hacía resonar la separación, o su identidad corría
el riego de diluirse cuando se hallaba entre muchos. El lenguaje crea un espacio que
permite comprender esta aparente paradoja de un afuera/adentro. No hay interior y
exterior psíquicos, es nuestra percepción sensible transmitida por lo imaginario la que
crea ese mito. Esto explica que sea separada, sea comprimida, está adentro y afuera.
El l a zo y el nudo
Lacan hace del padre un modo de anudamiento de la realidad psíquica; luego, en el
curso del avance de su enseñanza, se interroga sobre otros anudamientos posibles que,
entonces, no se limitan a aquel del Nombre-del-Padre. Así, desarrolla la función de
anudamiento que puede tener el síntoma, a condición de reducirlo a sinthome. Esta
reducción implica la pérdida de lo sintomático, y lo que queda de esa sustracción es
la cicatriz de la constitución del sujeto. Este esclarecimiento sobre el sinthome permite
orientar la cura, tanto hacia una separación con respecto al anudamiento de la realidad
psíquica gracias al Otro, como hacia la posibilidad de prescindir del Otro para servirse
mejor de él. La operación analítica se vuelve ahora una manera de desanudar con
el fin de intentar operar un nuevo anudamiento. El psicoanálisis le da su chance al
sinthome para rehacer el anudamiento, restaurando con ello la división del sujeto. Hay
diferentes tipos de anudamiento que le permiten al sujeto sostenerse en su mundo.
El anudamiento gracias a lo simbólico concierne a los sujetos que se confían a
lo simbólico, en una suerte de servidumbre voluntaria que les impide prescindir de él.
No es este el modo de salida que pone en juego la fobia. La religión es otra manera
de abandonarse al Otro, a la que se acogen sujetos neuróticos que no tendrían la
capacidad de tratar de otro modo su relación con este Otro; o, aun, la secta, que es
finalmente una manera de someterse a un otro que hace función de Otro.
El anudamiento por lo imaginario es la vertiente de la perversión polimorfa en
la que el goce sería un bien a codiciar, un objeto del cual se goza armoniosamente.
Es una solución dolorosa porque el sujeto no puede confrontarse con la desilusión 8. A la vez —se trata siempre de la
del objeto cuando se lo compara con el objeto alucinado8; hay una confusión entre misma paradoja— un goce alucinado
sería insoportable porque aniquila
el ideal del yo y el yo ideal. La banda, el look, las identificaciones, las comunidades
al sujeto, que quedaría engullido en
que comparten el mismo goce al margen de la castración, son el reflejo de este tipo el Otro; lo propio de la defensa es
de anudamiento. proteger al sujeto de ese surgimiento.
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El anudamiento por lo real corresponde al caso del sujeto que escoge la adicción,
la toxicomanía, las dependencias de todo género de un objeto. Es un retorno de lo
real que aplasta el deseo sobre la necesidad, como lo hace el sujeto bulímico. Pero
el sujeto no sale de ahí, al contrario, demanda más, porque, como lo dice Lacan, “el
estigma de este real como tal es no enlazarse con nada”9.
En cuanto a la fobia, se trata de un complemento al anudamiento por el
Nombre-del-Padre que permite al sujeto localizar el goce en el exterior para hacer más
soportable su mundo interior. Un nuevo anudamiento por el sinthome —cuando el
análisis lo permite— en lugar del anudamiento por el padre, que toma su apoyo sobre
la parte de goce que le vuelve al sujeto. La función del padre es función de síntoma,
pero es un anudamiento que tiene como consecuencia un modo de servidumbre.
¿Cuál va a ser el resultado del anudamiento por el sinthome? Lacan dice que “habiendo
reconocido la naturaleza del sinthome, no se priva de usarlo lógicamente, es decir, de
usarlo hasta alcanzar su real”10. El año anterior, en la Lección del 11 febrero de 1975,
cuando Lacan habla del efecto de sentido, propone estrechar dicho efecto mediante un
nudo que sea el buen nudo. Precisa que el efecto de sentido, exigible por el discurso
analítico, debe ser real. Lacan se encamina hacia el fuera de sentido. Para él la idea es
obtener que un decir haga nudo allí donde la palabra se desliza. Se pregunta ¿cómo
apretar un nudo que sea del orden de lo real para mantener juntos lo imaginario y lo
simbólico? ¿Un nudo mental es real? (recordar lo que dice Lacan de la fobia en 1956).
Es, me parece, en el seminario siguiente, El sinthome, en la Lección del 13 de enero
de 1976, donde precisa qué permite estrechar ese nudo de lo real, lo simbólico y lo
imaginario. Propone hacer una sutura o empalme por el sentido entre lo imaginario
y lo simbólico, y otro empalme entre lo simbólico y lo real para sostenerlos, a fin de
anudar los tres, de dos en dos. Lacan sostiene: “Por algún lado enseñamos al analizante
a hacer un empalme entre su sinthome y lo real”11; luego muestra que el sinthome
es lo que confiere a lo simbólico el estatuto de inconsciente. Entonces, es sobre la
unidad sinthome-real sobre la que hay que tratar para estrechar el anudamiento de
manera diferente al que tiene lugar con el Nombre-del-Padre. Ahora bien, la fobia
Jacques Lacan, El Seminario. Libro
9.
sostiene el anudamiento de lo real y lo simbólico y no, como algunos han sostenido,
23. El sinthome (1975-1976) (Buenos de lo imaginario y lo real. Se trata, entonces, de localizar qué solución sostiene “el
Aires: Paidós, 2008), 121. efecto anudamiento del Nombre-del-Padre” en la cura del neurótico, para que pueda
10. Ibíd., 15. prescindir de él. Aflojar la fobia es una solución porque la fobia es, ella misma, una
11. Ibíd., 70. manera de apretar el Nombre-del-Padre, reforzándolo.
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de su fobia no es a la creación como suplencia a lo que apunto, sino a la cicatriz de la
falta de objeto, como “redondel quemado de la maleza de las pulsiones”15 que deja
un lugar vacío.
En cuanto al psicoanalista, si el analizante que él fue pudo distinguir lo que hace
a su ser, ese goce irreductible, si pudo percatarse de que el objeto es la falta de objeto
y que la castración del Otro es la suya, puede concluir que ningún objeto vale más que
otro… y puede ocurrirle que se le imponga comprometerse en acto como psicoanalista.
Este punto de falta en el sujeto es precisamente aquel que Lacan pone, en su texto,
“La ciencia y la verdad” en el origen del psicoanalista. Es posible también que el goce
desactivado con respecto al objeto, desvalorice el goce del inconsciente y active un
deseo particular, “un deseo sin objeto” que puede hacer del sujeto un psicoanalista.
B ibliogr afía
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