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l. INTRODUCCiÓN
La doctrina y la legislación comparada han puesto mucho énfasis en tratar de delimitar los
alcances de las figuras de reorganización societaria. En nuestra idea, tal afán no ha
resultado ser un mero capricho teórico, sino una necesidad de que, aclarados los linderos
conceptuales de esas figuras, sus procedimientos y consecuencias legales tengan un
asidero claro de aplicación.
Resulta común que a las figuras de reorganización societaria les sean aplicables
procedimientos particulares que apunten a proteger los derechos de los accionistas y de
los acreedores de la sociedad. Asimismo, es una práctica generalizada el que a las
reorganizaciones societarias se les apliquen regímenes tributarios particulares, cuya
filosofía tiende a ser el fortalecer la actividad empresarial, difiriendo, en ciertos casos, la
expectativa fiscal, con el fin de que la carga impositiva tributaria no haga inviable la
reorganización de empresas.
Es dentro de esta idea marco que abordamos el estudio de la reorganización simple, como
forma de reorganización societaria en la legislación peruana, intentando mostrar sus
bondades, delinear sus alcances, analizar su difundido uso, verificar sus efectos y, sobre
todo, evaluar su actual tratamiento legislativo.
Consideramos que la reorganización simple tal cual ha sido regulada en la LGS peruana
no puede ser asimilada totalmente a la figura del aporte, más allá de la literalidad de parte
del artículo 391 de dicha ley.
En efecto, hay quienes pretenden asimilar la reorganización simple o segregación
patrimonial al aporte de empresas, desconociendo, a nuestro criterio, los elementos
sustanciales del aporte y del aumento de capital societarios, así como los verdaderos
linderos de una forma de reorganización societaria.
1. El aporte de empresa
El aporte de empresa como una forma de integración del capital social -ya sea para el
caso de constitución de una sociedad como para el de aumento de capital de una sociedad
existente- se ubica, en las legislaciones societarias, dentro de las llamadas "aportaciones
no dinerarias". Así, como en el caso de todas las aportaciones distintas al dinero, suelen
estar sujetas a normas especiales sobre transferencia de propiedad, integración del
aporte, posesión, riesgo, saneamiento, verificación de valorización, entre otras.
En España -por citar un ejemplo- esta figura del aporte de empresa ha sido expresamente
recogida a nivel de la legislación societaria. En efecto, el artículo 39 de la Ley de
Sociedades Anónimas española ha regulado como una modalidad de aporte no dinerario
al aporte de empresa, con el objeto de establecer el régimen de saneamiento aplicable a
los elementos conformantes de la empresa(5). Asimismo, el Reglamento del Registro
Mercantil español se ha pronunciado sobre el aporte de empresas para efectos de
determinar el contravalor del aporte realizado(6).
Tal postura se ve confirmada cuando tiempo después de vigencia de la LGS, esa omisión
es corregida a nivel reglamentario a través del Reglamento del Registro de Sociedades
(vigente desde el1 de setiembre del 2001 , conforme lo prescribe su sétima disposición
final), el cual en el literal f de su artículo 35 hace mención expresa al aporte de empresa,
con el objetivo de regular la efectividad y valor del aporte(7).
De las normas comentadas, queda claro que al ser el aporte de empresa una forma de
aportación no dineraria, como toda forma de aporte en materia societaria su relación con la
integridad del capital deviene en fundamental. El capital de una sociedad tiene que estar
plenamente respaldado con el aporte, ya sea en el momento de la constitución social o en
el de un aumento de capital, tratándose de una sociedad ya constituida(8). Por tanto, es
obvio que el elementos que constituyen el aporte, debe tener un valor que permita integrar
el capital, ya sea para formarlo -en la constitución social-o para incrementarlo -en el
aumento de capital-.
Empero, y como resultado mismo del alcance de su acepción, una empresa puede tener
un valor neto positivo, negativo o neutro (cero). A modo de ejemplo citemos la definición
que Broseta Pont desarrolla de empresa al decir que "(oo.) es un conjunto organizado de
elementos (capital y trabajo) destinado a la producción para el mercado (oo.)" y continúa
señalando que "Desde un punto de vista económico, nos parece que la empresa es una
organización de capital y de trabajo destinada a la producción o a la mediación de bienes o
de servicios para el mercado"(9).
En relación con la transferencia de una empresa -y el aporte de empresa es una forma de
transferencia-, Garrigues señala que "Las características de la transmisión de una
empresa comercial son: 1°) Que.no se transmite como universalidad, es decir, como un
objeto únicos sostenido a reglas unitarias, sino como un conjunto heterogéneo de cosas,
derechos y relaciones de puro hecho, cuya respectiva transferencia está sometida a reglas
peculiares. 2°) Que es esencial a la transmisión la existencia de una organización y de
relaciones de hecho (en otro caso no se trataría de transmitir una empresa, sino un
almacén de mercaderías, o una fábrica improductiva, o las instalaciones de unas oficinas
comerciales). 3°) Que, por el contrario, no es esencial la transmisión de un patrimonio
mercantil (cosas, derechos), puede tratarse de una empresa cuyos elementos materiales
estén destruidos o arruinados sus medios económicos.
Por todo lo antedicho, y considerando los conceptos de aporte, integridad del capital y
empresa, cuando las legislaciones societarias contemplan el aporte de empresa están
asumiendo como premisa invariable que el valor neto de la empresa que se aporta deberá
ser positivo, y que en ese monto neto se integrará el capital, ya sea para formarlo como
parte de una constitución de sociedad o para incrementarlo como parte de un aumento de
capital de una sociedad ya existente, lo cual generará la emisión de acciones o
participaciones representativas del capital de la sociedad receptora del aporte en favor del
sujeto aportante.
Por tanto, si el bloque patrimonial del tipo fondo empresarial solo tiene como elementos a
activos, su valor siempre será positivo. Si por el contrario, ese fondo empresarial, además
de activos está compuesto por pasivos, el valor neto del bloque patrimonial podrá ser: a)
positivo, cuando el activo o los activos tengan un valor superior al pasivo o a los-pasivos
iritegranfes del bloque; b) negativo, cuando erpasivo o los pasivos tengan un valor superior
al activo o a los activos integrantes del bloque; y c) neutro (cero), cuando el activo o los
activos tengan un valor equivalente al pasivo o a los pasivos integrantes del bloque(1S).
Recordemos que la definición de reorganización simple del artículo 391 de la LGS hace
expresa alusión al término aporte, por lo que válidamente podría sostenerse que el bloque
patrimonial -€n Una reorganización simplesolo puede tener valor positivo, dado que los
aportes generan aumentos de capital, como resultado de integrar y respaldar el capital de
una sociedad. Esta interpretación tenía, a su vez, como argumento en contra, el hecho de
la referencia del artículo 391 al concepto de bloque patrimonial, cuyos alcances hemos
mencionado en este mismo acápite.
Desde la vigencia del Reglamento del Registro de Sociedades (1 de setiembre del 2001 )
esta controversia ha quedado resuelta y zanjada(17). En efecto, el literal f del artículo 130
de dicho reglamento no deja dudas sobre la posibilidad de que el valor neto de un bloque
patrimonial transferido vía reorganización simple sea negativo(181. Nótese que no se
menciona expresamente la posibilidad de que el valor neto sea neutro (cero), pero
creemos que tal supuesto estaría sobrentendido.
Podría sostenerse, entonces, que cuando el aportante de una empresa sea una sociedad,
esta modalidad de aporte constituiría una forma de reorganización simple. Por el contrario,
no toda reorganización simple podría ser subsumida en el concepto de aporte de empresa,
ya que, como hemos explicado, la primera contiene múltiples supuestos de aplicación.
Recordemos, sin embargo, que a diferencia de la reorganización simple, un aporte de
empresa puede ser efectuado tanto por una persona natural como por una persona
jurídica.
Por último, es justo reconocer los beneficios que la introducción de una forma societaria,
como la reorganización simple, ha generado en la práctica empresarial peruana. Dada su
ductilidad y flexibilidad, su uso se ha difundido tremendamente, y una serie de acuerdos de
reorganización societaria que, tradicionalmente, hubiesen sido ejecutados a través de una
fusión o de una escisión, hoy -con matices por cierto- pueden ser implementados por
medio de la reorganización simple, cuyo procedimiento es bastante sencillo, a diferencia
del de las otras formas societarias, y con el goce del mismo tratamiento tributario(19). No
obstante, como veremos más adelante, tal simplificación de procedimiento puede
ocasionar en ciertos casos algunas distorsiones y afectaciones de derechos que merecen
ser revisadas y enmendadas legislativamente.
Este supuesto parece ser el natural de una reorganización simple; el que la propia
redacción y lectura superficial del artículo 391 de la LGS llevaría a sostener como el
supuesto de hecho de la norma.
El valor neto positivo del bloque patrimonial que se segregaría podría deberse a que el
bloque está integrado solo por activos, o por un activo o conjunto de activos que tengan un
valor superior al pasivo o a los pasivos integrantes del bloque, con independencia de que
estén o no vinculados entre ellos y afectados a la realización de una línea de negocio,
actividad empresarial o unidad de producción, comercialización o servicios.
Así, para poner un ejemplo sencillo, supongamos que una sociedad identifica dentro de su
patrimonio un bloque patrimonial de valor neto positivo. Dicha sociedad (aportante)
procede a transferir, vía aporte al capital, ese bloque a otra sociedad. A esta segunda
sociedad (receptora) ingresa ese bloque patrimonial generando un aumento de capital por
su valor neto, y un incremento de su patrimonio neto en el mismo valor. La sociedad
receptora emite acciones, como resultado del aumento de capital, en favor de la sociedad
aportante. La sociedad aportante no habría variado su capital social como parte de esta
reorganización simple y, lo más importante, no habría afectado su patrimonio neto, dado
que por el mismo valor del bloque segregado recibe acciones emitidas por la sociedad
receptora, lo cual constituye un activo de la sociedad aportante (inversión en valores).
Hemos concluido líneas arriba que el bloque patrimonial a ser segregado vía
reorganización simple puede tener un valor neto negativo. En este caso, cierta redacción
del artículo 391 de la LGS puede generar confusión, en especial, aquella dirigida al
concepto "aporte" como supuesto de toda reorganización simple. Tal mención, por cierto,
ameritaría una modificación. Debiera mencionarse "transferencia" en lugar de "aporte", ya
que este último término -para ser precisos, desde el punto de vista jurídico- debiera estar
restringido 5010 para bloques patrimoniales de valor neto positivo, lo que -como ahora
sabemos- no es el único supuesto de aplicación de la reorganización simple.
El valor neto negativo del bloque patrimonial que se segregaría, se debería a que el bloque
está integrado por un activo o conjunto de activos que tienen un valor inferior al pasivo o a
los pasivos integrantes del bloque, con independencia de que estén o no vinculados entre
ellos y afectados a la realización de una línea de negocio, actividad empresarial o unidad
de producción, comercialización o servicios. Recordemos lo mencionado en relación con la
no inclusión del supuesto de bloque patrimonial "un pasivo o un conjunto de pasivos".
Para ilustrar este supuesto con un ejemplo, imaginemos que una sociedad identifica dentro
de su patrimonio un bloque patrimonial de valor neto negativo. Dicha sociedad
(transferente) procede a transmitir ese bloque a otra sociedad. A esta segunda sociedad
(receptora) ingresa ese bloque patrimonial de valor neto negativo. Es evidente que tal
circunstancia no podría genetar un aumento de capital en la receptora. Resulta claro
también que la receptora disminuiría su patrimonio neto en el monto del valor del bloque
patrimonial recibido. A nuestro criterio, el capital de la receptora no tendría necesariamente
que verse reducido. La receptora podría acordar una reducción de capital como efecto de
la recepción del bloque patrimonial de valor neto negativo, pero podría también no efectuar
reducción alguna, en cuyo caso se produce una afectación patrimonial que no genera
disminución de capital(22).
Debemos asumir, como premisa, que para la sociedad receptora el ingreso de un bloque
patrimonial tiene algún valor, así sea su valor neto contable negativo. Es decir, algún
componente de ese bloque tiene valor para la receptora. En tal sentido, y dado que
estamos hablando de una forma de reorganización societaria mediante la cual la
transferente se convierte en accionista o socia de la receptora (o si ya lo era, incrementa
su participación), por medio de esta transferencia de bloque patrimonial, la transferente
debería recibir acciones o participaciones representativas del capital social de la receptora,
salvo que exista una norma especial que lo prohíba como en el caso Banco
LatinoInterbank aludido. Parece claro que esas acciones o participaciones no pueden ser
el resultado de un aumento de capital en la receptora. Tal aumento de capital no es posible
al ser el valor del bloque transferido negativo (no hay aporte ni integración de capital).
¿Cómo lograr entonces que la transferente reciba acciones o participaciones de la
receptora? La única forma es que uno o más accionistas o socios de la receptora trasmita
algunas de sus acciones o participaciones circulantes (ya emitidas) a la transferente,
convirtiéndose por esta vía en accionista o socia de la receptora (o ratificando esa
posición, si ya tenía tal condición).
Por otro lado, al desprenderse de un bloque patrimonial cuyo valor neto es negativo, la
transferente mejoraría su posición patrimonial.
Como parte del análisis efectuado en este artículo, hemos establecido que el
bloque patrimonial a ser segregado vía reorganización simple puede tener también un
valor neto neutro (cero). Al igual que en el supuesto anterior, consideramos que la alusión
al término "aporte" en el artículo 391 de la LGS no es adecuada y debiera ser sustituida
por el de "transferencia".
El valor neto neutro (cero) de un bloque patrimonial que se segregaría se debería a que el
bloque está integrado por un activo o conjunto de activos que tienen un valor equivalente
al pasivo o a los pasivos integrantes del bloque, con independencia de que estén o no
vinculados entre ellos y afectados a la realización de una línea de negocio, actividad
empresarial o unidad de producción, comercialización o servicios.
Con el fin de graficar este supuesto, pensemos en una sociedad que ubica dentro de su
patrimonio un bloque patrimonial de valor neto neutro (cero). Dicha sociedad (transferente)
procede a transmitir ese bloque a otra sociedad. A esta segunda sociedad (receptora)
ingresa ese bloque patrimonial de valor neto neutro (cero). La recepción de ese bloque no
podría generar un aumento de capital en la receptora, ni debería hacerla pensar en una
reducción de capital como efecto de esa transferencia. La receptora no incrementa ni
disminuye su patrimonio neto, el cual sigue siendo el mismo que con anterioridad a la
recepción, vía reorganización simple, de un bloque patrimonial de valor neto neutro (cero).
Al igual que en el caso anterior (reorganización simple con bloque patrimonial negativo),
para la sociedad receptora el ingreso de un bloque patrimonial debería tener algún valor,
así su valor neto contable sea cero. De este modo, y al encontramos frente a una forma de
reorganización societaria mediante la cual la transferente se convierte en accionista o
socia de la receptora (o si ya lo era, incrementa su participación), por medio de esta
transferencia de bloque patrimonial, la transferente debería recibir acciones o
participaciones representativas del capital social de la receptora, salvo que exista una
norma especial que lo prohíba (ver comentario a caso Banco Latino-Interbank). Resulta
claro que esas acciones o participaciones no pueden ser el resultado de un aumento de
capital en la receptora. Tal aumento de capital no es posible al ser el valor del bloque
transferido cero (no hay aporte ni integración de capital). ¿Cómo lograr entonces que la
transferente reciba acciones o participaciones de la receptora? Del mismo modo que en el
supuesto anterior, la única forma es que uno o más accionistas o socios de la receptora
trasmita algunas de sus acciones o participaciones circulantes (ya emitidas) a la
transferente, convirtiéndose por esta vía en accionista o socia de la receptora (o ratificando
esa posición, si ya tenia tal condición).
Sin embargo, consideramos que si tal derecho está previsto para los casos de fusión y
escisión en nuestra LGS, no habría razón para que no estécontemplado -al menos en
ciertas circunstancias y bajo ciertos parámetrospara la reorganización simple. Hemos visto
cómo a través de esta figura de segregación patrimonial se pueden llevar a cabo
adquisiciones o reorganizaciones de gran volumen. A modo de ejemplo, recordemos el
caso Wiese-Lima Sudameris. Las teóricas y típicas razones de affectio societ~tis o de
impacto patrimonial que justifican la existencia del derecho de separación -para los
defensores de esta figura- en una fusión o escisión pueden aparecer también en una
reorganización simple.
V. A MODO DE CONCLUSiÓN
Luego de más de cuatro años de vigencia de la LGS, creemos que existen ciertas
instituciones y normas que deben ser revisadas y contrastadas con la práctica, con el fin
de mejorar su aplicación. La reorganización simple es una de ellas. Esta figura ha
constituido un gran aporte de los rE!d¡:¡ctores de la LGS a la legislación societaria
peruana. Así lo demuestra el difundido uso que ha tenido esta forma de segregación
patrimonial.
1. Disolución
La Nueva Ley General de Sociedades, regula en primer lugar las causas de disolución
aplicables a todas las clases de sociedades, y luego las causas especiales aplicables
específicamente a las sociedades colectivas y en comandita.
El artículo 407º de la NLGS regula las causales que inciden en todas las clases de
sociedades.
El inciso 1º contempla el vencimiento del plazo de duración como causal de disolución.
La conclusión del plazo de duración de la sociedad como causa de disolución, opera de
pleno derecho (ipso jure) y no requiere de inscripción en los Registros Públicos, toda vez
que el acto de constitución o el acuerdo posterior de socios, estableció anteladamente la
vigencia de la sociedad, y al encontrarse registralmente inscrito existe la publicidad
requerida frente a terceros. El maestro Ulises Montoya Manfredi2, señala en relación a esta
causal que el cumplimiento del plazo importa inexorablemente el tránsito a la liquidación
de la sociedad.
Resulta necesario precisar, que sólo la causal de vencimiento del plazo de duración, por
las razones antes anotadas, funciona automáticamente o de pleno derecho. Las demás
causales deben ser necesaria y previamente invocadas y reconocidas por los socios, o en
su defecto por el Juez, y surtirán efecto frente a terceros recién al inscribirse en los
Registros Públicos el acuerdo de disolución.
Sin embargo, si bien dicha causal de disolución opera ipso jure, necesariamente se
requerirá de la intervención de la junta general, o en su defecto del juez, para que
designen a los liquidadores y se de inicio al proceso de liquidación.
El inciso 3º, considera como causal de disolución aplicable a todas las sociedades la
continuada inactividad de la junta general. La anterior Ley General de Sociedades,
consideraba esta causal de disolución únicamente para las Sociedades Anónimas. La
continuada inactividad como causal de disolución deberá ser determinada, en cada caso,
por los socios, toda vez que la ley no cuantifica dicho período de tiempo. Cabe anotar
como referencia, lo establecido en la Décima Disposición Transitoria de la ley, la cual
dispone que «se presume la extinción de toda sociedad mercantil o civil que no ha inscrito
acto societario alguno en los diez años precedentes a la publicación de esta ley. El
Registro cancelará la inscripción (...)».
El inciso 4º indica que es causa de disolución las pérdidas que reduzcan el patrimonio
neto a cantidad inferior a la tercera parte del capital social pagado, salvo que las
pérdidas sean resarcidas o que el capital pagado sea aumentado o reducido en cuantía
suficiente. Es importante resaltar en relación a esta causal, que la nueva ley con acierto ha
considerado como referencias para estimar las pérdidas que reducen el patrimonio en
relación al capital, al patrimonio neto y al capital pagado. La anterior ley se refería al
patrimonio y al capital, a secas. La Octava Disposición Transitoria de la ley, deja en
suspenso hasta el 31 de diciembre de 1999 dicha causal de disolución, en razón a las
dificultades económicas y financieras por la que vienen atravesando los distintos sectores
empresariales.
Al respecto consideramos pertinente señalar las principales diferencias que existen entre
el procedimiento de liquidación regulado en la Ley de Reestructuración Patrimonial (LRP),
y el procedimiento establecido en la Nueva Ley General de Sociedades. En el primero el
acuerdo de disolución y el nombramiento del liquidador es adoptado por la junta de
acreedores; en el segundo es la junta general la que adopta dichos acuerdos o en su
defecto el juez. En el primer procedimiento, el liquidador necesariamente debe ser un
banco, entidad financiera o de seguros, u otra entidad previamente calificada por la
Comisión de Salida del Mercado del INDECOPI; en el segundo procedimiento el liquidador
o liquidadores puede ser cualquier persona natural o jurídica, debiendo ser su número
impar. En el procedimiento establecido en la LRP el liquidador presenta un proyecto de
convenio de liquidación, el cual luego de ser aprobado por la junta de acreedores, debe ser
firmado por el presidente de la junta, el liquidador y el representante de la Comisión, en
caso de no aprobarse o suscribirse el convenio la Comisión asume el proceso de
liquidación designando al liquidador; la NLGS no establece formalidad alguna al respecto.
De acuerdo con la LRP el convenio de liquidación debe establecer el plazo del proceso
liquidatorio; la NLGS no prevé plazo de duración para el proceso de liquidación. La LRP
establece que en cualquier etapa del proceso de disolución y liquidación, si el insolvente
cancela los créditos reconocidos, y los gastos y honorarios de la liquidación u, otorga
garantía suficiente en favor de los acreedores, el proceso se declara concluido y se levanta
el estado de insolvencia del deudor; en el caso de la NLGS la junta general, de darse las
circunstancias, puede acordar el levantamiento del estado de disolución y liquidación de la
sociedad. En la LRP si el liquidador constata que existen factores nuevos o no previstos al
momento de adoptar el acuerdo de disolución, informará a la junta de acreedores,
pudiendo ésta acordar la reestructuración si fuera viable; la NLGS permitiría a la junta
general levantar el estado de disolución y liquidación de la sociedad, y solicitar la
declaración de insolvencia para luego de ello, si fuera viable, proponer la reestructuración
de la empresa. La LRP prevé un mecanismo de protección legal del patrimonio de la
empresa en proceso de liquidación, desde el momento en que se declara la insolvencia de
la misma, en mérito del cual se suspende la ejecución de los embargos y en general de
cualquier medida cautelar trabada sobre bienes o dinero de la empresa; en el
procedimiento establecido en la NLGS los procesos judiciales, arbitrales o coactivos
siguen su trámite normal, debiéndose apersonar, el o los liquidadores, a dichos procesos
en representación de la sociedad.
El inciso 9º establece que las sociedades se pueden disolver por cualquier otra causa
establecida en la ley, o prevista en el pacto social, el estatuto, o convenio de socios
registrado ante la sociedad. La ley puede establecer causales de disolución distintas a
las establecidas en la Ley General de Sociedades, es el caso de aquellas contenidas en la
Ley de Bancos y en la Ley de Administradoras de Fondos de Pensiones, por citar algunas.
Como sabemos los Bancos, así como las Administradoras de Fondos de Pensiones,
deben constituirse necesariamente como sociedades anónimas, siéndoles, por ende, de
aplicación la Ley General de Sociedades; sin embargo las disposiciones legales que
regulan a estas instituciones, establecen reglas especiales dentro de las cuales se
encuentran algunas causales de disolución, además de las contenidas en el artículo 407º
de la NLGS.
Cabe destacar, que una novedad contenida en la nueva ley lo constituye el reconocimiento
de los pactos o convenios entre socios consagrado en el artículo 8º de la NLGS, mediante
los cuales se pueden establecer causales de disolución distintas a las contenidas en la ley.
La causal de disolución por fusión, establecida en el inc. 4º del artículo 359º de la ALGS,
ya no es considerada como tal en la nueva ley, en virtud de lo establecido en el artículo
345º de la NLGS que dispone que «no se requiere acordar la disolución y no se liquida la
sociedad o sociedades que se extinguen por la fusión».
2. Liquidación
Una vez disuelta la sociedad, se da inicio a lo que hemos denominado la segunda etapa
del proceso (iniciado con la aparición de una de las causales de disolución y que concluye
con la extinción de la sociedad), la liquidación.
Como lo hemos anotado líneas arriba y de acuerdo a lo preceptuado por el artículo 413º
de la NLGS, la sociedad disuelta conserva su personalidad jurídica mientras dura el
proceso de liquidación y hasta que se inscriba la extinción de la sociedad en los Registros
Públicos, debiendo añadir a su razón o denominación social la frase «en liquidación».
El distinguido profesor universitario Ricardo Beaumont Callirgos4 explica con suma claridad
que al acordarse la disolución e iniciarse el proceso de liquidación, tres cosas cambian:
Uno, cambia el objeto social, ya no será el previsto en el pacto social y el estatuto, si no el
objeto será realizar los activos para pagar los pasivos; dos, cambia la razón o
denominación social, pues habrá que agregar en la correspondencia y documentación de
la sociedad la frase «en liquidación»; y tres, cambia la representación, la sociedad ya no
estará representada por el directorio, los administradores o los gerentes, si no por los
liquidadores.
En caso se designe como liquidador a una persona jurídica, ésta deberá nombrar a la
persona natural que la represente.
De otra parte, es importante considerar que, tanto las limitaciones legales y estatutarias
para el nombramiento de los liquidadores, así como la vacancia y las responsabilidades
del cargo, se regulan, en cuanto les fuera aplicable, por las normas que rigen a los
directores y al gerente de la sociedad anónima.
Son también funciones de los liquidadores, la formulación del inventario, los estados
financieros y las cuentas a la fecha en que se inicia la liquidación; requerir la participación
de los representantes cesantes; llevar y custodiar los libros y correspondencia de la
sociedad; velar por la integridad del patrimonio de la sociedad; realizar las operaciones
pendientes y las nuevas necesarias para la marcha del proceso liquidatorio; transferir a
título oneroso los bienes sociales; exigir el pago de los créditos y dividendos pasivos
existentes al iniciarse la liquidación; concertar transacciones y asumir compromisos
convenientes al proceso liquidatorio; pagar a los acreedores de la sociedad; y convocar a
la junta general, cuando lo estimen necesario o así lo disponga la ley, el estatuto, el pacto
social, los convenios celebrados entre los accionistas inscritos ante la sociedad o por
disposición de la junta general.
De otro lado, son obligaciones de los liquidadores, entre otras, solicitar la declaración
judicial de quiebra, de conformidad con las reglas del Decreto Legislativo 845 - Ley de
Reestructuración Patrimonial- cuando se extinga el patrimonio de la sociedad en
liquidación y queden acreedores impagos; presentar a la junta general, previa
convocatoria, los estados financieros y demás cuentas de los ejercicios que venzan
durante el proceso de liquidación o los balances correspondientes a otros períodos cuya
formulación contemple la ley; presentar para la aprobación de la junta general, previa
convocatoria, la memoria de liquidación, la propuesta de distribución del patrimonio neto
entre los socios, el balance final de liquidación, el estado de ganancias y pérdidas y las
demás cuentas que correspondan, las mismas que deben estar auditadas.
Según hemos señalado, es obligación de los liquidadores convocar a junta general para la
aprobación del balance final de liquidación. Si no obstante la convocatoria, la junta no se
realiza, en primera ni en segunda convocatoria, el balance final de liquidación se considera
aprobado por la junta general. Una vez aprobado el balance final, expresa o tácitamente,
éste debe publicarse por una sola vez.
Por último, las funciones del cargo de liquidador terminan por haberse realizado la
liquidación; por remoción o renuncia; o por resolución judicial emitida a solicitud de socios
que representen cuando menos la quinta parte del capital social. La responsabilidad del
cargo de liquidador caduca a los dos años contados desde el día de terminación del cargo
o inscrita la extinción de la sociedad.
Una vez aprobado el balance final de liquidación y los demás documentos exigidos por la
ley, los liquidadores procederán a distribuir el haber social remanente, única y
exclusivamente si se ha cumplido con pagar a todos los acreedores de la sociedad, o en
su defecto, se ha consignado el importe de sus créditos en una empresa bancaria o
financiera del sistema financiero nacional. El artículo 420º de la NLGS detalla las reglas
por las cuales los liquidadores deben proceder a distribuir el haber social entre los socios,
una vez pagados los créditos de los acreedores.
3. Extinción
El artículo 422º de la NLGS establece el derecho de los acreedores para hacer valer sus
créditos luego de extinguida la sociedad. En el caso de la sociedad colectiva, los
acreedores
podrán hacer valer sus créditos frente a los socios. Los acreedores de las sociedades
anónimas, de las sociedades en comandita simple y en comandita por acciones (se ha
omitido a la Sociedad Comercial de Responsabilidad Limitada), podrán hacer valer sus
créditos frente a los accionistas o socios, hasta por el monto de la suma recibida por éstos
como consecuencia de la liquidación. Si la falta de pago se debió a culpa de los
liquidadores, los acreedores podrán hacer valer sus créditos frente a éstos.
El derecho de los acreedores para hacer valer sus créditos frente a los socios, accionistas
o liquidadores, según sea el caso, caduca a los dos años desde la inscripción de la
extinción de la sociedad.
Una vez ejecutoriado el auto que declara la quiebra, se da por concluido el proceso y el
juez ordena su archivamiento definitivo, emitiendo los certificados de incobrabilidad a todos
los acreedores impagos.