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9-12-17

EL SENTIDO DE LA VIDA. ¿Qué es la vida?



Según Ortega y Gasset la vida es el resultado de tres factores: la vocación, la
circunstancia y el azar.
La vocación es el yo, el verdadero yo, “es el tipo de hombre que toda persona está
llamada a ser”. La circunstancia es el mundo, el que te ha tocado, no lo eliges, llegas a
él. Es aquel lugar en el que has de realizarte y en el que se hallan las cosas con las que
se ha de lidiar. De esta circunstancia se derivan las oportunidades. La circunstancia
incluye también las capacidades personales, las que “vienen de serie”. El azar por su
parte es imprevisible, no elegimos el mundo al que llegar, por ello nuestra circunstancia
y nuestra vocación dependen del azar, pues estas no serán las mismas para quien nazca
en Europa que para los nacidos en el Congo. De aquí se sigue, bajo mi criterio, que la
vida puede no tener una sola circunstancia, sino tantas como “mundos”. Cabe traer aquí
la frase de Ortega y Gasset “yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me
salvo yo”. [Ortega y Gasset, J.: ¿Qué es Filosofía?, 2012, pág. 9-10].
Si la vocación, como dice Ortega, es el tipo de hombre que cada uno está llamado
a ser, no es tarea fácil ésta. Por ende, no parece cosa vana trabajar la vocación. Si
entendamos vocación como la búsqueda del sentido de la vida.
Un sentido de la vida, dice Ayn Rand, es algo equivalente a una metafísica. Esto
es, desde que el hombre es tal está “haciendo” metafísica aun sin conocer el término ni
su significado.
Partamos de la idea de que el hombre vive dentro de un contexto, integrado en él;
dentro de un mecanismo poderoso e integrador de la consciencia que existe desde que
se nace, donde la única opción del hombre es dirigir ese mecanismo -su vida-, o dejarse
dirigir por él, dejarse llevar. El hombre, tanto puede ser activo mentalmente, tener el
deseo de conocer y comprender, o, por el contrario, evadirse y dejarse al azar. Uno
puede llegar de manera consciente a formar sus conclusiones, que pueden ser falsas o
verdaderas; o ser mentalmente pasivo y solo reaccionar ante los acontecimientos, sentir
simplemente. En cualquiera de los casos esto será lo que conforme su conducta, un
modelo de conducta que será el que proyecte al mundo que lo rodea. Las conclusiones o
evasiones independientes, se tornan en un sentimiento generalizado sobre la existencia.
Todo este devenir, de hacer o dejarse hacer, es lo que conforma el sentido de la vida de
cada uno.
El sentido de la vida es un método de clasificar e integrar, se forma a través de un
proceso de generalización emocional: “la contrapartida subconsciente a un proceso de
abstracción”. Por ejemplo, una aventura, la música, la lectura, la contemplación de un
paisaje… Las emociones que estas vivencias, observaciones o cosas van a producir en
el hombre dependerá de la visión que él tenga de sí mismo. No serán las mismas para
una persona con autoestima que para otra que carezca de ella. No lo vivirá de la misma
forma una persona que participa en el mundo o la que se deja llevar por él. El origen de
estas abstracciones emocionales (visión metafísica) se encuentran en la visión que cada
uno tenga de sí mismo y de su existencia.
Desde que el hombre es tal, toma decisiones, forma juicios, siente emociones y
tiene su sentido de la vida. “La suma integrada de los valores básicos de un hombre es
su sentido de la vida”. El sentido de la vida, que es una suma de emociones que cada
uno vamos adquiriendo, no es un tema cerrado, se va modificando, corrigiendo, es un
proceso de evolución permanente. Un proceso cuyo punto de inflexión más importante
se da en la adolescencia, cuando el hombre “se da cuenta de la necesidad de traducir su
incoherente sentido de la vida a términos conscientes”. [Ayn Rand: Filosofía y sentido de la vida,
https://objetivismo.org/filosofia-y-sentido-de-vida-por-ayn-rand/].

En la consecución del sentido de la vida hay dos conceptos que juegan un papel
fundamental: la felicidad y el dolor.
La búsqueda de la felicidad es el objeto común a todos los hombres. Dice Freud
que “tal como nos ha sido impuesta la vida resulta demasiado pesada”. Para minimizar o
suavizar esta carga buscamos válvulas de escape que nos ayuden en la tarea.
Distracciones que contrarresten esa pesada carga y nos provoquen satisfacción, por
ejemplo: pasear, compartir con nuestro entorno inquietudes, practicar deporte, pintar…,
o, narcotizamos para ser insensibles al dolor. El perfil de quien pueda practicar alguna
acción en pro de minimizar el dolor, sería el de una persona que, como hemos visto más
arriba, forma parte del mecanismo y participa en él. El narcotizado sería aquel que se
deja llevar por el mecanismo. La felicidad es una sensación efímera, momentánea, no
es un estado permanente. Un estado de felicidad puede darse, por ejemplo, cuando
alguien encuentra un trabajo después de tiempo parado, cuando se es padre, cuando se
gana un torneo, caso de ser deportista, cuando te enamoras… Ese estado de felicidad,
ese “subidón” va poco más allá del momento en que se produce. Excepción hecha de la
sensación de enamoramiento, el de Romeo y Julieta, que puede durar algo más pero que
no llega a ser eterno. Freud describe así es estado de felicidad:
“la felicidad se puede traducir como la satisfacción casi siempre
instantánea de necesidades acumuladas que han alcanzado un punto elevado de
tensión, y, por tanto, solo puede darse como un fenómeno episódico”
En contraposición a la felicidad se halla el sufrimiento, el dolor. A este respecto el
filósofo dice que “las relaciones humanas, -son- tal vez la mayor y más intensa fuente
de sufrimiento, y casi ineludible”.
15-5-17
Freud achaca ese sufrimiento a la cultura religiosa, dice que seríamos más felices
si retomásemos un estilo de vida más primitivo. El filósofo trata la religión “como una
ilusión” y así se lo hizo saber a un hombre eminente en un “opúsculo”. El hombre
eminente le respondía que la religión era “un sentimiento particular, que a él mismo no
suele abandonarlo nunca, que le ha sido confirmado por muchos otros y se cree
autorizado a suponerlo a millones de seres humanos (…) Un sentimiento que preferiría
llamar sensación de <<eternidad>> (…) sin límites, por así decir <<oceánico>>. (…) El
sentimiento es un hecho puramente subjetivo (…) ”. Freud decía: Yo no puedo descubrir
en mí mismo ese sentimiento «oceánico». [Freud: El porvenir de una ilusión. El malestar en la cultura
y otras obras, (1927-1931). Vol. 21, pág. 65-66].

Según el pensador “la felicidad consiste fundamentalmente en evitar el dolor y el


sufrimiento, es imposible de lograr, pero no debe dejar de buscarse, porque sino la vida
carecería de sentido”. [https://www.smu.org.uy/elsmu/comisiones/reencuentro/jornadas/felicidad2.pdf]
Durante siglos, el sentido de la vida iba asociado al Creador del Cosmos: Dios.
Dios, que a modo de contable, al que nada se le puede ocultar, iba tomando nota desde
su posición que todo lo ve, de los actos terrenales de los hombres. Esos actos por los
que el día del juicio final habría de rendir cuentas. De esto se sigue, que en función del
sentimiento religioso (de ilusión u oceánico) el sentido de la vida será distinto en tanto
si ateo o cristiano. La visión del mundo occidental cristiano entre los siglos IV y XVII
se hallaba bajo la providencia de un dios personal; tanto la vida personal, como la vida
en su conjunto “estaban sujetas a la economía y al gobierno divinos, a su voluntad
inescrutable pero benéfica, y tenían (…) un sentido y un propósito inequívocos”.
[Mónica Cavallé: http://www.monicacavalle.com/wp-content/subidas/2013/01/El-sentido-de-la-vida-humana.pdf].

En cualquier caso, en tanto ateo o cristiano, “el sentido de la vida no es tanto una
proposición como una práctica. No es una verdad esotérica, sino una cierta forma de
vida. Como tal, sólo puede conocerse de verdad viviendo”. [Terry Eagleton: El sentido de la vida,
197].

Esa visión teológica del sentido de la vida que durante siglos tuvieron buena
parte de los filósofos en Occidente se quebró con el triunfo de la ciencia moderna que
sin negar la existencia de Dios avanzó: “si hay un orden inteligente implícito en la
naturaleza ¿por qué recurrir a Dios?”
[Mónica Cavallé: http://www.monicacavalle.com/wp-content/subidas/2013/01/El-sentido-de-la-vida-humana.pdf].

Esto es, el hombre tiene capacidad para discernir y elegir su sentido de la vida
más allá de cualquier imposición cosmogónica. De la misma forma que para el deísta el
orden del mundo está establecido y regido por Dios, para los ateos, el orden del mundo
se les antoja autosuficiente y niegan la existencia del principio divino.
Dice Ayn Rand que hay un concepto clave al formar un sentido de vida: el término
“importante”. Dice que este término pertenece al reino de los valores pues implica una
respuesta a la pregunta: Importante ¿para quién? “Importante” es un término metafísico.
“Solo aquellos valores que un hombre considera o llega a considerar “importantes” (…),
permanecen en su subconsciente y forman un sentido de vida” [Ayn Rand: Filosofía y sentido de
la vida, https://objetivismo.org/filosofia-y-sentido-de-vida-por-ayn-rand/]. Es importante tener un trabajo,
es importante ser autosuficiente, es importante ser buena persona…El hombre crea su
propia consciencia, esto es tanto como tener capacidad para reconocer su realidad y
relacionarse con ella, tener conocimiento de uno mismo y de nuestros actos; tener
capacidad de reflexión.
Una vez que el hombre ha tomado consciencia de su sentido de la vida, toda vez
que los valores se han solidificado, deja de guiarse por ese sentido y pasa a guiarse por
una filosofía de vida consciente.
El hombre en la vida tiene que actuar, tomar decisiones; para ello, para tomar
decisiones, tiene que establecer códigos de valores, tiene que saber dónde está y lo que
él mismo es; tiene que conocer tanto su naturaleza como la del universo en el que actúa;
para ello necesita ética, epistemología y metafísica, necesita filosofía. No se puede
eludir esta necesidad, la única alternativa que nos queda es si la filosofía que nos guía
va a ser determinada por nosotros o por el azar. Y, en este punto, la decisión que se
tomará ante cualesquier situación estará en función de dos variables: (1) Si el sujeto en
cuestión tiene una mente abierta y “limpia”, libre de condicionantes, tomará una
decisión consciente; su filosofía de vida estará determinada por su mente. (2) Si es un
sujeto que tiene una mente “contaminada” por haber sucumbido a siglos de asaltos, y se
preocupa solo de detalles concretos y cotidianos, evadiendo las cuestiones
fundamentales, su sentido de la vida quedará al azar, a merced de una filosofía
subconsciente, una filosofía que desconoce.
De lo anterior se sigue, que una filosofía de vida consciente es a un sujeto que se
percibe a sí mismo en el mundo, mientras que filosofía subconsciente es a un sujeto
perdido en medio de las mareas oceánicas.

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