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Son dos características que nos definen, con otros parámetros, la calidad
estética del agua. Generalmente, las quejas más frecuentes de los consumidores, se
refieren al “olor y sabor del agua”, que puede considerarse como una mezcla de los sentidos
del olfato y gusto.
El agua de consumo que presenta un sabor u olor anormal provoca alarma al consumidor y
son las que más quejas originan al asociar estas anomalías con problemas sanitarios y
aunque sanitariamente sea apta para el consumo, la Directiva Europea que regula la calidad
de las aguas destinadas al consumo humano exige la salubridad y limpieza, por tanto no
solo hay que garantizar la calidad sanitaria del agua sino que esta deberá reunir unas
condiciones organolépticas adecuadas.
Identificar algunas de las sustancias que originan los problemas de olor y sabor son difíciles
de llevar a cabo, desde el punto de vista analítico, dado las bajas concentraciones en las que
generalmente se encuentran en el agua y ser compuestos orgánicos volátiles. Los equipos e
instrumentos analíticos tienen que complementarse con la ayuda de las percepciones
humanas respecto al olfato y al gusto, de manera que son necesarias pruebas sensoriales de
degustación por un grupo o equipo de unas 4 a 6 personas entrenadas adecuadamente, este
grupo de personas constituyen lo que se denomina como panel de degustación.
Los componentes del panel de degustación para describir las características que observan al
oler y probar un agua emplean una serie de términos conocidos como descriptores.
El número que define el umbral se determina mediante las veces que ha sido necesario
diluir el agua problema con agua destilada sin olor ni sabor para dejar un apenas perceptible
olor. Si a un volumen V0 de agua objeto del ensayo, se le añade el volumen mínimo
necesario V1 para dejar de percibir el olor, el número umbral N será:
N = (V0 + V1) ̸ V0
Son muy numerosas las sustancias que comunican sabores y olores al agua: el
sulfhídrico, SH2, comunica su característico sabor a huevos podridos, pero es fácilmente
eliminado por aireación y oxidación. Algunos compuestos inorgánicos (iónes metálicos)
como Fe++ y Mn++), originan cierto sabor metálico. Las principales sustancias que
comunican sensaciones desagradables en olor y/o sabor, son compuestos orgánicos, alguno
de ellos en mínimas concentraciones (del orden de mil millonésimas), puede ser el caso de
los olores fenólicos o medicinales, originados por vertidos industriales a los cauces de agua
o por fenómenos bioquímicos entre ciertos compuestos procedentes de las algas y algunas
levaduras y mohos que pueden encontrarse en la propia red de distribución.
Uno de los principales orígenes del sabor y olor en el agua, es el producido por el
metabolismo de determinados microorganismos, especialmente el fitoplancton,
concretamente determinados tipos de algas, como las algas verdes-azules, las verdes, las
diatomeas y los flagelados.
Finalmente, hay que señalar, que las bacterias actinomicetos, originan olores a
“tierra húmeda” y “mohoso”, (atribuído a metabolitos volátiles formados durante su
desarrollo), ya que poseen dos compuestos, el 2, metilisoborneol (MIB) y la geosmina
(también producida por algunas algas verdes-azules filamentosas) que han sido aislados
como agentes responsables; trazas de estos productos son suficientes para comunicar
también un desagradable olor a pescado.
Son frecuentes los casos en que las quejas sobre el sabor y el olor de un agua(
generalmente olor a tierra húmeda) se deben a la Geosmina y al MIB. La
Geosmina que desde antiguo se conoce o traduce como "olor a tierra" es el
1,2,7,7-tetrametil-2-norborneol, el MIB es el 2-metilisoborneol, ambos
compuestos tienen un umbral de olor muy bajo, del orden de ng/L
Las técnicas para eliminación de olores y sabores que suelen emplearse son: en
primer lugar, un tratamiento con sulfato de cobre en el origen (embalse o lago), con la
intención de evitar el desarrollo de algas, es decir, como algicida. El tratamiento con sulfato
de cobre se puede considerar limitado a una capa de unos cinco metros desde la superficie,
no empleándose dosis mayores de 0,5 p.p.m., que pueden ser tóxicas para algunos peces, a
este respecto sería más apropiado el empleo de compuestos quelatos de cobre.
El cloro además de oxidante tiene el inconveniente (para el caso que aquí nos ocupa de
desinfección del agua), de formar compuestos de adición moviendo los dobles y triples
enlaces.
Hay que tener presente que cuando se presentan estos problemas de olor y sabor hay
que potenciar el proceso convencional de coagulación-floculación, sedimentación y
filtración (aún cuando la turbidez y color sean mínimos, turbidez <2, color <15) ya que los
grandes flóculos eliminan también sustancias odoríferas del agua, por adsorción.
Los olores y sabores pueden originarse en la propia red de distribución y suelen ser
menos conocidos y más difícil de adjudicar la causa que los origina, que los procedentes de
las propias fuentes de captación, otra característica es su menor concentración para producir
una más intensa percepción.
Los principales responsables de los sabores a moho y terroso, suelen ser los
actinomicetos, levaduras y hongos, siendo en muchos casos el tricloroanisol la molécula
responsable de estos problemas.
Cuando las concentraciones en cloro residual son menores de 0,1 mg/l., si es cloro
libre, o 0,50 mg/l., si son cloraminas, pueden predominar los sabores a moho o tierra
húmeda, si los valores del cloro residual son mayores, pueden llegar a enmascarar y
disminuir la percepción de estos sabores, entre otras causas por la inhibición de la actividad
biológica de los actinomicetos y levaduras.
Por supuesto, que muchas quejas de los consumidores por los malos sabores del
agua, como se ha expuesto en párrafos anteriores, pueden estar asociados a la presencia de
metabolitos de las algas (MIB y geosmina) que llegan a atravesar las instalaciones de las
plantas de tratamiento, llegando así a la red, pero en cambio son bastantes los episodios de
olores y sabores cuyo origen es más desconocido, alguna de estas causas han sido puestas
en evidencia en diversos estudios que han revelado que algunos de estos sabores se deben a
la presencia de haloanisoles, concretamente tricloroanisoles, en el agua de la red, estos
haloanisoles provienen de la biotransformación de los halofenoles por medio de hongos y
levaduras de los actinomicetos (es decir, hay una metilación de los clorofenoles a
cloroanisoles).
A este respecto, se puede señalar los ensayos y estudios realizados en una red piloto
instalada en la ciudad francesa de Mont-Valerien para estudiar los sabores a moho, ligados
a la transformación de los triclorofenoles en tricloroanisoles, para lo cual a la red piloto
alimentada con agua de la red, se le incorporó 2.3.6 y 2.4.6 triclorofenol, comprobándose
que una semana después se detectaban sabores a moho ligados a concentraciones medidas
de triclorofenol del orden de g./l., como consecuencia de la intervención de las levaduras
que transformaron el triclorofenol en tricloroanisol. En este mismo trabajo, se han
estudiado los parámetros que más influyen en la formación de los tricloroanisoles,
favoreciendo la aparición de estos sabores desagradables en la red, concluyéndose según
los ensayos de laboratorios y la red-piloto que: 1) La producción de estos tricloroanisoles
está directamente ligada a la concentración de levaduras; 2) El aumento de temperatura, al
aumentar la actividad de los microorganismos, aumenta la formación de tricloroanisol (al
pasar de 15º C a 25º C los sabores se incrementaron tres veces más; 3) La concentración en
precursores (en este caso triclorofenol) no parece influir mucho en la velocidad de
transformación de la bio-metilación y 4) La recloración de la red detuvo el aumento de los
sabores a moho del agua, al inhibir las levaduras del agua, (no tanto las levaduras fijadas en
las paredes o biofilm de las conducciones).