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Ética

Artículo de cátedra: La ética de las virtudes

Índice

1. Platón
1.1. La justicia
1.2. Las virtudes de la polis y los individuos
1.3. La idea del Bien
Bibliografía

1. Platón

Platón fue discípulo de Sócrates, aunque desarrolló su propio sistema filosófico. Era un ateniense
perteneciente a la más alta aristocracia, pero en lugar de dedicarse a la política (como era habitual en las clases altas
de aquella época) se dedicó a la filosofía, ¡porque en política había mucha corrupción! Al igual que su mentor, este
filósofo defendía una ética eudaimonista basada en las virtudes. El término griego eudaimon se compone de dos
partes: eu, que significa bueno y daimon, que es divinidad o espíritu; todo junto, significaría vivir de un modo que es
favorecido por un dios. El término con el que es traducido habitualmente es ‘felicidad’. Una ética eudaimonista,
entonces, sostiene que las normas morales tienen como objetivo alcanzar la felicidad. Ahora bien, a la felicidad no
hay que entenderla como un estado pasajero de euforia o de mucha alegría, pues un griego nunca diría “¡Qué feliz
me siento hoy!” Ellos estaban pensando en un estado permanente que se va ganando a lo largo de la vida.
Estrictamente, deberíamos esperar hasta el día de nuestra muerte para determinar si logramos o no la felicidad.

La concepción de felicidad puede verse, entonces, desde un punto de vista formal y otro material. Veamos
qué significa esto. Si preguntamos qué es la felicidad, vamos a ver que todos tenemos definiciones diferentes: para
un académico son sus libros; para el deportista, la cancha; y para Homero Simpson, el televisor y su Duff en la mano.
Pero la diferencia está a nivel de contenido, ya que formalmente es lo mismo: la felicidad es lo que nos hace sentir
plenos. Los griegos que estamos estudiando coincidirían en que la felicidad es aquello a lo que todos aspiramos, es
decir, el fin último. A todos nos gustaría llegar al último día y decir “Tuve una vida feliz”. Sin embargo, también
sostienen que hay un contenido específico que debe ser satisfecho para poder considerarnos felices, y en esto no
están todos de acuerdo.

En el caso de Platón, su ideal de felicidad es, por una parte, austero, porque insta a que el alma permanezca
distanciada de los placeres del cuerpo, y por la otra, abnegado, en el sentido de que le da primacía a la vida en
comunidad por sobre la individual.

1.1. La justicia

Nuestra intención en lo que sigue será centrarnos en algunas consideraciones en torno a una virtud en
particular, la justicia, tal como es propuesta en el libro más famoso de Platón, La República. El motivo de esta elección
es que en este desarrollo se pone de manifiesto el estrecho vínculo que existe entre la polis y el individuo. Este
vínculo se ha roto en el pensamiento occidental contemporáneo a tal punto que el sentido común considera a la
política y a la ética como ámbitos separados. Para los griegos, en cambio, la verdadera moral debe presidir tanto la
vida del individuo como la de la comunidad. La moral es un conocimiento que nos orienta a alcanzar la felicidad, pero
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sólo podemos lograrla dentro de una comunidad bien organizada. Por lo tanto, lo bueno y lo justo son lo mismo para
el individuo y para la polis; es decir, el único modo en el que un hombre justo puede realizarse a sí mismo es en una
ciudad justa.

Al comienzo de La República, un sofista, Trasímaco, defiende la tesis de que la justicia es el bien del más
fuerte y del que gobierna, pero es un daño para el que obedece. La injusticia, afirma, nos proporciona grandes
ventajas en los asuntos económicos y políticos. Incluso la felicidad proviene de la injusticia y no de la justicia. Según
este sofista, la justicia ha sido el producto de un acuerdo entre los hombres de crear leyes y convenciones con el
objeto de evitar seguir padeciendo injusticias. Para establecer el carácter esencialmente injusto de los hombres trae a
colación la historia del anillo de Giges. Giges era un pastor que descubre un anillo con la capacidad de volver invisible
a quien lo llevara puesto. Al tomar conciencia de este atributo, Giges sedujo a la reina de Lidia, mató al rey y se
apoderó del trono. Acá Trasímaco está suponiendo que el placer es el fin último de la vida y que, dado que la
injusticia nos brinda mayores placeres, hay que preferirla por sobre la justicia. Por supuesto, a Platón se le ponen los
pelos de punta con esta definición de justicia. Una primera crítica contra ella se apoyaría en los planteos vistos más
arriba en torno a que el bien y el placer son diferentes. Pero veamos qué piensa el propio Platón.

1.2. Las virtudes de la polis y los individuos

Para Platón la justicia es el mayor de todos los bienes o fines, al punto tal que incluso es deseada por quienes
parecieran vivir amparados por la injusticia. Pero, en lugar de comenzar por dar la definición de justicia, Platón nos
propone investigar de qué manera se manifiesta en aquellos ámbitos en donde se habla de justicia, básicamente, el
hombre y la polis. Su atención se dirigirá en primera instancia hacia la polis, porque, según explica, es más fácil
discriminar los distintos elementos contenidos en ella. Para este filósofo existe un isomorfismo entre la polis y los
individuos. Esto significa que las estructuras que se encuentren en la polis serán análogas a las que existen en el
hombre, y por lo tanto, lo que sea justo en un caso, lo será también en el otro.

Platón considera que la polis ideal debería conformarse por tres estamentos sociales, y, dependiendo de sus
talentos, cada ciudadano deberá quedar vinculado a uno de ellos. Estas castas serían las siguientes: los gobernantes,
cuya función es la de administrar, vigilar y organizar la polis con el objeto de que ésta alcance el bien propio; los
guardianes, que la defienden; y los productores, sean estos campesinos o artesanos, que desarrollan las actividades
económicas. A su vez, cada uno de estos estamentos se caracteriza por poseer una virtud específica. Los gobernantes
deben ser prudentes, entendiendo por tal a la sabiduría para alcanzar el bien general; los guardianes deben ser
valientes, es decir, firmes en la defensa de la polis y en el cumplimiento de las órdenes; finalmente, los productores
tienen que ser moderados o templados en el sentido de que deben someterse voluntariamente a la autoridad de los
gobernantes.

De manera análoga a lo que sucede en la polis ideal, el ser humano posee tres partes en su alma: la racional,
que es la que aporta el componente inteligente y racional al hombre y gracias a la cual éste puede adquirir
conocimientos; la irascible, asociada con nuestra decisión y corazón para llevar a cabo las acciones; y las pasiones o
parte concupiscible, vinculada a los deseos e instintos (la parte divertida, ¿verdad?). La virtud de la parte racional es
la prudencia; la valentía o fortaleza, tomada en el sentido de firmeza para seguir los mandatos de la razón, es propia
de la parte irascible; en tanto que la virtud del apetito es la moderación o templanza.

Polis Virtudes Individuos


Gobernantes Prudencia Alma racional
Guardianes Valentía/fortaleza Alma irascible
Productores Moderación/templanza Alma concupiscible
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¿Dónde se encuentra la justicia? En ambos casos la justicia se presenta como una virtud que no está asociada
con ninguna casta o parte del alma en particular. Ella es, antes bien, la armonía y perfecta coordinación con que cada
estamento o parte del alma cumple la función que le corresponde según la virtud que le es específica. Una sociedad
no puede estar gobernada por los guardianes que sólo se preocupan por el tema de la seguridad interior y exterior.
Por su parte, si el individuo fuera manejado por el alma concupiscible, desearía satisfacer sus deseos más allá de sus
consecuencias. La justicia, entonces, posibilita que todos los estamentos sociales por un lado, y las partes del alma
por el otro, se subordinen a los gobernantes y al alma racional respectivamente.

1.3. La idea del Bien

Sin embargo, Platón considera que existe aún una instancia más fundamental que la justicia y ésta es la idea
del Bien. En la medida en que todas las virtudes obtienen su sentido de esta idea, todo aquel que gobierne debe
saber en qué consiste verdaderamente el Bien. La idea del Bien es presentada como el fundamento ontológico,
gnoseológico y teleológico de todo su sistema. ¡¿Qué?! Veamos: es el fundamento ontológico porque es lo que hace
que las demás cosas existan (tengamos presente que la ontología es la parte de la filosofía que estudia qué cosas
hay). Por otra parte, la gnoseología se encarga del conocimiento; entonces, el fundamento gnoseológico es lo que
permitiría que conociéramos las cosas; en este caso, el Bien nos permite conocer la verdad de las distintas entidades.
Y por último, ‘telos’ es una palabra griega que quiere decir finalidad. Entonces, el Bien es el fin hacia lo que todo
tiende.

Ahora bien, según Platón la idea de Bien no puede ser descrita directamente, sino sólo a través de analogías.
El filósofo la compara con el sol en el sentido de que es la causa por la que todo puede existir, por la que se puede
conocer todo y aquello hacia lo cual tiende todo. La analogía conduce a comparar el Bien con el Sol y la razón con la
vista, y a sostener que así como el Sol hace que la vista vea, para conocer, el alma debe dirigirse hacia la idea de Bien.
Es preciso, por lo tanto, ejercitar el intelecto para poder acercarse a la verdad, de manera análoga a como
acostumbramos progresivamente la vista a la luz cuando salimos de lugares oscuros.

Concluimos aquí nuestro primer acercamiento a la ética griega. En este caso, así como la de Aristóteles, son
éticas que corresponden al período clásico, en tanto que las éticas epicúreas, escépticas y estoicas que trataremos en
el tema 4 corresponden al período helenístico. Hemos descubierto que esta ética se preocupa por determinar cómo
llevar una buena vida, y en esto se distingue de lo que sucede en la ética contemporánea que enfatiza la cuestión de
qué hace para que una acción sea buena. También hemos observado que estas éticas están basadas en el concepto
de virtud, que apunta al perfeccionamiento de ciertos atributos de nuestro carácter en detrimento de otros.
Finalmente, señalamos la importancia que para estos filósofos tenía el vínculo entre ética y política, algo que nos
resulta inusitado en nuestro mundo actual. Tan fuerte es dicho vínculo que para estos autores la ética no puede darse
fuera de una polis, y una polis no puede ser justa si sus miembros no son felices.

En el tema que sigue nos acercaremos a lo que constituye el punto culminante de la ética de las virtudes y del
pensamiento clásico. Nos referimos a la figura de Aristóteles. Este filósofo desarrolla y sistematiza varios de los temas
aquí tratados. Esto no significa, con todo, que su obra haya consistido simplemente en repetir la obra de sus
maestros. Por el contrario, veremos que la suya es de gran originalidad, a tal punto que influyó –y continúa
haciéndolo– en el pensamiento ético actual.

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Bibliografía

CENCI, W., LAERA, R., LYTHGOE, E. Ética. Buenos Aires: Temas-UADE, 2007.

MACINTYRE, Alasdair. Historia de la ética. Buenos Aires: Paidós, 1970.

PLATÓN. Gorgias. En: Platón (496 e – 497 a). Diálogos II. Madrid: Gredos, 1992.

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