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Ana Pano
Università degli Studi di Bologna
Metalinguaggi e metatesti. Lingua, letteratura e traduzione, XXIV Congresso AISPI (Padova, 23-26 maggio 2007),
a cura di A. Cassol, A. Guarino, G. Mapelli, F. Matte Bon, P. Taravacci, Roma, AISPI Edizioni, 2012, pp. 607-616.
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Constituye un fin en sí misma y el lenguaje es Se lleva a cabo una reflexión (más o menos
fuente de conocimiento acerca del propio consciente) sobre el código o su funcionamiento
lenguaje. Aparece en: y sobre las posibilidades de relación significante
-significado-sentido. Finalidades:
Actividades de desambiguación
Reflexión sobre terminología Humor
Traducción Ironía
Aprendizaje y enseñanza de lenguas: Juego de palabras
corrección sobre pronunciación y ortografía; Actividad literaria
sobre el significado o propiedad de una Interacción
palabra o expresión
En las expresiones típicas “¿qué has dicho?”, “¿qué quieres decir con eso?”, “la palabra
pájaro designa un ave”, predomina la función metalingüística explícita. Este tipo de
expresiones hacen referencia al código en sí. En las fases de decodificación-
reconocimiento-interpretación de un mensaje se produce un acto de contextualización
de los diferentes signos por el que se asigna a cada uno de ellos un significado que
contribuye de manera coherente al sentido del conjunto. La función metalingüística
explícita surge en el momento en que los signos ofrecen o solicitan una doble estrategia
de contextualización por la que la asignación de significado a esos mismos signos pasa
a través de la verbalización y reconocimiento explícitos del código. Así, cuando el
metalenguaje “strictu sensu”, es decir, la terminología o el lenguaje usado para discutir
acerca del mismo lenguaje aparece, la función metalingüística constituye un fin en sí
misma ya que el signo lingüístico es actualizado a través de otro signo lingüístico y el
lenguaje es fuente de conocimiento acerca del lenguaje.
Puesto que el objetivo fundamental de El dardo en la palabra y El nuevo dardo
en la palabra es, aunque “sin afán purista”, “criticar aquello que va contra los usos
generales, bien por ignorancia, bien por pedantería, y priva la lengua de matices, o la
hace menos creadora consagrando automatismos” (1997: 692), los “dardos” presentan
innumerables ejemplos de función metalingüística explícita. En ellos, el autor reflexiona
sobre el léxico, sugiere correcciones sobre la pronunciación o la ortografía de una
determinada palabra o expresión, da información acerca del significado o la propiedad
de una palabra o sobre la formación de un sintagma o una proposición. A través de su
análisis, hace tres tipos de crítica a un lenguaje periodístico con cierta tendencia al
cliché, al uso de frases hechas, metáforas manidas y tópicos. En primer lugar, se ocupa
del uso y abuso de algunas palabras que existen en el diccionario. En segundo lugar, de
las palabras nuevas que se usan y no están en el diccionario, pero que darán lugar a
incluirlas. Por último, de las palabras existentes que no se usan apropiadamente y que
llevan a forjar vocablos o acepciones inexistentes. Lázaro Carreter analiza el lenguaje
de la prensa, televisivo y radiofónico, en particular, de los ámbitos deportivo, político,
económico y jurídico. Se ocupa también de los extranjerismos, sobre todo de galicismos
y anglicismos. En su Recetario de El dardo en la palabra, Rechea Bernal (1999) propone
una clave de interpretación de los “dardos” que se basa en 1) la estructura del artículo
(errores totales, parciales y abusos); 2) los mecanismos del error: “cruce de cables
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1) desambigüación:
¿Pensará el autor que los restos fueron ahumados?”. Tiene razón: inhumar es,
simplemente enterrar, porque ‘humus’ era tierra en latín [...]. Este escribidor vio en
inhumar (del latín humus, ‘tierra’) el humo (del latín fumus), por la humareda que
soltamos cuando nos meten en el horno. [...] Pero aquí no es el humo fugitivo, lo que
importa, sino el montoncito de ceniza (Perdonar, 1997: 703)2.
Obsérvese cómo, en el lenguaje del fútbol, ya no se dice que el árbitro ha pasado por alto
el tortazo a la remanguillé que, al saltar, ha dado Pérez a Gómez, porque no ha apreciado
intencionalidad. [...]. Dando noticia de un suicidio, por ejemplo, será rarísimo glosar la
determinación del suicida diciendo que se ignoran los motivos que lo indujeron a ella; el
coro de los comunes dirá que sus motivaciones son desconocidas. Estos incansables
alargadores de palabras suelen constituir aguerrida tropa que confunde a los grafólogos
con los calígrafos, la cohesión con la conexión y los panfletos con los folletos (Grafólogo
1997: 673).
Ocurre que paliativo, según define el infolio y entendemos la mayoría abrumadora de los
hispanos, sirve para designar algo que suaviza o lenifica, y se dice especialmente de los
remedios aplicados a “las enfermedades incurables para mitigar su violencia y refrenar su
rapidez” (Sin paliativos, 2003: 161-162).
Se trata [...] de un plural muy curioso y frecuente en español. Aparece en buenas noches
(o días o tardes), en las Pascuas felices (nadie piensa que son tres) o en las Navidades;
también en muchas formaciones semánticamente audaces o morfológicamente raras
(cantamañanas, pintamonas, ablandahigos [...] Y en general, ayuda a constituir texturas
idiomáticas anómalas, es decir, creadas fuera de las normas comunes de nuestro sistema,
y a incrustarlas, por su faz singular, en la memoria del hablante (Buenas madrugadas,
2003: 35).
Por ello entiende dicho comunicante que en olor de multitud procede de haberse
tergiversado la locución correcta en loor de multitud. De hecho, algunos ya dicen o
escriben esto último. Pero el loor no ha precedido al olor, sino que es invención posterior.
Ha resultado del fenómeno llamado etimología popular... (En loor de multitud, 1997:
545).
Entre otras cosas decía: “La Santa Compaña también se paseaba de noche por allí, como
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Los términos en cursiva son nuestros.
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dice la tradicción gallega. Comenzaba su andadura desde la playa de Melide para llevarse
consigo algún pobre alma. Muchos isleños ponen ramos de hierbas secas en las puertas
de su casa para expantarla”. ¿Caben más horrores en dos centímetros de prosa? [...] A lo
que saltaron con que los periódicos de todas partes estaban llenos de disparates
ortográficos (¿Ons culpable?, 1997: 661).
Ahí tenemos a nuestra vieja compañía, hoy abreviada de nombre, casi en tanga,
exibiéndose en letreros por aquí y toda la América hispana como Telefonica, así, monda
de tilde. [...] Pues no, el acento gráfico pertenece a nuestro sistema de escritura igual que
las letras; significa también o ayuda a significar (Telefonía sin tildes, 2003: 54).
en uno de cuyos artículos se lee: ‘En todo caso, se aplicará el grado máximo a las faltas
cometidas en convivencia con otras personas’. Pero al editor de dicho texto le debió
resultar raro eso de que las personas de dedicaran a convivir para cometer faltas, y anotó a
pie de página la siguiente advertencia: ‘Debe querer decir conveniencia’. [...] Pero el
compilador de tal decreto, ignorante tal vez del vocablo connivencia, que es lo que diría
el documento... (Sensible, 1997: 705).
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Entendida como “cultura (=saberes, creencias sobre las ‘cosas’) lingüística (=sobre el lenguaje)”
González Ruiz (2006: 122).
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Como el equinotécnico que, narrando una descomunal... (Sociedad mediática, 1997: 723)
Según la rumorología, asegura una infinidad de menesterosos verbales, tal famosa [...]
está embarazada a consecuencia de su relación sentimental (sic) con un vaquero de la
Finojosa. [...] El tal hexasílabo no cesa de empellar al bisílabo rumor o al trisílabo
rumores porque su gran tamaño seduce a sus mediocres entusiastas (Rumorología, 1997:
729).
Casi en blanco pasé esa malhadada noche, tras oír al hablador que un determinado asunto
le había puesto los pelos de gallina [...] Hay muchos para quienes, hablando o
escribiendo, las gallinas crían pelo (A punta de pistola, 1997: 600).
Aquel cronista deportivo, por ejemplo, que, censurando recientemente el mal juego de
quien fue un as del balón, aseguró que hacía aguas por su banda. No es infrecuente tal
desmayo mental: hay muchos a quienes también parecen lo mismo hacer aguas, es decir,
‘orinar’, y hacer agua, que, referido a una embarcación, consiste en aprovisionarla de
agua potable; [...] Así, pues, el futbolista, si se interpreta su hacer agua “a pie de
Diccionario” [...], no es que estuviera hundiéndose en el fracaso, sino que estaba
dedicando una cochinería a la forofada, enojado tal vez con sus silbidos (Moción de
censura, 1997: 682).
Emplear juntos el que y las comillas [en el estilo indirecto] puede provocar muertos de la
risa (Retrato de familia, 2003: 160).
Ahora es crédito la palabra que los malhablados han desterrado de su léxico (Grafólogo,
1997: 673).
La antedicha cronista de Bagdad refería también aquel momento terrible en que unas
declaraciones de nuestro ministro de Asuntos Exteriores pusieron en peligro la operación
del intrépido comando; por ellas, aseguró, “los negociadores vieron temblar sus
gestiones”. Esas gestiones temblorosas sólo pueden ser imaginadas por una cinceladora
genial del idioma (La cumbre, culminada, 1997: 543).
Primero fueron los reyes y próceres, que podían pagarse un pintor para que les hiciera un
goya a ellos con mujer y prole (Retrato de familia, 2003: 157).
Y la metáfora según la cual se llama flecos a las cuestiones menores que quedan
pendientes en una negociación, ha determinado, hace pocos días, que, en la Ley de
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Ordenación del Sistema Educativo, es decir, la LOSE, “queden aún algunos flequillos”;
resultará más mona si se los rizan (Relax, 1997: 524).
...haya escrito que “el PSOE defendió en Pleno, la necesidad de conveniar con la
Diputación la financiación [...]. Figura este esperpento debajo de una fotografía (Sociedad
mediática, 1997: 721).
En verdad parece justo y necesario proclamar que la democracia es la forma menos mala
de gobernarse los pueblos (2003: 65).
Estos “dardos” apelan a una doble lectura de los signos lingüísticos en un proceso
comunicativo cuya finalidad no es primariamente la de informar acerca del lenguaje. La
atención del lector se ve guiada hacia el funcionamiento del sistema lingüístico y hacia
las relaciones que se establecen entre los componentes fonológicos, morfosintácticos y
semánticos de ese mismo sistema en determinados contextos, es decir, hacia las
posibilidades de relación significante-significado-sentido relativas a un determinado
signo.
Ahora bien, si se quiere ampliar el campo de acción y consideración teórica de la
función metalingüística, es importante realizar una serie de consideraciones sobre la
función metalingüística implícita, cuya caracterización presenta dificultades si no se
analiza en relación con otras funciones del lenguaje y con los procedimientos
semánticos que subyacen en la formación de palabras. En efecto, ésta no se limita al
código sino que se apoya también en el contexto en el que se inscribe y debe
interpretarse (función referencial) y sobre todo en una forma particular del mensaje
(factor determinante en la función poética). Por otro lado, si aceptamos que es “una
constante en la comunicación”, es preciso explorar su relación con lo que Gibbs (1994)
llama el “pensamiento poético del hablante”.
Conclusión
En su estudio sobre las funciones del lenguaje, Jakobson afirma que cualquier expresión
lingüística cumple más de una función. Partiendo de esta consideración y del hecho que
la función metalingüística implícita juega con las posibilidades de asociación
significante-significado-sentido, transformando en algún momento del proceso
comunicativo la información “extralingüística” en “lingüística” con fines humorísticos,
no podemos no tener en cuenta la estrecha relación de ésta con las funciones referencial
(contexto) y poética (mensaje) del lenguaje. En efecto, predomina la función poética en
el discurso cuando hay una preocupación, por parte del hablante, de organizar bien su
mensaje, y esta buena organización va a depender de cómo combinamos y
seleccionamos las palabras para construir el discurso. Cuando intentamos organizar
nuestro mensaje para que llegue de la mejor forma posible al oyente, lo primero que
hacemos es seleccionar las palabras que usaremos, basándonos en relaciones de
semejanza o contraste, que Jakobson llama de “equivalencia”. Combinamos las
expresiones seleccionadas disponiéndolas en una determinada secuencia, con lo cual las
relaciones de semejanza o contraste son el recurso que permite constituir la trama
secuencial del discurso. Por tanto, cuando hablamos de posibilidades de relación
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Bibliografía
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“Las operaciones metalingüísticas resultan ser una parte integral de nuestras actividades verbales”
(Jakobson, 1988: 372).
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a cura di A. Cassol, A. Guarino, G. Mapelli, F. Matte Bon, P. Taravacci, Roma, AISPI Edizioni, 2012, pp. 607-616.
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