Está en la página 1de 668

Leopold Von Ranke

Historia
de los Papas

H

"-^m.
Leopoid Von Ranke
Historia de los Papas

f,A estas alturas una Historia d e los Papas, y, además, de Ranke?


Como quien dice, una historia sobre un tema que ha sido capital en
losMestinos humanos, pero ai que Ia misma historia íe habría
consumido ei tuétano de su actualidad, y escrita por un "gran"
historiador, pero "superado ", ya que no por otra cosa, por Ia
corriente de los anos y su acarreo marginal de materiales. Epur si
muove!..., o se mueven, mejor, ei terna y ei autor. Ya se sahrá, \a se
está sahiendo, ei influjo extraordinário que ei papado ha ejercido en
Ia marcha de los acontecimientos actuales. Para bien o para mal, ya
se sabrá, pero extraordinário de todos modos por Ia desproporción que
guarda con Ia verosimilitud que le concedia Ia mente contemporânea.
Y en cuanto ai autor, tranqüilamente podemos decir que no ha nacido
todavia otro que le haya podido enmendar Ia plana, aunque varias le
hayan sido corregidas en ei detatle. Los grandes historiadores son, a
su manera, como los grandes artistas: insuperables, incomparables, y
hay que volver siempre a ellos como a maestros de educación
humanista para contrarrestar, entre otras cosas. Ia acción un poço
deSábrida de los filósofos. Y los grandes historiadores se engendran y
cidminan con ei tema que Ia época en que viven les seiiala y ningún
tema le podia indicar ei siglo X/x a Ranke con más ahinco que ei de Ia
comprensión de Ia obra dei papado en Ia historia moderna citando se
está debatiendo desesperadamente en Ia defensa de los últimos
vestígios de Ia donación constantiniana, que condenara Dante con
tanta ira. Si losjuicios se desbordan entre ei parangón épico y
herodotiano que establece Dilthey y Ia condición dei narrador
desenvuelto y agradable que le concede Betiedetto Croce, tenetnos que
buscar nosotros ei equilíbrio entre Ias atracciones de su manera
luminosa y humana de comprender los acontecimientos. Ia angustia
cultivada por ei afán de penetrar en Ias fatalidades bienhechoràs dei
poder y los asomos de decepción con que nos amaga Ia mano amorosa
que va colocando venerablemente cada época en "relación inmediata
con Dios"pero esquiva en su temblor Ia energia necesaria para
ponerlas a todas en relación disparada hacia Ia hechura definitiva
dei hombre. •
SECCIÓN DE O B R A S DE HISTORIA

HISTORIA DE LOS PAPAS V^:y imiíítf


U ÉPOCA MODERNA
EN LA

-.. ^ ' ' - ^ K -


.
HISTORIA
de los PAPAS
en Ia éfroca moderna
*

por

VO

FONDO DE CULTURA ECONÔMICA


MÉXICO
1'iiiik-i.i aliciou ni ali-máii. IK34-1X36
Segunda edición en alcmán,
(última revisada por ei autor) 1874
Primera edición en espaflol, 1943
Undécima reimpresión, 2004

Ranke, Leopold von


Historia de los papas en Ia época moderna / Lcopold von
Ranke ; trad. de Eugênio fmaz. — México : FCE, 1943
629 p.: ilus. ; 24 x 17 cm — (Colec. Historia)
ISBN 968-16-0909-3

I. Cristianismo 2. Papado — Historia I. fmaz, Eugênio, tr.


II. Ser III. t

IX BX1304 R2818 Dewey 262.13 RI98h

UEM StCE
aasc*2t.fe«L.*Já....
.^àx....
L..%â.\
ReQj.6j&:.eiQ ...*„
D0V1.£>&: I Q - O B .. . . . . . . . . . . . . . . . . .

Vifictas de ELVIRA GAZCÓN i Da*8.3í?jR6./?8 p?ri

Se prohfbe Ia reproducción total o parcial de esta obra


—incluído ei diseflo tipográfico y de portada—,
sea cual fuere ei médio, electrónico o mecânico,
sin ei consentimiento por escrito dei editor.

Comentários y sugerencias: editor@fce.com.mx


Conozca nuestro catálogo: www.fondodcculturaeconomica.com

D. R. © 1943, FONDO DE CULTURA ECONÔMICA


Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D. F.

ISBN 968-16-0909-3
Universidade Estadual de Maringá
Sistema de Bibliotecas - BCE
Impreso en México • Printed in México

0000131722
PRÓLOGO '
Todo ei mundo conoce ei poderio de Roma en Ia Edad Antigtia y en Ia Media;
también en los tiempos modernos se ha visto ei renacimiento de su império mun-
dial. Después de Ia decadência que experimento en Ia primera mitad dei si-
glo xvi, ha podido constituirse otra vez en ei centro culminante de Ia fe y dei
pensamiento de Ias naciones románicas y ha llevado a cabo osados intentos, no
poças veces afortunados, para dominar de nuevo ai resto.
Esta época, Ia de un poder espiritual-temporal renovado, su rejuvenecimien-
to y desarrollo internos, su progreso y decadência, es Ia que pretendo describir,
por Io menos a grandes rasgos.
Empresa esta que; si bien puede resultar fallida, ni siquiera podría fiaberse
intentado de no haber tenido ocasión de utilizar unas fuentes desconocidas has-
ta ei momento. Mi óbligación primera será referirme a ellas.
En otra ocasión trabajé los documentos berlineses. Pero Viena, por ejem-
plo, es mucho más rica en esta clase de tesoros.
Además de su fundamental esftritu alentán, Viena presenta un elemento
europeo: costumbres y lenguajes múltiples se dan cita en Ias clases altas y en Ias
hajas y ya Itália se anuncia con Ia mayor viveza. Los colecciones de documentos
ofrecen también un caracter amplio. Nos hablan de Ia política y dela posición
mundial dei Estado, de sus viejas relaciones con Espana, Bélgica, Lombardía,
de Ias frecuentaciones vecinales y eclesiásticas con Roma; todo ello de una ma-
nera directa. Siempre gustó esa ciudad dei acarreo y Ia posesión. Ya solo por esto
Ias primitivas colecciones de Ia Kaiserlich-Kõniglichen Hofbibliothek poseen un
gran valor. Más tarde se han enriquecido con colecciones traídas de fuera. Se
compro en Módena una colección de volúmenes parecidos a nuestras Informa-
zioni,- procedente de Ia casa Rangone, y en Venecia los inapreciables manus-
critos dei Dogo Marco Foscarini; encontramos entre ellos los flanes dei propie-
tario para Ia continuación de su obra literária, crônicas italianas de Ias que no se
halla huella alguna en otra parte. También se enriquecia aquella biblioteca con
una densa colección de manuscritos histórico-políticos procedentes de los pape-
les dei príncipe Eugênio, que este excelente estadista había reunido con gran
perspicácia. Se hojea ei catálogo con ávida esperanza: jqué alegria, ante Ia inse-
guridad que ofrece Ia mayoría de Ias obras impresas de historia moderna, tropezar
con tanto testimonio inédito! jTodo un porvenir de trabajo fará el estudioso!
7
8 PRÓLOCO

Y, no obstante, unos poços pasos nias allá, Viena nos ofrece todavia sorpresas
majores. El archivo imperial contiene, como es fácil presumir, los documentos
más importantes y fidedignos en Io que se refiere a Ia historia alemana en gene-
ral, y también a Ia historia italiana. Después de vários avatares Ia mayor parte
de los archivos venecianos ha vuelto a Venecia, pero una cantidad no insigni-
ficante de documentos venecianos se encuentra todavia en Viena: despachos
originales o su copia; extractos de los mismos para ei servido político, conocidos
con ei nombre de "rubricarias"; relaciones, no poças veces en ejemplar único, de
gran valor; registros oficiales de Ias autoridades; crônicas y diários. Las noticias
que ofrecemos sobre Gregorio Xlll y Sixto V proceden en su mayor parte dei
archivo de Viena. Nunca ensaharé bastante Ia Uberalidad con que se me ha
permitido ei acceso a él.
S e r á esta ocasión de agradecer en detalle, las muchas ayudas que se me
han dispensado Io mismo en casa que fuera. Sin embargo, para hacerlo siento
cierto reparo, no sé si con razón. Tendría que citar demasiados nombres y entre
ellos algunos muy importantes: mi agradecimiento cobraria así cierto aire de
vanagloria y un tràbajo que tiene todos los motivos para presentarse con modés-
tia se revestiria de una aureola que no le iria muy bien.
Después de Viena mi intención se encaminó preferentemente a Venecia
y a Roma.
En Venecia las grandes famílias tenían Ia costumbre, cosi todas, de insta-
lar junto a Ia biblioteca un gabinete de manuscritos. Es natural que se refieran
con preferencia a cuestiones tocantes a Ia República: relatan Ia participación que
Ia casa ha tenido en los asuntos públicos y se conservaban como documentos
familiares para instrucción de las nuevas generaciones. De estas colecciones pri-
vadas se conservan todavia algunas, a las que me fué permitido ei acceso. Mu-
chas más se perdieron en Ia catástrofe dei afio 1797 y a partir de entonces. Si se
ha conservado más de Io que era de presumir, se Io debemos a los bibliotecários
de San Marco, que en ei naufrágio general procuraron salvar iodo Io que per-
mitían las posibilidades dei Instituto. De hecho^esta biblioteca conserva un
respetable tesoro de manuscritos, hnprescindibles para Ia historia interna de Ia
ciudad y dei Estado y de importância, sin duda, para Ia historia europea. Pero
no hay que cifrar demasiadas esperanzas. Se trata de un haber relativamente
nuevo, surgido accidentalmente de colecciones privadas, sin que domine ningún
plan de conjunto. No tiene comparación con las riquezas dei archivo público, tal
como está organizado hoy en dia. En ocasión de una investigación acerca de Ia
conjuración dei ano 1618 describí ya ei archivo veneciano y no es menester que
me repita. Por Io que se refiere a Ia parte romana tenía que apoyarme sobre
todo en las relaciones de los embajadores que volvtan de Roma. Pero deseaba
poder utilizar también otras colecciones, porque no es posible evitar las lagunas,
y este archivo, a fuerza de tantos traslados, ha padecido algunos perdidas. Pude
juntar cuarenta y ocho relaciones acerca de Roma: Ia más antigua, dei ano 1500;
dieciséis dei siglo xvt; veintinueve dei xvn —una serie cosi completa, con solo
algunas interrupeiones—; ocho dei XVIII, muy instruetivas. En Ia mayoría de
los casos pude utilizar ei original. Contienen una gran cantidad de noticias inte-
PRÓLOGO 9
resantes, trasiego de una visión directa, que parecían perdidas con Ia vida de los
coetáneos, y fueron las que me dieron Ia idea y ei ânimo para una exposición
de largo alcance.
Para su corroboración y ampliación solo en Roma, como es natural, podrían
encontrarse los médios.
lEra de esperar que se permitiera Ia libre entrada, para descubrir los se-
cretos dei Papado, a un extranjero que, además, tenta religión diferente? Acaso
Ia presunción favorable no era tan infundada, pues ningtina investigación
puede sacar a flote algo peor de Io admitido ya sin base y que ei mundo consi-
dera, sin más, como verdadero. Sin embargo, no puedo alardear de que las
cosas sucedieran como yo esperaba. He tomado noticia de los tesoros dei Vati-
cano y utilizado, para mis fines, toda una serie de volúmenes, peto ia libertad
que yo deseaba en modo alguno me fué concedida. Afortunadamente, se me
abrieron otras colecciones que permitían tina información, si no completa, por
Io menos autêntica y suficiente. En los tiempos dei apogeo de Ia aristocracia
—principalmente en ei siglo xvn— en toda Europa las famílias de rango que
intervenían en los negócios públicos conservaron también una parte de Ia docu-
mentación. Acaso en ninguna parte ai grado que en Roma. Los familiares dei
Papa, que siempre dispusieron dei poder, legaron a las casas principescas que
ellos fundarem una gran parte de los documentos públicos que cayeron en sus
manos en ei período de su administración. Esto formaba parle dei haber de una
família. En los palácios que erigieron, por Io general en las habitaciones de arri-
ba, había siempre unas salas reservadas para libros y manuscritos, que solían
ser llenadas dignamente como Io habían hecho los antepasados. Las colecciones
privadas, en este caso, son, en cierto respecto, colecciones públicas, y ei archivo
dei Estado se dispersa, sin extraneza de nadie, en las casas de las diferentes
grandes famílias que tuvieron intervención en los negócios. Así como ei exce-
dente dei patrimônio público enriquecia a los linajes papales, y Ia galeria vati-
cana, aunque excelente por su selección de obras maestros, no puede competir, sin
embargo, en riqueza e importância histórica, con algunas galerias privadas, como
Ia Borghese y Ia Doria, así también los manuscritos conservados en los palácios
Barberini, Chigi, Altieri, Albani, Corsmi resníícm de inestimable valor para Ia
historia dei Papado, dei Estado papal y de Ia lglesia. Establecido no hace mucho
ei archivo público, es importante en cuanto a Ia Edad Media por su colección de
"vegestos"; seguramente, tina parte de Ia historia de ese tiempo se esconde aqui
para ser descubierta, fero, en Io que a mi se me alcanza, creo que no aportará
gran cosa para Ia época moderna. Este archivo, si no he sido enganado, resulta
insignificante ante Ia riqueza de las colecciones privadas. Como es de suponer,
cada una de ellos abarca en especial ei período en que gobernó ei Papa de Ia
família respectiva; pero como los familiares siguieron desempenando un papel
importante, y como ocurre que cualquiera se empena en continuar y completar
una colección ya iniciada y esa tarea no resultaba muy difícil en Roma, donde
se había originado un comercio literário de manuscritos, ninguno de los archi-
vos privados deja de poseer noticias preciosas de tiempos anteriores y posteriores.
La más rica de estas colecciones —a consecuencia de herencias importantes tom--
10 PRÓLOGO

bién en este respecto— es Ia Barberiniana; Ia Corsiniana, desde un principio, se


organizo con ei mejor critério de amplitud y selección. Tuve Ia suerte de poder
utilizar estas dos colecciones y otras de menor importância, en ocasiones con
absoluta libertad. Pude cazar todo un botín insospechado de materiales seguros
y pertinentes. Correspondência de Ias nunciaturas, con Ias instrucciones que les
acompanan, relaciones, descripciones vivas de vários Papas, tanto menos preca-
vidas cuanto que no se escribieron pensando en ei público; descripciones
también de cardenales de nota, diários oficiales y privados, explicaciones de
acontecimientos y circunstancias, vistobuenos, consejos, informaciones sobre Ia
administración de Ias províncias, sobre su comercio e industria, cuadros estadísti-
cos, presupuestos de gastos e ingresos. En su mayor parte documentos desconoci-
dos, redactados por hombres que poseían un conocimiento vivo dei tema y tan
dignos de confianza que, si bien no dispensan dei examen y Ia crítica analítica,
nos ganan como solo pueden hacerlo los testimonios de coetáneos bien enterados.
Entre estos documentos, ei más antiguo, utilizado por mi, se refiere a Ia conjura-
ción de los Porcari contra Nicolás V; sobre ei siglo xv cayeron en mis manos otros
poços; en ei siglo xvi los testimonios se van haciendo más densos y numerosos
a cada paso; a todo Io largo dei XVII, época en Ia cual tan poço conocemos de
seguro sobre Roma, nos acompanan informaciones tanto más preciadas; por ei
contrario, disminuyen en cantidad y en valor a partir dei xvm. EI Estado y Ia
corte habían decaído también de su rango. Pienso examinar con detalle estos
documentos romanos y venecianos con propósito de recoger todo Io que todavia
me parezca interesante y que en ei curso de Ia presente historia he tenido inne-
cesariamente que sacrificar. Porque, dada Ia masa enorme dei material que se
presenta a los ojos en tantas hojas escritas o impresas, se le imponen ai relato
forzosas limitaciones.
Un italiano, un romano o un católico seguramente abordarían ei asunto
de otra manera. Su veneración o, acaso, tal como están ias cosas en Ia actualidad,
su ódio teniría Ia exposición, sin duda alguna, de colores brillantes y, en muchos
pasajes, podria ser más circunstanciado, más eclesiástico, más local. L/n protes-
tante, un alemán dei Norte, mal podria competir con ellos. Mantiene una acti-
tud de indiferencia frente ai poder papal y tiene que renunciar de antemano
ai calor que Ia simpatia o ei ódio pudieran prestar ai relato y que servirían acaso
para impresionar ai público europeo. También en Io que se refiere a este o aquel
detalle eclesiástico o canónico nos encontramos bastante distantes. Pero, en com-
pensación, se nos ofrecen otros puntos de vista que, si no me equivoco, pueden
pretender un caracter histórico más puro. {Qué es, ciertamente, Io que en Ia
actualidad puede prestar interés ai poder papal? No relación alguna con nos-
otros, ya que no ejerce ninguna influencia importante; tampoco preocupación
de nuestra parte, ya que los tiempos en que algo podíamos temer han pasado y
nos sentimos seguros.' Solo puede interesarnos su desarrollo histórico y su acción
1 Esto fué Io que escribí ei ano de 1834, en una época en que reinaba, o ai menos parecia
reinar. Ia paz entre Roma y Alemania. El prólogo aqui reproducido, e incluso tal vez ei libro
mismo, contiene Ia expresión dei ambiente de esta época. Pero, j cuanto ha cambiado todo desde
entoncesl Al preparar, cuarenta afios dcspués de su aparición primera, Ia sexta edición, rne
encuentro con que Ia lucha, calmada cntonces, ha estallado de nucvo en llamas. Huelga decir que
PRÓLOGO 11

sobre Ia historia universal. El foder papal no ha sido tan inmutable como se


pretende. Si prescindimos de los princípios que condicionan su existência y a
los que no puede renunciar so pena de hundirse, ha sido removido interna-
mente en no menor grado que otro poder cualquiera por los avatares que ha
sufrido Ia humanidad europea. Lo mismo que han cambiado los aconteceres
de Ia historia y una nación u otra ha ejercido ei predominio y se ha movido Ia
vida toda, así tanibién ei poder papal, sus máximas, sus empenos, sus pretensio-
nes han experimentado metavwrfosis esenciales y, sobre todo, su influencia ha
sido afectada por los mayores câmbios. Si seguimos siglos arriba Ia pauta de tan-
tos nombres ilustres, desde Pio 1, en ei n, hasta nuestros contemporâneos Pio VU
y Pio VIU, recibimos de pronto Ia impresión de una continuidad ininterrum-
pida. Pero no hay que dejarse enganar; en realidad, los Papas de Ias diferentes
épocas se diferencian no menos que Ias dinastias de un reino. Para nosotros, que
nos bailamos ai margen, Ia observación de estos câmbios ofrece ei máximo inte-
rés. En ellos vemos una porción de Ia historia general, dei total desarrollo uni-
versal. No solo en los períodos de predominio indiscutible sino, y acaso de
inanera más marcada, cuando fuerzas contrarias actúan, como en los tiempos
que pretende abarcar este libro, en esos siglos xvi y XVII, en que contemplamos
ai Papado en peligro, pero recobrándose y hasta ganando poder durante algún
tiempo, retrocediendo de nuevo y bordeando una nueva decadência, tiempos
en que ei espírita de Ias naciones occidentales se ocupa de preferencia en cues-
tiones eclesiásticas y en que ese poder, abandonado y atacado por algunos, sos-
tenido y defendido con renovado ardor por otros, se afirma indiscutiblemente
con significación universal. Este es ei punto de vista requerido por nuestra situa-
ción y en ei que este libro trata de colocarse.
Comienzo recordando Ia situación dei poder papal a comienzos dei si-
glo xvi y en ei curso de los acontecimientos que llevaron a esta situación.

no por eso se ha cambiado ni una tilde en ei libro, pero no me cs posible ocultar tampoco que ha
empezado una nueva época dcl Papado. No he podido sino indicar por medio de rasgos genera-
lcs ei desarrollo de esta, conservando siempre ei punto de vista objetivo que trate de mantener desde
ei principio, pero me pareció conveniente dirigir mi atención hacia ei actual pontificado en ese
mismo sentido. Con arreglo a esto no he podido repetir ei titulo original de Ia obra por ei que
esta se vinculo a otra publicación que se limitaba a los siglos xvJ y xvn, sino que escogi un título
más amplio.
LIBRO PRIMERO

INTRODUCCIÓN
• •

I. ÉPOCAS DEL PAPADO


1) EI cristianismo en ei Império romano
Si contemplamos ei âmbito dei mundo antiguo en los primeros siglos nos encon-
tramos con un gran número de pueblos independientes. Viven ai borde dei
Mediterrâneo, allí hasta dcnde llegan Ias noticias dei mar: diferenciados, en
limites angostos, formando Estados libres y muy particularizados. La indepen-
dência de que gozan no es solo política, pues en todos ellos se ha originado
una religión local; Ias ideas de Dios y de Ias cosas divinas tienen fuerte sabor
local; se reparten el mundo divinidades nacionales con los atributos más dispa-
res; Ia ley a que obedecen los creyentes se halla unida indisolublemente a Ia ley
dei Estado. Se puede decir que a esta íntima unión dei Estado y Ia religión, a
esta libertad doble, apenas limitada por leves obligaciones que dimanan dei pa-
rentesco de Ias estirpes, corresponde Ia parte mayor en Ia formaeión de Ia Anti-
güedad. Se hallaba encenada en limites estrechos pero, dentro de ellos, podia
desenvolverse plenamente, abandonada a sus impulsos, una existência despreo-
cupada y juvenil.
Todo esto cambio profundamente ai surgir el poderio de Roma. Todas Ias
autonomias que llenan el mundo se van doblegando y desaparecen una trás
otra. De pronto Ia tierra se desnuda de pueblos libres.
En otras épocas los Estados se derrumban porque se deja de creer en Ia
religión, mas esta vez el sojuzgamiento de los Estados es el que acarrea Ia deca-
dência de Ia religión. Fatalmente, a consecuencia dei domínio político, conflu-
ycn todas Ias religiones en Roma: pero £qué significación podían guardar una
vez arrancadas ai suelo que les dió vida? La adoración de Isis tuvo acaso un sen-
tido en Egipto porque divinizaba Ias fuerzas naturales tal como aparecían en Ia
tierra, pero en Roma se convirtió en un culto idolátrico desprovisto de sentido.
Además, ai entrar en contacto Ias diferentes mitologias, el resultado no podia
13
14 INTRODUCCIÓN

ser otro que Ia lucha y liquidación mutua. No es posible imaginar un filósofo


que hubiera podido allanar sus contradicciones. Pero tampoco, en este caso inve-
rosímil, se habría dado satisfacción a Io que ei mundo necesitaba.
Por mucho que sintamos Ia desaparición de tantos Estados libres, no pode-
mos negar que de sus escombros surgió una nueva vida. Al ceder Ia libertad
cayeron también los limites de Ias angostas nacionalidades. Las naciones habían
sido sojuzgadas, conquistadas, pero, a Ia vez, reunidas y fundidas. El âm-
bito dei Império coincidia con ei supuesto perfil de Ia tierra, y sus habitantes
se sentían como una sola raza. El gênero humano empezó a darse cuenta de su
unidad.
En este momento dei mundo nace Jesucristo.
Su vida transcurrió callada y escondida. Curaba enfermos, conversaba con
unes pescadores, que no siempre le entendian, hablándoles en parábolas acerca
de Dios. No tenía donde reclinar su cabeza. Pero desde ei punto de vista secu-
lar, que es ei nuestro, podemos decir que nada más inocente y poderoso, sublime
y santo se ha dado en Ia tierra que su vida y su muerte; en cada palabra que sale
de sus lábios aletea ei espíritu de Dios; palabras, como dice'Pedro, de vida eter-
na. El gênero humano no guarda en su memória nada que, ni de lejos, se le
pueda comparar.
Puede ser verdad que los cultos nacionales albergaran un elemento religioso
efectivo, pero Io cierto es que, por entonces, se había perdido por completo; no
conservaban ya sentido alguno y, así, ei Hijo dei Hombre, ei Hijo de Dios se
presentaba frente a ellos como Ia relación eterna y universal de Dios con ei mun-
do y de los hombres con Dios.
Cristo había nacido de un pueblo que se había distinguido como ninguno
por ei rigor exclusivista de su ley ritual, pero ai que cupo ei mérito incomparable
de haber mantenido energicamente desde un principio ei monoteismo. Claro
que no dejaba de ser una religión nacional pero en este momento recibe una
significación muy distinta. Cristo acaba con Ia ley. dándole cumplimiento; ei
Hijo dei Hombre se presenta también como senor dei sábado; Dios descubre
ei contenido eterno de unas formas que un entendimiento tosco no había com-
prendido bien. De ese pueblo, que hasta entonces se había apartado de los
demás por una insuperable limitación de creencias y de costumbres, surge, con
toda Ia fuerza de Ia verdad, una fe que llama a todos y a todos acoge. Se anun-
cia ei Dios de todos, ei que, como dice Pablo a los atenienses, ha hecho de una
misma sangre a todas las gentes que pueblan Ia tierra. Como hemos dicho, los
tiempos estaban maduros para tan sublime ensenanza: existia un gênero humano
que podia recibirla. Como un rayo de luz, dice Eusebio,1 ilumino toda Ia tierra.
En poço tiempo se expande desde ei Eufrates hasta ei Oceano Adántico, por ei
Rin y por ei Danúbio, hasta los confines dei Império.
Aunque era una doctrina inocente y bondadosa, es natural que encontrara
fuerte resistência en los cultos existentes, apegados a las costumbres y necesida-
des de Ia vida, a todos los viejos recuerdos, y que ahora trataban de adaptarse
a Ia constitución dei Império.
i Hist. eccls., n, 3.
ÉPOCAS DEL PAPADO 15
El espíritu político de Ias viejas religiones tantea en busca de una nueva
forma. El conjunto de todas aquellas autonomias que poblaron ei mundo, su
riqueza total se había dado en galardón a uno solo. No había quedado más que
un solo poder, que no dependia sino de si mismo y Ia religión reconocía este
hecho ai tributar ai-emperador honores divinos. Se le levantaron templos, se le
ofrecieron sacrifícios, se juro en su nombre, se celebraron sus fiestas y sus esta-
tuas ofrecían asilo. El culto rendido ai gênio dei emperador fué acaso ei único
de caracter universal en todo ei Império.2 Todas Ias idolatrias coincidían en
esto, que era su apoyo.
Este culto dei emperador y Ia doctrina de Cristo ofrecían cierta semejanza
frente ai conglomerado de Ias religiones locales; pero también se enfrentaban en
términos antagônicos.
El emperador concebia Ia religión en ei aspecto mundano, vinculada a Ia
tierra y a sus bienes, que le habían sido donados, como dice Celso; todo Io que se
posee a él se debe. El cristianismo concibe Ia religión en Ia plenitud dei espíritu
y en Ia verdad ultraterrena.
El emperador junta Estado y religión; ei cristianismo separa Io que es de
Dios de Io que es dei César.
Cuando se sacrifica en honor dei emperador, se confiesa Ia servidumbre
más profunda. Aquella unión de religión y Estado, que en otros tiempos había
representado Ia independência, significaba ahora ei remate de Ia servidumbre.
Fué un acto de liberación que ei cristianismo prohibiera a sus fieles sacrificar
en honor dei César.
El culto dei emperador llegaba tan solo a los confines dei Império, supues-
tos confines de Ia tierra; ei cristianismo estaba destinado a abarcar de verdad Ia
tierra, todo ei gênero humano.
La nueva fe trataba de despertar en todas Ias naciones aquella primitiva
conciencia religiosa que se supone ha precedido a Ias diferentes idolatrias, de
evocar, por Io menos, una conciencia pura, no enturbiada por ninguna relación
con ei Estado, y se enfrento así con este poder universal que, no contento con
Io terrenal, queria también someter Io divino. De este modo ei hombre se convir-
tió en un elemento espiritual, haciéndose de nuevo independiente, libre y per-
sonalmente insojuzgable; ei mundo recibió nueva vida y fué fecundado para
nuevas creaciones.
Era ia oposición de Io terreno y Io espiritual, de Ia servidumbre y Ia liber-
tad, de un morir paulatino y de un vivo rejuvenecimiento.
No es lugar aqui para que describamos Ia larga lucha de estos princípios.
Todos los elementos vivos dei Império romano fueron arrastrados por Ia nueva
corriente, empapados con Ia esencia cristiana y Uevados por ei gran camino dei
espíritu. Por si solo, dice Crisóstomo, se extinguió ei error de los ídolos.8 El paga-
nismo se le figura como una ciudad conquistada cuyos muros se han desplo-
2 Eckhcl, Doctrina numorum veterum, P. n, vol. vm, p. 456; cita un pasaje de Tertuliano
(Apol., c. 28) dcl cual parece dcducirse que Ia veneración dei César fué, a vecej, muy viva.
8
Xóyo; slç tòv itaxctQiov lia[5úí.uv xol xa-tà 'IouXiavoü xal jipòç lEM.»yvaç: Chry-
lostomi Opp., ed. Paris, li, 510.
16 INTRODUCCIÓN

mado, cuyos mercados, teatros y edifícios públicos son presa de Ias llámas y cuyos
defensores acaban de sucumbir. Sobre los escombros se yerguen todavia unos
poços viejos y unos niiios.
Prcnto desaparecen también estas figuras postreras y comienza una trans-
formación sin ejemplo.
En Ias catacumbas surge ei culto de los mártires. En los mismos emplaza-
mientos en que fueron adorados los dioses olímpicos, con Ias mismas columnas
que sostuvieron sus templos, se levantan los santuários en hcnor de aquellos que
habían ultrajado a los ídolos y habían sido castigados con Ia muerte. El culto,
que tuvo sus princípios en los yermos y en Ias prisiones, conquisto ei mundo. A
veces nos ascmbra que ei edifício mundano de los paganos, Ia basílica, se haya
convertido en ei lugar dei culto cristiano. Acontecimiento que encierra algo muy
significativo. El ábside de Ia basílica contenía un augusteo,4 donde se guardaban
Ias imágenes de los CésaTes que habían recibido honores divinos. En su lugar,
como podemos verlo todavia hoy, se coloco Ia imagen de Cristo y de los apósto-
les; donde estuvo ei emperador dei mundo, con atributos de Dios, se encuentra
ahora ei Hijo dei Hombre, ei Hijo de Dios. Las divinidades locales se disipan
y desaparecen. En todos los caminos, en las abruptas alturas, en lcs puertos y
gargantas, en las techumbres de las casas, en ei mosaico de los suelos se con-
templa Ia cruz. Victoria decisiva y completa. Como en las monedas de Constan-
tino vemos ei lábaro con ei monograma de Cristo sobre ei dragón derribado, así
sobre Ia paganía derrotada se levanta ei nombre venerado de Cristo.
También en este aspecto se nos ofrece Ia ilimitada significación dei Império
romano. En los siglos de su apogeo quebrantó Ia independência de las nacicnes
y aniquilo aquel sentimiento de suficiência que Ia particularidad significaba.
Pero en sus últimos tiempos ha visto salir de su regazo Ia verdadera religión, Ia
expresión más pura de una conciencia común, que excede con holgura los limi-
tes de su Império, Ia conciencia de Ia comunidad en un solo Dios verdadero.
Podemos decir que, en virtud de este acontecimiento, ei Império justifico su
propia necesidad. El gênero humano se había percatado^e si mismo y había
encontrado su unidad en Ia religión.
Esta religión recibió dei Império romano su forma externa.
Los sacerdócios paganos tenían caracter de ofícios civiles; en ei judaísmo
incumbia a una tribu Ia misión espiritual. El cristianismo se diferencia porque
constituye ei sacerdócio una clase especial, formada de rruembros que ingresan
en ella libremente, consagrados por Ia imposición de .manos, apartados de todos
los afanes dei mundo para entregarse a los negócios espirituales y divines. La
Iglesia se desenvolvió ai principio en formas republicanas que van desaparecien-
do a medida que Ia nueva fe va dominando. El clero se destacará cada vez más
frente a los laicos.
Según me parece, esto ocurrió no sin cierta necesidad interna. La Uegada
dei cristianismo vino a liberar Ia religión de los elementos políticos. Esto
implica ei establecimiento frente ai Estado de una clase sacerdotal separa-
da, con una constitución propia. Separación de Ia Iglesia y ei Estado, que
* Tome este date de F.. Q. Visconti: Museo Pio-Clementino, vn, p. 100 (ed. de 1807).
ÉPOCAS DEL PAPADO 17

representa, acaso, ei acontecimiento mayor y de mayores consecuencias de los


tiempos cristianos. El pcder espiritual y ei temporal pueden encontrarse muy
juntos y hasta constituirse en estrecha comunidad, pero su coincidência total
solo excepcionalmente y por breve tiempo puede darse. Las relaciones mutuas
entre estos dos poderes constituyen uno de los factores más importantes de toda
Ia historia.
Pero este estamento sacro tenía que copiar en su constitución Ia dei Impé-
rio. En correspondência con Ia jerarquía de Ia administración civil, se constituyó
Ia de los obispos, metropolitanos y patriarcas. No pasó mucho tiempo sin que
los obispos romanos se arrogaran Ia supremacia. Es una suposición inocente pen-
sar que han gozado de un primado indiscutible en los primeros siglos o en
cualesquiera otros, si es que pensamos en un reconocimiento universal de Este
a Oeste. Pero es cierto que ganaron muy pronto un prestigio que les hizo desta-
carse sobre las demás potestades eclesiásticas. Ivluchas circunstancias favorecieron
ei hecho. Si por todas partes Ia importância de Ia capital de província reper-
cute en Ia autoridad dei obispo de Ia misma, en mucho mayor grado habría
de ser este el caso en Ia capital de todo ei Império, cuyo obispo llevaba su nom-
bre.6 Roma era una de las sedes apostólicas más veneradas; en ella había corrido
Ia sangre de Ia mayoría de los mártires; durante las persecuciones, los obispos de
Roma se habían conducido con especial bravura y, a menudo, se sucedieron
en el puesto, en Ia persecución y en Ia muerte. Por otra parte, los emperadores
consideraron conveniente favorecer Ia formación de una gran autoridad patriar-
cal. En una ley que ha sido decisiva para el domínio ejercido por el cristianismo,
Teodosio el Grande ordena a todos los pueblos que de él dependen se sometan
a Ia fe que San Pedro predico a los romanos.8 Valentiniano III prohibió a los
obispos de Ia Galia y de otras províncias que se apartaran de las costumbres
seguidas sin el consentimiento dei obispo de Ia Ciudad Santa. Bajo los auspícios
dei César surgió así el poder dei obispo de Roma. Pero esta circunstancia polí-
tica significo, a Ia vez, un limitación para ese poder. Si no hubiera habido más
que un solo emperador, el primado universal podría haberse mantenido. Pero Ia
división dei Império Io hizo imposible. Mal podían los emperadores de Oriente,
tan celosos de sus derechos eclesiásticos, favorecer Ia expansión dei poder dei
patriarca de Occidente dentro dei âmbito de sus domínios. También en este
caso Ia constitución de Ia Iglesia correspondió a Ia dei Império.

2) El Papado se alta con el reino franco


Apenas tuvo lugar este gran cambio, apenas sembrada Ia reJigión cristiana y
establecida Ia Iglesia, ocurren nuevos acontecimientos universales: el Império
romano, que durante tanto tiempo venció y conquisto, se veia a su vez atacado,
invadido y vencido por sus vecinos.
8 Casauboni, Exercitatíones ad annaícs eccksiasticos Baronii, p. 260.
• Codex Theodos., xvi, i, 2: Cunclos populos quos clementiae nosfrae reg/r temperamenfnm,
iii h/i voJumus relig/one versar/, qu.im divínuni Pefriim Aposlo/um tradidisse Romanís re/ígio usque
mine ab ipso insinuara declarai. También Planck menciona el Edicto de Valentiniano en: Gcschicnfe
iler christíich-kirch/iciien Gcsc/Jsdiaftsvcr/assung, i, 642.
18 INTRODUCCIÓN

En ei cataclismo general también ei cristianismo resultó conmovido. En los


grandes peligros los romancs se acordaban todavia de los mistérios etruscos y
los atenienses pensaban que Aquiles y Minerva podrían salvarlos; los cartagine-
ses impetraban ai gênio celeste; pero se trataba de perturbaciones pasajeras. El
edificio de Ia Iglesia se mantiene firme mientras ei Império se derrumba en Ias
províncias occidentales.
Pero, como es natural, también Ia Iglesia conoció momentos de angustia
y se vió ante una situación tctalmente nueva. Una nación pagana se apoderó de
Bretana; los reyes arrianos conquistaron Ia mayor parte dei Occidente; en Itália,
y ante Ias puertas de Roma, los longobardos, viejos arrianos, siempre vecinos
peligrosos, fundaron un poderoso reino.
Mientras los cbispos de Roma, acosados por todas partes, se esforzaban —y,
en verdad, con toda Ia sagacidad y tenacidad que desde entonces les es pecu-
liar— en conservar su senorío cuando menos en su demarcación, ocurre un
desastre todavia mayor. No solo conquistadores, como los germanos, sino poseí-
dcs por una fe fanática y orgullosa, contraria radicalmente ai cristianismo, los
árabes se desparraman por Oriente y Occidente, conquistan ensucesivos ataques
ei África y en uno solo Espana, y Muza proclama su intención de marchar hasta
Itália a través de los Pirineos y de los Alpes, para plantar ei estandarte dei pro-
feta en ei Vaticano.
La situación en que se encontro ei cristianismo occidental era tanto más
peligrosa cuanto que en ese momento se agitaban furiosas Ias disputas de lcs
iconoclastas. El emperador de Constantinopla se había adherido a un partido
distinto que ei Papa de Roma; más de una vez trato de asesinarlo. Los longobar-
dos se percataron pronto de cuán favorable les era esta situación. Su rey Aistulfo
se apoderó de províncias que hasta entonces habían estado sometidas ai empera-
dor, se aproximo a Roma y exigió de Ia Ciudad Eterna ei pago dei tributo en
senal de sometimiento bajo terribles ainenazaSy
No era posible encontrar ayuda alguna en todo ei ^undo romano contra los
longobardos y mucho menos contra los árabes salvajes que en aquella época
empezaban a dominar ei Mediterrâneo y amenazaban ai cristianismo con una
guerra a muerte.
Por fortuna, ei cristianismo no se encerraba ya en los confines dei mundo
romano. Hacía tiempo que había traspasado Ias fronteras siguiendo su destino
original. Por ei Oeste había entrado en los pueblos germânicos y se había cons-
tituído ya en médio de ellos un poder ai que no tenía más que acudir ei Papa
para encontrar aliados dispuestos contra toda clase de enemigos.
Entre todos los pueblos germânicos, ei franco, ya en su primer levanta-
miento en Ias províncias dei Império romano, se había hecho católico. Esta
conversión le había madurado para grandes progresos. Los francos encontrarem
aliados naturales tín los súbditos católicos de sus enemigos arrianos, los burgun-
1 Anastasius Bibliothecarius: Vitae Ponfi/icum; "Vita Stephani III", ed. Paris. p. 83, Fre-
mens ut leo pesH/eras minas Romanis dirigere non desinebat, assetens omnes uno gladio iugulari,
nisi suae sese subderent difiom.
ÉPOCAS DEL PAPADO 19
dos y visigodos. Muchos milagros, nos dice Ia leyenda, favorecieron a Clodoveo:
San Martin le sefialó ei camino a través dei Vienne por médio de una perra; San
Hilário le precedia en su marcha asumido por una columna de fuego. No es
demasiado atrevido suponer que estas leyendas representan Ias ayudas que los
indígenas prestaban a un compaiiero en Ia fe, cuando aquéllos "anhelaban"
su victoria, como dice Gregorio de Tours.
Así fortalecido en sus comienzos con êxitos tan grandes, este sentir católico
fué refcrzado por otra circunstancia especial.
El Papa Gregorio ei Grande vió una vez en ei mercado de esclavos de
Roma a los anglosajones, que le llamaron Ia atención y le hicieron pensar en Ia
conveniência de evangelizar Ia nación a que pertenecían. Jamás un Papa tomo
decisión de resultado más fecundo. Con Ia doctrina cristiana se promovió en Ia
Bretana germânica una veneración por Roma y Ia Santa Sede como no se encon-
traba en parte alguna. Los anglosajones iniciaron sus peregrinaciones a Roma;
mandaban a los jóvenes para que se instruyeran en Ias cosas divinas; ei rey Offa
introdujo ei dinero de San Pedro para ayuda de los peregrinos; Ia gente de
rango marchaba a Roma para morir en Ia Ciudad Santa y poder ser recibida
mejor por los santos dei cielo. Parece como si esta nación hubiera traspasado
a Roma y a los santos cristianos Ia vieja superstición germânica de que los dio-
ses se hallan más cerca de un determinado lugar que de otro.
A esto se afiadió algo más importante, pues los anglosajones contaçiaron
de esta manera de pensar Ia tierra firme y los domínios francos. El apóstol de los
germanos fué un anglosajón. Lleno dei fervor de su nación por San Pedro y sus
sucesores, Bonifácio prometió ai comienzo de su apostclado someterse fielmente
a los mandatos de Ia Santa Sede, promesa que cumplió con ei mayor riçor. La
Iglesia germânica fundada por él recibió así un extraordinário sentido de obe-
diência. Los obispos tenian que prometer solemnemente mantenerse sometidos
hasta ei fin de sus dias a Ia Iglesia romana, a San Pedro y a sus sucesores. Pero
no solo convenció a los germanos. Los obispos de Ia Galia habían estado mani-
festando cierta independência de Roma. Bonifácio, que llegó a presidir algunas
veces sus sínodcs, encontro ocasión para marcar también con sus ideas esta por-
ción occidental de Ia Iglesia franca; a partir de él, los arzobispos gaios recibieron
ei palio de Roma. Y ei sometimiento de estilo anglosajón se extendió así por
todo ei âmbito dei reino franco.
El poder franco se había convertido en ei centro de todo ei mundo germá-
nico-occidental. En nada le perjudicó que ia vieja casa real, Ia dinastia mero-
vingia, se hundiera por los crímenes más atroces; su lugar fué ocupado por otro
linaje de hombres, de voluntad poderosa y de fuerza terrible. Mientras los
otros reinos se desmcronaban y ei mundo estaba a punto de convertirse en una
propiedad de Ia espada muslime, esta dinastia, Ia de Pipino de Heristal, que
después recibió ei nombre de carolingia, presentó Ia primera y decisiva resis-
tência.
Al mismo tiempo favoreció Ia evolución religiosa que iba teniendo lugar.
Desde muy temprano encontramos a Ia dinastia eti muy buenas relaciones cor
20 INTRODUCCIÓN

Roma, y Bonifácio trabaja bajo Ia protección de Carlos Martel y Pipino ei


Breve.8
Piénsese un momento en Ia posición dei poder papal en ei mundo. Por
un lado, ei Império de Oriente, en decadência, débil, incapaz de defender ei
cristianismo contra ei Islam y de asegurar sus propios domínios italianos contra
los longobardos y, sin embargo, con pietensiones de intervención soberana en los
asuntos eclesiásticos. Por otro, Ias naciones germânicas, Uenas de vida, pode-
rosas, vencedoras dei Islam, sometidas a Ia autoridad de que tenían menester
con toda Ia frescura de su entusiasmo juvenil y Uenas de fervor generoso.
Gregorio II se daba cuenta de Io que había ganado. "Todos los países de
Occidente —escribe lleno de seguridad ai emperador iconoclasta León Isáu-
rieo— dirigen sus miradas a nuestia humildad y nos tienen por un Dios sobre
Ia tierra." Sus sucesores se iban percatando cada vez con mayor claridad de Ia
necesidad de apartarse de un poder que no les ofrecía protección alguna y que
solo les imponía oblígaciones: Ia sucesíón dei nombre y dei Império de Roma no
podia atarlos. Así, pues, volvían su mirada ai lugar de donde unicamente podían
esperar alguna ayuda. Entablaron una alianza con los Senores de Occidente,
con los príncipes francos, alianza que se fué haciendo más estrecha con ei
tiempo, aporto a ambas partes ventajas considerables y se desenvolvió de tal
modo que llegó a revestir una significaçión de primer orden en Ia historia
universal. (
Cuando ei joven Pipino, no satisfecho con Ia réalidad dei poder monár-
quico, quiso también poseer ei título, sintió que le era menester un refrendo
superior, y ei Papa se Io ofreció. A cambio, ei nuevo rey prometió defender 'Ia
Santa Iglesia y Ia República de Dios" contra los longobardos. Pero a su ceio
no ie bastaba Ia mera defensa. Muy pronto obiigó a los longobardos a entregar
los territórios italianos arrebatados ai Império de Oriente, ei Exarcado. Parece
que Ia justicia reclamaba que los hubiera devuelto a su dueão ei emperador, y
en este sentido recibió Pipino alguna indicaciónyLa contestación suya fué que
"no había salido a combatir por ei bien de un hombté, sino movido por su
veneración a San Pedro, para ganar así ei perdón de sus pecados".9 Deposito
Ias llaves de Ias ciudades conquistadas sobre ei altar de San Pedro. Este fué ei
fundamento de todo ei poder temporal de los Papas.
Con tan animosa colaboración se fué desenvolviendo Ia alianza. Carlo-
magno alivio por fin ai Papa de Ia vecindad de los príncipes longobardos, desde
largo tiempo fastidiosa. Él en persona dió muestraí de Ia más profunda sumi-
sión: llegó a Roma, subió de hínojos los escalones de San Pedro, hasta llegar al
pátio donde le aguardaba ei Papa, a quien confirmo Ia donación de Pipino. Por
su lado, ei Papa se mostro ei amigo más fiel; Ias relaciones dei obispo de Roma
con los obispos italianos facilitaron a Carlom^no ei sometimiento de los lon-
gobardos y Ia adscripeión de este reino al sujo.
8 Bcinifarii Epistolae; "tp. M, ad Dmidem çpisc." Sine patrocínio principis Francornm nec
popuhim regerc nec pres&yferos veí diaconos, monaçhos vel ancílhs dei defendere possum, nec ipsos
paganorum rifus et sacrilegia idolorum in Germania sine ülius mandato et timore...
8 Anastasius: affirmans etiam sub juramento, quod per nuilius hominis íavorem sese cerramini
saepius dedisser, nisi pro amore Petri et venia dclictorum.
SPOCAS DEL PAPADO 21

Pronto ei curso de los acontecimientos conduciría a êxitos mayores.


En su propia ciudad, donde Ias facciones se cornbatían con fúria, no podia
ei Papa sostenerse sin Ia protección de fuera, y Carlomagno volvió a Ia Ciudad
Santa con este fin. El viejo príncipe aparecia nimbado de gloriosas victorias. En
largas guerras había sometido uno trás otro a todos sus vecinos y casi había
llegado a agrupar a todas Ias naciones cristianas romano-germánicas; ]as había
conducido a Ia victoria contra ei enemigo común; se había hecho duefio de
todas Ias comarcas sometidas a los emperadores de Occidente en Itália, en Ia
GaJia y en Germania, y disponfa de todo su poder.10 Es cierto que estos países
se habían convertido desde entonces en un mundo diferente, pero ^excluía
ello Ia dignidad suprema? Pipino había recibido Ia diadema real porque a quien
tiene ei poder corresponde ei honor. También esta vez ei Papa se decidió cn
favor dei rey. Lleno de reconocimiento y necesitado de una protección perma-
nente, coronó a Carlos con Ia corona dei Império de Occidente en aquel dia
de Navidad dei ano 800.
Así tuvieron cumplimiento los acontecimientos iniciados con Ia invasión
de los germanos en ei Império romano.
El lugar de los emperadores romanos de Occidente Io ocupa ahota un prín-
cipe franco y ejerce todos los derechos correspondientes. En Ia donación de los
territórios ai sucesor de San Pedro vemos Ia ejecución de un acto de suprema
autoridad por parte de Carlomagno. Su sobrino Lotario nombra a los jueces
y anula Ias confiscaciones llevadas a cabo por ei Papa. El Papa, jefe supremo
de Ia jerarquía eclesiástica en ei Occidente romano, se ha convertido en un
miembro dei Império franco. Se aparta dei Oriente y poço a poço cesa de lecihii
acatamiento. Hacía tiempo que los emperadores griegos le habían arrebatado su
base patriarcal en Oriente.11 En cambio, Ias iglesias de Occidente —sin excep-
tuar Ia longobarda, a Ia que se Uevaron Ias instituciones de Ia franca— le
prestaban una audiência que nunca había conocido. Al acoger en Roma Ias
escuelas de los frisones, sajones y francos, con Io que Ia ciudad comenzó a ger-
manizarse, entro en Ia combinación de elementos germânicos y románicos que
ha constituído desde entonces ei caracter dei Occidente. Su poder echa raíces
en un suelo vírgen en los momentos más angusciosos, y cuando parecia ahocaào
a Ia ruina se afirma por largo tiempo. La jerarquía creada dentro dei Império
romano se vierte en Ia nación germânica; aqui encuentra un campo infinito
para una actividad siempre creciente, en cuyo curso se desarrolla hasta Ia ple-
nitud ei núcleo de su propia substancia. ftfzXj,.'.líí.etol0^
1° Así entiendo los Annales Laureshamenses: ad annum 801. Visum est et ipsi apostólico
Leoni —ut ipsum Carolum regem Francorum imperatorem nominare debuissent, qui ipsam Romam
tenebat, ubi semper Caesares sedere so/iti erant, et reliquas sedes quas ipse per Italiam seu Galliam
nec non et Germaniam tenebat (probablemente queria decir: ipsi tenebant): quia deus omnipotens
tias omnes sedes in potestatem e/us concessit, ideo justum eis esse videbatur ut ipse cum dei
ad/utorio— ipsum nomen haberet.
U Nicolás I se lamenta de Ia perdida dei poder patriarcal de Ia Sede Romana per Epirum
veferem Epirumque novam atque fílyricum, Macedonhm, Thessaliam, Achaiam, Daciam ripensem
Daciamque mediterraneam, Moesrarn, Dardaniam, Praevalim, y de Ias perdidas dei patrimônio en
Calábria y Sicilia. Pagi (Critica in Annales Baronii, in, p. 216) pone junto a este escrito otro
de Adriano I dirigido a Carlomagno; de este último resulta que tales perdidas fueron ocasionadas
por Ias Inchas de los iconoclastas.
22 INTRODUCCIÓN

3) Relación con los envpeTadores germânicos. Formación indejjendiente


de Ia jerarquía
Dejemos transcurrir vários siglos para detenernos en ei punto a que nos con-
ducen y, desde él, proyectar una mirada de conjunto.
El Império franco ha caído y ei germânico surge poderoso.
Nunca ei nombre alemán ha tenido mayor valimiento en Europa que en
los siglos x y xi, bajo los emperadores sajones y los primeros emperadores sáli-
cos. Vemos a Conrado II dirigirse desde Ias fronteras orientales -—donde ei rey
de Polônia ha tenido que sometérsele y entregarle una fracción de su reino, y
donde ei duque de Bohemia ha sido condenado a prisión—- hacia ei Oeste, para
asegurarse Ia Borgona frente a Ias pretensiones de los senores franceses. Los
vence en los llanos de Champagne; a través dei San Bernardo acuden en su
auxilio sus vasallos italianos; se hace coronar en Ginebra y congrega su dieta
en Solothurn. En seguida le encontramos en Ia Itália meridional. "En Ia fron-
tera de su império —dice su cronista Wippo—, en Capua y Benevento, ha
resuelto Ias discusiones con su palabra." Enrique III reino con no menos poder.
Pronto Io encontramos en ei Escalda y el Lys, vencedor de los condes de Flan-
des, y en Hungria, a Ia que obliga durante cierto tiempo a prestarle pleito
homenaje, más allá dei Raab, hasta que le dan el alto los elementos. El rey de
Dinamarca le visita en Merseburgo. Uno de los más poderosos senores de Fran-
cia, el conde de Tours, se le ofrece como vasallo, y Ias crônicas espanolas
cuentan que exigió a Fernando I de Castilla, príncipe victorioso y lleno de po-
der, que le rindiese acatamiento como supremo senor feudal de todos los reyes
cristianos.
Si preguntamos ahora qué fuerza interior sostenía este poder expansivo
que pretendia Ia supremacia europea, nos encontramos con gue encerraba un
importante elemento religioso. También los gejmanos conquistaban mientras
convertían. Con Ia Iglesia, marchaban sus fronteras a través dei Elba hacia el
Oder y a Io largo dei Danúbio; los monjes y los sacerdotes precediercn ai influjo
germano en Bohemia y en Hungria. Por esta razón Ias autoridades eclesiásticas
disfrutaron de un gran poder. Los obispos y abades obtuvieron en Germania
derechos condales y a veces ducales más allá de sus propios domínios, y no se
describen Ias posesiones eclesiásticas como radicadas en lcs condados sino que,
por el contrario, son los condados los que radican en los obispados. En Ia Itália
alta casi todas Ias ciudades estaban sometidas a los vicecondados de sus obis-
pcs. Seria un error creer que Ias autoridades eclesiásticas han ganado con esto
una autêntica independência. Como Ia promoción para Ias dignidades eclesiás-
ticas correspondia ai rey —Ias fundaciones solían enviar el anillo y el cetro dei
dignatario fallecido a Ia corte, que los volvia a ceder de nuevo—, era hasta una
ventaja para los príncipes conceder atribuciones temporales ai hombre de su
elección, ccn cuya fidelidad debían contar. A pesar de Ia resistência de Ia
nobleza, Enrique III coloco en Ia sede de Milán a un plebeyo, de cuya fidelidad
estaba seguro; Ia obediência que más tarde encontro en Ia Itália dei Norte se
debió en gran parte a esta manera de proceder. Así se explica que, entre todos
ÉPOCAS DEL PAPADO 23

los emperadores, fuera Enrique III ei más generoso con Ia Iglesia y, ai mismo
tiempo, quien defendiera con mayor vigor ei derecho de promover los obispos.18
También se tenía cuidado en que Ias donaciones no se sustrajeran ai poder dei
Estado. Los bienes eclesiásticos no estaban exentos de los gravámenes públicos,
ni siquiera dei deber de vasallaje. A menudo encontramos obispos que conducen
a sus hombres a Ia guerra. Y se puede comprender Ia ventaja que suponía poder
nombrar obispos como ei arzobispo ue Bremen, quien ejercía Ia máxima auto-
ridad espiritual en los reinos escandinavos y sobre Ias diversas estirpes de los
vendos.
Siendo ei elemento eclesiástico tan importante en Ia organizaeión dei Im-
pério germânico, se comprende Ia importância que había de revestir Ia relación
que ei emperador mantuviera con ei jefe supremo, con ei Papa de Roma.
Lo mismo que en ei caso de los emperadores romanos y los sucesores de
Carlomagno, ei Papado guardo estrecha relación con ei emperador germânico.
No se puede dudar de su situación política subalterna. Es verdad que antes de
que ei Império cayera de manera definitiva en manos germânicas, cuando
era gobemado por jefes débiles y vacilantes, los Papas ejercieron actos de su-
prema autoridad. Pero desde ei memento en que los poderosos príncipes ger-
manos se arrogaron Ia dignidad imperial fueron de hecho, aunque no sin
resistência, tan senores dei Papado como los carolingios. Otón ei Grande prote-
gió con mano de hierro ai Papa que había elevado a Ia Sede 13 y sus hijos siguie-
ren su ejemplo. Como Ias facciones romanas se levantarem de nuevo y se
apropiaron Ia dignidad papal, manejándola como un interés de família, com-
prándola y vendiéndola, se hizo necesaria una intervención superior. Es sabido
con qué energia Ia llevó a cabo Enrique III. Su sínodo de Sutri depuso a los
Papas intrusos. Luego de colocarse ei anillo patriarcal en ei dedo y haber reci-
bido Ia corona imperial, serialó a su discreción quién había de ocupar Ia Sede.
Se sucedieron cuatro Papas germanos, todos nombrados por él; ai vacar Ia
Sede, los delegados de Roma, así como los enviados de los otros obispados, se
presentaban en Ia corte para recibir ei nombramiento dei sucesor.
En esta situación le convenía ai emperador mantener ei prestigio dei Pa-
pado. Enrique III fomento Ias reformas que emprendieron los Papas nombra-
dos por él, y ei aumento consiguiente de autoridad no provoco su receio. El
hecho de que León IX, contrariando Ia voluntad dei rey de Francia, convocara
a un sínodo en Reims, nombrando y deponiendo obispos franceses y recibiendo
ia declaración solemne de que ei Papa era ei único primado de Ia Iglesia ente-
ra, no podia sino satisfacer ai emperador mientras él pudiera disponer de poder
sobre ei Papado. Era congruente con Ia pretensión de primacía que trataba de
afirmar en Europa. La misma relación que se aseguraba con respecto a los
12 Ejemplos de esta severidad se encuentran en Planclc: Cesehichte der chrisHich-kirchlichen
Gese/ischa/tsveríassung, 01, 407.
13 En Goldast, Constitutt. ImperiaJes, i, p. 221, encontramos un instrumento (junto con los
Scholien de Dictrich von Nicm) segun ei cual ei derecho de Carlomagno a elegir su propio sucesor
y a nombrar cn ei futuro los Papas romanos se traspasa a Otón y a los emperadores germânicos.
Pero sin duda alguna este instrumento es una invención.
24 INTRODUCCIÓN

nórdicos a través dei arzobispo de Bremen, podia asegurársela sobre Ias otras
potências de Ia cristiandad a través dei Papa.
Pero en esto se encerraba un gran peligro.
La organización dei estamento eclesiástico en los domínios germânicos y
germanizados se había convertido en algo muy diferente a Ia que presentaba
en los rcmánicos. Se le había atribuído una gran parte dei poder político; dispo-
nía de poder principesco. Hemos visto que dependia dei emperador, de Ia
suprema autoridad secular, pero iqué podia ocurrir cuando esta autoridad caye-
ra en manos débiles, si ei jefe de Ia Iglesia, triplemente poderoso: por su
dignidad, objeto de Ia veneración general, por Ia obediência de los fieles y por
su influencia sobre otros Estados, aprovechara ei momento oportuno para
enfrentarse con ei poder real?
La situación se mostraba propicia en vários aspectos. El poder eclesiástico
albergaba en si un principio propio, antagonista de ese gran influjo secular,
principio que debía manifestarse en cuanto se sintiera con fuerzas suficientes.
Según creo, había también una contradicción en ei hecho de que ei Papa, que
cjercía ei máximo poder espiritual, tuviera que estar sometido por tcdas partes
ai emperador. Otra cosa hubiese ocurrido si Enrique III se hubiera decidido a
proclamarse cabeza de toda Ia cristiandad. Como no sucedió esto, es natural
que cn un momento de confusión política ei Papa se viera impedido, por su
sumisión ai emperador, de aparecer plenamente como ei padre de todos los fieles,
como correspondia a su dignidad.
En esta situación sube a Ia Silla de San Pedro Gregorio VII. Gregorio es
un espíritu osado, tenaz y de largo alcance; sistemático, podríamos decir, como
una construcción cscolástica; imperturbable en Ias consecuencias lógicas y muy
diestro ai mismo tiempo en eludir con Ia mejor apariencia contradicciones ver-
daderas y fundadas. Vió ei camino que llevaban Ias cosas, capto en ei trajín de
ia vida cotidiana sus posibilidades históricas, y decidió emancipar ai poder papal
de Ia tutela imperial. Una vez que se propuso este fin, echó mano sin contem-
placiones de todos los médios necesarios. La resolución que- inspiro a los concilios
de que en ei futuro jamás ninguna dignidad eclesiástica podría ser atribuída
por una autoridad secular, tenía que chocar con Ia esencia misma de Ia consti-
tución imperial, porque esta descansaba sobre Ia unión de Ia organización ecle-
siástica y Ia secular: ei vínculo Io representaba Ia investidura y significo tanto
como una revolución que se arrebatara este derecho ai emperador.
Es claro que Gregorio VII no hubiera pensado'en tal cosa de no haberse
dado cuenta de Ia descomposición dei Império germânico durante Ia minoridad
de Enrique IV y dei levantamiento de los pueblos y príncipes germanos contra
este emperador. Encontro aliados en los grandes vasallos. También ellos se
sentían oprimidos por Ia supremacia dei poder imperial y trataban de liberarse
de él. En cierto sentido ei mismo Papa era uno de los grandes vasallos dei Im-
pério. Así se comprende que ei Papa declarara a Alemania império electivo —ei
poder de los príncipes crecía de este modo en gran manera —y que los prín-
cipes no se opusieran cuando ei Papa se libro dei poder imperial. En Ia misma
lucha de Ias investiduras sus ventajas iban a Ia par. El Papa estaba muy lejos
ÉPOCAS DEL PAPADO 25
de querer designar por si mismo a los obispos y dejó ei nombramiento a cargo de
los cabildos, en los que Ia gran nobleza germânica ejercía ei máximo influjo.
En una palabra: ei Papa tenía a su lado los intereses de Ia aristocracia.
Pero, a pesar de estos aliados de marca, jqué guerras más largas y san-
grientas costó a los Papas Ia conquista de su libertad! Desde Dinamarca hasta
Ia Apulia, dice ei salmo dei Ano Santo, desde Ia Carolingia hasta Hungria, ei
Império ha vuelto sus armas contra sus entranas. La lucha entre ei principio
espiritual y ei temporal, que antes se entendieron tan bien, enzarzó a Ia cris-
tiandad en fatales altercados. Los Papas tuvieron que abandonar a menudo Ia
Ciudad Eterna y contemplar como ocupaban Ia Sede los Antipapas.
Por fin consiguieron ei triunfo. Después de muchos siglos de sumisión y
otros más de lucha indecisa, se había logrado de manera definitiva Ia inde-
pendência de Ia Santa Sede y su principio. De hecho los Papas gozaban de una
posición magnífica. La clerecía estaba completamente en sus manos. Es digno
de notar que los Papas más enérgicos de este período fueron todos benedic-
tinos ai igual que Gregorio VIL Al introducir ei celibato convirtieron a todo
ei sacerdócio en una espécie de orden monástica. El obispado universal que se
arrogaban guardaba cierto parecido con ei poder de un abad cluniacense, que
era ia única autoridad abacial en su orden. Y así estos Papas pretendían ser
únicos obispos de Ia Iglesia. No sintieron escrúpulo alguno para intervenir
en Ia administración de todas las dióccsis.14 Sus legados fueron equiparados por
ellos con los viejos procónsules romanos. Las potências estatales iban decayendo
mientras se constituía este orden que obedecia a una sola cabeza, que estaba
organizado apretadamente y se extendía por todos los países, poderoso por sus
riquezas territoriales y dominador de todos los aspectos de Ia vida. Ya a comien-
zos dei siglo xn ei preboste Gerohus pudo decir: "Llegarán las cosas ai extremo
de que los ídolos de oro dei Império se derrumbarán y todo reino mayor se
romperá en cuatro principados: entonces Ia Iglesia estará libre y no oprimida,
bajo Ia protección dei Sumo Sacerdote coronado."15 Poço falto para que no se
cumpliera Ia profecia. Porque en realidad, íquién era más poderoso en Ingla-
terra en ei siglo xm, Enrique III o aquellos veinticuatro sefiores que tuvieron
durante cierto tiempo ei gobiemo en sus manos? ^Y quién más poderoso en
Castilla, ei rey o los "altos homes"? No parecia necesario ei poder de un em-
perador después que Federico había otorgado a los príncipes dei Império los
atributos esenciales de Ia soberania territorial. Se puede decir que solo ei Papa
disfrutaba de un poder amplísimo y unitário. Así ocurrió que Ia independência
dei principio espiritual se trasmutó muy pronto en una nueva espécie de supre-
macia. Llevaban a ello ei caracter temporal-espiritual que dominó Ia vida toda
y ei curso de les acontecimientos. Cuando países durante tanto tiempo perdidos,
como Esparia, habían sido recobrados dei mahometismo y ganadas ai paganismo

14 Uno de los puntos principales, acerca dei cual quicro citar un pasaje de una carta de
Enrique IV dirigida a Gregorio (JVÍansi Concil, n. col/ecfio, xx, 471). Recfores sanetae ecc/essiae,
vide], arch/episcopos, episcopos, presbyteros. sicut servos pedibus tu/s caJcasti. Como vemos, ei Papa
tuvo en esto de su lado Ia opinión pública: In quorum concu/catione tibi favorem ab ore vuJgi
comparasti.
15 Schroeckh cita este pasaje en Kirc/iengeschichte, Part. 27, p. 117.
26 INTRODUCCIÓN

y pobladas con pueblos cristianos províncias como Prusia; cuando Ias mismas
capitales de Ia religión griega se sometieron ai rito latino y cientos de miles se
alistaban para Ia reconquista de los santos lugares, nada tiene de extrano que
gozara de un prestigio inmenso ei sumo sacerdote, que intervenía en todas estas
empresas y recibía Ia obediência de los sometidos. Bajo su dirección y en su
nombre se expandían Ias naciones occidentales en innumerables colônias como
si fueran un solo pueblo y trataban de aduenarse dei mundo. Por Io tanto, no
puede extraíramos que también en ei interior ejerciera una autoridad indiscu-
tible y que un rey de Inglaterra recibiera dei Papa su reino como feudo, que
un rey de Aragón Io pusiera a disposición dei apóstol Pedro y que Nápoles fuera
cedido por ei Papa a una dinastia extranjera. Asombrosa fisonomía ofrece esa
época, que nadie todavia nos ba presentado en su plena verdad. Es una com-
binación extraordinária de disensión interior y de brillante expansión hacia
fuera, de autonomia y obediência, de mundo espiritual y secular. Sorprende ei
caracter contradictorio dei fervor religioso. A veces se recoge en Ia abrupta
montaria, en ei bosque solitário para entregarse por completo a Ia contempla-
ción divina, renunciando a todos los goces de Ia vida en espera de Ia muerte;
o, en médio de los hombres, se empena con entusiasmo juvenil en acunar en
formas penetrantes y magníficas los mistérios vislumbrados, Ias ideas que le
alimentan. Pero junto a esto encontramos esa otra fuera que ha inventado
Ia Inquisición y que blande Ia terrible espada de Ia justicia contra los herejes:
"A nadie —dice ei caudillo contra los albigenses— de cualquier sexo, edad o
rango hemos perdonado, sino destrozado a todos con ei filo de Ia espada." A
veces ambos aspectos se concentran en un solo momento. A Ia vista de Jeru-
salén los cruzados se apean de sus caballos y se descalzan para llegar como
verdaderos peregrinos a Ias Santas Murallas; en médio de los combates más
fieros, se creen asistidos dei auxilio de los santos y de los ángeles. Pero apenas
escaladas Ias murallas se entregan ai saqueo y Ia matanza: én ei emplazamiento
dei Templo de Salomón degollaron cuatro míf sarracenos, quemaron a los ju-
dios en sus sinagogas y mancharon de sangre los santos lugares que venfan a
adorar. Contradicción inseparable de todo Estado religioso y que constituye
su prcpia esencia.

4) Contraste entre los siglos xiv y xv


En algunos momentos se siente uno tentado a indagar los planes dei gobiemo
divino dei mundo, Ias fases de Ia educación dei gênero humano.
Con todos sus defectos, ei desarrollo que acabamos de delinear fué necesa-
rio para que arraigara bien ei cristianismo en Occidente. Era muy difícil hacer
que se empaparan con Ias ideas dei cristianismo aquellas almas nórdicas, aris-
cas, dominadas por antiquísimas supersticiones. Era menester que Io espiritual
tuviera durante cierto ticmpo ei predomínio para que Ia levadura prendiera
por completo en ei alma germânica. A Ia vez se verifica entre ei elemento ger-
mânico y ei románico Ia unión sobre Ia que descansa ei caracter de Ia Europa
posterior. Existe una comunidad dei mundo moderno, que se ha considerado
áPOCAS DEI. PAPADO 27

siempre como fundamento principal de toda su formación, en Ia Iglesia y en ei


Estado, en ias costumbres, en Ia vida y en Ia literatura. Para que esto se pro-
dujera, Ias naciones occidentales tuvieron que componer alguna vez un solo
Estado universal.
Pero en ei inmenso curso de los acontecimientos no pasó de ser un mo-
mento. Una vez logrado ei cambio, necesidades nuevas operan otra vez.
Anuncia una nueva época ei hecho de que los idiomas nacionales cuaja-
ran casi por ei mismo tiempo. Poço a poço, pero de manera incontenible, se
filtran en todos los campos de Ia actividad espiritual y paso a paso le disputan
ei terreno ai idioma de Ia Iglesia. La universalidad se retrae y en ei campo
abandonado por ella crece una nueva particularidad de sentido superior. El
elemento eclesiástico había domenado Ias nacionalidades y ahora, transforma-
das, estas discurren por un camino nuevo.
No parece sino que todo ei afán de los hombres, que transcurre insigni-
ficante ^y que escapa a Ia observación, se halla sometido ai curso poderoso e
inconteríible de los acontecimientos. El poder papal fué cosa que Ias anteriores
circunstancias reclamaban, pero Ias nuevas le eran contrarias. Como Ias naciones
no hábían tanto menester dei impulso dei poder eclesiástico, pronto le ofrecieron
resistência. Sentían en si Ia fuerza de su independência.
Vale Ia pena de traer a recordación los hechos más importantes en que se
manifiesta este nuevo sesgo.
Como es sabido, fueron los franceses los primeros que hicieron frente de
manera decidida a Ias pretensiones dei Papa. Con unanimidad nacional se opu-
sieron a Ias bulas de excomunión de Bonifácio VIII y en cientos de documen-
tos todas Ias clases declararon su adhesión a Ia actitud de Felipe ei Hermoso.
Les siguen los alemanes. Cuando los Papas atacan ei Império con ei mismo
coraje de antes, aunque este ni de lejos mantenía ei antiguo poder, los prín-
cipes electores se allegaron a orillas dei Rin, reuniéndose en sus sitiales de pie-
dra dei campo de Rense, con ei propósito de acordar una medida general para
reafirmar "ei honor y Ia dignidad dei Império". Pretendían declarar solemne-
mente Ia independência dei Império contra toda intervención dei Papa. Pronto
les siguió Ia misma resolución de todas Ias fuerzas, emperador, príncipes y prín-
cipes eclesiásticos, y se enfrentaron unanimemente ai poder temporal dei
Papa.16
Inglaterra no se hizo esperar mucho. En ninguna otra parte gozaron los
Papas de mayor influencia ni administraron más arbitrariamente los benefícios;
cuando Eduardo III se nego a pagar ei tributo prometido por reyes anteriores,
ei Parlamento se adhirió a él y le aseguró su apoyo. El rey tomo sus medidas
para precaverse contra otros abusos dei pcder papal.
Vemos como una nación trás otra se afirman en su independência y uni-
dad; ei poder público nada quiere saber de otra autoridad superior; tampoco
cn ei pueblo encuentran aliados los Papas. Príncipes y estamentos rechazan
resueltamente sus intervenciones.
18 Licet /uris utriusque. En Olcnschlaeger, Staalsgeschichte des roemischen Kaiserthums in
der ersten Haelfte des Mten Jahrhunderts, n» 63.
28 INTRODUCCIÓN

Mientras tanto ocunió que ei Papado cayó en confusión y debilidad, Io


que permitió a Ias potências occidentales, que hasta entonces no habían buscado
más que afirmarse, influir a su vez sobre él.
Ápareció ei cisma. Obsérvense sus consecuencias. Durante largo tiempo
dependió de los príncipes nombrar uno u otro Papa según su conveniência
política, y ei poder espiritual no disponía de médio alguno para acabar con Ia
confusión que solo ei poder temporal podia dominar. Cuando se celebro una
reunión con este objeto en Constanza, no se voto por cabezas como antes, sino
por Ias cuatro naciones y a cada una de ellas le fué posible decidir en reuniones
previas a quién había de dar su voto; juntas destituyeron un Papa y ei recién
elegido tuvo que celebrar concordatos con cada una de Ias naciones, concordatos
cuyo contenido ya venía anticipado por Ia conducta seguida. Durante ei con-
cilio de Basilea y Ia nueva disensión, algunos reinos se mantuvieron neutrales
y solo ei esfuerzo de los príncipes consiguió impedir ei nuevo cisma.17 Nada
podia ocurrir que fuera más favorable ai predomínio dei poder temporal y a ia
independência de cada reino.
De nuevo ei Papa goza de gran prestigio y dispone de Ia obediência de
todos. El emperador le servia de escudero; hubo obispos, no solo en Hungria
sino también en Alemania, que se decían por Ia gracia de Ia Sede apostólica;18
en ei Norte se seguia recogiendo ei dinero de San Pedro; afluían peregrinos de
todos los países en ei jubileo dei ano 1450 y un testigo compara su llegada con
enjambres de abejas y con bandadas de pájaros. Pero, a pesar de todo, no habían
vuelto los tiempos pasados.
Para convencerse de esto basta con recordar ei ceio de los cruzados y com-
parado a Ia frialdad con que se recibió en ei siglo xv ei llamamiento para una
resistência común contra los turcos. Era mucho más urgente defender Ia propia
tierra contra un peligro que avanzaba irresistible, que rescatar ei Santo Sepul-
cro. Con Ia mayor elocuencia habló Eneas Silvio en Ia Dieta y e l monje Capis-
trano en Ias plazas de Ias ciudades, y los cronistas nos cuentan Ia impresión
producida en ei ânimo de los oyentes, pero no sabemos qije nadie acudiera a Ias
armas. Los Papas hicieron los mayores esfuerzos. Uno equipo una flota; otro,
Pio II, aquel elocuente Eneas Silvio, acudió, sòbreponiéndose a su enferme-
dad, ai puerto donde debían reunirse los que estaban en mayor peligro. Queria
estar presente, según sus palabras, para hacer Io único que le era posible: elevar
sus brazos ai cielo como Moisés. Pero ni los ruegos, ni Ias advertências, ni los
ejemplos sirvieron de nada. Había pasado Ia época de aquella juvenil cristian-
dad caballeresca y a ningún Papa le fué posible resucitarla de nuevo.
Eran otros los intereses que por entonces movían ai mundo. Después de
largas luchas intestinas los reinos de Europa se consolidam El poder central do-
mina Ias facciones que hasta entonces habían puesto en peligro ei trono y
cobija a todos los súbditos en única obediência. Muy pronto se empezó a minar
ei poder estatal dei Papado, que Io queria dominar todo y que en todo inter-
venía. El principado se alzó con mayores pretensiones.
11 Declaración dei Papa Félix, cn Georgius, Vita Nícoíai V, p. 65.
18 Constanza, Schwcrin, Fuenfkirchcn. En Schroeckh, Kirchengeschicnte, t. 3J, p. 60.
ÉPOCAS DEL PAPADO 29
Muchas veces se figura uno ai Papado gozando de un poder casi ilimitado
hasta Ia Reforma, pero Ia realidad es que los Estados se habían arrogado no
pequenas atribuciones en los negócios eclesiásticos durante ei siglo xv y co-
mienzos dei xvi.
En Francia, Ias, intervenciones de ia Santa Sede fueron esquivadas en su
mayor parte ccn Ia Pragmática Sanción, que estuvo vigente más de médio
siglo. Es verdad que Luis XI, poseído de una falsa piedad, que tanto más le
podia cuanto más le faltaba Ia verdadera, hizo concesicnes, pero sus sucesores
recuperaron con ventaja Io perdido. Se dice que Ia corte de Roma alcanza de
nuevo aquel poder antiguo cuando Francisco I celebra su concordato con
León X. Es verdad que ei Papa recibió de nuevo Ias attnatas. Pero, en cambio,
tuvo que renunciar a otras muchas cosas, entre Ias príncipales ai derecho, en
favor dei rey, de promover los obispados y otros altos benefícios. Es innegable
que Ia Iglesia galicana perdió sus derechos, pero no tanto en favor dei Papa
como dei rey. El principio que Gregorio VII quiso imponer ai mundo fué aban-
donado sin gran dificultad por León X.
En Alemania Ias cosas no podían ir tan lejos. Los acuerdos de BasiJea, que
cn Francia se convirtieron en Ia Pragmática Sanción.19 En Alemania, donde
también se aceptaron en un principio, resultaron moderados por ei Concordato
de Viena. Pero tampoco esta moderación ocurrió sin alguna contrapartida de Ia
Santa Sede. En Alemania no bastaba entenderse con ei jefe dei Estado; era me-
nester ganarse a los diversos estamentos. Los arzobispos de Maguncia y Tré-
veris obtuvieron ei derecho de disponer de los benefícios vacantes que corres-
pondían ai Papa; ei elector de Brandeburgo adquirió Ia facultad de promover
a los três obispos dei país; otros estamentos menos importantes, Ias ciudades de
Estrasburgo, Salzburgo y Metz, consíguieron también ciertas ventajas.20 Sin
embargo, no se acalló con esto Ia oposición general. En ei afio 1487 todo ei
Império se opuso a un diezmo que ei Papa quiso introducir.21 En ei afio 1500
Ia autoridad secular le retuvo ai legado dei Papa dos tercios de ia cantidad
aportada por Ia venta de indulgências, cantidad que dedico a Ia guerra contra
los turcos.
Sin necesidad de concordato alguno, ni de Pragmática Sanción, se llegó
en Inglaterra a resultados mayores que los derivados de Constanza. Enrique VII
tcnía ei derecho de nombrar un candidato para Ias sedes episcopales vacantes.
No le basto con tomar en sus manos ei fomento de los intereses eclesiásticos,
sino que dispuso de Ia mitad de Ias annatas. Cuando, después de esto, a comien-
zos dei reinado de Enrique VIII, Wolsey adjunto a sus otros cargos oficiales Ia
dignidad de legado, ei poder espiritual y ei temporal aparecieron conciliados
!9 Se reconoce Ia relación pof Ias siguientes -palabras de Eneas Silvio: Piopter decreta
tlasiliensis concilii intei sedem apostolicam et nationem vestiam dissidium coepit, cum vos iih
prorsus (enenda dicetetis, apostólica veio sedes omnia rejicciet. Iraque luit deniqne compositio façta
—per quam a/iqua ex dectetis- concilii- praedícti recepfa videnlur, a/iqua rejecta. En Epístola
ad Martinum Maierum contra murmur gravamims German/cae nationis, 1457. En Müllcr,
Re/chsragstlieatrum unfer Friedrich III, m, p. 604.
2
» En Schroeckh, Kircliengeschichie, t. 32, p. 173; en Staats- und Rcchtsgeschichtc de Eich-
hom, t. ni, pif. 472, n. c.
21 En Müller, Reichstagsthealrum, vi, p. 130.
30 INTRODUCCIÓN

en cierto modo, pero antes de que asomara ei ptotestantismo se acometió una


violenta confkcación de gran número de monasterios.
Tampoco los países meridionales se quedaron atrás. También ei rey de
Espafia podia nombrar los obispos. A Ia Corona estaban vinculados los grandes
maestres de Ias ordenes militares; y ella, que había establecido Ia Inquisición
y Ia dominaba, disfrutó de muchas atribuciones y derechos de orden eclesiásti-
co. Fernando ei Católico se opuso no poças veces a Ias autoridades papales.
En no menor grado que Ias ordenes militares espaiiolas, eran patrimônio
de Ia Corona Ias portuguesas de Santiago, de Avis, de Cristo, a Ia que habían
correspondido los bienes de Ia orden dei Temple.22 El rey Manuel consiguió
de León X no solo Ia terceia parte de Ja cruciata, sino también ei diezmo de los
bienes eclesiásticos, con ei derecho expreso de distribuirlos a su buen placer.
Por todas partes, tanto en ei norte como en ei sur, se trataba de limitar los
derechos dei Papa. El poder estatal buscaba Ia participación en Ias rentas ecle-
siásticas y Ia distribución de Ias dignidades y benefícios. Los Papas no ofrecieron
una resistência seria. Trataron de conservar todo Io que pudieron, pero fueron
cediendo. Lorenzo de Médicis, en ocasión de un altercado entre Fernando, rey
de Nápoles, y ei Papa, dice que aquél no pondrá ninguna dificultad en pro-
meter Io que sea, pero que luego, en ei momento dei cumplimiento, se verá Io
que siempre se ha visto en estas contiendas entre Papas v reyes.23 Hasta Ia mis-
ma Itália habia llegado este espíritu de oposición. Se nos cuenta de Lorenzo
de Médicis que siguió en estos asuntos ei ejemplo de los grandes príncipes y
no cumplía de los mandatos papales más que aquello que le venía en gana.24
Seria un error no ver en estos empenos más que actos de pura arbitrarie-
dad. La inspiración religiosa había cesado de dominar Ia vida de Ias nacicnes
europeas en Ia medida de antes: ei desarrollo de Ias nacionalidades y Ia forma-
ción de los Estados marcaban poderosamente su fuerza. Por Io tanto, era nece-
sario que Ia relación entre ei poder temporal y ei espiritual sufriera un cambio
profundo. Y hasta en los mismos Papas se notaba una gran mudanza.
' /
_____________—_________________
II. LA IGLESIA Y EL ESTADO PONTIFÍCIO A COMIENZOS
DEL SIGLO XVI

1) Engrandecimiento dei Estado de Ia Iglesia


Piénsese Io que se quiera de los Papas de los primeros tiempos, Io cierto es que
siempre tuvieron a Ia vista grandes intereses. Tuvieron que cuidar de una
22 "Instruttione piena delle cose di Portogallo ai Coadjutor di Bergamo, nuntio destinato
in Portogallo". MS de Ia Informationi politiche, que se halla en Ia KoenigJichen Bibliothelc de
Berlín, t. XII. León X ototgó a Ia orden este patronato: contentandosi il re di pagare grandíssima
composifrone di detto patronato.
23 Lorenzo a Juan de Lanfridinis. Fabroni Vita Laurenrii Mediei, n, p. 362.
24 Antônio Gallus (de rebus Genuensibus: Muratori script. R. It. xxm, p. 281) dice de
Lorenzo: regum ma/orumque principum contumacem Jicentiam adversus romanam ecclesiam seque-
batur, de juribus poníificis nisi quod ei videretur nihiJ permittens.
LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 31
religión perseguida, tuvieron que luchar con el paganismo, propagar ei cristia-
nismo en los pueblos nórdicos y establecer una jerarquía eclesiástica indepen-
diente. Ccnstituye uno de los títulos de Ia dignidad humana el afanarse por
ejecutar algo grande y este ímpetu animo también con fuerza a los Papas. Pero
los nuevos tiempos habían amortiguado aquellos entusiasmos. Se había domina-
do el cisma y había que avenirse a Ia imposibilidad de provocar una empresa
colectiva contra los turcos. En esta coyuntura, ocurriá que eJ Papa persiguió
con más decisión que nunca los fines de su principado temporal, dedicándole
toda Ia tenacidad de que era capaz.
Desde largo tiempo el siglo estaba poseído por este espíritu. "Antes, decla-
raba un orador en el Concilio de Basilea, era de cpinión que seria bueno sepa-
rar por completo el poder secular dei poder espiritual. Pero he aprendido que
Ia virtud sin poder es algo ridículo y que el Papa de Roma sin el patrimônio
de Ia Iglesia no seria más que un siervo de los reyes y los príncipes." Este ora-
dor, que gozo de tanta influencia en Ia asamblea que decidió Ia elección de
Papa a favor de Félix, considera que no es nada maio que un Papa tenga hijos
que le puedan prestar ayuda contra los tiranos.1
Un poço más tarde, se ocuparon en Itália de otro aspecto de Ia cuestión.
Parecia muy bien que un Papa sacara adelante su família: más bien se tendría
sospecha dei que así no Io hiciera. "Otros —escribió Lorenzo de Médicis a
Inocencio VIII— no han esperado tanto para querer ser Papas y tampoco se
han preocupado mucho por el honor y Ia buena conducta que Su Santidad ha
mantenido tanto tiempo. Ahora Su Santidad no solo tiene excusa delante
de Dios y de lcs hombres, sino que esa conducta honorable pudiera serie repro-
chada y atribuída a otros motivos. El ceio y Ia obligación fuerzan mi conciencia
a recordar a Su Santidad que ningún hombre es inmortal y que un Papa tiene
tanta importância como él quiera dársela: no puede hacer objeto de herencia
Ia dignidad que posee, y solo a los honores y los favores que distribuya a su
gente podrá llamar propiedad suya." a Estos eran los consejos dei hombre consi-
derado como el más sensato de Itália. Estaba interesado en el asunto, pues
había casado a su hija con el hijo dei Papa, pero jamás podría haberse expre-
sado de manera tan desenfadada si no fuera algo comente en el gran mundo
una opinión semejante.
Concuerda con esto que por el mismo tiempo los estados europeos arreba-
taron ai Papa una parte de' sus atribuciones y que él comenzó a enredarse en
empresas estrictamente seculares. Se sentia príncipe italiano antes que nada.
No hacía mucho tiempo que los florentinos habían vencido a su vecino
y queJa família de los Médicis había fundado su poder sobre ambos; el de los
Sforza en Milán, el de Ia casa de Aragón en Nápoles y el de los venecianos
en Lombardía habían sido logrados y consolidados violentamente, en tiempos no
borrados todavia de Ia memória de los hombres; {por qué no había de abrigar
el Papa Ia esperanza de establecer también un gran poder en aquellos dominios
1 Un extracto de este discurso se encuentra en Schrocckh, Kirchengeschichte, t. 32, p, 90.
2 De un escrito de Lorenio (sin fecha, pero probablcmcnte dei ano 1489, va que habla en
el dei quinto afio de pontificado de Inocencio) en Fabioni, Vira Laurcntü IJ, 390.
32 INTRODUCCIÓN

considerados como patrimônio de Ia Iglesia pero que se hallaban sometidos a


toda una serie de jefes independientes?
Con deliberada intención y efectivos resultados comenzó ei Papa Sixto IV
a caminar en esta dirección; Alejandro VI Ia prosiguió de manera poderosa y
con êxito extraordinário; Júlio li oriento esta política de forma inesperada
y permanente.
Sixto IV (1471-1484) concibió ei plan de fundar en los bellos y ricos
llanos de Ia Romana un principado a favor de su sobrino Girolamo Riario. Las
demás potências aliadas italianas se disputaban ya Ia supremacia, cuando no Ia
posesión, de estos territórios y, en cuestión de derechos, sin duda que ei Papa
podia hacer valer uno mejor. Pero ni en fuerzas estatales ni en recursos bélicos
estaba todavia a Ia altura de Ia empresa. No le preocupo demasiado poner ai
servido de sus propósitos todo su poder espiritual que se hallaba por endma
de todo Io terreno por naturaleza y destino, rebajándolo así ai plano de las con-
fusas contiendas dei momento. Como eran los Médicis, sobre todo, los que se le
cruzaban en ei camino, se vió comprometido en las pugnas florentinas, desper-
to Ia sospecVia de que estaba enteiado de Ia conjuración de los Pazzi y dei
asesinato ejecutado por estos ante ei altar de una catedral, y se habló de Ia
complicidad dei Padre de los creyentes. Cuando los venecianos cesaron de apo-
yar Ia causa dei sobrino, ai Papa no le basto con abandonados en una guerra
a Ia que él mismo les había empujado, sino que llegó ai extremo de excomul-
garlos mientras seguían en ella.3 Su estilo dentro de Roma no fué distinto. Los
enemigos de Riario, los Colonna, fueron perseguidos por él encarnizadamente;
les arrebato Marino; mando prender ai protonotario Colonna en su propia casa,
para llevarlo prísionero y ejecutarlo. La madre acudió a San Celso en Banchi,
donde se hallaba ei cadáver; alzó por los cabellos Ia cercenada cabeza y
grito: "Esta es Ia cabeza de mi hijo; esta es Ia lealtad dei Papa. Prometió que
si le entregábamos Marino dejaria en libertad a mi hijo; ya tiene Marino, y en
mis manos está también mi hijo, pero muerto. jMirad, así cumple ei Papa con
su palabra!"4 "*
Hazanas como esta eran necesarias para que Sixto íV lograra Ia victoria
sobre sus enemigos de dentro y fuera dei Estado. De hecho consiguió que su
sobrino fuera senor de Imola y Forli; pero no cabe duda que, si su prestigio
secular ganó mucho en Ia ocasión, perdió mucho más su dignidad espiritual.
Hubo un intento de convocar un concilio contra él.
Pero pronto Sixto IV seria superado. En ei ano 1492 sube a Ia Silla de Pe-
dro Alejandro VI.
Alejandro no había pensado en todos les dias de su vida más que en gozar
dei mundo, vivir alegremente y dar satisfacción a todos sus deseos y ambicio-
nes. Fué para él ei colmo de Ia felicidad poseer, por fin, Ia suprema dignidad
eclesiástica. Esta satisfacción parecia rejuvenecerle por dias, a pesar de Io viejo
S Sobre Ia guerra con Ferrara han sido publicados en Venecia, en ei afio de 1829, los Com-
mentarü di Marino Sanuto; en Ia p. 56 se hace alusión a Ia defección dei Papa. Refiriéndose
a los discursos dei embajador veneciano, dice: Tutri vedranno, aver noi cominciato questa guerra
di volontà dei papa: egíi perd si mosse a rompere Ia lega.
* Alegrctto Alegrctti, diar; Sanesi, p. 817.
LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 33

que era. Ninguna idea molesta duraba de un dia a otro. Lo único que le
preocupaba era lo que pudiera serie útil, Ia manera de enriquecer a su hijo
con dignidades y Estados; jamás ningún ctro pensamiento le entretuvo de-
masiado.5
Solo este propósito se hallaba en Ia base de todas sus alianzas politicas,
que tan gran influencia ejercieron en los accntecimientos históricos; un factor
importantísimo de Ia política europea era Ia cuestión de como ei Papa habría
de casar a su hijo y como lo dotaria y enriqueceria.
César Borgia, ei hijo de Alejandro, siguió Ia carrera de Riario. Comenzó
en el mismo tramo: su primera hazana consístió en expulsar de Imola y Forli
a Ia viuda de Riario. Con cordial desenfado prosiguió su tarea, y lo que aquél
no había hecho más que intentar o iniciar, él lo llevó a cumplimiento. Consi-
dérese el camino escogido. Lo podemos trazar en poças palabras. El Estado
pontificio era presa de Ia disensión a causa de los güelfos y de los gibelinos, de
los Orsini y lcs Colonna. Como los otros Papas, como el mismo Sixto IV, Ale-
jandro y su hijo se aliaron ai principio con uno de los dos partidos: el güelfo
de los Orsini. En virtud de esta alianza pronto pudieron con sus enemigos.
Expulsaron a los Sforza de Pesaro, a los Malatesta de Rímini, a los Man-
freddi de Faenza y se apoderaron de estas ciudades poderosas y bien amu-
ralladas, fundando en ellas un importante poder. Pero apenas lograron todo esto
y acabaron con sus enemigos, se volvieron contra sus amigos. En esto se distin-
guió el pcder de los Borgia de los anteriores, que siempre habian quedado pri-
sioneros de Ia faccióri a Ia que se habian adherido. César Borgia, sin empacho
ni vacilación, ataco a sus aliados. El duque de Urbino, que le había apoyado
hasta entonces, fué rodeado por una red sin que se diera cuenta, y apenas pudo
escapar de ella, convirtiéndose en un fugitivo en su propio país.6 Vitelli, Baglio-
ni, capitanes de los Orsini, quisiercn mostrar que eran capaces de resistência.
Decía César: "Está bien enganar a los que son maestros de todas Ias traiciones."
Con una crueldad bien calculada, los atrajo a su trampa y sin piedad alguna
se deshizo de ellos. Luego de haber domenado así a los dos partidos, ocupo su
puesto: a los partidários, nobles de rango inferior, los atrajo y los cclocó a suel-
do; mantuvo en orden los territórios conquistados apelando ai terror.
De este modo vió satisfecho Alejandro su deseo más vivo: los barones dei
país aniquilados y su casa en camino de establecer en Itália una gran dinastia
hereditária. Pero tuvo que sentir, a su vez, êl poder de Ias pasiones desatadas.
César no queria compartir con ningún familiar ni favorito su poder. Asesinó a
su hermano, que se cruzaba en su camino, haciéndolo arrojar ai Tíber; en Ias
escaleras de palácio fué acometido por orden suya su cunado.7 La mujer y
6 Relationc di Polo Capel/o, 1500. MS.
* En Ia gran crônica manuscrita de Sanuto, en todo el tomo cuarto, se encuentran afin mis
datos interesantes sobre César Borgia, y también algunas cartas escritas por él, dirigidas a Venecia
en diciembre de 1502, y ai Papa. En esta última firma: Vrae.Stis.humiJ/imus servus et devotissima
fartura.
1 Diário de Scbastiano de Branca de Telini, MS. Bibl. Barbeiini, n ? 1103. Enumera Ias
atrocidades de César dei modo siguiente: 0 piimo, il /ratei/o che si chiamava /o duca di Gandia,
lo fece buttar in fiume: tece ammazzare Io cognaro, che era figlio dei doco di Calábria, era lo piu
bello jovane che mai si vedesse in Roma: ancora fece ammazzare Vitellozzo delia città di casreJto
34 INTRODUCCIÓN

Ia hermana cuidaban dei herido; Ia hermana le preparaba Ia comida para tener


seguridad de que no seria envenenado. El Papa puso vigilância en Ia casa para
proteger dei hijo ai yemo. Precauciones de Ias que se reía César. Solía decir:
"Lo que no ha pasado ai mediodía puede pasar por Ia noche." Cuando ei prín-
cipe se encontraba convaleciente entro en su cuarto, hizo salir a Ia mujer y a Ia
hermana, y llamó a su verdugo, que estrangulo ai desgraciado. No le interesaba
demasiado Ia persona dei Papa, en ei que no veia más que un instrumento de su
propio poder. Mato ai favorito de Alejandro; Peroto, cuando este se guarecía
bajo ei manto pontificai: Ia sangre le salto ai Papa en Ia cara.
César tenía Roma y ei Estado pontifício bajo su poder. De bella figura,
de fuerzas que le permitían en Ias fiestas de toros cercenar de un golpe Ia ca-
beza dei bruto, generoso hasta Ia magnificência, voluptuoso, manchado de
sangre, Roma temblaba ante su nombre. César necesitaba dinero y tenía ene-
migos: todas Ias noches aparecia gente asesinada. Todo ei mundo callaba y nadie
hahía que no temiera le llegara su vez. Al que no le alcanzaba ei poder le
destruía ei veneno.8
Solo un punto había en ia tierra donde todo esto fuera posible. Este punto
era aquel donde coincidían Ia plenitud dei poder secular y Ia suprema instância
espiritual. Este es ei centro ocupado por César. También Ia degeneración tiene
su perfección. Muchos familiares de los Papas habían intentado cosas semejan-
tes, pero nadie llegó tan lejos. César es un virtuoso dei crimen.
iNo fué acaso una de Ias tendências fundamentales dei cristianismo en sus
orígenes hacer imposible un poder semejante) La suprema dignidad eclesiástica
debía servir ahora para hacerlo viable.
No era menester Ia predica de un Lutero para ver en todas estas historias
Ia más perfecta contradicción dei cristianismo. Pronto se empezó a decir que ei
Papa preparaba ei camino ai Anticristo y que cuidaba d^ Ia instauración dei
reino satânico y no dei reino de Dios.* y
No intentamos describir en sus detalles Ia historia de Alejandro. Como
consta por testimonio cierto, se propuso una vez eliminar por médio dei veneno
a uno de los cardenales más ricos, quien pudo sobornar con regalos, promesas y
ruegos ai jefe de cocina dei Papa. La pócima destinada ai cardenal fué ofrecida
ai Papa y así murió dei veneno que él había preparado para otro.10 Después
et era lo piu valenthuomo che fuste in quel tempo. Llama ai scflor de Faenza lo piu bcllo /iglio
dei mondo. •
8 He afiadido ai cúmulo de noticias existentes algunas tomadas de Polo Capello. En caso
de muerte de personas importantes, en seguida se penso en envenenamientos causados por cl Papa.
Sanuto esciibe sobre Ia muerte dei cardenal de Vcrona: Si judica, sia stato attoscato per tuorli le
faculta, perche avanti ei spirasse ei papa mando guardie attorno Ia caxa.
9 Una hoja volante, MS, de Ia crônica de Sanuto.
10 Successo de Ia morte di Papa Alessandro. MS. Ebenda. Cf. Analect. n' 4. Sé pcrfcctamcnte
que hacc poço se puso en duda ei envenenamiento porque los diários silencian ei heclio y
porque lo ignoran los' relatos privados o públicos de aqucllos dias. Pero incluso estos, hablan de
aquella cena en casa dei cardenal Adriano, donde se dice que empezó Ia cnfctmedad que fui mortal
a los poços dias. El cardenal Adriano liabló explicitamente con cl historiador Giovio de intentos
de envenenamiento que le amenazaban también entonces (Cf. Romanische und germanische Ccs-
chichte, p. 21?). Scgún mi opinión, no hay ninguna razón de peso para negar ei envenenamiento
frente a ia afirmación unanime de los contemporâneos. Entre los relatos sobre este licclio. Ia in-
fotmación citada más arriba me parece Ia mas fidedigna por su tono y contenido.
LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 35
de su muerte, los resultados de todas sus empresas fueron muy otros de los que
se había imaginado.
Los familiares de los Papas esperaban siempre hacerse con principados
hereditários, pero, en general, con Ia vida dei Papa acababa también ei poder
de sus parientes, que desaparecia en Ia forma que había venido. Si los vene-
cianos dejaron hacer a César Borgia, ello tenía sus motivos, y uno de los más
admisibles nos Io revela ei juicio que expresaron sobre los acontecimientos:
"Todo esto es humo de pajas; a Ia muerte de Alejandro volverán ias cosas como
estaban." u
Pero esta vez se enganaron. Sucedió un Papa de apariencia muy contraria
a los Borgia, pero que prosiguió sus empresas, aunque en otro sentido. El Papa
Júlio II (1503-1513) tuvo Ia enorme ventaja de encontrar ocasión de poder sa-
tisfacer por vias pacíficas Ias ambiciones de su linaje: le proporciono Ia heren-
cia de Urbino. De este modo, sin ser perturbado por sus familiares, pudo
entregarse a su pasión guerrera, conquistadora, innata en él, que Ias circuns-
tancias dei momento y el sentimiento de su dignidad encendieron violenta-
mente; pero fué en provecho de Ia Iglesia, de Ia Sede apostólica. Otros Papas
habían tratado de procurar principados a sus sobrinos e hijos, pero Júlio II con-
centro toda su ambición en el engrandecimiento dei Estado de Ia Iglesia. Hay
que considerarlo como fundador dei mismo.
Comenzó a actuar en médio de Ia confusión más extremada. Habían regre-
*ado todos los que pudieron escapar de César: los Orsini y los Colonna, los
Vitelli y los Baglioni, los Varani, los Malatesta y los Montefeltri; por todas
partes surgian los antiguos partidos, que se combatían hasta en el Borgo de
Roma. Se ha comparado a Júlio con el Neptuno virgiliano que emerge con
tostro sereno sobre Ias ondas y aplaca su tumulto.12 Fué Io bastante artero para
dcshacerse de César Borgia y quedarse con sus castillos, arrogándose el ducado.
Supo meter en cintura a los barones que entorpecían sus proyectos y cuido muy
bien de que no pudieran echar mano de los cardenales en calidad de jefes, pues
cn Ia ambición de estos podría haber semilla para Ias viejas disensiones. Arre-
metió sin más contra los que le negaban obediência.13 Sus artes llegaban ai
punto de hacer que un Baglione, que se había vuelto a apoderar de Perugia,
ie sometiera a los limites de una subordinación legal; sin prestar Ia menor resis-
tência, Juan Bentivoglio, ya viejo, tuvo que retirar dei magnífico palácio que
erigió en Bolonia aquella inscripción de que tanto se había vanagloriado. Dos
ciudades que habían sido siempre tan poderosas conocieron el poder directo
de Ia Sede apostólica.
Sin embargo, Júlio II estaba todavia lejos de su meta. La mayor parte de
los costas dei Estado pontifício se hallaba en poder de los venecianos. No esta-
bun dispuestos a devolverlas de buen grado y Ias fuerzas bélicas dei Papa eran
11 Priuli Cronaca di Venezia. MS. Del resto poço stimavano, conoscendo che questo acquisto,
(lie all'hora faceva il duca Valentinois, sarebbe foco di paglia, che poço dura.
ia Tomaso Inghirami en Notizie intorno RafaeJe Sanzio da Urbino. de Fca, p. 57.
1* Maquiavclo, Príncipe, cap. xi, no es cl único en advcrtirlo. También en Jovius, Vira
fumpeji Columnae, p. 140, se quejan los noblcs romanos durante el pontificado de Júlio II:
piiiicipcs urbis famílias souto purpurci galeri honorc pertinaci pontificum iivore privari.
36 INTRODUCCIÓN

inferiores. Es de comprender que ei ataque a estos territórios produjera conmo-


ción en Europa. £podía su osadía llegar a tanto?
Con sus muchos anos, ccn ei desgaste acarreado por los avatares de su larga
vida, por los rigores de Ia guerra y de Ia huída, por todos sus excesos, este an-
ciano no conocía, siri embargo, ei miedo ni Ia vacilación. A su edad, conservaba
Ia gran cualidad varonil: un valor indomable. No le preocupaban mucho los
príncipes de su tiempo porque se sentia superior a todos ellos y esperaba
alzarse con Ia ganância en ei alboroto de una lucha general. Cuidaba siempre
de tener dinero, para poder aprovechar ei momento favorable con tcda su fuer-
za. Como dijo un veneciano acertadamente, queria ser amo y senor en ei juego
dei mundo.14 Con impaciência espero ei cumplimiento de sus deseos, pero
mantuvo Ia mayor cautela. Si se busca Ia clave de su conducta, se encuentra
que sentia Ia necesidad de proclamar su propósito, de prohijarlo y gloriarse de
él. El restablecimiento dei Estado de Ia Iglesia se consideraba por entonces como
una empresa famosa y hasta religiosa. Todos los pasos dei Papa se encaminaban
a esta meta y tcdos sus pensamientos estaban animados de esta idea v templa-
dos por ella. Acudió a Ias combinaciones más atrevidas, poniendo en ello toda
su voluntad y presentándose hasta en ei campo de batalla; en Mirandola, con-
quistada por él, entro por Ia brecha a través de Ias heladas trincheras y, como
no había desgracia que le arredrara, sino que, por ei contrario, parecia darle
nuevas fuerzas, consiguió Io que queria: no solo arrebato sus territórios a los
venecianos, sino que en Ia lucha necesaria conquisto Parma, Plasencia y Reg-
gio, fundando un poder como nunca había poseído Papa alguno. La hermosa
región desde Plasencia hasta Terrafina le rendia pleno acatamiento. Quiso
aparecer siempre como un libertador y así trato a sus subditos con bondad y
prudência, granjeándose su simpatia y sumisión, No sin temor contemplaba
ei mundo tanta pcblación, militarmente dispuesta, obediente ai Papa. "Antes,
dice Maquiavelo, ningún barón había, por modesto que fuer^, que no despre-
ciara ei poderio papal; ahora hasta ei rey de Fraijcia Io respeta."

2) Secuhrizaáón de Ia Iglesia
Es natural que toda Ia organización eclesiástica tuviera su parte, colaborara y
se dejara arrebatar en Ia nueva dirección emprendida por los Papas.
No solo Ia dignidad suprema sino también Ias demás fueron consideradas
como patrimônios seculares. El Papa nombraba cardenales a su antojo, ya para
agradar a un príncipe ya —cosa no rara— por dinero. En estas circunstancias
no era de esperar que estuviera a Ia altura de su misión espiritual. Sixto IV
otorgó a uno de sus sobrinos uno de los cargos principales: Ia penitenziaria, a
Ia que incumbia una gran parte de Ia concesión de dispensas. Amplio sur facul-
14 Sommario de h relation di Domenigo Trivixan. MS. II papa voJ csser il dominus et
maistro dei jocho dei mundo. También existe una segunda relación de Polo Capello, dei afio 1510,
de Ia cual hemos leproducido aqui algunas noticias. Fiancesco Vettori, Sommario dei/' istoria
d'/talia, dice de él: Júlio piú /ortunato che prudenle, e piu animoso che íorte, ma ambiticso e
dcsideroso di grandezza oltra a modo.
LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 37

tades y Ias reforzó con una bula especial, declarando que cualquiera que dudara
de Ia legitimidad de tales disposiciones pertenecía ai grupo de lcs renitentes e
hijos dei mal.15 El resultado fué que su sobrino considero ei cargo como un be-
neficio cuyos ingresos trato de aumentar en lo posible.
Por esta época, los obispados se otorgaban por todas partes con una gran
intervención de Ias autoridades civiles, tomando en consideración intereses de
família o Ia voluntad de Ia corte, y distribuyéndolos en concepto de sinecuras.
La cúria romana trataba de sacar ei mayor provecho posible de tcda clase de
nombramientos. Alejandro recibió annatas dobles y estipulaba dos o três diez-
mos, lo que representaba algo parecido a una venta. Las tasas de Ia cancillería
crecían de dia en dia; su cúmulo provoco protestas, pero Ia revisión se enco-
mendaba generalmente a lcs mismos que las habían fijado.16 Por cualquier
certificado expedido por Ia dataria había que entregar una determinada suma.
Los altercados entre los príncipes y Ia cúria no se referían, por lo general, más
que a estas cuestiones de dinero. La cúria trataba de sacarles ei mayor jugo y
cn cada país procuraba defenderse de Ia mejor manera.
Fatalmente este caracter dominó todos los grados de Ia jerarquía. Se solía
renunciar ai cbispado pero reteniendo Ia mayor parte, por lo menos, de los in-
gresos y, a veces, Ia colación de los párracos diocesanos. Se burlaba Ia ley que
prohibía que ei hijo de un clérigo recibiera el cargo dei padre ni que nadie
pudiera disponer de aquél por testamento. Como cualquiera podia llegar a ser
coadjutor si no ponía reparo en Ia suma, se predujo de hecho una efectiva he-
íencia de este cargo.
Es natural que con este sistema padeciera el cumplimiento de las funciones
cspirituales. Me atengo en esta breve descripeión a las observaciones hecbas
por prelados bien intencionados de Ia cúria romana. "jQué espectáculo para un
cristiano que se pasee por el mundo cristiano: desolación de Ia Iglesia; los
pastores han abandonado a sus rebanos y los han entregado a mercenários!"1T
En todas partes eran los incapaces, las gentes sin vocación, no sometidas
a prueba alguna, las que escalaban los puestos de Ia administración eclesiástica.
Como los titulares de los beneficies no pensaban sino en encontrar los gestores
más baratos, pudieron disponer de candidatos entre los frailes mendicantes. Con
cl título desacostumbrado de sufragáneos los tuvieron los obispados y con el
título de vicaries las parroquias.
Ya de por si las ordenes mendicantes gozaban de privilégios extraordina-
1S Bula dei 9 de mavo de 1484. Quoniam nonnul/i iniquitafís filii, ehtinnis et prt'inaciae
mie spiritu assumpto, potestatem ma/oris poenitent/arii nostri —in dubium revocare— praesumunt
—<lccet nos adversus tales adhibere remedia, etc. BcVitium Romantim, ed. Cocquelincs. ni. p. 187.
18 Reformationes cancellariae aposlo/icae. Smi. Dni. Nri. Paulí ífl, 1540. MS. de Ia Biblioteca
Barberini en Roma, n* 2275. Enumera todos los abusos introducidos desde Sixto y Alejandro.
Las quejas de Ia nación alemana se refieren, especialmente, a estos "nuevos hallazgos" y cargos
de Ia Cancillera romana. J 14, J 38.
1T Consilium de/eeforum cardinaJium et a/iorum praelatorum de emendanda ecc/esia. Smo.
Dno. Pau/o J/I ipso jubente conscriptum anno 1538, que fué publicado ya entonces con frecuencia,
y que es importante porque denuncia el mal de un modo riguroso e indudable cn Ia medida en
que se daba en Ia administración. Este documento, aun mucho despues de su publicación, quedo
en Roma en las colecciones de documentos manuscritos de Ia cúria.
38 INTRODUCCIÓN

rios. Sixto IV, franciscano, los aumento de buen grado. Les fueron concedidas
licencias para confesar, dar Ia comunión y los óleos y enterrar en los conventos
con ei hábito de Ia orden. Licencias estas que aportaban prestigio y provecho,
y los desobedientes, es decir, los párrocos que pudieran molestar a Ias ordenes
por Ia cuestión de Ias herencias, fueron amenazados con Ia perdida de sus
cargos.18
Como Jlegaron a gobernar hs obispados y hasta Jas parroquias, se com-
prende Ia enorme influencia de que disponían. Todos los altos cargos y digni-
dades, ei disfrute de sus rentas, estaban en manos de Ias grandes famílias y de
sus partidários, de los favoritos de Ia corte y de Ia cúria, pero Ia gestión efectiva
corria a cargo de los mendicantes. Los Papas les protegieron en esta tarea. Fue-
ron ellos los que manejaron ei asunto de Ias indulgências, que tal empuje reci-
bió en esta época; fué AJejandro VI quien declaro oficialmente que Ias indul-
gências libraban dei fuego dei infierno. Pero también Ias ordenes se habían
mundanizado. Apenas se puede imaginar Ia intriga dentro de ellas para alcan-
zar los altos cargos. jQué ceio, en épocas de elecciones, para deshacerse de los
contrários! Cada cual procuraba ser enviado como predicador o como vicario y
a este propósito no se escatimaba ei pufial ni Ia espada y tampoco ei veneno
en ocasiones.10 Por otra parte, se traficaba con Jas gradas espirituales. Alquila-
dos por poço dinero, los mendicantes se hallaban ai avio de Io que saliera.
"jAy, exclama un prelado, quién me hace llorar! También los firmes han
caído y Ia viíia dei Sefior está devastada. Si solo ellos se hubieran hundido seria
un mal, pero soportable; mas como atraviesan toda Ia cristíandad como Ias venas
ai cuerpo, su hundimiento traerá Ia ruina dei mundo."

3) Dirección espiritual
Si pudiéramos abrir los Jibros de Ia historia tal como ha tenido lugar, y si ei
pasado pudiera hablarnos como Ia naturaleza, jauántas veces percibiríamos en
estas decadencias que tanto lamentamos Ia nueva semilla' escondida, y veríamos
surgir Ia vida de Ia muerte!
Si lamentamos esta mundanidad de Ias cosas religiosas, esta corrupción de
Ia organización eclesiástica, también tcnemos que pensar que dificilmente ei es-
píritu humano hubiera podido emprender sin este desorden una de esas direc-
ciones gloriosas que le son peculiares.
Por muy llenas de sentido, ricas y profundas que sean Ias creaciones de Ia
Edad Media, "no podemos negar que encontramos en su base una concepción
dei mundo fantástica y alejada de Ia realidad de Ias cosas. Si Ia Iglesia se hubíe-
1* Amplissimae gratiao et privilegia fratriim minorum convcntiiaüum ordinis S. Francisci, quae
proprere» mure inagnum nimciipanhir, 31 de agosto de H74. Bu/larium Roín., ni, 3, 139. A los
dominicos se les ototgó una bula parecida. Durante cl concilio de Lctrán dei afio 1512 se hablo
muclio de este maré magnuni: pero cs más fácil —o ai menos Io era en aquella época— otorgar
privilégios que suprimirlos.
2» En una importante inlonnación de C.iiaífa a Clemente, que aparece en Ia Vira di Paolo IV
tan solo de un modo incompleto y deformado, se dice sobre los conventos: Si vierie ad hoinicidi
non solo col veneno, ma abertamente col coítelJo e con Ia spada, per non dire con schiopctti.
LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 39
ra sostenido en su fuerza íntegra también hubiera mantenido aquel sentir. Pero
su postración dió lugar a Ia libertad de los espíritas, que iban a orientar los
acontecimientos en una dirección completamente nueva.
El horizonte que durante aquellos siglos médios encerro sin salida a los
espiritus era angosto y limitado y solo ei conocimíento renovado de Ia Antigüe-
dad hizo posible su ruptura, para que apareciera una perspectiva más ancha, alta
y profunda.
No es que los siglos médios no hayan conocido Ia Antigüedad. La avidez
con que los árabes, a los que ei Occidente debe importantes aportaciones en el
campo científico, reunían y asimiíaban Ias obras de los antiguos, no tiene mucho
que envidiar ai fervor de los italianos dei siglo xv, y el califa Al Mamun bien
se puede comparar con Cósimo Médicis. Pero notemos Ia diferencia que, a mi
parecer, es decisiva aunque parezea pequena. Los árabes solían traducir y a
menudo destruían los originales y, como mezclaban en Ias tradueciones sus
propias ideas, ocurrió que Aristóteles, por ejemplo, fué teosofizado, que Ia astro-
nomia se convirtió en astrologia, que esta se aplico a Ia medicina. De este modo,
contribuyeron no poço a Ia formación de aquella fantástica visión dei mundo
de que hemos hablado. Los italianos, por el contrario, leyeron y aprendie-
ron. De los romanos pasaron a los griegos y Ia imprenta propago los originales
por el mundo en ejemplares innumerables. El Aristóteles autêntico desplazó ai
arabizado y de los textos no corrompidos de los antiguos se aprendieron Ias ciên-
cias, Ia geografia de Ptolomeo, Ia botânica de Dioscórides, Ia medicina de Gale-
no e Hipócrates. Pronto se disiparon Ias fantasias que hasta entonces habían
poblado el mundo.
Exageraríamos si dijéramos que en este tiempo existia un espíritu científico
independiente y que se descubrieron grandes verdades y se crearon grandes pen-
samientos. Se trataba de comprender a los antiguos y no se pensaba en superar-
los; su influjo no se debió tanto a Ia herencia de su actividad científica cuanto
a Ia imitación.
En esta imitación reside uno de los factores más importantes en el desarro-
11o de aquella época.
Se competia con los antiguos en Ia bella expresión. El Papa León X fué
uno de los grandes fomentadores de esta tendência. Leia a su séquito Ia bien
escrita introdueción a Ia Historia de Jovio, pensando que nada semejante se
liabía escrito después de Tito Livio. Si recordamos que favoreció a improvisa-
dores latinos, podremos imaginar como le arrebataria el talento de un Vida, que
era capaz de describir el juego de ajedrez en sonoros hexámetros latinos. Mando
llamar de Portugal un matemático que dictaba sus lecciones en elegante latín
y queria que se ensenara en esa lengua Ia jurisprudência y Ia teologia Io mismo
que Ia historia eclesiástica.
Pero no era posible permanecer en este estádio. Por mucho que se tratara
de imitar Ia dieción de los antiguos, no por eso se abarcaba todo el âmbito dei
espíritu. Había algo de insuficiente, y muchos se daban cuenta de ello. Así
KC vino en Ia idea de imitar a los antiguos en Ia lengua materna, considerán-
dose con respecto a ellos como los romanos con los griegos. No se quiso com-
40 INTRODUCCIÓN

petir ahora en detalles, sino en todo ei vasto campo de Ia literatura y se puso


manos a Ia obra con osadía juvenil.
Por fortuna, ei lenguaje llegaba a tomar por entonces bastante cueTpo.
Los méritos de Bembo no residen solo en su latín estilizado ni en sus muestras
de poesia italiana, sino en sus esfuerzos, coxonados por ei êxito, de prestar a Ia
lengua materna corrección y prestancia y de sometería a regias fijas. Esto es Io que
en él celebra Ariosto: era ei momento oportuno y sus ensayos sirvieron de ejem-
plo de su doctrina.
Consideremos ahora ei grupo de los que recibieron este material, preparado
con tan sabia imitación de los antiguos y que había logTado una incompatable
flexibilidad y elegância, y podremos observar Io siguiente.
No se daban per contentos con una imitación demasiado estrecha. Ningún
efecto producían tragédias como Ia Rosmunda, de Rucellai, que había sido
escrita según ei modelo de los antiguos, ai decir de los editores, ni poesias di-
dácticas como Ias Abejas, dei mismo autor, que desde un principio remitían a
Virgílio y se servían de él de mil maneras. La comedia se mueve ya cen más
desembarazo, pues tenía que vestirse con \os co\oies y los caracteres de Ia actua-
lidad por Ia naturaleza dei asunto. Sin embargo, casi siempre le servia de base
una fábula antigua o una pieza de Plauto,20 y ni escritores tan dotados como
Babbiena y Maquiaveío han podido legrar para sus comédias ei reeonoeimiento
pleno de Ia posteridad. En obras de otro gênero tropezamos a veces con cierta
contradieción en sus partes constitutivas. Así, produce extrano efecto en Ia
Arcadia, de Sannazzaro, Ia prosa prolija y latinizante junto a Ia sencillez, inti-
midad y musicalidad dei verso.
No hay que extrafiar que ei propósito no se lograra por completo a pesar
de todo ei empefía. Se ofreció un gran ejemplo y se llevó a cabo un intento de
una fecundidad sin limites, pero ei elemento moderno no se desenvolvia con
completa libertad dentro de Ias formas clásicas. El espíritu fué dominado por
una regia extrínseca y no por ei canon de su^propia naturaleza.
Pero £era posible ei logro a base de imitación? Existe ei efecto dei mode-
lo, de Ias grandes obras, pero es un efecto dei espíritu sobre ei espíritu, y hoy
estamos todos de acuerdo en que Ia forma bella debe educar, formar, despertar,
pero nunca sofocar.
La obra serprendente había de venir cuando un gênio partícipe en los
esfuerzos de Ia época tanteara una obra en que Ia matéria y Ia forma se aparta-
ran en Ia Antigüedad y en Ia que se diera campo libre a Ia fuerza interna.
La épica está en este caso y a ello debe su originalídad. Como matéria, se
disponía de una fábula cristiana de contenido espiritual heróico. Los caracteres
20 Marco Minio, entre otras muchas cosas interesantes, cuenta a su scfior una de Ias prímeras
reptesentaciones de una comedia en Roma. Escribe, ei 13 de marzo de 1519: Finifa dita festa
[se retiere a! Carnaval] se ando ad una comedia, che fece ei reverendmo. Cibo, drwe i stato bellis-
sima cosa Io apparato tanto superbo che non si potria díre. La comedia tu quesfa, che fu tenta
una Ferrara e in dita sala fu (ata Ferrara preciso come Ia è. Dicono che Monsignor Revmo. Cibo
venendo per Ferrara e volendo una comedia li fu data questn comedia. F, sta tratta par*e de li
Suppositi di Plauto e dal Eunucho di Terenzío mo/fo bcllisima. Se trata sin dtida de los Suppositi
de Ariosto. pero, como vemos, no menciona cl nonibrc dcl autor, ni ei título de Ia obra, sino tan
solo Ia procedência <Se esta.
LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 41

más nobles se presentaban con trazos grandes y fuertes y se disponía de situa-


ciones, aunque no fueran muy desarrolladas. También existia ]a forma poé-
tica surgida inmediatamente en e\ habla popular. A todo se aftadió Ia tendência
de Ia época a apoyarse en Ia Antigüedad y ei efecto fué conformador, huma-
nizadot. |Cuán diferente ei Rinaldo de Boyardo, noble, modesto y lleno de una
alegre actividad, dei hijo de Haymon de Ia vieja leyenda! Lo fabuloso y gigan-
tesco se había transformado en algo comprensible, gracioso, atractivo. También
Ias viejas leyendas sin afeite poseen atractivo en su sencillez, pero cuán otro
ei placer de sentírse arrebatado por Ia música de Ias stanzas de Ariosto y cami-
nar de aventura en aventura conducido por u n espíritu sereno! Lo feo y lo
deforme se ha transformado en algo con perfil, forma y música. 21
Poças épocas suelen estar preparadas para Ia recepción de Ia pura belieza
I de Ia forma y solo unos cuantos períodos afortunados poseen este don singular.
'I;ti cl período que corre desde fines dei xv a princípios dei xvi. N o me seria
1 posible describir ni a grandes rasgos aquel cúmulo de bazanas artísticas. Me
I itrcvería a sostener que lo más bello que ia época moderna nos ba traido en
urquitectura, escultura y pintura pertenece a cse breve período. Su tendência
no es ei razonamiento, sino Ia práctica y ei ejercicio. La fortaleza que erige
ei príncipe, Ias notas marginales dei filólogo tienen algo de común. Debajo de
| todas Ias creaciones de esta época encontramos ei mismo fundamento bello
I y sólido.
No bay que olvidar que cuando e\ arte y Ia poesia trabajan con asuntos
I religiosos no dejan de influir en ei contenido. La epopeya que actualiza una
l leyenda sagrada tiene que elaboraria de algún modo. Ariosto se vió obligado
H despojar a sus fábulas dei trasfondo que les acompanaba en Ia leyenda.
En otros tiempos Ia religión tomaba tanta parte como ei arte mismo en
| lus obras de los pintores y los escritores. Pero desde e\ momento en que cl arte
[lintió ei hálito de ia Antigüedad se desligo d e Ias ataduras de Ias representacio-
| ítes religiosas. Podemos damos cuenta de este fenômeno siguiendo a Rafael
•flo por ano. Si se quiere, se puede reprochar esto, pero parece que era nece-
Mtio que interviniera ei elemento profano para que ei desarrollo iniciado alcan-
lura su esplendor.
(Y no es significativo que un Papa se decidiera a derruir Ia vieja basílica
H | San Pedro, metrópoli dei orbe cristiano, cada una de cuyas piedtas estaba
IBnlífícada y en Ia que los siglos habían ido acumulando los monumentos vene-
I Wbles, para levantar en su lugar un templo ai estilo de Ia Antigüedad? El
propósito era puramente artístico. Las dos facciones cn que se dividia por enton-

I
CQt. ei mundo artístico, tan predispuesto a Ia disensión, se pusíeron de acuerdo
b convencer a Júlio II de que acometiera Ia empresa. Miguel Ânocl desea
Un digno emplazamiento para ei sepulcro dei Papa que ha proyectado magní-
•cnmcnte, de manera grandiosa, como ei Moisés que acaba de cincelnr. Bra-
• u n t e todavia urge más. Queria realizar su atrevido pensamiento de erieir una
p Imnaiiún dei Panteórv montado sobre columnas colosalcs. Muchos cardenales
ül He tratado etc dcsafroítttr esto en mi fr.ihijo "Znr Gcscliichic der italianischcn Poesic"
B (AMuiidlungcti der K. Alndcrnic der Wissenschafteii, Bcrlín, 1855.
42 INTRODUCCIÓN

se oposieron y hasta parece que Ia oposición era bastante general, pues todo
templo antiguo es centro donde convergen muchos scntimientos personales, y,
en grado extremo, este era ei caso en ei santuário supremo de Ia cristiandad.22
Pero Júlio II no estaba acostumbrado a tomar en cuenta objeciones; sin más
contemplaciones, mando derribar Ia mitad de Ia vieja iglesia y él mismo coloco
Ia primera piedra de Ia nueva.
De este modo se yerguen en ei centro dei culto cristíano ias mísmas for-
mas en que se había expresado tan adecuadamente ei espíritu dei culto antiguo.
Sobre Ia sangre de los mártires, en San Pietro de Montorio, eonstruvó Bramante
una capilla con todo ei estilo sereno y alado de un períptero.
Esta contradicción se manifiesta en toda Ia vida. Sc iba ai Vaticano no
tanto para rezar en ei santuário dei Aposto], como para poder admirar en ei
palácio de los Papas Ias grandes obras dei arte antiguo, ei Apoio de Belvedere,
ei Laoconte.
También por entonces se le propuso ai Papa provocar una guerra contra
los infieles, según nos cuenta en un prólogo Navagero;23 pero no piensa en ei
interés cristiano de rescatar ei Santo Scpulcro, sino que espera que ei Papa
podrá encontrar los manuscritos griegos, y acaso también los romanos, que se
habían perdido.
León X vive en médio de toda esta plenitud de esfuerzos y creaciones, de
espíritu y de arte, gozando en ei esplendor mundano de Ias dignidades ecle-
siásticas. Se le ha querido disputar ei honor de que su nombre presida Ia época
y es posible que sus méritos no alcancen a tanto. Pero lo cierto es que fué él
quien tuvo más êxito. Creció en médio de los elementos que constituían aquel
mundo y su espíritu estaba dotado de Iibertad y sensibilidad bastantes para
fomentar su florecimiento y gozarlo. Si se complacía tanto en los trabajos latinos
de los imitadores directos, menos podría dejar de participar en Ias obras inde-
pendientes de sus coetáneos. En presencia suya se representajon Ia primera tra-
gédia y Ias primeras comédias en idioma italiajjo, a pesar de Ias resistências
provocadas por Ia escabrosidad de los asuntos, procedentes de Plauto. Apenas
hubo una que no fuese ei primero en veria. Ariosto era un conocido de Ia ju-
ventud; Maquiavelo ha escrito expresamente para él más de una vez; Rafael
cubrió sus habitaciones, galerias y capillas con los ideales de Ia belleza humana
y de una existência exquisita. Sentia pasión por Ia música, que por entonces
era cultivada con fervor en Itália, y todos los dias resonaban en Ias paredes dei
palácio los ecos musicales. El Papa acompafiaba en voz baja Ias melodias. Quizá
todo esto no sea más que una espécie de voluptuosidad espiritual, en todo caso
Ia única digna dei hombre. Por otra parte, León X era un hombre bondadoso
y de simpatia personal; jamás —y para ello se valia de Ias expresiones más indul-

22 De Ia obra no publicada de Panvinius, De rebiis ansiqiiis roonorabü&iis et de praeaianíia


basilicae S. Perri ApostoJornm Principis, etc, cita Fea en Noíizie intorno Ra/ae/e, p. 41, ei si-
guicntc pasajc: Qua m re [en cuanto a Ia nueva construcción] adversos pene habuit cunctorum
ordinutn íioinincs et pracserfim cardína/cs, non quod novam non cuperenr basihcam magníficenris-
simam extrui, sed quia anfiquam totó terranim orbe venerabifem, fot sancrorum sepulcris aiigusfissi
mam, tot celebenimis in ea gestis insignem fundirtis deieri ingemiscaiif,
23 Naiigerii Praefatio üi Ciceronis orationes, t. i.
LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 43

pentes— negaba algo, aunque era irhposible concederlo todo. "Es un buen hom-
brc, muy generoso y de buen natural, dice de él uno de esos embajadores pers-
picaces; si no le empujaran sus familiares, evitaria Ias equivocaciones." "4 "Es un
nombre docto, dice otro, amigo de los doctos, y ^ambién religioso aunque le
gusta vivir." 2!l Es verdad que no siempre mantuvo ei decoro papal. En ocasiones
•bandonaba Roma, con pesar dei maestro de ceremonias, no solo sin Ias vesti-
duras, "sino, Io que es peor, calzando botas", como anota ese maestro en su
diário. Pasaba el otono en diversiones rústicas: Ia cetrería en Viterbo, Ia caza
dcl ciervo en Cometo; en el lago de Bolsena se entregaba ai entretenimiento de
In pesca; luego pasaba una temporada en Mallana, que era su residência favo-
rita. Le acompaiiaban para animar el séquito talentos fáciles e improvisadores.
A Ia entrada dei invierno volvia a Ia ciudad. Esta crecía por entonces y en poços
•ftos Ia población había aumentado en un tercio. El artesanado sacaba su pro-
vecho, el artista su gloria y cada quien su seguridad. Nunca Ia corte estuvo más
•nimada, más agradable y espiritual. Ninguna suma era bastante grande para
)as fiestas religiosas o mundanas, para los juegos y el teatro, para regalos y dona-
«Ciones: no se reparaba en gastos. Se recibió con alegria Ia noticia de que Juliano
de Médicis y su joven esposa iban a residir en Roma. "Alabado sea Dios, le
Mcribió el cardenal Bibbiena, porque aqui no nos falta más que una corte
de clamas."
Hay que condenar los vicios de Alejandro VI, pero no hay reparo que
oponer a Ia vida cortesana de León X. Sin embargo, hay que admitir que no
Mtuba muy a tono con Ias exigências de un jefe de Ia Iglesia.
La vida encubre facilmente Ias contradicciones, pero cuando se reflexionaia
y te fijara Ia mirada sosegada sobre cilas, no tenían más remédio que hacerse
Hptdentes.
No se podia hablar en estas circunstancias de un sentido y de una convic-
> inii netamente cristianos. Más bien se produjo un ânimo contrario.
Las escuelas filosóficas comenzaron a disputar sobre si el alma racional,
•material e inmortal, era Ia misma en todos los hombres, o si no seria también
Mortal. Esto último afirmaba el más famoso filósofo de entonces, Pietro Pom-
Boiiuzzo. Se comparaba a si mismo con Prometeo, cuyo corazón devoro el buitre
jmr haber robado el fuego a Júpiter. Pero con todos sus dolorosos esfuerzos, con
Ioda su agudeza, no llegó a otro resultado que a afirmar: "Cuando el legislador
.declara que el alma es inmortal Io hace sin preocuparse mucho de Ia verdad." 2"
No hay que pensar que este sentir fuera exclusivo de poços o se mantu-
Mra en secreto. Erasmo se asombra de Ia cantidad de blasfêmias que oye; entre
3< Zorzi, Per ií papa, non voria ni guerra ni fatiche, ma quesfi soi Io intriga.
-" Marco Minio, Re/azionc. E docto e amador di docti, ben religioso, ma voi viver. Le llama
Iftoim persona.
a» 1'omponazzo abriga sobre el particular serias dudas, Io cual se puede deducir, entre otraj
• t i » , d e un extracto de cartas papales de Contelori. Petrus de Mantua —se dice cn él— asseruit
MiU"l anima rationalis secundum própria philosophiae et mentem Aristote/is sit seu videatur mortalis,
Kfltru determinationem concilii Lateranensis: papa mandat ut dictus Petrus revocet: a/ias contra
•Num procedatur, 13 Junii 1518.
44 INTRODUCCIÓN

otras cosas se le quiso demostrar, apoyándose en Plinio, que no hay ninguna


diferencia entre ei alma de los hombres y Ia de los animales.27
Mientras ei pueblo caía en una superstición casi pagana, que buscaba Ia
salvación en los actos dei culto, Ias clases superiores se orientaban por ei camino
de Ia incredulidad.
Grande fué el asombro de Lutero cuando llegó a Itália. Una vez acabada
Ia misa los sacerdotes proferían blasfêmias que eran su mayor negación.
Era de buen tono en Ia alta sociedad discutir los fundamentos dei cristia-
nismo. No se pasaba por un hombre distinguido, dice el padre Antônio Ban-
dino,28 si no se tenían opiniones absurdas sobre el cristianismo. En Ia corte se
hablaba todavia en broma de los princípios de Ia Iglesia católica y de los pasajes
de Ia Sagrada Escritura; se sentia menosprecio por los mistérios.
Se ve como todo está condicionado y como una cosa trae otra: Ias preten-
sioncs eclesiásticas de los príncipes, Ias seculares de los Papas; Ia decadência
de Ia institución eclesiástica, el desenvolvimiento de una nueva dirección espi-
ritual. Hasta que, por último, se halla minado en Ia opinión pública el funda-
mento mismo de Ia fe.
4) La oposición en Alemania
Es muy notable Ia posición que Alemania adopta en este desarrollo espiritual.
Tomo parte en él, pero desviándose.
Mientras en Itália había poetas como Boccaccio y Petrarca que fomenta-
ron el estúdio de Ias humanidades y animaron a Ia nación en este sentido, en
Alemania el movimiento surgió de una hermandad espiritual: los Jerónimos
de Ia vida cn común, hermandad unida en el trabajo y el retiro. Uno de sus
miembros era el profundo místico Tomás de Kempis, y en su escuela se forma-
ron todos los hombres que, atraídos a Itália por Ia luz de Ia literatura clásica,
volvieron luego para expandiria por Alemania.29 M
No solo los comienzos fueron diferentes en ambos países, sino también
el desarrollo. /
En Itália se estudiaron Ias obras de los antiguos para instruirse en Ias
ciências; en Alemania se fundaron escuelas. Allí se buscaba Ia solución de
los grandes problemas dei espíritu humano, ya que no en forma independiente,
por Io menos a Ia zaga de los antiguos; aqui los mejores libros se dedicaron a ia
ensenanza de Ia juventud.
A los italianos les encantaba Ia belleza de Ia forma; se comenzó por imi-
27 Burigny, Leben des Erasmus, i, 139. Citaré aqui todavia de Pablo Canensius, Vifa Pau-
li //, Ias siguientes frases: Pari qiioque diiigentia e médio romanae curiae nefandam nonnul7ortim
juvenum sectam sce/estamque opinionem substulit, qui depravatis nioribus asserebant nostram lidem
orthodoxam potins quibusdam sancrorum asturiis quam veris reruin testimoniis subsistere. En el
poema E/ Triunfo de Cariomagno, de Ludocivi, se advierte un materialismo muy desanollado,
como vemos por Ias citas de Daru cn cl tomo 40 de Ia flistoire de Venise.
28 cn Caracco'io, Vifa [MS] de Paulo A'. Jn quel tempo non pareva fosse galantuomo e
buon corfegiano colui che de'dogmi deila chiesa non aveva quaJche opinion errônea ed herética.
20 Mcincrs tiene el mérito de liabcr sido cl primero en descubrir esta gencalogia de Ia Revius
Davcnfria iifttsfrafa. Lcbensbcschrcibmigen berúhmtcr Macnner aus den Zeiten der Wiederherste-
i/ung der Wisscnschaffen, n, p. 308.
LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 45
tar a los antiguos y, como dijimos, se llegó a producir una literatura nacional.
En Alemania estos estúdios tomaron un sesgo religioso. Conocida es Ia fama de
Reuchlin y de Erasmo. Si preguntamos cuál es ei mérito principal dei primero
encontraremos que escribio Ia primera gramática hebrea, un monumento dei que
espera, Io mismo que' los poetas italianos, "que será más duradero que ei bron-
ce". Con esto hizo posible ei estúdio dei Viejo Testamento; pero Erasmo se aplico
•1 Nuevo: Io hizo imprimir en griego, y sus paráfrasis, sus notas, tuvieron una
influencia mucho mayor de Ia que él mismo esperaba.
En Itália Ia dirección emprendida se iba apartando de Ia Iglesia y hasta
oponiéndose a ella, y algo parecido ocurrió en Alemania. Allí se filtro ei libre
l pensamiento en Ia literatura, libre pensamiento que no puede ser reprimido de
I manera completa, y desemboco en algunas ocasiones en Ia más resuelta incre-
I dulidad. También una teologia profunda, surgida de fuentes desconocidas,
I había sido puesta de lado por Ia Iglesia, pero nunca pudo ser sofocada. Esta
I teologia se sumo en Alemania a los esfuerzos literários. Es digno de destacar
I en este aspecto que, ya en ei ano 1513, los hermanos bohemios iniciaron una
I âproximación a Erasmo, aun cuando este llevaba una dirección completamen-
I te distinta.30
Y de este modo Ias cosas marchaban en ei siglo a un lado y otro de los
Alpes en oposición a Ia Iglesia. Abajo de los Alpes Ia ocupación eran Ia ciência
y Ia literatura, y arriba los estúdios religiosos y Ia teologia profunda. Allí ei
niovimiento era negativo e incrédulo, aqui positivo y creyente. En un lugar
desaparecia ei fundamento de Ia Iglesia, en ei otro se restablecía. En una parte
plnaban Ia burla y Ia sátira y ei sometimiento a Ia autoridad; en Ia otra, Ia gra-
ndad y ei resentimiento, y se llegó ai ataque más osado que jamás había sufrido
lu Iglesia.
Se considera como una cosa accidental que este ataque comenzara con ei
trrifieo de indulgências, pero hay que comprender que ei tráfico con Ia cosa
más íntima, representada por Ia indulgência, ponía de relieve de Ia manera más
tajante ei punto doloroso de Ia mundanización de Io espiritual y por esto aquel
negocio se presentaba en Ia más aguda oposición con los conceptos que se habían
Ido formando en Ia teologia alemana. De viva religión interior, empapado de
Jos conceptos de pecado y justificación tal como habían sido expresados en los
libras de Ia teologia alemana, reforzado con Ia lectura árida de Ia Biblia, un
lombre como Lutero por nada pudo haber sido removido tan profundamente
como por ei asunto de Ias indulgências. El tráfico con Ia remisión de los pecados
lenía que revolver precisamente a quien, partiendo de Ia idea dei pecado, había
cobrado conciencia íntima de Ia relación eterna entre Dios y ei hombre y ha-
lii.i podido, de ese mode, comprender mejor los Libras Sagrados.
Al principio se opuso a cada abuso en particular, pero Ias resistências mal
fundadas y puntillosas con que tropezó le fueron llevando más lejos; no tardo
en descubrir Ia conexión que aquel abuso guardaba con toda Ia decadência de
Ia Iglesia. Era un temperamento ai que nada amilanaba. Ataco ai Papa con
•"' Fuesslin, Kiichen- und Ketzergeschichte, ir. p. 82.
46 INTRODUCCIÓN

temerária osadía. El contradictor más valioso salió de Ias filas de los más decidi-
dos defensores dei Papado, los mendicantes. Como Lutero puso de manifiesto
con Ia mayor energia y claridad Ia distancia a que se hallaba de su esencia ei
poder de Roma, como dió expresión a Ia convieción de todos, como su oposición
—que no había desarrollado aún sus elementos positivos— complacía también
a los incrédulos, y como, por otra parte, ai contener aquellos elementos, daba
satisfacción ai anhelo de los creyentes, sus escritos ejercieron una influencia
enorme: en un momento cundieron por Alemania y por ei mundo entero.

III. COMPLICACIONES POLÍTICAS. RELACIÓN DE LA


REFORMA CON ELLAS

La tendência secularizadora dei Papado había provocado un doble movimiento:


uno, prenado de un futuro sin limites, dentro dei mismo campo eclesiástico, que
iba camino de Ia decadência; otro, de naturaleza política. Los elementos cuya
pugna habían conjurado los Papas se hallaban todavia en estado de fermenta-
ción y requerían un desarrollo posterior de Ias circunstancias. Estos dos movi-
mientos, su acción recíproca, Ias contradieciones que despertaron, han domina-
do durante siglos Ia historia dei Papado.
Nunca un príncipe o un Estado deben figurarse que les venga algo de pro-
vecho que no se Io deban a si mismos, que no se Io hayan conquistado con sus
propias fuerzas.
Mientras Ias potências italianas trataron de vencerse Ias unas a Ias otras
con ayuda de naciones extranjeras, habían comprometido Ia independência de
que gozaron durante el siglo xv y habían ofrecido ei propiq» país a los extran-
jeros como trofeo de victoria. Es menester recornocer ia gran parte que en este
asunto corresponde a los Papas. Habían conquistado uíi poderio como nunca
Io poseyó Ia Sede apostólica, pero no Io habían conseguido por si mismos: se ]o
debían a los franceses, a los espanoles, a los alemanes y a los suizos. Sin su
alianza con Luis XII, César Borgia no hubiese logrado mucho. Y, por muy
grandes que fueran Ias intenciones de Júlio II y heróicos sus esfuerzos, sin Ia
ayuda de espafioles y suizos no hubiera alcanzado gran cosa. Por otra parte, no
era verosímil que los que decidieron Ia victoria no trataran de disfrutar dei pre-
domínio que ella traía consigo.
Ya Júlio II se dió cuenta dei peligro y tuvo el propósito de mantener a los
muy fuertes cn una espécie de equilíbrio y de servirse de los menos poderosos,
los suizos, a los que pensaba manejar. Pero Ias cosas sucedieron de muy otra
mancra.
Se formaron dos grandes potências que, si bien no se disputaban el domínio
mundial, si por Io menos el rango supremo en Europa; eran potências a Ias que
ningún Papa podia hacer frente, y que lucharon por Ia hegemonia en tierra
italiana.
COMPL1CACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA 47

Comenzaron los franceses. Poço después de ocupar Ia Sede León X atra-


Msaron los Alpes, con más poder que nunca, para conquistar de nuevo a Milán
m audillados por ei juvenil y caballcrcsco Francisco I. Todo dependia de si los
ituizos le harían resistência o no. Por esto ia batalla de Marinán es tan impor-
tante, pues los suizos fueron derrotados por completo y no volvieron a ejerccr
cn Itália ninguna influencia independiente desde ese momento.
El primer dia Ia batalla quedo indecisa y en Roma se enccndieron fogatas
de victoria ai recibir Ia noticia prematura dei triunfo de los suizos. La primera
noticia dei êxito de los franceses ai dia siguiente Ia recibió Ia embajada de
Vcnccia, que mantenía relaciones con ei rey y ayudó no poço a Ia victoria. Muy
Wr manana se dirigió ei embajador ai Vaticano para comunicar ia noticia ai
Papa. Sin acabar de vestirse se presentó este en Ia audiência. "Su Santidad,
dijo cl embajador, me dió ayer una mala y a Ia vez falsa noticia; hoy, en cam-
bio, le traigo una buena y verdadera. Los suizos han sido derrotados." Leyó Ias
Mrtas que acababa de recibir, que procedían de personas que ei Papa conocía
de Ias que no podia dudar. 1 El Papa no oculto su espanto. "iQué va a ser de
iwotros y hasta de vosotros?" —"Esperamos buenas cosas para ambos". —"Se-
tor embajador, replico ei Papa, debíamos arrojamos a los brazos dei rey y pe-
Irlc misericórdia." 2
Con esta victoria los franceses ganaron ei predomínio en Itália. De haber
wechado Ia coyuntura ni Toscana ni ei Estado pontifício, tan fáciles de mo-
a rebelión, les hubieran opuesto mucha resistência y habría sido difícil
ira los espafíoles sostenerse en Nápoles. "El rey, dice a este particular Francis-
Vettori, podría ser senor de Itália." jCuántas cosas dependían en este mo-
rnto de León X!
Lorenzo de Médicis solía decir de sus três hijos, Juliano, Pedro y Juan: "El
Imcro es bueno, ei segundo un atolondrado y ei tercero, Juan, es listo." Este
cero era ei Papa León X, y se mostro en esta terrible situación a ia altura de
•I circunstancias.
Contra ei consejo de sus cardenales, se dirigió a Bolonia para hablar con
rry.'1 Allí celebraron ei concordato por ei que se repartieron los derechos de Ia
Jjlrsia galicana. También tuvo que entregar Parma y Plasencia, pero pudo
íjurar Ia tormenta, convencer ai rey de que se retirara y mantenerse en Ia
icsión de sus domínios.
Se comprende Ia gran suerte que esto significaba para ei Papa si consi-
• t r n m o s Ias consecuencias que Ia mera proximidad de los franceses trajo con-
•g<> Es admirable que León X, después de Ia derrota de sus aliados y de haber
• t n i d o que ceder porciones de território, fuera capaz de asegurarse dos provin-
l Summario de Ja relafione di Zorzi. E cussi desmissiato venne fuori non compilo di vestir.
Hltor disse- pater sante, eri vra. sanlà. mi dette una cattiva nuova e falsa, io Ja daro ozi una
Ifll o vera, zoe Sguizari ê rotíi. Las cartas procedian de Pasqualingo, Dandolo y otros más.
* Domine orator, vedcrcino quel fará il re christmo. e ei meferemo in le so man diman-
Mo misericórdia. Lui, orator, disse: pafer sanfe, vosfra sanlita non avra ma/ alcuno.
• Zorzi. Quesfo papa è savio e praticho di sfato e si penso con li suoi consnllori di venir
Charsi a Bologna con vergogna di Ia sede. (ap.): molti cardinali, tra i qual il Cardinal Ha-
Itaii», Io disconse/ava: pur vi volse andar.
48 INTRODUCCIÓN

cias recién conquistadas, acostumbradas a Ia independência y con mil motivos


de descontento,
Siempre se le echó en cara su ataque a Urbino, un principado en ei que
su propia familia había encontrado refugio durante ei destierro. El motivo fué
que ei duque de Urbino había tomado dinero dei Papa y le traicionó en ei mo-
mento decisivo. León decía que "si no Je castigaba por ello apenas habría en los
Estados de Ia Iglesia barón de poço más o menos que no le hiciera frente.
Había recibido ei pontificado con prestigio y así Io queria mantener". 4 Pero
como ei duque tenía un apoyo secreto en los franceses y aliados en ei Estado
y en ei mismo colégio de cardenales, Ia íucha era peligrosa. No era tan fácil
expulsar ai aguerrido príncipe; hubo momentos en que ei Papa se vió deses-
perado por Ias malas noticias, y parece que hubo un complot para envenenarlo
aprovechando ei tratamiento que llevaba de una enfermedad. 5 Pudo ei Papa
defenderse de sus enemigos, pero ya se ve cuán difícil era su situación. El hecho
de que su partido hubiera sido derrotado por los franceses repercutió en Ia
ciudad y hasta en palácio.
Entretanto se había consolidado Ia segunda gran potência. Por muy asom-
broso que parezca que un mismo príncipe mande en Viena, en Bruselas, en
Valladolid, en Zaragoza y en Nápoles e incluso en otro continente, ei caso
es que uno llegó a esta posición por un entresijo de intereses familiares apenas
notado. Este apogeo de Ia casa de Áustria, que agrupaba naciones tan diferentes,
constituye uno de los mayores y más trascendentales câmbios que ha expe-
rimentado jamás Europa. Desde ei momento en que Ias naciones se distanciaron
de su punto central, sus circunstancias políticas Ias imbricaron en un nuevo
sistema. El poderio de Áustria se enfrento ai predomínio de Francia. Mediante
Ia dignidad imperial, Carlos V gozo de derechos legales de soberania por Io
menos en Lombardía. A propósito de este asunto italiano se abrieron Ias hosti-
lidades sin más tardar.
Como hemos dicho, los Papas creyeron que conseguirían Ia plena indepen-
dência con ei engrandecimiento de su Estado. Anora se yeían situados en médio
de dos potências muy superiores. Un Papa no era cosa tan poço importante
como para poder permanecer neutral en Ia lucha de Ias dos, ni tampoco Io
bastante poderoso como paia decidii con su apoyo Ia suerte de Ia pelea, así
que tenía que buscar un remédio en ei hábil aprovechamiento de Ias circuns-
tancias. Parece que León X se expresó una vez en ei.sentido de que no era
menester, una vez llegado a un acuerdo con un pajtido, abandonar Ias negocia-
ciones con ei otro. 0 Una política tan equívoca nacía de Ia posición que ocupaba
el Papa.

* Franc. Vettori (Sommario delia slotia d'ltalia), que conoce muy bien a los Médicis, da
esta exposición. El defensor de Francisco Maria, Giov. Batt. Leoni (Vita di Francesco Maria)
cuenta algunas cosas (pp. 166 ss.j que se aproximan mucho a esto.
r> Fea, en Notize intorno RaraeJe, p. 35, nos cuenta Ia sentencia contra los ties cardenales,
tomada de Ias actas dcl consistorio; esta sentencia habla expresamente de su inteligência con Fran-
cisco Maria.
8 Soriano, Re/atione di 1533. Dicesi de/ Papa Leone, che quando il aveva fatfo lega con
aicuno prima, soleva dir, che pero non si dovea restar de trattar cum 7o a/tro príncipe opposto.
COMPUCACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA 49
Pero, en serio, dificilmente podría dudar León X qué partido le era más
conveniente. Aunque no le hubiera interesado demasiado Ia reconquista de
P.irma y Plascncia ni halagado Ia promesa de Carlos V de colocar a un italiano
i n ri gobierno de Milán, todavia había otro motivo, a mi entender, de caracter
(|i'( isivo. Tenía que ver con Ia religión.
En todo ei período considerado por nosotros nada babía más dcseable para
los príncipes enredados con Ia Santa Sede que provocar una oposición religiosa.
Cnrlos VIII de Francia no tuvo mejor ayuda contra Alejandro VI que ei domi-
nu .mo Savonarola en Florcncia. Cuanclo Luis XII perdió toda esperanza de
lli);ir a un arreglo con Júlio II convoco un concilio en Pisa y, aunque no tuvo
im exilo, parcciólc a Roma asunto muy peligroso. Pero £cuándo tropezó ei
f • M con un enemigo más atrevido que Lutero? Su mera existência tenía ya
iin i gran significación política. Este aspecto tuvo en cuenta Maximiliano y no
hcnnitió que se hiciera violência a Lutero y Io recomendo especialmente ai
•Hncipe elector de Sajonia: "Alguna vez Io podemos necesitar." Por momentos
• c i í a Ia influencia de Lutero. El Papa no pudo convenccrle, ni intimidarle, ni
•Dner Ias manos sobre él. N o se crea que León X ignorara ei peligro. jCuántas
• c e s intento atraer a los talentos que le rodeaban a este campo de Ia lucba! Pero
mina también otro médio. Así como tenía que temer que tan peligrosa oposición
hlcru protegida y fomentada si se ponía frente ai emperador, caso de aliarse
'"ii ei podia esperar su ayuda para impedir Ia renovación religiosa.
• En Ia Dieta de Worms dei ano 1521 se trato de Ia situación política y reli-
Ma. León concerto con Carlos V una alianza para Ia reconquista de Milán.
ei mismo dia en que se celebro ei acuerdo se fecho también Ia interdieción
Lutero. Es posible que este acto estuviera inspirado, además, por otros
tivos, pero nadie podrá creer que no guardara estrecha relación con aquel
to político.
No se hizo esperar mucho tiempo Ia doble victoria de esta alianza.
Lutero fué encerrado en ei castilío de Wartburgo. 7 Los italianos no que-
creer que Carlos Io había dejado marchar por cumplir con su palabra:
o se dió cuenta, decían, de que ei Papa tenía miedo a Ias enseíianzas de
Itcro, queria mantenerlo amagado con esta amenaza." 8 Sea de ello Io que
•uicra, cl caso es que por un momento Lutero desapareció de Ia escena: en
•arto modo estaba fuera de Ia Iey y, en todo caso, ei Papa había hecho fun-
•nnnr contra él una medida contundente.
Mientras tanto Ias armas imperiales y pontifícias obtenían êxitos en Itália,
•nrdenal Júlio de Médicis, hijo de un tio dei Papa, andaba en Ia guerra v
en Milán conquistada. Se decia en Roma que ei Papa pensaba otorgarlc
ucado. No encuentro prueba suficiente de esto y creo difícil que ei empe-
r se aviniera facilmente. De todos modos, Ias ventajas conseguidas eran
1 Se acía que Lutero babla mticrto: se contaba como babia sido asesinado por los papislas.
vicini (Isloria dei concilio <li Trenlo, I, cap. xxvm) deduce de Ias cartas de Alcander que
fia causa los núncios se liabian bailado cn peligro de nmcrtc.
" Vctlori: Cario si escuso di non potór prOtcJcrc pio o/Ire rfcpeffO a/ sa/vocondofro. ma
ffifu tu clic conoscendo che il papa remova luolto di qitctM docttina dí I.uriicro, ío vo//c fenerc
i|Hcslo íreno.
50 INTRODUCCIÓN

grandes. Habían sido recobradas Parma y Plasencia, habían sido alejados los
franceses, y era inevitable que ei Papa ejerciera una gran influencia sobre ei
nuevo duque de Milán.
Nos encontramos en un momento importantísimo. Comienza un nuevo
desarrollo político y también un gran movimiento religioso. Un momento en ei
que ei Papa podia imaginarse dirigir ei primero y contener ei segundo. Era
todavia Io bastante joven como para poder confiar en un aprovechamiento de Ias
circunstancias.
jSorprendente y falaz destino de los hombres! León X se hallaba en su
villa Malliana cuando le llegó Ia noticia de Ia entrada de los suyos en Milán. Se
entrego a los sentimientos correspondientes ai término feliz de una empresa.
Complacido, asistió a Ias fiestas organizadas por su gente con tal motivo y hasta
muy entrada Ia noche de aquel dia de noviembre anduvo paseando de un lado
a otro de su habitación, entre Ia ventana y Ia chimenea.9 Un poço fatigado, pero
animoso, llegó a Roma. No habían terminado todavia Ias celebraciones de Ia
victoria cuando fué atacado por mortal enfermedad. "Rogad por mi, decía a sus
servidores, que todavia os puedo hacer dichosos." Amante de Ia vida, le había
llegado también su hora y no tuvo tiempo de recibir Ia comunión ni los santos
óleos. Así, de repente, en plena juventud, en médio de Ias mayores esperanzas,
murió "como se marchita Ia amapola".10
El pueblo de Roma no podia perdonarle que se hubiera marchado sin los
últimos sacramentos ni que dejara todavia deudas después de haber gastado
tanto dinero. Acompanó su cadáver con insultos. "Como un zorro, decían, te has
deslizado; has gobernado como un león y te has marchado como un perro." u
Por ei contrario, Ia posteridad ha bautizado un siglo y una gran época de Ia
humanidad con su nombre.
Hemos dicho de él que fué una criatura feliz. Después de haber resistido
Ia primera desgracia, que no tanto le toco a él como a otros miembros de su
família, Ia suerte le fué llevando de placer en placer y de êxito en êxito. Las
contrariçdades le ayudaron a seguir avante. La vida se/deslizó en una espécie
de embriaguez espiritual y de perpetua satisfacción de sus deseos. A ello contri-
buía ei que fuera de buen natural y generoso, capaz de instruirse y muy agra-
decido. Estas cualidades son los dones más bellos de Ia naturaleza y de Ia
fortuna, que poças veces se alcanzan por ei esfuerzo y que condicionan ei goce
de Ia vida. Los negócios no le perturbaron mucho. Como no se preocupaba por
los detalles, sino que los abarcaba en grande, no tuvieron para él pesadumbre
9 Coppia di una lettera di Roma alJi Sgri. Bolognesi a di 2 Dcbr. 1521 scritta per Bartholomeo
ArgileUi. Se cncuentra en ei tomo 32 de Ia obta de Sanuto. La noticia llegó ai Papa ei 24 de
noviembre, ai Benedicite. La tomo por un augurio especialmente bucno. Dijo: Questa é una buona
nuova che havete portato. Los suizos empczaron cn seguida a disparar salvas de alegria. El Papa lcs
rogo que se calmaran, pero en vano.
10 En seguida se1 habló de veneno. Lettera di H/eronymo Bon ai suo barba a di 5 Dec, en
Ia obra de Sanuto. Non si sa certo se'l ponte/ice sia morto di veneno. Fo aperto. Maistro Fer-
nando /udica sia stato venenato: alcuno de li a/tri no: è di questa opinione Mastro Severino, che Io
vide aprire. dice che non è venenato.
11 Capitoli de una lettera scritta a Roma 21 Dec. 1521. "Concíudo che non c morto mai papa
cum peggior /ama dapoi è Ia chiesa di Dio".
COMPLICACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA 51
solo contribuían a poner en actividad Ias más nobles facultades de su espíritu.
;• or Io mismo que no les dedicaba todas Ias horas dei dia, fué posible acaso que
los manejara con más desparpajo y que, en todos los momentos de confusión,
supiera captar Ia idea directriz y salvadora. La orientación más acertada proce-
dia de él. En sus últimos momentos todos los empeflos de su política desembo-
caban en ei triunfo. Hasta podemos considerar como una suerte que muriera
entonces. Se preparaban otros tiempos y es difícil presumir que hubiera podido
ofrecer una resistência afortunada ai disfavor de los mismos. Sus sucesores sin-
tieron toda Ia gravedad dei cambio.
El cónclave se aiargaba. "Senores —advierte ei cardenal Médicis, a quien
liabía puesto en espanto ei regreso de los enemigos de su família a Urbino y a
Perugia, hasta ei punto que temia también por Ia suerte de Florencia—, veo
que de todos los aqui reunidos ninguno puede ser Papa. Os he propuesto três
0 cuatro nombres y habéis rechazado todos, y ei que vosotros me proponéis
tampoco yo Io puedo aceptar. Tenemos que buscar alguno que no este presen-
te." Asintiendo, se le preguntó en quién pensaba. "Nombrad, exclamo, ai car-
denal de Tortosa, hombre honorable, entrado en anos, a quien todos tienen por
ionto." 1 2 Se trataba de Adriano de Utrecht, 13 antiguo profesor de Lovaina,
maestro de Carlos V, cuya simpatia le había valido ei nombramiento de gober-
nudor y ei capelo cardenalicio. El cardenal Cayetano, que por Io demás no per-
^enecía ai partido de los Médicis, se levanto para aprobar Ia propuesta. ^Quién
[nubiera creído que los cardenales, acostumbrados desde siempre a tener en
cuenta su provecho personal en Ia elección, se iban a poner de acuerdo sobre
Una persona extrana, un holandês que poços conocían y dei que nadie podia
esperar ventaja alguna? Se dejaron convencer por Ia recomendación. Una vez
hecha Ia cosa, no sabían muy bien como había sucedido. Estaban muertos de
mii'do, dice uno de nuestros informadores. Se dice también que habían pensado
que Adriano no aceptaría. Pasquino se burlaba de ellos: Io presentaba como
|IKiceptor y a los cardenales como colegiales que había que meter en cintura.
La elección no pudo recaer en persona más digna. Adriano gozaba de u n a
fuma intachable: justiciero, piadoso, activo, nunca se le vió más que con una li-
b r a sonrisa en Ia boca, siempre de intenciones limpias, un verdadero sacer-
dote. ,4 jQué contraste ai entrar en ei escenario en que León X había llevado

12 Leltera di Roma a di 19. Zener., en Ia obra de Sanuto. Mediei dubítando de li casí suoi,
Ito Ia cosa fosse troppo ita in /ongo, delibero mettere conc/usione, et havendo in animo questo
. luiillc. Derttisense per esser imperiaJissimo disse: etc.
13 Asi se nombra en una caria dei afio 1514, que se encuentra en Caspar Burmannus, Adria-
• *>••- V( sive ana/ecra histórica de Adriano V/, p. 443. En documentos de su pais se Uama Mcyster
An.ii'i> Florisse von Utrecht. En documentos más recientes se le ha Hamado a veces Boyens, porque
in padre firmaba Floris Boyens, pero esto no significa sino liijo de Bodewin y no cs apellido
(l|iinn. Cf. Burmann, en Ias anotaciones a Moringi, Vita Adriani, p. 2.
i* Liíerae ex Victorial directiva ad Cardinaíem de Flisco, en ei t. 33 de Ia obra de Sanuto,
li deteriben dei modo siguiente: Vir est sui tenax: in concedendo parcissimus: in recipiendo nullus
.mi ririisimus. /n sacri/icio cotidianus et matutinus est. Quem amet aut si quem amet nulli expio-
nluni ira non agitur, /ocis non ducitur. Neque ob pontificafum visus est exultasse: quin constat
1 |dh•ifer illuni ad e/us famam nuntii ingemuisse. En Ia colccción de Burmann se encuentra un
IfiiiiT.iriiini Adriani, de Ortiz, ei cual acompafió ai Papa y le conocía muy bien. Este asegura,
|> 323. no haber notado jamás nada rcprobablc en él y que fué un espejo de todas Ias virtudes.
52 INTRODUCCIÓN

una vida tan magnífica y pródiga! Se conserva una carta de él en que dice
que preferia servir a Dios en Lovaina que ser Papa. 15 En ei Vaticano continuo
su vida de profesor. Le caracteriza muy bien (y por esto Io contamos) que tra-
jera consigo a su vieja sirvienta, que siguió como antes ocupándose de los
trabajos de Ia casa. Tampoco cambio nada en otros aspectos de Ia vida. Se
levantaba muy temprano, decía su misa y se ponía a trabajar en sus asuntos
o en sus estúdios, que interrumpía con Ia sóbria comida dei mediodía. No se
puede decir que le fuera ajena Ia educación dei siglo; era aficionado ai arte
holandês y apreciaba cn Ia crudición ei timbre de Ia elegância. Erasmo confiesa
que fué ei primero que le defendió contra los ataques de fanáticos escolásticos.16
Pero Ias inclinaciones casi paganas que dominaban en Roma le desagradaban
y nada queria saber de Ia secta de los poetas.
Nadie con más empeno que Adriano VI —que conservo su nombre— po-
dia desear Ia corrección de los abusos de que adolecía Ia cristiandad.
El avance de los turcos y Ia caída de Belgrado y de Rodas le animaron
especialmente en ei propósito de restablecer Ia paz entre Ias potências cristia-
nas. Aunque había sido preceptor dei emperador, adoptó en seguida una posición
neutral. El embajador imperial, que esperaba arrancarle una dcclaración favo-
rable para Ia nueva guerra, tuvo que abandonar Roma sin haber conseguido
nada. 17 Cuando se le comunico Ia noticia de Ia perdida de Rodas, miro ai suelo,
no dijo una palabra y suspiro profundamente. 1H El peligro de Hungria advertia
de mucho. Temió por Itália y por Roma. Todo su empeno se centraba en con-
seguir, si no una paz inmcdiata, por Io menes un armistício por três anos, para
entretanto llevar a cabo una campana general contra los turcos.
También estaba dispuesto a tomar en consideración Ias rcclamaciones de
los alemanes. Nadie pudo habersc expresado con mayor rigor contra los abusos
que reinaban en Ia organización eclesiástica. "Sabemos —dice en su 'instruc-
ción' ai núncio Chieregato, enviado por él a Ia Dieta— que desde hace tiempo
han ocurrido muchas indignidades en Ia Santa Sede: abusos en matéria espi-
ritual, excesos de poder: todo se ha convertido cn maldad. Desde Ia cabeza ei
mal se ha corrido a los miembros; desde ei Papa a los prelados; todos nos hemos
desviado y no hay nadie que haya hecho cl bien, ni uno solo." Y prometia
cumplir como un bucn Papa: favorecer a los virtuosos y a los capaces, acabar
con los abusos, si no de una vez, si poço a poço; despertaba Ia esperan/a de una
reforma tantas veces pedida de Ia cabeza a los pies. 19
Pero no es tan fácil hacer retornar ei mundo a los carriles. Por muy grande
15 A Florindo Ocm Hyngaerdcn: Vitoria 15 cie Fcbr., 1522, cn Bnrmann, p. 398.
1" Erasmo dice do él, cn una de sus cartas: libct sclio/astids disciplinis /averct, satit tamen
aequus in 'bonas litcras, Burmann, p. 15. Jovius cuenta eomplacido cuún útil fui, para él, con
Adriano, su faina de sciipíor annafium valdc elcjj.-us, sobre todo porque no era poeta.
17 Gradcnigo. cn Relatioiie, noiubra ai virrey de Nápoles. Cirolamo Negro, cn aiyas Lelícre
di principi, t. i. se ballan algunas cartas bastan'.e interesantes sobre aquella época, dice. p. 109, de
|uan Manuel: Se parti mezo dispcrato.
18 Negro, dei relato dei secretario veneciano, p. 110.
10 ínslrnctio pro te Francisco CliCRp.it", etc, se baila, entre otios, también <n Rcinaldus,
t xr, p. 563.
COMMJCACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA 53

que sea Ia buena voluntad de uno solo, no aleanza ni con mucho. El abuso tiene
i.iiccs demasiado profundas y crece con Ia vida misma.
Lejos de que Ia caída de Rodas incitara a los franceses a buscar Ia paz,
pensaron, por ei contrario, que esta perdida proporcionaria ai emperador un
nuevo quehacer y concentraron sus intenciones contra él. No sin que Io supie-
um aquellos cardenales en quienes más confiaba Adriano, estableeieron algunos
lontactos en Sicilia y atacaron Ia islã. El Papa se vió entonces obligado a cele-
brar una alianza con ei emperador, dirigida principalmente contra Francia.
Tampoco a los alemanes se les remediaba mucho con Io que se llamaba
una reforma de Ia cabeza a los pies. Y esta misma reforma era ya muy difícil,
por no decir imposible.
Si ei Papa pretendia invalidar decretos de Ia cúria en los que notaba cier-
lo aire de simonía, tampoco podia hacerlo sin lesionar los derechos bien adqui-
ridos de aquellos cuyos cargos se apoyaban en los decretos y que, por Io general,
habían sido comprados por ellos.
Si intentaba un cambio en matéria de dispensas matrimoniales y trataba
'I' limiar algunos impedimentos, se le hacía ver que Ia disciplina eclesiástica
• 0 podia sino padecer y debilitarse con ello.
Para corregir ei abuso de Ias indulgências, a gusto hubiera restablecido Ias
Mejas penitencias, pero Ia Penitenziaria le hizo observar que, en su intento de
j;.ni,ir a Alemania, corria ei riesgo de perder a Itália. 20
Como vemos, a cada paso que daba se veia rodeado de mil dificultades.
A esto se anade que en Roma se encontraba en un ambiente extrano, que
imposible dominar por Io mismo que no Io conocía ni comprendía sus
impii! os internos. Había sido recibido con alegria: se contaba que iba a repar-
U r unos 5,000 benefícios vacantes y todo ei mundo esperaba algo. Pero jamás
• ) Papa escatimó más en esta matéria. Adriano queria saber a quién confiaba
• I puesto y administro ei negocio con Ia mayor escrupulosidad, 21 defraudando
•itKlias esperanzas. El primer decreto de su pontificado consistió en suprimir
B t derechos a dignidades eclesiásticas que habían sido concedidos y hasta retiro
• f g o s ya atribuídos. Es natural que ai publicarse en Roma ei decreto se hiciera
• n muchos enemigos. Hasta su llegada se había gozado en Ia corte de una cierta
lil» ii.ul de palabra y de escritura que él no estaba dispuesto a tolerar. 22 Dada
• rxhausta situación de Ia caja pontifícia y. Ias necesidades crecientes, se vió
^Higado a estableccr algunos nuevos impuestos, Io cual se considero intolerable
• f l ti, que tan poço gastaba. Todo ei mundo estaba descontento. Se dió cuenta
V i io no dejó de influir en él. Empezó a desconfiar un poço más de los
• u k m n s ; los dos holandeses, a quienes permitia asomarse a los asuntos, Enke-

r
\ ü<> 1". Sarpi, Historia dei concilio Tridcntino, cd. de 1629; cn ei primer libro encontramos
&IH11 cxposición excelente de Ia situación. tomada de un diário de Cliicrcgato.
'.'l Ortiz, Itiricrarium, cap. xxvm, cap. xxxix, muy fidedigno, dice: ciim provisiones et alia
modi testis ociilatus inspcxcrini.
M I.cttere di Negro. "Capitolo dei Berni":
i.' quando un segue il libero costume
Di tfogani scrjiciido e di cantara,
Lo rninaccia di /ar buttare in tiume.
54 INTRODUCCIÓN

fort y Hezius, ei primero datario suyo y ei segundo secretario, no los compren-


dían ni entendían a Ia corte, y él mismo tampoco podia abarcarlo todo; además,
queria seguir estudiando, y no solo leer sino escribir; no era muy accesible y
los asuntos fueron demorándose y se trataron con torpeza.
Así ocurrió que en los asuntos generales más importantes no se hizo
nada. Comenzó de nuevo Ia guerra en Ia Itália superior. En Alemania volvió
a agitarse Lutero. En Roma, que por Io demás fué víctima de Ia peste, ei descon-
tento se apoderó de Ias gentes.
Dijo una vez Adriano: "jCuán importante es, aun para ei mejor hombre,
ei ticmpo en que nace!" Todo ei dolor de su situación está contenido en esta
sentencia. Con razón ha sido inscrita en su sepulcro en Ia iglesia alemana
de Roma.
No es posible atribuir unicamente a Ia personalidad de Adriano que ei
tiempo de su pontificado no conociera ei êxito. El Papado se hallaba envuelto
por grandes fatalidades mundiales que hubiesen dado mucho que hacer también
a persona más templada para los negócios y más conocedora de hombres y de
médios.
Entre los cardenales, ninguno había que pareciera más a Ia altura de Ias
circunstancias que Júlio de Médicis. Bajo ei pontificado de León X había lle-
vado Ia mayor parte de los asuntos, en especial Ia pesadumbre dei detalle. Tam-
bién con Adriano había conservado cierta influencia.23 Esta vez no dejó escapar
Ia oportunidad y adoptó ei nombre de Clemente VII.
Con mucho cuidado evito los inconvenientes que se habían producido
con sus dos antecesores: Ia irresponsabilidad, ei despilfarro y Ias costumbres
frívolas de León X, así como Ia oposición en que se coloco Adriano con respecto
a Ias tendências de Ia corte. Todo se deslizo razonablemente; por Io menos su
acción era intachable y llena de moderación;2* Ias ceremonias pontificales
se llevaban a efecto con sumo cuidado, Ias audiências se ajendían incansable-
mente a Io largo dei dia y Ia ciência y ei arte gran fomentados en Ia dirección
que habían emprendido, Clemente VII estaba muy e/iterado. Con Ia misma
perícia que sobre cuestiones filosóficas y teológicas, se podia ocupar de asuntos
de mecânica y de construcciones hidráulicas. En todo manifestaria extraordiná-
ria agudeza, penetraba en Ias cuestiones más embrolladas hasta ei fondo y a
nadie se podia oír que hablara con mayor tino. Ya durante León X se había
mostrado Júlio de Médicis insuperable en ei buen consejo y en Ia realización
prudente. ,
El buen piloto se prueba en Ia tormenta. Se hizo cargo dei Papado en
una situación escabrosa aun si solo tomamos en cuenta los problemas dei prin-
cipado italiano.
Los espanoles eran los que más habían coadyuvado ai engrandecimiento
y consolidación dei Estado pontifício y habían vuelto a colocar a los Médicis
23 Relatione di Marco Foscari, 1S26; dice de él con referencia a aquella época: Slava con
grandíssima reputatione e governava il Papato et havia piu zente a Ia sua audientia che il papa.
24 Vetori dice que desde hacía 100 anos nunca había sido Papa un hombre tan bueno: non
superbo, non simoniaco, non avaro, non 7íbidinoso, sóbrio nel victo, parco nel vestire, religioso,
devoto.
COMPLICACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA 55
en Florencia. En esta alianza con los Papas, con Ia casa de los Médicis, fueron
progresando en los asuntos italianos. Alejandro VI les había abierto Ias puertas
de Ia Itália inferior; Júlio II les había introducido en Ia Itália central; con el
otaque a Milán, Uevado a cabo conjuntamente con León X, se habían hecho
duenos de Ia Itália superior. El mismo Clemente les había ayudado en esta
ocasión. Existe una instrucción dirigida por él a un enviado suyo en Ia corte
cspanola, en Ia que cuenta los servicios prestados a Carlos V y su casa. A él se
debe, sobre todo, que Francisco I no hubiera seguido hasta Nápoles en su pri-
mera entrada; a él que León X no se opusiera ai nombramiento de emperador
de Carlos V y que derogara ia vieja constitución que prohibía que ningún
rey de Nápoles fuera ai mismo tiempo emperador; a pesar de todas Ias prome-
tas de los franceses, favoreció Ia alianza de León X con Carlos V para Ia recon-
quista de Milán, y en esta empresa arriesgó Ia fortuna de su família, Ia de sus
•migos y su propia persona; había puesto el Papado en manos de Adriano VI
y entonces no había casi diferencia en que fuera nombrado Papa Adriano o el
mismo emperador.25 No quiero examinar en Ia política de León X cuánto fué
obra de los consejeros y cuánto dei Papa, pero Io cierto es que el cardenal
Médicis estuvo siempre de parte dei emperador. Una vez llegado a Papa ayudó
también a Ias tropas imperiales con dinero, víveres y concesión de gracias espi-
rituales, y una vez más debieron Ia victoria a su ayuda.
Tan íntima era Ia relación entre Clemente y los espanoles, pero, como
Ocurre no poças veces, con los êxitos de su alianza se produjeron abuses ex-
traordinários.
Los Papas habían ocasionado el orto dei poderio espanol pero nunca se Io
•ropusieron deliberadamente. Habían arrebatado Milán a los franceses, pero no
quisicron entregaria a los espanoles. Más de una guerra había tenido lugar por
Causa de que Milán y Nápoles no estuvieran en Ia misma mano;26 y como enton-
Ccs los espanoles, duefios de Ia Itália meridional desde hacía tiempo, se afirmaban
Cada dia más en Ia Lombardía y demoraban el reconocimiento de Sforza, se
Brodujo en Roma cierto descontento e impaciência.
Clemente se sentia personalmente defraudado y ya en aquella instrucción
Vemos que no siempre se había considerado bien pagado por sus servicios como
Étnlenal: se le seguia haciendo poço caso. Contra su consejo expreso, se empren-
ttió el ataque a Marsella en el ano 1524. Sus ministros —Io dicen ellos mismos—
'tjmían cada vez mayores desconsideraciones con Ia Santa Sede y no veían en los
•pafioles más que afán de domínio e insolencia.27
El curso de los acontecimientos y su propia posición personal parecieron li-
gar a Clemente a los espanoles con los vínculos de Ia necesidad y de Ia voluntad.
iFcro ahora se le presentaban mil motivos para menoscabar el poder a cuyo esta-
|Slt'cimiento había coadyuvado y oponerse a él.
H8 ínstruttione a/ Card. reverendmo. di Farnese, che íu poi Paulo I/í, quando andd Icgaío
•PVinperafore Cario V doppo il sacco di Roma.
nu Se dice explicitamente en esta instrucción: el Papa se mostraba dispuesto a hacer también

t que no le gustaba: purche ío stato di Müano restasse ai duca, a/ quaJe etíetto si erano /arte tutte
glicrre d'ltalia.
8T "M. Giberto datario a Don Michele di Silva". Letfere di principi, i, 197 b.
56 INTRODUCCIÓN

D c todas Ias empresas políticas quizás sea Ia más difícil Ia de abandonar una
línea seguida hasta cl momento y hacer ineficaces êxitos en cuyo logro se ha
tomado parte.
Esta actitud importaba mucho. Los italianos se daban ttiity bien cuenta de
que se trataba de una euestión con trascendencia de siglos. En Ia nación había
cuajndo un gran sentimiento común. Creo que influyó cn ello sobremanera Ia
educación artística y literária, cn Ia que Itália se adclantaba tanto a Ias demás
naciones. También Ia política y Ia ambición de los cspanolcs se hacían inso-
portables tanto para los dirigentes como para ei común dei pueblo. Con mezcla
de desprecio y cólera se miraba a estos extranjeros semi bárbaros, duefios dei
país. Todavia Ias cosas estaban cn un punto twie podia permitir ei desentenderse
de cllos. Pero no había que perder de vista que. de no oponerse con todas Ias
fuerzas dc Ia nación, Ia derrota supondría Ia perdición para siempre.
Me gustaría trazar Ia descripeión completa de los acontecimientos de este
período, dc Ia lucha entera dc Ias fuerzas soliviantadas. Pero tengo que conten-
tarme con destacar los momentos más importantes.
Se comenzó cn 1525, y parecia cosa bien pensada, con un intento de
atraerse ai mejor general dei emperador, que se hallaba muy descontento. N o
se podia esperar cosa mejor que arrebatar ai emperador, con su general, ei ejér-
cito que le servia para dominar a Itália. No se quedaron cortos en promesas,
entre Ias que no falto Ia de una corona. Pero se había cakuhào ma] y ]a fina
astucia, tan segura de si misma, fracasó de modo rotundo ai tropezar con una
matéria ruda. El general, Pescara, era italiano de nacimiento pero de sangre
espanola, no hablaba más que espafiol ni tampoco queria ser otra cosa; no había
participado de Ia cultura italiana, sino que toda su formación se Ia debía a los
libros de caballería espanoles, que no respiraban más que lealtad y fidelidad.
Por naturaleza se oponía a una empresa nacional italiana. 28 Apenas se le bizo
Ia propuesta se Ia mostro a sus camaradas y ai emperador, y ei intento sirvió
tan solo para que Fernando de Pescara inquiriese entre los italianos e inutili-
zase todos sus planes. ,
Por esto mismo —pues Ia confianza mutua se batia quebrantado de ma-
ncra definitiva—, se hizo inevitable una lucha decisiva con ei emperador.
Por fin cn ei verano de 1526 vemos a los italianos poner sus propias fuer-
zas a Ia obra. Los milaneses se han levantado contra los imperiales y un ejército
veneciano y otro pontifício corren en su ayuda. Se tiene. Ia promesa de un auxi-
lio suizo y se está en inteligência con Francia e Irjglatcrra. "Esta vez •—dice ei
confiado ministro de Clemente VII, Gilberto— no está en juego una pequena
venganza, un puntillo de honra o una ciudad; esta guerra decide Ja libertad o
Ia eterna osclavitud de Itália." No duda dcl êxito. "Las generaciones venideras
tendrán envidia de no haber vivido en nuestro tiempo y no haber podido par-
is Vctlori dice dc él Ias pcores (fitas! Era snpcrbo olfre Riojo, invidioso, ingrato, avaro,
venenoso e crudcle. senza religione, senta Immaiiità, nato próprio per dislruggcre 1'Italia. También
Moione dijo cn una ocasión a Gmcciardini que no existia liombrc más infiel y maligno que
Pescara (llist. ti'Itália, xvi, 476), pero sin embargo le hino hs proposicionet No cito estos inícios
como ciertos: tan solo dcmucstraii que Pescara no manifesto bacia los italianos sino hostilidad
r ódio.
COMPLICACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA 57
ticipar en una dicha tan grande." Espera que no sea necesaria Ia ayuda de los
príncipes y los soldados extranjeros. "Solo para nosotros será Ia gloria y ei fruto
tanto más dulce." so
Con estos pensarnientos y esperanzas emprcndió demente Ia guerra con-
tra los espanoles. 3 " Fué su idea más osada y grandiosa, peto también Ia más
desdichada y catastrófica.
Los asuntos dei Estado y los de Ia Iglesia se hallaban mczclados incxtri-
cublemente. El Papa parecia descuidar por completo Ia cuestión alemana. Y esta
fué una de Ias primcras repercusiones.
En ei momento en que Ias tropas de Clemente VII se adentraron por Ia
Itália superior en julio de 1526, se reunia Ia Dieta en Espira para adoptar una
rcsolución definitiva sobre los abusos eclesiásticos. No era muy natural que ai
wrtido imperial, a Fernando de Áustria, que representaba ai emperador, le
mportara mucho sostener ei poder papal arriba de los Alpes cuando abajo era
atacado peligrosamente por los ejércitos dei Papa. No olvidemos que ei mismo
Fernando tenía sus ojos puestos en Milán. Por mucho que se hubiera pregona-
do antes, 31 solo Ia guerra abierta con ei Papa hizo que desaparecieran todas
Ias consideraciones que se pudieran tener por él. Jamás Ias ciudadcs se cxpre-
faron con mayor libertad ni los príncipes instaron con maycr vigor a que se
tomara una resolución; se presentó Ia proposición de quemar los libros en que
te contenían los nuevos princípios y de tomar como regia única Ia Bíblia; pcro
HO se Ilegó a un acuerdo. Fernando dirigió una comunicación a l:i Dieta cn
cuya vírtud se dejaba a Ia libre disposición de los estamentos ei comportarse
Cn matéria de religión tal y como cada uno pudiera responder ante Dios y ei
imperador, es decir, según su albedrío. Comunicación en Ia que ei Papa no es
nombrado ni una sola vez y que puede ser considerada turno cl cc.micnzo
«í<• Ia verdadera Reforma, como Ia instirución de una nticv.i iglesia en AJe-
munia. En Sajonia, en Hcsse y los países vecinos se llegó a dar este paso sin
gran vacilación. La existência legal dei partido protestante se basa sobre todo
en cl acuerdo de Espii» dei afio 1526.
May que reconecer que este estado de ânimo de Alemania fué también
decisivo para Itália. Faltaba mucho para que todos los italianos cstuvieran entu-
liusmados con Ia obra común y para que estuvíeran unidos tan siquiera los
«pie tomaban parte cn ella. El Papa, tan espiritual y tan italiano de sentimien-
|os, no era hombre para ser arrebatado por Una causa, como exigia Ia situación.
Su sagacidad pareció perjudicarle a veces. Sabia, más de Io que era conveniente,
que era ei más débil, y todos los peligros se anunciaban a su ânimo y le con-
lundían. Existen unas dotes inventivas cn Ia vida práctica que captan Io sen-
cillo en los asuntos intrincados y se deciden con seguridad por Io hacedero v
•mveniente. Estas dotes le faltaban. 3a En los momentos más decisivos se le veia

"» '"G. M . C i b e r t o a) vescovo di V c m l i " . Lcttcrc efí principi, i, p, 192 a.


* " Foscari dice: Qucllo ia a presente di volcr /ar lega con Francía, (a per ben sim e <rit.ilia,
lliin pcrelii ama Francesi.
:
" l.as insiruccioncs dei empciador que inspir.inm cierto temor a los protestantes son <!< niar/o
1126, época cn q u e cl Papa ami no había celebrado sn abaliza con Krancia.
:
''-' Soriano, Kclatioiic di J53?. le cnCncntra: core frigidiíjiilio: cl tpia/c U le Beatne. S. esser
58 tNTRODUCClÓN

titubear, vacilar y pensar en ahorros de dinero. Y como los aliados no cumplie-


ran con su palabra, ni de lejos logro los êxitos que se prometia. Las tropas
imperiales se mantenían todavia en Lombardía cuando en noviembre de 1526
Jorge Frundsberg atravesó los Alpes con un ejército de lansquenetes para de-
cidir Ia lucha. Todos eran luteranos, empezando por ei caudillo. Llegaron para
vengar ai emperador en ei Papa. A su desleal tad se había atribuído Ia causa
de todas las desgracias, Ia guerra inacabable entre cristianos y las victorias de los
turcos, que por entonces andaban por Hungria. "Si llego a Roma —decía
Frundsberg— colgaré ai Papa."
La tormenta arrecia y ei horizonte se angosta. La gran Roma, que si está
llena de pecados, también resplandece por sus nobles empenos, por su espíritu
y por su cultura, por sus obras de arte insuperables, que ei mundo jamás habia
contemplado, tesoro ennoblecido por Ia impronta de un espíritu que irradia por j
todas partes, se ve amagada por Ia catástrofe. Una vez reunidas las tropas ale-
manas con las imperiales, las bandas italianas se dispersan ante ellas y ei único
ejército que todavia subsiste les sigue de lejos. Como ei emperador hace tiempo i
que no paga a su ejército, tampoco puede, si es que quiere, imponerle otra di-
rección. Marcha bajo las banderas imperiales, pero es empujado por su propio
ímpetu devastador. El Papa espera negociar todavia y trata de someterse, de
Uegar a un arreglo, pero ei único médio que le pudiera salvar —entregar ai
ejército ei dinero que reclama— o no quiere o no puede emplearlo. {Tratará
de oponerse seriamente por las armasí Hubieran bastado 4,000 hombres para
cerrar ei paso de Ia Toscana, pero ni siquiera se hizo ei intento. Roma contaba
acaso con 300,000 hombres aptos para llevar las armas; muchos de ellos cono-
cían Ia guerra; con sus espadas habían peleado en las facciones y se vanaglo- I
riaban de grandes hazanas. Pero para hacer frente ai enemigo, que representaba
una verdadera calamidad, nunca se pudo conseguir sacar de Ia ciudad más de
500 hombres juntos. El primer ataque acabo con ei pc€er dei Papa. Dos horas
después de Ia puesta dei sol dei 6 de may"b de 1527 entran los imperiales a Ia
ciudad. El viejo Frundsberg no estaba ya con elloá: cuando no encontro Ia debi-
da obediência tuvo un ataque de apoplejía y quedo enfermo; Borbón, que
condujo ei ejército después, había caído en los primeros intentos de escalo; y
una muchedumbre de soldados indisciplinados, desprovista de jefes, sedienta
de sangre, endurecida por largas privaciones y enfurecida por su mismo oficio,
cayó sobre Ia ciudad. Jamás presa más rica estuvo en manos de tropas más
violentas y nunca se conoció un saco más continuado y espantoso.33 El esplen-
dor de Roma ilumina los comienzos dei siglo xvi: representa un período admi-
rable dei espíritu humano. En estos dias se apago su brillo.
El Papa, que queria libertar a Itália, se vió sitiado en Sant-Angelo y hecho
ditara di non vulgar timidilà. non dirò pusilanimità. II che pero parmi áver e trovate comunemente
iii Ia natura fiorentina. Questa timidità causa che S, Sà è molto irresoluta.
83 Vettori: La uccisione non fu moita, perche rari si uccidono quelii che noa si vogliono
difendere, ma Ia preda fu inestimabile in danari contanti, di gioie, d'oro e d'argento lavotato, di
vestiti, d'arazzi, paramenti di casa, mercantie d'ogni sorte e di taglie. Que no era culpa dei Papa
sino de los habitantes y los llama: superbi, avari, homicidi, invidiosi, libidinosi e simuiatori. Dice
que una tal población era incapaz de resistir.
COMPLICACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA T»

irisionero. Se puede afirmar que con esta gran victoria se estableció de manera
ndiscutible ei predomínio de Espafia en Itália.
Un nuevo ataque de los franceses, muy prometedor en sus comienzos,
!r»casó tan por completo que se dispusieron a renunciar a todas sus pretensio-
ttt sobre Itália.
No menos importante fué otro acontecimiento. Todavia no había sido con-
BUistada Roma, pero basto que se viera ei camino emprendido en su dirección
por ei condestable de Borbón, para que en Florencia los enemigos de los Medi-
ei» se aprovecharan de Ia confusión dei momento y arrojaran de nuevo a Ia
l.imilia dei Papa. Casi le dolió más a Clemente Ia perdida de su ciudad que

I
I de Roma. Con asombro se observo que volvia a reanudar relaciones con los
nperiales después de tan duros agravios. Se avino a esto porque veia en los es-
íftoles ei único médio de hacer volver a Florencia a sus familiares y partidários.
0 pareció más tolerable soportar ei predomínio dei emperador que ei triunfo
• los rebeldes. Cuanto peor les iba a los franceses, tanto más se acercaba a los
ipanoles, y cuando aquéllos fueron totalmente derrotados celebro con estos ei
cuerdo de Barcelona. Cambio de tal modo su política que se sirvió dei mismo
Jército que había conquistado a Roma y le había tenido sitiado tan largo tiempo
tra rescatar su ciudad paterna.
Carlos V era más poderoso en Itália que cualquiera otro emperador desde
||Mila muchos siglos. La corona que recibió en Bolonia volvia a cobrar su plena
Wgnificación. Milán le obedecia no menos que Nápoles y, por ei hecho de haber
•Mtablecido a los Médicis en Florencia, pudo ejercer influencia sobre Ia Toscana
Uurante toda su vida; el resto se alio con él o se le sometió. Tuvo reducida a
lllulia de una punta a otra con Ias fuerzas conjuntas de Espafia y Alemania,
Mon sus armas victoriosas y con sus prerrogativas de emperador.

Así acabo Ia guerra italiana y, desde entonces, Ias naciones extranjeras no


•twn cesado de mandar en Itália. Veamos ahora como se desenvolvieron Ias
•Uestiones religiosas, en tan íntima conexión con Ias politicas.
Cuando el Papa se avino a Ia supremacia espafiola esperaba cuando menos
^ k este emperador poderoso, tenido por católico y devoto, le ayudaría ai resta-
BUccimiento de su autoridad en Alemania. En uno de los artículos de Ia paz de
Hurcclona se hablaba de esto. El emperador prometia trabajar con todas sus
Ifurr/.as para reducir a los protestantes-y parecia decidido a ello. Los enviados
protestantes que le visitaron en Itália recibieron de él una respuesta poço hala-

I
cfta. En su viaje a Alemania, en el ano de 1530, algunos miembros de Ia
ria que le acompanaban, y especialmente el legado, cardenal Campeggi, pla-
uron unos proyectos atrevidos y muy peligrosos para Alemania.
Existe una comunicación dei legado ai emperador, en tiempos de Ia Dieta
Augsburgo, en que pone de manifiesto aquéllos planes. En honor a Ia ver-
d, y aunque a desgana, diré algunas palabras.
El cardenal Campeggi no se contentaba con lamentarse de los desordenes
Igiosos sino que se fijaba especialmente en Ias consecuencias políticas, en
mo Ia nobleza había decaído con Ia Reforma en Ias ciudades, como los prín-
60 INTRODUCCIÓN

cipes eclesiásticos o seculares no encontraban debida obediência y como Ia falta


de respeto rozaba ya Ia majestad dei emperador. Despucs expone Ia manera de
hacer frente a Ia situación.
El secreto de su política no es muv hondo. No seria necesaria más que
una alianza entre cl emperador v los príncipes bien dispuestos; se intentaria
luego ganarse a los adversos mediante promesas o amenazas; pero i q u é hacer
con los obstinados? Se tiene ei derecho "de extirpar esta planta venenosa con
ei hierro y ei fucgo". : " Lo más importante es confiscar sus bienes seculares y
eclesiásticos, en Alemnnia tanto como en Hungria y cn Bohemia. Porque con
los herejes se puede hacer esto. Una vez aplicada esta medida, se establece Ia
Santa Inquisición para que siga indagando y proceda contra los rebeldes como
en Espana se ha procedido contra los marranos. Además, se pondrá en entre-
dicho Ia universidad de Wittcnberg y se declarará por indigno de Ia gracia
imperial y pontifícia a quienquiera estudie en ella. Se quemarán los libros de
los herejes, se devolverán a los claustros los monjes que les abandonaron y en
ninguna corte se tolerará ningún hereje. Pcro lo primero es una demostración
de mano fuerte. "Aunque Su Majestad se limite a los jefes principales —dice ei
legado - podrá arrebatarles una gran suma de dinero que, por otra parte, es muy
necesaria para luchar contra ei turco."
Este es ei sentido dei proyecto, estos sus princípios básicos.35 En cada pa-
labra alientan Ia opresión, Ia sangre y ei despojo. No hay que extrafiarse de
que en Alemania se esperara lo peor de un emperador que tenía tal séquito y
de que los protestantes deliberaran sobre cl estado de nccesidad en que se les
colocaba.
Por fortuna. Ia situación no bacia temible tal intento.
El emperador no era, ni con mucho, tan poderoso como para poder llcvar
.1 cabo cl proyecto. Erasmo lo puso de manifiesto de manera convincente. Y,
BUn de Iv.iberlo sido posiblc, dificilmente hubiera tenido voluptad para cllo.
Por naturalcza era bien intencionado, reflexivo v lento, más bien que lo
contrario. Y cuanto más de cerca los veia, los acontecimientos lc tocaban más
Ia fibra scnsible de su alma. Sti clcclaración a Ia Dieta decía que queria oíi Ias
diferentes opiniones, ponderadas y tratar de llcgar a una verdad cristiana. Es-
taba, pues, muy lejos de aquellas intenciones violentas.
Ni aquel que tienda a sospechar de Ia pureza de Ias intenciones humanas
puede poner en dnda lo siguiente: que no era ventajoso para Carlos apelar
a Ia violência.
<;Es que cl emperador se iba a convertir cn un ejecutor de los decretos
pontifícios? ilba a ser él quien sometiera a los enemigos que les Papas —este
y los venideros— se creasen? Adcmás, no estaba muy seguro de Ia amistad dei
poder papal.
*• Se a/cutri vc lie fnsscro, che d/o no/ voglia, li qnaíi obstinatamente perjeverassero in questa
diabólica via, qiielh (S. M.) polti infllere h mano ai /erro et a/ foco et radilitns c.xtirpare questa
nula vcnenos.i pianta.
"•'• Se osaba llamar a un tal esboro una mslruccinn: /nilrucl/o dala Caesari a reverendmo,
Canipfggii) in dieta Auçiislana Ií?0. r.nrnnlrc cl acta, autínlica sin duda alguna, cn una biblioteca
'"mana, junto con otros docunicntos de Ia época.
COMPLICACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA 61
Las circunstancias presentaban una oportunidad favorable y no tenía más
que cchar mano de ella para que su supremacia se robusteciera todavia más.
No voy a discutir aqui si con razón o sin ella, pero ei caso es que se pen-
liiba ^eneralmente que solo un concilio eclesiástico podría resolver Ia cuestión.
I ns concilios gozaban de crédito por Io mismo que los Papas no se mostraban
iBUiy prepicios y todas las oposiciones tuvieron Ia pretcnsión de que se convoca-
fnn. En ei ano de 1530 Carlos V Io pensó seriamente y prometió un concilio
U breve plazo.
Los príncipes en disputa con Roma nada podían desear mejor que un
•poyo eclesiástico, de suerte que en estas circunstancias Ia propuesta de Carlos
j contaria con las más poderosas asistcncias. Se hubicra convocado a su instância,
•clebrado bajo su influencia y las conclusiones serían aprobadas por él. Estas
>'i lnsiones marcarían una dohle dirección, pues se referirían tanto ai Papa
'mu a sus enemigos y Ia vieja idea de una reforma en Ia cabeza y en los miem-
|os hubiese tenido realización. jQué predomínio hubicra acarreado tal suceso
poder temporal y sobre todo ai emperador en persona!
Era algo razonable e inevitablc si se quicre, pero además en armonía con
interés dei emperador.
Pero nada más peligroso podia ocurrirles ai Papa y n su corte. Tengo Ia
rueba de que cuando se empezó a pensar en serio en ei concilio bajaron con-
ierablemente de precio todos los cargos enajenables de Ia corte pontifícia. 30
:ir este dctalle se puede comprender Io que significaba para ei estado de cosas
bitual.
Pero Clemente VII tenía también en contra dei proyecto consideraciones
lipo personal. Como no era hijo legítimo, como no había llegado a Ia suprema
plgnidad por caminos completamente limpios y como había emprendido una
9»tosa guerra movido de fines personalcs, utilizando las fuerzas de Ia Iglesia
kntra Ia pátria —cosas todas cie las que bien se podia pedir cuentas a un
Hlpa—, es natural que síntíera un temor justificado, y asf, como dice Soriano,
i'l Papa eludia en Io posible hasta Ia mención misma dei nombre de concilio.
Y aunque no rechazó de manera tajante Ia propuesta, cosa que no podia
• i r r si queria preservar el honor de Ia Sede apostólica, no podemos hacernos
H ^ o n c s acerca de los sentimientos que abrigaba. j->?J";:X3«I / í 6 C ° ' ° 5
Ccdió, se sometió, pero manifesto con energia las razones que desaconsc-
• h i i i i aquclla iniciativa; expone de Ia manefa más viva todas las difieultades
• Pfligros que van vinculados a un concilio y, por otra parte, más que duda
lei exito.37 Pone como condiciones Ia colaboración de todos los demás prínci-
•»«, el sometimiento provisional de los protestantes, condiciones que pareccn
•jplliinas dentro dcl sistema papal, pero que las circunstancias haccn ya impo-
Bhli •-. <;Cómo se podia esperar que se pusiera a Ia obra en el plazo fijaclo por el
'"< "I.ettcra anônima alVarcivescovo Pimpincllo" (Letferc di principi. m. 5): C/f ufíícii solo
n l.i fama de/ concilio sono invi/iti tanto che non se nc trovano aemri. Scgún vco, t.iinbidn
R mvicini cita esta carta, m, 7, 1; pero no si por quí rar.ón Ia atribmc a Sanga.
• HT "P. c. airimperatorc: di man própria di papa Clemente". Lctrere di principi. n, 197: Al
• I I I I Í J I ncssnn Irimcdh) c p/u perico/oso c per parlor/r ni.iggiorí nia/i Itlcl concilio) qti.int/o non
•H nino /c ikhite circonslamrc.
62 INTRODUCCIÓN

emperador, no de una manera aparente y con meras demostraciones, sino en


forma decisiva y seria? Muchas veces ei emperador le ha reprochado que su vaci-
lación fué Ia responsable de todas Ias calamidades posteriores. Sin duda alguna 1
presumia poder esquivar Ia fatalidad que se le venía encima.
Pero esta le sujetó como suele. Cuando Carlos V volvió en ei afio 1533 a
Itália, todavia lleno de Ias impresiones y de los proyectos de su estância en /Me- 1
mania, le insto de palabra —se reunió con ei Papa en Bolonia— y con gran
vehemencia a que convocara ei concilio que tantas veces había reclamado por ]
escrito. Las opiniones contrarias chocaron: ei Papa se mantuvo firme en sus !
condiciones y ei emperador le hizo ver Ia imposibilidad de Ias mismas. No había j
manera de ponerse de acuerdo. En los Breves decretados en esta ocasión se pue-
den percibir ciertas diferencias. En unos ei Papa se aproxima más que en otros a
Ia opinión dei emperador.38 Pero, de todos modos, tendría que volver a anunciar j
ei concilio. Si no queria cegarse, no podia dudar que, ai retorno dei emperador, J
que habia ido a Espafia, ya no podría defenderse con meras palabras y que ei 1
temible peligro que representaba para Ia Sede apostólica un concilio celebrado 1
en aquellas circunstancias, caería todo sobre él.
Era una situación en que ei titular de un poder, cualquiera que sea, puede
ser cxcusado muy bien cuando adopta una resolución equivocada para sentirse j
más r.eguro. El emperador era politicamente prepotente y aunque ei Papa estabi
resignado, muchas veces tenía que resentir a qué situación había llegado. Le
ofendió en extremo que Carlos V decidiera las viejas disputas de Ia Iglesia con
Ferrara en favor de esta última; hizo como que Io aceptaba, pero se quejó ante
sus amigos. Más seria se puso Ia cosa cuando este monarca, dei que se hnbía
esperado Ia sujeción rápida de los protestantes, se elevaba, por ei contrario, con
motivo de los desordenes surgidos, a un predominio sobre Ia Iglesia no cenocido
desde siglos y ponía en peligro ei prestigio espiritual de Ia Santa Sede. {Tendría
que abandonarse por completo en manos dei emperador, efitrcgándose a su
merced?
En Bolonia mismo tomo Ia resolución. En ocasiones diversas Francisco I \
había ofrecido ai Papa alianzas políticas y familiares. Clemente las había recha-
zado siempre, pero en ei apuro de ahora se acordo de ellas. Expresamente se
nos asegura que ei motivo verdadero por ei cual Clemente escuchó esta vez ai
rey de Francia fué Ia cuestión dei concilio.39
38 Sobre las negociaciones de Bolonia enconlramos buenís datos en uno de los mejores
capítulos de Pallavicini, lib. m, cap. xn, procedentes dei aicbivo dei Vaticano. Alude a esta
diferencia y cuenta que rcsultó evidente después de abiertas negociaciones. En efecto, encontramos
en cl escrito a los estamentos católicos (Rainaldus, xx, 659, Hortledcr, i, xv) Ia repetición
de las condiciones de una participación general: ei Papa promete dar cuenta dei êxito de sus
esfuerzos; respecto a los puntos propuestos por los protestantes, se dice, explicitamente, en ei 1
artículo 5: quod si forsan aliqui príncipes velint tam pio negotio deesse, nihilominus summus Ds.
nr. procedet cum saniori parte consentiente. Parece que es a esta diferencia a Ia que alude Palla-
vicini, aunque nos habla aún de otra desviación.
39 Soriano, Relafione 1535. 1/ papa ando a Bologna contra sua voglia e quasi sforzato, como
di buon logo ho inteso, e fu assai di cio evidente segno che S. Sà, consumo di giorni cento in tale
viaggio il qualc potea far in sei di. Considerando diinque Clemente questi tali casi suoi e per dire
cosi Ia servitú nella quale egli si trovava per Ia matéria dei concilio, Ia quale Cesare non lasciava
di stimolare. cominciò a rendersi piu facile ai christianissimo. E qtiivi si trattò 1'andata di Marsilia
COMPUCACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA 63

En consideración a los peligros eclesiásticos a que tenía que hacer frente,


ic veia obligado ahora a lo que, con toda seguridad, no se hubiese decidido por
miras puramente políticas, a saber: a restaurar ei equilíbrio de Ias dos grandes
potências y a mostrarse igualmente amable con ellas.
Al poço tiempo Clemente celebraba una entrevista con Francisco I. Tuvo
lugar en Marsella y se llegó a Ia más estrecha alianza. Lo mismo que en aquellos
peligros florentinos ei Papa consolido su amistad con ei emperador casando
a un hijo natural de este con una de sus sobrinas, así ahora desposó a su joven
tobrina Catalina de Médicis con ei segundo hijo dei rey. En aquella ocasión
lemia a los franceses y a su influencia directa en Florencia; ahora lo que temia
era ai emperador y sus intenciones de celebrar un concilio.
Tampoco se esforzó por disimular sus propósitos. Poseemos una carta suya
• Fernando I en Ia que le confiesa no haber tenido êxito en su empeíio de hacer
participar a todos los príncipes cristianos en Ia idea dei concilio; ei rey Fran-
cisco I, con ei que habló, no consideraba oportuno ei momento para tal reunión
V no queria tomar parte en ella; él, por su lado, albergaba todavia Ia esperanza
de conseguir en otra ocasión una acogida mejor de los príncipes cristianos.10
|No me explico como se puede dudar de Ias intenciones de Clemente VII. To-
Uavía en su último escrito dirigido a los príncipes católicos de Alemania repite
l.i condición de una participación general y, como declara que tal participación
<\ imposible, deja ver sus verdaderas intenciones de no cumplir con lo prome-
tido.41 Su alianza en Francia le dió ânimo y pretexto para ello. No puedo con-
wencerme de que ei concilio hubiera llegado jamás a celebrarse bajo su égida.
Pero no fué solo esta Ia consecuencia de aquella alianza. Otra más se des-
ircndió inmediatamente, inesperada pero de gran importância, en especial para
Í Os alemanes.
La combinación que se produjo en esta confusión de intereses temporales
ly espirituales era muy extrana. Francisco I se hallaba entonces en Ias mejores
líelaciones con los protestantes y ai ponerse ahora tan cerca dei Papa lograba
Incluir en cierto modo a los protestantes y ai Papa en ei mismo sistema.
Nos damos cuenta de Ia fuerza política que correspondia a Ia posición
tomada por los protestantes. El emperador no podia pensar en someterlos ai Papa
|in más; antes bien, se sirvió dei movimiento para tener a aquél en razón. Poço
jl poeo se puso de manifiesto que tampoco ei Papa deseaba verlos entregados a Ia
clisireción dei emperador y, por esto, su alianza con los mismos no fué impre-
incditada, pues esperaba valerse de su oposición contra ei emperador, dándole
• este nuevo quebradero.
Ya entonces se observo que ei rey de Francia hizo creer ai Papa que los
|TÍ.'IS notables príncipes protestantes dependían completamente de él y le dió a
entender como les convenceria para que renunciaran a Ia idea dei concilio.'12
I Iniieme Ia pratica dei matrimônio, essendo gia (a nipote nobile et habile. Antes, ei Papa hu-
Wlru invocado, como excusa, su origen y su edad.
10 20 de mano de 15J4. Pallavicini, in, xvi, 3.
i *1 Soriano. La Sertà. Vra. dimque in matéria de/ concilio può esser certíssima ede dei canto
l | Clemente fu fuggita con tutti li mezzi e con tutte le vie.
<3 Sarpi, Historia dei concilio Tridentino, lib. i, p. 68. Soriano corrobora, aunque no todo.
64 INTRODUCCIÓN

Pcro, si no nos equivocamos, estas connivcncias fueron todavia más estTCchas.


Poço dcspuós de su entrevista con ei Papa, Francisco I celebro una rcunión
con ei landgrave Felipe de [lesse. Se pusieron de acuerdo para restaurar ai
duque de "VViirttcmberg, que babía sido depuesto por ia casa de Áustria. Fran-
cisco I premetió entregar dinero. En una campana corta, con sorprendente
rapidez, ei landgrave puso manos a Ja obra. Es cierto que debía penetrai en los
territórios austríacos: 4:1 en general, se sospechaba que ei rey pretendia atacar
de nuevo Milán pot cl lado alemán. 44 Una nueva pista nos ofrece Marino
Giustiniani, por entonces embajador veneeiano en Francia. Asegura que este
movimiento alemán fué convenido por Clemente y Francisco en Ia rcunión
de Marsella; anade que no estaba fuera dei plan bater llegar estas tropas a
Itália, para Io que trabajaría secretamente ei Papa. 45 Seria un poço ligero tomar
esta afirmación como fidedigna, a pesar de ia seguridad con que se expresa,
pues son menester otras pruebas. Pcro aunque no Ia aceptemos a ojos cerrados,
pone de manifiesto un extrano fenômeno. ^Quién Io hubiera sospechado? En
ei momento en que ei Papa y los protestantes se combaten con un ódio acerbo,
y se lincen una guerra religiosa que parte a) mundo en dos. los encontramos
unidos por Ia fuerza de intereses políticos idênticos.
Así como en Ia confusión de Ias disputas italianas nada le fué tan perni-
cioso ai Papa como Ia doblcz d e su política, demasiado sutil, en los asuntos
propiamente religiosos le trajo frutos tedavía más amargos.
Amenazado en sus territórios, ei rey Fernando se apresuró a celebrar Ia
paz de Kacfan, entregando a Württenberg y entrando en alianza con ei land-
grave. Eran los dias más felices de Felipe de Hesse. Como había restablecido
en sus dcTechos a un príncipe alemán despojado, Ia hazana le convirtió en uno
de los jefes más prestigiosos dei Império. Pero había logrado, a Ia vez, otro
exito decisivo. Esta paz contenía una cláusula muy importante para Ias cuestio-
nes religiosas: ei tribunal dei Império no aceptaría ninguna/lemanda sobre los
bienes eclesiásticos confiscados. rf

gran parte de Io que dice Sarpi: El embajador Soriano dice: Avcnda fatto credere a Clemente che
c/a S. Kí. Chma. dipendessero que/li Sti. principalissimi e capi delia /attione luterana —si che almeno
si fuggisse il concilio—. Y solo esto me atrevo a afirmar.
«a En Ia instrueción a sus enviados a Francia, de agosto de 1532 (Roínmcl, l/rkundcnbuch
61) st excusa de dass wir nit furtzugen, den Koenig in sêmen Erb/andcn anzugrei/cn.
*• Jovius, Historiae suí temporís, lib. xxxn, p. 129; Paruta, Stoiia Venez., p. 389.
<4 Relatione dei claríssimo M. Marino Giustinian eí Kr. Venuto iambasciator ai christianissimo
re di Francia dei 1535 (Archivio Venez.). Francesco tece I'abocçamento di iMarsilia con Clemente,
nel qual vedendo loro che Cesare stava fernio —conchiusero il movimento dclle armi in Gcrmania
sotto pretesto di voler metter il duca di Virtenberg in casa: nel quale se íddio non avesse posto
Ia mano con il mczzo di Cesait, il quale ali' improviso e con gran ptestezza senza saputa dei Xmo.
con Ia retitution dei ducato di Virtenberg íece Ia pace, tutte queí/e gentí ven/vano in Itália sotto
il favor secreto di Clemente. Crco que encontraremos algún dia datos más exactos sobre esto. En
Ia obra de Soriano liaílamos aún Io siguiente: Di tutli li desideiii (dei ic) s'accommoàò Clemente
con p.irule t:ili che Io facevano credere, S. S. esser disposta in tntto alie sue voglie, senza pero /ar
provÍMone ali una '" scriítnra. No se puede negar que se trataba de una empresa italiana. El Papa
pretendia kibirla rccuazaáo, non averc bisogno di moto in Itália. F,\ ICT 1c había liicho que se
ínantuviesc tranqüilo: trin le ni.ini actorte ncllc maniche. Probablenicnte afirniahan los franceses
Io que ntcatwn U«i italiano!! <!e mnilo que ei embajador en Francia resulta más positivo que cl
embajador ui Roma. Pero aunque cl Pipa dijera que no necesitaba ningún niovimicnto en Itália,
\emos ni.li! poro cxiluvc esta afirmación un imniimtnro en Alcinania.
COMPLICACIONES POLÍTICAS. LA REFORMA 65

No sé de ningún otro acontecimiento que haya tenido tanta influencia


para ei triunfo dei nombre potestante como Ia hazana dei landgrave. Esa cláu-
Mila referente ai tribunal representa Ia garantia jurídica dei nuevo partido y
I reviste extraordinária importância. Sus efectos no se hirieron esperai. Creo que
podemos considerar Ia paz de Kadan como Ia segunda gran época en ei levan-
iumiento de una fuerza protestante en Alemania. Después de apenas haber
[ hecho progresos durante cierto tiempo, comenzó a expandirse de manera pu-

I tnte. Württemberg, tescatada, se reformo sin más. Le siguieron en seguida


RR províncias alemanas de Dinamarca, Pomerania, Ia marca de Brandenbur-
go, Ia segunda rama de Sajonia, una rama de Braunscbweig, ei Palatinado. En
I ti término de poços anos Ia Reforma se extendió por toda Ia alta Alemania y se
Mfirmó para siempre en Ia baja.
El Papa Clemente estaba enterado y hasta hahía consentido quizás en una
Mmpresa que llevó tan lejos y apresuró Ia separación.
El Papado se encontraba en una posición falsa, insostenible. Sus tenden-
lios seculares babían provocado ei apartamiento que fué ocasión de tantas rebel-
di;is y apostasías; pero Ia continuación en Ia misma linea y Ia insistente con-
Usión de intereses espirituales y temporales llevaron Ias cosas ai extremo.
También ei cisma de Inglaterra depende de esta circunstancia. A pesar de
RI declarada enemistad por Lutero y de su íntima unión con Ia Sede apostólica,
• notable que Enrique Vlll amenace a Ia Santa Sede con innovaciones ecle-
•iticas, 46 ya en Ias primeras diferencias, en asuntes puramente políticos, que
Rirgcn a comienzos dei ano 1525. Por ei momento se dejó todo a un lado y ei
Wy se entendió con ei Papa en contra dei emperador, y cuando Clemente se
•Kontraba sitiado en Sant-Angelo y abandonado de todo ei mundo, Enri-
|Ut- VIII hailó Ia manera de hacerle líegar un socorro. Por esta razón, Clemente
•ttía acaso por él más afición que por ningún otro príncipe.47 Después salió
I relucir ei asunto dei divorcio dei rey. No se puede negar que, todavia en ei
HtV> 1528, ei Papa, si no le aseguró una solución favorable, se Ia liizo ver como
^ktflile "tan pronto como los alemanes y los espaüolcs sean expulsados de Ita-
HL",4" Ya sabemos que ocurrió todo Io contrario. Los impe-riales se afianzaron
^ H verdad y vimos como se entendió Clemente con ellos. En estas circunstan-
Hlai tan diferentes no podia dar satisfacción a una esperanza que, por Io demás,
B*> había sido más que ligeramente sugerida.49 Apenas celebrada Ia paz de
16 Wolsey había escrito, de un modo amenazador, che ogni província doventarà Lufherana,
• M esta que podemos considerar como Ia primera manifestacion de Ia separación de Roma dei
• N t i estatal inglês ("S. Giberto ainiintii d'Inghilterra": Lettere di principi, i, p. 147).
*T Contatini, Refatione di 1530. Io asegura explicitamente. También Soriano, cn 1533, diceí
WÁ»t.!i.i S. Santità ama et era con/unetissimo prima. Declara rotundamente que Ia intención dei rey
H 4 * Blvorciarsc era una paz/ia.
IH lie los despachos dei doctor Knight de Orvicto, dei l" y 9 de enero de 1528; Herbert,
Mlllr nf Henry VIII, p. 218.
W Sc vc claramente toda Ia situación por los siguientes pasajes tomados de un escrito dei
Bjjfctrliitio dei Papa, Sanga, d«\g\do a Campc^gi, Viterbo, 2 de septiembtc de 1528, momento en
Hlli' había fracasaclo Ia empresa napolitana (exilo a) que se alude en h carta) y Campcggi tenía
B Inlcnción de marcharse a Inglaterra: Come vostra Sign. Revma. sa, tenendosi N. Signore obíiga-
H|HIIIIII come Ia a qiiel Screnmo. re, nessuna cosa è si grande delia quale non desideri compiacerli.
Mia Imogna ancora che sua Beatitudine, vedendo l'imperatore vittorioso e sperando in questa vittoria
66 DSTRODUCCIÓN

Barcelona llegó ei proceso a Roma. La mujer de Ia cual se queria divorciar era


tia dei emperador y un Papa anterior había declarado expresamente válido ei
matrimônio. Tan pronto ei asunto entrara en Ia jurisdicción correspondiente
de Ia cúria y habida cuenta dei influjo dei emperador, no se podia dudar de
cuál iba a ser Ia sentencia. Así Ias cosas, Enrique VIII se encaminó, sin más, por
Ia via en que antes había pensado. Se mantuvo tan católico como antes en Io
fundamental, pero su asunto, que en Roma se enredo tan claramente con con-
sideraciones políticas, desperto en él una oposición cada vez más viva contra
ei poder temporal dei Papado. Cada paso que se daba en Roma en perjuicio
suyo era contestado por él con una medida contra Ia cúria y se iba emancipando
cada vez más de ella. Cuando en ei afio 1534 se pronuncio Ia sentencia defi-
nitiva, no Io penso mucho tiempo y declaro Ia separación completa de su reino
y ei Papado. Los vínculos que ataban todavia a Ia Sede apostólica a Ias diversas '
Iglesias nacionales eran tan débiles ya, que bastaba Ia decisión de un príncipe
para que su reino, se separara de aquélla.
Estos acontecimientos llenan los últimos anos de Clemente VII. Le fueron
tanto más amargos porque no estaba exento de culpa y sus desgracias revelaban
una dolorosa conexión con sus cualidades personales. Las cosas se ensombrecían
dia por dia. Francisco I amenazaba de nuevo con caer sobre Itália y afirmaba
que había recibido Ia anuência verbal, ya que no escrita, dei Papa. El empe- ]
rador, no aguantando más palabras demoradoras, urgia con Ia mayor energia Ia j
convocatória dei concilio. Se afiadieron desgracias familiares: luego de todos los j
esfuerzos que había costado ei sometimiento de Florencia, tuvo que ver ei Papa
oómo sus dos sobrinos se disputaban ei senorío de Ia ciudad y se combatían j
acerbamente. Las preocupaciones, el temor a Io que había de venir —dolor y j
tortura secretos, dice Soriano— le llevaron ai sepulcro.50
Hemos dicho de León X que fué afortunado. Clemente, acaso mejor que
él —por Io menos más libre de faltas, más activo y hasta jnás sagaz— fué, si 1
consideramos todo el conjunto de su acción y,omisión, menos afortunado. Se- I
guramente, el más fatal de todos los Papas que se ha# sentado en Ia Silla de
Pedro, hizo frente a Ia superioridad de fuerzas enemigas, que le acosaban por I
todas partes, con una política vacilante, pendiente de Ias probabilidades dei j
momento, política que acabo por hundirle. Vió como se tornaban en todo Io
contrario aquellos propósitos de crear un poder político independiente a que se j
entregaron sus antecesores más ilustres. Tuvo que contemplar como aquellos
mismos a quienes queria arrebatar Itália aseguraban por siempre su domínio I
sobre ella. La separación de los protestantes fué ensanchándose ante sus ojos y j
todos los médios que empleó tuvieron el efecto contrario. A su muerte, Ia Sede I

non trovarJo alieno delia pace —non si precipiti a dare aH'imperatore causa di nuova rottura, I
/a quaie Zeveria in perpeíuo ogni speranza di pace: oftre che ai certo metteria. S. Sà. a íaoco et a 1
tota/e eccidio tutto ii suo stato. (Letfere di diversi autori Venetia, 1556, p. 39.)
50
Soriano: L'imperatore non cessava di sollecitar il concilio.—S. M. Clirístma. dimandò che 1
da S. Sà. ii íussino osservate le promesse essendo ie condifioni postre ira /oro. Pcrc/o S. Sà. si I
pose a grandíssimo pensiero, e íu questo do/ore et a/fanno che Io condusse alia morte. II do/or fu I
aceresciuto da/ie pazzie dei Cardinal de Mediei, il quale allora piu che mai intendeva a rinuiitiare I
il capello per Ia concurrenza alie cose di Fiorenza.
OOMPLICACIONES POLÍTICAS. LA RBFORMA 67

npostólica quedo con ei prestigio disminuído y sin ninguna autoridad espiritual


D temporal. Aquella Alemania dei Norte, que había sido tan importante para ei
Pupado, cuya conversión en tiempos lejanos había ayudado a fundar ei poder
ilc los Papas en Occidente, y cuya revuelta contra ei emperador Enrique IV le
presto tan grandes servicios para ei establecimiento de Ia jerarquía, se había
rebelado ahora contra él. Alemania ha prestado ei servicio imperecedero de haber
restaurado ei cristianismo en Ia forma pura de los primeros siglos, de haber re-
dfscubierto Ia verdadera religión. Con esta arma era invencible. Sus conviecio-
I|U's se abrieron paso entre los países vecinos. Llegaron a Escandinávia; contra
[1B intención dei rey, pero ai amparo de Ias medidas tomadas por él, se extendie-
Ifon por Inglaterra; en Suiza, con poças modificaciones, se labraron una exis-
•encia segura; penetraron en Francia, y hasta en Itália y en Ia misma Espana
Encontramos huellas suyas en tiempos de Clemente. Se expanden cada vez más.
I n estas convíceiones vive una fuerza que a todos arrebata. La lucha de los in-
Ircses espirituales y temporales en que se coloco ei Papado parece haber sido
bpuesta para procurar a aquellas convieciones su perfecto senorío.
I E N Z O S DE R E G E N E R A C I Ó N EN
EL C A T O L I C I S M O

No es hoy cuando Ia opinión pública empieza a ejercer influencia en ei mun-


do: en tcdos los siglos de Ia Europa moderna ha representado una fuerza
importante. Difícil adivinar de donde surge y como se forma. Tenemos que
consideraria como ei producto peculiar de nuestra vida común, como Ia expre-
sión más inmediata de los movimientos internos y de los câmbios de esa vida.
Brota de fuentes ocultas y de ellas también se alimenta: sin necesidad de
grandes razanes, mediante convencimientos arbitrários, se apodera de los espí-
ritus. Solo en sus perfiles más amplies muestra una concordância consigo mis-
ma, mientras que, ai extenderse en infinitos círculos mayores y menores, es
transformada de modo peculiar y diverso. Como se está enriqueciendo de nuc-
vos conocimientos y experiências, como siempre se dan espírjtus independientes,
que, si bien están influídos por ella, no se dejan arrebatar sencillamente por su
comente, sino que reaccionan con energia, se halla çemprendida en un pro-
ceso de metamorfosis incesante: escurridiza, multiforme, es más una tendên-
cia dei momento que una doctrina fija. A menudo, no hace sino acompanar ei
acontecimiento que Ia provoca, y se forma y se desenvuelve con él; en ocasiones,
cuando se le enfrenta una voluntad inflexible de Ia que no puede hacerse due-
na, se encabrita con brio de violenta exigência. Hay que reconocer que, por Io
general, posee un buen olfato para Io que es necesario y para Io que falta, pero,
en Io que se refiere a Io que fuera menester pener en obra, es obvio que no
puede tener clara conciencia por su propia naturaleza. Así ocurre que en ei
curso dei tiempo con frecuencia se transforma en su contraria. Ha establecido
ei Papado v ha contribuído a su liquidación. En los tiempos que estamos estu-
diando, alguna vez fué totalmente profana pero, por Io general, religiosa. Ya
nos dimos cuenta de como se inclino hacia ei protestantismo en toda Europa y
ahora vamos a ver como en una gran parte de ella se vistió de otros colores.
Comencemos por mostrar como Ia doctrina protestante empezó haciendo
brecha en Ia misma Itália.
ASOMOS DE PROTESTANTISMO EN ITÁLIA 69

1) Asomos de protestantismo en Itália


L»s sociedades literárias ejercieron en Itália un influjo incalculable, no solo
tin su propio domínio sino también en ei desarrollo científico y artístico. Solían
*gruparse unas veces alrededor de un príncipe, otras en torno a un sábio des-
pi ido o ai amparo de un particular rico y aficionado a Ias letras y, en ocasio-
nes, en libre aseciación de iguales. Las más valiosas son Ias que han surgido de
Una manera espontânea y nada formal de las necesidades inmediatas. Segui-
temos sus pasos con ei mayor gusto.
Por ei mismo tiempo en que comenzaba ei movimiento protestante en Ale-
•Uinia aparecieron en Itália círculos literários de cierto tinte religioso.
Así cemo bajo Ia égida de León X ei tono de Ia alta sociedad Io daba Ia
itln y hasta Ia negación dei cristianismo, en los hombres mejor dotados, en los
B crapapados de Ia educación dei siglo, se produjo, sin renunciat a esta edu-
ión, un movimiento contrario. Nada tiene de extrano que se buscaran unos
tros. El espíritu humano necesita Ia coincidência, o por Io menos Ia desea,
si se trata de convkciones religiosas, cuyo fundamento es un profundo
limicnto de comunidad, entonces esa necesidad se hace incontenible.
Ya cn tiempos de León X se nos habla de un oratório dei amer divino,
mdado por unos cuantos varones eminentes en Roma, para Ia edificación en
•nún. En ei Transtèvere, en Ia iglesia de San Silvestre y Dorotea, no lejos
|1 lugar donde se creía había habitado ei apóstol Pedro y habían tenido lugar
| l primeras ccngrcgáciones de cristianos, solían reunirse aquellos varones para
tir Ia misa v cl sermón y practicar ejercicios espirituales. Eran unos cincuenta
•rsenta. Se encontraban entre eHos Contarini, Sadolet, Giberto, Caraffa, que
fiiiron todos a cardcnales, Gaetano da Thiene, que ha sido canonizado, Lippo-
iBno, escritor religioso de gran fama e influencia y ctros hombres famosos. El
(troco de aquella iglesia, Julian Bathi, servia de centro de Ia reunión. 1
A pesar dei lugar de reunión, no hay que imaginarse que Ia dirección de
c movimiento fuera muy opuesta ai protestantismo, por cl contrario, en cierto
Utido le era similar. Cuando menos, su propósito era ei de hacer frente a ia
etidencia general de Ia Iglesia mediante Ia renovación de Ia doctrina y de
punto de donde habían arrancado también Lutero y Melanchton. Se
ipcnía de gentes que después tuvieron opiniones muy varias pero que por
tonces coincidían en un mismo propósito.'
Pcro pronto se anuncian tendências más determinadas y diversas.
Una parte de Ia sociedad romana Ia encontramos, luego de algunos anos,
Venccia.
i Ho tomado esta infnrmacion de Caracciolo. Vita di Paolo IV. MS. Oncí poclii hnnmini
I lidic cd cruditi prclati che çrano in Roma in que/ (empo di Leone X, vedendo Ja città di Roma
k l t o ií resto d'/taíia, dove per Ia vicinanza alia sede apostólica doveva piu /iorire 1'osservanza
euere cosi maltrattato ií culto dii ino —si unirono in un'oratorio chiamafo dei divino amore
Manta di loro per /are quivi quasi in una torre ogni s/orzo per giiardare le divine leggi.
ílo, Vita Ca/etani Thienaei (AA. SS. ed. n) c. i, 7-10, repite Io mismo, y aun Io desarrolla
to aqui no cucnla sino cincuenta miembros. La Historia clcricornm rcgularium vulgo Theati-
ilc (oscph Silos Io corrobora cn varias ocasiones: pasajes reproducidos cn cl "Comentarius
" a Ia Vita Ca/ctani.
70 COMIENZOS DE REGENERAClÓN

Roma había sido saqueada, Florencia conquistada, Milán era ei escenario


perpetuo de bélicas tropas y, en esta ruina general, solo Venecia se había man-
tenido incontaminada de extranjeros y de soldados y sirvió de asilo común. Allí
se encontraron los dispersados intelectuales romanos, los patriotas florentinos,
expulsados para siempre de su pátria. En estos últimos se manifesto —como nos
informan ei historiador Nardi y ei traductor de Ia Biblia Bruccioli— un fuerte
movimiento religioso en ei que no poça parte correspondia ai influjo de Ias
ensefianzas de Savonarola. Otros refugiados, como Reginald Poole, que había
abandonado Inglaterra para sustraerse a Ias innovaciones de Enrique VIII, to-
maron también parte en ese movimiento. En sus huéspedes venecianos encon-
traron una benévola acogida. En Ias reuniones celebradas en Ia casa de Pedro
Bembo en Padua Ias discusiones se referían mayormente a matérias doctas, ai
latín ciceroniano. Los temas tratados eran más hondos en casa dei erudito Gre-
gorio Cortese, abad de San Giorgio Maggiore en Venecia. En los jardines de
San Giorgio coloca Brucelli algunos de sus diálogos. No lejos de Treviso tenía
Luigi Priuli su villa, de nombre Treville.2 Es uno de esos caracteres venecianos
finamente cultivados, que hoy todavia tropezamos, Iíeno de serena simpatia
por los sentimientos generosos y capaz de una amistad desinteresada. Aqui Ia
ocupación constante eran los estúdios y los diálogos en matéria religiosa. Encon-
tramos ai benedictino Marco de Padua, varón de gran piedad, con seguridad ei
padre espiritual de Poole. Podríamos considerar como jefe de grupo a Gaspar
Contarini, de quien nos dice Poole que nada le era desconocido de Io que ei
espíritu humano descubre por indagación o Io que Ia gracia divina le comunica
y que, además, estaba ornado de todas Ias virtudes.
Si queremos saber cuál era Ia idea fundamental que a estos hombres auna-
ba, nos encontramos con Ia doctrina de Ia justificación, Ia misma que con Lutero
dió toda su fuerza ai movimiento protestante. Contarini escribió un tratado
sobre Ia cuestión, que Poole no sabe como ensalzar. "Tú h^s sacado a relucir
—le dice— esa piedra preciosa que Ia Iglesia tenía escondida." Y ei mismo
Poole nos dice que ei tratado, en su sentido más profundo, no ensefiaba más
que esta docrina; Io alaba por haber sacado a luz esta "verdad santa, fecunda,
imprescindible".3 Al círculo de amigos que le rodeaba pertenece M. A. Flami-
nio. Vivió durante cierto tiempo con Poole, y Contarini quiso llevárselo a Ale-
mania. Véase con qué resolución predicaba aquella doctrina. "El Evangelio
—nos dice en una de sus cartas4— no es otra cosa que Ia feliz nueva de que ei
hijo encarnado de Dios, vestido de nuestra carne, ha dado satisfacción por
nosotros a Ia justicia dei Padre Eterno. Quien en esto cree va ai reino de Dios,
disfruta de Ia remisión de sus pecados y de criatura carnal se convierte en
espiritual, y de hijo de Ia cólera en hijo de Ia gracia. Vive en Ia dulce paz de
Ia certeza." Apenas podia expresarse uno en términos más ortodoxamente lu-
teranos.

2 Epistolae ReginaJdi Poli, ed. Quirini, t. n. Diatriba ad epístolas Schelhornii CLXXXIII.


3 Epistofae Poli, t. m, p. 57.
* "A Theodorina Sauli, 12 de Febrero de 1542". Lettere vo/gari (Raccolta dei Manuzio) Vi-
negia 1553, a, 43.
ASOMOS DE PROTESTANTISMO EN ITÁLIA 71
Esta creencia se propago como una tendência literária sobre una gran
parte de Itália.5
Es notable observar como de pronto Ia disputa en torno a una opinión,
ue hasta entonces solo en ocasiones fué discutida en Ias escuelas, se apodera
3 e un siglo y Io llena, reclamando Ia preocupación de todos los espíritus. En
fl siglo xvi Ia doctrina de Ia justificación provoca los mayores movimientos, Ias
más agudas disensiones y Ias más patentes transformaciones. Para compensar Ia
mundanización de. Ia institución religiosa, que casi había perdido por completo
Ia relación inmediata dei hombre con Dios, se tenía que apoderar de los espí-
ritus esta cuestión trascendental, que encierra ei mistério más profundo de
•quella relación.
Hasta en Ia misma Nápoles, divertida y alegre, Ia doctrina se extendió
llcvada por un espanol, Juan de Valdés, secretario dei Virrey. Por desgracia
ic han perdido los escritos de Valdés, pero conservamos un testimonio muy
cierto de Io que le achacaban sus enemigos. Hacia ei ano 1540 comenzó a
circular un librito Del beneficio de Cristo que, según Ia noticia que nos da Ia
Inquisición, "se ocupaba de manera halagadora de Ia justificación, aminoraba
ja importância de obras y méritos, Io atribuía todo a Ia fe y, como este era preci-
(lamente ei punto que chocaba a muchos prelados y frailes, se extendió mucho".
Se ha preguntado muchas veces por ei autor de este opúsculo. La noticia inqui-
liiorial Io senala circunstancialmente. "Era un fraile de San Severino, un
discípulo de Valdés, y Flaminio Io reviso."6 Así, pues, se atribuye ei libro a
un discípulo y a uh amigo de Valdés; tuvo un êxito extraordinário e hizo
popular durante cierto tiempo Ia doctrina de Ia justificación en Itália. La ten-
(dencia de Valdés no era exclusivamente teológica, Io que es natural si tenemos
eu cuenta que ejercía un importante cargo público; no fundo secta alguna y su
libro surgió de una ocupación liberal con ei tema dei cristianismo. Con alegria
B Entre otros, ei escrito de Sadolet a Contarini (Epistolae Sadoleti, libro ix, p. 365) sobre
Uu comentário a Ia epístola a los romanos, es particularmente interesante: in quibus comentariis,
di< r Sadolet, mortis et crucis Christi mysterium totum aperire atque illustrare sum conatus. Pero
Contarini no quedo completamente satisfecho con este comentário, ni tampoco era absolutamente
dr Ia misma opinión. Sin embargo, promete incorporar a Ia nueva cdición una explicación inequí-
«iii .i sobre cl pecado original y Ia gracia: de hoc ipso morbo naturae nostrae et de reparatione
Llllutrii nostri a spiritu sancto racta.
* Schclhom, Gerdesius, incluso Tiraboschi, y otros más atribuyeron este libro a Aonius
falcarius, cl cual dijo en un discurso ante ei Senado de Siena, en 1542: Bx Ciisti morte quanta
fwiimoda lint allata humano generi cum hoc anno Tüsce scripissem etc. El compêndio de los in-
Miusiclores <mc encontre en Ia Vita di Paolo IV, MS, de Caracciolo, Io expresa dei modo siguiente:
[õiirl libro dei beneficio di Christo, íu il suo autore un monaco di Sanseverino in Napoíi discepolo
•fl Va/des, fu revisore di detto libro il Flaminio, íu stampafo molte volte ma particoíarmente a
BodeiM de mandato Moroní, ingannò rnolti, perche trattava delia giustiíicatione con do/ce modo
Ria hcrcticamentc. Aqui se trata de un buen testimonio que se halla en contradicción con otro tes-
llnnmio. Peio ya que Ias palabras de Pairará» no designan aquel libro de tal modo que no pueda
Hmdindirse con otro de título y contenido parecidos, y ya que Palearius dice que en aquel mismo
IO" se ocupo de él, mientras que ei compêndio de los inquisidores se expresa de un modo incquí-
| tom y afiade: quel libro íu da rnolti approbato, solo in Verona fu conosciuto e reprobato, dopo
BtftJ anni fu posto nelfindice, me vi obligado a considerar como errônea Ia opinión de aquellos
[tniilitos, y aeí tener que seguir Ia información de los inquisidores. No puedo negar, sin embargo,
•iir cllos también han podido equivocarse. El libro se ha buscado en vano en su lengua original, ei
_Kliino, pero ha sido traducido ai francês, y dei francês, en los afios setentas dei siglo xvi, ai inglês.
| | i l i última traducción: The benefit of Chrisfs death se ha vuelto a encontrar en Ia cdición de
72 COMUENZOS DE RECENERAClÓN

pensaban sus amigos en aquellos hermosos dias que habían gozado con él en ei
Chiaja y en ei Pcsüippo, allí, cerca de Nápoles "donde Ia naturaleza se com-
place y sonríe en su magnificência". Valdés era un caracter dulce y afable, con
nervio espiritual. "Una parte de su alma —decían de él sus amigos— bastaba
para animar su débil y magro cuerpo; y Ia mayor parte de ella, aquella su inte-
ligência límpida, Ia empleaba siempre en Ia contemplación de Ia verdad."
Gozo de extraordinária influencia entre Ia nobleza y los doctos de Ná-
poles y también Ias mujeres participaron vivamente en este movimiento religio-
so y espiritual.
Nos enccntramos también con Vittoria Colonna. A Ia mucrte de su esposo
Pescara se entrego por completo ai estúdio. En sus poesias Io mismo que en sus
cartas encontramos una moral autêntica, una religión sincera. Cuán bellamente
consuela a una amiga sobre Ia muerte de su hermano, "cuyo espíritu apacible
encontro Ia verdadera paz eterna: no tiene que lamentarse, pues ahora puede
hablar con él sin que su ausência, como otras veces, le impida ser escuchada poi
él".7 Poole y Contarini se encontraban entre sus amigos de confianza. No puedo
creer que se sometiera a Ia práctica de ejercicios espirituales de estilo monacal.
Con ingenuidad nos dice de ella Aretino: "Su idea no es que Io importante
consista en no abrir los lábios, en cerrar los ojos y en vestir ropas ásperas, sino
en Ia pureza dei alma."
También Ia casa de los Colonna, propiamente Ia casa de Vespasiano,
duque de Palliano, y de su esposa Julia Gonzaga, que pasaba por ser Ia mujer
más bella de Itália, simpatizaba con este movimiento. Un libro de Valdés estaba
dedicado a Julia.
Pero también en Ia clase media Ia doctrina tuvo gran resonancia. La noti-
cia de Ia Inquisición se nos antoja un peco exagerada, cuando nos dice que se
adherían a aquélla três mil maestros de escuela. Pero, aun rebajando, jcuán
grande no debió ser su influencia sobre Ia juventud y ei puçblo!
Y no debió ser menor Ia aceptación que obtuso en Módena. El obispo Mo-
rone, muy amigo de Poole y Contarini, estaba a su favor/per su recomendación
expresa se imprimió ei librito Del beneficio de Cristo y fué repartido en nume-
rosos ejemplares. Su capellán, don Girolamo da Módena, era ei presidente de
una academia en que prevalecían los mismos princípios.8 '
De tiempo en tiempo se ha solido hablar de los protestantes en Itália y
hemos citado algunos nombres que suelcn aparecer en esta circunstancia. Cier-
tamente que en estes hombres habían echado raieis algunas de Ias opiniones
que llegaron a imperar en Alemania. Trataban de fundar su doctrina en ei tes-
timonio de Ia Escritura y en Ia euestión de Ia justificación andaban muy cerca
1638 y fui reimpresa hacc unos anos por Ia Rc/igious tracts Socicty. Pero no ha sido decidida Ia
euestión liligiosa sobre su autor, tnquirc not oi lhe aiithor, reza ei prefacio, lie is unknown. Lo
mismo que entonces, también ahora se destino ei librito a Ia cdificación imncdiata.
1 Letlcte rolgari, i, 92. Letterc di divc/si autoii, p. 604. Sobre todo Ia priwcra cs una
colección muy útil.
8 En Schclhorn, Amoeniratr. liíerar, t. xn, p. 564, se hallan reproducidos los articu/i contra
Moronum, editados por Vcrgerio cn ei ano 1558, en los que tampoco faltan aqucllas acusaciones.
He tomado Ia información más exacta dei compêndio de los inquisidores.
A S O M O S DE P R O T E S T A N T I S M O E N ITÁLIA 73

«Ir Ia concepción luterana. Pero no podemos decir que sostuvieran esta concep-
lión en todos los dcmás campos, porque ei sentimiento de unidad de Ia Iglesia
cru demasiado profundo, tenían muy metida en su alma Ia veneración por ei
l-Papado y muchos usos católicos coincidían demasiado ccn Ia manera de ser
jwiional para poder apartarse de eJJos facilmente.
Flaminio concibió una explicación de los salmos cuyo contenido dogmáti-
I co ha sido aprobado por escritores protestantes, pero también este autor se trai-
Iclona en Ia dedicatória, en Ia que denomina ai Papa "guardián y príncipe de
Ioda santidad, lugarteniente de Dios en Ia tierra".
Giovan Battista Folengo atribuye Ia justificación unicamente a Ia gracia
y hasta habla dei provecho de los pecados, Io que no está muy lejos dei efecto
Hpcivo atribuible a Ias buenas obras. Con vehemencia disputa contra Ia con-
iian/a cn los ayunos, frecuentes oraciones. misa y confesión, y hasta en ei
iiuicrdocio mismo, en Ia tonsura y mitra. 0 Sin embargo, murió tranqüilamente
• los sesenta anos de cdad en ei mismo convento de benedictinos en que había
fcgrcsado a los dieciséis.10
Cosa no muv diferente ocune con Bernaròino Ochino. Scgún sus palabras,
lesde un principio fué su profundo anhelo "llcgar ai paraíso que se gana por
U gracia de Dios", lo que lc llevó a ingresar en Ia orden franciscana. Su ceio
|ra tan fucrte que pronto se entrego a Ias rigurosas disciplinas de los capuchi-
En ei capítulo terecro, y luego en ei cuarto de esta orden, fué elegido
li In i.il, cargo que ejerció a satisfacción de los padres y hermanos. Sicndo su
uda tan rigurosa —ibà siempre dcscalzo, dormia sobre los hábitos, nunca behió
Mim, aconsejaba ei voto de Ia pobreza como ei médio mejor de alcanzar Ia per-
hii'ión— se fué convenciendo cada vez más dei principio de justificación por
gracia, principio que propago con vehemencia en ei confesonario y en ei
lÚlpito. "Le abri mi corazón —dice Bembo— como lo haría delantc de Cristo
M iiií como si nunca hubicra estado cn presencia de un hombre más santo." A
||l sermones afluían de otras ciudades, Ias iglcsias resultaban pequenas y
Bpdos, sábios e ignorantes, hombres y mujeres, jóvenes y viejos. se aplacaban
• p n sus palabras. Su hábito áspero, su larga barba que lc llcgaba hasta ei p?cho,
H M cabellcs grises, su pálido rostro enjuto y Ia debilidad producida por sus ayu-
k i i . olislinados le daban figura de santo. 11
j Pero hubo una íínca dentro dei catolicismo que no fuc alcanzada por Ias
Hiicvas opiniones. En Itália no se cntabló Ia lucha con cl sacerdócio ni cl mo-
Bpcato y se estaba muy lejos de atacar ei primado dei Papa. Per ejemplo, jcómo
• l i Poole podría llcgar a tal punto si precisamente había huido de Inglaterra
T | l i i "<) verse obligado a venerar en ei rey ai jefe de Ia Iglesia inglesa? Con
1 Itloncl Vida, discípulo de Vergcrio, opinaban que "en Ia Iglesia cristiana cada
|n<> tienc su oficio: cl obispo Ia cura de almas de sus diocesanos, a quienes

I
rte que guardar dcl mundo y dcl demônio; ei metropolitano tienc que cuidar
• Ad Psaím. 67, f. 246. Se encuentia un cxlracto de estas cxplicacioncs cn Ccrdcsíus, flaí/a
ItiBla, pp. 257-261.
i' Thiuini /fistorâe ad a. 1559. i. 473.
1 Bovcrio, Annaíi di /rali minori Cjpuccini, i, 375. Craliani, Vfc de Cnnimeiidone. p. 143.
74 COMIENZOS DE REGENERACION

que los obispos cumplan con ei deber de residência y los metropolitanos, a su


vez, están sometidos al Papa, a quien se encomienda ei gobierno general
de ia Iglesia, que deberá realizar con santo espiritu. Cada cual debe adminis-
trar su oficio".12 Estos hombres consideraban Ia separación de Ia Iglesia como
ei mayor mal. Isidoro Clario, varón que mejoró Ia Vulgata con ayuda de otros
trabajos protestantes y Ia acompanó de un prólogo que fué sometido al expur-
go, advertia a los protestantes en un escrito especial que se apartaran de tal
proceder. "Ninguna corrupción puede ser tan grande que pueda justificar Ia
separación de Ia sociedad santa. ^No seria mejor restaurar Io que se tiene en
lugar de confiarse por traer cosas nuevas con ensayos inciertos? Hay que pensar
tan solo en Ia manera de mejorar Ia vieja institución y depuraria de sus de-
fectos."
En ei mismo sentido opinaban también muchos de los partidários italianos
de Ias nuevas doctrinas. Así, Antônio dei Pagliarici, de Siena, que pasó por ser
ei autor dei libro Del beneficio de Cristo, Camesecchi, de Florencia, que fué
considerado como su partidário y propagandista, Giovan Battista Rotto, de Bo-
lonia, que contaba entre sus protectores a Morone, Poole y Vittoria Colonna,
que encontro médios para auxiliar con dinero a los partidários más pobres, Fray
Antônio de Volterra y, en casi todas Ias ciudades, algún hombre importante. 18
Se trataba de una opinión resueltamente religiosa, pero eclesiásticamente mo-
derada, que abarco al país entero y Io agito en todos sus círculos.

2 ) Intento de una reforma interior y de una reconciliación


con los protestantes
Se atribuye a Poole Ia declaración de que ei hombre tiene que darse por con-
tento con Ia convicción interior, sin preocuparse demasiado de si en Ia Iglesia
se dan errores y abusos. 14 Pero ei primer intento de reforma surgió precisa-
mente dei lado en que él estaba.
Acaso ei hecho más famoso de Paulo III, í o n ei que marco su subida al
solio pontifício, fué que nombró cardenales a unos cuántos varones eminentes
sin otra consideración que su mérito personal. Comenzó con ei veneciano
Contarini y parece que este hizo Ia propuesta de los restantes. Eran hombres
de costumbres intachables, con fama de sábios y piadosos, conocedores de Ias
necesidades de cada país: Caraffa, que residió mucho tiempo en Espafía y en
los Países Bajos; Sadolet, obispo de Carpentras en Francia; Poole, fugitivo
de Inglaterra; Giberto, que luego de haber participado en Ia dirección de los
asuntos generales, administro en forma ejemplar ei obispado de Verona; Fede-

12 "Ottonello Vida Dot. al Vescovo Vergerio"; Lettere vo/gari, i, 80.


18 Nuestra fuente sobre esto ha sido ei extracto dei compêndio de los inquisidores: Bologna,
reza este, fu en molti perico/i, perche vi furoní heretící princípa/í, ira quaJi fu un Cio Ba. Rotto,
il quaíe haveva amicizia et appoggio di persone potenrissime, come di Morone, Polo, Marchesa dl
Pescara, e raccogiieva danari a tutto suo pofere e gli comparativa tra gii herefici oceulti e poveri che
stavano in Bo/ogna, ab/urò poi nel/e mam dei padre Sa/merone (dei jesuíta) per ordine de) legato
di Bologna. (Compend. foi. 9, c. 94). Y así pasa revista a todas Ias ciudades.
1* Pasaje de Atanagi, en M'Cric, Re/ormation in italien, p. 172 de Ia trad. alemana.
INTENTO DE REFORMA INTERIOR 75

ligo Fregoso, arzobispo de Salerno; casi todos, como vemos, miembros dei ora-
tório dei amor divino, y vários orientados por aquella tendência religiosa que
propendia ai protestantismo. 15
Estos fueron los cardenales que prepararon un proyecto de reforma ecle-
siástica por orden dei Papa. Fué conocido por los protestantes, que más bien
Io tomaron a mofa. En efecto, ellos habían ido un poço más lejos, pero no se
bucde negar que para Ia Iglesia católica revestia una importância extraordinária
|uc desde Roma misma se atacara ei mal que un Papa achacaba a otros, como
I ilicc en ei preâmbulo: "que con frecuencia escogieron servidores no para
(prender de ellos cuál era su deber, sino para que les declararan lícito Io que
ecían", y que semejante abuso dei supremo poder se consideraba como Ia
Mente más abundante de perdición. 18 Pero no paro aqui Ia cosa. Se conservan
unos opúsculos de Gaspar Contarini en que combate encarnizadamente sobre
o aquellos abusos que aportaban ganâncias a Ia cúria. El uso de Ias com-
iciones, es decir, Ia concesión de gracias espirituales mediante dinero, Io
Iara simoníaco y digno de ser considerado como una espécie de herejía. Se
sideró improcedente que se hicieran reproches a Papas anteriores. "^Por qué
hemos de preocupar tanto dei nombre de três o cuatro Papas y no más bien
mejorar Io que está corrompido, y ganarnos así buena fama? Seria demasiado
ir que se defendieran todos los actos de todos los Papas." Ataca vigorosa-
ntc ei abuso de Ias dispensas. Considera idolátrico afirmar, como solía hacer-
(|ue cl Papa no debe seguir ocra norma que su voJuntad en ei establecimiento
en Ia derogación dei derecho positivo. Vale Ia pena que le escuchemos en este
nio. "La Ley de Cristo es una ley de libertad y prohibe esa tan grosera serví-
mbre que los luteranos han comparado a Ia cautividad de Babilônia con mu-
razón. ^Pero es que puede llamarse propiamente gobierno aquel cuya regia
In voluntad de un hombre, voluntad que por naturaleza es propensa ai mal y
ivida de infinitas pasiones? jNo, todo dominio es un domínio de Ia razón!
fin es asegurar Ia felicidad de aquellos que le están sometidos, ofreciéndole
médios adecuados para sus fines. También Ia autoridad dei Papa es un do-
nio de ia razón: Dios 5a ba atribuído a San Pedro y sus sucesores para que
duzean a Ia vida eterna a los rebanos confiados a su cuidado. U n Papa debe
r que ejerce ese dominio sobre hombres libres, y no tiene que mandar,
hibir o dispensar a su libre arbítrio, sino según Ia regia de Ia razón, de los
«ndamientos divinos y dei amor: una regia que todo Io refiere a Dios y ai
•jor bien común. Porque no es Ia arbitrariedad Ia que establece Ias leyes
itivas. Estas se dan cuando se acomodan ei derecho natural y los manda-
rmos divinos a Ias circunstancias y solo a tenor de estas normas y Ias exigen-
R inexcusables de Ias cosas pueden ser modificadas." "Su Santidad —exclama
tiy,icndose a Paulo III— se cuide de no apartarse de esta regia. No te orientes

I» Vita Reginaldi Poli, cn Ia edición de Ias cartas de este por Quirini, t. I, p. 12. "Florebclli
ft Vita Jacobi Sadoleti commcntarius", en Epp. Sadofeti CoJ. 1590, vol. 3.

t l6 Sc trata dcl Consilium delecrorum Cardinal/uin et aliorum prae/atorum de emendanda


Jciiu, ai que ya aludimos. Firmado por Contarini, Caraffa, Sadolct, Poolc, Fregoso, Giberto,
llc»c y Alcander.
76 COMIENZOS DE REGENERAClÓN

a Ia impotência de Ia voluntad, que escoge ei mal, ni a 1


sirve ai pecado. Entonces serás poderoso y libre, y de csa manera se hallará
contenida en tu vida Ia república cristiana." "
Como vemos, es un intento de establecer un Papado racional, tanto más
notable cuanto que parte de Ia misma doctrina sobre Ia justificación y Ia volun-
tad libre que sirve de base a Ia separación protestante. No es que Io sospeche-
mos por tratarse de Contarini, sino que Io dice expresamente. Declara que ei
hombre se inclina ai mal y esto procede de Ia impotência de Ia voluntad, que,
ai orientarse ai mal, se halla comprendida más cn pasión que en acción, y solo se
liberta por Ia gracia de Cristo. Reconoce así ei poder papal, pero reclama de él
que se oriente hacia Dios y ei bien general.
Contarini prcscntó sus escritos ai Papa. En noviembre de 1538, en un
sereno dia, marcho con él a Ostia. "En ei camino —escribe a Pocle— nuestro
buen viejo me tomo a un lado y habló conmigo a solas sobre Ia reforma de Ias
composiciones. Me dijo que tenía ei opúsculo escrito por mi y que Io habia
leído por Ia manana. Yo había perdido todas Ias esperanzas, pero ha hablado
conmigo tan cristianamente que me naccn nuevas de que Dios hará algo grande
y no dejará que Ias puertas dei Infierno prevalezcan sobre su espíritu." , 8
Es fácil comprender que Ia empresa más difícil que se podia afrontar era
Ia de una honda corrección de los abusos, ya que había de afectar tantos dere-
chos y privilégios personales y tantas viejas costumbres. Pero ei Papa Paulo
parecia cada vez más resuelto. Así, nombró comisiones para Ia puesta en prác-
tica de Ia reforma 1U de Ia Câmara, dei tribunal de Ia Rota, de Ia Cancillería y
de Ia Penitenciaria; y llamó de nucvo a Giberto. Aparecieron bulas de sentido
reformador; se hicicron preparativos para un concilio general, tan temido y es-
quivado por ei Papa Clemente, y contra ei que Paulo 111 tenía también motivos
de caracter privado.
iQuc ocurriría si Ias reformas tuvieran lugar, se renovada Ia corte roma-
na, se cortaran los abusos y ei mismo dogma del^que partió Lutero sirviera de
principio a una renovación de Ia vida y Ia doctrina? iNo/scría posible entonces
una reconciliación? Porque hay que tener en cuenta que los protestantes se
fucron apartando de Ia unidad de Ia Iglcsia solo poço a poço y con renuencia.
Muchas cosas parecicron posibles y no poços tenían puesta su esperan/.a
en Ias conversaciones religiosas.
El Papa no podia consentir en ellas, desde ei punto de vista teórico, ya
que se trataba de resolver cuestiones de religión, en Ias que pretendia cl conoci-
miento supremo, y que no se rcsolverían sin ingerência dei poder secular. £
bien es verdad que se resistió, acabo por ceder y envio sus delegados.
17 C. Contarini Cardinalis ad Paulum III P. M. de polcstate pontificis in compositionibus'
Imprcso por Roccabcrti, Bibliolhcca Pontifícia Máxima, t. xm. En mis manos se encuentra ade-
más un Tr.ictatus c/c compositionibus datarii Revmi. D. Casparis Contarem', 1556, que no lie po-
dido encontrar imprcso cn ninguna parte.
18 "Gaspar C. Contarcnus Rcginaldo C. Polo. Ex ostiis Tibcrinis XI Nov. 1538". (Epp. Poii
ii, 142).
l» "Acta consistorialia" (6 de agosto de 1540) cn Rainaldus, AnnaJes ecc/esiastici, t. xxi
p. 146.
INTENTO DE REFORMA INTERIOR 77
Procedió con mucha cautela, escogiendo siempre gente moderada, gente
que estuvo en sospecha de protestantismo en ocasiones posteriores. Además, Ia
[instruyó razonablemente en cuanto a su condueta política.
Así, por ejemplo, cuando en ei ano 1536 envio a Alemania a Morone,
ttxlavía joven, no olvido de recomendarle "que no hiciera deudas, que parará
rn Ias posadas senaladas, que se vistiera sin lujo y sin pobreza y que visitara
l IHN iglesias, pero sin ninguna afectación hipócrita". Tenía que personificar Ia
•iforma romana, de Ia que se hablaba tanto: se le recomendaba una dignidad
pnoderada por Ia serenidad. 20 En ei ano 1540 ei obispo de Viena dió un paso
[•xlrcmo. Pretendia que se propusiera a los neocreyentes los artículos de Lutero
de Melanchton declarados heréticos y que, sin más, se les preguntara si esta-
in dispuestos a renegar de ellos. En modo alguno ei Papa hizo ninguna indi-
ción en tal sentido a su núncio. "Antes se dejaría matar, según tememos —de-
que abdicar de esa suerte," 21 No quiere sino ver un rayo de esperanza
cn cuanto aparezea, mandará una fórmula no vejatoria que ha sido redactada
i por varones prudentes y dignos. "jSi estuviéramos ya en ese momento, apenas
tendríamos que esperar!"
Nunca los dos grupos estuvieron más cerca que en Ias conversaciones de
Itisbona dei afio 1541. Las circunstancias políticas eran excepcionalmente
apicias. El emperador, que queria servirse de las fuerzas dei Império en una
jlcrra contra los turcos o contra Francia, apenas deseaba otra cesa. Escogió entre
teólogos católicos a los varones más moderados y sensatos, Gropper y Júlio
flug. Por otra parte, ei landgrave Felipe se hallaba en buenas relaciones con
•tlstria y confiaba en recibir ei mando supremo en Ia guerra que se preparaba.
II emperador contemplo con alegria y admiración su entrada en Ratisbona,
íntado en un soberbio potro. Por ei lado protestante se presentaron ei pacífico
Jtyer y ei flexible Melanchton.
Ya Ia elección de los legados por ei Papa nos muestra en qué grado desea-
el êxito de las negociaciones; entre ellos se encuentra Gaspar Contarini, tan
^mprometido en Ia nueva dirección que había ganado a Itália y quien había
•hajado en Ia redacción dei proyecto de reforma general. Ahora Io vemos en
momento propicio y en un puesto todavia más importante, en médio de dos
inienes y partidos que se dividen ei mundo, con Ia misión y esperanza de con-
Inrlos. Puesto este que nos autoriza, si es que no nos obliga, a considerar más
i • |' n io su personalidad.
Mcsser Gaspar Contarini, ei hijo mayor de una família noble de Venecia
kir traficaba con Levante, se había dedicado a los estúdios de filosofia. No deja
I lencr interés ver como los emprendió. Decidió dedicar três horas ai dia a
ns estúdios, ni un minuto más ni uno menos, y siempre comenzaba con un
M» y estudiaba cada disciplina hasta ei final, sin jamás saltar de una a otra. 22
I» ínstruetio pro causa fidei et conci/ii data episcopo Mutinac 24. Oct. 1536 MS.
II Instrticriones pro Revmo. D. cp. Mutincnsi apostólico núncio inter/uturo convenfui Ger-
IIIIII Spirae 12. Ma/i 1540 celebrando.- "Tiniendum est atque adeo ccrlo scicndiim, isfa quac iii
ilicu/is pie et prudenter conlinentur non solum íretos silvo conduclu esse eos tecusafuros,
II cliain ubi inors praesens immineret, illam potius praeelecluros".
« Joannis Casac Vita G. Contarini": en /o. Casac Moniincntis latinis. cd. Hal. 1708, p. 88.
78 COMIENZOS DE RE6ENERACIÓN

N o se dejó embaucar por Ias sutilezas de los intérpretes de Aristóteles, y


le parecia que nada había más agudo que Ia falsedad.
Mostro ei más claro talento y, todavia, mayor solidez. N o se preocupaba
mucho por ei ornato de Ia frase y se expresaba con sencillez y justeza.
Se desarrolló gradualmente con el mismo orden sencillo con que Ia natu-
raleza trae una estación trás otra.
Cuando en su juventud fué acogido en el consejo de los Pregadi, que era
el senado de su ciudad, no osó hablar durante mucho tiempo; hubiera querido j
tener algo que decir, pero no encontraba fuerzas, hasta que se decidió por fin I
una vez y habló no muy graciosamente ni con demasiado ingenio, ni tampoco |
con pasión y viveza, pero de manera tan sencilla y sólida que se ganó Ia consi-
deración de todos.
Le habían tocado tiempos muy movidos. Vió como su pátria perdia sus
dominios y ayudó a recuperados. Cuando Carlos V hizo su primera entrada en
Alemania, fué enviado como embajador y se dió cuenta de los comienzos de Ia j
escisión eclesiástica. Acompanó ai emperador a Espafia cuando Ia nao Victoria ]
volvia de dar Ia vuelta ai mundo; 2 3 que yo sepa, fué el primero en resolver el I
mistério de que el barco llcgara un dia más tarde de Io que marcaba su libro ]
de bitácora. Intervino para conciliar ai Papa —ai que fué enviado después de I
ia conquista de Roma— con el emperador. Testimonios luminosos de sus ob- ]
servacioncs penetrantes sobre el mundo y de su razonable amor pátrio los en- ]
contramos en el librito sobre Ia constitución de Venecia —una obrita muy I
bien informada y concebida— y en Ias "relaciones" autografas de sus embajadas 1
que encontramos desparramadas aqui y allá.24
En el ano 1535, un domingo en que se hallaba reunido el Gran Consejo I
y Contarini —que entretanto había ido ocupando los más importantes cargos— I
se sentaba ante Ias urnas electorales, llegó Ia noticia de que el Papa Paulo, a I
quien no conocía y con el que no mantcnía ninguna relación, Ife había nombrado j
cardenal. Todos se apresuraron a felicitar ai soqírendido Contarini, que no Io I
queria creer. Aluise Mocénigo, que hasta entonces hat>ía sido su adversário I
en los negócios públicos, proclamo que Ia República perdia su mejor c i u - 1
dadano.- 5
Esta feliz nueva, tan honrosa, ofrecía, sin embargo, para él otro aspecto I
menos agradablc. ^Tendría que abandonar su libre pátria, que le había distin- I
guido con los honores máximos y que le permitia un campo de acción donde I
poder alternar con los jefes dei Estado, para ponerse ai servido de un Papa I
apasionado y no limitado por ninguna ley? ^Habría de abandonar su República, 1
cuyas costumbres se acomodaban tan bien a Ias suyas, para competir en el lujo J
y el esplendor de Ia corte romana? Fué Ia consideración dei ejemplo que el 1
23 Bcccatcllo, "Vita dcl C. Contarini" (Epp. Poli, ni), p. cm. También existe una edición t
especial, peto esta ha sido tomada de Ia colección de cartas y cuenta el mismo número de páginas. J
2J La primera (relación) cs de 1525, Ia otra de 1530. Sobre todo aquélla tiene gran impor-j
tancia para Ia primera época de Carlos V. No lie podido descubrir rastro de cila ni en Viena ni en I
Venecia. Kn Roma descubrí un cjcmplar, v nunca hc vuclto a ver otro.
25 D.inicl Bárbaro a Doincnico Venjcjo; Lellcie volgaii, i, 3.
I N T E N T O DE REFORMA INTBRIOR 79
, mcnosprecio de una dignidad tan alta significaba en tan difíciles tiempos, Io que
B movió a aceptar' ei nombramiento. 26
Todo ei ceio que hasta entonces había dedicado a su pátria Io volcó ahora
rii los negócios generales de Ia Iglesia. A menudo tuvo enfrente a los carde-
Malcs, que encontraban extrano que un recién llegado, un veneciano, tratara
I reformar Ia corte romana, y también tuvo en contra ai Papa en ocasiones.
B n n vez se opuso ai nombramiento de un cardenal. "Ya sabemos —dijo ei
B i p a — como se navega en estas águas: no les gusta a los cardenales que otra
• m i n a sea elevada a Ia misma dignidad." Herido, repuso Contarini: "No creo
Bu*' ei capelo cardenalicio constituya mi mavor honor".
Un este momento se nos manifiesta también en Ia dignidad y modetación
• su ânimo con ei rigor, sencillez y energia de siempre.
La naturaleza no priva ni ai organismo más sencillo dei adorno de su es-
lendor, de ia flor de su apogeo, en Ia que aiienta y se comunica su existen-
, Un los hombres es ei sentir producto de todas Ias fuerzas superiores de su
u y a él debe su conducta moral y, su figura, Ia expresión con que nos
iin. Esta era en Contarini una expresión dulce: verdad interior, honesta
nlidad y, en especial, una profunda convicción religiosa que ilumina y hace
li".<> ai hombre.
Contarini se prescntó cn Alemania imbuído de este espíritu de modera-
, de acuerdo con los protestantes en los más importantes puntos de doctrina,
Miaba dar término a Ia división con una regeneración de Ia misma llevada
||DO desde esos puntos de vista y con ei propósito de acabar con los abusos.
| <;Pero acaso aquélla no había avanzado demasiado y no habían arraigado
| excesiva fuerza Ias opiniones divergentes? No quisiera contestar cn este
Mii>'iiii>.

Oiro veneciano, Marino Giustiniani, que salió de Alemania poço tiempo


• t de Ia Dieta, y que parece que observo escrupulosamente Ia situación, con-
brnba posible Ia conciliación.-7 N o serían necesarias más que unas poças
lersiones importantes. Y senalaba Ias siguientes. "Ul Papa no había de pre-
• e r que se le considerara como representante de Cristo también en h secular;
• a que poner sustitutos a los obispos y sacerdotes ignorantes y viciosos, susti-
m intachables en su vida y capaces de instruir ai pueblo; no se toleraria ei
bi( 10 de Ias misas ni Ia acumulación de benefícios ni ei abuso de Ias compo-
bnes, y Ia violación de Ias leyes dei ayuno se castigaria con penas suaves; si
llilorizaba Ia comunión en ambas espécies y ei matrimônio de los sacerdotes,
Wguro se acabaria en seguida con Ia disensión alemana, se obedeceria ai
m cn los asuntos espirituales, se permitiria decir misa, se aceptaría Ia confe-
y hasta se reconocería Ia necesidad de Ias buenas obras como fruto de Ia
{•li Ia medida en que derivaran de esta. Como Ia escisión debía su orioen
)N :ibusos, podría acabarse con aquélla acabando primero con estos."
Recordamos en este momento que ei landgrave Felipe de Hesse había de-
m Casa, p. 102.
I Rc/azione dcl clarmo. Aí. Marino Ciuslinian Kavr. (rifornato) dal/a /egazione Ji Cermania
| Peidinando :e di Rommi. Bibl. Corsini, Roma, núin. 481.
80 COMIENZOS DE REGENfcRAClÓN

clarado ya en ei ano anterior que se podria tolerar ei poder temporal de los


obispos en cuanto se encontrara un médio para asegurarse de una buena
gestión espiritual, y en cvanto a Ia misa, se podria Uegar a un acuerdo si se
permitia Ia comunión en Ias dos espécies.'-8 Sir» duda bajo determinadas condi-
ciones, Joaquín de Brandeburgo se declara dispuesto a reconocer ei primado
dei Papa. Entretanto Ia aproximación seguia también por otro lado. El emba-
jador dei emperador repetia que era menester ceder por ambas partes hasta ei
punto en que fuera compatible con ei honor de Dios. También los no protes-
tantes hubieran visto con gusto que se hubiera despojado dei poder espiritual
a los obispcs que se habían convertido en verdaderos príncipes, traspasándolo a
superintendentes, si en Ia cuestión de Ia aplicación que hubiera de darse a los
bienes de Ia Iglesia hubiese prevalecido un sentido general de innovación. Se
empezó ya a hablar de cosas más bien neutras, que se harían o dejarían de hacer-
se, y hasta en los electorados eclesiásticos se organizaron rogativas por ei êxito
de Ias negociaciones.
No queremos discutir Ias posibslidades y perspectivas que ofrecía este ne-
gocio; de todas maneras era algo muy difícil. Pero de haber una mínima espe-
ranza, era obligado ei intento. Por eso se desperto de nuevo uft gran deseo de
trabajar por Ia conciliación, deseo a] que se anudaion Ias mayores esperanzas.
Me pregunto si también ei Papa, sin ei cual nada podia lograrse, se hallaba
dispuesto a ceder, y en este punto es muy interesante un pasaje de Ia "instruc-
ción" entregada a Contarini.29
No se le concedieron los plenos poderes que reclamaba ei emperador. El
Papa tenía miedo de que los alemanes presentaran peticiones que ningún lega-
do ni ei mismo Papa pcdría conceder sin Ia asistencia dei consejo de otras na-
ciones. Pero no por eso repudia de antemano Ias negociaciones. Hay que ver
primero, decía, si los protestantes se ponen de acuerdo con nosotros en Ias cues-
tiones de principio, per ejemplo, sobre ei primado de Ia Sarjta Sede, sobre los j
sacramentos y otras cuestiones. Acerca de estas "otras cuestiones" ei Papa no se|
expresa con demasiada claridad. Senala como tales lo/]ue ha sido admitido.]
de acuerdo con Ia Sagrada Escritura o con Ia tradición constante de Ia Iglesia.i)
cosas conecidas para ei legado. Y anade que sobre esta base se puede intentarl]
llegar a una inteligência sobre todas Ias cuestiones en litígio.80
No se puede dudar que esta manera incierta de expresarse fué delibera-
28 Escrito dei Iandgrave cn Rommel, (Mundenbueh, p. 85. C"f. ei escrito dei obispo d«1
Lunden, Seckcndorf, p. 299. "Contarini ai Cl. Farnese, 1541, K April" (Epp. Poli, p. cciv) EH
Iandgrave y cl príncipe clçctor pidicron ei matrimônio de sacerdotes y Ias dos espécies; aquél se
muestra mis intransigente Cn cuanto a Ia cuestión dei primado y este cn cuanto a Ia doctrinJ
de missa quod sit sacrificiiim.
20 ínslructio dita Revnio. Cl. Contareno in Cermaniam legato d. 28 mensis Januarii IS1I sJ,
encuentran manuscritos de t lla en muchas bibliotecas; impresa en Quirini, Epp. Poli, nr, ccucxxvtJ
. ..3" YidcKlum imprimis esf an Protestantes et íi qui ab ecc/esiae grêmio c?e/ecerunf, in prínA
cipns nobiscmn conveiuaiif, cu/nsmodi est hujus sanetae sedis primatus tanquam a deo et sa/vafoni
nostro instilutus, sacrosanetae ecclesiae sacramenta, et alia quaedam quae tiim sacrarum JitterarunU
antonl.itc tmii universa/iis, ecclesiae perpetua observatione hactenus observata et comprobata t"uei«
et tibi nota esse bene scimus, quibus statim initio admissis omnis super aliis controversiis concordij
tentaretur, Dcbcmos tener presente Ia posición, sumamente ortodoxa, inflexible por naturaleza, de
un Papa, para advertir cuán gran importância tiene una tal rnanifcstación.
INTENTO DE REFORMA INTERIOR 81
iln: Paulo III queria probar hasta donde llegaba Contarini y queria tcner Ias
iniiinos sueltas para ei momento de Ia raüficación. Al principio dejó ai legado
[«Irrta libertad de acción. Claro que le hübiera costado mucho esfuerzo conse-

t ini que los intransigentes de Ia cúria aceptaran Io que se acordara en Ratis-


Diin, que no podia ser a su plena satisfacción, pero Io primero de todo era con-
jiuir Ia avenencia de los teólogos reunidos. La tendência mediadora era todavia
|1 UM,ido vaga para poder ser designada con un nombre: solo cuando se apo-
iru cn algún punto firme, ya logrado, podría pretender un mayor valimiento.
Las negociaciones empezaron ei 5 de abril de 1541; se puso como base de
ttUfión un proyecto de origen imperial, aceptado por Contarini después
unas iígeras modífícacíones. Ya en este momento creyó conveniente ei legado
purarse un tanto de su "instrucción". El Papa reclamaba, en primer lugar, ei
onocimiento de su primado. Contarini vió muy bien que con esta cuestión,
propia para encender Ia pasión en los ânimos, podia fracasar en sus comien-
toda Ia empresa. Y, así, consiguió que entre los artículos presentados a dis-
(fón figurara en último término ei referente ai primado dei Papa. Le pareció
|l hacedero comenzar con aquello en que él y sus amigos se aproximaban
los protestantes, y en los que se tocaban puntos importantísimos que afecta-
a los fundamentos de Ia fe. Tomo mucha parte en las díscusiones perti-
ltcs. Asegura su secretario que nada se acordo por los teólogos católicos, ni
.cumbió una tilde, sin antes consultarle.31 Morone, obispo de Módena, y
Imaso da Modena, maestro dei Sacro Palácio, que estaban con él en ei artículo
• e n t e a Ia justificación, le apoyaron.32 Fué un teólogo alemán ei que opuso
mayor díficultad, aquel viejo contradictor de Lutero, ei doctor Eck. Pero
flpdo a discutir punto por punto ei famoso artículo, se vió obligado a hacer
Jttuciones que se juzgaron satisfactorias. De hecho hubo acuerdo y —jquién
I hübiera sospechado!— en breve tiempo, sobre los cuatro importantes artículos
|íca de Ia naturaleza dei hombre, dei pecado original, de Ia redención y de Ia
É/ficación. Contarini aceptó ei punto principal de Ia doctrina luterana, a
Jt, que Ia justificación de los hombres no resulta dei mérito, sino tan solo
li fc; por su cuenta, anadió que esta fe tenía que ser viva y activa. Melanch-
cconoció que esta era precisamente Ia doctrina protestante.33 Atrevida-
iptc afirma Bucer que en los artículos discutidos se hallaba comprendido
Io que es necesario para vivir beata, justa y santamente delante de Dios y
los hombres".34 Igual contento se manifiesía en ei otro lado. El obispo de
ijiiil.i califica de santa Ia controvérsia y no duda de que traerá consigo Ia recon-
Bdón de Ia cristiandad. Con alegria se enteraron los amigos de Contarini de
»lii donde se había Uegado. "Cuando me he enterado de Ia coincidência de ]as
nioncs —le escribe Poole—, he sentido un bienestar que ninguna armonía

* ' Beccatcfli, Viía dei Cardinal Contarini, p. cxvn.


\ M Pallavicini, iv, xrv, p. 433, de las caitas de Contarini.
»» "Melanchton a Camcrar. 10 de Mayo" (Epp., p. 360): Adsentiuntur justifican homines
J *t (iiiidem in eam senteníiam ut nos docemus. Cf. Planck, Gcschichte des protestantischen
jfbrijnffs, ni, n, 93.
** Todas las gestioneS y escritos, para Ia comparación de Ia religión por su majestad imperial,
lutados ao. 1541 por Martinum Bucerum, en Hortleder, Libro r, cap. 37, p. 280.
82 COMIENZOS DE REGENERAClÓN

musical me hubiera producido. No solo porque veo aproximarse Ia paz y Ia


unanimidad, sino porque estos artículos constituyen ei fundamento de toda
Ia fe cristiana. Parece que tratan de diferentes cosas, de Ia fe, de Ias obras y
de Ia justificación, pero sobre esta última se apoya el resto, y te felicito, y doy
gradas a Dios, de que los teólogos de ambas partes se hayan puesto de acuerdo
sobre esto. Esperamos que quien ha comenzado tan piadosamente Io terminará
dei mismo modo."35
Según creo es este un momento de importância esencial para Alemania y
también para el mundo entero. En cuanto a Alemania: los puntos tratados
albergan Ia intención de cambiar toda Ia constitución espiritual de Ia nación
y de dotaria frente ai Papa de una posición más libre, a salvo de sus interven-
ciones seculares, e independiente. Se hubiera afirmado de este modo Ia unidad
de Ia Iglesia, y con ella Ia de Ia nación. Pero los efectos hubiesen trascendido
mucho más. Si el partido moderado, ai que se debe Ia tentativa y Ia dirección,
se ganara el mando en Roma y en Itália, ia Iglesia católica cobraria en el mundo
entero un aspecto bien diferente.
Ahora bien; un resultado de estas proporciones no se obtiene sin enco-
nadas luchas. Lo que se acordara en Ratisbôna tenía que ser aceptado, de un
lado, por el Papa, y de otro, por Lutero, a quien ya se había enviado una
embajada.
Ya aqui se presentan Ias primeras dificultades. Si bien en el primer mo-
mento no se mostro dei todo contrario. Lutero derivo pronto a Ia sospecha de
que el enemigo maquinaba un engano y de que todo aqueJIo no era más que
un simulacro. No podia convencerse de que también en el otro lado Ia doc-
trina de Ia justificación hubiera echado raíces. En los artículos de coincidência
no veia sino algo artificial, compuesto de dos opiniones diferentes y él, que se
sentia siempre en médio de Ia lucha dei cielo y el infiemo, olía aqui los manejos
de Satán. Aconsejó vivamente a su senor, ei príncipe ele/tor, que se abstu- I
viera de visitar Ia Dieta. "A él es precisamente a. quien busca el demônio." 30 En I
verdad, Ia presencia y Ia aprobación dei elector hubjeran significado mucho. j
Entretanto estos artículos habían llegado a Roma. Hicieron mucha im- I
presión. Los cardenales Caraffa y Marcello extranaron Ia declaración sobre Ia
justificación y costó mucho trabajo a Príulí aclararles su sentido.37 Pero ei Papa
no se pronuncio tan resueltamente como Lutero. El cardenal Farnesio escribió
ai legado que Su Santidad ni aprobaba ni desaprobaba el acuerdo. Pero todos
los que lo habían visto opinaban que sus palabras <podían haber sido más claras
en el supuesto de que su sentido estuviera de acuerdo con Ia fe católica.

85 "Polus Contareno. Capranicae 17. Maji 1541". Epp. Poli, t. m, p. 25. Tambiín son inte»
icsantes Ias cartas de aquel obispo de Aquila, en Rainaldus, 1541, núms. 11 y 12. Se creía que si
solo se pudiera llegar à iun acuerdo en cuanto a Ia comuníón, todo Io demâs se arreglaría facilmente.
Id unuin est quod omnibus spem maximam facit, assertio Caesaris se nuílo pacto nisi rebus bene
composit/s discessurum, atque etiam quod omnia scitu consiiiisque revmi. legati in colloquio a nostrii
theologis tractantur ei disputantur.
S« Corpus Rei., tv, p. 397. Lutero a Juan Federico en Ia colección de Wette, v, 353, 377.
ST Me parece injustificable que Quirini no comunicara por completo Ia carta de Priuli, que
tuvo en sus manos, sobre estas circunstancias.
INTENTO DE REFORMA INTERIOR 83
Pero, por muy fuerte que fuera esta oposición teológica, no era Ia única
nl quizá Ia más influyente. Surgió otra dei lado político.
Una reconciliación como Ja proyectada dotaria a Alemania de una gran
Unidad y de un poder extraordinário ai emperador que se pudiera servir de
illii."8 En ei caso que se celebrara un concilio, ganaría en toda Europa un pres-
H^O incomparable como jefe dei partido moderado. Como es natural, se alzaron
II cnemistades habituales.
Francisco I se sintió amenazado de manera directa y no descuido sabotear
unidad buscada. Se lamento vivamente de Ias concesiones hechas por ei
|ndo en Ratisbona.39 "Su conducta desarma a los buenos y aumenta ei atre-
licnto de los maios; a fuerza de hacer concesiones ai emperador, se va a llegar
lejos que no haya manera de arreglar ei asunto. Se hubiera hecho bien en
Jchar eJ consejo de los príncipes." Aparentaba que el Papa y ia Iglesia
Kuhan en peligro. Y prometió defenderlos poniendo en juego su propia vida
[todas Ias fuerzas dei pais.
Por otra parte, se desperto en Roma un receio diferente dei que provenía
Ias preocupaciones en matéria de fe. Se observo que ai abrir ei emperador Ias
liones de Ia Dieta, en el momento en que anuncio Ia celebración de un concilio
lieral, no anadió que era el Papa a quien incumbia su convocatória. Se creía
Icontrar indícios de que el emperador se arrogaba para si este derecho. En los
•Culos de aquel acuerdo celebrado con Clemente VII en Barcelona, se trope-
con un pasaje que parecia orientado en esa dirección. Y ino decían de
ltinuo los protestantes que era ai emperador a quien correspondia convocar
| concilio? Al emperador no le era muy difícil hacerles concesiones cuando su
Intiija coincidia con Ia doctrina de ellos de medo tan patente.40 Esto encerraba
l Migro mayor de una escisión.
Entretanto los ânimos empezaron a agitarse también en Alemania. Gius-
jlínni asegura que el poder que el landgrave había adquirido a] colocarse a I
peza dei partido protestante desperto en otros Ia idea de lograr algo parecido
locándose ai frente dei partido católico. Un concurrente a Ia Dieta nos infor-
que los duques de Baviera eran enemigos de todo arreglo. También estaba
contra el príncipe elector de Maguncia. En una carta personal ai Papa, le
íía cn guardiã contra un concilio nacional y contra cualquier clase de con-
*" Sicmpre existió un partido imperial que defendió esta tendência. Y en ello reside, entre
ii cosas, todo el secreto de Ias negociadores emprendidas por el arzobispo de Lunden. Este
Ma liccho ai emperador Ia siguiente indicación: che se S. M. volesse tolerare che i Lutherani
««em ncJ/i ioro errori, disponeva a modo e voíer suo di tutta /a Germania. Instruzione di
ffa III a Montepu/ciano, 1539. También ahora deseaba el emperador Ia tolerância.
19 Habló sobre cl particular con el núncio pontifício en su corte: "II Cl. di Mantova ai Cl.
Mitini", cn Quirini, m, ccLXXVin: Loces 17 Maggio 1541. S. Ma. Chma. diveniva ogni di
urdcnre nel/e cose delia chiesa, le quali era risoluto di voíer difendere e sostenere con tutte le
N me e con Ia vita sua e de'figliuoli, giurandomi che da questo ii moveva principalmente a
i questo ollicio. Granvella, por el contrario, tenla otras informaciones: m'aí/ermò, dice Contarini
mm carta a Farnesio, ibidem, CCLV, con giuramento havere in mano lettere dei re christmo., il
$h tciive a questi principi protestanti che non si accordino in alcun modo e che lui aveva voluto
|K 1'opinioni /oro le quaíi non spiacevano. Según estas informaciones, Francisco I habria intri-
i en ambos bandos contra Ia reconciliación.
«» "Ardinghello al nome dei Cl. Farnese ai Cl. Contarini 29 Maggio 1541".
84 COMIENZOS DE RECENERAClÓN

cilio que hubiera de celebrarse en Alemania: "habría que conceder demasiadas


cosas".41 Encontramos también otros comunicados en que católicos alemanes se j
quejan ante ei Papa de Ias ventajas que está cobrando ei protestantismo en Ia i
Dieta, de Ia transigência de Gropper y Pflug, y de Ia ausência de los príncipes
católicos en Ias conversaciones.42
En una palabra, en Roma, en Francia y en Alemania, entre los enemigos
de Carlos V y entre los en verdad o en apariencia católicos celosos, se levanto
una fuerte oposición contra Ia actitud conciliadora dei emperador. En Roma
se observaba Ia extraordinária confianza dei Papa con ei embajador francês y se
decía que pretendia casar con un Guisa a su nieta Vittoria Farnesio.
Como es nautral, estos movimientos tenían que repercutir vivamente en
los teólogos. El doctor Eck se adbirió ai punto de vista de Baviera. "Los enemi-
gos dei emperador —dice ei secretario de Contarini—, Io mismo dentro de Ale- ;
mania que fuera de ella, que temen su grandeza en ei caso de que consiga Ia
unión de toda Alemania, empiezan a sembrar Ia cizana entre los teólogos. La
envidia de Ia carne interrumpió ei coloquio."43 Dada Ia dificultad dei objeto
en discusión, nada tiene de extrano que no se llegara a ningún acuerdo en los '
restantes artículos.44
Es injusto achacar Ia culpa exclusivamente a los protestantes o recargarla
sobre ellos. Muy pronto, ei Papa dió a entender ai legado, como firme decisión
de su voluntad, que, ni publicamente ni como particular, debiera dar su aquies- j
cencia a ningún acuerdo en ei que no estuviera contenida Ia opinión católica \
en palabras inequívocas. Roma rechazó resueltamente Ia fórmula con que Con-
tarini trataba de conciliar Ias diversas opiniones sobre ei primado dei Papa y Ia
autoridad de los concilios.45 El legado se vió obligado a hacer declaraciones que
parecían contradecir otras suyas anteriores.
Con ei fin de conseguir algo, ei emperador deseaba, cuando menos, que
se mantuvieran provisionalmente Ias fórmulas aprobadas de Jos primeros artícu- 1
los y que se tolerasen Ias restantes divergências, mientras tanto. Pero ni Lutero I
ni ei Papa estaban dispuestos a ello. Se comunico ai cajdenal que ei Colégio en ]
pleno había acordado no aceptar de ningún modo Ia tolerância en puntos tan |
esenciales.
Después de tan grandes esperanzas y tan felices augurios iniciales, volvió j
Contarini sin haber conseguido arreglar Ias cosas. Hubiera deseado acompanar l
ai emperador a los Países Bajos, pero le fué negado. En Itália pudo recoger los J
•41 Lilerae Cardinafis Moguntini, en Rainaldus, 1541, núm. 27.
42 Anônimos se encuentran también en Rainaldus, núm. 25. De qué lado procedian, resulta 1
claro, ya que se dice en ellos de Eck: unus duntaxat peritus theoJogus adhibitus est. Conticnçn j
muchas insinuaciones contra ei emperador: nihil, se dice en ellos, ordinabitur pro robore ecclesiae.l
quia fimetur, il/i (Caesari) displicere.
43 Beccatelli, Vita, p. cxoc. Hora i/ diavoío, che sempre a/Ie buone opere s'attraversa, íece 1
si che sparsa questa famp delia concórdia che tra catholiei e protcstanfi si preparava, gh' invidi I
delrimperatore in Germania e fuori, che )a sua grandezza temevano quando tutti gli Alemani fusser&A
stati uniti, cominciarono a seminare zizania tra que"i theologi colíocutori.
44 El coloquio se interrumpió ai llcgar ai artículo sobre Ia comunión. Contarini insistió en J
conservar Ia concepción de Ia transustanciación; en una reunión convocada especialmente, los pro- j
testantes deeidieron no aceptar esta concepción.
4B "Ardinghello a Contarini", Ibid., p. ccxxiv.
NUEVAS ORDENES 85
comentários que se esparcieron desde Roma por todo ei país sobre su conducta
| ms supuestas concesiones. Era Io bastante generoso para que ei fracaso de
! menciones tan nobles le doliera tanto más hondamente.
La opinión católica moderada había tenido en él un valedor de altura.
rtro, como esa opinión no logro sacar adelante sus propósitos universales, se le
njuntcaba Ia cuestión de si, a partir dei fracaso, podría simplemente sostenerse.
LT"Ua tendência grande lleva consigo Ia misión ineludible de hacerse valer, de
•nponerse, y pronto le amenaza Ia ruina completa si no logra prevalecer.

3) Nuevas ordenes religiosas


ctanto se había desarrollado otra dirección, cercana en sus orígenes a Ia
acabamos de describir, pero que se fué apartando de ella poço a poço, y
Jque también su propósito era de reforma, Ia proyectaba en franca oposición
i cl protestantismo.
Cuando Lutero rechazó el sacerdócio católico en su principio y concepto,
levanto en Itália un movimiento que trato de restaurar ese principio y de
Itarle nuevo prestigio con una disciplina rigurosa. Por ambos lados se perca-
de Ia corrupción de Ia instituciõn eclesiástica, pero mientras en Alemania
pontentaron con Ia abolición dei monacato, en Itália se trato de rejuvenecerlo;
Intras allí el clero rompia con muchas ligaduras, aqui se pensaba, por el con-
Bo, en restablecerlas con más rigor. Arriba de los Alpes se emprende un
lino completamente nuevo; abajo se repiten intentos que ya fueron ensaya-
cn otros siglos.
Porque desde siempre Ia organización eclesiástica había propendido a Ia
illarización y, con frecuencia, había vuelto a recordar sus orígenes y tratado
' trstaurarse. Ya los reyes carolingios se vieron obligados a someter ai clero
regia de Chrodegang, a ia vida en común y a Ia disciplina. A los claustros
tao les servia Ia regia sencilla de Benedicto de Nursia; a Io largo de los
x y xi, vemos congregaciones disciplinadas con regias especiales, según
Bodelo de Cluny. Ello repercutió en el clero secular y, con Ia introducción
celibato, fué casi sometido a Ia forma de una regia monástica. Cuando apa-
las ordenes mendicantes se hallan en estado de profunda decadência
, estos institutos religiosos, a pesar dei gran impulso que Ias cruzadas supu-
III para los pueblos, ai punto de que los caballeros y senores sometieron su
Inización guerrera a Ia forma de Ias regias monásticas. En sus comienzos,
H ordenes mendicantes coadyuvaron sin duda alguna en el restablecimiento
rji lencillez y rigor primitivos, pero ya hemos visto como también ellas se
Dmpieron y secularizaron finalmente hasta constituir uno de los factores
Itlpules de Ia corrupción eclesiástica.
Ya a partir dei ano 1520, y cada vez con mayor viveza a medida que el
Htantismo hacía progresos en Alemania, se hizo sentir Ia necesidad de una
ft reforma de los organismos eclesiásticos en los dos países no afectados por
I movimiento. Ahora en una y después en otra, se manifesto esta tendência
li mismas ordenes.
86 COMIENZOS DE RECENERACIÓN

A pesar de Ia vida recoleta de Ia orden de los Camaldulenses, Paulo Gius-


tianini encuentra que se halla tocada de Ia corrupción general. En ei afio 1522
fundo una nueva congregación que recibió ei nombre de Monte Corona, de
Ias montafias donde tuvo su sede más prestigiosa.4' Três cosas considera
necesarias Giustiniani para ei logro de Ia perfección espiritual: soledad, vo-
tos y reclusión de los monjes en diferentes celdas. En sus cartas nos habla
con especial agrado de estas pequenas celdas y ermitas, que todavia encon-
tramos en Ias cúspides de Ias montafias en médio de un paisaje solitário que
parece convidar ai alma a elevarse a Ias alturas y a conservar un profundo sosie-
go.47 La reforma de estas ermitas se extendió por todo ei mundo.
Entre los franciscanos, en los que acaso Ia perdición babía penetrado más •
profundamente, se intento también una nueva fcrma después de Ias muchas
que habían sido ensayadas. Los capuchinos pretendían restablecer Ias institu-
ciones dei primer fundador, Ia misa de medianoche, los rezos a determinadas ?
horas, Ia disciplina y ei silencio, es decir, todo ei rigor de vida dei instituto j
primitivo. Hace sonreír Ia importância que ponían en pequefias cosas, pero no
se puede negar que en ocasiones se portaron bravamente, como por ejemplo
en Ia peste de 1528.
Pero con una reforma de Ias ordenes no se conseguia mucho porque ei
clero secular se mantenía muy lejos de Io que reclamaba su misión. Por Io tanto,
una reforma efectiva tenía que abordar este problema.
De nuevo tropezamos con miembros de aquel oratório romano. Dos de
ellos —varones, a Io que parece, de caracteres muy contrários— iniciaron Ia
obra. Del uno, Gaetano da Thiene, apacible, tranqüilo, dulce, de poças pala- ,
bras y entregado a los deliquios dei éxtasis religioso, se decía que deseaba refor-
mar ei mundo pero sin que se supiera que él estaba en ei mundo.48 Del otro,
Juan Pedro Caraffa, violento, colérico, vehemente, fanático, nos ocuparemos
después con mayor detenimiento. Él mismo reconocía que sentia su corazón
tanto más oprimido cuanto más se dejaba llevar por sus deseos de refcrma, y
que no encontraba tranquilidad sino cuando se abandonaba a Dios, viviendo
en Ia tierra dentro de un mundo celestial. Así, coincidieron en Ia necesidad
dei retiro, que a uno le pedia su naturaleza y ai otro se le presentaba como un
ideal, y también en Ia inclinación a Ia actividad religiosa. Convencidos de Ia
urgência de una reforma, se unieron para fundar un instituto, que lleva ei nom-
bre de orden de los teatinos, cuya misión era, a Ia vez, Ia contemplación y 1
trabajar por ei mejoramiento dei clero.49

40 Es preciso fijar Ia fecha de Ia fundación a partir de Ia redacción de Ia regia, después de j


haberse dejado Masacio a Ia nueva congregación en 1522. Monte Corona fué fundado por Basciano,
sucesor de Giustiniani. Helyot, Histoiic des ordres monastiques, v, p. 271.
47 "Lettera dei b. Giustiniano ai vescovo Teatino", en Bromato, Storia di PaoJo JV, Lib.
iu. J 19.
4* Carraciolus, Vira S. Ca/erani Thienaei, c. ix, 101. In conversatione humi/is, mansuetus, mo-
destus, pauci sermonis —meminique me iJ/um saepe vidisse inter precandum Jacrymanfem. Le des-
cribe muy bien ei testimonio de una sociedad religiosa en Viccnza, que se halla Ibid., c. i, n. 12.
49 Carraciolus, ibid.t c. u, $ 19, define su propósito: clcricis, quos ingenti popu/orum exirio
improbiras inscitiaque corrupissent, elencos a/ios debere sulíici, quorum opera damnum quod iJli per
pravum exempJuin mtuiisscnt sanaretur.
NUEVAS ORDENES 87

Gaetano pertenecía a los protonotari partecipanti, cargo a que renuncio,


(V Caraffa, titular dei obispado de Chieti y dei arzobispado de Bríndisi, renuncio
Ittmbién a ambos. 60 En unión de dos amigos íntimos, miembros como ellos dei
I Oratório, profesaron sus votos solemnemente ei 14 de septiembre de 1524." El
làe pobreza llevaba ei anadido de que, además de no poseer nada, tampoco
I fcubrían de mendigar, sino que esperarían Ias limosnas en ei convento. Después
Iflr una breve residência en ia ciudad, ocuparon una modesta casa en ei monte
Vlncio, en Ia Vigna Capisucchi —de Ia que más tarde se haría Ia Villa Médi-
Iflk - y que, no obstante estar enclavada dentro de los muros de Roma, disfru-
|t*l>.i de una completa soledad. En ella vivieron en Ia pobreza prescrita, dedicados
• cjercicios espirituales y ai estúdio, sefialado ai detalle, de los Evangelios,
[OHiulio que se repetia mensualmente. Después descendieron a Ia ciudad y co-
B t n z a r o n a predicar.
No se presentaban como monjes, sino como clero regular: eran sacerdotes
• n votos monásticos. Su propósito era fundar una espécie de seminário para ei
Bem. El breve de su fundación les autorizaba a admitir clero secular. No se
^fcusieron forma o color de hábito determinado, detalles que se fijarían según
• costumbre dei clero de Ia localidad. Las ceremonias dei culto Ias celebrarían
H p arreglo a los usos dei país. De este modo, se libraban de muchas ataduras
^^fcias de los frailes y declaraban expresamente que ni en Ia vida ni en ei ser-

r
^ • o divino podia obligar a Ia conciencia costumbre alguna; 5 2 pero querían
tregarse ai oficio clerical, Ia predicación, Ia administración de los sacramentos,
Cuidado de los enfermos.
Entonces se volvió a ver en Itália algo que ya no era acostumbrado: sacer-
• w que se presentan en ei púlpito con Ia capucha y Ia cruz. Primero en ei
Itorio y luego, a menudo, en misiones callejeras. Caraffa mismo predico con
|uclla elocuencia caudalosa que no le abandono nunca. En su mayoría gentes
I Ia noblcza que conocían los goces dei mundo, él y sus compafieros comen-
H>n a visitar los enfermos en las casas y en los hospitales y a asistir a los mo-
Kindos.
Restauración de los deberes sacerdotales que revistió gran importância. Esta
mVn no se convirtió en un seminário de sacerdotes, pues para eso no fué nunca
llnntc numerosa; pero se constituyó en u n seminário de obispos. Con ei tiem-
I, se convirtió en una orden aristocrática y, así como desde sus orígenes se ob-
ITVii que los nuevos miembros son de origèn noble, así también se ha solido
taucrir después, en ocasiones, pruebas de nobleza para ser admitido. Se com-
pele que ei plan primitivo de vivir de limosnas, pero sin pedirlas, no era posi-
1 sino en tales condiciones.
"'> De un escrito dcl datario pontifício dei 22 de septiembre de 1524 (Lettere di principi, i,
I), resulta autenticamente que ei Papa se habia negado durante largo tiempo a aceptar Ia renun-
III. n volendo privare queí/e chiese di cosi buon pastore). Solo cedió al fin ante las reiteradas
Mlim de Caraffa.
li Kl acta sobre ello se encuentra en ei commentariiis praevius AA. SS. Aug. n, 24°.
M Regia de los teatinos en Bromato, Vita di Pao/o IV, Lib. nr, J 25. Nessuna consuetiidine,
tin modo di vivere o rito che sia, tanto di queile cose che spettano al culto divino e in quafun-
i>i.ido /.innosi in chiesa, quanto di queile che peí viver commune in casa e fuori da noi si
Hftrio praticare, non permetiamo in veruna maniera che acquisfino vigore di procetto.
COMIENZOS DE * S C H N B * A C I 6 N

11
íL YJSÍ*
sacerdotales con'T" ^ T t S e Í m Í t Ó e s a N * * » de aunar los deberes I
"? monásticos.
los votos
Desde 1521 Ia Itália superior está a?r»t,j
Ia devastación, hambre y enfermedades Zl *". ^ ^ " ^ "AU Y f"
los huérfanos en peligro de perderse c Z l r T ^ ™ 1 ^ ' " n í
l
• t . i„ j „ • J - i P°ral V espiritualmente, relizmente, 1
junto a la desgracia se despierta Ia compa*;,^ n i • /->• i
n/i- • .", •_ i i / i i , x o n - Un senador veneciano, (jirolamo
Miam, recogio los ninos que Ia huida h a uk a 11 , , . , , x j i I
? u • , ia nevado hacia Venecia, acogiéndolos 1
en su casa; los anduvo buscando por Ias úia- c u e r id e a lia C1 •áadi i s m • i
mucho caso de Ias protestas de su cufiada vl l J , ° " » V ^ 7 I
„„„„ . , , . i , . ' endio la plata v la tapicena de la I
casa para proporcionar a los ninos habita™/ n •i ' •i
o~„ » „ c A J J- J • •• ° Y vestido, comida v ensenanza. I
roço a poço tue dedicando a esta mision r(V i„ ' . .» ,'.«• ' ,•
~,k. »«J~ ~ D - _ ei L i r i u a a su actividad. l u v o un gran êxito, 1
sobre tcdo en Bergamo. El hospital fundadoMO r, ,i r i J i
i/ , . » , , r por él fué tan socorrido, que esto le I
dio animo de extender su obra a otras vritiA ,u , , r . ,
i.,.,,», i x, „ . _ uades v asi tueron surgiendo otros 1
hospitalesen
r Verona, Brescia, Ferrara, Ckim,. mo .,..,•' n - r " t> -n- I
, > Milán, Pavía, Gênova. Por ultimo, I
íngreso con unos amigos en una congrega,,;*,,n n .* • i
, , 1 1 1 1 • ue ° ° que se llamo Somarca, organizada
segun ei modelo de los teatinos, v Q ao*,,,, ,^ , , . , o ? I JJI
° ., , , ., - , i i , s r u Paba elencos reeulares. Su hnahdad 1
esencial era Ia educacion. Iodos los hr™;. us , i • ,. • i_-
., , 1r„ Pttales que n administraba reabieron I
una organización comun. "'
Lo misrno que cualquier otra ciudad lMv l -l , , ., , , ,
, ^ i r ' lan conoeió todos los desastres que
acompanan a la guerra en los trecuentes sit.„ s . T
r • i •J J J i c s i i i J ° V conquistas por unos y otros. La I
hnalidad de los fundadores de la orden aj e, , ' . " T i , T • E • .1
» , . . , . , . , , los barnabitas, Zaccana, 1'erran y |
Morigia, tué aminorar estos males y h a c P rr f. i j » .: I
• - ° •• i . i j - • " e n t e a ]a consisuiente descomposi- i
cion mediante la ensenanza, la predicaciór, , , . • ,,° , • -,
, , . .. * , n V ei eiemplo. Una crônica milanesa
nos cuenta con que admiración se seguia *,,,, i „ , , ,i
.„ ^ ,. , i , " o r ias calles a estos sacerdotes, vestidos I
con sencillez, con su birrete redondo, la f.dQDi e . . . . , . . i
_j „. . ., , o A za inclinada, v de pareia íuvcntud
todos. Vivian en comunidad en San A»v,k„ UDrn . ' ., ' ., ,
, T i . T n i/ sio. Los protegió especialmente Ia
condesa Lodovica I orella, que vendió su 1n e1Br ,„ . A S^ i j„l
, ,. , , ?. ~. . . . . e n c i a paterna, (Juastalla, empleando
ei dinero en buenas obras."4 lambien lc» u_ ^. , , • >, 1
, D
* arndbitas adoptaron r Ia rtorma de clé-
rigos regulares. /
Pero por mucho que hicieran estas cm, i i i
... ., r , , r. ^, , , , ^"ngresaciones dentro de su campo, la
limitacion dei hn, en ei caso de los bah>~ví na i i- • - j i j--JÍ
. i i . bitas, o la limitacion de los médios
impuesta
r por Ia naturaleza de Ias cosas, C nmm „ , , i .. • j'„_
., , , , r. i • ° en ei caso de los teatinos, impedian
una acción de largo alcance. Son admiraW«» .- —•_ • J i
., , ° . , «oies porque su espontâneo naeimientti
es expresion d e una hierte tendência Hq ueP -: .* . K. . - r . , •i .1
. Y ,. ... sirvió infinitamente para ei restablecH
miento dei catolicismo, pero eran menesteP rr „ , S j u „ r J
, , •. i , °txas fuerzas para r poder hacer frenta
a Ia marcha atrevida dei protestantismo.
Por una via similar, rpero en forma ;„,. , ,. , . ,
„ '"esperada y pecuhansima, se desarro-
llaron estas rfuerzas. l
' r
53 Approbafio socielatis tain ceclesiasficarqm _ . ,
erigendum hospiialia pro subventione pauperum O I K 1 " s e c " , a r i u m pe"onarum, nuper inrtitutae *
mo fin se halla, en algunos silios, vinculado con T a n o r u , n e t inulierum convertitarum (este_ ÚM
de 1540. Buliarium Cocque/ines, iv, 173. Vemos ^ ' P " m e r o ) . Bula de Paulo 111, dcl 5 de )unM
diciembre de 1568, que solo entonces hicieran lcjj; „ l a b u l a d e P , ° V ' fn/nnetum nobis, dei 6 de
5* Crônica de Burigozzo de Custodc: Contin.. 1 ^ l o s miembros deesta congregación *
uac
' ó n de la Stona di Milano, iv, p. 88, de Vetn,
IGNACIO DE LOYOLA 89

4) Ignacio de Loyola
•ntrc Ias sociedades caballerescas dei mundo solo Ia espanola había conservado
figo de su fermento religioso. La guerra con los moros que prosiguió en África
•penas terminada en Ia península, Ia vecindad de los moriscos sojuzgados, con
M que se sostuvo continuamente Ia hostilidad religiosa, Ias campanas aventu-
fft Contra los infieles de Ultramar, mantuvieron este espíritu. Libros como ei
lis de Gemia, llenos de una bravura leal, ingênua y entusiasta, idealizaron
rasgos.
Don Inigo López de Recalde,65 ei hijo menor de Ia casa de los Loyola,
cido en ei solar de sus mayores entre Azpeitia y Azcoitia, en Ia província de
lipúzcoa, de una de Ias famílias más nobles dei país, "parientes mayores" —ei
de ellas solía ser invitado por un escrito especial a prestar acatamiento
[ley—, criado en Ia corte de Fernando ei Católico y en ei séquito dei duque
Najera, estaba animado de ese espíritu. Perseguia Ia gloria de Ia vida caba-
fiica: los bermosos caballos y Ias armas resplandecientes, Ia fama de bravura,
[•venturas de duelos y amores le atraíán como a cualquier otro joven, pero
fcbicn Io religioso se hacía sentir en él vivamente, y canto un romance caballe-
al primero de los apóstoles.66
Probablemente habríamos visto su nombre entre los de otros muchos no-
valientes a los que Carlos V ofrecía oportunidades para destacar, si no hu-
hi sido por una desgracia que le ocurrió en ei ano 1521 en Ia defensa de Pam-
iia contra los franceses, en Ia que fué herido con herida doble en ambas
ias. Aunque era tan resistente que mando abrir dos veces sus heridas, sin
reacción que cerrar ei puno en ei momento de mayor dolor, se curo de
!• manera.
Le gustaban los libros de caballerías, sobre todo ei Amadts, y mientras se
uba se entrego a Ia lectura de Ia vida de Cristo y de algunos santos.
Fantástico por naturaleza, cerrado ei camino de una carrera que le augu-
mayores triunfos, obligado a Ia inactividad y excitado por los padecimien-
| ie encontro en ei estado más extrano dei mundo. Los hechos de San Fran-
i y Santo Domingo, que se le presentan con toda ia gloria de Ia fama religiosa,
•ncitan a Ia imitación, y a medida que los va leyendo se siente con fuerzas
competir con ellos en renunciamiento y rigor.07 De seguro que estas ideas
[dlsiparon ante otras más mundanas. Se imaginaba como había de buscar en Ia
Jiiil a Ia dama de sus pensamientos —no una condesa ni una duquesa, sino
más alto—, con qué palabras bellas y graciosas se dirigiria a ella, como le
»* Asi rezan Ias actas judiciales; ei hecho de que no se sepa como le vino ei nombre de
•lilc no prueba nada contra Ia autenticidad de este nombre. Acra Sanctorum 31. Julii. Com-
jtfanut praevius, p. 410.
I M Maffei, Vita Ignarii.
I W líl acta antiquissima, a Lodovico Consalvo ex ore Sancfi excepta, AA. SS. I. I., p. 634, nos
jlliyc sobre ello de un modo autêntico. Loyola penso una vez: Quid, si ego hoc agerem quod
Wk ftanciscus, quid si hoc b. Dominicus? Y luego: "de muchas cosas vanas que se le ofrecían
íl«t>ta": precisamente aquel honor que pensaba rendir a su dama. "Non era condesa ni duquesa,
' lia tu estado más alto que ninguno destas". Confesión singularmente ingênua.
90 COMIENZOS DE RECENERACION

demostraria su devoción y qué demostraciones caballerescas llevaría a cabo en su


honor. Así divagaba su mente de una fantasia en otra.
Pero cuanto más se demora su curación y menos resultados promete, Ias
fantasias religiosas van prevaleciendo. No creemos ser injustos con él si pensamos
que le ayudó en este cambio Ia idea de verse poço a poço en Ia imposibilidad
de restablecerse por completo e incapacitado para dedicarse a Ia guerra y a Ia vida
caballeresca. Por otra parte, tampoco ei trânsito era tan violento como pudiera
imaginarse. En sus ejercicios espirituales, cuyo origen se pone siempre en rela-
ción con Ias primeras ideas de su despertar religioso, se figura dos ejércitos, ei
de Jerusalén y ei de Babilônia, ei de Cristo y ei de Satanás; en uno todo Io
bueno, en otro todo Io maio, y los ve aprestados para ei combate. Cristo es un rey
que anuncia su voluntad de someter a todos los países infieles. Quien quiera
alistarse en su ejército tendrá que alimentarse y vestir como él, sufrir Ias mismas
penalidades y sostener Ias mismas vigílias, y solo en tal medida participará en Ia
victoria y en ei botín. Ante Él, Ia Virgen y toda Ia Corte Celestial, cada cual
prometerá seguir fielmente ai Caudillo, compartir con él todas Ias asperezas y
servirle en una pobreza verdadera, espiritual y corporal.68
Figuraciones tan fantásticas facilitaron Ia transición de Ia caballería mun-
dana a Ia celestial. Porque esto era Io que perseguia: una caballería cuyo ideal
estaba representado por Ias hazafias y renuncias de los santos. Se aparto de Ia
casa paterna y de sus familiares y subió a Montserrat, y no en expiación de sus
pecados ni empujado por una necesidad propiamente religiosa, sino —como él
mismo ha dicho— con ei anhelo de realizar hazanas tan grandes como Ias que
dieron gloria a los santos: para someterse a penitencias tan fuertes o mayores
que Ias de ellos y para servir a Dios en Jerusalén. Velo sus armas ante una
imagen de Ia Virgen Maria, Io que significa una vigilia militar distinta de Ia
caballeresca, pero que recuerda expresamente ei Amadís,M que nos describe tan
ai detalle los ejercicios de Ia vela de armas dei caballero; pasó^a noche rezando de
hinojos o en pie, con su bastón de peregrino ^iempre en Ia mano; se despojo
dei hábito de caballero con que había venido y vistió 1# áspera estamena de los
ermitanos, cuyas celdas solitárias se hallaban enclavadas en Ia pelada roca. Des-
pués de haber rendido confesión general, no se encaminó directamente, como
Io pedia su propósito de dirigirse a Jerusalén, a Ia ciudad de Barcelona —parece
que temia ser reconocido en ei camino—, sino que marcho a Manresa para luego
andar hacia ei puerto, después de nuevas penitencias."
Le aguardaban otras pruebas. El camino iniciado como por una espécie
de juego se había hecho dueno de él y le imponía su gravedad. En una celda de
un convento de dominicos se entrego a Ias más rudas penitencias: a medianoche
se levantaba para orar, pasaba siete horas diárias de hinojos, se disciplinaba três
veces ai dia. Estas pruebas a veces le apesadumbraban tanto que dudaba si podría
68 Exercitia spirituaJia: secunda hebdom. Contemplatio regni /esu Chiisti ex simiiitudine regis
teneni subdifos MIOS evocantis ad beJíum, y olros pátrafos.
58 Acla antiquissima: Cum mentem rebus iis re/ertam habereí quae ab Amadeo de Cauía cons-
ciiptae et ab cjus generis sciiptoiibus [Io cual es una extrana equivocación dei redactor, ya que
Amadis no es probablemente ningún escritor] nonnuiJac iüi similes oceunebant.
IGNACIO DE LOYOLA 91
uguantarlas toda Ia vida; pero Io más grave era que notaba que no conseguia
«rrcnarse. En Montserrat había pasado três dias para hacer una confesión gene-
ral de toda su vida, pero no creía haber hecho bastante. La repitió en Manresa,
trayendo a colación pecados olvidados y buscando escrupulosamente verdaderas
nimiedades, pero cuanto más cavilaba más penosas eran Ias dudas que le
•cometían. Creía que Dios no le queria recibir, que no estaba justificado ante
Él. En Ia vida de los santos padres había leído que una vez Dios fué movido
t gracia por Ia abstención de todo alimento y se mantuvo de un domingo a otro
lln probar bocado. Su confesor se Io prohibió y él, que de nada en ei mundo
ii iií.i tan alto concepto como de Ia obediência, siguió ia indicación. En ocasiones
| e disipaba su melancolia como un pesado manto que se desliza por Ias espaldas,
pero pronto volvían Ias pertinaces torturas. Le parecia como si toda su vida no
lubiera sido sino una fábrica de pecados. Hubo momentos en que le entro Ia
tcntación de tirarse por Ia ventana.60
Sin querer le viene a uno a Ias mientes Ia situación penosa a que veinte
Iftos antes se había visto arrastrado Lutero a causa de dudas semejantes. No
ri.i posible colmar por Ias vias ordinárias de Ia Iglesia los anhelos religiosos de
ini.i reconciliación plena con Dios que se hiciera patente en Ia conciencia; no era
•nsible para Ia insondable profundidad de un alma atormentada consigo misma.
I ICI salieron de este laberinto por caminos muy diferentes. Lutero llegó a Ia
•Ctrina de Ia reconciliación con Cristo sin necesidad de Ias obras y, a partir
me esta creencia, empezó a comprender Ias Escrituras, en Ias que se apoyó con
firmeza. No sabemos que Loyola estudiara Ias Escrituras ni que ei dogma le
liii icra impresión alguna. Como vivia con sus emociones internas, con Ias ideas
oiii" le venían de dentro, unas veces se creía en manos dei buen espíritu y otras
flel maio. Por fin se dió cuenta de ia diferencia. El espíritu bueno era alegria
y (onsuelo para ei alma y ei maio le fatigaba y atemorizaba.61 Cierto dia pareció
Brspcrtar de un sueno. Vió con claridad que todos sus tormentos no eran más
que tretas dei demônio. En este momento se decidió a terminar de una vez
pii.i sicmpre con toda su vida pasada, a no abrir de nuevo Ias viejas heridas.
No fué tanto un apaciguamiento como una decisión. Más una decisión que
l|r toma porque se quiere, que una convicción a Ia que se somete uno. No necesita
fdr Ia Escritura porque descansa en ei sentimiento de una conexión directa con ei
ferino dei espíritu. A Lutero no le hubiera bastado esto, ya que rechazaba toda
Inipiración, toda visión, pues consideraba a'todas, sin diferencia alguna, como
•rtcstables: buscaba Ia palabra de Dios sencilla, escrita, indubitable. Por ei
iniiinirio, Loyola vivia en sus fantasias y visiones. El más entendido en religión

*0 Maffei, Ribadeneira, Orlandino y todos los demás, liablan de estas tentaciones. Pero ei
MIH iimcnto más autêntico Io constituyen siempre Ias actas que proceden dei mismo Ignacio. Des-
Ipllir su estado, por ejemplo, en ei siguiente pasaje: Cum his cogitationibus agitaretur, fentabafur
lltrpr graviter magno cum impetu ut magno ex foramine quod in cejíu/a erat sese dcjiceiet. Nec
[iriri.il foramen ab eo Joco ubi preces fundebat. Sed cum videret esse peccatum se ípsum oce/dere,
Miiiiui c/amabat: domine, non latiam quod te offendat.
k 01 Una de sus observaciones más originales y personales, cuyo principio atribuye él mismo a
MU* fantasias durante su enfermedad. En Manresa se convirtió para él en certeza. Se encuentra muy
Rrorrollada en los ejercicios espirituales. Aqui encontramos regias dctalladas/ad motus anúnae quos
H/versi excitant spiiitus discernendos, ut boni solum admittantur et pelíantur maJi.
92 COMIENZOS DE REGENERACION

le pareció aquel anciano que le anuncio en médio de sus torturas-que Cristo se le


apareceria otra vez. Al principio no Io comprendió, pero pronto creyó haber
visto a Cristo y a Ia Virgen con sus propios ojos. En Ias escalinatas de Santo
Domingo, en Manresa, quedo parado y sollozando porque, en ese momento, creía
contemplar ei mistério de Ia Santísima Trinidad.62 No habló en todo ei dia de
otra cosa y era inagotable en comparaciones. Repentinamente se le alumbró en
símbolos místicos ei secreto de Ia Creación dei mundo y vió en Ia Hóstia ai Dios
y Hombre. Un dia caminaba por Ias márgenes dei Llobregat hacia una lejana
iglesia. Al momento de sentarse y fijar su mirada en Ia corriente, se sintió
arrebatado por una comprensión plástica de los mistérios de Ia fe y se levanto
como si fuera otro hombre. Ya no tenía necesidad de ningún testimonio ni de
ninguna palabra escrita. De no haber existido estos, hubiera afrontado Ia muerte
sin pestanear por Ia fe que siempre había sido suya.08
Una vez senalados los fundamentos de una evolución tan peculiar, de esta
caballería de Ia abstinência, de esta resolución de fervor y ascetismo fantásticos,
no es necesario seguir paso a paso Ia vida de lnigo de Loyola. Marcho a Jerusalén
con Ia esperanza de trabajar para ei fortalecimiento de los creyentes y Ia conver-
sión de los infieles. Pero esto último no le era posible en su ignorância, sin com-
paneros y sin poderes. Su propósito de permanecer en los Santos Lugares fracasó
ante Ia resuelta negativa de Ias autoridades eclesiásticas de Jerusalén, que tenían
para ello una expresa autorización pontifícia. Al volver a Espana tuvo que
afrontar muchas persecuciones. Cuando comenzó a e^parcir sus enseíianzas, y a
dar a conocer los ejercicios espirituales que se le habían ocurrido entre tanto,
cayó en sospecha de herejía. Seria un extrarío embite dei azar que Loyola, cuya
Compaíiía dió siglos más tarde tipos de alumbrados, hubiera mantenido rela-
ciones con una secta de este nombre.64 Y no se puede negar que los alumbrados
de entonces en Espana, entre los que se le sospechaba, mantenían opinionesj
que guardaban cierto parecido con sus fantasias. Disgustados con Ia veneración
por Ias obras dei cristianismo de entonces, se entregaron ai deMquio interno y cre-!
yeron contemplar ei mistério —se referian muy" especialmente ai de ia Santí-j
sima Trinidad— en una iluminación inmediata. Lo rnlsmo que Loyola y susj
secuaces, ponían como condición de Ia absolución Ia confesión general y acon-^
sejaban sobre todo Ia oración interior. No me atreveria a afirmar que Loyola
no mantuvo contacto alguno con estas opiniones. Pero tampoco se puede sos-
tener que hubiera pertenecido a Ia secta. De ella se distingue, más que nada, por-!
que así como Ia secta ponía Ias exigências dei espíritu rriuy por encima de todos j
los deberes comunes, él, por ei contrario, antiguo soldado, declaraba Ia obedien-1
cia como Ia suprema virtud. Todo su entusiasmo y toda su profunda convieción ]
los sometió a Ia Iglesia y a sus potestades.
Mientras, todas estas persecuciones y obstáculos produjeron un resultado
«2 "En figura de três teclas".
«3 Acta antiquissima: Ws visis haud mediocriter rum confirmatus est [en ei original: "y le
djeron tantas confirmaciones siempre de Ia fe"], ur saepe etiam id cogirarir, quod etsi nul/a scripturaj
Diysteria i/Ja fidei doceret, famen ipse ob ea ipsa quae viderat statuerer sibi pro his esse moriendum.
«* También a Láinez y Borja se hizo este reproche. Llorente, Hist. de l'inquisition, m. 83.
Melchor Cano les Uamaba incluso alumbrados, los gnosticos dei siglo.
IGNACIO DE LOYOLA 93
decisivo para su vida. En ei estado en que se encontraba, sin instrueción alguna
y sin fundamentos teológicos, sin ningún apoyo político, es seguro que hubieia
transitado sin dejar una profunda huella. Dicha grande que consiguiera en Es-
púria unas cuantas conversiones. Cuando se le trata de imponer que estudie cua-
tro anos de teologia en Alcalá y en Salamanca, antes de que pueda empezar a
tmsenar acerca de ciertos dogmas dificiles, se le fuerza a escoger un camíno
•n ei que poço a poço se abrirá un campo insospechado a su anhelo de activi-
• l.iil religiosa.
Se dirige a Paris, donde está Ia universidad más famosa dei mundo.
Los estúdios se presentaban dificultosos puesto que para poder ser admitido
•1 estúdio de Ia teologia'15 tuvo que pasar antes por Ia clase de gramática, ya
fmpezada por él en Espana, y por Ia de filosofia. Pero cuando meditaba sobre Ias
pulabras o trataba de analizar los conceptos lógicos caía en los deliquios de pro-
fundo sentido religioso que acostumbraba a unir a aquéllos. Es grandioso que
ignacio considerara estas inspiraciones como obra dei demônio, que trataba de
Bstraerle dei camino emprendido y, así, se sometió a Ia disciplina más rigurosa.
Si bien con los estúdios se percataba de un mundo nuevo, no por eso se
lejó desviar de Ia dirección espiritual y de su afán de comunicación, Fué en Paris
irecísamente donde hizo Ias primeras conversiones importantes y de significa-
iión para ei mundo.
De los dos camaradas de estúdios en ei colégio de Santa Bárbara, uno, ei
idre Faber de Saboya —hombre que se había criado entre los rebanos de su
idre y que una noche, bajo ei cielo abierto, tomo Ia decisión de dedicarse a Dios
a los estúdios— no fué difícil de ganar. Repitió con Ignacio —que este nom-
c llevaba Inigo en ei extranjero— ei curso de filosofia, e Ignacio le revelo sus
rincipios ascéticos. Le ensenó a combatir sus faltas, no todas a Ia vez, sino una
«pués de otra, y a ganar Ias virtudes también por su orden. Le acostumbró a Ia
(nfesión y a Ia comunión frecuentes. Trabaron íntima amistad e Ignacio com-
irtía con Faber Ias limosnas que en abundância le venían de Espana y de
lundes. Más difícil se presentaba ei caso con Francisco Xavier, natural de Pam-
lona, que anbelaba anadir a Ia serie de sus gloriosos antepasados, senalados por
:hos de guerra a \o largo de quinientos anos, ei nombre de un sábio. Era
Ixlto, rico, lleno de espíritu, y tenía ya entrada en Ia corte. Ignacio no descuido
f mostrarle ei bonor que pretendia y de bacer que los demás también se Io
ndieran. Le procuro cierto público para su primera lección. Una vez amigos,
p dejó de producir sus efectos naturales ei ejemplo y ei rigor de Ignacio. A
Kuvicr y a Faber los convenció para que hicieran los ejercicios espirituales bajo
• u dirección. No tuvo muchos miramientos y los hizo ayunar três dias y três
•IKIICS; en ei inviemo más crudo —los coches corrían sobre ei Sena congelado—
^ilx-r aguantó. Cobro total ascendiente sobre los dos y les comunico sus pen-
Imicntos.69

Í 1 «» Scgún Ia más antigua crônica de los jesuítas, Chronicon breve, AA. SS. J, í, p. 525, Ignacio
ptnvo en Paris de 1528 a 1535. Ibi vero non sine magnis molestiis et persecutionibus primo gram-
^•jalicac de integro, (um philosophiae ac demuni theo/ogico síudio sednlam operam navavif.

r
90 Orlandinus, que escribió también una vida de Faber, obra que no vi, nos da en su gran
Historiae societaí/s Jesu, parte i, p. 17,. más detallcs sobre ello que Ribadeneira.
94 COMIENZOS DE REGENERACIÓN

La celda dei colégio de Santa Bárbara asume una significación histórica


enorme mientras estos três jóvenes proyectan planes de una fantástica religio-
sidad y preparan empresas que ni ellos mismos sospechan a donde van a con-
ducirles.
Consideremos ahora los factores en los que descansará Ia expansión poste-
rior de esta alianza parisina. Luego que se les juntaron algunos espaficles: Sal-
merón, Láinez, Bobadilla, para los que Ignacio se había hecho imprescindible
por su buen consejo o por su apoyo, se dirigieron un dia a Ia iglesia de Mont-
martre. Faber, ya sacerdote, dijo Ia mísa. Prestaron ei voto de castidad y juraron
dedicarse ai término de sus estúdios, en total pobreza, a cuidar de los cristianos
y a convertir a los sarracenos en Jerusalén y, caso de que fuera imposible llegar a
quedarse en los Santos Lugares, ofrecerse ai Papa para ir a donde les mandara,
sin retribución ni conàición alguna. Así Io prcmetieron y luego comulgaton. A
continuación prometió también Faber y comulgó. A Ia vuelta tomaron un refri-
gerio en Ia fuente de Saint Denis.
Alianza de jóvenes: fervorosa pero no muy comprometedora, trabada por
Ias ideas primeras de Ignacio, con Ia variante única de que pensaba en Ia posi-
bilidad de no poderlas llevar a cabo.
A comienzos dei afio 1537 los encontramos en Venecia con otros três com-
paneros más y con Ia intención de emprender ei viaje. Ya hemos visto algunos
de los câmbios que sufrió Loyola: de una caballería mundana pasa a Ia caballe-
ria celestial; es presa de Ias tenraciones más terribles, a Ias que escapa con uti
ascetismo de tipo fantástico; ahora se ha hecho teólogo y fundador de una socie-
dad entusiasta. Por último, sus propósitos se orientan de manera definitiva. La
guerra entre Venecia y los turcos, que rompe entonces, le impide Ia salida y
pospone Ia idea de Ia peregrinación; en ese momento encuentra en Venecia
una institución que podríamos decir que le abre de verdad los ojos. Durante una
temporada Loyola frecuenta a Caraffa y habita en ei convatito de los teatinos
establecido en Venecia. Sirve en los hospitales gbbemadcs por Caraffa y en los
que hacía practicar a sus novicios. Es verdad que Ia ordên de los teatinos no le
satisface por completo; habló con Caraffa sobre algunos câmbios que serían
convenientes y parece que con este motivo rifíeron.67 Pero ya esto nos indica
cuán profunda impresión hizo sobre él. Vió una orden de sacerdotes dedicarse
con ceio y rigor a los ofícios propios dei clero secular. Se daba cuenta de que si
tenía que abandonar su proyecto de marchar a Jerusalén", como cada vez parecia
más claro, y dedicarse a Ia cristiandad Occidental, tampoco él podría seguir otro
camino.
Con sus eompaneros, recibió Ias sagradas ordenes en Venecia. Comenzó
a predicar en Vicenza con três de sus camaradas, después de cuarenta dias de
oración. EI mismo dia, a )a misma hora, aparecieron en distintas calles y, subidos
sobre unas piedras, agitaron sus sombreros, llamaron a Ia gente y comenzaron a
predicar penitencia. Èxtrafios predicadores, harapientos y demacrados, hablaban
una jerigonza incomprensible, mezcla de espafiol e italiano. Permanecieron por
67 Sachinus: cujas sit autoritstis quoâ in b. Cajetani Thienaei vita de beato Ignatio traditur,
habla ai dctalle, y antes que Orlandinus, de esta circunstancia.
IGNACIO DE LOYOLA 95
csos lugares hasta que hubo pasado ei afio que habían decidido esperar. De aqui
marcharon a Roma.
Al separarse, pues querían hacer ei viaje por diferentes caminos, esbozaron
Ias primeias regias, para poder observar cierta uniformidad de vida estando
apartados. iQué habrían de contestar si se les preguntaba por su ocupación?
Se les ocurrió que Io mejor seria declararse soldados en Ia guerra contra Satán
y, de acuerdo con Ias viejas fantasias militares de Ignacio, acordaron titularse
Compaiiia de Jesus, Io mismo que una compaiiia de soldados lleva ei nombre
de su capitán.88
En Roma Ias cosas no se presentaban ai principio muy fáciles. Todas Ias
ventanas, dice Ignacio, parecen cerradas. Una vez más, tienen que ser absueltos
de Ia vieja sospecha de herejía. Pero su gênero de vida, su ceio en Ia predicaeión
y en Ia ensenanza y ei cuidado de los enfermos, les atrajeron muchos simpatizan-
tes. No poces de ellos querían entrar en Ia Companía, y pudieron pensar en Ia
[Institución formal de Ia misma.
Habian prometido dos votos y ahora ei tercero: obediência. Por Io mismo
wue Ignacio ponia esta virtud por encima de todas, Ia Companía queria exceder
cn ella a todas Ias demás ordenes. Ya era mucho que eligieran un general para
toda Ia vida, pero no les bastaba, y anadieron Ia obligación "de hacer todo Io
que les mandara ei Papa, de ir a cualquier país de turcos, paganos o herejes,
M que fueran enviados, sin hacer objeciones, sin poner condiciones ni pedir retri-
loución, sin demora". •
jQué contraste con Ias tendências de Ia época! Mientras ei Papa encontraba
iBor todas partes resistência y defección y no podia esperar sino ei incremento de
Mta, se formaba aqui una companía de voluntários, llena de ceio, que se ponía
Exclusivamente a su servido con ei mayor entusiasmo. Sin peligro alguno, pudo
•Br aprobada ai principio —en 1540— bajo ciertas condiciones, y más tarde —en
11543— sin condición alguna.
Mientras tanto Ia Companía dió ei último paso. Se reunieron seis de los
•nas antiguos camaradas para elegir ai jefe, ei cual, como rezaba ei primer pro-
^fteto entregado a] Papa, "distribuiria los grados y los cargos a su discreción,
Mancaria Ia constitución con Ia asistencia de los miembros, pero seria ei único
• a r a mandar en todas Ias demás cosas, y en él habría de honrarse a Cristo como
^•isente". Por unanimidad salió elegido Ignacio que, como escribió Salmerón
B h su boletín, "los había engendrado a todos en Cristo y criado con su leche".69
Ya tenía Ia Companía su forma. Era una sociedad de clérigos regulares:
Hiicansaba en una fusión de deberes clericales y monacales; pero se diferenciaba
H | turno grado de Ias otras sociedades de este gênero.
Los teatinos habían abandonado ya ciertas obligaciones menores, pero los
"x Ribadcneira, Vita brevior, cap. xn, observa que Ignacio escogió este nombre: ne de suo
•Viiiine diceretur. Nigroni explica ei nombre de socieras dei modo siguiente: quasi dicas cohoitcm
• n t i-enturiam quae ad pugnam cum hoslibus spiritua/ibus conserendam conscripta si'. Postquarn
• M vilanique nostram Christo Domino nostro et e/us vero ac íegitimo vicario in terris obtuleramus.
• trza Ia Deliberatio primorum patrum. AA. SS. i. i., p. "163.
I "• Suf/ragium Salmeronis.
96 COMIENZOS DE RBGENERAClÓN

jesuítas fueron más lejos.70 No les basto con renunciar a todo ei indumento
monástico: prescindieron de todos los ejercicios de comunidad que en los con-
ventos absorbían Ia mayor parte dei tiempo y, entre otras cosas, de Ias obligacio-
nes de coro.
De esta suerte pudieron dedicar todo ei tiempo y todas sus fuerzas a los
deberes esenciales. No a uno solo, como los bamabitas —aunque cuidaron tam-
bién de los enfermos, porque esto favorecia su prestigio—, ni tampoco bajo
condiciones limitadoras, como los teatinos, sino con toda su alma. En primer
lugar Ia predkación: cuando se separaron en Vicenza se comptometieron a pre-
dicar ai pueblo preocupándose más de producir impresión que de brillar por su
elocuencia, y esta fué Ia regia que siguieron. En segundo lugar, Ia confesión,
pues con ella se tiene mano para dirigir y dominar Ias conciencias; los ejercicios
espirituales, que les habían agrupado alrededor de Ignacio, ofrecían una gran
ayuda. Finalmente, Ia instrucción de Ia juventud, y para ello quisieron obligarse
por una cláusula especial de sus votos y, si bien esto no tuvo efecto, Io recalcaron
expresamente en Ias regias de Ia Companía. Ante todo les interesaba Ia gene-^
ración joven. En una palabra, renunciaron a todo Io accesorio y se dedicaron
de lleno a los trabajos esenciales, efectivos y prometedores de influencia.
De los empefios fantásticos de Ignacio había salido una obra perfectamente
práctica; de su conversión ascética, una institución calculada con un sentido <
político mundano.
Sus esperanzas fueron más que colmadas. Tenía en sus manos Ia dirección
ilimitada de una Companía que asimiló una gran parte de sus intuiciones y dió.j
cuerpo reflexivo a sus convicciones religiosas, ganadas por él con gênio y por;
accidente; una Companía que no llevó a Ia práctica su plan de cruzada un poccn
vano, pero que emprendió Ias misiones más lejanas y fecundas y, sobre todo,
una Companía que tomo a su cargo Ia cura de almas, que él había recomendado,!
en proporciones que no podia sospechar, y que le prestaba una obediência a Ia!
vez militar y religiosa.
Antes de estudiar Ia rápida acción de Ia Gímpanía debemos explicar una
de Ias más importantes circunstancias que condicionaron !Íu triunfo.

5) Primeras sesiones dei concilio tridentino


Ya vimos ei interés que había por parte dei emperador para convocar ei concilia]
y para evitarlo por parte dei Papa. En un aspecto tan solo un concilio de laí
Iglesia podia ofrecer a este algo favorable. Para que Ias doctrinas de Ia Iglesia]
católica se pudieran formular con una celosa energia y pudieran cundir, ersfl
necesario eliminar Ias dudas que sobre diversos puntos habían surgido dentrcí
dei seno de Ia misma Iglesia. Solo un concilio podia llevar a cabo esta tarea com

70 En esto se distingiien de los mismos teatinos. Didacus Payva Andradius, Orthodoxarunaj


Êxpl/calt., Lib. i, foi. 14: llli (Theatini) sacrarum aeternartimque rerum mediationi psalmodiaeqtin
porissimum vacant: isti vero (Jesuitae) cuni divinorum mysteriorum assídua contemplatione, docew
dae plebis, evangelii anipíificandi, sacramenta adrninistrandi arque reliqua omnia apostólica muncra
con/ungunt.
PPJMERAS SESIONES DEL CONCILIO TTUDENTINO 97

iutoridad indiscutible. Lo importante era convocarlo en ticmpo oportuno y


inantcncrlo bajo Ia influencia dei Papa.
Peso sobremanera ese gran momento en que los dos partidos religiosos se
•nroximaban más que nunca en una opinión media moderada. Como dijimos,
| I Papa sospechaba que ei emperador pretendia convocar ei concilio. En este
•Momento, asegurado de Ia lcaltad de los príncipes católicos, no perdió ticmpo
• u r a tomarle Ia dclantera. En médio de Ia agitación se decide a convocar un con-
•ilio ecumênico, acabando con todas Ias vacilaeiones.71 Se le comunico a Conta-
[flni y, a través de él, ai emperador; se iniciaron Ias gestiones con toda seriedad
y, I malmente, Ias convocatórias. Al ano siguiente los legados dei Papa se en-
picntran en Trento. 72
También esta vez se presentaron nuevos obstáculos: ei número de obispos
k e s e n t e s era exiguo, Ia época demasiado enredada en guerras y Ias circunstancias
mu dei todo favorables. Hubo que esperar hasta diciembre de 1545 antes de que
• inaugurara ei concilio. Por fin, ei anciano remiso encontro que había llegado
i'l momento.
| No otro podia ser mejor que aquél en que ei emperador, viéndose amena-
lo en su prestigio imperial y en ei régimen tradicional dei país con los progre-
del protestantismo, se había deeidido a combatirlo con Ias armas. Como
:sitaba de Ia ayuda dei Papa no podia hacer valer sus pretensiones con Ia
••ma fuerza que lo hubiera hecho en un concilio celebrado cn otras circuns-
ii ias. La guerra tenía que absorberle, y, como Ia fuerza de los protestantes
permitia predecir Ias vicisjtudes de Ia campana, tanto menos podia él urgir
reforma con Ia que hasta entonces había estado amenazando a Ia Santa
Ic. Además, también en este punto supo adelantársele ei Papa. El emperador
Igió que ei concilio comenzara por Ias reformas y a los legados pontifícios les
Meio un triunfo ei acuerdo que decidia que trataran a un tiempo Ia reforma
los dogmas; 73 de hecho se comenzó por ei dogma.
Como ei Papa se daba cuenta de qué cosa podia perjudicarles, arremedo con
que importaba. Lo decisivo para él era fijar los princípios discutidos. Había
|C ver ahora si de aquellas tendências que se aproximaban ai protestantismo,
lia ser absorbida alguna que otra dentro de ias formulaciones católicas.
El concilio, que trabajó muy sistematicamente, se ocupo en primer lugar de
rcvelación y de Ias fuentes que proporcionan su conocimiento. Ya en este
uno se escucharon algunas vocês que se orientaban hacia ei protestantismo.
jbispo Nachianti de Chiozza nada queria saber fuera de Ia Biblia; en ei Evan-
se baila escrito todo lo necesario para nuestra salvación. Pero se encontro

' t "Ardinghello ai Cl. Contarini 15 Giugno 1541", en Quirini, m, CCXLVI: Consideraro che
h concórdia a Chrisriani è suecessa e Ia toíeraníia [Ia cual se había propuesto en Regensburgo,
ip .|M( fué rechazada por ei consistorio de cardenalcs] è illccitissima e damnosa e /a guerra dií/i-
r pcricolosa, —pare a S. S. che si ricorra aí rimedio dei concilio.—Adunquc—S. Beatitudine
i lírlcmiinato di levar via Ia prorogatione delia suspensione dei concilio e di dichiararlo e con-
•lifo quanto piu presto si potrà.
Tü Llcgaron ei 22 de noviembre de 1542.
'" Un recurso propuesto por Thom. Campeggi, Pallavicini, vi, vn, 5. Por lo demás, fui
prelada, desde ei principio, una bula de reforma, pero esta nunca se publico. BuIIa reformationis
l/i popae III concepra non vulgata, primum edidit H. N. Ciausen. Havn. 1829.
98 COMIENZOS DE REGENERACION

con una gran mayoría enfrente. Se acordo poner en ei mismo rango de Ia Sagrada
Escritura a Ia tradición no escrita, surgida de Ia boca de Cristo y transmitida
con Ia asistencia dei Espíritu Santo hasta los últimos tíempos. En cuanto a h
Bíblia, ni siquiera se remitió ai texto original. Se reconoció Ia Vulgata como
traducción autêntica y solo se tuvo en cuenta que había de ser impresa con ei
mayor cuidado en Io futuro.74
Sentadas así Ias bases —no sin razón se dijo que se había andado Ia mitad
dei camino—, se llegó ai principio clave de Ia justificación y Ias doctrinas conexas.
En esta discusión se concentraba ei mayor interés.
No eran poços en ei concilio los que tenían una opinión no muy díspar de
Ia protestante. El arzobispo de Siena, ei obispo de Ia Cava, Giulio Contarini, j
obispo de Belluno y, con ellos, otros cinco teólogos, fundaban Ia justificación i
unicamente en los méritos de Cristo y en Ia fe. La caridad y Ia esperanza eran j
Ias companeras de Ia fe, y Ias obras Ia prueba misma y no otra cosa, pues eíj
fundamento de Ia justificación era unicamente Ia fe.
En un momento en que ei Papa y ei emperador combatían a los protestantes
con tcdo ei poder de Ias armas, {como se podia pensar que un concilio celebrado i
bajo los auspícios de ambos diera acogida ai principio fundamental de donde]
derivaban aquéllos toda su doctrina? En vano pedia Poole que no se rechazaraj
una opinión porque Lutero Ia sostuviera. Los ânimos se enconaron. El obispo I
de Ia Cava y un fraile griego vinieron efectivamente a Ias manos. No era posiblej
que ei concilio entrara ni siquiera a discutir seriamente una expresión tan inequí-
voca de Ia opinión protestante y, por esto, Ias discusiones giraron en torno —loj
que tampoco deja de tener importância— de Ia opinión mediadora que repre^j
sentaron Gaspar Contarini, ya fallecido, y sus amigos.
Presentó esas opiniones ei general de los agustinos, Sepirando, no sin antes
advertir que no sostenía Ias opiniones de Lutero sino Ias de dos de sus más famojj
sos contradictores, por ejemplo, Pflug y Gropper. Suponía/una doble justifica+j
ción:T5 una interna, inherente, por Ia cual dey pecadores nos hacemos hijos dei
Dios, también grada pura y no merecida, que actúa en obras, que se patentizal
en virtudes, pero que no es capaz de llevarnos a Ia gloria de Dios; Ia otra es Ia'
justificación por el mérito de Cristo, atribuída a nosotros, imputada, que suplffl
todas Ias deficiências totalmente y nos hace beatos. Esto era Io que había enseba
fiado Contarini. Dería este que si nos preguntamos sobre cuál de Ias dos justifi-j
caciones debemos apoyamos, sobre Ia que nos inhiere o "sobre Ia que nos es impu
tada por Cristo, el hombre piadoso contesta qué solo podemos confiar en là\
última. Nuestra justificación no es sino primeriza, imperfecta, llena de insufil
ciências; Ia justificación por Cristo es verdadera, perfecta, Ia única grata a los
ojos de Dios y solo pensando en ella se puede creer en una justificación ante É1.71

1* Cone. Tridentini Sessio IV: in publicis /ectionibus, disputationibus, praedicationíbus et


expositionibus pro authentica habeatur. La Vulgata había de publicaise mejotada, posthac no conM
pletamente como dice Pallavicini, quanto si potesse piu tosto: vi, 15, 2.
™ "Parere dato a 13 di Luglio 1544". Citado por Pallavicini, vm, xi, 4.
T6 Conta/eni rractatus de /ustificatione. Pero no se debe ai principio, como fué también mi
caso, consultar Ia edición veneciana dei afio 1589; en esta se busca en balde este pasaje. Todavia
en 1571 aprobó Ia Sorbona aquel tratado tal como era; en Ia edición de Paris de este ano se
PRIMERAS SESIONES DEL CONCILIO TRIDENTINO 99

Aun en esta forma modificada —pero que conservaba ei núcleo de Ia


IIIM irina protestante y podia haber sido aceptada por los adherentes de este cre-
• I• > - Ia opinión fué verdaderamente combatida.
Caraffa, que ya le impugno en otra ocasión en Ias negociaciones de Ratis-
)na, se hallaba ahora entre los cardenales a los que estaba confiada Ia vigilan-
lu dei concilio de Trento. Presentó un tratado suyo sobre Ia justificación en ei
uc combatia vivamente opiniones semejantes.77 A su lado se agruparon los
pitas. Salmerón y Láinez se habían procurado ei discreto privilegio de hablar
d ei primero y otro ei último. Eran dos varones doctos, vigorosos, en ei esplen-
I de Ia edad y llenos de ceio por Ia causa. Aconsejados por Ignacio para que
aceptaran ninguna opinión que pudiera significar una innovación,78 se opu-
iii ion todas sus fuerzas a Ia doctrina de Sepirando. Láinez parecia combatir
i con un libro que con Ia palabra. La mayor parte de los teólogos esta-
con él.
Sin embargo, aquella distinción de Ias justificaciones fué admitida por
contradictores, pero afirmando que Ia justificación imputada quedaba ab-
foida en Ia inherente: o sea, que ei mérito de Cristo se aplica y comunica di-
tumente a los hombres mediante Ia fe; claro que hay que edificar sobre Ia
tificación de Cristo, pero no porque completa Ia nuestra sino porque Ia pro-
c Aqui estaba Ia clave. Según Contarini y Sepirando no se podia sostener ei
rito de Ias obras. La otra opinión mantenía ei valor de Ias obras. Era Ia vieja
trina de los escolásticos de que ei alma, revestida con Ia gracia, ganaba Ia vida
Irna.79 El arzobispo de Bitonto, uno de los padres más doctos y elocuentes,
Itinguió una justificación provisional, dependiente de los méritos de Cristo,
(diante Ia cual ei hombre se libra de Ia condenación, una justificación poste-
la autêntica, que depende de Ia gracia infundida en nosotros. Decía ei
jlipo de Fano 80 que en este sentido Ia fe no era más que Ia puerta para Ia justi-
Miión, pero que no habia que permanecer en ella, sino andar todo el camino.
Aunque parezca que estas opiniones se aproximan mucho, en el fondo se
illui en perfecta oposición. También el luterano exige el renarimiento inte-
W, sefiala el camino de Ia salvación y afirma, como consecuencia, Ias buenas
Iras, pero Ia gracia de Dios se deriva exclusivamente de los méritos de Cristo. Por
Contrario, el concilio de Trento acepta también los méritos de Cristo pero les
^ibuye Ia justificación unicamente cuando producen el renacimiento interior
Con él, Ias buenas obras, que son Ias que Importan. El hombre queda justifi-
co cuando, por los méritos de Ia Pasión de Cristo, por Ia gracia dei Espíritu
(lio, se siembra en su corazón el amor de Dios y vive en él; convertido en un
ligo de Dios, el hombre avanza de virtud en virtud y se renueva de dia en dia.

r
•tntra integro. Pero en 1589 cayó bajo Ia censura dei gran inquisidor de Venecia, Fra Marco
idlui, el cual no se contento con suprimir algunos pasajes, sino que Io transformo según el dogma
pado. Uno se asombra ai encontrar en Quirini, £pp. Poli, ra, ccxrrr, Ia colación. Es preciso
• Lu estas violências injustificables para explicarse un ódio tan amargo como el que abrigaba
Sirpi.
TT Bromato, Vita di PaoJo IV, t. n, p. 131.
t i Orlandinus, vi, p. 127.
T» Chcmnitius, Examen concilii Tridentini, i, 555.
ao Scssio VI, c. vil, x.
100 COMIENZOS DE REGENERAClÓN

Al cumplir con los mandamientos de Dios y de Ia Iglesia, prospera, con Ia ayuda


de Ia fe y mediante Ias buenas obras, en Ia justificación conseguida con Ia gr
cia de Cristo y resulta cada vez más justificado.
La opinión de los protestantes fué apartada así de Ia católica y se hizo impo-
sible Ia mediación. Ocurría esto cuando ei emperador lograba Ia victoria en Ale-
mania y los luteranos se sometían por todas partes, prosiguiendo aquél con ei pro-
pósito de someter a los rebeldes que todavia quedaban. Los defensores de Ia
opinión mediadora, ei cardenal Poole, ei arzobispo de Siena, habían abandonado
ei concilio con pretextos diferentes: 81 en lugar de poder instruir a los demás en su
fe, tenían que tener cuidado de no verse atacados y condenados.
Con esto se había vencido Ia dificultad mayor. Como Ia justificación ocurre
dentro dei hombre y en un desarroUo continuo, no puede ei hombre prescindir
de los sacramentos, con los cuales comienza su camino o Io prosigue, o Io recobra
una vez perdido.82 Por Io tanto, no era difícil conservar los siete sacramentos
en su forma tradicional y referirlos ai fundador de Ia fe, ya que Ias doctrinas de Ia
Iglesia de Cristo no se comunican solo por Ia Escritura sino mediante Ia tradi-
ción.83 Como es sabido, estos sacramentos abarcan Ia vida entera cn todas sus
etapas y asientan Ia base de Ia jerarquía eclesiástica, ya que esta interviene en
todos los momentos de Ia vida. Y como no solo significan Ia gracia, sino que Ia
comunican, llevan a perfección ei vínculo místico dei hombre con Dios.
Se busca apoyo en Ia tradición porque ei Espíritu Santo asiste sicmpre a Ia
Iglesia; se aceptó Ia Vulgata porque Ia Iglesia romana, por especial gracia divina,
está preservada dei error; esta asistencia dei elemento divino explica que ei prin-
cipio de Ia justificación haga presa en ei hombre mismo y que Ia gracia vinculada
a los sacramentos le sea participada paso a paso y abarque su vida y su muerte.
La Iglesia visible es ai mismo tiempo Ia verdadera, Ia llamada invisible. Fuera
de su âmbito no puede reconocer ninguna existência religiosa.

6) La lnquisición /
Para propagar estas doctrinas y reprimir Ias contrarias se tomaron Ias medidas
convenientes.
Tenemos que volver una vez más a los tiempos de Ias conversaciones de
Ratisbona. Cuando se vió que no se llegaba a ningún acuerdp con los protestan-
tes y que en Itália empezaban Ias disputas sobre los sacramentos y Ias dudas sobre
ei fuego dei infierno, y que además asomaban otras opiniones peligrosas para ei
rito romano, ei Papa preguntó un dia ai cardenal Caraffa qué médio le aconse-
jaba para poner remédio ai mal. El cardenal le repuso que no veia otro que ei de
83 Por Io menos Jiubíera sido un extrsão azar que una enfermedad extraordinária los hubiera
imposibilitado de regresâi a Trento. Polo ai Cli. Monte e Cervini 15 Sett. 1546. Epp., t. rv, 189.
Esto hizo mucho dano a Poole. Mendoza ai Emperador Carlos 13 Jul. 1547. "Al Cardinal de In-
glaterra le haze danno Io que se ha dicho de Ia justificación".
82 Sessio VII. Prooemium.
88 Las discusiones sobre ei particular nos son contadas por Sarpi, Historia de? concilio Tri-
denrino, p. 241. (ed. de 1629). Pallavicini no nos ofrece sino datos insuficientes.
LA INQUISICIÓN 101

una Inquisición general, y a su opinión se adhirió Juan Âlvarez de Toledo, car-


ilenal arzobispo de Burgos.
La vieja Inquisición dominicana había desaparecido hacía tiempo. Como
quedo encomendada Ia elección de inquisidores a Ias ordenes monásticas, ocurrió
no poças veces que estos participaban de Ias opiniones que tenían que combatir.
En Espafia se habían alejado de Ia antigua forma instituyendo un supremo tri-
bunal de Inquisición para ei país. Caraffa y Álvarez de Toledo, ambos dominicos
viejos, de sombrio sentido justiciero, fanáticos de un catolicismo puro, rigurosos
cn sus vidas, inflexibles en sus opiniones, aconsejaron ai Papa ei establecimiento
de un supremo tribunal de Inquisición según ei modelo de Espafia y dei que
habían de depender los demás. Así como San Pedro, decía Caraffa, venció a los
primeros herejes en Roma, así su sucesor debía dominar todas Ias herejías dei
mundo en Roma.84 Los jesuítas se gloriaban de que Loyola había apoyado ia
propuesta mediante un escrito especial. La bula que Io fundaba se expidió ei 21

I
de julio de 1542.
Nombra a seis cardenales, entre los primeros Caraffa y Toledo, comisarios
de Ia Sede apostólica e inquisidores generales dentro y fuera de Itália. Les da
atribuciones para nombrar en todas Ias localidades que les parezca clérigos con
poderes delegados, para decidir Ias apelaciones contra Ias decisiones de estos y
para proceder sin intervención de los tribunales eclesiásticos ordinários. Todo
ei mundo, sin excepción, sin reparo de rango o dignidad, estará bajo su juris-
dicción; los sospechosos serán puestos en prisión, los culpables castigados con Ia
vida y sus bienes confiscados. Solo se les fija una limitación: ellos son los que
dcben condenar, pero a los culpables que se conviertan podrá agraciarlos solo
ei Papa. Harán todo Io que este en su poder para que los errores esparcidos
por Ia comunidad cristiana sean reprimidos y extirpados.85
Caraffa no perdió un momento para poner en ejecución Ia bula. No era un
hombre rico, pero no por eso espero a que Ia Câmara apostólica le proporcionara
los médios: alquiló una casa, arregló con sus propios médios Ias habitaciones
de los funcionários y Ias prisiones; Ias proveyó de cerrojos y fuettes candados, con
tormentos, cadenas y cuerdas y todo ei resto de implementos de tortura. Nombró
comisarios generales para los diferentes países. El primero en Roma fué su pro-
pio teólogo, Teófilo di Tropea, cuyo rigor pronto sintieron cardenales como
Poole.
La biografia manuscrita de Caraffa nos dice que ei cardenal se había sefia-
l.ulo Ias siguientes regias, entre Ias más importantes: 88
"primera: en cuestiones de fe no hay que esperar un momento sitio obrar con Ia ma-
yor energia a Ia menor sospecha;

84 Bromato, Vira di Paoío IV, Libro vn, 5 3.


85 Licet ab initio. Deputatio nonnui/orum S. R. E. Cardinalium generalium inquisirorum
luereticae pravitatis 21 Julii 1542. Cocquclines, w, i, 211.
86 Caracciolo, Vita di Paolo IV MS, cap. vru. Haveva egli quesle infra scritte regole tenute
dl lui come assiomi verissimi: Ia prima, che in matéria di fede non bisogna aspettar punto, ma
«ubito che vi c qualche sospelto o indicio di peste herética /ar ogni sforzo e violenza per estir-
|Milj(a, etc.
102 COMIENZOS DB REGENERACIÓN

"segunda: no hay que tener contemplaciones con ningún príncipe ni prelado por muy
altos que estén;
"tercera: hay que proceder con ei mayor rigor con aquellos que tratan de defenderse
bajo Ia protección de u n gobernante; solo si confiesan habrá que tratarlos con dulzura y
piedad paterna!;
"cuarta: frente a los herejes, y especialmente frente a los calvinistas, no habrá lugar
a ninguna tolerância".

Como vemos, todo es rigor, y rigor implacable, hasta que se obtiene Ia


confesión. TerribJe en un momento en que Ias opiniones no estaban totalmente
desarrolladas, en ei que muchos trataban de hacer compatibles Ias ensenanzas
profundas dei cristianismo con Ias instituciones de Ia Iglesia establecida. Los más
débiles cedieron y se sometieron; los fuertes fué entonces cuando se decidieron
por Ias opiniones perseguidas y trataron de sustraerse a Ia violência dei poder.
Uno de los primeros fué Bernardino Ochino. Se venía observando que ha-
bía aflojado en sus obligaciones monacales; en ei afio 1542 sus sermones des-
concertaban. De manera resuelta sostenía que solo Ia fe justifica y, apoyándose
en un pasaje de San Agustín, proclamo: "^El que te creó sin contar contigo no te
salvará también de igual modo?" Sus explicaciones sobre ei fuego dei infierno
no parecían muy ortodoxas. EI núncio de Venecía Ie prohíbíó predicar durante
unos dias; fué llamado a Roma, y ya había Ilegado a Bolonia y a Florencia cuando
decidió huir, quizá por temor a Ia Inquisición recién establecida. El historiador
de su orden87 nos cuenta como ai llegar a San Bernardo se detiene todavia y
recuerda todos los honores que le ha rendido su bella pátria, los innumerables
compatriotas que le recibieron llenos de esperanza, que le escucharon con entu-
siasmo y, agradecidos y admirados, le acompanaron hasta su casa; sin duda un
orador pierde más que cualquier otro hombre ai abandonar Ia pátria. Pero, a
pesar de sus afios, Ia abandono. Entrego a su acompanante ei sello de su orden,
que hasta entonces había Uevado consigo, y se dirigió a Gii!ebra. Todavia sus
convicciones no eran muy firmes y cayó en conEnsión extraordinária.
Por Ia misma época abandona Itália Pedro Mártir Vérmigli. "Rompi de una
vez con tanta hipocresía y salve mi vida dei peligro que Ia amenazaba." Le siguie-
ron más tarde muchos de los discípulos agrupados alrededor de él en Lucca.88
Celio Secundo Curione espero ai peligro más de cerca, hasta que apareció
Bargello en su busca. Curione era un hombre alto y fornido. Con ei cuchillo, se
abrió paso entre los esbirros, salto sobre un caballo y sahó ai galope. Se dirigió
a Suiza. '
Ya antes se habían producido movimientos en Módena y ahora se renova-
ron. Se acusaban unos a otros. Fílíppo Valentín escapo a Trento y también a
Castelvetri le pareció prudente guarecerse por cierto tiempo en Alemania.
Porque por todas partes en Itália se desato Ia persecución y ei terror. El
ódio entre Ias facciones ayudó a los inquisidores. jCuántas veces, después de tan-
87 Boverio, Annali, i, 438.
88 Un escrito de Pedro Mártir a su comunidad abandonada, en ei que expresa sa sentir de
que haya a veces ocultado Ia verdad, en Schlosser, Leben Beza's und Perer jvfartyrs (p. 400).
Muchos datos se encuentran en los libros arriba citados de Gerdesius y M'Cric.
LA INQUISICIÓN 103
to tíempo de andar buscando inutilmente una oportunidad para vengarse, se
acuso ai enemigo de herejía! Ahora los frailes fanáticos podían manejar libre-
mente sus armas y condenar a perpetuo silencio a aquel grupo de gentes ilus-
tradas a quienes su formación literária había conducido hacia cierta tendência
religiosa; eran dos partidos que se odiaban cordialmente. "Apenas si es posible
—proclama Antônio dei Pagliarici— ser cristiano y morir en Ia cama."89 La
academia de Módena no fué Ia única disuelta. También se clausuraron por
orden dei virrey Ias academias napolitanas, fundadas por los Seggi, que se dedi-
caron en un principio a los estúdios, pero que pasaron pronto a Ias disputas teo-
lógicas con arreglo ai espíritu de Ia época.90 Toda Ia producción escrita estaba
sometida a Ia más estricta vigilância, El afio 1543 ordeno Caraffa que, en ade-
lante, ningún libro se imprimiria sin licencia de los inquisidores, cualquiera
que fuese su contenido, y fuera viejo o nuevo; los libreros debían presentar los
índices de sus libros a los inquisidores y no podían venderlos sin su permiso,
los aduaneros de Ia àogana recibieron Ia orden de no dejar pasar ningún envio
de libro manuscrito o impreso sin presentarlo antes a Ia Inquisición.91 Poço a poço
se llegó ai índice de libros prohibidos. Lovaina y Paris ofrecieron los primeros
ejemplos. En Itália Giovanni delia Casa, persona de confianza de los Caraffa,
hizo imprimir en Venecia ei primer catálogo que comprendía unos setenta nú-
meros. Con más detalíe aparecieron catálogos en Florencia (1552) y en Milán
(1554) y ei primero se reimprimió en 1559 en Roma en Ia forma entonces
adoptada. Contenía escritos de cardenales y Ias poesias dei mismo Casa. Y no
solo los impresores- y los libreros se vieron obligados por Ias nuevas leyes, sino
que era también obligación de conciencia de los particulares denunciar Ia exis-
tência de libros prohibidos y colaborar en su destrucción. Con un rigor increíble
se pusieron en práctica estas medidas. Si bien ei libro De! beneficio de Cristo se
había extendido en muchos miles de ejemplares, también es verdad que desapa-
reció por completo y que no hubo ya manera de encontrarlo. En Roma se encen-
dieron hogueras con ejemplares recogidos.
En todas estas actividades ei clero se servia de Ia asistencia dei brazo secu-
lar.92 Vino bien a los Papas que poseyeran un domínio tan importante donde
podían ofrecer ei ejemplo para ser imitado. En Milán y en Nápoles no se había
de oponer ei Gobierno, que había tenido ei propósito de introducir Ia Inquisi-
ción espafiola. Solo Ia confiscación de los bienes se prohibió en Nápoles. En
Toscana, Ia Inquisición era accesible a Ia influencia secular, merced ai legado
que supo procurarse ei duque Cósimo; pero Ias hermandades fundadas por
8» Aonii Paleari Opera, ed. Wetsten, 1685, p. 91. 11 Cl. di Ravenna ai Cl. Contarini: Epp.
Po/i, m, 208, ya invoca este motivo: Sendo quella città (Ravenna) partialissimanè vi limanendo
ntiomo a/cuno non confarn/naío di questa maechia delle íattioni, si van voluntieri dove Foceasion
íolferisce carricando i'un 1'alrro da inimki.
00 Giannone, Storia di Napoli, xxxn, cap. v.
81 Bromato, vn, 9.
»2 También otros poderes seculares se adhiercn a sus esfuerzos. Fu limediato, se dice en ei
compêndio de los inquisidores, opportunamente dal S. Of/icio in Roma con porre in ogni città va-
lenti e zeJanti inquisitori, servendosi anche talhora de secolari zelanti e dotti per a/uto de/la fede,
come, verbi grafia dei Godescalco in Como, de/ conte Aíbano in Bergamo, dei Mutio in Mi/ano
Questa risolutione di servirsi de'secolari íu presa perche non íoli moltissimi vescovi, vicarü, fratí e
preri, ma anco molti deH'istessa inquisitione erano herefici.
104 COMIENZOS DE REGENERACION

aquélla produjeron muy mal efecto. En Siena y cn Pisa se arrogó más derechos
de los que lc correspondían frente a Ias universidades. En Venecia, ei inquisidor
estaba sometido a cierta inspección secular. En Ia capital, desde abril de 1547,
tenían asiento en ei tribunal cie Ia Inquisición três nobili venecianos. En Ias
províncias ei rettore de cada ciudad —que a veces se hacía acompanar de docto-
res y, cn casos difíciles, sobre todo si se trataba de personas de rango, hacía
intervenir en primer lugar ai Consejo de los Diez— tomaba parte en Ia pesquisa.
Pero todo esto no impedia que cn Io csencial se pusieran en práctica Ias ordenes
de Roma.
Y de este modo fueron sofocados en Itália los gérmenes de Ia divergência
religiosa. Casi toda Ia orden de los franciscanos se vió obligada a retractarse. La
mayor parte de los partidários de Valdés hubo de hacer Io mismo. Los extran-
jeros, los alemanes, concentrados en Venecia a causa dei comercio o de los estú-
dios, disfrutaron de cierta libertad, pero los nativos tuvieron que abjurar de sus
opiniones y fueron destruídos sus lugares de reunión. Muchos huyeron y trope-
zamos con estos fugitivos en todas Ias ciudades de Alemania y Suiza. Los que ni
cedieron ni pudieron escapar, fueron víctimas dei castigo. En Venecia fueron
sacados en dos barcas ai mar; entre ellas se colocaron unas tablas donde se agrupo
a los condenados; en ese momento los remeros de ambas barcas empezaron a
remar en dirección contraria; Ias tablas cayeron ai mar y los desdichados
se sumergieron con ei nombre de Jesus en los lábios. En Roma los autos de fe se
celebraban en toda regia delante de Santa Maria alia Minerva. Muchos huían
de pueblo en pueblo, con mujer y ninos. Los podemos acompanar un rato pero
desaparecen de pronto: probablemente han caído en Ias redes de los implacables
perseguidores. La duquesa de Ferrara —que de no haber existido Ia Icy sálica
hubiese sido Ia heredera de Ia corona de Francia— no estaba protegida por su
nacimiento ni por su rango. Su mismo esposo era un enemigo. "No hay nadie
—dice Marot— ai que pueda quejarse; entre ella y sus amigos están Ias monta-
nas y Ias lágrimas se mezelan en su vino." ^

7) Desarrollo de Ia orden de los jesuítas


AI curso de los acontecimientos, cuando los enemigos son eliminados por Ia
violência, los dogmas consolidados conforme ai espíritu dei siglo y ei poder
eclesiástico vigila Ias opiniones con armas infalibles, Ia orden de los jesuítas se va
abriendo camino en estrecha conexión con ese aparato.
No solo en Roma, sino en toda Itália, su êxito es, extraordinário. Fundada
Ia Companía con ei pensamiento puesto en ei pueblo, fué en Ias clases altas
donde tuvo acogida.
En Parma es protegida por los Farnesios: 93 Ias princesas practican los ejer-
cicios espirituales. Láinez explica ei Evangelio de San Juan a los nóbtli en

93 Oilandinus se expresa de un modo extraílo. Et c/vitas, dice en su obra, n, p. 78, et prívati


quibus fuisse dicitur alíqua ciim Romano pontífice necessitudo, supplices ad eum /iferas pro Fabro
reíinendo dederunt. Como si no se supieia que Paulo III tuvo un híjo. Por Io demás, más tarde,
con motivo de una oposición contra cl clero de tendências jesuítas, se introdujo Ia Inquisición
en Parma.
DESARROLLO DE LA ORDEN DE LOS JESUÍTAS 105

Vcnecia y, con Ia ayuda de un Lippomano, puede en 1542 poner ya los cimientos


dei colégio de jesuítas. En Montepulciano, Francisco Estrada obtuvo tal influen-
cia entre algunas de Ias personas de más viso de Ia ciudad, que le acompanaron
a mendigar por Ias calles; Estrada llamaba a Ia pucrta y sus acompanantes reci-
bían Ias limosnas. En Faenza, si bien es verdad que Ochino había influído mu-
cho también, lograron un gran ascendiente, de suerte que pudieron acabar con
rencillas seculares y fundar sociedades para ei auxilio de los pobres. No hago más
que citar algunos ejemplos. Se hallában presentes en todas partes, se ganaban
partidários, fundaban escuelas y arraigaban.
Pero por Io mismo que Ignacio era espanol y partió en su obra de ideas es-
panolas, y que sus discípulos más ilustres fueron también espanoles, Ia Compa-
nía en que este espíritu había cuajado tuvo cn Ia península ibérica todavia mayor
êxito que en Itália. En Barcelona se ganaron ai virrey Francisco de Borja, conde
de Gandia; en Valencia ia iglesia no podia cobijar a todos los oyentes de Araoz
y se le construyó un púlpito ai aire libre; en Alcalá, Francisco Villanueva, aun-
que enfermo, de humilde origen y sin muchos conocimientos, junto pronto
muchos partidários; de aqui y de Salamanca, donde comenzaron en 1548 con
una modesta casa, los jesuítas se extendieron por toda Espana.94 También fueron
bienvenidos cn Portugal. De los dos jesuítas que se le enviaron a petición suya, ei
icy dejó que uno marchara a Ias índias Orientales —Xavier, que conquisto allí
cl nombre de apóstol y de santo— y ai otro, Simón Roderich, Io retuvo consigo.
En ambas cortes los jesuítas se hicieron querer. Reformaron por completo Ia
corte portuguesa y en Ia espafiola fueron confesores de muchos grandes, dei
presidente dei Consejo de Castilla y dei cardenal de Toledo.
En ei afio de 1540 Ignacio envio a unos jóvenes a estudiar a Paris. La
Companía se extendió desde aqui a los Países Bajos. Faber tuvo ei mayor êxito
cn Lovaina: dieciocho jóvenes, ya bachilleres o maestros, se le ofrccieron para ir
con él a Portugal, abandonando casa, universidad y pátria. Se le vió también
cn Alemania, y de los primeros en entrar en Ia orden fué Pedro Canisio, que en
esc dia cumplía sus 23 afios, y que después le presto tan grandes servidos.
Gomo es natural, este êxito rápido tenía que influir de mancra poderosa en
cl desarrollo de Ia constitución dei instituto. Esta influencia se desenvolvió de Ia
«iguiente mancra. Ignacio escogió a unos poços entre sus primeros eompaneros
para formar con ellos los profesores. Le parecia haber poços hombres que, a Ia
par de gozar de una gran cultura, fueran buenos y píadosos. Ya en los primeros
proyectos presentados ai Papa manifiesta su intención de fundar colégios en una
u otra universidad para Ia formación de Ia gente joven. En número inesperado
tuvo gente como Ia que apetecia, que formaba Ia clase de los escolásticos frente
n los profesos.05
Pero pronto se dió cuenta de un inconveniente. Como los profesos, merced
ul cuarto voto que los distinguía, se obligaban a contínuos viajes para servir ai
»* Ribadcneira, Vita Jgnatií, cap. xv, n. 214, cap. xxxvm, n. 285.
9" "Pauli III facultas coadjutores adinittcndi d. 5 lunii 1546": ita ut ad vota servanda pro
•o tempore quo tu, tili praeposife, et qui pro tempore fuerint cjnsdcm soc/efatis praeposite, eis in
ministério spirituaJi veí tempora/i utendum /udicaveritis, et iion ultia astringaiitur. Coipus insti-
tutorum, i, p. 15.
106 COMIENZOS DE RECENERACIÓN

Papa, resultaba contradíctorio encomendarles colégios y otros establecimientos


que no pueden prosperar más que con una residência constante. Pronto Ignacio
creyó necesario instituir una tercera clase, Ia de los coadjutores, también sacerdo-
tes, con formación científica, dedicados expresamente a Ia juventud. A mi pare-
cer, propia y exclusiva de los jesuítas, es esta una de Ias fundaciones más impor-
tantes en que descansa ei esplendor de Ia Compafiía. La Compafiía pudo entonces
asentarse en cualquier localidad, ganar ascendiente y dominar Ia ensefianza. Lo
mismo que los escolásticos, los coadjutores no prestaban más que los três votos, y
de manera sencilla y no solemne. Esto quiere decir que, de haber intentado
abandonar Ia Compafiía, hubieran caído en excomunión. La Compafiía podia,
aunque en casos muy determinados, expulsados.
Pero hacía falta algo más. Estas clases habrían visto interrumpidos sus par-
ticulares estúdios y ocupaciones si hubieran tenido que preocuparse de ganar
Ia vida. Los profesos vivían de limosnas en Ias casas; los coadjutores y los esco-
lásticos tendrían ingresos comunes en los colégios. De su administración —que
no podia incumbir a los profesos, quienes tampoco podían disfrutar de aqué-
llos—, así como dei cuidado de todas Ias cosas exteriores, se encargaron unos coad-
jutores especiales, que también prestaban los três votos pero que tenían que
contentarse con Ia idea de que servían a Dios con esa su ocupación lega ai servir
de sustento a una sociedad que estaba dedicada a Ia salvación de Ias almas.
Esta organización suponía una jerarquía que, en sus diversos planos, suje-
taba a los espírítus con mayor rigor."
Si repasamos Ias leyes que fué recibiendo Ia Compafiía nos damos cuenta
de que ei propósito principal que le sirve de guia es ei de apartarse y singulari-
zarse con respecto a lo habitual. El amor a los familiares se condena como debi-
lidad carnal.97 Quien abandona sus bienes para entrar en Ia Compania, no los
cederá a sus parientes, sino que los repartirá entre los pobres.98 Una vez dentro,
ni se recibe ni se escribe una carta que no sea leída por ei superjor. La Compafiía
quiere ai hombre entero y pretende dominar too^as sus inclinaciones.
También quiere tener parte en sus secretos. Ingresa cgn una confesión gene-
ral. Debe proclamar sus faltas y también sus virtudes. El superior le fija un con-
fesor y se reserva Ia absolución de aquellos casos de que conviene este enterado.99
Le interesa esto para conocer a los que están a sus ordenes y poder utilizados a
discreción.
Porque ei lugar de todas Ias motivaciones que en ei mundo incitan a Ia ac-
ción, lo ocupa en Ia Compafiía Ia obediência, Ia obediência pura y simple, sea
96 Su base Ia constituyeron los novicios, los huéspedes, los indiferentes, de los que se fot-
maron Ias diferentes clases.
97 "Summarium constitutionnm", J 8, en ei Corpus institutorum societatis /esu. Antverpiae
1709, t. i. En Orlandinus, m, 66, se hace gran elogio de Faber porque este, después de algunos
aflos de ausência, llegó a su ciudad natal en Saboya y tuvo ei valor de no detenerse en ella.
98 Examen generaíc, c. iv, J 2.
99 Prescripciones que se encuentran en particular en ei Summarium constitutionum, J 32,
J 41, y en ei Examen generale J 35, $ 36 y en Ia Constitutionum Pauli ///, cap. i, n. 11, U/i
casus reservabantur, se dicc en esta última, quos ab eo (superiore) cognosci necessarium videbittir
aut valde conveniens.
DESARROLLO DE LA ORDEN DE LOS JESUÍTAS 107
lo que quiera Io mandado.100 Nadie debe solicitar un grado distinto dei que tiene
ni apetecerlo: ei coadjutor lego, caso de que no sepa, no tiene que aprender sin
permiso a leer ni a escribir. Se debe dejar guiar con total negación dei juirio pro-
pio, en ciega sumisión ai superior, como una cosa inanimada, como un bastón obe-
dece a quien lo empuna. Porque en ei superior actúa Ia providencia divina.101
Se puede imaginar ei poder concentrado de esta suerte en un general escc-
gido de por vida, que no tiene que reridir cuentas a nadie y a quien se obedece
con tal obediência. Según ei proyecto de 1543, los miembros de Ia orden que se
encuentren con ei general en un mismo lugar serán llamados a consejo hasta
para los asuntos más nimios. El proyecto de 1550, aprobado por Júlio III, dis-
pensa ai general de esta obligación, ya que dependerá de su discreción llamar
o no a consejo.102 Solo le es obligado ei consejo para cambiar Ia constirución o
para clausurar casas y colégios ya fundados. En todo lo demás dispone de poder
absoluto para gobernar Ia Companía. En Ias diversas províncias cuenta con asis-
tentes, pero que no tratan de otros asuntos que aquellos que él les encomienda.
Nombra a discreción a los superiores de Ias províncias, colégios y casas, acepta
y expulsa, dispensa y castiga: dispone de una espécie de poder papal en pe-
queno.108
Podia presentarse ei peligro de que ei general, investido de estos poderes, se
apartara de los princípios de Ia Companía. En este sentido se le sometió a cierta
limitación. Acaso nos parezca no tener Ia importância que le debió asignar Igna-
cio ei hecho de que Ia Companía o sus diputados dispongan sobre ciertas exte-
rioridades, sobre Ia comida, ei vestido, Ia hora de dormir y sobre toda Ia vida
cotidiana;104 de todos modos algo significa que se le arrebate ai titular dei
máximo poder aquella libertad de que goza ei hombre más modesto. Los asisten-
tes, que no eran nombrados por él, le vigilaban. Había un admonitor especial-
mente nombrado y los asistentes podían convocar una congregación general que
podia deponer ai general en caso de graves violaciones.
100 Escrito de Ignacio, "Frattibus societatis Jesu qui sunt in Lusitânia", 8 Kal Ap. 1553, J 3.
101 Constitutiones, vi, 1. Ef sibi quisque persuadeat, quod quí sub obedientia vivunt, se ferri
ic regi a divina providentia per superiores res suos sinere debent, perinde ac cadáver essent. Tam-
bién existe otra constitución, vi, 5, según Ia cual parece que también puede mandar cometer un
pecado. Visum est nobis in domino —nul/as constitutiones, dec/arationes veZ ordinem ul/um vivendi
iojse ob/igafionem ad peccatum mortaíe vef venia/e inducere, nisi superior ea in nomine Jesu
Í •hristi vel in virtufe obedientiae jubeat. Se queda uno consternado ai lccr, esto, porque cs lo más
lógico y natural referir ea ai peccatum morta/e vel vtfnia/e, de modo que ei superior bien puede
ordenar Ia comisión de un pecado. Pero Ia opinión general no ha admitido este sentido. La cons-
titución se vincula con Ia declaración de Ia regia dominica según Ia cual se autorizo a los priores
praecepta lacere quae transgressores ob/igabunt non solum ad poenam sed etiam ad mortaíem cuJ-
«m, Se habla aquf de ordenes cuya violación implica una culpa interna. Del mismo modo tam-
C ièn ei general de los jesuítas puede imponer obligaciones con Ia condición de que quien Ias rompe
le hace culpable de uno u otro pecado. Pero siempre resulta una autorización extraordinária. Entre
l". dominicos esta constituía más bien una mayor severidad de Ias regias de Ia orden, mientras que
entre los jesuítas se convirtió en una parte de Ia obediência incondicional que ei general estaba
•utnri/ado a exigir.
102 Ad/utus, quatenus ipse opportunum /udicabif, /rafrum suorum consilio, per se ipsum ordi-
n«ndi et /ubendi quae ad dei gloriam pertinere videbuntur, jus totum habeat, se dice en Juíii III
etmlirwatio instituti.
los Constitutiones, rx, rn.
104 Schcdu/a Ignatii AA. SS. "Commentatio praevia" n. 872.
COMIENZOS DE RECENEÍUCION
Esto nos lleva un poço más lejos.
Si no nos dejamos despistar por Ias expresioncs hiperbólicas con que los
jesuítas han pintado este poder, y consideramos su efectividad en ei desarrollo
expansivo de Ia Companía, tendremos ei siguiente cuadro. El general tiene ia
dirección suprema y, sobre todo, Ia vigilância de los superiores, cuya conciencia
conoce y a los que distribuye Ias funciones. A su vez, los superiores disfrutaban
de igual poder dentro de su círculo y, a veces, Io hacían sentir con más fuerza
que ei general. 105 Los superiores y el general mantenían entre si una espécie
de equilíbrio. El general debía ser enterado sobre Ia persona de todos los miem-
bros de Ia Companía y aunque, como es natural, no había de intervenir más
que en casos muy espcciales, de todos modos le correspondia Ia inspección supre-
ma. Pero, por otra parte, una comisión de profesos le inspeccionaba a su vez.
H a habido también otras instituciones que, siendo un mundo dentro
mundo, han desvinculado a sus miembros de todos los lazos con el exterior y
los han apropiado imbuyéndoles un principio nuevo de vida. Esto era también
Io que se proponía Ia Companía, pero le es peculiar que se aduena por completo
de Ia persona a Ia vez que fomenta el desarrollo individual. Por esto los factores
que entran en juego son Ia personalidad, Ia sumisión y Ia vigilância recíproca.
Todo cllo formando una unidad cerrada y perfecta, con nervio y dinamismo. Por
esta razón ha subrayado el poder monárquico y se somete a él por completo, a no
ser que su titular traicione los princípios.
Con Ia idea de Ia Companía está de acuerdo que ninguno de sus miembros
pueda investir una dignidad eclesiástica. Porque con ella tendría que ejercer
funciones y encontrarse en circunstancias que imposibilitarían toda vigilância.
Por Io menos ai principio este requisito se cumplió con rigor. Jay no queria ni
podia aceptar el obispado de Trento y cuando Fernando I, que se Io había ofreci-
do, desistió de su deseo a instigación escrita de Ignacio, este mando celebrar una
misa solemne y un Tedéum. 1 0 0
Otro factor Io tenemos en el hecho de que, así como Ia Címpanía eludió Ia
pesadumbre de Ias ceremonias litúrgicas, tambiéíf se aconsejó a los miembros
que no exageraran en cuestión de prácticas religiosas. (2on ayunos, vigílias y
penitencias no se debe debilitar el cuerpo ni robar mucho tiempo ai servicio dei
prójimo. También en el trabajo habrá que guardar medida. El potrillo inquieto
no solo debe ser espoleado sino frenado también: no hay que armarse de tantas
armas que luego no se pueda con ellas ni abrumarse con tanto trabajo que padez
ca el espíritu en su libertad. 107
Se ve como Ia Companía, ai mismo tiempo que" dispone de sus miembros
como propiedad suya, procura el máximo desarrollo de los mismos que sea com-
patible con sus princípios.
De hecho, todo esto era necesario para dar abasto en Ias difíciles faenas a

105 Mariana, Discurso de Jas enfermedades de Ia compafiía de Jesus, cap. xi.


1U0 Extractado de Ludovico Consalvus, liber memoria/is quod desistente rege S. Ignatius indi-
xcrit missas et Te deum laudamus in gratiarum actionem. Commcntarius praevius in AA. SS. Ju-
lii VII, n. 412.
107 Constitutiones, v. 3, I. "Epístola Ignatii ad fratres qui sunt in Hispania". Corpus Znstitu-
tonim, in. 540.
DESARROI.LO DE LA ORDEN DE LOS JESUÍTAS 109

<|iie se había dedicado. Como sabemos, estas eran Ia predicación, Ia ensefianza y


Ia confesión. Con su peculiar estilo, los jesuítas se dedicaron de preferencia
a estas dos últimas.
La ensefianza estaba en manos de aquellos literatos que, después de haberse
dedicado a los estúdios con un espíritu profano, habían dado en una tendência
espiritual no muy agradable a Ia corte de Roma y que por último se considero
rcprobable. Los jesuítas se impusieron como tarea desplazarlos y ocupar su
puesto. En primer lugar, fueron más sistemáticos: organizaron Ias escuelas en
clases que iban siguiendo ei mismo espíritu desde los comienzos hasta Ia etapa
superior; además, se preocuparon por Ias costumbres y por Ia educación de Ia gen-
te; ei poder estatal les protegia y Ia ensefianza.era gratuita. Si Ia ciudad o el
príncipe tundaban un colégio, no necesitaban pagar los particulares. Les estaba
prohibido a los jesuítas pedir o recibir retribución o limosnas y !a ensefianza era
Rrautita, Io mismo que Ia predicación o Ia misa; dentro de sus iglesias tampoco
había cepos de limosnas. Como son los hombres es natural que todo esto les
valicra de mucho, si tenemos en cuenta que trabajaron con êxito y con ceio. No
lólo se ayudó a los pobres sino que también se alivio a los ricos, nos dice Orlan-
dini. 108 Observa el êxito extraordinário. "Vemos a muchos de los que brillan poi
Ia púrpura cardenalicia, que hace poço se sentaban en los bancos de nuestras
escuelas; otros, están en el gobierno de Ias ciudades y de los Estados; hemos
laçado también obispes y consejeros suyos, y hasta otras congregaciones religio-
ias se han nutrido de nuestros alumnos." Como es fácil imaginar, sabían Ia ma-
ncra de atraerse los mayores talentos. Se constituyeron en un cuerpo de maestros
que, ai extenderse por todos los países católicos, presto a Ia ensefianza el color
religioso que conservo desde entonces, afirmo una unidad rigurosa en disciplina,
método y doctrina, y ha ejercido una influencia incalculable.
Esta influencia Ia reforzaron ai dedicarse a Ia confesión y tomar en sus
manos Ia dirección de Ias conciencias. Ningún siglo más propicio ni más nece-
litado de ello. El libro de Ias constituciones les sefiala que "sigan un mismo mé-
todo en Ia forma y modo de dar Ia absolución, que se ejerciten en los casos de
conciencia, que se acostumbren a una breve manera de preguntar y que tengan
preparados los ejemplos de los santos, sus palabras y otro gênero de ayudas para
cada clase de pecado". 109 Regias, como puede verse, a Ia medida de Ias necesida-
dus de los hombres. Pero también otro factor les ayudó en el êxito extraordinário
con que Ias pusieron en práctica, êxito quê representa una expansión de su
espíritu.
Es admirable el librito de los ejercicios espirituales que Ignacio no solo
proyectó, sino que elaboro en todos sus detalles. 110 Con él logro sus primeros y
posteriores discípulos, y por él sus partidários se pusieron en general a su dispo-

108 Orlandinus, Lib. vi, 70. Sc pudicra hacer una comparación con Ias escuelas conventuales
de los protestantes en Ias que también llcgó a predominar por completo Ia tendência clerical.
S. Xturm en Ruhkopf, Geschichte des Schuíwesens, p. 378. Todo depende de Ia diferencia.
109 Regula sacerdotum, $$ 8, 10, 11.
110 Porque, según todo Io que se ha escrito en pro y en contra, resulta claro que Ignacio tuvo
«mio modelo un libro parecido de Garcia de Cisneros, pero Io más original parece proceder de
ê\ mismo. Comm. praev. n. 64.
110 COMIENZOS DE REGENERACIÓN

sición. Su acción fué incesante, acaso mayor porque se recomendaba oportuna-


mente en momentos de zozobra interior y de necesidad personal.
No es un libro de ensenanza sino un incentivo para Ia propia reflexión.
"El anhelo dei alma —dice Ignacio— no se satisface con una colección de cono-
cimientos sino por una propia visión interior." m
Provocaria es Io que se propone. El ejercitante explica los puntos de vista y
ei ejercitando tiene que colocarse en ellos. Antes de dormir y después de desper-
tar, concentrará sus pensamientos en ellos y rechazará de si esforzadamente todo
Io que les es extrafio. Las puertas y Ias ventanas cerradas, de rodillas y tendido
en tierra, lleva a cabo Ia meditación.
Comienza percatándose de sus pecados. Considera como los ángeles fueron
arrojados ai infierno por un solo acto de voluntad; y por él, que ha cometido
mayores pecados, han impetrado los santos, y ei cielo y las estrellas, los ani-
males y las criaturas se han puesto a su servido, y para librarse ahora de Ia
culpa y no ser condenado eternamente, implora a Cristo crucificado y escucha
su respuesta, y entre los dos se desarrolla un diálogo como entre un amigo y otro
amigo, entre un servidor y su sefior.
Trata de edificarse con ei recuerdo de Ia Historia Sagrada. "Veo como Ia
três personas de Ia Santísima Trinidad contemplan toda Ia tierra llena de horr
bres destinados ai infierno; como deciden que Ia segunda persona encarne para
redimidos; veo todo ei âmbito de Ia tierra y en un rincón Ia cabana de Ia Virgen
Maria, de Ia que proviene Ia salud." Por momentos va avanzando en Ia Historia
Sagrada: actualiza las acciones en todos sus detalles, según las diversas catego-
rias de lcs sentidos: se deja campo libre a Ia fantasia religiosa, suelta de las
ataduras de Ia palabra; se sienten y se besan los vestidos y las huellas de los santos
personajes. De esta exaltación de Ia imaginación, con ei sentimiento de cuán
grande es Ia dicha de un alma que ha sido llenada con las gracias y virtudes
divinas, se vuelve a Ia consideración dei propio estado. Si hay qjie escogerlo, este
es ei momento, según las apetencias dei corazón, gemendo ante los ojos ei fir
único: salvarse por Ia gloria de Dios y con Ia idea de hallarse presente ante
Dios y todos los santos. Si no hay que escoger estado, se medita sobre Ia propia
vida: las frecuentaciones, Ia vida doméstica, los gastos necesarios y Io que hay
que dar a los pobres, y todo como se quisiera tenerlo hecho en ei momento de Ia
muerte y sin otro pensamiento que Ia gloria de Dios y Ia salvación propia.
Treinta dias se dedican a estos ejercicios. Se alternan Ia meditación sobre
Ia Historia Sagrada y sobre las circunstancias personales, Ia oración y Ia resolu-
ción. El alma está de continuo tensa y en movimiento. Finalmente, ai repre-
sentarse Ia providencia de Dios, "que en sus criaturas trabaja activamente por
los hombres", se piensa todavia estar en presencia dei Altísimo y de sus santo
y se le pide Ia dedicación a su amor y honra: se le brinda Ia libertad, se le ofrece
Ia memória, ei entendimiento y Ia voluntad, y así se cierra con Él ei pacto de
amor. "El amor consiste en ia comunidad de todas las facultades y bienes"
Dios distribuye sus gracias ai alma en recompensa de su entrega.
l l l Non enim abundanfia scienthe, sed senstis et gusíus rerum interior desidcrium animar
repJere so/et.
DESABROLLO DE LA ORDEN DE LOS JESUÍTAS 111

Nos basta con esta idea somera dei libro. Su composición está calculada
en forma que si bien permite ai pensamiento una actividad interna, Io acosa
también en un estrecho círculo. De Ia manera más perfecta cumple con su fin,
que es ei de una meditación dominada por Ia fantasia. Es tanto más certero
cuanto que se apoya en experiências personales. Ignacio ha incorporado a los
ejercicios los momentos vivos de su despertar religioso y de sus progresos espiri-
tuales desde los orígenes hasta ei ano 1548, en que los aprobó ei Papa. Se dice
que ei jesuitismo ha sabido aprovechar Ias experiências de los protestantes y
esto puede ser verdad en algún punto. Pero consideradas Ias cosas en conjunto
Ia oposición puede ser mayor. Frente ai método discursivo, demostrativo, funda-
mentador y polêmico de los protestantes, Ignacio presenta un método conciso,
intuitivo, que conduce a Ia visión, un método que cuenta con Ia fantasia y
trata de culminar en decisiones repentinas.
Así, cobro una significación y eficácia extraordinárias aquel elemento fan-
tástico que le animo desde un principio. Pero como también era soldado, con
ayuda de su fantasia religiosa había formado una compafiía, escogiendo hombre
por hombre, instruyéndoles individualmente para sus fines y poniéndola ai
«ervicio dei Papa. Este ejército se extendió ante sus ojos por toda Ia tierra.
Al morir Ignacio contaba Ia Compafiía trece províncias, sin incluir Ia de
Roma.112 Una inspección somera nos sefiala donde estaba ei nervio de Ia orga-
nización. La mitad mayor de estas províncias, siete, radicaba en Ia península
Ibérica y en sus colônias. En Castilla contamos diez colégios, cinco en Aragón
y otros tantos en Andalucía. El progreso era todavia mayor en Portugal, pues se
contaba con casas de profesos y novicios. Casi se habían hecho los amos de Ias
colônias portuguesas. En Brasil operaban veintiocho miembros de Ia Compafiía
y en Ias índias Orientales, desde Goa ai Japón, unos cien. Se hizo un intento
con Etiópia, a donde se mando un provincial y se abrigaron Ias mayores espe-
i m/as. Todas estas províncias de habla espafiola y portuguesa fueron regidas
por un comisario general, Francisco de Borja. La influencia máxima corres-
ponde ai país en que habían surgido Ias primeras ideas dei fundador. No muy
• ia zaga le iba Itália. Había três províncias de habla italiana: Ia romana, direc-
tamente sometida ai general, con casas de profesos y novicios, ei colégio romano
y ei germânico instituído especialmente para los alemanes por consejo dei car-
denal Morone, pero que no prospero por entonces: Nápoles pertenecía a esta
província; Ia de Sicilia, con cuatro colégios terminados y dos en preparación
(cl virrey, de Ia Vega, fué quien llamó a los primeros jesuítas. Mesina y Palermo
compitieron para fundar colégios y de estos salieron los restantes); y, final-
mente, Ia província propiamente italiana, que comprendía Ia Itália superior, con
cliez colégios. En otras naciones su êxito no fué similar: por doquier encontro
In oposición de protestantismo o de tendências cercanas a él. En Francia no con-
taba más que con un solo colégio y, aunque respecto a Alemania se habla de
dos províncias, estaban en sus puros comienzos. La de Ia Alemania alta se com-
ponía de Viena, Praga e Ingolstadt, pero estaba en situación precária; Ia de Ia

lia En ei afio de 1556. Sacchinus, Historia societatis Jesu. p. n, sive Lainius, desde ei principio.
112 COMIENZOS DE REGENERAClÓN

baja debía comprender los Países Bajos, pero Felipe II no había reconocido to-
davia allí a los jesuítas una existência legal.113
Este rápido crecimiento de Ia Companía era indicio dei poder que ei futuro
le reservaba. Y tiene Ia mayor importância que lograra tan poderoso influjo en
Ias dos penínsulas, es decir, en los países propiamente católicos.

8) Conclusión
Frente a los movimientos protestantes que iban prosperando por momentos, he-
mos visto como se produjo dentro dei catolicismo un nuevo movimiento en
torno ai Papa. ,.
Como aquéllos, este también encuentra un motivo en Ia secularización de
Ia Iglesia o, mejor dicho, en Ia necesidad nacida por esta circunstancia en los
espíritus.
Ambos movimientos se aproximan ai principio. Hubo un momento en Ale-
mania en que no se estaba todavia decidido a renunciar por completo a Ia jerar-
quía, ei mismo en ei que Itália se inclinaba a introducir reformas racionales
en ella. Pero este momento se esfumó.
Mientras los protestantes caminaban cada vez con mayor osadía hacia Ias
formas primitivas de Ia fe y de Ia vida cristianas, apoyados en Ia Bíblia, en el
otro lado se decidió mantener y renovar Ia institución eclesiástica desarrollada
a Io largo de los siglos, insuflándole nuevo espíritu y rigor. Allí el calvinismo
evolucionó en un sentido todavia más anticatólico que el luteranismo; con cons-
ciente anímadversíón, se elimino aqui todo Io que de cerca o de lejos olía a
protestantismo y se le hizo frente con resolución.
Así, dos manantiales surgen vecinos en Io alto de Ia montaiia y cmprenden
direcciones contrarias ai verterse rpor laderas diferentes.
LIBRO TERCERO

LOS P A P A S A M E D I A D O S D E L S I G L O XVI

El siglo xvi se caracteriza sobre todo por ei espíritu de creación religiosa. Hoy
vivimos todavia en ei antagonismo de Ias convicciones que por entonces se
abrieron paso.
Si pretendiéramos senalar con mayor exactitud el momento de significa-
ción histórica universal en que tuvo lugar Ia separación, ese momento no habría
de coincidir con Ia entrada en escena de los reformadores, porque Ias opiniones
no se perfilaron en seguida y se abrigo Ia esperanza de una conciliación durante
mucho tiempo. Pero en el ano de 1552 todas Ias tentativas en este sentido esta-
ban totalmente agotadas y Ias três formas dei cristianismo occidental habían
cobrado su aspecto duradero. El luteranismo era más riguroso, más agrio y cerra-
do; el calvinismo se separo de él en los artículos más importantes, habiendo
pasado antes Calvino por un luterano; enfrente de los dos, el catolicismo adqui-
rió su forma moderna. Y, a partir de los princípios asentados, se fueron formando
três sistemas teológicos con Ia pretensión de desplazarse mutuamente y someter
ai mundo.
Parece que Ia dirección católica, que pretendia sobre todo Ia renovación
de Ia Iglesia establecida, habría de tener tarea más fácil en su expansión. Pero
su ventaja no era mucha. También estaba rodeada y presionada por otras fuer-
zas seculares, como Ia ciência profana y Ia convicción teológica disidente, y se
presentaba más bien como matéria de fermentación. Era caso de preguntarse si
seria capaz de dominar los elementos en cuyo centro había nacído o si seria
vencida por ellos.
La primera resistência Ia encuentra en los Papas mismos, en su persona
y en su política.
Ya hicimos observar como un sentir profano había hecho presa en los jefes
de Ia Iglesia, había provocado Ia oposición y fomentado en tan gran medida
el protestantismo.
Había que ver ahora en qué medida el movimiento rigorista llegaría a do-
minar y transformaria este estado de espíritu.
114 LOS PAPAS A MBDIADOS DEL SIGLO XVI

En Ia historia de los Papas que vamos a considerar ahora, me parece que


Ia cuestión principal reside en ]a oposición de esos dos princípios, de Ja política
tradicional y de Ia necesidad de llevar a cabo una reforma interior profunda.

1) Paulo III
En Ia actualidad se presta a menudo demasiada atención a los propósitos y a
Ias influencias de altos personajes, de príncipes y de gobiemos, y su recuerdo
no poças veces padece con Ias culpas de todos, pero también ocurre que a ellos se
atribuya Io que es mérito de Ia generalidad.
El movimiento católico estudiado per nosotros en ei libro anterior comien-
za bajo ei Papado de Paulo III, pero seria un error ver en este Papa a su ini-
ciador. Se dió muy bien cuenta de Io que ei movimiento significaba para Ia Sede
romana, y no solo dejó que tuviera lugar sino que Io estimulo en muchos as-
pectos. Pero podemos decir, sin preocupación alguna, que ei espíritu de ese mo-
vimiento no formaba parte dei suyo.
Alejandro Farnesio —este era ei nombre de Paulo III— era un hombre
de mundo en no menor grado que otros antecesores suyos. Se lia formado por
completo en ei siglo xv —había nacido en ei aho 1468—. Estúdio en Roma
con Pomponio Laetus y en Florencia en los jardines de Lorenzo de Médicis, y
se apropió Ia erudición elegante y ei sentido artístico de aquella época, sin ser
ajeno tampoco a sus costumbres. Su madre considero conveniente una vez
mantenerlo prisionero en ei castillo de Sant'Angelo y, cuando pasaba Ia prece-
sión dei Corpus, aprovechó un momento de descuido para deslizarse por una
cuerda y escapar. Tenía un hijo y una hija naturales. A pesar de todo, y en
edad relativamente joven, pues aquella época no se asustaba por gran cosa, fué
nombrado cardenal. En su condición de tal, mando construir los más bellos
palácios romanos, los Farnesinos. En Bolsena, donde radicqfca su patrimônio,
construyó una viüa que ei Papa León encontrójo bastante atractiva para visi-
taria unas cuantas veces. A esta vida magnífica junto él /(trás actividades. Desde
un principio penso en ia suprema dignidad y le caracteriza bastante que Ia
tratara de alcanzar mediante una neutralidad completa. Las facciones francesa
e imperial se repartían Itália, Roma y ei colégio cardenalicio. Se cendujo con
tal cautela, con tal sagacidad, que nadie podia decir con qué partido simpatizaba
más. A Ia muerte de León, y todavia más a Ia de Adriano, estuvo a punto de ser
elegido Papa. Le enfadaba ei recuerdo de Clemente'VII, que le había sustraído
doce anos de Papado que le pertenecían. Por fin, en octubre de 1534, a los
cuarenta afies de cardenal y setenta y siete de su vida, vió colmados sus deseos.1
Ahora le afeçtaban de otro modo las grandes contradieciones dei mundo
contemporâneo: Ia disputa de aquellos dos partidos, en médio de los cuales acaba,
de crearse una posición tan importante; Ia necesidad de lucha contra los pro-
testantes y Ia alianza secreta que por razones políticas mantuvo con ellos: Ia incli-
nación natural, debida a Ia situación de su principado italiano, a debilitar ei
* Onuphrius Panvinius, Vita Pau/i 111.
PAULO III 115

poderio espanol, y ei peligro que inhería a cada una de estas tentativas; Ia nece-
sidad urgente de una reforma y Ia poço deseable limitación dei poder papal, que
parecia su consecuencia.
Es admirable como pudo transcurtir su política en médio de tantas exi-
gências contradictorias.
Paulo III tenía maneras agradables y acogedoras. Rara vez un Papa ha sido
más querido en Roma. Es magnífica aquella elección para cardenales de cuatro
personajes extraordinários, sin conocimiento de los interesados; este proceder
generoso está muy lejos de aqucllas pequenas consideraciones personalcs que
cran Ia regia. Pero no solo los nombró sino que les reconoció una desacostum-
brada libertad, soportando que le contradijeran en ei consistorio y animándoles
para una discusión sin reservas.2
Pero si respetaba Ia libertad de los demás y les dejaba gozar de Ias prerro-
gativas de su cargo, no era menor ei empeno que ponía en mantener Ias suyas.
Cuando ei emperador se le quejó de que hubiera hecho cardenales a dos nietos
suyos en temptana edad, tepuso que haría Io que sus antecesores, y había ejem-
plos de ninos de pecho hechos cardenales. En cuestión de nepotismo parecia
exceder tedo Io conocido. 3 Lo mismo que otros Papas, estaba decidido a obtener
principados para sus familiares.
N o es que todo lo demás lo subordinara a este propósito, como un Alejan-
dro VI. No se puede decir esto, porque pensaba seriamente en promover Ia paz
entre Francia y Espana, en someter a los protestantes, luchar contra los turcos
y reformar Ia lglcsia; pero tampoco descuidaba, ni mucho menos, Ia presperi-
dad de su casa.
Al proponerse tantas metas contradictorias y ai mezclar finalidades públi-
cas y privadas, se vió forzado a adoptar una política cautelosa, morosa y mante-
nida siempre a Ia expectativa. Lo que le importaba era Ia ocasión, Ia cembinación
de circunstancias que él trataba de provocar con parsimonia para, rapidamente,
tomar el asunto por el punto más ventajoso.
Los embajadores encontraban difícil tratar con él. Les extranaba que no
diera muestra alguna de falta de valor y que, sin embargo, rara vez se le hiciera
tomar una decisión. Por el contrario, él era quien trataba de sujetar a los de-

2 En el ano 1538 habló Marco Antônio Contarini ante el senado veneciano sobre Ia corte
pontifícia. Desgraciadaiiicntc no lie podido encontrar'este discurso en el arcliivo veneciano ni en
mnguna parte. En un MS. sobre Ia guerra contra los turcos de aquella época, con el título Trc
libri del/i coinmcnrari dcl/a guerra J537, 38, 39, que se halla cn mis manos, encuentro un breve
extracto de él, dei cual tome el dato citado más arriba. Disse de/ stato dcJfa corlc, che mo/ti anni
MI.MI/1 íi prclati non erano síaíi in que/Ia riíorina di vila ch'eran aílora, e clie Ji cardina/i havevano
Jibcrtá maggiore di dire /'opinion /oro in consistoro ch'avesser avuro gia mai da gran tempo, e che
di cio ií ponteíicc non solamcjitc non si do/eva, ma se n'era studiaíissimo, onde per quesía ragione
li poteva sperare di giorno in giorno rnaggior riforma. Considero che tra cardina/i vi erano tali
nomini celebeirimi che per opinione comniuiie it mondo non n'avria altietanti.
3 Soriano, 1535. E Romano di sangue et è d'animo mo/to gagliardo: stima assai J'ingiurie
Che g/i si fanno, et é inc/inatissirno a far grandi i suoi. Varchi (íslorie /iorentine, p. 636) nos
liahla dei priincr secretario de Paulo. Mcsser Ambrogio, "que pudo todo lo que queria y queria
todo lo que pudo": entre otros muchos rcgalos recibió una vez sesenta jofainas de plata con sus
|iirros. "^Y cónio cs posible —se preguntaba Ia gente entonces— que con tantas jofainas no pueda
conservar Ias manos limpias?
116 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

más, de sonsacarles una palabra comprometedora, una garantia irrevocable,


mientras, por su parte, se escurría. Este rasgo se manifestaba también en cosas
de poça monta, pues era poço aficionado a decidir o prometer algo de antemano,
porque le gustaba guardar manos libres hasta ei último momento y, claro, este
estilo lucía sobre todo en los asuntos de peso. A veces, había dado una noti-
cia, una información, pero en ei momento en que se queria aprovecharla Ia
negaba, porque pretendia ser siempre dueno de Ias negociaciones.4
Como dijimos, pertenecía a Ia escuela clásica y, en latín y en italiano, bus-
caba siempre Ia expresión elegante y escogía y pesaba cada palabra, cuidando dei
contenido y de Ia forma. Las palabras salían quedas, con perezosa cautela.
Con frecuencia no se sabia a qué carta quedarse con él. A veces, de lo que
decfa se creía conveniente deducir que su opinión era Ia contraria. Pero con este
procedimiento no se hubiera acertado siempre. Los que le conocían mejor ha-
bían observado que, cuando se proponia llcvar a cabo algo, ni hablaba dei asunto
ni aludia a las personas con las que tuviera relación.5 Lo que se sabia de fijo
era que, una vez adoptada una decisión, no cejaba en cila. Esperaba poder
realizar todo lo que se proponia, si no en seguida, en otra ocasión, en circuns-
tancias diferentes o por otras vias.
No contradice los rasgos de un caracter de tan largo alcance, de tan circuns-
pecta mirada y de ponderación tan recôndita ei que, además de las potências
terrenales, tomara en cuenta también las celestíales. En Ia época era común Ia
creencia en ei influjo de los astros sobre el resultado de las actividades huma-
nas, y Paulo III no asistió a ningún consistorio importante ni emprendió viaje
alguno sin escoger antes el dia y sin consultar las estrellas.8 No se llegó a un
acuerdo con Francia porque no existia conformidad alguna entre el dia dei naci-
miento dei rey y el dei Papa. A lo que parece, este Papa se sentia en médio de
mil influjos contrários, no solo de las potências de Ia tierra sino también de las
celestíales, de las constelaciones, y a tenor de su naturaleza se propuso tener
en cuenta unas fuerzas y otras para esquivar su desgracia y aprovechar su favor
y, así, poder navegar seguro en médio de los escollos hasta arribar a puerto.
Examinemos como trabajó en este sentido y si fué 'feliz en Ia empresa,
si consiguió dominar efectivamente el juego de tantas fuerzas antagônicas, o si
estas pudieron con él por el contrario.
•* En Guill. Ribier, Lettres et Mémoircs d'Etat, Paris, 1666, se encuentran muchas pruebas
de estas negociaciones y de su caracter desde 1537 hasta 1540, a través de los despachos de los
embajadores franceses. Las describe de un modo directo Matteo Dandolo, en Relafione di Roma
1551 de 20 Janii in senatu, MS. que se baila en mis manos. II negotiare con P. Paolo íu giudicato
ad ogn'un dif/icile, perche era tardissimo nel par/are, perche non voleva mai proferire parola che no
fusse elegante et exquisita, cosi nella volgare come nella latina e greca, che di turre tre ne faceva
professione [no creo que haya negociado con frecuencia en lengua griega], e mi aveva scoperto
di quel poço che io ne intendeva. E perche era vecchissimo, parlava bassissimo et era jonghissimo, ne
volea negar cosa che se gli addimandasse: ma né anche (volea) che I'uomo che negotiava seco potesse
esser securo di havere havuto da S. Sa, il si piu che il no, perche lei voleva starse sempre in Tavantaggio
di poter negare e concedere: per il che sempre si risolveva tardissimamente, quando vo/ea negare.
6 Observaciones dei card. Carpi y de Margarthen: "que sou —dice Mendoza— los que más
pratica ticnen de su condición".
« Mendoza: "Es vertido Ia cosa a que ay muy poços cardcnales, que conciertcn negócios,
aunque sea para comprar una carga de lefia, sino es o por médio de algún astrólogo hechizero."
Sobre el Papa mismo encontramos ali £ las particularidades más indudables.
PAULO m 117

Consiguió en sus primeros anos una alianza con Carlos V y los venecianos
contra los turcos. Insto con vehemencia a los venecianos, y se levanto otra vez
Ia esperanza de ver Ias fronteras cristianas desplazarse hasta Constantinopla.
Pero Ia renovada guerra entre Carlos V y Francisco I constituía un obstácu-
lo peiigroso para cualquier empresa. El Papa no escatimó esfuerzo alguno para
allanar Ia enemistad. La entrevista de los príncipes en Niza, a Ia que asistió, fué
su obra. El embajador veneciano, que también estaba presente, no encuentra
palabras bastantes para loar ei ceio y Ia paciência mostrados en esta ocasión por
ei Papa. Después de grandes esfuerzos, y solo en ei último momento, cuando
amenazó con marcharse, consiguió que se llegara a Ia firma de un armistício.7 Lo
utilizo para trabajar en Ia aproximación de ambos monarcas, aproximación que
parecia destinada a convertirse en confianza.
Mientras ei Papa cuidaba así de los negócios generales, no por eso descui-
daba los suyos propios. Se observaba que entretejía ambos intereses y que lo
liada con ventaja para los dos. La guerra contra ei turco le proporciona ocasión
iara apropiarse de Camerino. Esta ciudad estaba a punto de aliarse con Urbino;
f a última Varana, heredera de Camerino, se hallaba casada con Guidobaldo II,
que subió ai gobierno de Urbino en ei ano 1538.8 Pero ei Papa declaro que
Camerino no podia ser heredado por mujeres. De buena gana los venecianos
hubieran apoyado ai duque, cuyos antepasados habían estado siempre bajo Ia
protección de Venecia y servido en su ejército; también ahora se pusieron
de su parte, pero tenían reparos a consecuencia de Ia guerra. Temían que ei
Papa llamara en su auxilio aí emperador o ai rey de Francia y veían muy bien
que, caso de ganar ai emperador, tanto menos podría hacer este contra los tur-
cos; si ganaba a Francia, Ia paz de Itália se veria en peligro y su situación seria
más precária y solitária;9 con ei peso de estas consideraciones abandonaron a
su suerte ai duque, y este se vió obligado a entregar Camerino, que ei Papa
cedió a su sobrino Octavio. Porque ya entonces su casa cobraba poder y pres-
tigio. jCuán provechosa fué para él Ia reunión de Niza! Mientras trabajaba en
cila consiguió dei emperador Novara y sus domínios para su hijo Pier Luigi,
y Carlos V decidió casar a su hija natural, Margarita —después de Ia muerte
de Alejandro de Médicis—, con Octavio Famesio. Podemos creer ai Papa cuando
nos asegura que no por eso se había pasado definitivamente ai partido dei empe-
rador. Por ei contrario, deseaba entablar con Francisco I relaciones no menos
íntimas. También ai rey le interesaba y por eso le prometió en Ia entrevista de
Niza un príncipe de Ia sangre, el duque de Vendôme, para su nieta Victoria.10

1 "Relatione dei Cimo. M. Niccolo Tiepolo dei convento di Nizza", Informar. poJit. VI
(Bibl. Berlin). Existe también una edición vieja de esta relación, reproducida en Du Mont, iv, n,
con un titulo algo distinto.
8 Adriani Istoiie 58 H.
3 Se cnentan Ias delibeiaciones en el comentário ya citado sobre Ia guerra contra los turcos,
cl cual cobra por ello un interés social.
10 "Grignan, Ambassadeur du roi de France à Rome, au Connetable". Ribier, i, 251.
Monseigneur, sadire Sainteté a un merveilleux désir du mariage de Vendôme: car il s'en ett
entiérement declare a moy, disant que pour estre sa niece unique et tant aimée de luy, ü ne désiioit
apres le bien de Ia Chrestienté autre chose plus que voir sadite niece mariée en France, dont ledit
teigneur (le roí) luy avoit tenu propôs a Nice et apres Vous, Monseigneur, luy en aviez pule.
118 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

Paulo III se sentia feliz con esta alianza con Ias dos famílias más poderosas
de Ia tierra, le halagaba ei honor que para él representaba y habló de ello en
ei consistorio. También su ambición espiritual se veia halagada por Ia postura
pacificadora, mediadora, entre Ias dos potências, adoptada por él.
Pero estos negócios no se desarrollaron de modo perfecto. Se cstuvo muy
lejos de conseguir algo contra los turcos, y Venecia tuvo que aceptar una paz
desventajosa. Francisco I retiro aquella su promesa y, aunque ei Papa nunca
perdió Ia esperanza de llevar a cabo una alianza de família con los Valois, Ias
negociaciones se fueron demorando. La inteligência entre ei emperador y el rey,
que él había conseguido, parecia consolidarse cada vez más y el mismo Papa
llegó a estar celoso de su obra, puesto que se quejaba de que, siendo^í ei autor,
los favorecidos le olvidaban;" pero pronto se disiparon Ias esperanzas y Ia
guerra prendió de nuevo. El Papa abrigo entonces otros propósitos.
Siempre había solido decir a sus amigos, y hasta se Io había dado a enten-
der ai emperador, que Milán pertcnecía a los franceses y que había que devol-
vérselo cn justicia. 12 Poço a poço abandono esta opinión. Se conserva una
propuesta de] cardenal Carpi, que gozaba de su mayor confianza, cuyo tono
es muy diferente. 13
"Ei emperador —se dice en elía— no debe pretender ser conde, duque o
príncipe, sino solo emperador, y no debe tener muchas províncias sino grandes
vasallos. Su fortuna se eclipso cuando se apoderó de Milán. N o se le puede
aconsejar que Ia devuelva a Francisco I, pues no haría sino aumentar con eso
Ia avidez de tierra de ese rey, pero tampoco debe mantenerla en su posesión.' 4 Si
tiene enemigos es porque se sospecha que trata de apoderarse de territórios extran-
jeros. Si desvanece esta sospecha, si cede Milán a un duque, entonces Fran-
cisco I no encontrará ningún partidário, en tanto que el emperador tendrá con-
sigo a Alemania y a Itália, sus banderas se desplegarán en Ias naciones má
apartadas y su nombre —podemos decir— se hará inmortal."
Si el emperador no ha de abandonar Milárf a los franceses ni retencrl;
para si, c quién había de ser el agraciado con el ducado? Âl Papa no le parecia
impropio, como solución media, que ese ducado fuera a parar a su nicto,
yerno dei emperador. Ya Io había dado a entender a algunas embajadas. En una
nueva entrevista con ei emperador —en Busseto, en 1543— presentó Ia propuesta
formal. Los pensamientos dei Papa apuntaban muy alto, si es cierto que se pro-
ponía también casar a su nieta con cl heredero de, Piamonte y Saboya: sus

Jl "Gtígnan 7 Mars 1539". Ribicr, i, 406. "Le cardinal de Boulogne au roi 20 Avri] 1539".
ífc/d., p. 443. El Papa le dijo qu'il esloit íort estonnc, veu Ia peine et travai! qu'il avoit pr/s pour
vous appointer, VOIIS et 1'Empeicut, que vous /e laissiez ainsi arriere.
12 También M. A. Conlarini Io confirma cn su rclación.
13 Discurso dcl Rmo. Cie. di Caipi dei 1543 [tal vez ya un afio antes] a Cario V Cesare dei
modo dcl doininare. Bibl. Corsini n" 443.
U Se Ia M. V. dello Mato di Milano íe usasse cortesia, non tanto si spegnerebbe quanto si
accendercbbc 'a sele sua: si cbe e rncglio di anuarsi di qucl dncato contra di lui.—V. JvJ. ha d»
esser carta, cbe, non per alíctlionc clie altri abbia a qticsto ore, ma per interesse particolaro, e Ia
Certnania e T/talia, sinche da tal sospctto non saranno iiberate, sono per sostentare ad ogni Io
poteie Ia poteulia di Fiattcia.
PAULO III 119
nietos hubieran dominado a ambos lados dei Po y de los Alpes.18 En Busseto
se negocio seriamente sobre Milán y ei Papa abrigaba Ias más vivas esperan-
zas. El gobernador de Milán, marquês dei Vasto, ganado a su favor, bastante
crédulo y magnificente, apareció un dia, con bien preparadas palabras, para
conducir a Margarita a Milán como su futura Sefiora. Se dice que Ia negocia-
ción falló por algunas pretensiones excesivas dei emperador.16 Pero me parece
que ei emperador no hubiese estado dispuesto en ningún caso y a ningún precio
a abandonar un principado tan importante a Ia influencia extranjera.
Ya, sin más, Ia posición adquirida por los Famesio era peligrosa para él.
Entre Ias províncias italianas dominadas por Carlos o sobre Ias que ejercía in-
fluencia, ninguna había en Ia que ei gobierno no se hubiera establecido o, por
Io menos, consolidado per médio de Ia violência. En Milán, en Nápoles, en Flo-
rencia, en Gênova y Siena, por todas partes había gentes descontentas ciiyo
partido había sido vencido, y Roma y Venecia estaban llenas de refugiados. A
pesar de su estrecha relación con ei emperador, los Farnesio no descuidaron
entenderse con estos partidos que seguían siendo poderosos por Ia importância
de sus jefes, de sus riquezas y de sus partidários, a pesar de haber sido sometidos.
El emperador se hallaba a Ia cabeza de los vencedores y los vencidos buscaban
amparo en ei Papa. Infinidad de hilos secretos los unían entre si, y se mantu-
vicron cn conexión visible o secreta con Francia. Constantemente elaboraban
nuevos planes y se proponían nuevos golpes. Unas veces pensaban en Siena,
otras cn Gênova, otras cn Lucca. jCuántas veces ei Papa trato de obtener un
apoyo de Florencia!' Pero en ei joven duque Cósimo tropezó con ei hombre
que le podia hacer frente. Con áspera seguridad, Cósimo se expresa en estos
términos: "El Papa, ai que le han salido bien tantas empresas, no abriga otro
deseo más vivo que ei de hacer algo también en Florencia, de arrebatar ai empe-
rador esta ciudad, pero irá ai sepulcro con estos deseos." "
En cierto aspecto ei emperador y ei Papa se enfrentan como jefes de dos
lacciones. Si ei emperador ha casado a su hija con un pariente dei Papa h ha
hecho para tenerlo a recaudo, para consolidar su situación cn Itália. Por su lado,
cl Papa trata de utilizar su alianza con ei emperador para menoscabar un poço
su poderio. Pretendia realzar su casa bajo Ia protección dei emperador y con Ia
16 Dandolo, Rchtione di Francia 1545: si i dubitato, che S. Stà. fosse per tener con Cesare
lli queste Iraftationi massime a beneficio de ií dtica di Savog/ia, coi qua/c gii voJcva dar Ia nepote.
Rn Francia tuvieron lugar manifestaciones violentas -por cllo (gagliarde paro/e).
1« Pallavicini niega rotiindamcntc estas negociaciones. También, según Io que dice Muratori
(Anna/i d'lralia, x. n, 51), aun se pudicra dudar. Este se apoya cn historiadores que bien han
podido escribir según Io que oycron decir. Pero de importância decisiva cs un escrito de Girolamo
Cuicciardini a Cósimo Mediei, Crcinona 26 Giugno 1543, que se encuentra cn ei Arcliivo Mcdícco
cn Florencia. Et rtifsmo Cranvclla habló de <íi. S. Mà. mostrava non esser aliena, quanefo per Ia
parle de/ papa fussino adcnipiute le larghe offerfe cíie eran state pwtcTte dal duca di Castro sin a
Gênova. No sé cuáles han podido ser Ias proposiciones, pero eran demasiado fuertes para cl Pana.
Icgún Gosscliui, secretario de Fcrrante Gonzaga, cl emperador temió, ai marcharse che in volgendo
eg/i le spaJ/e (i Farnesi) non pensassem ad ocupar/o (Vita di Don Ferrando, p. iv). De un
liiodo dctallado y ameno habla de cllo también una biografia napolitana, aún sin publicar, de
Vasto, que se ltalla cn Ia Biblioteca Chigi cn Roma.
1T Escrito de Cósimo encontrado en ei archivo de los Médicis, Data dei ano 1537. A! papa
POn c restara altra vog/ia in quesfo mondo se non disporre di questo stato e levarío dal/a divotionc
íif/l imperatore, etc.
120 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVI

ayuda de sus enemigos. De hecho, existe todavia un partido gibelino y otro


guelfo. Aquél a favor dei emperador, este dei Papa.
En eJ afto 1545 volvemos a encontrar a los dos caudü/os en amistosa con-
versación. Como Margarita se hallaba embarazada, ia perspectiva de contar
pronto en Ia família con un descendiente dei emperador, inclino a los Famesio
hacia Carlos V. El cardenal Alejandro Famesio fué a buscado a Worms. Es
una de Ias embajadas más importantes de Paulo III. El cardenal venció Ia
desgana dei emperador. Trato de justificarse y justificar a su hermano de algu-
nos reproches, pero de otros pidió ei perdón, prometiendo que en Io sucesivo
todos serían hijos y servidores obedientes de Su Majestad. Contesto ei empera-
dor que en ese caso él también los trataria como a hijos. De aqui pasaron a
negócios más importantes. Se pusieron de acuerdo sobre Ia guerra contra los
protestantes y sobre ei concilio. Convinieron que este se celebraria en seguida.
Si ei emperador se comprometia a llevar sus armas contra los protestantes, ei
Papa le aseguraba por su parte Ia ayuda con todas sus fuerzas y tesoros, "así
tuviera que vender su corona".18
En ese mismo ano se inauguro ei concilio. Ahora vemos con chiidad por
qué tuvo lugar, por fin, ei acontecimiento: en ei afio de 1546 se inicia ia guerra
también. El Papa y ei emperador se alían para aniquilar Ia Liga de Esmalcal-
da, que dificultaba ai emperador ei gobiemo de su Império no menos que ai
Papa ei de ia Iglesia. El Papa entrego dinero y envio tropas.
El propósito dei emperador era aliar ei poder de Ias armas con Ias nego-
ciaciones de paz. Mientras reprimia Ia desobediência de los protestantes me-
diante Ia guerra, ei concilio debía allanar Ias divergências religiosas y dar entrada
a reformas que hicieran posible a los protestantes Ia sumisión.
La guerra se deslizo con mayor fortuna de Ia esperada. Al principio se hu-
biera creído que Carlos V estaba perdido, pero supo resistir Ia situación más
peligrosa, y, al finalizar ei afio 1546, toda Ia Alemania alta estaba en sus manos
y Ias ciudades y los príncipes se le fueron entregando a porfía; p*areció llegado ei
momento en que, vencido ei partido protestante e*n Alemania, se pudiera res-
catar para ei catolicismo todo ei norte.
iQué hizo ei Papa en este momento?
Llamó a sus tropas, que estaban sirviendo al emperador, y con Ia excusa
de que se había desarrollado una epidemia traslado ei concilio, que tenía que
cumplir ahora con su cometido y comenzar su actividad pacificadora, de Trento
—donde había sido convocado por solicitud de los alemanes— a Bolonia, su
segunda capital.
No es muy dudoso Io que le movió a ello. Una vez más Ias tendências
políticas dei Papado entraron en competência con Ias espirituales. Nunca hu-
18 Nos informa acerca de Ia embajada de un modo autêntico ei mismo Granvella. Dispaccio
di Monsignor di Cortona a/ Duca di Fiorenza, Vormatia 29. Maggio 1545. (Granvella) mi concíuse
in somina ch'eJ cardinale era venuto per giustificarsi d'alcune calumnie, e supplica S. M. che
quando non potesse interamente discolpare rattioni passate di Nro. Signore sue e di sua casa,
el/a si degnasse rimetferle e non ne tener conto. Expose dí piu, in caso che S. M. si risoJvesse
di sbattere per via d'arme, perche per giustitia non vi vedeva quaji jnodo alcuno, li Luterani, S.
Beatirudine concorrerá con ogni somma di denari.
PAULO m 121

biera deseado ei Papa que Alemania entera fuera vencida y sometida ai empe-
rador. Había calculado Ias cosas de otro modo. Seguramente creyó que ei em-
perador conseguiria algunas ventajas para Ia Iglesia católica, pero como él
mismo confiesa,18 tampoco dudó de que tropezaría con numerosas dificultades
y complicaciones, que le proporcionarían a él una completa libertad para pro-
icguir sus fines. El destino se burlo de sus previsiones. Ahora tenía que temer
—y Francia se Io advirtió en seguida— que este poderio dei emperador reper-
cutiera en Itália y que muy pronto Io sintiera él mismo en Io espiritual y en Io
temporal. Pero, además, crecieron también sus preocupaciones con ei concilio.
Ya le estaba pesando 20 y había pensado en disolverlo, pero los prelados simpati-
zantes con ei emperador, envalentonados por Ia victoria, dieron unos pasos
atrevidos. Bajo ei nombre de censuras, los obispos espafioles presentaron algunos
artículos que significaban un menoscabo dei prestigio papal y, así, parecia inevi-
table Ia reforma tan temida por Roma.
Parece extrano, pero no deja de ser verdad: en ei momento en que toda Ia
Alemania dei Norte temblaba ante Ia perspectiva de un restablecimiento dei
poder papal, ei Papa se sentia como aliado de los protestantes. Manifesto su ale-
gria por Ias ventajas dei elector Juan Federico frente ai duque Maurício; su
mayor deseo era que aquél se pudiera también sostener frente ai emperador; y a
Francisco I, que ya trataba de concertar una unión mundial contra Carlos, le
•consejó expresamente "que apoyara a aquellos que no estaban todavia venci-
dos".21 De nuevo le. pareció verosímil que ei emperador, tropezando con Ias
mayores dificultades, tendría todavia mucho que haeer. "Cree esto —dice ei
embajador francês— porque Io desea."
Pero volvió a equivocarse. La fortuna dei emperador hizo que todos sus
cálculos se volvieran contra él. Carlos V venció en Mühlberg y se llevó prisio-
neros a los dos caudillos dei partido protestante. Ahora podia dedicar mayor
•tención que nunca a los asuntos de Itália. H J P ( J * \t£, £\o
La conducta dei Papa le indigno de Ia manera más profunda. Penetro sus
Intenciones. "El propósito de Su Santidad desde un principio —escribe a su
embajador— ha sido embarcamos a nosotros en esta empresa y dejarnos luego
en Ia estacada."22 La retirada de Ias tropas pontifícias no tenía mayor importân-
cia. Mal pagadas y, por Io mismo, de no muy lúcida disciplina, no habían servido
para mucho. Pero ei traslado dei concilio si. Ia tenía, y muy grande. Sorprende
también esta vez como Ia disensión entre ei Papado y ei Império, provocada
por Ia posición política de aquél, vino en ayuda de los protestantes. Se hubiera
1» "Charles Cl. de Guise au roy 31 Oct. 1547" (Ribier, u, p. 75), después de una audiência
con ei Papa, este invoca Ias razones que motivaron su participación en Ia guerra alemana: Aussi
I dire franchement qu'il estoit bien mieux de 1'empescher (1'empereur) en un lieu dont ii pensoit
qu'aisemenr il ne viendroit a bout.
20 "Du Mortier au roy 26 Avril 1547". ]e vous asseure, Sire, que pendant il estoit à Trente,
c'etíoit une charge qui íe pressoit íort.
21 "Le même au même". Ribier, i, p. 637. S. S. a entendu que le duc de Saxe se trouve
íort, dont e//e a te/ contenfement, comme celuy qui estime Je commun ennemy estre par ces moyeru
• • fí-nti d'executer ses entreprises, et connoist-on bien qu'i/ seroit utile suosmain d'entretenir ceux
>|iii /iiy resisfent, disant que vous ne sçauriez faire dé"pense p/us utile.
22 Copia de h carta que S. M. scriviò a Doo Diego de Mendoça a xi de Hebrero 1547 aos.
122 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVI

dispuesto de los médios para someterlos ai concilio, pero como ei mismo concilio
se había dividido —los obispos partidários dei emperador quedaron en Trento—,
y como no se podia tomar ningun acuerdo válido, no era cosa de forzar Ia adhe-
sión de nadie. El emperador vió como Ia parte esencial de sus planes fracasaba
por Ia defección de su aliado. N o solo insistió en que ei concilio volviera a
Trento sino que dió a entender que iria a Roma para celebrar allí ei concilio.
Paulo III se rehizo: "El emperador es poderoso —decía—, pero también
nosotros podemos algo y tenemos algunos amigos." En este momento cuaja Ia tan
negociada alianza con Francia. Horacio Farnesio se desposa con Ia hija natural
de Enrique II y no se escatima médio alguno para ganar a los venecianos hacia
una alianza general. Todos los refugiados se agitaron. En momento oportuno
estallaron revueltas en Nápoles, apareció un delegado napolitano pidiendo pro-
tección ai Papa para sus vasallos de Ia localidad y hubo cardenales que le acon-
sejaran dar este paso.
Nucvamcntc se enfrentan Ias facciones italianas. Con tanto mayor encono
cuanto que los caudillos respectivos rinen también con frecuencia. A un lado,
los gobernadores de Milán y de Nápoles, los Médicis en Florencia, los Doria cn
Gênova. Como centro de todos ellos, Don Diego de Mcndoza,' embajador dei
emperador en Roma, que dispone de muchcs partidários gibelinos. Al otro lado,
ei Papa y los Farnesio, los emigrados y descontemos, un nuevo partido de los
Orsini y los partidários de los franceses. La parte dei concilio que se quedo en
Trento, en favor de los primeros, y Ia que marcho a Bolonia, de los segundos.
El ódio con que se miraban los dos partidos estalló por fin violentamente.
Su estrecha relación con cl emperador Ia había utilizado ei Papa para
ganar Parma y Plasencia, en calidad de ducado enfeudado a ia Sede apostólica,
para su hijo Pier Luigi. No podia proceder con Ia falta de escrúpulos de un
Alejandro VI o de un León X en iguales circunstancias. En compensación, puso
Camerino y Napi a disposición de Ia Iglesia. Mediante un cálculo de los gastos
que Ia vigilância de aquellos puestos fronterizos ocasionaba, "as tasas con que
había de contribuir su hijo y los ingresos provenientes de,los territórios devuel-
tos, trato de demostrar que Ia Iglesia no sufría perjuicio alguno. Pero tuvo que
hablar personalmente con cada cardcnal, sin lograr convencer a todos. Algunos
se opusieron abiertamente, otros dejaron de asistir ai censistorio en que se discu-
tió ei asunto y se vió en ese dia a Caraffa girar una visita solemne a Ias siete
iglesias."3 Tampoco ai emperador le gustó, pues por Io menos hubiera deseado
que se hubiese transferido ei ducado a su yerno Octavio, a quien también
pertenecía Camerino. 24 Dcjó pasar Io hecho porque necesitaba de Ia amistad dei
Papa, pero nunca consintió, pues conocía demasiado bien a Pier Luigi. Todos
"Quanto mas yva cl diclio [próspero suceso] adclantc, mas nos confirmávamos cn ercher que fuese
verdad Io que antes se havia savido de Ia intencion- y inclinacion de S. S., y Io que se dezia [cs]
que su fin havia sido pot embaraçar nos en Io que estávamos y dexarnos cn cllo con sus fines,
dcsiiíos y p'aticas, pero que, nunque pesasse a S. S. y a otros, esperávamos con Ia ayuda de N. S.,
aunque sin Ia de S. $., guiar esta impresa a bucn camino".
*» liromato, Vita di PaoJo IV, n, 222.
M Las ncgociacioncs sobre esto resultan claras Icycndo cl escrito de Mcndoza dei 29 de no-
vicinbrc de 1 547. El Papa dice haber dotado a Pier Luigi, porque esto fué Io que prefirieron los
cardenales: y "haviendo de vivir tan poço como mostrava su indisposición".
PAULO III 123

los hilos de Ia secreta trama de Ia oposición italiana los tenía ei hijo dei Papa
cn sus manos. No se pone en duda que supo de Ia acción de Fiesco en Gênova
y que auxilio en ei Po ai violento caudillo de los emigrados florentinos, Pietro
Strozzi, en un momento de peligro, después de su fracaso en ei ataque a
Alil.in, salvándolo. Hasta se sospechaba que tenía sus miras puestas en Milán. 25
Un dia ei Papa, que se sentia con buena estrella y seguro de conjurar todas
Ins tormentas que le amagaban, se hallaba en Ia audiência de buen humor:
contaba Ias buenas fortunas de su vida y se comparaba, en este aspecto, con cl
emperador Tiberio. En ese mismo dia, su hijo, a quien habían ido a parar todas
«us ganâncias, ei favorecido en verdad por su fortuna, era asesinado por unos
conjurados en Plasencia. 26
Los gibelinos de Plasencia, agraviados y excitados por Ias violências dei
l duque, que figuraba en Ia estirpe de los príncipes de mano dura de Ia época, y
que había tratado de sujetar a Ia nobleza, fueron los autores de su muerte; por
entonces todo ei mundo creía que Ferrante Gonzaga, gobernador de Milán, ha-
bia tomado parte en ei asesinato, 27 así que Io podemos dar por bueno. EI biógra-
I'i de Gonzaga, su secretario de confianza en aquellos dias, asegura, tratando de
cxculparlo, que ei propósito fué ei de hacer prisionero y no ei de matar ai
Farnesio.28 En algunos manuscritos encuentro Ia indicación —que no puedo
ituscribir sin más— de que ei emperador tuvo conocimiento de Io que se tramaba.
I " cierto es que Ias tropas imperiales se apresuraron a tomar posesión de Pla-
irncia, haciendo valer los derechos dei Império sobre Ia ciudad. En cierto sentido
[ern Ia réplica por Ia defección dei Papa en Ia guerra contra Ia Liga de Es-
•nalcalda.
La situación que se creó no tiene par.
Se creía saber que ei cardenal Alejandro Farnesio había dicho que no ha-
bía más remédio que matar a algunos ministros dei emperador y, como no cabia
| hncer uso de ia violência, había que buscar ei remédio en ei arte. Mientras los
•ministres tomaban sus precauciones para ponerse a salvo dei veneno, se prendió
• n Milán a unos bravucones corsos de los que se obtuvo Ia confcsión, no sé si
fnlsn o verdadera, de que habían sido comprados por los familiares dei Papa con
•ti objeto de asesinar a Ferrante Gonzaga. Lo cierto es que Gonzaga se encole-
[ri/ó cie nuevo. "Tenía —decía— que asegurar su vida como pudiera y no le
ipuiliba más remédio que deshacerse, por si o por otros, de dos o três de sus
fcimigos."M Mendoza opina que, en este caso, se asesinaría a todos los espa-
flnlcs de Roma, se incitaria secretamente ai pueblo y se trataria luego de excusar
ei liccho con Ia fúria incontenible dei populacho.

'-'K Gossclini, Vita di Fcrr. Gonzaga, p. 20. Scgni, Storie Fiorentine. p. 292.
"<> fVfcridoça aí Emperador 18 septiembre 1547: "Gasto Ia mayor parte dcl tempo [de aquel
tn contar sus felicidades y coinpaiarse 3 Tiberio imperador".
ü? Coniperturn habermis Fcrdinandum ase aurorem, dice cl Papa en ei consistorio. E.ttrait clu
htljijtoirc temi par N. S. Pcre, en un despaclio de Morvillicr, Vcnisc 7 sept. 1547. Ribicr, n, 61.
ÜH Gossclini, p. 45. Nè i'iniperarore nè D. Fernando, como di natiira niagnaniiiii, consentirono
alia morte dcl duca Pier Luigi Farnese, anzi fecero ogni opera di salvarjo comandando in
i.ililà a congiurati che vivo il fenessero.
21) Mendoça a/ Emp. "Oon Mcrnando procurara de asegurar su vida como mejor pudicre, hc-
nndo a parte dos o três de estos o por su niano o por mano de otros."
124 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

No era posible pensar en una conciliación. Habrían querido valerse para


ello de Ia hija dei emperador, pero esta no se encontraba a gusto en Ia casa de
los Farnesio, despreciaba a su esposo, mucho más joven que ella, revelaba sin
tapujos ai embajador sus malas cualidades. Dería que preferia cortar Ia cabeza
a su hijo que pedir algo a su padre que pudiera desagradarle.
Tengo ante mi Ia correspondência de Mendoza con ei emperador. Difícil i
seria encontrar algo comparable ai ódio profundo, contenido y patente de los |
dos partidos que rezuman estas cartas. Traslucen un sentimiento de arrogância |
que se ha ido enconando con amargor, un desprecio que no deja de ser precavido
y un receio como ei que se mantiene frente a un malvado contumaz.
Si ei Papa, en médio de esta situación, queria buscar amigos y apoyo en
alguna parte, solo Francia podia suministrárselos.
En presencia dei embajador francês, le encontramos explicando largamen-
te a los cardenales Guisa y Farnesio Ias relaciones de Ia Sede apostólica con
Francia. "Ha leído en libros antiguos —decía—, ha oído en su tiempo de car- j
denal y Ia experiência misma le ha ensenado que Ia Santa Sede se ha encontrado |
con poder y prestigio siempre que ha mantenido alianza con Francia y, por ei
contrario, ha padecido perdidas cuando no ha sido ese ei caso; no podia perdonar ]
a León X ni a su antecesor Clemente ni a si mismo que se hubieran puesto ai- J
guna vez a favor dei emperador, pero ya estaba decidido a unirse a Francia por 1
siempre. Esperaba vivir tcdavía Io bastante para dejar Ia Sede apostólica en I
disposición favorable ai rey de Francia; queria hacer de él uno de lostmayores j
monarcas dei mundo y su propia casa se le vincularia indisolublemente." 80
Su propósito no era otro que establecer una alianza con Francia, con Suiza
y Venecia, ai principio de caracter defensivo, pero de Ia que él mismo decía no ]
ser sino Ia puerta para una ofensiva.31 Los franceses calculaban: sus amigos ]
unidos les procurarían en Itália un domínio tan grande como ei que poseía ei I
emperador; ei partido de los Orsini estaba dispuesto a consagrarse ai rey de
Francia en cuerpo y alma. Los Farnesio pensaban que en ei domínio de Milán j
podían contar con Cremona y Pavía por Io menos; los emigrados napolitanos
prometieron poner en pie de guerra 15,000 hombres y entregar en seguida |
Aversa y Nápoles. El Papa tomo gran parte en todos estos asuntos. Da a 1
conocer a los franceses ei ataque que se prepara contra Gênova. Nada tenía j
que oponer si había que establecer una alianza con ei Gran Khan o con Argel
para apoderarse de Nápoles. Acababa de subir ai trono de Inglaterra Eduar-
do VI y ei Gobierno estaba en manos de los protestantes, pero ei Papa no deja
por eso de aconsejar a Enrique II que haga Ias paces con Inglaterra, según dice
"para poder llevar a cabo otros proyectos en beneficio de Ia cristiandad".82
30 "Guise au roy, 31 oct. 1547". Ribier, n, 75.
81 "Guise au roy, 11 nov. 1547". Ribier, n, 81. Sire il semble au pape a ce qu'il m'a dH,
qu'il doit commencer a vous fair declaration de son amitie' par vous presenter luy et toute sa mai-
son: et pource qu'iíj rTauroient puissance de vous faire service ny vous aider a offenser si vous
premierement vous ne íes aidez à defcndre, ii luy a sembJé devoir commencer par Ia ligue defen-
tive, laqueíle il dit estre Ia vraye porte de Tofíensive. También es instructiva toda Ia correspondência
que sigue.
32 "François de Rohan au roy 24 Février 1548". Ribier, m, 117. S. S. m'a commandé de
vous faire entendre et conseil/er de sa part, de regarder les moyens que vous pouvez tenir pour vout
PAULO ni 125

Así de violenta era Ia enemistad dei Papa con ei emperador, así de estrecha
lu alianza con los franceses y tan grandes sus esperanzas; sin embargo, jamás
llegó a firmar ei acuerdo, nunca se decidió a dar ei último paso.
Los venecianos se asombran. "El Papa ha sido atacado en su dignidad,
ofendido en su sangre, despojado de ias porciones más preciadas de su patrimô-
nio; tendría que establecer esa alianza a cualquier precio, y, sin embargo, des-
pués de tantas ofensas, le vemos dudar y vacilar."
Por Io general Ias ofensas suelen provocar resoluciones extremas, pero hay
[caracteres en que esto no ocurre, que siguen calculando en ei momento en que
|ft sienten más profundamente heridos, no porque ei sentimiento de venganza sea
! menos fuerte en ellos, sino porque Ia conciencia que tienen de Ia superioridad
drl enemigo se sobrepone a todo. Domina en ellos ei cálculo que consiste en Ia
revisión dei futuro y Ias grandes contrariedades no les sublevan sino que les
E Bccn cobardes, taimados y débiles.
El emperador era demasiado poderoso para que pudiera temer algo serio
los Famesio. Prosiguió su camino sin reparar en ellos. Protesto de manera
llemne contra Ia sesión dei concilio en Bolonia declarando nulas de antemano
actas de los acuerdos. En el ano 1548 publico ei ínterim en Alemania. Y
inque ai Papa le pareció intolerable que el emperador prescribiera normas
fe y se quejó vivamente de que los bienes de Ia Iglesia fueran abandonados
tus actuales poseedores —ei cardenal Famesio aíiadía que veia en el Ínterim
siete a ocho herejías—,33 no por eso se inmutó el emperador. Tampoco en el
hunto de Plasencia dió su brazo a torcer. El Papa exigia el restablecimiento
Ia situación y el emperador afirmaba su derecho por parte dei Império. El
Pipa se refirió a Ia alianza de 1521 en Ia que se garantizaba esa ciudad a Ia
Je apostólica y el emperador aludió a Ia palabra "investidura", por Ia que
Império mantiene derechos soberanos. Replico el Papa que en este caso Ia
ilabra se tomaba en un sentido distinto dei feudal y el emperador ya no discutió
lis, pero declaro que su conciencia le prohibía devolver Plasencia.34
Con gusto hubiera el Papa acudido a Ias armas, y se hubiera alistado ai
de Francia, levantando a sus amigos y a su partido —en Nápoles, Gênova,
ena, Plasencia y hasta en Orbitello se notaba Ia agitación de sus partidários—,
• gusto también se hubiera vengado con un golpe inesperado, pero temia Ia
liperioridad dei emperador y, sobre todo, su influjo en Ias cuestiones eclesiás-
|cas; temia que se convocara un concilio que se declarara contra él e incluso
•Wttrc en paix pour quelque temps avec les Ang/ais, afin que n'estant en fant d'endroits empeché
I Vim» puiss/ez pJus íacilement erecurer vos desseins et entreprises pour ie bien puWic de Ia
^ttitílicnlé.
M "Hazer intender a V. M. como en el intetim ay 7 o 8 heregias". Mendoza 10 junio 1548.
Ias Letteie de/ commendarorc Annibal Caro scritre ai nome dei Cl. Farnesc, Ias cuales son re-
iinl.is en general con gran reserva, se encuentra (r, 65) un escrito ai cardenal Sfondrato referente
Ínterim en el que se dice que "el emperador había dado lugar a un escândalo en Ia cristiandad,
[que hubiera podido hacer algo mejor".
N "Lettcre dei Cardinal Famese scrite ai vescovo di Fano, nuntio all'impcratore Cario". Infor-
llioni politiche xix, y algunas instrueciones dei Papa y de Famesio, ibid., xn, revelan estas nego-
ones, de Ias que solo pude tratar los puntos más importantes.
126 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

Ie depusiera. Dice Mendoza que Ia acción de los corsos contra Ferrante Gon-
zaga le habia insuflado todavia más miedo.
Sea como sea, ei caso es que supo contenerse y disimular su cólera. A los
Farnesio no les desagrado que ei emperador se apoderara de Siena, pues espe-
raban que se les entregaria como compensación de sus perdidas. Con esta ocasión
se hicieron Ias propuestas más extranas. "Si ei emperador se aviene —se dijo a
Mendoza—, ei Papa volverá a llevar ei concilio a Trento y no solo lo conducirá
a gusto dei emperador —por ejemplo, reconociendo soleninemente su derecho
sobre Ia Borgoría— sino que nombrará a Carlos V sucesor suyo en Ia Silla de
San Pedro. Pues —decían—, Alemania tiene un clima frio e Itália caliente y
para Ia gota que padece ei emperador los países calientes son más sanos." 35 No
quiero decir que pensaran en ello seriamente, ya que ei viejo Papa creía que
ei emperador moriría antes que él, pero vemos por qué caminos tortuosos, apar-
tados dcl curso ordinário de Ias cosas, orientaba ei Papa su política.
No escaparon a los franceses Ias negociaciones dei Papa con ei emperador.
Conservamos una carta dei condestable Montmorency, llena de indignación, en
Ia que habia claramente de "hipocresía, mentiras, de golpes traicioneros" que
los de Roma asestan ai rey de Francia.38
Finalmente, como ei derecho sobre Plasencia no solo se disputaba a su
casa sino también a Ia Iglesia, para hacer algo y por lo menos ganar un punto
firme en todo este altercado, decidió entregar ei ducado a Ia Iglesia. Era Ia
primera vez que emprendía algo contra ei interés de su nieto, pero no dudaba
que este lo aceptaría a gusto. Creía disponer de una indiscutida autoridad
sobre él y así habia hecho su elogio y manifestado su contento. Pero habia una
diferencia: en otras ocasiones habia perseguido siempre Ia ventaja patente de
su nieto mientras que ahora queria realizar algo que le perjudicaba.37 Quiso
evitar ei golpe de manera indirecta. Se le dió a entender que ei dia fijado para
ei consistorio era nefasto; ei cambio con Camerino, que se le daria en compen-
sación, significaria para Ia Iglesia una perdida, y se argumento con les motivos
utilizados por él en otra ocasión. Con todo esto no hacían más que demorar Ia
acción, pero no podían impediria: ei comandante de Parma, Camillo Orsino,
recibió Ia orden dei Papa de mantener Ia ciudad a nombre de Ia Iglesia y de
no entregaria a nadie, cualquiera que fuese. Después de esta declaración, que no
dejaba lugar a dudas, los Farnesio no pudieron contenerse. De ningún modo
querían dejarse arrebatar un ducado que les colocaba ep ei rango de los prín-
cipes independientes de Itália. Octavio intento apqderarse de Parma contra Ia
voluntad dei Papa, con astucia o con violência, y solo Ia habilidad y decisión
dei nuevo comandante hizo abortar Ia tentativa. Cabe imaginarse los sentimien-
tos que en ei ânimo de Paulo III provocaria este incidente. Su nieto, ai que

35 El caidenal Gambara hizo esta propuesta a Mendoza, con ocasión de una reunión secreta
cn una iglesia. Al menos dice "que havia scripto ai papa algo desto y no lo havia tomado mal".
30 "Le connestable au roy 1. Sept. 1548" (Ribier, n, 155). Le pape avec ses ministres VOUJ
ont /usques-icy usé de toutes dissimu/afions, /esqueíles ils ont depuis quelque temps voulu couvrir de
pur mensonge, pour en/ormer une vraye meschancetí, puisqu'// /aut que ;e J'appel/e ainsi.
37 También Dandolo asegura que estaba firmemente decidido. S. S. era ai tutto volta a res-
tituir Parma alia chiesa.
PAULO HI 127

había dedicado todas sus preferencias, por cuyo bien se había comprometido
nnte el mundo, se volvia contra él al final de sus dias. Ni siquiera ei fracaso
de su tentativa hizO cejar a Octavio. Escribió al Papa que si no volvia a reco-
brar Parma, celebraria Ias paces con Ferrante Gonzaga e intentaria conquis-
taria con Ias armas imperiales. Y, de hecho, Ias negociaciones cen el enemigo
mortal de su casa habían progresado mucho: fué enviado un correo al empe-
rndor con proposiciones secretas.88 El Papa se lamento de haber sido traicionado
por les suyos: sus acciones eran de tal índole que de ellas se seguiria Ia muerte
dcl Papa. Lo que le hirió más profundamente fué el rumor de que él tenía cono-
cimiento secreto de Ias maquinaciones de Octavio y también una parte en ellas
que estaba en flagrante contradieción con sus palabras. Dijo al cardenal de
Este que nada en su vida le había dolido tanto, ni Ia muerte de Pier Luigi ni Ia
Ocupación de Plasencia, pero que el mundo veria claramente cuáies eran sus
[intenciones.39 Le cabia el consuelo de que, por lo menos, el cardenal Alejandro
Furnesio no había participado en Ia conjura y se hallaba totalmente entregado
|ft él. Pero se dió cuenta poço a poço de que también él, que gozaba de toda su
(«onfianza y que tenía en sus manos el canamazo de los negócios, estuvo ente-
ndo dei asunto y en pleno acuerdo. Este descubrimiento le quebrantó. El dia
Me Ias animas (2 de noviembre de 1549) confio al embajador de Venecia su
imargo sufrimiento. Para distraerse un poço, se dirigió al dia siguiente a su Vigna
i n Monte Cavallo. No encontro reposo. Mando llamar al cardenal Alejandro,
lurgió Ia disputa y el Papa se enfureció de tal suerte que le arrebato a Alejan-
dro el capelo de Ias manos y se lo arrojo al suelo.40 La corte supuso que vendría
ii n cambio y que el Papa alejaría al cardenal dei gobierno de los negócios,
fpeno no pudo llegar a esto. Aquella violência de ânimo a los ochenta y três
[âftos pudo con él. En seguida se sintió enfermo, para morir a los poços dias: el
|I0 de noviembre de 1549. En Roma todo el mundo acudió a besar sus pies.
Era tan querido como ediado su nieto, y se le tuvo compasión porque había
•ufrido Ia muerte por causa de aquel a quien más servidos había rendido.

Fué un hombre lleno de talento y de espíritu y de penetrante sagacidad,


colocado en el puesto más importante. Pero jcuán insignificante aparece un
mortal de talla ante Ia historia universal! En todos sus planes y accienes está
«do y dominado por Ia tensión de Ia época, que él desconoce; por sus ten-
dências momentâneas, que a él se antojan eternas. Las circunstancias personales
y a b a n particularmente, dándole tanto quehacer y Uenando sus dias —si a
I» Gosscllini, Vifa di Ferr. Conzaga, p. 65.
10 "Hippolvt Cardinal de Ferrare au roy 22. Oct. 1549". Ribier, n, 248. S. S. n>'« asseuré
ir cn sa vie eu chose. dont e/Ic air fant receu d'ennuy, pour 1'opinion qu'e)Je craint qu'on
c prendre que cecy ait este de son consenfement.
*0 Dandolo: í/ Revmo. Farnese si risolse de non voler che casa sua restasse priva di Roma
« K ne messe a/Ja forte.—S. S. accortasi di questa contraoperatione dei Revmo. Farnese me Ia
•MUtlicò ii di de'morti in gran parte con grandíssima amarifudine et il dl dietro Ja matlina per
frinpo se ne ando alia sua vigna di monte Cavallo per cercar transfuílo, dove si incolero per tal
iiiuv.i con esso Revmo. Farnese.—Cli /u trovafo tutto 1'interiore nettissimo, d'haver a viver ancor
i|iw/c lie anno, se non che nel core tre goecie di sangue agghíacciato [lo cual es tal vez una equi-
•ocución] giud/casi da/ moío dei/a co/era.
128 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVI

veces de satisfacción- con tanta frecuencia de desenganos y amarguras que


acaban por consumirle. Y mientras muere, los acontecimientos siguen su curso.

2 ) Mio lll. Marcelo U


Una vez durante ei cónclave, cinco o seis cardenales se reunieron junto ai altar
de Ia capilla. Hablaban de Ia dificultad de encontrar un Papa. "Nombradme
a mi —decía uno de ellos, ei cardenal Monte—, y ai dia siguiente os hago favo-
ritos mios en ei colégio de cardenales." "Me pregunto si debemos nombrarlo",
decía otro, Sfondrato, cuando se separaron. 41 Monte pasaba por violento y colé-
rico y tenía poças perspectivas porque su nombre era ei que menos sonaba. Sin
embargo, fué elegido (7 de febrero de 1550) y en recuerdo de Júlio II, de quien
había sido camarlengo, adoptó ei nombre de Júlio III.
En Ia corte imperial ei nombramiento es recibido con alegria. El duque
Cósimo fué quien más trabajó en ei resultado. En ei cenit de Ia fortuna y ei
poderio, en que por entonces se encontraba ei emperador, era un buen remate
que subiera por fin a Ia Silla de Pedro un Papa propicio, con ei que se podría
contar. Parecia como si los negócios públicos fueran a tomar otro sesgo.
Al emperador le importaba mucho que ei concilio volviera a reunirse en
Trento y creía poder obligar a los protestantes a concurrir a él y someterse. El
nuevo Papa acudió con gusto a cumplir este deseo. Llamó Ia atención sobre Ias
dificultades inherentes ai asunto, no sin avisar que no queria se tomara su indi-
cación como un pretexto, no cansándose de asegurar Ia verdad de Io contrario,
pues siempre había obrado sin reservas y pretendia seguir en el mismo camino.
Fijó Ia reanudación dei concilio para Ia primavera de 1551 y declaro que no
celebraba pacto alguno ni ponía condiciones. 42
Pero no se había logrado todo con Ia buena disposición dei Papa.
Octavio Farnesio había recobrado Parma por un acuerdo de los cardenales
en el cónclave que trajo a Júlio III. No sucedió esto contra Ia voluntad dei
emperador, pues ambos negociaban desde hacía tiempo, y se abrigaron ciertas
esperanzas en el restablecimiento de buenas relaciones. Pero como el emperador
no podia decidirse a entregarle también Plasencia, sino que retuvo además los
territórios que Gonzaga había ganado en los domínios de Parma, Octavio man-
tuvo un espíritu belicoso frente a él. 43 Después de tantos agravios recíprocos, no
era posible que albergara otra cosa que ódio y receio. De.cía que se trataba de
arrebatarle también Parma y de deshacerse de él, pejo sus enemigos no se sal-
drían con Ia suya en ninguno de los dos casos.44

41 Dandolo, Relatione 1551: Questo revmo. di Monte se ben súbito in consideratione di


ogn'uno, ma ali'incontro ogn'uno parlava tanto delia sua cólera e subitezza che ne passo mai che
di pochissima scommessa.
42 "Lettere dei Nunzio Pighino 12. e 15. Ag. 1550". in//. poíif., xrx.
43 Gossellini, Vita di Ferr. Gonzaga, y Ia justificación de Gonzaga contra Ia acusación de
liaber causado Ia guerra, que se halla en el tercer libro, explican de un modo autêntico el giro que
tomaron los acontecimientos.
44 "Lettere delli Signori Farnesiani per Io negotio di Parma". In/ormat. pol. xix. Lo arriba
citado proviene de un escrito de Octavio al cardenal Alejandro Farnesio, Parma, 24 de marzo
de 1551.
JÚLIO III. MAKCELO II 129

Es cierto que Ia muerte de Paulo III había desprovisto a sus nietos de un


#ran apoyo, pero también Ios había libertado. Ya no les era menester tomar
en consideración Ios intereses generales de Ia Iglesia y solo Ios propios les servirían
de pauta. Así, Octavio podia dirigirse sin cuidado alguno ai rey de Francia,
Enrique II.
Lo hizo en un momento en que podia esperar ei mejor resultado.
Lo mismo que en Itália, en Alemania pululaban Ios descontentos. Lo que
d emperador había realizado y lo que todavia se temia de él, su actitud religiosa
y política: todo le había granjeado numerosos enemigos. Enrique II podia osar
lu reanudación de Ios planes antiaustríacos de su padre. Abandono Ia guerra
contra Ios ingleses y pacto una alianza con Ios Farnesio. En primer lugar, tomo
I o su servido Ia guarnición de Parma. Pronto aparecieron en Mirandola tropas
Irancesas. Las banderas de Francia flotaban ai viento en ei corazón de Itália.
Júlio III se mantuvo firme ai lado dei emperador en estas nuevas complica-
[ciones. Consideraba intolerable que "un miserable gusano como Octavio Far-
Incsio se sublevara contra ei emperador y contra ei Papa". "Es nuestra voluntad
l«—declaro a su núncio— embarcamos en ei mismo barco que ei emperador y
confiamos a Ia suerte que él corra. A él, que tiene Ia visión y ei poder, abando-
Inamos Ia decisión a tomar."45 El emperador se decidió por ei desplazamiento
linmcdiato y violento de Ios franceses y sus partidários. En seguida vemos mar-
> li ir juntas Ias tropas pontifícias e imperiales. Cayó en sus manos una impor-
[ tnnte fortaleza en Ios domínios de Parma, que fueron devastados por entero, y
••mbién cercaron a Mirandola.
Pero no era posible contener con estas pequenas escaramuzas ei movimiento,
Originado en Itália, pero que se había extendido por toda Europa. La guerra
MHitalló en todas las fronteras que separaban Ios domínios dei emperador y dei rey
l e Francia y también en ei mar. Cuando por fin Ios protestantes alemanes se
iinivron con tos franceses, supuso e]to un contrapeso más grande que ei de Ios
Italianos. Tuvo lugar ei ataque más decidido que jamás conoció Carlos. Los fran-
ceses aparecieron en ei Rin y ei príncipe elector Maurício en ei Tirol. El viejo
Vencedor, que había sentado sus reales en Ia zona montafiosa entre Itália y
Ale 'mania para amagar las dos regiones, se vió pronto en peligro, derrotado y a
Minto de caer prisionero.
Inmediatamente repercutió Ia situación en Ios asuntos de Itália. "Nunca
bubiéramos creído —decía ei Papa— que Dios nos habría de probar de esta
•Ucrtc."4B En abril de 1552 tuvo que avenirse a firmar un armisticio con sus
Htmigos.
Se dan a veces desgracias que no son totalmente ingratas para Ios hom-
rs. Ponen término a una actividad que ya empezaba a contrariar las propias
clinaciones. Y prestan un motivo legal, una exculpación luminosa a Ia reso-

Í
dòn de abandonaria.
<S "Julius Papa III manu própria: Instruttione per voi Monsignor d'Imola con l'imperatore;
Átimo di Marzo" (Informar, polir., xn). También explica Ia razón de esta unión esrrecha: non
lf ilícito alcuno humano, ma perche vedemo Ia causa nostra esse con S. Mà Cesiiea in tutti li
brf e massimamente in quel/o delia religione.
«« "Al Cl. Crescentio 15 Abril 1552".
130 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVI

Parece que Ia desgracia ocurrida ai Papa es de este gênero. Con desagrado


veia como su Estado se llenaba de tropas y sus cajas quedaban vacías, y creyó
encontrar motivos para quejarse dei embajador imperial.47 También ei concilio
le había venido a preocupar. El concilio tomo un cariz más inquietante después
de Ia aparición de los delegados alemanes, a los que se había prometido una
reforma. Ya en enero de 1552 se quejaba ei Papa de que se le queria menosca-
bar Ia autoridad y Ia intención de los obispos espanoles seria, por un lado, some-
ter a servidumbre a los cabildos y, por otro, sustraer a Ia Sede apostólica Ia cola-
ción de todos los benefícios, pero no estaba dispuesto a tolerar que, con ei
título de abuso, se le quitara Io que no era tal, sino una atribución de sus facul-
tades esenciales.48 No le pudo desagradar demasiado que ei ataque de los
protestantes disolviera ei concilio y se apresuró a decretar su suspensión, viéndosfl
libre de este modo de numerosas reclamaciones y disgustos.
Desde entonces, Júlio III no se entrego ya de manera seria a actividades
políticas. Los habitantes de Siena se quejaron de que ei Papa, a pesar de ser
originário dei país por parte de madre, había apoyado ai duque Cósimo en su
propósito de someter Ia ciudad, pero una investigación judicial posterior ha de-
mostrado Ia falsedad de esta acusación. Por ei contrario, Cósimo tenía más bien
motivo para quejarse. El Papa no impidió que se reunieran y armaran en sus
domínios los emigrados florentinos, los más acendrados enemigos de su aliado. |
Delante de Ia Porta dei Popolo ei extranjero visita todavia Ia villa dei Papa
Júlio. Reviviendo aquella época, sube Ias espaciosas escaleras hasta llegar a Ia
galeria, desde donde puede contemplar toda Ia anchura de Roma, a partir
dei Monte Mario, y ei meandro dei Tíber, Júlio III se entrego a Ia construc-j
ción de este palácio y ai ornato de su jardín. Él mismo trazó ei primer proyecto,
que nunca estuvo listo, porque todos los dias tenía nuevas ocurrencias y de-
seos que ei constructor tenía que apresurarse a llevar a Ia práctica.19 Aqui vivia
ei Papa sus dias, olvidado dei mundo. Favoreció bastante a sus familiares; ei j
duque Cósimo les cedió Monte Sansovino, de donde procedían, y Novaraj
ei emperador; él les confirió ias dignidades dei "Estado pontifício y Camerino. I
Cumplió con Io prometido a su favorito y le hizo cardenal. Era un joven ai que
había tomado carino en Parma. Le había visto una vez atacado por un mono,
portarse con bravura y serenidad; desde entonces se encargo de su educación|
y le mostro una afección que, desgraciadamente, fué todo su mérito. Júlio III
deseó su prosperidad y Ia de los demás familiares, pero.no se mostro propicio
a verse enredado en complicaciones por causa de eUos. Como hemos dicho, Ia

47 "Lettera dei Papa a Mendoza 26 Dec. 1551". (Inf. pol. xrx): "Sea dicho jin orgullo:
No nos cs mcnester ningún consejo, nosottos mismos pudiéramos dar conscjos; pero Io que cs
menester es ajuda".
48 "Al Cl. Crescentio 16 Gcnn. 1552". Exclama: non sara vero, non comportaremo mai,
prima lassaremo ruinare il mondo.
40 Vasari. Boissard habla de su extensión de entonces: occupat fere omnes col/es qui ab urbe
ad pontem Milvium protenduntur —describe su esplendor y cita algunas inscripeiones, p. e. honesta
voluptarier conetis fas honestis esto, y, sobre todo, Dehinc próximo in templo Deu ad divo Andreae
gratias agunto [yo entiendo, los visitantes] vitamque et saiu tem Júlio I/I Pontefici Máximo Baldui-
no ejus fralii et eorum íamiliae universae plurimam et aeternam precantor. Júlio murió ei 23 de
marzo de 1555.
JÚLIO III. MARCELO II 131

placentera vida en su villa le bastaba. Dió fiestas con su espí-


ritu cáustico, que a veces hacía ruborizarse. En los la Iglesia
y dei Estado tomo Ia parte que era ineludible.

Ahora bien, estos asuntos no podían prosperar mucho en tal forma. La


pugna entre Ias dos grandes potências católicas iba cobrando cada vez un cariz
más peligroso. Los protestantes alemanes se habían librado de su sumisión dei
ano 1547 y se mantenian más firmes que nunca. Ya no era posible pensar en Ia
cacareada reforma católica y el porvenir de Ia Iglesia romana se presentaba
bastante oscuro.
Como hemos visto, dentro dei seno de Ia Iglesia habia surgido un riguroso
movimiento que supo condenar energicamente el estilo peculiar a tantos Papas.
iNo volveria a renovarse con Ia elección de un nuevo Papa? La personalidad de
I este importaba mucho; por eso tan alta dignidad dependia de Ia elección, para
1 que se colocara a Ia cabeza un hombre que respondiera ai sentir dominante
en Ia Iglesia.
A Ia muerte de Júlio III es cuando, por primera vez, el partido extremista
cobra influencia en Ia elección papal. En su conducta poço digna, Júlio III se
había sentido cohibido muchas veces por Ia presencia dei cardenal Marcello
I Carvini. Este fué el elegido con el nombre de Marcelo II el 11 de abril de 1555.
Durante toda su vida mantuvo una conducta decidida e intachable: Ia
reforma de Ia Iglesia, ante Ia cual vacilaban los demás, Ia encarnaba él en su
persona. Por eso desperto Ias mayores esperanzas. "Había pedido —dice un con-
temporâneo— que viniera un Papa que supiera limpiar Ias bellas palabras igle-
sia, concilio, reforma, dei desprestigio en que habían caído y mis esperanzas
parecían cumplidas y mi deseo convertido en realidad con esta elección." 50 "La
opinión que se tenía de Ia bondad y de Ia sabiduría incomparable de este Papa
•—dice otro— reavivo Ias esperanzas dei mundo; si hay alguna ocasión, ahora
lera posible que Ia Iglesia extinga Ias opiniones heréticas, acabe con los abusos
I y Ia vida corrompida, y recupere su salud y su unidad."51 Con este sentido
comenzó Marcelo. No permitió que sus parientes vinieran a Roma, introdujo
mucha^ economias en el presupuesto de Ia corte y parece que redactó un me-
morial de Ias mcjoras que había de implantar en Ia organización eclesiástica; en
primer lugar, trato de restablecer en su autêntica solemnidad el culto divino, y
' todos sus pensamientos se concentraban en el concilio y Ia reforma.62 En el aspec-
to político adoptó una posición neutral, con Ia que se dió por satisfecho el
emperador. "Sin embargo —dicen aquellos contemporâneos suyos—, el mundo
no estaba a su altura." Y le aplican Ias palabras que Virgílio dirigió a otro Mar-
L ceio: "El destino no quiso sino exhibirlo." Murió a los veintidos dias de su
pontificado.
No podemos hablar de Ia influencia de un pontificado de tan breve dura-
| ción, pero ya Ia elección y el comienzo de Ia administración muestran qué ten-
so "Seripando ai vescovo di Fiesole". Lettere di principi, m, 162.
M Lettere di principi, m, Ml. Habla aqui el mismo editor.
M Petri Polidori de vjta MarceJíi li opmmeararius 1744, p. 119.
132 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

dencia ganó predomínio. En ei cónclave siguiente salió también t


22 de mayo de 1555 era nombrado Papa ei más riguroso de todos 1
Juan Pedro Caraffa.

J IV

Muchas veces nos hemos ocupado de él. Es ei mismo que fundo Ia orden de
los teatinos, restableció Ia Inquisición y promovió tan energicamente en Trento
Ia consolidación dei viejo dogma. Si existia un partido que reclamaba Ia restau-
ración dei catolicismo en todo su rigor, Ia Silla de San Pedro estaba ocupada
ahora no por un miembro de ese partido, sino por uno de sus fundadores y
caudillos. Paulo IV contaba ya con setenta y nueve afios. Pero su mirada pene-
trante conservaba todo ei fuego de Ia juventud; era alto y delgado, de rápido
andar, todo nervio. Así como en su vida diária no se sometía a ninguna regia y
a menudo dormia de dia y estudiaba de noche —y jay dei criado que entrara
en Ia habitación sin que él hubiera llamado!—, también en Io demás se guiaba
dei impulso dei momento.68 Pero estos impulsos le orientaban según un sentir
formado a Io largo de su vida y convertido en segunda naturaléza. No parecia
conocer otro deber ni otra ocupación que ei restablecimiento de Ia vieja fe en su
esplendor antiguo. De tiempo en tiempo suelen formarse caracteres de esta clase,
con los que tropezamos todavia alguna vez. Han comprendido Ia vida y ei
mundo desde un solo centro y su tendência individual y personal es tan pode-
rosa, que todos sus puntos de vista se hallan completamente dominados por
ella; hablan sin descanso y conservan siempre cierta frescura; expresan sin césar
sus opiniones, que se van desenvolviendo en ellos con una espécie de fatalidad.
Adquieren máxima significación cuando vienen a ocupar un puesto en que su
actividad depende simplemente de su opinión, y ei poder y Ia voluntad coinci-
den. jQué no se podría esperar de Paulo IV, quien nunca; había guardado
contemplaciones y había impuesto siempre su oninión con extrema violência,
ahora que se hallaba en Ia cúspide! M El mismo estaba sprprendido dei lugar a
que había Hegado, pues nunca había hecho Ia menor concesíón a ningún car-
denal ni dejó sospechar en él más que un extremado rigor. Por eso no se creía
elegido por los cardenales, sino por Dios mismo, y llamado a cumplir sus in-
tenciones.55

58 "Relatione di M. Bernardo Navagcro (che fu poi cardinajc) alia Serma. Pepca. di Venetia
tomando di Roma Ambasciatore appresso dei Pontcfice Paolo IV 1558". Se encuentra en nume-
rosas bibliotecas italianas, y también en Ias Jnformatione po/ifiche. en Berlín. La complessione di
questo pontefice è colérica adusta; ha una incredibil gravita e grandczza in tutte ie sue azioni et
veramente pare nato ai signoreggiare.
54 Se puede suponer que su manera de ser no agradaba a todo ei mundo. En ei Copitoio ai re
di Francia, Aietino le desciibe dei modo siguiente:
Caraffa ipocrita infingardo
Che tien per coseienza spirituaie
Quando si mette dei pepe in sul cardo.
05 Relatione de/ Cimo. M. A/uise Mocenigo K. ritomato daila corte di Roma 1560. (Arch.
Venez.) Fu eietto pontefice contra i) parer e credere di ogn'uno e forse anco di se stcsso, coma
S. S. própria mi disse poço inanzi morissc, che non avea mai compiaciuto ad alcuno, e che se un
PAULO IV 133

"Prometemos y juramos —dice en Ia bula con que inaugura su pontifica-


do— cuidar en verdad para que se ponga en obra Ia reforma de Ia Iglesia
universal y de Ia corte romana." El dia de su coronación Io serialó con mandatos
referentes a los conventos y a Ias ordenes religiosas. Envio inmediatamente a Es-

r iana a dos frailes de Monte Cassino, para restablecer allí Ia decaída disciplina,
nstituyó una congregación para Ia reforma, comprendiendo três departamentos,
cada uno compuesto de ocho cardenales, quince prelados y cincuenta varones
doctos. Los artículos que habían de ser discutidos, y que se referían a Ia pro-
moción de cargos, fueron comunicados a Ias universidades. Como se ve, se puso
j u Ia obra con gran seriedad.56 Parecia que Ia tendência eclesiástica que hacía
ticmpo había ganado Ias zonas bajas, se apoderaba también dei Papado e ins-
[ pirata los desígnios de Paulo IV.
Pero había que preguntarse qué posición iba a tomar en los movimientos
I universales.
No es tan fácil cambiar Ias grandes direcciones adoptadas por una potência,
porque poço a poço se han fundido con su esencia propia.
Por ia naturaleza de Ias cosas, tenía que ser un àeseo dei Papado tratar de
•istraerse a Ia supremacia espanola y ahora era un momento en que ello volvia
u parecer posible. Aquella guerra que vimos surgir de Ia revuelta farnesina fué Ia
irás desdichada de Ias emprendidas por Carlos V. Se hallaba en apuro en los
Países Bajos; Alemania se había separado de él; Itália ya no le era fiel, y ni
llquiera podia confiarse en los Este y los Gonzaga. Él mismo se hallaba agotado
, y enfermo. De no pertenecer ai partido dei emperador, no sé si otro Papa hu-
['Dicra resistido ia tentación que Ia situación ofrecía.
Esta era especialmente fuerte para Paulo IV. Había visto a Itália con Ia
1'lx'rtad que gozo en ei siglo xv (había nacido en 1476) y su alma anoraba este
fecuerdo. Comparaba Ia Itália de entonces con un instrumento de cuatro cuer-
• l.r. bien acordado. Las cuerdas eran Nápoles, Milán, Ia Iglesia y Venecia, y
Blldecía Ia memória de Alfonso y de Ludovico ei Moro, "almas desdichadas
y perdidas —decía— cuya escisión destruyó esta armonía".57 A partir de enton-
ces los espanoies se a]zaron con ej senorío de Itália, situación a Ia que no pudo
•vtnirse. La familia Caraffa pertenecía ai partido francês y muchas veces había
tomado las armas contra los castellanos y catalanes; todavia en 1528 se ha-
bía aliado con los franceses y fué Pedro Caraffa quien aconsejó a Paulo III
<|ii<' se apoderara de Nápoles durante las révueltas de 1547. A este ódio parti-
flarista se vino a juntar otro. Caraffa había afirmado siempre que Carlos V
había favorecido a los protestantes por celos contra ei Papado y achaco ai empe-
t "Ir Ia culpa dei progreso de este partido.88 El emperador Io conocía muy
bien. Le expulso una vez dei Consejo formado para Ia administración de Nápo-

MrdinaJe gíí avea domancíafo quaiche grafia g/i avea sempre rísposto aHa ríversi rrè mti compacta-
lii/o, onde disse: io non sn come mi habbiano elerto papa e concludo che Iddio faccia Ij poiitefici,
»« Bromato, Vita dl Paolo ÍV, Lib. DC, J 2, J 17 (n. 224, 289).
B7 Infelici quelle anime di Alfonso d'Aragona e Ludovico Ouça di Milano, che fumo li primi
i t tuastarono cosi nobíl instrumento d'|ra/ia. En Navagero.

k
M "Memoriale dato a Annibale Rucellai Sett. 1555". (/nformat. pol. xxiv). Chiamava libe.
Minite Ia mi. S. Cesarc» /aurore di hiretíci e scismatici.
134 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

les y no permitió que llegara a tomar posesión de sus cargos eclesiásticos napoli-
tanos, y en alguna ocasión le pasó aviso a causa de algunas declamaciones suyas
en ei consistorio. Como puede imaginarse, Ia resistência de Caraffa se hizo con
esto más violenta. Odiaba ai emperador como napolitano y como italiano, y
también como católico y como Papa. Junto a su ceio reformadof, no conocía
más pasión que este ódio.
Apenas había tomado posesión dei pontificado —no sin cierto orgullo cuan-
do vió que los romanos le erigían una estatua por dispensarlos de ciertas tasas
e importar trigo, y cuando recibió, con ei fasto de una corte regida por aristocra-
tas napolitanos, Ias embajadas que se apresuraban a rendirle acatamiento—, y j
ya se vió enredado en mil disputas con ei emperador. Ya este se había quejado
ante los cardenales partidários suyos de Ia elección que había tenido lugar; sus
partidários celebraron reuniones sospechosas y algunos de ellos se apoderaron
en ei puerto de Civitavecchia de unos barcos que les habían sido arrebatados
por los franceses.59 El Papa entro en furor. Hizo prisioneros a los vasalios dei
emperador y a los cardenales de su partido que no pudieron huir, y confisco
sus propiedades. Pero no le basto esto. Celebro Ia alianza con Francia, por Ia que
Paulo III nunca había podido decidirse. Decía ei Papa que ei emperador pre-
tendia acabar con él por una espécie de fiebre espiritual; pero ahora se iba a j
decidir a un juego franco y queria libertar a Ia pobre Itália de Ia tirania de los
espanoles con Ia ayuda dei rey de Francia, esperando ver a dos príncipes fran-
ceses en Milán y Nápoles. Pasaba Ia larga sobremesa bebiendo ei negro y espeso
vino volcánico de Nápoles60 —ei Mangiaguerra— y despotricaba de Io lindo
contra esos cismáticos y herejes, condenados de Dios, casta de judios y marranos,
desperdícios dei mundo, y otras cosas por ei estilo que decía de los espanoles.81
Pero se consolaba con los versículos de Ia Biblia: caminarás sobre serpientes,
pisotearás leones y dragones; había llegado ei momento en que ei emperador
Carlos y su hijo recibirían ei merecido por sus pecados; él, ei Papa, iba a ser ei
ejecutor: libertaria a Itália. Si no se le escuchafca, si no se le queria hacer
caso, algún dia se diria que un viejo italiano, tan cerca^de Ia muerte que le
hubiera sido mejor descansar y prepararse a bien morir, tuvo planes tan subli-
mes. No es menester examinar ai detalle Ias negociaciones que llevó a cabo

69 "Instruttioni e lettere di Monsignor delia Casa a nome dei Cl. Caraffa, dove ti contiene
d principio delia rottura delia guerra fra papa Paolo IV a l'iniperatore_Carlo V 1555". También I
en Ias fnformat. po/., 24.
80 Navagero: L'ordine suo è sempre di mangiare due volte ü" giorno: vuol esser servito mo/to
delicatamenle, e neJ principio de/ ponteficato 25 piatti non bastavano: bebe molto piu di quel/o che
mangia: il vino è potente e gagliardo, negro e tanto spesso che si polria quasi tagliare, dimandasi
mangiaguerra, che si conduce de/ regno di Napoli: dopo pasío sempre beve ma/vagia, che i suoi
chiamano iavarsi i denti. Stava a mangiare in publico come g/i a/tri pontefici sino a/J'u/tima ,
indisposilione, che /u riputata morta/e quando perdette Vappetito: consumava qua/che volta tre hore
di tempo dal sedeze ai /evarsi da mensa entrando in varii ragionamenti secondb /'occasione ef usando
mo/te volte in que/ ímpeto a dir mo/te cose secrete d'importanza.
«l Navagero: Mai par/ava di S. Ma. e de/Ja natione Spagnoia; che non g/i chiamassa cretici,
scismatici e maledetti da dio, scme di Giudei e di Mori, feccia de/ mondo, dep/orando )a miséria
d"ira/ia, che fosse asfretra a servire gente cosi ad/etfa e cosi vi/e. Los despachos de los embajadorej
franceses estin llenos de tales manifestaciones violentas, por ejemplo los de Lansac y de Avançon.
(Ribier, n, 610-618.)
PAULO IV 135

inspirado por estas ideas. Cuando los franceses, a pesar de un acuerdo convenido
um cllos, llegaron a un armistício con Espana,62 envio a Francia a un sobrino
luyo, Carlos Caraffa, que consiguió atraerse a los diferentes partidos que se
disputaban ei poder —los Montmoiency y los Guisa— y a Ia esposa y Ia amante
dei rey, para provocar una nueva ruptura de hostilidades.63 En Itália logro un
tudo aliado en ei duque de Ferrara. Se pretendia un cambio completo de Ia
lituación italiana. Los refugiados florentínos y napolitanos pululaban por Ia cu-
ii.i. pues parecia llegado ei dia de su triunfo. El fiscal pontifício formulo una
tcusación contra ei emperador Carlos y ei rey Felipe que implicaba una exco-
iiniiiión de estos dos monarcas y una dispensa a sus súbditos dei juramento de
fidelidad. En Florencia se afirmaba tener Ias pruebas de que también Ia casa
de los Médicis estaba condenada a Ia perdidón.64 Todos se aprestaban a Ia
guerra y se ponía una vez más en cuestíón ei curso íntegro dei siglo.
Pero jqué camino más distinto dei que se esperaba tomo ei Papado! Los
[impérios reformadores se pospusieron a los guerreros y estos trajeron consigo
resultados bien contrários.
Se vió a quien había condenado con ei mayor ceio, y hasta con propio
peligro, ei nepotismo como cardenal, entregarse de Ueno a él como Papa. Su
Sobrino, Carlos Caraffa, que había llevado siempre una vida bárbara y escan-
dalosa de soldado65 •—ei mismo Paulo IV deda que su brazo estaba manchado
de sangre hasta ei codo— fué hecho cardenal. Carlos había encontrado mane-
ia de captar ai débil anciano: se habia dejado sorprender implorando ante un
11 iu-ifijo con muestras de desesperado arrepentímiento.'* Pero Io decisivo fué
I que ambos coincidian en ei mismo ódio. Carlos Caraffa, que habia servido a Ias
Ordenes dei emperador en Alemania, se quejaba de que este le habia pagado
con su desvio. El hecho de que se le arrebatara a un prisionero por ei que espe-
iiba un gran rescate y de que no hubiera podido tomar posesión de un priorato
tn Malta para ei que ya estaba nombrado, le colmaron de rencor y de deseos de
Venganza. Esta pasión suplía ante ei Papa a todas Ias virtudes. No sabia como
•nsalzarlo y aseguraba que jamás Ia Sede apostólica habia dispuesto de un
aarvidor más capaz. No solo le cedió Ias sumas de los negócios seculares, sino
también de los espirituales, y vió complacido que se consideraba a su sobrino
como ei donante de Ias mercedes que se distribuian.
De sus otros dos sobrinos no hada ei Papa gran caso, hasta que coinddie-
II Muy característica es Ia descripeión que hace Navagero de Ia incredulidad que mostraron
|1 principio los Caraffa. Domandando io ai pontefice et ai Cl. Caraffa, se havevano awiso alcuno
dflle rregue [de Vaucelles], si guardorno I'un 1'altro ridendo, quasi volícssero dire, si como mi
dliie anche apertamente il Pontefice, che questa speranza dí tregue era assai debole in lui, e non-
dimeno verme I'awiso il giorno seguente, il quale si come consolo tutta Roma cosi diede tanto
tffvaglio e tanta moléstia a! papa et ai cardinaíe che noa Io poterono dissimulare. Diceva il papa
lhe queste rregue sarebbero Ia ruína dei mondo.
• I Rabutin, "Mémoires", Collect. univer»., t. 38, 358. Principalmente Villars, "Mémoires",
PU., t. 35, 277.
«« Cussoni, Relatioue di Toscana.
08 Babon, en Ribier, u, 745. Villars, p. 255.
•• Bromato.
136 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVI

ron con Ia hispanofobia dei tio. 67 ^Quién hubiera esperado Io que hizo? Declaro
que con frecuencia se habia desposeído de sus castillos a los Colonna, perpétuos
rebeldes contra Dios y Ia Iglesia, pero que no se habia sabido conservados, y
que ahora los encomendaria a vasallos suyos que los supieran defender. Los
repartió entre sus sobrinos, nombrando ai mayor conde de Pallianó y marques
de Montebello ai más joven. Los cardenales guardaban silencio y miraron ai
suelo cuando ei Papa les manifesto su voluntad. Los Caraffa abrígaron los
proyectos más atrevidos. Las hijas habrían de entrar en Ia família, si no dei rey
de Francia, por Io menos dei duque de Ferrara. Los hijos esperaban apropiarse
por Io menos de Siena. Alguien que bromeaba sobre ei gorro incrustado de
pedrerías de un hijo de Ia casa, recibió Ia corrección de Ia madre de los sobrinos
dei Papa: era ei momento de hablar de coronas. 68
De hecho todo dependia dei êxito de Ia guerra que acababa de estallar y
que no presentó muy buen cariz desde un principio.
Después de aquella acusación dei fiscal, ei duque de Alba pasó dei domí-
nio napolitano ai de Roma. Le acompanaban los vasallos dei Papa, que se daban
cuenta de Ia situación. Nattuno expulso Ia guamición pontifícia y llamó a los
Colonna. Alba ocupo Frosignone, Anagni, Tívoli en Ia montaria, Ostia en Ia
costa, y cerco a Roma por ambos lados.
El Papa confio ai principio en sus romanos. Él personalmente, habia pasa-
do revista a las tropas. Desde Campofiore, pasando por delante de Sant'Angelo,
que saludaron con salvas, llegaron a Ia plaza de San Pedro, donde estaba ei
Papa a Ia ventana con sus sobrinos. Componían 340 filas de arcabuceros, 250
de picas, cada fila de nueve hombres, bien equipados, ai mando de nobles
capitanes; cuando los abanderados pasaron por delante, ei Papa dió su bendi-
ción. 69 Todo parecia muy bonito, pero estas gentes no eran muy aptas para
defender Ia cíudad. Cuando se supo que los espafioles se encontraban tan cerca,
bastaba un falso rumor, un grupo de jinetes, para que se produiera tal confusión
que no habia manera de encontrar a nadie en su puesto. El Papa tuvo que bus-
car otro apoyo. Pietro Strozzi le llevó las tropas fjue habían servido en Siena,
rescató Tívoli y Ostia y alejó ei peligro inmediato.
Pero era una guerra extraria.
En ocasiones parecia como si las ideas, que mueven los acontecimientos,
que constituyen los fundamentos ocultos de Ia vida, se enfrentaran visiblemente.
En un principio, ei duque de Alba pudo haberse apoderado de Roma
sin gran dificultad; pero su tio, ei cardenal Giacomo, le recordo ei mal fin que
tuvieron todos los que habían tomado parte en ia conquista de Ia Cíudad
Eterna por ei condestable de Borbón. Como buen católico, ei de Alba condujo
Ia guerra con extrema prudência: combatia ai Papa pero sin césar de venerarle y
solo queria arrebatarle Ia espada de las manos; no tenía ei menor deseo de ganar
«7 Ertractuí processus Cardinalis Caraffae. Simíliter dux Palliani deponit, quod donec se decla-
ravit contra imperiales, papa eum nunquam vidif grato vuJtu et bono óculo.
«8 Bromato. J", 16- u. 236. Literalmente: non esser quel tempo da parlar di berette, mj
di corone.
69 Diário di Cola Calleine Romano dei rione di Trastevere dall'anno 1521 fino alfanno
1562. MS.
PAULO IV 137

Ia fama de conquistador de Roma. Sus tropas se lamcntaban de que habían


MÜdo a combalir contra una vaporosa niebla que molestaba y no había manera
de apresarla ni de sofocarla en su fuente.
(Y quiénes eran los que defendían ai Papa de tan buenos católicos? Los
más eficaces eran alemanes, todos protestantes. Se burlaban de Ias imágenes
cn los caminos y en Ias iglesias, se reían de Ia misa, violaban los ayunos y
cometían otras mil barbaridades que, cada una de por si, hubiera merecido Ia
K.'na capital de parte dei Papa. 70 Y hasta tropiezo con que Carlos Caraffa cele-
I iro una inteligência con ei gran caudillo protestante, ei margrave Alberto de
Brandeburgo.
Las contradicciones no podían resaltar con mayor relieve. A un lado, ei
Kntido católico riguroso, que por Io menos dominaba ai caudillo, jcuán lejos
Ititaban de él los tiempos borbónicos! Al otro, las tendências mundanas dei
Papado ante las que Paulo IV había sucumbido también, a pesar de haberlas
Condenado tanto. Y, así, ocurrió que sus fieles le atacaban y que los que se
habían apartado de él le defendían; aquéllos mostraron en ei ataque su sumisión
mientras estos, ai protegerle, le mostraban animadversión y menosprecio.
La lucha comenzó propiamente cuando asomó Ia ayuda francesa dei otro
]tdo de los Alpes: 10,000 hombres de infantería y una caballería menos nume-
rosa pero también considerable. Los franceses hubieran preferido dirigirse contra
Müán, que creían menos defendida, pero tuvieron que seguir ei impulso hacia
(Nápoles insuflado por los Caraffa. No dudaban estos de encontrar numerosos
partidários en su pátria: pensaban en ei poder de los emigrados, en ei levanta-
micnto de su partido, si no en todo ei reino por lo menos en los Abruzos, por
Aquila y Montorio, donde los partidários de Ia família paterna y de Ia materna
habían conservado siempre una gran influencia.
De una manera o de otra tenían que dispararse las fuerzas concentradas.
Con demasiada frecuencia se había manifestado Ia oposición dei poder papal
«outra ei predomínio espafiol, para que en esta ocasión no estallara abiertamente.
El Papa y sus sobrinos estaban decididos a todo. Caraffa no solo llamó en
MI auxilio a los protestantes, sino que hizo también Ia propuesta a Solimán II
iurn que cejara en su campana húngara y se arrojara con todo su poder sobre
f ns dos Sicilias.71 Apelo a Ia ayuda de los infieles contra ei rey católico.
En abril de 1557 las tropas pontifícias cruzan Ia frontera napolitana. El
I Jucvcs santo lo senalaron con Ia conquista y saqueo cruel de Compli, Ilena de
riquezas propias y de otras que allí se habían resguardado. Inmediatamente, el
dr Cuisa pasó el Tronto y sitio a Civitella.
Pero encontro el reino bien preparado. El de Alba sabia muy bien que no
70 Navagero: Fu riputata Ia piu eserciíata gente Ia Tedesca [3 SOO hnti, pero otros MS. indi-
| Un cifras diferentes], e piu atta alia guerra, ma era in tutto Luterana. La Cuascona —era tanto
•folente, tanto contro í'onor delle donne et in torre Ia robba— gli offesi maledicevano publica-
rlinite chi era causa di questi disordini.
71 Sus confesiones en Bromato, Vifa di Paoh TV, t. n. p. 369. Por lo dcmás, también sobre
li Riicrra se encuentran buenas informaciones en Ia obra de Bromato. No oculto este que las tomo
| palabra por palabra de un manuscrito muy extenso de Nores, que se refiere a esta guerra, y que
H encuentra muy frecuentemente en las bibliotecas italianas.
138 LOS PAPAS A MEDIADOS DBL SIGLO XVI

tenía que temer ningún movimiento mientras fuera ei más fuerte en ei país.
En ei parlamento de nobles recibió un importante donativo; Ia reina Bona de
Polônia, de vieja estirpe aragonesa, que había llegado hacía poço con muchas
riquezas a su ducado de Bari, y que odiaba cordialmente a los franceses, puso
a su disposición médio millón de escudos; se aduenó también de los dineros
eclesiásticos que tenían que ir a Roma y hasta echó mano dei oro y Ia plata
de Ias iglesias y de Ias campanas de Benevento.72 Pudo fortificar todas Ias plazas
napolitanas y todos los puestos fronterizos romanos que estaban en su poder,
y juntar, ai viejo estilo, un. considerable ejército de alemanes, espafioles e ita-
lianos. Formo también centúrias napolitanas ai mando de Ia nobleza. Civitella
fué defendida valientemente por ei conde Santafiora, que había movido a los
habitantes a participar en Ia batalla y que rechazaron un asalto.
Mientras ei reino de Nápoles resistia de esta manera y no mostraba sino
lealtad por Felipe II, dei lado de los atacantes se produjeron vivas disensiones
entre franceses e italianos, entre Guisa y Montebello. Guisa se quejaba de que
ei Papa no cumplía ei tratado celebrado con él ni le prestaba Ia ayuda prometida.
Cuando ei duque de Alba apareció con su ejército en los Abruzos a mediados de
mayo, considero Guisa conveniente levantar ei sitio y repasar ei Tronto. La
guerra se traslado de nuevo a terreno romano.
Era una guerra en que se avanzaba y retrocedia, en que se ocupaban ciu-
dades y se volvían a perder, pero una vez conoció una batalla de importância.
Marco Antônio Colonna amenazaba a Palliano, que le había sido arrebata-
da por ei Papa, y Giulio Orsino acudió con víveres y tropas de refresco. I Iabían
llegado a Roma 3,000 suizos, bajo ei mando de un nativo de Unterwalden. El
Papa los recibió con alegria, regalando a sus capitantes cadenas de oro y títulos
de nobleza. Hablaba de Ia legión de ángeles que le había enviado Dios. Giulio
Orsino acaudilló estas tropas y algunas orras italianas de a pie y de a caballo.
Marco Antônio le cerro ei paso. Fué una batalla ai estilo de Ias que conocieron
Ias guerras italianas entre 1494 y 1531. Tropas pontifícias e imperiales, un Co-
lonna y un Orsino; como tantas veces, a los suiabsse enfrentaron los lansque-
netes alemanes bajo ei mando de sus últimos caudillos de^ama, Caspar von Felz
y Hans Walter. Una vez más los viejos enemigos luchaban por un asunto en
que les iba bien poço, pero no por eso dejaron de pelear con su proverbial bra-
vura.73 Por último, àicen los espafioles, Hans Walter, grande y fomiào como
un gigante, se arrojo en médio de una companía de suizos con Ia pistola en una
mano y Ia espada en Ia otra, cayendo sobre ei abanderado, dei que se deshizo
de un disparo ai costado y un poderoso tajo en Ia cábeza; toda Ia companía se
arrojo sobre él, pero sus lansquenetes acudieron a tiempo. Los suizos fueron
totalmente derrotados. Sus banderas, en Ias que en grandes letras se leia "De-
fensores de Ia fe y de Ia Santa Sede", mordieron ei polvo. Su jefe no pudo
volver a Roma más que con dos de sus once capitanes.
72 Giannone, ístoria di Napoli, Lib. xxxin, cap. i. No solo Gosseimi, sino también M.im-
brino Rosco, DeJ/e historie dei mondo, Lib. vn, iclatan esta guerra detalladamente y con buenai
fuentes; otros atribuyen a Ferrante Gonzaga gran parte en Ias hábiles medidas que tomo Alba.
73 Las circunstancias particulares de este pequeno encuentro Ias tomo de Cabrera, Don Felipe
Segundo, Lib. ra, p. 139.
PAULO IV 139

Mientras tenía lugar esta pequena guerra, en Ia frontera de los Países


Bajos se enfrentaban los dos grandes ejércitos. Fué Ia batalla de San Quintín.
Los espanoles obtuvieron Ia victoria más completa. En Francia se sorprendían
de que los espanoles no atacaran Paris, que hubieran conquistado facilmente.74
"Espero —escribía por entonces Enrique II ai de Guisa— que ei Papa
liará por mi, en Ia necesidad en que me veo, tanto como yo hice en Ia suya."75
íQué ayuda podia esperar Paulo IV de los franceses cuando más bien eran
estos los que se Ia pedían? Guisa declaro "no haber ya cadenas que le pudieran
tetener más tiempo en Itália",70 y se apresuró a acudir con sus tropas en auxi-
lio de su rey.
En este momento los espanoles y los Colonna volvieron contra Roma, sin
que nadie les pudiera oponer resistência. Una vez más, los romanos se vieron
umenazados por Ia conquista y ei saqueo. Su situación era tanto más deses-
perada cuanto que no temían menos a sus defensores que a los enemigos. Du-
rante muchas noches mantuvieron iluminadas Ias ventanas y Ias calles y se
Cuenta que una tropa de espanoles, que hizo una exploración hasta cerca de Ias
puertas, retrocedió espantada; pero Io que los romanos buscaban con ese proce-
dimiento era ponerse en guardiã contra Ias violências de los soldados pontifí-
cios. Todo ei mundo despotricaba y deseaba cien veces Ia muerte dei Papa, y
pedia que se permitiera Ia entrada dei ejército espaüol mediante un convênio
formal.
Hasta tal punto dejó ei Papa que llegaran Ias cosas. Solo se avino a Ia
paz cuando vió su empresa totalmente fracasada, vencidos sus aliados, ei Esta-
do ocupado por los enemigos en su mayor parte y Ia capital amenazada por
legunda vez.
Los espanoles concluyeron Ia paz con ei mismo sentido que habían lleva-
do Ia guerra. Devolvieron todos los castillos y ciudades de Ia Iglesia y hasta se
promeüó a los Caraffa una compensación por Palliano, que habían perdido.77
El de Alba llegó a Roma: con gran veneración besó los pies dei vencido, ei
cnemigo jurado de su nación y de su rey. Dijo que jamás había temido rostro
de hombre como ei dei Papa.
Pero por muy ventajosa que pareciera esta paz para ei poder papal, re-
lultaba decididamente contraria a sus empenos. Se puso fin a todas Ias tenta-
tivas de liberarse dei predomínio espano), que ya no volvieron a renovarse
• Ia antigua manera. En Milán y en Nápdles ei dominio de los espanoles se
mostro inconmovible. Sus aliados eran más fuertes que nunca. El duque Có-
limo, ai que se pretendió arrojar de Florencia, había ganado sobre ella Siena
y poseia un poder independiente importante; con Ia entrega de Plasencia,
tueron ganados los Famesio a Felipe II; Marco Antônio Colonna se había
hecho con un gran nombre y restaurado ei viejo prestigio de su estirpe. No
tuvo más remédio ei Papa que acomodarse a Ia situación. Le había tocado Ia
1* Monluc, Mémoires, p. 116.
TS "Le roy à Mons. de Guise" (Ribier, n, p. 750).
7« "Lettera dei duca di Palliano ai Cl. Caraffa. in/ormat. polit., xxn.
TT En cuanto a Palliano, se celebro una convención secreta entre Alba y ei cardenal Caraffa;
Krrcta no solo para ei público, sino para ei mismo Papa (Bromato, n, 385).
140 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

vez a Paulo IV y podemos imaginar Io penoso que seria para él. Alguien habla-
ba de Felipe II como de un amigo y ei Papa exclamo: "jSí, mi amigo, ei que
me ha tenido sitiado y ha buscado mi perdición!" Frente a extranos Io comparo
un dia con ei hijo pródigo dei Evangelio, pero en ei seno de lá\ confianza
ensalzaba a aquellos Papas que habian pretendido hacer emperadores a los
reyes de Francia. 78 Su ânimo seguia siendo ei mismo, pero Ias circunstancias
le acosaban: ya no tenía nada que esperar y no digamos que emprender, y
hasta ei lamentarse debía hacerlo en secreto.
Es inútil tratar de resistir a Ias consecuencias de los acontecimientos col-
mados. Después de cierto tíempo, repercutíeron sobre Paulo IV con un efecto
que es de Ia mayor importância Io mismo para su gestión que para ei cambio
operado en su caracter.
Su nepotismo no se basaba en ei egoísmo familiar que distinguió a Papas
anteriores, ya que favoreció a sus sobrinos porque apoyaran su batalla contra
Espana y los consideraba como sus naturales auxiliares en ia contienda. Como
había terminado esta. desapareció su interés por ellos. Sobre todo si no ha |
sido ganada en forma muv legal, cualquier posición destacada tiene necesidad
de êxitos. El cardenal Caraffa. pensando sobre todo en ei interés de su casa
por conseguir Ia compensación por Ia perdida de Palliano. aceptó una cmba-
jada ante Felipe II. Al volver de ella sin haber obtenido gran cosa. se vió como
ei Papa le trataba cada vez con mayor frialdad. Pronto no le fué posible ai
cardenal disponer dei séquito de su tio como hasta entionces, reservando ei acce-
so a los amigos íntimos. A oídos dei Papa llegaron también malediceneias que
pudieron reavivar Ias impresiones penosas de tiempos pasados. El cardenal
enfermo una vez y ei Papa le visito inesperadamente; se encontro con unos
cuantos indivíduos de Ia peor fama. "Los viejos son desconfiados —dijo— me
he dado cucnta de cosas que me abren de nuevo los ojos." Como vemos, bas-
taba Ia menor chispa para que estallara ei incêndio. Un suceso insignificante
Io provoco. En ei Afio Nuevo de 1559 se produjo un tumulto callejero en ei
que un joven cardenal. ei favorito de Júlio III, cardenal Monte, había sacado
ei punal. El Papa Io supo a Ia manana siguiente y le disgustó que su sobrino
no le hubiera dicho una palabra. Espero unos dias y, por fin, dió rienda suelta
a su cólera. La corte, ya por otra parte impaciente a Ia espera de câmbios, se
alborozó con este signo de desgracia. El embajador florentino, que había sido
ofendido mil veces por Caraffa, se apresuró a ir ai Papa con Ias más amargas
quejas. La marquesa delia Valle, también una parjente, a Ia que no se quiso
permitir Ia entrada, encontro ei médio de colocar en ei breviario dei Papa un
billete en que se contaban algunas acciones feas de los sobrinos: "Si su Santí-
dad desea conocer más detalles, escriba su nombre debajo"; Paulo IV firmo
y es de suponer que no faltarían Ias informaciones. Con ei ânimo tan mal dis-
puesto acudió ei Papa ei 9 de enero a Ia reunión de ia Inquisición. Habló

7» "I/cvcsqne iVAngoulesme au roy 11 Juin 1558", Ribier, n, 745. El Papa habría dicho:
que votis Sire rTcstiez pas pour degenerer de vos predecesseurs, qui avoient toujouts este conserva-
teurs et defcnsetirs de ce Saint siege, comme au contraire que /e roy Philippe tenoit de race de te
vou/oir rainer et confondre entierement.
PAULO IV 141

de aquel tumulto callejero, increpó violentamente ai cardenal Monte, amena-


znndole con castigarle, y no cesaba de exclamar: jreforma!, jreforma! Aquellos
curdenales que, por Io general, solían callarse, cobraron valor. "Santísimo Padre
interrumpió ei cardenal Pacheco— Ia reforma tenemos que empezarla en
nosotros mismos." Eí Papa guardo silencio. La frase le habia llegado al alma y
liis convicciones que fermentaban en su interior se presentaron decididas en su
I conciencia. Dejó sin acabar ei asunto Monte y se retiro a su habitación consu-
mido de ira. N o pensaba sino en sus sobrinos. Después de haber mandado
I que no se diera cumplimiento a ninguna orden dei cardenal Caraffa, le retiro
H. i rcdenciaíes; ei cardenal Vitellozzo Vicelli, que llevaba fama de conocçr
lios secretos de Caraffa, tuvo que jurar que revelaria todo Io que sabia, y
• inullü Orsino fué Ilamado de su residência campestre con ei mismo fin. El
•Tudo rigorista, que durante largo tiempo habia contemplado con indignación
|os manejos de los sobrinos, se alzó ahora. El viejo teatino don Hieremía, que
teiiía fama de santo, pasó largas horas en Ia câmara dei Papa y este se enteró
de cosas que jamás hubiera sospechado y que le produjeron espanto y horror.
Se impresionó tanto que perdió ei apetito y ei sueno y diez dias los pasó enfer-
iin i y con fiebre. Admirable que un Papa, con una gran violência interior,
•ofocara Ia atracción de sus familiares: por fin, estaba decidido. El 27 de enero
Convoco un consistorio y con vehemencia expuso Ia mala vida de sus sobrinos
•y protesto ante Dios, ei mundo y los hombres no haber tenido Ia menor noti-
cia, de haber sido enganado siempre. Los depuso de sus cargos y los desterro,
junto con sus famílias, a lugares distintos. La madre de los sobrinos, anciana
de setenta anos, vencida por los achaques, sin culpa personal, se postró a sus
ies cuando entraba en Palácio; él, profiriendo duras palabras, siguió adelante.
F •lego también Ia joven marquesa Montebello desde Nápoles; encontro su
palácio cerrado y en ninguna hospedería quisieron alojaria; anduvo en Ia
Boche lluviosa buscando hospedaje, que le fué negado, hasta que por fin pudo
fmllar acomodo en una fonda apartada, que no habia recibido orden alguna.
Inutilmente se ofreció ei cardenal Caraffa para ser puesto en prisión y rendir
cuentas. La guardiã suiza recibió orden de no permitir ei paso ni a él ni a
n.iilie que de alguna manera hubiese estado a su servido. El Papa hizo una
llnii a excepción. Retuvo consigo al hijo de Montorio, a quien queria y al que
habia nombrado cardenal a los dieciocho anos. Los dos juntos rezaban Ias
• t o a s . Pero jamás ei joven podia nombraf a los desterrados ni pedir algo
por ellos. No podia siquiera mantener comunicación con su padre. La desgra-
(cia que habia caído sobre su casa le afectó más hondamente, y Io que le estaba
Vedado expresar en palabras se hizo presente en su rostro y en su figura.79
iSe puede pensar que estos acontecimientos no repercutirían en ei ânimo
dei Papa?
Parecia como si nada le hubiera acaecido. Ya en aquel consistorio en que
pronuncio Ia sentencia con poderosa elocuencia y Ia mayoría de los cardenales
|e sintieron consternados, no parecia estar afectado, y pasó, sin más, a tratar de
TB En Ia --!-ra de Pallavicini, pero, sobre todo, en Ia de Bromato, se encuentran suficientes
I liiliirinaciones sobre esto. En nuestras Xnformationi de fierlín, t. viu, se halla además, un "Diário
142 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

otros asuntos. "En médio de câmbios tan repentinos —se decía de él— de nue-
vos ministros y servidores, se mantiene firme, obstinado e inflexible; no siente
compasión alguna y parece como si no conservara recuerdo algumo de los su-
yos." Ahora se entregará a otra pasión muy distinta. \
Este cambio tiene una importância definitiva. El ódio contra los espa-
fioles, Ia idea de poder convertirse en ei libertador de Itália, habían conducido
a Paulo IV a empresas seculares, a otorgar a sus familiares territórios de Ia
Iglesia, a promover a soldados suyos a Ia administración de negócios eclesiás-
ticos, a enemistades y a derramamientos de sangre. Los acontecimientos le
obligaron a renunciar a estas ideas y a sofocar aquel ódio y así, poço a poço,
se le fueron abriendo los ojos a Ia conducta reprobable de sus familiares y se
desentendió de ellos con un sentido justiciero vehemente, después de una
fuerte lucha interior. Desde ese momento volvió a sus viejas intenciones de
reformador y empezó a gobemar como se sospechó ai principio que empezaría
gobemando. Y con ia misma pasión con que había llevado ia enemistad y ia
guerra condujo Ia reforma dei Estado y, más que nada, de Ia Iglesia.
De arriba abajo, los negócios seculares se encomendaron a manos nuevas.
Perdieron sus puestos los viejos Podestà y gobernadores. Tal como se llevó
a cabo este cambio no dejó de tener, en ocasiones, algo de extraordinário. En
Perugia, ei nuevo gobemador se presentó de noche y convoco a los Ancianos,
sin esperar ai dia, les mostro sus credenciales y les ordeno prender inmedia-
tamente ai gobemador antiguo, que se hallaba presente. Desde tiempos inme-
moriales fué Paulo IV ei primer Papa que rigió sin familiares. En su lugar
encontramos los cardenales Carpi y Camillo Orsino, que ya con Paulo III
habían gozado de mucha influencia. Con ei cambio de personas entro tam-
bién un cambio en Ias maneras y sentido dei gobiemo. Se ahorraron sumas
considerables y se rebajaron los impuestos. Se instalo un buzón, cuyas llaves
guardaba ei Papa y en ei que cada persona podia depositar sus quejas. El
gobemador hacía comunicaciones diárias. Se administro con ei mayor escrú-
pulo y sin ninguno de los viejos abusos. -
Áunque ei Papa, entregado a otras empresas, no había perdido nunca de
vista ia reforma de Ia Iglesia, ahora se dedico a ella con toda su alma y sin)
otra preocupación por delante. Introdujo una mayor disciplina en Ias iglesias;
prohibió toda mendicidad, hasta Ias limosnas recogidas por los sacerdotes para
Ia misa; suprimió Ias imágenes impropias. Se grabó un mcdalla con su efígie
y con Cristo arrojando a los mercaderes dei templo, pesterró de Ia ciudad y dei
Estado a los frailes que habían abandonado ei convento. Obligó a Ia corte
a observar ordenadamente los avunos y a celebrar Ia Pascua con Ia comunión.
Hasta los cardenales tuvieron que predicar de vez en cuando. También él
predico. Trato de extirpar muchos abusos de caracter lucrativo. Nada quiso
saber de dispensas matrimoniales ni de su precio Toda una serie de puestos,
que hasta entonces habían sido vendidos, entre ellos los Chiericati à% Carne
d'alcune attioni piu notabili nel pontificato di Paolo IV 1'anno 1558 sino alia sua morte" [desde
ei 10 de Sept. de 1558], que no conoce ninguno de los dos primeros autores y que, siendo piuducto
de obsetvaciones personalcs, me ofreció nuevas informaciones.
PAULO IV 143

ral0 serían otorgados en adelante según méritos. También impuso Ia dignidad


y decência eclesiásticos en Ia colación de cargos eclesiásticos. Aquellas Tecesse,
todavia en uso, por Ias que uno cumplía con Ias obligaciones y otro se quedaba
con los derechos, rio fueron toleradas por él. También tuvo Ia intención de
devolver a los obispos muchos de los derechos que les habían sido arrebatados
, y considero muy reprobable Ia avidez con que todo se retenía en Roma.81
Pero no se contento con Ia cirugía. Trato de rodear de gran pompa al
culto. El revestimiento de Ia Capilla Sixtina y ei monumento de Jueves Santo
roceden de él.82 Le ilusionaba ese ideal dei culto católico moderno, lleno de
Signidad, devoción y magnificência.
Como él mismo pregonaba, ningún dia dejó pasar sin que se publicase
j ilguna orden destinada aí restablecimiento de Ia pureza original de Ia Iglesia.

I
En muchos de sus decretos se reconocen los rasgos de los ordenamientos a
que más tarde había de otorgar su sanción ei concilio de Trento.83
Como era de esperar, también en esta dirección mostro aquel caracter
inflexible que era su natural.
Entre todas Ias instituciones favoreció a Ia Inquisición, que había restau-
lido. Muchas veces dejó pasar los dias destinados a Ia signatura y al consis-
Orio, pero jamás los jueves en los que se reunia ante él Ia congregación de Ia
nquisición. Queria en estos asuntos mano firme. Le sometió nuevos delitos
] le otorgó ei derecho cruel de aplicar Ia tortura para ei descubrimiento de los
«ómplices. En él no había excepción de personas y Ias gentes más encopetadas
ueron llevadas ante ei tribunal: cardenales como Morone y Foscherari, que
labían sido empleados antes para examinar ei contenido de libros importantes
"mo, por ejemplo, los Ejercicios espiritucdes de Ignacio, fueron llevados a
prisión porque ei Papa empezó a dudar de su ortodoxia. Instituyó Ia fiesta de
•nto Domingo en honor de este gran inquisidor.
De esta suerte fué prevaleciendo en ei Papado Ia dirección religiosa ri-
gurosa y restauradora.
Paulo rV pareció olvidar que había tenido otras preocupaciones. El re-
Clierdo de los tiempos pasados había desaparecido en él. Vivia entregado a Ias
Informas y a Ia Inquisición; dictó leyes, encarceló gentes, excomulgó y presidio
iiiiins de fe. Finalmente, cuando le postró Ia enfermedad —una enfermedad
• u c también hubiera acabado con Ia vida dè un hombre joven— llamó a los
Mirdenales, encomendo su alma a sus oraciones, y a su cuidado Ia Santa Sede
M Caracciolo, Vita di Paolo IV, MS. los menciona particularmente. El Papa dijo: che simiJi
QlUài d'amministratione e di giustitia conveniva che si dassero a peisone che ii facessero, e non
^ ^ M t r l i a chi avesse ocassion di volerne cavare il suo danaro.
I »» Bromato, n, 483.
i M Mocenigo, Relatione di 1560. Nelíi officii divini poi e nelle ceremonie procedeva questo
I p , l , e ' ' c e c o n • s n t * graviti e devotione che veramente pareva degnissimo vicario di Gesu Christo.
I H*"e cose poi delia religione si prendeva tanto pensiero et usava tanta diligencia che maggior non
^ P poteva desiderare.
i •» Mocenigo: Papa Paolo IV andava continuamente facendo qualche nova determinatione e
•Forma, e sempre diceva preparare altre, acciò che restasse manco occasione e menor necessita di /ar
144 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO JT.VT

y Ia Inquisición. Intento incorporarse, pero le fallaron Ias fuerzas y cayó


muerto (18 de agosto de 1559).
En esto, por Io menos, son más felices Ias naturalezas apasionadas que
los caracteres débiles: sus convicciones Ias ciegan, pero tambiénMas aceran y '
haccn invencibles.
Pero ei pueblo no podia olvidar tan de prisa como ei Papa Io que bajo él
había sufrido. N o le podia perdonar Ia guerra que había traído a Roma y no i
era bastante compensación haber alejado a los odiosos sobrinos. A su muerte
se reunieron unos cuantos en el Capitólio y acordaron que había que destruir su
sepulcro por los danos que había hecho a Ia ciudad y ai mundo. Otros saquea-
ron el edifício de ia Inquisición, le prendieron fuego y maltrataron a los cor-
chetes dei tribunal. También se quiso asaltar el convento de los dominicos en
Minerva. Los Colonna, Orsini, Casarini, Massimi, todos ellos ofendidos mor-
talmente por Paulo IV, tomaron parte en estos tumultos. La estatua que se
había erigido en su honor fué arrancada de su pedestal, hecha pedazos y Ia I
cabeza con su triple corona arrastrada por Ias calles.84
jQué feliz hubiera sido el Papado de no haber conocido más reacción que
esta contra Ias empresas de Paulo IV!

4 ) Observaciones sobre el desarrollo dei jrrotestantistno durante el


Papado de Paulo IV
Ya hemos visto como aquella disensión de] Papado con el poder imperial
espafiol contribuyó, quizá más que ninguna otra cosa, ai establecimiento dei
protestantismo en Alemania. Sin embargo, no se supo evitar una segunda esci-
sión que ejerció todavia una acción más amplia en círculos mayores.
Como primer momento podemos considerar Ia retirada de Ias tropas pon-
tifícias dei ejército imperial y el traslado dei concilio. Pronta se manifesto Ia
importância de estos hechos. Ningún obstáculo•'mayor conoció el intento de
sojuzgamiento de los protestantes que los tejemanejes àé Paulo III en aquella
ocasión.
Pero solo después de su muerte tuvieron sus actos consecuencias histórico-
universales. La alianza con Francia a que llevó a sus familiares ocasiono una
guerra general.
Una guerra en Ia que no solamente los protestantes alemanes lograron una
victoria memorable por Ia que se libraron para siempre dei concilio, dei empe-
rador y dei Papa, sino en ia que, además, Ias nuevas opiniones, favorecidas de
una manera directa por los soldados alemanes que luchaban por ambos bandos
84 Mocenigo: Viddi il popo/o correr in fúria verso Ia casa di Ripetta deputara per le cose
deJCinquisitione, melter a sacco turra /a robba ch'era dentro, si di vittualie come d'altra robba, che
Ja maggior parle era de/ Revmo. Cl. Alessandrino sommo inquisitore, trattar maíe con basíonate
e ferile tutti i ministri dci/'inquisitione, levar Io scritture gcllandole a refuso per Ia strada e final-
mente poner /oco in quella casa. / frafi di S. Domenico erano in tanfodio a que) popolo che in ogni
modo volevan abbriiciar il monastero delia Minerva. Dice que Ia mayor culpa en esto Ia tuvo Ia
nobleza. Además, en Pcrugia tuvieron lugar tumultos parecidos.
PAULO IV 145

B, indirectamente, por el tumulto bélico que impedia una vigilância rigurosa, se


propagaron por Francia y los Países Bajos de manera poderosa.
Sube a Ia Sede Paulo IV. Se dió cuenta dei sesgo que tomaban los aconte-
cimientos y prctendió ante todo restablecer Ia paz. Pero, con ciega pasión, se
comprometió en Ia lucha. Y, así, ocurrió que él, el fanático violento, que
odiaba y perseguia ai protestantismo, fué quizás, entre todos los Papas, quien
más contribuyó a su fortalecimiento.
Recordemos su acción en Ia cuestión inglesa.
La primera victoria de Ias nuevas opiniones en aquel país no fué completa
y bastaba un encogimiento dei poder estatal, el simple hecho de que subiera ai
trono una reina católica para que el Parlamento decidiera someter de nuevo
Ia Iglesia ai Papa. Pero este tenía que proceder con ticnto, pues no podia de-
clurar Ia guerra a ias situaciones creadas ai amparo de Ias innovaciones. Júlio III
vió esto muy bien. Ya el primer delegado dei Papa observo 85 cuán vivo era el
Interés por los bienes eclesiásticos confiscados y Júlio tomo el sábio acuerdo
Be no urgir su devolución. De hecho, el legado dei Papa no pudo pisar suclo
Inglês antes de haber ofrecido suficientes garantias a este respecto. Era Ia base
de toda Ia eficácia de su acción. 80 Tuvo, también, el mayor êxito. El legado era
nuestro conocido Reginald Poole, el más apropiado entre todos los hombres
He su época para trabajar por el restablecimiento dei catolicismo en Inglaterra.
Limpio de intenciones por sobre toda sospecha, comprensivo, moderado, bien-
uisto de Ia reina, de Ia nobleza y dei pueblo como nativo de buena cuna. El
S xilo excedió a Ias esperanzas. La subida de Paulo IV se senaló con Ia llegada
de embajadores ingleses que aseguraron ai Papa Ia obediência dei país.
Paulo IV no necesitaba conquistar esta obediência sino tan solo mante-
iii iLi. Veamos Ias medidas tomadas por él en esta situación.
Declaro deber ineludible Ia devolución de los bienes de Ia Iglesia, pues su
liuumplimiento acarreaba Ia condenación eterna. También mando rccolectar
Uc nucvo el dincro de San Pedro. 87 Además de esto, ^podía darse algo más
liiipiopio para llevar a perfección Ia conciliación que el combalir apasionada-
K l t e a Felipe II, que era también por entonces rey de Inglaterra? Tropas in-
lesas tomaron parte en Ia batalla de San Quintín que tanto significo para Ita-
S u. Por último, persiguió ai cardenal Poole, a quien no podia soportar, y lc
Irspojó de su dignidad de legado, cuando ningún otro podia serio cen más
•ovecho para Ia Santa Sede, y puso en su- lugar a un fraile, llcno de anos
y de achaques, pero de opiniones más extremadas. 88 De haber querido el Papa
Impedir Ia obra de Ia conciliación no habría podido proceder de manera más
Httera.
I «5 Lc-ttcre di Mr. Hcniico Nov. 1553, en un MS., con el título: Letfere e negofi.ili di Polo,
• l contiene todavia más elementos interesantes para esta historia. Sobre Ia negociación cf. Palla-
Klni, xm, 9, 411.
M No tuvo reparo en reconocer a los propictarios hasta entonces. L/tlerae dispensatoriae C)/s.
foll Concilia M. Britanniae, rv, 112.

r
"T Vivia entonces entregado a estas ideas. Publico su bula: "Rcscissio alienationum" (Bnlh-
, ív, 4, 319) en Ia que anulo todas Ias enajenaciones de los antiguos bienes de Ia Iglesia en
ml.
*>n También Goodwin, Annalei AngJiae, etc., p. 456.
146 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

Nada tiene de extrafiQ que en seguida de Ia rápida e inesperada muerte


de Ia reina y dei legado se hicieran valer Ias tendências contrarias con mayor
fuerza. Las persecuciones que Poole había condenado, pero que habían sido
permitidas por sus obcecados enemigos, tuvieron no poça parte en ello.
Sin embargo, Ia cuestión se le volvió a plantear de nuevo ai Papa. Había
que pensarlo tanto más cuanto que esta vez iba incluída Escócia, También en
este país los partidos religiosos se hallaban en una lucha enconada y Ia direc-
ción que tomaran los acontecimientos en Inglaterra fijaria su porvenir.
Fué muy importante que Isabel, que en modo alguno se mostraba dei todo
protestante en sus comienzos,89 comunicara ai. Papa su ascensión ai trono. Se
habló, por Io menos, de su casamicnto con Felipe II, cosa que, por entonces,
parecia muy verosímil. Nada mejor, ai parecer, podia esperar un Papa.
Pero Paulo IV no conocía ia moderación. Dió una respuesta insolente ai
embajador de Ia reina Isabel: Antes que nada, dijo ei Papa, debía someter sus
pretensiones ai juicio de él.
No se crea que fué solo ei espíritu sistemático de Ia Sede Io que le movió
a ello. Había también otros motivos. Los franceses, por receio de poder, querían
impedir aquel matrimônio. Supieron halagar ai hombre piadoso, ai teatino, e
hicieran ver ai Papa que Isabel era protestante en ei fondo de su corazón y que
aquel casamiento nada bueno podia traer consigo.00 Los que mayor interés
tenían en ei asunto eran los Guisa. Cuando Isabel fué rechazada por Ia Santa
Sede, Ia hija de su hermana, Maria Estuardo, delfina de Francia y reina de [
Escócia, se convirtió en pretendiente de Ia Corona de Inglaterra. Los Guisa
abrigaban Ia esperanza de poder mandar, en su nombre, en los três reinos. De
hecho, Maria Estuardo adoptó ei emblema inglês y firmaba sus edictos contan-|
do los anos de reinado en Inglaterra e Irlanda. En los puertos escoceses sé\
hacían preparativos de guetra.91
Aunque Isabel no hubiera tenido ninguna inclinación.protestante, es se-
guro que las circunstancias Ia hubieran empujadp en esa dirección. Dió ei paso
con Ia mayor resolución. Logro un Parlamento con maioria protestante02 me-l
diante ei cual se introdujeron en poços meses todos los câmbios que han dejado
impreso su sello a Ia Iglesia anglicana.
Como es natural, este sesgo de los acontecimientos afectó a Escócia. Ante
los progresos dei partido franco-católico se levanto un partido nacional-protestan-
te. Isabel no vacilo un momento en aliarse con él. El mismo embajador espanol
Io considero conveniente.98 El pacto de Berwick cqn Ia oposición escocesa valió
a esta Ia supremacia. Antes de que Maria Estuardo penetrara en ei reino tuvo
que renunciar ai título de reina de Inglaterra y confirmar acuerdos de un
89 Todavia Nates, Mcmoris oi Burgh/ey, n, p. 43, encuentra sus princípios religiosos at íirrt
Tiahle to some âoubs,
90 Información extrafia de Thuanus.
91 En Forbes, Transactions, p. 402, una "Responsio ad petitiones D. Glasion et episc.
Aquilani", de Cecil, que destaca muy vivamente todos esos motivos.
92 Neal, History of the Puritans, i, 126: The court took such measures about elections U
seldom fail o/ success.
93 Camdcn, Rerum Ang/icaium annales, p. 37.
pio iv 147
1'utlamento de orientación protestante, entre otros, uno que prohibía Ia misa
Imjo pena de muerte.
Àsí, pues, Io que aseguró para siempre ei triunfo dei protestantismo en Ia
Gran Bretana se debió, en buena parte, a una reacción contra ias pretensiones
francesas favorecidas por ei Papa.
No quiere esto decir que los impulsos internos de los protestantes depen-
^ieran de tales sucesos políticos, pues tenían un fundamento bastante más hon-
<)•'. pero ei caso es que, por Io general, los factores que gobemaron ei comien-
• d desarrollo y Ia decisión de Ia lucha coincidieron exactamente con Ias
inmplicaciones políticas.
También tuvo mucha influencia en Alemania una medida de Paulo IV.
)mo se opuso a Ia transferencia de Ia corona imperial por su vieja animad-
rsión a Ia casa de Áustria, obligó a Fernando I a cuidar con más ceio que
iies su amistad con los aliados protestantes. Desde entonces fué una unión
§ príncipes moderados de ambos bandos Ia que gobernó a Alemania y bajo
uya acción se llevó a efecto ei traspaso de Ias fundaciones eclesiásticas de Ia
•ja Alemania a Ia administración protestante.
Parece que ningún dano ha experimentado ei Papado en que de un
|odo u otro no hayan tenido participación sus empenos políticos.
Si en este momento paseamos desde Roma nuestra mirada por ei mundo,
is daremos cuenta de cuán grandes fueron Ias perdidas suíridas por Ia fe cató-
a. Se habian separado los países escandinavos y Ia Gran Bretana; Alemania
1 protestante casi en su totalidad; Polônia y Hungria estaban fuertemente
itadas; Ginebra convertida en un centro tan importante para ei Occidente y
mundo románico como Wittenberg Io era para ei Oriente y los pueblos ger-
ínicos; y en Francia, como en los Países Bajos, se levantaba un partido bajo
bandera protestante.
La fe católica contaba con una sola esperanza. En Espana y en Itália Ias in-
inaciones disidentes fueron reprimidas y se produjo una opinión restauradora
rigor eclesiástico. Y, a pesar de que ei gobierno de Paulo IV le fué tan
vantajoso, sin embargo, esta orientación llegó a prevalecer en Ia corte romana
cn ei Palácio Vaticano. La cuestión que se planteaba ahora era si sabría
«ntenerse y si, en ese caso, ei mundo católico podría afirmarse de nuevo
uniise.

5) Pio IV
cuenta que cierto dia, en un banquete de cardenales, Alejandro Farnesio
tregó una corona a un muchacho que improvisaba con Ia lira para que se Ia
nitiera a aquel de los presentes que iba, ei primero, a ser Papa. El muchacho,
)vio Antônio, más tarde varón famoso y cardenal, se acerco a Giovanni Ângelo
heis v le dedico ia corona cantando sus alabanzas. Este Médicis fué ei
cesor de Paulo con ei nombre de Pio IV. 94
04 Nicius Erythraeus cuenta esta anícdota cn ei artículo sobre Antoniano: Pínacotheca, p. 37.
Pftnibién Mazzucnelli Ia repite. La elección tuvo lugar ei 26 de diciembre de 1559.
148 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

Era de origen modesto. Su padre Bernardino se había trasladado a Milán


y había logrado amasar una pequena fortuna mediante arrendamientos de tie-
rras dei Estado. 05 Pero los hijos tuvieron que valerse por si mismos; uno de ellos,
Giangiacomo, que entro en Ia milícia, presto sus primeros servidos a un noble; ei
otro, nuestro Giovani Ângelo, se dedico ai estúdio pero en condiciones muy
precárias. La suerte le visito en esta forma singular. Giangiacomo, arriscado
y dinâmico por naturaleza, se ofreció ai gobernador de Milán para eliminar
a un enemigo suyo, un vizconde conocido por Monsignorin. Una vez realizado
ei crimen, los inductores quisieron deshacerse dei instrumento de que se habían
servido y enviaron ai joven ai castillo Mus, en ei lago de Como, con una carta
ai casteílano encomendándole que matara ai portador. Giangiacomo entro en
sospecha, abrió Ia carta, vió Io que se le preparaba y se decidió ai punto. Esco-
gió unos cuantos companeros seguros, se sirvió de Ia carta para procurarse ei
acceso y logro apoderarse dei castillo. Después, se comporto como u n príncipe
independiente y desde su fortaleza tuvo en constante jaque a milaneses, suizos
y venecianos. Por fin, adoptó Ia cruz blanca y entro ai servido dei empera-
dor. Fué nombrado marquês de Marignano y condujo ei ejército imperial hasta
Ias puertas de Siena. 96 Era tan astuto como osado, de buena estrella en todas
sus empresas y sin compasión alguna. Como algunos campesinos quisieran
pasar víveres a Ia ciudad, él mismo los abatió con su bastón de hierro; no había
un solo árbol de Ias cercanias dei que no colgara algún rústico y se contaron
hasta 6,000 entre los que él mando matar. Conquisto Siena y fundo una bien
prestigiada casa.
Con él prospero también su hermano Giovanni Ângelo. Se hizo doctor y
ganó fama de jurista; compro un cargo en Roma. Gozaba ya de Ia confianza >
dei Papa Paulo III cuando ei marques caso con una Orsino, hermana de Ia
esposa de Pedro Luis Farnesio. 07 Poço después fué nombrado cardenal. Desde
ese momento Io encontramos ocupado en Ia administración de Ias ciudades
pontifícias, en Ia dirección de Ias negocíaciones políticas y, más de una vez, -
como comisario de Ias tropas dei Papa. Se mostfo diestro, sagaz y bondadoso.
Pero Paulo IV no Io podia soportar y una vez arremetio contra él en ei con-
sistorio. Médicis creyó prudente abandonar Roma. En los banos de Pisa o eltl
Milán, donde construyó mucho, supo mitigar los sinsabores dei destierro con
ocupaciones literárias y también con bucnas obras que le valieron ei nombre
de padre de los pobres. Acaso Ia oposición en que se encontraba con respecto
a Paulo IV contribuyó, más que nada, a su elección.
Esta oposición era bien marcada.
95 Hieronymo Soranzo, Re/ationc di Roma. Bernardino padre B. S. /u stinuta persona di somma
bontá e di gran industria, ancora che fusse nafo in povero e basso stato: nondimeno venuto habitar
a Milano si dicde a pighar datii in aífito.
80 Ripamonte, Historias urbis Med/o/ani. Natalis Comes Ilist.
97 Soranzo: Nato 1499, si dottorò 1525, vivendo in studio cosi strettamente che in Pasqiu
suo medico, che stava con lui a dozena, I'accommodò un gran tempo de) suo servitore e di qua/cha ,
a/fra cosa necessária. Del 1527 compro un protonofariato. Servendo ií Cl, Farncse [Ripamonte re-
cuerda su buena relación con ei mismo Paulo III] co/la piu assídua diJigenza, s'andò mettendo^
inanzi: eb be diversi impieghi dove acquistò nome di persona integra e giusta e di nafura officiosa.
EI matrimônio dei marquês tuvo lugar con promessa di /ar Jui card/naie.
pfo rv 149
Paulo IV, noble napolitano de Ia facción antiaustríaca, fanático, fraile e
Inquisidor; Pio IV, advenedizo milanés, unido estrechamente a Ia casa de Áus-
tria a través de su hermano y de unos parientes alemanes, jurista, amante de Ia
Vida y con sentido mundano. Paulo IV mantuvo un porte altivo y pretendia
Biostrar dignidad y majestad en Ia menor de sus acciones; Pio IV era todo bon-
tlad y condescendência. Cada dia se le veia por Ia calle, a pie o a caballo, casi
un acompanamiento y hablando afablemente con todo ei mundo. Se le puede
honncer si se leen los despachos venecianos.98 Los embajadores le encuentran
twribicndo y trabajando en una sala fria; se levanta y empieza a pasear con
los; o en ei momento en que se dispone a ir hacia ei Belvedere y, entonces, se
• .li.: sin abandonar ei bastón, escucha Io que tienen que decirle y anda ei
.mino cn su companía. Por Io mismo que alterna con esta sencillez quiere que
le trate con tacto y consideración. Cuando los venecianos le proponen una
Jución ingeniosa, se alegra y Ia alaba entre risas; aunque es muy favorable a
• austríacos, le fastidian Ias maneras inflexibles y despóticas dei embajador
ipunol Vargas. No le gusta que le aburran con detalles, pero cuando uno se
ncreta a Io importante y general entonces se puede tratar con él. Se vuelve
usivo y confiesa como, por naturaleza, odia cordialmente a los maios y ama Ia
Iticia. No herir a nadie en su libertad, portarse con bondad y amistad con
do cl mundo; piensa trabajar con todas sus fuerzas en favor de Ia Iglesia y
I" i.i cn Dios poder hacer algo. Nos Io podemos representar vivamente: un
niiano corpulento, bastante ágil todavia para llegar antes de Ia salida dei sol
IU villa campestre, con cara apacible y ojos despiertos; le placen Ia conversa-
felón, Ia mesa y Ia broma; recién restablecido de una enfermedad, que se consi-
Itró grave, monta a caballo, se dirige a Ia casa donde vivió como cardenal y
x- Ias escaleras valientemente mientras exclama: "jNo, no! No queremos
Bhorir todavia."
Un Papa de este ânimo, con tanto amor a Ia vida y tal sentido mundano
MU i üdecuado para gobemar Ia Iglesia en Ia difícil situación en que se halla-
I? ([No era de temer que se apartara dei camino emprendido por su antece-
I cn los últimos anos? Acaso su naturaleza propendiera a ello, pero los hechos
dcsarrollaron de modo bien distinto.
Pcrsonalmente no le gustaba gran cosa Ia Inquisición y le reprochaba Ia
nuvi monacal de su procedimiento. Poças yeces, si acaso, visito Ia Congrega-
ilón, pero tampoco se atrevió a intervenir en ella. Decía que no entendia de
hto, que no era teólogo y le dejó todo ei poder que había recibido de Paulo IV."
Hizo un gran escarmiento con los sobrinos de Paulo IV. Como es de su-
uniH-r, los excesos cometidos por ei duque de Palliano aun después de Ia muerte
H i tu tio —mato por celos a su propia mujer— facilitaron el juego de los ene-
Imi^os de los Caraffa, sedientos de venganza. Se les formo un proceso bien
*8 "Ragguagli dell'ambasciatore Veneto da Roma 1561. De Marco Antônio Amulio (Mula)".
•Ipfmniat. polit., xxxvu.
| í» Sorano: Se bene si conobbe, non esser di sua satisíatione il modo che tengono g/'inquisitori

t proccdcre per 1'ordmano con tanto rigore contra gl'inquisiti, e che si hscia intendera che piu
piaceria che usassero tcrmini da cortese genti/uomo che da /rate severo, non di meno non ardisce
«on vuolc mai opponersi ai giudicii loro.
150 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVI

lamentable. Fueron acusados de los crímenes más espantosos, de robôs, asesina-


tos, falsificaciones y, además, de gobierno despótico y de engano constante de
aquel pobre anciano que se llamó Paulo IV. Conservamos su defènsa, que no
está trazada sin ciertas apariencias de justificación.100 Pero sus acusadores
pudieron más. Después de haber escuchado Ia lectura de Ias actas en ei consis-
torio desde por Ia mafiana hasta Ia noche, el Papa pronuncio sentencia de
muerte contra el cardenal, el duque de Palliano y dos parientes cercanos, el
conde Aliffe y Leonardo di Cardine. Montebello y otros pudieron escapar. El
cardenal temia, a Io sumo, el destierro, pero en ningún caso Ia pena de muerte.
Cuando le fué comunicada Ia sentencia —una mafiana, estando todavia en el
lecho— y ya no le cupo duda ninguna, se cubrió con Ias sábanas durante unos
momentos, se levanto, junto Ias manos y exclamo aquellas dolorosas palabras
que todavia hoy escuchamos en Itália en casos de desesperación: "jQué se va
a hacer! j Paciência!" No se le permitió confesar con su confesor ordinário y,
ai nuevo que se le envio, tuvo, como es natural, muchas cosas que contarle
y por eso Ia confesión duro bastante. "Monsignore, termine usted —le advir-
tió el policia—, que tenemos otras cosas que hacer."
Así acabaron estos familiares. Son los últimos que ambicionan principados
independientes y promueven grandes movimientos históricos con sus particu-
lares fines políticos. Nos encontramos con ellos desde Sixto IV: Girolamo
Piiario, César Borgia, Lorenzo de Médicis, Pier Luigi Farnesio y los Caraffa,
que son los últimos. Más tarde ha habido también nepotismo, pero con un
sentido diferente.
Después de una ejecución tan ejemplar, £cómo podia pensar Pio IV en
permitir a los suyos violências ai estilo de Ias que él había castigado en los Ca-
raffa de manera tan terrible? Como hombre por naturaleza animoso, queria
gobernar por si mismo y los asuntos más importantes los decidió según su crité-
rio y más bien se le reprochaba que buscara poços apoyos. A psto se afiadió que
aquel de entre sus sobrinos ai que podría habej ayudado en el mejor de los
casos, Federico Borromeo, murió a temprana edad. El írtro, Carlos Borromeo,
no era hombre para ser honrado con honras humanas, pues nunca Ias hubiera
aceptado. Carlos Borromeo jamás considero su relación con el Papa y, por ende,
con los negócios graves, como un derecho que le otorgara ciertas libertades, sino
como una obligación, a Ia que se entrego con el mayor ahinco. Modéstia y*
aplicación fueron sus maneras; sin fatiga se dedico a -Ias audiências y, com
minuciosidad, a Ia administración dei Estado. Formo un colégio de ocho doc-
tores dei que se ha derivado después Ia Consulta. Asistía ai Papa. Es el mismo
que después ha sido elevado a los altares. Ya por entonces se mostraba en toda
su nobleza e inocência. "No se sabe de él otra cosa —dice Girolamo Soranzo—I
sino que está limpio de toda mancha; vive tan religiosamente y da tan buen
ejemplo que ni los mejores pueden pedir más. Digno de Ia mayor alabanzaj
100 En Ia obra de Bromato se encuentran, tomadas principalmente de Nores, informacionei
detalladas sobre estos sucesos. En Ias Informar, encontramos además Ias cartas de Mula, p. e., 19
de julio de 1560, Exfractus processus cardinaíis Cara/fae, y El suceso de /a muerte de los Cara/M
con /a decJaraciòn y el modo que murieron. La morte de) Cl. Caraffa (Bibli. Venccia, vi, n. 39) ei
el MS. que consulto Bromato además de Nores.
pfo rv 151
porque, en Ia flor de Ia edad, sobrino de un Papa y disfrutando de su favor,
viviendo en una corte donde se puede procurar toda suerte de placeres, lleva,
«in embargo, una vida tan ejemplar." Su única expansión era ver reunidas
por Ia tarde algunas gentes doctas. Las conversaciones comenzaron por Ias
letras profanas, pero pronto se pasó de Epicteto y los estoicos, que Borromeo,
Joven todavia, no menospreciaba, a las cuestiones religiosas.101 Si algo se le
reprochaba no era falta de buena voluntad, de aplicación, sino, acaso, de talen-
in, sus servidores se lamentaban de que tenían que prescindir de los grandes
Ifivores que acostumbraban recibir de anteriores familiares.
Las cualidades dei sobrino suplían Io que los rigurosos podían echar de
menos en ei tio. En todo caso, se siguió en ei camino emprendido, los negó-
cios espirituales y temporales se llevaron con ceio y circunspección y ia reforma
|ué continuada. El Papa advirtió publicamente a los obispos su deber de resi-
dência y se vió en seguida a algunos que volvían a ocupar sus puestos, después
de besarle los pies. Las tendências rigoristas habían prevalecido en Roma y ya
ii" era posible que ei Papa se desviara de ellas.
El sentido mundano de este Papa no perjudicó a Ia restauración dei
Mentir religioso riguroso, y, además, tenemos que anadir que contribuyó mu-
Itho, por otro lado, ai aplacamiento de las disensiones promovidas dentro dei
Unindo católico.
Paulo IV creía obligación de un Papa tratar de someter ai emperador y a
I n reyes y, por esta razón, se mezcló en tantas guerras y altercados. Pio IV se
•ió mejor cuenta dei error cuanto que habia sido cometido por un antecesor
myo frente ai cual se sentia en contraposición. "Por esto hemos perdido a
^In^laterra —exclamo— que pudimos haber conservado si hubiéramos apoyado
• •|(M- ai cardenal Poole; por esto se ha perdido Escócia también, y, durante Ia
•erra, las doctrinas alemanas han penetrado en Francia." Él, por ei contrario,
Brsca Ia paz por encima de todo. Ni siquiera contra los protestantes está dis-
•uesto a hacer Ia guerra y ai embajador de Saboya, que trata de lograr su apoyo
pura un ataque contra Ginebra, le interrumpe con frecuencia: £"Pero qué
•empos son estos para que se le hagan a él tales proposiciones? De nada se
•ene tanta necesidad como de paz."102 Le gustaría estar a bien con todos. Con
mrilidad otorga los favores eclesiásticos y lo hace con tacto y moderación si
Ill^ima vez tiene que negarse. Está convencido, y así lo manifiesta, de que ei
I""d i dei Papa no puede mantenerse sin Ia autoridad de los príncipes.
La última época de Paulo IV se caracterizo porque todo ei mundo cató-
Mliii reclamaba de nuevo ei concilio. Es seguro que Pio IV solo con grandes
[dlficultades se podria haber sustraído a esta exigência. No podia, como sus
min cesores, poner Ia excusa de Ia guerra, pues por fin Ia paz reinaba sobre

I
la Europa. Y hasta para él mismo era urgente tal medida, puesto que los
nceses amenazaban con un concilio nacional que facilmente podia provocar
mi Son las Nocfes Vaticanae, las que menciona Glussianus, Vita CaroJi Borromei, i, iv, 22.
102 Mula: 4 de febrero de 1561. Pio le rogo de dar ei informe: che havemo animo d» sfare
puce, e che non sapemo niente di questi pensieri dei duca di Savoia, e ei maravigfiamo che vada
rando qiiestc cose: non è lempo da fare 1'impresa di Ginevra ne da far gencraii. Scrivete che
no constanti in questa opinione di star in pace.
152 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

un cisma. Pero, a decir verdad, tengo que anadir que, además de todas estas
circunstancias, existia su buena voluntad. Escúchese como se expresa: "Que-
remos ei concilio, Io queremos sin duda, Io queremos todos. De no quererlo
podríamos escudamos ante ei mundo con mil dificultades, pero más bien nues-
tro deseo es acabar con ellas. Hay que reformar Io que tiene que ser refor-
mado, también en nuestra persona y en nuestras propias cosas. Si albergamos
alguna otra intencíón que Ia de servir a Dios, que Él nos castigue." A menudo
parece como si los príncipes no le apoyaran Io bastante para una empresa de
tal envergadura. U n a manana ei embajador veneciano le visita en su lecho,
donde se hallaba postrado por Ia podagra; le encuentra ocupado con sus pen-
samientos. "Tenemos buenas intenciones —exclama— pero estamos solos."
"Me dió compasión —dice ei embajador—, verle en Ia cama y escuchar Io que
decía: estamos solos para sostener una carga tan pesada." Pronto se puso manos
a Ia obra. El 18 de enero de 1562 se reunieron tantos obispos y delegados en
Trento que se pudo reanudar de nuevo ei dos veces interrumpido concilio.
El Papa tuvo Ia mayor intervención en ello. "Es cierto —dice Girolamo Soran-
zo, que no estaba ai lado dei Papa— que Su Santidad mostro en ei asunto
todo ei ceio que se podia esperar de un tan gran pastor y nada ha descuidado
que pudiera conducir a una obra tan santa y necesaria."
I
6 ) Las últimas sesiones dei Concilio de Trento
(
jCómo había cambiado ia situación dei mundo desde Ia primera convocatória
dei Concilio! El Papa no tenía que temer ahora que un emperador poderoso
utilizara Ia rcunión para dominar ai Papado. Fernando I no poseía poder alguno
en Itália. Tampoco había que temer errores graves sobre puntos esencialcs dei
dogma. 103 Como ya se había puesto de manifiesto en las primeras sesiones,
c-1 dogma, aunque no formulado por completo, dominaba ya sobre una gran
parte dei mundo católico. No era posible pensar seriamente en una unificación
con los protestantes. En Alemania habían adquirfBo una jrosición muy fuerte,
de Ia que no era posible desalojados; en ei Norte, Ia nueva orientación religiosa
se había fundido con ei poder estatal y Io mismo estaba ocurriendo en Ingla-
terra. El Papa, ai declarar que ei nuevo concilio no era más que una conti-
nuación dei anterior y ai acallar las vocês que se levantaron en contra de este
critério, renuncio a tales esperanzas. ^Cómo podían los protestantes libres
adherirse a un concilio cuyas resoluciones anteriores habían condenado ya los
artículos más importantes de su credo? " , 4 Con esto Ia eficácia dei Concilio
se limitaba de antemano ai mundo, tan consíderablcmente disminuído, de las
naciones católicas. Su propósito tenía que concentrarse en componer las dife-
10» Así considero Fernando I ei asunto. "Litterae ad Icgatos 12 Aug. 1562", en Lc Plat:
Monum. ad. Iiisí. cone. Tridenfini, v. p. 452. guiei eniin attinct —disquírere de Jiis dogmatibus, de
quibus apud omites non solum príncipes, vertim criam privatos homines catliolicos, nu//a mine
penitus existit disceplario?
104 La cansa principal dei escrito de recusación de los protestantes: Causae cur ciccíores prín-
cipes aiiiqiie Aiigusíanac confessioni ndjimcti status recusent adirc concibum. Le Plat, iv. p. 57.
Dcstacan ya cn cl primer aviso las palabras omni supensioiie subiara. Rccucrdan Ia condenación que
sufrieron anteriormente sus princípios y explican ai detallc quae maJa sub ca confirmatione lateant.
pio iv 153
tencias surgidas entre estas naciones y Ia suprema autoridad eclesiástica, en
formular ei dogma en algunos puntos que no habían sido fijados todavia, y
MIIHC todo, en dar término a Ia reforma interior ya iniciada y prescribir normas
disciplinadas de caracter general.
Pero también esta tarca se mostro muy dificultosa y pronto se originaron
|us más vivos altercados entre los teólogos allí reunidos.
Los espanoles plantearon Ia cuestión de si Ia obligación de residência de
(bispos en sus diócesis era de derecho divino o solo de derecho eclesiástico.
• I t c í a una disputa ociosa puesto que, por todas partes, se reclamaba ei deber
residência. Pero los espanoles sostenían de una manera general que ei poder
.copai no era emanación dei poder papal, como se pretendia en Roma, sino
su origen descansaba inmediatamente en Ia institución divina. Con esto
on en ei nervio de toda Ia organización eclesiástica. Aceptado ese principio,
mbiera restablecido Ia independência de Ias potestades eclesiásticas subal-
las, cuya dominación habían cuidado tanto los Papas. Estando en Io más
» de Ia discusión, llegaron los delegados dei emperador. Sorprendcn los
tulos que presentan. "También ei Papa —reza uno— tiene que humillarse
iiendo ei ejemplo de Cristo y someterse a una reforma en su persena, en su
go y en su cúria. El concilio debe reformar ei nombramiento de los carde-
:s y ei cónclave." Fernando solía decir: "Si los cardcnales no son buenos
no van a elegir un buen Papa?" Para Ia reforma pretendida por él queria
•U<* sirviera de base ei proyecto dei Concilio de Costanza, que allí no pudo
•evarse a efecto. Las resoluciones debían ser preparadas por Ias diputaciones
l e las diferentes naciones. Además pedia: que se autorizara Ia comunión cn
dos espécies y el matrimônio de los clérigos; dispensa dei ayuno para algunos
sus súbditos; institución de escuelas para los pobres; depuración de los bre-
Vlurios y santorales; un catecismo inteligible; himnos religiosos en alemán; re-
farma de los conventos, entre otras cosas "para que sus grandes riquezas no se
PMplcaran de manera tan desastrosa".105 Como vemos, proposiciones todas muy

105 Pallavicini, xvir, i, 6, omite casi por completo estos postulados. Son molcstos para él.
I ii efecto, nunca han sido conocidos cn su forma autêntica. Los tenemos ante nosotros en três
nliuliis. Un extracto se encuentra en P. Sarpi, Lib. vi, p. 325, e, idénticamente, aunque en latín,
Kainaldi y Goldast; un segundo, más extenso, cn Bartolomé de Martyribus, el tercero, más
pleto, cn Schelhorn. No concuerdan bien. Mc he atenido a Io que se encuentra en Schclhorn.
i (|uc cn las ediciones anteriores hubiesc sido muy deseablc una información de Viena, y una tal
ii| nación se encuentra justamente aliora en Ia gran colección de documentos para Ia historia dei
(•un [lio de Trento, de Sickel, y cn un artículo que Io completa en el tomo 45 dcl Archiv fiir
dilinc/i. gesch. Por las actas icproducidas allí dcl gabinete dei emperador Fernando I conocemos
lii npmión moderada, acertada, de este príncipe, de acuerdo con las tendências alemanas gcnerales.
l i primera instrueción a sus embajadores en Trento, dei 1° de encro de 1562, tal como está escrita,
.mu lioy Ia atención. Es esta trabajo dei vicecanciller Seld, ayudante dcl emperador y muy
llilhil cn el maneio de Ia pluina. Pero tampoco esta instrueción contienc Io que buscamos, que es cl
lliiin.iili) "libelo de reforma" de Fernando, un proyecto que fué resultado de muclias consultas, y
()MP contienc Io que ya hcnios leído en Shclhorn. No se creyó necesario repctirlo por entero, sino que
I líiivtii Ia indicación de las diferencias poço importantes con respecto ai manuscrito autógrafo. Sickel
Um li.ibla con ceio cscrupuloso, en el artículo citado, sobre su origen. Be cllo resulta que Io misino
i|in li instrueción primera, también cl libelo de reforma lia de considerarse como manifiesto dcl
|iiiiil.i medio, pero católico aún, que insistia cn una aproximación a los protestantes en Alemania.
También se han utilizado los proyccros de Jnlio Pflug. Su cnnteniclo será importante para
lb> épocas posteriores a esta, c incluso, si no nos equivocamos, para hoy dia.
154 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVI

importantes y que suponían una transformación honda de Ia Iglesia. En cartas


reiteradas urgia ei emperador su discusión. \
Por fin, se presentó también ei cardenal de Lorena con los prelados fran-
ceses. Se adhirió a todas Ias propuestas alemanas. Reclamaba, sobre todo, Ia
comunión en Ias dos espécies, Ia administración de los sacramentos en el idioma
materno, Ia instrucción y Ia predicación durante Ia misa y Ia autorización para
cantar en francês los salmos, cosas todas de Ias que se esperaba el mejor resul-
tado. "Tenemos Ia seguridad —dice el rey— de que Ia autorización de Ia co-
munión en Ias dos espécies aplacará a muchas conciencias inquietas, reunirá
de nuevo con Ia Iglesia a províncias enteras que se han separado de ella y será
uno de los médios mejores para acabar con los distúrbios en nuestro reino." 10 *
Pero los franceses trataron además de reponer los acuerdos de Basilea y abierta-
mente sostenían que el concilio era superior ai Papa.
Los espanoles no estaban de acuerdo con Ias pretensiones de alemanes y
franceses; repudiaban con Ia mayor vehemencia Ia comunión en Ias dos espécies
y el matrimônio de los clérigos y no era posible que el concilio llegara a una
concesión en estas matérias: solo se logro pasar que el Papa pudiera autorizar-
los; pero hubo puntos en los que Ias três naciones se enfrentaron a Ias preten-
siones de Ia cúria. Consideraban intolerable que solo los legados dei Papa
dispusieran dei derecho a presentar propuestas. Como además estos legados
tenían que recoger Ia anuência dei Papa a todas Ias resoluciones que se hu-
bieran de adoptar, les parecia esto un agravio a Ia dignidad dei concilio. Por-
que de esta mancra, dccía el emperador, había dos concilios: uno en Trento y"|
otro, el verdadero, en Roma.
Si en estas circunstancias se hubieran decidido Ias opiniones por naciones
se habría llegado a acuerdos muy particulares.
Como no ocurrió esto, Ias três naciones, aun tomadas juntas, quedaron
siempre en minoria. Eran mucho más numerosos los italiairt>s, acostumbrados
a sostener sin muchas preocupaciones Ia opinión de Ia cúria, de Ia cual de-
pendia Ia mayoría. El encono encendió a ambas partes/Los franceses bromea-
ban diciendo que el Espíritu Santo venía a Trento en Ia valija. Los italianos
hablaban de Ia peste espaíiola y dei mal gálico que iban contagiando a los]
fieles. Como el obispo de Cádiz Uegó a decir que hubo obispos famosos y
Padres de Ia Iglesia que no habían sido nombrados por ningún Papa, los ita-
lianos comenzaron a gritar, pidieron su expulsión y rfablaron de anatema y]
herejía. Los espanoles devolvieron Ia papeleta, acirsándoles a su vez de here-
jes. 107 En algunos momentos se formaron tumultos callejeros a los gritos dej
jEspafia! j Itália! y se vió correr Ia sangre en Ia ciudad de Ia paz.
No tiene nada de extrano que transcurrieran diez meses en una ocasión
sin que se celebrara ninguna sesión y que el primer legado tuviera que disuadif,
108 "Mcmoiie baillé .i Mr. le Cl. de Lorraine, quand il est parti pour aller au concü".
Lc Plat, iv, 562.
107 Pallavicini, xv, v, 5. "Paleotto Acta": A/ii praeíati íngeminabant cíamantes. Exeat
exeat; alii Aiiatfiema sit; ad quos Granetensis conversus respondit: Anathema vos estis. Mendham,
tuvo lugar el 8 de encio de 1566.
pio rv 155
ul Papa de trasladar ei Concilio a Bolonia: "áQué se iba a decir si ei concilio,
lejos de llegar a su conclusión regular, tenía que ser disuelto?"108 Pero una
disolución, una suspensión o un simple traslado, en ei que se penso con fre-
Bucncia, hubieran sido muy peligrosos. En Roma no se esperaba nada bueno.
Br consideraba que un concilio era una medicina demasiado fuerte para ei
debilitado cuerpo de Ia Iglesia, que no haría sino arruinaria por completo
junio con Itália. "Poços dias antes de marcharme, a princípios dei afio 1563
•-nos cuenta Girolamo Soranzo—, me dijo el cardenal Carpi, decano dei Co-
légio y varón verdaderamente circunspecto, que había rogado en su última
tniermedad a Dios que le concediera Ia gracia de Ia muerte para no ser testigo
drl derrumbamiento y entierro de Roma. También los demás cardenales de
Bota se lamentan sin césar de Ia desgracia, pues ven claramente que no hay
•ivación para aquélla si no es con Ia intervención especial de Ia mano de
|)ms."109 Pio IV temió que fueran a caer sobre él todos los males que orros
Papas habían visto cernirse con Ia idea dei concilio.
Supone una idea elevada que sea una asamblea de sus prelados Io único
•ue pueda socorrer a Ia Iglesia cuando corren tiempos difíciles para ella y ha
i. miriido graves equivocaciones. "Sin presunción ni envidia, en santa humil-
•ad, en paz católica —dice San Agustín— debe deliberar una tal asamblea:
•on una mayor experiência abre Io que estaba cerrado y saca a Ia luz dei dia
b que estaba oculto." Pero se estaba muy lejos de alcanzar este ideal en los
•rimeros tiempos. Hubiera sido necesaria una pureza dei sentir, una indepen-
dência de influencias extrafias que no parece acordada a los hombres. jPero
ttuánto más difícil alcanzarlo ahora en que ia Iglesia se halla imbricada con el
Ettndo en tantas situaciones contradictorias! Si, a pesar de todo, los concilios
•o/.aron siempre de gran prestigio y fueron reclamados con tanta frecuencia
V esperados con tanta impaciência, se debió sobre todo a Ia necesidad de poner
il poder de los Papas. Pero ahora parecia confirmarse Io que estos siempre
li ili!,m sostenido: que en tiempos de gran confusión una asamblea de Ia Igle-
. lia cs más apropiada para aumentar aquélla que para ponerle remédio. Todos
HM italianos participaban de los temores de Ia cúria. "O el concilio —decían—
[le continua o es disuelto. En el primer caso, si entretanto muere el Papa, los
ullramontanos dispondrán dei cónclave según sus intenciones y en dafio de
| li.ilia, y tratarán de limitar Ias facultades dei Papa de suerte que no sea mucho
más que un simple obispo de Roma, y arruinarán los cargos y toda Ia cúria.

I
I, por el contrario, es disuelto sin resultado alguno, los fieles se sentirán de-
uudados y los dudosos se encontrarán en grave peligro de perderse dei todo."
Si contemplamos Ia situación, parece imposible que en el seno dei Concilio
108 "Lettera dei Clc. di Mantua, legato ai concilio di Trento, scritta ai papa Pio IV li 15
«nn. 1563." Quando si havesse da dissolversi questo conci/io —per causa d'a/tri e non nosfra—,
i piaceria piu che Vra. Beafitudine íusse restata a Roma.
100 Li Card/nali di maggior autoritâ dcploravano con tutti a futte í'ore ia íoro miséria, ia qua/e
(mano (anto maggiore che vedono e conoscono assai chiaro, non esservi rimedio alcuno se non
•»«licl/o che piacesse dare a) Sr. Dio con Ja sua santíssima mano! Cerco non si può se non temere,
I inucle cl mismo Soranzo, Sermo. Príncipe, che Ia povera Itália afflitta per aítre cause habbi ancox
I • irntire aff/ittionc per qnesto particularmente: Io vedono e Io conoscono tutti i sav/.
156 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

se pudiera producir un cambio de Ias opiniones dominantes. Frente a los lega-


dos dirigidos por ei Papa, y los italianos que dependían de él, estaban los pre-
lados de Ias otras naciones que se apoyaban en los embajadores ;de sus
príncipes. No se podia pensar en ninguna conciliación, en ningún arregio
mediador. Todavia en febrero de 1 5 6 3 n o Ia situación parecia desesperada;
todo era discórdia y cada partido mantenía con obstinación sus puntos de vista.
Pero si tenía ei valor de ver Ias cosas tal y como eran, se presentía Ia
posibilidad de salir de este laberinto.
Era en Trento donde chocaban Ias opiniones, pero su origen estaba en
Roma y en los diversos príncipes. Si se queria obviar Ias dificultades había que
acudir a Ia fuente. Pues que Pio IV había dicho que ei Papado no podia
mantenerse sin asociarse a los príncipes, este era ei momento de hacer buena I
Ia máxima. Una vez abrigo Ia idea de acomodarse a Ias exigências de Ias dife-
rentes cortes y darles satísfacción sin acudir ai concilio. Pero hubiese sido una
medida a médias. Su misión no podia ser otra —pues tampoco existia otro
médio— que llevar a cabo ei concilio de acuecdo con Ias grandes potências.
Pio IV se decidió en este sentido. A su lado tenía ai cardenal Morone, ei
de mayor prudência política.
Había que empezar con ei emperador Fernando ai que, como sabemos, se
habían adherido los franceses y ai que también Felipe II tomaba en conside-
ración como sobrino suyo que era.
Morone, que acababa de ser nombrado presidente dei Concilio, pero que
pronto se convenció de que nada se podia conseguir en Trento, acudió en
abril de 1563, sin acompanamiento de ningún otro prelado, a entrevistar ai em-
perador en Innsbruck. Lo encontro desanimado, enfadado y molesto; estaba
convencido de que en Roma no se buscaba ningún mejoramiento serio, y deci-
dido a procurar ai Concilio su libertad. 111
Le era menester ai legado una habilidad extraordinária, ^ \ nuestro tienv
po diríamos diplomática, tan solo para aplacar ai yidignado monarca. 112
Fernando estaba malhumorado porque sus artículos/de reforma habían
sido pospuestos sin que se presentaran efectivamente a discusión; ei legado
pudo convencerle de que, no sin justificación, se había considerado peligroso
someterlos a una discusión en regia, pero que, sin embargo, Ia parte más
importante de los mismos había sido admitida y hasta acordada. El emperador
se quejó además de que ei Concilio fuera dirigido desde Roma y que se ma-
/
n o En un escrito dei obispo de Fünfkirchen se recomienda Ia suspcnsión dei concilio. Praestat
etenim omniiim indicio consilium hoc cum aliqua spe futurae concordiac et reíbrmationis suspendi,
quam sine omni íructu atque etiamcum lotais bonae spei iactura orbisque magna perturbatione claud"
ac úifeiiciter vel certe inftuctuose íiniii. (Sickel, 427.)
111 También es interesanle para este tema: Rehtione in ser. falta dal Comendonc ai Sri.
legati dei concilio sopra le cose rirratle da)l'imperatore 19 Febr. 1563. Pare che pensino trova
modo e forma di haver p/u parte et autorità nel presente concilio per stabiíire in esso tutte le lon
giuntamente con li Fiancesi.
112 El documento más importante que he podido encontrar sobre Ias negociaciones triden-
tina es Ia relación de Morone sobre su embajada: es breve, pero muy instractiva. Ni Sarpi n*
Pallavicini están enteradoS de ella. Reíatione sommaria dei Cl. Morone sopra Ia legatione sua
Bibl. Altieri, en Roma, vn, F. 3.
pio iv 157
nejara a los legados por médio de instrucciones; Morone observo, y no le fal-
lulia razón, que también los embajadores recibían instrucciones de sus capitales
y tenían indicaciones nuevas continuamente.
Morone, que yá desde largo gozaba de Ia cortfianza de Ia casa de Áustria,
lulió con bien de esas aclaraciones delicadas; disipó Ias malas impresiones per-
lonales dei emperador y trato de llevar Ia discusión a aquellos otros puntos
cn disputa que habían provocado los más grandes altercados en Trento. No
trn de opinión que se cediera en Ias cosas esenciales ni que se debilitara Ia
mitoridad dei Papa: "Lo que importaba —decía— era ponerse de acucrdo sobre
flqucllas disposiciones que ei emperador creía que le darían satisfacción, sin
• u c con ellas se menoscabara Ia autoridad dei Papa o de los legados." 113
El primero de estos puntos era ei de Ia iniciativa exclusiva de los legados
Uuc se afirmaba ir contra Ia libertad inherente a un concilio. Reponía Moro-
Ke que no convenía a los príncipes conceder Ia iniciativa a todos los prelados.
[No le había de ser muy difícil convencer ai emperador. Era fácil que, en caso
Re goxar los obispos de esta facukad, pronto presentarían proposiciones cuyo
• n t i d o seria contrario a Ias pretensiones y derechos de los Estados. Era patente
• confusión que habría de originarse con una concesión semejante. Sin embar-
C", también se queria complacer en cierta medida los deseos de los príncipes
V cs admirable Ia solución encontrada. Prometió Morone presentar como propo-
Uciones Ias que los embajadores le entregaran a este fin y, caso de que no lo
Bjcicra él, los mismos embajadores podrían hacerlo en su lugar. Transacción
i i i que caracteriza ei espíritu que poço a poço iba imperando en ei Concilio.
l<is legados ceden una vez ai renunciar a Ia exclusividad de Ia iniciativa, no
tiinio cn favor de los Padres dei Concilio como de los embajadores. 114 De lo que
M sigue que solo los príncipes se benefician de una parte de los derechos
• u v , por lo demás, se reserva ei Papa.
Un segundo punto rezaba que Ias diputaciones que piepaiaian Ias rcsolu-
ir. habrían de reunirse por naciones. Morone observo que así había suce-
l l d o siempre, pero que se trataria de cumplir con más exactitud cn este extremo,
ipucsto que era deseo dei emperador.
Se llegó ai tercer punto, ei de Ia reforma. Fernando reconoció, por fin, que
Bnbfa que evitar Ia expresión de una reforma dei Papado y también Ia vieja
ptiestión sorbónica de si ei concilio está o no sobre ei Papa; en cambio, Morone
113 Fu necessário trovare temperamento tale che paresse aJJ'irnperatore di essere in alcuno
liiiiiln satisíarto et insieme. non si pregiudicase a/i'autorità dei Papa nè de'Jegati, ma restasse il
MDiitihb neJ suo possesso.
114 "Summarium eorum quac dicuntur acta inter Caesaream Majestatem et iluslrissimum
liKliinlcin Moronum", en Ias aetas de Torellus, también en Salig. Gesehichte des (ridentinischen
i liiums, m, A. 292, lo expresa dei modo siguiente: Ma/. S. sibi reservavit vcl per médium
Hhtmmii ícgatonim, vei si ipsi in fioc giavasentur, per se ipsum vei per ministros suos proponi
Tcngo que confesar que no hubiera podido deducir facilmente de este texto que tuvo lugar
Uni negociación, tal como Ia relata Morone, aunque de verdad Ia implique. En Ia Duplica S. C.
m i i cn Ia obra de Sickel, 499, Ias palabras son Ias siguientes: ut et Rmi. D. /egaii nomine Mtis.
H j/iuriirnque catholicorum regum et principum ea quae hisce ad conservandam catho/icam reli-
|IIIIIÍ-III in regnis et doininiis suis necessária videntur et de quibus ipsi Rmi. D. Jegati você vel
•(r/pto in/ormabantur proponanf.
158 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVI

prometió una reforma verdadera en todos los demás aspectos. El proyecto que
presentó a este particular alcanzaba ai mismo cónclave.
Una vez resueltas estas cuestiones capitales facilmente se pusièron de acuer-
do sobre Ias accesorias. El emperador renuncio a muchas de sus exigências y
dió instrucciones a sus embajadores de mantener buenas relaciones con los
legados pontifícios sobre todo. Después de conseguir este arreglo Morone volvió
a Itália. "Cuando se supo en Trento —nos dice él mismo— ei buen acuerdo dei <
emperador y se percataron de Ia inteligência existente entre sus embajadores y]
los dei Papa, ei Concilio empezó a cambiar de aspecto y a ser mucho más
tratable."
A esto coadyuvaron otras circunstancias.
Los espanoles y los franceses se habían peleado por ei derecho de prece-
dência de los representantes de sus reyes y, a partir de este momento, coincidie-j
ron muchas menos veces.
Además, se habían iniciado gestiones especiales con ambas partes.
La misma naturaleza de Ias cosas obligaba a Felipe II a buscar una inteli-
gência. En gran parte su poderio en Espaiia se apoyaba en intereses eclesiásticos]
y tenía que procurar, sobre todo, tenerlos a mano. La corte de Roma sabia nmy
bien, y ei núncio de Madrid Io decía a menudo, que una clausura apacible dei
Concilio era tan deseable para ei rey como para ei Papa. Los prelados espanolejj
habían protestado en Trento contra ei gravamen de los bienes eclesiásticos, q u d
representaba una parte importante de los ingresos dei Estado; ei rey quedo I
preocupado y rogo ai Papa que impidiera discusiones tan desagradables. u fl
iCómo iba a ocurrírsele, en estas circunstancias, trabajar en favor de Ia iniciativa]
de sus prelados? Por ei contrario, trato de sujetarlos un poço. Pio IV se quejó de
Ia oposición violenta y continua que le hacían los espanoles y ei rey le prometió]
apelar a médios que pondrían término a aquella desobediência. En una pala-
bra, ei Papa y ei rey se dieron cuenta de que sus intereses eran los mismos.
Debieron de tener lugar otras negociacicnes. El Papa se arrojo por completo em
brazos dei rey y este prometió solemnemente venir en ayjida dei Papa con todas
Ias fuerzas de su reino en cualquier momento de necesidad.
Los franceses también se aproximaron por su lado. Los Guisa, que ejercían |
en Francia tan gran influjo sobre ei Gobierno y en Trento sobre ei ConcilioJ
fueron orientando su política en una dirección cada vez más católica en amboij
campos. Se debe a Ia transigência dei cardenal de Guisa, que se reanudanin Ias
sesiones dei Concilio después de una suspensión de diez meses y después da
ocho aplazamientos. Pero se trataba de llegar a una unión más estrecha. Guisa
presentó Ia proposición de un encuentro de los príncipes católicos poderosos,
dei Papa, dei emperador y de los reyes de Francia y Espaiia. 110 Marcho a RomaJ
para tratar dei asunto y ei Papa no encontro palabras bastantes para loar "ell
ceio cristiano dei cardenal por cl servicio de Dios y Ia tranquilidad pública,!
no solo en Ias cuestiones dei Concilio, sino también en otras que se refieren ai

115 Paolo Ticpolo, Dispaccio di Spagna 4 Dec. 1562.


11» lnstrultione dala a Mons. Cario Visconti mandato da papa Pio IV a// re caíl. per
dei concilio di Tfento (ultimo Ottobie 1563). Bibli. Barb. 3007.
pio iv 159
klcncstar general". 117 Esta reunión en proyecto hubiera complacido mucho
|1 Papa y, a cuenta de ella, envio embajadas ai emperador y ai rey.
No solo en Trento sino en Ias cortes y mediante negociaciones políticas,
fueron obviando .Ias dificultades más importantes y allanando obstáculos para
a terminación dichosa dei Concilio. Morone, que trabajó mucbo, se supo
ii.ir personalmente a los prelados, dedicándoles todo ei honor, alabanza y
•PC que pretendían. 118 Puso de manifiesto Io que puede conseguir en Ias cir-
istancias más difíciles un hombre inteligente y hábil, que comprende Ia
lluación y se propone un fin adecuado a ella. A él sobre todo tiene que agra-
r Ia Iglesia ei término feliz dei Concilio.
El camino estaba allanado. "Ahora se podían abordar —dice él mismo—
lificultades inherentes a Ias cosas."
Todavia aguardaba una resolución Ia vieja disputa sobre Ia necesidad de
residência y el derecho divino de los obispos. Durante mucho tiempo los espa-
lcs se mostraron inconmovibles en sus princípios y, todavia en julio de 1563,
declaraban tan infalibles como los diez mandamientos, y el arzobispo de
Brnnada pretendia prohibir todos los libros en que se afiimaba Io contrario; 119
10 ai redactarse el decreto consintieron en que su opinión no fuera expresada.
dicron por satisfechos con una redacción que les permitia en Io futuro seguiria
ntcniendo. Este caracter equívoco es, precisamente, Io que Láinez alaba
el decreto. 120
Lo mismo ocurrió con Ia otra disputa acerca de Ia iniciativa: iprvponen-
egatis. El Papa declaro que cada asistente ai Concilio debía pedir y
ir lo que le competia pedir y decir según los viejos concilios, pero se guardo
y bien de emplear Ia palabra "proponer". 121 Se encontro un arreglo que
ifizo a los espanoles sin que ello significara que el Papa cediera lo más
imo.
Una vez que desapareció el apoyo supuesto por Ias tendências políti-
i, se trato no tanto de decidir sobre Ias cuestiones que habían ocasionado
enconadas disputas cuanto de esquivadas mediante habilidosas compo-
íldas.
Con este estado de ânimo es natural que fueran resueltos con mayor faci-
rlnd otros puntos menos graves. Nunca el Concilio había avanzado tan rápi-
H7 "II beneficio universale". Lert. dí Pio IV 20 Ott. 1563.
li» Li prelati. dice el mismo Morone, accarezzali e stimafi e lodati e gratiati si fecero piu
lliiliili. Martin Pérez de Ayala, que se opuso hasta el último momento, está indignadisimo con
dcfccción general: "Todo lo havia ya vencido el cardenal Moron con sus artes ansi ai cl. de
itrnii como ai arzobispo de Granada como otros siete o ocho que ai principio estubicron bien
|H Im cosas dei bien comun." Llama a Morone "hombre doblado" y crec que también a él había
•Uriulo halagarle (De su autobiografia, en Ia Vida de Vií/anueva, n, p. 420).
110 Scriltura nel/e lettere e memorie dei núncio Visconti, II, 174.
HO E/iu verba in uframque partem pie satis posse exponi. Paleotto en Mendham, Memoirs
• •' llic council of Trent, p. 262. Fué propuesta Ia siguiente redacción: episcopos esse a Christo insri-
(oii pero se prefirió: esse hierarchiam divina ordinatione institutam, quae constai ex episcopis,
ihytcris et ministris. Era inútil que algunos propusieran ordinatione pecuiiari, u otros institutione.
Kiipo Mendoza de Salanianca atribuye el êxito ai proceder cuerdo dei cardenal Morone. En
Immcva, II, p. 427.
mi Pallavicini, 23, 6, 5.
160 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

damente. Los importantes dogmas sobre ei sacramento dei orden, sobre ei de j


matrimônio, sobre Ias indulgências, sobre ei purgatório, sobre ei culto de loí |
santos, y Ias disposiciones reformadoras más importantes que acordo\el Conci-1
lio, se concentran en Ias três últimas sesiones dei ano 1563. Tanto para una»
como para otras resoluciones se compusieron Ias congregaciones con miembros
de cada país. El proyecto de reforma se discutió en cinco reuniones especia-1
les, una francesa, con ei cardenal de Guisa, otra espanola, con ei arzobispo
de Granada, y três italianas. 122
Sobre Ia mayoría de Ias cuestiones se llegó facilmente a una inteligência
y dos únicas propuestas ofrecieron todavia dificultades: Ia de Ia exención àm
los cabildos y Ia de Ia acumulación de benefícios, en Ias que volvieron a jugar
gran papel los intereses.
La primera afectaba sobre todo a los espanoles. Los cabildos habían per-
dido algunas de Ias libertades extraordinárias de que gozaban. Guando se trato de
recuperarlas, ei rey intento, por su parte, limitadas todavia más; puesto que <1
promovia los obispos, en sus manos estaba ampliar sus facultades. El Papa, potJ
ei contrario, estaba en favor dei cabildo. Su sumisión incondicional ai obispo
hubiera menoscabado su influencia sobre Ia Iglesia espanola/ Una vez ma.
chocan aqui Ias dos grandes tendências y Ia cuestión es cuál de Ias dos sacará]
mayoría. El rey era muy fuerte en ei Concilio y su embajador supo alojar a uni
delegado enviado por los cabildos para defender sus derechos, pues tenía tantail
mercedes eclesiásticas a distribuir que había de pensado antes quien quisiera]
renir con él. En Ia votación oral ei resultado fué favorable ai cabildo. Obsér-1
vese ei rodeo que hicicron los legados pontifícios. Acordaron que, por esta
vez, los votos se dieran por escrito, pues solo Ias declaraciones verbales eram
cohibidas por Ia presencia de tantos partidários dei rey, pero no Ias votaciones]
escritas que los legados recibicron en sus manos. Y, en efecto, con este proce-j
dimiento, consiguieron una mayoría importante en favor dei Papa y de los
cabildos. Apoyados en este resultado y valiéndose de Ia mecliación de Guisa,]
entablaron nucvas conversaciones con los prelados espanoles quienes, por fin, j
se dieron por satisfechos con una ampliación de sus facultades mucho más pe-[
quefia que Ia que pretendían. 1 - 3
Todavia más importante para Ia cúria era ei segundo artículo referente
a Ia acumulación de benefícios. Desde siempre se había hablado de una reforma
dei cardenalato y había muchos que pretendían ver e n j a decadência de este
instituto ei origen de todos los males; precisamente los cardenales eran losj
que con frecuencia juntaban un gran número de benefícios, y se trataba de
poner coto a esto mediante ei rigor de Ia ley. Se comprende Io poço agradable
122 Las mejures informaciones sobre esto se encuentran allí donde nadic Ias buscaria: en ÜC
Vira di Palestrina, de Baini, i, 199, procedentes de correspondências autênticas. También ei diário'
de Servantio, que utilizo Nfendham (p. 3(H), alude ai asunto.
123 Tampoco consultando Sarpi, vnr, 816, se ve cl asunto muy claro. Muy a punto ia cxpli-
cación autêntica de Morone: L'.irfico/o dcí/e canse c de/J'esscnzioni de canon/ci íu vinto secondo M
domanda degli oJtramontani: poi /acendosi contra Vuso che li padri tutti dessero voti in inscritm
/urono mutate rnoltc sentenfie c íu vinto iJ contrario. Si venne ai fin alia concórdia che si vale
nei decretti, e fu mezzano Lorena, che gia era tornato da Roma, tutto additto aí servitio di 3J
Beatitudine et alia fine de/ concilio.
pio iv 161

ijue había de ser para Ia cúria cualquier innovación en este sentido; se temia
ya cl tratar seriamente dei asunto y por cso se eludió. También es muy par-
ticular Ia solución propuesta por Morone. Presentó juntas Ia reforma dei car-
clcnalato con los artículos sobre los obispos. "Poços se dieron cuenta —nos
dice— de Ia importância dei asunto y de esta forma se sortearon los escollos."
El Papa consiguió de esta suerte conservar Ia corte romana en su forma
tradicional y también se mostro dispuesto a abandonar Ias reformas pedidas
bor los príncipes, tal como se pensaba, ccdiendo así a indicaciones dei em-
fccrador.124
En realidad aquello parecia un congreso de paz. Mientras Ias cuestiones
He importância subordinada fucron preparadas por los teólogos hasta recibir Ia
forma de resolución general, Ias cortes negociaban sobre Ias grandes cuestio-
Jlcs. Los mensajeros iban sin césar de un sitio a otro y se pagaba una conce-
MUII con otra.
Al Papa le interesaba terminar pronto. Los espanoles se resistieron duran-
cierto tiempo, pues Ia reforma no les parecia bastante, y ei embajador espa-
ol hizo ademán una vez de que iba a protestar. Pero como ei Papa se declaro
itpuesto a convocar en caso necesario un nuevo sínodo, 125 como preocupaba
dea de Ia posibilidad de una vacante de Ia Sede sin estar clausurado ei
poncilio, y como cada quien estaba ya cansado y queria marcharse a su casa,
los espanoles tuvieron que ceder ai final.
En Io esencial estaba vencido ei espíritu de oposición. Precisamente en su
Último período ei Concilio mostro Ia mayor sumisión. Se avino a pedir ai Papa
IIii i cnnfirmaeión de sus resoluciones y declaro expresamente que todos los
Mccrctos de reforma, cualesquiera fueran los términos en que se expresaran,
lialnin sido redactados en ei supuesto de que no padeciera con ellos en Io más
mínimo ei prestigio de Ia Sede apostólica.12" Cuán lejos se estaba por entonces
In Trento de aquellas pretensiones de Costanza y Basilea sobre Ia superioridad
• I« -1 concilio. En Ias aclamaciones redactadas por ei cardenal de Guisa, con
mu' sc puso término a Ia sesión, se reconoció especialmente ei episcopado uni-
ttrsal dei Papa.
Había Hegado, pues, a feliz término. El Concilio, reclamado con tanta
Mlicmencia, eludido durante tanto tiempo, disuelto dos veces, sacudido por
Imitas tormentas, en grave peligro en su tercera etapa, se clausuraba ai fin con
|N unanimidad dei mundo católico. Se comprende que ei 4 de diciembre de
• 563, ai reunirse por última vez los prelados, se sintieran conmovidos y dicho-
• » . Los hasta entonces enemigos, se congratulaban mutuamente, y se vieron
•«rimas en los ojos de muchos ancianos.
Mas si fueron menester tanta flexibilidad y tanta destreza política para
Mm eguir este resultado, t n o podemos preguntarnos si no padeció de este modo
• I Concilio en Ia eficácia de su acción?
IM El que no se llcgara a una severa reforma de Ia cúria, de los cardenales, dei cónclave, dc-

I
imlio exactamente de Ia omisión de Ia reforma de los príncipes. Extractos de una correspondência
p H» legados, en Pallavicini, 23, 7, 4.
i»n Pallavicini, 24, 8, 5.

>••"> Scssio XXV, c. 21.
162 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

En los tiempos modernos, si no en todos, es ei de Trento ei concilio más


importante.
En dos grandes momentos se hace patente su importância. /
El primero, dei que ya hablamos, durante Ia guerra esmalcáldica. Des-
pués de diversas oscilaciones, ei dogma se aparto por completo dei sentir pro-
testante. Sobre Ia doctrina de Ia justificación, como entonces quedo estableci-
da, se levanto todo ei sistema de Ia dogmática católica, tal como se mantiene
hasta hoy.
El segundo momento, también considerado por nosotros, es ei verano y
otono dei ano 1563. La jerarquía fué reorganizada en Io teórico desde Ia base
por los decretos sobre ei sacramento dei orden y prácticamente por Ias medi-
das de reforma.
Estas reformas fueron y siguen siendo muy importantes.
Los fieles fueron sometidos a una firme disciplina eclesiástica y, en caso
necesario, a Ia espada de Ia excomunión. Se fundaron seminários y se cuido
que los nuevos sacerdotes se formaran en ei temor de Dios y en rigurosa dis-
ciplina. Se puso orden en ei asunto de los párrocos, en Ia administración de los
sacramentos y en Ia predicación, y también se sometió a cânones Ia actividad
de los frailes. Se reforzaron Ias obligaciones de los obispos, especialmente lá!
inspección dei clero, según los diversos grados de su dignidad. Revistió una
gran importância que los obispos se comprometieron solemnemente a observar
los decretos tridentinos y a someterse ai Papa, mediante una profesión de fe
firmada y jurada.
Pero en modo alguno fué realizado aquel propósito de limitar ei poder
dei Papa que ai comienzo también tuvo cabida en ei Concilio. Por ei contrario,
salió de Ia lucha ampliado y reforzado. Como conservo ei derecho exclusivo
de interpretar Ias resoluciones dei Concilio, en su mano estaba determinar Ias
normas de fe y costumbres. Todos los hilos de Ia disciplina reorganizada se
juntaban en Roma.
La Iglesia católica se dió cuenta de sus liitíitaciones; no se ocupo para
nada de los griegos ni dei Oriente, y repudio ai protestantismo con innumera-
bles anatemas. En ei catolicismo anterior se había guarecido un elemento de
protestantismo que ahora era compelido para siempre. Pero, ai limitarse, se
concentraron Ias fuerzas y todo ei sistema se rehizo.
Solo a través dei entendimiento y ei acuerdo con los príncipes católicos
más importantes se pudo llegar tan lejos. En esta alianza con los principados
descubrimos una de Ias condiciones más importantes de todo ei desarrollo
posterior. Guarda cierta analogia con Ia tendência dei protestantismo a reunir
los derechos principescos y los episcopales. Poço a poço se fué promoviendo
este curso entre los católicos. Pero se comprende que aqui se encerraba Ia posi-
bilidad de nuevas dísensíones, aunque ai princípio nada había que temer.
Una província trás otra acogió los decretos dei Concilio. Precisamente por esto
corresponde a Pio IV una significación histórica universal, pues fué ei primer
Papa que renuncio a sabiendas a Ia tendência de Ia jerarquía a contraponerse
al poderio de los príncipes.
PÍO rv 163
Con ei êxito dei Concilio creyó haber dado fin a Ia obra de su vida. Es
cxtrano que cediera también ia tensión de su ânimo con su clausura. Se creía
nbscrvar que descuidaba ei culto, que comia y bebía muy a gusto, que se com-
•Ucia demasiado en ei fausto de Ia corte, en fiestas magníficas y cn construc-
iKiiics costosas. Los rigoristas senalaron Ia diferencia entre ó\ y su antecesor, y
W quejaron abiertamente. m
Pero no había que temer ninguna repercusión. Se había afirmado en ei
catolicismo una tendência que no era ya posible hacer retroceder ni siquiera
fnntcncr.
Una vez que el espíritu despierta, cs imposible prescribirle el camino.
• d a desviación de Ia regia, aun Ia más insignificante, por parte de aquellos
Cjiu" rienen que encarnaria, provoca los sintomas más alarmantes.
Este espíritu de rigorismo católico fué peligroso inmediatamente hasta para
gl inismo Papa.
En Roma vivia un tal Benedetto Accolti; católico exaltado que hablaba
iempre de un secreto que Dios lc había comunicado y que el iba a revelar,
y, para demostrar que no mentia, caminaria sobre una hoguera ante el pueblo
bnvocado en Ia Piazza Navona.
Su secreto consistia en el conocimiento anticipado de que se iba a producir
k breve plazo una unión entre Ia Iglesia griega y Ia romana y esta Iglesia cató-
|cu unificada sometería a los turcos y a todos los apóstatas; el Papa seria un
iinbre santo, que alcanzaría Ia monarquia universal e impondría sobre Ia tierra
única justicia perfecta. Estas ideas le poseían fanáticamente.
Le parecia que Pio IV, cuya mundanidad se alejaba tanto de su ideal, no
'0 apto para tan magnífica empresa. Y Benedetto Accolti creía estar llamado
ir Dios para libertar a Ia cristiandad de este jefe incapaz.
Se propuso matar por si mismo ai Papa. Encontro un companero a quien
guró ias bendiciones de Dios y los favores dei futuro santo monarca. Un dia
decidieron. El Papa venía en médio de una procesión, ai alcance, sin sospe-
.1 ni defensa alguna.
Accolti, cn lugar de ir sobre él, empezó a temblar y demudó Ia color. El
Uito de un Papa tiene algo que debe impresionar a un católico tan fanático.
Papa pasó por delante sin que nada oeurriera.
Pero otros habían observado a Accolti. El companero, Antônio Canossa,
era un caracter muy consecuente y si ahorà se dejaba convencer para realizar
icción en otra ocasión, luego se sentia en Ia tentación de denunciarse a si
o. No callaron dei todo. Por último, fueron apresados y condenados a
erte. 128
1 ST Paolo Ticpolo: Doppo che questo (ij concilio) hcbbe fine, Jiberato da una grande solle-
KÜrie iattosi fermo e gag/iardo nelTaiiforilà sua, incominciò pin libcranienrc ad operarc conforme
lira inc/inalione e pensicri.- onde /aci/mente si connobbe in Jtii animo piu tosto da príncipe che
Qdctse ío/amente ai farto suo, che di pontefice che avesse rispcflo Ia beneficio e salufe deg/i
l Panvinius observa Io mismo.
lSft Tomo estas noticias, que no pude encontrar en ningún otro lugar, de un manuscrito de
Biblioteca Corsini de Roma, mim. 674, con cl título: Antônio Canossa. Questo c il somniario
mia depositione per /a cual causa io moro, quale si degnerá V. S. mandarc alli miei sri. padre
«dre. Pio murió el 9 de diciembre de 1565.
164 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

V a m o s q u é espíritus se a g í t a b a n en a q u e l l a m o v i d a e t a p a . A p e s a r d e t o d o
Io q u e P i o I V h a b í a h c c h o por Ia r e c o n s t r u c c i ó n d e Ia Iglesia, h u b o m u c h o s a los
q u e e n modo a l g u n o les pareció bastante y abrigaban m u y distintos proyectos.

7 ) Pio V

P e r o los partidários dei rigorismo t u v i e r o n p r o n t o u n êxito i n e s p e r a d o . F u é ele-}


gido u n P a p a ai q u e p o d í a n c o n t a r e n t r e sus filas: P i o V .
N o q u i e r o r e p r o d u c i r Ias noticias m á s o m e n o s ciertas q u e ei libro sobre los
cónclaves y a l g u n o s cronistas d e a q u e l t i e m p o n o s t r a n s m í t e n sobre Ia elcccíón. jj
T e n c m o s u n escrito d e Carlos B o r r o m e o q u e aclara b a s t a n t e . " D e c i d i [y es c i e r t a j
q u e t u v o ei mayor influjo sobre Ia elección] n o p r e o e u p a r m e d e n a d a t a n t o c o m o ,1
d e Ia religión y d e Ia fc. C o m o c o n o c í a Ia p i e d a d , Ia v i d a i r r c p r o c b a b l c y l a j
s a n t i d a d dei e a r d e n a l d e A l e j a n d r í a , creía q u e n a d i e podría regir mejor que>
él Ia república cristiana, y a c o n s e g u i r esto d e d i q u e todo mi e s f u e r / o . " , 2 Ü N o s e '
podia esperar otra cosa d e u n h o m b r e dei s e n t i d o eclesiástico d e C a r l o s Borro-'!
m c o . Fefipe I I , q u e h a b í a sido g a n a d o a favor dei m i s m o e a r d e n a l por su crnba-i
jador, a g r a d e c i ó e x p r e s a m e n t e a B o r r o m e o su participación en Ia elección. 1 '"' Se'
ercín necesitar un hombre cemo ei elegido. L o s p a r t i d á r i o s d e P a u t o JV, q u ô j
h a s t a este m o m e n t o se h a b í a n m a n t e n i d o t r a n q ü i l o s , se Ias p r o m e t i e r o n m u j H
feliees. C o n s e r v a m o s cartas d e ellos. " V e n i d , v e n i d confiados a R o m a — e s c r i t o ]
u n o — sin p e r d i d a d e t i e m p o , p e r o con toda h u m i l d a i : D i o s n o s h a v u e l t o O
tracr a P a u l o I V . "
M i c h e l c Ghislieri — d e s d e ahora P i o V — d e o r i g e n modesto, n a c i d o e n e f l
afio 1504 e n Bosco, n o Icjos d e A l e j a n d r í a , e n t r o a los c u a r e n t a a n o s e n u n corlfl
v e n t o d e d o m i n i c o s . S e e n t r e g o e n c u e r p o y alma a Ia p o b r e z a y Ia p i e d a d m o n a ^ j
cales exigidas por su o r d e n . D e s u s l i m o s n a s n o g u a r d o ni siquicra Io s u f i c i e n t e ]
para hacerse u n m a n t o ; c o n t r a los calores dei v e r a n o aconscjjjha c o m e r p o ç o y
a u n q u e era confesor d e u n g o b e r n a d o r d e M i l á n s i e m p r e c a m i n a b a a p i e y c o f l j
su saco a Ias e s p a l d a s . S i e n s e n a b a , Io h a c í a con p r e c i s i ó n / y b u e n a g a n a ; si tenía' j
q u e g o b e r n a r u n c o n v e n t o c o m o prior, era riguroso y a h o r r a d o r y a m á s d e u n o j
le arregló s u s d e u d a s . El d e s e n v o l v i m i e n t o d e su p e r s o n a l i d a d c o i n c i d e con los
a n o s e n q u e t a m b i é n en Itália Ia d o c t r i n a tradicional l u c h a b a con los brotes d e
p r o t e s t a n t i s m o . S e p u s o dei l a d o d e Ia vieja d o c t r i n a ; d e treinta tesis sostenídas
por él en 1543 en P a r m a , Ia mayoría se refiere a Ia a u t o r i d a d d e i P a p a y g j
o p o n e a Ias n u c v a s o p i n i o n e s . P r o n t o se le e n c o m e n d o u n p u e s t o d e i n q u i s i d o r .
S u gestión a b a r c a b a l o c a l i d a d e s e s p e c i a l m e n t e peligrosas: C o m o y B é r g a m o , 1 8 1 ' !

!-'!' "Clis, Borromcus llcnrico Cli. Infanti Portugalliac Romae d. 26. Fcbr. 1Ç66". Glussiani,
Vita C. Borroroci, p. 62. C. Ripmnonti, Historia mbis Medio/ani, Lib. XII, p. 814.
|;f
" Lo encuentro en un Dispaccio di Soranzo ambre. in Spagna. Non essendo conosciufe le
qua/ifà di S. Si. da .qwcsto Strmo. :c, mentre era in cardina/ato, ií detto commendator (Luigi
Rec/iicsc;is. Coimii. maggiof] sempre (o /aiidrt mo/ío, predicando questo soggeto esser degno dfl
ponliíicato, con il che S. St. si mosse a dargli ordine clic con ogni suo potere Ji desse hvore.
Y con eslo pierde valor Ia historieta que cuenta Oltrocchi en Ias notas a Giussano, p. 219. La
elección tuvo lugar cl 8 de encro de 1566.
1*1 Puolâ lic-polo. Rc/a?ione di Roma in tempo di Pio ÍV et V. In Bergamo Ji fn /evato
per forza dj//e prigioni dei rnonastero di S. Domenico, dove aIJora si so/evano mettere i rei, un
rio v 165
[en Ias que no se podia evitar ei trato con suizos y alemanes; Ia Valtelina, que
GMaha sometida a Graubünden. Dió muestras en esa ocasión de Ia obstinación
• dei valor de un fanático. Algunas veces fué recibido a pedradas a Ia entrada de
I bmo; a menudo, para salvar su vida, se tuvo que guarecer de noche en los
[albergues de los campesinos y hubo que huir como un fugitivo, pero no se dejó
•redrar por ningún peligro. El conde delia Trinita le amenazó con arrojarle a un
Kr/o y contesto que ocurriría Io que Dios quisiera. Estaba tambíén enredado
Ia Iucha de Ias fuerzas religiosas y políticas que agitaban por entonces a íta-
la, Como ei partido por ei que luchó salió victorioso, prospero él también. Fué
Dinbrado comisario de Ia lnquisición cn Roma tf, poço después, Paulo IV decía
ic I ri Michele era un gran servidor de Dios y merecedor de grandes honores:
nombró obispo de Nepi —pues queria sujetarlo para que, cualquier dia, no se
i Itara a Ia tranquilidad dei convento 132 — y en 1557 le hizo cardenal. Ghislieri
lintuvo su rigor en su nueva dignidad y también su pobreza y su sencillez;
i Ia a su eompanero de habitación que tenía que figurarse que vivían en un
ivento. No pensaba sino en sus práctícas piadosas y en Ia lnquisición.
En un hombre de este temple creían ver Borromeo, Felipe II y todo el
ri ido extremista, Ia salvación de Ia Iglesia. Los romanos no estaban quizá tan
ütentos. Pio V se dió cuenta y decía: "Tanto más me cchatán de menm cuarv
muera."
Gomo Papa seguia viviendo con todo cl rigor monacal; no dejó de practicar
fayuno cn toda su amplitud ni se ponía ningún vestido de traza fina; 133 a me-
• 0 decía misa y todos los dias Ia oía; pero cuidaba que sus prácticas religiosas
le distrajeran demasiado de los negócios públicos; no hacía siesta y se levan-
• muy temprano. Si dudáramos de Ia profundidad de su rigor religioso ten-
• m o s una prueba en el hecho de que no creía que el Papado favorecia su
J.KI, ni le ayudaba en nada a Ia salvación de su alma y a alcanzar Ia gloria dei
MÍso. Pensaba que sin el auxilio de Ia oración no hubiera podido sobrellevar
carga. Saborcó hasta el fin de sus dias )a dicha de una piedad ferviente, única
[a que era capaz, piedad que a menudo se deshacía en lágrimas y le dejaba Ia
Ihvicción de haber sido escuchado. El pueblo se arrebataba ai verlo en Ia proce-
Sn descalzo y descubierto, con Ia expresión pura de una piedad sincera, con sus
Brgis barbas blancas como Ia nieve; no rccordaban jamás que hubiera habido
in Papa tan piadoso y contaban que su solo aspecto nabía convertido protestan-
te Iira también bondadoso y campechano ytrataba a sus viejos servidores con
nayor confianza. Y cuando aquel conde delia Trinita se le presentó como
ujador, le dirigió, ai reconocerle, estas hermosas palabras: "Mira como Dios
ila ai inocente", y no le guardo ningún rencor. Era caritativo y tenía una lista
ns menesterosos de Roma a los que hacía socorrer según su condición social.
i|i,i/c herético, nominato Giorgio Mondaga [otro nombre para el índice de los protestantes
(un gr.in per/colo suo e de'l>ati. Nel/o medesima città poi travagfiò assai per /orrnare
•«cesso contra i/ vescovo aliora di Bergamo.
IAS Catcna, Vila di Pio V, obra de Ia cual liemos tomado Ia mayor parte de Ias informaeio-
t.nnbién contiene aquélla. Pio V mismo Ia reficre a los embajadores venecianos. Mich.
|rimio, Pablo Ticpôlo, sepiín óstos cuentan, cl 2 de octuore de 1568.
Inn Catcna. Tiepolo: Ne mai ha iascialo /a camisia di rassa, che come frafe incominciô di
Itlire. Fa le oralioni diVotissimamenle et aJcune volte coJJe íacrime.
166 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

Caracteres de este tipo son humildes, abnegados e infantiles, pero si se les


irrita y ofende se provoca en ellos una cólera violenta e implacable. Corisideran
como ei más alto deber suyo Ia realización de sus ideas y ei desacato les indigna
y subleva.
Pio V sabia muy bicn que había caminado siempre en linea recta. Esta
rectitud lc había llevado hasta el Papado y le llenaba de una confianza en si
mismo que le colocaba por encima de cualquier consideración.
Era cxtremadamente obstinado en sus opiniones. Se veia que ni Ias me-
jores razoncs le podían hacer desistir. La contradicción le encolerizaba facil-
mente, encendía su rostro y le hacía proferir Ias expresiones más violentas. 184,
Como entendia poço de los asuntos dei mundo y dei Estado y se dejaba impre+l
sionar más bien por cosas accesorias, rcsultaba difícil entenderse con él.
En Ias relaciones pcrsonales no se dejaba llevar por Ia primera imprcsión,'
pero si formaba una vez una opinión, buena o mala, de alguien, ya nada leí
liaria cambiar.1311 En todo caso, antes creería en un cambio para mal que para bien,]
porque Ia mayoría de los hombres le era sospechosa.
Sc observo que nunca aminoraba Ias penas a los criminales, antes ai con-
trario, hubiera descado por Io general que fueran más duras. •
No le basto con que Ia Inquisición castigara los crímenes rccicntcs, sino quef
incito a Ia indagación de crímenes viejos en diez y veinte anos.
Si en una localidad se habían aplicado poços castigos, no por eso Ia consi-
deraba como pura, pues Io atribuía ai abandono de Ias autoridades.
Podemos ver con qué rigor vigiló Ia disciplina eclesiástica. "Prohibimos —dice'
en una de sus bulas— que cualquier médico que asista a un enfermo postnvj
do en Ia cama, Io visite más de três dias seguidos si no recibe un certificado do*
que el enfermo ha confesado sus pecados." , s o En otra bula establece sancione*
por Ia profanación dei domingo y por sacrilégio. Para Ias gentes de rango Ias penil
son pecuniárias. "Pero un hombre ordinário, que no puede cagar, Ia primí r i
vez será expuesto un dia dclante de Ias puertas de Ia iglesia, con Ias manos atada»
a Ia espalda; Ia segunda, será azotado a través d e l a s calles; Ia tercera, se le tala-'
drará Ia lengua y será enviado a galeras."
Este cs cl estilo general de sus disposiciones y muchas veces hubo de adver-
tírselc que no trataba con ángclcs sino con hombres. 137
No le contienen consideraciones, ahora tan necesarias, con Ias potenci;
seculares; Ia bula In Cocna Domini, de Ia que se quejaron desde el primer m «
mento los príncipes, no solo Ia volvió a publicar sirio que Ia reforzó con nueve
134 Jntormationc di Pio V (Bibli. Ambrosiana, Milano F. D. 181). La S. Sà. naturalmen
c gioviale e piacevofe, se ben per accidente pare di aJtra dispositione, c di qui viene che voJon
tícri onestamenfe r.igiona con Mr. CirilJo suo maestro di casa, il quale con le sue piaccvo/c/.
essendor htioino dextro et accorto diJetfa S. Beatitudine e sempre proíitta a se sfesso et altri.
13.> Infonn.ifione di Pio V. E piu dificultoso di íasciar in cattiva impressione che ia buoiu,
e massimaiiiciifc di quede persone clic non ha in pratica.
1W Supra gregem doiniiiicimi. Buli. iv, li, p. 281.
137 En Ias Inrbrniatioiii po/itiche, xn, se encuentra, por cjemplo, una "Epístola a N. !•
Pio V nella quale si esorta S. S. tolera rcgli Ebrei c le cortcggiane", de un cierto Bcrtano. I.ot
Caporioni rogaron ai Papa Ia última tolerância. El Papa contesto que preferia abandonar Roma
a hacer Ia vista gorda.
pio v 167
implementos. En ellos parecia negar a los gobiernos ei derecho a establecer nue-
vos tributos sobre los bienes de Ia Iglesia.
Se comprende que estas intervenciones violentas fueran seguidas de sus
naturales consecuencias. No solo que nunca se pudiera dar satisfacción a Io que
un hombre de semejante rigor pedia ai mundo, sino que también se le ofreció
una resistência deliberada y se origino gran descontento. Tan devoto como era
1'Vlipe II, una vez tuvo que recordar ai Papa que no tratara de probar Io que es
Ciipaz de hacer un príncipe puesto fuera de si.
Esto Io resentía e] Papa hondamente. Mucbas veces se sentia desgraciado
[fciijo Ia tiara. Decia que estaba cansado de vivir y que, como procedia sin consi-
ili i.i< ión de personas, se había granjeado muchos enemigos y no experimentaba
m.is que disgustos y persecuciones desde que era Papa.
Pero sea como quiera, y aunque Pio V no podia, como ningún otro hombre,
l a r satisfacción a todos, Io cierto es que su condueta y su manera de sentir ejer-
Mrron un influjo incalculable en sus contemporâneos y en ei desarrollo de Ia
Iglesia. Después de que habían ocurrido tantas cosas por ei propósito de provocar
• n a orientación religiosa más exigente, después que hubieron sido tomadas
Rntns resoluciones para que esa orientación llegara a imperar, era menester un
ipa como este para que tal movimiento religioso pudiera no solo ser anunciado
todos sino también llevado a Ia práctica. Su ceio, Io mismo que su ejemplo,
Icron en este sentido extraordinariamente eficaces.
Por fin se vió que Ia tan cacareada reforma de Ia corte tomaba cuerpo,
Unquc no fuese en Ia forma proyectada. Se redujeron extraordinariamente los
Istos dei presupuesto dei Papa; Pio V necesitaba poço para él y a menudo solía
Dcir que quien quiere gobernar tiene que empezar por si mismo. Sus servidores
Uf, según él creía, le habían sido fieles toda su vida por pura afición y no por
Iperanza de recompensa, fueron atendidos por él sin excesiva generosidad y sus
imiliares desatendidos como por ningún Papa. Doto modestamente a su sobrino
bnclli, a quien había hecho cardenal unicamente porque se le había dicho que
ru necesario para mantener una relación mejor con los príncipes, y cuando una
ti. Ronelli llamó a su padre a Roma, obligó ei Papa a este a que abandonara
\ ciudad en Ia misma hora y noche de su llegada; no quiso que ei resto de sus
Imiliares pasara dei nivel de Ia clase media y jay de quien tuviera algún tro-
Iczo, así no fuera más que una mentira! N o habría obtenido su perdón y seria
lejado por él. Se estaba bien lejos de aquel nepotismo que durante siglos repre-
|litó un papel tan importante en Ia historia de los Papas. Mediante una bula
foliibió Pio V en Io futuro cualquier dotación con no importa qué posesión de Ia
llcsia y bajo no importa qué título o excusa; amenazaba con ei destierro a quien
I ptreviera tan solo con ei consejo, e hizo que todos los cardenales suscribieran
lia prohibición. 138 Persiguió con ceio los abusos y se obtuvieron de él poças
llprnsas y menos composiciones; a menudo limito ias indulgências concedidas
br los antecesores. Ordeno a su auditor general ei procesamiento de todos los
fluibipos que no residieran en sus diócesis y que se presentasen propuestas para

L I.W Pfohibitio a/ienandi et infeudandi civitates et loca S. R. E. Admonet nos: 1567 29 Mart.
168 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

Ia dcposición de los desobedientes. 139 Bajo severas penas, mando a todos los
párrocos que se mantuvieran en sus iglesias parroquiales y que se oéuparan dei I
culto, y revocó Ias dispensas que en este sentido hubieran recibido. 140 También
trato de restablecer ei orden en los conventos. Por un lado les confirmo Ias exen-
ciones de impuestos y otras cargas, como, por ejemplo, Ia de alojamiento militar; !
no queria que se les perturbara en su tranquilidad, pero prohibió a los frailes !
confesar sin ei permiso y ei examen dei ordinário y, con cada nuevo obispo, debían
repetir ei examen. 141 Ordeno rigurosa clausura, también para Ias monjas. N o
siempre recibió alabanzas por ello. Se elevo Ia queja de que imponía regias más
rigurosas que aquellas a Ias que uno se había comprometido; algunos se desespe-
raron y otros huyeron. 142
Estas medidas Ias puso en ejecución por primera vez en Roma y en ei Estado ,
pontifício. Obligó a Ias autoridades eclesiásticas y civiles a Ia ejecución de sus '
disposiciones eclesiásticas.143 Él mismo procuro que Ia administración de justicia [
fuera rigurosa e imparcial. 144 No se contento con advertir a los magistrados en ]
particular, sino que celebraba una audiência pública con los cardenales cada ;
último miércoles de mes, en Ia que todo ei mundo podia presentar sus quejas j
contra los tribunales. Por Io demás, era incansable en tener audiências. Desde J
muv de manana se sentaba en su silla y recibía a todo ei mundo. De hecho, este j
ceio trajo consigo una reforma total de Ias maneras romanas. "En Roma —dice,'
Pablo Tiépolo— Ias cosas marchan ahora de otra manera. Los hombres se hana
hecho mucho mejores, o Io parecen por Io menos."
Poço más o menos ocurrió algo parecido en toda Itália. Por todas partes
coincidió Ia publicación de los decretos dei concilio con ei reforzamiento de fl
disciplina eclesiástica y se presto ai Papa una obediência como ninguno de suM
antecesores había disfrutado.
El duque Cósimo de Florencia no tuvo reparo alguno en entregado los
acusados por Ia Inquisición. Carnesecchi, uno de los literatos aue habían parti-
cipado en los primeros movimientos dei protestantismo en Itália, había sal ido
bien hasta entonces, pero ya no le valieron su prestigio personal, Ia reputación ]
de su família ni los vínculos con Ia casa reinante y, atado, fué puesto en manos de
Ia Inquisición romana para ser quemado vivo. 145 Cósimo se hallaba totalmente,
entregado ai Papa. Le apoyó en todas sus empresas y accedió a todas sus recla-ví
maciones eclesiásticas. En recompensa, ei Papa se sentia movido a nombrarle
gran duque de Toscana y a coronarle con este rango. Eja más que dudoso cl
" 9 Cuin nuas: 1566 10 funii Buli., iv, II, 303. /
140 Cupicntcs: 1568 8 Julii. Ib., iv, m, 24.
H l Romani: 1571 6 Aug. Ib., iv, m, 177.
142 Ticpolo: Spesse voílc nel dar rimedio a quclche disordine incorre in un'a/fro maggio
procedendo niassimainente per via degli estrcmi.
143 Buli. iv, in, 284.
14 i fnforniafionc de//e qualitá di Pio V e del/e cose che da quelíe dependono. (Bibl. de
lín). N'el conferire le gratie iion si cuia deííe circonsranze, secondo che a//e voltre sarebbe neces!
per qufl|sivpg/w rispelto considerabi/c, nè a requisition d'a)cuno Ja giustiíia si lia punlo alter;
ancora che sií senza dar scandalo e con csempio d'alrri ponte ficipofesse /are. Soriano encuentra •
no otorga ninguna gracia sin advertências: ii che mi parse próprio ií sfi/o de'coníessori, che fan
una gr.ui riprensione a/ penitente, quando sono per assoíverío.
145 1567. Cantini, Vita di Cósimo, p. 4Í8.
PÍO V 169
(trecho de Ia Santa Sede para una medida semejante; Ias costumbres dei príncipe
Kl .mdalizaban con razón, pero Ia sumisión a Ia Santa Sede demostrada por
, "Mino y Ias rigurosas instituciones eclesiásticas que introdujo en ei país, pare-
,ii i"ii ai Papa un mérito superior a todos.
Los viejos enemigos de los Médicis, los Famesio, competían con ellos en
p»u dirección, y también Octavio Farnesio ponía todo su honor en dar cumpli-
• nio, a Ia menor senal, a Ias ordenes dei Papa.
Con los venecianos sus relaciones no eran tan buenas. No eran tan enemi-
><. de los turcos, ni tan indulgentes con los conventos, ni tan bien dispuestos con
Inquisición como él deseaba. Pero se guardo muy bien de romper con ellos.
I parecia "que Ia República estaba fundada sobre Ia fe y se había mantenido
tmpre católica y era Ia única que se había conservado libre de Ia inundación
| los bárbaros. El honor de Itália descansa sobre cila"; y declaro que Ia amaba.
•mbién es verdad que los venecianos hicicron por él más que por ningún otro
|pu. De otro modo nunca hubicran procedido, en Ia forma que Io hicieron,
ii i I pobre Guido Zanctti de Fano, quien, habiendo sido sometido a pes-
n i por virtud de sus opiniones religiosas y huído a Parma, fué entregado
ír ellos ai Papa. Pusieron bastante orden en ei clero de Ia ciudad, que desde
leia tiempo no se preocupaba demasiado de los cânones eclesiásticos. Tierra
Icntro, Ia Iglesia de Verona fué reorganizada de Ia mejor mancra por Mattco
jiberti. Con su ejemplo ha querido mostrar como debe vivir un verdadero
Mspo11" y sus disposiciones han servido de modelo a todo ei mundo católico,
arque ei concilio tridentino Ias acogió una trás otra. Carlos Borromeo mando
|ntar su retrato para tener siempre presente su proceder.
i Pero Ia influencia dei mismo Carlos Borromeo fué todavia mayor. Con
Rins Ias dignidades y cargos que poseía —entre otras cosas era penitenciário
liivor—, y a Ia cabeza de los cardenales, donde le había colocado su tio, pudo
|brr logrado en Roma una posición brillantísima. Pero renuncio a todo,
kn objeto de dedicarse a sus funciones eclesiásticas en cl arzobispado de
lilán. Se entrego a ellas con verdadera pasión. Viajaba continuamente por
| diócesis y ninguna localidad había donde no htibiera estado dos o três
|»TS; se desplazó a Ias montaflas más altas y a los valles más apartados. Gene-
llimnte, le había precedido un visitador y él llegaba ya con su informe; Io
lipeccionaba todo con sus propios ojos y fijaba los correctivos e implantaba
M mejoras.147 De igual modo dirigió ai clero y se celebraron seis concilios pro-
llicialcs bajo su presidência. Además, era incansable en sus deberes sacerdo-
llis. Prcdicaba y decía misa y, durante dias enteros, daba Ia comunión, orde-
iiln sacerdotes, asistía a Ia toma de hábito de Ias monjas y consagraba
(trtivs. La consagración de un altar exigia una ceremonia de ocho horas y se
ucntan 300 consagraciones. Muchas de sus intervenciones se refieren a Io
xinior, especialmente restauración de edifícios, unificación dei rito, exposi-

'•* "Pctri Francisci Zini, bom pastoris cxcmplum ac specimen singulare ex Jo. Matthaeo
ciln cpiwopo expresstim atque propositum". Escrito en 1556 y destinado, ai principio, a Ingla-
|fti Opera C/bcrti, p. 252.
117 G/us.rânm de vita et rcbns gestis S. Carofi Borromaei Mcdioí., p. 112. habla muy deta-
Oincnlc sobre cl r/tns visitationis v todas Ias demás cosas.
L
170 ° S PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

ción y adoración dei santo sacramento. Pero Io principal es Ia rigurosa disci-


plina a que sujetó ai clero y con Ia que a este se sometieron a su vèz Ias pobla-
ciones. Conocía muy bien los médios para hacer cumplir sus ordenes. En los
domínios suizos visitaba los sitios venerados, repartia regalos entre ei pueblo
y sentaba a su mesa a Ias personas de viso. Pero también sabia componérselas
con los que se le resistían. El pueblo de Valcamonica le espero para que le
diera su bendición. Pero como hacía tiempo que no pagaba los diezmos pasó
de largo sin mover ei brazo ni mirar a nadie. La gente quedo impresionada y
se avino a cumplir con ei viejo deber. 148 A veces tropezó con una resistência
más obstinada y enconada. Como quíso reformar Ia orden de los humíííados,
enojo en tal forma a los miembros, que habían entrado en ella para disfrutar
de sus riquezas en una vida sin compromiso, 149 que trataron de asesinarle.
Pero nada le fué más provechoso que este atentado. El pueblo creyó ver uri
milagro en su salvación y empezó desde este momento a adorarle. Como su ceio
era puro, constante y no estaba enturbiado por fines terrenos, y como en Ia
hora dei peligro, en los dias de Ia peste, mostro un cuidado incansable por
Ia salud dei cuerpo y dei alma de sus diocesanos, como no respiraba sino
abnegación y piedad, creció su influjo de dia en dia y Ia ciudad de Milán
cobro un aspecto nuevo, "Como íendré que alabarte, beDísJroa ciudad —exda-
maba Gabriel Paleotto ai término de Ia gestión de Borromeo— admiro tu
santidad y religión; veo en ti una segunda Jerusalén." A pesar de toda Ia
mundanidad de Ia aristocracia milanesa, tales alabanzas entusiastas no pueden
dejar de tener algún fundamento. El duque de Saboya felicito solemnemente
ai arzobispo por ei êxito de sus esfuerzos. Trato de asegurar sus medidas
para ei futuro. Una congregación se ocuparia de mantener Ia uniformidad
dei rito; y una orden especial —Ia de los oblatos, formada de clérigos regula-
res— se comprometió ai servido dei arzobispo y de su Iglesia; los bamabitas
recibieron nuevas regias y se ocuparon desde entonces, primero en Milán y
después en todos los lugares donde se íntrodujeron, en auxiliar a los obíspos
en su cura de almas. 150 Instituciones que recuerdan, o repiten en pequeno, Ias
romanas. También se fundo un Colégio suizo para Ia restauración dei catoli-
cismo en Suiza, como había un Colégio germânico en Roma para Alemania.
Con esto ei prestigio dei Papa no hacía sino aumentar. Borromeo, que recibió
un breve papal con Ia cabeza descubierta, implanto ia misma sumisión para
su Iglesia.

Mientras tanto Pio V ganaba en Nápoles una / influencia extraordinária.


En ei primer dia de su pontificado había llamado a si a Tomaso Orsino da
Foligno, para encomendarle Ia visita reformadora de Ias iglesias romanas. Una
vez terminada, le nombró obispo de Strongoli y le envio con Ia misma misión

n » Ripamontf, Historia urbis Medio/ani, en Graevius, n, i, p. Ç64. Por Io demás, toda Ia


segunda parte de Ia historia de Ripaniontc está dedicada a Carlos Borromeo (lib. XI-XVII).
14» Poseían juntos noventa y cnatro casas de Ias cualcs cada una hubicra podido alimentar a'
cien hombres, pero tenian tan poços inienibros que a cada dos les tocaba una casa. La orden fué
disuclta y sus riquezas luego beneficiaron a Ias fundaciones de Borromeo y también a los jesuítas.
150 Ripaniontc, p. 857, da los nombres de los primeros fundadores, que son: Bcccaria, Ferra-
ria y Morigia. Giussano, p. 442, indica los nombres ordinários.
pio v 171
ti Nápoles. Seguido de este pueblo tan devoto, llevó a cabo Orsino su visita
en Ia capital y en una gran parte dei reino. Es verdad que ni en Nápoles ni en
I Milán lc faltaron ai Papa altercados con Ias autoridades reales. El rey se quejó
, lie Ia bula In Coena Domini y ei Papa nada queria saber dei exequatur; para
Iqucl Ias autoridades eclesiásticas hacían demasiado; para este Ias autoridades
MUIIS demasiado poço y, constantemente, liubo friceiones entre ei virrey y el
l i r / o bispo. En Ia corte de Madrid, como dijimos, muchas veces habia disgusto
y el confesor dei rey se quejaba abiertamente. Ambas potestades atribuían Ia
fcâyor culpa a los funcionários y consejeros de Ia otra. Pero no se produjo
lingún rompimiento. PersonaJmente guardaron relaciones de confianza. Una
viv, que aquejó una enfermedad a Felipe II, Pio V elevo sus manos ai cielo
y togo a Dios que librara ai rey de ]a enfermedad; rogo ai Senor que le quitara
finos anos para cederlos ai rey, cuya vida era más importante.
Espana fué regida completamente en el sentido de Ia restauración ecle-
•lústica. El rey dudó un momento si acogería Ias resoluciones tridentinas sin
más y, por Io menos, hubiera limitado a gusto el poder dei Papa para conceder
•ispensas en contradieción con aquéllas, pero el caracter religioso de su mo-
•urqiiia se oponía a cualquier intento de esta clase y se daba cuenta que tenía
IK' evitar aun Ia apariencia de cualquier diferencia seria con Ia Sede apostó-
K ca si queria estar seguro de Ia sumisión de sus súbditos. Los decretos dei
•oncilio fueron anunciados por doquier y se dió cumplimiento a sus disposi-
•niies. Prevaleció Ia dirección dogmática más rigurosa. Carranza, arzobispo
•c Toledo, primado dèl país, que habia sido miembro dei concilio de Trento
y que, con Poole, era el que más habia trabajado por Ia restauración dei cato-
IcUmo en Inglaterra bajo Ia reina Maria, no pudo sustraerse a Ia Inquisición
• pesar de sus títulos. "No me he propuesto otra cosa —decía— que combatir
WÊ hercjía, y Dios me ha ayudado en esta tarea. Yo mismo he convertido a
•unos extraviados; he mandado desenterrar los cuerpos de algunos principales
fcrrjeí y hs he mandado quemar; católicos y protestantes me Jian proclamado
•riincr defensor de Ia fe." Pero esta protesta, tan indudablemcnte católica, no
i r valió contra Ia Inquisición. Se encontraron en sus obras dieciséis tesis en Ias
• l i e parecia aproximarse a Ias opiniones de los protestantes, sobre todo por
•> que se reficre ai problema de Ia justificación. Luego de haber sido mantenido
lurgo tiempo cncarcelado en Espana y torturado con Ias vicisitudes dei proceso,
luc 1'nnducido 11 Roma, Io que le pareció una gran fortuna, pues así era arre
•atado a Ias manos de sus enemigos; pero tampoco aqui pudo evitar el juicio
Bondenatorio.11*1
Si esto sucedió con un hombre tan relevante y en un caso tan dudoso,
Utl comprenderá que poço inclinada estaria Ia Inquisición a tolerar disidencias
Inncgablcs en personas de más o menos, Io que no fué dei todo raro en Espa-
íln. El rigor extremado con que se hahían estado persiguiendo Ias opiniones
mídüizantes y mahometanas, se volvió ahora contra los protestantes, y los
•li los de fe se sucedieron unos a otros, hasta que ya no quedo ninguna simiente
L l l l Llorcnte dedico a este suceso três largos capítulos de su historia de Ia Inquisición. Hisfoirc
M> /'inijnisílion, ni, 183-315.
172 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

viva. A partir dei ano 1570, no vemos casi más que extranjeros juzgados a
causa de protestantismo por Ia Inquisición. 152
En Espana ei Gobíemo no favorecíó a los jesuítas. Se decía que Ia mayo-
ría era judeo-cristiana, y no de pura sangre espanola o eompuesta de cristianos
viejos, y se le atribuía Ia idca de vengarse algún dia de todo ei mal trato que
estaba recibiendo. Por ei contrario, en Portugal llegaron muy pronto los miem-
bros de Ia orden a gozar de un poder casi ilimitado, y gobernaron ei país en
nombre dei rey Sebastián. Como también en Roma, bajo ei Papado de Pio V,
gozaban de crédito, utilizaron Ia autoridad de que disfrutaban en cada país a
tenor de Ias inspiraciones de Ia cúria.
Y de este modo Pio V dominó en Ias dos penínsulas como nunca había
dominado ningún antecesor suyo; por todas partes entraron en vigor Ias dispo-
sicioncs de Trcnto; todos los obispos juraron Ia Professio fidei, que contenía
un resumen de los princípios dogmáticos dcl Concilio; ei Papa Pio V dió a
conocer ei catecismo romano, en ei que se desarrollaban aquéllos; anulo todos
los breviarios que no emanaran expresainente de Ia Santa Sede o tuvieran una"''
tradición de doscientos anos, y dió a conocer otro nucvo, concebido según Joí"
más viejos breviarios de Ias iglesias de Roma y deseando que se extendiera poíl
todas partes; 153 tampoco olvido Ia publicación para uso general de un misai
nucvo "según Ia norma y ei rito de los Santos Padres"; 104 los seminários se lleh»*|
ron, los conventos fueron reformados de verdad y Ia Inquisición velaba con rigofl
implacable por Ia unidad e intangibilidad de Ia fe.
Esta misma política es Ia que establece una estrecha relación entre todos ct-j
tos países y Estados. Mucho contribuyó en ello que Francia, entregada a Ia guej
rra civil, desístíera de sus víejas diferencias con Espana o no Ias hiciera valer conj
Ia misma fuerza. Los distúrbios franceses tuvieron también otros efectos. D *
los acontecimientos de una época emergen siempre unas cuantas conviecione»
políticas generalcs que Uegan a dominar prácticamente ei mundo. Los prín^
cipes católicos tenían ei convencimiento de que un Estado se malbarata desdi
ei momento en que permite câmbios en Ias ideas relígipsas. Si Pio IV había
dicíio que Ia Iglesia no se podia soscener sin los príncipes, ahora eran los prín<]
cipes los convencidos de que su inteligência con Ia Iglesia era también de necafl
sidad. Sin césar les predicaba esto Pio V. Y de hecho vió como este m u n d a
cristiano meridional se agrupaba alrededor de él para una empresa común.
El poder turco seguia prosperando cada vez más; .dominaba ei MedilB
rráneo y sus ataques a Malta y luego a Chipre mostraban cuán seriamentí|
pensaba en una conquista de esas islãs, hasta entonces invictas; desde Hungria
y Grécia amenazaba a Itália. Pio V consiguió que los príncipes católicos sd
dieran cuenta dei peligro y, con ocasión dei ataque a Chipre, le asaltó Ia idca
de trabajar por una alianza que fué propuesta por él a los venecianos, por un
lado, y a los espanoles, por otro. "Cuando recibí autorización para entrar cn

152 M'Cric, líistory oi the progress and suppresion of the reformafion in Spain, p. 336.
1.13 Rcjnotís iis quac aíiena et incerta essent. Quoniam nobis: 9 /ulii 1568.
1M CoJ/atis omnibus ciim vefustissimis nostrac. Vaticanac bibliothecae aliisque undique con-
•juisitis emendatis afgue incorruptis codicibus.
pio v 173
ncgociaciones y se Ia comunique a él —nos dice ei embajador veneciano— le-
vanto sus manos ai cielo, dió gracias a Dios y prometió dedicar todo su espíritu
y Iodos sus pensamientos a esta empresa." lr ' : ' Le costo mucho trabajo allanar íos
.obstáculos que se oponían a una unión de Ias dos potências marítimas; Ias res-
liintcs fuerzas de Itália Ias atrajo en seguida y él mismo, que no tenía dinero,
mi barcos, ni armas, encontro médios para enviar galeras pontifícias a Ia flota
liliada; tuvo parte en Ia elección dei almirante, don Juan de Áustria, cuya scd
de gloria y picdad supo inflamar ai mismo ticmpo. Y, así, tuvo lugar en Lepanto
lu batalla más dicbosa que han conocido los cristianos. El Papa estaba tan ab-
•orto por esta empresa que, ei dia de Ia batalla, le pareció contemplar Ia victoria
ni una espécie de arrebato. Conseguida esta, le creció Ia confianza en si mis-
iini y se atrevió con proyectos mayores. En unos cuantos anos esperaba poder
•ciliar completamente con cl poderio de los turcos.
Pero no sóío medió en empresas tan gloriosas. Su religiosidad era tan ex-
icliisivista y despótica que distinguió con su ódio más violento a los cristianos
B r olra confesión. jQué contradieción que Ia religión de Ia inocência y de Ia
Buinildad persiga a Ia verdadera picdad! Pio V, educado cn Ia ínquisición,
•Cgado a madurez con sus ideas, no encontraba contradieción en ello. Si trato
• J extirpar con ceio infatigablc los restos de disidencia que todavia podían
HcmUrarse en los países católicos, persiguió también con enconado ahinco
los protestantes ya emancipados o que todavia se encontraban cn lucha. No
tl«» ayudó con una pequena fucrza a los católicos franceses, sino que, ai cau-
IIIo que los mandaba, ei conde Santafiore, le hizo Ia indicación extraordina-
I de "no coger ningún hugonote prisioneio y matai «imediatamente a todo
que cayera cn sus manos". ir '° Guando estallan los distúrbios en los Países
(jos, Felipe II duda de como tratar a Ias províncias y ei Papa le aconseja Ia
•rrvención armada. Su razón era que, cuando se negocia sin ei apoyo de
II armas, se reciben leyes, pero, con ias armas en Ia mano, se prescriben. Apro-
i Ias medidas sanguinárias dei duque de Alba y bendijo su sombrero y su
kgn. No se puede demostrar que conociera los preparativos de Ia noche de
mi Uurtolomé, pero ha cometido acciones que no permiten dudar que él hubie-
I nprobado Ia matanza, Io mismo que su sucesor.
jQué mezcla más sorprendente d e sencillez, arrogância, rigor personal,
•negación religiosa y áspera exclusividad, .de ódio violento y persecución
tlt^iicnta)
Con este ânimo vivió y murió Pio V . 1 " Viendo venir Ia muerte, visito
tini vez más Ias siete iglesias "para despedirse —como él decía— de tan santos
Ignres"; besó três veces los últimos escalones de Ia Scala Santa. LIna vez había
fiunetido emplear para una empresa contra Inglaterra los bienes de Ia Igle-

"15 Soriano: Haviita Ia riso/uíione —andai súbito alia audienza, benche cia di noite ei 1'hora
BOimoda et S. Si. travagliata per Ji accidenti seguifi que? giorno per )a coronatione dei diica di
Inrrn/a ed ií protesto deJi'ambasciatore Cesareo: (contra) e coiimiunicato ia commissione ciic
IWvu, S. Sa. si aiíegrò tutta.
i 160 Catena, Vita di Pio V, p. 35. Pio si doíse dei conte che non havesse il conun-
lUiriito di lui osservato d'ammazzar súbito qiialunquc herético gli fosse venuto alie niani.
F IS7 Murió ei 1' de mayo de J 572.
174 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

sia, cálices y cruces inclusive, y, además, ir en persona a dirigiria. Se le pre-


sentaron unos católicos arrojados de Inglaterra y dijo que deseaba d,ar su sangre
por ellos. Sobre todo hablaba de Ia Liga, para cuya feliz continuación dejó todo
preparado, y para ella fué también su última limosna.158 Los espírirus de sus
empresas le acompanaron hasta ei último momento. No dudaba de su prose-
cución feliz y creía que, en caso necesario, Dios haría surgir de Ias piedras ei
hombre que híciera falta.
Su perdida se sintió más de Io que él mismo se había figurado, y ahora
que estaba constituída una unidad, se contaba con una fuerza cuyos impulsos
interiores debían proseguir ei camino emprendido.

138 ínrormatione de.Tir./ermiÜ di Pio V. Havendo in w i Jtania in una casietrma 1? m. se.


per donare e /are eicmosine di sua mano, due giomi avanli sua morte fece chiamare ií depositaria
de/ía cameia e Jevafii, dicendo che sarieno boni per /a iega.
LIBRO CUARTO

ESTADO Y CORTE
.. A E P O C A D E G R E G O R I O X I I I Y D E S I X T O V

Con fuerzas rejuvenecidas y agrupadas de nuevo, ei catolicismo se enfrenta


ai mundo protestante. Si queremos comparar los dos mundos, Ia ventaja grande
dei catolicismo reside en que cuenta con un centro, con una cabeza que puede
dirigir sus movimientos en todas direcciones. El Papa no solo logro reunir Ias
fuerzas de todas Ias potências católicas para una empresa común, sino que con-
taba además con un Estado piopio, }o bastante fuerte para poder contribuir a
cila con algo esencial.
El Estado pontifício se nos presenta ahora con una significación nueva.
Había ido estableciéndose a medida que los Papas trataron de asentar su
Estado con Ia pretensión de procurar ei rango principesco a sus famílias o de
crearse para si mismos un prestigio entre Ias potências dei mundo, especial-
mente entre los Estados italianos. Pero ni una cosa ni otra había sido conseguida
por ellos en Ia medida deseada, y ahora se había hecho imposible para siempre
reanudar estos esfuerzos. Una ley pontificia prohibió Ia enajenación de Ias pc-
•esiones eclesiásticas y los espafioles eran demasiado poderosos en Itália para
poder competir con eilos. Pero contra esto tenemos que ei Estado se había con-
vertido en un apoyo dei poder espiritual. Con los médios financieros que ofre-
cln fué importante para ei desarrollo general. Antes de proseguir debemos de
txaminar un poço ai detalle su administración, tal y como se fué formando
poço a poço en ei transcurso dei siglo xvi.

I. A D M I N I S T R A C I Ó N D E L E S T A D O P O N T I F Í C I O
Los Papas habían recibido una región bien situada y rica.
La "relaciones" dei siglo xvi no encuentran palabras bastantes para ensal-
/11 Ia fertilidad de Ia región. Los hermosos valles que rodean a Bolonia, por toda
176 ESTADO Y CORTE

ia Romana hasta ia Apeninos, regalan su grada y su fertilidad. "Viajábamos —di-


cen los embajadores venecianos de 1522— de Macerata a Tolentino por Ia comar-
ca más bella; colinas y valles llenos de trigo y no otra cosa se veia en treinta
millas a Ia redonda y no encontramos ni un palmo de tierra que no estuviera
labrado; parece imposible recolectar tanto grano y no digamos utilizado." La
Romana producía anualmente 40,000 stara de granos más de Io que necesitaba.
Había una gran demanda con Ia que se abastecia Ia región montaiiosa de Ur-
bino, Toscana y Bolonia y 35,000 stara tomaban todavia ei camino dei mar.
Mientras que de Ia Romana y de Ia Marca se abastecia a Venecia, 1 desde
Viterbo y ei Patrimônio eran abastecidos, en ei otro mar, Gênova generalmen-
te y a veces Nápoles. En una de sus bulas dei afio 1566, ensalzaba Pio V Ia
gracia divina que ha hecho que Roma, que en otros tiempos no podia subsistir
sin importar trigo, no solo tiene ahora de sobra, sino que está en condiciones
de exportar a los países veeinos y a los extranjeros, en Ia tierra y en ei mar. 2 Se
calcula Ia exportación de trigo dei Estado pontifício en ei ano de 1589 en un
valor anual de 500,000 escudos.3 Algunas localidades eran famosas por produc-
tos espccialcs: Peru fia por cl cánamo, Facnza por ei lino, Viterbo por ambos, 4 !
Cescna por un vino que pasaba Ia mar, Rímini por ei aceite, Bolonia por sus
venados, y Ias vides de Montefiascone eran conocidas en todo ei mundo. En
Ia Campana existia una clase de caballo no muy inferior ai napolitano, y haciai
Nettuno y Terrafina había Ia más hermosa caza, a veces de jabalí. No faltabaní
los lagos ricos en pesca y se contaba con salinas, minas de alumbre y canteraa
de mármol. Todo Io descable para Ia vida parecia darse en abundância.

Tampoco se estaba apartado dei comercio dei mundo. Ancona conocía


un comercio florccicnte. "Es un lugar hermoso —dicen aqucllos embajadorejn
de 1522—, lleno de mercaderes, en su mayoría griegos y turcos, y se nos ase-
guró que algunos de cllos hicicron ei pasado ano un negocio por valor de
500,000 ducados." En ei ano 1549 encontramos asentadas iJDscicntas famílias/
griegas, con iglesia propia, todas comerciantes. JE1 puerto está lleno de caraJ
belas de Levante: armênios, turcos, florentinos, gentes/de Lucca, venecianosJ
judios de Oriente v Occidcnte se hallan presentes. Las mercancías con Ias quty
aqui se trafica consisten en seda, lana, cuero, plomo de Flandes, panos. Aumen-
to ei lujo, subían los alquileres de las casas y se tomaba a servido médicoaj
y maestros en mayor número y con mejor sueldo que antes. 5
Pero más que Ia iniciativa y actividad comercialcs" de los habitantes dei
/
1 Badocr, Relacione 1591. La amistad de Ia Romana se basaba en Ia convieción quanto irn-j
poria /a vicinítà di questa citli per ben vendere per 1'ordinario le íoro biade, vim, ftütti, gnadi et
alfre cose, riportandone aífinconíro bom danaii.
2 "Jurisdictio consulum artis agriculrurae urbis", 9 Sept. 1566. BulJar. Cocqucl., iv, n, 314.
3 Giovanni Gritti, Re/ationc Í5S9. La Romagna e )a Marca sola si mette clic alcnne voítei
abbia mandato ÍIIOTÍ 6om. mbbh Oi grano e piu di 3om. di menudi. 11 paese di Roma e Io st.ito
di 7à deli' Alpi quasi ogni anno somniinisfra il viver a/ paese di Gênova ed altri Juoghi ciiconviciilfj
onde de/ uscifa di grani e di biade delío slato ectíesiastico si tien per cosa certa clie ogni anno entri
in esso valsente di 500in. se. almcno: nè aH'incontrò ha bisogno di cose di /uori se non di poço
momento et in poça stima, clie sono specierie e cose da vestirsi di nubili e persone principali.
* Vovage de Montaigne, n, 488.
5 Saracini, Notizie istoriche deiJa cita d'Ancona. Roma 1675, p. 362.
J
ADMimSTRAClÓN DEL ESTADO PONTIFÍCIO 177

listado pontifício, se nos pregona su valor, que a veces nos es presentado en


ms diferentes matices. Los peruginos son muv alerta en ei servicio; los roma-
IIOILS valientes pero descuidados; los espoletinos ricos en tretas de guerra; los
Ixiloneses bravos pero indisciplinados; los de Ia Marca aficionados ai pillaje;
|os faentinos capaces, sobre todo, de contener un ataque y de perseguir ai ene-
tnigo en su retirada; para maniobras difíciles, los forlivesinos, y para ei manejo
do Ia lanza, los habitantes de Fermo. 0 "Todo ei pueblo —dice uno de nuestros
ienecianos— es diestro para Ia guerra y bárbaro por naturaleza. Tan pronto
tomo han abandonado su país pueden ser empleados para cualquier hecho de
• l e r a , y Io mkmo para siüos que para batallas en campo abierto; soportan
iiui facilidad Ias penalidades de Ia campana". 7 Venecia reclutaba sus mejores
•Opas de Ia Marca y de Ia Romana y por esto Ia amistad con ei conde de Urbino
cru tan importante para ia República; encontramos siempre a su servicio capi-
luncs procedentes d e esas regiones. Pero se decía que allí había capitanes para
(todos los príncipes dei mundo y se recordaba que de allí había salido Ia com-
panía de San Jorge, con Ia que Alberico de Barbiano había destruído a los
fcercenarios extranjeros y renovado Ia gloria de Ias armas italianas; era Ia mis-
rrr.i casta de gentes que contribuyeron tanto en su dia a h íundación de] ím-
kn-rio romano. 8 En los tiempos modernos se ha justificado menos una alabanza
liin extraordinária. Sin embargo, Napolcón, que se sirvió de esta gente fuera
Bcl país, Ia prefiríó con mucho ai resto de Ias tropas italianas y a una buena
parte de Ias francesas.
Todas estas regiones abundosas y estas poblaciones tan bravas se hallaban
tometidas ai poder pacífico y espiritual dei Papa. Vamos a examinar ahora
jen sus rasgos generales ei tipo de Estado que con estas bases se desarrolló.
Como ei Estado italiano en general, descansaba en una limitación más o
menos fuerte de Ia independência municipal, que se fué desarrollando por
Moquier en ei curso de los siglos.
Todavia durante ei siglo xv, sentados en sus asíentos de piedra delante
de Ia puerta dei ayuntamiento, los priori de Viterbo tomaban juramento ai
wdestà que les era enviado por cl Papa o su representante. 9
Cuando en ei ano 1463 Ia ciudad de Fano se sometió directamente a Ia
Siilc apostólica, Io hizo bajo condiciones: no solo Ia autonomia por siempre,
ílíio, además, ei derecho de elegir •podestà propio sin necesidad de confirma-
imii; exención por veinte anos de toda clase de cargas nuevas; el privilegio
He Ia venta de Ia sal, y otros derechos parecidos. 10
Ni siquiera un déspota como César Borgia pudo evitar conceder privile-
* Landi, Quacstiones Forcianae, Neapoli, 1536: un libro lleno de buenos datos sobre Ia situa-
i mu de entonces en Itália.
1 Soriano, 1570: Quanto a soldafi, è comniune opinione che ne//o stíto delia Mesa siano i
U|Uori cli tutto il resto d'ItaJia, anzi d'Europe.
» Lotenzo Priuli, Re/afione 1586: Lo stato pieno di viveri per darne anco a popoíi vicini,
pleno di huomini beliicosi. Nombra a los Genga, Carpana, Malatesta. Pareno tutti questi popo/í nafi
*t ol/evati nel/a miJitia. E mo/to presto si metferia insieme mo/to buona gente toecando i/
llinbiiro.
9 Feliciano Bussi, Jstoría di Viterbo, p. 59.
JO Amianí, Memorie istotiche delia citta di Fano, t. n, p. 1.
178 ESTADO Y CORTE 1

gios a Ias ciudades que componían su domínio. Concedió a Ia ciudad de Sini-


gaglia ingresos que hasta entonces habían pertenecido ai príncipe. 11
En cuánto mayor grado tuvo que hacer esto Júlio II Io comprenderemos
si consideramos que ambicionaba aparecer como un libertador de Ia tirania. Él
mismo recordo a los peruginos que había pasado los anos floridos de su juven-
tud entre sus muros. Cuando expulso de Perugia a Baglione, se contento con
llamar de nuevo a los desterrados, devolver su poder a Ia pacífica magistratura
de los priori, aumentarles ei sueldo a los profesores de Ia universidad y no
toco para nada Ias antiguas libertades. Mucho tiempo después esta ciudad
seguia tributando poço más que unos cuantos miles de ducados y, todavia bajo
Clemente VII, encontramos un cálculo de cuántas tropas podia poner en pie de
guerra, Io mismo que si fuera una comunidad totalmente independiente. 1 -
Tampoco Bolonia se hallaba más sometida. Junto con Ias formas, ha con-
servado también muchos atributos esenciales de su independência municipal.
Administraba libremente sus ingresos, mantenía sus propias tropas y ei legado
dei Papa estaba a sueldo de Ia ciudad.
Júlio II conquisto Ias ciudades de Ia Romana en Ia guerra con Venecia.
Pero ninguna fué adscrita sin que le reconociera Ias condiciones limitadoras
o le concediera determinados privilégios; siempre se apelo después a Ias capi-
tulaciones celebradas entonces. La situación de derecho público en que se en-
cuentran Ia designan con ei título de libertad eclesiástica.13
Si abarcamos en su totalidad ei Estado formado de esta suerte, veremos
que nos ofrece una gran analogia con ei veneciano. Tanto en uno como en]
otro ei poder estatal había permanecido hasta entonces en manos de los mu-|
nicipios, que se habían sometido por regia general y mandaban a otras comu-
nidades más pequenas. Estas municipalidades gobernadoras se pusieron en)
Venecia bajo ei domínio de los nobili, sin perder por ello completamente suj
independência y bajo condiciones exactamente determinadas. En ei Estado
de Ia Iglesia quedaron sometidas a ia cúria. Porque, Io mismo que en Vene-
cia Ia nobleza, Ia corte constituía una comunidad. Durante Ia prímera mitad]
de este siglo Ia dignidad de prelado no era necesaria para los cargos más inv(
portantes y, así, encontramos vicedelegados seculares en Perugia y parece sen
regia en Romana que sea un presidente secular quien presida Ia administra-
ción; los laicos adquirieron a veces el mayor poder y un prestigio indiscutible,
como ocurrió con Jacobo Salviati bajo Clemente VII; pero también formabar»
parte de Ia cúria, puesto que entraban en el séquito dei Papa y, por Io tanto,
eran miembros de aquella corporación; pero Ias ciudades empezaron a preferitl
los gobernadores eclesiásticos y a pedir prelados, porque les parecia más hon-j
roso obedecer a altas dignidades eclesiásticas. Comparándolo con un principado
alemán y con su estruetura estamental, un principado italiano parece despro-j
visto a primera vista de toda forma jurídica. Pero, en realidad, también aqui

11 Sicna, Storia di Sínigaglia. App. n. vi.


12 Soriano, ReJatione di Fiorenza 1533.
13 Ranaldus Io menciona, aunque muy brevemente. Sobre Ravena H/cronymi Rubei Hislorúw
rum Ravennatum, lib. vm, p. 660.
ADMIN1STRACION DEL ESTADO PONTIFÍCIO 179

existia una notable articulación de diversos estamentos: los nobili de una ciu-
dad frente ai poder dei Estado, los cittadini en relación a los nobili, Ias comu-
nidades sometidas frente a Ias principales, los aldcanos frente a Ia ciudad. Lo
ejue llama Ia atención es que casi en ninguna parte de Itália se produjeron
instituciones de tipo provincial. En ei Estado pontifício hubo reuniones pro-
Vinciales a Ias que se da ei importante nombre de parlamentos, pero algo debía
de haber en estas reuniones que no se compaginaba con Ias costumbres y ca-
jláctcr de los italianos, puesto que jamás ejercieron influencia alguna.
De haberse desarrollado por completo Ia constitución municipal, para lo
uc tenía posibilidades y basta parecia estar en camino, hubiera representa-
3 ii, con Ia mayor fuerza —en virtud de Ia limitación dei poder dei Estado,
Sracias a los derechos, y ai gran poder de Ias comunidades, y a Ia pluralidad
• los privilégios particulares— ei principio de estabilidad, es decir, un derecho
público fijado mediante atribuciones particulares y Ia recíproca limitación.
En Ia constitución de Venecia se llegó muy lejos en este sentido, pero
•Bucho menos en ei Estado pontifício.
Esto obedece a ia diferencia originaria de Ias formas de gobierno. En
venecia es una corporación hereditária y autônoma Ia que se considera titu-
l.ii de los derechos públicos. Frente a esto, Ia cúria romana es demasiado
faióvil, pues entran indivíduos nuevos después de cada cónclave y los paisanos
Mc los diferentes Papas cobran cada vez una gran participación en los nego-
(Ki,. La elección para cualquier cargo administrativo en Venecia tenía lugar
i ii Ias mismas corporaciones, mientras en Roma dependia de Ia discreción dei
Papa. Allí los gobernantes estaban contenidos por leyes rigurosas, por una
vigilância estrecha y por un control corporativo; aqui, Ias personas que admi-
nistran están retenidas menos por ei temor ai castigo que por Ia esperanza de
avance, que depende mucho dei favor y buena voluntad, y, así, queda mayor
| campo abierto a su actividad.
Además, desde un principio ei gobierno papal había estipulado para si
1111,1 posición más libre.
En este aspecto tenemos un ejemplo ilustrador si comparamos Ias circuns-
Inncias romanas con Ias venecianas. La comparación es fácil en ei caso de
[ I'acnza, que poços anos antes de entrar bajo ei poder dei Papa se había some-
la In a los venecianos y celebro capitulaciones con ambos. 14 En Ias dos ocasiones
estipulo, por ejemplo, que no se introduciría ningún nuevo impuesto sin su
me ptación por Ia mayoría dei Gran Consejo de Faenza. Los venecianos lo
concedieron sin mas, pero ei Papa agrego Ia siguiente cláusula: "Siempre que,
iicu motivos importantes y razonables, no le plugicra otra cosa." No quiero
•laminai ai detalle este tema, pero por todas partes se ve lo mismo y bastará
con otros cuantos ejemplos. Los venecianos habían concedido, sin más, que
1 Iodos los juicios criminales serían de Ia competência dei yoãestà y de su cúria;

E
Papa hizo Ia misma concesión en términos generales, pero puso una excep-
ón: "En delitos de lesa majestad y otros crímenes parecidos, que pueden
14 Historie di Faenza, iatica di Giu/io Cesare Tonduzzi, Faenza, 1675, contiene Ias capitu-
;ioncs concluídas con los venecianos, p. 569, y Ias otoigadas por Júlio II en 1510, p. 587.
180 ESTADO Y CORTE /

provocar un escândalo público, participará Ia autoridad dei gobernador." Se


ve como ei gobierno papal, desde u n principio, se reserva una intervención
más fuerte de su soberania. 15
N o se puede negar que esta actitud era muy favorecida por Ia otra parte.
En Ias ciudades sometidas Ias clases médias, los burgueses, aun viviendo
de sus rentas, los comerciantes y los artesanos, se mostraban pacíficos y obe-
dientes, mientras los patrícios y los nobili, que tenían en sus manos ei gobierno
municipal, se hallaban en perpetua agitación. No ejercían ninguna industria y
se ocupaban muy poço de Ia agricultura y tampoco les importaba mucho Ia alta
cultura ni Ia destreza en Ias artes de Ia guerra; su vida estaba Uena de disen*
siones y enemistades. Todavia subsistían los bandos de güelfos y gíbelinos. Lat
últimas guerras, que unas veces favorecieron Ia victoria de un partido y otraí
d e otro, fueron nutriendo Ia disensión. Se conocía a todas Ias famílias q u é
formaban en uno u otro bando. En Faenza, Ravena, Forli, mandaban los gibeli-i
nos, en Rímini los güelfos, pero en cada una de esas ciudades subsistia ei partido
contrario; en Cesena e Imola estaban equilibrados. Y bajo Ia tranquilidad apa-
rente y exterior se hacían una guerra secreta y cada partidário no pensaba sino
en perseguir a su enemigo, en no dejarle prosperar. 16 Los caudillos disponían de
gentes de Ia clase más ínfima, decidida a todo, bravucones a Ia espera de dueno
y que buscaban a aquellos de quienes sabían que estaban temerosos de que sus
enemigos les prepararan algo o que trataban de vengar una ofensa; estaban
díspuestos en todo momento a cometer un crimen por dinero.
Con esta continua cizana ocurría que, ai no consentir un partido ai otro
ei ejercicio dei poder, ni confiar en él, Ias ciudades no podían afirmar con
tanta fuerza sus privilégios. Cuando llegaba a Ia província ei presidente o efi
legado, no se le preguntaba si estaba dispuesto a observar ias leyes municipales
sino que se trataba de saber con qué partido simpatizaba. Apenas se puede
decir en qué grado se alegraban los favorecidos y cuán turlíados se hallaban;
los defraudados. El legado debía tener mucho cuidado. Las personas destacadas
de Ia localidad se le agregaban con facilidad, trataban/de complacerle, mos-l
traban un gran ceio por ei interés dei Estado y consentían en todas las medit
das tomadas para su fomento; pero todo esto Io hacían, con frecucncia, para,
ganar su confianza y poder perseguir con mayor eficácia ai partido odiado.17,]
La situación de los nobles en ei campo era un poço diferente. Por Io gene-
ral eran pobres pero generosos y ambiciosos, de suerte"que mantenían casa')
15 Cuáles fueron los médios que utilizo. Io indica Paulo III, diciendo (1547): Ceux qui
viennent nouvei/ement au papat viennent pauvres, obíigés de promesses, et ia depensc quiís íoní
pour s'asscurer dans /es íerres de /'eg/isc monfe p/us que le proíit des premieres annécs. "Lc cardív'
nal de Guise au roy de Francc", Ribier, n, 77.
10 Re/atione delia Romagna (Bibl. Alt.): Li nobi/í hanno seguíto di mo/te persone, delh '
qua/i afcnne voire si vag/iono ne'conseg/i per conseguire quaíche carica o per se o per a/íri, pef I
potere vinecre o per impedire alValtri quaíche richiesta: ne'giudicii per provare et aícuiie voJM
per fcstificare nellc inimicitic per íare vendetfe, ingiurie: alcuni ancora a Ravenna, Jniofa e Faen/aj
usavano di conrrabandare grano.
ít Rchtionc di Monsrc. Revmo. Ciov. P. Chisilieri ai P. Gregorio X/i/, (ornando eg.'í daí]
presidentato di Romagna. De Tonduzzi, Historie di Faenza, p. 673, resulta que Gliirilicri llcgó"1
a Ia provincia en 1578.
ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO PONTIFÍCIO 181

íbieita y gastaban más de Io que podían casi sin excepción. Tenían partidários
cn Ias ciudades, de los que se servían a veces para cometer actos contra Ia ley.
IVro su empeno mayor consistia en mantener buenas relaciones con sus cam-
pcsinos, de los cuales Ia mayoría poseía también un pedazo de tierra, que no
merecia ei nombre de riqueza. En los países dei Sur se tiene en cuenta ei
prestigio de Ia cuna y Ias prerrogativas de Ia sangre, pero Ia diferencia entre
lus clases no es ni de lejos tan grande como en los dei Norte; no excluía una
•itrccha confianza personal. También estos barones convivían con sus cam-
pesinos en un sistema de subordinación fraternal, y no se podia decir si los
Viisullos obedecían y servían con mejor voluntad que sus senores les prestaban
•yuda; había algo de patriarcal en Ia relación que les unia. 18 Esto se debía,
bntre otras razones, a que ei senor queria evitar de cualquier manera que sus
Ifúbditos recurrieran ai poder dei Estado. No queria saber gran cosa de Ia
loberanía senorial de Ia Sede apostólica. Que ei legado pretendiera arrogarse
l.i tegunda instância y a veces Ia primera, no Io consideraban estos feudatarios
como un derecho sino, más bien, una coyuntura política desgraciada, que
Mtnría pronto.
Además tenemos aqui y allá, principalmente en Ia Romana, localidades
Míticas completamente libres. 19 Se trata de grandes linajes; senores en su
•ropia aldea, todos armados y especialmente diestros en ei empleo dei arcabuz,
por Io general bastante rudos. Se les puede comparar con Ias comunidades
•bres griegas o eslavgs, que conservaron su independência con los venecianos
I que lucharon por recobraria con los turcos, tales como los encontramos to-
Itvía hoy en Candía, Morea y Dalmacia. En ei Estado pontificio se arrimaron
| Ias diversas facciones. Los Cavina, Scardocci y Solaroli eran gibelinos; los
Mumbelli, Cerroni y Serra, güelfos. Los Sena tenían en su dominio una co-
lina que servia de asilo para todos los que habían cometido algún desaguisado.
LIH más fuertes de todos cran los Cerroni, que se extendían hasta los domínios
porentinos. Se habían dividido en dos ramas, los Rinaldi y los Ravagli, que
Hiiintenían una enemistad perpetua, a pesar de su parentesco. Conservaban
•nu espécie de relación hereditária, no solo con Ias famílias más distinguidas
l i Ias ciudades, sino también con abogados, que apoyaban a una facción u
01 M en sus altercados. En toda Ia Romana no había ninguna família tan pode-
Bin que no hubiera podido ser perjudicada facilmente por estos rústicos. Los
trrnccianos tenían siempre a su servido a uno u otro de los caudillos, para
•II.ir seguros de su asistencia en caso de guerra.
Si todos estos habitantes se hubieran entendido le hubiera sido difícil a
M prelados romanos hacer valer ei poderio de Roma. Pero sus disensiones
•restaron fuerza ai Gobiemo. En una "relación" de un presidente de Ia Ro-
kuna ai Papa Gregorio XIII, encuentro Ias palabras siguientes: "Es difícil

I
alternar cuando ei pueblo está demasiado unido, pero, si se halla dividido,
1* Relalione del/a Romagna: Essendosi aggiusrali gJi uni aWhumorc deg/i altri.
I 1* Los campesinos acababan de librarse dcl dominio de muchas ciudades. Ghisilicri: Scossi da
Ml liogo e recati quasi corpo diverso da queJIe ciftá (p. cj. Forli, Cescna) si governano con certe
»o leggi separate sotto il governo d'un protertore eiefro da /oro medesimi, U qua/i hanno ampJis-
|M tutorità di far le resoJutioni necessário per li casi occorenli aJ/i contadini.
182 ESTADO Y CORTE /

entonces es fácil." 20 Además, nos encontramos con que se formo en estos países
un partido favorable ai Gobierno. Se trataba de gentes de paz que deseaban
tranquilidad, de aquclla clase media en que no habían penetrado Ias faceio-
nes. En Fano formaron una unión que se denomino santa; se vieron obligados
a unirse, como se nos dice en el acta de fundación, "porque toda Ia ciudad
está infestada de robôs y asesinatos, y se encuentran en peligro no solo aquellos
que se hallan mezclados en Ias luchas, sino también los que comen su pan
con cl sudor de su rostro." La alianza Ia celebraron juramentándose en Ia
iglesia, como hermanos a vida y muerte, a mantener el orden en Ia ciudad y a
destruir a los que Io perturbaran. 21 El Gobierno les protegia y les otorgó el
derecho a llevar armas. En toda Ia Romana los encontramos bajo el nombre
de jracifíci y poço a poço forman una espécie de magistratura plebeya. Tam-
bién entre los campesinos ei Gobierno tiene sus partidários. Los Mambelli
apoyan a Ia corte dei legado. Perseguían a los bandidos y vigilaban Ias fronteras
y esto les proporciono bastante prestigio entre sus vecinos. 22 Por otra parte,
vinieron a favorecer ai Gobierno los celos vecinales, Ia oposición entre el campo
y Ia ciudad y otras disensiones internas.
Y, así, en lugar de Ia legalidad, tranquilidad y estabilidad a que debía
haber llegado esta constitución en razón de su idea, encontramos: una graii
agitación de Ias facciones, de Ia que se aprovecha el Gobierno; el contrapeso
de Ias municipalidades, cuando consiguen entenderse; en una palabra: violên-
cia en favor de Ia lcy y violência en contra de ella. Cada uno mira hasta donde
puede llegar.
Ya con León X, los florentinos, que tenían en sus manos Ia mayor parte
dei Gobierno, hicieron valer los derechos de Ia cúria de manera muy sensible.
Se vió a los enviados de Ias ciudades llegar uno trás otro a Roma con el objetoj
de que se atendieran sus quejas. Rávena declaro que preferia entregarse a l o i
turcos que continuar con un Gobierno semejante. 23 La vacante de Ia Sede Ia
aprovechaban a menudo los viejos senores y esfuerzo le costaba ai nuevo Papa
desalojados. Ya es un cardenal, un familiar dei Papa^ un príncipe vecind
quien trata de arrogarse el gobierno de una u otra ciudad mediante una suma
entregada a Ia Câmara. Por eso Ias ciudades mantienen agentes y embajadores
en Roma, para que tengan conocimiento inmediato de cualquier plan de esfflf
índole c impedir así que se llcve a ejecución. En general suelcn lograrlo. Perfl]
en ocasiones se ven en el trance de apelar a Ia fuerza contra Ia autoridad papal
y hasta contra Ias tropas pontifícias. Casi en todas jas historias de estas ciuda-
20 Gliisilicri: S/ccome li popofo disimito facilmente si domina, cosi diíficilmenfc si regge
q u a n d o è froppo unito.
21 Es como )a Hcrmnndad. Amiani, Mcmoric di F a n o , ti, H 6 , nos da su lema, bnsado cn un
refrán: Beati paci/ici, quia filii dei vocabtiiifur. De esle lema tal vez provenga cl nombre que t u v »
en otras ciudades.
22 Scgún Ia Rc/afionc de Ja Romagna, también se llamaban, por su residência, h u o m i n i d.i
Schicío: huomini, dice esta rclación, che si fanno mo/to riguardare.- sono Gue/fi: h coile di R o í
magna si è valtifa dci/'opera íoro molto iitiiincnrc, massime in havere in mano banditi et in ovvianl|
al/e fratidi che si fauno in estrarre bestiami daí/e montagne.
23 Marino Zorzi, Re/atione di 1517. Le terre di Romagna è in gran combtisfíone e desordine:
li vien fatia poça /usfitia: e hii nrator ha visto ta/ x man di oratori a/ cardin.il di Mediei, cll#|
negotia íc /acende Jamentandosi di mali portamenti lanno quelli rettori íoro.
ADMIN1STRACIÓN DEL ESTADO PONTIFÍCIO 183

i «les encontramos un ejemplo u otro de una ruda oposición. El verano dei ano
L 1521 hubo en Faenza una espécie de batalla callejera entre los suizos dei Papa
I Lcrón y los habitantes de Ia ciudad. Los suizos pudieron reunirse en Ia Piazza
JKTO los ciudadanos bloquearon todas Ias salidas de Ias calles que desemboca-
[pun en ella y aquéllos tuvieron que darse por satisfechos con que se les abriera
una salida y se les dejara marchar sin dano. Faenza ha celebrado después ese
• li.i durante largos anos con fiestas religiosas.24 Jesi, ciudad no muy importante,
Ittivo ei valor de atacar en su palácio ei 25 de noviembre de 1528 ai vicego-
I" rnador, que reclamaba ciertas demostraciones de honor que los vecinos le
nr^iban. Se unieron ciudadanos y campesinos y se tomo a sueldo a cien alba-
Bícses que se hallaban en Ias proximidades. El vicegobernador emprendió Ia
lundu con todos sus funcionários. "Mi pátria —dice ei cronista de esta ciudad,
(por Io demás católico muy piadoso—, que recobro así su primitiva libertad,
cordó celebrar este dia todos los anos a costa dei erário público." 2 5
Como se comprende, Ia consecuencia de estos actos no podia ser otra
ue castigos y sojuzgamientos mayores. El Gobierno aprovechaba estas ocasio-
m para arrebatar sus viejas libertades a ciudades que conservaban importantes
Bstos todavia y someterlas así completamente.
Como ocurrió esto, nos Io ensenan los casos notables de Ancona y Pe-
lUgia.
Ancona solo pagaba ai Papa un tributo anual. Fué pareciendo más insu-
Icicnte a medida que aumentaban sus ingresos. En Ia corte de Roma se
Jalculaban estos en 50,000 escudos y se consideraba intolerable que Ia nobleza
kal se los repartiera entre si. Como Ia ciudad se sustrajo a nuevos tributos
r se apoderó de un castillo que pretendia, esto ocasiono un franco rompi-
niinio. Véase como los Gobiemos hacían valer sus dcrechos ya por cntonces.
«m funcionários dei Papa recogieron todo ei ganado de Ia comarca anconitana
mi.i compensar Ia suma que importaban les tributos. A esto se llamaba re-
Kialias.
Pero Clemente VII no se dió por satisfecho con esto. Espero una oca-
Jon favorable para proclamarse senor efectivo de Ancona. Y preparo ei mo
Bento con no poça malícia.
Mando construir una fortaleza en Ancona bajo Ia excusa de que, estando
•1 poder turco en gran adelanto en todo ei Mediterrâneo, después de sus
êxitos en Egipto y en Rodas, muy pronto se habría de arrojar sobre Itália.
J ü u é peligro no seria para Ancona, que ya tenía en su puerto una serie de
onreos turcos, si no estuviera protegida por obra alguna! Mando a Antônio
.Bnngallo construir Ia fortaleza. Los trabajos se efectuaron con Ia mayor rapi-
dez, y pronto fué ocupada Ia fortaleza por una pequena guarnición. Era ei
momento que esperaba ei Papa. En este punto Ias cosas, en septiembre de
15^2, apareció un dia ei gobernador de Ia Marca, Monsignor Bernardino delia
purha, sacerdote, pero de temple guerrero, con un ejército de consideración,
que pudo reunir gracias a Ia malquerencia de Ias localidades vecinas, se hizo
2< Tonduzzi, Historie di Faenza, p. 609.
ü5 Baldassini, Memorie istoriche deWantichissimi città di Jesi. Jesi, 1744, p. 256.
184 ESTADO V CORTE

'M
dueno de una de Ias puertas, llegó ai mercado y avanzó con sus tropas a palá-
cio. En él vivían, revestidos con los signos de Ia máxima dignidad, los "an-
cianos" bacia poço elegidos por insaculación. Monsignore delia Barba entro con ;
su séquito militar y les declaro sin ambajes que "ei Papa queria tener el:j
gobiemo ilimitado de Ancona en sus manos". No era posible oponer ninguna
resistência. Los nobili jóvenes hicieron venir a toda prisa dei campo a sus
leales, pero iqué se iba a hacer, si Ias tropas dei Papa eran superiores s i n
disputa con Ias nuevas fortificaciones? Los ancianos no querían exponer Ia |
ciudad a los peligros de ia destrucción y ei saqueo y se sometieron a ia fatalidad;
Los ancianos abandonaron ei palácio y, a poço, apareció ei legado dei
Papa, Benedetto delle Accolti, ei cual había prometido a Ia Câmara 20,000;
escudos anuales en calidad de derechos por ei gobiemo de Ancona.
Toda ia situación cambio. Hubo que entregar Ias armas y fueron deste-
rrados sesenta y cuarro nobili prestigiosos. Se reorganizo ia administración,,
una parte de los cargos se otorgó a los no nobles, a los habitantes de Ia comarca
y Ia justicia ya no se administro con arreglo a los viejos estatutos.
jAy dei que se levantara contra estas disposiciones! Algunos principalei
fueron sospechosos de conspiración y, en seguida, encarcelados, encadenados.1
y ejecutados. Al dia siguiente, en médio de Ia plaza dei mercado, se extendüí
un tapiz sobre ei que se tendieron los cuerpos de los ajusticiados, colocándose
una antorcha junto a cada cuerpo. El espectáculo duro todo ei dia.
Es verdad que Paulo III alivio un tanto Ia situación, pero ei sojuzga-
miento continuo, pues estaba muy lejos de querer restablecer Ias viejas 1
bertades.2*
Por ei contrario, se sirvió dei mismo Bemardino delia Barba para acaba
con ias de otras ciudades.
El Papa había elevado ei precio de ia sal en una mitad. La ciudad de Pe-
rugia se creía autorizada, por sus privilégios, a oponerse a ^ s t a medida. E
Papa pronuncio Ia interdieción y los ciudadanos, reunidos en Ia iglesia, eli-
gieron una magistratura de "veinticinco defensores". Qepositaron Ias Havei 1
de Ias puertas ante un crucifijo colocado en Ia plaza. Ambas partes se apresta-'
ron a Ia lucha.
El hecho de que una ciudad tan importante se levantara contra cl seno-
río dei Papa produjo una agitación general. Hubicra tenido consecuencia^
notables de haber existido por entonces en Itália una guerra. Pero, como todo es-
taba en paz, nipgún Estado podia prestar Ia ayuda cn que Perugia había pensado,'
Si bien Ia ciudad no dejaba de tener cíerto poder, no era este, sin embar»
go, de proporciones suficientes para hacer frente a un cjército como cl qutt
reunió Pedro Luis Famesio, de 10,000 italianos y 3.000 espanoles. El Gobiernq
de los veinticinco se mostro más violento que conciliador. N i siquiera tiivicroa
dinero para pagar a Ias tropas que puso a su disposición Baglionc. Su únio
aliado, Ascanio Colonna, que también se opuso ai gravamen, se contento coi
retirar ganado de los domínios eclesiásticos, pero no dió una ayuda seria.

28 Saracini, Not/z/e istoríche deila città d-Ancona, n, xi, p. 355.


HACIENDA PAPAL 185

Al poço tiempo, ei 3 de junio de 1550, Ia ciudad tuvo que entregarse. Ves-


tidos de duelo, con sogas ai cuello, aparecieron sus diputados ante ei pórtico
de San Pedro para impetrar, a los pies dei Pontifice, su gracia.
El Papa les concedió esta, pcro no les devolvió sus libertades, y desde en-
lonees se acabaron todos sus privilégios.
Bcrnardino delia Barba llegó a Perugia para arreglar Ias cosas como en
l i i i o n a . Fueron entregadas Ias armas, retiradas Ias cadenas con Ias que se solían
" n.ir Ias calles, se allanaron Ias casas de los veinticinco, que habían podido
•m.ip.ir, y, entretanto, en ei lugar que habitaron los Baglione, se constmyó
una fortaleza que los ciudadanos tuvieron que pagar. Se les nombró magis-
•IUIOS. Su nombre senala ya su finalidad: conservadores de Ia obediência
H Ia Iglesia. Otro Papa les devolvió más tarde el título de priores, pero ninguno
I r los viejos privilégios.27
Entretanto Ascanio Colonna fué vencido también por el mismo ejército
• desalojado de sus plazas fuertes.
\ Con golpes tan afortunados, el poder dei Papa en su Estado aumento
• i h d e m e n t e : ni ias ciudades ni los barones dei campo se atrevieron ya a ha-
mr\r frente; los municípios libres se fueron sometiendo unos trás otros y pudo
ptili/ar todos los recursos dei país para sus fines.
Veamcs como llevó a cabo esto.

II. LA H A C I E N D A PAPAL
que importa, en primer lugar, es que nos hagamos presente el sistema de
hacicnda papal, sistema que no solo es importante para su Estado, sino para
i Europa por el ejemplo que estableció.
Si se ha observado que Ias actividades cambistas en Ia Edad Media deben
lincipalmente su desarrollo a Ia naturaleza de los ingresos papales que, sien-
cobrables en todos los países, habia que mandarlos desde todos ellos a Ia
iria, tampoco hay que descuidar que el sistema de Ia deuda pública, que
finalmente nos afecta a todos y condiciona todo el tráfico, también se desarro-
)or primera vez de manera sistemática en el Estado de Ia Iglesia.
Aunquc fueran muy fundadas Ias quejas contra Ias extorsiones que se
nitió Roma durante cl curso dei siglo xv, también es evidente que dei mon-
lc Ias mismas muy poço llegó a manos de los Papas. Pio II disfrutó de Ia
liencia general de Europa y, sin embargo, una vez tuvo que limitarse
su séquito, por falta de dinero, a no hacer más que una sola comida diária.
200,000 ducados que necesitaba para Ia guerra en preparación contra los
ws, tuvo que pedidos prestados. Rcvelan cuán pobre era en realidad Ia
Dnomia de Ia casa aquellos médios mezquinos de que se servían algunos
'J1 Mariotti, Memorie istoriche cívili ed ecclcsiastichc delia città di Perugia c siio contado,
II(IJ, 1806. relata estos sucesos. i, p. 113-160. de un modo fidedigno y dclallado. También más
iinlc hacc alusión a cllos. p. cj. cn t, m. p. 634.
186 ESTADO Y CORTE \

Papas para obtener de un príncipe, obispo o gran maestre, con un asunto en Ia


cúria, algún pequeno regalo, por ejemplo, un caliz de oro repleto de ducados
o algunas pieles.28
Entraba dinero, si no en Ias cantidades extraordinárias de que se habla,
si en cantidades considerables, pero, ya en Ia corte, se filtraba por miles de
manos. Era absorbido por los cargos que, desde hacía mucho tiempo, se solía
enajenar. La mayoría de esos cargos se basaban en emolumentos y Ia industria
de los funcionários disponía de un campo bastante libre. El Papa no recibía de
todo ello más que ei precio de venta, en caso de vacante.
Si ei Papa queria emprender alguna acción costosa no le cabia más remé-
dio que apelar a médios extraordiarios. Por eso tenía tanta afición a los jubileos
e indulgências, pues Ia generosidad de los fieles le proporcionaba así un ingreso
limpio. También había otro médio de fácil uso. Para hacerse con una suma
importante, le bastaba con crear nuevos cargos y venderlos. Gênero especial
de empréstito por ei que Ia Iglesia pagaba intereses bien crecidos y que estaba
en uso bacia mucho tiempo. Según registro autêntico de Ia casa Gbisi, en ei
afio 1471 había unos 650 cargos enajenables, cuya renta se calculaba alrededor
de los 100,000 escudos.29 Casi todos son procuradores, registíadores, abrevia-
dores, corredores, notarios, escribanos y hasta recaderos y conserjes, cuyo nú-
mero creciente hacía subir cada vez más los costos de una bula o de un breve.
Y esto era Io que les interesaba, porque, por Io demás, Io que tenían que hacer
no era gran cosa.
Se comprende que los Papas que a continuación mencionamos, que tanto
se mezclaron en Ia política europea, hayan tenido que apelar con frecuencia
a un médio tan cômodo de llenar Ias cajas. Sixto IV utilizaba para esto ei
consejo de su protonotario Sinolfo. Instituyó de pronto colégios enteros, cuyoí
puestos fué vendiendo por unos cuantos cientos de ducados. En esta ocasión
aparecen títulos singulares, por ejemplo, un colégio de cj^n jenízaros, que
eran nombrados por 100,000 ducados y podían ^mbolsarse Ias rentas de bulas
y annatas.30 Notariados, protonotariados, procuradurías jen Ia Câmara, todo Io
vendia Sixto IV y con tanto ahinco que se le tuvo por fundador dei sistema.
Por Io menos, se hace habitual a partir de él. Inocencio VIII, que en sus apu-
ros llegó hasta empenar Ia tiara, fundo un nuevo colégio de veintiséís secre-
tários a 60,000 escudos y un montón de otros cargos. Alejandro IV nombró
ochenta escribanos de breves, de los que cada uno tenía que pagar 750 escu-
dos, y Júlio II afiadió cien escribanos de archivo, al»mismo precio.

28 Voigt, "Vocês de Roma sobre Ia cúria pontifícia en ei siglo xv" (Srimmen aus Rom ttebci
c/en pacpstlichen l/o/ ini /iien/zchnfen /alirhundert) en Fr. von Raumer, Hislorische Taschenbuch,
1833, contiene muclias informaciones sobre ello. Quien tenga a mano cl libro Schlcsxn vor unrf
scíl dem /ahie 1740, encuentra en él, 11, 483, una sátira bastante buena sobre ei abuso de los re-
gaios cn cl siglo xv: Passio domini papac secundum marcam auri et argenti.
20 C/i uííicii mu antichi. MS. Biblioteca Chigi N. II. 50. Son 651 cargos y 98,340 escudos
fin a)/a cre.ifione rli Sisto IV. Tan no es cierto Io que dice Onuplirius Panvinus, que Sixto IV fué
cl prinicro cn venderlos: p. 34S.
30 EntTC cllos se encontraban también stradioti y mamelucos, pero más tarde fucron supri-
midos. Adstipulatorcs. sine quibus milhe possent confiei fabu/ae. Onuphrius Panvinius. Según d
registro uíficii antichi esta creación liabría producido tan solo 40,000 ducados.
HAC3ENDA PAPAL 187

Pero Ias fuentes de donde estos centenares de funcionários recogían sus


Ingresos no eran inagotables. Ya hemos visto como todos los Estados cristianos
•tentaron limitar estos efectos de Ia corte romana. La gestión de los Estados
Coincide con los momentos en que los Papas se ven obligados a hacer gastos
[extraordinários por Ias grandes empresas en que se han embarcado.
Guando Júlio II adscribió Ias annatas a los citados escribanos les anadió
li ihgana y Ia caja pública. Instituyó un colégio de ciento cuarenta y un pie-
• e n t e s de Ia annona, que fué dotado totalmente con Ia caja pública. Los
•eedentes de los ingresos dei país los dedico a conseguir empréstitos. Esto es
|II que en este Papa llamaba más Ia atención a Ias demás potências: que podia
•acerse con dinero como queria. Y, en gran parte, su política descansaba en
• t e hecho.
Pero todavia mayores necesidades que Júlio tuvo León X, no menos enre-
lado en guerras y más pródigo y dependiente de sus familiares. "Era tan im-
Bosible —dice Francisco Vettori de él— que ei Papa pudiera tener nunca mil
lucados juntos como que una piedra remonte por si misma ei vuelo." Se le
Kiisaba de que había consumido ei tesoro de três Papas: ei de su antecesor,
|rl que había heredado un importante tesoro, ei suyo propio y ei de su suce-
|0r, ai que dejó quebrantado de deudas. No se contento con vender los cargos
M existentes, pues sus numerosos nombramientos de cardenal le aportaron
lutuas importantes y prosiguió con gran denuedo Ia costumbre ya iniciada de
Urnr nuevos cargos,. con Ia sola finalidad de venderlos. Él solo creó más
| r 1,200.31 El mistério de todos estos •portionarii, scudieri, cabalieri di San Pietw,
n i nino se llamen, es que tienen que pagar una suma por Ia que cobran inte-
Ifws durante toda su vida. Su cargo no tiene ninguna otra significación que
fmlwlsar intereses y disfrutar de alguna pequena prerrogativa. En rcalidad,
Do se trata sino de una renta vitalícia. León X saco de esos cargos más de
900,000 escudos. Los intereses, muy importantes, pues representaban por ano
|a octava parte dei capital, 32 se cargaron, en una cierta parte, a una pequena
porción de Ias rentas eclesiásticas, pero en su parte mayor fueron cargados a
IIIS tesorerías de Ias províncias recién conquistadas, es decir, a los excedentes
de Ias administraciones municipales, a Ias minas de alumbre, a Ia venta de Ia
inl y a Ia dogana en Roma. León X aumento ei número de cargos hasta dos
inil quinientos cincuenta y sus ingresos anuales se estimaban en 320,000 escu-
dos, que pesaban a Ia vez sobre Ia Iglesia y ei Estado.
Por muy reprobable que nos parezea esta prodigalidad. ei Papa León se
I ii incitado por ei hecho de que, de momento, tenía más efectos ventajosos
c|iii' daninos. Si Ia ciudad de Roma prospero tanto en esta época en parte
ihiibía que agradecerlo a esta gestión monctaiia. Ningún lugar había en ei mun-
ido donde se pudiera colocar ei capital tan lucrativamente. Mediante Ia
81 Sommario di /a rchtion di M. Minio, 1520: Non ha confanti, perche e liberal, non sa
Iruii danari: poi Ji Fiorcntini. fche) si fanno c sono soi parenli, non li lassa mai aver un soldo:
r ihti Pjorentíra è in gran ódio in corte, perche in ogni cosa è Fiotentini.
( ü2 Los 612 Portionarii di ripa —aggunli ai collcgio dei presidenti— pagaron 236,200 y reci-
I binou anualmente 38,816 ducados: los 400 Cavalicri di S. Pictro pagaron 400,000 y recíbicton
I lil.dlO ducados ai afio.
188 ESTADO Y CORTE

masa de nuevas creaciones de cargos, Ias vacantes y Ias transferencias se creó


un movimiento en Ia cúria que ofrecía a todo ei mundo Ia posibilidad d e
prosperar facilmente.
También se consiguió que ei Estado no se viera en Ia necesidad de crear
nuevos impuestos. Sin duda, ei Estado pontifício entre todos los de Itália, y»
Roma entre todas Ias ciudades, contaban con ei menor número de impuestos.
Ya antes se había acusado a los romanos de que mientras Ias demás ciudades
sostenían a sus Senores con fuertes empréstitos y pesadas gabelas, ei Papa les-
hacía ricos. Un secretario de Clemente VII, que describió poço después el«
cónclave que eligió a este Papa, expresa su extraneza de que ei pueblo romanojj
no este más entregado a Ia Santa Sede, ya que sufre tan poço de los tributosJ
"Desde Terrafina hasta Piacenza —exclama— posee Ia Iglesia una grande yl
bella parte de Itália y su domínio se extiende ancho y distante y, sin embargo,]
países florecientes y ciudades ricas, que sostendrían con sus tributos grandes
ejércitos bajo otro Gobiemo, apenas pagan ai Papa de Roma Io suficiente par»
sufragar los gastos de Ia administración." 83
Pero, por Ia naturaleza de Ias cosas, esta situación solo podia durar mien-
tras hubiera excedentes en Ia caja pública. Ya León X no puder hacer frente M
todos sus empréstitos. Aluise Gaddi le había adelantado 32,000 escudos, Benj
nardi Bini 200,000; Salviati, Rodolfi y todos sus servidores y familiares, hicieJ
ron Io posible para procurarle dinero; de su generosidad y juventud esperaban
todos ellos restitución y brillante recompensa. Su muerte repentina los arruino.'
Como se pudo dar buena cuenta su sucesor, dejó Ias cajas vacías.
El ódio general que acompanó ai pobre Adriano se debió a que, en Ia gran
necesidad de dinero en que se encontraba, acudió ai remédio de imponer Uffl
tributo. Importaba médio ducado por hogar.34 La impresión fué tanto peot»)
por Io mismo que no había costumbre.
Pero tampoco Clemente VII pudo evitar ei establecer nuevos impuestos
indirectos. Se echaba Ia culpa ai cardenal Armellin, considerado como su in-
ventor; cl mayor descontento Io produjo ei porfazgo de consumos, pero no
hubo otro remédio. 35 La situación era tal que hubo de écharse mano de otras
ayudas bien distintas.
I Lista ahora los empréstitos se disfrazaron bajo Ia forma de cargos ena-
jcnables y fué Clemente VII, en ei ano de 1526, en aquel momento decisivo
en que se armaba contra Carlos V, quien se acerco a Ia forma pura dei
empréstito.
33 Viancsius Albergatus, Commenfarü rerum sui temporis (no es más que una descripeión
dei cónclave): Opulcntissimi popuíi et ditissimae urbes, quae si alterius dilionis essent, suis vecti-
galibus vcl magnos exercitus alere possent. Romano pontilici vix tantum tributum pendunt
quantum in praetorum magistratutimque expensam suíficcie queat. En Ia Relación de Zorzi, 1517,
se calculan, según una indicación de Francisco Armellin, los ingresos procedentes de Perugia,
Spolcto, Ia Marca y Ia Romana juntos cn 120.000 ducados. De cllos Ia mitad fué asignada a l.i
câmara papal. Di que) somma ia mità è per terra, per pagar i legati ef altri officii, c a/fra mifà lia
il papa. Dcsgraciadamcntc se encuentran en Ia copia de esta relación, en Sanuto. no poças crrnlas.
3* "Hieronynio Negro a Marc Antônio Michcli. 7 Abril 1523". Lettere di pr/ncipi, i, 114.
35 Foscari. Kelationc 1526. E qualchc mtirmurafíon in Roma eriam per causa de) cardinal
Armellin. qual fruova ntiove invention per trovar danari in Roma. e /a metter nove angarie, e fint\
chi porta tordi a Roma cl altre cose di nianzar paga tanto: Ia qual angaria importa da duc. 2500.
IIACIENDA P A P A L 189

Con ei cargo, ei capital se perdia a Ia muerte si Ia familia no Io volvia a


l|di|uirir de Ia Câmara apostólica. Clemente recibió a préstamo un capital de
• 0 , 0 0 0 ducados, que no tenía unos intereses tan altos como suponían Ias
intas de los cargos, aunque siempre eran de consideración ( u n 10 %) y se
tnnsmitían a los herederos. H e aqui ei Monte non vacabile, ei Monte delia
ir/i". Los intereses se cargaron a ia dogana. El Monte ofrecía una buena ga-
miii.i. pues se permitió a los acreedores tomar parte en Ia administración de Ia
OHmia. Pero esto quiere decir que nos nos hemos alcjado de Ias vicjas formas,
montistas formaron un colégio. Unos cuantos empresários pagaron Ia suma
Câmara y Ia distribuyeron luego entre los miembros dei colégio.
^Podemos decir que Íos acreedores dei Estado, en Ia medida en que dis-
liiii.ni de un derecho a los ingresos generales, ai producto dei trabajo de todos,
IfK.in, por ello, a toner una participación mediata en ei ejercicio dei poder?
Io menos así parecia comprenderse ei asunto en Roma, y los prestamistas
ic avenían a entregar su dinero sin alguna forma de tal participación.
Como veremos, fué esto ei comienzo de operaciones financieras cn gran
fiila.

Paulo III Ias prosiguió moderadamente. Se contento con rebajar los inte-
es dei Monte clementino; como pudo asignar ingresos a menos intereses
In, también, hacer subir ei capital casi en una mitad. Pero no instituyó
i' un nuevo Monte. Es posible que Ia creación de seiscientos cargos nuevos
Mimpcnsara de esta moderación. Pero Ias medidas que han hecho famoso
nombre en Ia historia financiera dei Estado pontifício fueron otras.
Ya vimos los resultados que produjo Ia elevación dei precio de ia sal.
1'uvo cjue renunciar. En su lugar, y con Ia promesa expresa de derogarlo, in-
lujo ei impuesto directo de "subsidio". Se trata de aquel impuesto directo
DIIInido por entonces en muchos países meridionales, que encontramos en
Ipiina con ei título de servido, en Nápoles con ei de donative y cn Milán
|>n ei de mensuale, y con otros títulos en otros lugares. En ei Estado pontifício
K introducido por três anos y fijado en 300,000 escudos. Se estableeió Ia
• t e (orrespondiente a Roma y a Ias províncias, y se reunieron los parlamentos
•Vinciales para hacer ei reparto por ciudades. Estas, a su vez, Io volvieron a
llMiiluiír entre Ia ciudad y ei campo. Todo ei mundo debía contribuir. La
llil.i decía expresamente que todos los súbditçs seglares de Ia Iglesia romana,
«un los eximidos o privilegiados, incluídos marqueses, barones, feudatarios y
jncionarios, tenían que entregar su parte para esta contribución. 38

No se pago sin una viva protesta, sobre todo cuando se vió que iba pro-
Mândose de três en três anos, sin que se derogara jamás. Pero tampoco llegó
J»(T cobrada por completo en ningún caso.37 Bolonia, a Ia que se había fijado
ilni , nota de 30,000 escudos, fué Io bastante avisada para eximirse de una
por todas con una suma global. Parma y Plasencia fueron traspasadas y no

In Bailar. En cl aflo 1557 declara cl embajador francês: La debilite efu revenu de 1'eglisc
Kstado), doní e//e n'avoi't poinf ma/ntenant -fOni. escus de rente par an de quoi eííe puisse
pt tstat. Ribier, i, 69.
Bula Dcccns esse censemus: 5 Scpt. 1543. Buli. Cocq., rv, i, 225.
190 ESTADO Y CORTE

pagaron más. Fano nos ofreee un ejemplo de Io que pasó en otras ciudades.
Bajo Ia excusa de que su cuota era excesiva, Ia ciudad se nego durante cierto
tiempo a pagaria. Paulo III decidió perdonarles Ias cantidades vencidas, pero j
bajo Ia condición de emplear una cantidad igual en Ia reconstrucción de sus i
muralias. Más tarde siguió aplicándose una tercera parte de su cuota a este.]
fin. A pesar de ello, generaciones sucesivas se han quejado de Ia cuantía exce- j
siva de Ia cuota; también se quejaron sin césar Ias comunidades rurales, por
Ia porción que Ias fijaba Ia ciudad, e intentaxon sustraerse a Ia obediência ]
dei consejo municipal; mientras este defendia su autonomia, ellas con gusto sei
hubieran entregado ai duque de Urbino. Nos llevaría demasiado lejos entrar.]
en ei detalle de estos pequenos intereses. Bástenos con saber que dei subsidio]
apenas si se cobro más de Ia mitad. 38 En ei ano de 1560 se estima su importes
total en 165,000 escudos.
Pero a pesar de todo, este Papa aumento los ingresos dei Estado de manera
extraordinária. Bajo Júlio II se calculan en 350,000 escudos anuales, con Lcóna
en 420,000 y con Clemente VII, en ei afio 1526, en 500,000. Poço después de
Ia muerte de Paulo III, en un registro autêntico que ei embajador venecianoJ
Dandolo se procuro de Ia Câmara, se estiman en 706,473 escudos.
Sin embargo, los sucesorcs no encontraron gran mejoría. Júlio III se queja
en una de sus instruccipnes de que su sucesor le ha cnajenado todos los ingre-í
sos —sin duda con cxclusión dei subsidio, que no podia ser cnajenado puestoj
que estaba fijado para três anos, por Io menos nominalmente— y de que, ade-l
más, le ha dejado una deuda flotante de 500,000 escudos. 39
A pesar de ello, cuando Júlio III se compromete en una guerra contra los J
franceses y los Farnesio, se enreda en Ias mayores complicaciones. AunquM
los imperialcs le ayudaron con una suma no insignificante para aquellos tiemposJ
todas sus cartas están llenas de lamentos. "Pensaba recibir de Ancona 100,00(1
escudos y apenas si ha recibido 100,000 bajoechi; en lugar de los 120,000 es-j
cudos de Bolonia solo 50,000; inmediatamente después de Ias promesas hechafl
por banqueros de Gênova y de Lucca estas harfsido retiradas; ei que tiene un
centavo Io guarda y no quiere exponerlo." 40
N o había más remédio que apelar a medidas especiales si queria mante-
ner su ejército. Se decidió a fundar un nuevo Monte y Io hizo en una forma
que después ha sido imitada.
Estableció un nuevo derecho cobrando dos carlin sobre ei rubbio de na-
rina; después de todas Ias mermas le llegaron a él 30,000 escudos, cantidadj
que destino a pagar los intereses de un capital que tomo a préstamo y así]
fundo ei Monte delia farina. Notemos como esta operación financiera se aseme-J
38 Bula de Paulo IV. Cupicntes indemmtati: 15 Abril 1559. BuJ/ar. Cocq., rv, i, 358. Exa»|
lio causantibus diversis exceptionibus iiberlatibus et immunitatibus a so/utibne ipsius subsidH
diversjs coinmuniíaíibtis et iinivcrsiratibus et particularibus personis nec non civitatibus terra
oppidis et íocis nostri síatus eccíesiastici concessis, et iactis díveisanim portíonum e/usdem subsidü
donationibus seu remissionibus, vix ad dimidium summae Ireccntorum millium scutorum hujuf-
inodi ascendit.
38 "Istruttione per voi Monsignore d'Imola: ultimo di Marzo 1551". Informationi poíirt
che, t. XII.
40 U papa a Ciovamb. di Monte. 2 Abril 1552.
HACIENDA PAPAL 191

t i a Ias anteriores. Así como antes se crearon cargos eclesiásticos y se les retri-
iliyó con los ingresos crecientes de Ia cúria, con ei solo fin de poder vender
pios cargos y tener a mano Ia suma que hacía falta en ei momento, así se
Niimcntaron ahora los ingresos dei Estado mediante un nuevo impuesto dei
• u c se servia unicamente como masa de intereses para pagar un gran capi-
i 'I que no se hubiera podido obtener de otra manera. Todos los Papas poste-
riores hicieron Io mismo. Unas veces estos Monti eran, como ei clementino,
Hon vacabili; otras vacabili, es decir, que con Ia muerte dei acreedor cesaba ia
Bligación de pagar intereses, pero entonces estos eran más altos y Ia organi-
• ii iii colegial de los montistas se acercaba más a Ia figura de los cargos. Pau-
IV instituyó ei Monte novennale deFrati sobre Ia base de Ia contribución
que obligó a Ias ordenes regulares. Pio IV impuso un quatrin por libra de
• t e y utilizo sus ingresos para fundar un Monte fio non vacabile, que
aporto 170,000 escudos. Pio V cstableció un nuevo qitatrin sobre Ia libra
i carne e instituyó ei Monte lega.
Si consideramos este desarrollo en su conjunto se nos revela Ia importan-
del Estado de Ia iglesia. ^Cuáles son Ias necesidades que obligan a los
Ipas a adoptar este gênero particular de empréstitos que supone un gravamen
directo de su país? Por Io general se trata de Ias necesidades dei catolicismo
general. Una vez que acabaron los dias de Ias tendências puramente polí-
i n, ya no se piensa más que en Ias puramente eclesiásticas. Casi siempre ei
'Mui de nuevas operaciones financieras reside en Ia necesidad de ayudar a
potências católicas en su lucha contra los protestantes o en sus empresas
Jntra los otomanos. Por eso ei Monte fundado por Pio V se llama Monte
gfl, porque ei capital que aporta se aplica a Ia guerra contra los turcos que
Papa emprende en unión de Espafia y Venecia. Este sesgo se acentua cada
más, y todo movimiento europeo afecta ai Estado de Ia Iglesia en esa
m u . Casi siempre tiene que acudir a un nuevo gravamen para sostener
intereses eclesiásticos. Por esta razón era tan importante Ia posesión de su
lltado para poder afirmar Ia posición eclesiástica de los Papas.
Pero no se contentaron solo con los Monti, sino que siguieron apelando
los viejos médios. Continuamente crearon nuevos cargos o caballerate, con
•Ivilcgios especiales, ya sea que Ias remuneraciones se cubrieran a Ia par
Ipn nuevos impuestos o que Ia depreciación notória dei dinero aportara sumas
Tbortantes a Ia Câmara.' 11
Así ocurrió que los ingresos de los Papas —después de una pequena baja
jon Paulo IV, debida a sus guerras— crecieron continuamente. Todavia con
bulo remontaron hasta 700,000 escudos; con Pio se estimaban en 898,482
pcudos. Paulo Tiépolo se asombra de que en ei afio de 1576, trás una ausência
íueve anos, hayan aumentado en 200,000 escudos, llegando hasta 1.100,000.
H r r o Io extraordinário, aunque no pedia ser de otra manera, es que no por eso
k l Papas recibían más. Con los impuestos aumentaron también ias enajena-
Honcs de Ias rentas. Se calcula que Júlio III enajenó 54,000 escudos de renta
I *> De este modo se hallaban Iiacia 1580 muchos luoghi di monte a 100 cn vez de 130: los
•JUIIos de los vacabili se rebajaron de 14 a 9, Io que constituyó un gran ahotio.
192 ESTADO Y CORTE

y Paulo IV 45,960, en tanto que Pio IV, que apelo a toda clase de médios,
hasta 182,550. Con él ei número de los cargos enajenables se elevo a cuatro mil
quinientos, como es natural con exclusión de los Monti, que no se contaron
entre los cargos.4- Y Ia suma de Ias cnajenaciones llegó a 500,500 escudos, pero
siguió creciendo, pues en ei afio 1576 llcgaba a 530,000. Y aunque los ingresos
aumentaron mucho, Ias enajenaciones importaron casi Ia mitad.43
Los registros de Ias rentas papales de Ia época ofrecen ún cuadro extraor-
dinário. Después de indicar a cada renglón Ia suma a cuya entrega se había
obligado ei arrendatário —los arrendamientos rústicos se celebraban por \&
regular por nueve anos—, se senala qué parte se ha enajenado de ella. Por
ejemplo, Ia áogctna de Roma suministró ei ano de 1576 y los siguientes Ia
respetable suma de 133,000 escudos, pero de ellos 111,170 estaban ya asignados^
y todavia sufrían otras retracciones, de suerte que Ia Câmara no recibía más
de 13,000 escudos. Algunas gabelas sobre trigo, carne y vino se cancelabarw
por completo, pues estaban asignadas a los Monti. De varias cajas provinciales»"
denominadas tesorerías —que ai mismo tiempo tenían que sufragar los gastos
de Ia província—, por ejemplo, Ias de Ia Marca y Camerino, no entro un solo
bajocco en Ia Câmara apostólica. Y eso que a menudo se lesagregaba ei sub-
sidio. Se hicieron tan fuertes asignaciones a cargo de Ias minas de alumbre»
de Tolfa, en Ias que antes se confiaba más que en otra cosa, que sus ingresosl
disminuyeron en unos cuantos miles de escudos.44
Para los gastos de su persona y de Ia corte ei Papa descansaba preferen-
temente en los ingresos de Ia dataria, que eran de dos clases, unos, más bien'
eclesiásticos: composiciones, determinados pagos en virtud de los cuales Ia
dataria consentia algunas irregularidades canónicas, como reservas, ei paso de
un beneficio a otro, etc. Paulo IV los acortó mucho merced ai rigor con que
procedió,45 pero volvieron a aumentar poço a poço. Los otros ingresos tenían'1
más bien caracter secular. Se producían en casos de vacantes y nuevas transfe-'
rencias de Ias caballerate, cargos y puestos enajenables en los Monti vacabilú
y fueron creciendo a medida que crecieron estos. Pero Jjacia 1570, ambas claseyi
de ingresos juntas cubren apenas Ias necesidades diárias de Ia casa.
El Estado de Ia Iglesia se vió en una situación nueva con esta marcha.
Así como antes pregonaba ser ei Estado italiano con menos gravámenes, aliora
no iba a Ia zaga de los demás y hasta los sobrepasaba;48 l o s h a b i t a n t e s s e ,
q u e j a b a n a b i e r t a m e n t e . D e Ia vieja i n d e p e n d ê n c i a m u n i c i p a l a p e n a s q u e d a b é '
n a d a . L a a d m i n i s t r a c i ó n se h a c í a c a d a v e z m á s r e g u l a r . L o s d e r e e b o s p ú b l i c o s

42 Lista degíi ufíicii de/Ja corte Romana. 1560. Bibl. Ghigi N. u, 50. Muchos otros Índice»
de diferentes anos.
*8 Tiépolo calcula que se emplearon además 100,000 escudos para sueldos, 270,000 para
castillos y nunciaturas, de modo que ai Papa lc qucdaban 200,000 libres. Hace Ia cuenta de que
los Papas con cl pretexto de sus necesidades para Ia guerra turca, tuvieron 1.800,000 escudos de
ingresos, mientras que en rcalidad habían gastado para este fin tan solo 340,000.
** P. e. Entrara delia reverenda camera apostólica sotto il ponti/icato de N. S. Gregorio XIII
fatta ne»'aiino 1576. MS. Gothana, n. 219.
45 Según Mocnnigo, 1560, produjo Ia dataria antes entre 10,000 y 14,000 ducados por mej.
Bajo ei pontificado de Paulo IV estos ingresos oscilaron entre 3,000 y 4,000 ducados.
«« Paolo Ticpolo, Reíatione di Roma in fempo di Pio IV e Pio V, dice ya: L'impositione
GRECORIO XIII 193
Con frecuencia se solían ceder a los cardenales y prelados que estaban en favor
' que sacaban así bastante partido de Ia situación. Los paisanos de los Papas,
I os florentinos con los Médicis, los napolitanos con Paulo IV, los milaneses
con Pio IV, disfrutaron de los mejores puestos. Pio V acabo con esto. Aquellos
favoritos nunca habían administrado por si mismos, sino que dejaron ei cuidado
• algún doctor júris;47 Pio V utilizo a estos doctores, pero ei provecho que
llia a parar a los primeros se Io reservo para Ia Câmara. Todo era más ordenado
1
regular. Se había instituído una milícia y había reclutados 16,000 hombres;
Í 'ío IV creó un cuerpo de caballería ligera; Pio V disolvió ambas instituciones:
liquido Ia caballería y dejó Ia milícia abandonada a su suerte; toda su fuerza
•rmada no llegaba a quinientos hombres, de los cuales, trescientos cincuenta
nran en su mayoria suizos, y residían en Roma. Si no hubiera habido que de-
Ifcnder Ias costas contra los ataques de los turcos, Ia gente hubiera perdido Ia
[costumbre de Ias armas. Esta población bélica parecia querer hacerse pacífica.
I M Papas deseaban gobernar ei país como un gran domínio cuyas rentas se
rmplcaran principalmente en cubrir Ias necesidades de Ia Iglesia, aunque
rn parte sufragasen los gastos de Ia casa.
Ya veremos como en este aspecto tropezaron todavia con grandes difi-
íultades.

III. LA ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y DE SIXTO V

1) Gregorio X1I1
Crcgorio XIII —Hugo Buoncompagno, de Bolonia— que había prosperado
Bino jurista y en los negócios dei mundo, era alegre y amante de Ia vida por
naiuralcza; tenía un hijo, bien es verdad que anterior a su ingreso en ei sacer-
dócio, pero de todos modos habido fuera de matrimônio y, aunque desde en-
bnces llevó una vida regular, nunca fué, sin embargo, un tipo rigorista, y
mi. bien le desagradaba Ia manera severa; parecia querer inspirarse48 más
rn ei cjemplo de Pio IV, cuyos ministros volvió a reponer, que en ei de su
•mediato antecesor. Pero con este Papa vemos lo que puede un sentir que
lia llcgado a prevalecer. Cien anos antes "hubiera regido como un Inocen-
•0 VIII todo lo más, pero en este momento ni siquiera un hombre de sus
condiciones se pudo sustraer a Ia tendência rigerista que- dominaba en Ia
lj;li-sia.

«l/.i \t.ito ccc/csiastico è gravezza quasi insopportabi/e per essere per diversi alrri conti molto
I if;i;r.iv'.ifo; —d'alienare piu entrate delia cíiiesa non vi è piu ordinc, perche quasi turre F entrate
Hffrte si frovano gia alienatc e sopra I'incerto non si trovar/a chi desse danari.
*1 Ticpolo, ibid. Qua/chc governo o Icgatione rispondeva sino a tre, quatro o forse setle
I niila c piu scudi. J'anno. E quasi tutri a//egramen(e ricevendo il denaro si scaricavano dei peso
• drl governo coí metrerc un doffore in iuogo loro.
** Se espero que iba a gobernar de manera distinta de Ia de sus antecesores: mifiori qua-
I dum hominumque captui accommodatiori ratione. Cominentarii de rebus Gregori X1I1 (MS.
•ibl. Alb.)
194 ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y SIXTO V

Existia en Ia corte un partido que se había impuesto como meta principal


mantener aquel rigor. Se trataba de jesuítas y teatinos y de amigos suyos. Se
cita a los monsignori Frumento y Corniglia, ai valiente predicador Francisco
Toledo, ai datario Contarell. Pronto cobraron ascendência sobre ei Papa, con
tanta mayor rapidez cuanto que trabajaban juntos. Le hicieron ver que ei
prestigio de que gozo Pio V se debió sobre todo a su conducta personal; en to-
das Ias cartas que le mostraban no se hablaba de otra cosa sino dei recuerdo
de Ia santa vida dei difunto, de Ia fama de sus reformas y de sus virtudes.
Impedían que le llegara cualquier manifestación en sentido contrario. A Ia
ambición de Gregorio XIII le dieron un matiz eclesiástico.49
Le tentaba mucho favorecer a su hijo y elevarlo a Ia dignidad de prínci-
pe. Pero con los primeros favores que le demostro, haciéndole castellano de
Sant'Ângelo y gonfaloniero de Ia Iglesia, sus amigos le plantearon una cuestiónj
de conciencia. Durante ei jubileo de 1575 no permitieron que Giacomo per-
maneciera en Roma y, solo pasado este tiempo, consintieron su regreso, y esoJ
porque ei disgusto dei joven ponia en peligro su salud. Gregorio caso a su hijo
y permitió que Ia república de Venecia le nombrara nobili50 y ei rey de Espafia
general de su guardiã. Pero siempre Io mantuvo muy sujeto. Cuando una vea|
se permitió liberar de Ia prisión a un compafiero de universidad, ei Papa le
desterro de nuevo y estuvo a punto de desposeerle de todos sus cargos. La esposa
Io impidió postrándose a sus pies. Pero, de todas maneras, volaron sus esperan*]
zas por mucho tiempo.51 Solo en sus últimos anos Giacomo tuvo influenciai
sobre su padre, pero tampoco en los negócios importantes dei Estado ni de unj
modo absoluto.62 Cuando se le rogaba que interviniera con ei Papa se encogíal
de hombros.
Si esto ocurría con ei hijo, mucho menos podrían esperar otros familiares
un favor irregular o una participación en ei gobiemo: nonu/ró cardenales a dos|
sobrinos suyos; también Pio V había hecho algo parecido, pero ai tercero, que
no pretendia menos, se nego a recibirlo en audiência y/Te obligó a alejarse en efl
término de dos dias. También ei hermano dei Papa se había figurado que había |
Uegado ei momento de disfrutar de Ia dicha recaída sobre Ia casa; llegó hasta Or-1
49 Relatione delia corte di Roma a tempo di Gregorio XIÍI (Bibl. Corsini 714) 20 Fcbr.
1574; muy instructiva sobre este punto. El autor dice de Ia persona dei Papa: non è stato scrupti-
loso nô dissoluío mai e le son dispiaáute le cose mal ratre.
' o La República de Venecia tuvo con ese motivo Ia cucstión delicada de determinar su ori-
gcn. Se ha elogiado como prueba de Ia habilidad veneciana ei que se le llamó Signor Giacomo
Boncompagno, "estrechamente relacionado con Su Santidad". Fué esto un recurso dei cardcnal
Como. Cuando se habló de este asunto, ei embajador prcguntó ai ministro si era conveniente
llamar a Giacomo hijo de Su Santidad. S. Sgri.i. /l/mo. prontamente, dopo avere sensato con
mo/te paro/e il /a/to di S. Si. che prima che havesse a/cuno ordine ecc/esiastico generasse questo
figliuolo, disse: che siipotrebbe nominarlo per il Sr. /acomo Boncompagno Bologhese strettamenta I
congiimto con Sua Santirà. Dispaccio Pao/o Tiepolo, 3 Marzo J574.
81 Antônio Tiepolo, Dispacci Agosto Setf. 1576. En un despacho dei ano 1583 (29 de mar-
zo) se dice: il Signor Giacomo non si lascia intromettere in rose di stato.
*2 Solamente en estos últimos renglones se expresa Ia opinión, muy arraigada, que encuentro,
p. cj., también en Ias memórias de Richelieu: prince doux et benin fut meilleur faomme que
bon pape. Se verá en cuán limitada medida es esto cierto.
GliEGORIO XIII 195

vlcto, pero se encontro con un enviado de Ia corte que le ordeno regresar. Las
Jégrimas le saltaban a los ojos y no podia resistir ei deseo de marchar a Roma,
Bero una segunda orden le obligó a regresar a Bolonia.83
En una palabra, no se puede achacar a este Papa ei haber fomentado ei
otismo ni haber favorecido a su família ilegítimamente. Cuando un carde-
recién nombrado le dijo que estaba agradecido a Ia casa y a los familiares
Su Santidad, golpeó este los brazos de Ia silla, y exclamo: "A Dios y a Ia
ita Sede tenéis que estar agradecido."
Así, estaba dispuesto a afirmar Ia tendência religiosa. No solo trato de
lar Ia piedad de Pio V, sino de excederia.54 Los primeros anos de su ponti-
do decía misa três veces a Ia semana y Ia dei domingo nunca dejó de
iria. El cambio de su vida no solo era irreprochable, sino edificante.
Jamás un Papa ha cumplido con ciertos deberes de su cargo con más fide-
I M !. Tenía listas de personas de todos los países dignas de ser elevadas ai
itcopado y se mostraba muy enterado cuando se le hacía alguna propuesta.
ei mayor cuidado procedia en Ia promoción de estas altas dignidades.
Sobre todo procuro fomentar una buena ensefianza eclesiástica. Con gran
lierosidad apoyó a los colégios de jesuítas. Hizo importantes donativos a Ia
lia de los profesos en Roma: compro casas, cerro calles y les asignó rentas
|ru dar ai colégio Ia forma que hoy conserva todavia. Se penso en veinte
lias y en trescientas sesenta celdas para los estudiantes; se le llamaba semina-
de todas las naciones. Para indicar que ei propósito era abarcar ai mundo
Itcro, en su apertura se pronunciaron veinticinco discursos en diferentes idio-
y cada uno con su inmediata traducción latina.58 El Colégio Germânico,
idado con anterioridad, estaba en peligro por falta de recursos y ei Papa le"
lió 10,000 escudos de Ia Câmara apostólica, además dei palácio de San
Jinar y las rentas de San Stefano de Montecelio. Hay que considerar a
:gorio como autêntico fundador de este instituto, dei cual han salido ano
afio camino de Alemania apóstoles dei catolicismo. También fundo un
legio inglês y le doto de médios. Sostuvo los colégios de Viena y de Gratz
tu propio pecúlio y no había ninguna escuela de jesuítas en ei mundo que
gozara en una forma u otra de su generosidad. Por consejo dei obispo de
jtlu fundo también un colégio griego. Se admitirían muchachos de trece a
leiséis anos y no solo de países que estuvieran bajo Ia soberania cristiana, como
Inrfú y Candía, sino también de Constantinopla, Morea y Salónica. Tenían
liestros griegos; vestían ei caftán y ei birrete veneciano; se les quiso educar
)inplctamente a Ia griega y no debían olvidar que habrían de volver a su
Hria. Había que permitirles su rito Io mismo que su idioma y serían instruídos

M EI buen hombre se queja de que ei pontificado de su hemiano le era más perjudicial que
|0, porque le obligaba a gastos mayores de Io que importaba Ia subvención de Gregorio.
, M Seconda reiazione deli'ambasciatore di Roma Cimo. M. Pao/o Tiepolo Cavre. 3 M.iggio
pi. NeJ/a religione ha tolto non solo d'imitar, ma ancora d'avanzar Pio V: dice per ('ordinário
llicno tre volte messa alia settimana. Ha avuto particolar cura delle chiese, focendole non solo
• rabriche et altri modi ornar, ma ancora colla assistência e frequentia di preti accrescer nel
li" divino,
M Dispaccio Donato li Genn. 1582.
196 ÉPOCA DE GREGOBIO 3UII V SIXTO V

en Ia fe según los princípios dei concilio en que se unifican Ias Iglesias griega
y latina.56
En esta preocupación por todo ei mundo católico cuenta también Ia re-
forma dei calendário. Era un deseo dei concilio tridentino: Io hacía riecesario
Ia desviación de Ias grandes fiestas de su relación, fijada por resoiuciones con-
ciliares, con Ias épocas dei ano. Todas Ias naciones católicas tomaron parte en
esta reforma. Un calabrés poço conocido, Luigi Lilio, ganó renombre inmortal
ai ofrecer métodos fáciles para acabar con ei desorden. Su proyecto fué comu-
nicado a todas Ias universidades, entre otras Ias de Salamanca y Alcalá, y de
todas partes llovieron aprobaciones. Una comisíón en Roma, cuyo miembro^
más acriVo y enterado era ei alemán Glavius,57 Io sometíó a una nueva invés-;
tigación y resolvió en definitiva. En Ia empresa tuvo gran parte ei erudittW
cardenal Sirleto. Se trabajó con cierto mistério, pues no se mostro a nadíe ei j
nuevo calendário, ni siquiera a los embajadores, hasta que fué aprobado potij
Ias diversas instâncias.58 Gregorio Io dió a conocer solemnemente. Ensalza<
Ia reforma como una prueba de Ia inconmensurable grada de Dios a favor de Ia
Jglesia.58
Perc no todas Ias actividades de este Papa fueron de naturaleza tan pa-j
cífíca. Le causaba desazón que los venecianos celebraran Ias paces con ei turcoJ
seguidas de un armistício de Felipe II. Si hubiera dependido de él, jamás se
hubiera disuelto Ia Liga que ganó Ia batalla de Lepanto. La actividad dei PapaJ
se ensancha con los distúrbios de los Países Bajos y de Francia y con Ias díscu-J
siones de Jos partidos en Aiemania. Era incansable en sus pioyectos contra los
protestantes. Las revueltas que Ia reina Isabel tuvo que dominar en Irlanda
fueron animadas casi siempre desde Roma. El Papa no ocultaba que queríaw
emprender una acción general contra Inglaterra. Ano trás afio sus nuncioM
hablan de esto con Felipe II y con los Guisa. No dejaría de tener interésjj
abarcar en conjunto todas estas tentativas, a menudo desconocidas por aquellod
cuya perdición maquinaban y que, por último, condujeron ai episódio de Ia
Armada Invencible. Gregorio XIII puso ei mayoí empeno en todas estas nego-,
ciaciones. La Liga en Francia, que fué tan peligrosa prara Enrique III y para]
Enrique IV, tiene su origen en las relaciones de este Papa con los Guisa.
Es verdad que Gregorio XIII no apesadumbró mucho ai Estado con sus
familiares, pero, por Ia naturaleza de sus empresas, tan amplias y tan costosaw
tuvo que echar mano en gran medida de los recursos públicos. La expedicióry
no muy importante, de Stuckley, que fracasó en África, le costó una suma]
considerable. A Carlos IX le envio una vez 400,0Cfo ducados, conseguidos cory
impuestos indirectos en las ciudades dei Estado. A menudo auxiliaba con sumas]
de dinero ai enrperador y ai gran maestre de Malta. Pero también sus activida*!
des pacíficas exigían gastos importantes. Se calcula que las ayudas para losj
«« Dispacáo Antônio Tiepolo 19. Marzo 1577: accio che /afio maggiori possano afíerrionat»-1
mente e con li verità imparata dar a vedere ai suoi Greci /a vera via.
57 Erythraeus: in quibus Chrisíophorus C/avius principem iocum obtinebat,
68 Dispaccio Oonato 20 Dec. 1582. 2 Giugno 1582. Elogia ai cardenal como un huomOi
veramente di grande Jitteratura.
6» Bula dei 1J de febrero de 15S2, J 12. Bullar. Cocq., rv, 4, 10.
GREGO RIO XIII 197

estúdios de jóvenes le costaron 2.000,000.eo Mucho le debieron suponer tam-


bién los veintidós colégios de jesuítas que le debíau su nacimiento.
Dada Ia situación de Ias finanzas dei Estado —que nunca contaba con uri
I excedente disponible a pesar dei aumento de los ingresos— debió encontrarse
leon frecuencia en dificultades.
Poço después de ser nombrado Papa los venecianos trataron de animarle
hora un empréstito, Con atención creciente escuchó Gregorio Ia propuesta de-
liilluda dei embajador y cuando se dió cuenta de Io que este pretendia, excla-
mo: "Senor embajador, estoy perdiendo ei tiempo. La congregación se reúne
•odos los dias para procurar dinero y no encuentra ningún médio efectivo."61
La administración pública de Gregorio XIII era ahora importante. Se
•abía llegado a condenar Ias enajenaciones y Ia imposición de nuevos tributos,
t>ii( s se cayó en Ia cuenta de Io peligroso y corrupto de un sistema semejante.
Ifcri-gorio encomendo a Ia congregación que le procurara dinero, pero no rae-
Mliintc concesiones eclesiásticas ni con nuevos tributos, ni tampoco con Ia ena-
•nación de Ias rentas de Ia Iglesia.
iQué otro médio se podia encontrar? Son nota.bíes Ias dísposicíones adop-
íilas y sus efectos.
Gregorio XIII, que seguia siempre un concepto jurídico absoluto, pareció
icontrar que ei principio eclesiástico disponia de muchos derechos que no
mia más que hacer valer para que aportaran nuevos recursos.62 No le preocu-
p a respetar los privilégios que se le cruzaran en su camino. Sin consideración
guna, anulo ei derecho de los venecianos a exportar trigo en condiciones
ivorables de Ia Marca y de Rávena. Decía que estaba dispuesto a que los
«ranjeros pagasen tantos impuestos como los nativos.63 Como no se sometieron
i seguida, mando entrar en su almacén de Rávena., subastar Io que se encon-
•ra y meter en Ia cárcel a los propietarios. Pero esto no era mucho, solo
lílalaba ei camino por ei que estaba decidido a marchar. Mucho más impor-
iitc* íaé que le pareció percibir ia existência de ciertos abusos entre ia aristo-
km ia de su país, abusos con los que queria acabar en provecho de Ia caja
Bíblica. Su comisario en Ia Câmara, Rodolfo Bonfigliuolo, le presentó un
•fuyecto con una extensa ampliación y renovación de los derechos feudales,
Mui en Ia que no había pensado apenas. Considero que una gran parte de los
•uillos y bienes de Ias baronías dei Estado pontifício habían revertido ai
'•jw, unos por h estinción de los derecho habientes, ottos por no pagar
I icntas a que estaban obligados.64 Nada podia parecerle más oportuno ai
'"i Cálculo de Baronius. Posscvinus en Ciacconiuj Vitae Ponti/icum, iv, 37. Lorcnzo Priuli
ll< iilu que gasto anualmente 200,000 escudos en opere pie. Los más autênticos y detallados sobre
*r punto son los extractos de Ias relaciones dei cardenal de Como y de Musotti que comunica
loquei ines ai final de los Annali de Maffei.
»i Pispaccio 14 Mano J57J. Es una congregatione deputata sopra Ia provisione di danarí.
I M Maffei, Annah di Gregoiio XIII, i, ]04. Calcula quç eJ Estado pontificio solo tenía
10,(100 escudos de ingresos libres.
•8 pispaccio Antônio T/epofo 12 Aprií 1577.
"i Pispaccio A. Tiepoío 12 Genn. 1579. II commissario delia camera attende con moita dili-
|tlti.i a ritrovare e rivedere scritture per ricupírare quanto dalli pontefici passati si è stato obligato
ilullo in pegno ad alcuno, e vedendo che S. Si, gli assentisse volontieri, non Ia spargna o porta
iprllo ad alcuno.
198 ÉPOCA DE GREGORIO XHI Y STXTO V

Papa, que ya había adquirido bienes parecidos por extinción de línea o por
dinero. Se puso en seguida a Ia obra. En Ias montanas de Ia Romana arrebato
Castelnovo a los Isei de Cesena y Coreana a los Sassatelli de Imola. A los Ran-
gone de Módena se les confisco Lonzano en una bella colina y Savinano en Ia |
llanura. Alberto Pio entrego voluntariamente Bertinoro, para evitar ei proceso
con que le amenazaba Ia Câmara, pero esta no se dió por satisfecha, pues le
arrebato también Verucchio y otras localidades. Fué presentando Ias rentas
todos los dias de San Pedro, pero no se le aceptaron más. Esto ocurrió en Ia
Romana. Pero así se procedió también en Ias demás províncias. No solo se echá|
mano a los bienes con cuyas obligaciones feudales no se cumplía; existia»!
otros, en poder de los barones, que estos habían recibido en hipoteca; su origem
jurídico estaba olvidado ya y venían pasando de mano en mano como propie-<|
dad libre enriquecida de muchas mejoras; ahora se les ocurrió ai Papa y a su
comisario Ia conveniência de resolver Ias hipotecas. De este modo se hicieronj
duefios dei castillo Sitiano, depositando Ia suma de 14,000 escudos, que ni cora
mucho representaba ei valor de Ia finca.
El Papa puso demasiadas esperanzas en estas acciones. Creía ganar méri-
tos para ei cielo si conseguia aumentar los ingresos de Ia Iglésia, sin apelar a
nuevos tributos, tan siquiera en 10 escudos. Calculaba satisfecho que los ingre-J
sos dei Estado pontificio habían aumentado en 100,000 escudos en poço tiempffl
y por vias legales. Aumentan, así, Ias posibilidades de abordar empresas contrai
los herejes e infieles. En Ia corte Ia mayoría prestaba su asentimiento. "Esta
Papa se llama alerta [esto significa Gregorio] —decía ei cardenal de Como—i
quiere estar alerta y recobrar Io suyo."98
Pero en ei país estas medidas produjeron otra impresión entre Ia aristo-|
cracia.
Muchas grandes famílias se vieron de pronto despojadas de una posesión
que consideraban de todo derecho. Otras se sentían amej>azadas. Todos los
dias se examinaban viejos papeles en Roma y s/ encontraban nuevos derechos
que hacer valer. Pronto, nadie se sintió seguro y muçhos se decidieron a deA
fender sus bienes con Ias armas antes de contestar ai comisario. Uno de esto»
feudatarios le espeto ai Papa: "Si de todos modos hay que perder, por lo menos
se siente cierto gusto cuando uno se defiende."
Por ia influencia de Ia nobleza sobre los campesinos y sobre los nobili de
Ias ciudades vecinas, se produjo efervescência en todo-ei país.
Se anadió que ei Papa, mediante unas medidas mal calculadas, también
infligió serias perdidas a algunas ciudades. Entre otras cosas había subido los
derechos aduaneros de Ancona, creyendo que ei aumento recaería sobre los co-
merciantes y no sobre ei país. Con esto hizo un dano a Ia ciudad dei que ya
no pudo reponerse; ei comercio se alejó repentinamente. De poço sirvió qua
Ias tasas fueran retiradas y que los ragusanos recobraran sus viejas libertades.
65 Dispaccio 21 Ott. 1581. Sono molti anni che Ia chiesa non ha havuto pontefice di questo
nome Gregorio, che secundo Ja sua etimologia greca vuol dire vigilante: questo che è Gregorio «
vigilante, vuol vigilare e ricuperare il suo, e li par di far un gran servitio, quando ricupera alcunt
cosa, benche minúna.
GREGORIO xm 199

Las consecuencias fueron inesperadas y extranas.


La obediência, y más en un país tan pacífico, reposa siempre en una su-
Inisión voluntária. Pero los elementos de agitación no estaban eliminados sino
Unicamente reprimidos; solo Ia hegemonia dei Gobiemo los mantenía ocultos.
Pero tan pronto como cedió en un punto Ia subordinación, esos elementos
lubieron a Ia superfície y se presentaron con ímpetu de lucha. El país parecia
recordar de pronto que durante siglos había sido muy guerrero, aficionado a las
•rmas e independiente en médio de sus luchas de partido. Empezó por menos-
Breciar ei gobiemo de curas y doctores y volvió ai estado de ânimo que era
11 suyo natural.
No es que se produjera una oposición, una revuelta contra ei Gobiemo,
bero ya era bastante que por todas partes empezaran a resurgir los viejos
partidos.
Toda Ia Romana apareció de nuevo escindida por ellos. En Rávena los
Rasponi y los Leonardi, en Rímini los Ricciardelli y los Tignoli y en Cesena
•M Venturelli y los Sassatelli. Es decir, con ei nombre viejo, gibelinos y güel-
los, pues si bien los intereses en pugna habían cambiado mucho, los nombres
•urgieron de nuevo. A menudo los partidos poseían cuarteles especiales o se
••bían hecho duefios de diferentes iglesias. Llevaban pequenos distintivos: los
•üelfos, Ia pluma a Ia derecha dei sombrero, los gibelinos, a Ia izquierda;M
L división penetro hasta Ia más pequena aldea y nadie hubiera perdonado Ia
Vida ni a su hermano de pertenecer este a Ia facción contraria. Algunos se des-
^Icieron de sus mujeres por ei asesinato para tomar mujer de una família que
•erteneciera ai mismo partido. Los pacifici no servían ya, entre otras cosas por-
ue ei favor había hecho entrar en esta corporación a gentes de menos valia,
Í as facciones administraban justicia dentro de si mismas. A menudo declaraban
mocente ai que había sido condenado por los tribunales papales. Irrumpieron
tn las prisiones para libertar a sus amigos, y a sus enemigos los buscaban
también en ellas; a veces se veían ai dia siguiente sus cercenadas cabezas ex-
bucstas en Ia fuente de Ia plaza.87
Como ei poder público era tan débil, montones de foragidos formaron
pequenos ejércitos en Ia Marca, en Ia Campana y en todas las províncias.
A su cabeza iban Alfonso Piccolomini, Roberto Malatesta y otros jóvenes
|K mnecientes a las famílias más distinguidas. Piccolomini se apoderó dei ayun-
larniento de Monte-abboddo; mando buscar a todos sus enemigos y los hizo
ijrtutar ante los ojos de sus madres y esposas; tan solo de Ia familia Gabuzio
murieron nueve. Mientras tanto, sus secuaces bailaban en Ia plaza. Cruzo
lodo ei país con ínfulas de Sefior; en los dias aciagos se hacía pasear delante
dr su tropa en un litera. Aviso a los habitantes de Cometo que se dieran prisa

r >r recoger sus cosechas, porque iba a quemar los sembrados de su enemigo
Mino Orsino. Él personalmente se comporto con cierto honor: arrebato a un
"O En las Relatione delia Romagna se encuentran las diferencias neJ tagliar dei pane, neí
«ligersi, iii portare il pennacchio, fioeco o fiore ai capello o aWorecchio.
•t En ei MS. Sixtus V Pontiiex M. (Bibl. Altieri, Roma) se encuentra Ia descripeión deta-
H.i'1.1 de esta situación.
200 ÉPOCA DE GRBGORIO XIII Y SIXTO V

mensajero Ias cartas, mas no toco ai dinero. Pero tanto más ávidos y rapaces se
mostraron sus companeros. De todas partes acudían a Roma los delegado*
de Ias ciudades en busca de ayuda.68 El Papa aumento su fuerea armada y diò>
plenos poderes ai cardenal Sforza, mayores de los que nadie hàbía poseído de»*
de los tiempos dei cardenal Albornoz. No solo debía proceder sin tener en
cuenta los privilégios, pero ni siquiera Ias normas jurídicas ni Ias formas de
proceso alguno y con manu regia.69 Giacomo Boncompagno salió ai campo yi
consiguió dispersar Ias partidas, limpiar ei país de ellas, pero volvió a instaurara*
ei anterior estado de cosas en cuanto Ias fuerzas se alejaron.
Una circunstancia especial coadyuvó en este desorden.
El Papa, que a menudo fué tenido por demasiado bondadoso, había to-
mado muy en serio tanto sus derechos principescos como los eclesiásticos.7*!
No tuvo reparos con ei emperador ni con ei rey de Espana, ni considerariam
alguna con sus vecinos. Y no solo con Venecía se enzarzó en mil cuestionesJ
sobre ei asunto de Aquileya, sobre Ia inspección de sus iglesias, etc. —los enw
bajadores no aciertan a describir Ia indignación dei Papa cuando se le habla*
de estos asuntos, ei resentimiento de que da muestras—, sino también con
Toscana y Nápoles; Ferrara fué tratada sin contemplacíones; Parma acababai
de perder grandes sumas en sus pleitos con ei Papa. Todos estos vecinos se
alegraron ai ver ai Papa embarullado con Ias revueltas y, sin gran disgustoJ
acogieron a los bandidos en sus países para soltados, a Ia primera ocasión,
sobre ei território pontifício. El Papa les rogo inutilmente que desistieran. Les
parecia un poço extrano que no guardando Roma consideración alguna a
nadie, ahora Ia pidiera para si.71
De este modo Gregorio no pudo dominar a sus rebeldes. No se pagaba>l
tributo alguno y ei subsidio no Uegó. En todo ei país se produjo un desconten4
to general y hasta algunos cardenales se preguntaban si no seria mejor adhe-j
rirse a otro Estado. ^
No era posible pensar en continuar en estas circunstancias con Ias medi-
das adoptadas por ei comisario de Câmara. En djciembr&de 1581 ei embajadod
veneciano comunica de modo expreso que ei Papa ha suspendido todos los proJ
cesos en matéria de confiscaciones.
Tuvo que sufrir que Piccolomini se presentara en Roma y le hicicra llegar]
«8 Dispacci Donato dei 1582.
fl9 Breve, para Sforza, reproducido en los Dispacci. Omnimodam facultarem potcsfafem)|
auetoritatem et arbitrium contra quoscunque bannitos facinorosos receptatores fautores compIicMj
et sequaces etc. nec non contra communitafes universitates er' civitates terras et castra et a/ioj
cu/uscunque dignitatis vel praeeminentiae, Barones Duces et quavis autoritate fugentes, et extra-
/udicía/iter et /uris ordine non servato, etiam sine processu et scripturis, et manu regia ilibsquo
omnes et singulos puniendi tam in rebus in honis quam in personis.
10 Ya en 1578 Io advirtió P. Tiepolo. Quanto piu cerca d'acquistarsi nome di giusto, tanto |
piu Io perde di gratioso, perche concede mo/to meno gratie estraordinarie di que! clie ha fatio
altro pontefice di molti anni in qua: —Ia qoaí cosa, aggiunta a7 mancamento ch'è in lui di certí
ofíici grati et accetti per Ia difficoltâ massimamente naturaíe che ha nel parlar e per le pochissinJ
parole che in ciascuna oceasione usa, fa ch'eg'i in gran parte manca di quel/a grafia appresso le
persone.
TI Dispaccio Donato 10 Seft. 1581. E una cosa grande che con non dar m.ii satisfationi
nissuna si pretende d'avere da altri in quello che toeca a/la íibertà de/Jo stato suo corrcntemenMf
ogni sorte d'ossequio.
sacro v 201
mu petición de absolución. 72 Le corrió un calosfrío cuando leyó ei documento,
cnn toda Ia larga serie de crímenes que tenía que perdonar, y Io dejó sobre
Ú» mesa. Pero se le decía: de três cosas una; o su hijo Giacomo morirá a manos
tlr Piccolomini, o este tendrá que ser muerto por Giacomo, o no hay más
(irmcdio que absolver ai bandido. Los confesores de San Juan de Letrán
dcclararon que, aunque no querían romper con ei secreto de confesión, podían
•ciir por Io menos que iba a ocurrir una gran desgracia de no hacerse algo. A
Ipdo esto se anadía que Piccolomini estaba protegido por ei gran duque de
Toscana, como se dejaba ver por ei hecho de que vivia en ei palácio de los
Médicis. Por fin, con gran dolor de su corazón, se decidió ei Papa y firmo
•1 breve de absolución.
Pcro no por esto se restableció ei orden. Su propia capital estaba infestada
bandidos. Las cosas llegaron ai extremo de que tuvo que intervenir Ia ma-
ilratura municipal de los "conservadores" para que fuera obedecida Ia policia
li Papa. U n tal Marianazzo rechazó ei perdón ofrecido: "Le era más ventajo-
—decía— vivir como bandido, pues tenía mayor seguridad." 73
El anciano Papa, cansado de Ia vida y débil, elevo Ia mirada ai cielo y
:lamó: "Te levantarás, Senor, y te apiadarás de Sión."

2) Sixto V
linda como si en todas estas revueltas se escondiera una fuerza secreta capaz
agitar y dirigir a los hombres.
Mientras en ei resto dei mundo los principados o las aristocracias iban
nsmitiendo su seiiorío de generación en generación, ei principado eclesiásti-
tenía de particular que se podia ascender a él desde los estratos más bajos
]a sociedad. De ellos salió un Papa dotado de Ia fuerza y ei temple necesa-
• para poner término ai caos.
Muchos habitantes huyeron a Itália con los primeros êxitos de los o t o
|lnos en las provincias de Iliria y de Dalmacia. Se les vió llegar, sentarse por
Mpos en Ia ribera y elevar sus brazos ai cielo. Entre estos fugitivos se hallaba
bablcmente un antepasado de Sixto V, Zanetto Peretti, de origen eslavo. Y,
mo ocurre con los refugiados, ni él ni sus descendientes, que residieron en
liuHalto, pudieron ufanarse en su nueva pátria de una suerte especial. Pier-
lltili Peretti, padre de Sixto V, tuvo que abandonar Ia ciudad a causa de sus
ilidas y solo por su matrimônio estuvo en situación de arrendar un huerto en
íte a Maré, en Fermo. Lugar extraordinário donde, en médio de Ia vegeta-
m, se descubrieron las ruínas de un templo de Ia Juno etrusca, de Ia Cupra.
) faltaban los frutos dei sur, pues Fermo disfrutaba de un clima más suave
r ei resto de Ia Marca. Aqui le nació a Peretti un hijo, ei 13 de diciembre
1521. Poços dias antes había tenido un sueno en ei que, ai dolerse de las
11 Donato 9 Apiil 1583'. 1/ sparagnar Ja spesa e Tajsícurar B Signor Giacomo, che /o desiâe-
I, cf il fuggir Coccasione di dísgustarsi ogni di piu per questo con Fiorenza si come ogni di
wniva, ha fatio venir S. Sà. in quesfa risoíutione.
TJ Che ii viver fuoruscito J'intorni piú a conto e di maggior sicuríà. Grcgorio gobemó desde
li de mayo de 1572 hasta ei 10 de abril de 1585.
202 ÉPOCA DB GRECORIO Xni Y STXTO V

muchas desgracias que le habian aqúejado, fué consolado por una santa voz
que le aseguró que tendría un hijo que seria Ia felicidad de su casa. Con toda Ia
vivacidad de una mentalidad softadora, ya de por si inclinada a Ias zonas de
Io misterioso, con una confianza exagerada por Ia necesidad, concreto su espe-
ranza dándole ai hijo ei nombre de Félix.74
Comprenderemos Ia situación en que se hallaba Ia família si recordamos,
por ejemplo, que ei muchacho cayó una vez en un estanque en ei que su tia
lavaba Ia ropa y fué ella quien le saco; que tenía que vigilar Ia fruta y guardar
los cerdos; aprender a leer en Ia cartilla que los chicos, que tenían que atravesar
ei campo para ir a Ia escuela, le dejaban ai volver de ella, porque ei padre no
contaba con cinco bajocchi sobrantes para poder pagar Ia mensualidad ai maes-
tro. Por fortuna, Ia família tiene un pariente franciscano, Fra Salvatore, que se
ablanda hasta pagar ei gasto de Ia escuela. A ella fué Félix, con su zoquete de
pan, que comia todos los dias junto a Ia fuente, que le regalaba su líquido.
A pesar de circunstancias tan precárias, Ias esperanzas dei padre pasaron ai cora-
zón dei hijo y cuando este entro a los doce anos —todavia ningún concilio
tridentino había prohibido votos tan tempranos— en Ia orden franciscana,
conservo su nombre de Félix. Fra Salvatore le trato con severidad, empleó Ia
autoridad de un tio que a Ia vez representa ai padre. Sin embargo, le envio
a Ia escuela. Frecuentemente Félix estudiaba sin haber cenado, a Ia luz de una
lintema en ei claustro y, cuando esta se apagaba; junto a Ia lámpara que luría
en Ia iglesia ante ei Sagrario. Ningún rasgo se nos describe que delate en él un
especial entusiasmo religioso o una profunda inclinación científica; solo sabemos
que hizo rápidos progresos, tanto en Ia escuela de Ferno como en Ias escuelas
y universidades de Ferrara y Bolonia, adquiriendo los grados acadêmicos con Ia
mayor loa. Especialmente se desarrolló en él un talento dialéctico. Se apropió
en alto grado de Ia habilidad monacal para tratar confusas cuestiones teológi-
cas. En ei afio de 1549, en un congreso general de los franciscanos, en ei que
se celebraron también concursos literários, disputo con gran habilidad y presen-
cia de ânimo con Antônio Pérsico, de Calábria, que había ganado mucha fama
en Perugia.75 Este triunfo le proporciono cierto prestigio y ei protector de Ia
orden, cardenal Pio de Carpi, se le aficionó mucho.
Pero su verdadera fortuna le viene de lado muy distinto.
7* Tempesti, Sloria de/Ia vita e geste di Sisto V, 1754, consulto ei archivo de Montalto sobre
ei origen de su héroe. Las aseveraciones de Tempesti son confirmadas* y ampliadas por Huebner,
Sixte V, i, 204. Un documento autêntico constituye Ia Vita Sixti V, ipsius manu emendata, MS,
de Ia Bibl. Altieri de Roma. Sixto nació cum pafer Ludovici Veccnii Firmam' hortum excoleret,
mater Dianae nurui ejus perhonestae matrona? domestica ministeriis operam daret. En edad muy
avanzada, esta Diana pudo presenciar ei pontificado de Sixto. Ânus senio confecta Roman delem
vo/uit, cupida venerari eum in summo rerum humanarum fastigio positum, quem oJitoris sui filiam
paupere victu domi suae natum aluerat. Por Io demás pavisse puerum pecus et Picentes memorant
et ipse adeo non diffitetur ut etiam prae se ferat. En Ia Biblioteca Ambrosiana, R. 124, se cncuciitra
F. Radice de/J'origine di Sisto V, información con fecha dei 4 de mayo de 1585, que no dice sino
cosas insignificantes.
7S Si-tus V Pont/fex Maximus: MS. de Ia Biblioteca Altieri. Eximia Persicus apud omnes /ate
fama Perusiae philosophiam ex Te/esii píacitis cum publice doceret, novitate doctrinae tum primam
nascentis navitiim ingenii Iumcn mirifice illustrabat. Montaltus ex universa theo/ogia excerpfas poli-
fiones cardinali Carpensi inscriptas tanta cum ingenii laude defendit ut omnibus admirarioni lucrit.
SIXTO V 203

El afio de 1552 predico Ia cuaresma en Ia iglesia de los Santos Apóstoles


de Roma, con ei mayor aplauso. Sus sermones eran vivos, ricos en palabras y
fluyentes, sin alardes retóricos, llenos de orden y de lenguaje claro y agradable.
Un dia, con Ia iglesia repleta, se detuvo en médio dei sermón, a Ia costumbre
de Itália y, luego de descansar un momento, empezó a leer Ias cédulas con Ias
ücostumbradas peticiones y ruegos, cuando he aqui que tropezó con una que
había sido encontrada sellada en ei púlpito y que contenía cosa muy diferente.
Sc hallaban sefialadas en ella Ias tesis principales sostenidas en sus sermones
por Peretti, especialmente Ias que se referían a Ia doctrina de Ia predestinación,
y junto a cada una escrito con grandes letras: jMientes! Peretti no pudo disi-
mular por completo su asombro; se apresuró a acabar y, una vez llegado a
[casa, mando ei papelito a Ia Inquisición.76 Muy pronto se le presentó en su celda
ri Gran Inquisidor, Michel Ghislieri. Comenzó ei riguroso examen. Más tarde
lha contado muchas veces Peretti ei temor que le infundió Ia presencia de este
Lhombre, con sus severas cejas, ojos hundidos y rasgos muy marcados en su ros-
Itro. Sin embargo, se repuso, contesto bien, sin caer en ningún renuncio. Cuan-
d<> ei Gran Inquisidor vió que ei hermano no solo era inocente, sino muy
Instruído y firme en Ia doctrina católica, se volvió otro hombre, le abrazó entre
lágrimas y llegó a ser su segundo protector.
Desde entonces Fra Felice Peretti se mantuvo decididamente ai lado dei
tnrtido extremista que iba ganando terreno en Ia Iglesia. Entabló Ias más estre-
chas relaciones con Ignacio, Felino y Filippo Neri, que después asumieron halo
ilc santidad. El hecho de haber encontrado resistência en su orden, que trato de
[leformar, y de haber sido expulsado una vez de Venecia por sus cofrades, aumen-
|tó su prestigio ante los representantes de Ia nueva tendência que había subido
.11 poder. Fué introducido ante Paulo IV y Uamado a consejo en casos difíciles.
^Trabajó como teólogo en Ia congregación para ei concilio de Trento y como
uponsultor en Ia Inquisición; tuvo gran parte en Ia condenación dei arzobispo
ÍCarranza y no escatimó ningún esfuerzo para encontrar en los escritos de los
«protestantes los pasajes adoptados por Carranza en los suyos. Se ganó por
completo Ia confianza de Pio V, que le nombró vicario general de los francis-
[Cunos expresamente con Ia intención de autorizarle a Ia reforma de Ia orden.
[Peretti procedió con energia: destituyó a los comisarios generales que disponían
dei poder supremo de Ia orden; restauro Ia vieja constitución, por Ia que ese
poder pasaba a manos de los provinciales, y puso en práctica Ia inspección
más rigurosa. Pio V vió cumplidas con creces sus esperanzas, y considero su
dcbilidad por Peretti como una espécie de inspiración divina. Sin hacer caso
t\v Ias murmuraciones, le nombró obispo de Santa Ágata y cardenal en ei
fino de 1570.
También se le atribuyó ei obispado de Fermo. Ya poseedor de Ia púrpura
Cnrdenalicia, Peretti volvió a su país, allí donde en su infância había cuidado
7» Relato dei mismo manuscrito..Jam priorem orationís partem exegerat, cum oblatum líbelluin
• frilgnat ac racitus, up populo sumiriam exponat, legere incipit. Quotquot ad eam diem cathoJicae
íídeí dogmata Montaltus pro concione affirmaraf, ordine co/lecta continebat singu/isque id tantum
."Mcli.it. literis grandíoribus: Mentiris. Comp/icatum diíigenter libellum, sed ita ut consternatíoiiis
ItiMiirestus multis esset, ad pectus dimittit, orationemque brev ipraecisione paucís absolvit.
204 ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y SIXTO V

Ia fruta y ei ganado de su padre; pero todavia no se habían colmado Ias espe-


ranzas de este ni Ias suyas propias.
Muchas veces se han relatado Ias supuestas intrigas dei cardenal Mon-
talto —así se llamaba ahora— para llegar a cenir Ia tiara: Ia humildad con que J
se presentaba y su mismo simulado aspecto enfermízo, encorvado, tosiendo y j
arrastrándose con un bastón. Pero se adivina, en seguida, que en todos estos ]
relatos no hay mucho de verdad, pues no es esta Ia manera de lograr Ias supre- \
mas dignidades.
Montalto vivia tranqüilo, con economia y aplicación. Todo su placer con- j
sistía en plantar árboles y vifías en su vinedo —visitado todavia hoy— de Santa i
Maria Maggiore, y en hacer algún favor a su pátria. En Ias horas de trabajo, ]
le ocupaban Ias obras de San Ambrosio, que edito en 1580. Aunque Ias elaboro I
mucho, su manera fué un poço arbitraria. Por Io demás no fué tan inocente!
como se ha dicho; ya una relación dei ano 1574 nos Io describe como erudito I
y agudo, mas también como astuto y maligno." Pero mostraba un extraordina- j
rio domínio de si mismo. Cuando fué asesinado su sobrino, ei esposo de Vittoria}
Accorambuona, fué ei primero en pedir ai Papa que desistiera de ias pesqui-J
sas. Esta conducta, que asombró a todos, ha contribuído quízá más que nada j
a abrirle Ias puertas dei Papado. Como se achaco ia culpa dei asesinato a uno de
los más próximos parientes de Ia casa Médicis, a Paulo Giordano Orsini, se pen- I
só que Montalto había renido para siempre con esa casa. No se podia creer que I
los Médicis pudieran pensar en elevar ai pontificado a un hombre que en ese I
caso estaria en situación de vengar ei agravio sufrido. Sin embargo, esto fué Io
que sucedió.
Desde hacía tiempo ei gran duque de Toscana mantenía relaciones amis- |
tosas con Montalto; su hermano, ei cardenal Fernando de Médicis, nos dice
77 Un Discoiso sopra i soggetti papabi/i, durante ei pontificado de/ Gregorio XIII dice de
Montalto: La natura sua, fenuía terribiíe imperiosa et arrogante, non li può punto conciliare /a
grafia. Vemos que, como cardenal, tuvo Ias mismas características que como P3pa. Gregorio XIII j
decía a menudo a los suyos: caverent magnum ilíum cinerarium. Famesio le vió acompafiado de los
dominicos, Traiii y Justiniano, que también se liacían sus esperanzas. El autor de Sixfus V P. M. le
hace decir: Nac Picenum hoc jumentum magni/ice olim exiliet, si duos ilhs, quos hinc atque ií/inc
maie ferf, carbonis saccos excusserit, y afiade que precisamente a causa de esta esperanza se habíi |
casado Ia Accorambuona con cl sobrino de Sixto. Por Io demás, cl gran Duque Francisco de Toscana j
tuvo gran parte cn esta elección. En un despacho dei embajador florcntino Alberti, dei 11 de mayo
de 1585 (Roma Filza n. 36) se dice: Vra. Aítezza sia so/a que/ia che come conviCne goda il frutto\
deWopera che cila ha fatia [se trata de esta elección] per avere questb Pontefice amico e non altro |
se ne faccia be/Io. En otro despacho florentino se dice: II papa replica, che il gran duca aveva [
mo/te ragioni di desidcrargli bene, perche egli era come quel agricoltore che pbnta un /rutto che
ha poi caro insieme di vederío crescere et andare avanti lungo tempo, aggiungendoli che egli
era stato quel/o che dopo il Signor Iddio aveva condofta quesfopera, che a lui solo ne aveva ad
aver ob/igo, e che fo conosceva, se ben di queste cose non poteva parlar con ogn'uno. Como vemo», j
ocurrió algo muy diferente detrás de bastidores, de Io que poço o nada «abemos. Así escribí en ei
afio de 1837. Desde entonces ei barón Huebncr dedico a este asunto amplios estúdios y publico en
su Sixte-Quinte (1870) un relato detallado sobre ei cónclave, relato documentado en un gran nu- !
mero de actas de archivos de los más diversos países. Resulta de este relato que ei hermano dei |
Gran Duque de Toscana, cl cardenal Fernando de Médicis, dirigió y decidió Ia elección. Sobre
todo es importante un informe que rindió este último a su hermano, en ei mismo dia de Ia elección
(24 de abril de 1585), n, 459. De este informe tomo los datos que intercalo cn esta última edición,
y por Io que se distingue esta de Ias anteriores. La elección tuvo lugar cl 24 de abril de 1585.
SIXTO V 205
como, entre todos, se había fijado desde un principio en Montalto.18 Por Io
demás, Ias mejores perspectivas estaban a favor dei cardenal Farnesio, sobrino
de Paulo III, decano dei colégio, querido por ei pueblo y emparentado con ei
rey de Espana. Pero los Médicis, casi en abierta enemistad con los Farnesio, en
modo alguno querían que fuera Papa. En esta actitud les acompanaba ei carde-
nal Este, tan emparentado con Ia casa de Francia como Farnesio con Ia espanola.
Pero en esta elección no existió Ia oposición entre Espana y Francia. Feli-
pe II no estaba por Farnesio y era muy pequena Ia influencia dei embajador
francês en Roma. La mayor influencia política sobre ei cónclave derivo de Ias
relaciones entre Ias grandes famílias italianas. Los Médicis y los Este estaban
contra los Farnesio. Y, para no perjudicar Ia causa de Montalto, Fernando de
Médicis no solo tuvo que disimular su inclinación por él sino negaria; pues
ei prestigio de Farnesio era tanto que podría haber logrado Ia exclusión de
Montalto en un principio. Para este plan de Fernando nada fué más ventajoso
que aquella ruptura entre Montalto y Ia casa de los Médicis que se considera-
ba como permanente. El Farnesio no rechazó de antemano a Montalto porque
no podia creer que los Médicis le fueran a apoyar. Sin ser perturbado por
Farnesio, ei cardenal Fernando pudo utilizar secretamente su prestigio y su
talento práctico, que siempre le fueron reconocidos, en favor de su propósito.
Como siempre, los cardenales se hallaban divididos en facciones, según los di-
ferentes Papas que les habían nombrado y cuyas criaturas eran. Ganó en pri-
mer lugar ei cardenal Altemps, uno de los sobrinos de Pio IV, hijo de su
hermana, Chiara, y a cuyo alrededor se agrupaban los cardenales de este
pontificado. Altemps temia que en Ia lucha de los partidos llegara a Papa ei
más odiado de sus colegas, Ceneda. Para excluir a este acogió, después de pen-
sado, Ia propuesta de Médicis, con Ia condición de que se le reconociera ei
mérito de Ia elección y se le asegurara ei favor dei futuro Papa. Después Fer-
nando se dirigió ai sobrino de Pio V, ei cardenal Alejandrino, ai que seguían
Ias criaturas de aquél. Pero entre los favorecidos por este Papa se contaba tam-
bién Montalto. Alejandrino aceptó ei nombre de este último con alegria. No
quedaba sino ganar además a los numerosos cardenales elevados a Ia dignidad
cardenalicia por ei último Papa. El jefe de ellos, cardenal San Sixto, no quiso
dcclararse por él, pero no dominaba por entero a su grupo y fué ganado por
Médicis un buen número de gregorianos, precisamente los sobrinos dei último
Papa. Este resultado se le comunico a San Sixto, advirtiéndole que Ia elección
suldría adelante tanto con su concurso como sin él, así que considero prudente
adheriíse. Ni ei mismo Farnesio se atrevió a oponerse. Por consejo dei eardenal
Médicis, Montalto se mantuvo tranqüilo y, aunque estaba enterado de toda Ia
elección, tuvo lugar esta sin ninguna intervención suya. Cuando los cardena-
les se reunieron ei 24 de abril en Ia capilla, fué elegido no por escrutínio, sino,
como se decía, por adoración. Sabia todo Io que debía ai cardenal Médicis y
le anuncio que él seria su hijo preferido. El cardenal Fernando rogo ai nuevo
Papa que no pusiera en ningún cargo importante a partidário alguno de los

58 Io haveva sempre havuta h mira mia a Montalto principalmente.


206 ÉPOCA DE GREGORIO XH1 Y SIXTO V

Farnesio, a Io que accedió;79 en Ia reorganización que se siguió, ei cardenal


tuvo gran intervención. También se tuvo en cuenta ai cardenal Altemps.80 Se
tomaron medidas especiales en favor de Paulo Giordano, y también se penso )
en otros. El nuevo Papa declaro que los familiares de los Médicis eran también
familiares suyos. En Ia elección, no solo se tuvieron en cuenta Ias destacadas |
cualidades de Montalto, su gran fama, sino también, como se dice en ei relato |
veraz dei acto, su relativa juventud, ya que tenía sesenta y cuatro anos y era |
de una complexión sana y robusta. Todo ei mundo reconocía que en Ias cir-1
cunstancias reinantes era menester ante todo un hombre vigoroso.
Así vió colmados sus deseos Fray Félix. Tenía que producirle un senti-
miento varonil y digno ei ver satisfecha una ambición tan alta y legítima. Se le
represento todo en su interior, donde alguna vez creyó descubrir un destino
muy alto. Escogió como lema: "Oh Dios, tú eres mi protector desde ei seno J
de mi madre."
En todas sus empresas se creyó protegido por Dios. Elevado a Ia Sede,
declaro su resolución de acabar con los bandidos y malhechores. Y si no tuviera |
fuerzas bastantes para ello, Dios le enviaria sus legiones de ángeles.81
Se puso a Ia difícil tarea con resolución y cálculo.

a) Extermínio de. los bandidos.—El recuerdo de Gregorio le contraríaba I


y no podia proseguir Ia ejecución de sus medidas. Despidió Ia mayor parta |
de Ias tropas con que se encontro y disminuyó en una mitad los alguacjles.
Pero se decidió ai castigo ejemplar de los culpables que cayeran en sus manos. 1
Hacía tiempo que estaba prohibído llevar armas cortas, especialmente
cierta clase de pistolas. Cuatro jóvenes de Cora, próximos parientes, fueron. |
sorprendidos llevando tales armas. Al dia siguiente se iba a celebrar Ia coronai]
ción dei Papa y se quiso aprovechar Ia coyuntura para pedir gracia por ellos. |
Sixto contesto: "Mientras yo viva, todo criminal morirá."82 El mismo dia se vió |
colgados de Ia horca los cuerpos de los cuatro desgraciados, en ei puente dei
Ángel. "
Un joven transtiberino había sido condenado a muerte por haberse resis-
tido a los corchetes que le querían quitar su asno. Todo ei mundo se compa-
decia ai ver ai pobre mucbacho, llorando, cuando era conducido ai lugar del[
suplício por tan pequena falta. Se hizo presente ai Papa Ia juventud dei mu-
chacho. "Le voy a regalar unos cuantos anos de los mios", dicen que fué su
contestación. El caso es que Ia sentencia fué cumplida.
Estos primeros actos de Sixto V atemorizaron a todo ei mundo y prestaron
una gran fuerza a sus disposiciones.
7» Mi rispose non esser conveniente servirei di chi non volesse bene a casa nostra.
80 Lo que se menciona en Tempesti, i, 78, de Ia vita Sanfonas, no concuerda sino mal con Io
que cuenta ei cardenal Médicis.
81 Dispaccío Piiuli 11 Maggio 1585. Discurso dei Papa en ei consistorio. Disse di due COM
che lo fravagJiano, ia matéria delia giustitia e delia abondantia, alie quali voleva attender con ognj
cura, sperando in dio che quando li mancassero li a/uti proprii e forasfieri, li mandcrâ tante legioni
di angeli per punir li malfattori e ribaldi, et esoftò li cardinali di non usar le loto franchigie n*I|
dar ricapito a tristi, detestando il poço pensier dei suo predecessor.
82 Se vivo facinorosis moriendum esse.
SIXTO V 207
Los barones y los municípios fueron advertidos para que limpiaran de ban-
didos sus territórios y sus ciudades; ei dano que produjeran estos bandidos ten-
dría que ser reparado por ei senor o ei municipio en cuyos domínios ocurriera
cl hecho.88
Era costumbre poner precio a Ia cabeza de los bandidos. Sixto V ordeno
que este precio no fuera pagado en adelante por Ia Câmara sino por los parien-
Ics dei bandido y, en caso de ser pobres, por Ia comunidad de su procedência.
Queria provocar ei interés de los senores, de los municípios y de los fami-
liares en favor de sus fines. Y también trato de despertar ei interés de los ban-
didos. Prometió a quien entregara vivo o muerto a un companero, no solo Ia
igracia para él, sino también para unos cuantos amigos que podría designar. Y
OÍrecía encima un prêmio en dinero.
Después de tomadas estas disposiciones y haberse experimentado su rigu-
Wosa ejecución en unos cuantos ejemplos, Ia persecución de los bandidos cobro
f n seguida otro cariz.
Fué una dicha que muy pronto se diera con unos cuantos cabecillas.
Al Papa le quitaba ei sueno saber que Prete Guercino, que se titulaba
rry de Ia Campana y que una vez se permitió prohibir a los vasallos dei obispo
• li- Viterbo que obedecieran a su Senor, continuara ejerciendo su profesión:
Bacia poço que había llamado Ia atención con nuevas hazanas y saqueos. "Pidió
• Dios —dice Galesino— que librara ai Estado de Ia Iglesia de este forajido."
A Ia manana siguiente corrió Ia noticia de que Guercino había sido prendido.
Nu cabeza, cubierta con una corona dorada, fué expuesta en Sant'Angelo; ei
que Ia entrego recibió Ia recompensa de 2,000 escudos y ei pueblo alabó ia bue-
nu justicia de Su Santidad.
A pesar de todo, un tal delia Fará se atrevió una noche a llamar a Ia
Porta Salara para, después de pronunciar su nombre, decir a los guardianes
que le abrieron que transmitieran sus saludos ai Papa y ai gobernador. Six-
to V ordeno a los familiares que le entregaran ei sujeto, bajo pena de muerte.
K o pasó un mes y cayó Ia cabeza de Fará.
A veces era algo más que justicia Ia que se hacía con los bandidos.
En Urbino se habían reunido treinta de ellos en un monte; ei duque
hlw> pasar por Ias proximidades recuas de mulas cargadas de víveres. Claro
que no dejaron pasar Ia presa. Pero los víveres estaban envenenados y todos
los bandidos murieron. Nos dice un cronista de Sixto V que ei Papa tuvo una
trim satisfacción ai recibir Ia noticia.84
Un dia, en Roma, padre e hijo eran llevados a Ia muerte, a pesar de que
li i' i.in protestas de inocência. La madre se cruzo en ei camino y pidió que se
detuviera un momento Ia comitiva, pues podia demostrar en aquel momento
Ml inocência de los suyos. El senador se nego. "Como tenéis avidez de sangre
»- exclamo ella— os quiero dejar satisfechos", y se arrojo desde una ventana
• li I Capitólio. Entretanto los desgraciados llegaron ai lugar de Ia ejecución.
C»da uno queria ser ei primero en sufrir Ia muerte: ei padre no queria ver
88 Buli., t. rv, p. rv, p. 137. Bando en Tempesti, i, DC, 14.
84 Memorie dei ponte/icato di Sisto V: Ragguagliato Sisto ne prese gran contento.
208 ÉPOCA DB CREGORIO XIII Y SIXTO V ,

morir ai hijo, ni ei hijo ai padre. El pueblo gritaba movido por Ia piedad. El


bárbaro verdugo se enfureció con Ia inútil demora.
N o había aceptación de personas. El duque Juan Pepoli, de una de laM
primeras famílias de Bolonia, pero que había tomado gran parte en Ia vida
bandolera, fué estrangulado en su prisión y ei fisco incauto sus bienes y m
dinero. N o pasaba dia sin ejecución. Por todas partes, en los bosques y en loa]
Hanos, se encontraban postes coronados de cabezas. El Papa alababa a aquelloí
de sus legados y gobemadores que le enviaban bastantes cabezas. Hay algo dej
barbárie oriental en esta justicia.
Los bandidos no alcanzados por ella caían víctimas de sus compafieros.
Las promesas dei Papa los habían dividido, nadie se fiaba de nadie y se ma-
taban unos a otros. 85
Apenas había pasado un ano y Ia agitación en ei Estado de Ia Iglesia
había sido contenida, cuando no sofocada en su fuente. En ei ano 1586 t e n e i
mos Ia noticia de que los últimos caudillos, Montebrandano y Arara, harfj
sido muertos.
El Papa se sentia muy complacido cuando los embajadores que le visita-]
ban le comunicaban que, ai atravesar ei país, habían encontíado paz y tran-H
quilidad por todas partes. 88

b ) La administracián.—Lo mismo que los abusos que combatia ei Papa


reconocían otro origen además de Ia falta de vigilância, también ei êxito que|
obtuvo se debió a Ia entrada en vigor de otras medidas.
A veces se considera a Sixto V como ei único fundador dei orden en ei
Estado pontifício, se le atribuyen instituciones muy anteriores a él y se le desig-
na como financiero consumado, como estadista libre de prejuicios y cornei
restaurador de las antigüedades. Era de esas naturalezas que hacen impresióiB
en Ia memória de los hombres y en cuyo nombre prenden íácilmente relato*
fabulosos y magníficos.
Pero si bien no fué esta Ia entera verdad, siempre queda Ia de que
administración se revelo como admirable.
En cierto aspecto con un sentido contrario a Ia gregoriana.
Gregorio fué en sus medidas generales riguroso, efcctivo y unilater
pero pasó por alto los casos particulares de desobediência. Por lo mismo qt
por un lado, lesionó intereses que se levantaran contra él, y, por otro, dfi
que prevaleciera una lenidad sin igual, dió ocasión aj desorden incontenible
se le vino encima. Sixto V, por ei contrario, era implacable en los ca
particulares y manruvo ei cumplimiento de sus Jeyes con un rigor que bordea
los limites de Ia crueldad. En cambio, en lo que se refiere a las medidas ge
rales le encontramos suave y conciliador. Bajo Gregorio Ia obediência no ar
85 Disp. PniiJi, dei 29 de funio de 1585. Li íuoiusciti s'ammazzano fun 1'aJtro per Ja piovisi
dei nevo breve.
HO Vita Sixíi V i. m. em. Ka quies ei franquif/iras uf in urbe vasta, in hoc conventu nation
in tanta peregrinorum advenammque col/uvie, ubi tot nobi/ium superbae eminent opes, nemo
teriuis, tam ab/ectae fbrtunae sit qui se nunc sentiat co/usquam injuriae obnoxium. Según Cualtcriu
Vira Sixti V, este Papa aplico ei lema: lugit ímpias nemine persequente.
SIXTO v 209

vivhaba y Ia resistência no perjudicaba. Con Sixto V había que temerlo todo


in caso de resistência, y todo se podia esperar también si se estaba en buenos
li iminos con él. Nada podia favorecer mejor sus intenciones. Desde un prin-
iipio acabo con ei descontento que su antecesor, por causa de sus pretensiones
eclesiásticas, había provocado en los Estados vecinos. Declaro que un Papa
tlrbe conservar y aumentar los privilégios que corresponden a los príncipes.
Devolvió a los milaneses, por ejemplo, ei puesto en Ia Rota que les había arre-
butado Gregorio XIII. Se mostro muy contento cuando los venecianos le pre-
ktaron ei proyecto de un breve que resolvia a favor de ellos Ias pretensiones
• ii il asunto de Aquileya. Estaba decidido a revocar aquella cláusula molesta
Uc Ia bula In coena domini. Disolvió Ia congregación sobre jurisdieción ecle-
fctósiica, de donde procedia Ia mayoría de Ias disputas.87 Cierto que esta medi-
ilii encierra algo muy particular, puesto que una de Ias partes hace caducar
•crichos que están en disputa. El rey de Espana mando ai Papa un escrito
• c propia mano comunicándole que había ordenado a sus ministros en Milán
y eu Nápoles obedecer Ias prescripeiones dei Papa no menos que Ias suyas
kopias. Sixto V se conmovió hasta Ias lágrimas por ei hecho de que ei mayor
fconarca dei mundo le honrara de esta manera a él, un pobre fraile. Toscana
• mostro sumisa y Venecia satisfecha. Estos vecinos tenían ahora una política
Buy distinta. De todas partes se le enviaban bandidos que se habían refugiado
||sando Ias fronteras. Venecia impidió a los bandidos ei regreso ai Estado de Ia
I blcsia, y a sus barcos que recogieran fugitivos ai tocar en Ias costas de aquel
itado. El Papa estaba encantado. Decía que no Io olvidaria y que estaba
lunuesto a dar su cabeza y su sangre por ella. Así pudo acabar con los ban-
•os porque en ninguna parte recibían acogida ni ayuda.
I No cumplió tampoco con Ias rigurosas disposiciones de Gregorio en favor
| Ia Câmara. Después de haber castigado a los feudatarios culpables trato de
inarse ai resto. Unió a Ias dos grandes famílias, Colonna y Orsini, mediante
«trimonios entre si y con los de su propia casa. Gregorio había arrebatado
lltillos a los Colonna; Sixto puso orden en su hacienda y hasta les hizo ade-
nios.88 Caso a dos sobrinas nietas con ei condestable M. A. Colonna y con
| duque Virginio Orsini, respectivamente. Les cedió una dote igual e iguales
ivores, y arregló su disputa de precedência reconociendo siempre ai más an-
ino de los presentes ei primer lugar. Hacía una gran figura donna Camilla,
l lurmana dei Papa, en médio de su familía, con tan nobles yernos y nie-
!K casadas.
Sixto gustaba de repartir privilégios.
Con respecto a Ia Marca se mostro como un paisano bien intencionado.
Irvolvió a los de Ancona algunos de sus antiguos privilégios; erigió en Mace-
ii.i un tribunal supremo para toda Ia província e hizo nuevas concesiones ai
H
7 I.orenzo Priuli, Rehtione 1586. E Ponteíice che non cosi leggiermente abbraccia íe quereíe
j B l i principi, anzi per íuggirle ha Jevata /a congregatione delfo giurisdittione ecclesiastica (en otro
H | | I I I dice que principalmente por consideración con Espana) e sfima di potere per qitesfa via
Knrludcr con maggior facilita le cose e di sopportare con manco indegnità quel/e che saranno
^Mll.iic secretamente da Jui solo.
| HH Dispacci degii ambasciatore estraordinarü 19 Ott. 25 Nov. 1585.
210 ÉPOCA DE CREGORIO XIII Y SIXTO V

colégio de abogados de Ia misma. Fermo se convirtió en arzòbispado, Tolen- f


tino en obispado, Ia aldea Montalto, donde habían vivido sus padres, Ia con- I
virtió en ciudad y obispado mediante una bula: "Porque —dice— allí comen-
zó, entre buenos auspícios, nuestra carrera." Ya como cardenal había fundado
una escuela y como Papa instituyó en Ia universidad de Bolonía ei colégio
Montalto, para cincuenta escolares de Ia Marca, de los que ocho procedían j
de Montalto y Ia pequena Grotte a Maré presentaría dos.88
También se determino a convertir en ciudad a Loreto. Fontana le hizo
ver Ias dificultades: "No te preocupes, Fontana, más difícil me fué decidirmél
que Io ha de ser ponerlo en práctica." Se compro una parte de Ia tierra a los
recanatesos, se llenaron hondonadas y se allanaron colinas. Se trazaron Ias ca-|
lies y fueron animados los municípios de Ia Marca para que edificaran una
casa cada uno. El cardenal Gallo puso nuevos funcionários en Ia Santa Capillil
de Loreto y de este modo dió satisfacción ai Papa en su patriotismo y en su
devoción por Nuestra Senora de Loreto.
También presto atención a todas Ias demás ciudades de Ias demás provín-
cias. Tomo disposiciones para contener ei incremento de sus deudas y limito
sus enajenaciones y cargas. Mando inspeccionar ei estado de sus cajas y se dicel
que Ias ciudades empezaron a prosperar de nuevo gradas a sus disposiciones.8*]
Fomento Ia agricultura. Emprendió Ia desecación de Ia Chiana de Orvie-1
to y de los pântanos pontinos. Estos últimos los visito en persona: ei Fiunt*
Sixto, Io mejor que se ha hecho hasta ei tiempo de Pío VI, fué idea suya.
También se ocupo de Ia industria. Un tal Pedro de Valencia, ciudadano |
de Roma, había decidido montar unas fábricas de seda. Es característico de
este Papa que acudiera en ayuda dei industrial con una ordenanza detallada.']
Ordeno plantar moreras en todo ei Estado, en todos los valles y colinas, allí
donde no se dieran cereales, y senaló cinco moreras por cada rubbio de tierrol
y amenazaba a los municípios con sanciones pecuniárias irnportantes en caso
de negligencia.81 También trato de fomentar k industria de Ia lana "parâj
que los pobres —decía— puedan ganar algo"; ai prime/ empresário le auxilio
con una suma de Ia Câmara a cambio de Ia entrega de una determinada can-
tidad de pano.
Seríamos injustos con los antecesores de Sixto V si atribuyéramos exclu-
89 También corltó, dentro de Montalto, Ias localidades vecinas, Vita Sixti V, ipsiiis mano
emendata. Porcu/am Patrignorum et Mintenorum, quia Montalto haucT ferme Iongius absunt qiiui»
ad te/i /acfum et crebris af/iiiitatibus inter se et commcrciis re/um oninium et agrorum <juadam|
communitate con/unguntur, haud secus quam patriae partem Sixtum fovit semper atque diiexit,
omniaque iis in commune est elargitus, quo pauiatim velut in unam coaleseerent civitatem.
90 Gualtcrius: Ad ipsarum (universitatum) stafum cognoscendum corrigendum constituía
dum quinque camerae apostolicae clericos m/sit. También cn Ias Memorie se observa Ia utilidaj
de estas instituciones. Con le quali provisioni si diede principio a rihaversi le communità de/Io
stato ecclesiastico: le quali poi de tutto ritornorono in piedi: con quanto 1'istesso provedimeflfl
perrezionò Clemente VIII.
91 Cuni sicut accepimus: 28 Ma/i Í58<>. Buli. Cocq., rv, 4, 218. Cualterius: Bombicinani
sericam lani/iciam vitrcamque artes in urbem vel induxit vel amplificavit. Ut veio serica ars ít*-\
quentior esset, mororum arborum seminaria et plantaria per universam ecclesiasticam ditionrin
/.cri praccepit, ob eamque rem Maino cuidam Ilcbieo ex bombicibus bis in anno iruetum ••!
tericam ampli/icaturum sedulo pollicenti ac recipienti máxima ptivilcgiã imperíivit.
SIXTO V 211

llvamente a este miras de tal índole. También Pio V y Gregorio XIII favore-
•eron Ia agricultura y Ia industria y lo que caracteriza a Sixto no es ei haber
indado un camino completamente nuevo, sino ei haber procedido por él con
biayor rapidez y decisión. Por eso quedo su memória en ei recuerdo de los
hombres.
L Cuando se dice que fundo Ias congregaciones de cardenales no hay que
Éntenderlo a Ia letra. Las siete más importantes —Ia de Ia Inquisición, Ia dei
Índice, Ia de Concilios, Ia de Obispos, Ia de Congregaciones religiosas, Ia
plgnatura y Ia Consulta— existían ya. Y en ellas no se descuidaron por com-
pleto los asuntos dei Estado, pues Ias dos últimas entendían de justicia y admi-
fciitración. Sixto V decidió agregar otras ocho congregaciones, de las que solo
los se ocuparían de asuntos de Ia Iglesia,92 una con Ia fundación de nuevos
bbispados, y otra con los asuntos de las tradiciones eclesiásticas. Las otras seis
te disiribuyeron determinadas ramas de Ia administración: annona, construc-
i iiiii de caminos, derogación de impuestos gravosos, construcción de naves de
iuerra, imprenta dei Vaticano y universidad de Roma.93 Vemos con qué poço
Ultema trabajó ei Papa este asunto y en qué forma pone ai mismo nivel inte-
Nscs pasajeros e intereses generales. A pesar de todo, su obra fué aceptada y se
a mantenido durante siglos con poças modificaciones.
Levanto ei prestigio dei cardenalato. Tenían que ser hombres excelentes,
I costumbres intachables, de palabra segura, norma para Ia vida y ei pensa-
Icnto de los demás, sal de Ia tierra, luz en candelero.04 Pero no se crea, por
to, que procedió siempre en los nombramientos de manera concienzuda. En
«vor de Gallo, ai que hizo cardenal, no supo decir otra cosa sino que era su
idor, a quien queria por muchos motivos y que, una vez en un viaje, le
bió muy bien.95 Pero también impuso una regia que, si bien después
0 se ha observado siempre, por lo menos se ha pensado en ella. Fijó ei mi-
cro de cardenales en setenta: "Lo mismo que Moisés escogió setenta ancianos
cl pueblo para tener consejo con ellos."
También se ha atribuído a menudo a este Papa ei haber acabado con ei
potismo. Pero las cosas, vistas de cerca, tienen otro aspecto. Ya con Pio IV,
> V y Gregorio XIII fueron de poça monta los favoritismos con los sobrinos.
i este sentido, si alguien merece una alabanza especial es Pio V, quien con-
nó expresamente las enajenaciones de tierras de Ia Iglesia. Como décimos, ei
IjM) antiguo de nepotismo había acabado mucho antes de Sixto V. Con los
02 Congregation de sacri riti e cerimonie ecc/csiastiche, dclle provisioni consistoriali: a questa
twlJc appartenesse Ja cogniíione dclJe cause dell'erettione di nove cattedrali.
03 Sopra aiJa grascia et annona —sopra al/a fabrica armamento e mantenimento delia galere
lopra gli agravi dei popolo —sopra le strade acque ponti e confim' —sopra alie stamperia Vati-
MII.I |dió ai primer propietario de Ia imprenta eclesiástica habitación en ei Vaticano y 20,000 es-
fuilns para diez afios] —sopra 1'università dello studio Romano.
04 Bulla: Postquam verus ille: ? Dic. 1586. Buli. M., rv, iv, 279.
0B Ya que Sixto no tolero ninguna otra oposición, sufrió Ia que se expresaba en los sermones.
1 |csuita Francisco Toledo dijo cn uno de los suyos que era pecado, por causa de servidos per-
ulcs, dar a alguien un cargo público. Non perche, continuo, uno sia buon coppiere o sealeo,
li commette senza nota d'imprudenza o un vescovato o un cardinalatto. Gallo había sido jefe
cocina. (Memorie dei pontificato di Sisto V.)
212 ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y SIXTO V

Papas dei siglo siguiente se constituye de nuevo, pero en otra forma. Hubo
siempre dos sobrinos favorecidos, uno de ellos cardenal, que se encargaba de Ia
administración suprema de los asuntos espirituales y temporales, y ei otro,
seglar, casado con ventaja, dotado con bienes raíces y con Loitgfi» di Monte,
fundaba un mayorazgo y una casa principesca. Si preguntamos ahora cuándo
se introdujo esta forma nos encontramos con que se fué estableciendo poço a
poco, pero que inicio su marcha con Sixto V. El cardenal Montalto, ai que ei
Papa queria tiernamente y con ei que solía moderar su habitual violência, fué
admitido en Ia Consulta y participo en Ia política exterior, y su hermano Mí-
chele, hecho marquês, fundo una casa bien dotada.
Pero si se piensa que de esta forma Sixto introdujo un gobierno nepotista,
Ia equivocación es total. El marquês no ejerce influencia alguna y ei cardenal
tampoco muy importante.96 Lo contrario hubiera contradicho ei sentir dei
Papa. Sus favores tienen algo de ingênua confianza, le proporcionan una base
de buena voluntad pública y privada, pero nunca abandona Ias riendas, siera-1
pre gobierna él mismo. Aunque parezca favorecer Ias congregaciones y de
hecho invita a que se le hable con franqueza, pierde Ia paciência y se indigna]
tan pronto como alguien le contradice.97 Imponía su voluntad con gran obsti-
nación. "Con él —dice Giovani Gritti— casi nadie tiene voz de consejo y no
digamos de resolución."98 A pesar de todas aquellas manifestaciones de favo»
personal a Ias províncias, su administración es penetrante, rigurosa y auto-
ritária.
Pero estos rasgos se acentúan en ei aspecto financiero.

c) Hacienda.—La casa Chigi en Roma conserva un pequeno libro de


memórias dei Papa Sixto V que este fué escribiendo cuando fraile.09 Se hojea
con ei mayor interés. Ha ido sefialando cuidadosamente todas Ias ocurrenciail
importantes de su vida, donde ha predicado Ia cuaresma, qtfé encargos ha recí-
bido y cuáles cumplido, libros que posee y «cuáles han sido encuadernadolj
por separado y cuáles juntos, y, finalmente, toda st/ pequena economia de
fraile. Así leemos, por ejemplo, como su cuiíado Bautista le compro doce
ovejas, como pago primero doce florines y luego dos más y veinte boloncsas,
de suerte que eran propiedad suya; ei cufiado Ias tenía consigo participando
en Ia mitad de Ias utilidades, como era costumbre en Montalto. Y así prosigue ei
libro. Se ve como lleva cuenta de sus pequenos ahorros, como van subiendo
poco a poco hasta juntar unos centenares de florines. Se siguen estos detalle»]
con interés y agrado, pues revelan ei mismo sentido administrativo que poco
después mostrara este franciscano en Ia administración dei Estado de ia Igle-j
sia. Su sentido dei ahorro es una cualidad de Ia que se gloria en cada bula

98 Bentívoglio, Memoríe, p. 90. Noa aveva quasí a/cuna partec/patíone neí governo.
97 Gualterius: Tametsi congregationibus aliisque negotia mandarei, iíla tamcn ipse cognc*
cere atque confieere consuevit. Diligentia incredibilis sciendi cognoscendique omitia quae a recto-
ribus tubis, provi-iciarum, populorum omnium, a ceteris magislratibus scdis aposto/icae agcbantllfc
98 Gritti, Relatione. Non ei è chi abbi con lui voto decisivo, quasi ne anche consultivo.
99 Memorie autografe di papa Sisto V.
SIXTO v 213

cuando se presenta Ia ocasión y en muchas inscripciones. En verdad, Papa


nl^uno administro con tanto êxito ni antes ni después de él.
Al ocupar Ia Sede se encontro con Ias cajas exhaustas, y se queja amarga-
mente dei Papa Gregorio que había consumido una buena parte de Io corres-
iBundiente ai pontificado anterior y ai suyo.200 Tenía tan mal concepto de él que
Hiimdó decir misas a su nombre, pues le vió en suefios padeciendo en ei
Purgatório. Las rentas se hallaban empefiadas hasta ei mes de octubre próximo.
Razón de más para procurar llenar las cajas. En esto sobrepujo todas las
Mpcranzas. Cuando su pontificado no contaba más de un afio, en abril de
Í5H6, había reunido ya un millón de escudos de oro, en noviembre de 1587
11 n segundo millón y un tercero en abril de 1588. Esto representa más de cinco
pillones y médio de escudos de plata. Cuando tuvo apifiado ei primer millón,
I" deposito en ei castillo de Sant'Angelo, dedicándolo a Ia Virgen Maria, Ma-
• de Dios y a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. "No solo vigila —dice en
bula— Ia marejada en que a veces oscila Ia navecilla de Pedro, sino tam-
tn las tormentas que amenazan de lejos: ei ódio dei hereje es implacable, ei
tieroso turco, Assur, él azote de Dios, amenaza a los creyentes, y Dios, en
que confia, le indica a veces que tiene que vigilar también de noche Ia Casa
I Padre. Sigue el ejemplo de los patriarcas dei Antiguo Testamento, los cua-
I conservaron siempre una buena cantidad de dinero en el Templo dei Se-
ir." Como es sabido, fijó rigurosamente los casos en que seria permitido ser-
mo de este tesoro. Son los siguientes; para una guerra por Ia conquista de los
tntos Lugares, para una camparia general contra los turcos, en caso de ham-
! o d e peste, en caso de peligro de que se pierda una província dei orbe
tólico, cuando el enemigo ataque el Estado de Ia Iglesia o cuando haya que
conquistar una ciudad que pertenezca a Ia Sede apostólica. Conminándolos
n Ia cólera de Dios Todopoderoso y Ia de los apóstoles Pedro y Pablo, obliga
lus sucesores a que se atengan a los casos prescritos.101
Dejernos por el momento de ocupamos dei valor de estas disposiciones
preguntemos qué médios empleó Sixto para reunir un tesoro tan sorpren-
ite para aquellos tiempos.
No era una aglomeración de puros ingresos; el mismo Sixto ha dicho a
;nudo que Ia Santa Sede no cuenta de estos por más de 200,000 escudos.102
Tampoco hay que atribuído a sus ahorros. Los ha hecho: redujo el gasto
su mesa a seis paoli por dia; suprimió en" Ia corte muchos empleos inútiles;
lujo las tropas; pero no solo poseemos el testimonio dei veneciano Delfino
ru saber que todo esto no disminuyó los gastos de Ia Câmara arriba de
100 Vira e successi dei cardinal di Santaseverina. MS Bibl. Alb. Mentre g/i parlavo dei
Iri;io de'níofiri e di quel degli Armeni, che havevano bisogno di soccorso, mi rispose con qual-
i/teratione, che in castello non vi erano danari e che non vi era entrara, che ii papa passato
mangiato ii ponteficato di Pio V e ii suo, dolendosi acremente dello stato nel quale haveva
(o h sede apostólica.
101 Ad clavum: 21 Apr. 1586. Cocq., rv, rv, 206.
102 Dispaccio Giitti 7 Giugno 1586. El papa censuro a Enrique III por no haber ahorrado
i teniendo 14 millones de ingresos. Con addur 1'esempio di se medesimo nel governo dei pon-
Icnli), che dice non haver di netto piu di 200,000 se. aII'anno, battuti li interessi de'pontefici
•ali e le spese che convien fare.
214 ÉPOCA DE CREGORIO XIII Y SIXTO V

150,000 escudos, sino que ei mismo Sixto calculo una vez los alivios que debía
a Ia Câmara en 146,000 escudos.103
Con todos sus ahorros, los ingresos no pasaron nunca de 450,000 escudos,
según sus propias palabras. Apenas le llegaban para sus construcciones, y mu-
cho menos para su colosal tesaurización.
Ya vimos Ia economia especialísima que se instituyó en este Estado,
aquel aumento de los impuestos y de Ias cargas sin que, por ello, aumentaran
los ingresos netos, aquella variedad de empréstitos valiéndose de Ia venta de|
cargos y de los Monti, aquel creciente gravamen dei Estado por Ias necesidades |
de Ia Iglesia. Se comprenden los efectos enojosos que tenían que acompanar |
a un sistema así, y si tomamos en cuenta Ias alabanzas, tan abundantes, que sei
han dedicado a Sixto V, debemos figuramos que supo acabar con ei mal. Por]
eso sorprende que siguiera sin consideración alguna ei mismísimo ca mino:
consolido en tal forma este gênero de administración financiera que ya no pudo
ser contenido.
Una de sus fuentes más importantes era Ia venta de cargos. En primer[
lugar, subió ei precio de muchos de ellos. Ejemplo: ei cargo de tesorero de laj
Câmara. Hasta entonces había sido enajenado por 15,000 escudos y él Io ven-í
dió a un tal Justiniano por 50,000; habiéndole nombrado cardenal, volvió a
vender ei cargo a un tal Pepoli, por 72,000; cuando este fué hecho también
cardenal, aparto Ia mitad de Ias rentas dei cargo, 5,000 escudos, y Ias asignóa
a un Monti, y, a pesar de esta merma, pudo revender todavia ei cargo pó»
50,000 escudos de oro. En segundo lugar, empezó a vender cargos que antesij
se habían estado concediendo sin más: notarías, fiscalías, puestos de com is a rio
general, de solicitador de Ia Câmara, de abogado de los pobres; a veces en pre*j
cios muy altos, como, por ejemplo, ei de comisario general en 20,000 escudos [
y Ias notarías en 30,000. Por último, creó una gran cantidad de cargos nuevos,]
algunos muy importantes: tesorería de Ia dataria, prefectura de Ias prisionesj
veinticuatro referendariatos, doscientos caballerate, notarías en Ias localidades]
principales dei Estado; estas Ias vendió todas juntas. ,
Le produjo esta gestión una cantidad muy importante: 608,510 escudos
oro y 401,805 escudos plata; un total, pues, de millón y médio de plata;10^
pero pensemos en qué grado no habría crecido ei mal, si ya antes los cargos^
enajenables eran una lacra dei Estado —como sabemos, implicaban una parti-]
cipación en los derechos públicos, en razón dei présfamo, derechos que se
hacían valer con todo rigor contra los obligados a^ pago, sin atender ai cum-
plimiento de Ias funciones—. De aqui vino que se considerara ei cargo como
una posesión que otorgaba derechos y no como una obligación que imponía
deberes.
Además, Sixto aumento extraordinariamente los Monti. En esto excedió
a todos sus antecesores, pues creó três Monti non vacabili y ocho vocabili.
Ya vimos que los Monti se apoyaban siempre en nuevos impuestos. Tam-
103 Dispaccio Badoer 2 Giugno 1589.
104 Cálculo dctallado que se encuentia en un manuscrito sobre Ia hacienda romana durante
ei pontificado de Clemente VII. (Bibl. Barberina, Roma.)
SIXTO v 215

poço Sixto V pudo encontrar otro médio, a pesar de que tal principio le repug-
. linha. En ei consistorio, cuando habló por primera vez a los cardenales de una
Unvcrsión dei tesoro, ei cardenal Farnesio le dijo que su abuelo Paulo III tuvo
liil intención, pero que considero que no seria posible sin aumentar los im-
jinustos y por ello desistió. Sixto le contesto con violência. La insinuación de
• I'•• un Papa anterior había sido más prudente, le indigno. "Eso se debe —re-
ÍUM) —a que en tiempo de Paulo III había unos cuantos grandes derrocha-
lorcs que, gracias a Dios, no hay entre nosotros." Farnesio se sonrojó y calló.1015
fero Ias cosas ocurrieron como él Ias había previsto. En ei afio de 1587 Six-
V ya no se paro en barras. Cargo con nuevos impuestos a ofícios ínfimos;
)Í ejemplo, ei de aquellos que arrastraban con bueyes y caballos Ias barcazas,
irriente arriba dei Tíber, y a artículos de primera necesidad como Ia lena y Ias
Intas de vino. Empeoró Ia moneda y, como se origino un pequeno tráfico de
lucro en cada esquina a consecuencia de ello, aprovechó Ia ocasión para vender
autorizaciones ai efecto.100 Favoreció a Ia Marca, pero perjudicó ei comercio
Ancona con un nuevo derecho dei 2 por ciento sobre Ia importación. La indus-
|a, que apenas empezaba a animarse, le proporcionaba un beneficio indirecto
Io menos.107 Le aconsejaba estas y otras operaciones un judio português ape-
lado López, huído de Portugal por miedo a Ia Inquisición, que gozaba de Ia
>nfianza dei datario y de Ia senora Camilla y que logro ganar también Ia dei
fipa. Después de Ia respuesta que dió a Farnesio ningún cardenal se atrevió
oponérsele. Una vez que se hablaba dei citado impuesto dei vino, dijo Albano
Bérgamo: "Me parece bien todo Io que Su Santidad dispone, pero me pa-
Ccría mejor que no le agradara este impuesto."
Y de esta suerte Sixto logro tantos ingresos nuevos que pudo aceptar de los
\onti un empréstito de três millones y médio de escudos oro, exactamente
|,424,725, con los intereses correspondientes.
Reconozcamos que esta gestión hacendística tiene algo de incomprensible.
Mediante nuevos impuestos y nuevos cargos se grava ai país de manera
luy pesada; los cargos se nutren de emolumentos, cosa que no puede sino
ibar Ia marcha de Ia justicia y de Ia administración; los impuestos recaen
Jbre ei comercio en general y sobre ei comercio ai detalle, y tienen que perju-
|cor su movilidad. {Y para qué sirven los ingresos?
Sumemos Io que los Monti y los cargos han aportado, y tendremos casi Ia
Inia tesaurizada en Sant'Ângelo: cinco millones y médio de escudos, en reali-
10B Memorie de/ ponte/icato di Sixto V. Muíatosi per (anto nel volto mentre Farnese parla-
k, ínto piu tosto che grave gli rispose: Non e maraviglia, Monsignore, che a tempo di vostro
ti non si potesse mettere in opera il disegno di /ar tesoro per Ia chiesa con Tentrate e proventi
iliiuni, perche vi erano di mo/ti e grandi scialaquatori [palabra que gustaba mucho de emplear],
[qtiu// non sono dio grafia a tempi nostri: notando amaramente /a moltitudine di figh' e íigiie e
tpiili d'ogni sorte di questo pontefice. Arrosi a/quanto a quel dire Farnese e tacque.
mu Se obtenía en cambio por un viejo Càiíio, aparte de 10 Ba/occhi, que él había acuflado,
mplcmento de 4 a 6 Quatrin.
107 Un buen ejemplo de su administración (Le sfesse memorie): Ordinò non si vendesse seta
Moita o tessuta in drappi nè iana o panni se non approbati da o/ficiali creati a tal efíetto, nè
riírassero senza /icenza degü stessi: inventione uti/e contro alie íraudi, ma molto piü in pró
illu camera, perche pagandosi i segni e le licenze se n'imborsava gran danaro dal pontefice. Tam-
pndría ser en provecho de Ia industria.
216 ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y SIXTO V

dad un poço más. Todas Ias empresas que han dado fama a este Papa podrí»
haberlas llevado a cabo con ei monto de sus ahorros.
Se comprende que se junten y ahorren los excedentes, y que se emita un
empréstito para cubrir una necesidad dei presente es también Ia regia, pero ei]
algo extraordinário que se tomen empréstitos y se impongan cargas para ence4|
rrar un tesoro en un castillo con vista a necesidades futuras.
Y, sin embargo, esto es Io que ei mundo ha admirado más en ei Papa
Sixto V.
Es cierto que Ias medidas de Gregorio XIII tuvieron algo de odiosas y
violentas y produjeron repercusiones desagradables. Pero, aparte de esto, me
parece que de haber conseguido que Ia caja pública pudiera prescindir de nua*
vos impuestos y empréstitos, hubiera producido un efecto muy beneficioso, y ei
Estado de Ia Iglesia habría conocido un desarrollo mejor.
Pero a Gregorio le falto en sus últimos aríos Ia energia necesaria para Ue-
var adelante su pensamiento.
Energia es Io que no le faltaba a Sixto. Su tesaurización mediante em-
préstitos, venta de cargos y nuevos impuestos, no hacía sino aumentar Ias caw
gas, y ya veremos Ias consecuencias más tarde. Pero que consiguiera Io que con|
siguió, ofusco ai mundo y dió ai Papado un nuevo prestigio momentâneo.
En médio de Estados que en su mayoría padecían por falta de dinero,
los Papas tuvieron una mayor confianza en si mismos con Ia posesión dei tesotCB
y un prestigio extraordinário ante terceros.
En realidad este tipo de administración pública concuerda muy bien con
ei sistema católico de Ia época.
Al concentrar todas Ias fuerzas financieras dei Estado en Ias manos dei
primer jerarca de Ia Iglesia, convierte a éstè en un órgano perfecto dei poder
eclesiástico.
Pues ipara qué otros fines se podia emplear este dinero sino^ara Ia dcfen-
sa y propagación de Ia fe católica? y
Sixto V vivia en médio de proyectos que tendían a es/ meta. A veces, se
referían ai Oriente y a los turcos; más a menudo, ai Occidente y a los protes*
tantes. Entre los dos sistemas, ei católico y ei protestante, estalló una guerra en
Ia que los Papas tuvieron parte muy activa.
En ei libro siguiente nos ocuparemos de ella. Detengámonos todavia un
momento en Roma, que supo ejercer de nuevo su acción sobre ei mundo.
/
ch) Construcciones de Sixto V.—Por tercera vez se nos ofrece Roma,
también exteriormente, como Ia capital de un orbe.
Conocida es Ia magnificência y grandeza de Ia antigua Roma y, a travei
de Ias ruinas y de Ias leyendas, hemos tratado de hacérnosla presente de mil
maneras. También Ia Edad Media merece un esfuerzo parecido. Era magní-
fica aquella Roma, con Ia majestad de sus basílicas, ei culto de sus catacum-
bas, ei patriarcado de los Papas; en ella se conservaban los monumentos de Ia
cristiandad primitiva, ei palácio de los Césares, todavia magnífico, que pcrte-
SIXTO v 217

necia a los reyes germânicos, los castillos que linajes independientes habían
podido mantener en médio de tantas potestades.
Esta Roma medieval había decaído como Ia antigua durante Ia estância de
los Papas en Avignon.
Cuando Eugênio IV volvió a Roma, en ei afio de 1443, estaba convertida
•n un poblacho de pastores y en nada se diferenciaban sus habitantes de los
labradores y pastores dei campo. Hacía tiempo que se habían abandonado Ias co-
linas y se vivia en Ia parte liana, en los meandros dei Tíber; en Ias estrechas
Cnlles no había pavimento alguno, y los balcones y Ias arcadas, que sostenían
I .r..i con casa, Ias ensombredan todavia más. El ganado andaba suelto. Desde
S.in Silvestre hasta Ia Porta dei Popolo todo era tierra cultivada y pântanos
•onde se cazaban patos silvestres. El recuerdo de Ia Antigüedad casi había
desaparecido. El Capitólio era montana para Ias cabras y ei Foro prado para
Itts vacas. Se enredaban Ias más extranas leyendas en los poços monumentos que
Wavfa se mantenían en pie. La Iglesia de San Pedro corria ei peligro de de-
umbarse.
Cuando Nicolás recobro Ia obediência de toda Ia cristiandad, contando
n Ia riqueza aportada por los peregrinos que acudieron ai Jubileo, concibió
idea de adornar a Roma con edifícios tales que quienquiera Ia viera tuviera
iic pensar que se hallaba en Ia capital dei mundo.
Pero no era esta obra de un solo hombre y los Papas han venido colabo-
ndo en ella durante siglos.
No voy a referir ai detalle los esfuerzos de cada uno, que encontramos
méritos en Ias crônicas de su vida. Por sus logros Io mismo que por su con-
ste, Ias dos épocas más importantes son Ia de Júlio II y Ia de Sixto.
Con Júlio II fué renovada por completo Ia ciudad baja en Ia margen dei
Ibcr, hasta donde se había extendido Roma. Despues que Sixto IV hubo uni-
mejor Ias dos partes a ambos lados dei rio mediante aquel sólido y sencillo
ente en ei Travertino que todavia lleva su nombre, se empezó a construir
un lado y otro con ei mayor afán. En ei lado exterior dei rio, Júlio II no se
ntcntó con Ia construeción de Ia basílica de San Pedro, sino que renovo
mbién ei Palácio Vaticano. En Ia hondonada entre Ia construeción vieja y
villa de Inocencio VIII, el Belvedere, coloco Ias Logias, una de Ias obras
tjor pensadas que puede imaginarse. No lejos de allí sus primos, los Riari,
tu tesorero mayor, Agostino Chigi, competían por quién habría de construir
más bella casa. Sin duda que Chigi se llevó Ia palma: construyó Ia Farne-
n, admirable de situación y adornada por el pincel de Rafael. En el lado
terior dei rio debemos a Júlio II Ia terminación de Ia Cancillería, con sus
Wftile de proporciones tan puras, sin duda los pátios más bellos dei mundo
;• cardenales y nobles trataban de imitarle: Farnesio, cuyo palácio se ha ga-
do Ia fama de ser el más perfecto de los palácios romanos por su magnífica
trada; Francisco de Rio, que presumia dei suyo diciendo que se mantendría
pie hasta que Ia tortuga hiciera el recorrido de Ia tierra; los Médicis, cuya
In albergaba todos los tesoros dei arte y de Ia literatura; los Orsini, que ador-
ou también su palácio de Campofiore por dentro y por fuera con estatuas
218 ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y SIXTO V
108
y cuadros. El forastero no siempre dedica Ia atención que merecen a los
monumentos de esta bella época, en que se intento igualar a Ia Antigüedad
en torno a Campofiore y a Ia Plaza Famesina. Emulación, gênio, esplendor,
bienestar general: todo concurria. Como Ia población aumentaba, se construyó
también en ei Campo Marzo, en torno ai mausoleo de Augusto. Todavia se
construyó más con León, pero ya Júlio tuvo ocasión de trazar Ia Lungara ai
otro lado dei rio y, enfrente, en ei lado de acá, Ia Strada Julia. Todavia se ve
Ia inscripción en que los "conservadores" celebran que haya trazado y abierto
caminos nuevos, "adecuados a Ia majestad dei senorío recién adquirido".
La peste y Ia conquista mermaron otra vez 4a población, y Ias agitaciones
bajo Paulo IV infligieron a Ia ciudad nuevos danos; solo después pudo recu-
perarse y creció también su número de habitantes con Ia obediência renovada
dei orbe católico.
Ya Pio IV había pensado en construir en Ias colinas abandonadas. En Ia
Capitolina construyó ei palácio de los "conservadores"; en Ia Viminal Miguel
Ángel erigió sobre los escombros de Ias termas dioclecianas Ia iglesia de SantaJ
Maria degli Angeli; Ia Porta Pia, en ei Quirinal, lleva esculpido su nombre.10*!
También Gregorio XIII edificó en este lugar.
Pero todos estos esfuerzos eran inútiles mientras Ias colinas padecieran de
falta de água.
A esto pone remédio Sixto V. Dentro de Ia ciudad misma, debe su fama
singular entre los Papas a haber hecho frente a esta necesidad, trayendo Ias
águas por colosales acueductos. Lo hizo, como dice, "para que estas colinas, qum
todavia en los tiempos cristianos lucían magníficas basílicas, que gozan de ui»|
aire sano, de una situación preciosa y de un bello panorama, pudieran ser de|
nuevo habitadas". "Por esta razón —aiiade— no nos hemos arredrado poin
dificultad alguna ni por los gastos." Desde un principio dijo a los arquitectotj
que su deseo era fabricar una obra que pudiera ponerse a Ia altura de Ia Roma|
imperial por su magnificência. Desde una distancia de veintidós millas par^
tiendo dei agro Colonna, a pesar de todos los obstáculos, hizo traer Ia Acua\
Martict, en parte bajo tierra y en parte sobre altas arcadas. Con gran contento
pudo ver ei Papa elevarse ei chorro de estas águas en su Vigna y todavia Ias
llevó hasta Susana, en ei Quirinal, y Ias bautizó con su propio nombre, Acua
Felice. Y con no menor complacência hizo esculpir en Ia fuente Ia figura de
Moisés haciendo brotar ei água de Ias penas.110
Para ei barrio y para toda Ia ciudad Ia obra fué muy beneficiosa. La Acua
Felice pródiga en veinticuatro horas 20,537 metros cúbicos de água y alimen-
ta veintisiete fuentes.
Así se comenzó a construir de nuevo en Ias alturas. Sixto V animo a ello
108 OpuscuJum de minbilibus novae et vetais urbis Romae editum a Francisco Aibertino J
'515, principalmente en Ia segunda parte de este, de nova urbe.
100 Luigi Contarini, Antichità di Roma, p. 76, elogia sobre todo los esfuerzos de Pio IV,
S'eg/i viveva ancora -f anni, Roma sarcbbe d'edi/i'cii un a/tra Roma.
HO De Tasso poscemos "Stanze all'acqua felice di Roma" (Rime, n, 311). Allf describe como
ei água corre ai principio en oscura via y luego asciende alegremente hacia Ia luz dei sol, para VW
a Roma tal como Ia vió Augusto.
SIXTO v 219
con privilégios especiales. Allanó ei suelo en Trinitá de'Monti y puso los ci-
micntos para Ia escalera de Ia Plaza de Espafia, que constituye Ia comunica-
ción más próxima entre Ia ciudad baja y esta altura.111 Aqui construyó Ia Via
Yvlice y ei Bordo Felice, y abrió Ias calles que hoy todavia conducen por todas
partes a Santa Maria Maggiore. Su intención era unir todas Ias basílicas con
• --I.I mediante anchas y grandes vias. Los poetas cantan que Roma parece du-
plicar su población y busca sus viejos albergues.
Pero no solo por ei hecho de construir en Ias alturas se diferencia Sixto V
di* los Papas anteriores. Tuvo también proyectos muy contrários a los de otros
[Papas.
Con una espécie de fervor religioso se contemplaban en ei tiempo de
Lión X Ias minas de Ia vieja Roma, pues en ellas se entraba en contacto con
_U chispa divina dei espiritu de Ia Antigüedad. Aquel Papa penso sobre todo
«•li Ia conservacíón "de aquello que todavia quedaba de Ia vieja madre de Ia
ima y Ia grandeza de Itália".112
Sixto V estaba muy lejos de pensar así. Este franciscano no tenía sentido
mo de Ja belleza de hs minas anúguas. El Septizonio de Severo, obra ma-
ivillosa que se había conservado a despecho de todas Ias vicisitudes de los
impôs, tampoco halló gracia ante él. Lo derribó y algunas columnas Ias llevó
San Pedro.113 Era tan animoso para Ia destmcción como afanoso en Ia cons-
jcción. Todo ei mundo temia que Ia destmcción no encontrara limites. El
Irdenal Santa Severina cuenta que le pareceria increíble de no haberlo vivido
mismo. "Pues se vió que ei Papa se inclinaba a Ia destmcción completa de
antigüedades romanas y, un dia, un grupo de nobles romanos vinieron
virle y le rogaron que hiciera lo que estuviera en su mano para apartar a Su
itidad de ideas tan extravagantes." Se dirigieron a este cardenal, que en-
íces llevaba Ia fama de ser ei más fanático. El cardenal Colonna se puso
su parte. La respuesta dei Papa fué que, entre Ias antigüedades, queria
Cubar con ias odiosas, pero que ei resto, si lo necesitaba, lo restauraria. jHay
Mi imagínarse qué es lo que a él le pareceria odioso! Tenía ei propósito de
111 Gualterius: Ut viam a fiequentioribus urbis locis per Pineium collem ad Exqui/ias com-
IIIKIII srruerct, Princium ipsuin coJIein ante sanctissimae Trinitatis tcinplum hiimi/iorem fecit et
|l|«nlis rhedisque peivium reddidit sca/asque ad feniplum i/Jud ab utroquc poitae Jatere commo-
prrpiilcrasque ad modum extruxit, e quibus /ucundissímus in totam urbem prospectus est.
11- Pasajes dei conocido escrito de Castiglionc a León X: Lettere di Castiglione Padova
w9o, p. 149. Sin embargo, no puedo encontrar en esta' carta nada sobre un plan de exeavaeio-
T|l kistcmáticas de Ia ciudad vieja. Me parece evidente que constituye un prólogo para una
Hcrípcion de Roma con un plano: constantemente se refiere a esta descripeión y a este plano:
niiy probablc que ei prólogo estuviera destinado a un trabajo de Rafael. Esto resulta claro
I lodo de Ias expresiones concordantes dcl conocido cpigraina sobre Ia muerte de Rafael, y
Inín de esta carta. Por ejemplo, vedendo quasi il cadavero di quelía nobi) pátria cosi mísera-
Itnlr lacerato y urbis Jacerinn ferro igni annisque cadáver Ad vitam revocas. Esto significa
(liulilcuicntc una rcconstrucción, pero solo cn idea, en descripeión. Esta opinión no invalida
i lu cscncial los puntos de vista expresados hasta ahora, sino que los determina más estrecha-
•nlc. Podemos suponer que ei trabajo ai que Rafael se dedico en los últimos aiíos de su vida,
mkt bastante avanzado. Es posiblc que los documentos y ei plano hayan llegado a Fulvius, que
•Vil probablemcntc gran participación en los trabajos de investigación.
n ; i Gualterius: Praecipue Severi Septizonü, quod incredibüi Romanorum dolore dcmolien-
|in curavií, coíumnis marmoribusque usus est, passimque per urbem cavcae videbaniur unde
W9I omnis gencris effodiebantur.
220 ÉPOCA DE GREGOBIO XIU Y SIXTO V

denibar por completo ei sepulcro de Cecília Metella, que era ei único resto
importante de Ia época republicana y, por Io demás, admirable. No sabemos
cuánio ha desaparecido bajo su ceio demoledor.
Apenas si podia tolerar que siguieran en ei Vaticano ei Laoconte y ei
Apoio de Belvedere. Tampoco le agradaban Ias antiguas estatuas con que los
ciudadanos romanos habían adornado ei Capitólio. Llegó a decir que derribarí*
todo ei Capitólio si no se alejaba aquellas estatuas. Había un Júpiter Tonanttf
entre Minerva y Apoio. Apoio y Júpiter tuvieron que ser trasladados, pues no
aguantaba más que Ia Minerva. Sixto queria que esta Minerva representara^
a Roma, pero Ia cristiana. Le quito Ia lanza y le puso una enorme cruz en Ia
mano.114
Con este sentido fué restaurando Ias columnas de Trajano y de Anto-
nino. Saco de Ia prímera Ia uma que, según se decía, contenía Ias cenizaá
dei emperador. Dedico una de Ias columnas a San Pedro y Ia otra a San Pa-
blo, cuyas estatuas se enfrentan en Io alto, por encima de Ias casas de los
hombres, desde entonces. Creía así labrar un triunfo a Ia fe cristiana sobre ei
paganismo.115
Tenía tanto empeiio en montar ei obelisco de San Pedro porque "deseaba
ver sometidos a Ia cruz los monumentos de Ia gentilidad en aquellos mismo»
lugares en que otra vez los cristianos sufrieron muerte en Ia cruz".116
Fué en verdad una magnífica empresa, pero Ia llevó a ejecución con su
peculiar manera: una mezcla muy particular de violência, grandeza, pomptf|
y fanatismo.
El construetor, Dominico Fontana, que había prosperado desde simple
albanil bajo su protección, fué amenazado con castigos si Ia empresa no salíaj
bien y se danaba ei obelisco.
La tarea era difícil. Primero había que arrancado de su planta, en ia sa-
cristía de Ia vieja iglesia de San Pedro, reclinarlo sobre ei suelo, trasladado ftf
nuevo emplazamiento y volverlo a empinar.
Se comenzó Ia obra con Ia idea de hacer algo cuva fama quedara pata
siempre. Los novecientos trabajadores empezaron oyendo misa, confesando y1!
comulgando. Entraron en ei lugar dispuesto para ei trabajo, que estaba rodea-
do por una cerca. El maestro se sento a cierta altura. El obelisco se hallabaj
revestido de esteras y tablones, sujetos por argollas de hierro. Treinta y cinco
malacates estaban .dispuestos para poner en movimiento ej enorme aparato, qual
habría que elevar luego con unas poderosas cuerdas, de cáfiamo. De cada uno
tiraban dos caballos y diez hombres. Una trompeta dió Ia serial. El primei
tirón dió excelente resultado y ei obelisco se elevo sobre su base, en Ia quA
venía descansando desde hacía mil quinientos anos; con ei segundo tirón había
114 Un pasaje de Ia Vita Sixti V ipsius manu emendara, reproducido en )a descripeión de
Roma, i, p. 702, de Bunsen.
115 Así Io considera, entre otros, J. P. Maffei, Hisforiarum ab excessu Gregoríi XÍIÍ, lib. V
p. 5.
118 Vita Sixti V i. m. e.: ut ubi grassatum oi/m suppliciis in Christianos et passim tixao
ciuces, in quam innoxia nario sublata reterr/mis cruciatitbuj necaretur, ibi supposita cruci et ill
cnwis versa honorein cuirumque ipsa impietaris monumentü cernerentur.
srrro v 221
subido 2 3 ^ palmos, y fué sujetado en firme. El maestro de obras podia con-
templar como Ia enorme mole, con ei revestimiento de un peso superior a un
irtillón de libras romanas, le obedecia. Se registro con cuidado ei momento, 30
Ir abril de 1586, hacia ias tres de Ia tarde, después de veinte horas. Desde
astillo de Sant'Angelo se dió Ia senal de júbilo y todas Ias campanas de Ia
Jad comenzaron a repicar. Los obreros llevaron en triunfo ai maestro, entre
vidres incesantes, paseándolo en torno a Ia cerca.
Siete dias más tarde se reclinó ei obelisco con no menor habilidad y fué
trasladado sobre rodillòs a su nuevo emplazamiento. Luego de pasados los
ineses de calor se intento enderezarlo.
El Papa escogió para esta hazana ei 10 de septiembre, un miércoles, dia
ue siempre había sido dichoso para él, víspera de Ia exaltación de Ia Santa
E Iruz, en cuyo honor se levantaba ei obelisco. También en este dia los traba-
idores se pusieron a Ia obra encomendándose antes ai Senor, y cayeron de
Inojos ai entrar en ei cercado. Fontana había tomado sus precauciones, no sin
iner en cuenta Ia última erección de un obelisco descrita por Ammiano Mar-
ílino. Pero llevaba Ia ventaja de ciento cuarenta caballos. Se considero como
na suerte que ei cielo estuviera cubierto ese dia. Todo fué a pedir de boca.
Uon tres grandes tirones se movió ei obelisco y una hora antes de Ia puesta
lei sol entraba en su pedestal, a Ia espalda de los cuatro leones de bronce que
•recían sustentado. El júbilo popular fué indescriptible y ei Papa sintió Ia
layor satisfacción, pues llevar a cabo Ia obra había sido deseo de muchos ante-
liores suyos, en muchos escritos se hablaba de ello y él, por fin, había logrado
accrlo. En su diário anota que ha realizado Ia obra más grande y difícil que
•ya imaginado nunca ei espíritu humano. Hizo grabar medallas, recibió poe-
tas alusivas en todos los idiomas y pasó comunicación a Ias potências extran-
fcs.m
Es sorprendente Ia inscripeión en que ei Papa celebra como ha arrebatado
Ke monumento a los emperadores Augusto y Tiberio y Io ha dedicado a Ia
Iruz. Hizo construir una cruz que llevaba dentro un trozo de Ia supuesta ver-
idera cruz de Cristo. Esto pone de manifiesto su mentalidad: los monumen-
^ H i dei paganismo debían servir para Ia exaltación de Ia Cruz.
Se dedico con toda su alma a Ias construeciones que había planeado. Él,
que era un pastor y que había pasado su juventud en ei campo, amaba Ias
ftldades y nada queria saber de vacaciones campestres, pues —decía— su des-
lanso consistia en ver muchos tejados. El mayor placer para él eran sus cons-
Irucciones.
117 Gritti, en los Dispacci dei 3. 10 Maggio, 12 Luglio, 11 Ottobre, trata de esta erección.
\A Vita Sixti V ipsius manu emendata describe bastante bien Ia impresión. Tenuirque universae
Wtltii óculos novae et post 1500 amplius anno relatae rei spectacu/o, cum aut sedibus su/s
tulvim toí/eret molem, uno tempore et duodenis vectibus impulsam et quinis trícenis ergatis
n cqui bini homines deni agebant in sublime datam, aut cum suspensam inde sensim depo-
rf extenderetque humi junetis trabibus afqne ex his ingenri composita fraha quae /acentem
Ittret, aut cum suppositis cy/indris ísunt hae ligneae coJumnae teretes et volubiles) quaternis
I>I: IÍIS protracta paulatim per editum et ad altitudinem basis cui impoiieiida erat excitatum aggerem
Kiir mídique egregíe munitum incederet, denique cum iterum erecta librataque suis reposita
Mbus est.
222 ÉPOCA DB GREGORIO XIII Y SIXTO V

Miles de brazos tenían ocupacíón constante y nínguna dificultad Ie arre-


draba.
La basílica de San Pedro carecia de cúpula y los maestros de obra calcu-
laban diez anos para terminaria. Sixto estaba dispuesto a dar ei dinero, pero
también queria ver ia obra con sus propios ojos. Puso ai trabajo 600 obreros,
sin interrumpirlo de dia ni de noche, y en vein tidos meses toào estaba íisto.
Pero no pudo contemplar Ia colocación dei tejado de plomo.
Su violência no conocía limites en obras de esta envergadura. Los restos
de Ia patriarquía papal en Letrán, nada insignificantes y de extraordinário)
ínterés, restos arqueológicos de Ia dignidad que él mismo revestia, los mando |
allanar también para edificar en su lugar ei Palácio de Letrán, que no eid
necesario, y que ha ganado una fama un poço equívoca como uno de los pri-J
meros ejemplares de Ia regularidad monótona de Ia arquitectura moderna.
La relación que se mantenía con Ia Antigüedad había cambiado por com-
pleto. Antes se trato de competir con ella en belleza y gracia de Ia forma; ahora
en empresas colosales. En ei más pequeno monumento se veneraba antes cl
espíritu antiguo; ahora se pretendia, más bien, borrar sus huellas. Se perseguia
una sola idea ante Ia que palidecian todas Ias demás. La misma que habíffl
ganado predominio en Ia Iglesia y había convertido ai Estado en órgano suyoJ
Esta idea dei catolicismo moderno penetra por todas Ias artérias de Ia vida en
sus direcciones más diversas.
í

3) Cambio de Ia orientación espiritual


Porque no hay que creer que solo ei Papa estuviera poseído por este espíri«|
tu. En todas Ias ramas predomina, a fin de siglo, una dirección opuesta a ia
que marco su principio.
Un rasgo importante es Ia postergación dei estúdio de Ia Antigüedad, que
ai principio fué punto de partida. En esta época tenemos también en Roma a
un Aldus Manutius, nombrado profesor de retórica. Pero/ ni para su griego
ni para su latín se encontraron muchos devotos. A Ia hora de clase se le veiai
pasear ante Ia puerta de Ia universidad con algunos de sus discípulos, los úni>|
cos en los que desperto interés. AI comienzo dei siglo los estúdios de griego
prosperaron de manera increíble. A fines dei mismo no conoce Itália ningúnl
helenista famoso.
Pero no quiero senalar esto como decadência, pues, en cierto aspecto,
se halla en conexión con ei avance dei desarrollo científico.
S.; antes se busco )a ciência àirectamente en hs antiguos, ya no era esío
posible. Por un lado, ei material ha aumentado enormemente. Veamos si no.
Ia cantidad inusitada de conocimientos de historia natural que, por ejemplo,
pudo acumular un Ulises Aldrovandi a través de los esfuerzos de su largi
vida y de todos sus viajes, y comparémosla con Ia de cualquier antiguo. Intento
hacer una obra completa en su museo y cuando le faltaba ei modelo natuií
Io sustituía por una copia; cada pieza contaba con su descripción detallada,]
Los conocimientos geográficos excedían a los de los antiguos en términoi
CAMBIO DE LA OMENTACION ESPIRITUAL 223

Increíbles. Por otro lado, se desarrolla una investigación a fondo. Los matemá-
ticos trataron ai principio de llenar Ias lagunas dejadas por los antiguos. Así,
por ejemplo, Commandin creía que Arquímedes había leído o quizá concebido
•Igo sobre ei centro de gravedad, que estaba perdido. Esto fué motivo para
Investigar Ia matéria misma. La ocasión condujo mucho más lejos v ei mismo
contacto con los antiguos servia para emanciparse de ellos. Se hicieron descu-
brimientos que perforaban ei horizonte de los antiguos y abrían nuevos cami-
nos a futuras investigaciones.
Preferentemente se dedicaron con ceio inusitado ai conocimiento de Ia na-
turaleza. Se vacilaba todavia entre Ia aceptación dei mistério de Ias cosas y Ia
Investigación osada y explicativa de los fenômenos. Pero Ia dirección científica
•alio triunfante ai fin. Se había hecho ya un intento de clasificar racional-
uirnte ei reino vegetal y en Padua vivia un profesor a quien se denominaba
Colón dei cuerpo humano. Por todos lados se intentaba ir más lejos. La
Itncia no se hallaba encerrada ya en Ia obra de los antiguos.
Si no me equivoco, Ia consecuencia natural tenía que ser que ei estúdio
I Ia Antigüedad, para ei que Ia dedicación no podia ser tan plena en virtud dei
)jeto, no ejerciera Ia acción que antes ni en cuanto a Ia forma.
En Ias obras de los estudiosos se perseguia Ia acumulación de material,
princípios de siglo, Cortesius, a pesar de Ia ingratitud dei tema, había trans-
itido Io esencial de Ia filosofia escolástica en unas obras clásicas elegante-
ente escritas y llenas degrada y donaire. Ahora, un Natai Conte expone un
unto, ei mitológico, que hubiera permitido su manejo esplêndido, en unos
llúmenes indigestos. Este autor escribe también una historia y ias sentencias
in que adorna su libro Ias deriva casi siempre de los antiguos, citando ei
liaje, pero le falta todo sentido para una exposición jugosa. A los contempo-
Ineos les parecia bastante con amontonar en masa ei matéria] de hechos. Se
jcde decir que una obra como los Anales de Baronius, despojada de toda
rma —está escrita en latín, pero sin huella alguna de elegância ni en Ia más
lignificante expresión— hubiera sido inconcebible a princípios de siglo.
Al mismo tiempo que en los esfuerzos científicos y, todavia más, en Ia
•na y en Ia exposición, se abandona ei camino de los antiguos, en Ia vida
i Ias naciones se producen câmbios que ejercen una influencia incalculable
i todos los empenos literários y artísticos.
La Itália republicana, entregada a si misma, y en cuyas circunstancias
«uliares se basaron los progresos anteriores y ei espiritu que los animo, se
linde ahora. Desaparece Ia libertad e ingenuidad de Ias reunion.es de Ias
(ntcs de espiritu. Recuérdese que se íntroducen los títulos. Ya fiacía ei afio
) 1520 algunos ven con disgusto que todo ei mundo quiere hacerse llamar
Iflor y se atribuye esto a Ia influencia espanola. Hacia ei ano de 1550, ciertas
•nadas fórmulas honoríficas desplazan ia sencillez de cartas y conversaciones.
i fines de siglo los títulos de marquês y duque están de moda v todo ei mundo
busca; todos quieien sei "Su Excelência". Podría pensarse que no era cosa
mucha importância, pero téngase presente que si todavia hoy esta institución
icuada sigue siendo eficaz, como no habría de serio en ei momento en que
224 ÉPOCA DE GREGORIO XIH Y SIXTO V

surgió. Pero en todos los aspectos Ias relaciones son más rigurosas, fijas y cerra-
das. Se acabo para siempre Ia alegre despreocupación primera y ei caracter
directo de Ias frecuentaciones.
Resida Ia causa donde quiera, sea un cambio que tenga sus raíccs en Ia
naturaleza dei alma, ei caso es que en todas Ias aportaciones que asoman ya a
mediados dei siglo, respira otro espíritu y Ia sociedad, tal como vive y cii
esencia es, presenta otras necesidades.
De todos los fenômenos que seflalan este cambio quizás ei más caraetfl
rístico sea Ia elaboración a que somete Bemi ai Orlando enamorado, de Be-
yardo. Es Ia misma obra y, sin embargo, es completamente diferente. Ha de*
aparecido todo ei encanto y Ia frescura dei poema original. Si nos fijamos un
poço nos daremos cuenta de que ei autor ha puesto por todas partes, en lugar
de Io individual, Io universal; en lugar de ia expresión despreocupada de una
naturaleza bella y viva, una espécie de decoro social tal y como Io reclamar»
por entonces —y Io reclamará más tarde— ei mundo italiano.118 Acerto dei
todo y su obra fué recibida con ei aplauso general, de suerte que Ia rcelabo-
ración desplazó ai poema original. jCon cuánta rapidez había tenido lugar ti
cambio! No habían transcurrido todavia cincuenta afios desde Ia primem
edición.
En Ia mayoría de ias aportaciones de Ia época podremos notar este cambio |
fundamental de tono, esta vena por donde circula otra sangre, otro espíritu. I
No es precisamente Ia falta de talento Io que hace tan insípidos y aburri*
dos los grandes poemas de Alamanni y de Bernardo Tasso, por Io menos ei da|
este último. Es que su concepción es fria. Siguiendo los deseos de un pública
no muy virtuoso en verdad, pero si grave por Io menos, escogieron héroei
intachables: Bernardo ei Amadís, dei que dice el joven Tasso: "Dante hubiera
retirado el juicio reprobatorio sobre Ias novelas de caballería de haber conocido|
el Amadís de Gaula o de Grécia, pues tan llena se halla esta^figura de nobleza y |
caracter." Alamanni reelaboró Giron le courtays, espejo de todas Ias virtudeíl
caballerescas. Su propósito expreso consiste en mostra/ a Ia juventud con ese
ejemplo como se resisten el hambre y Ia vigília, ei frio y el calor, como se
manejan Ias armas y como se hace justicia a todo el mundo y se le muesttd
piedad, y como es menester perdonar a los enemigos. Como con esta intenciótt
didáctico-moral proceden a Ia manera de Berni y sustraen a Ia fábula delibe-
radamente su base poética, sus elaboraciones resultan demasiado profusas y|
muy secas. ^
Parece como si Ia nación hubiera consumido el caudal de representacio-
nes poéticas que le había suministrado su pasado, Ias ideas que le venían de Ia
Edad Media, y ni siquiera Ias entendia ya. Buscaba algo nuevo, pero ni los
gênios creadores querían presentarse ni Ia vida ofrecía material fresco. La
prosa —significativa por naturaleza— sigue siendo espiritual, cáüda, flexiblej
y graciosa hasta mediados de siglo.
Lo mismo que a Ia poesia le ocurre ai arte. Perdió aquel entusiasmo que
en un tiempo le habían insuflado los temas religiosos y, poço después, tambiéaj
118 Trato de explicar esto más detalladamente en Ia memória acadêmica citada arriba.
CAMBIO DE LA ORIENTACION ESPIRITUAL 225

profanos. Solo los venecianos parecían conservar algo. A partir de Rafael


iiicn todos sus discípulos, con excepción de uno solo. Al copiarle, se pierden
lu bclleza fabricada, en Ias actitudes teatrales, en Ia gracia afectada, y sus
Ms nos revelan ei estado de ânimo frio y prosaico con que han sido proyec-
|i. Los discípulos de Miguel Ángel tampoco hicieron cosa mejor. El arte
biu perdido Ia brújula y había abandonado Ias ideas que antes procuro
íirnar en bellas formas, conservando tan solo Ias exterioridades dei método.
En estas circunstancias, alejados ya de Ia Antigüedad, sin deseo de imitar
formas y sustraídos a su ciência —ai mismo tíempo ei arte y Ia literatura
^eftan Ia vieja poesia nacional y Ia representación religiosa—, se produce Ia
vn restauración de Ia Iglesia, que se apodera de los ânimos, con su voluntad
B ella, y produce un cambio total en ei mundo literário y artístico.
IVro, si no me equivoco, Ia Iglesia ejerció una acción muy diferente sobre
Ciência que sobre ei arte.
La filosofia y Ia ciência en general volvieron a vivir una época importan-
I Después que había sido restaurado ei autêntico Aristóteles, en filosofia, como
'irió en otros tiempos, comienzan a alejarse de él y se avanza hacia una expli-
"ón libre de los problemas últimos. Es natural que Ia Iglesia no fomentara
tendência. Ella fijaba los princípios supremos en forma que no cabia discu-
ti. Pero si los partidários de Aristóteles habían profesado a menudo opiniones
lícristianas, naturalistas, algo semejante era de temer de sus adversários. Como
* uno de ellos, pretendían comparar los dogmas tradicionales con Ia escritura
léntica de Dios, ei mundo y Ia naturaleza de Ias cosas. Empresa cuyo resulta-
iio se podia prever y en Ia cual se podría tropezar con descubrimientos o
errores de peligroso contenido y que, por Io mismo, Ia Iglesia impidió.
nque Telesio no pasó de Ia física, permaneció toda su vida en su pátria chica;
impanella vivió como fugitivo y conoció ei tormento; ei más profundo de
os, Giordano Bruno, verdadero filósofo, después de muchas persecuciones
I M is odiseas, fué tomado a cuenta por Ia Inquisición porque, según se dice
il proceso, "no solo como hereje sino como heresiarca ha escrito algunas cosas
Tintes a Ia religión que no son nada decentes".119 Llevado a Roma, se le

li» En un manuscrito vcneciano que se encuentra en ei arcliivo de Viena bajo Ia rubrica


iiiii.i V.spositioni 1592 28 Sctt., se halla ei original dcl protocolo sobre Ia entrega de Giordano
llli". Ante ei colégio aparcecn cl vicario de los patriarcas, ei padre inquisidor y ei asistente de
c|nriciun, Tomás Morosini. El vicario expone: li giorni passati esser stato ritenuto e tuttavia
lnviirvi neile prigioni di questa città depurate ai servido dei santa ufíicio Ciordano Bruno da
Ma, imputato non solo di herético, ma anco di heresiarca, havendo composto diversi íibri nei quali
Khnido assai Ia regina d'ínghilterra et altri principi heretici scriveva alcune cose cor.cernenti il
fticular delia religione che non convenivano sebene egíi parlava filosoíicamentc, e che costui era
pltuta, essendo stato primo Frate domenicano, che era vissuto molfanni in Ginevra et Inghií-
fu c che in Napoli et altri luoghi era stato inquisto delia medesima impntatione: e che essendosi
puta a Roma Ia prigionia di costui, Io «limo. Santa Severina supremo inquisitore haveva scritto
il.ilu ordine che fusse inviato a Roma —con prima sicura ocasione. Ahora ha llegado tal ocasión.
I reciben Ia contestación en seguida. Después de Ia comida aparece de nuevo ei Padre Inquisidor
|w urge muclio, ya que Ia barca está para salir. Pero los savj contestaram che essendo Ia cosa di
talento e consideratione e le oecupatione di questo stato molte e gravi non si haveva per alhora
luto fare risolutione. Así que Ia barca hubo de salir esta vez sin ei prisionero. No he podido
imtrar un documento que pruebe que fueron negociaciones posteriores Ias que motivaron su
•dera entrega.
226 ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y SIXTO V

condeno a ser quemado vivo. ^Quién se hubiera sentido en esta atmosfera con
fuerzas suficientes para seguir Ia libre inspiración de su alma? De los innova- I
dores de este siglo solo uno, Francesco Patrizi, obtuvo grada en Roma. También
había atacado a Aristóteles, pero solo en ei sentido de que sus princípios eran I
contrários a los de Ia Iglesia y ai cristianismo. En oposición con ei pensai I
aristotélico, trato de encontrar una autêntica tradición filosófica, a partir dei I
supuesto Hermes Trimegisto, en Ia que pretendia encontrar una explicaciónl
más dará dei mistério de Ia Santísima Trinidad que Ia que ofrecían los escritos
de Moisés; trato de renovar esta tradición filosófica y reemplazar con ella Ia j
aristotélica. En todas Ias dedicatórias de sus obras hablaba de su propósito, d a l
Ia utilidad y hasta de Ia necesidad de ponerlo en práctica. Es un espíritu sin«l
guiar, no carente de sentido crítico, pero solo para aquello que rechaza y no
para Io que acepta. Fué atraído a Roma y ganó gran prestigio en razón d a l
aquellas características de su trabajo que favorecían a Ia Iglesia, pero no p o r l
Ia acción de este, que fué pequena.
Por entonccs los estúdios filosóficos andaban mczclados con Ias invesê^B
gaciones físicas y de historia natural. Todo ei sistema de ideas estaba puestol
en cuestión. Los italianos de esta época están poseídos por una gran pasióml
buscar, penetrar, adivinar osadamente. iQuién podría decir a donde hubieranl
Ilegado? Pero Ia Iglesia les marco una raya que no tenían que pasar. Y jay de I
aquel que no obedeciera!
Si Ia restauración dei catolicismo ejerció un efecto inhibidor sobre | H
ciência, indudablemente con ei arte y Ia poesia ei efecto fué contrario. l ^ H
faltaba un contenído, un tema vivo, y Ia Iglesia se Io dió.
En cl ejemplo de Torcuato Tasso vemos en que grado Ia renovación de 1|^H
religión se apoderó de los ânimos. Su padre había buscado ya un héroe moral* I
mente intachable, pero él dió un paso adelante. Otro poeta de Ia misma é p o ^ H
escogió Ias Cruzadas como tema, "porque es mejor tratar ^ristianamcntr un
argumento verdadero que buscar un poço de gloria cristiana en uno fanj^H
seado", y Io mismo hizo Torcuato Tasso, que no DUSCÓ a/su héroe en Ia fábula, I
sino en Ia historia, y un héroe cristiano. Godofredo es más que Eneas: cofl^H
un santo, está fatigado dei mundo y de Ia gloria pasajera. La obra hubia^H
resultado muy prosaica si ei poeta se hubiera contentado con presentarnos cl
personaje, pero Tasso manejo, ai mismo tiempo, ei aspecto sentimental y fe(
voroso de ia religión, lo que entona muy bien con ei mundo feérico, cuyoi I
abigarrados hilos entreveró en su trama. El poema, es en ocasiones un poço I
largo y tampoco Ia expresión está conseguida en todo él; pero resulta Ileno da
fantasia y de sentimiento, de sentido nacional, de verdad honda, cualidades I
todas con Ias que Tasso se ha ganado Ia simpatia y Ia admiración de sus nacio*l
nales, conservándolas hasta hoy. Pero jqué contraste con Ariosto! La poesia s a l
había apartado antes de Ia Iglesia, pero Ia rejuvenecida religión había vuelto á I
someterla.
No lejos de Ferrara, donde Tasso concibió su poema, en Bolonia. se p t f ^ |
duce poço después Ia escuela de los Caracci, que significo un cambio total I
en Ia pintura.
CAMBIO DE LA ORIENTACIC-N ESPIRITUAL 227

Si preguntamos en qué consistió este cambio oiremos hablar de los estú-


dios anatômicos de Ia academia de Bolonia, de su imitación ecléctica, de Ia
••biduría de sus maneras artísticas. Ciertamente es un gran mérito ese ceio con
|qur trata de acercarse a su manera a los fenômenos de Ia naturaleza. Pero no
menos importantes me parecen los temas que escogieron y en qué forma los
pataron.
Ludovico Caracci se ocupa mucho dei Cristo ideal. No siempre, pero si
veces, como en ei caso de Ia Vocación de Mateo, consiguió representar ai
"mbre dulce y grave, lleno de verdad y de calor, de gracia y majestad, en
rma que ha sido tan imitada. Caracteriza su manera de sentir Ia forma
que procede cuando imita. Sin duda tiene presente Ia Transfiguración, de
ífael, pero ai utilizar sus motivos aiiade uno de su cosecha: hace que Cristo
teve su mano doctoral hacia Moisés.
La obra maestra de Agustín Caracci es ei San jerónimo, un anciano
"óximo a morir, que no puede moverse ya y que busca con ei último aliento
Sagrada Forma que se le ofrece.
De Aníbal Caracci podemos decir que repite en sus obras más famosas ei
to ideal de Ludovico, pero en otro plano. En ei Ecce Homo de Ia Villa
hese, vemos ai Cristo en pasión, con fuertes sombras, piei transparente y
ágrimas. Admirable y vigorosamente juvenil hasta en Ia misma frialdad
Ia muerte, se nos presenta en Ia Pieíà, una obra en que ei triste suceso es
tido y expresado de manera nueva.
Aunque estos maestros trataron también temas profanos, dedicaron especial
lención, como vemos, a los religiosos; en este caso no es solo ei mérito exte-
TOr Io que les hace valer, sino que, penetrados vivamente de su tema, este
onifica ya algo para ellos.
Precisamente es esta tendência Ia que diferencia a Ias escuelas. Aquel
kall.izgo de Agustín en su representación de San Jerónimo es trabajado por
Bomenichino con tan feliz aplicación que llega quizá a superar ai maestro
m\ Ia diversidad dei conjunto y en Io perfecto de Ia expresión. Pero también su
[0 personal va en Ia misma dirección. Me parece magnífica su cabeza
He San Nilus, mezcla de dolor y meditación; sus profetisas se nos presentan
Brnas de juventud, de inocência y de hondura. Su gusto era mezclar, contra-
fconrr Ia delicia dei cielo con Ia tortura de Ia tierra, como en ei caso de Ia Mado-
• dei Rosário, Ia madre celestial, llena de gracia, con ei hombre menesteroso.
Guido Reni acierta también con este contraste en algunos momentos, por
Ijnnplo, cuando pone frente a Ia Virgen resplandeciente de eterna hermosu-
t<i, santos que son demacrados monjes. Guido tiene nervio y concepción propia.
li Judith es magnífica, llena de los sentimientos de victoria y de reconoci-
Icnto a Ia ayuda dei cielo. ^Quién no conoce sus Madonas encantadoras y
sta un poço vaporosasí También para sus santos creó un ideal sentimental
fervoroso.
Pero todavia no hemos caracterizado Ia peculiaridad entera de esta direc-
n. Ofrece otro aspecto menos atractivo. Los hallazgos de estos pintores pa-
cn a veces algo extranos. El hermoso grupo de Ia Sagrada Família, por ejem-
228 ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y SKTO V

pio, es representado una vez con San Juan, que besa ei pie dei Nifio Jesus, o
aparecen los apóstoles para presentar sus condolências a ia Virgen y esta
parece que se prepara a enjugarse Ias lágrimas. Muy a menudo se present»
Io horrible sin piedad ninguna. En Ia Santa Inés dei Domenichino vemos sal-'
tar Ia sangre bajo Ia espada; Guido pinta Ia matanza de Herodes en todo su
horror; Ias mujeres abren sus bocas para gritar, los centuriones despedazan a Ias'
criaturas.
Se es otra vez religioso, pero con una gran diferencia. Antes Ia represen-
tación era ingenuamente sensual y ahora tiene algo de barroca y violenta muyi
a menudo.
Nadíe se negará a reconocer ei talento dei Guercino. Pero jqué San Juan
ei que vemos en Ia galeria Sciarra! Con anchos brazos nervudos, colosales;
rodillas, sombrio y, sin embargo, entusiasmado, no se podría decír si su entu«j
siasmo es terreno o celestial. Guercino nos presenta a San Pedro mártir en ei
momento en que Ia espada hiende Ia cabeza. Junto a aquel duque de Aquita-
nía revestido por San Bernardo con ei hábito, presenta a otro monje que con»)
vierte a un escudero, y se siente uno como imbuído de un fervor religioso.
No queremos averiguar ahora en qué medida se traspasan Ias fronteras
dei arte con estos procedimientos a veces idealizantes, a veces ásperos y antiij
naturales. Baste Ia observación de que Ia Iglesia se aduenó por completo de Ia
nueva pintura restaurada. La animo con un hálito poético y con los fundaJ
mentos de Ia religión positiva, pero Ia imprimió ai mismo tiempo un caráctea
eclesiástico y dogmático-modemo.
Más fácil le habría de ser esta tarea en Ia arquitectura, que estaba direc-
tamente a su servido. No sé si alguien ha investigado en Ias obras modernas
Ia línea que conduce desde Ia imitación de Ia Antigüedad hasta ei canon en»)
contrado por Barozzi para Ia construeción de Ias iglesias y que se ha conservado
en Roma y en todo ei mundo católico desde entonces. La agilidad y Ia libro)
genialidad con que empezó ei siglo se han convertido también en gravedad,
v
pompa y devota magnificência.
Solo de un arte se podia dudar si habría de someterse o no a los propó-
sitos de Ia Iglesia.
Hacia mediados dei siglo xvi Ia música se había perdido en Ia más alambi-
cada artificiosidad. Cadências sostenidas, proporciones, imitaciones, acrósticos
y fugas hacían Ia gloria dei músico. Ya no importaba ei sentido de Ias pala-J
bras y encontramos toda una serie de misas de aquel tiempo compuestas segúnj
ei tema de conocidas melodias mundanas y Ia voz humana se trataba solo como
instrumento.120
Por Io tanto, nada tiene de extrafio que ei concilio tridentino se opusiera
a Ia introdueción de estas piezas de música en Ias iglesias. Como consecuenciof
de Io tratado en sus sesiones, nombró Pio IV una comisión para que informara^
sobre si se habría o no de permitir Ia música en Ia Iglesia. No se estaba muy
seguro dei sentido de Ia resolución. La Iglesia reclamaba sentido en Ias palabras
i 2 * Giuseppe Baini, Memorie sror/co-crilíche delia vita e dei/e opere di Giovanni P/cr Luigt
dí Palestrina, Roma, 1S28, facilita Ias informaciones que utilicé.
CAMBIO DE LA O R I E N T A C I Ó N ESPIRITUAL 229

y coincidência de Ia expresión musical con Ias mismas; los músicos afirmaban


IIC esto no era posible según Ias leyes de su arte. Estaba en Ia comisión Carlos
Í urromeo y, dado ei sentir riguroso de este jerarca de Ia Iglesia, era muy fácil
1
ei acuerdo fuera algo duro.
Afortunadamente, apareció una vez más en ei momento oportuno ei hom-
lui que hacía falta.
Entre los compositores que había entonces en Roma estaba Pier Luigi
Mestrina.
El riguroso Paulo IV le había expulsado de su capilla porque estaba casa-
lo, y desde entonces vivia retirado y olvidado en una pobre casucha entre los
Inedos de Monte Celio. Era un caracter que no harían doblegar Ias circuns-
liuias precárias. Se dedico a su arte con tal devoción en Ia soledad, que dió
llula libre y original a Ia fuerza creadora que llevaba dentro. Así escribió Ias
Irnentaciones que todos los anos se dejan oír ei Viemes Santo en Ia Capilla
éxtina. Quizá jamás músico alguno ha comprendido con más espíritu ei sentido
jfundo de un texto, su significación simbólica y" su conexión con ei alma y
li Ia religión.
Así, pues, nadie más capaz que él para ensayar si este método podría tam-
Hlén ser aplicado a Ia obra más amplia de su misa. La comisión mando 11a-
Itrle.
Palestrina se dió cuenta de que se trataba de una prueba y que de Ia mis-
ta podia depender Ia vida o Ia muerte de Ia gran música. Se puso a Ia obra con
forzado empeno. Escrita de su mano se ha encontrado Ia frase: "Senor, ilu-
lina mis ojos!"
Los dos primeros ensayos le fallaron hasta que, en momentos felices, fué
miponiendo por fin Ia misa conocida con ei nombre de Misa dei Papa Mar-
ia, con Ia que excedió todas Ias esperanzas. De una melodia sencilla, puede
impararse, sin embargo, por su riqueza con misas anteriores; los coros se sepa-
in y se vuelven a reunir y ei sentido dei texto es expresado de manera insupe-
ible; ei Kyrie es sometimiento, ei Agnus humildad, ei Credo majestad. El Papa
Io IV, ante ei cual fué cantada, estaba entusiasmado. La comparo con Ias
is celestes que ei apóstol Juan pudo haber oído en su éxtasis.
Con este gran ejemplo único Ia cuestión estaba decidida y se abria un
imino por el que han ido apareciendo Ias más bellas y conmovedoras obras,
III para aquellos de otra fe. jQuién podrá escucharlas sin entusiasmarse!
urece como si Ia naturaleza hubiera cobrado tono y voz, como si hablaran
|os elementos y el rumor de Ia vida rezara en libre armonía, ora meciéndose
eoino el mar, ora remontando jubiloso hasta el cielo. Y en este sentimiento
ioi.il el alma es transportada hasta el éxtasis religioso.
El arte que acaso se había separado más de Ia Iglesia fué precisamente el
se le acerco más que ningún otro. Nada más importante para el catolicis-
También él, si no nos equivocamos, había incorporado ai dogma Ia visión
rior y el entusiasmo fervoroso. En los libros más eficaces de contrición y
Hlilicación dan el tono fundamental. Los temas preferidos por Ia pintura y Ia
230 ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y SIXTO V

poesia eran ei sentimiento religioso y ei arrobo. La música representaba ale


más directo, acucioso, irresistible que cualquier otro arte y algo más puro en
reino de Ia expresión ideal. Por eso se apoderó d e los ânimos.

4) La cúria
De este modo todos los elementos de Ia vida y dei espíritu habían sid
transformados por Ia nueva tendência eclesiástica, y Ia corte de Roma, en
que concurrían todos aquéllos, cambio también mucho.
Ya con Paulo IV se empieza a notar. El ejemplo de Pio V fué de gran
efecto y con Gregorio XIII ei cambio saltaba a Ia vista de todos. "Ha supuesto
mucho para Ia Iglesia —dice V. Tiépolo— que vários Papas, uno trás otro r |
hayan llevado una vida irreprochable, pues todos los demás se han hech
mejores o han tomado por Io menos ei aspecto de tales. Los cardenales y lc
prelados oyen misa con frecuencia y evitan todo Io que pudiera ser chocante
en su manera de vivir. Toda Ia ciudad ha abandonado Ia antigua despreociw
pación de costumbres y maneras y es ahora mucho más cristiana que antesj
Se puede afirmar que Roma no está muy lejos de Ia perfeccióri asequible a Ia
naturaleza humana en cuestiones de religión."
N o es que Ia corte se compusiera nada más que de gente beata y gazmo-|
fia, pues se reunían en ella personas destacadas. Es que estas se habían aproJ
piado también en un alto grado de sinceridad aquel sentir eclesiástico de tonoi
extremista.
Observémosla tal como se presenta en Ia época de Sixto V y encontrare-l
mos a no poços cardenales que habían tomado una parte muy activa en los]
asuntos dei mundo. Gallio de Come, que había dirigido ei gobierno en calidadl
de primer ministro durante dos pontificados, y que tenía ei talento de dominar
con docilidad, llamaba ahora Ia atención empleando sus grandes ingresos cn
fundaciones eclesiásticas. Rusticucci, poderoso ya con Pio V, de gran influencia
todavia con Sixto V, varón lleno de agudeza y de bondad, laborioso, era tanto
más cuidadoso e irreprochable en sus costumbres cuanto que había puesto sus
miras en Ia tiara. Salviati, que se hizo famoso por una administración ejemplarj
de Ia ciudad de Bolonia, era irreprochable y sencillo también, y más riguroso
que grave. Santorio, cardenal de Santa Severina, ei hombre de Ia Inquisi-
ción, que gozaba ya desde mucho de una influencia directora en los negócios
eclesiásticos, era obstinado en sus opiniones, rigurosp con sus senadores, duro
con sus parientes y más todavia con los extranos, inabordable. En oposición cal
él, Madruzz, que siguió siempre Ia política de Ia casa de Áustria, tanto Ia
espanola como Ia germânica, era denominado ei Catón dei colégio, pero rrutt
bien en alusión a su sabiduría y a su virtud que no a sus intervenciones (< n
sorias, pues era h modéstia misma. Todavia vivia Sirlet, que era, sin dudã
entre todos los cardenales, ei más sábio y poligloto: una biblioteca ambulantol
—como solía decir Muret— pero que, cuando abandonaba los libros, llamab»
a los muchachos que llevaban en invierno su carga de lena ai mercado para
instruirles en los mistérios de Ia fe y comprarles después Ia carga; era de buen
231
ni.i/ón y de humor afable.121 Ejerció una gran influencia ei ejemplo de Car-
Borromeo, cuyo recuerdo poço a poço se iba convirtiendo en Ia fama dei
•..mi<>. Federico Borromeo era por naturaleza excitable y violento, pero Uevaba
pii.i vida religiosa siguiendo ei ejemplo de su tio, y no se dejó alterar por Ias
I minimizas que le afectaron no raras veces. Agustino Valier es ei que más re-
•Ucrda a Carlos Borromeo. Era un hombre de naturaleza tan noble y pura
Hi.inio extraordinária era su sabiduría, que no seguia más que los dictados de
conciencia y que presentaba Ia figura de un obispo de los primeros siglos
i sus muchos anos.
Siguiendo el ejemplo de los cardenales, se forma ei grupo de los prelados
: les asisten en Ias congregaciones y que están llamados a ocupar algún dia
puestos.
Entre los miembros dei tribunal supremo, los auditores de Ia Rota, desta-
IM i dos de caracteres opuestos: Mantica, que vive entre libros y papeles, sir-
an sus obras jurídicas ai foro y a Ia escuela y acostumbra a expresarse con
^bricdad y sin circunloquios; Arigone, que dedica más tiempo ai mundo, a
corte y a los negócios que a los libros, se distingue por su buen juicio y su
Ixibilidad. Los dos igualmente afanados por conservar fama de irreprocha-
ilcs y piadosos. Entre los obispos de Ia corte se destacan los dedicados a Ias
hinciaturas: Torres, que tuvo una gran parte en Ia conclusión de Ia Liga de
V contra los turcos; Malaspina, que cuido los intereses de Ia Iglesia en
|emania y en el Norte; Bolognetti, a quien se encomendo Ia difícil visita-
linn de Ias iglesias venecianas. Todos habían ascendido por su destreza y ceio
:1 servido de Ia religión.
Un lugar destacado correspondia a los doctos; BeJarmino, profesor, gra-
ii iiini, el primer polemista de Ia Iglesia católica y a quien se atribuye una
fida apostólica; otro jesuita, Maffei, que escribió Ia historia de Ias conquistas
Kinuguesas en Ia índia, especialmente desde el punto de vista de Ia expansión
cristianismo en el Sur y en el Oriente, y también una vida de Loyola
idactada con cuidadosa prolijidad y sopesada elegância; m algunos extran-
ITUS: el alemán Clavius, que aunaba su ciência profunda a una vida pulcra
Btie gozo dei respeto de todos; Muret, francês, el mejor latinista de su épo-
que, después de haber explicado durante mucho tiempo Ias Pandectas en
|na forma original y clásica —era tan ingenioso como elocuente— recibió Ias
Irdcnes ya entrado en anos, se dedico a los estúdios teológicos y dijo misa todos
kk dias; Azpílcueta, canonista espanol, cuyas respuestas eran consideradas como
tiii oráculo en Ia corte y en todo el mundo católico: se habia visto muchas
forces ai Papa Gregorio XIII detenerse durante horas delante de su casa para
•onvcrsar con él; sin embargo, no tuvo a menos prestar los servidos más humil-
pet cn los hospitales.
Entre todas estas personalidades destacadas logro una gran influencia
121 Giaconius, Vitae Paparum, m, p. 978. Se encuentra aqui también Ia inscripción dei se-
Mlcio de Sirleto, cn Ia que se le describe como eruditorum pauperumque patronus. En Cardella,
norie storiche de'cardinali, se hallan tan solo en italiano Ias noticias que Giaconius reunió.
lüü Vita /. P. Maíieji Sciassio auctoie. En Ia edición de Ias obras de Maffei, Bcrg. 1747.
232 ÉPOCA DE GHEGORIO XIII Y SIXTO V

Felipe Neri, fundador de Ia congregación dei Oratório, gran confesor y cura


de almas. Era bondadoso, alegre, severo en Io importante, condescendiente en Io
accesorio. Nunca mando, sino que daba consejos y rogaba. Nunca ensenaba,
sino que conversaba. Estaba dotado de un talento especial, necesario para dars*
cuenta de Ias diferencias entre Ias almas. El Oratório surgió de Ias visitas qu«
se le hacían, de Ia adhesión de ciertos jóvenes que se consideraban discípulos
suyos y que deseaban vivir con él. El más famoso entre ellos es ei analista de Ia
Iglesia, César Baronius. Felipe Neri reconoció su talento y le comprometió a
explicar historia de Ia Iglesia en ei Oratório sin que él mostrara ai principio
mucha inclinación.123 Este trabajo Io prosíguió Baronius durante treinta anos.
Cuando le hicieron cardenal siguió levantándose antes de Ia salida dei sol para
trabajar aquella matéria; comia con sus companeros en Ia misma mesa y toda su(
persona emanaba humildad y entrega a Dios. Lo mismo que en ei Oratório,
siguió manteniendo Ia más estrecha amistad con Taruji, que había ganado
mucha fama como predicador y confesor y daba Ias mismas muestras de temofj
de Dios; su amistad duro hasta Ia muerte y fueron enterrados uno junto a otroJ
Un tercei discípulo de Felipe fué Silvio Antoniano, que mostraba una ten»
dencia literária más libre y se ocupaba de trabajos poéticos. Más tarde, cuand»
un Papa le encomendo Ia redacción de sus breves, ejecutó Ia tarea con Ia rnejoá
gracia literária; se distinguía por Ias más dulces maneras, por su humildad y
afabilidad y por su franca bondad y religión.
Todo lo que en esta corte fué destacándose, en política, administracÜB
estatal, poesia, arte, erudicíón, llevaba ei mismo sello.
jQué gran distancia Ia que le separa de Ia cúria de comienzos dei sigla
en Ia que los cardenales hacen Ia guerra ai Papa, los Papas cinen espada y Ia
corte y Ia vida apartan de si todo lo que les recuerda su misión cristiana! Lm
cardenales llevan ahora, por decirlo así, una vida conventual. El cardenal
Tosco tuvo alguna vez Ias mejores perspectivas, pero no llegó a Papa sin em-
bargo, y ello se debíó sobre todo a que se había acostumbrado a usar unas cuan»|
tas expresiones lombardas que chocaban a Ia gente, fyú de exclusivo y dr
sensible era ei espíritu público.
Pero no ocultemos que, como en Ia literatura y en ei arte, también en l.i
vida se desarrolló un aspecto menos simpático para nuestra sensibilidad. EmJ
piezan de nuevo los milagros, que hacía tiempo no se habían mostrado. En San[
Silvestre una imagen de Ia Virgen empezó a hablar, 4o que impresionó ai
pueblo de tal manera que muy pronto Ia región desjerta alrededor de Ia iglesit
se llenó de edifícios. En Rione de'Monti apareció una imagen milagrosa de li
Virgen en un henar y los habitantes dei lugar consideraron este hecho comO^
muestra tan patente dei favor dei cielo que se resistieron por Ias armas cuando
se trato de llevarla. Sucesos parecidos encontramos en Narni, Todi, San Scve-
rino y se difunden cada vez más por todo ei orbe católico desde ei Estado df
Ia Iglesia. También los Papas celebran cada vez más canonizaciones, abando-
nadas durante tiempo. No había muchos confesores tan cautos como FelijJÍ

J2» Gallonius, Vita Philippi Nerái. Mog. 1602, p. 163.


LA CÚRIA 233

fclrri, se fomentaba una basta religiosidad por Ias obras y Ia idea de Ias cosas
|(lvinas se mezclaba con fantásticas supersticiones.
Así, por Io menos, se podia tener Ia seguridad de que también en Ia masa
I había producido una sumisión completa a Ias prescripciones de Ia religión.
Pero Ia misma naturaleza de Ia corte traía consigo que, junto a los afanes
jligiosos, se agitaran también los mundanos.
La cúria no era solo una institución eclesiástica, pues tenía que gobernar
fe) listado e, indirectamente, una gran parte dei mundo. En Ia medida en que
Iguien participaba de este poder ganaba prestigio, bienes de fortuna, influen-
t.i y todo aquello que suele ser tan solicitado por los hombres. No era posible
lie Ia naturaleza humana hubiera cambiado tanto que se entregara ahora a]
• 0 afán religioso después de su porfía en ei mundo societário y político.
ti|ní le ocurría Io mismo que en Ias demás cortes, solo que con un aspecto
•iiv particular, de conformidad con ei suelo especial sobre ei que florecía.
Entre todas Ias ciudades dei mundo era Roma Ia que por entonces conta-
« prnbablemente con más población flotante. Con León X llega a más de
0,1 )üü almas; bajo Paulo IV, de cuyo rigor huyen todos, baja a 45,000; inme-
latumente después de él, y solo en unos cuantos anos, vuelve a subir a 70,000,
i n Sixto V pasa de 100,000. Pero Io sorprendente es que los verdaderos
jlbitantcs no guardan ninguna proporción con esta cifra. Era más bien una
(Wivivencia larga que una ciudadanía y podia ser comparada con una feria,
9n un congreso, sin permanência ni fijeza, sin los lazos de sangre que atan.
Cuántos venían a Roma porque en su propio país no salían adelantc! Unos
Mn espoleados por Ias heridas de su orgullo y otros empujados por una ambi-
KIII sin limites. Muchos encontraban en Roma Ia mayor libertad y cada cual
pscaba Ia manera de salir adelante y hacer carrera.
La ciudad tampoco tenía unidad, pues los conterrâneos formaban grupos
fcrcntes y se podían observar muy bien Ias diferencias de los caracteres na-
jmies y provincianos. Junto a los lombardos ávidos d e aprender, vemos a los
rnovcscs, que pretenden conseguirlo todo a fuerza de suerte, y a los venecia-
0s, acostumbrados a descubrir los secretos de los demás. El florentino ahorra-
ftr y charlatán; ei habitante de Ia Romana que, con una listeza instintiva,
lliica descuida su propio provecho; ei napolitano, pretencioso y amigo de Ia
fcrcmonia. Los nórdicos se muestran sencillos y tratan de pasario bien, y hasta
I mismo Clavius oyó bromas sobre su doblé desayuno, siempre bien servido;
M franceses se mantenían separados y muy apegados a sus costumbres; con Ia
Mima y Ia capa, los espanoles, llenos de pretensiones y de ambiciosos propósitos,
llraban de arriba abajo a todo ei mundo.
Cada cual encontraba allí algo deseable. Se contaba como se le preguntó
n dia a Juan XXIII que por qué iba a Roma, y él contesto que porque queria
fr Papa, y efectivamente llegó a serio. También Pio V y Sixto V habían Ue-
mlo a Ia máxima dignidad desde Ias capas más humildes. Todo ei mundo
•rcía capaz de todo y ponía sus esperanzas muy alto.
A menudo se observo entonces algo que es perfectamente cierto, a saber:
ut" Ia prelatura y Ia cúria tenían algo de republicanas. En efecto, cada cual
234 ÉPOCA DE GREGORIO XIII Y SIXTO V

podia pretenderlo todo y se podia Uègar a Ias dignidades más altas desde loil
comienzos más humildes. Sin embargo, esta república tenía una constiiución
muy cxtrana y es que ai derecho de todos se enfrentaba ei poder absoluto dl
uno solo, de cuyo arbítrio dependia toda merced y toda promoción. Y ^quiém]
era éstc? Era aquel que salía victorioso en Ias luchas de Ia eleccíón papal mel
diante una combinación imprevisible. Hasta entonces poço importante, recibw
de pronto Ia plenitud dei poder. Tanto menos había de propender a negar su
personalidad cuanto que vivia con ei convencimiento de haber Ilegado a Ia
suprema dignidad por Ia acción dei Espíritu Santo. Por Io general, daba
comienzo a su gestión con un cambio total. Cambian los legados y los gobeg
nadores en Ias províncias. En Ia capital había unos puestos que bencficialxm
siempre a sus familiares. Y aunque también ahora ei nepotismo se halla cond
tenido, cada Papa protege a sus viejas amistades y a sus parientes. La cosa cs
tan natural, que tampoco deja de vivir con ellos. El secretario que sirvió du-
rante largo tiempo ai cardenal Montalto, fué también secretario dcl Papa Six• |
to V. Las gentes dei mismo partido hacian carrera con ellos. En todos los
aspectos, en las esperanzas de Ia gente, en los accesos ai poder y en las d í g n n
dades eclesiásticas y seculares, cada entrada de un nuevo Papa significaba un
cambio completo. "Es como si en una ciudad —dice Commcndone— se des-
plazara ei castillo dei príncipe y todas las calles tuvieran que ordenarse de
nuevo; muchas casas tendrían que ser derruídas, ei camino tendría que atraJ
vesar a veces un palácio y se verían surgir nuevas calles y pasadizos." DescnH
ción bastante certera de Ia violência dcl cambio y de Ia relativa estabilidad de
Ia reorganización inicial.
Es claro que esto tenía que producir una situación muy peculiar.
Este cambio ocurría con relativa frecuencia, pues los Papas cenían M
tiara con mucha más edad que los príncipes Ia corona. A cada momento se
podia producir Ia nueva situación y pasar ei poder a otras manos, de suertd
que se vivia en una espécie de perpetua loteria, con Ia imprevisibilidad da|
esta, pero también con su incesante atizamiento cfé esperanzas.
Salir adelante, ser favorecido en Ia carrera como uno descaba: todo depen-1
dia dei favor personal, y, teniendo en cuenta Ia extraordinária movilidad dei
factor "influjo personal", Ia ambición calculada tenía que adquirir una forma
adecuada y tomar caminos nada comunes.
En nuestra colección de manuscritos tropezamos con toda una serie de
indicaciones acerca de como hay que comportarse en esta corte.-12* Me parece
digno de ser observado como se las maneja cada cual para ei logro de sus am-
biciones. La plasticidad de Ia naturaleza humana es inagotable y, cuanto más
circunscritas las circunstancias, tanto más inesperadas las formas que adopta.
N o todos pueden recorrer ei mismo camino. El que no tiene bienes de for-
tuna habrá de acomodarse a servir. Los príncipes y los cardenales mantiencn
l--f P. c. fnstnitfione a/ signor Cardinal di Mediei, de/ modo come si deve governarc nc/la
corte di Roma.—Avvcrt/meiiti alVillmo. card/na/ Montalto sopra iJ modo co/ qua/e si possa e debbi
ben governarc come cardina/e e nepote dei papa. ín/orm. XII Avvertimenti politici ei níi/issiiiii
per /a corte di Roma: 78 frases muy discutiblcs: Inform. XXV. Lo más importante: Discorso ovef|
ritratto delia corte di Roma di Mr. /(/mo. Coimnendone. Codd. Rang., Viena, XVIII.
LA CÚRIA 235

Invía aquellas reuniones libres de caracter literário. Si uno necesita entrar en


mundo tratará primcro de ganarse ei favor dei amo. Hay que haccr méri-
pcnctrar en sus secretos, ser imprescindible. Se aguanta todo y Ia injusticia
Inda se apura interiormente. Es fácil que, con ei cambio de Papa, se levante
CMrclla de alguien cuyo brillo se extienda hasta sus servidores. La suerte
BC y se va, Ia persona permanece.
()tros procuran un cargo modesto que, desempenado con ceio y activi-
í, puede darles cierto prestigio. Seguramente que aqui, como en cualquier
j Estado y en cualquier otra época, es desagradable tener que pensar pri-
j|0 en ei provecho y después cn ei honor.
I Los ricos están en mejor posición. De los Monti, en los que participan, les
"H todos los meses una renta segura; compran un cargo con que entrar en
|»clatura y, de este modo, no solo se aseguran una existência independiente,
p que pueden desplegar su talento en forma brillante. Al que tiene, a ése
tlc da. En esta corte es doble ventaja poseer algo, porque Ia poscsión recae, en
jmo término, en Ia Câmara, de suerte que ei Papa mismo tiene interés
i|iic ei rico prospere.
i No es tan necesario "pegarse" ai séquito de un grande: un partidismo
Piorado más bien podría danar ei porvenir si Ia suerte no favorece ai senor.
Io que hay que tener mucho cuidado es en no agravíar a nadie. Esta pre-
"ción se extrema hasta los más finos detalles. Se guarda uno, por cjemplo,
mostrar a nadie más honor dei que le pertenece; igualdad de trato con
nus de diferente rango seria desigualdad y podría producir mala impresión.
iiipoco de los ausentes se habla nunca mal, no solo porque, una vez salida
palabra de Ia boca, escapa a nuestro poder y vuela a no sabemos donde, sino
fiiue son los menos los que gustan de u n examinador impertinente. Se hace
uso moderado de los propios conocimientos, cuidando de no abrumar a
(lie. Se evita traer una mala noticia, porque una parte de Ia penosa impre-
n recae sobre ei mensajero. Pero, por otra parte, tampoco hay que callar
masiado, de suerte que se trasluzea Ia intención.
De estas precauciones no se libra ei que prospera, aunque lleguc a car-
n,il; por ei contrario, tiene que extremadas en ei nuevo círculo. {Como se
a revelar que se consideraba a alguien dei Colégio como poço digno para
Riir ai Papado? Ninguno había tan modesto que no pudiera recaer en él Ia
ción.
Lo que más importa ai cardenal es ei favor dei Papa. La fortuna y ei
stigio, Ia buena disposición y servicialidad de los demás, dependen de él. Pero
V que procurárselo con mucho cuidado. Acerca de los intereses personales
Papa se guarda un profundo silencio, pero no se escatima ningún esfuerzo
averiguados y orientarse por ellos. Solo a los sobrinos habrá que alabar
cada momento y hacer encomios d e su fidelidad y talento, porque esto, por
a general, les agrada. Para enterarse de los secretos de Ia família dei Papa
sirve uno de los frailes, que entran más adentro de lo que uno se sospe-
so capa de religión.
Ante Ia eficácia y movilidad de Ias relaciones personales, los embajado-
236 ÉPOCA DE GREGORIO XIJI Y SIXTO V

res se ven obligados a mantener una inspección vigilante. Como un buen pi-
loto, ei embajador percibe por donde sopla ei viento, no escatima dinero para
tener buenas infonnaciones y una buena noticia le puede compensar todos los
gastos si, por ejemplo, le seriala ei momento oportuno para una negociación.l
Si trata de presentar un ruego ai Papa se Ias arreglará para complicar insensi-
blemente algunos intereses de este. Trata, ante todo, de ganar ascendência
sobre sus familiares y de convencerles que de ninguna otra corte podrán espdJ
rar tanto en cuanto a riquezas y duradera grandeza. También trata de asegiM
rarse el favor de los cardenales. A nadie le prometerá ei Papado pcro a muchod
les entretendrá Ias esperanzas. No se entregará a ninguno pero, aun a los do
ânimo adverso, les hará algún favor de vez en cuando. Es como un cazadoi
que muestra Ia carne a sus halcones, pero solo les da a morder poço y cspacia-
damente.
Así viven y se tratan cardenales, embajadores, prelados, príncipes y potafl
tados públicos y privados; muy ceremoniosos, pues Roma es el suelo clásI^H
con mucha oficiosidad y servilismo, peio egoístas de punto a punto, anhelanMfl
siempre de alcanzar algo, de llegar a un puesto, de aventajar a los demás.
Es extrano como Ia pugna por Io que todos desean: el poder, el honH
Ia riqueza, el placer, que en otras partes despíerta enemistades y provoca rifilfl
aqui aparece recubierta por el servilismo. Se halagan Ias pasiones de los ( H
más, de que se tiene conocimiento por uno mismo, para obtener Ia satisfacdH
de Ias propias. La continência está apretada de deseos, y Ia pasión avanM
cautelosa bajo su coraza.
Vimos Ia dignidad, Ia gravedad, Ia religiosidad que prevalecían en Ia a f l
te, y ahora vemos su aspecto mundano: ambición, codícia, hipocresía y astudfl
Si se quisiera cantar una alabanra de Ia corte romana habría que referi^M
ai primer aspecto; si quisiéramos combatida nos limitaríamos ai segundo. Pero,
si nos elevamos a una observación pura y sín prejuicios, encontraremos que
ambos aspectos son igualmente verdaderos y hasta igualmente necesarios, pod
Ia naturaleza de los hombres y por ia situacíón de ias cosas.
El desarrollo histórico que hemos estado considerando hizo valer como
nunca Ia dignidad, Ia limpieza y Ia religión. Constituye el principio que ins-
pira a Ia corte, y su posición en el mundo descansa en él. Como es natural,
tienen que prosperar en primer lugar aquellos cuyo caracter corresponde mejof
a esta exigência; si el sentir público no tuviera esta eficácia^ no solo se contra-
indicaria, sino que acabaria por deshacerse. Pero el hecho de que a Ias cuali-J
dades espirituales se hallen vinculados tan directamente los bienes de Ia for
tuna, constituye el enorme atractivo dei espíritu de este mundo.
No podemos poner en duda Ia autenticidad dei sentir imperante, tal como
a menudo nos lo describen nuestros más atentos y competentes informadorej.
Pero jcuántos que no hacen sino acomodarse para llegar con ia apariencia!
jCuántos otros en los que Ias apetencias puramente mundanas se entretejen
en lo profundo con Ias espirituales!
Ocurre con Ia cúria lo que con Ia literatura y el arte. Parecia que ia Iglfl
sia lo había perdido todo y de su mismo seno habían salido direcciones qu*
237
iluban con ei paganismo. Mediante aquel desarrollo histórico universal ai
r nos hemos referido, ei principio sustantivo de Ia Iglesia se restablece de
ívo, reanima Ias fuerzas de Ia vida y matiza toda Ia existência de otro color,
ué diferencia entre Ariosto y Tasso, entre Júlio Romano y Guercino, entre
|ii|X)nazzo y Patrizi! Entre estas dos generaciones hay toda una gran época,
i-mbargo, tienen también algo de común y los postreros entran en contacto
1 los primeros. También Ia cúria ha reafirmado Ias viejas formas y conser-
|o mucho de su vieja naturaleza. Pero esto no impide que ei espíritu que
nniu ahora sea nuevo. Lo que este espíritu no ha podido transformar por
'nplcto, o asimilárselo por lo menos, lo ha animado con su impulso.
Al considerar Ia mezcla de los diferentes elementos recuerdo un espec-
lo de Ia naturaleza que acaso me sirva para evocaria simbolicamente.
Iin Temi contemplamos ai Nera deslizarse sosegadamente entre bosques
lideras desde ei lejano valle. Por ei otro lado, ei Velin se precipita impe-
nmente entre rocas, hasta derrumbarse en magnífica catarata espumosa e
Ticente; inmeditamente confluye con ei Nera y le comunica su movimiento.
i.nlas y espumosas, con impetuosa velocidad, Ias confundidas águas pro-
jtn su curso.
De igual manera ei nuevo espíritu de Ia Iglesia católica ha prestado nuevo
tu a todos los órganos de Ia literatura y dei arte y de Ia vida misma. La
es ai mismo tiempo devota e inquieta, religiosa y bélica: por un lado
de dignidad, pompa, y ceremonia; por otro, calculadora, con un ânsia
tenible de domínio. Su piedad y sus proyectos ambiciosos, que descansan
Ia idea de una ortodoxia exclusiva, coinciden. Por esto intenta sojuzgar
undo una vez más.
LIBRO QUINTO

LA C O N T R A R R E F O R M A , P R I M E R PERÍODO!
1563-1589

Percatarse de Ia conexión que guardan Ias circunstancias particulares con


generales en Ia historia de una nación o de una potência es una de Ias tar
más difícil cs.
La vida particular se desarrolla según Ias leyes propias, sobre sus p r o p j
fundamentos espirituaies, y se desplaza igual a si misrna a través de Ias é ^ |
cas. Pero de manera incesante se halla también bajo influencias de c a r á c t ^
general que actúan poderosamente en ei curso de su propio desarrollo.
Podemos decir que ei caracter de Ia Europa actual descansa en esta offl
sición. Los Estados, los pueblos, se hallan separados desde siempre pero corm
prendidos en una comunidad indisoluble ai mismo tiempo. No existe ninguni
historia nacional en Ia que Ia historia universal no haya desenjpenado un gral
papel. La sucesión de Ias épocas es tan necesaria en si misma, tan universalme^
te abarcadora, que hasta ei más poderoso Estado no aparece con frecuencia siu
como un miembro de Ia totalidad, asumido y dominado por los destinos de ést.
Quien haya intentado u n a vez representarse Ia historia de un pueblo como u
todo en su conexión interna, quien haya intentado contemplar su transcurM
se habrá dado cuenta de Ias dificultades que surgen de esta situación. En ld
distintos momentos de una vida que se desarrolla también percibimos Ias dift
rentes corrientes de Ia historia universal. f

Pero a veces ocurre cn ei cambio de los tiempos que es una u otra potend
Ia que anima ei movimiento universal y encarna destacadamente su principie
Entonces toma tan activa participaeión en ias acciones dei siglo, y se pone af
conexión tan viva con todas Ias fuerzas dei mundo, que su historia se ensanch
en cierto sentido hasta convertirse en historia universal.
En un momento parecido se nos presenta ei Papado después dei condia
de Trento.
Conmovido en Io más íntimo, resquebrajados los cimientos de su exisffl
cia, tuvo fuerza para reafirmarse y rejuvenecer. En Ias dos penínsulas meridic
238
SITOACIÓN DEL PROTESTANTISMO 239

•les había logrado eliminar todas Ias tendências enemigas, atraído hacia si to-
5* los elementos de Ia vida, y los había impregnado de su espíritu. Ahora
|l ibe ei propósito de sojuzgar de nuevo a los que se le habían apartado. Roma
ronvicrte otra vez en una potência conquistadora; desde Ias siete colinas con-
©c proyectos e inicia empresas Io mismo que en Ia edad antigua y en los siglos
lios.
No conoceríamos mucho de Ia historia dei Papado restaurado si nos mantu-
irnmos en médio de él. Su significación esencial se pone de manifiesto en ia
çlón que ejerce sobre ei mundo.
Comencemos por hacernos presente ei poderio y Ia posición de sus ad-
rios.
1) Situación dei •protestantismo hacia 1563
Ita ei momento de Ias últimas reuniones dei concilio tridentino, Ias opiniones
estantes habían avanzado de manera incontenible al otro lado de los Alpes
los Pirineos, y su sefiorío se extendía ancho y lejano sobre naciones germá-
s, eslavas y románicas.
En los reinos escandinavos se habían afirmado con tanta mayor fuerza cuan-
que su penetración coincidió con Ia fundación de nuevas dinastias y Ia re-
Bnización de todas Ias instituciones dei Estado. Desde un principio fueron
n acogidas, como si guardaran un parentesco secreto con ia manera de ser
ional. El fundador dei luteranismo en Dinamarca, Bogenhagen, apenas si
erta a decir con qué entusiasmo se escuchan los sermones "también los dias
lubor antes dei alba y los dias de fiesta durante todo ei dia".1 El luteranis-
xtiende hasta los últimos confines. De Ias Feroe no se sabe casi como
hicieron protestantes, tan rápido fué ei cambio.- En ei afio de 1552 son ven-
us los últimos representantes dei catolicismo en Islândia; en 1554 se funda
ohispado luterano en Viborg; predicadores evangélicos acompafian a los pre-
tos suecos a Ia lejana Laponia. Gustavo Wasa, en ei afio de 1560, recomien-
con graves palabras en su testamento que sus herederos conscrven Ia doctrina
ngélica en sus descendíentes y no permitan ninguna otra falsa. Se hizo con-
íón para ei trono.3
También al otro lado dei Báltico ei luteranismo había logrado un sefiorío
ipicto, por Io menos entre los habitantes de habla alemana. Prusia ofreció
primer ejemplo de una gran secularización; y cuando fué imitada por Livonia
cl ano de 1561, Ia primera condición para someterse a los polacos fué Ia de
iiicnerse en Ia confesión de Augsburgo. Por su relación con estos países, cuvo
|U'ulo con ei Reich descansaba en ei principio protestante, les fué imposihle
los reyes jagellones oponerse a aquella condición. Las grandes ciudades de
Prusia polaca fueron confirmadas en Ia práctica dei rito luterano mediante
iiuicias especiales de los afios 1557 y 1558. Todavia más expresos eran los
Viícgios conseguidos poço después por las pequefias ciudades, pues estaban
• Relación D. Pomcrani 1559 Sabb. p. visif. en Mueller, Enidecfctem Staafscabinct, 4, p. 365.
í Mucntcr, Kirchengeschichte von Danemark. m, 529.
I Tcsfamentum re/igiosum Gustavi /, en Baaz, Jnventarium ecclcs/ae Sueogqth., p. 282.
240 LA CONTRARRBFORMA DE 1 5 6 3 A 1589

más expuestas a los ataques de los poderosos obispos.4 También en Ia autêntica


Polônia Ias ideas protestantes habían ganado a una gran parte de Ia noblezaJ
dando satisfacción ai sentido de independência que Ia misma constitución dei
Estado nutria en ellos. Se solía decir: "Un noble polaco no está sometido n!
rey: ^por qué ha de estarlo ai Papa?" Las cosas llegaron a tal punto que hubo
protestantes que ocuparon sedes episcopales y, todavia en los tiempos de Segis-
mundo Augusto, componían los protestantes Ia mayoría dei senado. Este prín* I
cipe era católico sin duda: todos los dias oía misa y los domingos cl sermón, y
cantaba ei Benedictus con ei coro. Cumplía con Ia obligación de confesión y co-
munión, esta bajo una sola forma. Pero no parecia preocuparle demasiado Io
que creyeran las gentes de Ia corte y dei país, y no estaba dispuesto a amargar»
los últimos anos de su vida con Ia lucha contra una opinión tan poderosa. 5 1
Por Io menos en las regiones húngaras vecinas no convenía ai Gobiernoj
provocar una resistência. Jamás pudo Fernando I oblígar a Ia Dieta húngara
a que tomara acuerdos en contra dei protestantismo. En ei ano de 1552 fué
elegido un luterano como conde palatino; y hasta se tuvieron que haccr concel
siones a Ia confesión suiza en ei valle de Erlau. Sicbenbürgen se separo pod
completo y, mediante un acuerdo formal de Ia Dieta, se confiscaron cn ei a n d
de 1556 los bienes eclesiásticos, reteniendo Ia princesa Ia mayor parte de los
diezmos,.
Y e n este momento volvemos a Alemania, donde Ia nueva forma religioafl
surgida dei espíritu original de Ia nación, afirmada a travos de largas y peligrosaal
guerras, conquisto para si una existência legal y estaba a punto de incorporara*
los diferentes países. En este aspecto se había avanzado mucho. El protestan-
tismo no solo dominaba en Ia Alemania dei Norte, donde había nacido, sino
que se había extendido mucho más.
Inutilmente se le opusieron en Franconia los obispados. En W ü r z b u í M
y Bamberg se había pasado ai protestantismo Ia rnayor parte d^ Ia nobleza y do
los funcionários episcopales, Ia mayoría de los magistrados y burgueses de Ias
ciudades y Ia masa de Ia población rural. En Bamberg podemos senalar por cada
parroquia rural un predicador luterano. 6 La administración, que estaba casi tod»
en manos de los estamentos, seguia Ia nueva corriente; estos estamentos llevaban|
su propia vida comunal y fijaban las contribuciones. Los tribunales estaban cn
sus manos y Ia mayor parte de las sentencias reza en contra de los intereses cató-
licos.7 Los obispos no tenían mucho poder y quien todavia "con Ia vieja lealtajj
alemana y francónica" respetaba en ellos ai príncipe (/ no podia sufrirlos, sin em-
bargo, cuando les veia presentarse con sus vestiduras eclesiásticas y su arrogância.
En Baviera ei movimiento prosiguió con no menor vivacidad. La gran ma-
* Lcnguicli, Nachrichf von der Refigionsacnderung in Preusscn, antes de Ia parte IV de Ia liii
tona de Prusia, $ 20.
5 Re/atione di Polônia de/ vescovo di Camcríno, hacia 1555. MS. de Ia Biblioteca ChiâB
A mo/ti di questi [los que viven cn Ia corte] comporta c/ie vivano como li piacc, perche si v f H
rhe S. Mnestà c tanto benigna che non vorria mai far cosa che dispiacesse ad a/cuno, ed io vorrcí
che nef/e cosse delia re/igione fosse un poço piú severa.
" Jacck trata especialmente de este tema cn Ia parte II y III de su historia de Bamberg.
1 Gropp, "Disscrtatio de statu rcligionis in Franconia Lutheranismo infecta". Scriptorel
Wirceb., i, p. 42.
SITUACIÓN DEL PROTESTANTISMO 241
•Ui Li de Ia nobleza se había pasado al protestantismo y una buena parte de Ias
lililiidcs simpatizaba con él. El duque tuvo que hacer concesiones, por ejemplo
u Dieta de 1556, de esas que en otras partes habían dado paso a Ia confe-
|òn de Augsburgo y que también habrían de hacerlo en su território. Tampoco
duque se hallaba muy distante, pues alguna que otra vez escuchó a un predi-
dor protestante.8
En Áustria Ias cosas habían ido mucho más lejos. La nobleza estudiaba en
Bflttcnberg y todos los colégios estaban llencs de protestantes. Se calculaba
|c quizá nada más que Ia treintava parte de Ia población permanecia siendo
(ólica y poço a poço se fué estableciendo una constitución estamental que des-
(isaba en princípios protestantes.
Metidos entre Baviera y Áustria, los arzobispos de Salzburgo no pudieron
fcntener a su país en Ia vieja fe. No permitieron Ia entrada de ningún predi-
d<>r protestante, pero no por eso dejó de manifestarse claramente ei sentir de
\ habitantes. En Ia capital Ia gente no iba a misa y no se observaban los ayunos
los dias de fiesta. Cuando los predicadores de Ias localidades austríacas esta-
n muy lejos, Ia gente se edificaba en casa con ei sermonario de Spangenberg.
i l,i montaria no se contentaban con esto. En Rauris y Gastein, en St. Veit,
•ttweg y Radstadt, Ias gentes pedían cáliz para comulgar y, como no se les
cia caso, dejaron de comulgar y de mandar a sus hijos a Ia escuela. En Ias igle-
H lolía ocurrir que se levantara un aldeano y le gritara al predicador: "jMien-
\\" Los aldeanos se predicaban entre si.9 No hay que maravillarse de que se
riuaran en Ia soledad de los Alpes opiniones fantásticas y peregrinas al fijar
culto que debía corresponder a Ias nuevas convieciones.
Comparada con esta situación, aparece como una gran ventaja que en los
fcniinios de los príncipes electores eclesiásticos, en ei Rin, Ia nobleza gozara de
jependencia bastante para procurar a sus súbditos una libertad que ei Senor
irsiástico no les podia garantizar. La nobleza renana había aceptado ei protes-
ilismo muy pronto y no permitia Ia intervencíón de los príncipes en sus sefio-
*, ni siquiera en matéria religiosa. Por todas partes en Ias ciudades existia
•bién un partido protestante. Con repetidas peticiones Io vemos agitarse en
ílonia; cn Tréveris era ya tan fuerte que mando llamar a un predicador de Gi-
ibra y Io sostuvo a pesar dei príncipe elector; en Aquisgrán luchaba por Ia su-
Kmacía y en Maguncia Ia gente mandaba a sus hijos a Ias escuelas protestantes,
ir ejemplo, a Nüremberg. Commendone, que andaba en ei afio de 1561 por
Icmania, no encuentra palabras para describirnos Ia dependência en que están
M prelados de los príncipes luteranos y su condescendência con ei protestantis-
•o 1 " Le parece observar en sus consejos secretos Ia presencia de protestantes,
ri partido más violento.11 Y se asombra de que los tiempos no estén muy a
Vor dcl catolicismo.
*> Sitzinger cn Strobcl, Beitrage zur Literafur, i, 313.
I 0 líxtracto de una felación dei canónigo Guillcrmo de I rautmannsdorf, dcl afio 1555. en
•llcr. Crônica de Salzburgo, vi, p. 327.
[ 1» Giatiani, Vie de Commendon, p. 16.
11 De'piú arrabbâti hereíici —Mi è parso che il tempo non habbia aportafo aJcun giova-
(til". Commendone, Reiarione deJJo síato delia religione in Germania: MS. Vallicell.
242 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
En Westfalia pasaba otro tanto. El dia de San Pedro toda Ia poblaci^B
estaba ocupada con Ia cosecha y no se tenía cuenta de los dias de ayuno. I.n
Paderbom ei Consejo municipal mantuvo con un ceio extremado su confesiól
protestante; en Münster más de un obispo pasó por luterano y Ia mayoría de los
curas se habían casado; ei duque Guillermo de Cleve se mantuvo católico pero
en su capilla se comulgaba en Ias dos espécies; Ia mayor parte de sus consejeroH
eran manifiestos protestantes, y ningún impedimento esencial se oponía a Ia
práctica evangélica. 12
En resumen, en toda Alemania, de Este a Oeste, y de Norte a Sur, ei p t H
testantismo gozaba de un predomínio indiscutible. La nobleza se le había entreJ
gado desde un principio; Ia burocracia, ya entonces numerosa y con prestigio!
había sido instruída en Ia nueva doctrina; ei pucblo nada queria saber de ciertotl
artículos de fe como, por ejemplo, ei purgatório, ni de ciertas ceremonias com(É
Ias peregrinaciones. Ningún convento podia sostenerse, nadie se atrevia con Ias
santas relíquias. U n embajador veneciano calcula hacia ei ano de 1558 que era
Alemania solo Ia décima parte de Ia población se mantiene en Ia antigua fe. i
Nada extrano que Ias perdidas dei catolicismo en riquezas y poder fueraní
creciendo. En Ia mayoría de los obispados los canónigos, o se habían entregado
a Ia nueva doctrina o eran tíbios e indiferentes. iQué les podría contenea
cuando Ia ocasión se presentara, de postular a protestantes como obispos si ello
les parecia ventajoso? La "paz religiosa" decretaba que un príncipe eclesiástico
perdia ei cargo y Ias rentas si abandonaba Ia vieja fe, pero se pensaba que no
por eso un cabildo que se hubiera hecho protestante se veria impedido de e l e g i
un obispo también protestante; ya era bastante si Ias dignidades eclesiásticas no
se convertían en hereditárias. Así ocurrió que un príncipe brandenburguéJ
recibió ei arzobispado de Magdeburgo, un príncipe de Lauenburgo ei de Brc-
men, y un príncipe de Brunswig ei de Halberstadt. Los obispados de LübecM
Verden, Minden y Ia abadia de Quedlinburgo pasaron a ma/ios protestantes.
En no menor grado continuaron Ias confiscacjones de bienes eclesiástiâB
Veamos, por ejemplo, Ias perdidas que en poços anos padeció ei obispado <fl
Augsburgo. En ei ano de 1557 se le arrebataron todos los conventos de Wurtenw
berg; en 1558 los conventos y parroquias dei condado de Oettingen; d e s p i »
de Ia "paz religiosa" los protestantes de Dünkelsbühl y Donauwerth adquiricron
ei mismo rango y bienes que los católicos, y en Nõrdlingen y Mcmmingen tu-
vieron predomínio; en estas ciudades los conventos —entre otros Ia rica precefl
toría de San Antônio en Memmingen— y Ias parroqu)as se perdieron definitiva
mente para ei catolicismo.14

12 Tcmpesti, Vira di Sisto V, en ei Anônimo di CampidogJio, i, xxm. Da mo/t'anni si coi^Ê


nicara con ambe li espécie, quantunque iJ suo capei/ano g/icn'havesse par/ato indiiccndolo a comum
carsi cosi neiJa sua cape/íá segreta per non dar mal esempio a'suddili, En un escrito de Ia c o l e o t ^ |
de documentos de Münster, i, xxi, se dice, caracterizando así igualmente ai obispo de MüniM
y a Ia corte de Cleve:' Wi/helmus episcopus [\V. von Kcttler] reJigionem scinihirhcranani /
aula fuiiacensi.
13 Cf. mi trabajo: "Ueber die Zeiten Ferdinands I und Maximilians II", llist.-poj. Zcirschri/f,
i, pp. 269 ss. S. W., vii. p. 40.
1* Placidus Braun, Geschichte der Bischoe/c von Augsburg, t. m. 533, 53 5, et. sqq. De bueJ
nai fcicntcs.
srniAaÓN DEL PROTESTANTISMO 243
Se afiade a esto que tampoco Ias perspectivas dei futuro le eran muy
Wugüefias.
También en los centros de ensefianza, es decir, en Ias universidades, había
Hinfado Ia opinión protestante. Aquellos antiguos paladines dei catolicismo,
"c habían hecho frente a Lutero, o que se habian dado a conocer en Ias con-
vcrsias religiosas, habían muerto o eran ya muy ancianos. No habían surgido
nibres jóvenes que pudieran reemplazaríos. En Viena hacía veinte anos que
ingún alumno de Ia universidad había tomado Ias ordenes. En Ingolstadt, tan
"Macadamente católica, no se encontro, para los puestos importantes que habían
0 ocupados siempre por clérigos, ningún aspirante adecuado.15 En Colônia,
liudad fundo un colégio y cuando se tomaron Ias disposiciones pertinentes
vió que ei nuevo regente era protestante.10 Con Ia intención expresa de po-
r un freno a Ias opiniones protestantes, ei cardenal Otto Truchsess fundo una
cva universidad en su ciudad de Dillingen; floreció unos anos gracias a unos
•ntos destacados teólogos espanoles, pero no se encontro en toda Alemania
gún católico capaz de sustituirlos una vez que se marcharon. Los protestan-
pcnetraron también aqui. Por esta época casi todos los maestros eran protes-
tes y toda Ia juventud se sentaba a sus pies y respiraba con los primeros
udios el ódio contra el Papa.
1 Esta era Ia situación en el norte y en el este de Europa: el catolicismo
bía sido completamente desplazado en muchos sitios y en todas partes vencido
despojado. Y mientras trataba de defenderse, en el oeste y en el sur se le
;sentaban enemigos todavia más peligrosos.
Porque Ia oposición de Ia concepción calvinista con Ia doctrina romana es
iii ho más fuerte sin duda alguna que Ia de Ia luterana y precisamente en Ia épo-
ijiie tratamos dominó los espíritus con fuerza irresistible.
Se había originado en Ias fronteras de Itália, Alemania y Francia y se había
esparramado por todas partes. En el este, en Alemania, Hungria y Polônia,
rmaba ya un elemento importante, aunque subalterno, dei desarrollo pro-
•tante, y en el oceidente de Europa se constituye en poder independiente.
' Así como los países escandinavos se hicieron luteranos, los britânicos se
cicron calvinistas, pero Ia nueva Iglesia desarrollo en ellos formas contrapues-
. En Escócia, donde había cuajado en lucha con el Gobierno, era pobre, po-
lar, democrática, y con tanta mayor fuerza llenaba los ânimos de un ardor
cncible. En Inglaterra había progresado en" alianza con el Gobierno y era
a, monárquica, suntuosa, y se daba por satisfecha si no se hacía oposición a su
iii". l's claro que Ia primera se hallaba muchísimo más cerca dei ejemplo de Gi-
Itbra y dei espíritu de Calvino.
La nación francesa había acogido Ias doctrinas de su compatriota con toda
li viveza propia de su caracter. A pesar de todas Ias persecuciones, Ias Iglesias
•flinccsas siguieron el ejemplo de Ginebra y celebraron un sínodo en el afio
• o 1559. El embajador veneciano Micheli no encuentra en el afio de 1561 nin-
11 Agrícola, Historia provinciae societalis Jesu Germaniae superioris, i, p 29.
16 Orlandinus, Historia socictatis Jesu, t. i, lib. xvi, n. 25. Hu/us novae hursae regenj, quam
rliniim praefecerant, /acobus Lichius, Lutheranus tandem apparuit.
244 LA CONTRARREFORMA DE 1 5 6 3 A 1 5 8 9

guna província que este libre dei protestantismo y três cuartas partes dei reind
rebosan de él —Bretana y Normandia, Gascuna y ei Languedoc, ei Poitou, l.i
Turena, Ia Provenza y ei Delfinado—. "En muchos lugares de estas provincial
se celebran asambleas, se predica y se toman disposiciones siguiendo ei ejempM
de Ginebra, sin hacer caso de Ias prohíbiciones reales. Todo ei mundo ha adop^1
tado esas opiniones y, Io que es más asombroso, los clérigos mismos; no solo1
sacerdotes, frailes y monjas —poços conventos hay que estén libres dei todo—|
sino los propios obispos y muchos de los prelados más distinguidos." "Vuestrtf
magnificência —le cuenta a su Dogo— puede estar convencido de que, excep»1
tuando ai pueblo común, que sigue visitando con fervor Ias iglesias, todos lot|
demás se han apartado, especialmente los nobles; los jóvenes de menos de cua-
renta casi sin excepción. Pues aunque muchos de ellos van todavia a misa, Io
hacen por cubrir Ias apariencias y por temor; si estuvieran seguros de no sen
observados, abandonarían Ia misa y Ia Iglesia." Cuando Micheli Ilegó a Ginebraf
se dió cuenta de que, inmediatamente después de Ia muerte de Francisco II,
salieron cincuenta predicadores a diferentes ciudades de Francia; le asombra|
ei prestigio de que goza Calvino y Ia cantídad de dinero que le Hega para ayu-
dar a los miles de personas que se han refugiado en Ginebra.17 Considera ím-
prescindible que se conceda a los protestantes franceses Ia libertad religiosa o,
por Io menos, un ínterin, según se expresa, si no se quiere provocar una matanza
general. Poço tiempo después, en virtud de una petición de una comisión de
los Estados, recomendada por los miembros más perspicaces dei Gobierno y
aprobada por ei Parlamento después de una larga y dificultosa discusión, sei
publico ei edicto de enero de 1562 que reconocía Ia existência legal, si bien con
sensibles limitaciones, dei protestantismo en Francia y garantizaba a sus fiele»
Ia paz dei reino.
Todos estos câmbios en Alemania, en Francia y en Inglaterra tenían que
influir necesariamente en los Países Bajos. Entre los motivos qi^e movíeron a
Carlos V a Ia guerra de Esmalcalda, uno de los principales fué que Ia simpatia
de que gozaban los protestantes alemanes en los Países Bajo^-le hacía cada díaj
más difícil ei gobierno de estas provincías, que eran un miembro tan importante]
de su monarquia. Al tiempo que sometía a los príncipes alemanes evitaba un,'
levantamiento en los Países Bajos.18 Sin embargo, ni todas sus leyes, que fueronJ
aplicadas con rigor extraordinário, ni todas Ias ejecuciones que se llevaron a cabo)
en número increíble, especialmente en los primeros anos de su sucesor —se calcuil
ló que hasta 1562 fueron ejecutados treinta y seis mil protestantes, hombres yy
17 Micheli, Rchtione delle cose di Francia í'anno 1561. Da poi che /u conosciuto che cot,
mettere in prigione e col casíigare e con /'abbruciare non solo non si emendavano, ma si disordiA
navano piú, tu deíiberato che non si procedesse piü contra a/curio, eccetto che contra quelli ch<(
andavano predicando, seducendo e /acendo pubhcamenfe le congregat/one e le assemb/ee, e gli alta
si hssasscro vivcrc: onde ne furono Jiberati e cavati di prigione di Parigi e di tutte ie aJtre feri^
dei regno an grandíssimo numero, che rimasero poi ne/ regno praticando Hberamcnte e paríandOI
con ogn'uno e gloriandosi che aveano guadagnato ia lite contra í Papisti: cosi chimavano e chia*1
mano iJ ioro adversarii.
18 Una opinión muy fundada, según me parece, dei enviado florentino de entonces en Ia cortei
imperial.
FUERZAS COMBATIVAS DEL PAPADO 245

njcres19— pudieron impedir ei avance de Ias opiniones religiosas. Lo único


,ic ocurrió fué que estas opiniones se acercaron cada vez más ai calvinismo
èlncés y no ai luteranismo alemán. A pesar de todas Ias persecuciones, en ei
|IV> de 1561 se constituye formalmente una Confesión: se establecen Iglesias
l^iin ei modelo de Ginebra; los protestantes, ai vincularse a los fueros locales
i\ MIS defensores, se hacen con una base política que no solo les podrá salvar,
pito darles en ei porvenir significación dentro dei Estado.
En estas circunstancias despierta en Ias viejas oposiciones contra Roma una
luiva fuerza. En ei afio de 1562 fueron reconocidos formalmente por Maxi-
liano II los Hermanos Moravos y aprovecharon esta ocasión para elegir en ei
•mo ano en su sínodo un gran número de nuevos sacerdotes, que se calculan
CÍento ochenta v ocho.-0 En ei afio de 1561 ei duque se ve obligado a otorgar
pcvas franquicias a Ias pobres comunidades waldenses de Ia montaria.21 Hasta
rincón más olvidado de Europa Ia idea protestante extiende su fuerza ani-
lldora. Es inimaginable ei domínio que ha conquistado en un período de cua-
pvila anos. Desde Islândia hasta los Piríneos, desde Finlândia hasta Ias alturas
los Alpes italianos. Ya sabemos que también ai sur de los Alpes se produjeron
11 na vez movimientos análogos, que se extendieron por todo ei campo de Ia
$ rsia latina. El protestantismo había afectado a Ia mayoría de Ias clases altas
n los personajes que participaban en Ia vida pública. Naciones enteras lo
ibían aceptado con entusiasmo y Estados enteros habían sido transformados.22
tanto más de admirar cuanto en modo alguno se trata de una pura oposición,
una mera negación dei Papado, de un emanciparse de él, sino que, en alto
Jo, es algo positivo y representa una renovación de Ias ideas y los princípios
cristianismo, que dominan Ia vida hasta lo más recôndito dei alma.

2) Fuerzas combativas dei Papado


Jkírante largo tiempo ei Papado y ei catolicismo mantuvieron ante estos avances
•tia actitud defensiva, pero de retroceso, y tuvieron que pasar por muchas cosas.
Ahora todo cobra otro aspecto.
ll> En una rclación sobre Espafia de 1562, probablemente de Paolo Tiépolo, que se balia en
«icliivo vencciano, se dice: t/na grandíssima parte di quei paesi bassi i guasta e corrotfa da queste
love opínione —e per tutte le provisioni c/ie si abbiano íatte e per h morte data a mo/te migliara
NOmeni (che da setfe anni o poço piu in qna, per que! che mi è stato a/fermafo da persone
ume i;).iíi di que'paesi, sono stafi moiti di giustitia piu 36m. fia homení e dorme) non so/arnente
jioii) si e rimediato, ma, etc.
20 Rcçenvolscii ecclesiae Slavonicae, i, p. 3.
'•ti Leger, Hisfoire des églises Vatidoises, u, p. 38, reproduce estos privilégios.
« Así se considero esta perdida también en Ia misma Roma. Tiépolo, Relatione di Pio JV e V.
prfondo solamenfe di que/li [popoli] d'Europa che non solo obedivano lui [ai papa] ma ancora
lgimano in tutto i titi e le consuetudini delJa cbiesa romana celebrando ancora li o//icii ne/la
Í llfjn.i (atina si sa che TJnghilterra, Ia Scolia, Ia Dania, Ia Norvegia, Ia Suetia e fina/mente tutti
B puni settentriona/i si sono aíienati da lei: Ia Germania è quasi tutta perduta, /a Bohemia e Ia
Pn>'<"ii.i si frovano in gran parte infette, li paesi bassi delia FiandrJ sono cosi corroti che per
IÍIIM I/HI che vi si sfoizi dar loto il duca d'Alva, diííicilmente ritorneranno alia prima sanità, e
Mbialiiicnre ia Francia per rispefto di questi mal humori è tutta ripiena di con/usioni, in modo che
• o n pare che sia restato altro di sano e di sicuro ai ponte/ice che Ia Spagna e 17falia con alcune
i K * c isole e con quei paese che è dalla Serta. Vra. in Dalmatia et in Grécia possedufo.
FUERZAS COMBATIVAS DEL PAPADO 247

trnrcían a Ia Iglesia católica, por todas partes había príncipes eclesiásticos


yu infriado ceio podria ser encendido de nuevo, y en muchas partes ei protes-
iliMiio no había penetrado todavia en Ia masa de Ia población. La mayoría de
hohlación en Francia, como también Ia de Hungria 'M y Polônia, se mantenía
jplini, y Paris, que ya por entonces ejercía una gran influencia sobre Ias demás
dndcs francesas, no había sido afectada por Ia novedad. En Inglaterra una
jnn parte de Ia nobleza y de los municípios era católica, y en Irlanda Ia to-
jdiul dei pueblo de origen irlandês. En ei Tiro], en los Alpes Suizos, ei protes-
llsrno no había encontrado eco. Tampoco en ei pueblo bávaro hizo muchos
Vetos. Por Io menos ei cardenal Canisius compara a tiroleses y bávaros con
tios tribus de Israel "únicas que habían permanecido fieles ai Senor". Reque-
n una explicación más circunstancial determinar por qué factores internos
bosticne esta firmeza, esta adhesión inconmovible a Io tradicional en pobla-
nes tan diversas. En los Países Bajos se repite este fenômeno con Ia población
liin.i.

Y ahora ei Papado adquiere una nueva posición por Ia que puede sujetar
fclcmente estas fidelidades. Aunque también experimento câmbios, tuvo Ia
ipreciable ventaja de mantener Ias exterioridades dei pasado, Ia cosrumbre de
obediência. Los Papas consiguieron en ei concilio, felizmente terminado, y
I se había pedido con ei propósito de cercenar su autoridad, que esta se aumen-
• y cobrara un influjo mayor sobre Ias Iglesias nacionales. Además, abando-
ri'U Ia política secular con que habían estado revolviendo hasta entonces a
li.i y a toda Europa; con toda confianza y sin reservas se apoyaron en Espana
i orrespondieron a Ia dedicación de esta. El principado italiano, ei Estado
•lanchado, servia sobre todo ai fomento de Ias empresas eclesiásticas, y toda Ia
lesia católica se beneficio durante cierto tiempo de los excedentes de su admi-
Itración.
Fuertes en si mismos, fortalecidos todavia con partidários poderosos y con
a idea remozada, los Papas pudieron pasar de Ia defensiva, en Ia que habían
nido que refugiarse hasta entonces, ai ataque, un ataque cuya marcha y vici-
ludcs serán objeto preferente de este libro.
Tenemos ante nosotros un escenario enorme. La empresa se inicia ai mismo
^lempo en diversos lugares y habremos de dedicar nuestra atención a Ias regiones
lltias diferentes dei mundo.
[ La acción eclesiástica se halla entreverada con impulsos de tipo político; se
iresentan combinaciones que abarcan ai mundo entero y bajo cuya influencia
f a conquista se logra o fracasa. Tanto más presentes habremos de tener los gran-
des giros de los acontecímientos mundiales cuanto que a menudo coínciden con
|Jos resultados de Ias luchas religiosas.
Pero no podemos permanecer en Io universal. Las conquistas espirituales,
en mayor grado todavia que Ias seculares, no pueden tener realización sin Ia
presencia de acogedoras simpatias nativas. Habremos de sumergirnos en Io hondo
2
* A no ser que hubiese sido más bien ignorância, como supone Schwendi: En fngar/e fout
»i( ronftis/on et misère: ils sont de ia pius pait Hugenots, mais avec une extreme ignorance d»
peupíe. Schwendi au prince d'Orange. Àrchjves de ia maison d'Orange-Nassau, i, p. 288.
246 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1 5 8 9

Hemos considerado ei desarrollo interno en virtud dei cual ei catolicisOB


comienza a reponerse. Podemos decir, en conjunto, que saca de si mismo nuffN
fuerza, que regenera ei dogma a tenor dei espíritu dei siglo, y que provoca mu
reforma que corresponde, por Io general, a Ias exigências de los contemporâneo!
No deja prosperar Ias tendências religiosas que se agitan en los países mcridÍM
nales hasta ei punto que se conviertan en enemigas, sino que Ias acoge y dominM
vitalizando de esta suerte sus propias fuerzas. Solo ei espíritu protestante. hafH
entonces, había llenado de tríunfos Ia escena dei mundo y había arrastrado I"'.
ânimos; ahora se le enfrenta otro espíritu que, contempladas Ias cosas desde Ia
altura, es tan digno de respeto como él, pero también directamente contrario, y
que de igual modo tratará de apropiarse dei ânimo de Ias gentes y de enardeflfl
Ias para Ia acción.
La Iglesia católica restaurada se asegura primeramente Ias dos penínsulai)
meridionales. No fué tarea dei todo fácil: Ia Inquisición espanola se junto a Ia
romana, renovada, y todos los brotes de protestantismo fueron sofocados violenta
mente. Pero, ai mismo tiempo, Ias direcciones de vida interior que cl catolicismJ
restaurado atendió y se aseguró con preferencia eran muy poderosas en esos paM
ses. También los príncipes se sumaron a los intereses de Ia Iglesia.
Fué muy importante que ei más poderoso de ellos, Felipe II, se mantuvi^B
tan resueltamente unido ai Papa. Con ei orgullo de un espano] para ei que cl
catolicismo intachable era signo de pureza de sangre y de noble origen, rechaM
todas Ias opiniones contrarias. Sin embargo, no fué un movimiento puramente)
personal ei que le animo en su condueta política. La dígnidad real presentaH
en Espafia, desde siempre, y en especial por disposiciones de Ia reina Isabel,|
cierto color eclesiástico: en todas Ias províncias ei poder real estaba reforzado por
un complemento de poder eclesiástico; sin Ia Inquisición no hubieran podida
ser gobernadas; en Ias posesiones americanas ei rey se presenta sobre todo comal
propagador de Ia fe erístíana y católica; esta era Ia idea que unia a todos los
países en su obediência. Por eso no podia abandonaria sin peligro^ La expansiónJ
de los hugonotes por ei sur de Francia produjo gran preocupación en EspaM
y Ia Inquisición se creyó obligada a ejercer una vigilância ^oble. "Aseguro a
Vuestra Magnificência —escribe ei embajador veneciano cl 25 de agosto de 156j|
a su príncipe— que no hay que desear para este país un gran movimiento relW
gioso; hay muchos ya que anhelan un cambio de religión."23 El núncio)
opinaba que Ia contínuación dei concilio, reunido por entonces, es asunto quel
no debe importar menos ai rey que ai Papa. "Porque Ia obediência que ei rey en
cuentra, todo su gobierno, dependen de Ia Inquisición. S) esta perdiera su prew
tigio, estallarían revueltas en seguida."
Por ei solo hecho de que este príncipe dominara en los Países Bajos d
sistema meridional pudo ejercer una influencia directa en toda Europa; pero
tampoco hay que pensar que todo estuviera perdido en ei resto de Ia cristiandad.J
Todavia e] emperador, los reyes de Francia y de Polônia y los duques de Bavíera
23 Dispaccio Soranzo Perpignan 28 Maggio. Essendo in qoesta província [Spagna] molli UgO-\
notti quasi non osano mostrarsi per Ia severíssima dimostratione che qui íanno contra. Dnbitano
che non si mettano insieme, essendone molti per (uífa ia Spagna.
248 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
de los intereses de los diversos países para darnos cuenta de los movimíentos in»|
ternos que han favorecido los propósitos romanos.
Nos encontramos ante una riqueza y una variedad de acontecimientos y
manifestaciones de vida que casi tememos que no nos sea posible abarcarlos de
una sola mirada. Es un desarrollo que descansa en fundamentos parejos y que,J
en ocasiones, culmina en grandes momentos, pero que ofrece en sus manifesta-
ciones una variedad infinita.
Comencemos por Alemania, que es donde ei Papado empezó a experimentar
grandes perdidas y donde ia lucha entre los dos princípios tendrá ahora su má*
destacado escenario.
A Ia par conocedora dei mundo y llena de ceio religioso, empapada dei
sentido dei catolicismo moderno, fué Ia Companía de Jesus Ia que presto e n
Alemania a Ia Iglesia romana los mejores servidos. Veamos su acción.

3 ) Las frimeras escuelas de jesuítas en Alemania


En Ia Dieta de Augsburgo dei ano 1550 Fernando I tenía junto a si a su confe»
sor, ei obispo Urbano de Laibach. Uno de los poços prelados que no se habían
dejado perturbar en su fe. En su ciudad, subió ai púlpito a menudo para adveífl
tir ai pueblo que se mantuviera en Ia fe de sus mayores y recordarle aquello de
un solo rebano y un solo pastor. 2 5 ,Por entonces se encontraba en AugsbuiM
ei jesuíta Le Jay, que llamó Ia atención con unas conversiones. El obispo Ur*
bano Io conoció y supo por él de los colégios que los jesuítas habían fundada
en varias universidades. Como en Alemania Ia teologia católica se hallaba en
tan gran decadência, aconsejó a su Senor que fundara en Viena un colégio)
semejante. A Fernando le entusiasmo Ia idea y en Ia carta que sobre ei particu-
lar dirigió a Ignacio de Loyola 26 expresa su opinión de que ei único médio de
mantener en Alemania Ia doctrina de Ia Iglesia consiste en proporcionar a lagj
jóvenes generaciones maestros católicos, doctos y piadosos. Pronto se tomaron
Ias medidas oportunas. En ei ano de 1551 llegarotí trece Jesuítas, entre ellot)
ei mísmo Le Jay, a los que Fernando dió casa, capilla y pensión, hasta que, muy
pronto, los adscribió a Ia universidad y les encomendo Ia visitación de Ia misma.1
Muy pronto les vemos en Colônia. Hacía unos cuantos anos que estaban
aqui, pero sin mayor suerte, y hasta se les había obligado a vivir separados. Solo
en ei ano de 1556 aquel colégio administrado por un regente protestante les ofre-J
ció ocasión para afirmar su posición. Existia un grupo en Ia ciudad que tenifj]
puesto todo su empeno en conservar católica Ia universidad, y los protectorefl
de los jesuítas atendieron ei consejo de estos de que les entregaran aquélla. EstH
grupo Io constituían ei prior de Ia cartuja, ei provincial de los carmelitas y, sobrtl
todo ei doctor Juan Gropper, que fué organizando convites a los que acudíanj
los cíudadanos más influyentes para ir trabajando su voluntad ante unos vasod
de víno, según Ia vieja costumbre alemana. Por fortuna para los jesuítas, •
encontraba entre los miembros de Ia orden un Juan Rhetius, natural de Colônia,

85 Valvassor, Ehre des Herzogthums Krain. Parte ir, lib. vn, p. 433.
2ô Reproducido en Socher, Historia provinciae Austriae societaris Jesu, i, 21.
PRIMERAS ESCUELAS DE JESUÍTAS EN ALEMANIA 249

Família patrícia, a quien podia ser confiada Ia regência dei colégio. Pero se
l/o con algunas limitaciones, pues se prohibió expresamente a los jesuítas intro-
icir en él Ia vida claustral, como era costumbrc cn los suyos.-'
Por entonces también ponen pie en Ingolstadt. Las tentativas anteriores
l>ían fracasado, especialmente por Ia resistência de los miembros jóvenes de Ia
liiivcrsidad, que no querían verse postergados en las clases particulares que im-
•iiitían por ninguna escuela privilegiada. Pero en ei afio de 1556 —cuando
• I duque parecia encaminado a hacer fuertes concesiones a los protestantes.
h i n o dijimos— a los consejeros católicos les pareció necesario procurar algo sóli-
p para Ia preservación de Ia fe. Estaban empefiados, especialmente cl canciller
ijailcus Hund, varón que trabajó con tanto ceio en Ia conservación como en
estúdio de las condiciones eclesiásticas antiguas, y ei secretario dei duque,
Itique Schwigger. Ellos hicieron que se llamara de nuevo a los jesuítas. El 7
julio de 1556, dia de San Willibaldo, entraron dieciocho en Ingolstadt, y esco-
iron este dia porque San Willibaldo era considerado como ei primer
Ispo de Ia diócesis. Tropezaron con muchas dificultades en Ia ciudad y en Ia
liversidad, pero las pudieron vencer poço a poço, gracias al mismo apoyo a
debían su llamamiento.
Desde estas três metrópolis se esparcieron los jesuítas por todas partes.
Desde Viena a todos los territórios austríacos. Fernando 1 les llevó en ei aiío
1556 a Praga y estableeió allí un Pedagoghnn, preferentemente para Ia ju-
ud noble. Él mismo envio sus pajés al colégio y por Io menos Ia fracción
,i nobleza bohcmia de sentir católico, los Rosenberg y Lobkowitz, recibió a
ulcn con buena voluntad y Ia brindo protección. Uno de los personajes
|és importantes de Hungria era por entonces Nicolás Olahus, arzobispo de
JMII. S U nombre indica que procedia de Ia Valaquia. Su padre, Stoia, con
|otivo dei espanto que le había producido ei asesinato de un vaivoda de su fa-
ia, Io había ofrecido a Ia Iglesia y en este camino prospero de Ia manera
líis feliz. Ya con los últimos reyes de su pátria presto oficio de secretario y fué
[hiendo después en ei servido dei partido austríaco. Ante Ia decadência gene-
?1 catolicismo en Hungria veia en ei pueblo que todavia no se había apar-
Iclo por completo Ia única esperanza de conservado. Pero también aqui falta-
in maestros de opiniones católicas. Para formados fundo en ei ano 1561 un
;gio de jesuítas en Tyrnau, otorgándole una pensión de sus propias rentas;
mperador Fernando les regalo una abadia. Cuando llegaron los jesuítas se
|| ili.i celebrando una reunión dei clero de Ia diócesis, y su primer trabajo con-
|tlió cn tratar de ganarse a los sacerdotes y párrocos húngaros para sustraerlos
kiis heterodoxos maestros, por los que se inclinaban. Fueron llamados tam-
lín a Moravia. Guillermo Prussinowski, obispo de Olmütz, que había conocido
In orden durante sus estúdios en Itália, fué quien les invitó, y un espanol,
Inriado Pérez, fué ei primer rector de Olmütz. Estudiaron ei idioma dei país,
imiodaron a sus costumbres y tuvieron êxito. Pronto les encontramos también
Hrünn. 28

»f Sacchinus, Hist. sociefafís Jesu pars. n, n: 105.


118 Un obispo posterior, Stanislaus Pawlowski, se lamenta en una carta al general de los jesuítas
250 LA CONTRARREFORMA DB 1 5 6 3 A 1 5 8 9

Desde Colônia Ia Companía se extendió por toda Ia Renania. También en


Tréveris, como dijimos, ei protestantismo había encontrado partidários y provo-
cado efervescência. El arzobispo Juan von Stein decidió emplear moderado»
castigos contra los renuentes y contrapesar ei movimiento especialmente por ei
lado doctrinal. Mando llamar a los dos presidentes de Ia escuela de jesuítas de
Colônia para que vinieran a Coblenza, y les expuso su deseo de que mandara!
algunos miembros de Ia orden para, como dijo, "mantener en su deber a lofj
rebanos que le habían sido confiados, más por Ia advertência y Ia ensenanza
amistosas que por Ias armas y Ia amenaza". Se dirigió también a Roma y pronto]
se llegó a un acuerdo. Desde Roma se le enviaron seis jesuítas y el resto llegé
de Colônia. El 3 de febrero de 1561 inauguran su colégio con gran solemnidad
y los jesuítas se encargan de Ia predicaeión en Ia próxima Cuaresma. 29
Los dos consejeros secretos dei príncipe elector Daniel de Maguncia, Pedro
Echter y Simon Bagen, cayeron en Ia cuenta de que solo Ia ayuda de los jesuítaí
podría valerles para recuperar Ia universidad de Maguncia. A pesar de Ia resis-
tência que les opusieron los canónigos y los habitantes, establecieron un colcgid
de jesuítas en Maguncia y una preparatória en Aschaffenburgo.
La Companía fué penetrando cada vez más en Renania. Muy deseable^H
pareció asentarse en Espira, en parte, porque entre los asesores dei tribunal de
Ia Câmara había tantos preclaros varones cuya influencia seria conveniente M
nar, y, en parte, para poder combatir de cerca a Ia universidad de Heidelbergj
que gozaba de Ia mayor fama en el mundo acadêmico protestante. 30 Poço a poço
se fueron filtrando.
En seguida probaron suerte a Io largo dei Maino. Aunque Francfort afl
completamente protestante, esperaban conseguir algo durante Ia feria. Esto lie
vaba su peligro y tenían que cambiar todas Ias noches de albergue para no tal
hallados. En Würzburgo, estuvieron más seguros y fueron mejor recibidos "
Parece como si el aviso dirigido por el emperador Fernando en Ia Dieta de 155B
a los obispos, para que extremaran sus esfuerzos por Ia conservación de Ia Igla 11
católica, hubiera dado sus frutos en este progreso brillante^de Ia orden. DesdJ
Würzburgo se trasladaron a Franconia.
Entretanto se les habían abierto también Ias puertas dei Tirol. Por deafl
de Ia hija dei emperador se trasladaron a Innsbruck y, de allí, a Hall, en MIS
inmediaciones. En Baviera contínuaron progresando. En Munieh, a donde UM
garon en 1559, se encontraron todavia mejor que en Ingolstadt y Ia reconocienS
como Ia Roma alemana. No lejos de Ingolstadt se creó otra gran colônia. Pai»
retornar Ia universidad de Dillingen a su finalidad primitiva, se decidió el cara
nal Truchsess a despedir a todos los profesores y poncr Ia fundación en manoi)

(7 de junio de 1 587) de que Pérez haya recibido otro destino. Llama a Ia Moravia una Provincial
hacreficorum mo/il/onibus ntí.vime e.xpos/ta. La cualídad que pide posean los que allí quiercn logm
algo cs: comitas et discreta in agendo prudenfia.
-'« Browcrus, Anna/es Trevirenses, t. n, lib. xxi, 106-125.
30 Por ejcmplo, dice Ncuser cn su carta credencial ai emperador turco, que él cs maestro j |
predicador en Hcidelberg, "lugar donde actualmente se reúnen los sábios de toda Ia Alemanil J
Arnold, Ketzcrhist., II, 1133.
31 Gropp, Wirzburgischc Chronii der Jelzteren Zeiten, parte i, p. 237.
PRtMEBAS ESCUELAS DE JESUÍTAS EN ALEMANIA 251

os jesuítas. Se llegó a un acuerdo formal en Botzen entre comisarios alema-


e italianos dei cardenal y de Ia orden. El ano 1563 llegan los jesuítas a
lingen y toman posesión de Ia universidad. Cuentan muy complacidos como
•irdenal, ai hacer poço después una entrada solemne en Dillingen de regreso
in viaje, se dirigió especialmente a los jesuítas entre todos los que acudieron
rei ibirle, les alcanzó Ia mano para que Ia besaran, les saludó como a herma-
visitó sus celdas y comió con ellos. Los protegió como mejor pudo y les
ínfió una misión en Augsburgo. 32
Fué un avance extraordinário ei de Ia Companía en tan breve tiempo.
1551 no poseía todavia ninguna residência firme en Alemania y en 1566
íca Baviera y ei Tirol, Franconia y Suabia, una gran parte de Renania y
itria; había penetrado en Hungria, Bohemia y Moravia. Su acción no pasa
ilvertida: ei ano de 1561 asegura ei núncio que "ganan muchas almas y
itan un gran servido a ia Santa Sede". Es Ia primera impronta antiprotes-
^ • t e duradera que recibe Alemania.
Trabajan con preferencia en Ias universidades. Su ambición se cifraba en
• m p c t i r con los protestantes. Toda Ia instrucción de Ia época descansaba en ei
•liuilio de Ias lenguas clásicas. Las cultivaron con ardor y, muy pronto, se em-
• f t n a creer en algunos si tios que los maestros jesuítas podían ser colocados a
• por con los restauradores de estos estúdios. También cultivaron otras ciências:
n m c i s c o Koster ensenó en Colônia Ia astronomia de modo tan agradable como
mtructivo. Pero Io principal, como es natural, eran las disciplinas teológicas.
Leis jesuítas ensenaban con Ia mayor aplicación, aun durante las vacaciones, y
J>l\ieron a introducir las controvérsias sin las cuales, como decian, toda ensenan-
cs muerta. Estas controvérsias públicas, muy ordenadas y nutridas, eran con-
cradas como las más brillantes que se habían conocido. Muy pronto Ia gente
decía en Ingolstadt que Ia universidad, por Io menos en Ia facultad de teolo-
II podia competir con cualquier otra universidad alemana. Aunque en sentido
•trario, Ingolstadt llegó a ejercer Ia influencia de Wittenberg y de Ginebra.
Con no menor empeno se dedicaban los jesuítas a dirigir las escuelas latinas.
|n:i de las tesis más discretas de Láinez era que había que poner buenos maes-
en las clases inferiores de gramática. Las primeras impresiones que un
íbre recibe son las que más pesan en su vida. Pretendia, con clara visión.
Ia gente que se había ocupado de esta instrucción modesta debía pensar en
licarse a ella toda Ia vida, porque solo con ei tiempo se aprende un oficio
difícil y se logra Ia conveniente autoridad. En este aspecto los jesuítas hicie-
milagros. Se veia que Ia juventud aprendia más con ellos en médio ano que
i otros durante dos, y hasta los mismos protestantes retiraron a sus hijos de leja-
colegios y los entregaron a los jesuítas.
También se ocuparon de Ia instrucción de los pobres y de los párvulos y
Ia catequesis. Canisius redactó un catecismo que llenaba Ia necesidad de
doctrinos con un sistema de claras preguntas y respuestas.
Esta ensenanza se administraba con aquel sentido de devoción fantástica
ilc caracterizo a Ia orden de los jesuítas desde un principio. El primer rector
•a Sacchinus, pats n, lib. vm, n. 108.
252 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
d e Viena fué un cspanoi, Juan Victoria, varón que senaló su entrada en I
Companía, en Roma, atravesando todo ei Corso durante los Carnavales, vestifl
con un saco, dísciplinándose, hasta que Ia sangre le broto por todas partfl
M u y pronto los muchachos que iban a Ias escuelas de los jesuítas se senalaroí
porque en los dias de vigília se abstenían de Ias viandas prohibidas, que sus j H
dres aceptaban sin reparo. En Colônia era un honor llevar ei rosário. En TTH
veris se reanudó ei culto de Ias relíquias, cosa a Ia que nadie se atrevia hatfl
muchos anos. Ya en ei afio de 1560, Ia juventud de Ingolstadt que asistía Ê
Ias escuelas de jesuítas, iba en peregrinación a Eichstãdt formando filas, para Ml
fortalecida en Ia confirmación ''con ei rocio que rezuma ei sepulcro de SaáH
Walpurgis". Esta mcntalidad, insuflada en Ia escuela, se fué extcndicndo m «
diante Ia predicación por toda Ia población.
} le aqui un caso como quizá no se haya producido otro en forma semejdH
en Ia historia de] mundo.
Cuando un nuevo movimiento espiritual se apodera de los hombres se d l f l
siempre a personalidades de gran caracter o a Ia fuerza arrebatadora de i<UH
nuevas. Pero aqui se consigue ei efecto sin ninguna gran produeción espirinlM
Los jesuítas eran muy sábios y también piadosos a su manera, pero nadie so|
atreverá a decir que su ciência se anima por una sacudida libre dei espíritâ^B
que su piedad surja de Ia profundidad y de Ia ingenuidad de un ânimo sencillci
Son Io bastante sábios para tener fama, para inspirar confianza, para formai
y conservar discípulos, pero no buscan más. Su piedad no solo Ics salva de todl
reproche moral, sino que, positivamente, es sorprendente y no puede ponerti
cn duda: esto les basta. Ni su piedad ni su sapiência se mucven en un c a n f l
libre, ilimitado, no hollado todavia. Pero tienen algo que los distingue: ei i f l
todo riguroso. Todo está calculado porque todo tiene su finalidad. Ni antes nl)
después se ha dado en ei mundo una unión semejante entre ciência sufieieníl
y ceio incansable, entre estúdio y persuasión, entre pompa y ascetismo, entre
expansión por todo ei mundo y unidad de los puntos de vista directivos. EraB
laboriosos y fantásticos, conocedores dei mundo y Ilenêfs de entusiasmo; pcrsonail
decentes a Ias que uno se acercaba con gusto; sin ningún inferes personal; una
trabajaba por otro. N o es de admirar que consiguieran Io que consiguieron.fl
Los alemanes tienen que hacer una consideración especial llegado este p i »
to. Como dijimos, Ia teologia papal casi había desaparecido en Alemania. Lol
jesuítas aparecen para restauraria. èQuiénes eran estos jesuítas que Ilegaron a
Alemania? Espafioles, italianos, de los Países Bajos y, como durante mucho(
tiempo no se conoció ei nombre de Ia orden a que perténccían, se les UamabftJ
"curas espafioles". Tomaron posesión de Ias cátedras y encontraron discípulos
que asimilaron sus doctrinas. De los alemanes nada han recibido, pues su doei
trina y organización estaban conclusas antes de que penetraran cn ei país. Haw
que considerar Ia marcha de Ia orden dentro de .Alemania como una nueva afl
ción de Ia Europa románica sobre Ia germânica. En suelo alemán vencicron a los
alemanes y les arrebataron una parte de su pátria. Sin duda que también se debaj
esto a que los teólogos alemanes, ni se entendían entre si ni eran tampoco cs
píritus Io bastante generosos para tolerarse mutuamente contradieciones de poça
SU INICIACIÓN EN ALEMANIA 253

Ma, Defendían Ias tesis extremistas y se combatían con implacable encono,


morte que los todavia no convencidos dei todo quedaban perplejos y así se
prcparaba ei camino para que pudieran ser ganados por una doctrina muy
i'"i.ida, que no dejaba ei menor resquício para ia duda.

4) Se inicia Ia Contrarreforma en Alemania


[pesar de todo, también es verdad que los jesuítas no hubieran podido triunfar
facilmente sin Ia ayuda de los ejércitcs occidentales, sin ei favor de los prín-
ü dei Império.
Io ocurrido con Ias cuestiones teológicas se repite con Ias políticas. No
Inibia llegado a tomar Ias medidas por Ias que Ia constitución dei Império,
rquica por naturaleza, se pondría a tono con ia nueva situación religiosa. El
Itado de Ia "paz religiosa", tal como había sido entendida ai principio e
irpretada después, fué una nueva ampliación de Ias soberanías territoriales
los países. Conocieron estos, también en Io tocante a Ia religión, un alto
J
o de autonomia. Y Ia actitud religiosa que adoptaja un país dependia de
"nvicción dei príncipe y de su inteligência con los estamentos.
Parecia esta una disposición que habría de favorecer ai protestantismo,
cn definitiva fué de ventaja para ei catolicismo. Aquél ya estaba estable-
cuando esta disposición entro cn vigor, mientras este se fué estableciendo
Jyándose en ella.
Ocurrió ello primeramente en Baviera y debemos detenernos a considerar
0 ocurrió por Ias enormes consecuencias que trajo.
En Ia Dieta bávara disputan desde hace tiempo príncipes y estamentos,
duque se halla siempre falto de dinero, cargado de deudas, obligado a
Vos gastos y forzado continuamente a llamar en su ayuda a los estamentos.
'I, en compensación, exigen concesiones, de caracter religioso sobre todo.
ria que en Baviera se iba a producir una situación como Ia que se daba
Áustria desde hacía tiempo: una oposición legal de los estamentos contra ei
or —oposición apoyada a Ia vez en Ia religión y en los privilégios—, a no
que este último acabara por pasarse ai protestantismo.
Sin duda fué esta situación ia que motivo más que nada ei llamamicnto
los jesuítas. Puede ser que sus doctrinas impresionaran personalmente ai
lue Alberto V, pues una vez confesó que todo Io que él sabia acerca de
icy de Dios Io había aprendido de Hofáus y de Canisius, ambos jesuítas.
(u también intervino otro factor. Pio IV no solo advirtió ai duque que cual-
(cr concesión religiosa habría de menguar Ia obediência de sus súbditos,33
que no se podia negar dada Ia situación de los príncipes alemanes, sino
rcforzó su aviso con una gracia especial, cediéndole una décima parte de
Ibicnes eclesiásticos. Al tiempo que con esta medida le hacía independiente
)H aprobación de los estamentos, le mostraba qué ventajas podría sacar de su
za con Ia Iglesia de Roma.
I* l-cgationes paparum ad duces Bavariae. MS. de Ia biblioteca de Munich. Prima legatio 1563.
'li-Sua Ce/s/tudo Jl/ma. absque sedis apostoíicae autorirate iisnm calicis concedaf, ipsi príncipii
I pfurimum decedcret de ejus apud súbditos auforilate.
254 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
Lo que había que ver ahora era si ei duque podría dominar Ia oposición
religiosa de sus estamentos.
Acometió esta obra en una Dieta celebrada en Ingolstadt en ei ano <H
1563. Los prelados estaban con él y se puso a trabajar Ias ciudades. Sea quM
Ias doctrinas dei catolicismo, restaurado gracias a Ia actividad de los jesuítaij
que se metían por todas partes, hubiesen ganado terreno en Ias ciudades, espM
cialmente entre los dirigentes de sus Consejos, sea que se tuvieran cn c u e n t o
otras consideraciones, ei caso es que aquéllas desistieron de reclamar, como lo
habían hecho hasta entonces celosamente, nuevas concesiones religiosas, y dic-
ron su aprobación sin reclamar nuevas franquicias. Quedaba Ia nobleza. Dev
ilusionada, amargada, abandono Ia Dieta v se sefialaron ai duque Ias amcnM
zadoras palabras que algún otro noble había dejado escapar; 34 uno de los in.is
conspicuos, ei conde de Ortenburgo, que se arrogaba para su condado una
independência discutida por los demás, se decidio a introducir Ia confesióiÉ
evangélica en sus domínios. Pero, con esto, tuvo ei duque Ias mejores armai I
en Ia mano. Sobre todo cuando en uno de los castillos tomados por él sorpr^B
dió una correspondência entre noblcs bávaros que contenía algunas indisifl
ciones, tratándole a él de faraón empedernido y a su Consejo de Conscjo <!r-
sangre contra los pobres cristianos, y otras expresiones semejantes que se i n | H
pretaron como indícios d e ' u n a conjura. Esto le sirvió para llamar a ren^f
cuentas a todos los mièmbros de Ia nobleza que le habían hecho frente. 88 •
puede decirse que ei castigo que les impuso fuera duro, pero le sirvió para •
fines: excluyó a los complicados de Ia Dieta bávara. Como constituían Ia únici
oposición existente entonces, se encontro amo y senor de sus estamentos, ^ H
ya no volvieron a tratar cuestiones religiosas desde ese dia.
Al momento se vió Ia importância que esto tenía. Desde hacía tiempOyH
duque Alberto había reclamado celosamente dei Papa y dei Concilio p e r m B
para introducir Ia comunión en Ias dos espécies; Ia sucrte dei país parecí^j^H
pender de esta medida. Por fin recibió Ia autorización en abril de 1564, p | f l
iquién lo iba a decir?, ni siquiera Ia publico. Las circunstancias habían ctjH
biado y un privilegio que le separaba dei catolicismo riguroso le pareció ^ H
perjudicial que útil; ciertos municípios de Ia Baviera baja, que insistie|H
violentamente en Ia petición, fueron obligados a mantenerse tranqüilos. 30
Al poço tiempo no había en toda Alemania un príncipe más dccidJ^B
mente católico que ei duque Alberto. Con ei mayor empeno se propuso J^B
catar por completo su país para ei catolicismo.
Los profesores de Ingolstadt tuvieron que firmar Ia profcsión de fe, p u f l
cada siguiendo las prescripciones dei Concilio. Todos los funcionários dei ^M
que dcbían jurar atenerse a una indudable ortodoxia católica. Si alguien ú
negaba era despedido. En Ia baja Baviera, adonde habían sido enviados akfl
nos jesuítas para Ia conversión de los habitantes, no solo los predicadores, | H
34 "Gcschiclite Erfalmmg iind Bcricht der ungebuehrlichen aufruchrisclicn Redcn halbefnfl
Frciberg. Ceschiclifc der baierischen Landsíaende. n, 352.
*5 Mnschberg, Ceschichrc des /lauses Ortenbtirg. p. 390.
30 Adlzreiltcr, Annaies Boicae gentis, n, xi, n. 22. AJbcrtus cara indiiJgcnfiam júris >
|U!
blici in Boica esse nohiit.
SU INICIACIÓN EN ALEMANIA 255

os los que se mantuvieron en Ia fe evangélica, tuvieron que vender sus


nes y abandonar ei país. 37 Y así se procedió en todas partes. Ningún ma-
rado se hubiera atrevido a tolerar a los protestantes, pues él mismo se expo-
nl más duro castigo.
Con esta renovación dei catolicismo Ias modernas formas dei mismo pasa-
dc Itália a Alemania. Se hizo un índice de libros prohibidos, se los rebusco
lis bibliotecas y se hicieron hogueras con ellos. Por ei contrario, se favoreció
lihro católico v ei duque no dcjó de animar a los autores ortodoxos, pues
ii traducir e imprimir Ia historia de los santos de Surius. Se dedico Ia mayor
In ión a Ias relíquias, y San Benno, dei que nada se queria saber en otro
alemán, en Misnia fué proclamado solemnemente patrón de Baviera. La
hitectura y Ia música fucron Ias primeras en adoptar ei nuevo gusto de Ia
jtiia restaurada. Se fomentaron, sobre todo, los institutos de los jesuítas,
• tenían a su cargo Ia educación de Ias nuevas generaciones.
I Los jesuítas no encontraban palabras bastantes para cantar Ias excelências
I duque, Hamándole segundo Josías y nuevo Teodosio.
Pero queda una cuestión.
Por Io mismo que Ias soberanías territoriales se amplían cuando }os prín-
. protestantes adquieren intervención en cuestiones religiosas, seria sor-
dente que los príncipes católicos vieran limitado su poder por Ia renova-
do Ia autoridad de Ia Iglesia.
No es de extranar que se tomaran precauciones en este sentido. Los Papas
Ton muy bien que solo por mediación de los príncipes podían conseguir, en
principio, Ia conservación de su poder en decadência o ei recobro dei per-
Ro; no se hacían en esto ninguna ilusión y toda su política se endereza a
ltcndcrse con los príncipes.
l;.n Ia instrueción entregada por Gregorio ai primer núncio que envio a
•viera se declara esto mismo sin grandes ambages: "El deseo más ardiente de
li S.intidad consiste en rcstablecer Ia disciplina eclesiástica decaída, pero ve,
niismo tiempo, que tiene que unirse a los príncipes para alcanzar una fina-
«d tan importante. Por su piedad se ha conservado Ia religión y solo con su
(ii).i se podrán restablecer Ia disciplina eclesiástica y Ias costumbres." s x Y, asi,
Papa traspasa ai duque Ia facultad de expulsar a los obispos que no cum-
n y de poner en ejecución Ias resoluciones de un sínodo que había sido
me]) cn Salzburgo; Ia de advertir ai obispo de Regensburgo y a su cabildo
Conveniência de instituir un seminário; en una palabra: le transmitió una
i u de superintendência eclesiástica. Y consulta con ei duque si no será
ípvcnicnte instituir seminários para ei clero regular, como existen ya para ei
fcul.ir. El duque se muestra conforme. Pero también pide, por su parte, que
I »T Agrícola, P. I. Dec. m, 116-120.
• I.cgatio Crcgori XIIJ. 1575: S. S. in eum curam incirinbit qua ecc/csijstica disciplina /am
•lie in Gcrmania collapsa a/iquo modo instauretur, qiiod cum antecessores sui aut neg/exerint aut
jlrr attigerint. non ram bene quam par erat de republica christiana méritos esse animadvertit:
(diungcndos sibi ad faíe tantumque opus catholicos príncipes sapientissime statuit. El legado.
de Dartolomé de Poma, promete expresamente: Suam Sanctitatem nihil unquam praeterniissuram
quod est c re sua [ducis Bavariac] aut fiíiorum.
256 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589

los obispos no se inmiscuyan en Ias prerrogativas de los príncipes, ya sean l.r.


tradicionales u otras nuevas, que ei clero sea mantenido en orden y discipllfl
por sus superiores. Encontramos edictos en los que ei príncipe considera I a
conventos como bienes de Ia Câmara y, en consecuencia, los somete a una ul
ministración secular.
Si ei principado protestante se ganó en ei curso de Ia Reforma atribuffl
eclesiásticos, ahora le ocurrió Io mismo a] principado católico. Lo que en un
caso se hizo frente ai Papado, ahora se hace de acuerdo con él. Y si los p i f l
cipes protestantes colocaban a sus cadetes como regentes postulados en 1
abadias evangélicas vecinas, los hijos de los príncipes católicos llegaron a Ia < H
nidad episcopal. Desde un principio prometió Gregorio ai duque Alberto n»
omitir nada en favor suyo o de sus hijos y, en poço tiempo, vemos a d o é f l
estos en posesión de Ias mejores prebendas y a uno de ellos llcgar poço a
poço a Ias dignidades máximas dei Império. 89
Además de esto, Baviera cobro una gran importância por Ia p o s i d f l
adoptada. Defendia un gran principio que iba ganando terreno. Y los prínfl
pes alemanes católicos de menor categoria, vieron en Baviera durante cierti
tiempo su jefatura.
En Ia medida que se íò permitia su poder ei duque se apresuró a t d H
blecer ia doctrina católica. Apenas cayó en sus manos ei condado de H t t f l
hizo salir a los protestantes, tolerados por ei último conde, y restableeió ei rito
y ia confesión católicos. El margrave Filiberto de Baden-Badcn pierde Ia vidd
en Ia batalla de Moncontour. Su hijo Felipe, de diez anos de edad, es e d u f l
do en Munich en Ia fe católica, bajo Ia tutela dei duque Alberto, No csperJ
a lo que habría de hacer ei joven margrave cuando llcgara a gobernar, sino
que mando inmediatamente a su maestre de campo, duque de Schwarzenbsfl
y ai jesuíta Jorge Schorich, que ya habían trabajado en Ia baja Baviera c c f l
virtiendo gente, para que volvieran católica a Badcn por <los mismos procedi
mientos. Los habitantes protestantes quisieron aponer mandatos imperiales, qui-
no fueron tenidos en cuenta, y los delegados continuaíbn su obra, como relata
con satisfacción ei cronista de los jesuítas, "haciendo libres ei oído y ei anima
de Ia gente sencilla para que recibiera Ia doctrina celestial". Esto quiere dei ir
ue alejaron a los predicadores protestantes, obligaron a los frailes no muy orlo
:ioxos a abjurar de sus errores, nombraron para Ias escuelas superiores y ele
mentales maestros católicos y expulsaron a los seglares"que no quisieron some
terse. En un espacio de dos anos —1570, 1571- 4 - todo ei país cs de nucvo
católico.40

39 Incluso Pio V moderaba sus severos princípios frente ai duque de Baviera, Tiépolo, R t f l
tione di Pio JV e V. D'a/tri principi seco/ari di Gcrmania non si sa chi a/íro vcraim
cattolico che i/ diica di Baviera: però in grati/icarione sua i) ponte/ice ha concesso che il íigliuoM
che di gran lunga non ha ancora Veta determinara dal concilio, habbia il vescovato FrinsigaflH
cosa che non è da hli sfaía concessa ad altri.
4<> Sacchinus: pars. m, lib. vi, n. 88, lib. vn, n. 67. Agrícola: i, iv. 17-18. El Papa C M H
debidaniente ai duque por ello. Mira perfunditur laefilia, se dice en aquclla ctnbajada, cum ff^H
il). Sertis. Vrae. opera et industria marchionem Badcnsem in religione citlioJica cc/uc.iri, ad qiioff
accedit cura ingens qii.iin adbibiiit í« coniifatu de ífag ut catliclica lides, a qua tmpitei deíecerw^Ê
Kstitoàtiit,
Sll IN1CIACIÓN EN ALEMANIA 257

Mientras esto ocurría en ei campo secular un movimiento parejo se pro-


le, todavia con una necesidad mayor, en ei eclesiástico.
I Los príncipes alemanes eclesiásticos eran, en primer lugar, obispos, y los
j)ns no descuidaron un momento en hacer valer en Alemania ei aumento
poder sobre los obispos que les correspondia por Ias decisiones dei Con-
ii.

Como primera providencia, fué enviado Canisius, con ejemplares de Ias


jluciones dei Concilio, a Ias diversas cortes eclesiásticas. Los fué pasando
r Maguncia, Tréveris, Colônia, Osnabrück y Würzburgo.41 Los honores
Kl.iles con que fué recibido fueron animados por su actividad. El asunto se
•t<> a discusión en Ia Dieta de Augsburgo de 1566.
[ l'ío V temia que ei protestantismo presentara nuevas peticiones y obtu-
n nuevas concesiones, y había indicado a su núncio que, en caso necesario,
ntara una protesta amenazando ai emperador y a los príncipes con arreba-
"s todos sus derechos. Creía llegado ese momento.42 El núncio, que veia
cosas de cerca, no Io creyó así. Comprendió, por ei contrario, que nada
ii que temer. Los protestantes estaban divididos y los católicos, por suerte,
J
os. Se rcunían frecuentemente con ei núncio para acordar medidas comu-
Canisius, de fama intachable, muy ortodoxo y sagaz, gozaba de gran
diente sobre Ias personas. No había que pensar en ninguna concesión y
esta Dieta Ia primera en que desarrollaron una resistência victoriosa los
cipes católicos. Las advertências dei Papa encontraron eco y en una reunión
rada de los príncipes eclesiásticos se aceptaron provisionalmente las reso-
iones de Trento.
Desde ese momento comienza una vida nueva para Ia Iglesia católica de
bania, Poço a poço se van publicando esas resoluciones en los sínodos pro-
i [ales; se crean seminários en las sedes episcopales, siendo ei primero, según
ii. (1 colégio Willibaldinum, fundado por ei obispo de Eichstádt.43 La pre-
kiiin de fe fué firmada por altos y bajos. Es muy significativo que lo mismo
kedicra en las universidades. Según una disposición propuesta por Láinez
•probada por ei Papa, y que entonces se puso en vigor en Alemania debido
Mm ipalmente ai ceio de Canisius, no solo no se repartiria ningún cargo, sino
III|IULC) orado alguno, ni siquiera en Ia facultad de medicina, sin Ia firma
ktvia de Ia professio fiâei. Según mis noticias, Ia primera universidad que
klrtxlujo esta condición fué Ia de Dillingen y las demás siguieron poço a poço.
lonicnzaron las inspecciones de las iglesias, y los obispos, que hasta entonces
.11 .li ii dado muestras de bastante descuido, se senalan por su ceio y devoción.
Sin duda uno de los más ardientes entre ellos era Jacobo von Eltz, que dei
f\i\ 1567 hasta 1581 fué príncipe elector de Tréveris. Había sido educado en Ia
i disciplina lovainense y sus empenos literários estuvieron consagrados des-
siempre ai catolicismo. Había redactado un martirológio y oraciones parn
«l Madcrus, de vila P. Canísii, lib. n, c. n. Sacchinus, ni. D, 22.
*- Catena, Vita di Pio V, p. 40, publica un cxttacto de Ia instrueción. Cratiani, Vita Com-
doni, lib. ni, c. II.
*'•> Falkenstein, Nordgauiscbe AJterthuemer, i, 222.
258 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
Ias horas canónicas. Tuvo gran parte con su antecesor en Ia entrada de m
jesuítas en^ Tréveris y les encomendo, llegado a príncipe, Ia visitación de i J
parroquias. Hasta los maestros de escuela tuvieron que firmar Ia profesión >ln
fe. Se introdujo una rigurosa disciplina y jerarquía en ei'clero, siguiendo e l f l
píritu metódico de los jesuítas. Cada mes ei párroco debía informar ai d e c i f l
y cada trimestre este ai arzobispo, y los que se resistían eran alejados sin Shfl
Se imprimió para cada diócesis una parte de Ias disposiciones tridentinas j H
dieron a conocer para su cumplimiento; se publico un nuevo breviario p f l
acabar con todas Ias diversidades de rito. La jurisdicción eclesiástica fué i f f l
ganizada con rigor por Bartolomé Bodeghem von Delft. La alegria mayor cia
arzobispo parecia ser que alguien volviera dei proteslantismo. En tal caso, n f l
ca dejaba de enviarle su bendición.44
A este deber propio de Ia dignidad eclesiástica, a esta relación con R o j H
se anaden otros motivos. Los príncipes eclesiásticos tenían Ias mísmas r a z a H
que los seculares para rescatar a sus poblaciones a su religión, y quizá m a y ^ H
ya que una población que se inclinara ai protestantismo podría presentarles t ^ |
mayor oposición, en virrud de su caracter eclesiástico.
Vemos actuar este factor importante de Ia historia alemaria precisam^M
en Tréveris. Lo mismo que otros senores eclesiásticos, los arzobispos de T r d f l
ris estaban desde siempre en altercados con su capital. En ei siglo xvi se a ^ H
ei elemento protestante y se ofrece una obstinada resistência a Ia jurisdicflH
eclesiástica. Jacobo von Eltz se vió obligado a sitiar Ia ciudad. Salió v e n o ^ H
y consiguió entonces dei emperador una decisión favorable. Con ella o b l i ^ H
los burgueses a Ia obediência secular y religiosa.
Hizo todavia otra cosa, que tuvo una influencia general: en ei ano de l^M
excluyó definitivamente a los protestantes de Ia corte. Esto tenía mucha i m ^ |
tancia, sobre todo para Ia nobleza, que dependia en su carrera de Ia corte.^H
este modo se le cortaron todas Ias perspectivas de futuro y es posible que ^ H
chos se vieran impelidos a volver a Ia vieja religión.
También ei vecino de Tréveris, Daniel Brcndel, príncipe elector de Mil
guncia, era muy católico. Contra ei consejo general de los que le rodeaban, | H
tableeió Ia procesión dei Corpus y oficio en ella. Nunca había dejado de a c i »
a vísperas. De todos los asuntos, siempre ponía en primer lugar los eclesi^H
cos y entre sus consejeros áulicos mostra ha preferencia por los católicos Cel^H
Los jesuítas encomian los favores recibidos de él, que rriandó ai Colégio ^ H
mánico de Roma algunos pupilos.45 Pero no se sentia dispuesto a ir tan | H
como Jacobo von Eltz. Su ceio religioso no deja de ofrecer cierta ironia. Cua^H
introdujo a los jesuítas, muchas de sus gentes le hicicwn óbservaciones en C^Ê
tra: "jCómo! jme tolerais a mi, que no cumplo con mi obligación como e i ^ H
bido, y no queréistolerar a gentes que cumplen tan bien con Ia suya?." 40 No m
nos dice cuál fué su contestación a los jesuítas que lc pedían Ia extirpa<^H
completa dei protestantismo en ei país. Cuando menos tolero luteranos y calví
4
* Browcrus, Amia/es Trevirenses, n, xxn, 25: nuestra fuente principal y más fidedigna t^M
45
Serarius, Mogiint/acarum rcriim, lib. v, cn ei párrafo sobre Daniel principalmente, ^ H
vra, xi, xxn, xxiu.
46 Valeiandus Sartorius, en Serarius, p. 921.
SU INICIACIÓN EN ALEMANIA 259

01 ns cn Ia ciudad y en Ia corte y hasta ei rito evangélico en algunas localida-


; " pcro cllo se debió probablemente a que no se sentia con bastante fuerza
nplastarlo, porque en una región apartada de su domínio, donde no le ame-
Rnban vecinos tan poderosos y bélicos como los condes palatinos dei Rin, dió
cambio pasos más decididos. El restablecimiento dei catolicismo en Eichfeld
obra suya. El protestantismo se había instalado con ei favor de los nobles
ubía penetrado hasta Heiligenstadt, a pesar de Ia abadia que poseía ei patro-
dc todas Ias iglesias, e incluso había un predicador luterano. La comunión
rccibía en Ias dos espécies, y una vez solo doce burgueses distinguidos toma-
la comunión de Pascua según ei rito católico.48 Por este mismo tiempo, afio
574, apareció ei arzobispo en Eichfeld, acompanado de dos jesuítas, para
nr a cabo una visita de iglesias. No apelo a medidas muy violentas, pero si
laces. En Heiligenstadt expulso a los predicadores protestantes y fundo un
Igio de jesuítas. No excluyó a ningún consejero pero, mediante una pequena
i nl.i afiadida ai juramento de toma de posesión, por Ia que cada uno se
Iguba a obedecer ai príncipe elector en asuntos religiosos y civiles, impidió
ei futuro Ia entrada de protestantes. Lo más importante fué ei nombra-
nto de un superintendente decididamente católico, Leopoldo von Stralendorf,
I no tuvo reparos en reforzar con su propia autoridad Ias medidas modera-
del Sefior y que hizo prevalecer en Ia ciudad y en ei campo Ia doctrina
iln a en una administración sostenida durante veintiséis afios. Sin tomar
i In nta Ia oposición de Ia nobleza expulso dei país a los predicadores pro-
tnntes y puso en su lugar a los discípulos de Ia nueva escuela de los jesuítas.
Ya otro príncipe eclesiástico había dado ei ejemplo en estas regiones.
En Ia abadia de Fulda Ia práctica evangélica había sido tolerada por seis
des y también ei último abad, Baltasar von Dembach, llamado Gravei, pro-
lió cn su elección —ei afio de 1570— hacer lo mismo. Ya sea que ei favor
lc mostro Ia corte pontifícia estimulara su ambición, que viera en ei resta-
cimicnto dei catolicismo ei médio de acrecentar su insignificante poder, o
c realmente se produjera en él un sincero cambio de opinión, ei caso es que
fué mostrando poço a poço no solo adverso ai protestantismo, sino enemigo.
imó a los jesuítas. No conocía a ninguno ni había visto un colégio, así que
c|iic le decidió fué Ia fama de ellos, Ia descripción que le hicieron unos dis-
iilns dei colégio de Tréveris y también acaso Ias recomendaciones de Daniel
ndel. Los jesuítas acudieron con gusto y Maguncia y Tréveris fundaron
una residência común; ei abad les dió casa y escuela y les asignó una pen-
ftn, y él mismo, que no era muy culto, tomo lecciones.49
El abad tuvo díficultades con ei cabildo, que en modo alguno había apro-
el llamamiento y algo tenía que decir en cuestiones de esta índole. Pero
<T Lamcntacioncs de Roberto Turner, ei cual buscaba a un Bonifácio y encontro tan solo a un
cípcm politicum. Seraríus, p. 947.
«» Joh. Wolf, Ceschichte und Beschreibung von Heiligenstadt, p. 59.
«u Reiffenbetg, Historia socictatis Jesu ad Rhenum iníeriorem, i, vi, n, aumenta aqui los datos
Snccliinus (m, vu, 68) tomando como base un tratado dei jesuíta Feuder, rcdactado para él.
lado protestante: "Quejas de Ia ciudad de Fulda y de Ia nobleza dei obispado dcl mismo
brc", cn Lehmann, de pace re/igionis, n, a, 257.
260 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
pronto arremetió también con Ia ciudad, aprovechando para ello Ia mejofl
ocasión.
El párroco de Fulda, que hasta entonces había predicado Ia doctrina e v a f l
gélica, retorno ai catolicismo y comenzó de nuevo a bautizar en Iatín y a dar Ia
comunión en u n a sola espécie. Acostumbrados ya ai rito evangélico, los habiJ
tentes no quisieron someterse y pidieron ei alejamiento dei párroco. Como es
natural, ei abad no hizo caso. No solo se practicó rigurosamente ei rito cató-
lico en Ia catedral, sino que en Ias demás iglesias se expulso a los predicadoreB
evangélicos, que fueron substituídos por jesuítas. El abad cambio sus consejeroí
y funcionários protestantes por otros católicos.
Fué inútil que Ia nobleza protestara; ei abad Baltasar, contrariado, les fl
puso que esperaba no pretenderían indicarle como tenía que gobernar ei p f l
que Dios le había encomendado. Algunos príncipes imperiales poderosos lfl
enviaron una embajada para que suspendiera sus innovaciones y alejara a ^M
jesuítas, pero no se inmutó Io más mínimo. Al contrario, amenazó a los noblea
Se arrogó una espécie de dependência imperial directa que debía ser muy limB
tada si ei soberano eclesiástico pretendia imponer Ia obediência religiosa.
Fué así como se levanto en Alemania con renovadas fuerzas un c a t H
cismo que parecia ya vencido. Los más diversos motivos colaboraron: Ia religiáfl
y Ia doctrina, que volvieron a extenderse, Ia reforzada disciplina eclesiás^H
consecuencia de Ias resoluciones de Trento, y, sobre todo, motivos de políticfl
interior. Saltaba a Ia vista cuánto más poderoso podia ser un príncipe si H
súbditos seguían también su credo. Al principio, Ia restauración eclesiástica^!
hizo firme solo en algunos puntos, pero estos ofrecían una perspectiva inmensB
Había de tener Ia mayor importância que no se opusiera ninguna resister^B
importante ai proceder de los príncipes eclesiásticos. Con Ia "paz religiosa" y q H
diante una expresa declaración imperial, se trato de dar seguridades a Ias c o i ^ B
nidades protestantes radicadas en los domínios eclesiásticos. I*os príncipes e ^ H
siásticos pretendían ignorar tal declaración y en^modo alguno se p r e o c u p í ^ H
de ella. El poder imperial no era Io bastante fuerte y áecidido para t o m a i f l
imponer un acuerdo tajante. Ni siquiera en Ia Dieta imperial prevalecierofl^B
energia y unidad necesarias. Los câmbios más importantes transcurriei
ruido, sin apenas ser percibidos, sin que fueran registrados en Ias crônicas, c o H
si no pudiera ser de otro modo.

5 ) La violência en los Países Bajos / en Francia


Mientras Ias empresas católicas cunden tan decididamente en Alemania, i f l
piezan a actuar también en los Países Bajos y en Francia, aunque con un C l f l
muy diferente.
La diferencia fundamental reside en que existe en estos países un f u 4 H
poder central que tiene una participación muy activa en ei movimiento, ^ H
dirige Ia acción religiosa y es afectado directamente por Ia resistência.
Por eso Ia situación presenta una mayor unidád y ei empciio mayor dfl
nexión y fuerza.
VIOLÊNCIA EN LOS PAÍSES BAJOS Y FRANCO* 261

Sabido es a cuántas medidas hubo de acudir Felipe II a comienzos de su


llnado para instaurar una obediência total en los Países Bajos, pero tuvo que
nbandonándolas una trás otra, a excepción de Ias que atanían a Ia afirmación
pi catolicismo y de Ia unidad religiosa, que mantuvo con ei más implacable
r.
Mediante \a insútución de nuevos aizobispaàos y obispados cambio por
•nplcto Ia constitución eclesiástica dei país, y no se conmovió ni presto oídos
•linguna reclamación por derechos violados.
Estos obispados cobran una importância doble por Io mismo que ei conci-
de Trento ha reforzado extraordinariamente Ia disciplina eclesiástica. Des-
j|ís de pensarlo un poço, Felipe II acogió los decretos dei Concilio y los mando
phlicar en los Países Bajos. La vida, que hasta entonces había encontrado
«lios de moverse sin una gran coerción, ahora estaria sujeta a una rigurosa
lilancia y sometida a Ia estrechez de una forma de Ia que estaba a punto de
pprcnderse.
A esto se anaden Ias sanciones penales, que los Países Bajos conocieron
con ei Gobierno anterior, y ei ceio de los inquisidores, atizado constante-
bnte por ei nuevo tribunal de Roma.
Los habitantes de los Países Bajos trataron de mover ai rey para que mo
tara los castigos y pareció en algunos momentos que iba a acceder a ello; hasta
[duque de Egmont creyó, durante su estância en Espana, haber recibido segu-
Jndes en este sentido. Sin embargo, era difícil hacerse ilusiones. Ya hemos visto
Itcriormente como ei sefiorío de Felipe II descansaba en gran parte en ei factor
•csiástico y, de haber hecho conccsiones a los Países Bajos, le hubieran sido
lidas también en Espana, donde jamás podría otorgarlas. No olvidemos que
K>re él pesaba asimismo una imperiosa necesidad. Pero, además, eran los tiem-
en que Ia exaltación a Ia Sede y Ias primeras actuaciones de Pio V habían
ivocado un nuevo ardor en todo ei mundo católico; también Felipe II sentia
IM atracción especial por este Papa y presto ei mayor eco a sus admoniciones.
Icababa de rechazar ei ataque de los turcos a Malta y los devotos v los ene-
llgos de los Países Bajos pudieron aprovechar Ia impresión producida por Ia
Ictoria, como sospecha ei príncipe de Orange, para animar ai rey a una actua-
4n enérgica.50 Lo cierto es que se publico un edicto a fines de 1565 que sobre-
liaha en rigor a todo lo conocido.
Se aplicarían integramente Ias sanciones establecidas, se harían cumplir
i* «soluciones dei Concilio y de los sínodos provinciales posteriores y solo los
(iiisidores conocerían de los delitos religiosos. Todas Ias autoridades fueron
Bcrtidas para que prestaran su ayuda. En cada província un comisario vigila-
u ei cumplimiento dei edicto y comunicaria de três en três meses ei informe
>rrcspondiente.51
Se ve claro que se intentaba introducir con esto un gobierno eclesiástico,
no como ei de Espana, por lo menos como ei de Itália.
»0 El príncipe sospecha de Granvella. Cf. su escrito en los Archivos de Ia maison d'Orange-
IMu, i, 289.
81 Strada según una fórmula dei 18 de diciembre de 1565, lib. rv, p. 91.
262 LA CONTRARREFORMA DE 1 5 6 3 A 1 5 8 9

La reacción inmediata fué que cl pucl>lo se levanto en armas, se dcstqfl


zaron imágenes y en todo ei país estalló furiosa revuelta. Llegó un momento!
en que ei poder público fué obligado a ceder, pero Ias violências comprometi»!
ron Ia finaYidad que se perseguia, como suele ocurrir, pues ios habitantes mode-l
rados y tranqüilos se espantaron y se aprestaron a ayudar ai Gobierno. La GoM
bernadora obtuvo Ia victoria y, luego de hacerse duefia de Ias localidades
rebeldes, pudo someter a Ios funcionários y a Ios feudatarios dei rey a un jur.i
mento por ei cual se obligaban a mantener Ia fe católica y a luchar contra l<>\
herejes. 52
Pero ai rey no le pareció bastante. Es ei momento en que le ocurre Ia d^Ê
gracia de su hijo don Carlos, y nunca fué tan riguroso e inflexible. El PapaJ
por su parte, le advierte que no haga ninguna concesión en menoscabo dei ca-
tolicismo y ei monarca le asegura que "no permitirá que en Ios Países Bajoá
queden raíces de una planta tan maligna y está dispuesto a perder Ias provinciaB
o mantener en ellas Ia religión católica". 63 Después de haberse dominado l,i
rebelión y para realizar su propósito, envio a su mejor general, ei duque de A l b J
con un ejército de primera clase.
Tratemos de abarcar Ias ideas capitales que inspiran ei proceder dei áU
que de Alba. \
Estaba convencido de que en Ios movimientos revolucionários de un p f l
se puede conseguit todo si se acaba de una vez con Ios caudiííos. El que C a »
Ios V, después de tantas y tan grandes victorias, hubiera sido poço menos que
expulsado de Alemania, se debió a que perdonó Ia vida a Ios enemigos que CM
yeron en sus manos. A menudo se ha hablado de Ia inteligência entre franl
ceses y espanoles en Ia reunión de Bayona de 1565 y de Ios acuerdos a q u i
llegaron: de todo Io que sobre el particular se cuenta, Io cierto es q u e f l
duque de Alba pidió a Ia reina de Francia que se deshiciera de Ios caudillol
hugonotes de Ia manera que fuese. Lo que en aquella ocasiór> aconsejara cs
natural que no tuviera inconveniente en aplicado ahora. Felipe II había puesll
a su disposición unos poderes en blanco con su firma. El primer uso que hizd
de ellos fué encarcelar a Egmont y Horn, de Ios que se sospechaba que fuenm
Ios culpables de Ia rebelión anterior. "Sacra Majestad católica —comienza l.i
carta dirigida ai rey en esta ocasión, carta que parece demostrar que no tenía
ninguna orden expresa para ei caso—, después que he llegado a Bruselas me
he procurado Ios informes necesarios en Ios lugares debidos f he tomado a buenl
recaudo ai duque d e Egmont, y también he mandado_,encarcelar ai duque de
Horn y a algunos otros." 54 ^Por qué razón condeno a muerte a Ios presoi|

»2 Brandt, Histoirc de k ré7ormation des Pays-bas, i, 156.


58 Cavalli, Dispaccio di Spagna, 7 Ag. 1567. Rispose ii ze, che qaanto alie cose delia religi^M
S. Stà. stasse di buon animo, che owero si han da perder fufti quei stati o che si conserverà fltj
ejsi h vera catlo/ica re/igione, nê compoiteri che vi ri/nanghi, per quanto poírà /ar Jui, afcunM
radice di mala pianfa.
04 Dispaccio di Cavalli 16 Sett. La hasta entonces Regente se quejó ai rey sobre Ia dctencláH
El rey contesto que él no Ia había ordenado y para probarlo ensenó Ia carta de Alba, de Ia ^ H
se nos comunica cl pasaje que le sirvió de prueba, y que dice: Sacra catot/ica Maesia, da poi ch'm
gionsi in Bruse/íes, pigliai le information da chi dovea deJ/e cose di qua. onde poi mi snn .
dei conte di Agmon e íatto ritener il conte d'Orno con aíquanti aítri. Sara hen che V. M. per h 1
VIOLÊNCIA EN LOS PAÍSES BAJOS Y FRANCIA 263

uno siguiente? No por ia convicta culpabilidad surgida dei proceso, pues


rcsponsabilidad más bien parecia ser Ia de no haber impedido Ia rebelión
c Ia de haberla provocado. Tampoco por orden alguna dei rey que dejara a
lireción dei duque ia ejecución de }os presos. El motivo íué ei siguiente:
Uíivn entrado en ei país algunos grupos protestantes que nada habían con-
k i d o de importância, fuera de su pequena victoria en Heiligerlee, donde
iM iii un famoso capitán dei rey, ei duque de Arenberg. En su escrito ai mo-
íca dice ei de Alba que ha observado que ei pueblo se ha agitado con este
•dente y ha aumentado su resistência, y por eso ha considerado oportuno
n.ir a Ia gente que no Ia tiene temor, quitándola a Ia vez Ias ganas de bus-
la libertad de los presos mediante nuevas revueltas: así ha tomado Ia deci-
ji de mandados ejecutar en seguida. Los nobles varones, cuyo crimen con-
io cn defender Ias libertades tradicionales dei país, y en los que no se pudo
ubrir delito alguno, cayeron víctimas de Ias consideraciones momentâneas
una política implacable y no de un principio de justicia. En ese momento
[duque de Alba se acordo de Carlos V, cuyos errores no deseaba repetir. 50
Como vemos, ei de Alba era cruel por principio. ^Quién habría de en-
trar gracia ante ei terrible tribunal que instituyó con ei nombre de "Tri-
al de los tumultos". Gobernó Ias províncias con encarcelamientos y ejecu-
IHS, demolió Ias casas de los condenados y confisco sus bienes. Con los fines
ig/osos, perseguia también los políticos, y ya ei viejo poder de los Estados
tcnía significación alguna; Ias tropas espanolas invadieron ei país y en Ia
Vá mercantil más importante establecieron su ciudadela. Con una obstina-
n sin igual, insistió ei de Alba en ei cobro de los odiados tributos y en
pana —pues también de allí saco sumas importantes— se preguntaban qué
10 que hacía con tanto dinero, El caso era que ei país obedecia: nadie re-
isió; desapareció toda huella de protestantismo y los emigrados fronterizos
mantuvieron tranqüilos.
"Monsignore —decía durante estos sucesos un consejero secreto de Feli-
11 ai núncio—, ^estais satisfecho con ei comportamiento dei rey?" El núncio
nicstó: "Muy satisfecho."
El mismo Alba creía haber realizado una obra maestra. Y no sin ciertc-
iprccio miraba ai Gobierno francês, que no sabia hacerse duefto de Ia situa-
n cn su propio país.
En Francia se había producido una fuerte reacción contra Ias concesiones
gales hechas ai protestantismo.
leito ordini ancor lei che sia fatto 1'istesso di Montigni [que se hallaba en Espafia] e suo adiu-
"íe di esmera. Se sigtiio a esto Ia detención de Montigny.
I>» Cavalli nos facilita ei 3 de julio de 1568 también este escrito extractado. Es, si cabe, aún
I intcrcsante que c) anterior. Capito qui 1'awijo deJJa giustitia faita ài Fiandia contra dj qutlJi
Vfri signori prigioni, intorno alia quale scrive il D. d'Alva, che havendo facoltà di S. M. di /ar
rtcciitione o soprastare secondo che havesse rJputato piu espediente dei suo servitio, che pero
IIIIK/H li popoli un poço aíterati et insuperbiti per Ia morte d'Arenbcrg c rotta di quelli Spagnoli.
vm giudieato tempo opportuno e necessário per tal ef/efto per dimontrsr di non temer di íoro úi
1I0 11/ciino, e poner con questo tenore a molti levandoli Ia speranza di tumultuar per Ia loro Iibe-
(liiiic, e luggir di cascar neII'errore neí quale incorse l'in7peratore Cario, il qual per tener viv>
«emin e Langravio diede oceasione di nova congiura, per Ia quale S. M. íu caecíata con poça
inl.l delia Germania a quasi delVimpcTO.
264 LA CONTRARREFORMA PB 1 5 6 3 A 1 5 8 9

Partió de los grandes senores, que no estaban dispuestos a permitir un j


apartamiento tan grande dei sistema tradicional de fe y de vida, ni queríaai
tarnpoco dejar manos libres ai Gobierno que entonces regia. Consiguieron ha-
cerce con él mediante ia persuación y Ia violência y mudaron Ia política seguw
por otra que acarreó conflictos sangrientos.
Los protestantes disponían también de caudillos poderosos y resueltos qu«
contestaran a Ia violência con Ia violência.
Pero debido a Ia estrecha relación de los intereses religiosos con Ias faccio]
nes dei Estado y de Ia corte, ei estallido de Ia guerra civil no podia ser ventajo»
para ei progreso dei nuevo credo. Mientras los partidários de Ia Reforma se
mantuvieron tranqüilos, todo pareció favorecerlos. Pero cuando para sosiencr-1
se, y arrebatados, además, por sus caudillos, acudieron a Ias armas y cometicron
violências, secuela lamentable de toda guerra, cuando, si se nos permite Ia
expresión, los "cristaudinos" se hicieron hugonotes, perdieron ei favor de Ia opfr
nión pública. "íQué clase de religión es esta —se preguntaba Ia gente—, cuan-
do ha mandado Cristo robar ai prójimo y derramar su sangre?" Desde un
principio, Ia población de Paris se puso ai lado dei regente católico, incitas
sin duda por ai actitud orgullosa y amenazadora dei príncipe de Conde, jefl
de los hugonotes. Toda Ia población apta para llevar Ias armas fué organizadl
militarmente y puesta ai mando de capitanes católicos. Los miembros de Ia unM
versidad y los dei Parlamento, que comprendía Ia numerosa clase de los aboí
gados, tuvieron que suscribir una fórmula de fe estrictarhente católica. Todad
Ias instituciones de Ia vida ciudadana presentaban un cariz antiprotestante.
Al amparo de este cambio, los jesuítas echaron pie firme en Francia. Enw
pezaron muy modestamente y tuvieron que contentarse con colégios en BillonJ
y Tournon, que Ies procuraron dos senores eclesiásticos devotos suyos. Eran |
lugares alejados dei centro dei país, en los cuales no era posible hacer nada
importante. En Ias grandes ciudades, sobre todo en Paris, ençontraron mu
decidida resistência por parte de Ia Sorbona, dei Parlamento, dei arzobispado,
porque todos temían verse perjudicados por los privilégios y ei espíritu de Ia
orden. Pero se ganaron ei favor de católicos celosos y, especialmente, de Ia COM
te, que no se cansaba de recomendados "por su vida ejemplar, por su doctrin;i
pura, de modo que muchos que se habían separado han sido vueltos ai rodil
y ei Oriente y ei Occidente conocen ia efigie dei Senor gracias a sus esíui i
zos".DB A esto se afiadió aquel cambio de opinión pública y, ,así, pudieron afÍM
marse y conseguir, en ei ano de 1564, ei derecho a ensenar. Ya habían puestd
ei pie en Lyon. Por suerte o por mérito, ei caso es que pudieron presentara
con unos cuantos talentos brillantes. A los predicadores hugonotes enfrentara!
Edmundo Augier, nacido en Francia, pero educado en Roma a Ia sombra dflj
Ignacio, y dei cual parecen haber dieho los protestantes que hubiera sido <I
más grande orador dei mundo de no llevar los ornamentos católicos. Con Ia
86 En un manuscrito de Ia Biblioteca de Berlin. MSS. Call. n. 75. se encuentra, entre otrod]
ei siguiente documento: Deiiberations et cortsuJtations au parfament de Paris touchant I'estabiiJW»|
ment des Jesuites en France, en ei cual están contenidas principalmente Ias embajadas de Ia C^H
ai parlamento en favor de los jesuítas: in/racta et feroeia pecfora, se dice en estas, g)a<)io lidei acutfl
penetrarunt.
VIOLÊNCIA EN LOS PAÍSES BAJOS Y FRANCIA 265

lubra y con Ia pluma producía Ia mayor sensación. En Lyon fueron venci-


; por completo los hugonotes, sus predicadores expulsados, destruídas sus
Irsias y sus libros quemados. Los jesuítas, por ei contrario, recibieron en ei
o de 1567 un magnífico colégio. También contaban con un profesor exce-
tc, Maldonat, cuya explicación de Ia Biblia atraía en masa a Ia juventud.
sele estas capitales cruzaron ei país en todas direcciones, se establecieron en
plosa, en Burdeos, y en todas partes donde se presentaron aumento ei número
romuniones católicas. El catecismo de Augier conquisto ei aplauso general,
rs en solo ocho anos se vendieron en Paris 38,000 ejemplares.07
El espíritu católico de los franceses volvió a rebrotar con toda su energia
esta oposición contra los hugonotes. Cuando estos, por temor de correr una
rte parecida a Ia de los neerlandeses, acuden de nuevo a Ias armas y consi-
-n un edicto de pacificación favorable, una gran parte de Ias ciudades fran-
"• se nego a ejecutarlo; en Ias províncias se fundaron asociaciones entre los
rsos estamentos para Ia conservación de Ia religión católica, asociaciones que
Itaban amenazâdoras tambión para ei propio Gobierno si no era de Ia misma
nión. Pero Catalina de Médicis, furiosa por ei nuevo levantamiento de los
gonotes, estaba dispuesta a hacer sentir su autoridad. El ejemplo dei duque
Alba mostraba todo Io que se puede alcanzar con una voluntad firme. El
bn no cesaba de advertir a Ia corte que no permitiera que aumentara Ia osadia
los rebeldes, y afiadió a sus advertências una autorización para enajenar bienes
fciásticos, enajenación que proporciono ai tesoro un millón y médio de libras.58
nio un afio antes Ia gobernadora de los Países Bajos, Catalina de Médicis
ifiitó a Ia nobleza francesa Ia fórmula de un juramento en virtud dei cual
In que renunciar a toda unión acordada sin conocimiento dei rey.50 Exigió
Vposición de todos los magistrados sospechosos de Ias ciudades. En septiem-
de 1568 declaro a Felipe II que no toleraria ninguna otra religión que Ia
lica y comenzó Ia guerra.
El bando católico, en su totalidad, Ia emprendió con un ardor extraordina-
A petición dei Papa y también por impulso propio, ei rey de Espafia envio
os franceses tropas bien preparadas, ayuda que los franceses acordaron acep-
• Pio V mando hacer colectas en su Estado y pidió a los príncipes italianos
cstablecieran impuestos especiales. Él mismo envio ai otro lado de los Alpes
pequeno ejército con Ia orden de matar a todo hugonote que cayera en
manos.
También los hugonotes apretaron los dientes. Llenos de ceio religioso, veían
os soldados pontifícios ai ejército dei Anticristo. Tampoco dieron cuartel
les falto ayuda extranjera. Sin embargo, fueron totalmente derrotados en
contour.
|Con qué alegria exhibió Pio V en San Pedro y San Juan de Letrán Ias
eras conquistadas que se le enviaron! Abrigo Ias más atrevidas esperanzas.
Se encuentran estas informaciones en Ia obra de Orlandinus y de sus continuadores, pars. i,
VI, n. 30. ii, iv, 84. iii. m, 169 ss. Juvcncio, v, 24, 769, facilita una biografia de Augier.
•» Catcna, Vila di Pio V, p. 79.
El juramento en Scrranus, Commentarii de sfatu religionis in regno Galiiae, m, 153.
266 LA CONTRARREFORMA DE 1 5 6 3 A 1589

En estas circunstancias es cuando excomulga a Ia reina Isabel. Y hay morneM


tos en que le halaga Ia idea d e poder dirigir personalmente una acción contfll
Inglaterra.
Pero Ias cosas no llegaron tan lejos.
Como tantas otras veces, también ahora se produjo en Ia corte de Franofl
un cambio de opinión que origino gran alteración en los asuntos más importanJ
tes, aun estando fundado sobre circunstancias personales de poça monta.
El joven rey Carlos IX disputaba a su hermano ei duque de Anjou, q f l
había dirigido Ia batalla de Moncontour, ei honor de vencer a los huj
y de apaciguar ei reino. Su séquito atizaba este sentimiento, pues también I
tenía celos dei séquito de Anjou. Temían que ai honor siguiera ei poder. S H
solo no se saco gran provecho de Ias ventajas obtenídas sino que muy pronteJ
frente al partido católico riguroso que rodea al de Anjou, se forma en Ia corte I
un partido moderado, que mantiene una política contraria. Celebra Ias pace»!
con los hugonotes y llama a Ia corte a sus caudillos. En ei ano de 1569 loa
franceses, en unión con ei Papa y con Espana, habían tratado de derribar a In
reina de Inglaterra, y en ei verano de 1572 los vemos aliados a esa reina para
arrebatar los Países Bajos a los espanoles.
Pero era este un cambio demasiado brusco, dernasiado poço preparaM
para que pudiera madurar. Le siguió Ia explosión más.- violenta y, al final, Ias
cosas volvieron a recobrar ei aspecto de antes.
El caso es que Ia reina madre, Catalina de Médiciá, mientras participa con
ardor en Ia política y en los planes dei partido dominante, que halagaba sus in-
tereses por Io menos en parte —en cuanto pensaba colocar en ei trono de InglaJ
terra a su hijo más joven, Alençon— está preparando, sin embargo, todo Io con«j
cerniente a Ia ejecución de un golpe muy contrario. Hizo todo Io que estaba.
de su parte para que los hugonotes vinieran a Paris y, aunque muy numerosos, |
fueron rodeados y retenidos por un populacho fanático, muy superior en número
y militarmente organizado. Con bastante claridad, dió a entender al Papa cuáld
eran sus intenciones. Pero, aun de haberlo dudado, Ias circunstancias que se
concitaron en ese momento Ia hubieran determinado. Los hugonotes se ganaJ
ron al rey y parecían tener mayor ascendiente que Ia madre. Esta ya no dudóJ
ante ei peligro personal de Ia situación. Con ei poder irresistiblc y m a g i a
que ejercía sobre sus hijos, desperto en ei rey todo su fanatismo latente: le
bastaba una palabra para que ei pueblo se levantara en armas, y Ia pronuncio.)
Cada uno de los hugonotes más destacados fué asignado a su enemigo personal.
Catalina dijo no haber deseado más que Ia muerte de seis personas y que solo'
de ellas se hacía responsable, pero el caso es que murieron cerca de 50,000. °°(
Los franceses superaron de este modo Ia hazana de los espanoles en los
Países Bajos. Lo que estos fueron realizando poço a poço con cautelosa reflexiól
y bajo formas lcgales, ellos lo llevaron a cabo sin forma alguna, en el ardor dc|
Ia pasión y con Ia ayuda de masas fanatizadas. El resultado pareció ser el mis*
mo. N o quedo ningún caudillo en cuyo nombre pudieran agruparse los dispcr-l
W Mc icficro aqui por razones de brevedad a mi trabajo sobre Ia Noche de San Bartolomé,
en Ia ílisr. poj. Zcitschritt, ir, 581 y XII. 97. S. W.
RESISTÊNCIA DE LOS PROTESTANTES 267

hugonotes. Muchos huyeron, muchísimos más se entregaron. En todas partes


lha de nuevo a misa y los sermones se hallaban concurridos. Con satisfacción
ervó Felipe II como se le imitaba y mejoraba. Ofreció a Carlos IX, que ha-
| conquistado ei derecho ai título de muy cristianísimo senor, Ia fuerza de su
jeito para el término feliz de su empresa. El Papa Gregorio XIII celebro ei
lln mediante una procesión solemne a San Luigi. Los venecianos, que no pare-
\n tener en el asunto interés especial, expresaron su satisfacción en Ias comu-
i iones oficiales a sus embajadores por "esta gracia de Dios".
Pero ^es posible que atentados tan sangrientos puedan ser eficaces? ^No
ín en eontradicción con el secreto profundo de Ias cosas humanas, con los
ncipios misteriosos e inviolables que operan en Io hondo dei orden eterno dei
ndo? Los hombres pueden cegarse pero no perturbar Ia ley dei orden cósmico
iritual sobre Ia cual descansa su existência. Rige con Ia misma necesidad que
su marcha a Ias estrellas.

6) Resistência de los protestantes en los Países Baios


tronem y Alemanta
nseja Maquiavelo a su príncipe que lleve a efecto rapidamente Ias cruelda-
necesarias, una trás otra, y que vaya dando a conocer su gracia poço a poço.
Parece como si los espanoles quisieran seguir a Ia letra este consejo, como
ie hubieran percatado de que ya habían confiscado bastantes bienes y cortado
«antes cabezas y que había llegado cl tiempo dei perdón. El ano de 1582
embajador veneciano en Madrid está convencido de que el de Orange será
rdonado si pide gracia. EI rey acoge bondadosamente a los diputados de los
•es Bajos llegados para pedirle que revoque el tributo dei diezmo y hasta
agradece sus gestiones. Había decidido llamar ai de Alba y mandar un go-
rnador de mano más suave.
Pero era demasiado tarde. A consecuencia de aquella alianza franco-inglesa
c precedió a Ia San Bartolomé, estalló Ia rebelión. El de Alba creía haber
iminado, pero Ia Iucha empezaba propiamente entonces. Venció ai enemigo
.mias veces se le presentó en campo abierto, pero encontro una resistência
Uc le f ué imposible doblegar en Ias ciudades de Holanda v Zelanda, donde había
"intrado más el movimiento religioso y el protestantismo se había organizado
maneia más efectiva.
Cuando en Ia ciudad de Harlem se acaban todas Ias provisiones —hasta Ia
lerba que crece entre Ias piedras— los habitantes acuerdan seguir combatiendo,
n mujeres y ninos; es verdad que Ia discórdia de Ia guarnición les obligó a
ndirse, pero mostraron por Io menos que se podia resistir a los espanoles. En
kmar, en el momento en que el enemigo estaba ante Ias puertas, se decidieron
pnncrse de parte dei príncipe de Orange, y Ia defensa fué tan heróica como
resolución. Nadie abandono su puesto, ni aun estando gravemente herido:
te estas murallas fracasaron los ataques de los espanoles. El país cobraba
Imito y un nuevo coraje animaba los corazones. Los de Leyden declararon
uc, antes que entregarse, preferían comerse el brazo izquierdo para, entretan-
268 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
to, poderse defender con ei derechó. Adoptaron Ia osada resolueión de apela»
a ia ayuda dei mar y rompieron los diques. Ya estaban a punto de ser avasa*
liados, cuando ei viento dei noroeste aumento ei nivel dei mar unos cuantos
pies, arrojando ai enemigo.
También los protestantes franceses se habían rehecho. En cuanto se dieron
cuenta de que, a pesar de Ia hecatombe, su Gobierno vacilaba y adoptaba me-
didas contradictorias, se aprestaron a Ia defensa y comenzó de nuevo Ia guerra.,
Lo mismo que Leyden y Alkmar se defendieron Sanserre y La Rochela. Las
mujeres compitieron en valor con los hombres. F u é Ia época heróica de] p r o
testantismo occidental.
A las crueldades cometidas por los príncipes más poderosos, o consenti<B
por ellos, se opuso en innumerables puntos una resistência indomable que núvj
gún poder podia quebrantar y cvyo origen secreto estaba en lo bondo de h con>
vieción religiosa.
N o es nuestro propósito describir los incidentes de Ia guerra en Franci>|
y en los Países Bajos; nos apartaria demasiado dei centro de nuestro tema y, por
lo demás, Ja guerra está deseríta en muebos hbros. Lo importante es que los|
protestantes resistieron.
E n Francia, en ei afio de 1573 y en anos sucesivos, ei Gobierno tuvo quql
avenirse varias veces a celebrar tratados con los hugonotesj en los que se n
renovaban las viejas concesiones- '
En ei ano de 1576 ei poder dei Gobierno se ha desmoronado en los P a í s »
Bajos. Como las tropas espafiolas, que no eran pagadas, se habían rebelado, iodai
las províncias volvieron a entenderse: las que permanecieron fíeles con las de
fertoras, Jas en su mayor parte católicas con Ias totalmente protestantes. Lm
Estados Generales se hicieron cargo de Ia administración y nombraron c a p i t a r »
generales, gobernador, magistrados, y ocuparon las plazas fuertes con sus propíS
tropas v no con las dei rey. 81 Se concluyó Ia alianza de Game, en Ia que las
províncias se comprometieron a arrojar a los espafioles. El fey envio a su herj
mano, que podia pasar como nativo dei país, pára que los gobernara como lo
había hecho Carlos V. Pero don Juan no fué reconocido antes de aceptar las
reclamaciones que se le presentaron. Tenía que dar por buena Ia pacifioación
de Gante y licenciar Ias tropas espafiolas. Apenas se movió un poço, obligada!
por Ia tensión de las circunstancias, todo se puso contra él, fué declarado ene-
migo dei país y los jefes de Ias províncias llamaron a otro príncipe en su lugaíj
El principio dei poder local prevaleeió sobre ei principesco y lo nacional
triunfo sobre lo espanol.
Necesariamente estos acontecimientos trajeron también otra consecucncia^1
Las províncias dei Norte, que habían llevado Ia guerra y hecho posible, por lo
tanto, Ia situacíón actual, tuvieron un natural predomínio en matérias de guetm
y de administración y esto produjo que Ia relisión reformada se extendiera pai
todos los Países Bajos. Penetra en Malinas, Brujas e Ipres; en Amberes se dis^
tribuyen las iglesias por confesiones y los católicos tienen que contentarse a vecflj
con ei coro de Ia iglesia, ya ocupada; en Gante Ia tendência protestante se con-
81
Sc ve con particular claridad ei giro que tomaron las cosas en Tassis, m, 12-19.
RESISTÊNCIA DE LOS PROTESTANTES
m
funàió con ei movimiento de los burgueses y cobro supremacia. En Ia pacifica-
ción se había garantizado Ia antigua situación de Ia Iglesia católica, pero ahora
los Estados Generales publicaron un edicto que permitia Ia misma libertad a
•mbas confesiones. Por todas partes, hasta en Ias províncias más católicas, se
produjeron brotes protestantes y se podia esperar que ei protestantistno saliera
Victorioso.
Y he aqui Ia posición dei príncipe de Orange. Hasta hace poço exiliado
y necesitado de gracia, ahora es duefio de un poder bien fundado en Ias pro-
víncias dei Norte, gobernador de Brahante, todopoderoso en los Estados Gene-
rales, está reconocido como jefe y caudillo por un gran partido político-religioso
que va ganando terreno, y mantiene una alianza estrecha con todos los protes-
tantes de Europa y. más que con nadie, con sus vecinos los alemanes.
Porque también en Alemania se opuso a Jos ataques de los católicos una resis-
tência protestante, que ofrecía buenas perspectivas.
Encontramos esta resistência en negociaciones de caracter general, en Ias
frruniones de Jos príncipes ehetores y en Ja Dieta imperial, aunque en esta no
conduce a ningún resultado por Ia naturaleza de los asuntos alemanes. Como
bl ataque concentra sus fuerzas en los diversos países, Ia resistência se aviva
Rambién en ellos.
Como vimos, Io más importante se cocía ahora en los senoríos eclesiásticos.
[Apenas existia uno donde ei príncipe no hubiera intentado restablecer ei impe-
Wio católico. El protestantismo contestaba con Ia pretensión, no menos ambi-
ciosa, de arrogarse ei principado eclesiástico.
En ei afio de 1577 Gebhart Truchsess ocupa ei arzobispado de Colônia.
[El hecho ocurrió principalmente por Ia influencia persona! dei conde Nuenar
pobre ei cabildo, y este gran protestante sabia muy bien a quien recomendaba.
r.n realidad no fué necesarío, como se ha dicho, que Gebhart conociera a Agnes
Von Mansfeld para que mostrara inclinaciones anticatólicas. En su entrada so-
Jcmne en Colônia, cuando le sale ai encuentro cl clero cn procesión, no baja
dei caballo para besar Ia cruz, como es tradicional. Se presentó cn Ia catedral
Vestido de soldado y tampoco le gustó celebrar misa pontificai. Desde un prin-
I ei pio se mantuvo en contacto con ei príncipe de Orange; sus consejeros más
Importantes cran calvinistas;"'- no tuvo reparo alguno en hacer hipotecas para
[pagar tropas; trato de asegurarse a Ia noblcza y, entre los grêmios de Ia ciudac),
lavoreció ai grupo que empezaba a oponerse a' Ias prácticas católicas. Todo iha
'encaminado a su propósito, que manifesto más tarde, de eonvertir cl principado
pclesiástíco en un principado secular.
Gebhart Truchsess era entonces católico, por Io menos exteriormente. Los
obispados vecinos de Westfalia y de Ia baja Sajonia cayeron cn manos protes-
tantes, como ya dijimos. Tuvo especial importância el caso dei duque Enrique
de Sajonia-Lauemburgo. Aunque muy pvcn todavia y bucn luterano, había
[lido postulado para el arzobispado de Bremen, después para cl obispado de Osna-
jbrück, y, en 1576, para el de Paderborn.0'1 En Münster tenía un gran partido,
«2 Maffcí, Ánnafí <!i Gicgoiio XI11, t. t, p. 331.
*3 Ilamclmann, Otdcnburgisclics Cluon/kon, p. 436.
270 LA CONTRARREFOHMA DE 1563 A 1589
y todos los miembros jóvenes dei cabildo estaban a su favor. Solo gracias a m u
mtervención directa de Gregorio XIII, que declaro nula una renuncia que •
había tenido lugar, y gracias también a Ia seria resistência de católicos celosOM
se pudo impedir su nombramiento. Pero tampoco se bubiera podido nombrtB
a otro obispo.
Facilmente se ve ei auge que podia tomar Ia opinión protestante en Renalfl
y Westfalia, donde ya estaba bastante extendida, cuando los jefes eclesiásdH
respiraban de igual modo. Para que los protestantes conquistaran Ia suprerq^B
bastaba üna combinación feliz, u n golpe afortunado.
Esto bubiera tenido una gran repercusión en toda Alemania. En Ia fl^H
babía para los obispados Ias mismas posibilidades que en Ia baja y Ia resiste*|^B
estaba lejos de ser dominada en los países en que había comenzado Ia ^ H
tauración.
Bien sintió esto ei abad Baltasar de Fulda. Cuando de nada sirvieron^H
indicaciones de los príncipes vecinos ni Ias quejas ante Ia Dieta imperial, V^M
abad proseguía sin contemplaciones su obra restauradora acudiendo de pucblcB
en pueblo con ei objeto de imponerla, estando en Hamelburg un dia de vera^H
de 1576 con ese propósito, fué acometido por sus noblcs y encerrado cn su cai^J
Como todos estaban contra él, como los países vecinos veían con gusto Io s u ^ H
dido y ei obispo de Würzburgo hasta ofreció ayuda, se vió obligado a renunc^B
ai gobierno dei país." 4 '
Tampoco en Baviera ei duque Alberto consiguió facilmente Io que se p ^ H
ponía. Se quejó ai Papa de que sus nobles preferían renunciar ai sacramentflfl
que recibirlo bajo una sola forma.
Todavia mucho más importante fué que, en los países austríacos, ei p ^ H
testantismo iba alcanzando cada vez mayor poder legal y reconocimiento. B l f l
Ia dirección sensata de Maximiliano II no solo consiguió una posición firrríd
cn Ia propia Áustria arriba y abajo dei Ens, sino que también ^ e extendió i n
todos los demás territórios. Apenas ei emperador había rescatado cl condad"
de Glatz de sus senores hipotecários los duques de Baviera/(ano de 1567), se I
vió que los nobles, los funcionários, los estamentos y Ia mayoría dei puchlol
jngresaban en Ia confcsión evangélica; ei comandante Hans von Pubschü^B
instituyó, por si mismo, un consistorio protestante, con ei que fuó más allá de
Io que hubiera deseado ei emperador. Poço a poço los estamentos lograron un alto |
grado de autonomia; era Ia época de mayor florecimíento dei condado, Ias ml
nas prosperaban, Ias ciudades eran ricas y afamadas, Ia npbleza culta y, por todal I
partes, se poblaban los yermos con aldeas. 05 La iglesia de Albendorf, a Ia que I
todavia hoy acuden peregrinos para besar una vieja imagen de Ia Virgen, hacía I
sesenta anos que era regida por párrocos protestantes; UG unas décadas despir.
,;
i Schannat, Historia Fu/dens's pais. m, p. 268. Sobre todo cs interesante ei csaito dei J ^ H
ai Papa Gregorio, dei 1" de agosto de 1576, que provícne dei archivo dei Vaticano. ClamanH^B
dice este de Ias amenazas de sus cnemigos, nisi consentiam ut administratio ditionis rneae episcopal
tradatur, non aíiter se me ac canem rabidum infer/ecíuros, tum Saxoniae et IJ.issiae príncipes m
meirm gregem immissuroí.
W Joscpli Kocgler, Crônica de Cíafz, t. i, cuaderno 2, p. 72. El autor fué párroco católico, I
y su tri.bajo cs muy cuidadoso y útil.
<"> De 1563 a 1623. Descripción documentada de Albendorf (fragmento publicado a n t c r w l
menlc a esta crônica), p. 36.
ANTACONISMOS EN EL RESTO DE EUROPA 271

rontaion en Ia capital tan solo nueve burgueses católicos frente a trescientos


Ingélicos. N o liay que extraiiar que ei Papa Pio V abrigara una antipatia
Crcta contra ei emperador, y, cuando una vez se habló de su guerra contra los
jjri"<>s, confesó que no sabia realmente a qué parte le deseaba menos Ia victo-
»."7 En estas circunstancias ei protcstantismo penetro incontcnible en los tcrri-
i >s interiores de Áustria, en los que ei emperador no ejercía una soberania
iccta. En ei ano de 1568 había en Krain veinticuatro párrocos evangélicos
ícn Ia capital de Estiria no había más que un católico en ei Consejo de 1571.
Io es que los protestantes hubieran encontrado un apoyo en ei senor dei país,
| nrchiduque Carlos —quien, por ei contrario, introdujo los jesuítas y los apoyó
todas sus fuerzas—; es que los estamentos eran evangélicos."8 En Ia Dieta,
Mide se discutían los asuntos administrativos y los de defensa dei país junto
III los religiosos, tenían predomínio y regateaban cada una de sus aprobacio-
con concesiones religiosas. En ei ano de 1578 ei archiduque tuvo que con-
ilir en Ia Dieta de Bruck en ei Muhr ei libre ejercicio de Ia confcsión de
||gsburgo, no solo en los domínios de Ia nobleza y de los senores, donde por
ru parte no podia impedirlo, sino también en Ias cuatro ciudades principales
Grar, Judenburgo, Klagenfurt y Laibach. 08 Así pudo organizarse ei protes-
lltismo en estos países, Io mismo que eií los imperiales. Se instituyó un mi-
llterio eclesiástico protestante, se intento establecer un orden eclesiástico y
jlar según ei modelo de Würtemberg; en algunos sitios, por ejemplo en St.
B i t , se excluyó a los católicos de Ias elecciones ai Consejo; 70 no se les permitió
H r funcionários territoriales; circunstancias todas bajo cuyo amparo Ias opiniones
Tpitcstantes prevalecieron en estas regiones, tan cercanas a Itália. Al impulso
• d o por los jesuítas se opuso ei contragolpe correspondiente.
i Se puede considerar que en ei ano 1578 ei protestantismo domina en todas
u provincias austríacas de idioma alemán, eslavo y húngaro, con Ia única excep
Sn dei Ti rol.
Como vemos, cn toda Alemania ei protestantismo se opone ai avance dei
molicismo con una resistência afortunada y con avances contrários.

7) Antagonismos en ei resto de Europa


ftoca asombrosa en que, con parejas perspectivas de alcanzar ei predomínio, lu-
Hon entre si Ias dos grandes tendências religiosas.'
La situación ha cambiado profundamente. Antes se trato de llegar a un
•lerdo: en Alemania se intento Ia conciliación; en Francia fué iniciada; en los
piiíscs Bajos formulada, y pareció realizarse durante cierto tiempo, ofrcciéndose
fectivamente en algunos lugares ei ejemplo de una práctica tolerância. Ahora,
Tiépolo, Relatione di Pio I V e V . Todavia afiade: Jn propósito dc//a morte dei príncipe di
«gna apertamente disse il papa haveria sentita con grandíssimo dispiacere, pcrclic IIOII vorria che
lluti dei re catlolico capitassero in mano de-Tedcschi.
08 Socher, Historia societatis /esu provinciae Austriac, i, iv, 166, 184. v, 33.
08 Súplica a Su Majcstad Imperial Romana c intcrccsión de los tres principados y tierra,
I ' lunaini, de pace religionis p. 461; constituye un documento que rectifica Ia exposición de
hcvcnhillcr, Ann. Ferdinandei I, 6.
1" Hcrmann cn Ia Kaemtnerischen Zeitschri/t, 1, p. 189.
272 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
los contrários se enfrentan definidos y con ânimo adverso. Por toda Europa pa-
recen desafiarse y vale Ia pena examinar Ia situación que se forma en los ano»l
1578 y 1579.
Empecemos por ei Este, con Polônia.
También en Polônia habían entrado los jesuítas y los obispos trataron <fl
fortalecerse con ellos. El cardenal Hosius, obispo de Ermeland, estableció un c f l
legio para ellos en Braunsberg ei ano de 1569, dei que salieron muchos otroJ
En Pultusk, en Posnania, fijaron residência con Ia ayuda dei obispo. Al obispfll
Valeriano de Wilma le pareció excelente poderse adelantar a los luteranos lima
nos, que querían fundar una universidad, estabieciendo un colégio de jcsuítaÉ
en su sede episcopal. Entrado en anos y lleno de achaques, queria adornar susl
últimos dias con esta obra; ei ano de 1570 le llegan los primeros miembros de
Ia Companía. 71
También aqui Ia consccucncia de estos empenos fué que los protestari^|
tomaran medidas para mantener su poder. En Ia Dieta de 1573 lograron impflfl
ner un acuerdo en virtud dei cual nadie podría ser ofendido o danado a c a u «
de su religión. 72 Los obispos tuvieron que someterse. Con ei ejemplo de ^Ê
revueltas en los Países Bajos se les mostraba ei peligro que envolvia una nejH
tiva; los reyes que sucedieron tuvieron que jurar este acuerdo. El ano de 1SH
se había suspendido cl píigo dei diezmo a Ia Iglesia y ei núncio afírmaba q u d H
número de párrocos había disminuído en mil doscienros con esa medida. S
instituyó también un tribunal supremo, cornpuesto de clérigos y laicos, ,{^M
decidia de todos los litigios eclesiásticos; en Roma estaban asombrados de q u d H
clerecía polaca hubiera consentido tanto.
En Suécia se manifiesta Ia lucha en no menor grado que en Polônia v tM
Ia forma más peculiar. Afectaba directamente a Ia persona dei príncipe, p ^ H
era esta persona ia que se disputaban.
En iodos los hijos de Gustavo VVasa —"ia ralea dej rey Gustavo", coflflj
decían los suecos— encontramos una mezcla.extraordinaria de hondura y obs 1
tinación, de religión y crueldad. /
lil más instruído de todos ellos era ei mediano, Juan. Las disputas religfl
sas le tocaban de cerca porque estaba casado con una princesa católica, Catáj^H
de Polônia, que compartió con él Ia prisión, en cuya solcdad recibió a mcni^H
los consuelos de un sacerdote católico. Estúdio los Santos Padres para form^H
una idea dei estado primitivo de Ia Iglesia; le gustaban los libros que habldj^H
de Ia posibilidad de una unión religiosa y estas questiones las fué rumiando en
su interior. Cuando llcgó a ser rey se aproximo todavia más a Ia Iglesia Q ^ B
liea. Introdujo una liturgia imitada de Ia tridentina. Los teólogos sueco^H
dicron cuenta, con asombro, de que no solo había introducido los ritos, j^Ê
también algunas doctrinas discriminadoras de Ia Iglesia católica. 73 Como p ^ H

71 Sacchinus, Historia sncietatis fesu, pars. n. lib. vm, 114. Pars. m, Iib, i, 112, lib.fl
103-108. Posscvin: ex co/íegio [BrunsbcrgcnsiJ coí/egia rc/iqua Sarmaíiae Livonia: Traussylva^H
piodictnnt,
7- Fcdro, Hcnr/cus I icx Poíonormn, p. 114.
'•'• En d "Jndiciuin praedicatorum Holnicnss. de ptiblicata liturgia", cn Baaz, InreotM^M
ecc/esiarum Sucgoíli, p. 393, todas estas doctrinas están enumeradas.
ANTAGONISMOS EN EL RESTO DE EUROPA 273

Ir muy útil Ia intervención dei Papa con Ias potências católicas en su guerra
i llusia, y especialmente con Espafia en ei asunto de Ia herencia materna de
esposa, no tuvo inconveniente en enviar a un grande de su reino como em-
ndor a Roma. Permitió secretamente que llegaran a Estocolmo unos cuantos
»iimeros jesuítas procedentes de los Países Bajos y les encomendo una im-
;innte institución de ensefianza.
1 Ie aqui un signo de Ias grandes esperanzas que, como es natural, se abriga-
cn Roma: Antônio Possevin, uno de los miembros más hábiles de Ia Com-
ia de Jesus, fué escogido para que intentara seriamente Ia conversión dei
IJuan.
1.1 afio de 1578 se presentó Possevin en Suécia. El rey no estaba dispuesto
fder en todos los puntos. Pedia Ia autorización dei matrimônio de los cléri-
\ ei cáliz para los laicos, Ia misa en Ia lengua materna, Ia renuncia de Ia
*i;i a los bienes confiscados y otras cosas por ei estilo. Como Possevin no
n plenos poderes para proceder, prometió tan solo comunicar ai Papa estas
liones, y entro de lleno en Ias cuestiones dogmáticas. En este punto tuvo
clia más fortuna. Después de unas cuantas conversaciones y un tiempo para
|(xionar, ei rey se declaro dispuesto a bacer Ia profesión de fe según Ia fórmu-
identina. Confesó y le preguntó Possevin si en Ia cuestión de Ia comunión
"metia al critério dei Papa; Juan respondió que si y, en seguida, Possevin le
l.i absolución. Parece como si esta absolución hubiera sido ei deseo más vivo
rey. Había mandado matar a su hermano, es verdad que con Ia anticipada
bación de sus estamentos, pero ei caso es que Io mando matar y de Ia ma-
mas terrible. La absolución pareció tranqüilizar su ânimo. Possevin rogo
los que convirtiera por completo ei corazón de este príncipe. Se levanto
y y se arrojo a los brazos de su confesor: "Como a ti, así abrazo yo Ia fe
una por siempre." Recibió Ia comunión según ei rito católico.
I Después de acabada su tarea tan brillantemente, Possevin se apresuró a
cr, comunico sus noticias al Papa y, bajo sello de secreto, a los grandes
parcas católicos. No faltaba más que tomar en consideración Ias peticiones
rey, de Ias cuales bacia depender ei restablecimiento dei catolicismo en su
, Possevin era un hombre muy diestro, persuasivo, lleno de talentos de ne-
Jnxlor, pero se había figurado un poço apresuradamente haber llegado ai fin.
pués de Io que le babía contado, ei Papa Gregorio no considero necesario
~r ninguna concesión y, por ei contrario, exigió dei rey una entrada libre
hiondicional a Ia Iglesia. Entrego al jesuíta para ei segundo viaje los escri-
iiili-t uados y Ias indulgências para todos los que se convirtieran.
Entretanto, ei partido contrario no se había dormido. Habían llegado alar-
,ns cartas de príncipes protestantes, pues Ia noticia corrió inmediatamente
toda Europa. Chytrãus dedico al rey su libro sobre Ia confesión de Augs-
X y había hecho cierta impresión en ei erudito Senor. Los protestantes
pio perdieron ojo sobre él.
Llega de nuevo Possevin, no como Ia vez anterior con traje civil, sino ves-
de jesuíta y con un montón de libros católicos. Ya su presentación no hizo
.i impresión. Estuvo vacilando un poço antes de presentar Ia respuesta dei
274 LA CONTRARREFORMA DE 1 5 6 3 A 1 5 8 9

Papa, pero no podia demorarse y se Ia mostro al rey en una segunda au<


<iQuién osará penetrar en ei secreto de un alma que oscila, de un alma incdfl
tante? El orgullo dei monarca podia sentirse herido con una respuesta tan n<fl
tiva; también estaba convencido de que no le seria posible alcanzar nada < i
Suécia sin Ias concesiones propuestas por él, y n o estaba dispuesto, por n f f l
dei mundo, a jugarse Ia corona por causa de Ia rcligjón. La audiência fué d ^ H
siva. En ei mismo momento mostro ei rey al enviado dei Papa su descontenfl
Exígió a los maestros jesuítas que dieran Ia comunión en Ias dos espécies, flj
díjeran misa en sueco y, cuando se negaron a obedccerle —otra cosa les M
imposible—, les nego Ia ayuda que les venía prestando. Cuando al poço tufl
po abandonan Estocolmo no Io hacen, como dicen, por causa de Ia peste. fl
se recataron de atizar Ia iniciada aversión los grandes dei reino, de sentir p«
testante, el hermano más joven dei rey, Carlos de Suedermanland, que se i n
naba al calvinismo, y los embajadores de Luebeck. Solo en Ia reina y, cuand
murió esta, en el heredero dei tron.?, encontraron los católicos un apoyo y m
esperanza. Pero el poder estatal fué fundamentalmente protestante por el tietfl
inmediato. 74
En Inglaterra acontece esto mismo, pero en proporción creciente, conj
reina Isabel. Es verdad que habia puntos de apoyo diferentes, pues en el xm
abundaban los católicos. No solo Ia población irlandesa se m^ntuvo en Ia ÍÊ
fe, sino Ia mitad de Ia población inglesa acaso, si no más, segdía siendo católl
N o deja de ser extrano que los católicos ingleses se sonietieran a Ias leyes m
testantcs de Ia reina Isabel en los quince primeros afios de su reinado. Presta
el juramento que se les pedia, a pesar de que se oponía tajantemente a Ia SM
ridad pontifícia, visitaron Ias iglesias protestantes y les parecia haber h e i
bastante si se mantenían en contacto y evitaban Ia sociedad de los protestante
Pero en Roma se tenía Ia seguridad de su lealtad interior. Se estaba co
vencido de que bastaba una ocasión, una pequena ventaja paja que todos 1
católicos dei país se lanzaran a Ia resistência. Ya Pip V habia deseado derrdfl
su sangre en una empresa contra Inglaterra. Gregorio XIII,/]ue nunca abandor
Ia idea de una tal empresa, pretendia servirse dei valor y dei prestigio extrao
dinarío de don Juan de Áustria. Expresamente envio a Espana, para ganfl

74 Me estoy ateniendo en toda esta exposición a Ias relaciones de los jesuítas, aim no ut
zadas, por Io que veo, tal y como se encuentran en amplio extracto cn Sacchinus, Hist. M
tatis Jesa, pars. iv, lib. vi, n. 64 76 y lib. vn, n. 83-111; Theincr, Schwedcn und seine Stflfl
zuffl heiligen Stuhl, libro pletórico de soeces insultos, que despierta más bien Ia compasión qul
interés, contiene al comienzo, sin embargo, los originalcs de Ias relaciones extractadas por SacchU
al menos en parte y fragmentariamente, Io mismo que algunos otros documentos útiles. Enl
escrito al cardenal de Como, Possevin censura sobre todo Ia prctensión dei rey di haver imagn
un mc/./.o di conciliaie h chiesa et ridurla in meg/ior ordine, che non era; e pero ia chiama innB
dicendo ch'egJi segue 'a triorirante e Ja pacifica; Io cual, claro, es completamente opuesto 9
pretensiones de Roma.
78 ReJatione de/'presente stato d'/nghilterra, cavata da una lettera scritta di Londra etc., •
1590 (hoja volante impresa) concuerda exactamente en este punto con un pasaje de RibadtH
de schismate, citado ya por Hallam, The constitutional history oi England, i, p. 162, y (H
duda su fuente. Si permetfevano giuramenti imp/i contra 1'autorità de/ía sede apostólica e q n
cor) poço o nissun scrupulo di conscienza. Aliora tutti andavano comunemente aiie sinagoí:1
eretiei et alie prediche loro menandovi li /ipli et famiglie: —si teneva aflora per segno distim
sutticicnte venirc alie chiese prima degli cietici e non parfirsi in compagnia /oro.
ANTAGONISMOS EN EL RESTO DE EUROPA 275

tey Felipe, a su núncio Sega, que había estado en los Países Bajos ai lado
don Juan.
Pero estos grandes proyectos fracasaron, unas veces por Ia aversión dei rey
Ins propósitos ambiciosos de su hermano y ei temor a nuevas complicaciones
loliticas, otras por obstáculos de índole distinta. Y hubo que contentarse con
1 tentos menos brillantes. El Papa Gregorio dirigió su mirada hacia Irlanda.
Ic lc dió a entender que no existia ninguna nación más católica que Ia irlan-
•a, pero que ei Gobierno inglês Ia maltrataba cruelmente, Ia despojaba, Ia
liantenía deliberadamente encizaíiada y en estado de barbárie, y Ia oprimia en
ils convieciones religiosas, y que, por Io tanto, estaba dispuesta a ponerse en pie
guerra en cualquier momento, bastando para ir en su ayuda con unos cinco
hombres que conquistarían en seguida toda Irlanda, pues no hay ninguna
kítalcza que pueda sostenerse más de cuatro dias.70 El Papa se dejó convencer
In dificultad. Por entonces se paseaba por Roma un refugiado inglês, Thomas
Puckley, aventurero por naturaleza, y que poseía ei arte de abrirse paso entre
gente y de inspirar confianza. El Papa le nombró camarlengo suyo y mar-
jlés de Leinster, y gasto 40,000 escudos para poner a su disposición barco y
•uipo. En Ia costa francesa se uniria a una pequena tropa que un refugiado
•andes, Geraldin, había conducido allí, también con ei apoyo dei Papa. El rey
Htlipe, que no tenía ninguna gana de empezar otra guerra, pero a quien no
•igustaba que se diera quehacer a Ia reina Isabel en su propia casa, aporto
•mbién dinero.77 En lugar de dirigirse a Irlanda, Stuckley se dejó convencer
Bt manera inesperada para' tomar parte en Ia expedición dei rey don Sebastián
nl África, donde acabo su vida. Geraldin tuvo que aviárselas por si solo: des-
•nbarcó en julio de 1579 y, efectivamente, consiguió algo. Se apoderó dei
perle que domina ei puerto de Smervic —ya ei conde de Desmond se había
itado en armas contra Ia reina— y una agitación general ganó Ia islã. Pero,
imv pronto, una desgracia siguió a otra, culminando con Ia muerte de Geraldin
una escaramuza. Tampoco ei conde de Desmond podia sostenerse, El apoyo
i'l Papa no era bastante fuerte y los dineros que se esperaba faltaron. As$, los
fcglcscs obtuvieron Ia victoria y castigaron Ia insurrección con una crueldad te-
llble: hombres y mujeres fueron metidos en los pajares y quemados en ellos, los
Mnos estrangulados y se arraso Monmouth. En Ia región arrasada sento sus
Inlcs Ia colônia inglesa.
Si ei catolicismo queria alcanzar algo en este reino, ei intento había de
(ttlizarse en Ia misma Inglaterra; claro que aqui Ias circunstancias pedían otra
m. Para que Ia población católica no se pasara ai otro lado había que acudir
su socorro por Ia via espiritual.
T6 Diseorso sopra i7 regno d'7rlanda c delia gente che bosigneria per conquistado, falto a
prrgnrio XIII. Biblioteca de Viena, Fuggerische Handschrifren. Se declara que ei gobierno de Ia
|nn cs una tirania: lasciando il governo a ministri Ing/esi, i quali per arriechire se sfessi usavano
llln l.irte delia tirannide in que) regno. come trasportando le comodita dei paese in Inghilterra
•Mando il popolo contra le leggi e privilegi antichi, e manfenendo guerra e lattioni tra i paesani
in ii volendo gli Inglesi che gli habitanti imparassero Ia dif/erenza fra il viver libero a Ia servirá.
77 Secún ei núncio Seea en su Relatione compendiosa (MS. de Ia Bibl. de Berlín) 20,000
Ridos' altre mercedi fece iate ai barone d'Acres, ai signor Cario Buono et altri nobili Inelesi che
no in Madrid, ch'egli spinse andare a questa impresa insieme col vescovo Lionese d'/rlanda.
276 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589

Guillermo Allen tuvo Ia idea de reunir a los jóvenes católicos que se mflfl
tenían en ei continente por razón de estúdios y» con Ia ayuda especial dei Papd
Gregorio, fundo un colégio para eilos en Douay. Pero ai Papa no le pareci
bastante. Queria mantenerlos más ai alcance de su mirada, en un lugar menoi
peligroso que este Douay en los inquietos Países Bajos, y fundo un coI< li
inglês en Roma, que doto de una rica abadia y traspasó a los jesuítas en
En este colégio no era admitido nadie que no se obligara a volver a Inflfl
terra ai finalizar sus estúdios y predicar allí Ia fe católica. Solo con este o b j ^ |
se instruía a los alumnos. En ei religioso entusiasmo provocado por los s | H
cicios espirituales de Ignacio se les presentaba- como modelo a imitar ei g^Ê
apóstol que Gregorio ei Grande había enviado a los anglosajones en tiemjfl
lejanos.
Algunos de más edad se adelantaron. El afio de 1580 cios jesuítas i r »
ses, Person y Campian, marcharon a su pátria. Constantemente persegui^H
con nombres supuestos y disfrazados, llegaron a Ia capital y de allí partieron, uni
para Ias províncias dei Norte, otro para Ias dei Sur. Preferentementc se a ^ H
garon en Ias casas de ]os lotes católicos. Su llegada era anunciada prevíamenli
pero había que tomar Ia precaución de saludarlos en Ias puertas como cxtranjJ
ros. En Ia habitación más retirada estaba ya preparada Ia capilla adonde e j H
conducidos; allí estaban reunidos los miembros de Ia família; ei misioneroj^B
permanecia más de una noche. Por Ia tarde preparaba y corjfesaba a Ia geí^H
a Ia manana decía Ia misa y, dada Ia comunión, seguia ei sermón. LlegajH
todos los que se mantenían católicos, a veces en gran número. Con ei aftfl
tivo dei mistério se volvia a anunciar de nuevo Ia religión que había d o m i n a i
en Ia islã desde novecientos afios antes. Se celebraron sínodos secretos. I^B
primero en una aldea cerca de Londres; después se puso una imprenta en « H
casa solitária de un bosque próximo y pronto se vieron aparecer escritos cat^H
cos redactados con toda Ia habilidad que presta Ia práctica de Ia controvérsia W
a veces, no sin cierta elegância; hacían tanta mayor impresión cuanto que n
origen era más recôndito. El resultado inmediato dé todo fué que los católicdl
dejaron d e asistir a los servicios protestantes y de cumplir con Ias Icyes eclm
siásticas de Ia reina, y que dei otro lado Ia controvérsia se hizo más virulenfll
y Ia persecución más firme. 79
Tal era ei sistema de Ia corte romana y de los jesuítas. Cuando PossewB
tuvo que abandonar Suécia sin haber conseguido nada, propuso y consiguB
que se erigiera en Braunsberg, junto ai colégio, un seminário para jóvenes d d
Norte, en su mayoría suecos, de los que él mismo Uevo una buena parte, pari!
de este modo influir en Ia gente de Ia tierra. Se fundo en Wilna un seminaridj
para jóvenes livonios y rusos y en Clausenburgo otro para húngaros. La corlj
romana garantizaba una determinada ayuda, por Io menos por los quince primei>>s
anos, y Gregorio XIII declaro que ningún dinero estaba mejor empleado. , í
78 La relación de los jesuítas en Sacchinus, pars iv, lib. vi, 6; lib. vil, 10-30 Ia POdá^B
comparar en este punto con los relatos de Camden, Rerum Britannic, t. i, p. ?15.
79
Aparte de Sacchinus, Carnpiani Vita et marryrium. Ingolstadt, 1584.
80 Possevinus, Brunsbergensis seminarii historia, en Theiner, Scínveden, etc, n, p. 322. Elflfl
todo Io que ya habian Hevado a cabo los jóvenes, de regreso a su pátria por circunstancia fortm
ANTIGONISMOS EN EL RESTO DE EUROPA 277

to encontramos seminários ingleses en Francia y en Espafia. El Colégio


uno era )a metrópoli de toàos estos institutos.
1'1 resultado inmediato fué que allí donde ei principio de Ia restauración
lica no poseía fuerza suficiente para alzarse con Ia supremacia, hizo que
ntrastes se manifestaran en forma más tajante y enconada.
Esto Io podemos notar también en Suiza, aunque en este país hacía tiem-
e cada cantón disfrutaba de autonomia religiosa y estaban ya acalladas
isiones que solían producirse de cuando en cuando sobre Ia constitución
Federación y sobre Ia interpretación de Ias disposiciones religiosas de Ia
pública.81
'ero en este momento entran los jesuítas. Invitados por un jefe de los
ias suizos de Roma, llegan en 1574 a Lucema y encuentran buena acogida
•Vtula, especialmente por parte de Ia família Pfyffer.82 Luis Pfyffer puso
• t a disposición dei colégio de los jesuítas Ia cantidad de 30,000 florines;
•bicn debieron contribuir Felipe II y los Guisa y no falto Gregorio XIII, pues
^ B M médios para Ia creación de una biblioteca. Los habitantes de Lucerna
B t n muy contentos. En un escrito dirigido ai general de Ia orden le ruegan
• no retire a los Padres de Ia Compafiía que habían llegado: "Les importa
• que nada ver que su juventud es bien instruída en buenas ciências y espe-
Bnvnte en Ia piedad y en Ia vida cristiana." Le prometen no escatimar es-
I Bos, bienes ni sangre para servir a Ia Compania en todo Io que pudiera
H
|R
Al mismo tiempo tuvieron ocasión de demostrar su renovado ceio católico
|in asunto importante.
r La ciudad de Ginebra había entrado bajo Ia protección especial de Berna
I htsiba de atraer a esta unión a Solothurn y a Friburgo que, si no en Io reli-
10, por Io menos en Io político se habían mantenido junto a Berna. Lo con-
I (icron con Solothurn. Una ciudad católica tomo bajo su protección ei hogar
I Pprotestantismo occidental. Gregorio XIII se asustó y empleó todos los me-
• para retener Friburgo por lo menos. En esto le ayudaron los de Lucerna.
I nnbajador de Ia ciudad junto sus esfuerzos con los dei núncio. Friburgo
Blólo renuncio a aquella alianza, sino que llamó a los jesuítas y, con Ia ayuda
• Papa, se monto también un colégio.
1 Entretanto se deja sentir Ia acción de Carlos -Borromeo. Tenía conexiones
•crentemente en los cantones waldenses. Melchor Lussi, alcalde de Unter-
Bdcn, pasaba por amigo especial de él; Borromeo mando algunos capuchinos,
| | liicieron impresión, sobre todo en Ia montaria, por su vida rigurosa y senci-
m< M"KIIUI" ubique caíhoiicae lidei igneni incenderunt et in parentibus afque aííinibus quaquaver-
• IJIUC ícrrne sepultae catho/icae re/ígíonís semina jacebanl excitaverunt.
[»1 Sin duda Ia más importante de cilas se referia a Ia suerte dei partido evangélico que se había
Ido cn Locarno, sobre lo que informo F. Meyer según documentos autênticos. Los cantones
limites se sometieron en 1555 a Ia interpretación en sentido católico dei artículo litigioso y per-
ton que se obligara a los habitantes evangélicos a abandonar su pátria. Desaparecen completa-
h li ii n ei ano de 1580.
m Agrícola, 177.
•• "Literae Lucemensium ad Everardum Mercurianum", Sacchinus, Historia socieratis /eiu,
m, MS.
278 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
lia; luego siguieron los discípulos dei Colégio Suizo, que él había fundado d
este propósito.
Pronto se sintió esta influencia en todas Ias relaciones públicas. En ei o t o f l
de 1579 los cantones católicos establecen una alianza con ei obispo de Basilea,
en Ia que no solo le prometen protegerle en su religión, sino también traer •
sus propios súbditos, pasados ai protestantismo, "a Ia verdadera fe católica". [M
disensión se muestra más fuerte que hacia tiempo. Llega un núncio pontifício)
y en los cantones católicos se le rinden los mayores honores mientras en los pro«j
testantes es escarnecido e insultado.

8 ) Decisión en los Países Bajos


Así estaban Ias cosas. Con Ia forma que había cobrado en Itália y en EspafiJ
el catolicismo restaurado había llevado a cabo un poderoso ataque sobre fl
resto de Europa. En Alemania había hecho conquistas bastante serias y en mia
chos otros países había avanzado sin duda, pero provocando una fuerte resisti™
cia por todas partes. En Francia los protestantes se hallaban seguros por ampltJ
concesiones y por su fuerte posición político-militar; en los Países Bajos tenjfl
predomínio y dominaban en Inglaterra, en Escócia y en ei Norte. En PolojH
habían conquistado importantes leyes a su favor y una gran influencia c n l
asuntos generales dei reino. En todos los domínios austríacds se hallaban fre{fl
ai Gobierno, equipados con los viejos privilégios cstamentalcs de província. I n
Ia baja Alemania el asunto de Ias fundaciones parecia cambiar decididamenB
a su favor.
En esta situación revestia gran importância el resultado que se obtuvierj^B
el sitio en que se acababan de tomar de nuevo Ias armas: en los Países B a l H
Era imposiblc que el rey Felipe II intentara repetir medidas fracasadas i H
vez y, además, tampoco hubiera estado en posibilidad de hacerlo. Su fortuna
fué haber encontrado amigos y que el protestantismo tropezara en su mu u
marcha con una resistência inesperada e invencibleT Vale Ia pena que nos dl
tengamos un poço, dada Ia importância de los acontecimientos.
Por una parte, en Ia totalidad de Ias províncias desagradaba a todo el n u H
do ver tan poderoso al príncipe de Orange, por Io menos a Ia nobleza waloitfl
Bajo el reinado de Felipe, especialmente en Ias guerras con los franceiB
esta nobleza había acaudillado tropas y los jefes más destacados, a los quftfl
pueblo acostumbraba seguir, habían conquistado cierta independência y p i ^ H
El régimen de los Estados Generales los postergaba; no recibían Ia paga ^Ê
regularidad y, por el contrario, el ejército de los Estados se componía princ^H
mente de holandeses, ingleses y alemanes, que gozaban de Ia mayor confiaJ^B
en su calidad de protestantes seguros.
Guando los walones entraron a formar parle de Ia "pacificación de Gantfl
se figuraron que con ello ganaban una influencia directiva en los asuntos gflfl
rales dei país. Pero ocurrió más bien Io contrario. El poder cayó casi exclulj^H
mente en manos dei príncipe de Orange y de sus amigos de I Iolanda y J
Zelanda.
DECISION EN LOS PAÍSES BAJOS 279

Junto a Ia resistência personal que esto produce, tenemos otros factores de


llirácter religioso,
Sea cual fucre Ia causa, ei caso es que ei movimiento protestante había
buontrado poço eco en Ias províncias walonas.
Los nuevos obispos habían tomado posesión de sus cargos tranqüilamente.
,/iisi tcdos ellos eran hombres muy efectivos. En Arras estaba Francisco de
lli hardot, que se había impregnado de los princípios restauradores en ei cond-
iu de Trento, y ai que no se puede alabar bastante Ia feliz reunión de soli-
»/. y fineza y Ia erudición en sus sermones y ei ceio religioso con ei conoeimien-
del mundo y Ia vida.84 En Namur, Antônio Havet, dominico, acaso menos
íimccdor dei mundo, pero que también había sido miembro dei concilio y tra-
ijuba con ei mismo empefio incansable para imponer su princípios.85 En Saint
piicr, Gerardo de Hamericourt, uno de los más ricos prelados de todas Ias pre-
Iricias —abad, ai mismo tiempo, de Saint Bertin—, que se dedico con devoción
haecr estudiar a Ia gente joven, a fundar escuelas y que instituyó con sus
Dpios fondos un colégio para los jesuítas en los Países Bajos. Bajo estos y
jerarcas, ei Artois, Henao y Namur, mientras Ias demás províncias padecían
tumultos de Ia guerra, se hallaban libres de Ia fúria de los iconoclastas,80 de
írte que, en estas regiones, no se hicieron sentir con tanta fuerza Ias reacciones
;luque de Alba.87 Los acuerdos dei concilio de Trento fueron explicados
(ntroducidos sin mayor tardanza en concilios provinciales y en sínodos dioce-
',. Desde Saint Omer y, todavia más, desde Douay, ei influjo de los jesuítas
• extendía poderosamente.' Felipe II había fundado una universidad en Douay
pru ofrecer a sus súbditos de lengua francesa ocasión de estudiar en ei país.
fcrmaba parte de Ia cerrada institución religiosa que pretendia imponer por todas
Brti-s. No lejos de Douay está Ia abadia benedictina de Anchin. En los dias
In que Ia mayor parte de los Países Bajos conocía Ia fúria de los iconoclastas, ei
Éil de Anchin, juan Lentailleur, practicaba con sus monjes los ejercicios espi-
tliíilcs de San Ignacio. Impresionado por estos ejercicios, acordo fundar en Ia
||cva universidad con Ias rentas de Ia abadia un colégio para los jesuítas,
(lcj;io que fué inaugurado en ei afio 1568, gozo en seguida de cierta indepen-
|lKÍa de Ias autoridades universitárias y se desarrolló pronto de manera extraor-
Inuria. Ocho afios después se atribuye sobre todo a los jesuítas ei esplendor
li universidad, hasta por Io que respecta a los estúdios literários. No solo ei
Megio de los jesuítas se ve coneurrido por una juventud piadosa y laboriosa
que también los demás colégios han prosperado por Ia competência; gracias
ilcgio de jesuítas se ha podido dotar a Ia universidad de excelentes teólogos
I Indo cl Artois y ei Henao de curas de almas.88 Poço a poço este colégio se
"4 Gazct, Histoire ccclesiastique des Pays-Bas, p. 143, le encuentra sitbtile et solide en doctri-
hrrvcux en raivons, r/che en senlcnces, copieux en d/scotirs, poly en son langage et grave en ac-
niuis surtout i'e\ce/iente pieté et vertu, qui relu.soit en sa vie, rendoit son oraison persuasive.
H.i Havcnsius, De crectione novorum episeopatuum in Be/gio, p. 50.
*« lloppcr, Recucii et memória/ des troubles des Pays-Bas, 93, 98.
,»1 Scgún VigJii coninientarins rerum actarum super impositione deciini denarii, en Papenbreclit,
Kta, i, i, 192, les fué impuesto ei diczmo con Ia garantia de que no seria cobrado con rigor.
»* Testimonium Thomae Stap/etoni (dei rector de Ia universidad), dei afio de 1576.
linus, Plurimos ex hoc patnim coi/egio [se llama co/legium Aquicintense] Artesia et Hannon:'a
280 I.A CCUNTRARREFORMA DE 1563 A 1589

convierte en el centro del catolicismo moderno para todas las comarcas circuM
vecinas. En el año de 1578 las provincias walonas pasan por muy católtyH
entre los contemporáneos, según se expresa uno de ellos.88
Pero lo mismo que las pretensiones políticas, la situación religiosa se h a l H
ba amenazada por el predominio de los protestantes.
En Gante el protestantismo había adquirido una forma que en la a c t u a f l
dad designaríamos como revolucionaria. N o se habían olvidado las viejas libdH
tades conculcadas por Carlos V en 1539 y los excesos del duque de Alba habíala
provocado terrible indignación: el populacho era de carácter violento, iconocM—B
y muy rebelde contra los sacerdotes. De todas estas circunstancias se supien™
servir dos atrevidos oradores, Imbize y Ryhove. Imbize pensaba fundar u | H
república y soñaba que Gante podría ser una nueva Roma. Empezaron su óbxM
cogiendo prisionero a su gobernador Aschot y a los obispos y jefes católicos de
las ciudades vecinas que se habían reunido con él; restablecieron la antigua
constitución, claro que con algunas modificaciones que les aseguraban el poderí
atacaron los bienes eclesiásticos, disolvieron los obispados y se incorporaron/^H
abadías, convirtiendo los hospitales y conventos en cuarteles. Trataron lucgfll
de extender esta revolución entre los países vecinos por el poder de las a r m a s H
Entre los jefes prisioneros había algunos de las provincias walonas. I f l
tropas de Gante entraron en el dominio walón, los protestantes empezaroj
a agitarse y, a resultas del ejemplo de aquella ciudad, las pasiones populjl
res se fundieron con las religiosas. En Anas estalló un movimiento contra
el Consejo; los jesuítas fueron expulsados en Douay contra la voluntad d e l
Consejo por un movimiento popular, es verdad que sólo por catorce días, peíB
ello significaba ya un gran éxito; en Saint Omer pudieron mantenerse los jesuíl
tas bajo la especial protección del Consejo.
Los magistrados en las ciudades, la nobleza en el campo y la clerecía se
sintieron en peligro ante la amenaza de que se produjeran acontecimientos de]
indudable naturaleza destructora como los de Gante. Nada tiene, pues, de efl
traño que en esta situación buscaran protegerse de cualquier manera. Enviaron
sus tropas, que devastaron terriblemente los dominios de Gante, y después tra-
taion de asegurarse un vínculo político más firme que el que suponía su relaciói
con los Estados Generales de los Países Bajos.
Si se considera la política de don Juan de Austria en los Países Bajos pare™
que n o consiguió nada y que su paso por allí no dejó rastro ni le produjo a éS
satisfacción personal alguna. Pero si se examina más de cerca su situación, lo
que hizo y lo que se siguió de su acción, hay que atribuirle —si hay que atribuir-
la a alguien— la fundación de los Países Bajos españoles. Trató durante ciertd|
tiempo de acomodarse a la "pacificación de Gante", pero la actitud de indepea
dencia que adoptaron los Estados, la situación del príncipe de Orange, mucho
pastores multos scho/a nosfra theoJogos optime institutos et compararos accepif. Siguen aún mucha
más loas que podemos suprimir tranquilamente, ya que Stapleton mismo era jesuíta.
88 Michiel, Reiatione di Francia: // conté [el gobernador del Henao] é catfoiichissmo, come i
tutto que/ contado insieme con que/ d'Artoes, che Ji é propinquo.
90 Van der Vynkt, Geschichte der Nieder/ande, t. II lib. v, sec. 2: probablemente el párrafo
más importante de todo el libro.
DECISIÓN EN LOS PAÍSES BAJOS 281
ts poderoso que el Gobernador general, y el encono recíproco de ambos bandos,
na ron la ruptura. Don Juan se decidió a emprender la guerra. Sin disputa, la
contra la voluntad del rey, pero era inevitable. Sólo con ello podía conse-
y consiguió conquistar un dominio que reconociera de nuevo la soberanía
aola. Dominaba todavía en Luxemburgo, ocupó Namur y se hizo dueño de
«ina y de Limburgo después de la batalla de Gemblours. Si el rey quería
!>rar su soberanía sobre los Países Bajos no había de ser mediante un acuerdo
los Estados Generales, imposibles de tratar, sino medíante un sometimiento
jual de los diferentes países por medio de acuerdos o por las armas. Este
klmo camino emprende don Juan y sus primeros pasos despiertan las mayores
tranzas. Reanimó las viejas simpatías de las provincias walonas por la casa
I Borgoña. Tenía a su lado dos hombres de gran eficiencia: Pardieu de la
Jtte, gobernador de Granvelinas, y Mateo Moulart, obispo de Arras.01
Estos fueron los que dirigieron con gran celo y afortunada destreza las
bciaciones convenientes después de la temprana muerte de don Juan.
De la Motte se sirvió del creciente odio contra los protestantes. Consiguió
las guarniciones de los Estados fueran alejadas de muchas plazas fuertes por
bccha de su protestantismo, que la nobleza del Artois acordara y pusiera en
etica la expulsión de todos los reformados en el mes de noviembre. Mateo
^ulart trabajó por una completa conciliación con el rey. Comenzó su obra con
ii.i procesión especial por la ciudad para implorar la ayuda de Dios. Lo que
¡proponía no era fácil, pues en ocasiones tenía que poner de acuerdo a personas
•¿os intereses chocaban. Se mostró incansable, sutil y flexible y se salió con
puya.
Alejandro Farnesio, sucesor de don Juan, poseía el talento de la persuasión
lo ganarse a las gentes e inspirarles confianza. Con él estaba Francisco
uirdot, sobrino del obispo del mismo nombre, un hombre —dice Cabrera—
pipicaz en diversas materias, práctico en todas y capaz de dirigir un asunto
cualquier clase; también estaba Sarrazin, abad de Saint Veast, un gran político
, sus apariencias tranquilas, muy ambicioso tras su aspecto humilde, que sabía
«tigiarse ante todo el mundo, según lo describe el mismo Cabrera.92
No es menester que describamos al detalle la marcha de las negociaciones
Ita su resultado final.
Bastará con señalar que, por parte de las provincias, el interés de su conser-
íción y el de su religión les llevaba al lado del rey. Por parte de éste, tampoco
| descuidó nada de lo que podían producir la influencia eclesiástica y la negocia-
fin liábil unidas a la benevolencia renovada del príncipe. En abril de 1579 entró
unido del rey Manuel de Montigni, que el ejército vvalón reconocía como cau-
|lo. Le siguió el conde de Lalaing: sin él nunca se hubiera ganado al Henao.
mímente, el 17 de mayo de 1579 se celebró el tratado en el campamento de
cstricht. Pero el rey tuvo que aceptar algunas condiciones. Representaba el
•1 Que fueron ganados durante el gobierno de Don Juan se deduce de los dos pasajes siguien-
I», Strada, H, i, p. 19: Pardiaeus Mottae dominus non rediturum modo se ad regís obedicntiam,
rli.iiii quamplures secum tracturum, iam pridem significara! loanni Austríaco. 2' Tassis: Epú-
uin Atrebatensem, qui vívente adhuc Austríaco se regí conciliarat.
M Cabrera, FeJípe segundo, p. 1021.
282 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
tratado un restablecimiento de su poder, pero con limitaciones muy serias. N i
solo promctió licenciar a todos los extranjeros de su ejército y servirse solo ài
tropas neerlandesas, sino que confirmo en sus puestos a todos los funcionai^B
nombrados durante Ia revuelta. Los habitantes se obligaron a no permitir l.i|
entrada de ninguna guarnición sin que los Estados dei país tuvieran antes c o i f l
cimiento. Las dos terceras partes de] Consejo de Estado se compondiían de g^Ê
tes comprometidas en las últimas revueltas. A este tcnor son los demás a r t í c J
los. 03 Las províncias recibieron una autonomia que nunca babían disfrutadal
Representa esto un giro de los acontecimientos de significación genejM
Hasta ahora en toda Ia Europa occidental se había tratado de conservar o^Ê
restaurar ei catolicismo mediante Ia fuerza, y ei poder principesco intento, B^Ê
esta excusa, conculcar por entero los derechos de las províncias. EI catolicisnjB
se ve obligado ahora a seguir otro camino. Si queria restablecerse y mantençj^B
solo podia hacerlo de acuerdo con los Estados y otorgando privilégios.
Pero si mucho se había limitado ei poder real también había ganado bafl
tante: volvieron a su obediência aquellos países en los cjue se había fundadfl
Ia grandeza de Ia casa de Borgona. Alejandro Farnesio condujo Ia guerra e f l
tropas walonas y, aunque marcho lentamente, siempre fué en progreso. En l^M
se apodera de Courtray, en 1581 de Tournay y en 1582 de Oudenarde.
Pero con esto no se había decidido todavia Ia cuestión.- Precisamentt^B
unión de las províncias católicas con ei rey podia ser Io que impulsara a lai
províncias nortenas, protestantes en su totalidad, no solo a apretar su a l i a n J
sino a independizarse por completo dei rey.
Por necesidades de csclarecimiento vamos a aludir a ia historia general d l
los Países Bajos. En todas las provincias se daba ei viejo altereado entre leis dl
rechos provincialcs y ei poder dei príncipe. En los tiempos de Alba este p o d «
logro predominar en un grado que no había conocido antes, pero no pudo d^Ê
servar a Ia larga este predomínio. La pacificación de Gante nos muestra en ^ H
grado conquistaron los Estados su supremacia en ei gobierno. En este a s p ^ H
las provincias dei Norte no tenían ventajas sobre l a s s e i Sur y ambas hubicrafl
fundado una sola república neerlandesa de haber sido concordes en Ia r e l i g ^ B
Como hemos visto, Ia disensión religiosa ocasiono Ia política. Lo primero ^ H
sucedió fué que las provincias católicas volvieron a ponerse bajo Ia protcccióÉ
dei rey, ai que más que nada les unia Ia afirmación de Ia fc católica; de aqti||
se siguió que Ias provincias protestantes acabaran por emaneiparse totalmenlB
dei rey después de haberse afirmado tanto tiempp en Ia lucha. Si designamos I
unas provincias como sometidas y a las otras como república no hay que c i j H
que Ia diferencia en ei interior fuese muy grande en un principio. También I n
provincias sometidas mantuvieron sus privilégios con cl mayor ardor. Tampocfl
las provincias republicanas podían eludir una institución análoga ai poddl
real: Ia dei Gobernador. La diferencia mayor residia en Ia religión.

Solo en este campo Ia lucha se manifesto en sus puros contrastes y fl


acontecimientos caminaron a su culminación.
83 Tassis, lib. v. 594-405, expone este convênio con toda amplitud.
DECISIÓN EN LOS PAÍSES BAJOS 283

Por entonces Felipe II había conquistado Portugal y cuando piensa en nue-


empresas animado por Ia dicha de una adquisición tan grande, los Estados
Jones se sienten dispuestos a permitir ei regreso de Ias tropas espafiolas.
1'ueron ganados Lalaing y su esposa, que siempre había sido gran enemiga
los espanoles y había contribuído a Ia expulsión de los mismos. Toda Ia
MZa walona siguió su ejemplo. Se estaba convencido de que ya no era posi-
que volvieran Ias sentencias y crueldades dei de Alba. El ejército ítalo-espa-
,, <|ue ya había sido alejado una vez, regresado otra y vuelto a ser alejado,
via de nucvo. La guerra se hubiera prolongado indefinidamente solo con Ias
ns neerlandesas, pero aquellas tropas aguerridas, disciplinadas, superiores,
•Micron Ia contienda.
Si en Alemania sen Ias colônias de jesuítas, compuestas de espanoles, italia-
y algunos neerlandeses, Ias que restablecen ei catolicismo mediante ei doo-
y Ia ensefianza, en los Países Bajos tenemos un ejército ítalo-cspanol que
ura a Ia opinión católica Ia supremacia de Ias armas unido a los soldados
nes.
No podemos menos de ocupamos en este momento de Ia guerra, porque
one ai mismo tiempo ei avance de Ia religión.
En julio de 1583 fué conquistado en seis dias ei puerto y Ia ciudad de
piquerque, en seguida Nieuport y toda Ia costa hasta Ostende, y Dixmuydcn
umes.
En seguida Ia guerra muestra su caracter especial. En Ias cuestiones polí-
s los espanoles se muestran indulgentes, pero en cosas de religión son im-
"ubles. No había que pensar en que tolcraran a los protestantes, no ya una
lia, pero ni siquiera un culto privado. Todos los predicadores que fueron ha-
os murieron ahorcados. Se hacía a conciencia una guerra de religión. En
fio sentido, teniendo en cuenta Ia situación, era acaso Io más sagaz. De los
testantes nunca hubieran obtenido una sumision completa mientras que, con
procedimiento tan enérgico, se iba recogiendo a los habitantes católicos
país. Estos católicos se empezaron a mover por si mismos. El bailío Ser-
>K de Steeland entrego ei país de Waes; Hulst y Axel se entregaron por si;
Uy pronto Alejandro Farnesio era Io bastante fuerte para pensar en un ataque
IMS grandes ciudades, ya que tenía en su poder Ia comarca y Ias costas. Tuvie-
*> que entregarse una trás otra: en ei mes de abril Iprés, después Brujas, final-
;ntc Gante, en Ia que Imbize fué partidário de Ia reconciliación. Se recono-
ron condiciones tolerables a los municípios, conservándoles en su mayor parte
R privilégios, pero los protestantes fueron expulsados sin piedad y Ia condición
ás importante era siempre que volvieran los clérigos católicos y que se abrieran
nucvo Ias iglesias ai rito católico.
Pero con todo no se había llegado a una situación definitiva y segura en
ftlo viviera ei príncipe de Orange, que sostenía Ia resistência y mantenía Ia
ranza hasta en los vencidos.
Los espanoles habían puesto su cabeza a precio en 25,000 escudos y en Ia
Ible agitación en que se hallaban los ânimos no habían de faltar quienes
nsaran en ganarse esa suma.
284 LA CONTRAHREFORMA DE 1 5 6 3 A 1 5 8 9

Lcs movían a Ia vez Ia codicia y ei fanatismo. No sé de blasfêmia rtunH


que Ia contenida en los papeles dei vizcaíno Jáuregui, que le fueron recogidoi
cuando su atentado contra Ia vida dei príncipe. Llevaba consigo, a modo d l
amuletos, oraciones en las que se imploraba en favor dei crimen Ia gracia <1<1
cíelo, Ia que encarno en Ia figura de Jesus, y hasta ofrecía que, una vez ccfl
sumado, repartiria Ia recompensa en Ia siguiente forma: a Ia Virgcn de Bayoill
un manto, una lámpara y'una corona, a Ia de Aránzazu una corona, y a Crista
Nuestro Senor un rico velo. 94 Por suerte fué aprehendido este fanático, peto
otro andaba de camino. Desde ei momento en que ei príncipe fué declarado^B
Maestricht fuera de Ia ley, un borgonés que allí se hallaba presente, BaltasM
Gerard, tuvo Ia idea de atentar contra él. 95 Las ilusiones de fortuna y fama quf
se hacía, caso de que le saliera bien, y Ia gloria dei martírio que en caso contri
rio se prometia, ideas en las que le había fortalecido un jesuíta de Tréveris^^B
le dejaron reposar un momento hasta que se decidió a ejecutar ei hecho. Se mW
sento ai príncipe como un fugitivo y, así, encontro acceso y momento favcH
ble. En julio de 1584 mato ai de Orange de un tiro. Fué aprehendido, p f l
ninguna tortura le arranco ni un suspiro y no hacía más que repetir que d e f l
haberlo conseguido volveria a hacerlo. Mientras rendia su último alientoW
Delft bajo las maldiciones dei pueblo, en Herzogenbusch los canónigos cdfl
braban su hazafia con un solemne T e Deum.
'Iodas las pasiones se hallan en plena efervescência; pero ei impulso d f l
prestan a los católicos es más fuerte, pues les lleva á ia victoria.
De haber vivido ei príncipe, seguro, se crcía, que hubiera encontrado t f l
dios para hacer levantar ei sitio de Amberes, como había prometido. A M H
no había nadie que Io hiciera por él.
Pero Ia acción contra Amberes era tan vasta que también Ias otras ciuáfl
des importantes dei Brabante se encontraban directamente amenazadas. I'!||
príncipe de Parma lcs corto Ia provisión de alimentos. La pjimera en entiej^H
fué Bruselas. Cuando esta ciudad, acostumbrada a Ia abundância, se vió a l f l
nazada por ei hambre, se produjeron divisiones queyllevaron a Ia r e n d i d S
Luego cayó Mecheln y finalmente también Amberes tuvo que entregarsdW
fracasar ei último intento: Ia ruptura de los diques.
A estas ciudades brabanzonas, Io mismo que a las flamencas, se les tilH
garon las condiciones más benignas; Bruselas fué dispensada de Ia contrflH
ción y Amberes recibió Ia promesa de que no se llevaría a Ia ciudad ningtlfl
guarnición espanola y que no se trataria de reconstruir Ia ciudadela. Solo U M
94 Contemporary Copy of a vow oi cerfain prayers found in the íorm oi an amu/et tnlfl
Jaureguy; en Ia coleccíón de Lord Egerton. "A vos, Scfior Jesus Christo, redemptor y salvador dl
inundo, criador dei cielo y de Ia tierra, os offrczco, siendo os servido librarine con vida desjpfl
de haver effcctuado mi deseo, un belo muy rico." Y asi continua.
95 "Rclatione dei suecesso delia morte di Giulielmo di Nassau príncipe di Orange e éM\
tormenti patiti dei generosíssimo giovane Baldassare Gerardi Borgognone", en Iníf. poliU., *>V^H
tienc algunas inforniacioncs que no coinciden con las comentes. Gerardi, Ja cui madre è di MUM
sone, d'anni 28 incirca, giovane non meno dotto che eloqüente. Abrigo este propósito duiriB
siete anos y médio. O/ícrendosi dunque Toportunità di portar íe fcttere dei dnca d'Alansone ti
Nassau, essendo gia luí gentiJhuomo di casa, aifi 7 Lug/io un'hora e mezzo dopo pranzo, uscendH
príncipe delh tavo/a, scargandoii un archibugetto con tre paiJe gíi colse sotto /a zinna manca e |'l
íece una ferita di due diri, coJ/a quaie rammazzò.
DECISIÓN EN LOS PAÍSES BAJOS 285

i>;ación hacía Ias veces de todas: habría que restablecer iglesias y capillas
illnmar de nuevo a los curas y frailes expulsados. En esto ei rey no cedia un
Mio. En todo acuerdo era esta, como él decía, ia primera y última condición.
Única gracia a que se avino fué que permitió a los habitantes ei plazo de
II nos para convertirse o vender Io suyo y cbandonar ei domínio espanol.
También los tiempos habían cambiado mucho. Antes ei mismo Eelipe II
II icnido sus reparos para conceder permiso de residência a los jesuítas, ata-
s y expulsados muy a menudo. Regresaron como consccuencia de los suce-
de Ia guerra, pero bajo Ia decidida protección dei poder político. Ya los
csio eran muy buenos amigos de Ia Compania y ei mismo Alejandro, que
" tomo confesor a un jesuíta, veia en Ia orden un médio excelente para
r ei país médio protestantizado ai catolicismo y cumplir así con Ia misión
cipal de Ia guerra." 0 La primera localidad a que volvicron fué también Ia
era que se conquisto, Courtray. El párroco de Ia ciudad, Juan David,
n conocido a los jesuítas durante su destierro en Douay. Vuelve ahora,
para ingresar inmediatamente en Ia orden y advertir ai pueblo en su sermón
Bcspedida que no prescindiera de Ia ayuda espiritual de Ia Compania. EI
J>\o se dejó convencer facilmente. Entro a Ia ciudad el viejo Juan Montag-
Lque había introducido Ia Compania en Tournay y que tuvo que huir en
Ms ocasiones, para volver y dejarla asentada para siempre. En cuanto Brujas
lés se entregaron, llegaron los jesuítas, y el rey les cedió un convento que
"n sido abandonado durante Ias revueltas. En Gante se dedico a los jesuítas
Asa dei gran demagogo Imbize, dei que había partido todo el dano ai cato-
inc- En su entrega los habitantes de Amberes pretendieron poner como
lición que no recibirían a otra orden que aquella que ya vivia allí mismo
do Carlos V, pero no les fué satisfecho este deseo y tuvieron que admitir
jesuítas y entregarles el edifício que habían poseído antes. Cuenta esto el
lista de Ia orden muy complacido, y observa como un favor especial dei
0 que se recibiera el edifício libre de cargas cuando había sido abandonado
o de ellas. Entretanto, había pasado por diversas manos y fué restituído
más. Tampoeo Bruselas pudo sustraerse a Ia suerte general; el Consejo de
Çludad se declaro dispuesto, el príncipe de Parma concedió un auxilio de Ia
', real y pronto los jesuítas se hallaban instalados de Ia mejor manera. El
pcipe les había concedido solemnemente el derecho a poseer bienes inmue-
1 bajo Ia jurisdieción eclesiástica y de servirse libremente en estas provin-
I de los privilégios de Ia Santa Sede.
No solo los jesuítas gozaron de su favor. El afio 1585 llegan unos capu-
'nus y, a seguida, les compra una casa en Amberes. Hicieron impresión en
rnes hermanas y fué menester un mandato expreso que prohibiera a otros
ii< iK anos adoptar Ia reforma capuchina.
W Sacchinus (Pars v, lib. iv, n. 58): Alexandra et privari ejus consi/ii viris ea sfabat senrentia,
bliucjiic recipiebatur ex haereticis civitas, continuo fere in eam inmitti societatem debere: va/ere id
ui! pietatem priva tem civium tum aá pacem tranquiillilatemque intelJigebant. Según Ia Imago
n Kculi fué esta también Ia voluntad dcl rey, qu> recens dafis de hoc argumento /iteris ducem
cura monuerat ut societatis praesidio munire satageret praecipuas quasque BeJgii dvitesta: afir-
lonci suficientemente comprobadas por los hechos.
286 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589

Todos estos establecimientos fueron desarrollando poço a poço Ia m a j f l


influencia y convirticron a Bélgica, que había sido mcdio protestante, cn uno
de los países más católicos dei mundo. También cs innegable que bicieron I»
suyo para ei fortalecimiento dei poder real, por Io menos en los primeral
tiempos.
Con este resultado se hizo cada vez más firme Ia opinión de que no cofl
venía permitir en un Estado más que una sola religión. Es uno de los princí-
pios fundamentales de Ia política de Justus Lipsius. Dice Lipsius que en cosa
de religión no es pcrmisible ninguna gracia ní descuido; Ia gracia verdadjH
consiste en no tenerla y para salvar a muchos no había que reparar en a l e f l
a unos cuantos.
Principio que en ninguna parte encontro mejor acogida que en A H
mania.

9 ) Continua Ia Contrarreforma en Alemania


N o hay que olvidar que los Países Bajos seguían siendo todavia una pon cr
dei império germânico. Como es natural, los acontecimientos desarrolladosHJ
esos países tenían que ejercer una gran influencia en los asuntos alemanflj
Inmediatamente después se decide Ia cuestión de Colônia.
No habían vuelto todavia los espaiioles ni había conquistado ei catollHJ
mo grandes ventajas cuando ei príncipe elector Truchsess de Colônia se dfl
cide, en noviembre de 1582, a entrar en Ia Iglesia reformada y a tomar m u j n
sin por ello renunciar a su dignidad eclesiástica. La mayor parte de Ia nohflfl
estaba con él; los condes de Nuenar, Solms, Wittgenstein, Wied, NasiflJ
todo ei ducado de Westfalia, eran evangélicos. El príncipe elector entro eü^Ê
ciudad de Bonn con ei libro en una mano y Ia espada en Ia otra y apaflH
Casimiro dei Palatinado con un ejército respetable para intimar a Ia cit^H
de Colônia, ai cabildo y a] arzobispo, que se le oponían.
En todos los asuntos de Ia época vemos a Cste Casimiro; siempre flfl
dispuesto a montar a caballo y blandir Ia espada, siempre cuenta con belicoH
partidas de ânimo protestante. N i lleva Ia guerra con Ia devoción exigida poi
u n a causa religiosa, pues siempre tiene presente su personal provecho, ni t^Ê
poço con Ia firmeza o Ia ciência que a él se le oponían. También esta i f l
devasto toda Ia comarca de su enemigo, pero no hizo nada. 07 N i logro e f l
quistas ni supo procurarse ayuda de Ia Alemania protestante.
Por ei contrario, los poderes católicos juntaron todas sus fuerzas. El Pafl
Gregorio no abandono cl problema a Ias dilaciones de un proceso en Ia c u r i a l
dada Ia urgência dei caso, le pareció suficiente un simple consistorio de ca|flj
nales para decidir asunto tan importante como ei de despojar de su digni<Mj
arzobispal a un príncipe elector de Alemania. 98 Su núncio Malaspina se a f l a
suró a ir a Colônia y, aliado a los miembros doctos de Ia díócesis, consigflj
no solo excluir dei cabildo a los indecisos, sino elevar a Ia Sede arzobispal a^fl
"7 Isselt, Historia bclli Coloniensis, p. 1092. Tota fiac aestate nihil hoc exercitu dignum M
88 Maffci, Annaíi di Gregorio X//I, n, xu, 8.
CONTINUA I A CONTRARREFOriMA EN ALEMANIA 287

Incipe de ia única casa todavia completamente católica: ei duque Ernesto


Baviera, obispo de Freisingen. 90 En esto aparece un ejército alemán cató-
'l'i> reclutado por ei duque de Baviera, no sin algún subsidio dei Papa. N o
Üiuidó cl emperador de amenazar ai conde palatino Casimiro con ponerle
;rr.i de Ia ley y mando un escrito conminatorio a sus tropas que tuvo ei
JCtO de disolver su ejército. Ya Ias cosas en este grado, aparecen también los
.moles. En ei verano de 1583 habían conquistado Zuetphen y ahora cuatro
1 veteranos belgas penetraban en ei arzobispado. Gebhard Truchsess sucum-
a tantos enemigos: sus tropas no querían servir contra ei mandato expreso
emperador; su fortaleza principal se entrego ai ejército hispano-bávaro y él
0 que huir y buscar refugio en ei príncipe de Orange, dei que había
orado que le prestaria ayuda como paladín dei protestantismo.
Como se comprende facilmente, este acontecimiento ejerció Ia mayor in-
rncia en Ia reafirmación dei catolicismo por ei país. Cuando empezó Ia
Jtíición, Ia clerecía dei arzobispado dió rienda suelta a Ias divisiones que
1
on en su seno; el núncio expulso a todos los miembros sospechosos; en me-
dcl tumulto guerrero se estableeió una iglesia de jesuítas y no hubo más
proseguir una vez conseguida Ia victoria. Truchsess había expulsado ai clero
lico de Westfalia y ahora este vuelve con los demás fugitivos y recibe Ias
yores muestras de honor. 100 Los canónigos evangélicos quedan excluídos
cosa inaudita, no vuelven a cobrar sus emolumentos. Es verdad que los nun-
l
| tuvieron que proceder, con cierta indulgência aun con los mismos cató-
1
a; el Papa Sixto Io sabia muy bien y, entre otras cosas, recomendo a su
leio que no pusiera en práctica Ias reformas que considerara necesarias si
tenía Ia certidumbre de que satisfacían a todos; pero con tan cautelosas
ncras se llegó insensiblemente ai fin propuesto y los canónigos, por muy
le que fuera su origen, volvieron a cumplir sus funciones eclesiásticas en Ia
cilral. La opinión católica encontro u n apoyo poderoso en el Consejo de
lonia, que tenía enfrente a un partido protestante.
Este suceso victorioso tenía que repercutir en los demás domínios eclesiás-
is y en Ia vecindad de Colônia todavia se ayudó de un accidente especial,
tieí Enrique de Sajonia-Lauenburgo —que hubiera seguido el ejemplo de
bliard de haber este tenido êxito—, obispo de Paderborn y Osnabrück,
obispo de Bremen, salió un domingo de abril de 1585 a caballo para ir a Ia
csia y, ai regreso, cayó dei caballo; aunque era joven y vigoroso y aunque
parecia haber sufrido ninguna herida importante, falleció, a consecuencia
Ia caída, en el curso dei mes. La elección que tuvo lugar resultó muy favo-
•|>le ai catolicismo. El nuevo obispo de Osnabrück firmo, cuando menos, Ia
fesión de fe 1 0 1 y el de Paderborn, Teodoro de Fuerstenberg, era un católico
00 Escrito de Malaspina ai duque Guillermo de Baviera, cn Adlzrcitter, n, xu, 295. Quod
plcfonmtis, dice en Ia carta, impetrav/mus.
um "El príncipe elector Ernesto —dice Khevenliiller— ha restaurado Io mismo Ia religión
'lica que el gobierno secular, según Ia antigua tradición."
101 Según Strunck, Anna/es Padcrbornenses, p. 514. Bernardo de Waldcck había mostrado
Uriormcnte inclinaciones protestantes, se había mantenido neutral durante Ia agitación que tuvo
en Colônia y se adhirió a Ia confcsión católica. Chytracus (Sajonia, 812) no Io contradice.
288 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
riguroso. Ya como canónigo se había opuesto a su predecesor y en 15S0 ss
adelante un acuerdo que exigia Ia condición de católico para Ia entrada en
cabildo; 102 había hecho venir a unos jesuítas y lcs había encomendado Ia ú
dicación en ia catedral y Ia ensenanza en Ias clases superiores dcl gimnasj
esto último bajo Ia condición de no llevar los hábitos. Como obispo le t
mucho más fácil proscguir Ia tarea. Los jesuítas ya no tenían que disimular \
presencia; ei gimnasio se les entrego a Ias claras y a los sermones se afiai
Ia catequesis. Tuvieron mucho que haccr. El Consejo de Ia ciudad era prot^
tanto y entre los burgueses apenas había católicos. La cosa no era diferenf
en cl campo. Los jesuítas comparaban a Padcrborn con un campo seco e ^
que Ia labor es penosa y no ofrece fruto alguno a Ia postre. Finalmente, yai
veremos más tarde, a comienzos dei siglo xvn se salen con Ia suya.
También para Munster aquel accidente mortal tuvo gran importai»
Como los canónigos jóvenes estaban por Enrique y los viejos contra él, no ha
podido tener lugar ninguna elección. El duque Ernesto de Baviera era pos
lado para príncipe elector de Colônia, obispo de Lieja y, también, de Munst
El católico más resuelto dei cabildo, ei decano Reisfeld, consiguió que fu
elegido y, de su propio bolsillo, fijó un legado de 12,000 táleros para un cole;
de jesuítas que habría de fundarse en Munster. A poço, murió. En ei ano
1587 Uegan los primeros Padres. Encuentran resistência entre los canóni
los predicadores y los habitantes, pero ei Consejo y ei príncipe les protegenj
sus escuelas demuestran su eficiência, pues ai torcer afio cuentan ya con r
alumnos. En ei ano de 1590 logran una posición independiente mediante u
cesión graciosa de bienes eclesiásticos por parte dei príncipe. 103
El príncipe elector Ernesto es también obispo de Hildesheim. Aunq J
aqui su poder es mucho más limitado, le sirve para procurar Ia recepción de i
jesuítas. El primero que llega a Ia ciudad es Juan Hammer, nativo de ella
padre vivia todavia—, educado cn Ia fe luterana, pero lieno dei ceio de
neófito. Predicaba con una gran lucidez y consiguió algunas conversiones
llantes; poço a poço fué afirmando su posición y los jesuítas tienen en I lild
heim casa y pensión en ei ano de 1590.
Ya observamos cuán importante fué ei catolicismo de Ia casa de Bav^
también para Ia baja Alemania. Un príncipe bávaro aparece en muchos o*
pados como ei autêntico sostén.
Pero esto no quiere decir que este príncipe fuera muy.celoso y devoto. "•
nía hijos naturales y se penso alguna vez que iba, a hacer Io mismo <|
Gebhard Truchsess. Resulta interesante ver con que precauciones le trata
Papa Sixto. Tiene mucho cuidado de que no sepa que ei Papa está e n t e "
de sus desordenes, que los conoce muy bien, porque, en ese caso, habría q
102 Bessen, Geschichte von Paderborn, n, 123. En Rciffenberg, Historia provinciae ad Rhen
inferiorem, lib. viu, c. i, p. 185, hallamos un escrito dei Papa Gregorio XIII diiectis íiliis canoii
et capitulo ecc/esiae Paderbornensis, dei 6 de febrero de 1584, en ei que hace cl elogio de
oposición: "así estaba bien; contra un mayor ataque, una mayor resistência; también él, cl
llevaba en su coiazón a los Padres de Ia Compafiía de Jesus".
103 Sacchinus, pars. V. lib. vm, n. 83-91. ^Rciffcnbcrg, Historia provinciae ac) Klicmiiii
íeriorem, i, ix, vi.
CONTINUA LA CONTRARREFORMA EN ALEMANIA 289

Irilc advertências que podían inclinar facilmente ai obstinado príncipe a


im una decisión enojosa.1"''
los asuntos alemanes no podían ser tratados como los neerlandeses. Era
ItcMiT guardar consideraciones personales delicadísimas.
| Aunque ei duque Guillermo de Cleve se mantenía exteriormente católico,
[política era, en conjunto, protestante. Acogía y protegia refugiados protes-
•rs y a su hijo juan Guillermo, celoso católico, le mantuvo alejado de los
pcios. Facilmente se hubiera intentado en Roma aprovechar ei disgusto
(iguiente y tratado de fomentar Ia oposición de este príncipe. Pero Sixto V
[demasiado sagaz. Solo cuando ei príncipe insiste, tanto que ya no se puede
,r sin agravio, se decide ei núncio a celebrar una entrevista con él, en
Ifldorf, y eso para darle consejos de paciência. No queria ei Papa que reci-
i ei toisón de oro, pues ello podría despertar sospechas y tampoco se dirigió
Itumente ai padre en favor dei hijo; cualquier relación de este con Roma
era disgustado a Ia corte; solo mediante una intervención dei emperador,
'ovida por él, busco para ei príncipe una posición digna de su rango; indico
juncio que pasara por alto algunas cosas, como si nada advirtiera. Este pro-
cauto y delicado de una autoridad todavia reconocida no dejó de produ-
efecto. El núncio fué ganando influencia y, cuando los protestantes
taron en Ia Dieta unas peticiones, sus observaciones fueron principal-
c Ias que ocasionaron Ia repudiación de aquéllas. 105
Y, así, en una gran parte de Ia baja Alemania, si bien ei catolicismo no
• sido restablecido todavia, por lo menos se había consolidado y fortalecido
ti11 momento de gran peligro. Logro una ventaja que podia convertirse en
lio total con ei correr dei tiempo.
1 n Ia Alemania alta se produce un desarrollo parecido.
| Ya tratamos de Ia situación de los obispados de Franconia. A un obispo de-
'lo podia ocurrírsele muy bien utilizaria para Ia adquisición de un poder here-
jtio. Es muy probable que Júlio Echter von Mespelbronn —que, muy joven
Sprcndedor de caracter, fué obispo de Wurzburgo en 1573— vacilara un
Jento sobre Ia política a seguir.
I Participo activamente en Ia expulsión dei abad de Fulda y es imposible
li intención que guiaba ai cabildo y a los estamentos de Fulda, que se en-
Icron con él, fuera muy católica. Precisamente ei restablecimiento dei
llusmo fué Ia acusación mayor que le hicieron ai abad. El obispo se ganó
I r io ei disgusto de Roma y Gregorio XIII le ordeno que entregara Fulda.
jrl momento en que Truchsess pronunciaba su separación. El obispo Júlio
bvi i lió Ia ocasión para dirigirse a Sajonia y llamar en ayuda, contra ei Papa,
lil' de los luteranos; mantuvo estrecha relación con Truchsess y este se
•u l,i ilusión de que ei obispo de Wurzburgo seguiria su ejemplo. El dele-
M de aquel arzobispo lauenburgués de Bremcn anuncia esto complacido
I M-nor.'00
m* Tcmpcsti, Vita di Sisto V, t. i, p. 354.
p.-> ftid., p. 359.
fO* Eicrito de Hermann vou der Decken (Beckcn es piobablemente una errata) dcl 6 de
h e de 1582, en Schmidt-Phiseldeck, Historischen MisceHaneen, i, 25: Auí des Legaten
290 LA OONTRARREFORMA DE 1 5 6 3 A 1 5 8 9

En estas circunstancias es difícil decir Io que hubiera hecho ei obispo I


lio de haberse podido sostener Truchsess en Colônia. Pero una vez que Gebhá
fracasó tomo Ia dirección contraria, lejos de caer en Ia tentación de imitar!
Acaso ei colmo de sus deseos hubiera sido constjtuirse en Senor de
>aís. (O era, en ei fondo de su corazón, un católico celoso? Fué discípulo
Í os jesuítas, educado en ei Colégio Romano. El caso es que en ei ano I f
llevó a cabo una visita de iglesias sin par hasta entonces en Alemania.
toda Ia fuerza de una voluntad resuelta Ia realizo personalmente.
Recorrió ei país acompanado de algunos jesuítas. Visito prímero GmÊ
den, de allí marcho a Arnstein, Werneck y Hassfurt y lucgo de distrito en dl
trito. En cada ciudad convoco ai alcalde y ai Consejo confiándoles su ideaif
acabar con los errores protestantes. Fueron alejados los predicadores y sustituí
por discípulos de los jesuítas. Si un funcionário se negaba a practicar ei o
católico era cesado y ya había católicos que estaban a ia espera. Pero tamb1'
los particulares fueron obligados a ir a misa, pues no les quedaba más opci
que Ia misa o ei destierro. Si consideran que Ia religión dei príncipe es un e
entonces tampoco deben tener participación en ei país. 107
Fué inútil que los países vecinos mosttaran su disgusto. El obispo J
solía decir que no le preocupaba lo que estaba haciendo, sino ei haberlo hf
tan tarde. Los jesuítas le prestaron Ia máxima ayuda. Llamaba Ia atención, s i
todos, ei Padre Gebhard Weller que, solo y sin atadillo, iba a pie de pueblo
pueblo a predicar. En ei ano de 1586 catorce ciudades y mercados, más de d'
cientas aldeas y cerca de 62,000 almas fueron rescatadas para ei catolicismo.
quedaba más que Ia capital de Ia diócesis y ei obispo empezó a ocuparse de
en marzo de 1587. Comenzó por convocar ai Consejo e institmó por c
barrio y parroquia una comisión para escuchar en audiência a los burgueses
Ia villa. Así se supo que Ia mitad era de opinión protestante. Muchos, toda
fíojos en su fe, se somecieron en seguida y Ia comunión de Pascua, organir 1
y servida por ei obispo en Ia catedral, estuvo concurridísima. Otros resistic
más tiempo y algunos prefirieron vender lo suyo y marcharse. Entre ellos cuat
consejeros.
Éjemplo fué este que ei vecino más próximo, ei obispo de Bamberg, |
apresuró a imitar. Conocído es Goesweínsteín, en ei valle Muggendorf, a dor»
todavia hoy llegan peregrinos, a través de abruptos senderos, entre magnífi
bosques y gargantas procedentes de todos los valles circunvecinos. Existe allí
antiguo santuário de Ia Trinidad que estaba desierto por entonces. Cuando
obispo de Bamberg, Ernesto von Mengersdorf, llegó a visitarlo en 1587, ei es
táculo le llegó ai alma. Inflamado por ei ejemplo de su vecino, se declaro
Anbringen und Werbunge hat Wirzburgensis ein IcJcín Bcdenken gcbeiíen, und hat zur Stii
seine P/erde und Cesinde /assen fertig werden, ivollen aufsitzen und nach deni llcrrn Churl,
Sachssen teitten und Hye Churf. C. úber solliche des Papsts uncrhorle Jniportunitet —k/agen- •
um tadt, huiff und Trost anhaften—. Der Herr Chur/ürst [de Colônia] hatt grosse Ilo(tmin|
hochgedachten Herrn Bíschofíen, dass f. F. Cn. veihoffcntlich dem Papsíe werde abíallcn.
107 Biografia dei obispo Júlio en Gropp, Chronik von Wuerzburg, p. 335: es ward ili
angesagt, sich von den Acmtein und BefehJen zu drossen und ihr I/aiisvvescn ausser dein Stifl
suchen. Utilizo esta biografia aqui también en general y junto con ella particularmente C/irisíop
Mariani Augustani Encaenia et Tricenna/ia Juliana, en Gropp, Scriptt. Wirceb., t. i.
CONTINUA LA CONTRARREFORMA EN ALBMANIA 291

o .1 hacer entrar a sus súbditos en Ia verdadera religión y a que ningún pe-


o le impidiera cumplir con su deber. Ya veremos qué en serio tomo esta
lón su sucesor.
Pero mientras en Bamberg andaban todavia en preparativos, ei obispo Ju-
proseguía su obra. Se reorganizaron todas las viejas institucíones. Las cere-
liias en honor de Ia Virgen, las peregrinaciones, las cofradias de Ia Asunción
lu Virgen, dei Nacimiento de Ia Virgen y otras muchas, revivieron y se fun-
frm otras nuevas. Las procesiones inundaban )as calles y ei repique de las
íip.mas avisaba a ]a gente Ia hora dei Angelus.108 Se volvieron a reunir reli-
|«\ que fueron reinstaladas en los lugares de devoción. Se ocuparon de nuevo
Conventos y se edificaron iglesias por todas partes, contándose hasta trcscien-
cntre las que mando edificar ei obispo Júlio. El viajero las puede reconocer
IUS altas torres puntiagudas. La gente se percata a los poços anos, con gran
" bro, de Ia transformación que ha tenido lugar. "Lo que antes —exclama
apologista dei obispo— se tenía por supersticioso y hasta deshonroso, ahora se
lidera santo, y lo que hasta hace poço se tomaba por ei evangelio se viene
liderando ahora como engano."
i en Roma se había esperado un êxito tan lisonjero. La obra dei obispo
Uevaba cierto tiempo en marcha antes de que ei Papa Sixto supiera algo
a. Después de las vacaciones otonales de 1586 se le presentó ei general de
uitas Acquaviva para darle a conocer las nuevas conquistas de Ia orden.
estaba encantado. Se apresuró a comunicar ai obispo su reconocímiento.
ncedió ei derecho a ocupar los benefícios vacados en los meses reservados,
él mismo sabría mejor que nadie a quién recompensar.
Y Ia alegria dei Papa fué tanto mayor cuanto que Ia información de Acqua-
coíncidió con noticias parecidas de las províncias austríacas, especialmente:
Estiria.

En ei mismo ano en que los estamentos evangélicos de Estiria consiguen


iituerdo de Ia Dieta una independência tan grande que pueden compararse
los estamentos austríacos —que poseían su propio Consejo religioso, sus
tintendemes y sínodos y una constitución casi republicana— se produce
mbío.
Tan pronto como Rodolfo II recibió Ia pleitesía se dieron cuenta las gentes
Cuán diferente era de su padre; pracficaba los actos de devoción con todo
y, con asombro, se le vió tomar parte en las procesiones, aun en lo crudo
\ invierno, con \a cabeza descubierla y ei cirio en Ia mano.
Este ânimo dei senor y los favores que otorgó a los jesuítas empezaron a
íocupar y hasta a producir reacciones violentas, propias dei tiempo. En una
"ii i rústica cerca de Viena, pues no se había permitido a los protestantes tener
feii iglesia autêntica en Ia capital, predicaba ei flaciano Josué Opitz con toda
l>;isión que caracterizaba a su secta. Cuando, como de costumbre, se puso a
!M Julii Ep-scopi statuta juralia, en Gropp, Scriptt., t. i. Su sentido es que ei movimiento
Whul que emana de Ia supiema cabeza de Ia Igksia de Cristo, se transmite desde arriba hacia
o a todos los miembros dei cuerpo. Véase p. 44^: de capitulis rural/bus.
292 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
hablar contra los jesuítas y Ios curas, "y trono contra todos los horrores dcl Papa«l
do", más que Ia conviecion de sus oyentes provoco su cólera, de suerte que ai I
salir de Ia iglesia "hubieran destrozado con sus manos a cualquier papista", c o n f l
dice un contemporâneo. 100 Pero ei resultado fué que ei emperador se propí^B
prohibír Ias reuniones aquellas. Cuando se noto esto, se disputo acaloradamer^H
ei pro y ei contra y ei noble a quien pertenecía Ia finca profirió algunas a n H
nazas. Está ai Uegar ei dia dei Corpus Christi dei ano 1578. El emperador t e r f l
decidido celebrar Ia fiesta con Ia mayor solemnidad. Después de haber oído m í H
en San Esteban, comenzó Ia procesión, Ia primera después de mucho t i e m d f l
sacerdotes, frailes, grêmios y, en su centro, ei emperador y los príncipes. J 4 H
fué acompanado ei Santísimo Sacramento. Pero pronto se vió Ia irritación p j H
ducida en Ia ciudad. Cuando Ia procesión Uegó ai mercado de aldeanos h u f l
necesidad de desalojar algunos tenderetes para dejarle sitio. No hizo falt.i
más para que se provocara un tumulto general. Se oyeron gritos de: jHerflH
sido traicionados! jA Ias armas! Los típles y los curas abandonaron ai Santísil^B
los alabarderos se dispersaron y ei emperador se vió en médio de una multitud(
vociferante. Temió un ataque a su persona y echó mano a Ia espada; los p ^ H
cipes le rodearon con ella desenvainada. 110 Podemos suponer que este i n c i d d H
habría de impresionar hondamente ai grave príncipe, aficionado a Ia majesxH
y dignidad espafiolas. El núncio aprovechó Ia oportunidad para hacerle ver oi
peligro de Ia situación; Dios mismo le senala Ia necesidad de cumplir con H
promesas hechas ai Papa. EI embajador espanol coincidia èn Io mismo. M u c h i í
veces ei provincial de los jesuítas, Magius, había aconsejado ai emperador pari
que tomara medidas enérgicas: ahora fué escuchado. El 21 de junio de 157B
dirigió ei emperador una orden a Opitz conminándole a abandonar Ia < iuchul
con todos sus auxiliares d e Ia iglesia y de Ia escuda a Ia salida dei sol de aqufll
mismo dia y todos los territórios patrimoniales dei emperador en ei término df|
catorce más. El emperador temia un levantamiento y tuvo preparada gente ai
mada. Pero ,;cómo habrían osado levantarse contra ei príncipe que, por Io mel
nos, tenía a su favor Ia letra de Ia ley? Se contentaron con açompanar a los defl
terrados dando muestras de Ia mayor condolência. 111
A partir de este dia empieza en Áustria Ia reacción católica que va cobran-'
do ano trás ano fuerza y efectividad.
Se había concebido ei plan de extirpar ei protestantismo primeramenH
en Ias ciudades imperiales. Las ciudades de más allá dei Enn«, que veinte anefl
antes se separaron dei estamento de los caballeros y sefiorps, no podían oponcr de
hecho ninguna resistência. En muchos lugares fueron expulsados los pastorí
evangélicos y su lugar ocupado por católicos, y se hicieron rigurosas indagacid
nes entre los particulares. Conservamos un formulário con arreglo ai cual se
examinaba a los sospechosos. Un artículo reza: jCrees tú que es verdad todfll

109 I>. Jor»c Kdcr que, claro es, era un adversário: Extracto de su advertência en RaupMH
Evang. Oesfrcich, n, 286.
310 Maffei, Annaíi di Gtegorío XIII, t. i, p. 281, 335, sin duda de las relaciones dei nundfl
H l Saccliinus, pars. iv, lib. vi, n. 78: Puder rc/erre, quam excimfes sscriíegf.-s omuique ( j H
cratione digníssimos prosecuta sit numírosa muítitudo quotque benevolentiae documenfis, ut v i
iucic ui.ih gravitas acstimarè possít.
CONTINUA LA CONTRARJREFORMA EN ALEMANIA 293
| |n que Ia Iglesia romana ensefia en doctrina y costumbres? ^Crees tú —reza
pilii) - que ei Papa es Ia cabeza de Ia Iglesia apostólica única? No se queria
(Icjar ninguna duda. 112 Los protestantes fueron alojados de los ofícios munici-
inlcs y ningún burguês no católico fué admitido en adelante. En ]a universidad
Io Viena cada doctorando tenía que suscribir Ia profesión de fe. Para Ia ense-
mi/.a se dispusieron formulários católicos, ayunos, visitas de iglesias y el uso
Ki lusivo dei catecismo de Canisius. En Viena se recogieron de Ias librerías los
bros protestantes que eran llevados en grandes montones al pátio dei palácio
ti obispo. En los muelles se examinaban Ias cajas y se confiscaban los libros y
btumpas que no fueran muy católicos.113
Pero, con todo, el êxito no fué total. Es verdad que en poço tiempo se res-
luraron trece ciudades y mercados en Ia baja Áustria y que se habían rescatado
posesiones eclesiásticas hipotecadas, pero Ia nobleza mantenía una fuerte
bsición. Las ciudades dei tratado dei Enns se hallaban en estrecha relación
in cila y no cedieron a ninguna tentación. 114 Sin embargo, como se compren-
f, muchas de estas medidas tuvieron un alcance general al que nadie podia
lutracrse y que repercutió directamente en Estiria.
En cl momento en que el archiduque Carlos está dispuesto a hacer conce-
|Diu's se produce Ia reacción católica en tantos lugares. Sus pares no Io perdo-
n.iii.in. Su eufiado el duque Alberto de Baviera le hizo ver que Ia "paz religio-
le autorizaba a imponer a sus súbditos Ia religión propia. Aconsejó al archi-
iiique tres cosas: que ocupara con católicos todos los puestos, especialmente en
srte y en el Consejo secreto; que en Ia Dieta fuera separando unos de otros
diversos estamentos, para dominar mejor cada uno; finalmente, que se pu-
lera en buenas relaciones con el Papa y le pidiera que le enviase un núncio,
gorio XIII, por si mismo, se apresuró a ayudarle. Como sabia muy bien que
liaria falta dinero y que esta necesidad era Ia que le empujaba a hacer conce-
rnes, acudió al mejor medio para independizarle de sus gentes: en el ano de
pKO le envio Ia suma, para aquella época muy importante, de 40,000 escudos
epositó en Venecia un capital todavia más importante dei que podia servirse
archiduque en caso de que estallaran revueltas en el país a consecuencia de sus
lliípcnos católicos.
Animado por el ejemplo, por las advertências y por ayudas importantes, el
Inliiduque Carlos cambio completamente de actitud a partir dei ano 1580.
En este afio adjunto a sus antiguas concesiones una explicación que bien
[jiiiide considerarse como una revocación de las mismas. Los estamentos le ins-
[IIIHHI para que las conservara intactas y pareció un momento que un ruego tan
jliumildc produciria su efecto; 115 pero, en Io sustancial, se mantuvo en las me-
Hliliis anunciadas y empezó a expulsar predicadores protestantes.
El afio 1584 fué decisivo. En Ia Dieta de ese ano se presentó el núncio
na Artículos de confesión papalcs, austríacos y bávaros, en Raupach, Evang. Oestieich, n, 307.
113 Klievcnhillcr, Ferd. Jahrb., i, 90; Hansitz, Geroiania sacra, i, 632.
i u Raupach, K/cine NachJesc Ev. Oestr., ív, p. 17.
115 "Según su congênito caracter de príncipe alemán, suavisimo", dice Ia Supplication de
[mJrcs países.
294 LA CONTRARREFORMA DE 1 5 6 3 A 1589

Malaspina. Ya había conseguido separar a los prelados de los estamentos secufafl


a los que siempre solían unirse. Con ellos, los funcionários ducales y los c n
licos dei país, establece una estrecha unión que encuentra en él su centro. H < J
entonces Ias cosas habían ocurrido como si todo ei país fuera protestante, pfl
ei núncio supo constituir un fuerte partido en favor dei príncipe. De ofl
modo ei archiduque era inconmovible. Se mantuvo en Ia idea de extirpar cl pnf
testantismo de sus cíudades y sostuvo que Ia "paz religiosa" le otorgaba todavu
mayores derechos, también sobre Ia noblcza, derechos que se 1c obligaría
hacer valer si se le ofrecía resistência y entonces queria ver quién se le mostifl
íebeldc. Aunque estas declaraciones tenían un tono tan resueltamente antijT
testante, Ias circunstancias eran tales que pudo llcgar tan lejos como antes <M
sus concesiones. Los estamentos no pudieron negar su aprobación, reclamH
por otras consideracíones. 110
Desde esc momento comien/a Ia contrarreforma cn todo ei domínio a r f l
ducal. Sc ocupan con católicos Ias parroquias y los Consejos de Ias ciudadH
ningún habitante debe visitar otra iglesia que Ia católica ni mandar a sus h f l
a otras escuelas que Ias de ese credo.
Las cosas no transcurrieron siempre pacificamente. Los párrocos católica
y los comisarios dei duque fueron a veccs insultados y expulsados. El m l H
archiduque estuvo en peligro durante una caeería; por Ia región circulo ei ruffl
de que había sido encarceiado un predicador de las cercanias: cl pucblo acud
en armas y ei pobre predicador perseguido tuvo que ponerse delante para jfl
reger contra los aldeanos ai ingrato senor. 117 Pero las cosas siguicron su curi
Sc emplearon los médios más rigurosos. El cronista pontifício los resun^B
poças palabras: confiscación, destierro, serio castigo de cualquier rebelde. •
príncipes de Ia Iglesia que poseían algo en Ia comarca ayudaron a las autoridadi
civiles. El arzobispo de Colônia, obispo de Freísingen, cambio ei Consejo oU~
ciudad, Lack, y castigo a los protestantes con Ia cárcel o con saflcioncs pecuníl
rias; ei obispo de Brixen quiso implantar en su doihinio, Veldes, un n u e v j
parto de tierras. Estas tendências se extendieron por todos ios domínios austrl
cos. Aunque ei Tirol había permanecido católico, ei archiduque Fernando
descuido someter a Ia elerecía de Innsbruck a una rigurosa disciplina e hizo qu
todo ei mundo recibiera Ia comunión; se estableeicron escudas dominicalcs pai
ei pucblo. El cardenal Andreas, hijo de Fernando, mando jmprirnir catccismi
y los repartió entre Ia juventud escolar y Ia gente indocta. 118 Pero en las r e a
nes donde había penetrado el protestantismo no se contentaron con mcdidl
tan suaves. En el condado de Ia marca Burgau, que había sido adquirido hacl
poço, y en el gobierno rural de Suabia, cuya jurisdieción se hallaba en disput)
procedieron por completo como el archiduque Carlos en Estiria.

El Papa Sixto no se cansaba de ensalzar estos hechos. Proclamaba que l<i


" 0 Valvassor, Ehte cfcS /íerzogthunis Ktain, posce buenas y amplias infonnaciones sobre tfl
estas cosas. Particularmente importante, sin embargo, cs para nosotros Maftci, cn los AnnaJi
Gregor/o XIII, lib. rx, c. xx, lib. xin, c. i. Tcnía sin duda ante sus ojos Ia información dei nuCM
l " Khevenliiller, Anna/es Ferdinandci //, p. 523.
U8 Puteo en Tcmpcsti, V/fa di Sisto V, t. i, 375.
CONTINUA LA CONTRARBEFORMA EN ALEMANIA 295

incipes austríacos eran Ias columnas más firmes dei cristianismo. Especial-
nte dirigió los breves más encomiásticos ai archiduque Carlos.118 La adqui-
ión de un condado fué considerada en Ia corte de Gratz como una recompensa
Ina por los muchos buenos servidos prestados ai cristianismo.

En los Países Bajos Ia orientación católica pudo afirmarse de nuevo, gracias


cialmente a que fué respetando los privilégios. No ocurrió Io mismo en
mania. Por ei contrario, los sefiores territoriales ampliaban su soberania y
poder en Ia misma medida en que lograban favorecer Ia restauración eclé-
tica. El ejemplo más asombroso de cuán estrecha era Ia relación entre ei
cr eclesiástico y ei político, y de hasta qué extremo se llegó en este punto,
10 ofrece ei arzobispo de Salzburgo Wolf Dietrich von Reitenau.
Los viejos arzobispos, testigos de Ias agitaciones dei tiempo de Ia Reforma,
icontentaron con publicar de vez cn cuando un edicto contra Ias innovaciones,
imponcr algunos castigos y hacer algunos intentos de conversión, pero siem-
"usando médios suaves, paternales y leales", como dice ei arzobispo Jacobo.120
Pero ei joven arzobispo Wolf Dietrich von Reitenau es muy diferente.
é elevado a Ia sede de Salzburgo en ei ano 1587. Había sido educado en ei
lcgio Germânico de Roma y le animaban Ias idcas de Ia restauración eclé-
tica .en su primer ardor. Además había visto los comienzos brillantes de Ia
linn de Sixto V y sentia admiración por él. Por otro lado, suponía para
un estímulo especial ei hecho de que fuera cardenal su tio, cl famoso Altemps,
cuya casa residió largo tiempo. Él ano 1588, ai regreso de uno de los vários
jes que hizo a Roma, se decidió a llevar a Ia práctica los proyectos surgidos
nquel ambiente. Exigió a todos los habitantes de Ia capital Ia profesión de fe
tólica. Algunos se demoraron y concedió unas semanas para que Io pensaran,
ro cl 3 de septiembre de 1588 ordeno su salida de Ia ciudad y de Ia diócesis
11 término de un mes. Solo este mes y otro que concedió atendiendo a sus
irgos, tuvieron para vender sus bienes. Además, debían entregar ai arzobispo
i porción, y cederlos tan solo a aquellas personas que le tueran gratas.121
flunos, muy poços, prefirieron renegar y tuvieron que hacer pública expiación
Ia iglesia, con un cirio en Ia mano, pero Ia mayoría se marcho y entre ella se
nt.iba Ia gente más rica de Ia ciudad. Esta perdida no le preocupo ai príncipe,
feia haber encontrado Ia manera de compensaria con otras medidas. Ya había
unicntado seriamente los impuestos, Ias tarifas de aduana y Ia contribución
|lmi'spondiente a Ia sal de Schellenberg y Hallein; convirtió ei subsidio contra
M turcos en un impuesto regular introduciendo nuevos impuestos sobre ei con-
iiinn de vino y sobre derechos reales. Tampoco le preocuparon mucho Ias liber-
liles tradicionales. El decano de los canónigos se suicido, se cree que enloque-
liln por Ia perdida de los derechos dei cabildo. Todas ias disposiciones dei
r/obispo sobre Ia obtención de Ia sal y, en general, sobre Ia minería, pretendíar
11» Extracto dei Breve en Tempesti, i, 203.
ISO También se publico un documento más severo bajo ei nombre de lacob, pero solamcnte dea
||íi <lc haber tenido que dejar ia administración en manos de un coadjutor.
1 J 1 Mandato de reforma, en Goeckingk, Vo/Jlommene Emigrationsgeschichte von denen ai
i Krzbisthuin Sa/zburg vetriebenen Lutneranern, i, p. 88.
296 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
menoscabar Ia autonomia de estas explotacioncs, pasándolo todo a su Cámarl
En Alemania no existe en todo este siglo ningún otro ejemplo de un sisttffl
fiscal tan desarrollado como este. El joven arzobispo había traído consigo l.i
ideas de un principado italiano. Conseguir dincro le pareció Ia tarca primofl|H
de toda gestíón pública. Había tomado como modelo a Sixto V y queria, c a
él, disponer de un Estado sumiso, católico y tributário. La cxpulsión de aquaB
burgueses de Sal/burgo considerados por él como rebeldes le complació. M a | H
derribar Ias abandonadas casas y edificar en ellas palácios ai estilo romanqH
l.o que más le gustaba de todo era cl boato. A ningún extranjero le huojH
negado caballeresca hospitalidad; visito Ia Dieta imperial con un sequitofl
400 hombres. En ei ano de 1588 no contaba más de 29 anos y, lleno de aud^H
y ambición, tenía puesto su pensamiento en Ias más altas dignidades cclesiást^B

Lo mismo que ocurre en los principados eclesiásticos y seculares ocurre, aÂ


cuanto es posible, en Ias ciudades.
Los burgueses luteranos de Gmuenden se quejan amargamente de h a f l
sido excluídos de los registros de Ia villa. En Biberach se sostenía todavííB
Consejo que ei comisario dei emperador Carlos V había instituído con ocaj^H
dei ínterim. Toda Ia ciudad era protestante y católico solo ei Consejo, é H
mantuvo cuidadosamente apartado a todo protestante. 123 Los protestantei^M
Colônia y de Aquisgrán sufrieron lo indecible. El Consejo de Colônia d e c l f l
haber prometido ai emperador y ai príncipe elector no tolerar más religión d f l
Ia católica y castiga a veces ei hecho de escuchar un sermón protestante, ^ H
cárcel y multas. 124 También en Augsburgo los católicos llevan Ias riendas. C i j H
do se introduce ei nuevo calendário se producen disiurbios; en cl afio de l 5 8 é H
expulsado ei superintendente evangélico, luego once pastores de una vez y f i l ^ l
mente un grupo de obstinados cíudadanos. Por razones parecidas ocurre lo m i i H
en Ratisbona ei ano 1587. Las ciudades pretenden arrogarse los derecfW^B
reforma y hasta algunos condes y senores, algunos caballeros dei Império 0 ^ 1
vertidos por algún jesuíta, pretenden lo mismc/V emprenden en sus pcqufi|B
domínios Ia restauración dei catolicismo.
Fué una reacción enorme, y los avances dei protestantismo se convierlB
en retroceso. La predicación y Ia ensefianza colaboran en esta operación, V^Ê
mucho más las ordenes de Ia autoridad y Ia violência.
Así como en olra ocasión los protestantes italianos v atravesando los AldM
se habían refugiado en Suiza y Alemania, ahora, fugitivos alemanes en numera
mucho mayor huyen de Ia .Alemania Occidental v meridional hacia Ia n ó r d f l
y oriental. También los belgas huyen a Holanda. Era una gran victoria c a l
íica que se iba desplazando de país a país.
los núncios, que por entornes comienzan a residir regularmente en n l
mania, dirigen y acrecientan Ia victoria.
122 Zauncr, Crônica de Saizburgo. parte vn, constituye aqui nuestra fuente mis '
Esta parte fué elaborada según una biografia coctinca dei arzobispo.
123 Lehmann, de pace re/igionis, n, 268, 480.
124 Lehmann, 436, 270.
C O N T I N U A LA C O N T R A R R E F O R M A E N ALEMANIA 297

Conservamos una memória dei ano 1588 dei núncio Minuccio Minucci
l,i que encontramos los puntos de vista que orientaban ia acción. 125
Se dedicaba una atención preferente a Ia ensenanza. Se queria que Ias
Ivcrsidades católicas estuvieran mejor dotadas y contaran con mejores profe-
rs; solo Ia de Ingolstadt estaba provista de médios suficientes. Como estaban
ns;is, Io más importante eran los seminários de jesuítas. Opinaba Minuccio
| r no había que pensar tanto en formar grandes sábios y profundos teólogos
hio buenos y activos predicadores. Acaso Io más necesario y conveniente es
hnmbre de conocimientos mcdios, que no picnsa en llegar a Ias cumbres de Ia
kiduría y hacerse famoso. Esta misma idea quierc que rija en los estableci-
butos italianos destinados a católicos alemanes. En cl Colégio Germânico
jli.ibía estado dando ai principio una diferencia de trato a Ia juventud bur-
• a y a Ia noble, y Minuccio Minucci encuentra reprobable que se haya
Indonado Ia costumbre. N o solo ei aristocrata se resiste a acudir ai Colégio
|ue cn los mismos burgueses se despierta Ia ambición, que dcspués no
k d e ser satisfecha, de aspirar a altos cargos, Io cual perjudica a Ia buena admi-
Jrución de los puestos inferiores. Además, se trato de formar una tercera
intermedia, Ia de los hijos de los altos funcionários que, según Ias cos-
hbres dcl siglo, habrían de tener luego Ia mayor parte en Ia administración
Jius países respectivos. El Papa Gregorio XIII se ocupo de esto en Perugia
In Bolonia. Como vemos, estaban ya bien marcadas por entonces Ias diferen-
|s entre Ias clases que hoy dominan ei mundo alemán.
Lo que más interésaba era Ia nobleza. A ella, sobre todo, encomienda ei
^uio Ia conservación dei catolicismo en Alemania. Como Ia nobleza alemana
Juba de un derecho exclusivo sobre Ias fundaciones eclesiásticas, defendia a
U^lesia como patrimônio suyo. Por eso se opone a Ia libertad de religión en Ias
llsdicciones eclesiásticas: 1 2 ' temia ai gran número de príncipes protestantes que
lii.m de arrogarse para si los benefícios eclesiásticos. Por esta razón había
cuidar a Ia nobleza. No se Ia debía molestar con Ia ley de Ia singularidad
los benefícios; de todos modos, ei cambio de residências tenía sus ventajas,
j e s Ia nobleza de diferentes províncias se reúne para defender a Ia Iglesia.
•nipoco había que tratar de poner los cargos en manos de burgueses; unos
pautes doctos son muy útiles en un cabildo, como se había visto en Colônia,
no se provocaria Ia ruína de Ia Iglesia alemana si se querían extremar Ias cosas
Wte sentido.
Entonces surge Ia cuestión de en qué medida es posible rescatar los domi-
llus que se habían pasado por entero ai protestantismo.
El núncio se halla muy lejos de aconsejar ei empleo de Ia violência. Los
m ipês protestantes le parecen demasiado poderosos. Pero existen otros médios
l-ü Discorso dei molto ilustre e revmo. Monsignor Minuccio Minucci sopra i/ modo di resfituirc
tMtUilica rciigione in Aiemagna, 1588. MS. Barb.
l!M Sobre todo cn Ia Alemania superior. Z/esempio deí/a suppressione ddfalrre [de Ia parte
lorj ha awertiti i nobiii a metter cura maggiore neíla diícsa di queste, concorrendo in cio tanto
K liei quanto li catto/ici, accorti già, che ne/1'occupationc dclli principi si Jcva a Joro et a'postcri
[wxT.iiiza dclfutile che cavano dai canonicati e degli altri benc/icii c che possono pretendere dei
uvjfo mentre a'canonici resti libera i'eiettione.
298 IA CONTRARREFORMA DE 1 5 6 3 A 1 5 8 9

de Ias cuales se puede echar mano y que permiten realizar poço a poço tfl
fin deseado.
E n prímer lugar, considera necesario mantener Ia buena inteligência enljH
)os príncipes católicos, especiaímente entre los de Baviera y Áustria. Todavia
subsiste Ia unión de Landsberg que había que renovar y ampliar hasta acoflfl
en ella al rey Felipe de Espana.
{No seria posible ganarse de nuevo algunos príncipes protestantes? D u r t f l
te mucho tiempo se había creído notai en ei príncipe elector Augusto de Sajoi^B
una inclinación al catolicismo y, valiéndose de Ia mediación bávara, se h a l f l
hecho algún intento con Ias majores precauciones, pero todo fué inútil porqu*!
Ia esposa dei príncipe, Ana de Dinamarca, se mantenía firme en su creeraM
luterana. El ano 1585 muere Ana. Este dia no fué solo de liberación para t f l
amenazaàos calvinistas, sino que ios católicos ío aprovecharon para tratar de a c f l
carse al príncipe. Parece que en Baviera, que hasta entonces se había resisti^H
se sienten dispuestos a dar ei paso, y ei Papa Sixto tiene ya preparada Ia arjH
lución que enviará al príncipe elector. 127 Pero ei príncipe Augusto muere an^fl
de que se haya conseguido nada. Ahoia se fija Ia mirada en otro príncipe: L ^ H
conde palatino de Neuburgo, en ei que se creía ver un despego hacia todos ^ B
intereses contrários al catolicismo y cierta circunspección con los curas católi^H
que se encontraban en su território ocasionalmente. También se piensa en O^Ê
Hermo IV de Essen, hombre docto y amigo de Ia paz, que en ocasiones hsd^H
aceptado ia dedicatória de pubíicaciones católicas. Tampoco se descuido a ciet^f
figuras de Ia alta nobleza nortena, como Enrique Ranzau, en ei que se cifrai^B
algunas esperanzas.
Si bien se podia contar con seguridad con cl êxito de estas tentativas, ^ B
bía también otros proyecros cuya leaYizacibn dependia d e Ia propia vciIunÉ^B
y decisión.
La mayoría de los asesores dei tribunal de Ia Câmara eraj protestante, seg^H
nos Io asegura cl núncio. Eran hombres de aquella primera época en Ia q ^ H
en Ia mayoría de los países, incluso los católicos, tomaban asiento en los ConjH
jos de íos príncipes protestantes declarados o encubiertos. Al núncio esta s í ^ H
' - 7 Ya cn 1574 animo Grcgorio XIII al duque Alberto V ut, dum elector Saxoniae Calví^^Ê
tarum sectam ex impciü sui íinibus exturbare conabafiir, vdíet sermones cum príncipe illo ahquzfl^H
hábitos de religione catbolica in Saxonia introducenda renovare. Opinaba que tal vez convcnfl^H
mandar alU a un agente. Aqui ei duque cs franco; ctee que entonces cl asuiito llcgará hasta •
consefo secreto dei príncipe elector, ad consüiarios et familiares: a qüibus quid expecf.indum t ^ H
quam quod tofam rem perverta!.' Continua: Arte bic opus esse/judicatur, quo tanquam a/iud > g ^ H
erranfem pie circumveniaf.—U.vor, quo ex sexu imporentiori concifatior est, eo importuniora sufftu^H
consilia, si reaciscaí hanc apud maritum rem agi. (Legationcs paparum ad duces Bavaríae, MS. de U
Biblioteca de Munich.) Minucci cuenta que los primeros pasos se dieron cn tiempo de Pio V. Tf^Ê
este pasaje cs muy interesante. Con duca Augusto di Sassonia già moito trattò sin a tempi deus J ^ ^ H
cri papa Pio V il duca Alberto di Baviera, che vive in cie/o, e ridusse ia pratica tanto inanzi cbe il
proriictfcva sicura riuscita: ma piacque a Dio beiiedetto di chiamar/o, nè d'opera di tanta importf^H
tu chi parlasse o pensasse, se non ch'a tempi di Gregorio di g/. mem. il padre Possevino s'ingegfl^^H
fabricare sopra quei fundamenfi: et in fine ne/ presente felicíssimo pontiíicato di Sisto, sendo rnf^H
/a mog/ie d'esso duca Augusto, íu chi ricordò 1'ocassione esser opportuna per trattarc di rmovo M
conversione di que! príncipe: ma fa providentia divina non li diede tempo di potec aspctj^H
Ia beneditione cite S. Beatne. par per mezzo dei signor duca Cuilielmo di Baviera s'apparecchiavt^B
mandaríi sin a casa sua. Se ve cuán pronto se habla trabajado en este respecto.
C O N T I N U A LA C O N T R A R R E F O R M A E N A L E M A N I A 299

le parece muy propia para desesperar a los católicos y urge su remédio,


irií fácil en los países católicos obligar a los consejeros a que hagan una
>n de fe y a que los nuevos presten juramento de que no pretenden
linbiar Ia religión ni ceder su puesto. Por derecho corresponde a los católicos
I predomínio en estos tribunales.
Tampoco le abandona Ia esperanza de poder llegar a recobrar los obispados
•rdidos sin emplear Ia fucrza y solo haciendo uso firme de Ias facultades. Estos
Ifop.idos no babían roto todas sus relaciones con Roma y todavia se respetaba
viejo derecho de Ia cúria a disponer de los benefícios vacantes en los meses
krvados. Hasta los mismos obispos protestantes creían necesitar todavia de
(oníirmación papal y Enrique de Sajonia-Lauenburgo mantuvo un agente
fi l\»ma paia que se Ia procurara. Si Ia Santa Sede no había utilizado todavia
\tv. recurso se debía a que ei emperador suplió ia falta de confirmación papal
•diante convalidaciones y Ias provisiones de aquellos benefícios que se hicieron
kule Roma ocurrieron muy tarde o incurrieron en un defecto de forma, de
|trtc que ei cabildo tenía iegalmente Ias manos libres. Minucci aconseja que
| vmpcradoi no otorgue más convalidaciones, cosa no difícil de obtcner por ei
(tudo de opinión de Ia corte entonces. El duque Guillermo de Baviera había
Ripuesto ya encomendar Ia provisión de los benefícios ai núncio o a un obis-
mln alcmán seguro. Opina Minucci que en Roma se debía fundar una da-
paia Alemania y conservar en ella u n a lista de calificados nobles católicos,
de mantener ai dia por medío dei núncio o de los jesuítas; y, con arreglo
esta lista, ir haciendo los nombramientos inmediatamente. Ningún cabildo
I atreveria a rechazar los candidatos romanos legales. Y jmenudo prestigio e in-
JMencia procuraria esto a Ia cúria!
Vemos con qué entusiasmo se pensaba en un restablecimiento total dei
riti^uo poderio. Ganarse a Ia nobleza, educar a Ia gran burguesia en un sentido
ivurablc a los intereses romanos, instruir a Ia juventud en ei mismo tenor,
•obrar Ia antigua influencia en los obispados aunque se hubieran hecho pro-
lltantes, hacerse con Ia mayoiía en ei tribunal de Ia Câmara, convertir a princi-
Is poderosos y hacer valer ei predomínio católico en Ias aiianzas alemanas. Todo
Ho se tenía en perspectiva.
Tampoco debemos pensar que estos consejos fueran desatendidos. Cuando
leron presentados en Roma, en Alemania estaban ya ocupados en llevarlos a
práctica.
La actividad y ei buen orden dei tribunal de Ia Câmara descansaban sobre
li u Io en Ia visita anual realizada por siete estamentos dei Império, según su
• d e n de preferencia en Ia Dieta imperial. A menudo Ia mayoría de los visi-
IBntcs fué católica, ei ano 1588, protestante-, en cila se enconttaba ei aizobispo
brotestante de Magdcburgo. Cuando ei príncipe eleetor de Maguncia iba a con-
fccar a los estamentos, le ordeno ei emperador que pospusiera por ese ano Ia
Vi-.na. Pero con un ano no se lograba gran cosa. La precedência siguió siendo
h misma y durante mucho tiempo había que temer ai arzobispo protestante
[íl<- ,\l tgdeburgo. Así ocurrió que Ias visitas fueron posponiéndose de ano en afio
•insta que ya no tuvo lugar una inspección regular, cosa que ha perjudicado
300 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589
grandemente ai supremo tribunal dei Império.1-8 Pronto oímos Ia que ji dl
que en él son preferidos los católicos ignorantes a los protestantes doctos. T f l
bién ei emperador cesa de otorgar convalidaciones. En ei ano 1588 acoixflj
Minucci que se piense en Ia conversión de príncipes protestantes y en l f l j
vemos ai primero de los convertidos: Jacobo de Baden. A este le siguMfl
otros muchos.

10) La Liga
Mientrás ei gran movimiento católico se agita en Alemania y en los Países A
jos, empieza a mostrarse también con fuerza irresistible en Francia. Sierr»
los asuntos neerlandcses guardaron estrecha conexión con los franceses: jctfl
tas veces los protestantes franceses habían acudido en auxilio de sus compafijB
neerlandeses y los católicos neerlandcses en auxilio de los franceses! La ! •
dei protestantismo en Ias províncias belgas significo una perdida directa j f l
los hugonotes de Francia.
Además, en Francia, Io mismo que en otros países, Ia tendência restaud
dora seguia ganando terreno.
Ya hemos hablado de los comienzos de los jesuítas. Fucron extendiéndoj
cada vez mas. Como cs fácil presumir, fué Ia casa de Lorena Ia que prirnB
se valió de ellos. En 1574 ei cardenal Guisa les funda una academia en 1 9
à Mousson, que fué visitada por los príncipes de Ia casa. El duque establ(B
un colégio en Eu, Normandía, que se dedico también a los refugiados ingldfl
Pero también encontraron otros muchos protectores. Ya era un cardend
un obispo, un abad, ya un príncipe, un alto funcionário, ei que cargaba 9
los gastos de un nuevo establecimiento. En poço tiempo los vemos instalaB
en Rouen, Verdún, Dijón, Bourges y Nevers. Sus misíones atraviesan ei pafflj
todas Ias direcciones.
En Francia encuentran ayudas de Ias que tuvieron que prescindir por 1(
menos en Alcmania. V
Fl cardenal de Lorena trajo consigo dei Concilio de Trcnto algunos cafl
chinos. Les dió aposento en su palácio de Meudon, pero a su muerte se lU
charon. La orden estaba limitada a Itália por sus estatutos. El ano 1579J
Capítulo General mando a unos padres ai otro lado de Ias montanas, para (W
cxploraran ei terreno. Como fueran bien acogidos, de suerte que a su r e g f l l
prometían "Ia más rica cosecha", cl Papa no tuvo inconveniente alguno etpU
voe ar aquella limitación. En ei ano de 1574 Ilega Ia rmmera colônia de ca/flj
chinos, bajo Ia dirección de Fra Pacifico di S. Gervaso, que había cscogB
sus companeros.
bodos eran italianos y ai principio tuvieron que apoyarse en Ias gentes d f l j
país, como es natural. I
La reina Catalina los recibió con alegria y pronto estableeió para ellos ui
128 Minucci escribió especial mente .sobre cl tribunal de Ia Câmara. Se puede suponer con i ^ ^ H
que fucron sus puntos de vista los que causaron aquella inliibición. Como ya dijimos, aborreCJ^M
mayoría de los protestantes: no» vofe c/ir alrro /'aver gfí cretici" /'autoritâ magg/ore a li piu vOr^H
senaío che un ridiirrc i catolici d'AJemagna a clisucratíone.
LA OCA 301

invento en Paris. En ei ano de 1575 los encontramos también en Lyon. Por


miiundación de Ia reina recibieron protección por parte de unos banqueros
liunos.
Fueron extendiéndose desde Paris hacia Caen y Piouen, desde Lyon a Mar-
li, i, donde Ia reina Catalina les compro un terreno para edificar. Se establccen
s colônias en 1583 en Tolosa y en 1585 en Verdún. Pronto consigucn
jnnntes conversioncs, como en 1587 Ia de Enrique Joycuse, una de Ias pri-
II.I. figuras de Ia Francia de cntonces. 129
I n cierto sentido, este movimicnto religioso tuvo en Francia una mayor
lencia que en Alemania, porque produjo imitaciones libres cn formas pro-
Juan de Ia Barrière, que a los diecinueve anos, con ocasión de los abusos
se habían produeido en Francia, había recibido a su cargo Ia abadia cister-
•>«• de Feuillans, cerca de Tolosa, se dejó consagrar en ei ano de 1577 como
d regular y acogió novicios con los que no solo trato de restaurar ei rigor
íiitivo dei instituto de Citeaux, sino de excederlo. Se extremaron Ia soledad,
lili ncio, Ia abstinência. Estos monjes nunca abandonaban su convento sino
10 predicar en algún lugar vecino; dentro andaban descalzos y con Ia cabeza
lubierta; no solo no comían carne ni tomaban vino, sino que prescindían
pescado y de los huevos, viviendo exclusivamente de pan y água, a Io más
I un poço de verdura. 13 " Este rigor impresionó y desperto imitadores: muy
pito Dom. Juan de Ia Barrière fué llamado a Ia corte de Vincermes. Atra-
ó una gran parte de Francia con sesenta y dos companeros, sin aflojar ei
II dei claustro, y muy pronto ei instituto fué confirmado por ei Papa y se
índio por ei país.
Era como si —a pesar de que los cargos se repartían de manera inconside-
lu se hubiera apoderado de todo ei clero secular un nuevo espíritu. Los
fns comenzaron a cumplir su oficio con ceio. Los obispos exigieron en ei ano
1570, no solo Ia rcccpción dei concilio tridentino, sino Ia revocación dei
liordato ai que debían su propia existência. De tiempo en tiempo, renovaron
n mayor ímpetu esta petición. 131
No es posible senalar cl factor que determino Ia nueva orientación de Ia
espiritual. Sabemos, sí, que había tenido lugar ei mayor cambio ya por
Io de 1580. Un veneciano asegura que ei número de protestantes ha bajado
in setenta por dento y que ei pucblo es de nuevo completamente católico.
entusiasmo, Ia novedad y Ia fuerza dei impulso estaban otra vez dei lado
l.ili. (..'•«-

En esta ocasión cobra una nueva posición frente ai poder real.


La corte vive en puras contradieciones. No se puede dudar de que Enri-
180 Bovoiio, Anna/i dei frafi Capuccini, i, 546, n, 45 ss.
III» Fclibicn, Histoite de Paris. t. n, p. 1158.
181 Kcmontraiicc de Vasscmbléc généiak du ciergá de France convoquée en Ia vil/e de Mcíun.
| ni roi Hcnri 111 k 3 /ml/et 1579. Kecueil des actes du elerge, t. xiv. También Thuanus facilita
•xtiacto.
1*8 Lorcnzo Priiili, Relationc di Franza 5 Gingno 1582. Dovemo mar.iviç'iarci, umanamente
•lido, che le cose non siano in peggiorc stato di quei/o che si trovano: poichè per grafia di Dio,
t Ivtto i) poço pensicro che li è stato messo e che se íi metfe, è sminuito il numero deg/i Vgpnotti
m cl i grande il zelo et fervor che monstrano cattolici nel/e cose deila religione.
302 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589

que III no fuera buen católico, ya que no era posible prosperar con él si no •
iba a misa. No toleraba ningún magistrado protestante en Ias ciudades, p l f l
a pesar de todo, continuo proveyendo los cargos eclesiásticos según Ias convJ
niencias de Ia corte, sin reparar para nada en Ia dignidad y en ei talento, m
continuo también arrogándose los bienes eclesiásticos y prodigándolos a voltiM
tad. Le gustaban Ias prácticas religiosas y Ias procesiones y no dejaba de cumplii
con vigílias y ayunos, pero todo ello no impedia que llevara Ia vida más inconl
veniente y que permitiera que otros Ia llevaran. En Ia corte ei desorden rnái
vergonzoso estaba a Ia orden dei dia. Los escândalos dei Carnaval provoca^B
Ia indignación de los predicadores y, en alguna ocasión, Ia Iglesia se resistió 1
enterrar en sagrado a algunos cortesanos, por su gênero de muerte y sus últirdfl
manifestaciones. Se trataba de los favoritos dei rey.
Aú ocurció que h dirección rigurosa dei catolicismo, aunque favoi&S^Ê
de vafias maneras por Ia corte, se halló en íntima oposición con ella.
Además, ei rey no abandono tampoco Ia vieja política, que se movia p l f l
cipalrtiente por enemistad con Espaiia. En otros tiempos esto no hubiese t e n f l
importância, pero ei elemento religioso en Francia, como en otros países, <H
más fuerte que ei sentimiento por los intereses nacionales. Lo mismo que fl
hugonotes con los protestantes neerlandcses, los católicos franceses se sen(fl
en alianza natural con Felipe II y con Famesio. Los jesuítas, que habían V^Ê
tado tan grandes servicios a este en los Países Bajos, no podían ver con t r a n s i
lidad que ei enemígo que ellos combatieron allí encontrara favor y ayjH
en Francia.
A esto se aiíadió que cl duque de Alençon murió en ei afio de 1584 y, c d
ei rey no tenía heredero ni esperanza de haberlo, ia sucesión venía a recfl
sn Enrique, rey de Navarra.
Acaso Ia preocupación por cl futuro baga más fuerza en los bombres < H
Ias circunstancias que se han manifestado ya. Estas perspectiva» dei de N a v | B
agitaron grandemente a todos los católicos franceses, 183 sobre todo, comdH
natural, a sus viejos enemigos los Guisa, que temían ei influjo que h abria M
2Jercer como heredero y, todavia más, su futuro poder real. N o es extra<M
pues, que buscaran apoyo en ei rey Felipe.
Nada mejor se le podia presentar a este rey, dada su posición políffl
le emonces, y no tuvo inconveniente en celebrar una alianza formal con •
;úbditt>s de un país extranjero.
Había que dudar si en Roma, donde tantas vcceí se habló de una aliaifl
le los príncipes con Ia Iglesia, se iba a aprobar ahora Ia rebelión de poder^B
/asallos contra su rey.
Sin embargo, no se puede negar que ocurríó esto. Entre los Guisa baba
nuchas conciencias inquietas por cl paso que iban a dar. El jesuíta M a t t h H
narchó a Roma para traer consigo una declaración dei Papa por Ia q i u H
133 En Roma se redactó entonces en seguida un escrito sobre Ia oportunidad de Ia si
rono de un Guisa: deJIa incJinafioiie dc'catío/ici verso /a casa di Chisa e dei servitio ch
a chrisi/anitâ et il te caffoíico delia suecessione di uno di quei principi. Este escrito fué
;spaiia. Fué atribuído ai cardenal Este. Dispaccio Veneto 1584 imo. Debr.
LA LIGA 303

tliuran acallar los escrúpulos. Ante Ia explicación dei Padre Matthieu, declaro
gorio XIII que aprobaba por completo Ia intención de los príncipes franceses
ucudir a Ias armas contra los herejes y que podían descuidar todos los escrú-
•s; ciertamente que ei mismo rey aprobaría su propósito, pero en caso de
ler así, debían realizar de todas maneras su plan para cumplir de esc modo
Ia finalidad superior: ia de ia extirpación de los herejes.134 Ya estaba ini-
0 ei proceso contra Enrique de Navarra. Cuando termina, sube Sixto V
u Sede Apostólica y ei Papa excomulga ai de Navarra y a Conde. De esta
nora presta a Ia Liga un apoyo mucho mayor que ei que podría haberle
inistrado con cualquier otra aprobación.135
Ya los Guisa habían acudido a Ias armas. Trataron de asegurarse tantas
Incias y plazas como les fuera posible.
Un ei primer movimiento se apoderan sin combate de ciudades tan impor-
es como Verdún, Toul, Lyon, Bourges, Orleáns, Mezieres. Para no some-
1 desde luego, ei rey acudió ai tan conocido recurso de declarar como suya
lusa de los Guisa. Pero, para ser aceptado, tuvo que confirmarles y ampliar-
III adquisiciones en un tratado formal en ei que estaban comprendidas Ia
•Bofia, Ia Champana, una gran parte de Ia Picardia y toda una serie de plazas
jotras regiones dei reino.136
[ A seguida ei rey y los Guisa juntos emprenden Ia guerra contra los protes-
tes. Pero jqué diferencia! Se creía que ei rey veria con gusto ei momento
que los enemigos llevaran Ia ventaja y, obligado aparentemente por Ia supe-
7Ídad de sus armas, celebraria una paz que estuviera de acuerdo con su postura
ivoca. Consiguió en Ia guerra ventajas nada insignificantes, pero nadie se
reconoció. Por ei contrario, Guisa juro que, si Dios le daba Ia victoria, no
indonaría Ias armas hasta que Ia religión católica estuviera establecida por
pre en Francia. Con sus propias tropas, no con Ias reales, sorprendió en
ncau a los alemanes llegados cn socorro de los hugonotes y en los que estos
èaban todas sus esperanzas, y los aniquilo por completo.
LI Papa le comparo a Judas Macabeo. Era una figura grandiosa, que en-
Jlusmó ai pueblo y fué ei ídolo de todos los católicos.
LI rey, que temia Ia ambición dei de Guisa, no sin motivo, se coloco en
falsa postura: no sabia qué hacer ni Io que deseaba a ciência cierta. El
lado dei Papa, Morosini, encuentra que ei rey se compone de dos personas.
i por una parte desea Ia derrota de los hugonotes y, ai mismo tiempo, Ia
c, y por esta dualidad interior ha llegado ai punto que ya no sigue sus propias
niones ni presta fe a sus propias ideas.137
Ul "Claudc Matthieu au duc de Neveis" 11. févt. 1585. Quizá Ia información más importante
lodo cl tomo iv de Capefigue, Reforme, etc., p. 173.
1
m Maffci, Historiarum ab excessu Gregorii XIII, lib. i, p. 10. Infinitis focderatoriim precibus
flgis fhilippi supp/icatione hortatuque haud aegre se adduci est passus, ut Hugonotas corunique
~l coclestibus armis insectaretur.
110 übservaciones dei cardenal Ossat sobre los efecfos de Ia Liga en Francia, en Ia Vida dei
• l i Ossat, t. i, 44.
! 1*1 "Dispaccio Morosini'' en Tempesti, Vita Sisto V, p. 346. II re, tutto che sia monarca sl
llilc, c a/trettanto povero: e quanto è povero, è altretfanto pródigo: dimostra insigne pietâ, e nel
tempo aborrisce Ia sagra lega: è in campo contra gji heretici, e purê i gcJoso dc'progressi cat-
304 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589

Es este un estado de animo que neccsariamente hace perder toda confiai


y lleva derecho a Ia pcrdieión.
Los católicos pensaban que ei que figuraba a Ia cabeza, en secreto estí
contra ellos, y le tomaban en cuenta ei más leve contacto eon Ias gentes d q
Navarra, ei más pequeno favor a cualquicr protestante, y eonsideraban q u e V
ei rcy cristianísimo quien impedia ei restableeimiento dei catolicismo. La U
ferencia que mostro por sus favoritos, sobre todo por Epernon, cn ei que p e n f l
apoyarse frente a los Guisa, agrando Ia disensión y ei ódio contra él.
En estas circunstancias, junto a Ia alianza de los príncipes se establece un
unión de burgueses de sentir católico. En todas Ias ciudades ei pueblo era •
bajado por predicadores que mezclaban su ruda oposición contra cl Gobiea
con un ceio religioso ardiente. En Paris todavia se llegó a más. Fueron IM
predicadores y un burguês de prestigio los que primero tuvieron Ia idea I
fundar una unión popular para Ia defensa dei catolicismo. 138 Juraron antes ofl
cer por Ia causa hasta su última gota de sangre. Cada uno nombró un p a f l
amigos seguros y su primera reunión tuvo lugar en una celda eclesiástica d f l
Sorbona. Pronto vieron Ia posibilidad de abarcar toda Ia ciudad. Se noniB
una reducida comisión para dirigir toda Ia empresa, con el derecho de colsjB
fondos en caso de necesidad, y hubo una persona encargada de Ia vigilância í
cada uno de los dieciséis barrios de Ia ciudad. El proselitismo secreto c r f l
rapidamente. Las propuestas se discutían en Ia comisión. De Ias rechazH
no se daba comunieación alguna. La unión tenía sus gentes en las divdfl
instituciones, en Ia Câmara de Cuentas, entre los procuradores de Ia corte, enlj
los deres, entre los secretários judiciales, etc. Muy pronto Ia ciudad, que J
había sido organizada católico-militarmente, estuvo envuelta por esta aüanj
secreta y eficaz. En Orleáns, Lyon, Tolosa, Burdeos, Rouen se establecien
nuevas secciones que mandaron sus delegados a Paris. Acordaron todas i
tolerar ningún hugonote cn Francia y acabar con los abusos dei Gobiern
Es Ia unión conocida con el nombre de "tos Dieciséis". Tan pronto con
se creyó con bastante fuerza dió euenta a los Guisa. Mayennc, el hermano i!
duque, llegó a Paris en el mayor secreto. Los príncipes y los burgueses celcW
ron su alianza. 130
Enrique 111 sentia que le fallaba el suelo. Todos los dias 1c venían a com
los manejos de sus enemigos. En Ia Sorbona se habían atrevido a plantear 1
cuestión de si es justo negar Ia obediência a un príncipe que no cumple a
su deber, y se dijo que si en una reunión de treinfh a cuarenta doctores. El n
138 El Anônimo CapitoJino sobre Ia vida de Sixto V contiene noticias extranas sobre esto. j
fundador le llama Catlo Ottomani, c/ftadino onoraro: [cs Charles llotman] cl primero que (ii
en comunieación con los predicadores. Ya durante su primera reunión propone Ottomani Ia um
con el príncipe; cn Ia segunda reunión, cl 25 de encro de 1587, se toma cl acuerdo de nombrs^
dieciséis hombres, uno por cada sección, a cui si rifeiisse da persone tidate quanto vi si /.icefB
dicesse aparteneníe a íatti publici; cn una tercera, que tuvo lugar cl dia de Ia Candelária, se nomj
un consejo que se eomponc de diez personas y que tiene cl derecho de imponer contribucionejjjH
mediatamente se designo una delegación ai duque de Guisa. Estos datos completan muy bien I
que encontramos cn las obras de Cayet (de Manaut y Mahcutre), le Poulain, de Thou y de DjH
138 Nei pa/azzo di Rens, dictro a)'a chiesa di S. Agostino, giurarono tutfi una scamb/evoíw
non so!o defensiva ma asso/uta. Anon. Capit.
SABOYA Y SUIZA 305

ha muy indignado y amenazó con hacer Io que ei Papa Sixto y enviar los
"icadores rebeldes a galeras. Pero le faltaba Ia energia dei Papa y no hizo
cosa que mandar traer sus suizos a Ias proximidades de Ia capital.
Asustados por Ia amenaza que esto representaba, mandan aviso los bur-
cs ai de Guisa, pidiéndole que se allegara a protegerlos. El rey le hizo
k (jue no seria de su gusto. Guisa, sin embargo, vino a Paris.
'Iodo estaba a punto para una gran explosión.
Y esta se produjo cuando ei rey hizo venir a los suizos. En un momento
ilidad amaneció liena de barricadas. Los suizos fueron rechazados, ei Louvre
nazado y ei rey tuvo que huir.140
Guisa tenía en su poder una gran parte de Francia, pero ahora tomaba
sión dei corazón. La Bastilla, ei Asenal, ei Hotel ãe Ville y todos los su-
bios cayeron en sus manos. El rey estaba en inferioridad y en poço tíempo
que disponerse a prohibir Ia religión protestante y a ceder a los Guisa más
.as todavia. El duque de Guisa podia ser considerado como Sefior de Ia mitad
francia, y ei título de teniente general dei reino, que le otorgó Enrique III,
lestaba autoridad legal sobre Ia otra mitad. Fueron convocados los Estados y
fcbía duda que Ia opinión católica tendría Ia mayoría en Ia asamblea. Había
I esperar de ella los acuerdos más nefastos para los hugonotes y los más f avo-
\ s para ei partido católico de los Guisa.

11) Sàboya y Suiza


prende que ei predomínio dei catolicismo en ei poderoso reino de Francia
que repercutir en los domínios vecinos.
Efectivamente, los cantones católicos de Suiza se adhirieron cada vez más
namente ai principio eclesiástico, a Ia alianza espaíiola.
Sorprenden los efectos extraordinários que ei establecimiento de una nun-
ira produjo ahora en Suiza, como antes en Alemania.
Poço después de establecida Ia nunciatura, en ei afio de 1586, los cantones
icos se adhieren a Ia unión dorada o borromeica, comprometiéndose ellos
nos y sus sucesores141 a "vivir y morir en Ia verdadera, indiscutible, vieja
iiulica, apostólica, romana" por siempre. Recibieron Ia comunión de manos
I núncio.
[ Si ei partido que en 1588 se hizo con ei poder en Muehlhausen se hubiera
pulo de verdad y oportunamente, como hizo alarde, a Ia fe católica, hubiese
S apoyado por los católicos sin disputa. Ya en casa dei núncio en Lucema
Cclcbraron conferências a este respecto. Pero los de Muehlhausen Io pensaron
Hisiado y los protestantes dieron su golpe con Ia mayor presteza, restablecien-
el antiguo Gobierno que les era favorable en su mayoría.142
1Io Maffei, I, 1, 38, reprocha ai de Guisa haberlo tolerado: Inanís popularis aurae et mfaustae
nii.ir ostentatione contentus. Henricum incolumen abire pennittit.
1
Ml "Sus eternos descendientes", como se diee en ei acta federal. Lauffer, Beschreibung
;ti»cher Geschichte, t. x, p. 331.
Mu El factor religioso dei asunto de Muehlhausen se manifiesta con Ia mayor claridad en ei
li, basad» en Ias relaciones dei núncio, dei Anônimo Capito/, ai que aún hemos de referimos
liiuvo con ocasión de Ia critica de Tempesti.
306 LA CONTRARREFORMA DB 1563 A 1589
En este momento las três ciudades de Waldstatt, junto con Zug, Lucern(
y Friburgo, dan un paso más importante. Después de largas negociaciones ceW
bran ei 12 de mayo de 1587 una alianza con Espaíía, en Ia que prometen ai ra
amistad perpetua, le autorizan ei reclutamiento en sus domínios y ei paso de flf
tropas por las mdntanas; Felipe II les hace las concesiones correspondien|B
Se prometen Ia ayuda mutua con todas sus fuerzas, caso de que se vcan envuclti^
en una guerra por causa de Ia religión católica.143 Las seis localidades no exofl
túan en este acuerdo a nadie, ni siquiera a los confederados. Antes bien, l.i
alianza está dirigida contra estos, pues no había nadie con quien pudieran temei
entrar en guerra por causa de religión fuera de ellos.
También en este caso ei factor religioso es mucho más fuerte que ei nacfl
nal. La comunidad de Ia fe unia ahora a los viejos suizos y a Ia casa de Áustria
y Ia Confederación estaba pospuesta por ei momento.
Fortuna fué que no hubiera ocasión para una guerra. Solo Ginebra sü|fl
Ia influencia de esta alianza.
El duque de Saboya, Carlos Manuel, un príncipe de ambición insaciaH
había mostrado varias veces su avidez por Ia ciudad de Ginebra y estaba fl
puesto a apoderarse de ella a Ia primera ocasión que se le presentara, puetH
consideraba su legítimo Sefior. Sus propósitos fracasaron siempre por Ia opfl
ción de suizos y franceses, por Ia protección que estos prestaron a los ginebfijB
Pero ahora las circunstancias habían cambiado. En ei verano de 1588 •
rique III, bajo ia influencia de los Guisa, prometió no estorbar para nada fl
acción contra Ginebra. Y los cantones católicos de Suiza tampoco tenían nacu
que oponer. Según mis noticias, exigieron solo que Ginebra no se convir^B
en plaza fuerte una vez conquistada.
Con estos preparativos, ei duque se dispone a atacar. Los ginebrinos nofl
acobardan y, en ocasiones, penetran en los dominíos dei duque. Pero esta^B
Berna les ofrece una ayuda muy dudosa. Hasta ei centro de asta ciudad, ta
relacionada con todos los intereses protestantes, habjían llegado las conniveaM
dei partido católico y existia una facción que no hubieta visto con disguil
que Ginebra cayera en manos dei duque.144 Así ocurrió que ei duque proni
tuvo ia ventaja. Hasta entonces había poseído los condados limítrofes con Sifl
en condiciones muy limitadas, que le fueron impuestas por anteriores acuerdos •
paz con Berna; aprovechó Ia ocasión para declararse dueno absoluto. ExpuU
a los protestantes que hasta entonces tuvo que tolerar, y todo ei país fué •
metido ai catolicismo. Le había estado prohibido erigir fortalezas y, ahora, li
estableeió en donde le convenía, no para defensa, sino para amenazar a GineflJ
Peio antes de que estos sucesos tomaran su rumbo, habían entrado en accflj
otras empresas que podrían traer consecuencias mucho más graves, un cambl
completo de Ia situación europea.
143 "Traité d'alliance fait entre Philippe II, etc.", en Du Mont, Coips diplomatique, (
i, p. 459.
1-14
El articulo cinco dei proyectado pacto no deja dtidas, aunque aún prevalece cierta oscmfl
sobre una culpa julídicamente probable de Wattenwyl. Algunos extractos de octavillas de Ia mtfj
época y de las actas dei consejo de Berna, se encuentran en Gelzer, Dic tirei lelztcn Jihrhundtl^
der Schweizergesch/chre, t. i, pp. 128 y 137.
Bi ATAQUE A JNGXATERKA 307

12) hl ataque a Inglaterra


s Países jBajos habían sido sojuzgados en su mayor parte y se estaba nego-
nmlo sobre ei sometimiento voluntário dei resto; en Alemanía ei movimiento
Koiico había prevalecido en muchos países y se pensaba en un plan para apo-
r.irse de los que faltaban; mediante victorias, ocupaciones de plazas fuertes,
Pfcsión dej pueblo y autoridad lega], ei campeón de] catolicismo francês tran-
ülxi por un camino que parecia conducirle aj máximo poder; ia víeja metrópoli
Ia doctrína protestante, Ia ciudad de Ginebra, ya no estaba protegida por
l antiguos aliados. En este momento se concibe ei pían de socavar Ias raíces
árboí atacando a Inglaterra.
EI punto central de todo ei poderio y de toda Ia política protestante era,
duda, Inglaterra. Las províncias de los Países Bajos no sojuzgadas todavia
hugonotes de Francia, tenían su mayor apoyo en Ia reina Isabel.
Pero también en Inglaterra se había encendído Ja Iucha interior. Animados
í uri entusiasmo religioso delíberadamente atízado para este fin, y también
ávidos por ei amor a Ia pátria, fueron Ilegando cada vez más alumnos de los
inarios y más jesuítas. La reina Isabel tomo contra ellos graves medidas.
cl ano de 1582 declaro delito de alta traición ei intento de convertír a un
dito inglês de Ia religión oficial a Ia Iglesia católica.145 En e] ano de 1585
•nó a todos los jesuítas y curas de Jos seminários abandonar Inglaterra en ei
nino de cuarenta dias, so pena de ser tratados como traidores; poço más o
tos así tenían que salir los predicadores protestantes de muchos domínios
dos por príncipes católicos."9 Hizo funcionar una comisión especial o alto
unal que conocerfa las infracciones contra Ia ley de Ia supremacia y de Ia
formidad, no solo siguiendo las formas legales ordinárias, sino valiéndose de
N los médios que considerara convenientes, basta ei tormento; como vemos,
> era una espécie de Inquisieión protestante.147 Pero, con todo, Isabel queria
/dar Ja apariencia de que no vulneraba Ia líbertad de concíencía. Declaro
Be no era ei restahlecimiento de Ia religión Io que ínteresaba a los jesuítas, sino
tpnrar aí país para que se separara dei Gobíerno y abriera paso a los enemigos
Mranjeros. Los misioneros protestaron "ante Dios y los santos" o, como decían,
nto Ciclo y Tierra", que su fin era unicamente religioso y no afectaba para
a Ia majestad real.1*8 Pero íqutén hubiese sido capaz de separar estos àos
kíorcs? Los inquisidores de Ia reina no se content3ban con una simple ase-
ftiidón. Pedían una dedaración sobre si Ia condenación pronunciada por ei
h p Pio V contra Ia reina era legal y obligaba a un inglês, y los prisioneros
ibíiin confesar de qué lado se ponorían en ei caso de que ei Papa les dispensara
un Camdcn, Reruni Anglicanim annafes regnante Efízabetna, i, p. 349.
U9 Ibid., p. 396.
I4T A ve'l by the oafíis o( IZ gootf and /aw/u/ men as also by witnesses and si! otber means
iys you can devise. Tendría que haber dicho ai menos: lavvfu/ means and ways. Neal, Hktory
paritans, t. r, p, 414.
1<S Campíaní vifa ef marfyrium, p. IJ9: Coram Deo ptofiteoc et angelis eius, cotam coelo
ç«í, coram mundo et Iioc cui adsto (ribunali, —me nec crúnínís faesae ma/eststò nec perduel-
nee tUius in patrcam coniurationis esse teum, etc.
308 LA CONTBARREFORMA DB 1563 A 1589

dei juramento de fidelidad y atacara a Inglaterra. La atemorizada gente no


sabia como eludir Ia respuesta. Contestaban que darían ai César Io que es dei
César y a Dios Io que es de Dios, pero los jueces consideraban esta escapada j
como una confesión. Se llenaron Ias prisiones y hubo ejecución trás ejecuciónj
ei catolicismo tuvo sus mártires, habiéndose calculado su número en ei reinado
de Isabel en unos doscientos. Claro que no se apagaba con esto ei ceio de los
misioneros; con ei rigor de Ias leyes creció ei número de los rebeldes, los "recml
santes", como se les llamaba, y creció también su encono; a Ia misma cort«|
llegaron hojas volantes en que se describía Ia hazana de Judith con HolofernaB
como ejemplo dei temor de Dios y de heroísmo digno de ser imitado; Ias miradaJ
de Ia mayoría se dirigían a Ia reina de Escócia prisionera, que era Ia mona^H
legítima de Inglaterra según Ias declaraciones pontifícias; esperaban un cambld
total de Ia situación por un ataque de Ias potências católicas. En Itália y enj
Espana se hacían Ias descripciones más terribles de Ias crueldades de que <dH
víctimas los fieles de Inglaterra, descripciones que, ai circular de boca en bocfl
tenían que sublevar cualquier corazón católico.149
El Papa Sixto tomo parte. Es verdad que sentia un cierto respeto ante U H
personalidad tan fuerte y valerosa como Ia de Ia reina Isabel y hasta le hizo llc-l
gar Ia indicación de que volviera ai seno de Ia Iglesia. jExtraíia indicacifl
Como si Ia reina hubíese podido escoger, como si su vida, ei sentido de su e | H
tencia y su posición en ei mundo no le hubiesen vinculado firmemente a i f l
intereses protestantes, aun en ei caso de que sus convicciones no fueran miMjl
hondas. Isabel no contesto, pero se sonrió. Cuando ei Papa lo supo, dijo qual
estaba dispuesto a arrebatarle Ia corona por ia fuerza.
Ya lo había dado a entender antes, pero cuando se manifesto con claridtM
fué en Ia primavera de 1586. Se gloriaba de que iba a proteger ai rey de EspajH
en su empresa contra Inglaterra de manera bien diferente a como Carlos Vi
fué ayudado por otros Papas.150 4
En enero de 1587 se quejaba abiertamente deyla flojera de los espanoldM
Enumeraba Ias ventajas que una victoria sobre los ingleses/les ofrecería para li
reconquista dei resto de los Países Bajos.151
Empezó a perder Ia paciência cuando Felipe II dictó una pragmática ]1
Ia cual se limitaban los cargos eclesiásticos, incluídos aquellos que Ia curil
romana se arrogaba para si. El Papa monto en cólera. "jCómo! jDon Felipí
quiere hacernos violência a nosotros y se deja maltratar por una mu jer?" m 1
En verdad, ei rey no fué muy respetado. Isabel se arrogó los Países Baj|
y Drake hacía inseguras todas Ias costas americanas y europeas. El Papa SixK
149 Theatrum crudeJitafum haereticorum nostri temporis. Comienza con una PecuIú^^H
aiptio crudelitatum et immanitatum schismaticorum AngJiae regnanfe Henríco VIII, y termina Cfl
Inquisitionis Anglicanas et íacinorum crude/ium Machiaveilanorum in Angíia et Hiberna a Ca
vinisfís protestantibus su5 Elizabetha etiamnum regnante peractorum descriptiones. Hay ilustracioní
de todos estos inauditos suplícios: un cuadro espantoso.
180 Dispaccio Grítti 31 Maggio 1586: aceresciuto quatro voJte tanto. // papa vorria chtM
fingesse d'andar contra Draco e si piegasse poi in ínghilterra.
1B1 Dispaccio Grítti 10. Gemi. 1587.
152 Doiendosi che J're si lascia strapazzai da una donna e vuol poi bravar con lei | H
San titã].
BL ATAQUE A INGLATERRA 309

rcsó lo que era opinión de todos los católicos en ei fondo. No sabia Io que
nsar dei poderoso rey que tantas cosas consentia. Las cortes de Castilla insis-
n ante él para que se vengara.
Hasta personalmente fué ofendido Felipe. En comédias y cortejos carna-
lcscos se hacía burla de él y una vez le fueron con ei cuento. Entrado en
os, acostumbrado ai máximo respeto, salto de Ia silla: nunca se le habia visto
indignado.
Este era ei humor dei Papa y ei dei rey cuando corrió Ia noticia de que Ia
Bina Isabel habia hecho ejecutar a Ia reina de Escócia. No es lugar este para
•vestigar en qué facultades legales pudo apoyarse; se trata, sobre todo, de un
•Io de justicia política. La primera idea surgió, a lo que parece, por los dias de
pin Bartolomé. En una carta de entonces dirigida por ei obispo de Londres a
rd Burghley expresa aquél su preocupación y temor de que un comienzo tan
icionero pudiera extenderse también a Inglaterra, y encuentra razón dei peli-
; principalmente en Ia reina escocesa: "La seguridad dei reino —exclama—
'ge que se le corte Ia cabeza."153 Pero ahora ei partido católico era mucho más
rtc en toda Europa y mucho más activo y agitado en Ia misma Inglaterra.
ria Estuardo mantenía constantes relaciones secretas con sus primos los Gui-
con los descontentos dei país, con ei rey de Espana y con ei Papa. Personifi-
z ei principio católico en Ia medida en que, por naturaleza, se oponía también
Gobierno constituído y, sin duda ninguna, ai primer êxito dei partido católico
biese sido proclamada reina. Esta posición, surgida de las cosas mismas pero
que ella no se sustrajo, le costó Ia vida.
Pero esta ejecución hizo madurar los proyectos espafioles y pontifícios. No
posible tolerar más. Sixto llenó ei consistorio con sus vocês contra Ia inglesa
1x1, que se habia atrevido con Ia sacra cabeza de una reina, a nadie sometida
" que a Jesucristo y, como ella misma lo habia proclamado, a su representante
Ia tierra. Para mostrar como aprobaba totalmente Ia actividad de Ia oposición
lica en Inglaterra, nombró ai primer fundador de los seminários, Guillermo
tn, cardenal de Ia Iglesia, nombramiento que se consideraba como una decla-
ón de guerra contra Inglaterra, por lo menos en Roma. También se celebro
• alianza formal entre Felipe II y ei Papa.154 El Papa prometió ai rey una
tia de un millón de escudos, pero como nunca perdia Ia cabeza, sobre todo en
tiones de dinero, se obligó a pagar cuando ei rey hubiera entrado en posesión
un puerto inglês. "No vacile más Vuestra Màjestad —le escribió ai rey—;
Iquier vacilación cambiaria Ia buena intención en un mal efecto." El rey
•o cn tensión todas las fuerzas dei reino y equipo Ia armada que fué bautizada
|nvcncible.
Las fuerzas hispano-italianas, que ya habían ejercido una poderosa acción
lodo ei mundo, se juntan y levantan para un ataque a Inglaterra. El rey
m» Edwin Sandys to Lord Burghley, Fulham Vrh. of Sept. 1572. The saftie of our Qucnc and
me, yt God wií, furtwith to cutte of the Scotish Quenes heade: ipsa est nostri íundi calamitas.
, Letters, second series, t. m, p. 25.
IM Las primeras intenciones dei Papa, Dispaccio Gritti 27 Giugno 1587: II papa ia grau
l fl re per 1'inpresa d"lnghilterra, ma vuole Ia dcnomination dei re che'l regno sia feudo delia
310 LA CONTRARBEFORMA DB 1563 A 1589

deposito en ei archivo de Simancas Ias pretensiones que, para después de Ia ext


tinción de los Estuardo, levantaba sobre Ia corona de Inglaterra. Vinculaba a Ia
empresa Ias más brillantes perspectivas, entre Ias cuales figuraba especialmente |
ei domínio de los mares.
Parecia caminar todo a su culminacíón: ei predomínio de los católicos en
Alemania, ei renovado ataque contra los hugonotes en Francia, ei intento contrí
Ginebra, Ia acción contra Inglaterra. En ei mismo momento, como veremos máíl
tarde, un príncipe decididamente católico, Segismundo III, sube ai trono de Poj
lonia y, con los derechos de Ia sucesión antigua, también ai de Suécia.
Cuando cualquier príncipe, sea ei que fuere, trata de alzarse con ei predc-l
minio indiscutible de Europa, encuentra síempre Ia oposición de una fuerte resis* |
tencia que surge de Ias más profundas fuentes de Ia vida.
Felipe II encuentra en Inglaterra Ia oposición de fuerzas juveniles, agitadas
por ei presèntimiento de su futuro destino. Los osados corsários, que hacían pe-
ligrosos todos los mares, se reúnen en torno a Ias costas de Ia pátria. Todos lo$|
protestantes, incluídos los puritanos, no obstante haber sufrido tantas persccucioJ
nes como los católicos, se apinan alrededor de Ia reina que corroboro esplêndida!
mente en esta ocasión su valor varonil, su talento principesco para ganarse a Ias
gentes, para dirigir y para aguantar; Ia situación insular y los elementos estuviaJ
ron de su parte y Ia Armada Invencible fué aniquilada antes de que pudierí
atacar. La empresa fracasó totalmente.
Pero se comprende que no por eso se renunciara inmediatamente ai gran|
plan. Los católicos fueron advertidos por los historiadores de su partido de que
también Júlio César y Enrique VII, abuelo de Isabel, habían tenido desgraciai
en sus primeros ataques contra Inglaterra, pero que no por eso dejaron de adud
narse dei país. Dios aplaza a menudo Ia victoria de sus leales. Los hijos de
Israel están en guerra contra Ia tribu de Benjamín, guerra que han emprendidd
por expresa recomendación de Dios y, sin embargo, han sido derrotados dos vo»|
ces con grandes perdidas; solo el tercer ataque les rrae Ia victoria: "Entonces Ias
furiosas llamas devoraron Ias ciudades y Ias aldeas de Benjamín y el filo de Ia
espada hendió hombres y bestias." "Piensen los ingleses en esto y que no se
ensoberbezean demasiado por Ia demora dei castigo."155
Tampoco Felipe II había perdido el ânimo. Su intención era equipar navfl
más pequenos y ligeros y no, como antes, tratar de reunirse en el canal con l.i
potência marítima de los Países Bajos, sino de desembarcar, en Ia costa inglcttl
El rey estaba decidido a poner todo en obra y, como dijo una vez en Ia metd
venderia, si era necesario, los candelabros de plata que tenía delante.186
Mientras piensa en esto se le abren otras perspectivas, presentándose fl
nuevo escenario para Ia actividad de Ias fuerzas hispano-italianas.

155 Andrcae Phi/oparri [Parsoni] ad Elizabethae reginae Angíiae edictum responsio J M6. M?J
NuJ/a, afiade, ipsorum fortirudine repulsa vis est, sed iis potius casibus qui saepissime in res beQIH
soienf incidere, aèris nimirum incJcmenfia, maris iiicognííi inexperiência nonnuliorumque /ortaH
hominum vel negligentia veJ inscitia, dei denique voiuntate, quia forte misericors domious arbortal
iufruetuosam dimittere adhuc vo/uit ad tertium annum evangelicurn.
isa Dispacci Gradenigo 29 Sett. 1588. Si coma il re ha sentito mo/Io quesfo accidente di flfl
ASES1NATO DE ENKIQUE IH 311

13) Asesinato de Enrique III


,
A seguida de Ia desgracia de Ia Armada Invencible se produce en Francia una
nuceión inesperada y tan violenta y sangrienta como era costumbre.
En ei momento en que ei duque de Guisa, que dirigia los estados de Blois a
|U discreción, iba a recibir ei cargo de condestable y Ia gobernación de todos los
Éiuntos dei reino, Enrique III Io hizo matar. Este rey, rodeado de personajes de
Hnlimientos hispano-católicos, viéndose en peligro de perder su independência,
| sacude de ellos y se lanza a Ia resistência.
Pero, con Ia desaparición de Guisa, no desaparece su partido ni Ia Liga. Por
|l contrario, es ahora cuando toma una posición francamente enemiga y se asocia
Espana más estrechamente que antes.
El Papa Sixto estaba completamente de su lado.
El asesinato dei duque, ai que queria y admiraba y en ei que veia uno de
os pilares de Ia Iglesia, le llenó de dolor y de encono,157 pero todavia ei agravio
ra mayor porque se había asesinado también, en ei mismo golpe, ai general Gui-
I, "un sacerdote cardenal —exclamo en ei consistorio—, un noble miembro de
I Santa Sede, sin proceso ni juicio, por ei poder secular, como si no hubiera un
ipa en ei mundo, como si no existiera Dios." Reprocha a su legado Morosini
0 haber excomulgado inmediatamente ai rey, Io que debía haber hecho aunque
1 hubiera costado cien veces Ia vida.188
Al rey no le afectó gran cosa Ia cólera dei Papa. No hubo manera de que
ijara en libertad a sus prisioneros, ei cardenal Borbón y ei arzobispo de Lyon.
Kcsde Roma se le pidió siempre que declarara a Enrique de Navarra incapaz de
ihir ai trono y, por ei contrario, se alio con él.
En vista de esto ei Papa resuelve adoptar medidas extremas. Cita ai rey a
I una para que se justifique por ei asesinato dei cardenal y le amenaza con ex-
pmulgarle si no deja en libertad en cierto tiempo a los ilustres prisioneros.
Así tenía que obrar, decía, pues, de hacer otra cosa. Dios mismo le pediria
lUcntas por haber sido ei Papa más inútil de todos, y como está cumpliendo con
II deber, no tiene miedo ai mundo que se le ponga delante y no duda que En-
Vlue III morirá como ei rey Saúl.159
Los católicos celosos, los partidários de Ia Liga, aborrecían ai rey como a un
tlcnado y Ia actitud dei Papa les confirmaba en su salvaje oposición. Antes
Io que se hubiera creído se cumplió Ia profecia de aquél. El 23 de junio se
na, cosi mostra di esser piu che mai risoluto de seguitar Ia impresa con tutte Jc sue forze.—11.
S. Mtà. sta ardentíssima ncJ pensar e trattar Je provisioni per 1'anno futuro. — I . Nov. Si ven-
nno, habría exclamado ei rey, esti candejlieri, quando non vi sin aJtro modo di far danari.
107 El Papa se quejaba además particularmente de que ei rey habia hecho publico un Breve
: che li concesse potter esser assoiuto da qua/sivog/ia peccato anco riservato aila sede apostólica,
quale si voglia hora çoprire il grave peccato che ha fatto. (Dispaccio Veneto).
168 Tempesti, II, 137, contiene no solamente ei discurso dei Papa in extenso sino también
•rta a Morosini. Essendo ammazzato il cardinale, se dice en esta, in faccia di V. Sria. Uma.,
«to a latere, come non ha publicato 1'interdetto, ancorehè gliene fossero audate cento vite?
1BB Dispaccio Veneto 20. Maggio 1589: 11 papa aceusa ia sua negligentia di non haver fatto,
i mesi 5 che gli è stato ammazzato un cardinale e tenutone un'altro prigione con un arcivescovo,
rimostratione o provisione. Dubita dell'ira di Dio etc.
312 LA CONTRARREFORMA DE 1563 A 1589

publico en Francia Ia admonición dei Papa y ei 1* de agosto ei rey moría en


manos de Clement.
El mismo Papa estaba asombrado. "En médio de su ejército —exclama—J
con Ia intención de tomar Paris, y en su propio gabinete, ha sido muerto por un
pobre fraile de un solo golpe." Lo atribuye a una directa intervención de Dioa
que testimonia de este modo que no quiere abandonar a Francia.180
(jCómo es posible que una fantasia se apodere en esta forma de los espiritus.
Muchísimos católicos estaban convencidos de lo mismo. "Solo a Ia mano dei To»j
dopoderoso —escribe Mendoza al rey Felipe— tenemos que agradecer este suceJ
so venturoso."181 En Ingolstadt vivia entregado a sus estúdios ei joven Maximi-I
liano de Baviera; en una de sus primeras cartas que se conservan comunica a suj
madre Ia alegria con que le ha llenado Ia noticia de que "ei rey de Francia habín
sido asesinado".182
Pero también tuvo otro aspecto este acontecimiento. Enrique de NavaíaJ
excomulgado por ei Papa y perseguido tan violentamente por los Guisa, entra en
posesión de sus legítimos derechos. Un protestante recibe ei título de rey de
Francia.
La Liga, Felipe II y ei Papa estaban decididos a no dejar de ninguna
mancra que disfrutara de sus derechos. En lugar de Morosini, que parecia de-
masiado tibio, envio Sixto V un nuevo legado, Gaetano, que se adhirió pot|
completo a ias ideas político-eclesiásticas dei partido espanol y especialmente al
embajador dei rey Felipe, y le entrego, cosa que nunca se había hecho antes, una
cantidad de dinero pata que Ia aplicase a favor de Ia Liga. Sobre todo, debía
procurar que nadie que no fuera católico llegara al trono de Francia. Es verdaq]
que Ia corona corresponde a un príncipe de Ia sangre, pero esto no es lo úniJ
co que importa, porque se ha desatendido ei orden riguroso de sucesión en mu-
chos casos, pero nunca se ha aceptado a un hereje. Lo importante es, pues, que ei
rey sea un buen católico.,88
El Papa encontro loable en esta situación que ei duque de Saboya se aprove-
chara de Ia agitación francesa y tomara posesión de Saluzzo, que pertenecía a
Francia por entonces. Es preferible, dice Sixto, que lo tome ei duque a que
:aiga en manos de los hugonotes.184
Ahora todo estaba en ayudar a Ia Liga a ganar contra Enrique IV.
160 Dispaccio Veneto J. Sett.: IJ papa nel consistorio discorre, che'l successo delia morte dei it\
ü Francia si ha da conoscer daí vo/er expresso deJ signor Dio, e ch~e perciò si doveva confidar che
xmtinuarebbe ai haver quel regnonella sua protettione. /
1«X Capefigue, v, 290.
182 Wolf, Maximiliam /, pars. r, p. 107.
163 Dispaccio Veneto 30. Sett. El papa declara: che non importava che'l fosse eleito pia deJ
iangue che di aJfra famigiia, essendo ciô altre volte occorso, mai eretico dopo Ia nostra reiigione;
Jie Savoiú, Lorena e force anche Umena pretendeva Ia corona: che S. Stà. non vuoi favorir I'uno (
nu che 1'altro. Un extracto de Ia instrucción de Tempesti, n, 233. Entre otros hallamos un e * Ç ^ |
d rey Felipe II, en ei que dice dei levantamiento dei sitio de Paris después de Ia muerte de W^Ê
jue III: esto fué obra de Dios y de Ia Virgen, dei rey de Espaiia y de su embajador Mendoza (da
lio benedetto et dah"intercessione delia beatíssima vergine di Lorefo, alia quaie qucsta villa tece un |
jub/ico voto). 21 agosto 1590.
164 Se le hicieron reproches por ello: il papa si giustifica con molte ragioni delia impresa che'/
orpradetto duca ha ratto dei marchesato di Saluzzo con sua participatione. (Dispaccio Veneto).
ASESINATO DE ENRIQUE IH 313

Se proyectó un nuevo tratado entre Espana y ei Papa para este fin. El


quisidor más celoso, cardenal Sanseverina, fué encargado, bajo secreto de con-
llón, de redactar ei proyectó. El Papa prometió realmente ei envio de un ejér-
de quince mil hombres de a pie y ochocientos a caballo y se obligó además a
M^ar subsídios tan pronto como ei rey entrara en Francia con un poderoso ejér-
I». El ejército pontifício seria conducido por ei duque de Urbino, vasallo de
Santidad y partidário dei rey Felipe.165
De esta forma se preparan Ias fuerzas hispano-ítalas, en alianza con sus
rrtidarios de Francia, para asegurarse poi siempre Ia corona de este país.
l\i para Espana ni para ei Papa podia ofrecerse una oportunidad mejor.
k Espana se trataba dei antiguo competidor, por cuya culpa se había visto
"íitada tantas veces y dei que podría deshacerse para siempre. Los sucesos pos-
,iÍores han mostrado en qué grado era este ei íntimo propósito de Felipe II.
Émbién para ei poder papal hubiese significado un enorme progreso haber ejer-
o un influjo efectivo en ei nombramiento de un rey francês. Gaetano llevaba
encargo de introducir Ia Inquisición y de revocar Ias libertades galicanas.
ro todavia hubiera tenido mayor significación que un príncipe legítimo fuera
lluído dei trono por consideraciones de religión. Los empenos eclesiásticos,
ya traspasaban ei mundo en todas direcciones, lograrían de esta manera un
nfo perfecto.

-
. • •

s „

» * Información autêntica en U autobiografia dei catdenal, recogida ya por Tempeiti, n, 236.


LIBRO SEXTO

CONTRADICCIONES INTERNAS
DE D O C T R I N A Y DE P O D E R
1589-1607

El desarrollo espiritual dei mundo había seguido un camino muy diferente


que se podia presumir a comienzos dei siglo.
Entonces se quebrantaron los vínculos eclesiásticos; Ias naciones trataron
apartarse de Ia suprema jefatura espiritual, común a todas; en Ia misma cortd
romana se hacía escárnio de los princípios sobre los que descansaba Ia jerarquío
en Ia literatura y en el arte regían aficiones profanas; y se hicieron ostensibles lol
princípios de una moral pagana.
jCuán otro el aspecto ahora! Ea nombre de Ia religión se emprenden g f l
rras, se hacen conquistas, se transforman Estados. No ha habido época en Ia qui
los teólogos hayan sido más poderosos que ai final dei siglo xvi„ Toman asientí
en los Consejos de los príncipes y tratan de materjas políticas delante dcl pufj
blo en el púlpito; dominan en Ia escuela, entre los doctos y en toda Ia literatura
El confesionario les ofrece oportunidad para acechar los monólogos secretos ÚÊ
Ias almas y ofrecer consejo en todas Ias dificultades de Ia vida privada. Acaso •
pueda afirmar que su influencia fué tan extensa y penetrante porque ellos n f l
mos se hallaban encizanados y llevaban dentro de si ai antagonista.
Si este cs el caso en ambos bandos, Io es sobre todo en ei católico. En éstafl
donde Ias ideas y Ias instituciones que disciplinan y^dirigen directamente In
ânimos están elaboradas en Ia forma más adecuada. No es posible vivir sin l |
asistencia de un confesor. Además, el clero, ya sea en Ia hermandad de una off
den religiosa, ya en Ia articulación de Ia jerarquía eclesiástica, constituye uni
corporación mantenida en rigurosa subordinación, que trabaja con un sentfl
unitário. La cabeza de este cuerpo jerárquico, el Papa de Roma, recobra pronj
to una influencia no menor a Ia que pudo ejercer en los siglos xi y XII. MedifH
Ias empresas que el punto de vista religioso pone sin césar en marcha, manti^B
ai mundo pendiente de sus gestos.
314
TEORÍAS POLÍTICO-ECLESIÁSTICAS 315

En estas circunstancias despiertàn Ias más osadas pretensiones de los tiempos


I lildebrando; princípios que se habían conservado hasta entonces en los arse-
K's dei derecho canónico en calidad de antiguallas, reviven ahora con plena
"cncia y eficácia.
Nuestra comunidad europea nunca se ha sometido a los mandatos dei puro
'ler. En ei momento oportuno, se ha visto siempre nutrida de ideas. Ninguna
presa importante puede tener êxito, ningún poder cobrar significación univer-
sin que aparezca ai mismo tiempo en los espíritus ei ideal de un orden dei
ndo que es menester implantar. A esta necesidad acuden ai punto Ias teorias,
producen ei sentido y ei contenido espiritual de los hechos y los presentan
"w una exigência de Ia razón o de Ia religión, como un resultado dei pensa-
mo, a Ia luz de una verdad de valor universal. Por eso anticipan Ia culmina-
de los acontecimientos y los ayudan poderosamente de este modo.

1) Teorias jiolítico-eclesiásticas
raras veces se ha atribuído a los princípios católicos una significación especial
vor de Ias formas de Estado monárquica o aristocrática, senalando su interna
;nsión hacia ellas. Un siglo como ei xvi, en ei que este principio católico
resenta con plena eficiência y seguridad, nos puede instruir sobre ei particu-
como poços. De hecho encontramos que en Itália y en Espafia se adhiere ai
•n establecido; en Alemania sirve para procurar ai poder principesco un nue-
predominio sobre los estamentos territoriales; en los Países Bajos fomenta ia
quista, y en Ia Alemania alta y en Ias províncias walonas es sostenido espe-
tncnte por Ia nobleza. Pero sigamos preguntando y encontraremos que no
ron estas Ias únicas simpatias que desperto ei catolicismo. Si en Colônia se
lera dei ânimo de los patrícios, no lejos de allí, en Tréveris, es ei pueblo
que Io acepta. En Ias grandes ciudades francesas se alia con Ias pretensiones y
csfuerzos populares. Lo que le importa es buscar ayuda, ei apoyo que le
fcrzca más seguro. Si los poderes constituídos le son contrários, estará lejos de
pctarlos y hasta de reconocerlos. Azuza a Ia nación irlandesa en su congênita
•ldía contra ei Gobierno inglês; en Inglaterra misma se sustrae, en Ia medida
Io posible, a Ia obediência que Ia reina reclama y ofrece a menudo una activa
stcncia. En Francia, acaba empujando a sus partidários a una revuelta abier-
contra sus príncipes legítimos. Por si mismo, ei principio religioso no siente
fcguna preferencia por una u otra forma de gobierno. Durante ei breve tiempo
rcstauración, ei catolicismo ha dado muestras de Ias inclinaciones más diver-
: de pronto a favor dei poder monárquico en Itália y en Espana, y de Ia sobe-
la territorial en Alemania; luego, en los Países Bajos, por Ia conservación de
estamentos aristocráticos privilegiados; ai finalizar el siglo se alia con resolu-
n a Ias tendências democráticas. Es esto tanto más importante cuanto que se
iiuntra en Ia plenitud de su actividad y los movimientos en que toma parte
«tituyen los negócios mundiales de mayor consideración. Si en este momento
Papas consiguen lo que quieren, lograrán para siempre un predomínio sobre
tado. Sus pretensiones son tales, tales los princípios y opiniones de sus par-
316 CONTRADICCIONES INTERNAS

tídarios y campeones, que amenazan ai Império y a los Estados con convulsioní


internas y con Ia perdida de su independência.
Fueron principalmente los jesuítas los que aparecieron en escena para dfl
fender doctrinas de este tipo.
Al principio pretenden sostener Ia soberania ilimitada de Ia Iglesia sobre oi
Estado.
Casi fatalmente desembocan en esta tesis en Inglaterra, donde Ia reina ha
bía sido declarada por Ias leyes dei país como jefa de Ia Iglesia. A esto h4H
frente los caudillos de Ia oposición católica con Ias pretensiones más excedvfl
Guillermo Allen considera, no solo como derecho, sino como obligación de ^ H
nación —especialmente si recibe un mandato dei Papa— ei negar su obedien^M
un príncipe que se haya separado de Ia Iglesia católica.1 Person encuentra .|u«|
Ia condición fundamental de todo ei poder de un príncipe es que cuide y ^ H
teja Ia fe católica y este sentido ticne su promesa en ei bautismo y su juramqH
en Ia coronación; seria ceguera seguir considerándole como digno dei trono | ^ H
cumple con aquella condición; antes bien, son los súbditos los que en tal < f l
están obligados a destronarle.2 Estos autores ponían ei fin y ei oficio de Ia i f l
en Ia práctica de Ia religión y, como consideraban a Ia católico-romana corofffl
única verdadera, concluían que no podia existir ningún poder legítimo qul^H
diera oponerse a esta religión. La existência de un Gobiemo, Ia obediência <|ii«
le es menester, le hacen depender de Ia aplicación de su poder en favor (Jfl
Iglesia católica. I
Este era ei sentido de Ia doctrina que amanecía. Lo que se sostuvo en I n d l
terra en ei ardor de Ia lucha lo repite Belarmino desde Ia soledad de su gab^H
de estúdio, en obras elaboradas con un sistema bien tratado y meditado. BjH
como fundamento a su afirmación que ei Papa ha sido colocado por Dios mjffl
a Ia cabeza de Ia Iglesia como protector y jefe supremo.3 Por esto le correspoi»
Ia plenitud dei poder espiritual, por eso Ia infalibilidad. Todo lo rige y o | H
debe regirle. De aqui deriva pronto una gran participación en Ia autoridad | H
poral. Belarmino no llega a atribuir ai Papa un poder temporal directamente dfl
rivado dei derecho divino, a pesar de que Sixto V era de esta opinión y le supd
mal que fuera abandonada, pero con tanta mayor firmeza le inmiscuye en cm
poder en forma indirecta.4 Compara ei poder temporal con ei cuerpo dei homMl
1
En ei escrito, Ad persecutores Anglos pio Christianís responsio (1582), he de destacj^H
siguiente pasaje: Si reges deo et dei populo íidcm datam íicgeiint, vicissim populo non solum j * ^
mittitui, sed etkm ab eo requiritur ut jubente Christi vicario, supremo mmírum popu/orum omi^M
pastore, ipse quoque íidem datam tali pxincipi non servet. /
2 Andreae Philopatii (Personi) ad Elizabcthae reginae edictum responsio, n* 162: Non nl^H
Jicet, sed summa etiam júris divini necessitate ac praecepto, inio conscientiae vincuío arctissiolH
extremo animarum suaram pericuio ac discrimine Christianis omnibus hoc ipsum incumbit, si piMifl
rem possunt. N 9 163: Incumbit vero tum maxime — cum res iam ab ecclesia ac supremo e/us r^H
ratore, pontctice nimirum Romano, indicata cst: ad i/iuin enim ex oíficio pertinet reíigionis ac dJ^B
cidtus incohimitati prospicere et leprosos a mundis, ne inficiantur, secernere.
3 Bellarminus, de conci/iorum autorifate, c. 17; Summus ponti/ex simpíicifer et absoIut^H
supra ccc/esiain anivcrsam et supra concihum gencra/e, ita ut nul/um in tênis supra se indl^B
agnoscat.
* Bellarminus, de Romano pontífice v, vi: Asserimus, pontilicem ut pontilicem, etsi nt
habeat uí/am meram fcmporaiern potcsfatem, tamen habere in ordine ad bonum spiritua/e suiqBH
potestatem disponendi de temporaJibiis rebus omnium Christianorum.
TEORIAS POLÍTICO-ECLESIASTICAS 317

li espiritual con ei alma, y atribuye a Ia Iglesia ei mismo senorío sobre ei Esta-


que ei alma ejerce sobre ei cuerpo. El poder espiritual tiene ei derecho y Ia
lunción de tirar de Ias riendas dei poder temporal en cuanto este sea danino a
Fines de Ia religión. No se podia decir que correspondiera ai Papa una in-
incia regular sobre Ia legislación de los Estados;5 Pero si fuera necesaria una
para Ia salud de Ias almas y ei príncipe se negara a dictarla, y si hubiera
ley danina para Ia salud de Ias almas y ei príncipe se empenara en sostener-
tl Papa tendría derecho à ordenar Ia primera y a derogar Ia segunda. Con
; principio se llega muy lejos. <jEs que ei alma no ordena ai cuerpo hasta Ia
Ina muerte, si ello es necesario? Por Io general ei Papa no puede deponer a
príncipe, pero, en caso de que sea necesario para Ia salud de Ias almas, posee
icultad de cambiar ei Gobierno y pasarlo de unas manos a otras.6
| Frente a estas afirmaciones ocurre pronto Ia objeción de que también ei
r real descansa en ei derecho divino.
O, si no, ácuál es su origen, qué significación tiene este poder?
jesuítas no tuvieron gran reparo en hacer derivar ei poder real dei pue-
nstruyeron un sistema fundiendo su doctrina de Ia supremacia dei Papa
teoria de ia soberania popular. Ya en Allen y Person se encuentra Ia
e manera más o menos tácita. Belarmino trata de fundamentaria expresa-
. Encuentra que Dios no ha concedido ei poder temporal a nadie en par-
, y de aqui se sigue que Io ha concedido a Ia multitud: por Io tanto, ei
descansa en ei puebloy este lo transfiere unas veces a uno solo y otras a
, conservando siempre ei derecho a cambiar Ia forma, a arrogarse de nuevo
'er y a transferido de nuevo. No se crea que esta era solo su opinión par-
ir, sino que constituyó realmente Ia doctrina dominante de los jesuítas en
[época. En un manual para confesores que se extendió por todo ei mundo
lico y que había sido revisado por los maestros dei Sacro Palácio, no solo se
•dera ei poder real sometido ai Papa en cuanto lo exija Ia salud de ias al-
' sino que se dice con secas palabras que un rey puede ser depuesto por ei
a causa de tirania o de abandono de sus deberes y que ia mayoría de Ia
puede escoger a otro en su lugar.8 Francisco Suárez, maestro de teologia
ímbra, toma como tarea especial en su defensa de Ia Iglesia católica contra

li Kixi.ARMiNus, de Romano pontiíice, v, vi: Quantum ad.personas, non potest papa ut papa
u
|fie temporales príncipes deponere, etiam iusta de causa, eo modo quo deponit episcopos, id est
"im ordinarius index; tamen potest mutare regna et uni auferre atque aJteri coniexre, tanquam
lui princeps spiiitualis, si id necessarium sit ad animarum saturem: etc., etc.
• Kstas doctrínas, en ei fondo, no hacen sino resumir de nuevo Ias tesis expuestas en ei si-
«iii. Ya en Tomás de Aquino se encuentra Ia comparación que desempefia aqui tan grande papel:
Tlns sccu/aris subditur spirituali sicut corpus animae. Bellarmino cita en ei Tractatus de potes-
«Mimiii pontificis in rebus temporalibus adversus C BarcJaium más de setenta autores de Ias
• nie-s naciones que consideraron ei poderio dei Papa desde ei mismo punto de vista que él.
T Aphorismi confessariorum ex doctorum sententas coliecti, autore Emanuele Sa, nuper accurate
II;.I(I a revmo. P. M. sacri paíatii, ed. Antv., p. 480. Pero ei autor, como si temiese haber dicho
liado poço, aftade inmediatamente: Quidam tamen iuris pcriti putarunt summum pontificem
mi cíviJi potestate poJ/ere.
" íbid., p. 508 (ed. Colon., p. 313): Rex potest per republicam privari ob tyrannidem et si
IMUI officium siium et cum est aliqua causa iusta, et eiigi potest alius a maiore parte populi
in solum tyrannidem causam putant.
318 CONTRADICCIONES INTERNAS

Ia anglicana ei explicar y corroborar Ia doctrina de Belarmino. 9 Pero cs cl Padrí


Mariana quien, con patente afición, elabora Ia ídea de Ia soberania populad
Plantea todas Ias cuestiones que pueden presentarse y Ias resuelve decididaraB^
te a favor dei pueblo y en contra dei poder real. N o duda que un princij
puede ser depuesto y hasta muerto en caso de que conculquc Ia rcligión. Dedifl
una alabanza enfaticamente patética a Jacobo Clement, quien se aconsejó cri
los teólogos y luego atento contra su rey. 10 Por Io menos es consecucnte, pai
fueron estas doctrinas Ias que encendieron ei fanatismo dei regicida.
En ninguna parte fueron defendidas con mayor ardor que en Francia. Njí
más antimonárquico podemos leer que Ias diatribas predicadas por Juan Bouchl
desde ei púlpito. Encuentra en los estamentos ei poder público y Ia majestad,
facultad d e atar y desatar, Ia soberania inalienable, Ia jurisdicción supriu
sobre los cetros y los reinos, pues en ellos está ei origen de estos, dei pueblc
hace ei príncipe, no por necesidad y coerción, sino por libre elccción. Co?
dera Ia relación dei Estado y Ia Iglesia ai igual que Belarmino y repite ei siri
dei cuerpo y ei alma. Solo una condición limita Ia libre volutad dei puefc
solo una cosa le está prohibida: nombrar a un rey hereje; si Io hiciera, atraí
Ia maldición de Dios sobre si. 11
Extrana unión de pretensiones eclesiásticas y de ideas democráticas, d ^ H
bertad absoluta y de sumisión completa, contradictorias cn si mismas y antinfl
cionales, pero que hizo presa cn los espíritus como por un hechizo i n e x p l i q ^ T
La Sorbona se había puesto siempre de parte 'de los privilégios reales y ni
cionales frente a Ias pretensiones eclesiásticas ultramontanas. Después dei 9&
nato dei de Guisa, cuando se predican estas doctrinas en todos los púlpitos,]
se vocea en Ias calles y se representa simbolicamente en los altares y en Ias •
cesiones que ei rey Enrique III se ha hecho indigno de Ia corona, "los bu<T
burgueses y habitantes de Ia ciudad", como ellos mismos se nombran, se diric
"en ei escrúpulo de sus conciencias" a Ia facultad de teologia de Ia universM
de Paris para obtener un acuerdo en firme acerca de Ia legitimidad de Ia resistfl
cia contra su Senor. La Sorbona se reúne e r 7 de enero de 1589. "DespuésJ
haber escuchado ei consejo maduro y libre de todos los maestros, después dí
ber sido examinadas varias y diversas razones —en su mayor parte sacadas l i f l
mente de Ias Sagradas Escrituras, dei derecho canónico y de Ias bulas ponti
cias— ei decano de Ia facultad, sin contradieción alguna, concluye Io siguienlj
9 R. P. Franc. Suarcs Granatensis, etc, defensio fidei cathoíicae et apostolicae adversus
glicanae sectae errores, lib. Dl: de summi pontificis supra ternporales reges cxcelJcntia ei potesfifl
Vemos, pues, que Ia tesis de Belarmino de que ei pueblo tféne ei derecho de despojar ai sobcrl
dei poder que le transfirió, encontro una oposición particularmente fuerte.
10 Mariana, de rege et regis instituíione. Entre otras cosas: /ac. Clemens —cognito a theolt
quos crat sciscifatus, tyrannum iure interimi posse— caeso rege ingens sibi nomert Iccit. Cf. tamb
S. W. xxrv, p. 225 ss.
H Jean Boucher, Sermons, Paris, 1594, en muchos pasajes, p. 194 reza: Ueglise seigneur»
royaumes et estais de ia chrestienté, non pour y usurper pu/ssanee d/reefe comwe snr son propre te
poreJ, mais bien indirectement pour empescher que rien ne se passe au femporel qui soit au prejudj
du royaume de Jesus Christ, comme par cydevant ií a este dec/are" par ia simifitude de Ia puissand
de Yesprit sur Je corps. Y además: La diiíérenee du presfre et du roi nous echircit cclte matiere, I
prestre estant de dieu seu/, ce qui ne se peut dire du roi. Car si fous les róis esloient morri, I
peupíes s'en pourroient bien Zaire d'autres: mais s'il n'y avoit pluns aucun presíre, i/ faudroit M
Jesus Christ vinst en personne pour en faire de nouveaux (p. 162).
TEORÍAS POLÍTICO-ECLESIÁSTICAS 319

kie cl pueblo de este reino se halla dispensado dei juramento de fidelidad y


iluncia, puede reunirse, armarse, recoger dinero para afirmar Ia religión
jlólica apostólica romana contra Ias actividades aborrecibles dei citado rey."12
Iiiillaban presentes setenta miembros de Ia facultad y fueron los más jóvenes
(jue impusieron con Ia mayor pasión este acuerdo.13
La aprobación general que estas teorias recibieron se debió principalmente
ue en ese momento eran fiel expresión de los hechos y de los acontecimentos.
Ia agitación francesa Ia resistência popular y Ia eclesiástica se habían unido
.Ic diferentes puntos; Ia burguesia de Paris fué sostenida y animada en su
licita contra ei príncipe por un legado dei Papa. Belarmino mismo acompa-
durante cierto tiempo ai legado. Las doctrinas construídas por él en su docta
Cclad y sostenidas con tanto rigor lógico y con tanto beneplácito, se expresan
ia en acontecimientos en los que participa y que, en parte, ha provocado.
Así se explica también que los espaiioles aprobaran estas doctrinas y ei que
rnn toleradas por un príncipe tan celoso en ei ejercicio de su poder como
Ipe II. La monarquia espanola descansaba ya en un complemento de atri-
tos eclesiásticos. En muchas piezas de Lope de Vega se ve como Ia nación
(pomprendía así y amaba en su rey Ia majestad religiosa que encarnaba. Pero
más ei rey no solo se hallaba de acuerdo con los sacerdotes en sus esfuerzos
Ia restauración católica, sino también con ei pueblo, encendido por los acon-
mientos. El pueblo de Paris confiaba mucho más en él que en los príncipes
keses cabecillas de. Ia Liga. No hay que creer que tuviera que temer algo
cila; antes al contrario, otorgaba a su política una justificación jurídico-reli-
1
n que le había de ser muy ventajosa para su prestigio en Espafia y le abria ei
ino para sus empresas en ei extranjero. El rey se fijó más en estas ventajas
Ia doctrina de los jesuítas que en su significación general.14
^Y no ocurre así con Ias doctrinas políticas en general? <jSurgen propia-
t>te de los hechos o, más bien, los fomentan? ^Son apreciadas por ellas mismas
or las ventajas que de ellas se espera?
Y, sin embargo, esto no les quita fuerza. Al dar expresión Ia doctrina de los
lias a los esfuerzos dei Papado restaurador o, mejor dicho, al momento his-
im universal en que ei Papado se encuentra, prestan a esos esfuerzos un im-
]w» nuevo mediante Ia cimentación sistemática en ei sentido de ia convicción
lógica imperante. Propulsan una dirección de los espíritus de Ia que, precisa-
ate, depende Ia victoria.
>- "Responsum facultatis theologicae Parisicnsis". Rcproducido en las Additions au /ournal de
my III, t. i, p. 317.
1:1
Thuanus, lib. 94, p. 258, scfiala tan solo ei número de sesenta de los presentes y niega sa
Inmidad, aunque aquel documento reza literalmente: audita omnium et singulorum magüstrorum,
«d jepluaginta convenerant, de/iberatione •—conclusum cst nemine refragrante—.
I* Pedro Rivadeneyra Ia repitió en su libro contra Maquiavelo, que fué terminado ya en ei
Ac 1595 y presentado al príncipe de Espafia; es verdad que algo modificada, pero de todos
4<n, repitió aquella doctrina. Tratado de /a religion y virtudes que deve tener ei príncipe Chris-
""i jwira governar y conservar sus estados, contra Io que Nicolo Machiave/io y los políticos d'esre
|I|K) enseiian. Amberes, 1597. Los príncipes, dice, son servidores de Ia Iglesia, pero no son los
i de esta: están armados para castigar a los herejes, enemigos y rebeldes de Ia Iglesia, pero no
durles leyes o para explicar Ia voluntad de Dios. Conserva Ia comparación entre ei alma y ei
po. El reino terrestre, como dice San Gregorio, ha de servir al reino celeste.
320 CONTRADICCIONES INTERNAS

2) Oposición a Ia doctrina
Pero jamás en nuestra Europa un poder o una doctrina, sobre todo políticj
han prosperado hasta ei dominio exclusivo. Tampoco es posible imaginar u
doctrina que no se convierta en algo unilateral y limitador comparado c o i 9
ideales y con Ias más altas exigências.
Frente a Ias opiniones que pretenden alzarse con un império exclua
ha surgido siempre una oposición que, procedente de Ias fuentes inagotables
Ia vida, se ha presentado con nuevas fuerzas.
Si advertimos que nunca prospero un poder que no descansara sobre J
fundamento de ideas ai mismo tiempo, podemos afiadir que también encuF
en ellas su limitación porque Ias luchas que engendra Ia nueva vida se esd
cen también, paralelamente, en Ias regiones de Ia convicción y dei pensamif
Así a Ia idea de una religión eclesiástica universalmente dominado™
enfrenta de manera poderosa Ia de Ia independência de Ias naciones, Ia de
signíficación propia dei elemento secular.
Extendido sobre Ias naciones románicas y profusamente enraizado en ei
el principado germânico no ha podido ser destruído nunca ni por Ias preftM
nes clericales ni por Ia ficción de Ia soberania popular que se ha mostrado W
pre insostenible a Ia larga.
A Ia unión aventurada con que se presentan por entonces Ias dos, se oj
Ia doctrina dei derecho divino de los reyes.
Fué sostenida ai principio por los protestantes, que antes también vacila
y sostenida con todo el ceio de un adversário que ve a su enemigo inicial
juego peligroso y moverse por caminos que le han de llevar a ia perdición. j
Afirmaron los protestantes que solo Dios impone ai gênero humano |
príncipes y se ha reservado para si el elevar y el humillar a los hombres, repal{
el poder y moderado. Es verdad que no baja desde el cielo para senalar con
dedo a quien ha de ser Sefior, pero, gradas a su providencia, en todos los i^r
hay leyes y disposiciones especiales que sueleu designar ai monarca. Si un M
cipe sube ai trono en virtud de esas leyes, es Io mftmo que si ia voz de D
dijera: este ha de ser vuestro rey. Es cierto que Dios mismo senaló person
mente a su pueblo a Moisés, a los Jueces y a los primeros reyes, pero una»
que se hubo introducido un orden firme, los que les siguieron en cl trono fueí
los ungidos dei Sefior.15
De estos princípios deducen los protestantes ia consecuencia de Ia necesia
de someterse a príncipes injustos y reprobables. Nadie es perfecto. Y si se ad;
te una vez que está permitido desviarse de los mandatos de Dios, entonces
vendrá a tomar ocasión en faltas de poça monta para deshacerse de un prínci,
Ni siquera Ia herejía libra por completo de Ia obediência. El hijo no deberá o
decer ai padre en Io que es contra Ia voluntad dei Sefior, pero queda obliga
a honrarle y obedecerle por el resto.
Habría sido ya importante que los protestantes unicamente hubieran ela
16 Explicatio confroversiarum quae a nonmiJIis moventur ex Henrici Borbonii regis in rega
Franciae constitutione —opus— a Tossano Beichetto Lingonensi e Galíico in Latmum terra
conversum. Sc dum 1S90. Cap. n.

i
v
H

i
!.
I 1
li
?!
ti
-a s
.
I
fctôtermttra
reataram iutbal
crícquanum.
teTHERHA. |PJ£ SVA£ AVENTIS JIMVLAChRA LVTHEBW
Í^PRIAUT AT W l T V í CERA LVCAE OCC1DVQÍ-
• M D X X
Bula de León X contra Lulero. Portada de. Ia edición latina
3Í3I
' jfò
II
..
'
1*
5 tí
41
jJr
f m
VJOífi D] rp VpVljDJQ SDpiTUg
'opvwm jíp mojif v] uz laooyf »p & iuoui3g dp ijpuoj so/ dp uupiu»fj
• • v • ,:•;...-»
-*—^^ m^^^^-^mm r
n *, >
Q
II
stnjnyq Mrpvo3</wj J-J
II ofioP")! xopvutluu tf
V30(f3 VJ if OpVqVX*) 7/1X 0]StS ]tV S3Ulf V V1107VX-) »U 0//IJSTO \J
•tnuojoj i-p SM 'm OVUMUSI3»S
'jojjrr) rp oCnqiq -opyjoj/ vj ípo/sr
o}tu)M p urifev "]tng)uvfli íp opvqvj*) -n»ipnpt}/ pjuspxm / y
•s
1
«** li
•8-a
t 1\
1PT=^
IIA atpuvbjy
•JX 9IU»HI*rj
X V
*
Entrada de los franceses en Roma (17 dffebrero de 1798),
según ei dibujo de Girardet.
Pio VI, según un dibujo de Aí. G. Eichler. Pio VJT.Grabado de G. Balestra,
según etretrato de V. Camucnni.
OPOSICIÓN A LA DOCTMNA 321

o y sostenido estas opiniones. Pero tuvo más importância todavia que encon-
i.m acogida en una parte de los católicos franceses, o, más exactamente, que
»R coincidieran con ellas en una convieción igual.
A pesar de Ia excomunión dei Papa, una parte no insignificante de buenos
licos siguió fiel a Enrique III y se sometió luego a Enrique IV. Las doctrinas
iüis no tuvieron acceso a este partido. No le faltaban razones para defender
osición sin apartarse dei catolicismo por ello.
Se esforzaba este partido en circunscribir ei poder dei clero, su relación con
der temporal, pero desde ei lado católico. Considera que ei reino espiritual
É| de este mundo y que ei poder dei clero se refiere exclusivamente a matérias
riiuales; Ia excomunión no puede afectar por naturaleza más que a Ia comu-
d eclesiástica, y no despoja de derechos seculares. Además, un rey de Fran-
no puede ser apartado de Ia comunidad eclesiástica, pues este es uno de los
ilcgios de Ia Flor de Lis, y mucho menos podrá justificarse ei intento de des-
fie de sus derechos hereditários. <;Dónde está escrito que se puede rebelar
contra su rey y emplear contra él Ia violência? Dios Io ha colocado en su
, y por eso se reconoce ai rey por Ia gracia de Dios y solo se le negará obe-
;cia en aquel caso en que nos pida algo contrario ai mandato de Dios.18 Así,
, dei derecho divino de los reyes derivan no solo ei de reconocer a un rey
"stante sino ei deber de hacerlo. Así como Dios da ei rey y ei súbdito debe
tarlo, y obedecerle es obedecer a Dios, jamás puede haber motivo para des-
T a un príncipe de sus derechos.17 Además sostenían que su condueta era Ia
beneficiosa para los intereses católicos. Enrique IV es razonable, benévolo,
to y solo cosas buenas se pueden esperar de él; si se le niega Ia obediência
Jrán por todas partes pequenos Sefiores y ei partido protestante se alzará
Ia hegemonia en Ia disensión general.18
IV este modo, se constituye dentro dei mismo catolicismo una oposición
'ira las tendências papales que se manifíestan ai socaire de Ia restauración.
[principio no parecia muy seguro que Roma pudiera acallar esta oposición.
bosible que Ia doctrina estuviera menos elaborada y contara con campeones
riores, pero estaba mejor asentada en las convieciones dei mundo europeo
vi no a favorecer sobre todo que las doctrinas papales estaban aliadas ai po-
espaflol.
La monarquia de Felipe H se hacía más peligrosa cada dia para Ia libertad
Iodos, y a través de toda Europa desperto aquella enérgica resistência que
"c, no tanto en contestación a violências realizadas, cuanto ai temor por Ia
Ida de libertad, resistência que prende en los espíritus sin que se tenga
o conciencia de los motivos.
Entre Roma y Espafia existia una alianza tan estreeba que los contradicto-
0c las pretensiones eclesiásticas se oponían a Ia expansión dei poderio espanol.
in satisfacción con ello a una necesidad europea: no les podia faltar, pox
I* Scgún cs extracto de un escrito anônimo, aparecido en 1588 en Paris; en Cayet, ColJection
lieJIc des mémoiies, t. 56, p. 44.
M Etienne Pasquier, Recherches de France. p. 341. 344.
I» Explicación de THUANU:, lib. 97, p. 316 sectários dissoíuto império er singiiJis regni partibus
'/"" corpore divinis potentiores foie.
322 CONTRADICCIONES INTERNAS

eso, asentimiento y apoyo. Una simpatia secreta une a los pueblos. A a d i


partido nacional de católicos franceses se le presentaron sin ser solicitados j f l
los lugares más inesperados aliados resueltos; hasta en Ia misma Itália, dej^J
dei mismo Papa, empezando por Venecia.
Poços anos antes, en 1582, había tenido lugar en Venecia un cambio <M
transcurrió sin ruido y que en Ia historia de Ia República casi se há* pasado •
alto, pero que no por eso dejó de ejercer gran influencia. Hasta entono^H
negócios públicos más importantes se hallaron en manos de unos poços anciaS
patrícios pertenecientes a unas cuantas famílias. En ese ano una mayori^H
contenta dei senado, compuesta especialmente de senadores jóvenes, cottH
participar en Ia administración, cosa que, por btra parte, le correspondia m
Ia letra de Ia constitución.
El Cobierno nunca había descuidado hasta entonces afirmar cuidado»|H
te su independência, pero siempre se había acomodado a Ias medidas dfl
espanoles y de Ia Iglesia en Io posible. El nuevo Cobierno no se preocu|B
ello, y ya por espíritu de oposición propendía a resistirlas.
Esta actitud no podia desagradar a los venecianos.
Por una parte, veían con disgusto que también entre ellos se predic^H
doctrina de Ia omnipotencia papal y de Ia ciega obediência y, por otra, t i f l
Ia desaparición dei equilíbrio europeo en ei caso en que los espanoles corufl
ron Ia prepotência en Francia. Hasta entonces Ia libertad de Europa ^ H
haber descansado en Ia enemistad de esos dos grandes países.
Por esta razón se siguió ei desarrollo de los acontecimientos france^B
doble interés. Con avidez se leyeron los escritos que deferidían los d e r e d H
los reyes. Ejercía especial influencia una sociedad de estadistas y hombres ( f l
que se reunían en casa de Andréa Morosini y en Ia que tomaban parte Leafl
Donato, Niccollo Contarini —ambos más tarde Dogos—, Dominico M f l
después gobernante de Ia República—, Fray Paolo Sarpi y otros hombrM
tacados, todos en esa edad en que no solo se acogen nuevas ideas, sino d f l
está dispuesto a sostenerlas y hacerlas triunfar, y todos contradictores d o q H
Ias pretensiones eclesiásticas y de Ia hegemonia espafiola.19 Siempre etm
importante para formar y dar fuerza a una dirección política, aunque sff •
fundada en los hechos, que haya personas de talento que Ia persontfB
y Ia vayan extendiendo cada una en su círculo, y cllo es doblemente imflfl
en una república.
Pero en estas circustancias Ias cosas no pararon en opiniones y sin^H
Desde un principio confiaban los venecianos en Enrique IV y en su caaH
de levantar de nuevo a Francia y restablecer ei perdido equilíbrio. Diversafll
obligados ai Papa que había excomulgado a Enrique IV, rodeados por tilfl
mar por los espanoles que deseaban su perdición, no representando ellos nfl
19 En Anônimo [Fra Fulgentio], Vita di fra Paolo Sarpi, p. 104, en Grisclini, D e i ^ H
keiten Fra PaoIo's, pp. 40, 78, y en algunos pasajes de Foscarini se hallan noticias sobre efl i(
Mauroeeno. Aparte los ya citados, pertenecian a aquella sociedad también Pedro y Jacobo Cm»
Jacobo Mbrosini, Leonardo Mocenigo —quien, sin embargo, no Ia frecuentaba con tanta rag^H
como los otros—, Antônio Orririni, Jacobo Marcelo, Marino Zane y Alejandro Malipiero, qilO,l
de su edad, acompaflaba siempre a su casa a Fra Paolo.
OPOSICIÓN A LA DOCTRINA 323

|x>tencia de significación mundial, fueron, sin embargo, entre todos los católi-
, los primeros en desear ei reconocimiento de aquel rey. Cuando ei embajador
ixenigo les hace Ia notificación, le autorizan a felicitar a Enrique IV.20 Su
mplo incito a otros. Aunque ei archiduque Fernando de Toscana no se atre-
a un reconocimiento oficial, entabló amistosas relaciones personales con ei
cvo rey.21 El monarca protestante se vió pronto rodeado de aliados católicos
Dltista protegido frente a Ia cabeza de Ia Iglesia.
En todas las épocas decisivas Ia opinión pública de Europa suele mostrar
li inclinación bien clara. Feliz aquel en cuyo favor sopla, pues sus empresas
ispcrarán. En este momento Ia opinión europea favorece a Enrique IV. Las
os que se vinculan a su nombre apenas si han sido expresadas, pero son tan
"crosas que hasta intentarán atraerse ai Papado.

3) Ultima época de Sixto V


u vez volvemos a Sixto V. Después de habernos ocupado de su administra-
n interior y de su participación en Ia restauración eclesiástica, nos corresponde
ir algo de su política.
Sorprende como encontramos una propensión extraordinária a planes polí-
fantásticos junto a Ia justicia implacable que practica, junto ai duro sistema
nciero que introduce y a su escrupulosa administración interior.
Por su cabeza han pasado ideas extraordinárias.
Durante mucho tiempo se figuro que podia poner fin ai império turco.
blece conexiones con ei Oriente, con los persas, con unos cabecillas árabes,
los drusos. Equipa galeras y otras las espera de Espana y de Toscana y
sa poder ayudar por mar ai rey de Polônia Esteban Bathory, que debía lle-
cl ataque principal desde tierra. Tenía Ia esperanza de coordinar todas las
zas dei nordeste y dei sudoeste para esta empresa y se hacía Ia ilusión de
Rusia no solo se juntaria ai rey de Polônia, sino que se le sometería.
Oira vez, proyecta conquistar Egipto por si solo o en unión con Toscana.
uniman las ilusiones más grandes: Ia unión dei mar Rojo con ei Medite-
Hco,23 ei restablecimiento dei antiguo comercio mundial, Ia conquista dei
to Sepulcro. Si Ia empresa no es realizable, así de pronto, por Io menos se
iria hacer una incursión en Siria y, con obreros hábiles, descender desde las
ins ei sepulcro dei Senor y hacerlo llegar a Itália en disimulo. Abrigo Ia espe-
/,a de poder exponer ai mundo este gran monumento en Montalto. Su pa-
, Ia Marca, donde ya se encontraba Ia Santa Casa de Loreto, contaria tam-
i entonces con ei Santo Sepulcro y los restos dei portalillo de Belén.
Proyectos, o más bien —ya que esta palabra fija demasiado— fantasias y
illos en ei aire de tipo extraordinário. Y jqué contrate con aquella otra acti-
d dei Papa, tan asperamente realista y orientada certeramente a su fin!
80 Andreae Mauroceni Histotiaium Venetarum, lib xni, p. 548.
• I Galluzzi, Istoria dei granducato di Toscana, lib. v (t. v, p. 78).
Vil IJispaccio Gritti 23 Agosto I5S7. [II papa] entro a parlar delia fossa cbe li re deli'Egitto
Vuno iatta per passar deJ ma/e rosso nel mar mediterrâneo. A veces, abriga Ia intención de
"t íl solo a Egipto. Scopri ia causa dei desiderar denari per impiegar/i in una armara che vorria
loto per 1'i'mpresa deí/'Egitto e pagar quelle gaíee che a;"ustassero a íar quel/a impresa.
324 CONTRADlCeiONES INTERNAS

Sin embargo, £no se podría decir que también esta actividad se 8 f f l


en ideas desorbitadas e impracticables? Convertir a Roma en una metrópfll
Ia cristiandad que, ai cabo de poços anos, seria visitada desde todos los jM
sin excluir América; convertir los monumentos antiguos en testimonios < •
derrota de Ia paganía por Ia religión cristiana; amontonar dinero prejtadJB
constituir un tesoro en ei que habría de apoyarse ei poder temporal dei I '•.!(
pontifício: son planes todos que sobrepasan ei nivel de Io alcanzable j S
fuente se halla en cl fuego de Ia fantasia religiosa. Planes, sin embargflM
determinaron en su mayor parte Ia actividad dei Papa.
Desde ia juventud, Ia acción dei hombre se halla rodeada de deseos C
peranzas y ei presente, podemos decir, por ei futuro; ei alma no se canil
entregarse a ia ilusión de una dicha personal. Pero a medida que a v a n z j
anos, los deseos y perspectivas personales se enlazan cada vez más con intdfl
generales, con una gran finalidad de Ia ciência, dei Estado o de Ia vida. 9
centivo personal «se acrecentaba en nuestro franciscano por ei hecho de em
trarse en u n camino que le abria ias perspectivas más sublimes. Aqui
pectivas le habían acompafiado en cada etapa de su vida y le habían nuirul'
sostenido en los dias nefastos. Confiaba en los augurios y una vez conffliM
enlazaba a ellos los grandes planes de su entusiasmo de fraile. Todo había t(Ê
cumplimiento, pues desde los comienzos más insignificantes y precários ha
llegado a Ia suprema dignidad eclesiástica, dignidad de cuya importância^»
un concepto exaltado. Creía haber sido elegido directamente por Ia ProvijjH
para dar cumplimiento a Ias ideas que tenía en Ia cabeza.
Revestido con ei poder supremo, n o le abandona Ia costumbre de caí
en Ias confusiones dei tráfago mundial Ias posibilidades de brillantes e i d
y de atrevidos proyectos. Siempre hay en él un elemento muy personal: le ^m
ei poder y Ia fama y quiere además que su resplandor llegue a su familiaj
lugar de su nacimiento, a su província. Pero estos deseos están inspirai^»
los intereses generales dei catolicismo. Está abierto siempre a ideas graq^V
Pero sucede que solo algunas puede realizadas por si mismo, m í e n t r a T
otras tiene que encomendadas a otros en su mayor parte. Aquéllas Ias aco
con Ia incansable actividad que producen juntamente Ia convieción, ei [
siasmo y Ia ambición. En Ias segundas, ya sea porque es desconfiado por na
leza, ya porque Ia fama va a recaer en otros, no Io encontramos tan celoso.I
ejernplo, si examinamos Io que ha hecho realmente para poner en práctica]
planes para ei Oriente, vemos que ha entablado relaciones, escrito cartas, p
cado amonestaciones, hecho algunos preparativos, pero nada sabemos de
haya tomado medidas en serio que pudieran conducir ai fin. Concibe ei
con una fantasia viva y entusiasta, pero como no puede poner inmediata
manos a Ia obra, como Ia realización es lejana, su voluntad no es muy eflfl
y acaba por abandonar aquel proyecto que le ocupo tanto.
En ei momento en que nos encontramos llenan su cabeza los grandes
positos que pone en Ia acción contra Enrique IV, Ia perspectiva de una via
completa dei catolicismo riguroso y de un nuevo poderio mundial dei Pa^
Estas ideas trabajan en él. Tampoco duda que todos los Estados católicos «
ÚLTIMA ÉPOCA DE SIXTO V 325

«iiicrdo y que juntarán sus fuerzas para combatir ai protestante que pretende
inirse en rey de Francia.
lístaba ocupado con estos pensamientos y animado por estas esperanzas
lulo se entera de que había dado Ia bienvenida ai protestante una potência
a, con Ia que creía estar en muy buenas relaciones. Le llegó ai alma.
Io un momento de impedir que Ia república de Venecia diera ningún otro
, rogándole que esperara, pues ei tiempo trae frutos maravillosos y de los
os senadores ha aprendido él mismo a esperar a que estos frutos maduren.28
embargo, Venecia reconoció ai antiguo embajador francês, de Maisse, des-
de presentar sus nuevas credenciales como plenipotenciario de Enrique IV.
Papa pasó muy pronto de Ias advertências a Ias amenazas. Exclamo que ya
(u Io que tendría que hacer, y mando buscar los viejos monitorios dictados
liempos de Júlio II contra los venecianos e hizo redactar ei proyecto de uno*
ivo.
Pero no Io hizo sin pena y resistência interior. Escuchemos como se expresa
r ei embajador que los venecianos le envían en esta ocasión.
"Renir con los que no se quiere —dice ei Papa— no es una gran desgracia,
0, con los que se quiere, hace dano. Y nos va a doler —dijo poniendo Ia mano
te ei pecho— romper con Venecia.
"Pero Venecia nos ha ofendido. Navarra [así llama a Enrique IV] es un
eje excomulgado por Ia Santa Sede y, sin embargo, Venecia Io ha reconocido
trariando todas nuestras advertências.
"c_Es acaso Ia Signoría ei príncipe mayor de Ia tierra a quien incumbe dar
mplo a los demás? Existe todavia un rey de Espafia y existe un emperador.
"<;Es que teme Ia República algo dei de Navarra? Si llega Ia ocasión Ia
•lideremos con todas nuestras fuerzas; tenemos nervio para ello. ^O es que
República intenta algo contra nosotros? Dios mismo nos ayudaría.
"La República debería estimar nuestra amistad más que Ia amistad con
ivarra. Nosotros Ia podemos auxiliar mejor.
"Yo os ruego que deis un paso atrás. Muchas cosas ha retirado ei rey cató-
> porque era nuestro deseo, no por miedo a nosotros, puesto que nuestro
ler frente ai suyo es como ei de una mosca contra un elefante, sino por
or, porque era ei Papa quien Io decía, ei representante de Cristo, que a él y a
(lemás le da Ia fe. Hágalo así también Ia Signoría; encontrar un rodeo no le
rá muy difícil. Tiene bastantes ancianos prudentes de los que, cada uno,
Hodría regir un mundo."24
Pero no se habla sin escuchar una respuesta. El embajador extraordinário
os venecianos era Leonardo Donato, miembro de aquella sociedad de Andréa
28 9 Sett. 1589: che per amor di dío non si vada tanto avanti con questo Navarra che si stia
veder etc.
24 Dispaccio Donato 25 Nov. 1589. El Papa habló durante tanto tiempo que los embajadores
ern que si apuntasen todo ei discurso, se necesitaría hora y media en ei Senado para leerlo. Entre
rosas insiste tercamente en los efectos de Ia excomunión. Tre sono stati scommunicati, il re
0, li príncipe di Conde, li re Navarra. Due sono ma/amente morti, li terzo ei travagíia e Dio
nostro esefcitio /o manriene ma finirà anche esso e terminará male: dubitiamo punto di lui.
IVc: II papa publica un solennissimo giubileo per invirar ogn'uno a dover pregar S. Divina Mà,
n Ia quiete et augumento delia fede cattolica. Durante este jubileo no quiere ver a nadie per viver
ir lesso a sue divotioni.
326 CONTRADICCIONES INTERNAS

Morosini, completamente dei lado de Ia oposición política católica, un honH


de gran habilidad diplomática, que había conducido a buen término v a
negociaciones difíciles.
Mas Donato no podia exponer en Roma toàos los motivos de los veaM
nos. Presentó solo aquellos que podían encontrar acogida en ei Papa y q u a l
compartía con Venecia.
(No era claro que Ia preponderância espanola iba creciendo de ano en »Ê
en Ia Europa meridional? El Papa Io sentia tan bien como cualquier otro prinfl
italiano: sin ei beneplácito de los espafioles no pcxlía darse ningún paiH
Itália; y £qué iba a pasar si se hacían duefios de Francia? Esta considera^B
Ia idea dei equilíbrio europeo y Ia necesidad de restablecerlo, fué Ia que dflfl
Donato. Trato de demostrar que Ia República, lejos de agraviar ai Papa, i i f l
taba servir y proteger un gran interés de Ia Sede Apostólica.
El Papa le escuchó, pero no pareció inmutarse. Donato desesperaba de d
seguir algo y pidió una audiência de despedida. Le recibió ei 16 de diciflM
de 1589. El Papa aparento que iba a negarlc ia bendición.25 Pero no em
tan seguro como para que no le hicieran mella motivos de peso. Era obstflH
altivo y queria tener siempre razón, pero también era posible ganarle i n t m
mente a otra opinión. Mientras sostenía inflexible Ia discusión, en su inIM
se sentia tocado, convencido. Durante Ia audiência empezó a ablandarsíB
ceder.2" "Quicn tiene un companero —exclamo—, tiene también un SenoiM
a hablar con Ia congregación y le voy a decir que he refiido con vosotros, pM
también que he sido vencido por vosotros." Pasaron unos dias y ei Papa defil
que no podia aprobar Io que Ia República había hecho, pero que tampocoB
tomar contra ella Ias medidas de que tenía jntención. Dió Ia bendición a DflflJ
y le besó.
Fué este un cambio apenas sensible de opinión personal, pero tuvo lasfl
yores consecuencias. El mismo Papa cedió un poço en ei rigor con que t^Ê
guia ai monarca protestante y tarnpoco quiso condenar ai partido católico rnfl
hallaba en oposición con su política, Un primer paso significa tanto p o r q u e ^ H
mina toda una dirección. La oposición Io sentia así. Al principio trato é s t f l
disculparse; ahora intenta ganarse ai mismo Papa.
Aparece en Itália Monsieur de Luxembourg con una comisión de los prfl
cipes de Ia sangre, de los pares católicos que se habían adherido a Enrique I v f l
pesar de Ias advertências de los espafioles, Sixto V le dejó venir a Roma en ofl
ro de 1590 y le recibió en audiência. El delegado expuso Ias cualidades g j H
nales de Enrique IV de manera brillante, su valentia, su magnificência y é
bondad de corazón. El Papa se sintió conmovido. "Verdaderamente —exclanlfl
me arrepiento de haberle excomulgado." M. de Luxembourg dijo que su TtM
sefior se haría digno de Ia absolución y que entraria en ei seno de Ia I d H
católica. "En ese caso —repuso el Papa— le abrazaré y le consolaré."
Su fantasia había sido tocada y en el mismo momento puso Ias más «• I
esperanzas en Ia aproximación. Dió paso a Ia idea de que era más bien Ia ^U
25 Disp. Donato 16 D e c : dopo si Jungo negotio restando quasi privi d'ogni speranza.
2« Ibid. Finalmente inspirata dei signor Dio —disse di contentarsene [darlcs su bcndlcl
e di essersi /asciato vincer da noi.
ÚLTIMA ÉPOCA DE SIXTO V 327

política contra Espana que no Ia oposición religiosa a Ia Santa Sede Io que


Irnia a los protestantes de volver a Ia Iglesia católica, y creía deber suyo no
jrlos.27 Había llegado un delegado inglês y se anuncio otro delegado sajón.
ha muy áispuesto a escucharles: "Dios ha querido que llegaran a Nuestros

lil cambio que había experimentado se manifiesta en ei trato que da a su


do en Francia, ei cardenal Morosini. Antes se había considerado su condes-
Yncia con Enrique III como un verdadero crimen y regresó a Itália cargado
lu desgracia dei Papa. Ahora Montalto le lleva ai consistorio y ei Papa
libe diciendo Io que le alegra que un cardenal de su elección encuentre Ia
bación general.28 Donna Camilla le invita a comer.
1.1 mundo católico riguroso tuvo que sorprenderse mucho con este cambio.
Piipa se inclinaba ahora hacia un protestante que había excomulgado y que, •
ii los viejos princípios de Ia Iglesia, no podia recibir Ia absolución por haber
dos veces apóstata.
Es natural que esto tuviera repercusiones. El partido católico extremista
dependia tanto dei Papa como para no poder oponérsele, pues ei poderio
ftol le ofrecía un sostén en que apoyarse con fuerza.
En Francia los de Ia Liga acusaban ai Papa de codicia; no queria gastar ei
i encerrado en ei Castillo, que reservaba para sus familiares. En Espana un
lta predicaba sobre ei estado lamentable en que se hallaba Ia Iglesia. Por-
nô es solo Ia república de Venecia Ia que favorece a los herejes, sino "jsilen-
| [silencio!" —decía, mientras ponía ei dedo en Ia boca— hasta ei mismo
|, En Itália repercutió ei eco. Sixto V estaba ya tan receloso que un aviso
oración general publicado por ei general de los capuchinos "para que Ia gra-
de Dios nos asista en Ias cosas de Ia Iglesia", fué tomado por él como agravio
>nal y suspendió ai general.
Sin embargo, no quedaron Ias cosas en puras alusiones y quejas privadas.
22 de marzo de 1590 aparece ei embajador espanol en Ia recámara papal para
testar formalmente en nombre de su Seíior contra Ia conducta dei Papa.2*
iimi vemos, había una opinión que pretendia ser más ortodoxa, más católica
f ei Papa mismo, y ei embajador espanol se presenta para expresar esta opi-
y>n delante de él. Entrada singular. El embajador pone rodilla en tierra y
"«'Ha a Su Santidad que le autorice para cumplir con ei mandato de su Sefior.
a7 Dispaccio Donalo 13. Genn. 1590. Ií papa biasima J'opi'nione de cardinali e d'aítri prelati
Io stimu/ano a dover Jicentiar esso signor de Lucenburg, e fi aceusa che vogliano íarsi suo
ilunlc [su informante, diríamos] in quello che ha studiato tutto Ji tempo del/a vita sua. Soggiunse
f haveria cato che ia regina d'Inghilterra, ií duca di Sassonia e tutto gíi aífri andassero a suoi
7<W con bons óispositione: che dispiacerà a Sà. che andassero ad aítri principi [príncipes católicos,
Mitivnde] et havessero communicatione con loro, ma si consolava quando vadino a. suoi piedi
•mandar perdono. Esta opinión Ia repite en diversas formas en cada audiência.
18 Dispaccio 3. Marzo. Dice di consolarei assai ch'egli soa creatura fusse di tutti tanto ceíe-
»li>. II cimo. Morosini acquista molfo honore e riputatione per Ia soa relatione delle cose di Francia.
ün Ya ei 10 de Marzo ei embajador había planteado ai Papa Ias siguientes cuestiones: Li ha
lurc.ilo /a risposta sopra le tre cose, cioè di Jicentiar Lucenburg, iscommunicar li cardinali ef altri
L
r/iili che seguono il Navarra, e prometter di non habilitar mai esso Navarra alia suecessione delia
lona, y liabía anunciado una protesta. El Papa, después de esto, amenazó con Ia excomunión:
lu.iccia di iscommunicar quei e castigarli nella vita che ardiranno di tentar quanto egli li havea
a, cacciandolo inanzi e serrandogli in faccia Ia porta.
328 CONTRADICCIONES INTERNAS

El Papa le invita a que se levante: es una herejía comportarse con ei reprf


tante de Cristo ai modo como pretende. El embajador no se inmuta. "Su Sj
dad —comienza diciendo— declare a los partidários dei Navarra excomu
sin distinción alguna; Su Santidad declare que ei de Navarra está inhabiH
perpetuamente para subir ai trono de Francia. En caso contrario, ei rey C l H
dejará de obedecer a Su Santidad. El rey no puede tolerar que larcojW
Cristo se hundan." 80
El Papa apenas le deja terminar y exclama que no es esto oficio d f l f l
El embajador se levanta, vuelve a poner rodilla en tierra e intenta marchaif
Papa le llama piedra de escândalo y se marcha. Pero Olivares no se d f l
satisfecho; declara que quiere y debe llevar su protesta hasta ei final, aunqfl
Papa le corte ia cabeza; ya sabe que ei rey le vengará y recompensa^
lealtad en sus hijos. Sixto V está furioso. "Ningún príncipe dei mundo tfl
derecho a pretender adoctrinar a un Papa que ha sido colocado por Dios CÊ
maestro de los demás; ei embajador se porta con gran impiedad, pues sus insB
ciones le autorizan a levantar Ia protesta en ei caso en que ei Papa se mvw
flojo en ei asunto d e Ia Liga. ,-De donde sabe él que esto ha ocurrido> (BM
pretende ei embajador dirigir los pasos de Su Santidad?"
Parece que ei catolicismo autêntico no persigue más que una sola fia
dad, no conoce más que una opinión y que está a punto de conseguir Ia v i
ria. Pero de manera inesperada se han formado en su seno dos opiniones poli
y eclesiásticamente opuestas, una que ataca y otra que resiste. Comienz^T
lucha qucriéndosc ganar ai Papa y empleando para ello todas sus fuerziflB
bando ha tenido ya consigo ai Papa y trata de conservado con energjB
amenazas y hasta casi con violências. El otro ha visto que ei Papa se ha im-lm
hacia él por convencimiento interior en un momento decisivo, y trata de a i
Io por completo halagándolo con promesas y brillantes perspectivas. Pari < I
sultado de Ia contienda es de importância suma a qué bando se incline.
Nos llena de asombro Ia condueta de este Papa, famoso por su acrM
y resolución.
Cuando llegan cartas de Felipe II en Ias que este rey declara que qu
defender Ia causa justa, que es Ia causa de Ia Liga, con todas Ias fuerzas | B
Estado y hasta con su sangre, ei Papa se siente encendido de entusiasmo jÊ
clara que no va a caer en ei oprobio de no oponerse a un hereje como N a v l ^
Pero no por eso deja de inclinarse también ai otro lado. Cuando •
hacen presentes ias dificultades en que le envuelve Ia cuestión francesa fl
ma: "Si Navarra estuviera presente, de rodillas le pediria que se hictóff
tólico."

30 Che S. Sâ dichiaii iscommunicati tutfi quei che seguitano in Francia il Navam e inlll
aííri che quovis modo li dessero a/u to, e che dichiari esso Navarra incapace perpetuamMjB
corona di Francia: airramente che il re suo si íeverà dai/a obedienza delia chiesa, e procurai
non sia rara ingiuria aíia causa di Christo e che Ia pieta e Ia rcligione soa si conosciuta.
31 Declara él mismo en ei consistorio: di haver sciitto ai re con sua própria mano, i lie
curerí sempre con tutfe le sue forze spirituali e íemporali che mai riesca re di Francia alcuno <fn
sia di compita sodisfattione aíla Cua Cattolica Maestà. Ya en ei afio de 1590, dicen los rn
dores: II papa nel/e trattationi paria con uno ad un modo con suoi disegni et ad un altn)
altri [disegni].
ÚLTIMA ÉPOCA DE SIXTO V 329

Nunca un príncipe estuvo eri un contacto más extrano con un plenipo-


cinrio suyo que Sixto V con su legado Gaetano, que fué enviado por él a
Jicia en Ia época de su estrecha relación con Espana. El Papa no se había
(Ho todavia dei lado de los franceses, pero por Io menos estaba en ei punto
Cerrada neutralidad. Sin tener para nada en cuenta ei cambio de situación, ei
ido siguió trabajando en ei espíritu de ias viejas instrueciones. Cuando En-
|e IV, después de su victoria de Ivry, sitio a Paris, fué ei legado quien le
• io mayor resistência. Ante él juraron caudillos y magistrados no capitular
» cl de Navarra y supo mantenerlos en Io prometido con su prestigio sacer-
i.il y su condueta tan hábil como firme. 82
La opinión extremista fué Ia que desarrolló mayor energia.
ülivares obligó ai Papa a despedir a M. de Luxembourg, bajo Ia excusa
Una peregrinación a Loreto. El Papa había nombrado a Monsefior Serafino,
| tenía fama de inclinaciones francesas, para una embajada a Francia; Oli-
|g protesto abiertamente y amenazó con no venir más en audiência; ei Papa
Uso que podia irse enhorabuena. Sin embargo, Olivares se salió con Ia suya
I misión d e Serafino fué aplazada. En u n a opinión ortodoxa, mantenida sin
ílación, reside una fuerza increíble, sobre todo si está sostenida por un hom-
y enérgico. Olivares tenía en su favor a Ia congregación que se ocupaba de
•suntos franceses, cuyos miembros habían sido nombrados con anterioridad.
julio de 1590, a propósito de una aprobación anterior, se trato de Ia unión
lus fuerzas combativas dei Papa y Ias espanolas contra Enrique IV. Era ei
;ento en que Alejandro Fárnesio se proponía atravesar Ia frontera francesa
su ejército, bien fogueado en los Países Bajos. Se fijó Ia cantidad de tropas
enviaria ei Papa, bajo Ia dirección dei duque d e Urbino. 33 A los amigos que
•eonsejaban permanecer neutral, Sixto V les repuso que algo tenía que hacer
este asunto. El tratado fué firmado después de rápidas negociaciones, pero
|to V se tomo su tiempo para llevarlo a Ia práctica. Reclamo plazas de segu-
iul para su ejército y una inteligência expresa con los católicos sobre ei asun-
•4 Pero estaba lejos todavia de abandonar ai otro partido.
I En este tiempo recibe también en Roma ai agente de uno de los jefes
conotes, Lesdiguieres. Estaban presentes un ministro dei landgrave y un dele-
ito inglês, y ei embajador dei emperador trataba de tomar garantias contra
miluencias que pudiera ejercer ei enviado sajón, esperado por entonces. Las
figas dei canciller Crell llcgaron hasta Roma. 35
ÍJ "Discours véritable et nolablc du siège de Ia ville de Paris en I'an 1590", en Villeroy,
toioires d'esíat, t. H, p. 417.
»:i El rey había de equipar a 20,000 infantes y 3,000 jinetes, ei Papa a 15,000 infantes y
1(111 jinetes. Li ambasciatori so/icitano con li cardinali ia eonciusione e sottoscrirtione dei capi-
Ito (Disp. 14 Lugiio). En Ia congregación planteó ei Papa Ia cuestión siguiente: an eiectio
Ml Franciae vacante príncipe ex corpore sanguinis spectct ad ponfiíicem.—Esortato a star neutraie,
dundo ii consigiio risponde non poter restar a far qualche cosa (Disp. 28 LugJio). Sin embargo,
ei Disp. 21 Luglio se dice: Laodigeres haveva mandato un suo houmo a trattar con S. Si., quaie
li.iKato Jungamenfe seco.
U Despacho, dei 7 de agosto de 1590, dirigido por ei duque de Sesa a Felipe II, en Hucbner,
itn-Quini, ni, p. 499.
»5 No se puede comprender de otro modo que ei embajador imperial le ponga en guardiã ai
II ante sugestiones sajonas: L'ambasciatoie de/1'imperafore prega U pontelice di non voler ascoi-
330 CONTRADICCIONES INTERNAS

El príncipe poderoso de Ia Iglesiá, que creía que se le había otorgftfl


poder directo sobre toda Ia tierra, que había acumulado un tesoro que le flfl
prestar fuerza para un gran golpe, en ei momento de Ia accíón se c n c u j
indeciso y vacilante.
(Habrà que tomárselo a mal? Temo que seríamos injustos. Estudiiifal
situación y veia asomarse los peligros por ambas partes; daba entradl a H
ciones contrarias y no se presentaba ei momento que pudiera forzar Ia d« ii|
Pero se coloco de todos modos en Ia imposibilidad de forzar ai mundfll
ejercer sobre él una influencia extraordinária. Las fuerzas de ia vida, en m
ción, repercutían en él en Ia forma más singular.
Sixto pudo acabar con los bandidos porque mantenía buenas r e l a c i o r j
sus vecinos. Ahora que se quiebra esta situación, y en Toscana y Venal I
tienen otras opiniones que en Nápoles y en Milán, y ei Papa no se decidi
por unos ni por otros, haciéndose sospechoso a todos, los bandidos viu lvi«
prosperar.
Reaparecen en abril de 1590. En Maremma, Sacripante; en Ia Ronf
Piccolomini; en Ia Campana, Battistella. Se hallan provistos de a b u n d a i »
nero y se creía saber que gastaban muchos doblones espanolcs; e n c o n t í
sobre todo, partidários en ei grupo güelfo. Desfilaron en ordenadas c o m J
con tambores y banderas. Las tropas pontifícias no tenían ninguna gana 9
lear con ellos.38 La situación repercutia directamente en todos los a s u n t c J
boloneses se opusieron a los intentos dei Papa para aumentar los senador™
Ia ciudad con un atrevimiento y franqueza que no se conocían desde W
tiempo.
Así las cosas, con tantas desazones inmediatas y abrumadoras, sin liaU-rj
tentado conseguir una decisión en los asuntos más importantes, muere ei
ei 27 de agosto de 1590.
Con su muerte coincide Ia descarga de una tormenta sobre ei Q u i s
La necia muchedumbre llega a creer que Fra Felice había hecho un pacto ç
demônio, que era quien le había llevado de peldano en peldano y, por cjfl
pués de transcurrido ei plazo, se había ido a los infiernos con acompanam
de truenos. De esta manera simbolizaba ei pueblo su descontento por M
nuevos impuestos y por las dudas sobre su ortodoxia que habían asomado cri
últimos tiempos. Con loca violência derribaron Ia estatua que en otro iiriJ
erigieran en su honor y hasta se adoptó ei acuerdo en ei Capitólio de no I
jamás una estatua en vida a ningún Papa.
/
4) Urbano Vil, Gregorio XIV, Inocencio IX y sus cónclaves de 1
1590 y '591
La nueva elección fué doblemente importante. Lo decisivo era ei sem ir |
nal dei Papa, en qué dirección se inclinaria de las dos que se disputaBB
tare quel huomo che vien dctto esser mandato daí duca di Sassonia, in quel/o che lusse dl I
ditio dcl suo paíron e delia casa d'Ansfria: e cosi le vien promesso.
30 Disp. 21. Luglio. I fuorusciti corrono Uno su le porte di Roma. Los despachos d ^ H
maizo, 7 de abril, 28 de abri), 12 de nayo y 2 de junio contienen detallcs sobre este asuntO
URBANO VII, GRSCORIO XIV E INOCENCIO IX «1
k|*>, y sin duda ninguna ella tendría una significación histórica mundial. Por
merece atención especial Ia marcha de Ia elección.
lin Ia primera mitad dei síglo xvi ei predomínio de Ia faccíón imperial o
H francesa dominaba por Io regular a los electores. Los cardenales, como dijo
rapa, ya no disponían de su voto. A partir de mediados dei siglo esta influen-
I t Ias potências extranjeras mengua mucho y Ia cúria decide en mayor grado
|ii propia suerte. En médio de Ia agitación se había ido formando un prin
p o costumbre de muy particular tipo.
Cada Papa solía nombrar un cierto número de cardenales que se agrupaban
|l próximo cónclave en torno a los sobrinos dei fallecido, formaban una nueva
iif.ii y trataban de exaltar a Ia Sede a uno de sus filas. Lo curioso es que
|ca se salieron con Ia suya y fué Ia oposición Ia que triunfo, siendo así ei
)/o Papa, por lo general, un enemigo dei anterior. N o voy a intentar expli- '
k ai detalle. Poseemos testimonios bastante fidedignos sobre estas elecciones,
\ seria imposible traer a plena luz Ias vinculaciones personales, tan decisivas
•tos casos, y siempre habrían de quedar sombras en ei cuadro.
jBasta ccn que subrayemos ei principio. Sin excepción alguna, en esa
K i t salen victoriosos los contrários dei último Papa, es decir, Ias criaturas
tjuc le precedió. Paulo IV fué elegido por los favoritos de Paulo III,
IV por los enemigos de Caraffa y de Paulo IV. El sobrino de Pio IV,
(Orneo, había dado su voto a un hombre dei otro partido, que él consideraba
| piadoso, a Pio V, pero hizo esto con Ia viva oposición de los favorecidos
Wu tio que, como se dice en ei informe, apenas si podian creer lo que veían ni
bn lo que hacían. Tampoco descuidaron sacar provecho de su condescen-
tia en este caso para ei caso siguiente. Trataron de que se reconociera Ia
Mmbre, que se estableciera como regia, y, de hecho, pudieron nombrar como
*or de Pio V a uno sacado entre los amigos de Pio IV. Así ocurrió también
Ia elección de Sixto V, pues ei sucesor salió de Ias filas de los enemigos
MI antecesor, Gregorio.
Así, pues, nada tiene de extrano que encontremos cada vez en Ia Silla
tteres opuestos. Las diversas facciones se suceden unas a otras.
Con arreglo a esta tradición, los enemigos de Sixto V, en especial de Ia
ma orientación de su política, contaban con las mayores probabilidades. Este
a había encumbrado a su sobrino, que se presentó en ei cónclave con un
po de cardenales adictos, tan numeroso como cualquier otro. Pero tuvo que
rr a pesar de todo. Las criaturas d e Gregorio lograron elevar a Ia Sede a un
migo dei Papa fenecido, que hasta había sido gravemente ofendido por este,
tendências espafiolas indudables, Juan Bautista Gastagna, Urbano VII. 3T
Pero Ia elección fué desgraciada. Urbano VII murió antes de haber sido
macio, antes de que hubiera podido nombrar ni un solo prelado, a los doce
't de su pontificado. Se volvieron a abrir las elecciones.
117 Cónclave di papa Urbano VI/. MS. Pra pratica [di questa elcttionc] íu guidata dal cardinaí
fm [capo del/e crcature di papa Gregorio X/II] e da'cardinali Genovesi. En un despacho dei
Minilor francês Maisse, en Venecia, que hallamos en F. von Raumcr, Cartas históricas, i, p. 360,
|U c que Sforza habría tirado de Ia Silla pontificai a Colonna, ei cual ya había ocupado este
1
|wro tal vez no demos de entender esta írase de un modo literal.
332 CONTRADICCIONES INTERNAS

Se sefialaron porque los espanòles tomaron una parte muy activa.


prendían cuánto les iba en ello, a causa de los asuntos de Francia. El
decidió a dar un paso que se considero en Roma como una innovación pel
y que ni sus partidários podían excusar más que en razón de Ias apren*
circunstancias en que se encontraba: 38 nombró, en lista, a siete cardenalei
le parecían aceptables y rechazó a todos los demás. A Ia cabeza figurar*]
druzzi, y los cardenales espanòles se dispusieron a sacarlo adelante.
Pero encontraron una resistência obstinada. Se rechazaba a Madruzd
que era alemán y no se queria que ei Papado cayera otra vez en manos <li)
bárbaros.39 Tampoco de los demás le agradaba ninguno a Montalto. Êstl
tento inutilmente decidir Ia suerte a favor de un partidário suyo, pero tifl
menos le quedaba ei recurso de exclusión. El cónclavc duraba demasia^J
bandidos eran duenos dei país y todos los dias corrían noticias de fincas sa
das y de aldeas incendiadas. Se temia que se produjera algún movimiento
misma Roma.
No había más que un médio para llegar ai fin: destacar de entre Ia
a aquel que fuera menos desagradable ai sobrino de Sixto. Encontramos s'
informaciones ílorentinas40 que ei archiduque de Toscana influyó especialf
en este sentido y en Ias informaciones romanas se achaca Io mismo ai caí!
Sforza, jefe de los cardenales gregorianos. El cardenal Sfondrato, uno d
siete, vivia retirado en su habitación, acaso porque se le dijera que ei
desapercibido era Io más conveniente, aunque también es verdad que le
mia Ia fiebre. En torno a su figura se ponen de acuerdo los partidos y, 4
padamente, se llega a proyectar una alianza familiar entre Ia família Sfo
y Ia Montalto. Después ei cardenal Montalto visita a Sfondrato y Io enco
rezando ante ei crucifijo y con un poço de fiebre; le anuncia que será èr
a Ia manana siguiente. En esta manana, 5 de diciembre de 1590, le con
con Sforza a Ia capilla donde se celebrará Ia elección. Fué efectivamente
gido y tomo ei nombre de Gregorio XIV.41
Era un hombre que ayunada dos veces a Ia semana, decía misa todoi
dias y rezaba ei breviario de rodillas, para dedicar después una hora a suW
favorito, San Bernardo, en ei que iba marcando Ias sentencias que másfl
maban Ia atención: un alma angelical. Pero médio en broma se contaba qud
un sietemesino que pudo ser mantenido en vida con mucho trabajo y-f
por eso tenía consigo tan poços elementos terrenales. Jamás había comprai
nada de los negócios e intrigas de Ia cúria. La causa de los espanòles le pai
sin más, Ia causa de Ia Iglesia. Había nacido súbditó de Felipe II y ei NI
hubiera podido encontrar un hombre mejor. Sin vacilación ni demora se d H
a favor de Ia Liga.42
"Vosotros —escribe a los de Paris—, que hábeis tenido unos comienzo$
38 II grande interesse dei re cattolico e Ia spesa nella quale si trova senza a/uto nissunm
servitio delia christianitâ /a che gJí si debbia condonare.
88 El cardenal Morosini dijo: /falia anderebbe in preda a'barbari, che farebbe una vef
(Concl. delia sede vacante di Urbano VII.)
*o Galluzzi, Storia dei granducato di Toscana, v, p. 99.
41 T. Tasso celebro esta exaltación ai trono en una magnífica canción. Da gran /ode imm'
42 Cicarella, de vita Gregorii XIV, se encuentra en todas Ias ediciones posteriores de PI
URBANO VII, GREGORIO XIV E INOCENCIO IX 333

blcs, sosteneos y no cejad hasta que hayáis conseguido vuestro fin. Inspirados
l Dios, hemos decidido venir en vuestra ayuda. Primero os enviamos un so-
ro en dinero y tal que excede nuestras fuerzas. Después hemos ordenado a
no núncio [Landriano] que se dirija a Francia para que haga retornar
totiestra sociedad a todos los que se apartaron de ella. Finalmente, y no sin
i cllo represente una gran carga para Ia Iglesia, os hemos enviado a nuestro
;rido hijo y sobrino Hércules Sfondrato, duque de Montemarciano, ai frente
nucstra caballería e infantería, para que emplee sus armas en vuestra de-
lia. Si todavia hábeis de necesitar más, también nos cuidaremos de ello." 4 3
En esta carta se contiene toda Ia política de Gregorio XIV. Produjo un
« efecto. Su contenido, Ia repetición de Ia excomunión de Enrique IV, que
unida a ella, y además Ia exhortación a los clérigos, Ia nobleza, los funciona-
de justicia y ai tercer estado de que se separaran de Enrique de Borbón so*
.1 de graves sanciones —exhortación que hizo a su entrada en Francia Lan-
"jio— causaron una profunda impresión. 44 Hubo muchos católicos partidários
jEnrique IV que quedaron perplejos ante este paso decisivo dei jerarca supre-
de Ia Iglesia. Aunque no estaban de acuerdo con todas Ias pretensiones dei
odo, no osaron renir con él. Declararon que no solo Ia monarquia, sino tam-
la Iglesia tenía una sucesión y no se debía cambiar Ia religión más que de
astía. A partir de este momento se constituye y afirma entre los partidários
rcy ei llamado tiers 'parti que pedia incensantemente dei monarca su retorno a
glesia y que solo bajo esta condición y en esta esperanza se le mantenía fiel,
lido que tuvo tanto mayor importância cuanto que a él pertenecían los per-
ojes más poderosos en contacto directo con ei rey.
Pero todavia prometían mayor efecto otras medidas que ei Papa anunciaba
oquella carta y que no vacilo en llevar a Ia práctica. Auxilio a los parisinos
15,000 escudos mensuales, envio ai comandante Lusi a Suiza a reclutar
as y, luego de haber entregado solemnemente a su sobrino Hércules en
ta Maria Maggiore ei estandarte de Ia Iglesia como a su general, le envio
ilán, donde habrían de reunirse sus tropas. El comisario que le acompanaba,
)bispo Mateucci, llevaba mucho dinero.
| Bajo estos auspícios Felipe II no titubea un instante en abordar Ia cuestión
mcesa con toda seriedad. Sus tropas se adentran en Bretana y en Ias ciudades
? Tolosa y Montpellier. Creía tener especiales derechos sobre ciertas provin-
|s y en otras se hallaba en estrecha relación con los caudillos, que habían sido
""sentados ai monarca o se habían mantenido en contacto con él por los capu-
lnos. En muchos lugares se le considero como "ei único protector de los fieles
íitra los hugonotes" y se le insto con apremio a que fuera a Paris. Entretanto
tran en Provenza los piamonteses y ei ejército pontifício se reúne en Verdún
n los de Ia Liga. Se trata de un movimiento general de Ias fuerzas hispano-
« "Gregoire pape XIV à mes fils bien-aymez les gens du conseil des seize quartieis de Ia
le de Paris", en Cayet, "Chronologie novenaire", Mémoiies coil. univ., t. LVII, p. 62.
| <4 El rnismo Cayet Io hace notai: Le party du roi estoit sans aucune division. Ce qui fut
"Irclenu /usques au temps de h publication des bulles monitoriaJes du pape Gregoire X/V, que
jlucuns vou/urent engendrer un tiers party et le fonuer des cathoíiques qui estoient dans le
« royal.
334 CONTRADICCIONES INTERNAS

italianas para encarrilar a Francia mediante Ia violência por Ia via dei catofl
extremista que imperaba en aquellos países. Los tesoros acumulados cot i
pena por Sixto V vinieron a favorecer a los espanoles. Gregorio XIV. ( H
de echar mano de aquellas sumas atesoradas, cuyo empleo no estaba somi IM
ninguna condición restrictiva, acudió también a Ia parte rigurosamente vfl
lada. Creía que jamás se podría presentar para Ia Iglesia una neciBidad
urgente.
Si tenemos en cuenta Ia decisión con que se actuó, Ia sagacidad dei r«
riqueza dei Papa y ia influencia que ei prestigio conjunto de los dos M
sobre Francia, no es fácil calcular a donde pudo haber llegado esta a n f l
doble, secular y espiritual a un tiempo, pero ei caso es que Gregorio XIV sf
a Ia mitad de Ia faena. Su Papado no había durado más de dicz meses ) T
dias y ei cambio verificado fué enorme. -Qué hubiera pasado de haberse
tenido durante unos anos? Fué Ia perdida mayor que ei partido de Ia Lifl
espanol pudieron experimentar.
Otra vez los espanoles intervienen en ei cónclave. Nuevamente n ^ H
siete cardenales45 y uno de ellos, Juan Fachinetto, fué elegido con ei mufl|
de Inocencio IX. En Ia medida que puede juzgarse, era también de sirflfl
epanolas; por Io menos envio dinero a Ia Liga y se conserva ei escrito d H
recomienda a Alejandro Farnesio apresurarse en su equipamiento, penetrar [
Francia y apoderarse de Rouen, Io que ei general realizo con Ia mejor <lcstJ
y fortuna.40 Pero jdesgracia también que Inocencio IX fuera tan anciano yl
coso que apenas abandonaba ei lecho ni para recibir en audiência! Del lecf
muerte de un anciano, que ya no se podia mover, salieron consignas de
que agitaron a Francia y a toda Europa. Apenas llevaba dos meses,
murió.
Tenemos por cuarta vez cónclave y elección. Fueron tanto más
vos cuanto que los câmbios incesantes habían fortalecido Ia opinión de ei
más importante de todo era un hombre vigoroso. Era menester tomar una
sión por largo tiempo. Este cónclave se convierte en un factor trascendenf1
Ia historia universal.

5) La elección de Clemente VIU; caracter dei nuevo Papa


Los espanoles, durante Ia marcha feliz que en los últimos anos habían l l | f l
para ellos los asuntos de Roma, habían conseguido también granjearse a I I
talto. La familia de este sobrino papal había comprado fincas en los d o f H
napolitanos. Mientras Montalto promete no oponerse en adelante a Ia vti^H
dei rey, este le asegura de su parle no excluir a los cardenales promovid^B
Sixto V. Se establece así una alianza y los espanoles no vacilan en apoyar fl
40 En Ia Histoue des cone/aves, i, 251, se dice: Lcs Espagnols vouloient retablir M
tation. Pero se trata aqui de una inala tradueción: En cl MS. que constituye Ia base de eiM]
ei "Cónclave di Innocenzio IX" (Intí. poiitt.), se dice: per non perder Ia racquistata autorità, 1
concuerda realmente con Ia situación de Ias cosas.
40 Scgún Dávila, Historia delle guerre civili di\ Francia, xn, p. 765, podría parecer Cfl
Inopeniio no hubiese estado completamente dei lado de Ia Liga; ei citado escrito (en Cayet, H
elimina, sin embargo, toda duda.
CLEMENTE VIII .->3T

lón ai hombre dei que se podia esperar Ia más activa colaboración en Ia gue-
"iii Francia.
Santorio, que llevaba ei título Sanseverina, podia considerarse como ei más
í entre todos los cardenales. Ya en su juventud había luchado en Nápoles
los protestantes y en su autobiografia, que conservamos manuscrita, cali-
lu San Bartolomé como "ei famoso dia de San Bartolomé, tan agradable
los católicos".41 Siempre babía defendido Ias opiniones más violentas y era
bro director en Ia congregación de asuntos franceses. Era desde largo tiem-
alma de Ia Inquisición, y estaba todavia lleno de salud y no muy viejo.
liste era ei hombre que los espanoles querian honrar con Ia suprema dig-
J
: ningún otro que les fuera más rendido. Olivares Io tenía preparado todo48
cabia duda alguna, pues de cincuenta y dos votos se contaba con treinta y
que eran bastantes para decidir una elección en que se exigen los dos ter-
. A Ia manana siguiente, después de haberse clausurado ei cónclave, se pro-«
|ó ai acto de elección. Montalto y Madrucci, jefes de Ias dos facciones ya de
^rdo, recogieron a Sanseverina de su habitación, que fué saqueada por los
dos como es costumbre cuando se va a ser elegido. Treinta y seis cardenales
gcliaron con él a Ia capilla Paulina. Se le pidió gracia para sus enemigos y
laró que todo Io queria perdonar y que, en senal de sus intenciones, se llama-
( limente. Se le encomendaron los pueblos y los impérios.
I Pero ai proponer su nombre se había tenido en olvido una circunstancia.
Iicverina pasaba por hombre riguroso a quien todo ei mundo temia.
Ya esto había ocasionado que muchos no aceptaran su nombre: carde-
Ics jóvenes, viejos enemigos personales, todos, en número de dieciséis, se
nieron en Ia Capilla Sixtina. Falta un voto para poder presentar Ia exclusión
i vários de los reunidos parecían dispuestos a someterse ai destino y reco-
r a Sanseverina, pero ei experimentado Altemps ejercía tal influjo que con-
ió que se mantuvieran firmes. Confiaban en que él veia mejor Ias cosas
ellos mismos.
La misma aversión trabajaba en aquellos que habían dado su palabra por
severina y algunos Io rechazaban de corazón. Se habían acomodado a los
ros dei rey y de Montalto, pero esperaban Ia primera ocasión para rebelarse.
entrar en Ia capilla donde se iba a celebrar Ia elección se produjo una agita-
jn desacostumbrada en los casos ya decididos. Se hizo un intento de contar
' votos, pero parecia como si no se quisiera llegar ai fin y hasta los mismos
isanos de Sanseverina pusieron obstáculos en ei camino.49 Faltaba una perso-
que recogiera y diera expresión a Ias ideas que se agitaban en tantos. Por
, Ascanio Colonna se armo de valor y habló. Pertenecía a los barones roma-
>s que temían Ia dureza inquisitorial de Sanseverina más que nada. Exclamo:
Vo que Dios no quiere a Sanseverina; tampoco Ascanio Colonna Io quiere."
4
? Habla de un giusto sdegno dei re Cario IX di gloriosa memória in qucl celebre giorno di
Itortolommeo lietissimo a'cattolici.
** Cónclave di Clemente VIII. MS. II conte di Olivarez, fedele et inseparabile amico di S. Se-
rma, aveva prima di partire di Roma per il governo di Sicilia tutto preordinaro.
*s> Existe sobre esto, aparte de los relatos impresos o manuscritos de los cónclaves, Ia rcla-
n dcl mismo S. Severina.
336 CONTRADICCIONES INTERNAS

En seguida abandono Ia capilla Paulina y se pasó a los que estaban reuni


Ia Sixtina.
Con esto, ganan los enemigos. Se preferia un escrutínio secreto,
no se hubieran atrevido a retirar publicamente ei voto que ya tenían
tido, pero si en secreto, si tenían Ia seguridad de pasar inadvertidos. Cm
contaron los votos, hubo solo treinta a favor dei propuesto.
Sanseverina había llegado seguro dei triunfo y creía estar ya en/ w
dei poder eclesiástico tan excelso a sus ojos, por ei que había combatido
menudo. Había pasado siete horas de angustia, oscilando entre Ia esperai
ver colmado su anhelo supremo y Ia idea de un futuro corroído por ei aa
de Ia postergación, entre ser senor y tener que obedecer, siete horas con ansí
vida y muerte. Por fin, todo estaba resuelto y volvió a su habitación S(H^
despojado de sus esperanzas. "La noche siguiente —dice cn su autobiognw
me fué más dolorosa que ningún otro momento desgraciado de mi vi<JI
terrible tristeza de mi alma y Ia angustia me hicieron, j parecerá increíb»
dar sangre."
Conocía bastante bien Io que es un cónclave para poderse hacer ü l f l
Sus amigos Io presentaron todavia en Ia elección, pero fué un intento f
perado.
También los espanoles perdieron. El rey había nombrado cinco p S H
ninguna de ellas fué elegida. Se tuvo que echar mano de Ia sexta, que T
sido puesta por los espanoles en calidad de suplente.
Más por dar gusto a su aliado Montalto que por movimiento propí
rey había puesto en Ia lista ai cardenal Aldobrandino, hechura de Sixto V,J
que se había venido excluyendo hacía anos. En él se pusieron Ias espef
como en ei único posible. Se puede adivinar que fuera dei agrado de Mon
los espanoles, por Io mismo que estaba en Ia lista, nada podían decir en I
y, para ei resto, era persona generalmente querida. Así, pues, fué elcgid
mucha dificultad ei 22 de enero de 1592, y tomo ei nombre de Clemente]
Es algo singular Io que les pasa a los espanoles. Se ganan a Montalto I
imponer uno de los suyos y, precisamente, esta alianza hace que ellos
tengan que ayudar para que salga un amigo de Montalto, una criam
Sixto V.
Observamos que se produce de este modo un cambio en Ia marcha
elecciones que no deja de tener importância. Desde hacía tiempo se habí
sucediendo hombres de facciones contrarias. También ahora había ocuní
mismo y los protegidos de Sixto V tuvieron que batirse en retirada por três '
pero los elegidos disfrutaron de un poder muy pasajero y no pudieron con
ninguna nueva facción fuerte: muertes, entierros, cónclaves se fueron sur^
do. El prímero que vuelve a cefiir Ia tiara en plena posesión de sus fuerl
Clemente VIII. Fué un gobierno dei mismo partido que ultimamente había]
minado tanto tiempo.
La atención general estaba dirigida hacia ei nuevo Papa, a ver qué
que se podia esperar de él.
CLEMENTE VIII 337

(llcmcnte VIII había nacido en ei destierro. Su padre, Silvestro Aldobran-


. de distinguida família florentina, pero enemigo activo de los Médicis, fué
irado cuando ei triunfo final de esta casa en ei ano 1531, y tuvo que bus-
la vida en ei extranjero. 50 Era doctor en derecho y había profesado en Ia
rsidad de Pisa; desterrado, lo encontramos una vez en Venecia, donde
bina en Ia reforma dei estatuto veneciano o cuida una edición de Ia lnsti-
I otra vez, en Ferrara o en Urbino, tomado parte en ei Consejo y en ei
Tiiil de los archiduques, pero sobre todo le vemos ai servicio de uno u otro
fcnal v encomendado con asuntos jurídicos o administrativos cn alguna de
(titulados de Ia Iglesia. Lo que quizá le caracteriza mejor es que, a pesar
•ilíi vida inquieta, fué capaz de sacar adelante cinco hijos excelentes. Acaso
• más talento fué ei mayor, Juan, de quien se decía que llevaba Ias riendas
V <.isa; por Ia via de Ias dignidades jurídicas llega a cardenal en 1570. Se
• que, de haber vivido más tiempo, podría haber aspirado ai Papado. Bemar-
pm<> fama con ei oficio de ias armas; Tomás era un buen filólogo y su tra-
lion de Diógenes Laercio ha sido reimpresa varias veces. Pedro pasaba por
kirisla práctico excelente. El más joven, Hipólito, naeido en 1536, en Fano, 51
li principio Ia preocupación de su padre, porque temia no poderle dar Ia
Mi ión que su talento reclamaba. Pero ei cardenal Alejandro Farnesio acogió
Vuhacho y le aseguró una ayuda anual con los ingresos de su obispado de
• t o . La carrera de su hermano le fué favoreciendo. Pronto llegó a ser pre-
i \ ocupo ei lugar de su hermano mayor en ei Tribunal de Ia Rota; Sixto V
M/II cardenal y le encomendo una embajada en Polônia. Ella le dió ocasión
.ihlecer relaciones con Ia casa de Áustria. Toda Ia casa de Áustria considero
un servicio que el cardenal, que se valió de su autoridad con discreción
ilidad, libertara ai archiduque Maximiliano de Ia prisión en que le man-
los polacos. Cuando Felipe 11 se decidió a designar como suplente a u n
ido de Sixto V fué este el motivo por el cual le prefirió a otros. De este
el hijo de un emigrante sin pátria, dei que se temia tuviera que pasar
i ii vida haciendo ofícios de secretaria, llega a Ia máxima dignidad en el
Ido católico.
i Con gusto se contempla cn Ia iglesia delia Minerva, de Roma, el monu-
klo que Silvestro Alobrandino erigió a Ia madre de esta magnífica prole: "A
nucrida dama Lesa, de Ia casa Deti, con Ia que yivió en armonía treinta y
If anos."
í II Papa lleva a su oficio toda Ia energia propia de una família que sale
p n t e a través de muchas vicisitudes. Los asuntos se despachan por Ia ma-
),\ icmprano y a primera hora de Ia tarde Ias audiências; 52 todas Ias informa-
[ H<> Varclii, Storia Fiorcntina, m, 42, 61. Mazzuchelli, Scrittori d'Itaíia, i, i, p. 392 contiene,
\u de costumbre, un artículo concicnzudo e instruetivo cn cuanto a este nombre, pero no es
l|ilclo. F.ntre otras cosas, faltan datos sobre su actividad en Venecia, con cuja mención comienza
iil ii um de Joh. Dclfino, de modo que no cabe duda alguna sobte este asunto: Silvestro Aldo-
Jriilmi nc'teinpi delia ribellione di Firenzc cacciato da que/Ia città se ne venne qui, riíormò ii
• l i Jtatuti e rivcdde íe leggi et nrdini delia republica.
T <•> Kn cl Libro di battesmo del/a parochia cattedrale di Fano, se dice: a di 4. Marzo 1536 fu
Hiv.ilo un putto di Mr. Salvcstro, cite tu luogofenente qui: hebbe nome íppolyto.
'•" BciUivoglio, Memorie, i, p. 54, contiene todo el orden de una semana.
338 CONTRADICCIONES INTERNAS

ciones son acogidas y examinadas y los informes leídos y discutidos. Se l ^ H


los motivos jurídicos y los antecedentes y no poças veces ei Papa está más ofl
rado que ei relator de oficio. Sigue trabajando con Ia misma atcncíón que ^Ê
do era auditor de Ia Rota y dedica a los detalles de Ia administración a f l
y a los de caracter personal no menos cuidado que a Ia política europeu o ai
grandes intereses dei poder eclesiástico. Al preguntarle una vez quí cosa le È
placía más, contesto: "Todo o nada."53
Pero no por eso descuidaba sus obligaciones sacerdotales. Todas Ias laia
le confesaba Baronius; iodas Ias mananas celebraba misa; ai mediodía, pofl
menos en los prímeros anos, comían con él en ia misma habitacíón doce po|fl
y no había que pensar en los regalos de Ia mesa; además, se ayunaba los vi
nes y los sábados. Después de haber trabajado toda Ia semana, su descanso 01
sistía en hacer venir a unos piadosos frailes o a los Padres de Ia Vallicella f f l
conversar con ellos sobre profundas cuestiones de religión. La fama de hoitfl
virtuoso, piadoso, de vida ejemplar, que siempre disfrutó, aumento de m < H
extraordinária con este estilo de vida. Lo sabia y Io descaba. Precisamente, ti
fama aumentaba ei prestigio de su supremacia.
Siempre procedió con calculada seguridad. Trabajaba a gusto, pues ^ H
esos temperamentos que sacan nuevas energias dei trabajo, pero no lo hacf|fl
forma tan absorbente que no interrumpiera sus preocupaciones con ejerefl
regulares.'' Llegado ei caso, podia indignarse y mostrarse violento, pero ^ H
que ei interlocutor, aunque guardara silencio ante Ia majestad dei Papado, t f l
lucía su descontento, se rehacía y trataba de volver Ias cosas a bien. N ^ H
podia encontrar en él que no estuviera en armonía con Ia idea de un fa^H
bueno, piadoso y prudente.55
Otros Papas se habían creído dispensados de Ias leyes y habían inteal
administrar su oficio a discreción, pero el espíritu de Ia época ya no lo pertl
La personalidad tenía que someterse, que retírarse un poço, pues el oficio!
todo. Sin una condueta que estuviera a tono con Ia idea dei oficio mismo, I
hubiera llegado a él ni se hubiera podido ejercerlo.
Claro es que Ia fuerza de Ia instítución creció enormemente con e s t t f l
instituciones humanas pueden ser fuertes cuando su espíritu anima a Ias nj I
sonas que Ias encarnan, a los titulares dei poder que Ia institución les prestó.H

53 Rehtione ai caidl. d'Este 1599. MS. Fosc. Conducc guerras como Júlio II, construyc rd
Sixto V, reforma como Pio V, y sus conversaciones están salpicadas de espíritu. Lucgo virõj
descripeión que sigue. Di complession flemmatico e sanguigno, má con qualche mistura di n J
di corporatuni carnoso e grasso, di costumi gravi e modestí, di maniera dolcc et aflabile, ncj >•
tardo, nelle aHJoni cüconspctto, neWeseeutiom cuntatoie: quando non risolve, premedita. E tfffl
dei secreto, cupo nci pensieri, industrioso nel tiraríi aí fine.
64 Venicr, Rehtione di Roma 1601. La gotta mo/to nieno che per l'inanzi li da mo/afl
presente, per h sua bons regoía di viver, nel quale da certo tempo in qua procede con gH|L^H
risetva c con notabile astinenza nel bere: che le giova anco moltissimo a non dar lomj^^M
grassezza, alia qjfaíe d molto inclinata Ia sua comp/essione, usando anco per questo di frcj^H
Tcsercitio di ctmttsm longamente sempre cl>c senzí sconcio de'ncgozi conosce di poteilo tare, * / •
nondimeno per Ia sua gran capacita supplisce.
«5 Delfino: Si va conoscendo certo che in tutte le cose si move. S. Sà. con gran zelo dclFU
di Dio e con gran desiderio dei ben publico.
ABSOLUaÓN DE ENRIQUE IV 339

6 ) La ahsolución de Enrique IV
JlJiimcra pregunta que asoma es como este Papa, lleno de talento, de activi-
I , ile fuerza y, por otra parte, irreprochable, comprendió y trato Ia cuestión
• importante que entonces presentaba Europa: Ia cuestión francesa.
I (jl Iabría de adherirse incondicionalmente, como Io hicieron sus antecesores
•ícliatos, a Ia causa espanola? Para esto, ni le ataban obligaciones dei curso
n u carrera ni sentia inclinación tampoco. N o ignora que Ia hegemonia espa-
I H pesa también sobre ei Papado y acabará por arrebatarle su independência
•ca.
{Habría de acogerse ai partido de Enrique IV? En verdad que este rey
.•(a estar dispuesto a convertirse ai catolicismo. Pero es más fácil dar una
csa semejante que cumplirla. Seguia siendo protestante y Clemente V l l f
ii ser enganado.
Ya vimos como Sixto V oscilo entre estas posibilidades y qué consecuencias
desagradables tuvo su vacilación. El partido fanático seguia siendo muy
te en Roma. El nuevo Papa no podia exponerse a su animadversión.
Sc ve, pues, rodeado de dificultades. Se guardo muy bien de delatarse con
ibras, evito despertar adormecidas enemistades. Solo en sus hechos podemos
ivinando su inspiración.
Cuando llega ai pontificado Ia Sede tiene en Francia un legado que pasa
hispanófilo, un ejército que había sido enviado a combatir contra Enri-
IV y Ia Liga recibe subsídios. El nuevo Papa nada puede cambiar. Si se
icsen suspendido los subsídios, retirado ei ejército y mandado llamar ai le-
;), liabría puesto en pcligro su fama de ortodoxia y se hubiera expuesto a
pdes sinsabores, como le ocurrió ai Papa Sixto. Pero también estaba muy
le incrementar estos esfuerzos prestándoles nuevo impulso. Más bien trato
moderándolos y limitándolos poço a poço, a medida que Ia ocasión se
lento.
Muy pronto, sin embargo, se vió obligado a dar un paso de sentido muy
r<>.
En cl ano de 1592 Enrique IV manda a Itália ai cardenal Gondi para que
|C que está dispuesto a someterse a Roma. Cada dia se inclina más ai cato-
[Kino, pero su propósito parece más bien ei de entrar en Ia Iglesia por una
de pacto, bajo Ia mediación de Toscana y Venecia, y no por sumisión. Y
•> cna esto también muy aceptable para ei Papa? El retorno dei rey ^no era de
lus modos una gran adquisición, fuere cual fuere Ia forma? Sin embargo,
emente considero oportuno no entrar por esta via y no recibió a Gondi. La
HCncia de Monsieur de Luxembourg había producido a Sixto V muchas y
lindes incomodidades, sin provecho alguno, por otra parte. Envio a un fraile,
tu I-ranceschi, a Florencia, adonde habia llegado ei cardenal, para anunciarle
In no podría ser recibido en Roma. Al Papa le vino muy bien que ei cardenal
[uejara ai archiduque, porque deseaba que su negativa llamara Ia atención.
I ni este es solo un aspecto dei asunto: enfadar ai rey, rechazar un acercamien-
í de fines conciliatórios, no podia ser tampoco propósito dei Papa. En Ias infor-
340 CONTRADICCIONES INTERNAS

maciones venecianas encontramos que Fra Franceschi cumplió con su e


oficial, anadiendo que creía que ei cardenal seria recibido secretamente. 5 *
parece que Gondi estuvo realmente en Roma y que ei Papa le dijo que h
de llamar a su puerta varias veces. Por Io menos, es cierto que un agen'
Gondi se dirigió a Roma y, después de baber celebrado varias confer"
declaro ai embajador veneciano que, gracias a Dios, tenía motivos*paro
satisfecho y abrigar esperanzas, 57 pero que no podia decir más. En una pal(
junto a Ia negativa oficial, tenemos una aproximación secreta. ClemenM
no queria agraviar a los espanoles ni rechazar a Enrique IV. Su condu^
inspiraba en ambos propósitos.
Entretanto, se había presentado otra cuestión mucho más importante^
En enero de 1593 se reúnen los partidários de Ia Liga cn Estados Gej
les para proceder a Ia elección de un nuevo rey. Como ei motivo de Ia e\cl
de Enrique IV era de índole religiosa, ei legado dei Papa gozaba do una
ridad extraordinária. Seguia siendo Sega, obispo de Plasencia, elegido porl
gorio XIV. Varón que representaba muy bien Ias tendências hispanófil
rigurosas de ese pontificado. Clemente considero necesario hacerle llegaa
instrueción especial. Le advierte que tenga cuidado para que ni Ia violência
soborno ejerzan influencia en Ia elección, y le conjuta para que evite sobrei
cualquier precipitación en asunto tan grave. 68
Advertência que no hubiera dejado de tener peso para un enviado aâ
creyera estaba.obligado a seguir Ias indicaciones de su príncipe, pero que B
concebida en términos demasiado generales para que este prelado, que csjm
más en su carrera de los espanoles que dei Papa, se apartara de un H
ai que había pertenecido de siempre y ai que creía ei más ortodoxo. El carff
Sega no cambio, pues, en un ápice su conducta. Todavia ei 13 de junio d(M
publica una declaración pidiendo a los Estados que elijan un rey, no s A f
cero católico, sino resuelto y capaz de sofocar los esfuerzos de los hercjas.j
es Io que le interesaba ai Papa por encima de todo. 59
Clemente sigue apareciendo en su conducta general y en sus declarBM
oficiales como ei jefe dei partido ortodoxo hispanófilo. Es verdad que no »
con aquella apasionada entrega de otros Papas. Si acaso tiene esta capacidjjV
mantiene en secreto, pues a él le basta con seguir tranqüilamente ei orden]
los asuntos por Ia via ya iniciada, Ia que mejor se compagina con Ia idea d l
dignidad. Pero se observa también que no rechaza por completo ai otro p i H
que no le quiere poner en ei disparadero. Con aproximaciones secretaBJ
médio de alusiones, lo mantiene cn ia esperanza d e ú n a reconciliación f t f l
Hace bastante por los espanoles, pero los enemigos tienen que darse cuenM
que sus actos no son completamente libres y que tiene que actuar así y no d H
56 níspaccio Donàto 23. Ott. 1592, de una rclación ai embajador florcntino Nicc^^H
explicación de Fra Franceschi fué Ia siguiente: che crede che ií papa 1'admcíferia, ma i li<- y\
/évare )i cattolici luori d/ dúbio et ogni ombra che admeítcndo/o riceve ambasceria di .Viv.irnJ
57 Jbid. Dopo aver Jassato sfbgar ií primo mofo de)/a alteration di S. Bcat.
58 En Davila, xnr, p. 810, se encuentra un extracto de esla instrueción.
59 gu'il ait Je courage et Jes autres vertus requises pour pouvoír heureuscruent repi^H
ancantir du íout les oíferts et mauvais desseins des heretiques. C'est fa chose du monde 0 Í ^ |
S. S. presse et desire. (En Cayet, 53, 350).
ABSOLUCIÓN DE ENRIQUE IV 341

hera por consideración a aquéllos. En ei Papa Sixto los estados de ânimo


f contrários fueron los que le impidieron tener intervenciones decisivas,
ntras que en Clemente se trata de Ia circunspección de un hombre cono-
>c dei mundo que procura conciliarse a Ia larga con los dos bandos. Pero, de
s maneras, resulta también que no ejerce ninguna influencia decisiva.
Por eso los asuntos franceses, abandonados a si mismos, se desenvuelven
n sus propias fuerzas internas.
Lo más importante fué que los caudillos de Ia Liga se dividieron. Los
,(lieis" se adfiirieron estrechamente a Espafia, mientras Mayenne perseguia
finos de su ambición personal. Los dieciséis exageraron su ceio y cometie-
|os crueles atentados contra supuestos o verdaderos desertores, por ejemplo,
Jvosidente Brisson. Mayenne considero conveniente darles una lección y»
pilo ejecutar a los jefes más violentos. Favorecido por esta disensión, surge
P.irís desde princípios dei afio 1592 una opinión política y religiosamente
ji-rada, aunque católica, opuesta a Ias actividades de Ia Liga, especialmente
Jbs "dieciséis" y de los espafioles. Se había llegado a una unión, no muy dife-
tc de Ia Liga misma, que se proponia poner los cargos de Ia ciudad en manos
• n i t e moderada y adicta, cosa que llegó a realizar en ei curso dei ano con
ii to êxito. 60 Y como los espafioles hirieron ei sentimiento nacional de los
•irses ai proponer a Ia Infanta Isabel, nieta de Enrique II, como heredera
Irono, Ias tendências de Ia Liga y Ias espafiolas fueron tropezando cada vez
I mayor resistência. Mientras desaforados predicadores lanzaban anatemas
|lii los que se atrevían a hablar de paz con ei hereje, aunque fuera a misa, ei
Jliuncnto recordo Ia ley fundamental dei país que excluye dei trono a prín-
n ixtranjeros. Se ve muy bien que este partido, designado con ei nombre
|j>,iilido político, no esperaba otra cosa que Ia conversión de Enrique IV para
Merse a él.
I íQué diferencia había entonces entre ellos y los católicos alrededor de En-
lle IV? Aquéllos esperaban, antes de someterse, que ei rey diera ei paso; estos,
1
mieterse, creían que lo daria. Porque en esto coincidían también los realistas
llcos: que ei rey debía volver a Ia Iglesia, aunque no hacían depender su
liniidad de esta condición. Acaso por oposición a los protestantes que rodea-
iií rey, pusieron cada vez mayor empefio en ello, y los príncipes de Ia sangre,
|HIIÍticos más prestigiosos, Ia mayor parte de Ia corte formo ei tiers parti, cuya
MI lorística era esa exigência. 61
I n cuanto Ias cosas cobran este aspecto, todo ei mundo comprende, y tam-
k los protestantes lo niegan, que si Enrique quiere ser rey tendrá que hacerse
Mico. No es menester examinar Ias pretensiones de aquéllos que afirman haber
o ei último empujón en este sentido. La fuerza mayor residió en Ia necesi
misma de Ias cosas.62 Al dar Enrique este paso, retomando ai seno de Ia
bkia. se gana Ia opinión católica nacional francesa, representada por ei tiers
mi Cayet, lib. iv (t. 58, p. 5), comunica Ias proposiciones que fueron hechas cn Ia primera
••I Así se le describe en Sully, v, p. 249.
".'- Que en abril de 1 593 Enrique estaba decidido a esto. nos lo demuestra su escrito dei 26
mo ai gran duque de Toscana. GaTluzi, Istoria dei granducato, t. v, p. 160.
342 OONTRADICCIONES INTERNAS

parti y por ei "partido político", y tiene perspectivas d e asegurar su domini


Francia. Coincidia con aquella oposición católica que se había alistado en Ia
dera de Ia legitimidad y d e Ia independência nacional, enfrentándose a la-
vidades hispano-eclesiásticas. Su poder y prestigio habian crecido enorme m
Sin duda era Io que más pesaba en Ia opinión dei país, y en toda Franciu
taba partidários, si n o públicos, por Io menos secretos, y, mediante I a co
sión dei monarca, cobra una gran unidad interna y se siente acaudillado p<
príncipe belicoso, valiente y triunfador. Así crecida, esta opinión se hacc
sente de nuevo ai Papa y le pide su bendición. jQué título de gloria y
acción más grande si, en este momento, se declara a su favor! El asunto i>
Ia mayor importância. Los mismos prelados que habian acogido ai rey en ei
de Ia Iglesia Io habian hecho a reserva de Ia absolución papal. 63 Esta Ia sol
los miembros más poderosos de Ia Liga, con los que ei rey había ini
negociaciones. 64 Aunque Ias promesas n o siempre se cumplen, no caba
que Ia absolución dei Papa en ese momento hubiera tenido una gran influ
sobre ei curso de los acontecimientos. Enrique IV envio a uno de los gti
dei reino, ei d u q u e d e Nevers, para solicitar Ia absolución. Se había ll<
a un armistício en espera de Ia respuesta.
El Papa desconfiaba. Así como Ias ilusiones de su ambición religiosa |
maron a Sixto V, ei temor de ser enganado y de sufrir disgustos retuvo I,
mente VIII. Creía que Enrique IV podría pasarse de nuevo ai protestan!
como ya Io había hecho antes; como no viniera un ángel dei cielo y se Io <
al oído, no podia creer que el rey se había convertido de veras. Miraba
alrededor y observaba que Ia mayor parte de Ia cúria no sentia simpatia
los franceses. D e vez en cuando aparecia una hoja volante en que se repi
afirmación de que Enrique IV, como hereje relapso, n o podia ser absuelto i|
el Papa y no tenía este valor todavia para enfrentarse a los espanoles, que 1
bezaban esta opinión. 65 Y el partido que rogaba por su gracia, ^no estai
hecho contra Ias pretensiones de Ia Iglesia de Roma? "Los infieles a Ia cj
y a Ia Iglesia —como él se expresaba— son bastardos, hijos de Ia sierva y Ê
ama de Ia casa, mientras que los liguistas se han mostrado como hijos \
mos." 6 6 Ciertamente, también esta vez le hubiera hecho falta resoliuicm
atender aquel ruego, y Clemente no se podia decidir todavia. 07 Nevers
a Roma con Ia doble confianza que le daban su alto rango y Ia importanC
su misión; no dudaba que seria acogido con alegria, v en este sentido se ai
y este era también el tono que animaba a Ia carta dei rey que traía consig
«•1 Mcssietirs du clergé íuy avoient donné /'abso/uíion a ia charge qu'íf envoveroit verj j
le requerir d'approuver ce qn'//s avoient fai(. Cayet, t. 58, p. 390.
<M Villcroy, Mcmoircs. ColJ. uhiv. 62, 186.
"li LeS intmiidafions qúi fiirent faites au pape C/emcns VÍ7Í par )e dnc de Scssa. N o f
autentico y estaba publicado va en Ias M^moires de mr. fe duc de Nevers, ir, p. 716; sin enj
Capcfigue, ííistoiic de Ia réíotme, t. v n , nos Io da como algo nuevo.
06 Disp. 20 Ag. 1593. Noticia sobre Ia convcrsión de Enrique. // papa non s'era per •
moJrc aftcrato e ttiftavia restava con /'animo mo/to invo/fo ne/íi snoi soJifi dnobi c p é B
Dijo al embajador veneciano que Enrique era y seria un hncicticus relapsas, que no se podia |
cn su convcrsión.
«7 "Rclatio dictorum a Clemente papa VIII dic 28. Dcc. 1593 in consistorio" M
Neveis, ir, p. 638.
ABSOLUCIÓN DE ENKIQUE IV 343

p;i encuentra este tono propio, no ya de un rey católico probado, sino de quien
Iene, segundo Carlomagno, después de haber derrotado a un enemigo de Ia
lesia. Nevers se asombró dei frio reeibimiento y de Ia menguada acogida que
rneieron sus pretensiones. Como todo fué en balde, preguntó finalmente ai
p;i qué tendría que hacer ei rey para merecer Ia gracia de Su Santidad. El Papa
luso que en Francia había teólogos bastantes que le pudieran aconsejar. "Pero
u Santidad se dará por satisfecho con Io que digan los teólogos?" El Papa
ÍBclió Ia respuesta. Ni siquiera queria considerado como embajador de Enri-
V sino tan solo como Luis Gonzaga, duque de Nevers, y todo Io que habían
iblado carecia de caracter oficial, no era más que conversación privada; no
,bo manera de que entregara una resolución por escrito. "No me resta —dijo
ivers ai cardenal Toledo, que le comunico esta posición dei Papa— más que
icntarme de Ia desdicha que ia fúria de los soldados va a desatar sobre Fran-*
con Ia nueva guerra". El cardenal no dijo una palabra y se limito a sonreír.
>vers abandono a Roma y dió rienda suelta a su desencanto en amargas rela-
Jles.68
Por Io general, ei hombre siente tan solo su posición personal. La cúria
ana solo sabe de Io que le conviene, y no encontramos en ella una partici-
•ión simpática en ei destino de Francia.
C/onocemos Io bastante a este Papa para creer que no iba a repudiar en ab-
jfclto a los partidários de Enrique, y menos ahora, que eran más poderosos. Por
dió Ia seguridad a un agente secreto de que no le negaria su absolución una
fe que se mostrara católico. Le caracteriza que, después de haber rechazado pú-
tnmente, de manera tan resuelta, activar ei retorno dei rey a Ia Iglesia católica,
lera saber en secreto ai archiduque de Toscana que nada tendría que oponer
Io que ei clero de Francia hiciera. También ei archiduque pudo comunicar a
I caudillos de los realistas católicos declaraciones favorables dei Papa,69 pero
tudo esto, Su Santidad pensaba en su propio futuro. Por esta razón, Ia cosas
Irancia marchaban como podían.
I lábia terminado ei armistício; salen a relucir de nuevo Ias espadas y ei des-
ta se entrega a Ia suerte de Ias armas.
Pero pronto se decide Ia superioridad de Enrique IV. A los jefes de Ia Liga
f.ilta Ia seguridad de un convencimiento que antes les había ofrecido tan
kte respaldo. Las teorias de los políticos, Ia conversión dei rey, su buena estre-
', les habían trastornado. Uno trás otro se van pasando ai bando dei rey, sin
tair mientes en que le falta absolución. El jefe militar de Meaux, Vitri, ai que
"• cspanoles no pagaban Ia soldada, inicio Ia marcha, que fué seguida por
llcáns, Bourges y Rouen. Lo importante ahora era qué iba a pasar en Paris,
íspués de muchas vicisitudes, prevalecia Ia opinión nacional francesa. Se
bia ganado a las mejores famílias y disponía de los mejores puestos. La bur-
*H Dos escritos, de contenido casi idêntico: Discours de ce que fit nir. de Nevers à son voyage
Roíne en 1'année 1593 y Discours de )a Jegation de mr. le duc de Nevers. Ambos se hallan cn
*H!vmdo tomo d e las ya citadas memórias de Nevers, y cl primero también, casi literalmente,
|( tivct, Extractos cn T h u a n , Dávila, y, más recientemente, como si se tomaran de documentos
kiMiocidos, en Capefigue.
[ W Davila, lib. xrv, p . 939.
344 CONTRADICCIONES INTERNAS

guesía armada estaba ya a sus ordenes y ei Hotel de Ville dominado por su 4


ritu. Los prebostes de los comerciantes y los escabinos eran todos dei mi
partido. I n estas circunstancias, no hay dificultad alguna para ei retorno dei j
que tiene lugar ei 22 de marzo de 1594. Se asombró Enrique IV de que « k T
blo, que le había ofrecido tan larga resistência, le recibiera ahora con tan )m
sos vítores. Penso que hasta entonces había vivido sometido a una tirania, I
no era verdad, porque Ias ideas de Ia Liga prendieron en su dia en los anil
aunque otras les desplazaran ahora. El regreso dei rey fué más que nadftl
victoria de Ia opinión política. Los de Ia Liga padecieron una persccuciún |> i
a Ia que ellos mismos habían desencadenado tantas veces. Caudillos tan •
rosos como Boucher abandonan Ia ciudad con Ias tropas espanolas y rtT
cien, considerados como los más peligrosos, son desterrados formalmente.]
dos los poderes, todo ei pueblo presto ei juramento de fidelidad, y t a m b í »
Sorhona, cuyos miembros más obstinados, incluído ei rector, habían sidflH
terrados, se sometió ai nuevo Seíior. Sus resoluciones de ahora suenfl
modo muy distinto a Ias dei ano 1589. La Sorbona reconoce también alior;i I
todos los poderes proceden de Dios, según Ia epístola 13 a los R o m a J
que todo Io que se opone ai rey resiste ai mismo Dios y merece ei inffl
Rechaza como una fantasia de gente maligna e ignorante Ia opinión de q f l
posible negar obediência a un rey porque no ha sido reconocido todayH
ei Papa. Todos los miembros de Ia universidad, ei rector, ei decano, los i
gos, los decretistas, los médicos, los artistas, los frailes, los alumnos y loil
pleados, juran fidelidad a Enrique IV y se comprometen a dar su sangfl
él. Pero, Io que es más, basándose en esta su nueva ortodoxia, Ia univflM
inicia una campana contra los jesuítas. Se les echa cn cara sus princiji
versivos, de los que antes habían participado, y su hispanofilia. Duram
tiempo los jesuítas se defendieron y no sin éxíto. Pero como en ei m i s n j
un hombre había visitado sus escuelas, Juan Chastel, 70 había atentado cond
vida dei rey, y en su interrogatório llegó a decir que había escuchado mifl
veces de los jesuítas que había que matar a un rey que no estuviera a biofl^
Ia Iglesia, ya no pudieron impedir ei triunfo general dei partido contra I
habían luchado siempre. A duras penas se pudo evitar que ei pueblo ,I..I|
su colégio y todos los miembros de Ia orden fueron condenados, como sedm li
de Ia juventud, perturbadores dei orden público y enemigos dei rey y {
tado, a abandonar ei país en ei plazo de catorce dias. 71 Así fué incremeiül
Ia opinión que había empezado como oposición modesta y fué ganando a •
y ei país entero, hasta desalojar ai enemigo dei campo de combate. Po| I
partes se produjeron movimientos semejantes. Todos los dias ocurrían n í
sumisiones y ei rey acabo por ser coronado y ungido en Chartres. En todfl

TO [iivcncius (partis v, iib. xn, n. 13) hace dei criminal Ia siguiente desciipción
iveni Uistis aC tcttica, mores improbi, niçns anxia recordatione criminum arque umus /' l
quod matrem aliquando verberasset. Conscientia criminum ulírix mentem efferatam diro vt
gebat metu: quem ní Icnirct, immanc parricidium impôs mentis an potius erebi /nrjii
designai, quo tanquam de re/igione ac regno bene meritus peccatorum veniam íaci/ius, ut
reputabat, consequeretur.
71 Anmifle literae societatis /esu 1596. p. 350. Tanta superat adhuc praeteriti aa^H
tuatio, ut nondum tabu/as omnes atque armamenta disiccla collcgiriinus.
ABSOLUCIÓN DE ENRIQUE IV 345

||pitos se hicieron rogativas por él, Ias ordenes religiosas le reconocieron y


• I ió Ias regalias de Ia corona, tan importantes, sin resistência alguna. Se mos-
) cn esto buen católico, y allí donde ei rito había decaído, como consecuencia
lis últimas revueltas, trato de restablecerlo, y donde se manifestaba con
tninio exclusivo, consagro su derecho en solemnes privilégios. Y todo esto
estar todavia reconciliado con ei Papa.
Fará este se había convertido en necesidad urgente pensar en esa recon-
lunón. 72 De haberse negado más tiempo podia surgir un cisma, una Iglesia
licesa separada de hecho.
Los espanoles siguieron oponiéndose. Afirmaban que Enrique no se había
vertido de veras y que había más probabilidades de cisma en caso de que
Ibiera Ia absolución. 73 Enumeraban Ias ocasiones que habrían de dar origen
Jnismo. Le era menester resolución ai Papa para romper con aquellos cuyo
J
crío le envolvia, que tenían un gran partido en Ia cúria; para separarse de
D opinión que pasaba por Ia ortodoxa, por Ia que sus antecesores se habían
Indo tanto espiritual y secularmente, y que él mismo había sostenido durante
L
~; pero también se daba cuenta de que cualquier demora podia ser fatal y que
Ho podia esperar nada nuevo dei otro bando. Sentia que ei poder que había
ck> triunfante en Francia, si bien en los asuntos eclesiásticos representaba
a oposición con Ia doctrina rigurosa, en los asuntos seculares armonizaba
iiimente con los intereses romanos. Acaso era posible eliminar Io primero y
ivechar tanto mejor Io segundo; el caso es que Clemente se mostro dispuesto
euanto se le dirigió Ia primera palabra. Conservamos el informe dei pleni-
nciario francês d'Ossat sobre sus negociaciones: es agradable, instruetivo
igno de ser leído. No encuentro que tuviera que vencer grandes dificulta-
No tendría sentido seguirle en cada uno de sus pasos, porque Ia situación
ml de Ias cosas fué Ia que determino ai papa. 74 Todo dependia de que el rey
"diera también a ciertas peticiones suyas. Los adversários hubieran exagerado
sto esas peticiones porque para ellos era este un caso en el que Ia Iglesia re-
na Ias mayores garantias; pero el Papa mantuvo condiciones tolerables. Pidió
"cialmente el restablecimiento dei catolicismo en el Bearne; Ia acogida dei
icilio de Trento en euanto sus disposiciones no contradijeran Ias leyes dei rei-
la observación estricta dei concordato y Ia educación dei presunto heredero,
príncipe de Conde, en ia fe católica. También para el rey era muy deseable Ia
meiliación con Ia Santa Sede. Su poder descansaba en su retorno ai catoli-
lo y mediante Ia absolución dei Papa quedaba este acto totalmente legiti-
lo; aunque Ia mayoría se había sometido, había todavia algunos que hacían
i Ia falta de absolución como motivo de su resistência.75 Enrique IV aceptó

' Sólo el 5 de Nov. de 1594 encuentra el embajador veneciano ai Papa megio inclinato che
(«ss.ito cn euanto a los asuntos de Francia.
"Òssat .i M. de Villeroy, Rome 6 Dec. 1594", Lettres dOssat, i, p. 53.
i f* Los problemas más importantes, principalmente doctrinalcs. que se trataron entonces, los
•Ui en mi Historia de Francia (u, 19).
''• "l)u Perton au roi, 6 Nov. 1595": De toucher icy, combien 1'authoiité et Ia faveur de ce
e\tjrit entre vos mains vous peut servir d'un utile instrument nos seuiement pour rcmcttre
pini\crvcr vos su;'ets en paix et en obeissance, mais aussi pour vous préparer toutes sortes de
(lilriir* iiors votre royaunie, et à tout le moins pour tenir vos ennemis cn que/que crainte cí
346 OONTRADICCIONES INTERNAS

sin dificultad aquellas condiciones, y más aún cuando ei Papa admitiu U


cláusula por Ia cual no había de extretnar Ia puesta en práctica de Ias pi
que le habian sido concedidas hasta ei punto de perturbar ia paz dei reinetf
rey le interesaba mucho mostrarse buen católico. Ahora era mucho más podfl
que cuando Ia misión dei duque de Nevers y, sin embargo, ei escrito en q u o í
ai Papa Ia absolución está redactado en tono mucho más humilde y sum
rey —se dice en é l 7 6 —vuelve a los pies de Su Santidad y os implora en I
humildad, por Ias entranas de Nuestro Senor Jesucristo, que le envieis VIM
santa bendición y vuestra absolución mayor". El Papa se sentia completanf
satisfecho.77 No quedaba sino que ei colégio de cardenales se mostrara tarai
conforme. El Papa no queria convocar un consistorio ordinário, porque tf
mente Ia lógica de acuerdos anteriores podría traer consigo resultados desagj
bles. Invitó a los cardenales en particular a que le expusiera cada und
opinión, procedimiento que había sido empleado a menudo en ocasiones ( •
tidas. Después de haber escuchado a todos, declaro que Ias dos terceras pjf
de los votos estaban por Ia absolución.
El 17 de diciembre de 1595 se procedió a Ia ceremonia. El trono dei I'
fué erigido delante de Ia basílica de San Pedro y los cardenales y ia cúria rai
ban respetuosamente a Ia cabeza de Ia Iglesia. Se leyeron Ia petición dei rey y
condiciones a que se había sometido. En este momento los representantaj
rey cristianísimo se postraron ante los pies dei Papa y este, con un ligew I
de vara, les dió Ia absolución. En esta ocasión Ia Sede Apostólica aparece
vez más con todo ei esplendor de su autoridad tradicional. 78
Es que de hecho se celebra un gran triunfo. El poder que dirige a Ftttl
fuerte y bien asentado, es de nuevo católico y tiene interés en m a n t e a f l
bien con ei Papa. De este modo se constituye un nuevo centro para ei uni
católico, dei que habría de surgir una gran acción.
Vistas Ias cosas más de cerca, este triunfo ofrece dos aspectos distinto!
Francia no había sido rescatada por Ia acción directa dei Papa ni wÊ
victoria dei partido extremista, sino más bien por una unión de Ias opiri
moderadas, por ei predomínio de un sentir que había empezado como
ción. De aqui que Ia Iglesia francesa tomara una posición bien distinta
italiana, Ia neerlandesa y Ia alemana, restablecida de nuevo. Se sometió ai
pero con una libertad y una independência internas que se basaban en su d
y cuyo regusto no perdió nunca. En este sentido Ia Sede apostólica n o pod|
con mucho, considerar a Francia como una pura conquista.
devoir par Vappiehcnsion de Ia mesme authorité dont ils se sont aydez pour troubler vos est»l
peuples, ce seroit un discours superf7u. Les ambassades du cardinaí du Pcrron, i, 27.
76 Requête du roi, notas de Amelot en OSSAT, I, p. 160.
77 La coite romana juzgó esta decisión precipitada y osada. Dolfino, Relatiom I •
negofii il papa ha saputo espedire e molto bine e ancora con gran celerità: perche con taafl
quanti ogn'uno sa benedisse i/ rc di Francia, Io accetlò nei gembo delia cliiesa, mando li un\
nel tempo che tutri Io ributtavano sotto pretesto che non fosse sua dignità mandarlo av»n
te mandasse il suo ambasciatore a Roma, et in quello 1'autoritá delia Stia. vra. gíovò assai, 0
mi disse S. Sà, per diversi oífici che a quel tempo io aveva íatfo a nome di lei.
78 Ossat, que suele relatar todo muy detalladamcntc, apenas habla de Ia ceremonia. Tooí
passe, dice, convenablement à Ia dignité de Ia couronne frès-ehrétienne. Pero no todos com
esta opinión.
FERRARA BAJO ALFONSO II 347

Pero tanto más ventajoso le era ai era ai Papado en otro aspecto: ei polí-
Se había restablecido ei perdido equilíbrio. Dos grandes potências, celosa
de otra, de inacabable porfía, se restringen mutuamente. Ambas eran
jlicas y podían ser dirigidas en ei mismo sentido, y ei Papa se erigia entre
cios en una posición mucho más independiente de Ia que había sido posible
ite mucho tiempo a sus antecesores. Las ligaduras con que hasta ahora le
I.I sujctado Ia hegemonia espanola se habían aflojado enormemente.
En ei curso de los acontecimientos que siguen se destaca en primer lugar
orientación política. En ei retorno de Ferrara a Ia Santa Sede se muestra
•Uievo, y por primera vez, Ia influencia francesa en los asuntos italianos.
itecimiento que reviste gran importância para ei poderio dei Estado pon-
lo. En esta ocasión podemos permitir que —como les ocurrió a los contem-
pcos— los acontecimientos interrumpan Ia cuestión religiosa. Comencemos
una consideración dei país bajo sus últimos príncipes.

7) Ferrara bap Alfonso 11


ipone con frecuencia que Ferrara, bajo ei último Este, conoce un período
~an esplendor, pero es una ilusión que, como otras muchas, procede de
ersión ai domínio secular de Roma.
Montaigne visito Ferrara bajo Alfonso II. Admira las amplias calles V
pcllos palácios, pero Ia encuentra desierta, como ei visitante moderno.79 El
estar de Ia campina depende de Ia conservación de los diques, de Ia re-
BÒn dei suministro de agita; pero ni los diques, ni los rios, ni los canales
inntuvieron en buen orden y hubo inundaciones no poças veces, y Volana
imaro se llenaron de arena, hasta ei punto que Ia navegación cesó en ellas.80
Pero todavia seria error mayor considerar a los súbditos de esta casa ducal
o libres y felices. Alfonso II hacía valer con ei mayor rigor los derechos de
ICámara. En cada contrato, aunque se tratara de un empréstito, Ia décima
Sr correspondia ai duque, quien se guardaba también cl diezmo de todo Io
entraba en Ia ciudad. Tenía ei monopólio de Ia sal, cargo ei aceite con un
,vo derecho y, por consejo de su administrador de aduanas, Christofano de
\mc, se arrogó también ei comercio dei pan y ia harina que, siendo artículos
''.juimciLsiniã necesidad, había que comprados a los. funcionários dei duque.
hijún vecino se hubiera atrevido a prestar a otro un punado de harina.81 A
inismos nobles se les permitia ia caza en unos poços dias y nunca con más
J TO MONTAIGNE, Voyage, i, pp. 226-231.
•»> En una relación sobre cl Estado de Ia Iglesia de princípios dei siglo xvn, se pretende que
tiquc había empleado en su finca de Mesola a los campesinos que tenían Ia obligación de trabajar
li nl rio Po, de modo que todo allí decayó y no pudo restaurarse (Jnff. politt., t. ix).
"I Frizzi, Mernorie per Ia storia di Ferrara, t. ív, p. 364. Principalmente Manolcsso, Rela-
<li Ferrara; 1/ duca non e cosi amato come li suoi precessori, e juesto per J'austerità et esattioni
li Cluistofano da Fiume cognominato il Frisa to [sfregiafo] suo gabcllierc. Jl Frisato s'o/ferse
ndere niiglior mercato le robbe a beneficio dei populo di queiío che facevano gli altri e di
niolto utile a S. Eccza: piacque il partito ai duca: ma se bene il Frisato paga ai duca quella
(ili lia data iiitcntione, non sodisfa però ai populo, vendendo Ia robba cattiva quanto alia qualità
i>)lo caia guanto ai piezzo.
348 CONTRADICCIONES INTERNAS

d e tres perros. U n dia se vieron en Ia plaza seis horcados; de sus pies COIM
faisanes muertos, como signo, se decía, de que habían sido ejecutados corrt
sión de un robô cometido en Ia faisanería dei duque.
Por Io tanto, cuando se habla dei esplendor y animación de Ferrara n
posible referirse ni a Ia ciudad ni a Ia campina, sino a ia corte tan solo. 'I
E n aquellas décadas tempestuosas de princípios dei siglo xvi, en li. -
sucumbieron tantas estirpes esplêndidas y tantos poderios, y en que toai li
fué transformada desde Ia base, Ia casa de Este supo afirmarse m e d i a n l B
hábil política y una brava defensa. Pcro también tenía otras cualidades. g f l
no ha oído hablar de aquel linaje que, como dice Boyardo, estaba llum.ul
conservar en ei mundo Ia valentia, Ia virtud, Ia cortesia y Ia vida sen I
iy de su residência que, como cuenta Ariosto, además de sus edifícios pÉ
pescos, se adornaba con bellos estúdios y excelentes costumbres? 8:| Si loM
merecieron loas por fomentar Ias ciências y Ia poesia, también fueron dfl
pensados en abundância. El recuerdo dei esplendor y dei poderio, que u n
pidamente se marchitan, se conserva en Ias obras de grandes autores <|u«-
muercn nunca.
Alfonso II trato de continuar con Ia política de los duques antafl
inspirado en los mismos puntos de vista.
Es verdad que no tuvo que vivir tiempos tan agitados como sus ant6i
res, pcro, como se encontraba en perpetua discórdia con Florencia y no •
siempre seguro de su Senor ei Papa, se mantuvo constantemente en I
Después de Padua, Ferrara pasaba por ser Ia mejor fortaleza de Itália y ccM
con 27,000 hombres en sus milícias.*4 Alfonso trato de mantener ei 4 H
militar. Y se arrimó ai emperador germano para oponer ai favor que I a I
encontro en Ia corte pontifícia una amistad de no menor importância. MM
una vez atravesó los Alpes con esplêndido séquito; se caso con una pi mi
austríaca y hasta parece que hablaba ei alemán. En ei afio de 1566 partsH
Hungria con 4,000 hombres, en ayuda dei emperador contra los turcos, j
Bajo su égida prospero ei elemento literário. No sé de ninguna parM
que Ia relación haya sido más estrecha. Dos profesores de Ia universidad, )
na y Montecatino, fueron uno trás otro primeros ministros dei país y M
eso cesaron en sus tareas literárias; por Io menos Pigna siguió dando sus

82 Bojardo, Orlando innainorato, n, 22.


Da questa (sliipe) fia setvato ogni va/ore,
ogni bontaèe et ogni cortesia,
amore, lcggiadria, stato giocundo
tra queí/a gente iiotita nel mundo.

M Ariosto, Or/ando furioso, xxxv, 6.


Non pur di mura e d'ampíi tettí regi,
ma di bei studi c di costumi egiegí.

** Rchtione sopra /a Romagna di Ferrara: Erano desetitti nelli rolli delia militia d.il
misario delia batfag/ia a ciò deputato tutti i sudditi atti a portar anni. Erano cosrrerti I I
piovisti per haver da servire nelVoccasioni a picdi o a cavaJ/o secondo le forze delle loro tJit
godevano essi alcune esentioni.
FERRARA BAJO ALFONSO II 349

•rs mientras gobernaba, y de tiempo en tiempo publicaba libros.85 Bautista


mini, autor de El pastor Fido, fué enviado como embajador a Polônia. El
ino Francisco Patrizi, aunque se ocupaba de matérias muy abstrusas, celebra
fingida que tuvo en Ia corte. Todo se daba cita. Con Ias porfías de Ia cien-
K mezclaban disputas sobre cuestiones amorosas, como Ia que organizo
»<>, que durante cierto tiempo estuvo colocado en Ia universidad. Unas veces
esta y otras Ia corte Ia que organizaba funciones de teatro, llenas de un
|> atractivo literário, porque ei teatro andaba entonces a Ia busca de formas
Ivas y dió con Ias pastorales que han servido de base a Ia ópera. A veces en-
tramos embajadores extranjeros, cardenales, príncipes, por Io menos los de
IVirindad, de Mantua, de Guastalla, de Urbino, y también un archiduque.
esos casos Ia corte se presenta en todo su esplendor y se organizan torneos
los que Ia nobleza no repara en gastos, y hay veces en que cien eaballeros *
mu en ei pátio dei castillo. En ocasiones representan fábulas inspiradas en
III i nbra poética, como Io indica su nombre: Ei templo dei amor,1'6 Las
| bienaventuradas, y hay pugnas por castillos encantados. Se da Ia más
fecha fusión de poesia, erudición, política y caballería. La magnificência
| innoblecida por su inspiración y Ia escasez de médios se completa con Ia
Jndancia de espíritu.
[ En las rimas y en los poemas épicos de Tasso encontramos vivo ei cuadro
festa corte. El príncipe, "resplandeciente de magnificência y de vigor, y dei
| no se sabe si es mejor caballero que caudillo", su esposa y, sobre todo, sus
lanas. La mayor, Lucrecia, que vivió corto tiempo con su esposo en Urbino
tkidió en Ferrara, tiene influencia en los asuntos de gobierno, pero- sobre
i anima las faenas literárias y musicales. Fué ella Ia que favoreció a Tasso
U corte. La más joven, Leonora, en situación más modesta, tranqüila, enfer-
A, retirada, pero de ânimo templado, como su hermana. 87 Durante un terre-
(o, ambas se negaron a abandonar ei castillo y sobre todo Leonora manifesto
| istoica serenidad; cuando por fin cedieron, era ei momento, pues inme-
kmente se derrumbó Ia techumbre. Se tenía a Leonora casi por santa y a sus
Hones se atribuyó Ia salvación de una inundación. 88 Tasso les manifesto
uiidimiento a tono con ei temperamento de cada una: a Ia mayor sin
Irvas, pues Ia compara con Ia rosa perfumada que no ha perdido su frescor
I ei tiempo, etc. También encontramos otras damas: Bárbara Sanscverina y
hija Leonora Sanvitale. Tasso nos ha descrito d e manera incomparable Ia
Iquila seguridad de Ia madre y ei sereno atractivo de Ia belleza juvenil de
hija: ningún retrato podia caracterizadas mejor. Tenemos las casas de pla-
18 Manolcsso: Segrctario intimo e iJ Sr. Giovarnb. Pigna, per mano dei quaíc passano futli
Dlii. Lcgge publicamente Ja filosofia morale, e scrive J'istoria del/a casa d'Este: è oratore, fi/o-
c poeta ecceflente: possiede benissimo ia Jingua Greca, e servendo ii suo príncipe ne'
lilii e trattando e iscrivendo quanto oceorre, nos traslada però i studi, et in tutte Je proecessioni
íc che pare che ad una so/a attenda.
"" Kxtractos de dcscripcioncs que aparecieron entonces, p. e. dei tempio d'amore, se encuentran
Muiatori, Scrassi y Frizzi.
M En cl ano de 1566 llcvó ella, en ausência dei duque, Ia regência, según Manolcsso, con
Ira «xlisfatione dc'sudditi. Non /ia preso, contínua este, nà viioi prendere marito, per esser di
Iminia complessionc; è però di gran spirito.
"M Scrassi, Vita di Torquato Tasso, p. 150.
350 CONTRADICCIONES INTERNAS

cer, Ia caza y los juegos, y todo ei tráfago a que Ia corte se entrega. N o e»I
ble sustraerse a Ia impresión que produce esta descripción, que fluye cora
sonoridad.
Pero no hay que abandonarse por completo a ella. El mismo podei I
mantenía ai país en perfecta obediência se hacía sentir también en Ia ^ T
Las escenas de poesia y de juego a veces eran interrumpidas por .iir.i. I
diferentes. Las gentes distinguidas sufrían sus efectos Io mismo que las g f l
humildes.
Un Gonzaga fué asesinado. Todo ei mundo echaba Ia culpa ai jflf
Hércules Contrario; por Io menos, los asesinos habían encontrado refugid
una propiedad suya. El duque exigió su entrega y ei joven Contrario, pafl
ser acusado por ellos, los mando matar y solo los cadáveres fueron e n t r e i
ai duque. Fué llamado un dia a Ia corte, con audiência fijada para ei 2 d e T
to de 1575. Los Contrario eran Ia família más rica y antigua de Ferrara j *
cules su último vástago. A poço de entrar en palácio fué sacado muerter
duque contaba que en médio d e Ia conversación ei joven había sido v»
de un ataque repentino. Pero nadie le creyó, se observaron en ei •
sefiales de violência y los mismos amigos dei duque confesaron que este Io
mandado matar, pero le excusaban diciendo que no había querido mamii
memória dei nombre famoso con una muerte vergonzosa.89
A todo ei mundo tuvo en espanto esta justicia. Lo peor fué que los V
de ia casa recayeron ahora en favor dei duque.
Nadie hubiera considerado conveniente oponerse ai Senor en lo I^Ê
nimo. 90 La corte era un terreno muy escabroso. Por muy fino que fuera I
tecatino, no pudo mantenerse basta ei fin. Panigarola, cl más famoso pn^
dor de Itália entonces, fué traído n o sin esfuerzo a Ferrara. De p r o n f l
desterrado violentamente y Ia gente se preguntaba qué delito había comcil
no se encontro otra razón que Ia de haber negociado con otras gentes pafl
lantar en su carrera. Tampoco ei melancólico Tasso, sensible y voluble, I
sostenerse a Ia larga. Parecia que ei duque le queria y le escuchaba con M|
do; muchas votes lo llevaba consigo ai campo y hasta se digno corregir l a f
cripeiones militares que aparecen en su Jerusalén. Pero se acabo Ia 1
amistad una vez que Tasso pareció pretender entrar al servido de los ^ H
El pobre poeta se alejó, mas una irresistible atracción le torno al lugar; b H
unos insultos proferidos por él en uno de sus ataques de melancolia, p.u.i
ei duque le tuviera encarcelado siete anos de su vida. 01
Es un principado italiano tal como se nos preserftan en cl siglo x\
yado en situaciones políticas bien calculadas, violento y despótico en I
íior. rodeado de esplendor, amigo de Ia literatura y celoso hasta de las H
cias de poder. jExtrano perfil de las cosas humanas! Las fuerzas dei paíl
R9 Frizzi, Memorie, rv, p. 382.
90 Cuando Tasso no se encuentra de bucn humor, se expresa de modo diferente qu
Pcichà io conosceva, dice en un escrito dirigido a) duque de Urbino, il duca per natural ÍIK
dispostissimo al/a nia/iguità e pieno d'una certa ambitiosa aítcrezza, h quale eg/i trae C/'"J
dcl sangue e del/a conoscenza cfi'egíi ha de/ suo valore, dei qua/e in mo/tc cose non $i
ad iiitendere ii fa/so. (Letterc n. 284. Opere tom. rx, 188).
81 Scrassi, Vita dei Tasso, p. 282.
FERRARA BAJO ALFONSO II 351
pcrar Ia corte, ei centro de Ia corte es ei príncipe y ei último producto de
Ia vida es también Ia complacência dei príncipe. De su posición en ei
ndo, de Ia obediência que encuentra, de Ia veneración que se le rinde, le
cl sentimiento de su propio valer e importância.
Alfonso II no tuvo descendência de ninguna de sus três esposas. La ma-
de comportarse en esta circunstancia refleja toda su política.
Su intención era doble: por un lado, que sus súbditos no fueran a pensar
podría apartarse de su casa; por otro, reservarse ei derecho de nombrar un
nor, no fuera que le surgiera un competidor.
En septiembre de 1589 se dirigió a Loreto, donde se encontraba por en-
es Ia hermana de Sixto V, Donna Camilla, y no escatimó regalos ni pro-
para atraérsela. De ella habría de depender que él pudiera nombrar, entre
parientes próximos, ai que le pareciera más conveniente, pero apenas se
an iniciado Ias gestiones cuando murió Sixto V.
Por médios semejantes, regalos a Ia eufiada dei Papa y servidos ai sobrino,
lograr en ei afio 1591 acceso a Gregorio XI. Cuando vió que podia abri-
wsperanzas se dirigió a Roma para llevar en persona Ias negociaciones. La
era cuestión era si se aplicaba también a Ferrara Ia bula de Pio V, que
ibía Ia cesión de sefioríos pontificios retomados ai Papa. Alfonso Io niega
ue nunca ei sefiorío había recaído en Ia soberania pontifícia. Sin embar-
as palabras eran bien claras, pues Ia congregación entendió que Ia bula se
lídía también a Ferrara. Entonces Ia cuestión era si ei Papa no tendría fa-
à para tomar una disposición especial en un caso también especial. La
egación no se atrevió a dar una negativa, pero puso como condición
habría de ser por una necesidad urgente y una utilidad patente. 92 Con esto
obia dado un gran paso. No es improbable que, de haberse apresurado y
T preparado una nueva infeudación sobre un nombre determinado, ei
Io hubiera llegado a feliz término, pero Alfonso no queria dar ei nombre
j heredero. Tampoco estaba completamente de acuerdo con los Sfondrati,
estos preferían ai marquês Felipe de Este y él tenía sus preferencias
tas en su primo César. De este modo, pasó ei tiempo y murió Gregorio
,i de que se consiguiera nada. 93
lintretanto se habían abierto Ias negociaciones con Ia corte imperial. Fe-
1 era un feudo papal, pero Módena y Reggio eran imperiales. En este punto
Bcza a cobrar ei duque los frutos de su política. Mantiene Ias mejores rela-
rs con ei ministro más ínfluyente dcl emperador, Wolf Rumpf. De hecho,
llfo II le concedió Ia renovación dei enfeudamiento y un plazo dentro dei
1 podría elegir libremente a su sucesor.
W Dispaccio Donato: quando cí íusse evidentissima uti/ità et urgente necessita —il che íu fatto
Iprirc Ia strada ali'intentione dei Sr. Duca. El cardenal S. Severina afirma que a cl princi-
• iii•- se debió que se volviera atrás, aunque había encontrado grandes dificultades v fuerte
llión, y que ei Papa finalmente se habia arrepentido de aquclla clásula afiadida.
•II Crônica di Ferrara, MS. de Ia Bibl. Albani, dice también que no cabia duda ninguna de que
Jlio XIV hubiera hecho algo cn favor de Ferrara. Habia salido indignado de Ia congregación
"Ia se había puesto enfermo por esta causa. Alfonso se va a una villa dei cardenal Farnesio
(faiidii o vita o morte di questo papa. Venne ia morte. Jl duca ritornò.
352 CONTRADICCIONES INTERNAS

Pero ei Papa Clemente VIII se mostro tanto más obstinado. Parecia j


católico y eclesiástico incorporarse ei feudo que no cederlo de nuevo; pd
menos, así Io había ordenado Pio V. En ei ano 1592 Clemente propuso «M^
consistorio secreto ia confirmación de aquella bula cn sus términos originí
sin ei aditamento de Gregorio XIV, y así Ia decreto. 04
También había corrido ei plazo concedido por ei emperador, y>el ÒW
tuvo que decidirse a nombrar su sucesor. Alfonso I se había casado en m
avanzada con Laura Eustochia, de Ia que ya tenía un hijo, y de este desflfl
don César de Este. Luego de muchas vacilaciones, Io designo ei duque fl
heredero. Pero también ahora empleó el mayor sigilo. Sin comunicárselo a dfl
hizo el nombramiento en un escrito ai emperador, rogándole encarecidaiB
que no Io diera a conocer ni siquiera ai embajador de Ferrara y que le hffl
ver su aprobación devolviéndole Ia carta con Ia firma imperial. 95
Queria conservar hasta el último momento el máximo prestigio en sdH
sin compartirlo con nadie; no queria vivir el espectáculo de que su <^^B
orientara por el nuevo sol naciente. Ni el mismo César supo de Ia gracia t | H
t n MI persona y hasta fué tratado con algo más de rigor y se rebajó S U J S ^
(jamás cn su séquito había de llevar más de três noblcs). Solo cuando y f l
ha desahuciado por los médicos, le mando llamar y le declaro Io hecjH
testamento fué abierto en presencia de los personajes más destacados, que I
ron advertidos por el ministro paia que se mantuvieran lides a Ia casa d e f l _
el duque le dijo a César que le dejaba el más bello Estado dei mundo, fortifl
por sus armas, por su poblaeión, y por aliados de dentro y de fuera de m^
de los que podia esperar Ioda elase de avuda. En el mismo dia, 27 de OCtufl
1597, murió Alfonso II.

8) Conquista de Ferrara
César entro en posesión dei feudo imperial sin resistência alguna, y Ias mia
gentes pontifícias le rindieron pleitesía. En Ferrara el magistrado le cubriB
el manto ducal y fué saludado por el pueblo como el nuevo príncipe, f
Si su antecesor le había encarecido ei poder propio y Ia ayuda ei
pronto le llegó Ia ocasión de ponerlos a prueba. _
Clemente se mantuvo impertérrito cn su decisión de incorporarsi^^B
rrara. Muchos Papas Io habían intentado antes y se prometia fama eternjB
salía con Ia suya. A Ia noticia de Ia muerte de Alfonso II declaro q u e «
taba que el duque hubiera muerto sin descendência, ^pero Ia Iglcsia tcm.i i
recobrar Io suyo. No quiso escuchar a los enviados de César v su suhidfl
poder Ia considero como una usurpación, amcnazándole con Ia cxcomuB
si no entregaba 1 errara en catorce dias; para dar fuerza a sus palabras, Q ^ H
!>J Dispaccio Donafo, 27. Dec. 1592.
M Re7afionc <ii que/Io c7ie è suecesso in Ferrara dopo fa moríe dei duci Alfonso. M l ^ H
71 doca ira 7'annn ConCCS«Jg7i <li tempo alia dichiarafinne scrisse (li suo pnçno una lettcie u/1
ratore e nominô 7)on Cesarc, pregando caMamentc S. M. Ces.i. clie in con/innafionc dei noJ
sottoücr/vcsse ia sua, qnalc sigií7ata senza pnMicare ií falto h r/mandasse indíctro per í! c « B i
RondineJl/i. nem conícrendogli, altraincníe i/ negotio. 77 tutto faceva S. A. acciò Don
s"msnperbisse nè delia nobfliU) /tisse ríveríto c corfcggiato come 7or príncipe.
CONQUISTA DE FERRARA 353

Nnarse. Hizo un nuevo emprestito y fundo un nuevo Monte con ei objeto


lio tocar ei tesoro dei Castillo.00 El sobrino dei Papa, cardenal Pedro Aldo-
idino, rodeado de militares experimentados, se dirigió a Ancona ai poço
ipo con ei propósito de reunir un ejército y mando reclutadores por todas
l's. Las províncias fueron abligadas a grandes contribuciones.
También César se mostro animoso.87 Declaro que estaba dispuesto a defen-
Mi derecho hasta Ia última gota de sangre y que no por eso iba a sufrir
• tu religión y Ia salvación de su alma; fortifico sus plazas, armo las mili-
dcl país y envio tropas a Ia frontera dei Estado pontifício. Recibió una in-
?ión a dirigirse a Ia Romana, donde estaban descontemos con ei gobiemo
Papa y deseosos de aprovechar Ia primera ocasión para emanciparse. Ade-
i luvo Ia fortuna de que los estados vecinos se pusieran de su parte. Su
0, ei archiduque de Toscana, anuncio que no le abandonaria. La repú-
de Venecia impidió que ei Papa reclutara gente en Dalmacia y le nego
ertrechos de guerra y las armas que quiso recoger de Brescia. Todo ei
'o odiaba Ia expansión dei Estado de Ia Iglesia.
Si Itália hubiera estado entonces en Ia situación de cien anos antes, bas-
independiente de intervenciones extranjeras y dependiendo más bien de
ima, es seguro que Clemente VIII no hubiera conseguido cosa mayor que
IV, pero los tiempos habían cambiado y todo dependia de Ia situación
ial europea y de Francia y Espana, las dos grandes potências.
Las simpatias de los espanoles no eran muv dudosas. César de Este tenía
ínfianza en Felipe II, que Io propuso como árbitro ai Papa, y ei gober-
r de Milán se declaro francamente en favor de César, ofreciéndole guar-
ncs espaiiolas para sus plazas fuertes. Pero no se podia ignorar que ei
que en ei curso de su vida había impedido toda agitación en Itália, tendría
reparo ahora, a su avanzada edad, en provocar una nueva guerra, y por
kv condujo con una prudência extrema, Ia misma de que dió muestras su
jador en Roma.08
Por esto cobraba importância Ia postura de Enrique IV. El restablecimien-
t una Francia católica y poderosa tuvo gran significación para Itália. En-
V IV se había levantado en inteligência con los príncipes italianos, y estos
ludaban de su reconocimiento y de que en Ia disputa con ei Papa se pon-
de su parte. La corona de Francia estaba muy obligada a Ia casa de Este.
Iinte Ia guerra civil le había hecho un anticipo de-un millón de escudos,
todavia no habían sido reembolsados y que ahora hubieran bastado para
lar un ejército ai que ningún Papa podría hacer frente.
í'l Aunque muchos afirmai! que si ocurrió. Por ei contrario, Dclfino dice: Con gran strettezza
liuri, senza mcfter mano a quelli dei casfeJJo, per conservar Ia ripufatione delia chiesa, in poço
/ un mese ha posto insieme un esercito di 22. m. fanti e 3. m. caval/i.
>I Niccolò Contarini, delle historie Venetiane, MS,, t. i, lib. i: Cesare nef principio si mostro
i coraggioso in voler diíendei le sue ragioni, o perchè non prevedeva il contrasto, o pur perene*
Ipcíti come nei vicini pericoli s'atterriscono, cosi nelli Jontani si mani/estano intrepidi. Por Io
I, l.i relación de Contarini contiene muchas, buenas y exactas noticias impresionantes sobre
IIII1M).
í« Dclfino cuenta cuánto se le teme en Roma: Vi c un pensiero radicato a bnon fundamento,
Li bcncdizíonc datai aí re di Franza sia stata of/esa fale ai cattolico cf a Spagmioii. che non
IK-I sçordar ela mai, e pare a S. Sà. esserhe molto ben chiarita in questa occaSione di Ferrara.
354 CONTRADICCIONES INTERNAS

Pero no eran estos los pensamientos que se hacía Enrique IV. A pcM
su retomo ai catolicismo, se vió forzado a muchas cosas que no podían I
desagradar a Ia corte pontifícia, y en ei asunto de Ferrara vió Ia oc.isiòi
hacerlas olvidar y de que Ia Flor de Lis, como decían sus ministros, lu> I
en Ia corte de Roma. Sin vacilacion ni demora ofreció ai Papa Ia ayUfl
Francia. Estaba dispuesto, no solo a enviar un ejército en cuanto se Io plT
ei Papa, sino a intervenir con todo su poder y en persona en caso de n<N < I
Esta declaración fué Ia que decidió ei asunto. La corte romana, que f
Ia perplejidad en que le colocaba Ia aversión de los vecinos y Ia r e i t f
abierta de Ferrara, cobro ânimos. "No puedo expresar —escribe Ossat ai f
cuántas enhorabuenas, alabanzas y bendiciones ha recibido Su MajestM
ei ofrecimíento." Prometía a su Senor que, de cumplirlo, cobraria en l.i 1
sia Ia posición de un Pipino y de un Carlomagno. Por su parte, ei Pajfl^
rápidos preparativos para excomulgar a su enemigo.
Los príncipes se alarmaron y asustaron. Hablaban de negra i n f f l
Perdieron valor para ayudar a Ferrara, Io que de otro modo hubieran •
abierta o secretamente, con toda su alma.
Todo ello repercutió directamente sobre Ferrara. El gobierno rigí
Alfonso había creado mucho descontento. César era un novato, sin v(
talento y sin experiência. En Ias primeras sesiones de su Consejo secri
conocimiento con sus miembros. Como había enviado a Ias di."..v.«itei
sus viejos amigos, que le conocían, y en los que tenía puesta su confu
tenía a nadie en quien poder confiar de verdad, con quien poderse <
de manera conveniente. N o podían faltar los pasos en falso. Desde art
cendió esa inseguridad que suele preceder a Ia perdición. Ya Ias gentes
dad, que participaban en ei poder, se preguntaban en secreto Ias vem a
un cambio podría traerles." Trataron de pactar con el Papa y ei mismo r
Montecatino acudió a Roma. Pero Ia mayor desdicha fué que ia divigj
presa en Ia propia casa de Este. Lucrecia, que había odiado ai padre àt
traspasó todo su ódio ai hijo; no queria ser súbdita suya y ella, hemw
duque anterior, tampoco tuvo reparo en iniciar negociaciones con <1
con el cardenal Aldobrandino.
Entretanto, el Papa había pronunciado Ia excomunión. El 22 de
bre de 1597 marcho procesionalmente a San Pedro y subió con su ||
loggia de Ia basílica. U n cardenal leyó Ia bula. En ella se declarabi
César de Este enemigo de Ia Iglesia romana, reo de lesa majestad. i •
Ias mayores censuras, en condena de maldición. Se dispenso a sus s ú l
juramento de fidelidad y sus funcionários fueron advertidos de abai
Una vez leída Ia bula, el Papa, con rostro colérico, arrojo a Ia plaz«
89 Niccolo Contarini: Ccsare si tidusse in camcra co'suoi soii consigiieri, de'qiMÍI
ia ritiratczza nc/la quajç era vissuto cosi volendo ciii comandava, non conosccva
et egii non sufíiciente ai prender risoiutione da se, vaciilava nci concetti, perche queOl
giivano erano pieni di passioni parfico/ari e per ia sperauze (ii Roma. m cni mi
grandi confaminafioni. También Ossat, Lettics, i, p. 495, sefiala como causa de su dflfl
de fidelité de ses conseiiiers mesmes, qui partie pour son peu de resoiution partie p3Ê
lente et autres biens en i'estat de 1'eglúe et esperer et craindre plus du st. siege que (M
doient autant ou plus vers le pape que vers lui.
CONQUISTA DE FERRARA 355

>•> cncendido. Sonaron trompetas y tambores. Dispararon los cânones y ei


pblo alborotó.
i I.as circunstancias eran tales que Ia excomunión tenía que producir todo
«freto. U n ferrarense introdujo un ejemplar de Ia bula cosido a sus vestidos,
•3 entrego ai obispo. 100 A Ia manana siguiente, ei 31 de diciembre de 1597,
fit que ser enterrado un canónigo. La iglesia estaba decorada en negro y e|
.Mo se reunió para escuchar Ia oración fúnebre. Subió ai púlpito ei obispo
|npczó hablando de Ia muerte. "Pero mucho peor todavia que ia muerte dei
jpo —dijo de pronto— es Ia perdición dei alma que a todos nos amenaza."
•ctuvo e hizo leer Ia bula en que se amenazaba a todos los que no se apar-
ji de Don César de "ser cortados dei árbol de Ia vida espiritual como ramas
t". La bula fué expuesta a Ia puerta de Ia iglesia, que se llenó de gritos y
/os. La agitación se corrió a toda Ia ciudad.
Don César no era hombre para contener semejante movimiento. Se le
aconsejado que reclutara suizos y alemanes, pero no se decidió. Católicos
cria, porque eran partidários dei Papa, pero mucho menos protestantes,
e eran herejes, "como si le correspondiera a él —dice Nicolás Contari-
regir ei oficio de inquisidor". Preguntó a su confesor, ei jesuita Benedicto
u, qué es Io que tenía que hacer: le aconsejó que se sometiera.
Don César había sido llevado a una situación en que, para realizar Ia su-
n en buenas condiciones, tuvo que dirigirse a su más ardiente enemiga.
conseguir un acuerdo tolerable, se vió obligado a servirse de Lucrecia, que
• entablado relaciones secretas, y en cierto modo traidoras, con Roma. 101 Y
L
ncargo dei duque, con ei séquito acostumbrado, Lucrecia se dirigió ai cam-
nemigo.
Los partidários de César han sostenido siempre que pudo haber consegui-
fjores condiciones, pero que, habiendo sido ganado por Ia promesa de Ia
ión vitalícia de Bertinoro, con título de ducado, y convencido por ei joven
larecido cardenal, se sometió a todo Io que se le pidió. El tratado fué
tado ei 12 de enero de 1598 y por él renunciaba César a Ferrara, Comac-
y a su porción de Ia Romana, recibiendo a cambio Ia absolución eclesiás-
L Se había figurado que podría salvar algo, por Io que una perdida tan
plcta le pareció muy áspera, y convoco todavia a los más distinguidos magis-
Ss de Ia ciudad, a algunos doctores y gentes de Ia nobleza, para escuchar
Snsejo. No le consolaron gran cosa, pues ya cada uno pensaba en hallarse
li con ei nuevo poder y todos se apresuraron a desprenderse dei escudo de
f"" Un cierto Coralta. Ributtato ei primo ingresso da'so!dati, se escuso che lui ivi dimorava nè
|)iwa partito per Bologna [de donde justamente vino: había bajado dei caballo un poço antes
*r a Ia puerta] e ragionando si pose ira loro a sedere, finalmente assicurato si licentiô delh
' entrò nella città, presentò ai vescovo /a scommunica con Ia letteia dei arcivescovo di Bo
[ (Kelatione di queJJo che, etc.)
M" Contarini: Come chi abandona ogni speranza, piu facilmente si rimette ne)i'arbitrio dcU'ini-
rlie nella confidenza de/i'amico, ando (Cesare) a ritrovare Ia duchessa d'1/rbino, et a lei, Ia qual
•peva haver pur troppo intel/jgenza col Cl. Aldobrandino, rirnise ogni sua fortuna. Accettò
Wri;raiiicnte 1'impresa ridotta dove ai principio haveva desiderato. Con moita comitiva, quasi
•lilc, accompagnata dal marchese Bentivoglio, capo delia militie dei duca, faceva il suo viaggio.
llm Lucrecia le parece di pensieri torbidi: benche simulasse altrimente, era non di meno di
tempo acerrima nemica di Don Cesare.
356 CONTRAD1CCIONES INTERNAS

los Este y a renunciar a sus cargos. El príncipe no tuvo más remédio que I M
v abandonar ei patrimônio de sus mayores.
De este modo pierden Ferrara los de Este. El archivo, ei museo, Ia •
teca, una parte de Ia artillería que Alfonso I había fundido con sus yutt
manos, fueron llevados a Módena, pero todo Io demás se perdió. I
Alfonso II transporto en cincuenta carros todo su haber, y \a hermana. d
en Francia, se arrogó para si Ias pretensiones de Ia casa por esta corona. Ldl
singular le ocurrió a Lucrecia. No tuvo tiempo de tomar posesión de su <ln>|
y un mes después de haberse celebrado aquel tratado, ei 12 de febrero, ni
Al abrirse su testamento se vió que instituía como heredero universal ai <(
nal Aldobrandino, ei mismo que había expulsado a su família de su .mt|
posesión. También le dejaba los derechos que había que hacer valei > c
César. Parecia como si quisiera dejar trás si, contra su viejo enemigo, a a l g l
que le hiciera Ia vida imposible. Hay algo demoníaco cn esta mujer qiifl
gremente lleva a su propia casa a Ia perdición.
D e este modo el senorío eclesiástico reemplazó ai ducado. El 8 d f l
entra en Ia ciudad de Fenara el mismo Papa. Queria disfrutar con el cspeJ
Io de Ia nueva conquista y asegurarla para Ia Iglesia con institucíones i
piadas. '
Comenzó con medidas de templanza, Concedió dignidades cclesiá^H
una serie de principales ferrarenses: 102 capelos cardenalicios, obispados, I
torías. Entre ellos estaba el historiador Bentivoglio, camarero secreto dei H
El poder dei duque había descansado en Ia apropiación de los derechos i j
cipales, y el Papa se decidió a devolverlos. Formo un Consejo compuedl
três clases: Ia alta nobleza, con veintisiete puestos; Ia nobleza media •
burgueses distinguidos, con cincuenta y cinco, y los grêmios, con dieciochflB
derechos estaban cuidadosamente separados, teniendo Ia primera clase Io
importantes, pero ei nombramiento para los cargos correspondia ai Papa c
mayoría. El Papa encomendo a este Consejo Ia administración de subsistia
de los rios, el nombramiento de jueces y dei yodestá y hasta los cargo» •
universidad, cosa todas que correspondieron antes ai duque. Como se r w
comprender, comenzó una nueva vida. También se tuvo cuidado Je I > ,
inferior y se revocaron muchas de Ias disposiciones fiscales más onerosas."*
Pero no todo podia ser en este tono. Tampoco ei poder eclesiástico d H
suavidad. Muy pronto empezó a abrumar a Ia nobleza Ia administraciri^B
los funcionários pontifícios. El primer Giudice de Sctvi, Montecatino, 4 ^ H
inconsiderada Ia forma en que se limitaban Ias facultades de su d i g n i *
dimitió. También disgustó que el Papa Clemente considerara necesario •
zar su conquista mediante Ia construeción de un castillo. Fueron inútilctl
los ruegos que, en el tono más humilde, le hicieron los habitantes. U n o <I|
barrios más poblados,. de Ia ciudad fué destinado para el emplazamienlí
castillo.104 Se derríbaron muchas calles, iglesias, oratórios, hospícios, I ^ H
102 Contarini: Al Bevilacqiia, che era di molto potere, íu dato il patriarca tu /afino ili
tanfinopníi. 1/ Saciato /» creato auditor di rota. Ad a/fri si dispensarono abbatie.
JOS Frizzi, Memorie, v, p. 25.
104 Dispa™ Del/ino, 7. Ciiigno 1598. -Si pensa d.ú papa di lar una citade//3 d o f l
DISENSIONES ENTRE LOS JESUÍTAS 357

BI.KCT dei duque y de Ia corte y ei hermoso Belvedere cantado por tantos


l.i'.
V aso se creyó que con estos derribos se arrancaba por completo ei recuer-
Jf Ia casa ducal, pero ei efecto fué contrario y volvió a revivir una simpatia
iltaba ya dormida. Todo ei que había tenido que ver con Ia corte emigro
Mcna. Ferrara, ya antes no muy populosa, aumento su soledad.
| pero no todos los que querían podían seguir a Ia corte. Se conserva una
licu manuscrita de un viejo servidor de Ia casa ducal, en Ia que relata com-
ido los recuerdos de Ia corte de Alfonso, de sus diversiones, de sus concier-
scrmoncs. "Pero ahora —dice ai terminar— se acabo todo. Ya no hay en
ra ningún duque ni princesas, ni conciertos, ni quien los organice; así
sv inece ei esplendor dei mundo. Para otros ei mundo se hace agradable
I cambio, no para mi, que he quedado solo, viejo, achacoso y pobre. Sin '
go, Dios sea loado." 105
v
9) Disensiones entre los jesuítas
uro que Clemente VIII, con un êxito tan grande, logrado eon ei apoyo
política francesa, tenía que sentirse cada vez más ligado a ella. Ahora le
u favorecer su conducta moderada en los asuntos de Ia Liga, no haber
ito ningún obstáculo a Ia marcha de los acontecimientos y haberse deci-
cn ei último momento, a conceder Ia absolución. En Roma se participo
guerra, que continuaba en Ia frontera de Francia con los Países Bajos,
si fuera una guerra propia, con todas Ias simpatias puestas en los fran-
La conquista de Calais y de Amiens por los espanoles produjo en Ia
de Roma un desencanto "como no se puede describir", dice Ossat, "una
•ncolía, vergüenza y cólera extremas". 106 El Papa y sus sobrinos temían,
rva Delfino, que los espanoles hicieran descargar sobre ellos todo ei dís-
« que les había producido Ia absolución. Afortunadamente, Enrique IV
liro su reputación en seguida con Ia reconquista de Amiens.
[ No es que en Roma se hubiera empezado a querer a los que antes se ha-
tonibatido. Nunca se perdonó a los jefes eclesiásticos que en un principio
lusicron de parte de Enrique IV y fundaron una oposición; por ei contra-
le favoreció a los partidários de Ia Liga, aunque acabaron por retirarse volun-
Itnonte, ya que en muchos casos ellos mismos eran Ia cúria. Pero en poço
Pi"' —y a s ' vemos que Ias opiniones de los hombres, aun estando muy pró-
Bk unas a otras, muestran pronto inclinaciones diferentes— cuajó entre los
i Bologiu, per Ia poça sodisfaftione, che fia Ia nobiltá per non esser rispettata dalli minisfri
I gmsfitia e che non li siano per esser restituite Je cnírare vccchie delia communità —delendosi
bfí jngannati.
• M Crônica di Ferrara: Sic fransit gloria mundi. E per tale variare natura è bella, ma non
llir, che /o son restato, senza patrone, vccchio, privo di tutti i denti, e povero. Laudetur deus.
jl»n Ossat à VilJcroy 14. mai 1596. 20. avril. 1597. i. 251, 45S. Delfino: Li pericoli di
hi/ÍM fecero stare il papa in gran timore e li nepoti: Ia pcrdita di Cales e poi quella di Amiens
)ll" loro gran mcstitia e niassime che si dubitò allora per le voei che andavano attorno di peggio,
•>"'•• quelli che ogni poço che cadeva piu Ia riputatione dcTrancesi. i Spagnoli non avessero
ItJIIJ a/)crtaniente Io sáegno che hanno avuto delia resolutione [absolnlione?] loro e Ia sua mala
||U» per questa causa principalmente hanno avuto caríssimo il bene delia Franza.
358 OONTRADICCIONES INTERNAS

partidários dei rey uri partido de riguroso catolicismo, que buscaba Ias l>m
relaciones con Roma antes que nada. En este partido confio ei Papa y eiM
poder eliminar todas Ias diferencias que pudieran surgir entre los inir
franceses y los romanos. Su intención principal era que los jesuítas, que •
sido expulsados de Francia, volvieran a ella y que abrieran ancho campa
doctrinas romanas, a pesar de Ia marcha de Ias cosas en ese país.
Le vino a favorecer un movimiento dentro de Ia orden de los fl
que guardaba una gran analogia con los câmbios de Ia tendência geiM I
Ia corte romana.
Los acontecimientos se complican a veces de tan particular manctt
nos encontramos con que, en ei momento en que Ia universidad de Parfl .t
a los jesuítas, como de su mayor crimen, de sus conexiones con Espana
punto de que en Francia se dice que un jesuíta reza todos los dias poi I
Felipe 107 y que tiene u n quinto voto de sumisión a Espana—, Ia Comp
de Jesus sufre los más violentos ataques por parte de algunos miembroB
contentos de este último país, de Ia Inquisición, de otras ordenes y hasta
mismo poder real.
La orientaeión responde a más de un motivo, pero se había origina»
este modo.
Al principio, los hombres de más edad y mejor instruídos que ingresflfl
Ia Compafiía eran espafioles en su mayor parte, mientras que de orroí •
entraron jóvenes cuya formación estaba todavia por hacer. Como es n.iii
ei gobiemo de Ia Compaiiía en Ias primeras décadas cayó de preferencí
manos espanolas. La primera congregación general se compuso de v e i n t í
miembros, de los que dieciocho son espafioles.108 También fueron e s p a n T
três primeros generales, y a Ia muerte dei tercero, Borja, en ei ano de J
quien tenía mayores perspectivas era también un espafiol: Polanco.
Pero ocurrió que ni en Espana misma se hubiera visto con gusto su
nación. En Ia Compafiía había muchos conversos de origen judio. Poln
era, y no se deseaba que cayera en tales manos ei máximo puesto de una
tan poderosa y de caracter tan monárquico. 109 El Papa Gregorio XIII, qdh
bió una indicación en este sentido, tenía también otras razones para deu .ir
cambio. Cuando se le presentó una diputación de Ia congregación reunida
Ia elección, le preguntó ei Papa cuántos votos tenía cada nación, y se \ I
los espafioles diponían de más votos que todas ias demás naciones juntas. I
bién le preguntó de qué nacionalidad habían sido los generales, v ai o(|
los três espafioles, observo: "Es justo que escojáis alguna vez a un silJH
otra nación." Y hasta les propuso un candidato.
Los jesuítas se resistieron porque lesionaba sus privilégios, pero atifl
por designar ai propuesto por ei Papa: Ebcrhard Mercurianus.

10Í "Pro nostro rege Philipo."


108 Saccliinus, v, 7, 99. En Ia segunda congregación general ya hubo una iclacldfl
ficada, aunque poço. De trcinla y nucve miembros, veinticuatto ctan espafioles.
109 Sacchinus, Jlísroria societalis /esu, pats iv. "sive Evcrardus", lib. i: Horuni ongo •
dupkx fuit, sludia nationuni e( neophylorum in Hispania odium.
DISENSIONES ENTRE LOS JESUÍTAS 359

Esto significo un cambio importante. Mercurianus, varón débil y suscepti-


c, entrego ai principio los asuntos a un espanol, pero después se entrego
un francês, su admonitor oficial. Se formaron facciones que fueron despla-
ndose de los puestos más importantes, y Ia facción dominante encontro en
usiones cierta resistência en Ias capas bajas.
Pero fué mucho más importante todavia que en Ia siguiente vacante, ano
1581, fuera elegido u n napolitano. Cláudio Aquaviva, de una casa que había
tcnecido ai partido francês, hombre vigoroso y en Ia flor de Ia edad, con sus
inta y ocho anos.
i Los espanoles llegaron a pensar que su país, que había fundado Ia Com-
ia y Ia había iniciado en su marcha, era excluído por siempre dei genera-
. Pensamiento que les puso de mal talante y les animo a Ia resistência; 110
yectaron hacerse independientes de algún modo de Roma, por ejemplo,
brando un comisario general para Ias províncias espanolas. Aquaviva no
ba dipuesto a ceder un ápice de Ia autoridad que le atribuía Ia letra de Ia
stitución. Y, para mantener sujetos a los descontemos, les puso superiores
los que podia contar, gente joven, próxima a él en edad y opinión, 111 coad-
res que no disfrutaban de todos los derechos y q u e encontraban su apoyo
ei general y que eian napolitanos por anadidura. 112
Los viejos Padres, llenos de experiência y de doctrina, no solo se vieron
ados de Ias altas dignidades en general, sino también en Ias províncias,
aviva Io achacaba a sus faltas: uno era colérico, otro melancólico. Natural-
te, dice Mariana, también Ias gentes de valer suelen tener algún defecto,
Ia verdadera razón era que los temia y queria disponer d e instrumentos
eables para ei cumplimiento de sus ordenes. Por Io general, ei hombre ne-
ta de Ia satisfacción que proporciona participar en los asuntos públicos y
muy difícil desplazarlo tranqüilamente de su puesto. En todos los colégios
rodujeron rozamientos. Los nuevos superiores fueron acogidos con una
a animosidad. Nada importante podían realizar y estaban contentos si sa-
adelante sin que se produjeran altercados. Pero poseían poder bastante
A vengarse. Fueron colocando en los cargos subordinados a personas afec-
, pues, dada Ia constitución monárquica de Ia companía y Ia ambición de los
(mbros, no les podían faltar a Ia larga partidários. A los adversários más
tinados los enviaban fuera, sobre todo en ei momento de realizar algo im-
•tnte: los colocaban en otras províncias. De esta suerte se desato una guerra

no Mariana, Discurso de Ias en/ermedades de ia companía, cap. xu: "La nacion espaflola
persuadida que queda para siempre excluída dei generalato. Esta persuasión, sca verdadera, sea
, nu puede (lexar de causar disgusto y disunión, tanto mas que esta nacion fundo Ia companía,
6, Ia cnscrió y aun sustento largo tiempo con su substancia".
Ml Mariana, cap. xn: "Ponen en los gobiernos homes mozos —porque son más entremetidos
lii lamer a sus tiempos."
li- Aparte de los escritos de Mariana, también son importantes sobre este tema Ias peticiones
ígnlas ai Papa Clemente VIII, reproducidas en Ia Tuba magnum clangens sonum ad dementem,
li Ç«í: Videmus eum magno detrimento religionis nostrae et scandalo mundi, quod gencralis.
flu habita rationc nec antiquitatis nec laborum nec meritorum, íacit quos vult superiores et ut
jfiiiium /uvenes et novicios, qui siric iillis meritis et sine ulla experientia cum máxima arroganria
|IMII( senioribus: —et dcniqne gencralis, quia homo est, habet etiam suos affectiis particulares—,
i|ui.i est Ncapolifamrs, melioris condit/onis sunt Ncapolitani.
360 CONTRADICCIONES INTERNAS

de personalismos. Cada miembro no solo tenía ei derecho, sino ei deber,


senalar ias faltas que veia en otro, institución que en Ia inocência de unaj
quena unión companera no dejaba acaso de tener una finalidad mora] \>
que ahora se convierte en Ia más repugnante mania acusatoria, en un 111,1
mento de secretas ambiciones, de un ódio disimulado trás Ia máscara < I•
amistad. "Si se examinaran los archivos de Roma —exclama MarianaSU
no se encontraria ni un solo hombre honrado, por Io menos entre los que Iirr
sido alejados." Se produjo una desconfianza general y nadie se hubiera I
fiado a su hermano.
Se anadió a esto que Aquaviva no se resolvió a abandonar Roma y \ is
Ias províncias, como habían hecho Laínez y Borja. Se disculpaba esta condi;
diciendo que también tenía sus ventajas llevar Ias cosas por escrito, sin si
ción de continuidad, sin Ia perturbación de Ias eventualidades de su viatà lr
Ia consecuencia fué que los provinciales, en cuyas manos estaba toda Ia (<ir
pondencia, dispusieran de mayor autonomia. Era inútil quejarse, pues \»»\
saberlo de antemano y salir ai paso tanto más facilmente cuanto que Aquaf
estaba de su parte. Conservaron sus puestos con caracter vitalício.
En estas circunstancias, comprendían los viejos jesuítas espanoles que
situación, que ellos sentían tirânica, era imposible de modificar dentro •
misma Companía, y acordaron buscar ayuda exterior.
Se dirigieron en un principio ai poder eclesiástico nacional, Ia Inqtl
ción. Como es sabido, Ia Inquisición tenía reservado ei conocimiento de muc
delitos. U n jesuíta descontento denuncio —por escrúpulo de conciencia, %~
dijo— que cuando algún miembro de Ia Companía incurría en uno de aij
delitos Ia Companía silenciaba el caso y juzgaba por si misma. De prorí
Inquisición encarceló ai provincial y a unos cuantos activos colabor
suyos que habían tomado parte en un caso de estos. 113 Como después de
comienzo se siguieron otras acusaciones, Ia Inquisición se hizo entrega
estatutos de Ia orden y procedió a nuevas detenciones. El asunto produjo
mayor agitación entre los creyentes espanoles cuanto que se desconocíl
causa, y se extendió Ia opinión de que los jesuítas habían sido encan
por herejes.
Pero si Ia Inquisición podia imponer castigos, no podia ordenar d^Ê
Ya Ias cosas en este punto, los descontemos se dirigen también al rry.
acosan con francas acusaciones sobre los defectos de Ias constituciones. I
pe II no Ias había leído y solía decir que a todas Ias pernas ordenes Ias I
prendia muy bien, pero no a los jesuítas. Le llamó Ia atención Io qui si
conto dei abuso dei poder absoluto y de Ia indignidad de Ias acusacioníji
sonales secretas. En médio de Ias grandes luchas europeas en que se encojH
dedico también su atención a este asunto. Encomendo al obispo Manriqfl
Cartagena someter a Ia orden a una inspección con respecto a aquellfl
puntos principalmente.

118 Sacchinus, pars. v, lib. vi, n. 85: Qnidam e con/essariis seu vera seu falso dehtiM
vinrialem tum Casle/lae, Aiitoniiim Macemum, erat de tentara pueJ/ae per sacras confessio^
citia, quod crimen in Hispania sacrorum qiiaesitorum judicio reservabatur.
DISENSIONES ENTRE I.OS JESUÍTAS 361

Como sc ve, era un ataque contra ei caracter dei instituto, contra su jefe
Ismo, y tanto más importante cuanto que tenía lugar en ei pais en que había
•cido Ia Companía y en que había dado sus primeros pasos.
Aquaviva no se asustó. Trás Ias apariencias de una gran suavidad y de
ttlees maneras, era un hombre que guardaba una férrea firme/a interior, un
ucter, como ei de Clemente VIII y otros muchos que figuran en esta época,
lies que nada reflexivo, moderado, sagaz y calado. [Nunca pronuncie) un jLIi
ii negativo ni toleraba que fuera pronunciado en su presencia, sobre todo
Mura una nación entera. Sus secretários fueron expresamente advertidos pata
Me evitaran toda palabra ofensiva o eneonada. Le gustaba Ia piedad en su apa-
«cia. Su actuación en ei altar expresaba una fruición en Ias palabras de Ia
is.i, pero mantenía a distancia todo Io que pudiera recordar un entusiasmo
rviente. Impidió Ia impresión de un salmo porque le molcstaba que su ex-
Miin oscilara en Ia frontera dei amor sensual y dei amor espiritual. También
Ia reprimenda se sabia ganar a Ia gente: mostraba Ia superioridad dei ânimo
Aquilo y enderezaba a los despistados con razones llenas de sentido. "1 lay
i' quererlo —escribe Maximiliano de Baviera a su padre desde Roma— en
iiiiio se le ve." Estas cualidades, su actividad incansable, su procedência
Mocrática y Ia importância creciente de su orden le crearon una gran situa-
!III en Roma. Y si sus enemigos tuvieron de su parte ai poder espanol, él
' para si a Ia corte romana, que conocía desde su juventud —era camarlengo
Itimto ingresó en Ia orden— y a Ia que sabia tratar con Ia maestria de un ta-
|Hn nato y ejercitado. 11 '
Dado ei caracter de Sixto V le fué fácil despertar Ias antipatías dei Papa
'titra los esfuerzos de los espanoles. Como sabemos, Sixto tenía Ia idea de
itiientar Ia importância de Roma como metrópoli de Ia cristiandad y Aqua-
Va le daba a entender que los espanoles no trataban de otra cosa que de ha-
íse independientes de Roma. Nada odiaba más ei Papa Sixto que ei naci-
Vnto ilegítimo, y Aquaviva le hizo saber que ei obispo Manrique, nombrado
ra visitador de Ia orden, era un bastardo, Io que fué motivo bastante para que
l'apa retirara Ia aprobación que ya había concedido. También hizo venir a
inia ei proceso contra ei provincial. Con Gregorio XIV ei general consiouió
In ainfirmación formal de Ia Companía de Jesus.
Pero también los enemigos eran obstinados y astutos. Comprendían que
l)i.i que atacar ai general en Ia misma corte de Roma. Aprovecharon ei mo-
nto de su ausência —se le había encomendado ei arreglo de una disensión
tre Mantua y Parma— para ganarse a Clemente VIII. Por indicación de los
lítas espanoles y de Felipe II ordeno Clemente, en ei verano de 1592, sin
ocimiento de Aquaviva, que se convocara una congregación general.
Sorprendido y herido, Aquaviva apresuró su regreso. A los generales de
jesuítas estas congregaciones les eran tan incômodas como los concilios a los
>us. Si todos trataban de evitarlas, cuánto más Aquaviva, que había desper-
i) tantos ódios. Sin embargo, se dió cuenta en seguida de que Ia convocatória

ni Saccliinus y, sobre todo, Juvencius, Uist. soe. /esu, partis quinlae formis posterior, xi,
y KXV, 35-41.
362 CONTRADICCIONES INTERNAS

era irrevocable. 115 Se rehizo y declaro: "Somos hijos obedientes y há


voluntad dei Santo Padre". Y se apresuró a tomar sus medidas.
Se procuro una gran influencia en Ias elecciones. Consiguió que fu
rechazados. algunos de sus contradictores más peligrosos en Espafia misma,
ejemplo, ei Padre Mariana.
Reunida Ia congregación, no espero a que se le atacara. En Ia pri
sesión declaro que tenía Ia desdicha de no agradar a algunos de sus cofí
y que rogaba por eso que se investigara su conducta antes de pasar a di'
cualquier otra cuestión. Se nombró una comisión y se hicieron acusacio|
pero no era posible demostrarle Ia violación de ninguna ley positiva, puW
demasiado sagaz para incurrir cn tal falta, así que se justifico b r i l l a n t e n »
Asegurado de este modo en su persona, abordo Ia discusión de Ias proj
ciones referentes a Ia Companía.
El rey Felipe había exigido algunas cosas y recomendo otras para que f
ran tomadas en consideración. Había exigido dos cosas: renuncia a ciertolf
vilegios papales, por ejemplo, Ia lectura de libros prohibidos, Ia absoluciáB
delitos de herejía y a Ia ley en virtud de Ia cual cada novicio tenía que hjl
cesión de su mayorazgo, si Io poseía, y de todas sus prebendas ai entrar « •
orden. Eran cuestiones estas en que Ia Companía chocaba con Ia Inquism
v con Ia administración pública. Dcspués de Ia discusión, fueron a c e p f
estas peticiones, gracias, sobre todo, a Ia influencia de Aquaviva.
Pero mucho más importantes eran los puntos cuya consideración f
mendaba ei rey, sobre todo Ia que rezaba si no seria mejor limitar por cí
tiempo ei poder de los superiores y fijar Ia reunión de Ia congregación gi-n
con periodicidad. Estos puntos ponían en cuestión Ia naturaleza dei inslil'
los derechos dei poder absoluto. Aqui si que Aquaviva no estaba dispuerf
ceder, y después de debates muy apasionados Ia congregación rechazó Ias f
caciones dei monarca. Pero también ei Papa estaba convencido de Ia n e c c í
de esas medidas y Io que había sido rechazado ai monarca, fué ordenadcrl
él, que, basándose en su poder apostólico, determino que los superiores J
rectores cambiarían todos cada três anos y Ia congregación general se TÊ^Ê
una vez cada seis por Io menos. 118
Pero es verdad que Ia puesta en práctica de estas prescripeiones n i f l
todo cí efecto que se había esperado. Las congregaciones podían ser gana
los rectores fueron cambiados, pero dentro de un estrecho círculo; y muy pm
volvieron los mismos. De todas maneras fué un duro,golpe para Ia Cofflfl
113 E n u n a Consuita d e i padre C / . Acquaviva coi suoi padri assistenti, M S . d e Ia Bibl. (F
n. 1055, q u e explica los factores de Ia discnsión interna bastante clara y concordanU ui< uti> j
Mariana, se liace relatar a Aquaviva Io siguiente sobre una conversación habida con «1 I
S. Sã disse che io non aveva sulticiente notizia de'soggefti dcíía icíigionc, che io veniva ">r "<l
da rafsi de/alori, che io mi dimostrava íroppo credu/o. Entre los motivos que hicieron ncicMffl
congregación, se citan también los siguientes: Peichè mo/ti soggetti di valore, che ;
eonosciuti, pfll che tanto da'genera)i, non h a n n o mai parte a/cuno ne/ governo, venendo a M
occasíonc dei/e congregationi sarebbcro meg/io eonosciuti c per conseguenza verrebbero MÊ
m e n t e iii parte dei inedesirno governo, senza clie questo /osse quasi sempre ristretto a p o < H
110 Juvencius, e n su libro q u e él llama ei onecavo, societas dornesticis motibus S g l t ^ H
noticias amplias que constituycn Ia base de Io aqui tratado.
DISENSIONES ENTRE LOS JESUÍTAS 363

lio, por Ia agitación interior y por Ia acción exterior, se viera obligada a cam
Hr sus estatutos.
Pronto cuajó otra tormenta en ei mismo âmbito.
Los jesuítas se habían mantenido ai principio dentro de Ias doctrinas to-
lutas, tal como imperaban en Ias escuelas de aquel ticmpo. lgnacio había
"omendado expresamente a sus discípulos Ias doctrinas dei Ángcl de Ias
«elas.
Pronto encontraron los jesuítas que no tenían armas bastantes frente a los
ítestantes con estas doctrinas. Querían ser independientes en matéria doc-
Jinl como Io eran en orden de vida. Les molestaba seguir los pasos de los
ininicos, orden a Ia que perteneció Santo Tomás, que eran considerados como
rpretes naturales dei tomismo. Después de que habían dado varias muestras
tu amplitud de critério, hasta ei punto que Ia Inquisición se ocupaba ya de*
libertades intelectuales de los Padres jesuítas, 117 ei general Aquaviva se en-
nta abiertamente con Ia cuestión en su orden de estúdios de 1584. Opina
1 Santo Tomás es el autor más digno de loa, pero que seria un yugo inso-
"table pretender seguirle en todas Ias matérias ai pie de Ia letra y no osar
ntener otras opiniones. Muchas viejas doctrinas están mejor fundadas en
nucvos teólogos; hay, además, otras nuevas que sirven excelentemente para
-har con los herejes, y en todas estas matérias puede escucharse a los modernos.
Ya esto había ocasionado una poderosa agitación en Espana, donde Ias
cdras de teologia estaban en su mayor parte en manos de los dominicos. Se
;ia que el orden de estúdios era, en su gênero, el libro más atrevido, más
igante y más peligroso, y se acudió con el cuento ai rey y ai Papa. 118
Pcro Ia agitación subió de punto cuando los jesuítas abandonaron realmen-
«\ sistema tomista en una de Ias cuestiones más importantes.
lin toda Ia teologia, tanto católica como protestante, Ias disputas sobre Ia
"ia y el mérito, sobre Ia voluntad libre y Ia predestinación, seguían siendo
más importantes y atrayentes, y continuaban ocupando el ânimo, Ia crudi-
n y el pensamiento de clérigos y laicos. En el lado protestante encontraban
entonces Ia mayor aprobación Ias rigurosas enseríanzas de Calvino sobre Ia
(i-rminación particular de Dios, según Ia cual "a algunos se les predestina
a salvación eterna y a otros a Ia condenación"; con su conccpción más benig-
, los luteranos se hallaban en desventaja y fueron experimentando perdidas,
ora en un punto y luego en otro. En el lado católico se produjo una evolución
traria. Cuando aparece cualquier tendência que se aproxime aun a Ia más
IIVC de Ias protestantes, y aunque se trate de una concepción un poço más se-
ira de Ia idea agustiniana, como, por ejemplo, en el caso de Bayus de Lovaina.
[rnmbatida V reprimida. En este punto los jesuítas se muestran especialmente
lusos. Dcfendieron contra toda desviación Ia doctrina establecida por el con-

I 117 Laincz mismo desperto Ias sospechas de Ia Inquisición cspafiola. Llorcnte, m, 83.
i "> 1'cgna cn Scrry, Historia coiigregafionum de aiixiliis divinas gratiae p. 8: "y dado a
|l«ui,iT. fnc dicho por aquellos censores (Mariana y Scrry Incluso habían de Ia Inquisición] que
•ri libro era el más peligroso, temerário y arrogante que jamas havia salido en semejante matéria,
I|M. -i se metia cn pratica Io que contenia, causaria infinitos danos y alborotos cn Ia republica
364 CONTRADICCIONES INTERNAS

cilio de Trento, doctrina que, como sabemos, prevaleció en gran parte pud
inílujo de los Padres Laínez y Salmerón. Ni siquicra este sistem
su ardor polemico. En ei ano 1588 publica Luis Molina en Évora un liba •
aborda de nuevo esas cuestiones y trata de resolver Ias dificultades pcndie'1
de una manera novcdosa.111' Su intención principal consistia en propoM
a Ia voluntad dei hombre un mayor campo de libertad que ei useguradojH
doctrina tomista o por ia tridentina. En Trento se había fundado l.i ofl i
Ia salvación principalmente en Ia inberente justícia de Cristo, que, m i l l
en nosotros, produce ei amor, nos guia a todas Ias virtudes y buenas o f l
acarrea finalmente Ia justificación. Molina da un paso más importante •
adelante. Afirma que Ia voluntad libre puede producir buenas obras r n |
sin ayuda de Ia gracia, resistir a Ias tentaciones y hasta elevarse a los aofl
fe y esperanza y a Ia contrición.1-" Guando ei hombre ha llegado a e s t e ^ ^
Dios le concede Ia gracia por los méritos de Cristo,121 gracia mediante Ia m
experimenta los efectos sobrenaturales de Ia salvación, pero, Io mísi
antes, ai recibir esta gracia, ai crecer en ella, su libre voluntad se halla en m
sante actividad. Depende de nosotros que Ia ayuda de Dios sea eficaz o inem
La justificación es obra conjunta de Ia voluntad y de Ia gracia, ai igual qual
hombres que reman en Ia misma barca. Se comprende que Molina no pul
aceptar ei concepto de predestinación tal como se presenta en San A g ^ V
en Santo Tomás. Le parece demasiado duro y cruel. De todo Io que lni
a predestinación, no reconoce más que Ia presciencia. Dios, con su satag
infinita que penetra Ia naturaleza de cada voluntad, sabe Io que esta hará en
caso determinado, aunque pudo haber hecho también Io contrario. Pero j ^ r
no sucede así porque Dios Ia sepa de antemano, sino que Dios ve con an
pación Io que ha de ocurrir.

Una doctrina que es cl polo contrario de Ia calvinista y Ia primera|


trata de racionalizar cl mistério, por decirlo así. Se comprende, es aguda y
cilla y, por esto, no puede dejar de impresionar; podemos compararia c a l
doctrina de Ia soberania popular que los jesuítas eluboran por ia misma é p d H
n u Libcri arbifrii cum gratiae don/s concórdia. En Ias disputas siempre se lia c o n s i d e r a j ^ V
necesacio hactr una distinción cuidadosa entre Ias ediciones d e Lisboa de 1588, de A n i b c n |
1595 y Vcnecia, porque divergen coinplctaincnte entre si.
1-0 Siempre se suponc aqui cl conctirsus generaíis dei, pero solo se designa con cllo cl H
natural de Ia libre voluntad, q u e , cs verdad, no puede ser sin Dios Io que cs: Deus semper jF
est per concursuin gcncraJcm libero arbiírio, u t natura/iter veílt a u t nülit prquf placuerit. Sc I
aqui dei mismo m o d o como Bclaruiino identifica cl derecho íiaturjt con cl derecho divino, |)ii
Dios es cl creador d e Ia naturaleza.
121 También esta gracia es concebida de u n modo muy natural: Disput. 54. D u r f l V
expendit res credendas — p e r nofitias concionatoris aut aliunde comparatas, iníluit deus in Cfl
notitias inlhixu quodam particu/ari quo cognitionem i/lam adiuvat.
122 Esta tendência racionalista se destaca también cn otras ocasiones, por cjcmplo ÉJ
afirmaciones de los jesuítas Lcss v H a m c l , e n ei afio 1585, e n I.ovaina: Propositiones i ^ H
e t Hamelio a theo/ogis Lovaniensibus notatae: ut qiiirf üt scriptura sacra, non est necesitt^K
gula eius verba inspirata esse a spiritu sançto. D e Ias palabras pasan inmcdiatamente a l a t V
des: non est necessarium, u( singulae veritafes et sententiae sint inimediate a spiritu sancflfl
scriptori inspiratac. Las aseveraciones niás escnciales d e Molina se liallan va. ai menos en |>-|
en estas tesis; también se llama Ia atención sobre su divergência absoluta de las tesis proli -,l F
Iiaec seiitcntia —quani longissime a sentenria Lufheri et Calvini et reliquorum h a c r c t i c o r u n T
D1SENSIONES ENTRE LOS JESUÍTAS 365

Los jesuítas, con esta doctrina, tenían fatalmente que provocar una con-
idicción en Ia Iglesia, por ei simple hecho de alejarse dei Angélico doctor,

Bly.i Suma seguia siendo ei más ilustre manual de Ia teologia católica. Algunos
Icnibros de Ia orden —Henríquez, Mariana— protestaron abiertamente. Pero
Irron los dominicos los que con más violência se pusieron a Ia defensa. Escri-
fron y predicaron contra Molina y le atacaron en sus cátedras. Por fin, ei 4
1
marzo de 1594, se organizo una disputa en Valladolid. Los dominicos, que
crcían en poscsión de Ia ortodoxia, se mostraron violentos. "<;Es que tenéis
(Muros —grito un jesuíta— Ia llave de Ia sabiduría?" Los dominicos conside-
(íin esto como un ataque contra ei mismo Santo Tomás.
Desde entonces, Ias dos ordenes se separaron por completo. Los dominicos
querían saber nada de los jesuítas. Si no todos, si Ia mayor parte, los jesuítas
pusieron dei lado de Molina; Aquaviva y sus asistentes también.
Intcrviene Ia Inquisición. El Gran Inquisidor —aquel Jerónimo Manri-
C que había sido nombrado visitador de Ia orden— dió a entender que iba
Condenar a Molina, haciéndole saber que su libro no solo debía ser rechazado,
D<> condenado ai fuego. Y se nego a aceptar acusaciones de Molina contra
ilominicos.
I ué una disputa que puso en vilo a todo ei mundo católico, no menos por
|a de Ia doctrina que por Ia calidad de los combatientes, y reforzó aquel
lime contra Ia Companía que se había iniciado en Espana.
En este momento es cuando se produce ei extrano fenômeno de que,.
k t r a s los jesuítas son expulsados de Francia por sus simpatias por Espana,
esta se inicia ei más peligroso ataque contra ellos. En ambos países actúan
fctores políticos y doctrinales. El factor político viene a ser ei mismo en los
: una oposición nacional contra los privilégios y libertades de Ia Companía.
Francia, Ia oposición era más violenta, pero en Espana más genuína, mejor
Hulada. Por Io que respecta a Ia doctrina, fueron Ias nuevas ensenanzas Ias
:s granjearon ódio y persecuciones. Su doctrina de Ia soberania popular
Jfl tiranicidio fué su perdición en Francia, y en Espana sus opiniones sobre Ia
Runtad libre.
Es este un momento de gran significación en Ia historia de Ia Companía
i.n. Ia orientación que va a tomar.
Contra los ataques de los poderes nacionales, dei parlamento v de Ia In-
íción, Aquaviva busca ayuda en ei centro de Ia Iglesia, en ei Papa.
Aprovecha ei momento favorable, cuando ha muerto ei Gran Inquisidor
lio ha sido nombrado sucesor todavia, para decidir ai Papa a que se reserve
Roma Ia decisión sobre cuestiones de fe. Se ganó mucho cuando se con-
(iiió demorar Ia resolución. Muy pronto encontramos en Roma otra clase de
íluencias que se harán valer en momento oportuno. El 9 de octubre de 1596
envían a Roma Ias actas dei proceso. Para discutir Ia cuestión en presencia
li Papa, de ambas partes están presentes teólogos.123
mporis receclit, a quorum sententia et argumentis dif/iciic es( alteram scnteiitiam (Ia agustiniana
[Ia lomista) víndicare.
i-:' 1'egna, Rotae Romanae decamis, istaruni rerum testis íocuplctissimus. :isi le llama Serty,
mendo (Molina) Io que vcpsimilmcntc podia suceder de que su libro fuesse prohibido y que-
366 CONTRADICCIONES INTERNAS

En Ia cuestión francesa Clemente se puso dei lado de los jesuítas. Le


teció insensato que, por razón de uno solo, cualquiera fuera ei castigo m> r
do, se expulsara a toda una orden, especialmente a Ia que más había hechoJ
ei restableeimiento dei catolicismo y era tan firme baluarte de Ia Iglesia. |
que no sufría Ia Companía, en realidad, por su devoción a Ia Santa SedeJ
ei ardor con que había defendido sus pretensiones a un poderio supremo «m
tierra? Le interesaba más que nada ai Papa resolver Ia oposición en que I r a i
se encontraba con Ia Companía. Cuanto más estrechaba su unión con Bfl
que IV y Ia política de los dos emprendía Ia misma dirección, tanto más Qm
tivas fueron sus protestas v Enrique IV hacía más concesiones de m o n f
en momento. 1 - 4
Le ayudó mucho ei comportamiento cauto de Ia Companía.
Los jesuítas se guardaron muy bien de mostrar enfado o resistência ai
de Francia y tampoco se hallaban muy propensos a ponerse cn peligro poB_
causa perdida de Ia Liga. Tan pronto como se dieron cuenta de Ia nueva orfl
tación de Ia política papal, tomaron Ia misma dirección. El Padre C o m m ^
que después de Ia conversión de Enrique IV, había exclamado todavia eM
púlpito que ".se necesitaría un Eliud contra él" y que tuvo que huir 4 ^ ^ |
de Ia victoria dei rey, había cambiado de opinión cuando llegó a Roma ^ T
mostro favorable a Ia absolución dei monarca. Entre todos los cardenales •
guno influyó tanto sobre ei Papa, en ei caso de Ia absolución, m e d i a n t e •
cesiones, pasos de conciliación v acción personal, como ei jesuíta Tole^B
Hacían esto mientras cl Parlamento seguia tomando medidas contra ellosj
tra Ias que protestaba Aquaviva sin, por eso, dejarse arrebatar. N o tfl
pudieron ser expulsados y los que quedaron se declararon por ei rey y a f l
jaron ai pueblo que le fuera fiel y le amara. Algunos volvieron a sus litfl
pero Aquaviva no aprobó esto y les aconsejó que esperaran Ia autorizaciódB
Se puso buen cuidado en que Enrique se enterara de estas cosas, qtitj
complacieron en alto grado, ai extremo de dar Ias gracias por escrito ai gem)
Tampoco descuidaron hacer todo Io posible para forzar su simpatia. El H
Rocheome, denominado ei Cicerón francês, redactó una apologia popular <lt
Companía que fué muy instruetiva para ei rey.126
A este doble empeno por parte dei Papa y de los jesuítas se anaden I
sideraciones políticas por parte dei rey. Veia, como dice cn un despacho, I
mediante Ia persecución de una orden que cuenta cn sus filas tantos miefli
ilustres, que dispone de tanto poder, podría provocar enemistades irreconcj
bles en Ias elases muy católicas, todavia numerosas, y podia dai o c d f l

macio porque assi se Io avia asomado cl inquisitor general, luego Io aviso a Roma, donde pof
y negociacion de su general su santidad avocò a si esta causa, ordinando a Ia inquisiciou I;I1
que no Ia concluyessc ni diesse sententia."
i-í Los jesuítas ncgnrían probablcmente que sus asuntos se iban mczclando con JI
jjolíticos, pero de Bcntivoglio, Memorie, ir, 6, p. 395, resulta claro cl modo que tuvo ei <*<
Aldobrandmo de tomar cn consideración sus intereses cn Ias negociaciones de Lyon; y in I
liizo cl rev mu dcclaración favorable (Le roi au cardinal Ossat, 20. janv. 1601).
3-"' Du 1'cnou à Villeroy: Ambassades, i, 23. Seu/ement vous diray-je que Mr. le O H
a lait des iiiirac/cs et s'est monstre bon I-'rançois.
'-'> Grclscr Ia tradujo ai latín para los no franceses. Gretseri opera, t. xr, p. 280.
DISENSIONES ENTRE LOS JESUÍTAS 367

Ifnnjuras. Veia que no podría desplazarlos de los puntos donde todavia se man-
Mriiían y era de temer que se produjera un movimiento público.127 Además,
mediante ei Edicto de Nantes, había hecho tan Fuertes concesiones a los
•ugonotes que ahora le correspondia hacer algo por ei catolicismo. Ya en Roma
me empezaba a murmurar y ei mismo Papa dió a entender que temia haber
•Ido enganado.128 Por fin, ei rey se encontraba a Ia altura suficiente para poder
•untemplar Ia situación mejor que su Parlamento y para no temer Ia alianza
l i ' los jesuítas con Espafia. El Padre Lorenzo Maggio se apresura a entrar en
•fnncia en nombre dei general para asegurar ai rey Ia fidelidad de Ia Compa-
Biu con los más encarecidos juramentos. "Si resulta otra cosa, él y sus compa-
iros serían los más negros traidores."129 Al rey le pareció mejor probar su
nistad que su enemistad. Pensaba que podría utilizados contra Espafia.130
Movido por tantos motivos de política exterior y de necesidades internas, *
rey se declara dispuesto a acoger de nuevo a Ia orden en Ias negociaciones
I Lyon dei ano 1600. Escoge como confesor ai jesuíta Cotton. Después de
gunas otras demostraciones de favor, se publica en 1608 ei edicto mediante
cual se restablece en Francia Ia Companía de Jesus. Se le ponen algunas
Mídiciones: Ia más importante que los superiores y los miembros de Ia Com-
Iftía en Francia serían franceses.131 Enrique no duda que todo Io ha dispuesto
I su provecho y que puede tener plena confianza.

I Despreocupadamente les muestra su favor y hasta les ayuda en sus propios


untos, en primer lugar en su disputa con los dominicos.
Clemente VIII mostro un vivo interés teológico. En su presencia han teni-
9 lugar sesenta y cinco reuniones, treinta y siete disputas sobre todos los pun-
• en litígio; él mismo ha escrito bastante y, por Io que sabemos, se inclinaba
lu doctrina tradicional, favorable a los dominicos. El mismo Belarmino decía
iie no negaba que ei Papa estaba dispuesto a pronunciarse contra los jesuítas,
(ro que sabia que esto no iba a ocurrir todavia. Hubiese sido demasiado peli-
H>so en una época en que los jesuítas figuran como los mejores apóstoles de Ia
I en todo ei mundo, romper con ellos sobre un artículo de esa fe; en realidad,
• jesuítas estuvieron dispuestos a reclamar un concilio y ei Papa parece que
«elamó: "Se atreven a todo, a todo."132 También los franceses intervinieron
'2T "Dispaccio dei rey d e 15. Agusto 1603 ai re Jacopo d'Inghilterra", reproducido cn Siti,
Ifiiiorie recondite, i, p . 247.
I«B Ossat à Villeroy, i, p . 5 0 3 .
12» Sully, lib. XVII, p . 307.
'•'"> Riconobbe chiaramente d'esserne per ritrarre servigio e c o n t e n t a m e n t o in varie oceorrenze
|>ro próprio e de'suoi amici contra gli Spagno/i stessi (Dispaccio e n S i r i ) .
131 Edictum regium, e n Juvencius, pars v, lib. x n , n. 59. E n Ia obra d e Juvcncio se cn-
|«iitia todo Io q u e se dijo entonces en favor de los jesuítas, mientras q u e Ludovico I.ucio, Historia
luitica, Basilcae 1627, lib. n, cap. I I , contiene todo Io q u e se dijo e n contra de ellos. Pero ni
| uno ni ei otro dan los factores decisivos, los cuales, sin embargo, son aludidos mas claramente
It i'l defensor q u e por ei acusador.
132 Scrry, p . 2 7 1 . T a m b i é n Contarini afirma q u e habian amenazado: Portata Ia dispufatione
Umiia ventilata fra flielogi, il papa e Ja maggior parte de'consu/tori inclinavano nell'opiníones
VDonicnicani. Ma li Gesuiti, vedendosi in pericolo di cader da quel credito per ií qualc pretendono
Bnvcr il primo liioco di dottrina nel/a chiesa cattolica. erano rcsolnti di mover ogui machina per
NI ncever il colpo. La doctrina con Ia q u e amenazan, scgún Contarini, cs Ia de q u e , a u n q u e cl Papa
Ni Infalible, n o constituyese ningún artículo d e fe cl considerar a u n o u otro como verdadero
Iji.i IM potenza di questi e 1'autorjtí di chi li proteggeva era tanta che ogni cosa era dissimulara.
368 CONTKADICCIONES INTERNAS

en Ia decisión. Enrique IV estaba por ellos, ya sea porque le convencieri^B


razones, Io que no os imposible, ya soa porque, para poner fuera de du(M
ortodoxia, quisiera Favorecer a Ia orden que luchaba contra ei protestando
El cardenal du Perron tomo parte en Ia congregación y sostuvo con h a b i l t f
ceio ei punto de vista jesuíta. Dijo ai Papa que Ia doctrina de los dominB
podría suscribirla también un protestante, y cs posible que con esto fc irrn
sionara.
Se mczcló también en estas disputas Ia porfía entre Espana y Francia iá
agitaba ai mundo. Los dominicos encontraron tanto apoyo en los espaM
como los jesuítas en los franceses-133
A esto se debió que Clemente VIII no decidiera en realidad nada.
hubiera envuelto en nuevas dificultades, tratándose de ordenes tan i n f l u y j
y de tan poderosos príncipes, berir a unas o a otros.

10) Posición política de Clemente VIII


Una de Ias precauciones mayores que tuvo Ia Sede Apostólica fué ei c*
ei alejamiento de cualquiera de Ias dos potências de Ias que dependia cl •
librio dei mundo católico, tratar de arreglar sus disputas e impedir, por Io me
que abocaran en una guerra, sosteniendo su influencia sobre ambas parles.
El Papado se nos muestra en este momento cumpliendo con ei oficio j
loable: ei de mediador y pacificador.
Más que a nadie, ei mundo debió a Clemente VIII Ia paz de V^H
dei 2 de mayo de 1598. Aprovechó ei momento oportuno, cuando ei raw
Francia a causa de su lamentable situación financiera, y ei de Espana a 01
de su ancianidad creciente, se sentían inclinados a pensar en un adm
Tomo Ia iniciativa v lué él quien hizo los primeros avances. El general ofl
franciscanos, Fray Buenaventura Calatagirona, escogido con máximo t f l
para este asunto y enviado por él a Francia, albino Ias primeras y más J
dificultades. Los espanoles se ballaban en poscsión de una serie de plazatíB
eesas y estaban dispuestos a devolverlas, con excepción de Calais; los fraáH
insistían en Ia entrega de esta última y fué ei fraile quien c o n v c n c i d f l
espanoles en este sentido. Entonces se abrieron Ias negociaciones de Yenl
Fueron presididas por un legado y un núncio, y cl general de los fraqV
nos continuo habilmente su gestión mediadora; también su secretariojC
tuvo no poça parte en cila. LI punto capital era que ei rey de Francia s f l
diera a separarse de sus aliados Inglaterra y Holanda. Se consideraba e s t o j
e si mostrava di non sentirio e sopra diíliniie delia controvérsia si andava temporeggiando, /*-*
tirarsi adosso carica rnaggiore.
1.13 Pasajc principal cn du Perron, Ambassades et negotiations, lib. m, t. II, p. 859, J
dn 23 janv. J606": Les Espagnoh lont profession ouvettcmcnt de protegei les jneobint jf
nicosj en haine, conime ;e croy, de Vaítcction que ie père genera/ des Jesuitcs et presque fmu
de son ordre, excepté ecux qui dependent des pires Mendozze et Personius comme particulirrí
les Jesuitcs Angfois, ont monstre' de porter a vostre Ma/estc: et semp/e que d'une dispute de ri
i/s cn veuillent íaire une querelie d'cstat. Se ve en Io citado que los jesuítas, excepto una pa
fracción, pasaron entonces por tener inclinaciones francesas. En Serry, p. 440, hallamoj.(
Dominicos estaban entonces excluídos de Ia Corte francesa: Praedicatores tum temporis f
mimrs accepti et a pub/icis curiac muneribus nuper amoti.
POSICION POLÍTICA DE CLEMENTE VIII 369

1 vcntaja para ei catolicismo, ya que de ese modo parecia completarse Ia


iración de Enrique IV dei sistema protestante. Después de pensarlo mucho,
fique accedió. Y, desde este momento, los espanoles devolvieron todas sus
tjuistas y Ia situación quedo retablecida como en ei afio 1559. El legado
Juro que Su Santidad se alegraria con ei concierto mayormente que con Ia
ijuista de Ferrara, pues para él tenía mayor significación una paz que abar-
ei ioda Ia cristiandad y le ponía en sosiego, que aquella conquista de or-
tcmporal.134
Sin embargo, en esta paz quedo sin resolver un punto: ei de Ia disputa
? Saboya y Francia. Como ya dijimos, ei duque de Saboya se había apode-
de Saluzzo y no estaba dispuesto a devolverlo. Después de muchas ne-
•ciones inútiles, Enrique IV Io ataco con Ias armas. Al Papa, a quien se
*ii encomendado expresamente en Vervins Ia mediación en este asunto, le
xtaba más que nada restablecer Ia paz y aprovechó toda ocasión para
varia; cuantas veces ei rey le hizo saber su sumisión, le reclamo como
;ba esta paz, como un gusto que tenía que concederle. La dificultad residia
ue Ia entrega de Saluzzo parecia herir los intereses generales italianos. No
fia con agrado que los franceses poseyeran un país italiano. Según mis
•ias, parece que Calatagirona propuso que se abandonara Saluzzo ai du-
y se compensara a Francia mediante Bresse y otros territórios saboyanos
o s ias p u é mérito dei cardenal Aldobrandino lograr que esta propuesta
ra en un arreglo efectivo en Lyon, en ei ano 1600. También los franceses
agradecieron porque Lyon ensanchó su âmbito en Ia forma que habían
do hacía tiempo.136
l,n estas circunstancias favorables, pensaba a veces ei Papa en orientar ai
(In católico reunido bajo él en una empresa eomún contra ei viejo enemigo
«I. En Hungria había estallado de nuevo Ia guerra contra ei turco y se
percibír que ei império otomano se iba debilitando por dias merced a ia
acidad personal de los sultanes, ai influjo dei serrallo, a los incesantes
lamicntos, especialmente en Ásia, y parecia posible emprender algo con
. El Papa no escatimó sus esfuerzos. Por ei ano 1599 representaba millón
Itdio de escudos Ia suma empleada por él para Ia guerra. Muy pronto en-
Viimns un ejército pontifício de 12,000 hombres en ei Danúbio. Los êxitos
11 iii ser mucho más grandes si se conseguia aunar Ias fuerzas dei Occidente
" una empresa oriental y si Enrique IV se decidia a asociar su poder ai de
M,I El Papa no cejó de animarle en este sentido. Y ei caso es que, poço
lies de Ia paz de Vervins, Enrique escríbió a los venecíanos que esperaba
;r embarcar en breve, en Venecia, como los viejos franceses, para una
rcui contra Constantinopla. Repitió su promesa ai celebrarse Ia paz con
IlH Después de Ia edición de Ias Mémoircs de Angouleme, Didot, 1756, se halla, i, 131-363,
• Mulo Aiifres Mémoires, un dctallado relato sobre Ias negociaciones de Vervins, que se dis-
i por su exactitud e impareialidad y dei eual liemos tomado Ias noticias que comunicamos
La última se halla cn Ia p. 337 dei citado libro.
"•'• ()«;i( à Vjí/eroy, 25 de marzo de 1599.
" Ikntivoglio rela(a cn los capítulos más importantes dei segundo libro de sus Mcmorie
li, cap. vi) estas negociaciones de un modo dctallado.
370 CONTRADICCIONES INTERNAS

Saboya. 137 Pero, de cualquier manera, Ia ejecución de este plan requetB


inteligência previa más íntima de Io que era posible alcanzar en forma I
diata después de tan fuertes trastornos.
Fué más bien Ia porfía de Ias dos grandes potências Ia que en más Jfl
ocasión vino a ayudar ai Papa en sus propios asuntos. Y una vez hasta I
servirle en cuestiones dei Estado de Ia Iglesia.
Paralelamente a tantas empresas brillantes cn ei exterior, Clemente «
en Ia Corte y en ei Estado un poder muy riguroso y monárquico.
La reorganización a que Sixto V sometió ai colégio de cardenalcs |n
procurar a este una influencia regular en los negócios. Sin embargo, l a s f l
iban desprovistas de substancia y ei resultado fué contrario a Io que Sw^Ê
ba. La marcha procesal, le lentitud a que se halla condenada una a | H
deliberante a causa de Ias oposiciones que en ella se suscitan, hacian imra
a Clemente VIII confiar los asuntos más importantes a Ia congregd^H
principio Ia solía consultar, pero se desviaba con frecuencia de sus f ^ H
y los consistorios servían más para Ia publicación que para ei consd^B
que acabo por encomendársele asuntos de importância secundaria o p i l f l
formulários. 138
Sin duda forzaba cn cierta medida a esto Ia nueva orientación it^Ê
por Clemente a Ia política de Roma. Pero también existia en él una ni
ción ai gobiemo unipersonal. Con ei mismo sentido se administraba ei pa
establecieron nuevos impuestos sin consultar a nadie, se sometieron a u f l
lancia especial los ingresos de los municípios y los barones fueron ttH
a un riguroso trato jurisdiccional, sin considerar Ia tradición ni los pfjH
Mientras ei Papa dirigió personalmente los asuntos Ia cosa marchfl
Por Io menos los cardenales, aunque tuvieran también sus reservas, se^M
ron admirados y sumisos.
Pero poço a poço, ;il avanzar en edad, ei ejercicio de este poder fl
quico recayó en ei sobrino dei Papa, Pedro Aldobrandino. Era hijo ^ H
Pedro Aldobrandino que se había destacado entre sus hermanos en Ia p i
jurídica. No parecia prometer mucho. Más bien feo, picado de viruelflH
cia de asma y tosía de continuo; tampoco durante su juventud había I
mucho en los estúdios. Pero tan pronto como su tio lc adentro cn los ,IMI|
mostro una capacidad y flexibilidad inesperadas. No solo se Ias componU
bien con ei Papa, es decir, que Io completaban, suavizando su rigor, d i s i m J
v haciendo inócuas Ias debilidades que en aquél se jjjan manifestando •
poço, 139 sino que también se ganó Ia confianza y Ia aprobación de Jj^H
jadores, de suerte que todos ellos deseaban que íos asuntos pasaran fM
137 Leltre du roy, en ei apêndice ai segundo tomo de Ias Cartas de Ossat, p. 11. 1
188 Delfino: Ora, li consistori non servono per a/tro che per commnnicarc in essi Ia
delle chiese e per publicar le resoiutioni d'ogni qualità fatte dal papa: e lc congregationi, i
deli' inquisitione in poi, che si è pur conservata in qualche decoro e si riduce ogni settàfl
ie altre, anche quelle che sono de'regolari e deVescovi, sono in sola apparenza: peroH
risolvono ad un modo, il papa eseguisce ad un altro e nelle cose piu importanti, coüfl
a/uto a principi, di spedir legati, dichiarar capi.
13» Relationc ai Cl. Este: Dove il papa inasprisce, Aldobrandino mitiga: dove
lida: dove commanda giustitia, intercede per gratia.
POSICIÓN POLÍTICA DE CLEMENTE VIII 371

iinos. En un principio debía haberlos compartido con su primo Cinthio, que


linpoco era poça cosa, especialmente en cuestiones literárias, pero muy pronto
L'splazó. En ei afio 1603 ei cardenal Pedro es todopoderoso. Una relación
este ano nos cuenta que "todas Ias negociaciones, todos los favores y gracias
jpenden de él; su casa está llena de prelados, nobles, cortesanos y embaja-
IICS. Puede decirse que sus oídos escuchan todo, que de su aprobación de-
ndê todo, que de su boca descieíide Ia revelación y que en sus manos se halla
ejecución". 140
Semejante poder, ilimitado y eficaz, en modo alguno apegado a Ia ley, des-
fcrtó, a pesar de los amigos que pudo granjearse, una resistência secreta, pro-
inda y general. Una pequena ocasión Ia hizo estallar inesperadamente.
Un hombre a quien se había tomado preso por deudas pudo romper sus
fliicluras y guarecerse en ei palácio Farnesio en ei momento en que le con-
ícian por delante de él.
Hacía tiempo que los Papas no querían saber nada dei derecho de asilo
Ias nobles famílias para acoger delincuentes en sus casas. El cardenal Far-
lo, aunque emparentado con ei Papa por ei casamiento de una Aldobrandina
i un Farnesio, quiso hacer valer de nuevo aquel dereebo y mando expulsar
li fuerza a los esbirros que buscaban ai fugitivo en su palácio. Al gobernador
|íc se le quejó, le repuso que su casa no tenía Ia costumbre de entreoar a los
usados. Al cardenal Aldobrandino, que queria evitar ei escândalo y se pre-
itó en persona para arreglar ei asunto, le contesto desdenosamente, hacién-
blc notar que a Ia muerte dei Papa, que no se haría esperar, un Farnesio
mlría más importância que un Aldobrandino.
Lo que animo ai Farnesio para una condueta tan rebelde fué sobre todo
rlación con Espana. De Ia renuncia de Enrique IV a Saluzzo, que en
ÍDIIKI se considero un poço inocente, se saco Ia conclusión de que ei monarca
|ncés no queria ocuparse de asuntos italianos y ei prestigio de los espafioles
leio de nuevo; como los Aldobrandini marcaban una simpatia tan fuerte por
koncia, sus contrários Ia marcaron por Espana. El embajador espafiol, Ville-
aprobó por completo Ia condueta de Farnesio. 141
El apoyo de una potência extranjera, Ia protección de una gran fami-
iqué más podia pedir ei descontento de Ia aristocracia romana para estallar?
'lUvaüeri y nobili afluyeron ai palácio Farnesio. Algunos cardenales se adhirie-
)n abiertamente, otros en secreto. 142 Todos pretendían que había que librar

no Orbis in urbe. Pero también aqui se encuentran fuerzas secretas: Ha diversi servitori,
! Ia misma relación, ma que) che assorbe i /avori di tutti, è il cavr. Clemente Sennesio, mastro
umera, sa/íto a que/ grado da prívatíssima fortuna, e che per ampíiar maggíormente /a sua
(tinirá ha íatto sabre il frateilo a/ segretariato delia consulta: cosi possedendo tra Jor due Ja
na, /'uno delia gratia de/ cardina/e, /'altro dei/a provisione d'offici e deile maggiori espeditioni.
m Contarini, Historia Veneta, t. m, lib. xin, MS, entre todos los autores de aquella época
iiiil dctallado y fidedigno: Vigiienna mando ordine a tutti i baroni e cavalieri Romani ob/igati
|l corona che per servitio dei re fossero immediate nella casa de/ cardinal Farnese.
H2 Contarini: Diedc grand'assenso ai /alto Ia venuta de'cardinali S/ondrato e Santiquatro,
f iiicntc mirarono trattandosi di Spagna ai debito de'cardinali verso il papa: ed a questi che
friamente si dichiaravano, diversi altri in oceulto adherivano, tra quali il Cl. Conti. —Ma il
Bolo, Ia plebe senza nome, sempre ávida di cangiar stato, /avoriva a/ cardinale, e per le piazze,
1 le stráde a gran caterve applaudevano a/" partito di lui.
372 CONTRADICCIONES INTERNAS

ai Papa y a Ia Iglesia de Ias garras dei cardenal Aldobrandino. Como ei H


llamó tropas a Roma, ei embajador espanol aconsejó a Ia oposición —promei
dole, además, recompensas— que hiciera venir unas tropas que andaban J
Ia frontera napolitana. Falto muy poço para que no se produjera en Rfl
como en siglos pasados, una lucha abierta.
Pero ei cardenal no queria que Ias cosas llegaran a ese extremo. Le •
con haber podido mostrar su independência, su poder y Ia posibilídad ddfl
resistência. Decidió retirarse a Castro, que le pertenecía en derecho. I'mi-
con gran estilo. Se aseguró una de Ias puertas, que mando ocupar, y abana
entonces Ia ciudad con Ia companía de diez canos y trescientos caballoif
este modo, ganó todo; Ia resistência fué causa de que se iniciaran negociai^
lormales y, simulando que todo fué culpa dei gobernador, se le o r g a n H
reconciliación con Ia casa Farnesio. Volvió ei cardenal en forma no í
brillante de como había salido. Las calles, Ias ventanas y Ias azoteas eiB
Uenas de gente. Nunca, en Ia época de su domínio, habían sido rccibid^
Farnesio tan brillantemente ni siquiera saludados con tan gran júbilo. , 4 *J
Si ei cardenal Pedro Aldobrandino permitió todo esto, no fué sòlfl
debilidad, por forzada concesión; los Farnesio eran los parientes p r ó x i m j
Ia família dei Papa y tampoco hubiera servido de mucho mostrarse itf
ciliable. Lo que importaba era acabar con ei origen dei trastorno, que i.ulí
en circunstancias políticas. N o había que esperar que los espanoles <ainhi
de sistema ni siquiera que retiraran ai desagradable embajador. Aldobrandil
tuvo más recurso que animar a Enrique IV a participar vivamente en \m
tos italianos.
Le complació en extremo "como un fresco viento sosegado en un dia
roso", como dijeron sus enemigos, que en diciembre de 1604 llegaran r
três cardenales franceses, varones destacados los três. Era posible dl
constituir en Roma un partido francês. Fueron recibidos con alborafl
hermana dei cardenal, Signora Olímpia, dijo cien veces a los recién 1 loj
que su casa se ponía incondicionalmente bajo Ia protección francesa. B I
sostenía saber por Ia historia que Ia Sede apostólica a ninguna otra nacidd
tanto como a Ia francesa y prorrumpió en vítores ai ver una imagen M
Trato de informarse de si los franceses no contaban con ningún p a i o l
Alpes después de Ia perdida de Saluzzo. liste Baronius no era solo histoa
sino confesor dei Papa, a quien veia todos los dias. El Papa y AldohnÉ
fueron más prudentes y no se manifestaron tan abiertamente. Per» n
queria decir que sus familiares se expresaran tan a las claras, pues nflT
sino que repetían Ia opinión de su senor. Como Enrique IV se decidió
pensiones, pronto conto con un partido que sirvió de contrapeso ai espa
Pero las intenciones de Aldobrandino iban mucho más lejos. Con f(
cia exponía a los embajadores y cardenales venecianos Ia necesidad di
coto a Ia arrogância de los espanoles. ^Era tolerable que quisieran n i | H
143 Contarini: S'inviò jn Roma entrando in guisa írionfaníe con ciamori popofflfl|
vano ai cielo, inconfrato in forma di re da/1'ambasciator di Cesare, di Spagna, daiii Cír
drato, Santiquatio, San Ccsareo e Coníi, dal generai Georgio suo cognato, tuíía ia cavjl
1c guardie de/ papa, con/luendo i/ cavalieii e baroni.
POSICIÓN POLÍTICA DE CLEMENTE VUI 373

ajena contra Ia voluntad de su dueno? li4 Para cualquiera que ha de vol-


a Ia vida privada en breve plazo, es ciertamente peligroso atraerse Ia mala
imtad de esta potência, pero su honor le impedia permitir que ei Papado
clicra reputación en los dias de su tio. En una palabra, propuso a los vene-
nos una alianza de los Estados italianos, bajo Ia protección francesa, contra
pana.
Ya había iniciado negociaciones con los demás Estados. No amaba a Tos-
I, tenía constantes disputas con Módena, y Parma se hallaba complicada
los manejos dei cardenal Famesio, pero pareció olvidado todo con ei objeto
vengarse de Espana. Se entrego con pasión a Ia idea, no hablaba de otra
a ni parecia pensar en nada más. Para hallarse más próximo a los Estados
t queria agrupar, se dirigió a Ancona en los comienzos dei ano 1605.
No había terminado su faena cuando murió su tio, ei 5 de marzo de 1605,
indo también con ello su poder.
Pero ei haber despertado Ia idea, ei haber renovado tan ardientemente
Influencia francesa en Roma y en Itália, tuvo mucha importância. Senala
Í tendência de Ia política general de los Aldobrandini.
No creo que nos alejemos demasiado si en este momento recordamos Ia
Ición original de esta família en Florencia. Había pertenecido siempre ai
Ilido francês. Messer Salvestro había preparado con otros ei levantamiento
1527, en que fueron expulsados los Médicis y llamados los franceses. Y
Ho sus enemigos, espanoles y Médicis, mantuvieron Ia plaza, tuvo que aban-
lur Ia pátria. ^Es que ei Papa Clemente podia olvidar esto, podia querer a
espanoles y a los Médicis? Era reservado por naturaleza, solo en ocasiones
tonfiaba a los amigos y de este modo debió decir aquello: "Pregunta a tus
Iusados y ellos te mostrarán tu camino."14G Es cierto que intento una vez
lar ei Estado de Florencia, como él se expresaba. Su simpatia por los
Jkeses salta a Ia vista: encontro ei Papado en estrecha alianza con Espana
Msi Io llevó a una aliaza con Francia en contra de Espana. Y si es verdad que
rcstablecimiento de un poder nacional en Francia representaba un interés de
lglcsia, también se trataba de una cuestión de simpatia, de satisfacción
mal. Sin embargo, este Papa era sensato, circunspecto y cauteloso, y nunca
liiuiió más de Io que era posible realizar. Cuando vió que no podia hacerlo
peligro general, en lugar de reformar a Florencia reformo, como dice un
•jeiano, sus propios pensamientos.148 Nunca fué de opinión de llamar a
lia a Ias armas francesas. Le bastába con restablecer ei equilíbrio, eman-
M ie de Ia hegemonia espanola, proporcionar a Ia política eclesiástica un
idamento más amplio, todo ello por via pacífica, poço a poço, sin ruido ni
rturbación, pero tanto más seguramente.

| M l "Du Perron au roi 25 Janv. 1605." (Ambass. i, 509.)


!'.• Dclfino: La poça inclinatione che per natura e per hereditá ha il papa a Spagnoli.
I Un Vcnier: Vedendo Je preparazioni e risolurioni di Vra. Sà. et anco deJ granduca e che Ia
blu republica s'era dichiarata col mandar un ambasciatore espresso per questo negotio a S. Sà.,
punido e/la che si sarebbe accesso un gran íuoco in /falia e con pericolo di gravíssimo incêndio
P tlucsa, in Iuego di tentar h riforma del/o stato di Firenze ri/ormò i suoi pensieri.
374 CONTRADICCIONES INTERNAS

11) Elección y primera actuación de Paulo V


En ei cónclave que sigue se manifiesta ya Ja influencia de los franceses,
brandino se alia con ellos. Unidos eran irresistibles, y elevaron a Ia dignj
pontifícia a un cardenal que ei rey de Espana había excluído, un» Méd
próximo pariente de Ia reina de Francia. Las cartas en ias que du Perron an
cia ei inesperado triunfo a Enrique IV, rebosan de júbilo y en FranclJ
celebro Ia noticia con festejos públicos. 117 Pero fué una dicha breve. Leófl^
como se nombró este Papa, no sobrevivió a su elección más de veintiséis df
Se decía que Ia idea de su dignidad y ei sentimiento de las dificultades <ff
cargo habían agotado por completo sus fuerzas seníles.
Se renovo ia efervescência electoral con tanto mayor ardor cuanto qual
dobrandino no estaba ya tan unido a los franceses. Montalto se le enfrentJ
sueltamente y, como en anteriores elecciones, comenzó una porfía entre las I
turas dei último Papa y las de u n Papa anterior. Cada uno, rodeado de !
fieles, llevaba a su favorito a una u otra capílla. Se ensayó con vários. El m a
Baronius, a pesar de resistirse con todas sus fuerzas, fué llevado una vez I
capílla Paulina. Pero cada vez Ia oposición se manifestaba con más vigor y •
guno de los dos candidatos podia ser impuesto. Como en otras ocasiones, ™_
elecciones a Papa iba importando más, no quien tuviera mayores méritos, •
quien contara con menos enemigos.
Por fin Aldobrandino fijó su mirada, entre los favoritos de su tio, en •
que se había granjeado Ia aprobación general y había sabido evitar enemi^f
peligrosas: ei cardenal Borghese. Dispuso a los franceses a su favor, y Montalj
cuya aproximación con Aldobrandino habían conseguido aquéllos, accedió tf
bién. Borghese fué elegido ei I6 de mayo de I605, antes de que los espanolai
enteraran de que había sido propuesto. 148
Así ocurrió también, en esta ocasión, que ei sobrino dei último Papa I
quien decidió Ia elección. Los Borghese, por su origen, se hallaban en una s f
ción parecida a Ia de los Al dobra ndini. Como estos de Florcncia, aquéllos hlfl
ron de salir de Siena, para no someterse ai domínio de los Médicis. Y p o f l
razón ei nuevo régimen pareció representar una continuidad con ei anteriaH
Pero Paulo V mostro en seguida su peculiar caracter rudo.
Había hecho su carrera partiendo de Ia profesión de abogado y recordH
todos los grados de Ia dignidad eclesiástica: li9 vicedelegado en Bolonia, a n d
de Câmara, vicario dei Papa, inquisidor. Había vivido, sumido en sus librqfl
i*T Hísfoíre de Ja vie de Messire PhíJippe de Mornay seigneur du Plessis, p. 305. C^M
de h maison rfes Medicis, dit Leon Xí, quí avoit coustíí au roi 300,000 escus a faire, en fa I f l
duquel il /aisoit grand íondement, et pour l'élection duquel, par un exemple nouveau, /ur(^H
feux cie joye et liic le canon en France, qui vescut pe» de ;ours et ne Jaissa au roy que h ! • • •
par les Espagnoís d'une hrgesse si ma) employóe et Je douíe de renconttci une sucession, t^Ê
il advinf, pius íavorab/e :) J'Espagnoí.
1 líi
Fero también puede ser que y3 Montalto y Aldobrandino se hubieran puesto de acutf^|
cuanto a Borghese. Omcluvc di P.-ioJo V, p, 370. Se dice allí tlc ambos: Dopo d'haber J ^ B
mo/ti, elessew Borghese, am/co di Monta/to e creatura confidente di Aldobrandino.
149 Kelafione di IV ambasciatori mandati a Roma 15 Genn. 1605 m. V. i. e. 1606. U •
Camillo non ralendo piíi habitare Sicn:i caduta dalla liberta, se ne ando a Roma. Di buono M
d'ingegno aCufo rinsci nc/Ja proíessione d'awocato.—II papa non vuol esser Sanese ma R ^ H
ELECCIÓN Y PRIMERA ACTUACION DE PAULO V 375

sin mezclarse en ningún asunto político y no conocía mayormente enemi-


*>lingún partido veia en él un adversário, ní Aldobrandino ni Montalto, ni
Irunceses ni los espanoles, y esta fué Ia circunstancia que le proporciono
|ra.
[Pero él interpreto ei acontecimiento de otra manera. El hecho de haber
M In ai Papado sin intervención suya, sin Ia ayuda de ningún médio artifi-
[|c pareció prueba de una acción directa dei Espíritu Santo. Por esto se sentia
•do en su persona, y ei cambio de porte y ademán, y hasta de tono en Ia
Jtrsación, sorprendió a Ia misma corte, acostumbrada, sin embargo, como
pina, a toda clase de transformaciones. Pero también se sentia vinculado,
ido. Se propuso administrar Ia suprema dignidad. y afirmaria, sin vacilacio-
con ia misma inflexibilidad con que había aplicado en sus anteriores des-
iftos Ia letra de Ia ley.
Dtros Papas acostumbraron a celebiar su elevación a Ia Sede repartiendo
• s . Paulo V comenzó su gestión pronunciando una sentencia que todavia
|e recuerda con espanto.
'Un pobre autor, natural de Cremona, llamado Piccinardi, se habia ocupa-
n su soiedad, quién sabe si animado por algún disgusto, en redactar una
i1 i.i de Clemente VIII, comparándolo con ei emperador Tiberio, a pesar
poça analogia que podia haber entre los dos. No solo no habia impreso Ia
sino que apenas si Ia había comunicado a alguien. Una mujer, que había
en su casa, le denuncio. Paulo V se manifesto ai principio muy tran-
y parecia importarle menos Ia cuestión por Io rnismo que intervinieron en
dei autor personajes poderosos, hasta embajadores. La sorpresa no fué
kna cuando un buen dia Piccinardi fué decapitado en ei Puente dei Ângel.
importa Io que pudiera decirse en su descargo; ei hecho es que había come-
tin delito de lesa majestad, castigado por Ias leyes con Ia pena capital. Un
como Paulo no conocía Ia gracia y ai pobre hasta le confiscaron sus
rs.,SÜ
Sin tardar renovo en Ia corte Ias prescripciones dei tridentino sobre resi-
llu. Declaro pecado mortal estar lejos de Ia diócesis y seguir cobrando sus
m. No excluyó a los cardenales ni les valió Ia excusa de sus puestos admi-
Wtivos. De hecho, muchos volvieron a sus localidades; otros pidieron un
mm y otros, para no tener que dejar Roma ni ser culpados de abandono
MI-, deberes, renunciaron.
\JD que daba más que pensar era que sus estúdios canónicos le habían im-
•0 un concepto exaltado dei Papado. Quiso afirmar en su plena significa-
I l;i doctrina que sostenía que ei Papa es ei único representante de Cristo, que
•der depende de su díscreción, que tiene que ser honrado, en humildad, por
Bk los pueblos y príncipes.152 Decía que no los hombres sino ei Espíritu Santo
t'"" Aqucllos embajadores relatan este caso. Si congettura, anaden, fondatamente che abbi ad
li ponre/ice severo e rigorissimo et inexorabiie in fatto di giustitia.
|fil i)ti 1'erron i ViJIeroy 17 may 1606. Le pape ayanl íair entendre ces jours passez que
tlinlé esloit que tous les cardinaux qui avoient des eveschez y allassent ou bien les tesignassent
tnioscnt des coad/ufeurs —j'ay pense—.
lua Krfatione di IV ambasciatori; Conoscendo il poníefice presente sua grandezza spirifuale,
liiniii le le debba da tutfi li popoli christiani attribuir di ossequio e di obedienza, non eccetluando
•VIIK'Í.1 grandíssimo príncipe.
376 CONTRAD1CCIONES INTERNAS

le había puesto en Ia Sede con Ia obligación de asegurar Ias inmunkladr,


Iglesia y los privilégios de Dios, y su conciencia le obligaba a emplear toA
fuerzas en librar a Ia Iglesia de Ia usurpación y de Ia violência. Preferia M
su vida a tener que rendir cuentas a Dios, ei dia que se presentara ante flfl
haber descuidado su deber.
Con rigor jurídico, concibió ias pretensiones de Ia Iglesia como derci In
se impuso como obligación de conciencia renc>varlos en todo su alcanoj

}2) Altereados con Venecta


Una vez que ei poder papal, ai enfrentarse con ei protestantismo, se rofl
y renueva Ias ideas sobre Ias que descansaba ia jerarquía, hace valer de m
iodas sus facultades canónicas con respecto ai régimen interior de los l S
católicos.
Mientras vencia a sus enemigos crecía su autoridad sobre sus p.niid.i
Luego que se obligó a los obispos a una obediência más rigurosa, que ] •
denes religiosas fucron vinculadas más estrechamente a Ia cúria y que todfl
leformas se llevaron a cabo en ei sentido de favorecer Ia máxima autoridfl
Papa, se establecieron en todas Ias capitules europeas nunciaturas regulara
unían ai prestigio de una embajada Ia poderosa influencia de sus derechosl
diccionales, que les procuraban una acción efectiva sobre los aspectos más ira
tantes de Ia vida y dei Estado.
Esta circunstancia produjo pronto un serio descontento aun en amf
países en que Ia Iglesia se había entendido con ei Estado y donde ambos, I
dos, habían hecho frente a Ias opiniones protestantes.
Entonces, como ahora, a Ia corte de Roma le interesó más que nada ( f l
sus pretensiones en Itália. Por esta ra/.ón vemos que los Estados italil^F
encuentran en altereados constantes con ei poder eclesiástico. Las viejas qjÊ
entre ei Estado y Ia Iglesia no habían sido eliminadas ni de una manem í
ral, mediante un principio claro, ni de una manera particular, mediante W
dos y acuerdos. Por Io menos en Ia primera mitad de su gobierno, Pio V y
gorio Xlll sostuvieron obstinadamente sus pretensiones; Sixto V fué j H
más condescendiente en casos particulares. Los Estados y sus represen|B
trataron de capear sin dano los momentos desfavorablcs y de sacar prow
de los favorables. Procedimiento que no fracasa por completo, porque l a i H
naciones de los Papas pasan y cambian, mientras que los intereses ea^f
perduran. En todo caso, Ias cuestiones a decidir son menos objeto dei deff
católico y dei derecho general que de Ja política, de las pretensiones y dB
siones recíprocas.
Sin embargo, Paulo V entendia las pretensiones en sentido jurídico, 1
siderando las disposiciones canónicas de las Dccretalcs como leyes de II
Nunca atribuyó a una interna necesídad de las cosas, sino a un descuido W
nal, ei hecho de que sus antecesores hubieran cedido en algo, y se confl
llamado a subsanar estas faltas. Muy pronto, después de cenir Ia tiafll
vemos enzarzado en violentas disputas con todos sus vecinos italianos.
ALTERCADOS CON VENECIA 377

EI regente Ponte, presidente dei Consejo Real, había condenado a galeras


un notario eclesiástico que había negado Ia información sobre un asunto ma-
nonial ai tribunal civil, y también a un librero que había distribuído ei libro
Baronius contra Ia monarquia siciliana, a pesar de una prohibición real. U n
niitorio de Clemente VIII no produjo efecto alguno. Paulo V no dudó un m o
cnto en pronunciar Ia excomunión. 153
El duque de Saboya había cedido algunos benefícios que Ia corte romana
"i-tcndía y Gênova había prohibido unas reuniones que se celebraban en Ia
lu de los jesuítas, porque en ellas se trataba de dominar Ias elecciones para
' cargos de Ia ciudad; Lucca había prohibido de una manera general Ia eje-
lión de los decretos de los funcionários pontifícios sin Ia previa aprobación
los magistrados de Ia ciudad; por último, unos cuantos sacerdotes, reos de
«vês delitos, habían sido llevados en Venecia ante los tribunales civiles. Pre*
aincnte, Ia generalidad de esta resistência contra ei poder eclesiástico encendió
ceio funcionário dei Papa y su cólera. A todas partes hizo llegar ordenes
u rosas y amenazas. Es más, en este mismo momento amplio Ias pretensiones
Ia autoridad eclesiástica. Entre otras cosas, dijo algo que no se había oído
ás: que no incumbia ai Estado prohibir a sus súbditos Ia relación con los
testantes, pues esto es cosa de Ia Iglesia y corresponde exclusivamente a su
isdicción.
La mayoría de los Estados italianos consideraron estas actividades como
Iralimitaciones que se irían menguando con un poço más de experiência. Na-
quería ser ei primero en romper con ei Papa. El Gran Duque de Toscana
nifestó que tenía asuntos capaces de sacar de quicio ai Papa, pero que no
nsaba explotarlos; Paulo V es un hombre que juzga ei mundo a tenor de una
dad dei Estado pontifício, donde Ias cosas marchan a Ia letra de Ia ley, 154
ro pronto tendría que cambiar, pues también los espanoles se verían cogidos
liabría que soltarlos o romperían Ia red, ejemplo que no tardaria en llegar.
to mismo pensaban los demás, y por eso cedieron ai principio. Gênova revocó
orden, ei duque de Saboya traspasó los benefícios en disputa a un sobrino
Papa, y hasta los mismos espanoles permitieron que aquel regente buscara
jtccibiera Ia absolución ante numerosos testigos.
Cinicamente los venecianos, por Io general tan inteligentes y flexibles, se
^aron a secundar esta política.
También es verdad que Venecia había sido más molestada que los demás.
os ofrcce ei ejemplo adecuado dei grado en que podían agraviar Ias interven-
fces de Ia corte romana cuando se trataba de un Estado vecino.
! Ya Ia vecindad resultaba poço agradable después de que Ia Iglesia se hubo
•iderado de Ferrara. Las disputas fronterizas que Ia República sostuvo con los
íjues fueron continuadas con Ia corte romana con más ahinco. Fué perturbada
necia en Ia administración dei Po, que realizaba con los mayores gastos, y en
viejas posesiones de sus pesquerías. No le quedo otro remédio que proteger
IB* Les ambassades du Cardinal du Perron, II, 633, 736.
l-''i Re/atione di ÍV ambasciatori: II granduca ricordava che il pontefice non era uso a governar
liic príncipe grande, perche aver avilto qiia/chc governo di citti defla chie», dove si procede col
lir eclesiástico e da prete, non basía per saper governare come capo supremo.
378 CONTRADICCIONES INTERNAS

aquellos trabajos con barcos armados y prender a unos cuantos súbditos j


Papa en represália de unos barcos pesqueros de que se había apoderado ei !í
do de Ferrara.
Por otra parte, Paulo V trato de hacer valer su pretendida soberania sol
Ceneda, que desde siglos ejercía Venecia. Ilizo un intento de traer a Roma
apelaciones de los tribunales episcopales que correspondían a Ia jurisdM
ordinária. Se procedió con mucha violência por ambas partes, pues ei nua
repartió excomimiones y ei senado veneciano se ocupo de que no surtieran «I
tos civiles. 155
N o menos violentas fueron Ias disputas acerca dei diezmo eclesiástico. $
tenían los venecianos que hasta entonces habían cobrado ese impuesto
pedir permiso ai Papa y no querían reconocer que su aprobación fuera neceM
para aumentar ei impuesto. Pero todavia resintieron más que Ia corte rctffl
fuera ampliando de dia en dia Ias exenciones de dicho impuesto. Así, dflfl
exentos a los cardenales, que disfrutaban de pingues benefícios; a los Caball^
de Malta, a los conventos en su mitad, a Ias ordenes mendicantes, a todoíj
que estaban ai servicio de Ia Iglesia en ei extranjero o que bajo cualquier I
texto pudieran ser considerados como adscritos a Ia corte dei Papa y, por H
los que Ia corte había asignado pensiones sobre benefícios venecianos. La •
secuencia fué que los ricos no tenían que pagar y toda Ia carga caía sobrei
pobres, que no podían pagar. La renta dei clero veneciano se estimaba eid
millones de ducados y ei diezmo no importaba menos de 12,000 ducadoí
Se juntaron todavia numerosas cuestiones que afectaban más a los parti
lares que ai Estado. Vcamos un ejemplo.
Sabido es ei estado de florecimiento de Ias imprentas venecianas a pi
cipios dei siglo xvi. La República se hallaba orgullosa de esta honrosa indujl
que fué hundiéndose poço a poço gracias a Ias disposiciones de Ia cúria. 1
Roma no cesaban de prohibir libros; ai principio fueron los de los protestei
y luego los escritos contra Ias costumbres de los clérigos y contra Ia inmiinu
eclesiástica, todos los que se separaban Io más mínimo dei dogma y t o e »
obras de un autor que alguna vez se había hecho culpable de alguna falta
comercio no era posible más que con libros intachablemente católicos, y si 1
es verdad que, desde ei punto de vista comercial, se recupero un poço con
magníficos misales y breviários que gracias a Ia restauración eclesiástica eitl
traban buen mercado, también esta venta había bajado ahora. Se quiso m<g
en una nueva forma estos libros, que debían ser impresos en Roma. 1 "
153 Niccolo Contarini: Mentre si disputava, pareva che da alcuno fusse /uggita (a convj
lionc de'censiirati [funcionários de Ia República que se habían opuesto a Ias apelaciones a | ^ ^
/.i qual cosa gitid/cando il senato apportarli oííesa, primietamente tece publicare un bando Cl
chi li havesse a schivo, e dopo a questi tutti in vita li /u| data annua provisione qua/e era Cd
pondente alia Joro fortuna.
156 De una dcclaración entregada en Roma: Mentre s'esagera sopra Ia severità de/ magfl
non si ritrovava íin hora essersi conseguiti piu di 12 m. ducati, per li qji.ili non si doveva íilj
richiami, e Ic fortune delia republica per grafia di dio non erano tali che ne dovesse /ar couli
che tanto. Sc tomaron entonces ciertas medidas destinadas a remediar ei mal. Pero ContannM
In cffetto niojifó poço, percioechè il foto era gia iatto e 1'abuso troppo confcrniato che diiM
era pifi che malagevole.
!•'>' Contarini: Al presente s'cra devenuto in Roma in questo pensiero di ristampar nu >I
cl altro, levanto di pwtcrlo far ad alfri.
ALTERCADOS CON VENEOA 379
necianos observaron, con Ia indignacíOn que se resiente cuando se utiliza ei
htxlcr público en beneficio dei particular, que algunos de los funcionários de Ia
nngregación dei Índice, a Ia que incumbían los asuntos de imprenta, tenían
irticipación en Ias ganâncias de Ias imprentas romanas.
En estas circunstancias Ias relaciones entre Roma y Venecia se habían
(riado y eran bastante tirantes.
Podemos figuramos en qué grado favorecia todo esto a aquella oposición
uc tanto ayudó en 1589 a Enrique IV. La victoria de Enrique, todo ei desarro-
D de los acontecimientos europeos, ia fortaleeió y propuisó. Los altercados con
Papa contribuyeron también a que los representantes de esta opinión ascen-
I•i.m poco a poço a Ias palancas de mando. Ninguna otra más apropiada para
ifcnder los intereses de Ia República contra ei poder eclesiástico. Leonardo
^onato, jefe de los antirromanos, fué nombrado Dogo en enero de 1606. Todos
li amigos, con cuya colaboración salió triunfante en Ia lucha de los partidos,
leron llamados a participar en ei Gobiemo.
Al tiempo en que se presenta un Papa que exagera Ias pretensiones de su
jltoridad con un ceio implacable, ei Gobierno veneciano cae en manos de hom-
(cs que habían hecho doctrina política de ia oposición contra ei senorío de
pina, doctrina que les había llevado ai poder y que afirmaban con tanta ma-
>r fuerza por Io mismo que les servia para defenderse de sus enemigos interiores.
El caracter de ambos poderes augura que los rozamientos han de ser cada
más ásperos.
El Papa no se contento con pedir Ia entrega de clérigos delincuentes, sino
|c pidió Ia derogación de dos leyes, restauradas por los venecianos hacía
Ki, que prohibían Ia enajenación de bienes inmuebles a favor de eclesiásti-
y hacían depender Ia erección de nuevas iglesias de Ia aprobación de Ias
lloridades civiles. Declaro que no estaba dispuesto a tolerar ordenamientos
lu estaban en tan clara contradieción con los acuerdos de los concilios, con
constituciones de sus antecesores y con todas Ias disposiciones dei derecho
lónico. Los venecianos no cedieron un ápice. Sostenían que se trataba de
fes fundamentales de su Estado, dictadas por sus antepasados, que habían
ístado tantos servidos a Ia cristiandad, leyes que eran intangibles para Ia
iviblica.
Pero ambas partes no se mantuvieron mucho tiempo en ei objeto directo
Ia disputa, sino que surgieron nuevas reclamaciones. Por parte de Ia Iglesia,
se creía perjudicada en general por Ia constitución de Venecia: Ia República
«liibe Ia apelación a Roma y, con ei título de papista, excluye dei consejo
(bre asuntos eclesiásticos a los que, por sus cargos, se hallan en relación directa
Ia cúria; además, carga de impuestos ai clero. Los venecianos, por su parte,
lisidcran que estas limitaciones no son en modo alguno suficientes. Piden que
benefícios eclesiásticos se cedan exclusivamente a los nativos y que solo a
ms se les permita formar parte de Ia Inquisición; toda bula necesitará Ia apro-
•ión dei Estado, toda reunión de clérigos se celebrará bajo Ia inspección de
secular y se prohibirán todos los envios de dincro a Roma.
Pero tampoco se mantuvieron en estos puntos y de Ias cuestiones en dispu-
Ite pasó a los princípios generales.
380 OONTRADICCIONES INTERNAS

Hacía tiempo que los jesuítas habían sacado de su doctrina sobre ei t


pontifício Ias consecuencías más importantes en favor dei derccho eclesilw
y no descuidaron de repetidas.
El espíritu, dice Belarmino, dirige y disciplina Ia carne, y no ai reifl^
poder temporal tampoco debe colocarse por encima dei espiritual e intfl
dirigirlo, mandarlo, castigarlo, pues esto significaria una rebelión, una f^Ê
tirania. 158 El sacerdócio tiene sus príncipes que le mandan, no solo en loí I
tos espirituales, sino también en los seculares; por Io tanto, es imposibM
reconozea además a un superior secular, pues nadie puede servir a dos sei*
El sacerdote tiene que juzgar ai emperador y n o este ai sacerdote, pues
absurdo que Ia oveja quisiera juzgar ai pastor. 159 Tampoco ei príncipe i
cobrar impuestos sobre los bienes eclesiásticos. Que los cobre de los laicos, I
los sacerdotes ya le prestan Ia más importante contribución con Ia oraciófti
sacrifício. El clérigo se halla exento de todas Ias cargas personales y reales,!
pertenece a Ia família de Cristo. Si esta exención no descansa en un mari
expreso de Ia Sagrada Escritura se funda, sin embargo, en ella, por consecul
y analogia. A )os saceiàotes dei Nuevo Testamento les corresponde ei mi
derecho de que gozaron los levitas en ei Antiguo. 100
Es esta una doctrina que atribuye a ia República eclesiástica —a l.i
corresponderia una tan gran influencia sobre ei Estado— una independa^
no menos perfecta con respecto a este; doctrina que en Roma se trataba de I
solidar con innumerables testimonios sacados de Ias Escrituras, de los cond
de Ias constituciones papales e imperiales, y que se consideraba como irrefdl
en su totalidad. <iQuién se iba a atrever en Venecia a hacer frente a un 1
mino o a un Baronius?
Los venecianos contaban entre sus consejeros a Pablo Sarpi, varón ^ H
su caracter y Ias circunstancias habían llevado a una opinión y le h a b í í d ^ f
cado en una posición que le permitían tomar Ias armas contra ei j V
eclesiástico.
Pablo Sarpi era hijo de un comerciante que había emigrado de St.'
a Venecia y de una madre de família veneciana, Ia casa de los Morelli,
disfrutaba de los privilégios de Ia cittadincmza. El padre era un tipo pflfl
negro, vehemente, peleador que fabrico su desgracia con falsas especulajB
La madre era una de esas bellezas rubias que no escasean en Ia ciudad, M
figura, discreta y prudente. El hijo se le parecia en los rasgos de Ia cara. 101 ]
158 Risposta dei CJ. Bei/armino ad una lettera senza nome de/i'autore (octavilla de V
La ragione indrizza e regge e comanda aíia carne e faívofía /a castiga con digíuni e vigüle, I
carne non indrizza ne rcggc ní comanda mi punisce )a ragione: cosi ia pofestà spiritua/e i U^F
alia seco/are, i perà Ia puà e deve düzzaie e reggere e comandarei e puniria quando si port^T
ma Io potesià seco/are non c superíore alia spiritua/e nè fa può drizzare nè reggere nè |:'i
comandare nè pimiria, se non di fatto ribe//ione e tirannide, come hanno /alto taivo/ía In
cipi geníi/i o iicrcfici.
'•"'9 Bcllarminus. De ciericis, i, cap. 30: Kespondeo, principem quidcm ovem ac spirW
tilium pontítieis esse, sed sacerdotem miíJo modo (ihum vel ovem principis dici posse, <|nni!
sacerdotes et onmes c/erici suum habent principem spiritualem, a quo non in spiritiialibul •
sed etiam in tempora/ibus reguntur.
i«!> listas frases se hallan a veces literalmente en Ia antes citada Risposta, o en ei ,^^Ê
Belarmino, De ciericis, sobre todo lib. i, cap. 30-
l ° i Sarpi, nacido ei H de agosto de 1552. Su padre Francisco, su madre Isabel. P B _
gentio, Vita di Paolo Sarpi. Grisclini, Memoric di Fra Pao/o Sarpi, o. 13, trad. alem. de l . i
ALTERCADOS CON VENECIA 381

• Un hermano de Ia madre, Ambrosio Morelli, dirigia una escuela que go-


m\u de cierta fama y que servia, sobre todo, para Ia educación de los jóvenes
| Ia nobleza. Su sobrino acudió a ella. Nicolás Contarini, Andrés Morosini
I In sus condiscípufos y amigos de confianza. En ei umbral de su vida conto
I m muy buenas relaciones.
1 l'cro ni Ia madre, ni ei tio, ni estas amistades impidieron que siguiera su
I Jinación a ia soledad y entro en un convento de servitas a los catorce o
I Ince anos.
1 Iablaba poço y era muy serio. N o comia nunca carne y, hasta los treinta
, no probo vino; odiaba Ias conversaciones inconvenientes: "Ya viene Ia
:ella —decían sus camaradas— cambiemos de conversación." Todas sus
Bnsiones y deseos se concentraban en ei estúdio, para ei que se hallaba bien

Í
Disfrutaba dei envidiable talento de una comprensión rápida y segura; era
lente fisonomista y si, por ejemplo, entraba en un jardin, nada se le esca-
i ai primer golpe. Espiritual y corporalmente, su mirada era segura y pene-
le.1*3 Se dedico con fortuna a Ias ciências naturales. Sus admiradores ]e
luyeron ei descubrimiento de Ias válvulas en los vasos sangüíneos y ei fenó-
o de contraccíón y dílatacíón de Ia pupila, 168 Ia prímera observación de Ia
nación de Ia aguja magnética y otros muchos fenômenos magnéticos, y no
puede dudar que participo activamente en los trabajos de Aquapendento y,
icialmente, de Porta. 164 Anadió a sus estúdios de física ei cálculo matemático
I observación de los fenômenos psíquicos. En Ia biblioteca dei convento se
icrvaba un ejemplar de Ia obra de Vieta con correcciones escritas de manos
Sarpi. También había un pequeno folleto que trataba dei origen y decaden-
ile Ias opiniones de los hombres que, a juzgar por los extractos de Foscarini,
lenía una teoria dei conocimiento que se apoyaba en Ia sensación y en Ia
cxión y guardaba muchas semejanzas con Ia de Locke, 165 aunque no debió
urrollarla tanto como se ha dicho. Fra Paolo escribió nada más que Io nece-
|(i, pues no le aficionaba producir; leia de continuo, asimilaba, observaba. Su
Irilu era positivo y amplio, metódico y atrevido, y se deslizo por Ias vias de Ia
tstigación libre.
Con estas fuerzas entra en Ia palestra teológica.
Se ha dicho que fué secretamente protestante, pero es difícil que este pro-

lantismo haya sobrepasado los primeros princípios, sencillos, de Ia confesión

I i"'- Scgún Fra Fulgentio (p. 38) él mismo hablaba de su gran passihilifa, pciche non solo
|ctto in Jui /acesse mofo, ma anco ogni mínima relíquia. Come perito suanatore, continua
tudo Fulgentio, ad un sol toeco Ia giudizio deH'instromento, cosi con far parlar le persone, con
Verta ammirabile conosceva i fim", gl'interessi, etc.
l«W Cf. tambien Fischer, Geschichte der Physifc, i, 167.
104 A quo, dice de él Porta, aliqua didicisse non solum fateri non erubcsciinus, sed gloriamur,
nu co doctiorem, subtiliorem, quotquot adhuc videre contigerit, neminem cognoverimus ad en-
•paediam. \fagiae nafur., lib. vil, praeí. Grisclini, i, JJ 20, 24.
l"'> Particularmente interesante seria Ia explicación de Ia substancia. Paolo Sarpi. en Foscarini
Jnsclmi, deriva Ia sustância de Ia multiplicidad de ideas, sin que sca posiblc reconocer ei fun-
il" uto sobre ei que descansa, y en este fundamento, dice, consiste propiamente Io que llainamos
•iiria. Griselini, I, p. 46 de Ia trad. de Locke, Human understanding, t. II, cap. 23: Not imaçining
v lhe simple ideas can subsist by themselyes, we aceustom ourselves to suppose some substratum
Irrin fhey do subsist and from which they do rcsiilt, which therefore we caH substance.
382 CONTRADICCIONES INTERNAS

de Augsburgo, si es que los llegó a mantener. Por Io menos, Fra PaoW 4


misa todos los dias a Io largo de su vida. N o es fácil ciasifícar su cred
interior, porque era dei tipo de Ia que se formaba cn aquellos hombres declicj
a Ias ciências naturales, no adheridos a ninguno de los sistemas vigentes: p f l
nal c indagadora, pero no elaborada por completo.
Se sabe de cierto que Fra Paolo tenía un decidido ódio por Ia i n f l u í
temporal dcl Papado. Acaso sea esta Ia única pasión que abrigo. Se ha qwl
explicar con ei hecho de que se le negara un obispado para ei que había]
propuesto. {Y quién podría negar, de antemano, Ia influencia que puede c j f l
en un ânimo varonil una postergación sensible, que cierra ei paso a una amblfl
natural? Pero en este caso Ias raíces eran más profundas. Se trataba <^H
creencia político-religiosa concorde con sus otras convicciones, que se hfl
consolidado con los estúdios y Ia experiência y en Ia que participan sus .\itM
y camaradas, aquellos hombres que solían reunírse cn casa de Morosini ] f l
ahora empunaban ei timón dei Estado. Ante Ia penetración aguda de su o b l f l
ción se disipaban aquellas quiméricas pruebas con que los jesuítas querían ofl
borar sus afirmaciones, doctrinas cuyo verdadero motivo había que bus) I
una devoción por Ia Santa Sede surgida en momentos transitórios de Ia v f l ^ H
N o sin esfuerzo Sarpi pudo convencer a los juristas de Ia ciudad. A ^ |
consideraban Ia exención defendida por Belarmino como un mandato de d e f l
divino; otros afirmaban que ei Papa tenía facultad para ordenaria y se apoyfl
en los acuerdos de los concilios en que ia exención estaba declarada^H
cuánta mayor razón podría hacer ei Papa Io hecho por un concilio! F i j H
refutar a los primeros; a los segundos Fra Paolo les demostro que los e o n «
a que se referían habían sido convocados por los príncipes v había que m i i j
rarlos como asambleas dei reino, de Ias que también partieron Ieyes de l a n
político.108 Este es ei punto en que se apoya principalmente Ia teoria SOSMI
por Fra Paolo y sus amigos.

Partían dei princípio, ya sostenido en Francia, de que ei poder dei príji


procede directamente de Dios y no está sometido a nadie. Al Papa no le i n c i f l
tan siquiera investigar si Ias acciones de un Estado son pecaminosas o n o . B
^a donde nos llevaría esto? iHay, acaso, alguna acción que, por Io menofl
relación con su meta final, no corra ei riesgo de ser pecaminosa? El Papa ^ H
que examinado todo, tendría que meterse en todo y, de este modo, q u a f l
disuelto ei princípado temporal. ^
A este poder está sometido Io espiritual Io mismo que Io secular. 1
poder, dice ei apóstol, pnx-ede de Dios. Nadie está excluído de Ia obcdjH
a Ia superioridad como nadie de Ia obediência a Dios. El príncipe da l a f l

l«0 Escrito de Sarpi a Leschasscr dei 3 de febrero de 1619, cn Lebrct, Magazin, <>^H
Una observación tanto más importante para aquellos ticinpos cuanto c]iic Mariana, por • i• tt)
deriva de Ias rcsoluciones de los concilios espanolcs Ias más amplias autori/aciones smilnfH
Ia clerecía. Pero hay que advertir siempre que ya cn aquellos tiempos >c hallaban inc/daqH
pretensiones clericales con Ias seculares, o bien estaban eu oposición unas con otras. l ^ H
monarquia gótico cn Espaíía poseia realmente un elemento clcrical muy fuerte, va que Ias vi^H
yes se basan cn general en Ias viejas condiciones.
ALTERCADOS CON VENECIA 383

/ga a cada uno, reclama los tributos y ei clero le debe en todo esto Ia misma
tcdiencia que los laicos.107
lambién ai Papa le corresponde una jurisdicción, pero tan solo espiritual.
|ue Cristo ha ejercido alguna jurisdicción secular? Pues Io que Él no pre-
fciulió, mal ha podido trasladado a San Pedro y a sus sucesores.
En modo alguno, pues, Ia exención de) clero puede derivar dei derecho
Bvino: "18 descansa tan solo en Ia aprobación dei príncipe. El príncipe ha cedido
I Ia Iglesia posesión y jurisdicción, es su protector, su patrón general y de él
pende en justicia ei nombramiento de los clérigos y Ia publicación de Ias bulas.
El príncipe no puede renunciar a esta facultad aunque quiera, pues es
él un fideicomiso y está obligado en conciencia a transmitiria intacta a
li sucesores. .
;\sí vemos que ei derecho y ia teoria dei Estado se enfrentan atrevidamen-
ul derecho y a Ia teoria de Ia Iglesia. Las tendências de Ias potências en lucha
expresan en sistemas opuestos. Y en Ia íntima penetración de los intereses
Ipirituales y temporales de los Estados europeos, se ofrece un ancho campo de
!li\ idades humanas donde ambos sistemas entran en contacto e interfieren. La
Jesia hace tiempo que intento arrogarse para si todo este campo y ahora
hueva su intento. También ei Estado ha mantenido Ia misma pretensión
ocasiones, pero quizá nunca de manera tan osada y sistemática como ahora.
rídicamente, no es posible que ambas pretensiones pudieran compaginarse
politicamente, ei equilíbrio era posible tan solo por concesiones recíprocas y,
(indo estas cesan, se abre Ia lucha. Cada parte debía tantear hasta donde lle-
,ban sus fuerzas. Como disputan sobre ei derecho a Ia obediência, tiene que
•cidirse ahora cuál de las dos se Ia procura mayormente.
El 17 de abril de 1606 ei Papa, usando el estilo riguroso de siglos anterio-
k, pronuncio, con alusión expresa a antecesores tan poderosos como Inocen-
111, Ia excomunión contra el Dogo, el Senado y todas las potestades vene-
fenas, y también contra los consultores. Para Ia sumisión eventual fijaba a los
Mídcnados los plazos más breves: a três, ocho dias, a uno, três dias. En su
nscuro, todas las iglesias dei domínio veneciano, sin exceptuar los conventos
las capillas privadas, estarían sometidas ai interdicto de culto. Los sacerdotes
I país estaban obligados a leer el breve de excomunión ante el pueblo reunido
rxponerlo a las puertas de las iglesias.109 Todos, desde el patriarca hasta el

1(17
Risposta d'un dottorc in theologia ad una lettera scrittagii sopra iJ breve del/e censure.
no clinique tutti gii ecc/esiastici et i seco/ari de iure divino soggetti ai príncipe secoíare. Omnis
linj poíestatibus sublimioribus subdta sif. E ia ragione si è, perchè siceome niuno è eccertuato
II' ubbidienza che deve a dio, cosi niuno è eccettuato dall'ubbidienza che debe a/ príncipe: perchè
lie soggionge 1'apostolo, omnis potestas a deo.
1*8 üifesa di Giovanni Marsilio a favore delia rispoíta delie otto propositioni, contro Ia
pie lia scrito I'illnio. e revmo. Sr. Cl. Bellarmino, Venecia, 1606, interpreta a su autor, que se
lU expresado de un modo oscuro —ai menos Ia interpretación es autêntica, ya que proviene
mismo lado— de Ia siguiente manera: Dice 1'autore due cose: Ia prima si è, che le persone
(cjiastiche non siano esente delia potestà secoíare nè meno i bene de esse, intendendo in que/lc
t jllc quali Ia detta potestà si estende [es decir, no en las puramente clericalcs]: Ia seconda, che
rnlione ch'hanno li detti ecclesiastici, non è de iure divino, ma de iure humano (p. 62).
">» Mentre in esse si troverà adunata maggior moltitudine di popolo per sentir li divini offici.
384 CONTRADICCIONES INTERNAS

párroco, fueron obligados, bajo Ias más severas sanciones dei tribunal div!
y dei humano.
Este fué ei ataque. La defensa no fué tan violenta.
En ei Colégio de Venecia se propuso que, como ocurrió en tiempos n
dos, se hiciera una protesta solemne, pero no gustó esto en razón d% q i a
sentencia dei Papa era ineficaz y nula, y no tenía ei menor asomo de legfl
dad. En un breve decreto, en una cuartilla, dió a conocer Leonardo Dofll
los clérigos ei acuerdo de Ia República de que debían acatar Ia autoridad
príncipe, "que, en Ias cosas dei mundo, no conoce ningún otro superifll
Díos". La fiel clerecía se dará cuenta de ia nulidad de ias censuras de que A
sido objeto Ia República y continuará, sin interrupción, ejerciendo l i .
ciones que le incumben. No se pronunciaba ninguna amenaza; era i.m
una declaración de confianza. Aunque es posible que de palabra se hicit 1
más. 170
A Ia cuestión dei derecho se ligaba directamente otra de poder y cMI
sión. Reclamado por sus dos jefes, ei Papa y Ia República, a demostrael
contrarias de obediência, ei clero veneciano tenía que decidirse por nn,i
Ias dos.
N o dudó: obedeció a Ia República. Del breve pontifício no se e x p u J
un solo ejemplar. 171 Lós plazos fijados por ei Papa se cumplieron. E | H
prosiguió como si nada. Y Io mismo que ei clero secular se porto ei regulai
Solo fueron excepción Ias ordenes recién fundadas, que e n c a m a ^ V
especial ei principio de Ia restauración eclesiástica; jesuítas, teatinos y C f f l
nos. Los jesuítas no estaban tan decididos y consultaron primero con su prd
ciai en Ferrara y con ei general en Roma, quien se dirigió ai Papa. La o •
ción de Paulo V fué que, u observaban ei interdicto o abandonaban VeJ
sacudiéndose ei polvo de los pies. De cierto era esta una grave decisión, pm
que se les dió a entender que no volverían a ser recibidos, pero su prind^H
les dejaba opción, y en unas cuantas barcas pasaron a los domínios dei P ^
Su ejemplo fué imitado por ias otras ordenes. 173 Una solución media pÊ
ta por los teatinos no les pareció bien a los venecianos, que no querían um
disensión dentro dei país, y les pidieron obediência o alejamiento. En tM
Ias iglesias abandonadas fueron ocupadas por otros-sacerdotes y se tuvo < •
de que nada anduviera en falta. El dia de Corpus Christi fué celebrai
pompa inusitada y con una procesión concurridísima. 174

Como sucedió con tan gran êxito en Ferrara. Breve di censure et intcrdetto dei/a S'.i </i
Paoío V contra li Sri. Venetiani 1606.
l"u Este decreto dei 6 de mayo de 1606 se halla reproducido cn Rampar.ctto. Stam
cale. En Ia portada se ve ai evangelista San Marcos con ei Evangelio y Ia espada lcvaníaàia
Senado se discutia, como dice Priuli, le ntiííifà mo/fe e notorie dei Breve papa!.
l ' l P. Sarpi, Historia partico/are, lib. II, p. 55, asegura que gentes que se disponlan I
Ias bulas a Ias paredes habían sido detenidas por los mismos habitantes.
172 (uvencio, H/st. soe. Jesu, v, n, p. 95.
1"3 S. V. Sandi (vi, 1110) menciona aún / re/orniafi di S. Franccsco. solo se debe, p«J
que scan los autores que compartan con él este error, a que los capuchinos no son sino fra,J
reformados y que A. Morosini los designa asi en esta ocasión.
l"< A. Maurocenus, Historia Ven., t. m, p. 350.
ALTERCADOS CON VENECIA 385

Pero, de todos modos, se produjo una ruptura completa.


El Papa estaba asombrado y Ia cruda realidad se enfrentaba a sus ideas
l.ísiicas: ^Habria un médio para dominaria?
Paulo V pensaba un momento en Ia aplicación dei aparato bélico y tam-
rt cn Ia congregación prevaleció una vez este critério. El cardenal Sauli
lliiinó: "Se castigará a los venecianos." Y se mandaron legados y se armo un
rito. Pero, en ei fondo, no podia atreverse. Había que temer que Venecia
buscara ayuda protestante y que contagiara a Itália y a todo ei mundo cató-
ile Ia más peligrosa agitación.
('orno otras veces, hubo que intentar un arreglo de Ias cuestiones jurídico-
liásticas valiéndose de Ia política, solo que esta no podia funcionar entre Ias
irs intcresadas, que se habían distanciado demasiado, sino que correspondió
* dos grandes potências, a Espana y a Francia. Pero también sus propios
peses tenían que hacerse valer.
Lo mismo en un país que en otro había un partido que hubiera deseado
juptura de hostilidades. Entre los espanoles los católicos celosos, que espe-
,n poder vincular de nuevo Ia Santa Sede a Ia monarquia; los gobemadores
ktrritorios italianos, cuyo poder habria de crecer con Ia guerra; también ei
njador espanol en Roma, Villena, abrigaba este deseo y pensaba tener
JO, para los de su casa, a Ias dignidades eclesiásticas. En Francia eran los
estantes celosos. Sully y sus partidários hubiesen visto con agrado una guerra
•na porque de ese modo se verían aliviados en parte los Países Bajos, opri-
ps entonces por Spíndola. Estos dos partidos provocaron demostraciones. El
Be Espana escribió ai Papa prometiéndole en términos generales su ayuda.
jmbujador veneciano en Francia recibió ofrecimientos de importantes perso-
• y creía que en un mes podría contar con un ejército de 15,000 franceses,
i no fueron estas tendências Ias que prevalecieron. El ministro espanol
Sa y ei francês Villeroy deseaban mantener Ia paz. El primero puso toda su
ia cn ei restablecimiento de Ia paz; ei segundo era un católico ferviente y
ia hubiera permitido que ei Papa fuera agredido por los franceses. 175 Los
iurcas coincidieron con sus ministros. Enrique IV observaba con razón que
•ria en juego su reputación de buen católico si sacaba Ia espada en favor
I» República. Felipe III mando una nueva declaración ai Papa: estaba dis-
Vo a ayudarle, pero no sin Ia garantia de indemnización de gastos y, ade-
, para ei bien y no para ei mal. 176

ITft Relatione di Piefro Priuli ritornato di Francia 4 Sett. 1608, contiene una desetipeión
brio de Ia participación de los franceses en estas disensiones. Villeroy declara: esser questa
'fliiiiissima e própria oceasione di guadagnare ('animo dei papa.—IJ re, assicurato daí suo
iniilore presso ia repubJica che V. Sà. non metteria in mano d'altri questo negotio che delia
í , ebbe mira di guadagnare et obiigarsi con quwta oceasione J'animo dei pontefice.
flTfl Francesco Priuli, ReJatione di Spagna 20 Ag. 1608. Venne ii contestabiie a trovarme a
c mi disc constantemente che gii ordini dcll'amiuassar genti non erano per a/tre se non
lun star in otio mentre tutte potenze dei mondo si armavano, ma che però non s'erano proveduti
Liiaro: raccomandò Ia pace d'Italia, non potendo perder ia republica neli'esser iiberale di
1» imequenti, per haver in ef/etto queiio che desiderava.—In quei tempo che ii duca di Lerma
Ume da ammassarsi parlo iperboiicamente aii'ambasciator d'inghiiterra, — scrissono ai papa
I Ma. gii aveva ben promesso d'a/utario, ma che ciò s'intendeva ai bene e non ai inale,— che
jllinciar ie guerre stava in mano degii nomirii et ü finire in queile di dio.
386 CONTRADICCIONES INTERNAS

Se desvanecieron Ias posibilidades de guerra. Porfiaron ambas po|


en interceder por Ia paz y asegurarse, de este modo, su influencia, y um
intención llegaron de Espana a Venecia Francisco de Castro, sobrino de U
y, de Francia, ei cardenal Joyeuse.
N o siento deseos —ni tampoco me seria posible— de dcscribir ai <l i
toda Ia marcha de sus negociaciones y, por otra parte, creo que será b(fl
con senalar los momentos decisivos.
La primera dificultad radica en que ei Papa exige ante todo Ia suspfl
de aquellas leyes venecianas que le nãbían indignado tanto, haciendo «!• |
der de ello Ia suspensión de sus censuras eclesiásticas.
Pero también los venecianos, con cierta complacência republicana, •
considerar sus leyes como sagradas e inviolables. Cuando se discutió Ia •
sición en enero de 1607, aunque ei Colégio vacilo, fué rechazada f í n a H
por ei s e n a d o . m Los franceses, que habían dado su palabra ai Papa, I
guieron que Ia propuesta fuera discutida todavia en marzo. De los ui
contradictores dei Colégio, uno por Io menos se retiro y, después que se d l
tieron por segunda vez en el Senado los motivos en pro y en contra, t < ^ T
se acordo una suspensión formal y expresa, pero en el acuerdo a que se U^Ê
decía que "Ia República se conducirá con Ia acostumbrada piedad". AuJM
estas palabras eran un poço enigmáticas, el embajador y el Papa creían vj
elías ei cumplímíento de su deseo. EI Papa suspendió sus censuras.
De pronto, surgió una dificultad completamente inesperada. Los venl
nos se negaron a recibir de nuevo a los jesuítas, que después de su marchaJ
ron excluídos por un decreto solemne.
iPodría el Papa abandonar en tal situación a sus gentes más fieles, j
no habían cometido otro delito que mantenerse firmemente unidos a él? Au|
a todo para hacer cambiar de opinión a los venecianos. Tenía a su favor g
franceses, pues los jesuítas se habían ganado para este caso el favor dei revi
diante una embajada especial y Joyeuse tomo mucho interés en el asunto.J
venecianos no cedieron. 178
Pero Io sorprendente es que los espafioles más bien se mostraron cm
rios que favorables a Ia orden. En Espana estaban de buen viento los domial
el conde de Lerma no queria a los jesuítas y no consideraba conveniente I'<>|
a un Estado a recibir de nuevo súbditos desobedientes. Francisco de Castro!
177 Ger. Priuli, Crônica Venera 20 Zener 1606 (1607): Dopo Junga disputa di oito d l
varie pendentie di giudicio de/iberò ií senato rispondere agii ambasciaíori di Francia e di Sp.u;ii«'
ii devenir a qua/sivoglia forma di sospensione non si puô accomodar ia republica, essendo H
perpetuo giudicio: il cite íu proposto da S. Bembo et Al. Zorzi sav;' dei consi/io cf S. Venfl
delia terra ferina. Otros se pronuncian en favor de una medida más moderada. Tampoco ei | J
bable que tuvieran êxito. Pero llega Ia noticia de que no se ha de temer nada de Ias armas l I
Ias, a causa de los errores en Nápoles. E tu perciò preso Ia total negativa di sospensione. CniJ
votos contra 78, es decir, con una mayoría de 21 votos. Pero el 9 de marzo retiro el misma Hn
su proposición. El 14 de marzo se preficre Ia medida más moderada, pese a Ia oposición dtffl
Mula y Venier.
178 Pietro Priuli, Relatione di Francia, afiade: Solamente Vuíficio delfambasciatore ni
ia dispositione che aveva S. Mi., cecitata daH'c/icaci instanze che íurono fatie da un padre IIJI||
Padoano mandato in Francia expressamente dalla sua congrcgarioiie con pensiero d'ottcner ili i
ressarsí acciocc/iè fussero di nuovo rícevutí.
ALTERCADOS CON VENECIA 387

n un principio hablar de los jesuítas hasta que, por último, se puso frente a
• csfuerzos de }os franceses.11*
I El fenômeno encontraba sus razones en Ia situación, pero era tan sorpren-
•nli' que hasta ei mismo Papa quedo perplejo. Sospechando un profundo se-
pMo, renuncio de momento ai restablecimiento de los jesuítas.180
Cuánto le hubo de costar esta resolución! Por unas cuantas leyes insigni-
mintcs, pareció dispuesto a ponér ei mundo en llamas, y ahora concede a un
lis italiano, católico, ei exilio perpetuo de sus partidários más fieles.181
A cambio de esto, Ia República se avino a entregar a los dos clérigos que
;i encarcelado.
Pero también quiso interponer en este caso una excepción de derecho, de
jue ei Papa nada queria saber. Es muy particular ei acuerdo ai que se llegó
nlmente.2*2 EI secretario dei Senado veneciano condujo a los reos al palácio
1 embajador francês y se los entrego "en consideración al rey cristianísimo y
a reserva de que con ello no quedaba menoscabado ei derecho de Ia Repú-
a juzgar a sus clérigos". "Así los recibo yo", contesto ei embajador, y los
idujo ante ei cardenal, que se paseaba en una Zoggia de un lado para otro.
«tos son los prisioneros —-dijo— que han de ser entregados al Papa." Pero no
resó Ia reserva. El cardenal, sin afiadir palabra, los hizo entregar al comisario
ntificio, que los recibió con Ia serial de Ia cruz.
Se estaba muy lejos de Uegar a una inteligência verdadera y Io que se pre-
ndia era establecer su apariencia. Para ello era todavia necesario ei levanta-
•nto de Ias censuras y ei otorgamiento de Ia absolución.
Pero también en este punto los venecíanos tenían objecíones que hacer:
ouían manteniendo que Ia censura era en si misma inexistente y nula y que
o tanto no les era menester ninguna absolución. Joyeuse les explico que no
|dían cambiar Ias formas de Ia Iglesia. Por fin, se acordo que no se diera Ia abso-
ión con Ia publicidad ordinária, y Joyeuse se presentó en ei Colégio y Ia
íunció privatim. Los venecianos se manifestaron siempre como si no hubie-
tenido necesidad de absolución.183 También es verdad que no fué otorgada
ii toda Ia solemnidad de sus formas, pero de todos modos Ia recibieron.
Se resolvieron, pues, de una manera general, los puntos en litígio, aunque
tan en ventaja de los venecianos como generalmente se afirma.
Las leycs poc Ias que reclamo el Papa fueron suspendidas, los clérigos cuya
1"!> Francesco Priuli, ReJatione di Spagna: Seiitcndo [i Spagnuoíi] cfie Franciosi insistevano
(tl/mfroduzione dc'Gesuiti, scrissero a Roma et a Venezia che non trattassero di ciò, dando ragione
|fn republica di non voler capitto/arc con gente suddita che J'aveva si gravemente ofíesa.
mo Francesco Priuli: Vemito i'awiso dcJl intiero accomodamento, desisterono dal procurara
si trattasse di loro con ia Stà. V., non so/o per non a ver voíuto par/ar di /oro, ma par essersi
lllr.iversati alli gagfiardi uffici de'Francesi: che fece dubirare il papa di qualche recôndito mistero,
on vi volse insistere con che essi non sapevano che dire.
isi Ger. Priuli: Peso molto a S. Stà. questa cosa de'Gesuiti, non per loro, ma per Ja sua própria
larione.
' M - Joyeuse Io expresa, como condición, dei modo siguiente: che Javandosi ?e censure siano
UMgnafi li due prigioni a chi ii riceve in nome di S. Santità, li quali, se bene S. Screnilà [Vcnc-
lise di dar/i in gratiíicafione di S. M. Chima, si dovessero consignare senza dir altro.
isa Daran (final de su libro 29) nos procura el escrito de Joyeuse, sin duda Io único impor-
ilc (|iie aduce en csrc asunlo; pcio tajnbicn hace contra 6sic •onas objeciones que son msosVeniWes,
parecer.
388 CONTRADICCIONES INTERNAS

entrega exigió le fueron entregados y Ia absolución fué recibida. Sin em


todo se hizo bajo limitaciones extraordinárias. Los venecianos procedieron
en una cuestión de honor, con temeroso cuidado por su reputación y fua
capsulando, escondiendo en Ia medida de Io posible, toda concesión. II
tenía en desventaja ei haberse visto obligado a una concesión sorpreJf
poço honrosa, que llamó Ia atención en todo ei mundo.
Desde este momento ias relaciones entre Roma y Venecia vuelven a I
jos carriles, por Io menos en apariencia. Paulo V declaro ai primer em^
veneciano que Io pasado estaba olvidado, que todo seria nuevo, y a v
quejaba de que Venecia no queria olvidar Io que él había olvidado, puei
traba tan suave y condescendiente como cualquiera de sus antecesons.1'
Con todo, Io que se consiguió fué evitar nuevas enemistades y alte
pero Ia oposición interna perduro y no volvió a restaurarse Ia confianza

13) Final de Ia cuestión jesuíta


De modo parecido, es decir, no de manera perfecta, se resolvió tambiéi
tanto ei altercado entre jesuítas y dominicos.
Como vimos, Clemente murió antes de haber pronunciado sentencia!
Io V, que abordo Ia cuestión con todo ei ardor que caracterizo en gen
comienzo de su gestión -—desde septiembre de 1605 hasta febrero de í
celebraron diecisiete reuniones en su presencia—, se inclinaba por ei I
antiguo, por ei lado de los dominicos, no menos que su antecesor. En ir
y noviembre de 1606 tuvieron lugar reuniones con ei propósito de fijar Ia
en que habrían de ser condenadas Ias doctrinas de los jesuítas y ya los do
contaban con Ia victoria.185
Pero en aquel momento se cruzaron, como sabemos, los enredos ve
y los jesuítas habían ofrecido a Ia Santa Sede una prueba de sumisión
excedieron a todas Ias demás ordenes y por Ia que Venecia les hizo pa
En estas circunstancias hubíera parecido crueldad que Ia Sede A'
dístinguiera a sus más leales servidores con un decreto condenatorio.
todo estaba a punto, ei Papa se detuvo. Dejó dormir ei asunto durante
tiempo hasta que, finalmente, ei 29 de agosto de 1607, publico una decr
mediante Ia cual fueron remitidos a sus lugares de procedência los dísp
y consultores, y en Ia que se anunciaba que Ia resolución seria dada a
en tiempo oportuno y que mientras tanto ei deseo vehemente de Su
era que en modo alguno una parte insultara a Ia otra.186
De esta suerte los jesuítas se reponen de Ia perdida sufrida en
Significaba una gran ganância para ellos que sus combatidas doctrinas,
no lograran confirmación, tampoco fueran condenadas. Hasta presumían
18-' Rclationc di Mocenígo 1612. El Papa declaro: che conveniva per servitio d"l
fosse sempre buona intel/igenza fra que/Ja sede e questa republica.
185 Serry, Historia congregationum de auxihis, contiene, pp. 562 s.. Ias actas referen
Gratiae viefriei, dice él mismo, iam canebatur "Io triumphe".
18* Coronelli, Secr. de Ias Congregaciones, en Serry, p. 589: Tra tanto ha ordinalo
moíto seriamente che nel trattare di quesre rnaterie nessuno ardisca di gua/ificare e censu
parte.
FINAL DE LA CUESTION JESUÍTA 389

ia. Con ei marchamo de Ia ortodoxia, ahora confirmada, prosiguieron ei ca-


|no doctrinal emprendido en forma incontenible. Mas había que preguntarse
hbién si conseguirían dominar por completo sus propias disensiones internas.
Continuo Ia efervescência. Los câmbios en Ia constitución se mostraron
Miücientes y Ia oposición espanola no cejó en su propósito de destronar a
juaviva. Y, cosa que no había ocurrido nunca, los procuradores de todas Ias
Ivincias declararon Ia necesidad de una congregación general, que tuvo lugar
cl afio 1607, y en Ia que se trato de nuevo de câmbios profundos.
Ya scnalamos a menudo Ia estrecha relación entablada por los jesuítas con
nu ia y ei favor que les mostro Enrique IV. También tomo parte en Ias disen-
IUS de Ia Companía, poniéndose dei lado de Aquaviva. En un escrito le
ura no solo su simpatia sino que le expresa su deseo de que no se intro-
ia ningún cambio en Ia constitución de Ia misma. 187
Aquaviva aprovechó inteligentemente un apoyo tan poderoso.
La oposición contra él tenía su asiento principal en Ias congregaciones
inciales. Hizo aprobar una ley en cuya virtud no se podría considerar como
liada una propuesta en una reunión provincial si no estaba apoyada en los
tcrcios de los votos y, además, una propuesta con estas condiciones no podría
r a discusión en Ia asamblea general si Ia mayoría de esta no le otorgaba
unticipada aprobación. Disposiciones con Ias que, como se comprende, se
ligua considerablemente Ia influencia de Ias congregaciones provinciales.
Pcro además de esto se pronuncio una sentencia condenatoria contra los
niigos dei general, pasándose a los superiores en Ias províncias Ia indicación
ícsa de proceder contra los díscolos. Así volvió Ia paz poço a poço. Los
nibros espafioles se sometieron y cesaron de oponer resistência a Ia nueva
"ción de Ia orden. Y bajo Ia influencia que prevaleció fué creciendo una
ración más dócil. El general trato de corresponder a los favores de Enri-
IV con una sumisión doble.

14) Conclusión
ka vez Ias diferencias iban camino de Ia conciliación. Pero si consideramos
)M su desarrollo y ei resultado a que llegan nos daremos cuenta de que se
producido en ei interior de Ia Iglesia católica ei cambio mayor.
Partimos de aquel momento en que ei poder pontifício, complicado en lu-
"» victoriosas, fué incrementando su fuerza. En estrecha alianza con Ia polí-
i-spanola trato de atraer a todas Ias potências católicas en una dirección y de
ii/gar Ia defección con una acción de gran envergadura. De haber tenido
itn hubiera hecho valer Ias razones eclesiásticas para Ia hegemonia, hubiera
"nido a todos los Estados católicos para una idea, una fe, una vida y una
Itica y, de este modo, gozaria de una influencia prepotente en ei interior
los mismos. Pero precisamente en este momento se manifiestan Ias más fuer-
lontradicciones internas.
I»? Liíerae christianissimi regis ad congregatos patres, iv Kal. Dec. 1607", en Juvencio,
• , lib ix, n" 108: Vosque hortamur ad retinendam instituti vestri integritatem et sp/cndorem.
390 CONTRADICCIONES INTERNAS

En los asuntos franceses se levanta ei sentimicnto de nacionalidad


Ias pretensiones de Ia jerarquía. Tampoco los creyentes estaban dispuestoa j
ger plenamente los razonamientos eclesiásticos, a depender por entero Ac
dirección dei jefe de Ia Iglesia; princípios como ei de Ia política secular v I
ia independência nacional hacen frente con una energia indomable a l o f l
pósitos dei Papado. Y de manera general podemos decir que fueron cstOfjH
cipios los que lograron Ia victoria y que ei Papa hubo de reconocerla. La imii
Iglesia francesa se restaura basándose en estos princípios.
Mas pronto ocurre que Francia se enzarza otra vez con Ia monarquH
pafiola. Dentro dei mundo católico se enfrentan dos grandes potências q u f
antagônicas por su naturaleza y propenden a combatirse. No era posiblc, fl
afirmar Ia unidad. Y Ias mismas circunstancias de Itália hicieron que esta I
gonismo y ei equilíbrio que fué su resultado tuvieran consecuencias ventfl
para Ia Santa Sede.
Entretanto se producen nuevas disensiones teológicas. A pesar d e l i
y de Ia nitidez de Ias disposiciones dei concilio de Trento no se pudo evitai]
dentro de Ias fronteras senaladas por ellas, se ofreciera campo suficiente
nuevas pugnas religiosas. Las dos ordenes más poderosas se combaten y si
lias dos potências toman un partido, Roma no osa pronunciar Ia sentenciai
A esto se afiaden las peleas por los limites entre Ia jurisdieción ecMT
y Ia secular, peleas que, siendo de origen local, y con un vecino no muy
roso, fueron conducidas, sin embargo, con tal inspiración y fuerza que cq
una significación universal. 188 En todos los Estados católicos se honra Ia
ria de Pablo Sarpi. Logro asentar los limites de Ia jurisdieción eclesiástici
hoy conocen todos estos Estados. El Papa no pudo contra él.
Antagonismo de las ideas y de las doctrinas, de Ia constitución y dei r
que se oponía con fuerza y amenazaba con Ia destrueción a aquella un
eclesiástico-secular que ei Papa trataba de encarnar.
La marcha de los acontecimientos muestra, sin embargo, que \$á
básicas fueron también esta vez las más fuertes. No se pudo aplazar Ia cd
dieción interna, pero se evito Ia lucha. Se restauro y consevó Ia paz cntM
grandes potências; los intereses italianos no se elevaron todavia a una pleru
ciência y a una acción eficaz; las ordenes en disputa fueron obligadas U I
cio. Las luchas entre Ia Iglesia y ei Estado no llegaron ai punto extremo, •
que Venecia aceptó Ia mediación.
La política dei Papado consistió en colocarse, en Ia medida de Io JjH
por encima de los partidos, en mediar en las disensiones. Todavia tenía •
dad bastante para esto.
Sin duda alguna que influyó ei que mientras tanto continuar:', sin i I
gran acción hacia fuera en que ei Papado se hallaba envuelto, Ia lucha
ei protestantismo, como también aquella política influyó en Ia lucha.
Volvamos, pues, al examen dei desarrollo de estos acontecimientos.
188 V. Sti., exclama P. Priuli (Refatione di Francia 1608), al regresar de aquel
dichiaiato, si ptiò dire, sin a quai tcimini sia permesso al pontetice estendera Ia sua t
spirilua/e auíorilà.
0 crco equivocarme o sobrepasar los limites de Ia Historia si, en este momcn-
, creo percibir una ley general de Ia vida.
Es indudable que son siempre Ias fuerzas dei espíritu vivo Ias que rnue-
m ai mundo en sus goznes. Preparadas por los siglos precedentes, se alzan en
tiempo oportuno, conjuradas por poderosas individualidades, de Ias profundi-
idcs insondables dei espíritu humano. Por su caracter, arrebatan ai mundo y
|tan de dominarlo. A medida que Io van consiguiendo y se ensancha ei círculo
su acción, tropiezan cada vez más con una vida peculiar independiente que
1 les es tan fácil sojuzgar y apropiarse. Así ocurre —pues se hallan compren-
klas cn un devenir incesante— que sufren, ellas mismas, una transformación.
| abordar Io extrano asumcn en si una parte de su naturaleza y se producen
Itonces direcciones, momentos en su existência, que no poças veces contradicen
lti propia idea. N o puede ser de otro modo sino que, en ei progreso general,
hibién estos antagonistas crezcan y prosperen. Lo que importa es que no pre-
pnincn, pues en ese caso destruirían Ia unidad y su principio.

Ya vimos cuán poderosamente se agitaron en ei Papado restaurador Ias con-


Bicciones internas, los profundos antagonismos; sin embargo, Ia idea salió
llinfante y Ia unidad superior, aunque no con toda Ia fuerza armonizadora
t iintcs, sostuvo el predomínio y avanzó sin césar, aun en los momentos de
rlia interna, para lcs que también logro frescas energias, hacia nuevas con-
luias.
listas empresas atraen ahora nuestra atención. Tiene Ia mayor importan-
| para el mundo el grado cn que salen triunfantes, los câmbios que tracn por
Itsccuencia y Ias resistências con que tropiezan dentro y fuera.

591
392 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

I. PROGRESOS D E LA RESTAURACIÓN CATÓLICA

(1590-1617)

1) Empresas dei catolicismo en Polônia y países limítrofe


a) Polônia.—Se ha expresado Ia opinión de que los protestantes, que, eoirlB
mos, prevalecieron durante cierto tiempo en Polônia, estuvieron en sitfl
de elevar ai trono un rey de su credo, pero les pareció más ventajoso un nmiM
católico porque encontraria en ei Papa un poder superior, un juez c o l o c a i
encima de él.
De ser esto cierto hubieran merecido ei mayor reproche por un s c d H
poço protestante.
Porque, merced a un rey católico, pudo ei Papa hacerlcs Ia guerra.
Entre todos los embajadores extranjeros solo Ias núncios dei Papa flfl
dei derecho de hablar con ei rey sin Ia presencia de un senador. Son cS^Ê
estos núncios: Io bastante sagaces y hábiles para sacar provecho de este m^Ê
más íntimo que Ias circunstancias les permitiam
A eomienzos de los anos oebentas dei xvi es núncio en Polônia {^H
nal Bolognetto. Se queja de Ias incomodidades dei clima, dei frio, d o b ^ H
sensible para un italiano, dei vaho de Ias pequenas habitaciones con d ^ H
de toda Ia extrana manera de vivir; a pesar de eso, acompana ai rey Estj^H
Varsovia a Cracovia y de Wilna a Lublin a través de todo ei país. A V f ^ l
cierto humor melancólico, pero siempre con ceio incansable; cuando ei rey
a campana, se mantiene en correspondência con él. Así conserva ei c o n t ^ H
manente entre los intereses romanos y Ia persona dei monarca.
Conservamos una relación detallada de su gestión, que nos instruyi^B
de Io que emprendió y sobre los resultados de su acción. 1
Lo primero que pidió ai rey fué que ocupara los cargos exclusivamil^B
católicos, que no permitiera en Ias ciudades reales más que ei culto catál
que restableciera ei diezmo, medidas todas que, por Ia misma época, se irrufl
en otros países y promueven o seiíalan Ia renovación dei catolicismo.
No consiguió su propósito, pues no creía ei rey Estcban que p o d í l H
lejos, y declaro no ser lo bastante fuerte para acometer ia política que se le *'
sejaba.
Pero este monarca no solo era católico ferviente, sino que sentia <^T
nato por Ia Iglesia y accedió a los deseos dei núncio en muchas otras cosiH
Los jesuítas, gTacias ai apoyo directo dei monarca, tuvieron coleflB
Cracovia, Grodno y Pultusk; se introdujo sin dificultad ei nuevo c a l e ^ H
se puso en ejecución Ia mayor parte de Ias disposiciones dei concilio trideí
Pero lo más importante fué Ia resolución dei rey de no conceder los OflH
sino a católicos.2 En estas dignidades se habían deslizado algunos p r o | | S
1 Sp.innocchi, Re/ationi aWIUmo. Revmo. Cardinal Rtisticucci, segrelario di N . S. Plft^Ê
dei/e cose di Po/onia intorno alia rcJigione e dei/e azioni dei cardina/ Bolognetto in q U ^ H
ch'cgli e stato nunzio in quelia província.
2 Spannocchi: Sendosi [il re] deterniinato che nessuno possa tenere chiese che nofl H
vera fede romana.
PROCRESOS DE LA RESTAURACION CATÓLICA 393

»c pcrmitió ai núncio liamarlos ante un tribunal y deponerlos, Io que tema


p i mayor importância cuanto que a Ia dignidad eclesiástica iban vinculados
y voto en ei senado. Esta significación política de Ia dignidad eclesiástica
precisamente Ia que ei núncio trato de utilizar. Exigió de los obispos una
ilueta concorde en Ia Dieta, según sus directrices: mantuvo una estrecha
t lión personal con los más poderosos, ei arzobispo de Gnesen y ei obispo de
kovia, Io que le sirvió extraordinariamente. Así, consiguió no solo encender
in 11 \ o ardor en Ia clerecía, sino adquirir una gran influencia en los asuntos
lilarcs. Propusieron los ingleses un tratado de comercio que parecia muy
"l.ijoso para Ia ciudad de Danzig, pero ei núncio Io impidió más que nada
taiic los ingleses exigían una promesa expresa de que se les dejara traficar
Ivir en paz, sin ser molestados a causa de su religión.3
I ii una palabra, por muy moderado que se manifestara ei rey Esteban, fué*
I su reinado cuando ei catolicismo prospero considerablemcnte.
Isto tenía tanta mayor importância cuanto que ei partido más poderoso
país, Ia facción Zamoisky —que disponía, por favor dei rey, de los puestos
importantes—, 4 cobro también un tinte católico y fué ei que decidió Ia
a electoral a Ia muerte de Esteban. Los Zamoisky Uevaron al trono a aquel
icipe suevo al que había dado a luz en Ia prisión Catalina Jagellona, y que,
l t su primera juventud, sea por inclinación natural, por influencia de Ia
Ire, por sus esperanzas al trono de Polônia, o por todos estos factores a Ia vez,
b».:ntuvo firme en Ia fe católica en ei centro de un país protestante. Se trata
LSfgismundo III, príncipe cuyo sentir se compadecia con los empefios cató-
n que entonces agitaban a Europa.
I Dice ei Papa Clemente VIII en una de sus instrueciones que —estando
•rdenal y ei legado todavia en Polônia— había aconsejado a este príncipe
reservara todos los cargos públicos para los católicos. A menudo se había
D este consejo, por Paulo IV, por ei cardenal Hosius 5 y por Bolognetto. Pero
Vti se encontro ei terreno preparado. Segismundo III se mostro muy decidido
jVar a efecto Io que no pudo ser cumplido por Segismundo Augusto ni por
ban. Convirtió en principio de su acción favorecer tan solo a los católicos, y
n pa Qemente tiene razón cuando atribuye a esta medida ei auge dei cato-
mo en Polônia.
1 I privilegio más destacado dei poder real en Polônia consistia en ei reparto
N Spannocchi: II che non prima venne agli orecchi dei Bologneto che ando a trovare. S. Míà. e
•Micacjssmie ragioni mostro quanto esorbitante cosa sarebbc stata che avesse concesso per publico
»lo ema tanto obbrobiosa setta, e come non senza nascosto inganno e speranza d'importantissimc
•Uiicnze quel/a sceJIerata donna voJeva che si dichiarasse cosi per decreto potersi esercitar Ia setta
Jlcuia in quel regno, dove tutto il monde pur froppo sa che si permetta il credere in matéria
ligione que) chi piace a chi si sia: con queste ed altre efficacissime ragioni ü re Stefano rimase
•nte persuaso che promesse non voler mãi far menzione alcuna di religione in qualunque accordo
V (.itto con quella regina o suoi mercanti.
* Spannocchi: Alie dignifà senatorie et all'entrate dei regno dicono hoggi non ammettcrsi se
I dependenti da esso cancelliero, acciò che da nissuno venga impedito di far queílo che ad esso
|l ir piii tornerà di piacere di farç.
M KH un escrito dei 14 de marzo de 1568 le ruega al rey que declare nullis se deinceps vel
t»( s vel praefecturas vel quaecunciue tandem alia numera pnblice mandatarum nisi cini Chrisfnrn
)rlr confessos fuerit et omni perfidiae, sive Lutheristicae sive Calvinisticae sive anabaptistarum,
IlHfn remiserit.
394 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

de dignidades. Todos los puestos eclesiásticos y seculares, grandes y p e q í


•—se calculaban en número de 20,000— dependían de Ia gracia dei rey. )T
comprcnderse Ia repereusión que había de tener ei que Segismundo III nflj
comenzara a proveer los puestos eclesiásticos, sino también los demás câf
con católicos, Io que significaba que Ia benevolência dei Estado, como f
decir los italianos, ei derecho cívico en pleno, correspondia tan solo a sus 4
paneros en Ia fe. Se prosperaba en Ia medida en que se disfrutaba dei M
de los obispos y de los jesuítas. El Starost Ludovico de Mortangcn consigull
vaivodazgo de Pomerelia más que nada por haber regalado su casa de T M f
Ia Companía d e Jesus. En los territórios prusiano-polacos se concitó a ( f
cuencia de esto una oposición entre Ias ciudades y Ia nobleza que cobfÉ
matiz religioso. Al principio ambas se habían adherido ai protestantismo, I
ahora Ia nobleza dió un paso atrás. El ejemplo de los Kostka, DzialinsM
nopat, que se hicieron poderosos por haber pasado ai catolicismo, ejerciój
gran influencia. Las escuelas de los jesuítas eran visitadas principalmente
Ia joven nobleza; pero pronto encontramos a los hijos de Ia burguesia emir]
discípulos de los jesuítas de ciudades que seguían siendo protestantes. S h T
bargo, Ia nueva acción se ejerce, por Io general, sobre Ia nobleza. El colegB
Pultusk cuenta con cuatrocientos alumnos, todos aristocratas.6 Todo coqV
para incitar a Ia nobleza polaca ai retorno ai catolicismo: ei impulso que ddfl
ba en ei espíritu de Ia época, Ia ensefianza de los jesuítas, ei ceio renovado d l
clérigos y ei favor de Ia corte.
Nos podemos figurar que ei movimicnto fué demasiado lejos y quK^H
der dei Estado se dejó sentir sobre aquellos que no habían vuelto ai redil. M
El clero católico sostuvo que los edifícios de Ia Iglesia, l e v a n t a d o s f l
católicos en cooperación con los obispos y a menudo con Ia dei Papa, constll
una propiedad inalienable de aquélla. Apoyados en este principio, los dm
entablaron demandas judiciales en todos aquellos casos en que ei culto < inl
había sido excluído de las parroquias. Los tribunales se componían ahora d f l
licos cclosos y se fueron sucediendo los procesos contra las ciudades y li.
tencias favorables; de nada sirvió que se apelara ai rey y se le trajem a K • I
ción aquel pacto por ei que se garantizaba Ia misma protección g I
confesiones. La respuesta fué que Ia igual protección significaba que se ajl
a cada una a recobrar sus derechos y que Ia promesa no incluía ninguna I
tia de los edifícios religiosos.7 En poços anos los católicos tomaron posei!
todas las parroquias en las ciudades: "en las parroquias —exclamo d a I
se venera ai antiguo Dios". En las pequenas ciudades pAisianas ei culto j *
lico se practicaba en una habitación de Ia casa ayuntamiento, y solo I'
entre las grandes ciudades, conservo sus parroquias. 8
En este momento de bienandanza no se contentaron los católicos cofl
batir a los protestantes, sino que empezaron a pensar en los ortodoxos gl
EI rey y ei Papa volvieron a concertar sus influencias, según creajT
e Maffci, ii, 140.
1 El escrito dctallado dei Vaivoda de Culma, tradncido en Lcngnich, PoInisch-flH
Geschichfe, parte iv, p. 291, explica especialmente estos motivos.
8
Lcngnich, Nacnricht von eicr Reíigionsánderirng in Preussen, J 27.
PROCRESOS DE LA RESTAURACIÓN CATÓLICA 395
(iikularmente eficaz Ia amenaza de excluir dei senado a los obispos griegos;
caso es que Wladika de Wladimir y otros obispos griegos decidieron unirse
In Iglesia Romana, siguiendo Ias prescripciones dei concilio florentino, en ei
0 de 1595. Sus enviados fueron a Roma, en Ia provincia aparecieron delega-
ty> dei Papa y dei rey y se llevó a efecto Ia ceremonia de Ia reconciliación. Un
kuita, confesor dei rey, Ia animo con un sermón vehemente, y a los católicos
Ics concedieron todavia algunas iglesias.
En ei término de poços anos se babía operado un crecimiento increíble.
loce poco —dice un núncio en ei ano de 1598— parecia que Ia herejía eli-
Inaría ai catolicismo totalmente en Polônia, y ahora es ei catolicismo ei que
llcrra a Ia herejía."
Si nos preguntamos cuál fué Ia causa principal, tenemos que pensar sobre
|o en Ia opinión personal dei rey, opinión que abria todavia mayores pers-
Ctivas, debido a Ia posición peculiar de este monarca.

b) Intento en Suécia.—Por Ia muerte de su padre, Juan, en ei afio de 1592,


jismundo llega a ser rey de Suécia.
En este país, ni su poder era ilimitado ni dejaba de estar vinculado perso-
imente. Ya en ei afio de 1587 había firmado una garantia por Ia cual nada
ia de cambiar en los ritos de Ia Iglesia ni habría de favorecer a nadie que
fuera protestante, y ahora se obliga de nuevo a conservar los privilégios de
irigos y laicos, a no preferir ni postergar a nadie por causa de religión y a
menoscabar en modo alguno Ia Iglesia nacional. A pesar de todo, con su
ición ai trono se despiertan todas Ias esperanzas en los católicos y todas Ias
Kfcupaciones en los protestantes.
Los católicos veían realizado su deseo de contar con un rey católico en
ceia. Segismundo marcho a Suécia en julio de 1593, acompafiado de un séqui-
lentólico; en él no faltaba un núncio dei Papa: Malaspina. Su viaje a través
Ias províncias prusianas fué ventajoso para ei catolicismo. En Danzig le
Ho ai encuentro un legado papal, Bartolomé Powsinsky, con un regalo de
UXX) escudos, "una pequefia contribución —como se decía en Ia instrueción—
s gastos que había de producir ei restablecimiento dei catolicismo".
Esta instrueción es muy singular. Nos muestra en qué forma resuelta se es-
1 MIU y recomendaba en Roma este restablecimiento.9
"Powsinsky —se dice en Ia instrueción—, siervo fiel de Su Santidad y va-
llo de Su Majestad, es enviado para mostrar ai rey Ia participación dei Papa
sucesos venturosos que le han ocurrido en poco tiempo: ei alumbra-
Irtito de su esposa, ei buen resultado de Ia última Dieta y, sobre todo en Ia
lyor dicha que le podia acontecer, a saber: Ia ocasión que se le presentaba
Ura de restablecer ei catolicismo en su pátria". No olvida ei Papa exponer
los cuantos puntos de vista para esta obra.
"Sin duda por disposición especial de Ia Providencia, están vacantes vários
«pados, y hasta un arzobispado, ei de Upsala.10 Si ei rey no se decidiera a
H Insrruttione ai Sr. Bar.toJommeo Powsinsky alia Mà. dei re di Polônia e Suetia. (MS. Rom.)
1» Inrendendosi testar vacante 1'arcivescovato di (Jpsalia, che Ia divina providenza, per pio
3% LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

alejar a los obispos protestantes que todavia existen en ei país, podría, fà


menos, ocupar Ias sedes vacantes con católicos ortodoxos." El legado llevtl
lista de católicos suecos que pueden merecer este honor. Está convencido • I1
que estos obispos pensarán luego en disponer de párrocos y maestros i.iinli
Hay que darles Ia oportunidad de que puedan cumplir con sus deseos. |
"Quizás se pueda fundar ya un colégio de jesuítas en Estocolmo. $à
este ei caso, cl rey podrá llevar consigo a Polônia tantos jóvenes suecos ei
como le sea posible, para que sean educados católicamente en su corf
algunos de los obispos más celosos o en los colégios de los jesuítas."
Aqui, como en todas partes, ei primer propósito era dominar ai cleroj
ei núncio abrigaba también otro. Pensaba incitar a los católicos que habÍM
via en Suécia a levantar quejas contra los protestantes. Entonces ei rey ú
que tomar una postura entre los dos partidos y toda innovación prcsenM
prestigio de una decisión jurídica. 11 Se lamentaba de que Scgismufli
hubiera llevado consigo una fuerza militar más poderosa para dar más 1
a sus deeisiones.
No se puede demostrar que ei rey hubiera hecho suyos los propósitos
corte romana. Según Io que se desprende de sus propias dcclaraciones, su f
tión primera parecia encaminarse a procurar a los católicos algunas libeif
sin cambiar para ello Ia constitución protestante. Pero ^sería capaz de COM
el fuerte impulso religioso que dominaba a su corte, cuyos representanteif
consigo? iSe podia creer que se pararía en aquel punto, una vez alcanzadq
Los protestantes no quisieron esperar. Las intenciones de Ia otrtT
provocaron en ellos, casi inconscientemente, una enérgica oposición.
Inmediatamente después de Ia muerte de Juan, los consejeros de Ia
•—nombres antes y después famosos, como Gyllenstern, Bielke, Baner, W
Oxenstern— se aliaron con el hermano dei fallecido, tio dei joven rey, u
los hijos de Gustavo Wasa, el duque Carlos, celoso protestante, para "recíl
Io como gobernador dei reino en ausência de su sobrino y prometerle o'
cia en todo aquello que dispusíera para Ia conservación de Ia confesión de
burgo en Suécia". Con esta inspiración se reunió en marzo de 1593 un c0(
en Upsala. Se proclamo de nuevo Ia fe de Augsburgo, se condeno Ia li
dei rey Juan, y hasta se trato de eliminar en el rito anterior todo Io que pu
recordar los usos católicos, pero, en virtud de su significación moral, 1 - •.(•
servo el exorcismo con expresiones más suaves; y se hizo una declaraciólí I
sentido de no tolerar en el país ninguna clase de heçejía, ni papista ni e f l

faciíitare íe cose dei suo servitio, non ha permesso clie in due anni s/a slato provedufo dal ri l
haverá S. Mtà, particuíare pensiere a pigliare un arcivescovo cattolico.
H Ragguaglio dcJCandata de/ re di Polon/a in Suetia. (MS. Rom.) Erano tuttavia 4fl_
a/cunc relique de'cattolici: et il nuntio segundo Ia forma giâ (enuía da Cl. Aíadruzzo, per f"if|
1'autorità dcWimperatorc, cercava di costituire íl re giudice tra li catío/ici c gli herefici dl •
inducendo quclli a quere/arsi appresso il re dc/í'inso/enza a deli ingiurie di questi.
12
Porque no hemos de creer a Mcsscnio que haya sido suprimido. Tan solo las Br
Faar hàr uth fucron sustituídas por las palabras Wick hár Ura, y se objeto ai duque Cljfl
pedia ia supresión total: retinendum esse exorcismum tanquam liberam cfirimoiiiaiii proptofl
coínmonelacíionem ad audiíorium et baptismi specfatores permanentem; opinión a Ia que Cfl1
duque Carlos. Baaz, Inventarium, rv, x, 525. En Baaz hallamos los documentos casi comploMÉ
PROGRESOS DE LA RESTAURACION CATÓLICA 397

' Con esta inspiración no hizo Ia provisión de cargos. Muchos viejos defen-
',* ilc Ia liturgia renunciaron a ella, pero no a todos les valió, pues, no obstan-
ilgunos fueron depuestos. Los obispados en cuya vacância Roma había puesto
grandes esperanças, fueron cedidos a luteranos y ei arzobispado de Upsala ai
ftiigo más ardiente de Ia liturgia, Abraham Angermannus, que tuvo una
Woría abrumadora: 243 votos contra 38 de su inmediato competidor. De este
Io ei clero sueco coloco a su cabeza ai luterano más ardiente que pudo
filtrar.
Con ei rey Juan se había mantenido hasta ei final una situación moderada,
ppuesta tan tajantemente ai Papado como en otras partes, y facilmente Segis-
do podría haberse apoyado en esa situación para inclinaria en ei sentido
tleseaban los católicos; pero dei lado opuesto se le habían adelantado y ei
stantismo se había hecho con una posición más firme que nunca.
Tampoco los privilégios reales de Segismundo fueron respetados en Ia oca-
, Ya no era considerado propiamente como ei rey, sino más bien como un
tata que amenaza a Ia religión y contra ei que hay que ponerse en guar-
La gran mayoría de Ia nación, unânime en sus convieciones protestantes, se
tuvo ai lado dei duque Carlos.
1
El rey recién llegado sintió muy pronto su posición de soledad. Nada po-
nacer y trataba tan solo de desviar Ias reclamaciones que se le presentaban.
Pero mientras él callaba y esperaba, los antagonismos estallaron en forma
•onocida en ei país. Los predicadores evangélicos clamaban contra los papis-
los jesuítas, que predicaban en Ia capilla real, no quedaron eortos cn Ia
uesta. En ocasión de un funeral, los católicos dei séquito real se apoderaron
na iglesia evangélica y los protestantes consideraron conveniente sustraerse
cierto tiempo ai uso de su iglesia profanada. Se pasó a vias de hecho. Ia)s
ídias reales apelaron a Ia fuerza para entrar en una iglesia cerrada y se
W'ó ai núncio que había mandado apedrear desde su casa unos coros de
Machos. Los ânimos se enconaron.
1
Sc organizo Ia coronación en Upsala. Los suecos pedían en primer lugar
konfirmación de Ias resoluciones de su concilio. El rey se resistia. Queria
•r.uicia para ei catolicismo y se hubiera dado por satisfecho si hubiera visto
I perspectiva de poderia instaurar en ei futuro. Se dice que Ia misma hermana
I rey14 les aviso que ei caracter de este consistia en ceder ai final después de
• larga y firme resistência, y que les insistió a que le abrumaran de continuo.
JJii-mn que en todas Ias iglesias y escuelas se ensefiara tan solo con arreglo a
rimfesión de Augsburgo,15 Los acaudillaba ei duque Carlos. La posición que
bp.iba le prestaba una independência y poder que no hubiera alcanzado de
D modo. Su relación personal con ei rey era cada vez más tirante. Como he-
« ilicho, ei monarca estaba casi indefenso y ei duque reunió unos miles
hombres de sus domínios y los trajo a Ias proximidades de Ia ciudad. Por
i •' Concilium de/init, se dice luego, ne haerelicis advenientibus detur Jocus publice conveiiicndi.
H Kl Ragguaglio Ia llama ostinatissima eretica.
18 Mcssenius, vil, 19. Absolute urgebant, ut confessio Augustana, Cjualis sub ultimo Gusfavi
Iniinc et primi /ohannis in pátria viguisset, taiis in posterum única sola et ubicjue tam in
rtns quam in scholis perpetuo íloreret.
398 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
último, los estamentos declararon ai rey que no Ie prestarían pleitesía si I
sometía.18
El pobre rey se encontraba ante un penoso dilema. Conceder Io qua
pedia iba contra su conciencia; negarse le costaba Ia corona.
En esta situación, preguntó ai núncio si no seria bueno cede» Malai
se mostro inflexible.
El rey se dirigió entonces a los jesuítas dei séquito. A Io que ei nundj
se había atrevido, a eso se atrevieron los jesuítas. En consideración de Ia m
dad y dei peligro indiscutibles en que se encontraban ei rey, declararon que a
sin ofender a Dios, acccder a Ias peticiones de los herejes. El rey no se d l
satisfecho hasta que no tuvo en Ias manos Ia aprobación por escrito.
Desde este momento se sometió a Ias exigências de sus súbditos. Confl
los acuerdos de Upsala, Ia práctica exclusiva de Ia intangible confesión de
burgo, que cn Ias iglesias y en Ias escuelas no se mezcle ninguna doctrinl
trana y que no sea colocado nadie que no este dispuesto a defenderla.l
reeonoció a los prelados que habían tomado posesión de sus cargos conff
voluntad.
^Habría de descansar su corazón católico con este arreglo? (jHabría de j
por satisfecho su séquito con un resultado que, en ei fondo dei alma, tf
que condenar? No era verosímil.
De hecho acudió a una protesta parecida a Ias proclamadas en ocasl
semejantes.
"El núncio —se dice en Ia ínformación enviada a Roma sobre ei asijH
con cuyas palabras podre explicar mejor estos hechos— se esforzó mucho p a i
liar Ias irregularidades que habían tenido lugar. Consiguió que ei rcv,
seguridad de su conciencia, redactara una protesta por escrito, en Ia que
raba que había concedido Io que había concedido no por voluntad, sino oblfl
por Ia fuerza. Además, movió ei núncio a Su Majestad a que hiciera
católicos concesiones correspondientes para, así como en Polônia, estar innli
tn Suécia obligado a ambas partes, cosa que ya ocurría con ei emperaoj
Alemania. El rey Io hizo gustoso."18
18 Supplicatio ordinum: Quodsi cí. rex denegavcrit siibditis regiam approbationem liorum •
laforum, inhibent nostri tratres domi remanentes publicum homagium esse S. R. M. pracltifl
17 Sin embargo, estas palabras rezan de modo que se deja abierta una escapatória. Ad M
publica uni/i promovebunfur in pátria qui religionem evangelicam nolunt salvam, quin POJ^I
cam serio defendere voíuiit, publicis oíficiis praeliciantur. "Gencralis confirmatio postulai'
Sigismundi", en Baaz, p. 537. /
18 Relationc dcllo stato spir/tuale e político dei regno di Suezia 1598. Mando alcuni
pohccbi a dar/c parte deíio stato dcJle cose in Je sue circostance e conseguenze, e detti pafrj
rarone che prcsupposto )a necesità e per/co/o neí qua/e era costituita Ia Mfà. S. Ia potrq
otícndcr cíio concedere ai/i heretici ciô che ricercavano, e Ia Mfà. S. per sua giusti/icatioM i
un scritto da detti patri.—Hora latta Ia coronatione e concessionc pose ogni studio ü mu
applicarc quaíchc remédio a/ disordine seguifo, onde opero per sícurczza delia coscienza •
ch'cila fecesse una protesta in scr/to, come ella non con Ia volontá sua ma per pura lor»
indotfo a conccderc cio cbc haveva concesso: c persuasc ai Smo. re cbe concedesse da pi
cattolici altrcttanto quanto haveva concedufo alli heretici, di modo che a guisa dcIVimp^
dcl rc di 1'olonia restasse Ia Mta. S. giur.ita utriqne parti. S. Mti. si contento di íarlo, ti M
lamente misc in ciecutione le dctte concessioni: perchè avanti Ia sua parfenza diede u//ic< f
a cattolici, e lasciõ in quattro luoghi Vcscrcitio delia rcligíonc, e fece giurare a quattro gOM
se bcn erano heretici, qnali Jasc/ò nci regno, che havercbbero protetto Ia rcligione e li catMfl
PKOGRESOS DE LA RESTAURAClÓN CATÓLICA 399

Arreglo singular. No basta con una protesta. Para descargarse en cierto


ulo de una obligación que se ha aceptado mediante juramento, se presta a Ia
D parte ei juramento contrario, y así se está obligado con Ias dos y se podrá
••rles igual justicia en caso necesario.
Los suecos vieron asombrados como ei rey, después de una promesa tan
mne, otorgaba a los católicos una protección tan poço velada. Sin duda
'ecía a un compromiso secreto. "Antes de su viaje —cuenta nuestro infor-
or, con evidente satisfacción—, ei rey repartió cargos y dignidades entre
licos. Hizo que cuatro gobernadores, aunque herejes, juraran proteger a los
icos y a su religión. Y en muchos lugares restableció Ia práctica dei culto
ico."
Medidas que acaso apaciguaron los remordimientos de conciencia de un
hcipe devoto, pero que no podian ejercer sobre Ia marcha de los acontecimien-
más que una influencia maléfica.
Pues, debido a su acicate, los estamentos suecos, mantenidos en incesante
Bición, ofrecieron una resistência decidida.
El clero reformo sus escuelas en un sentido rigurosamente luterano, insti-
16 una fiesta conmemorativa encaminada a Ia afirmación de Ia verdadera reli-
í "contra los propósitos e intrigas de los jesuítas"; en 1595 se acordo en Ia
tu de Sucderkoeping que se revocaran todas Ias prácticas dcl rito católico
Idas a Ia intervención dei rey. "Con unanimidad aprobamos -—dicen los esta-
tos— que todos los sectários contrários a Ia religión evangélica y que han
Lu In sus reales en ei país, sean alejados en ei plazo de seis semanas de todo
íino."1" Estas medidas se cumplieron con ei mayor rigor. El monasterio de
dstena, que contaba doscientos anos de vida y que se había sostenido en
"io de tantas agitaciones, fué demolido. Angermannus llevó a cabo una ins-
•ión de iglesias que no tenía precedentes. El que no visitaba Ia iglesia evan-
ca era azotado a varazos, y ei arzobispo dispuso de unos cuantos discípulos
Wsos que aplicaron ei castigo ante sus ojos; los altares de los santos fueron
olidos, sus relíquias esparcidas y Ias ceremonías, que todavia en 1593 se
liileraban indiferentes, fueron suprimidas en 1597 en muchos lugares.
La relación entre Segismundo y Carlos presto a este movimiento un cariz
jnal.
Todo Io que se hacía iba contra Ia bien conocida voluntad dei rey y con-
.IIS prescripciones y en todo peso como nadie ei duque Carlos. Presidio Ia
u contra Ia expresa orden de Segismundo y trato de evitar toda interven-
li dcl rey en los asuntos dei país; hizo que se acordara una resolución en cuya
uil los rescriptos dei rey tendrían que ser confirmados por ei gobierno sueco
I tener fuerza de ley.20
Por los hechos, Carlos era príncipe y sefior. Pronto desperto en él Ia idea
•crio también por ei nombre. Entre otras cosas que nos Io revelan, tenemos un
flo suyo dei afio 1595. En un banquete, en Finlândia, le presentan una doble
119 "Acla ecclesiae in convenlu Sudercop", en Baaz, p. 567.
rS» Ansa iiJtistrissimi principís dom/ni Caroli Sudermaimiac duc/s advcrsus screnissimum et
llfiwniruni donnnmii Sigismundum 11/ regem Sueciac cr PoJoniae sucept.i, seripta et publicata
handito S. R. Majestatis próprio. Dant." 1598.
400 LA CONTBARREFORMA DE 1590 A 1630

fuente cubierta y, ai descubrirla, encuentra en una de Ias partes los e m b H


de Ia corona y en Ia otra una cabeza de muerto. Parecidas ideas se agitan fl
país. Corre una levenda de que se ha visto en Linkoeping un águila cotflfl
Inchando con otra sin corona, habiendo quedado dueiia deJ campo esta uíui

Ya Ias cosas en este punto, cuando los princípios protestantes se b j H


valer con tanta aspereza y su campeón parecia dispuesto a descubrir sus d
síoncs » Ja corona, asoma un partido en favor dei rey. Habían sido expuf
unos grandes dei reino que buscaron cn Ia autoridad dei monarca un «_
contra ei duque; pero sus partidários quedaron en ei país y ei pueblo •
descontento por ia supresión de todas ias ceremonias y atribuía Ias desií
nacíonales a esta circunstancia. En Finlândia, ei gobernador Flemming rif
ne ei pabellón real.
Era esta una situación que, a Ia vez que forzaba ai rey, parecia U B
conveniente para que intentara probar de nucvo su suerte. Era, acaso, ia úlf
coyuntura que podia aprovechar para restaurar su poder. En ei verano cn
se presenta por segunda vez para tomar posesión de su reino.
Esta vez —si es posible— más católico que antes.
Creía ei buen senor que muchas de ias desgracias que le habían o f l
después dei primer viaje, entre otras ia muerte de su esposa, se debían •
entonces había hecho concesiones a los herejes; en este sentido se martifjB
núncio, coníiándole sus dolorosos sentimientos. Declaro que preferia morir
que permitir algo que pudiera manchar su conciencia.
Pero a sus pensamientos se vinculaba un interés europco. EI catoll
se encontraba en tal situación de avance que una empresa en un país té
jado Ia consideraba a Ia luz de una combinación general.
Ya antes, en sus luchas con Inglaterra, los espafioles habían puejfl
ojos en Jas costas suecas, pucs íes parecia que ia posesión de un puerto CÉ I
les seria de gran provecho, y habían comenzado en este sentido Ias ne;
Ahora, no dudaban que si Segismundo aseguraba su sefiorío en ei p.n-,
cederia ei puerto de Élfosborg, en Ia Gotlandia Occidental. Fácil era CIMI.I)
aqui una flota, mantenerla en estado y dotaria con suecos y polacos. Desde f
se podría hacer Ia guerra a Inglaterra bastante mejor que desde EspiflB
pronto se le pasarían a Ia primera Ias ganas de atacar a Ias índias. Adcmáa
a/ianza con ei rey católico no podia menos de ser ventajosa para Ia auinrl'
dei rey de Suécia. 21 /

Más todavia. Los católicos pensaron que podrían dominar en Finla^B


en ei Báltico. Desde Finlândia esperaban poder Uevar a cabo un feliz ú
contra Rusia y tener sometido ai ducado de Prusia mediante ei dominlfl
mar Báltico. El princípado electoral de Brandeburgo no había consegUÍ^M
via en sus negocíaciones que se le enfeudara esc ducado y asegura e l H
que ei rey estaba decidido a mantenerlo para Ia corona; trata de fortalíT
21 Ac/atione de/Io stato spirituale c político. La proposición cs: che a s;>csc de) c ill
mantenga un presídio nelh fortezza che guardi il porto, sopra IO quale niuna superioriti k
caltoíko, ma consegui Io stipendio per esso presidio ai re <Si Polônia.
PROGRESOS DE LA RESTAURAClÓN CATÓLICA 401

ipalmente por consideraciones de índole religiosa, pues jamás Brandebur-


i a permitir ei restablecimiento dei catolicismo en Prusia.22
Si tenemos en cuenta los ambiciosos propósitos que se vinculaban a un
lio dei rey -—êxito que, por Io demás, no era tan inverosímil—, y si consi-
stimos Ia importância que corresponderia ai reino sueco caso de que vencieran
ntestantes, se comprenderá que Io que está en juego reviste una significa-
|i universal.
Zamoisky aconsejó al rey que entrara en ei país a Ia cabeza de un fuerte
Brito, para conquistarlo por Ias armas. El rey Segismundo sostenía que esto
1 era necesario, pues no podia creer que se le prestara resistência en su reino
ítimo. Tenía consigo unos 5,000 hombres, y con ellos desembarco en Calmar
resistência alguna y se puso en movimiento contra Estocolmo; ya había lle-
a Ia ciudad y había sido recibida en ella otra sección de sus tropas; solda-
finlandeses se acercaron a Upland.
Mientras tanto, también ei duque Carlos se había preparado. Si ei rey salía
lorioso, su poder y Ia dominación protestante terminarían. En tanto que los
npcsinos de Upland rechazaban a los finlandeses, ei duque Carlos, con un
Frito regular, salió al paso dei rey cuando este marchaba en dirección de
kgcborg. Exigió ei alejamiento dei ejército real y ei traspaso de Ia decisión
jna Dieta. En ese caso licenciaria también a su gente. El rey no Io aceptó y los
(Feitos se aprestaron a\ combate.
Las tropas no eran numerosas, pues apenas pasaba cada una de unos cuan-
| miles. Pero Ia batalla no tenía menos trascendencia que si hubiera sido dispu-
l.i por dos grandes ejércitos.
Todo dependia de Ia personalidad de los príncipes. Carlos, consejero de si
Bino, obstinado, resuelto, un hombre y, Io más importante de todo, en pose-
In dei poder. Segismundo, dependiente de otros, blando, bondadoso, nada
Ilioso y en Ia triste necesidad de tener que conquistar ei país que le perte-
i.i. príncipe legítimo, pero en lucha contra Io establecido.
Dos veces chocaron las tropas en Stangebro. La primera más por azar que
>n>pósho; ei rey Jlevó Ia ventaja y parece que contuvo Ia matanza de suecos
fgunda, cuando los dalcarlios se declaran por cl duque, y llega su flota, tiene
luél superioridad y Ia matanza de polacos no reconoce limites. Segismundo
Brio una completa derrota y tuvo que "ceder a todo Io que se pidió".23
Llcgó al punto de entregar a los poços Ieales que encontro para que fueran
ligados por un tribunal sueco, y prometió someterse a Ia decisión de Ia Dieta.
Pero esto no era más que una escapada pasajera a las perplej idades dei
intento. En lugar de ptesentarse a \a Dieta, donde no le incumbia otro papel
in c I triste de vencido, aprovechó los primeros vientos favorables para volver
panzig.
"- Relatione di Polônia 1598. Altcso che se rimirrà il âiwato nclli Brandeburgesi non si può
bflljre d'introdurre h reiigionc cattoiica, si mostra S. Mtà, riso/uto di voler ricuperare e/ dcfto
|(ul'i Ya cl rey Esteban debió haberlo hecho. Ma ritiovandosi con penúria di danari mentre era
Upato ncllc guerre. ne íu sowenulo deííi Brandeburgesi.
-:' Piasecii Chronicon gestorum in Europa singularium, p. 159. Extractos de las cartas de los
|liii]«"s se liallan en Geijcr, Schwedische.Gcschichle, n, p. 305.
402 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
Todavia se hacía ilusiones de peder dominar su país en otra ocasióqj
favorable. Pero, en realidad, forzado por Ia distancia, Io abandona a s u l
suerte y a Ia influencia preponderante de su tio, quien n o tuvo, pasado mi
po, reparo ninguno en hacerse con ei título de rey ni se contento tampem
mantener Ia guerra en Suécia, sino que Ia traslado a los domínios polacos, 1
corrió una suerte varia.

c) Perspectivas rusas.—A poço pareció como si esta empresa lracasad(|


siera resarcirse con otro golpe más afortunado.
Ya sabemos como algunas veces los Papas'se habían liecho Ia iluafl
conquistar a Rusia: primero Adriano VI y Clemente VII; después el tf
Possevin Io ensayó con Ivan Wasíliovitch. Todavia en 1594, Clemenlj
envio a un cierto Comuleo a Moscú, con más confianza de Ia ordinária, \ .1
conocía cl idioma. Pero todos los esfuerzos fueron inútiles; Boris Godunov i|
ró que "Moscú era ahora Ia verdadera Roma ortodoxa" y mando que se I
por él "comoel único Senor cristiano sobre Ia tierra".
En estas circunstancias, Ias perspectivas que ofrecía Ia aparición d f l
Dcmctrio se acogieron con Ia mayor alegria.
Dcmetrio se pego casi más a los intereses eclesiásticos de Polônia quB
políticos. Un confesor católico Io descubrió y fueron enviados padres j â | H
examinarlo; luego se ocupo de él el núncio Rangone. Ya en Ia primera ^ B
le declaro a Demetrio que nada podia esperar si no abjuraba de Ia r e l i ^ H
mática y abrazaba Ia católica. Sin muchos circunloquios, Dcmetrio se rM
propicio, pues ya Io tenía prometido de antes. 24 Estaba encantado de que
Segismundo le reconociera en seguida. Con razón Io atribuyó a Ia i n t e r v ^
dei núncio y le prometió hacer todo Io que de él dependiera para CXfi^F
defender Ia fe católica.25
La promesa cobro en seguida una gran significación. En Polônia
baban de creer en él. La sorpresa fué grande cuando ai poço tiempo
fugitivo tomaba realmente posesión dei palácio de los zares. La muert
tina de su antecesor, en Ia que el pueblo vió un juicio de Dios, contribuyój
más que nada ai acontecimiento.
En este momento Demetrio renovo su promesa. Acogió con granai
ai sobrino de] núncio; a poço llegó su esposa polaca, con un numeroflj
no solo de damas y caballcros, sino de frailes dominicos sobre todo —do^H
franciscanos y jesuítas—, 28 así que todo parecia indicar que iba a dar i ^ H
f
cumplimiento a su palabra.
Pero esto, precisamente, trajo su perdición: Io que 1c había ganado li
tección de los polacos le hizo perder cl afeito de los rusos. Decían que fl^H
ni se bafiaba con cllos, que no adoraba a los santos, que era un p a g a l ^ H
-* Alessandra Cilli, Historia di Moscovw, p. 11. Cilli se lialló presente ai celebra»
En Karamsin (x, 109, de Ia trad. alem.) se halla un pasaje que no parece ser tomado I
mente de Cilli como se podría pensar. Karamsin no consulto a Cilli mismo. De Ias pi
pone en boca de Demetrio nada se encuentra en Cilli.
25 Cilli: Con tinnovare insieme h promessa deJi'aug(imento e di/esa per quanto li.n
tuto le sue tone e nel suo império e /uori di quello deila santa tede catto/ica.
2« Cilli, p. 66.
PROGRESOS DE LA RESTAURAClÓN CATÓLICA 403

bfii llevado ai trono de Moscú a una esposa pagana no bautizada; era imposible
|c liiera un hijo de zar.27
Por un convencimiento inexplicable Io habían reconocido y, por otro, to-
VÍa más fuerte, se sintieron movidos a destronado.
Pero ei factor esencial fué Ia religión. En Rusia, Io mismo que en Suécia,
tyió una fuerza que, por su origen, se oponía a Ias tendências dei catolicismo.

ti) Agilaciones en Polônia.—Las empresas fracasadas contra un enemigo


(nior suelen tener como efecto, por Io general, luchas intestinas. Se produjo
inovimiento en Polônia que hacía dudar si ei rey podría seguir gobernando
10 hasta entonces. Sus causas fueron las siguientes:
No siempre ei rey Segismundo se mantuvo de acuerdo con aquellos gracias
yyo esfuerzo había obtenido Ia corona. Habían acudido a él por oposición a
•tria, y Segismundo se alio estrechamente a este país. Por dos veces tomo
jsa dei linaje de Graz, y se llegó a sospechar que queria poner su corona
Uposición de esta família.
Por esta razón ei gran canciller Zamoisky se hallaba ya descontento. Pero
entó ei disgusto cl hecho de que ei rey, para hacerse independiente de los
1c habían alzado, no poças veces puso en los puestos más importantes a sus
pigos y los llevó ai senado. 28
Porque Segismundo trataba de gobemar con Ia ayuda de este. Así, Io fué
pendo con personas sumisas y Io hizo católico dei todo. Los obispos, nom-
los por ei rey bajo los auspícios dei núncio, formaban un partido poderoso
poço a poço tuvo ei predomínio. Pero de esta situación surgió una doble
MCÍón, importante a ia vez para Ia constitución polaca y los intereses religiosos.
I Los jefes territoriales se opusieron ai senado como cuerpo político. Y, así
p este se adhiere ai rey, aquellos se adhieren a Zamoisky, 28 ai que muestran
devoción absoluta y le dan un prestigio que casi corre parejas con ei dei
arca. La posición había de ofrecer máximo atractivo para un noble de carác-
emprendedor. Después de Ia muerte dei gran canciller le sustituye ei pala-
de Cracovia, Zebrzydowsky.
A este partido se adhieren los protestantes. Las dos partes se quejan de los
Dos, una por su influjo secular, otra por ei eclesiástico. Los protestantes se
íntan de que en una comunidad como Ia polaca, que descansa en Ia concor-
Jibre, se agravien de continuo derechos bien adquiridos, se eleve a altos car-
u gentes de poço más o menos y se trate de forzar a los nobles a que les obe-
?un. Muchos católicos eran en esto de Ia misma opinión. 80
>' Müller, Sammlung Rusischer Gesch., 1, p. 373, hace notar que se habían encontrado escritos
1'np dirigidos a él.
|I8 Cilli, Historia deííe soJíevationi di Polônia 1606-1608, Pistoia 1617. El autor es tanto más
jgno cuanto que había estado durante largo tiempo ai servicio dei rey. Ya desde ei principio
I cuan poderoso había sido Zamoisky: Zanjoschi si voleva alquanro deí/a regia auitorità ustirpa-
pero también, como ei rey, se le había resistido, essendo patrone S. Mrà non'solo di conferire
t uilà dei regno, ma anco le siesse entrate.
I> Plasecius: Zamoyscius, cu/us autoritate potissimtim nitebatur ordo nunciorurrr. Desde esta
; los vaivodas se hacen poderosos, ya que se apoyan entre si.
W Cilli: Gli eretici, spa/leggiati da catrivi cattolici, facevano gran forza per ottenere Ia con-
Mí ne.
404 LA CONTBARREFORMA DE 1590 A 1630
No cabe duda de que este elemento religioso presto un impulso partíc(
ai movimiento político.
Después de repetir Ias reclamaciones, de haber sido negados los subi
y haber sido disuelta Ia Dieta, todo sin resultado, los descontemos apelaron 1
médios extremos y convocaron a toda Ia nobleza a u n rocoss. Rocosf eraT
forma legal de insurrección, pues Ia nobleza reunida pretendia citar ai rey
senado ante su tribunal. Los evangélicos pesaron más en esta asamblea pfl
se aliaron con los griegos ortodoxos.
También ei rey tenía sus partidários. El núncio mantuvo acordes 1
obispos, 31 quienes impusieron sus directivas ai senado y se llegó a establccer
liga para Ia defensa dei rey y de Ia religión. Se escogió ei momento para ad
con Ias viejas querellas entre clérigos y laicos. El rey se mostro inflexiblefl
en ei momento de peligro, pues tenía puesta su confianza en Dios ai defeí
una justa causa.
D e hecho mantuvo Ia supremacia. En octubre de 1606 disolvió ei B
estando ausente una gran cantidad de sus miembros y en julio de 1607 o f l
ei choque. Al grito de j Jesus Maria! Ias tropas reales atacaron ai enemigoB
pusieron en derrota. Todavia durante cierto tiempo se sostuvo cn c a m a
Zebrzydowsky, pero en ei ano de 1608 tuvo que someterse. Se anuncio I
amnístía general.
Fué así como ocurrió que Ia administración dei Estado pudo continua
dirección católica que había emprendido ai principio.
Los no católicos fueron excluídos de los cargos y en Roma se recalco < ^ H
efecto que esta medida había tenido. 38 "Un príncipe protestante —un p t f l ^
que reparte Ias dígnídades por igual entre los partidos— Ilenaría ei pais
herejías porque ei interés privado domina a los hombres. Como ei rey ha i
tan firme, ia nobleza sigue su voluntad."
En Ias ciudades reales se limito ei culto protestante: "Sin ninguna viol
franca —dice una instrueción papal— oblíguese a los habitantes a que se
viertan." 33
El núncio se ocupo de que los tribunales superiores se compusieran de
mentos católicos y sentenciaran "según Ias palabras de los Sagrados C á n J
La de los matrimônios mixtos era una cuestión muy importante. El tribuj
superior no queria reconocer ninguno que no se celebrara ante ei p á r r o c o j
gunos testigos, y los párrocos se negaban a bendecir matrimônios mixtos. m
tiene de extrano que mucha gente se sometiera ai rito católico, para no p a i
car a los hijos. Otros fueron movidos porque se negaba a los protestai*
81 Cilli: 1/ nuntio Rangone con sua desireza e diligenza tenne e conservo /n fede
principal/.
32 Insttultione a V. Sr/a. Mre. di Torres: IJ re, benchè nato di paire e fra popoli creli
tanto pio e tanto d/voto e di santi costumi guernito, che dentro a Roma non avrebbe potitoW
o a/íevarsene un migh'oré> imperoechè havendo esso con Ia /onghezza dei regnare mutati Í^H
eretici, che, se tre ne togli, erano tutt/, gli ha falto divenire, levant/ne due o tre, tutri quant^H
ei, Su principio fué: le cose sp/rituaii seguono ii corso delle femporaJÍ.
33 /nstrutione a Mr Laneclotti: La conforti [ai rey] grandemente a victare che nc/la cilli
che da lei dipendono alíro esercitio di religione che il catrolici si comporti, nè permerta che v'lU_
tempj nè sinagoge /oro: poiché si vengono per taí doíce modo senza violenza espressa a íar CO^H
o a mutar paese.
PROGRESOS DE LA RESTAURAClÓN CATÓLICA 405
wilronato de Ias iglesias. Un Estado posee mil médios para fomentar una opi-
iii'Mi que le interesa, y en este caso se emplearon todos, menos Ia coacción exte-
»>i directa. Sin mucho ruido, pero sin césar, fueron ocurriendo Ias conversiones,
Sin duda alguna que contribuía a estos resultados Ia parte activa que los
liuidos tomaban en los asuntos eclesiásticos. Se empenaron en ocupar los obis-
kidos con varones de buena opinión, visitaron los conventos y no permitieron
llir se enviara a Polônia sujetos desobedientes y no bien vistos en otros lugares,
Bino había empezado a hacerse. También dedicaron su atención a los párrocos
iraiaron de introducir cancíones religiosas y Ia catequesis de los ninos. Lfrgie-
Ia fundación de seminários diocesanos.
Con ellos trabajaron, en especial, los jesuítas. En todas Ias províncias desen-
idvcn su actividad: entre Ia gente instruída de Livonia; en Lituânia, donde
nen que combatir todavia contra los vestígios dei viejo culto a Ia serpiente;
toe los griegos tos jesuítas son a menudo los únicos sacerdotes católicos; a
ces tienen que bautizar a muchos de dieciocho anos y encuentran gente de
nd que no ha comulgado nunca; pero sobre todo en Ia misma Polônia, donde,
0mo celebra uno de ellos, centenares de miembros de Ia Companía, varones
Itodoxos, consagrados a Dios, se ocupan en extirpar los errores mediante escue-
mt y cofradías, de palabra v por escrito, tratando de implantar Ia piedad cato-

También aqui despiertan en sus partidários ei acostumbrado entusiasmo,


•, de Ia manera más desdichada, se les mezcla Ia insolencia de una arrogante
ycntud aristocrática. El rey evito actos de violência, pero los discípulos de los
luítas se consideraban con derecho a todo.
i\o poças veces celebraron ei dia de h Ascensión con un ataque a los evan-
Lcos, entrando en sus casas y saqueándolo todo, y jay de aquel que fuera
içado, que fuera tropezado en Ia calle!
En 1606 fué asaltada Ia iglesia evangélica de Cracovia; en 1607 ei cemen-
rio, y los cadáveres fueron arrojados fuera de sus sepulturas; en 1611 se ataco
Lis -iglesias protestantes de Wilna y fueron maltratados o asesinados sus
lítores; en 1615 apareció en Posnania un libro diciendo que los evangélicos
i tenían derecho alguno a vivir en Ia ciudad, y ai ano siguiente los alumnos
| los jesuítas destruían Ia iglesia bohemia sin dejar piedra sobre piedra e incen-
Inban Ia iglesia luterana. Así ocurrió en muchos lugares. En diversos sítios los
totestantes se vieron obligados, por estos constantes ataques, a enajenar sus
lisias. Pronto no se contentaron con Ias ciudades, pues los estudiantes de Craco-
B II incendiaron Ias iglesias vecinas de Ia comarca. En Podlaquia, un anciano
istor evangélico, llamado Barkow, caminaba apoyado en su bastón delante
p su coche; un aristocrata polaco, que venía en dirección contraria, ordeno a su
jclicro que lanzara los caballos contra ei caminante, y antes de que este pudiera
pquiiar ei golpe, fué atropellado tan malamente que murió de Ias heridas.35
A pesar de todo, ei protestantismo no pudo ser sofocado. El rey estaba
pligado por una promesa y no tenía poder bastante para retiraria. No se hizo
i Argcntus: de rebus socieíatis /esu in regno Poloniae 1615. Pero podría haber sido más
tivo.
Vcngerscii S/avonia reformata, pp. 224, 232, 236, 214, 247.
406 LA OONTRARREFORMA DE 1 5 9 0 A 1630

violência directa sobre los Senores y no todos retornaron a Ia Iglesia. I


después de muchas sentencias desfavorables, había alguna favorable
blecía una que otra iglesia. En Ias ciudades prusiano-polacas los p r o t e J
constituían siempre Ia mayoría. Todavia fué más difícil someter a Io:
aquella unión concertada en 1595 produjo más repulsión que # C 0 ^ H
Compuesto de protestantes y griegos, ei partido de los disidentes tuvo i f l
mucha importância, y Ias ciudades más industriosas y Ias poblaciones rrujU l:J
cosas, como los cosacos, ponían un acento especial a sus reclamaciones. I i f
tencia resultaba más poderosa porque encontraba un fuerte apoyo, (.•• I.i
más firme, en los vecinos que no habían podido ser sojuzgaàos: Ritsia y Si

2 ) Continua Ia Contrarreforma en Alemania


En Alemania regían otros princípios. Cada príncipe consideraba derechl
instituir en su território su propia religión personal.
Sin mucha intervención dei poder imperial, sin llamar mucho Ia a ( H
ei movimiento iniciado continuo.
Especialmente los príncipes eclesiásticos consideraron como un d e b d B
sus países ai catolicismo.
Aparecen entre ellos los discípulos de los jesuítas. Juan Adam von fl_
príncipe eJector de Maguncia de 1601 a 1604, había sido aiumno dei Gfl
Germânico de Roma. Estando en ei castillo de Koenigstein escuchó los ean
con que Ia comunidad luterana acompanaba ei entierro de su párroco. *1
rrad —exclamo— vuestra sinagoga, pero bien." Al domingo siguiente o c í
púlpito un jesuíta y ya no volvió a predicar ningún luterano. Así ocurM
otras partes. 36 Lo que Bicken no había terminado Io completo su sucesO^V
Schweikhard. Era un hombre aficionado a los placeres de Ia mesa, p e r f
regia por si mismo y estaba dotado de talento. Consiguió implantar Ia C o ^ H
forma en todo su obispado, hasta Eichsfelde. Mando una comisión a H e l T
tadt, que en dos anos rescató para ei catolicismo a doscientos burgueses.
ellos numerosos protestantes viejos. Quedaban todavia algunos rezagaff
quíenes ei príncipe amonestó personalmente "como vuestro padre y pastor
ei fondo de su corazón", y los devolvió ai rebano. Con extraordinária Cfl
cencia vió como se hacía católica una ciudad que cuarenta anos antes W
totalmente protestante. 37
El mismo procedimiento siguen Ernesto y Feçnando de Colônia, •
príncipes bávaros. El príncipe elecror Ixitaúo, de )a casa Mefternich, de " I
ris, príncipe excelente, de aguda inteligência, con dotes para vencer Ias <li!l
tades que se le presentaban, pronto en su justicia, alerta para fomentar \m J
vechos dei país y de su família, por lo demás afable y no demasiado rigurosoj
intransigente en cuestiones de religión, no tolero a ningún protestante a
corte. 38 A esta gran figura se asoció Neithard von Thuengen, obtspo de í
8« Serarius, Res Moguntinae, p. 973.
87 Wolf, Geschichte von Heiíigenstadt, p. 63. Entre cl ano de 1581 y ei de 1601 se o f l
497 convertidos, cuyo mayor número corresponde ai ano de 1598, cn cl que hubo 73.
38 Masenius, Coníinuatio Broweri, p. 474.
PROGRESOS TE LA BESTA UBACION CATÓLICA 407

g. Guando tomo posesión de su capital se encontro con que todo ei Consejo


protestante, excepto dos miembros. En Wuerzburgo había trabajado con
Dbispo Júlio, y se decidió a aplicar sus medidas en Bamberg. En Ias Navida-
I de 1595, publico su edicto de reforma que establecía Ia opción entre Ia
iminión católica o el destierro, y aunque se le opusieron ei cabildo, Ia nobleza
ri país en general, y los vecinos le instaron vehementemente, en los anos
uicrites se renuevan y cumplen los decretos de reforma.3" Con el de Bamberg
noite en Ia baja Alemania, en Padeborn, Teodoro de Fuerstenberg. El afio
% encarcela a todos los clérigos d e su diócesis que distribuyen Ia comunión
JÍIS dos espécies. Claro que esto produjo el rompimiento con Ia nobleza, y
nmtramos a obispos y nobles robándose mutuamente rebafios y caballerías.
Imbién peleó con Ia ciudad. Por desgracia se levanto aqui un caudillo popular
* no estaba a Ia altura de Ia tarea. En el ano de 1604 Paderbom fué obligada*
•instar nuevamente pleitesía. Se monto magníficamente el colégio d e jesuí-
, y a poço se publico un edicto que establecía Ia consabida opción entre misa
lestierro. Poço a poço Bamberg y Paderborn se hicieron catóJicas.40
Lo notable es el cambio rápido y duradero procurado en todos estos países.
Inbrá que atribuído a que el protestantismo no había echado raíces en Ia
liliitud, o habrá que achacado a los métodos de los jesuítas? Por lo menos
i cscatimaron ceio y sagacidad. De todos los puntos donde se fijan van exten-
•nclose en amplios círcutos. Saben como ganar a Ias masas, sus iglesias son Ias
•ti visitadas y siempre salen adelante de Ias más graves dificultades. Si en algún
1<> existe un luterano, bien equipado con Ia Biblia, a quien le prestan mucho
lito los vecinos, emplean todos los médios para conquistarlo, cosa que poças
jccs les falia, dado su hábito de controvérsia. Se muestran muy serviciales, cui-
)n de los enfermos, tratan de arteglai enemistades. Mediante juramentos sa-
ldos obiigan a los vencidos, a los convertidos. Los peregrinos acuden a los
Hii.iiios bajo sus banderas, y hombres que habían sido protestantes celosos se
htan a los procesiones.
Pero los jesuítas no solo han educado príncipes eclesiásticos, sino también
ulares. Todavia a fines dei siglo xvi nos encontramos con Fernando II y
iiximiíiano I.
Se dice que cuando el joven archiduque Fernando celebraba Ias Pascuas
i 15% en su capital, Graz, fué el único que comulgó ai rito romano y en
í|u Ia ciudad no había más que três católicos.41
1
De hecho, después de Ia muerte dei archiduque Carlos, bajo una regência
i /iuiy íuérfe, Ias empresas a favor dei catolicismo habían retrocedido. Los
gestantes recobraron Ias iglesias que les habían sido arrebatadas y su escuela
('•raz se vió favorecida con buenos profesores; Ia nobleza había consütuído
fcu comisión para openerse a todo intento en contra dei protestantismo.
M Jack. Geschiclile von Bamberg, por cjemplo, m, p. 199, 212; y toda Ia obra cn general,
q«c aa historia liala principalmente de Ia Contrancíorma.
i" Strunck, Annales 1'adcrborn, lib. XSIII, p. 720.
*l llansitz, Germania sacra, n, p. 712. Nunierus Lutheri scctatoruni tantus ut cx in<jniliiiis
hrecnsibus paene cimetis invenirciitur avitae lidei cultores três non aniplius. El pacne cunclis, sin
lb.irço, nos liacc dudar de nucvo.
408 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

Sin embargo, Fernando se resolvió inmediatamente a llevar a cabo Ia <7


trarreforma. Colaboraron motivos eclesiásticos y políticos. Decía que tambiál
queria ser amo en su país, como ei príncipe elector de Sajonia y ei dei P «
nado. Cuando se le advirtió ei peligro que suponía un ataque de los •
mientras ei país estaba dividido, respondió que, hecha Ia restauración, li
que contar con Ia ayuda de Dios. El ano 1597 Fernando se dirigió, a t r a v é s
Loreto, a Roma, para postrarse a los pies de Clemente VIII. Hizo Ia p r o n w J
restablecer Ia religión católica en sus domínios, aun con peligro de su virj|H
Papa le confirmo en Ia idea. Al regreso de su viaje, se puso a Ia obra. & •
tiembre de 1598 publica un decreto que ordenaba ei alejamiento de todc|
predicadores luteranos de Graz en ei plazo de catorce dias. 42
Graz era ei centro de Ia doctrina y dei poder protestantes. No se d j H
de advertir ai archiduque que Io pensara bien, pero ni los ruegos ni Ias •
tencias, ni aun Ias amenazas, sirvieron para nada, pues ei joven príncipe, se
Ia expresión dei cronista de Krain, era "como un mármol". 43 En o c t u b J
decreto parecido se publica en Krain, y en diciembre en Carintia.
Los estamentos se mostraron muy rebeldes; en sus asamblcas territoi
—pues Fernando no permitió una asamblea general— se negaron a p ^ K
subsídios y los soldados empezaron a agitarse en Ias fronteras. Pero ei ( | H
que declaro que preteria perder todo Io que por gracia de Dios poseía que f
ceder un paso. El peligro de los turcos, que habían conquistado Canischâl
vechando Ias circunstancias y avanzaban cada vez más amenazadores, o H
los estamentos a pagar Ias contribuciones sin haber obtenido ninguna conci
Desde este momento nada contiene ai archiduque. En octubre o H
se clausura Ia iglesia protestante de Graz y se prohibe cl culto evangélicJ
pena capital. Se forma una comisión que recorre ei país con un séquito mi
Se reforma Estiria, luego Carintia, por fin Krain. De lugar en lugar r e s u í
grito: "jQue viene Ia Reforma!" Se demolieron Ias iglesias, se expulso o I
celó a los predicadores y se obligó a los habitantes a convertirse o a abani
ei país. Hubo muchos, por ejemplo, cincuenta burgueses en Ia pequena ei"
de San Veit, que prefirieron emigrar. 44 Los fugitivos tuvieron que pagar ei
mo, que significaba una perdida bastante grande.
Se procedió con este rigor, y se tuvo Ia satisfacción de que en ei m
1603 se contara con más de 40,000 nuevos comulgantes.
Esto repercutió en todos los domínios austríacos. Al principio, cl empeí
Rodolfo había desaconsejado ei propósito de su primo, pero, como le saliàT
trato de imitarle. De 1599 a 1601 encontramos en Ia alta Áustria una com|
de reforma y, entre 1602 y 1603, en Ia baja Áustria. 45 Los maestros y pio
dores tuvieron que abandonar Linz y Estiria; les dolió mucho: "Encorva*
Ia edad —exclamo ei rector de Estiria— acabaré en Ia miséria"."1 "To<J|
42 Khevenhiller, Annales Fcrdinandei JV, 1718.
43 Valvassor, Ehre des Hcrzogthums Crain, parte i, lib. 7, p. 464; representa, stafl
descripeión más importante de este acontecimiento: So/che mir Warming gcmischte Rittse
cinem fesren Marniel an. welchen ihre Feder nicht kunte dnrchdringen, noch crweichcn. 1
44 Herrmann, "St. Veit", en Kàmthnerischen Zeitschriít, v, 3, p. 163.
45 Raupach, Evangel. Ocstreich, r, p. 215.
46 Jam sento squalens trudor in exilium. Valentín Prucnhucbcr, Amiaics Stvrenses, p. 3
PROCRESOS DE LA RESTAURACION CATÓLICA 409
ius —escribe uno de los que se han quedado— nos amenaza Ia perdición;
Í uestros enemigos nos espían, nos escamecen, están sedientos de nuestra san-

En Bohemia se creían más seguros en virtud de antiquísimos privilégios, y


In Hungria por Ia independência y poderio de los estamentos. Pero parecia que
• Rodolfo no le preocupaba mucho ni una cosa ni otra. Se le convenció de
huc ya habían desaparecido los viejos utraquistas y que los evangélicos no esta-
I' ni facultados para disfrutar de aquellos privilégios. Publico en 1602 un edicto
• u c ordenaba ei cierre de Ias iglesias de los hermanos moravos y prohibía sus
Iruniones. 48 Todos los demás sintieron encontrarse en ei mismo caso y no duda-
i"n de Io que les esperaba. En Hungria se empleó Ia violência. Basta y Belgio-
ll)M>, que mandaban Ias tropas imperiales en este país, se apoderaron de Ias igle-
|liis de Casovia y Clausenburgo; con su ayuda, ei arzobispo de Colocsa trato de
tornai ai cotolicismo Ias trece ciudades dei Zips. Ante ias reclamacioncs de los

Í Úngaros, ei emperador decidió: "Su Majestad, que profesa de corazón Ia Santa


^ c Romana, desea extenderla en todos sus reinos, y especialmente en Hungria,
i do este modo confirma y ratifica todas Ias resoluciones que han sido dictadas
n favor de Ia fe desde los tiempos de San Esteban, apóstol de Hungria." 4fl
A pesar de su avanzada edad, ei cauteloso emperador renuncio a toda mo-
I u ión, los príncipes católicos siguieron Ia misma política, y allí donde al-
iba su poder se extendía Ia corriente de opinión católica, llevada por Ia
I ina o por Ia fuerza. La constitución imperial no suministraba ningún médio
• defensa. Por ei contrario, Ia política se sintió tan fuerte que, en este mo-
>, se inmiscuye también en los asuntos dei império y pone en peligro los
trechos consolidados de Ia parte protestante. 60
Ya en Ia organización de los tribunales dei império se habían introducido
dificaciones —no sin Ia influencia de los núncios, especialmente dei carde-
|«1 Madruzzi, que fué ei primero en llamar Ia atención sobre este punto— que
•ieron Ia ocasión y los médios para Ia realización de aquellos propósitos.
A princípios dei siglo xvn ei Tribunal de Ia Câmara acentua su caracter
Itólico y pronuncia sentencias a tono con Ia interpretación papista de Ia "paz
lligiosa". Los perjudicados acuden ai recurso jurídico de revisión, pero Ias
iiones se estancan Io mismo que Ias visitaciones; los asuntos se amontonan
eternizan. 51 En estas circunstancias empieza a intervenir ei Consejo Impe-
*i "Hofmarius ad Lyserum", en Raupach, iv, p. 151.
48 Schmidt, Neuere Geschichte der Deutschen, m, p. 260; un extiacto de los anexos a Ia
n/ogie der Bõhmen, dei afio de 1618, que faltan a menudo en ediciones posteriores.
•io Art. XXII anno 1604, En Ribiny, Memorabilia Augustanac con/essionis, i, p, 321.
TiO Re/atione dei nuntio Ferrero, 16Ò6, resumió estos êxitos dei modo siguiente: Da alcuni anni
<|iia si ê convertito alia nostra santa reiigione una grandíssima quantita d'anime, resrorate le
fclrsc, rivocate molre religioni di regolari ai/i loro antichi monasteri, restituire in bona parte le ecri-
loiiie ecclesiastiche, moderara alquanto Ia licenza degli eedesiastiei, e domesticato il nome dei
JDiilrfice Romano riconosciuto per capo del/a chiesa universale.
BI Missiv und Erinnerung der Reichskammergerichts and Reichstag von 1608 en Ias actas impe-
JJ de Francfort dei Mcno, Ias que se me permitió consultar provisionalmente. F.l Tribunal
Ia Câmara declara: land und rcichskündig in wass grosser und merklicher Anzall seir Ao. 86 die
visionen deren gedachtem Kammergericht ergangenen und aiissgesprochencn Vrtcll skh gchauft.
(jcstaít, dass derselben nunmehr in die Einhundert aflbereit beim taiscrlichen CoIIegio dcnunciirt
derên viel/eicht taglich mehr zu gewarten.
410 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

ria! de Ia Corte. Por Io menos aqui los asuntos podían llegar a su térmiflfl
parte vencida no podia ampararse en un recurso jurídico que no llegaba M
mitarse nunca. Pero cl caso cs que este Consejo no solo era más católico <\i\#
Tribunal de Ia Câmara, sino que dependia totalmente de Ia corte. El « V
florentino Alidosi dice que "ei Consejo Imperial de Ia Corte no pronun
guna sentencia definitiva sin consultar antes ai emperador y ai Consejo A l a
que a veces se Ia devuelven sin modificaciones".62
Y, sin embargo, en ei império no había instituciones gencralcs que f u i
más efectivas que Ias judiciales. La unidad de Ia nación se vinculaba a •
Habían caído bajo Ia influencia de Ia opinión católica y de los interese* •
corte. Cuando por todas partes se eleva Ia queja contra Ias sentencias p i f
y ias ejecuciones violentas, ocurre ei asunto de Donauwertb, que pone <lc |J
nifiesto ei peligro general que esa situación presenta.
Basto que un abad católico, que queria celebrar una proccsión solemii
modo tradicional en una ciudad protestante, fuera molestado e insultado
ei populacho, 53 para que ei Consejo Imperial de Ia Corte hiciera caer sobf
ciudad un amplísimo proceso, mandatos, citaciones, comisariados, y pronunq
por fin, contra ella Ia proscripeión. Se encargo de Ia ejecución a un príni
vecino, católico extremoso, Maximiliano de Baviera. No le basto con ocupar |
nauwerth, sino que llamó a los jesuítas, excluyó todo Io que no fuera Ê
católico y procedió a Ia Contrarreforma al modo habitual.
Maximiliano vió el asunto a Ia luz de su significación general. B 4
al Papa que aquello era una piedra de toque para darse cuenta de Ia p4l
de prestigio de los protestantes.
Pero se aquivocó al creer que Ia gente se iba a someter. Vieron r m f S
los protestantes Io que les esperaba si Ias cosas seguían ese rumbo.
Ya los jesuítas se atreveu a negar Ia obligatoriedad de Ia "paz religiotfl
pudo haber sido acordada sin Ia aprobación dei Papa ni tampoco fué v t l f l
en ningún caso, más que por cl tiempo de duración dcl concilio t r i d e n f l
tenía que ser considerada como una espécie de Ínterim.
Y hasta aqucllos que reconocían Ia validez de este pacto opinaWH
obstante, que tenían que ser dcvucltos todos los bienes confiscados por M |
testantes a partir de su eclebración. Para nada tomaron en cuenta Ias interj
taciones protestantes de su texto.
Pero (jqué iba a pasar si estas ideas eran reconocidas por los tribunalH
periales, como ya parecia, y se pronunciaban y ejccutaba/i sentencias a su IMI
Cuando en el ano de 1608 se rcune Ia Dieta de Ratisbona, los protj|W
">'.! Relatione dcl Sr. Rod. Alidosi 1607-1609. K vero che il consíglio áulico a questo
c/ie tutte 1c dcfinilioni che liaiuio viríú di definitiva iion 1c pronuntia se prima non dia parti
o in suo /uogo al consíglio di stulo, il qua/e alie volte o auguincnta o foglic o modera l'0Í
questo consíglio, c cosi fado si riiuanda a deito consíglio tal deliberatione e cosi si publi.
M El intotnic ucgcn der Donaucrdisclien E.veciition, cn Ias actas impcrialcs dcl I 1
de 1608, liacc notar (con Io que concuerdan tainbicn Ias otras relaciones c informacionci
abad liabia allein so vil hcrbraclit. dass cr mit nidcrgelcglcn und zusammengcwickeJtfflj
oliue CJesang und Klang und zwar allein dmcli ein sonderes Càsslcin beim Klostcr hinab I
der .Stadt und ilireni Bczirlc gangen, und dic /''almen nit cher aufrichten und fliegen i 1
und Jciingcn lassen, er sei dcim ausser deren von Donancrt Giund. Pucs traspasó estas front
PROGRESOS DE LA RESTAURACION CATÓLICA 411
mr nicgan a entrar en discusión alguna si no se les confirma de plano Ia "paz
Bfligiosa". 54 La misma Sajonia, por Io demás siempre ai lado dei emperador, pide
mu revocación de los procesos de Ia corte en cuanto vayan contra Io tradicional, Ia
Brorganización de Ia administración de justicia y no ya Ia renovación de Ia paz
•Vligiosa pactada en 1555, sino una pragmática sanción por Ia que se prohiba
B los jesuítas escribir contra ella.
Pero, por otro lado, los católicos se mantienen codo con codo. El obispo de
^Rutisbona había dictado una circular para advertir a los fieles que recomendaran
• sus representantes sobre todo Ia defensa común de Ia religión católica, "que
B r mantengan unidos, firmes y en bloque, como un muro", que no contempori-
B r n , pucs ahora no hay nada que temer, ya que se cuenta con celosos defensores
I i Ias magníficas casas principescas. Y aunque los católicos se mostraban pro- ,
Mansos a confirmar Ia "paz religiosa", sin embargo mantenían Ia cláusula de que

E
icllo que había sido hecho contra ella fuera revocado y se restituyera. Una
usula que contenía todo Io que los protestantes temían y querían evitar.
Con esta discrepância en Ia matéria más importante, no era de pensar que
tomara una decisión unânime en cualquier punto, o que se le concediera al
pcrador Ia ayuda contra los turcos que deseaba y necesitaba.
Parece, sin embargo, que impresionó al emperador ei hecho de que en Ia
te estuvieran dispuestos a acceder buenamente a los deseos de los protestantes.
Por Io menos, tal es ei tenor de una información sorprendente acerca de
a Dieta redactada por ei eneargado de negócios papal.
El emperador no fué en persona y le represento ei archiduque Fernando. El
uncio tampoco estaba en Ratisbona, pero había enviado en su nombre a un
oustino, Fra Felice Milensio, vicario general de su orden, quien trato de defen-
rr los intereses católicos con un ceio extraordinário.
Este Fra Milensio, dei que proceden nuestras noticias, asegura que ei em-
rrador se resolvió, en efecto, a dictar un decreto accediendo a los deseos de los
rotestantes. Lo atribuye a Ia acción directa dei propio Satanás, y sin duda
Inguna se debe a los camareros secretos dei emperador, de los que uno es judio
cl otro hereje. 55
Eseuchemos lo que dice: "Al tener noticia dei decreto, que me fué comuni-
lulo a mi y a algunos otros, acudí al archiduque y pregunté si había Hegado
rmejante decreto. El archiduque dijo que si.—^Es que Vuestra Alteza Sercní-
Ima piensa publicado? El archiduque contesto: 'Así lo ordena ei Consejo Áulico
|cl Kmperador; ei venerable Padre ve, sin duda, Ia situación en que nos encon-
34 "Protocollum im Corrcspondcnzrath 5 April 1608", cn los R7A; die flaiiprcoiisii/t.iíion
Iziger Keichsvcrsanimlung sei bisher daruniben eingestclt vcrblibcn, dass die Stcnd evangelischer
rligion den Rcligionsfrieden zii confirmiren begert und der papistische, Tncil dic Clausiilauí dem
huhied zu inseriicn haben wollen: dass alie Giiter, dic sinthero a. 55 von deu Evangclisclieii
Icnden eingezogcn worden, resíidiirt werden sol/en".
*5 Raguagglio delia dieta imperialc /alta in Ratisbona 1608, nella quale in lnogo delIVccmo,
rcvmo. Monsr. Antônio Caetano arcivescovo di Capua nnntio apostólico, rimasto in Praga appresso
Mrâ. Cesarea, fu residente il padre Felice Milensio maestro Agostíniano vicario generalc sopra !<•
rnviiicie aquilonari. E certo fu machinato dei demônio e promosso da suoi ministri, de qual/ erano
clnc camericri intimi di Rodolfo, herético l'uno, ffebreo 1'altro, e <|uei dei consiglio cheran líussili
peggwwi.
412 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
tramos.' A esto repuse: M Vuestra Alteza Serenisima no querrá renegar d f l
piedad, esa piedad en Ia que ha sido educado, y en virtud de Ia cual se af
ha poço a desterrar sin excepción alguna a los herejes de su território
todos los peligros. N o puedo creer que Vuestra Alteza vaya a confirmar rã I
esta nueva concesión Ia perdida de los bienes eclesiásticos, Ia diabólica^H
Lutero y Ia todavia peor de Calvino, que nunca fueron toleradas públk
te en ei Império. El piadoso príncipe me escuchaba. 'Pero <;qué hacer?' —
'Ruego a Vuestra Alteza Serenisima que consulte ei asunto con Su S n i
ei Papa y no haga nada antes de recibir su respuesta.' Así Io hizo, apn I
más los mandatos de Dios que los acuerdos de los hombres."
Si Ias cosas sucedieron así, vemos Ia importância que en Ia historia aafl
cobra este padre agustino innominado. En ei momento decisivo impidió I > |
cación de una concesión que sin duda hubiera satisfecho y apacigua^H
protestantes. En lugar de esto, tenemos un escrito de interposición de I n
que incluía, como antes, Ia posibilidad de aquella cláusula. En una r e u n i !
5 de abril de 1608 acordaron los protestantes no someterse, no aceptarlo.** I
Ia otra parte tampoco cedió, y nada se podia esperar dei emperador g i|
representante que pudiera apaciguar sus temores, apelaron ai médio ( •
abandonaron Ia Dieta. Por primera vez no hubo despedida, y no d i g a m o j
bación; fué ei momento en que se rompió de hecho Ia unidad dei Império. •
Era imposible que Ias cosas quedaran así. Pero para sostener Ia ^M
conquistada cada uno de los grupos protestantes era demasiado débil; •
momento de apremio, llegaron a una unión que hacía tiempo había sido m
tada, discutida y proyectada. Inmediatamente después de Ia Dieta
en Ahausen dos príncipes dei Palatinado, ei elector Federico y ei conde a ili
de Neuburgo, dos príncipes brandeburgueses, los margraves Joaquín y C a
Ernst, ei duque de Wuertemberg y ei margrave de Baden, y acordam
alianza conocida por ei nombre de Unión. Se obligaron a asistirse mutual
hasta con Ia armas, especialmente respecto a Ias reclamaciones presentadJ
última Dieta. Se aprestaron para Ia guerra, y cada miembro de Ia alifl
obligó a hacer entrar en ella a alguno de sus vecinos. Su intención era aVB
entre si, procurarse Ia seguridad que no les ofrecía ya Ia situación dei W^Ê
56 Sovenga '<', Serma. Altezza, di quella cattolica pierà con Ia quale e"a da che I ^ H
allevata e per Ia quale pochi anni a dietro non temendo pericolo alguno, anzi a rischio <b i*
i suoi stati, ne bandi turti gli heretici con ordine che (ra pochi mesi o si dichiaras
venduti gli stabili sgombrassero via dal paese: sovengale che neíla tavola d/pinta delia M
padri Capuccini in Gratz ella sta effigiata con Ia lancia impugnata ,come un altro Michdj
Luthero sotto i piedi in atto di passarli Ia gola: et hora essendo ella qui in persona di <
devo ciedere che sia per soffrire si perdano i beni dotalli delia chiesa, il patrimônio di i I»I
molto meno que Ia diabólica setta di Luthero sia con questa moderna concessione coníiriiMH
peggio quella ancor di Calvino già incorporara, Ia guale non ricevè mai toüeranza ali u
riale. Questo e piü dissi io, et ascoltò il piisimo príncipe.—Priegola, dissi, a sospende; M •<
teria fino alia risposta dei sommo ponte/ice: e coi íecce di/ferendo i decreti degli huominj |«
o//endere i decreti di dio.
57 Voto dei Palatinado en ei Correspondenzrath: dass die Con/irmation des Reljg/dai
fceineswegs einzugehn w/e die Jnterpositionsschriít mit sich bringe: dann selbige den eviafl
árenden undien/ich, weilen der Abschied anno 66 eben die Clausiilam habe so jetst dispulH
En Ias resoluciones de disolución de 1557 y 1559 no se hallaba aquella cláusula. F,l i » n
interpretación se referia tan solo ai afio de 1566. Y fué rechazado porque considerai);
como jucz en asuntos de religión.
t PROGRESOS DE LA RESTAURACION CATÓLICA

Novedad de extraordinária importância y tanto mayor cuanto que en los


itorios imperiales ocurrió algo que Ia favoreció.
Por diversos motivos ei emperador había renido con su hermano Matías, y
rstamentos austríacos, amenazados en su libertad y en su religión, vieron en
Mu disensión una oportunidad para asegurar ambas y se pusieron ai lado de)
413

Kliiduque.
Ya en ei afio de 1606 ei archiduque, de acuerdo con ellos, celebro una paz
mn los húngaros, sin consultar ai emperador. Se excusaron diciendo que ei
fc|iii;idor descuidaba los asuntos, y que se habian visto obligados por ia fuerza
m Ias circunstancias. Pero cuando Rodolfo se nego a confirmar Ia paz se rebe-
pon, apovándose en Ias cláusulas dei tratado. 58 En primer lugar, los estamentos
Ingaros y austríacos celebraron una alianza de defensa y protección. Pronto se
fcirieron los moravos, especialmente por influencia de un Liechtenstein, y
ms acordaron poner a disposición dei archiduque sus bienes y sus vidas. De
suerte, en los mismos dias en que se disolvía Ia Dieta de Ratisbona, en ei
• de mayo de 1608, salieron a campana contra ei emperador con ei caudillo
ido. Rodolfo se vió obligado a ceder a su hermano Hungria, Áustria y
lavia.
Como es natural, Matías tuvo que corresponder con concesiones a los ser-
que le habian prestado los estamentos. Desde hacía cuarenta y ocho anos
mperadores habian evitado ei nombramiento de un palatino en Hungria
íora un protestante recibía esta dignidad. Se prometió solemnemente Ia li-
nd de religión, no solo a los magnates, sino también a Ias ciudades, a todos
estamentos y hasta a los soldados en Ia frontera. 50 Y los austríacos no presta-
juramento de fidelidad hasta que se les concedió ei libre ejcrcicio de Ia reli-
n cn los castillos y en Ias aldeas y en Ias casas particulares de Ia ciudad.
Como valió ei ataque a austríacos y húngaros, así a los bohemios Ia defensa.
íde un principio tuvo que acceder Rodolfo a muchas concesiones para poder
st ir de algún modo a su hermano, y luego que Hungria y Áustria habian
juirido, por gracia de este, tantas libertades, no podia, por mucho que dijeran
luncio papal o ei embajador espanol, negarse a Ias reclamaciones de los
Iirmios. Les concedió carta real que no solo restablecía Ias viejas concesiones
Usadas por Maximiliano II, sino que los autorizaba, además, a establecer deter-
Inadas autoridades para su defensa.
Los asuntos alemanes, Io mismo que los austríacos, tomaron un cariz muy
lacnte. La Unión se extendió por Alemania y vigilaba todo ataque dei cato-
kino para rechazarlo con violência. Los estamentos de Ias províncias austríacas
liian estructurado sus viejas pretensiones hasta formar un poder constituído
n fundado. Mas se daba una diferencia no pequena. En ei Império ei catoli-
10 había invadido de nuevo los territórios de los príncipes católicos, pero
M El pacto contenía Ia cláusula siguicnte: quodsi propter vel contra tracfatíonem Viennensem
'/'urdcam —hostis aut turbator a/iquis ingrueret, tum serenissimtmi archiducem et omnes status et
llurs rcgni Hungariae et archiducatus supcr/oris et inierioris Austriae mutuis aux/Ii/s sibi et suppe-
ii"ii defuturos. "Rcva ap. Schwandtncr: Scriptt. retum Ung. II." Kuis, Beitráge zur Geschichte
| Landes
'>" Kl artículo
Oestreich
se ob
encucntra
der Ens,ent. Ribiny,
rv, p. xx.
i, p. 358.
414 LA CONTRARREFORMA DE 1 5 9 0 A 1630

encontro resistência cuando fué más adelante e intervino violentamente M


asuntos públicos, amenazando Ia existência de los estamentos libres. En los I
torios dei emperador se le opuso todavia ei poder de los habitantes proteil '
Pero, en conjunto, ei sentido era cl mismo. En Áustria se decía certeramenÈí
se saca Ia espada de Ia vaina cuando hay otra."
Porque también ei otro partido se aprestó bélicamente. Iil 11 de jul
1609 se celebro una alianza entre Maximiliano de Baviera y siete Senord
siásticos, los obispos de Wuerzburgo, Constanza, Augsburgo, Passau v RÉ
na, ei preboste de Ellvvangen y ei abad de Kcmpten, alianza de defensa eflj
en Ia que, siguiendo Ia inspiración de Ia vieja alianza de Landsbcrg, ei du<]fl
Baviera recibió un poder extraordinário.'1" Pronto se adhirieron, aunquj
cierta independência, los três príncipes electores eclesiásticos. El archkljf
Fernando quiso entrar en Ja alianza, Espana mostro su aprobación y ei I
prometió no omitir nada en favor de ella. N o cabe duda que ei Papa NJ
mezclando cada vez más en los asuntos de esta liga merced a Ia influa
espanola. 61
Así tenemos enfrentados a dos partidos enemigos, armados ambos, li
de temor, cada uno, de ser sorprendido, atacado, e incapaz tambiá^J
uno de llevar Ia cuestión a una decisión definitiva.
La consecuencia es que en Alemania no se puede allanar ningún obstl
ni realizar nada en común.
En ei ano de 1611 hay que nombrar un rey de los romanos y los p l f l
electores se reúnen inutilmente.
En ei afio de 1612, después de Ia muerte de Rodolfo, no llegaba a ^ V
Ia elección. Los três electores seculares pedian que ei capítulo electoral efl]
ciera un Consejo Imperial de Ia Corte, de caracter paritario, y los três piiiuf
eclesiásticos se opusieron. Se pudo celebrar Ia elección porque Sajonia Ã
en todas estas cuestiones muestra un gran favor por Ia casa de Austri:
dei lado católico.
Pero Io que no se pudo lograr en Ias reuniones de los príncipes elflV
Io reclama, con tanta mayor fuerza, Ia Unión de los príncipes en Ia Diflfl
1613. Se mantuvieron con tal resolución contra los católicos, que tuvierofl
suspenderse Ias reuniones. Los protestantes no quisieron someterse más .il v
de Ia mayoría de votos.
En juelich y Cleve, donde, a pesar de Ias vacilacíones dei débil g ú H
dei último príncipe hereditário, se adoptaron fuertes- medidas en favoi >l
restauración dei catolicismo, gracias sobre todo ai influjo de su esposa loflj
parecia aluna que ei protestantismo iba a prevalecer, pues los herederos p r ó *
eran ambos protestantes. Pero también aqui pudo más ei principio de Ia <lf
sión religiosa. De los pretendientes protestantes, uno se convierte al i i f l
mo, y los partidos se enfrentan. Como no tienen un juez supremo, ei a f l f l

«0 Maximiliano recuerda esta liga de Landsberg en una instrueción a su embajad


guncia. (Wolf, ii, p. 470.)
81
Los documentos sobre este asunlo no se lian dado a conocer: baste provisionaluirnB
Ia aseveración dei embajador veneciano Mocenigo.
PROCRESOS DE LA RESTAURACION CATÓLICA 415

Jcn a vias de hecho. U n partido tiene ei auxilio espanol; ei otro, ei holan-


k Cada uno hace Io que puede y reforma a su manera aquella parte dei país
kl que ha puesto sus manos.
Se llevan a cabo internos de conciliación. Se pide una asamblea de prínci-
hi> electores; ei elector palatino nada quiere saber de ello, porque no confia en su
ilcga sajón; también se pide una Dieta general de arreglo: los estamentos cató-
tienen infinitas razones para oponerse. Hay quienes piensan en ei empe-
lilnr y le aconsejan que restablezca su prestigio con ei envio de tropas conside-
Jili s. Pcro no se podia esperar gran cosa de Matías que, por cl origen de su
(der, se dcbía a los dos partidos, y que, estando cohibido por Ias ligaduras que
lirismo se había impuesto, no podia desenvolver una actividad desembara-
u . El Papa se quejó publicamente de él y le declaro incapaz de revestir tan
I» clignidad en tiempos tan difícilcs, haciéndole llegar advertências en términos
hl antes fuertes y sorprendiéndose de que ei emperador Io encajara todo sin
Hiistar. Más tarde, los católicos no estuvieron tan descontemos con él, y hasta
| más celosos confesaban que había sido más ventajoso para Ia Iglesia de Io
kc podia haberse esperado. Pero en los asuntos dei Império no podia gran
m. Intento en ei afio de 1617 disolver ambas alianzas. Pero a poço de su inter-
|ción Ia Unión se rejuveneció y Ia Liga se restauro.

3) La nunciatura en Suiza
esta una situación de equilíbrio como Ia que desde hacía tiempo, aunque
ls pacificamente, se habia producido en Suiza.
1 Iacía tiempo, en efecto, que en Suiza se había declarado ai autonomia de
k territórios y en Ias Dietas no se podia tratar de cuestiones de religión. A
Incipios dei siglo xvn ei partido católico no abriga esperanza alguna de poder
•ninar a los protestantes, pues no solo eran más fuertes y más ricos, sino que,
Imiás, disponían de hombres más diestros y más prácticos en Ia gestión de
k asuntos."5
Los núncios, que tenían su sede en Lucerna, no se engafiaban acerca de Ia
Lnción; son cllos mismos los que Ia describen así. Pero, aun limitándose su
I lón ai círculo de los católicos, tuvieron una posición destacada.
' Su intención principal consistia en obligar a los obispos ai cumplimiento
1
u función. 08 Los obispos alemanes se complacen en considerarse príncipes
"'-' "inforniationc mandata dal Sr. Cardl. d'Aquino a Monsr. Fcliciano Vescovo di Foligno per
J>IKSC dcSuizeri c Grisonni" (Informationi politt., i x ) , afiade todavia: Li canloni caltoiici sino a
linli tempi sono fcmili piti bel/icosi clic i cantoni heretici, ancora che quelli siano piu potenti di
llili ai doppio e di denari: ma hoggi li cattolici si mostrano tanto affetionati e mutati da quelli
chi Siiizeri che se non tosse partico/are gratia dei Signore, h u m a n a m e n t e parlando, poço o
ino avvanlaggio havercbbcro questi sopra gli avversarii heretici, e non sarebbe sicuro senza a/uto
pttiic-rit il venir a roltura con essi.- olfre clie Ji medcsiini protestanti h a n n o persone p i ú d o t t e ,
l l l c h e , gindiciose e poíenti in ogni afíare.
|;
' Ke/atione delia nuntiatura de'Suizzeri: L'csperienza mi ha moslrato che per far frufto nelía
Hilialnra non è bene che i nmitii se ingerischino ne/le cose che possono farc i vescovi e che
tuno .i gli ordinarii, se non in snssidio e con vera necessita: percho mettendosi mano ad ogni
nidi/tcrcntcmeníc, non solo essi vescovi si sdegnano, ma si oppongono spesse volle e r e n d o n o
h a oçni íafica dei ministro apostólico: oJlre che e contro Ia mente di iiionsignore e delli canoni
416 LA CONTRARHEFORMA DE 1590 A 1630

y los núncios les recuerdan sin césar que tal calidad les viene de su ofii | |
siástico. De hecho, encontramos mucha vida en Ia Iglesia suiza. Se llevan I
Ias visitas, se reúnen sínodos, se reforman conventos, se fundan seminal
núncios tratan de conservar buena armonía entre cl poder espiritual y c| té I|
y logran su propósito con dulzura y persuasión. Consiguen impedii li I
dueción de escritos protestantes, aunque tienen que acomodarse a que lua •
lean Ia Biblia y sus devocionarios alemanes. Los jesuítas y los capuchino» n>
ian con mucho êxito. Se fundan congregaciones marianas para viejos y )Ò\
y Ia predica y cl confesionario se ven concurridos; aumentan Ias pere
a Ias imágencs milagrosas y hay que aplacar a veces ei rigor de Ias peniUB
que algunos se imponen. 64 Los núncios no se cansan de alabar y p r o f
los servicios que les prestan los capuchinos italianos.
Ocurren conversiones. Los núncios protegen y recomiendan a los ccàU
dos, y tratan de fundar cajas en favor de los neófitos con Ias aportaciona^^J
ficles bajo Ia vigilância de los obispos. A veces se logran rescatar jurisdicJ
perdidas, en cuyo caso se restablece inmcdiatamente Ia misa. LI obispo d i r
silea y ei abad de Saint-Gall se muestran en esto particularmente activoi.l
Ln todo favorece mucho a los núncios que ei rey de Espana tienc j H
tido en Ia Suiza católica. Los partidários de Espana, por ejcmplo los I u
Unterwalden, los Amli en Lucerna, los Buehlcr en Schwyz y otros nni(
más, están también entregados a Ia Santa Sede. Los núncios no d e s c u i j
cultivo de estas simpatias. No omiten ninguna precaución. Escuchan Jj^H
mente los discursos más largos y aburridos; no escatiman los títulos y S ^ H
tran grandes admiradores de Ias viejas hazanas de Ia nación y de Ia S ^ H
de Ias instituciones republicanas. Sobre todo, crecn necesario reunir CQ^H
mente a sus amigos mediante reiteradas invitaciones y contestan a cada 111
ción y honor que se les hace con un regalo. Los regalos son muy e f i c a c t ^ H
ha sido nombrado Caballero de Ia Espuela de Oro, y ha recibido en la&^B
una cadena de oro, una medalla, se siente obligado a cllos para sicniprc.I
no tienen que prometer algo que no estén seguros de conceder y, si pudoa
más de Io prometido, tanto más se les tendrá en cuenta. En Ia casa dei ni
debe haber bucn orden y no dar ocasión a ninguna crítica.
AM ocurrió que también en Suiza los intereses católicos, de una j H
general, tuvieran buena acogida y prosperaran tranqüilamente.
Solo había un punto en cl que Ia oposición entre protestantes y o H
dentro de un domínio, coincidiendo con situaciones políticas vacilante^H
ocasionar Ia lucha.
En los Grisones (Graubuendten) ei Gobrerno era esencialmente ttjH
te, pero los italianos de Ia comarca, especialmente los de Valtelina, eran ^ F
a macha martillo.
Sc produjeron incesantes roces. El Gobiemo no permitió a ning^B
dote extranjero ei acceso ai valle, prohibió Ia visita a un colégio de jed
che si incita mano ne//a messe aliena, mandandoll i nuníii per a/utare e non per distruggtré^H
degli ordinarii.
«•t Un ejemplo dan Ias: Lilcrae annuac societatis /csu 1596, p. 187. Modus taolfl
illi jejunio est a confessario adhibirus.
PROGRESOS DE LA RESTAURACION CATÓLICA 417

içado fuera dei tenitorio, y ni siquiera permitió ai obispo de Como, a cuya


icsis pertenecía Valtclina, que ejerciera su función episcopal. Por ei lado
itrario, los habitantes veían con disgusto a los protestantes en su país, como
lucran sus duenos y senores, y su corazón les llevaba hacia los italianos, ha-
a ortodoxa Milán, ai Colégio Suizo de esa ciudad, donde había seis puestos
lavados para gente dei valle y de donde salían continuamente teólogos jó-
pes que encendían ei fervor de los habitantes italianos dei valle.""'
La situación era escabrosa, porque Francia, Espana y Venecia porfiaban en
nicntar su partido en tierras grisonas, partidos que no raramente se combatían
ki tranca violência y se desplazaban unos a otros. En ei ano 1607 ei partido
Hpahol se apoderó de Chur, y le siguió muy pronto Ia facción veneciana. El
Itido espanol contaba con Ias simpatias católicas y ei veneciano con Ias pro-
itantes, y se decidia toda Ia política dei país con arreglo a ellas. Pero Io más
portante era a favor de quién estuviera Francia. Los franceses tenían en toda
li/a, no solo en Ia parte católica, sino también en Ia protestante, sus subven-
«lados, y en los Grisones gozaban de gran influencia. En ei ano de 1612
(tenían los intereses católicos y ei núncio consiguió ganar para Roma a los
ügos de Francia y se renuncio formalmente a Ia alianza con Venecia.
Son estas luchas de partido que de por si no tienen gran importância, pero
|C Ia reciben porque de ellas depende ei libre acceso a los pasos de Ia Confe-
ición en favor de una potência u otra. Ya veremos ei peso que representan en
|o de los platillos de Ia situación política y religiosa general.

4 ) Regeneración dei catolicismo en Francia


cuestión más importante era Ia de Ia posición que Francia adoptara en Ia
fstión religiosa.
A primera vista resalta que los protestantes se mantenían todavia con mu-
B poder..
Fnrique IV les había concedido ei Edicto de Nantes y, con él, no solo les
jbia confirmado en Ia posesión de Ias iglesias suyas, sino que también les había
f u r a d o una participación en los centros públicos de ensenanza, câmaras
(rítarias en los parlamentos, plazas fuertes en gran número y, en general, una
(lonomía que permitia preguntarse si era conciliable con Ia unidad dei Esta-
L 1 lacia ei ano 1600 los protestantes contaban con 760 distritos eclesiásticos,
dos bien administrados. Había 4,000 nobles protestantes, se calculaba que se
H11li montar sin gran dificultad un ejército de 25,000 hombres y se contaba
f\ doscientas plazas fuertes: un poder, como vemos, bastante serio y ai que
( v podia agraviar en vano. 8 *
Pero junto y frente a él se levanto una segunda potência: ia corporación
| clero católico.
Ias grandes posesiones de Ia clerecía francesa Ia dotaban de cierta indepen-
«.>
' Reine, delia nuntiatura: II colíegio Elvetico di Milano é di gran giovamento, et è Ia salute
(«ilico/are delia VaJ Telina, che quanli preti
nruli in theologia.
ha, sono soggetti di dctto colíegio, e quasi tutti

f" M Badoer, Rclatione di Francia 1605.


418 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
dencia, y cuando tuvo que participar en ei sostenimiento de Ias deudas cl<l
tado cobro conciencia de su situación a este respecto.67
Porque esta participación en Ias cargas dei Estado no era tan forzada
ei cumplimiento de Ias obligaciones que imponía no se pudiera conciliar de \
po en tiempo con Ias formas de una resolución libre.
Bajo Enrique IV Ias reuniones que se fueron celebrando a este fin
bieron una forma regular. Debían repetirse cada diez anos, siempre en ri
de mayo, en que los dias son más largos y se puede trabajar mucho, y nuno
Paris, para evitar Ias distracciones. Cada dos anos se reunirían asambleart'
pequenas, a fin de examinar Ias cuentas.
Era de suponer que, con el tiempo, estas dos grandes asambleas no
mitarían a sus obigaciones financieras. Ya el cumplimiento de estas les an
a resoluciones más amplias. En los anos de 1595 y 96 acordaron renova
toncilios provinciales, oponerse a Ias intervenciones de Ia jurisdicción soe
en el ejercicio de Ias funciones eclesiásticas, perseguir Ia simonía. Pero lff
importante es que, después de algunas vacilaciones, el rey dió su beneplácf
Era regular que el clero hiciera representaciones al rey en relación con Ia |
plina eclesiástica. El rey no podia sustraerse a ellas, Io que traía consigo vi
concesiones. En Ia asamblea siguiente el clero empezaba examinando si sá
bían llevado a Ia práctica.
Por esto Ia situación de Enrique IV, colocado entre dos corporaciones |
cierta autonomia cada una, con reuniones periódicas, que Je asediaban con
presentaciones de sentido contrario y a Ias que en realidad no podia opoB
facilmente, era un tanto singular.
Después que Ia conversión dei rey les había privado dei caudillo pi
pai, los protestantes formaron una organización que se enfrento con él. H
no vió con desagrado Ia fuerza de su posición, ya que con ella contrapesaba l
consejeros, católicos fervíentes, y ai Parlamento, y les podia mover a hacet]
cesiones en bien de Ia seguridad de sus antiguos correligionários. Mucho Ia 1
lograr el Edicto de Nantes, pues no se había celebrado todavia Ia paz caj
pana y algunos de los poderosos de Ia Liga se mantenían aún en armas o i
se acordo el Edicto, que fué por completo obra suya.69
El Papa Clemente VIII se hallaba disgustado con este asunto y hasta
entrever una amenaza; bien sabia el rey, sin embargo, que no tenía pon
temeria.
67 En Ias Mémoires du clergé de France, t. DC, "Recueil des/Contrats passes par le clergl
les róis", se encuentran Ias actas dei afio de 1561. En Ia asamblea de Poisy de este ano se 9
el clero no solo de pagar los réditos de una parte considerable de Ias deudas dei Estada
también dc liquidarlas. La liquidación no se llevó a cabo, pero si quedo cn pie Ia obligaofl
pagar los réditos. Se trataba principalmente de Ias deudas contraídas con el f/óíel de Vil/e d l
)• fué esta cioàaà Ia que,se beneficio de los réditos, disfrutando de una determinada rendi
abonada por Ia clerecía. Se ve, pues, por qué Paris, aun si no hubiese tenido opiniones tan
doxamente católicas, no hubiera nunca permitido Ia ruina dei clero, ya que Ia confiscaciónB
bienes eclesiásticos hubiera significado al mismo tiempo Ia perdida dc su hipoteca.
68 "Relation des principales choses qui ont este resolues dans 1'assemblée gcncrale du
tênue à Paris es années 1595 et 1596, envoyêe à tootes les dioceses." Mémoires da \
t. vin, p. 6.
«9 La exposición de Benoist, Histoire de ?'édit de Nantes, i, 185, queda tal vez modi
por Ias cartas y memórias de Duplessis Momay.
PROGRESOS DE LA RESTAURACION CATÓLICA 419

Si preguntamos a cuál de Ias dos partes, efectivamente, favoretió más En-


ue IV, siri duda diremos que a Ia católica, a pesar de que su encumbramiento
ilcbió a los protestantes.70
Ya en ei ano de 1598 declaro ei rey ai clero que su propósito era nada me-
• que hacer florecer Ia Iglesia católica como había florecido hacía cien anos;
pedia tan solo paciência y confianza, pues Paris no se había edificado en
dia."
Los derechos derivados dei concordato se ejercieron de modo muy dife-
te que antes; los benefícios no pasaron ya a manos de nifios y mujeres, y ai
mover para los puestos eclesiásticos, ei rey se fijó seriamente en Ias virtudes
ciência, prudência y vida edificante.
"En todas Ias cosas exteriores —cuenta un veneciano— se muestra perso-
Imente afecto a Ia religión católica romana y desafecto a Ia contraria."
Así se comprende que Uamara a los jesuítas. Creía que su ceio coadyuvaría
|s restaurado» dei catolicismo y ai incremento dei poder real tal como él Io
tendia ahora.72
Pero todo esto no hubiese servido de gran cosa si Ia ya iniciada regenera-
n interna de ia Iglesia católica de Francia no hubiera progresado poderosa-
te por esta época. En Ias dos primeras décadas de este siglo adoptó de hecho
a nueva forma. Dirijamos nuestra mirada hacia este cambio, especialmente
rejuvenecimiento de Ia disciplina en los conventos.
Con ei mayoT ceio se reformaron Ias viejas ordenes: dominicos, francis-
nos, benedictinos.
Tampoco Ias congregaciones de mujeres se descuidaron. Las feuillontines
imponían tales penitencias que se cuenta que sucumbieron catorce monjas
una semana, y ei mismo Papa tuvo que rogarles que cedieran en ei rigor.78
Port-Royal se había vuelto a introducir Ia comunidad de los bienes, ei
Jencio y Ia vigilia noctuma, y dia y noche se adoraba ai Santísimo Sacramen-
i'4 Las Hermanas dei Calvário observaban, sin paliación ninguna, Ia regia de
n Benito y, orando sin césar a los pies de Ia cruz, practicaban una espécie
expiación por las ofensas infligidas ai árbol de Ia vida por los protestantes.78
En un sentido un poço diferente, Santa Teresa había reformado Ia orden
las carmelitas en Espana. Impuso clausura rigurosa, trato de limitar las visi-
li de los parientes en ei locutorio y hasta ei confesor era vigilado. Sin embar-
, su finalidad no estaba en ei rigor. Buscaba provocar un estado de ânimo que
70 Niccolo Contarini: II re, se ben andava temporeggiando con Je parti, e li suoi niinistri e
Jliglierí /ussero deWuna e I'aitra religione, pur sempre piú si mostrava alienarsi dagli Ugonotti
díJiderarli minori: Ia ragione principal era perene tenendo essi per Ji editti di pace molre piazze
lie loro mani, delie quali ben trenta erano di molto momento, senza di questa li pareva non
re assolutamente re dei suo regno.
71 Mémoíres du c/ergé, t. xiv, p. 259.
72 Contarini: Per abbasamenro dei quale [dei partito degli Ugonotti] s'imagino di poter dar
li colpo col richiamar li Gesuifi, pensando anco inquesta maniera di toglier Ia radice a molte
iliiure. Se dice que había contestado a los parlamentos que si se le asegurase Ia vida a él, ei
Mm de los jesuítas no terminaria nunca.
7* Hclyot, Histoire des ordres monastiqocs, v, p. 412.
74 Felibien, Histoire de Paris, n: una obra que es valiosa en general para Ia historia de Ia
tauración y que se basa a menudo en interesantes relaciones.
TÍ La vie du véritable père Josef, 1705, pp. 53, 73.
420 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
acerca a Io divino. Pero se dió cuenta que ningún apartamiento dei ttt^Ê
ninguna renuncia, ninguna disciplina dei ânimo retendrían a este en los lihjfl
que hacía falta si no se anadía otra cosa: trabajo, hasta trabajo casero, flfl
nino, que es Ia sal que impide Ia perdición dei alma de Ia mujer y cicrfM
puertas a ociosas divagaciones y fantasias. Pero este trabajo no debfct S ^ H
tarea de importância, difícil o dispuesta para un ticmpo determinado, \n\OM
debía embargar ei ânimo. Su propósito era fomentar Ia screnidad de un A
consciente de Dios, un alma, como dice ella, "que vive siempre como s i f l
viera delante de Dios y que no sufre de otra pena que ei no gozar de su p n
cia". Queria provocar Io que designa como mandamiento dei amor. "doiw
alma se olvida de si misma y escucha Ia voz dei amo celestial".7" Era á j f l
entusiasmo concebido de manera pura, grandiosa e ingênua, que prodtlfl
mayor impresión en ei mundo católico. Pronto se dieron cuenta en PtK
de que había necesidad de otra cosa, además de ias disciplinas. Se e n v f l
legado a Espafia, Pierre Berulle, quien, no sin algunas dificultades, tt^H
Ia orden a Francia, donde pronto arraigo y dió los mejores frutos.
También Ias fundaciones de Francisco de Sales tenían este sentkH
suave. Francisco de Sales se daba a sus ocupaciones con un ânimo
bajando sin demasiado esfuerzo o precipitación. Con su colaboradora, la>fl
Chantal, fundo Ia orden de Ia Visitación para aquellas personas a quil^H
constitución más débil les impedia entrar en Ias congregaciones de TnsfÊ^m
En su regia no se limito a evitar Ias penitencias y a dispensar de Ias car^B
graves, sino que puso en guardiã contra Ias arrogancias interiores, pufllff
que ponerse en presencia de Dios sin demasiado cavilar, y no pretendei I
en mayor grado dei que se diera, porque en forma de arrobo es como nos •
Ia soberbia: había que caminar Ia senda corriente de Ia virtud. Por eso i J
como principal obligación a sus monjas el cuidado de los enfermos. SiendH
parejas, una jefa y otra ayudante, marcharían Ias Mermanas a visitar em
casas a los enfermos. Había que rezar con Ias obras, con el trabajo.
extendió su acción bienhechora por toda Fancia.
En esta marcha de Ias cosas, como vemos, se va pasando dei rigdfl
templanza, dei arrobo a Ia serenidad y de Ias disciplinas solitárias ai É^B
miento de una función social.
Así fueron acogidas en Francia Ias ursulinas, cuyo cuarto voto les M
ba a Ia ensenanza de Ias muchachas, Io que cumplían con ceio admirabli j
Como se comprende, en Ias congregaciones de frailes se dan cambial
dencias semejantes.
Jean Baptiste Romillon, hasta los veintiséis anos peleó contra i
licismo, y que luego se convirtió, fundo con unos amigos los Hermanol I
Doctrina Cristiana, que renovaron en Francia Ia instrueción primaria.
76 Diego de Yepes, Vita del/a gloriosa verg/ne S. Teresa di Gicsu, íonthtrii:c
sca/zi, Roma, 1623, p. 303; Constituzioni principal/, |j 3, p. 208. Las Exclamacioncs
de S. Teresa con algunos otros tratadiílos, Bruselas, 1682, muestran su entusiasmo, un p 4 |
sivo a nuestro entender.
Ti Por ejemplo en Gallitia, Leben des h. Franz von Safes, II, p. 285. Pero su f f l
manifiesta dei modo más claro y atrayente en sus propias obras, sobre todo en Ia I n t i J i H
Ia vida devota.
PROGRESOS DE LA R B S T A U R A C I Ó N CATÓLICA 421

Ya hemos mencionado a Berulle, uno de los clérigos más destacados de Ia


mncia de entonces. Desde muy joven había mostrado un gran ceio para dedi-
irsc ai servicio de Ia Iglesia y, como él mismo dice, ningún dia olvido ei "sen-
li> vcrdadero e íntimo de su corazón", que no era otro que "perseguir Ia máxima
frlccción". Acaso guarde relación con Ias dificultades con que tropezó a este
topósito que creyera Io más urgente Ia formación de un instituto para Ia for-
lurión de clérigos ai servicio inmediato de Ia Iglesia. Tomo como modelo a
Felipe de Neri y fundo los Padres dei Oratório. N o admitia votos, sino
Riplcs promesas, pues era Io bastante generoso como para desear que se alejara
liicn ya no sintiera ei espíritu a tono. Su instituto prospero extraordinaria-
icnte, atrayendo por su suavidad educandos distinguidos. Pronto Berulle se vió
cabeza de una juventud esplêndida, vigorosa, instruída y se le encomenda-
(n seminários diocesanos y altas escuelas. En los clérigos que salieron de manos
ti instituto se encendió un nuevo espíritu. Gran número de predicadores im-
Drtantcs procedían de él en esta época se fija ei caracter de Ia orotoria sagrada
jBncesa.'8
I N o podemos olvidar en esta ocasión Ia congregación de San Mauro. Los
Incdictinos franceses se adhirieron a Ia reforma realizada en Lorena y ana-
Icron a sus obligaciones habituales Ia de dedicarse a Ia ensefianza de los jóve-
Ls nobles y a Ia ciência. Pronto destaco entre ellos ei nombre famoso de
licolás Hugo Menard, que oriento los estúdios de Ia congregación hacia Ias
fcigüedades eclesiásticas, estúdios a los que debemos tantas obras admirables. 79
La congregación fundada por aquel incansable cuidador de enfermos, Juan
Dios, 80 português, a quien un obispo espanol le había puesto este apodo
un momento de admiración, fué introducida en Francia gradas ai favor d e
Imi de Médicis. Se sometieron a una regia todavia más rigurosa, que les, trajo
Lvor favor, pues en poço tiempo les vemos fundando treinta hospitales.
Es un proyecto ambicioso ei que pretende transformar religiosamente todo
|ui país, conduciéndolo por Ia senda de Ia fe y Ia doctrina. En Ias províncias
Wrtadas, cn Ia gente dei campo, entre los párrocos mismos, continuaban dán-
Itise los viejos abusos. En médio de Ia agitación general apareció ei gran misio-
ltr<> dcl pueblo, Vicente de Paul, que fundo Ia congregación de los misioneros,
lüyos miembros tenían que marchar de lugar en lugar para llevar Ia chispa
íigiosa hasta ei último rincón dei país. Vicente era hijo de campesinos, hu-
Blde, lleno de ceio y de sentido práctico. 81 También fundo Ia orden de Ias
Mi inianas de Ia Caridad, que acoge ai sexo débil en esa edad en que puede
«(•tender a Ia dicha doméstica o ai brillo mundano, para dedicarse ai servicio
| r los enfermos, de los desahuciados, sin poder manifestar sino fugazmente ei
Inlir religioso a que se debe toda su actividad.

78 Tabaraud, Histoire de Pieire de Berulle, Paris, 1817.


70 Filipe le Cerf, Bibiiothêque historique et critique des auteurs de Ia congrégation de S.
jfmir, p. ?55.
J so "Approbatio congregationis fratrum Johannis Dei 1572 Kal. Jan." (Bu/Iar. Cocquel., rv,
I . P- 190).
I «i Slolberg, Leben des heiligen Vincentius von Pau/a. Münster, 1318. Pcro nos parece un
»Kir ri que ei autor liaya considerado a su héroe como "un hombre por ei que Francia fué reno-
«il» (parte 6, p. 399).
422 IA CONTRAHREFORMA DE 1590 A 1630
Empenos como estos, que han florecido de manera constante en m
países cristianos y que abarcan Ia educación, Ia ensefianza, Ia predicaflj
ei estúdio, Ia caridad, nunca prosperan sin Ia confluência de Ias fuerzas fl
diversas y dei entusiasmo religioso. En otras partes estos empenos se c o i f l j
a Ias generaciones nuevas y a Ia necesidad dei momento. Pero aqui se tratflj
ofrecer una base inconmovible a Ias asociaciones y una forma sólida ai impuli
religioso para consagrarlo todo ai servicio directo de Ia Iglesia y educar inseri»
blemente a Ias futuras generaciones en ei mismo sentido.
En Francia se recogen muy pronto los mejores frutos. Ya bajo Enrique fl
los protestantes se ven constrenidos y puestos en peligro por esta actividaaflj
penetrante y amplia; durante un tiempo no prosperan, luego experimentan fl
didas, y en los dias de ese monarca se quejan ya de que Ia gente se marcha J
sus filas.
Sin embargo, Enrique se veia obligado por su política a hacerles coneflj
nes y oponerse ai Papa que, entre otras cosas, pedia que los excluyera de •
cargos públicos.
Con Maria de Médicis se abandono esta política: ei acercamiento a Espati
fué mucho mayor y un sentido decididamente católico prevaleeió en todos 1
negócios interiores y exteriores. Lo mismo que en Ia corte predominaba en •
Estados Generales. En ei afio de 1614 los dos primeros Estados exigieron e f l j
samente no solo Ia publicación de Ias resoluciones tridentinas, sino Ia d e f l j
ción de los bienes eclesiásticos en ei Bearne.
Para los protestantes, que mantienen también una fuerte vida religial
fué una fortuna que estuviesen todavia politicamente tan fuertes y t a n ^ H
armados. Cuando ei Gobierno pacto con sus enemigos, encontraron t o d f l
apoyo y ayuda en poderosos descontemos, que nunca han faltado ni faltflj
allí. Tuvo que pasar algún tiempo para que pudieran ser atacados directamflj

II. G U E R R A G E N E R A L . VICTORIA D E L C A T O L I C I S M O
(1617-1623)

1) Estalla Ia guerra
Por muy diversas que sean Ias situaciones que se han venido produciendo j
curren, sin embargo, en un gran resultado. Por todas partes ei catolicism»
avanzado poderosamente y ha tropezado con una fuerte resistência en iu
ellas. En Polônia no puede sojuzgar a sus enemigos porque encuentran &Ê
reinos vecinos u n apoyo seguro. En Alemania, una oposición compacta
enfrenta ai dogma en marcha, a Ia clerecía en retorno. El rey de Espana $•
visto obligado a conceder un armistício a los Países Bajos, que no supone má
que u n reconocimíento formal. Los hugonotes franceses, con sus plazas fuflf
tropas aguerridas y adecuadas instituciones financieras, están preparados cor
GUERRA GENERAI.. VICTORIA DEL CATOUCISMO 423

ualquier ataque. En Suiza se ha logrado hace tiempo ei equilíbrio entre los


toiirtidos, y tampoco ei catolicismo restaurado logra alterar Ia situación.
Europa se halla escindida en dos mundos que chocan, se constrinen, se
xcluyen y luchan en todos los puntos.
Si los comparamos así, Ia parte católica representa en general una unidad
incho mayor. Ya sabemos que n o faltan en ella Ias disensiones internas, pero,
Dl ahora, se hallan contenidas. Sobre todo entre Francia y Espana Ias relacio-
es son buenas y hasta de confianza y, así Ias cosas, no quiere decir mucho que,
c vez en cuando, se agite Ia vieja resistência de Venecia o de Saboya. Atentados
mi peligrosos como Ia conjuración de Venecia transcurren sin mayor conmo-
lón. El Papa Paulo V, luego que Ias primeras experiências le habían dado tan
iticna lección, se mostro tranqüilo y moderado, supo conservar Ia paz entre Ias
Mencias católicas y de cuando en vez busco una política común. Los protes-*
(juntes, por ei contrario, no solo carecían de un centro, sino que, a partir de Ia
•luerte de Ia reina Isabel y de Ia subida ai trono de Jacobo I, que desde un
principio llevó una política equívoca, ni siquiera tenían a su favor una potência
Be importância. Luteranos y reformados se miraban con cierta antipatia, Io que
pmdujo fatalmente a Ia adopción de medidas políticas contrarias. Pero los mis-
h o s reformados estaban divididos, los episcopales, los puritanos, los arminianos
• los gomaristas se combatían con ódio feroz, y en Ia asamblea de los hugonotes
frclebrada en Saumur en ei ano de 1611 se produjo una escisión que ya no pudo
Jnimponerse a fondo.
No hay que atribuir está diferencia a que dentro dei catolicismo ei movi-
•iento religioso fuera menos vivo. Ya hemos podido cerciorarnos de Io contra-
tio. La razón puede ser Ia siguiente. En ei catolicismo no existia aquella energia
Bi' Ia dogmática excluyente que dominaba ai protestantismo; había importantes
Icuestiones en disputa que se dejaron sin arreglar; ei catolicismo acogió en su
ílcno ei entusiasmo, ei misticismo, un sentir profundo que no cuaja en claridad
Be pensamiento y que surge siempre, de tiempo en tiempo, desde ei fondo de Ia
ronciencia religiosa, y Io sometió a regias, poniéndolo a su servicio en Ias formas
Bi* Ia ascética conventual, cosa que ei protestantismo rechazó y condeno. Por
m:\ razón, este sentir irrumpió también entre los protestantes, pero abandonado
In si mismo, y se manifesto en numerosas sectas que buscaban cada una libre-
Irnente su propio camino.
A esto se debe que Ia literatura dei lado católico tuviera más forma y se
[noinetiera a regias. Podemos decir que en Itália se instauran Ias formas clásicas
I modernas bajo los auspícios de Ia Iglesia; en Espana se trata de aproximarse a
I filas cn Ia medida que Io permite ei espíritu de Ia nación; un movimiento pareci-
I cio se inicia en Francia, movimiento que más tarde ha producido resultados tan
[esplêndidos. Aparece Malherbe, ei primero que se sometc a Ias regias y aban-
dona a conciencia toda licencia 1 y recalca su inspiración católico-monárquica
con su precisión epigramática, con su popularidad y elegância, un poço prosai-
cas, pero a tono con ei sentir de los franceses. Ni siquiera en ei lado católico
1 Sobre Ia inancra de pensar y de trabajar de Mallierbe encontramos nuevos datos comple-
lurntarios de Ia biografia dei poeta de Racan, cn Ias Mémoires, o más bien, Histoiiettcs de Tamantell
<li"> Keaux, editadas por Monmergue, 1834, i, p. 195.
424 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

podia prevalecer esta díreccíón en Ias naciones germânicas; invadió primeM


poesia latina, Ia cual, hasta en talentos tan excelentes como Baldo, produflj
mcnudo ei efecto de una parodia; en Ia lengua vernácula todo fué expresià
natural. Todavia mucho menos podia prosperar Ia imitación de Ia Antigttfl
en el lado protestante. Shakespeare presenta ei contenido y el espírituiofljM
cos en formas libres imperecederas v Ia Antigüedad y Ia historia se ponen M
servicio. De un taller de zapatero surgen obras que representan Ia profunjH
y el sentido religioso alemanes, obras que, si son oscuras, sin forma, insofl
bles, poseen, en cambio, fuerza irresistible y son incomparables como libresjl
turas de Ia naturaleza.
Pero no voy a intentar trazar el perfil de Ia oposición de estos dos muni
espirituales, pues, para que fuera completo, habríamos de haber dedicado unf|
yor atención ai aspecto protestante. Permítaseme, por Io menos, senalar un f j H
que influve directamente en los acontecimientos.
En el catolicismo dominan ahora Ias tendências monárquicas. Ya n o f l
bán de moda Ias ideas de derechos populares, de resistência legal contff
príncipes, de soberania popular y de regicidio, que treinta anos antes sostdH
celosísimos católicos. No existían por entonces oposiciones importantes < •
poblaciones católicas y príncipes protestantes, pues hasta con Jacobo I q f
glaterra se vivia en buena armonía y aquellas teorias ya no tenían nintH
aplicación. Ello trajo por resultado que el principio religioso se adhiriera W^
vez más ai principio dinástico y, si no me equivoco, a esto se anadíó qu(J
personalidades principescas lograron cierta preponderância en el lado c a t f l
Por Io menos, tal se puede afirmar de Alemania. Vivia todavia el anciano otf
Júlio de Wuerzburgp, el primero que había intentado en el país una Contl
rreforma a fondo. El príncipe elector Schweikhard de Maguncia regia su cT
con talento y entusiasmo, procurándose así una gran influencia; 2 los otros |
príncipes electores de Renania eran hombres decididos y activos, y junto ST
tenemos a Maximiliano de Baviera, varonil, sagaz, incansable, administr
diestro y lleno de grandes proyectos políticos, y ai archiduque Fernando, fií
en Ia fe a que se entrego con toda su fuerte alma. Casi todos eran discípulos
los jesuítas, quienes supieron sembrar en sus ânimos grandes empenos.
voluntad reformadora, supieton dominar \a situación con ânimo y coraje.
Los príncipes protestantes eran ahora más bien herederos que fundado^
pues pertenecían a Ia segunda o tercera generación. Solo en alguno que o|
se manifestaba yo no sé si una fortaleza interior o cierta ambición y gusto poi
movimiento. Pero en Ias gentes protestantes encontramos aficiones republk
nas o, cuando menos, por una libertad aristocrática. En muchos lugares, <
Francia, en Polônia, en todos los domínios austríacos, una aristocracia podero^
de convieciones protestantes, se hallaba en pugna abierta con el poder católí
Lo que esta lucha podia traer consigo se ilustra brillantemente con Ia repúbll
de los Países Bajos, que prosperaba a ojos vistas. Por esta época se hablaba \
Áustria de Ia idea de desvincularse de Ia casa reinante y bacer una constitui
2
Montorio, Relatione di Gcrmania \M2: di costumi gravi, molto intento alie cose dei go<m
cosi spirihiale come temporale, molto bene aííetto verso il servigio di cotesta santa sede, desOM
dei p/ogreso detla re/igione, uno de'primi piclati delia Germania.
GUERRA GENERAL. VICTORIA DEL CATOLICISMO 425

L mo Ia de Suiza o Ia de los Países Bajos. En ei êxito de tales propósitos se


Uiiillaba Ia única posibilidad de que Ias ciudades imperiales alemanas recobraban
)u antiguo rango, y por eso participaban en Ia idea vivamente. La constitución
ntcrior de los hugonotcs era ya republicana y no dejaba de tener algunos ele-
icntos democráticos. Entre los puritanos ingleses, estos elementos funcionan
rente a un rey protestante. Existe un breve escrito de un embajador imperial
i Paris, en ei que, con gran interés, se llama Ia atención de los príncipes euro-
tos sobre ei peligro que puede nacerles de semejante estado de espíritu. 3
En este momento ei mundo católico era unânime, clásico, monárquico, y ei
uindo protestante escindido, romântico, republicano.
En ei ano de 1617 todo anuncia Ia lucha decisiva. A Io que parece, en ei
do católico se sentían superiores y no se puede negar que de este lado se ini-
ó ei ataque.
El 15 de junio de 1617 se publico un edicto en Francia, solicitado hacía
mpo por ei clero católico, pcro ai que Ia corte se había ido negando por con-
dcración ai poder y a los caudillos de los hugonotcs. Según este edicto, tcnían
e ser devueltos los bienes eclesiásticos dei Beame. Luines se dejó llevar hasta
i|uí, pues si bien los protestantes contaron con él ai principio, 4 poço a poço
fué adhiriendo ai partido jesuíta y papista. Con Ia confianza que esta actitud
1 máximo poder inspiraba, se produjeron aqui y allá, ai repique de Ias cam-
inas, ataques de Ia plebe contra los protestantes y los parlamentarios tomaron
xisición contra ellos.
Otra vez ei príncipe polaco Ladislao se preparo con Ia esperanza segura
i que iba a ocupar ei trono de Moscú. Se penso que esto encerraba intenciones
ntra Suécia y pronto se renovo Ia guerra entre Polônia y Suécia. 5
Pero Io más importante se estaba incubando en los territórios patrimonia-
i s de Ia casa de Áustria. Se habían reconciliado los archiduques y, con ei gran
hrntido a menudo mostrado por esta casa en los momentos de peligro, a ia muerte
Bi'1 emperador Matías, que murió sin descendência, todos renunciaron a sus
bretensiones en favor dei archiduque Fernando, y en poço tiempo fué reco-
lliocido como sucesor en Hungria y en Bohemia. Se trataba de una composición
lie pretensiones personales, pero que encerraba una significación universal.
De un varón tan fanático como Fernando no se podia esperar otra cosa sino
que emplearía sin tardanza toda su energia en asegurar Ia hegemonia de su fe
kn ei país y en poner, luego, todas sus fuerzas ai servicio de Ia propagación
ilil catolicismo.
3 Advis sur ies causes des mouvernents de l'Europc, envoyí atix roys et princes pour Ia conscr-
yulion de leurs royaumes et principautés, fait par Messir. Al. Cunr, baron de Friedemboufg et
presente au roy trcs-chrest/en par le comte de Furstemberg, ambassadeur de J'empcrctir. Reproducido
In cl Mercuie François, t. ix, p. 342.
* Esto resulta claro, entre otras cosas, por un escrito de Duplessis Mornay, Saumur 26. de abril
|4r 1617: sur ce coup de majoríté, así designa ai asesinato dei mariscai dcAncrc. La vie de du
fkssis, p. 465.
5 Hiám, Esth- Lyf- und Lettlàndisclie Geschichte, p. 419: "Los suecos sabian que cl rey de
íolonia— había mandado a su hijo a Rusia con una poderosa fucrza armada con cl fin de sor-
ipicnder Ias fortificaciones que los moscovitas habían cedido a Suécia, para, en caso de realizar este
l'l iii con exilo, poder inejor atacar ai reino de Suécia: ya que Io mismo los estamentos durante Ia
|)uta celebrada en Polônia como Ia casa de Áustria le habían prometido su ayuda para Ia reconquista
(Ir Suécia. Por esta razón sus pcnsamicntos.estaban dirigidos hacia este plan más que a ningún otro.
426 LA CONTRAKREFORMA DE 1590 A 1630

Esto representaba un peligro común para todos los protestantes, cri M


rritorios patrimoniales, en Alemania y en Europa.

Por tal razón cuaja en torno a ese punto Ia primera resistência. Los pfÉ
tantes, que tenían que hacer frente ai avance dei catolicismo, no solo fllfl
aprestados a Ia defensa, sino que tuviewn osaàía para cambiaria en afâquflfl
En torno ai príncipe elector Federico dei Palatinado se agrupan lo| I
mentos dei protestantismo europeo. Su esposa era hija dei rey de Inglatflfl
sobrina dei rey de Dinamarca; ei príncipe Maurício de Orange era su tio, VH
ximo pariente ei duque de Bouillon, caudillo de los hugonotes franceses <••
mistas. El príncipe figuraba a Ia cabeza de Ia Unión alemana. Grava t
bastante domínio de si mismo para guardarse de Ias malas costumbres q u f
minaban por entonces en Ias cortes alemanas, mostro ei mayor gusto «fl
cumplimiento de sus funciones soberanas y en Ia asistencia a Ias reunH
de su Consejo Áulico; era algo melancólico y orgulloso y estaba lleno de g t f l
pensamientos." Cuando vivia su padre, en ei comedor había también meÜBr
los consejeros y para los nobles, pero él cambio Ia costumbre y no comíd
en companía de príncipes y altos dignatarios. Animaba a esta corte un vivo
timiento por un gran destino político y, con Ia mayor aplicación, se a r f j
muchas c importantes relaciones. Como hacía tiempo que no se había §[H
ningún golpe duro, no se tenía ninguna idea clara de Io que se podría alc(ff
de Io que ei futuro podría traer consigo y, así, se dió lugar a los provectos
descabellados.
Este era ej espíritu que reinaba en Ia corte de Heidelberg cuando los IxJ
mios, que presentían Ia inminencia dei peligro para su religión y man(Bf
relaciones cada vez más tirantes con Ia casa de Áustria, decidieron recha/af
Fernando, aunque le habían dado ya su palabra, y ofrecer Ia corona ai e f l
palatino.
El príncipe Io penso un momento. Era algo inaudito que un prínciplH
mán arrebatara a otro una corona que le correspondia de derecho. Pero^f
sus amigos Maurício, a quien nunca agrado ei armistício con los e s p l f l
c 1 duque de Bouillon, Christian de Anhalt, que veia toda Ia trama fl
política europea y estaba convencido de que nadie tendría animo para o p a l
ai hecho consumado— y todos sus consejeros de confianza le animaron, •
grandes perspectivas, Ia ambición y ei ceio religioso juntos lc empujaron a aofl
Ia corona (agosto de 1619). Si conseguia mantenerla, ei êxito seria extrM
nario porque se habría quebrantado ei poderio dela casa de Austri.i i n
Europa oriental y se habría opuesto un dique inconmoviblc a los avanc^B
catolicismo.7
o Rc/ationc di Germania 1617: Federico V d'età di anui 20, di inczzana síatura, dttfl
grave, di natura malinconico, di carnaggioiie btmna, uomo di a/ti pcnsicri, c rare vo/l
e co//'ap|)oggii) delCaccasaiiiento íaflo con ia ligltuola dei re d'Ingni/lcrra c di a/tri parcntl • |
/ederati aspirarcbbc a cose maggiore se seg/i apprcscntassc oceasione a propósito: onde
cdiioscinto suo nalura/e per il co/onneíio di Scoinbuig già suo a/o, scppc cosi ben vaiersene, if
dandosi a) suo umore, c/ie nienfre visse íu piti d'ogni alíre suo coníidente.
7 Los contemporâneos sintieron bien Ia concxión de los acontccimicntos. Ia cual pasó
tibida más tarde. Fiirstl. Anhaltische Geh. Canziei, contin. p. 67.
GUERRA GENERAL. VICTORIA DEL CATOLICISMO 427

Por todas partes se agitaban poderosas simpatias en su favor. En Francia


produjo un movimiento general de los hugonotes, los dei Bearne resistieron
[todas Ias ordenes reales que conocemos y Ia asamblea de Loudun se puso de
parte. Nada mejor para Ia reina madre que procurarse ganaT a esta oposición
errera. Rouen estaba de su lado y le había prometido Ia adhesión de los
Í más.
En ei agitado país de los grisones ei partido católico-espanol había sido

E ncido y los protestantes eran duenos dei poder. El tribunal de Davos recibió
n agrado ai embajador dei nuevo rey de Bohemia y le prometió cerrar para
mpre los pasos dei país a los espanoles.
Notemos que, ai mismo tiempo, se agitan también Ias tendências republi-
|nas. No solo los estamentos bohemios afirmaron su autonomia natural frente,
| clecto rey, sino que se trato de imitados en todos los territórios dei patrimônio
Lstríaco; Ias ciudades imperiales alemanas abrigaron nuevas esperanzas y, de
•cho, los mejores socorros financieros que Federico recogió para su empresa
pocedían de cilas.

Pero, juntando los intereses de Ia religtón y los de Ia política, los príncipes


fctólicos, por su parte, se unieron como nunca.
Maximiliano de Baviera y Fernando, que había tenido Ia suerte de ser ele-
[iiln emperador en este momento, pactaron una estrecha alianza, ei rey se pre-
Iró para una ayuda efectiva y ei Papa Paulo V se dejó convencer hasta ei
unto de suministrar subsídios considerables que fueron bien acogidos.
Así como a veces irrumpe ei viento desesperadamente, así Ia suerte empujó
kit cosas en favor de uno de los bandos.
Los católicos consiguieron ganarse ai príncipe elector de Sajonia, uno de
bs príncipes protestantes más poderosos, y un luterano que odiaba cordialmen-
el movimiento calvinista.
Ya con este triunfo en Ia mano, se lanzaron con Ia esperanza cierta de vic-
ria. Una sola batalla en Ia Montana Blanca, ei 8 de noviembre de 1620, acabo
Dii ei poder dei príncipe palatino y echó por tierra todos sus proyectos.
Porque tampoco Ia Unión sostuvo a su jefe con Ia energia nccesaria. Pudo
rr que aquel elemento republicano les pareciera peligroso a los príncipes alia-
los; no pcrmitieron ei paso por ei Rin a los holandeses, pues temían los ecos
kuc su constitución podría provocar en Alemania. En ei mismo momento, los
fntólicos prevalecen también en Ia alta Alemania. El alto Palatinado fué ocupado
k l los bávaros y ei bajo por los espanoles, y ya en abril de 1621 se disolvía Ia
llnión. Todo Io que había levantado cabeza en favor de Federico habia sido
ipersado o aniquilado. En un momento, inmediatamente después dei mayor
•ligro, ei principio católico se afirmaba todopoderoso en Ia Alemania alta y en
s províncias austríacas.
Mientras tanto, en Francia los acontecimientos marchaban caminó de su
,'cisión. Luego de un golpe afortunado dcl poder real contra Ias facciones ene-
k i g a s en Ia corte, es decir, ei partido de Ia reina madre, con ei que se hallaban
428 LA CONTRARBEFORMA DE 1590 A 1630
en estrecha relación los hugonotes, 8 ei núncio urgió para que se aprovo tfl
momento favoiablc para una campana contra ei protcstantismo en general|fl
de esperar, porque, decía, Io que en Francia se aplaza una vez ya no vndj
ocurrir nunca. 0 Se ganó a Luines y ai rey. En ei Bcarnc seguían
facciones, Beaumont y Grammont, que se combatían desde siglos, •
sión dió ocasión para que ei rey penetrara sin trabas en cl pais, dísolviej
milícias y su constitucíón y restableciera ei império dei catolicismo. L a
testantes franceses intentaron ayudar a sus correligionários dei Beame, •
ei ano de 1621 fueron sometidos todos.
Jacobo Robustelli, un jefe de Ia Valtcüna, con ayuda de algunos < f
desterrados y Ia de algunos bandidos milaneses y venecianos, decidió acafafl
Ia soberania de los Grisones, cuya tendência protestante tanto pesaba en
parte de Itália. U n padre capuchino fanatízó a Ia tropa, ya de por si scdl
de sangre. En Ia noche dcl 19 de julio de 1620 entro en Tirano; al a l b a V
repicar Ias campanas y, al tiempo que los protestantes salían apresuradaf
de sus casas, fueron barbaramente asesinados. Lo mismo que en T i r a n a
cedieron en todo ei valle. Inutilmente los grisones bajaron varias vecesT
alta montana para reconquistar ei scnorío perdido, pucs otras tantaC^H
vencidos. En ei ano de 1621 los austríacos desde ei Tirol, y los espanoles •
Milán, penetraron en los Grisones. La abrupta montana resonó con j j ^ H
mucrte y Ias Uamaradas de Ias dispersas casas incendiadas Ia iluminaban •
tramente. Tomaron posesión de los pasos y de todo ei país.
Gon estos êxitos crecieron Ias esperanzas de los católicos.
La corte pontifícia recordo a los espanoles que los Países Baios ei
divididos y sin aliados y que cl tiempo no podia ser mejor para renovar Ia 9
contra los viejos rebeldes, y logro persuadidos. 10 El canciller de Brabante, \'i
Pecluus, aparceió en La Haya ei 23 de marzo de 1621 y, en lugar de proB
Ia renovación dcl armistício, que acababa de expirar, pidió cl reconocirrJ
dei príncipe legítimo. 11 Los Estados Generalcs juzgaron injusta, inespeflj
inhumana esta pretensión y empezaron Ias hostilidades. También en estfl
sión los espanoles tuvieron ventaja al principio. Se apoderaron de Judie li.
lo que cerraron brillantemcnte su campana dei Rin, pues eran duefíos de tfl
ribera izquierda, desde Emmerich hasta Estrasburgo.
Son muchas victorías a Ia vez, en muy diversos sitios y con prvp.n.u
muy diferentes, pero, vistas a Ia luz de Ia historia universal, constituyeflj
sola. Veamos ahora lo que es más importante para nç?sotros: como fueron •
vechadas estas victorias.

n Incluso Bcnoist dice (H, p. 291): Les reformes n'auroicnt attendu que les premieis I
pour íe ranger au meme parti [de /a reine].
U Siri, iVfernoric recôndito, t. v, p. 148.
10 ínstruífione a Mie. Sangro. La onde S. JVftà. non può vo/tare Ic sue íorze in mig/iof
ovvero opporluiiiti.
li Literalmente, Ia unión sob agnitione dominorum principumque Jegitimorum. Pro
respuesta en Lconis ab Aitzema (ractatuum pacis Beígicae, pp. 2 y 4.
GUEnRA GENERAL. VICTOMA DEL CATOLICISMO 429

2) Cregorto XV
Ia procesión celebrada para conmemorar Ia victoria de Ia Montaria Blanca
miln V sufrió un ataque de apoplejia ai que siguió a poço un segundo que le
bvii :il sepulcro el 28 de enero de 1621.
En líneas generales, Ia nueva elección ofrccía el mismo aspecto que Ias
ilcriores. Paulo V había gobernado tanto tiempo que se había renovado todo
Colégio y Ia mayor parte dei cardcnalato dependia de su sobrino el cardenal
kghese. Después de algunas vacilacioncs, el cardenal Borghese encontro el
bmbre en tomo ai cual se podrían agrupar todos sus partidários: Alejandro
üdovico de Bolonia, que fué elegido inmediatamente el 9 de febrero de 1621
:>mó el nombre de Gregorio XV.
Era un hombre pequeno, flemático, que tenía ganada fama de ser buen
buociador y saber llegar a sus fines calladamente y sin llamar Ia atención, 12 pero
Ui' ahora se hallaba vencido por Ia edad, débil y achacoso.
En un momento en que se desarrollaban pugnas de importância universal,
, contaba con un Papa ai que muchas veces no se osaba comunicar asuntos
Ificiles por miedo de que se le quebrara el hilo de Ia vida. 13
Pero ai lado de este anciano agonizante se encontraba un joven de vein-
fcinco anos, su sobrino Ludovico Ludovicio, que tomo inmediatamente posesión
Icctiva dei poder papal y dió muestras de todo el espíritu y temple que Ia si-
lución requeria.
Ludovico Ludovicio era un tipo magnífico, brillante y no descuidaba acu-
lular riquezas, anudar ventajosas relaciones familiares y favorecer a sus amigos.
[via y dejaba vivir, pero tenía también a Ia vista los grandes intereses de Ia
glesia, y hasta sus mismos enemigos le reconocen verdadero talento en el ma-
ijo de los negócios, una perspicácia inusitada para descubrir el remédio aplaca-
ir en Ias dificultades más intrincadas, y toda Ia osadía necesaria para en
oscuridad dei futuro anticipar un posible resultado y llevar Ias cosas por
icn camino. 14 Si Ia extrema debilidad de su tio, que no le prometia un largo
Isfrute de su poder, no le hubicse puesto coto, ninguna consideración en el
undo Io hubiera hecho.
Es muy importante que, como el Papa, el sobrino estuviera poseído por Ia
ea de que Ia expansión dei catolicismo reprcsentaba Ia salud dei mundo. El
irdcnal Ludovicio era discípulo de los jesuítas y uno de sus grandes protecto-
(rs: Ia iglesia de San Ignacio en Roma se edificó cn gran parte a costa suya.

1- Relafione di IV ambasciatori 1621: di pc/o che awicinasi ai biondo. La natura sua è sempre
nosciuta plácida e ílcmiiialka, Icmrana dalíimfarrauarsi iu rotture, aniicissimo d'andare in negotio
Hlnggiando el avanzando Ji propri lini.
13
Rainicr Zeno, Re/alione di Roma. 162J: aggiungendosi ali' età cadente una fiacchjssima
np/essione in un corpiccivolo stenuato e ma/ affeíto.
14
Rainicr Zcno: E d'ingegno vivacissimo: i'ha dimostrato nel suo governo per 1'abondanza
i partiti che in ogni grave rrattationc gli suggcrivano suoi spiriti nati per comandare, i quali se
ie in molti parti aberravauo dclfuopo delia bona política, nondimeno l'intiepidezza, con Ia quale
mostrava pronto ad abracciare ogni ripiego apprcso da Jui per buono, poço curandosi di consigli
chi g/i haveria potuto esser maestro, daváno a crederc che Ia sua natura sdegnava una privata
uditiime.
430 LA CONTRARREFORMA DE 1 5 9 0 A 1630

Daba importância a su condición de Protector de los capuchinos opinandc


esta era Ia mejor Protección que tenía, y se entrego ai matiz más devoto d
doctrinas romanas. 16
Si queremos darnos cuenta dei espíritu de Ia nueva administración nfl
tara recordar que fué Gregorio XV quien fundo Ia Propaganda Fide y el
canonizo a los fundadores de Ia Companía, Ignacio y Xavier.
El origen de Ia Propaganda Fide ya se halla en un decreto de Gregorio
que encomendaba a unos cuantos cardenales Ia dirección de Ias mision(
Oriente y disponía Ia impresión de catecismos en idiomas poço conocidos.1^
ei instituto no había sido fundado firmemente ni estaba provisto de los
necesarios ni tenía gran amplitud. Andaba entonces por Roma un gran
cador, Girolamo da Narni, que se había conquistado Ia admiración geneti
su santa vida, y que se distinguía en ei púlpito por una densidad de
miento, fluencia de verbo y majestad de exposición que arrebataban a t"
mundo. Una vez que ei cardenal Belarmino llegó a escucharle, crcyó
le había sido concedido uno de los três deseos de San Agustín, a saber,
escuchar a San Pablo. También ei cardenal Ludovicio simpatizaba conl
había pagado los gastos de edición de sus sermones. Este capuchino tuvo lá
de ampliar aquel instituto. 17 Por su consejo se fundo una congregación
dera que se ocuparia en rcuniones regulares de dirigir Ias misiones en tf
mundo y, por Io menos una vez ai mes, celebraria asamblea delante dei
Gregorio XV proporciono los primeros dineros y ei sobrino aporto tambiénj
de su fortuna particular, y como Ia institución respondia entonces a una
dera necesidad, fué prosperando de dia en dia. ^Quién ignora Io que esta]
tución ha hecho en favor de Ia filologia? Pero con mayor êxito todavia,
todo en su primera época, trato de cumplir con su misión en forma generosa.
Con esto guarda relación Ia canonización de Ignacio y Xavier. "En Ia I
—dice Ia bula— en que fueron descubiertos nuevos mundos y en el vil
levanto Lutero para combatir a Ia Iglesia católica, tuvo Ignacio de Loyfl
idea de fundar una Companía que se había de dedicar preferentemente a laj
versión de los paganos y ai rescate de los herejes. Entre todos los miembr
Ia Companía, Francisco Xavier se ha hecho digno de llevar el nombre de
tol de Ias naciones descubiertas. Por esta razón han venido a aumentar l;i
de los santos; iglesias y altares, donde se celebra el sacrifício divino, le I
consagrados". 18
Y, con el espíritu que se manifiesta en estas actas, Ia nueva administrij
pontifícia aprovechó sin tardar Ias victorias alcanzadas por los católicos pai
fueran seguidas de conversiones y Ias conquistas realizadas para legitimara
consolidadas mediante Ia restauración de Ia religión. "Todos nuestros

l s Giunti, Vila e fafti di Ludovico Ludovisio. MS.


l« Cocquclines, Praefatio ad Maííei Annales Gregorii XI/I, p. v.
17 Fr. Hierothei, Epitome histórica rerum Franciscanarum, etc, p. 362: pubíicis suML
et consiliis privaris, por influencia de Fray Girolamo sobre el Papa. Cf. Cerri, Etat l'u :<•
1'église Romaine, p. 289. Sc encuentra cn Ia misina obra también una descripeión detallt
instituto v dei incremento de su fortuna.
18 Bui/aritiin Cocque/ines, v, 131, 137.
EXPANSIÓN GENERAL DEL CATOLICISMO 431

lentos —dice una de Ias primeras instrucciones de Gregorio XV— deben


ílrntarse a sacar tantas ventajas como sea posible dei cambio favorable, de Ia
luiición triunfal de 1as cosas." Propósito que se cumplió brillantementc.

3 ) Expansión general dei catolicismo


a) Bohemia y los territórios austríacos.—El poder papal dirigió su aten-
ón primera a los triunfos que se apuntaba Ia opinión católica en Ias pre-
ndas austríacas.
Al doblar Gregorio XV los subsídios que solía suministrar ai emperador ,n
prometerle, además, un regalo extraordinário —aunque, como él mismo dice,
D se quedaba ni con Io suficiente para vivir—, le recomendo que no vacilara un
lomento en sacar ei fruto de su victoria y restablecer Ia religión católica. 20 Solo»
>n esta restauración podría gratificar ai Dios de Ias victorias. Parte dei supuesto
p que, a causa de ia rebelión, los países están necesitados de una mano rigurosa
liay que obligarles por Ia violência a que abandonen su incredulidad.
I El núncio que ei Papa envio ai emperador fué Carlos Caraffa, bien cono-
d» en Ias historias alemanas. De Ias dos relaciones que nos quedan de él, una
nprcsa, otra manuscrita, podemos deducir con certeza Ias medidas a que apelo
Ira realizar sus propósitos.
En Bohemia, donde comenzó, constetió su primer cuidado en alejar a los
vdicadores y maestros protestantes "culpables de agravio a Ia majestad divina
a Ia humana".
No le fué cosa fácil, porque los miembros dei Gobierno imperial en Praga
ínsideraron que Ia medida era peligrosa. Solo después que se expulso a Mans-
ld dei alto Palatinado y se alejó todo peligro exterior entrando en Praga regi-
ilrntos enviados a petición dei núncio, se decidió ei emperador a dar este
Io, ei 13 de diciembre de 1621. Pero se contemporizo también, por considera-
ón ai príncipe elector de Sajonia, con los dos predicadores luteranos.
I núncio, que encarna muy bien su principio católico, que no conoce con-
tliración alguna, nada quiso saber dei asunto: todo ei mundo pende de los
l)ios de estos predicadores; ei cura católico no tiene nada que haccr ni siquiera
lude ganar su sustento. 21 En octubre de 1622 consigue por fin salirse con Ia
lya, y los dos predicadores luteranos son expulsados. Por un momento, pareció
•c iban a confirmarse los temores de los consejeros, pues ei príncipe elector
p Sajonia mando un comunicado amenazador y tomo una actitud poço amistosa
n iodas Ias cuestiones importantes; ei mismo emperador dijo ai núncio en cierta
lasión que se habían precipitado ias cosas y hubiera sido mejor esperar un
I 1» De 20,000 florines a 20,000 escudos. El regalo era de 200,000 escudos. Él hubiera descado
lilcr mantener con ello regimientos permanentes bajo Ia autoridad papal.
[ 2° Instruttione a) vescovo d'Aversa 12 Apr. 1621: Non è tempo di indiigi ne di coperti anda-
|*nli. Sobre todo, se consideraba en Roma a Bucquoi como demasiado lento. La prestezza appor-
|!rM>e il rimedio di tanti mali, se dal conte di Bucquoi per altro valoroso capitano cl/a si poíesse

E
lrure.
'•li Caraffa, Ragguag/io MS Conducevano in disperatione i parochi catolíci per vedersi da
|l [Luterani] levarsi ogni emoíimiento. Los comentários impresos dan sin embargo una razón
l< convincente: quamdiu illi haerebant, tamdiu adliuc sperabant sectarii S. Ma/cstatciii concessu-
Mi tüquando liberam facultem (p. 130J.
432 LA CONTKARREFORMA DE 1590 A 1630
momento más favorable,22 Sin embargo, se conocían los médios pari mm
firme a Fernando; ei anciano obispo de Wuerzburgo le advirtió que "uH
rador glorioso no puede asustarse de los peligros y le está mejor ser 1
dcl poder de los hombres que caer en Ia manos dei Dios vivo". El eíM
cedió. El núncio pudo saborear ei triunfo viendo que Sajonia tenía qu
gir con ia expulsión de los predicadores y renunciar a toda oposiaéón.
Así se allanó ei camino. En lugar de los predicadores luteranos vl|
—pues babía escasez de sacerdotes seculares— dominicos, agustinos, J
tas, y de Gnesen toda una colônia de franciscanos. Los jesuítas no se •
esperar y, euando recibicron un escrito de Ia Propaganda Fide en quei
pedia que se hicieran cargo de Ias funciones de los párrocos, ya Io 1
hecho.^'
Quedaba Ia cuestión de si, con arreglo a Ias disposiciones dei confl
Basilea, no se toleraria ei rito nacional de los utraqtmUis, por Io menu;, en
Los consejeros dei Gobierno, el gobernador mismo, príncipe de LicchMÍ
eran de esta opinión:- 1 permitieron que el Jueves Santo de 1622 se e f l
con Ia comunión cn ambas espécies y en el pueblo se fué formando Ia i<l
que babía que impedir que se arrebatara ai país esta vieja costumbre. P j
hubo razones para el núncio, y mantuvo firme el critério de Ia cúria;
que el emperador acabaria por ceder y, de hecbo, consiguió de él una de
ción en el sentido de que su gobierno para nada tenía que mezclarse en •
de religión. A partir de este momento, por todas partes se celebra Ia misa r
romano: en latín, con água bendita e invocación de los santos, y ni pensai
comunión doble. El defensor más atrevido de este rito fué encarcclado y,
mente, el símbolo dei utraquismo, el gran cáliz con Ia espada de Ia igled
Thein, cuyo aspecto evocaba los viejos recuerdos, fué mandado retirar. Y c\
de julio, dia en que antes se acostumbraba a celebrar Ia memória de •
Huss, estuvieron Ias iglesias cerradas.
A esta acción eclesiástica ayudó el Gobierno con sus médios políticos.]
confiscaciones llevaron a manos católicas una parte considerable de Ias proj
dades dei país; y a los protestantes les era poço menos que imposible Ia ad
sición de bienes raíces; 25 en todas Ias ciudades reales se cambio el C o n »
no se tolero a ningún miembro sospechoso desde el punto de vista ortodox<(
rebeldes eran amnistiados si se convertían, pero los recalcitrantes, los inc<«
cibles, que no se sometían a Ias admoniciones eclesiásticas, eran gravado*
22 Caraffa, Raggunglio: Sua Mrà. mi dimostrò con questo di quaíehe pensiere, ed u
dirmi che si iiaveva hamta froppa prescia e che saria stato megjio cacciarc quei predicanti in
tempo, dopo che si fosse temtto il convento in Ratisbona. Al che io replicai che Sua Maesrain
havere piú tosto errafo nella tardanza che nella detta tirca questo /afio, poiche se il SassouM
venuto aí convento, di che non ammetfono che gli havesse avuta mai ia volontà, si sapeu
ognuno che haverebbe domanfato a S. Mrà che a sua contempJazione pcnncftesse in Praga i a f
Luterano che giá vi era.
23 Cordara, historia sociefafis Jesu, t vi, lib. vil, p. 38.
24 Según Io supuesto hasta ahora, por ejemplo en Senckcnberg, Fortsetzung der hàberlm
Rcichshistoríe, t. xxv, p. 156, nota k, se hubiera creído Io contrario de Liechtenstein. Poro |
completamente errôneo, como resulta claramente de Caraffa. El núncio, en cambio, encontrai
con Plateis.
25 Caraffa: con ordine che non si potessero inserire ne//e tavole deJ regno, il che i
indicibile giovamento alia dUorma per furto quei tempo.
EXPANSIÓN GENERAL DEL CATOLICISMO 433

nmientos militares "para que —como dice exprcsamente ei núncio— sus


as lcs hicieran ver claro".20
El cfecto de esta aplicación combinada de violência y doctrina sorprendió
ismo núncio. Estaba asombrado de Ia gente que iba a Ia iglesia en Praga
^unas mananas de domingo de dos mil a três mil personas— y de cuán
isto, piadoso y católico era su comportamiento. Esto le hizo pensar que los
crdos católicos no se perdieron nunca, como Io demostraba, por ejemplo, que
iquicra se permitió a Ia esposa dei rey Federico que se llevara ei gran cru-
jo dei puente. La razón debió ser que Ias opiniones protestantes no habían
ctrado todavia efcctivamente en Ias masas. Las conversiones se sucedieron
trégua; en ei ano de 1624 los jesuítas pretenden haber convertido 16,000
s.27 En Tabor, donde pareció que iba a prosperar exclusivamente ei protes-
lismo, en Ia Pascua de 1622 se convirtieron cincuenta familias y en Ia d?
4 ei resto. Con ei tiempo, Bohemia se ha hecho casi totalmente católica.
Lo mismo que en Bohemia sucedió en Moravia, solo que a mayor velo-
*, porque ei cardenal Dietrichstein era gobemador dei país y obispo de
uctz a Ia vez, rcuniendo así los dos poderes. Pero hubo una dificultad. La
eza no quiso abandonar a los Hermanos Moravos, cuyos servicios en Ia casa y
I campo eran inapreciables y sus localidades las más florecientes dèl país: 28
contraron padrinos hasta en ei Consejo Áulico dei emperador. Sin embargo,
uncio y los princípios vencieron también en esta ocasión. Unas quince mil
nas fueron expulsadas,
En Glatz, ei joven conde de T h u m había llevado a Ia victoria Ia bandera
estante, pero los imperiales acudieron en socorro de los polacos, sometieron
ais, conquistaron Ia ciudad y restablecieron ei culto católico con ei rigor
't timbrado. Se expulso a dieciséis predicadores; les siguió un número no
ueno de fieles, cuyos bienes fueron confiscados, pero Ia masa volvió ai ca-
ismo.20
En estas circunstancias los intentos, tantas veces repetidos y tantas veces
asados, de restaurar ei catolicismo en Áustria, se renovaron con un triunfo
initivo.30 Se expulso primero a los predicadores acusados de rebelión y luego
M Acciò il fravagíio desse Ioro senso ed intclíetto; lo cual se repite también en Ia obra impresa:
iiíftrmque íuit solam vexationem posse Bohemis intcllcctum praebere.
-7 Caraffa: messovi un sacerdote cattolico di moita dottrina e poi facendosi missioni di alcuni
tfri Gesuiti.
ÜS Caraffa: Raggiiaglio: Essendo essi tenuti huomini d'industria e d'integrità venivano ini-
ri;;ili uel/a custodia de'terreni, delie case, dei/e cantine e de'moiini, oltre che lavorando eccellen-
ncute in alcuni mestieri erano divenuti riechi e contribuivano gran parte dei Ioro guadagno a'sig-
;i dcWuoghi ne'quali habitavano, scbbene da qualche tempo indietro havevano cominciato a corrom-
pi, essendo entrata tra di Ioro 1'ambizione e 1'avarizia con qualche parte di lusso per comodità
7,i vira. Costoro si erano sempre andati augumentando in Moravia, pcrciocchè oltre a quelli che
iiccvano nelia província e ne'Iuoghi convicini, havevano corrispondenza per tutti li luoghi delia
brnrania, di dove ricorrevano alfa Ioro frateilanza tutti quelli che per debito o povertâ disperavano
>tcrsi sostentare, e specialmente veniva ad essi gran numero di poveri Grisoni e di Svevia, lascian-
)ii r.ipire da quel nome di fratelíanza e sicurtà di havere sempre dei pane, che in casa Ioro dif-
iln.nm potersi col próprio sudore guadagnare: onde si sono awanzati a/Ie volte sino ai numero
ccntomila.
2» Kògler, Crônica de Glatz, i, m, 92. Sobre las conversiones forzadas en ei resto de Sflesia,
me Wuttke, Friedrichs II Besitzergreifung li, p. 24.
™ Fué Ia primera idea dei emperador, aun antes de Ia batalla de Praga, desde ei momento
434 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
a los demás. Con poquísimo dinero marcharon Ias pobres gentes. I >.nii
arriba, mientras se gritaba contra ellas: "^dónde está vuestra 'ciudadcl
perador declaro sin ambages a los estamentos que se babía reservado p d f l
para sus herederos Ia disposición total y exclusiva en asuntos de rcligifl
octubre de 1624 aparece una comisión que fija a los habitantes un plazo M
dei cual tendrán que convertirse o abandonar ei país. Solo a Ia nobfe/a II
mitió por ei momento alguna libertad.
En Hungria, que también había sido vencida, no pudieron, sin OlV
proceder con mano tan dura, pero Ia fuerza de Ias cosas, ei favor dei G H
y, sobre todo, los trabajos dei arzobispo Pazmanny, produjeron ei cambiofl
manny poseía dotes excelentes para escribir en su lengua vernácula. ^ H
Kalauz,31 ingenioso y erudito, ofrecía un atractivo irresistible para sus Ca
neos. También era de verbo elocuente y parece que movió a cincuenta^^H
a Ia conversión. Encontramos entre ellas nombres como Zriny, Forgacz, Ej^T
Balassa, Jakusith Homonav, Adam Thurzo. El conde Adam Zriny e x p v
veinte párrocos protestantes, colocando católicos en su lugar. Bajo e s t a s | H
cias, también los asuntos públicos húngaros tomaron otro rurnbo. En Ia I
de 1625 ei partido católico austríaco tenía Ia mayoría. Un convertido bicflT
por Ia corte, un tal Esterhazy, fué nombrado palatino.
Fero observemos una diferencia. En Hungria Ia conversión era muclifl
voluntária que en Ias demás províncias, pues los grandes no rcnunciabaJ
ei Ia a ningún privilegio y muy bien podia ocurrir que adquirieran otrol
vos. En Ias localidades austríaco-bohemias todos los estamentos, con hu|
fuerza y poderio, habían aceptado Ias formas protestantes, así que su convrf
vista en conjunto, fué forzada. Con el restablecimiento dei catolicismo se iinjj
ei poder completo dei Gobierno.
b ) Ei Império. Transferencia dei electorado.—Ya sabemos que s t f l
caminado mucho más de prisa en Ia parte alemana que en los te^B
austríacos y, sin embargo, los nuevos acontecimientos tuvieron también efl
una repercusión considerable.
La Ccntrarrcforma recibe nuevo impulso y ve abrirse ante si un n
campo.
Despuós que Maximiliano se apoderó dei alto Palatinado no dudó ^Ê
en cambiar Ia rcligión, dividiendo el país en veinte estaciones, en Ias que W
jaban cincuenta jesuítas, a los que se traspasó violentamente Ias iglesias, •
biéndose el culto protestante. Cuanto más crecían Ias probabilidades de •
comarca siguiera bajo el domínio bávaro, tantas más gentes se converti.m.'
También el bajo Palatinado Io trataron los conquistadores como pioplf

RI que Maximiliano piso território austríaco: le insto a suspender inmcdiataniente a los pioiH
dainií d/e Pfci/er absesc/ia/ft wid der T*oz cigcstclft wertle. Su escrito se encuentra ert^T
nuación por Breicr dei Maximiliano de Wolf, iv, p. 414. En el ano de 1624 los jesuítai II
a apodeiarse por completo de Ia Universidad de Viena. Iinpernfor soceíatcm academias í
et in unum quasi corpus conflav/í. data il/i amplíssima potesfatc docendi /ileras Iiiimaniorei, 1
/atinam, graccam, hebraicam, philosophiani den/que oinncni ac theo/ogiam. Afonituni
acad. V/ndob. recentiora. Kollar Annal., u. p. 282.
31 ííodoeçns Igazságra vezérlo Kalauz. Presb. 1613, 1623.
32 Kropff, Historia societatis /esu in Cermania superiori, t. rv, p. 271.
EXPANSIÓN GENERAL DEL CATOLICISMO 435

Uva. Nada menos que Ia biblioteca de Heidelberg fué regalada por Maximilia-
0 ;il Papa.
Ya antes de Ia conquista, ei Papa, por mediación dei núncio Montorio,
nliía solicitado en Colônia este favor dei duque, quien se lo prometió con su
1'nstumbrada deferencia. A Ia primera noticia de Ia conquista de Heidelberg,
lontorio le recordo Ia promesa. Se le había dicbo que los manuscritos especial-
irnte eran de valor incalculable, y recomendo a Tilly que los preservara dei
Iqueo.33 El Papa envio a Alemania ai doctor Leone Allacei, scriytoT de Ia Bi-
líoteca Vaticana, para que se hiciera cargo de los volúmenes. Gregorio XV tomo
asunto muy en serio, pues lo considero como uno de los acontecimientos más
Wtunados de su pontificado, que daria honor y provecho a Ia Santa Sede, a Ia
[lesia y a Ias ciências, y también el nombre bávaro seria celebrado porque tan ,
«ciosa presa se conservara, para eterna memória, en el escaparate universal
B Roma.**
1 Por lo demás, el duque mostro también aqui un ceio reformador incansa-
c, superando a los mismos espanoles, que ya sabemos cuán buenos católicos
nn.3S EI núncio estaba encantado ai ver que en Heidelberg, de donde había
lido Ia regia de los calvinistas, su famoso catecismo, se celebraban misas y
I hacían conversiones.
Entretanto, el príncipe elector Schweikhard reformaba Ia Bergstrasse, de
que se había apoderado; el margrave Guillermo, el alto Baden, que le había
do reconocido después de un. largo proceso, aunque apenas era un bastardo; se
i había prometido ai núncio Caraffa.36 También en los países que no habían
do afectados directamente por los sucesos políticos se prosiguieron los anti-
los afanes con ceio renovado: en Bamberg,87 en Fulda, en Eichfelde, en
iderborn, donde se sucedieron dos obispos católicos, especialmente en Ia región
t Münster, donde el ano 1624 Meppen, Bechta, Halteren y otros muchos
btritos fueron hechos católicos. El arzobispo Fernando instituyó en casi todas
• ciudades misiones y en Coesfeld, "para restablecer Ia vieja religión católica
ninada en muchos", un colégio de jesuítas.38 Hasta en Halberstadt y Magde-
Urgo encontramos misioneros jesuítas, y también se establecieron en Altona
(ra aprender el idioma y marchar luego a Dinamarca y Noruega.
Poderosamente, como vemos, Ias energias católicas se derraman desde Ia
Icmania alta a Ia baja, dei Sur ai Norte. Y mientras tanto, se intenta también
Dnquistar una nueva posición en los negócios públicos dei Império.
•'13 Relatione di Mi. Montorio ritornato nunz/o di Colônia 162-f.
34 Che cosi pretioso spoglio e cosi nobil trofeo si conservi a perpetua memória in qucsto teatro
li mondo. ínstruttione a/ dottore Leon AIJatio per andarc in Germanía per h /ibreria dei Palatino.
35 Montorio: Bcnchè nel/c terrc che occupano i Spagnuo/i non si camini con que) ícrvore
mi (/iiale si camina in quelle che occupa il Sr. Diica di Bavicra alia conversione de'popo!i.
I »6 Caraffa. Germanía rcstaurata, p. 129.
I 37 Particularmente por Joli. Ccorg Fuchs von Dornhcim que rccondujo también a vcintitrés
Imiquias ai catolicismo. Jiick, Ccschichte vou Bamberg, n. p. 120.
[ 38 Muy ratranamentc reza un escrito de uno de sus ayudantes, Joh. Draclitcr, decano de Dül-
Irn: ungern hab ich ]. Cíf. D. ein grossen Anzhall det hirnloscn Scliaifen überschrciben vvillcn,
inI mich ní die bcutige Stunde nocb iieber bearbeiiet noch alie mit cinander mit swebender
'imlit in den rechten Schai/stall hineinzn/agen, wie dan och Baltliasar Bildcrbecle und Gaspar Kar!
•II /Mcn Füsscn schon hineingestiegen. Cf. en general los documentos en Nicscrt, Miintersclic
lilnulcnsammlung. i, p. 402.
436 LA CONTRARBEFORMA DE 1 5 9 0 A 1630

Inmediatamente después dei pacto de alianza, Fernando II había prtf


ai duque Maximiliano transferirle, en caso de êxito, Ia dignidad de I
palatino. 89
N o cabe dudar de Ia intención que en esto se puso por ei lado cata»
mayoría de votos que este partido poseía en ei Consejo de prínciues, se
enfrentado hasta ahora con ei mismo número de votos que los protestanta'
servaban en ei Colégio de los príncipes electores, y, si tenía lugar Ia sei
acababa con esta traba. 40
Desde siempre Ia corte pontifícia mantuvo estrechas relaciones con II
y también Gregorio XV puso mucho empeno en seguir esta política.
Con ei primer núncio que envio a Espana rogo ai rcy que prestíj
ayuda para derrocar ai conde palatino y hacer Ia transferencia de Ia d n
electoral, con Io que se aseguraría para siempre que Ia corona imperial I
en manos católicas.41 N o era fácil convencer a los espanoles. Tenían rm.i1
negociaciones muy importantes con ei rey de Inglaterra y no les pareofl
tuno agraviarle en Ia persona de su yerno, aquel duque palatino Fedea
quien pertenecía ei electorado. Esto enardeció ei ceio dei Papa. No le
con ei núncio, pues en ei ano de 1622 encontramos con misión dei Papal
corte espanola ai sagaz capuchino hermano Jacinto, que disfrutaba de U
fianza de Maximiliano. 42 Con desgana trataban ei asunto los e s p a n q B
fin, ei rey por Io menos declaro que preferia ver ei electorado en mano >\
casa bávara que en Ias suyas propias. Al hermano Jacinto le basto esto \ •
hacia Viena con esta declaración para disipar Ias dudas que pudiera tafl
emperador por consideración a los espanoles. En ello le ayudó Ia ascenfl
de que gozaba Caraffa y hasta un nuevo escrito dei Papa. "Mirad, exclain •
Papa en Ia carta ai emperador, ias puertas dei cielo están abiertas y los <|i rtj
celestiales te empujan para que conquistes tan grande honor, y van a < ^ H
a tu lado." Una consideración particular influyó sobre ei emperador, e n f l
que le retrata. Hacía tiempo que pensaba en Ia cesión, y había cxpirs.ulrj
intención en una carta que, caída en sus manos, habían dado a conodB
protestantes. Creía que correspondia ai prestigio de su majestad imperial I
tener una voluntad con tanto mayor rigor cuanto más conocida había s i ^ H
fin, tomo Ia decisión de llevar a cabo Ia transferencia en Ia próxima reunifl
los príncipes electores.48
La cuestión era si los príncipes asentirían. El que más pesaba era Sch|
hard, de Maguncia, y por Io menos ei núncio Montorio asegura que ai prira^

S8 Escrito dei emperador a Balthasar de Zúfiiga, dei 15 de octubre de 1621. rcproducM


Sattler, Wiirteraberg. Geschichte, vi, p. 162.
40 Instruttione a Mi. Sacchetti nuntio ia Spagna califica Ia restitución dcl Palatinadfl
una irreparabile perdita ,della rcpuíazione di questo latto e delia chiesa cattolica, se il papa dfl
condisceso, con indicibi/ danno delia re/igione catíolica e deII'/inpcrio: che tanti e tanü anni l
bramato, senza poterlo sapere, non che ottenere, il quarto e/cttor cattolico in servilio amoí
sangue Austríaco.
41 Instruttione a Monsr. Sangro. Se le recomienda di infervorare S. Mtà. acció non H
risorgere il Palatino, e si metta l'elettorato in persona cattolica, e si assicuri I'impero ctenM
ira cattoiici.
*a Khevenhiller, K, p. 1766.
43 Caraffa, Cermania restaurata, p. 120.
EXPANSIÓN GENERAL DEL CATOLICISMO 437

th' circunspecto príncipe era contrario, pues había manifestado que Ia guerra
renovaria con más fúria de Ia que llevaba y, en todo caso, si se queria hacer
i cambio, no se podia descartar ai duque palatino de Neuburgo, que gozaba
mejor derecho. El núncio no nos dice como logro persuadir ai príncipe. "En
k cuatro o cinco dias —son sus palabras— que estuve con él en Aschaffen-
krgo, consegui Ia resolución deseada." Lo que sabemos es que, para ei caso de
iie se renovara Ia guerra, ei Papa prometia una ayuda seria.
La actitud dei príncipe elector de Maguncia decidia ei asunto. Sus dos
legas renanos fueron de su opinión. Y aunque Brandeburgo y Sajonia se re-
li icron —solo más tarde ei arzobispo de Maguncia allanó Ia resistência sajo-
44
y ei embajador espafiol se declaro en contra,45 ei emperador siguió ade-
Ite con ei proyecto. El 25 de febrero de 1623 otorgó ei electorado a su victorioso
indo. Al principio seria una posesión personal, y los herederos dei duque pala-
tendrían reservados sus derechos para ei futuro.
Con esto, Ia ganância era grande, sobre todo Ia mayoría que se lograba en
• Consejos supremos dei Império, cuya aprobación a cualquier resolución en
vor dei catolicismo le otorgaba una sanción jurídica.
Maximiliano vió muy bien cuánto tenía que agradecer a Gregorio XV. "Su
nntidad —le escribió— no solo ha facilitado ei asunto, sino que lo ha con-
iguido con sus advertências, con su prestigio y con sus celosos esfuerzos. Hay
lie atribuirlo, por completo, ai favor y a Ia vigilância de Su Santidad."
"Tu carta, oh hijo —contesto Gregorio XV—, ha Uenado nuestro pecho con
na corriente de júbilo, como maná celestial. Por fin, Ia hija de Sión puede
liudir Ias cenizas fúnebres de su cabeza y vestirse de fiesta."4e
c) Francia.—En este mismo momento se produce también el gran cambio
n lrancia. Si preguntamos a qué se deben principalmente Ias perdidas expe-
entadas por los protestantes en 1621, tenemos que atribuirlas a sus disen-
lones y ai apartamiento de Ia nobleza. Es posible que este hecho guarde relación
aquellas tendências republicanas, que tenían un fundamento municipal y
íbién teológico, y que eran contrarias a Ia influencia de Ia nobleza. Es posible
ue los nobles encontraran más provechoso adherirse ai rey y a Ia corte que
ejarse gobernar por predicadores y alcaldes. El caso es que, en el afio de 1621,
ls plazas fuertes fueron entregadas por sus gobernadores en verdadera compe-
encia, pues cada cual trataba de asegurarse una buena posición. El afio 1622
>c repíte este hecho, y La Force y Châtillon reciben el bastón de mariscai ai
lepararse de sus correligionários; el viejo Lesdiguières se hace católico47 y hasta
** Montorio llama a Schweikhard único instigatore a ar volfare Sassonia a favore deU'impera-
[ lorc ncí/a translatione deIl'eIettorato.
15 Véase en Khevcnhiller, x, 67, 68, Ia declaración de Oflate y el violento escrito de Lu-
llnvicio en contra de Ia restitución de un electorado a un calvinista hereje.
4
« Giunti, Vita di Ludovisio Lnovísi, atribuye este mérito principalmente ai sobrino, Da S. Sfà
|f dal Cie. furono scritte moite lettere anche di próprio pugno p/ene d'ardore et efficacia per dis-
|>mre Cesare, et in oltre lu mandato Mor. Verospi audirore di rota e doppo ií P. F. Gíacinro di
[Casale cappuccino. Por estos intermediários se Iiabría dicho ai emperador: che ií vicario di Christo
jK-r parte de) Signore íin con le lacrmic Io pregava e scongiurava e le ne prometteva felicita e sicu-
I lema delia sua salute.
*1 Mémoiies de Deageant, p. 190, y muebos otros pasajes. Datos muy interesantes sobre esta
sonversión,
438 LA CONTKARREFORMA DE 1590 A 1630

acaudilla tropas contra los protestantes, incitando su ejemplo a otros m


En estas circunstancias, en ei ano de 1622 no se pudo más que pactar uí
muy vcntajosa. jY mucho que fuera mantenida! Ya antes, cuando los
cantes eran poderosos, ei rey había quebrantado los pactos muy a mcnud
era cosa de esperar que los observara mejor luego de Ia perdida de aquel
Efectivamente, ocurrió todo Io que prohibia ei tratado: se impidió cl cultcL
testante en muchas localidades, se prohibió a los reformados cantar sus s.i!
en Ias calles y en Ias tiendas, y se limitaron sus derechos en Ias universidlfl
El Fort Louys, que se prometió que seria desmantelado, fué conservada
trato de poner en manos dei rey Ia decisión en Ia elección de magistrados M
cíudades protestantes. 50 Por un edicto dei 17 de abril de 1622 se n o m f l
comisario para Ias asambleas de los reformados y, una vez que estos consintij'
en una violación tan grande de sus viejas libertades, ei Gobierno se inmiscJ
los asuntos propiamcnte eclesiásticos y por médio de los comisarios se iiuji
a los hugonotes Ia recepción de Ias resoluciones dei sínodo de Dordrecht.
Ya no poseían autonomia alguna ni podían presentar una resistência sol
En todos sus domínios comenzaron Ias conversiones.
Los capuchinos llenaron el Poitou y ei Languedoc con misiones. 51 1M
suítas, que dispusieron de nuevos establecimíentos en Aix, Lyon, Pau y<t
muchas localidades, hicieron grandes progresos en Ias ciudades y en el ctjH
y sus cofradías marianas lograron ganarse Ia considcración y Ia simpatia gQH
por Ias atenciones dedicadas a ]os heridos en 3a última guerra. 52
También lucieron los franciscanos, como aquel padre Villele de Burdl
de quien se cuenta casí míticamente que, luego de haberse ganado a t a V
ciudad de P"oix, convirtió también a un centenário que había recibido 0Ê
primeros predicadores protestantes enviados por Calvino y los había i n t r o d B
en Foix. La iglesia protestante fué derruída y los padres victoriosos hieijt
que un trompeta acompanara de ciudad en ciudad a los predicadores eM
sados. cs
En fin, que Ia conversión siguió avanzando con gran ímpetu y fueroiíf
formadas gentes de cahdad y gentes modestas, y hasta personas doctas; en ét
influyó sobre todo Ia demostración de que Ia Iglesia anterior ai concilia
Nicea había invocado a los santos, había rezado por los difuntos y, en fin, H
conocido una jerarquía y muchas costumbres católicas.
Conservamos Ias relaciones de algunos obispos que nos instruyen sobrdl
proporcíón numérica de Ias conversiones que tuvieron lugar en estas circa
tancias. En Ia diócesis de Poitiers, algunas ciudades' contaban con Ia mitad]
habitantes protestantes, por ejemplo, en Lusignan, en St. Maixant; en otras, f
Chauvigny, Niort, una tercera parte, y una cuarta parte en Loudun; em
48
"Liste des gcntilhotnmes de Ia religion reduits au roi", en Malingre, Histohe tlcs dtM
tioubks anivés en France, p. 789. También Rohan hizo un pacto: desgraciadamente, los artflf
de este, tal como se encuenttan en el Mercure de France, vu, p. 845, no son autênticos.
4» Benoist, II, p. 419.
M Rohan, Mém-, i-m.
r>l Jnsfriittione ai/'arciVescovo di Damiata. MS.
02 Cordara, Historia socictatis /esu, vu, pp. 95, 118.
53
"Relation catholique", intercalada en cl Mercure /ranço/s, viu, p. 489.
EXPANSIÓN GENERAL DEL CATOLICISMO 439

IMIKI Poitiers solo Ia vigésima parte de Ia población, y Ia proporción era toda-


H menor en ei campo. 54 Para cl asunto de Ias conversiones los obispos mante-
n relación directa con Ia Santa Sede: le contaban sus cuitas v le exponían
b dcseos, y ei núncio estaba encargado de llevarlos ante ei rey y de patrocí-
nios. INo desatienden ei detalle. Por ejemplo, ei cbispo de Vienne se percata
i i|uc Ias misiones están perturbadas por un predicador de S. Mareellin, que
tnuestra obstinado: se solícita dei núncio que trabaje en Ia corte Ia expul-
|n de este predicador. El núncio tiene que apoyar ai obispo de St. Maio, que
lia quejado de que no se permite ei culto católico en un castillo de su
(Vcsis. Al obispo de Xaintes tiene que enviarle un hábil apóstol que le habia
«lido. A veces instruye a los obispos de que si tropiezan con dificultadcs, vean
que conviene hacer para que ei núncio pueda trabajar ei asunto ante ei rey.5"'
Iodas Ias potestades eclesiásticas mantienen una estrecha relación con lá*
iifmganda Fide, que, como dijimos, se mostro especialmente eficaz en sus
inioros anos, y también con ei Papa. Entusiasmo, actividad animosa, conse-
rncias de un resultado favorable de ias armas, participación de Ia corte, que
|cc concurrir un gran interés político: época, por consiguiente, en que Ias per-
dei protestantismo en Francia se consagran definitivamente.

ch) Los Países Bajos, unidos.—El progreso no se limita a los países con
ihicrno católico, pues se trasluce también en los de gobierno protestante.
Sorprende leer en Bentivoglio que en aquellas ciudades neerlandesas que
h-staron una resistência tan larga y tan heróica ai rey de Espafia a causa, sobre
:>, de Ia religión, acaso Ia mayor parte de Ias famílias distinguidas se ha
ptivertido ai catolicismo; 50 pero todavia sorprende más leer una detallada rela-
ta dei afio 1622, que nos instruye de los progresos dei catolicismo cn cir-
stancias tan adversas. Los curas eran perseguidos, desterrados y, sin embar-
|i, aumenta su número. En ei ano de 1592 llegó ei primer jesuíta a los Países
•jos, y en ei de 1622 había ya veintidós miembros de Ia Orden. De los cole-
los de Colônia y Lovaina iban sabendo nuevos operários, y ei afio 1622 encon-
llimos ocupados en Ias províncias unidas a doscientos veinte sacerdotes secula-
b , número que, sin embargo, no cubre ni con mucho Ias necesidades. Según
nu relación, el número de católicos en Ia archidiócesis de Utrecht es de 150,000;
pi Ia diócesis de Harlem, a Ia que pertenece Amsterdam, 100,000; en Leuwar-
|n, 15,000; en Groeninga, 20,000; en Deventer, 60,000. El vicario apostólico

04 Relatione dei vescovo cli Poitiers 1623. MS.


&".> Jnstriittione ali' arcivescovo di Damiata, Baste con un ejemplo: Dal/a relatione dcl vescovo
I (.'andon si cava, che ha il detro vescovo Ia terra di Neaco, ove sono molti ereíici con una missione
Cesuiti, li quali indarno s'af7aticano se con 1'autorità temporale il re non da qnalchc bnon
cliiie: ed ella postrà scriverc ai dedo vescovo che avvisi cio che può fare sua Mtà. perchè nella
«lione non Io speci/ica. Da quclla dei vescovo di S. Maio s'intcndc che in un castello e villa
I marchese di Moussaye e solo lecito di predicare a Calvinisti: però sarebbc bene di ricordare
lli Mtà. dei re que levasse i predicatori, acciocchè i missionari dei vescovo potessero íar fruto: il
(«kl/o e villa non c nominato nella relatione, è perô si pofrà scriverc ai vescovo per saperlo. II
Wcovo di Montpcllier awisa di haver carestia d'operari, e che da gü eretici sono sentiti volontieri
padri Cappuccini, onde se g/i potrebbe procurare una missione di questi padri.
r>0 Relatione dellc provincie ubbiclicnli, parte n, cap. n, donde se trata de Ia religión en Ho-
linda
440 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

enviado por Ia Santa Sede a Deventer confirmo en três ciudades y en •


aldeas a doce mil personas. Es posible que estas cifras sean exagerad
todas maneras, se ve que este país, por excelência protestante, conscrvabl
tes núcleos católicos. Los obispados que Felipe II trato de imponer •
siendo reconocidos por los católicos.07 Era esta una situación que nmy birffl
animar a los espanoles a renovar Ia guerra.

d ) Relaciones con Inglaterra.—En Inglaterra Ias perspectivas fflfl


pacíficas. El hijo de Maria Estuardo reunia en si Ias dos coronas de l a l
Bretana y se acerca a Ias potências católicas con más decisión que nunca. I
Antes de subir ai trono Jacobo 1, Clemente VIII lc hizo saber que "|
por él, ei hijo de una madre tan virtuosa, le deseaba todas Ias bendicioní i
danas y espirituales, y esperaba verlo católico". En Roma se celebro su • \{
ción ai trono con rogativas y procesiones solemnes.
Era esta una aproximación a Ia que Jacobo no debiera correspond^B
misma manera, aun sintiéndose inclinado a ello. Sin embargo, permitió <|
embajador Parry, en Paris, entablara relaciones de confianza con ei i
Bubalis. El núncio le presentó un escrito dei cardenal Aldobrandino, e n f l
se recomendaba a los católicos ingleses que obedecieran a Jacobo como a F
y senor natural y rogarart por él. Parry contesto con una instrueción dei
bo I, en que este prometia dejar vivir en paz a los católicos sumisos.5* -\
En ei norte de Inglaterra se empezaron a celebrar misas en público
puritanos se quejaban de que 50,000 ingleses habían pasado en poço t i e n J
catolicismo, y parece que Ia contestai ion de Jacobo iué que "bien sef^H
ellos convirtieran a otros tantos espanoles e italianos".
Estos êxitos indujeron acaso a los católicos a abrigar esperanzas t?Jfl ^B
Pero como ei rey se mantuvo, sin embargo, dei otro lado, se pusieron en mÊ
ción Ias antiguas leves dei Parlamento y hubo nuevas persecuciones. I >••• I
licos se exaltaron y esta exaltación estalló en Ia conjuración de Ia Pólvora.
Después de esto, ei rey no se podia mostrar tolerante. Se dictaron l l i f l
más severas v fueron ejecutadas: visitas domiciliarias, prísión, multas. l/M
cerdotes, especialmente los jesuítas, fueron expulsados y perseguidos. SóJ^B
ei rigor más severo se creía poder contener a enemigos tan osados.
Pero en su conversación particular ei rey expresa opiniones moderadas. \
príncipe lorenés que le visito, no sin conocimiento de Paulo V, le dijo que li.i
TIIUV peca diferencia ai fin y ai cabo entre Ias diversas confesiones. Él creifl
Ia suya era Ia mejor y Ia guardaba por convieción, y no por razón de Era
Pero escuchaba con gusto otras confesiones y, como era demasiado difícil •
vocar un concilio, le gust3ría que tuviera lugar una reunión de hombres cW
para intentar u n a conciliai ion. Si ei P a p a a y u d a por SU parte, él tambl^B
moverá. Reconoce igualmente Ia autoridad de l<w Santos Padres y prefiejB
Agustín a Lutero y San Bernardo a Calvino. Ve en Ia Iglesia Romana, aufl
57 Compcnd/um slaftis in q»o nunc est reJ/gio cathoí/ca in Ho/and/a et conroederaf/j r
provinciis 2 Dcc. 1622: h/s non obsfaní/bus —lans c/co— quotid/e crescit calholicorum iinini'
praeser tim accedenfe dissensioite hacieticonnn inter se.
58 Breve re/at/one di quanto si è trattato tra S. Stà. cd il re d7iigni7tcrra (MS. Rom.). I
EXPANSIÓN GENERAL DEL CATOLICISMO 441

iictual, a Ia verdadera Iglesia, Ia madre de todas ias demás, pero necesita una
|Hiración. Confiesa Io que no confesaría a un núncio, pero si puede decir a su
fcii^o y primo: ei Papa es Ia cabeza de Ia Iglesia, ei obispo supremo.59 Se le
mi\ pues, una gran injusticia cuando a él se le senala como hereje o como
lunático; no es hereje, pues cree Io que cree ei Papa, solo que este cree algunas
«as más; tampoco es cismático, pues considera ai Papa como jerarca supremo
Ia iglesia.
Con estas opiniones y una natural desafección por ei aspecto puritano dei
Irotcstantismo, ei rey hubiera preferido entenderse pacificamente con los cate-
los que no tratar de sujetarlos con ei empleo de Ia violência.
Todavia seguían siendo poderosos y numerosos en Inglaterra. A pesar de
nndes derrotas y perdidas, o quizá a consecuencia de ellas, Irlanda se mantenía
I un estado de efervescência y tenía gran interés para ei rey acabar con esta
íistencia.00
j No hay que olvidar que los católicos ingleses e irlandeses se adherían a
Ipaiia. Los embajadores espanoles en Londres, diestros, sagaces, magníficos,
• liabían conquistado muchos partidários. Su capilla estaba siempre concurridí-
•111a y Ia Semana Santa se celebraba en ella con gran aparato. Muchas veces
Jucrvinieron en favor de correligionários y, como dice un veneciano, eran
lonsiderados como los legados de Ia Santa Sede.
No creo equivocarme si supongo que íué esta circunstancia, sobre todo, Ia
lue desperto en ei rey Jacobo Ia idea de casar a su heredero con una princesa
•ipanola. Esperaba de este modo asegurarse a los católicos y que ei favor que
pitos mostraban por Ia dinastia espanola recayera sobre él. La situación exterior
iiii.ulía otro motivo. Se esperaba que Ia casa de Áustria, emparentada así, se
•ostraría más favorable a su yerno, ei conde palatino.
Pero uno se pregunta si ei proyecto era hacedero. La diferencia de religión
iiponía un obstáculo difícil de remontar en aquella época.
El mundo, ei orden de Ias cosas, se ve siempre rodeado de un elemento
fcntástico, que se expresa en Ia poesia y en Ias narraciones novelescas, y que
lllcgo actúa sobre Ia vida a través de Ia juventud. Mientras Ias negociaciohes
Iniciadas se iban dilatando dia a dia y mes a mes, ei príncipe de Gales, con su
Minigo de confianza, Buckingham, concibió tomar ei asunto en sus manos e ir a
•fioger a su novia."1 Parece que ei embajador espafiol, Gondomar, no fué ajeno
II esta empresa. Había dicho ai príncipe que su presencia disiparía todas Ias
Idiíicultades.
su che riconosce Ia chiesa Romana, etiandio queIJa d'adesso, per Ia vera chiesa e madre di tutte,
eheila aveva bisogno d' esser purgata, e di piú ch'egii sapeva che Vra. Stà, è capo di essa chiesa
ÍÍIIO vescovo. Manifcstaciones estas que, sin embargo, no son de ningün modo compatibles con ei
cipio de Ia Iglesia Anglicana, pero que también por otros se atribuycn a este príncipe (Relatione
Rlc/ Sr. di Breval ai Papa).
«» D. Lazzari (Relatione 1621) basa sus proposiciones cn Ia temerosidad dei rey: havendo io
Mpcrimcntato per mani/esti segui che prevale in fui piü il temore che 1'ira. Por Io demás, per 'a
•riKfica che ho <!i fui [de/ re] Io stimo indif/erente in qualsivoglia religione.
°l "Papers relalive to the Spanish match", en Hardwicke Papers, i, p. 399. Contienen una
•iirrcspnmli-ncia entre Jacobo I y los dos viajeros, que despierta ei mayor inicres por estas personas.
• ns errores de [acobo. por Io menos, nos parceen muy humanos. Su primera carta comienza con Ias
Hiiiuicntes palabras: My siveet boyS and dcar ventrous Itnights worthy to be piit in a new romance.
Mi swcct bovs es su encabezado ordinário: ellos escriben dear dad and gossip.
442 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

Cuál no seria ei asombro dei embajador inglês en Madrid, lord Digb]


había llevado hasta entonces Ias negbciaciones, cuando un dia fué avisadd
despacho que había dos caballeros que querían hablarle y reconoció en lof
tantes ai hijo dei rey y a su amigo de confianza.
Con todo empeno se procuro sortear ei obstáculo de Ia religión^
Era menester ei beneplácito dei Papa, y ei rey Jacobo no tuvo en •
reparo en entablar relaciones directas con Paulo V a este propósito. Sin e f l
ei Papa hacía depender su licencia de que ei rey otorgara plena libesa
rcligión a los católicos de su reino. El viaje dei príncipe impresionó de tal
a Gregorio XV que estaba dispuesto a pasar por condiciones menores. In
escrito ai príncipe lc expresa su esperanza de que "Ia vieja semilla de m
cristiana, tal como florcció en los reyes ingleses, volvia a renacer en él; eif
gún modo podría él, que pretendia casarse con una doncella católica, op
a Ia Iglesia". El príncipe contesto que jamás realizaria actos de enemistad tf
Ia Iglesia y procuraria que, "así como todos nosotros creemos en un Dios
y en un Cristo crucificado, nos reunamos también en una sola fe y en u n a
Iglesia".02 Vemos en qué grado avanzaba Ia aproximación por ambas partes.
vares referia que había instado ai Papa por Ia dispensa y le había dicho qr
rey no podia negarle ai príncipe nada de Io que había en ei reino. 63 Tam
los católicos ingleses se Io rogaban ai Papa, haciéndole ver que Ia negativa]
rrcaría una nueva persecución.
Se entro a tratar de Ia cuestión de Io que había de prometer el rey.
Además de que Ia infanta y su séquito podrían practicar su religión en n|
capilla de Palácio, Ia educación de los príncipes dei matrimônio depend<4T
cila, y ninguna ley penal recaería sobre ellos o les disputaria sus derechos tffl
no en caso de que permanecieran católicos.'14 Y, de una manera general, p r t F
el rey no perturbar el ejercicio privado de Ia religión católica, no obligar a
católicos a jurar nada en contra de su fc y procurar que Ias leyes contra Ittfl
tólicos fucran revocadas por el Parlamento.
En agosto de 1623 juro el rey Jacobo estas cláusulas y ya no pareció h a
duda sobre Ia realización dei proyecto.
Se celebraron fiestas en Espana, recibiendo Ia corte enhorabuenas. Se
comunicación oficial a los embajadores y Ias damas de eompanía de Ia infi
y su confesor fueron advertidos de que tuvieran cuidado con dejar escapar!
lábias que pudicran entorpecer esta unión.
El rey Jacobo recordo a su hijo que no olvidara^ en Ia alegria de su dici
a sus sobrinos, que habían sido despojados de su herencia, ni a su hérnia
sumida en llanto. Se abordo el asunto dei Palatinado. Se había pensado tff
ai nuevo parentesco Ia línea imperial y Ia casa palatina: el hijo dei prínclj
«2 Imprcso a mcnudo. Yo me ntengo a Ia reprodueción en C/arendon y ílardwiche Paperl, I
pretende ser hecha scgún el original.
ct.t En su primera alegria dijo incluso, scgún el relato de Buckingham (20 de marzo): thfÊ
thc pope ivotild not give a dispensafion for a vire, they wouJd give lhe infanta to thy sons b | H
/íis wcucli.
C4 Lo más importante y fuente de muclia desgracia. El artículo reza: quod leges contra i.itl
licos Romanos latxe veí /crendae in Ang/ia et a/iis regnis regi magnae Britanniae sub/ecffs non l i
EXPANSIÓN GENERAL DEL CATOLICISMO 443
ipado electoral para no agraviar a Baviera. El emperador inicio Ias negocia-
s con Maximiliano de Baviera, que tampoco estaba en contra dei proyecto
o ponía como condición que ei electorado palatino, recién cedido, quedara
is mr.nos, y que ei octavo electorado, que se iba a crear, correspondiera a Ia
dei Palatinado. Esto no significaba mucho para los intereses católicos. En
ilatinado restaurado, los católicos disfrutarían de libertad de religión y en ei
;io de los príncipes electores podrían mantener Ia mayoría de votos. 05
De este modo, Ia potência que con Ias dinastias anteriores constituía ei
llii.irie principal dei protcstantismo entro en amistosos tratos con aquellos
enemigos a los que parecia haber jurado un ódio eterno: con cl Papa y
i Espana. En Inglaterra los católicos comenzaron a ser tratados de otra ma-
Cesaron Ias inspecciones domiciliarias y Ias persecuciones, y no se exigie-
rtos juramentos. Se erigió Ia capilla católica, con disgusto de los protestarf-
lueron castigados los puritanos fanáticos que condenaron los esponsales. El
|acobo no dudaba que antes dei ínvierno podría abrazar a su hijo y a su
esposa, Io mismo que ai favorito dei príncipe. Todas sus cartas expresan
|r deseo paternal.
Se ve claramente Ias ventajas que Ia puesta en práctica de aquellas cláusu-
ba a traer, pero ei enlace mismo acarreaba otras consecuencias inesperadas. Lo
|c Ia violência no había conseguido, una influencia católica en los asuntos dei
Indo, parecia lograrse ahora por Ia via más pacífica y natural.
e) Misiones.—Dcspués de haber considerado estos brillantes progresos en
pa, dirijamos nuestra mirada a Ias regiones más apartadas dei mundo, en Ias
ei catolicismo, impulsado por ias mismas fuerzas, había avanzado podero-
illicntc.
Ya en Ia primera idea que provoco los descubrimientos y Ias conquistas de
noles y portugueses juega un factor religioso. Este factor les había acompa-
i y animado siempre, y se hizo valer con mucha fuerza, tanto en Oriente
:> en Occidente.
A princípios dei siglo xvn ei soberbio edifício de Ia iglesia católica está
amente instalado en América dei Sur. Se cuentan cinco arzobispados, vein-
tóte obispados, cuatrocientos conventos, innumerables parroquias y doctrinas. 68
evantan magníficas eatedrales, Ia más hermosa quizá en Los Angeles. Los
ítas ensenan gramática y artes liberales, y a su colégio de San Ildefonso en
léxico se anade un seminário teológico. En Ias universidades de México y Lima
ensenan todas Ias disciplinas teológicas. Se encuentra que los americanos de
ti^cn europco se distinguen por una particular agudeza, y ellos mismos lamen-
11 estar tan lejos de Ia gracia real para poder ser recompensados con arreglo a
méritos. En un avance regular, ei cristianismo se ha ido extendiendo por ei
inente sudamericano merced sobre todo a Ias ordenes mendicantes. La
piista se ha cambiado en misión y Ia misión se ha convertido en civiliza-
lón. Los frailes ensenan a sembrar y recolectar, a plantar árboles y a construir
nf (iberos ex hoc matrimônio oriundos, ef libere jure suecessionis in regnis et dominiis niagnae
:
ae íruanfiir. (Men. /ran., ix. "Appcndicc", n, p. 18.)
«•• Fn Khevenhillcr, x. p. 114.
«o llerrcra, Dcscripción de Ias Índias, p. 80.
444 LA C O N T R A R R E F O R M A DE 1590 A 1630

casas, a leer y a cantar. En pago, recogen una respetuosa y profunda sufl


Cuando ei párroco llega a su aldea es recibido con música y repique de o
nas, ei camino se siembra de flores y Ias mujeres le muestran sus hijos |>u
los bendiga. A los índios les gustan mucho Ias exterioridades dei culto. |
cansan de servir Ia misa, de cantar vísperas y de asistir a los ofícios dei coro.|
dotados de talento musical, y ei adornar una iglesia constituye para clln
alegria inocente. Lo sencillo, Io fantástico ingênuo, parece hacer Ia mayoi i
sión sobre ellos. 67 En sus suenos contemplan Ias alegrias dei paraíso. A Io
mos se les aparece Ia Reina de los Cielos en toda su magnificência, rodei
jóvenes companeras que reconfortan a los míseros. O también aparece |
ensena a sus adoradores una canción sobre su Hijo crucificado "cuya cal-
ha doblado como una espiga amarilla".
Estos elementos dei catolicismo son los que actúan. Los frailes se 4
tan solo de que ei mal ejemplo de los espafioles y sus violências corrompei!
nativos y se cruzan en Ia marcha de Ias conversiones.
En Ias índias Orientales, donde dominaban los portugueses, Ias
marchaban de parecida manera. El catolicismo estableeió en Goa un J
magnífico: ano por ano se convertían por miles, y ya cn 1565 se contaban)
trescientos mil cristianos nuevos en Goa, en Ias montanas de Cochin y i
Cabo Comorin. 08 Pero Ia situación era muy distinta. Tanto a Ias armas Ê
a Ia doctrina se enfrentaba aqui otro mundo enorme, insojuzgado: relifB
antiquísimas, cuyo culto se aduenaba de los sentidos y dei ânimo y e s t a i
íntima fusión con Ias costumbres y maneras de pensar de los pueblos.
Tendência natural dei catolicismo fué Ia de intentar también s o m e »
mundo.
Todo ei afán andariego de Francisco Xavier, que en 1542 llega a las^^H
Orientales, está animado por esta idea. Recorre Ia índia a lo ancho
largo. Reza cn ei sepulcro dei apóstol Tomás en Meliapur, predica de
árbol ai pueblo de Travancor; en Ias Molucas ensena canciones religiot
son repetidas por los muchachos en Ia plaza y por los pescadores en ei ma
no había nacido para terminar Ias cosas, pues su lema era amplius! anvpln
ceio apostólico tenía ai mismo tiempo una espécie de afán de peregrinar. II
ai Japón, y cuando murió se proponía dirigirse a Ia China, buscando ei I»
y Ia fuente de los modos de vida con que tropezó. 09
Es conforme a Ia naturaleza humana ei que su ejemplo, Ias difiuill
de su empresa, más que espantar, incitaran a Ia imitación. En los primeros a
nios dei xvn los misioneros trabajan en Oriente de mil maneras.
En Madura encontramos ai padre Nobili a partir de 1606. Está asoiri
do de los leves progresos que ha hecho ei cristianismo en ei tiempo que I H
«7 C o m p ê n d i o y descripeión de Jas índias occidentales. M S . " T i c n c n mucha caridad m r
necessitados y cn particular con los sacerdotes: q u e los respetan y reverencian como miniitM
Christo, abracan los mas de tal suerte Ias cosas de nuestra santa fe, que solo cl mal exemplo qui
demos es causa d e que no aya entre ellos grandes santos, como lo experimente ei tiempo q u e SI
en aquellos reynos." Particularmente notables son Ias Zirerac annuae provinciae Paraquariae Ittfl
Nico/ao Duran. Amb. 1636, porque allí los jesuítas mantenían alejados a los espartoles.
«8 Maffei, Coinmentarius de rebus índicis, p. 2 1 .
o» Maffei, Historiaruni índicartim, libs. xiu y xiv.
EXPANSIÓN GENERAL DEL CATOLICISMO 445

bre explicárselo porque los portugueses se han dirigido a los párias. Cristo era
knsiderado como un Dios de los párias. Su procedimiento es otro, pues piensa
pc una conversión prometedora tiene que empezar por Ia gente de calidad. A
llcgada declara que es de Ia mejor cuna —tiene testimonios de ello— y se
bnc en relación con los brahmanes. Se viste y vive como ellos, se somete a sus
« ' . m a s penitencias, aprende sánscrito y trata de enterarse de sus ideas. 70 Estas
Ircían que en Ia índia había antes cuatro caminos de Ia verdad, de los que u n o
M liabía perdido. Él sostenía que había venido para mostrarles este camino per-
>, ei más derecho para Ia inmortalidad. En ei ano 1609 había convertido a
fctenta brahmanes. Se guardaba muy bien de herir sus prejuicios y respetaba
•ii marcas de distinción, pero dándoles otro sentido, y en Ia iglesia mantenía
•paradas Ias castas. Cambio Ias expresiones con Ias que se había comunicado
pites Ia doctrina cristiana por otras más elegantes y literárias. En todas Ias cosSs
Jpiccdió con tal tino que pronto los convertidos formaron muchedumbres. Aun-
Itie sus métodos provocaron mucha oposición, parecían los únicos indicados para
fttener frutos. Gregorio XV los aprobó en ei ano de 1621.
No son menos de admirar Ias tentativas que se hacen en Ia corte dei em-
Irrador Akbar por Ia misma época.
Se recordaba que los viejos khanes mongoles, conquistadores dei Ásia, ha-
liiin mantenido durante mucho tiempo una indecisa posición entre Ias diferen-
• s religiones que se repartían ei mundo. Parece que ei emperador Akbar obser-
liilia también esta actitud. Cuando llamó a los jesuítas les declaro que "había
Ir.iiado de conocer todas lás religiones de Ia tierra y ahora deseaba conocer
liiinhién Ia cristiana, con Ia ayuda de los Padres, que él honraba y apreciaba".
primero qué se estableció fué Jerónimo Xavier, sobrino de Francisco, q u e Io
Izo en Ia corte ei ano 1595, y Ia indignación de los mahometanos predispuso
imperador en favor de los cristianos. En ei afio de 1599 se celebraron Ias
Navidades en Lahore de manera solcmne, exponiéndose el Nacimiento durante
Rcinte dias; los catecúmenos marcharon a Ia iglesia con palmas en Ia mano y
•Veibieron el bautismo. EI emperador leyó una Vida de Cristo, escrita en persa,
"'ii mucho agrado, e hizo traer una imagen de Ia Virgen, según el modelo de Ia
pladona dei Popolo en Roma, para mostrársela a su esposa. Los cristianos dieron
esto más significación de Ia que tenía, pero, de todos modos, siguieron hacien-
Ido su obra. Después de Ia muerte de Akbar, en 1610, três príncipes de sangre
I real recibieron solemnemente el bautismo. Sobre elefantes blancos acudieron a
[lu iglesia y el padre Jerónimo los recibió con trompetas y timbales."1 Poço a poço
j con diversas vicisitudes, según que Ias relaciones políticas con los portugueses
jfueran mejores o peores— pareció el cristianismo echar ciertas raíces. En 1621
w funda un colégio en Agra y una estación en Patna. Todavia en el afio de
1624 el emperador Dschehangir hacía abrigar esperanzas sobre su conversión.
70 Juvencius, Historiae societ. Jesu, parte v. t. n, lib. xvm, $ rx, n. 49. Btachmanum instituía
nia caerimoniasque cognoscit: linguam vernaculam, dictam vulgo Tamuíicam, quae latissime
pertinet, addiscit: addit Baddagicam, qui principum et aulae sermo. denique Grandonicam sive
Nainutcradam, quae língua eruditorum est, ceterum tot obsita dif/icii/tatibus, nu/li ut Europaeo bene
cognita fuisset ad eam diem atque inter ipsosmet Indos plurinium soire videantur qui hanc uteunque
norint etsi aliud nihil norint.
71 Juvencius, i, i, n. 1-23.
446 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

Por Ia misma época los jesuítas penetran en China. Trataron <1


Ia gente letrada dei império con Ias invenciones y Ia ciência de OcciaM
padre Ricci tuvo acceso porque ensefiaba matemáticas y porque aprendió j l
importantes pasajes de los libros de Cònfiicio. Pudo entrar en Pekin pól
regalado un reloj de pared ai emperador, y nada le valió tanto para g r q
su gracia como un mapa que mejoraba con mucho todos ios ensayos d
Caracteriza a Ricci que, cuando ei emperador mando pintar diez mapas d i
en seda para colgarlos en sus habitaciones, aprovechó Ia ocasión de haca
por el cristianismo, colocando en los espacios vacíos dei mapa símbolos y H nj
cias cristianos. Suslecciones eran así: empezaba con Ias matemáticas y ter^T
con Ia religión, y sus talentos científicos dieron prestigio a sus doctrinas l i
sas. N o solo conquisto a sus discípulos directos, sino que muchos m a n d a s
cuya usanza vestia, acudieron a él, y ya en el afio 1605 había fundado en E
una congregación mariana. Ricci murió en 1610, no solo por exceso de n.r
sino consumido sobre todo por tantas visitas, por tantas largas comidas m
todas Ias demás obligaciones sociales chinas; después de su muerte
consejo que había dado de "seguir trabajando sin ruido y sin llamar B
ción, manteniéndose en este mar tormentoso de Ia costa", y se siguieron i.un
sus ejemplos científicos. En el afio de 1610 hubo un eclipse de luna v Ias
dieciones de los astrônomos nativos y de los jesuítas diferían en una hora, y r
los jesuítas acertaron, esto les procuro de nuevo un gran prestigio,7- no
porque, en companía de algunos mandarines discípulos suyos, tuvierol
cargo Ia rectificación de Ias tablas astronômicas, sino porque supieron saca»
vecho de ello para el cristianismo. En 1611 se consagra Ia primera igleá
Nankin; en 1616 existen iglesias cristianas en cinco provincias dei império. •
te a Ias resistências que con frecuencia encuentran, Io que más les vale §
sus discípulos escriben obras que gozan de Ia estima de los sábios; sabeij
jurar Jas tormentas en ciernes y se acomodan en Io que pueden a Ias costui
dei país. En el afio de 1619 el Papa les autoriza para ello en algunos c
Y, así, no transcurre ningun ano en que no se conviertan miles de gentes y •
a poço se van acallando sus enemigos. En 1624 aparece Adan Schall y u r a
cripeión exacta de dos eclipses de luna y un escrito de Lombardo sobre los (fl
motos renuevan su prestigio. 78
En el Japón guerrero, escindído por incesantes luchas de facciones, los
suítas síguen otro procedimíento. Desde un principio toman partido. En e l f
de 1544 tuvieron Ia suerte de declararse por Den, que salió victorioso y, así,1
72 Jouvcncy ha dedicado todo su libro 19 a Ia empresa de China y anadido a aquél, p.
un tratado: Imperü Sinici recens et uberior notitia, que es aún digno de ser leido.
' 3 Jtelatione delia Cina delfanno 1621. Lo stato presente di quesfa chiesa mi pare in miiVe
mo/to simile ad una nave a cui e le venti e íe nuvole minaccino di corto grave borrasca, per í
marinari ammainando 1c vele e calando le autenne fermino il corso, e stiano aspettando fl
chiarisca il cielo e cessino Ji confrasti de'venti: ma bene spesso awiene che tutfo il male si M
in paura e che sgombrate le fürie de'venti svanisce Ia tempesta contenta dei/c sole minaccie < •< '
appunto pare che sia accaduto alia nave di questa chiesa. Quarrro anui ia se 7c levo confro i
gagliarda borrasca, Ia quale pareva che Ia dovesse sommergere ad un tratto: li pilo ti accomodaf
ai tempo raccolsero le vele delle opere loro e si ritirarono alquanto, ma in modo che
essere (rovati da chiunqiie voíeva 1'aiuro loro per aspcttare, "donec aspiret dies et inc"
iimbrae". Sin'hora il male non è stato di altro che di timore.
EXPANSIÓN GENERAL DEL CATOLICISMO 447

taron de su favor e hicieron muchos progresos a su amparo. Ya en ei ano de


179 se cuentan 300,000 cristianos y ei padre Valignano, fallecido en 1606, varón
InIIS consejos escuchaba con gusto Felipe II en los asuntos de Ias índias Orien-
llcs, fundo en el Japón trescientas iglesias y treinta residências de jesuítas.
Sin embargo, Ia relación de los jesuítas con Portugal y con Espana desperto
j ceio de los poderes indígenas. Por otra parte, no tuvieron Ia misma suerte en
MS guerras civiles, pues cl partido que escogieron salió derrotado y, a partir
)l ano 1612, fueron víctimas de tcrriblcs persecuciones.
Pero aguantaron bien. Sus convertidos provocaban el martírio y habían fun-
mlo una companía de mártires en Ia que encontraban fucrzas para soportar
Ias Ias penalidades. Estos anos los sefíalan como el Aera Marlyrum. Por más
Uc Ias persecuciones aumentaban, dicen sus cronistas, todos los anos había
Ucvos convertidos. 74 D e 1603 a 1622 se habían convertido 239,339.
En todos estos países los jesuítas dan muestras de un caracter tan flexible
>mo resistente y obstinado. Progresan en términos que no se hubiera imaginado
llogran vencer, por Io menos en parte, Ia resistência que ofrecen Ias religiones
Biionales cultas que dominan el Oriente.
Tampoco descuidaron trabajar por Ia unión de los cristianos orientales con
| Iglesia romana.
En Ia índia habían encontrado aquella viejísima comunidad nestoriana que
I conoce cOn el nombre de "cristianos de Tomás" y que no consideraban como
wurca supremo ai Papa de Roma, ai que ni conocían, sino ai patriarca de Ba-
lilonia (en Mosul). Se intento hacerles ingresar en Ia comunidad romana. N o
b escatimó ni Ia violência ni Ia persuasión. Parece que en el afio de 1601 se
bía ganado a Ia gente más destacada, y un jesuíta fué nombrado obispo.
Ic tradujo cl ritual romano ai caldeo y se condcnaron los errores de Nestorio
n un concilio diocesano. Se fundo un colégio de jesuítas en Cranganor y Ia
fupación de Ia sede episcopal en ei ano de 1624 tuvo lugar con Ia aquiescência
^ e los enemigos hasta entonces más recalcitrantes. 75
Se comprende que el predomínio político de Ia potência hispanoportuguesa
Ucga aqui un papel principal. Por Ia misma época ejerce también gran influen-
ia cn Abisinia.
Los intentos anteriores fueron todos inútiles. Solo cuando, en el ano de
603, los portugueses de Fremona prestaron grandes servidos a los abisinios en
ini.i guerra con los cafres, ellos y su religión ganaron- gran prestigio. Por entonces
•pareció el padre Paez, hombre hábil que predicaba en el idioma dei país y que
luvo acceso a Ia corte. El príncipe victorioso queria entablar relaciones más es-
Ircchas con el rey de Espana, sobre todo para tener un apoyo contra sus ene-
ITiigos cn cl interior. Paez lc mostraba como único médio que abandonara su
Hoctrina cismática y se incorporara a Ia Iglesia Romana. Impresiono tanto más
uanto que, de hecho, los portugueses mostraron lealtad y valentia en Ias agita-
74 Las Letterc annuc dei Giapponc dc//'anno 1622 dan un cjcmplo: í gloriosi campioni che
irono (jucüfanno furoiio 121: gli adu/íi che per opera de'padri dc/ia compagnia a vista di cosi
iriulele persecutione hanno ricevuto il santo battesimo arrivano a) numero di 2236, senza numerar
(iiclli che per mezzo d'a)tri religiosi e sacerdoli Giapponcsi si baftezorno.
76 Cordara, Hisloria soe. ]esa, vi, DC, p. 535.
448 LA OONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
ciones interiores dei país. Se organizaron controvérsias en Ias que los ignoj
monjes fueron facilmente vencidos, y ei hombre más valiente dei n in
Christos, hermano dei emperador Sultan-Segued (Socinus), se c o n ™
otros muchos siguieron su ejemplo, y se tuvo contacto con Paulo V v Cl
lipe III. Naturalmente, los representantes de Ia religión importada se >
también: como en Europa, en Abisinia Ias guerras civiles cobrar*
relgioso. El abuna y sus monjes estaban dei lado de los rebeldes; Scla-Clf
los portugueses y los convertidos, con ei emperador. Se combate ano trfl
y Ia fortuna cambia de campo hasta que, por último, ei emperador y su jfl
salcn victoriosos. Es una victoria dei catolicismo y de los jesuítas ai mismi
po. En ei ano de 1621 decide ei sultán Segued aquellas viejas disputas sol;
doble naturaleza de Cristo según ei sentido de Ia Iglesia Romana, p r o h i l j
por los patriarcas alejandrinos y se levantan iglesias y capiilas católicas •
ciudades y en sus jardines. 70 En ei ano de 1622, después de haber sido qfl
do por Paez, recibe Ia comunión ai rito católico. Hacía tiempo que s c v
solicitado de Ia corte romana ei envio de un patriarca latino, pero no se dcc.
en Roma mientras Ias ideas o ei poder de] emperador estuvieran cn ei a i r j
ra, había vencido a su enemigo y nadie más sumiso que él: ei 19 de d i ^ H
de 1622 Gregorio XV, a propuesta de] rey Felipe, nombra patriarca de V
a un português, ei doctor Alfonso Méndez, de Ia Companía de Tesús."w
legada de Méndez ei emperador presto juramento solemne de obediência II
de Roma.
También se dirigió Ia atención a los cristianos griegos de los d o m i r i B
cos, \ los Papas estuvieron enviando misión trás misión. Los jesuítas habfl
troducido entre los maronitas Ia professio fidei romana y, en 1614, enconfl
cn Roma a unos archimandritas nestorianos que renuncian a Ia doctri»
Nestorio en nombre de una gran muchedumbre de fieles. Se funda una mi
jesuíta en Constantinopla, que adquierc cierta consistência merced a Ia |>N
ción dei embajador francês y en ei ano de 1621 consigue contener, por JB
nos durante cierto tiempo, ai patriarca Cirilo Lucaris, que se inclinaba fl
protestantismo.
Una actividad inconmensurable que abarca ai mundo entero, que fl
los Andes y los Alpes, que envia ai Tibet y a Escandinávia sus explorai
y que, en Inglaterra v en China, se allega a los poderes públicos. Y, en iodo
inmenso escenario, ei impulso vigoroso y fresco que se agita en ei centro an
también, quizá con mayor ardor, a los que trabajan en Ias lejanas íiontettM
/

70 Juvcnchis, p. 705; Cordara, vi, 6, p. 320. Ludolfo llama ai emperador Susncus.


77 Sagripanti, Discorso delia religione de/i'Eriopia. MS. de los arti consistoria/i.
ANTAGONISMO DE LAS SITUACIONES POLÍTICAS 449

I. A N T A G O N I S M O D E LAS S I T U A C I O N E S POLÍTICAS. N U E V A
VICTORIA DEL C A T O L I C I S M O (1623-1638)

h <]ue importe limites a una potência que avanza no siempre es, o, por Io
Iriuis, nunca es solo Ia resistência exterior. Por Io general, Ias disensiones in-
pias, si no le fijan fronteras, cuando menos Ias favorecen.
Si ei catolicismo hubiera permanecido unânime, disparándose con fuerzas
i entradas hacia su meta, no es fácil que Ia Europa germânica dei norte, que
ni su mayor parte estaba entretejida en los intereses dei catolicismo y en-
Ita por su política, le hubiera podido resistir a Ia larga.
Pero ino es natural que, en este grado de su potência, se exteriorizaran df
•ívo aqucllos antagonismos que habían sido conciliados solo superficialmente
fcontinuaban incubúndose en su entrana?
\x> peculiar en los avances que hace Ia religión en esta época reside en ei
iclio de que, por todas partes, descansa en una supremacia político-militar. Las
•Vasiones siguen a Ia guerra. Y como Ia guerra emparejaba los más grandes
Imbios políticos, yâ importantes en si mismos, nada de extrano que se produ-
11.111 repercusiones inesperadas.
Entre todos estos câmbios, sin duda ei más importante está representado
• ei hecho de que Ia rama alemana de Ia casa de Áustria, que hasta entonces,
bada por las agitaciones en sus propios territórios patrimoniales, había inter-
udo en menor grado en los asuntos generales, alcanza de pronto una situa-
n de independência y fuerza que le caracterizan como una gran potência
ropca. Mediante Ia exaltación de Ia rama alemana de Ia casa de Áustria, Es-
ia, que desde Felipe II se había mantenido pacífica, despierta de nuevo con
tíritu guerrero para pugnar por sus viejas pretensiones y esperanzas. Como
bnsecuencia dei asunto de los Grisones ambas ramas se ponen en contacto y
bs pasos de los Alpes en ei lado italiano son tomados en posesión por Espana,
Ipor Áustria, cn ei lado alemán; aqui, en las altas montanàs, parecieron darse Ia
uno para empresas comunes en todas las direcciones dei globo.
Es cierto que esta actitud implicaba, por una parte, una hermosa perspecti-
ÍNI para ei catolicismo, ai que ambas ramas se habían entregado por entero, pero,
r otra, suponía también un gran peligro de disensión interna. La monarquia
lanola había despertado muchos receios con Felipe II. El poderio total de Ia
sa de Áustria crece de manera increíble con Ia adjunción de las fuerzas ale-
luias, de suerte que fatalmente tenía que provocar ei renuevo de las viejas
bitipatías, más ardientes ahora.
Esto se manifiesta de primera intención en Itália.
Los pequenos Estados italianos, no independientes de por si, eran los que
Bliás vivo mantenían, por esa época, ei sentido dei equilíbrio curopeo. Como
•hora se encontraban rodeados, cogidos en ei centro, cortados de toda posibili-
il.ui de auxilio exterior por ei domínio de los pasos de los Alpes, sintieron Ia
•lluación como de inmcdiata amenaza. Sin reparar mucho en las ventajas que
l(s,i i/ombinación podia aportar a su religión, se dirigieron a Francia, única
450 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

que les podia ayudar en Ia empresa de entorpeceria. También Luis XIII


perder su influencia en Ia península italiana. Inmediatamente despuél
paz de 1622, y antes de haber regresado a su capital, celebro un tratadi
Saboya por ei que habría que obligar a Ia casa de Áustria, en concertado V
zo, a abandonar los pasos y plazas de Ia Confederación. 1
Este propósito no tenía en cuenta, ciertamente, más que un*solo p
pero podia poner en peligro toda Ia evolución ulterior.
Gregorio XV se dió perfecta cuenta de Ia amenaza que este tratado[
nificaba para Ia paz dei mundo católico, para Ia prosperidad de los interesOl
giosos y para Ia restauración dei prestigio pontifício y, con ei mismo e f l
que fomento Ias misiones y Ias conversiones, trato —pues él mejor qu4
veia ei nexo de Ias cosas— de impedir Ia ruptura de Ias hostilidades.
El prestigio de Ia Sede Papal, o más bien ei sentimiento de Ia unidad
mundo católico, seguia tan vivo que Io mismo Espaíia que Francia declaf
abandonar ai Papa Ia resolución dei asunto. Y hasta se le propuso que, m i n
hubiera un arreglo, recibiera en depósito y ocupara con sus propias tropi
plazas cuya posición había provocado tantos temores y receios.2
Reflexionó ei Papa un momento si habría de participar activamente (fl
costosa y lejana empresa, pero como era patente en qué medida Ia paz dei tf
católico dependia de ella, se decidió por fin a reunir unas cuantas c o m i
y enviadas a los Grisones bajo Ia dirección de su hermano ei duque de li
Los esparíoles habrían deseado conservar por lo menos Riva y ChiavennJ '
Ias entregaron también a Ias tropas pontifícias.3 El archiduque Leopoldi
Tirol se acomodo también a abandonarles aquellos territórios y plazas sobrq
que no abrigaba pretensiones de domínio.
De este modo pareció sofocado ei peligro que había agitado a los l ^ H
italianos. Lo importante aluna era tomar en cuenta los intereses católicos ^^B
ulteriores disposiciones. Se concibió ei plan de que Ia Valtelina, que no fl
estar en manos espanolas, tampoco había de caer bajo ei sefiorío de los CM
nes. Porque, de lo contrario, Ia restauración católica podría verse comproidH
en esta región y, por lo tanto, era preferible que, en calidad de confed«
mdependiente, se juntara a los três más antiguos con paridad de derechosJ
Ia misma razón, tampoco se queria quebrantar por completo Ia unión de lafl
ramas austríacas, necesaria para ei fomento dei catolicismo en Alemania.1
pasos a través de Worms y de Ia Valtelina quedarían abiertos para los esfm
les pero, bien entendido, cn dirección a Alemania y no para enviar trotaf
Itália.4 '
En este punto estaban Ias cosas —nada acordado definitivamente, fJ
todo maduro para ei acuerdo— cuando ei 8 de julio de 1623 murió GM
rio XV. Tuvo Ia satisfacción, ai eliminar estas disensiones, de no ver interrii
pida Ia marcha de su Iglesia. En Ias negociaciones, hasta se habló d e i
1 Nani, Storia Venera, p. 255.
2 Dispaccio Sillery 28 Nov. 1622. Corsini 13. 21. Gcnn. 1623, en Siri, Memorie reco^
t. v, pp. -135, 442. Scrittura dei deposito de)/a Valtcílina, ib., 459.
3
Siri, Memorie recondite, v. 519.
* Artículo rx dei proyecto de Convención.
ANTAGONISMO DE LAS SITUACIONBS POlílICAH 451
ucva alianza entre espanoles y franceses para un ataque a La Rochela y a
lolanda.

Pero faltaba mucho para que, después de Ia muerte de Grcgorio, se pu-


le ra llegar a tal concierto.
Por una parte, e] nuevo Papa, Urbano VIII, no gozo de aquella confian-
| que descansa en ei supuesto probado de una imparcialidad completa; por
n , tampoco los italianos estaban muy contentos con ei tratado. Pero Io más
njKirtante de todo es que en Francia subieron ai poder personajes —Vieuville
I Hichelieu— que no pensaban en Ia oposición contra Espana por mera soli-
Ijtnción exterior de una ayuda, sino por propia inspiración, como punto central
I r Ia renovada tradición política francesa.
Acaso este hecho resulte menos arbitrário y contingente de Io que pudieA
^konerse. Como Áustria y Espana, también Francia se hallaba en un momen-
m de expansión de sus fuerzas. Por Ia victoria sobre los hugonotes habían aumen-
Bilo en proporciones considerables ei poder real, Ia unidad y Ia seguridad de Ia
•nción. Y como con Ia fuerza crecen también Ias pretensiones, todo empujaba
I emprender una política más atrevida; esta tendência natural se creó sus pro-
WIIS órganos, hombres dispuestos y capaces de llevarla a Ia práctica. Desde uri
fcrincipio estuvo decidido Richelieu a enfrentarse a Ia autoridad que Ia casa de
Áustria había mantenido siempre y que ahora aparecia renovada, y a abordar
|l lucha con ella por Ia supremacia de Europa.
Esta decisión provoco en ei mundo católico una disensión mucho más peli-
•rosa que Ia anterior. Las dos potências principales se veían abocadas a Ia gue-
ía. Ya no se podia pensar en Ia puesta en práctica de aquel tratado de Roma, y
Jrbano VIII se esforzó inutilmente en que los franceses mantuvieran sus com-
iromisos. A los franceses no les bastaba Ia unión con Ia oposición católica, y
unque Richelieu era cardenal de Ia Iglesia, no tuvo reparo en entrar en franca
llianza con los protestantes.
Se acerco primeramente a los ingleses, para impedir aquel matrimônio ca-
tólico que habría procurado a Ia casa de Áustria nueva influencia. En esto le
lyudaron ciertas situaciones personales: Ia impaciência de Jacobo I que, con
|ÍI ternura de un anciano que se siente cerca de Ia muerte, reclama ei regreso
ilc MI hijo y dei amigo; también Ia disparidad entre los dos ministros que inter-
vinieron en ei asunto, Olivares y Buckingham; pero ei asunto mismo fué Io que
IIHI más de si. La cuestión dei Palatinado provoco dificultades invencibles en las
negociaciones entre Áustria, Espana, Baviera y ei Palatinado.5 Una alianza con
Francia, por ei contrario, dada Ia nueva dirección que esta potência adoptaba,
I permitia esperar una rápida decisión por las armas. Y como esta alianza no solo
procuraba ai rey de Inglaterra una dote tan importante, sino también Ia pers-
pectiva de reconciliar a los católicos ingleses con ei trono, prefirió casar a su
hijo con una princesa francesa, haciendo las mismas concesiones religiosas que
había hecho a los espanoles.
5 De un escrito dei conde palatino dei 30 de octubre resulta que solo por Ia violência se le
li.ilnj podido llevar a aceptar las proposiciones que se le habían hecho.
452 LA CONTRARREFORMA DB 1 5 9 0 A 1 6 3 0

Y, en este punto, se hicíeron los preparativos para ei ataque. Richclifl


proyectó un plan mundial, tal como Ia política europea no había conocido l^H
entonces, un pían de esos tan característicos en él. Mediante un ataque g â H
por todos los ângulos, pensaba quebrantar de un golpe Ia potência hisj^H
austríaca.
En alianza con Saboya y Venecia, queria intervenir en Itália y, sin i < n s |
deración alguna por ei Papa, mando inesperadamente tropas francesas 4 H
Grisones, desalojando a Ias guarniciones pontifícias de sus plazas fuertes.M
tiempo que se alia con los ingleses, renueva Ia alianza con Holanda. Los hflH
deses atacarían América dei Sur y los ingleses Ias costas de Espafia. Por j ^ H
vención dei rey Jacobo, se agitan los turcos y amenazan con caer sobre 1 ( ^ H
gría. Pero ei ataque principal habría de ocurrir en Alemania. El re^H
Dinamarca, preparado desde hacía tiempo, se había resuelto por fin a acauj^H
Ias fuerzas de Dinamarca y de Ia baja Alemania en favor de sus parientg^B
Palatinado. N o solo le prometió ayuda Inglaterra, sino que Richelieu le asajB
una aportación d e un millón de libras para los gastos de guerra. 7 Con Ia 3 ^ H
de ambos, Mansfeld se uniria ai rey para abrirse camino hacia los territ^H
austríacos.
Las dos potências católicas se aprestan a una lucha de amplitud u n i v e J
No cabe duda que esta situación debía parar en seco ei auge de los ^Ê
reses católicos. Aunque Ia alianza francesa es de naturaleza política, ei p t ^ B
tantismo encuentra un gran acicate merced a Ia estrecha conexión cntrfM
circunstancias eclesiásticas y las políticas. Cobra ânimos de nuevo. Aparec^B
Alemania un nuevo campeón, ei rey de Dinamarca, con fuerzas frescas y tf
yado por Ia gran combinación de Ia política europea. Una victoría dei rey huflj
ra desvanecido todos los êxitos de Ia casa archiducal y de Ia restauraciónjB
tólica.
Solo en su marcha comienzan a desarrollarse las difieultades que iflj
empresa así lleva consigo. Por muy brillantes que fueran los talentos d e f l j
chelieu se había puesto con demasiada celeridad a Ia obra, que, por otra p J f l
era como un fin de su vida, ya sea que Io concibiera con plena conciencia o ^ H
Jo presintiera. De su empresa surgieron peligros para él.
N o solo se envalentonaron los protestantes alemanes, enemigos de Ia e f l
de Áustria, sino que también los protestantes franceses, enemigos de RicheliH
cobraron ânimos con Ia nueva combinación política. EUos mismos confesartl
que, en el peor de los casos, esperaban, gracias í los nuevos aliados dei nv|

>; Re/atione di rv ambasciatori 1625. II papa si clo/eva che mai Bettune gíi aveva par/ato c f t f l
e che da/íe sue parole non aveva compreso mai che si devessem portare le armi delia lega c o i q H
suoi presidii. La política acostumbrada de Francia.
7 Extracto de Ia inítjucción de Blainville, en Siri. iv, p. 62. Ncl fondo di Alemagna Manilfl
había de operar juntamente con él (Siri, p. 641). Relatione di Caratfa: [I Fiancesi) hanno tutjH
confinuafo sino a/ giorno d'hoggi a fener corríspondenza con li nemici di S. KUi. Cesa, c daiJÊ
ajuto in gente e danari se ben con coperta, quale perd non è stata tale che per molte lettere intereijB
e per molri altri rincontri non si siano scoperti tutti 1'andamenfi e corrispondenze- onde prima e dojB
/a roffa data dal 7'íliy aí re di Dinamarca sempre 1'imperatore nel palatinato inleríorc e nelli contfl
d'AIsafia v'ha fenuto nervo di gente, dubitanáo che da quclle parte potesse venire qualche ruins
ANTAGONISMO DE LAS SITUACIONES POLÍTICAS 453
•loneiliarse con él. 8 Douen se levanto en tierra, Soubise en ei mar. En mayo
•li 1625 los hugonotes estaban en armas.
En ei mismo momento, ei cardenal se vió acosado además por enemigos
Hizá más peligrosos. A pesar de toda su simpatia por Francia, Urbano VIII era
•inasiado orgulloso para dejar pasar, sin más, Ia expulsión de sus guarniciones
m los Grisones. 9 Reunió tropas y Ias envio a Milán, con ei propósito expreso de
«•obrar Ias plazas perdidas en unión de los espaftoles. Es posible que esta ame-
N / a guerrera no significara gran cosa. Pero tanta mayor importância podían te-

K r Ias repercusiones religiosas que podia acarrear. Las lamentaciones dei núncio
rque ei rey cristianísimo se convertia en auxilio de príncipes herejes, encontra-
i'"i eco en Francia. Los jesuítas manejaron sus doctrinas ultramontanas y Ri-
llclicu fué vivamente atacado por Ia gente de rigurosa inspiración católica. 10
• I verdad que pudo defenderse con los princípios galicanos y en los parlamen-
K sin embargo, no podia osar tener ai Papa como enemigo por mucho tiempo.
El principio católico se hallaba muy estrechamente unido a Ia realeza restaurada.
touién podia responder ai cardenal de Ia impresión que las advertências
Pêncales podían producir en ei príncipe?
Así, pues, Richelieu se vió atacado en Ia misma Francia y, además, por los
lio. partidos contrários. No importa Io que lograra contra Espafia, siempre se
•ataba de una posición en Ia que no podia sostenerse y tenía que apresurarse
ii '.aiir de cila.
Y, así como en el ataque mostro su gênio de largo alcance, sus proyectos
llnivcrsales, ahora exhibe aquella desleal destreza que le caracterizo siempre para
iinli/ar a los aliados como instrumentos y abandonados luego.
Llevó a sus aliados a que le ayudaran contra Soubise. No poseía poder
marítimo y, con fuerzas protestantes extranjeras, con barcos holandeses e ingle-
k s , venció en septiembre de 1625 a sus enemigos protestantes de Francia. Utilizo
l i mediación de sus aliados para forzar a los hugonotes a Ia aceptación de un
k n v c n i o que les era desfavorable. N o dudaban aquéllos que, en cuanto se des-
• c i e r a de estos enemigos, renovaria el ataque general.
Pero grande fué su asombro cuando, en lugar de Io que esperaban, corrió
M noticia de Ia paz de Monzón, celebrada en marzo de 1626 entre Espafia y
francia. U n legado pontifício había acudido a este propósito a las dos cortes.
Parece que no tuvo mayor influencia en el tenor dei acuerdo, pero hizo preva-
IIVIT cn todo caso el principio católico. Mientras' Richelieu utilizaba para sus
tines a los protestantes bajo las apariencias de Ia confianza más estrecha, había
mtablado, con mayor empefio todavia, negociaciones con Espafia para Ia per-
lición de aquéllos. Llegó a un acuerdo con Olivares sobre Ia Valtelina para
Mie esta plaza retornara ai domínio de los Grisones, pero con participación autó-
Uioma en Ia designación de los cargos y con libertad absoluta dei culto católico.11
8 Memoires de Rohan, parte i, p. 146: espérant que s'il venoit a bout, les alliés et ligues ayec
\k mi le porteroient plus facílcment à un accommodement".
» Re/atione di P. Contarini: S. Sfà. [habla de los primeros momentos después de llegar Ia
lioticia] sommamente disgustata, stimando poço rispetto s'1-avesse porlato alfe sue insegne, deí con-
tinuo e grandemente se ne querelava.
10 "Mémoires du Cardinal Richelieu", en Pctitot, 23, p. 220.
11 Du Mont, v, 2, p. 487, $ 2: .qu'ils ne puissent avoir par ci-après autte religion que !a
454 LA CONTRARREPORMA DE 1590 A 1630
Las potências católicas, que ha poço parecían dispuestas a una lucha a
muerte, aparecen de pronto reconciliadas.
A esto se afiadió que en lá ejecucíón de las obligaciones aceptadas
gleses y franceses en ei contrato matrimonial se produjeron desavenenci
ambas paztes.
Fatalmente se produjo una situacíón de armistício en todas las e
antiespariolas.
Con todo ei disgusto posible, los príncipes italianos tuvieron que
darse a Ia vieja situación. Saboya pacto un armistício con Gênova. Ve;
dió por contenta de no haber entrado en ei Milanesado y licencio sus
Se afirmo que Ia conducta vacilante de los franceses impidió en 1625 ei
tamíento dei sítio de Breda, así que se les achaca a ellos Ia perdida dfl|
importante plaza en favor de los espanoles. Sin embargo, Ia mayor c a »
ocurrió en Alemania.
Las fuerzas de Ia baja Alemania se habían agrupado en torno ai i
Dinamarca, escudadas en aquella alianza general contra Espana. Mansf, l.l
chó sobre ei Elba. El emperador se había armado contra él con especial m
pues sabia cuánto dependia dei encuentro.
Cuando se da Ia batalla ya no existe Ia alianza; los subsídios francei
se pagan; los socorros ingleses acuden con mucha lentitud; como las I
imperiales eran más aguerridas, ei rey de Dinamarca fué vencido en Ia tf
de Lutter y tuvo que retroceder a su país mientras Mansfeld era persí
como un fugitivo en las províncias austríacas que se había figurado M
como vencedor. Este triunfo habría de tener fatalmente repercuciones t a r a
versaíes como universales eran sus causas. '
En primer lugar, en los territórios imperiales. Podemos trazarlas c o t l f l
palabras. El último movimiento emprendido en favor dei protestamismfl I
las esperanzas despertadas por aquella combinación, había sido frenado, jff
ra, Ia nobleza, que personalmente no había sido inquietada, se vió obli I
convertirse. El emperador declaro ei dia de San Ignacio de 1627 que en « • _
curso de seis meses no seria tolerado en su tierra de Bohemia nadie, atm<
fuera dei estamento de los senores o de los caballeros, que no suscribiefá
él, ei credo católico, único que asegura Ia salvación. 12 Edictos parecidos t i
blicaron en Ia Áustria alta, y en ei afio de 1628 en Carintia, Krain y Esdfl
un poco después, en Ia baja Áustria, Era inútil hasta ia petición de demoifl
núncio Caraffa insinuo que este ruego se basaba en Ia esperanza en un c a s
favorable de Ia situación. A partir de entonces, estos territórios fueron connH
mente católicos. No es menester recordar Ia oposición que Ia nobleza de A M
había mantenido durante ochenta anos frente a Ia casa arehiducal. AIKH I
príncipe, ortodoxo, vencedor y sin limites a su poder, no encuentra resiaffl
catholique —J 3: qu'/Js puissent t!/íre par éfection entre eux Jeurs ;'uges, gouverneurs ei aüfl I
gistrats tous cathoíiques; luego siguen algimas restrieciones.
12 Caraífa, Relatione MS. Havendo il Sr. Cardinale ed io messo in consideratione a S. I
che come non si rifomiasscro i baroni e nobiíi eretici, si poteva poco o nui/a sperare delia M
sione deJii Joro sudditi, e per conseguenza havriano potuto ancora infettare pian piano uli
piacque a S. Mtà, di aggiungcre ai Sr. Cie. ed ag/i altrí comniisari auíorííá di ri/ornifll .n
li nobiíi.
ANTAGONISMO DE LAS SITUACIONES POLÍTICAS 4S5

Todavia fueron mayores los efectos de Ia victoria en ei resto de Alemania.


K u haja Sajonia fué conquistada y Ias províncias dei emperador llegaban hasta
™* Kattegat. Brandeburgo y Pomerania fueron ocupadas, Mecklemburgo estaba
manos dei mariscai imperial. Tantos baluartes dei protestantismo habian
Ido sojuzgados por un ejército católico.
Pronto se vió en qué forma se trataba de aprovechar Ia situacíón. Un
•ni:ipe imperial fué postulado como obispo para Halberstadt y, con su poder
uísiólico, ei Papa le nombró arzobispo de Magdeburgo. Y no cabia duda de
iic, si se establecía un gobierno archiducal católico, habría de operar con ei
lismo rigor que los demás príncipes eclesiásticos por Ia restauración dei catoli-
»mo en toda Ia archidiócesis.
Entretanto, Ia Contxaneíoima se renueva con ardor en Ia alta Alemania.
nsta leer en Caraffa Ia referencia de los decretos de Ia Cancillería imperial cKi-
mc estos anos: admoniciones, decisiones, resoluciones, recomendaciones sin
lento; todo en favor dei catolicismo.13 El joven conde de Nassau-Siegen, ei jo-
m conde palatino de Neuburgo, emprenden nuevas reformas, y en ei alto
(platinado se obliga a Ia nobleza a entrar en ei catolicismo.
Aquellos viejos procesos de los senores eclesiásticos contra los estamentos
rolares sobre bienes eclesiásticos confiscados cobran ahora un ritmo muy dis-
Into. Wurtemberg estaba consternada. Los viejos demandantes, los obispos de
l pnstanza y de Augsburgo, los abades de Moenchsreit y Kaiserheim renovaban
nis viejas pretensiones contra Ia casa ducal y ponían su existência en pcligro.14
for todas partes los obispós se vieron favorecidos frente a los estamentos: ei
Mspo de Eichstacdt, contra Nuremberg; ei cabildo de Estrasburgo, contra Ia
Budad. Schwaebisch-Hall, Memmingen, Ulm, Lindau y otras muchas ciudades
fueron obligadas a devolver a los católicos Ias iglesias arrebatadas.
En todos estos casos Ia exigência se apoyaba en Ia letra de Ia paz religiosa
I se andaba muy cerca de una aplicación general de sus princípios tal como
khora se entendían. 15
"Después de Ia batalla de Lutter —dice Caraffa— pareció como si cl em-
foerador hubiera despertado de un largo sueno y, liberado de un gran temor, que
Imbía tratado a sus antecesores y a é) mismo, concibió Ja idea de retornar a Ale-
hi.inia a Ia norma de Ia paz religiosa."
Además de Magdeburgo y Halberstadt, se devolvieron ai catolicismo Bre-
Iflien, Verden, Mindcn, Camin, Havelberg, Schwerin y casi todas Ias fundacio-
iiis de Ia Alemania dcl norte. Era Ia meta más lejana concebida por ei Papa y
los jesuítas en los momentos dichosos dei triunfo. Hasta ei mismo emperador
tciiía reparos. Dudaba, nos dice Caraffa, no dei derecho, sino de Ia posibilidad
de su ejecución. Pero ei ceio de los jesuítas, especialmente dei confesor Lamor-
mnin, ei aviso favorable de cuatro príncipes electores católicos, Ia infatigable
II MSstencia de aqucl núncio, quien cuenta que le costó trabajo de meses sacar

1-1 Brevis enmneratio aJiquorum negotiorum quae —in pitncro reformationis in canccl/ar/a im-
i rr.ictafa sunl ab anno 1620 acl anmiin J629, se encuentra cn cl anexo a Gcrmania sacra res-
ara, p. 34.
i ! Sattlcr, Ccsctiichtc von Wiirtemberg unlcr den f/crzogcn, parte vi. p, 226.
'r> Scnkcnbcrg, Fortscfzung der iíárberiinschen Rcichsgcscliiclite, t. 25, p. 633.
456 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

adelante ei asunto, aplacaron todas Ias preocupaciones dei emperador. YJ


agosto de 1628 ei edícto de restitución estaba redactado en Ia forma e n f
apareció después. 16 Antes de su publicación tenía que pasar a considerada»
los príncipes electores católicos.
Con esto se enlaza un plan mayor. Se abrigo Ia esperanza de ganarse,
Ias buenas, a los príncipes luteranos. N o seria cosa de los teólogos, sino ÍIHL
dei emperador y de algunos príncipes católicos. Se trataria de convenceria
que Ia idea que en Alemania dei norte se tenía dei catolicismo era equivcl
y Ia disparidad entre Ia confesión de Augsburgo y Ia doctrina católica orttxf
muy pequena. Al príncipe elector de Sajonia se le ganaría cediéndole ei yt
nato de los três grandes monasterios dominicos. 17 También se esperaba 9
der ei ódio de los luteranos contra los calvinistas, aprovechándolo para un
tablecimiento total dei catolicismo.
Era esta una idea que desperto mucho entusiasmo en Roma y sobre Ia j
se hizo un proyecto detallado. En modo alguno queria Urbano VIII darse
satisfecho con Ias disposiciones de Ia paz religiosa, que nunca habían sido •
badas por ningún Papa. 18 Solo Ia restitución total de los bienes de Ia IgflH
una postergación completa de todos los protestantes podían satisfacerle.
En los momentos felices, ei Papa había concebido ideas más o s a d a s ^ H
penso hasta en un ataque a Inglaterra, Como una espécie de necesidad n a f l
reaparece de tiempo en tiempo este plan en Ias grandes combinaciones d H
católicos. Ahora, ei Papa pensaba poder utilizar a este propósito Ia buena fl
ligencia momentânea de Ias dos coronas. 10
Hizo saber al embajador francês el agravio que suponía para Francia \
en Inglaterra no se tuvieran en cuenta para nada los compromisos adquiM
para Ja boda. Luis X11I tendría que obrigar a los ingleses a cumpíir c o r »
obligaciones o arrebatar Ia corona a un príncipe que, como hereje, Ia liava]
indignamente ante los ojos de Dios y con perjúrio ante los ojos de los h o m b ^ l
16
Esta fecha de redacción resulta de Caraffa, Commentar. de Cerm. sacra restaurata, p. •
Observa que el edicto, redactado en 1628, fué publicado cn 1629. y continua: annuit i»se deus, <f
post paucos ab ipsa delibcratíone dies Caesarem insigni victoria remuneratus est. Quiere d d H
victoria de Wolgast, ganada el 22 de agosto.
17
Ya en 1624 se abrigaba en Roma Ia esperanza de Ia conversión de este príncipe. Instruf
a monsr. Caraf/a: Vennc ancora qua/che novel/a delia sperata ríunione con Ja chiesa catto/ieB
s/gnor duca di Sassonia, ma e/la svani ben presto.- con tutto cid il vederlo non infenso a'caB
e nemiciss/mo de'Calvinisíi ed amic/ssimo dei Magontino e convemito ncH'eletrorato di BavílH
ia sperare bene: /aonde no sara inutiie che S. Stà. teriga propósito col detto JVfagontino di o H
desiderato acquisto. /
18
A cui, dice el Papa dei convênio de Passau en un Rrcve al emperador, non haveva giaifl
assentito /a sede apostólica. :J
19
En Siri, Memoríe, vi, 257, hay una noticia sobre el asunto, aunque muy incomjH
También Ia noticia en Ias memórias de Richelieu, xxnl, p. 283, es fragmentaria. Mucho más B
liada y autêntica es Ia exposición de los hecbos en Nicolctti, que nos ha servido de base.
20
El Papa dice, en Nicolctti: Essere il re di Francia offcso nc/ío stato, pel fbmenrdH
rfnghilterra dava ag/i Ugonotti r/bel/i: nc/la vila, rispetto agli incitamenti e feílonía di Sem
il quaie haveva indotto il duca di Orleans a maechinare confro S. Mfa. per Io cui delitto í\i fr
fatto inorire: nel/a riputazione, rispetto a íanti mancarnenti di promesse: e finalmente nel pH
sangue, rispetto ag/i strapazzi fatfi al/a regína sua soreí/a: ma que/lo che vo/eva dir tutto, •
anima, insidiando /'Inglese a//a saluíc di qucl/a delia regina ed insieme a quel/a dei cbristianisJ
stesso e di tutti coloro che pur troppo hebbero voglia di iate qucllo in/e/ice matrimônio.
ANTAGONISMO DE LAS SITUACIONES POLÍTICAS 457

Se dirigió luego ai embajador espanol, Onate. Opinaba ei Papa que Fe-


pc IV, como buen caballero, estaba obligado a ayudar a Ia reina de Ingla-
ra, su próxima pariente —era cunada—, que había sido despojada por causa
su fe.
Guando ei Papa vió que podia abrigar esperanzas, encomendo a su núncio
i Paris, Spada, que siguiera Ias negociaciones.

Uno de los personajes más influyentes de Francia, ei cardenal Berulle, que


liliía llevado Ias negociaciones nupciales, acogió Ia idea con Ia mayor simpatia,
sabá como podría echar mano de los barcos ingleses en Ias costas francesas
hasta en Ia posibilidad de incediar Ia flota de los ingleses en sus puertos.
En Espana, Olivares no tuvo muchas vacilaciones para decidirse a tomar
iiir en estos planes. Es cierto que anteriores desleaitades bien podían haberfe
K'íio desconfiar. Otro alto funcionário, ei cardenal Bedmar, se declaro contra-
por esta razón, pero Ia idea era demasiado grandiosa para que Ia rechazara
livares, que en todas Ias cosas gustaba de Io brillante.
I Las negociaciones se llevaron muy en secreto y ni siquiera ei embajador
miccs en Roma, ai que se habían hecho las primeras insinuaciones, supo una
llubra de su marcha.
Richelieu proyectó los artículos dei tratado y Olivares los mejoró, cosa que
(uél dcjó pasar. El 20 de abril de 1627 fueron ratificados. Los franceses se
lligaban a comenzar inmediatamente sus preparativos y a poner sus puertos
condiciones. Los espanoles estaban dispuestos a comenzar ei ataque en ei
[) de 1627 y a Ia primavera siguiente acudirían los franceses con todo ei peso
su poder. 21
Nuestras noticias no nos informan de qué modo Espana y Francia pensa-
|n repartirse ei botín, y Io único que podemos decir es que también se tuvo
cucnta ai Papa. En ei mayor secreto declaro Berulle ai núncio que, en caso
triunfo, Irlanda corresponderia a Ia Santa Sede y ei Papa podría gobernarla
rdiante un virrey. El núncio recibió esta propuesta con satisfacción extraor-
naria y recomendo a Su Santidad que no dejara traslucir nada, para que no
irecicre que llevaba propósitos seculares en sus intervenciones.
También se penso en estos planes en Alemania e Itália.
Parecia posible superar Ia hegemonia marítima de ingleses y holandeses con
,i unión general. Se penso en instituir una companía armada, bajo cuva
itccción se podría establecer un tráfico directo entre ei Báltico, Flandcs, las
nas francesas, Espana e Itália, sin ninguna intervención de las dcs potências
iliimas. El emperador se insinuo en este sentido con las ciudades hanseáticas,
i infanta, en Bruselas, deseaba que se pusiera a disposición de los espanoles
21 Lettere dei núncio 9. Apri/e 1627: Torno a Parigi il prcfato corricre di Spagna con avvisi
I» il re cattolico contentavasi di muoversi il primo, come vcmVa desiderato da Franccsi, ptirchc da
i si concedessero unitamente 'c due ofleite a/tre volte alternativamente proposíe. cioí clie il
i.imssimo si obligasse di muoversi nel mese di maggio o di giiigno dc/1'anno seguenfe e che
iitcmentc accoinodasse Tarmata catto/ica di aJcune gaJere cd a/lri iegni. Porto anche nuova il
iimo corricre che il conte duca haveva in Ispagna staccata ia pratica c dato ordine che se ne
..se nua simile in Fiandra col rc d'Ing/jiítcrra, il qnaic oííiivít ai cattolico sospcnsioiic d^armi
kr> Ijc anni o a/tro piú iungo tempo tanto a nome dei re di Danimarca quanto deg/i Olandcsi.
458 LA CONTRARBEFORMA DE 1590 A 1630

un pucrto en ei Báltico.22 Se trato con ei Gran Duque de Toscana sob


pues podría llevar hacia Dorna ei comercio hispano-portugués. 23

Las cosas no Jlegaron a taJ extremo. Las complicaciones subsiguie


primieron a los acontecimientos un sesgo muy diferente, pero de todos ir,
que condujo a un resultado favorable a las aspiraciones católicas.
Micntras se hacían planes tan atrevidos de un ataque a Inglaterra, j
que esta fué Ia atacante.
En julio de 1627 aparece frente a las costas francesas, con una imrifl
flota, Buckingham, que desembarca en Ia islã de Re, se apodera de ella li
ciudadela de St. Martin, a Ia que pone sitio. Excito a los hugonotes a .Iria
de nuevo sus libertades y su independência religiosa, que cada dia I
ban más.
Los historiadores ingleses suelen dar como explicaeión de esta e m p j
extraordinária pasión d e Buckingham por Ia reina Ana de Francia. Sea dií
pasión Io qüe quiera, en Ia misma naturaleza de los sucesos existe otro •
seguramente más importante. <jEs que había de esperar Buckingham eri
terra ei ataque que se proyectaba? Sin duda era mejor adelantarse y 9
guerra a Francia.- 4 N o podia haber momento más oportuno, pues Luis J!
hallaba gravemente enfermo y Richelieu en guerra con fuertes faccionq
pués de pensario un poço, Jos hugonotes volvicron a rebehrse, y sus tem
y aguerridos caudillos aparecieron otra vez en campana.
Pero Buckingham debió haber llcvado Ia guerra con más energia ;
haber sido, por otra parte, mejor sostenido. El rey Carlos I reconoce eij
sus epístolas las deficiências en este particular. Con esta parsimonia, i
tiempo ya no se estaba en condiciones de competir con ei cardenal Rir^
cuyo gênio multipíicaba sus recursos en los momentos de peligro, y qul
esta ocasión se mostro más decidido, resistente y obstinado que nunca. Q^Ê
gham salvo Ia situación con una retirada. Su empresa, que pudo haber
ai Gobierno francês en un brete, no tuvo otro efecto sino que toda Ia fue
Francia cayera sobre los hugonotes bajo Ia dirección dei cardenal.
El centro de Ia potência hugonote era La Rochela. En anos anterio
chelieu, cuando anduvo en Ias proximidades de esa plaza en su obispi
Luçon, había pensado en Ia posibilídad de conquistaria; ahora se veia Í I ^ H
a realizar su idea, y se decidió a ello costara Io que costara.
22
El Papa Urbano Io dice en tina instrucein a GincttiV en Siri, Mercúrio, ir, 984.
23 Scrittura sopra Ja compagnia militante, MS dcl Archivo Mctliceo, contiene una deli
sobre Ia realización de este plan: Si projxmc che iJ popoli delle citià ansealiche entrera»)
cempagnia militante per íarne piacerc a 1'iniperatore e che i Toscani non abbino a riçus»
chiamati da si gran monarchi.
2* Podríamos preguntarnos si Bucldngham se habia enterado de este plan secreto de ata
esto bastante vcrosíniil. |Cuán raras veces un secreto es mantenido cn tan absoluta j H
no se sepa nada! Al menos ei embajador veneciano Zorzo Zorzi, que llegó a Francia en
mento en que se estaba tramitando cl asunto, se enteró inmediatameritc de cllo. Si aggiunj
íe due coronc teiievano insienie machinationi c trattati di assalire con pari íotzc c dispositiuni^H
ii'JnghilterT2. Sm fmbajgo, cs bastante inverosímiJ que cn Jnglatcrra no se bubiese sabido na^B
paln: los venecianos tenían estrechas relaciones con Inglaterra, incluso se sospecliaba que fuerflH
mismos venecianos quienes aconsejaron Ia expedición contra Re (Rei. di Francia J628).
ANTAGONISMO DE LAS SITUACIONES POLÍTICAS 459
("osa singular, nada le sirvió mejor que ei fanatismo de un puritano inglês.
liuckingham se había armado de nuevo para levantar ei sitio de La Roche-
lObligado por su honor, también su posición en Inglaterra y en ei mundo
bcndían de tal acción. Sin duda, imbiera puesto en ella todas sus fuerzas,
ntc fué ei momento escogido por un fanático puritano, empujado por un
fn> de venganza y un ceio religioso equivocado, para asesinar a Buckingham.
En Ias grandes deeisiones es menester que personalidades poderosas con-
lii.m una empresa en asunto personal. El sitio de La Rochela fué como un
cio entre los dos ministros. Ahora quedaba uno solo duefio dei campo. En
jlaterra a nadie se encontro que quisiera ocupar ei puesto de Buckingham,

Í t tomara a pecho ei rescate de su honor. La flota inglesa apareció en Ia rada,


K> sin hacer nada práctico. Se cuenta que Richelieu sabia que, efectivamente,
lu haría. Se mantuvo, pues, inconmovible y, en octubre de 1628, La Rochefci
le entrego.
Una vez caída Ia fortaleza principal, Ias plazas vecinas decidieron, cn su
icsperación, entregarse, y su única preocupación fué Ia de obtener una rendi-
| n tolerable. 23
De este modo, de Ias complicaciones políticas que ai principio parecieron
Vorables a los protestantes, surgieron para ei catolicismo decisivos triunfos y
ínces poderosos. La Alemania dei nordeste, Ia Francia dei suroeste, que ha-
liiíi resistido tanto tieropo, estaban sojuzgadas. No quedaba por hacer más que
meter definitivamente a los enemigos vencidos mediante leyes e institucio-
|s eficaces.
La ayuda que Dinamarca presto a los alemanes e Inglaterra a los france-
•s, antes les sirvió de perdición que de otra cosa, pues habían provocado Ia
ntrada de un enemigo superior y Ias mismas potências auxiliadoras se hallaban
peligro o estaban siendo atacadas. Las tropas imperiales avanzaron hacia
jllandia. Y, en ei afio de 1628, Espafia y Francia negociaban todavia activa-
ente sobre un ataque común contra Inglaterra.

IV. G U E R R A DE M A N T U A Y GUERRA D E SUÉCIA


N U E V O G I R O DE LOS A C O N T E C I M I E N T O S

|A primera vista, Ia marcha de los acontecimientos universales, ei progreso de un


Icsarrollo ya iniciado, ofrece ei aspecto de algo irrcmisible.
Pero vistas las cosas más de cerca, no poças veces se nos muestra cpue h
Itítuacíón fundamental en Ia que todo se apoya es algo liviano y débil, casi de
25 Zorzo Zorzi, Relatione di Francia 1629. L'acquis(o di Rocella ultimato sugli oechi del]'armata
j Inglese, che professava di scioglíere 1'asscdio et introdurvi il soecorso, J'impresa contra Roaiio, capo
I ri anima di ejtiesta fattione, i progressi contra g/i Ugonotti nel/a Linguadocca coi/a ricuperatione di
1 luii 50 piazze hamio sgoinentato i cuori e spozzato Ia fortuna di que) partido, che perdute le forze
I Inferne e mancaíeg/i le intelligcitzc stiankre si c intieramente rimesso alia volontà e clemenza dei ré.
I flice que los cspanoles, aunque tarde y solo con 14 buquês, habían llegado realmente para participar
III ei sitio de La Rochela. Atribuye Ia .rendición a Ia certezza dei fine y ai participar agli onori.
460 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

caracter personal, algo en que juegan Ia simpatia y Ia aversión, y que na I


cil hacer oscilar.
Si indagamos cuál fué el resultado principal de estas grandes venttH
seguidas por Ia restauración católica, veremos que no cs tanto Ia fuerza ofl
y de Wallenstein o Ia superioridad militar de Richclicu sobre Jos h u B
cuanto Ia inteligência renovada entre Francia y Espana, sin Ia cual ni u f l
tencia ni otra hubieran conseguido grandes cosas.
En el ano de 1626 ya el protestantismo no presenta ninguna re^B
propia y solo Ia disensión entre Ias potências católicas le anima, asf qifl
reconciliación significo para él Ia perdición.
Pero a nadie se le oculta cuán facilmente los buenos términos * ^ H
vacilar.
Dentro de Ias fronteras dcl catolicismo se habían desanollado con i ^ H
talidad dos impulsos contrários: el de Ia religión y el de Ia política.
El primero exigia unanimidad, espansión de Ia fe, posiergación t^M
consideraciones; el segundo reclamaba sin césar Ia pugna de Ias grandes pfl
cias por Ia hegemonia.
No podemos decir que Ia marcha de los aeontecimientos hubiera I
brantado el equilíbrio de Europa. Este descansaba, en aquella época^H
oposición entre Francia y Austria-Espana, y también Francia se había •
más fuerte en el curso de aquéllos.
Pero Ia actividad política no depende menos de Ia previsión dcl futurol
ile Ias urgências inmediatas. La situación parecia encaminada a pnwxjM
peligro general.
Cuando los viejos países protestantes dei norte de Alemania fueron inij
ciados por Ias tropas de Wallenstein, se abrió Ia posibilidad de u n restaW
miento de Ia soberania imperial, soberania que desde siglos, si exceptuamos [
momento de Ia vida de Carlos V, no pasó de ser una sombra, pero que ahj
se constituía en un poder verdadero. Si Ia restauración católica proseguía efl
camino este resultado seria inevitable.
Francia no podia encontrar un equivalente a esto. Una vez dominadosH
hugonotes, ya no le quedaba nada más que ganar. Pero fueron los i t a l i f l
los que más se preocuparon. La restauración de un império tan poderoso,;
tantas pretensiones sobre Itália y en tan estreclia conexión con el odiado pc
de los espanoles, les parecia peligrosísima e intolerable.
Otra vez se plantea Ia cuestión de si Ias empresas católicas deben prose
sin tener cn cuenta otras consideraciones, o si prevalecerán los puntos de
políticos refrenando así un poço aquella acción.
rVlientras Ia corriente de Ia restauración católica se vierte poderosa sobrei
suelos de Francia y Alemania, se inicia en Itália un movimiento que habrá
decidir esta cuestión.
1) La siicesioM de Mantua
A fines dcl ano 1627 mucre Vicente II, Gonzaga, duque de Mantua, sin
rederos directos. Su más próximo pariente era Carlos Gonzaga, duque de Ncvt
GUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 461

I i ,n si m i s m a esta sucesión n o ofrecía d i f i c u l t a d a l g u n a , p u e s n o cabia d u d a


H i t < los d e r e c h o s d e los a g n a d o s . P e r o e l l o significaba u n c a m b i o político d e
K n importância.
I Ciados d e N e v e r s h a b í a n a c i d o c n F r a n c i a y t e n í a q u e ser c o n s i d e r a d o c o m o
H I I K rs. S e creía q u e los espaíioles n o tolerarían q u e u n f r a n c ê s d o m i n a r a Ia
B l i . i superior, q u e h a b í a n t r a t a d o s i e m p r e , c o n e i m a y o r empefio, d e m a n t e n e r
H i i i de toda i n f l u e n c i a francesa.
I Si v a m o s ai f o n d o dei a s u n t o , v e r e m o s q u e , e n u n p r i n c i p i o , n i e n Ia corte
v . m o l a n i e n Ia austríaca se p e n s o e n excluir al d u q u e . E s t a b a e m p a r e n t a d o
H ) Ia casa a r c h i d u c a l y Ia e m p e r a t r i z e r a u n a p r i n c e s a m a n t u a n a m u y afecta
l i I "Al p r i n c i p i o n o se l e a c h a c a b a — d i c e K h e v e n h i l l c r , q u e trabajó e n los
H l n t i i s m a n t u a n o s — n a d a e n c o n t r a , y m á s b i e n se h a b l a b a d e g a n a r l o p a r a
H t . i s . i a r c h i d u c a l . " 1 T a m b i é n O l i v a r e s dice Io m i s m o e x p r e s a m e n t e , v c o n t a b a
B | < , c u a n d o se s u p o Ia e n f e r m e d a d g r a v e d e D o n V i c e n z o , se acordo despa-
« u u n c o t r e o al d u q u e d e N e v e r s , p a r a a s e g u r a r l e Ia p r o t e c c i ó n d e E s p a n a
k l u n a pacífica posesión d e M a n t u a y M o n t f e r r a t o . - E s posiblc q u e se lc im-
B k i c r a n c o n d i c i o n e s y se l e p i d i e r a n g a r a n t i a s , p e r o n o f u é c u e s t i ó n d e d e s p o -
• i l r de s u s d e r e c h o s .
Cosa s i n g u l a r c o m o se i m p i d i ó este d e s e n l a c e n a t u r a l d e los aconteci-
l l l n MIOS.
• E n Itália n o s e c r e í a q u e los e s p a n o l e s f u e r a n c a p a c e s d e u n p r o c e d e r t a n
w r i c t o . N o se les q u i s o creer, p o r m u c h o q u e Io a s e g u r a r o n , q u e su propósito
« i no o p o n e r s e a Ia toma d e posesión d e N e v e r s . 3 L o s g o b e r n a d o r e s espanoles
k lierras italianas se h a b í a n g r a n j e a d o p a r a s i e m p r e Ia sospecha d e p e r s e g u i r
• l i poderio i l i m i t a d o p o r Ias vias m e n o s legales. Y n o se d e j a r o n c o n v e n c e r en
• l , i ocasión los italianos d e q u e n o t r a t a r í a n d e p r o m o v e r , p a r a cl d u c a d o d e
• • • i n t u a , a u n m i e m b r o m á s afecto d e Ia casa G o n z a g a .
Reconozcamos, sin e m b a r g o , q u e ei d e s e o d e íos italianos d e ver e n M a n -
ln,i a u n p r í n c i p e n a t u r a l m e n t e v i n c u l a d o a F r a n c i a e i n d e p e n d i e n t e d e Espa-
m,\ tenía n o p e q u e n a p a r t e e n esta o p i n i ó n . N o p o d í a n i m a g i n a r s e q u e E s p a n a
• l e r a a c e d e r e n a l g o q u e , p a r a ellos, era t a n a n h e l a d o e n s e n t i d o a n t i c s p a n o l .
K^invcncieron d e e s t o al p r e s u n t o h e r e d e r o , q u i e n c o n s i d e r o c o m o Io m á s c o n -
v e n i e n t e t o m a r posesión d e su h e r e n c i a d e Ia m a n e r a q u e fuese.
C a s i p o d e m o s d e c i r q u e o c u r r í a Io q u e en u n o r g a n i s m o a n i m a l c u a n d o
u n a e n f e r m e d a d i n t e r n a está c o m o b u s c a n d o Ia ocasión, ei p u n t o flaco d o n d e
Itiiíinifestarse y h a c e r p r e s a .
A n t e s dei í a l l e c i m i e n t o d e V i c e n t e I I , ei j o v e n G o n z a g a N e v e r s , d u q u e d e
i Annales Ferdinandei, xi, p. 30.
2 Franccsco degli Albizi, negotiator di monsr. Cesare Monte: S. Mtà., dice Olivares, in sentire
fc grave inàisposilione àe) àuca Vincenzo ojdinò che si dispacciasse conieso in Francia ai medesimo
Nivers, prometrendogli Ja protettione sua acciò eg/i potesse pacificamente ottenere tí possesso di
Mimtova e dei Monfcrrato: ma appena consegnati g/i ordini, si era con alrro corriere venulo d'íta/ia
•tesa ia morre di Vincenzo, il matrimônio di Rctc/ senza participatione dei re, etc.
s Ne si deve dar credenza, dice entre otras cosas cl embajador veneciano en Mantua, Mulla,
1615, a quedo che si è lasciato intender piu volte ii marchese di Jnoiosa, giá governator di Milano,
rlic Spagnoli non porterebbono, quando venisse il caso, mai a/tri aJJo stato di Mantoa che il duca
ilí Nevers: pero ^por qué no? El licclio es ei siguiente: ei gobemador Io dice, los italianos no Io
rrrcrl; sin embargo, es así, sin duda alguna.
462 X.A OONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

Rethel, llegó a Mantua con gran secreto. U n ministro mantuano, Strígfljtf


teneciente ai partido antiespanol, Io tenía todo preparado. El viejo a u d
puso ninguna dificultad ai reconocimiento de los derechos de su prima I
en Ia família una mujer —biznieta de Felipe II de Espafia a través de fll
más joven, que había entrado por matrimônio en Ia família de Ijs Sabow
parecia muy importante que ei joven duque Ia desposara. Circunstancia» I
les retrasaron ei enlace y, apenas fallecido Vicenzo, 4 Ia doncella fué sacatU
noche dei convento en que se educaba y llevada a Palácio, donde in
tardar se celebro Ia ceremonia. Luego que se dió a conocer Ia muerte dei <•
Reibel fué saludado como príncipe de Mantua y redbió ei juramenio <!<• fj
dad. Hasta que se hubo terminado todo se mantuvo muy a distancia a un
gado milanés, para entonces darle comunicación, no sin cierta sorna.
Al mismo tiempo que Ia noticia de Ia muerte dei duque se supo en I
y en Madrid ei otro acontecimiento.
Hay que reconocer que era bastante apropiado para indignar a t a n j
rosos príncipes, acostumbrados ai reconocimiento de su sacra majestad. l l |
riente próximo, que se había casado casi con violência y sin ei conscntnn
ni siquiera conocimiento de ellos; que había tomado posesión de un H H
portante, sin Ia más pequena consideración por ei Senor. Ambas cortes toa
sus medidas de defensa.
Olivares, orgulloso ya por espanol, doblemente por ser ministro de m
tan poderoso, lleno siempre de una segura arrogância, no estaba muy d i a
a reconciliarse con ei duque y se decidió, ya que no a otra cosa, por Io mun
mortificarlo, como él mismo expresó. 5 ^Es que ei comportamiento dcl duqtfl
era ya enemistoso? ,-Habria que confiarle, después de esta prueba de sus iit|
ciones, Ia importantísima ciudad de Montferrato, considerada como un b f l
de Milán? El duque de Guastalla pretendia Mantua y ei duque de flj
Montferrato; los espafioles se pusieron en relación con ambos. Se apelo I
armas y ei duque de Saboya acudió, por un lado, a Montferrato, y Don G o a
de Córdoba, gobernador de Milán, por otro. Los franceses habían e n t r a d j
Casale. Don Gonzalo se apresuró a sitiaria. Tenía Ia seguridad de c o n q u m
en breve, pues contaba con connivencias en ei interior.
El emperador no se apresuró tanto. Estaba convencido de que Dios B
tegía porque caminaba por los senderos de ia justicia. Desaprobó ei proí
de los espafioles y advirtió seriamente a Don Gonzalo. Pero, por otra parte, |
ria ejercer libremente su función de juez supremo. Declaro ei secuestro L
Mantua, hasta que resolviera a quién de los diversos pretendientes correnH
de derecho. Como ei nuevo duque de Mantua, que llegó personalmentJ
queria someterse, ei emperador dietó los más fuertes mandatos contra <•]."
* Nani, Storia Venefa, i, 7, p. 350; Siri, Memorie recondife, vi, p. 309, indican este
ei último, según nn escrito de Sabran a Ia Corte francesa.
5 Kicolctti, Vita di Papa Urbano, de un despacho dei núncio Pamfilio: Dichiaravasi II |
duca c/ie per /o meno vo/eva inortiíicare U duca aí Nívers per Io poço ríspetto poríato aí l ^
conc/usioiie dei matrimônio senza parteciparlo: ma a qual segno pottesse giungere Ja IHOIIIYKÍIII)
noii poteva il mmtio íame congettura, e tanto piú che le ragioni che avevano mosso il papa l F
dere h dispensa, erano acerbamente impugnate da) medesimo conte duca.
«l I.as intenciones de Ia corte imperial resultan claras de los informes de Pallota, dcl 10 M |
I
GUERRAS DB MANTUA Y SVSCIA 463

Si por su orígen y sentido difieren todas estas medidas, concurren, sín em-
jg», cn sus efectos. Nevers se vió no menos amenazado por ias pretensiones
ia rama alemana de Ia casa de Áustria que por Ias violências de lâ espanola.
«I tratar de eludir ei peligro Io que hizo íué conjurarlo sobre él.
[ Al comienzo tema poças perspectivas. Es eierto que aigunos Estados ita-
^»>us consideraban su asunto como propio y no cejaron en sostenerle en su
K i ísíón de resistência, pero les faltaban fuerzas para poder lograr algo en favor
^Bl duque.
También Riehelieu le prometió no abandonarle si sabia sostenerse hasta
• i c Trancia IJegara en su ayuda, pero ia cuestión era cuándo había de lle-
H H esta.
I Mientras duraba todavia ei sitio de La Rochela, los asuntos de Man tua
^ B ííicron desarrolíando hasta un punto peligroso. Antes que La Rochela cayê1-
^m, Jiicbelieu no podia dar níngún paso. No podia osar enredarse de nuevo con
Htp.ma, ya que de ese modo se podia dar oeasión a un peligroso Jevantamiento
H r los hugonotcs.
f Pero sus experiências anteriores le forzaban, además, a tomar en cuenta
l r ; K consideracjones. En modo aíguno debería romper con ei partido devoto,
•flurosamente católico, de su propio país. No podia atreverse a romper con ei
B'iii'.i " i siquiera a emprender una política que pudícra disgustarJe.
Importaba mucho Io que ei Papa pudiera Jiacer. Su posjejón. Ia naturaleza
H r su iunción, reclamaban de él que híciera todo Io posible por el mantenimien-
í.i paz en el mundo católico. Como príncipe italiano ejercía un influjo
•mdudable sobre los príncipes vecinos. Su actitud, como vemos, había de servir
H k ' pauta para Franeia. Todo dependia de que ímpídíera ei rompímiento o de
H uc tomara partido.
En complicacíones anteriores Urbano VIII supo Uevar su poí/tíca por
H ncelente camino. En esta oeasión su modo de ser se expresa de manera plena
H ' c n forma decisiva para los asuntos dej mundo.
2) Urbano XIII
H Intre los forasteros que se habían enriquecido notableroente con ei comercio
H ) c Ancona, que en ei siglo xvj se hallaba en estado floreciente, Ia família fio-
^•nuina de los Barberino se destacaba por su talento para los negócios y por el
Hf.vitn que Ia acompanó. Un vástago de esta casa, Maffeo, nacido cn 1568 en
^Ê-I(,ccacia, había siào iievaào a Roma a )a muerte de su padre, a casa de un tio
Hd<° 1628; segun ei estracto de Nicolctti: // nunzio ogní di pià accorgevasi che era inalissima Timpiessio-
^ • k 1 vontxo i> duca di Nivers, che havesse disprezzato íí re di Spagna e mo/fo piu í"í>nperafore, conchiu-
Hitfrix'd matrimônio, senza sua patticipaxione col /x>ssesso dello stalo senza investitiira, anzí senza
Hliiilultn impetiale, ene fosse nemico delh CtSa d'Ãvstria, che avesse inicüigema e disegno co'Fian-
• i m di dare loro mano nell' ínvasíonc delia stafo di Jv/ífanos che non di merto S, Mtà. Cesa, havesse
^•M/ttfosimí incÜnaiione s i b pace, e con ouesto fine havesse fatta íí decreto dei seqüestro per /evare
I /iimi dalle maní di Spagnolí e </' Sovojazdi, stanti le ragíoni che pKtendevano Ciiastalla, Saro/a,
I ferina e Spagrta neg/i stafi di Mantova e Montcrcslo: che dapoi il doca havesse di nuovo offeso
I UmperatOTC col disprczzo de'comniisarj, non dando /oro /a mano t/rííía e non g/r amotettendo ia
|A/.r',•..?, e sopra ttitto col apeltezione e protesta che 1'imperatore fosse caduto da//a ragíone e
•li|Kriori(i dí deííí {etidi.
464 LA OONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
suyo de buena posición en Ia cúria. También Maffeo siguió Ia carrera eofl
tica, y si Ia prosperidad de su casa le favoreció en ei curso de cila, adcml
propio talento le ayudó mucho. En todas Ias etapas de esta carrera le rei
ron sus companeros cierta superíoridad. Especialmente su nunciatura e a f l
cia, que le sirvió para adquirir todo ei favor de Ia corte francesa, le s b f l
mejores perspectivas. A ia muerte de Gregorio XV ei partido francês pen I
él como su sucesor. Este cónclave se diferencio de los anteriores por cl li I
que ei Papa fallecido Io había sido durante poço tiempo, y si bien habí l i
brado un bucn número de cardenales, los promovidos por su antecesor
siendo, por Io menos, tan numerosos. Así, ei sobrino dei último Papa \ I
anterior se enfrentaron con fuerzas equilibradas. Parece que Maffeo BflB
dió a entender a cada uno de ellos que era enemigo dei otro, y se dice ( M
logro ser apoyado por Ias dos partes, en razón de su ódio recíproco. HQ^Ê
duda tuvo más peso ei haberse mostrado siempre como un campcón de 1 • |
tensiones jurisdiccionales de ia cúria romana, habiéndose ganado de esta Ml
Ia estimación de Ia mayoria de los cardenales. En una palabra, impulsam
sus méritos propios v por ei apoyo extrano, Maffeo Barberino revistió Ia <li!
dad pontifícia a Ia cdad no muy avanzada de cincuenta y cinco anos.
Pronto Ia corte cobro aspecto muy diferente ai que tenía con sus inrnflj
antecesores. Clemente VIII solía estar ocupado regularmente con Ias o b f l
San Bernardo, y Paulo V con los escritos dei beato Justiniano de VenOÍM
Ia mesa <le trabajo dei nuevo Papa se veían Ias últimas poesias o los p l a t f l
fortificaciones.
Generalmente ia época en que un hombre emprende su dirección d f l
suele coincidir con ei primer florecimiento de Ia edad, cuando comienza a t<>:
parte independiente en los asuntos dei Estado o en Ia literatura. La juv(B
de Paulo V, nacido en 1522; Ia de Gregorio XV, nacido en 1554, pertendBJ
una época en que los princípios de Ia restauración católica mareban \ ienio
popa, y este viento les empujó también a ellos. Las primeras actividades de
bano VIII, nacido en 1568, se enmarcan en Ia época de Ia oposición dei 9
cipado pontifício con Espana y dei restablecimiento de una Francia caiol
Encontramos que su inclinación se orienta también preferentemente enf
direcciones.
Urbano VIII se considera más que nada un príncipe secular.
Abrigaba Ia idea de que ei Estado pontifício tenía que ser asegurado
diante fortificaciones y hacerse temible por las armas. Cuando se le mosOÍ
los monumentos en mármol de sus antecesores, de cia que él queréa hacersflflj
de hierro. En las fronteras de BolonÍ3 edificó Castclfranco, que ha llcvadq
nombre de Fuerte Urbano, aunque Ia finalidad militar dei mismo fué t a n j
patente que los bolofieses sospechaban que más bien se dirigia contra e l f l
no en su favor. En 1625, en Roma, se provee ai castillo de Sant'Angelo de W
vos parapetos y, como si hubiera una guerra en puertas, se le pertrechflj
municiones y provisiones de boca. En Montecaballo mando ei Papa corwB
Ia alta muralía que rodea a los jardines papales sin importarle mucho que, COjJ
obra, se derrumbaran unos magníficos restos antiguos dei jardín de los
GUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 465
7
Tívoli fundo una fábrica de armas y los aposentos de Ia Biblioteca Vaticana
i dcstinaron a arsenal; sobraban soldados y ei âmbito que ocupaba ei poder su-
tmo de Ia cristiandad, ei espacio pacífico de Ia ciudad eterna, se pobló de reso-
cias militares. U n Estado bien organizado necesita también de un puerto
ly, con muchos gastos, Civítavecchia fué acondicionada ai efecto. Sin embargo,
Ti êxito se debió más bien a Ia situación que ai propósito dei Papa. Los berbe-
Ikcos vendieron allí mismo ias presas robadas a los navegantes cristianos. Pero,
• i , se ponían ai servicio dei pastor supremo de Ia cristiandad.
En todos estos asuntos ei Papa procedió con un senorío ilimitado. Por Io
Icnos en los primeros anos, mejoró los modos despóticos de sus antecesores.
Si se le aconsejaba que consultara con ei colégio, oponía que él solo enten-
Ua más que todos los cardenales juntos. Poças veces hubo consistorio y, cuando
liubo, poços tuvieron ei valor de hablar con franqueza. Las congregaciones se
kunían en Ia forma habitual, pero apenas si se les encomendaban cuestiones
Biportantes ni las resoluciones que podían tomar eran tenidas muy en cuenta. 8
rnmpoco para Ia administración dei Estado for- ó Urbano, como sus antecesores,
linguna Consulta. Su sobrino Francisco Barberino tenía perfecta razón cuando
los primeros diez anos de pontificado, en modo alguno queria cargar con Ia
Isponsabilidad de ninguna medida, dei tipo que fueser
Los embajadores extranjeros estaban bastante fastidiados por lo poço que
lían conseguir dei Papa. En las audiências hablaba él casi todo ei tiempo."
>ctrinaba y continuaba con ei siguiente ia conversacion comenzada con ei
anterior. Era menester escucharle, admirarle, mostrarle Ia máxima deferencia,
um en los casos de negativa. También otros Papas resolvieron muchas veces las
Questiones en sentido negativo, pero fundándose en algún principio, ya sea de
•cligión o de política, mientras que en Urbano lo que se notaba era un humor
nprichoso. Nunca se podia saber si diria si o no. Los astutos venecianos, tenien-
cn cuenta que le gustaba llevar Ia contraria, que por una pvopensión casi
Bivoluntaria siempre se atenía a lo contrario de lo que se le proponía, trataron
le aprovechar este sesgo de su caracter y, para lograr lo que querían, emplearon

" Al. Contarini. Reine, di 1635: Quanto aí/e armi, i papi n'erano per l'addietro totalmente
jjirmcduti, perchè confidavano piú neíl'obligarsi i principi con le gratie che nclle difesse íemporaJi.
i/lora si è mulato registro, et il papa presente in partícolare vi sta applicafissimo. A Tivo/i egli ha
forrilotto uri tal Ripa Bresciano, suddito di V. Sertà., il qu.iíe poi di tempo in tempo è andato
•fiando moJti operai dei/e terra di Cardon. Quivi costiii Ia Javorarc grau quantita d'arme, prima
/uraido condnrre il ferro grezzo daí Bresciano et hora lavorandone qualche portione ancora di
Krfc minierc ritrovate nc/1'Umbria: di che tutto diedi avviso con mie Icttcre a suo tempo, che
«'imagino passassero senza riflessione. Di queste armi ha il papa sotto /a libreria de/ Vaticano
«(•comodato un'arscnale, dove con biion ordine stanno riposti nwschctti, pieche, carachinc e pisto/e
wr armare trenfamila íanti e cinqucmila caval/i oltre buon nuinero che dal/a medesima fucina
di Tivóli si è mandato a Ferrara e Casfelfranco in queste ultime oceorrenze.
H Le congregationi servono, dice Alvisio Contarini, per coprire talvolta qualche errore.
'J Pictro Contarini, Reine, di 1627: Abbonda con gran facondia nclli discorsi, è copioso nel/i
i ragionamenti di cose varie, argomenta e tratta nc)/i negozi con tutte Je ragioni che intende e sa
I segno che le audienze si rendono altrcttanto e piú Junghc di qiiel/e dc'precessori suoi: e ne/le con-
rcgatfone dove interviene segue pur il medesimo con grande disavanlaggio di chi tratta seco, mentre
f jgliendo egli /a maggior parte dei tempo poço nc lascia agli altri: et ho udito io dire ad un cardlc.
lehc andava non per ricever 1'audienza ma per dar/a ai papa, poichi era certo che Ia Stà. S. piú avrebbe
voliito discorrere che ascoltarlo: e moltc volte è accaduto che alcuni entrati per esporre le propric
jor» istanze, postosi egli nei discorsi, se jie sono uscili senza poter de'Ioro interessi dirle cosa alcuna.
466 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

ei procedimiento de hacerse reproches a si mismos. Como ei Papa buscabá


contrario, daba a veces con propuestas que, de otro modo, por nada m
mundo se hubieran logrado.
Era esta una manera de ser que también se puede manifestar en pjl
menos elevados, y que entonces no era rara entre italianos y espanoles. Ca
deraban un puesto público como una espécie de tributo que se debe a los m i
y a Ia personalidad y, así, siguen más en ei ejercicio dei cargo los propioi j
pulsos personales que Ias exigências de Ias cosas, como un autor pagado «In
mismo, que no tiene en cuenta el tema que debe elaborar artisticamente i
que como ocasión buena para dar libre suelta a su albedrío o su capricho. |
Urbano era uno de estos autores. Las poesias que de él conservamos mt
tran ingenio y maestria, pero los asuntos sagrados son tratados de una flfl
bien singular. Los salmos y sentencias dei Antiguo y dei Nuevo Testamento
acomodan en metros horacianos y el salmo dei Viejo Simeón, en dos estnj
sáficas. Claro que con este procedimiento apenas si queda algo de Ia pei u
ridad dei original, pues el contenido tiene que amoldarse a una forma que (
en contradieción con él, y todo porque así Io prefiere el autor.
Pero estos talentos, el brillo con que rodeaban Ia persona dei Papa, Ia m
ma salud atlética de que gozo, no hicieron sino acrecentar Ia confianza a
mismo, que ya le inspiraba, sin más necesidad, su alto cargo. 10
No conozeo ningún Papa que haya poseído este sentimiento a tal gtr
Una vez se le hizo un reproche a base de Ias viejas constituciones pontifiàH
su respuesta fué que las palabras de un Papa vivo tienen más valor que l o s f l
tutos de cien Papas muertos.
Aquel acuerdo dei pueblo de Roma de jamás erigir en vida una estai
a ningún Papa, Io derogó con estas palabras: "Semujante acuerdo no podia a|
carse a un Papa como él."
Una vez que se le encarecia Ia condueta de uno de sus núncios en I
situación difícil, rectificó: el núncio había obrado por instrueciones suyas. J
Tal era el hombre —poseído de Ia idea de ser un gran príncipe, inefl
ciones francesas por sus ocupaciones anteriores y también por el favor quttY
bió de Francia, voluntarioso, fuerte y seguro de si mismo— en quien recafl
dirección dei supremo poder espiritual de Ia cristiandad católica en a q u i
momentos.
De sus resoluciones, de Ia actitud que tomara en médio de Ias potení
católicas, dependia en alto grado el progreso o el estancamiento de Ia restíf
ción universal en Ia que se estaba ocupado. '
A menudo se había creído observar en este Papa una aversión por AuiJ
y por Espana. 11 Ya en el afio de 1625 se queja el cardenal Borgia, pues "ai
de Espana nada se le concede y todo se le rechaza".
1° Desde el principio nos percatamos de cilo: Relatione oVquattro arnbasciafore 1624: Ali
propric upínioni, e si lascia lusingare dal suo gênio, a che conseguira una salda tenacità dei I
pensieri: —à sempre intento a qucl/e cose che possono ringraudire il concctto delia sua peM
l i Marqucinont ("Lettrcs", en Aubery, Mémoires de Riche/ieu, i, p. 65) Io sefiala « i
principio. "Tratar con el Papa —dice— no será cosa difícil: sus inclinaciones son en favor Ã|
y de Francia, pero es listo y quiete contentar también a los otros príncipes. El Papa advirtió I
chatamente Ia aversión de los espanoles."
GUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 467

Sostenía ei cardenal Borgia que Urbano VIII no quiso arreglar ei asunto


V Ia Valtelina, pues ei rey rogo que se le dejara ei paso libre y ei Papa nunca
Mnó tal ruego en consideración.
^ I ampoco se puede negar que Urbano fué ei culpable de que no se llegara
I Ktablecet un vínculo entre Ia casa de Áustria y los Estuardo. Cuando tuvo
•ta Ia dispensa proyectada por su antecesor, anadió a Ias antiguas condiciones
|ue cn cada província habría íglesias abiertas ai culto católico, exigência que no
Indía tener cumplimiento, dada Ia irritada mayoría protestante de Ia población
11 que ei Papa retiro después cuando los esponsales franceses. No pareció agra-
H i u i c ei aumento de poder que experimentaba Espana ai entrar en relación con
^kglaterra. El núncio en Bruselas negocio por aquellos dias en secreto los es-
^htinsales dei príncipe elector dei Palatinado, no con una princesa austríaca, siqo
^ T n n una princesa bávara. 12
También en ei asunto de Mantua, que se produce en este momento, ei
n p a tiene una participación esencial. Porque ei casamiento secreto de Ia joven
princesa con Rethel, dei que dependia todo, no se hubiera podido realizar sin
l i dispensa. Y Ia concedió sin informar siquiera a los próximos parientes, ei
•nperador y ei rey y, además, en ei momento oportuno.
El sentir dei Papa se veia, pues, muy a Ias claras. Como todos los demás
Iktados italianos, deseaba, antes que nada, ver en Mantua a un príncipe inde-
Icndiente de Espana.
Tampoco espero a que fuese Richelieu mismo quien realizara ei proyecto.
Como sus solicitudes en Ia corte imperial eran cada vez menos atendidas, Ias
luioncs de esta más enemistosas y continuaba ei sitio de Casale, ei Papa se
•irigió a Francia.
Ilizo llegar ruegos vehementes. "El rey debe enviar un ejército aun antes
il< que caiga La Rochela, pues Ia intervención en ei asunto de Mantua place
fcnto a Dios como ei sitio dei baluarte de los hugonotes. Si ei rey aparece en
Lvon y se declara en favor de Ia libertad de Itália, ei Papa, por su parte, levan-
lurá también un ejército y se unirá ai rey." 1 3
Nada tenía, pues, que temer por esta parte Richelieu ai reanudar aquella
B|)osición contra Espana que le falló três anos antes. Pero queria marchar sobre
b | [uro. No tenía Ias prisas que ei Papa y no se dejó perturbar en ei sitio de La
Rochela, ai que estaba vinculada su ambición.
Pero tanto más decidido se mostro cuando cayó La Rochela. "Monsefíor
• dijo ai núncio, mandado llamar—, ya no queremos perder ni un momento
|y cl rey dedicará todas sus fuerzas a los asuntos de Itália". 14
Así se reavivo aquella enemistad contra Espana y Áustria, que había ope-
iiido tantas veces, pero esta vez con más fuerza que nunca. La porfía por Itália
c\( itó una vez más Ia ambición de los franceses. La situación parecia tan
•premiante que Luis XIII no quiso esperar Ia primavera. A mediados de encro
' - LI cinisario dcl núncio era un capuchino, Ftanccsco delia Rota. Rusdorf, Negoliations, i,
|>. 21)5, nos ofrece niuchos dctallcs sobre estas ncgociacioncs.
13 Fxtraçtos de los despachos de Bcthune dei 23 de scpticmbtc y dei 8 de octubre de 1628 se
Itiuuciitran en Siri, Mcmoric, vi, p. 478.
H Dispaccio Bagni, 2 de noviembte de 1628.
468 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
de 1629 salió de Paris y tomo ei camino de los Alpes. Fué inútil que M
siera ei duque de Saboya que, como sabemos, estaba por los espaíü I
pasos que él habia atrincherado fueron despejados en ei primer asalto, j
conquisto Susa. Ya en ei mes de marzo tuvo que someterse a un tratadqH
espanoles se vieron obligados a abandonar ei sitio de Casale. 15 *
Así, Ias dos primeras potências dei mundo católico se encontraban
nucvo Frente a frente. Richelicu renovo sus más osados planes contra e l l
rio hispano-austríaco.
Pero si comparamos los tiempos, veremos que ahora descansa su em»
en unas bases más amplias y seguras que cuando ei asunto dei Palatiná^T
ue los Grisones. Entonces los hugonotes pudieron aprovechar Ia ocasiqH
renovar Ia guerra interior. Ahora no estaban completamente oprimidos |
una vez perdida La Rochela, ya no inspiraban cuidado, y fueron cose^B
derrotas y perdidas sin contar siquiera con fuerzas para provocar una gfl
de diversioo. Pero todavia es más importante ei hecho de que RichelieqM
ca de su lado ai Papa. La otra vez, Ia oposición en que se vió enzarzado <M
política romana supuso un peligro para su posición en ei interior de F S
Ia empresa de aluíra habia sido provocada por Ia misma Roma en inte^B
principado pontifício. Richelieu considero conveniente aliarse Io más esBJ'
mente posible ai Papado y, en Ia disputa entre Ias doctrinas romanas y \m
canas, se fué con aquéllas y renego de estas.
En estas circunstancias Ia oposición de Urbano VIII a Ia casa de A l
cobra una importância singular.
Al desenvolvimiento de los negócios eclesiásticos, a los avancea^B
restauración católica, se enlazaban câmbios políticos que estaban hacienM
ler cada vez con más fuerza su principio y ahora se enfrentaban con e i
cipio religioso.
El Papa se pone frente a aquella potência más interesada en Ia jm
ración dei catolicismo.
Es cosa de preguntar qué actitud iba a tomar esta potência —partiif
mente ei emperador Fernando, en cuyas manos descansaba sobre todo •
presa restauradora— ante una oposición tan fuerte y amenazadora.

3) Ei poderio dei emperador Fernando II en ei ano 1629


Para ei emperador parecia como si no hubiera pasado nada.
Es cierto que, dadas Ias circunstancias, no podia esperar ningún B
especial dcl Papa. En Ias cosas más pequenas, como en el asunto de Ia abi
de San Máximo, y hasta en Ias cuestiones más devotas, por ejemplo, d f
quiere hacer valer su deseo, y el de muchos, de que San Esteban y S a n ^ B
ceslao, muy venerado el uno en Hungria y el otro en Bohemia, sean acdBT
en el calendário romano, encuentra resistência y no recibe más que n e g a r
A pesar de todo, publica el 6 de marzo de 1629 el Edicto de Restitución.l
que considerado como Ia sentencia final en un litígio que va durando mfl
15 Rccucil de diversos riííations des guerres d'Ita/ie 1629-31. Bourg en Brcsse 1632.
GUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 469

Uu siglo. Los evangélicos fueron condenados y se da toda Ia razón a los cató-


lios: "No tenemos más remédio —dice ei emperador— que ponernos ai lado
•r Ia parte ofendida y ordenar a nuestros comisarios ei rescate de manos de sus
Inseedores ilegítimos de todos los arzobispados, obispados, prelaturas, conventos
I oiros bienes espirituales, confiscados desde ei tratado de Passau en adelante."
Iliniediatamente se constituyeron Ias comisiones, una para cada distrito dei Im-
IIIIÍII, y comenzaron Ias ejecuciones judiciales más implacables. i N o seria esto
•uitivo bastante para inclinar ai Papa un poço a su favor? Urbano VIII Io
Innsideró como mero cumplimiento dei deber. El emperador solicito ei derecho
I promover, por Ia primera vez, para los puestos eclesiásticos recuperados por
ri I dicto de Restitución. El Papa rechazó Ia solicitud "porque no podia violar ei
fcncordato, que también en Francia se cumplía". 16 Es una respuesta un poço
fcrcástica, ya que ei concordato francês concedia ai rey precisamente ei dere-
i In i que se negaba ai emperador. El emperador deseaba que los conventos res-
•tados se transformaran en colégios, destinándolos en especial a los jesuítas, y
I Papa contesto que los conventos debían ser encomendados en primer lugar
obispos.
El emperador siguió su camino sin tener en cuenta ei desvio dei Papa y
i considero como ei primer campeón de Ia Iglesia católica.
Envio três ejércitos.
El primero, en ayuda de los polacos contra los suecos, cambio en cieito
•(ido Ia suerte de Ia guerra en favor de aquéllos. Pero no era este ei único pro-
lósito, pues con esta campana pensaba que rescataría a Prusia para ei Império
• para Ia Orden a Ia que fué arrebatada. 17
Otro ejército se dirigió a los Países Bajos, a reforzar a los espanoles. Se

t Ktindió sobre los campos de Utrecht hasta Amsterdam, y solo un accidente,


| toma por sorpresa de Wesel, impidió mayores êxitos.
U n tercer ejército se concentro en Memmingen y Lindau, para marchar
ii dirccción a Itália y resolver con Ia espada Ia cuestión de Mantua. N o hubo
(anera de que los suizos permitieran ei paso por Ias buenas, así que fueron
•bligados por Ias malas y, en un momento, se apoderó ei ejército de Luciensteig
I r ("hur, con todos los pasos de los Grisones hasta ei lago de Como. En seguida,
r te i jército de 35,000 hombres descendió a Io largo dei Adda y dei Oglio. Se
listo ai duque de Mantua a que se rindiera. Contesto que se hallaba bajo Ia
•otccción dei rey de Francia y que era menester tratar con él. Mientras los
llemanes se dirigen contra Mantua y los espanoles contra Montferrato, apa-
k'11'ii los franceses por segunda vez. También en esta ocasión hacen progresos
I se apoderan de Saluzzo y Pinerolo, pero no consiguen nada fundamental, ni
•|i|iiicra someter ai duque de Saboya. Los espanoles comienzan ei sitio de Ca-

I 10 Lcttera di scgreteria di stato aJ nuníio PaJ/otta li 28 Apri/e 1629. El Papa mando a su núncio
|li c 'olonia, Picr Luigi Caraffa, a Ia Baja Sajonia con tito/o per Ia restitiitione de'beni ecc/esistici, e
ero di dargli anclie Ia facoltà a parte se fosse stato bisogno di usarle nellc controvérsia fra
slcsiastici ed ecclesiastici.
17 Rusdorf, MénroíreJ et n^gotiations, n, p. 724. Comiti Negromontano [Schwarzenberg].
nae nuper claris verbis a cousiliarüs et ministris Caesaris dictum íuif, iniperatorem scilicet sibi et
H'|"•"'» sub/ccfurum, quidquid milite suo in Borussia occuparit et ceperit.
470 LA C O N T R A R R E F O R M A DE 1 5 9 0 A 1630

sale y los alemanes, después de breve armistício, ei de Mantua. 1 8 T e n í t d


superioridad indiscutible.
N o es de extranar que en esta situación se oyeran vocês cn
evocaban ia vieja soberania imperial.
"Ya aprenderán los italianos que todavia existe un emperador y se l^fl
glarán Ias cuentas".
Especialmente Venecia se había granjeado ei ódio de Ia casa de Auttlfl
crcía en Viena que una vez caída Mantua, Ia terra fervia de Venecia no |«|
resistir. En unos poços meses se Ia podría conquistar y reclamar de rim I
feudos impcriales. El embajador espanoi todavia fué más íejos. Corri] I
poderio hispano-austríaco con ei romano y cl veneciano con el cartagin
exclamo: Aut Roma aut Carthago delenda est.
También se pensaba en los derechos seculares dei Império contrafBJ
pado.
Fernando II llevaba Ia idea de hacerse coronar y exigia que el B B
salieía ai encuentro, en Bolonia o en Ferrara. El Papa no osaba proflfl
ni ncgarlo, y trato de salir dei paso con una reserva mental. 10 Sc habli .1
derechos feudalcs dcl Império sobre Urbino y Montefeltro y, sin más, •
ai' núncio que Wallenstein se informaria más ai detalle dei asunto < u.i
viniera a Itália. Y, en realidad, esta era Ia intención de Wallenstein. \l i
cipio estuvo contra Ia guerra cn Itália, pero ahora, que veia que el Papa <•
sojuzgar a Ia casa de Áustria con Ia ayuda de sus aliados, estaba por
Sc dejó decir que ya hacía cien anos que Roma no había sido s a q u e a i
que de seguro ahora seria mucho más rica que entonces.
Tampoco Francia Io iba a pasar bien. El emperador pensaba rescajH.
Ias anuas los ires obispados perdidos. Su plan era recoger cosacos en PflJ
v mandados a Francia. Las disensiones de Luis XIII con su hermano y ,IIII
madre parecían ofrecer una buena ocasíón.
De este modo Ia casa de Áustria toma una posición en Ia que proi
con el mayor atrevimiento su acción contra los protestantes y, ai mísmo liei
doblega y sujeta a Ia oposición católica y ai Papa mismo.

18 F.1 libro xi dcJCistoria di Pierro Giov. Capriata discute los diferentes factores
acontcciinicnto.
i'i Se benc Urbano una voíta usei coJfambasciatore Save/h) che bisognando si saria
a Boíogna o Ferrara, non intese peró dire in correspcttività di quef/o che espresse il pi'
Fckcnbcrg.
20 El escrito d e Pallotta dei 10 de agosto de 1628 muestra claramente Ia opinión
tenia cn Viena dcl Papa. E stato q u i rappresentato da'maligni, che son que/Ji che v o J
guerra, che /o stato di Milano sta in grandíssimo pciicolo, essendo cosa sícura che papa
havendo vasfissimi pensicri sia di cattivo animo verso Ia casa d'Áustria, che perciò si h.
fernere di S. Stà. non rneno cíic di Veneziani e di Francesi. havendo g/i stati cosi vicini a í
di MüanO e potendo ín un (ratto mettere p o t e n t e esercito in campagna: e di piú gli stçssi
fianno rapprescntato per cosa già sfabihta. che S. Stà. vuoíe in ogni m o d o far /are re de'"
ii re di Francia, ed in coníermazione di cio h a n n o a/Iegato che essendo ia Stà. S. nunzio in
dicesse alia regina che s'cg/i arrivava a d esser papa, voleva procurare di fare re d c ' A o m a n í
iigliuoio, il quaie ancora era lanciullo.
CUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 471

4) Negociaciones con Suécia. Reunión de los electores en Ratisbona


En otros tiempos, todo Io que en Europa se mantenía indcpendiente solía
«uruparse cuando una situación, como Ia que ahora realmente se había produ-
fcido, asomaba amenazadora por el horizonte. La oposición católica, no ya en ei
Irdor de Ia pugna, sino por salvarse, por estado de neccsidad, buscaba ayuda
lucra de los âmbitos dei catolicismo. Pero {a quién dirigirse esta vez? Inglaterra
»c liallaba muy ocupada consigo misma por el altercado entre el réy y el Par-
kmcnto y ya estaba negociando de nuevo con Espana; los Países Bajos, ocupa-
BIIS por el enemigo; los protestantes alemanes, unos derrotados, otros intimi-
dados por los ejércitos imperiales; el rey de Dinamarca, forzado a aceptar una
bu/. desventajosa. No quedaba más que el rey de Suécia. ^
Mientras que los protestantes eran derrotados por todas partes, solo Gus-
nvo Adolfo conseguia victorias. Había conquistado Riga, toda Livonia hasta
! i desembocadura dei Duena, y desde Lituânia, como decían los polacos, )o que
liiniso. En 1626 aparece en Prusia, como dijo, para dar quehacer a Ia clerecía
lilrl obispado de Êrmeland. Los centros dei catolicismo restaurado de aquellas
Htgiones, Frauenburgo y Braunsberg, cayeron en su poder y ayudó así en gran
Hhancra a los protestantes en apuro. Todas Ias miradas se volvieron hacia él. En
HJ624 escribe Rusdorf: "Estimo a este héroe victorioso por encima de todos los
Hjombrcs; Io venero como Ia única protección de nuestra causa, como el espanto
BI'' nuestro enemigo común, y acompano su fama, que se levanta por encima de
• I envidia, con mi oración".21 Es cierto que Gustavo Adolfo salió mal parado
HJn cl combate de los llanos de Stumm y estuvo a punto de cacr prisionero,
BHTO cl valor eaballeresco con que salió dei trance fué un nuevo timbre de gloria
H)íira él y siempre se mantuvo victorioso.
A este príncipe se dirígieton los franceses. Primetamcnte procuraron el
Hjfníisticio entre él y los polacos y es muy posible que aqucllos propósitos sobre
Prusia que abrigaba el emperador predispusieran, si no el ânimo dei rey, por
In menos el de los magnates de Polônia en favor de Ia paz.22 Además, se rca-
ll/aba su propósito principal: atraer ai rey de Suécia hacia Alcmania. Pensa-
p.in, ]wr otra parte, en algunas disposiciones favorablcs ai catolicismo que
mabrían de ser incluídas en el tratado. Con esta reserva se declararon dispuestos
I apoyar con una importante suma de dinero ai rey, que tenía que sostencr
un ejército considerable. Después de algunas dudas, aceptó Gustavo Adolfo.
In sus instrueciones evita tratar de religión, y fija como finalidad de Ia alianza
li restableeimiento de los estamentos alemanes en sus viejos privilégios, el
•lejamiento de Ias tropas imperiales y Ia seguridad de los mares y dei comer-
kio,-3 Se esbozó un tratado mediante el cual cl rey toleraria cl culto católico
-l Rusdorf, Mcmoircs, D, 3. Eit'S gloriam invidiae metas eluctatarn, excelsam infracti animi
ptliiRiiifiidinem, et virtutis magis ac magis per merita enitescentis et assurgentis invictum robur cum
|lii|)ore adoro et luppíici voto prosequor.
22 Rusdorf, .Mémoires, i, p. 724. Polon/ac proceres, si unqttam, vel nunc max/me pacem
«Iderabuiit.
23 'fenor mandatorum quae S. R. Mai. Sueciae cJemcnter vult ut consi/iarius eiun —Dn. Camc-
i observare debeat, Upsal/ae 18. Dcc. 1629. (Moscrs patriolisches Arc/iiv, t. vi, p. 133.)
472 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

aJJí donde Io encontrara y se atendría a Ias leyes dei Império en cue*(i_


de religión. Esto era necesario, además, en razón dei Papa, a quien cn ei min
momento se dió conocimiento. La ratificación dei tratado tropezó con algi]
formalidades, pero ya en ei verano de 1630 podia considerarse como definiflH
El núncio en Francia decía que Vcnecia se había comprometido a pajBfl
tercera parte de los subsídios-25 No he podido descubrir ei fundamento
afirmación pero, de todos modos, cs un hecho que estaria a tono con UJ
tuación.
Mas, <;se podia esperar que ei rey Gustavo Adolfo, por si solo, fuera (M
de quebrantai (a potência dei ejército imperial, de venccrlo en guerra? r!H
podia confiar en ello. I.o más oportuno seria provocar en Ia misma AleqB
un movimiento que favoreciera Ia empresa de Gustavo Adolfo.
Para esto se habría de contar, sin duda, con los protestantes. Cualqul
que fuera Ia política que conviniera a cada príncipe, por consideracioneÉT
sonales o por temor, ei caso es que se había apoderado de los ânimos aqu^
efervescência que penetra hasta Io hondo de Ia vida, provocando Ias graT
tormentas. Quiero mencionar una de Ias ideas que por entonces hicieron pi)
Cuando se empezó a ejecutar ei Edicto de Restitución cn a]gunos iuga^M
los jesuítas dieron a entender que no reconocerían ni siquiera Ia paz renfl
sa, los protestantes manifestaron que seria destruída toda Ia nación aledH
antes de que Ias cosas llegaran a tal extremo. "Se desprenderían de toda B
y costumbre y llevarían a Germania ai viejo estado de barbárie silvestre".
Pero también en ei lado católico se mostro ei descontento y Ia disensi^
Ya podemos imaginamos Ia agitación que provocaria cn Ia clerecía ei
pósito de los jesuítas d e aduenarse de los bienes conventuales restituídos. PaaJ
que los jesuítas manifestaron que no existían ya más benedictinos: todos hf
apostatado y no ecan capaces de recobrar Ias posesiones perdidas. Pero, p o j
lado, se les discutían sus méritos y no se queria reconoeer que Ias convcrsioij
habían sido obra suya, pues Io que tal parecia era fruto simplemente de I
violência. 20 Antes, pues, que se devolvieran los bienes eclesiásticos, se prO
24
Bagni, 18. Ciugno 1630. Se cita ei artículo, que se encuentra también cn cl pacto &
de enero de 1631, aproximadamente dcl siguiente modo: Si lex aliqxios progressos faciet, in •
aut dedííis íocis, quanfum ad ea quae religionem spectant, observabit ieges irnperii. También lT
como fué entendido esto. Le quali íeggi, afiade, dicevano dovere intendersi delia confessione A
faria. De modo que cl calvinismo liubiese quedado exeluido.
25 Bagni, 16. Luglio 1630. Sopragiunsero, se dice cn c) extracto, nnove letterc def M
coll'aviso che alia prefata confederatione fra ií re di Francia e Io Sueco erasi aggiunfa /a repd
di Vcnetia, Ia qna/e obligavasi a contribuire per Ia terza parte/
- " En Ias violentas polêmicas, acusaciones y justificaciones que aparecicron sobre est
no resulta clara Ia verdad de los hechos, pero si ai menos los puntos de Ia disputa. E velM
dice cl núncio papal cn un escrito cn clave, che i padri Gcsuili lianno procur.ilo e procuranoj
/avore dcf/'imperafore, che non può esser magiore, di non solo soprastare agli altii re/ígnH
di esc/uder/i dove essi v'hanno a/cmi interesse o político o spirifnalc. Scgún mi entender, c l '
perador, por muy devoto a los jesuitas que Imbicse sido entonces, se inclino cn cl ano de ) 6 ] l
favor de una pura restitución a Ias viejas ordenes. 1'irr Luigi Caraffa, núncio cn CoIoni(Sj
Io cuenta. Pero, cn este momento, los jesuitas habían también triunfado en Roma. En
1629 se tomo íillí un acuerdo che alcnna parte [dei bene rieirperafi] potesse convertírsi ir
di seminari. ili almmati, di scnolc c di collcgi tanto dc'p.idri Gctiriti, quali in gr.m parte
motori deli'edifto di Cesarc, come di altri religiosi. Las escudas de jesuítas se liubieran cxteJB
también sobre toda Ia Alemania dcl Norte.
GUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 473

I jtTon àisensiones y disputas acerca de los derechos de las diferentes ordenes a


(xiscerlos, y acerca dei derecho de colación entre ei emperador y ei Papa.
Pero a estas complicaciones eclesiásticas se anadieron otras seculares de
niayor envergadura. Las tropas imperiales constituían una carga intolerablc,
MIS marchas esquilmaban a las gentes y Ia tierra y, así como ei soldado abusaba
dil burguês y dei campesino, ei general de los príncipes. Wallenstein se expre-
ló en los términos más descabellados. También los viejos aliados dei emperador,
liiiidillos de Ia Liga, sobre todo Maximiliano de Baviera, estaban descontemos
con Ia situación y preocupados por ei futuro.
En estas condiciones, ocurrió que Fernando convoco en ei vcrano de 1630
• los príncipes electores católicos en Ratisbona, con objeto de nombrar a su
liijo rey de los romanos. N o podia ser de otro modo: en esta ocasión, se había
de hablar también de los demás asuntos políticos.
El emperador veia muy bien que en algo tenía que ceder, y su propósito
era hacerlo en las cosas alemanas; así, se mostro propenso a suspender ei Edic-
to de Restitución con respecto ai território brandeburgués, a llegar a un acuerdo
lobrc ei Palatinado y Mecklemburgo y a excluir a Suécia —ya se habían ini-
ciado las negociaciones— mientras volcaba sus fuerzas sobre Itália para poner
término a Ia guerra de Mantua y obligar ai Papa ai reconocimiento de sus
Hprctensiones eclesiásticas.27
Creía acaso que, tratándose de príncipes alemanes, podia conseguir más
I nwstrándose condescendiente en los asuntos alemanes. Sin embargo, Ia situa-
Hción no era tan sencilla.
La oposición franco-italiana había encontrado eco entre los electores ca-
Htólicos y trataba de utilizar para sus fines ei descontento entre ellos.
Se presentó ei núncio Rossi en Ratisbona y es natural que pusiera a con-
•{rihución todas sus capacidades para impedir Ia realixación de los propósitos
Btalianos y antipapales dei emperador.
El Papa le había recomendado que se entendiera sobre todo con ei elector
I .Ir Baviera. Al poço tiempo puede comunicarle que Ia inteligência se mantiene
I profundo secreto. 28 Consiguió una declaración de los príncipes electores de
HIIUC, cn todos los asuntos eclesiásticos, se pondrían de acuerdo con él y defen-
• dcrían especialmente Ia jurisdicción y Ia veneración debidas a Ia Sede Apos-
I lólica.
Para dar ei giro definitivo ai asunto le vino en ayuda Ia persona de con-
I li.m/a de Richelieu, ei padre José. En ninguna otra ocasión Ia sagacidad de este
• capuchino fué más activa y eficaz, ni más patente a los que estaban en ei

27 Dispaccio Paiietta, 2. Ag. 1630 indica entre los puntos que habían de tomarse en conside-
m i ii IÓII los siguientes: 1. se si cloveva sospendere o lirare avanti 1'cditto delia ricuperatione de'beni
H M I U ' . ; 2. se havendosi da piocedere avanti, si avesse da sospendere quanto a quel/i che erano negli
H il.ili dcl/'eíettori di Sassonia e di Brandenburgo: ed incliiiavasi a sospenderlo; 3. quanto ai
I hnirlicii e beni ccclci. clie si erano ricuperati, prefoiidcvasi clie aíli iinperafori spcttasse ia noini-
^Bliti/iouc; 6. trattavasi di restituire il ducato di Mechciburgh agü antichi padroni, siceoure il

t
^|i.il.itinato alincno iníeriore a) paiatino, con perpetuo pregiuditio delia rcligioiic cattolica, come era
Uiv;into con úaninoiTca.
2* Dispaccio Rocei 9. Sett. 1630: E quesfa corrisponclcnza riusci molto /ruttuosa. pcrcliè
Jln 'era di bnon cuore opero che in que) convento non si trattò dcllc operationc soj>ra meutovate.
474 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630
secreto. Su acompaiiante en Ratisbona, Monsieur de Leon, a cuyo n o m f l
Ia embajada, dijo alguna vez que ei padre José no tenía alma, sino a b l f l
pozos en los que caía todo ei que trataba con él.
Por mediación de este Padre Ia oposición ítalo-francesa se ganó
tiempo a los aliados alemanes dei emperador. Nada se hizo para cor
Império con Suécia y para aplacar a los protestantes, pues riíinca
consentido ei Papa en Ia suspensión dei edicto. Pero los príncipes
pusieron su empeno en ei restablecimiento de Ia paz en Itália, reclam
destitución dei general de los ejércitos imperiales, que se conducui CQfl
verdadero dictador.
Esta influencia fué tan recia, se hizo valer tan diestramente, que elfl
roso emperador, en ei cenit de su poderio, cedió sin resistência algunl }
condiciones.
Mientras se negociaba en Ratisbona, sus tropas conquistaban Manlui
podia considerar como seiior de Itália. En este momento consintió eu e f l
Mantua al'de Nevers, a cambio de una insignificante formalidad de p i .!
ción de excusas. Pero tenía más importância Ia otra petición de los pune
Los príncipes alemanes, Francia y ei Papa se sentían amenazados por ei j
ral, en cuya persona estaba vinculada ia suerte de Ias armas i m p e r i a H
hay que extranar que Io odiaran y trataran de deshacerse de él. El e r o f l
también cedió, en consideración a Ia paz.
En ei mismo momento en que puede aduenarse de Itália abandona I
neral. En Ia ocasión en que ei enemigo más belicoso y peligroso ataca i
mania, destituye ai único general capaz de defenderia. Jamás Ia p o l í t »
negociación han conocido triunfos mayores.

5) Guerra de Suécia. Actitud dei Papa


En este momento se desata Ia guerra. No puede negarse que Gustavo m
Ia inicia bajo los mejores auspícios. Sin duda alguna, ei ejército impifl
había agrupado en torno ai nombre de Wallenstein y se hallaba eniiej
personalmente a él. El emperador hasta licencio una parte dei cjéreiio \
peticiones de subsidio de los generales, que hasta entonces habían depcn
de su arbítrio, Ias sometió a Ia consideración moderadora de Ias provind
Hay que reconocer que ei emperador, ai despedir ai caudillo, desorganiiá
bién su ejército, enervando su fuerza moral. U n italiano, Torcuato C O M
antes había estado ai servido dei Papa, tenía que resistir ahora con este cm
ai enemigo envalentonado. Es natural que esta resistência fallara, pues ei
cito imperial yo no fué ei de antes, y no se vió en él más que falta de dei i>
pânico y derrotas. Gustavo Adolfo Io venció por completo y se asentó Ir
mente en ei Oder inferior.
Al principio se creyó en Ia alta Alemania que esto tenía poço alcanço
cl resto dei Império. Entretanto, Tilly, con ei mayor reposo, prosiguió su <

-D Adlzrcittcr, ni, xv. 4 8 : Caesar statnit ne in posterum slipend/a pro tribunorum arM
sed ex círcuionim praescripta moderatione penderentur.
GUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 475

Lua por ei Elba. La conquista d e Magdeburgo le pareció ai Papa una gran


liiKiria, y desperto en él Ias más grandes esperanzas. Por incitación de Tilly, se
Itmibró un eomisario "para ordenar los asuntos dei arzobispado según Ias leyes
m Ia Iglesia católica".
Pero esto tuvo por efecto que los príncipes protestantes, todavia indecisos,
I agruparan en torno a Gustavo Adolfo, y cuando Tilly trato de impedir tal
•pósito, se enemistaron con Ia Liga en forma que ya no cabia hacer diferen-
liis entre poblaciones imperiales y Ias de ella. Siguió Ia batalla de Leipzig, en
I <|iie Tilly fué derrotado, y Ias tropas protestantes cayeron sobre los territórios
t Ia Liga y los dei emperador. Werzburgo y Bamberg cayeron en manos dei
y y en ei Rin se enfrentaron los protestantes dei norte con los viejos cam-
ones dei catolicismo romano, Ias tropas espafiolas. En Oppenheim vemos sus
itos confundidos. Fué conquistada Maguncia y todos los príncipes oprimidos
aliaron ai rey; ei conde palatino, perseguido, se presentó en su campamento.
De una manera fatal, derivaba en ventaja dei protestantismo Ia empresa
t Li oposición católica había provocado con intenciones políticas. El partido
uzgado se vió de pronto con Ia victoria en Ia mano. Es verdad que ei rey
liiulió su protección a los católicos, a tenor de los términos de Ia alianza, pero
sin declarar que había vcnido para salvar a sus correligionários en Ia fe de
torturas de conciencia. 30 Por ejemplo, en Erfurt tomo bajo su protección
nrcial a los pastores evangélicos que habían estado bajo ei régimen católico y
tableció por todas partes Ia confcsión de Augsburgo; los párrocos expulsados
Hornaron ai Palatinado y Ia predicación luterana se extendió con Ias tropas
Bctoriosas por los âmbitos dei Império.
En esta forma singular se desenvolvió Ia política de Urbano VIII. En Ia
Irdicla cn que ei rey atacaba y menguaba ei poderio austríaco, era un aliado
•lural dei Papa, y esto se trasluce pronto en los asuntos italianos. Bajo Ia in-
LiMicia de Ias perdidas experimentadas en Alemania, ei emperador se sometió
n ei asunto de Mantua en ei afio de 1631 a condiciones más desventajosas
|)i' Ias de un ano antes en Ratisbona. Hasta existieron contados, por Io menos
lirectos, entre Ia Santa Sede y Ias fuerzas protestantes en avance victorioso.
D digo con buen fundamento —cuenta Alvisio Contarini, que estuvo ai
ncipio en Ia corte francesa y luego en Ia romana—; he estado presente en
das Ias negociaciones y los núncios dei Papa han favorecido siempre Ias em-
Csas de Ricbelieu, tanto cuando se trato de sostenerlo como cuando se trato
aliar a Baviera y a Ia Liga con Francia. En cuanto a sus relaciones con Ho-
iiIa v Ias potências protestantes, han guardado silencio por no decir que han
nsentido. Otros Papas quizá hubieran tenido escrúpulos, pero los núncios
I Urbano VIII consiguieron de esta manera gran prestigio y ventajas per-
inales." 31
El emperador se lamentaba amargamente. "Primero Ia corte romana le
ípuja a publicar ei Edicto de Restitución y luego le abandona en Ia guerra

™ Escrito dcl rev a Ia ciudad de Schwcinfurt, en Chemnitz, Schwedischcr Kiieg, parte i,


211.
,.'U Al. Contarini, Relatione di Roma í 635.
476 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

que de él se origina; anima ai elector de Baviera con ei consejo y con Ia M


para que siga una política aparte y se alie con Francia; ha sido inútil s"ll|
ayuda de Urbano, contrariamente a otros Papas, que Ia prestaban con dirtl
con tropas; se niega a condenar Ia alianza de los franceses con los hercjed,
declarar que esta guerra es una guerra de religión." 32 En ei ano de 1632
contramos a los enviados dei emperador en Roma, repiticndo Ia última sÚB
aún es tiempo para que una declaración de Su Santidad produzca los mM
efcctos; no es imposible todavia expulsar ai rey de Suécia, pues no cueafl i
que con 30,000 hombres.
El Papa respondió con fria erudición: "Con 30,000 hombres Aleji
conquisto ei mundo."
Se mantuvo en Io suyo: que aquélla no era ninguna guerra de
solo afectaba asuntos de Estado; además, Ia Câmara pontifícia estaba exM
y nada podia hacer.
Los miembros de Ia cúria y los habitantes de Roma estaban asombrd
"En médio dei furor dei incêndio de iglesias y conventos católicos, ei I
se mantiene frio y rígido como ei hielo. El rey de Suécia siente más ceio m
lutcranismo que ei Santo Padre por Ia fe católica, única salvadora."
Una vez más los espanoles levantan su protesta. Como antes Olivares |
Sixto V, aparece ahora ei cardenal Borgia ante Urbano VIII, para prol
solemnemente contra Ia conducta de Su Santidad. La escena que se m
acaso fué más violenta que Ia de entonces. Mientras ei Papa se ponía fia
interrumpiendo ai embajador, los cardenales presentes tomaban partido en
o en contra. El embajador tuvo que acceder a entregar su protesta por esc>
Pero ei sentimiento religioso no se daba por satisfecho y a incitación, I
todo, de aquel cardenal-sobríno, Ludovicio, cundió Ia idea de convocar im
cilio en contra dei Papa. 34
Cabe imaginarse ei incêndio que se hubiera provocado. Ya los acojj
mientos tomaban un giro que no permitia ninguna duda acerca de su natuq
y habrían de orientar de otro modo Ia política dei Papa.
Urbano VIII se figuro que ei rey pactaría una neutralidad con Bavij
restablecería a los príncipes eclesiásticos en sus territórios. Pero muy rápida
te fracasaba todo intento de conciliación de intereses demasiado antagójj
Las armas suecas irrumpieron también en Baviera: fué vencido Tilly, MU
conquistada y ei duque Bernardo avanzó hacia ei Tirol.
32 Al. Contarini, Gíi AJemanni si pretendono delusi dal/ papa, percliè dopo avri
reireratamente persuaso )'imperatore di r/petere dagli eretíci i beni ecclesiasfici d'Alemagna efej
in loto mani, origine di tante guerre, icsistessc S. Stà. poi alie reilerate spcdizioni di CürdíB
ambri. nelle asisienze di daiiaro, nel mandar gente e bandiere con 1'csempío de'precessori, flj
blicar ia guerra di religione, nelfimpedire colíe scomuniclie gli appoggio ai medesimi in
delia Francia: anzi nel medesimo tempo ritardata l'elettione dei re dc'Aoniani confortato il
di Baviera con Ia lega cattolica all'iinione de Francia, assistendo 7o medesimo di danari e a
siglio per sostenersi in corpo separato. Il papa si íagna d'esser tenuto eretico et amatore dl i
progressi de'protesfanti, come tal volta in críctto non li ebbe diícari.
33 Nelía quale, dice ei cardenal Ceccliini en su autobiografia, concludeva che tutti lij
che per 1c presenfi turbolcnze crano por venire alia christianità, sariano stati attribiiiti .1/1
gligcriza dcl papa.
34 Al. Contarini liabla de orecebio che si prestava in Spagna alie pratiche di Lvdovi^
un concilio.
GUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 477

Ya no cabia ninguna duda de Io que ei Papa y ei catolicismo podían es-


•rar de los sucesos. Así, en un momento, cambio todo ei escenario. N o hacía
nicho, se había abrigado Ia esperanza de poder restituir ai catolicismo ias
lindaciones protestantes de Ia Alemania dei norte y, ahora, ei rey abrigaba
I plan de transformar en principados seculares Ias fundaciones de Ia Alemania
ei sur, caídas en sus manos. Ya hablaba de su ducado de Franconia y parece
uc quiso instalar su corte real en Augsburgo.
Dos anos antes ei Papa hubo de temer Ia llegada de los austríacos a Itália y
uc amenazado con un ataque a Roma. Ahora, se presentan los suecos en Ias
ronteras de Itália y con ei nombre, que Gustavo Adolfo lucía, de rey de los
uccos y de los godos, se cvocan rccuerdos en ambas partes. 35
*
6) Se restablece ei equilíbrio entre Ias dos confcsioncs

Jo pretendo describir Ia guerra que cundió todavia por Alemania durante


m iséis anos. Basta con que nos demos cuenta de como aqucl avance podero-
m< dei catolicismo, que estaba en trance de apodcrarse para siempre de Alema-
nia, fué detenido en su carrera cn ei momento en que intentaba sofocar Ia
bpinión protestante en su propia fuente, ai tropezar con una resistência victo-
iosa. De una manera general, podemos decir que ei catolicismo, considerado
orno una unidad, no podia conllevar su propia victoria. Por razones políticas,
li mismo jerarea de Ia Iglesia se creía obligado a enfrentarse a Ias potências
|uc más promovían su autoridad espiritual. Católicos de acuerdo con ei Papa
ipelaron a Ias fuerzas protestantes, todavia no vencidas, y les abrieron ei
lamino.
Planes tan grandiosos como los provectados por Gustavo Adolfo en ei cenit
Be su poder, n o podían ser realizados después de Ia temprana muerte de este
pudillo, entre otras cosas porque ei êxito dei protestantismo en modo alguno
Bcrivó de su fuerza propia. Pcro tampoco ei catolicismo, cuando se rehizo, y
Uaviera se unió de nuevo ai emperador y ei mismo Urbano VIII comenzó a pa-
gar subsídios, pudo dominar ai protestantismo.
Por Io menos en Alemania, se llegó muy pronto a esta convieción. Ya ia
paz de Praga se basa en ella. El emperador revocó su Edicto de Restitución y ei
príncipe elector de Sajonia y los Estados adheridos a él renunciaron ai restable-
cimiento dei protestantismo en los territórios patrimoniales dei emperador.
Es cierto que ei Papa se oponía a todo Io que fuera contra ei Edicto de
Hcstitución y, entre los consejeros espirituales dei emperador, tenía de su parte
u los jesuítas, especialmente ei padre Lamormain, que fué celebrado a menudo
como "un confesor digno, como un hombre que no conoce ningún interés
mundano". 38 Pero Ia mayoría estaba contra él: los capuchinos Quiroga y Va-
35 Sin embargo, afirma Al. Contarini: ropinione vive tuttavia che a S. Sth. sia dispiaciuta
lu morte dei re de Suezia e che piíi goda o per dir meglio manco tema i progressí de'protcstanti
clie degli Austriaci.
•10 Lettera dei cardl. Barbenno ai mintip Baglioni, 17. Marzo 1635: essendo j/ionc da ecnero-
•<> Christiano e degno confessore di un pio imperatore cio che gli ha fatio liinirundo piíi il ciclo
Che il mondo.
478 LA CONTRARREFORMA DE 1 5 9 0 A 1 6 3 0

leriano, los cardenales Dietrichstein y Pazmani, sostenían que, si se rnanl


pura Ia religión católica en los territórios patrimoniales, bien se podia otfl
libertad de conciencia en ei resto dei Império. La paz de Praga se publicí
Viena desde todos los púlpitos, y los capuchinos se gloriaron de su partB
ción en esta obra "honrosa y santa", celebrando fiestas en su ^íonor; apf
si ei núncio pudo evitar que cantaran un Te Deum.ai
Como Urbano VIII, a pesar de haber contribuído tanto a que fracas!
los planes dei catolicismo, no renunciaba en teoria a ninguna pretensraB
consiguió sino colocar ai Papado en una posición fuera de los intereses v l f l
actuantes dei mundo. Nada Io revela mejor que Ia instrucción entregai
legado Ginetti, con ocasión de los primeros intentos de una paz general laM
en 1636 en Colônia. En todos los puntos importantes, decisivos, se atan
manos dei legado. Una de Ias necesidades más apremiantes era, por e j e f l
ia restauración dei Palatinado. Sin embargo, ia instrucción cs oponerse J
entrega dei Palatinado a un príncipe no católico.38 Y si en Praga se H
como inevitable hacer algunas concesiones a los protestantes con respecto a
bienes eclesiásticos, en este momento Io era todavia más. N o obstante, se
vierte al legado Ia conveniência de "un ceio especial para no hacer concejB
en favor de los protestantes en Io que respecta a los bienes de Ia IglesÜlW
Papa se niega a autorizar hasta los acuerdos de paz con Ias potências | ( S
tantes. El legado no deberá apoyar Ia inclusión de los holandeses en Ia ^Ê
se opondrá a toda concesión - se trataba de un solo puerto— a los suecos^B
Santísima 1'rinidad encontrará médios de alejar esta nación de Alemanii^f
Pensando sensatamente, Ia Sede Romana no podia abrigar ningunáíB
ranza de poder sojuzgar a los protestantes. Reviste Ia mayor significaciól^B
contra su voluntad, pero a causa de su obstinada afirmación de p r e t e n H
irrealizables, se le hizo imposible ejercer ninguna influencia esencial s o l f l
actitud de sus fieles con respecto a estas pretensiones.
La Santa Sede mando legados al congreso de Ia paz y a Ginetti siguu
Machiavelli, Rosetti y Cliígi, Ginetti, según se dice, era muy ahorrativo JÊ
ello perjudicó Ia eficácia de su obra; Machiavelli trataba de hacer carréA
capacitarse para más altos puestos; Rosetti, era poço simpático a los fralM

87 De Ia correspondência de Baglionc, reproducida cn cl tomo 6 de Nicoletli, por <i"inj


dei 11 de abril de 16>5. Disse un g/orno ii conte di Ognate che assoiutamenfe ü rc di tM
non havrcbbe dato a/uto aicuno a/J'imperatore se non in caso che seguisse /a pace con 9 ^ 1
cii ciie inaravigliandosi i/ nunzio disse che /a p/erà dcí rc cattoiico r/chicdevii che si cumOlV
g/i a/uri non seguendo rletfa pace, Ia qiiaie dovci-a piuttoslo disfurbarsi tratrandosi con ertt^Ê
applicrc /'animo alia pace universa/e coi priiic/pi catfo/ici. Fui/i r/sposto che cio scguirebbs ^ H
Ia guerra si fosse farta per Ia salute dvlk anime c non per /a ricuperazione dc'beni ecciesiMjH
il padre Qitiioga snggiuiisc al nuii/io che /'iiupcratore era stato gabliafo da cjuelii che I
pfCSuaso a (ate /'cdiíto delia ricuperazione cíe'/)c'iii ccc/csiastiei, vo/endo intendera dc'Ccsuid
tiitto erasi fatto per interesse próprio.- rua averido il nuuzio risposto elic ia persuasione íí
interposta eon buon.l intezione. il padre Qoíroga si aecese in irianicra che proruppc in 'erj
csorbifaiifi. sichè al nunz/o fn diíticilc il ripig/iarlo perchè inagiorincnfc non cccedcjse. Ma ^ ^
passo piú o/fre, dicendo che /'iniperaíorc non pofeva in conto aicuno ritiraisí dalla pace ca^J
•lia per ia necessita in cui travavasi, non />otcndo resístere a fanfi nerniei. e che non era "bhJM
rimcftervi 1'avere de'.Mioi sfati hereditari. ma SoJamelife qiiciii dc//'iuipcrio, che erano tenilH
c che non conipliva di tirare avanfi con pcricolo di perderc g/i uni e g/i a/tri.
«s Siri, Mercúrio, n, p. 987.
GUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 479

I sc explica lo menguado de su acción. 89 Pero ia verdad es que Ia situación


(nina, Ia posición adoptada por ei Papa, hacía imposible a los núncios cual-
|lcr influencia mayor.
Chigi era hábil-y fué bien recibido; sin embargo, no consiguió nada. Fué
• g o de una paz tal y como expresamente Ia había condenado Ia Santa Sede.
) repuso al príncipe elector dei Palatinado y a todos los príncipes expulsa-
I, Ni por asomo se penso en Ias disposiciones dei Edicto de Restitución, pues
Ikhas fundaciones fueron secularizadas y abandonadas a los protestantes.
pana se decidió, por fin, a reconocer Ia independência d e aquellos rebeldes
Dlra cl Papa y contra ei rey, los holandeses. Los suecos se quedaron con una
icna porción dei Império. N i siquiera Ia paz concertada por ei emperador
n I-rancia podia agradar a Ia cúria, porque contenía estipulaciones sobre
H e i / , Toul y Verdún que lesionaban sus derechos. El Papado se vió en Ia triste
• u - s i d a d de tener que protestar y los princípios que no había podido hacer
B I T , quiso por lo menos enunciados. Pero esto ya estaba previsto. Las dispo-
•sinnes de caracter eclesiástico de Ia paz de Westfalia se abrían con Ia decla-
Hción de que no se tendría en cuenta Ia protesta de nadie, fuese quien fuese, y
Brtcneciera al estamento secular o eclesiástico.40
Con esta paz se puso término a aquel gran litígio entre protestantes y
fctúlicos, pero en un sentido muy diferente dei abrigado por ei Edicto de Res-
Mtución. El catolicismo conservaba grandes adquisiciones, ya que se aceptó ei
• t u 1624 como ei ano normal al que habría que referirse; por su parte, los pro-
n i i a n t e s adquirieron Ia paridad que les era imprescindible y que les había sido
l i d a d a tanto tiempo. Con arreglo a este principio se regularon todas las si-
Hliuiones.
Ya no se podia pensar en empresas como las osadas antes y que fueron a
Bvccs acompanadas dei êxito.
Por ei contrario, los resultados de las guerras alemanas repercutieron di-
BtMmente sobre los países vecinos.
I Aunque ei emperador supo mantener ei catolicismo en sus territórios, tuvo
B u c hacer concesiones a los protestantes en Hungria y se vió obligado en ei
• n de 1645 a devolverles un número no pequeno de iglesias.
Tampoco cabe imaginar que, después de aquella exaltación de Suécia a
• h rango d e significación universal, Polônia pudiera pensar en renovar sus
•Irjas pretensiones sobre aquel país. Ladislao IV hasta cedió en ei ceio apostó-
lico de su padre y fué un rey eomplaciente con los disidentes.
En Ia misma Francia, Richelieu suavizo ei trato de los hugonotes, des-
n i c s que les hubo despojado de su autonomia política. Pero fomento sobre
•ixlii cl principio protestante al proseguir una guerra a vida o muerte contra Ia
•riincra potência católica, Ia monarquia cspanola, guerra que Ia sacudió en sus
pimicntos. Esta disensión era Ia única que ei Papa podia aplacar sin escrúpulo
Jiil:;iino. Pero mientras todas las demás fueron apaciguadas, esta se mantuvo y
•lie corroyendo ei interior dei mundo católico.
'•*'•> Pallavicini, Vita di papa Alessandra VII, MS.
1 *" Osnabrüclcischcr FriedensscnFuss„ ait. v, J 1.
480 LA CONTRARREFOKMA DE 1 5 9 0 A 1630

La parte más afortunada en Ia guerra contra Espana correspiml.


Ia paz de Westfalia, a los holandeses. Fué Ia edad de oro de su poder y j
riqueza. Y cuando logran Ia hegemonia en ei Oriente se oponen enérgii n
ai avance de las misiones católicas.
Solo en Inglaterra pareció en ocasiones hallar acogida ei catolicis
cuando menos, una analogia de sus formas exteriores. Encontramos en!
de Ia corte inglesa en Roma y agentes pontificios en Inglaterra. I a n
que en Roma se le reconocía una espécie de consideración oficial,41 ejerdM
influencia sobre su esposo que parecia extenderse ai aspecto religioso, v
chás ceremonias se aproximaban a los ritos católicos. Pero de todo < .1 • 1
precisamente Io contrario. No parece probable que Carlos I se apartai |
íntimo de su corazón dei dogma protestante, mas las pequenas aproxim
ai rito católico que se permitió fucron su perdición. Parece como si Ia I
excitación provocada por tantos ataques incesantes, generales, duraderoí I
ei mundo protestante, se hubiera concentrado en los puritanos ingleses li
mente trato Irlanda de sustraerse a su domínio y de organizarse en m
católico, pues no logro con ello sino remachar su sujeción.
La aristocracia y los municípios de Inglaterra constituyen una p a f l
mundial que significa Ia rcafirmación dei protestantismo en Europa.

De esta suerte cl catolicismo encuentra sus fronteras definitivas. S s f l


asignado un âmbito y ya no puede pensar, con seriedad, en Ia proyectaáB
quista dei mundo.
El desarrollo espiritual ha tomado un sesgo que Ia hace imposible. I
Aquellos impulsos que ponen en peligro Ia unidad superior se a l z | f l
d predomínio y ei elemento religioso retrocede. Las consideraciones pcjfl
dominan ei mundo.
Los protestantes no se salvaron por si mismos. Más que nada fué 1
disensión en ei seno dei catolicismo Io que hizo posible su restablecimieiMB
cl ano de 1631 encontramos a las dos grandes potências católicas aliaofl
los protestantes: Francia, abiertamente; Espana, en secreto. Porque es o
que los espanoles habían entablado relaciones en esta época con los hugfl
franceses.
Pcro tampoco los protestantes se mantuvieron unidos. N o solo que sftl
batieran luteranos y reformados, como había ocurrido siempre, sino que IflJ
formados más decididos, aunque luchaban, sin duda alguna, por una d
común, en esta guerra se encuentran enfrentados/El poderio marítimo dei
hugonotes franceses se quebrantó con cl apoyo que sus colegas d e religl
viejos aliados prestaron a Ia corona de Francia.
El jerarca dei catolicismo, ei Papa de Roma, que hasta entonces •
dirigido ei ataque contra los protestantes, pospuso, a Ia postre, estos supfl

Jl Nani, Rcl.itione di Roma 1640: Con Ia regina d'Inghilterra passa coinunicatione d « f l


con ofíicii e don.itivi di cortesia, e si concede a quclfa Mth. noniinatione di cardinafi a poli
allri re. Spada, Relatione delia imiiziaíura di Francia 1641: 1/ Sr. Conte Rossetti, residente B
icgno, bene corrisponde neifossequio gli ordini dei Sr. eardl. Barberini protettore tutti pieni •
ardore e zelo di S. Emza.
GUERRAS DE MANTUA Y SUÉCIA 481

niii• roses dei poder espiritual. Procedió contra ei partido que había pugnado con
•iu\in ceio por Ia restauración dei catolicismo, y procedió así por consideración
m MI principado secular, volviendo a Ia política que había sido interrumpida
• M i e Paulo III. Ya sabemos que nada fomento tanto ei protestantismo en Ia
•i'incra mitad dcl siglo xvi como los empenos políticos de los Papas, y a estos
• r l n a también ahora su salvación y su conservación, según ei humano parecer.
Este ejemplo tenía que repercutir naturalmente en Ias demás potências,
• ( i r fin, Ia Áustria alemana, que durante tanto tiempo se mantuvo ortodoxa sin
Bmilación, emprendió ia misma política. La posición adquirida desde Ia paz
I r Wcstfalia descansaba en su íntima relación con Ia Alemania dei norte, con
Bl^laterra y con Holanda.
Al preguntar por Ias causas profundas de este fenômeno, nos equivocaría-
fcns si Io atribuyéramos unicamente a un empobrecimiento, a una debilitaciôh
l ( los impulsos religiosos. Creo que hay que buscar Ia significación de los acon-
•< i imientos de otro modo.
Por una parte, Ia gran lucha espiritual se había adentrado plenamente
n los ânimos.
En tiempos anteriores ei cristianismo era más cuestión de tradición, de
Bteptación ingênua, de fe incontaminada por Ia duda; ahora se había conver-
•clo en cosa de convicción, de entrega consciente. Tiene Ia mayor importância
f • 111' haya que escoger entre Ias diversas confesiones, que se pueda renegar,
•postatar y convertirse. Se busca a Ia persoria, se provoca su determinación. Así
fcuirrió que Ias ideas cristianas impregnaron Ia vida y ei pensamiento enteros
i"ii mayor hondura.
Todavia existe otro factor.
Es cierto que ei predominio de Ias contradieciones internas perturbo Ia
h i d a d dei conjunto, pero, si no nos equivocamos, es una ley de Ia vida que
de este modo se prepara un desarrollo más alto y más grande.
En los embates de Ia lucha general Ia religión había sido incorporada por
Ins naciones según Ias diferentes formas de su elaboración dogmática, y el dog-
Bii se fundió con el sentimiento nacional como un patrimônio de Ia comuni-
llatl, dei Estado o dei pueblo. Se había luchado por él con Ias armas, había sido
lostenido a través de mil peligros y había penetrado así en Ia carne y en Ia
kiingre.
De esta suerte, los Estados de ambos bandos' se desarrollaron como gran-
des individualidades político-eclesiásticas. Los católicos según su grado de su-
inisión a Ia Sede Apostólica, su grado de tolerância o de exclusión de los no
raiólicos; pero todavia más los protestantes, en los que Ias divergências en los
lihros simbólicos, por los que se jura, Ia mezcla de Ia confesión luterana y de Ia
reformada, el mayor o menor acercamiento a Ia constitución episcopal, creaba
tantas diferencias patentes. La primera pregunta que nos hagamos respecto a
eualquier país será acerca de Ia religión dominante. El cristianismo se presen-
ta en figuras múltiples. Y, por muy grandes que sean sus contradieciones, nin-
;una puede anular a otra, porque todas poseen el fundamento de Ia fe. Antes
!>icn, Ias diversas formas reciben, mediante los tratados y los acuerdos de paz
482 LA CONTRARREFORMA DE 1590 A 1630

en que todas ellas participan, leyes fundamentales que Ias convierten


espécie de república común. Ya no es posible pensar en que una c
cualquiera llegue ai dominio universal. Lo que importa es como cadi
cada pueblo, es capaz de desarroUar sus fuerzas a base de su fundamc
tico-religioso. En esto se asienta desde ahora ei porvenir dei mundo.


LIBRO OCTAVO

!
LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII
(.'spués que ei intento de los Papas de restaurar su dominio universal fracasó
finitivumente, a pesar de todo Io que había prosperado, su posición y ei inte-
s que nos suscitan cambian también. Las condiciones dei principado, Ia
minstración y desarrollo interior dei mismo, atraen de nuevo nuestra mayor
ención.
Así como ai descender de una alta montana, d e grandes perspectivas,
sumos a un valle que angosta nuestro horizonte, así de Ia contemplación de
os acontecimientos mundiales en los que ei Papado desempenó tan gran papel
husumos a Ia considcración de los asuntos particulares dei Estado de Ia Iglesia.
En Ia época de Urbano VIII llega esta entidad política a su culminación.
Conionccmos por este acontecimiento.

1) Reversión de Urbino
II ducado de Urbino abarcaba siete ciudades, con trescientos castillos, dispo-
nía de una costa rica y bien situada para ei comercio y, Apeninos arriba, de
una comarca sana y pintoresca.
Lo mismo que los duques de Ferrara, los de Urbino destaearon por sus
I licchos de armas, por sus mecenazgos literários y por ei esplendor de su corte.
Guidobaldo II estableeió en ei ano de 1570 cuatro cortes: además de Ia suya
nropia, otra para su esposa, y para ei príncipe, y para Ia princesa. 1 Todas ellas
brillantes, visitadas con gusto por los nobles dei país, abiertas a los extranjeros.2

l Bernardo Tasso, Amadigi, lib. 47, les dedico un magnífico elogio:


Vedefe i quatro a cui // vecchio Apcnnino
omerà il petro suo di fiori e d'erba—.

- "Relalione di Lazzaro Moccnigo ritomato da Giudubaldo duca dTJrbino, 1570": VuoJe


«lloggiar tutti li pcrsonaggi che passano per jl suo stalo, i/ numero de'quali alia fine deiJ'anno JI
trava esser grandíssimo.
483
484

Según vicja costumbre, todo extranjero era hospedado en Palácio. Los Ifl
dei país no hubieran bastado para tales gastos, pues no pasaban de unos l<
escudos, aun en ei caso en que ei tráfico dei trigo en Sinigaglia fuerl
bien. Pero Jos príncipes, por Jo menos por eJ nombre y Ios títulos, estab«a|
pre ai servido de guerra dei extranjero. La excelente situación dei pffl
centro de Itália era causa de que los Estados vecinos se disputaran ei i>'
a su lado mediante favores, sueldos y subsídios.
Se decía en ei país que ei príncipe producía más de Io que costaba. |
Cierto que aqui, como en todas partes, se intento elevar los impuesti
se mostraron tantas dificultades, sobre todo en Ia misma ciudad de Urbm
por fin se quedo en Io antiguo, en parte voluntariamente, en parte |
no cabia hacer otra cosa. También permanecieron sin tocar los privileB
estatutos. Bajo Ia protección de esta casa, San Marino conservo su in
libertad. 3 Mientras que en el resto de Itália ei principado se hacía cada V^
libre y poderoso, en Urbino se mantuvo en los viejos linderos.
A esto de debe que los habitantes estuvieran muy apegados a su •
tanto más cuanto que una unión con el Estado de Ia Iglesia hubiera signl
Ia anulación de todo Io tradicional, Ia perdida de Ias viejas libertades.
Por eso era asunto público de Ia mayor importância Ia continuidad
casa ducal.
El príncipe de Urbino, Francisco Maria, pasó cierto üempo en h aí
Felipe II. 4 Se cuenta que aqui mantuvo relaciones serias con una darru|
fiola, con Ia que pensaba casarse. Pero su padre, Guidobaldo, se oponía i
queria a toda costa una nuera dei mismo rango. Obligó a volver a su hij<
casario con Ia princesa ferrarense Lucrecia de Este.
Parecia que Ia pareja se había de entender. El príncipe, ágil v I
diestro en el manejo de Ias armas y con alguna instrueción, especialrrtei^
litar. La princesa, inteligente, llena de majestad y d e gracia. Se abr
esperanza de que Ia dinastia estaria bien asentada con este matrimônio,
cíudades porfiaron en recibir a los esposos con arcos de triunfo y bellt
sentes.
Pero Ia desdicha era que el príncipe tenía apenas veinticinco anos.
trás que Ia princesa andaba cerca de los cuarenta. El padre había desci
este punto pensando compensar Ia negativa de Ia alianza espanola, que fl
nínguna buena impresión en Ia corte de Felipe, mediante un partido br

3 lia humore d'esser republica, se dice cn un Discorso a í í . S. Urbano V/Jf sopra


d'Urbino, de S. Marino. Después de su incorporación ai Estado de Ia Iglesia amplio todí
sus privilégios.
* En el Amadigi aparece todavia muy juvenil, y graciosamente retratado:

Qtiel pieco/o fanciul, che g/i oechi aliando


par che si specchi nel/'avo e nel padre
e l'a/ta g/oria Jor quasi pensando.
Mocenigo le describe en el momento de sus bodas. Giosfra Jeggiadramínfe, studia et è ind
dellc mafemaliche e del/c fbrf/ficarioni: tanfo gagliardi sono i suoi esercitii. corne gii
baila, andare al/a cacc/a a piedi per habituarei aII'incomodo delia guerra, e cosi conrimií
<liibi;ano che gli abbino col tempo a nuncere.
REVERSIÓN DE URBINO 485

Ir rico. Pcro Ias cosas fueron peor de Io que él se había figurado. A Ia muerte
lili Cluidobaldo, Lucrecia tuvo que volver a Ferrara y no se podia pensar cn Ia
Llisccndencia. 5
Ya notamos cuán decisiva fué Ia influencia de Lucrecia en ej destino mor-
•al dcl ducado de Ferrara. También ahora, en los asuntos de Urbino, Ia vemos
kczclada con succsos desgraciados. Cuando revertió Ferrara pareció también
kjuc Urbino correria Ia misma suerte, tanto más cuanto que no había ningún
binado que pudiera pretender a Ia sucesión dcl ducado.
Pero todavia Ias cosas cambiaron. En febrero de 1598 muere Lucrecia y
• 'rancisco Maria puede casar de nuevo.
El país recibió una gran alegria al enterarse de que ei bondadoso prínci-
mv, que había venido gobemando con moderación y era amado por todos, tenía
lerdaderas esperanzas de que su linaje no se extinguiría con él. Todos hacfan
Ifotos por ei parto feliz de Ia nueva duquesa y, llegada Ia sazón, se reunieron
los nobles de Ia comarca, los magistrados de Ias ciudades en Pésaro, donde se
Bullaba Ia princesa, y a Ia hora dei acontecimiento Ia plaza dei Palácio y Ias
palies próximas estaban llenas de gente. Por fin apareció ei duque en Ia venta-
IU : "Dios —prorrumpió en alta voz— nos ha donado un hijo." La noticia fué
•ucibida con júbilo indescriptible. Las ciudades edificaron iglesias e instituyeron
•undaciones en cumplimiento de sus votos.0
Pero jcuán enganosas son las esperanzas que se fundan sobre los hom-
Rjrcs!
El nuevo príncipe fué educado con esmero; daba muestras de talento, por
Io menos literário, y ei viejo duque tuvo todavia Ia alegria de poderio casar
kon una princesa de Toscana. Hecho esto, se retiro a ia tranquilidad de Castel-
Hurante y puso en sus manos ei gobierno.
Pero apenas ei nuevo príncipe empezó a regir se aduenó de él Ia embria-
nicz dei poder. Por esta época, en Itália, Ia afición por el teatro iba ganando
• las gentes, y el joven príncipe se entrego a ella de cuerpo entero, entre otras
Kosas porque estaba enamorado de una actriz. Durante el dia se permitia el
Macei neroniano de conducir carros; por Ia noche él mismo se mostraba en las
•tíbias, y a este tenor siguieron otros mil desvaríos. Los honrados burgueses
W miraban consternados. No sabían si lamentarse o alegrarse cuando, el ano
1623, después de una noche de orgia, el príncipe amaneció muerto en su lecho.
Otra vez el viejo Francisco Maria tuvo que hacerse cargo dei gobierno,
[llcno de profunda tristeza por saberse el último de los Rovere, pues con él aca-
beba su linaje, y doblemente contrariado por tener que tomar de nuevo, a
pesgana, las riendas dei gobierno, obligado, además, a tener que conllevar amar-
gos disgustos por Ia Santa Sede. 7
5 Mathio Zane, Relat/one dei duca d'1/rbino, 1574, encuentra cn Lucrecia ya una signora di
lii-IJcza manco che medíocre, ma si tien ben acconcia: —si dispersa quasi di poter veder da questo
matrimônio fig/iuofi.
8 "La devoluzione a S. Chiesa degli stati di Francesco Maria H delia Rovere, ultimo duca
d'Uibino, descrita dairillmo. Sr. Antônio Donati nobile Venetiano." (In/f. polirt., también ya
linprcso.)
7 P. Contarini: trovandosi i) duca per gli anni e per findispositione già cadente prosternato et
iwi/iro d'animo.
486 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

Al principio hasta temió que los Barberini le arrebataran Ia nieta


había quedado de su hijo, y que entonces contaba un ano. Para ale ji
gro, Ia prometio en esponsaíes a un principe de Toscana y Ia
país vecino.
Pero pronto se produjo otro incidente.
Como también el emperador hacía valer pretensiones a una parte dl
de Urbino, Urbano VIII, para mayor seguridad, exigió dei duque unj
ración de que todo Io que poseía Io había recibido en feudo de Ia Sanl |
Francisco Maria se resistió mucho tiempo, pues consideraba que esta dccl.u
iba contra su conciencia, pero ai fin tuvo que ceder, y "desde entonces
nuestro informante— ya nunca se le vió alegre, pues se sentia oprimlfl
su alma".
Pronto tuvo que consentir que los gobernadores de sus pia;
prestaran juramento ai Papa. Finalmente —y de hecho era Io mejor ,
pasó por completo el gobierno a los plenipotenciarios de aquél.
Cansado de Ia vida, debilitado por Ia edad, quebrantado por una <JH
dei corazón, el duque, después de haber visto morir a todos sus amigos uiii
encontro el único consuelo entrcgándose a Ia piedad. Falleció en el ano I
En el mismo momento Tadeo Barberini se apresuró a tomar posejfl
país. La herencia alodial recayó en Florencia. El dominio de Urbino l'ue i
nizado según el modelo de los demás países y pronto escuchamos también
todas Ias lamentaciones que solía provocar el gobierno de los clérigos.8 1
Ocupémonos aluna de Ia administración eclesiástica y, en especjfl
factor más importante, dei que dependen todos los demás: el econômico.

2) Crecen Ias deuãas dei Estado de Ia lglesia


Si bien Sixto V redujo los gastos y reunió un tesoro, aumento, por otra •
los ingresos y los impuestos, a Ia vez que acumulaba sobre ellos una g r a n B
de deudas.
Saberse limitar, atesorar dinero, no está ai alcance de cualquicra. Aafl
Ias necesidades, tanto de Ia lglesia como de su Estado, fueron cada ano
apremiantes. Se echó mano ai tesoro, pero su empleo estaba vinculado a <M
ciones tan rigurosas que solo en muy raros casos cupo hacerlo. Cosa s i n a
era mucho más fácil emitir empréstitos que utilizar el dinero atesorado.í
Papas marcharon con Ia mayor celeridad y sin gr;m reparo por este caminoj
Es muy interesante observar Ia relación que guardan cada afio los ifíW
y el monto de Ia deuda y sus intereses, cosa sobre Ia que disponemos de H
mación fidedigna.
En el afio de 1587 los ingresos suponen 1.358,456 escudos, mientraj
Ias deudas se elevan a siete millones y médio. Aproximadamente Ia mitad m
ingresos, 715,913 escudos, estaba asignada ai pago de los intereses de Ia de(

8 Alvisio Contarini dice que en 1655 los habitantes estaban muy descontentos: Qu
s'aggravano mo/to de/la mutatione, chiamando tiranníco il governo de'j>rcli, i qua/i a/lro ml
che d'arrichirsi e d'avanzarsi non vi tengono.
CRECEN LAS DEUDAS DEL ESTADO DE LA ICLESIA 487

En cl afio de 1592 los ingresos llegan a 1.585,520 escudos y Ias deudas


12.242,620. El incremento de Ia deuda representa un múltiplo dei aumento
' >s ingresos. La suma de 1.088,600 escudos, es decir, aproximadamente Ias dos
leras partes de los ingresos, estaba asignada al pago de intcrcses de Ia deuda. 9
La situación era tan delicada que preocupaba grandemente. Con gusto se
biera acometido una rebaja dcl tipo de interés, y se hizo Ia propuesta de
ar un millón dei tesoro para reembolsar el capital a los que se opusieran a
a rcducción de los intcrcses. De este modo los ingresos netos hubieran subido
siderablemcnte. Sin embargo, Ia bula de Sixto V, con su preocupación de
itar un derroche dei tesoro, impedia adoptar medidas de este tipo. No había
,s remédio que seguir por el camino iniciado.
Acaso se pudiera creer que Ia incorporación de un país tan rico como Fe-
traería algún alivio, pero no fué así. *
Ya en el ano de 1599 los intereses se tragan três cuartas partes dei ingre-
total.
En el ano de 1605, cuando ocupa Ia Sede Paulo V, solo 70,000 escudos
los ingresos totales no están asignados al pago de intereses. 10 Nos asegura el
nlenal Du Perron que el Papa, a pesar de que los gastos de Palácio eran muy
jdestos, no podia vivir ni médio ano de sus ingresos regulares.
Tanto más difícil se hacía el evitar que se fueran acumulando deudas so-
V deudas. Tenemos testimonios fidedignos de Ia regularidad con que Paulo V
lio mano de este expediente: una vez en noviembre de 1607, dos en enero, una
% en marzo, junio, jülio de 1608, dos en septiembre dei mismo ano y, a este
ni >r, los restantes anos de su pontificado. No se trata de grandes empréstitos
sentido moderno: a medida que se van presentando, se cubren Ias pequenas
fcnsidades con Ia fundación y venta de nuevos Luoghi di Monte, en número
ftmor o menor. Unas veces se basan en Ia aduana de Ancona, otras en Ia
fc^íittn de Roma o de una província, a veces en el aumento dei precio de Ia sal,
• i a s en los ingresos dei correo. Poço a poço van creciendo de manera fabulosa.
•ulo V, él solo, hizo más de dos millones de deudas en Luoghi di Monte.11
La situación hubiera sido imposible si una circunstancia de tipo especial
ii luibiera venido en ayuda de los Papas.
Sicmpre el poder atrae al oro. Mientras Ia monarquia espanola seguia ca-
nino adelante y su influencia pesaba sobre el mundo entero, los genoveses, los
fcgyores capitalistas de entonces, habían colocado- su dinero en los empréstitos
tales, sin preocuparse mucho por algunas redueciones e intervenciones violen-
Rs de Felipe IE Pero como el gran movimiento espafiol fué decreciendo y Ias
berras y Ias necesidades menguándose, retiraron poço a poço sus caudales. Se
rientaron hácia Roma, que había recuperado en el entretanto una poderosa
0
"índice detallado de Ias finanzas pontifícias dei primer afio dei pontificado de Clcmen-
I VIII, sin encabezado especial." Bibl. Barb, n» 1699, en 80 cuattillas.
10 "Per sollcvarc Ia canicra apostólica", discorso di monsr. MaJvasia, 1606. G/i interessi che
WiEi paga ia sede apostólica assoibono quasi tufte 1'entrate, di maniera che si vive in continua
•i'.i.\ c difficoltà di provedere al/e spese ordinarie e necessarie, e venendo oceasione di qualche
straordinaria non ei è dove vo/tarsi.
ii Nota dc'Inoghi di monte crctti in templo dei pontificato delia felice memória di Paolo V
•06-16] 8.
488 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

posición mundial. Los tesoros de Europa confluían en ella. Bajo Paul»


Roma quizá ei mercado más notable de dinero de Europa. Los / |
Monte romanos fueron extraordinariamente solicitados. Como dabâfl
intereses y ofrecían bastante seguridad, su precío de venta subió a vfl
un 150%. Y ya podia ei Papa fundar Ia Monti que quisiera, que no 1 «
de faltar compradores.
Así ocurrió, pues, que Ias deudas fueron creciendo sin césar. Al a
dei pontificado de Urbano VIII representan 18 millones. Los ingresos,
sistema de Ia corte romana, tenían que guardar proporcíón y, así, ai p
de su gobierno real rezan 1.818,014 escudos bajocchi.12 No he podido t
qué parte se destinaba a intereses, pero era, sin duda, Ia mayor. Si exm
Ias cuentas ai detalle veremos que los créditos exceden a menudo los {
En ei ano de 1592 Ia dogana de Roma aporta 162,450 escudos; en ei d o ]
209,000; en este Ias asignaciones exceden a los ingresos en 13,260. I ,i
de Roma subió de 27,654 a 40,000 escudos; en 1592 quedo un e x c e d i
7,482 escudos, mientras que en 1625 había un déficit de 2,321 escud^
bajocchi.
Vemos que, por muy grande que fuera Ia economia con que se p r o l
quedaba muy poça libertad de movimientos.
Pero ei caso se agravaba como un régimen como ei de Urbano VIII,
ceio político le Uevaba tan a menudo a gastar grandes sumas en a r m a m
fortificaciones.
Se había adquirido Urbino, pero no aporto gran cosa ai principio.
Ia perdida de los alodios, los ingresos representan 40,000 escudos. Ad
ocasiono otros muehos gastos ia toma de posesión, que tuvo que ser corrm
con concesiones no insignificantes a los herederos. 13
Ya en ei afio de 1635 Urbano VIII Ileva Ias deudas hasta Ia cifra \
millones. Para encontrar los fondos necesarios al pago de los intereses. inir
o aumento diez diferentes impuestos. Pero no tenía bastante. Se hicieron
binaciones que le permitieron ir mucho más lejos y de Ias que podremflj
nos cuenta cuando hayamos repasado otros acontecimientos.

3) Funãación de nuevas famílias


Si nos preguntamos a donde fueron a parar todos estos dineros, en qué f|
empleados, es innegable que sirvieron en su maypr parte a los e m p a i
catolicismo.
Ejércitos como los que Gregorio XIV envio a Francia, que después si
cesores tuvieron que mantener durante cierto tiempo; Ia participación .
de Clemente VIII en Ia guerra contra los turcos; subsídios como los que fufl
concedidos tan a menudo a Ia Liga y a Ia casa de Áustria durante Paulfi
que duplico Gregorio XV y Urbano VIII traspasó —en parte por Io me

12 Entrata et uscita delia sede apostólica dei tempo di Urbano VIII.


13 Observación de Francisco Barberini dirigida al núncio cn Viena, cuando cl cin|i«fl
fundaba pretensiones sobre esta adquisición.
FUNDACIÓN DE NUEVAS FAMÍLIAS 489

Mnximiliano de Baviera, han tenido que costar a Ia Santa Sede sumas


lormes.
También Ias necesidades dei Estado pontifício obligaban a menudo a
iistos extraordinários: Ia conquista de Ferrara bajo Clemente VIII; Ias empre-
is de Paulo V contra Venecia; todos los preparativos guerreros de Urba-
W VIII.
A esto hay que aiiadir Ias construeciones magníficas destinadas ai embe-
lc( imiento de ia ciudad o a Ia fortificación dei Estado, y en Ias que cada nuevo
'.ipa cmulaba Ia memória de sus antecesores.
También se fundo una institución que tuvo su parte en esa acumulación
v deudas y que no beneficio ciertamente a Ia cristiandad, ai Estado ni a Ia
iudad, sino unicamente a Ias famílias de los Papas.
Se había introducido Ia costumbre, que hacc relación a Ia posición ael
Itamento sacerdotal con una constitución familiar muy desarrollada, de que ei
•cedente de los ingresos eclesiásticos se repartiera por Io regular entre los
ftrientes de cada jerarca.
A los Papas de entonces les estaba prohibido por bulas de sus antecesores
onceder principados a sus familiares, como antes Io habían intentado tantas
ITCS; pero no por esto renunciaron a Ias costumbres dei estamento clerical y
iioiiuaron ei engrandecimiento de sus parientes mediante riquezas y pro-
bdades.
No descuidaron hacer valer algunas razones para justificar su actitud.
•rtían dei supuesto de qüe no habían hecho voto de pobreza y, como podían
•nsiderar suyo ei excedente de los frutos de su cargo eclesiástico, también
llrían poscer ei derecho de poderio donar a sus familiares.
Pero más cjue esta clase de consideraciones influyeron en estos casos Ia
radición, Ia sangre y Ia inclinación natural de los hombres a dejar algo funda-
lo dcspués de su muerte.
Sixto V fué ei primero que encontro Ia forma que imitaron luego los
llrnuis.
A uno de sus sobrinos, que nombró cardenal, le dió participación en los
iKuntos y le asignó una renta eclesiástica de 100,000 escudos; a otro Io caso
lon una Samaglia y le nombró marquês de Mentana, y en él recayeron más
Inrde ei principado Venafro y ei condado Celano, en Ia región napolitana. De
•Ma suerte, Ia família Peretti conserva durante mucho tiempo un gran prestigio
jy su nombre aparece repetidas veces en Ia lista de cardenales.
Pero mucho más poderosos fueron los Aldobrandini. 14 Ya vimos Ia influen-
(i.i que ejerció Pedro Aldobrandino durante ei pontificado de su tio. En 1599
disfrutaba de una renta eclesiástica de 60,000 escudos, que, a partir de enton-
ics, debió crecer mucho. La herencia de Lucrecia d e Este le sirvió para esta-
[Mccerse; sabemos que deposito dinero en ei banco de Venecia. Pero si mucho
icunió también tuvo que dejarlo a ia família de su hermana y de su cunado
Ijuan Francisco Aldobrandino. Juan Francisco fué castellano de Sant'Angelo,
1* Niccolò Contarini, Storia Veneta: C/emente VIII neí conferir li beneíicii ecclesiastici
.illi nepori non hebbe alcun termine, et ando etiandio di gran Junga superiore a Sisto V suo
jifcessore, che spa/ancò querta porta..
490 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

gobernador dei Borgo, capitán de Ia guardiã, general de Ia Iglesia. In I


disfrutaba de una renta de 60,000 escudos y en mucbas ocasiones recibió ^T
al contado dei Papa. He encontrado una nota según Ia cual en los trec^H
de su pontificado Clemente VIII regalo a sus sobrinos más de un millfl
contado. Aumentaron sus riquezas porque Juan Francisco era un bucn m
nistrador; compro Ias propiedades de Rodolfo Pio, que no le allfgaba^H
más de 3,000 escudos y que él hizo producir 12,000. La boda de M
Margarita con Rainuccio Farncsio supuso grandes gastos, pues, además dfl
emolumentos, aporto a este 400,000 escudos de dote, ir ' aunque ei matrii
como vimos, no fué tan bien avenido como se había esperado.
Los Borghesc siguen ei camino de los Alobrandini, pero con ritmo aM
lerado y con menos empacho.
El cardenal Scipionc Cafarelli Borghese tenía tanta autoridad sobÉ
Io V como Pedro Aldobrandino sobre Clemente VIII. Amasó todavia mil
zas. En ei afio de 1612 los benefícios de que disfrutaba spponían u n a
anual de 150,000 escudos. Trato de ablandar Ia envidia que nei
había de provocar tanto poderio y tanta riqueza mediante una condiu!
dadosa y unas maneras muy corteses, pero no es de extrafiar que n a f e
completo êxito.
1 ,os cargos seculares lucrou a parar a manos de Marco Antônio B^—\
a quien ei Papa doto, además, con ei principado de Sulmona, en iSápolflJ
palácios en Roma y con Ias más hermosas villas en los alrcdcdorcs. Aluni)
sus sobrinos con regalos. Conservamos testimonios de ello a través d e ^ f
pontificado, hasta ei ano 1620. En ocasiones se trata de piedras preciosa!
tos de plata; magníficos tapices se recogen de los depósitos de palácio y se II
a los sobrinos; otras veces se les regalan carrozas, mosquetes, etc; pero Io I
cipal es siempre dinero contante y sonante. Resulta que hasta ei ano l o f l
recibido 689,727 escudos, 31 bajoechi al contado; 24,600 en Luoghi dim
según valor nominal; en cargos, según Ia cantidad que hubiera c o s t a ^ H
prarlos, 268,176 escudos, Io que suma, como en ei caso de los AldobroÉ
cerca dei millón. 10
Tampoco descuidaron los Borghese colocar su dinero inmediatami^H
bienes raíces. En Ia Campana de Roma se hicieron con ochenta propl^V
pues los nobles romanos se dejaban llevar a Ia enajenación de su p a t ^ H
incitados por ei buen precio y por los subidos intereses de los Luoghi di J V
que compraban con ei dinero de Ia venta. También se fueron establecil^B
otras regiones dei Estado de Ia Iglesia, favoreeiénclolcs ei Papa con privlB
especiales. En ocasiones recibieron derecho de asilo, derecho a cstablcM
mercado, o se beneficio a sus vasallos con exenciones. Se les cedieron alçar
y consiguieron una bula por Ia que sus propiedades no podían confM
nunca.

15 Contarini: 1/ papa mostrando dofore di esse: condotfo d;i nepoti da /ar cosi
pria conscienza, non poteva tanto nasconder nel cupo dcl cuore c/ic non dirompesse h mm
dama dcl/'aliegrczza.
16 Nota di danari, of/icil e moboli danafi da papa Paofo V a suoi parenli e C9|H
/alteg/i. MS.
FUNDÃCIÓN DE NUEVAS FAMÍLIAS 491

Ixis Borghese se convirtieron en ei linaje más rico y poderoso que había


In n ido Roma.
I )c este modo ei nepotismo cobro tanto auge que ya un pontificado breve
niuitía encontrar los médios para crear a los sobrinos una posición brillante. 17
Todavia de manera más absoluta que anteriores sobrinos dominó ei de
Irgorio XV, cardenal Ludovico Ludovicio. Tuvo Ia fortuna de que vacaran
|r.mte su tiempo los dos ofícios más importantes de Ia cúria: ei de vicecan-
Hlcr y ei de camarlengo. Los dos le correspondieron. Adquirió más de 200,000
os de renta. El poder secular, ei cargo de general de ia Iglesia y otros
• c i o s suculentos recayeron en favor dei hermano dei Papa, don Horacio, sena-
le Bolonia. Como ei Papa no prometia larga vida, tanta mayor fué Ia prisa
Br inriquecerse. La família adquirió en poço tiempo 800,000 escudos en Luoghi
Monte. Compraron a los Sforza ei ducado de Fiano y a los Farnesio el ie
carolo. El joven Nicolás Ludovicio pudo pretender Ias nupeias más venta-
Ins, Mediante un primer casamiento, aporto a Ia família Venosa y, en otro,
^mbino. El favor dei rey de Espana contribuyó a ello.
Estimulados por ejemplos tan brillantes, los Barberini se lanzan por Ia
ma via. Encontramos ai lado de Urbano VIII ai general de Ia Iglesia don
rios, su hermano mayor, varón grave, práctico en los negócios, de poças pala-
s, que n o se dejó cegar por Ia fortuna ni cayó en vana soberbia, siendo su
yor preocupación Ia constitución de un gran patrimônio familiar.18 "Sabe
*c cuenta en una relación de 1625— que Ia posesión de dinero distingue
kino dei gran montón y no considera digno que quien ha tenido parentesco
II vez con un Papa aparezea a su muerte en una situación modesta." Don
rios tenía três hijos, que habrían de hacer gran carrera: Francisco, Antônio
adeo. Los dos primeros se dedicaron a ia Iglesia. Francisco —que por su
iestia y bondad se ganó Ia confianza general y supo además entender el ca-
ter de su tio— recibió el mayor poder, y si bien Io ejerció con moderación,
uportó en tantos anos considerables riquezas. En el ano de 1625 contaba con
a renta de 40,000 escudos, y en el 27, de 100,000.19
No fué de su gusto que Antônio fuera nombrado cardenal, Io que tuvo lugar
j<> Ia condición expresa de que no habría de tomar parte en el gobiemo. Anto-
0 era muy ambicioso, obstinado, soberbio, aunque débil de cuerpo. Para no ser
urecido en todo por su hermano se apresuró a acumular cargos y rentas, que
ndían a 100,000 escudos en el ano 1635. Recibió seis encomiendas de Malta,
a que seguramente no agrado mucho a los caballeros de Ia orden; también
ibió regalos, pero fué a su vez muy generoso, y generoso con cálculo, para
17 Pietro Contarini, Rclafione di 1627: Quello che possiede Ia casa Peretta, AJdabrandina,
pghese e Ludovisia, li Joro principali, /c grossissime rendite tante emincntissime fabriche, super-
•fíne snpcllcttili con esíraordinarii ornameníi e delizie non solo superano le conditioni di signori e
blnrjpi privati, ma s'uguagiiano e s'avanzano a quclle dei medesimi re.
I in "Rclationc de'quatro ambasciatori 1625"; NelJa sua casa è buon econemo et ha mira di /ar
llPiiri, assai sapendo egíi molto bene che Voto aceresce Ia riputatione agli uomini, anzi Toro gii
fh:\ e gii distingue vantaBgiosamcnfe nel cospetfo dei mondo,
II Pietro Contarini, 1627. E di ottimi, virtuosi e lodevoli costumi di soave natura, e con
ímpio único non etiole ricever donativi o presente alcuno. Sara nondimeno vivendo il ponte/ice
pari d'ogni atiro cardinale grande e rieco. Hor deve aver intorno 80,000 se. cTentrata di beneficii
taiastici, e cen li governi e íegionafi che tieni deve avvicinarsi a 100 m. se.
492 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

atraerse a Ia nobleza romana. Don Tadco, que era ei hcrmano mediar^


destinado a fundar una família con Ia adquisición de grandes propll
Revistió Ias dignidades de los sobrinos laicos y, a Ia muerte de su padl
general de Ia Iglesia, castellano de Sant'Angclo, gobernador dei Bi
ei ano de 1635, tenía tantas propiedades que sus rcntas anuales montd
100,000 escudos.- 0 Todavia fué adquiriendo otras nuevas. Dofl TadM
muy retirado y llvaba una administración modelo. En poço tiempo se cal( I
los ingresos regulares de los três hermanos juntos en médio millón dfltS
ai ano. Lcs pertenecían los cargos más importantes. Antônio era camâB
Francisco, vicecanciller, y don Tadeo recibió Ia prefectura vacante a l f H
dei duque de Urbino. Se ha calculado que los Barberini recibieron I
curso de este pontificado Ia increíble suma de 105 millones de escudfl^f
palácios —relata cl autor de esta información—, por ejcmplo ei palácio I
Qitattro Fontane, digno de un rey, los vinedos, los cuadros, Ias estatuas, li|
jetos de plata y oro, Ias piedras preciosas que fueron recibiendo, son de I
valor de Io que se pudiera creer y decir."
Al mismo Papa le da que pensar, en ocasiones, tanta riqueza de S ^ H
y nombra, en ei ano de 1640, una comisión para examinar su lcgitimidadB
primero que hizo Ia Comisión fué exponer ei principio de que ai P a p ^
está vinculado un principado con cuyos excedentes o ahorros puede ei
regalar a sus familiares. Después, tomo en consideración Ia situación dei
cipado para determinar hasta qué punto podia llegar ei Papa. Una vez caleul
todo, sentencio que ei Papa podia, en buena conciencia, instituir para su f
lia un mayorazgo de 80,000 escudos de renta y todavia otra fundación »
segundón; Ias dotes de Ias hijas serían de 180,000 escudos. Tambien
consultado ei general de los jesuítas, Vitelleschi, pues es sabido que los w
tenían que intervenir en todo. Encontro que ei dictamen de Ia comisidí
moderado y dió su aprobación.
De este modo, de pontificado en pontificado, van surgíendo nuevos
jes en posiciones poderosas y se colocan entre Ia alta aristocracia dei paísj
los acoge con agrado.
Claro es que no podían faltar los roces. La oposición entre antecesoi
sucesores, que hasta entonces dependia de Ias facciones dei cónclave, sem
fiesta ahora entre los sobrinos. El linaje que está en ei poder cuida c e l o s a ^
de su máxima dignidad y, por Io regular, se enemista y hasta persigue ai lill
anterior. Aunque los AJobrandini tuvieron mucha parte en Ia exaltad^T
Paulo V, los familiares de este los hicieron de lado y los maltrataron conf

-" Es decir, a tanto ascendían los ingresos de los bienes raíces: per li novi acquisti, dice Al.
tarini, di Palcstrina, Montcrofondo e Valmontone, tatto .vendere a forza dai Coionnesi e SoK
per pagare i debiti Joro—. El cargo de general de Ia Iglesia producía ingresos de 20,000 <m.
21 ConcJave di Innocenzo X. Si contano caduti neila Barberina, come risu/ía da sincera no
di partile disrinte, J 0> mi/ioni di contanti. lista suma resulta tan increíble que se podría C^B
una errata. Sin embargo, esta mísma cifra se halla indicada en vários manuscritos, entríM
en ei foscarino, en Viena, y en ei que ine sirve de base.
22 Niccolini trata sobre este asunto. También examine otro pequeno escrito especial: rVf(
a /ar decidere quid possit papa donarc, ai 7 di Luglio 1640, redactado por un miembfoB
Comisión.
GUERRA DE CASTRO 493

»M>S costosos y peligrosos: 23 por eso los llamaban los grandes ingratos. El mismo
|»l.ivor encontraron Jos sobrinos de Paulo V con los Ludovici y ei cardenal Lu-
•ivicio tuvo que abandonar Roma cuando los Barberini se hicieron con ei poder.
Los Barberini hicieron valer soberbiamente ei poder que ei favor papal les
•ocuraba sobre Ia nobleza nativa y los príncipes italianos. Urbano VIII otorgó
I MI sobrino laico Ia dignidad de un prefecto de Roma, pues a este iban vincu-
Bilos derechos honoríficos que colocaban por siempre a Ia família a Ia cabeza de
fciil.is Ias demás.
[ Pero en este aspecto se inicio también un movimiento que, si bien no
Aviste significación universal, marca, sin embargo, una época importante en
limito a Ta posición dei Papado dentro dei Estado y de toda Itália.

4) La guerra de Castro
El rango supremo entre todas Ias famílias papales no regentes Io afirmaron
^pipre los Famesio, porque no solo consiguieron, como los demás, hacerse con
Bíscsiones en ei campo, sino que también se invistieron con un principado
fcportante y no fué fácil para los sobrinos gobemantes mantener a este linaje
•MI Ia sumisión deseada. Cuando ei duque Odoardo Famesio llegó a Roma en
B649, fué recibido con los mayores honores.24 El Papa le preparo una residen-
u In, designo nobles para su servicio y hasta le presto dinero para sus negócios.
H .1' Barberini celebraron fiestas en su honor y le regalaron cuadros y caballos; a
Brsar de todo, no le ganaron por completo. Odoardo Farnesio, príncipe orgullo-
• ) y de talento, rendia culto a Ia vanidad de aquella época y se complacía en Ias
•ililezas de Ia etiqueta. No había manera de que reconociera en Tadeo Ia
•l^nidad de un prefecto, con ei rango correspondiente. Aun en sus visitas
nl Papa se mostraba poseído de una manera muy marcada de Ias excelências
ili- su casa y de sus propias cualidades personales. Se produjeron roces tanto
| nu-, difíciles de subsanar por Io mismo que se basaban en apreciaciones perso-
•iiles invencibles.
Se presentó Ia importante cuestión de como habría que acompanar ai du-
|i|iic en su despedida. Odoardo reclamaba ei mismo trato que había disfrutado
Irl j;ran duque de Toscana y, así, ei sobrino regente, cardenal Francisco Barbe-
I r 1111. tendría que acompanarle personalmente. Este estaba dispuesto a hacerlo, si
Lutes ei duque le rendia una visita formal en ei Vaticano, cosa a Ia que no
«r creía obligado Odoardo. Se anadió a esto alguna que otra dificultad que le
[liiscitaron en sus asuntos de dinero, de suerte que su amor propio estaba doble-
kente picado. Después de despedirse dei Papa con unas poças palabras, en Ias
buc llegó a quejarse dei sobrino, abandono ei palácio y Ia ciudad sin ni siquiera

I 2a Un ejemplo se halla cn Ia Vila dei Cl. Cecchini.


24 Deonc. Diário di Roma, t. i. E fafalc a sígri. Barberini di non (rovare corrispondenza
lii' bcneíicafi da (oro. 71 duca di Parnia /u da loro alíoggiafo, accarczzato, servito di gcntii'hiiomini
I carroze, beneficato con Ia reduttionc dcl monte Farncse con ntiie di grossa sonuna dei duca e
•ititiio grandizzinio di molti poveri particiilari. corteggialo e pasíeggiafo da anibi li (ratelli cardli.
r spafio di pi» settimane. c regalafo di cavalli, quadri ei allri galanlerie, c si parti da Roma
Í i/a pur salutarli.
494 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

saludar ai cardenal Francisco. De este modo creía inferirle una gt


Pero los Barberini, duenos de un poder absoluto, disponían àe m
vengarse sensiblemente.
La administración financiera desarrollada por ei Estado eclesií
imitada por todas aquellas casas principescas que constituían su ari
Todas habían instituído Monti y ofrecido a sus acreedores Ia garanti
rentas, Io mismo que los acreedores dei Papa tenían asignados los ingrí
Câmara y, así, los Luoghi di Monte fueron pasando de mano en mano
mo modo. Pero estos Monti dificilmente hubieran gozado de crédito ili
bajo Ia inspección dei poder supremo, pues solo con autorizaciói
Papa podían ser instituídos o modificados. Entre los privilégios de Ia i
nante estaba, pues, ei de ejercer con tal vigilância una gran influem i
asuntos domésticos àe los demás. Las redueciones de los intereses de ti
estaban a Ia orden dei dia y dependían de Ia buena voluntad de aquélla
Ahora bien, los Famesio estaban muy cargados de deudas. El M^
nesio Vecchio tuvo su origen en las necesidades y gastos de Alejandro
en las campanas de Flandcs; fué instituído un nuevo Monte, las autoriz|
de los Papas aumentaron Ia masa de deuda, se emitieron Luoghi con i í
menores, no se amortizaron los antiguos y las diferentes operacionei
conducidas por casas de comercio que competían entre si, de suerte
madeja se fué enredando. 28
Se anadió a esto que los Barberini adoptaron ciertas medidas que •
ron grandes danos ai duque.
Los dos Monti farnesíos estaban garantízados con Ias rentas de
Ronciglione. Los Siri, arrendatários de los ingresos de Castro, pagaban a]
94,000 escudos, con los que podían ser cubiertos los intereses de los Aíowíj
que ei ingreso fuera tan elevado se debía a un beneficio concedido £T
por Paulo III. El Papa Paulo había mandado hacer una gran carretera <u
a Ronciglione y había concedido a Ia comarca una mayor libertad de q
ción de trigo que Ia poseída por las demás províncias. Los Barberini decid
vocar este privilegio. Desviaron Ia carretera hacia Sutri y publicaron uni
bición de exportación en Montalto di Maremma, donde se solía cai
grano procedente de Castro. 27

25 Entre los muclios escritos polêmicos sobre este asunto, que subsisten manuscrito
tro, principalmente, los siguientes, que me parecen más serenos y fidedignos: "Risposta
di lettera ai libro di duca di Parrna", en ei toino 45 de las /pformationi: U duca Odoai
papa e ringrazioJio, soggiunse di non si potei Jodare dei Sr. C/e. Barberino. Dal na
brevemente risposto che conosceva Vaííetto de S. Emza. verso di lui. Licentiatosi da i
senza far rnotto ai Sr. Cardinale se n'andò ai suo palazzo, dovendo se voleva esser li I
de S. Emza. rimanerenellc stanze dei Vaticano e licentiarsi parimente da S. Emzg,
usauza de'principú La marrina finalmente parti senza /ar altro.
2B Dcone. t. i. Fu ultimamente i'uno et 1'altro stato, cioè Castro e Ronciglione, d
94m. scudi 1'anno a gii Siri. Sopra questa entrata è /ondata Ia dote deI/'uno e deWal
Farnese, vecchio cioè e nuovo. II vecchio fu fatto dal duca Alessandra di 54m. scudi I' M
tutti spesi in Fiandra: al quale il presente duca Odoardo aggiunse somma per 300m. n 0t
principale a ragionc di Wt per cento: e di piii inipose alcuni censi: di modo che poi
rimanc per lui. si che se li leva Ia tratta dei grano, non ei sara il pago per li creditori (
non che dcVcnsuarii.
27 Sc basaron entonces cn Ias palabras de Ia Bula de Paulo III, que les dió U
GUERRA DE CASTRO 495

De momento se produjo ei resultado esperado. Los Siri, que ya no esta-


hm vn muy hucnos términos con ei duque por aque51as operaciones y que aho-
• se sintieron asistidos por Palácio —se dice que, muy especialmente, por Ia
Biflucncia de algunos prelados, que tenían participación secreta en ei negocio—
negaron a cumplir ei contrato y dejaron de pagar los intereses dei Monte
rnese. Los montistas, que de pronto dejaron de cobrar sus rentas, reclamaron
Ite ei Gobiemo de Roma. El duque, que se veia perjudicado tan malévola-
cnte, no se digno buscar satisfacción para sus acreedores. Pero Ias quejas de
n montistas fueron tan vivas y apremiantes que ei Papa se crevó autorizado,
bru asegurar sus rentas a tantos burgueses romanos, a incautarse de Ja hi-
•otcca. A este propósito envio una pequena tropa a Castro. N o dejó de haber
fcsistencia: "Nos hemos visto obligados —dice, entre otras cosas, con tono colé-
• m - a disparar cuatro grandes canonazos, que han matado a uno de fos
Inimigos."- 8 El 13 de octubre de 1641 se apoderó de Castro. Pero no pensaba
Tirar en esto. En enero de 1642 pronuncio Ia excomunión contra ei duque, que
quedo impávido ante Ia toma de Castro. Se le declaro perdedor de todos sus
iudos y llegaron tropas para arrebatarle Parma y Plasencia. El Papa nada
teria saber de paz: "Entre ei Senor y sus vasallos no hay lugar a paz; queria
kimillar ai duque y para ello disponía de dinero, valor y tropas; Dios y ei mun-
staban con él."
Pero ei asunto cobro de este modo vuelos mayores. Los Estados italianos
|li i. ia tiempo que estaban recelosos con Ias repetidas expansiones dei Estado de
Li [glesia. N o se hallaban dispuestos a tolerar que se quedara con Parma,
mino lo había hecho con Urbino y Ferrara; todavia los de Este no habían re-
mimiado a sus pretensiones ferrarenses ni los Médicis a Ias suyas sobre Urbino.
•odos se sentían agraviados con Ias arrogancias de don Tadeo y más todavia
Bs venecianos, porque Urbano VIII había mandado borrar una inscripción de
||.i Sala Regia en Ia que se les loaba por su fabulosa defensa de Alejandro III,
lusa que sintieron como una gran injuria. 29 También había consideraciones
lolíticas de caracter general que les movían a unirse. Las preocupaciones de los
•ilianos estaban promovidas ahora por ei poderio francês, como antes por ei
fc«|ianol. Por todas partes Ia monarquia espanola padecia grandes perdidas, y
[liniian los italianos que su situación podia cambiar fatalmente si Urbano VIII,
•lie pasaba por un decidido partidário de )os íranceses, se hacía todavia más
pulcroso. Por todos estos motivos acordaron resistirle. Sus tropas se reunieron
ei país de Módena. Los Barberini tuvieron que ceder ei paso por Ia comarca
ei ejército dei Papa estableció sus reales en Ferrara.
En cierto grado, se repite Ia oposición entre los intereses franceses y espa-

u/tas /rumenta ad quaecunque etiani praefatae Ronianae ecclesiae e nobis immediate vcl mediatc
i/eeta conducendi; pero sin embargo llegaron a Ia libre exportación.
-" Tuvo lugar en un puente. Dictus doininus marerio, cx quo mifites numero 40 circiter,
|in ni c/sdcin poníc et valío ad pugnandum apposiri fucrtuir, amicabilitcr ex eis recedere recu-
•li.iiit. íiinno hosrilitcr ponfiíicio exercirui se opponebant, fnit coaclus pro illoruin expugnatione
•iiliior iiiagnorum (ormcntorimi ictus explodcre, quorum formidinc hoslcs pcrlcrriti fugani tandem
uiiuicninf in ÍIII^ iinnç irtcnr.nn íntcriertliv rrmansit
-"•' Ih.bria de desarrollarse en un apêndice.
496 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

noles que mantenían agitada a Europa. Solo que los motivos y Ias
ahora se ponen en movimiento son mucho más débiles.
Una expedición emprendida a inicitiava propia por ei duque de I
quicn sin haber puesto mucho de su parte se veia protegido y, i
no obligado, nos revela Ia singularidad de ia situación.
Sin artillería ni infantería, solo con 3,000 jinetes, penetro OcToaiqi
Estado d e l a Iglesia. En Fuerte Urbano, cuya construcción había costada
Ia guarnición, que estaba muy lejos de pensar en Ia presencia dei •
no le pudo resistir. Los boloneses penetraron en Ias murallas y ei ducjii'
adelante sin haber tropezado siquiera con Ias tropas dei Papa. Imola le
Ias puertas y ei duque visito ai gobemador pontificio y aconsejó a Ia ciudl
se mantuviera fiel a Ia Santa Sede, porque no había tomado Ias armas
Roma, ni contra Urbano VIII, sino contra los "sobrinos". Desfilo bajo lu
deras de los gonfalonieros pontificios, en Ias que se veían Ias imágenes l
Pedro y San Pablo, y reclamo paso libre en nombre de Ia Iglesia. I
habían reforzado Ias puertas, pero, cuando ei gobemador avisto ,\1 m
se dejó deslizar de Ia muralla por u n a cuerda para tratar personalmcnu-
duque, y Ia entrevista acabo abriéndole Ia ciudad. Lo mismo ocurrió eu
Los habitantes de todas estas ciudades contemplaban tranqüilamente M
ventanas ei desfile dei enemigo por Ias calles. El duque llegó a tr.i
los montes a Toscana y, desde Arezzo, entro de nuevo en los domínios
Iglesia. Castiglione da Lago, Citta dei Pieve, le abrieron sus puertas y
siguió adelante, llenando Ia comarca con ei espanto de su nombre. 30 En
sobre todo, cundió ei pânico, y ei Papa temió correr ia suerte de Clemen|
Trato de armar a sus romanos. Pero tuvo que derogar un impuesto, y rei
fuerza de palabras, Ias sumas de casa en casa, antes de poder equiptj
cuantos jinetes. Si ei duque de Parma hubiera aparecido en aquel momef
duda alguna se hubieran mandado a su encuentro en ei Ponte Mollj
cuantos cardenales v habría obtenido lo que queria.
Pero tampoco era un guerrero. Sabe Dios qué clase de consideracl
retuvieron. Se dejó llevar a negociaciones de Ias que nada podia sacar <
pio. El Papa volvió a respirar. Con un entusiasmo renovado por ei
fortifico Roma. 31 Pudo enviar un ejército que pronto disperso de los d<j
de Ia Iglesia a Ias tropas dei duque, que no estaban muy bien avenidas,
ya nada tenía que temer, Urbano estableeió Ias condiciones más dur
embajadores dei príncipe abandonaron Roma. También en Ia Itália pau
gente se preparaba a una guerra intestina.
En mayo de 1643 los aliados penetran en Ferrara. El duque de]
se apodera de Ias plazas de Bondeno y Stella. Los venecianos y modeneií
unen y penetran profundamente. Pero también ei Papa se había <'qu
30 Un detallado relato sobre esta empresa se encuentra en Siri, Afercurio, t. n, p I .'
81 Dcone: Si seguitano le íorti/icationi non solo di Borgo, ma de/ rirnanente de/Ia li
Roma, aííe qiiaii sono deputati tre cardina/i, PaJíotta, GabrieJi et Orsino, che giornalmenti
cano da una porta al)'altra: e si tagliaiio futte Je vigne che sono appresso Je mura per li [
dentro di Roma, cioc íanno strada tra Ic mura e Je vigne e giardini con danno gramimiin
droni di esse: e casi verrà anche toeco iJ bellissimo giardino deWfedici, e perdera IJ paifu
haveva nel/a mura di Roma.
GUERRA DE CASTRO 497

ilcn y disponía de 30,000 infantes y 6,000 jinetes. Los venecianos no se atre-


flcron a atacar a un ejército tan considerable, así que se retiraron, y, a poço,
ncontramos a Ias tropas pontifícias que penetran en Ia comarca de Módena y
n Polesine di Rovigo. 32
El gran duque de Toscana se arrojo inutilmente contra Perusa y Ias tropas
ri Papa penetraron en los domínios dei duque.
jQué aspecto más extrafio nos ofrecen estas luchas, llevadas por ambas par-
|rs sin nervio ni coraje, si Ias comparamos con Ias dei mismo tiempo en Alema-
lia, con aquella expedición sueca desde ei Báltico hasta Ias proximidades de
Viena, desde Moravia hasta Judandia! Y, sin embargo, no eran luchas pura-
mente italianas, pues en ambos bandos servían extranjeros: en los ejércitos
(liados, alemanes, Ia mayor parte; en los pontifícios, franceses. »
Pero esta guerra italiana trajo como consecuencia que se esquilmara ei
BIIÍS y que Ias cajas dei Papa se vieran exhaustas. 33
Urbano VIII apelo a muchos médios para procurarse ei dinero que nece-
•taba. Y en septiembre de 1642 se reconsidero ia bula de Sixto V y se llegó a
nu acuerdo en ei consistorio para sacar 500,000 escudos dei tesoro.34 Natural-
hcnte que esto no iba a alcanzar para mucho, y se empezó a tomar prestado dei
Irsto dei tesoro, es decir, que se estableció que ei dinero recogido se reembol-
"••ii i.i más tarde con aquél. Ya vimos que se establecieron tasas personales, cosa
buc se rcpitió a menudo. El Papa mostraba a los "conservadores" Ias cantidades
He que tenía necesidad y se hacía luego ei reparto entre los habitantes, sin
mcluir a los extranjeros. Pero ei capítulo más importante siguieron siendo los
piiipurstos. Al principio no eran muy sensibles —por ejemplo, un impuesto
bnlirc los perdigones de caza—, pero pronto se vieron cargas más pesadas sobre
(niiulos de primera necesidad como Ia lena, Ia sal, ei pan y ei vino. 35 Fué su
v mula subida de nivel y, en 1644, importaban 2.200,000 escudos. Claro que
ihli nueva elevación de impuestos y cada nuevo impuesto se capitalizaban
«•ii seguida, fundándose sobre ellos un Monte, que se vendia. El cardenal Cesi,
«|iie había sido tesorero, calculaba que se habían hecho 7.200,000 escudos de
movas deudas, aunque en ei tesoro no quedaban más que 60,000. El coste
pitai de Ia guerra, según se revelo a los embajadores venecianos en ei ano 1645,
•«só de los 12 millones. 38
•<2 Frizzi, Mcmoric per Ia sforia di Ferrara, v, p. 100.
:|
l Riccius, Reruni /la/icarnm sui (emporis narrationes, Narr. xrx, p. 590: Jngens opinioncqne
•tias bclliim evarsit, sed primo impclu vai/dum, mox senescens, postremo neutrius partis fructo,
I iniiitHrH rapinis indigenis evitiale, irritis conatibiis prorsus inane in mutua studia of/icaque
,but.
•")•» Dconc, 20. Sett. 1642. Havendo 1 papa /alto sfudiare da legisti e thcologi di potere
•miforinc ia bolla di Sisto V cessare denari dal tesoro dei castcl SanfAngelo, il luncdi 22 dei rnese
il papa tenne consistoro per il medesimo af/are. Fu risoluto di cessare 500m. scudi d'oro. a lOOm.
|HT volta, e non prima che sia spesi qnclli che ai presente sono ancora in essere delia cainera.
as Dcone, 29. Nov. 1642. Si sono imposte 3 nuove gabellc, una sopra il sale oltre falte, Ia
l" .sopra le Icgna, Ia 3 ' sopra Ia dogana, Ia quale in tuttc Ic mercantie clie vengono per terra
llicirotc 7 per cento, per acqua 10 per cento. Si è cresciuto uno per cento d'avvantaggio, c si
•iprftario altre 3 gabelle per le necessita correnti, una sopra Ic case, J'altra sopra li censi, Ia terza
lopra li casali, cioè poderi nella campagna.
3« Rclationc de'IV ambasciatori: L'crar/o si trova notabilmentc esansto, essendnci stato allcr-
lluto da piu cardinali. aver spesi i Barbcrini nelía, guerra passata sopro 12 milioni d' oro.
498 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

A cada momento se sentia con mayor intensidad Io que esto


pues ei crédito se consumió y poço a poço se fueron secando todas Ias M
suplementadas. Tampoco Ia guerra transcurrió siempre a Ia medida m
deseos. En una escaramuza, en Lagoscuro, ei 17 de marzo de 1644, el catH
Antônio pudo escapar gracias a Ia celeridad de su caballo. 37 Como «J P*fl
sentia cada dia más achacoso, tuvo que pensar en Ia paz.
Los franceses se encargaron de Ia mediación. Los espafioles tenían tan |
influencia en Ia corte pontifícia y habían perdido también tanta autoridaí^
general, que esta vez quedaron completamente excluídos.
A menudo había confesado el Papa conoçer muy bien que Ia intcni
de los venecianos era Ia de matarle a fuerza de disgustos, pero no se iban r
con Ia suya, que él sabría resistirles. Mas ahora se vió obligado a conflfl
todo Io que pedían: a retirar Ia excomunión dei duque de Parma y restafl
en Castro. Jamás creyó que Ias cosas llegarían a este extremo y Io sintifi
fundamente.
Otra cosa le apesadumbraba también. De nuevo se le antojó que •
favorecido indignamente a sus sobrinos y que esto pesaria en su concB
en Ia presencia de Dios. Volvió a UamaT a algunos teólogos de conf ianza, §
otros el cardenal Lugo y el jesuíta Padre Lupis, para consulta. La n ^ V
fué que los sobrinos de Su Santidad se habían conquistado tantos enc-rn
que era justo y hasta necesario, para el honor de Ia Sede Apostólica, rjT
rarles los médios para que pudieran mantenerse en una situación digna a l i
cimiento dei Papa. 88
Con estas dudas atormentadoras y con el sentimiento amargo de una |
presa fracasada, se encaminó el Papa a Ia muerte. Refiere su médico!
cuando tuvo que firmar Ia paz de Castro perdió el sentido, sobrecogido d J
lor, y que desde ese momento empezó a trabajar Ia enfermedad que le 1
a] sepulcro. Clamaba ai cielo para que castigara a los príncipes impíos c f l
habían conducido a Ia guerra. Murió el 29 de julio de 1644.
Apenas Ia Santa Seda se había retirado dei centro de los asuntos curei
cuando sufrió en los asuntos italianos, que eran asuntos de Estado, una dei
como hacía tiempo no conocía.
También el Papa Clemente VIII rinó con los Farnesio, hasta que. .il
les otorgó su perdón. Pero hizo esto porque queria vengarse de los esflfl
con ayuda de los demás príncipes italianos. Ahora Ia situación era otra.f
bano VIII había atacado con todo su poder ai duque» de Parma, y Ias ftf
coaligadas de Itália habían agotado Ias suyas y le habían obligado a firmas
paz desventajosa. N o se puede negar que, esta vez, el Papa había salffl
diendo.
5) Inocencio X
En el cónclave que siguió se hizo patente Ia repercusión de Io que acabff
de decir. 39 Los sobrinos de Urbano VIII acaudillaron cuarenta y ocho a
37 Nani, Storía Veneta, lib. xn, p. 740.
38 Nicoletti, Vita di papa l/rbano, t. vnt. j
89 Aim perduraba IJ vieja situación forzada ai quedar vacante Ia Sede. /. Nicii ÉM
INOCBNCIO X 499

mies nombrados por su tio; jamás se había conocido una facción tan fuerte. Y,
lin embargo, pronto vieron que no lograrían imponer Ia persona escogida por
•lios, Sacchetti. Cada dia eran más desfavorables los escrutinios. Para impedir
ue cinera Ia tiara un enemigo declarado, ei cardenal Francisco Barberini se
1'ridió por ei cardenal Pamfili, quien, por Io menos, era también hechura
I Urbano VIII, aunque con fuerte inclinación por ei lado espanol y cargado
>n ei veto de Ia corte francesa. El 16 de septiembre de 1644 fué elegido ei
irdenal Pamfili. Tomo ei nombre de Inocencio X, en recuerdo, según se cree,
I Inocencio VIII, en cuyo tiempo su família había Uegado a Roma.
Y ahora cambio, de una vez para siempre, Ia política de Ia corte romana.
Los príncipes coligados, en especial los Médicis, a los que ei nuevo Papa
lebía sobre todo su exaltación, cobraron influencia sobre ei poder ai que habian
lutado combatiendo. Aquella famosa inscripción veneciana fué restaurada40 y
In Ia primera promoción se nombraron casi puros amigos de los espaftoles. Re-
ucitó de nuevo ei partido espanol y, por Io menos en Roma, funciono de con-
apeso dei partido francês.
Los Barberini fueron los primeros en sentir este cambio de ia situación.
N<> podemos averiguar ahora cuánto fundamento había en todo Io que se les
hacaba. Se habian permitido intervenciones en Ia justicia, despojo de bene-
licios ajenos y, sobre todo, desfalco de dineros públicos. El Papa decidió exigir
lucntas a los sobrinos de su antecesor por su gestión financiera durante Ia gue-
rra de Castro.41
Al principio creyeron los Barberini que les seria de bastante amparo Ia
brotección francesa. Como Mazarino había subido empujado por ellos, no les
Bcgó en esta ocasión su protección. Colocaron los escudos franceses en sus
Macios y se pusieron formalmente bájo Ia protección de Francia. Pero ei
••apa Inocencio declaro que él estaba para administrar justicia y, así estuviera
bl Borbón delante de Ias puertas de Roma, no podia renunciar a eso.
El primero en escapar fué Antônio, quien más peligro corria, y Io hizo en
(oetubre de 1645. Unos meses más tarde se marcharon también Francisco y Ta-
co con sus hijos.
El Papa mando ocupar sus palácios, repartir sus cargos, confiscar sus
itogfci di Monte. Tuvo Ia aprobación dei pueblo de Roma. El 20 de febrero
e 1646 celebro una reunión en ei Capitólio, Ia más brillante de que se tenía
u-moria, pues tomaron parte en ella muchísimas personas de calidad. Se había
>isf. LXVIII ad Tyrrlienum III non. Atig. 1644'. Civitas sine iure est, sine dignitate respublica.
«ntus in urbe armatorum numerus cernitur, quantum me alias vidisse non inemini. Nui/a domus
t pau/o locup/ctíor quae non mi/ifum mu/íorum praesidío mumáfur: ac si in uaum omnes
gerentur, magnus ex eis exercitus confiei posser. Summa in urbe armorum impunitas, summa
utia: passim caedes hominum fiunt; nil ita frequenter audirur quam: hic vel iíle notus homo
it interfectus.
•10 Re/at/onc de'IV ambasciatori 1645: II presente ponte/ice nel bel principio dei suo governo
ia eon pubJiche dimostrationi registrate in marmi detestato le opinioni dei precessore, rendendo il
miro aíle gíorie deg/i anrenati di W . EE. Vemos cuán altamente Io estimaron.
41 Re/atione delle cose correnti 25 Maggio 1646. MS. Chigi. I Barberini, come aííatto
«Insi dal matrimônio dei novcllo pentef/ce, cominciarono a machinar vastità di pensieri stimati
\» loro nobili. II papa continuo ad invigilare con ogni aceuratezza che Ia discamerata camera
lusse da loro sodisfatta.
500 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

hecho Ia propuesta de solicitar dei Papa que, de entre los impuestos establl I
por Urbano VIII, derogara por Io menos ei más gravoso: ei de Ia harinl
familiares de los Barberini, pensando en que si se derogaba ei i m p u M
pagaria Ia deuda montada sobre él con sus propios bienes, se opusicron
Colonna, esposa de Tadeo Barberini, hizo leer un escrito en que record ih|
servicios que debía Ia ciudad a Urbano VIII, y su ceio por Ia justícia, j I
raba empresa poço digna atacar los impuestos legales de un Papa tan ffl
rio. A pesar de todo, se tomo ei acuerdo e Inocencio X decidió sin va< • I •• i
como se había temido, que ei déficit resultante se cubriera con Io
don Tadeo.
Mientras el linaje dei Papa anterior era perseguido de tal manera, I
a ver —era Ia cuestión más seria en cada pontificado— de qué modo t a l
portaba el nuevo con los suyos. Acontecimiento importante en Ia
Papado es que, esta vez, no ocurrió Io que antes, a pesar de que el < .ti
supuesto por Ia corte más bien aumento.
El Papa Inocencio estaba especialmente obligado a su cunada, II
OI ímpia Maidalchina de Viterbo, porque había aportado una dote
a Ia família Pamfili. Le agradeció mucho que, después de Ia muei
poso, hermano dei Papa, no contrajera segundas nupcias. 42 Esto le vina i
recer a él en su carrera. Desde antiguo había abandonado a sn
asuntos econômicos de Ia família, y nada tiene de extrano que ab
también alguna influencia en Ia administración pontifícia.
Muy pronto ganó gran prestigio. Los embajadores, a su llegada, •
taban en primer lugar, y los cardenales colgaban su retrato en sus habitafll
como quien cuelga Ia imagen dei príncipe; Ias cortes extranjeras se proCM
su favor mediante regalos. Como todos los que buscaban algo en Ia cúria M
este camino -—se decía que se hacía pagar una porçión mensual de los pi I
empleos que procuraba— le afluyeron Ias riquezas. Muy pronto m í n i m o
grande, dando fiestas, celebrando representaciones de comédias, viaúfl
comprando fincas. Sus hijas se casaron en Ias famílias más distinguidas fU
Ia una con un Ludovici y Ia otra con un Giustiniani. Para su hijo don ( •
sin dotes sobresalientes, creyó ai principio Io más conveniente que s i g i m
carrera eclesiástica y que disfrutara, por Io menos exteriormente, de Ia siuiuj
de un cardenal sobrino, 43 pero cuando se presentó ocasión de una buciu í
—Ia más rica heredera de Roma, Donna Olímpia Aldobrandina, estalxt (Iis|j
ble por Ia muerte de su esposo— volvió don Camilo ai estado scculatl
f
casarse.
Don Camilo se sintió, con esto, todo Io feliz que podia ser. Su espâfl
no solo era rica sino que estaba todavia en Ia flor de Ia cdad y llena de •
y de inteligência, completaba Ias deficiências dei esposo con sus e x d F
42 Bussi, Storia di Viterbo, p. 331. Al principio gozaba tambiín de una buena f ^ H
Donna Olímpia, diecn los embajadores venecianos de 1645. è dama di erirn prtidenza e
conosce il posto in cni si trova di cognata dcl pontefice, gode Ia stima e ('a/íettione d e f l ^ |
ha seco moita autoiità.
*8 Desde el principio todo el mundo estaba asombrado: /o sfimo, dice nuestro De
de noviembre de 1644, che sia opera delia Sra. donna Oíiinpia che ha voluto vedere i/
dinali e desidera piú tosto gênero che nuora.
INOCENCIO X 501

mulidades. Pero también le gustaba dominar. Ni un momento de paz hubo


filtre Ia suegra y Ia nuera. La casa dei Papa se llenó con Ias desavenencias de
lus dos mujeres. Al principio, los recién casados tuvieron que alejarse, pero no
«Hiiantaron mucho y volvieron, contra Ia voluntad dei Papa. El enfado fué
konocido de este modo por todo ei mundo. Por ejemplo, una vez Donna Olim-
liia Maidalchina se presenta con gran fausto en ei Corso durante los Carnava-
les. El hijo y su esposa se hallan a Ia ventana, pero tan pronto como avistan
I* carroza de Ia madre desaparecen. Todo ei mundo Io nota y ei suceso se hace
lomidilla de Roma. 14 Los diferentes partidos tratan de atraerse a cada una
nc Ias partes.
Desgraciadamente, ei papa Inocencio tenía una manera que más bien fo-
kentaba disensiones de este tipo que Ias aplacaba.
N o era un hombre de cualidades comunes. Cuando fué miembro de Ia
IWa, núncio, cardenal, se había mostrado activo, limpio y honrado. También
khora corroboro su fama. Se admiraba su actividad, pues ya contaba con setenta
Ir dos anos cuando fué elegido Papa: "Pero ei trabajo —se decía— no le cansa,
•ues después de ia tarea conserva su frescura, tiene gusto en recibir a ia gente
k deja hablar a cada quien." Frente ai orgullo esquivo de un Urbano VIII,
Inuestra accesibilidad y buen humor. Le interesó mucho ei orden y Ia tran-
Biulidad de Roma. Puso su ambición en conservar Ia seguridad de Ia propiedad
• Ia de Ias personas de dia y de noche, y en no permitir abusos de los de arriba
con los de abajo, de los fuertes con los débiles. 45 Obligó a los barones a pagar
nus deudas. Como ei duque de Parma no daba satisfacción a sus acreedores y ei
Papa no podia mostrarse en Ias calles de Roma sin que se le pidiera a gritos que
lii iera justicia en ei asunto de los montistas, 40 como, además, fué asesinado ei
•bispo de Castro, según se creía, por instigaciones dei Gobierno dei duque, dió
«l;;unos pasos decisivos en ei asunto. Se subastaron otra vez los bienes de los
1 .imcsio y soldados y esbirros marcharon a Castro para incautarse de ellos en
•timbre de los montistas. También esta vez se resistió ei duque y trato de pene-
li.ir en ei Estado de ia Iglesia, pero sin encontrar, como antes, ayuda. Inocen-
kio X no era temido por los príncipes italianos, con los que estaba más bien
foliado. Castro fué tomada y arrasada, ei duque tuvo que someterse a entregar
•que] país a Ia administración de Ia Câmara apostólica, que se obligaba a pagar
[n los acreedores, y hasta aceptó Ia condición de que perderia todos sus dominios
«i los Monti farnesianos no se amortizaban en ocho anos. El capital importaba
1.700,000 y los intereses vencidos 400,000 escudos. N o parecia posible que ei
duque pudiera reunir suma tan ingente. En ei acuerdo, que también esta vez

II Diário Deone. En otra ocasión relata Io que sigue: Mercordi Ja tarda [Ag. 164S] Ja Sra.
Olímpia con ambcdue Je figliuole con moita comitiva passo per longo il corso: ogn'imo credeva
i hc eíla andasse a visitare Ia nuora, ma passo avanti Ia cassa senza guardaria.
45 Contarini, Relatione 1648: Rimira sojamente con applicatione alia quiete dcllo stato
rt i lesiastico c particolarmente di Roma. acciò goda ciascheduno de/le proprie facoltà c dei/a liberta
ilcl praticare Ia notíc e pon rimanga /'inferiore tiranneggiato dal superiore.
•w Diário Deone, 16. Giugno 16-Í9: JJ papa in questo negotio sta posto totalmente, c mi disse:
"imn possiamo andare per le strade di Roma, che non si venga gridato dictro, c/ic facciamo pagarc
ti duca di Parma. Sono sctte angi che non paga. e di questa entrata devon viver moíti luoglii pii
r lídove e pupiíli". Se ve que sus motivos no cran maios.
502 LOS PAPAS A MEDIADOS DBL SIGLO XVII

se consiguió por mediación de los espanoles, tenemos una renuncia foruJ


no voluntária.
En todas estas situaciones Inocencio se muestra fuerte, discreto y dccifl
Pero tenía un defecto que dificultaba Ia posibilidad de entenderse coj| il
que le amargo Ia vida: no tenía confianza absoluta en nadie, y ei I m i I
disfavor cambiaban en él según Ias impresiones dei momento.
Entre otros que padecieron Ias consecuencias de esta manera de ser m
cuentra el datario Cecchini. Después de haber disfrutado mucho tiemfl
favor dei Papa, se vió de pronto malquisto, denostado y pospuesto a u n l
terno, a aquel Mascambruno que, más tarde, fué reo de extraordiruin.ii
sificaciones.47
Pero todavia se produjeron complicaciones más sensibles en Ia minfl
milia dei Papa, ya de por si dividida.
inocencio, después dei casamiento de don Camilo Pamfili, no contal>*J
ningún sobrino eclesiástico, cosa que hacía mucho tiempo que no ocurríl •
corte papal. Una vez se sintió tocado cuando le presentaron un parien(| I
no, don Camilo Astalli. Decidió hacer dei p v e n un cardenal. Lo acogió fl
casa, le dispuso habitaciones en Palácio y le dió participación en los auB
Celebro este acontecimiento con fiestas y salvas desde Sant'Angelo.
Pero esta protección le acarreó muchos inconvenientes.
Los demás parientes se consideraban postergados y tampoco los c a f l H
nombrados por Inocencio estaban muy contentos con el advenedi/n IH
más disgustada era Donna Olímpia. Había hecho el elogio dei jovcn A I
lo había propuesto para cardenal, pero jamás había pensado que !!• >»
tan alto.
Esta vez fué ella Ia alejada. El sobrino laico y su esposa que, como •
presa un testigo de vista, "estaba tan por encima de Ias mujeres corrknu | <(
él por debajo de los hombres corrientes", regresaron a Palácio.
Tampoco acabaron de entenderse el sobrino laico natural y el sobrino C
siástico de adopción. Fué llamada de nuevo Donna Olímpia para tener Ia
en orden.
Y en poço tiempo recobro su antigua influencia. 49
En una habitación de Ia villa Pamfili se hallan los bustos dei Papa 1
su cunada. Si se comparan ambos: los rasgos de Ia mujer respirando de< II I
espíritu, y el aspecto blando y sin expresión dei Papa, se da uno cuenta M
solo era posible, sino fatal, que ella le dominara.
Pero una vez recobrada su influencia no podia' tolerar que Ias venta) ai |
*1 Vita dei Cl. Cecchini scritta da lui medesimo. Scrittura contro monsr. MascambnMÍ
Ia quale s'intende che s'instiuisca il processo che contro il medesimo si va fabricando; y ( , ••
aún más dctallado PTO R. P. D. Mascambruno. MS.
48 Diário Deone 10. Sett. 1650: Discorre ia corte ch'J papa ha perduro il bem/
a tutte le sue creature, che si tengono ofíese che papa habbia pretérito un giovane senz« i
a fuíti loro, tra'quaii sono huomini di moito vaiore, segno che rutti /'ha per diítidcnli o
alia carica. En un escrito, Osservationi sopra Ja íuíure eJettione, 1652, se discute mucho M
caso. Io credo che sia soíamente un capriecio che all'improviso gli venne —conoscendo • i •
monsr. Camillo Astalli.
49 Pallavicini, Vita di papa Alessandra VII. La scaltra vecchia passo con breve me
estremo delia disgratia ali'estremo delia giatia.
ALEJANDRO VU Y CLEMENTE IX 503

Ia posición dei sobrino dei Papa traía consigo fueran a parar a una família
distinta de Ia suya. Como Astalli no quiso compartir estas ventajas, no descanso
|))onna Olímpia hasta que le hizo perder ei favor dei Papa, que le alejó de
Ipalacio y, así, quedo ella sin competidor ninguno. Por otra parte, ablandada
Jnor los regalos, trabó muy buenas relaciones con los Barberini, que habían vuel-
[|o entretanto.
jDe qué modo todo este vaivén de gracia y desgracia, todo este incesante
kltercado entre los parientes más próximos, tuvo que abrumar ai pobre anciano!
•porque Ia ruptura no puede sofocar Ia inclinación dei ânimo, que ahora se con-
Lluele en lugar de seguir su destino cordial. Además, ei anciano acabo por darse
lnunta de que era ei instrumento de Ia codicia y dei afán de mando de una
Irmijer, cosa que le disgustó, y hubiera de buena gana terminado con Ia situa-
•lón, pero no se sentia con fuerzas bastantes y necesitaba además de su ayuda.
Su pontificado, que transcurrió sin ninguna contrariedad mayor, se cuenta, por
•• demás, entre los más dichosos; pero, con estas cizanas de família y Palácio, se
ué con mala fama. Inocencio X, por esta circunstancia, exacerbo su tempera-
(ntnto caprichoso, inconstante, obstinado, atormentado,50 y todavia en los últi-
>os dias de su vida le encontramos ocupado en ei despojo y ei alejamiento de
18 demás parientes; en este estado de ânimo, falleció ei 5 de enero de 1655.
Três dias permaneció ei cadáver sin que ninguno de sus parientes, a los
uales, según ei uso de Ia corte, correspondia este deber, se hubiera preocupado
c Ias particularidades dei entierro. Donna Olímpia era, decía, una pobre viuda
! aquello excedia sus fuerzas, y ningún otro pariente se creyó obligado. Un
inónigo, antes ai servido dei Papa, pero que hacía tiempo que había sido
llcjado, puso a contribución médio escudo y le rindió los últimos honores.
No hay que creer que estas disensiones familiares tuvieran tan solo con-
ccuencias personales.
Es claro que ei gobierno nepotista, que con los pontífices anteriores había
Ljcrcido un poder tan completo en los asuntos dei Estado, y también una in-
•luencia tan poderosa en ia Iglesia mísma, después de haber sufrido un golpe
ll.m duro en los últimos anos de Urbano VIII, y no haber regido en este ponti-
•icado, se estaba aproximando a su decadência.

6) Alejandro Vil y Clemente IX


II siguiente cónclave ofrece un aspecto inusitado.
Hasta ahora los sobrinos se habían presentado con grupos numerosos de
rendidos cardenales, con ei propósito de dominar Ia elección. Inocencio X no
ucjó ningún sobrino que pudiera haber agrupado a los cardenales de su elec-
(tión para formar con ellos un grupo. A aquel Astalli, que había llevado Ias
Iricndas durante algún tiempo, pero que no había ejercido ninguna influencia
|e< isiva, no le eran deudores en su carrera ni podían sentirse obligados a él. Por
tirimera vez después de muchos siglos, los nuevos cardenales se presentan con
5
0 Pallavicini: Fra pretiosi arredi oggetto íelente e stomachevo/e —proruppe a varie dimos-
(Mirjiii quasi di smanie—. Assai temuto, niente amato, non senza qiialche gloria e felicita ne'
ssi esterni, ma ingJorioso e miserabile per le continue o tragedie o comedic domesliche.
504 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

plena libertad en ei cónclave. Se les propuso que se pusieran espontáneanÉ


de acuerdo, bajo una cabeza, y parecen haber contestado que cada uno i
cabeza y pies para si. Eran, en su mayoría, hombres destacados, de c t H
independiente, que marchaban de acuerdo —se les designaba con ei n o m n
squadrone volante—,51 pero que ya no querían obedecer a Ias insinua, I
de un sobrino, sino a sus propias convieciones.
Agonizante todavia Inocencio X, uno de ellos, ei cardenal OttobuonoJ
clamo: "Tenemos que buscar un hombre honrado." "Si buscáis un 11• • 11r
honrado —le respondió otro cardenal, Azzolino— ahí tenéis uno", um I
senalaba a Chigi. 52 Este no solo tenía fama de hombre hábil v bien inl •
nado, sino que se había mostrado enemigo de los abusos que se venían < uj
tiendo, y que jamás sabían sido tan grandes. Pero, frente a sus amigos, I
también poderosos adversários, especialmente entre los franceses. ( U.II
Mazarino, expulsado de Francia por Ias revueltas de Ia Fronda, se armatf
Ia frontera aiemana para hacerse de nuevo con ei poder, no encontro en CJl
entonces núncio en Colônia, Ia ayuda a Ia que creía tener derecho, y •»*
por él una fuerte antipatia desde entonces. De aqui vino que Ias c n ^ H
duraran mucho tiempo, hasta que por fin los nuevos miembros dei Colegfl
dei "escuadrón volante", salieron triunfantes y fué elegido Fábio Chigi
llevó ei nombre de Alejandro VII, ei 7 de abril de 1655.
La idea que había inspirado su designación obligaba ai Papa a llevaf
régimen distinto de su antecesor, cosa a Ia que también él parecia resueltrç
Durante cierto tiempo no permitió que sus sobrinos se acercaran a L
y se gloriaba de no haberles suministrado ni un centavo; su confesor, P r
cini, que estaba eseribiendo por entonces Ia historia dei concilio trideií
intercalo en ella un pasaje en ei que anunciaba Ia fama eterna de AltJ
dro VII, especialmente por esta condueta con su família.53
Pero nunca será fácil abandonar una costumbre inveterada que ha ei I
raíces. Por otra parte, tampoco hubiera prevalecido si no encerrara u
algún aspecto recomendable. N o faltaron nunca gentes en Ia corte que
caron este aspecto favorable y trataron de mantenerse en Io tradicional, au
los abusos saltaban a Ia vista.
Poço a poço una persona y otra le hacían ver a Alejandro VII que m >
decoroso para los parientes dei Papa seguir siendo simples burgueses d f l
ciudad y, además, tampoco era posible, ya que en Siena rendían a su l.uiv

«"1 Pallavicini nombra a los siguientes como aliados: ImpcriMc, Oniodei, Barrom
Pio, Aquaviva, OttobuonO, Albizi, Gualtieri, Azzolini. Fué ei cinbajador espanol qu
nombre de Squadrone.
5'^ Se vogliano un uomo da bene, quegli e desso, et addilo Cl. Chigi, che era iníli M
a/quanío ne/la medesima camera. (Pallavicini.)
53 Popuius, dice en Ia biografia latina de Alejandro VII, qui prae multis vectiga
sibi ferre videbatur recentiores poníiíicias domos tot opibus onustas, huic Alexandri Smi I
nimifati inirifice píaudcbat; —inexplicabi/i detrimento erat ef sacro império distributio* il
aequa beneficiorum et perpetuis populi oneribus. "Relatione de'IV ambasciatori, 1635: F, CO,
za sjn ora eroica queí/a di che S. Stà, si mostra arinata, escíudendo dalí'adito di Roma il fn
nepoti i qualunque si pregia di congiont/one di sangue seco: et è tanto piú da ammirarsl
parsimonia, d'affetti verso i suoi cong/unti quanto che non d distillata ncJ/a mente dal/e persü
ma è vo/ontária e natavi per própria elctrione.
ALEJANDRO VII Y CLEMENTE IX 505

honores principeseos, y facilmente podrían producirse roces con Toscana. Otros


In.idían que ei Papa daria mejor ejemplo si, acogiendo a los parientes, sabia
•i.intcnerlos a raya, que no alejándolos por completo. Pero Io que más le im-
•csionó, sin duda, fué Io que le dijo ei rector dei Colégio de los jesuítas, Oli-
|>ii, quien declaro de rondón que ei Papa cometia un pecado si no llamaba a sus
Inluinos, porque los embajadores nunca tendrían tanta confianza en un simple
Biinistro como en un pariente dei Papa, y este estaria a su vez mucho peor
listruído y no podría administrar tan bien. 54
ü Apenas eran menester tantas razones para mover ai Papa, ya propenso. El
14 de abril de 1656 planteó en ei consistorio Ia cuestión de si a los hermanos
parecia bien que se valiera de sus parientes para ei servido de Ia Sede Apos-
ilica. Nadie osó contradecirle y, a poço, llegaron aquéllos. 55 Su hermano, don
Mario, recibió los ofícios más pingues: Ia inspección de Ia Annona y Ia justicia
In ei Borgo; ei hijo de este, Flavio, fué ei cardenal Padrone y muy pronto
//> de 100,000 escudos de rentas eclesiásticas; otro hermano dei Papa, especial-
•nte querido por este, había fallecido ya, y su hijo Agustín fué ei escogido
ra fundar Ia familia con Ias más hermosas posesiones: Ia incomparable
iccia, ei principado farnesio, ei palácio en Ia Plaza Colonna, muchos Luoghi
Monte y, por último, ei matrimônio con una Borghese. 50 El favor llegó a
orientes muy lejanos como, por ejemplo, ei comendador Bichi, que aparece
veces en Ia guerra de Candía, y, en general, a los sieneses.
Parece, pues, que Ias cosas volvieron a sus antiguos cauces. Sin embargo,
» es este ei caso.
Flavio Chigi ni de lejos poseía Ia autoridad de un Pedro Aldobrandino,
C un Escipión Cafarelli o de un Francisco Barberino; ni tampoco trato de te-
crla, pues no le atraía demasiado ei gobernar. Envidiaba más bien a su primo
ico Agustín, a quien le sobrevino todo Io grato sin demasiado esfuerzo ni pena.
El mismo Alejandro VII no rigió con Ia exclusividad personal de sus
ntccesores.
Bajo Urbano VIII se instituyó una Congregatione di Stato a Ia que se
leberían llevar, para su deliberación y resolución, los más importantes asuntos
I Estado. Por entonces no significo gran cosa, pero con Inocencio X creció
importância. Pancirolo, secretario de esta congregación, primer hombre
Kstacado que revistió tal dignidad, base de su prestigio posterior, tuvo hasta
muerte Ia mayor participación en ei gobierno de Inocencio X y sobre todo

84 Scritturc politiche, etc: Un giorno Oliva prese occasione di dire ai padre Liiti [El padre
liabía sido educado con ei Papa, le visitaba con frccucncia y deseaba que se llamasc a los
nios], che il papa era in ob/igo sotto peccato morta/e di chiamare a Roma i suoi nepoti. En-
es invoco aquellas razones.
CS Pallavicini: In quei primi giorni i partiali d'Alessandra non potc.in comparir in publico
a sogginccre a mordaci scherni.
56 Vita di Aiessandro VII. 1666: II principato Farnese, che vale lOOm. scudi, h Riccia, che
i a/trettanto, il palazzo in piazza Co/onna, che íinito arriverà ad altri lOOm. se, íormano
iss/mi stabili per Don Augustino, ef aggiuntovi i luoghi di monte et alíri oííicii compiati ía-
10 gli stabili di una sola testa piú di rriezzo milionc, senza le annue rendite di 2>m. se. che
• il comrncndalor Bichi, e senza ben lOOm. e piíl se. d'cntrafa che ogni anno entrano nella
,i de) Cl. Chigi. Todos estos son naturalmente cálculos tales como cualquiera podia hacerlos
,iccs durante Ias conversaciones dei .dia y a los que no hay que atribuir más valor.
506 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

a él se le atribuye que por entonces ningún sobrino pudiera sostenerse


poder. El mismo Chigi ocupo durante cierto tiempo este cargo. Ahora
en manos de Rospigliosi. Todos los asuntos exteriores dependían de él,
a él encontramos ai cardenal Conrado de Ferrara, con mucho poder
asuntos de inmunidad eclesiástica; Ia dirección de ordenes religiosas
pondía a Monsenor Fugnano; Ias cuestiones teológicas Ias decidia Pall.iu
Las congregaciones, que habían significado tan poço con los otros Papai
braron prestigio y efectividad. Ya se decía que ai Papa solo en las cuu
espirituales le correspondia Ia decisión absoluta, mientras que en los .
seculares, referentes a Ia guerra y a Ia paz, enajenación de tierras, impflfl
de tributos, tenía que recoger ei consejo de los cardenales. 67 De hecho, c I |(
Alejandro VII tuvo muy poça participación en Ia administración estatal
meses los pasaba en Castelgandolfo, donde se eludían con cuidado tofl
asuntos, y, cuando estaba en Roma, Ia tarde Ia dedicaba a Ia literatura I
cían escritores a leer sus obras y ai Papa le gustaba hacer correcciones. I I
en las primeras horas era difícil obtener audiência de él para traiu M
"Servi —dice Giacomo Quirini— cuarcnta y dos meses con ei Papa Alejl
y me di cuenta de que no tenía de Papa más que ei nombre y no ]•<•,
dei Papado. Ya no se encontraba en él ningún rastro de aquella
que demostro como cardenal: vivacidad de espíritu, talento para distingui!
cisión en casos difíciles, facilidad de expresión. Los asuntos los ponía de j
y no pensaba más que en vivir con una gran tranquilidad de ânimo." 5 8 |
A veces Alejandro se dió cuenta con desagrado de esta situación. O
sus negociaciones fracasaban echaba Ia culpa a los cardenales. En sus d l
poço antes de morir, se le oyó hablar todavia de este modo.
Con este ritmo de los negócios era natural que no se produjera a
cambio.
Aquellos cardenales dei escuadrón, los que más habían hecho pa(
exaltación de Alejandro VII y habían gozado de gran prestigio durante su |i
tificado, fueron también los que decidieron en ei nucvo cónclave. Solo
esta vez estaban en mejor inteligência con Francia. El 20 de junio de 1
fué nombrado ei secretario de Estado Rospigliosi, con ei nombre di
mente IX. 59
'Iodos coincidían en afirmar que ora ei hombre mejor y más b o t j H
que se podia encontrar. No era tan activo como bien intencionado, y M
comparaba con un árbol frondoso, lleno de hojas y de flores, pero sin lm
Pero todas aquellas virtudes morales que descansar/ en Ia ausência de d^Ê
como pureza de costumbres, modéstia, moderación, las poseía en alto gradflj I

57 Giac. Quirini: I cardina/i, partico/armente CJ. Albicci, pretendevano che il papa m


dispcrre d'indulgenze, —ma per pace e guenra, aíienatione di stati, impositione di gabe//e d M
ricorrere ai cardinali.
58 Datosi que/ capo alia quiete de/Canimo, ai solo pensiere di viverc, e con severo dr.
ripudiato il negotio.
59 Quirini, Da)/e pratiche di vo/anti, eh'in vero ebbero il mérito del/a presente | U I
successe che Chigi con maí regolato consiçiio e íuori di tempo et ordine si dichiarò in sila |
nelf entrare in capella al/o scrutinio. che acconsentiva a!/a nomina di Rospi»/iosi.—^H
inanzi deli' adoratione fu dichiarato prod3tario, AzzoJini segretario di stato.
Al.EJANDRO VII Y CLEMENTE IX 507
n realidad, ei primer Papa que tuvo mesura en ei favor de sus sobrinos. N o
m-ron mantenidos a distancia, pues recibieron los cargos acostumbrados y fun-
luron una nueva família; pero ocurrió esto porque se presentó una oportunidad
•c casar a un joven Rospigliosi con una rica heredera, una Pallavicina de Gé-
•ova. Los favores que recibieron de su tio fueron muy modestos. N o se apro-
iluron de dinero público y, todo Io más, se les distribuyeron Luoghi di Monte.
'«o no participaron dei poder.
En esto radica ei gran cambio.
Hasta ahora con cada nuevo Papa se cambiaban todos los funcionários o Ia
íiuyoría de ellos, y en esto descansaba ei caracter movido de Ia corte. Clemen-
IIX fué quien puso término a tal situación, pues no queria disgustar a nadie
fuera de algunos altos cargos, confirmo a todos los funcionários. 60 En esos
tos cargos coloco a cardenales como Ottobuono y Azzolino, miembros dffl
Cscuadrón", que habían dirigido Ias últimas elecciones y eran poderosos. Muy
ijos estuvo de perseguir a los antiguos sobrinos, como ocurrió en tantos ponti-
Icados, y Ias recomendaciones de Flavio Chigi hacían sobre él no menos efecto
• u e Io hicieran en Alejandro VII y hasta los favores dependían de aquél. Todo
•Uedó como antes.
Los paisanos dei Papa, habitantes de Pistoya, se sintieron muy defrauda-
|(is. I Iabían esperado muchos favores, como había sido ei caso con los sieneses.
Be decía que todos los paisanos dei Papa que había en Roma habían adoptado
•u costumbres distinguidas y habían empezado a jurar con palabras de hidalgo,
mi que su sorpresa debió sèr muy grande cuando vieron que los puestos que
• p e r a b a n recibir ni siquiera se declararon vacantes.
Clemente IX no omitió Ias generosidades con que los Papas solían celebrar
hu exaltación a Ia Sede y hasta se mostro extremado, pues, en su primer mes,
Healó más de 600,000 escudos. Pero esto no aprovechó a sus paisanos ni a sus
hurinos, a los que se hizo notar ei abandono que tal olvido suponía. 61 Se
kpartió entre los cardenales, entre los miembros de Ia cúria. Algunos creían
• u e esta actitud obedecia a estipulaciones celebradas durante ei cónclave, pero
kii se encuentra ningún testimonio ai efecto.
Más bien se compagina con ei cambio general que durante esta época se
Ipcrifica en toda Europa.
Ninguna más favorable a Ia aristocracia que Ia época de mediados dei xvn,
pues en todo ei âmbito de ia monarquia espanola volvió a manos de Ia gran
poMeza aquel poder que reyes anteriores le habían arrebatado; Ia constitución
Inglesa cobro, a través de Ias luchas más peligrosas, ei caracter aristocrático que
I» conservado hasta nuestros dias; los parlamentos franceses, por su parte, esta-
iim convencidos de poder desempenar un papel igual ai dei parlamento inglês;
II nobleza alemana logro un decidido predomínio en todos los territórios, si
"*) Grimani, ReJatione: I suoi corteggiani sono mal sodis/atti, per non haver vo/suto rimuovere
llcuno de'ministri et oíficialí di quelli deli'antecedente pontefíce, come sempre costumarono di far
•li aífri pontefici. Ya se le censuraba por querer dejar a sus sobrinos sin ei debido apoyo. Quelli
flir liavevano ricevute le cariche di Alessandra VII, benchè non rimossi da Clemente, conserve-
IDIIIIO 1'obligatione agli eredi di Alessandra.
«1 Considerandogli che con tanta profusione d'oro e d'argento una lunga catena per Ia povertà
drll.i loro casa lavoravano (Ouirini).
508 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

exceptuamos a algunos en los que un príncipe audaz logro afirmar su autal


los estamentos suecos pretendieron una limitación abusiva dei poder tm
y Ia aristocracia polaca logro una autonomia completa. Lo mismo ocurf|
Roma: una aristocracia numerosa, poderosa y rica rodeaba ei trono di I
y los linajes tradicionales ponían barreras a los nuevos; ei poder ecl( '
pasa de Ia decisión personal y osada de una monarquia ai consefo, a li
quilidad y a Ia parsimonia de una constitución aristocrática.
En estas circunstancias, Ia corte toma un aspecto distinto. Se calm i D
comente incesante de extranjeros que buscan su suerte en Ia ciudaáj
cambio sin reposo de los advenedizos, y se constituve una población f
cuva renovación se verifica a un ritmo mucho más lento. Examinémol
de cerca.
7) Elementos de Ia yoblación romana
Comencemos por los altos círculos, a los que acabamos de referimos, j
Encontramos los viejos linajes romanos: Savelli, Conti, Orsini, ( 9
Gaetani. Los Savelli poseían todavia su vieja jurisdicción de Ia Corej^B
con derecho a librar todos los anos de Ia muerte a un criminal condenai
última pena."- Las senoras de Ia casa, según costumbre inmcmorial, no
donaban nunca su palácio o lo hacían tan solo en carrozas cerradas. LÁfl
mostraban en sus antesalas los retratos de los Papas oriundos de Ia famili
Gaetani recordaban, no sin orgullo, a Bonifácio VIII. y crcían 111
muchos admitían— que ei espíritu de ese Papa habitaba todavia en e i
Colonna y los Orsini se gloriaban de que durante siglos no se había cel
ninguna paz entre príncipes cristianos en Ia que ellos no estuvieran inc
nominalmente. 03 Pero por muy poderosos que hubieran sido en otros lie
su importância actual Ia debían sobre todo a sus relaciones con Ia curial
los Papas. A pesar de que los Orsini poseían las más bellas propiedadei
podían haberles producido una renta de 80,000 escudos, babían bajado
a causa de una generosidad mal calculada, y necesitaban dei auxilio
cargos eclesiásticos. El condestable don Felipe Colonna pudo rcstablcfl
fortuna mediante Ia autorización de Urbano VIII para rebajar los irif
de su deuda y por los benefícios eclesiásticos con que se mejoró a cuatro •
hijos.04
Era tradicional que los linajes cn ascenso mantuvieran correctas ti
nes con estas famílias de prosapia.
Bajo Inocencio X prevalecieron durante cierto tiempo, como imporr1
factores, dos grandes parentelas. Con los Pamfili estaban aliados los •

IÍ- Discorro de/ domínio tempora/c e spiritiialc de/ sommo ponfefice 1664.
»8 Dcscrittione de//e famig/ie nobi/ii Romanae, MS. de Ia Biblioteca de San NB
237 y 234.
«1 Almadcn, Re/atione di Roma: 11 primogênito è Don Fedcrico príncipe di Boi
Don Giro/amo cardina/e, cuore de/ padre e merifamente per esser signore di lutta bontij
zo Don Cario, il qna/c dopo diversi so/di di Fiandra c di Germania si tece monaco I
Casinense: i/ quarto Don Mate Antônio, accasato in Sici/ia: il quinto Don Prospero c o n f l
di S" Ciovanni: il sesto Don Pietro abbate seco/are, stropp/o del/a persona, ma a/tretflH
i/Vngegno.
E L E M E N T O S DE LA P O B L A C I O N R O M A N A 509

1't'sarini, Borghesi, Aldobrandini, Giustiniani y, frente a ellos, tenemos a los


('olonna y Barberini. Mediante Ia reconciliación de Donna Olímpia con los Bar-
lerini, Ia alianza fué general, incluyendo a todos los linajes de primera fila.
En este círculo es donde notamos un cambio. Antes había desempenado
I gran papel Ia família gobernante; había perseguido a los antecesores y les
iubía desplazado mediante Ia adquisición de grandes riquezas. Esto va no era
osible; por una parte, porque Ias viejas famílias, por alianzas matrimoniales
1
por Ia buena administración, se habían hecho demasiado ricas; por otra, por-
|iie los tesoros dei Papado se agotaron poço a poço. Los Chigi ya no podían
Btisar en Ia posibilidad de sobrepasar a sus antecesores; los Rospigliosi estaban
huy lejos de alentar siquiera Ia idea y ya era bastante si conseguían ser aco-
Éidos por aquéllos.
Cada sociedad se refleja, por decirlo así, en algún produeto espiritual, en
Uguna costumbre, en algún uso. El produeto más notable de esta sociedad
fcmana y de su vida de relación era ei ceremonial de Ia corte. Jamás se ha
lodo una época en que se haya mantenido con mayor rigor ei ceremonial, Io
Iwal está a tono con sus tendências aristocráticas. Que fitera en Roma donde
|in.ii.ira especialmente, quizás se deba a que esta corte pretendia Ia precedência
fcbre Ias demás y trataba de expresarla en algunas exterioridades, 0 ' pues los
Imbajadores de Èspana y de Francia les habían disputado siempre ei primer
pngo. Por eso se produjeron innumerables disputas de rango entre embaja-
ft>Iires y altos funcionários, por ejemplo, gobernadores; entre cardcnales miem-
Iros de Ia Rota y los demás; entre corporaciones d e funcionários, y entre los
li versos linajes, por ejemplo, los Orsini y los Colonna. Fué en vano que Sixto V
kterminara que Ia precedência correspondia siempre ai más viejo de Ias dos
nas, porque, si ei caso era favorable para un Colonna, no se presentaban los
l 'Vsini,
i y ai revés, pero hasta los mismos Conti y Savelli les disputaban ei ran-
t> y solo bajo incesantes protestas se Io cedían. Las diferencias estaban matizadas
Insta ei menor detalle; cuando entraban los parientes dei Papa, por ejemplo, en
is habitaciones pontifícias, se les habrían las dos hojas de Ia puerta, mientras
lie los demás barones o los cardenales tenían que contentarse con una sola. Se
inbía introducido un gênero particular de demostración honorífica: se detenía Ia
iropia carroza cuando se tropezaba con Ia de un superior o protector. Fué, según
I r dice, ei marquês de Mattei ei primero que rindió este honor ai cardenal Ale-
dro Farnesio; ei cardenal también paro su carroza y los dos hablaron algunas
balabras. 00 Pronto otros siguieron su ejemplo. Los embajadores recibían esta
iiiiicstra de respeto de sus paisanos, pues se trataba de un uso general, de una
bbligación, por muy incômoda que fuera. La vanidad se aferra a Io insignifican-
p y se excusa con que no hay que ceder en nada a los parientes o a los
Iguales.
Bajemos un escalón.
A mediados dei siglo xvn se calcula que hay en Roma unas cincuenta fa-
65 Sobre aqucl intento se queja, entre otros, cl embajador francês Bctluinc. 23 d e febrero d e
B 6 2 7 , en Siri, Mcmoric rec., VI, p . 262.
I «8 E n Ia Bibl. Barbcrina vi un trabajo especial sobre eslo: Circa // íermar le carrozze per com-
W m i e n t o e come s'i'nfrocmsse ín uso.
510 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

milias nobles con trescientos anos de antigüedad, treinta y cinco con dotcfl
y dieciséis con cien. A ninguna se le reconocia mayor antigüedad y a wM
les atribuía un origen modesto. 67 Originalmente, una gran parte residían I
Camparia, pero, desgraciadamente, como ya Io hicimos noíar, fueron v e n d i
sus bienes a los sobrinos dei Papa en Ia época en que los Luoghi ,li (Vfl
rendían altos intereses, para colocar sus dineros en los Monti romanos. Al p
cipio pareció esto una buena inversión. Los sobrinos pagaban muy bien,
nudo más dei valor; los intereses de los Luoghi, que se cobraban sin a
alguno, importaban bastante más de Io que hubieran supuesto los fruM
administración cuidadosa de Ias tierras. Sin embargo, pronto se dieron
de que habían transformado bienes raíces en capitales fluycntes. AlejandtB
se vió obligado a imponer reducciones en los Monti, con Ias cuales se ;il«•«
crédito y bajó sensiblemente ei valor de los Luoghi. Todas Ias famílias sufl
perdidas sensibles.
Junto a ellas surgen numerosas famílias nuevas. Lo mismo que los
procedieron los cardenales y prelados de Ia cúria, cada uno en Ia medida
fortuna. Tampoco se olvidaron de enriquecer a sus sobrinos y de fundai
lias con los excedentes de Ias rentas eclesiásticas. Otras subieron iv.
puestos en Ia administración de justicia, o como cambistas en los nem
Ia dataria. En esta época se cuentan quince famílias florentinas, OIM|
vesas, nueve portuguesas y cuatro francesas que prosperaron de e s t l H
quién más quién menos, según Ia suerte y ei talento. Algunas de entre el|
fama de reinas dei dinero, que no procedia de los negócios de todos li
bajo Urbano VIII los Guicciardini, los Doni, a los que se asociaron los
niani, los Primi, los Pallavicini. 68 También sin negócios de esta clase, j
ladaban a Roma famílias distinguidas, no solo de Urbino, Rieti, Bolon
también de Parma y Florencia, solicitadas por Ia institución de los Alon||
los cargos enajenables. Durante mucho tiempo los Luoghi di Monte |
muy buscados, especialmente los vacabili, que constituían una espécie d<
vitalícia, comportaban un diez y médio de interés y no solo se podían li.
de los ancianos a los jóvenes, sino que, caso de haber omitido esto, h
podían heredar, pues Ia cúria no ponía dificultad a ello. Lo mismo pasó i
cargos enajenables. A Ia muerte dei titular dcbían revertir a Ia CYimu.i
esta razón su retribución era tan alta cn relación con ei capital desemlJ
de hecho, una verdadera renta, ya que ei titular no tenía ninguna o u
que cumplir; también en este caso podia tener lugar una transfere»
mucha dificultad. Algunos cargos no han estado vacantes en ei término
siglo.
La asociación de los funcionários, de los montistas, en colégios, lcij
de cierta representación y, aunque se les fueron menguando sus dcrcclm'
tuvieron una posición independiente. El principio aristocrático, en sorprt

07 Almaden: La maggior parle dei/a /amig/ie oggi sfimale a Roma nobilí vengono I
principio, come cia noraro, spezia/e che sarcbbc da sopportarc, ma dcllartc puzzo/enre dcllt
di coramc. Io penchè sappia parfico/armcnre /'origine, norl pciò lo scrivo per nori offcndcnl
68 Almaden: Non passano ancora /a seconda generatione di cirladinanza Romana,
da Fiorenza e Gênova co/1'occasione dcl danaro— mo/te vot/c mo/orio nel/e ísscie.
ELEMENTOS DE LA POBLACION ROMANA 511

jnczcla con Ias finanzas públicas, que impregnaba todo ei Estado, Ies era tam-
Imn peculiar. Los forasteros los encontraban a veces demasiado arrogantes.
Y en torno a tantas famílias propietarias, que tratan de subir, que se van
lijando cada vez más,' y que se ven favorecidas por Ias rentas eclesiásticas, se va
constituyendo también una clase popular más modesta, más numerosa y
más fija.
Poseemos cifras de Ia población romana que, comparando Ias de diversos
nrios, nos ofrecen un resultado sorprendente en cuanto a su formación. No
podemos decir que aumentara con mucha rapidez, pues en ei afio de 1600 en-
contramos 110,000 habitantes y cincuenta y seis anos después solo algo más
de 120,000. Este progreso no tiene nada de extraordinário, pero ai mismo tiem-
kx> se da otro que es digno de observarse. La población de Roma fué muy
^lotante anteriormente y de 80,000 bajó, en tiempos de Paulo IV, a 50,000, para *
lubir, poças décadas después, a más de 100,000. Esto obedecia a que Ia corte
K" componía en su mayoría de hombres soltercs sin una situación fija. Ahora Ia
población se constituye en familias estables. Ya a fines dei siglo xvi comienza
li proceso que encuentra su mejor época en Ia primera mitad dei xvu. Roma
ema en ei
afio de 1600 109,729 habitantes y 20,019 familias
„ „ 1614 115,643 „ „ 21,422
„ „ 1619 106,050 24,380
„ „ 1628 115,374 24,429
„ „ 1644 110,608 27,279
„ „ 1653 118,882 29,081
„ „ 1656 120,596 30,103

Como vemos, ei número de habitantes disminuye en algunos afios mientras


"ei número de familias progresa regularmente. En esos cincuenta y seis anos
«umenta en más de 10,000, Io que es más significativo, pues ei aumento de po-
blación en ese tiempo representa Ia misma cantidad. El número de hombres
lolteros, que iban y venían, era menor, mientras que Ia masa de población se iba
(isentando. Y ha guardado esa proporción, con pequenas diferencias debidas a
rnfermedades y a Ia renovación natural.
Después dei retorno dei Papa de Avignon y Ia terminación dei cisma, Ia
riudad, que arnenazaba con convertirse en una aldea, se fué constituyendo en
torno a Ia cúria. Pero solo alrededor dei poderio y Ia riqueza de los linajes
iwpales, cuando ya no había que temer rcvueltas internas ni enemigos extran- i
heros y Ias rentas representadas por los ingresos públicos o eclesiásticos propor-
ctonaban un disfrute descansado, se fué constituyendo una numerosa población
rstable. Su bienestar y su patrimônio, ya sea por donación directa o por pro-
vecho indirecto, proceden siempre de Ia importância de Ia Iglcsia o de Ia corte.
'1 odos eran advenedizos, Io mismo que los sobrinos.
CJ Los registros de los cuales proceden estas cifras se encuentran manuscritos en Ia Barberina.
Un registro posterior, desde 1702 hasta 1816, se encuentra en Ia Cancel/ieri dei tarantismo dí
/toma, -p. 73.
512 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

Hasta ahora los habitantes aumentaban y se renovaban con Ia gente n i a


que procedia especialmente de Ia ciudad de donde era oriundo ei Papa •
nombrado. Pero esta afluência constante cesó con ei nuevo aspecto qu«
Ia corte. Al amparo de Ia gran significación que Ia Sede Romana cobro
restauración dei catolicismo, se fué cimentando también Ia ciudad y se W
constituyendo los linajes romanos que lucen todavia hoy, y cuando so
frenando ai expansión dei império eclesiástico fué parando tambk-n d >
miento de ia población. Podemos decir que es un producto de aquella époi I
La ciudad moderna, que todavia atrae Ia atención de los viajeros, pBIfH
en su mayor parte a esa época de Ia restauración católica. Detengamos iml.rj
nuestra mirada.
8) Construcciones de los Papas
Ya explicamos Ias magníficas construcciones emprendidas por Sixto V y
quê puntos de vista eclesiásticos y religiosos se inspiro en su obra.
Clemente VIII le imito. En San Giovanni y en San Pedro mando cflV
algunas de Ias más bellas capillas y fundo Ia nueva residência dei V l f l
El Papa y ei secretario de Estado habitan todavia los aposentos cdilm
por él.
Pero fué sobre todo Paulo V quien puso su ambición en competir •
Papa franeiscano. "En toda Ia ciudad —se dice en una biografia suya ofl
poránea— ha allanado colinas y allí donde había rincones y recodos ha il
grandes perspectivas, ha trazado grandes plazas realzándolas m a g n í f i c a
con nuevos edifícios. Ha traído Ias águas, pero no por medio de una I I
sino fluyendo como una poderosa corriente. Con Ia magnificência H
palácios compite Ia variedad de los jardines. En cl interior de sus capilM
vadas todo brilla de oro y plata y Ias piedras preciosas más que adorn u j
bren. Las capillas públicas parecen basílicas, estas templos, estos mòfl
de mármol." 70
Como vemos, Io que se alaba no es Io bello y proporcionado, tM
magnífico y Io colosal de las obras, Io que estas, efectivamente, expresan
En Santa Maria Maggiore y frente a Ia capilla de Sixto V, constn^B
mucho más esplêndida, de preciosísimo mármol.
Treínta y cinco millas más lejos que Sixto V, recoge ei água que ! I | H
nombre, Aqua Pctulina, para conducirla ai Janículo: enfrentada de l o ) B
Fontana y ai Moisés de Sixto V, irrumpe, con una fucrza cinco vecei •
que aquella, por cuatro poderosos manaderos. Tdclos los viajeros conoci I
famosa colina un dia atacada por Porsena, hoy llcna de vinedos, frul I
ruínas. Desde ella se contempla Ia ciudad y ei campo hasta las lejanas tÊ
fias que Ia tarde recubre con un maravilloso halo de colores que tiene li I
parencia de un velo. El rumor de las águas anima magníficamente Ia •
dei lugar. Lo que sobre todo distingue a Roma de otras ciudades es \tm
dancia de las águas, Ia multitud de fuentes. En este encanto de Ia ciudad I
cipa en primer lugar el Aqiia Paulina. Nutre las fuentes maravillosiâ^fc

"0 Vila Pau/i V compendiose scripta. MS. Barb.


CONSTRUCCIONES DE L08 PAPAS 513
Plaza de San Pedro. Es conducida a Ia ciudad por bajo dei Puente Sixto y en
«•lia alimenta Ias fuentes dei Palácio Farnesio y más lejos otras muchas.
Sixto V mando construir Ia cúpula de San Pedro y Paulo V decidió termi-
mar Ia iglesia.71 Con arreglo ai espíritu de Ia época utilizo grandes proporcio-
nes. Hoy dia preferiríamos que se hubiera seguido ei plan primitivo de Bra-
mante y de Miguel Ángel, pero Ia obra de Paulo V ha dado plena satisfacción
oi sentido de los siglos XVII y xvni. Es verdad que Ias dimensiones son enormes,
Lquién encontraria bella esta fachada? Pero todo es sereno, confortable, mag-
Biiíico. Las proporciones colosales dei edifício, Ia plaza, ei Obelisco y todos los
glrededores, producen Ia impresión de Io gigantesco que se había buscado y
hue se nos impone de manera irresistible.
Aunque f ué corto ei tiempo en que rigieron los Ludovici se supieron erigir
lin monumento imperecedero en San Ignacio y en su villa dentro de Ia ciudad.
Micolás Ludovicio llegó a poseer seis palácios que cuido o embelleció.
El recuerdo de Urbano VIII se encuentra no solo en varias iglesias —San-
ta Bibiana, San Quirico, San Sebastián, en ei Palatino— sino, sobre todo, en
palácios y fortalezas, que eran más de su gusto. Después de haber rodeado a
Bunt'Ângelo de fosos y parapetos, de haber fortificado y terminado este casti-
lld, como él mismo celebra en su medallas, construyó los muros, según proyecto
dei cardenal Maculano, en torno ai Vaticano y ei jardín Belvedere, hasta Ia
Porta Cavalleggieri; aqui comenzaban otras fortificaciones que rodeaban Ia Lun-
b.ira, ei Transtevere y el Janículo, debiendo llegar hasta ei Priorato en ei Aven-
Eino. Por Io menos Ia Porta Portuense se debe, en su mayor parte, a Urba-
mo VIII. Así rodeado, se sentia seguro. Restauro también aquel puente que lleva
cie las habitaciones dei Papa a Sant'Ângelo. 72
También el Papa Inocencio X edificó con ardor: en el Capitólio, cuyos
cios lados trato de poner en armonia; en Ia basílica de Letrán, con el mérito
de respetar las viejas formas con más recato de Io que era costumbre; y, sobre
todo, en Ia Plaza Navona. Se observo que, ai atravesar Ia plaza de San Pedro,
lio apartaba sus ojos de Ia fuente mandada construir allí por Paulo V. 78 Con
•listo hubiera competido con este Papa adornando su plaza preferida con una
liiente todavia más bella. Bernini puso en ello todo su arte. Se trajo dei circo
cie Caracalla un obelisco donde se csculpieron las armas de Ia casa. Se demo-
lieron casas para dotar a Ia plaza de un nuevo diseno, se renovo por completo
u Santa Inés y, no lejos de allí, se erguia el Palácio Pamfili, equipado de esta-
tuas, cuadros y lujosas instalaciones. La Vigna que su família poseía ai otro
Iludo dei Vaticano fué convertida por él en una de las más preciosas vilias, que
encerraba todo Io que puede hacer agradable Ia vida campestre.
Ya en Alejandro VII notamos un sentido moderno por Io regular. Mando
71 Magnificentia Pauli V, seu publicae utilitatis et sp/endoris opera a Pau/o vel in urbe vel
»lil>i instituta. MS. Vnius Pauli iussu impensisque instrueta eius lempli par scum reliquis ab omnibus
[clro pontificibus exslructis parfibus mérito con/erri potest.
' 2 Del Diário de Giacinto Gigli, que, desgraciadamente, se me ha extraviado por descuido de
oitos cn Roma (Ia perdida más considcrablc que sufrió mi colccción), fueron reproducidos los pa-
lujcs pertenecientes a este asunto en cl Cance/iieri de/ tarantismo di Roma, p. 55.
73 Diário Deone 4 Luglio 1648. Pero hace notar inmcdiataincntc: ia quale [/a fontana di papa
/'IKI/O: entonces fué solamcnte una] diíficilmentc potrà supeiare nè in belleza nè in quantità d'acque.
514 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

derruir muchas casas para trazar calles rectas y ei Palácio Salviati tuvo
ser demolido para dar lugar a Ia plaz dei Colégio Romano. También traal
mo Ia Plaza Colonna, donde se encontraba su palácio familiar. Restaura
Sapienza y Ia Propaganda. Pero sus edificios más bellos son sin duda Ias cor
natas con que rodeó Ia parte superior dei Palácio de San Pedro, obra col'
con doscientas ochenta y cuatro columnas y ochenta y ocho pilares. A |
de todo Io que se haya podido decir de entonces acá, 74 no se puede negar
han sido ideadas pensando en ei conjunto y colaboran en Ia impresión, a ] •
de enormidad y de confortabilidad serena, que Ia plaza produce.
Así fué constítuyéndose poço a poço Ia ciudad que se ha convertido <n
centro de peregrinación dei mundo entero. Se llenó de tesoros de todas <jf
Se juntaron bibliotecas numerosas, no solo Ia dei Vaticano o Ias de los nniv
tos de los agustinos, dominicos, de Ia residência de los jesuítas y de los B f
dei Oratório, sino también Ias de los palácios, pues se porfió en amonti
libros impresos y en coleccionar raros manuscritos. No es que se estudiararu
ciências con demasiado ahinco, pues se cultivaba también Ia ociosidad^H
afanaban más con ei propósito de apropiarse y elaborar Io ya conocido q i n
encontrar algo nuevo. De Ias academias, que se fueron fundando de afifl
ano, se dedico alguna que otra a Ia investigación de Ia naturaleza, por ejaM
a Ia botânica, aunque sin êxito autêntico, 76 pero ei resto, los Humoristas,!!
Ordenados, los Donceles, los Fantásticos, los Uniformados, y otros nombios
de extravagantes, se dedicaban tan solo a Ia poesia y a Ia retórica, a «Ê
cios de habilidad intelectual, manteniéndose en un estrecho círculo de ul
aunque consumiendo hermosas energias. Los palácios no solo se adornaba(|
libros, sino también con obras de arte antíguas v modernas, con antigüeo
de diversas espécies, con estatuas, relieves e inscripciones. En nuestra B
Ilevaban mayor fama Ias casas Cesi, Giustiníani, Strozzi, Massimi, los jardioB
Mattei; y sus colecciones, Io mismo c|iie Ia Kircher de los jesuítas, produM
Ia admiración dei mundo. Lo que inspiraba Ia formacíón de estas coJec(B
era más Ia curiosidad y Ia erudición arqueológica que ei sentido por Ias fqfl
o una inteligência profunda. Sorprende como se seguia pensando t o d a v í t H
que en tiempos de Sixto V. Se estaba lejos aún de dedicar a los restos fl
Antigüedad Ia atención y ei amoroso cuidado de más tarde. jQué se a f l
esperar cuando se encuentra entre los privilégios de los Borghese uno que i<
que no incurrirán en castigo por ninguna clase de destrucción que lleidfl
cabo? Es increíble lo que en este aspecto se permitió ei siglo xvn. Las T ( H
de Constantino se habían conservado bastante bien á través de las vicisitud^T

74 Sagredo: I coJonnaíi che si vanno intorno alia piazza erigendo, di quatro ordini dl i|<
restar cinta dovendo, tutti in forma ovata, i quali fomieranno tre portiei coperti con tre mofl
ingressi, e sopra da un corridore che sara d'a/tro ordini di picciolc colonne e di statue adoflH
papa pretende che seivfiv debbano per ricevere deJIa pioggia e dei sole aJ/e carrozze, Ya « V
ei costo sumaba 900,000 escudos, los cuales fueron tomados de Ia Casse deíla fabrica di S. Pi
75 Es decir, los Lincei, fundados en 160? por Federigo Cesi, que en ei fondo no hicieron
que Ia adaptación italiana de Ia Historia Natural de México de Hcrnández (Tiraboschi, .S'
delia lifteratura italiana, vin, p. 195).
76 Pues es así como liemos de traducir Ia palabra umoristi, según las noticias de Erv(j
reunidas de un modo excelente en Fischer, Vita Erythraei, pp. L, LI.
CONSTRUCCIONES DE LOS PAPAS 515

los tiempos, y en verdad que quien Ias mando edificar había prestado a Ia Igle-
lia servicios que merecían Ia protección de su obra; sin embargo, bajo Paulo V
lueron demolidas de raiz, convirtiéndose, según ei gusto de Ia época, en palácio
jardín, que luego fueron trocados por Ia villa Mondragone en Frascati. Tam-
l ién ei Templo de Ia Paz, que se conservaba bastante bien, fué víctima de Pau-
lo V. Concibió Ia extrafia idea de mandar fundir una estatua colosal de Ia
Virgen Maria y ei Nino, montándola de suerte que toda Ia ciudad estuviera
dominada por Ia figura de su protectora. Para esto era menester una columna
de proporciones extraordinárias. La encontro, por fin, en ei Templo de Ia Paz,
y sin preocuparse de que formaba parte dei conjunto y de que, por si sola, pro-
duciría una impresión rara y desproporcionada, Ia desplazó de su sitio y coloco
sobre ella aquel coloso que podemos contemplar todavia.
Aunque no todo Io que se ha atribuído a los Barberini sea verdad, es irfhe-
gable que, por Io general, procedieron con ei mismo sentido. Bajo Urbano VIII
se tuvo ei propósito de derruir aquel monumento incomparable de los tiempos
L republicanos, ei de Cecília Metela, para utilizado en ei Travertino de Ia Fon-
Itana di Trevi. El escultor y arquiteco más famoso de Ia época, Bernini, que
tuvo ei encargo de Ia fuente, concibió ei proyecto y ei Papa le concedió en u n
breve Ia autorización para llevarlo a cabo. Ya se había puesto manos a Ia obra
cuando ei pueblo romano, que sentia devoción por sus antigüedades, tomo en
serio ei asunto y se opuso violentamente. Por segunda vez salvo su más antiguo
monumento. Se tuvo que renunciar para no provocar un motín. 77
Pero todo está relacionado. La época de Ia restauración ha desarrollado sus
propias ideas que, también en ei campo dei arte y de Ia literatura, tienden hacia
el domínio exclusivo, sin entender ni reconocer Io extrafio, y están dispuestas,
ix>r consiguiente, a destruirlo cuando no pueden sojuzgarlo.
A pesar de todo, Roma seguia siendo una capital de Ia cultura que no tenía
] parangon en cuanto a erudición coleccionista y a cultivo de Ias artes, con arre-
pio ai gusto de Ia época; y fué creadora también en el campo de Ia música: por
cntonces el estilo de Ia Cantata se anadió ai estilo de Capilla. "Habría de estar
uno totalmente desprovisto por Ia naturaleza 78 —exclamaba Spon en 1674 ai
llegar a Roma— si no encontrara satisfacción en alguna rama." Va examinando
los diferentes campos: Ias bibliotecas, donde se pueden estudiar Ias obras más
raras; los conciertos en Ias iglesias y en los palácios, en que se pueden escuchar
todos los dias Ias vocês más bellas; Ias infinitas colecciones de esculturas y
pinturas antiguas y modernas; tantos magníficos edifícios de todas Ias épocas;
villas recubiertas por entero con bajorrelieves e inscripciones, de Ias que él copio
milcs; Ia presencia de tantos extranjeros de todos los países e idiomas; Ia natura-
leza esplêndida, de Ia que se goza en jardines paradisíacos; y, quien prefiera
los ejercicios de piedad, anade, encontrará entre iglesias, relíquias y procesiones
alimento para toda su vida.
Sin duda alguna, también había en otras ciudades atractivos espirituales
mayores, pero Ia perfección dei mundo romano, cerrado en si mismo, Ia pie-
77
Dcone Io cucnta dctalladamente.
7» Spon et Whcler. Voyage á'ltalie et de Crèce, J, p. 39.
516 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVn

nitud de riquezas, ei disfrute tranqüilo aliado a Ia seguridad y a Ia satisfa


que proporcionaba a los creyentes Ia visión incesante de los objetos de su
ración, ejercía siempre una atracción poderosa, unas veces por un motivo,
veces por otro y, en ocasiones, sin que se supiera a ciência cierta cuál
motivo dominante.
Tratemos de comprender esta atracción con ei ejemplo más salien
repercutió también vivamente en Ia corte romana.

9) Digresión acerca de Ia reina Cristina de Suécia


En varias ocasiones hemos debido dirigir nuestra mirada a Suécia.
En ei país cuya constitución política transformo por completo el luí
nismo y en el que Ia Contrarreforma encontro de modo tan extraordin
representantes y adversários en los personajes máximos, y ai que se debió e
principal Ia gran decisión en ia lucha universal, el catolicismo logro en su if
forma una conquista inesperada. La hija de aquel campeón de los protestí
Ia reina Cristina de Suécia, fué ganada por el catolicismo. La forma en
esto ocurrió es ya de por si, y en particular para nosotros, digna de con
ración.
Partamos de Ia posición que Ia joven reina ocupaba en su país.
A Ia muerte de Gustavo Adolfo, Io mismo que en 1619 en Áustria,]
1640 en Portugal y en esta época en muchos otros países, se habló en SM
por un momento de si no seria conveniente libertarse dei poder real y 4T
tuirse en república.78
La propuesta fué rechazada y se reconoció a Ia hija dei rey fallecido,
como era una nina de seis anos y no había nadie de sangre real que pu!
tomar las riendas, vino a dar el poder en unos poços. Las tendências anti
nárquicas de Ia época encontraron eco en Suécia: por un lado, el proceda
Parlamento Largo de Inglaterra, pero más todavia las agitaciones de Ia Fí*
que tenían un empaque más aristocrático. "Yo note —dijo Cristina una
en el Senado— que aqui se deseaba que Suécia se convirtiera en una moi
quía electiva o en una artistocracia." ^
Sin embargo, Ia joven princesa no estaba dispuesta a abandonar el pJ
real, y se esforzó en ser una reina en el pleno sentido de Ia palabra. DesM
momento en que se hizo cargo dei poder en el afio de 1644, se entrego a
negócios públicos con un ceio admirable. Nunca descuido una reuniólT
Senado: atacada de fiebre, después de sufrir una sangria, açude tambiénl
79 "La vie de Ia reine Christine faite par elle-même", en Arckenholtz, Mémoires pouri
à Vhistoire de Christine, t m, p. 41: On m'a vouJu persuader qu'on mit en déíiberation en cer
assemblées particulièies s'il falíoit se mettre en liberte n'ayant qu'un en/ant en téfe, dont il
aisé de se défaire, et de s'ériger en republique. Cf. Ia nota de Arckenholtz.
80 Una prueba singular de esta tendência aristocrática Ia constituyc el informe sobre I j
titución de Ia mayor parte de los estamentos y de los "buenos patriotas" dei ano de 1644,1
apareció recientemente. S. Geijer, Schwedische Geschichte, m, p. 357. De los cinco altos M
dei Estado, no se ha de promover ninguno de otro modo sino proponiendo los estamenl»
candidatos, de los cualcs ha de elegirse uno. Solo uno de los três que propone Ia nobleza, •
elegirse para mariscai dei país. Sc pidió un Consistorium politico-ecclesiasticum, con presid(B
asesores por elección libre de los estamentos, etc.
CRISTINA DE SUÉCIA 517
olvida Ia preparación. Lee por completo memórias largas de muchas hojas, se
apropia su contenido y, por Ia noche, antes de dormir, o por Ia manana, ai
despertar, reflexiona sobre los puntos en litígio.81 Expone Ia cuestión con Ia ma-
yor Iiabilidad sin dejar entrever hacia qué lado se inclina y, luego de escuchar
a todos los miembros, expone su opinión, que siempre se encuentra bien fun-
dada y es preferida por Io general. Los embajadores se admiran dei poder que
ha sabido crearse en ei Senado,82 aunque ella nunca este contenta. En un acon-
tecimiento de significación tan universal como Ia firma de Ia paz de Westfalia,
tuvo mucha participación personal. Los oficiales dei ejército, y hasta uno de sus
delegados en ei congreso, no estaban por esa paz, y también en Suécia hubo
gentes que no aprobaron Ias concesiones que se hacían a los católicos, especial-
mente con respecto a los territórios patrimoniales dei emperador. Pero ella no
queria tentar otra vez ai destino. Nunca Suécia había sido tan gloriosa y pode-
rosa y considero Ia reina como Ia máxima satisfacción consolidar esta situación
y devolver a Ia cristiandad su sosiego.
Contuvo ei poder de Ia aristocracia, que no podia hacerse ilusiones de lo-
grar sus fines en ei futuro, pues, siendo tan joven, Ia reina planteó Ia cuestión
de Ia sucesión en favor de su primo ei conde palatino Carlos Gustavo. Nos dice
que ei príncipe no osaba abrigar tal esperanza y que fué ella quien Io impuso ai
Senado, que ni siquiera quiso tomar ei asunto en consideración, y a los esta-
mentos, que solo por respeto a ella consintieron. Efectivamente, se trataba de
una idea suya que supo hacer prevalecer a pesar de todas Ias resistências. Se
istableció Ia sucesión de modo irrevocable.88
Asombra todavia más que, junto a este ceio por los negócios públicos, se
dedicara a los estúdios con gran pasión. En su infância nada le fué más agra-
j duble que ei estúdio. Acaso se debió esto ai hecho de haber vivido con
hu madre entregada por completo ai dolor por Ia muerte de su esposo, pues
ion impaciência esperaba todos los dias ei momento de ser sacada de este
oscuro recinto de duelo. Pero también estaba dotada, especialmente para los
idiomas, de un talento extraordinário, y nos cuenta que aprendió Ia mayoría sin
maestro alguno,84 Io cual es tanto más de admirar, ya que en algunos alcanzó
Ia maestria de los nativos. Con los anos creció su pasión por Ia literatura. Era Ia
época en que Ia ciência se iba desprendiendo poço a poço de Ias disputas teoló-
gicas y algunas celebridades se destacaban por encima de los dos bandos. Tenía
81 Paolo Casati a] papa Alessandra VII sopra Ja regina di Suécia. MS. Ella m'ha piú d'una
volta assicurato di non aver mai porta to avanti alcmi negotio grave a cai non avesse quasi due anni
prima pensato, e che molte hore delia mattina, dopo che s'cra svegliata da que/ poço sonno che era
vi/ita di prendere, impiegava nei considerare i negotii e conseguenze loro benchè lontane.
82 Mémoires de ce qui est passe en Suède tirez des depesches de Mr. Chanut, i, p. 245. (1648
FeVr.) IJ est incroyabie comment elle est puissante dans son conseii, car el/e a;oute a Ia qualité de
irinc ia grace, le crédit, les bienfaits et Ia force de persuader. En un ejemplai de estas memórias,
aparecidas ya en 1675, se encontraron glosas marginales de mano de Ia reina, que expresan más
kucti un disgusto posterior que recuerdos exactos de los primeros afios de su reino, por Ias cuales,
iiii embargo, quedan modificadas en todo caso Ias afirmaciones de Chanut.
83 "Règne de Christinc jusqu'à sa résignation", en Arckenholtz, m, 162, notas.
84 La vie.de Christinc écr. p. e. m., p. 53: Je savois à J'áge de quatorze ans toutes les langues,
loutes les sciences et tous les exercices dont on vouloit m'instrujre. Mais depuis fen ai appris bien
«1'autres sans Je secours cTaucun maitre: et il est certain que je n'en eus jamais ni pour apprendre
h langue AiJemande, Ia Françoise, 1'ltalienne, ni 1'Espagnole.
518 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

Ia ambición de traer gente famosa para disfrutar de su enseiianza. Lleg


primero algunos filólogos e historiadores alemanes, por ejemplo, Freinsheí
cuyos ruegos su pátria, Ulm, fué perdonada de Ia mayor parte de Ias conta
ciones de guerra; 86 siguieron los holandeses, como Isaac Vossius, que im|f
los estúdios de griego; en poço tiempo conoció los autores antiguos más ilflf
tantes, sin descuidar los Padres de Ia Iglesia. Nicolás Heinsius celebra una[
como su dicha primera haber nacido en ei reinado de esta reina; como se
da, haberla conocido; como tercera y mayor, ei deseo de que Ia pos!
conozca que no le fué desagradable. Le empleó especialmente para que 1'
curara preciosos manuscritos, libros raros de Itália, Io que llevó a cabo de
ra concienzuda y afortunada. Los italianos comenzaban a quejarse de dl
cargaran los barcos con expolios de Ias bibliotecas, despojándoles de sus f_
mentos de ciência para llevarlos ai lejanísimo Norte. 86 En ei ano de 1650]
recc Salmasius; ia reina le había mandado decir que, si él no venía, SCM
obligada a ir ella. Durante un ano habito en Palácio. Por fin, acudió DescaB
y todas Ias mananas, a Ia cinco, tenía ei honor de veria en su biblioteca™
cuenta que. con asombro de Descartes, supo Ia reina deducir sus ideas dM
de Platón. Es cierto que, en sus diálogos con los sábios y en sus p a r l a m í
con ei Senado, mostro Ia superioridad de su excelente memória y de su f l l
y penetrante comprensión. "Su espíritu es extraordinário —exclama N a ^ T
con asombro—, todo Io ha visto, todo Io ha leído, Io sabe todo." 87
Fué un fruto admirable de Ia naturaleza y de Ia fortuna. Doncclla di
jada de toda vanidad, no trata de ocultar que tiene un hombro mas alto
otro, y aunque se le ha dicho que su belleza reside en su esplêndida < abri
no le presta ninguna atención; los pequenos cuidados de Ia vida le son ajfl
nunca se ha ocupado ni se ha quejado de Ia comida; no debe más q u e r
y no tiene sentido de ningún trabajo femenino. Pero le agrada escucbj^B
se Ia tomo por un nino ai nacer y que en su ninez, en lugar de asustar
estampido de los cânones, aplaudia mostrándose como una verdadera I • • |.i
soldado; monta a caballo con gran arrojo, en Ia caza acierta a Ias pl^H
con ei venado. Estudia a Tácito y a Platón y los comprende a veces mcj(w
los filólogos de profesión; no obstante su juventud, sabe mantener opinfl
certeras en los negócios públicos y sostenerlas frente a provectos senadores^C
en ei trabajo Ia fresca osadía de una agudeza congênita; está poseída de Li i;
de su rango y de Ia necesidad de regir por si misma; recibe ella misma a
embajadores; no tolera que ningún súbdito suyo lleve una orden extiani
que, como ella misma dice, un miembro de su rébano sea marcado por
extrana; sabe adoptar una actitud que asombra a los generales que han
temblar a Alemania y se hubiera puesto sin duda a Ia cabeza de sus tror
haber estallado una nueva guerra.
85 "Harangue panégyiique de Freinshemius à Christine, 1647", cn ArcUnholtz, n, in|
gundo, p. 104.
86 Cf. Grauert, Koenigin Christina und hir Hof, i. pp. 379 y 407.
87 "Naudé à Gasscndi 19. oct. 1652." La reine de /a que//e je puis dite sans íhtterUÊM
tient mieux si partie ès coníércnces qu'eile tient assez souvent avec messieurs Bochart, I ^ F
du Fresne et moi, qu'aucun de h compagn/e, et si je vons dis que son esprít est tuotB
exrraordinaire, je ne mentirai point, car eIJe 3 luot vu, e/le a tout Ju, eJIc sait tout.
CRISTINA DE SUÉCIA 519

Con este temple y con estas ideas le era insoportable ei pensamiento de


casarse, de otorgar a un hombre derechos sobre su persona: La obligación que
l">dría venirle por su posición, Ia cree cumplida ai fijar Ia sucesión. Una vez
i|iie ha sido coronada declara que preferiria morir a casarse.88
(Es que se podia mantener una situación semejante? Hay algo de for-
y.ido, tenso, una falta de sano equilíbrio, dei sosiego de una existência natural
y contenta. No es afición a los negócios Io que Ia hace sumirse en ellos, sino
umbición y orgullo principescos, pues no encuentra un placer especial. Tampo-
CO cjuiere a su pátria, ni le agradan sus diversiones ni sus costumbres, ni su
cstructura eclesiástica o secular, ni su pasado, que ignora. Las ceremonias
oficiales, los largos discursos que tiene que escuchar, cualquier función que Ia
absorba personalmente, le son odiosos, y ei nivel de cultura y educación ÓJÊ su
gente le parece despreciable. De no haber poseído ei trono desde Ia infância,
«caso le hubiera atraído como meta de sus deseos, pero como era reina desde
que tenía memória, las fuerzas dei anhelo, que preparan ei porvenir de un ser
humano, habian ido en una dirección que Ia apartaba de su tierra. La fantasia
y ei amor por Io extraordinário comenzaron a dominar su vida. No trata de
enfrentar y oponer las impresiones azarosas y momentâneas a Ia superioridad
de Ia ponderación moral que corresponde a su posición; por ei contrario, tiene
lin gran sentido, es decidida, llena de tensión y energia, magnífica, pero tam-
bién muy disparada, violenta, deliberadamente no femenina, en modo alguno
bnable, nada infantil, y no solo con su madre, pues tampoco escatima alguna
Irasc mordaz a Ia memória dei padre; en momentos parece como si no supiera
Io que dice.89 Por muy alto que este colocada, una conducta semejante no
ruiede quedar sin efectos y por eso se siente poço contenta en su casa.
Y resulta que este espíritu insatisfecho se entrega a las preocupaciones
religiosas, Io que ocurrió dei siguiente modo.
Entre sus recuerdos le atrae ei de su maestro doctor Juan Matthiae, cuya
lima sencilla, pura y dulce le impresionó desde ei primer momento. Fué su
nrimera persona de confianza, hasta para los asuntos más menudos.90 Tan
pronto como se vió que de las diversas confesiones ninguna podia dominar a
ns demás, surgió en algunos espíritus bien intencionados ei deseo de unirlas.
También Matthiae abrigaba ese deseo y publico un libro que pugnaba por Ia
linión de las dos Iglesias protestantes. La reina era de su misma opinión y con-
• ibió Ia idea de fundar una academia de teologia que trabajara para provocar
rsta unión. Pero, inmediatamente, surgió ei ceio indomable de los luteranos. Un
uperintendente de Calmar ataco enojado ei libro de Matthiae y los estamentos
lumaron partido en contra. Los obispos advirtieron ai Consejo dei Reino que

88 Je me serois, dice cila en su autobiografia, p. 57, sans doute mariée si je n'eusse reconnu
rn moi h force de me passer des plaisirs de 1'amcur, y podemos darle crédito en esto tanto más
i.into que esta obra constituyc en cierto modo una confesión.
89 Por su conversación con su madre (en Chanut, m, p. 365), de mayo de 1654, no podemos
iii/i,ir de otro modo.
»" Trés-capable, dice cila en su autobiografia, p. 51, de bien instruire un cii/.mf te] que fétois,
•I.INÍ une honníícté, une discrétion,et une douceur qui ie faisoient aimer et estima.
520 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVII

vigilara Ia religión dei país, y ei gran canciller visito a Ia reina y le hizo adj
tencias tan severas que provoco lágrimas de disgusto en ella. 81
Acaso comenzó a darse cuenta de que no era un ceio puro Io que rtM
a los luteranos. Creía que se trataba de conducirla a determinados finei 1
Ia excusa de Ia idea de Dios que se le ofrecía. N o le parecia digna de D i o í
manera en que se Io presentaban. 82
Los largos sermones, que le habían aburrido siempre, y que se veia fl
gada a escuchar por Ias exigências de su cargo, le fueron ahora insoportabjiM
menudo dió muestras de impaciência: movia Ia silla, jugaba con sus p e n í
Io que era razón de más para que se tratara de prolongar ei sermón.
El humor que esto le produjo, y que le iba alejando intimamente j f l
religión nacional, fué fortalecido con Ia llegada de sábios extranjeros. Al^B
eran católicos; otros, como Isaac Vossius, dieron motivo para que se les cM
derara como incrédulos; y Bourdelot, quien gozaba dei mayor ascendiente,
Ia había curado facilmente de una peligrosa enfermedad —un verdaderoJ
bre de corte, lleno de conocimientos y de conversación agradable, sin /
teria—, se burlaba de todo: de Ias historias y de Ias religiones nacional
pasaba por ser un "naturalista".
Poço a poço fué anidando en Ia joven reina Ia duda fatal. Le parecfl
todas Ias religiones positivas no eran sino invención de los hombres y cufljH
argumento se podia invocar Io mismo en contra de una que de otra, c o i f l
fuera indiferente escoger cualquiera de ellas.
Pero en este proceso no llegó hasta Ia irreligión, pues albergaba t a f l
algunas fuertes convieciones, y en su principesca soledad no pudo abandd
Ia idea de Dios; por ei contrario, creía estar más cerca de Él. "Tú sabes -m
clama— cuán a menudo pedi, en un lenguaje desconocido a los espíritus (M
nes, que me iluminaras con tu gracia y como te prometi obedecerte aufl
tuviera que ofrecer Ia vida y Ia dicha." Relaciono esto con ei resto de sus M
"Renuncie a todo otro amor y me entregue a este."
Gran impresión le produjo ia sentencia de Cicerón de que todas Ias opf
nes religiosas de los hombres podían ser errôneas, pero que era imposible]
más de una fuera verdadera. Pero (jhabría abandonado Dios a los hombrtá
darles a conocer Ia verdadera religión? Se le antojaba como una acusaciÓB
tirania suponer que Dios había despertado en Ia conciencia de los hotn
Ia necesidad de Ia religión y que luego no se había ocupado en darles
tisfacción.83 .
La cuestión era, pues, cuál seria Ia verdadera religión.
No busquemos aqui razones ni pruebas. La misma reina Cristina ha d
fesado que no sabría senalar en ei protestantismo ningún error en niaicru

91 Escrito de Axel Oxenstieraa dei 2 de mayo de 1647, en Arckenholtz, iv, App. n.


especialmente ei dei conde Brahe, Ibid., rv, p. 229. La obra de Matthiae es: Idea bom' ordB
ecclesia Christi.
92 Je crus, dice ella en una nota comunicada por Galdenblad, que les hommes vous iai'
parlei à leur mode et qu'ils me vouloient tromber et me Zaire peur pour me gouverner à It
(Arckenholtz, t. in, p. 209).
93 Pallavicini, Vita Alexandri VI/.
CRISTINA DE SUÉCIA 521

I|,,IM p e r o as j COmo su antipatia por ei protestantismo reposa en un sentimiento


primordial, inexplicable, reforzado por Ias circunstancias, así también se arro-
|a con una simpatia inexplicable y absoluta en brazos dei catolicismo.
Cuando tenía nueve anos oyó por primera vez algo concreto acerca de Ia
Iglcsia católica y, ai decírsele que ei voto de castidad era un mérito en ella, ex-
tl.imó: "jAh, qué hermoso es esto, esta religión quiero abrazar!"
Se le reprochó severamente y con tanta mayor obstinación se aferró a
tu idea.
A esto se asociaron otras impresiones parejas. "Cuando se es católica
• dice—, se tiene ei consuelo de creer Io que tantos nobles espíritus han creído
itiirante dieciséis siglos, ei consuelo de pertenecer a una religión corroborada
jxir mülones de milagres y millones de mártires; que ha dado lugar a tantas
vírgenes admirables que vencieron Ias debilidades de su sexo y se ofrecieron
I Dios."
La constitución de Suécia descansa en el protestantismo y también Ia
loria, el poderio y Ia posición universal dei país. Pero para ella se le presenta
orno una fatalidad: detalles mil le repelen; su espíritu no Ia ha penetrado.
)bsrinadamente se va apartando de él y se deja atraer por Io contrario, de Io
que no tiene más que oscura noticia. La autoridad infalible dei Papa se le figura
Una institución adecuada a Ia bondad divina, y a esa autoridad se entrega con
nayor resolución cada dia, como si en su corazón naciera Ia fe como en otros
ti amor: un amor de afectos inconscientes, condenado por el mundo, y que
tiene que ser ocultado, pero que, por Io mismo, arraiga más hondamente y se
l]x)dera de un corazón femenino dispuesto a sacrificarlo todo.
El caso es que Cristina, con objeto de aproximarse a Ia corte de Roma,
ilió muestras de una secreta astucia, como solo se suele encontrar en asuntos de
imor de ambición, y así monto toda una intriga para hacerse católica, mos-
trándose en ello plenamente mujer.
El primero a quien dió a conocer su inclinación fué un jesuíta, el Padre
Antônio Macedo, confesor dei embajador português Pinto Pereira.95 Pereira
fio hablaba más que português, así que necesitaba de su confesor como intér-
prete. En Ias audiências otorgadas ai embajador Ia reina encontraba un placer
especial en ocuparse, no ya de los asuntos de Estado, sino de controvérsia reli-
giosa, y ello en presencia de un tercero que, no comprendiendo una palabra,
permitia Ia expresión de los pensamientos más secretos y comprometedores.00
94 Más tarde, con ocasión de su presencia en Suécia, se le recomendo seriamente no des-
prcciar más Ia religión por causa de Ia cual habia muerto su padre. Contesto diciendo que no
•cusaba ai protestantismo de ningún error y mucho menos de herejía, justificando su negativa
por el deshonor que una tal defección traería consigo. Wagenseil dice (Arckenholtz, n, p. 300):
fu respondisse reginam, non ut cuiusquam haeresios vel mínimi erroris ecclesiam protestantium
insiniuiaret. Estas palabras no me parecen admitir, ni desde el punto de vista filológico, ni tam-
IKICO completamente desde el histórico, una explicación evasiva. ^Por qué Ias bubiera puesto el
autor si no les daba aqucl sentido?
«5 A veces algunas personas querían atribuir su confesión a un cierto Gottfr. Frankcn. Según
l.i iclación sobre este asunto en Arckenholtz, i, p. 465, Ia idea de mandar a Franken a Estocolmo
liabia surgido a raiz dei regreso de Salmasio, en 1651, de esta ciudad. Pero Macedo ya se hallaba
rntonces allí y su derecho cs innegable.
06 Pallavicini: Arctius ideirco sermones et coííoquia misctiit, non tunc solum quum ad eam
Macedus ab legato mittebatur, sed etiam ipso praesente, qui nihií intclligens animadvertebat tainen
522 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVH

Inesperadamente Macedo desapareció de Estocolmo. La reina hizo


si Io mandara buscar, pero ella misma fué Ia que le envio a Roma par
expusiera su propósito ai general de los jesuítas, rogándole que le enviara
nos Padres de Ia Compafiía de especial confianza.
En febrero de 1652 llegaron estos a Estocolmo. Eran dos hombrc» •
nes, que se presentaron como nobles italianos en viaje, y con este motivo, !u<
invitados a Ia mesa real. Sospechó enseguida ia reina quiénes eran y, mui li
do ella un poço deiante hacia ei comedor, dijo quedamente a uno de e l f l
acaso no traía cartas para ella, a Io que ei interpelado contesto con ei rnf
disimulo. La reina le recomendo silencio absoluto y, después de Ia mim'1
envio a su servidor de confianza Juan Holm a recoger Ias cartas y, a Ia in.m
siguiente, a invitarlos en el mayor secreto a que vinieran a Palácio.07
En el palácio de Gustavo Adolfo se presentan, pues, dos enviados de R i
a reunirse con su hija, para tratar con ella de su conversión ai catolicismo
atractivo especial para Ia reina era que nadie sabia nada.
Los dos jesuítas se proponían ai principio seguir el orden dei cat^T
pero pronto se dieron cuenta que no era oportuno en Ia ocasión, pues l.i
les hizo preguntas muy distintas de Ias que allí se encuentran. Si hay i
diferencia entre el bien y el mal o si Io que importa es el provecho o el |
cio de una acción; como se pueden disipar Ias dudas que se presentan mil
idea de una Providencia; si el alma de los hombres es realmente inmort.il,
será Io mejor practicar exteriormente Ia religión nacional y vivir según Ias
de Ia razón. Los jesuítas no nos instruyen sobre Ia contestación que q f l
estas preguntas; dicen que se les ocurricron ideas durante Ia conversada
Ias que antes no habían pensado y que después olvidaron: el Espíritu S?
habia obrado en Ia reina. De hecho existia en ella una decidida inclffl
que suplía todas Ias razones y aun Ia misma convieción. Se insistió sobre
en aquel principio superior de que el mundo no podia vivir sin una reí
verdadera y a esta afirmación se unia Ia otra de que, entre todas, Ia d |
era Ia más razonable. "Nuestro empefio principal —dicen los jesuítas
demostrar que los puntos de nuestra santa religión se levantan por en^Ê
Ia razón, pero que en modo alguno son contrários a ella." La mayor d q H
se referia a Ia invocación de los Santos y a Ia adoración de Ias imágenes y •
relíquias. "Su Majestad —anaden los jesuítas— capto con espíritu penca
toda Ia fuerza de Ias razones que nosotros le presentamos, pues, de Io CC^V
hubiéramos necesitado mucho tiempo." También habló con ellos de Ias dia
tades que se producían para poner en obra su conversión. A veces le pan
invencibles y un dia llegó a declararles que era mejor se volvieran
Ia empresa era irrealizable y, además, dificilmente podia ser católica de
corazón. Los buenos Padres quedaron perplejos y apelaron a todo para m
nerla en su propósito anterior; le hablaron de Ia eternidad y consideram!
dudas como tentaciones de Satanás. Le caracteriza muy bien que en eilf
mento estuviera más decidida que en cualquier otra reunión anterior: ,
longiorcs inter eos esse sermones quam res íerrcnt ab se interpreti propositae et sibi ab iilf
relalae.
»7 Relatione di Paolo Casati ai papa AJessandro VII.
CRISTINA DE SUÉCIA 523
diríais —empezó a decir de pronto— si estuviera más cerca de hacerme católica
cie lo que vosotros creeis"? "No puedo describir —cuenta uno de los jesuítas—
ei sentimiento que nos invadió, pues nos pareció resucitar de entre los muer-
tos." Preguntó Ia reina si ei Papa no le autorizaba a recibir una vez ai ano Ia
comunión según ei rito luterano. "Contestamos que no"; "Entonces —dijo
cila— no hay más remédio, tendré que renunciar a Ia corona."
A este punto se dirigían sus pensamientos y en él se iban concentrando
dia por dia.
Los asuntos dei país no siempre marchaban a pedir de boca. Frente a Ia
poderosa aristocracia, muy unida, Ia reina, con su séquito reunido de tantos
diferentes países, con ei sucesor a Ia corona impuesto por ella, con ei duque
Magnus de Ia Gardie, que gozaba de su confianza pero que Ia vieja aristocracia
lucca no consideraba dei mismo rango, formaba un partido que era considerado
tomo extranjero. Su gran generosidad había agotado ei Tesoro y se vió llegar
cl momento en que habían de faltar todos los recursos. Ya en octubre de 1651
•nunció a los estamentos su propósito de renuncia. Era ei momento en que en-
\ io a Roma a Antônio Macedo. Sin embargo, desistió de su idea. El canciller
l]c hizo ver que no debía decidirse por Ias preocupaciones financieras, pues ya
«• procuraria que no sufriera ei brillo de Ia corona. 98 También se percató Ia
Ti'ina de que su acto no habría de parecer ai mundo tan heróico como lo había
[imaginado. Cuando poço después ei príncipe Federico de Hesse manifesto
iguales deseos, Ia reina le desaconsejó expresamente, y no por motivos religio-
w is sino advirtiéndole que, quien muda de fe, es odiado por los que abandona
n despreciado por aquellos a los que se allega.09 Pero, poço a poço, estas mismas
tinisideraciones ya no pesaron sobre ella. Era inútil que, valiéndose de repeti-
iliis nombramientos en ei Consejo dei Reino, cuyo número de miembros elevo
u veintiocho a treinta y nueve, tratara de crearse un partido: ei prestigio de
IJos Oxenstierna, oscurecido durante cierto tiempo, se renovo gradas a alianzas
nutrimoniales y ai talento congênito de Ia família. En muchas cuestiones
Importantes, por ejemplo Ia de Brandeburgo, Ia reina quedo en minoria. Tam-
l)u'ii cl conde Magnus de Ia Gardie perdió su favor. El dinero empezó a esca-
MMr de verdad y no alcanzaba a veces para Ias necesidades dei dia de Ia casa
ii.il.100 ^No seria mejor que se marchara a vivir ai extranjero asegurándose
una renta anual, sin tener que oír constantemente a tantos predicadores faná-
tuos que no veían, en toda su vida, más que una curiosidad aventurera y una
«|x)stasía de Ia religión y de Ias costumbres dei país? Ya le pesaban demasiado
los asuntos públicos y se sentia desgraciada cuando se le acercaban los secre-
rtiirios. Solo le gustaba ei trato dei embajador espanol, Don Antônio Pimentel,
• u e participo en todas sus fiestas y reuniones y desempefió un papel especial
írn Ias reuniones d e aquella orden de los Amarantas, cuyos miembros se obli-
«8 Pufendorf, Rerum Suecicarum, lib. 23, p. 477.
"9 "Lettre de Christine au prince Fréderic landgrave de Hesse", en Arckenholtz, i, p. 218.
I'otivez-vous ignorer combien ceux qui changent son haís de ceux des sentiments desquels ih
| i loignent, et ne sáurez-vous pas par tant d'ilíustres exemples qu'ils sont méptisés de ceux auprès
drujue/s ils se rangent?
100 Motivi onde si crede Ia reg/na di Suezia aver presa Ia risoiutione de rinonciare Ia corona,
IH Arckenholtz, II, App. n« 47.
524 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVII

gaban a una espécie de celibato. 101 Don Antônio conocía Ia inclinación c a t a


de Ia reina y Io puso en conocimiento de su Senor, que prometió acogerla OM
listado y patrocinar ante ei Papa su conversión. 102 En Itália aquellos jeilB
ya de vuelta, habían hecho algunos preparativos.
Esta vez no hubo nada que Ia hiciera desistir. Su carta ai embajador ! i
cés Chanut evidencia cuán poço pensaba en Ia aprobación. Perti ascgutftf
no le preocupaba; será feliz, fuerte en si misma, sin temor ante Dioi v
hombres, contemplando desde ei puerto Ias zozobras de los azotados por ]M
mentas de Ia vida. Su única preocupación, por ei momento, ei
su renta de modo que no se Ia pudieran arrebatar.
El 28 de junio de 1645 tuvo lugar Ia ceremonia de Ia abdicación. Aují
ei gobierno de Ia reina habia dado tanto que pensar, sin embargo, todos, g l
des y pequenos, se conmovieron ante ei abandono dei último vástago do
Vasa. El viejo conde Brahe se negaba a quitarle de Ia cabeza Ia corona <|U|
mismo le habia colocado: consideraba como irrompible el vínculo entre prinfl
y vasallo y el acto, por Io tanto, como ilegítimo. 103 La reina se desprendió
misma de su corona y solo de sus manos Ia recogió el conde. Despojada <U
insígnias reales, vestida de blanco, recibió Ia reina Ias visitas de despedi(B
los estamentos. Llegó el portavoz de los labradores. Se arrodilló ante Ia ra
cogió su mano y Ia besó repetidas veces, le saltaron Ias lágrimas, q u e B
con su panuelo, v, sin decir una palabra, volvió Ias espaldas y tomo I
sitio.104
Todos sus pensamientos se dirigían ai extranjero y ni un momento
queria permanecer en un país cuyo poder supremo acababa de traspasar. II
mandado por delante sus objetos de valor y, mientras se preparaba Ia flota
habría de conducirla a Wismar, aprovechó Ia primera ocasión para, disfrtf
en companía de unas cuantas personas de confianza, sustraerse a Ia vigill
penosa que ejercían sobre ella sus antiguos súbditos, y marcho hacia JÊ
burgo.
Empieza su peregrinación por Europa.
En Bruselas se convierte secretamente ai catolicismo y en Innsbrucltl
blicamente. Invitada con Ia bendición papal, se apresura a pasar a Itália, df
ofrece Ia corona y el cetro a Nuestra Senora de Loreto. Los embajadoM
necianos estaban asombrados de los preparativos que se hacían en todfl
ciudades dei Estado pontifício para recibirla con magnificência. El PapaJ
jandro, que veia su ambición colmada por el hecho de que tan brillante I
/
101 Chanut, Négociations de Suède, m, p. 316. Ensuiíe preta [se trata de Montecd^B
seiment entie les mains de s-i Majesté, scavoir que les Chevaliers d'Amaranthe qui ne «H^H
mariés quand i/s reçoivcnt 1' ordre, demeureroient toujours garçons, et que ceux qui ont d q ^ ^ H
venant à être veufs, n'en prendront point d'auties.
1<>2 Pallavicini, Vita Alexandri Vil: Au/ae líispanicae adminisfri, cum prinium iem pmpfl
MaJines [ai cual se mando allí], omnino voluis.sent ab icgina regnum retineri, ob emO^H
quae tum in reiigionem tum in regem catholicum redundassent, sed cognito id fisri non _J
nisi íaesa reiigione, placuit regi patronum esse facti tam generosi.
103 Es stritte wider Gott, das gemeine Võlkerrecht, und den Eid, mit dem sie dem
Schweden und ihren Unterhanen verbunden wàre, —es sei kein ehrJicher Mann, der Ihrer
einen solchen Rath gebe. "Leben des Grafen Pcter Brahe", en Schloezer, Schwed. Biogr., n, p.
104 Relato de Whitebk.
CRISTINA DE SUÉCIA 525

pio hubiera ocurrido durante su pontificado, agotó Ia caja apostólica para cele-
•ar ei acontecimiento, y Ia reina entro en Roma, no como una penitente, sino
imo una triunfadora. 100 En los primeros anos Ia vemos viajar a menudo y Ia
jriu-ontramos en Alemania, dos veces en Francia y hasta en Suécia. N o se
mtuvo tan alejada de los afanes políticos como se propusiera en un principio.
>n toda seriedad, y no sin algunas perspectivas, trato de cenir Ia corona de
lonia, Io que podia hacer permaneciendo católica. En otra ocasión, desperto
In sospecha de querer atacar a Nápoles en interés de los franceses. La necesi-
1 en que se vió de cuidar de su pensión, cuyo pago no fué muy regular, poças
es le aseguró una perfecta tranquilidad. Como ya no llevaba corona y pre-
día, sin embargo, Ia plena autonomia de una testa coronada y en ocasiones
ei sentido que ella Io entendia, alguna vez hubo incidentes enojosos. ^Quién
Iria excusar Ia sentencia cruel que pronuncio en Fontainebleau contra un
ínicmbro de su séquito, Monadelschi, y que fué ejecutado por su acusador y
ncmigo personal? N o le dió más de una hora para que se preparara a morir. 100
a infidelidad que ei desgraciado había cometido contra ella Ia considero como
Ita traición; llevarla ante un tribunal, cualquiera que fuese, le parecia atenta-
)rio a su dignidad. "No reconocer a nadie por encima de uno —exclamo— vale
ias que dominar toda Ia tierra." Despreciaba Ia opinión pública. Aquella eje-
iición había producido horror, sobre todo en Roma, donde conocían Ias disen-
ones que reinaban entre su servidumbre mejor que ella misma y, sin embargo,
: apresuró a volver. ^Dónde podia vivir si no en Roma? Hubiera tenido
erpetuos conflictos con cualquier potência secular con Ias mismas pretensiones
ue ella. Hasta con los Papas, con ei mismo Alejandro VII, cuyo nombre ana-
ió ella a los suyos ai convertirse, tuvo altercados sérios.
Poço a poço, sin embargo, se fué sosegando su caracter, su situación se hizo
ás tranqüila, supo tener consideración por los demás y se acomodo a Ias exi-
[cneias de su residência, en Ia que el senorío eclesiástico permitia un ancho
'iimpo a los privilégios aristocráticos y a Ia independência personal. Tomo cada
Z parte más activa en el brillo, los asuntos, Ia vida de Ia cúria, acabando por
mar parte integrante de aquella sociedad. Las colecciones que trajo de Sue-
i fueron incrementadas con tanta generosidad, sentido y suerte que supero
Ias famílias romanas, elevando el afán coleccionista de los domínios de Ia
riosidad a los de Ia erudición y el arte. Hombres como Spanheim y Haver-
np consideraron que valia Ia pena explicar y aclarar monedas y medallas
Ia colección y Santo Bartolo dedico sus diestras manos a trabajar sus carna-
is. Los Correggio de su colección han sido siempre el mejor ornato de las
lerías en que el azar de los tiempos los ha ido colocando. Los manuscritos
He su biblioteca han contribuído, sin duda, a mantener Ia fama de Ia Vaticana,
^ue se enriqueció con ellos. Adquisiciones de este gênero llenan Ia vida de todos
105 Relatione de'rv amb.isciatori: II sospetto che presc papa Innoccntio che il ricev/menfo
lovcsse costarli caro ritardò il suo arrivo in Roma: c contento quel buon poiitcríce dcl risparrnio
(Ir/ danaro lasciò Ja gloria intiera ai suo succcssorc d'acconip!ire questa memoranda funtione.
Jutnrno a ciô ritrovammo ai nostro giongere in Roma oecupate le maggiori applicafloni delia
Tíirfc, et aí ritomo ei $i tece vedere ttiíto Io' stafo delia chiesa invoito in /acende et a gara I una
i ilta deWaltra chi sapeva í:iic maggiore osíenfatione di pom|>o<;i accog/imenti.
100 Pallavicini.
526 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

los dias con un placer inocente. También tomo parte en los empenos
ticos. Honra mucho su nombre Ia ayuda que presto ai pobre Borelli, oblt
a dar clases a su avanzada edad; pago Ia impresión de su famoso libro, toa»
no superado, sobre Ia mecânica de los movimientos de los animales, q u a
tenido una gran importância para ei desarrollo de Ia fisiología. Y hasta p a
mos afirmar que su espíritu maduro, tal como se fué desarrollanflo, ha e j « í
una influencia duradera sobre Ia literatura italiana. Es sabido como Ia flfl
y Ia retórica italianas de entonces se perdían en Ia profusión, en Io rebuscM
en Io insignificante. La reina Cristina tenía una educación demasiado exqjj
para dejarse contaminar por esta moda que, por ei contrario, aborrecia. If
ano de 1680 fundo en su casa una academia de ejercicios políticos y liteC
y, entre sus estatutos, se destaca ei que aconseja que, apartándose de Ia n j f
hinchada y cargada de metáforas de entonces, se sigan Ia sana razón y
modelos de los tiempos de Augusto y de los Médicis. 107 Produce una imppj
singular tropezar en Ia Biblioteca Albani de Roma con los trabajos de esta
demia, ejercicios de abates italianos corregidos por Ia mano de una reina li
ca. Sin embargo, no dejan de tener importância. De su academia sali,
nombres como Alejandro Guidi, que antes había seguido ei estilo a Ia
pero que desde que frecuentó Ia sociedad de Ia reina renuncio resueltí|W
a aquel estilo y formo con sus amigos una espécie de alianza para extirparia
Arcadia, academia a Ia que se atribuye este servido, se origino de Ia soflf
de Ia reina. No se puede negar que esta supo mantener en médio de tf
impresiones una noble independência de espíritu. N o estaba dispuesta ajT
facer Ia exigência que se suele imponer a los convertidos, o que ellos njr
se imponen, de mostrar una piedad visible. Es muy católica y repetidas
manifiesta su convicción sobre Ia infalibilidad dei Papa, sobre Ia necesidM
creer Io que mandan él y Ia Iglesia; sin embargo, tiene un verdadei^T
contra los beatos y le molesta Ia dirección de los confesores que por e n »
domina Ia vida entera. No descuida de disfrutar dei carnaval, de los concB
de Ias comédias y de todo Io que Ia vida romana puede ofrecerle, especial^
ei movimiento interior de una sociedad espiritual y viva. Le gusta, conuí
fiesa, Ia sátira, y Pasquino hace sus delicias. Siempre anda mezclada m
intrigas de Ia corte, Ias disensiones de Ias famílias papales y Ias faccionl
los cardenales. Está con Ia facción dei "escuadrón volante", a cuya cabeza I
su amigo Azzolino, que muchos consideran ei miembro más destacado l
cúria y que ella tiene como un ser divino, incomparable, diabólico, ei •
que le parece superior ai viejo canciller Axel Oxenstierna. En sus menr
intenta levantarle un monumento. Por desgracia, solo una pequena parte |

107 "Constituzioni dell'acadeinia reale", en Arckenholtz, iv, p. 28, J 28: In qucs('accí


si sludi ia purità, ia gravita e Ia maestà def/a iingua Toscaria: s'imi(ino per quanto si può Im
delia vera cfoquenza de' secoii d' Augusto e di Leone V, —e però si dia bando ai/o sti/le « f
turgido ed ampoiloso, ai trasiati metafore, figure, etc. Otro pánafo (11) prohibe todas Ias \M
reina, Io cual era muy necesario. En ei cuarto tomo de Ia Vida de Urbano por Nicoletti, se cn
tra una descripeión de esta academia en Ia que se dice principalmente que los mienibros mu»
tinguidos, Ângelo delia Noce, Giuseppe Suarez, Juan Francisco Albani (más tarde P a p a ) , W
Gradi, Ottavio Falconieri, Esteban Pignatelli, fueron companeros de casa dei cardenal 1'raii
Barberino,
ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO T DE LA IGLESIA 527

temos de ellas, pero muestran una seriedad, una franqueza, un estilo tan libre
y ürme, que hacen ocioso cualquier comentário. Una obra no menos singular
um Ias sentencias y aforismos que conservamos como labor de sus horas margi-
nales.108 Un gran sentido por Ias cosas dei mundo, penetración en ei entresijo
Be Ias pasiones ganada a fuerza de experiência, Ias observaciones más finas en
rste aspecto y, ai mismo tiempo, una orientación decidida hacia Io esencial, una
ninvicción viva de Ia nobleza dei espíritu, una estimación justa de Ias cosas
•rrenas, ni excesiva ni parca, un sentir que no busca otra satísfaccíón que Ia de
Pios y Ia de si mismo. En Ia reina Cristina se verifica también el gran movi-
niiento espiritual que a fines dei siglo xvn se manifiesta en todas Ias ramas de
|n actividad humana e inicia una nueva era. Para esto, Ia residência en el cen-
Iro de Ia cultura europea y el ócio de Ia vida privada eran, si no necesarios,
tiertamente muy convenientes. Amó con pasión este contorno y creía no poãer
'ivir si no respiraba el aire de Roma.

10) Administración dei Estado y de Ia lglesia


)ifícilmente encontraríamos en el mundo de entonces otro lugar donde, como
in Roma, se dieran cita tanto refinamiento social, tanto afán artístico-literario,
luntas expansiones alegres y espirituales y una vida, en general, tan llena de
Intereses que ganaban Ia atención y ocupaban el espíritu. Se sentia poço el
mder y los linajes senoriales se repartían el brillo y Ia influencia. Tampoco
IIS exigências eclesiásticas podían ser impuestas en todo su rigor, porque encon-
Ir.iban una resistência marcada en Ia opinión dei mundo. Era más bien una
época de goce; Ias personalidades y los afanes espirituales que se van desta-
i .siido en cl transcurso de] tiempo se mueven dentro de un ponderado refina-
iiiento.
Otra cuestión era como, con este espíritu, se habrían de regir Ia lglesia
y el Estado.
Porque, sin duda alguna, Ia corte o, mejor dicho, Ia prelatura, que abar-
r.ilia todos los miembros destacados de Ia cúria, tenía en sus manos Ia ad-
ministración.
Ya bajo Alejandro VII Ia institución de Ia prelatura se había desarrollado
ni sus formas modernas. Para llegar a ser Referendario di Segnatura, que era el
iitimer escalón, había que ser doctor en derecho, haber trabajado três afíos con
IIn abogado, tener una determinada edad y cierta fortuna y ser además irre-
pmchable. La edad se senaló antes en los veinticinco anos, Ia fortuna en un
ingreso de 1000 escudos. Alejandro introdujo Ia modificación, de tono aristo-
i rático, de que bastaba con veintiún anos, pero que los ingresos fijos tenían que
ler de 1500 escudos. Quien satisfacía estas condiciones era investido por el
1'rcfetto di Segnatura y comisionado para discutir dos cuestiones litigiosas ante
Ia Segnatura reunida. 109 De este modo tomaba posesión y estaba capacitado
,fl
S Los tenemos cn dos redacciones algo distintas: "Ouvrage de Ioisir de Christine reine de
en c! anexo dei segundo tomo, y "Scntimcns et dits mémorables de Christine", en el
IIIUAO dcl cuarto tomo de Arckenholtz.
Io» Discorso de/ domínio tempora/e e spiritnale de/ S. Pontef/ce Romano 1664. MS.
528 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

para todos los demás cargos. Del gobierno de una ciudad, dei de una coram
se ascendia a una nunciatura, a una vicelegación, o se ocupaba un puesto m
Rota, en Ias congregaciones, y luego venían ei cardenalato y Ias legaciou
poder eclesiástico y ei secular se hallaban reunidos en los cargos soprai
Cuando un legado aparece en una ciudad cesan algunos derechos edesidfl
de preferencia de los obispos, y ei legado otorga Ia bendición ai pueblo cal
Papa. Los miembros de Ia cúria cambian. sin césar funciones eclesiáM
seculares.
Consideremos, primero, el aspecto secular, Ia administración dei I f
Todo dependia de Ias necesidades, de Ias exigências impuestas a loij
ditos, de Ia situación de Ia hacienda.
Ya vimos aquel peligroso incremento que experimento Ia dcud.i púM
con Urbano VIII, especialmente por Ia guerra de Castro; sin embargo, •
brieron los empréstitos, los Lttoghi di Monte mantuvieron una alta c o t i J
y los Papas continuaron el camino emprendido sin consideración a l g u n a J
En 1644, Inocencio X encontro 182,103 3A de Luoghi di Monte y eflV
dejó 264,129 Vi, de suerte que el capital que estas cifras representan s e B
de 18 a más de 26 millones. A aunque con esta suma se pagaron otras àm
y se reembolsaron capitales, suponía, de todos modos, un aumento fuerte d J
suma total, que se calculo en 48 millones de escudos a su muerte. Tuvo Ia M
te de obtener de los impuestos de Urbano VIII un superávit con el que m
tuyó los nuevos Monti.
Cuando Alejandro VII tomo Ias riendas dei poder se vió que no era A T
dente un aumento de los impuestos. Los empréstitos se habían c o n v e n c i
costumbre de tal modo que ya no se podia prescindir de ellos, y A l e i J
se decidió a crear nuevos recursos con una redueción de los intereses. 1
Los vacabili, que suponían un interés de \QVi%, se cotizaban a ^Ê
resolvió convertidos. Aunque pago según Ia cotización, obtuvo una gran m
cia, porque Ia Câmara los tomo ai 4%, y aunque hizo el reembolso con l i
prestado, ya no ruvo que pagar en el futuro 10Vi% de interés, sino tan idfl
Alejandro concibió luego Ia idea de reducir también todos los nonl^Ê
que rindieran más dei 4%, a este tipo. 110 Y como en esta ocasión no se nn •
de Ia cotización, que estaba a 116, sino que pago su valor nominal cie fno
100, saco también gran provecho. Todos estos intereses, como sabemos, ( •
Ia garantia de los impuestos, y acaso Ia intención primera lucra Ia de s u p f
los más gravosos, pero como se continuo con el viejo sistema hacendíslicM
hubo manera de llegar a ello, y a una redueción én el precio de Ia salJ^T
pronto una elevación dei impuesto sobre Ia harina. Toda aquella ganani I
bía sido devorada por Ia administración dei Estado o por el n e p o t m H
calculamos Ias economias supuestas por Ias redueciones tendremos alriK
1J° Pallavicini, Vifa di AJcssandro Vil: Pcrchcchè m nessun alíro paese tfffcilia M
de/ danam aveasi tanto pingue e tanto sicura, pian piano era succcdiito che quei /uegh/ 'Ir
tivo lor prezzo di 100 /nssero cicsciuti nelia piazza ai valor di 116, Hor Ia camera valH
suo diritto, come avrebbe potuto qua/sivogi/a privafo, rendeva il prezzo originário d/TB
pernicttendo ia vasità delia somma [calcula 26 millones] nè persuadendo /a qualità <Jc'fÈ
gran parte riechi e íorasticri, e/ie ad aggravio de'poveri, al/e cui spal/c stanno tutti i JJ
ií ponte/ice usasse piú Ia iiberaiifà usata da iui ncWestintione dc'monfi vacabifi.
ADMIN1STRACIÓN DEL ESTADO Y DE LA IGLESIA 529

de 140,000 escudos, cuyo nuevo empleo para pagar intereses hubiera supuesto
un aumento de Ia deuda de alrededor de 3 millones.
También Clemente IX entendió Ia administración a base de nuevos em-
préstitos. Pero fué tan lejos que utilizo Ia renta de Ia dataria, que había sido
siempre respetada, y estaba asignada ai presupuesto cotidiano de Ia casa ponti-
ficia. Fundo sobre ella 13,200 nuevos Luoghi di Monte. En el afio de 1670 ias
ileudas alcanzaban poço más o menos a 52 millones de escudos.
De aqui se siguió, como era inevitable, que Ias cargas —que ya pesan mu-
cho en un país improductivo, sin participación alguna en el tráfico mundial—
no pudieron ser aliviadas ni aun con Ia mejor voluntad dei mundo más que en
forma imperceptible y pasajera.
Otro motivo de queja era que los Monti pasaban a manos de extranjeros,
que eran los que se beneficiaban de los intereses sin tener que pagar los im-
puestos. Se calcula que todos los afios se enviaban a Gênova 600,000 escudos; de
este modo, el país se convirtió en deudor de gente extranjera, situación que
• en ningún modo podia favorecer su libre desarrollo.
Pero todavia tropezamos con un efecto más hondo.
Como no podia ocurrir de otra manera, los tenedores de Ia tenta, los due-
fios dei dinero, alcanzaron una gran influencia sobre el Estado y su admi-
nistración.
Las grandes casas comerciales tuvieron una participación directa en los
negócios públicos. A Ia Tesorena se le adjuntaba siempre una casa comercial,
que hacía los cobros y los pagos, así que las cajas dei Estado estaban siempre,
cn realidad, en manos de mercaderes. Pero también eran arrendatários de los
ingresos, tesoreros en las províncias. Como sabemos, había muchos cargos
enajenables y ellos poseían los médios para apropiárselos. Por Io demás, era
menester contar con importantes fondos para hacer carrera en Ia cúria. En el
afio de 1665 encontramos en los puestos más importantes de Ia administración
a florentinos y genoveses. El espíritu de Ia corte tomo un aspecto tan mercantil
que, poço a poço, los avances dependieron mucho menos dei mérito que dei
dinero. "Un comerciante, con su bolsa en Ia mano —cuenta Grimani— tiene, a
Ia postre, todas las ventajas. La corte se llena de mercenários que no piensan
sino en Ia ganância, que se sienten como mercaderes y no como hombres de
Estado y alimentan solo pensamientos bajos."111
Esto tenía tanta mayor importância cuanto que en el país ya no existia
independência alguna. Solo Bolonia mostro en ocasiones alguna resistência se-
ria, hasta el punto de que en Roma se llegó a pensar en erigir allí una ciuda-
deJa. También de cuando en vez se resistían otras comunidades; en cierta oca-
sión los habitantes de Fermo no quisieron permitir que el cereal que ellos creían
necesitar fuera sacado de Ia comarca; m en Perugia se negaban a pagar impues-
111 Antônio Grimani: Per Ia vendita delia roaggior parte degli officii piú considerabili si
vicnc a riempire Ia corte d'uomini mercenari e mercanti, restanti indietro quelli che potrebero
posseder tali officii per mérito e per virtú, male veramente notabile che smacca il credito conce-
pito delia grandezza delia corte Romana, non avendo detti mercenarj d'officii involto l'animo
clie in cose mecaniche e basse e piú tosto mercantili che politiche.
112 Memoriale presentato alia Stà. di N. Sre. papa Innocentio dalli deputati delia città di
530 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

tos atrasados; pero los comisarios generales de Ia corte dominaban estas


ciones facilmente, introduciendo luego un orden más estricto. Poço a
también Ia administración de los bienes comunales se sometió a Ia dilfH
de Ia corte.
Un ejemplo extraordinário de todo el aspecto de esta admirgstradÉH
Io ofrece Ia institución de Ia annona. En el siglo xvi fué un principio geneffl
necesidad de dificultar Ia exportación de los artículos de primera necesiS^
los Papas tomaron sus medidas a este fin, especialmente para evitar el om|
cimiento dei pan. Sin embargo, el prefecto de Ia annona, a quien le <st
encomendada esta rama de Ia inspección, tuvo ai principio muy limitadas j
buciones. Gregorio XIII fué el primero en ampliárselas. Sin Ia autorizacióal
prefecto, el cereal recolectado no podia ser exportado dei país, ni tan d f l
de un distrito a otro. Se concedia Ia autorización si el precio dcl grano el I'
marzo podia ser el conveniente. Clemente VIII fijó este precio en seis C
dos, Paulo V en cinco y médio por ruhbio. Y se fijó una tarifa especiMT
el pan, en correspondência con los diferentes precios dei trigo. 118
Pero ocurrió que Ias necesidades de Roma fueron creciendo de ano |
ano. Aumento el número de habitantes mientras disminuía el trabajo afjV
en Ia Camparia. Esta decadência habrá que fijarla en Ia primera mitad d f l
glo xvn. Si no me equivoco se debió a Ias dos causas siguientes: por un l ^ V
aquellas enajenaciones de Ias pequenas propiedades en favor de Ias gran
famiiias, porque estas tierras necesitan un trabajo primoroso, que solo el peq!
no propietario suele dedicarles, ya que todos sus ingresos dependen de su 1
por otro, ai empeoramiento gradual dei clima. Gregorio XIII trato de amr
el cultivo de los cereales; Sixto V trato de destruir Ias guaridas de los bandf
De esta suerte, el primero despojo de sus árboles y arbustos a Ias tierras
fundas hacia el mar y el segundo de sus bosques a Ias alturas. 114 N i una
ni otra podían ser de provecho y, así, el ária cattiva contribuyó a desolar
Campana. De ano en ano su produeción disminuía.
Esta falta de armonía entre los ingresos y Ias necesidades incito ai H"
Urbano VIII a ampliar Ias facultades dei prefecto. Con una de sus prínv
constituciones prohibió toda exportación de cereales, de ganado o de
tanto dei Estado como de un distrito a otro, y autorizo ai prefecto a fijai
precio dei grano en Campofiore según Ia riqueza de cada cosecha y de inv
a los panaderos el peso dei pan a tenor de los precios.
De este modo el prefecto era omnipotente y no descuido de utilizar
atribuciones en provecho propio y de sus amigos. Tuvo en sus manos el
nopolio dei trigo, dei aceite, de Ia carne y de todos los artículos de pri
necesidad. N o podemos decir que fomentara mucho Ia baratura. A los
favorecidos hasta se les permitia Ia exportación y, en general, no se sentia <^

Fermo per il tumulto ivi seguito alli 6 di Lug/io 1648. MS. S. Bissaccioni, Historia delle guJ
civili, p. 271, donde ai lado de Inglaterra, Francia, Polônia y Nápoles aparece también F ?
113 En Ia obra de Nicolo Maria Nicolaj, Memorie. ieggi et osservationi sulle campagne
SulCannone di Roma 1803', se halla en el tomo n Ia larga serie de decretos pontifícios sobre ei"
objetos.
l i * Relatione deíío stato di Roma presente.
ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LA IGLESIA 531

ofecto de su administración que Ia presión que pesaba en Ia compraventa. Al-


gunos observaron que Ia agricultura empeoró todavia.118
Se inician Ias quejas sobre Ia decadência general dei Estado de Ia Iglesia,
que ya no cesarán jamás. "Viajando de un lado a otro —dicen los embajadores
venecianos en 1621, en quienes hallo por primera vez esta infòrmación—
liemos encontrado gran miséria entre los labradores y en ei pueblo en general,
y muy poço bienestar, por no decir pobreza, en todos los demás, Io que es
fruto dei arte de gobierno y especialmente dei escaso tráfico. Bolonia y Ferrara
presentan cierto brillo con sus palácios y su aristocracia; Ancona tiene algún
comercio con Ragusa y Turquia, pero todas Ias demás ciudades se han hun-
dido mucho." Por ei ano 1650 era general Ia opinión de que un gobierno clerical
no era cosa buena.116 Los habitantes comenzaron a quejarse amargamente.
"Los. impuestos de los Barberini —se dice en una biografia de Ia época— nan
cquilmado ei campo; Ia avaricia de Donna Olímpia, Ia corte; de Ia virtud de
Alejandro VII se esperaba una mejoría, pero toda Siena se ha volcado en ei
Estado de Ia Iglesia para chuparlo por completo." m Y, no obstante, Ias deudas
no cedían.
Un cardenal comparo esta administración con un caballo que, cansado de
correr, es espoleado y vuelve a Ia carrera, hasta que se agota y quebranta. Ahora
parecia llegado ei momento dei agotamiento completo.
Causaba estragos ei espíritu más nocivo que puede inspirar a una buro-
cracia: que cada uno considere ei bien público como objeto de provecho per-
sonal y hasta de avaricia.
El sobomo tomo proporciones terribles.
En Ia corte de Inocencio X Donna Olímpia procuraba empleos a cambio
de una cuota mensual. jSi hubiese sido Ia única! Pero Ia curiada dei datario
Cecchino, Donna Clemência, hizo otro tanto. Especialmente Ias Navidades
cran los dias en que se cosechaban los regalos. Como don Camilo Astalli no
quiso repartir algo con Donna Olimpia, a pesar de haberlo dejado entrever,
produjo tan violenta indignación en Ia dama que fué Ia base de su caída. Mas-
cambruno fué inducido a grandes falsificaciones por soborno. Afiadía falsos
sumários a los decretos que presentaba ai Papa y como este leia solo los sumá-
rios, firmaba cosas de Ias que no tenía idea y que cubrieron de vergüenza a Ia
corte romana.118 Nada más penoso que leer como ei hermano de Alejandro VII,

115 Pietro Contarini, 1627: II pontelice avendo levato le ttatte concesse a diversi da suoi
precessori —hora vendendole ne cava bona somma di danaro: non vole i prezzi tropo vili nè
grano forestiero: l'arre dei campo viene ad abbandonarsi per il poço o niun guadagno che ne
traggono.
116 Diário Deone, t iv, 1649 (21. Ag.) E dovere di favorir Ia chiesa, però veggiamo che
íutto quedo che passa a lei, è in pregiudicio dei publico, come che le terre sue súbito sono dis-
habitate e le possesioni mal coltivate, si vede in Ferrara, in Urbino, in Nepe, in Nettuno et in
tute Ia piazze che sono passate nel domínio delia chiesa.
117 Vita di Alessandra VII: Spolpato e quasi in teschio ridotto dalle gabelle fiarberine Io
stalo ecclesiasíico e smunta Ia corte daIl'ingordigia di Olímpia confidavano generoso rístoro delia
bontà d'Alessandra.
118 Pallavicini Io trata de justificar porque Ias disposiciones de Ia Dataria fueron escritas
di carattere francese, come è restato in uso delia dataria dapoi che Ia sedia fu in Avignone; y no
Ir gustaba ai Papa lccrlo.
532 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVH

don Mario, se hizo rico, entre otras cosas, con Ia administración de jui
en ei Borgo.
Porque, desgraciadamente, también Ia administración de justicia m
corroída por el mismo mal.
Conservamos una descripción de los abusos que se habían introdlM
en el tribunal de Ia Rota, descripción entregada ai Papa Alejafidm \«>t
hombre que trabajó en aquél durante veintiocho anos. 119 Calcula que no
ningún auditor de Ia Rota que no reciba en Navidades quinientos escu^H
regalos. Y quien no tuviese acceso hasta Ia misma persona dei auditor, M
Ia manera de llegar a sus parientes, a sus auxiliares y servidores.
N o menos funestas fueron Ias recomendaciones de Ia corte y de los If
nates. En ocasiones, los mismos jueces se excusaban ante Ias partes de Ia f
tencia injusta pronunciada por ellos, diciendo que Ia justicia padecia violei
En estas condiciones, podemos pensar cuál seria Ia administración
justicia. Habia cuatro meses de vacaciones y, en el resto dei ano, Ia vida
bién distraía y absorbía mucho. Las sentencias se dilataban desmesuradart
y, sin embargo, siempre Uevaban huellas de apresuramiento. Hubiera
inútil confiar en las apelaciones. El asunto hubiera pasado a otras manos I
ipor qué razón no habían de estar también sometidas a las mismas influen
Además, solía tomarse en cuenta Ia decisión anterior.
Estos abusos dei tribunal supremo pasaban a todos los demás, a Ia jusd
y a Ia administración de las províncias. 120
El cardenal Sacchetti presenta una severa exposición ai Papa Alejandrol
un escrito que conservamos. La opresión dei pobre —a quien nadie ayudq
por el poderoso, Ia desviación de Ia justicia por recomendaciones de caflV
les, príncipes y familiares, Ia demora en cuestiones que podían resorvenT
unos cuantos dias —demora que llegaba a anos y a décadas—, las viole
que sufre aquel que açude de una autoridad inferior a otra superior, los
bargos y ejecuciones para cobrar los impuestos, médios crueles apropiado»
solo a hacer odiosos a los príncipes y ricos a sus servidores: "Males, Santf
Padre —exclama—, que son peores que los que sufrieron los hebreos en E
to. Pueblos que no han sido conquistados por Ia espada, sino que se han
corporado a Ia Silla Romana por donaciones de los príncipes o por sumi]
voluntária, son tratados peor que los esclavos en Siria o en África. N<1
puede oír sin llanto." 1 2 1
Esta era Ia situación dei Estado de Ia Iglesia ya a mediados dei siglo
/
119 Disordini che occonono nel supremo tribuna/e delia rota nella corte Romana, e g/i d
con i qua/i si potrebbe riformare, scrittura fatta da un awocato da presentarsi alia Stà. di N.
Alessandra VI/. MS. Rang. Viena n» 23.
120 Disordini. Con le male decisioni di questo tríbunale supremo [delia rota] si corrompi
giustitia a tulfi gli a/tri irimori, almeno dei stato ecclesiastico, vedendosi da giudici dare senflf
con decisioni si fatte.
121 "Lettre du cardinal Schetti écrite peu avant sa mort ao pape Alexandre VII. 1663, Off
tirée des Manuscritti delia regina di Suezia", en Arckenholtz, Mémoircs, t. iv. App. n° XXXH, '
escrito sumamente instructivo, corroborado por muchos otros escritos, por cjcmplo una Scritftf
sopra il governo di Roma, de Ia misma época (Bibl. Alt.): I popoli, non avendo piú argenfo I
rame nè biancherie nè matarazze per sodisfare alia indiscretione de' commissari, converrâ cht
venderanno schiavi per pagare ipês i camerali.
ADMIN1STRACIÓN DEL ESTADO Y DB LA IGLESIA 533

Pero, íera posible imaginar que Ia administración de Ia Iglesia pudiera


estar exenta de abusos de este gênero?
Lo mismo que Ia administración dei Estado, dependia de Ia corte y ei
impulso le venía dei espíritu que animaba a esta.
De todos modos, en este domínio ia cúria encontraba ciertos limites. En
Alemania, los cabildos afirmaron su independência. Pero en Itália y en Espafia
tenía manos libres y en estos países hizo valer sin remilgos sus lucrativos
derechos.
En Espafía correspondia a Ia corte de Roma ei nombramiento para todos los
cargos y beneficios menores y en Itália hasta para los mayores. Son increíbles
Ias sumas recogidas por Ia dataria en Espafia con los nombramientos y Ias rentas
vacantes. Pero de Itália saco acaso mayores provechos Ia cúria, considerada en
su totalidad: los obispados y abadias más ricos, numerosos prioratos, encomien-
das y otros beneficios aprovecharon directamente a los miembros de Ia cúria.
jY menos mal si Ias cosas hubieran parado ahí!
Pero a estos derechos, ya de por si discutibles, se vinculaban los abusos
más nefastos. Me voy o referir a uno solo, aunque ciertamente de los peores.
Se introdujo una costumbre que, a mediados dei xvrr, se hizo tan general que
los beneficios otorgados se cargaban con una pensión en favor de algún miem-
bro de Ia cúria.
En Espafia se había prohibido esto expresamente. Como los beneficios
no podían recaer más que en espaõoles, también Ias pensiones tenian que ser
en su favor. Pero buscaron en Roma un rodeo. La pensión se extendió a nom-
bre de un espafiol nativo o naturalizado, pero este se obligaba, mediante un
contrato civil, a pagar anualmente en una firma comercial romana una deter-
minada suma para ei favorecido. En Itália ni siquiera se usó esta precaución, y
frecuentemente los obispos estaban gravados de manera insostenible. Monsefior
de Angelius, obispo de Urbino, se quejaba en ei afio de 1663 de que en este
rico obispado no le quedaban a él más de 60 escudos anuales; ha renunciado ai
obispado pero Ia corte no admite su renuncia. Durante afios no se encontro
I nadie que quisiera aceptar Ia sede de Ancona y Pésaro bajo Ias graves con-
diciones impuestas. En ei afio de 1667 se contaban en Nápoles veintiocho obis-
pos y arzobispos que habían sido desposeídos de sus cargos porque no pagaban
sus pensiones. Este desorden pasó de los obispados a Ias parroquias. Con fre-
cuencia ei titular de una riquísima parroquia apenas si sacaba para cubrir sus
necesidades. También los pobres párrocos de aldea se vieron oprimidos.122 Al-
^junos se descorazonaron y abandonaron sus puestos, pero con ei tiempo se

122 El malicioso Basadona dijo: Bisogna oonchiudere che ogni beneficio capace di pensione
rimanga caricato come l'asino di Apuie/o, che noii potendo piu sostcnere i] peso meditava di
ili-ltarsi in teria, quando il veder caduto ií compagno e tosto deVetturini scorticato hebbe per
iene di sopportaie 1'insopportabiJ soma. Todos los coetáneos estín de acuerdo en Ia descripeión
dcl mal. También se volvió a introducir Ia costumbre de ceder Ias iglesias a otros con beneficio
de una parte de los ingresos. Deone, Diário 7, Genn. 1645, después de informar sobre ei arzobis-
pado de Bolofia, que el cardenal Colonna cedió a Albergati, continua: Con questo esempio si è
uperta ia porta d'ammettcre le risegne: e cosi stamane si é publicata Ia risegna delia chiesa di
Ravenna fatta dal cardl. Capponi nella persona di monsr. Tungianni suo nipote con ríserva di pen-
none a suo favore e dopo Ia morte sua d1 una buona parte ai cardl. Psmlilio.
534 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

encontraban siempre competidores que porfiaban a quien pagar mayores


siones a Ia cúria.
jPodemos imaginamos qué gentes habían de ser! La consecuencia no
ser otra que Ia perdición de Ias parroquias rurales y ei desamparo dei pul
Era mucho mejor Ia situación en ias iglesias protestantes, e» ias qu
elimino todo Io supérfluo desde un principio e impero por Io menos ei o
y Ia justicia.
Por otra parte, Ias grandes riquezas de Ia Iglesia católica y ei rango soçj
que otorgaba un cargo en ella, hicieron que Ia alta aristocracia se dedicara t i
carrera eclesiástica. El Papa Alejandro tenía Ia máxima de favorecer, en vC
lugar, a gente de buena cuna, con Ia opinión singular de que si a los prínci
de Ia tierra les agrada tener en torno servidores de origen noble, también a 1)
le tenía que agradar que su servicio estuviera a cargo de personas de rango,
Cierto que no fué este ei camino por ei que ascendió Ia Iglesia en $|)
anteriores, ni tampoco por ei que se había restaurado en los últimos tierrf
Por otra parte, los conventos y Ias ordenes, que tanto habían contribuí(fc
restablecimiento dei catolicismo, fueron menospreciados. Los sobrinos no I
taban de nadie que tuviera obligaciones conventuales, entre otras cosas por
tal sujeto no les podia hacer Ia corte continuada como los otros. En los concul
por regia general otorgaban Ia plaza a los clérigos seculares, aunque fu
inferiores en méritos o doctrina. "Parece como si se creyera —comenta |
mani— que un obispado o Ia simple púrpura resultan manchados si.son
tidos por un fraile." Y observa que los frailes no se atreven a dejarse ver cf
corte porque no esperan más que burlas y agravios. Se vió pronto que E
gentes de origen humilde querían entrar en ei claustro. "Hasta un tenderor
quiebra —exclama— se considera demasiado bueno para cubrirse con lftl
pucha."12s
De esta suerte los conventos perdieron realmente en significación inie
y no es extrano que se comenzara a considerados como supérfluos. Es noin
que esta opinión se formara primero en Roma y que allí fuera donde se f
sara por vez primera en Ia necesidad de limitar Ia frailería. Ya en ei aflfl
1649 Inocencio X prohibe por una bula Ia admisión en cualquier orden regi
hasta que se haga ei cálculo de los ingresos de los diversos conventos j |
determine ei número de personas que puede vivir en ellos.124 Pero m á t l
portante todavia es una bula dei 15 de octubre de 1652. En ella se lamenB
Papa de que existan tantos pequenos conventos er> los que no se pueden t
los ofícios de dia ni de noche, hacer ejercicios espirituales, ni observar Ia clj
sura, convirtiéndose en asilos dei desorden y dei delito. Su número sobrtf

128 Grimani afiade: Si togJie ad ognuno af/atfo Ia voglia di studiare e ia cura di difend
religione. Deteriorandosi il numero de'reIigiosi dotti et esemplari, poírebbe in breve sn/frím
poço detrimento Ja corte: onde ai mio credere farebbono bene i pontefici di procurar di MIM
i regolari nei primo posto di stima, partecipandoli di quando in quando caricbe, —e COJÍ
religioni vi entrerebbero huomini eminenti.
12* Nuestro Diário describe ei 1» de enero de 1650 Ia impresión que produjo Ia con-.lil
Non entrando que/Ia ragione ne' cappuccini et aJtri riiormati che non possedono entrata, f
che Ja prohibitione sia perpetua, e cosi cred'io, fin a tanto che il numero de're
eccessivo sia ridotto a numero competente e Ia repub/ica da Joro non venga oppressa.
ADMINISTRAC1ÓN DEL ESTADO Y DE LA IGLESIA 535

toda medida y quiere acabar con ellos de un solo golpe, porque es menester
separar Ia cizana dei trigo.125 Se penso, y también primero en Roma, en socorrer
Ias necesidades financieras hasta de Estados extranjeros mediante confiscacio-
nes, no solo de conventos, sino de institutos enteros. Cuando Alejandro VII,
poço después de cefiir Ia tiara, fué invitado por los venecianos a que les apoyara
en Ia guerra de Candía contra los otomanos, él mismo les propuso Ia supre-
sión de algunas ordenes en su país. Los venecianos estaban más bien en contra,
porque esas ordenes eran una solución para los nobili pobres. Pero ei Papa
impuso su critério. La existência de estos conventos, decía, más sirve de escân-
dalo a los fieles que de edificación; así procedia él como un jardinero que
poda en Ia vina los vástagos inútiles para hacer prosperar ei arbusto.128
Tampoco se puede decir que, entre Ia gente favorecida, se encontjaran
grandes talentos. Atraviesa ei siglo XVII una lamentación general sobre Ia escasez
de gente de valer.127 Por un lado, personas de talento se veían excluídas de Ia
prelatura, por ser demasiado pobres para cumplir con Ias condiciones de ingre-
so.128 Los avances dependían demasiado dei favor de los sobrinos, que solo se
ganaba a fuerza de flexibilidad y de servilismo, Io que no podía ser favorable
ai libre desanollo de Ias nobles cualidades dei espíritu. Esto repercutió en
toda Ia clerecía.
Sorprende que apenas destaquen autores italianos en Ias disciplinas teoló-
gicas más importantes, ni en Ia interpretación de Ias Escrituras, en Ia que no se
hizo sino reproducir los resultados obtenidos en ei siglo xvi; tampoco en Ia mo-
ral, por otra parte muy cultivada, ni en ei dogma. En Ias congregaciones en
que se discute ei tema de Ia justificación y de Ia gracia figuran meros extran-
jeros, y en Ias disputas posteriores acerca de Ia libertad y de Ia fe los italianos
tienen poça participación. Según Girolamo da Narni si siquiera en Roma des-
taca ningún predicador excelente. En ei diário que va de 1640 a 1650, redacta-
do por un católico tan riguroso, se observa este hecho con escândalo. "Con Ia
Cuaresma Ia comedia cesa en los salones y en Ias casas y comienza en Ias igle-
sias, desde ei púlpito. El oficio sagrado de Ia predicación sirve a Ia busca de
fama o a Ia adulación. Se emplea metafísica de Ia que ei predicador entiende
poço y los oyentes nada. En lugar de ensenar, de reconvenir, se componen
panegíricos para hacer carrera. Ni siquiera los predicadores son escogidos por
sus méritos, sino por sus relaciones y por favor."
En suma, que aquel fuerte impulso interior que animo antes a Ia corte, ei
Estado y Ia Iglesia, y les infundió su rigurosa actitud religiosa, se ha extinguido
ya y se han consumido Ias fuerzas de restauración y conquista. Ahora preva-

12B Consfitutio super extinctione et suppressione parvorum conventuum, corumque reductione


ad stafum secu/arem, et bonorum applicatione, et prohibitione erigendi nova loca regu/aiia in
Itália et insuíis ad/acentibus. Idibus Oct. 1652.
126 ReJatione de IV ambasciatori 1656.
127 Giimani: Tolta 1'economia esteriore ogni altra cosa si deteriora; —d'huomini di valore
cífectivamente scarseggia a/ presente Ia corte Ja maggior segno.
128 Reiatione di Roma sotto Clemente IX: Portando Io stile che le cariche si rrasferiscono
solamente a preiati e che Ia prelatura si concede solo a quelli che hanno entrafa sufficiente per
mantenere il decoro, ne siegue però che Ia maggior parte di soggetti capaci ne resta esc/usa.
536 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVn

lecen otros impulsos, que tienden, en último término, ai poder y ai disfruMl


secularizan otra vez lo eclesiástico.
Surge Ia pregunta de cuál fué Ia dirección que tomo en estas circunilj
cias aquella sociedad que se había basado tan especialmente en los princij
de Ia restauración: Ia Companía de Jesus.

11) Los jesuítas a mediados dei sido xvii


ü cambio más notable en ei interior de Ia Companía de Jesus consistió
que los profesos se hicieron con ei poder.
Al principio había poços profesos, que prometían los cuatro votos. Al<
dos de los colégios, abandonados ai azar de Ias limosnas, se habían limitadfl
ejercer una autoridad espiritual. Los cargos que exigían una actividad secu"
tales como los de rectores y provinciales, y los colégios en general, estuvietj
en manos de los coadjutores. Pero ahora cambio Ia situación. Los profesos
garon a ocupar cargos administrativos, participaron en los ingresos de los
gios, fueron rectores y provinciales.120
La primera consecuencia fué que se enfriaron aquellas tendências rig
sas de entrega personal que se habían mantenido preferentemente en ei aj
tamiento de Ias casas de los profesos. Ya en Ia admisión no se tomaba tan
cuenta Ia capacidad ascética. Vitelleschi dejó entrar a muchos que no esta
llamados y ansiaban los altos rangos porque otorgaban, a Ia vez, prestigio
siástico y poder mundano. Pero esta circunstancia tuvo también desverçH
más generales. Antes coadjutores y profesos se habían vigilado recíprocamjB
mientras que ahora Ia significación práctica y Ia función eclesiástica se junqj
en Ia misma persona. Hasta los más romos se tenían por grandes cabezas,
que nadie se atrevia a contradecirles. En posesión de un sefíorío exclushj
comenzaron a disfrutar apaciblemente de Ias riquezas adquiridas por los coleg
en ei curso de los tiempos y a pensar más que nada en su incremento, af
donando Ia gestión efectiva en Ias escuelas e iglesias a los más jóvenes.130 Xaj
bién adoptaron frente ai general una actitud muy independiente.
De qué proporciones fué ei cambio se comprende, entre otras cosas,
rando ai caracter de los generales y Ia suerte que les cupo, pensando en M
clase de gente se eligió y como se procedió con ella.
jQué diferente Mutio Vitelleschi de su predecesor Aquaviva, tan d e J _
tico, astuto e inflexible! Vitelleschi era blando por naturaleza, condescendienli
y conciliador. Sus conocidos le nombraban ei "ángel de Ia paz", y en su 1 < ^ |
de muerte se consolaba con Ia idea de no haber agraviado a nadie. ExceleaH
128 En una colección de Scritture politiche, morale e safiriche sopra íe massime, institutí <•
governo delis compagnia di Gesu (MS. Rom.) se lialla un ttabajo amplio, de casi cuatrocienti||
bojas: "Discorso sopra Ia religione de' patri Gcsuiti e loro modo di governare", escrito entre u^Ê
y 1866 por un liombre ai parecer muy iniciado en Ia matéria, dei que tomamos en su mayor p^Ê
Ias noticias que siguen.
180 Discorso: Molti conrpariscono, pochi operano: i poveri non si visitano, i (crrcni non lij
colrivano.—Escludendo quei pochi, d'ordinari giovani, che attendono ad insegnare nelie scuoJtj
tutti gli altri, o che sono confessori o procuratori o rertori e ministri, appena hanno occupatl
di riíievo.
LOS JESUÍTAS 537

cualidades de un espíritu amable, pero que no bastaban para gobernar una


orden tan poderosa y activa, que se había extendido tanto. Ni siquiera fué
capaz de mantener ei rigor de Ia disciplina en Ia cuestión dei hábito, y no diga-
mos en poner coto a Ias apetencias de una ambición resuelta. Durante su ges-
tión, 1615-1645, tuvo lugar ei cambio que senalamos.
Del mismo espíritu dan muestras sus sucesores inmediatos: Vicente Ca-
raffa (-1649), varón que repudiaba ser servido, todo humildad y piedad, cua-
lidades que no pudo imponer ni con su ejemplo ni con sus advertências;m
Piccolomini (-1651), que renuncio a Io que le era natural: Ia afición a Ias
medidas radicales, y que no penso más que en dar satisfacción a sus hermanos
de orden.
Porque ya no era aconsejable tratar de cambiar Ias cosas. Alejandro Gotto-
fredi —enero a marzo de 1561— Io hubiese hecho a gusto y, por Io menos, trato
de poner coto a Ia ambición; pero los dos meses de su gestión le bastaron para
granjearse ei ódio general y se celebro su muerte como Ia de un tirano. Todavia
mayores antipatías pudo ganarse ei otro general, Goswin Nickel. No podemos
decir que se propusiera introducir reformas demasiado radicales, pues, en gene-
ral, dejó que Ias cosas marcharan como antes, pero estaba acostumbrado a
mantener obstinadamente una opinión y se mostraba áspero, antipático, sin
contemplaciones, de suerte que hirió ei amor propio de poderosos miembros
de Ia orden tan hondamente, que Ia congregación general de 1661 adoptó me-
didas tales contra él que se hubieran creído imposibles dada Ia naturaleza mo-
nárquica dei instituto.
Efectivamente, esta congregación pidió autorización ai Papa Alejandro
VII para adjuntar a su general un vicario con derechos de sucesión. Facilmente
se concedió Ia autorización y Ia misma corte senaló un candidato: aquel Oliva
que había recomendado ei Uamamiento de los sobrinos; se fué Io bastante com-
placiente para elegir a este favorito de Palácio. La cuestión era ahora saber
en qué forma ei poder dei general pasaría ai vicario. No era posible pronunciar
Ia palabra destitución y, para conseguir ei objeto sin tropezar con Ia palabra, se
planteó Ia cuestión de si ei vicario tendría un poder cumulativo, esto es, ai
mismo tiempo que ei general, o un poder privativo, esto es, sin él. La congre-
gación se resolvió en favor de Ia última fórmula, declarando expresamente, como
tonsecuencia de esta resolución, que ei general perdia todo su poder y que este
pasaba por completo ai vicario.182
Y así ocurrió que Ia Companía, cuyo principio era Ia obediência incondi-
cional, se deshizo de su propio jefe sin que este se hubiera hecho culpable de
131 Diário Deone, 12 Ciugno 1649: Marfedí mattina mori ü genera/e de'Gesuiti, íu di poche
lettere, ma di santitâ di vira non ordinária: quanto alia sua persona, egii non ha mai voluto carrozza
ai suo servigio, nè esser düerentiato da qua/sivogiia mínimo tra di /oro nel trattar de/ virto o
vesfito: quanto agli a/tri, voieva che i padri Gesuifi íossero e vivessem da re/igiosi iasciando i tratra-
ti po/itici e'l frequentare le corti, nei que havendo trovato diffico/tà impossibi/e g/i hanno cagio-
nato il sedio dei/a morte.
182 Un amplio relato, en ei Discorso de Ia misma fecha. Venendo noi, concluye ei autor, in
tal tempo a Roma ed andando a farg/i riverenza [a Nickel] —conchiuse con dire queste paro/e:
"io mi trovo qui abandonato e non posso piú niente." En Cretineau-foly, Histoiie de Ia compag-
nie de Jesus, tv, p. 96, tan solo se dice: il se sentait viei/lir — il demandait aux Jésuites, de Ze
d('charger d'une responsabiiité rrop grande. Ya que el solo tocar aquellas cosas era desagradable.
538 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

ninguna infracción. Se ve claramente en qué medida prevalecieron Ias


cias aristocráticas también en esta oíden.
Oliva era un hombre de exterior apacible y amante de Ia buena
de Ia intriga política. No lejos de Albano poseía una villa en Ia que c
Ias más raras plantas exóticas y, estando en Ia ciudad, solía ir de vez en
a Ia casa de novicios de S. Andréa, donde no recibía a nadie en audiência
servían comidas escogidas, nunca iba a pie y Ia comodidad de sus habi
llegaba a Ias bordes dei refinamiento. Disfrutó de su posición y de su _
ciertamente que un hombre semejante no era ei más adecuado para r
ei viejo espíritu de Ia orden.
De hecho esta se fué alejando cada dia más de los princípios en
había fundado.
iNo estaba obligada, antes que a nada, a luchar por los intereses
Sede romana? (No fué fundada para ello? Pero aquella su relación es
con Francia y con Ia casa de Borbón había llegado aí punto de que, en 1
sición que se estaba fraguando entre los intereses romanos y los franceses,
viera casi sin excepción a favor de estos últimos.138 En ocasiones, ob
jesuítas fueron condenadas por Ia Inquisición de Roma, porque def
demasiado vivamente los derechos de Ia corona. Los jefes de los jesuítas
ron ei trato con ei núncio para no hacerse sospechosos de tendências
montanas. Por otra parte, tampoco Ia Sede romana podia presumir en esta
de Ia obediência de Ia orden, pues en Ias misiones Ias prescripciones
cias fueron casi siempre descuidadas.
Ya sabemos que otro de los princípios de Ia orden implicaba Ia ren
a todas Ias vinculaciones mundanas, con ei objeto de dedicarse por entero
funciones espirituales. Se había cuidado mucho que los que ingresaban
orden renunciaran a su patrimônio. Se empezo con un aplazamiento, 1
se hacía Ia renuncia, pero en forma condicional, porque, en fin de cuentau
podia ser despedido; finalmente se introdujo Ia costumbre de ceder los bi'
a Ia Companía. Pero, bien entendido, Ia cesión se hacía a favor dei colem
que se entraba, de suerte que se conservaba a menudo Ia administracioi]
aquellos bienes, solo que bajo otro título.134 En ocasiones los miembro»
colégio disponían de más tiempo que sus paríentes en ei mundo y admi
traban sus negócios, cobraban sus dineros y conducían sus procesos.135
Pero también en los colégios, como tales, prevaleció este espíritu m a
til. Se queria asegurar su bienestar y, cuando cesaron Ias grandes donaoH
se trato de suplirlas mediante Ia industria. Los jesuítas no veían difflfl
alguna entre cultivar ei campo, como habían hecho los viejos monjes, y pi.i<
138 Reiatione delia nuntiatura di monsr. Scotti, ntinzio alia Mtà. dei re Xmo. I (>'.'> I
I Gesuiti, che dovrebbero essere come altre voltie defensori delia santa sede, piú dcgii ai
pongono in compremesso.—Piolessano toíaie' ritiratezza [dalla nuntiatura], dubbiosi sempre
accosfarsi ai nuntio di non perdere appresso ministri regi.
13* Vincentii Carra/ae epístola de mediis conservandi primaevum spiritum societatis:
pro arbítrio dantis domibus sive collegüs in quibus aut sedem sibiíixuias est aut jam
rixerit, — anxie agunt ut quae sociefati reiiquerunt, ipsimet per se administrent.
135 Epístola Goswini Niclcei de amore et studio períecfae pauperíatis: Dlud intolerabilf,
iites interant et ad tribunalia confíigant et violentas pecuniarum repetifiones faciant, aut
negotiantur ad quaestum, — specie quidem primo aspectu honesta, caritate in consanguineos,
LOS JESUÍTAS 539
cai los negócios, como ellos intentaban. El Colégio Romano fabricaba panos
en Macerata, ai principio para uso propio; después, para todos los colégios de
Ia província; por último, para todo ei mundo, y con ellos se revestían los alta-
res. Dada Ia estrecha relación entre los diferentes colégios, se pudo establecer
entre ellos ei negocio cambiario. El embajador português en Roma tenía su
caja con los jesuítas de Portugal. Especialmente Ias colônias hicieron buenos
negócios: entre los dos continentes se extendía una red de relaciones de esta
orden, que tenía su centro en Lisboa.
Espíritu este que, una vez despertado, tenía que repercutir necesariamente
en todas Ias circunstancias internas.
Seguia siendo un principio Ia ensefianza gratuita. Solo se recibían regalos
con ocasión de Ias grandes fiestas, unas cuantas veces ai afio: m se buscaban
de preferencia alumnos de casa rica. Pero sucedió que estos se sentian un pocô
independientes y no querían someterse ai rigor de Ia antigua disciplina. Un
jesuíta que dió un palmetazo a un alumno recibió como contestación una
punalada; un joven en Gubbio, que se creyó tratado con exsesivo rigor por ei
Padre prefecto, le dió muerte. También en Roma Ias agitaciones en ei colégio
dieron que hablar en Ia ciudad y en Palácio. En cierta ocasión los maestros
fueron encerrados por sus alumnos durante todo un dia, y fué menester des-
pedir ai rector, como ellos pedían. Son sintomas de una lucha general entre
Ias viejas disposiciones y Ias nuevas tendências, que, a Ia postre, salieron triun-
fantes. Los jesuítas ya no ténían aquella vigorosa influencia con que antes ha-
bían dominado los ânimos.
Tampoco estaba ya en sus propósitos someter ai mundo, impregnándolo
de espíritu religioso, pues más bien su propio espiritu había sucumbido ante ei
mundo, y trataban de ser imprescindibles a los hombres, de cualquier manera,
A este fin no solo reelaboraron Ias prescripeiones dei instituto, sino tam-
bién Ias doctrinas de Ia religión y Ia moral. Al asunto de Ia confesión, con Ia
que ejercían una influencia tan directa sobre Io más íntimo de Ia personalidad,
le dieron una orientación que sorprenderá siempre.
Poseemos documentos indiscutibles. En numerosas y detalladas obras han
estableeido los princípios seguidos por ellos en cuestiones de confesión y absolu-
ción, princípios que recomendaron a los demás. En general, son esos por los que
tan a menudo se les ha reprochado. Tratemos de destacar los princípios capitales
con los que se empefiaron en moldear todo ei campo.
Es indudable que, en Ia confesión, todo dependerá dei concepto que se esta-
blezca dei pecado.
Consideraban ei pecado como Ia desviación voluntária de los mandamientos
de Dios.137
186 Discorso: Per Io meno J'anno due volte, cioè ai natale e nel giorno delia própria festa, si
(anno le loro offerte owero maneie, le quali ascendono a soinma considerabile.—II danaro poi di
queste offerte o che yenga impiegato in argenti, quadri o tapezzcrie, calici o altri addobbi somiglianti,
tutto ridonda in utilità dVcolIegi medesimi, avegna che i rettori locali se ne servono indifferenremen-
te, dal che ne derivano infinite offensioni, poço o nulla stimano i lamenti de propri scolari.
187 Definición de Fr. Toledo: voluntarius recessus a regula divina.
540 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

c En qué consiste esta voluntad libre? Su contestación reza así: en Ia •


de Ia falta y en Ia determinación completa de Ia voluntad. 138
Defienden este principio con Ia ambición de presentar algo nuc\
empefio de compaginarlo con Ias costumbres de Ia vida. Con una gran s u a
escolástica y Ia consideración detallada dei caso en cuestión, llegan a Ias éF
cuencias más inadmisibles.
Según su doctrina, es bastante con no querer ei pecado por si mismdfl
tendrán más esperanzas de ser perdonado cuanto menos se piense en Dios mW
lizar Ia acción, cuanto más violenta hubiera sido Ia pasión que le movió a uno
costumbre, ei mal ejemplo, que limitan Ia libre voluntad, sirven de e x a g ^ H
De este modo se cifie mucho ei campo de los pecados, pues nadie va a quofl
pecado por ei pecado. Además, reconocen exculpaciones de otro gênero. A i H
ejemplo, ei duelo está prohibido por Ia Iglesia y, sin embargo, los jesuítas •
san que si, por rechazar un duelo, corre alguien peligro de pasar por cobardB
perder un puesto o Ia gracia de un príncipe, entonces no se le puede c o n f l
por haberlo aceptado. 139 Jurar en falso seria por si un pecado mortal, pero çm
jurara tan solo por fuera, sin propósito interior, dicen los jesuítas, no queda v n
lado y, en realidad, juega, pero no jura. 140
Estas doctrinas encontramos en libros que expresamente se presentan é
moderados. N o queremos, pues ya pasó Ia época, perseguir otras desviaciorn
una sutileza aniquiladora de Ia moral, en Ias que un autor, en porfía l i t e f
trata de superar a los demás. Pero no hay que olvidar que opiniones de a\ft
doctores que tanto repugnaban a Ia conciencia moral, encontraron acogifl
ced a otro principio de los jesuítas, ei probabilismo, y podían haccrse pelifl
Sostenían que, en caso de duda, se podia seguir una opinión de Ia que no se
ba convencido si había sido defendida por un autor de prestigio, 141 y né
consideraron lícito seguir Ias opiniones más indulgentes, sino que Io a c o n s n
Los escrúpulos de conciencia eran despreciables y ei verdadero camino para l f
se de ellos estaba en seguir Ia opinión más indulgente, aunque fuera Ia lá
segura. 142 De este modo, ei profundo secreto de Ia decisión personal se com i
en una pura acción externa. En los manuales jesuítas están tratados toefl
casos posibles de Ia vida aproximadamente con ei sentido que impera en < I •.(
ma dei derecho civil, y se examinan según ei grado de disculpabilidad. Bata i
pasar Ia vista por sus hojas para conducirse sin propia convieción y asegufl^L
absolución de Dios y de Ia Iglesia. Un ligero cambio dei pensamiento <l

138 Busembaum, Medul/a theolbgiae moralis, lib. v, cap/n, dub. m, se expresa dei si||f
modo: Tiia requiruntur ad peccatum mortale (quod gratiam et amicitiam cum deo solvit), c|imiit
unum desit lit veniaJc (quod ob suam levitatem gratiam et amicitiam non tol/if): 1) cx (
intellectus, plena advertentia et deiiberatio; Z) ex parte voluntatis, perfectus consensus; 1) JJII
materiae.
139 Privandus aíioqui ob suspicionem ignaviae dignitate, oííicio veí íavore principis. Rusrinli
lib. in, tract. iv, cap. i, dub. v, art. i, n« 6.
140 Qui exterius tantum iuravit, sine animo iurandi, non obligatur, nisi forte ratione scaj
cum non iuraven't sed Juserit (ibid., lib. m, tract. n, cap. n, dub. rv, rt« 8).
l*l Em. Sa., Aphorismi Con/essarioium s. v. dubium. Potest quis facere quod probabili ri
veí autoritate putat licere, etiamsi oppositum tutius sit: surficit autem opinio alicuius gravii a
142 Busembaum, lib. i, cap. m: Remedia conscientiae scrupulosae sunt: 1) scrupu/os
re, 4) assuefacere se ad sequendas sententias mitiores et minus efiam certas.
LOS JANSENISTAS 541
ile toda culpa. Con cierta franqueza, los mismos jesuítas se asombran en ocasio-
nes de Io leve que con su doctrina se hace ei yugo de Cristo.

12) Los jansenistas


IIabria que pensar que se habría extinguido toda verdadera vida en Ia Iglesia
católica si no hubiera sido posible que se levantara en ei mismo momento una
oposición contra doctrinas tan corruptas y contra todo ei sistema que suponían.
Casi todas Ias ordenes estaban a mal con los jesuítas: los dominicos, por sus
desviaciones de Santo Tomás; los franciscanos y capuchinos, en razón dei poder
alisoluto que se arrogaban en sus misiones dei Oriente. En ocasiones fueron com-
batidos por los obispos, cuya autoridad disminuían; en otras, por los párrocos, en
cuyas funciones se inmiscuyen; también en Ias universidades, por Io menos la# de
Francia y Holanda, se crearon a menudo enemigos. Pero todo ello no constituía
kma resistência seria, que tendría que venir de una convícción profunda, inspira-
da por un espíritu nuevo.
Porque, en fin de cuentas, Ias doctrinas morales de los jesuítas estaban en
mmonía con sus ideas dogmáticas. En unas y otras aseguraban ancho campo a
)u libre voluntad.
Este fué también ei punto en que los jesuítas encontraron Ia mayor resisten-
11,1. La oposición se desarrolló de Ia manera siguiente:
Por los anos en que Ias disputas acerca de Ia gracia mantuvieron en tensión
ei mundo teológico de Ia Iglesia católica, estudiaban en Lovaina dos jóvenes, Kor-
nelius Jansen, de Holanda, y Jean du Verger, de Gascuna, que tomaron partido
|K'suelto por Ias doctrinasrigoristas,que nunca se olvidaron en Lovaina, y opusie-
Bon una violenta resistência a los jesuítas. Verger era hombre de mejor cuna y
«• llevó a su amigo a Bayona. Aqui se engolfaron en ei estúdio de Ias obras de
|S,m Agustín y se entusiasmaron de tal modo con Ias doctrinas de este Santo Padre
merca de Ia gracia y dei libre albedrío, que ello decidió ei destino de sus vidas.143
Jansenio, que fué profesor de Lovaina y obispo de Ypres, se entrego a Ia vida
teórica, y Verger, abad de St. Cyran, emprendió el camino de Ia práctica y dei
iisi etismo, ambos con el propósito de restaurar Ia vieja doctrina.
El libro titulado Augustinus, en el que Jansenio desarrolló sistematicamente
•us convicciones, es muy importante, no solo porque se enfrenta decididamente
ii MI Ias tendências dogmáticas y morales de los jesuítas, sino también porque con-
tinue repensar vivamente Ias fórmulas tradicionales sobre Ia gracia, el pecado y el
perdón.
Jansenio parte de Ia falta de libertad de Ia voluntad humana. La atan y
nenen en servidumbre los deseos de Ias cosas terrenas y no puede emanciparse
|>nr sus propias fuerzas. Tiene que venirle el socorro de Ia gracia, que no signifi-
i a tanto el perdón de los pecados como Ia liberación dei alma de Ia servidumbre de
lot deseos.144
148 Synopsis vitae Jansenii, prefacio ai Augustinus: In Cantabriam deinde migravif, ubí erudi-
Hljimorura virorum consuerudine et famibari studiorum communione in SS. Patrum et praesertim
[A"i;ustini infel/igentia magnos progressus fecisse, saepe festatus est.
144 Com. Jansenii Augustinus, t. m, lib. i,'cap. II: Liberatio vo/unfatis non est peccati remissio,
I «.) reJaxatio quaedam defectabi/is vincuíi concupiscentiaíis, cui inexus servit animus quoad per
542 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

En este punto asoma su critério distinto.


La gracia entra en ei alma por ei placer más alto y puro que siente
cosas divinas. La gracia eficaz de Cristo no es otra cosa que una delicia espiril
por Ia que Ia voluntad es movida a querer y ejecutar Io acordado por Diofcl
aquel movimiento involuntário insuflado a Ia voluntad pQr Díos, y en cuya vim
ei bien agrada ai hombre y le atrae. 145 Repetidamente recalca que ei bien wM
ha de hacer por temor ai castigo, sino por amor a Ia justicia.
Desde este punto se eleva a Ia cuestión superior de qué sea Ia justicia. J
Contesta: Dios mismo.
Porque no hay que figurarse a Dios como a un cuerpo o como cualq»
otra imagen, siquiera Ia de Ia luz, sino que hay que considerarle y amarle cotfl
verdad eterna de donde mana toda verdad y toda sabiduría, como Ia justicia
en cuanto propiedad de un alma, sino en cuanto nos Ia representamos como»
idea, como Ia regia suprema inviolable. Las regias de nuestras acciones fluy^J
Ia lcy eterna, son reflejo de su luz y quien ama Ia justicia ama a Dios misifV
El hombre no se hace bueno porque oriente su ânimo hacia este o (t~
bien, sino porque tíene presente ei bien supremo, simple e inmutable, que
verdad y Dios mismo. La virtud es ei amor de Dios.
Y en este amor consiste Ia liberación de Ia voluntad. Su dulzura inef
extirpa Ia complacência en los deseos y nace una necesidad libre y beata para
pecar y vivir bien, 247 Ia verdadera voluntad libre, esto es, una voluntad l f t T
dei mal y colmada de bien.
Es de admirar en esta obra ei alto grado en que se mantiene Ia transparefl
filosófica de Ia explicación dogmática dentro dei ceio doctrinario de una discJT
polêmica. Los conceptos fundamentales son, a Ia vez, morales y religiosos, e^Ê
lativos y piácticos, y a aquel acomodo exterior de los jesuítas opone u n a dM
na de rigurosa interioridad, ei ideal de una actividad que desemboca en ei (T
de Dios.
Mientras Jansenio estaba ocupado todavia con su obra, su amigo tratdl
incorporar Ias idcas que le servían de base a su propia vida primero, para fl
luego de extenderlas en su médio.
Saint Cyran, pues así se llamaba ahora Verger, se había creado en medíffl
Paris su retiro ascético y de estúdio (1632). Con Ia lectura incansable de Ia ET
y de los Santos Padres trato de empaparse bien d e su espíritu. La peculiaridaB
Ia doctrina que compartía con Jansenio tenía que llevarle necesariamente a i
su atención en ei sacramento de Ia penitencia. No le satisfacía Io que Ia Iga
hacía y se le oía derir que esta habáa sido màs puía en sus comienzos, como |
arroyos cercanos a Ia fuente, y que algunas verdades dei Evangelio estaban aa
gratiam infusa coclesti dulcedine ad suprema difjgenda transferatur. Así enticndc también Pai
(Lcs Provinciales, i, xvm, t. ni, p. 413) esta doctrina: Dieu change /e cocur de I'hoinmc par ir,
doucer celeste qu'il y répand.
H 5 T. m, lib. rv, cap. i.
146 T. «í. lib. v, cap. v.i-. RtguVic vivendi et quasi lumina virtutum immutabüia. et semt^H
non sunt aliud quam lex aeterna quae ín ípsa dei aeterni verítafe sp/endef, quam proínde dlS^H
non aliud diíigit nisi ipsum deum seu veritatem et iustitiam eius ineomrnutabiiem, a qua pron
et ex cuius refuígentia lucis /ulget quidquid vc/ut iustum et rectum approbamus.
147 T. m, lib. vn, cap. cc: voluntas íelix, immutabilis et necessária non peccandi n;
vivendi
LOS JANSENISTAS 543

oscurecidas.148 Sus tesis eran muy rigurosas. Humillarse, sufrir, depender de


Dios, renunciar por completo ai mundo,148 entregarse con toda ei alma ai amor
de Dios. Tiene un concepto tan hondo de Ia necesídad dei cambio intemo que,
Ksgún su doctrina, Ia gracia debe preceder a Ia penitencia. "Cuando Dios quiere
«alvar un alma empieza por dentro; una vez que ei corazón ha cambiado, podrà
«entir verdadero arrepentimiento, y todo Io demás se seguirá. La absolución no
liace sino seflalar ei primer rayo de Ia gracia, y así como un médico tiene que ir
Iras ]os movimientos y los efectos internos de Ia naturaleza, así los médicos de
«Imãs tendrán que seguir los efectos de Ia gracia." Repetidamente dice que ha
\ recorrido todo e] camino de Ia tentacidn y el pecado a Ia contrición, oración y
recuperación. Se comunicaba con poços y Io hacía en poças palabras, siempre re-
posadas, pero como toda su alma estaba llena de Io que hablaba, y siempre agtiar-
daba Ia ocasión y Ia disposición dei ânimo, Io mismo en si que en los demás,
producía una gran impresión en sus oyentes, que se sentían irremisiblemente
cambiados y Ias lágrimas asomaban a sus ojos, sin que se dieran cuenta.150 Pronto
te agruparon en torno a él algunas personas destacadas, como Amauld d'Andilly,
rn estrecha relación con el cardenal Ríchelieu y Ia reina Ana de Áustria, y que
lolía ser empleado en los más importantes negócios; su sobrino Le Maítre, que pa-
laba por ser el primer orador dei Parlamento y contaba con Ias más brillantes
perspectivas en su carrera, se recogió en retiro cerca de Paris. Angélique Amauld
ir sus monjas de Port-Royai se habían entregado, con todo ei fervor con que Ias
mujeres piadosas se entregan a sus profetas, ai abad Saint Cyran.
Jansenio murió sin ver su obra impresa. Saint Cyran, por influencia dei
Padre José, que creía ver en este libro gérmenes de herejía, fué metido en prisión
por cl gobierno francês a seguida de sus primeras conversiones, pero estos tropie-
|os no impidieron Ia propagación de Ia doctiina.
El libro de Jansenio, por su mérito intrínseco y por Ia osadía de su polêmica,
lha produciendo una gran impresión.151 Saint Cyran continuo su actividad mi-
lionera desde Ia prisión, y Ia persecución inmerecida que cayó sobre él y que con-
llcvó con el mejor espíritu acreció su prestigio, y cuando recobro Ia libertad, a Ia
muerte dei Padre José y de Ríchelieu, era considerado como un santo, como un
Juan Bautísta. A los poços meses murió (11 de octubre de 1646), pero había
fundado una escuela que tomaba como el Evangelio sus ensefianzas y Ias de su
Wmígo: sus discípulos, cuenta uno de ellos, marcharon como aguiluchos bajo sus
•Ias y, herederos de su virtud y piedad, supieron iransmitirlas a otros como Ias
linbían recibido. Elias dejó Eliseos que prosiguieron su obra.
Si nos Hjamos en Ia relación que manrienen los jansenistas con los partidos
eclesiásticos dominantes, no podremos menos de recordar el protestantismo. Su
fcclo se orienta, con no menor rigor, por Ia santificación de Ia vida y tratan de
depurar Ia doctrina separando de ella todos los anadidos escolástícos. Pero no por
H8 Extractos de su interrogatório en Reuchlin, Geschichte von Portroyal, i, p. 451.
n® S'humilier, souffrir et dépendre de Dieii est toute Ia vie chiétienne,
150 Mémoires pour servir à 1'histoire de Portroyal par Mr. Fontaine, i, p. 225. Racine,
llist. de Portroyal, p. 134.
151 Gerberon, Histoire du /ansenisme, i, p. 63. Les théologiens de Paris sappíiqiierent
Irllanent a 1'étude de 1'Augustin d'/pres, ou iB reconnoissoient celui d'Hippone, —qu'on commençoit
t nentendie plus parmi ces théologiens que /cs noms de /ansenius et de S. Augustin.
544 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVU

esto creo yo que debamos considerailes como una espécie de protestantes ino
cientes. La diferencia capital, desde un punto de vista histórico, consiste en
aceptan un principio ai que no fué posible que se acomodara ei protestantismo
atuvieron a aquellos Padres de ia Iglesia latina que, ya en Alemania, ia*
abandonados en 1523, Ambrosio, Agustín y Gregorio, y todavia les anadieroj
gunos Padres griegos, sobre todo ei Crisóstomo. Con ellos creen poseer una
dición pura y no tergiversada, de Ia que no se aparto San Bernardo, pero que j
pués de este último Santo Padre fué oscurecida por Ia introducción de Ia doc^
aristotélica. Están, pues, muy lejos de aquel enérgico ceio con que los protei
tes acudieron directamente a Ia Bíblia. Satisfacen a su conciencia Ias prij
elaboraciones, que han constituído Ia base de los sistemas posteriores.
Suponen que San Agustín fué inspirado por Dios para comunicar ai m u i
Ia doctrina de Ia gracia, que constituye Ia esencia de Ia nueva alianza. CoraS
ha perfeccionado Ia teologia cristiana y tratan de recoger sus raíces, de c a p t j
medula, pues hasta entonces se habían considerado a menudo como doctrli
agustinianas opiniones verdaderamente pelagianas. Lutero fué despertadM
San Agustín, pero en seguida acudió a Ia primera fuente, a Ia Escritura, a H
labra de Dios. Frente a él, ei catolicismo mantuvo todo ei sistema desarrollalH
ei curso de los siglos y los jansenistas buscaron Ia concepción agustiniana y
taron de hacerla valer, concepción que fué Ia primera en abarcar Io primnH
fundar Io posterior. El protestantismo rechaza Ia tradición, ei catolicismo Ia •
tiene, ei jansenismo trata de depuraria, de restablecerla en su originalidad. J
Como los jansenistas se mantienen en Ia fe de que Ia Iglesia m i l i t a r »
pesar de oscurecimientos y deformaciones pasajeros, compone un msimo espM
y cuerpo con Cristo, infalible e inmortal, defienden también Ia jerarquía e ( H
pai. Saint Cyran es uno de los defensores más destacados de los derechos d ã H
de los obispos. Mediante Ia verdadera penitencia y ei verdadero orden <fl
Iglesia, piensan poder regenerar Ia doctrina y Ia vida de Ia cristiandad.
En ei retiro de Port-Royal des Champs, ai que se había recogido Le M a
se le junto una sociedad bastante considerable, afiliada a Ia doctrina. No sem
de negar que, ai principio, fué algo estrecha, pues se componía principalmente
miembros y amigos de Ia família Amauld. Le Maitre trajo a sus cuatro h j f
nos; su madre, que le inspiro Ia oríentacíón espiritual, era una Arnauld; ei ajfl
más viejo de Saint Cyran, ai que lego su corazón, era Amauld d'AndiHy, A9
entro también en esta sociedad; su hermano menor, Antônio Amauld, escribió
primera obra importante en favor de ella. Vários amigos y parientes le s i g u i r
También ei convento de Port-Royal en Paris estatía casi exclusivamente en ma'
de esta família. Cuenta Andilly que su madre, que por fin entro en ei conwf
estaba rodeada de doce hijas y nietas. ir ' 2 Recordemos que ei viejo Antônio
nauld, de donde todos estos procedían, fué quien principalmente decidió coul
brillantes peroratas Ia expulsión de los jesuítas de Paris en ei afio 1594. L a l
madversión contra los jesuítas es hereditária en esta família.
Pero es increíble cuán rapidamente y en qué proporciones se e n s a n c h ó j
estrecho círculo.

152 Mémoivcs d'Amauid cTAndilIy, i, p. 341.


LOS JANSENISTAS 545

De pronto se les juntaron muchos, sin otra afinidad con ellos que Ia paridad
ile sentimientos. Especialmente un famoso predicador de Paris, Singlin, partidá-
rio de Saint Cyran, trabajaba con ellos. Tenía este Singlin Ia peculiaridad de
que, si en Ia vida comente se expresaba con dificultad, en cuanto subia ai púlpito
mostraba una elocuencia arrebatadora.153 A sus más celosos partidários los envia-
ba a Port-Royal, donde eran admitidos con gusto. Se trataba de jóvenes sacerdotes
y maestros, de comerciantes de buena posición, gentes de Ias mejores famílias,
médicos de brillante carrera, miembros de otras ordenes religiosas, personas to-
das a quienes un impulso interior y Ia más decidida convicción movían a dar
este paso.
En esta soledad, que parecia como un convento sostenido por un compromi-
so voluntário, se hacían diversas prácticas religiosas: se visitaba Ia iglesia a menu-
do y se rezaba mucho, en comunidad o por separado. Se hacían también trabajos
en ei campo y alguno que otro se ejercitaba en tareas manuales, pero Ia principal
ocupâción era Ia literária, pues Ia sociedad de Port-Royal fué ai mismo tiempo
una espécie de academia.
Mientras que los jesuítas derramaban su sabiduría en fólios inaccesibles o se
ierdían en Ia escolástica antipática de artificiosos sistemas de dogma y de moral,
Í os jansenistas se dirigieron a Ia nación.
Comenzaron con traducciones: Ia Santa Biblia, los Santos Padres, libros
latinos de oraciones. Supieron evitar con arte Ias viejas formas francas, que hasta
entonces habían perjudicado trabajos de este gênero, y se expresaron con atrayen-
te claridad. La escuela que fundaron en Port-Royal les dió ocasión para redactar
libros de texto sobre idiomas clásicos y modernos, sobre lógica y geometria, que
ofrecían los nuevos métodos y cuyo mérito reconoció todo ei mundo.154 A estos
trabajos se sumaban otros escritos polêmicos, cuya precisión y agudeza desarma-
ban ai adversário; obras de una piedad profunda, como Las Horas de Port-Royal,
que fueron recibidas con apasionado interés y que ai cabo de un siglo seguían
siendo tan buscadas como ei primer dia. Espíritus científicos tan eminentes como
Pascal, jerarcas de Ia poesia francesa como Racine, eruditos de Ia talla de un
'] illemont, salieron de sus filas. Como vemos, sus esfuerzos iban mucho más allá
dei círculo teológico-ascético que había atraído a Jansenio y a Verger. No exage-
ramos ai afirmai que esta sociedad de personas de talento, inspiradas por un gran
propósito, que en su propia vida de relación desarrollaron espontaneamente un
nuevo tono de expresión y comunicación, ha ejercido una influencia notable,
interiormente formadora, sobre Ia literatura francesa y, a través de ella, sobre Ia
ile Europa, y que a ella se debe en parte el esplendor literário de Ia época de
Luis XIV.
Imposible que el espíritu que inspiraba todas estas producciones no se abriera
camino en Ia nación. Por todas partes contaron con partidários. Especialmente se
les aficionaron los párrocos, a los que se había hecho odiosa Ia confesión practica-
ila por los jesuítas. En ocasiones, por ejemplo con el cardenal Retz, pareció que
iban a introducirse en el alto clero, pues recibieron cargos importantes. Pronto
153 Fontainc, M<Smoires, n, p. 283.
154 Notice de Pctitot, prefacio a las memórias de Andilly, t. i, por Io d cm ás, un trabajo
v.rprendcntemente parcial.
546 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SICLO XVII

no sólo cuentan con protectores en los Países Bajos y en Francia, sino tambié1
Espafia y, todavia bajo Inocencio X, predica en Roma un maestro jansenis r
La cuestión ahora es Ia actitud que Roma había de tomar frente a
opiniones.
13) Posición de Ia corte de Roma ante los dos partidos
Bajo formas un poço diferentes, nos hallamos ante Ia misma disputa qual
Clemente VIII ni Paulo V se atrevieron a decidir de frente.
No sé si Urbano VII o Inocencio X hubiesen sido tampoco más resuel
no ser por Ia desdichada circunstancia de que en Ias obras de Jansenio se en!
tró un pasaje que, por otros motivos, escandalizo mucho a Ia corte de Roma. |
En su libro m , acerca dei estado de inocência, se ocupa Jansenio de una £
de San Agustín, que no se puede negar que ha sido condenada por Ia Sede Jt
tólica. Se detiene un momento para saber a quién tiene que seguir, si ai P¥
de Ia Iglesia o a los Papas. Después de algunas cavilaciones, observa l 5 6 que,
ocasiones, Ia Sede Apostólica condena una doctrina sólo por voluntad de paz,
por ello quereria declarar falsa. Así que él se resuelve en favor de Ia enseflf
de Agustín.
Como es natural, sus enemigos se valieron de este pasaje, seftalándolo
un ataque a Ia infalibilidad pontifícia. Urbano VIII expresó su disgusto porl
obra que, con dano dei prestigio apostólico, contiene princípios que ya han I
condenados por otros Papas.
Pero con esta declaración no consiguió mucho. Las doctrinas jansenii
siguieron cundiendo poderosamente y en Francia se produjo una disensión M
ral. Los enemigos de Port-Royal consideraron que era necesaria una c o n d e n »
más expresa por parte de Ia Santa Sede. Redactaron las tesis f u n d a m e n j
de Jansenio, tal como ellos las entendían, en cinco proposiciones, y p i d i e n »
Papa Inocencio X que se pronunciara sobre ellas. 157
Con este motivo se inicio en Roma una investigación formal. Se nonf
una congregación de cuatro cardenales, bajo cuya inspección llevaron a cabo|
examen trece teólogos consultores.
Ahora bien, aquellas proposiciones estaban redactadas de suerte que, a I
mera vista, se veia que contenían puras herejías, pero miradas con más detff
miento también se podían explicar en sentido ortodoxo, por Io menos en parttÉ
Pronto hubo entre los consultores división de opiniones. Cuatro de ellos, d o s •
minicos, un minorista, Luca Wadding, y ei general de los agustinos, desac^f
155 Deone, t. iv: Fu cifato per i) sant'of/icio monsieur Honorato Herzan [Hersent], di
deJ/a Sorbona di Pariggi, per Ia predica che íece in San l.uigf neJ giorno delia festa, nella f
sostenne e diícse }'opinione di Jansenio con esaítarlo per único interprete di S. Agostino, n
specificandolo, ma però deíineandolo che da ciascheduno era inteso. Eg/i si ritirò in cassa deílV
basciator di Francia c di II a Pariggi. 71 suo libro è prohibito, et il maestro dei sacro palazzo ne
havuto qualche travaglio per haverne permessa Ia stampa: egli si scusa con dire che veniva deaS
ai papa et era in língua, írancese. Ia quale egli non intende, però contenendo il libro ]'opinione •
revole aWopinione loro contra 1'opinione de'Cesuiti.
156 De statu naturae purae, m, cap. xxn, p. 403. Quodsi, afiade, vel tunc ostendi pofuisset •
aliasque nonnullas propositiones ab Áugustino doctorum omnium corj'phaep traditas, nunffl
aibitior, huiusmodi decretum ab apostólica sede permanasset.
157 Pallavicini, Vifa Alessandra Vil: "acciochè ben iníormato dichiarasse ciò che
permettersi o proibirsi intorno cinque principali propositioni di quelfautore"
158 Racine, Abrégé de l'histoire ecelésiastique, t. xi, p. 15.
ROMA Y LOS DOS PARTIDOS 547
159
jaron Ia condenación, pero los nueve restantes estaban por ella. Todo depen-
dia de si ei Papa se sumaria a Ia mayoría.
A Inocencio X le disgustaba toda ia cuestión. Ya de por si le eran odiosas
Ias disputas teológicas difíciles, pero en esta veia además que, cualquiera que
fuese ei sentido en que se resolviera, Ias consecuencias habrían de ser desagrada-
bles. A pesar de Ia gran mayoría no se decidia. "Llegado ai borde dei abismo
—dice Pallavicini—y, viendo con lôs ojos Ia magnitud dei salto, se resistia y no
había manera de hacerle seguir adelante."
Pero no toda Ia corte sentia los mismos escrúpulos. El Papa tenía a su lado
un secretario de Estado, ei cardenal Chigi, que le azuzaba. En Colônia, Chigi
tuvo ocasión de ver ei libro y, ya entonces, aquel famoso pasaje había provocado
su indignación, ai punto de hacerle arrojar ei libro. Algunos frailes alemanes le
atizaron Ia antipatia. Tomo parte activa en Ia congregación examinadora y le co-
rrespondió no pequena cuenta en su resultado. Ahora insistia ante ei Papa a que
no callara, porque ei silencio equivaldría a Ia autorización, y no era posible que
abandonara ai descrédito Ia doctrina de Ia infalibilidad pontifícia. Una de Ias
misiones principales de Ia Sede Apostólica es resolver cuando cunde Ia duda
entre los fieles. 160
Como sabemos, era Inocencio un hombre que se dejaba guiar de impresio-
nes. En un momento desdichado pudo sobre él Ia idea dei peligro que corria Ia
infalibilidad pontifícia. Además, pues se trataba dei dia de San Atanasio, creyó
casi en una inspiración superior. El l 9 de junio de 1653 expidió Ia bula en que
condenaba aquellas cinco tesis como heréticas, blasfematorias, malditas. Declara
que'espera de ese modo restablecer Ia paz de Ia Iglesia, pues nada le importa
más que llevar Ia nave de Ia Iglesia por mares tranqüilos, para que llegue ai puer-
to de ia beatitud. 161
Pero ei resultado iba a ser bien diferente de lo que se figuraba.
Los jansenistas negaron que Ias proposiciones condenadas estuvieran en ei
libro de Jansenio y, todavia más, que aquél Ias hubiera entendido en ei sentido en
que habían sido condenadas.
Ahora se mostro Ia falsa posición en que se había colocado Ia corte de Roma.
Los obispos franceses urgieron de Roma una declaración de que aquellas propo-
siciones habían sido condenadas en ei sentido que les daba Jansenio. Chigi, que
entre tanto había ocupado Ia Sede con ei nombre de Alejandro VII, tanto menos
se podia negar a ello cuanto que había tenido gran parte en Ia condenación. Y
habló, sin dejar lugar a dudas: "Las cinco proposiciones han sido sacadas dei
libro de Jansenio y condenadas en ei sentido que él les da." 1 6 2
Pero también a esto estaban preparados los jansenistas y repusieron que una
declaración de esa espécie excedia los limites dei poder papal y, en su innegable
159 Pallavicini, que formaba parte de los consultores, nos facilita estos detalles. Dice dei Papa:
/( suo inteíletto aíienissimo delle sottigliezze scoíastiche.
100 Informes de Pallavicini.
101 En Cocquel., vr, m, p. 248. Por los informes de Pallavicini se ve claramente que fueron
redactados por Chigi y principalmente por Albizi, asesores de Ia Inquisición.
102 En Cocquel., vi, iv, p. 151. Quinque ilías propositiones ex libro praememorari CorneJii
Jansenii episcopi íprensis, cui fitu/us Augusfinus excerptas ac in sensu ab eodem Jansenio intento
clamnatas fuisse dedaramus et definimus.
548 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

oposición a Ia Sede Apostólica, los jansenistas supieron mantenerse, sin embai


como buenos católicos.
En torno a esta cuestión se orientaron todos los movimientos y confli<
internos de Francia. La Corona intento desalojar a los jansenistas: se dictai
unos formulários que seguían ei sentido de Ia bula condenatoria y habían d e
firmados por todos los clérigos y por los maestros de escuela y hasta por Ias m
jas. Los jansenistas no se resistían a condenar Ias cinco tesis que, como dijin
permitían una interpretación heterodoxa, pero se negaban a reconocer mediar
una firma incondicional que estuvieran contenidas en Jansenio, que fuesen dfl
trinas de su maestro. N o había persecución que les hiciera desistir de esta actiti
Su temple en esta ocasión hizo que su prestigio y ei número de sus adep
aumentaran de dia en dia. Tenían a su lado vários de los miembros más distinj
dos de Ia corte, hombres y mujeres, un fuerte partido en ei parlamento,
chos doctores de Ia Sorbona, algunos de los obispos más prestigiosos, y hasta,M
tes ai margen desaprobaron ei modo y manera en que Ia corte de Roma tratalj
de proceder contra ellos. 163
Para restablecer Ia paz, por Io menos exteriormente, Clemente IX tuvo qi|
darse por satisfecho en ei afio 1688 con una firma que no repugnara a un j j T
nista. Es decir, que se contento con una condenación de Ias cinco tesis en ggfl
ral, sin insistir en si Jansenio Ias había ensenado verdaderamente. 164 De hflfl
esto no representa una concesión esencial de Ia corte romana, pues no solo refl|
cia a Ia pretensión de decidir sobre hechos, sino que se da cuenta de que Ia í
denación contra Jansenio no tuvo consecuencia alguna. 166
El partido de Saint Cyran y de Jansenio fué ganando fuerza e importana
ei conocido ministro Pampone era hijo de Andilly. Su actividad literária ejea
un influjo enorme sobre Ia nación. Su expansión coincidió con Ia de una o j
ción viva contra Ia Santa Sede: sabían muy bien que no hubiera podido subsH
si hubiera dependido de Ias intenciones de Roma. Protegidas por este abolens
Ias opiniones de los jansenistas, si no compartidas por Ia corte por Io menos td
radas durante mucho tiempo, fueron echando raíces.

14) Relaciones con ei poder temporal

Pero, por otra parte, también había surgido una oposición no menos peligrosa, <
violência creciente y en constante expansión.
163 Escrito de diecinueve obispos ai Papa, 1667, 1» de diçiembre: Novum et inauditum ad
nos nonnuili dogma procuderunt, ecclesiae nempe decretis, quious quotidiana nec revelara divjÊ
íacta deciduntur, cerram et in/ailibilem constare verítatem. Es esta propiamente Ia interpreta
reconocida de Ia cuestión de droit y fait.
161 El último formulário de Alejandro VII (15 de febrero de 1665) reza: Je re/ete et I
damne sincèrement les cinq propositions extraites du livre de Comelius Jansenius intitule AuguJ«_
et dans le sens du méme auteur, comme le saint siège apostolique les a condamnées par les suflfl
constituíions. En cambio. Ia declaración de paz más amplia: Vous devez vous obliger á condmM
sincèrement, ple/nement, sans aucune reserve ni exception tous les sens que I'église et le pflH
condamnés et condamnet dans les cinq propositions. Se sigue un articulo segundo: DéclaronM
cc seioit faire in/ure à l'c'glise de comprendre entre les sens condamnés dans ces propositidH
doctrine de St. Augustin et de St. Thomas touchant Ia grace ef/icace par elle-méme nécessafl
toutes les actions de Ia piété chrétienne et Ia prédestination gratuite des élus.
165 Franzoesische Geschichfe, iu (S. W . x), p. 257.
RELACIONES CON EL PODER TEMPORAL 549

En ei siglo XVII Ia Sede Romana comienza a mantener sus privilégios juris-


diccionales, no sé si de manera viva y enérgica, pero si, por Io menos, más siste-
mática y obstinada. Urbano VIII, que debió su elevación, entre otras cosas, ai
prestigio que había ganado como celoso defensor de estas pretensiones,166 fundo
una congregación de inmunidad. Encomendo ei asunto, con preferencia sobre los
cardenales, que por Io general estaban relacionados con Ias potências, a jóvenes
prelados, que esperaba hacer carrera con el ceio que mostraban en ei asunto, en-
comendándoles una vigilância alerta sobre todas Ias interferências de los prínci-
pes en Ia jurisdicción eclesiástica. A partir de este momento Ia vigilância se hizo
más regular y más precisa y Ia advertência más enérgica: el ceio funcionário y el
interés iban a una. El espíritu público que animaba a Ia corte consideraba como
una muestra de piedad el ceio en Ia vigilância de cada punto de estos antjquísi-
mos derechos.167
Pero no es fácil presumir que los Estados se sometieron a gusto a esta vigi-
lância agudizada. Se había enfriado ya el sentimiento de una unión religiosa en-
cendido por Ia lucha contra el protestantismo. Todas Ias fuerzas tendían hacia el
fortalecimiento interior, hacia Ia concórdia política, y ocurrió que Ia corte romana
se enzarzó en ásperas disputas con todas Ias potências católicas.
Los mismos espafioles intentaron a veces limitar Ias intervenciones de Roma,
por ejemplo en Nápoles, adjuntando a Ia Inquisición funcionários dei Estado. En
Roma se tenían reparos en reconocer ai emperador sus pretensiones ai patriarcado
de Aquilea, pues se temia que utilizaria el título para afirmar una mayor inde-
pendência eclesiástica. En Ias capitulaciones electorales de 1654 y 1658 los esta-
mentos alemanes trataron de limitar Ia jurisdicción de los núncios y de Ia cúria
mediante disposiciones rigurosas; Venecia estaba en constante agitación contra Ia
influencia de Roma en Ia provisión de cargos eclesiásticos dei país y en Ias pose-
siones, y contra Ias pretensiones de los sobrinos; una vez Gênova, otra Saboya,
retiraron sus embajadores de Roma; pero Ia resistência más viva provino, como
correspondia al principio de su restauración, de Ia Iglesia francesa.188 Los núncios
no cesaban de protestar contra ]as limitaciones que sufría Ja jurisdicción eclesiá
tica: antes de haber dado un paso se entablaba Ia apelación; se les sustraían Ias
causas matrimoniales bajo excusa de que había habido un rapto; se les excluía de
los procesos en que había de por médio una pena de muerte; en ocasiones se eje-
cutaba a un eclesiástico sin que hubíese sido degradado antes; sin reparo alguno,
el rey expedia decretos sobre herejía y simonía; los diezmos se habían convertido
166 ReJatione de'IV ambasciatori 1625: Professa sopra tutte le cose haver 1'animo infíessibiJe
c che /a sua independenza non ammetta «Icuna ragione degl'interessi de'princij>i. Ma quelío in che
preme con insistenxa et a che tende 1'impicgo di tutto ií Suo spitito è di conservare e di acciescet h
giurisdfttíone aedesiastica. Questo medesimo concetto íu sempre sostenuto dal pontefice neiJa sua
minor fortuna, e ciò è srato anche grandíssima causa delia sua esaftatione.
167 Joh. Bapt. de Luca S. R. E. Cardinalis, Re/atio cur/ae Romanae 1683. Disc, xvn, p. 109.
Etiam apud bonos et zefantes «eclesiásticos remanet quaestio, an huius congregationis erectio eccle-
siasticae immunitati et /urisdictioni profícua vel praeiudicialis fuerit, potíssíme quia bônus quidem
scií forte índiscretua vel asper zefus a/íquorum, qui c/rca ínítía eam regebant, aííqua produxít incon-
venientia praeiudieialia, atque asperitatis vel nrmium exactae et exorbitantis defensionis opinionem
impressit apud seculares. Una confesión bastante significativa por parte de un cardenal.
168 Re/atione delia nunciatura di Francia di monsr. Scotti 1641, 5 Apri/e. Posee una sección
particular deH'impedimenfi delia nuntiatura ordinária: Li giudici reg; si puô dire che levino tutta
h giurisdittione ccclcshslica in Francia alü prelati.
550 LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

poco a poco en un impuesto permanente. Algunos celosos partidários de Ia


presentían ya en este propasarse ei augurio de un nuevo cisma.
La situación a que se llegó con estos altercados guarda necesaria rela
con otras circunstancias, principalmente con Ia actitud política adoptada
Ia corte de Roma.
Por consideración a Espafia, ni Inocencio ni Alejandro se decid!eron a recj
nocer a Portugal, que se había independizado de Ia monarquia espanol
otorgar Ia institución canónica a los obispos nombrados en ei país. Casi todo
episcopado legítimo de Portugal se extinguió, y gran parte de los bienes
ticos se entregaron a los oficiales dei ejército, de suerte que ei rey, ei clero yi
laicos perdieron Ia costumbre de Ia antigua sumisión.
Por lodemás, los Papas, después de Urbano VIII, se inclinaron de nuevo
lado de Ia rama hispano-austríaca.
No hay que extranarse, pues, si Ia hegemonia francesa adoptó pronto
caracter que amenazaba Ia libertad general. Se afiade a esto que esos Papai]
bían su exaltación a Ia influencia espanola y eran enemigos personales de
rino.189 En ei Papa Alejandro esta enemistad se manifestaba cada vez con
fuerza: no podia perdonar ai cardenal que se hubiera aliado a Cromwell y ha(
ra impedido durante mucho tiempo, por motivos personales, Ia paz con Esjí
Pero esto trajo como consecuencia que en Francia Ia oposición contra
se hiciera cada vez más fuerte y que algunas veces estallara con violência,
pudo experimentar Alejandro sensiblemente.
Una disputa entre ei séquito dei embajador francês Crequy y los solda;J
corsos de Ia ciudad de Roma, disputa en Ia que fué insultado aquél, dió ocasiÓM
rey para mezclarse en Ias discusiones de Ia Sede Romana con Ias casas de Estfl
de Famesio, llegando a enviar tropas a Itália. El pobre Papa trato de ampaiF
con una protesta secreta, pero ante ei mundo tuvo que conceder ai rey, anT
acuerdo celebrado en Pisa, todo Io que le pedia. Ya conocemos Ia afición dfll
Papas a Ias inscripciones gloriosas, pues, se decía, ni una piedra permiten que
coloque en un muro sin que lleve su nombre. Alejandro tuvo que erigir u
pirâmide, cuya inscripción debía eternizar su humillación.
Ya un acto semejante tenía que danar en gran manera ei prestigio
Papado.
Pero también por otras razones, hacia ei afio 1660 este prestigio decaía
vãmente. La Sede Apostólica había provocado Ia paz de Vervins, sus negoci
nes Ia habían Uevado a buen término; en Ia paz de Westfalia tuvo deleg"
pero se vió obligada a protestar contra Ias condiciones acordadas; en Ia paz daí.
Pirineos ya no tuvo parte aparente, pues ni se dió paso a sus delegados ni ap:
se penso en ella.170 Muy pronto tendremos acuerdos de paz en los que se dis~
de los feudos pontifícios sin tan siquiera preguntar ai Papa.
138 Oeone, Ottobre 1644. Si sa veramente che 1'escíusione di Píníüio fatia da cardf
Francês/ nei conclave non era voluntà regia né instanza dei Cl. Antônio, ma opera dei Cl. M»
rini, emulo e poco ben arretto ai Cl. Panziroli, il quale prevedea che doveva aver gran parf»
questo ponteficato. Lo que realmente era ei caso.
170 Galeazzo Gualdo, Priorato delia pace conclusa ir* le due corone, 1664, p. 120,
vationi sopra le cause per le quali si conclude Ia pace senza intervento dei papa". Vemos qur
malas relaciones entre ei Papa y Mazaríno en aquellos tiempos eran conocidas por todo ei m
LIBRO NOVENO

ÚLTIMAS ÉPOCAS
^
Es un hecho sorprendente que nos abre perspectivas sobre Ia marcha general dei
desarrollo humano que todas Ias veces que ei Papado fracasa en Ia realización de
sus planes renovados de domínio universal, empieza también a decaer en si
inismo.
Todo había sido fundado en aquella época de avance y restauración. Se
había renovado Ia doctrina, Ias jurisdicciones eclesiásticas se habían centralizado
con más fuerza, se habían celebrado alianzas con los príncipes, se habían rejuve-
necido Ias viejas ordenes y fundado otras nuevas, se había concentrado Ia fuerza
dei Estado de Ia Iglesia convirtiéndolo en un órgano de Ias empresas eclesiásticas,
se había reformado ei sentido y ei espíritu de Ia cúria, y todo con Ia meta única
dei restablecimiento dei poder y de Ia fe católicos.
Esto no fué una creación nueva, como vimos, sino una reanimación por ei
poder de Ias nuevas ideas, reanimación que acabo con algunos abusos y agito con
Ircsco impulso los elementos de vida existentes.
Sin duda alguna, una restauración de este tipo se halla más expuesta a Ia
cxtinción de los motivos vitales y animadores que algo que nace completamente
de nuevo.
El primer choque que recibe Ia restauración eclesiástica tiene lugar en Fran-
cia. El poder papal no pudo avanzar por ei camino emprendido y tuvo que con-
icmplar como se constituía una Iglesia que, si bien era católica, no se mantenía
bajo Ia influencia que aquél pretendia, y tuvo que resolverse a entrar en tratos
con ella.
Con esto guarda relación ei que muy pronto se produjeran en su interior
fuertes antagonismos, disputas acerca de importantes puntos de fe, acerca de Ia
relación entre ei poder secular y ei espiritual; en Ia cúria, el nepotismo revistió
formas peligrosas, y los recursos financieros, en lugar de aplicarse por completo a
sus fines, beneficiaron en su mayor parte a diversas famílias.
Tuvo a Ia vista Ia Iglesia una meta grande y general, en cuyo sentido avanzó
con êxito extraordinário. Por este alto fin se mediaba en todos los antagonismos,
se aplacaban Ias disputas doctrinales y Ias pretensiones seculares de Ia Iglesia, se
551
552 ÚLTIMAS ÉPOCAS

conciliaban Ias diferencias entre Ias potências y se mantenía Ia mar


presas generales. La cúria era ei centro dei mundo católico que indi
no; Ias conversiones continuaban en gran estilo.
Pero ya vimos como ocurrió que no se llegara a Ia ansiada meta, sino < |
en viriud de disensiones internas y de resistências externas, el movimicnto
volvió hacia dentro.
Desde entonces, también Ias condiciones dei Estado de Ia Iglesia, su dettí
lio interior, adoptaron otra forma.
El espíritu de conquista, que se propone un gran fin, exige ai mismo tieaj
entregarse a él, pues no es compaginable con un egoísmo estrecbo. Mas ai
prevalece en Ia cúria un espíritu de goce y de posesión. Se constituye un a
de rentistas que pretenden disponer de un buen derecho a los ingresos dei
y de Ia administración eclesiástica. Y mientras se abusa de manera compra
dora dei derecho, se le def iende con el mismo ceio que si en él estuviera co
metido el ser mismo de Ia fe.
Razón por Ia que Ia protesta surgió enconada e implacable desde
diferentes.
Aparece una doctrina que, surgida de una visión nueva de Ias hondufll
Ia religión, fué condenada y perseguida por Ia corte de Roma, mas no elirraT
Los Estados adoptan una postura independiente y se emancipan de toda pi}
pación por Ia política papal y pretenden una autonomia en Ias cuestiones ir»
que va dejando cada vez una influencia menor a Ia cúria, incluso en los as
eclesiásticos.
En estos dos elemensos se basa Ia historia posterior dei Papado.
Se suceden épocas en que, lejos de desarrollar una actividad libre, g | H
más bien, atacado por un lado y por otro, cn defenderse dei modo más a d a ^ f
a cada circunstancia.
La atención es atraída en general por Ia fuerza y solo dcl lado de Ia activlí
puede ser comprendido un acontecimiento; por otra parte, no entra en los p f l
sitos de este libro Ia descripeión de Ias últimas épocas. Pero ofrecen un e s p é j
Io curioso y así como comenzamos el libro con una visión de conjunto d e ^ ^ f
cas anteriores, no debemos terminarlo sin intentar ahora una visión rápida m
últimas épocas.
El ataque comienza por parte de los Estados. Guarda estrecha relación I
Ia disyunción dei mundo católico en dos mitades enemigas, cl partido austriaj
el francês, disyunción en que el Papa no puede superar ni siquiera aplacai I
posición política que le incumbe a Roma determina^ambién el grado de obflH
cia espiritual que encuentra. Ya vimos como comenzó esto; sigamos ahoflB
desarrollo.
1) Lwis XIV e ínocencio XI
Por muy católico que fuese, Luis XIV tenía que considerar intolerable Cjufl
Sede Apostólica siguiera una política no ya independiente de Ia suya, si
frecuencia contraria.
Lo mismo que ínocencio y Alejandro y los que rodeaban a Clemente 1
también Clemente X (1670-1676) y su sobrino Pauluzzi Altieri se inclinM
LUIS XIV E INOCENCIO XI 5S3
1
en favor de los espaíioles. Luis XIV replica con incesantes intervenciones en Ia
jurisdieción eclesiástica.
Se apoderó de bienes eclesiásticos; oprimió una orden u otra; se arrogó Ia
íacultad de gravar los benefícios eclesiásticos con pensiones militares y también
ei derecho a disfrutar Ias rentas de un obispado, estando Ia sede vacante, así como
a promover para los benefícios dependientes de Ia diócesis, derecho que se hizo
famoso bajo ei nombre de regalia, y que trato de extender a províncias donde nun-
ca había regido. El golpe más duro a los rentistas de Roma Io propino ai someter
a limitadora vigilância los envios de dinero a Ia corte romana. 2
Prosiguió su política con Inocencio XI, quien, a su vez, seguia Ia de sus
predecesores; pero en este Papa tropezó con resistência.
Inocencio XI, de Ia casa Odescalchi de Como, había llegado a Roma a los
veinticinco anos, armado de pufíal y pistola, con Ia intención de dedicarse a algu-
na ocupación secular, acaso ai servido militar en Nápoles. El consejo de un
cardenal, que le conoció mejor de Io que él mismo se conocía, le inclino a seguir
Ia carrera de Ia cúria. Se entrego a ella con tanta seriedad y se fué creando tal
fama de actividad y sensatez, que ei pueblo proclamaba su nombre bajo los pórti-
cos de San Pedro durante ei cónclave, y Ia opinión pública se sintió satisfecha
cuando salió de ellos con Ia tiara en Ia cabeza (26 de septiembre de 1676).
Era un hombre que mandaba llamar a sus servidores solo cuando no estaban
ocupados en otra cosa. Su confesor afirmaba que nunca había percibido él nada
que pudiera alejar ei alma de Dios. Era suave y bondadoso, pero Ia misma con-
ciencia que inspiraba su vida privada le movia a cumplir sin contemplación
alguna con Ias obligaciones de su cargo.
Arremedo con mano enérgica contra los abusos, especialmente en Ia cuestión
financiera. Los gastos habían ascendido a 2.578,106 escudos 91 bajoechi; los in-
f;resos, incluídos Ia dataria y los spolia, alcanzaban tan solo 2.408,500 escudos
71 bajoechi; un déficit tan enorme (170,000 escudos ai ano) amenazaba con una
franca bancarrota. 3 Que no se llegara a ella, se debe sin duda a Inocencio XI.
Se sustrajo por entero ai nepotismo. Declaro que guardaba afición a su sobrino
don Livio, que por su modéstia Io merecia todo, pero por eso mismo no le queria
cn Palácio. Retiro todos los cargos e ingresos que hasta entonces habían benefi-
ciado a los sobrinos. Así procedió también con otros muchos cargos cuya exis-
tência representaba más bien un gravamen. Acabo con muchos abusos y exen-
ciones y, como Ia situación dei mercado monetário se Io permitia, no vacilo en
reducir ei interés de los Monti dei cuatro ai três por ciento. 4 Al cabo de unos

1 Morosini, RcJstion di Francia 1671: Conosciuta naturale part/aJ/fà dei cardl. Altieri per Ja
c-orona cattolica rende alia christianissima sospetta ogni sua attione. II ponteíice presente è consideiato
come un imagine dei domin/o che risiede veramente nelfarbitrio dei nipote.
2 Instruzione per mons. arcivescovo di Patrasso 1674: Questo /atro arrivato alia corte, sicome
eccitò Io stupore e Io scandalo universale, cosi pervenuto alia notitia di N. Sre. mosse un'estremo
cordoglio neH'animo di S. Beatne.
3 Stato delia camera nel presente pontificato di Innocenzo XI. MS. (Bibl. Alb.)
* En un manuscrito que consta de 763 páginas, dei afio de 1743, Eretfione et aggionte de'monti
canieraü, se encuentran los decretos pertinentes y los Breves. En un Breve de 1684 ai tesorero
Kegroni declaro Inocencio por vez primera su intención d'andar liberando Ia camera dei frutto di
4 p. c. — che in questi fempi è troppo rigoroso.
554 ÚLTIMAS ÉPOCAS

anos logro que los ingresos representaran un excedente no despreciable


los gastos.
Con Ia misma decisión hizo frente a los ataques de Luis XIV.
Dos obispos de simpatias jansenistas, que se opusieron a Ia expansión de
regalias porque contradecían ai concepto que tenían de Ia autonomia dei
espiritual, fueron perseguidos por Ia corte y el obispo de Pamiers tuvo que 11
de limosna durante cierto tiempo. Se dirigieron ai Papa e Inocencio no vacilo
amparados. 5
Una vez, dos veces, advirtió ai rey que no prestara oídos a los aduladorei]
atacara Ias libertades de Ia Iglesia, porque podia ser causa de que se secaraaj
fuentes de Ia gracia divina sobre su reino. Como no recibió respuesta alguna,
pitió Ia advertência por tercera vez, anadiendo en esta que ya no volveria a e^
bir, pero tampoco a darse por satisfecho con advertências, sino que se serviria
todos los recursos de poder que Dios había puesto en sus manos. Ningún peli;
ninguna tormenta le arredraría, porque veia su gloria en Ia cruz de Cristo. 0 )
H a sido una máxima constante de Ia corte de Francia contrapesar el
dei clero con el poder dei Papa y, con aquél, los efectos de este. Pero nunca
rey había dominado sobre su clerecía de modo más completo que Luís XIV. f
discursos con que es saludado en ocasiones solemnes transpiran una sumisión)
par. "Apenas si osamos—se dice en uno de ellos 7 —presentar reclamacioneiJ
temor de poner un limite ai ceio eclesiástico de Vuestra Majestad. La triste li
tad de elevar representaciones se cambia ahora en Ia dulce necesidad de alai;
nuestro bienhechor." El príncipe de Conde opinaba que si ai rey se le o c u ^
pasarse a Ia Iglesia protestante, el clero seria el primero en seguirle.
Por Io menos frente ai Papa el clero se puso sin escrúpulo alguno ai lado]
rey y ano trás ano publicaba declaraciones cada vez más decididas a favor de
der real. Por fin tuvo lugar Ia asamblea de 1682. "Había sido convocafc
disuelta—dice un embajador veneciano—según Ias conveniências dei miflfl
rio de Estado y dirigida según sus inspiraciones." 8 Los cuatro artículos O B
redactaron entonces han valido después como el manifiesto de Ias libertades
canas. Los três primeros repetían afirmaciones antiguas: independência dei
secular con respecto ai espiritual, superioridad dei concilio sobre el Papa, m
Jabilidad de Ias costumbres galicanas. Pero el más notable es el cuarto, pues M
ta también Ia autoridad espiritual. "Tampoco en cuestiones de fe es infalibU
decisión dei Papa mientras no posea el asentimiento de Ia Iglesia." Vemos i
ambos poderes se apoyaban mutuamente. EI rey se libraba de los efectos do]
autoridad temporal dei Papado, y el clero, a su vez/de Ia incondicionada aui
5 Racine, Histoire ecelésiastique, x, p. 328.
6 Breve dei 27 de diciembre de 1679.
T "Rémontrancc du clergé de France (assemblée à St. Germain en Lave en 1'anm <
au roi le 10 juillet par 1'illme. et. révme. J. Bapt. Adheimar de Monteil de Grignan'" Ml
clergé, t. xw, p. 787.
8 Foscarini, Re/atione di Francia 1684. Con non dissimule dipendenza segue I'ordin9
le massime e J'interesse deíia corte, come l'ha farto conoscere 1'assemblea sopra le verter»
regalia, unita, diretta e disciolfa secondo le convenienze ed inspirationi dei ministero poliria)
venendo dal/a mano dei re 1'csaltatione e fortuna de'soggeíti che Io compongono, dominali i
da nuove pretensioni e sperenze, si scorgono piú afracari alie compiacenze dei monarca i
stessi secolari.
LUÍS XTV E INOCENCIO XI 555

cfad espiritual dei mismo. La gente de Ia época opinaba que si bien Francia
continuaba todavia dentro de Ia Iglesia católica, estaba, sin embargo, al borde de
salirse de ella. El rey elevo esos princípios a Ia categoria de artículos de fe, de libro
simbólico. En todas Ias escuelas tenían que ser ensenados y nadie que no los ju-
rara podia obtener grados en Ia Facultad de Derecho o de Teologia. 9
Pero también ei Papa disponía de su arma. El rey promovió al episcopado a
los autores de Ia declaración, miembros de aquella asamblea, pero Inocencio se
nego a otorgarles Ia institución canónica. Podían gozar de Ias rentas, pero no re-
i cibieron Ias ordenes, y no podían practicar ningún acto eclesiástico de orden epis-
. copai.
Aumentaron Ias complicaciones porque Luís XIV, en ese momento, y más
que nada por mostrarse como perfecto ortodoxo, comenzó a perseguir cruelmente
a los hugonotes. Creía de este modo prestar un gran servido a Ia Iglesia. Tam-
bién se ha dicho que ei Papa Inocencio estaba de acuerdo. 10 Pero de hecho no ha
sido así. La corte romana nada queria saber ahora de una conversión conseguida
por apóstoles armados: "Cristo no se ha servido de este método: hay que conducir
a los hombres al templo, pero no arrastrarlos hasta él." M
Y se produjeron nuevas disensiones. El embajador francês hizo su entrada
cn Roma ei ano 1687 con una escolta tan grande, incluyendo dos escuadrones de
caballería, que, a pesar de que ei Papa Io había derogado solemnemente, no se le
podia negar ei derecho de asilo que los embajadores pretendían, no solo para su
palácio, sino también para Ias calles cercanas. Así que resistió al Papa con fuerza
armada en su propia ciudad. "Llegáis con caballo y carroza—dijo Inocencio—;
nosotros queremos caminar en nombre dei Senor." Pronuncio Ias censuras ecle-
siásticas contra ei embajador y se estableció ei ínterdicto sobre Ia Iglesia de
San Luis, en Ia que aquél había asistido a una solemnidad. 12
El rey apelo a medidas extremas. Convoco un concilio general; hizo captu-
rar Avignon, encerro al núncio en Saint Olon; se creía que tenía ei propósito de
elevar a Ia categoria de patriarca de Francia al arzobispo dei país, Harlai, que si
bien no había inspirado todos estos pasos, por Io menos los había aprobado.
A tal punto llegaron Ias cosas: ei embajador francês en Roma excomulgado,
ei núncio pontifício en Francia detenido, treinta y cinco obispos franceses despro-
vistos de institución canónica, un território pontifício incorporado por ei rey. El
cisma estaba declarado de hecho. A pesar de todo, Inocencio XI no cedió un
ipice.

» Franzoesische Geschichte, ra (S. W. x), p. 568.


10 Bonamici, "Vita Innocentii", en Lcbret, Magazin, vra, p. 98, y Ia nota dei mismo Lebret:
"No se puede negar, pues".
11 Venier, Relatione di Francia 1689: NeH'opera tentafa ne/ía conversión degíi l/gonotti
dispiacque al re, non riportar da/ pon(e/ice Iode che sperava, e ricevè il papa in mala parte che
losse intrapresa senza sua participatione et eseguita con i noti rigori, —publicando che non fosse
oprio fare missioni d'apostoli armati, e che questo método nuovo non fosse il m/gliore, giachè
E hristo non se n'era servito per convertire il mondo: in olíre parve importuno il tempo di guadagnar
fli cretici all'ora che eramo piu bollenti le controversie col papa.
12 Legatio Marchionis Lavardini Romam eiusque cum Romano pontefice dissidium 1697. Una
refutación de Lavardin, que discute sobre estos acontecimientos con mucha serenidad y elarividencia;
pertenece a aquella serie de escritos provocados en Alemania, Los Países Bajos, Espafia e Itália por
U pretensiones de Luis XIV. Cf. Englische Geschichte, vi (S. W. xrx), p. 154.
556 ÚLTIMAS ÉPOCAS

Si nos preguntamos donde encontraba su apoyo, no Io busquemos eu


efectos de su excomunión en ei país francês ni en ei poder de su dignidad t|
tólica. Más que nada se trata de aquella resistência general que Ias empresai
Luis XIV, amenazadoras de Ia libertad de Europa, habían concitado.
Apoyó a Áustria con toda su fuerza en su guerra contra los turcos; 18
êxito feliz de esta campana ofreció un nuevo respaldo a todo ei partido y tam(
ai Papa.
Es difícil demostrar que, según se dice, Inocencio estuviera en contacto dl
to con Guillermo III y tuviera conocimiento personal de su plan contra In;;l
rra.'' Pero con tanta mayor seguridad podemos afirmar que sus ministros i f l ^
ban enterados. Al Papa se le dijo tan solo que ei príncipe de Orange tomflB
mando supremo en ei Rin y defenderia los derechos dei Império y de Ia ! •
contra Luis XIV. El Papa prometió importantes subsídios. Mas su sei i
Estado, ei conde Cassoni, estaba bien enterado a fines de 1687 de que los infl
descontentos tenían ei plan de destronar ai rey Jacobo y traspasar Ia coronw
princesa de Orange. Pero ei conde estaba mal servido, pues los franceses há
encontrado un traidor entre sus colaboradores. Las primeras noticias que Ia
de Francia e Inglaterra tuvieron de estos planes procedían de los papelcs
este traidor tuvo ocasión de ver secretamente. Sorprendente complicaciónj
Ia corte de Roma tenían que juntarse los hilos de una trama cuya meta y i
tado habían de ser libertar ai protestantismo en ei Occidente de Europa dei
mo gran peligro que le amenazaba y ganar definitivamente ei trono de (
terra para esta confesión. 15 Si Inocencio XI, como dijimos, ignoraba todo
proyecto, no se puede negar, sin embargo, que se adhirió a una oposiciónj
descansaba en su mayor parte en fuerzas e inspiraciones protestantes." I â
tencia que ofreció ai candidato que Luis XIV proponía para ei a r z o b i s p i H
Colônia favoreció los intereses de esta oposición y coadyuvó notablemen^H
ruptura de hostilidades. La guerra, por Io que respecta a Francia, favoreció e l l
tablecimiento de Ia autoridad papal. Pues si ei Papa fomentaba median^T
política ei protestantismo, los protestantes, a su vez, ai mantener ei equilH

13 Relatione di Roma di Giov. Lando 1689. Se calculai! en este trabajo los subsidioi j
milloncs de escudos.
H También en las Mémoiies sur íe regne de Fréderic I, roi de Prussc, par le comíe de Dl
p. 78, hallamos esta afirmación. Por Ia reina Cristina las cartas habían llegado a manos de Itl f
qui les íesoit passer par le comte de Lippe, d'ou un certain Paget les portoit á La Haye. I'< m
a los detalles de esta información, hemos de poner en duda su veracidad, si se observa q u t ^ T
Cristina durante todo este tiempo se encontraba cn bastante malas relaciones con ei Papa. Vtlfl
relación. que se deduce de su correspondência, me parece imposjble que ei Papa, que habla fl^H
vez burlonamente è una donna, le haya confiado un tal secreto. Es posible que hayan sido »|*
chos secretos de Roma.
15 Muy poço conocida, pero muy significativa para esta situación es Ia "Lettre écrite |i»f
Cl. d'Etrées, ambassadeur extiaord. de Louis XIV, à M. de Louvois 18 Dec. 1687". OcuvM
Louis XIV, t. vr, p. 497. Se ve cuán pronto Jacobo II fué informado. El joven Lord Noii
se hallaba de incógnito en Roma, le mando inmediatamente un correo. Makintosh (History ol|
revolution, n, p. 157) supone que Jacobo, a mediados de mayo de 1688, estaba convencida I
intenciones dei príncipe en contra de Inglaterra. Pero ya ei 10 u 11 de maizo dijo ai nu |
il príncipe avere in principal mira "Inghilterre ("Lettera di Mons. cVAdda", ibid .
desgracia fué que no se creía a si mismo.
1« Sobre Ia relación entre Inocencio XI y ei rey Jacobo II de Inglaterra cf. Enctiwhl
scftichte, vi (S. W., xrx), p. 151.
LUÍS XIV E INOCENCIO XI 557

curopeo contra aquel poder exorbitante, cooperaban para que este se sometiera
también a Ias pretensiones eclesiásticas dei Papado.
Cierto que Inocencio XI no vivió estos momentos. Pero ya ei primer emba-
jador francês que llegó a Roma después de su muerte (10 de agosto de 1689)
renuncio ai derecho de asilo y Ia actitud dei rey cambio, pues devolvió Avignon
y comenzó a negociar.
Era esto tanto más necesario cuanto que ei nuevo Papa, Alejandro VIII, si
bien se aparto mucho dei ejemplo riguroso de su antecesor, en este punto man-
tuvo, sin embargo, los mismos princípios. Alejandro declaro otra vez que los
acuerdos de 1682 17 eran nulos y que no obligaban, aunque hubiesen sido acep-
tados bajo juramento; dia y noche pensaba con amargura en ei asunto, entre
sollozos y llanto.
Después de Ia prematura muerte de Alejandro VIII, los franceses hicieron
todo Io posible para que resultará elegido un varón pacífico, dispuesto a Ia con-
ciliación,18 y Io consiguieron en Ia persona de Antônio Pignatelli, Inocencio XII
(12 de juliode 1691).
Pero este Papa no era muy propenso a ceder en nada que afectase a Ia
dignidad de Ia Sede Apostólica, y tampoco Ias circunstancias le apremiaban
mucho, puesto que Ias armas de los aliados ocupaban de manera muy seria Ia
atención de Luís XIV.
Se negocio durante dos anos. Inocencio rechazó más de una vez Ias fórmu-
las propuestas por ei clero francês. Finalmente, tuvo que declarar este clero
que todo Io que había sido discutido y acordado en aquella asamblea se conside-
raria como no discutido ni acordado: "Postrados a los pies de Vuestra Santidad
confesamos nuestro indecible dolor por aquello." 19 Solo después de una retrac-
tación semejante otorgó Inocencio Ia institución canónica.
Solo con estas condiciones se restableció Ia paz. Luis XIV escribió ai Papa
que derogaba su decreto sobre Ia observância de los cuatro artículos. Como ve-
mos, una vez más Ia Sede Apostólica se afirma en Ia plenitud de sus pretensio-
nes frente ai rey más poderoso.
17 Indictis comitiis anni 1682 tam circa extensionem iuris regaíiae quam circa dedarationem
de potestate ecc/esiastica actorum ac efiani omnium et s/ngu/orum mandatorum, arrestorum, confir-
in.itionum, declarationum, epistoíarum, edictorum, decretorum quavis autoritate sive eccíesiastica
Mie eíiam laicaíi aditorum, nec non aliorum quomodolibet praeiudiciaJium praefatorum in regno
Mipradicto quandocunque et a quibusvis et ex quacunque causa et quovis modo factorum et gestòrum
BC inde secutoium quorumeunque tenores. 4 de agosto de 1690. Cocquel., rx, p. 38.
18 Domenico Contarini, Relatione di Koina 1696: Tenendosi quesfa volta da Fianccsi btsogno
d'un papa faciíe e d'animo assai rimesso e che potese facilmente esser indotto a modi/icare Ia bo/Ia
t.itta nel/'agonia di Alessandra VIII sopra le propositioni deH'assemblea dei clero deH'anno 1682,
iliedero mano alia elettione di esso.
19 Es verdad que se ha afirmado, y entre otras es esta también Ia opinión de Pctitot (Notices
mr Portroyal, p. 240), que este escrito fué inventado por los jansenistas, pour répsndre du ridicule
rt de 1'odieux sur ies nouveaux évéques; pero, por una parte, nunca se ha producido desde ei otro
Indo ninguna fórmula y, por otra. Ia citada sieinpre fuc reconocida, por Io menos indirectamente, por
los autores romanos, por ejemplo en Novaes, Storia de'pontcfici, t. xi, p. 117, y finalmente fué
considerada entonces como autêntica incluso en Ia corte, sin ninguna oposición. Domenico Con-
tarini dice: poço dopo fu preso per mano da Francesi il negotio dclle chiese di Francia proponendo
dnerse formule di dichiarazione, matéria ventilata per il corso di due anni e conculsa ed aggiustata
ci>n quelle lettera scritta da vescovi a) papa che si è difusa in ogni parte. Pero siempre se trata de
•qiiclla fórmula, ya que nunca se ha dado a conocer ninguna otra. También Daunou, Essai historique
iw Ia puissance temporelle des papes, u, p. 196, presenta este escrito como autêntico.
558 ÚLTIMAS ÉPOCAS

Pero, <;no significaba ya una gran desventaja que afirmaciones tan


sueltamente adversas hubieran gozado de validez durante cierto tiempo"
ei apoyo dei Gobiemo? Fueron publicadas con gran solemnidad, como de©'
dei reino. Solo privatim, en silencio, en forma epistolar, y tan solo por aq
que necesitaban de Ia grada de Ia corte de Roma, fueron objeto de retrac
Luis XIV Io permitió, pero no hay que creer que pensara en revocar
mismo los cuatro artículos, aunque en Roma se Io imaginaron. Hasta
más tarde no tolero que Ia corte de Roma negara Ia institución canónica a
darios de los artículos. Declaro que había derogado Ia obligación de ense
pero que no se debía impedir a nadie ei aceptarlos. 20 Y todavia queda una
vación por hacer. La corte de Roma no se había salido con Ia suya
propia fuerza, sino en virtud de una gran combinación política que cá
Francia en una situación de apuro. Pero, ^qué habría de ocurrir cuandoí
biaran Ias circunstancias y nadie hubiera para proteger a Ia Sede Apc*'
frente ai atacante?

2 ) La guerra -por Ia sucesión espanola


La extinción de Ia rama espanola de Ia casa de Áustria significo también
Papado un acontecimiento de Ia mayor importância.
En Ia oposición que enfrentaba a Ia monarquia espanola con Ia fran
determinaba ei caracter de Ia política europea, descansaba también, a [
cuentas, Ia libertad e independência de Ia Santa Sede: en virtud de Ias m
de los espanoles ei Estado de Ia Iglesia se había rodeado de paz durant
y médio. Cualquier cosa que ocurriera ahora, siempre habría de ser p'
que empezara a vacilar una situación con Ia que estaban en conexión f
costumbres de Ia existência. Pero fué todavia mucho más peligroso que h/
una disputa sobre Ia sucesión que amenazaba con provocar una guerra geri
guerra que habría de desarrollarse en su mayor parte en Itália. El misii
dificilmente se podría sustraer a Ia necesidad de adoptar partido sin Q l i B
obstante, pudiera figurarse hacer algo importante por Ia victoria.
En un embajador veneciano encontramos Ia información, acompanadtl
cierta duda, 21 de que ei Papa Inocencio XII aconsejó a Carlos II de Elfl
2* Las palabras dei rey en su escrito a Inocencio XII, Vcrsallcs, H de septiembre de 164
Ias siguientes: ;'ai donné les ordres nécessaires afin que les choses coutenues dans mon édit >(c>
Mars 1682 touchant /a dec/aration faite pai le clergé" de France (à quoi Jes con/oneturej /u»;
m'avoyent obíigé) ne soyent pas observécs. En un escrito dei 7 de julio de 1713, que nos es COM
por Artaud fHisroire du pape Pie VII, l.Sió. t. n, p. 17) se dice: on iui [au pape Clemofl
a supposé contre Ia vinte, que /'ai contrevenu à 1'engagcinent p/is par Ia leltie que /"écrivis á s o n B
cesseux, c;ir je n'ai obligé personne à soutenir coníre sa propre opinion les proposiíions du d ( ^ |
hrance, mais i/ n'est pas /uste que /'empéche mes su/ets de dire et de soutenir ieurs scntimerlB
una mafière qu'il est libre de soutenir de part et d'autre.—Se ve que Luis XIV, en sus últimoal
no fué tan ortodoxo romano como se suponía. Dice de un modo muy decidido: ;e ne puis a(F
aucun expédient.
21 Morosini, Re/afione di Roma 1707: Se il papa abbia avuto mano o partecipatione nel
mento di Cario II, io non ardirô d'asserir!o, nè è facile di penetrare il vero con sicurezza.
addurrò solo due fatti. L'uno che questo arcano, non si sa se con verità, fu esposto in un IM.UI
uscito al/e stampe in Roma ne'primi mesi dei mio ingresso alfambasciata, aII'ora che da/r
1'altro partito si trattava Ia guerra non meno con 1'armi che con le carte. L'a)tro che il pa
s'astcnne di /ar publici elog/ ai christmo.' d'essersi ritirato dal partaggio ricevendo Ia m
intiera per il nepote.
LA GUERRA POR LA SUCESION ESPANOLA 559
que nombrara heredero ai príncipe francês y que este consejo dei Papa peso
sobremanera en Ia redacción de aquel testamento tan decisivo.
Esta noticia es muy fundada porque, indignado Carlos II ante los propósitos
de Ias potências europeas de dividir Ia monarquia, y fortalecido por su Consejo de
listado en Ia idea de reconocer Ias pretensiones francesas, se dirigió a Ia Santa
Sede, para tranquilidad de conciencia, ai intentar dar este paso, que fué visto con
l>eneplácíto y cohonestado con nuevas razones por aquélla. 22
La Santa Sede estaba por entonces en buenas relaciones con Luis XIV;
liabía cejado en su política antifrancesa seguida desde Urbano VIII casi sin
interrupción. Como por ei otro lado era de temer una fuerte influencia protes-
tante, le pareció ventaja para Ia religión que toda Ia monarquia íntegra viniera
a recaer en ei príncipe de una casa que se mostraba tan católica por entonces. En
Ia comisión nombrada para ei asunto tomo parte ei cardenal Juan Frarfcisco
Albani; y este mismo fué quien ei 16 de noviembre de 1700 salió elegido Papa.
No oculto sus opiniones ni un momento. Clemente XI (este era su nombre)
alabó publicamente Ia decisión de Luis XIV de aceptar Ia herencia; mando una
felicitación escrita a Felipe V y le otorgó subsídios de los bienes eclesiásticos,
como si no existiera duda alguna acerca de su derecho. 23 Clemente XI podia ser
considerado como una criatura de Ia corte romana, como un verdadero repre-
sentante suyo que nunca Ia había abandonado; de caracter franco, ei talento
literário y su vida irreprochable le habían granjeado Ia estimación general; 24 supo
adaptarse muy bien, a pesar de su caracter tan distinto, a los três Papas anteriores
y llegar a ser imprescindible; hizo carrera gradas a su talento trabajado, aprc-
vechable y nunca inoportuno. Si alguna vez ha dicho que supo dar buenos
consejos como cardenal, mientras que como Papa no los encontraba para si,
<|uizás dió a entender que se sentia más a adecuado para recoger y proseguir
ei impulso dado por otro que para adoptar y poner en práctica Ia propia decisión.
Cuando, apenas elevado a Ia Silla, comienza a ocuparse con renovado rigor
de Ias cuestiones de jurisdicción, se guia por Ia opinión y los intereses de Ia
cúria. Creía también en Ia buena estrella y ei poder dei gran rey. N o dudaba
que Luis XIV saldría victorioso. En Ia campana contra Viena dei ano 1703
cmprendida desde Alemania e Itália, que parecia iba a poner término a todo,
no pudo ocultar Ia alegria y satisfacción que le producían ei êxito de Ias armas
Irancesas, según nos asegura ei embajador veneciano.
Mas precisamente en este momento se torno Ia suerte: los enemigos alema-
nes e ingleses dei rey, a los que Inocencio XI se había adherido, pero de los que
Clemente XI se había distanciado poço a poço, ganaron una victoria como no
habían conocido otra; Ias tropas imperiales, unidas a Ias prusianas, se derrama-
rem por Itália y no estaban muy dispuestas a guardar muchas consideraciones a un
Papa cuya condueta era tan equívoca. Las viejas pretensiones dei Império, que ya
estaban olvidadas desde Carlos V, resucitaron de nuevo.
22 Franzòsische Ccschichte, iv (S- W., xi), p. 108.
23 Buder, Lebcn und Thaten Ckmens XI, t. t, p. 148.
2* Erizzo, Rc/atione di Roma 1702: In/atfi pareva egíi ia dc/izia di Roma, e non eravi
ministro regio nè natione cfic non credesse futto suo il cardina/e Albani. Tanto bene, afiade, sapeva
tmçcre aífeti c variare íinguaggio con tntti."
560 ÚLTIMAS ÉPOCAS

N o vamos a detenernos en Ia exposición de Ias penosas disputas en que I


vió enviielto Clemente XI; 2 5 por fin, los imperíales Je pusieron un plazo pK
Ia aceptación de sus proposiciones de paz, siendo Ia más importante ei recoB
cimiento dei pretendiente austríaco. Inutilmente busco apoyo ei Papa. E s M
hasta cJ dia fijado, cl 15 de cnero de 1709, trás cuyo transcurso baldio lotifl
periales amenazaron con entrar en ei Estado de Ia Iglesia y en 1a c i u d ^ ^ H
a Ias 11 de Ia noche puso su firma. Antes había felicitado a Felipe V y ahoiM
veia obligado a reconocer a su enemigo Carlos III como rey católico.26
N o solo sufrió un rudo golpe en su autoridad arbitrai ei Papado, sino qilj
se vió despojado de su libertad e independência políticas. El embajador fraflM
abandono Roma con ]a declaración de que ya no era Ia Sede de Ia Iglesia. 27 !
La situación dei mundo cambio. Sin duda fué Ia Inglaterra protestantfj
que provoco Ia decisión en Ia suerte última de Ia monarquia espanola y cal
y ,;qué influjo podia ejercer todavia en Ias grandes cuestiones ei poder p i
ante este predomínio de una potência protestante?
En ia paz de (Jtrecht, países que eran feudos suyos —Sicilia, CerdeflÉ
se otorgaron a príncipes nucvos sin que se le llamara siquiera a consejo.28 | H
lugar de Ia decisión infalible dei supremo jerarca de Ia Iglesia, tenemos l t ^ H
veniencia de Ias grandes potências.
A Ia Santa Sede aconteció en esta ocasión desdicha muy grande.
Siempre había sido uno de los puntos más destacados de su política manl
ner influencia sobre los Estados italianos, hacer valer en Io posible una sobo|H
índírecta sobre los mismos.
Pero ahora no solo Ia Áustria germânica se había afirmado en Itália d
en índia abierta con ei Papa, sino que también ei duque de Saboya H e g f l
oposición con él, a alcanzar ei poder real y nuevas posesiones importantes. 1
Y así prosiguieron su curso los acontecimientos.
Para apaciguar Ia lucha entre Ia casa de Borbón y Ia de Áustria Ias flH
lias atendieron ai deseo de] rey de Espana de entregar a uno de sus hijos P^B
y Plasencia. Dcsclc hacía dos siglos Ia soberania papal se había mantenid^B
disputa sobre esle ducado, los príncipes habían sido investidos y habían p i f l
ei tributo; pero ahora que este derecho cobraba una nueva significación, a H
que se podia prever que ei linaje de los Farnesio se habría de extinguir e ^ H
ve, no se tino en cuenta esa circunstancia. El emperador cedió ei territoaM
feudo a un infante de Espana. No le quedo otra salida ai Papa que elevar •
testas que nadie escuchó.29

25 Por ejemplo sobre los alojamientos forzados en Pariria y Plasencia, donde incluso li
siásticos íueron otíigados a hacer conlribiiciones de guerra, Accord avec les deputes <lu <fo^^
Ja ville du Piaísence I-f déc. 1706 art. íx, que pour soulager 1'état tous les partículiers, Q^M
très-piiviJégiés, contribaemienl a í.t sasáitte somme. Era justamente esto Io que et Pap^^H
tolerar. Las pretensiones imperíales fueron entonces renovadas con doble ímpetu, "Contredécí^H
de Tempercur", en Lamberty, v, p. 55.
26 La condición, ai principio mantenida en secreto, fué conocida por un escrito dcl cmlujl^
austríaco ai duque de Marlborough. (Lamberty, V, p. 2-12.)
27 "Lettre'du marechal Thessé au pape 12 juillet 1709"
28 Sobre Ia condueta peligrosa de Saboya cf. Lafitau, Vie de Clément XI, t. n, p. 78. J
20 "Protcslatio nomine sedis apostolicae emissa in conventu Cameracensi", en Rousset, SM
nients au corps diplomai, de Dumont, ui, II p. 173-
LA GUERRA POR LA StJCESION ESPANOLA 561
Solo un momento duro Ia paz entre Ias dos casas. En ei afio de 1733 los
Horbones renuevan sus pretensiones sobre Nápoles, que se hallaba en manos de
Áustria; también ei embajador espanol dfreció ai Papa vasallaje y tributo. Cle-
mente XI hubiese dejado Ias cosas tal como estaban: nombró una comisión de
lardenales que se resolvíó en favor de Ias pretensiones imperiales. Pero también
esta vez ei curso de Ia guerra fué contrario a Ia decisión dei Papa, pues Ias armas
cspaftolas consiguieron Ia victoria. En poço tiempo Clemente tuvo que reconocer
ei feudo de Nápoles y Sicilia en favor dei mismo infante cuya posesión de Par-
iria le había causado tanto disgusto.
El resultado final de todas estas luchas no fué muy diferente de Ia primera
intencíón de Ia corte romana: Ia casa de Borbón se extendió por Espana y por
una gran parte de Itália, pero en circunstancias muy otras de Ias que en un
principio se había pensado.
En ei momento decisivo Ia última palabra Ia pronuncio Inglaterra: los Bor-
bones se habían afirmado en Itália en abierta oposición con Ia Santa Sede, se
había producido Ia separación de províncias que se había querido evitar, e Itália
y ei Estado de Ia Iglesia se vieron constantemente visitados por ejércitos enemi-
jHis. La autoridad temporal de Ia Sede se veia quebrantada hasta en Ias proxi-
midades dei Estado de Ia Iglesia.
Es natural que estos acontecímientos repercutieran en gran manera sobre
Ias pretensiones eclesiásticas, tan en conexión con Ias circunstancias políticas.
Clemente XI Io experimento sensíblemente.
Más de una vez su núncio fué alejadò de Nápoles; en Sicilia fueron expul-
sados una vez en masa los eclesiásticos favorables a Roma y llevados ai Estado
de Ia Iglesia;30 por todos los domínios italianos se avivo ei deseo de no dejar
llegar a Ias dignidades eclesiásticas más que a los nativos;31 también en Espana
se cerro Ia nunciatura32 y Clemente XI creyó una vez que se veria obligado a
llevar ante Ia Inquisición ai primer ministro espanol Alberoni.
Afio por ano estas disensiones fueton creciendo en importância. La corte
romana no tenía ya Ia fuerza ni Ia energia interiores necesarias para mantener
unidos a sus fieles.
"No Io puedo negar —nos dice ei embajador veneciano Mocénigo en
1737—, pero hay algo antínaturaí en eso de que los gobiernos católicos todos se
liallen en tan grandes discórdias con Ia corte romana y apenas se entrevea una
solución que no afecte a Ia fuerza vital de esa corte. Ya sea una ilustración ma-
vor, como muchos suponen, o un espíritu de violência contra los más débiles,
Io cierto es que los príncipes acuden con paso rápido a despojar a Ia Santa Sede
de todos sus privilégios seculares." M
Si en Roma levantaban Ia mirada para recorrer el mundo de entonces,
30 Buder, Leben iind Thaten Cfemens XI, t. m, p. 581.
.11 En Lorenzo Tiépolo, Rehtione di Rom*, 1712, vemos que los imperiales, Io mismo en
Nápoles que en Milán, tenian ya entonces Ia intención che li bene/icii ecclesiaslici siano solamcnte
dati n nationalis, colpo di non picciolo danno alia corte di Roma se si ef/etuasse.
•'<- San Felipe, Beifrâge zur Geschichte von Spanicn. m, p. 214.
33 Alvisio Moeenigo, iv: "Relatione di Rema 16 Apr. 1737".
562 ÚLTIMAS ÉPOCAS

tenían que darse cuenta que todo estaba en juego si no se ofrecía Ia mano
solicitud de paz.
La memória de Benedicto XIV —Próspero Lambertini, 1740-58— ha
bendecida porque se decidió, ai fin, a hacer Ias concesiones necesarias.
Sabido es en qué medida Benedicto XIV, no cegado por Ia alta sig
ción de su dignidad, evito una actitud altanera. Conservo siendolPapa su ai
dicharachera, de solera bolonesa. Abandonaba ei trabajo, se unia a los qtf
rodeaban, contaba una ocurrencia que había tenido entretanto y se ponía 1
nuevo a trabajar.34 No perdió ei contacto con Ia realidad. Se mantuvo por enqfl
de los asuntos. Con una mirada despejada contemplaba Ia relación de Ia S e c w
Roma con Ias potências auropeas y se dió cuenta de Io que se podia r n a n M
y de Io que había que ceder. Pero era un buen canonista y también muy tm
para dejarse llevar por este camino demasiado lejos.
La acción mas extraordinária de su pontificado es seguramente ei concof
to de 1756 celebrado con Espana. Supo renunciar a aquella promocíón
los pequenos benefícios que Ia cúria seguia disfrutando todavia en aquel
aunque ya con violenta resistência. Pero, £es que Ia corte podia perder sin
pensación alguna Ias fuertes cantidades de dinero que había recogido hasta
tonces? <;Es que ei poder pontifício había de renunciar de una vez a su influa^
sobre Ias personas? Benedicto encontro Ia siguiente solución. De aquellos !»•
ficios se reservaron cincuenta y dos a Ia provisión dei Papa "para que p U a
recompensar a aquellos clérigos espanoles que se hicieran acreedores p ^ P
virtud, pureza de costumbres, sabiduría o por servicios prestados a Ia Sede ^
tólica".35 Se calculo en dinero Ias perdidas de Ia cúria. Se encontro que pd
estimarse, comprobadamente, en 34,300 escudos. El rey se obligó a pagaf
capital cuyos intereses dei três por ciento sígnificarían una cantidad sim
ei capital fué de 1.643,330 escudos. El dinero, que todo Io arregla, mostro \
bién su fuerza mediadora en los asuntos eclesiásticos.
También con Ia mayoría de Ias otras cortes celebro Benedicto XIV trafl
transaccionales. Se ensanchó ei derecho de patronato que poseía ei rey de P^
gal y, además de otros privilégios eclesiásticos de tipo honorífico que ya pd
se le concedió ei título de fidelísimo. La corte de Cerdena —doble
descontenta porque Ias concesiones que había conseguido en momentos fa
bles le habían sido retiradas en ei último pontificado— obtuvo satisfaccíóni
Ias instrueciones concordantes de 1741 y 1750. 36 En Nápoles —donde se *
34 ReJatione di F. Veníer di Roma 1741: Asceso il papa ai trono di S. Pietro, non
cambiarc 1'indole sua. Egli era di temperamento afíabüe insieifie e vivace, e vi resto: spargevi
da preiato ii suoi discorsi con giocosi saíi, ed ancor li conserva: —doíato di cuore aperto e sin
trascurd sempre ogn'una di que/íe arti che chiamano romanesche.
85 Acciò non meno S. Stà. che i suoi suecessori abbiano il modo di privedere e premiare '|'
eedesiastiei che per probità e per ilíibatezza de'costumi o per insigne letteratura o per servizi
tati a//a s. sede se ne renderanno meritevoli (Palabras dei Concordato, entre otros ei Commit
port inglês, 1816, p. 317J- De una instrueción de Carvaja! (reproducida en Castillo, Tratados dtl
p. 425) resulta que Ias intenciones dei gobiemo espanol iban primitivamente más lejos todavll
lado de Ias negociaciones oficiales se celebraba otra secreta por intermédio dei ministro <Urj
fianza, Ensenada. El Papa mismo redactó ei concordato; Ensenada mando Ia suma de dinero, i
aún de firmado ei concordato.
30 "Risposta alia notizie dimandate intomo alia giurisdittione ecclesiastica nello stato di S.
Turino 5 Marzo 1816", en ei Committeereport, p. 250.
PERMEMTACIÓN INTERNA. DISOLUCION DE LA COMPANÍA 563

constituído bajo Ia protección, entre otras, dei Gobiemo Imperial una escuela
de derecho, gracias sobre todo a los esfuerzos de Gaetano Argento, escuela que
se dedico preferentemente ai estúdio de Ias contiendas referentes ai derecho
eclesiástico y ofreció una viva resistência a Ias pretensiones pontifícias37— per-
mitió Benedicto XIV que se limitaran bastante los derechos de Ia nunciatura y
que fueran sometidos los clérigos ai pago de los impuestos. Se concedió a Ia corte
imperial Ia reducción de los dias de fiesta obligatorios, Io que produjo gran sen-
sación en Ia época; si ei Papa permitió trabajar en esos dias, Ia corte imperial
no dudó un momento en obligar ai trabajo.
De esta suerte Ias cortes católicas se reconciliaron con su jerarca eclesiástico
y Ia paz se restableció de nuevo.
Pero no hay que pensar que con esto se había logrado todo. No se puede
imaginar que Ia lucha entre ei Estado y Ia Iglesia, que casi descansa en una
necesidad interna de] catolicismo, quedara resuelta con tan ligeras transacciones.
Estás no podían servir más que para ei momento que Ias había producido. Desde
los removidos fondos se anunciaban tormentas nuevas y más poderosas.

3) Cambio de Ia situación mundial. Fermentación interna. Disolución


de Ia orden de los jesuítas
No solo Ia de Itália y ia de Europa meridional, sino toda ia situación política
había cambiado en grado máximo.
iDónde estaban aquellos tiempos en que ei Papado podia abrigar esperan-
zas, y no sin fundamento, de conquistar de nuevo Europa y ei mundo entero?
Entre Ias cinco grandes potências que, ya a mediados de] siglo xvin, deci-
dían de Ia historia universal, se contaban três que eran católicas. Mencionamos
anteriormente los intentos que en otras épocas hicieron los Papas para sojuzgar,
desde Polônia, a Rusia y a Prusia y, desde Francia y Espana, a Inglaterra. Ahora
estas potências participan en ei domínio dei mundo; y hasta podemos afirmar,
sin error, que en esa época tenían predomínio sobre ia mitad católica de Europa.
No quiere esto decir que un dogma, ei protestante, hubiera vencido ai otro,
ei católico, una teologia a otra. Ya Ia lucha no se movia en este terreno, sino
que ei cambio había ocurrido en virtud de los desarrollos nacionales, de cuyos
fundamentos nos pudimos percatar: los Estados de Ia parte no católica se mos-
traron en general superiores a los católicos. El sentido monárquico unificador
de los rusos había triunfado sobre Ia aristocracia disgregadora de Polônia; Ia in-
dustria, ei sentido práctico, ei talento marinero de los ingleses había triunfado
sobre ei descuido de los espanoles y sobre Ia política oscilante de los franceses,
dependiente siempre de los câmbios ocasionales de Ias circunstancias interiores; Ia
organización enérgica y Ia disciplina militar de Prusia habían triunfado también,
a Ia postre, sobre los princípios de una monarquia federal como Ia representada
por Áustria.
Y aunque este predomínio no era en modo alguno de naturaleza eclesiástica,
tcnía que repercutir necesariamente en los asuntos católicos.
37 Giannone, Storia di NapoJi," vi, p. 387.
564 ÚLTIMAS ÉPOCAS

Ya por ei hecho de que ei resurgimiento de los Estados coincidió con


expansión de Ias sectas religiosas, Rusia, por ejemplo, coloco sin más en Ias pi
vincias unidas de Polônia obispos griegos;38 Ia exaltación de Prusia resdll
poço a poço a los protestantes aíemanes un sentimiento de independem
fuerza que hacía tiempo no poseían; y a medida que Ia potência protestante/
glesa se iba haciendo duena dei mar, en tanta mayor medida Ias misiones
licas iban perdiendo terreno y eficácia, pues esta descansaba en Ia influ
política.
Pero también en un sentido más amplio. Todavia en Ia segunda ;
dei xvu, cuando Inglaterra estaba vinculada a Ia política francesa, Rusia
rada, podemos decir, dei resto de Europa, y empezaba a levantarse ei p
prusiano brandemburgués, Ias potências católicas, Francia, Espana, Au
Polônia, a pesar de todas sus disensiones, dominaban ei mundo europeo. rr
poço, creo yo, Ia gente tuvo que percatarse de que Ias cosas habían cambiT
hubo de disiparse aquella seguridad de una existência política-religiosa no
tada por ningún contrapeso. El Papa se daba perfecta cuenta que no se eno1
ba ya a Ia cabeza de un poderio hegemônico.
Pero £no se había de preguntar a qué obedecia ei cambio? Toda d
toda perdida provoca en los vencidos, que no desesperan todavia de si m^
una transformación interior, un propósito de copiar ai enemigo superior |
competir con él. Las tendências rigurosamente monárquicas, militar-merc^
de Ia fracción no católica de Europa, penetraron en los Estados católicos. '
no se podia negar que Ia desventaja en que se encontraban tenía que ver co
constitución espiritual, ei movimiento de renovación se volcó en primer 1
sobre este aspecto.
En este punto coincidió con otras poderosas agitaciones que entretanto!
bían fermentado en los domínios de Ia fe y de Ia opinión católica.
Las disputas con los jansenistas, cuyos orígenes apuntamos, se renow
a comienzos dei xvm con redoblada violência. Partieron de alto lugar. El c f
sor dei rey, por Io general un jesuíta, y ei arzobispo de Paris, eran los persoa
que mayor influencia ejercían en ei supremo consejo eclesiástico de FríT
Desde este sitio La Chaise y Harlai, en íntima alianza, habían dirigido lal
presas de Ia Corona contra ei Papado. Sus sucesores, Le Tellier y Noailles, fl
entendieron tan bien. Es posible que fueran pequenas diferencias de opff
las que dieron Ia primera ocasión: ei apego dei uno a Ia tendência toleranteij
linista, jesuítica, y dei otro ai rigor jansenista, pero ei caso es que, poço a
maduro ia ruptura completa y desde ei gabinete dei rey cundió por t;:
nación. El confesor no solo consiguió ganarse ai monarca, sino también au
ai Papa a Ia publicación de Ia bula Llnigenitus, en ia que se condenaron las
trinas jansenistas acerca dei pecado, Ia gracia, Ia justificación y Ia Iglesia
en sus expresiones más moderadas, hasta en los términos literales que se enr1
tran en San Agustín y en un sentido mucho más amplio que aquellas ia,
cinco proposiciones.39 Era Ia última resolución en Ia vieja disputa dognt
38 Rulhicrc, ífistoire de 1'anarchie de Poíogne, i, p. 181.
89 Las Mémoiies secrers sur Ja bu)ie Unigcnitus, i, p. 12?, describen Ia primera impresi
Ia bula produjo. Les uns publioíent qu'on y attaquoit de fiont les premiers príncipes de Ia
FERMENTACIÓN INTERNA. DISOLUCION DE LA COMPANIA 565

iniciada por Molina, y Ia Sede de Roma se puso, después de tan largas vacila-
ciones, completamente ai lado de los jesuítas. Así consiguió, de todos modos,
«anarse a Ia orden más poderosa que, a partir de entonces —cosa que no había
hecho ni mucho menos en toda ocasión—, defendió con Ia mayor vehemen-
cia Ias doctrinas ultramontanas, Ias pretensiones dei poder papal; también consi-
guió mantenerse cn buenas relaciones con ei Gobierno francês quien, en defini-
tiva, había provocado aquella decisión: muy pronto solo tuvieron cargos aqucllos
que se sometieron a Ia bula. Pero por ei otro lado se levanto Ia oposición más
fuerte: los eruditos, que seguían a San Agustín, Ias ordenes, que seguían a
Santo Tomás de Aquino, y los parlamentos, que veían en todo nuevo ordena-
miento de Ia corte romana una violación de los derechos galicanos. Ahora los
jansenistas toman decididamente partido por Ias libertades galicanas y, con una
osadía creciente, elaboran una doctrina acerca de Ia Iglesia opuesta a Ia de
Roma, y hasta ponen en obras sus ideas bajo Ia protección de un gobierno protes-
tante: en Utrecht surgió una Iglesia arzobispal que se mantenía católica, pero
con completa independência de Roma, y que hacía Ia guerra implacable a Ia
dirección jesuíta-ultramontana. Valdría Ia pena de seguir ei desarrollo, Ia expan-
sión y Ia acción de estas opiniones sobre toda Europa. En Francia los jansenistas
fueron perseguidos, excluídos de los cargos pero, como suele ocurrir en estos
casos, no les perjudicó mayormente, pues durante Ias persecuciones una gran
parte de Ia opinión se declaro en su favor. Bueno hubiera sido que no hubieran
puesto en descrédito sus doctrinas, tan fundadas, con exageraciones milagreras.
Pero, en todo caso, conservan ei sello de moralidad pura y de fe profunda que
les abrió paso por todas partes. Encontramos sus huellas en Viena y en Bruselas,
cn Espana y en Portugal 4 0 y en toda Itália. 41 Sus doctrinas se extendieron, unas
veces publicamente y otras en secreto, por toda Ia cristiandad católica.
Entre otras circunstancias, sin duda alguna que fué también esta de Ia di-
scnsión eclesiástica Ia que abrió paso a una opinión mucho más peligrosa.
Es un fenômeno que siempre sorprende Ia influencia que los empenos
religiosos de Luis XIV ejercieron sobre ei espíritu francês y sobre ei espíritu
europeo en general. Había empleado ia violência más extremada, había violado
leyes humanas y divinas con ei propósito de extirpar ei protestantismo y de tri-
turar también todas Ias opiniones disidentes dentro dei catolicismo; su empefio
se concentro en mantener su reino dentro de una actitud perfectamente católica
y ortodoxa. Pero apenas hubo cerrado los ojos, todo dió Ia vuelta. El espíritu re-
primido se lanzó a un movimiento desenfrenado.
Precisamente Ia repugnância por Ia condueta de Luis XIV dió origen a que
se levantara, una opinión que declaro Ia guerra no solo al catolicismo, sino a
todas Ias religiones positivas. De ano en ano cobraba nuevo vigor y se extendía
cada vez más. Los Estados de Ia Europa meridional se fundaban en Ia íntima
de ia moralc; les aulres qu'on y condaiimoit les senfiinenls et les expressions des saints pères; d'ati(res
(ju'on y enJevoit á h cliarité sa préeininencc et sa /orce; d'aulres qu'on leur arrachoit des mains íe
pain celeste des écritures: —les nouvcaux réunis à JVg/ise se disoient trompés, etc., etc.
40 Se ve en Llorcnte, Hisloire de 1'inquisiiion, m, 93-97, cuánto tenla que ver Ia Inquisición
bajo Carlos III y Carlos IV con los verdaderos o pretendidos jansenistas.
41 Por cjcmplo, ya muy temprano (1715) se creía que cn Nápoles Ia mitad de Ia gente que
|Knsaba era jansenista. Kcyssler, Reisen, p. 780.
566 ÚLTIMAS ÉPOCAS

conexión de Ia Iglesia y dei Estado. En ellos se formo una opinión que elabo
su aversión a Ia Iglesia y a Ia religión en un sistema completo, sistema que cod
prendia todas Ias ideas sobre Dios y el mundo, todos los princípios dei Estadol
y de ia sociedad, todas Ias ciências; una literatura de oposición que se atrajd
espontaneamente a todos los espíritus y los poseyó por entero.
Salta a Ia vista cuán escasamente coincidían estas tendências1? Ia tendemjB
reformista era por naturaleza monárquica, cosa que no se puede decir de Ia tenj
dencia filosófica, que muy pronto se opuso también ai Estado; Ia tendência jau
senista se mantenía firme en convicciones que, tanto para Ia primera como paf'
Ia segunda, eran indiferentes si no odiosas. Pero en un principio actuaron conj
juntamente. Produjeron aquel espíritu de renovación que tiene tanto mayor alca^
ce cuanto menos concreto es el fin que se propone, cuanto más ampliameni
abarca todo el porvenir y se nutre cotidianamente de los abusos dei prcsentíj
Este espíritu prendió en los pueblos católicos. En su base se hallaba, conscicnt
o inconscientemente, Io que se ha denominado filosofia dei siglo xvin; Ias teorf'
jansenistas le prestaron Ia forma y el tono eclesiástico; le movió a Ia acción f
necesidad de los Estados, Ia ocasión dei momento. En todos los países, en todi
Ias cortes, se constituyeron dos partidos: uno que declaro Ia guerra a Ia cúria, •
organización y a Ia doctrina prevalecientcs, y el otro que trataba de mant<B
Ias cosas en Ia situación que estaban, que defendia Ias prerrogativas de Ia I g j H
universal.
Este último partido fué representado sobre todo por los jesuítas, y Ia o | H
apareció como el baluarte de los princípios ultramontanos; por eso el primer ataj
que se concentro contra ella.

En el siglo xvm los jesuítas eran todavia muy poderosos, debido, princ^H
mente, como antes, a que tenían en sus manos Ia confesión de los m a g n a t e s V
educación de Ia juventud; sus empresas, ya fucran mercantiles o religiosafl
bien estas no se movían con Ia vieja energia de otrora, seguían abarcando el fflH
do entero. En este momento se mantienen sin vacilar en Ia doctrina de Ia | B
doxia y de Ia sumisión a Ia Iglesia, y todo Io que les era contrario, incredujH
autêntica, conceptos jansenistas, tendências reformistas, se alio para su perdhB
Fueron atacados primeramente en el campo de Ias opiniones, en Ia liiea
tura. No se puede negar que a Ia multitud y vigor de los enemigos que v o H
contra ellos hicieron frente más con una obstinación en Ias doctrinas sustffl
das, Ia influencia indirecta entre los grandes y el deseo de condenación, q u a B
Ias armas autênticas dei espíritu. Apenas si se puede comprender que ni | H
mismos ni otros fieles amigos suyos hayan producido una sola obra original
eficaz en su defensa, mientras que Ias obras de sus enemigos inundaban el Bl^H
y se ganaban Ia opinión pública.
Pero una vez que fueron superados en el campo de Ia doctrina, de Ia c i e H
y dei espíritu, no era posible que se pudieran mantener por mucho tiempo
posesión dei poder.
A mediados dei siglo xvm, en médio de esta disputa de dos tender»
suben ai poder en casi todos los Estados católicos ministros de tendências
FERMENTAClÓN INTERNA. DISOLUCION DE LA COMPANIA 567

mistas: en Francia, Choiseul;42 en Espaíia, Esquilache; en Nápoles, Tanucci;


en Portugal, Carvalho; hombres todos que habían hecho empeno de su vida
acabar con Ia supremacia dei elemento clerical. La oposición encontro en ellos
representación y fuerza, y su posición personal descansaba sobre ella; Ia lucha
abierta era tanto más inevitable cuanto que los jesuítas les hicieron frente con
una acción personal, valiéndose de su influencia en los círculos superiores.
Al principio no se penso en suprimir Ia orden, sino que se trato de alejarla
de Ia corte, despojaria de su crédito y, a ser posible, de sus riquezas. Para esto
hasta se penso servirse de Ia corte de Roma. La división que imperaba en ei mun-
do católico había penetrado también en ella: existia un partido riguroso y otro
templado. Benedicto XIV, que representaba a este último, hacía tiempo que
estaba descontento con los jesuítas y condeno a menudo su proceder an Ias
misiones.43
Después que Carvalho consiguió, en Ia agitación de Ias facciones de Ia corte
portuguesa, y a pesar de los jesuítas, que trataron de derrocarle, mantenerse due-
no y senor dei poder dei Estado y de Ia voluntad real, reclamo dei Papa una
reforma de Ia orden.44 Destaco, como es natural, aquel aspecto que mayores
reproches atraía: Ia orientación mercantil de Ia sociedad, cosa que, por otra
parte, le molestaba bastante en sus propias empresas mercantiles. El Papa no
sintió escrúpulo alguno en tomar ei asunto por su cuenta. También para él era
motivo de escândalo ei afán mercantil de Ia orden. Por indicación de Carvalho
encargo a un amigo de este, ei cardenal português Saldanha, Ia visitación de Ia
orden. A poço este visitador expidió un decreto en ei que se prohibía a los jesuítas
toda su actividad mercantil y se autorizaba a los funcionários dei rey Ia confis-
cación de todas Ias mercancías que les pertenecieran.
Ya en Francia se había atacado a Ia Compafiía por ei mismo lado. La ban-
carrota de una casa de comercio —en relaciones con ei Padre Lavallette, residente
en Ia Martinica—, que acarreó toda una serie de quiebras, dió ocasión a que los
perjudicados se dirigieran a los tribunales, que tomaron seriamente cartas en ei
asunto.45
De haber vivido Benedicto XIV más tiempo, podemos suponer que, aunque
no hubiera suprimido Ia orden, si Ia hubiera sometido a una reforma radical
y profunda.
Pero en este momento murió Benedicto XIV, y dei cónclave terminado ei
6 de julio de 1758 salió Papa un varón de opiniones muy contrarias: Cle-
mente XIII.
Era Clemente un alma pura, de limpios propósitos; rezaba mucho y de cora-
zón y su máxima ambición era Ia santidad. Pero a esto unia Ia opinión de que Ias
42 En ei apêndice a Ias memórias de Mad. du Hausset se cncucntra un ensayo: "De Ia des-
truction des Jésuites en France", en ei cual se deriva Ia aversión de Choiseul contra los jesuítas
ilcl hecho de que ei general le habla dado a entender una vez en Roma que él estaba enterado de Io
que habla hablado durante una cena en Paris. Pero esta es una historia que se repite de vários
modos y que no ha debido tener mucha importância. El núcleo dei asunto está mucho más ai fondo.
43 Ya como prelado Lambertini. Mémo/res du père Norbert, n, p. 20.
44 Desde ei lado jesuíta se describe esta lucha de facciones de un modo muy instructivo en Ia
í/isroria de íos jesuítas en Portugal, traducida por Murr de un manuscrito italiano.
45 Vie privée de Louis XV, rv," p. 88.
568 ÚLTIMAS ÉPOCAS

prerrogativas dei Papado son santas e inviolables, se quejaba amargamente


que se abandonara cualquiera de ellas, y no estaba dispuesto a hacer ningl
concesión. Estaba convencido, además, de que con una actitud firme se pi
rescatar todo y restaurar ei desvaído brillo de Ia Ciudad Eterna. 48 Vió en los j<-
tas a los defensores más fieles de Ia Santa Sede y de Ia religión. Le parecia fc
tal como eran y no creyó necesario someterlos a reforma. En todos estos p «
sitos le acompanaba su séquito, que rezaba con él.
No se puede decir que ei cardenal Toregiani, en cuyas manos recaía ú
cipalmente Ia administración pontifícia, estuviera impregnado dei mismo sem
eclesiástico. Tenía fama, entre otras cosas, de poseer intereses personales tá
arrendamiento de los ingresos pontifícios y de ser partidário de Ia violenciíj
Ia violência. Pero ^no era también para este de gran importância ei conserv^B
orden? Toda Ia influencia, Ia riqueza y ei prestigio por cuya virtud eran oaf
los jesuítas por los envidiosos virrcyes de América y por los ministros arrilj
de Europa, los pusieron a los pies dei Papa. Toregiani bizo propia su ca
Y ai hacerla afirmo su posición en Ia corte. El único hombre que le huV
podido derrocar, ei sobrino dei Papa, Rezzonico, temia con ello perjudicarf
Iglesia de Dios. 4T
Pero, tal como estaban Ias cosas entonces, este ceio, sostenido por mo'
tan diferentes, no podia producir otro efecto sino que los ataques se hicf
más violentos y se dirigieran contra Ia misma Sede Apostólica.
En Portugal, no sabemos si con razón o sin ella, los jesuítas fueron im
cados en unas pesquisas a propósito de un atentado contra Ia vida dei rey;*T
golpe siguió a otro, hasta que por fin fueron expulsados con Ia más despiaj
violência y llevados a Ias costas dei Estado eclesiástico.
Mientras tanto, en Francia habían caído, por aquel proceso que menci
mos, en manos de los parlamentos, que les odiaban tan cordialmentej
asunto se discutió tumultuosamente y se condeno, por fin, a toda Ia Compf
a que respondiese de Ias obligaciones de Lavallette. Pero no se paro aqui. S

40 SammJung der merlcHúrdigsten Schiiíten die Aufhebung der Jesuiten betreffend, J|


p. 211. Cuán opuesta a ello fué Ia opinión pública se ve, entre otras cosas, cn Ias c '
Winckelmann.
47 Carattere di Clemente XIII e di var; altri personaggi di Roma. Manuscrito dei
Britânico, 8430: La diffidcnza che [ií papa] ha di se modesiiiio e h sovercíiia nmiiia/ionc
deprime Io ia diferire ai sentimenti a/trui che sono per Io piu o sc/oechi o interessuti o m
—Chi Io dovrcbbe scuotere non si move.
48 En cl juicio dei 12 de encro se liacen valer contra los'clérigos equivocados de Ia orqB
Ia Compafiía de Jesus principalmente algunas "presunciones lcgalcs". Las más importante» iK
siguientes: su ambición por apoderarse ilc Ias riendas dcl império (\ 25), gran temeridad anMÉ
atentado, su abatimiento después cie fracasar éste (J 26) y, finalmente, y esta era una circuflH
aún más agravante, su cstreclia rèlación con ei acusado principal, Mascarcnlias, con ei qil^B
habían reiiido. El Padre Casta había dicho que "ei regicidio no constituía ni siquicra un j j
leve" (J 4). Por otra parte, se ha senalado que las confesiones cn las que se basaba Ia aciun)
habían sido arrancadas por torturas y que las actas dei proceso pecaban c!c falta de formalism(H
precipitación. Desde ei punto de vista jurídico, ei juicio no se podrá justificar posiblcmcnte u
Cf. v. Olfers sobre ei atentado contra ei rey de Portugal, dei 3 de septiembre de 17íH,
lín, 1839. Según un escrito en Smith, Memoiies oi the Murquis oi Pombal, i, p. 287, se dice
ei cardenal Acciajuoli, después de regresar de Portugal, había declarado sin rodeos that
were undoubtedly the authors oi the attempted assassination oi II. M. Dom. Joseph.
FERMENTACIÓN INTERNA. DISOLUCION DE LA COMPANIA 569

metió Ia constitución de los jesuítas a un nuevo examen y se puso en duda


Ia legalidad de su permanência en ei reino.
Es muy sorprendente e instructivo fijarse en los puntos que llamaron Ia
;itención.
Dos cosas se acbacaron de preferencia a Ia orden: su resistência obstinada
a los cuatro princípios galicanos y ei poder absoluto dei general.
El primer punto no representaba abora una dificultad insuperable. El
general de los jesuítas no se oponía, por Io menos tácitamente, a que se permi-
tiera a los miembros de Ia orden desistir de toda contradicción a los cuatro prin-
cípios, y en Ias negociaciones de Ia clerecía francesa de 1761 se encuentra ei
ofrecimiento que hicieron de orientarse en sus ensenanzas por aquellos prin-
cípios.
Pero cosa muy diferente ocurrió con ei segundo punto.
Los parlamentos, una comisión nombrada por ei rey, y hasta Ia mayoría de
una asamblea de obispos franceses convocada por ei cardenal Luynes 49 habían
juzgado unanimemente que Ia obediência que podia reclamar ei general resi-
dente en Roma, según los estatutos, no se podia conciliar con Ias leyes dei reino
ni con Ias obligaciones dei súbdito en general.
N o se tuvo ei propósito de destruir Ia orden, sino más bien de salvaria en
Io posible, cuando ei rey propuso ai general que nombrara un vicario para Fran-
cia, que tendría su sede en ei país y se obligaría a respetar Ias leyes dei reino. 50
De haber estado a Ia cabeza de Ia orden una figura como Áquaviva, acaso
podríamos haber esperado un arreglo cualquiera. Pero Ia Companía tenía a su
frente ai general más inflexible, Lorenzo Ricci, que no sentia más que Ia injus-
ticia que se le hacía. El punto que se tocaba le pareció ei más importante desde
ei punto de vista eclesiástico y político. Las epístolas encíclicas que conservamos
de él muestran Ia enorme importância para Ia disciplina personal que concede ai
deber de obediência concebido con todo ei rigor que predico Ignacio. Además,
cn Roma se desperto Ia sospecha de que en los diversos reinos pretendían eman-
ciparse de Ia férula general de Ia Iglesia, y Ia propuesta francesa respecto ai
general de los jesuítas guardaria íntima relación con este propósito. Contesto
Ricci que no estaba en su poder un cambio tan esencial de Ia constitución. Se
dirigieron entonces ai Papa, y contesto Clemente XIII que esa constitución
había sido aprobada claramente por ei concilio tridentino y por muchas consti-
tuciones de sus antecesores para que él Ia pudiéra cambiar. 81 Rechazaron, pues,
toda modificación. En ei sentido de Ricci: sint ut sunt aut non sint.
La consecuencia fué que "no debían ser". El Parlamento, que ya no encon-
tro obstáculos en su camino, declaro ei 6 de agosto de 1762 que ei instituto de los
jesuítas iba centra todas las autoridades religiosas y temporales y trataba, por
médios secretos y públicos, directos e indirectos, de hacerse independiente y dueno
dei poder; y pronuncio Ia expulsión irrevocable de Ia orden dei reino de Francia.

40 St. Pricst, Chute des /«ísuites, p. 54.


80 Escrito de Praslin dei 16 de encro de 1762, en Flassan, Hist. de h diplomatie íiançaisc, vi,
p. 498. Todo Io que expone es sumamente instructivo.
81 Relato de los jesuítas, en Wolf, Geschichtc der Jesuiten, m, p. 365. Este libro sirve sola-
íncnte cn Io que se refiere a Ia suptesión de los jesuítas.
570 ÚLTIMAS ÉPOCAS

Es cierto que ei Papa, en un consistorio, declaro esta decisión como nula <•
inexistente;52 pero Ias cosas habían llegado tan lejos que no se decidió a d n
a conocer Ia alocución que había pronunciado.
El movimiento se propago inconteníble por todos los países borbónicM
Carlos III estaba molesto por Ia resistência escrita y de palabra qij£ los jesuíta
oponían a sus reformas, les echó Ia culpa de un movimiento popular que estai
en Madrid y hasta se convenció de que era un plan de los jesuítas elevar
trono a su hermano Don Luis; 63 mientras tanto, con Ia gran reserva que
caracterizaba, preparo todo para cerrar en un mismo dia todas Ias casas de jesuí
en Espana. En Nápoles y Parma se siguió su ejemplo sin vacilar.
Todas Ias advertências, ruegos, imprecaciones dei Papa fueron inútil
Ensayó otro procedimiento. Cuando ei duque de Parma llegó ai extremo
prohibir ei recurso ante los tribunales romanos, así como Ia provisión de ben
cios dei país a los no nativos, ei Papa publico un monitorio en que se declara*
Ias censuras eclesiásticas contra este vasallo suyo.64 Todavia otra vez apelo a
armas espirituales y trato de defenderse atacando. Pero este intento tuvo Ias J
res consecuencias, pues ei duque contesto de una manera que ni ei rey
poderoso hubiera osado en siglos anteriores; todos los Borbones se pusíeron <f
parte. Se apoderó de Avignon, Benevento y Pontecorvo.
Con este incidente creció Ia enemistad de Ias cortes borbónicas. De Ia
secucíón a los jesuítas pasaron ai ataque contra Ia Santa Sede. Se hizo Ia
puesta de invadir Roma y hacerla rendir por hambre.
,1A quién se dirigiria ei Papa? Todos los Estados italianos, Gênova, M
na, Venecia, tomaron partido contra él. Dirigió su mirada a Áustria; escri'
Maria Teresa diciéndole que era su único consuelo en Ia tierra, y que no
mitiera que apremiaran su ancianidad con violências.
La empreratriz contesto, como en otra ocasión Urbano VIII ai empa
Fernando, que era un asunto de Estado y no de religión, y que haría mal
mezclarse.
El ânimo de Clemente XIII se quebrantó. A princípios dei ano 1769 aj
cieron los enviados de Ias cortes borbónicas, uno trás otro: ei napolitano, l
ei espanol, por fin ei francês, para reclamar Ia disolución irrevocable de Ia ord{
EI Papa convoco ei 3 de febrero a un consistorio en ei que, por Io menos, pai
que queria tomar en consideración ei asunto. Pero ei destino no le reser^
52 Poteslatem ipsam Jesu Christi in tênis vicarío eius unjce tributam sibi temere arrojj
totius societafis compagen in Gal/ico regno dissohunt, etc. Daunou (n, 207) ofrece este diu-mnn
58 Escrito dcl embajador francês, que pasó de Ia obra italiana Delle cagioni éelfumA
de'Cesuiti, a Lebret, Geschichte: der BuJ/e "In coena domini", rv, p. 205. Los extractos ilr i
rrespondencia diplomática cn St. Priest son, desgraciadamente, demasiado incompletos pari M
este asunto. Una Relazíone ai conte di Firmian 1717, 7 Apr. (MS. de Ia Brera) asegura I|III
jesuítas estaban, sin embargo, enterados. Non fu senza forte motivo chi poço prima di detti I
sione dimandarono ai re Ia confirma de'Joro privi/egi e dei loro instituto, il che solamcntr ui
si è saputo. Habían puesto en seguridad sus documentos y su dinero. Pero Ia ventaja para Ia Ml I
parecia tan grande a Carlos III, que exclamo, después de llevarse a cabo con êxito ei ajunM
habia conquistado un mundo.
04 Botta, Storia d'/talia, t. xrv, p. 147.
65 Continuazione degli annali dlt.ilia di Muratori, xrv, i, p. 197.
FERMENTACIÓN INTÍRNA. DISOLUCION DE LA COMPANÍA 571

una humillación tan grande. La noche anterior tuvo unos ataques convulsivos
que acabaron con su vida.
La actitud de Ias cortes era demasiado amenazadora, su acción demasiado
poderosa para que no consiguier^n que en ei cónclave que tuvo lugar se elevara
a Ia Sede ei hombre que necesitaban.
Entre todos los cardenales, Lorenzo Ganganelli era, sin duda, ei más mode-
rado y suave. Un maestro de sU juventud había dicho que no tenía nada de
extrano que le gustara Ia música, pues todo en él era armonía.56 Fué creciendo
en compafiías inocentes, en retiro dei mundo, en un estúdio solitário que le llevó
cada vez más adentro de los secretos de Ia verdadera teologia. Y si pronto pasó
de Aristóteles a Platón, que daba mayor satisfacción a su alma, pasó también de
los escolásticos a los Padres de 1.J Iglesia y de estos a Ia Sagrada Escritur^ que
leia con toda Ia emoción de un alma convencida de Ia revelación de Ia palabra.
Con esta inspiración, impregnado de aquella callada y pura mística que ve a
Dios en todas Ias cosas y se entrega ai servicio dei próximo, su leligión no era ceio
fanático, persecución, afán de domínio, polemica, sino paz, humildad e íntima
comprensíón. Odiaba cordialmente Ia disputa incesante de Ia Sede con los Esta-
dos católicos que encizaflaba a Ia Iglesia. Su moderación no era equivalente a
debilidad o a necesidad impuesta, sino voluntad libre y gênio interior.
Del seno de Ia religión surgió una sensibilidad que, tan diferente por su
origen de Ias tendências temporãos de Ja corte, coincidia con ellas, sin embar-
go, por otro lado.
Ya sabemos que Ia cúria romana estaba, como Ias demás cortes, dividida en
dos partidos: ei de los celosos, que trataba de mantener los viejos privilégios, y
cl de los realistas, que veia Ia salud de Ia Iglesia en una prudente condescendên-
cia frente ai poder secular. Lucbaron largo tiempo en ei cónclave. Por fin, los
primeros se dieron cuenta de que no podrían sacar a ninguno de los suyos. Se
comprende que, entre los contrários, prefirieron a aquel que, ante ellos, pasaba
por ei más religioso e inocente. Así, por un acuerdo de ambos partidos, fué ele-
gido Ganganelli (9 de mayo de 1769), quien, en honor a su antecesor, tomo ei
nombre de Clemente XIV, pero sin dejar un momento en duda que él encar-
naba un principio antitético.
Ganganelli comenzó prohibíendo Ia lectura de Ia bula In Coena Domini.
Amplio Ias concesiones que Benedicto XIV había hecho a los reyes de Cerdefía
y que, desde entonces, no se les queria reconocer. En ei mismo dia de su eleva-
58 "Anedotti riguardanti Ia famiglia e 1'opere di Clemente XIV", en Ias Letfere ed aiíre opere
tli Ganganelíi, Fircnze, 1829. En cuanto 3 estas pequeftas obras y cartas, es posible que tengan inter-
nolaciones, pero en su mayor parte Ias considero como autênticas: I) porque su justificación cn ei
kingrantiamento delVeditote a/fauíore crWanno litetatio es, en conjunto, satisfactoria y natural, aun-
que se hicieran abusos antes de su publicación; 2) porque hombres fidedignos, como, por ejemplo, ei
cardenal Veinis, aseguiaion Viaber visto Ia edición original; su verâadero colector fué ei literato
florentino Lami; scgún una carta dei abad Bellegarde, en Potter, Vie de Ricci, i, p. 328, aquellos
que poseían los originales y facilitaron líis copias corroboran su autenticidad; 3) porque llcvan en
si ei sello de una originalidad, de una opinión singular, igual a si misma sicmpre, en todas Ias
circunstancias de Ia vida, que ningún hofnbre pudo haber inventado: respira cn ellas un ser vivo.
líl último que se podría suponer como su autor es Caracciolo. No hace falta más que lcer su Vie de
C/íment XIV para convcncerse de que todas sus observaciones personales están muy por debajo
de Io que provienc de Clemente XIV mismo. Todo Io bueno que ofrece este trabajo no es más
<fue un reflejo dei espíritu de Ganganelli-
572 ÚLTIMAS ÉPOCAS

ción ai Solio pontifício declaro que iba a enviar un núncio a Portugal; y suspea
dió Ia efectividad dei monitorio contra Parma. Los diferentes Estados católicoi
reclamaron concesiones que les fué otorgando con algunas modificaciones. Pcrfl
ei asunto más importante a decidir era ei de los jesuítas. Sus partidários hafl
sostenido que Ganganelli prometió en ei cónclave suprimir Ia orden; su e
fué el precio de Ia promesa y su exaltacíón estaba manchada con*eI crimen •
simonía. No han podido aportar Ia prueba de tan grave acusación. Pero tampocfl
hay que negar que Ganganelli se expresó en forma que hizo creer a los minM
tros dei Borbón que obraria de acuerdo con ellos.57 Pertenecía a Ia orden de In»
franciscanos, que había combatido siempre a los jesuítas en Ias misioncs; se m m
tuvo en Ia doctrina agustiniana y tomista, en oposición a Ia Companía de Jesus,
no estaba completamente libre de opiniones jansenistas. En Ias pesquisas i|
promovió como Papa, o hizo que se promovieran, se encuentran fundados
mayoría de los cargos que tan a menudo se han hecho a Ia Companía: interv
ción en negócios seculares; fomentar Ia escisión y disputa tanto con el ciei
lar como con el secular; tolerância de Ias costumbres paganas en Ias misio"
máximas escandalosas; adejuisición de riquezas consideiables por médio
comercio. Durante cierto tiempo Clemente XIV abrigo Ia idea de acudir a u
reforma, que consistiria en Ia prohibición de Io condenable y en Ia sumisiónr1
Ia orden a Ias autoridades eclesiásticas locales. A Ias potências borbónicas
bastaria acaso con que el Papa aprobara su condueta. El Papa temia que Ia d
lución de Ia orden le enzarzara con Ias demás potências católicas. Le daban iJ
pensar, con ocasión de que en el primer reparto de Polônia pareció inevitaí
una disputa entre Francia y Áustria, Ias repercusiones que este asunto pod
tener. Pero, de hecho, ninguno de los restantes príncipes y Estados católicos
preocupo demasiado por los jesuítas. Por el contrario, el rey de Espana presC
unas declaraciones de su clero que aprobaban por completo su condueta. A C
nudo se había objetado, contra una posible disposición que afectara a Ia ord^
entera, que había sido aprobada por el concilio de Trento, y Ia comisión pontf
cia examino los cânones y no encontro más que una mención, pero no ^M
aprobación expresa. Clemente no dudaba que podia revocar Ia fundación h C "
por un antecesor suyo. Todavia tuvo que luchar, pues hasta se 1c hizo tal
por su vida. Pero no había otra manera de restablecer Ia paz de Ia Iglesia i .1
Hca, y Ia corte espaftola mantenía tan vehementemente sus exigências qual
no obtenía satisfacción, no habría manera de que devolviera los bienes confjf
ilos. El 21 de julio de 1773 recayó Ia sentencia papal: "Inspirados por el EspM
Santo, según confiamos, movidos por el deber de •festablecer Ia concórdia ddf
Iglesia, convencidos de que Ia Companía de Jesus no puede ya prestar
vicios para los que fué fundada, y movidos también por otras razones de I
denria y de gobierno que guardamos en el interior de nucstto ânimo, supiimiitt
y extirpamos Ia Companía de Jesus, sus cargos, casas e institutos." 58
'<'• Vcrnis menciona cn uno de sus despachos: Les esperances qu'il me donna daus les dei^H
joiirs de cónclave de satisfairc les souverains snr 1'aíhire des Jésuitcs.—/'ai reconim que Je M F
s'étoit encore moins enrage1 clu còfe d'Espagne, que du notre. et que nous n'avions d'auírcs ressoai
avec Illi, que /cs esperances géncraíes, qu'ij m'avoit domilcs daus Ic cónclave. Iliruur. f/is
ponti/icat de Ctóment XIV. 1, p. 261.
!>B Btcve; Dominus ac icdemptot. Contimiaxione degli annaü. i. xw, paste H, p. 107.
JOSÉ II 57 i
Era este un paso de importância extraordinária.
Por una parte, en relación con los protestantes. La Companía había sido
fundada, organizada, para luchar contra ellos, y hasta Ia forma de su dogmática
era antagônica de Ia de Calvino, y este fué ei caracter que los jesuítas renovaron
y consolidaron a fines dei siglo XVII en Ias persecuciones contra los hugonotes.
Pero estas luchas habían terminado ya, y, aun de haberse hecho ilusiones, Ias
perspectivas que ofrecían no eran muy halagüenas. En Ia situación mundial, los
no católicos tenían un predomínio innegable y los Estados católicos más trataban
de aproximarse a ellos que de atraérselos. En esto, creo yo, reside ei motivo más
profundo de Ia supresión de los jesuítas. Era una companía de guerra, que ya
no convenía a los tiempos de paz. Como no queria ceder ni un ápice y rechazaba
obstinadamente cualquier reforma, de Ias que en algunos aspectos andaba^muy
neccsitada, ella misma pronuncio su sentencia. Reviste Ia mayor significación
que Ia Santa Sede no pudiera ya sostener a una orden que se había fundado
para luchar contra los protestantes y que fuera suprimida por un Papa por un
movimiento interior de su ânimo.
EI segundo efecto recayó en los países católicos. Los jesuítas se habían gran-
jeado enemistades, habían sido expulsados, más que nada, porque defendían ei
concepto más riguroso de Ia soberania de Ia Santa Sede y, cuando esta los aban-
dona, renuncian también ai rigor de aquel concepto y a sus consecuencias. Los
esfuerzos de Ia oposición lograron una indiscutible victoria. Como Ia Companía
se había dedicado especialmente a Ia instrucción de Ia juventud y Ia estaba
llevando a cabo en grandes proporciones, ei hecho de que fuera destruída sin
preparacion y con un solo golpe tenía que provocar una conmoción en ei mundo
católico y tan honda que llegara hasta ei terreno en que se forman Ias nuevas
generaciones.58 Una vez ganadas Ias defensas exteriores, ei victorioso espíritu
de ataque tenía que proseguir con mayor vehemencia con Ias defensas interiores.
La agitación creció de dia en dia. El apartamiento de los espíritus fué exten
diéndose: nada de particular tuvo que Ia efervescência invadiera también ai reino
cuya existência y poderio habían coincidido exactamente con los resultados de los
empefios católicos en Ia época de Ia Restauración, ai país de Áustria.

4) José II
La intención de José II no era otra que reunir en sus manos todas Ias fuerzas
de Ia monarquia. No podia consentir Ias intervenciones de Roma ni Ias conni-
vencias de sus súbditos con los Papas. Fuera que le rodearan jansenistas o incré-
dulos60 —ambos grupos se tendieron aqui Ia mano, como en ei caso de los
Jesuítas—, Io cierto es que emprendió una guerra constante contra todas Ias orde-
nes que mantenían Ia unídad exterior de Ia Iglesia. De más de dos mil conventos
no dejó sino unos setecientos, y de los conventos de monjas solo respetó a los
5» Montbarey, Memoires, p. 225.
«0 Dcjcmos sin discutir Io que pudo habcr creído van Swieten. Pero que en Viena ha existido
también una tendência jansenista muy desarrollada nos Io demuestra, cntte otras cosas, Ia vida do
Fesslei. Fesslei, Memórias, acesca de su petegiinaje de setenta anos, pp. 74, 78 y otros pasajes.
Cf, Sclilõzer, Staafsanzeígen, cc, 3J, p. I I J .
574 ÚLTIMAS ÉPOCAS

que prestaban servicios útiles, y aun estos mismos los desligo de toda relacifl
con Roma. Las dispensas papales Ias miraba como si fueran mercancías extra»
jeras, y no permitia que ei dinero dei país saliera en esa ocasión. Se declanj
publicamente administrador de los bienes seculares de Ia Iglesia.01
El sucesor de Ganganelli, Pio VI, comprendió que ei único q»edio de CQfl
tener ai emperador de acciones más extremas, quizás hasta en ei terreno dogma
tico, seria Ia impresión personal que le pudiera causar y acudió a Viena. No •
puede negar que Ia dulzura, Ia nobleza y Ia gracia de su figura hicieron su efifl
to.02 Sin embargo, José II prosiguió, en Io principal, sin vacilación ni contempla)
ciones ei camino que se había trazado. El convento en ei que se había despediu)
sólemnemente dei Papa fué clausurado inmediatamente después. Pio VI
que resolver a abandonar ai emperador ia promoción de los cargos episcopaW
hasta en Itália.
Las comentes antipapales penetraron de Áustria en Itália. Leopoldo, que,
Io que creemos, tenía simpatias jansenistas, reformo Ia Iglesia de Toscana
tener para nada en cuenta a Ia Santa Sede. No lejos de Ia capital de Ia crist
dad ei sínodo de Pistoya redactó unas conclusiones que son un verdadcm rai
fiesto en que se aúnan los princípios galicanos y jansenistas. Nápoles, que est
en estrecha relación a través de Ia reina Carolina, suprimió los últimos vestif
dei vínculo de vasallaje con Ia Sede de Roma.
Las acciones dei emperador repercutieron también indirectamente sobra]
Iglesia alemana. Los príncipes electores eclesiásticos comenzaron, luego dej
largo entendimiento con Roma, a oponerse a ella. Coincidían en ellos los ir
reses de príncipes territoriales, pues querían poner un término a las salidas
dinero, y los intereses de Ia dignidad eclesiástica, pues pretendían restablq
su autoridad.03 Según su declaración de Ems,04 "escrita por una pluma
un prelado romano— mojada en Ia bilis de Pablo Sarpi", ei Papa tendríai
contentarse en ei porvenir para su primado con los derechos que disfrutó en
primeros siglos.65 Los canonistas alemanes los habían estudiado muy bien. Jm
a ellos había otros juristas que combatían toda Ia constitución de Ia IgK
lica, el poder político de su jerarquía, su administración estatal.00 Un fufl
afán de novedades se había apoderado de eruditos y legos. El clero bajo y
obispos, estos y el Papa, todos andaban a Ia gresca. El momento parecia madu
para un cambio.

5) Revolución
Pero antes de que se llegara a él, antes de que José II hubiera realizado todas I
reformas, estalló en Francia Ia más terrible explosión.
61 Cf. Die deufschen Máchfe und der Fúrstenbund, i, p. 67.
62 Cf. ibid., i, p. 76.
68 Cf. un artículo de Coblcnz, dei ano 1769, cn Ia revista Deutsche B/àttcr íüi Protestai
und Kathoiilcn, Heidelberg, 1859, cuadtmo i, p. 39.
64 Cf. Die deutschen Mãchte und der Fiirstenbund, I, p. 357.
65 Bartolommco Pacca, Memorie storiche sul di lui soggiorno in Germania, p. 33.
66 p. c., Fricdrich Carl von Moscr, Ueber die Regierung der geist/ichen Staaten in Deutschll
1787. Su proposición principal, p. 161, cs Ia de que Fürst und Bischof wieder von einander gctn
werden.
REVOLUC1ÓN 575

No cabe duda que Ias escisiones dei clero, ei enfrentamíento de dos partidos
en todas ias cuestiones religiosas, Ia incapacidad de los dominadores de afir-
marse en ei terreno de Ia opinión y de Ia literatura, Ia antipatia general que, no
sín culpa, se atrajeron sobre si, han contribuído enormemente en ei desarrollo
dei acontecimiento que domina nuestra época: Ia Revolución francesa. El espí-
ritu de oposición que había nacido dei interior mismo dei catolicismo desfondado,
se fué reforzando constantemente. Avanzaba paso a paso y, en ei estallido dei
ano 1789, se hizo dueno dei poder, un poder que se creía Uamado a derruir todo
lo viejo y a contruir un nuevo mundo. En ei derrumbe general que conoció ei
reino cristianísimo, como es natural, uno de los golpes más rudos correspondió
a Ia organización eclesiástica.
Todo coincidió: necesidad financiera, intereses de los particulares y d* los
municípios, indiferencia u ódio contra Ia religión establecida. Un miembro dei
alto clero hizo Ia propuesta de que se reconociera a Ia nación, es decir, ai poder
secular y en primer lugar a Ia Asamblea Nacional, ei derecho de disposicíón de
los bienes eclesiásticos. Hasta entonces estos bienes habían sido considerados, no
solo como una propiedad de Ia Iglesia francesa, sino de Ia Iglesia universal, y
toda enajenación requeria Ia aprobación dei Papa. Pero Ias tiempos en que se
habían formado estas ideas estaban ya muy lejos. Trás breve debate, ia Asamblea
declaro que tenía ei derecho a disponer de estos bienes, es decir, que podría
enajenarlos, y con Ias facultades más libres, como pudo verse en Ia primera
ocasión. Pero no era posible que Ias cosas quedaran aqui. Como con Ia confis-
cación de los bienes, para lo que no se había vacilado un momento, se comprome-
tia Ia perduración dei régimen tradicional, no había más remédio que emprender
una nueva organización, tal como se ha llevado a cabo en Ia constitución civil
dei clero. El principio dei Estado revolucionário se transfirió a los asuntos ecle-
siásticos:67 en lugar dei nombramíento determinado por ei concordato, Ia elec-
ción popular, y en lugar de Ia independência que concedia Ia posesión de bienes
raíces, ei asalariado. Se cambiaron todas Ias diócesis, se suprimieron todas Ias
ordenes, se prohibieron los votos, se quebrantó Ia unión con Roma y Ia recepción
de un breve se consideraba uno de los crímenes más graves. El intento de un
cartujo para salvar Ia universalidad de Ia religión católica no tuvo otro resultado
que ei de apresurar estas medidas. Y todo ei clero tenía que reconocerlas median-
te Ia prestación de un juramento solemne.
No se puede negar que todos estos acontecimientos ocurrieron con Ia coope-
ración de los jansenistas franceses y con Ia aprobación de los de otros países.
Vieron con satisfacción que ei poder de Babilônia, como designaban en su ódio
a Ia corte romana, recibía tan rudo golpe y ei alto clero, que tanto les había per-
seguido, se derrumbaba. Hasta sus propias convícciones teóricas encontraron sa-
tisfacción, pues "ai despojar ai clero de sus riquezas se le obliga a prestar verda-
deros servidos".68
01 Muy sistemático, scgún Ias doctrinas de los antiguos historiadores de Ia Iglesia: Tofa ecc/e-
siarum distriburio ad foimm impetii facta est. Camus, Opinion sur Je pro/et de constifution du
c/crgé, 31 de mayo de 1790.
08 Cartas de Gianni y algunos otros abades en Potter, V/e de Riccí, n, p. 315. Wolf, Ge-
schichre der fcatfioíischen Kirche unler Fins VI, ofrece en ei t. vn, p. 32, un capitulo sobre Ia' con-
tribución de los jansenistas a Ia nueva constitución, que es, desgraciadamente, poço interesante.
576 ÚLTIMAS ÉPOCAS

Durante un momento Ia corte de Roma se hizo ilusiones de que este mo


miento podría ser contenido por una reacción interior, y no dejó el Papa de c
perar en este sentido. Condeno Ia nueva Constitución, condeno a los obil
que habían prestado juramento y trato de reforzar con su aliento y alabanzas
partido, todavia numeroso, que resistia. Por fin, excomulgó a los miembros
influyentes y prestigiosos dei clero constitucional.
Pero todo fué inútil; Ia tendência revolucionaria se hizo duena dei caiu
y Ia guerra civil, que fué promovida sobre todo por motivos religiosos, acabo
favor de Ia revolución. Afortunado el Papa si Ias cosas se hubieran detenj
allí, si Francia no se le hubiera alejado todavia más.
Mientras tanto, había estallado Ia guerra general, que iba a transformar i
de raiz Ia situación de Europa.
El poder revolucionário, con esa fúria irresistible, mezlca de entusias
ânsia y terror, que se suele desarrollar en Ia lucha civil, se derramo más allá
Ias fronteras de Francia. Todo Io que toco: Bélgica, Holanda, Ia Renania Su
rior, baluarte de Ia jerarquía eclesiástica, se cambio en el nuevo sentido. Con
campana de 1796 se hizo duefio de Itália; por todas partes se alzaban los Esta
revolucionários; amenazaban ai Papa en su propia ciudad.
Sin tomar una parte efectiva, se había mantenido, con todo el peso de \
armas espirituales, ai lado de Ia Coalición. Pero fué en vano que hiciera va
su neutralidade" Los países pontifícios fueron invadidos e incitados ai levar'"
miento; se le impusieron entregas y cesiones imposibles, como jamás se ha
hecho con ningún otro Papa;70 y no era esto todo. EI Papa no era un ener
como los demás. En médio de Ia guerra había tenido el valor de condenar,
diante Ia bula Autorem Fidei, Ias doctrinas galicano-jansenistas de Pistoya;
actitud inflexible, sus breves condenatorios, ejercían un gran influjo en ei f
rior de Francia y los franceses exigían ahora, como precio de Ia paz, su rev
ción y el reconocimiento de Ia Constitución civil.
Pero Pio VI no estaba dispuesto. Le parecia una desviación de los fui
mentos de Ia fe, una traición a su misión.71 Y su respuesta fué: "Después
haber impetrado el auxilio de Dios, inspirado, según cree, por el Espíritu Sa
se niega a aceptar estas condiciones."
Por un momento pareció que los poderes revolucionários se iban a conj
mar —se había llegado a un acuerdo sin aquellas concesiones—, pero solo
un momento. Del propósito de emanciparse dei Papa habían pasado ya a
idea de acabar con él. El Directorio considero que el régimen clerical de I
era incompatible con el suyo. A Ia primera ocasión ofrecida por una agitac
esporádica de Ja población, invadieron Roma y ocuparon el Vaticano. Pio Vi »
a sus enemigos que le dejaran morir donde había vivido, pues pasaba ya de
ochenta anos. Se le contesto que podia morir en cuaJquier porte; se saqueó
«9 Aurhenfisehe Gescliichtc àes franzõsischen RevoJutionsirieges in Italien 1797. El Papa (
declarado que Ia religión prohibe una resistência que puede provocar el derramamicnto de MT
70 En Ias Míinoires Iiisroriqucs et phi/osophiques sur Pie VI et son ponti/icat, t. n, se cal'
Ias perdidas dcl Estado romano en 220 millones de libras.
71 "Memória dirctta ai principc delia pace", en Tavanti, Fasti di Pio VI, t. m, p. 335: S.
tità rimasse stordita, veggendo che si cercava di traviare Ja sua conscienzia per dare un colpo i
/unesro al/a religione.
NAPOLEÓN 577
habitación en su presencia, llevándose hasta los más pequenos objetos; se le arre-
bato ei anillo; se le condujo, por fin, a Francia, donde murió en agosto de 1799.
Parecia como si hubiera acabado para siempre ei poder papal. Aquellas ten-
dências de Ia oposición anticlerical, que vimos nacer y crecer, habían llegado ai
punto de abrigar ahora propósitos semejantes.

6) Época naroleónica
ir i
Vinieron tiempos que Io impidieron.
La enemistad desencadenada contra ei Papado por los poderes revolucioná-
rios tuvo como consecuencia que ei resto de Europa, cualquiera fuera su opi-
nión, lo tomara bajo su amparo. La muerte de Pio VI ocurrió en un momento
en que ia Coalición consiguió de nuevo Ia victoria. Por esto fué posible quê los
cardenales se pudieran reunir en S. Gregorio de Venecia, nombrando Papa a
Pio VII (13 de marzo 1800).
Pronto volvió a triunfar Ia potência revolucionaria, que recobro en Itália
una decisiva supremacia. Pero, en este mismo momento, dentro de ella se pro-
dujo un gran cambio. Después de tantas metamorfosis experimentadas en Ia
tormenta de los tiempos, se inclino hacia Ia monarquia. Surgió un hombre en
ei poder, que llevaba en si Ia idea de un nuevo império mundial y que —Io que
a nosotros en especial nos interesa— se había convencido, en vista de Ia conmo-
ción general y por Ias experiências que le of reció ei Oriente, que para ello nece-
sitaba, así como de otras muchas formas de los viejos Estados, más que nada de
Ia unidad de Ia religión y de Ia subordinación jerárquica.
En ei mismo campo de batalla de Marengo, Napoleón ordeno ai obispo de
Vercelly que iniciara Ias negociaciones con ei Papa para ei restablecimiento de Ia
Iglesia católica.
U n ofrecimiento que tenía un gran atractivo pero que encerraba también
peligros. El restablecimiento de Ia Iglesia católica en Francia y su unión con los
Papas no se podia comprar sino ai precio de concesiones extraordinárias.
Pio VII se decidió a ellas. Reconoció Ia enajenación de los bienes eclesiás-
ticos —una perdida en bienes raíces por valor de 400 millones de francos—; lo
que le animo, como él mismo dijo, era que, de no acceder, se hubieran producido
nuevas agitaciones, y estaba dispuesto a ceder hasta donde lo permitiera Ia reli-
gión; también reconoció Ia nueva organización dei clero católico, nombrado por
ei Gobierno y pensionado por él; se contento con que se le reconociera ei dere-
cho de Ia institución canónica con amplitud y sin ninguna limitación dei derecho
de veto, como lo habían gozado los Papas anteriores. 72
Y, lo que nadie hubiera esperado poço tiempo antes, ocurrió efectivamente
ei restablecimiento dei catolicismo en Francia, una nueva sumisión dei país bajo
Ia autoridad eclesiástica. El Papa estaba encantado viendo "que Ias iglesias se
habían purificado de Ias profanaciones, los altares se habían vuelto a levantar,
Ia bandera de Ia cruz flotaba de nuevo ai viento, pastores legítimos figuraban

72 "Lettcra apostólica in forma di breve", en Pistolessi, Vifa di Pio VII, t. i, p. 143, con una
indicación completa de Ias desviaciones de Ia publicación francesa.
578 ÚLTIMAS ÉPOCAS

a Ia cabeza dei puebio, tantas almas descarriadas habían vuelto a Ia unidad y M


habían reconciliado consigo mismas y con Dios". "jCuántos motivos —exclame
para regoeijarse y dar gradas!"
Pero, jliahrá que creer que, con ei concordato de 1801, se ha produeidi
también una íntima unión dei viejo poder eclesiástico con ei nuevo Estado i n
lucionario? *
Hubo concesiones por ambas partes y, a pesar de ellas, cada una se mantul
firme en sus princípios.
El restaurador de Ia Iglesia católica cn Francia fué quien más contribui
después a que se derrumbara ei soberbío edifício de Ia Iglesia alemana y a <\i
sus posesiones y jurisdieciones pasaran a los príncipes seculares, Io mismo proa
tantes que católicos. En Roma Ia indignación fué grande. "Según Ias \ ii |
decretales Ia herejía ha acarreado siempre Ia perdida de los bienes y ahora tii i
que ver Ia Iglesia como sus propios bienes son repartidos entre los herejes." 7 3
Entretanto se había proyectado para Itália un concordato inspirado e i u
francês. EL Papa tenía que aprobar también Ia venta de los bienes ecles
y ceder al poder secular Ia promoción de los cargos; y se anadieron unilati i
mente tantas nucvas limitaciones a este acuerdo que Pio VII se nego <
circunstancias a su publicación.7,1
Pero fué en Francia, sobre todo, donde Napoleón hizo valer con mayor n •
Ias prerrogativas dei poder político frente a Ia Iglesia. Consideraba Ia declarai
de 1682 como Ia ley fundamental dei reino, y mando que fuera ensenada etjÈ
escuelas; tampoco le gustaban los votos ni los frailes; Ias disposiciones s o b n
matrimônio, incorporadas al Código Civil, desconocían los princípios catóH
sobre su significación sacramentai; los artículos orgânicos que fucron anadfl
por él al concordato desde ei primer momento, tenían un sentido a n t i r r o r a í
Si ei Papa, a pesar de todo, se decidió a cruzar los Alpes a ruegos dei •
perador y a consagrar su coronación con los óleos santos, ei motivo qiltfl
movió, independientemente de Io que a ello se pudo contribuir desde ei M
francês, fué que abrigaba Ia esperanza "de conseguir algo en favor de Ia I j
católica, de concluir Ia obra comenzada". 75 Contaba con ei efecto de Ias cot
saciones personales. Tomo consigo Ia carta de Luis XIV a Inocencio XII,
convencer a Napoleón de que ya este rey había derogado Ia declaración de 1|
En ei primer proyecto italiano, al que renuncio luego en Paris, combatia I
declaración y trataba de librar al nuevo concordato de Ias limitaciones doj
artículos orgânicos. 70 Sus propósitos, sus esperanzas iban todavia más lejo§,í
una memória detallada expone Ias necesidades dé\ pontificado y Ias |>n
sufridas desde hacía cincuenta anos, v ruega al emperador que le deviidvi
países ocupados siguiendo ei ejemplo de Carlomagno. 77 En tan alto grad
ei servicio que presta a Ia monarquia revolucionaria.
73 Instrucción a un núncio en Viena, desgraciadamente sin fecha, probablemcnte dei I
1803, en Daunou, Essai, II, p. 318.
74 Coppi, Ànnali d'Itália, t. in, p. 120.
75 "Allocutio habita in consistorio secreto 29 oct. 1804." En italiano, cn Pistolessi, VÊ
Pio VII, t. i, p. 193.
70 "Extrait du rapport de Mr. Portalis", en Artaud, Pie VII, t. n. p. 11.
77 Reproducido en Artaud, ob. cit., p. 31. Cf. cl escrito de Napoleón, dei 22 de julio do '
NAPOLEÓN 579

Pero jcuán grande fué su desengano! En ei acto de Ia coronación se creyó


notar en él cierto aire de melancolia. De todo Io que esperaba, no consiguíó Io
más mínimo. Era, más bien, ei momento en que los propósitos dei emperador
se revelaban en toda su magnitud.
La Asamblea constituyente había tratado de emanciparse dei Papa; ei Di-
rectorio había intentado destruirlo; ia idea de Bonaparte era de conservado, pero
sometiéndolo, convirtiéndolo en instrumento de su omnipotencia.
Si no estamos mal informados, propuso ai Papa que residiera en Francia, en
Avignon o en Paris.
Parece que ei Papa contesto que tenía preparada una abdicación en toda
forma para ei caso en que se le retuviera prisionero, documento que había dejado
en Palermo fuera dei alcance de los decretos franceses.
En este momento ei Papa podia encontrar un respaldo unicamente en ei
poderio de Ia marina inglesa.
Se^permitió ai Papa volver a Roma y se le aseguró su independência tradi-
cional, pero a partir de ese momento se desarrollaron Ias disensiones más ásperas.
Muy pronto declaro Napoleón, sin grandes vacilaciones, que ai igual de sus
antecesores de Ia segunda y tercera dinastia, era él ei primogênito de Ia Iglesia,
que manejaba Ia espada para protegeria y que no toleraria que ella se pusiera
ai lado de herejes y cismáticos, como eran rusos e ingleses. En especial le gustaba
considerarse como sucesor de Carlomagno, supuesto dei que sacaba una doctrina
bien diferente que Ia corte de Roma. Aceptaba que cl Estado de Ia Iglesia era
un regalo, una donación hecha por Carlos ai Papa, pero precisamente por esto
tenía ei Papa ia obligación de no apartarse de Ia política dei Império, cosa que
no estaba dispuesto a tolerar. 78
El Papa estaba asombrado por Ia pretensión de Napoleón de que tuviera que
considerar a los enemigos de otro como enemigos propios. Repuso que era ei
pastor universal, ei padre de todos, ei servidor de Ia paz, y que una exigência
semejante le llenaba de indignación: "Tenía que ser Aarón, ei profeta de Dios,
no Ismael, cuya mano contra todos y Ia mano de cada cual contra él."
Pero Napoleón fué derecho a su fin. Ocupo Ancona y Urbino después de
habcr sido rechazado su ultimátum; en él reclamaba para si, entre otras cosas,
cl nombramiento de una tercera parte de los cardenales, haciendo marchar luego
sus tropas sobre Roma. Los cardenales que no le eran afectos fueron advertidos,
y por dos veccs ei secretario de Estado dei Papa, pero como todo esto no hizo
mclla en Pio VII, tampoco su persona fué respetada, pues fué sacado de su pa-
Le pape s'cst donné Ia pe/ne de venir à raon couronnement. /'ai recomiu daus ccfte démaiche un
saint prcíaí; mais i) voulait que je íui ccdasse les légations. (Bignon, Jíístoire de France sous Na-
poleón, dcuxieme epoque, i, p. 158.)
78 Schôll, Arcliivcs historiques et poiitiqucs (Paris, 1819), contienc en ei segundo y en ei
lercet tomo un "Précis des conteslations qui ont cn lieu entre le saint siège et Napoleón Bonaparte
accompagné d'un grand nombre de pieces officiellcs". La correspondência que se nos facilita en esta
obra cn toda su aniplitud va desde ei 13 de novieinbrc de 1805 hasta cl 17 de mayo de 1808. No
obstante nos encontramos en Bignon, Histoire de France depuis ia paix de Tilsit, 1838, i, cap. 3,
p. 125, con cl siguiente pasaje: Les pub/ications faites depuis 1815 ne se composenf guère que de
pieces dont Ia date commence cn J808. Y luego: /usqu'à présent son caractère [de Pie V/í] n'est pas
sii/fisamnient connu. On ne le connoitra bien qu'en 1'apprcciation d'après ses actes. Pero, en efecto,
ya conocíamos estas actas. Bignon no hizo sino afladir poço a los documentos que nos ofrece Schõll.
580 ÚLTIMAS ÉPOCAS

lacio y de ia ciudad. Un senadoconsulto declaro Ia unión dei Estado de Ia


Iglesia con ei Império francês. Se declaro también que Ia soberania temporal
era incompatible con el ejercicio de los derechos eclesiásticos y que, en el futuro,
ei Papa quedaria obligado formalmente a los cuatro princípios galicanos. Red-
biría rentas de bienes raíces, poço más o menos como un vasallo dei Império, jfi
el Estado se encargaría de los gastos dei colégio de cardenales. 79 »
U n plan, como vemos, que subordinaba todo el poder eclesiástico ai Império
y Io colocaba en Ias manos dei emperador, por Io menos indirectamente.
Pero difícil le era ai emperador conseguir Io imprescindible: que el Papa
se decidiera a consentir esta humillación. Y Pio VII utilizo el último momento
de libertad para pronunciar Ia excomunión. Nego Ia institución canónica a los
obispos nombrados por el emperador. Napoleón no era tan por completo duefli
de su clero para no sentir Ias repercusiones de estos actos en una u otra parte,
sin que faltara el lado alemán.
Pero esta resistência motivo que se hiciera violência ai Papa. Las conjfl
cuencias fueron mucho más amargas para Ia cabeza de Ia cristiandad, que sentíd
Ia situación interior de Ia Iglesia, que para el emperador, a quien los asuntos
espirituales no le eran más que un médio de poder, en si mismo indiferente.
En Savona, a donde se llevó ai Papa, se hallaba este solo, abandonado a si
mismo, sin consejero alguno. Haciéndole ver exageradamente Ia confusión qufl
en Ia Iglesia provocaria Ia negativa de Ia institución canónica, el buen hombrd
se sintió obligado, bajo el más amargo dolor y Ia más violenta resistência, a re«j
nunciar a este derecho. Porque no otra cosa significa que Io cediera a los metro*
politanos, cuando, por razones muy diferentes que las de indignidad personaí
dei candidato, se había negado durante más de seis meses a ejercerlo. RenunciJ
ai derecho que realmente constituía su última arma.
Mas no era esto todo Io que se queria obtener de él. Con precipitadflB
que agravo todavia su debilidad corporal, fué conducido a Fontainebleau, dondd
nuevos asaltos y exigências le presionaban a excusas de Ia restauración de Ia pai
de Ia Iglesia. Por fin se consiguió que el Papa cediera en los puntos decisivoí
Consintió en residir en Francia; aceptó los acuerdos más importantes de aqufll
senadoconsulto. El concordato de Fontainebleau de 15 de enero de 1813 ha sido]
redactado en el supuesto de que nunca volverá a Roma. 80
Lo que jamás un príncipe católico había concebido en serio le había salíflj
bien ai autócrata de Ia Revolución. El Papa accedió a somoterse ai Império frani
cés. Su autoridad se convertia en un perpetuo instrumento en manos de Ia nuevlj
dinastia y habría servido para consolidar Ia obedienoia interior y el sojuzgamientd
de los Estados católicos no sometidos todavia. El Papado se habría encontradfl^B
aquella situación en que estuvo bajo los emperadores germânicos en Ia plenituM
de su poder, especialmente bajo el salio Enrique III. Pero las cadenas h u b i f l H
sido mucho más pesadas. En el poder que ahora dominaba ai Papa había flH
que contradecía a los princípios de Ia Iglesia, ya que en el fondo no era s f l j
otra metamorfosis de aquel espíritu de Ia oposición contra Ia Iglesia que se h a | H
T9 Thibaudeau, Histoire de Ia France et de Napo/eón. "Empiie", t. v, p. 221.
80 Bart. Pacca, Memorie storiche dei min/slero de'due viaggi in Francia, etc, p. 323- H f l |
rischpolitische Zeitschriít, i, parte rv, p. 642.
LA RESTAURACIÓN 581

desarrollado en ei siglo xvm y que llevaba en si tan fuerte propensión a Ia


incredulidad. El Papado se hubiera sometido a este poder enemigo y se habría
convertido en su vasallo.
Sin embargo, no estaba dispuesto a que esta vez Ias cosas llegaran a tal
extremo.

7 ) La Restauración
El império en cuyo centro jerárquico iba a figurar ei Papa se hallaba empenado
en inciertas guerras contra enemigos indómitos. El Papa, en su soledad de pri-
sionero, no tenía ninguna información exacta de Ias vicisitudes de Ia lucha. En
ei momento mismo en que, después de tan larga resistência, se doblegó, Napo-
león había fracasado en su última empresa contra Rusia y su poderio se veia
sacudido en sus cimientos con todas Ias consecuencias que esto había de acarrear.
Europa abrigo de nuevo Ia esperanza, casi extinta, de su libertad. Cuando ei
Papa, ai que pudieron acercarse unos cardenales después de su sometimiento,
se enteró de Ia situación, recobro ânimos, volvió a respirar y celebro cada avance
de Ias potências aliadas como un acto de liberación.
Cuando, poço después de Ia proclama de su rey, Prusia se rebelo, Pio VII
se atrevió a revocar ei concordato; cuando se reunió ei Congreso de Praga se
atrevió a dirigir su mirada más allá dei país que le retenía, para recordar ai empe-
rador de Áustria sus derechos. Después de Ia batalla de Leipzig cobro tanta
confianza, que rechazó Ia proposición que se le hizo de una devolución parcial
de sus territórios; cuando los aliados atravesaron ei Rin, declaro que no tenía
intención de negociar si no se le restablecía antes en su situación. Los aconte-
cimientos se desarrollaron aceleradamente, y cuando los aliados se apoderaron
de Paris, él llegaba a Ias fronteras dei Estado de Ia Iglesia. El 24 de mayo de 1814
cntró de nuevo en Roma. Comenzó una nuevo época para ei mundo y también
una nueva era para Ia Santa Sede.
Lo que ha puesto su sello a Ias últimas décadas ha sido Ia lucha entre Ias
tendências revolucionárias, tan poderosas todavia en los espíritus, y Ias ideas a
que los viejos Estados después de Ia victoria se acogieron con redoblada seriedad
como a sus viejas bases; y en este antagonismo es natural que ei supremo poder
de Ia Iglesia católica tomara una posición importante.
Lo primero que le vino en ayuda fué ei concepto de Ia legitimidad secular
y esto más bien de parte de sus enemigos religiosos que de sus partidários y fieles.
Fué Ia victoria de Ias cuatro grandes potências aliadas, entre Ias que três
no eran católicas, sobre aquella que había pretendido convertir su capital en
centro dei catolicismo, Ia que hizo posible que ei Papa volviera a Roma. Se expu-
so ei deseo dei Papa de que se le reintegrara en Ia posesión dei Estado de Ia
Iglesia a los três monarcas no católicos reunidos en Londres. En otros tiempos
Ias fuerzas de este Estado han sido aprovechadas a menudo para tratar de destruir
ei protestantismo en Inglaterra o en Alemania, para llevar Ias doctrinas católicas
a Rusia o a Escandinávia. Ahora Ia acción de estas potências no católicas habría
de colocar ai Papa como dueno de su Estado. En Ia alocución en que Pio VII
comunica a los cardenales ej feliz resultado de sus gestiones, celebra expresa-
582 ÚLTIMAS ÉPOCAS

mente los servicios de los monarcas "que no pertenecen a Ia Iglesia Roma


ei emperador de Rusia, que tuvo gran cuenta de sus derechos, Io mismo que
rey de Suécia y ei príncipe regente de Inglaterra, así como ei rey de Prusia, q
ha estado de su lado en todo ei curso de las negociaciones". 81 Las diferenc
confesionales quedaban olvidadas de momento y solo se tenían en cuenta co~
deraciones políticas.
A menudo hemos podido observar combinaciones parecidas en ei siglo
médio último. Ya vimos en qué Estados pudo respaldarse Inocencio XI en
diferencias con Luis XIV. Cuando los jesuítas fueron perseguidos por las co
borbónicas encontraron gracia y protección en ei Norte, en Rusia y en Pru
cuando en ei ano de 1758 los Borbones se apoderaron de Avignon y Beneve
se produjo una agitación política en Inglaterra. Pero jamás esta conexión
había manifestado de manera más patente que en los últimos acontecimicn
Una vez que ei Papa había recobrado un puesto independiente entre
príncipes de Europa, podia pensar tranqüilamente en ei restablecimiento de
obediência eclesiástica. Uno de los primeros actos que senalaron Ia restaura -
de su autoridad fué Ia solemne reinstauración de los jesuítas. El domingo 7j
agosto de 1814 dijo misa en Ia iglesia de Jesus, en ei altar de San Ignacio de [
yola; oyó otra y dió a conocer una bula en Ia que autorizaba a los miem1
supervivientes de Ia Companía de Jesus a vivir según Ia regia de San Ignaci
recibir novicios, fundar casas y colégios, y a dedicarse ai servido de Ia Igl"
en Ia predicación, Ia confesión y Ia ensenanza; faltaria a su deber si en Ia borra
que amenazaba a cada momento con ei naufrágio rechazaba ei auxilio de u
remeros tan expertos y vigorosos, que se ofrecían de si mismos.82 Les devol
Io que quedaba de su viejo patrimônio y les prometió indemnización por Io I
jenado. Conjuró a todas las potências seculares y eclesiásticas a que fu.'
amigables con Ia orden. Se notaba que pensaba ejercer su autoridad eclesiásti
no con Ia limitación de los últimos tiempos dei siglo xvm, sino en ei scnt
más antiguo. De hecho, no se podia imaginar un momento más favorable _
ello. Los regímenes restaurados en ei sur de Europa se arrepentían de su ant"
resistencia, pues creían que con ella habían desatado ei espíritu que les h^
derrocado. Ahora veían en ei Papa a su aliado natural y, mediante Ia influen
espiritual, pensaban poder vencer más facilmente ai enemigo interior que
rodeaba. El rey de Espana recordo que llevaba ei título de rey católico, rJec^
que queria mostrarse digno de él y llamó a los jesuítas que su abuelo ha
desterrado; restableeió ei tribunal de Ia nunciatura y se volvieron a leer los
tos dei Gran Inquisidor. En Cerdena se fundaron niíevos obispados; en Tosc J
se abrieron viejos conventos; en Nápoles, después de alguna resistência, se
cedió a un concordato por ei que se reconocía a Ia cúria romana una gran influ
cia directa sobre ei clero dei reino. Entre tanto, Ia Câmara francesa de 1
veia Ia salvación de Ia nación en Ia restauración de Ia vieja Iglesia de Fran;
"esta obra —como se expresa un orador— dei cielo, dei tiempo, de los reye|

81 Nè possiamo non /are un gran conto dei merili verso noi di Feder/go [Guil.] re de Pru
i) cui impegno íu constantemente in nostro favore ne/ decorso tutto de/íe trattative de'nostri a/
"Alocución dei 4 de septiembre de 1845", en Pistolesi, n, p. 144.
82 Bula: SoUicitudo omnium ecc/esiarum.
LA RESTAURAC1ÓN 583

de los antepasados"; Io más importante era devolver ai clero su influencia en ei


Estado, en los municípios, en Ias famílias, en Ia vida y en Ia educación públicas,
y para nada se hablaba de Ias libertades que Ia Iglesia galicana había disfrutado
de hecho o se había reservado expresamente. Mediante ei nuevo concordato en
proyecto hubiera quedado en una dependência de Roma como en ninguna
otra época.
Estaba en Ia naturaleza de Ias cosas que no se pudiera obtener en seguida
Ia victoria, con un procedimiento tan tajante, sobre ei espíritu de Ias naciones
latinas, que se había desarrollado con intenciones bien diferentes. En Francia,
Ias viejas antipatías contra Ia jerarquía se pronunciaron violentamente contra ei
concordato; ei poder legislativo se había constituído en tal forma, que ya no era
posible pensar en Ia ejecución de los planes de 1815. Las violências dei governo
femandino en Espana provocaron también una violenta reacción y estalló una
revolución que, ai combatir ai rey absoluto, que no podia oponerle ninguna re-
sistência, llevaba en si una decidida tendência anticlerical. Una de las primeras
medidas de las nuevas Cortes fué Ia supresión de los jesuítas. Pronto se tomo
ei acuerdo de suprimir todas las ordenes religiosas, de enajenar todos sus bienes
y de amortizar con ellos Ia deuda nacional. En ei mismo momento ocurren en
Itália movimientos semejantes; se propagaron hasta ei Estado de Ia Iglesia, que
estaba impregnado dei mismo espíritu, y los carbonarios llegaron a fijar ei dia
de un levantamiento general en los domínios de Ia Iglesia.
Pero los monarcas restaurados volvieron a encontrar respaldo y ayuda en
las grandes potências que habían salido victoriosas y las revoluciones fueron aho-
gadas. Es verdad que los Estados no católicos no tomaron una parte directa en
estas represiones, pero si hubo algunos que estaban contra ellas, también hubo
otros que las aprobaron.
Entre tanto, ei catolicismo se reorganiza en los países no católicos. Se con-
sidero que Ia religión positiva, cualquiera que fuese Ia confesión, era Ia mejor
garantia de Ia obediência civil. En todas partes se cuido de reorganizar las dió-
cesis, de fundar obispados y arzobispados, de establecer seminários y escuelas
católicas. Bajo ei gobierno alemán, Ia institución eclesiástica católica cobro un
aspecto muy diferente en las províncias prusianas que habían estado incorpo-
radas a Francia dei que había ofrecido bajo ei gobiemo extranjero. La oposición
anticlerical, que se levantaba aqui y allá contra ei viejo orden de Ia Iglesia
católica, no encontro apoyo ninguno en los Estados protestantes. Por otra parte,
Ia corte romana concluyó tratados con los gobiemos protestantes y con los católi-
cos y se vió obligada a reconocerles una intervención en los nombramientos de
obispos. Esta intervención se utilizo en ocasiones para promover a las dignidades
a los hombres religiosamente más celosos. Parecia como si Ia disputa confesional
hubiese desaparecido de las altas esferas. En Ia vida ciudadana iba disipándose
de dia en dia. La literatura protestante dedicaba a las viejas instituciones católi-
cas una atención que le hubiese sido imposible en épocas anteriores.
En aquellos casos en que ei principio católico riguroso, que se adhería a
Roma y era representado por ella, entro, a pesar de todo, en colisión con los
gobiernos protestantes, mantuvo posiciones de ventaja.
584 ÚLTIMAS ÉPOCAS

En Inglaterra obtuvo una gran victoria en ei afio de 1829.


Durante Ias guerras de Ia Revolución, ei gobierno de Inglaterra, que desdl
hacía un siglo era exclusivamente protestante, se había ido aproximando
Sede Romana. Bajo los auspícios de Ia victoria de Ia Coalición de 1799, en Ia que
Inglaterra desempenó tan gran papel, fué elegido Pio VII. Ya vimos como ttÊ
Papa siguió apoyándose en Ia potência inglesa y no se permitió ningún altercafll
con ella. Tampoco en Inglaterra se consideraba como necesario que Ia relaciéi
religiosa con ei Papado tuviera que excluir de todos los derechos políticos, m
Ia capacidad de ocupar cargos oficiales. Ya Pitt había expresado este
miento. 83 Sin embargo, como era natural tratándose de un cambio en Ia costum^
bre de mantenerse en los princípios inveterados de Ia Constitución, durante laroÉ
tiempo se opuso una resistência insuperable. Pero ei espíritu dcl siglo, que Nj
pugna todo privilegio exclusivo, se hizo valer también en esta cuestión. I I
Ia catolicísima Irlanda prevaleció de tal forma Ia resistência y Ia agitación p o l í d f l
religiosa, que aquel general, entonces a Ia cabeza dei gobierno, que había vencido]
a tantos enemigos, se vió obligado a declarar que no podia seguir gobernanaí
sin esa concesión. De esta suerte se aminoró o se derogó Ia obligación de jurfl
mento, que en Ia época de Ia Restauración o de Ia Revolución se considero comi
ei único médio de garantizar los intereses de los protestantes. Lord Liverpod
había declarado a menudo que, si se deregaba esta medida, Inglaterra d e ^ H
de ser un Estado protestante, pues, si en un principio no acarrearía consei
graves, nadie podría prever sus consecuencias en ei futuro. 84 A pesar de todo,
tuvo ei valor de derogarla.
U n triunfo todavia más brillante e inesperado se logro en Bélgica.
Pronto se manifesto en ei reino de los Países Bajos, desde ei momento!
su fundación, una disensión entre ei Norte y ei Sur que amenazaba cojj
descomposición dei reino y que, desde un principio, se centro principalmen
en Ias cuestiones religiosas. El rey protestante acogió Ias ideas de José II y,
esta inspiración, fundo escuelas superiores y elementales, e intervino en Io que
correspondia en ei aspecto eclesiástico. La oposición fundo instituciones de en
fianza de inspiración contraria y se entrego decididamente a trabajar por
jerarquía eclesiástica. Se constituyó una opinión y un partido católico lil»
que, apoyándose, Io mismo que en Inglaterra, en los derechos generales dei h
bre, aumento sus pretensiones por dias, obtuvo concesiones, se libro de Ia
acción escolar y, llegado ei momento favorable, rechazó por completo Ia odl
dominación. Logro fundar un reino en ei que los sacerdotes han consegu!
de nuevo una significación política extraordinária, ^ a s í a los factores democ
88 JVfr. Pitt is convinced, se dice en una carta a Jorge III, dei 31 de cnero de 1800, thal
grounds on which the laws on exclusion now remaining werc fotinded, have long bcen narro
—that those principies, formerly help by the cathoJics which made them be comidercd as politL,
dangerous, have been íor a conrse of time gradually declining, —that the política/ circumflfl
under which the exclusive Jaws originated, arising írom the conflicting power of hosti/e and m
bafanced seafs— and a division in Europe between catho/ic and protestant powers are no h>
applicab/e to the present state o/ things.
84 Speech of L. Liverpooí 17 Mai 1825: Where was the danger in having a popish Kinfl
a popish Clianccllor, if ali the other executive officers might acknowledge the pope.—It W)H^B
—that ;i catholic be prime minister and have lhe whole patronage of the church and state JÊ
disposal.—Jf the Bill were to pass, Great Britain would be no longer a protestant state.
LA HESTAURACIÓN 585
cos de Ia Constitución les fueron muy ventajosas. El censo bajo, que permitia
tuvieran participación en los asuntos públicos Ias clases modestas de Ia ciudad
y dei campo, sobre Ias que con facilidad cobraron influencia, les hizo posible
aduenarse de Ias elecciones; mediante estas, de Ia Câmara, y con Ia Câmara, dei
reino. Se los ve en Bruselas, Io mismo que en Roma, en los paseos públicos,
bien alimentados y satisfechos, disfrutando de su triunfo.
Ni en uno ni en otro de estos acontecimientos ha tenido una participación
directa, por Io que sabemos, Ia corte romana, aunque han sido tan ventajosos
para su autoridad. Pero en un tercero, Ias disensiones con Prusia, si han actuado
directamente. En este país Ias tendências dei Estado protestante y Ias de Ia
jerarquía católica, que parecían marchar de Ia mano desde Ia Restauración,
pero que poço después fueron divergiendo, llegaron a los extremos de unaJucha
que con razón desperto Ia atencion general. Renunciando a unas negociaciones
de Ias que se podia predecir que conducírían a buen término, ei Papa, firme en
Ia idea de Ia ortodoxia exclusiva, protesto contra una ordenanza dei rey desti-
nada a regular Ias relaciones familiares de Ia población mixta en ei aspecto
religioso. En Ia misma Alemania encontro órganos favorables y poderosa ayuda.
Gracias a Ia prudência de un príncipe que reconocía plenamente Ias con-
vicciones religiosas, aunque se presentaran en una forma que él no consideraba
como Ia verdadera, se llegó a un arreglo que permitia libre movimiento a Ia
autoridad eclesiástica y parecia dar satisfacción a ambos partidos.
Por esta época, merced a Ia irrupción de un sacerdócio que volvia a todo
Io viejo, se provoco un notable retroceso en Ia Alemania católica. Después que
cientos de miles de personas habían sido atraídas a Ia veneración de una santidad
bastante dudosa, una pequena demostración en contra, sin ningún contenido
positivo, produjo en Ia clase media alemana un despego de Roma tan fuerte
como nadie hubiera podido figurarse. Lejos de favorecer este movimiento, ei
Estado trato de consolidar Ias formas eclesiásticas introducidas.
Gracias a Ias violentas agitaciones que sacudían a Francia, ei catolicismo
obtuvo una indiscutible ventaja.
La revolución de 1830 podia ser considerada como una derrota de Ia opinión
clerical rigurosa, pues es sabido que ei ceio religioso de Carlos X precipito su
caída. Desde entonces, los ampliados derechos constitucionales, de los que se pue-
de servir cada cual, dieron espado y ocasión a Ias tendências clericales para
prosperar. Pero sus pretensiones, especialmente Ia que se referia a Ia dirección
de Ia educación, le recordaban ai Estado que no estaba fundado unicamente
sobre Ia libertad y los derechos individualcs y que, por ei contrario, un ejercicio
de los mismos en un sentido fundamentalmente antitético a su concepto básico,
le podia ser muy peligroso. Poças veces se vió tan unânimes a los diputados de Ia
época como en sus acuerdos contra Ia intentada reorganización de los jesuítas,
de suerte que Roma tuvo que dar un paso atrás. Ocurre luego Ia revolución
dei 48. En cuanto Ia sociedad, sacudida en sus cimientos, trato de recobrar en
médio de Ia revuelta el terreno en que descansa ei orden público, Ia primera
cuestión que se abordo fué Ia de Ia enseflanza. Hasta los más fogosos defensores
de Ia Constitución derrocada concedían que había que conciliar Ia religión con
586 ÚLTIMAS ÉPOCAS

Ia filosofia que había dominado hasta entonces; se encontro una via media entre
Ias doctrinas opuestas, 85 pero tuvo como efecto que ei clero empezó a competir
con ei sistema dei Estado, Io mismo en Ias esferas superiores de Ia instrucción quf
en todos los demás grados. Desde entonces, numerosas congregaciones de hom-
bres y mujeres, con facultades locales o generales, se han ido extendiendo poíi
todo ei suelo de Francia para dirigir Ia instrucción primaria en e¥ sentido de Ia
Iglesia. En cuanto a Ia ensenanza superior, los jesuítas recuperaron Ia posición
que habían tenido antes. También en los demás aspectos el clero, favorecido po|
una opinión preocupada por los peligros de Ias doctrinas filosóficas, ha ejercij
do una gran actividad y le ha parecido laudable anteponer Ias prácticas eclesiái
ticas romanas a Ias galicanas. Las consecuencias de Ia revolución de febre:
favorecieron en general las ambiciones clericales.
Êxitos grandes y prometedores va obteniendo de esta suerte el reavivai!
catolicismo en todo el mundo. Pero como también van prosperando las tendenciaj
de emancipación de los poderes políticos dominadores, nada de extrano tieij
que se manifestaran a su vez en el propio Estado de Ia Iglesia. Nos vamos ace|
canào a unos acontecimientos que más bien pertenecen a ]a política que a i
historia. Pero hay que estudiarlos, siquiera a grandes rasgos, si queremos dam
cuenta de Ia posición que ocupa el Papado en el mundo actual.

8) La ígíesia y el Estado de Ia Iglesia bajo Pio IX (1848-1878)


Cuando se restauraron los regímenes de los países meridionales de Europa, •
gobierno de Roma no trato de volver a Io antiguo. El político dirigente, cardenal
Consalvi, considero más bien Ia ocupación francesa como un acontecimienu
favorable para dar unidad y uniformidad a Ia administración dei Estado a
siástico, sin consideración a los privilégios tradicionales de los municípios, d«
nobleza y de las províncias; se ha dicho de él que planto el liberalismo en el |
Io de Ia superstición; solo en un punto se mantuvo fiel a Ia vieja tradición di
Santa Sede: encomendo Ia administración dei Estado reformado a Ia corporal
eclesiástica que durante el interregno había sido excluída.
En los dos gobiernos que siguieron se hubiera preferido volver ai sisn
que precedió a Ia época revolucionaria, pero el intento, por otra parte desafq|
nado, no tuvo más efecto que el de aumentar Ia animadversión de Ia pobla^
contra el domínio dei clero, que siguió siendo decisivo. Cuando en el ano de li
se conmovió el orden europeo, se produjo también un levantamiento en éti
tado de Ia Iglesia. Gregorio XVI, que por entonces llegaba ai pontificado
contento de que el movimiento no fuera contra él, sino contra el sistema iM
ducido. 80 Estaba decidido, sin embargo, a mantcnerlo. Una vez que fué repi)
mida Ia revuelta, las potências europeas expresaron su deseo de que se permil
a los laicos una mayor participación en Ia administración de los asuntos secul
dei Estado. Efectivamente, algo se hizo en este sentido, pero con tan gran nu
ración, que más bien se puede considerar como una negativa que como j
concesión. El descontento fué extendiéndose y aumentando en intensidad, I
85 Loi de 1'ense/gnement 15 Mars 1850.
8« Wiseman, RecoJ/ections oi the Jast four popes, p. 429.
P Í O IX 587
tambié Ia represión creció en violência. A Ia muerte de Gregorio se contaban
2,000 exiliados o presos políticos.
En este conflicto los cardenales han mantenido opiniones discrepantes.
Uno de ellos, activo funcionário, manifesto que creía conveniente y hasta nece-
saria una secularización de Ia administración, pero que dificilmente se podia
esperar dei jerarca eclesiástico. Otro cardenal, miembro de una orden religiosa,
en ei que pensaba ei pueblo como Papa con Ia esperanza de alivio, proclamo
a Ias gentes que les procuraria para vivir, pero que también establecería altos
tribunales para disciplinados. Una terccra opinión predomino en ei cónclave y
fué elegido un Papa, Pio IX, que, penetrado dei derecho divino dei pontificado
sobre su Estado, era, sin embargo, de opinión de que podia dar satisfacción
a todas ias exigências justas sin ceder en nada de este derecho. 87
Abrió Ias prisiones y moderó un tanto ei sistema vigente con medidas*que,
sin ser muy radicales, fueron saludadas con júbilo. Porque no son tanto Ias
acciones cuanto Ia dirección que senalan Io que provoca ei aplauso de los hom-
bres. Alejó poço a poço a los hombres de Ia reacción gregoriana y nombró para
Ias comisiones que habría de acometer Ias mejoras personas que no pertenecían
ai clero y tenían fama de sensatez y sentido práctico; finalmente se instituyó
una Consulta de Estado que él mismo senaló como respresentación consulti-
va que asistiría en Ia legislación y Ia administración de su Gobierno, Ia cual se
fué componiendo en su mayor parte de seglares bajo Ia dirección dei secretario
de Estado. De este modo pensaba Pio IX cumplir con los deseos y consejos de
Ias potências, 88
Pero los tiempos y Ias opiniones habían cambiado y ei iniciado movimiento
dei ano 1848 le llevó ai Papa un poço más lejos. Presto oídos a Ia petición
de formas constitucionales. Teniendo en cuenta, como él dice, Ias antiguas libcr-
tades, que una vez revocadas no vuelven a restablecerse, se sintió movido a
instituir una Constitución con dos Câmaras, o, por su nombre, Consejos, de los
que ei primero era nombrado directamente por él y ei segundo elegido por
censo y número de habitantes. Pero no era una Constitución como Ias demás
ni podia serio. Porque Ias concesiones hechas por ei Papa eran limitadas y, ade-
más, toda ley votada por Ias dos Câmaras tenía que ser aprobada en sesión
secreta por los cardenales antes de que ei Papa diera su sanción. 80 La autoridad
suprema quedo en manos dei clero.
Por su parte, los seglares manifestaron de vários modos su deseo de que los
asuntos seculares estuvieran exclusivamente en sus manos. No se podia pensar
en que, después de haber otorgado una fuerte representación parlamentaria,
consintieran en limitaciones que no se compaginaban con ei principio dei sistema
adoptado.
ST Farini: Lo stato R o m a n o dalCanno 1815 aí 1850. un libro q u e , scgiín nuestro parecer,
respira demasiado fuertemente cl espiritu retórico de Ia historiografia italiana, y q u e de ningún
modo puede considerarse como imparcial; sin embargo, está basado en conocimientos exactos y nos
ofrece los documentos más importantes.
8« Alocución dcl 29 d e abril d e 1848: Le cose. che facevamo n e l prinii príncipií de/ nostra
pontificato, bene si convengon con q u e d o , che avevan desideratc i pnncípi dc/1'Europa.
8» Sfatuto /ondainenta/e, $ 52. Cf. Dóllingcr, Kirche und Kirchen, P a p s t t h u m und Kirchcn-
sfaaf, p. 6 0 3 .
588 ÚLTIMAS ÉPOCAS

Disensión inevitable, en Ia que muy pronto se injertó una cuestión todavia


más amplia y hasta urgente.
Las reformas estaban en relación con Ia revolución de febrero en P a t a
pero para Itália y los asuntos italianos cobraba todavia importância mayor ei
que también en Viena fuese derribado ei régimen contra ei que ei sentimientd
nacional había estado luchando en vano desde hacía cuatro decenfts. En Roflaj
se celebro ei acontecimiento con repique de campanas y a los gritos de "jltaliafl
Atendiendo a Ia proclama de Carlos Alberto de Piamonte, que anunciaba stl
próxima entrada en Ia Lombardía para expulsar a los extranjeros dei suelo italU
no, se constituyó en Roma una legión de voluntários para tomar parte en Ia
empresa. El mismo Papa parecia participar en estos sentimientos. Así, por Io me
nos, se interpreto su proclama en Ia que condenaba a aquellos "que en ei vendi
vai que derrumba cedros y robles no quieren reconocer Ia voz de Dios" y pedia)
Ia concórdia de los pueblos de Itália.
Pero dificilmente ha podido ser esta su intención.
Cuando Ia marcha de los voluntários se nego a salir ai balcón para desjlfl
dirlos, y a los que llamó para que vinieran a verle les dió ei consejo de defendei
su casa y nada más. 90 Hacía poço tíempo había hecho frente a las pretensionfli
de Áustria por defender sus derechos en Ferrara; su ambición no parecia ir flfl
allá de Ia conservación de Ia integridad dei Estado de Ia Iglesia. Cuando su|
ministério constitucional pidió autorización para que las tropas regularmenttj
organizadas, que entre tanto habían llegado a Ia frontera, pudieran cruzar ei
Po, otorgó Ia autorización, pero con Ia reserva de retiraria cuando le pareciei»
bien. No aprobó Ia propuesta, pero tampoco se opuso resueltamente.
El general pontifício se considero autorizado por las indicaciones recibiJB
a tomar parte publicamente en Ia guerra contra Áustria y proclamo a los cuatrflj
vientos que ei hombre de Dios, ei Papa grande y justo, estaba por ella: había
bendecido las espadas de los soldados para que se unieran a Carlos Alberto y|
fueran a Ia guerra contra ei enemigo de Dios y de Itália. Así como, con una,
idea bastante confusa, se identíficaba Ia hegemonia austríaca en Itália coflfH
império de los Hohenstaufen, se creía también ver en Pio IX un nuevo Alejaiw
dro III que se decidiria a ponerse a Ia cabeza de un movimiento rcpublicanoj
El ministério dei Papa estaba por esta dirección y le hacía prcsión para qud
siguiera ei espíritu dei tíempo, emprendiendo animadamente Ia guerra, pues, do
este modo, dominaria los acontecimientos y se aseguraría ei futuro.
El Papa se sintió muy contrariado. Muy lejos estaba de cualquier simpatia
republicana; pedia de los italianos que obedecieran^a sus príncipes beneméritoiH
veia Ia unidad de Itália en una alianza de los mismos entre si y con Áustria como
potência italiana, y muy por encima de Ia suerte de Itália estaba para él Ia misión
pontifícia. A Ia propuesta de sus ministros contesto con una alocución cn ei con«j
sitorio dei 29 de abril, y manifesto que no se proponía hacer ninguna guertll
con Áustria y, como era ei deber de su apostolado supremo, que abarcaba eu
ei mismo amor a todas las naciones.
90 Cuardate Ja case mia: no alfro. De un despacho de] conde Ludolfo, en Petrucelli, Pio IX.
Seria muv deesable para Ia historia tener una declaración autêntica de Su Santidad sobre e i H
acontecimientos.
PÍO IX 589
Pero con esto no solo se aparto dei sentimiento general italiano, sino que
incurrió también en una fuerte discrepância con ei Parlamento, que se reunia
en Ia hora de Ia marea ascendente dei espíritu nacional.91
El ministro más importante de entonces, Mamiani, tenía Ia idea de emanci-
par ei Estado por completo de Ia influencia de los cardenales y de concentrar
ei poder secular en manos dei Parlamento y de los ministros responsables, a los
que ei Papa tendría que acomodarse como cualquier otro príncipe constitucio-
nal, pero a estos propósitos se oponían Ias disposiciones dei estatuto y Ia con-
ciencia jerárquica de Pio IX. Este apenas si podia entenderse con estos ministros
para una manífestación oficial.
Por fin se encontro un hombre dispuesto a conciliar un régimen constitu-
cional con Ia letra dei estatuto y con ei sentir dei Papa: Pellegrino Rossi, uno
de los grandes estadistas de Ia época, que veia en Ias formas constitucionales
ei único médio de proteger ai Estado moderno contra Ia reacción dei absolutismo
y contra Ias tendências destructivas de los republicanos, hombre de opiniones
honradas, con toda Ia cultura de su siglo, enérgico y valiente. Declaro que ei
estatuto era Ia piedra angular sobre Ia que habia que levantar ei edifício de Ia li-
bertad. En Ias negociaciones acerca de Ia alianza de los Estados constitucionales
italianos que Uenaban ei momento, rechazó Ias ambiciosas sugestiones piamon-
tesas y mantuvo Ia primada dei Papa, "Ia única grandeza viva que posee Itália".
Sobre esta base creía él que se podia restablecer ei orden público perturbado. Pero
los hombres ya no querían saber más de una federación de viejo estilo, de una
alianza dei poder eclesiástico con ei sistema constitucional. El hecho de que Ros-
si pareciera capaz de llevarla a cabo y, por otra parte, Ia aspereza y ei êxito
con que manejaba los asuntos públicos, concitó Ias pasiones contra él. No era
cosa que se impusiera en Roma ei sistema que Ia Revolución de Febrero habia
derrumbado en Francia. Cuando Rossi subia Ias escaleras de Ia Cancellaria
para inaugurar Ia nueva sesión dei Parlamento, ei 15 de noviembre de 1848,
una pufialada puso fin a su vida. En Ia asamblea ninguna voz de simpatia se
elevo en su favor.
El Papa se vió envuelto por Ia catástrofe dei ministro. A Ia primera resis-
tência que opuso a Ias exigências de Ias excitadas masas populares respecto
a un nuevo ministério y a Ia cuestión italiana, se vió sitiado en su palácio y Ias
balas llegaron hasta sus habitaciones; resultó muerto uno de los prelados de su
corte. En ei alboroto concedió Io que se le pedia, pero sin por ello aplacar
ai pueblo. Cuando se presentó ante los diputados Ia propuesta para asegurar Ia
adhesión ai Santo Padre ofendido, se pudo ver como, después de unos cuantos
discursos, era rechazada. Entonces decidió ei Papa ponerse a salvo de cualquier
otra coacción mediante ia fuga y, con Ia ayuda de los embajadores extranjeros
presentes, logro llegar ei 24 de noviembre a Gaeta, en los domínios napolitanos,
donde ya se habia refugiado en otros tiempos más de un Papa y donde pronto
le rodeó una corte de emigrantes y diplomáticos que le reconocían como cabeza
dei mundo católico.

91 Rossi, en un ensayo póstumo (cn Farini) Io expresa dei modo siguicnte: Sp/aceva ia guerra:
non íu nè dichiarata nè inpedira. U paese fe.un po ia guerra: il papa servo ia pace.
590 ÚLTIMAS ÉPOCAS

En Roma, después de Ia huída dei Papa, no se permitió que prosiguier


ei Gobierno constitucional.
Cuando los diputados eligieron una junta para que se hiciera cargo dí
gobierno, acordo esta que, no poseyendo ninguna base legal, ejercería sus funcio-
nes hasta que una asamblea constituyente tomara Ias decisiones pertinentes pat J
establecer un régimen. 82 Como no existia ningún poder principeáco en ei pafl
se apelo ai concepto de Ia soberania popular. Se convoco a los poços dias uni
asamblea nacional "para proveer ai Estado de una institución regular, firme I
amplia, según los deseos de Ia nación o de su mayoría"; se elegiría esta asamblfl
por sufrágio universal y elección directa. Afrontando Ias censuras eclesiástica
con que ei Papa amenazaba a los que tomaran parte en Ias elecciones, se d H
braron estas y, como se pregonó en Ia ocasión, con un orden apenas visto en otfl
parte. El 5 de febrero de 1849 tuvo lugar Ia primera sesión de Ia asamblea
nacional. Había una propuesta de abandonar Ia determinación de Ia futurl
constitución a una asamblea constituyente de toda Itália. Pero Ia asamblea ra
mana tenía una idea demasiado alta de su propio derecho y no queria a p l a f l
su ejercicio indefinidamente; adoptó por propia autoridad ei acuerdo de q u 4 ^ |
Papado había perdido de hecho y de derecho ei gobierno dei Estado de Romfl
que este tenía que restaurar ei glorioso nombre de Ia república romana y d H
con respecto ai resto deltalia, se mantendría en Ias relaciones que corresponi^M
a Ia nacionalidad común. Pronto los antagonismos que anidaban en Ias ideas il
enfrentaron asperamente. Apartándose dei Papa, que derivaba su derecho á ^ B
ei Estado de una especial providencia de Dios por Ia libertad de Ia IglesiaJH
asentó ei principio de que Ia soberania era un derecho eterno dei p u e b H
Ia idea republicana surgió entre los escombros dei dominio eclesiástico. B
no por eso se queria excluir ai Papa de Roma. Ya entonces se fijó Ia fórmul
que más tarde se ha repetido tanto, que habría de recibir todas Ias garanti
necesarias para ei pleno ejercicio de su poder espiritual.
Pero Pio IX estaba lejos todavia de rendirse ante este levantamicntd
sus súbditos, pues se sentia con fucrzas y con apoyos bastantes para realB
Ia lucha. Así como había abandonado Ia idea italiana para no ponerse en cont|
dieción con su situación a Ia cabeza de Ia Iglesia universal, ahora, en Ia desgM
que cse abandono le había acarreado, llamó en su ayuda a Ias potências <fl
licas. Áustria había tomado de nuevo Ias armas contra Carlos Alberto en 1
campana que seria desgraciada para este. Francia, para impedir que A i a
se hiciera todopoderosa en Itália, tomo Ias armas, contra Ia república ronV
que estaba aliada con ei rey. Áustria se apoderó de Bolonia y de A n c o i M
tropas francesas se dirigieron contra Roma. En ei mismo dia en que Ia repúbl
romana proclamaba su nueva constitución en ei Capitólio, ensalzando el raj
pio de Ia soberania popular, atravesaban los franceses el puente Sixto j
devolver a Ia cabeza de Ia Iglesia Ia capital dei orbe católico, de acuerdo ccwff
deseos fervientes de los católicos".93

92 Dichiariamo di assumerc un tanto u/fizio provisoriamente c temporaneamente. 20 de


bre de 1848.
03 Palabias de Ia proclama de Oudinot.
PÍO IX 591

De este modo quedo liquidada Ia república y Ia gestión de los negócios


públicos pasó a una comisión de cardenales nombrada por ei Papa. En Ia pri-
mavera de 1850 volvió Pio IX a Roma, restaurando Ias instituciones de sus anos
anteriores, Consejo de Estado, Consulta, colégios municipales y provinciales, de
suerte que los seglares tendrían una participación no pequena en Ia adminístra-
ción; pero todo el poder estatal en cada rama, Io mismo para los asuntos interiores
que exteriores, administración de justicia, enseííanza y censura de Ia prensa,
pasó de nuevo ai alto clero, que recupero así sus privilégios.
Fué un triunfo de los clérigos sobre los laicos, de Ias tendências monárquicas
sobre Ias republicanas y, sobre todo, de Ias simpatias de los católicos celosos
por ei jefe de Ia Iglesia sobre los empenos nacionales de los italianos.
Al momento, después de esta ínterrupción, eomenzó a florecer Ia autoridad
eclesiástica y el conflicto mismo le procuro un êxito inesperado.
Lo mísmo que en épocas anteriores, el gobierno espanol tomo también Ia
iniciativa para Ia inteligência de los católicos y puso sus fuerzas en el empeno.
En el ano de 1851 se celebro un concordato que llevó a buen término el enten-
dimiento entre el Papado y el Estado espanol, ya iniciado hacía un par de anos.
También en Ia península ibérica los bicnes eclesiásticos que, como había obser-
vado el Papa en una alocueión anterior, le habían quedado a Ia Iglesia bajo el
domínio de los infieles, habían sido pucstos a Ia venta. Se había fijado un limite
a estas enajcnacioncs mediante acuerdos provisionales, siempre en discusión hasta
que el concordato ofreció un arreglo definitivo. Acaso dos terceras partes de esos
hienes conservo Ia Iglesia y Ia Santa Sede consintió en Ia perdida dei resto.
En compensación, ]a Iglesia podia celebrar el triunfo de que Ia religión católica
afirmaba su exclusiva en Espana y en sus colônias, sometiendo Ia ensenanza
a su vigilância y dirección.
Senalemos de paso que en Ias colônias separadas de Ia metrópoli, los Estados
libres de América dei Sur, con los que se celebraron tratados, reconocieron Ia
religión católica como religión dei Estado, si bien no con caracter exclusivo, y
aseguraron a los obispos Ia censura de prensa, Ia instrueción en cuestiones de reli-
gión y Ia libre comunicación con el Papa.
Con Ia reinstauración dei poder imperial en Francia se podia temer, ai
recuerdo de su fundador, una resurrección de los propósitos imperialistas; y
algunas vocês, que no fueron escuchadas, advirtieron el peligro. En un principio
Ias cosas tomaron Ia dirección contraria. El clero tuvo Ias riendas en su mano
y pudo asegurar de este modo su posición recién conquistada frente a un movi-
miento derrocador que se podia temer ai continuar Ia Constitución republicana.
Al príncipe, que todavia era presidente, le pareció gran cosa el haber contribuído
de modo principal mediante su influencia y sus armas ai restableeimiento dei
Papa en Roma; su actitud católico-clerical, exhibida en los viajes, produjo satis-
facción general. 9 ' Hablaba, decían, como un Constantino; y en este sentido era
recibido por el clero. EI partido clerical hasta cree haber preparado el golpe
dei 2 de diciembre; coopero a su legalización con el voto unânime de sus partidá-
rios. Los obispos se adhirieron ai Nuevo Império, que veia uno de sus apoyos en

fl< Cf. Vcuillot, Lc pape et ia dip/omafif, 1361, p. 14.


592 ÚLTIMAS ÉPOCAS

su influencia y prestigio populares, y que, por otra parte, se sentia obligado


hacia los intereses eclesiásticos. Se pudieron ver cardenales en ei Senado y Ias
necesidades eclesiásticas fueron tenidas en cuenta en los presupuestos hasta para
Ias iglesias de aldea; los nombramientos de obispos ocurrieron después de mante-
ner conversaciones en Roma. 00
Una transformación parecida en favor dei Papado, todavia nfas llamativa,
pudo contemplar ei siglo en ei tercer país católico: ei império austríaco.
La Revolución de Marzo en Viena, que derroco ei viejo y temido poder, Ia
fué apareciendo como una liberación hasta ai mismo alto clero, porque todavia
estaban en vigor Ias disposiciones dei emperador José II que sometieron a aquél
a Ia más rigurosa tutela dei Estado por Io que respecta a disciplina interna
intervención en Ia ensenanza, a su dotación y sus relaciones con Roma. Tambié:
en Áustria se preguntaban qué queria decir Ia anunciada libertad si no se conflf
dia también libertad a Ia Iglesia. En Ia Dieta de Kremsier se presentaron Io
obispos austríacos con amplias reclamaciones, pues proponian un concordai
para poner coto a Ia legislación unilateral dei poder secular. Pero los diputadd
a quienes ei poder eclesiástico más bien les parecia demasiado fucrte, no li
prestaron atención y Ia Dieta, que temia por Ia paz confesional y por Ia libettjfl
individual, rechazó Ia propuesta ( l 9 de marzo, 1849) manteniéndose firme e n j
princípios de Ia legislación josefina.80 Pero Io que Ia Dieta negó, Io otorgó d
Gobicrno, que disolvió àquélla a los poços dias. En Ias negociaciones de G f l f l
se habló de Ia revocación de Ias disposiciones josefinas contrarias ai Papado. 9 !
Coincidieron Ia vuelta dei Papa a Ia ciudad de Roma y Ia relación más estreai
con ei episcopado dei país. Se opinaba que Ia fuente de Ias revueltas pop
res que de pronto conoció ei país ai parecer más a salvo, estaba en Ia falta
espíritu religioso, que provenía a su vez de aquellos frenos puestos a Ia a a _
eclesiástica, y ei império creyó encontrar un respaldo de su propia autoridl!
en una colaboración franca de Ias autoridades eclesiásticas nacionales conjT
universales. En estas ideas se inspiro ei concordato a que se llegó algún tiej
después (1855). En este concordato ei Estado devolvió ai clero Ias prerrogati\i
que le correspondían "según Ia ordenación divina y los princípios católicctfB
libre comunicación con Roma y una intervención activa en Ia educación
Ia ensenanza religiosa. A nadie se le podia ocultar Ia resistência que esto hal
de provocar en ei país; pero a ello condujeron ei antagonismo político interior •
opinión dominante; además, hasta parecia beneficiar en alto grado ei presdj
dei império en Itália y en Alemania. La cúria romana y ei episcopado austtf
se unieron estrechamente, pensando y esperando pemer en práctica los princij
dei concilio tridentino después dei transcurso de três siglos.98
Lo realizado en Áustria revistió todavia, si se compara con Francia y Esj
otro caracter. En estos países los ideales católicos eran más populares y esti
más a tono con ei espíritu de sus asambleas legislativas. En Francia hasta Ia |
05 As! lo asegura La Guerronnieie que debe saberlo: La France, Rome et 1'ítaiie, p. II
60 Springet, Geschichte von Oesterreich, n, p. 613.
97 En Ia alocución dei 20 de abril de 1849, se expresa Ia segura esperanza de che ré
eliminate da quel impero alcune inassime riprovate sempre delia sede apostólica.
98 Breve dcl 1' de junio de 1863, Schrader, Pius IX ais Papst und ais Kõnig, p. 122,
PÍO IX 593

ma oposición, si se puede hablar de ella, se acomodo a Ia dirección nueva. Pero,


cn general, ei efecto fué cumulativo y Ia jerarquía eclesiástica cobro por esta
inteligência renovada con Ias três potências un firme respaldo que le proporciono
un fuerte sentimiento de si misma.
Apenas si en alguna otra ocasión se ha expresado con mayor vigor Ia idea
de Ia unidad eclesiástica, basada en ei primado dei obispo de Roma, que con
Pio IX. "A través de él habla ei apóstol sobre ei que está fundada Ia Iglesia; es
Ia autoridad viva que en todas Ias disputas ofrece Ia solución infalible; de Ia Silla
de San Pedro emana Ia unidad sacerdotal y en torno a ella tiene que agruparse ei
mundo creyente."
En ei ano de 1856, con ocasión de promulgarse un nuevo dogma, pudo
verse cuán propensos estaban los obispos a someterse a estas pretensiones,. La
doctrina de Ia Inmaculada Concepción, que había surgido en Ia época de Ia omni-
potencia eclesiástica, fué rechazada por entonees por los doctores más prestigiosos
de Ia Iglesia. Poderosos Papas de tiempos posteriores Ia habían aceptado, pero no
Ia habían promulgado, y ei Papa Pio IX se decidió a convertida en doctrina de Ia
Iglesia apoyándose en su propia autoridad. De todas partes de Ia tierra acudieron
los obispos, pero sin llegar a constituir un concilio, y reconocieron, como creyen-
tes, Io que ei Papa promulgaba como verdad revelada. Jamás Ia infalibilidad
dei Papa, que todavia no había sido fijada dogmaticamente, se manifesto de
manera más potente. La doctrina de Ia Inmaculada Concepción es Ia clave
de bóveda dei culto mariano, suprema devoción de Pio IX. Introdujo un nuevo
oficio divino e instituyó una nueva misa.
Sin duda alguna ei Papado dispone de Ia organización más monárquica,
más centralizada que pueda encontrarse en ei mundo moderno, y dia a dia va
extendiendo su radio de acción por Ia tierra. Al lado de Ias Iglesias sudamerica-
nas, en Ias que pervivían Ias ideas religiosas de Felipe II, en Ia democrática
América dei Norte se levantaba también un nuevo edifício jerárquico; en poços
anos se han fundado en este país dos nuevos arzobispados y veinte obispados.
Siguiendo Ia marcha dei tráfico y de ias colonizaciones, Ias fundaciones ecle-
siásticas aparecen en Califórnia y en ei continente australiano. Tampoco se
olvida mantener en Ia vieja subordinación a Roma Ias fundaciones de una época
anterior de Ias costas africanas y de Ias índias Orientales. En el Mesoriente se
fundan seis nuevos obispados de rito católico armênio, y en el ancho mundo,
hasta el Polo Ártico, se instituyen prefecturas apostólicas y vicariatos en gran
número.
Y si el Papa pretende presentarse como el padre y el maestro de todos los
cristianos y ser considerado como Ia cabeza suprema de toda Ia Iglesia, no le
han faltado conversiones índividuales, porque Ia idea de Ia comunidad y de Ia in-
falibilidad corresponden a una necesidad religiosa dei corazón humano y los cre-
yentes convencidos están llenos de un ceio propagandista. Pero sus intentos
han fracasado frente a otras grandes comunidades religiosas.
"Escuchad mi voz, vosotros los de Oriente, que os enorgullecéis con el nom-
bre de cristianos, pero no formais sociedad con Ia Iglesia romana"; y les conjura
a que se unan ai redil por Ia salud de su alma. Pero por Ias respuestas recibidas
594 ÚLTIMAS ÉPOCAS

de los patriarcas de Oriente se da uno cuenta de que estos conservan más vivas en
Ia memória Ias viejas rencillas que Ia antigua comunidad; reprochan a Ia Iglesia
romana, de una vez, Ias doctrinas arbitrarias de los doctores medievales y Ia
fogosidad de su propaganda actual.
Dirigiendo su mirada ai Occidente, ei Papa se propone, e n , países co:
Holanda e Inglaterra, de vieja tradición protestante, constituir províncias e<
siásticas especiales con los católicos. En Inglaterra Pio IX, "con Ia esperanza •
restaurar Ia causa católica en ei próspero reino", instituve, sin haber negociado
antes con ei Gobierno, un arzobispado y doce obispados sufragáneos, que lleval
títulos de localidades inglesas, y ei arzobispado, ei nombre de Westminster; ei
nuevo arzobispo es, ai mismo tiempo, cardenal de Ia Iglesia romana. Y pregonl
que Ia acción de Ia Inglaterra católica se moverá en torno ai centro de Ia unidâffl
eclesiástica.
Pero en Inglaterra çe había luchado durante siglos para excluir dei p n
Ia autoridad pontifícia y, después que se consiguió ese objeto, se mantuvo In
me Ia pretensión de no haberse separado, en Ia idea, de Ia Iglesia universal yj
de ser verdaderamente católicos. La constitución dei país descansa en Ia partj
cipación en ei poder eclesiástico reservada a Ia Corona. Por esto podremos mu
ginar Ia impresión que había de producir Ia innovación. Los altos funcionaria
y Ias clases populares, clérigos y laicos, anglicanos y disidentes, compitieroa
en Ia protesta. Veían un ataque dei Papa contra ei país como aquellos que habffl
sido tan frecuentes en otros tiempos y parecían acabados para siempre. Acflfl
Ia enemistad o, por Io menos, Ia desatención que suponía ei procedimientd
empleado, jse debería realmente a que Inglaterra se había mostrado más b | H
indiferente en Ia cuestión de Ia restauración dei Papa en Roma? Al princiuB
se le presentó ai gobierno inglês una situación embarazosa. N o podia tol^^B
aquclla acción, pero tenía que guardarse muy bien de violar en su acción ^ B
defensa ei principio de Ia libertad religiosa inherente a Ia Constitución. B f l
consideración tuvo por consecuencia que Ias medidas adoptadas se moviei^B
unicamente dentro dei domínio secular, limitándose a Ia prohibición de los t í t u H
unilateralmente otorgados, pues ningún Estado católico hubiera tolerado s e i f l
jante proceder. Pero sus efectos no se agotaron en esto. A pesar de Ia modera<^B
mostrada se puso de manifiesto que no era posible pensar en conversiones d ( | H
amplitud sonada por Roma, pues Ias creencias protestantes se mostraron comi
Ias propias de Ia nación, que no se dejó enganar por algunas apostasías s u e b ^ |
Además, ^no es cierto que Ia política inglesa ha sjdo movida en algún m q f l
por Ia acción de Roma? (jNo ha hecho patente cl descontento que Ia agreslH
papal había provocado en Ias masas y en sus dirigentes?
La propaganda puso sus mayores esperanzas en Ias divisiones que reinai
entre los protestantes alemanes. Muchas veces escuchó que Ia constitución
siástica alemana estaba muy próxima a Ia ruina. Como si ei protestami
hubiera existido aJguna vez sin luchas internas que, por otra parte, en Ia medi
en que se deben a Ia asimilación viva de Ias ideas religiosas, correspondeu a
propia esencia. Un fuerte sentimiento de comunidad y ei empeno por expresa
se oponen a ias tendências disgregadoras y tienen también su êxito. Las
PÍO IX 595
festaciones peyorativas dei eiiemigo han contribuído a que ei protestantismo
recobre ia conciencia de su justificación histórica. El príncipe inteligente que
entonces se hallaba en ei trono de Prusia concebia ei protestantismo como una
forma peculiar dei cristianismo de igual dignidad que Ias otras. Y, sea cualquiera
nuestro juicio sobre situaciones y opiniones dei momento, no es posible sobre-
estimar ei valor de Ia ciência protestante alemana: no solo se halla tan firme-
mente montada sobre si misma que rebotan los ataques contra ella, sino que,
elevándose por encima de todas Ias pequenas diferencias, ejerce una influencia
creciente sobre los doctores católicos que, en sus métodos y resultados, se sienten
más cerca de aquélla que de los princípios romanos. Pero Ia indagación teológica
sin Ia vigilância dei poder eclesiástico °* contradice ai concepto establecido de Ia
cátedra de Pedro. ,
D e este modo se entrecruzan los antagonismos eclesiásticos y seculares, na-
cionales y universales, científicos y civiles, y agitan incesantemente los espíritus
por relación ai Papado, que continua constituyendo un gran centro. N o se en-
frentan los hombres con Ia fe poderosa de otros tiempos, que creó y destruyó;
no existe tal violência ni en ei ataque ni en Ia defensa, pues es más bien un
encuentro incesante, un avanzar y retroceder, ei ataque y su defensa, Ia acción
y Ia reacción. Ningún momento es igual a otro y elementos diversos se unen y
vuclven a separarse y a cada exageración sigue su contraria y Io más lejano
actúa también. Caracteriza a Ia lucha ei ser llevada bajo Ia acción incesante de
un pasado que ha entrado en viva recordación. Todas Ias disputas que alguna
vez agitaron ai mundo en este campo han salido a relucir de nuevo: Ia cuestión
de los concilios y de los viejos herejes, ei poder medieval dei emperador y de los
Papas, Ias ideas reformadoras y Ia Inquisición, ei jansenismo y los jesuítas, Ia
religión y Ia filosofia. Sobre estas disputas se cierne cl caracter de nuestros dias,
tan scnsible y amplio, que se mueve hacia adelante en médio de violentas disen-
siones, buscando metas desconocidas, confiado en si mismo, pero eternamente
insatisfecho y efervescente.
Frente a esta expansión de Ia organización eclesiástica tenemos aconteci-
mientos muy desventajosos para Ia corte romana.
En ei Norte, en los países fronterizos a los griegos ortodoxos, Ia Iglesia
católica ha experimentado perdidas no conocidas por cila desde los tiempos de Ia
Reforma: dos millones de griegos unitários han vuelto, conducidos por sus obis-
pos, a Ia Iglesia griega, a Ia que pertenecían sus antepasados. Y si los levanta-
mientos de los polacos tomaron un cariz religioso y los mismos curas apelaron
a Ias armas, se encontraron con que ei sentimiento nacional de los rusos también
estaba impregnado de espíritu religioso. La represión de Ia rebelión tuvo como
consecuencia una persecución dei catolicismo hasta ei punto de provocar una rup-
tura con Roma.
Pero más importante que todo esto es Ia disputa de princípios, ai mismo
tiempo eclesiástica y secular, en Ia que cl Papado se halla enzarzado en Ia Itá-
lia misma.

89 Ecc/esiasticac potestafis, ad qiiam propr/o ae nativo jure unice pertinet, advigiJare et dirigere
theo/ogicarum praeserlim rerum doutrinam. Pio IX ai arzobispo de Munich, 21 de marzo de 1863.
Mientras Pio IX trato de restablecer ei domínio dei clero en asuntos secu-
lares en ia medida de Io posible, ei Piamonte, donde se habían mante-nido Ias
formas constitucionales, trato de destruir Ia influencia tradicional dei clero o
de reducirla a su último limite. Se comenzó sustrayendo a los obispos ia inspec-
ción de Ia ensenanza superior. Al poço tiempo prevaleeió en Ia universidad
de Turín una doctrina totalmente contraria a Ias pretensiones pontifícias, pues se
nego a Ia autoridad eclesiástica todo derecho que esta no poseyera a título de con-
cesión dei Estado.10" Conforme a esta doctrina, el poder legislativo de] Piamonte
declaro en el ano de 1850 como ilegítimos los tribunales episcopales, los privi-
légios estamentales de Ia clerecía, el asilo eclesiástico y Ias adquisiciones de Ia
mano muerta. Fué inútil que Ia suprema autoridad eclesiástica dei país tratara
de despertar antipatías de tipo religioso, pues pago su resistência con el destierro.
No se pago más el tributo dei cáliz de oro y, a pesar de todas Ias proclamas de
Ia Santa Sede, se introdujo en el ano de 1852 el matrimônio civil. Poço tiempo
después se dió el paso decisivo de cerrar los conventos y suprimir Ias congrega-
ciones religiosas.
Se pretendia promover legislativamente en los domínios de Cerdefia y el
Piamonte una situación eclesiástica parecida a Ia que surgió dei vendaval de
Ia Revolución francesa. En el momento en que Ia legislación josefina expira-
ba, el Piamonte Ia imitaba.
La cúria romana volvió a emplear sus armas eclesiásticas, pronunciando un
interdicto sobre todos los que hubicran tomado parte en el ataque a Ia propiedad
eclesiástica como miembros de Ia Câmara o como funcionários. Pero fué una
condenación demasiado amplia para ser efectiva y, mientras tanto, cambio Ia
situación dei mundo.
El gobierno piamontés ganó un fuerte respaldo ai participar, cuando Ia gue-
rra d° Crimea, en Ia alianza de Ias potências contra Rusia. No le costó mucho
justificar sus reformas en el congreso de Paris, celebrado en Ia primavera de 1856,
y hasta pudo Uevar Ia iniciativa de una acusación contra Ia administración ponti-
fícia ante el foro de Ias potências. Saco a relucir que ninguna de Ias promesas
ofrecidas cuando Ia restauración dei Papa se había llegado a cumplir en toda su
amplitud y, con tal motivo, el ânimo de Ia población se ballaba tan excitado
que no seria posible alejar Ias tropas austríacas, todavia de guamición en Ias lega-
ciones. Pero su presencia en el Estado de Ia Iglesia y en Ia Itália central hacía
imposible un autêntico equilíbrio italiano y contradecía el sentido de los tratados
de 1815. 101 El Piamonte propuso que se otorgara independência administrativa
a Ias legaciones y que su gobierno se secularizara-Çegún el modelo dei primer
Napoleón.
En ia primavera de 1857 Pio IX emprende un viaje por Ia Itália central.
Se pudo observar que fué recibido con entusiasmo en los domínios que no l e
correspondían politicamente y donde aparecia tan solo como Papa, mientras que
en los suyos propios era recibido con frialdad patente. Los discursos con'que fué
saludado contenían amargas quejas. Nadíe dudaba que se produciría una re-
vuelta a Ia primera ocasión.
100 J. N. Nuytz, /uris ecc/esiastici instirutiones.
101 Nolcs des Pknipotenthiies saldes, 27 de marro, 16 de abril de 1856.
PÍO IX 597
Toda Ia situación en ei Estado de Ia Iglesia descansjba en ei entendimiento
entre Áustria y Francia, y así se explica ia conmoción que produjercn Ias dife-
rencias surgidas entre Ias dos potências, precisamente por los asuntos italopia-
monteses, diferencias que desembocaron en Ia guerra de 1859. Tan pronto como
los austríacos, después de sus primeras perdidas, abandonarcn ei Estado de Ia
Iglesia para salvar a Lombardía, estalló Ia revuelta, primeramente en Bolonia,
donde se coloco una junta en lugar dei gobierno papal; en Ias províncias vecinas
se siguió ei ejcmplo. Se reunió una asamblea nacional a base de voto universal;
su primer decreto, l 9 de septiembre de 1859, coincidia con ei acuerdo con que
diez anos antes babía comenzado sus trabajos Ia asamblea constituyente de Roma,
pucs, sobre Ia base dei dcrecho dei pueblo, se declaro extinguido ei poder secular
de Ia Sede Bomana. Mas esta vez no se adoptaron Ias formas republicanas* pues
Ias provincianas expresaron ei deseo de unirse ai Piamonte, que se presenta como
La encarnación de una gran idea que posee a los espíritus, Ia idea de Ia unidad
italiana. En siglos anteriores los mismos Papas parecían destinados a realizaria,
y en ei siglo xix este mismo Pio IX había sido requerido para que enarbolara
Ia bandera de Ia unidad; en este momento, Ia poderosa idea se orientaba contra
Roma. Cuando Módcna, Parma y Toscana se emancipan de sus dinastias, de
origen austríaco y borbónico, para unirse ai Piamonte, ai que los franceses le
ceden también Ia conquistada Lombardía, Ia idea italiana se encarna vigorosa-
mente en esta potência. El Gobierno francês se dirige ai Papa para que reconozea
Ia autonomia de Ias províncias separadas, aunque solo sea en Ia forma de un
vicariato piamontés, y que en Ias demás províncias implante Ias reformas ya acor-
dadas, haciendo Io cual Ias potências ealólicas le garantizarán estas rovincias y le
apoyarán para ello con dinero y tropas."'-
Pio IX Io rechazó todo porque aceptar Ia garantia de una parte de sus domí-
nios implicaba aceptar Ia emancipación, cosa a Ia que jamás otoTgaría su consenti-
miento y basta creía estar en situación de poder ayudarse por sus ptopias armas.
jPero qué empresa esta, en médio de una población deseosa de separarse, sin
aliados y frente a un enemigo decidido, que defendia ei principio de Ias nacio-
nalidades y gozaba dei apoyo moral de Ias potências eurepeas! Los acontecimien-
tos se desarrollaron rapidísimameníe. En cuanto tuvieron ocasión, ias provín-
cias separadas se pronuncíaron mediante un plebiscito casi unânime por Ia unión
con ei Piamonte, que Ias acogió, y ya en abril de. 1860 se pudo abrir cl Parlamen-
to con Ia participación de Ia Itália central. Las Marcas y Umbiía se separaron
también; aqui y allí despertaron los sentimientos de independência municipal
para someterse a Ia unidad italiana. Las tiopas pontifícias mandadas para defen-
der las ideas eclesiásticas nada pudieron en contra. Los regimientos locales de-
pusieron las armas en cuanto los piamonteses estuvieron a Ia vista. Por todos
íos sítios donde b;'bia mano libre se plantaba Ia bandera tricolor y se exigia Ia
anexión, y solo su ocupación por las tropas francesas salvo a Ia capital. Pero
dei curso de los acontecimientos surgió otro gran peligro para esta: ei rey de
102 Las proposkíoncs sobie las provincias perdidas y aquellas que aún estaban defendidas, que
se hicicron succsivanienlc, y 'ardan sin embargo eslrecha rclación. En las últimas estaban contenidas
las primeras, tal vez más en cuanto ai vicariaio que en cuanto a Ia separación, como Io expresa
una nota dei cardenu1 Antonelli del'M de abril de 1860.
598 ÚLTIMAS ÉPOCAS

Cerdefia tomo ei título de rey de Itália y su ministro manifesto que ei nuevo


reino no podia ser considerado fundado hasta que no se poseyera a Roma como
capital. Las discusiones en torno a esta exigência constituyeron desde entonces
uno de los factores más importantes de Ia política franco-italiana, no sin que
también las vicisitudes de Ia situación europea influyeran incesantemente, pues
Itália constituía ya una potência que habría de ser tenida en cuenta en todos
los cálculos políticos. Descontento con Io que había ocurrido en ei Norte, cre-
yó oportuno el emperador de los franceses consolidar en ei ano de 1864 su in-
teligência con Itália. Al proponer a Florencia como capital dei reino italiano,
reconocia de nuevo Ia unidad italiana, pero Ia cuestión más importante qucdaba
desplazada. El emperador de los franceses prometió en el tratado de septiembre
de 1864 retirar sus tropas de Roma en un plazo de dos anos, en el cual el Papa
podría hacerse con las fuerzas armadas suficientes para mantener el orden. Lo8 |
italianos, por su parte, se comprometieron a no atacar ni permitir que se atacara
ai Estado de Ia Iglesia en sus fronteras de entonces. 103 La política dei emperador
descansaba en su propósito de mantener buenas relaciones con Itália sin por ello \
romper tampoco con el Papa. Lo uno era exigido por las circunstancias europeas,
Io otro, por Ia influencia de Ia autoridad papal en el interior de Francia. Creíi
posible todavia una conciliación entre Roma y el nuevo reino italiano, lo qu*l
ocurriría si el Papa moderaba los princípios que había sostenido hasta entonces
Ello habría de tener las consecuencias más fecundas para todo el mundo católi*]
co. El Papa, sin duda, reconocería las ideas liberales que constituían !a base
de Ia mavoría de los Estados, ofreciendo a los ficles Ia prueba de que Ia religión
católica reconocia y fomentaba el progreso dei gênero humano. En realidaa
era demasiado pedir dei Papa, en el preciso momento en que las ideas cuyfl
aprobación se le pedia ponían en peligro su existência. No era posible que ri
conociera Ia soberania popular que le había derrocado ni Ia unidad de Italii
que amenazaba con desposeerle de sus domínios seculares.
A todas las insinuaciones referentes ai Estado de Ia Iglesia opuso siempro
el Papa Ia idea de Ia unidad eclesiástica y de su deber pontificai. "Porque el]
derecho de ia Sede de Roma no se puede ceder como el derecho de una dinastia,
secular, pues pertenece a todos los católicos y, caso de ceder, heriría a Ia comu-
nidad, violaria el juramento que le ataba y admitiria princípios que habrían cU
ser Ia perdición de todos los príncipes." En estos términos escribió por entoneci [
ai emperador de los franceses.104 Con las tremendas fórmulas tradicionales, no
vacilo en pronunciar Ia gran excomunión contra los rebeldes y usurpadores de lai
províncias emancipadas, con apoyo especial en los princípios dei concilio triden- j
tino; en el breve de excomunión explica como en los negócios de los prínciptf
una de las disposiciones más sabias de Ia Providencia ha sido asegurar ai Pap|
un domínio político y, con él, Ia libertad política, pues Ia Iglesia católica n"

103 Durante las negociaciones sobre este asunto, Ia mayor dificultad consistia en una palabri
cuya interpretación podia tocar el problema de Ia existência misma de Ia Sede Romana. Los italiana!
no estaban dispuestos, como se les exigia ai principio, a respetar el Estado de Ia Iglesia tal como
se encontraba entonces, porque así hubicran lesionado los movimientos internos en favor de li
unidad que se agitaban en él; solo acordaron no atacarlo.
104 La Encíclica de 19 de encro de 1860 eontiene un informe sobre este particular.
PÍO IX 599

tiene que temer así que ei gobierno de sus asuntos generales dependa de influen-
cias seculares extranas; en razón de esta su finalidad, ei gobierno dei Estado de Ia
Iglesia, además de cuidar dei bienestar de los súbditos, debía adoptar un caracter
eclesiástico.105
De tiempo en tiempo se celebraron solemnidades en Roma en que se dió
rienda suelta a Ia mística dei viejo Papado, que abarca a Ia vez los cielos y Ia
tierra. El dia de Pentecostés de 1862 fueron canonizados toda una serie de frailes
que hacia más de ciento cincuenta anos habían pagado con su vida su fervor
apostólico en tierras dei Japón y expresamente "porque Ia Iglesia necesita de
nuevos valedores ante Dios en tiempos de zozobra". En Ia gran asamblea de obis-
pos reunida en Ia ocasión (había de ellos 240) ei tema principal Io constituyeron
Ias preocupaciones de los tiempos inmediatos. Los obispos manifestaron su con-
tento porque todavia pudieron venir libremente hacia su Papa y Rey ltbre, y
proclamaron que ei Papa no puede ser súbdito ni huésped de otro príncipe, sino
que debe residir en sus propios domínios, en su propio reino. Cuando Pio IX
declaro que estaba dispuesto a dar su vida antes que abandonar esta causa,
que era Ia de Dios, Ia de Ia justicia y Ia de Ia Iglesia, los obispos se declararon
a su vez dispuestos a compartir con él Ia prisión y Ia muerte.
Se ha sabido que no todos los obispos fueron de esta opinión, pero Ia inmen-
sa mayoría se atuvo a Ia idea de rechazar toda transacción en Ia cuestión dei
Estado de Ia Iglesia y así ei episcopado católico aprobó Ia política eclesiástica
dei Santo Padre.
En ei clero bajo hubo, sin embargo, otras opiniones, y escritores con repu-
tación de ortodoxia se manifestaron contra ei poder temporal dei Papa; en general,
Ia literatura de Ia época sostuvo esta tesis. La convención de septiembre de 1864
estuvo muy lejos de devolver ai Papa Ia seguridad sobre Ia que había descansado
ei prestigio de sus antecesores durante tantos siglos. Se tomaron acuerdos sin
consultarle; luego de hablar con los cardenales, vacilo ei Papa en hacer una decla-
ración; en ei fondo de su alma se ocupaba de proyectos mediante los cuales es-
peraba obtener ei reconocimiento general de los viejos princípios eclesiásticos; sus
consejeros, especialmente los jesuítas, le animaban en estas intenciones. Se acordo
hacer frente con una declaración autêntica y amplia a Ias opiniones de Ia época
contrarias a Ia doctrina de Ia Iglesia, y así se publico Ia encíclica dei 8 de diciem-
bre de 1864, que llevaba como anexo una enumeración de los errores ya antes
condenados por cl Papa. Sobre todo se tienen en cuenta Ias innovaciones pia-
mon tesas, pero se enlaza a ellas Ia proclamación de los principios más generales
contra Ia omnipotencia dei Estado. 100 Como se supone que ei Estado puede ser
gobernado sin tener en cuenta ia religión, se concluye que Ia Iglesia católica no
merece amparo más que en Ia medida en que ei atacaria puede perturbar Ia paz
pública; se someten Ias disposiciones dei jefe de Ia Iglesia a Ia sanción de Ia
autoridad secular y sin ella no se les reconoce ninguna efectividad; se suprimen
Ias corporaciones religiosas y los dias de fiesta preceptivos, porque así Io exige
105 Líterae apostolicac quibus majoris excommunicationis poena in/Zigatur invasoribus et ustir-
patoribus aíiquoí provinciarum pontificiae ditionis.
106 Una larga serie de frases dei Syl/abus ha sido tomada dei Breve pontificio dei 26 de
agosto de 1851, dirigido en contra de Nuytz.
600 ÚLTIMAS ÉPOCAS

Ia nueva economia pública; se sustrae Ia educación de Ia juventud a Ia vigilância


dei clero, como si este se opusiera ai progreso de Ia ciência y de Ia civilización,
cuando de este modo se abre via libre a opiniones de perdición. Se recomienda,
pues, a los obispos que hagan frente a todo esto con Ias doctrinas de los más viejos
Papas, de que los reinos descansan sobre ei cimiento de Ia fe católica.
Si ya se había afirmado que Ia Iglesia no tenía atribuciones para castigar a |
los que menospreciaban sus mandatos, se nego ahora Ia obligatoriedad de los de* i
cretos tridentinos referentes ai Estado de Ia Iglesia, porque se fundaban en una 1
confusión dei orden espiritual y dei temporal; y también se nego cl derecho divino
de un poder eclesiástico independiente. Pio IX, ai condenar estas opiniom ., da
fiende su propia posición política y sostiene ia tradición de sus antecesores, quG 1
babía reivindicado siempre para Ia Iglesia una santa autoridad sobre ias nacioneaj
y los príncipes. En Ia manera teológica que le es peculiar indaga Ias causas de U
confusión general y Ias encuentra en Ia exaltación de Ia razón sobre Ia rcvclaciófyl
y en Ia opinión de que Ia voluntad manifestada por ei pueblo constituye Ia lej
suprema; se considera como derecho innato de cada cual Ia libertad de condeneis,
y de culto, y Ia libertad ilimitada de prensa como exigência de un Estado b i e n l
ordenado; se declara que ei protestantismo es una forma de Iglesia en Ia que se
puede vi vir sin enojar a Dios. Pio IX, por el contrario, no admite que se puedf
esperar Ia salvación eterna de los que viven fuera de Ia Iglesia y, firme en el p ^ H
mado de Ia Silla de Pedro sobre los concilios, condena también Ia idea de preten*B
der resolver cuestiones en disputa mediante concilios nacionalcs; se manifiesíH
de nuevo contra Ias sociedades bíblicas, el produeto más autentico dei cspíritujl
religioso de Ia vieja Inglaterra, así como contra el matrimônio civil, reconocido
por Ia legislación moderna, y defiende el celibato.
Se comprende Ia sensación que produjo esta declaración. Desde el lado cl<fl
rical se había manifestado a menudo el deseo de que el Papa se reconciliara cojH
Ias ideas liberales: este supuesto fomento Ia simpatia renovada que había encon
trado en Francia, 107 como Io manifesto también el emperador. Pero Ia nueva en
cíclica hizo ver el error. Lo que el Papa condenaba era —si no en todos los
puntos, si de una manera general— el sistema de Ias opiniones y doctrinas nu ider
nas que han pasado a ser convieción de Ias gentes contemporâneas.
El Papado, eon su vieja conciencia de si mismo, hacía frente a Ia marea p r o B
gresiva de Ia política y de Ia opinión, y una de Ias cuestiones dei siglo seria si
habría de retirarse ante ella o le ofrecería resistência.

f
9) Ei Concilio Vaticano
No tenía cl propósito Pio IX de sostener solo Ia lucha iniciada. Pensaba que su
declaración podia ser apoyada por una autoridad general que se había enfrenta
do casi siempre ai Papado en otros tiempos, pero que alguna vez le había prestado
los mayores servidos. El 6 de diciembre de 1864, en una sesión de Ia congrega-1
ción de ritos, interrumpió el Papa los asuntos de trâmite y mando que se ausen-
107 Dupanloup, La convention de 15 Scpt. et I'encycíique de 8 Débr., no liaccn más que
rechazar Ias declaracioncs falsas y exageradas de Ia Encíclica. En su elocuente Discours sur 1$ 1
question Romaine (abril de 1865) nianifiesta M. Thiers que lamenta Ia Encíclica.
E L C O N C I L I O VATICANO 601
taran los funcionários para hacer una comunicación particular a los cardenales
presentes. Hacía tiempo, les dijo, le estaba dando vueltas a una idea relativa
ai bien de toda Ia Iglesia y era Ia de convocar un concilio universal para
con este médio extraordinário acudir a Ias necesidades también extraordinárias
dei pueblo cristiano. Después de esta comunicación volvieron a ser llamados
los funcionários y se siguió con los asuntos de trâmite. De Ia idea dei Papa
tuvieron pronto noticia todos los miembros dei colégio. Pronto fueron llegando
los veintiún informes que, en su mayoría, con excepción de dos, aprobaron Ia
idea. Existia Ia convieción de que Ia boga de opiniones contrarias a Ia doctrina
de Ia Santa Sede y Ia situación de zozobra de Ia Iglesia hacían necesario ei em-
pleo dei médio más extremado, pues Ia condenación de los errores contemporâ-
neos por ei Papa no era bastante. Así como en otra ocasión Ia doctrina lutera-
na fué condenada por los Papas, pero Ia condenación no tuvo eficácia hasta que
fué adoptada y confirmada por ei Concilio de Trento, así también seria necesario
ahora oponer un baluarte semejante a Ias nuevas falsas doctrinas. Los cardenales
aludieron ai jansenismo, pero no tenía este por entonces importância como para
que pudiera constituir ei objeto de sus preocupaciones. Su mirada se concentraba
especialmente en torno a Ias doctrinas filosóficas surgidas a Io largo de un Siglo
y que habían llegado a enfrentarse de lleno con Ia doctrina de Ia Iglesia contando
con Ia protección dei poder secular. Porque Ia Iglesia se basa en Ia verdad reve-
lada mientras que aquéllas son engendros dei pensamiento humano, abandonado
a si mismo e hinchado de orgullo. Si Pio IX había ampliado tanto su concepto
dei derecho divino y de Ia acción divina, hasta ei punto de que consideraba
sagrada c inviolable ia posesión dei Estado de Ia Iglesia por Ia Silla Apostólica,
de aquéllas doctrinas se había ido nutriendo ei propósito de despojar ai Papa de
esta posesión. Por todas partes Ias opiniones religiosas, y especialmente Ias cató-
licas, estaban siendo atacadas y todo ei cuerpo de doctores de Ia Iglesia, el epis-
copado, fué afectado por estas campanas.
Pio IX acogió con agrado Ias aprobaciones de los cardenales y nombró una
comisión para los trabajos preparatórios de Ia convocación dei concilio. La prime-
ra sesión tuvo lugar en marzo de 1865. En noviembre se comunico a los núncios
de Paris, Munich, Viena, Madrid y Bruselas Ia intención de convocar un con-
cilio, y se les encomendo que enviaran lista de los teólogos que pudieran acudir
a Roma para preparar los trabajos dei concilio. Era intención dei Papa que Ias
matérias sobre Ias que habría de deliberar el concilio fueran discutidas en Ia con-
gregación dei concilio antes de Ia publicación de su convocatória. En Ia sesión
de Ia congregación de mayo de 1866 se puso de manifiesto que se estaba muy
lejos de esta meta. Nos encontramos después con un largo intervalo de consulta
durante el cual Ia situación dei mundo cambio por grandes acontecimientos que
afectaron también de cerca ai Papa. Había terminado Ia guerra entre Áustria
y Prusia y Ia batalla de Sadova no solo decidió cuestiones de Alcmania, sino
también de Itália: Venecia pasó ai poder dei rcy de Itália. Declaro este, sin
embargo, que su programa no se había cumplido todavia y repitió Io que sus mi-
nistros habían manifestado hacía mucho tiempo: que Ia unidad de Itália exioía
Ia incorporación de Roma.
Si nos preguntamos a qué se debía, contra estas intenciones, Ia subsistem i i
dei Estado de Ia Iglesia, veremos que ai tratado de septiembre, que los f rancesil
mantuvieron ai principio con fuerza. En diciembre de 1866 abandonaron Ia capl
tal. Pero no transcurrió un ano cuando ya se vieron obligados a volver, porqui
ai gobiemo italiano le era casi imposible resistir ai movimiento nacional por Ia
conquista de Roma. No había provocado Ia agresión popular de los^aribaldinos,
pero parecia dispuesto a utilizaria en su provecho y a trasponer Ias fronteras dei 1
Estado de Ia Iglesia. Para adelantarse a los acontecimientos ei emperador mando
ocupar Civita-Vecchia; los garibaldinos fueron rechazados por Ias armas francesas
y una vez más el Papa se mantuvo en posesión dei Estado. Pero era esta una p r o
tección en Ia que no se podia confiar mucho si se pensaban Ias considerai mm
que el emperador había de tener con Itália y Ias alternativas que podrían detei
minar su política.
Todavia una vez más se manifesto de manera viva Ia significación que Ia
posesión dei Estado tenía para Ia Iglesia. Pio IX había invitado a todos los obispos
dei mundo para celebrar Ia festividad de Pedro y Pablo, que tenía mil ochocien-
tos anos de antigüedad. A Ia Iglesia le parecia necesario que esta concurrcnc in
pudiera tener lugar en un domínio sometido ai sumo pontífice exclusivamente,
en el cual, como Io habían pronunciado los obispos, se mantuviera el poder legí-
timo dei Papa; era menester garantizar ai Papa, decian, Ia libertad de su podíj
y el poder de su libertad; debía conservar los médios con que ejercer su alta mi-
sión, necesaria a todos; Ia llegada a Roma de los obispos se propone también forta-
lecer su autoridad territorial atacada por todas partes y demostrar que es impres-
cindible para el gobiemo de Ia Iglesia. Amenazado por todas partes, sostenido
por el sentimiento común de los obispos, considero el Papa que había Hegado d
momento de anunciar definitivamente Ia convocatória de un concilio universal.
Interpretaríamos mal sus intenciones si consideráramos que Ia finalidad dei con^
cilio no era otra que ia salvación dei principado secular. La disputa, en su médu-.
Ia, era propiamente una disputa italiana, entre los afanes unitários dei nuev©
reino y Ia existência independiente dei Estado de Ia Iglesia, pero revistió un caj
rácter universal porque el reino italiano asumió Ias ideas modernas en todo su
vigor, mientras que el Papado trataba de renovar y sancionar en toda su amplitud
Ias doctrinas eclesiásticas contrarias. Y si los obispos tomaron partido en Ia cues-,
tión concreta por. el Papa-Rey, con más razón Io habrían de tomar en cuestiones
más amplias y que les afectaban más de cerca. Hay algo grandioso en el hecho
de que Pio IX, en el momento mismo en que el poder secular y Ia fuerza de Ias
opiniones anticlericales amenazan con arrebatarle lós restos de su Estado, adopto
Ia decisión de consagrar de nuevo, mediante una asamblea universal de Ia Igle-
sia, Ias doctrinas en que descansan el Papado en general y su poder temporal
desde los primeros tiempos, y más si pensamos que estas doctrinas eran contraria?
a Ias circunstancias en que se desenvolvían los poderes seculares. La oposición
eclesiástica no iba dirigida unicamente ai reino de Itália, ni tampoco a Ia política
europea, que da-por cosa hecha el asunto dei Estado de Ia Iglesia, sino a todo
el sistema de Ias ideas modernas, que han transformado a los Estados mismos.
La soberania dei pueblo, con Ia que alguna vez simpatizaron los portavoces más
EL CONCILIO VATICANO OU3
esclarecidos dei Papado, provocaba ahora Ia oposición de Ia Iglesia y ei príncipe
que se oponía a ella estaba revestido con Ia suprema dignidad espiritual. Si se
convocaba un concilio universal era con Ia intención de consagrar de nuevo Ias
doctrinas y los intereses dei Papado y de condenar Ias doctrinas contrarias, por
muy extendidas que estuviesen. Era un acto de aislamiento y de enemistad: se
sacudían Ias doctrinas sobre Ias que descansa ei Estado moderno, más o menos
afectado por Ia revolución, se le arrebataba su fundamento doctrinal, por Io me-
nos en ei ânimo de los creycntes. Nadie puede hablar de Ia falta de poder
de Ia Sede apostólica. Su poder es inconmensurable en cuanto dispone de Ia doc-
trina de Ia Iglesia, que es acatada por cientos de millones de hombres que viven
y piensan.
Son muy típicas Ias discusiones que tienen lugar en Ia congregación pre-
paratória, Ia cual reanuda sus sesiones ei dia 28 de julio de 1867, en ei mismo
momento en que ei Parlamento italiano se declara de nuevo por ei principio de
no-intervención, es decir, de no apoyo, por parte de Francia, ai Papa. Una de Ias
primeras cuestiones fué en qué medida podrían ser invitados los príncipes a
participar en ei concilio, según Ia vieja costumbre. Había ocurrido así en ei
Concilio de Trento, y ya sabemos que esa asamblea debió su êxito ai acuerdo
de otro Pio, ei cuarto de Ia serie, con los monarcas más poderosos, sobre todo con
ei emperador alemán y con ei rey de Espana. En Ia primera sesión de Ia comi-
sión se hizo Ia propuesta de que se invitara a los príncipes a que participaran
en ei concilio mediante legados. 108 Pero inmediatamente salta Ia objeción: por-
que también habría que invitar al rey de Itália, con ei que ei Papa se hallaba
en tan claro antagonismo. La comisión no se pronuncio sobre ei praticular, re-
servando ei asunto al Papa, quien no solo había de rechazar Ia propuesta por ei
motivo antedicho, sino que tenía Ia intención de convocar una asamblea exclu-
sivamente eclesiástica, pues en modo aguno queria favorecer Ia opinión de que
ei Estado pudiera estar sobre Ia Iglesia. En Ia redacción definitiva de Ia bula de
convocatória se apelo a Ia buena voluntad de los príncipes por Ia celebración
dei concilio, pero no se menciono su participación personal o mediante repre-
sentantes. 109
También observamos otro desvio de Ias costumbres antiguas. Paulo III dió
a conocer Ia bula a los cardenales en ei consistorio, quienes Ia aprobaron y Ia
firmaron. A Pio IX le pareció bastante que fuera examinada por Ia comisión
compuesta de los cardenales de más confianza. No fué leída a todo ei colégio
y tan solo los cardenales fueron preguntados uno a uno sobre Ia oportunidad
de Ia fecha y enviaron su •placet.
Pero, <;cuál había de ser Ia relación recíproca entre los dignatarios llamados
al concilio y ei Papa?
Nada había levantado mayor controvérsia cuando ia reanudación dei Con-
cilio de Trento bajo Pio IV que Ia pretensión de que Ias proposiciones debían
108 Proposición de Gianclli, cn Cccconi (Storia dei Consi/io Ecumênico Vaticano, 23): per
persuaderii a favorirc i/ Conci/io ed invitarli ad intervenirvi mediante i Joro Legati.
109 Stiidiosissimc uti decet catho/icos príncipes, i/s coopercntnr, quae in maiorem Dei CJoriam
eiusdcmque Concilii bonuni cedere qneant. Este pasaje ha sido interpretado por Cecconi, p. 124
en ei sentido que se dejaba indireçtamente abierta Ia cuestión de Ia presencia de los príncipes.
604 Ú L T I M A S ÉPOCAS

partir de los legados pontifícios. Se opusieron especialmente los obisp


y, cr Mii principio, con Ia aprobación dei rey católico, que ejercía [nfl.ti
sob r c el concilio a través de sus obispos. Algo parecido se podia temei I
aunque no con Ia amplitud que entonces. Pero había que evitado cie
mancras. ^
AI convocar el concilio el Papa se mantiene en su concepto de] pri
de Roma, que exduye toda deliberación libre. En Ias discusiones prepQl
de Ia comisión se destaco este punto de vista de manera singular. Partii M
concepto dei primado otorgado a Ia Sede de Roma por institución div(Í
sacaba Ia conclusión de que el dereebo de hacer proposicíones correspondi >
camente ai Papa. Como cabeza visible dei cuerpo místico de Ia Iglesia, el M
de Pedro es el pastor supremo de todo el rebano cristiano. Si en tiem]
peligro, especialmente en tiempos de expansión de errores peligi
a los obispos en torno a su Sede, Io hace para comunicarles el fin que se i»•«
mediante Ias proposicíones sobre los asuntos a tratar.
No se niega a los obispos de una manera absoluta cl derecho de
pero sus proposicíones tendrán que ser comunicadas previamente ,il Pfl
mejor dicho, a Ia congregación insituída ai objeto. La objeción de qul I
modo pueden ser descuidadas acaso buenas proposicíones se obvia con 11
deración de que cada uno debe contentarse con baber cumplido con < I I
y confiar, por el resto, en Ia Divina Providencia.
También en el concilio laterano, hubo congregaciones para el examen •
proposicíones presentadas, pero esas comisiones se constituyeron por ( U i
dentro de Ia asamblea. Esta vez el mismo Papa, en virtud de Ia grave o b l f l
que ]e incumbe, nombra Ia comisión que dirigirá los debates dei concilio.
Vemos, pues, como entiende el Papa Ia idea dei concilio. No desea nin
intcrvcnción secular por parte de los príncipes o de sus enviados. 11
ción también de Ia influencia de Ia cúria romana compuesta por los c a í d a
N o está en su pensamiento dar ocasión a que se manifiesten opinioner. ínfl
dientes. Y si convoca a los obispos, no por eso pretende atribuirles nin
autonomia. Frente a ellos mantiene el concepto de su primado, de pastoi •
mo. N o tanto les pide consejo cuanto aprobación. En esta forma consultiva
de mantener y hacer valer el gobierno papal de Ia Iglesia.
Se celebro Ia festividad de Pedro y Pablo dei ano 1868 fijando Ia flJX
dei concilio para otro fia festivo, especialmente grato a Pio IX: cl dia d
Inmaculada Conccpción, 8 de diciembre de 1869.'La proclamación de Ia ftjfl
respira cl mismo espíritu manifestado en los debates preparatórios. La •
Papado so expresa, en conexión con los mistérios supremos de Ia fe, con abtalH
autonomia, pero preparada en todos sus aspectos y bien meditada.
Pero, ^era posible que pudiera hacer valer en toda su integridad su» m
tensiones en ei domínio eclesiástico en el momento en que su poder tempfll
amenazaba hundirse?
Inmediatamcnte de aparecida Ia promulgación se cayó en Ia cuenta de
contra Ias viejas costumbres, los poderes seculares habían sido excluídos dei
cilio. En Francia se discutió cn seguida si no habría que reclamar esta pa
E L C O N C I L I O VATICANO 605
pación secular en Ias rcuniones dei concilio. Pero cl Papado inu.i Ml IU fflVOI
una ventaja surgida de Ia revolución, a saber: que ello no podia
porque los podcrcs cstatalcs babían cancelado constitucionalmcntc nu
confesional y cl principio que reconocían era ei de Ia indifereiu ia i I
revoluciones babían surgido en su mayor parte de Ia oposición cont)
unión entre Iglesia y Estado y babían acabado con ella. Hubo una i |
que los Papas y ei emperador se disputaban ei derecho de convocar ei o
Pero en esos tiempos Ia Iglesia y ei Estado eran en cierto modo idéntii oi \ hlll '
los emperadores más eclesiásticos en ocasiones que ei Papa mismo: ahora i I
secular, ai secularizar, se había secularizado a si mismo; aparecia distribuído M
diversas potências, Ia mayoría en enemistad entre si. iQué fórmula se |
encontrar para que ei Estado, como tal, estuviera representado en ei concilio?
Un momento se abrigo esta intención, que fué abandonada en seguida, pero no
por eso se penso en abandonar ei concilio a Ia discreción exclusiva dei Papa.
También en ei seno d e Ia clerecía se agito Ia oposición. De los viejos con-
cilios se habían mantenido especialmente vivos en Ia memória aquellos que
tuvieron lugar movidos por un sentímiento de independência y, en ocasiones, de
aguda oposición con ei Papado. N o se esperaba ahora una oposición parecida,
pero si por lo menos una deliberacíón libre sobre todas Ias cuestiones. En Ale-
mania, se esperaba poder restablecer Ia armonía de Ias dos potências entre Ias
que transcurre Ia vida dei hombre, ei Estado y Ia Iglesia. Se pedían disposiciones
acerca de Ia relación dei clero y de los fieles con Ia educación general y con Ia
ciência, y una participación de los laicos en Ia institución eclesiástica. Se trajo
a recordación Ia posible restauración por ei concilio de los sínodos nacionales,
provindales y diocesanos, que habían hecho Ia prueba de siglos. El alto clero era
de esta opinión en su mayoría. En Francia, se sentia Ia necesidad de una deter-
minación más precisa de Ias relaciones entre ei Papa y los obispos, entre ésus y
los párrocos, en una composición mejor dei colégio de cardenales y de Ias con-
gregaciones romanas, que debían constituirse con delegados de Ias diferentes
naciones.
Los propósitos dei Papa, que solo pensaba en una consolidación dei podei
máximo en ei sentido tradicional, se enfrentaban a Ias ideas de toda una serie
de obispos v también de laicos, espiritualmente interesados, que esperaban UM
transformación dei poder eclesiástico en un sentido que correspondiera a Ias
exigências dei siglo. El Papa se proponía fortalecer y centralizar ei poder de sus
antecesores y un número no pequeno de obispos pensaba más bien en Ia d
tralización, deseando una restauración de Ia peculiar vida eclesiástica da lli dl
versas províncias y Estados. No era cuestión de discrepancias en asunn is de l'i l i
intención dei Papa no se reducía a excluir los princípios populares que i
cían entonces, sino a luchar contra ellos; entre los obispos muchos d
a un arreglo con Ias doctrinas modernas y veían en ei concilio Ia ocasi
para hacer valer sus opiniones.
El 8 de diciembre de 1869 se inauguro ei concilio en Ia Basílica I
Pedro. La asamblea contaba con setecientos sesenta y cuatro micnil"
de todas partes dei mundo, si bien los italianos componían más de
606 ÚLTIMAS ÉPOCAS

parte. 110 En Ia lista aparecían como una gran comunidad, ordenada según ei
rango eclesiástico, y dispuestos dentro de cada clase por Ia fecha dei nombra-
miento.
La asamblea merecia en verdad ei título de ecumênica. Hacía recordar
aquel concilio que en ei ano de 1215 se reunió en torno a Inocencio III con
gentes de Oriente y de Occidente, pero era mucho más amplia, porque ei Extremo
Oriente, ei África y ei Nuevo Mundo, ai otro lado dei Oceano, habían enviado
sus prelados. También destacaba otra diferencia, si comparamos Ia Roma de
entonces con Ia de ahora. Bajo Inocencio III ei Papado se hallaba en ei desarro-
11o de su domínio universal y los príncipes seculares se presentaron en gran
número deseosos de ser considerados como miembros vivos de Ia Iglesia católica.!
Ahora estaban ausentes o, más bien, habían sido mantenidos a distancia inten-l
cionadamente: los obispos reunidos podían ofrecer testimonios dei grado en quej
ei espíritu anticlerical se había propagado en sus diócesis.111 Aunque, como|
dijimos, eran muchos de opinión que no se podría salvar ei principio eclesiástico
si no se celebraba un pacto con ei espíritu de Ia época para, sin romper con <.'!,
tampoco cederle ei dominio absoluto, pronto se vió en Ias elecciones para lajj
diputaciones conciliares, que se celebraron en seguida, cuán difícil les habría
de ser tan siquiera expresar sus intenciones. En torno ai Papa y a sus congrega*
ciones se agrupo una mayoría de 550 votos y se mantuvo tan unida que ias pro»j
posiciones de Ia minoria, que no llegaba ni a Ia mitad de Ia mayoría, apenas si
encontraron eco.
Sin embargo, Ia primerá propuesta, que pretendia Ia dogmatización de]
Syllabus, produjo una fuerte y viva oposición. Las manifestaciones fueron tan
enérgicas e hicieron tanta impresión que no parceió oportuno proseguir en Ia
misma forma. Ya hicimos alusión a las limitaciones que el orden de los debatei
de Ia asamblea imponía en cuanto a las proposiciones. Pero una libertad de los
debates como Ia que acababa de ser puesta en práctica contrariaba Ia idea que e l
Papa se hacía de las prerrogativas de su primado. Pio IX considero obligadol
poner freno.
Mediante un anexo ai orden de los debates, se fijó que todas las objeciones
contra una propuesta tenían que hacerse por escrito, acompanadas de una en
mienda; las comisiones examinarían las observaciones y comunicarían ai concM
lio su informe. Luego de haber tenido lugar esta espécie Ia decisión previa, cofl
menzaría el debate, que el presidente interrumpiría y, a propuesta de dieál
miembros, se cerraria por mayoría.
Dígase Io que se quiera, 11 " es innegable que de^ste modo se tenía que invj
110 H u h o 276 italianos, a los q u e se juntaban con un número m u c h o más reducido los ohispoi
de Francia v F.spana, aqucllos en número de S4. ésios de 4 1 ; 35 de Gran Bretaíia e Irlanda, 19 'Ir
Alemania. Bélgica niandA 6 obispos. Portugal 2, Austria-Hungría 4 8 . H u b o numerosas r c p r c s c n t J
ciones de los paises inficlcs; de Ia T u r q u i a europea habian venido 12, de Ia asiática 4 9 , de Egipto
y T ú n c z 3, d e Ia colônia francesa de Argélia, d e las Islãs Canárias y de las Azores también 3 ie%A
pectivamcnte, d e África Central y dei Sur 5; los Estados Unidos estaban representados por 4 8 ; d
resto de America por 6 5 ; Austrália por 13.
111 "1,'F.piscopato cattolico, gucrrcggiato a morte in ogni contrada dallo 'spirito dcl sccolo' " J
CiviJtà c a » . Ser., v u , vol. re, p . 17.
112 Dõllinger. con serenidad y profundidad, se declaro cn contra; Vcuillot, Rorne p c n d a n l j
1c concile. i, p p . 290 s. con su acostumbrado ceio, en pro.
E L C O N C I L I O VATICANO 607

pedir toda discusión efectiva y a fondo. Se prescribe ai concilio con mayor


precisión ei papel que se le había encomendado. Parece un consejo eclesiástico
de máxima amplitud más bien que una asamblea ai estilo de los viejos concilios.
No hay lugar para una libre discusión.
En esta situación se llega a discutir Ia gran cuestión que preocupaba a
todos los espíritus: Ia referente a Ia infalibilidad dei Papa. Lo primero que se
abordo a este respecto fueron los princípios galicanos. No era posible que, ai con-
vocar un concilio, no resurgiera Ia vieja cuestión de Ia superioridad de los conci-
lios sobre el Papa y no se recordaran Ias relaciones dei poder conciliar con ei
poder papal. Toda ia oposición legal dentro de Ia Iglesia católica descansaba en
este antagonismo. La diferencia entre Ia concepción católica y Ia protestante
reside, sobre todo, en que esta última no solo hechaza Ia autoridad papal» sino
también Ia de los concilios, pero Ia disputa entre estos dos poderes no había sido
resuelta jamás en el mundo católico. El monarca que ha prestado quizá a Ia
vieja Iglesia los mayores servidos en Ia época moderna, Luis XIV, consagro
desde Ias alturas de su poder Ias viejas pretensiones de los concilios. Pero Pio IX
nunca hubiera convocado un concilio inspirado en este espíritu, pues sostenía
Ia superioridad dei poder papal que, vencida toda oposición, se convertia fatal-
mente en infalibilidad. El concilio vaticano convocado por él, bien lejos de Ias
pretensiones de poder de los viejos concilios, tenía que servir más bien para poner
término a tales pretensiones: una decisión dei concilio tenía que definir Ia
infalibilidad dei Papa, de suerte que ya no hubiera que preocuparse de ninguna
oposición por parte de Ias Iglesias nacionales. En ias comisiones preparatórias
se aludió a este punto sin hacer demasiado hincapié en él. Las referencias autên-
ticas no permiten afirmar, como se ha hecho, que el Papa convoco el concilio
para que hiciera esta declaración, pero, dada su actitud, es indudable que esta
idea se agitaba en su cabeza. Esta pretensión de infalibilidad produjo tanta mavor
impresión cuanto que no se Ia considero en relación directa con los princípios
de Ia Iglesia galicana, sino exclusivamente desde el punto de vista de Ia imposi-
bilidad de error dei Papa por lo que se refiere a Ia moral y al dogma.
Se penso un momento en conseguir por aclamación eí reconocimiento de Ia
infalibilidad pontifícia, pero el estado de ânimo de Ia asamblea lo hizo imposi-
ble. La mayoría dirigió una comunicaeión al concilio invitándole a que decla-
rara que Ia autoridad papal está libre de todo error. 113
La comunicaeión partió de los obispos italianos y espafioles, cuyas escuelas
se mantenían en las tradiciones de los siglos medievales. A ella se opusieron, so-
bre todo, los obispos alemanes, de formación muy distinta. Afirmaban, por una
parte, que no se podia considerar el concilio, sin el Papa, como una representación
de Ia Iglesia, pero, por otra, que Ia decisión en matéria de fe dependia de Ia
tradición apostólica y de Ia unanimidad de Ia Iglesia. Advirtieron que no debía
declararse dogma Ia infalibilidad pontifícia, pues ello daria ocasión o excusa a los
gobiernos para limitar todavia más los derechos de Ia Iglesia en sus diócesis.
A esta comunicaeión se adhirieron también los obispos franceses. Casi Ia

113 Ab errore imiminem esse Romani ponMrcis aucíorifafeni. Este discurso, como los demás
se halla en Friedberg, Samm/ung von Acicnsíücken zum ersten vaticanischen Concil, p. 465.
608 ÚLTIMAS ÉPOCAS

repitieron literalmente, dejando fuera unos cuantos pasajes en los que los ale*
manes reconocían Ia autoridad independiente de Ia Sede de Roma en los mál
vicjos tiempos preconciliares. Eludieron todo Io que pudiera contradecir direi-
tamente a los princípios galicanos. Independientemente, los obispos orientalai
llamaron Ia atención dei Papa sobre Ias dificultades y peligros en que se \<n.i
envuelto con Ia declaración de infalibilidad. En Inglaterra se había puesto c<>m<>
condición expresa a Ia emancipación de los católicos Ia renuncia a esta doctriiu
Los "puseyistas", muy próximos ai catolicismo, avisaron que, con esa proclama-
ción, se haría imposible para siempre Ia adhesión de los anglicanos a Ia Iglesia
católica.
Si ei proyecto de declaración de infalibilidad desperto en cl seno dei clero
recuerdos tan vivos, cuánto mayor no había de ser Ia oposición en aquéllos rua
seguían desde fuera Ia marcha dei concilio. El esquema sobre ]a autoridad pontiH
ficia que se había presentado ai concilio se había hecho público, no sabemos
si por accidente o de propósito; era muy adecuado para provocar Ia oposición d
los gobiernos contra Ias pretensiones de Ia jerarquía eclesiástica en los asuntsl
de sus países respectivos. El gobiemo francês, que no había renunciado rodava
a Ia tradición galicana, aprovechó Ia ocasión para protestar contra Ias tendencifl
jerárquicas dei concilio en Ia segunda quincena dei mes de febrero. En ei esque-
ma conocido se hablaba solo de Ia infalibilidad de Ia Iglesia, que no solo se exten4
dia a los artículos de fe, sino también a los médios para llegar a ellos; no solo
a Ia revelación, sino también a todo Io que se creía necesario para Ia explicación y
defensa de aquéllos. El Ministro de Negócios Extranjero de Francia observo)
que de ese modo se proclamaba Ia superioridad dei poder eclesiástico sobre ei
secular en todos los puntos en que se pusieran en contacto. El poder de Ia Igle-
sia se presenta como absoluto, como independiente en Io legislativo y en Io
judicial dei poder secular. La autoridad de Ia Iglesia se alzaría sobre los princi«
pios constitutivos de Ia sociedad, sobre los derechos y deberes de los gobcrnantes
y de los gobernados, sobre ei derecho electoral y sobre Ia família misma. Y si esta
infalibilidad de Ia Iglesia se transferia ai Papa, como se pensaba, toda autoridad
dependeria de él. No se podia esperar que los príncipes doblcgaran su sobera-^
nía ante Ias arribuciones de Ia Sede de Roma, que habían sido fijadas sin su
participación.
El ministro reclamaba una comunicación anticipada de Ias cuestiones a de-
bate y Ia admisión de un plenipotenciario francês en ei concilio. 114
La intención era muy amplia, pues se trataba de buscar una coneiliaciÓB
entre Ias rigurosas doctrinas eclesiásticas y ei sistema constitucional suroido dei"
siglo, una conciliación entre Ia suprema autoridad de Ia Iglesia y Ias necesidadeá
de los diversos países. En Ia prensa francesa, especialmente en Ias revistas qua
iban a una con ei gobierno, se hicieron declaraciones análogas, todavia de mayotf
alcance. Se afirmaba que ei concilio no era libre, pues una minoria, que en
reaiídad era mayoría si se tenía en cuenta Ia extensión de Ias diócesis, era tirani-"
zada por una mayoría que, desde este punto de vista, podia ser considerada coma]
minoria y estaba entregada ciegamente a los caudillos ultramontanos. Pcro eí
1H Despacho Darus dei 20 de febrero, en J. Favre, Rome et Ia répubJ. françaisc, p. 18.
E t OONCILIO VATICANO 609
concepto de una asamblea conciliar supone que tiene que ser libre en sus debates;
le es necesaria Ia convocación por ei Papa, pero ella misma debe escoger los obje-
tos y Ia forma de Ia discusión. El concilio debía buscar una transacción entre Ias
doctrínas eclesiásticas y Ias necesídades de Ia vida estatal para ponerlas en armo-
nía; debía retirar ei Syllabus, para cuya confirmación ei Papa había convocado
ei concilio. Hasta se habló de que había que apelar dei concilio, falto de liber-
tad, a un verdadero concilio libre, dirigido por ei Espíritu Santo, mientras se
desistia dcl actual. Pero este subsistia. Nadie había reclamado contra su convo-
catória y se deslizaba, por Ias vias marcadas, hacia su prevista meta. En Ias obje-
ciones levantadas ahora, los celosos partidários dei Papado no veían sino una
prolongación de Ias ideas de 1789, de Ias que nacieron todas Ias perturbaciones
a Ias que ahora se hacía frente. Aun admitiendo en ei concilio enviados de los
gobiernos para que hicieran valer Ias ideas de los mismos, en modo alguno
encontrarían eco en Ia mayoría de Ia asamblea, porque ei concilio no era solo
europeo, sino ecumênico. ^Cómo se podia pretender que prelados Uegados de
todos los rincones dei mundo aceptaran propuestas que correspondían a Ias inten-
ciones dei momento de un gobierno francês o austríaco? 115 Precisamente este
era ei propósito: ei de ganar ancho campo para Ias ideas eclesiásticas en si mis-
mas. Todas Ias objeciones, todas Ias manifestaciones, todas Ias quejas producían
ei efecto contrario.
En los primeros dias de marzo de 1870 ordeno el Papa que se afiadiera al
esquema sobre Ia Iglesia una sección acerca de Ia infalibilidad dei romano pontí-
fice. En este esquema 118 se declara expresamente el primado de Ia Iglesia Roma-
na, en el sentido de que el Papa es el vardadero vicario de Cristo, ia cabeza
suprema de Ia Iglesia, el padre de todos los cristianos, el maestro y juez supremo.
En términos expresos se condena también Ia opinión de que se puede apelar dei
Papa al concilio y que a este le corresponde una autoridad superior. En los pará-
grafos que siguen 117 se fundamenta Ia necesidad de un principado secular dei
Papa, diciendo que no debe estar sometido a ningún príncipe para así poder
ejercer con plena libertad su función divina. Es aquella idea que supone que
un poder eclesiástico amplísimo reclama Ia posesión de un dominio temporal,
idea en Ia que ha vivido siempre Pio IX. Para fortalecer esta doctrina no necesi-
taba una declaración especial de infalibilidad, que ya estaba supuesta en el con-
cepto dei primado tal como él Io consideraba, y solo Ias múltiples discrepancias
que se manifestaron en el seno dei concilio, y el vivo eco que encontraron fuera
de él en los gobiernos, hicieran aconsejable semejante declaración. La nueva
fórmula fijaba ahora que el obispo de Roma, que, si tiene que declarar Ia verdad
de Ia fe, tiene que decidir también Ias discusiones sobre ella, no puede fallar
cuando decide Io que Ia Iglesia tiene que aceptar en matérias de fe y de moral
y su declaración tiene que ser considerada a partir de ese momento como un
artículo de fe. 118 Entre tanto Ia cúria romana trato de rebatir Ias objeciones dei

115 Extractos de artículos de ptensa, Veuillot, i.


11" Cap. xi, Fricdberg, p. 450.
117 Cap. XII.
118 Ut Romanus pontiíex, cum supremi omnium Christianoniro docforis munere fimgens pro
aucrorírute definir, quid in rebus fidei et rnorurn ab universa Ecc/esia tenendum sit, errare non possif.
610 ÚLTIMAS ÉPOCAS

ministro francês y de disipar sus temores; asegura que en Ia propuesta nada se


contiene que afecte a Ia independência dei poder escular, sino que Ia autoridad
eclesiástica trata de mantener los puntos de vista eclesiásticos, que no solo se
refieren a esta vida, sino también ai más allá, y no reclama ninguna interve
ción directa. Ningún Estado puede subsistir sin un principio moral de
instiruciones y a este solo dirige su atención Ja Iglesia. La finalidíd de Ia propo
sición es traer a recordación dei mundo moderno Io que es justo, para consegi
así Ia paz y ei bienestar. La infaliblidad dei Papa es tan vieja como Ia Igles
misma. Lejos de menguar Ia autoridad de los obispos, puede contribuir a aumer
tar su prestigio, y no solo ei de los obispos sino también ei de los gobiernoi
Porque de Ia inteligência de Ias dos potestades depende Ia tranquilidad de Io
Estados. El secretario de Estado se guarda muy bien de abordar Ia cuestic
de Ia oposición radical entre Ia doctrina de Ia Iglesia y los princípios sobre 1c
que se levanta ei Estado moderno; prefiere prcsentar ei aspecto de una espécie
vigilância moral de Ia Iglesia que un gobernante católico no puede negar.
Sin embargo, ei ministro francês no se tranqüilizo, sino que reunió sus of
niones en una espécie de memorándum que envio ai Papa para que Io pusie
en conocimiento dei concilio. El Papa acogió ei memorándum, pero rechazó co
toda energia su comunicación ai concilio.
Cuestión político-eclesiástica de gran importância era Ia de si ei gobier
francês se mantendría o no en su resistência. Porque también en otros gobierno
se había comenzado a hablar de los peligros que podrían acarrear Ias decisiona
teocráticas dei concilio. Se habló de una conferência de embajadores que
opondría a los excesos de Ia autoridad eclesiástica. Y se tuvieron espcranzas
Ia efectividad de tal conferência mientras en ei seno de Ia asamblea Ia oposicic
se manifestaba todavia con cierta viveza. Esta mantuvo Ia necesidad de Ia dei
beración libre como corresponde ai concepto dei concilio; ei procedimiento
guido y, sobre todo, ei orden de los debates, estaban en contradicción con
libertad eclesiástica. La regia mantenida por todos los concilios, desde ei de Nice
hasta ei tridentino, ha sido que los artículos de fe no se deciden por Ia mavoríi
sino por una unanimidad moral de Ia asamblea. En ei debate especial acerca d«
proemio dei esquema de fide, que se discutia en primer lugar, ei obispo de Sit
mia y Bosnia provoco no pequena indignación ai rechazar Tos ataques ai prote
tantismo que aparecían en este esquema, pero todavia mayor cuando ataco e i '
orden de los debates en sus puntos csenciales. Porque un concilio no podia decidir
ni fijar artículos por una mayoría numérica, sino por una unanimidad moral que
obligaría para este y para ei otro mundo. Con ei procedimiento que se seguia se, I
daria ocasión para que se dijera de este concilio que no disfrutó ni de libertadJ
ni de verdad. Estas manifestaciones provocaron en Ia asamblea un verdadercv]
tumulto que impidió ai obispo continuar su discurso, sin que interviniera \m
presidência. Al dia siguiente se quejó ei obispo de Ia manera como había sido ]
tratado y reclamo con tanta mayor energia una declaración definitiva sobre Ia
cuestión planteada por él, porque de Io contrario no sabia si podría continuar'
en un concilio en que Ia libertad de los obispos se hallaba tan impedida. Esta j
protesta fué aprobada por un número considerable de obispos, de suerte que se|
EL CONCILIO VATICANO 611
vino a producir una espécie de comunidad de intereses entre una parte dl I"
obispos y los gobiernos oponentes, comunidad que parecia iba a llegar mil
Porque, como en otros tiempos, también ahora los gobiernos tenían que estar
interesados en reivindicar para los obispos, con los que se mantenían en relución
diária, una cierta indepedencia de Ia cúria romana. La autoridad absoluta dei
Papa contraríaòa a ambos. Si se quíere considerar ia cuesfídn desde un punfo de
vista bistórico, babrá que recordar Ia situación que reina en Alemania desde hace
dos siglos, y sobre Ia que descansa todo ei desarrollo de Ia nación alemana, situa-
ción que bubiese sido imposible con una sumisión tan completa dei episcopndo
ai Papado como Ia que se intentaba en aquella ocasión. Porque los Papas nunca
reconocieron Ia paz religiosa ni podían tampoco reconocerla. Pero los obispos dei
império, Ia jerarquía alemana, Ia babía reconocido hasta en oposición ai Papado.
La paz religiosa se ha considerado siempre como juridicamente válida y tam-
poco los Papas se han atrevido a actuar en serio contra ella. De esta suerte ei
alto clero ha ocupado en Alemania una posición historicamente inestimable y
salvadora para Ia nación. Si se había llegado a esta situación mediante Ia disolu-
ción de Ia corporación jerárquica, no existia estatuto alguno por ei cual Ia auto-
ridad eclesiástica dei reino tuviera que someterse a Ia autoridad papal. Hubiesc
correspondido a Ia vieja tradición si, atendiendo ai cambio de los tiempos, se
hubiera estableciâo una situación que àejara campo libre a los gobiernos y a los
obispos de los países para llegar en casos de emergência a un arreglo autônomo.
Pero, para un resultado en este sentido, hubiera hecho falta que los gobiernos
marituvieran decididamente una acción conjunta y que los obispos sostuvieran
obstinadamente su posición. El gobierno francês poseia en sus manos un médio
coactivo, pues sus tropas ocupaban Civita-Vecchia; se ha dicho que solo ai am-
paro de estas tropas pudo reunirse ei concilio.119 Por esta circunstancia los movi-
mientos políticos de Ia época se entremezclaron en Ias cuestiones conciliares. En
Ia primavera de 1870 no parecia verosímil que se llegara a una inteligência con
vistas a una acción común entre los enviados de Ias potências más importantes
para ei caso: Prusia, Áustria y Francia. La agitación popular y militar de Ia
nación francesa, que encontraba intolerable Ia supremacia que Prusia había
adquirido sobre Áustria con Ia única guerra, hizo temer el estallido de una
nueva guerra europea en Ia que posiblemente también Áustria se veria compli-
cada. La situación dei Gobierno francês no era muy adecuada para poderse
enemistar con uno u otro de los partidos que en Itália se peleaban.
Se ha asegurado120 que en el ministério francês se hizo en este momento
una propuesta en el sentido de obligar ai Papa, por Ia retirada de Ias tropas de
Civita Vecchia, a que se mostrara más complaciente con Ias proposiciones que
se le habían hecho, pues no se debía permitir Ia continuación de unas delibera-
ciones por Ias que se condenaria Ia Constitución civil y política de Francia y
119 Asl Io manifiesta, desde el principio. Ia Cív. catt. Ser., vn, vol. 11, p. 9; conservando alio
stato pontifício un presídio mi/itare, che è di guarentigia validissima al/a pace dei concilio.
120 Jules Favrc, p. 26: )e ministre des aífaires étrangères n'avait plus qu'à rompre et a ex/gci
Je retrait de nos troupes. S'il faut en croire une lettre publiée par une de ces indiscrétions Irop
fami/ières aux afíairs de ce geme, il en avait exprime 1'intention. Le cabinet reciila devifll UM
résofution si grave et ne consu/fant qu'une délicatesse assez rare pour qu'on Ia puisse louer, M, 7o
comte Daru donna sa dé"mission.
612 ÚLTIMAS ÉPOCAS

también desde ei punto de vista eclesiástico convenía hacer todo Io posible para
impedir que Ia Iglesia entrara por unos carriles que Ia apartarían para siempre
de Ias ideas modernas. Pero en Ias Tullerías pesaron más Ias consideraciones
antes indicadas. Para Luis XIV ei galicanismo fué un instrumento de su política,
mientras que Napoleón III tenía necesidad de Ia devoción dei clero entregado
ai Papa y dei Papa mismo. Además, Ias tropas francesas no habían^ido enviadas
a Civita-Vecchia para proteger ei concilio, sino para proteger ei Estado de Ia Igle-
sia contra Ia invasión italiana. Y no se podia pensar en abandonar ei asunto
dei Estado de Ia Iglesia por una cuestión conciliar. Por otra parte, como los
demás gobiernos no hicieron ninguna protesta seria, pues se creían Io bastante
fuertes para poderse oponer después a Ia ejecución de acuerdos inaceptables,
Pio IX conservo completa libertad. Su idea de excluir a los poderes seculares de
toda participacíón en Ias deliberaciones eclesiásticas había sido aceptada por
ellos de hecho y, así, Ias circunstancias europeas no podían ser más favorables ,
para ei Papa. También Ia oposición dentro dei concilio se fué debilitando de
dia en dia.
Después que en ei proemio citado y en los artículos de fide que le seguían
se tomaron en cuenta Ias observaciones de Ia minoria, pasaron sin mucha resis- j
tencia. De este modo ei orden de los debates fué aceptado en Io fundamental.
Después de esta experiência sobre ei estado de ânimo dei concilio se invitó I
ai Papa a que presentara Ia proposición sobre Ia infalibilidad. En un principio, i
como dijimos, esa proposición estaba destinada a ser insertada en ei esquema í
acerca de Ia Iglesia. Pero ello hubiera prolongado los debates en torno ai esque-
ma más de Io que se deseaba.
Se prefirió, pues, discutir por separado Ia cuestión de Ia infalibilidad. El 10
de mayo mando repartir Pio IX ei proyecto de una constitución que, bajo un
título general, contenía sobre todo Ia doctrina acerca de Ia infalibilidad pontifí-
cia. Se vuelve a condenar Ia tesis de Ia superioridad dei concilio sobre ei Papa,
así como Ia apelación dei poder dei Papa a un poder conciliar. Se declara con
énfasis que Ias decisiones de Ia Silla Apostólica no necesitan de confirmación
por parte dei poder secular para que sean integramente válidas. Se pone todo ei
peso en los princípios que se hicieron valer en otra ocasión en Ias controvérsias
de Ia Iglesia latina y Ia griega. Produce cierto asombro que en esta acta de Ia
segunda mitad dei siglo xix se repitan palabras que hacía más de trece siglos
un patriarca de Constantinopla había escrito ai Papa de Roma a invitación
suya, palabras que contienen ei reconocimiento más solemne que se pueda ima-
ginar de Ias prerrogativas de Ia Silla de Pedro y de su infalibilidad.121
Se afirma rotundamente Ia importância de los acuerdos dei segundo concilio
de Lyon y dei de Florencia, que había sido puesta en duda; se extiende y apura
Ia amplitud de Ia infalibilidad pontifícia más bien que se Ia restringe.
Todo forma una única cadena de exigências y pretensiones para Ia que se
trata de obtener un reconocimiento general, en forma no conocida antes.
121 Lo que se pronuncio allf como ei reconocimiento de Ia infalibilidad dei Papa, cs literal-
mente Io mismo que ei patriarca Juan en cl afio de 519 dcc'aró frente ai Papa Hormisdas. Prima
saíns esr quia in sede apostólica invio/abilis semper catholica custoditur rcligio (Labre, vW
EL CONCILIO VATICANO 613
El debate general comenzó ei 14 de mayo.
Nuevamente salieron a relucir Ias objeciones inspiradas en ei estado de es-
píritu de Ias diversas naciones y en Ias repercusiones dei decreto. Se decía que
en Suiza estas repercusiones favorecían a los radicales, que en Inglaterra ei
decreto era deseado por los mismos protestantes, mientras que los católicos irlan-
deses no estaban a su favor. Tampoco se oculto que Ia ciência alemana estaba
en contra. Los norteamericanos dieron a entender que solo una Iglesia libre tcnía
visos de prosperar en los Estados Unidos; se consideraba en este país que, así
como los reyes Io son para los pueblos, ei Papa Io es para Ia Iglesia, para beneficio
de ella y no para dominaria. El obispo de Bosnia observo que de ese modo se
haría muy difícil a los oclio millones de croatas católicos Ia convivência con los
coterráneos de otras confesiones, y que más bien se verían perturbados en su fe.
El arzobispo de Praga manifesto que ei decreto tendría como consecuencra entre
los bohemios que se hicieran cismáticos primero y luego protestantes. La opinión
más comprensiva Ia expuso Darboy, arzobispo de Paris. Declaro que ei dogma
de ia infalibilidad ni reanimaría ei cristianismo oriental, ni favoreceria Ia con-
versión de los gentiles ni contribuiria tampoco a atraer a los protestantes ai seno
de Ia Iglesia; y Io más importante: en ei interior de los Estados católicos tendría
efectos daninos. Por todas partes Ia legislación y Ia administración tienen un
caracter secular y hasta Ia misma institución de Ia família ha sido sometida a Ia
ley dei matrimônio, y a Ias gentes que se quieren sacudir ei peso de los viejos
princípios se les anade un nuevo dogma y por una asamblea cuya libertad mu-
chos ponen en duda, Pero ei mundo no está propicio a dejarse imponer Ia verdad
como un mandamiento: ei Syllabus ha sido conocido en toda Europa y, sin em-
bargo, no ha sido de gran provecho, ni aun allí donde fué recibido como un
oráculo infalible. En dos países destacadamente católicos como Espana y Áustria
ha provocado una agitación perjudicial para Ia religión. Dió a entender también
que ei decreto provocaria en Francia Ia separación de Ia Iglesia y dei Estado
y este ejemplo seria imitado por Europa.122 La fuerza de estas objeciones y Ia
impresión que causaron levanto los ânimos de Ia minoria. Cuando se interrum-
pió bruscamente ei debate general, se trataba en ei seno de Ia minoria acerca
de Ia conveniência de no tomar parte activa en ei concilio o de hacer una protesta
solemne. Pero había una traba interior que hacía imposible toda reacción seriai
Ia veneración por ei Papa que los había convocado a todos, y Ia intención ecle-
siástica general en que todos comulgaban.
En ei debate especial, que comenzó ei 6 de junio y que ya ei 15 se ocupnba
dei cuarto capítulo decisivo sobre Ia infalibilidad, se manifesto otro punto de
vista doctrinal. Una voz de Ia orden de los dominicos, que nunca habían citado
en buenos términos con los jesuítas, manifesto su oposición.
Un cardenal de esta orden, en unión de otros quince obispoi dominicos,
afirmo que Ia infalibilidad dei Papa no se basa en una espécie de intplración
personal, sino que tiene lugar cuando aquél expresa h opinión de Jo» obivptw
y de Ia Iglesia universal. Propuso un canon por ei cual ei Papa haría tui defini-
122 Discurso de Darboy dei 20 de mayo, Friedrich, Documenta ad illuitrindum ooncflíum
Valicanuni, n, p. 415.
614 ÚLTIMAS ÉPOCAS

ciones no a discreción sino siguiendo ei consejo de los obispos, que representan


Ia tradición de Ia Iglesia. 123 Se apoyó en Tomás de Aquino, cuyas palabras
interpreto en este sentido. Era una objeción que nadie esperaba y que produjo
Ja especial indignación dei Papa: "Ia tradición de Ia Iglesia —parece que con-
testo— soy yo". Reprochó ai cardenal que apoyaba a los católicos liberales, a Ia
revolución y a Ia corte de Florencia. En Ia reunión siguiente fué insíruído 124 de
que no se trataba tanto de los obispos, pues su autoridad deriva dei Papa, sino
de Ia asistencia dei Espíritu Santo. Pero con esto no se había resuelto Ia cues-
tión. Corresponde a Ia esencia dei catolicismo creer en Ia infalibilidad de Ia
Iglesia. Para esto siempre se había dado ei mayor valor a los pronunciamientos
de los obispos y doctores cuando estaban reunidos en un concilio. Se les atribuía
un derecho que descansaba en una autoridad que les era inherente. 125 Los doc-
tores más famosos de Ia época moderna habían derivado Ia infalibilidad de Ia
Iglesia de Ia asistencia dei Salvador, de Ia pervivencia de Io divino en Io huma-
no. La cuestión era a través de quien se expresaba esa asistencia. Muchos repro-
chaban ai concilio que no era muy adecuado para poner en evidencia Ia concien-
cia total de Ia Iglesia. Para ei Papa esta objeción tenía poça importância: aunque
se mantenía en Ia validez jurídica de los acuerdos adoptados por Ia asamblea con-
vocada por él y en ei valor de Ia aprobación de los obispos, no por eso se creía
vinculado.
En ei esquema revisado, propuesto ei 13 de julio, se niega totalmente Ia
participación de Ia autoridad episcopal en Ia infalibilidad. Se repite que ha
ocurrido a menudo que, cuando han surgido cuestiones difíciles sobre Ia fe, los
obispos, individualmente o vários reunidos, se han dirigido a Ia Sede de Roma
para buscar allí donde nunca mengua Ia fe Ia salud contra los maios. 120 Noj
poças veces ia Sede Apostólica ha creído conveniente pronunciar en concilios
;enerales o también en sínodos particulares una definición de aquello que, co»|
Ía asistencia de Dios, ha reconocido como coincidente con Ia revelación y Ia tra-
dición apostólica. Porque para esto se le ha prometido ai Papa de Roma Ia asis-
tencia dei Espíritu Santo, para conservar y aclarar Ia fe transmitida por los após-
toles. Se ha otorgado a los sucesores de San Pedro Ia gracia de una fe infalible
para que Ia Iglesia pueda mantenerse en su unidad sin peligro de cisma. Si en
ei proyecto anterior se decía que era menester declarar artículo de fe Ia infalibi-
lidad, con mayor énfasis todavia se declaraba ahora como dogma revelado por
Dios que ei Papa, cuando habla ex cathedra, es decir, en su autoridad apostólica,
definiendo doctrinas sobre fe y costumbres para toda Ia cristiandad, posee Ia infa-
/
123 Facta, ul mos est, inquisitone de traditione quoad veritaíem dc/iniendam in aliis Eccfesiii
colíatoque aliquando consi/io cum piuribus veJ paucioribus episcopis juxta rei gravitatem ei dillicul
tatem Papam vi assistantiae divinae /psi repromissae errare non posse. Friedrich, Documenta, I,
p. 424.
124 Ròmische Briefe vom Concil von Quirinus, p. 556.
125 Per quos (andem nos docet Spiritus in Ecclesia veritatem? Per eos píane quos Aposfo/i,
tcstatur a Spirito sancto, uf Eccfesiam regant, esse constitutos, quales vocat Episcopos. Pracpositos,
Pastores itidem arque Doctores. Horum veio auctoritas cum in aliis. cum in sacris Synodis quain
maxime cernitur, ubi de fide ac re/igioue i/li non modo definire quaedam, sed suo etiam iurc ac pro
auctoritate Aposto/ica contestari possunt ac dicere: Visum est Spiritui Sancto et nobis, sicut ex 'actll
constat primi Conci/ii Hieroso/ymi ce/ebrari.
126 Ubi fides non potest senrire defectum.
EL CONCILIO VATICANO ^iç

libilidad que Cristo prometió a su Iglesia. Para Pio IX era indiferente que los
obispos presentes fueran capaces de representar y expresar Ia conciencia de Ia
Iglesia, pues no necesitaba de ellos, ya que Ia infalibilidad prometida a Ia Igle-
sia Ia creía vinculada a Ia Silla de Pedro. Se había dicho ya que ei Papa podia
decretar "por si mismo" definiciones de fe invariables y, para que ya no hubiera
ninguna duda, a Ias palabras "por si mismo" se anadió: "no a consecuencia
de Ia aprobación de Ia Iglesia".127
En esta forma llegó Ia proposición ei 18 de julio de 1870 para su aprobación
definitiva, apareciendo ei Papa con sus ornamentos y sentado en su trono. Se
abrieron de par en par Ias entradas ai aula. Y aunque Ia proposición contradecía
los supuestos de Ia independência de Ia autoridad episcopal, apenas si encontro
oposieión alguna. Es cierto que un número no pequeno de obispos se mantuvo
alejado por una razón o por otra. Los presentes, en número de quinientos«treinta
y cinco, adoptaron ei dogma casi por unanimidad, pues solo dos pronunciaron
ei non -placet. Se aeogió Ia noticia dei resultado con un júbilo general. En médio
de un gran silencio se escuchó Ia decisión definitiva dei Papa, que se elevo de su
trono y confirmo con su autoridad apostólica los artículos leídos, aprobados por
ei sagrado concilio. La ceremonia tuvo lugar entre truenos y relâmpagos de una
tormenta que se cernió sobre ei Vaticano.128 Los celosos partidários dei Papado
no tuvieron inconveniente en traer a colación Ia promulgación de ia ley mosaica
en ei Sinai.129
Con esto no se clausuro ei concilio, sino que fué tan solo aplazado: pero lo
que acababa de ser sancionado solemnemente reviste una grave significación.
Se había resuelto en favor dei poder absoluto de Ia Sede Romana Ia euestión
de Ias relaciones entre Ia autoridad episcopal y Ia dei obispo de Roma, entre Ia
autoridad papal y ia conciliar, que había cubierto con sus disputas Ia larga serie
de los siglos transcurridos. Se puso término a Ias tendências nacionalistas de Ia
Iglesia representadas por los obispos, que alguna vez parecieron que habían de
triunfar. Y lo que se aprecio por encima de todo fué ei reconocimiento de una
autoridad viva, apoyada en Ia acción divina, en médio de los altercados dei
mundo, que debían su origen a que no se queria reconocer ninguna autoridad.
Era Ia idea eclesiástica en Ia forma más personal. Así había concebido siempre
su misión Pio IX y Ia había llevado a cabo. Y cuando ei Papa infalible se alzó
contra todas Ias innovaciones de Ia vida moderna, represento ei refuerzo de esta
actitud en Ia instância suprema que llevó su actitud ai último extremo, en forma
que fué bien vista por ei cuerpo de doctores de Ia Iglesia reunido en tomo a él.
Ningún obispo podia osar contradecir Ia doctrína proclamada sin poner en
peligro su existência de obispo y sin romper con Ia autoridad en Ia que, en su
mayor parte, descansaba Ia suya. Era inevitable que Ia declaración de infalibili-
dad fuera ejerciendo Ia mayor influencia sobre los Estados católicos. También
tenían que manifestarse en mayor o menor grado aquellas repercusiones de Ias
127 Romani pontifícis definifiones ex sese, non autem ex consensu Ecclesiae irreformabiJes essei
Acta et decreta Oecum, cone. Vaticani (Roma, 1872), p. 172. En cl Omníum concilii Vat. docum.
colt., p. 20, dei obispo Martin, faltan Ias palabras: non autem ex consensu acc/esiae.
128 Stimmcn aus lVfaria-Lasch. Nueva edición, x, p. 100.
129 Vcuillot, Rome pendant le Concile, II, p. 431.
616 ULTIMAS ÉPOCAS

que se advirtió ai Papa sin que les prestara mayor atención. Pero no era esta Ia
eventualidad más importante que se presentaba por delante.
En los mismos dias en que ei Papa proclamaba su infalibilidad estalló Ia
guerra franco-prusiana. No puedo decir con certidumbre que en Ia agresión
francesa hayan influído motivos religiosos. Pero iquién podría predecir hasta
donde hubieran ido Ias cosas si Ia suerte de Ias armas hubiera acompBnado a Ia
nación católica, y de qué nuevo predomínio se hubiera beneficiado ei Papado,
aun con Ia actitud tomada?
Pero Ia suerte de Ias armas se decidió en sentido contrario. Salió victorioso
un Estado que había surgido en ei antagonismo con ei domínio exclusivo dei
Papado y que ahora sostenía Ia causa alemana: alcanzó una posición que le ase-
guraba una participación efectiva en ei movimiento universal politico-religioso
dei mundo. Un protestante convencido podría decir que ei resultado de Ia guerra
fué ei juicio de Dios contra Ia arrogância dei Papa al presentarse como ei único
intérprete de Ia fe y de los secretos divinos sobre Ia tierxa.
Ya ei comienzo de Ia guerra fué nefasto para Ia subsistência dei Estado de
ia Iglesia, no solo porque Francia encontro razones militares para retirar sus
tropas, sino porque tenía que pensar además en conservar Ia neutralidad de Itá-
lia. Se dijo que, para aplacar a esta potência, había que quitarle Ia espina dei
pie, que no era otra que Ia protccción prestada al poder secular dei Papado. Los
italianos veían en ei Estado de Ia Iglesia, aun en Ia situación que ofrecía enton-
ces, un hogar de Ia reacción que no podia tolerar, o ei peligro de una revolución
republicana que tampoco estaban dispuestos a permitir. Como entre tanto ei
Império francês fué derrotado por Ias armas prusianas, los italianos se vieron con
manos libres. No se podia pensar en una defensa de Roma por los voluntários
que rodeaban al Papa contra un gran ejército italiano. El Papa cedió, no sin
dignidad. No celebro acuerdo alguno, pero permitió Ia ocupación sin resistência.
Êl mismo dió Ia orden, ya que no había otra cosa que hacer, de izar Ia bandera
en Sant'Angelo. Desde Ias escalinatas de San Pedro dió su bendición a Ias tropas
que vinieron a defenderle. Se volvió a su autoridad espiritual, cuyo ejercicio libre
y sin obstáculos le habían garantizado los italianos frente a Ias demás potências.
En qué medida ello ha de ser posible en Ias nuevas circunstancias, he aqui
el eje dei presente y dei futuro.
ÍNDICES

REGISTRO DE NOMBRES

1) Los Papas

Adriano VI, 1522-1523 ( n . en 1459, Ha- Gregorio VII, 1073-1085 ( n . en 1004 ?,


drían Fíorisze), 51-54, 55, 188, 402. Ildebrando di Bonizio Aldobrandeschi),
Alejandro VI, 1492-1503 ( n . en 1430, 24 s., 29.
Rodrigo Lenzuoli-Borgia), 32-35, 37 s., Gregorio XIII, 1572-1585 ( n . en 1502,
43, 49, 55, 115, 186. Ugo Buoncompagni), 180 s-, 192, 193-
Alejandro VII, 1655-1667 ( n . en 1599, 201, 204, 208s., 2 1 1 , 216, 2 3 1 , 255,
Fábio Chigi), 503-06, 507, 510, 513, 267, 270, 274-77, 286-89, 293, 297,
524s., 527s., 531 s., 534, 535, 547, 298, 303, 331, 358, 376, 430, 530.
550, 552. Gregorio XIV, 1590-1591 ( n . en 1535,
Alejandro VIII, 1689-1691 ( n . en 1610, Niccolo SfondratO, 332-34, 340, 351 s.,
Píetro Ottobuoni), 557. 361, 488.
Gregorio XV, 1621-1623 ( n . en 1554,
Aleüsandto Ludovisi), 429-31, 435-57,
Benedicto XIV, 1740-1758 (ri. en 1675,
442, 445, 448, 450, 488 s., 4 9 1 .
Prospero Lambertini), 562-67, 571.
Gregorio XVI, 1931-1846 ( n . en 1765,
Bartolomeo Alberto Cappellari), 586.
Clemente VII, 1523-34 ( n . en 1478, Giu-
lio de'Medici), 54-67, 76, 83, 114, 124, Inocencio VIII, 1484-1492 ( n . en 1432,
178, 183, 188, 190, 402. Giov. Batt. Cibo), 31, 186, 193, 217.
Clemente VIII, 1592-1605 ( n . en 1536,
Inocencio IX, 1591 ( n . en 1519, Giov.
Ippolito Aldobrandino), 334-47, 352-63,
Ant. Facchinetti), 334.
366-73, 375, 377, 388, 393-402, 408,
Inocencio X, 1644-1655 ( n . en 1572,
418, 440, 464, 487, 488, 489, 490, 498, Giov. Batt. Pamphili), 498-503, 504,
512, 530. 505, 513, 528, 531, 534, 546, 547, 550.
Clemente LX, 1667-1669 ( n . en 1600, Giu-
Inocencio XI, 1676-1689 ( n . en 1611,
lio Rospigliosi), 506-07, 529, 552.
Benedetto Odeschalchi), 552-56, 559,
Clemente X, 1670,1676 ( n . en 1590, Giov.
582.
Babt. AltierO, 552.
Inocencio XII, 1691-1700 ( n . en 1613, An-
Clemente XI, 1700-1721 ( n . en 1649,
tônio Pignatelli), 557, 558, 578.
Giov. Francesco Albani), 559-61.
Clemente XIII, 1758-1769 ( n . en 1693,
Cario Rezzonico), 567,70. Júlio II, 1503-1513 ( n . en 1453, Giulia-
Clemente XIV, 1769-1774 ( n . en 1705, no delia Rovere), 32, 35 s.( 41 s., 46,
Giov. Vincenzo Ganganelli, Fra Lo- 49, 54, 178, 186, 187, 190, 217, 325,
renzo), 571-73. 338.
617
61S REGISTRO DE NOMBRES

Júlio III, 1550-1555 ( n . en 1487, Giov. Pio IV, 1559-1565 ( n . en 1499, Giov. Ân-
Maria Ciocchi dei Monte), 107, 128-30; gelo de' Mediei), 147-164, 172, 191,
131, 140, 145, 190, 191. 192, 193, 205, 211, 218, 229, 253, 331,
603 s.
León X, 1513-1521 ( n . en 1475, Giov. de' Pio V, 1566-1572 ( n . en 1504, Ant. Ghis-
Mediei), 2 9 , 30, 39, 4 2 s., 47-50, 5 1 , licri, Fra Michele), 88, 1^4-74, 191, |
54, 55, 66, 69, 124, 182 s., 187, 188, 193, 194, 195, 203, 205, 211, 233, 256,
190, 218, 219. 257, 265, 274, 298, 307, 331, 351, 376.
Como Gran Inquisidor, 203.
León XI, 1605 ( n . en 1535, Alessandra
Pio VI, 1775-1799 ( n . en 1717, Giov. An- j
de' Mediei), 374.
gelo Braschi), 210, 574-77.
Pio Vil, 1800-1823 (>. en 1742, Giorgio
Marcelo II, 1555 Çn. en 1501, Marcello Chiaramonti), 577-84.
Cervini), 131. Pio IX, 1846-1878 ( n . en 1792, Giov. ,!
Maria Mastai-Ferretti), 586-616.
Paulo III, 1534-1549 ( n . en 1468, Ales-
sandra Farnese), 37, 55, 74-85, 88, 96 s., Sixto IV, 1471-1484 ( n . en 1414, Fran-
104, 105, 106, 109, 114-128, 133 s., cesco delia Rovere), 32, 36 s., 150, 186,
142, 144, 148, 180, 184, 189, 190, 215, 217, 353.
331, 481, 494, 603. Sixto V, 1585-1590 ( n . en 1521, Felicc
Paulo IV, 1555-1559 ( n . en 1476, Gian Peretti), 199, 201-22, 233, 234, 288,
Pietro Caraffa), 132-47, 148, 149, 150, 291, 294-300, 303-12, 316s., 323-30,
151, 164, 165, 190, 191, 192, 193, 331, 334, 336, 337, 338, 339, 341, (
203, 218, 229, 331, 393. Como carde- 342, 351, 361, 370, 376, 392, 412, ]
nal, 38, 69, 74, 75, 82, 86 s., 94, 99, 476, 486 s., 489, 512 s., 514, 530.
101 ss., 122.
Paulo V, 1605-1621 ( n . e n 1552, Camillo Urbano VII, 1590 ( n . en 1521, Giov. j
Borghese), 374-90, 423, 427 ss., 440, Batt. Castagna), 331.
442, 448, 464, 487, 488 s., 490, 492, Urbano VIII, 1623-1644 ( n . en 1568,
512, 513, 515, 530. Maffeo Barberini), 451-78, 483, 486,
Pio II, 1458-1464 Çn. en 1405, Enea Sil- 488 s., 491-98, 499, 500, 505, 513, 515,
vio de' Piccolomini), 28, 185. 528, 530, 546, 549, 550, 559, 570.

2 ) Territórios, famílias y •personajes más importantes

(Véase a los príncipes bajo sus países respectivos)

Alba, duque de, 136-39, 362-63, 267, Áustria: Carlos V (1519-1556). véase
279, 280, 283. Espana, Carlos I;
Aldobrandini, Pedro, 353-55, 366, 369- - F e r n a n d o ' \ (1556-1564), 57, 63, 64,
74, 440, 489. 108, 147, 152 ss., 240 s., 309 s.;
- 489, 490, 500, 509; véase también Cle- -Maximiliano II (1564-1576), 245, 270,
mente VIII. 413 (como archiduque, 337);
Alemania. 22-25, 28-29, 44-46, 53, 54. -Rodolfo II (1576-1612), 291, 351, 40')
59 ss., 77 ss., 104, 195, 240 ss., 248-60, 13;
269-71, 286-300, 406-15, 426 ss., 559, - M a t í a s (1612-1637), 413-15, 425;
580 ss., 601, 605. - F e r n a n d o II (1619-1637), 427, 432,
Allen, Guillermo, 276; 309, 316. 436-37, 468-70 (como archiduque, 407,
Aquaviva, S. J., 291, 359-66, 389. 408, 411-14, 424, 4 2 5 ) ;
REGISTRO DE NOMBRES 619

- J o s é I I (1765-1790), 5735Í., 584, 592; Dinamarca, 25, 239, 435, 452-54, 471.
- 2 7 0 s . , 293-94, 403, 407 s., 481, 556,
559 s., 570, 581, 588, 590, 592, 597, Egmont, 260-62.
601, 611, 613. Erasmo de Rotterdam, 43 s., 52, 60.
Espana: Carlos I (1516-1556), 48-66,
Baden, 256, 300, 412, 435. 78-85, 89, 117-31, 133, 134, 135, 188,
Barberini, 463, 465, 480, 486, 488, 493, 244, 262-63, 268, 280, 285, 296, 308,
499 J., 509, 531; véase también Urba- 460;
no VIII. - F e l i p e II (1556-1598), 112, 135, 138-
Baronius, 223, 232, 338, 372, 374, 377. 40, 145-46, 156, 158-73, 196, 205, 246,
Baviera: Alberto V, 253-55, 270, 293, 261-68, 275, 277, 278-84, 298, 302,
298; 306, 308-13, 319, 321, 328, 333, 337,
- M a x i m i l i a n o I, 312, 361, 410, 414, 424, 353, 360-62, 440, 447, 449, 462, 484,
427, 434-37, 443, 473; 487, 593; ,
- 8 3 , 240 s., 246 s., 249, 253, 287-89, - 3 0 , 48, 54-55, 100-01, 115, 153-54, 340,
298-300; 341, 371-73, 374-75, 385, 386, 436 s.,
Belarmino, 231, 316-19, 364, 367, 380, 439-43, 447, 449-63, 466-69, 480, 491,
383, 430. 498, 499 s., 549, 550, 558-63, 572, 582,
Borghese, 374, 429, 490-91, 509; véase 583, 591, 613; véase también Alba,
Paulo V. Loyola, Olivares.
Borgia [Borja], César, 33-35, 46, 150, Este, 127, 133, 205, 302, 347, 351-52,
177 s.; 353, 484.
- 1 0 5 , 111, 358, 360, 466-67, 476; véase Estuardo, 146, 309 s., 440, 467.
también Alejandro VI.
Borromeo, Carlos, 150, 164-65, 169-71, Farnesio, 125, 282-85, 302, 329, 334, 337,
229, 231, 277, 331. 351, 371 s., 373, 490, 491, 493-98, 501;
Brandeburgo, 29, 65, 80, 137, 242, 523. véase también Paulo III.
Buoncompagni, 193-94, 200; véase tam- Ferrara, 32, 62, 347-57, 485, 487.
bién Gregorio XIII. Francia: Francisco I (1515-1547), 29, 47,
55, 62-66, 117-18, 121.
Calvino, 113, 243, 363, 412, 438, 440 s., - E n r i q u e II (1547-1559), 122, 125, 129,
573. 134-39;
Canisius [Pedro Canisio], 105, 251, 257, - E n r i q u e III (1574-1589), 196, 300-05,
293. 306, 311-13, 318-21, 327;
Caraffa, 133-35, 149-50, 332, 431, 432, - E n r i q u e IV (1589-1610), 196, 302, 312,
433, 435, 436, 452, 454 ss., 472, 537; 321-29, 333, 339-45, 353 s., 357-73,
véase también Paulo IV. 379, 385-89, 417-21;
Çarpi, 118, 142, 155. - L u i s XIII (1610-1643), 450, 456-58,
Colônia, 241, 243, 248, 269, 286-88, 406. 467-70;
Colonna, 32, 33, 35, 72, 74, 138, 144, - L u i s XIV (1643-1715), 545, 553-59,
184-85, 209, 219, 331, 335, 500, 508- 565, 578, 607, 612;
09, 533. - N a p o l e ó n I (Emperador, 1804-1815),
Consalvi, 586. 577-81, 596;
Contarini, Gasp., 69-85, 97-99, 103; - 2 7 , 48-49, 93 s., 105, 119, 147, 172,
- 9 8 , 322, 354, 355, 356, 367, 381, 453, 196, 243 s., 363-68, 315, 425-27, 437-
475, 476, 485, 486, 489, 490, 49), 492, 39, 49&SS., 549, 554, 555, 561, 568ss.,
501, 531. 574-77, 581 ss., 590, 597 « . , 604 s., 611,
613, 616; véase también Guisa, Jan-
Chigi, 186, 217, 478-79, 505 s., 507, 509; senio, Richelieu.
véase también Alejandro VII. Fulda, 259-60, 270, 289. 435.
620 REGISTRO DE NOMBRES

Giuistiniani, 64, 79, 83, 86, 510, 514. Morosini, 303, 311, 312, 322, 326, 327,
Gonzaga, Ferrante, 119, 123-29; 332.
- 7 2 , 133, 343, 350, 460-63.
Guisa, 84, 124, 135, 137 ss., 146, 158-61, Nápoles, 30, 31, 47, 48, 55, 59, 71 s., 103,
180, 196, 300, 306, 309, 311, 318. 119, 122, 124, 125, 133 ss., 137 s.,
170 s., 549, 561, 562, 5 J 1 .
Hesse, 57, 63-65, 523. Neri, San Felipe, 203, 232, 4 2 1 .
Iloorn, 262. Neuburgo, 298, 412, 455.

Inglaterra, Isabel de (1558-1603), 145 ss., OÜvares, 327 ss., 335, 442, 451, 453, 457,
196, 266, 274-76, 307-10, 316-423. 461 ss., 476.
- 2 7 , 29, 65 s., 70, 124, 145, 171, 243, Orange, 261, 267-69, 278-84, 287, 426,
424, 436, 440-43, 451 s., 456-59, 471, 556.
479 s., 556, 584, 594, 613; véase tam- Orsini, 33, 35, 126, 138, 141, 144, 199,
bién Estuardo. 204, 209, 217, 508 s.; véase también
Benedicto XIII.
Jansenio [Cornelius Jansenius], 541-48.
Joyeuse, Enrique, 301, 386, 387. Paderborn, 242, 269, 287, 288, 407, 435.
Países Bajos, 105, 111, 139, 244 s., 246 j . ,
Láinez. 94, 99, 104, 159, 257, 360, 363 s. 260-63, 267 ss., 278-85, 428, 439 s.,
Loyola, Ignacio de, 89-96, 99, 101, 105- 469.
12, 143, 248, 264, 276, 363, 430. Palatinado, 65, 286, 412, 426 s., 436, 475,
Ludovici, 429, 437, 476, 491, 493, 513; 478.
véase Gregorio XV. Pamfili, 462, 502, 508; véase también
Lutero, Martin, 34, 44, 45 s., 49, 54, 69, Inocencio X.
76, 81, 82, 84, 91, 98, 412, 430, 440. Parma, 36, 47, 122, 126, 128, 495 s.
Luynes, 425, 428, 569. Piccolomini, 199, 200 s., 330, 537; véase
Pio II.
Madruzzi, 332, 335, 396, 409. Polônia, 138, 240, 272, 392-406, 425, 470,
Maguncia, 29, 241, 250, 258, 259, 299, 479, 563.
406, 424, 436 s., 475. Poole, Reginald, 70-76, 81, 98, 100, 101,
Malatesta, 33, 35, 177, 199. 145s., 151, 171.
Mantua, 460-63, 467, 469, 474, 475. Portugal, 30, 111, 283, 550, 562, 568. I
Maquiavelo, 36, 40, 42, 267, 319. Priuli, 70, 82, 177, 197, 385 ss., 390.
Médicis, Catalina y Maria, 63, 265, 266, Prusia, 239 s., 469, 471, 582, 595, 601,
300 s., 373, 421 s.; 611, 616.
- C ó s i m o , 39, 119, 128, 130, 168s. ;
- L o r e n z o , 30, 31, 47, 114, 150; Riario, 32, 33, 150, 217.
- 3 1 , 32, 49, 54, 55, 99, 122, 193, 204 s., Richelieu, 194, 451-59, 460, 463, 466,
350, 373; véase también Clemente VII, 467, 473, 543.
León X, León XI, Pio IV. Rovere, duques de Urbino, 48, 117, 483-
Melanchton, 69, 77, 8 1 . 86; véase también Júlio II, Sixto IV.
Mendoza, 122-24, 126, 130. Rusia, 343 s., 402 s., 425.
Milán, 31, 47-50, 55-59, 88, 103, 118s.,
122, 123, 124, 137, 169; véase Gon- Saboya, 170, 305, 306, 369, 377, 450 ss.,
zaga. 468, 469, 560.
Molina, Luis de, 364 s., 565. Sajonia, 49, 57, 65, 269, 287, 298 s., 414,
Montalto, 204-06, 212, 332-36, 374 s. 431 s., 437, 456, 477, 478.
Morone, 56, 72, 74, 77, 8 1 , 111, 143, Salzburgo, 29, 241, 255, 295, 296.
156-61. Sanseverina, 313, 335, 336, 349, 351.
REGISTRO DE NOMI1HES

Sarpi, 9 9 , 322, 380 ss., 390, 574. Turquia, 28, 52, 117, 118, 137, 169, 172,
Sfondrati, 125, 128, 332 s., 351, 371, 372; 173, 369, 411, 452, 488, 556.
véase también Gregorio XIV.
Sforza, 31, 33, 200, 331; 332. Urbino, 33, 35, 48, 117, 481
Soranzo, 150, 152, 155, 164. se también Rovere.
Suécia, 272-74, 276, 395-402, 425, 471-77,
479, 516-27. Valdés, 71 s., 104.
Suiza, 46, 47, 124, 243, 277, 305 s., 415- Venecia, 32, 33, 35, 56, 69, 70, 771., 88,
17,613. 94, 105, 118, 124, 133, 169, 17'), 122,
325-27, 372, 376-88, 390, 549.

Tilly, 460, 474 ss. Wallenstein, 460, 473, 474.


Toscana, 58 s., 204, 323, 353, 377, 485, Württemberg, 64, 65, 242, 412, 455.
493, 505. Würzburgo, 240,., 2,5,0, 289, 290, 407,
Tréveris, 29, 241, 250, 257 ss., 406. 414, 424. R b V í . ' ' í k - * » 0

• : • • " .
ÍNDICE GENERAL

Prólogo j f l

LIBRO P R 1 M E R O

INTRODUCCIÔN

I ) Épocas dei Papado.


1) El Cristianismo en ei Império romano 13
2 ) El Papado se alia con ei reino franco 17
3) Relación con los emperadores germânicos. Formación independiente de
Ia jerarquía 22
4 ) Contraste entre los siglos xiv y xv 26

I I ) La Iglesia y ei Estado pontificio a comienzos dei siglo xvi.


1) Engrandecimiento dei Estado de Ia Iglesia 30 J
2) Secularización de Ia Iglesia
3) Dirección espiritual 38
4) La oposición en Alemania 44

I I I ) Complicaciones políticas. Relación de Ia Reforma con ellas 46

LIBRO SEGUNDO

C O M I E N Z O S DE REGENERACIÔN E N EL C A T O L I C I S M O
/
Introducción 68
1) Asomos de protestantismo en Itália 61
2 ) Intento de una reforma interior y de una reconciliación con los protestantes. 74
3 ) Nuevas ordenes religiosas
4 ) Ignacio de Loyola 69
5 ) Primeras sesiones dei Concilio tridentino 96
6 ) La Inquisición 100
7 ) Desarrollb de Ia ordcn de los jesuítas 104
8 ) Conclusión 112
622
ÍNDICE GENERAL 623

LIBRO TERCERO

LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

Introducción 113
1) Paulo III 114
2 ) Júlio III. Marcelo II 128
3) Paulo IV 132
4 ) Observaciones sobre ei desarrollo dcl protestantismo durante este Papado. . 144
5) Pio IV 147
6 ) Las últimas sesiones dei Concilio de Trento 152
7 ) Pio V •. . 164

LIBRO CUARTO

ESTADO Y C O R T E . LA ÉPOCA DE GREGORIO XIII


Y DE SIXTO V

Introducción 175

I ) Administración dcl Estado pontifício 175

I I ) La Hacicnda papal 185

III) La ípoca de Gregorio XIII y de Sixto V.


1. Gregorio XIII 193
2. Sixto V 201
a) Extermínio de los bandidos 206
b) La administración 208
c) Hacienda 212
d) Construcciones de Sixto V 216
3. Cambio de Ia orientación espiritual 222
4. La cúria 230

LIBRO QUINTO

LA C O N T R A R R E F O R M A . P R I M E R PERÍODO
1563-1589

Introducción 238
1. Situación dei protestantismo hacia 1563 239
2. Fuerzas combativas dei Papado 245
3. Las primeras escuelas de jesuítas en Alemania 248
(.24 ÍNDICE GENERAL

4. Se inicia la Contrarreforma en Alemania 254


5. La violencia en los Países Bajos y en Francia 260
6. Resistencia do los protestantes en los Países Bajos, Francia y Alemania . . . . 267
7. Antagonismos en el resto de Europa 271
8. Decisión en los Países Bajos 278
9. Continúa la Contrarreforma en Alemania #• 286
10. La Liga 300
J J. Saboya y Suiza 305
12. El ataque a Inglaterra 307
13. Asesinato de Enrique III 311

LIBRO SEXTO

C O N T R A D I C C I O N E S I N T E R N A S DE D O C T R I N A Y DE PODER
1589-1607

Introducción 314
1. Teorías político-eclesiásticas 315
2. Oposición a la doctrina 320
3. Última época de Sixto V 323
4. Urbano VII, Gregorio XIV, Inocencio IX y sus cónclaves de 1590 y 1591. 330
5. La elección de Clemente VIII; carácter del nuevo Papa 334
6. La absolución de Enrique IV 339
7. Ferrara bajo Alfonso II 347
8. Conquista de Ferrara 352
9. Disensiones entre los jesuítas 357
10. Posición política de Clemente VIII 368
11. Elección y primera actuación de Paulo V 374
12. Altercados con Venecia 376
13. Final de la cuestión jesuita 388
14. Conclusión 389

LIBRO SÉPTIMO

LA C O N T R A R R E F O R M A . S E G U N D A ÉPOCA
1590-1630

Introducción 391
I ) Progresos de la restauración católica, 1590-1617.
1. Empresas del catolicismo en Polonia y países limítrofes.
a) Polonia 392
b) Intento en Suecia 395
c) Perspectivas rusas 402
d) Agitaciones en Polonia 403
ÍNDICE GENERAL 625

2. Continua Ia Contrarreforma en Alemania 406


3. La nunciatura en Suiza 415
4. Regeneración dei catolicismo en Francia 417

II) Guerra general. Victoria dei catolicismo, 1617-1623.


1. Estalla Ia guerra 422
2. Gregorio XV 429
3. Expansión eeneral dei catolicismo.
a) Bohemia y los temtonos austríacos 431
b) El Império. Transferencia dei electorado 434
c) Francia 437
ch) Los Países Bajos, unidos 439
d) Relaciones con Inglaterra 440
e) Misiones 443

III) Antagonismo de Ias situaciones políticas. Nueva victoria dei catolicismo


(1623-1628) 449

I V ) Guerra de Mantua y Guerra de Suécia. Nuevo giro de los acontecimientos . . . 459


1. La sucesión de Mantua 460
2. Urbano VIII 463
3. El poderio dei emperador Fernando II en ei ano 1629 468
4. Negociaciones con Suécia. Reunión de los electores en Ratisbona 471
5. Guerra de Suécia. Actitud dei Papa 474
6. Se restablece ei equilíbrio entre Ias dos confesiones 477

LIBRO OCTAVO

LOS PAPAS A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

Introducción 411
1. Rcvcrsión de Urbino
2. Crecen Ias deudas dei Estado de Ia Iglesia 4M
3. Fundación de nuevas famílias 411
4. La guerra de Castro 4'M
5. Inocencio X 491
6. Alejandro VII y Clemente IX
7. Elementos de Ia población romana
8. Conslrucciones de los Papas
9. Digresión acerca de Ia reina Cristina de Suécia
J0. Adroiniítracián d e ! Estado y d e !a Iglesia . ,
11. Los jesuítas a mediados dei siglo xvn .
12. Los jansenistas
13. Posición de Ia corte de Roma ante los dos partidos
14. Relaciones con el poder temporal
626 ÍNDICE GENERAL

LIBRO NOVENO

Ú L T I M A S ÉPOCAS

Introducción 551
1. Luis XIV e Inocencio XI 552
2. La guerra por la sucesión española 558
3. Cambio de la situación mundial. Fermentación interna. Disolución d e la
orden de los jesuítas 563
4. José II 573
5. Revolución 574
6. Época napoleónica 577
7. La Restauración 581
8. La Iglesia y el Estado de la Iglesia bajo Pío IX (1848-1878) 586
9. El Concilio Vaticano 600

ÍNDICES

Registio de nombres:
1. Los Papas 617
2. Territorios, familia» y personajes más importantes 618
Este libro se terminó de imprimir y encuader-
nar en el mes de junio de 2004 en Impreso-
ra y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V.
(IEPSA), Calz. de San Lorenzo, 244; 09830
México, D. F. Se tiraron 1 000 ejemplares.

También podría gustarte