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LA REVOLUCIÓN CANTONAL

Fue la Revolución del Petróleo de Alcoy, iniciada el día 9 de julio de 1873, la que puso
en marcha todo el mecanismo de la revolución cantonal, a la que se dedicaban los
políticos más extremos de forma abierta, en el Congreso, en la prensa y en la calle.

A la insurrección de Alcoy siguió la de Cartagena bajo el nombre de Revolución


cantonal, que se extendió por muchas zonas de las regiones de Valencia, Murcia,
Andalucía y en las provincias de Salamanca y Toledo, lugares todos ellos en los que se
llegaron a articular cantones (estados independientes voluntariamente federados en la
Federación española), destacando también, en Extremadura, el intento de constituir
cantones en Coria, Hervás y Plasencia, así como la publicación del periódico El Cantón
Extremeño (fundado por Hernández González y continuado por Evaristo Pinto
Sánchez), en cuyas páginas se animaba a la creación de un cantón extremeño ligado a
Lusitania y se instaba a los lectores a tomar las armas de ser necesario, para defender los
ideales promulgados. También en la provincia de Ávila tendrá la Revolución cantonal
una cierta incidencia.

El inicio de la revolución cantonal en Cartagena, entre los días 9 y 12 de julio


de 1873, tuvo un nombre propio, Manuel Cárceles. En los planes generales de
la revolución cantonal era el diputado Gálvez Arce el responsable del
levantamiento de la ciudad de Cartagena, sus fuertes y la escuadra surta en su
puerto. Sin embargo, se anticipó Manuel Cárceles que estaba desde hacía
tiempo en contacto con Roque Barcia, lo que era conocido por Romero
Germes, persona de gran influencia en Cartagena. (Pérez 1990: 95)

En la preparación del proceso revolucionario de Cartagena, participó Gálvez


Arce, en conexión con el comité madrileño, que debía ser el iniciador del
movimiento que se extendería por toda España. Las órdenes partirían de
Madrid -como casi siempre-, para ser secundadas en una serie de ciudades
previamente comprometidas. Las reuniones preparatorias de la insurrección de
Cartagena se celebraron en la calle del Carmen, en casa de Esteban Eduarte,
participando las figuras más relevantes del federalismo cartagenero. De entre
ellos, destacaba Cárceles, que aprovechaba cuantas ocasiones tenía para
pronunciar mítines y relacionarse con los cabos de cañón de las fragatas
Victoria y Almansa, surtas en el puerto. Uno de los objetivos prioritarios de la
insurrección era conseguir que la escuadra se les uniera, y de ahí la actuación
directa de Cárceles sobre los marinos. El conocimiento que Cárceles tenia de
las quejas de la marinería, que acusaba al gobierno republicano de tratarles
peor que los gobiernos monárquicos, fue explotado hábilmente por éste. El
segundo objetivo revolucionario era conseguir la incorporación del castillo de
Galeras, primer baluarte de la ciudad, al proceso revolucionario. (Pérez 1990:
93)

Personas concretas que ocupaban cargos públicos. Por su parte, el carlismo llevaba
adelante su particular lucha. En estos momentos, las partidas carlistas ganaban terreno
en el norte y ocupaban Villarreal, Chelva, Sagunto, Morella y obtenían un gran triunfo
en la batalla de Játiva.

Tras esta visión general de los acontecimientos, resulta interesante repasar qué sucedió
en cada uno de los cantones, a lo que desgraciadamente no hemos tenido acceso, por no
haber localizado ninguna referencia en alguno de los casos; el motivo: el esperpento fue,
además, de una gran ridiculez.

Se dan casos, como es el cantón de Camuñas (Toledo), en el que no hemos localizado


referencia tan siquiera de las fechas en que tuvo su desarrollo.

Aún así, en este caso podemos decir que fue obra personal de su alcalde, Luis Villaseñor
y de Oliva, que era un republicano federal, de ideas liberales-progresistas y fuertemente
anticlerical. Aparte fue uno de los firmantes del Pacto Federal Castellano y convirtió a
Camuñas, por decreto, al protestantismo.

El menos ridículo y más esperpéntico fue, sin lugar a dudas, el caso de Cartagena.

La vida de este cantón tuvo lugar durante un periodo extremadamente prolongado. Se


declaró el cantón, como hemos visto, el 12 de julio de 1873 (Ver proclama en anexo 3)
y sobrevivió hasta el 13 de enero de 1874 (seis meses), y el hecho de que en la ciudad
existiera una importante y numerosa logia masónica, los "Hijos de Hiram", podía hacer
pensar en una relevante participación de los masones (recordemos que la Masonería, a
nuestro entender no es sino una sección del ministerio de asuntos exteriores británico)
en el proceso revolucionario; algo más que plausible siendo que toda la estructura
política estaba controlada por esta organización, que tanto venía laborando desde 1711 a
favor de los intereses de Inglaterra.

Como ya hemos señalado, tres días antes de declararse el cantón de Cartagena, el 9 de


julio había estallado la Revolución del Petróleo de Alcoy, y a partir de este momento se
extendió el cantonalismo por Murcia, Andalucía, Extremadura, Salamanca, Toledo y
otras ciudades. No es éste el dato más relevante, aunque quizá fuese Cartagena, de
forma premeditada, el sitio elegido para iniciar la asonada. Es el de Cartagena, en
cualquiera de los casos, paradigma del movimiento cantonalista, respecto del cual
existen autores que justifican documentalmente que el verdadero título no es el de
“Cantón de Cartagena”, sino el de “Cantón Murciano”. Pero todo eso es propio del
mismo espíritu cantonal.

Es el caso que el día 11 de Julio todo era un mar de dudas; se rumoreaba que el
gobernador civil de Murcia, de acuerdo con el Presidente del Consejo, secundaba el
cantón; que los mineros de la Unión, se unían con armas y bagajes, y que todos los
fuertes estaban dispuestos a prestar su apoyo incondicional, y finalmente, que España
entera hervía de entusiasmo por la causa cantonal, que estaba siendo reconocida por las
potencias extranjeras.

En el frenesí del levantamiento, al día siguiente, doce de julio, en Cartagena,

los revolucionarios se hacen con el gobierno civil, el militar y entran en el


Ayuntamiento nombrando una Junta que en nombre del Cantón Independiente,
toman el control del arsenal y del puerto donde estaba amarrada la mayoría de
la flota española, la cual se une a la sublevación. En el Castillo de Galeras se
iza la bandera cantonalista, una bandera turca que una vez pintada de rojo la
medía luna, que, según ellos, representa la sangre derramada, se identificará
con el Cantón. Con el armamento del arsenal y su flota, resisten el
contraataque de las tropas gubernamentales. (Orte 2015: 25)
Antonete Gálvez había regresado a Murcia ya comprometido con Roque Barcia y el
general Contreras, estratega del plan subversivo cantonal. A Gálvez se le encargó el
levantamiento de Cartagena en tanto que Jerónimo Poveda haría lo mismo con la ciudad
de Murcia, que efectivamente se alzó cuando el federal Saturnino Tortosa, de oficio
lapidario y capitán de Voluntarios, entró con estos en el Ayuntamiento para izar en el
balcón del Ayuntamiento la bandera roja de la Federación.
El 12 de julio, la Junta Revolucionaria nombraba a Antonete Gálvez Comandante
General de todas las Fuerzas de Mar y Tierra de la plaza y departamento, poniendo a su
disposición más de cuatro mil quintales de pólvora, ciento ochenta mil proyectiles y
quinientas treinta y tres piezas de artillería, mientras los insurrectos, se apoderaban de
las Casas Consistoriales y trataban de atraerse a la marinería de la base naval. Las
tripulaciones de los buques Almansa y Victoria y el regimiento Iberia que el gobierno
había mandado para sofocar la sublevación de Málaga, se unieron a los sublevados.

El mismo día, relata Giménez que la situación provocó el alza de las bolsas extranjeras,
mientras los sublevados impedían que los buques de la armada zarpasen de puerto, al
tiempo que Contreras, con su flamante título de capitán general del cantón, iba tomando
posesión de las fortificaciones. Las fuerzas militares hicieron causa común con los
revoltosos, mientras la fuerza de carabineros se disolvió, y con ellos, la caja, curiosa
referencia que lucirá con luz propia en todas las actuaciones cantonales, revertiendo sus
miembros a la causa cantonalista.

La Junta revolucionaria está presidida por el ciudadano Pedro Gutierrez


y la componen en calidad de vocales Banet Torrens (este vice-
presidente), Roca, Ortega Cañabate, Cobacho, Melendez, Ortuño,
Aleman, Martinez, Garcla Torres y Moya. Son secretarios Minguez
Trigo y Romero Germes, ciudadanos entusiastas y decididos, de gran
notoriedad en los clubs y en los cuales confía mucho la federación.
(Giménez 1875: 22)

Presidente del Cantón y Ministro de Marina, Contreras. - Guerra, Ferrer. -Hacienda,


Sauvalle.- Gobernacion, Alberto Araus. -Gracia y Justicia, Perez Rubio. -Fomento, Nait,
delegado del Comité separatista de Madrid.

La primera disposición de la Junta fue crear

Una condecoración consistente en una mellada laureada que podrán ostentar


en sus pechos todas las fuerzas de voluntarios y ejército de mar y tierra que en
la actualidad se han adherido al movimiento iniciado en esta Ciudad.
Esta medalla se llevará pendiente de una cinta tricolor en el pecho y será
pensionada vitaliciamente con 30 reales mensuales. (Giménez 1875: 31)

Para justificar la proclamación del cantón de Cartagena, objetaron que las tropas que
guarnecían la plaza querían hacerles traición y proteger a los carlistas que se habían
levantazo en Cieza, tras lo cual cerraron las puertas de la ciudad y comenzaron a
producirse desmanes, poniéndose al frente del movimiento el general Contreras, que a la
sazón se encontraba residiendo en Madrid.

El gobierno podía haber cortado el movimiento tomando presos a los inductores, que lo
hacían públicamente, pero su actuación no llegó sino una vez declarado el cantón,
cuando mandó Pi detener a Contreras, que ya había partido hacia Cartagena y cuya
incorporación las fuerzas del gobierno fueron incapaces, voluntaria o involuntariamente,
de evitar. Por otra parte, los enfrentamientos en el parlamento y en el mismo gobierno
parecían tal que una jaula de grillos, acusándose mutuamente de la situación. Al
respecto, aunque de forma muy parcial a favor de Pi, se expresa meridianamente
Vicente Blasco Ibáñez. Según afirma, Castelar y Salmerón atacaron miserablemente a
Pi, que se defendió de la huída de Contreras y de toda la actividad llevada hasta el
momento. El asunto, nuevamente, se resolvió en una trifulca parlamentaria,
naturalmente sin consecuencias favorables.

La noticia de la partida del general Juan Contreras de Madrid, no era ningún


secreto militar porque el propio general, con uniforme y en traje de marcha, se
presentó en el casino manifestando a los militares allí reunidos su propósito de
ponerse al frente de la insurrección cantonal. (Pérez 1990: 109)

Pero, tal vez para cortar las habladurías, fue enviado a Cartagena Federico Anrich,
ministro de marina.

El gobierno independiente, se puso en contacto con el de Estados Unidos y solicitó su


ingreso en la Unión y le pidió ayuda para mantener su independencia frente al poder
centralista de Madrid. Los americanos estudiaron seriamente la propuesta, pero su
resolución ya llego tarde.

Pero eso sucedería a finales de año, cuando El Cantón Murciano publicaba la carta
dirigida al embajador de la república Anglo americana. (Ver texto en anexo 4)

Antes, el día 13 de julio, al mismo tiempo que la marinería, infantería de Marina y


voluntarios recorrían la ciudad de Cartagena, con el mayor entusiasmo, los oficiales de
la armada pedían el pasaporte para Madrid, que les fue concedido de inmediato.

El general Guzmán, en su calidad de comandante militar de la plaza, entregó los


castillos y defensas a los revolucionarios. Dueñas, capitán general del departamento de
Cartagena, abdicó el mando en la Junta revolucionaria y el alzamiento tomó grandes
proporciones.

Es el caso que el Cantón de Cartagena tuvo una referencia especial en el movimiento


cantonalista incluso antes de haberse producido, dado que, evidentemente, llevó una
preparación anterior.

Aunque el pronunciamiento cantonal decidido por la Junta de Salvación


Pública de Madrid estaba decidido, la fecha de su inicio se fijó en Cartagena,
aún en contra de la decisión del Comité madrileño. Determinadas
circunstancias conocidas sólo en esta ciudad como la marcha de la flota y el
relevo de los voluntarios del castillo de Galeras implicados en la Revolución,
decidieron a los principales responsables cartageneros a que, sin esperar la
aprobación del Comité central, iniciar la insurrección en la tarde del 11 de
julio de 1873. (Pérez 1994)

El día 14 de julio se apoderaron los cantonalistas del Arsenal, tras un vano intento del
ministro de marina, Federico Anrich, por controlar la situación, que fue cortado por la
acción de un marinero que encañonó al enviado, quién acabó huyendo en un remolcador
al haberse sublevado toda la tropa.

Llegó a Cartagena en la noche del día 13, de forma oculta como destacó el
Órgano Oficial de la Federación, pero poco pudo hacer porque los ánimos
estaban muy caldeados y los marinos habían tomado su propia decisión. Visitó
las fragatas Almansa y Victoria, subiendo a bordo, y retirándose rápidamente
porque la marinería, moralmente pronunciada, no obedecía ya a sus oficiales.
Convencido de su impotencia, huyó en un remolcador del Arsenal, junto con
el contralmirante José Dueñas y Sanguiento y sus ayudantes, que se habían
negado a sumarse a la revolución; llegó a Alicante, desde donde se trasladó a
Madrid. Fue acusado de llevarse 25.000 duros que habían en la Maestranza,
justificando los cantonales de esta forma el no haber podido pagar al personal
la mensualidad de junio. La caída del gobierno de Pí y Margall, supuso el cese
de Anrich como ministro de Marina y su sustitución por el contralmirante
Jacobo Oreiro y Villavicencio. (Pérez 1990: 110)

Consecuencia inmediata de estas actuaciones fue que de Cartagena huyó una multitud
de familias que preferían vivir en poblaciones cercanas, aún a costa de sufrir la
desnudez y la enfermedad. Pero no fue ésta la única reacción. Parte de la población
huída fue suplida por la chusma de los alrededores.

La confusión y el desorden habían ya superado todos los grados; mientras, el 14 de julio


Pi y Margall defendía su actuación:

¡Que hemos sido desgraciados en Cartagena! ¿Y puede eso motivar tan graves
insinuaciones? Apenas supimos que había salido el general Contreras con
dirección a Cartagena, expedimos la correspondiente orden para que se le
detuviese en el camino; desgraciadamente no le pudimos alcanzar; pero, esta
desgracia, ¿es imputable al gobierno? El gobierno, cumpliendo lealmente sus
deberes, ha hecho contra el movimiento de Cartagena todo lo que podía, como
lo ha hecho con todos los movimientos, y si el gobierno no ha hecho más ha
sido porque no ha tenido para tanto medios materiales.
¿Qué podíamos hacer en Andalucía, donde no teníamos un solo soldado?
Hemos tenido fuerzas para batir Alcoy; y qué, ¿no las hemos mandado contra
aquella ciudad?
Se dice que las tropas del gobierno han entrado indebidamente en Alcoy, y
esto tampoco es exacto. Las tropas han entrado en Alcoy sin condiciones ni
pactos de ninguna clase; han entrado en Alcoy sin resistencia de los
insurrectos, porque no la han opuesto; pero si los insurrectos hubieran opuesto
resistencia, el general Velarde con sus tropas habría sabido cumplir con su
deber y con las órdenes dadas por el gobierno…/… ¿Acaso ignoráis que las
fuerzas que tenemos en el Norte no son ni siquiera suficientes para atajar el
aumento que van tomando las facciones carlistas? ¿Podemos retirar tampoco
los batallones de Cataluña donde tenemos un enemigo temible y donde
además las tropas están tan indisciplinadas, que no obedecen ni las órdenes del
gobierno ni las de las autoridades militares? (Blasco 1892: 753)

Evidentemente, la locuacidad de los políticos era (y es) extraordinaria. Mientras tanto, y


aprovechando la defensa parlamentaria que Pi hacía de sí mismo, fue proclamado el
Cantón de Murcia, cuya vida discurriría desde el catorce de julio hasta el once de
agosto.
Desde Murcia, se animó a los municipios cercanos para que se sumaran a la revolución,
lo que realmente hicieron; pero la rendición de esta ciudad, el once de agosto, sin
disparar un tiro, cuando las fuerzas del gobierno se acercaban, fue causa suficiente para
que los municipios que la habían seguido y apoyado en el inicio del levantamiento
cantonal, rápidamente se apartaran de el.

El general Martínez Campos lo suprimió el once de agosto, cuando los cantonalistas


murcianos empezaron su éxodo hacia Cartagena, siendo disuelta la Junta
Revolucionaria y los Voluntarios de la Libertad, cuyas figuras principales eran Geznimo
(¿Jerónimo?) Poveda, Presidente; Hernández Ros, vicepresidente; Martínez Palao y
Francisco Valdés, secretarios; Tomás Valderrábano, Martínez García, Manuel Multedo,
Martín Fontana, Saturnino Tortosa, vocales.

Con esta situación, que para la conciencia política debía ser de total normalidad, la vida
parlamentaria continuaba entre insultos y amenazas. Por parte del sector más moderado,
el 17 de julio de 1873 se redactó la nueva constitución federalista (ver anexo 1), que
quedaría en proyecto, y que señalaba que las regiones eran estados soberanos y dividía a
España en 19 estados con constitución propia, señalando al ayuntamiento como el pilar
básico del estado con el alcalde y los concejales a la cabeza del mismo, encargados del
poder legal.

Manifiestamente, España se enfrentó al caos total y estuvo a punto de su desintegración;


se declararon las repúblicas independientes de Cataluña, Málaga, Cádiz, Valencia,
Granada, Sevilla......, Alcoy, Cartagena, Algeciras, Almansa, Andújar etc., y el
presidente Pi se encontró con una situación que le desbordó.

el retardo en la aprobación de la Constitución por parte de Francisco Pi y


Margall, segundo presidente de la República, hizo estallar la rebelión
cantonalista, atizada por ciertos sectores del republicanismo federal. Nicolás
Salmerón nombró a los generales Martínez Campos y Pavía para acabar con el
cantonalismo. La Internacional tuvo un papel relevante en estos
acontecimientos., teniendo lugar en la ciudad de Alcoy lo que en un primer
momento fue una “huelga general de todos los oficios en demanda de aumento
de salario y la reducción de las horas de trabajo”, pero que se convirtió en un
baño de sangre debido a la desafortunada intervención del alcalde en el
conflicto, teniendo lugar un auténtico levantamiento revolucionario conocido
como “Revolución del Petróleo” (Tormo: 25-26)

El mismo 17 de Julio envió Pi un ejército al mando del general Ripoll destinado a


someter a los revoltosos que bajo la autoridad de Roque Barcia y el general Contreras, y
comandados por Fermín Salvochea en Cádiz y por Eduardo Carvajal en Málaga,
rechazaban a cuantas fuerzas enviaba el gobierno. Pero las instrucciones que llevaba
Ripoll eran de no entrar en son de guerra, sino mediante la persuasión y el consejo.
(Blasco 1892: 750)

Mientras, los carlistas redoblaban sus actuaciones en el norte y se hacían dueños de toda
Cataluña.

Con estas premisas, no fue de extrañar que se produjese una política nacionalista en
Andalucía conocida como Revolución Cantonalista, máxime si tenemos en cuenta que
Desde 1869 el federalismo tiene una importante fuerza en Andalucía.
Andaluces, extremeños y murcianos firman, el 12 de junio de 1869, el Pacto
federal de las provincias de Andalucía, Extremadura y Murcia en el que se
considera la República federal como el único sistema de gobierno adecuado a
la doctrina democrática. De esta manera, en una coyuntura, la de 1869, de
replanteamiento del régimen político para España, los federales diseñan su
alternativa, y no sólo frente a la monarquía, sino también frente al mismo
republicanismo unitario. De aquí la efervescencia federal andaluza en la
llamada revolución de 1869; de aquí, igualmente, el papel luego de los
federales en el movimiento cantonal andaluz. (Orte 2015: 21)

Mientras tanto, como hemos visto, se redactaban proyectos de constitución.

Contreras quería ser ministro de la Guerra, y las negativas con que se habían
acogido sus pretensiones le tenían muy disgustado; y en cuanto a Barcia
mostrábase resentido primeramente no se le quiso dar una cartera y después
porque no fue nombrado embajador en París, concediéndosele únicamente el
cargo de representante de España en Suiza que él rehusó indignado. (Blasco
1892: 770)

Con este ambiente, el 17 de julio se constituía el Cantón de Valencia, cuya vida se


prolongaría hasta el siete de agosto.

Al verificarse la insurrección de Cartagena, el movimiento cantonal se


esparció rápidamente por toda España con más o menos fortuna. El 17 de julio
o sea cinco días después, la oficialidad de los batallones de voluntarios de
Valencia reunióse, mostrándose resuelta a proclamar el cantón valenciano…/
… en la mañana del 19, al saberse la subida de Salmerón al poder, renació la
agitación revolucionaria, los voluntarios cantonales se apoderaron de los
principales puntos de la ciudad y declararon que Valencia se constituía en
estado regional. (Blasco 1892: 771)

En la Junta cantonal de Valencia tomaron parte dignatarios de alto rango y hasta un


marqués, y su presidente, el diputado José Antonio Guerrero, en telegrama a Pi y
Margall, presidente de la República, se preciaría de hallarse todo bajo control y de
contar el recién establecido cantón “...con el apoyo de la propiedad, la industria y el
comercio”.

Con esa seguridad en sí mismos, la Junta revolucionaria de Valencia emitió un


manifiesto en el que los firmantes se presentaban como “electos” dispuestos a satisfacer
las aspiraciones de la ciencia moderna. (Ver anexo 5)

El gobernador Castellón, que había sido guerrillero republicano en 1869, se negó a


secundar el movimiento, y con algunos centenares de carabineros y guardias civiles se
retiró a Alcira.

Por su parte, el general Martínez Campos, que había sido enviado por el gobierno de
Salmerón, para asediar la ciudad de Valencia y bombardearla, estableció el cuartel
general en Mislata, mientras las fuerzas del brigadier Villacampa, que en el Maestrazgo
combatían a los carlistas, se le unieron, mientras la Junta revolucionaria, según Vicente
Blasco Ibáñez, mostraba una incapacidad que rayaba el ridículo.
El día 8 de agosto entraba Martínez Campos en Valencia después de someter la ciudad a
un bombardeo que duró desde el 26 de julio hasta el 8 de agosto, y después que los
cantonales hubiesen desertado en masa.

Pero había otros problemas que se recrudecían con la actuación irreflexiva. Hasta el 24
de septiembre, La Unión estaba en poder del cantón de Cartagena, y la explotación
minera sufrió las consecuencias:

suprimiendo tributos, olvidando créditos, devolviendo a partícipes el


descuento existente en Depositaría que pertenecía a la Hacienda, dejando de
pagar toda clase de obligaciones, dando lugar a que se realizaran exacciones
metálicas a estos vecinos por la partida denominada de Tomaset. (Vilar 1983:
125)

se produjo una casi completa paralización de los trajines y fundiciones


comarcanas…/… su orden económico herido y perturbado y la fabricación
desaparecida casi en [su] totalidad, los industriales han emigrado para ponerse
a cubierto de la miseria; pudiendo asegurarse que dos tercios de los obreros
han abandonado nuestras montes; siendo el resultado de todo que, desierta la
sierra, sin capitales ni brazos para la explotación, tímido el comercio o
anulado, la industria abandonada, la riqueza disminuida, los pocos capitales
sin circulación, colocan a esta villa en una situación tan precaria, tan difícil y
tan peligrosa (. . .) que de prolongarse algún tiempo más, no sería extraño
sobreviniera uno de esos períodos graves que con tan tristes colores nos
ofrecen Persia y Turquía. (Vilar 1983: 127)

Los mineros no sólo optaron por la más absoluta indiferencia, sino que incluso
reaccionaron negativa y violentamente contra el levantamiento federal. La
primera de las premisas viene probada por la escasa permanencia de la villa de
La Unión en la causa cantonal -sólo dos meses-, no ofreciendo además la más
mínima resistencia a la liquidación del movimiento. (Vilar 1983: 162)

Esta situación fue consecuencia de la marcha natural de las cosas. Declarado el cantón,
los trabajadores de las minas reclamaban el pago de sus salarios, motivo por el que
ocasionaron un conflicto social en Cartagena, que sería duramente reprimido mientras,
naturalmente, las autoridades cantonales echaban la culpa de lo sucedido a los otros.

Acalladas las reivindicaciones obreras por métodos tan expeditivos como


censurables, no tardaron en justificarse, achacando las motivaciones de
aquéllos a un supuesto complot centralista : . . .La paralización de muchas
fábricas y minas de La Uníón, Algar, Alumbres, Portmán y otras puntas de
esta sierra, obedece a un vasto plan traidoramente concebido y sordamente
desarrollado por una turba de insensatos, que deben todo la que son y lo que
valen al sudor explotado villanamente de este gran pueblo ( . . .) . Quizás
[sean) amigos íntimos y correligionarios de algún hambre afecta al Gobierno
centralista. (Vilar 1983: 163)

De esta situación se puede inferir que Poncio echaba la culpa a Pilatos, mientras Pilatos
la echaba a Poncio.

También el 18 de Julio de 1873 se constituyó el cantón de Sevilla, y aunque duró dos


días, dio lugar a que Cádiz proclamase su propio cantón el día 19, significando este
hecho de una moderación importante si tenemos en cuenta que los ediles del cabildo
pretendían declarar a Cádiz como ciudad libre e independiente, según consta en el Acta
Capitular de la ciudad de fecha 8 de junio de 1873. La primera medida de importancia
que adoptó el cantón fue el cambio de los nombres de las calles.

Progresivamente el movimiento cantonalista andaluz se propagó por otros


núcleos importantes, a más de las capitales señaladas, en general impulsado
por los republicanos federales. En este despliegue surgieron disputas entre
pueblos y ciudades (así, entre Sevilla y Utrera; entre Sevilla y Huelva; entre
Jerez y Cádiz, etc.), básicamente por no querer aquellos subordinarse a estas.
Pero, al mismo tiempo, parece que hubo algunos lazos de solidaridad y ayuda
mutua entre cantones, como los existentes entre Sevilla, Cádiz y Granada.
(Lacomba 2001: 3)

Pi y Margall, ideólogo del mismo federalismo, se vio desbordado por la aplicación de


sus propias ideas, y el dieciocho de julio, con la revolución cantonal en pleno apogeo,
cedía el testigo a Nicolás Salmerón, que inició la represión militar contra los
insurrectos…y aguantaría hasta el siete de Septiembre.

Coincidiendo con la dimisión de Pi, fue presentado el proyecto de Constitución federal


al que ya hemos hecho mención que fue redactado el día 17.

El 18 de Julio de 1873 Ramón de Cala junto con sus compañeros Francisco


Díaz Quintero y Eduardo Benot presentó un proyecto de Constitución Federal
de la República. En este proyecto se reconocían como órganos de estructura:
el <<municipio, el cantón o el estadio regional y el estado Confederal>>,
suprema institución del país, enlazados por medio de pactos políticos y con
total autonomía, según el modelo federativo de Proudhom. (Anónimo 2011: 8)

Y es que la salida de Pi y la nueva presidencia de Nicolás Salmerón, convenció a


muchos republicanos de que el proyecto federal no iba a llevarse a cabo desde el poder,
por lo que era necesario proclamar cantones unilateralmente. Por su parte, Salmerón no
dudará en hacer uso del ejército para acabar con las veleidades cantonalistas.

Es el caso que la conflictividad estaba a punto de llegar a su momento máximo.

Durante la etapa del gobierno Salmerón, se agudizó el movimiento


cantonal; y también el foco persistente y cada vez más desafiante del
carlismo se aprovechó de esta situación de crisis interna del
republicanismo. Ante la derrota del brigadier Cabrinety por los carlistas,
unos 6.000 obreros de Barcelona y sus alrededores se alistaron y
salieron a combatir a los carlistas. (Toro 1997: 83)

Cartagena seguía a su aire, y el día 19 de julio la Junta decretó el reparto de 80.000


duros entre los contribuyentes de la ciudad, mientras exigía a Alicante la devolución del
remolcador en el que había huido Anrich amenazándole con represalias caso de no
atender la orden.

Todo se enmarcaba en un movimiento más generalizado.

El 19 de Julio de 1873 se iniciaba en territorio andaluz una amplia


insurrección cantonalista dirigida por el movimiento republicano federalista
radical. Este movimiento se oponía al estado centralista, ya tuviese éste forma
de monarquía o república, cuestionaba las teorías del Estado federal unitario
de Pi y Margall y propugnaba la inmediata formación de estados confederados
así como reformas sociales progresistas. Para presionar al gobierno central se
sublevan con un importante respaldo popular proclamando cantones
autónomos y federados en un estado andaluz. A primeros de Agosto, la
insurrección era sofocada por las tropas del general Pavía. Pero es diez años
más tarde cuando el movimiento republicano-federalista andaluz,
prácticamente vencido, alcanza la expresión más claramente autonomista. En
1883 se celebraba en Antequera una asamblea del Partido Republicano
Demócrata Federal donde Carlos Saornill, diputado por Alora, presentaba un
proyecto de constitución federal de los cantones andaluces que implicaba un
nuevo marco de relaciones entre Andalucía y el Estado español . (Instituto
E.S.)

De estas actuaciones y amenazas se deduce lo evidente: el movimiento cartagenero no


se circunscribió a Cartagena, y la verdad es que desde este cantón se llevó a cabo una
importante acción de proselitismo y de expolio.

Así, tras el levantamiento del día 12, se unieron al movimiento cantonalista las
siguientes poblaciones:

 La Unión (donde no existen actas del ayuntamiento desde el 12 de julio al 24 de


septiembre).
 Mazarrón, que el día 17 de julio, ante la “visita” del vapor Fernando el Católico
se constituyó junta revolucionaria, disuelta el 14 de agosto.
 Águilas, que fue “visitada” el 15 de julio por el diputado Sauvalle sin conseguir
su objetivo, pero que la “visita” del vapor Fernando el Católico del día 19 la
instituyó, desapareciendo el día 10 de agosto.
 Torrevieja, donde se constituyó la junta el 12 de julio.
 Lorca, donde el 27 de julio se constituyó una Junta revolucionaria que presidió
Antonio Osete, destituyendo al Ayuntamiento. Tan pronto la fuerza armada de
Gálvez abandonó la ciudad, la Junta revolucionaria desapareció.
 Torre Pacheco, donde la junta fue disuelta el 20 de agosto.
 San Pedro del Pinatar
 Abarán.
 Alcantarilla.
 Alhama.
 Archena.
 Blanca
 Ceutí
 Cieza
 Lorquí.
 Ojós
 Totana
 y hasta veinte poblaciones más, si bien la información al respecto es inexistente.

Para el 13 de agosto, el orden republicano había sido repuesto en todas estas


localidades, quedando Cartagena, con el apoyo de la Armada, manteniendo su
independencia. El motivo de que estas poblaciones no acabasen apoyando la importante
sublevación de Cartagena, según algunos autores, fue debido a los carlistas.
Las numerosas partidas carlistas, que con escaso control del Gobierno
actuaron en las zonas periféricas de la provincia de Murcia, y provincias de
Albacete y Alicante, representaron una presión permanente tan importante,
que impidió que estos municipios participasen en cualquier tipo de veleidad
cantonal. (Pérez 1994)

Pero la plaza fuerte de Cartagena no era accesible a los carlistas y tampoco al gobierno,
que a pesar da haberse declarado beligerante y haber acabado con los otros focos
cantonalistas en breves días, hubo de dedicarse con especial interés en vencer a los
insurrectos, que por su parte llevaban a cabo una ofensiva militar marítima y terrestre.

En esa ofensiva no dudaban en bombardear poblaciones y someter a saqueo aquellas


que oponían resistencia.

Mientras tanto, en la noche del 18 de Julio (el mismo día de la dimisión de Pi) los
radicales republicanos acordaron proclamar la independencia de Sevilla que se haría
público a través del manifiesto del cantón andaluz, que señalaba:

Antes que la aspiración de una minoría insignificante quiera imponerse


confundiendo los principios políticos con los sociales, y a la sombra del
desenvolvimiento de una nueva idea, procurar transtornos que deben evitarse,
el Ayuntamiento de Sevilla y los voluntarios de la República que constituyen
hoy la única defensa y la garantía exclusiva de todos los intereses, se
adelantan a proclamar la constitución del Cantón Andaluz, declarándose con
autonomía para dictar las leyes, a que se ha de ajustar y llevar a cabo contra
los enemigos de toda clase defensa de libertad y de la República Democrática
Federal Española, sin que por eso deban entenderse que ni el Ayuntamiento ni
los voluntarios se ponen al frente del gobierno y de las autoridades
legítimamente constituidas mientras aquel y estas respondan a los mismos
principios y no se aparten de lo que ya es un hecho desde la solemne
manifestación hecha en las Cortes el… de junio. (Arias 1989:35)

Este cantón durará hasta el día 31 del mismo mes. Los protagonistas del cantonalismo
sevillano, con marcado contenido anarquista bakuninista, son los correligionarios del
Partido Republicano de Pi y Margall, que desde el Ayuntamiento proclamaron su
particular República Social; algo que venía presumiéndose días atrás, cuando el 30 de
Junio los radicales sevillanos se apoderaron de armas del ejército, ante lo que el
gobernador comunicaba a Madrid que creía inevitable la proclamación del estado de
Andalucía.

Y es que, en el caso de Sevilla, el cantonalismo

se desarrolló en dos fases entre el 24 y 30 de junio, y el 18 y 30 de julio. En


ambos casos se comprueba la existencia de lo que podemos denominar una
fase moderada…/… surgió entonces una disidencia protagonizada por
intransigentes e internacionalistas que pretendió acelerar los acontecimientos
proclamando el Cantón Andaluz y la República Democrática Federal Social.
(Arias 1989:30)

Ya los federalistas controlaban desde febrero buena parte de las instituciones locales, en
medio de un clima de alta tensión entre las distintas tendencias políticas. Los concejales
llegaron a acordar, para protegerse de las presumibles represalias, que “en caso de tener
alguna consecuencia el acuerdo que se tomase, la responsabilidad recaería
exclusivamente sobre las personas por quienes resultase tomado”.

Las exigencias de armamento y los agobios financieros del ayuntamiento,


terminaron por convertirse en móviles de las alteraciones y proclamaciones
cantonales de Junio-julio, promovidas incluso, en una especie de salto hacia
delante y para evitar verse desplazados del poder, por algunos de los propios
dirigentes de las instituciones locales.” (Arias 1989:23)

Pero el radicalismo era superado por el radicalismo; así, en Utrera, el ayuntamiento


defendió el derecho de nombrar Junta revolucionaria sin intervención exterior y llegó a
independizarse de Sevilla.

A partir de este momento, el Cantón andaluz de Sevilla constituyó el Comité de Salud


Pública, así como las secciones de Gobierno, Guerra y Hacienda. Se acordó la
secularización de los cementerios y el desestanco del tabaco para venderlo a precios
populares, se decretó la jornada laboral de ocho horas, el derecho al trabajo, la
separación de sexos en el trabajo y que los conflictos laborales se resolviesen mediante
el advenimiento entre ambas partes. También se creó un batallón de 800 hombres con
gorras rojas y alpargatas de esparto que fueron llamados "guías de Sevilla".

Tan sólo dos días después de la proclamación del cantón sevillano, un grupo de
Voluntarios de Sevilla, comandados por un tal Carreró, se organizó para socorrer a los
cantonalistas de Jerez que se encontraban amenazados por el ejército al mando del
general Pavía. A su paso por Utrera, se encontraron con la oposición de la ciudad, que
temiendo ser invadida por Sevilla le enfrentó un ejército de ochocientos voluntarios.

En el enfrentamiento subsiguiente llegaron a producirse más de trescientos muertos, con


la victoria de Utrera sobre Sevilla. Gran parte de los cantonalistas sevillanos acabaron
en prisión, de dónde fueron finalmente liberados por las gestiones de los líderes
Mingorance y Ponce, que se vieron obligados a acudir desde Sevilla con refuerzos y con
el diputado por Utrera, Diego Sedas, como mediador. Cada uno de esos prisioneros
resultaba indispensable para defender Sevilla de un ataque inminente de las fuerzas
gubernamentales.

El 27 de julio llegaba Pavía a Sevilla, que defendida por Fernando Pierrad, vio cómo
éste abandonaba la plaza. Durante tres días los cantonales lograron entretener a Pavía,
que finalmente entraba en acción el día 30, para dar por concluido el cantón sevillano al
día siguiente. De ahí partiría hacia Cádiz, donde huyeron los cantonales de Sevilla.

Entre toda esta maraña, es de destacar el Cantón de Cádiz, cuya vida se extendió desde
el 19 de julio 1873 al 4 de agosto del mismo año. Dieciséis días que le conceden una
importancia, si no como al cantón de Cartagena, si el derecho a figurar entre los
cantones más longevos.

Antes de la insurrección de Cartagena la tensión estaba presente, la


impaciencia de los federales unidas a las reivindicaciones obreras creó un
caldo de cultivo propicio a la revolución. La provincia de Cádiz no era ajena a
estos movimientos, en la capital se reforzaban los batallones de voluntarios.
Esta situación se repetía en los pueblos de la provincia como es el caso de
Tarifa donde podemos observar el incremento de armamento destinado a los
voluntarios de la república a primeros de julio y adquirido por el propio
consistorio tarifeño. (Rojas 2014)

En sesión ordinaria del ayuntamiento de 19 de julio, el secretario lee:

Que informado el expuesto, suscrito por varios Ciudadanos Concejales


exponiendo la conveniencia de que por este Ayuntamiento se dirija una
petición a las Cortes Constituyentes pidiendo a estas declaren a la Ciudad de
Cádiz libre e independiente a semejanza de las Alemanas de Hamburgo,
Bremens, Lubek y Franfort sobre el Maine. (González 1976: 44)

Por otra parte la Comisión que suscribe cree que antes de crear obstáculos a la
iniciativa de la Representación Nacional en este importante y delicado asunto,
conviene en beneficio de los intereses de esta localidad pedir solamente que la
Isla Gaditana, atendida su especialísima posición topográfica y el encontrarse
completamente aislada del resto de la Península, forme por sí sola uno de los
Cantones de que se ha de componer en adelante la Federación Española.
(González 1976: 45)

Finalmente, el cantón fue aprobado por la corporación con dieciocho votos a favor y dos
en contra, que lo querían respectivamente como cantón provincial y como parte del
“reino de Sevilla”.

Paralelamente, Fermín Salvochea, alcalde de la ciudad, se puso a la cabeza del Comité


de Salud Pública y relevó al gobernador civil mientras que el gobernador militar apoyó
la insurrección.

Ordenaron al gobernador militar de Cádiz entregar armas a los voluntarios, y al


delegado del Banco que ingresase en las arcas del comité las recaudaciones hechas, al
tiempo que autorizaba a los ayuntamientos a acuñar moneda de oro y plata con los
objetos incautados a la Iglesia.

Por otra parte, disolvieron la Diputación Provincial y prohibieron la enseñanza religiosa,


así como el celibato; incautaron los conventos y centros de culto, los bienes del estado,
los libros parroquiales, prohibieron todo uso de signo religioso, la salida de la población
de todo tipo de bienes, abolieron la libertad de imprenta, establecieron retribuciones
para los “Voluntarios de la República” y se dispusieron para un enfrentamiento
armado… Como resultado de todas estas medidas, unos treinta mil gaditanos
abandonaron la ciudad.

Al cantón de Cádiz se unieron otras poblaciones como La Línea de la Concepción, Vejer


de la Frontera, Puerto Real, y otros.

Todos estos movimientos ocasionaron que el mismo día 19 se produjeran


enfrentamientos entre infantes de marina y voluntarios, que se vieron reforzados con
veinte cañones, dos compañías de artillería y seis compañías de voluntarios, a los que se
unió un remolcador de la Armada y el brigadier Eguía que comandaba una tropa de
novecientos hombres y dos cañones, que conminan la rendición al capitán general.

El triunfo fue efímero, pues tres días después, el día 22, las tropas de marina ocuparon
Puerto Real y desarmaron a los voluntarios, mientras varios buques de la Armada
tomaban la Bahía y bombardeaban la línea de ferrocarril para evitar la llegada de
refuerzos.

Quedaba el cantón aislado, pero no vencido. El 27 de julio, una expedición militar


desbarataba a una partida de voluntarios que llegaba procedente de Sanlúcar, pero como
contrapartida, la fragata Villa de Madrid se pasaba al cantón.

El día 3 de agosto, tras el cambio de bando por parte de la artillería que apoyaba a los
cantonalistas, acabaron disolviendo el comité, tras lo cual, los cónsules extranjeros
Benedetti (Francia), Reade (Inglaterra), Kropf (Prusia), Christopherson (Suecia), Alcon
(Italia) y Damaso de Moraes (Portugal) se hicieron cargo del mando de la ciudad a la
espera de la llegada de las tropas gubernamentales.

El 8 de agosto, el general Pavía disolvía el cantón, y ante la búsqueda de responsables,


Salvochea se declaró como único culpable de lo ocurrido y fue condenado por un
consejo de guerra a veinte años de presidio.

El mismo día 19 de julio fue proclamado el Cantón de Tarifa (Cádiz), cuya vida se
alargaría hasta el cuatro de agosto.

Ya cinco años antes, el día 19 de septiembre de 1868, comenzó un movimiento


revolucionario cuando las fuerzas navales se sublevaron en Cádiz al mando de Juan
Bautista Topete. El gobernador militar de Tarifa no se unió al alzamiento y tomó presos
a los cabecillas de la sublevación. Fue el principio de la Gloriosa y la antesala del
movimiento cantonalista que estallaría cinco años más tarde.

Cuando fue evidente que la revolución había triunfado en la provincia de


Cádiz, las tropas acantonadas en Tarifa se refugiaron en Algeciras, quedando
en libertad Gómez Moure y Francisco Alba, que fueron acompañados hasta el
Ayuntamiento seguidos de una multitud que los aclamaba. (Segura 2008)

Se constituyó un ayuntamiento revolucionario que organizó milicias de voluntarios


armados y que acabaría siendo disuelto el 21 de octubre de 1868, no sin antes haber
procedido al reparto de las tierras baldías y de las dehesas.

En las elecciones de diciembre, Gómez Moure fue nuevamente elegido alcalde,


siguiendo en el puesto hasta octubre de 1869, cuando el ayuntamiento fue disuelto por
el gobernador.

Pero tras la proclamación de la república, Pablo Gómez Moure fue nombrado


nuevamente concejal.

El nuevo gabinete municipal cesó a todos los funcionarios públicos, acordándose que
volvieran a sus cargos los empleados que fueron cesados el 12 de octubre de 1869,
cuando fue disuelto el Ayuntamiento revolucionario, cesando a todos los empleados
existentes hasta entonces, y cambiando los nombres de las calles.

Ya con el movimiento cantonalista triunfante, el 19 de julio de 1873, las tropas


abandonaron Tarifa, momento en que el ayuntamiento organizó un ejército cantonal que
el día 21 ocupó la Isla de Palomas, abandonada por el ejército, y confiscaron las armas
que contenían los guardacostas con base en Tarifa.
Por su parte, la junta revolucionaria expresaba:

Nuestros principios son estos: En administración, moralidad, economía,


independencia casi absoluta de pueblo a pueblo, de provincia a provincia, de
región a región; completa descentralización; desamortización de todo lo
amortizado; abolición de los derechos de consumo y de puertas; supresión del
papel sellado; sustitución de las quintas y matrículas de mar por enganches
voluntarios; reducción a una sola de todas las deudas del Estado;
establecimiento de una Constitución única y la desaparición de las trabas
administrativas que dificultan el libre cambio de los productos. (Segura 2008)

El experimento tendría su fin el día 6 de agosto, cuando fue efectivo el desarme del
batallón de voluntarios de la República en Tarifa.

Los concejales haciendo una extraña pirueta expresaron al gobierno de la


República el más decidido apoyo y adhesión a la Asamblea y demás
autoridades que de ella emanan.
A principios de agosto se dictó auto de prisión contra el anterior alcalde,
Miguel Derqui España, acusado del delito de rebelión. También fue detenido
José Morando Corbacho, activo republicano, que ejerció de alcaide de la
cárcel durante el periodo cantonal. (Segura 2008)

Y también el 19 de julio era proclamado el Cantón de Torrevieja (Alicante) que


sobreviviría hasta el día 25 del mismo mes.

El movimiento cantonalista tuvo en Torrevieja (Alicante) un antecedente cuando el


trece de febrero, tras la abdicación de Amadeo de Saboya, y tras haber sido proclamada
la República el día 11, militantes del Partido Republicano Federal salieron a la calle con
las armas en la mano para reclamar la entrega del ayuntamiento, proclamando una junta
revolucionaria. La broma duró hasta el día 16, cuando era disuelta la junta, una de cuyas
componentes acabaría ciñendo la presidencia del cantón el 19 de julio.

Una mujer, Concha Boracino, que diera ya no poco que hablar por su
participación en los sucesos de febrero, asumió ahora la presidencia del
Cantón, caso ciertamente singular en la época. En lo demás la Junta se mostró
poco innovadora, dado que la mayoría de los ediles pertenecientes a la
destituida corporación fueron agregados al ejecutivo revolucionario, cuya
vicepresidencia correspondió al segundo teniente de alcalde, en tanto el
primero pasaba a convertirse en juez municipal. La solemne destitución del
alcalde y restantes funcionarios pimargallianos del municipio fue amenizada
con músicas, pólvora y repique de campanas. También con la excarcelación
“por razones de humanidad” de los presos existentes en el retén municipal. A
saber, media decena de contrabandistas y de delincuentes comunes. (Vilar
1998)

El ejemplo de Torrevieja fue secundado de forma inmediata por el pueblo de


Relléu, cuya junta revolucionaria recurrió a la de Torrevieja, bajo cuya
protección dijo situarse. En Guardamar y Orihuela se dieron también conatos
insurreccionales, acompañados de la constitución de juntas. (Vilar 1998)

En Torrevieja la causa cantonal contaba con la sólida plataforma de una parte


sustantiva de la pequeña burguesía de comerciantes, tenderos, hosteleros,
profesionales de las artes liberales, empleados de las salinas, patronos de
barcos de pesca, menestralía y modestos propietarios agrícolas, militantes o
simpatizantes desde mediados de siglo del Partido Demócrata (luego resellado
mayoritariamente como Republicano Federal). En su programa figuraban
puntos muy atractivos para un pueblo marinero y mercantil, tales como la
drástica reducción de derechos arancelarios, libertad de comercio, supresión
de las matrículas de mar, y abolición del servicio militar. (Vilar 1998)

Entre tanto, la flota cantonal realizaba expediciones de manifiesto cariz pirático. En este
orden, la expedición de la Victoria a Alicante, el día 20 de julio pasó por Torrevieja,
donde se constituyó el ayuntamiento como Junta Revolucionaria adscrita al Cantón
Murciano, al saberse que un ejército confiado a Martínez Campos, marchaba ya sobre
Valencia.

Dos días más tarde, el día 22, el vapor Vigilante transportó al ciudadano Gálvez a
Torrevieja, quién en acto público proclamó:

Se ha hecho la revolución más gloriosa que se conocía en España, y por lo


tanto SEMOS independientes, porque AGORA el gobierno está bajo su
dominio y solo en el caso de que este lo reconociera como amigo, cedería de
la actitud en que se había colocado; que él era capitán general de VALDES y
que lo hacía para bien de su patria. (Redactor 1873: 46)

Después siguió la comitiva, y llegando al ayuntamiento, pasó un oficio al


presidente de la Junta dándole cuatro horas para reunir 20.000 duros, y
disponiendo que se tomaran las afueras del pueblo para impedir la
emigración. Finalmente se conformaron con 4000 duros. (Redactor 1873: 47)

Pero el día 23 fueron declarados piratas por el gobierno español los buques
cartageneros, y teniendo esta noticia el almirante Werner, de la armada prusiana, fue
interceptado el Vigilante por el prusiano “Federico Carlos”, que lo condujo a Gibraltar,
tomando prisionera a la tripulación. Como consecuencia, el general Contreras manifestó
al cónsul de Grecia, hermano del cónsul de Prusia, que si Prusia se permitía detener a
una autoridad del cantón, éste se encontraba en el perfecto derecho de declarar la guerra
a Prusia.

Mientras el cónsul de Grecia iba a comunicarse con su hermano para ponerle al tanto de
la situación, las fuerzas vivas de Cartagena se dirigieron a Portman, pueblecito cercano
a Cartagena, donde estaban las esposas de éstos cónsules, para apresarlas, acción que no
pudieron llevar a efecto porque las mujeres, avisadas, huyeron, por lo que las turbas se
conformaron con dar fuego a su residencia.

Finalmente los prusianos pusieron en libertad a los marinos apresados, pero este hecho
significó que el cantón de Torrevieja se autodisolviese, no volviendo a saberse nada de
Concha Boracino.

No duraría mucho el cantón de Torrevieja. La Guardia Civil tomó el control de la


situación el día 25 de julio.

Cuando en la última semana de agosto el juez de primera instancia, a cuya


jurisdicción pasaron las causas sustanciadas a los cantonalistas por el
municipal de Torrevieja, reclamó del Ayuntamiento la lista completa de los
miembros de la extinguida Junta revolucionaria, la corporación eludió darla
alegando no poseer tal información. (Vilar 1998)

Pero no quedaban ahí las cosas. También el día 19 de julio fue proclamado el cantón en
Almansa (Albacete), propiciado por el Batallón de Cazadores de Mendigorría. Estos
militares iban por las poblaciones provocando sublevaciones contra la República. De
esta forma, en Almansa, se produjeron altercados, agresiones armadas, detenciones de
oficiales y de tropas leales a la República, roturas de la vía férrea, roturas e
interceptación de las líneas telegráficas, entre otros.

El Gobernador Civil de Albacete, D. Pedro J. Miguel, en el Boletín Oficial de la


Provincia comunicaba a toda la provincia que la ciudad de Almansa se encontraba
sublevada. Unos días después, el 5 de agosto de 1873, mandó un comunicado al alcalde
Francisco Coloma, conocido por ser el fundador de la empresa calzados Coloma, en la
que cesó a toda la Corporación municipal, ya que ésta era sabedora con anticipación de
la sublevación del Batallón de Cazadores de Mendigorría, y no dio cuenta oficial ni
oficiosa hasta después de consumado el hecho. A las motivaciones de la actuación
gubernativa se unió la circunstancia que un teniente de alcalde y dos concejales se
marcharon con los sublevados, así como que a varios oficiales y soldados que no
quisieron pronunciarse fueron perseguidos a tiros por los voluntarios de la ciudad.

En el fragor de los acontecimientos, el General Martínez Campos, encargado de


reprimir el movimiento cantonal, hizo acto de presencia en Almansa el día 11 de agosto,
sin que nadie opusiera resistencia y siendo recibido por la nueva corporación, que
ofreció sus respetos al Excelentísimo General.

El gallinero estaba francamente alborotado; como hemos señalado, el 20 de julio se


sublevaba Sevilla, encabezada por el general Fernando Pierrad, a la que se sumaron el
mismo día Castellón, Granada y Avila. El día 21, el diputado Benitas apoyó la
revolución en Salamanca; y el 22 de julio, se levantaron los cantonales en Jaén, Andújar,
Tarifa y Algeciras.

El mismo día 20, la república de Granada declaró la guerra a la república de Jaén,


mientras la república de Jumilla, de cuyo nacimiento y supervivencia no hemos podido
localizar ninguna referencia, amenazaba a la de Murcia. En el manifiesto jumillano se
proclamaba:

La nación jumillana desea vivir en paz con todas las naciones vecinas y, sobre todo, con
la nación murciana, su vecina; pero si la nación murciana, su vecina, se atreve a
desconocer su autonomía y a traspasar sus fronteras, Jumilla se defenderá, como los
héroes del Dos de Mayo, y triunfará en la demanda, resuelta completamente a llegar, en
sus justísimos desquites, hasta Murcia, y a no dejar en Murcia piedra sobre piedra.

También el 20 de julio, y siguiendo el ejemplo de los demás, y en concreto de Valencia,


se unía Castellón a una juerga que en su caso duraría hasta el día 26.

Al frente del cantón estaba el diputado Francisco González Chermá, zapatero, líder
republicano y exalcalde de la localidad, presidente del Comité Democrático de
Castellón, que contaba con unos tres mil voluntarios, el quince por ciento de la
población, que contaba con 20.000 habitantes, siendo alcalde Vicente Ruiz Vila.
En sus funciones de presidente del cantón, cursó Chermá el siguiente telegrama:

Castellón, 20 de julio (11,45).- Madrid 20 (5,26 tarde).- Ciudadano Presidente


del Poder Ejecutivo.- Proclamado cantón castellonense. Ejército y Guardia
civil fraternizan con el pueblo.- Gran entusiasmo. Tranquilidad.- González
Chermá.

Acto seguido cortó las comunicaciones con el cantón de Valencia, por considerarlo rival
suyo, a pesar de lo cual, cinco días después y cuando hacía acto de presencia el
brigadier Villacampa, González Chermá huyó a Valencia.

Por su parte, en Alicante fue el 20 de Julio un día de gran agitación ante la noticia de la
próxima arribada de la flota cantonalista cartagenera. El ayuntamiento de Alicante,
conocedor de la expedición, resolvió:

Después de una amplia y detenida discusión, que el señor comandante militar,


con todas las fuerzas de su mando abandone la capital, eligiendo para situarse
uno de los pueblos inmediatos, desde donde se pondrá en comunicación con el
gobierno de la República. (Redactor 1873: 19)

Y así se llevó a efecto. Las pocas fuerzas del ejército que quedaban abandonaron la
ciudad el mismo día, mientras los reunidos decidieron constituirse en junta
revolucionaria, no sin complicaciones, ya que mientras algunos miembros del
consistorio no reconocieron la Junta de Salud Pública, ésta se disponía a repartir armas.

El mismo 22 de Julio, La armada cantonalista, al mando del militar progresista Gálvez 1,


“Tonete” para los amigos, y a la sazón presidente de Cartagena, llegaba a Alicante con
la Armada y con 500 hombres del Batallón de Cazadores de Mendigorría a bordo.

Cuando fondeó la fragata Victoria, Antonete Gálvez fue recibido por las “autoridades”
de Alicante, ante las que expuso el motivo de su visita, que no era otro que recaudar
quince o veinte mil duros, lo que soliviantó a la población, que en gran número
abandonó la población, mientras otros sectores se decidieron a hacer frente a la
demanda.

Finalmente Antonete Gálvez retornaría a Cartagena con el remolcador en el que había


huido el ministro de marina y con 8000 duros, objetivos conseguidos tras bombardear el
puerto de Alicante.

Pero la opereta hizo que los cantonalistas se viesen obligados a arriar la bandera roja y a
izar la bandera española cuando, habíéndose cruzado con la corbeta prusiana “Federico
Carlos”, observaron que ésta hacía zafarrancho de combate.

El miércoles 23, repuesto nuevamente el alcalde Anacleto Rodríguez, se dirigió a la


población aclarando que se había actuado de la forma conocida para conservar el orden.
Posteriormente regresaron las tropas y dejó de existir el cantón.

Por su parte, el cantón castellano se unía a la juerga, hecho que recogía “El Cantón
Murciano” publicando la noticia el 20 de julio de 1873. (ver anexo 6)
1
La actividad que desarrollaron con mayor efectividad fue la del contrabando, campo en el que Antonete
Gálvez ocupaba lugar destacado.
Pero si el día 20 de julio destaca Ávila, el 21 le tocaba a Despeñaperros, donde la
pequeña burguesía urbana andaluza dio a luz el Manifiesto a los federales de Andalucía,
en el que se conminaba a la creación de los estados confederados.

El manifiesto proclama:
En Despeñaperros, histórico e inexpugnable (sic) baluarte de la libertad,
se enarboló ayer, por las fuerzas federales que mandan los que
suscriben, la bandera de la independencia del Estado Andaluz.
Terminemos, pues, nuestra obra. Completemos la regeneración social y
política de esta tierra clásica de la libertad y de la independencia.
(Lacomba 2001: 3)

En medio de este ambiente, el nuevo gobierno de Castelar recurrió a los militares


monárquicos como Martínez Campos, o radicales como Pavía, a quienes nombró
respectivamente, capitanes generales de Valencia y Andalucía, las regiones donde se
había centrado el conflicto, para que actuasen con mano dura. Pavía reunió un ejército
de uno 3.000 hombres con los que redujo los desorganizados cantones andaluces.
Córdoba, Sevilla y Cádiz cayeron fácilmente, mientras otros cantones, como Málaga,
resistieron algún tiempo más. Cartagena, que resistiría hasta enero de 1874, sería un
caso aparte.

Las acciones del gobierno empezaban a hacerse sentir de forma tímida; así, por decreto
del 20 de Julio de 1873, declaraba piratas a todos los navíos del Departamento Marítimo
de Cartagena, mientras por su parte, la Junta de Salvación Pública de Cartagena dio su
categórica respuesta el 22 del mismo mes, declarando traidores a la Republica Federal y
a la Nación Española al Poder Central.

Tan tímidas eran las acciones gubernamentales que el mismo día del decreto declarando
piratas a los cantonalistas cartageneros se constituyó el cantón de Granada, que sería
longevo (duraría 23 días).

Fue proclamado el 20 de julio, y al frente del mismo se puso Francisco Lumbreras Sáez.

Lo primero que hizo el Comité de Salud de Granada fue adueñarse de los


poderes civil, militar y económico puestos por Madrid. Fue nombrado un
gobierno interino, presidido por Francisco Lumbreras Sáez, dos
vicepresidentes, dos secretarios y una docena de correligionarios. Todo ello
sin dar un solo tiro ni sin que se produjera muerte alguna. Se incautaron del
Boletín Oficial de la Provincia (que editaba la imprenta Viuda de Morell) y
comenzaron a legislar. La primera medida fue, lógicamente, declarar
independiente a la provincia y nombrar al Comité de Salud como único poder
provincial. Al día siguiente fue publicado un extenso bando (4.000 ejemplares
repartidos por toda la ciudad) conteniendo las nuevas normas del Cantón
Granadino: se adoptaba como bandera la misma de la República española; la
separación iglesia-estado era una realidad, prohibiéndose todo culto fuera de
las iglesias y secularizando los cementerios; se eliminaron todos los impuestos
y se liberalizaron estancos y puertos; los sueldos máximo y mínimo se fijaron,
respectivamente, en 12.000 y 4.000 reales; se suspendieron las pensiones; se
incautaron de todos los fondos del Banco de España; se abolieron privilegios
regios; se revisarían todos los títulos de propiedad; todos los empleados
públicos de la capital quedaban suspendidos hasta nueva orden, etc.
Pero la primera medida financiera fue solicitar un "empréstito forzoso
reintegrable de seis millones de reales que se repartirán entre los mayores
contribuyentes de esta localidad". Tras este eufemismo se escondía la
exigencia de un gravoso impuesto a las clases adineradas; el resultado fue la
inmediata huida de los ricos y la ocultación de sus bienes.
El 22 de julio de 1873, el Cantón Granadino acordó demoler la Puerta de las
Pesas "para dar empleo a los desocupados". Su intención era demoler todas las
murallas de la ciudad. Por fortuna, no les dio tiempo. (Pozo 2016)

Voluntarios republicanos y carabineros mantuvieron un enfrentamiento armado en el


que se produjeron numerosas víctimas, siendo reducidos los carabineros. Eufóricos con
la victoria, los voluntarios ocuparon la fábrica de pólvora de El Fargue y el cuartel de la
guardia civil, y el mismo 20 de julio de 1873, ocuparon el Gobierno Civil y obligaron al
gobernador a dejar el poder en manos de una junta revolucionaria. Se proclamó
entonces oficialmente el cantón granadino, que acabaría redactando una constitución
con cinco puntos:

1) Imponer una contribución de cien mil duros contra los ricos; 2) Derribar
todas las iglesias; 3) Establecer una fábrica de moneda; 4) Incautarse de la
administración de Hacienda y de todos los bienes del Estado; y 5) Dejar
cesantes a todos los magistrados de la Audiencia. El comité del cantón se
declaró soberano y única autoridad de la provincia, pero municipios como
Baza y Loja no lo aceptaron. (Olmos 2014:)

Acto seguido, el Comité de Salud o gobierno del Cantón declaró la guerra a la república
de Jaén por un desacuerdo en asunto de fronteras entre sus respectivas naciones.

El 12 de agosto Pavía entraba a caballo en Granada donde no había encontrado


resistencia, procediendo a desarmar a los cantonalistas, para seguir su meteórica marcha
y dirigirse a Málaga.

Uno de los implicados, Francisco Bernal García, sería citado por un juzgado de Granada
el 16 de febrero de 1874 para juzgarle por ir el 30 de Julio de 1873 al pueblo de Alfacar
a constituirle en “cantón federal independiente”. Curiosamente iba con uniforme de
Guardia civil y képis de Voluntario.

Dos días después de constituirse el cantón de Granada, el 22 de julio, se constituyeron


los cantones de Bailén (Jaén) y de Béjar (Salamanca), de los que no existen actas
municipales que den luz sobre los mismos. Sólo se sabe que el brigadier Mariano Peco
se sublevó el 22 de julio en Bailén y que hizo expediciones a los pueblos circundantes
exigiéndoles contribuciones, al tiempo que destruía instalaciones del ferrocarril y del
telégrafo, mientras en Béjar, y según señala Vicente Blasco Ibáñez que, Aniano Gómez
sólo consiguió producir una ligera e infructuosa agitación.

El mismo día 22 de Julio se constituyó en Algeciras un comité de salud pública que


suprimió impuestos y formó un batallón de voluntarios. Ese mismo día emitía el comité
un telegrama:

A las 6.25 de la tarde-–el presidente del Comité de Salud Pública de Algeciras


al Comité de Salud Pública de Cádiz–. El pueblo de Algeciras, su municipio y
voluntarios de la República, en uso de su soberanía, han resuelto en el día de
hoy constituir bajo mi presidencia un Comité de Salud Pública, para que luego
pongan en práctica las reformas federales con la autonomía del municipio y el
orden político y administrativo que tan de común les piden las necesidades de
la localidad que tengo el honor de representar .- Salud y República Federal-
Eleuterio Torrello.

El 8 de agosto, el general Pavía disolvió el batallón y el comité, cuyos miembros


huyeron a Gibraltar.

No hemos localizado referencias ni documentos que nos den más luz sobre el desarrollo
de este cantón.

También el día 22 de julio se proclamó el Cantón de Jaén, del que se desconoce la fecha
de su extinción.

Fue proclamado por el brigadier Peco y por el diputado Antonio de las Casas
Genestroni, que venía a sublimar un movimiento que, como en el resto de España, venía
gestándose durante décadas y tuvo su punto de inflexión con la Gloriosa de 1868.

En los últimos años del reinado de Isabel II, operan en la provincia partidas
demócratarepublicanas, como la de León Merino, ayudadas por actos como el
sabotaje de la línea telegráfica con Granada. Con el pronunciamiento de
septiembre de 1868, parece que empieza a actuar en Jaén una comisión
revolucionaria compuesta por progresistas, unionistas y demócratas, en la que
Manuel Ruiz y Raichs representará a estos últimos. Así, el 29 de septiembre,
la ciudad se sumará al pronunciamiento y una Junta tripartita (con los
demócratarepublicanos Juan Antonio González Viegas, Pedro de Miguel
García y José Calatayud), asumirá el poder. (Contreras)

El mismo 22 de julio se constituyó el cantón en Málaga, a cuyo frente se encontraba F.


Solier, Gobernador Civil, que pidió “la unión más completa, la fraternidad (...) entre
todos los ciudadanos”.

Todo anunciaba el fin del cantón cuando, tras acabar con los cantones de Cádiz,
Córdoba y Granada, Manuel Pavía hizo acto de presencia en Málaga el 13 de agosto.
Pero se encontró con una comunicación del gobierno, transmitida por el gobernador
civil, ordenándole que no se dirigiera a la ciudad, a lo que Pavía respondió: "V.S. será
diputado de las Constituyentes [pero] para mí no es más que el gobernador civil de una
provincia que está bajo mis órdenes"-.

Según el relato de Pavía cuando recibió la orden de no atacar el cantón de Málaga


presentó la dimisión "en nombre del honor y la honra del Ejército y la mía propia", pero
el gobierno no le admitió la dimisión.

En el transcurso de esta discusión con el presidente Salmerón, Pavía acabó con una
sublevación en Écija, aplicando severos castigos a los sublevados.

Esta situación, unida a la negativa para firmar unas sentencias de muerte, provocó la
dimisión del presidente del gobierno, Nicolás Salmerón, el 6 de septiembre, al tiempo
que situó al cantón de Málaga como el segundo de mayor duración (dos meses menos
dos días), después del de Cartagena.
En dos meses (del 22 de julio, al 22 de septiembre), el general Pavía terminó
con el movimiento cantonal andaluz. Se trata de una contienda desigual, cuyo
resultado final era previsible. El cantonalismo en Andalucía, como antes se ha
dicho, impulsado por los republicanos federales, contó con escasa
participación internacionalista y buscó construir un Estado Confederal
Andaluz. (Lacomba 2001: 3)

Pero en el transcurso de esas peleas de gallos, el 30 de agosto, las fragatas Almansa y


Victoria se presentaron ante la ciudad amenazando con el bombardeo si no se plegaban
a sus exigencias. El bombardeo no se llevó a efecto gracias a la intervención del buque
prusiano Federico Carlos, que se quedó como rehén a Contreras en garantía de
cumplimento de la orden de no bombardear Málaga, mientras en Cartagena se
organizaban tropas voluntarias con ánimo de ir a rescatarlo.

A continuación, una comisión cartagenera, encabezada por Roque Barcia se trasladó a


parlamentar con los buques extranjeros, que no querían dejar desembarcar armados a los
cantonalistas, para amenazarlos, pero volvieron a desembarcar, airados ante la negativa
de aquellos.

También el 22 de julio se proclamaba el Cantón de Motril (Granada), que tendría una


duración de tres días.

Ya cinco meses antes, el 22 de Febrero de 1873, y con motivo del reemplazo del
ayuntamiento, habían ocurrido graves altercados en Motril que produjeron cuatro
muertos y varios heridos.

El 5 de Junio la Diputación de Granada suspendió el ayuntamiento, garantizando la


acción con la presencia de los voluntarios de la República, lo que ocasionó motines que
se dirigieron especialmente contra el juez de primera instancia, al que acusaban de
“hacerse el sordo”.

El 22 de Julio se convocó un cabildo bajo la presidencia del cuarto teniente de alcalde,


Juan Montero Bonachera, en el que sólo había un punto a tratar referido a la
imposibilidad del ayuntamiento de contener a la gente que exigía la proclamación del
cantón de Motril.

En este cabildo se encontraban los capitanes de las compañías de voluntarios,


Ruperto Vidaurreta de la Cámara y Francisco Trujillo Carmona, que se
posicionaron de parte de la autoridad establecida, pero manifestaron que la
mayoría de sus soldados pedían el reconocimiento del cantón granadino y la
creación de un Comité de Salud Pública en Motril. La masa enfervorizada que
se agolpaba en la plaza, a las puertas del ayuntamiento pidieron la destitución
del ayuntamiento y el nombramiento del Comité, por lo que ante la
imposibilidad de repelerlos, los presentes solicitaron a los capitanes que ellos
fuesen los representantes del mencionado comité, por lo que de este modo se
procedía a la suspensión del ayuntamiento y a la creación del cantón
motrileño. (Anónimo)

Situación que duraría tres días, pues el 25 de Julio, Ruperto Vidaurreta volvió a
instaurar el ayuntamiento y procedió a encarcelar a los líderes cantonalistas.
El día 23 de julio, y contagiado por los sucesos acaecidos en la vecina población de
Motril, Gualchos (Granada) declaraba su Comité de Salud Pública, cuya fecha de
disolución desconocemos.

También en Salamanca, los más radicales de los republicanos, inician una marcha hacia
el Gobierno Civil capitaneados por el diputado Pedro Martín Benito el 24 de julio. Allí
en audaz golpe de mano, tras tomar los puntos estratégicos de la ciudad, las puertas de
la muralla y los altos de la catedral, depusieron al gobernador y dieron el poder a la
Junta Provisional del Cantón.

Los sublevados organizaron la vida de la ciudad, abrieron el mercado, las escuelas, los
hospitales y requisaron carros y carretas para utilizarlas como defensa ante el ataque
inminente del Gobierno, al tiempo que construían barricadas.

El cantón desapareció dos días más tarde, el día 26.

Entre los cantones más tardíos se encuentra el de Orihuela (Alicante), que fue
proclamado el día 30 de julio y no hemos podido localizar el día de su disolución.

El treinta de julio, una compañía de voluntarios


reunida a las fuerzas de Iberia y parte de Mendigorría dirigidas por
Pernas, Carreras y Real, todas al mando de Antonio Gálvez, se
presentaron en el pueblo a las cinco y media de la mañana, encontrando
unos 180 guardias civiles a punto de formarse en la plaza, algunos otros
en varias casas y unos 40 carabineros de caballería en completo
descuido. (Giménez 1875: 60)

El delegado del gobierno escribía:


No habiendo puesto el alcalde las avanzadas que se habían ordenado,
una fuerza de ochocientos soldados se ha presentado en la plaza de la
Constitución, tomando las posiciones más importantes. (Giménez 1875:
64)

Como hemos visto, desde Cartagena se apoyaba la constitución de otros cantones, como
el de Lorca, donde acudió el flamante Capitán General Antonio Gálvez a apoyarlo. Pero
el día 1 de agosto,

no bien volvió la espalda Gálvez, destituyeron la Junta de Salvación


formada por este, y se niegan a satisfacer sus deudas a la provincia y al
Estado, que ascienden a mas de 50.000 duros. (Giménez 1875: 58)

Pocos días antes del último acontecimiento reseñado, La Ilustración española y


americana de 24 de julio de 1873 decía:

En estos últimos días el país ha hecho rápidos progresos por el camino de la


anarquía, y el gobierno del Sr. Pi y Margall nos ha proporcionado la suma
máxima de felicidades políticas y sociales.
Las escenas de sangre y de incendio que han consternado á la industriosa
Alcoy, han quedado impunes. Los desórdenes de Sevilla y Málaga no se han
castigado. El general Contreras ha podido llegar á Cartagena sin obstáculo,
para poner una parte del país en abierta rebelión contra el Gobierno. Los
representantes de la nación han abandonado la Asamblea para levantarse en
armas. La guerra, social ha empezado a emular las sangrientas jornadas de la
Commune.

Y la insurrección carlista ha progresado con pavorosa rapidez, burlando los


planes, ya tristemente célebres, de los generales de la república, añadiendo al
catálogo de sus felices intentonas las de Cirauqui, Alpens y Puigcerdá, y
dando ostensibles indicio de sus crecientes esperanzas con la entrada de D
Carlos en España y sus probables intentos de apoderarse de Bilbao.
En esto ha venido á traducirse la gran prueba de confianza concedida por la
Cámara al Sr. Pi, al poner en sus manos la dictadura.

Por otra parte, y paralelamente a las acciones de Pavía, llevaba Castelar, el nuevo
presidente del gobierno, otras actividades; así,

el 25 de julio se reunían en Biarritz los constitucionales, los radicales y los


alfonsinos más importantes presididos por el duque de la Torre, ante las
graves noticias que llegaban de España, resolviendo unánimemente apoyar al
gobierno “para salvar la libertad y el orden. (Toro 1997: 85)

El 26 de julio quedó restaurado el poder del Gobierno en Cádiz y, casi al mismo tiempo,
fueron sometidas Murcia y Valencia. En Andalucía, quedaba vigente todavía el cantón
de Málaga y el de Granada

Pero con ello no quedaba zanjado el problema en el resto de Andalucía…

El 29 de Julio zarpan desde Orán hasta Motril algunos oficiales del regimiento
de Iberia que habían permanecido fieles al gobierno, aunque esto no evitará
que en la madrugada del 31 de julio la flota cantonal mandada por el general
Juan Contreras, compuesta por las fragatas Almansa y Vitoria llegara frente a
las costas de Motril. (Anónimo)

Y ¿qué hacían las potencias extranjeras? Como hemos visto, no iba mal para ellas el
conflicto español, haciendo que las bolsas europeas ganasen puntos (tengamos en cuenta
que cuando se redacta este relato, las bolsas europeas pierden puntos por la indefinición
de Inglaterra por permanecer en la zona euro) ; además, y aunque las potencias europeas
permanecían militarmente expectantes ante los sucesos, el comandante de la fragata
prusiana Federico Carlos, atendiendo al decreto del gobierno central de la república,
ajustado al derecho internacional, que declaraba piratas a los buques al servicio del
cantón, procedió a apresar el día 27 a la fragata “el Vigilante”, tras la expedición que
había llevado a cabo sobre Torrevieja. Pero esta acción no fue realizada con el
consentimiento del gobierno prusiano, por lo que finalmente fue devuelta al cantón,
llevando a bordo al “capitán general” Tonete Gálvez, que fue recibido en olor de
multitudes.

Posteriormente se supo, que el comandante de la Federico Carlos, hizo esta presa por su
cuenta y sin conocimiento del embajador. Cuando se publicó el decreto de piratería,
telegrafió a Berlín y las instrucciones que recibió de su gobierno, dejaba claro que los
barcos prusianos no tomarían la iniciativa en el ataque, sino que se limitarían a
defenderse si eran atacados por los insurrectos. Sin embargo el apresamiento del
Vigilante, lo hizo el comandante antes de conocer estas órdenes (o tal vez fue una
excusa diplomática), aunque el vapor, no fue devuelto a los insurrectos, sino al gobierno
central, después de largas negociaciones.

Naturalmente, esa situación daba alas a los cantonalistas, que llevaban a efecto su
actividad de piratería con plena impunidad. Y ateniéndose a la misma, el 29 de julio de
1873, las fragatas Victoria y Almansa fondearon en las aguas de Almería, conminando a
la población a entregar 100.000 duros, el tabaco existente y exigiendo la evacuación de
las tropas. La población huyó de la ciudad mientras la guardia civil, carabineros y
voluntarios se aprestaron a la defensa, siendo bombardeada el día 30 por orden de
Contreras por espacio de una hora, todo a la vista de embarcaciones de guerra británicas
y prusianas.

La lección que Almería recibió fue severa. Las tropas de desembarco se


aproximaron hasta muy cerca del muelle a bordo de las cañoneras, y
tirotearon valientemente a los soldados que hacían fuego desde las
bocas calles. Las fragatas tuvieron que mantenerse a larga distancia,
porque las condiciones de aquella playa las impedían fondear
cómodamente. Nuestras pérdidas han sido insignificantes. El destrozo
de los edificios de la ciudad fue algo importante. (Esta no es versión
cantonal, sino centralista.) Almería quedó desierta, porque toda la gente
de cuartos huyó. La enseña federal se ha cubierto de gloria. (Giménez
1875: 59)

El 30 de julio, y mientras era atacada Almería por las fragatas cartageneras, Gálvez y
Pernas hacían una incursión terrestre en Orihuela. Con una fuerza de mil hombres
hicieron batirse en retirada a los defensores, hasta que, llegando a la población se
retiraron los atacantes tras recaudar 16.000 duros.

Los ojos del mundo entero estaban puestos, lógicamente, en los acontecimientos de
España. Al respecto, en telegrama reservado que la embajada de Paris enviaba el 31 de
julio al ministro de Estado, Soler y Pié puede leerse:

El ministro de Negocios Extranjeros en la recepción de hoy me ha repetido


que desea se restablezca el orden en España y pueda formarse un buen
ejército. Le he asegurado que el Gobierno no omite medio alguno para
conseguirlo y como prueba de ello le he dado las noticias comunicadas por
VE. que publican hoy todos los periódicos. Al marcharme, y sin indicación
alguna por mi parte, ha hecho alusión a la contestación de Lord Enfleid y le he
dicho que es poco benévola para nosotros. Ha convenido en ello y yo he
añadido que en ese punto tenemos más que agradecer al Gobierno francés y lo
ha aceptado. Este ha hecho publicar en algunos periódicos que no abriga el
pensamiento de miras ambiciosas ni de preferencia por tal o cual partido ni de
combinaciones dinásticas: que observa respecto a España los deberes de buena
vecindad facilitándole los medios de hacer respetar el orden legal y guardando
a más estricta neutralidad”. (Toro 1997: 84)

Pero la realidad era más dura para los protagonistas. Así, ante la acometida cartagenera,
a las 12:30 del 31 de julio se envía un telegrama desde Motril a Málaga con el siguiente
texto:

Fragata Almansa y Vitoria en este puerto. Subido comisión a las Casas


Consistoriales, donde continúa: exigen a las dos fábricas azucareras 7 o
10.000 duros, todo el tabaco que haya en la administración, y los fondos del
Gobierno. Al pueblo hasta ahora nada le han pedido, en vista de lo escaso de
recursos que está. Daré cuenta de todo lo que ocurra. (Anónimo)

Ante este hecho, el cantón de Granada se ofreció a Motril


para que no le entregaran nada, hasta el punto de asegurarles que si en ello
insistía Contreras, el cantón granadino declararía la guerra al cantón
cartagenero. Los de Motril, envalentonados por su efímera experiencia como
cantón, dijeron a los granadinos que no necesitaban su ayuda para negar el
pago a los cartageneros ya que se volverían a declarar nuevamente cantón
independiente y así evitarían el pago, sin embargo el general Contreras no
reconoció la legalidad de la nueva forma de gobierno de Motril y se llevó
8.000 duros y tabaco. (Anónimo)

El 1 de agosto,
Las fragatas hicieron rumbo a Poniente, y con posterioridad se sabe que se
encontraban al frente de Vélez Málaga, donde se teme cometan también
exacciones. (Medina 2008: 563)

Tras estas acciones, el tres de agosto, las fragatas Almansa y Victoria entraron en
Cartagena, sin bandera y custodiadas por tres buques, un inglés, un prusiano y un
francés. Fueron apresadas después de haber bombardeado Málaga y Almería, llevando
como rehén al ciudadano Contreras. En Cartagena daban por sentado la pérdida de los
buques, por lo que

Una comisión presidida por Barcia, y compuesta de Araus, Sauvalle y


Cárceles se presentó a bordo de la Federico Carlos. Ante los
comandantes de los buques extranjeros, reunidos, expuso la Comisión
el objeto de su venida, el cual era pedir que, ya que los buques debían
considerarse perdidos, se permitiese desembarcar a las tripulaciones y
tropas con armas, y quedase Contreras en libertad. Los comandantes
contestaron que precisamente sucedería todo lo contrario. (Giménez
1875: 68)

Como los prusianos habían tomado prisioneros, y el día 4 de agosto hubiese resuelto el
gobierno del cantón que las fragatas Numancia y Méndez Nuñez levasen anclas, las dotó
de una tripulación democráticamente elegida que hizo varar las naves a poca distancia.
El destino que llevaban ambas embarcaciones era enfrentarse al navío prusiano Federico
Carlos. El cantón había declarado la guerra a Prusia el día tres.

Finalmente, para recuperar la Victoria y la Almansa, que eran abandonadas por los
prusianos, desde Alicante enviaron tripulaciones que las pondrían bajo las órdenes del
gobierno, pero la operación se demoró hasta el día 9. También el gobierno cantonal
envió una comisión para tratar del asunto. El almirante alemán anunció que entregaría
los barcos a los ingleses, que las dirigirían a Gibraltar.

No deja de llamar la atención la postura adoptada por los gobiernos europeos, que
encontrándose con buques de guerra sin bandera reconocida, emitían comunicados
como el emanado el 9 de agosto desde el “Federico Carlos”:

Contestando a la comunicación que les ha sido presentada hoy por la


delegación que al efecto vino de Cartagena, el comodoro Werner, comandante
del buque imperial Federico Carlos, y el honorable S. Ward, capitán del buque
Swifesure de S.M.B., hacen saber que no siendo hostiles a ninguno de los dos
partidos contendientes, sus relaciones son idénticas con el gobierno de Madrid
y con el Cartagena. (Redactor 1873: 74)

Como tampoco deja de llamar la atención que justamente esos buques extranjeros
señalasen la zona de Escombreras, donde ocurrió el suceso, como “libre de toda acción
hostil”. Las fragatas serían devueltas al gobierno español… dos meses después.

Mientras tanto, las acciones terrestres se concretaron en que, el 8 de agosto, una


columna de dos mil hombres comandados por el brigadier Pozas y el coronel Pernas se
desplazaron en ferrocarril con destino a Albacete, donde se enfrentarían con una
columna de la república al mando del general Salcedo, que los disolvería el día 10.

Estos estrambóticos sucesos tenían también reflejo en el seno del propio cantón de
Cartagena. Ya en estos momentos de primeros de agosto comenzaban las rencillas
dentro del gobierno cantonal, al tiempo que la escasez de artículos y la carestía de la
vida llevaban sentido contrario. Además, se anunciaba algo que era ilógico no se
hubiese producido un mes antes: un ataque de las fuerzas gubernamentales.

Esta falta de respuesta daba alas al cantón, ya el único existente tras la asonada de julio,
y ello justificaba las continuas incursiones por mar y tierra con el objetivo de
incorporar localidades al cantón, y con el de recaudar fondos o contribuciones de guerra
para mantener su independencia, reafirmada con la emisión de moneda propia, el Duro
Cantonal, y la edición de un periódico titulado “El Cantón Murciano“.

Al calor de los acontecimientos de Cartagena, el fuego aparecía por todas partes. Se


hacen proclamas cantonalistas en Salamanca y en Béjar, y se frustra otra en Valladolid.
El 8 de agosto se aprueban las bases del pacto federal castellano, cuya redacción había
sido formulada el 13 de junio de 1869… que quedarán suspendidas por la acción de
Castelar, que suprimió las garantías constitucionales.

E. Colibert, vicecónsul de Inglaterra en Granada, se expresaba como sigue:


Los acontecimientos políticos empezaron a girar a lo trágico, la sede de
Cartagena y sus fuertes esfuerzos se prolongaban, casi todas las grandes
ciudades del Sur habían declarado su independencia del gobierno central, el
ejército, que participan en el Norte frente a las tropas carlistas, estaba
representada en el resto de provincias de España como una gendarmería
admirablemente disciplinada, pero muy pocos para hacer frente a esta invasión
de la anarquía que se extendía cada día y amenazó a la nación española con
una completa dislocación.
Esta era la situación general del país, donde el 10 de mayo de 1873, dejé mi
trabajo para ir a Madrid, alegando que el gobierno estaba dispuesto a
ayudarnos en la defensa de la tierra del Soto de Roma2, amenazada con la
invasión de los intransigentes de la línea dura de la provincia de Granada.

Las actuaciones no se limitaban a la tramoya de la opereta, sino que tomaban cuerpo de


manera muy significativa.

2
Propiedad del duque de Wellington como compensación por la “ayuda” prestada durante la guerra
franco-británica de 1808, conocida misteriosamente como Guerra de la Independencia.
En Barcelona el exconvento de San Felipe Neri fue usado como ateneo de la
clase obrera y las iglesias de San Jaime y Belén para cuarteles de la milicia
ciudadana. En Valencia la sede del Obispado y la catedral fueron ocupados por
los cantonalistas. En Murcia hubo un primer intento de desalojar al Obispado
de su sede, que se ejecutó más tarde con el cantón. En Málaga se derribaron en
marzo los conventos de Capuchinos y la Merced y el obispo tuvo que
abandonar su sede ante el temor de que fuera ocupada por las turbas. En
Granada el cantón prohibió todo culto externo y proclamó la separación de la
Iglesia y el Estado. En Cádiz el Ayuntamiento ordenó el desalojo y derribo del
convento de monjas de Nuestra Señora de la Candelaria junto con su iglesia,
se retiraron todas las imágenes sagradas dispersas por la ciudad, se secularizó
el cementerio, se prohibió la enseñanza de cualquier religión y, una vez
proclamado el Cantón, se extendieron las medidas anteriores a toda la
provincia, se cerraron todas las iglesias excepto las parroquiales y se proclamó
la separación de la Iglesia y el Estado. (Orozco 2013: 80)

Henchidos de confianza no tanto por lo que sucedía en el resto de España como por sus
particulares éxitos, el nueve de agosto, Contreras condujo una columna de 2000
hombres a enfrentarse a las fuerzas gubernamentales, comandadas por el general
Martínez Campos, ante las que sucumbió en batalla ocurrida el día 10 en Chinchilla
(Albacete), lo que ocasionó el inicio del asedio de Cartagena, que comenzaba a sufrir
una epidemia de enfermedades venéreas y las gentes comenzaban a vivir de la caridad.

La sanidad esta atendida por un solo médico, D. Juan Minguez, que veía
cómo, a primeros de septiembre ingresaban ciento cincuenta enfermos de
sífilis y abandonaba la plaza el 9 de septiembre. (Giménez 1875: 95-97)

Pero los políticos, en su mundo aparte, atendían otras cuestiones, ya que la situación,
según venían diciendo, era de normalidad.

el 20 de agosto, al mismo tiempo que se aprobaba una ley de carácter


antifeudal como era la de redención de rentas y pensiones de foros, subforos,
rentas en saco y derechuras’, se discutía el suplicatorio contra los diputados
que habían levantado el cantón de Salamanca. La intervención del diputado
Benitas provocó un grave enfrentamiento en la Cámara, al acusarla de
encarnar el “unitarismo” frente al federalismo, e incluso mantener la
organización monárquica del Estado. Por otra parte, subrayó la ruptura que se
produjo con la Constitución de 1869 cuando el 11 de febrero los diputados y
senadores transgredieron su artículo 47/133, y que desde entonces el único
derecho existente era el derecho revolucionario, en nombre del cual había
proclamado el cantón de Salamanca. Riesco Ramos intervino para poner de
manifiesto la calma y el orden de dicho cantón. Sin embargo, el dictamen se
aprobó en su contra, aunque con un margen muy ajustado, 66 contra 63, (Toro
1997: 88)

Finalmente Salmerón, que como consecuencia de las peculiaridades de este relato ya lo


hemos visto dimitido como presidente, acabaría dimitiendo al negarse a firmar unas
penas de muerte contra los revolucionarios, y el 7 de septiembre fue elegido nuevo
presidente del gobierno el catedrático de la Universidad Central, Emilio Castelar, que
suspendió las Cortes y gobernó de manera autoritaria, concediendo poderes a los jefes
militares para mantener el orden público.
Mientras, el cantón de Cartagena seguía su propia marcha; así, el 29 de agosto Barcia
era elegido presidente del cantón, mientras la armada hacía una nueva incursión en
Águilas, donde exigió 20.000 duros además de todo tipo de víveres. Además hizo
rehenes tras cometer graves excesos en la población. Es necesario recordar que una
escuadra inglesa y otra francesa seguían la singladura de la escuadra cantonal, tomando
parte directa en la concesión de aplazamientos para los ataques.

La fiesta seguía, y el 11 de septiembre partió de Cartagena el vapor Fernando el


Católico con 400 hombres de desembarco comandados por Antonio Gálvez; su destino:
Torrevieja, y su objetivo, apoderarse de comestibles.

Los hechos se sucedían con frenesí. El 16 de septiembre anclaron frente al puerto de


Águilas las fragatas Numancia y Femando el Católico, con transporte de tropas, que
desembarcaron y ocuparon la población habiendo encontrado tan sólo una pequeña
resistencia por parte de los carabineros.

La expedición, que como era costumbre, estaba custodiada por naves británicas, tuvo
que comprometerse con éstas que los bienes de los extranjeros serían respetados. De
Águilas se llevaron 3.500 duros y saquearon la población, llevándose cantidad ingente
de provisiones y también rehenes, pues las previsiones alcanzaban los 20.000 duros de
recaudación.

Las fuerzas desembarcadas sometieron la ciudad a todo tipo de excesos,


pillajes y saqueos, apoderándose de provisiones, ropa, y 17.500 pesetas. Las
mercancías de las que se apropiaron los cantonales, fueron valoradas en
60.000 pesetas. El día 17, al mediodía se hicieron de nuevo a la mar. En la
sesión municipal del 18 de septiembre se aprobó «un voto de infamia y eterno
baldón contra esos hijos espúreos de la patria convertidos en horda de
bandidos, que faltando a sus más sagrados deberes se han constituido en
hordas de bandidos, que faltando a sus más sagrados deberes se han
constituido en azote y desolación de esta desventurada Nación». (Pérez 1994)

Hemos visto una muestra de lo que ocurría a quién no quería secundar el Cantón.
Señalemos también lo que sucedía dentro del propio cantón:

Hasta el 24 de septiembre, La Unión estaba en poder del cantón de Cartagena, y la


explotación minera sufrió las consecuencias:

suprimiendo tributos, olvidando créditos, devolviendo a partícipes el


descuento existente en Depositaría que pertenecía a la Hacienda, dejando de
pagar toda clase de obligaciones, dando lugar a que se realizaran exacciones
metálicas a estos vecinos por la partida denominada de Tomaset. (Vilar 1983:
125)

se produjo una casi completa paralización de los trajines y fundiciones


comarcanas…/… su orden económico herido y perturbado y la fabricación
desaparecida casi en [su] totalidad, los industriales han emigrado para ponerse
a cubierto de la miseria; pudiendo asegurarse que dos tercios de los obreros
han abandonado nuestras montes; siendo el resultado de todo que, desierta la
sierra, sin capitales ni brazos para la explotación, tímido el comercio o
anulado, la industria abandonada, la riqueza disminuida, los pocos capitales
sin circulación, colocan a esta villa en una situación tan precaria, tan difícil y
tan peligrosa (. . .) que de prolongarse algún tiempo más, no sería extraño
sobreviniera uno de esos períodos graves que con tan tristes colores nos
ofrecen Persia y Turquía. (Vilar 1983: 127)

Entretanto, Arsenio Martínez Campos había llegado a Alicante para dirigir la


defensa, y el consistorio dimitió de sus cargos al haber rechazado aquel la
mediación de las armadas extranjeras, lo que ocasionó un conflicto que acarreó
el abandono de Martínez Campos, que salió de Alicante el día 25 de
septiembre. Sería sustituido por Francisco Ceballos y Vargas.

Martínez Campos expuso así los hechos:


Ayer presenté mi dimisión razonada y fundada sin que se apercibiera la hiel
que rebosaba mi corazón por ver la alta autoridad que represento militar,
judicial y políticamente por el suelo a merced de autoridades subalternas pero
hoy á pesar de mi manifestación de anoche estando declarado distrito en
estado sitio, habiendo venido a morir aquí de gala por si otros no saben
hacerlo ha habido una reunión sin mi permiso autorizada según se me dice por
el Gobierno a que han asistido Gobernador Civil, el Ayuntamiento y los
Cónsules de Naciones Estrangeras (sic) que no nos han reconocido porque nos
tienen en menos y han acordado sin oirme el que sigan las negociaciones de
San Juan con Carreras, con el pirata de Águilas, con el futuro Barba Roja de
Alicante. No los he fusilado en el acto como Gobernador de Plaza de guerra
sitiada porque miro mi pobre España. No levanto con 6.000 hombres que
tienen fe en su gefe (sic) la bandera que creo que está pidiendo España porque
he nacido Caballero, y aún con los desleales seré siempre Caballero...

Y mientras las potencias extranjeras imponían su ley ante la inexistencia de autoridad


española, los cantonalistas continuaban llevando a cabo excursiones piráticas.

El día 26 hicieron un desembarco en Villajoyosa, de donde se llevaron 2700 reales,


tabaco, papel sellado y sellos de franqueo, carneros, harina, pan y otros alimentos,
siendo custodiados por una corbeta inglesa, mientras el ministro Eleuterio Maisonnave
hacía acto de presencia en la ciudad… para dar ánimos.

También el 26 de septiembre la armada cantonal, custodiada por trece buques


extranjeros (ocho ingleses, cuatro franceses y uno prusiano), amenazaba Alicante, a la
que se le cursó el siguiente ultimátum:

FRAGATA BLINDADA NUMANCIA.-Convenido por los almirantes de las


escuadras inglesa y francesa y mi autoridad la terminación del plazo para
romper el fuego contra esa plaza, a las cinco del día de mañana, si antes del
mismo no se ha rendido esta o se ha verificado un tratado entre las fuerzas; lo
pongo en su conocimiento, a fin de que avisando a los buques que se hallan en
el puerto, puedan ponerse a salvo antes de dicha hora, cinco de la mañana del
día veintisiete en que romperé el fuego. Salud y Federación.- A bordo 26 de
Setiembre de 1873.- El brigadier jefe de la expedición, Leandro Carreras.-
Señor Capitán del puerto de Alicante. (Giménez 1875: 110-111)

Surta en el puerto se encontraba una armada británica, a la que los cartageneros pidieron
permiso para llevar a cabo el bombardeo, indicando el brigadier Carreras que tenían
previsto abrir fuego contra la ciudad, a lo que el británico impuso un plazo de noventa y
seis horas para dar comienzo al mismo mientras los comerciantes ingleses protestaban
porque se ponía en peligro sus bienes. El plazo fue aprovechado por los cartageneros
para conminar la rendición de la plaza.

Transcurrido el plazo marcado por los ingleses, el día 27 se produjo el bombardeo, que
duró seis horas. Se lanzaron 186 proyectiles de 300 libras, siendo respondidos con 179
cañonazos. Los alicantinos decían con orgullo que el último cañonazo lo lanzaron ellos,
diciendo que los cartageneros

se hicieron a la mar, llevando en su alma el despecho del bandido que ha visto


fracasar su tentativa de pillaje y dejando a los hijos de Alicante y a los bravos
militares que vinieron a defender la plaza, coronados de gloria.

La acción dejó siete muertos y doce heridos y numerosos edificios dañados, tras lo cual,
la escuadra cantonal marchó a su base, bajo la atenta mirada de buques ingleses,
franceses, prusianos e italianos, que desatendieron la ley internacional sobre piratería.

Pero el cantón seguía triunfante, y en octubre, al no existir voluntarios suficientes para


cubrir las necesidades de marinería, fueron nutridas con presidiarios, con los que
continuaron con su tarea de asolar los pueblos vecinos en busca de víveres y todo tipo
de botín.

Paralelamente, el uno de octubre de 1873 el Cantón hizo una proclama en la que


señalaba:
 La instrucción gratuita elemental, obligatoria.
 La prohibición de la enseñanza de la religión
 La confiscación de los bienes de las asociaciones religiosas.
 La confiscación de los bienes recibidos por herencia o donación

El 10 de octubre de 1873, la fragata francesa de guerra “Semiramis” ayudaba al vapor


correo que procedente de Orán transportaba víveres para Cartagena, a romper el
bloqueo ejercido por la marina nacional sobre Cartagena, y el día 11, cuando se
enfrentaban en aguas jurisdiccionales la flota gubernamental con la rebelde, en la batalla
del cabo de Palos donde, curiosamente, la flota cantonal enarbolaba la bandera
española, también se interpuso.

Con la tranquilidad que tenían con la custodia llevada a efecto por las armadas
europeas, el 18 de Octubre, la flota cantonal inició una expedición contra Valencia; en
su singladura era escoltada por tres buques ingleses, uno francés y uno italiano. En el
camino, la impericia maninera de sus dotaciones provocó la colisión de la nave
capitana, la Numancia, que transportaba a todas jerarquías cantonales, con el Fernando
el Católico (rebautizado “Despertador del Cantón”), que acabó yéndose a pique y
produciendo gran mortandad.

Pero no por eso paró la expedición contra Valencia. Así, el 19 de octubre, al llegar a
Valencia, el comodoro inglés exigió un plazo de 96 horas para iniciar el bombardeo,
tiempo que aprovecharon los cantonales para apoderarse de nueve embarcaciones que
navegaban por la zona, en las que se apropiaron de diez millones de reales. Sin más, con
ese botín volvieron a Cartagena con total tranquilidad.
Finalmente el gobierno, tal vez autorizado por las potencias extranjeras, que ya llevaban
un siglo controlando la situación, inició el 23 de octubre el asedio de Cartagena por mar,
que fue comedido hasta que el 26 de noviembre se rompieron las hostilidades, al tiempo
que en Cartagena se desarrollaba la anarquía mientras las autoridades cantonales se
dedicaban a perseguir “traidores” entre los que se encontraban el presidente de la Cruz
Roja y el jefe administrativo del Hospital de la Caridad. Las incautaciones, a la orden
del día… Y con ese ambiente llegó el día 14 de diciembre, cuando los contendientes se
concedieron veinticuatro horas de tregua… y la Nochebuena, curiosamente celebrada
por quienes ejercían persecución religiosa.

Se encontraba ya cercano el día 2 de enero, de suma importancia para los cantonalistas,


que tenían puestas todas sus expectativas en la apertura de Cortes de ese día.

Los cantonales esperaban con verdadera ansiedad la reunión de las Cortes que
había de verificarse el dos de enero de 1874, en cuya reunión, si el gobierno
de Castelar era derrotado, la organización de los cantones sería inmediata.
(Blasco 1892: 799)

Pero llegado el día, Castelar fue derrotado por los votos y acto seguido se produjo el
golpe de estado del general Pavía.

La entrada de las tropas del general Pavía en el Congreso de los Diputados el 3 de enero
de 1874, si no solucionó nada, al menos acabó con el alboroto del gallinero. Al efectuar
su entrada en el hemiciclo y ver cómo los diputados saltaban por las ventanas,
sorprendido, preguntó: «Pero señores, ¿por qué saltar por las ventanas cuando pueden
salir por la puerta?».

Acto seguido se procedió al desarme de los Voluntarios de la República, lo que conllevó


diversos enfrentamientos armados.

“La Época” de 7 de enero señalaba:


Se ha descubierto que muchos de los milicianos que tomaban armas para
figurar como milicianos republicanos, eran fingidos carlistas; así es, que los
fusiles que estos habían recibído, han pasado naturalmente a manos de los
facciosos.

Se deduce que, los mismos que hoy llaman “fascista” a cualquiera que no dobla la
cerviz ante sus caprichos, en aquellos momentos, al no existir el fascismo, apellidaban
“carlistas” a quienes se les oponían. En cualquiera de los casos, “el proceso” había
abortado por sí mismo. Pocos días después se produciría la rendición del cantón de
Cartagena, al serles prometido, el 13 de enero de 1874, el indulto general y el reingreso
en el Ejército de los militares sublevados.

En circunstancias tan contrarias a las apetencias cantonales, el 11 de enero de 1874, José


Lopez Dominguez, General en Jefe del ejército sitiador dio el indulto a quién entregase
las armas, excepto a los que pertenecieron a la Junta, presidida por Roque Barcia.

A este ultimátum, la Junta respondió exigiendo


Reconocimiento de todos los grados y empleos concedidos durante la
insurrección; -Movilización de los voluntarios para ir al Norte;
Reconocimiento de los presidarios, como fuerza armada, con destino también
al Norte;- Reconocimiento de la deuda cantonal;-Indemnización de los daños
y perjuicios sufridos por la propiedad;-
Indulto a los prisioneros de guerra hechos en Chinchilla, y por último-Que
nadie sea desarmado y que las tropas sitiadoras sean recibidas a tambor
batiente. (Giménez 1875: 225)

Así, en un clima de absoluto entreguismo por parte de los cantonalistas, Antoñete se


veía perdido, por lo que endureció su particular lucha por la supervivencia, procediendo
a primar las acciones de los presidiarios enrolados en los navíos cantonales y
enfrentando a los conspiradores para encarcelar al brigadier Carreras y al coronel
Pernas, con un grupo de oficiales comprometidos en la entrega de la plaza sitiada, y
deteniendo, el 11 de enero, a los miembros de la Junta Soberana, incluido Roque Barcia.

Mientras, la ciudad fue devastada por un intenso bombardeo, que destruyó el 70 % de


los edificios de Cartagena.

El mismo día de la rendición, doce de enero, desmanteladas las defensas, el general


López Domínguez hizo su entrada en la plaza de Cartagena, a la vez que Antoñete,
fracasado ese mismo día su propósito de recuperar el castillo de Galeras, escapó a tiro
limpio (llevando a su hijo herido), de los soldados del regimiento de Iberia que lo
perseguían; tomó la Numancia junto a Contreras y toda la plana mayor del ejército
cantonal, y con más de mil fugitivos a bordo lograron romper el bloqueo de las fragatas
Carmen y Victoria poniendo rumbo a Orán, donde arribó al día siguiente.

1400 cantonalistas fueron deportados a las Marianas.

Ahora quedaba reconducir de algún modo el desastre. En febrero de 1874, el Consejo


Supremo de la Guerra condenó a cadena perpetua al apóstol del internacionalismo
anarquista Fermín Salvoechea, alcalde de Cádiz desde 1871, como complicado en la
insurrección cantonal de aquella plaza. Anteriormente, el consejo de guerra ordinario le
habia condenado a 20 años de prisión. Cuando en 1883 fuera indultado, no lo aceptaría,
y poco después lograría evadirse y exiliarse.

Es de reseñar que seis días antes de la rendición del cantón de Cartagena, se pronunció
el Cantón Manchego, tres días después de la entrada de Pavía en las Cortes.

Era el 6 de enero de 1874 cuando se produjo el levantamiento del cuerpo de vigilancia


de Ciudad Real. Asaltaron Alarcón, de donde se retiraron con alimentos y doscientos
reales y en Porzuna tuvieron un enfrentamiento con la población, que les mató dos
sublevados.

El mismo día, una partida cantonalista comandada por un oficial del ejército asaltaba la
estación de Venta de Cárdenas, de donde sustrajeron el manipulador del telégrafo.

El 11 de enero, ocho hombres, seis de ellos militares de caballería, al mando de los


cuales estaba el alférez Tomás Guzmán, robaron animales y bastimentos en un caserío, y
sabotearon las infraestructuras del ferrocarril.

Acciones similares se desarrollaron en Manzanares el día 11 de enero.

Hubo algún otro estertor, como el ocurrido en Asturias, donde


El 9 de enero, una columna de carabineros dio alcance en la sierra de Las
Borias (cerca de La Felguera-Langreo) a una partida cantonal liderada por
Rubiera, la dispersó y capturó 18 prisioneros, 15 de ellos armados. Dos días
más tarde, toda la partida había depuesto las armas. El 24 de enero fue
apresado en Lena, Vigil, un cabecilla cantonal, qué fue conducido a Oviedo.
(Toro 1997: 153)

Otros casos se cantonalismo se produjeron sin que llegasen a tener resonancia. Entre
ellos cabe señalar el de Andujar (Jaén), declarado el veintidós de julio sin que se
conozca cuando se disolvió, el de Córdoba, declarado el día 23 y desconociendo
también cuando fue disuelto, y el Huelva, el de Plasencia (Cáceres) y el de Loja
(Granada), de los que nos ha llegado otra referencia que el de su fugaz e inubicable
existencia

Otra región en pretender la independencia fue Galicia, quien solicitó su unión con
Inglaterra.

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