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Las Relaciones Internacionales y las Ciencias Sociales Héctor Cuadra 1

2. LAS RELACIONES INTERNACIONALES Y LAS CIENCIAS SOCIALES

Héctor Cuadra1

Introducción

No hay mejor oportunidad que la publicación inicial del Anuario Mexicano de


Relaciones Internacionales para acompañar, a una serie de trabajos temáticos de
gran interés, una contribución introductoria a las Relaciones Internacionales como
disciplina científica y su relación, en general, con las demás ciencias sociales.
Sobre todo cuando finalmente las Relaciones Internacionales se ven reconocidas
como el lugar de una reflexión teórica autónoma, nacida del reagrupamiento
metodológico de disciplinas tradicionales, como la historia diplomática y el derecho
internacional, y de las investigaciones más recientes de la ciencia económica, la
sociología y la ciencia política.
No hay tampoco mejor procedimiento para hacer progresar este sector de
las ciencias sociales que establecer un vínculo entre las tendencias inmediatas de
los fenómenos internacionales y la reflexión teórica sobre el sistema
internacional.2
Por el lado de los hechos, se puede comprobar que el sistema internacional
se caracteriza, hoy en día, por la persistencia de una bipolaridad menguada,
desequilibrada por el desgaste de la capacidad mundial de los Estados Unidos y
por la mutación cualitativa del potencial de intervención de la Unión Soviética.
Además de producirse cambios importantes en las relaciones Norte-Sur así como
en las relaciones intra-occidentales e intra-orientales. En el primer caso –el del eje
Norte-Sur- la activación desde 1973 del debate sobre el nuevo orden económico y
de manera tangencial pero quizás más coherente a largo término, el surgimiento
de potencias intermedias, dicho de otro modo, el acceso progresivo al rango de
naciones industrializadas de algunos países del Tercer Mundo, como Brasil y
México. En el segundo caso –el de las relaciones internas de las comunidades de
los países europeos occidentales y de los europeos orientales- el notable aumento
del potencial económico y financiero del Japón y de Alemania Federal, el
acercamiento chino-japonés y sus efectos sobre los dos sistemas, y además, de
manera más Parente, la confirmación del potencial económico de la Comunidad
Económica Europea y la ampliación de las distancias objetivas entre el centro

1
Héctor Cuadra “Las relaciones internacionales y las Ciencias Sociales”, en Anuario Mexicano de Relaciones
Internacionales, ENEP-Acatlán, UNAM, México, 1980, pp. 37-53
2
Recordemos aquí las palabras iniciales de Miriam Limoeiro Cardoso en su libro: La construcción de
conocimientos. Cuestiones de Teoría y Método. Edic. Era, México, 1977. “La cuestión básica que me
propongo discutir aquí es la del conocimiento de una realidad concreta, la cual existe independientemente de
nuestra conciencia y de la cual nuestro pensamiento trata de apropiarse como su objeto. Creo que este es el
problema fundamental de toda investigación empírica: cómo construir el conocimiento de la realidad”, p. 11.

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soviético del conjunto socialista y de las diversas zonas de su periferia europea y


asiática.
Del lado de los modelos de análisis del sistema internacional, esas
comprobaciones cuya pertinencia real varía según los casos renuevan la
necesidad de un retorno a la reflexión teórica. Reflexión que puede referirse en
primer lugar, a la dimensión, más que vertical u horizontal del sistema
internacional, al surgimiento, declinación y sustitución probable de sus actores
centrales, al efecto de ese fenómeno en términos de reproducción o de cambio de
la dimensión funcional del sistema, en sus aspectos global, regional y en la
relación entre uno y otro aspectos.
Paralelamente, la reflexión sugerida por la coyuntura internacional, siempre
rica en novedades, puede referirse igualmente a otro nivel de la percepción del
mecanismo de las relaciones internacionales que coincide con las dos
dimensiones precedentes y que concierne a la utilización de los diferentes
recursos sobre los que se funda la estrategia exterior de las naciones en esa
aparente maraña inextricable que es la realidad internacional.
Todo ello, no puede realizarse con justedad si no se ha ido aclarando
cuestión tras cuestión a través de un esfuerzo teórico que vaya perfilando las
verdaderas características, límites y alcances de nuestro quehacer de
especialistas, en pocas palabras, si no se prosigue con el estudio científico de la
realidad internacional.3

PRIMERA PARTE

1. Para el tratamiento del tema de las ciencias sociales y las relaciones


internacionales, los especialistas respectivos de aquéllas, una veces con menos
éxito que otras, se han asomado hacia nuestra disciplina a través de la óptica de
sus respectivos quehaceres intelectuales para tratar de establece las
correlaciones con la nuestra. Nosotros vamos a partir de la posición inversa: de la
óptica de las relaciones internacionales hacia las demás ciencias sociales, para lo
cual es indispensable el planteamiento de ciertos supuestos iniciales, como punto
de referencia.
El primer supuesto es el del reconocimiento del estatuto científico de las
Relaciones Internacionales como disciplina tanto en lo académico (nivel
gnoseológico) como en lo científico (nivel ontológico).
El segundo supuesto es el del rechazo de la posición que define a las
Relaciones Internacionales como rama de otra ciencia o cuando mucho le admite
una autonomía “condicionada”; su contrapartida lo constituye por el contrario el
conocimiento pleno de las Relaciones Internacionales como reflexión teórica
autónoma.
Y el tercero, el de la ubicación de la disciplina de las Relaciones
Internacionales como reflexión teórica autónoma.

3
Cfr. M. Merle, J.W. Burton, et. al., El estudio científico de las relaciones internacionales, FCPyS, UNAM,
México, 1978.
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El desconocimiento precisamente de esos supuestos ha permitido algunas


aseveraciones audaces sobre esta disciplina en relación con las demás ciencias
sociales. Haremos, por lo tanto, en primer término, un rápido recorrido que nos
sitúe en el problema que hoy queremos plantear y ciertas precisiones para que
aquellos que están asomándose apenas a esta área de estudio, no se encuentren
sin respuesta frente a afirmaciones audaces, ambiguas e inconsistentes.4
2. “El animal sabe, pero el hombre sabe que sabe”, escribía el Padre
Teilhard de Chardin. Esto significa que el conocimiento científico es la
característica esencial de hombre, una especie de alucinación verdadera por
medio de la cual busca apropiarse de la naturaleza y ponerla a su servicio. Es por
medio de la ciencia que el hombre se esfuerza por dar una orientación, una
dirección a sus conocimientos. Frente a un mundo del que ignora las finalidades
profundas, la ciencia representa la forma más moderna de la esperanza. Gracias a
ella se empeña en coordinar sus acciones a sus móviles, sus móviles a sus juicios
de valor, sus juicios de valor a sus conocimientos. Él desea la imagen de un
mundo donde encuentre su lugar, en donde se justifique el sentido de su
existencia, de su conducta.
El milagro griego consistió en dar contenido a la palabra “ciencia”
asociándolo a la palabra “razón”. En lugar de contentarse como los orientales, con
la evidencia sensible que comprueba el cómo de las cosas, los griegos quisieron
explicar sus causas. Desde Atenas, los hombres quieren conocer el por qué de las
cosas. A las rutinas empíricas transmitidas por el África, los helenos sustituyeron
la ciencia explicativa y demostrativa.
Palabras nuevas aparecen con los griegos: teoría, demostración, lógica,
dialéctica, silogismo. Se redactan manuales que tienen como finalidad enseñar,
explicar lógicamente. En el siglo IV A.C., el marco de la cultura humana
susceptible de ser ampliado indefinidamente pero completo en sus partes es
definido por los griegos, nace el humanismo científico.
Se puede considerar que la introducción de la lógica y el pensamiento
científico fue en el siglo IV A.C. el acontecimiento más importante de la historia de
las ciencias. Aristóteles y sus discípulos, los lógicos griegos, se empeñaron en
elaborar un método general y universal de razonamiento llamado “lógica formal. La
definen como una ciencia normativa destinada a determinar las reglas prácticas
que utiliza el razonamiento en la investigación de la verdad científica,
independientemente del objeto sobre el que se ejerza esta actividad, es decir,
independientemente de su contenido.

4
Por lo mismo, este trabajo puede constituirse en material didáctico a la luz de las consideraciones expuestas
por el Centro de Relaciones Internacionales en “Proyecto de programa para el curso de Introducción al
Estudio de las Relaciones Internacionales”, El Estudio científico de las relaciones internacionales, cit. Pp. 77
y ss. Está emparentado con otros que igual función tienen; Cfr. Particularmente Alfredo Romero Castilla,
“Notas sobre la evolución de la enseñanza de las relaciones internacionales en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales” y Graciela Arroyo Pichardo, “El carácter disciplinario de las Relaciones Internacionales
y su estructura dentro del nuevo plan de estudios”, ambos en Relaciones Internacionales, Núm. 16 (Vol. V,
Enero-Marzo, 1977).
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Al mismo tiempo, toman conciencia que al lado de la lógica formal, es


legítimo hacer un lugar a lo que llaman la “lógica concreta” que tiene como fin
estudiar de una manera crítica los procedimientos de acercamiento utilizados por
los sabios frente a los problemas que plantean concretamente en la investigación.
La lógica concreta se da como objeto el estudio de los medios utilizados por el
sabio en el acercamiento hacia los hechos. Dicho de otra manera, la ciencia va a
dejar de ser considerada solamente por sus resultados, y lo será también por su
método y su edificación, como se diría hoy “bajo el ángulo epistemológico”.
Entendiendo por epistemología, la ciencia que estudia la clasificación y los
métodos de la ciencia.
El método es, pues, dentro de la perspectiva clásica de los griegos, un
capítulo de la lógica concreta. El método es el arte de disponer sus ideas y sus
razonamientos de manera que se les entienda en sí mismas con más orden y que
se les haga entender a los demás con mayor facilidad.
El método científico, es el orden que se pone en el estudio y en la
enseñanza de una ciencia según las condiciones de esta ciencia. Ello significa que
al lado de un método general de las ciencias, hay en cada ciencia métodos
propios que responden a su objeto.
El problema del método está pues estrechamente vinculado, y es aquí
donde pasamos al siguiente punto que nos interesa, al problema de la clasificación
de las ciencias y de la definición de su objeto.
Ciertamente la ciencia tiende a la comprensión global del universo, pero
una ciencia no es solamente una suma de conocimientos sino de conocimientos
clasificados, con un objeto propio y un método propio.
La clasificación de las ciencias varía al mismo tiempo que el saber humano,
su contenido, su concepción de la interdependencia de la ciencia. Toda
clasificación de la ciencia es frágil y variable. ¿Qué orden, qué jerarquía establecer
en las ramas del saber? ¿Qué lugar otorgar a las ciencias sociales dentro de esta
clasificación?5
3. En el siglo XVII, Francis Bacon hizo descansar su clasificación de las
ciencias según las facultades del espíritu, clasificación retomada por Diderot y
D’Alembert.
Así Bacon divide la ciencia en tres partes correspondientes a una facultad
del espíritu humano: memoria, imaginación, razón. A la memoria, correspondería
la historia; a la imaginación, la poesía; a la razón, la filosofía incluyendo las
matemáticas, la filosofía y la metafísica.
Ya el filósofo Herbert Spencer, a principios del siglo XIX, distingue entre las
ciencias abstractas, las ciencias abstracto-concretas y las ciencias concretas en
donde, por cierto, ubicaba al lado de la sicología, a la sociología, pero junto a la
geología y la astronomía.
Augusto Comte, separa primeramente en su clasificación a las ciencias
teóricas de las ciencias aplicadas, y luego divide las ciencias teóricas en

5
Cfr. J. Piaget et. al., Tendencias de la investigación en las ciencias sociales, Madrid, 1973.

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abstractas y concretas. Para Comte, la clasificación de las ciencias tiene por fin
principal establecer las relaciones de dependencia que pueden existir entre sí y
para definir una jerarquía de las mismas.
Por artificiales que sean las clasificaciones, no hay que perder de vista que
las relaciones entre los hechos científicos siguen siempre siendo dependientes de
ciertas convenciones, es decir, de una cierta concepción de las relaciones entre
las ciencias y su definición.
Sin embargo, subsisten grandes divisiones de la ciencia que corresponden
más a distinciones de las ciencias según su objeto y a discriminaciones
pedagógicas que a una clasificación lógica fundada sobre una jerarquía entre las
ciencias mismas o sobre su historia.
Desde este punto de vista, se pueden distinguir en las ciencias modernas
cuatro grandes subdivisiones:
1. Las matemáticas
2. Las ciencias de la materia, física, química y astronomía
3. Las ciencias de la vida o ciencias biológicas y
4. Las ciencias humanas cuya categoría esencial está constituida por las
ciencias sociales.
Para referirnos únicamente a estas últimas, es muy cierto que las ciencias sociales
aparecieron tardíamente en la elaboración de las ciencias por varias razones:
porque el hombre antes de tomar conciencia de su lugar en el mundo de sus
semejantes sintió la necesidad de tomar conciencia de su lugar dentro del mundo
de la naturaleza; porque esas ciencias exigen una independencia de juicio que no
pudo manifestarse sino en una época relativamente tardía del desarrollo de la
humanidad, y finalmente porque las primeras reflexiones sobre la sociedad
estuvieron dominadas por una tendencia normativa de inspiración metafísica,
religiosa o ideológica.
Fue menester esperar el triunfo definitivo del método experimental en las
ciencias físicas y en las ciencias de la vida para que se afirmara, al mismo tiempo
que la existencia de las ciencias humanas autónomas en relación a la religión y a
la metafísica, el espíritu de las ciencias sociales.6
Poco a poco se fue perfilando la idea de que toda comunidad humana, por
primitiva que sea, está compuesta de ciertos elementos endógenos y posee una
organización definida que se expresa en forma de costumbres, reglas, leyes,
valores cuyo conjunto constituye su estructura social y que se impone al individuo
para limitar y orientar su comportamiento, unificándolo al mismo tiempo con el de
los demás individuos dentro de una historia del grupo.
Mostrar de qué forma la vida en sociedad moldea al hombre inculcándole
maneras de sentir, de pensar, de actuar¸ a las que se le incita a conformarse si
desea realizar su integración al grupo, y además describir, comparar, explicar los
diferentes grupos sociales y étnicos, su historia y los diferentes mecanismos, tal es
la tarea general de lo que se denomina ciencias sociales.

6
Cfr. M. Duverger, Métodos de las ciencias sociales, Barcelona, 1974.

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Para la UNESCO7 las ciencias sociales y humanas se dividen en cuatro


categorías: la primera está constituida por disciplinas calificadas como ciencias
nomotéticas, es decir, “disciplinas que buscan extraer leyes”. Leyes tomadas en el
sentido de “relaciones relativamente constantes” o en el sentido de “hechos
generales”. Encontramos aquí la definición clásica de la ciencia que busca
descubrir las relaciones necesarias entre fenómenos y que tiende a la
generalización.
La UNESCO considera como ciencias sociales nomotéticas: la demografía,
la lingüística, la sicología, la antropología social y cultural, la sociología, las
ciencias económicas, la ciencia política. Yo usaría en plural, las ciencias políticas.
En cuanto a las ciencias históricas de la categoría de ciencias nomotéticas,
la UNESCO parece adherirse a la concepción estrecha de la historia que es la
concepción historicista o de acontecimientos, incomparable con la generalización.
Según esta concepción, los hechos históricos no pueden ser sino hechos aislados
o singulares que no se repiten. ¿Cómo podrían ser entonces generalizados y
sometidos a leyes constantes?
La exclusión del derecho de las ciencias nomotéticas se basa en la
distinción entre las normas que contienen prescripciones, es decir, lo que debe
ser, y las relaciones más o menos generales que constituyen las ciencias
positivas, referidas a los hechos, es decir, a lo que es. La ciencia del derecho sería
así una ciencia normativa y no una ciencia positiva.
Por último, las ciencias filosóficas. Para la UNESCO, las ciencias filosóficas
se proponen “alcanzar una coordinación general de los valores humanos, es decir,
una concepción del mundo que tenga en cuenta no solamente los conocimientos
adquiridos y la crítica de esos conocimientos, sino también las convicciones y los
valores múltiples del hombre en todas sus actividades individualizantes”. Se puede
considerar que la filosofía es también una ciencia normativa que se distingue del
derecho en que no estudia las normas realmente prescritas (lo que debe ser), sino
las normas ideales (lo que debería ser).
El documento de la UNESCO presenta el interés de poner en relieve la
distinción entre las ciencias nomotéticas, las ciencias normativas y las ciencias
individualizantes; se puede aceptar esta división como medio de delimitación de
las ciencias sociales positivas, que no deben incluir sino a las ciencias
nomotéticas.
Hoy en día, si nos remitimos a las disciplinas enseñadas en las
universidades bajo la rúbrica “ciencias del hombre” o “ciencias sociales” se pueden
considerar las siguientes:
o las ciencias históricas, incluyendo la historia, la prehistoria y la
arqueología
o las ciencias de la geografía humana (política y económica)
o las ciencias jurídicas; las ciencias económicas; la etnología y la
antropología, la sicología social; la demografía; la lingüística; la

7
Cfr. UNESCO: La ciencia política contemporánea; Contribución a la investigación, al método y a la
enseñanza; París, 1950.
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sociología; las ciencias políticas (ciencia política –strictu sensu- y


teoría de las relaciones internacionales.

Se ha comprobado, entre ciertos sociólogos, la tendencia a reducir todas


las ciencias sociales a una ciencia global, de la que cada ciencia social no sería
sino una rama. Tal posición ha sido estigmatizada bajo el término de
“sociologismo” e implica una posición doctrinal a priori incompatible con el
desarrollo científico. Ya que en el plano de la historia de las ciencias, cada ciencia
se desarrolla en cierta forma de una manera autónoma.8
5. Pasemos ahora en esta concatenación temática al problema de la
situación del método de las ciencias sociales. El siglo XX es la edad de la
sociología y de sus métodos. El término sociología es de un empleo cotidiano,
pero ¿qué es la sociología? Si nos atenemos a una definición general, se la puede
caracterizar como “la ciencia de los hechos sociales, de sus leyes, de sus
estructuras, de las instituciones, de la vida mental colectiva, e interindividual”, pero
como no hay nada que no sea social de alguna forma, todas las acciones
humanas pueden ser reivindicadas como sujetos de estudio para los sociólogos.
El primer problema que se nos plantea es saber si este imperialismo
sociológico debe extenderse al conjunto de las ciencias sociales, y una
observación previa se impone en metodología para poder quizás resolver esa
pregunta. Si existen métodos comunes al conjunto de las ciencias sociales, nadie
puede negar que cada ciencia social haga un uso especializado de dichos
métodos conforme a su objeto propio.
Si nosotros nos asomamos a cualquier manual de metodología de las
ciencias sociales podemos ver que todas recurren a un determinado tipo de
técnicas y que existen varios métodos de acercamiento a su objeto de
conocimiento.
Así, podemos ver que son comunes a todas las ciencias sociales, las
llamadas técnicas de observación. La observación documental: los documentos
escritos; los censos y los documentos cifrados, su interpretación, su significación y
su valor; el análisis de los documentos (clásico y cuantitativo); el análisis de
contenido.
La observación directa; los sondeos de opinión (a través de muestreos, de
cuestionarios, de técnicas de interrogación); las entrevistas; los tests y las
medidas de opinión, las escalas de aptitud, la observación-participación.
Encontramos el análisis sistemático a través del método comparativo, la
creación de tipologías y modelos; las hipótesis de trabajo y las leyes sociológicas;
las teorías generales, su papel y alcance.
Los métodos matemáticos y estadísticos, los procedimientos gráficos:
estadísticas, asociaciones y correlaciones, análisis factorial y de investigación de
operaciones; las representaciones matemáticas; los diagramas; los
procedimientos cartográficos y los gráficos no matemáticos.

8
Cfr. P. Lazarsfeld, Philosophie des Sciences Sociales, París, 1970.

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Toda ciencia social, por ejemplo, utiliza los métodos de encuesta, pero cada
una los adapta a sus imperativos técnicos: la encuesta etnográfica tiene sus
particularidades respecto de la encuesta en economía política o en las ciencias
políticas. La metodología permite, entonces, rechazar desde el principio la
pretensión de ciertos sociólogos de anexarse todas las ciencias sociales.9
Nosotros mismos, en ensayos y escritos anteriores quizás habíamos
parecido partidarios de este “imperialismo sociológico” porque en trabajos de
divulgación sobre el carácter científico de nuestra disciplina proponíamos, al lado
de otros autores españoles y franceses, por ejemplo, para la denominación de
nuestra disciplina ser denominada “sociología de la política internacional”. Otros
como Merle, la denominarían “sociología de las relaciones internacionales” y el
profesor Truyol y Serra llamaría a su ensayo “la teoría de las relaciones
internacionales como sociología.”10
5. Vamos a adelantar un tanto en esta discusión para plantear cuál es
exactamente, a nuestro modo de ver, el planteamiento del problema.
La encuesta llevada a cabo por la UNESCO en 1948 en torno a la ciencia
política contemporánea nos permite plantear una serie de interrogantes para
discutir, entre otras cosas, su mismo nombre. Si debía expresarse en singular,
“ciencia política”, o plantearse en plural, “ciencias políticas”. No era una cuestión
meramente de gramática, sino de forma y de fondo.11
Si se emplea la expresión ciencia política en singular, se admite que la
ciencia política es una ciencia autónoma, que tiene un objeto propio que se puede
precisar. Si, por el contrario, se emplea la expresión en plural, se sostiene que
existen simplemente ciencias políticas y que lo que se llama ciencia política no es,
en verdad, sino una suma de investigaciones realizadas por las ciencias políticas
sin que sea posible establecer entre estas investigaciones un vínculo lógico
diferente al que resulta del empleo del término “político”.
Después de muy largas discusiones, la conferencia se pronunció sobre el
problema y decidió que la expresión “ciencia política” debería emplearse en
singular, pero en lugar de definir su objeto, se decide que el campo de esta ciencia
estará determinado por la lista de los temas y de los campos de investigación. Es
decir, que en lugar de llegar a una definición lógica que afirmara la autonomía de
la ciencia política y se empeñara en definir su objeto general, se emplea un
método empírico que consiste en hacer el catálogo de las materias consideradas
con el carácter de ciencia política.
Para los miembros de la conferencia, la enumeración de las ciencias con el
carácter de ciencias políticas era la siguiente: la teoría política (historia de las
ideas políticas y teoría general de la política), las instituciones políticas, el estudio
de los partidos, de los grupos y de la opinión pública y, finalmente, las relaciones

9
Cfr. G. Burdeau, “Méthode de la Science Politique”, Dalloz, París 1959, p. 111.
10
Cfr. H. Cuadra, “Estudio preliminar sobre la Teoría de las Relaciones Internacionales”, en J.W. Burton,
Teoría General de las Relaciones Internacionales, F.C.P. y S. UNAM, 1973.
11
Cfr. UNESCO, La ciencia política contemporánea, cit.

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internacionales. Enumeración que, lo menos que podemos hacer, es calificarla de


inadecuada.
6. Nosotros deseamos con motivo de esta discusión, presentar con claridad
el estado de nuestra posición. En primer término, a pesar de la complejidad del
problema reconocemos el ámbito propio de las ciencias sociales. En segundo,
dentro de la enumeración que corresponde a todas estas ciencias sociales
entendemos que dos de ellas la sociología y la llamada ciencia política, son las
que más recientemente han estado estudiando los problemas de su cientificidad,
su autonomía, su método propio, etc. Tercero: reconocemos los efectos del
llamado sociologismo que podemos entenderlo, desde un punto de vista positivo,
como la tendencia a establecer una teorías social apta a responder a muchas de
las interrogantes de las demás ciencias sociales, pero dejando a cada una de ellas
el cuidado de resolver su enfoque propio.
Cuarto: preconizamos el mantenimiento de la idea original del nombre de
ciencias políticas porque en función de esta denominación podremos entender con
claridad el movimiento más moderno que se ha ido gestando en nuestra
especialidad y que reconoce una hermandad entre la llamada normalmente
“ciencias política particular” y la “ciencia de las relaciones internacionales”.12
Se menciona que ambas ciencias políticas, es decir, la ciencia política
(antiguamente denominada Teoría del Estado) y las Relaciones Internacionales,
tienen el mismo objeto de conocimiento, a saber, el fenómeno del poder o de la
autoridad, por lo tanto, el mismo método de análisis, o mejor dicho, los mismos
recursos de análisis, y solamente difieren en su campo de observación: la primera
hace suyo el fenómeno del poder al interior de las fronteras del Estado y la
segunda el del poder a través de las fronteras del Estado hacia el ámbito de la
sociedad internacional, es decir, de las fronteras del Estado hacia el ámbito de la
sociedad internacional en donde coexisten múltiples otros Estados. Como dice
Merle, la ciencia política interna, consagrada al estudio de los problemas
nacionales y la ciencia política externa, consagrada al estudio de los problemas
internacionales.13

12
Frente a la objeción posible de que, considerar a las Relaciones Internacionales dentro del ámbito de las
ciencias políticas, es impropio puesto que esta disciplina no se agota en la mera consideración de los
fenómenos políticos, del problema de la autoridad o de la cuestión del poder, sino que estudia los fenómenos
económicos, por ejemplo, de la sociedad internacional y por lo tanto estudian las relaciones económicas
internacionales, las relaciones sociales internacionales, etc., se puede aducir con G. Burdeau, cit. que cuando
parece hacerse primar lo político sobre lo económico, lo social, etc., es porque “la ciencia política modela así
su esfuerzo de síntesis sobre el proceso de integración social que se realiza bajo la influencia del poder”.
Por lo tanto, al estar la sociedad integralmente politizada, ¿no puede reclamar la ciencia política ser la
ciencia social por excelencia?
La evolución innegable que conduce a una politización durable de la totalidad de las sociedades concierne
menos a la política en sí, que a la marcha general de las sociedades hacia una integración cada vez mayor que
se realiza al reforzar en ellas, la parte de lo político.
Dicho de otro modo, la primacía profunda de lo político es la consecuencia de la integración social.
13
Cfr. Marcel Merle, Sociología de las Relaciones Internacionales, (trad. De Roberto Mesa), Alianza
Editorial, Madrid, 1976, p. 22.
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Quinto: en ese sentido, reconocemos la ubicación de las relaciones


internacionales como disciplina científica dentro del ámbito de las llamadas
ciencias políticas y por ende su participación dentro de las ciencias sociales.14

Hasta en tanto no organicemos el entendimiento del problema desde este


ángulo, caeremos una y mil veces en la confusión terminológica, en la
ambigüedad metodológica, en la incertidumbre teórica que ha hecho estragos en
esta materia.
Cuando leemos de nuevo las siguientes notas escritas por un especialista
que participó en la encuesta de la UNESCO: “cuando una ciencia se tarda tanto en
discutir su método, no es el indicio de un estado muy favorable ni de progresos
muy seguros, y cuando es el objeto mismo de una ciencia y aún más de un grupo
de ciencias conexas lo que da lugar a discusiones prolongadas, eso muestra
cimientos muy frágiles”. Eisenman añade: “Las ciencias políticas ilustran bastante
bien esta doble situación, en lo general no están seguras ni de su método ni de su
objeto; ellas dudan. Y en lo total pueden sin embargo jactarse de una cosecha de
conquistas bastante rica para eliminar prácticamente la duda sobre esos datos
fundamentales”.15 Esta frase traduce admirablemente la posición actual de las
ciencias políticas.
La polémica, las dudas, la discusión sobre métodos, autonomía, objeto
propio de la llamada ciencia política ha obscurecido por mucho tiempo la polémica,

14
Frente al planteamiento del problema de las Relaciones Internacionales y las ciencias sociales que hemos
hecho, de naturaleza positivista y su derivación en la problemática disciplinaria, sociología versus Ciencia
Política versus Relaciones Internacionales; la concepción marxista plantea la historia de las sociedades como
regida por las relaciones de producción y los antagonismos de clase que de ella derivan, por lo que la realidad
social se sitúa al nivel de los enfrentamientos por el control de los instrumentos de producción. Por ello, todas
las instituciones, comprendido el Estado y las luchas políticas que entre ellas se desarrollan, no son más que
los elementos de una superestructura sin existencia propia y que sólo reproduce, enmascarándolas, los
conflictos de clase.
De esta forma, la sociedad internacional no es la simple yuxtaposición de Estados soberanos. El Estado,
sólo superestructura, no puede constituir la célula de las relaciones internacionales. Éstas sólo pueden basarse
y explicarse a la luz de los antagonismos de clase a escala mundial.
Metodológicamente, la categoría de formación económico-social derivada del estudio del sistema
capitalista, como sistema mundial, es la que permite aprehender la mecánica del conflicto, es decir, la lucha
de clases, al interior de los Estados. Si se reconoce, además, el principio de la unidad dialéctica de la política,
según la cual la política interna y la política exterior de un Estado, es una y la misma cosa, las consecuencias
que de ello se derivan, tan sólo a efecto de nuestro análisis son: en primer término la irrelevancia de la
diferencia entre política interna y política internacional, sobre la cual está planteada la razón de ser de las
Relaciones Internacionales como disciplina propia y por lo tanto la irrelevancia sobre el debate
interdisciplinario. En segundo lugar, la exigencia de investigación y la construcción teórica en torno de la
categoría de “formación económica-social a escala mundial” para la aprehensión científica de los problemas
internacionales, o de la “realidad internacional” y la consiguiente recuperación de su conocimiento hacia una
visión unitaria propia al método dialéctico. Dicho de otro modo, el único problema real, a la luz de estas
consideraciones, es el empleo de la dialéctica como alternativa metodológica para la disciplina de las
Relaciones Internacionales. Cfr. El artículo de Roberto Peña, con ese nombre en El Estudio Científico de las
relaciones internacionales, cit. p. 131 y ss.
15
Cfr. Ch. Eisenmann, “Sobre el objeto y el método de las ciencias políticas”, en La ciencia política
contemporánea, UNESCO, cit., pp. 104 y ss.
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la discusión, las dudas sobre la otra ciencia política, las Relaciones


Internacionales.
En este sentido, nos debemos orientar hacia la problemática propia de las
relaciones internacionales, su linaje directo con la ciencia política y hacia un
esfuerzo propio de construcción científica. En esa dirección nosotros solamente
habíamos propuesto el nombre de sociología de la política internacional, sin
mayores explicaciones, que esperamos ahora haber aportado.16

16
Nos referimos a las notas, infra. 9, 11 y 13.
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