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Carlosav10arias@gmail.com
Entiendo la realidad como el sistema que emerge del conjunto de lo existente, ya sea en
calidad de objeto, de sujeto, de hecho, de acontecimiento o de proceso, y de las
interacciones y sinergias que se dan entre estos. Es, por tanto, superior e independiente con
respecto a ellos: la realidad es dada, no construida.
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En las líneas que siguen trataré de exponer de forma un poco más detalla el anterior
concepto de realidad, pero, dejo claro desde ya, que este concepto está aún en construcción
y que, por tanto, está sujeto a ulteriores desarrollos.
Como ya dije, entiendo la realidad como el sistema que emerge del conjunto de lo
existente, ya sea en calidad de objeto, de sujeto, de hecho, de acontecimiento o de
proceso y de las interacciones y sinergias que se dan entre ellos. Entenderé cada una de las
anteriores categorías de la siguiente manera:
Objeto: todo aquello que está ahí no siendo actor, es decir, aquello que existe siendo
inconsciente de su propia existencia e incapaz de relacionarse con e incidir voluntaria e
intencionadamente en su entorno; no debe confundirse objeto con cosa.
Sujeto: todo aquello que está ahí siendo actor, es decir, aquello que existe siendo
consciente de su propia existencia y capaz de relacionarse con e incidir voluntaria e
intencionadamente en su entorno; no se debe confundir sujeto con persona (ser
humano).
Acontecimiento: todo aquello que sucede en un momento puntual del devenir histórico
o natural siendo autónomo con respecto a la injerencia activa, directa, voluntaria e
intencionada de cualquiera de los sujetos que se ven involucrados en dicho suceso
(como en algunos acontecimientos naturales), o en todo caso, resultando ser una
realidad emergente que no se explica totalmente como mera consecuencia de las
interacciones del sistema en que se presenta ni como el resultado buscado por la
En la dirección de lo dicho hasta el momento, puede decirse que la realidad es dada; esto,
en al menos uno de dos sentidos:
Habrá casos en los que, cualquiera que sea el elemento del conjunto que se tome como
referencia, de modo individual, se concluirá necesariamente que la realidad le precede;
ya estaba ahí antes de que dicho elemento llegara a la existencia.
En otros casos, se podrá concluir que, aunque la parte existiera antes que la realidad, es
decir, antes que el conjunto se configurara como holos, una vez que dicha configuración
se ha dado, el elemento queda subsumido en el nuevo dinamismo, condicionado por él,
de modo que este se le impone a la parte o, mejor dicho, la sobrepasa, la sobrecoge, la
abarca, insiriéndola en un nuevo régimen, en una nueva naturaleza y, por tanto,
sometiéndola a nuevas fuerzas y nuevas leyes.
Sin embargo, con respecto a estos últimos casos es preciso apuntar algo: tiene
validez cuando se observa de forma aislada un sector específico de la realidad o un
momento determinado de esta; pero en cuanto se amplía la perspectiva, se verá que dicho
sector o dicho momento hacen parte de “una realidad” que le precede y que, de un modo u
otro, le impone su configuración holista; es decir, se impone sobre estos la consideración de
los primeros casos mencionados: la preexistencia de la realidad. Y esto sería cierto aun
cuando se hiciera el ejercicio mental de volver cada vez más atrás hasta llegar a la
singularidad inicial de la que habla la teoría del big bang.
Ahora bien, el hecho de que la realidad sea dada, ¿implica necesariamente que no es
puesta?
En primera instancia, responderé que la realidad tiene una dimensión dada (la
existencia de modo objetivo), una dimensión puesta (la existencia de modo subjetivo) y una
dimensión futurante: aquello que no existe de modo objetivo en un momento determinado
del devenir histórico y/o natural, pero que comenzó a existir o existirá en un momento
posterior de dicho devenir. Desde mis concepciones particulares estaría tentado a incluir
como cuarta dimensión la trascendente (la existencia de modo espiritual), pero dado que
esta no puede verificarse empíricamente sino que su verificación se da por vía experiencial,
puede decirse que esta cuarta dimensión queda incluida dentro de lo existente de modo
subjetivo (la dimensión puesta).
Para ejemplificar lo anterior, tomaré el objeto espejo, el cual existe de manera
objetiva: su existencia actual se puede verificar empíricamente (por los sentidos). Este
objeto es un artefacto, es decir, el resultado de la creación humana, y, por tanto, no ha
existido siempre; sin embargo, en la medida en que antes de él existían superficies
reflectantes (como la de ciertos metales pulimentados, o la del agua bajo ciertas
condiciones), antes de su existencia estaban puestas las condiciones para que el ser humano
pusiera en juego su inventiva y su industria para crearlo; es decir, tales superficies, unidas a
la creatividad y a la capacidad técnica del ser humano constituyen la dimensión futurante
del objeto espejo. Ahora bien, para los europeos de la época del encuentro con el Nuevo
Mundo, el espejo era percibido como un objeto de poco valor; sin embargo, para los
aborígenes de estas tierras al novedoso objeto se le atribuyó un gran valor (se le deseó en
gran medida) hasta el punto que no tenían problema en cambiar sus prolijos objetos de oro
(que según los cronistas europeos de la época, existían en abundancia) a cambio de un
espejo; en esta diversidad de valoración del objeto espejo tenemos un ejemplo de la
dimensión puesta del espejo: el objeto objetivo es el mismo, sin embargo, cada una de las
dos sociedades le confirió (le puso) un valor distinto.
Hay otro sentido en el que se puede afirmar que la realidad es puesta o, mejor dicho,
que tiene una dimensión puesta. Este sentido se refiere a que los sujetos tienen la capacidad
de incidir sobre su entorno y, en última instancia, sobre la realidad, transformándolos; a
propósito de ello se suele afirmar que la realidad es construida. Esto se dice especialmente
de la realidad social, pero puede decirse también de la realidad natural. Veamos un ejemplo
de cada posibilidad.
Un ejemplo de construcción de la realidad natural la constituye la modificación de
los entornos naturales que realiza el hombre en la expansión de sus espacios habitacionales
así como de los terrenos en los que efectúa ciertas actividades económicas (como la
ganadería, la agricultura o la minería). En aras de tales fines, se talan bosques enteros, se
allana elevaciones, se desecan o rellenan humedales, se exterminan especies animales y
vegetales mientras que otras se domestican, etc. En todas estas actividades, el ser humano
tiene injerencia activa, directa, voluntaria e intencionada en la modificación de las
condiciones naturales. Es él el que provoca la transformación de la realidad natural,
construyendo, por así decirlo, una nueva realidad.
Así pues, en última instancia, y concorde con la reflexión que se ha hecho a lo largo de este
breve escrito, no puedo más que concluir (y espero que me disculpen la forma abrupta
como lo hago) que la realidad es autoconstruida, no heteroconstruida, es dada, no puesta.