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© Nicolás Ghigonetto
nicolas_g74@hotmail.com
ISBN
9
ciega y bruta, avanzamos. Para aquellos tentados por
la fragancia fatal de la verdad, la confianza puede ser
un tesoro oscuro.
Grande fue nuestra sorpresa al llegar al claro
que sostenía el laberinto ya que era tan vasto que per-
mitía bordearlo cómodamente por cualquiera de sus
flancos. Atravesarlo no era necesario por lo que el
grupo inicial comenzó a dividirse entre los que deci-
dieron tomar el noreste o bien el sudeste. Pero hubo
otros, un tercer grupo: me cuesta aceptar que lo de
ellos fue una decisión, jamás sabremos si fueron em-
pujados por una necedad innata o si un sabio demonio
los insto a entrar al laberinto, tal vez fue un súbito
ataque de locura…
El camino más complicado siempre es el re-
greso, un inevitable desafío a la memoria. Podría in-
tentar unir palabras, recuerdos, imágenes difusas (las
únicas eternas) pero no llegaría más lejos.
Los diálogos que tuvieron lugar durante la tra-
vesía son imposibles de reconstruir sin falsearlos o
reinventarlos forzados por la necesidad de atribuir las
palabras a un alguien. Por lo tanto un tácito pacto de
silencio entre los que allí estuvimos fue nuestra mane-
ra de resolver la inquietante tensión entre lo real y lo
imaginario. Al menos por un tiempo nadie desespera-
ría por hacer visible lo invisible.
En un estado espiritual elevado no hay ras-
tros que seguir y la idea del error es imponente. La
equivocación es un campo potable y nutritivo si uno
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sale vivo. Cuando nos reencontramos del otro lado,
después del desastre, éramos unos perfectos descono-
cidos tratando de reconocernos en los ojos del otro.
Sólo así pudimos hablar de nosotros. En el primer día
del resto de nuestras vidas y con ese nuevo sabor en
el paladar tuvimos que lanzar una moneda al aire para
saber a dónde ir.
Martín Gómez
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Agüeros
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Postal de la quietud
La voligoma
sobre la mesa
el adaptador
y la regla
en el estante
estelas de
humo en el cielo
nosotros en la pensión
Nos están fumigando.
Las cosas permanecerán quietas el día del desastre.
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Armonía
El niño la sujeta.
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Honda y redonda la órbita del mundo que evoca al
mundo del niño que juega.
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La caída
Primero un ruido
después dolor
tercero el golpe
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2001 odisea del supermercado
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21
Halos
En la nimiedad de la tormenta
los rayos desayunan lo que los truenos almuerzan
y mi cuchillo corta con cruces el cielo negro
las palomas dibujan el rostro de nuestro venéreo
pasado.
Hay postales que no captan la belleza del temblor.
Un golpe sediento ruge en la barra.
¿Serán la congoja el entierro y tus sueños
todo al mismo tiempo?
La tormenta sobrevuela el llano
y los edificios no rascan aún el cielo.
Más rápido que la luz el punto es ciego
que mira de reojo a las antelias cortar la carne
de la galaxia enferma.
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Luy
25
Montaje
27
Foto
29
Herpes
31
Reminiscencia de la danza
33
34
Ángel
35
se hace río
de piedras/ y cruza
con la mirada/ el establo vecino.
Blanco y negro.
El martillo sobre el yunque
aún oye su ruido.
La peonada cierra las puertas
de los galpones/ enciende las luces
de noche y van en busca del plato
de sopa caliente y el escalfado
casi a punto.
Ranciére
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Borras
39
Poema
41
De los dioses
43
La jaula no va a ser agradable
45
47
Ida
49
Chubascos y claros
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53
Punch
No llora.
Entiende el juego
deja sus credenciales en bolsillos equivocados.
No llora ni regala flores.
Cada muerte se anestesia tres segundos después
de propinada y necesita otra.
55
En la poesía somos lo mismo
un idioma a medias
un circo romano
una libertad condicionada
por el máximo proyecto y los planes
de hacer coincidir la mirada del asesino
con la de la víctima
en un mismo verso.
56
Hospital
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Fotogramas
La mosca en el estante
con sus patas sobre el aire
junto al polvo descansa.
Las gotas
dibujan en el suelo
la sombra de la camisa
crucificada por dos broches de madera
sobre la tabla de hilo.
59
La habitación
sol lámpara
si alumbrás lo que escribo?
61
Piadosas
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Exvoto del bisonte sujeto a oblación perpetua
atado a la estatua lindante a la tumba de su dueño
65
Escribí la flor hasta que la flor te mire.
67
Esa tenue pulsación al este es la guerra:
Ni una campada quiebra el silencioso sueño del
atardecer.
Denise Levertov
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Lavand
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La vida y los perros
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El llanto es del conserje
El hombre observa
con las manos en el marco
la sal que lo sorprende
escupe humo y toca el timbre de la recepción.
77
La vuelta
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La noche el frio y el viento
El telón se abre
luz en medio de la tormenta
bosque frondoso húmeda atmósfera.
Las palomas visten camisas sin botones.
Yo un rayo que irrumpe en la noche vos la noche.
El esqueleto corre por el temblor
de sus huesos carcomidos
con el roce ciego del monte agreste
su herida se asusta de la lengua de la serpiente.
El putas entra y se ríe de todos
huye la noche el frio y el viento
pero no huyen siquiera ante el color del veneno
los hombres flacos con paraísos muertos.
II
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Schillacci
83
Hospital II
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La muerte
Un monitor apagado
que proyecta en el fondo de la habitación
el reflejo de nuestros cuerpos sentados a la mesa.
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Brindis
89
Pensar es recordar
Pensar es recordar
dijo uno que creía que existían 107
20 o 7 vidas o mejor
que una sola persona pasaba por tantas que el
recuerdo era fuente de conocimiento
y decía que había una fábrica de chicos al comienzo
del camino
y dos orificios en el cielo para quienes se morían
si tan sólo hubiese vivido una vida antes no podría
recordar demasiado
ayer olvidé de mis días de anteayer y mañana quién
sabe
volvemos sólo a los lugares que no estuvimos
seguiré por el campo olvidando lo que pueda y
venderé mi dignidad
a la planicie pero dulce alzhéimer
subastaré mis pensamientos en el mercado de pulgas
desayunaré con quien me prediga la cena y me robe
el almuerzo
con quien señale para no decir
con quien haga bullicio para no pensar.
Recordar es mentirse dos veces.
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Procesión (marcha insomne hacia el destierro)
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Bis
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