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Los días del desastre

Ediciones Cartografías Archipiélago / Poesía


Directores propietarios: Pablo Dema, José Di Marco, Verónica Dema
Director de la colección: José Di Marco
Prensa y página web: Verónica Dema
pablodema@yahoo.com.ar
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verodema@yahoo.com.ar
www.editorialcartografias.com

© Nicolás Ghigonetto
nicolas_g74@hotmail.com

ISBN

Reservados todos los derechos.


Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo, ni en parte, por
cualquier medio, ya sea gráfico o electrónico, sin permiso del autor.

Impreso en los Talleres Gráficos de IMPRECOM EDITORA


25 de mayo 273 (5800), Río Cuarto, Córdoba, Argentina
imprecomeditora@gmail.com

Diseño original de la colección: José Luis Ammann


Diseño de Los días del desastre: José Luis Ammann
Diagramación de Los días del desastre: D. G. Carolina Dalio
Ilustración de tapa: Martín Gómez

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Primera edición:
Nicolás Ghigonetto

Los días del desastre


Los días del desastre

Muerto, estaré enterrado dentro de ti


Ringo Bonavena
Don de lenguas

Como equipaje no llevábamos más que un rejunte


de datos bastante azarosos, retazos de información
inconexa, amarrados por rumores de convincentes
especialistas que crean cierta ilusión de unidad. En
vísperas del desastre las opiniones más solemnes y
las teorías más berretas de todos los teólogos, físicos
o magistrados llegaban a igualarse entre sí a pesar de
las diferencias en el rigor metodológico o en el estilo
de sus más o menos intrincadas argumentaciones: to-
das sonaban como un excelente chiste contado por un
pésimo humorista. Algo parecido al efecto que causa
el genio maligno de Descartes jugando con la técnica
cut-up de Burroughs en nuestras mentes.
Algunos de los seres de cáscara gris, y corazón
en llamas, que formaban nuestra tropa, se tomaban el
trabajo de recopilar recortes de diarios y revistas en
un cuadernito escolar de tapa dura.
Traían como un virus en estado latente a aque-
llas cosas que salían por la TV. Sostenían desde an-
taño que la única manera de llegar era a través de
un antiguo laberinto de mata espesa, cuyas paredes
imposibles sólo dejaban pasar las voces de otros cu-
riosos perdidos.
Intentando ver tras bambalinas desafiamos a
la nada como si creyéramos en algo. Con el pecho
hinchado, como capitanes presos de una confianza

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ciega y bruta, avanzamos. Para aquellos tentados por
la fragancia fatal de la verdad, la confianza puede ser
un tesoro oscuro.
Grande fue nuestra sorpresa al llegar al claro
que sostenía el laberinto ya que era tan vasto que per-
mitía bordearlo cómodamente por cualquiera de sus
flancos. Atravesarlo no era necesario por lo que el
grupo inicial comenzó a dividirse entre los que deci-
dieron tomar el noreste o bien el sudeste. Pero hubo
otros, un tercer grupo: me cuesta aceptar que lo de
ellos fue una decisión, jamás sabremos si fueron em-
pujados por una necedad innata o si un sabio demonio
los insto a entrar al laberinto, tal vez fue un súbito
ataque de locura…
El camino más complicado siempre es el re-
greso, un inevitable desafío a la memoria. Podría in-
tentar unir palabras, recuerdos, imágenes difusas (las
únicas eternas) pero no llegaría más lejos.
Los diálogos que tuvieron lugar durante la tra-
vesía son imposibles de reconstruir sin falsearlos o
reinventarlos forzados por la necesidad de atribuir las
palabras a un alguien. Por lo tanto un tácito pacto de
silencio entre los que allí estuvimos fue nuestra mane-
ra de resolver la inquietante tensión entre lo real y lo
imaginario. Al menos por un tiempo nadie desespera-
ría por hacer visible lo invisible.
En un estado espiritual elevado no hay ras-
tros que seguir y la idea del error es imponente. La
equivocación es un campo potable y nutritivo si uno

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sale vivo. Cuando nos reencontramos del otro lado,
después del desastre, éramos unos perfectos descono-
cidos tratando de reconocernos en los ojos del otro.
Sólo así pudimos hablar de nosotros. En el primer día
del resto de nuestras vidas y con ese nuevo sabor en
el paladar tuvimos que lanzar una moneda al aire para
saber a dónde ir.

Martín Gómez

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Agüeros

Al desastre lo presentimos con demasiada antelación:


por la noche /por la lluvia /por el estampido del co-
lectivo contra un paredón con 37 muertos y 8 heridos
/pero sobre todo por el momento en que renunciaste a
la pasarela para ponerte un minimarket.

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Postal de la quietud

La voligoma
sobre la mesa
el adaptador
y la regla
en el estante
estelas de
humo en el cielo
nosotros en la pensión
Nos están fumigando.
Las cosas permanecerán quietas el día del desastre.

Un café por favor.


Con el ron la textura se pervierte.
Se diluye con azúcar o leche.
Una huella más en el cielo delinea nuestro dolor.
Sé que te fuiste lejos por un momento
sólo por lo que tarda el avión en avanzar la ciudad
y lo que tarda el cobre en caer
sobre la cúpula de bronce de la escuela
que es un observatorio pero oficia de reliquia.
Suena la banda sonora de gladiador en la pieza del
vecino
y hacemos un brindis entre el adaptador la voligoma
el cobre mi amigo la regla y el polvo que cubre
nuestra espera.

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Armonía

La órbita guía al mundo


y el mundo a veces la sigue.

El niño sujeta la bola ovoide


con su mano derecha
y muy suavemente
muy sutilmente
comienza a moverla.

El mundo piensa que va a la deriva


pero su órbita los astros la mugre
intergaláctica lo sujetan.

El niño la sujeta.

El mundo es un niño sujetante


un hombre fornido
con una soga en sus manos
tira y tira
para arrastrar al mundo.

El niño con su mano izquierda


toma un cortaplumas
y comienza a partirla en pedacitos
con sus lados iguales
perfectos.

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Honda y redonda la órbita del mundo que evoca al
mundo del niño que juega.

La tensa lucha entre el hombre


y el mundo.
La tensa soga que presencia
la lucha.
El niño que juega.
La órbita solitaria
el mundo sin órbita
el niño que juega.
La órbita y el mundo.
El niño que juega.
La órbita el mundo y el niño que juega.

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La caída

Primero un ruido
después dolor
tercero el golpe

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2001 odisea del supermercado

Durante la siesta el desastre se mantuvo como un pez


electrocutado: boqueando y dando cortocircuitos. La
población manifestó un alivio y aprovechó para salir
al súper a proveerse de alimentos y televisores. Como
las cajeras estaban en horario de refrigerio las compras
no tuvieron costo y en las alacenas comenzaron a
pudrirse, más tarde.

Afuera ciertos agentes esperaban entre los saqueos y


las casas con el relincho y las balas. Adentro la voz
en off del futuro nunca dejó de anunciar las muchas
gracias por su compra /los esperamos en horario
corrido/ a partir del invierno.

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Halos

En la nimiedad de la tormenta
los rayos desayunan lo que los truenos almuerzan
y mi cuchillo corta con cruces el cielo negro
las palomas dibujan el rostro de nuestro venéreo
pasado.
Hay postales que no captan la belleza del temblor.
Un golpe sediento ruge en la barra.
¿Serán la congoja el entierro y tus sueños
todo al mismo tiempo?
La tormenta sobrevuela el llano
y los edificios no rascan aún el cielo.
Más rápido que la luz el punto es ciego
que mira de reojo a las antelias cortar la carne
de la galaxia enferma.

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Luy

Si tus palabras no atraviesan las paredes


probá mejor con una masa.

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Montaje

Escritura fuera de encuadre


perspectiva desplazada
travelling descendente
primer plano toma uno
el hospital y sus heridas.

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Foto

Tu vestido floreado junto a la camisa rayada de tu


viejo tocan con trazos suaves el brillo de la foto. Las
sonrisas y las copas advierten la navidad y la mano
de tu vieja junto a su cabeza inclinada aprueban la
escena. Vos y tu viejo son parte de un relato principal.
Ella desde atrás otorga las cédulas para brindar y no
quiere perderse el recuerdo.
Atrás la casa con columnas de madera y luces en
arañas ambiente opaco y sobrio parecido al saco de tu
vieja. El corte americano no deja ver el brillo de los
zapatos pegados a la alfombra sin olor.

Ellos quizás saben que la foto la casa y los adornos


tienen fecha de vencimiento posterior a la de sus
vidas.

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Herpes

Difícil maquillar carne

mientras el herpes muerde mi boca


yo muerdo la tuya.

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Reminiscencia de la danza

Lo único que espero es un recuerdo


de los días de la danza junto al fuego
de los ojos de tu risa en la fuente.
Un día de recuerdos de referencia vaga
de la inexistencia de las llagas y sus placeres.

Éramos como locos hermanos riendo junto al miedo


sin que nos importe el peso de la claridad del
amanecer
o la tristeza del gerundio.

Con juntar las ramas del borde del bosque
hacíamos un hogar.

Quiero volver al recuerdo de lo que tarda el maldito


día
en volverse a ir para dejarnos al fin solos
incinerando nuestros huesos con el calor de la danza.

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34
Ángel

Apelmazadas las alas


estruje el ángel del establo
el agua
en la palangana.
Un cuadro se forma
entre la paja/ el tridente
y el relincho. Sueña
con aquellos días
de etéreo aire/ gélido
y libertad seca. Recorre
con los recuerdos
y los puños/ las partes
mojadas. Constriñe
las plumas y pide
que más que agua
escupan néctar/ su néctar
aquel que/ un día
le otorgó lo que hoy calla.
De a ratos/ como en un ordeñe
una lágrima moja la paja/ tras
haberse cortado
con el filo del borde del recipiente
y la otra mitad
se vierte en el cuenco.

Apelmazadas las alas/ el ángel

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se hace río
de piedras/ y cruza
con la mirada/ el establo vecino.
Blanco y negro.
El martillo sobre el yunque
aún oye su ruido.
La peonada cierra las puertas
de los galpones/ enciende las luces
de noche y van en busca del plato
de sopa caliente y el escalfado
casi a punto.

Tirita el ángel por el rocío


que yace en su espalda
colado por rendijas y postigos.

Es una noche más


en la que duermen sus alas
bajo el mandato del frío
y la sola libertad de su mirada.

Un hombre señala los autos


habla de futbol pone la mesa
¿O llena con referencias
el miedo a la distancia entre
el mundo y él?
Para que haya una historia, hace falta y basta que
haya una promesa de escape de la ley de la lluvia y
de la repetición.

Ranciére

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Borras

Por la vajilla pasan tantas borras como señales del


desastre.
Hablamos en lengua
desciframos los signos capaces de ser tatuados en la
piel.

39
Poema

Se suspende por lluvia


y empiezo a escribir el poema
uno de esos que se escriben
cuando las actividades del día
se suspenden por el aire
y las gotas
son parte de la tarde
del tufo del paisaje
y las ganas del poema
se mojan con la llovizna
húmeda
de la transmisión codificada.
Vuelven a la hoja
como manchas del otoño
las luces de los autos
siguen su curso
y los dueños de las casas
miran desde ellas
las gotas de la tarde
no tienen dueño
las hojas del otoño
y los recuerdos en diferido/ donde
tarde suspendí mis días por el aire
para comenzar a ser poema.

41
De los dioses

Los dioses bajaron del olimpo para posarse en la


cabeza de los hombres.
El monólogo de los locos es su murmullo.
El suplicio porque callen la bala del suicida.

43
La jaula no va a ser agradable

Así como el viajero de Sthendal divisa apenas


desde la entrada del pueblo
el ruido de las fábricas
aturdiendo de billetes falsos
los bolsillos del alcalde.

También desde las puertas del desastre


se ve como cartas anunciando la pinta
la quietud de las cosas
que repite una y otra vez las mismas frases.

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47
Ida

El desastre se comporta como un alien ateo


que se infiltra
en el supermercado
a perseguir a las víctimas
perdidas entre las góndolas.

Algunos van hacia el fondo. Algunos van hacia la


salida.

Los más despiertos se esconden debajo


de la mercadería caída
de las estanterías más altas.

Otros buscan carreteles de hilo para no perderse.

Los que van saliendo se pelean por contar


a las cámaras
el momento en que la bestia
encaraba hacia el tramontina de Teseo
que brillaba tras su espalda.

49
Chubascos y claros

Cuando el nubarrón haya pasado


no habrá un grito en el desvelo
los ángeles llorarán de noche
y los hombres congelados nacerán del día
en días de tormenta no saldrá el sol
sólo estará su estela
perpleja de vida a quien la vuelque
en su cuenco de alegría
no habrá rezos ni plegarias ni alabanzas
eterno el tiempo de la dulce espera
llano el cuerpo de los placeres
y sumiso el hilo de la vida.

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53
Punch

Carlos habla alemán con su abuelita


mientras dibuja un círculo que rodea a su abuelita.

Mata porque no lo conmueven idiomas de lástima


ni leyes escritas.
Se esparce por el tiempo
como por el interior de los cuerpos de las víctimas.
El mejor escondite es el cuerpo de la víctima.

No llora.

Entiende el juego
deja sus credenciales en bolsillos equivocados.
No llora ni regala flores.
Cada muerte se anestesia tres segundos después
de propinada y necesita otra.

Tiene algunas biografías que juró vengar


grupis de su inteligencia
fans de su pelo rubio
que en sus bucles esconde un ángel.

Clama por salidas transitorias


pero un piano le dicta desde lejos frases increpantes
que le juegan en contra.

55
En la poesía somos lo mismo
un idioma a medias
un circo romano
una libertad condicionada
por el máximo proyecto y los planes
de hacer coincidir la mirada del asesino
con la de la víctima
en un mismo verso.

56
Hospital

La carpeta del médico sobre la panza del muerto


luces blancas en pupilas anchas
manos débiles en barandas frías

por el ascensor bajan los médicos


por las escaleras los familiares

el restaurante de enfrente sabe a cirugía de hernia de


disco
a esfínter que baja por la sonda
igual al lomito con savora
que devora el mentón del enfermero.

57
Fotogramas

La mosca en el estante
con sus patas sobre el aire
junto al polvo descansa.

Las gotas
dibujan en el suelo
la sombra de la camisa
crucificada por dos broches de madera
sobre la tabla de hilo.

59
La habitación

¿Qué me importa que no seas

sol lámpara
si alumbrás lo que escribo?

61
Piadosas

Afuera hace frío y está lloviendo


ya no nos acordamos de cuando a nuestros corazones
les faltaba suerte
y corríamos dando vueltas por los mismos senderos
una y mil veces
sabíamos del perdón y del olvido aunque también de
cosas más lejanas.

Ahora todo funciona como un engranaje que no


piensa detenerse
las cosas pasan volando y nuestros días se hacen más
tristes
los pájaros no recuerdan el ritmo del vuelo y el amor
no acabó por cortarnos los dedos
de los pies
en el ocaso del mundo.

Afuera no hace ni frío ni está lloviendo


mentí en cuanto al clima la suerte y la vida
pero esos datos son menores
todo se encierra en nuestro acobijado y hermético
círculo de dos.

63
Exvoto del bisonte sujeto a oblación perpetua
atado a la estatua lindante a la tumba de su dueño

Te fuiste Paquito al mundo de los sueños negros


no lo esperábamos /tampoco vos
si era ayer cuando manejabas al ganado
a tu antojo a tu usanza a tu pesar.

Guardo tus marcas en mi piel


como lágrimas eternas que te lloran
sabés muy bien (a pesar de tu rechazo)
que fue un error cruzar el alambrado
pero los muertos al fin no tienen recuerdos.

Te fuiste Paquito y aún cuento en las heridas


los golpes que me dabas
cuando andabas mal de angustias
los extraño como te extraño a vos.

Paquito mi vida y tu muerte son una cárcel


vos allí en tu cajón de madera rociado de oro
y yo aquí atado con una cadena apenas de acero
espero mi muerte tanto como tu resurrección.

65
Escribí la flor hasta que la flor te mire.

67
Esa tenue pulsación al este es la guerra:
Ni una campada quiebra el silencioso sueño del
atardecer.

Denise Levertov

69
Lavand

Con su palma tapa la carta


con los dedos muestra el reverso.
Sus ojos saben el color
los nuestros sólo la celada.

Adentro fingimos estar entretenidos


con naipes españoles.
Afuera el cielo disimula el temporal.

71
La vida y los perros

Las calles están pobladas de piedras muertas /


tatuajes
de caucho. Lentos se despiertan los vagabundos
de la plaza y sus perros lamen la mañana.
Los gitanos hablan de negocios. El bar es un
espejo húmedo. Se mezclan los parloteos
de los trajes con la melodía de un cerdo mojado
en el corral del fondo que gime
la muerte de su cría. Un llamador de ángeles
anuncia la llegada y da la bienvenida ¡Al lugar no le
caben
más fuerzas para soportar el anhelo de invierno!
El hedor hipnotiza a los de adentro que surcan los
codos en las mesas.

Madera. Vidrio. Manchas de café. Azúcar sobre café.

Empezó a gotear y la gente se amucha en la parada


de colectivo.
Ya no se puede fumar adentro.
La cafetera sobre la música anuncia la llegada del
barista
que espera el fin de turno para ir corriendo
a ver cómo la vida y los perros
siguen en la plaza
aún sin quitarse las lagañas
pero despiertos.
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74
Utopía

De Lautremont me queda una sola frase


o parte de ella.
Esa que dice poner en la misma mesa dos cosas.
No me importan cuáles
sólo me detengo en la tabla larga ancha y vetusta
capaz también hasta de sostener la cabeza del poeta.

75
El llanto es del conserje

Cada ventana es una lágrima


que desciende por las columnas de los edificios
robustos y sísmicos.

El hombre observa
con las manos en el marco
la sal que lo sorprende
escupe humo y toca el timbre de la recepción.

Se fagocita la caída desde los cimientos.


Los transeúntes piensan sorprendidos
que no son lágrimas sino escombros.
Las azafatas planean cambiar las sábanas
pero deciden envolver a los primeros muertos.
Una ambulancia se detiene en la puerta
bajan camilleros a recoger ladrillos
sobre la vereda.
Bomberos voluntarios simulan apagar el incendio.

Se confunde la mirada del conserje


con la del espectador de un cine
que aplaude al final del derrumbe
y pregunta de quién es la fotografía.

77
La vuelta

De lejos la casa no advertía vestigios de la


tormenta.
Su paso apuntó al alumbrado público
y algunos troncos de árboles.

Nos detuvimos en la puerta abierta


colgamos las llaves
y dejamos las bolsas sobre la mesa del living.

Como un velo las cortinas se abrieron:


estaba el vaso y un plato en la alacena
la luz de la habitación estaba encendida
la puerta a media asta
y en la sencilla máscara de nuestra ausencia
el ñic ñac de la cama aún boyaba
en el eco disperso de la amplitud de las
paredes.

79
La noche el frio y el viento

Sobre los cadáveres se escribe la historia


tu cráneo entre mis manos alzadas
con la imposición de su mirada
en lo sinuoso de lo llano.

El telón se abre
luz en medio de la tormenta
bosque frondoso húmeda atmósfera.
Las palomas visten camisas sin botones.
Yo un rayo que irrumpe en la noche vos la noche.
El esqueleto corre por el temblor
de sus huesos carcomidos
con el roce ciego del monte agreste
su herida se asusta de la lengua de la serpiente.
El putas entra y se ríe de todos
huye la noche el frio y el viento
pero no huyen siquiera ante el color del veneno
los hombres flacos con paraísos muertos.

II

El cráneo muestra aún su última tristeza.

81
Schillacci

Se apagará tu luz con la fama de los hermanos


(y la de ellos con los días).
No es fácil sobresalir con los mejores
a veces conviene juntarse con necios
para ser rey de los ciegos.
Pero tu propósito fue ir por más
no quedarte con la tibieza de los mediocres
ni con el temperamento de las liebres.

La fuga no huye del desastre


lo busca de frente.

83
Hospital II

Subimos a la camilla a la ambulancia


paseamos por luces anaranjadas de la noche
llegamos a una guardia sucia y con olor a lavandina.

Por suerte al terminal le toca la sala del fondo junto


al lago.

85
La muerte

Un monitor apagado
que proyecta en el fondo de la habitación
el reflejo de nuestros cuerpos sentados a la mesa.

87
Brindis

Luego del tercer trago


levanto el vaso
una oquedad opaca brilla.

89
Pensar es recordar

Pensar es recordar
dijo uno que creía que existían 107
20 o 7 vidas o mejor
que una sola persona pasaba por tantas que el
recuerdo era fuente de conocimiento
y decía que había una fábrica de chicos al comienzo
del camino
y dos orificios en el cielo para quienes se morían
si tan sólo hubiese vivido una vida antes no podría
recordar demasiado
ayer olvidé de mis días de anteayer y mañana quién
sabe
volvemos sólo a los lugares que no estuvimos
seguiré por el campo olvidando lo que pueda y
venderé mi dignidad
a la planicie pero dulce alzhéimer
subastaré mis pensamientos en el mercado de pulgas
desayunaré con quien me prediga la cena y me robe
el almuerzo
con quien señale para no decir
con quien haga bullicio para no pensar.
Recordar es mentirse dos veces.

91
Procesión (marcha insomne hacia el destierro)

Después del final las cosas hablan el idioma de la


desidia
los ojos delatan la belleza del extravío
las llamas se apagan y comienza el frío
los árboles ruinas y las luces muy bajas
el reflejo es un espejo de nuestros actos
las casas vacías en sogas vaivenes penden del hilo
que tensa el cuello del trapecista que muestra sus
trucos
dios almacena injurias y lamentos en su disco rígido
la gente aplaude los ciegos sonríen
ahora todos somos iguales
la arena arde en las cejas
el cielo trunco pared de hierro
la muchedumbre con los pies helados sobre el techo
de chapa
reclama el comboy de rescate
shot tu de nek and den stoul my skin
las plantas presas de sus plazas
el asesino de su víctima buchoneándolo en la
morgue
la muerte pedalea con traje negro y una flor en el
bolsillo
lloran de la lengua lo agrio del sentido
arde en los oídos el silencio que retumba con su eco
un hombre se toca el culo y luego se huele el dedo
cadenas rotas manantiales fríos
el ángel de la despensa lame las fetas
93
de paleta olvidadas sobre la máquina
un jardinero abraza las rosas
y siente el ardor de la sangre entre los pétalos
gritos en la puerta del fondo
el hormigón piensa fraguar cien años
el hachero poda el árbol que mañana masticarán los
dientes de las malezas
ayer hacía malabares con la osa mayor
hoy el polvo cubrió con palabras el exilio de las
cosas.

94
Bis

La poesía es un plato frío. No un arma en contra


de la gramática ni su ruptura sino el idioma de la
venganza /el nuevo idioma de los dioses inspirado
en el modelo de los locos. La poesía es más bien la
represalia y el regreso de las divinidades travestidas
en la libertad de ataduras del poema.

95

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