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ESCUELA DEL DELITO O ESCUELA DE RESOCIALIZACION (*)

Reflexiones sobre el tratamiento penitenciario en el Perú y el proceso de


resocialización.

Ante una realidad social globalizante donde su desarrollo o sub-desarrollo socio-económico


tiene como fenómeno concomitante la delincuencia, que en algunas sociedades abruma
conllevándola al planteamiento y ejecución de medidas represivas cada vez mas duras para
contrarrestar el incremento de éste problema social que atenta contra los derechos de la
persona y la paz social, concebidos como bienes jurídicos protegidos; sin embargo, ante las
dificultades que atraviesa la política criminal en el Perú bajo el concepto de un modelo
retributivo y represor, se ha implementado leyes más duras como las novísimas Leyes de
Lucha Contra la Inseguridad Ciudadana – Ley Nº 30076 30077, 30262 -, que refuerzan el
modelo retributivo, a pesar de ello y de manera silenciosa, en el ámbito propiamente
penitenciario se van dando propuestas y tendencias de un modelo de intervención mediante la
prevención del delito desde los actores mismos de dicho fenómeno; es decir, abordar el
problema de la prevención del delito y por ende del origen del delito en los mismos actores y
ejecutores de tales conductas disociales y atentatorias del bienestar colectivo, de la seguridad
ciudadana y de la convivencia pacífica, bajo el respeto de los derechos individuales y
colectivos.

Cabe señalar que el paso del tiempo va haciendo de la conducta delictiva una forma de vida
cada vez más sofisticada y que tiene como actores a sujetos de los diferentes estratos
socioeconómicos, lo que conlleva a afectar tanto al individuo como a la colectividad, en
nuestro caso la sociedad peruana, mediante los hechos emblemáticos como el
Fujimontesinismo, los petroaudios, corrupción en gobiernos regionales y municipales, así
como también sicariato, extorciones, feminicidios y asaltos por señalar los mas visibles entre
otros casos de mediana envergadura o de escasa relevancia político-social, como el hurto de
un celular o el asalto a jóvenes saliendo de una fiestas social o de estudiantes universitarios
volviendo a casa, que reflejan una sociedad donde la importancia de vivir con valores
proactivos va cada vez mas en decadencia y no necesariamente por falta de formación, sino
por que el ser humano abre sus ojos a la cultura del más “hábil” o “vivo”, la cultura del

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(*) Lic. Humberto Isaac Meza Chacón – 2014
Maestría: Gestión del riesgo psicosocial y seguridad ciudadana.
Curso: Psicología social y comunitaria.
arribismo o consumismo que progresa soslayando sus responsabilidades penales. A ello
podemos agregar aquellos casos excepcionales donde el sistema policial-judicial convierte en
delincuente a aquel que no supo hacer respetar sus derechos o que fueran “persuadidos” para
asumir responsabilidades ajenas, fuera de aquellos que lograron “liberarse” de sus
responsabilidades penales con astucia y tecnicismo en su defensa, todo ello refuerza una|
cultura delincuencial.

En este contexto social, como hemos mencionado inicialmente, existen tendencias actuales
para luchar y prevenir el agravamiento de la conducta delictiva, basadas en acciones
represivas más duras – tal vez necesarias en nuestro contexto - para persuadir a los que están
por cometer un delito o los que ya lo hacen para que no lo sigan haciendo. Pues bien, luego
que éstas personas finalmente llegan a un establecimiento penitenciario es el Instituto
Nacional Penitenciario Peruano, quien tiene que batallar con toda una gama de delincuentes
para lograr hacerles entender que el camino tomado es el equivocado y que lo llevará más que
a vivir entorno a un centro penal, excepto si al egresar lo hace con una actitud real de cambio,
y si tiene la suerte de tener una familia que lo apoye o logra tener los medios económico
necesario para rehacer su vida, sin reincidir en el delito en sus diversas formas.

El tratamiento penitenciario, en esta lucha contra la delincuencia, debe tomar necesariamente


nuevos rumbos a lo que tradicionalmente ha venido realizando; un modelo de tratamiento
progresivo que se ve cuestionado por la fuerza de los resultados no existentes, donde el
interno rehace su vida no por la acción directa y objetiva del régimen penitenciario, sino por
la convicción personal, el encierro, la presión de la familia, de la edad, el cansancio y
saturación de una vida llena de vicisitudes que lidia con la corrupción y la droga, y quien sabe
qué otras variables. Si, hemos de aceptar, que luego de varias décadas de albergar a diferentes
tipos de delincuentes, aún no se ha logrado saber, a ciencia cierta, si el trabajo del conjunto de
profesionales penitenciarios logra que el tratamiento penitenciario sea realmente efectivo.
Entre tanto los profesionales del tratamiento penitenciario se encuentran perdidos en sus
propias islas, es decir, en sus escuelas teóricas, en sus puntos de vistas personales, en sus
oficinas, en sus áreas de trabajo, en su incredulidad sobre el esfuerzo desplegado, en sus mitos
y leyendas sobre el tratamiento, en la falta de personal, infraestructura, presupuesto,
necesidades sindicales, laborales entre otras.

El tratamiento penitenciario se ha convertido en una expresión que inflama tanto al académico


como al más antiguo en el sistema, dándose aires de especialista, solo sirve a necesidades
personales, mediáticas o políticas, mas no ha interesado hasta la fecha de manera seria, no ha
sido objeto de búsqueda honesta por lograr la reeducación, la reinserción y la rehabilitación
del interno; es decir, de la persona que ha delinquido. Los únicos perjudicados y nuevamente
engañados por el sistema judicial y penitenciario, es el interno y la sociedad, pues se les
ofrece algo que no se cumple, su ansiada resocialización o readaptación social.

Hemos hecho mención, también, a nuevas tendencias para abordar el problema del delito, es
decir prevenir el delito desde el interno/penado mismo, abocándonos a su tratamiento de
manera seria y responsable, con el fin de lograr su rehabilitación social y de esa manera lograr
la prevención del agravamiento del delito, por fin una idea que nos vuelve al centro de nuestro
quehacer penitenciario, la resocialización del interno / sentenciado.

Tomando ésta nueva postura, quienes laboran en un establecimiento penal o quienes tienen
relación con el mismo deberán volver a estudiar e internalizar lo que la constitución asevera
“…el régimen penitenciario tiene por objeto la reeducación, rehabilitación y reincorporación
del penado a la sociedad” (art. 139, inc. 22). Interpretar correctamente éste mandato implicará
abrir nuestras mentes dejando de lado nuestras sapiencia sobre el trabajo realizado, abiertos a
aprender de nuevo, dejando nuestras apetencias personales, haciendo del trabajo penitenciario
una labor de servicio al país y no para servirnos. El sentenciado intramuros y extramuros
resocializado y reinsertado de manera positiva como el centro de nuestras preocupaciones y
de nuestro quehacer intelectual, profesional, laboral y ciudadano.

La prevención desde el penado mismo, es importante pero no es suficiente, pues se hace un


imperativo entender que sólo el trabajo riguroso, sistemático, planificado, integrativo y
globalizado brindará los resultados que la sociedad espera; pues, como ya es sabido, el
fenómeno de la delincuencia implica el involucramiento de diversas dimensiones de la
persona humana y de los diferentes componentes de la sociedad, que intervienen en su
aparición, diversos factores internos y externos al sujeto, que estimulan la aparición de la
conducta delictiva, de la conducta antisocial y atentatoria con el otro ser humano; por ello, el
tratamiento involucra no solo al sistema penitenciario sino a todos los actores sociales
necesarios. No por casualidad el Código de Ejecución Penal refiere que la ejecución de la
pena debe darse con respecto a la dignidad humana y con participación activa en el
tratamiento de todos los actores sociales (Título preliminar, art. III, V, VI), así mismo
conceptúa que el tratamiento es progresivo e integral (Título preliminar, art. IV; Título I, art.
3) y lo reitera al afirmar que se han de utilizar métodos varios que permitan obtener el
objetivo del tratamiento de acuerdo a las características propias del interno (Titulo III,
Capítulo primero art. 61).

Por cierto, el trabajo actual si bien implica la intervención con diversos métodos, pero no es
menos cierto que esto en la actualidad se realiza de manera absolutamente aislada, por lo que
el Órgano Técnico de Tratamiento (OTT) en cada establecimiento penitenciario se ha
reducido a ser un mero tramitador, y no sigue algún lineamiento de intervención con base
científica y mucho menos propone alguno, por ende tiene una grave confusión del horizonte
que debe seguir, por lo que no supervisa el tratamiento resocializador del interno ni maneja
indicadores de medición para ello, recordemos que independientemente de ello y mientras
tanto el internos que amanece cada día desamparado y con la desesperanza de algún día
obtener su libertad a cualquier precio, sin importarle bajo qué condiciones, solo por la mera
necesidad humana de ser libres.

En el contexto actual, los integrantes del Órgano Técnico de Tratamiento como son los
servicios de asistencia psicológica y social, cada quien, considera relevante su objeto de
estudio o de intervención: el individuo o la familia, pero no como un binomio, sino como
realidades separadas que dependen de su voluntad para el cambio, mas no pueden seguir
contando con un trabajo sin brújula; es decir, sin saber lo que realmente se quiere lograr como
producto final, y menos con estrategias de tratamiento subjetivas y con parámetros obsoletos
de medición que refieran de lo que objetivamente está logrando obtener frente a la diversidad
de delincuentes y delitos, si es que existe ese algo. Por otro lado, tenemos a la educación
penitenciaria, que busca capacitar en aquello que no está en los requerimientos laborales para
la sociedad, trata de subsanar los casos de abandono escolar con ninguna esperanza de superar
el analfabetismo funcional y menos de otorgar algún certificado de culminación de la primaria
o secundaria, y, si por casualidad lo hiciera, para que serviría al penado, si las deficiencias
académicas al final del proceso son la misma, déficit en su razonamiento ante diversos
problemas y en su compresión de la realidad en un contexto de deterioro permanente de las
(1)
capacidades cognitivas sea por el encierro, por la privación cultural o el consumo de
drogas; es decir, no prepara al interno para la vida. En cuento al trabajo penitenciario
convertido en un recaudador, que por el temor a los procesos administrativos no impulsa

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(1) Noguez, S. (2002). El desarrollo del potencial de aprendizaje. Entrevista a Reuven Feuerstein. Revista
Electrónica de Investigación Educativa. Vol. 4, No. 2. Consultado el 27de noviembre 2014 en:
http://redie.uabc.mx/vol4no2/contenido-noguez.html
ningún proyecto laboral que genere fuentes reales de trabajo al interior del penal; esto, por
cierto, ¿Es una idea que debemos pensar y buscar en un penal? ¿Cuántos internos laboran, en
los estándares exigidos por la norma? ¿Cuántos ex internos lograron reinsertarse laboralmente
a partir de lo aprendido en el penal? No se puede seguir pretendiendo realizar un tratamiento
penitenciario con profesionales sin preparación especializada para el trabajo penitenciario.

Esta es la cruda realidad del tratamiento penitenciario que tiene que batallar con los grupos
organizados de delincuentes al interior de los penal que dominan un pabellón, que mantienen
altos niveles de influencia tanto en la mentalidad criminógena como en el manejo del régimen
de vida de los internos, que mantienen sus negocios ilícitos como el tráfico de drogas y peor
aún, que refuerzan las conductas antisociales que precisamente se pretenden modificar con un
tratamiento penitenciario desarticulado y empírico.

Lo reseñado hasta aquí nos interpela grave y fuertemente, por lo que debe hacernos pensar en
el modelo de tratamiento penitenciario que queremos ofrecer al país y sobre el cual queremos
trabajar, mediante la articulación de las acciones de todos los profesionales involucrados en
esta labor para actuar sobre el sujeto del delito, mas que sobre una patología. Un modelo de
tratamiento que nos conduzca hacia el objetivo resocializador y que no compita o no se
subordine el régimen de vida al que se somete al interno o que el interno quiere imponer.

Desde esta perspectiva cabe reafirmar la importancia de la pedagogía en el ámbito


(2)
penitenciario , obviamente como aquella que desarrolle capacidades cognoscitivas que
prepare al interno para afrontar las múltiples exigencias de la vida cotidiana tanto para su
auto-valimiento como para su desempeño laboral, propulsora, a su vez, de actitudes
fundamentales para la convivencia pacífica como el respeto hacia el otro y a si mismo. En este
sentido, el quehacer penitenciario en sus inicios del tratamiento ha de entenderse como una
extensión de la acción formativo donde se refuercen las actitudes laborales, habilidades y
destrezas a la par que permita el uso adecuado y productivo del tiempo libre y promueva la
disciplina personal, ambas áreas han de complementarse en el esfuerzo de desarrollar
capacidades y habilidades en el interno, compensando sus deficiencias cognoscitivas, su
privación cultural y valorativa. En esta visión ha de integrarse y complementarse la labor

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(2) Modelo, L.; Martínez, R. Y Rego, S. (1999). La intervención pedagógica en contextos penitenciarios.
Revista pedagogía social N 14. Recuperado 05/12/2014. https://www.google.com.pe/search?q=la+
intervenci%C3%B3n+pedagogica+en+el+contexto+penitenciario&ie=utf-8&oe=utf-8&aq=t&rls=
org.mozilla:es-ES:official&client=firefox-a&channel=nts&gfe_rd=cr&ei=mXyCVLaKO8XBqAW7noHYBg
pedagógica y psicológica como promotora y conductora del desarrollo de capacidades
fundamentales, como el pensamiento creativo, el pensamiento critico, la toma de decisiones,
resolución de problemas y la comprensión de su realidad, preparando con ello al interno para
afrontar la frustración, las disonancias de la convivencia bajo reglas y la presión de una vida
en constante angustia por la sobrevivencia. El actuar psicopedagógico obviamente no puede
dejar de lado el presente del interno, por lo que debe diseñar de manera conjunta estrategias
para fortalecer o desarrollar comportamientos de afronte muy necesarios en la etapa de
internamiento para hacer lucha a la angustia, la depresión y diversas situaciones estresantes,
que inducen al interno a escapar de la realidad a través del consumo de drogas, para tolerar
meses de incertidumbre hasta definir su situación jurídica y años para lograr su libertad.
Fortalecer o desarrollar las actitudes pro-sociales del interno será uno de los retos del trabajo
de un equipo multidisciplinario que se sustenta y descansa en un régimen de vida y
disciplinario cómplice de sus objetivos resocializadores; por ello, resulta vital un cambio de
visión en el trabajo de seguridad penitenciaria, que debería abarcar dos tareas primordiales: a)
Darle forma al régimen de vida, que moldea la conducta y contribuye a los objetivos del
tratamiento, y b) el de resguardo de las instalaciones y del régimen impuesto, así como de la
protección de las personas y prevención de hechos violentos o ilícitos. De gran valor en el
proceso resocializador es el soporte que brinda la asistencia social como medio para
recuperar, mejorar o fortalecer las redes sociofamiliares de apoyo al interno, será de valor
para que mañana más tarde el interno logre una adecuada reubicación social donde pueda
poner en practica aquello para lo que será entrenado, es decir, las competencias psicosociales
para su reinserción social positiva.

Por lo expuesto, sólo el trabajo sistemático e integrado de estas áreas profesionales permitirán
definir la función del Órgano Técnico de Tratamiento, por ello se hace necesario implementar
programas de intervención dirigidos por equipos de trabajo, con un único modelo de
intervención que abarque las dimensiones biopsicosocial del interno, cuya misión sea
desarrollar competencias, capacidades, habilidades, destrezas, valores y actitudes. El resultado
final que debe ofrecer este modelo es que se obtenga a un interno que sepa enfrente de manera
pacífica los retos y contradicciones de la vida en libertad, reinsertándose de manera positiva.

De esta manera, la prevención del delito desde el mismo interno puede lograr tener mejores
posibilidades, aunque entendemos que el tema del origen del delito es una consecuencia del
estilo mismo de ser de la sociedad, de la cultura que se promueve entre los ciudadanos que
alberga en su comunidad.
Luego de esta visión general del tratamiento penitenciario como estrategias para afrontar la
conducta delictiva, presentaremos nuestro propuesta de modelo de tratamiento penitenciario,
algo innovador e integrativo sustentado a partir de diversas disciplinas y aportes de
especialistas de diferentes áreas del conocimiento que buscan formar al ser humano en
sintonía con los avances de la ciencia, con la comprensión de la conducta humana y sus
procesos de ser persona. Pues bien, preguntémonos si lo que deseamos de nuestros
Establecimientos Penitenciario es que, como popularmente se dice, continúen siendo
estigmatizados como “La universidad del delito” o finalmente logremos convertirlos en una
“Escuela de resocialización”.

En primer orden y reconociendo las diversas explicaciones del desarrollo de la conducta


delictiva hemos de aunarnos a la concepción que esta conducta es fruto de la intersección de
diversos factores que interactúan entre si y que conllevan al desencadenamiento de la
conducta delictiva, entre estos consideraremos el factor familiar, educativo, de socialización,
laboral y de inserción en el sistema social, que han contribuido en la configuración de una
actitud favorable al delito y han generado competencias para delinquir. Entre los factores que
propician la conducta delictiva no hemos dejar de lado el propio sistema judicial, que al
procesar a esta personas dicta sentencia condenatorio o absolutorias, favoreciendo en muchos
casos el fortalecimiento y arraigo de la conducta delictiva, sea por avalar una supuesta
inocencia o por que los introduce en el sistema penitenciario por largos periodos no muy
necesarios para su resocialización, solo válido como medida compensatoria y retributiva por
el daño hecho. En este punto debería diseñarse un sistema que aliente la resocialización,
dejando de lado la retribución por el daño como un principio fundamental de la pena y
evitando medidas reactivas o políticas.

Lo segundo que queremos enunciar es que el ordenamiento de la población penitenciaria no


puede seguir dándose sólo bajo estándares de la gravedad de la conducta delictiva, mediante
el esquema de una clasificación de la población recluida en mínima seguridad, mediana
seguridad y máxima seguridad, con el pretexto de ofrecerles un régimen de vida especifico
con un tratamiento acorde a su problemática. En principio quien ha trabajado y trabajo en un
Establecimiento penitenciario sabe que en este sistema de clasificación no hay de por medio
ningún estudios criminológico para establecer alguna diferencia para el régimen de vida ni
para la seguridad, ni mucho menos para el supuesto tratamiento que se le brinda al interno.
Empezaremos diciendo que nuestra propuesta considera que los estándares de clasificación u
ordenamiento de la población recluida deben estar concebidos bajo la necesidad de
intervención de la población a atender, por lo que es necesaria la construcción de nuevas
herramientas para tal fin. Dicha clasificación estará asociada con un régimen de vida que
sostenga el diseño de tratamiento para cada tipo de población a intervenir. Si entendemos que
la conducta delictiva es parte de un proceso de aprendizaje y que este tiene diversos niveles de
configuración y arraigo, entonces es pertinente considerar establecer programas de
intervención que aborden la problemática con estrategias específicas que contrarresten este
proceso de aprendizaje y enfrenten los factores que desencadenaron, desarrollaron,
fortalecieron y mantienen la conducta antisocial o delictiva. La población recluida o
sentenciada que se incorpora al sistema penitenciario debe clasificarse a un Establecimiento
Penitenciario que le ofrecerá el tratamiento que necesita y con las medidas de seguridad para
el caso. No más clasificaciones por barrios, distritos o departamentos, u otros esquemas
obsoletos e inoperativos para los fines del tratamiento. Ello exige en primer orden la
proliferación de programas y estrategias de tratamientos específicos necesarios para atender la
diversa problemática de la población recluida y sentenciada, tarea sobre la que el sistema
penitenciario debe ocuparse prioritaria y urgentemente.

Nuestra propuesta se enmarca en un estudio de la conducta del interno recién ingresado al


sistema penitenciario sobre la base de las competencias que configura su actuar delictivo, para
luego y en orden a ello diseñar un plan de tratamiento que contrarreste los esquemas mentales
con los que se incorpora al sistema, que lo ubique en un sistema de intervención definido en
un modelo intervención sociocognitivo(2) que puede muy bien ser el marco general de los
modelos de desarrollo de competencias social para jóvenes delincuentes(3), diseñado en el
marco de una educación penitenciaria como el modelo cognitivo propuesto por Garrido, V. (4),
este modelo general ha de integrar estrategias y metodologías apropiadas orientadas al
desarrollo de una cultura social e institucional predefinida para la población recluida o
sentenciada, bajo este modelo se han de diseñar programas acordes a las necesidades de
intervención de la problemática del sujeto a tratar, con metodologías de los diferentes campos
de estudio de la conducta humana propicias para el desarrollo de competencias, capacidades,
habilidades y destrezas necesarias para la reinserción social positiva, así como de valores y
actitudes todo ello alineado a la cultura institucional que se inculcará al interno. En este

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(2) Patiño, M. (2006). Modelo socio-cognitivo: Teoría educativa y de diseño curricular. Medicina interna,
educación médica y comunidad. Vol. 22, No. 1.
(3) Garrido, V. (1988) bases para una pedagogía correccional. Papers d’educaccio.
(4) Garrido, V. (1989) pedagogía de la delincuencia juvenil. Barcelona: CEAC
esquema es pertinente dotar de mediadores y facilitadores identificados con la concepción
teórica de este modelo de intervención e idóneos a la necesidad del objetivo del sistema
penitenciario peruano, con herramientas curriculares y planes de intervención, con métodos y
estrategias orientadas al desarrollo de competencias, con instrumentos de evaluación
diseñados para tal fin. Este modelo debe adoptare de manera coherencia tanto sobre la
población penitenciaria intramuros o recluida, como de la población penitenciaria extramuros
(sentenciados en libertad bajo monitoreo en el Medio Libre). Para cada caso proponemos
esquemas de intervención diferenciados y sostenidos por un régimen de vida particular a los
intereses de intervención o tratamiento.

El objetivo de la intervención en esta parte debe orientarse a lograr proveer de las


herramientas necesarias para aprender a aprender, aprender a sobresalir, a resolver los
problemas de la vida y a convivir pacíficamente y sin violencia en el marco de una sociedad
del conocimiento(5), que impulse el desarrollo de capacidades y actitudes que la sociedad
exige, para ello se empleará las estrategias necesarias para lograr la modificabilidad
cognitiva(6), (7) necesarias en una población expuesta en muchos casos a privaciones culturales
que afectan su normal desenvolvimiento en sociedad; un segundo objetivo de igual y
trascendental importancia es el trabajo orientado al logro de la reinserción socio-laboral,
posible sólo con el involucramiento de los actores sociales.

La idea de diseñar un modelo de tratamiento bajo el marco conceptual sociocognitivo de corte


netamente pedagógico, como marco general de la labor penitenciaria, que alberge y guie los
(8)
diversos programas de intervención en el ámbito penitenciario. El modelo sociocognitivo
penitenciario ha de tener una carácter integrativo y que impulse la múltiple necesidad de
intervención sobre la población penitenciaria tanto intramuros como extramuros.
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(5) UNESCO (2005) Hacia las sociedades del conocimiento. Informe mundial de la UNESCO. Ediciones
UNESCO

(6) Noguez, S. (2002). El desarrollo del potencial de aprendizaje. Entrevista a Reuven Feuerstein. Revista
Electrónica de Investigación Educativa. Vol. 4, No. 2. Consultado el 27de noviembre 2014 en:
http://redie.uabc.mx/vol4no2/contenido-noguez.html

(7) Velarde, E. (2008) La teoría de la modificabilidad estructural cognitiva de Reuven Fuerstein.


Investigación educativa. Vol 12 N 22. 203- 221. Julio –Diciembre.

(8) Este modelo integra tanto los procesos cognitivos y representaciones mentales por las que el sujeto
aprende y la perspectiva sociocultural de este enfoque pone su atención en la parte social, es decir en
la formación de la cultura (capacidades+habilidades+destrezas+valores+actitudes) que supone la
socialización como la madurez de la persona. En este modelo se amplía a el concepto de estrategia
de aprendizaje centrado en la tarea a realizar, también implica el concepto de un aprendizaje
mediado.
Este modelo debería pautar el diseño de la intervención desde cuando la persona ingresa al
sistema penitenciario, ello implica influenciar sobre la construcción de instrumentos
normativos, evaluativo, de clasificación y tratamiento. Este modelo nos ofrece la posibilidad
de pensar estratégicamente todos los instrumentos de gestión que tenga que ver con el
tratamiento del interno y sentenciado, asi como del propio personal, que tanto requiere ser
capacitado y especializado en el tema penitenciario.

Para tener una aproximación al modelo sociocognitivo citaremos lo que refiere Patiño (2006)
“La tesis nuclear del modelo socio-cognitivo está en que los contenidos y los métodos de aprendizajes son
medios para desarrollar las capacidades y los valores identificados como las metas o fines de la educación. El
modelo socio-cognitivo se nos plantea como un modelo de aprender a aprender, que cuida la coherencia
epistemológica, como ciencia de las ciencias, entre todas las fuentes del currículum: fuente psicológica,
pedagógica, sociológica y antropológica; las cuales actúan como el criterio explicador del modelo y le dan su
coherencia interna”(9)

Bajo esta perspectiva para construir un modelo sociocognitivo en el ámbito penitenciario, el


Instituto nacional Penitenciario peruano requiere redefinir su visión y misión, bajo el contexto
de la cultura institucional que desea trasmitir a su población objetivo y de quienes demandan
una labor eficiente y eficaz. Se requiere sostener los programas actuales y futuros bajo el
marco teórico que fundamenta el modelo sociocognitivo para una escuela de la
resocialización. Esto implicaría empezar a identificar la cultura institucional que se quiere
trasmitir a la población penitenciaria, lo que nos impone como tarea la de conocer el perfil de
nuestra población a atender, es decir las competencias de la conducta delincuencial en déficit
o exceso. Otras tareas de mayor envergadura será identificar las capacidades básicas y
superiores, así como las habilidades y destrezas para la resocialización que se deben exigir a
la población penitenciaria bajo tratamiento, también será necesario identificarlos valores y
actitudes que se inculcaran mientras están bajo cargo del Instituto Nacional Penitenciario.
Suma importancia deberá cobrar la definición y construcción de la metodología de
intervención, en este punto podemos hachar mano del modelo educativo que propugna el Dr.
Martiniano Román, el modelo T(10) y todo lo que nos trae como herramientas para el aprender
a aprender:

“Trata de integrar los objetivos fundamentales (capacidades – valores) y complementarios (destrezas –


actitudes) junto con contenidos (formas de saber) y métodos / actividades generales (formas de hacer) en una
visión global y panorámica. Se llama modelo T porque tiene forma de doble T: de objetivos (capacidades –
valores) y de medios (contenidos – métodos/actividades generales)”

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(9) Patiño (2006) Modelo sociocognitivo: Teoría educativa y de diseño curricular. Revista de Medicina
,interna educación medica y comunidad. Caracas.22(1). 17 – 40

(10) Romas, M. (2005) Estrategia de aprendizaje en el aula: diseño y evaluación. Seminario Internacional.
El curriculum en el marco de la sociedad del conocimiento II. Editorial Norma - Lima
La idea es que el Instituto Nacional Penitenciario, como ente rector del sistema penitenciario,
cuente con un modelo de tratamiento que integre los saberes que lleva al cambio cualitativo
del actuar de la población penitenciaria, en este punto se hace necesario incorporar propuestas
pedagógicas que dirijan el trabajo sobre cada grupo de internos o sentenciados.

El modelo nos exigirá rigor en la tarea, requerirá, como ya hemos dicho, definir la cultura
institucional, entendido ello como las capacidades y valores, contenidos y métodos /
procedimientos que utiliza una organización o institución determinada. Requerirá identificar
las capacidades y destrezas, valores y actitudes, métodos y estrategias, y contenidos sobres los
que se ha de incidir en nuestra población penitenciaria para el logro de su resocialización,
sobre este modelo ha de construirse las diversas estrategias que incluyen la labor de
seguridad, pensada como un área que aplica determinados métodos que orientan la conducta
del interno/ sentenciado hacia la resocialización, no solo la vigilancia.

Hasta este punto la tarea se hace larga, pero no termina, ya que un trabajo sistemático, serio y
ordenado exige que se elaboren instrumentos de intervención (programas de competencias
psicosociales) e instrumentos evaluativos coherentes con la cultura institucional y el modelo
adoptado.

Es claro que la postura adoptada exige un cambio de visión profunda, ordenar a la población
en función a sus necesidades de intervención y tratamiento, ello en armonía con la necesidad
de seguridad que demanda la sociedad.

Esta escuela de resocialización tendría como estructura organizativa no solo pabellones para
vigilar, estos mismos serían las primeras aulas de la resocialización, donde se apliquen
estrategias que instrumentalicen conducta disciplinadas y se siembre actitudes prosociales.

Bajo esta propuesta se constituiría regímenes en donde se desarrollen programas orientados a


desarrollar y fortalecer las capacidades básicas(11) y sus respectiva destrezas de quienes
ingresan al sistema penitenciario, también programas de formación de capacidades
superiores(12) y sus respectivas destrezas, de capacidades laborales, programa de desarrollo de
______________________________
(11) Latorre, M y Seco, C.(2010) Razonamiento lógico, comprensión, expresión, orientación espacio-temporal y
socialización.

(12) Latorre, M y Seco, C.(2010) Pensamiento crítico, pensamiento creativo, pensamiento resolutivo y
pensamiento ejecutivo.
habilidades prosociales; lo propio se trabajaría en el ámbito extramuros con programas para
la mejora del nivel de empleabilidad, programas de fortalecimiento y afianzamiento de las
competencias sociales para la reinserción positiva. Claro está estos programas estaría
sostenidos por un régimen de vida y de control de sus responsabilidades legales, empleado
como estrategia, para afirmar los avances de esta escuela resocializadora, donde cada
actividad y conducta se oriente a un objetivo vinculado con la cultura institucional que se
desea trasmitir.

Pues bien hasta aquí nuestra propuesta y nuestro RETO, solo para quienes CREEN y solo
para valientes.

Referencia bibliográfica

Decreto Legislativo Nº 654. Código de ejecución penal y sus modificatorias. (Lima – Perú)

GARRIDO, V. (1988) Bases para una pedagogía correccional: Papers d'educació.

GARRIDO, V. (1989) pedagogía de la delincuencia juvenil. Barcelona: CEAC

LATORRE, M. y SECO, C. (2010) PARADIGMA SOCIO-COGNITIVO-HUMANISTA


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SANTIAGO DE SURCO. LIMA.

MODELO, L.; MARTÍNEZ, R. y REGO, S. (1999). La intervención pedagógica en contextos


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ROMÁN, M. (2005) Estrategia de aprendizaje en el aula: diseño y evaluación. Seminario
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VELARDE, E. (2008) La teoría de la modificabilidad estructural cognitiva de Reuven Fuerstein.


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