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ÍNDICE
Páginas
ÍNDICE........................................................................................................................................2
INTRODUCCIÓN......................................................................................................................4
CAPÍTULO I
EL PROBLEMA DE LA VERDAD..............................................................................7
1. Consideraciones previas………………………………………………………………...........7
La crisis de la verdad………………………………………….……...…………………….12
CAPÍTULO II
CAPITULO III
LA VERDAD SE HACE........................................................................................................32
2. Hacer la verdad……………………………………………………………………....34
CONCLUSIONES……..............................................................................................42
BIBLIOGRAFÍA…….............................................................................................................45
4
INTRODUCCIÓN
los últimos 20 años. Los llamados Vladivideos nos han revelado cuánta corrupción y mentira había
en los que nos gobernaban. El informe final de la “Comisión de la Verdad y Reconciliación”, por
su parte, ha puesto en evidencia cuántas injusticias y violaciones de los derechos humanos se han
cometido en estos últimos años. La verdad y la justicia se habían prostituido. Y lejos de ser los
la corrupción y de la mentira.
Han pasado algunos años desde que toda esta situación se dio, e hizo que muchos saliéramos a las
El problema es más amplio y complejo porque no son sólo nuestras autoridades las que atentan
contra la verdad y la justicia, también lo hace el ciudadano común cuando no da a cada quien lo
que le corresponde, cuando no da el peso exacto en la venta de un producto, cuando hace o acepta
una coima, cuando engaña y es infiel a su pareja, etc. Como vemos, el problema no es cuestión de
5
pocos sino de muchos; es un problema cultural y ético que todos debemos encarar para lograr la
Creemos que es necesario preguntarnos por la verdad pero, sobre todo, preguntarnos para qué sirve
la verdad en nuestra sociedad y en nuestras vidas. Porque no podemos ser indiferentes y seguir
viviendo en medio de tanta mentira y corrupción que nos deshumanizan. Por ello, el presente
verdad en la vida cotidiana, social y política. Y como creyentes que somos, debemos preguntarnos
qué tiene que aportar Jesucristo, en este asunto, como hombre que dijo y obró la verdad.
En el primer capítulo trataremos dos puntos. El primero es un breve acercamiento a las dos grandes
concepciones de la verdad: la cultura griega y la hebrea. El segundo punto trata de hacer una
En el segundo capítulo desarrollamos dos aspectos que nos parecen fundamentales. El primero
segundo trata de Jesús como hombre que vivió y obró la verdad y es modelo para todos los
creyentes.
El tercer capítulo consta de cuatro partes. En la primera parte tratamos la importancia de la verdad
en la construcción de una sociedad que propicie la vida, la liberad y los derechos fundamentales del
hombre. El segundo apartado trata sobre la importancia de “hacer la verdad” en nuestras vidas,
como hizo Cristo. La tercera parte trata sobre la actitud abierta que la Iglesia y los cristianos deben
tener respecto a la verdad. El cuarto y último punto trata sobre la necesidad de educar en la verdad
Sabemos que es difícil tratar el tema de la verdad, sin embargo, creemos que es un tema que no
podemos esquivar ya que es de vital importancia para la vida y las relaciones del hombre actual.
Por ello es que hemos decidido aventurarnos en este proyecto. Y, con la confianza puesta en Dios,
esperamos que nuestro trabajo pueda aportar algo concreto para crear una “cultura de la verdad” en
CAPÍTULO I
EL PROBLEMA DE LA VERDAD
1. Consideraciones previas.
El problema de la verdad es intrínseco a la realidad del hombre, a su ser mismo. El hombre desde
último. El hombre siempre ha buscado la verdad de las cosas y de la existencia humana. Como dice
“una simple mirada a la historia antigua muestra con claridad cómo en distintas partes de la tierra,
marcadas por culturas diferentes, brotan al mismo tiempo las preguntas de fondo que caracterizan
el recorrido de la existencia humana: ¿quién soy? ¿de dónde vengo y a dónde voy? ¿por qué existe
el mal? ¿qué hay después de esta vida?”1
puede eludir dichas preguntas. Estas preguntas son expresión de la necesidad que tiene el hombre,
1
JUAN PABLO II, Fides et Ratio, N° 1
8
Dos grandes expresiones de esa búsqueda de la verdad son la cultura griega y la cultura hebrea. En
ellas nos detenemos ya que, de alguna manera, son las que más han influenciado en nuestra historia
humana.
En la cultura griega “verdad” se dice “a-letheia” que significa “desvelamiento”, descubrimiento del
“ser”. La verdad tiene que ver con el descubrimiento de la esencia de la cosa, de lo que es
verdaderamente; con aquello que hace que la cosa sea y exista, pero que se halla oculto por el velo
de la apariencia.2 Por ello, buscar la verdad era todo un arte de pocos, de la élite pensante.
La preocupación de los griegos era buscar la verdad o lo verdadero frente a lo que es la falsedad, la
ilusión, la apariencia. Así la verdad para ellos es la realidad misma de la cosa en cuanto es conocida
o aprendida por la mente. La realidad misma de la cosa es aquello que permanece, algo que es, en
sentido de “ser siempre” frente a lo cambiante. Así lo que es aparente, aunque no sea falso
necesariamente, no es verdad.
Plantón al definir el discurso verdadero en el “Cratilo” decía: "verdadero es el discurso que dice
las cosas como son, falso el que dice las cosas como no son"3. Por otro lado, Aristóteles decía:
“negar lo que es y afirmar lo que no es, es lo falso, en tanto que afirmar lo que es y negar lo que
2
FERRATER MORA, P. Diccionario de Filosofía Barcelona, 1994, T. IV, p. 3660
3
Citado por ABBAGNANO, Incola, Diccionario de Filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1992,
p. 1180
9
no es, es lo verdadero"4. Con ello, Platón y Aristóteles precisan lo que después se llamará “la
En esta concepción de la verdad, según Aristóteles, hay que tener en cuenta dos teoremas
Es decir, el oro no es amarillo porque se afirma que es tal, sino que se afirma con verdad que el oro
Es decir, si lo que se dice corresponde con lo que la cosa es realmente, entonces es verdad. Se trata
de decir las cosas tal cual se revelan. Por tanto, una cosa es que el problema de la verdad esté en el
hombre y no en la cosa, y otra muy diferente es que el hombre sea el criterio de la verdad o la
Por ende, para lo griegos un hombre veraz es aquel que dice las cosas tal cual son y no según lo que
En la cultura hebrea, por lo menos en su “época clásica”, la verdad es la “émunah” que proviene
del “aman” (que está emparentado con nuestro “amen” litúrgico), y significa fundamentalmente:
seguridad, firmeza, transparencia, confianza, fidelidad, honestidad. Por eso, mientras que para los
griegos la verdad se mueve en un plano teórico y abstracto del conocimiento, la verdad hebrea tiene
un campo semántico más amplio y está relacionado con la vida más que con el pensar.
Para el hebreo la verdad se hace y se vive en relación con otros, y está fundada en la confianza o, al
4
Ibid, p. 1180
10
voluntad fiel a la palabra empeñada que se cumplirá en el futuro, mientras que para el griego es el
descubrimiento de lo que la cosa es, y se da en el presente. Por tanto, la verdad para el hebreo no se
halla tanto en el presente como en el futuro. Por otra parte, mientras que para el griego lo contrario
La verdad es seguridad en la relación entre personas y coherencia en la persona mima. Por tanto,
la confianza que alguien suscita y es digno de ella. Así Dios es el único veraz porque sólo él
cumple lo que promete: “Has de saber, que Yahveh tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel que
guarda la alianza y el amor por mil generaciones a los que le aman y guardan sus mandamientos”
(Dt 7,9). Sólo Dios es fiel y digno de confianza y seguridad. Por lo mismo, todo hombre puede
Yahveh quien se manifiesta como digno de confianza por no faltar a sus promesas y a su alianza, a
pesar de la infidelidad de los israelitas. Yahveh es el Dios fiel (Dt, 32,4; Sal 31,6; etc), y sus
palabras y sus promesas son verdad. El sentido fundamental del término aparece claro en la
promesa que Yahveh hace a David de colocar a un descendiente suyo sobre su trono: “Yahveh juró
a David ‘emeth’ y no se apartara de ella” (Sal. 132,11). El juramento llamado ‘emeth’ es sinónimo
Algunos salmos destacan la fidelidad y estabilidad divina como protección, sobre todo para el justo
que implora el auxilio divino. Aquí destacan las imágenes que dan seguridad: llaman a Dios
“muralla”, “escudo”, “armadura”, “baluarte” donde el hombre, que lo invoca de corazón, se pone a
salvo (Sal 91; 40,12; 54, 7; 6,18). Dios fiel es la fortaleza de quienes confían en él. Así lo expresa
11
el salmo 17: “¡Yo te amo, Señor, mi fortaleza! ¡Señor mi peña, mi alcázar, mi libertador! ¡Dios
mío, roca mía en que me refugio! ¡Mi fuerza salvadora, mi baluarte famoso! Invoco al Señor y
Para los hebreos existe, también, una identificación entre la Palabra de Dios que es verdadera
(Sam 7,28) y su ley. Los salmos celebran la ley divina, pues la verdad es lo que hay de fundamental
y esencial en la Palabra de Dios, ya que es irrevocable y permanece para siempre: Dios “actúa con
verdad y con justicia, todas sus leyes son de fiar; estables para siempre y promulgadas con verdad
En este contexto, la “emeth” de los hombres debe reflejar la “emeth” de Dios, tanto referida a la
alianza como a la vida cotidiana: “de ordinario, la fidelidad de los hombres designa directamente
su fidelidad a la alianza y a la ley divina”.5 Para los hebreos, los hombres de verdad (Ex 18,21;
Neh 7,2) son hombres firmes y seguros y, por ende, dignos de confianza de quien uno se puede fiar.
Un hombre que vive la “emeth” es un testigo veraz y de confianza en un juicio porque dice las
cosas como son, salvando así vidas humanas (Prov 14, 25). Por lo tanto, el tema de la verdad en los
hombres también tiene que ver con una actitud fundamental de fidelidad a Dios que es fiel. Esta
fidelidad va unida al temor del Señor: los que temen realmente a Dios (temor aquí equivale a
respeto y consideración a Dios) son los que guardan la alianza y caminan según la verdad y el
querer de Dios.
veces se identifica a un hombre que hace y camina en la verdad como un hombre de “corazón
íntegro” (2Re 20,3), como aquel que practica el bien y el derecho (Is 58,14; cf. Sal 45,5), como un
hombre santo (Zac 8,3). Por tanto, hacer la verdad y caminar en la verdad es ser fiel observador del
Señor: “ ... si evita hacer el mal y es justo cuando juzga; si se comporta según mis preceptos y
5
LEON _ DUFOUR, Xavier, Vocabulario de teología bíblica, Barcelona, Herder, 1980, p. 931
12
cumple mis leyes actuando rectamente, ese hombre es intachable y vivirá, oráculo del Señor” (Ez
18,8-9).
Por tanto, para el hebreo, las relaciones entre los hombres deben estar sujetas por la “emeth”. En
este sentido destacan las formulas de hacer la bondad y la verdad (Gn 47, 29; Jos 2,14). Se trata de
un obrar con benevolencia y lealtad, con una actitud fiel a Dios que siempre está al lado del
indefenso, del que sufre, del extranjero, del pobre. Por eso, la “emeth” tiene que ver también con
las normas del derecho y con la justicia: “ Así dice el Señor Todopoderoso: juzguen con rectitud y
justicia; practiquen el amor y la misericordia unos con otros. No opriman a la viuda, al huérfano,
En conclusión podríamos decir que, tanto la cultura hebrea como la cultura griega han aportado
en forma de síntesis, porque el hacer sin el ser es ciego y hasta cierto punto significa solamente
hacer; por otra parte, el ser es fecundo, no debe esterilizarse desinteresándose del hacer. Cuando la
verdad se centra en el ser nos permite conocer las cosas tal cual son (cultura griega). Y esto debe
llevarnos actuar con claridad precisamente porque nos ilumina la verdad (cultura hebrea).
3. La verdad hoy
La búsqueda de la verdad es tan antigua como la raza humana. Es en esta búsqueda que el hombre
relacionado con el mundo, con sus semejantes y consigo mismo. La forma de entender la verdad
La “emeth” es firmeza y seguridad que funda la confianza entre las personas, y da seguridad y
sentido a la vida del que la busca. Sin embargo, en la época en que vivimos pareciera que la
búsqueda de la verdad hubiera terminado. Por un lado, se afirma explícita o implícitamente que “la
verdad es relativa”. Por otro lado, pareciera que a nadie le importara la verdad, sino sólo sus
La afirmación de que la verdad es relativa no es nueva, ya filósofos griegos como Pitágoras (s. V.
a.C.) habían afirmado que “el hombre es la medida de todas las cosas”, dando entender con dicha
expresión que el hombre es el artífice de la verdad. Es decir, que el oro es oro porque el hombre
Esta forma de acercamiento a la verdad es una nueva forma de acercamiento a la vida donde reina
una norma o criterio para la verdad. La verdad absoluta ha muerto. Así, lo que para uno puede ser
verdad para otro no lo es. Y esto no genera “ningún problema”. Una discusión sobre cualquier
punto puede terminar así: “Esto será verdad para ti, pero para mí, no”. No existe un interés de una
La falta de un criterio de verdad hace que ésta se halle en crisis, y en aras de la llamada tolerancia,
se acepta todo cuanto modo de pensamiento, de ser y de vivir esté de moda, como si todo valiese y
todo tuviese el mismo valor. Así la vida humana, en estos tiempos, se ha visto zarandeada por
cualquier viento de doctrina de un extremo a otro, como lo señaló el actual Papa, Benedicto XVI en
“Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas, cuantas corrientes
ideológicas, cuantas modas de pensamiento. (...) La pequeña barca del pensamiento de muchos
cristianos ha sido agitada con frecuencia por estas ondas, llevada de un extremo al otro, del
marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del
ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc... Cada día nacen
nuevas sectas y se cumple lo que dice San Pablo sobre el engaño de los seres humanos, sobre la
astucia que tiende a llevar al error (Cf. Efesios 4, 14). Tener una fe clara, según el Credo de la
14
Iglesia, es etiquetado con frecuencia como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir,
el dejarse llevar «zarandear por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud que está
de moda. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y
que sólo deja como última medida el propio yo y sus deseos.”.6
La crisis de la verdad la constatamos de modo más concreto en nuestra experiencia diaria, en lo que
nos transmiten los medios de comunicación social, en expresiones escépticas como: “¿quién puede
decir que conoce la verdad?”, “nadie puede creerse dueño de la verdad”, “la verdad absoluta no
existe”. Y en expresiones relativas como: “yo tengo mi verdad”, “ésta es mi verdad”, “ésta es tu
verdad”, “depende”, etc. Detrás de tales expresiones, se esconden intereses personales. Cada uno
manipula “la verdad” según sus antojos y sus deseos. Y la verdad manipulada ya no es la verdad, es
Estas maneras de concebir la verdad - sin tener un criterio de verdad - traen consecuencias funestas
para la humanidad. La vida del hombre ha dejado de tener un norte, generándose una confusión
moral: no se sabe cómo actuar, cómo vivir y cómo relacionarse unos con otros, no se sabe qué es
lo correcto ó ¿acaso todo vale? Existe también una confusión religiosa: todas las religiones son
vistas como buenas, incluso las “religiones” sin Dios. Y en definitiva se ha generado un vacío
Pero también, paradójicamente, frente a los que consideran la verdad como relativa, surgen algunos
que tienden a absolutizar sus medias verdades, y se cierran en ellas. Aquí destacan los fanáticos, los
machistas, los “religiosos fundamentalistas”, los nacionalistas, las sectas etc. Para todos estos, la
verdad ya esta dicha. Por eso, no necesitan buscarla ni mucho menos, ir descubriéndola en el
acontecer de la historia. Pero absolutizar medias verdades es negarse a crecer hacia la plenitud de la
verdad y la vida. La historia cambia y cada época tiene nuevas cosas e interrogantes a las cuales no
6
Ratzinger, J. hoy Papa Benedicto XVI, en la homilía de la misa antes del cónclave.
15
Hace unos meses un periodista, al entrevistar a cierto candidato a la presidencia, le hizo una
problema de la sinceridad y la corrupción no era una cuestión de políticos, sino que se debía a una
situación cultural, ya que todos, en algún momento de su vida han mentido y viven dentro de la
mentira, la corrupción, la coima, la falsificación, el padrinazgo, etc. y que bastaba con mirar a
nuestro alrededor para darnos cuenta de ello. Su respuesta evadió la pregunta puntual del
Nuestro país ha vivido y vive aún, social y políticamente, situaciones de corrupción, de injusticia,
de tránsfugas, de tráfico de influencias, de coimas, de violencias, etc. que atentan contra la verdad,
la justicia y la paz. Dichas situaciones las explicitan muy bien los llamados “Vladivideos”, el
informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) y los recientes reportajes de los
medios de comunicación en los que se muestra la falsedad y la corrupción aun imperante en nuestro
país. Todo esto ha generado en el pueblo peruano un clima de escepticismo y desconfianza total
frente a las autoridades públicas y los llamados “Padres de la patria”. Para muchos la democracia
Pero la credibilidad política no es la única que está quebrantada en nuestro país, también el Poder
Judicial ha demostrado ser muy corrupto e injusto. Se absuelven a muchos que realmente deberían
pagar una condena y se prolongan casos que deberían ser atendidos urgentemente como el juicio a
Montesinos o la extradición de Fujimori. Además, como si fuese poco, algunos personajes con
penas privativas de la libertad cumplen sus condenas con muchos beneficios. Pareciera que “la
justicia” que se administra está a favor de los que tienen dinero y no de parte de la verdad. Frente a
la justicia es más eficaz tener dinero que tener la verdad. Y aquí como ocurre siempre, los más
Por otra parte, los abanderados de la verdad, los medios de comunicación social, en nombre de la
libertad de prensa, manipulan las noticias a su antojo y tienden a ser más sensacionalistas que
Pero cabe reconocer que no sólo nuestras autoridades y representantes públicos atentan contra la
verdad, sino también los ciudadanos comunes. Como muestra concreta de esto tenemos “el mundo
falsifica, desde una simple boleta hasta títulos profesionales, documentos de identidad, dinero, etc.
Tal parece que todo se compra y se vende en este país, desde la dignidad personal hasta las
También se falta a la verdad cuando no se da a cada quien lo que realmente le corresponde, cuando
no se da el peso exacto en la venta de un producto, cuando se hace o se acepta una coima, cuando
asumidos, etc. Como vemos, esto no es cuestión de pocos sino de muchos; es un problema cultural
y ético al cual debemos encarar para lograr la justicia, la paz y la reconciliación que nuestro país
necesita.
3.3 La importancia de la verdad en nuestra sociedad ¿se puede construir una vida sin
verdad?
Siendo realistas, tal vez sea tonto preguntar por la importancia de la verdad en nuestras relaciones
personales en un mundo donde pareciera que la verdad a nadie le importa, donde cada día se hace
En una encuesta a jóvenes de cierto grupo parroquial, se hizo la siguiente pregunta: ¿en qué
ocasiones mientes y por qué? Sus respuestas se pueden agrupar del siguiente modo: “por no hacer
daño a las personas que quiero”, “por evitar un disgusto a alguien”, “para evitar meterme en un
lío mayor” “para lograr el objetivo que quiero”, “para seguir cuidando mi imagen”, etc. El
hecho es que todos alguna vez en nuestra vida hemos mentido y vivimos dentro de la mentira.
Pero si asumimos el hecho de que todos estamos acostumbrados a mentir y ser cómplices de la
mentira, ¿por qué nos extraña tanto cuando nuestras autoridades mienten y engañan al pueblo con
sus propuestas jamás cumplidas, una vez alcanzado el cargo público que buscaban?, ¿por qué nos
indignamos cuando descubrimos que los jueces son corruptos e injustos? En fin ¿en qué quedamos?
Tal vez la razón es simple: una cosa es saber que mentir puede ser común a todos en nuestro medio
y en nuestro mundo, y otra muy distinta es reconocer que faltar a la verdad trae grandes
consecuencias que degradan a la persona humana y a la sociedad. Y los peruanos somos testigos de
esto: la falsedad y la mentira son la causa principal de todos los males que nuestro país ha vivido.
Como dijo el Papa Juan Pablo II en la jornada mundial de la paz en 1980, la no verdad sirve a la
La falta de verdad tiene sus múltiples víctimas: personas condenadas injustamente, violadas en sus
derechos, estafadas, explotadas y mal remuneradas, silenciadas y muertas, mujeres engañadas, hijos
no reconocidos, etc. La falta de verdad en nuestro medio hace que unos pocos acumulen riquezas y
7
Cf. Juan Pablo II, “La fuerza de la Verdad”, 1980, Nº 7-10
18
En síntesis, podríamos decir que vivir la verdad es estar a favor a de la vida y de la dignidad del
hombre, mientras que vivir la mentira es estar a favor de la muerte y la degradación de las
personas.
Por tanto, si queremos construir una sociedad y una patria digna de las generaciones futuras donde
reine la justicia, la paz y la reconciliación, y donde sea posible la convivencia y se respeten los
base y el principio fundamental donde se fundan los valores: porque no existe verdadera libertad si
ésta no está fundada en la verdad, porque no se puede administrar verdadera justicia si no se actúa
conforme a la verdad, porque no existe una verdadera paz si ésta no está impregnada de verdad,
que, como sus seguidores, no podemos seguir viviendo en el reino de la no verdad, sino que como
discípulos suyos estamos llamados a vivir en la verdad. Es más, nuestra fidelidad a Cristo pasa por
nuestra fidelidad a la verdad porque Él, no sólo es testigo de la verdad, sino que Él mismo es la
CAPÍTULO II
El texto bíblico neotestamentario que más nos habla de Jesús como hombre de la “verdad” es el
evangelio de Juan, pues Cristo mismo se autodefine con la expresión “yo soy la verdad” (Jn 14,6).
Por ello es preciso aclarar ¿qué entiende o trata de decir el evangelista al referirse al concepto de
“verdad” (aletheia)? ¿Tiene dicho concepto una connotación helénica-gnóstica o semítica? En este
sentido, los estudios de la investigación histórico-religiosa que se han hecho -sobre todo teniendo
contacto con los textos de Qumrán- han ayudado a esclarecer dicha cuestión.
La investigación realizada de los textos del Qumrán ha evidenciado que el concepto joánico de la
verdad tiene que ver con el concepto semítico de firmeza, consistencia, fidelidad, obrar recto y
digno de confianza, mientras que nada o poco tiene que ver con el concepto de verdad que el
dualismo helénico-gnóstico ofrece. Al parecer, Juan es un hombre que escribe en griego pero que
piensa en hebreo:
“…la influencia del lenguaje dualístico del helenismo religioso y del gnosticismo que suponen
Bultmann y Dodd, entre otros, ha de reducirse también notablemente, en cuanto que a los sumo se
20
ha dejado sentir sobre Jn de una manera indirecta, a través del judaísmo que había experimentado
esa influencia” 8
Para la valoración del concepto joánico de “verdad” se puede partir de Jn 1, 17 donde se habla de
“la gracia y la verdad”, binomio tomado de Ex 34, 6 y que equivale a una definición de Dios. La
“gracia y la verdad” no son aquí dos palabras distintas, sino que una explicaría a la otra de tal modo
que se pude interpretar como: “la gracia que es la verdad” o “la gracia de la verdad”9 que es
traída por el Hijo en contraposición a la otra gracia (la ley) que ha sido dada por Moisés (Jn.1, 17).
Esta “gracia de la verdad” o “don de la verdad” sustituye “la gracia” o “don de la ley”. No es que
haya una oposición entre estos dos dones, sino que la primera gracia da paso a una gracia mejor, la
“gracia de la verdad” traída por Jesucristo. El Dios verdad, fidelidad y amor se revela plenamente
en Cristo, por eso Él puede decir: “Yo soy la verdad” (Jn 15,6).
conocimiento de la verdad que se constituye en luz y sabiduría para la vida, pero Juan hace notar
que la plenitud de la verdad sólo es traída por Jesús, el Hijo de Dios, porque sólo Él está “lleno de
la gracia que es la verdad”. Y además, Él mismo es la verdad (Jn14, 6). Y así como en el lenguaje
cotidiano se dice que una persona está “llena” de cualidades o de defectos, de sentimientos buenos
o sentimientos malos, de virtudes o de vicios, de Espíritu Santo, etc, Juan, en el mismo sentido,
manifiesta que Jesús está “lleno” de la gracia de la verdad (Jn 1, 14), es decir, por un lado,“lleno”
de las actitudes que manifiestan la fidelidad y el amor verdadero de Dios a los hombres, y por
otro, “lleno” de las actitudes que manifiestan su vida filial y obediencial de cara al Padre. Esto lo
verdad en Jn está referido al ámbito de las relaciones personales con Dios y con los hombres
8
SCHNACKENBURG, Rudolf, El envangelio según San Juan, Versión y Comentario, Herder, Barcelona,
1980, TII, p. 272
9
Cf. DE LA POTTERIE, Ignacio. La verdad de Jesús, BAC, Madrid, 1979, p. 259
21
verdad. De esta manera, Jesucristo es visto sólo como un maestro que enseña a liberarse de la
mentira de este mundo a través de la gnosis. Por el contrario, la verdad joánica es, en esencia, la
revelación histórica del Dios fiel, único y verdadero, traída por el Hijo. “La gracia y la verdad”
(esencia de Dios) nos ha sido dada por medio de Jesucristo en contraposición a la ley que fue dada
por Moisés (Jn 1,17). Y esta verdad no supone una elevación del alma por medio de la gnosis, sino
Para Juan las palabras de Jesús no revelan misterios (gnósticos) ni enseñan verdades objetivas
(griegos) sino que, como palabras del enviado y revelador divino, son “espíritu y vida” (Jn. 6,63)
que transparentan la fidelidad y el amor de Dios a los hombres en la historia, y dispone a éstos a
tener una actitud filial y obediencial al Padre. Por eso los que acogen la verdad no alcanzan una
enseñanza o ilustración, como suponen los gnósticos, sino que son “consagrados en la verdad”, en
la fidelidad a Dios (Jn 17, 17a) para que sabiéndose hijos de un mismo Padre (Jn 13, 34) vivan
En Juan, estar a favor de la verdad supone estar de parte de Jesús, identificarse con Él, porque Él
es la verdad (Jn 14, 6). Todos los que son de la verdad pertenecen a Cristo y escuchan su voz (Jn.
18, 37). Esta apertura a la voz de Cristo, implica una exigencia por realizar las obras de Dios que es
verdad. Los que son de Dios “hacen la verdad”, es decir, viven lo que creen: viven el amor
auténtico y verdadero en el obrar (cf. Jn 3,21; 1Jn 1,6; Jn 3,18). Los que hacen la verdad viven
libres de la esclavitud de la mentira (Jn 8, 32). Abrirse a Cristo es abrirse a la verdad, pero abrirse a
La conducta y el obrar del hombre son el criterio para ver si se es de la “verdad”, si se pertenece a
porque es un mentiroso y un homicida desde el principio ( cf. Jn 8, 44). Para Juan, la fidelidad a
Dios se demuestra en la conducta y pasa por la fidelidad a las obras de la verdad, ya que son éstas
las que en última instancia testifican la pertenencia a Dios. Todo el que es de la verdad pertenece
Por último, para Juan, es el Espíritu quien, después de la partida de Jesús, dará testimonio a favor
de la verdad y “conducirá a la verdad plena” (cf. 1Jn 4,6; Jn 16,13). El Espíritu de la verdad es
quien dará fortaleza, a quienes lo acogen, para mantenerse firmes en la “verdad” y fidelidad a Dios,
para vivir y obrar como Cristo y según la voluntad de Dios Padre. Es el Espíritu quien, guiará a la
En la vida ordinaria se llama testimonio a la declaración de una persona a propósito de una cosa
que ella misma ha presenciado, de la que tiene un conocimiento directo; en otras palabras, una
atestación sobre un hecho que conoce por experiencia personal. En el evangelio de Juan
“testimonio”tiene este mismo sentido ya que el verbo “atestiguar” está ligado con frecuencia al
verbo “ver”. Por consiguiente, el testigo es alguien que ha visto y tiene experiencia personal de
En Jn, Jesús aparece como testigo de la verdad, pero ¿de qué verdad es testigo? ¿de qué verdad se
trata? Si nos situamos dentro del evangelio de Juan, pero de manera particular en la escena de Jesús
ante Pilatos, comprenderemos que no se trata de una verdad hecha de conocimientos abstractos,
sino de comportamientos regidos por la verdad. Es en esta escena donde Jesús se autodefine como
testigo de la verdad. Ante lo cual Pilatos preguntará ¿y qué es la verdad? (cf Jn 18,37-38). Ésta
23
no es una pregunta que brote realmente del deseo de saber. A Pilatos no le interesa la
respuesta es la vida de Jesús que vive y obra la verdad. “La verdad se vive y se hace”.10
Dios ama tanto al mundo que envió a su Hijo único para que éste lo salvara de las tinieblas del
pecado (cf. Jn 3, 16-20). Las tinieblas caracterizan aquí la situación existencial del hombre que sin
la luz, que es Cristo, vive desorientado y sin norte, en un “mundo” donde reina la conducta mala
muerte. He aquí la misión del Hijo: ser luz en medio de la tinieblas de este mundo, es decir, enseñar
y dar testimonio, con palabras y obras, de la verdad que ha visto hacer a su Padre (cf. Jn. 8, 38).
Jesús es el testigo del Padre, de su amor y de su voluntad de salvar al hombre de la mentira y del
engaño en el que vive esclavo, en este mundo injusto. La verdad de Dios está a favor de la vida, la
libertad y la realización plena de hombre. Por ello Jesús quiere hacernos partícipes de esta verdad
Cristo es testigo de la verdad porque es la verdad misma: él es la verdad (Jn.14, 6) y por eso vive y
“hace las obras de la verdad”, es decir, que, fiel a la voluntad de Dios, hace lo que agrada al Padre
(cf Jn8, 28-29). Y son sus obras las que garantizan y dan testimonio de su fidelidad a Dios: “si yo
no realizo obras iguales a las de mi Padre, no me crean, pero si las realizo acepten el testimonio
Jesús invita a los hombres a seguirle y a realizar las obras de Dios. Sin embargo, los hombres no
creen en Él, tampoco en sus obras, prefieren la oscuridad a la luz, y vivir en un “mundo” alejado
de Dios donde reina la mentira y la muerte. Los hombres no aceptan la verdad traída por el Hijo y
10
DÍAZ MATEOS, Manuel: “La verdad nos hace libres”, en Páginas, Nº 170, CEP, Lima, 2002, p. 24
24
rechazan su testimonio, porque esta verdad, que es luz, pone al descubierto su mala conducta y la
malicia de sus obras (cf. Jn. 7, 7). Jesús pone al descubierto la mentira de sus vidas, pero ellos,
prefieren seguir las obras de la mentira porque éstas quizás sean más beneficiosas o lucrativas, que
Este rechazo que sienten los representantes judíos por Jesús, los lleva a entregarlo al poder
extranjero para que lo juzgue. Jesús es llevado ante Pilatos para que éste lo conde a muerte.
En la escena de Jesús ante Pilatos, Jesús manifiesta ser rey, pero no es rey de “este mundo”, es
decir, que la calidad de su realeza no consiste en dominar o gobernar, al estilo de los reyes de este
mundo, donde prima la mentira, la injusticia, la hipocresía y la muerte, sino en dar testimonio de la
verdad. Esta escena es totalmente simbólica, donde se enfrentan el reino de la verdad, representado
por Jesús y el reino de la mentira, representado por los judíos y Pilatos. Los a favor de Cristo están
a favor de a verdad, los a favor de la mentira, los que condenan. Dicho de otra forma, los que son
de la verdad están a favor de la vida y la dignidad del hombre y los que son de la mentira están a
favor de la injusticia, y no les importa condenar a muerte a un inocente, con tal de proteger sus
propios intereses.
mientras que el resto de las personas, de esta misma escena, viven en la mentira y en la injusticia.
Por eso, odian a Jesús y quieren su muerte. Quien tiene un comportamiento homicida y mentiroso
no es de Dios, ni tiene por rey a Jesús. Jesús es rey de todo aquel que está abierto a la verdad y
Jesús da testimonio de la verdad que ha visto hacer a su Padre y no renuncia a ella a pesar que es
reo de muerte. Jesús es la verdad del Padre, hecha acontecimiento. Él transparenta al Padre de tal
25
modo que quien ha visto al Hijo ha visto al Padre (Cf. Jn. 14,9): Jesús vive y hace la verdad de su
Padre. El precio de ésta forma de vida, lo hizo merecedor de una muerte de cruz.
Para Jesús la verdad es una actitud de vida de cara a Dios, que es verdad que implica ser coherentes
con lo que uno cree y hace; que implica ser sinceros con uno mismo, con los demás y con Dios;
que implica ser justos, dando a cada uno lo que le corresponde; que implica apostar por la vida, la
dignidad y los derechos del hombre; que implica vivir el amor auténtico en la caridad (Ef. 4,15);
Quizás la vida de Jesús no hubiese estado en peligro si hubiese buscado agradar a los hombres, si
hubiese buscado su propia gloria y sus propios deseos (cf. Jn 5, 43-44). Sin embargo, ¿de qué vale
definitiva, alejado del Dios verdadero? Jesús sabía que la verdadera vida y felicidad sólo la da Dios
que es Padre. Y por ello, permaneció en la verdad a pesar de que su vida corría peligro. Jesús da
testimonio de que el único camino para llegar al Padre, que es plenitud de la vida, es viviendo y
Jesús ha sido enviado por aquel que es la Verdad, Dios (cf Jn 7, 28; 8,26), sin embargo, los
hombres no le creen, no escuchan su voz, prefieren morir en sus pecados (cf Jn 8,24). Y no
escuchan su voz porque no son de la verdad, ni están abiertos a ella porque no les interesa, porque
prefieren sus obras malas (cf Jn 3, 19-20). Dicho de otra manera, los hombres de este mundo no
escuchan la voz de Jesús, porque no son fieles a la verdad, ni a fieles a Dios que es verdad, más
bien, están resueltos a buscar sus propios intereses y su propia gloria alejados de Él (cf. Jn 5, 44).
Los judíos se cierran en sus medias verdades y no están dispuestos aceptar que necesitan caminar
hacia la plenitud de la verdad (cf. Jn 16,13). Ellos son los estudiosos de las escrituras y nadie como
“verdad” están dispuestos a caer en contradicciones: afirman que son hijos de Abraham y de
Moisés, y sin embargo, maquinan la muerte de quien lleva la plenitud y el resplandor de la vida (cf.
Jn 5, 18; 8, 37).
Jesús denuncia la hipocresía, la mentira y la falsa fe que los judíos le profesan a Dios, pero ellos,
lejos de cambiar y vivir de acuerdo a la verdad, siguen en su error. Su cerrazón llega a tal punto
que, por no aceptar el reinado de la verdad de Dios, no les importa contradecirse: afirman que no
tienen más rey que el César (cf. Jn 19,15); no entran en el palacio de Pilatos para no contraer
pureza legal y poder celebrar así la cena de pascua, pero no tienen escrúpulos para condenar a un
inocente (cf. Jn 18, 28). Es más, justifican la muerte de Jesús basándose en su ley: “nosotros
tenemos una ley y según esa ley (Jesús) debe morir” (Jn 19, 7) cuando la ley de Moisés manda “no
La razón por la cual los hombres no escuchan la voz de Jesús, la da el mismo Jesús: no escuchan su
voz porque son hijos de aquél que es homicida y mentiroso desde el principio, Satanás (cf. Jn 8,44)
es decir, se han dejado envolver por sus falsas seguridades y por sus “falsas verdades” que sólo
Todo el que está por la verdad escucha la voz del Señor. Lo cual implica no pertenecer a este
mundo donde reinan las tinieblas de la injusticia y de la mentira (Jn 18, 36-37). Por eso, lejos de
endurecer el corazón, se debe estar atento a los engaños y a las injusticias de este mundo, para ser
capaces de erradicarlos y apostar por lo que humaniza. Escuchar la voz del Señor supone, en
Los que escuchan la voz del Señor “hacen la verdad”, porque no se trata de oír, sino de hacer
realidad las obras de la verdad. Lo cual supone tomar una actitud de servicio -a ejemplo de Cristo,
que vino a servir y no ser servido- (Jn. 13, 5ss), y de solidaridad con el prójimo (Lc. 15, 11, 32),
practicar la justicia y la misericordia (Lc 11, 42 Mt. 12, 7), ser sinceros y hablar de acuerdo con la
verdad (Mt. 5, 37), ser coherentes con nuestra adhesión al Dios del amor y la vida (1Jn 4, 7-8),
supone, en definitiva, apostar por la vida y por lo humano, cómo lo hizo Cristo (Jn 3,16).
“Escuchar la voz de Jesús” y “hacer la verdad” tiene como exigencia cristiana permanecer en la
palabra de Cristo y estar abiertos a la voluntad de Dios, y dejarse conducir por el Espíritu Santo
“hacia la verdad plena”. Por tanto, La pertenencia a la verdad precede al hecho de escuchar la voz
El beneficio de aceptar la verdad testimoniada por Jesús, es tener luz y libertad para vivir, ya no en
las tinieblas, esclavos del pecado, sino en la verdad, que trae consigo la vida y la libertad de los
hijos de Dios.
Jesús ha dicho “la verdad os hará libres” ((Jn 8, 32) sin embargo, esta libertad es sólo ofrecida a
los verdaderos discípulos que permanecen en la palabra de Jesús (Jn. 8, 30-31). “Permanecer” es el
verbo de la fidelidad y significa -en la teología joánica- meterse por completo en el círculo de
influencia y acción de la palabra de Cristo y dejarse conducir por ella (cf. Jn. 14, 21-23s; 15, 4-10)
Los judíos no quieren aceptar esta verdad que Cristo les ofrece porque se saben interiormente hijos
libres de Abraham, pese a la opresión o dominio romano, por eso, objetan a Jesús diciendo que
jamás han sido esclavos de nadie (cf. Jn 8,33). Jesús afirmará, por el contrario, que son “esclavos”
porque “todo aquel que comente pecado es esclavo del pecado” (Jn 8, 34).
28
Para Jesús, ser hijo libre se demuestra por la conducta, no con el mero nacimiento. Quien en su
manera de proceder es un embustero, injusto y homicida no tiene por Padre a Abraham (ni a Dios),
por muy adicto a Él que se profese, sino que sus obras muestran que tiene por padre al mentiroso y
asesino, el diablo (Jn 8 39, 47). Este era el caso de los dirigentes judíos que, bajo el pretexto de la
Los judíos son esclavos del pecado porque obran el pecado. Este obrar el pecado significa rebeldía
contra Dios que está a favor de la vida, rechazo radical al Hijo que realiza las obras del Padre. En
definitiva significa vivir y obrar el mal que deshumaniza y que propicia la esclavitud y la muerte;
significa vivir como si Dios no importase o no existiese, cerrándose totalmente al Hijo que libera
La libertad que pose y comunica Jesús sobrepasa la mera posibilidad de optar por el bien o la
maldad. Jesús concede al hombre la facultad de participar de la libertad del Padre (Jn 8, 36). Por
tanto, se trata“de la libertad otorgada por Dios, que libera al hombre de la más profunda
Dios”11. Jesús libera al hombre haciéndole ver la falsedad de lo que creen. No es voluntad de Dios
que el hombre sea esclavo, sino libre (Jn 8, 34-36). Para lo judíos la verdad era la ley, y el estudio
de la ley hacia al hombre libre. Para Jesús, la verdad es la vida que él comunica, y la permanencia
en su palabra hace al hombre libre. Cristo es la verdad que nos hace libres (Jn 8, 32).
Por lo tanto, Jesús deja en claro que la verdadera libertad sólo es otorgada por Él. Pues Él viviendo
en plena libertad, es decir, participando en la vida del Padre (Jn. 5, 26), separado completamente
del pecado y de la muerte, puede conducir a los hombres esclavos del pecado hasta la libertad
plena. Y esto le supone al hombre permanecer en su Palabra y hacer las obras de la verdad.
11
Cf. DE LA POTTERIE, Ignacio, La verdad de Jesús, BAC, Madrid, 1979, p. 260
29
Jesús, al decir y obrar la verdad de su Padre, choca con cuantos están llenos de los deseos de aquel
que es homicida y mentiroso por antonomasia (Jn 8, 44). Porque esta verdad, apuesta por la vida y
la libertad del hombre y exige la ruptura del orden injusto y de dominio que los judíos defienden.
Jesús, fiel a la verdad que realmente hace libre y no esclavo (cf Jn 8,32), sin desviaciones ni
miedos, se pone de parte de los débiles, de los marginados, de los oprimidos, de los ignorantes
considerados malditos por los fariseos (Jn 7, 49). La verdad que Él dice y hace, desenmascara la
“Jesús ha puesto al descubierto su ambición de honores y prestigio (Jn. 5, 43s), les ha echado en
cara su infidelidad a Moisés (Jn 5, 45-47) y a las escrituras (Jn 5, 39s), les ha acusado de no
cumplir la ley que Moisés les había dado (Jn 7,19) y de juzgar sin justicia (Jn7, 24); les ha predicho
la ruina (Jn 7,34), haciéndolos responsables del desastre que se cierne sobre el pueblo ( Jn 8,23),
los ha llamado esclavos, negando que sean hijos de Dios” (Jn 8, 42).12
Las autoridades judías, lejos de aceptar la invitación de Jesús de hacer la verdad, se aferran y
defienden el sistema que oprime al hombre, porque dicho sistema, respalda sus intereses y sus
privilegios. Los judíos optan por obrar la mentira, por eso levantan falso testimonio para lograr la
muerte del único que otorga la plenitud de la vida y la verdadera libertad, Cristo.
Dar testimonio de la verdad no es empresa fácil de realizar en un mundo donde reina todo lo
contrario a esa verdad que el Hijo trae. Proclamar la verdad es enfrentar el poder de la mentira y las
tinieblas. El sistema de este mundo coacciona, intimida, excomulga y mata con tal de opacar la
verdad y hacer prevalecer la injusticia. Por eso los padres del ciego de nacimiento no pueden
expresar su alegría al ver a su hijo curado por miedo a ser excomulgados (Jn9, 20-22), por eso
Pedro, que juro morir junto a Jesús, lo negó tres veces antes que cantara el gallo (Jn 18,17. 25-27),
por eso Pilatos por más que sabía que Jesús era inocente y que no presentaba amenaza alguna al
reinado de Roma (Jn 19,4), lo entregó para que lo crucifiquen. Salva su carrera política pero mata a
12
SCHNACKENBURG, Rudolf, El envangelio según San Juan, Versión y Comentario. Herder,
Barcelona, 1980, T II, pp. 419-420
30
un inocente. Pilatos ostentaba tener toda “la libertad” y la“autoridad”, pero no es más que una
marioneta que hace lo que el sistema mentiroso de este mundo le pide: “si pones en libertad a ese
hombre no eres amigo del César” (Jn 19,12). Pilatos no es capaz de dar la cara por la verdad, se
Los judíos no quieren un reinado de la verdad, porque eso implicaría cambiar todo el sistema
injusto del que reciben beneficios y “reputación”. Por eso, a pesar de que se vanaglorian de su
religiosidad y de ser un pueblo libre, para acabar con el rey de la verdad, Jesús, no les importa
afirmar que “no tenemos más rey que el César” (Jn 19,15). Pero lo que más sorprende es cómo esta
esclavitud del pecado y la mentira, en la que están envueltos, los lleva a creer que con este acto
homicida están haciendo un servicio a Dios. Los judíos no se responsabilizan de la muerte de Jesús
sino que, también como Pilatos, quieren lavarse las manos. Por ello tratan de legalizar la muerte de
Jesús: “Nosotros tenemos una ley y según esa ley el debe morir” (Jn 19, 7).
En la mentira está la auténtica postura antidivina (cf Jn 8, 44-45) que empuja a la eliminación de
todo aquel que proclame la verdad de Dios. Y como Jesús dice la verdad, los hijos del diablo
Si Jesús hubiera hablado y obrado la mentira, adulando y buscando el agrado de los hombres no
hubiera sido objeto de odio y, mucho menos, hubiese sido reo de muerte, pues el mundo ama a
todos los son como él (cf. Jn 15, 19). Pero Jesús no acepta el dinamismo suicida de este mundo y
se mantiene en la Verdad, fiel a la voluntad del Dios de la vida. Y esto le costó una muerte en Cruz.
Los hombres que se desvían de la voluntad de Dios, de su amor, fácilmente caen en sus falsas
profundizando y caminando, de la mano del Espíritu, hacia la verdad plena. Ser partícipes de la
31
corrupción, de la injusticia, de la violencia, etc sólo logra separarnos de Dios Padre, que es amor
verdad y vida, viviendo así en la esclavitud del pecado y no en la libertad de los hijos de Dios.
La vida de Jesús es un testimonio clave para la vida de todo creyente que se esfuerza por ser fiel a
Dios que es verdad y fuente de libertdad. Jesús nos enseña con su vida que ser fieles a Dios implica
ser fieles a las obras de la verdad. De tal modo que quien vive y hace la verdad vive de cara Dios,
porque Dios es verdad. Jesús es conciente que ser de la verdad en un mundo de mentira e injusticia
es difícil e implica ser valiente, porque el mundo odia a los que son de la verdad. Sin embargo,
anima a sus discípulos diciéndoles “animo yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Jesús es el modelo
de todo hombre que aspire a la verdadera libertad de los hijos de Dios. Los cristianos estamos
llamados a vivir la verdad como lo hizo Cristo, luz que ilumina la vida de todo hombre.
32
CAPITULO III
LA VERDAD SE HACE
Todos nosotros hemos sido testigos de cómo, en nuestro país, la mentira, que sustenta la injusticia,
muchos de nosotros expresamos nuestra indignación con el gesto simbólico del lavado de la
bandera. Han pasado ya algunos años de tal acontecimiento y sin embargo, parece que la
corrupción y la mentira siguen campeando en nuestro país: el poder judicial sigue tan corrupto
como lo fue antes, y nuestros representantes patrios sólo velan por sus intereses y no por los
Esta realidad vivida nos evoca el pasaje evangélico de Juan en el que se dice que la luz vino al
mundo (Cristo) y que los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas y
más beneficiosas que actuar con la verdad (Jn 3, 19-21). La realidad vivida no ha enseñado que no
basta con indignarse y hacer gestos simbólicos con los que se repudian la mentira y la corrupción.
Se trata de hacer realidad la sociedad justa y pacífica que todos deseamos. No se trata sólo de
33
protestar y exigir un mundo más justo y pacífico, se trata de construir juntos un orden social nuevo,
fundado en la verdad. Pues creemos que la convivencia social sólo puede juzgarse ordenada,
fructífera y congruente con la dignidad humana si se funda en la verdad. Por tanto, necesitamos que
La verdad es el fundamento de la libertad, la justicia y la paz, y de todos los demás valores que la
sociedad necesita. Porque sin la verdad, la libertad a la que se aspira, podría ser entendida como
pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal de conseguir el placer y los propios intereses,
aunque estos atenten contra la dignidad de las demás personas. La orientación del hombre hacia el
Bien sólo se logra con el uso de la libertad (GS 17) y “la libertad depende fundamentalmente de la
verdad” (VS 34), porque ésta, modela la inteligencia y la libertad del hombre para que, libre de sus
propios deseos y sin coacción alguna, pueda tender hacia el bien personal y comunitario.
Por tanto, sólo en la verdad el hombre vive a plenitud su libertad porque “la verdad nos hace libres”
(Jn 8,32) de nuestros egoísmos e individualidades, y nos permite dar lo mejor de nosotros a los
El anhelo ardiente de todo hombre de buena voluntad es la consolidación de la paz en el mundo (cf.
PT 166). Pero la paz será palabra vacía si no se funda en la verdad, si se hace caso omiso a sus
guerra, ni se reduce sólo al equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía
despótica, y muchos menos, es “paz armada”, sino que con toda exactitud y propiedad es obra de la
justicia y de la solidaridad (cf. GS 78). Y como dijo el Papa Juan Pablo II, “La paz debe realizarse
en la verdad, debe construirse sobre la justicia; debe estar animada por el amor; debe hacerse en
la libertad”.13
13
JUAN PABLO II, Mensaje para la celebración de la jornada mundial de la paz, 1981, Nº2
34
Una sociedad que no practica la justicia termina en el caos y la violencia. Sólo en la práctica de la
justicia la sociedad encontrará un equilibrio cada día más humano. Pero sin verdad, la
administración de la justicia nunca será justa, sólo beneficiará a unos en detrimento de otros. Por
ello necesitamos que la justicia esté impregnada de la verdad. La verdad en la justicia hace que ésta
sea equitativa e igual para todos los hombres y permite dar a cada uno lo que le es debido.
Por lo tanto, establecer una sociedad que garantice la dignidad, la libertad y los derechos
fundamentales del hombre exige, por parte de todos, apostar por una “cultura de la verdad”. Porque
no se trata sólo de exigir justicia, paz y libertad sino de realizar y hacer verdad eso que exigimos, se
trata de “hacer las obras de la verdad”. Y aquí estamos involucrados todos: creyentes y no
creyentes; los de derecha, los de centro y los de izquierda; los progresistas y conservadores, etc.
Todos debemos esforzarnos por hacer realidad una sociedad que se rija con los cánones de la
verdad.
2. La verdad se hace
Habíamos dicho que la concretización de un nuevo orden social, que propicie la justicia, la libertad
y la paz, exige de parte de todos, hacer que sea verdad y no puras palabras eso que exigimos. Es
Para los creyentes, la verdad de la que hablamos no es sólo una verdad que se aprende, se piensa o
se dice. Es, ante todo, un conjunto de comportamientos y actitudes de cara a la verdad, una forma
de vivir como Cristo que es la verdad. (Jn 8, 28-29) Es decir, vivir conforme a la verdad que Dios
Por ello, “hacer la verdad” tiene que ver con la honestidad, con la transparencia, con la coherencia,
con la justicia, con el derecho, con la fidelidad y con la claridad en nuestras relaciones con Dios,
35
con los demás y con nosotros mismos. Pero ¿qué implicaciones tiene esta tarea de hacer la verdad
en nuestra sociedad?
Hacer la verdad implica, en primer lugar, reconocer nuestros errores y tomar conciencia del engaño
en el que hemos vivido irresponsablemente; implica hacer un “mea culpa” por los miedos y
silencios que nos hicieron cómplices de tanta mentira e injusticia. Se trata, por tanto, de aceptar que
“es cierto que perdimos el camino de la verdad, (y) el espíritu de justicia no fue nuestra luz” (Sab.
5, 6). Y como dice el profeta, se trata de reconocer que “no se ha hecho justicia como corresponde
y se ha estado lejos de comportarse como es debido. La buena fe ha andado en las plazas por los
En segundo lugar, hacer la verdad implica corregir errores y renovar compromisos a favor de la
dignidad y los derechos del hombre. Se trata de “luchar por la verdad” (Ecl. 4, 28) y restablecer la
Hacer la verdad es librarnos de nuestras parálisis y cegueras que nos impiden actuar y ver con
optimismo y esperanza el futuro de nuestro país. Lo cual supone vencer nuestro pesimismo
reflejado en la opinión generalizada de que “el Perú no tiene futuro” y dar lo mejor de nosotros
Nada surge de la nada, lo que deseamos de nuestra sociedad debemos construirlo juntos, con la fe
puesta en Dios. Por ello, lejos de catalogar a la política como sucia y ser indiferentes ante ella,
bebemos participar en ésta y hacer que tienda a buscar el bien común de las personas. Debemos
esforzarnos por establecer una democracia más justa, fundada en los valores y que sea capaz de
Hacer la verdad en los medios de comunicación significa que la comunicación que estos difundan,
esté al servicio del bien común y que siempre sea verdadera e íntegra, salvadas la justicia y la
caridad. Además, en cuanto al modo, ha de ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar
escrupulosamente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad del hombre, tanto en la
Hacer la verdad en la educación, es educar a la generación del futuro con una actitud abierta y
dialogante. Es decir que lejos de cerrarse y creerse dueños de la verdad y absolutizar verdades
parciales, debemos optar por buscar juntos la verdad, respetando las convicciones ajenas. Implica
también ser concientes de que la verdad está marcada histórica y culturalmente por mediaciones
humanas. Por ello, hacer la verdad es también ser tolerante, porque la tolerancia es la virtud del
respeto de las convicciones personales ajenas. Y este respeto no se reduce a decir “yo no me meto
con lo tuyo y tú no te metas con lo mío”, sino que nos debe llevar a profundizar juntos la verdad en
Hacer la verdad implica ser valientes para denunciar la cultura deshumanizante de la mentira como
lo hizo Cristo al denunciar la ambición (Jn 5, 45ss), el no cumplimiento de la ley (Jn7, 19) y la
injusticia de los dirigentes judíos (Jn 7, 24) etc. Implica ser valientes para vencer las presiones
externas y, lejos de lavarse las manos como Pilatos, optar por la verdad y apostar por una “cultura
de la verdad”que propicie la vida, la dignidad y los derechos del hombre, sobre todo de los más
débiles.
Hacer la verdad en nuestras vidas significa no engañarnos a nosotros mismos, salir de nuestras
falsas seguridades, que nos hacen, muchas veces, aparentar lo que no somos y vivir en la alienación
constante, minusvalorando lo propio y creyendo que todo lo que viene de afuera es mejor. Significa
también reconocerse con humildad tal cual somos, con nuestros defectos y con nuestras virtudes, e
37
implica crecer cada día como mejor persona, mejor profesional, mejor esposo (a) mejor estudiante,
Hacer la verdad en nuestra vida personal es vivir con transparencia nuestras relaciones personales,
coherentes con lo que creemos, pensamos y hacemos; ser honestos y sinceros con nosotros mismos,
con los demás y con Dios. Se trata de ser veraces, como dice el evangelio, que nuestra palabra sea
sí cuando es sí y no cuando es no (Mt 5, 37). En definitiva, hacer la verdad es ser fieles a la persona
de Cristo que no sólo se limitó a decir la verdad, sino que obró la verdad de su Padre que es vida
La Iglesia, fiel a Cristo que es “camino verdad y vida” (Jn 14, 6), “camina a través de los siglos
hacia la plenitud de la verdad, hasta que se cumplan en ella plenamente las palabras de Dios”
(DV8). Esta es una exigencia que la Iglesia asume con una actitud humilde de escucha permanente
a la Palabra de Dios, pero sobre todo, con una actitud abierta al Espíritu Santo quien es el que
La Iglesia participa del esfuerzo común que la humanidad lleva a cabo por alcanzar la verdad. Por
ello, entre los diversos servicios que la Iglesia realiza a favor de la humanidad, “la diaconía de la
verdad” es uno de los más importantes. Por eso la Iglesia, fiel a Cristo que no vino al mundo para
condenar al mundo sino para salvarlo, lejos de cerrarse a sí misma, se abre al mundo para dialogar
con él sobre la verdad última del hombre y de su existencia. Y tiende a renovarse constantemente
No hay que tener miedo a la verdad. “La verdad os hará libres” ha dicho Jesús, por eso, la búsqueda
hay que tener miedo a buscar la verdad con otros que piensan y viven diferente a nosotros. Es más,
los cristianos no debemos descuidar las opiniones que tienden a “relativizar” la verdad o
“absolutizar medias verdades”. Más bien, debemos conocer a fondo dichas opiniones, porque no
se curan bien las enfermedades si no son de antemano debidamente conocidas. Además, porque
puede ser que en esas mismas opiniones, sistemas de pensamiento y de vida se esconda algo de
verdad.
Los cristianos, debemos tener una actitud abierta a la verdad y tener en cuenta que “la verdad no se
impone, sino por la fuerza de la misma que penetra suave y fuertemente en las almas (DH 1). Esta
Sin embargo, para los creyentes en Cristo, no basta con conocer la verdad sino vivir conforme a
ella, profundizarla en su vida (cf. DH 1), a ejemplo de Cristo que no se limitó a decir la verdad sino
a obrar la verdad. Todo aquel que pertenece a Cristo vive y obra de cara la verdad. Es más, nuestra
fidelidad a Cristo es medida por nuestra fidelidad a la verdad. Por ello, todos los cristianos estamos
llamados a realizar las obras de la verdad en nuestras relaciones con Dios, con los demás y con
nosotros mismos.
La vida del creyente debe ser luz para el mundo. Su testimonio debe ser veraz, no por las pruebas o
palabras que pueda dar o decir, sino por la credibilidad que sabe suscitar, por la coherencia
atractiva y arrolladora con que vive la verdad que profesa, como lo hizo Cristo. Jesús nunca impuso
la verdad que ha visto hacer a su Padre por la fuerza, sino con su testimonio de vida y obra: “hacia
las obras de su Padre” (Jn 8, 38). Son sus obras las que dan testimonio de que el Padre está en Él y
Él en el Padre. Por eso dice, “si yo no realizo obras iguales a las de mi Padre, no me crean, pero si
las realizo acepten el testimonio de las mismas” (Jn 10, 37-38). Es esta coherencia de vida y
Por tanto, si los cristianos obrásemos la verdad de Cristo, ni siquiera sería necesario exponer la
doctrina cristiana, bastaría sólo con el testimonio de nuestra vida y de nuestras obras. Las obras
demuestran la verdad de lo que somos. Son ellas las que acreditan nuestra pertenencia al Dios de la
vida. Obrar la verdad es, en esencia, realizar obras a favor de la vida, la libertad y la dignidad del
hombre, es dar buenos frutos para el mundo, sin ser del mundo.
3. Educar en la verdad
Todos los peruanos hemos sido testigos de cómo la “falta de verdad” en nuestras relaciones y en
degradación de la dignidad humana. Todos, de alguna manera, somos concientes de que debemos
superar la “crisis de la verdad” por la que nuestro país y el mundo entero atraviesa.
Es hora de apostar por una “cultura de la verdad” para no seguir incurriendo en los mismos errores
que como país hemos vivido y aún vivimos: infidelidad, coimas, estafas, padrinazgos, corrupción
Debemos apostar por una educación en la verdad y en los valores. El concilio Vaticano II,
conciente de esta necesidad, exhorta a todos los cristianos, pero especialmente a los educadores a
formar hombres que amen la libertad, que actúen con valores y que sean capaces de actuar con
“Este Concilio exhorta a todos, pero principalmente a aquellos que cuidan de la educación, a que
se esmeren en formar hombres que, actuando el orden moral, obedezcan a la autoridad legítima y
sean amantes de la genuina libertad; hombres que juzguen las cosas con criterio propio a la luz de
la verdad, que ordenen sus actividades con sentido de responsabilidad, y que se esfuercen en
secundar todo lo verdadero y lo justo, asociando gustosamente su acción con los demás”(DH 8)
Los educadores deben esforzarse para que los alumnos adquieran un criterio de verdad, para que
puedan discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo que propicia la vida y lo que produce la muerte
y la destrucción del hombre, entre los actos que humanizan y los que deshumanizan.
40
Los niños y jóvenes deben aprender a ser sinceros, transparentes, coherentes, justos y veraces, que
su palabra, como dice el evangelio, sea sí cuando es sí y no cuando es no (Mt. 5, 37). También
deben comprender que para que la comunicación humana sea creadora de una sociabilidad
humanizante, debe producirse en la verdad, debe ser don e intercambio de verdad. Porque en la
verdad los hombres se hacen creíbles y fiables, y la comunidad progresa en la justicia y en el amor.
Pero también deben comprender que no se trata de hablar de cualquier manera, sino de hablar en
sintonía con la caridad. Porque una verdad echada en cara, dicha de malos modos o en un momento
inoportuno, es verdad sin amor que deprime, ofende, aleja o destruye a la persona. Una media
verdad, una mentira piadosa o benévola, es amor sin verdad. Por tanto, verdad y amor son
Los educandos deben ser formados con una actitud abierta a la verdad y, a la vez, con una actitud
tolerante, porque la verdad no la poseemos de manera total, sino que, por estar marcada histórica y
supone mediaciones humanas, marcadas por la diversidad de individuos y comunidades que, por lo
mismo, recorren caminos múltiples. Pero nuestro deseo sincero de encontrar la verdad nos debe
unir, en esta búsqueda, incluso con aquellos que viven y piensan de un modo diverso a nosotros.
Luchar por establecer una “cultura de la verdad” implica un esfuerzo de parte de todos, pero sobre
todo de los educadores. Por ello su testimonio de vida es importante en la enseñanza. Los
educadores deben formar en la verdad y en los valores con su testimonio de vida. Porque la
vivencia precede a la palabra y la hace verdadera; y un sujeto es veraz no por las pruebas que sabe
ofrecer o por el poder con que se impone, sino por la credibilidad que sabe suscitar, por la
coherencia atractiva y arrolladora con que vive la verdad que profesa. Su presencia testificadora es
la demostración primera y decisiva de la verdad. Por tanto, los alumnos, más que convencidos o
41
persuadidos, deberían ser conquistados para la verdad con el testimonio de vida de sus
educadores.
sociales, los educadores deben tener en cuenta los cuentos, las parábolas, las moralejas, pero sobre
todo, los ejemplos de la vida real. Los peruanos no debemos olvidar cuánta corrupción y
violaciones de los derechos humanos se han cometido en estos últimos 20 años en nuestro país. Se
trata de hacer una sana memoria de lo ocurrido, sin resentimientos, con el fin de que nunca más se
repitan.
Los jóvenes y niños son el futuro de nuestro país. Por tanto, esforcémonos todos por educar en la
verdad y en los valores. Con ciudadanos educados en la verdad se asegura el futuro de país.
42
CONCLUSIONES
está referida al presente y siempre se refiere a algo que es. Para la segunda, la verdad se hace y
se vive en relación con otros, está fundada en la confianza, y referida al futuro. Por tanto,
mientras el griego, para manifestar una verdad, siempre se refiere a algo que es o dice algo que
es, en cambio, el hebreo dice: “así sea”, (amén). Dicho de otra manera, para el griego la verdad
es la correspondencia entre lo que se dice y aquello sobre lo cual se habla, mientras que para el
2. La época que vivimos, según muchos pensadores y moralistas, sufre de una crisis de la verdad.
Pues la falta de un criterio de verdad hace que ésta se halle en crisis, y en aras de la llamada
tolerancia, se acepta todo cuanto modo de pensamiento, de ser y de vivir esté de moda como si
todo valiese y todo tuviese el mismo valor. Esta crisis de la verdad, por un lado, ha generado
de valores, que ha dado paso a la corrupción y a la injusticia. El Perú ha sido testigo presencial
de esta crisis de la verdad. La falta de verdad en nuestra sociedad ha sido la causa principal de
que los peruanos vivan, en estos últimos 20 años, situaciones de corrupción, injusticia y
muerte.
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3. La verdad que Jesús aprende de Dios, su Padre, es un modo de obrar (Jn. 5, 19s), y ese es el
mensaje sino la aceptación total de su verdad que debe traslucir en la práctica del amor al
hombre y en esfuerzo constate por “hacer la verdad” en la vida cotidiana. El que rompe con el
obra del Padre, se constituye en el verdadero discípulo que vive y obra la verdad. Por tanto,
para Jesús, ser de la verdad e hijo de Dios se demuestra con la conducta, no por la mera
pertenencia a una tradición o linaje como suponen los judíos. Quien en su manera de proceder
es un embustero, injusto y homicida no tiene por Padre a Dios, por muy adicto a Él que se
profese, sino al enemigo del hombre. Estar de parte de Dios o de la verdad supone luchar por
4. Para Jesús, la verdad no es un conjunto de conocimientos abstractos sino que es una actitud de
vida de cara a Dios que es verdad, que implica ser coherentes con lo que uno cree y hace; que
implica ser sinceros con uno mismo, con los demás y con Dios; que implica ser justos y dar a
cada uno lo que le corresponde; implica apostar por la vida, la dignidad y los derechos del
5. Para los cristianos, la verdad no sólo es algo que se dice o se aprende, sino una forma de vivir,
como Cristo que es la Verdad. Por tanto, implica un conjunto de comportamientos y actitudes
relaciones. Por ello, “hacer la verdad” tiene que ver con la honestidad, con la transparencia, con
la coherencia, con la justicia, con el derecho, con la fidelidad y con la caridad en nuestras
relaciones con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Todos los cristianos estamos
llamados a definirnos siempre por la verdad. Es más, nuestra fidelidad a Cristo pasa por nuestra
fidelidad a la verdad. Los que son de Cristo no pueden ser indiferente ante la mentira y la
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corrupción, ni mucho menos lavarse las manos como lo hizo Pilatos. Los que son de Cristo
6. La búsqueda la verdad implica profundizar en ella con una actitud abierta. Lo cual supone ser
tolerante con aquellos que viven y piensan de modo diferente a uno. La tolerancia es la virtud
del respeto por la opinión del otro. Pero la tolerancia no se reduce a decir “yo no me meto con
lo tuyo y tú no te metas con lo mío”, sino, más bien, nos debe llevar a profundizar juntos la
7. Construir una sociedad que garantice el respeto por la vida, la dignidad y los derechos
fundamentales del hombre, exige por parte de todos consolidar una “cultura de la verdad”. Lo
cual implica “hacer la verdad” en nuestras relaciones y en nuestras obras, como lo hizo Cristo.
valores que nuestra sociedad necesita para tender al bien común y social.
8. Nuestro país necesita apostar por una educación en la verdad y en los valores para que la
generación del futuro no siga incurriendo en los mis errores y bajezas morales que ha llevado al
Perú a vivir tanta corrupción, injusticia y violaciones de los derechos humanos en estos últimos
tiempos. Nuestro país necesita de verdad y para ello necesitamos educar en la verdad.
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Artículos:
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