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Las hormigas.

Trabajadoras incansables

Las hormigas, las abejas y las avispas son insectos sociales. Un hormiguero
está formado por millones de hormigas que trabajan por el bien de la
comunidad.
Hormiguero
Puede estar bajo tierra o en el interior de los árboles. En el hormiguero hay
comida almacenada y existen larguísimos túneles que nunca se acaban. En
ellos, la reina está aislada en su cámara real, en la que constantemente pone
huevos. Por otra parte, la hormiga obrera se lleva los huevos a otras cámaras
donde se alimentará.
Aparte de la reina y las hormigas obreras, la hormiga macho tiene alas y es un
poco mayor que la obrera.
Algunas hormigas plantan, cuidan y recolectan hongos como si fueran los
mejores agricultores del mundo; otras son capaces de domesticar pulgones y
alimentarse de los jugos azucarados que los pulgones producen.
¡Viva la reina!
Los hormigueros están ordenados por castas o grupos sociales. La casta de las
obreras se encarga del cuidado y la alimentación de toda la sociedad. Las
obreras son hembras que no tienen alas y son estériles, es decir, no ponen
huevos. En la casta superior hay una sola reina; este animal será el único que
pondrá los huevos del hormiguero. La casta de los machos sólo está para
fecundar a la reina. Una vez al año nacen machos alados y reinas aladas. Una
vez apareada con el macho, la reina saldrá volando del hormiguero, perderá las
alas y en un rincón apartado fundará un nuevo hormiguero.
Con la hoja a cuestas
Una hormiga nunca se cansará de llevar comida al hormiguero. Las hormigas
pueden transportar una hoja que pesa varias veces lo que su propio cuerpo. Se
ha calculado que un hombre con esta fuerza sería capaz de levantar más de
mil kilos.
Tomás aprende a leer

Tomás sabía construir una casa de madera y hacer una tortilla de huevos, pero
no sabía leer. Tomás sabía hacer una mesa de árbol, pero no sabía leer.
Tomás sabía cómo cuidar los tomates, los pepinos y el maíz para que crecieran
hermosos, pero no sabía leer.
Conocía las huellas de los animales peligrosos pero no sabía leer.
–Quiero aprender a leer –le dijo a su hermano José.
–Eres un hombre mayor, Tomás –le respondió José–. Tienes hijos y nietos y
sabes hacer casi todo.
–Pero no sé leer –insistió Tomás.
–Bueno –dijo José–. Pues aprende.
–Quiero aprender a leer –le dijo Tomás a Julia, su mujer, que tampoco sabía
leer.
–Eres maravilloso tal como eres, pero si quieres aprende. Así podrás leerme a
mí.
Tomás pensaba “¿Cómo puede aprender a leer?” Ni mi hermano, ni mi mujer,
ni este hermoso perro pueden enseñarme a hacerlo.
Tomás estuvo pensándolo un buen rato y al final sonrió.
A la mañana siguiente, Tomás hizo sus labores y dándole un beso a Julia, salió
de casa.
Encontró a un grupo de niños y niñas que también iban por el camino. Cuando
los niños entraron, la señora García indicó que para ése día se tenía un nuevo
alumno.
Tomás empezó por aprender las letras y sus sonidos. Al irlo haciendo, contaba
historias divertidas e interesantes a los niños.

Tomás fue aprendiendo las palabras. Todos los días copiaba sus ejercicios. A
él le gustaba mucho que la maestra o los niños leyeran en voz alta. A veces
dibujaba mientras escuchaba.
Tomás estaba aprendiendo, pero también enseñando lo que él sabía hacer.
Al cabo de un tiempo, Tomás ya iba juntando las palabras y escribiendo sus
propias historias. Escribió sobre su rodilla, su baño en el río y sobre cuando
conoció a su mujer.
Un día, Tomás se llevó a casa un libro de poemas y lo escondió bajo la
almohada. Aquella noche, cuando Julia y él se fueron a la cama, sacó el libro.
–Escucha –le dijo.
Leyó varios poemas. Julia miró a su marido a los ojos.
–¡Oh, Tomás! –dijo–. Quiero aprender a leer.
–Mañana, después del desayuno, cariño –le respondió sonriendo. Y apagó la
luz.

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