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Michel Tournier
El prestigio incomparable de los melancoó licos ya fue recalcado por Aristoó teles: "Los
melancoó licos son naturalezas serias y dotadas para la creacioó n espiritual''
(Problema XXX, I). El neoplatonista Marsiglio Ficino -nacido el 19 de octubre de
1433 bajo el signo ascendente de Saturno- escribioó altivamente que la bilis negra,
``parecida al centro del mundo, empuja al alma a buscar el centro de las cosas
singulares. Y la eleva hasta la comprensioó n de las cosas maó s elevadas, ademaó s de que
se armoniza plenamente con Saturno, el maó s elevado de los planetas'' (De Vita
Triplici).
Nada mejor para circunscribir la naturaleza melancoó lica que considerar su opuesto,
el caraó cter jupiteriano, "jovial'' exactamente. Este caraó cter jovial se expresa en la
muó sica, que constituye el mejor remedio al mal melancoó lico. "A decir verdad, con
respecto a los males, soy muy temeroso, lo que tuó me reprochas a veces. Acuso de
una cierta complexioó n melancoó lica, y diríóa que es la maó s amarga de las cosas, si un
recurso frecuente al lauó d no me la hiciera maó s tranquila y maó s dulce'' (Carta de
Ficino a Giovanni Cavalcanti). Alberto Durero diraó maó s tarde que la pintura es un
arte melancoó lico y que es necesario amenizarla con la muó sica, arte jupiteriano por
excelencia. Evidentemente, no se puede evitar la referencia a la languidez del rey
Sauó l, que se mejora con el lauó d del joven David. "El espíóritu del Senñ or se alejoó de Sauó l
y un espíóritu malo lo agitaba, el Senñ or lo permitioó . Y los siervos de Sauó l le dijeron:
`Vuestros siervos, que estaó n frente a usted, buscaraó n un hombre que sepa tanñ er el
arpa a fin de que la toque y que sea socorrido cuando el espíóritu malo enviado por el
Senñ or lo acoja...'''
Ahora bien, Isaíóas teníóa un hijo llamado David que tocaba el arpa. Lo mandoó con
Sauó l: "Y David vino a Sauó l y tocoó frente a eó l. Y le gustoó tanto que lo hizo su escudero.
Cada vez que el espíóritu malo se apoderaba de Sauó l, David tomaba su arpa y la tanñ íóa,
y Sauó l se reanimaba y se encontraba aliviado, pues el espíóritu malo se alejaba de eó l''
(Libro de los Reyes XVI).
Como se ve, la melancolíóa de Sauó l tiene un origen bien trascendente, puesto que es
enviada por Dios. Pero se trata al mismo tiempo de una enfermedad que David
remedia con su arpa. Toda la ambiguü edad de la melancolíóa se encuentra ahíó.
Es probable que durante sus viajes por Italia, Alberto Durero descubriera los textos
de Marsiglio Ficino sobre la melancolíóa. Su amigo Melanchthon -de apellido
predestinado Schwarzerd (Tierranegra)- reconoceraó en eó l a un gran melancoó lico: los
tratados esenciales de este humor negro marcan la mayor parte de sus obras. Durero
realizoó dos estancias en Venecia. Teníóa veintitreó s anñ os cuando desposoó , en julio de
1494, a Agnes Frey. En el otonñ o partioó a Venecia, de donde no regresaríóa sino hasta
el invierno. Su segunda estancia ocurrioó en 1505 y fue de dieciocho meses.
Durero se declara en estas cartas entusiasmado por los venecianos, pero a la vez
reprueba su vocacioó n mercantil. Asimila la revolucioó n de las ideas que implican no
solamente la aceptacioó n sino la estima de la especulacioó n comercial, actividad
principal de la Repuó blica de los dogos. Especulacioó n, palabra dotada de una
admirable ambiguü edad, pues significa a la vez traó fico de dinero y reflexioó n metafíósica
desinteresada. Ahora bien, son precisamente dos rasgos atribuidos tradicionalmente
a los melancoó licos. Se les dice avaros y llevados a la contemplacioó n de las cosas
elevadas. Durero se acordaraó de esto en la Melencolia I.
Acerqueó monos a estos tres grabados de 1514, que son la cumbre de su obra. Durero
aprendioó pintura en el taller de Michael Wolgemut, donde entroó a los quince anñ os.
Pero salíóa del de su padre, orfebre y grabador. El metal seraó por excelencia su noble
soporte, y el grabado en cobre el arte que funde soberanamente el talento, el genio y
el artesanato maó s exigente. Durero es el maestro indiscutible del rasgo, del contorno
preciso, del negro y el blanco. El caballero, la Muerte y el Diablo (1513), La celda de
san Jeroó nimo (1514) y Melencolia I (1514) forman un conjunto de una belleza y de
una profundidad inigualables. Tambieó n hay que hablar de virtuosidad con lo que
implica de juego gratuito, por ejemplo, ese reflejo sobre el muro de La celda de san
Jeroó nimo de la luz fragmentada por los tragaluces de la ventana.
Melencolia I ha dado lugar a incontables comentarios e interpretaciones inspiradas
por la atmoó sfera abrumadora que se libera y la confusioó n que rodea al personaje
central. Intentemos no retener maó s que un inventario de sus principales elementos.
De antemano estaó el aó ngel sentado, la mejilla apoyada sobre el punñ o izquierdo, con
un compaó s en su mano derecha. Se trata de una mujer cuya complexioó n hace difíócil
concebir que sus alas la elevan. Estaó tocada con una corona (¿de laurel?) y vestida
con ropa muy amplia. A sus pies, las herramientas del artesano-geoó metra, un tintero,
una esfera, una escuadra, un cepillo, una sierra, una regla, algunos clavos. En su
cintura, una bolsa aparentemente bien surtida, síómbolo de la riqueza mercantil de
los melancoó licos. Medio cubierta por la parte baja de la ropa, se percibe la
extremidad de un clister. Este uó ltimo objeto simboliza evidentemente el lado
excremencial de la melancolíóa. El sol negro que ilumina el cielo estaó rodeado ademaó s
por el cíórculo de Saturno, el Senñ or de los Anillos, el planeta anal. Entre los temas
comunes de los tres grabados, se notan el sable y el perro.
El "cuadrado maó gico'' colocado sobre el muro ha dado lugar a las especulaciones
maó s variadas:
16 3 2 13
5 10 11 8
9 6 7 12
4 15 14 1
La "magia'' de este cuadro consiste en que la adicioó n de las cifras siempre da treinta
y cuatro, no importa si es horizontal, vertical o transversalmente. Se creíóa que los
cuadrados maó gicos, muy en boga en la eó poca, traíóan buena suerte. Constituíóan un
intento de dominar y, en suma, domesticar el infinito de las cifras y de los nuó meros.
Trataó ndose de Durero, se notaraó el lugar privilegiado que tiene en su "cuadrado'' la
cifra 1514, fecha del grabado, pero tambieó n de la muerte de su madre, Barbara
Holper, que vivíóa con eó l luego de haber tenido diecisiete hijos. Ese anñ o, Durero hizo
un retrato de la vieja dama enferma, un retrato grabado de una extrema crueldad.
La atmoó sfera general es triste y pesada, pero banñ a en una calma estudiosa y
espiritual que seraó el objeto mismo del grabado de ese anñ o La celda de San Jeroó nimo.
La melancolíóa no es ni la depresioó n ni la desesperanza. Pierre Mac-Orlan afirmaba
que los melancoó licos jamaó s se suicidan. Hay en ella una posibilidad de dicha. Como
en la ceó lebre definicioó n de Víóctor Hugo: ``La melancolíóa es la dicha de estar triste.''
Pero antes de eó l Montaigne escribioó : "Hay una sombra de delicia y delicadeza que
nos sonríóe y que nos transporta al seno mismo de la melancolíóa'' (Ensayos II, 20).