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para fans.

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editorial u otros ajenos.

Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de los
staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño, sea de
vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están adentrándose y que
ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda apoyar al autor/a de este
libro comprando el libro en cuanto llegue a tu localidad.

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ÍNDICE
Staff

Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Epílogo

Sinful Rapture (The Rapture #2)

Sobre la Autora

3
STAFF
Moderadora:
AriannysG

Traducción
Nessied Karla_St Agoss
Sandra289 BrenMaddox VicHerondale
Katiliz94 AriannysG
Bii_Puente Clajace

Corrección
Key Marta_rg Ariannys
Pily G

Recopilación y Revisión
Pily AriannysG

Diseño
PaulaMayfair

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5
SINOPSIS
Madison Philips tiene solo un motivo para volver a Las Vegas: Luc
Angeli. El alto, moreno, chico malo que se llevó su virginidad en su
decimoctavo cumpleaños y que después huyó. Ahora ella está de
regreso, y preparada para la venganza.

Luc Angeli pasó su juventud intentando ganarse la aprobación de su


flirteante padre. Ahora es su propio hombre, pero hay algo que falta en
su vida. No sabe lo que es hasta que toma visión de Madison en un
balcón. De repente sabe que esa mujer es lo que ha estado buscando, y
esta vez no va a huir.

The Rapture #1

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CAPÍTULO 1
Traducido por Nessied, katiliz94 y SOS por Sandra289

Corregido por AriannysG

M
adison Philips sabía que estaba soñando.

No solo era de repente ocho años más joven, sino


que sentía esa extraña sensación de estar
flotando fuera de su cuerpo mientras observaba a
la última de las adolescentes irse manejando desde el estrecho
remolque en las afueras de las Vegas.

Era un sueño familiar.

Desgraciadamente demasiado familiar.

De manera audaz, Madison trató de salirse de la pesadilla. Lo


había hecho cientos de veces en los últimos años. Pero esta noche, falló.
En lugar de despertar, se descubrió hundiéndose aún más en el sueño.

Ya no veía el pasado desarrollándose poco a poco, sino que en


realidad estaba reviviendo el acontecimiento.

Perdida en el sueño, se sentía asombrosamente real cuando


arregló la sala de estar en mal estado antes de dirigirse a la parte
trasera del remolque.

Pasó bastante agradable la fiesta de cumpleaños con sus amigos,


reconoció una vez más que de joven era una chica sorprendentemente
inocente. De hecho, fue su mejor fiesta de todos los tiempos, siempre y
cuando no se fijara en los dos notables ausentes.

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No era como si hubiera esperado en realidad que su madre
recordara que era el décimo octavo cumpleaños de su única hija.
Diablos, Connie Philips no había estado en el remolque en dos
semanas. Madison asumió que todavía se encontraba escondida en
algún hotel de mala muerte con su último amante.

Y por supuesto, fue una idiota por pensar por un segundo que
Luc Angeli, el Ángel Oscuro, quien era tres años mayor que ella y el
centro de atención de sus fantasías adolescentes, podría en realidad
pasar por allí.

Obviamente, había sido producto de su imaginación pensar que


hubo una chispa de interés en sus ojos oscuros cuando ella fue a su
casa y prácticamente le rogó que pasara por… bueno, le dijo que quería
que compartiera con ella una rebanada de su pastel de cumpleaños,
pero ambos sabían lo que estaba ofreciendo en realidad.

A diferencia de la mayoría de sus amigas, había evitado


involucrarse sexualmente con alguno de los chicos con los que salía.
Una parte de ella se negó a caminar en los pasos fallidos de su madre,
durmiendo con cada hombre que pagaría su atención.

Pero una parte más grande era el anhelo de darle su virginidad al


hombre que colmó sus sueños durante los últimos tres años.

Y no mantuvo su deseo en secreto.

Luc era muy consciente de que ella quería que él se iniciara en su


floreciente sensualidad.

Suspirando, Maddy abrió la puerta de su dormitorio, encendiendo


la lámpara de mesa que bañaba la pequeña habitación en sombras.
Prefería quedarse la mayor parte del tiempo en sombras, sin querer vivir
en la vileza de su entorno.

En su mente esta no era su casa. Era solo un lugar en el que


permanecía hasta que se mudara a cosas más grandes y mejores.

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Pero esta noche, estaba un premio imprevisto esperándola.

El único regalo de cumpleaños que realmente quería.

Cerrando la puerta automáticamente tras de sí, Maddy se apoyó


contra la misma mientras su mirada asombrada tomó el espectáculo de
Luc Angeli estirado sobre la cama, con las manos colocadas detrás de
su cabeza. Obviamente utilizó la puerta de atrás para entrar en el
remolque mientras ella veía a sus amigos irse.

Su corazón golpeó contra sus costillas. Dios todopoderoso. Se veía


demasiado hermoso para ser real.

Su largo cabello negro estaba a la izquierda lo suficiente para


rizarse en su nuca. Su piel oscura bronceada. Sus ojos de terciopelo
negro como un cielo de medianoche y enmarcado por una maraña de
pestañas imposiblemente largas. Sus facciones estaban tan finamente
pulidas que podrían haber sido bastante si él no fuera tan
potentemente masculino.

Y su cuerpo delgado estaba endurecido debido a los veranos que


pasó trabajando en la construcción.

—¿Luc? —Suspiró en sorpresa, preguntándose brevemente si


estaba alucinando mientras él lentamente se ponía de pie, con los
músculos en movimiento con facilidad líquida debajo de sus vaqueros
desteñidos y una camiseta negra apretada—. ¿Qué estás haciendo
aquí?

Su mirada melancólica la observó mientras ella nerviosamente


empujó su pesada cortina de cabello negro liso fuera de su rostro, no
importa cuántas horas pasó en la ardiente luz solar de Nevada.

—Esperando por ti.

—Pero…

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—Tú me invitaste, ¿no es así? —interrumpió él, su mirada
persistente en la exuberante curva de sus labios.

Su boca se secó. Su presencia parecía consumir la pequeña


habitación, llenándola con el aroma a jabón de sándalo y la limpia piel
masculina.

—Sí. —Se vio obligada a despejar el bulto nervioso de su


garganta—. Pero, ¿por qué no te uniste a la fiesta?

—¿Sabes por qué, Maddy? —Sus ojos se levantaron para


encontrar su mirada deslumbrante—. Quería estar a solas contigo.

La excitación la atravesó como un rayo, apretando su coño con


anticipación.

—No pensé que vendrías.

Sus labios se torcieron en una sonrisa sin gracia.

—Yo tampoco, pero parece que no soy tan inmune como debería
de ser a tu tentadora… invitación.

Ignoró su indicio de burla, se sentía demasiado entusiasmada por


la idea de satisfacer sus fantasías como para prestarle atención a la
sutil advertencia.

—Bien —murmuró, sacudiendo su cabello largo sobre su hombro


en un movimiento inconscientemente provocativo.

Él contuvo el aliento.

—¿Estás segura?

Maddy se apoyó contra la puerta, casi sin poder respirar. El


hombre la estaba haciendo temblar y ni siquiera la había tocado
todavía. Tenía que ser el calor de su mirada. Era como ser tildada por el
fuego mientras él tomaba una visión lenta y meticulosa de su esbelto

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cuerpo apenas cubierto por su corta falda de cuero negro y la camisa
tipo corsé que le pidió prestada a una amiga.

—Estoy segura.

—Entonces demuéstralo —dijo con voz áspera.

Maddy se lamió los labios secos.

—¿Cómo?

—Quítate la ropa.

Parpadeó ante la orden directa y ante una lenta sonrisa que curvó
sus labios. Era un reto. A pesar de que inocentemente entendió que él
estaba poniendo a prueba la profundidad de su compromiso con la
despedida de su virginidad.

La menor vacilación y él saldría por la puerta y nunca regresaría.

—¿Te gusta? —preguntó con voz áspera.

Ella enganchó los pulgares en la cinturilla de su falda de cuero,


tirando de ella debajo de sus caderas y dejándola caer en un pozo a sus
pies. Usó la punta de su tacón de aguja de siete centímetros para
patearla lejos, y muy consciente de que Luc acababa de darse cuenta de
que se encontraba deliberadamente desnuda debajo de su falda.

Sin bragas. Sin calcetines.

Solo ella y su reciente cera brasileña.

Su coraje casi flaqueó mientras él dio una respiración lenta y


profunda, sus manos tensadas a su lado. Luc ya no era más un
adolescente excesivamente entusiasta esperando un toqueteo en la
oscuridad. Era un hombre completamente maduro, con años de
experiencia. Oscuro… feroz… exigente. Y justo ahora, su deseo era una
fuerza tangible en el aire.

Si ella continuaba, él la consumiría.

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Total y completamente.

El pensamiento debería haber aterrorizado a una virgen


inexperta.

En su lugar, Maddy sintió un estremecimiento de excitación


volátil.

Extendió la mano para agarrar el lado trasero del corsé, jalándolo


con fuerza para desengancharlo con una gracia inconsciente. Le había
tomado años obtener el control de su cuerpo, el cual se disparó hasta
un metro casi toda la noche.

Ahora se había despojado del corsé y arrojado a un lado con una


elegancia suave, lo que arrancó un bajo gemido del hombre que la
observaba con la mirada ávida de un depredador.

—Mantenlos puestos. —Luc rompió abruptamente el silencio


mientras ella levantaba un pie para quitarse uno de los tacones de
aguja. Se estremeció, recolocando su pie en el suelo. Se sentía
extrañamente vulnerable usando nada más que sus zapatos de cuero.
Como si sintiera su destello inesperado de vergüenza, Luc levantó la
mano, haciendo un gesto hacia sí.

—Ven aquí, Maddy.

Ella dio un paso incierto hacia adelante. Y luego otro. Por último,
se puso de pie a pocos centímetros de distancia.

Él la estudió con una mirada inquietante, un bulto visible


presionando contra la bragueta de sus vaqueros desteñidos. Estirando
el brazo, tomó su mano, tirando de ella hasta que estuvo presionada
contra su cuerpo duro. Su estómago se apretó cuando él la agarró por
la nuca, su aliento rozando sobre sus mejillas antes de que capturara
sus labios en un beso que hizo que su corazón golpeara contra sus
costillas.

La había besado antes.

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Un torpe encuentro de sus labios que dejó a su adulador con
disgusto.

Pero esto…

Era maravilloso.

Sus dedos se enroscaron en su cabello, tirando de los hilos


sedosos mientras levantaba su cabeza para estudiar su cara sonrojada.

—¿Tienes alguna idea de lo que va a ocurrir? —demandó.

—Sé que te deseo —susurró—. Siempre lo he hecho.

—No hay vuelta atrás. —Las palabras fueron más una promesa
que una amenaza, envolviéndose a su alrededor con el placer del
paraíso.

Ella se estremeció.

—Bien.

Deslizó su mano sobre su cabello, ligeramente trazando la línea


de su garganta antes de que sus dedos se ahuecaran en su pecho
desnudo. Con un jadeo, ella agarró sus brazos, sus rodillas
amenazando con ceder el paso en el momento que él se inclinó para
chupar el pezón entre sus labios.

Gimió, el placer cayendo en cascadas a través de ella mientras su


lengua se burlaba de la punta fruncida de su pecho.

Apenas dándole tiempo para acostumbrarse a la sensación de los


exquisitos golpes, él dirigió su atención a su otro pecho, atormentando
el pezón delicado hasta que fue valiente y rogó por la amabilidad de su
boca.

Sus uñas se clavaron en sus brazos al descubierto por su


camiseta apretada, su espalda arqueándose mientras él continuaba en
su placer con los dientes y lengua.

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Solo cuando ella gemía bajo su toque experto, él hacía trazar sus
dedos por la superficie plana de su estómago, instándola a separar sus
piernas.

Se aferró a él mientras obedecía a sus órdenes silenciosas, con


cuidado de no torcerse el tobillo mientras sus talones amenazaban con
ponerse en la alfombre andrajosa. Luc murmuró su aprobación, sus
dedos deslizándose entre sus muslos abiertos. Su toque era suave
cuando acariciaba la carne húmeda de su coño.

Maddy dio un grito ahogado de sorpresa en el momento que él


encontró su clítoris sensible, todo su cuerpo apretando con felicidad.
Utilizó su pulgar para continuar atormentando a su punto de placer
mientras un dedo encontraba la entrada de su cuerpo.

Instintivamente se quedó sin aliento.

Nunca había dejado que nadie la tocara tan íntimamente antes.


Era… increíblemente perfecto.

O tal vez era solo Luc Angeli quien era increíblemente perfecto.

Como para probar su punto, Luc volvió su boca a su pecho,


tirando de su pezón con una insistencia que la hacía sentir como si
estuviera en llamas. Al mismo tiempo el dedo presionando en su
interior, desgarrando otro gemido de sus labios.

Podía sentir su deslizamiento por el tejido apretado de su canal, el


pulgar ligeramente rodeando su clítoris. Se aferró a sus brazos, las
abrumadoras sensaciones cuando él dejó que sus labios se arrastraran
hasta el estruendoso pulso en la base de su cuello.

Gimiendo suavemente, se movió contra él. Hubo una presión


gloriosa empezando a construirse entre sus piernas. Una tensión que
hacía que todo su cuerpo se encogiera con anticipación.

—No luches contra él, Maddy —dijo Luc—. Déjame sentir tu


clímax.

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Golpeó su dedo dentro y fuera, presionando más profundo
mientras la preparaba para la invasión final. Ella mordió su labio
inferior mientras su pulgar continuaba su masaje mágico sobre su
clítoris, y sus labios se deslizaban a su garganta. Era eso o gritar su
alegría como una explosión de placer sacudiendo a través de ella, la
intensidad de su liberación haciéndole temblar todo el cuerpo.

—Está bien, Maddy. Te tengo.

—Luc —suspiró ella.

Se apoyó pesadamente contra él, sus rodillas amenazando con


desplomarse. Él envolvió sus brazos con fuerza a su alrededor,
presionando sus labios en su frente mientras ella trataba de
recuperarse de las vibraciones estremecedoras que seguían
extendiéndose por su cuerpo.

Sus labios continuaron tranquilizando su rostro volteado cuando


él la levantó en sus brazos dirigiéndola a su cama estrecha. Dio unos
pasos y la bajó sobre el colchón antes de enderezarse y dar un tirón de
su ropa.

Ella miró con ojos perplejos como tiraba de su camiseta encima


de su cabeza y sus botas, comenzando antes de que él estuviera
empujando sus jeans hacia abajo. Su apretado coño se estremeció
mientras su mirada se deslizaba por su cuerpo endurecido, cincelado a
quedarse en el empuje orgulloso de su erección.

Dios, era hermoso. Todos los músculos esculpidos y bronceados,


masculinamente despiadados.

Hizo una pausa para sacar un condón del bolsillo delantero de


sus vaqueros, desgarrando el paquete y deslizándolo con soltura.

Entonces, se movió lentamente, como dándole una última


oportunidad de cambiar de opinión, puso una rodilla en el colchón.

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—No tengo ninguna experiencia con vírgenes, pero sospecho que
esto puede doler, Maddy —dijo, su voz rígida por la tensión—. Voy a
tratar de ir despacio, pero te deseo. Sus labios retorcidos con un toque
de autoburla mientras su mirada lentamente tomaba sus curvas
desnudas extendidas en la cama, deteniéndose en los zapatos de tacón
que él insistió que se dejara puestos—. No creo que nada podría
detenerme de tomarte esta noche.

—Estoy lista —suspiró.

Sosteniendo su mirada bien abierta, Luc se extendió sobre el


colchón a su lado, dándole tiempo para acostumbrarse al calor
abrazador de su piel desnuda. Sus dedos recorrían la parte delantera de
su cuerpo. Viajando desde la garganta hasta su estómago tembloroso,
su suave caricia provocó pequeñas chispas de excitación.

Asombrosamente, Maddy se sintió emocionarse con anticipación,


sus piernas separándose fácilmente cuando él rodó encima de ella.

Todavía sosteniendo sus miradas, Luc se colocó entre sus muslos,


la cabeza de su pene forjando un camino lento en su cuerpo. Vaciló por
un breve instante, después con un arrebato firme estaba ubicado
profundamente en su interior. Su grito resonó en la habitación.

No fue el verdadero dolor, más un sentimiento de ser presionada


al máximo.

Él dio un gemido fuerte, sus manos enmarcando su rostro


mientras la estudiaba con una mirada oscura.

—¿Te lastimé? —demandó.

Maddy sintió su lucha por cesar su deseo, sabiendo que estaba


tomando toda su fuerza de voluntad para no embestirla.

Su feroz deseo era tan emocionante como la evidente


preocupación en su voz.

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La deseaba. Él en realidad, y verdaderamente la deseaba.

—Estoy bien —le aseguró, sus manos corriendo sobre los


músculos agrupados de sus hombros—. No te detengas.

Él soltó una risa ahogada, su frente húmeda con sudor.

—Ya no es una opción, Maddy. Te has convertido en una


necesidad.

Ella tembló en el borde de necesidad con su voz ronca, sus manos


explorando tentativamente la amplia distancia de su pecho. Nunca se
dio cuenta de que podría haber tanto placer en el tacto. La suave piel
caliente. La ondulación de los músculos. La aceleración de los latidos de
su corazón, lo cual reveló que sus emociones se encontraban fuera de
control. Creciendo más audazmente, explorándolo hacia abajo,
encontrando sus abdominales marcados. Podría pasar el resto de la
noche acariciando sus manos sobre su forma escultural.

Luc, no obstante, tenía otras ideas.

Con una maldición entre dientes, agarró sus manos, sujetándolas


sobre su cabeza. Sus ojos se abrieron, su corazón perdiendo el ritmo en
la necesidad salvaje que ardía en sus ojos.

—No te muevas —gruñó, su voz apenas reconocible—. Estoy


colgando de un hilo, cariño.

Maddy saboreó el exquisito momento. Esto era lo que había


anhelado. La sensación de él enterrado profundamente en su interior, el
conocimiento embriagador de que lo había conducido hasta el borde de
la razón. Todo combinándose para provocarle un estado de excitación
extrema.

Con cuidado obvio, Luc se retiró hasta que la punta de su pene se


mantuvo en su interior, luego mientras sus caderas se encontraban
levantadas para mantener el contacto, se deslizó hacia adelante.

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Ella se estremeció ante el deslizamiento erótico de su pene en su
interior, su respiración abrasadora sobre su rostro mientras presionaba
su frente contra la de ella.

—Luc… —gimió, envolviendo instintivamente sus piernas


alrededor de sus caderas—. Se siente tan bien.

—Mierda, Maddy —gimió, hundiéndose aún más profundo—. Me


estás matando.

Maddy no estaba segura de lo que quería decir, pero por el


momento no importaba. Ese delicioso, adictivo placer comenzaba a
elevarse cuando la penetró a un ritmo despiadado.

—No sé qué hacer —dijo ella con voz ronca, necesitando darle la
misma felicidad que la estaba sacudiendo a ella.

—Solo déjame complacerte.

—Lo haces —gimió, su cuerpo inclinándose debajo de él. Su


corazón se sentía como si estuviera golpeando fuera de su pecho, sus
uñas clavándose en los dedos que se envolvían alrededor de sus
muñecas—. Eres el único que alguna vez podría complacerme.

—No deberías decirle eso a un hombre —murmuró, hundiendo el


rostro en la curva de su cuello mientras sus manos bajaban para
ahuecar su culo, inclinándola para una penetración aún más
profunda—. Sobre todo a uno con mi ego.

Sus dedos de los pies se curvaron cuando las ondas de placer se


apresuraron a través de ella.

—Sabes cómo me siento —gimió ella alocadamente—. Siempre


has sido tú.

Una oscura, posesiva satisfacción ardía en sus ojos.

—Eres mía.

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Ella sonrió. Lo era.

Puede ser que fuera políticamente incorrecto. Incluso podría ser


estúpido.

Pero entendió que pertenecía a este hombre a un nivel primitivo.

—Siempre —suspiró, la palabra una promesa solemne.

Luc gimió, sus dedos clavándose en la carne suave de su culo.

—Dios, te sientes perfecta, Maddy. Así apretada alrededor de mi


pene... —Bajó la cabeza para saborear la punta de su pecho—. Córrete
para mí.

—Luc. —Se arqueó hacia arriba, su aliento saliendo de sus


pulmones mientras él contactaba entre ellos para provocar su clítoris
hinchado.

—Córrete por mí, encanto —dijo con voz áspera—. No voy a durar.

Ella gritó cuando su orgasmo creció hasta una dolorosa cumbre


máxima, antes de que explotara en ella con la fuerza de una bomba
nuclear.

Dios mío.

—Sí —siseó, hundiéndose rápidamente dentro y fuera de su


cuerpo.

Sus labios encontraron los de ella mientras agarraba sus caderas,


dando un último impulso antes de ponerse rígido contra ella, su gemido
de finalización retumbando desde las profundidades de su pecho.

Permaneciendo alojado en su interior, Luc extendió pequeños


besos sobre su rostro, su ternura trayendo lágrimas de alegría a sus
ojos.

Había fantaseado con este momento desde que vio a Luc


caminando por los pasillos de la escuela secundaria local.

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Ella era una tranquila estudiante de primer año y él era el “Señor
Popular”. Lo que es peor, era el hijo de Vigo Angeli, dueño de dos
casinos lujosos. Se rumoreaba que valían millones, mientras que Maddy
era la hija de una camarera que rara vez recordaba que tenía una hija
con la que compartía su remolque barato en las afueras de la ciudad.

Había parecido un sueño imposible. Pero ahora...

—Te amo, Luc —murmuró, su corazón rebosante de felicidad.

Al instante él se puso rígido, su respiración siseando entre sus


dientes apretados, como si lo hubiera golpeado en lugar de haberle
confesado su amor. Entonces, antes de que supiera lo que estaba
pasando, él se retiró de su interior y se salió de la cama, con una
expresión dura mientras agarraba sus jeans del suelo.

—No hagas de esto algo que no es, Maddy —advirtió, su voz


dolorosamente dura.

De repente fría hasta los huesos, Maddy se estiró para tomar la


sábana, cubriendo su cuerpo desnudo.

—Luc, ¿qué pasa?

—Todo. —Se vistió con una rapidez eficaz—. Esto nunca debería
haber ocurrido.

Temblando con un desconcertado sentimiento de traición, vio


como Luc se dirigía hacia la puerta.

—¿Te vas?

Se detuvo, volviéndose para mirarla con una expresión que era


imposible de leer.

—Hazte un favor, Maddy. Guarda tu amor para un hombre que


en realidad se lo merezca.

* * *

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El sonido de su alarma por suerte sacó a Madison de la pesadilla.

Mierda.

Lanzando las sábanas, salió de la cama y se dirigió al cuarto de


baño adjunto.

No había ningún misterio de por qué estaba acosada por ese


sueño particular.

El día después de su desastroso decimoctavo cumpleaños ella


dejó Las Vegas y viajó a Nueva York para seguir su sueño de convertirse
en modelo. Por una vez en la vida, la buena suerte le había sonreído,
aterrizó en el lugar como la portavoz de una nueva marca de tequila.

Su carrera tomó vuelo con velocidad récord, y gracias a la


agobiante pobreza de su infancia, tuvo el suficiente sentido común para
exigir que una parte de su salario se abonara en acciones de la
empresa. Para cuando llegó a la edad de veinticuatro años había hecho
una pequeña fortuna, la cual usó para abrir su propia agencia de
modelos.

Ahora no solo era rica, sino que tenía un negocio próspero que le
daba un poder que nunca imaginó posible cuando era una niña
tratando de sobrevivir.

Y por primera vez en ocho años había regresado a Las Vegas.

Sí, todo era genial. Excepto que sus sueños de amor fueron
arruinados por el Ángel Oscuro.

Tomando una ducha rápida, Madison se puso un par de shorts


blancos casuales y un top elástico amarillo. Recogió su oscuro y largo
cabello hasta los hombros en una coleta alta, deteniéndose el tiempo
suficiente para hacer una mueca ante su reflejo.

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Sin maquillaje se veía más joven que sus veintiséis años, pero
eran las sombras bajo sus grandes ojos color avellana y la palidez de su
piel cremosa lo que la hizo arrugar la nariz con disgusto.

Pronto, se prometió en silencio.

Pronto terminaría con las pesadillas de su pasado.

Y Luc Angeli no sería más que un recuerdo lejano.

Al salir del cuarto de huéspedes, Madison se dirigió a la cocina


del apartamento de lujo junto a Strip.

La casa pertenecía a su mejor amiga de la escuela secundaria,


Kristen Roth. Las dos habían sido inseparables a pesar de que Kristen
tenía una experiencia muy diferente a Madison. E incluso después de
que dejó Las Vegas, mantuvieron contacto, reuniéndose para un "fin de
semana de chicas" al menos dos veces al año en diferentes lugares
exóticos.

En el momento que decidió que era hora de volver a Las Vegas,


Madison supo que no podía permanecer en cualquier lugar del
apartamento sin herir los sentimientos de Kristen.

Una desafortunada necesidad, se dio cuenta tardíamente


mientras caminaba hacia la cocina para descubrir a su amiga ya
vestida con un traje gris y su cabello rubio miel recogido en un nudo
suave en su nuca. Al instante, la mirada azul índigo de Kristen se aferró
al rostro pálido de Madison y a los signos evidentes de noches sin
dormir.

Kristen poseía una mente afilada, la cual le consiguió un puesto


alto en el bufete de abogados en Nevada. Nada podía superar su mirada
perspicaz.

—¿Qué haces levantada a esta hora? —demandó, al instante


moviéndose para servirle a Madison una gran taza de café.

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Tomando asiento en la barra de desayuno, Madison se estiró de
inmediato para alcanzar el café, sonriendo ante el rico aroma. Kristen,
por supuesto, recordaba que ella lo tomaba fuerte y negro. Su aptitud
implacable era a veces aterradora.

—Después de años de viajes he descubierto que la única manera


de lidiar con el jet lag1 es forzándote a ajustarte a la hora local tan
pronto como llegues —dijo, las palabras no eran del todo mentira.

Llegó anoche a Las Vegas de un viaje a París para reclutar a


nuevas modelos, y cuando puso el despertador, tuvo la intención de
descansar en la cama por lo menos durante un par de horas entretanto
se ajustaba al cambio brusco de horario.

—Mmm. —Kristen estudió su rostro pálido—. El jet lag no pone


círculos oscuros bajo los ojos.

Madison dejó escapar un suspiro.

—Me he mirado en el espejo, muchas gracias. No te necesito para


señalar que parezco un zombi.

Kristen negó, su clásica belleza mostrando la ventaja de estar


rodeada del apartamento blanco y plata, con las paredes de cristal que
revelaban una vista soleada de la ciudad.

Era como ella. Elegante. Moderno. Eficiente.

—No seas idiota —respondió Kristen—. Siempre te ves


espectacular. Si no fueras mi mejor amiga, estaría moralmente obligada
a odiarte. Pero obviamente has tenido más de una noche de insomnio.
Dime lo que está pasando.

Madison se encogió de hombros. No le había revelado la verdad de


su regreso a Las Vegas a nadie. Ni siquiera a su mejor amiga.

1 Jet Lag: también conocido como descompensación horaria, disritmia circadiana o


síndrome de los husos horarios, es un desequilibrio producido entre el reloj interno
de una persona (que marca los periodos de sueño y vigilia) y el nuevo horario que se
establece al viajar en avión a largas distancias, a través de varias regiones horarias.

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—Pesadillas.

Kristen arqueó una ceja miel.

—¿Estos malos sueños ocurren con el nombre de Luc Angeli?

—¿Luc? —Madison parpadeó en un genuino estado de sorpresa.


¿Cómo demonios lo adivinó?—. No sé de quién estás hablando.

Kristen hizo señas ante su ridícula pretensión de ignorancia.

—No seas evasiva. Ninguna mujer olvida al primero.

—¿En serio? —Madison tomó un sorbo de café, esperando que la


cafeína pusiera su mente perezosa en marcha—. ¿Así que tú pasas tus
noches soñando con Jack Roberts?

—Oh, diablos no. —Kristen se estremeció de horror—. Pero mi


primera vez fue uno rapidito en el vestuario de los chicos... con énfasis
en rapidito —dijo en tono irónico—. La tuya, por el contrario, fue un
acontecimiento épico.

Madison se tensó, deseándole a Dios que nunca hubiera llamado


a Kristen después de que Luc la abandonara. En el momento necesitó a
alguien que se compadeciera de su brutal humillación. Ahora odiaba el
conocimiento que compartió su patética angustia sobre un hombre que
no era digno de una lágrima.

—Apenas épico.

—Oh, vamos, Maddy…

—Es Madison —corrigió con firmeza.

Maddy era una niña necesitada buscando el amor en todos los


lugares equivocados. Madison era una mujer exitosa que moldeó el
mundo para satisfacer sus necesidades.

O al menos lo hizo en todas las facetas de su vida... excepto una.

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Y una que tenía la intención de resolver en el próximo par de días.

—Está bien. Madison —dijo Kristen obedientemente—. Deseaste a


Luc durante años. Tenías las paredes plastificadas con fotos suyas,
caminabas por delante de su casa una docena de veces al día, y nunca
te perdiste un partido de fútbol cuando él jugaba. Demonios, tenías su
nombre tatuado en el culo con un corazón alrededor.

Madison apretó los labios. El tatuaje se fue, junto con sus


recuerdos.

—Y tú tenías un póster de los Backstreet Boys colgado encima de


tu cama —contrarrestó Madison, tomando otro sorbo de su café,
haciendo una mueca cuando se quemó la lengua—. Gran cosa.

Kristen se negó a ser entretenida.

—Pero los Backstreet Boys no tomaron mi virginidad en mi


decimoctavo cumpleaños y luego se fueron con el comentario de que yo
debería encontrar a alguien más con quien obsesionarme —señaló—. Y
no me fui de Las Vegas jurando volver algún día y hacerle pagar por
humillarme.

Con un gemido cansado, Madison plantó el codo en la barra, con


la barbilla apoyada en la palma de la mano.

—Siempre has tenido una imaginación hiperactiva.

—También tengo la inteligencia suficiente como para saber que


este viaje a Las Vegas no es solo un capricho.

—¿Por qué no? Han pasado años desde que estuve en casa.

—Porque no hay razón para estar aquí. Tu madre murió poco


después de que te fuiste y no tienes ningún otro familiar —dijo Kristen,
como de costumbre sin molestarse en andar con rodeos en el hecho de
que la madre de Madison se había ido con uno de sus amantes quien
luego estrelló su auto a las afueras de Denver—. Y si quieres verme,

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sabes que solo tienes que llamar y viajaré a unirme contigo donde
quiera que estés.

—Todavía es donde nací. —Madison tercamente trató de


mantenerse firme contra el implacable interrogatorio—. Tal vez me
sentía nostálgica.

—Mentira. Tienes una vida fabulosa en Nueva York.

—Cierto.

Kristen se movió colocando las manos sobre la barra, su


expresión advirtiendo que estaba lista para continuar su interrogatorio
hasta que Madison hablara.

—Dime la verdad —le ordenó—. ¿Por qué estás en Las Vegas?

Madison sacudió su cabeza resignada. Diablos, Kristen sin duda


aterrorizada a los pobres jurados hasta la sumisión.

—Para dejar el pasado atrás —admitió a regañadientes.

—¿Luc?

—Sí. —Madison hizo un sonido de frustración—. Sé que es


estúpido, pero no lo puedo sacar de mi cabeza.

—En realidad no es sorprendente. Él siempre ha sido guapísimo


—admitió Kristen—. Por supuesto, he oído que ahora está
supuestamente reformado.

—¿Reformado?

—Dejó de ir saltando de cama en cama.

Madison hizo un sonido de incredulidad.

—Sí, claro. Y a mí está a punto de salirme alas y volar a la luna.

—Oh, Dios mío. —Kristen abrió ampliamente los ojos en sorpresa


por el tono amargo de Madison—. Aún estás enamorada de él.

26
—No —espetó Madison—. Nunca estuve enamorada de ese
bastardo. Pero es como un virus que infectó mi vida. Estoy aquí para
purgarlo de una vez por todas.

* * *

El evento de caridad que se llevaba a cabo en el hotel de lujo era


como cualquier otro evento de caridad.

Una cena mediocre que costaba a la élite social quinientos dólares


por plato. Una subasta donde se esperaba que sobrepujaran por
artículos ridículos que nadie quería. Seguido de un baile donde los
maridos aburridos coqueteaban con las camareras escasamente
vestidas, y las mujeres igualmente aburridas intercambiaban chismes
viciosos.

Por desgracia, él no podía arriesgarse a ofender a la anfitriona que


había arreglado el evento para un nuevo edificio de ciencias en la
universidad local, o las ratas almizcleras en peligro de extinción, o lo
que fuera el sabor actual del mes. No cuando su marido era un
inversionista en la compañía de la inmobiliaria de Luc.

Para gran sorpresa de todos, incluso de él, Luc se alejó del


imperio de casinos de su padre hace cinco años. Trató de ganarse el
respeto del anciano, eligiendo en su lugar intentar detener el constante
declive de la ciudad que amaba.

Comprando edificios corporativos y nuevas construcciones en


proceso de ejecución, utilizó sus contactos repartidos por todo el mundo
para voltear las propiedades y atraer nuevos negocios.

En algunas formas aún estaba en el negocio de la apuesta. Solo


que esta vez era con su dinero y el dinero de sus inversores.

Y había sido altamente exitoso.

27
Pero se encontraba en el delicado proceso de expandir sus
negocios, lo cual significaba codearse con ricos y poderosos para
mantener a los inversores felices.

También significaba que no podía marcharse cuando su actual


acosadora lo seguía al balcón omitiendo la obvia, espectacular belleza
de Las Vegas.

—Por favor, Luc —suplicó la voluptuosa pelirroja, sus falsas


pestañas enmarcando sus ojos verdes como rígidos clavos, y sus labios
resbaladizos con el brillo rojo—. ¿Podrías escucharme?

Luc tragó lo último de su añejado whisky, deseando al infierno


que nunca lo hubiese metido en el temerario impulso de invitar a salir a
la persistente mujer.

Su única excusa era que había estado aburrido y buscando algo


que no podía parecer encontrar.

Algo que aún no podía encontrar.

—Te dije que no me siguieras aquí, Sherri —gruñó, soltándose de


su empalagoso agarre.

—¿Qué opción tenía? —Hizo un puchero—. No responderías mis


llamadas telefónicas.

—Porque no tenemos nada que decirnos. —Le dio una mirada de


advertencia que ni siquiera ella podía fallar al comprender—. Márchate
o le contaré a tu padre sobre ese vial de poder blanco que llevas en tu
bolso.

Su expresión abruptamente se endureció, los ojos verdes


brillando como esquirlas de esmeralda.

—Bastardo.

Con un andar ostentoso, Sherri se giró de regreso a la abarrotada


fiesta, dejando detrás el apabullante hedor de su caro perfume.

28
Luc sonrió, deseando que Dios le creara una excusa para evitar la
tarde. En especial cuando otra mujer apareció en la entrada abierta, su
esbelta forma delineada por las luces del salón de baile.

—El Ángel Oscuro golpea de nuevo —ronroneó una baja, voz


atractiva femenina—. ¿De verdad tienes una cuenta de cuántos
corazones has roto a lo largo de los años?

—Difícilmente. Yo… —Su molesto rechazo murió cuando la mujer


entró al balcón, la luz de la luna iluminando su alto y esbelto cuerpo.
Su respiración se atrapó en su garganta. Su figura femenina era
mostrada por el beneficioso largo vestido negro que se separaba a los
lados para revelar las esbeltas, imposiblemente largas piernas, y un
ajustado corpiño que abrazaba la curva de sus pechos. Su oscuro
cabello brillante quedaba libre al caer sobre sus hombros desnudos, las
sedosas hebras enfatizando la cremosa perfección de su piel.
Asombrosamente una excitación intensa lo condenó, seguido a la vez
por un sorprendente reconocimiento—. Cristo. ¿Maddy?

Una increíble sonrisa tocó sus labios.

—Es Madison.

El aburrimiento de Luc fue borrado por un apasionante sentido


de placer mientras estudiaba a la mujer que invadió sus sueños cientos
de veces durante los últimos años.

—Madison —murmuró, su mirada bebiendo de su atónita belleza.

Siempre había sido guapa. Una inocente joven que lo tentó más
de lo que quería admitir.

Hasta esa noche…

Luc siseó mientras se endurecía al instante ante el recuerdo de la


corrida en su muslo, el exquisito calor de su cuerpo. Mierda. Nada se
sintió nunca tan bien.

29
—Cuanto tiempo sin verte —dijo ella, moviéndose para apoyar la
cadera contra la barandilla de metal, sus movimientos hipnóticamente
con gracia.

Luc sonrió, un hormigueo de anticipación erótica precipitándose


por su cuerpo.

—Eso no es completamente verdad. Te he visto por muchos lados


durante estos años —admitió él, dándose cuenta tardíamente de por
qué había estado tan obsesionado con seguir sus grandes comidas en la
fama. Nunca la había sacado de su sistema. Madison Philips no era la
única a la que había alejado, sino que era la única que valía la pena
mantener—. Revistas, carteles, incluso la televisión. El rostro de Tivago
Tequila. —Levantó su copa vacía en un brindis de genuina apreciación.
Esta mujer tenía cada excusa para fracasar, y en su lugar se elevó
sobre su pasado para convertirse en una estrella internacional—. Fue
una gran campaña. Y muy astuto de tu parte tomar el pago en acciones
que en dinero.

—Modelar tiene una esperanza de vida limitada. —Se encogió de


hombros, poniendo a un lado su admiración, sus pálidos rasgos
ilegibles. Extraño. Antes de que dejara Las Vegas su rostro revelaba
todas sus emociones. Él nunca olvidó la devoción que brilló en sus
espectaculares ojos avellanas cuando lo miraba. O el placer saciado en
su rostro cuando llegó a su clímax en sus brazos. Ahora no tenía idea
de lo que ella estaba pensando—. Parecía prudente tener una reserva de
ahorros para el futuro.

—Especialmente cuando eres capaz de tomar esos ahorros y


convertirlos en un negocio rápidamente expandiéndose.

—Estoy halagada. —La sonrisa no llegó a sus ojos—. No sabía que


te molestarías en prestarle atención a una mujer a menos que ella
estuviera en tu cama.

30
Luc sonrió. Madison se cruzó en su camino en un momento difícil
de su vida.

Cuando era joven hizo su mejor esfuerzo por ganar el amor de su


padre. Fue un gran atleta. Tuvo altas calificaciones. Y siguiendo los
pasos de su padre, se acostó con cada mujer dispuesta que se cruzó en
su camino.

En el momento que Madison lo invitó a su fiesta, acababa de


aceptar la dolorosa verdad de que no había nada en el mundo que
pudiese hacer para ganar la aprobación de su padre, por no hablar de
su amor.

Había estado decidido a decir que no.

Ella era inocente y era... realmente jodido.

Ella se merecía algo mejor.

Pero ninguna de sus buenas intenciones tuvo el poder para


vencer a la feroz necesidad de probar su deseo prohibido.

—Supongo que me merezco eso —admitió sombríamente—.


Siempre me he arrepentido de...

Ella arqueó una ceja.

—¿Qué?

—Lastimarte. —Puso su vaso vacío sobre una mesa baja,


moviéndose lo bastante cerca como para captar la delicada esencia de
vainilla que se aferraba a su piel. Su erección apretó dolorosamente
contra su cremallera, alegrándole que la chaqueta de esmoquin negro
cubriese su excitación. Considerando su actual conversación, no creía
que ella apreciaría el conocimiento de que él ya estaba planeando cómo
de rápido podía meterla en su cama—. Sé que es difícil de creer, pero
esa nunca fue mi intención.

—¿Es eso una disculpa?

31
Su mirada se deslizó sobre su increíblemente hermoso rostro,
persistiendo en la hermosura plena de su boca.

Su respiración se atrapó en su garganta. Cristo, ¿cuántas veces


imaginó esos labios envueltos alrededor de la punta de su pene?

Demasiadas para contar.

—Me disculpo por no ser el hombre que necesitabas que fuese


cuando tomé tu virginidad, pero en verdad no puedo lamentar haberte
hecho el amor —admitió, su voz gruesa—. Es una noche que está
marcada en mi memoria.

Una emoción indefinible llameó en sus ojos color avellana antes


de que ella bajara sus gruesas pestañas que por suerte eran naturales.
De hecho, se dio cuenta con una punzada de satisfacción masculina
que todo en esta mujer era natural, desde la riqueza colorida de su
cabello hasta la perfecto curvatura de sus pequeños pechos.

—Sin duda, hay un montón de noches marcadas en tu memoria


—dijo ella en tono seco.

—Hay algunas más especiales que otras.

—Bonita línea. ¿La hiciste tú o tienes a alguien en tu equipo que


haga líneas cursis?

Luc dudó, sus labios retorciéndose en una triste sonrisa mientras


era forzado a aceptar que esta mujer ya no era más la atolondrada
colegiala que había adorado el suelo que él pisaba.

Iba a tomar más que el encanto habitual devolverla a su cama. El


conocimiento solo intensificó su glorioso sentido de anticipación.

No había nada que él amara más que un reto.

Dio un paso más cerca de ella, apena resistiendo la urgencia de


pasar los dedos por las suaves hebras de su cabello.

32
—¿Qué estás haciendo en Las Vegas? —preguntó.

Una sonrisa tocó sus labios.

—Atando algunos cabos sueltos.

Mmm. Sintió que había un misterio detrás de sus palabras.

—¿Sola?

Levantó las pestañas, sus ojos castaños recorriendo con descaro


la longitud de su cuerpo.

—¿Estás preguntándome si tengo pareja?

Una cruda urgencia de necesidad se enroscó en sus músculos


mientras los ojos de ella regresaban a encontrarse con su mirada
ardiente.

—Eso es exactamente lo que estoy preguntando —admitió sin


duda.

—¿Qué hay de la encantadora Sherri?

Sus palabras eran sarcásticas, pero Luc notó el filo en su voz.


¿Estaba celosa? Diablos, esperaba que sí. Dios sabía que habría
golpeado a cualquier hombre en la fiesta que intentara poner las manos
sobre esta mujer.

Por esta noche, ella le pertenecía.

—La pedí salir hace un mes —explicó—. Cinco minutos después


en nuestra cita supe que cometí un serio error al juzgar, pero con mis
únicas opciones de aguantarla o humillarla al simplemente marcharme,
elegí ser un caballero.

—Pero eres muy bueno marchándote.

El insulto fue deliberado con una dulce sonrisa sacarina,


haciendo a Luc sonreír. Obviamente quería cobrárselo con creces.

33
—¿Qué puedo hacer para convencerte de que he cambiado?

—¿Por qué querrías hacer el esfuerzo? —Ondeó una esbelta mano


hacia las puertas francesas. Dentro, una reluciente variedad de
hermosas mujeres se deslizaban por la fiesta—. Hay muchos peces en el
mar.

Luc nunca desvió su mirada de su bellísimo rostro.

—Porque eres la pesca que fui lo bastante estúpido para dejar


marchar.

Pensó que escuchó su respiración estancarse ante sus últimas


palabras, pero su distante expresión era imposible de leer.

—¿Marchar? —exigió—. Si bien recuerdo, fuiste tú quien huyó, no


yo.

De acuerdo. Tenía que dejarla soltar sus quejas. Ahora era el


momento de asegurarle que no era un completo idiota.

Bueno… al menos ya no.

—Lo creas o no, intentaba protegerte.

Ella puso los ojos en blanco.

—¿De verdad?

—Estaba en un mal lugar —dijo con simple honestidad—.


Merecías lo mejor.

—¿Cómo podría el hijo de un millonario, el querido jugador


estrella de fútbol de cada mujer en el estado de Nevada, estar
posiblemente en un mal lugar?

Los músculos de su mandíbula se apretaron, una furia familiar


retorciéndose en su estómago. Estaba enfermo hasta la jodida muerte
de que las personas asumieran que el dinero de su padre de alguna

34
manera hacía de su vida un cuento de hadas. Bien, lo hizo mejor que
para muchas personas, pero vivir con Vigo Angelini no era un picnic.

Entrecerró la mirada, estudiando su pálido y perfecto rostro.

—¿De verdad estás interesada?

—Por supuesto.

No sonaba particularmente sincera, pero de todas formas le


respondió:

—Acababa de llegar a la conclusión de que después de años de


intentar imitar a mi padre, me había convertido en un hombre que
particularmente no me gustaba, y al que respetaba incluso menos. —
Extendió la mano hasta ponerle el cabello detrás de la oreja, incapaz de
resistir la tentación de tocarla—. Estaba determinado a cambiar, lo cual
significaba que no iba a tomar ventaja de una inocente adolescente que
se convenció de que estaba enamorada de mí.

Madison se tensó mientras sus dedos trazaban la concha de su


oreja, pero no hizo movimiento para alejarse.

—¿Entonces por qué viniste al remolque?

—Porque no podía sacarte de mi mente. —Sus dedos fueron a la


deriva para trazar el perfecto arco de sus oscuros ojos—. Estos grandes
ojos color avellana suplicando por mi toque. —Acarició la fresca seda de
sus mejillas—. Este esbelto cuerpo con sus letales curvas. Tu tímida
sonrisa. Y estos labios… —Usó la punta del dedo pulgar para bordear la
boca que le había dado tantas noches sin dormir—. Diablos, no hay un
hombre que pudiera haberse resistido.

—Ah. Así que esto fue mi culpa —dijo en un tono peligroso,


aunque no pudo disfrazar la llama de respuesta que oscureció sus ojos
color avellana.

Rápidamente volviéndola tan excitada como lo estaba él.

35
—La tentación fue tuya. La debilidad fue mía —murmuró, sus
buscadores dedos moviéndose para seguir la delicada curva de su
cuello. Su pene se movió en apreciación. Su piel se sentía como seda
fundida. Necesitaba extenderla en la cama para que pudiera explorar
cada centímetro de esa cremosa perfección—. Una debilidad que parece
que no he dejado atrás.

Ahuecando la parte trasera de su cabeza, Luc ató su codiciosa


urgencia por chocar sus labios en un beso exigente. En su lugar,
suavemente posó la boca sobre la de ella en una suave caricia.

La última vez lo tomó.

Esta vez se propuso por completo dar.

Las manos de ella lentamente se levantaron contra su pecho, su


respiración apresurándose mientras retrocedía para estudiarlo con una
mirada precavida.

—Espera —exhaló.

¿Espera? No podría haberse dado cuenta de eso hasta que


retrocedió hasta el balcón, pero él estuvo esperando este encuentro
desde que descubrió que ella regresado a Las Vegas.

—¿Por qué?

—Estabas explicando por qué eras tan imbécil —le recordó.

Tragó un triste suspiro. ¿Por qué estaba viviendo en el pasado


cuando el futuro prometía estar lleno de sensual placer?

—Me mirabas como si estuvieses imaginando a tu Príncipe


Encantado —concedió renuentemente—. Entré en pánico.

El cuerpo de ella permaneció dócil, pero él sintió un enredo de


emociones detrás de su delicada expresión.

—¿No querías ser el Príncipe Encantado?

36
Sus labios se torcieron, recordando su fiero placer cuando le
arebató su virginidad. Difícilmente el conocimiento de un Príncipe
Encantado.

—Era más del tipo gran lobo malo.

—¿Y ahora?

La empujó contra su pecho, su cabeza cayendo para trazar la


línea de su garganta con los labios.

—Ahora puedo ser lo que sea que necesites que sea.

Las manos de ella se apretaron en sus hombros mientras él


encontraba el lugar sensible en la base de su cuello, pero se negó a
derretirse contra él como él quería. Maldición. Necesitaba sentirla
presionada con fuerza contra su doliente erección.

—En realidad he descubierto que ya no soy una aspirante a


Cenicienta —le informó—. No necesito un hombre.

Él acarició con la nariz hacia abajo, descubriendo la prominente


propulsión de su clavícula. Demasiado prominente, decidió
abruptamente. Su esbelto cuerpo era precioso, pero se sentía
demasiado frágil. Claramente no estaba tomando el adecuado cuidado
de sí misma.

Algo que él tenía intención de cambiar.

—Eso sería una lástima —murmuró.

Ella hizo un sonido sordo, temblando mientras él llegaba a la alta


curva de sus pechos.

—Una típica respuesta masculina.

Su mano se entrelazó en su cabello, el deseo golpeándolo


mientras sentía sus pezones endurecerse a través de la seda de su

37
vestido. Una parte de él quería desesperadamente quitarle el vestido y
tomarla contra las puertas francesas.

Otra parte quería llevarla a su casa y pasar el siguiente mes


haciendo el amor con lentitud y delicia a la mujer que había hecho lo
que ninguna otra mujer.

Permanecer en sus pensamientos mucho tiempo después de que


él hubiese dejado su cama.

—¿No se vuelve tu glamuroso estilo de vida solitario? —preguntó


él, sus brazos deslizándose alrededor de su cintura para presionar su
muslo contra su doliente cuerpo.

—¿Lo hace la tuya? —Desvió con facilidad su pregunta.

—Sí —admitió de inmediato—. Algunas veces es insoportable.

La sintió sacudirse un poco, como si estuviese sorprendida por su


respuesta.

—Entonces encuentra a Sherri para compartir tu cama.

—No quiero a Sherri. —Levantó la cabeza para encontrar su


precavida mirada—. Te quiero a ti.

38
CAPÍTULO 2
Traducido por Bii_Puente y KarlaSt

Corregido por Key

T
e quiero a ti...

Esas eran las palabras precisas que Madison había


esperado escuchar. ¿No lo eran?

Es por lo que había regresado a Las Vegas. El por qué se


encontraba en esta ridícula fiesta.

El por qué estaba en este balcón con los brazos de Luc a su


alrededor.

Pero ahora, por primera vez desde que buscó a Luc Angeli, se
sentía indecisa.

No tenía sentido.

¿Era porque Luc estaba forzándola a considerar la posibilidad de


que él no era un completo idiota como ella siempre había creído? ¿O
porque estaba reaccionando hacia él con el mismo atolondrado, pulso
acelerado que cuando era una hormonal adolecente?

Cualquiera fuera la explicación, se encontró debatiendo la muy


posible opción de darse la vuelta e irse.

En pocas palabras, dudaba, equilibrada entre huir y pelear.


Entonces recordó cómo este hombre la acosó los pasados ocho años y
eso fortaleció su resolución.

Esto terminaría esta noche.

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Una seductora sonrisa se curvó en sus labios mientras salía de
sus brazos lentamente.

Él aseguró que estaba solitario, pero ¿qué sabía él sobre eso?

Probablemente tuvo cientos de amantes desde que ella dejó Las


Vegas, mientras que ella.....

Su espina dorsal se puso rígida, su expresión deliberadamente


provocadora. No podía hacérselo tan fácil. Incluso un hombre con el
enorme ego de Luc sospecharía si ella no lo hacía ganarse su perdón.

—¿Piensas que voy a volver a acostarme contigo?

Sus ojos oscuros ardieron con una creciente frustración. A


diferencia de ella, él no sentía la necesidad de esconder su deseo.

—Pienso que el fuego que quemó entre nosotros hace ocho años
atrás está todavía aquí, esperando una oportunidad para volver a arder
—gruñó, su mirada estaba atenta hacia donde sus pezones se
presionaban contra la tela de su vestido—. No lo niegues, tú también lo
sientes.

Lo hacía, por supuesto.

Tal vez haya pasado los últimos años ferozmente arrepentida de


haberle entregado su virginidad a este hombre, pero en el momento en
que caminó hacia el balcón, había sido condenada con un conocimiento
desagradable.

Un conocimiento que rozaba contra sus ya alterados nervios.

Ella esperaba encontrar a Luc atractivo.

Él siempre fue indecentemente guapo. Y los años solo han


enfatizado sus potentes atractivos.

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Su rostro angosto y bronceado era esbelto y sus facciones incluso
más esculpidas. Sus ojos negros estaban llenos de confianza. Su cuerpo
elegante y musculoso debajo de su esmoquin Armani.

Era toda una tentación masculina. La clase de hombre que haría


que cualquier mujer se derritiera.

Pero la inesperada comprensión de que él tenga el poder de


excitarla con una simple mirada resultaba jodidamente molesto.

Mierda. Esta vez era ella quien tenía el poder de seducción,


no Luc Angeli.

Ladeó su cabeza hacia un costado, deliberadamente permitiendo


que su cabello barriera su hombro.

Madison no pasó años frente a una cámara sin aprender algunos


trucos.

—Veo que tu arrogancia no ha cambiado.

Luc tomó una lenta y profunda respiración, como era de esperar,


el negro de sus ojos bajando de su mirada hacia la suave curva de sus
pechos antes de encontrar de nuevo su vagamente mirada burlona.

—Tal vez no, pero lo tengo —dijo, su voz baja con una sensual
invitación—. Te prometo que esta vez será diferente.

—¿Diferente cómo? —Deliberadamente le dio una mirada a sus


desnudos dedos—. Tú claramente sigues ignorando los comentarios
como la plaga. ¿A menos que haya una pequeña mujer en casa que
todavía no has mencionado?

Él arqueó una ceja, moviendo la cabeza hacia sus dedos libres de


anillos.

—¿No había un dicho sobre las personas que viven en casas de


cristal?

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Ella se encogió de hombros.

—Tengo la intención de casarme y comenzar una familia una vez


que mi negocio este asentado.

—Yo también.

Madison pestañeó, atrapada con la guardia baja por su rápida


respuesta. El pensamiento de él casado, y con una manada de niños
era....

Atormentador.

—¿Tú? —Trató de reírse para que el inesperado dolor se fuera.

—¿Por qué no yo? —murmuró sacando su cabello negro fuera de


su hombro con un toque gentil—. Pero primero debo encontrar a mi
Cenicienta.

Por un loco minuto, Madison se permitió perderse en la


oscura promesa de sus ojos.

¿Cuántos años había fantaseado poder ser la mujer que se ganara


su amor? Que solo pudiera convertirlo de mujeriego despiadado a un
hombre dedicado a una sola mujer.

Incluso después de que él saliera del remolque, dejándola


completamente humillada, albergó una secreta esperanza de que él
cambiaría de opinión y volvería.

Ella sacudió su cabeza. Cristo, era una idiota.

Esto no es un cuento de hadas. Se encontraba aquí con un


propósito y claramente mientras más rápido lo terminara, mejor.

Antes de que hiciera algo estúpido, forzó una sonrisa seductora,


asegurándose a sí misma que los pequeños escalofríos que sentía
mientras él delineaba las líneas de su cuerpo con sus dedos no era más
que deseo.

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Algo que podía usar de ventaja

—¿Cenicienta? ¿En serio?

—¿No me crees?

Ella sacó una pelusa de la solapa de su saco, permitiendo a sus


dedos detenerse en su fuerte pecho.

—De hecho, pensaba que sería un pecado contra la naturaleza ver


al Ángel Oscuro dominado con furgonetas y pañales sucios.

Sus ojos se entrecerraron al notar su abrupto cambio de ex


amante a mujer fatal.

—Te estás quejando de que yo....

Madison rápidamente colocó un dedo sobre sus labios. Mierda.


Todo se veía tan fácil cuando planeó su estrategia en la comodidad de
su departamento en New York.

—Como cualquier otra chica, soñé con domar al chico malo y


estaba herida cuando te fuiste —dijo, sin tener que fingir el dolo de en
su voz.

Él la estudió con una mirada confundida.

—¿Y ahora?

Su mano presionó su corazón, sintiendo su continuo latido


aumentar cuando ella se acercó lo necesario para susurrarle en el oído:

—Esta noche, solo quiero que seas malo.

Su aliento se escapó entre sus dientes apretados, sus manos


tomaron su cintura.

—¿Estás segura?

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—Tenías razón. —Lamió el lóbulo de su oreja—. Siempre hubo
una atracción entre nosotros, y ya no soy esa chica en busca de
su Príncipe Encantado ¿Por qué no podríamos tener algo de diversión?

Lo sintió tensarse con sus palabras. ¿Había logrado herirlo? No,


eso sería ridículo.

Como para probar su punto, Luc acarició sus labios a lo largo de


su mandíbula.

—Tendré mi auto...

—No es necesario —lo interrumpió—. Tengo una habitación.

Luc se separó de ella, bastante sorprendido.

—¿Te estás quedando en el hotel?

—Sí. —Se registró una vez que estaba segura de que Luc vendría
a la fiesta. No había manera de que terminara su venganza en la casa
de Kristen—. ¿Vamos?

La oscura mirada hizo un camino lento, calentado su


cuerpo antes de que una sonrisa de anticipación apareciera en
sus labios.

—Muéstrame el camino.

* * *

Luc entró en la suite de lujo, apenas prestando atención


al delicado marfil, el mobiliario dorado y a la espectacular vista de la
pared de ventanas. Estaba completamente consumido por la necesidad
de guiar a esta mujer a la cama más cercana.

Bien, eso no era completamente cierto.

Hubo una muy pequeña parte de su mente que estaba meditando


sobre el abrupto cambio de Madison.

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Su pasado le enseñó a ser un hombre que entiende todos los
matices del sexo débil.

Sabía cuándo una mirada era más que un vistazo. Cuándo una
mujer era susceptible a su toque. Cuándo avanzar y cuándo retirarse.

Era un baile familiar que reconoció en el momento en


que Madison salió al balcón.

Entendió su necesidad de castigarlo por sus pecados pasados.


Esto solo le añade picante a su coqueteo. Y él tenía toda la intención de
ganar su perdón. Incluso si eso significaba seguirla de vuelta a Nueva
York.

Había escapado de ella una vez.

No iba a suceder de nuevo

Pero justo cuando estaba a punto de sugerir que regresaran al


evento de caridad para que él pudiera, al menos, tenerla en sus brazos
y llevarla alrededor de la pista de baile, ella le dio una sonrisa que no
llegaba a sus impresionantes ojos color avellana, y prácticamente lo
arrastró hacia donde se encontraba ubicada convenientemente su suite
del hotel.

Él no se quejaba, reconoció, su mirada fija al seductor balanceo


de su culo mientras lo llevaba directamente hacia su habitación.

Todo su cuerpo vibraba con una anticipación que no había


sentido desde hace años.

No desde la última vez que se dirigió a la cama de Madison


Philips.

Aún había una pequeña voz en el fondo de su mente susurrando


que aquí no había más que un simple encuentro casual.

Entrando en la habitación, Madison presionó un interruptor en la


pared, inundando la habitación con un bajo, brillo dorado.

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Luc abruptamente recordó aquella noche de hace ocho años.

Oh, no sus alrededores. Demonios, todavía le enfurecía pensar en


el remolque destruido donde la despreciable madre de Madison la había
dejado. Ahora su belleza se encontraba adecuadamente acentuada por
la negra y elegante sala de marfil que estaba dominada por una cama
extra grande ubicada en el centro del suelo.

Pero había la misma frágil tensión zumbando a su alrededor que


le recordaba a su primera noche juntos cuando ella se volteó y arrojó su
cartera sobre una pequeña, mesa de vidrio.

Se estiró para tirar de su corbatín, quitándose la chaqueta


mientras la estudiaba con una mirada minuciosa.

—¿Estás segura de que esto es lo que quieres, Madison?

Con una sonrisa ensayada, levantó su mano hacia la cremallera


escondida en un lado de su vestido.

—¿Por qué no iba a estar segura? —demandó, bajando


lentamente la cremallera.

Él se quitó los zapatos de cuero italiano, fácilmente tratando con


sus gemelos2 para que así pudiera quitarse la camisa. Entonces se le
olvidó cómo respirar cuando el vestido de seda negro se deslizó a lo
largo de su cuerpo, haciendo un charco en sus pies.

Dios todopoderoso.

Ella era… magnífica.

Se olvidó de cómo respirar en el momento que su mirada se


deslizó por sus esbeltas curvas, revelando que no llevaba nada debajo
del vestido.

Era una repetición de su primera noche juntos.

2 Gemelos: son pasadores articulados ideados para unir los cuatro puños en que
finaliza cada manga de una camisa de puño doble o una camisa de puño mixto.

46
Su piel cremosa brillando en la escasa luz de la lámpara. Los
rizos fuertemente recortados solo por encima de su coño. Y los tacones
que hacían que sus piernas parecieran como si hubieran sido diseñadas
para envolverse alrededor de la cintura de un hombre.

Pero había una nueva madurez en los músculos acicalado y la


orgullosa firmeza de sus hombros.

Había sido bonita cuando era joven. Pero ahora estaba para
caerse muerto, desgarradoramente preciosa.

Forzado por una fuerza invisible, se trasladó hacia adelante, la


persistente sospecha de que había algo extraño en el comportamiento
de Madison cada vez más difícil de recordar. Deteniéndose directamente
en frente de ella, la observó con una mirada fascinada.

—Te dejé con excusas la vez pasada. —Lentamente se inclinó


hacia adelante, permitiendo que sus labios tocaran suavemente la base
de su garganta. El beso fue ligero como una pluma, más una promesa
que una caricia real. Por mucho que deseara a esta mujer, no iba a
presionarla para ir por más hasta que ella le diera la señal de que se
sentía lista y dispuesta—. Esta vez quiero asegurarme de que estás
totalmente… —Sus labios rozaron en el hueco justo debajo de su oreja.
Ella dio un suave gemido que sonaba como si hubiera sido arrancado
de su garganta contra su voluntad—. Completamente… —Mordisqueó
besos a lo largo de la línea de su mandíbula antes de usar la punta de
su lengua para tratar la exuberante curva de su labio inferior—. Y tan
plenamente satisfecha, que eliminará toda recuerdo de nuestra primera
vez juntos.

Sus labios se separaron en un pequeño jadeo, una oleada de


deseo manchando sus pómulos prominentes, pero frustrantemente ella
escondió sus expresivos ojos debajo de la espesa maraña de pestañas
bajadas.

—Ese es el plan —murmuró.

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Él frunció el ceño ante su extraña respuesta.

—Mírame, Madison —dijo, su voz una orden inconfundible. Poco


a poco sus pestañas se levantaron para revelar la belleza de sus ojos
color avellana. Sus dedos se enroscaron en los hilos de seda de su
cabello, teniéndola en un cautivo voluntario, mientras estudiaba su
rostro cauteloso—. Pude haberme alejado esa noche, pero nunca me
olvidé de ti. —Su pulgar rozó su caliente mejilla—. Tu piel era tan suave
y sedosa como satín, tu cabello lucía como un fino sable extendido
sobre la almohada, y tus labios… Cristo, podrían hacer caer a un
hombre de rodillas. —Su pene tembló, rogando ser tomado entre esos
dulces labios—. Literalmente.

—No es necesario fingir —dijo con un encogimiento de hombros—.


Es hora de dejar el pasado detrás de nosotros.

Él estudió su rostro, deseando poder leer las emociones que se


agitaban bajo la compuesta superficie.

No dudaba de su deseo. Su delgado cuerpo temblaba con la


misma emoción que latía en él, con los pezones duros y ya pidiendo
atención. No dudó por un momento que podía excitarla hasta el punto
de que ella se olvidaría de todo, sino su pasión mutua.

Pero no le gustaba la sospecha de que estaba conteniendo una


parte de sí misma separada de él.

Hizo una mueca. ¿Ella pensaba que él intentaba hacer otro golpe
y correr?

Maldita sea. Tal vez era hora de una confesión completa.

—Estoy todo por concentrarme en el aquí y ahora. —Le dio una


mirada apreciativa a las líneas perfectas de su cuerpo, teniendo el
placer de ver sus negros, fóllame-ahora tacones de aguja—. Pero hay
algo que debes saber.

—No —interrumpió ella bruscamente—. Se ha hablado bastante.

48
El cuerpo de Luc concordó en el momento que ella se volvió para
cruzar la alfombra de marfil, arrastrándose sobre la cama con una
gracia sensual. Él se distrajo brevemente por el leve parche oscuro de
piel en la parte baja de su espalda. Casi parecía… ¿maquillaje? Extraño.
A menos de que tuviese una marca de nacimiento que estaba
encubriendo.

Luego su curiosidad fue olvidada cuando ella se tendió de


espaldas, su cabello fluyendo en las almohadas de marfil.

Mierda. Se agachó para desabrochar sus jeans, liberando su


erección que estaba dolorosamente sensible. Con concisos movimientos,
se despojó de sus jeans junto con su ropa interior de seda. Los quitó,
librándose de sus calcetines mientras merodeaba hacia la cama.

Madison fijó su mirada en lo que había debajo, lamiendo


provocativamente sus labios mientras él se sentó en el colchón junto a
ella.

—¿Qué estás esperando? —preguntó ella con voz ronca.

—Estoy tratando de recordar —murmuró con ironía.

Ella se estiró para a recorrer un dedo por su brazo.

—Deja de pensar —instó—. Dios sabe que lo tengo.

Fue el indicio de autoburla en su tono lo que lo obligó a pensar


más allá de la lujuria tronando en su cuerpo. Ella quería reclamar algo
más que su cuerpo.

Un conocimiento que debería haber sido aterrador.

En su lugar solo se sentía… bien.

—No hasta que haya confesado la verdad.

Sus ojos se estrecharon ante su suave exigencia.

—¿Qué verdad?

49
—Volví —dijo con contundente simplicidad.

Se puso rígida, algo que podría haber sido negado ondeando sobre
su rostro.

—No sé de qué estás hablando.

—A la mañana siguiente —dijo, lamentando profundamente


cuando sus dedos se apartaron. Le encantaba la sensación de su suave
caricia—. Regresé al remolque.

Ella negó.

—No tienes que mentir.

—No es mentira. —Se inclinó para robarle un lento beso,


degustando el champagne caro y deseo femenino puro. Era
embriagador—. Sabía que cuando hui de tu cama, actué como un
cobarde. Por desgracia, no tuve las agallas para volver y enfrentarte
como un hombre. En vez de eso, volví a mi apartamento y me bebí en el
olvido. —Sus labios rozaban mientras hablaba, enviando dardos
candentes de placer directamente a su dolorido pene—. No fue hasta
que me desperté horas después con una cabeza palpitante y un sabor
desagradable de la vergüenza en mi boca que supe que tenía que volver.
—Otro beso largo y persistente. ¿Quién sabía que besar podía ser tan
adictivo?—. Cuando no te podía encontrar, asumí que debías estar con
tu madre. No fue sino hasta casi una semana después que finalmente
acepté que te habías ido de la ciudad.

—No importa —murmuró, sonando como si estuviera hablando


más para sí misma que para él. Pero fácilmente inclinó la cabeza hacia
atrás mientras la boca de él se movió para plantar una línea de besos
por su garganta—. Nada importa sino esta noche.

—Va a ser diferente, Madison —prometió, su lengua presionada


contra el pulso acelerado en la base de su garganta.

Ella se estremeció, su aliento viniendo con dificultad.

50
—Por favor… no hablemos más del pasado.

—Quiero que confíes en mí.

51
CAPÍTULO 3
Traducido por BrenMaddox y Sandra289

Corregido por Marta_rg24

M
adison luchó por pensar. Demonios, luchaba por
respirar mientras que las sensaciones eróticas
tronaban a través de ella.

¿Por qué hace esto?

No quería saber que Luc Angeli había vuelto al remolque. O que


en realidad podría haber sentido culpa por haberle roto el corazón.

Esta noche era todo acerca de la venganza. Una venganza que


soñó durante ocho largos años.

Por supuesto, sus sueños nunca igualaron este momento.

Se había olvidado de que un simple roce de sus dedos podría


enviar lujuria sacudiendo por todo su cuerpo. Y que su beso la haría
sentir como si se estuviera derritiendo.

Había sido una inocente soñadora la primera vez que compartió


su cuerpo con Luc, tan abrumada por la vertiginosa emoción que
apenas fue capaz de apreciar el dejarse seducir por un maestro. Ahora
era toda una mujer, y mientras que la emoción vertiginosa se mantuvo,
se acercó con un hambre con bordes afilados que exigía satisfacción.

Una compresión de que era a la vez molesto e inevitable.

Esta noche no iba en absoluto como había planeado, pero


haciendo sombríamente caso omiso a los susurros de advertencia en la

52
parte posterior de su mente, Madison puso las manos sobre su pecho,
explorando el calor de satén de su piel.

—Esto no es en cuanto a la confianza —dijo, aliviada en el


momento que sus ojos se oscurecieron con su suave caricia—. Esto
tiene que ver con la necesidad.

Hubo una breve vacilación antes de que Luc gruñera,


permitiéndose dar rienda suelta al hambre que ella podía ver que ardía
en sus ojos oscuros.

—Sí.

Se dio la vuelta en el borde del colchón, inclinándose hacia su


cuerpo reclinado.

El aliento de Madison quedó enredado en su garganta mientras


que su piel bronceada brillaba en la tenue luz.

Era impresionante. Hombros anchos. Un pecho tonificado que era


ligeramente espolvoreado con vello negro. Abdominales de tabla de
lavar, una cintura estrecha y una erección tan gruesa que se le hacía
un nudo en el coño por la anticipación.

Dios Todopoderoso.

Había pasado tanto tiempo desde que sintió esta emoción casi
dolorosa. Ocho largos años. Había olvidado cuán abrumadora podría
ser.

—Ningún hombre debería ser tan hermoso —susurró, mirando


abiertamente.

—No soy hermoso. Pero... —Aspiró una lenta y profunda


respiración, sus ojos oscureciéndose hasta que parecían negros a la luz
la sombra—. Te necesito.

Ella se lamió los labios. Cristo. ¿En realidad iba a hacer esto?

53
¿Iba a tener sexo por venganza con un hombre con la esperanza de
que pudiera purgarlo de su sistema?

La respuesta llegó sin dudarlo.

SÍ.

E iba a disfrutar cada segundo de ello.

Detectando fácilmente lo último de su vacilación siendo


chamuscada lejos bajo el calor de su hambrienta mirada, Luc estaba
descendiendo para reclamar sus labios en un beso demoledor que exigía
absoluta rendición.

Se dio vuelta encima de ella, presionándola contra el colchón. Ella


gimió de placer. El calor de su piel la quemaba con un placer
vertiginoso, sus dedos iban a la deriva por sus brazos dejando detrás
rastros de fuego.

Dondequiera que tocaba había un hormigueo con una excitación


insoportable, el débil sabor de su colonia masculina burlaba sus
sentidos.

—Te sientes perfecta en mis brazos, Madison. —Ahuecó un pecho


en su mano, tomando suavemente su pezón en la boca.

Madison dejó escapar un suspiro tembloroso ante la sensación de


su lengua azotando la punta de su sensible pezón, la sensación llegaba
directamente a su coño. ¿Cómo él iba a cautivarla con tanta facilidad?

¿Y por qué diablos no podía sentir esto con cualquier otro hombre?

¿Era porque había fantaseado con Luc desde el segundo en que se


hizo consciente de su propia sexualidad?

¿O era el simple hecho de que él era el hombre más hermoso que


jamás había visto?

54
Levantando las manos, las deslizó sobre su piel caliente,
acariciándolo por la espalda. Una presumida satisfacción en espiral
pasó a través de ella cuando él gimió de placer. Era la prueba de que la
deseaba con la misma intensidad que ella.

Como si la gruesa erección presionada contra su muslo interior


no fuera prueba suficiente.

—Eres bueno en esto —murmuró.

Él levantó la cabeza para sonreírle.

—Somos buenos juntos.

—Sí. —Sus emociones largamente olvidadas, chamuscadas por la


familiar sonrisa de chico malo y el calor de sus ojos. La intensidad de
ellos era inquietante. Como si hubiera albergado una parte de su
enamoramiento infantil por debajo de los años de plena ira en
ebullición. De repente su miedo instintivo amenazó con tirarla fuera de
su aturdimiento sensual.

No.

No podía ser posible.

¿Podría?

—Luc…

—Tenías razón, Madison, no es necesario hablar. —La besó,


usando su lengua para profundizar su posesión. Madison se estremeció,
su cuerpo arqueándose debajo de la voraz demanda de sus manos que
acariciaban su cuerpo desnudo—. Simplemente siente.

La emoción corrió a través de ella como pólvora, la pura fuerza de


las demandas de él anulaban su molesta voz interior.

Siente...

55
Ella cerró los ojos, concentrándose en la sensación de sus
pulgares burlando sus apretados pezones, y el vello rugoso del muslo
que se deslizaba entre sus piernas para presionar contra su sensible
clítoris. Con cada caricia él hablaba de su necesidad de ella. Su hambre
desvergonzado era el mejor afrodisíaco, dejándola mojada y lista.

Madison hundió los dedos en su cabello, negándose a permitir


que nada destruyera esta perfecta noche maravillosa.

—Eso es todo, Madison —susurró, sus labios moviéndose hacia la


curva de su garganta. Su mano acarició el suave peso de su pecho—.
Déjate llevar.

—Haces que mi cabeza de vueltas —dijo ella con voz ronca.

—Tengo la intención de hacer algo más que hacer que tu cabeza


de vueltas. —Mordisqueando un camino a largo de su clavícula, se
deslizó para succionar un pezón entre los dientes. Lo mordió
suavemente, haciéndola jadear cuando el placer y dolor sacudieron todo
su cuerpo. Le dio un suave beso en el hormigueante pezón, luego
deslizó su boca hacia abajo—. Nunca he querido a una mujer tanto
como te quiero a ti.

El corazón le dio un fuerte salto de placer renegado por sus


palabras masculladas antes de que ella severamente se reprendiera a sí
misma por la estupidez. Luc diría cualquier cosa en la cama. No
significaba nada.

En cambio, se centró en el placer salvaje de su toque.

Levantó sus caderas en una silenciosa invitación.

—¿Qué estás esperando?

—Que tu cuerpo me diga que está listo —le informó, besando una
ruta por el centro de su estómago—. El placer es todo acerca de
paciencia.

56
Madison se frotó contra el duro músculo de su muslo.

—Confía en mí, estoy lista.

Ella tiró de su cabello, tratando de instarlo a levantarse para


poder besarlo. Él se negó a moverse. Levantando la cabeza, estudió su
rostro sonrojado con una mirada melancólica.

—Quiero lamer tu coño, Madison, hasta que estés tan sin


distraída por la necesidad que no pienses en nada, pero me quieras
desesperadamente.

Una violenta oleada de excitación la recorrió. Extraño. Odiaba


cuando los hombres hablaban con tanta franqueza sobre el sexo.

Pero entonces, ninguno de ellos había sido Luc.

Maldito.

Lentamente, y de forma deliberada, Luc se deslizó más abajo,


manteniendo una cuidadosa atención sobre su expresión. Ella se
estremeció ante la ternura que se escondía debajo de su feroz hambre.

Actuaba como si se preocupara por ella. Real y verdaderamente


preocupado.

Ella aplastó su peligrosa reacción de su pretensión, en cambio se


concentró en la anticipación tarareando por su cuerpo.

Él se acomodó entre sus piernas, sus manos agarrando los


muslos de ella mientras le pasaba la lengua por su hendidura. Ella casi
se tiró de la cama por el poderoso impacto de éxtasis que explotó en
ella. Dios Todopoderoso. Todo su cuerpo estaba en llamas.

—Por favor, Luc.

Él se rió entre dientes, deslizando su lengua sobre su clítoris.

—Pronto.

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Sus dedos se doblaron, una deliciosa presión construyéndose bajo
la caricia de su lengua.

—Me estás atormentando.

—Dulce tormento —murmuró, empujando su lengua


profundamente en su interior.

Madison hizo un sonido de pura necesidad, con la mirada clavada


en los ojos de él que se alzaba entre sus piernas, su lengua la follaba
mientras él observaba cada atisbo de emoción en su rostro.

Nunca había estado tan encendida.

—Vente, Madison —gruñó, presionando la lengua contra su


hinchado clítoris. Al instante, un violento orgasmo la atravesó, haciendo
temblar a su cuerpo por la cruda fuerza, de placer explosivo.

Ella gritó, sintiendo como si hubiera perdido contacto con el


mundo mientras la lengua de él continuaba en ella con un gemido de
satisfacción.

Una y otra vez el clímax rodó en ella, prolongado por el golpe de


su lengua.

Se vino, de verdad. Su cabeza cayó hacia atrás sobre la almohada,


todo su cuerpo temblaba por la gloriosa liberación.

Aun así, Luc no había terminado, su lengua entraba y salía por la


entrada de su cuerpo, rápidamente burlándose de ella de nuevo hacia
otro clímax.

Él siempre había sido una persona con desempeño, ella reconoció


soñadora, saboreando su experiencia.

Ella siseó cuando él encontró su clítoris hinchado y suavemente


lo chupó, al mismo tiempo que hundió un dedo profundamente en su
cuerpo. Era casi demasiado. El asalto sensual batía contra sus
emociones más vulnerables.

58
Fue demoledor, y ella no estaba segura de que fuera capaz de
ponerse junta de nuevo.

Él volvió la cabeza para mordisquear el interior de su muslo, su


voz con un gruñido.

—¿Estás protegida?

Ella asintió. Había planeado esta noche por un muy, muy largo
tiempo.

—Sí.

—Bueno. No quiero nada entre nosotros. —Volvió a atormentar a


su clítoris, su dedo acariciando un lugar muy dentro de ella que hacía a
su cuño alborotar de felicidad—. Te juro que estoy limpio.

—Luc... me estoy acercando. Te quiero dentro de mí.

Le dio una última y persistente lamida antes de deslizarse hacia


arriba, los vellos de su pecho haciéndole cosquillas en los pezones
estrecharme apretados. La sensación la hizo gemir, aferrando sus
manos a sus hombros mientras él se agachaba para tirar de sus
piernas, su áspera urgencia enviaba chispas de entusiasmo por su
espina dorsal. Ningún hombre nunca había revelado tal cruda pasión
hacia ella. ¿Era eso lo que lo hacía tan emocionante?

Apenas capaz de aceptar que esto era más que otro simple sueño
caliente, Madison mantuvo la mirada pegada a la oscura belleza de su
rostro. Su expresión estaba tensa por el esfuerzo de mantener a raya su
pasión, pero la cruda perfección de sus facciones y el satén ébano de su
cabello le hacía saltar el corazón. Luego se encontró con el fuego de
medianoche de sus ojos y ella se perdió en el poder de su necesidad.

Luc.

La pesadilla de su existencia.

—¿Estás lista?

59
Ella sabía lo que él estaba pidiendo. Le había dado un dulce
éxtasis con su boca. Ahora tenía la intención de follarla.

—Dios, sí. —Respiró, hundiendo las uñas en sus hombros


mientras él se hundía en su mojado coño con una dura ondulación de
sus caderas.

Ella hizo un sonido de conmoción mientras que su gran pene la


estiró hasta el borde del dolor. Él estaba tan profundo que podía sentir
sus bolas apretadas contra su culo. Se sintió invadida. Poseída. Dios.
Era... terriblemente íntimo.

Como si se hubiera convertido en una parte de ella.

Sus miradas se encontraron y retuvieron una emoción que ella no


podía nombrar tejiéndose entre ellos, uniéndolos a un nivel que no tenía
nada que ver con sus tensos cuerpos, empapados en sudor.

—Mierda, te sientes tan perfecta. —Por fin, con voz áspera, tiró
lentamente de su cuerpo antes de embestir hacia adelante con la fuerza
suficiente para hacer que se deslice arriba en la cama. Él estudió su
rostro enrojecido, su cuerpo temblando—. ¿Estás bien?

Ella asintió, sabiendo que él estaba desesperado por dar rienda


suelta a su hambre, pero aterrorizado de que pudiera asustarla.

—Te quiero —dijo ella con voz áspera—. No te retengas.

Un oscuro rubor tiñó sus mejillas y él la agarró por las muñecas,


sujetándolas por encima de su cabeza.

—Aguanta, Madison. Estás a punto de ir a dar un paseo.

Abriendo las piernas de ella, él se lanzó hacia delante,


empalándola con un implacable ritmo feroz.

Ella dio un tembloroso gemido, sus caderas elevándose para


satisfacer sus duras embestidas. El placer se disparó a través de ella

60
mientras su cuerpo fácilmente aceptó su salvaje necesidad. Él se inclinó
para reclamar sus labios en un beso de posesión pura.

Así es como se suponía que el sexo debía ser.

No era conveniente, o civilizado, o una tediosa expectativa al final


de la noche.

Era caliente y crudo, y tan intenso que sentía como si sus nervios
hubieran sido despojados y expuestos a este hombre de una manera en
que los uniría para siempre.

Una y otra vez él empujó su pene profundamente en su interior,


la lengua imitaba el ritmo frenético de su cuerpo. Madison envolvió sus
piernas alrededor de sus caderas, dándose cuenta de que otro masivo
orgasmo estaba apretando sus músculos inferiores rápidamente.

—Eso es, Madison —murmuró contra sus labios, su cuerpo era


resbaladizo contra el de ella mientras se movía con una primitiva
fuerza—. Déjate ir. Te tengo.

Ella inclinó la cabeza hacia atrás mientras él se movía para


presionar sus labios contra el pulso que tronaba en la base de su
garganta, su mano deslizándose entre ellos para presionar contra su
clítoris. Un movimiento de su dedo fue suficiente para enviarla saltando
sobre el borde, el orgasmo rasgaba a través de ella mientras gritaba su
nombre en un placer aturdido.

Luc luchó para recuperar su aliento, con los temblores sísmicos


de su orgasmo todavía sacudiendo todo su cuerpo.

Cristo, él no había sentido tan intenso placer desde...

Desde la última vez que estuvo en la cama con Madison,


reconoció con pesar.

No tenía ninguna explicación.

61
Había estado con mujeres durante los últimos ocho años, aunque
no con tantas como la gente suponía. Una vez que terminó la
competencia para la aprobación de su padre se dio cuenta que
necesitaba algo más que una mujer dispuesta para agitar su libido.
Pero absolutamente ninguna de ellas había sido capaz de hacer que se
sintiera como si estuviera conectado a ellas en algún nivel que iba
mucho más allá de lo físico.

Solo Madison.

Rodando a un lado, él la abrazó con fuerza entre sus brazos,


tratando de generar energía para alcanzar el teléfono para llamar al
servicio de habitaciones.

Esta noche se merecía una botella de champán. El más fino que


el hotel pudiera ofrecer.

Madison se agitó contra él y Luc apretó instintivamente sus


brazos a su alrededor.

—Dios. Eso fue…

—Sexo —interrumpió sus fervientes palabras.

Luc frunció el ceño. ¿Hablaba en serio?

—No —gruñó—. El sexo no hace que la tierra se mueva.

Ella se tensó ante su descripción, casi como si la hubiera


avergonzado.

—Qué poético.

—Tengo mis momentos. —Enterró su cara en la suavidad del


satén de su cabello, respirando profundamente su dulce aroma a
vainilla. Al instante se endureció, listo para sentir el calor húmedo de
su cuerpo envuelto alrededor de su erección engrosándose. O tal vez
esta vez tuviera el control para realmente sentir sus labios envueltos
alrededor de su pene—. De hecho, siento otro momento más llegando.

62
Permitiendo que sus manos bajaran, le tomó la suave curva de su
culo, tirando de ella más cerca.

No solo porque quería sentir su cálido cuerpo apretado contra su


pene dolorido, sino porque de repente se dio cuenta de que ella se
estaba alejando de él.

Y eso era... inaceptable.

Como para probar su punto, Madison puso las manos sobre su


pecho.

—Luc.

Apretó los labios en la cima de su cabeza, aspirando una


respiración profunda. Él no quería hablar de lo que había sucedido
entre ellos.

Solo quería saborear la segunda ronda. Y la tercera.

Mañana podrían diseccionar esta pasión que solo se había hecho


más explosiva en los últimos ocho años.

—Mmm. Vainilla —murmuró—. Cada vez que la huelo pienso en


ti.

Ella presionó sus palmas contra su pecho.

—Luc, espera.

A regañadientes, se echó hacia atrás para estudiar su rostro que


aún se encontraba enrojecido por la excitación.

—¿Que está mal?

—Tengo que levantarme.

Todos los instintos se rebelaron contra la idea de permitir que se


fuera del calor de sus brazos.

63
—¿Por qué? Tenemos toda la noche. —Miró profundamente sus
ojos de color avellana, en busca de... ¿qué? ¿La confianza de que ella
había sido sacudida como él por la intensidad de sus relaciones
sexuales?—. Demonios, tenemos todo el tiempo que quieras.

—Yo... tengo que ir al baño.

—Maldita sea. —Hizo una mueca, aflojando su agarre para que


pudiera trepar fuera de la cama y dirigirse al baño—. No estés mucho
tiempo. —La llamó después de su forma de retirarse, una vez más
notando la mancha de maquillaje debajo de la cadera. En algún
momento tenía la intención de preguntarle si ella tenía una marca de
nacimiento. No quería que se sintiera como si alguna vez tuviera que
esconder nada de él.

Moviéndose arriba en la cabecera, Luc telefoneó para pedir el


champán y un plato de fruta fresca y chocolates. Esperaba que Madison
no fuera una de esas mujeres que siempre sentían la necesidad de
morirse de hambre. Tenía una visión erótica de ella comiendo la cena en
su cuerpo.

Solo la idea de su lengua lamiendo el champán de su piel


desnuda era suficiente para hacerle gemir. Cristo. Necesitaba a
Madison de vuelta en esta cama.

Miró a través de la suite del hotel, preguntándose lo que podría


estar tomándole tanto tiempo.

¿Seguramente no pensaba que necesitaba preocuparse por su


maquillaje y su cabello?

Sí, era lo suficientemente hombre para apreciar su belleza, pero


no era eso lo que la hacía tan fascinante.

O por qué se sentía tan desesperado por tenerla de vuelta en sus


brazos.

64
Sabía de un centenar de hermosas mujeres que no lo habían
hecho mirar dos veces.

Hasta el punto de irrumpir a su manera en el cuarto de baño y


transportarla de vuelta a la cama, o tal vez solo atraerla a la ducha, la
puerta comunicante se abrió de un empujón.

—Por fin. —Sus palabras se detuvieron afilada, sus cejas


juntándose ante la visión de Madison llevando un vestido amarillo
casual con escote redondo y tirantes finos. Llevaba el cabello recogido
en una sencilla coleta—. ¿Por qué estás vestida?

Abriendo una bolsa de Gucci grande, ella la puso en una silla y


comenzó a recoger la ropa que estaba dispersa sobre la alfombra.

—Creo que eso debería ser obvio.

Luc observó sus movimientos espasmódicos con una extraña


sensación de incredulidad. ¿Era esta la misma mujer que se había
deshecho en sus brazos? ¿Quien gritó su nombre en la cumbre del
placer?

—¿Obvio para quién? —exigió—. Ciertamente para mí no.

Ella empujó su vestido y los zapatos en la bolsa, ni siquiera miró


en su dirección.

—He hecho lo que he venido a hacer y ahora me voy.

—¿Te vas? —Sus lentos pensamientos luchaban para dar sentido


a este cambio abrupto de amante a extraña—. Dijiste que era tu
habitación.

—Pagué la noche. —Al fin se volvió hacia él, con una expresión
indescifrable—. No dudes en alojarte si quieres.

Con un gruñido de impaciencia, Luc se empujó a sí mismo fuera


de la cama, el acecho de ella.

65
—¿Qué demonios está pasando aquí?

Ella levantó la barbilla, su cuerpo rígido.

—Vamos, Luc. Eres un hombre inteligente.

Se detuvo justo en frente de ella.

—Solía pensar que sí, pero es evidente que hay algo mal con mi
cerebro ya que no puedo pensar en una razón por la que no estás en
esta cama conmigo.

—Te lo dije, terminé lo que vine a hacer a Las Vegas.

Luc movió su mirada hacia la bolsa empacada antes de regresar a


la expresión distante de Madison. La ira reemplazado abruptamente su
confusión.

Ella estaba haciendo las maletas para irse.

—¿Viniste por un revolcón? —gruñó.

—Para seducirte —lo corrigió.

—¿Por qué? —La miró con incredulidad—. ¿Querías un polvo


rápido por los viejos tiempos?

Ella mantuvo la barbilla en un ángulo desafiante, pero Luc no se


perdió su paso encubierto lejos de su cuerpo bien enrollado.

—Quería que sintieras lo que es estar acosado en una cama


mientras alguien se va.

—Hija de puta —susurró, recordando de pronto sus sospechas de


antes de que Madison le estaba ocultando algo. Ahora lo sabía—. Esto
era sexo por venganza.

—Precisamente. —Una dulce sonrisa curvó los labios exuberantes


que él recientemente había imaginado envueltos alrededor de su pene,

66
pero no hizo nada para calentar los fríos ojos color avellana. Cogió su
bolso—. Adiós, Luc.

Luc estaba de pie frente a la puerta antes de que él se diera


cuenta de que se estaba moviendo.

—No lo creo.

Ella entrecerró los ojos.

—Fuera de mi camino.

Él cruzó los brazos sobre el pecho desnudo, su mirada viendo el


pulso frenético en la base de su garganta.

Así que, ella no era la reina de hielo que pretendía ser.

—No —dijo, agarrándola por la cintura y tirando de ella por


encima de su hombro.

No habría construido un imperio financiero sin desarrollar la


capacidad de tomar el mando de una situación.

Sin importar cómo de jodida del culo fuera la situación.

—Para —gruñó ella, cerrando los puños contra su espalda—.


¿Qué estás haciendo?

Con un movimiento suave la bajo de su hombro y la dejó sobre el


colchón. Ella aterrizó con un jadeo furioso, enredándose en su vestido
de seda amarilla.

—No vas a irte hasta que me digas lo que te pasa —advirtió.

—¿Lo que me pasa? —Se impulsó sobre sus codos, mirándolo con
una mezcla de furia y algo que podría haber sido miedo. No de él. Ella
tenía que saber que él nunca haría nada para lastimarla. Al menos no
físicamente. Su miedo era perder el control de la situación—. Tú eres el
loco que no me deja salir.

67
—Por una vez quiero la verdad.

Sus pestañas barrieron abajo, escondiendo sus ojos.

—Te dije la verdad.

—¿Que pasaste los últimos ocho años planeando una venganza


porque herí tus sentimientos? —preguntó, rabia todavía nublando su
mente.

—Me humillaste —murmuró, negándose a encontrarse con su


mirada indignada—. Y no pasé ocho años maquinando. Como has
señalado, he construido una carrera exitosa. Eso no ocurre sin una
atención dedicada a mi trabajo.

—Exactamente —espetó—. Lo que significa que deberías haber


superado esa mezquina necesidad de venganza hace mucho tiempo.

Se encogió de hombros.

—Tú arruinaste lo que debería haber sido una ocasión especial.

Lo hizo.

Allí no se podía negar que había hecho una chapuza la noche


entera. Empezando con aparecer en la caravana en primer lugar. Sabía
que ella era inocente, y que esperaría más de lo que él podría ofrecer.

Aun así parecía extremo dedicar ocho años para amortizarlo.

De hecho, parecía absurdo.

Frunció el ceño, obligándose a dejar de lado la ira que nublaba su


mente.

Madison no era vengativa. Era inteligente, impulsiva, y exitosa en


un nivel que solo un pequeño porcentaje de la gente alcanzaba nunca.

¿Entonces por qué estar obsesionado con un asqueroso imbécil


de su pasado?

68
—No. —Él dio un brusco movimiento de cabeza. Su pasado de
mala reputación de mujeriego significaba que entendía la naturaleza
humana. Sobre todo cuando se trataba de sexo equitativo. Esto no era
congruente—. Hay más en esto.

Ella volvió la cabeza para mirar a la pared del fondo, una tensión
quebradiza vibrando a su alrededor.

—Si insistes en esta conversación sin sentido, ¿podrías ponerte


algo de ropa?

Soltó un bufido.

—¿Por qué? ¿Mi cuerpo te molesta?

—Estoy cansada de verte desnudo.

—Qué raro —susurró, su mirada deslizándose por su esbelta


figura. El vestido se había torcido alrededor de sus muslos, revelando la
longitud espectacular de sus piernas. Piernas que se habían envuelto
recientemente en torno a su cintura mientras él golpeó en su interior—.
Hace apenas una media hora que no podías esperar para verme
desnudo —le recordó, disfrutando como ella se estremeció—. Y
ciertamente no estabas quejándote de mí falta de ropa cuando estaba
enterrado profundamente dentro de tu cuerpo y gemías con placer.

Ella sacudió la cabeza de vuelta para mirarlo a los ojos burlona,


sus mejillas ruborizándose de vergüenza.

—Nadie podría nunca decir que no eres un semental que sabe


cómo utilizar su cuerpo. Has practicado lo suficiente, después de todo.

Sus ojos se estrecharon ante la hostilidad que bordeaba a su voz.

—Es eso.

Frunció el ceño.

—¿Qué?

69
—Esa amargura —dijo—. Es más que una mujer decepcionada
porque su virginidad fue tomada por un inmaduro hijo de puta.

Se quedó sin aliento, con la mirada volviéndose cautelosa.

—No. Solo que no puedes aceptar que por una vez eres al único al
que han usado y tirado.

—He sido usado más veces de las que puedo contar —le aseguró
secamente. Las mujeres no eran las únicas que eran elegidas solo por
su apariencia—. Ciertamente las veces suficientes como para saber la
diferencia entre mujeres que solo buscan sexo como deseo y las que
están tan consumidas por la necesidad de mí que se derriten ante mi
tacto.

—Bastardo arrogante —murmuró, bajándose del lado de la cama


y dirigiéndose hacia la puerta.

Una vez más él se movió para bloquear su camino, agarrándola


suavemente por los brazos para detener su retirada.

—¿Por qué, Maddy?

Los ojos color avellana brillaban con una emoción imposible de


descifrar.

—Mi nombre es Madison.

—Siempre serás Maddy para mí. —Su voz baja, su mirada


acariciando los rasgos que eran sorprendentemente familiares a pesar
de su separación de ocho años. Casi como si los hubiera mantenido
como un preciado tesoro en su mente—. La joven belleza que llevaba su
ropa de segunda mano con tanto orgullo y dignidad que eclipsaba a
cualquier otra chica en la escuela. La chica que era demasiado tímida
para decir hola, pero me miraba con esos ojos grandes, inocentes. La
chica que debería haber sido aplastada por la mierda de influencia con
la que fue tratada, pero que tuvo el valor de dejar atrás su pasado y

70
crear una nueva vida. —Sacudió lentamente la cabeza—. Solo que no
has dejado atrás el pasado. ¿Lo has hecho?

Ella trató de soltarse de su agarre, sus ojos nublándose con algo


que podría ser pánico.

—Me voy.

—Dime lo que está pasando, Maddy —le ordenó, su voz áspera


por la frustración—. Tiene que haber sido algo más que la venganza lo
que te trajo a Las Vegas.

71
CAPÍTULO 4
Traducido por AriannysG

Corregido por Pily

M
adison se apartó de su verdugo y caminó hacia el
centro de la habitación del hotel.

Maldita sea. Nada iba bien.

Se suponía que él debería estar acostado en la cama, demasiado


sorprendido por su abrupta salida como para hacer cualquier cosa,
pero la vio alejarse en silencio.

Y luego...

Bien, su imaginación no fue más allá en ese momento, pero había


asumido que iba a volver a Nueva York; una mujer, por fin en paz con
su pasado.

En su lugar, Luc se rehusó a dejarla salir de la habitación,


fastidiándola con preguntas que no tenía derecho a hacer.

Volviéndose alrededor, fulminó a Luc con la mirada, haciendo


todo lo posible por ignorar el hermoso cuerpo masculino
asombrosamente bronceado.

Habría sido más fácil si no estuviese fantaseando de repente con


correr sus labios sobre esos abdominales marcados y permitirle a su
lengua burlarse por completo de su pene otra vez, gloriosamente erecto.

Un calor floreció entre sus piernas, haciéndola apretar sus manos


en frustración.

72
No, no, no.

Esta noche iba a comenzar de nuevo... no a satisfacer sus


sentidos con Luc Angeli.

Incluso si todo su cuerpo doliera por sentir su toque.

—¿Por qué tienes que echar a perder esto? —gruñó.

Él frunció el ceño, como si no supiera exactamente lo que estaba


haciendo.

—¿Echar a perder qué?

Señaló la puerta.

—Mi ida.

Sus cejas se arquearon.

—¿Tú qué?

—Mi ida.

—Cristo, Maddy. —Pasó sus dedos por su cabello alborotado,


luciendo completamente desconcertado—. ¿De qué estás hablando
ahora?

—Cuando me dejaste, te permití hacer tu gran salida —dijo,


debatiéndose entre darle un puñetazo en la nariz y besarlo—. Pero
tenías que ser un fanfarrón y tomar mi ida.

Su expresión se suavizó cuando finalmente entendió por qué ella


estaba tan cabreada, ¿pero iba a apartarse y permitirle irse con algo de
dignidad?

No.

Tercamente se quedó de pie directamente delante de ella, sus


manos acunando su rostro en un suave agarre.

73
—Porque tú no eres esto —murmuró, su pulgar rozando su labio
inferior—. No eres cruel. No intentas lastimar a la gente a propósito. —
Sus labios se torcieron en una sonrisa irónica—. Ni siquiera a esa gente
que podría merecerlo.

El calor de su jodido cuerpo atravesó la fina seda de su vestido,


una explosión de pura necesidad haciéndola temblar.

—Yo…

Sus cejas se juntaron de repente cuando ella dejó de hablar.

—Maddy, por el amor de dios —dijo con voz ronca—. Dime la


verdad.

Apretó los dientes. Maldita sea. Obviamente, la única forma en


que iba a lograr salir de la habitación del hotel era dándole lo que él
quería.

Es un terco dolor de culo.

—Te quiero sacar de mi cabeza —dijo, ofreciéndole la dura verdad


que él aseguraba querer.

Parpadeó. Luego parpadeó de nuevo.

—¿Te refieres al recuerdo de esa noche?

Puso sus manos en sus caderas.

—No, el recuerdo de ti.

Se encogió, como si estuviera preocupado por su confesión.

—¿De verdad te lastimé tanto?

—Me sentí lastimada y humillada cuando saliste, pero es...

—¿Qué?

Se encogió de hombros, sus mejillas calentándose con vergüenza.

74
—No puedo pasarla bien con otro hombre.

Hubo un sorprendente silencio, Luc buscando con cuidado su


expresión tranquila.

—¿No te gustan los hombres?

—Por supuesto que me gustan los hombres —espetó, estrechando


deliberadamente su mirada—. Cuando no están siendo idiotas.

Puso los ojos en blanco ante su incapacidad para resistir otro


golpe.

—Entonces explica de qué demonios estás hablando.

Incapaz de revelar su secreto más oscuro mientras era observada


por la penetrante oscura mirada de Luc, se volvió para pasearse hacia
las ventanas con mirador a Las Vegas.

—Con los años he conocido a docenas de hombres maravillosos —


dijo, su voz tan baja que Luc tuvo que acercarse para escucharla—.
Guapos, exitosos, encantadores.

Su aliento rozó la piel desnuda de su hombro.

—¿No te gustó alguno de ellos?

Hizo una mueca. Una parte de ella deseaba poder decirle que
había elegido una cuerda de completos perdedores. Eso explicaría
fácilmente por qué no logró crear una relación duradera. Por desgracia,
había sido más que un hombre quien había sido perfecto para ella.

—En realidad me gustaron varios —admitió a regañadientes—.


Incluso salí con algunos por varios meses.

Se encontraba tan cerca de ella que podía sentirlo tenso, como si


no le gustara hablar sobre otros hombres.

Lo cual era estúpido considerando que fue él quien forzó esta


conversación desagradable.

75
—¿Por qué no duraron las relaciones? —preguntó.

—Porque no podía… —Las palabras se atascaron en su garganta.

—¿Qué?

—Llegar al orgasmo —escupió por fin, incapaz de resistir ver su


reacción en el reflejo de la ventana—. ¿Estás feliz?

Sorpresa se filtró sobre su salvaje rostro hermoso, seguida


rápidamente por un ceño fruncido de incredulidad.

—¿Por qué estaría feliz?

Se encogió de hombros, sintiéndose en carne viva y expuesta


ahora que la verdad estaba dicha.

—Obviamente tú me arruinaste para otros hombres.

Esperó con arrogante satisfacción. ¿La mayoría de los hombres no


piensan que ellos son ese tipo de semental fantástico y que ningún otro
hombre podría satisfacer a sus amantes anteriores?

En su lugar, Luc parecía preocupado. Agarrando sus hombros, la


volvió para encontrarse con su mirada minuciosa.

—¿Porque me fui? —exigió, su voz llena con remordimiento—.


¿Tienes miedo a que los hombres te vayan a lastimar?

Sería tan fácil decir que sí. Hacerle pensar que destruyó su vida al
dejarla esa noche. Sintió que lejos de estar orgulloso por su incapacidad
para encontrar placer con otro hombre, de verdad lo torturaría al
hacerle creer que le había causado tanto daño.

Pero él tenía razón.

Ella nunca había sido deliberadamente cruel.

—No lo sé. —Dio una sacudida de cabeza indefensa—. Puedo salir


con un chico, disfrutar de su compañía, e incluso estar excitada cuando

76
vamos a la cama, pero luego... —Tomó una respiración profunda—. De
repente mi mente está llena de imágenes tuyas tocándome y besándome
y el momento se pierde.

Le tomó un segundo analizar sus palabras antes de que sus


dedos se apretaran en su brazo, entrecerrando los ojos.

—¿Y por el hecho de que yo pasaba de repente en tus fantasías


sexuales, regresaste a Las Vegas para dormir otra vez conmigo? —dijo
con voz ronca—. ¿Se supone que eso tiene sentido?

Se lamió sus labios secos, conteniendo la respiración mientras su


mirada se arrastraba de arriba abajo al ver el movimiento provocado
inconscientemente.

—Pensé... —Hizo una mueca. Iba a sonar estúpido, no importaba


cómo lo dijera—. Tenía la esperanza de que una vez que durmiera
contigo y me alejara, me sentiría... fortalecida.

Sus cejas se arquearon.

—¿Fortalecida?

Sip. Sonaba estúpido.

Chasqueó la lengua con impaciencia.

—Se supone que iba a ser un exorcismo, que lograría sacarte de


mi cabeza para siempre.

Sus ojos oscuros se ensancharon con furia repentina.

—De todo lo tonto… —Mordió sus palabras de enojo, absorbiendo


una respiración profunda—. ¿Alguna vez consideraste el hecho de que
tú incapacidad para disfrutar de la intimidad con un hombre no tiene
nada que ver conmigo, y que tiene todo que ver contigo?

Se soltó de su agarre, su mentón inclinado en un ángulo


desafiante.

77
—¿Qué estás insinuando?

—No estoy insinuando nada. Estoy diciendo que he allí dos


explicaciones obvias.

Encontró su mirada ardiente y sin encogerse. Tal vez fue una


idiota por volver a Las Vegas, pero estaría condenada si dejaba que Luc
la intimidara.

—Está bien. —Cruzó los brazos sobre su estómago, deseando


jodidamente haberse puesto algo de ropa—. Vamos a escuchar tu
brillante psicoanálisis.

Una parte de su ira pareció aliviarse ante su tono burlón, su


mano alcanzando a ahuecar su barbilla. ¿Sintió su vulnerabilidad
defensiva?

—Es posible que hayas utilizado mi recuerdo como un método


subconsciente para mantener alejados a otros hombres —dijo,
sosteniendo su mirada burlona—. Hacerme el malo de la película era
más fácil que admitir que no podías abrirte lo suficiente como para
llegar a tu clímax.

—Entonces por qué fui capaz de…

—¿Llegar al orgasmo conmigo? —Terminó su oración, sus labios


retorciéndose con una irónica diversión ante el calor que tiñó sus
mejillas.

Ella frunció el ceño.

—Sí.

—Porque confiabas en mí.

Soltó un bufido ante su ridícula explicación.

—Entonces engáñame.

78
Hizo una mueca ante el otro recuerdo de su idiota
comportamiento.

—Confiaste en que yo no iba a presionarte por más de lo que


estabas dispuesta a ofrecer —aclaró—. En tu mente yo era el chico que
las amaba y dejaba a todas. Nada peligroso para tu cuidadosamente
guardado corazón.

Madison apenas resistió la necesidad de poner los ojos en


blanco. No estaba dispuesta a admitir que lejos de creer que iba a
amarla y dejarla, había dedicado horas eternas a fantasear sobre el
momento en que Luc Angeli, el Ángel Oscuro, se diera cuenta que ella
era su primera y única alma gemela.

En realidad pensó que era la mujer para dominar al chico malo.

Qué idiota.

—¿Así que necesito estar sola? —Ella mejor le siguió el juego.

—Quieres una vida donde estés en control absoluto. —Se acercó,


mirándola tensarse cuando el calor de su cuerpo desnudo se envolvió
alrededor de ella—. No es sorprendente. Fuiste abandonada por tu
madre. Esto tuvo que dejarte con miedo de abrirte a cualquiera.

Sus labios se estrecharon. Obviamente sabía que su pasado había


sido lo que la empujó a dejar Las Vegas, así como su éxito en su
carrera. Había estado obsesionada con la necesidad de construir un
sentido de seguridad.

Pero nunca había sido amargada.

Su madre era igual que ella: una débil y patética mujer que había
pasado toda su vida buscando la felicidad que siempre permaneció
inalcanzable.

79
Madison sintió nada más que lástima por la mujer que había
elegido una vida adicta a la miseria. Sin duda no había doblado su
disponibilidad para asociarse con otras personas.

—Una teoría buena, excepto por una cosa que está totalmente
clara —dijo en tono seco.

—¿Cuál es?

—Conocí a cientos de chicos que yo sabía sin duda que amaban y


dejaban a todas las pendejas. —Su expresión petulante lo retó a negar
su lógica—. ¿Por qué no me metí en la cama con ellos?

Sonrió. Una lenta y retorcida sonrisa en sus labios.

Se estremeció, sintiendo el poder de su encanto masculino


escalofriando todo el camino hasta la punta de sus dedos del pie.

—No hay otra explicación —le aseguró.

—Tengo miedo de preguntar —murmuró, dando un discreto paso


hacia atrás.

Un toque y ella se derretiría a sus pies.

—Todavía estás enamorada de mí.

La respiración golpeó sus pulmones ante sus palabras burlonas.

Todavía enamorada de él...

La acusación había sido lanzada a solo horas antes de que


Kristen y ella se hubieran negado de inmediato a la afirmación. Ahora
ella se dio cuenta que no era tan fácil.

No. Dios, no.

No era tan patética como para haber guardado un amor no


correspondido por este hombre durante ocho años.

¿Lo era?

80
Una bola de temor enfermizo se alojó en la boca de su estómago
mientras recordaba cómo había comparado a sus parejas masculinas
con el misterioso Luc de belleza pecaminosa. O cómo había regresado
de una noche de fiesta sintiéndose extrañamente inquieta, como si
hubiera estado buscando algo de calidad en particular que faltaba en
su cita.

El temor se intensificó. Cristo. ¿Podía parecerse más a su madre


de lo que sospechó al principio? ¿Estaba en una constante búsqueda de
un hombre que no podía tener?

Madison sacudió la cabeza.

Había pasado una noche estresante, la cual se convirtió en un


maldito caos.

Después de una buena noche de sueño estaría riéndose ante la


simple sugerencia de que todavía podía estar enamorada de Luc Angeli.

—Al diablo con esto, me voy de aquí —gruñó, señalando con el


dedo al rostro de Luc mientras él sostenía una mano para detener su
salida—. Tócame y te patearé los huevos.

Sus cejas se juntaron ante su amenaza, pero su mano cayó a su


lado.

—Está bien. Puedes correr todo lo que quieras, Maddy.


Finalmente el pasado se pondrá al día contigo.

81
CAPÍTULO 5
Traducido por clajace y agoss

Corregido por AriannysG

S
i Madison poseía un arma hubiera disparado a la alarma
en el momento la sacudió de su inquieto sueño.

Con un gemido, levantó su cabeza, estirándose


adormilada para agarrar su teléfono y terminar con el chirrido.

Ocho treinta.

Mierda. Estuvo dormida por menos de dos horas.

En realidad no esperó una buena noche de sueño después de que


regresó al departamento de Kristen. No después de la manera en que se
separó de Luc.

Pero todavía era molesto el hecho de que dio vueltas hasta


después de las seis a.m.

Peor aún, tenía una cita a las nueve treinta que no podía perder.

Maldiciendo al dolor de cabeza que se sentía como si estaba


perforando un agujero en su cerebro, Madison tropezó desde la cama
hacia la ducha.

Treinta minutos más tarde estaba limpia y vestida en descoloridos


jeans y un casual top elástico. Jaló su cabello en una trenza, pero dejó
su rostro descubierto de maquillaje.

Su cita era en una tienda conocida por su discreción, pero no


había sentido en tratar de atraer atención no deseada. Era lo suficiente
famosa para capturar ocasionalmente el interés de los paparazzi.

82
Además, no había suficiente maquillaje en el mundo para
disfrazar la palidez de su piel o las sombras púrpuras debajo de sus
ojos.

Tomando su bolso, Madison dio trompicones fuera de su


habitación, atraída hacia la cocina por el aroma del café recién
preparado.

Ignoró la mirada de curiosidad de Kristen mientras se movía para


tomar asiento en el bar de desayuno, profundamente aliviada cuando
una tasa de humeante café negro fue colocada en la mesada frente a
ella.

—Gracias a Dios —murmuró.

—Y buenos días a ti también, rayito de sol —se burló Kristen,


pareciendo nauseabundamente perfecta en su falda negra de tubo y
camisa blanca. No había mucho más que un mechón de su cabello miel,
fuera de lugar.

—Puf. —Madison tomó un sorbo de café, enviando a su amiga un


amargado ceño fruncido—. ¿Por qué estás gritando?

Los ojos índigos se ensancharon con sorpresa.

—¿Necesitas mi famosa cura para las resacas?

Madison se estremeció con horror. Solo había probado la infame


cura una vez, pero fue suficiente para haber dejado el horrible sabor
quemando en su memoria.

—Ni aunque estuviera en mi lecho de muerte —murmuró.

—Oye —protestó Kristen—. Está garantizado que funciona.

Madison hizo una mueca.

—También sabe a caracol de lodo.

83
—¿Cómo lo sabrías? —Kristen estrechó su mirada—. ¿En realidad
has probado caracol de lodo?

Madison sostuvo una mano en alto, su cerebro todavía punzando.

—No importa. No tengo resaca.

—Oh-oh. —Kristen se giró para cruzar el piso de baldosas,


rápidamente regresando a colocar una pequeña bolsa de panadería
frente a Madison.

—Aquí.

Madison frunció el ceño mientras se estiraba hacia la bolsa.

—¿Qué es esto?

—Un rojo y aterciopelado cupcake3 de emergencia —dijo Kristen—


. Pasé por la panadería anoche solo en caso de que fallaras en tu
misión.

Madison sacó el cupcake, su boca haciéndose agua a la vista del


queso crema glaseado en la parte superior con espolvoreado de granas.

—No fallé —dijo, concentrándose en retirar la envoltura del


cupcake en un esfuerzo por evitar la mirada de su amiga.

Kristen hizo un sonido de desconfianza.

—¿Así es como luces cuando tienes éxito?

—Es… complicado.

—De alguna manera no estoy del todo sorprendida —dijo Kristen


con un suspiro—. Come.

Ignorando las cuantiosas calorías que tendrían que ser trabajadas


fuera en el gimnasio, Madison se comió el cupcake en tiempo récord,
satisfecha cuando su dolor de cabeza se volvió casi soportable.

3 Cupcake: es una pequeña porción de tarta para una persona.

84
Nada como un buen dulce pegajoso para aliviar el dolor.

—Mmm. —Madison lamió sus dedos—. Mucho mejor que tu


asqueroso remedio para la resaca.

Kristen rodó sus ojos, limpiando el desastre que Madison hizo. La


mujer era una verdadera fanática del aseo.

—Ahora dime qué pasó —ordenó Kristen.

Madison arrugó su nariz, tomando otro sorbo de café.

—Luc Angeli fue.

—Ah. —Kristen se inclinó sobre el borde de la mesada, su


expresión advirtiendo que no iba a permitirle a Madison irse hasta que
no tuviera la historia completa—. Así que él estaba en el Hotel.

—Sí.

—Y tan guapo como siempre, el molestoso demonio —dijo la


mujer de cabello rubio, obviamente habiendo visto a Luc por la ciudad.

—Y tan arrogante —murmuró Madison.

—¿Qué esperabas?

Madison dio una corta risa sin humor.

—Buena pregunta.

Kristen inmóvil, analizando a Madison con una preocupación


cada vez mayor.

—Maddy… —Gesticuló bruscamente—. Lo siento, quise decir…

—Maddy está bien —le aseguró a su amiga. Ridículamente había


pensado que insistiendo en ser llamada Madison podría de alguna
manera separarla de la ingenua chica que tan ansiosamente había
invitado a Luc a su cama.

85
La verdad era que ella nunca había sido capaz de liberarse a sí
misma de Maddy.

Su pasado era simplemente una parte de ella.

—¿Qué paso? —apuntó Kristen.

—Fue justo como lo planeé. —Madison gesticuló mientras fue


forzada a revivir su última humillación—. Me encontré con Luc en la
fiesta y en menos de media hora él estaba en mi habitación del hotel.

—No es sorpresivo —se quejó Kristen, su mirada estudiando de


cerca el pálido rostro de Madison—. Ningún hombre podría oponerse a
una noche con Madison Philips.

Madison sacudió su cabeza. Había algunos hombres que podrían


ser atraídos por ella porque era una famosa modelo, pero eso no era el
por qué Luc había estado tan entusiasmado.

—Luc no podría oponerse a una noche con cualquier mujer


dispuesta a separar sus piernas —dijo en tono sarcástico.

Kristen arqueó una ceja.

—Te dije antes que el rumor por todo Las Vegas es que Luc se ha
vuelto muy exigente en su elección de acompañantes. Escuché a uno de
sus amigos decir que se había vuelto un moje durante el último par de
años.

Madison ignoró las palabras de su amiga. Así como ignoró la


declaración de Luc de que él había cambiado del mujeriego que había
sido cuando ella lo conoció.

—Lo más probable es que se haya vuelto más discreto.

—Eso es posible, supongo —coincidió Kristen lentamente, ceñuda


en si preocupada por la rigurosa negativa de Madison a creer que Luc
podía cambiar—. ¿Qué pasó cuando llegaste a la habitación del hotel?

86
Madison sintió sus mejillas arder. Se dijo que era vergonzoso. No
era la clase de mujer que disfrutaba compartir los detalles de sus
encuentros sexuales con alguien, ni siquiera con su mejor amiga. Pero
por dentro sabía que era el placer recordado lo que hacía su cara
ruborizar.

Dios. Le dolía en lugares que nunca se dio cuenta que podían


doler.

Los detectables dolores de una mujer que ha sido bien amada.

—Me gustaría pensar que fue bastante obvio —murmuró.

Kristen soltó una risita.

—¿Así que hiciste la hazaña?

Madison asintió, aunque ella nunca, jamás podría llamar a lo que


pasó entre ella y Luc “hacer la hazaña”.

Eso implicaba un sexo casual. Lo que pasó anoche fue cualquier


cosa excepto casual.

Al menos para ella.

—Estuvimos juntos… sí —confesó.

Kristen se inclinó hacia adelante.

—¿Y cómo fue?

—Alucinante.

Kristen destelló una sonrisa burlona.

—Bien por ti, novia.

—No —gruñó Madison, empujando lejos el café mientras su


estómago se retorcía con una enferma sensación de certeza—. No es
bueno para mí.

87
La sonrisa de Kristen vaciló.

—¿Querías que fracasara?

—Quería… —Hizo un sonido de disgusto a la memoria de su


engreída confianza cuando planeó su viaje a las vegas. Había estado tan
segura que quería nada más que venganza. Nunca se le ocurrió que
estaba usando cualquier excusa, no importa cuán patética, solo para
estar con Luc Angelic.

—Mierda. —Masajeó su sien, el dolor de cabeza mejoró, pero aún


una leve pulsación detrás de sus ojos—. Estoy perdiendo la cabeza.

—Lo siento, Maddy —dijo Kristen con arrepentimiento—. Si no


quieres hablar sobre esto…

—Confirmó que aún estoy enamorada de él. —Madison cortó la


disculpa de su amiga, revelando la verdad bruscamente.

—¿Por qué no?

Kristen lo sacaría fuera de ella de una manera u otra.

Kristen frunció el ceño bruscamente, sus ojos buscando el pálido


rostro de Madison.

—Tú dijiste…

—Sé lo que dije. —Madison jadeó un resignado suspiro—.Pero


creo que debí haber estado en negación.

Silencio.

Al fin, Kristen aclaró su garganta.

—¿Negación?

—Quería creer que lo odiaba. —Madison dio un inútil


levantamiento de sus manos—. Fue ciertamente mejor que aceptando

88
que no podía crecer más allá de mi infantil, enamoramiento de
colegiala.

—¿Qué vas a hacer?

Fue la primera pregunta que Madison no tuvo problema en


responder. Tomó su decisión durante las largas horas de mirar al techo.

—Voy a mi cita y después regreso a New York como lo planeé.

Kristen se veía como si acabara de ser abofeteada.

—¿Regresar a New York?

—Sí.

—No puedes.

Madison pestañeó con sorpresa. Había esperado comprensión de


parte de su amiga, un insistente rechazo de su plan.

—¿Por qué no?

—Porque tienes que hablar con Luc —dijo Kristen.

Madison se deslizó fuera de su taburete, sus cejas fruncidas


mientras fulminaba con la mirada a su amiga.

—¿Te has vuelto loca? Es la última persona que quiero ver.

—Pero… —Kristen se veía como si quisiera darle a Madison una


buena patada en su trasero—. Si todavía lo amas entonces tienes que
ver si esto podría funcionar.

Madison estaba sacudiendo su cabeza antes de que Kristen


terminara de hablar.

Una parte de ella quería desesperadamente quedarse. Solo para


estar cerca de Luc.

Luego se dio cuenta cuán triste y patético sería eso.

89
Pasando sus días esperando algún vistazo de Luc, mientras él
constantemente elige otra mujer.

Se estremeció.

—No puedo.

—¿Cómo lo sabes? —presionó Kristen.

—Porque él es Luc Angeli.

—¿Y?

Madison se preguntaba si su amiga estaba siendo estúpida a


propósito. Ella sabía tan bien como Madison que quedándose en las
Vegas le provocaría nada más que dolor.

—Y él no es material de “para siempre” —murmuró con


exasperación.

Kristen se encogió de hombros.

—¿Quién lo dice?

—Yo lo digo.

Los ojos índigos se estrecharon.

—Solo porque eres cobarde.

Madison se encogió por la acusación.

—¿Qué demonios significa eso?

Kristen se movió para parase directamente delante de Madison,


su expresión impertinente.

—Amas a Luc, pero tienes tanto miedo a otro rechazo para darle
una oportunidad.

Madison alcanzó su bolsa.

90
Esto no tenía nada que ver con coraje, se aseguró silenciosamente
a sí misma.

¿No había probado que podía hacerle frente a lo que sea que la
vida podría arrojarle?

¿Que podía superar cualquier reto y llegar a la cima?

Era lo suficiente inteligente para evitar repetir sus errores.

—Estoy retrasada —murmuró, volteando para encaminarse a la


puerta.

—Maddy. —Kristen la llamo por detrás—. Maldición, no voy a


dejarte desperdiciar una oportunidad de ser feliz.

* * *

Luc había roto todos los límites de velocidad para llegar a la


remota playa de estacionamiento cerca de Red Rocks. Había una tienda
al otro lado de la parcela, pero escondió deliberadamente su auto detrás
de una gran formación rocosa en la parte posterior.

No sabía por qué se encontraba allí.

No, eso no era cierto.

Ya se había dirigido al condominio de Kristen cuando ella le envió


un mensaje con la información de que Madison iba a estar en este lugar
y que tenía que estar aquí para encontrarla.

Pero no tenía idea de por qué Madison estaría viajando a este


lugar desolado. Y ahora mismo, no le importaba una mierda.

No le importaba nada, excepto tener la oportunidad de hablar con


ella antes de que saliera de la ciudad.

Salió de su auto, con impaciencia miró el reloj de lujo envuelto


alrededor de su muñeca.

91
Maldita sea. Había estado tan enojado cuando Madison lo
abandonó en el hotel la última noche que se bebió toda la botella de
champán que llegó pocos minutos después de su salida dramática.

El vino caro contribuyó a entorpecer su indignación por su


afirmación de que ella lo había utilizado como una especie de purga
sexual. Pero a medida que su ira se había enfriado, lamentaba
profundamente haber consumido tanto alcohol.

Sabía condenadamente bien que Madison no lo había buscado


solo por venganza.

Simplemente no era su naturaleza.

Tenía que tener un poco de amor persistente por él, incluso si se


negaba a admitirlo.

Por desgracia, había estado en el lado equivocado, borracho por el


champán, y se vio obligado a recuperar la sobriedad antes de que
pudiera ir a buscarla. Un hombre no trataba de convencer a la mujer de
sus sueños para darle una segunda oportunidad, mientras estaba
borracho.

Por lo que había hecho su mejor esfuerzo para dormir su inusual


indulgencia excesiva antes de regresar a su casa para ducharse y
afeitarse, rápidamente ponerse un par de jeans bien gastados y una
camiseta antes de dirigirse fuera para encontrar a Madison.

Ahora esperaba su llegada con una creciente frustración.

¿Era posible que Kristen lo hubiese enviado a la mitad de la nada,


para que Madison tuviera tiempo de escapar de él?

Ese era exactamente el tipo de trama que un taimado joven


abogado inventaría.

Especialmente si Kristen creía que había querido hacerle daño a


su amiga...

92
El sonido de un auto que se acercaba irrumpió en su melancólico
pensamiento y Luc se ocultó en las sombras de las rocas, mirando el
sedán plata estacionar en el aparcamiento.

Una sombría sonrisa tocó sus labios cuando vio a la belleza de


cabello oscuro sentada detrás del volante del auto de alquiler.

Madison.

Agachándose para evitar ser visto por el espejo retrovisor, Luc


corrió a través del lote, alcanzando rápidamente el auto. Luego, con un
tirón en el mango, tenía la puerta abierta y se deslizaba hacia el asiento
del pasajero.

—Buen día, Maddy.

Hubo un chillido femenino cuando Madison levantó la cabeza


hacia un lado para verlo cerrar la puerta, su mano apretada contra el
centro de su pecho.

—Dios mío, casi me dio un ataque al corazón —dijo irritada,


entrecerrando los ojos mientras sospecha reemplazaba su miedo
inicial—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

Deslizó una mirada apreciativa sobre su cuerpo delgado, antes de


regresar a su rostro furioso. Incluso en jeans y sin maquillaje seguía
siendo la mujer más hermosa que había visto nunca, pero no había
duda de las sombras bajo sus gloriosos ojos y la palidez de su piel.

Una parte de él estuvo instantáneamente preocupado por los


signos de una noche de insomnio, mientras que una parte mucho más
grande sintió una punzada de esperanza.

¿Sin duda una mujer que había cumplido su misión habría


dormido profundamente?

—Raro —dijo arrastrando las palabras, sosteniendo su mirada


cautelosa—. Esa es la pregunta exacta que estaba a punto de hacerte.

93
Su ceño se profundizó.

—¿Por qué me sigues?

—De hecho, he estado esperando por ti.

—¿Cómo es posible que hayas sabido que iba a venir? —Molestia


quemó abruptamente a través de sus ojos color avellana—. Kristen —
murmuró.

—Me envió un mensaje de texto —admitió Luc—. Dijo que venías


aquí para completar algunos asuntos pendientes. También dijo que
necesitaba detenerte.

El aliento de Madison silbó entre sus dientes apretados.

—Entrometido dolor de culo.

Él se inclinó hacia ella, apoyando su antebrazo en la consola


central mientras cuidadosamente controlaba su rostro expresivo.

—¿Por qué estás aquí, Maddy?

Ella dio una sacudida de la cabeza, su trenza rozando su hombro.

—No es de tu incumbencia.

—¿Qué haría falta para que sea de mi incumbencia? —preguntó,


atrapando la trenza y tirando de la banda fuera del final.

—Yo... —Se lamió los labios secos, viéndose increíblemente joven


y vulnerable mientras la luz del sol de la mañana entraba a raudales a
través del parabrisas—. No lo entiendo.

Su corazón se retorció, el familiar cariño que siempre había


sentido por esta mujer profundizándose en una intensa y más duradera
emoción.

Evitando su mirada cautelosa, Luc se concentró en desenredar el


pelo de la trenza.

94
—Cuando te vi anoche todo quedó claro.

—¿Qué viste?

—La razón por la que nunca podría comprometerme con otra


mujer. —Deshizo lo último de la trenza y pasó sus dedos por la
suavidad de satén. Su aliento se atrapó mientras una feroz excitación lo
golpeó. Oh... hombre. Solo estar cerca de esta mujer era suficiente para
hacerlo sentir duro con necesidad. Cuanto antes la tuviese en sus
brazos, mejor—. Y por qué me mantuve vigilando estrechamente tu
carrera —continuó, inclinándose aún más cerca—. Y por qué me sentí
como si hubiese estado viviendo mi vida en blanco y negro hasta que
entraste en ese balcón y llenaste la noche con tu belleza.

Él se encontraba lo suficientemente cerca para ver sus ojos


oscurecerse ante sus palabras suaves. Por supuesto, su expresión se
mantuvo obstinadamente defensiva.

Nada sobre Madison Philips volvería a ser fácil.

Y a él no le importa una mierda.

Daría lo que fuese necesario para hacerla feliz.

—¿Practicaste eso? —Trató de burlarse, haciendo una mueca


cuando sus palabras salieron con un susurro ronco.

—¿Lo quieres en términos simples? —preguntó, con una


expresión sombría—. Nunca he dejado de lamentar el haberte
abandonado. Y ahora que has vuelto nunca te voy a dejar ir de nuevo.

Sus labios entreabiertos ante su advertencia contundente, el


pulso en la base de su cuello latiendo a un ritmo rápido.

—Luc.

Luc respiró profundo. Era ahora o nunca.

95
A menos que el superara su aversión haciéndose vulnerable,
entonces ella iba a alejarse.

—Te amo, Maddy.

Los ojos color avellana se abrieron, su conmoción tangible en los


estrechos confines del auto.

—No puedes —suspiró.

Él levantó las cejas.

—¿Por qué no puedo?

Ella se encogió de hombros inquieta.

—Apenas me conoces.

Luc soltó una carcajada al escuchar sus palabras ridículas.

—Te conozco de toda la vida —le recordó, capaz de recordar el


momento preciso en que había mirado por el pasillo de su escuela para
ver a esos grandes y hermosos ojos color avellana centrarse en él. En el
momento en que no entendió por qué se había sentido como si hubiera
sido alcanzado por un rayo. O por qué siempre había comprobado las
gradas antes de correr a la cancha de fútbol para asegurarse de que
estaba sentada en su lugar habitual. Siempre había sido consciente de
que era un telón de fondo constante en su vida—. Sé que tienes un
corazón generoso a pesar de las dificultades que te viste obligada a
soportar, tienes coraje sin fin, y un espíritu independiente que admiro
profundamente. —Sus dedos se deslizaron fuera de su cabello para
trazar ligeramente la línea de su mandíbula terca—. Todo lo demás
vamos a descubrirlo en nuestro futuro juntos.

Se estremeció bajo su suave caricia, pero ella no protestó para


alejarse.

—Futuro

96
Se inclinó hacia adelante, presionando un beso suave en sus
labios.

—Un futuro muy largo.

Levantó sus manos para posarlas sobre su pecho, su respiración


venía en pequeños jadeos.

—Me estás preguntando para... —Tuvo que parar para aclararse


la garganta—. ¿Para casarme contigo?

Se echó hacia atrás con una sonrisa irónica.

Él no la culpaba por la falta de fe en su expresión.

Diablos, su madre estaría muy sorprendida cuando le confesara


que estaba dispuesto a renunciar a sus días de soltero y tomar una
mujer.

Y su padre...

No. Dio una sacudida de la cabeza.

Él no era nada parecido a su padre.

Solo necesitaba una mujer para hacerlo feliz.

—Con el tiempo —evadió, no pretendiendo aterrorizarla en una


huida—. Primero quiero la oportunidad de demostrarte que ya no soy el
estúpido chico que te hizo daño. —Le tomó la barbilla, obligándola a
mirarlo a los ojos suplicantes—. ¿Me das una oportunidad?

—Yo... —Su corazón se detuvo cuando ella vaciló, aterrado por la


idea de que pudiera decirle que no. Maldita sea. Iba a encerrarla en su
habitación hasta que aceptara que él nunca había querido hacerle
daño.

Entonces, sin previo aviso, sus ojos color avellana se calentaron


con una emoción que envió provocativa esperanza a través de su
cuerpo.

97
—Sí.

Un alivio vertiginoso explotó en Luc.

—Gracias a Dios. —Enmarcando su rostro con las manos, cubrió


sus labios en un beso desesperado, mordiendo su labio inferior por el
castigo aterrador. Gimió mientras ella fácilmente se derritió contra él,
su erección engrosándose mientras envolvía sus brazos a su alrededor.
Su lengua se sumergió en la cálida humedad de su boca, saboreando su
pasión cuando ella lo agarró de la camiseta y trató de arrastrarlo más
cerca. Gruñó con frustración mientras la consola los mantenía
separados, el calor del sol ya hacía que el aire fuese demasiado
caliente—. Maldición... —murmuró a regañadientes levantando la
cabeza para estudiar su rostro que ahora estaba enrojecido por el
deseo—. Este auto no se hizo para hacer el amor con mi mujer.

Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

—¿Tu mujer?

—Mía —gruñó con posesión masculina completa.

Lo besó en la punta de la barbilla.

—Me gusta eso.

A él también.

Mucho.

—¿Vas a decirme lo que estás haciendo aquí? —preguntó,


colocando un camino de besos por su garganta.

Ella inclinó la cabeza hacia atrás, ofreciéndole un mejor acceso.

—Cuando tenía diecisiete años, Kristen robó una botella de


tequila y se la llevó a la caravana —murmuró, claramente distraída
mientras su lengua tentó el pulso que latía en la base de su cuello.

98
Luc sintió una punzada de sorpresa. Madison nunca había
asistido a las fiestas privadas donde había alcohol. Sin duda, el ejemplo
de su madre le había enseñado el vacío de tratar de encontrar placer en
una botella. Y en verdad, él la había admirado por resistir la presión del
grupo.

Su respeto por su cuerpo era mucho más sexy que cualquier


cantidad de intentos para impresionarlo.

—Tú nunca bebiste en la secundaria —dijo, respirando profundo


su esencia de vainilla.

—Lo que solo empeoró las cosas —admitió, temblando mientras el


trazaba el escote de su blusa—. Después de un par de tragos decidí que
tenía que tener alguna prueba tangible de mi amor por ti.

Abruptamente se enderezó, sonriendo con diversión perversa.

—Mmm. me gusta el sonido de eso.

Puso los ojos en blanco.

—Lo haría.

—¿Qué fue esta prueba tangible?

—Un tatuaje de tu nombre en un corazón.

¿Un tatuaje? Se quedó atónito por un momento, y luego, de


repente recordó la extraña mancha de maquillaje que había notado la
noche anterior.

—En tu espalda baja —dijo.

—Sí.

Su mano rozó hasta la mancha justo encima de su culo firme. El


conocimiento de que tenía su nombre para siempre grabado en su piel
era caliente como el infierno.

99
Por supuesto, en lo que a él concernía, no había nada sobre esta
mujer que no fuese caliente como el infierno.

—Eso explica el maquillaje. —Su mano flotó más abajo,


ahuecando la firme curva de la cadera—. Pensé que estabas tratando de
ocultar una marca de nacimiento.

Ella hizo una mueca.

—No hace falta decir que esa fue la última vez que bebí tequila.

—Lo que sigue sin explicar por qué estás aquí. —Asintió con la
cabeza hacia el edificio.

—Wicked Ink es la mejor tienda de tatuajes en el mundo en


convertir los errores en obras de arte —explicó.

Le tomó un minuto darse cuenta de que significaba tener su


tatuaje convertido en algún diseño que disfrazara su nombre.

Una vez que lo hizo, sintió una ira sorprendente al pensar que ella
lo había planeado para borrarlo tan a fondo de su vida.

Primero con sexo venganza, y luego con algún artista de tatuajes


mágico.

—Me consideras un error —dijo él, su voz plana.

Ella hizo un leve asentimiento, levantándose hasta suavemente


tocar su rostro.

—Lo hice.

—¿Y ahora?

Su dedo acariciaba su labio inferior, el oro en sus ojos color


avellana brillaba con el sol de la mañana.

—Ahora creo que tal vez lo dejaré.

100
Él bajó la cabeza para rozar sus labios con la promesa de la luz de
un beso. Era lo único que se atrevió a permitirse mientras estaban en
plena luz del día en medio de un aparcamiento público.

—Y tal vez voy a conseguir uno que coincida con el tuyo —


murmuró contra sus labios.

—¿Un corazón en tu espalda baja? —Bromeó, sus manos


explorando los músculos rígidos de su pecho—. ¿No conseguirás una
paliza en el gimnasio?

—No me importa si ponen una petunia en mi culo siempre y


cuando demuestre lo mucho que quiero una segunda oportunidad —le
aseguró.

—No necesitas una petunia —le aseguró ella, una pequeña


sonrisa en sus labios—. Aunque no me opongo a que mi nombre esté
grabado en forma permanente en tu cuerpo. Quiero que todas esas
mujeres sepan que eres mío.

—Soy tuyo —dijo, con la voz áspera con sinceridad mientras


enterraba su rostro en la curva de su garganta—. Siempre he sido tuyo.

Sus brazos rodearon sus hombros, sus dedos enredándose en su


cabello.

—Es verdad, lo sabes.

Él estaba teniendo un momento difícil para pensar mientras


disfrutaba el gozo que surgía a través de él.

—¿Qué pasa?

Ella susurró directamente a su oído:

—Una mujer nunca olvida su primero.

101
EPÍLOGO
Traducido por VicHerondale

Corregido por Pily

U
n año más tarde

Madison se puso de pie delante del edificio de


ladrillo recién reformado situado en las afueras de
Las Vegas.

Lo que una vez fue un centro de negocios abandonados, se había


transformado en un programa después de clases donde los niños
necesitados podrían venir por tutoría, comida caliente, ropa, atención
médica... o simplemente un lugar seguro para estar.

Madison sonrió. Ella había mencionado que su sueño era ayudar


a los niños cuyos padres no podían, o no querían, cuidar
adecuadamente poco después de su boda con Luc, y en pocos días tenía
un edificio adquirido y los primeros planes de elaboración.

Al principio, su fuerza motriz la había hecho girar la cabeza, pero


se había adaptado rápidamente, y ahora eran una verdadera pareja de
poder, dividiendo su tiempo entre Las Vegas y Nueva York. Un recorrido
fácil en el jet privado de Luc.

Sintiendo su intenso escrutinio, Madison volvió la cabeza para


mirarlo a los ojos oscuros, su corazón dio un salto familiar de alegría.

No parecía importar cuántos días pasaran juntos, o cuántas


noches se dedican a hacer el amor. Nunca se recuperaría de la emoción
de simplemente estar con este hombre.

102
—Bueno, señora Angeli, ¿es todo lo que soñó que sería? —
preguntó.

—Y más. —Se dio la vuelta, envolviendo sus brazos alrededor de


su cuello—. Mucho más.

La agarró de la cintura, tirando de ella íntimamente contra su


cuerpo. Para hoy, el Centro de Maddy estaba cerrado por una última
inspección. Mañana las puertas se abrirían al público.

—¿Eres feliz?—preguntó en voz baja.

Ella sonrió.

—Señor Angeli, ¿estás pescando cumplidos?

Se rió entre dientes, pareciendo indecentemente magnífico en sus


jeans negros y una camisa de seda blanca que quedaba abierta para
ofrecer una visión de su pecho bronceado.

—Si estuvieras de ánimo para compartir unos pocos, no me


opongo.

Un calor que no tenía nada que ver con la luz del sol abrasador de
Nevada se propagó a través de ella.

—En realidad, estoy de ánimo para… —Subiendo de puntillas,


Madison le susurró al oído exactamente lo que ella estaba de humor
para hacer.

Luc dio un gruñido, sus manos apretando su cintura.

—¿Por qué, señora Angeli, eres una chica mala?

Ella lo besó con todo el amor que llenaba su corazón.

—Simplemente perfecta para el Ángel Oscuro —murmuró.

—Perfecto —concordó, recogiéndola en sus brazos y yendo a el


auto esperando.

103
FIN

104
SINFUL RAPTURE
(The Rapture #2)
Holly Sullivan siempre ha sido
una buena chica, pero cuando su
prometido le da calabazas en el
altar pasa su no-noche de bodas
en El Playhouse que satisface sus
más profundos deseos.

Liam se enamora de Molly a


primera vista.
Desafortunadamente, le odia por
comprar el negocio de su padre.
Siguiéndola a El Playhouse,
devota la noche a satisfacer sus
fantasías. Pero ¿ella le perdonará
cuando su secreto sea revelado?

105
SOBRE LA AUTORA
Alexandra Ivy
Escritora americana, Alexandra Ivy es
conocida por sus novelas románticas de
tipo paranormal. Además, también escribe
romance de la Regencia bajo el nombre
de Deborah Raleigh

106
TRADUCIDO, CORREGIDO
Y DISEÑADO:

http://eyesofangels.foroactivo.com/

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