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Norah Lange: La autobiografía como transgresión en Cuadernos de Infancia

Melisa Goddio (Ciffyh -Universidad Nacional de Córdoba)

La crítica concibe a ​Cuadernos de infancia​ de Norah Lange como un texto autobiográfico que
configura los recuerdos propios de la autora, a pesar de que no se manifieste de manera explícita una
adhesión al género. Al momento de su publicación, el libro fue presentado como una novela, pero
debido a la labor que realiza su autora con ciertas imágenes evocadas, y por la manera en que narra la
experiencia de la infancia, se tiende a ubicarla como una “autobiografía ficcionalizada”.1 Si bien, está
clara la referencialidad con respecto a la familia Lange, los nombres de los personajes no coinciden
con los nombre reales y las estrategias que utiliza para reconstruir el pasado, no son las utilizadas en
una autobiografía típica. De esta manera, se diferencia de los cánones aceptados por cierta crítica
especializada, como puede ser el caso de los trabajos de Ángel Loureiro y Phillipe Lejeune sobre el
género2, donde se hace hincapié en dos cuestiones fundamentales: introspección por un lado y
exigencia de verdad por otro. Si bien la mirada subjetiva, interna y autorreflexiva, es notoria, en esta
obra, nociones como función testimonial y pacto autobiográfico, son desafiadas una y otra vez.
Lo que permite la entrada de ​Cuadernos de infancia​ en el corpus de la autobiografía argentina, es la
función de recuperación del “yo en pasado”, el trabajo con la memoria. Hay un gesto de evocación que
resulta inequívoco y que se plasma como tema central de la obra. Lo que marca una diferencia es la
intención con que se hace este gesto. Se está edificando la historia del propio pasado, pero lo
fundamental es que se está confeccionando una pieza literaria, a partir de esa elaboración discursiva de
los recuerdos. Hay un objetivo sobre todo estético, a la hora de reconstruir el recuerdo. Se privilegia el
equilibrio de una obra artística, sobre la veracidad de los acontecimientos narrados. La verdad, o lo que
se recuerda como verdadero, es la materia prima con la cual la autora elabora una trama, pero sin la
exigencia que podría haberle demandado, el hecho de catalogar el texto como una autobiografía.
La hibridez, el escribir desde los márgenes del género, es una elección, una toma de posición, por parte
de Lange. Está apostando a que ese uso del recuerdo, le permitirá construir una obra de calidad.
Probablemente, podamos hallar en esta actitud, algo del punto de vista ultraísta y de vanguardia, que
nutrió a la autora desde sus comienzos. Si bien, este texto es de un momento posterior, varias de las
características del movimiento, definidas por Jorge Luis Borges en su artículo para la revista ​Nosotros​,
en el año 19213 están presentes. Ejemplo de esto es la eliminación de la anécdota en favor de la
observación introspectiva, el lenguaje depurado que se utiliza y la fuerte presencia de la imagen
poética.
Así, la autora construye, esta obra en prosa, reacia a ser encasillada en un género, pero tan bien
lograda como para significarle dos premios literarios importantes4 y una aceptación considerable
por parte del público. En este sentido, es importante, al fin de visualizar el significado de la ruptura
que genera la obra en su época, tener en cuenta el contexto de producción en el que se inscribe
Cuadernos de infancia​; la historia de la producción de la autora y en relación con esto, la manera en
que el yo se percibe y se inscribe ante el lector. Lange se sabía y se decía una mujer de letras y esto
es lo que demuestra con esta obra. Su rol de escritora vanguardista y transgresora, se plasman en
esta elección que la diferencia de las mujeres de su época (incluso de aquellas pocas, dedicadas a la
literatura) al escribir un libro en prosa y utilizando herramientas de la autobiografía.

1
​Según el concepto de “autobiografía ficcionalizada” propuesto por José María Pozuelo Yvancos en su trabajo ​De
la autobiografía ​del año 2006.
2
​Según los siguientes artículos, aparecidos en ​Suplementos Anthropos ​(1991) ​ ​Barcelona, Editorial Anthropos:
​ ​Lejeune, P. (1991) “El pacto autobiográfico” ; Loureiro, A. (1991) “Problemas teóricos de la autobiografía”.
3
​Borges, J. L. (1921) "Ultraísmo." ​Nosotros​, Buenos Aires, vol. 39, no. 151: 466–471.
4
​Con este texto Norah Lange obtiene el prestigioso Premio Municipal en 1937 y el Tercer Premio Nacional en
1939.
Como explica Silvia Molloy, la niña protagonista de ​Cuadernos de infancia​, demuestra
características que anticipan el personaje que creará Lange luego, en su adultez: la poeta y musa de
la vanguardia porteña, su imagen casi cinematográfica de sirena pelirroja, que se mueve en un
círculo de hombres, a los que sirve de inspiración, pero con los que comparte inquietudes
académicas y artísticas. La brillante sacerdotisa y maestra de ceremonias. Muy claramente, los
parlamentos infantiles, casi gritados entre risas, encima del techo, mencionados en la obra,
anticipan los discursos que después dará, en los memorables banquetes de la elite literaria y
artística, más rupturista de la época. Los juegos de recortar palabras, juntarlas y de clasificar tipos
de juguetes o ropa, podría verse como el preámbulo a la poética de la vanguardia, propia de la
escritora. Ya el simple hecho de que la niña se presenta jugando con palabras y con tantos miedos y
manías excéntricas, prefigura un imaginario de escritora extravagante, autoexigente y obsesionada
por expresarse correctamente. A propósito de esto, citamos un fragmento de uno de los capitulillos
del libro, donde describe su gusto especial por las letras y las palabras por su sonido, por su valor
estético. Aquí el amor por la literatura se desenvuelve en la pequeña, como algo intrínseco a su
propia personalidad, es decir se naturaliza su rol de literata.

Con una tijera recortaba palabras de los periódicos locales y extranjeros, y las iba apilando en
montoncitos. La mayor parte de las veces desconocía su significado, pero esto no me
preocupaba en lo más mínimo. Sólo me atraía su aspecto tipográfico, la parte tupida o rala de las
letras. Las palabras en mayúsculas, como TWILIGHT, DISCOVERY, DAGUERROTIPO,
LABERINTO, THERAPEUTHIC, me producían, por sí mismas, un entusiasmo y una
satisfacción que, ahora, tendría que calificar de estética. (Lange, 1976, 35)

Langue es una artista, es mujer, es diferente; genera rupturas constantes y sus memorias, dan cuenta
de eso. La relación con sus raíces, se mantiene a lo largo de toda su obra. Si bien, en lo literario, pasó
de la poesía a la narrativa, consiguió dar a su prosa unas características tan especiales que, como dice
Molloy, puede considerarse que es en “…esa tierra de nadie, donde el ultraísmo de Lange se vuelve de
veras fecundo, creador” (Molloy, 1996, 23). En otras palabras, consiguió reutilizar las propuestas de
esta corriente estrictamente poética, en la prosa, incursionando en lo autobiográfico y logrando así, que
la obra, conserve, esta impronta de innovación y originalidad.
En un aspecto diferente, encontramos otro tipo de desobediencia, de resistencia: Escribir sobre sí
misma, siendo mujer. Al leer esta obra, presenciamos, en muchos sentidos, lo que cierta crítica a
demarcado: la notoria disparidad existente, entre autobiografías escritas por hombres y trabajos
autobiográficos firmados por mujeres. Si bien las diferencias mencionadas en trabajos como los de
Sidonie Smith y Carolyn Heilbrum5, son numerosas y no están todas presentes, podemos decir que este
texto de Lange, es una clara muestra de esta manera especial de confeccionar la “autobiografía
femenina”.
En este sentido y como primer punto, nos interrogamos sobre los motivos, que lleva a una persona
reconocida o no, escritor, escritora o no; a escribir sus memorias. ¿Son siempre los mismos? ¿Qué fin
persiguen los hombres al escribir sobre su vida y cuál las mujeres? Georges Gusdorf, en su texto
“Condiciones y límites de la autobiografía”, sin hacer esta distinción de géneros, reflexiona sobre ello
y dice:

El hombre que se complace así en dibujar su propia imagen, se cree digno de un interés
privilegiado. Cada uno de nosotros tiene una tendencia a considerarse como el centro de un
espacio vital: yo supongo que mi existencia importa al mundo y que mi muerte dejará al mundo

5
​Según los siguientes artículos, aparecidos en ​Suplementos Anthropos ​(1991) ​ ​Barcelona, Editorial Anthropos:
Heilbrum, C. “No-autobiografías “privilegiadas”: Inglaterra y América del Norte”; Smith, S. “Hacia una poética de
la autobiografía de mujeres”.
incompleto. Al contar mi vida, yo me manifiesto más allá de la muerte, a fin de que se conserve
ese material precioso que no debe desaparecer. El autor de una autobiografía da a su imagen un
tipo de relieve en relación con su entorno, una existencia independiente; se contempla en su ser y
le place ser contemplado, se constituye en testigo de sí mismo; y toma a los demás como testigos
de lo que su presencia tiene de irreemplazable. (Gusdorf, 1991,9)

Desde allí, se escriben, en las primeras décadas del siglo XX (y antes), las autobiografías
masculinas. Las mismas son pensadas, sin duda, como una carta de presentación, un modo de
mostrar al “otro”, Al lector, el lugar que ocupa el autobiografiado en el mundo, en el país, su rol en
la sociedad en la que se desempeña.
En este sentido, nuevamente Lange va a alejarse del punto de vista convencional. Es evidente que
en ​Cuadernos de infancia​, no se busca remarcar el lugar propio y diferenciable dentro del espacio
público. Su escritura es más bien, una mirada a su mundo interno, a su origen más íntimo. Al
retomar sus recuerdos de infancia, los reformula para construir un mundo infantil poetizado. Desde
ese “aquí y ahora”. En este último sentido, es de notar que su objetivo, no parece ser, dejar huella
de lo que fue su vida, para la posteridad. Probablemente, si hay una intención fuera del fin estético
en sí mismo, en este escribir sobre sus vivencias y recuerdos, sea la de encontrar una figura
auténtica de sí misma. Con ese objetivo, echa mano de sus recuerdos, pero no intentando eliminar
de esas reminiscencias, lo nebuloso y mítico que las caracteriza, sino más bien haciendo foco en esa
característica. Lo que plasma Lange, no tiene que ver con lo que pasaba en el mundo, por aquellos
años; tiene que ver con lo que pasa en su mundo: pequeño, cerrado, pero rico en matices, generados
por las sensaciones propias y las que percibe en sus seres más cercanos. Escribe sobre ese hábitat
simple, que se genera dentro de un espacio tan reducido e íntimo, como es el de una casa. El foco
narrativo está puesto en el adentro, ese adentro capaz de irradiar historias, plagadas de claroscuros,
donde las emociones y el universo de los sentimientos y sus crisis particulares, se vuelven centrales.
Así, los hechos históricos de la época son apenas nombrados, se pierde en cierto modo la linealidad
de lo acontecido y la narración se va construyendo en espiral.
Por consiguiente, volvemos a encontrarnos con el cruce entre la obra de Lange y las características
propuestas por las teorías citadas sobre “autobiografías femeninas”. Desde lo formal y en cuanto a
la estructura de los textos, pareciera haber una idea común de que las autobiografías escritas por
mujeres presentan cierta fragmentación y un orden no lineal. En el caso de ​Cuadernos de infancia,
la historia es narrada a través de viñetas generalmente breves, de cuadros que pueden ser apreciados
como unidades cerradas en sí mismas e interconectadas unas con otras. Así, lo que prima en estos
relatos de Lange es una estructura de collage. Se sigue un esquema que puede recordar a un diario
íntimo, un álbum de recuerdos, o simplemente, como se menciona en el título, a un cuaderno. Son
pequeñas crónicas de evidente valor estético, que pueden despojarse del contexto narrativo al que
pertenecen, sin perder por ello eficacia ni sentido. Con ello más que de un yo unitario y en ascenso,
como suele ser el ofrecido por las autobiografías masculinas, se ofrece la visión de un yo
fragmentado, episódico. El yo que se conforma no de manera sólida y poniendo énfasis en una
evolución en el espacio público, como generalmente ocurre en la autobiografía de los hombres, sino
que en contrasentido, el yo-mujer pone atención en momentos precisos de sí misma y su vida
privada, como si el fin, fuera un encuentro consigo misma, con ese yo, muchas veces, desdibujado,
pero que persigue la autenticidad.
De algún modo, en este sentido, se da lo que sostiene Judith Butler sobre esa crisis de identidad del
sujeto, cuyo concepto de performatividad sugiere pensar la identidad como inestable, en constante
reformulación. La performatividad es definida por ella cómo “... el poder reiterativo del discurso
para producir los fenómenos que regula e impone” (Butler,2002, 19) Es por eso que, tanto el género
como la identidad, son concebidos como procesos de construcción y reconstrucción del sí mismo.
La propuesta de Butler surge como rechazo a esa posición que intenta fijar una esencia femenina
supra-histórica. Propone, en cambio, una posición historicista y constructivista, según la cual, las
diferencias sexuales serían discursivamente construidas. De este modo, en lo autobiográfico, nos
encontramos con un yo en construcción, un narrador performativo, y en el caso de la autobiografía
femenina, presentando características definidas, pero evidenciando una voz, siempre abierta a la
inestabilidad y buscando, a pesar de esa consciencia de ser inacabado y fluctuante, expresarse de
manera auténtica.
En Lange, esta autenticidad, pareciera surgir justamente de su experiencia con lo cotidiano, lo
íntimo, del roce continuo con sus afectos más cercanos. Es lo que sucede alrededor de la narradora,
lo que detenta importancia. Es la vida diaria, esa que comparte con sus hermanas y que sólo puede
ser afrontada y reflejada, desde la más honda subjetividad, la que le da las pistas para nombrarse,
para reconocerse. Queda así, por fuera, la búsqueda de objetividad y la mirada hacia la vida pública.
Es notable, si decidimos observar esta estrategia, a trasluz de cierta significación histórica, cómo
subyace a esta elección de construcción textual, una cuestión de sentido social, cultural y político.
El valor atribuido a los dos términos privado/público, van de la mano con lo que se entiende como
femenino y masculino. Desde un punto de vista antropológico, la dicotomía espacio público/
espacio privado constituye “una invariante estructural que articula las sociedades jerarquizando los
espacios.” (Amoros Puentes,1991,7) El espacio público se definió, en un principio, como el espacio
concerniente al Estado y a su acción de dirigir y administrar; luego esta definición se fue
amplificando en la medida en que se fue intentando una democratización del poder. Uno de los
aportes de la teoría feminista a la ciencia política, es precisamente, la reconceptualización de esta
dicotomía. Así, los espacios, adquieren connotaciones simbólicas, en cuanto a su funcionalidad en
la medida que colma de especial significado a determinados ámbitos. En ​Cuadernos de Infancia​, los
espacios descriptos, reflejan, sin duda, esta dualidad. Así, vemos que la habitación de la madre, y
los lugares donde la narradora y sus hermanas transitan, no son los mismos que los que habita el
padre, de hecho la oficina y los lugares de trabajo de la hacienda, están vedados para las niñas. La
infancia de Lange, si tomamos en cuenta lo narrado en el texto, se ve reconfortada no sólo por
figuras femeninas, sino también por los lugares femeninos por antonomasia: el cuarto de costura de
su madre, la cocina, el dormitorio propio y el de sus hermanas. “El espacio público es el espacio del
reconocimiento, en él se produce el principio de individuación y se distribuye el poder. El espacio
privado es el de la indiscernibilidad, es el espacio de las idénticas, no hay individuación, no hay
poder que repartir.” (Amoros Puentes,1991, 8) Entre lo privado y lo público, las diferencias son
categóricas: en lo público está lo valorado socialmente, en lo privado está lo sub-valorado, y a pesar
de eso, es este último el que Lange elige en su texto como reflejo de sí misma, para
autoconformarse, como mujer y como intelectual.
De este modo, observamos lo planteado desde un principio: en ​Cuadernos de infancia​, Norah
Lange se instaura como figura transgresora en dos sentidos: Tomando las herramientas del género
autobiográfico, pero sin atarse a lo que el género marca como estructura necesaria y correcta; e
inscribiéndose y escribiéndose a sí misma, desde su propio espacio vital, el que siente como
auténtico, el que realmente le muestra quién es, sin acoplarse a los registros de escritura masculinos.
Al hacerlo cae en esta segunda transgresión, este acto de rebeldía, que Sidonie Smith expresa
claramente:

En último término, todas las mujeres que escriben acaban cuestionando la ideología de género
dominante, aunque sólo sea inconsciente y torpemente. En su relación con las ficciones del
discurso autobiográfico , el autobiógrafo que es mujer, presiona contra los límites de los modelos
culturales de verosimilitud y de representatividad (...) Subversivamente, ella reorganiza el
discurso dominante y la ideología de género, apropiándose del lenguaje y de sus poderes para
convertir las ficciones culturales en su historia concreta y propia. (Smith, 1991: 97)
Bibliografía:

Amoros Puentes, Celia. (1990) ​Mujer, Participación, Cultura Política y Estado​. Buenos Aires
Ediciones de la Flor.
Borges, Jorge Luis (1921) "Ultraísmo." ​Nosotros​ 39, no. 151.
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Heilbrum, Carolyn (1991)”No-autobiografías de mujeres privilegiadas”. ​Suplementos Athropos​,
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Legaz, María Elena (2004) ​Escritoras en la sala. Norah Lange (Imagen y memoria)​. Córdoba Alción
Editora.
Lejeune, Philippe (1991) “El pacto autobiográfico” ​Suplementos Athropos​, Número 29, Barcelona,
Editorial Anthropos, 47-62.
Loureiro, Ángel G. (1991) “Problemas teóricos de la autobiografía”, ​Suplementos Athropos​, Número
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Molloy, Sylvia (1996) ​Acto de presencia​, México, Fondo de cultura económica.
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Pozuelo Yvancos, José María (2006) ​De la autobiografía​. España. Crítica
Smith, Sidonie. (1991) “Hacia una poética de la autobiografía de mujeres” ​Suplementos Athropos​,
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