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Psicología

de los
Personajes Bíblicos
Titulo: Psicología de los Personajes Bíblicos
Autor: Mario R. Pereyra

Revisión Editorial: Javier Hidalgo Vásquez


Diagramación: Eliseo Vergara Mtz.
Portada: Eliseo Vergara Martínez
Fotografía: www.dreamstime.com

Copyright by © Publicaciones Universidad de Montemorelos AC


Ave. Libertad 1300 Pte., Apdo. 16
Montemorelos, Nuevo León, México, 67530
Tel.: 826 263 0900, Fax 826 263 0901
www.um.edu.mx

Marzo de 2012

ISBN: 978-607-8001-03-3
Queda hecho el depósito legal

PUBLICACIONES UNIVERSIDAD DE MONTEMORELOS

IMPRESO EN MÉXICO

No esta permitida la reproducción toral o parcial de este libro en ningún idioma,


ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier
medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin
el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Contenido
Presentación ............................................................................ 7
Introducción 9
............................................................................
Capítulo I – Vidas Contrastantes
El contraste cómo método ............................................. 13
Destinos divergentes: Saúl y David .................................. 15
La unidad de los opuestos: Nicodemo y la mujer
samaritana .................................................................. 21
Impostura y legitimidad: Judas Iscariote y Pedro ........... 34

Capítulo II – Cuando las Crisis Construye el Camino del Éxito


El significado de las crisis ............................................... 51
La preparación para gobernar: José .............................. 54
La preparación para cumplir la misión: Sansón .............. 62
La preparación para ser ministro: Pablo ................... 70

Capítulo III – Cualidades Femeninas


El carácter femenino en la Biblia .................................... 81
Las virtudes de la abeja: Débora .................................... 83
Una decisión que se convierte en destino:
Rut la moabita .......................................................... 90
Hacia un porvenir heroico: La reina Ester ................... 96

Capítulo IV – Cualidades Masculinas


El carácter masculino en la Biblia .................................... 105
El soldado de la fe: Josué ............................................. 108
Un profeta rebelde: Jonás ............................................ 117
El oficio de ser hombre: Timoteo de Listra .................. 132
Capítulo V – Vidas Frustradas
La perdición como destino ........................................... 143
La traición sigilosa: Dan ................................................. 146
El rey pusilánime: Acab ........................................... 156
Elogio a la crueldad: Herodes Antipas .......................... 165

Capítulo VI – Vidas Excelentes


El completo desarrollo humano ......................................... 173
El padre de la fe: Abraham ......................................... 177
Los valores del entendimiento: Daniel .......................... 193
Las virtudes del amor: Juan ......................................... 208

Capítulo VII - El Desarrollo Humano Según La Biblia


Teorías psicológicas de la personalidad ........................ 217
La concepción bíblica .................................................. 222

Bibliografía ............................................................................ 233


Presentación

La metodología para la trasmisión de valores incluye los siguien-


tes aspectos: el modelaje, la imaginación para cautivar el corazón, el
refuerzo psicológico y la reiteración. Estos cuatro aspectos se pueden
aprovechar nítidamente en esta obra del autor.
El modelaje tiene que ver con los ejemplos de vida que dejan su im-
pronta en nuestra experiencia personal. Las biografías bíblicas, en este
sentido, son únicas. Nos permiten contemplar modelos y antimodelos
de la vida real. Seres de carne y hueso que alcanzan las grandes alturas
de la virtud o descienden a las peores profundidades del mal. Vidas
conflictivas, llenas de luces y de sombras, pero siempre guiadas por el
hilo invisible de la fe, la gracia y la misericordia de Dios.
Mario Pereyra presenta a los personajes bíblicos desde la perspec-
tiva psicológica. Sus agudas y penetrantes observaciones nos conducen
a un escenario inadvertido por el lector común. Es un escenario que
descorre el velo hacia la vida interior con sus grandes crisis y triunfos.
Las biografías bíblicas estimulan la imaginación y cautivan el cora-
zón. La selecta galería de personajes bíblicos que desfilan en esta obra
ejercen un gran poder sugestivo y despiertan admiración o compasión,
asombro, o perplejidad. Lo notable es que dejan huellas profundas en
el espíritu y ayudan a desarrollar la capacidad de observación y de re-
flexión. Todos necesitamos cultivar la sabiduría de evitar los errores y
(7)
8 Psicología de los Personajes Bíblicos

afirmarnos en las virtudes. Para lograrlo, nos resulta muy útil vernos
en el espejo que nos ofrece la vida de los distinguidos personajes de las
historias bíblicas.
En este marco, el aporte de un especialista en este campo resulta
de mucho valor. Los rasgos psicológicos forman caracteres deseables
o indeseables. No pocos análisis psicológicos que presenta el autor nos
van a dar sorpresas.
La madre de la sabiduría es la reiteración. Las biografías presenta-
das son, para muchos lectores, historias conocidas. Pero la repetición,
fija mejor los modelos de vida.
La trasmisión de valores es una necesidad primaria, tanto en la edu-
cación familiar como en la vida escolar.
Esperamos que padres, maestros y alumnos se beneficien por igual
con la lectura cuidadosa de la presente obra.

Luis Alberto del Pozo Moras


Departamento de Publicaciones Universitarias
Universidad de Montemorelos, 2005

Universidad de Montemorelos
Introducción

“El relato bíblico de la vida de hombres y mujeres de la antigüedad


presenta una gama tan variada de situaciones diversas que cada uno
puede identificarse con algún personaje allí descrito.
Será sabio quien saque del estudio de ese relato
aquello que guiará, enriquecerá y salvaguardará su propia vida.
Tomará valor de aquellos que triunfaron, y es de esperar que
evitará los sinsabores de aquellos que hicieron decisiones erróneas”.
Fideicomisarios de los escritos de Elena de White

¿Cómo concibe la Biblia el desarrollo humano? ¿Cuál es la teoría


bíblica que da cuenta de las ideas de la persona humana y su desenvol-
vimiento? ¿Existe tal teoría? ¿Es posible construir una teoría psicoló-
gica a partir del texto bíblico? Si bien la Biblia no es un libro de Psi-
cología de la Personalidad o de la Psicología del Ciclo Vital, propone
conceptos, enseñanzas y ejemplos de vida que permiten construir una
cosmovisión que fundamente una concepción del desarrollo humano.
Asimismo, abunda en orientaciones específicas con respecto a las di-
ferentes etapas de la vida que tienen como propósito conducirnos al
cumplimiento de nuestro destino.
En este libro, indagamos el desarrollo humano a partir del estudio
de los personajes bíblicos. Cabe destacar que las historias biográficas
de la Biblia no son puras abstracciones sin personalidad como ocurre
con los protagonistas de otras producciones literarias o fílmicas, que
constituyen entelequias promovidas por el brillo de la propaganda y la
luminosidad de sus títulos (la rubia espectacular, la top model, el galán
(9)
10 Psicología de los Personajes Bíblicos

seductor, etc.). Por el contrario, los héroes bíblicos son personajes de


carne y hueso, reales, con sus afanes y conflictos, necesidades y sufri-
mientos, que se convierten en escalera para llegar a Dios, en quienes
siguen los dictados del Todopoderoso. El hecho de haber vivido miles
de años atrás no los convierte en seres extemporáneos o extraños a no-
sotros, que habitamos la cultura hipermoderna. Los personajes bíblicos
han superado exitosamente la erosión del tiempo, poseen las cualida-
des de la psicología humana de todos los tiempos.
Cada biografía de las personalidades bíblicas es una invitación a la
privacidad, a transitar los espacios y tiempos propios de la experiencia
humana, aunque provenientes de culturas lejanas son protagonistas de
las luchas y vicisitudes de los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Por un lado, es un camino hacia aquellas lejanías que resplandecen ro-
jas y violetas en el cielo de un antiguo atardecer, pero por otro, es un
ámbito que descubre los secretos de la intimidad, donde las palabras
alcanzan la esencia de la existencia, más allá del polvo de los gestos y
actos, escribiendo los signos de un destino y la naturaleza de una perso-
na. Así, encontramos a un Abraham, entregándolo todo para construir
el camino de la fe; a una mujer como Rut, que decidió echar su suerte
con su suegra para registrar su nombre en las páginas imperecederas de
la genealogía de Dios; o un adolescente como Daniel, quien despojado
de todo lo que tenía fue arrastrado a Babilonia para, gracias a su fideli-
dad y consagración al Dios de los Cielos, escribir la más impresionante
historia del porvenir.
“Si una personalidad no se orienta a valores más elevados que su
propio ser, inevitablemente tomarán el mando la corrupción y la deca-
dencia”, decía Nikolai Lossky. Esa es una de las grandes lecciones de
los personajes bíblicos. Es la exploración del yo y de la naturaleza hu-
mana en relación al ser divino, desde la perspectiva de la trascendencia,
lo que podríamos llamar con toda propiedad el horizonte terrestre de
los intereses divinos. Es cierto que la personalidad está enraizada en
una historia, en un mundo de valores, en una narración que encuentra
sentido, en un trasfondo del cual no se puede saltar y que da respaldo a
lo que denominamos espiritualidad, pero desde allí se descubre a Dios
y se alcanzan los valores decisivos que perfilan el destino personal.
En esta obra estudiamos veintiuna biografías bíblicas. No se preten-

Universidad de Montemorelos
Introducción 11

de que sean historias completas. El método bíblico no es exhaustivo ni


acabado a la hora de relatar la historia de una persona. La descripción
plena del desarrollo de una vida a lo largo del ciclo vital es la excepción,
no la regla. Allí se presentan algunas pinceladas, o un único episodio
de vida o breves referencias directas o indirectas, pero llamativamente
tales trazos suelen registrar los aspectos esenciales de la personalidad
o los hechos más destacados del desarrollo de ese individuo. A través
de esos episodios percibimos la naturaleza humana en su belleza y dra-
matismo, en su carácter vibrante y concluyente, la vida misma como
materia de celebración. Esperamos que el lector también, al leer estas
páginas, lo celebre, y como dicen los fideicomisarios de los escritos de
Elena de White, pueda sacar de estos relatos “aquello que guiará, enri-
quecerá y salvaguardará su propia vida”.

Dr. Mario Pereyra


Desde Andrews University, Michigan, EE.UU.
30 de junio de 2004

Mario Pereyra
Capítulo 1

Vidas Contrastantes
1.EL CONTRASTE COMO MÉTODO

“El tardo de ira tiene gran prudencia,


el de genio pronto pone de manifiesto su necedad”.
Proverbio 14:29 (BJ)

E
l texto bíblico está saturado de contrastes y juegos de oposi-
ciones. Por ejemplo, el libro de los Salmos se inicia contras-
tando a “los justos” ―que son como “el árbol plantado junto
a corrientes de agua”―, con “los malos” ―“que son como
el tamo que arrebata el viento”. Asimismo, Salomón en los Proverbios,
continuamente contrapone al sabio con el necio, el que está “atento a
la inteligencia” y “presta oído al consejo” (5:1,2), de quien desecha la
enseñanza y “menosprecia la reprensión” (5:12). Jesús también utilizó
el mismo recurso al comparar al “hombre prudente” ―aquel que oye
la Palabra y la aplica a su vida― con el “hombre insensato” ―quien
rechaza la enseñanza de Cristo (Mat.7:24-27). Es en la articulación de
los contrastes donde aflora el saber y aparece la verdad con respecto
a la realidad de la persona humana. La totalidad de los autores bíbli-
cos utilizan esta metodología en el tratamiento de los diversos temas
y, particularmente, en la indagación de los personajes y las biografías.
Esa habilidad para contrastar actitudes, decisiones y caracteres intenta
recuperar el momento de verdad contenido en ellos.
( 13 )
14 Psicología de los Personajes Bíblicos

¿Por qué los protagonistas bíblicos aparecen articulados por sus di-
sidencias y diferencias? Seguramente porque el pensamiento bíblico
quiere enseñarnos los valores de la heterogeneidad y de lo múltiple,
en sus diferencias, oposiciones y complementaciones, para advertirnos
que no caigamos en simplificaciones homogeneizantes, ya que el pai-
saje de la vida demanda permanentemente información y reflexión. La
pretensión de minimizar los hechos y las ideas, recurriendo a fórmulas
y esquemas rígidos es extraña a la cosmovisión bíblica. Se trata de un
universo de formas complejas, en un grado de expansión infinita. Este
fenómeno obliga, en lo tocante a comprender y analizar las subjetivida-
des, a la elección de prácticas e instrumentos múltiples y de pensar en
nuevos diseños y cartografías para abordar las múltiples dimensiones
de la realidad humana.
Nótese que la lectura de las biografías, tal como las describe el texto
bíblico, está dotada de una fascinación poderosa porque descubre las
estrategias de la vida y cómo se construye la arquitectura de la existen-
cia. Explora lo que podría llamarse, siguiendo a Miguel de Unamuno,
“el horizonte terrestre de la historia íntima”. Precisamente esa es la
propuesta de este libro, recorrer esos territorios personales en busca
de la ciencia que exhibe el movimiento del destino, dibujado bajo los
contornos de casos antagónicos o con trazos específicos, como veremos
en los capítulos siguientes.
En este capítulo seleccionamos historias de vidas contrastantes,
una del Antiguo Testamento (AT) y dos pertenecientes al Nuevo Tes-
tamento (NT). El primer caso comprende las biografías del primero y
segundo de los reyes de Israel, Saúl y su sucesor David. Las vidas con-
trastantes del NT son dos personajes que aparecen en el Evangelio de
Juan, en dos capítulos sucesivos, Nicodemo (cap.3) y la mujer samari-
tana (cap.4). El tercer grupo de contrastes lo conforman los discípulos
de Jesucristo, Judas Iscariote y Pedro. En los tres tipos pueden leerse
diferentes aspectos del desarrollo humano, como planteamientos ex-
plícitos o implícitos de las condiciones, actitudes o decisiones que cons-
truyen el destino, como asimismo, la definición del paradigma de vida
consumada, en contraste con aquellas otras modalidades que fracasan
en alcanzar el ideal de vida esperado.

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Vidas Contrastantes 15

2. DESTINOS DIVERGENTES: SAÚL Y DAVID

La crisis de la desconfianza

“La noche solemne se había instalado...


se separaron, y cada cual se fue,
sin saberlo... a madurar su destino...
a gravitar hacia la gloria o hacia el deshonor”.
Charles Baudelaire

El tema central del primer libro de Samuel es la transición del sis-


tema teocrático que imperaba en Israel desde hacía varios siglos ―que
se ejerció mediante los patriarcas, los profetas y los jueces― a la orga-
nización monárquica. Se presentan las dificultades de la instauración
del nuevo régimen político a través de las diferentes vicisitudes y con-
tingencias que comprendió el reinado de Saúl. El libro concluye trá-
gicamente con la muerte del rey y sus hijos y la derrota del pueblo de
Israel en la batalla de Gilboa. Ese fracaso manifiesta el error del nuevo
sistema, ya que significó la renuncia al programa de protección divino
que habían sostenido hasta ese momento.
El centro de la narración aborda un problema de fe. Durante siglos
los israelitas habían sido seminómadas conducidos por líderes religio-
sos carismáticos que privilegiaban la dirección divina. Sin embargo, ha-
cía un siglo y medio que el pueblo había empezado a establecerse en
ciudades en la antigua Canaán. Esa circunstancia los llevó a consolidar
sus posiciones y fortificarse para enfrentar la hostilidad de los pueblos
vecinos. Los israelitas no tenían ejércitos entrenados para la guerra que
salvaguardasen sus tierras y moradas.
Tenían una confederación tribal, pero no un gobierno centralizado
fuerte como el sistema reinante en el mundo de esos días. Era una or-
ganización con amplias libertades individuales que gozaba de exención
de impuestos y otras cargas económicas por la falta de una burocracia
política, administrativa y militar que sustentar; eran los privilegios de
carecer de un sistema centralizado. Dios era el que los protegía gratui-
tamente sin someterlos a servidumbre y sin la necesidad de expoliarlos
económicamente. Claro que eso implicaba mantener una fe sólida en

Mario Pereyra
16 Psicología de los Personajes Bíblicos

el poder de Dios, una fuerte convicción aseguradora en el cuidado pro-


tector del Todopoderoso, que compensara la inferioridad militar que
tenían en comparación con los otros pueblos. A la larga, resultó que esa
medida requerida de fe fue superior a la exteriorizada por el pueblo y
se impuso el ejemplo del contexto.
La historia cuenta que los representantes de la nación, los ancianos,
abordaron a Samuel, el gobernante en ejercicio de la Teocracia, para
reclamarle la constitución de una monarquía, a la usanza de los pueblos
vecinos (cap.8:4,5). Ese pedido implicaba, no sólo grandes cambios en
la vida social, económica y política del pueblo, sobre todas las cosas sig-
nificaba rechazar la conducción de Dios en los destinos de la nación.
“Porque no te han desechado a ti ―le respondió Dios a Samuel―
sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (8:7). Dios
le pide a Samuel que acepte la voluntad de los “ancianos” pero que les
advierta claramente los resultados nefastos de tal decisión. La historia
de Saúl se inicia a partir de este momento, como una vívida ilustración
de esa actitud de desconfianza en el poder de Dios.
¿Por qué donde unos triunfan otros fracasan? ¿Cuáles son las razo-
nes que determinan que personas con iguales oportunidades, recursos
y situaciones favorables alcancen la celebridad y el éxito, mientras otros
terminan trágicamente? ¿Dónde está la encrucijada a partir de la cual
algunos avanzan hacia el bien y otros a la desgracia? Hay quienes “ma-
duran su destino” ―como dice Baudelaire―, “sin saberlo”, en direc-
ción a la “gloria”; en cambio otros lo hacen “hacia el deshonor”.
¿A qué se debe tal hecho? ¿Cuál es el punto donde confluyen la de-
cepción y la buenaventura? Quizás la respuesta pueda surgir en el con-
traste entre los dos personajes principales del primer libro de Samuel.
Junto a la figura de Saúl va apareciendo David, quien paulatinamente
va ganando espacio en la historia hasta llegar a predominar, consti-
tuyéndose, al final, en el personaje central, en el actor principal de la
obra. La clave que los diferenció y separó emerge del estudio compara-
tivo del desarrollo de ambas personalidades.

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Vidas Contrastantes 17

Coyunturas históricas

“Pero sólo le es dado descubrir la clave de la historia


a aquel que tiene ante sus ojos todo el pasado”.
Novalis

Fueron dos hombres promisorios que ostentaron destinos diver-


gentes. Una misma aurora pero diferente crepúsculo. Es la historia de
dos personas de origen humilde, que ingresaron a la escena pública
con augurios prometedores, llegando a ocupar el centro del poder al
convertirse en reyes, pero en determinado punto de sus respectivas ex-
periencias personales se produjo un quiebre en ambos, que para uno
fue el inicio de la decadencia y para el otro la consumación de su gloria.
Finalmente, la parábola de la vida de cada uno concluye en desenlaces
antagónicos, uno en la fatalidad y la ignominia, el otro, en la exaltación
y la honra por todos los siglos venideros. Una historia que, a pesar de
su antigüedad, cobra vigencia insólita y arrolladora.
Un día al señor Cis se le perdieron sus asnas. Le dijo, pues, a su
hijo Saúl que fuera a buscarlas. El joven campesino recorrió montañas
y valles infructuosamente durante varios días. Pero en el viaje aconte-
ció algo inesperado y trascendente que cambió la vida del muchacho.
No encontró las asnas pero halló un reino. Cuando decepcionado se
disponía a regresar a su hogar, su siervo le sugirió consultar al profeta
Samuel. Saúl accedió y en el encuentro con el líder que gobernaba a
Israel en ese momento histórico fue consagrado rey de la nación (10:1).
Así, sorpresivamente, un joven desconocido e insignificante, pertene-
ciente a la menor de las tribus de Israel y a la más pequeña de las fami-
lias de la tribu (9:21), fue catapultado a la primera magistratura, la cual
ejerció entre los años 1050 al 1011 a.C.
En esa oportunidad, Saúl reconoció con humildad su incompetencia
y se sintió inhabilitado para ejercer el cargo; aun se escondió en ocasión
de la ceremonia oficial de nombramiento (10:17-22). Pero el pueblo
reconoció su prestancia y encanto físico privilegiado, pues sobresalía su
cabeza por encima de todos (vers.23). Con acento admirativo se lo con-
sideró “incomparable” (24). Entonces, en la primera ocasión en que
Israel fue agredido, reaccionó con violencia ante la opresión (11:6,7) y

Mario Pereyra
18 Psicología de los Personajes Bíblicos

asumió el liderazgo con valentía y espíritu aguerrido, derrotando a los


enemigos. Incluso tuvo la grandeza de ser tolerante (10:27) e indulgen-
te con quienes lo menospreciaban (11:12,13). Así inició su gobierno
Saúl, con todo éxito, recibiendo el apoyo decisivo del profeta Samuel y
el respeto entusiasta de todo el pueblo (cap.12). Durante algunos años
su trayectoria fue ascendente y rutilante (13:1-3), hasta que cometió
un error fatal (6-14). Esa equivocación fue seguida de otras (14:24,34),
cada vez más graves (cap.15), a partir de lo cual fue deslizándose por
la pendiente del fracaso hasta caer en las profundidades de un abis-
mo trágico. En su decadencia incurrió en celos (18:7-9), conspiraciones
(18:17-28), deseos homicidas (19:1-9), persecuciones crueles (22:7-9),
crímenes horrendos (22:16-19), hasta finalmente sucumbir en brujerías
(cap.28), locura (16:14; 19:9) y muerte suicida (cap.31).
Por su parte, la vida de David presenta un llamativo paralelismo ini-
cial con Saúl. Fue también un campesino que en su adolescencia cuida-
ba los rebaños de su padre mientras contemplaba la naturaleza, y entre
sus sueños idealizados, escribía poesías. Su espíritu fresco y sensible
descubría las maravillas del poder de Dios en los “cielos estrellados”
(Sal.8), así como en el cuidado providente del divino “Pastor” (Sal.23).
En el fervor entusiasta de su fe juvenil se creía invencible. Quizás por
esas virtudes de su carácter lozano y cristalino, también en forma sor-
presiva e inesperada, Dios lo escogió como futuro rey utilizando a la
misma persona que consagró al rey Saúl, el profeta Samuel (16:1-13).
El episodio clave, que lanza a David al escenario del liderazgo, tam-
bién tiene cierto paralelismo con la historia de Saúl. También es el pa-
dre quien interviene, en este caso, pidiéndole a su joven hijo que llevara
alimento a sus hermanos. Éstos, que eran mayores, estaban en el frente
de batalla y al padre le preocupaba su bienestar. Entonces le pide a
David que les lleve provisiones y se informe de su situación (16:17-19).
Al llegar al lugar, David se encontró con una situación avergonzante
que lo enardeció. Un enemigo, Goliat, se burlaba de los israelitas, bur-
lándose de sus creencias y desafiándolos a combatir. Nadie se atrevía a
enfrentarlo. David no pudo soportar el insulto humillante que se hacía
a Dios y rogó que le permitieran responder al reto. Entonces, enfren-
tó al gigante Goliat y lo mató, facilitando la victoria sobre los filisteos
(17:23-54). A partir de ese momento, se convirtió en héroe nacional,

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Vidas Contrastantes 19

teniendo que dejar los quehaceres de pastor para integrarse al ejército,


erigiéndose en un aguerrido militar valiente y muy popular (18:6,7).
Fue un momento de gloria y triunfo.
Sin embargo, sobrevinieron dificultades. Avisado Saúl que David lo
sustituiría y celoso por sus logros desata contra él una persecución des-
piadada que le impone una vida azarosa y tremendamente agobiante
(caps.18-30). Su estrella se eclipsa pero se conserva fiel, leal y generoso.
Finalmente, Saúl muere y accede al trono (2 Sam.2,5). David es corona-
do rey a los 30 años de edad y gobierna hasta los 70. Durante su reina-
do alcanzó los más altos niveles de prestigio y celebridad, pero también
cayó en los abismos de espanto producido por el adulterio y el crimen
(2 Sam.11,12), el incesto entre sus hijos (13), sublevaciones protagoni-
zadas por propios (15-19) y extraños (20), guerras (21) y graves errores
que costaron la vida a setenta mil personas (24). No obstante, David ter-
minó sus días rodeado del reconocimiento y la admiración de su pueblo,
recibiendo el homenaje y la veneración de los siglos posteriores, consti-
tuyéndose hasta hoy en la figura emblemática del pueblo judío.
Así que Saúl y David eran hombres de pasiones semejantes, con fla-
quezas y errores similares, que alternaron entre la euforia y la derrota,
los aciertos y las contradicciones, las virtudes y los grandes defectos;
¿por qué uno terminó en la desgracia y el otro en el pináculo de la
fama? ¿Cuál fue el error de Saúl? ¿Dónde estuvo el punto de fractura
qué cambió su destino? ¿En qué se diferenció de David? ¿Por qué Da-
vid habiendo cometido pecados gravísimos no sucumbió ni terminó en
el desastre? ¿Cuál fue la clave de esos destinos opuestos? ¿Dónde se
bifurcaron sus caminos?

Caminos que se bifurcan


“El que encubre sus pecados no prosperará;
Mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia”.
Salomón (Prov.28:13)

Según el filósofo francés Baudrillard (1996, 194), “el destino sólo


existe en la intersección de uno mismo con los demás”. Habría que rec-
tificar la declaración afirmando que no sólo se juega el destino en el

Mario Pereyra
20 Psicología de los Personajes Bíblicos

plano de las interrelaciones con los demás, sino también en las coor-
denadas verticales de la relación con Dios. Fue precisamente en esa
faceta esencial donde se protagonizó la historia de nuestros héroes y se
estableció la diferencia. Mientras Saúl intentó usar a Dios y ponerlo a
su servicio (1 Sam.14:37), y aun intentó manipular los poderes sagrados
(13:8-14), David, por su parte, siempre se sometió al Ser divino y acep-
tó dócilmente sus designios (2 Sam.24:15-25).
Pero quizás la disparidad más contundente fue la forma en cómo
ambos reaccionaron cuando fueron confrontados con sus propios erro-
res. Seguramente ese fue el punto decisivo que marcó el cambio de
derroteros y destinos. Saúl siempre buscó atenuar o subestimar sus
errores, justificándolos, aunque tuviera que forzar los hechos o echarle
la culpa a otros (15:15,20,21). Sólo reconocía sus equivocaciones ante
las evidencias palmarias de la realidad. Jamás manifestó un genuino
arrepentimiento. Le dolían las consecuencias de sus pecados, mas no
el hecho de haberlos causado. Le preocupaban los efectos del mal y no
sus causas (15:24-31).
Por eso no fue capaz de cambiar y sufrió los efectos perturbadores
de la culpa, que lo atormentaron hasta hacerle perder la razón y termi-
nar suicidándose como un enfermo mental. En cambio David, que co-
metió pecados más graves y destructivos, cada vez que era confrontado
con su error, su alma se quebrantaba y deshizo por el arrepentimiento,
reconociendo genuinamente su culpabilidad, llorando con profundo
sentido y pesar.
El Salmo 51, que expresa la agonía del sufrimiento atroz de un alma
arrepentida, muestra de modo excelso del espíritu contricto que busca
desesperadamente el perdón divino. Es un lirismo que purifica la cul-
pa y ennoblece la desdicha. La poética del cambio y la superación. El
triunfo de la esperanza sobre los desvaríos del pecado.
Acaso el sabio rey Salomón, que fuera el tercero en ocupar el trono
después de ambos, pensara en sus antecesores cuando una vez escribió
aquello de quien “encubre sus pecados, no prosperará”, sino aquel que
los confiesa y se aparta de ellos. Fue David el modelo más notable de
esa actitud sublime.

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Vidas Contrastantes 21

3. LA UNIDAD DE LOS OPUESTOS:


NICODEMO Y LA MUJER SAMARITANA

“Busca a tu complementario,
que marcha siempre contigo,
y suele ser tu contrario”.
Antonio Machado

El Evangelio de Juan presenta dos relatos sucesivos que tienen


como protagonistas sendos personajes, que aparecen dialogando con
Jesús. En esos encuentros afloran sus respectivas historias, aunque
contrapuestas parecen unidas por esa calidad de opuestos. Nada hace
pensar que el autor haya tenido la intención de compararlos, pero la
descripción que se hace de ellos resulta tan llamativamente diferente,
que forzosamente tendemos a relacionarlos. Quizás intentan exhibirse
como polos opuestos, entre los cuales se abre un abanico tan amplio de
posibilidades que podría incluir toda la especie humana, trasmitiendo
el mensaje de que si el Maestro platicó y dio soluciones a ellos, también
puede hacerlo con cada uno de nostros, ya que de alguna manera todos
estamos allí representados.
¿Quiénes fueron esas personas? ¿Cuáles son los contrastes? ¿Qué
enseñanzas subyacen en la experiencia que vivieron en aquellos memo-
rables encuentros con Jesús? El primero es un hombre (cap.3:1-21); el
segundo, una mujer (4:1-30). El hombre es un noble, de gran prestigio
y muy reconocido, de la clase alta, que ejercía un cargo elevado en la
dirección del gobierno de la capital judía; la mujer, por el contrario, fue
una desconocida pueblerina de Samaria, marginada y de mala fama, una
paria de la sociedad. El hombre es identificado con su nombre propio:
Nicodemo; la mujer, queda perdida en el anonimato, siendo identifica-
da simplemente por su lugar de origen como “la samaritana”. También
son contrapuestas las circunstancias y la geografía en que ambos per-
sonajes aparecen en escena. La entrevista con Nicodemo ocurrió entre
las sombras de la noche, bajo las luces de las estrellas, cuando el viento
susurraba entre los árboles del Monte de los Olivo, en las afueras de
Jerusalén. En cambio, el encuentro con la mujer samaritana aconte-
ció bajo los rayos calcinantes y resplandecientes del sol del mediodía,

Mario Pereyra
22 Psicología de los Personajes Bíblicos

junto al pozo de Jacob, en la ladera silenciosa del monte Ebal, cerca de


la ciudad de Sicar, en Samaria, al norte de Israel. Las diferencias son
más contundentes cuando se consideran las condiciones y trayectorias
de sus respectivas vidas, la educación recibida por cada uno de ellos, y
especialmente las características de la personalidad de ambos. Es un
choque de culturas, sociedad, formación y estilos de vida.
Desde la perspectiva humana, estos personajes se ubican en su eta-
pa adulta, cuando aparentemente ya han alcanzado su nivel de máxi-
mo desarrollo. Sin embargo, las inquietudes que manifiestan y aquellas
otras que Jesús pone en evidencia, revelan que ambos necesitaban cre-
cer, especialmente en espiritualidad. Por lo tanto, se trata de historias
que encierran el mensaje de que el desenvolvimiento de la vida huma-
na no concluye nunca y que el cultivo de los valores espirituales es una
necesidad de todo hombre y mujer, descubriendo en ellos sus máximas
posibilidades de realización. De hecho, las entrevistas en cuestión se
convierten en modelos de respuestas al llamado de Jesús, que constitu-
yen caminos que se abren al crecimiento y la realización de sí mismos.

La luz que resplandeció en la noche

“Y la noche era la matriz de ese saber,


el lugar, el tiempo en el que se abren los ojos y se puede,
finalmente, ver de qué lado está la apariencia y de qué lado la verdad”.
Anónimo

Después que el sol se hundió en el ocaso y las sombras cubrieron la


noche con su manto aterciopelado, sumiendo en el sueño a la ciudad de
Jerusalén, Nicodemo salió en busca de Jesús. Para conocer su personali-
dad tenemos que penetrar en las sombras de aquella entrevista memora-
ble (véase Juan 3:1-21), captando sus vislumbres e iluminándola con las
inferencias y suposiciones que podamos extraer.
En contraste con la mujer que aparecerá posteriormente, Nicodemo
era un hombre culto, reflexivo e investigador, una persona muy educa-
da, aunque excesivamente convencional, con actitudes estudiadas y un
lenguaje rebuscado, sugestivo y no carente de ironía (vers. 4). Era mo-
derado, cauto, formal, respetuoso, calculador y firmemente conservador

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 23

en sus firmes y rigurosas creencias religiosas. “Era un fariseo estricto, y


se enorgullecía de sus buenas obras”, comenta Elena de White (1975,
142). “Era muy estimado por su benevolencia y generosidad en sostener
el culto del templo, y se sentía seguro del favor de Dios”.
Sus primeras palabras de saludo y presentación son muy expresivas:
“Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie
puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (vers.2).
Sus palabras introductorias revelan una actitud serena y digna, sobria y
segura, quizá un tanto solemne y apergaminada, supeditando todo senti-
miento a los imperativos de la razón. Aparenta ser perfeccionista, escru-
puloso, preocupado por los detalles y las normas. Parece más bien intro-
vertido, reticente, un tanto frío, poco expresivo, escuchando con interés e
inteligencia el discurso de Jesús, que luego de algunas preguntas iniciales
no se atrevió a interrumpir. La conversación fue profunda, conceptual,
transitando por temas teológicos, descubriendo verdades trascendentes
y esclareciendo dudas. Nicodemo escuchó en silencio, conservando su
postura inmutable.
¿Cuál era la preocupación principal de este hombre, el problema
central y decisivo de su vida? ¿Qué lo condujo a Jesús? Aquí también
nos cubren las sombras de la noche. A diferencia de los extrovertidos que
son expresivos y exhibicionistas, que nada ocultan, como es el caso de
la mujer samaritana, personalidades como la de Nicodemo son opacas,
nada dejan entrever, construyen muros para encerrar su intimidad; todo
queda detrás de esa fachada de orden, educación y refinamiento. ¿Cómo
saber qué problemas aquejan a estas personas? Recordemos que Nico-
demo fue a hablar con Jesús en la noche, para ocultarse de los demás y,
quizá, de sí mismo. La Psicología enseña que esas tendencias reservadas
y retraídas, como las conductas de orden y perfeccionismo, por lo ge-
neral, constituyen mecanismos de defensa, una suerte de encubrimien-
to de los problemas de conciencia o sentimientos de culpa que puedan
albergar en su interior. ¿Será que Nicodemo, detrás de esa apariencia
honorable, ocultaba pecados inconfesados? Si es así, esa actitud no pasa-
ría desapercibida para el Maestro, pudiendo encontrarse en las palabras
de Jesucristo la clave del develamiento de su alma como la solución de
sus conflictos personales. La búsqueda de la sustancia divina convierte el
universo personal en un espacio de revelaciones.

Mario Pereyra
24 Psicología de los Personajes Bíblicos

Llama la atención que Jesús, desde el principio, un tanto abrup-


tamente le habla del nuevo nacimiento (vers.3-8), de su necesidad de
comenzar una vida nueva. Le hace entender, que su encumbrada situa-
ción, tanto intelectual, social, política (era un teólogo y miembro del
Sanedrín, órgano principal legislativo y judicial), como económica, de
nada servía si no experimentaba un cambio de vida; la única forma de
“ver” como de “entrar en el reino de Dios” (vers.3,5) es nacer otra vez.
Le propuso que aprendiera a confiar en Dios, que fuera auténtico, que
abandonara la postura de los “maestro de Israel”, la hipocresía, para
creer de verdad en el Hijo del Hombre y en su Padre Celestial. Le dio
una señal de su divinidad basada en un episodio del AT que lo convirtió
en profecía: “como Moisés levantó la serpiente en el desierto (símbolo
de la salvación de las mordeduras de las serpientes; ver Núm.21:6-9)”.
Le explicó en forma magistral y sintética el plan de la salvación: creer
verdaderamente en el amor de Dios manifestado en la entrega de “su
Hijo unigénito” (vers.15,16).
Pero, evidentemente, las últimas palabras fueron las más significativas e
impactantes para Nicodemo (vers.17-21), donde recibe mensajes en clave,
en su mismo estilo o igual “frecuencia de onda” con la cual operaba, donde
el divino maestro penetra en las sombras que velaban su interioridad para
iluminarlo con las luces de un nuevo amanecer. Le dice: “No envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él” (17). En otros términos: “No te sientas culpable ni sigas defendiéndote,
no estoy aquí para condenarte sino para salvarte”. La insistencia en el tema
de la condenación hace pensar que el motivo que impulsó a Nicodemo a en-
contrarse con Cristo fueron sus sentimientos de culpa o la sensación interior
de perdición. Por eso Jesús le reitera, la salvación es posible para quien cree
en el Hijo. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha
sido condenado” (18). Entonces, con una cortesía inusual descubre el meo-
llo del problema: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los
hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”
(19). Estas palabras, dichas en forma impersonal y un tanto elípticamente,
-¡qué portentosa es la delicadeza divina!-, aclara que los sentimientos de cul-
pa que lo torturaban no provenían de la luz (símbolo de Cristo) sino de las
“malas obras” que estaba practicando. Todavía refuerza el conflicto básico,
introduciendo una apelación personal a salir de las sombras: “Porque todo

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 25

aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras
no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que
sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (20,21). Nicodemo estaba
acudiendo a Cristo entre las sombras, siendo renuente a mostrarse a la luz.
Jesús percibe que su conducta esquiva no era para no dañar su reputación
social, sino por estar “haciendo lo malo”. Su invitación a ser transparente, y
adoptar la verdadera creencia que libera la conciencia de culpa, consistía en
aborrecer esas “malas obras” y practicar la verdad.
¿Cuáles eran esas prácticas pecaminosas que torturaban su concien-
cia y lo hacían sentirse perdido? Jesús no lo denuncia en forma explícita,
pero a semejanza de la mujer samaritana (ver Juan 4:18) le hace enten-
der que conocía su problema. Cuando Jesucristo le dice: “Pues todo el
que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censu-
radas sus obras” (20), estaba citando un texto del Antiguo Testamento,
el libro de Job, capítulo 24, los versos del 13 al 17. Era muy común entre
los conocedores de la Biblia hacer alusiones breves o parciales a párrafos
bíblicos, sin necesidad de repetir textualmente toda la referencia, ya que
ese conocimiento previo les hacía entender el resto del pasaje. Así que,
cuando Jesús citó algunos fragmentos de Job 24:13-17, seguramente Ni-
codemo recordó la totalidad de los versículos:
“Ellos son los que, rebeldes a la luz, nunca conocieron sus caminos,
ni estuvieron en sus veredas. A la luz se levanta el matador; mata al
pobre y al necesitado. Y de noche es como ladrón. El ojo del adúltero
está aguardando la noche, diciendo: No me verá nadie. Y esconde su
rostro. En las tinieblas minan las casas que de día para sí señalaron. No
conocen la luz. Porque la mañana es para todos ellos como sombra de
muerte. Si son conocidos, terrores de sombra de muerte los toman”.
Las palabras de Job aluden a dos tipos de personas que se esconden
en las sombras y, por lo tanto, evitan la luz, si bien sufren los terrores
de su conciencia culpable: los ladrones y los adúlteros. ¿Cuál de ellos se
aplicaría al interlocutor de Jesús? ¿Acaso se trataría de ambos proble-
mas? ¿Cómo se sintió el fariseo ante esta revelación? Probablemente
el impacto de esa declaración lo dejó estupefacto y paralizado por al-
gunos momentos. La narración no registra ninguna respuesta, dando
la impresión que allí finalizó la entrevista. Quizás con el rostro tenso
y desencajado, no pudiendo soportar más, Nicodemo se paró súbita-

Mario Pereyra
26 Psicología de los Personajes Bíblicos

mente, retirándose sin despedirse, confundido y aturdido por la confi-


dencia.
Durante tres años más estuvo Nicodemo actuando entre las tinie-
blas, aunque gradualmente fue abandonando su vida sombría. En una
ocasión, cuando el Sanedrín debatía las medidas para contrarrestar la
popularidad de Jesucristo, Nicodemo, con su estilo indirecto, defendió
a Jesús, diciendo: “¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero
no le oye, y sabe lo que ha hecho?” (Juan 7:51). Sus colegas inmedia-
tamente notaron su adhesión al cristianismo (probablemente no era la
primera vez que mostraba sus simpatías por Jesús), cuestionándole con
hostilidad: “¿Eres tú también galileo?” (v.52). Allí volvió a callar, pero
finalmente, cuando vio a Cristo suspendido entre el cielo y la tierra, en
la cruz del Calvario, recordó la señal que le anunciara aquella noche,
y entonces salió definitivamente a la luz. Se hizo cargo del cuerpo del
crucificado, rindiéndole su homenaje póstumo (cap.19:39-42). Fue, en-
tonces, cuando aceptó la “doctrina de la salvación por la fe”, creyendo
verdaderamente en el Hijo y uniéndose a la iglesia apostólica naciente,
para practicar la verdad y vivir en la luz. Fue un cristiano fiel hasta el
final, constituyéndose en un pilar “firme como una roca” de la nueva
comunidad, según declara Elena de White (1975, 148).

Entre las luces y las sombras del mediodía


“La interlocutora de Jesús tembló.
Una mano misteriosa estaba hojeando las páginas de la historia de su vida,
sacando a luz lo que ella había esperado mantener para siempre oculto...
En su luz, su conciencia despertó”.
Elena de White (1975, 159)

¿Cuáles fueron las características distintivas de la personalidad de


la mujer de Sicar, de la cual nos habla el texto de San Juan 4:4-42? A
diferencia del capítulo anterior, donde el personaje y el mensaje apa-
recen entre sombras, aquí todo ocurre a plena luz, en “la hora sexta”
(vers.6), es decir, al mediodía. En aquel diáfano y resplandeciente me-
diodía oriental aconteció el extraordinario encuentro. La narración, en
forma clara y sencilla, registra que Jesús y sus discípulos debían pasar

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 27

por Samaria, y acercarse a la ciudad de Sicar de esa región, el Maestro


cansado de tanto caminar, se quedó en las afueras, junto al “pozo de Ja-
cob”, mientras sus acompañantes ascendían a la ciudad para conseguir
comestibles. En esas circunstancias, llega una mujer a recoger agua y se
produce el célebre diálogo.
Fue evidente que se trató de un encuentro indeseado y embarazoso.
La mujer realizaba en esa hora inapropiada la dura rutina cotidiana de
llevar el vital elemento a la casa, porque buscaba eludir a la gente. Era,
pues, una marginada social. Pero ahora encuentra a un hombre solo y,
para colmo, “judío”. Cargaba pesados caudales de prejuicios sociales y
raciales. Entonces la mujer intentó eludir el trato, realizando su tarea
rápidamente para huir del lugar y volver a la tranquilidad de su hogar.
Entonces Jesús le dijo: “Dame de beber” (vers.7). Ese era un pedido
imposible de rehusar según las costumbres orientales. Pero, inmediata-
mente emergieron el recelo y los escrúpulos: “¿Cómo tú, siendo judío,
me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?” (v.9). El hielo del
silenció instantáneamente se derritió. Jesús le respondió: “Si conocie-
ras el don de Dios, y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú le pe-
dirías, y él te daría agua viva” (v.10). Entonces el diálogo se hace fluido
como el agua y comienza a deslizarse con facilidad entre las palabras
que circulan a torrentes. La mujer experimenta un cambio sorpren-
dente. El “judío” despreciable de su primera reacción, se convierte en
un respetuoso “Señor” (v.11), para luego reconocerlo como “profeta”
(v.19) y, finalmente, descubrir que era “el Mesías, el llamado Cristo”
(v.25). El gesto de repulsión que exhibió al principio ante el extranjero
que tuvo el atrevimiento de hablarle, derivó en curiosidad, luego en
interés y, por último, en ansia insaciable de conocer. Tan absorta y fas-
cinada quedó con las palabras de Jesús que, al final, olvidó el cántaro y
la razón que la condujo al pozo, para correr a la ciudad a comunicarle a
la gente el hallazgo portentoso que había realizado (v.29).
¿Cómo podríamos describir el perfil de esta mujer? Es todo lo con-
trario a Nicodemo, clara y transparente. Se trata de una mujer expre-
siva y emotiva, un tanto prejuiciosa, pero impresionable, curiosa y sim-
pática. Manifiesta sensibilidad hacia los temas espirituales, inquietudes
por conocer y sinceridad en sus sentimientos. Es franca, muy activa, de
respuestas rápidas y prácticas. A pesar de ser una marginada social, es

Mario Pereyra
28 Psicología de los Personajes Bíblicos

comunicativa, accesible y muy sociable. Sus reacciones son rápidas y


cambiantes, pasando de la curiosidad, a la sorpresa, planteando dudas
e insatisfacciones, como vergüenza, temor, esperanza, alegría, hasta lle-
gar a la euforia. Es evidente que despliega un carácter variable, como
el agua que adopta la forma del cubo que lo contiene. No es difícil ima-
ginarla en sus múltiples gestos faciales, alejándose con desconfianza al
principio, luego dilatándose los ojos de sorpresa, frunciendo el ceño
con dudas, mirando embelesada al descubrir su historia, para después
experimentar un arrebato incontenible, moviendo sus brazos y manos,
para salir corriendo con locuacidad torrencial y desaforada. Así son las
personalidades demostrativas, extrovertidas, abiertas, francas, espon-
táneas y reactivas.
¿Cuál es el sentido profundo de su alma, la clave que explica su
existir? En ese mundo de cielo límpido y traslúcido nada queda oculto,
aun las cosas íntimas salen a la luz. La imagen de la mujer acudiendo al
pozo en la hora ardiente del mediodía, buscando ansiosamente saciar
su sed con el agua fresca y cristalina de las profundidades, más que un
cuadro dibujado por tantos artistas cristianos parece un símbolo de su
vida, un retrato de insatisfacciones y frustraciones. El momento clave
de la entrevista fue cuando Jesús le dijo: “Ve, llama a tu marido, y ven
acá” (vers.16). La mujer quedó paralizada por el pedido y apenas si
pudo balbucear, en forma dubitativa: “No tengo marido” (17). Enton-
ces fue sorprendida por una confidencia inesperada: “Bien has dicho:
No tengo marido. Porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tie-
nes no es tu marido” (17,18). Un escalofrío le recorrió el cuerpo y en
ese estado de conmoción interior, su mente se iluminó con la convic-
ción que estaba ante un ser excepcional, si se quiere, divino. “Señor,
me parece que tú eres profeta” (19). Fue lo único que se le ocurrió
decir, con el deseo irresistible de esquivar ese tema tan penoso. Así
que, rápidamente, pregunta: “Nuestros padres adoraron en este mon-
te, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”
(20). Jesús responde su inquietud espiritual sin evitar su problemática
personal: “Dios es Espíritu, y los que le adoran, en espíritu y en ver-
dad es necesario que le adoren” (23). Fue como decirle: “Es necesario
que enfrentes tu realidad espiritual con la verdad, no sigas huyendo en
busca del monte sagrado, tu problema es interior, allí es donde debes

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 29

encontrar a Dios y adorarlo con sinceridad para experimentar la plena


satisfacción de tu vida”.
Durante cinco veces había corrido tras la quimera de la felicidad
para descubrir, el mismo número de veces, que todo era una cruel pesa-
dilla. Sin embargo, no había claudicado, persistía en una sexta relación
de pareja ilegítima. Una historia de pasiones y decepciones. Todavía se-
guía esperando al “príncipe encantado”, que la varita mágica del Hada
la alcanzara con el toque de la felicidad, el golpe de suerte proveniente
del cielo, sin darse cuenta que la solución no estaba en la ilusión sino
en una nueva visión. Se sentía víctima inocente de su propia soledad e
insatisfacción, equivocando el camino de la búsqueda y sufriendo sus
consecuencias.
¿Cuál fue el mensaje de Jesucristo para aquella mujer y para todas
las mujeres y hombres defraudados? Es la palabra de la fe en Dios, en
hacer brotar la fuente interior del alma para que el “agua viva” sacie
toda necesidad en forma definitiva. Si se produce el milagro de la fe ya
no habrá más soledad y desengaños, porque siempre estará la Presen-
cia de Dios consolando y enseñando el camino correcto de la vida. Bien
lo expresó San Agustín, cuando confesó: “Nuestros corazones están
inquietos hasta que descansan en ti, oh Dios” (1941). Aquel mediodía
en tierra de Samaria el Hijo de Dios descubrió a aquella mujer defrau-
dada y ansiosa, y le hizo entender que la plenitud interior se alcanza
cuando abandonamos las fantasías ilusorias y se confía de corazón en
Dios en “espíritu y verdad”.

¿Caracteres opuestos o complementarios?

“Hasta qué punto los contrarios son intercambiables


y hasta qué punto no hay más que un paso
desde un polo de la existencia humana hasta el otro”.
Milán Kundera

Las historias de vidas narradas por el Evangelio de Juan en los ca-


pítulos 3 y 4 aparentan ser opuestas y contrastantes, aunque un análisis
más profundo descubre una multitud de convergencias y similitudes
admirables. Las diferencias son evidentes, y ya fueron mencionadas

Mario Pereyra
30 Psicología de los Personajes Bíblicos

anteriormente. Quizás las más importantes sean las divergencias de


personalidad. Según el Manual de la Asociación Americana de Psi-
quiatría, el DSM-IV, Nicodemo corresponde al tipo de personalidad
obsesivo. ¿Cuáles son sus características principales? El rasgo esencial
es la preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control propio y
ajeno, a costas de la flexibilidad y espontaneidad.
Para mantener el control se requiere una atención cuidadosa a las
reglas, los detalles, protocolos, horarios y otras formalidades. El per-
feccionismo y la autoimposición de alto rendimiento eficaz es otra de
las características. Quienes adoptan este patrón de personalidad mues-
tran una dedicación excesiva al trabajo y a la productividad, con exclu-
sión de las actividades de ocio y las amistades. Son excesivamente res-
ponsables y posponen las actividades placenteras, como las vacaciones,
sintiendo que están “perdiendo el tiempo”.
Los obsesivos suelen ser demasiado obstinados, escrupulosos e in-
flexibles en temas de moral, ética o valores. Pueden forzarse a sí mis-
mos y a los demás a seguir sus principios morales rígidos y estrictas
normas de comportamiento. También son críticos despiadados de sus
propios errores. Además, son sumamente respetuosos de la autoridad
y las normas, e insisten en cumplirlas al pie de la letra. Piensan que tirar
cosas es un despilfarro, porque “nunca se sabe cuándo va a necesitarse
alguna cosa”, y les molesta mucho que alguien trate de desprenderse de
algo que han guardado.
Insisten obstinadamente que todo se haga a su manera y que los
demás se adapten a su forma de hacer las cosas. Suelen rechazar toda
ayuda, porque piensan que nadie más puede hacer tan bien las cosas
como ellos. Pueden ser tacaños y avaros, y llevar un nivel de vida in-
ferior al que podrían debido a que los gastos deben controlarse para
prevenir futuras catástrofes.
Estas personas planifican meticulosamente cualquier detalle y son
reacios a considerar la posibilidad de cambio. Tienen mucha dificultad
para aceptar los puntos de vista de los demás, aunque reconozcan que
transigir puede ser beneficioso, pero se negarán argumentando que lo
hacen “por principio”.

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 31

Cuadro 1
Características de personalidad del obsesivo
Un patrón general de preocupación por el orden, el perfeccionismo
y el control mental e interpersonal, que se da en diversos contextos,
como lo indican cuatro (o más) de los siguientes criterios:
1. preocupación por los detalles, las normas, las listas, el orden,
la organización o los horarios;
2. perfeccionismo que interfiere con la finalización de las
tareas;
3. dedicación excesiva al trabajo y a la productividad con
exclusión de actividades de ocio y amistades;
4. excesiva terquedad, escrupulosidad e inflexibilidad en temas
de moral, ética o valores;
5. incapacidad para tirar los objetos usados o inservibles,
incluso cuando carecen de un valor sentimental;
6. es reacio a delegar tareas o responsabilidades en otros;
7. adopta la avaricia en sus gastos y en el de los demás;
8. muestra rigidez y obstinación.

Por otro lado, ¿cuál es el tipo de personalidad de la mujer samari-


tana? De acuerdo con la misma fuente mencionada, corresponde a la
histeria o personalidad histriónica. Se caracteriza por su emotividad
generalizada y excesiva y el comportamiento de llamar la atención. Es-
tas personas no están cómodas o se sienten menospreciadas cuando no
son el centro de atención. En general, son vivaces y dramáticas, muy en-
tusiastas, aparentemente muy abiertas o seductoras. Suelen ser “el alma
de la fiesta”. La expresión emocional puede ser superficial y rápidamen-
te cambiante. Llaman la atención por su aspecto físico, impresionando
a los demás por su energía, vestimenta y apariencia atractiva. Su forma
de hablar es muy subjetiva, sus opiniones son contundentes, dramáticas,
sin mayores evidencias o explicaciones racionales. Se caracterizan por
la teatralidad y una expresión exagerada, por ejemplo, cuando abrazan
con demasiado ardor o sollozan descontroladamente por cuestiones
sentimentales menores o tienen arrebatos de mal genio. No obstante,
esas emociones son pasajeras y desaparecen rápidamente.

Mario Pereyra
32 Psicología de los Personajes Bíblicos

Cuadro 2
Características de la personalidad histérica

Un patrón general de excesiva emotividad y búsqueda de


atención, que se da en diversos contextos, como lo indican cinco
(o más) de los siguientes criterios:

1. no se siente cómoda en situaciones en las que no es el


centro de atención;
2. la interacción con los demás se caracteriza por un
comportamiento sexualmente seductor o provocativo;
3. muestra una expresión emocional superficial y
rápidamente cambiante;
4. utiliza generalmente el aspecto físico para llamar la
atención sobre sí misma;
5. su forma de hablar es excesivamente subjetiva y carente
de matices;
6. muestra autodramatización, teatralidad y exagerada
expresión emocional;
7. es sugestionable, se deja influenciar fácilmente por los
demás o por las circunstancias;
8. considera sus relaciones con exagerada intimidad, más
de lo que son en realidad.

Los sujetos con características histriónicas de personalidad son al-


tamente sugestionables. Sus opiniones y sentimientos son fácilmente
influenciados por los demás y por las modas del momento. Pueden lle-
gar a ser demasiado confiados y tienden a pensar que sus problemas se
resolverán como por arte de magia. Son propensos a tener corazonadas
y a adoptar convicciones con rapidez. Con frecuencia eluden la realidad
con fantasías románticas.
A pesar de estas diferencias de personalidad, no todas son divergen-
cias y oposiciones, hay también importantes puntos de convergencia. Los
dos aparecen ligados a través de Jesucristo, quien los entrevistó indivi-

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 33

dualmente, en forma sucesiva. Ambos tenían sus luces y sombras íntimas,


conflictos ocultos que evitaban reconocer pero que el Maestro descubrió
para darles un nuevo sentido de comprensión. Uno y otro encontraron
en Cristo una respuesta a sus problemas. También es semejante la invita-
ción a “nacer de agua y del Espíritu” y recibir el “agua viva” para poder
adorar a Dios en “espíritu y verdad”. Es a partir de esa experiencia trans-
formadora cuando la vida se convierte en un manantial, del cual fluyen
sus aguas permanentemente, “brotando para vida eterna” (cap.4:14).
Es cierto, como dice el apóstol Pablo, que “Ahora vemos en un
espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de
un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido” (1 Cor
13: 12; BJ). Ambos personajes no se conocían plenamente, pero en su
encuentro con Jesús reconocieron realidades acerca de sí mismos que
debían cambiar. Es el mensaje que hay que madurar en el autoconoci-
miento recurriendo a la ayuda de la fe, buscando los signos de la exis-
tencia personal, en la experiencia inefable de la presencia divina.
Cabe notar, por otra parte, que aquí no hay tormentas ni tormentos,
son episodios apacibles y serenos, marcados por apelaciones y reflexio-
nes. En este sentido, la vida no es siempre zozobra y padecimientos,
están también los tiempos de evaluación y de convocatoria al cambio.
Hay momentos para la batalla y momentos para la planificación, cuan-
do hay que definir el derrotero y precisar el destino. Tiempo para cons-
truir el mapa y evitar perderse en el mar agitado de las múltiples contin-
gencias. Es así como, los encuentros de Cristo con el noble Nicodemo y
aquella inquieta dama de Samaria, despliegan luces orientadoras para
dirigir los procesos del desarrollo humano a lo largo del ciclo vital.
Finalmente, hay otro fenómeno curioso de concomitancia entre
estos personajes, aparentemente tan disímiles. Es muy frecuente en-
contrar matrimonios o parejas de obsesivos e histéricas. Suelen apare-
cer en el consultorio demandando ayuda para resolver sus diferencias.
¿Qué los une y por qué se casan? Quizás por aquello que decía Platón,
que los polos opuestos se atraen o como recitaba poéticamente Anto-
nio Machado, el “complementario”, “marcha siempre contigo, y suele
ser tu contrario”. Son comprensibles esas uniones. Hombres rígidos,
perfeccionistas y fríos, necesitan la pasión de las mujeres sensibles y
sentimentales, aunque sean desordenadas y dramaticen los problemas,

Mario Pereyra
34 Psicología de los Personajes Bíblicos

para poder experimentar el calor y la emoción. Asimismo, esas damas


tan explosivas y expansivas, necesitan de hombres que le pongan lími-
tes y las organicen, para conservar el equilibrio. Cuando el amor reina
entre ellos estos caracteres antagónicos se complementan muy bien en
su intimidad. El problema estalla cuando se pierde el amor y las dife-
rencias se agudizan.
Es posible que el apóstol Juan haya querido ver en ambos persona-
jes símbolos del ser del hombre y de la esencia de la naturaleza femeni-
na. ¿Acaso todos los hombres no tenemos algo de esa fría racionalidad
y perfeccionismo de Nicodemo? ¿Las mujeres, por ventura, no tienen
rasgos parecidos a la locuaz y ansiosa dama de Sicar, que aquel medio-
día se encontró con Jesús junto al pozo de Jacob? ¿No es cierto que
todos tenemos luces y sombras que guardamos celosamente en nuestra
interioridad? Es verdad que estos paradigmas del hombre y la mujer
tienen características que pueden resultarnos exageradas, pero ellas in-
tentan mostrar que entre esos polos opuestos todos, de alguna manera,
nos encontramos y, por lo tanto, todos necesitamos de un encuentro
personal con el Maestro de Galilea, para que el agua viva del Espíritu
pueda saciar también nuestras necesidades más profundas.

4. IMPOSTURA Y LEGITIMIDAD: JUDAS Y PEDRO

“Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres,


pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada.
Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará;
pero al que la diga contra el Espíritu Santo,
no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro”.
SAN MATEO 12: 31,32

La psicología del impostor

Es la persona que asume una identidad falsa con el propósito de en-


gañar a los demás. Esta conducta persigue ocultar ante sí mismo y ante
los otros, las deficiencias de su verdadero ser. Sabe que no es la persona
que finge ser, pero siente que debe ser alguien más importante y magní-
fico que el hombre común. Por lo general, los impostores consumados

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 35

son más frecuentes entre los varones. En esos casos, el deterioro de la


identidad se debe a un inadecuado desarrollo que los mantiene en un
estado de inmadurez.
Según la elaboración psicoanalítica, el carácter del impostor pro-
viene de dos posibles situaciones infantiles, que coinciden en el logro
de deterioros de la identidad y la conciencia. Uno de los casos es cuan-
do se nace con algún defecto físico o mental y/o son despreciados, re-
chazados o tratados injustamente por uno de los padres o por ambos.
Entonces razonan: “La naturaleza me ha hecho un gran daño. La vida
me debe una compensación. Puedo hacer daño porque me han hecho
daño”. Estos insultos tempranos y prolongados a la integridad como
a la omnipotencia del niño, pueden motivarlo a intentar resarcirse, a
“cobrar sus derechos de indemnización” (Freud, 1954, 117) y superar
el escarnio intentando convertirse en una persona distinta del desdi-
chado ser que es.
En el segundo caso, que probablemente sea el de nuestro ejemplo,
el carácter del varón es modelado, desde el comienzo, por un excesivo
apego a la madre. Se trata de un cariño seductor y posesivo hacia su
bebé que impide establecer un sentido definido de separación entre
ambos. Esa dificultad del varón para separarse de la madre se ve incre-
mentada, generalmente, por la ausencia o la ineficacia emocional del
padre. Algunos impostores son hijos póstumos, es decir, nacieron des-
pués de haber muerto el padre. En otros casos, el padre murió durante
la primera infancia del niño o abandonó el hogar, o estaba siempre au-
sente en viajes de negocios, o prefería a los hijos mayores o era despre-
ciado por su esposa. Por las razones que sean, el niño pasa la primera
infancia en un hogar emocionalmente carente de padre. Entonces la
madre, a veces también los abuelos, hermanos o niñeras, alientan al
varoncito a creer que es la criatura más encantadora del mundo, que
está maravillosamente dotado de habilidades extraordinarias.
Este niño “prodigio” recibe constantes alabanzas, especialmente
por su talento para la mímica y la imitación, cosa que en realidad es
natural en la mayoría de los niños de dos y tres años de edad. Así, el
pequeño seductor deleita con sus graciosas caricaturas y payasadas a
un auditorio predispuesto al aplauso.

Mario Pereyra
36 Psicología de los Personajes Bíblicos

Se trata, de un niño reverenciado, mimado y sobreprotegido, cui-


dado como un juguete maravilloso. Se le satisface en todo aun antes
de que el niño haya sentido cualquier molestia o deseos. El infante no
tiene que mover ni un músculo, ni ejercer ninguna iniciativa o autono-
mía. Se crea una atmósfera de devoción servil, en la que todo se le da
incondicionalmente sin esperar nada a cambio. Así, pues, es inevitable
que afloren el narcisismo y la pasividad. Ante la ausencia o ineficiencia
del padre, el niño pasa a ser el reflejo del exaltado ideal masculino de la
madre (que de este modo sublima su carencia viril). El niño es inducido
a creer que es mucho más encantador, poderoso, interesante, adora-
ble y admirado. “Mi hijo es mi todo. Es un chico admirable”, decía la
madre de uno de nuestros pacientes, demostrando así una disposición
excesivamente complaciente hacia su hijo, al extremo de ignorar inmo-
ralidades y conductas graves de crueldad. En ese contexto familiar no
hay contienda ni rivalidad que contrarresten las fantasías de omnipo-
tencia e idealización. La voz del padre se ha silenciado y con ella se han
acallado los imperativos de la ley y la realidad.
Este niño, probablemente, ya en la escuela primaria se convierta en
un mentiroso y en la adolescencia en un eximio de la intriga. Es en la
pubertad cuando surge la perspectiva de tener que probarse a sí mismo
como hombre. En la mayoría de los varones adolescentes las señales
de su próxima hombría les brinda cierta confianza que los estimulan a
avanzar hacia la madurez, pero en el impostor potencial le produce an-
gustia, resistiéndose a abandonar las fantasías y ensoñaciones infanti-
les, que tan bien han sostenido hasta ahora su narcisismo y su inseguro
sentido de identidad. “La persistencia de la fantasía de la novela fami-
liar, dice L.Kaplan (1991), y su profunda infiltración en las soluciones
de la adolescencia constituyen la marca distintiva del impostor”.
La manera de abrirse paso en el mundo consiste en engañar a los
demás, en burlar al público. El impostor tiene dotes especiales para la
mímica y un interés apasionado por la simulación. Tras una infancia
dedicada a la falsificación y a la ilusión, apenas comprende las reglas
que rigen la realidad. El sentido de la realidad del impostor es tan de-
fectuoso como su identidad. El adolescente experto en el arte de enga-
ñar termina siendo desconcertante, debido a lo difícil que es probar sus
mentiras. El muchacho se ufana de ser sumamente hábil, declara lisa y

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 37

llanamente su inocencia, protesta con indignación por la injusticia de


que es objeto, ofrece explicaciones perfectamente razonables. Si es ab-
solutamente necesario, admitirá su culpa, pedirá perdón y prometerá
no volver hacerlo nunca más. Como todos los que lo rodean quieren
creerle, terminarán engañados. Sucede muchas veces que los adultos
llegan a admirar a este niño o joven por su “carisma” y sus astutas ex-
travagancias y, a veces, aunque sospechen que los están embaucando,
siguen dispuestos a aceptar el juego de la inocencia. Hasta se sienten
arrastrados a una especie de complicidad como premio a la fascinación
de su arte.
Así es que la omnipotencia infantil del impostor no tiene ninguna
posibilidad de ser atenuada por las expectativas de la dura realidad.
Persiste la fantasía infantil de cuando era el héroe, el ganador indis-
putado y la extensión especular de los exaltados ideales de su madre.
“Será un rival clandestino, que nunca enfrentará los verdaderos desa-
fíos de la hombría; podrá jugar eternamente a la vida sin verse jamás
obligado a vivir de veras”. Volverá a los gestos mágicos de la mímica y
la imitación. La discrepancia entre la persona que se espera que sea y
la que en realidad es, se vuelve demasiado grande como para esperar
cualquier conciliación.
El impostor sólo busca la exaltación propia que le provoca el he-
cho de engañar. Queda perpetuado en el rol del niño consentido. Nun-
ca puede domesticar su ideal del yo, puesto que su misma existencia
depende del alimentar las exigencias de ese ideal. A veces idealiza a
otros, pero su ambición compulsiva es la de probarse más listo que ellos
y engañarlos con sus tretas y talento para fingir. Los engaños tienen
por finalidad reforzar la ilusión de que él es una persona poderosa. En
conclusión, podemos definir al impostor como un estilo defectuoso de
desarrollo humano, un enfermo de la ambición, como la inmadurez en-
cubierta por los velos del orgullo y la codicia. Es la falsa pretensión de
supremacía, la hipocresía avara movida por los orgullos infantiles. Un
trastorno de la identidad con repercusiones sociales lamentables.

Mario Pereyra
38 Psicología de los Personajes Bíblicos

Hacia un destino imperdonable


“El Salvador leyó el corazón de Judas;
conoció los abismos de iniquidad en los cuales éste se hundiría,
a menos que fuese librado por la gracia de Dios”.
Elena G. de White (1975, 262)

El Evangelio narra el caso de un hombre que se lanzó como candi-


dato a discípulo de Jesús, Judas Iscariote. Fue el único que el Maestro
no llamó. Este hombre percibió que junto a Jesús podría alcanzar un
lugar privilegiado en el consenso social y en la política. Creía que el
maestro de Galilea era el Mesías y sería promovido al trono real. Así
que, “con gran fervor y aparente sinceridad”, promocionado por sus
colegas, presentó su solicitud de ingreso en estos términos: “Maestro,
te seguiré a donde quiera que fueres”. Dice Elena de White (1975, 261)
que “Jesús no le rechazó ni le dio la bienvenida, sino que pronunció tan
sólo estas palabras tristes: ‘Las zorras tienen cavernas, y las aves del cie-
lo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recueste su cabeza’.”
Los discípulos quedaron decepcionados por esa fría recepción. Veían
en Judas a una persona de talento superior, inteligente y sumamente
hábil. Impresionaba su estatura, el porte digno y la mirada perspicaz.
Tenía respuestas agudas y lúcidas. Pero Jesús no se engañó. Su ojo clí-
nico diagnosticó el síndrome del impostor. Descubrió, detrás de la fa-
chada simuladora, su afán desmedido de supremacía y reconocimiento,
la falsedad de su identidad, aferrada a las fantasías de omnipotencia
infantil. Captó el encubrimiento de un espíritu ambicioso, egoísta y
avaro, como la disposición al fraude y la mentira, pero también descu-
brió que se hundiría irremediablemente en los abismos del mal si no lo
ayudaba. Entonces lo aceptó. Se propuso llegar al origen defectuoso de
su alma para intentar lograr un cambio reestructurador de su carácter.
Los escritores bíblicos prefieren no hablar de este discípulo. Lo
mencionan como “el que le entregó” (Mt.10:4; 26:25) y con más dureza
lo califican, “el traidor” (Mt.26:48; Lc.6:16). Casi no hay registros de
los tres años de convivencia con el grupo de apóstoles hasta los últimos
episodios de la vida de Jesús. Ese pesado manto de silencio es la retri-
bución por el afán de notoriedad. La historia no escrita seguramente
tiene numerosos episodios donde Judas buscó imponer sus deseos de

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 39

superioridad, acompañados de otros tantos esfuerzos del Maestro por


enseñarle la verdadera grandeza de una vida íntegra. Es probable que
muchas declaraciones, parábolas y milagros realizados por Jesús, hayan
tenido como destinatario a Judas, como la enseñanza de amar al enemi-
go, de edificar sobre el fundamento sólido de la palabra de Dios, de imi-
tar al “buen samaritano” en su generosidad y desinterés, la necesidad de
cultivar la fe para que crezca como el grano de mostaza que se convierte
en árbol gigantesco para habitación de los pájaros y tantas otras ense-
ñanzas. Sin embargo, ese esfuerzo no logró resultados perdurables. La
dureza de carácter de Judas fue resistente a los mensajes de cambio.
Elena de White define la personalidad de Judas concisamente dicien-
do que era “pulido, capaz y de espíritu ruin” (1970, 289). Asegura que
“tenía alta opinión de sus propias cualidades y consideraba a sus herma-
nos muy inferiores a él en juicio y capacidad”, por lo que “cultivó una
disposición a criticar y acusar”, estando “cegado por sus propios deseos
egoístas” de avaricia, codicia y “fuerte apego al dinero” (Ídem, 318). Pre-
cisamente, poco antes de la crucifixión, en la casa de Simón, Judas cen-
suró el derroche de María al derramar un costoso perfume en los pies de
Jesús. Lo decía para apropiarse del dinero, ya que administraba las finan-
zas del grupo en forma fraudulenta. Jesús esta vez fue más directo que en
otras ocasiones, reprochó su hipocresía mirándolo de forma que denun-
ciaba sus intenciones malévolas. La reprensión hirió su ego, lo llenó de
resentimiento y deseos de venganza. Al terminar la reunión, se dirigió al
palacio del sumo sacerdote para concretar el pacto de la traición.

El precio de la ambición

“El amor infinito no podía hacer más para que Judas se arrepintiera
y para salvarlo de que diera ese paso fatal.
Si ese acto de su Maestro, que se humilló para lavar los pies
al peor de los pecadores, no le quebrantó el corazón,
¿qué más podía hacerse?”
Elena G. de White (5CBA, 1113)

Hay distintas formas y diversos grados de impostura. Se puede fraguar,


plagiar, falsificar, estafar o mentir como los mitómanos. En Judas se da
todo esto al servicio de un afán desmedido de poder. Otra característica

Mario Pereyra
40 Psicología de los Personajes Bíblicos

de los simuladores es que, por lo general, actúan solos, al margen de toda


lealtad grupal. En Judas, la felonía también fue un acto de terrorismo per-
sonal. El impostor, de niño, “siente resentimiento hacia su padre por no
haberlo rescatado de su dependencia infantil”, dice Kaplan (1991). Du-
rante la adolescencia ese resentimiento se desplaza hacia la sociedad en
forma de desvalorización y rechazo por los demás. De ahí la propensión
al engaño y al fraude. Judas, además, fue un resentido. Ese sentimiento,
finalmente, lo llevó al remordimiento y a la autodestrucción.
¿Cuál es, en definitiva, el pecado imperdonable que habla el Evan-
gelio? ¿Es que Dios no puede perdonar toda clase de pecados? “El
es quien perdona todas tus iniquidades”, dice el Salmo 103:3 y Pablo
también consigna que “ahora Dios les ha dado vida juntamente con
Cristo, en quien nos ha perdonado todos los pecados”. ¿Cómo es que
hay un pecado imperdonable? Sí, hay un pecado que Dios no perdona,
es el pecado contra el Espíritu Santo. ¿En qué consiste ese pecado?
¿Por qué Dios no lo puede perdonar? No es porque el Todopoderoso
sea incapaz de hacerlo, sino porque el pecador se pone en un lugar
donde se inhabilita para recibir el perdón. Cuando el Espíritu Santo
llama vez tras vez al corazón impenitente buscando el cambio de vida
que produzca la renovación y el desarrollo, pero se rechaza insistente-
mente esa propuesta divina, se cauteriza la conciencia y las tendencias
autodestructivas aumentan. Se refuerzan las tendencias inmaduras y
dependientes. Así ocurrió con Judas.
Durante la última cena, Jesús lavó los pies de Judas, haciendo un
último esfuerzo por tocar su alma orgullosa en busca de un arrepen-
timiento genuino. Luego hizo un señalamiento directo al denunciar
abiertamente su intención traidora. Sin embargo, sus disposiciones cul-
tivadas de impostor consumado mantuvieron obstinadamente el recha-
zo y abandonó aquel lugar para penetrar en las sombras de la noche sin
retorno (Juan 13:30).
Cuando el juicio de Jesucristo se acercaba a su fin y Judas se dio cuen-
ta que la pena de muerte que pesaba sobre el Maestro era irreversible,
lo torturó la conciencia culpable. Intentó cambiar el veredicto, pero todo
fue en vano. Un terrible y desgarrador sentimiento de condenación se
posesionó de su mente al darse cuenta que estaba entregando sangre ino-
cente y siendo el victimario del Hijo de Dios, el Santo de Israel. Fue ante

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Vidas Contrastantes 41

los principales sacerdotes y ancianos para cancelar el pacto de la traición,


devolviendo las treinta monedas que había recibido como pago. Con un
gesto repulsivo y cínico, le contestaron: “¿Qué nos importa a nosotros?
Eso es cosa tuya” (Mt.27:4). Al no soportar ver a Cristo crucificado, des-
esperado salió del tribunal y se ahorcó. Cuando al otro día la procesión
que acompañaba a Jesucristo “pasaban por un lugar retirado, vieron al
pie de un árbol seco, el cuerpo de Judas. Era un espectáculo repugnante.
Su peso había roto la soga con la cual se había colgado del árbol. Al caer,
su cuerpo había quedado horriblemente mutilado, y los perros lo estaban
devorando” (White, 1975, 671).

Fidelidad e integridad
“Dios, por su poder, nos ha concedido todo lo que necesitamos
para la vida y la devoción, al hacernos conocer a Aquel que nos
llamó por su propia grandeza y sus obras maravillosas”.
2 Pedro 1:3

Desde la alta y monolítica plataforma, la figura monumental e impo-


nente del apóstol, parece mirar con dulce y paternal disposición, mien-
tras sostiene en su brazo izquierdo el manto de la túnica y oprime en la
mano derecha las llaves del Reino. Esa gigantesca mole de granito y már-
mol, con la prestancia señorial de San Pedro, domina soberanamente ese
lugar único en el mundo por sus dimensiones fabulosas, la plaza central
del estado Vaticano en Roma. Delante del monumento, se extiende una
plataforma de varios centenares de metros abrazada por un artístico co-
rredor de columnas, donde domingo a domingo decenas de miles de per-
sonas se congregan, con devoción, ávidos de escuchar las palabras del
supuesto sucesor de Pedro. Detrás del monumento del apóstol se levanta
la basílica más grande del mundo, la que reúne los mayores tesoros artís-
ticos y religiosos de toda la tierra. El nombre que identifica esa maravilla
arquitectónica única y portentosa que constituye la sede de más de 1000
millones de cristianos y, además, explica su significado y naturaleza, es el
nombre de un sencillo y tosco pescador de Galilea, Simón Pedro.
¿Cómo un hombre simple y casi insignificante como Pedro pudo al-
canzar esas alturas descomunales de reconocimiento y prestigio? ¿Qué
virtudes tuvo para ganar esa trascendencia privilegiada a lo largo de 2000

Mario Pereyra
42 Psicología de los Personajes Bíblicos

años de historia? Pedro no es solamente la figura más prominente de la


Iglesia Católica y el sostén del sistema pontificio, es también uno de los
personajes más admirado, estudiado e investigado a lo largo de toda la
era cristiana. Ha sido, además, motivo de controversias y debates teoló-
gicos sobre el origen y el fundamento de la iglesia. Mucha tinta ha co-
rrido en las imprentas al publicar abundantes libros sobre Pedro (v.gr.,
el controversial libro del teólogo Cullmann, 1962), monografías y tesis
(v.gr., Steger, 1993). También se derramó mucha sangre durante siglos,
en conflictos religiosos, cuya figura era el centro de las confrontaciones.
Ciertamente, el prestigio del carismático apóstol constituye un fenóme-
no histórico excepcional, que justifican el esfuerzo de toda investigación,
reflexión y estudio de su vida.
Muchos pensadores cristianos no han podido ceder al impulso de
comparar al impostor Judas con el fogoso e impulsivo Pedro (v.gr., Whi-
te, 1970; 1975). Los escritores bíblicos no hacen estudios comparativos,
simplemente narran la historia de ambos, pero el contraste es evidente,
igual que la historia de Saúl y David. La biografía de Pedro, sin embargo,
es más rica y completa, conocemos mucho más que de Judas, de quien
nos vimos obligados a recurrir a la hipótesis de su personalidad, por
considerarla más adecuada dados los escasos registros que se conservan
acerca de él. De Pedro tenemos abundante información para describir
su carácter, el desarrollo de su vida e indagar el diseño de su existencia
para encontrar el legado que nos dejó. Para ello, nos interesan los datos
históricos reconocidos como válidos, para lo cual recurriremos a la fuen-
te de los textos de las Sagradas Escrituras, prescindiendo de la profusa
bibliografía extra bíblica de novelas (v.gr., ¿Quo vadis? de Sienkiewicz,
1999), tradiciones y leyendas.
Al abordar la vida de Pedro, en armonía con el registro bíblico, po-
demos afirmar que existen tres momentos diferentes en la historia del
apóstol, tres etapas sucesivas de vida que presentan niveles progresivos de
crecimiento. Cada una de ellas coincide con diferentes libros del Nuevo
Testamento. Tenemos al Pedro de los Evangelios, al Pedro de los Hechos
de los Apóstoles, y al Pedro de las epístolas. Estas tres fuentes, con alguna
excepción, corresponden a tres momentos básicos del ciclo vital humano:
la juventud, la madurez y la senectud. Basta una lectura de su biografía
para observar cómo alcanzó la madurez y desplegó su existencia ejemplar.

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Vidas Contrastantes 43

El joven Pedro
“Simón el celote, enemigo inflexible de la autoridad imperial;
el impulsivo, arrogante y afectuoso Pedro”.
Elena de White (1970, 289)

Los Evangelios proporcionan un conjunto de información acerca


de nuestro héroe. Sabemos que era oriundo de una ciudad que estaba
situada a orillas del mar de Galilea (Mr.1:21-29; Jn.1:44), que su pa-
dre era Jonás (Mt.16:17; Jn.1:42) y su hermano Andrés (Jn.1:40). Ade-
más, se casó (Mt.8:14; Mr.1:30; Lc.4:38), tenía el oficio de pescador
(Mr.1:29; Lc.5:10) y carecía de estudios formales (Hch.4:13), aunque,
probablemente, sabía leer y escribir (Nelson, 1978, 493).
Conoció a Jesús por medio de su hermano (Jn.1:41), siendo pos-
teriormente llamado en forma personal (Mt.4:18,19) a integrarse al
conjunto de los doce discípulos (Mr.3:14-16), en cuya lista ocupó siem-
pre el primer lugar (Mt.10:2; Mr.3:16; Lc.6:14). Ese espacio destacado
entre sus colegas se evidenció también en que formaba parte del grupo
íntimo de Jesús (Mr.5:37; 9:2; 14:33). Por otra parte, el Maestro le puso
el pseudónimo de “Cefas” (Pedro o piedra) cuando lo conoció, perci-
biendo su “naturaleza impulsiva” (White, 1975, 113, 752) y la necesidad
de ayudarlo a cambiar su carácter (Jn.1:42).
En esta primera etapa, los Evangelios registran múltiples intervencio-
nes de Pedro, que dan pautas acerca de su personalidad. Un rasgo pro-
minente es la extroversión. Evidencia una actitud simpática y sociable,
siendo compasivo y afectuoso (Jn.13:9; 21:15-17), generoso y hospitalario
(Mt.8:14). Se caracteriza por ser expresivo, comunicativo, transparente,
dice lo que piensa sin ambages, sin reflexionar mucho en sus palabras.
“Tenía el hábito de hablar de sopetón, declara Robertson (1937, 2), que
es tan natural en todos nosotros”. Era de carácter abierto, emotivo, acti-
vo, exhibiendo un pobre autocontrol, siendo espontáneo, franco, audaz
(White, 1975, 752), capaz de decir cosas sublimes (Mt.16:16,17) y come-
ter desatinos incalificables (Mt.16:22,23). Dijo estar dispuesto a jugarse
la vida por su Maestro (Mt.16:33), aunque poco después actuó cobarde-
mente, negando a Jesucristo en forma vergonzosa (Mt.26:69-74).
Thompson (1991, 1367,1368) lo caracteriza como contradictorio,
ya que era presuntuoso (Jn.13:8,9) o altanero (Mt.26:33), y a veces

Mario Pereyra
44 Psicología de los Personajes Bíblicos

excesivamente generoso y abnegado (Mr.1:18), pero también egoísta


(Mt.19:27). Resulta por momentos temerario (Jn.18:10,11), sin embar-
go, en situaciones cruciales fue cobarde (Mt.26:69-74), dotado de gran
visión espiritual (Jn.6:68), aunque no siempre comprende nada de las
verdades divinas (Mt.15:15,16).
Una descripción sintética del joven Pedro, según los Evangelios,
un rasgo relevante era la inconsistencia, típico de la adolescencia. Su
comportamiento responde al influjo de las impresiones que le afectan,
en forma de reacciones pasajeras e impulsivas. Se caracteriza por sus
permanentes fluctuaciones e inestabilidad. Jamás llega a desarrollar un
discurso elaborado y continuo. Sus actuaciones son breves, rápidas y
cortantes, producto de las circunstancias. Vive en un presente inme-
diato. No revela una estructura sólida, ni consistencia de carácter, que
permitan construir una trayectoria envidiable de vida.
Sin embargo, la evaluación no es totalmente negativa, el informe
de los evangelistas también presenta indicadores de cambio, ciertas
experiencias notables que esbozan las posibilidades de un desarrollo
exitoso. Quizás un suceso clave fue el incidente de la pesca milagrosa
(Lc.5:4-11). Después de una noche de pesca infructuosa, Jesús les orde-
na dirigirse mar adentro y echar la red. Pedro sabía que era imposible
pescar a esa hora, pero se produjo el milagro. Entonces, un destello de
comprensión fulguró en su mente con la idea de estar ante un ser divi-
no, y cayó a los pies del Salvador exclamando: “Apártate de mí, Señor,
porque soy hombre pecador”. Otro episodio significativo, sin duda, fue
cuando Pedro se animó a caminar sobre el mar (Mt.14:28-33), gracias
al poder de Cristo; pero cuando la suficiencia propia lo hizo mirar hacia
atrás en dirección a sus compañeros, empezó a hundirse. Jesús lo salva
y le da una lección inolvidable de fe: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué
dudaste?” (Mt.14:31)
Seguramente una experiencia conmovedora y aleccionadora para
el apóstol fue la noche de la negación (Mt.26:69-75) y aquella mirada
de Jesús durante el juicio que le hizo llorar amargamente su arrepenti-
miento. “Se consideraba superior a la tentación, pero la mirada de Jesús
hizo pedazos el corazón de Pedro” (Robertson, 1937, 2), y le conquistó
atrayéndolo nuevamente después de su agonía espiritual. Pero, quizás
el momento decisivo de cambio que transformó su carácter y futuro fue

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 45

cuando recibió el perdón de Cristo en aquel memorable amanecer que


narra el Evangelio de Juan (Jn.21:15-19), cuando Jesús le preguntó tres
veces en forma consecutiva: “¿Me amas, Pedro?” “Sí, Señor, tú sabes
que te quiero” (21:15; BJ), fue la respuesta repetida. En las tres oca-
siones, el Señor le dijo: “Apacienta mis corderos” (15), “Apacienta mis
ovejas” (16 , 17). Esas palabras impactaron profundamente el corazón
del apóstol porque descubrió que la misma cantidad de veces que lo ha-
bía negado le pedía que hiciera profesión de adhesión, recibiendo una
triple investidura de compromiso con el encargo pastoral. Allí tomó
conciencia de su misión. A partir de entonces, emerge un nuevo Pedro,
un hombre que ha superado las ambivalencias e inestabilidades de la
adolescencia para asumir su destino de dirigente espiritual con respon-
sabilidad, devoción y eficacia.

El Pedro maduro

“Procurad hacer firme vuestra vocación y elección;


porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada
en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.
San Pedro (2 carta l: 10,11)

El Pedro del libro de los Hechos está en otra dimensión, pertenece


claramente a otra etapa del ciclo vital. Aunque el tiempo que trans-
currió entre la muerte, la resurrección de Jesús y el Pentecostés fue
de apenas dos meses, constituyó un proceso acelerado de maduración
y crecimiento espiritual que, evidentemente, pertenece a otro tiempo
psicológico, a una nueva fase.
¿Cuáles fueron los cambios? ¿Cómo es el nuevo apóstol? El Pedro
que describe los Hechos, desde los primeros capítulos, se caracteriza
por un pensamiento organizado de ideas y reflexiones, con interven-
ciones en forma de discursos elaborados, conteniendo propuestas y
conclusiones. Ya no habla de “sopetón” como antes, diciendo lo pri-
mero que se le viene a la boca, sino expone sus ideas, fundamentando
sus palabras con textos bíblicos y articulando argumentos explicativos
y demostrativos. Así aparece en el “aposento alto” de Jerusalén, en los
inicios de la naciente iglesia, en ocasión de la elección del que reempla-

Mario Pereyra
46 Psicología de los Personajes Bíblicos

zaría a Judas. Pedro toma la palabra para describir la infamia de Judas


en ciertos textos de los Salmos y proponer la conveniencia de elegir un
sustituto (Hech.1:15-21). Como antes, es el primero en hablar y tomar
la iniciativa, pero nunca se expresó con esa amplitud, solvencia y capa-
cidad argumentativa.
Posteriormente, lo vemos actuando en otro evento trascendente,
el Pentecostés. El Espíritu Santo descendió sobre el grupo en forma
estruendosa por medio de “lenguas como de fuego” (Hech.2:2,3), ha-
ciendo que los discípulos pudieran ser escuchados en diferentes idiomas,
hecho que causó estupor y perplejidad en la multitud que visitaba Jeru-
salén (vers.12). “Entonces Pedro, presentándose con los once, levantó su
voz y les dijo: ‘Judíos y habitantes todos de Jerusalén...’” (14); su notable
disertación, como la mejor pieza oratoria de todos los tiempos, trajo un
resultado extraordinario e inesperado, ya que ese día se unieron “unas
tres mil almas” (41) al cuerpo de creyentes. Esas mismas aptitudes retó-
ricas las pone de manifiesto en otra conferencia multitudinaria junto al
pórtico de Salomón (3:12-26) y al ser detenido y llevado ante el Sanedrín
(4:8-12). No era fácil enfrentar a tan altos dignatarios y fundamentar teo-
lógicamente el cristianismo. La solvencia, seguridad, agudeza de pensa-
miento y de razonamiento causó admiración entre los eruditos, quienes
enseguida reconocieron que empleaba el mismo modelo discursivo de
Jesús (13). Particularmente, resulta admirable la notable capacidad que
exhibe en el manejo del Antiguo Testamento, especialmente del libro de
los Salmos. Aunque la exégesis que desarrolla puede ser cuestionable
(Hch.1:20), es evidente que conoce concienzudamente el texto bíblico y,
por lo tanto, es un estudioso competente. Es notable el contraste con el
Pedro de los Evangelios que jamás hace una mención bíblica; el Pedro de
los Hechos, es un experto en el manejo de las Escrituras.
¿Cómo se produjo ese cambio tan extraordinario? ¿Qué ocurrió
en esos 50 días que produjeron una transformación portentosa de su
persona? Como dijimos más arriba, la muerte de Cristo, los sucesos
de la negación y la rehabilitación al ministerio fueron decisivos. Asi-
mismo, esos días posteriores a la resurrección que el mismo Jesús los
estuvo instruyendo en el conocimiento de las profecías, despertaron un
afán de investigación y una avidez inusual de conocimiento. Particu-
larmente, escudriñaron los escritos de los profetas “que inquirieron y

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Vidas Contrastantes 47

diligentemente indagaron acerca de esta salvación”, para descubrir las


profecías que “anunciaban de antemano los sufrimientos de Cristo, y
las glorias que vendrían tras ellos” (1 Ped.1:10,11).
En esta etapa es cuando se consolida y afianza la personalidad de
Pedro. Cuando sabe definidamente lo que cree y cuáles son los fines
que persigue (Hch.4:8-12). Tiene muy claro el sentido de su vida y el
compromiso con la predicación del evangelio. En algunos aspectos, si-
gue siendo el mismo Pedro del Evangelio, referente a la fuerza emo-
cional que imprime a sus mensajes, su actitud osada y hasta atrevida
para enfrentar a quien sea (Hch.4:18-20). Pero la diferencia consiste
en que esas manifestaciones temperamentales están ahora al servicio
de una causa, no son meras emociones desajustadas o impulsivas, sino
coraje y desafío empeñados en el movimiento de la salvación humana.
Ese carácter intrépido y combativo, lo lleva a sufrir la persecución y la
tortura, no como una desgracia, sino como una oportunidad para dar
testimonio de su fe.

La edad de la sabiduría

“Y por esto deben esforzarse en añadir a su fe la buena conducta;


a la buena conducta, el entendimiento; al entendimiento, el dominio propio;
al dominio propio, la paciencia; a la paciencia, la devoción;
a la devoción, el afecto fraternal; y al afecto fraternal, el amor”.
2 Pedro 1:5-7 (DHH).

El Pedro de las Epístolas, dice Meinertz (1963, 511), “ha evolucio-


nado mucho desde la época de su actividad apostólica en la comunidad
primitiva”. Han transcurrido alrededor de 30 años desde los inicios
de la iglesia apostólica que lo tuvo como principal líder. Durante ese
tiempo, realizó un extenso y fecundo ministerio. Junto con Juan fue a
Samaria para ayudar a Felipe en la predicación (Hch. 8:14). Luego se
embarcó en un largo período de evangelización entre los samaritanos
(v.25). Más tarde, en Lida, sanó a Eneas, un paralítico (9:32-35). Lla-
mado a Jope, resucitó a Dorcas de los muertos (vs.36-43). Fue apresa-
do una vez más, pero nuevamente un ángel lo liberó milagrosamente
(12:1-11). Posteriormente, dejó Jerusalén para quedarse por un tiem-

Mario Pereyra
48 Psicología de los Personajes Bíblicos

po en Cesarea (v.19). Algunos creen que Pedro visitó Corinto (ver 1


Co.1:12) y que trabajó extensamente en diversas partes de Asia Menor
(1 Ped.1:1). Finalmente, se radicó en Roma (“Babilonia”, 1 Ped.5:13),
junto con Juan Marcos, quien le sirvió de traductor. Todos esos años
de luchas, persecuciones, viajes, predicación y trabajo en la obra de la
iglesia le dieron una rica experiencia y un conocimiento profundo de la
vida y de los valores superiores, que ahora los trasmite a toda la comu-
nidad cristiana por medio de dos cartas.
Una lectura cuidadosa de las cartas petrinas permite descubrir con-
tinuas referencias a episodios de su vida. Es evidente que Pedro no fue
Pablo, un intelectual que adoctrina y hace teología; el pescador de Ga-
lilea fue un hombre práctico y concreto, que hizo su aprendizaje en la
universidad de la vida y aplica las lecciones impartidas por su Maestro
Jesucristo. Fueron la adversidad, los apremios, las dificultades y persecu-
ciones, o el “fuego de la prueba” como él lo llama, las condiciones que lo
hicieron madurar, crecer y alcanzar la plenitud de su realización personal
y espiritual. Así aprendió los peligros de la autosuficiencia, a dominar sus
impulsos y fervor desmedido, a sublimar su naturaleza violenta y áspera,
a adquirir la cortesía y el buen trato, a desarrollar la paciencia y la bon-
dad. Precisamente sus cartas nos trasmiten esa experiencia vital.
La mejor síntesis de la evolución de su vida la condensa en una fór-
mula que describe las etapas del desarrollo del cristiano en ocho fases o
pasos: 1) fe; 2) virtud o buena conducta; 3) entendimiento o conocimien-
to; 4) dominio propio o templanza; 5) paciencia o “tenacidad” (BJ); 6)
devoción o piedad; 7) afecto fraternal; y 8) amor (2 Ped.1:5-7). El apóstol
insiste en “poner el mayor empeño” (vers.5,10) en practicar este modelo
de vida cristiana exitosa, que podría definir el concepto bíblico del desa-
rrollo humano. Consiste en “añadir” o avanzar paso tras paso en la pro-
secución de nuevos niveles de crecimiento hasta llegar al pináculo que es
el amor (gr. ágape), la mayor de todas las virtudes (1 Cor.13:13).
La fórmula petrina del desarrollo humano es una síntesis de su bio-
grafía. Pedro inició su trayectoria dando el paso de la fe, dejando todo
por seguir al Maestro (Mt.4:18-20; Jn.6:67-69). Después tuvo que apren-
der a comportarse como Jesús quería; quizás una de las enseñanzas más
sublimes que recibió directamente del Maestro fue cuando, dominado
por la aprensión, sacó la espada e hirió al siervo del Sumo Sacerdote,

Universidad de Montemorelos
Vidas Contrastantes 49

cortándole la oreja. Jesús le reprendió, instruyéndole: “Vuelve tu espada


a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán”
(Mt.26:51-53; Jn.18:10,11). Posteriormente, después de la ascensión, se
pusieron a estudiar las profecías y Pedro fue creciendo en conocimiento.
Pero, seguramente, la lección más importante que tuvo que aprender fue
a dominar sus impulsos y canalizar las energías de manera conveniente.
Aun Pablo tuvo que reprenderlo por algunas conductas incorrectas (Gál.
2:11-14). Así fue cultivando el dominio propio y la paciencia. Debido a
su carácter impulsivo e impaciente, fue una gran lucha sujetar su tem-
peramento y fogosidad. Una gran ayuda fue el recuerdo de la paciencia
de Cristo al perdonarlo y pedirle que pastoreara a los corderitos y las
ovejas con humildad y espíritu apacible. Practicando la bondad al otro
fue aprendiendo a expresar ternura y cariño al débil; por eso aconseja a
los esposos que sean comprensivos con sus esposas (1 Ped.3:7), y a todos
los cristianos a ser compasivos y misericordiosos con los demás (vers.8,9).
En ese proceso llegó a comprender el amor de Dios y alcanzar la madu-
rez de su propio desarrollo personal.
Pedro maduró, descubrió el sentido de su vida (2 Ped.1:10) bajo el
influjo y la fortaleza del Espíritu Santo. Sus enseñanzas epistolares rezu-
man una sabiduría de vida y devoción, forjadas en la experiencia, que fija
la convicción de que es posible llegar a la plenitud y trasmitir un modelo
para que cada cristiano pueda consumar su propia existencia. El Pedro
que se revela en sus cartas es el hombre sabio, sereno, profundo, con una
densidad notable de existencia, acumulada y sedimentada en la experien-
cia. Una personalidad sobria, digna, ejemplar, con un sentido de autori-
dad e influencia poderosa que emana de su sabiduría. En definitiva, una
persona realizada, que ha logrado lo máximo que se puede llegar a ser.
¿Es todo lo que podemos decir acerca del aprendizaje realizado
por el apóstol a lo largo de su ciclo vital? Hemos hablado de lo “exter-
no”, del comportamiento manifiesto, pero hay dos secretos específicos
y únicos en la vida de Pedro que explican los resortes internos que lo
movieron en el proceso de su desarrollo. El primero lo revela la inspi-
ración de Elena de White cuando afirma que Pedro nunca se perdonó
a sí mismo el haber negado a su Maestro. “Pedro se había arrepenti-
do sinceramente de su pecado, dice White (1977,430), y Cristo le ha-
bía perdonado, según lo comprueba el altísimo encargo de apacentar

Mario Pereyra
50 Psicología de los Personajes Bíblicos

a las ovejas y corderos del rebaño. Pero Pedro no podía perdonarse


a sí mismo”. Probablemente a Pablo le ocurrió lo mismo (1 Cor.15:9;
Gál.1:13,14; Ef.3:8). ¿Cómo es vivir con sentimientos de culpa? ¿Es
sentirse en deuda, que todo lo que se haga es insuficiente para cubrir
la falta, que es necesario seguir pagando, sabiendo que nada será sufi-
ciente? ¿Así habrá sido la experiencia del apóstol?
El segundo secreto íntimo fue que Pedro vivió sabiendo que iba a
morir como mártir, ya que Jesús se lo había anunciado (Juan 21:18,19).
Durante 30 años estuvo esperando ser sacrificado. Cada vez que era
apresado o amenazado por sus enemigos se preguntaría si había llega-
do el fin, si ese sería el último día de su existencia. Seguramente dece-
nas de veces pensó en su muerte, en si soportaría la tortura, de qué ma-
nera sería inmolado, imaginándose los distintos tipos de ejecución que
existían en esos tiempos, llegando a la conclusión que el mejor sería la
crucifixión igual que su Señor. Pero no se atrevía a morir de esa mane-
ra, se sentía indigno de sufrir la misma muerte que Jesucristo, así que lo
haría cabeza abajo, porque él era un hijo de esta tierra, a diferencia del
Hijo de Dios, que murió mirando a su Padre celestial. Quizás, de tanto
pensar, ya esperaba con ansiedad ese momento, la prueba final de su
vida, cuando al fin pagaría la culpa de su traición.
La Providencia permitió que Pedro acabase su ministerio en Roma,
donde el emperador Nerón lo capturó y colocó en prisión. En dos
ocasiones los ángeles lo habían sacado de la cárcel milagrosamente
(Hech.5:19; 12:7-10), pero esta vez no vinieron los mensajeros divinos
a liberarlo, porque ahora sí estaba preparado. Allí, en la metrópoli del
mundo, daría su postrer testimonio por Cristo. Cuando fue llevado a la
ejecución, se sintió feliz de dar su vida por su Maestro, ya que esa muer-
te la había experimentado decenas de veces antes. Así que, de acuerdo
a lo planificado, pidió un último favor, suplicó a sus verdugos que lo
crucificaran cabeza abajo. Se le concedió su deseo, y así fue sacrificado
el gran apóstol, derramando su sangre sobre la tierra, para fecundar
una copiosa cosecha de santos y mártires que seguirían su ejemplo;
mientras languidecía y quedaba inerte, progresivamente la figura de
Pedro adquiría la forma de un gigantesco monumento que, a lo largo
de los siglos, se ha constituido en guía y paradigma de una existencia
cristiana consumada.

Universidad de Montemorelos
Capítulo 2

Cuando las crisis construyen


el camino del éxito
1. EL SIGNIFICADO DE LAS CRISIS
Una crisis es el resto de un atravesamiento, un testimonio de una travesía.

H
El testimonio de una crisis es la definición de una etapa de la vida.

ay crisis previsibles y otras imprevisibles. Las primeras son


inherentes a la vida, propias del proceso del desarrollo o
de la maduración, mientras que las otras son resultados de
conflictos o situaciones inesperadas que ponen a prueba la
capacidad para enfrentarlas, por ejemplo, la pérdida de un ser amado
o la pérdida del empleo. Las crisis imprevisibles o accidentales hay que
afrontarlas cuando aparecen, sufriendo la incertidumbre de sus vicisi-
tudes; en cambio, las previsibles o evolutivas pueden anticiparse, pre-
parándose para resolverlas con éxito. De allí la importancia de conocer
estas últimas, para saber cuándo y cómo aparecen, a fin de planificar las
estrategias que permitan abordarlas de la mejor manera posible.
Las crisis, aunque siempre vienen acompañadas de angustias y sen-
saciones de catástrofe, no son necesariamente negativas sino constitu-
yen ocasiones de cambio que requieren algún tipo de solución. Enfren-
tar en forma adecuada una crisis tiene efectos benéficos para el que la
experimenta, y proporciona recursos que preparan para resolver mejor
las situaciones críticas futuras; es decir, enriquecen y hacen madurar.

( 51 )
52 Psicología de los Personajes Bíblicos

Por el contrario, no enfrentar eficazmente esas situaciones incapacitan


al individuo y lo vuelven cada vez más vulnerable, es decir, lo hacen
más débil o frágil. Este hecho, refuerza la importancia de tomar con
tiempo las medidas del caso.
Con respecto a las crisis vitales, aquellas que se despliegan a lo lar-
go del ciclo vital, revela que cada etapa de la vida, desde el nacimiento
hasta la muerte, tiene sus desafíos o tareas críticas que enfrentar para
progresar en el desarrollo. Cada persona posee un potencial de ma-
duración que se evidencia en la medida que asume sus compromisos y
responsabilidades, superando las crisis propias de cada etapa. Tal tarea
involucra cambios, transacciones, continuos acomodamientos y adapta-
ciones, que permiten extender el abanico de las respuestas posibles, de-
finiendo el propio destino. Erikson (1959) ha identificado ocho etapas
del ciclo vital humano (ver cuadro 3), en cada una de las cuales hay que
encarar una tarea crítica, expresada en términos de bipolaridades, en
el ámbito de ciertas relaciones significativas que exigen determinadas
responsabilidades (“modalidades psicosociales”) y virtudes. En cada
estadio del desarrollo ocurre una crisis que debe resolverse, logrando
un equilibrio satisfactorio entre las alternativas antagónicas específicas
de cada edad.
Los personajes bíblicos no están exentos de las crisis, por el contra-
rio, son una constante en sus respectivas trayectorias vitales, cumplien-
do un rol decisivo en la conciencia de su misión y en el desarrollo de
la existencia. Experimentan crisis previsibles y principalmente aquellas
imprevisibles. Hay que destacar que la palabra griega “krisis”, de don-
de surge el término “crisis”, es frecuentemente utilizada en el Nuevo
Testamento como “juicio”. Proviene del verbo “kríno”, “juzgar”, como
se aplica en Mateo 7: 1-5 y Romanos 2:l. Tiene varias acepciones, como
“‘separar’, ‘distinguir’, ‘elegir’, ‘mostrar preferencia por’, ‘determinar’,
‘aprobar’, ‘pronunciar un juicio’”. También puede significar, de acuer-
do con el contexto, ʻcondenarʼ” (6CBA, 481). Es muy significativo que
cuando Jesús anunció la venida del “Consolador” (Jn.16:7,8), declaró
que las funciones del Espíritu Santo serían “convencer al mundo de
pecado, de justicia y de juicio (krisis)”. ¿A qué tipo de “juicio” o “crisis”
se refería el Señor Jesucristo? ¿Aludía únicamente a la crisis final, en
ocasión del juicio escatológico, o también podría aplicarse a los juicios

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 53

del presente, cuando somos sacudidos por situaciones críticas? Inter-


pretamos que también puede aplicarse al zarandeo mediante aconte-
cimientos cruciales que el Espíritu Santo utiliza para trasmitirnos sus
mensajes de cambio y la visión de nuevos horizontes de oportunidades
y realización. Por lo menos, así aparece en la experiencia de los perso-
najes bíblicos.

Cuadro 2
Sinopsis del desarrollo psicosocial, según Erik Erikson (1959; 1964; 1968)

Etapas y Tareas Relaciones Modalidades Eventos


Virtud
edades críticas significativas relacionales importantes

1. Bebé (has- Confianza


recibir y
ta los 18 básica contra madre comida esperanza
dar
meses) desconfianza
2. “Deambu-
Autonomía control de
lador” (18 madre y retener y
contra ver- los esfínte- voluntad
meses a los padre soltar
güenza res
2 años)
3. Infancia (3
Iniciativa familia hacer y indepen-
a 5 años) propósito
contra culpa básica como sí dencia

4. Edad esco- Laboriosidad hacer cosas


escuela y
lar (6 a 12 contra infe- junto con escuela destreza
vecindario
años) rioridad otros
5.Adolescen- Identidad grupo de ser uno
relaciones
cia (13 a los contra dis- pares y mismo fidelidad
con iguales
20 años) persión líderes
encon-
6. Adulto jo- Intimidad
amistad y trarse a sí relaciones
ven (20 a los contra aisla- amor
pareja mismo en de amor
35 años) miento
otro
Generativi-
7. Adulto me- preocupa-
dad contra procrear y
dio (35 a los trabajo paternidad ción por
estanca- cuidar
65 años) otros
miento
8. Tercera Integridad aceptación
enfrentar
edad (65 en contra deses- humanidad de la pro- sabiduría
el no ser
adelante) peración pia vida

Mario Pereyra
54 Psicología de los Personajes Bíblicos

En este capítulo, consideraremos tres ejemplos; José, Sansón y Pablo,


que ilustran cómo la conciencia de la crisis impactó sobre ellos y cómo, a
través de ellas, lograron cimentarse en la nueva realidad, para descubrir
las disposiciones y componentes del éxito. Se ha dicho que “Las crisis,
cuando no matan, enseñan”. Ahora, bien, ¿qué enseñan las crisis de los
personajes bíblicos? El primer caso, trata de una crisis de adolescencia,
que múltiples autores la califican como el paradigma de las crisis, el pro-
totipo del crecimiento o del desarrollo humano. “La palabra ‘adolescen-
cia’, en el origen latino, no se relaciona con ‘adolecer’ sino con ‘crecer’.
Crecer es superar lo anterior para ir hacia lo que aún no ha sido, lo que
se proyecta y, por tanto, implica conflicto, crisis, constituidos por la con-
fluencia contradictoria de factores distintos que coexisten y que, por otra
parte, pretenden excluirse” (Barylko, 2001,146). Veremos cómo este fe-
nómeno ocurrió en la vida del hijo de Jacob y Raquel, José.
El segundo caso, la historia del juez Sansón, se trata de una crisis ac-
cidental, aunque de alguna manera previsible, ya que fue gestándose pro-
gresivamente a través de un estilo de vida destinado al fracaso. La crisis
aparece aquí como un tribunal que examina e interpela la existencia, para
abrir los ojos del alma a nuevas alternativas que redescubran el sentido y
la misión de la vida. El último ejemplo de crisis, la experiencia de San Pa-
blo, no es el resultado del desarrollo vital, ni de accidentes autogenerados
sino del surgimiento de una nueva visión, la adopción de un nuevo arque-
tipo vital, que se presenta a través de un llamado de la divinidad. Cuando
una perspectiva se vuelve minusválida, por su parcelamiento y repliegue,
es hora de forjarse un nuevo destino. La crisis denuncia y anuncia; en este
caso, cómo un estilo de vida “esclerotizado” sucumbe para convertirse en
el centro de convergencia de las irradiaciones del cambio.

2. La preparación para gobernar: José


“La crisis vital es un momento dentro de la búsqueda de identidad
y la creación humana en el devenir histórico”.
O. Fernández Mouján

Mientras todos anhelaban la alegre noticia, fueron sobrecogidos por


el hecho penoso y cruel. El niño nació sano y feliz pero la madre falleció.
La bendición de la vida se quebró con la tragedia de la muerte. El dolor

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 55

enlutó los corazones de la numerosa familia. El más afectado por la des-


gracia fue Josecito, el hijo menor. El padre comprendió que el niño había
recibido un golpe demasiado duro para su tierno corazón y se esforzó por
consolarlo con la vigorosa fe religiosa que lo animaba. Le proporcionó
todo su cariño y ayuda posible.
Desde ese triste hecho, padre e hijo unieron sus vidas por lazos indi-
solubles de afecto, relación y comprensión. En la mente sensible y dúctil
del niño José, un pensamiento se imprimió en las profundidades de su
ser, dejando una huella que marcaría para siempre su destino. Al ob-
servar en el rostro de su hermanito la sonrisa dichosa y los balbuceos
inocentes, a la vez que experimentaba la calidez reconfortante del amor
paterno, sintió que aún las peores tragedias deparaban algo bueno; que
Dios permite los males, pero aún éstos pueden traer bendiciones inima-
ginables. Así, pues, en aquel lugar lúgubre, una cruz quedó plantada bajo
un árbol, junto al recuerdo amargo, acompañado de la curiosa sensación
agridulce de que aún las desdichas pueden traer esperanza.

Los sueños de un adolescente

José creció. Se transformó en un joven inteligente, de hermosa apa-


riencia, activo, alegre, sobre todo de la mejor casta moral y gran firme-
za de carácter. Esa belleza interior lo diferenciaba nítidamente de los
muchachos del pueblo y, especialmente, de sus hermanos mayores, que
eran terriblemente afectados por la mala influencia del lugar. El padre se
sentía orgulloso de José, a la vez que preocupado por la conducta nada
juiciosa de sus otros hijos. Cuando reunía a la familia para hacer el culto
y contar las historias de sus antepasados y de su propia juventud, era José
quien mostraba verdadero interés y entusiasmo. Los muchachos mayo-
res se aburrían y manifestaban claras resistencias a aceptar esos “cuentos
del viejo”, como decían ellos, con sus ideas religiosas y extraños milagros.
El padre aseguraba haber recibido revelaciones sobrenaturales que tam-
bién auguraban a sus descendientes un futuro prodigioso.
Al oír estas historias, José se emocionaba y llenaba de admiración.
Su rica imaginación reproducía vívidamente las escenas de las hazañas
religiosas de sus antepasados. Estaba convencido que el bisabuelo Abra-
ham, el abuelo Isaac y el mismo padre Jacob, eran seres excepcionales,

Mario Pereyra
56 Psicología de los Personajes Bíblicos

elegidos por Dios para construir un pueblo especial, portador de las


grandes verdades de la divinidad. Se sentía parte de una estirpe gloriosa,
ungida por las solemnes demostraciones de la Providencia, para conser-
var y trasmitir las enseñanzas del Creador. Los relatos hablaban de reve-
laciones y profecías, que se proyectaban en el tiempo y los alcanzaba aun
a ellos. José se preguntaba si no sería el hombre de la profecía. Su mente
de adolescente soñaba con ser el escogido, el distinguido, el personaje
célebre. El padre estimulaba la imaginación prodigiosa del adolescente
enriqueciendo los relatos y estimulando su entusiasmo religioso.

El “complejo de Caín”

La preferencia del padre hacia el devoto José era clara y reconocida


por todos, especialmente por los hermanos mayores. El más pequeño, el
hijo de la desgracia, el “benjamín”, estaba al margen de esas preferen-
cias, en cambio los mayores experimentaban un creciente descontento,
que fue manifestándose con críticas hacia el progenitor y hostilidad hacia
el hermano.
― Josecito ―decían remedando el tono y las palabras del padre― es
“el nene de papá”, el privilegiado, el que la pasa de maravilla, y se queda
en casa con el pretexto de cuidar al viejo, mientras nosotros nos matamos
trabajando.
― Además ―agregó otro hermano―, como cree todas las locuras
del viejo, éste vive haciéndole los gustos: paseos, comidas, ropas. ¡Todo
es para él!
Pero lo que más los indignaba era que José les viniese a “sermo-
near”.
― Ya tenemos suficiente con el viejo, para que ahora este “piojo”
venga a dictarnos normas, a decirnos que nos portemos bien, que no ha-
blemos malas palabras, que tengamos cuidado con las chicas con las que
salimos. ¡Me tiene harto!
― A mí lo que más rabia me da es que sea tan chismoso y le cuente
todo lo que hacemos a papá. Vamos a tener que frenarlo de alguna ma-
nera. ¡Esto no puede seguir así!
Un oculto rencor visceral fue impregnando el ánimo de los herma-
nos. La situación llegó a lo insoportable cuando un día José empezó a

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 57

contarles que también él había recibido revelaciones sobrenaturales. La


indignación y el enojo fueron extremos cuando escucharon que José de-
cía que había soñado que sus hermanos se arrodillaban ante su presencia,
mientras él ocupaba un lugar superior, incluso hasta sus mismos padres
se doblegaban ante su figura enaltecida.
― ¡Éste se ha vuelto loco! De tanto escuchar las historias del viejo se
le pasó la misma manía y ahora empezó a delirar.
― ¡Cuidado! ―dijo maliciosamente Simeón―, aquí huelo otra cosa.
Me parece que éste se trae algo.
― ¿Qué quieres decir? ―preguntaron los demás hermanos con cu-
riosidad.
― A qué José será crédulo, pero no tonto, menos loco. Para mí éste
es demasiado “vivo”, y con esta historia del sueño planea conquistar del
todo al viejo.
― ¿Cómo?
― ¡Claro! ¿No se dan cuenta? El viejo cree en todas esas supersticio-
nes, en la profecía de la descendencia y toda esa basura. El muchacho es
sagaz. Quiere hacerle pensar que él es el personaje de la profecía, enton-
ces todo lo que diga y haga estará bien.
― ¿Será posible?
― Sí, pienso que con todo esto alguna cosa le va a sacar a nuestro
padre.
― No estoy de acuerdo ―protestó Rubén―. A mí me parece que el
muchacho es sincero e íntegro, mucho mejor que nosotros. ¿Acaso no
puede ser un profeta?
― No te confundas. Es un oportunista.
A los pocos días, las sospechas maliciosas de Simeón parecieron con-
firmarse. El padre gastó mucho dinero en un soberbio traje que le regaló
a José. La envidia y los celos de los hermanos sobrepasaron el límite.
― ¡Esto es intolerable! ¡No puede ser! ¡Fíjense cuánto dinero gastó
en él!
― ¿Vieron? ¿Qué les dije? ―agregó Simeón. Era como yo les decía,
¿o no? Los sueños están dando resultado. Aun me temo que den mucho
más...
― ¿Qué quieres decir, Simeón? ―preguntaron intrigados los otros.
― Sospecho que esto no va a terminar aquí. El muchacho va a con-

Mario Pereyra
58 Psicología de los Personajes Bíblicos

tinuar sacando tajadas cada vez mayores. Hoy es el traje, mañana serán
animales, después vendrá el campo y probablemente consiga quedarse
con todos los bienes del viejo.
― ¡No, eso no es justo! Nosotros somos los mayores y, además, los
que trabajamos. El campo y los animales nos pertenecen.
― No le permitiremos que nos robe ―respondió enfadado Dan.
― Esperen. No piensen locuras ―trató de calmarlos Rubén―, son
simples suposiciones mal intencionadas de Simeón. José es un buen mu-
chacho, no creo que le interese en lo más mínimo el dinero.
― ¿Suposiciones? ¿Lo del traje es una suposición? ¿También te en-
gañó a ti? ¡Cuídate de José que es un artista!
― Es que papá lo quiere mucho porque es hijo de su amada Raquel,
además quiso recompensarlo por su lealtad y fidelidad a Dios, cosa que a
nosotros nos falta bastante.
La discusión acaloró los ánimos y dividió a los hermanos. La mayor
parte del grupo se inclinó por la idea de Simeón y Dan. El enojo y resen-
timiento hacia José se había tornado en odio. En la familia, se vivía un
clima de enorme tensión, cuando ocurrió el trágico desenlace.

Cuando sobreviene la crisis

Un día, los hermanos mayores tuvieron que ausentarse por razones


de trabajo. Al transcurrir los días sin tener noticias de ellos, el padre em-
pezó a inquietarse. Finalmente, decidió enviar a José a buscarlos. El mu-
chacho recorrió caminos, villas y campos, preguntando por sus herma-
nos. De pronto, divisó a lo lejos los rebaños de la familia que pastaban en
una pradera y distinguió al familiar grupo debajo de un árbol. Contento
por el hallazgo después de tan larga búsqueda, corrió feliz por los cam-
pos gritando de alegría para anunciar su llegada. Cuando los hermanos
lo vieron, toda la hostilidad reprimida delante del padre estalló con bru-
tal violencia.
― ¡Miren quien viene, el “nene de papá”, luciendo su traje nuevo!
― ¡Es el “profeta”, el “soñador”! ¡Muchachos inclínense ante su emi-
nencia! ¡Aquí tienen al futuro heredero de nuestro trabajo!
Las burlas tomaron forma de insultos y agresiones. El odio se convir-
tió en furia y violencia. Estaban dispuestos a todo. Un espíritu asesino los

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 59

dominaba. Rubén intentó contenerlos y hacerles entrar en razón, pero


no podía impedir los golpes y todo tipo de agresiones. Por fortuna, logró
un momento de tregua, al permitir que encerrasen al muchacho en un
pozo hasta decidir lo que harían con él. Rubén esperaba que esa medida
de espera enfriase los ánimos para luego tratar de reparar la armonía
familiar.
El relato bíblico (Gn.37) narra que en esa antigua comarca apareció
en el camino una caravana de traficantes de esclavos. Entonces aquellos
pérfidos hermanos, aprovechando que Rubén y Judá habían ido a aten-
der a los animales, tuvieron la siniestra idea de vender a José. No sería
necesario matarlo, simplemente lo quitarían de en medio y, de paso, ob-
tendrían cierto beneficio.
Abruptamente cambió la suerte de José. Todavía aturdido por los
golpes y las fuertes emociones vividas no alcanzó a comprender todo lo
que estaba pasando. La cruel realidad lo sorprendió casi desnudo, los
hermanos le habían despojado de sus ropas, encadenado a una fila de
hombres harapientos, bajo la mirada severa de un vigilante armado de
un látigo pronto a castigarlo sin piedad. En un instante, lo había perdido
todo: su padre, el cariño de su hermano menor, su familia, su casa. Se veía
encaminándose hacia un lugar desconocido, teniendo como única pers-
pectiva un futuro ominoso, ser un esclavo. Todos sus sueños se desmo-
ronaron de pronto. Abrumado por la angustia lloró desconsoladamente.
Con los ojos velados por las lágrimas, levantó su cabeza y mirando a lo
lejos reconoció las colinas donde estaba su casa, donde su amado padre
estaría esperándolo, a quien no vería nunca más. ¡Cómo sufriría enton-
ces!, pensó, ese intenso dolor podría ocasionarle la muerte. Una nueva
descarga de lágrimas oscureció su visión.

Hacia el encuentro del destino

Pero en la densa negrura de su terrible dolor, empezó a encenderse


una tenue luz. Se acordó de su bisabuelo Abrahán, que un día tuvo que
dejar su casa para ir a un mundo desconocido. Así empezó la historia
sagrada de su familia escogida por Dios. Su memoria se iluminó con otro
recuerdo, el de su padre Jacob, que también un día tuvo que huir de su
hogar. Pensó en aquella noche, cuando en la fría soledad de Betel, el

Mario Pereyra
60 Psicología de los Personajes Bíblicos

cielo se abrió y los ángeles del cielo subían y bajaban por la áurea esca-
lera que unía la tierra con el trono del Altísimo, y los oídos de su padre
escucharon hermosas promesas de bendición y cuidado. Las escenas de
la historia de su padre desfilaron por su mente descubriendo como Dios
lo había conducido y protegido aun en circunstancias adversas, más te-
rribles que las que estaba sufriendo él, como cuando tuvo que enfrentar
al hermano que venía con 600 hombres armados para destruirlo a él y a
su familia.
Se dio cuenta que en la hora de necesidad, los ángeles aparecen para
confortar y proteger. Al recordar estas experiencias, José creyó que el
Dios de sus antepasados sería también su Dios. Entendió que no tenía
por qué temer, puesto que la Providencia lo ayudaría como lo había he-
cho en el pasado. Y comenzó a pensar que quizás su desgracia podría ser
la forma en que Dios cumpliría las profecías recibidas por sus antepa-
sados. Entonces, en ese momento de suprema angustia, se entregó por
completo al Señor, oró para pedir que lo protegiese en el camino que
estaba iniciando e hizo una decisión trascendente, la más importante de
su vida, una decisión que lo transformó y marcó su destino.
“Su alma se conmovió y tomó la alta resolución de mostrarse fiel a
Dios, dice Elena de White (1985, 216), y de obrar en cualquier circuns-
tancia como convenía a un súbdito del Rey de los cielos. Serviría al Señor
con corazón íntegro; afrontaría con toda fortaleza las pruebas que le de-
pararán su suerte, y cumpliría todo deber con fidelidad. La experiencia
de ese día fue el punto decisivo en la vida de José. Su terrible calamidad
le transformó de un niño mimado que era en un hombre reflexivo, valien-
te y sereno”.
En aquel momento, mientras avanzaba con la lenta caravana de escla-
vos entre las arenas del desierto que lo conducía a Egipto, José aprendió
a no quedar empantanado en el camino, a no ser un esclavo resentido,
a vencer las ataduras del odio y el rencor, a no ser víctima del pasado, a
experimentar el alivio del perdón y mirar hacia las luces del porvenir. En
aquella hilera de esclavos encadenados que marchaban por las colinas
sinuosas de Palestina, hacia el imperio más poderoso de la tierra, ya no
iba un niño mimado llorando, sino caminaba un hombre inspirado por la
revelación hacia su glorioso destino, ocupar la más alta magistratura de
la nación más importante del mundo de entonces. Fue un camino duro,

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 61

tortuoso, penoso, pero la capacidad de José para perdonar, la rectitud


de su carácter, su fidelidad inquebrantable a Dios, lo condujeron, final-
mente, al éxito. En aquella histórica decisión hecha en la desesperación
y la angustia, en medio de la crisis, inició el camino rumbo al trono de
Faraón.
Así, la figura prodigiosa de José se alza esplendorosamente en las
páginas de la historia bíblica como un símbolo imperecedero de la acción
valiente de avanzar por fe más allá de los tristes sucesos, celos y rencores,
de renunciar a la cálida dependencia de la infancia, como a los recuerdos
de repudio y agravios, para afirmarse con toda convicción en su fidelidad
absoluta a Dios. Es la historia que puede leerse en forma completa en el
libro de Génesis de los capítulos 39 al 50, la historia de una crisis de ado-
lescencia resuelta eficazmente, gracias a los valores de lealtad, confianza
y esperanza en la Providencia.

El salto del trapecista

“Los valores que se hayan vuelto significativos para él


deben ahora concordar con alguna significación universal”.
Eric Erikson

El psicólogo Eric Erikson ha dicho que la adolescencia es clave en el


desarrollo de la vida humana, constituyendo su problemática principal la
resolución de la identidad. Es en la adolescencia cuando se transita de la
infancia a la vida adulta, el momento de definir la persona que uno quie-
re ser y será en el futuro. El logro de la identidad es, sin lugar a dudas,
el momento más significativo del desarrollo, ya que comporta cambios
estructurales de gran envergadura, como son el tránsito a la heterosexua-
lidad, la independencia de la familia, la madurez emocional, la realiza-
ción vocacional, la independencia económica y el logro de una filosofía
unificadora de la vida (González, 2001, 15-18). Ahora bien, ¿cómo se
alcanzan tales logros?
El mismo Erikson (1967, 70,71) ha expresado con una metáfora muy
gráfica la naturaleza de la crisis del adolescente, por medio de la siguien-
te comparación: “Al igual que un trapecista, el joven, en medio de un

Mario Pereyra
62 Psicología de los Personajes Bíblicos

vigoroso movimiento, debe soltar la seguridad de la barra que significa la


infancia y tratar de afirmarse en la adultez, y depende durante un expec-
tante intervalo de una relación entre el pasado y el futuro, y de la confia-
bilidad de aquellos de quienes debe desprenderse y de quienes ‘lo reci-
birán’”. Es, pues, un salto de fe, un momento donde se debe renunciar a
las conductas, emociones y relaciones infantiles, para adquirir los com-
portamientos y valores que lo definan como persona adulta. No es tarea
fácil y, de hecho, muchos no lo logran. Hay quienes quedan adheridos a
la “barra” de la infancia, siendo perpetuos adolescentes. Otros, intentan
dejar la infancia, pero no logran asirse convenientemente del futuro, su-
cumbiendo en el intento. Son los llamados “vuelos fatales” (F.Pittman
III, 1991), aquellos que fracasan en el proceso de autonomía, volviendo a
la dependencia del hogar paterno, al volverse drogadictos o alcohólicos,
quedar embarazadas o disolverse el matrimonio o caer en la locura.
En el caso del José bíblico encontramos un logro satisfactorio de la
identidad realizada en una situación violenta e inesperada, que lo obligó
a salir prematuramente del hogar y enfrentar un mundo hostil, para in-
troducirlo en las vicisitudes y compromisos de la vida adulta. José pudo
hacer ese salto poco usual de fe, gracias al buen soporte que tuvo en su
infancia y su aceptación de los valores trascendentes. Se trata, pues, de
un ejemplo de maduración y desarrollo integrales exitoso, basado en la
fidelidad y firme convicción en una Providencia aseguradora, que conce-
de una misión a la vida y un sentido unificador propicio.

3. LA PREPARACIÓN PARA CUMPLIR LA MISIÓN: SANSÓN

El sentimiento de identidad es tan complejo como el de la existencia misma;


y sin duda, sólo puede experimentarse en aquellos momentos en que se lo pierde,
en la condensación de la crisis.

La cultura del narcisismo

Parece ser que el antiguo mito de Narciso ha retornado a la consi-


deración de un importante número de pensadores actuales que lo han
propuesto como emblema de nuestro tiempo. Christopher Lasch, en su

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 63

libro “La cultura del narcisismo” (1989), declaraba: “El narcisismo se ha


convertido en uno de los temas centrales de la cultura americana”. Asi-
mismo, Lipovetsky (1993), sociólogo francés de reconocida valía en el
mundo intelectual, ha denominado la época actual como la “era de Nar-
ciso”. Es una realidad que participamos de una importante metamorfo-
sis de las costumbres y de los valores que estuvieron vigentes hasta hace
poco. Ahora bien, ¿qué tienen que ver esos cambios con Narciso? ¿Por
qué ese mítico personaje ha sido consagrado como el símbolo del hom-
bre contemporáneo?
Según la leyenda, Narciso era un joven muy hermoso y vanidoso que
desdeñó los amores de la ninfa Eco y de Aminías. Esta última, herida en
su orgullo, lo maldijo deseándole que nunca pudiera poseer el objeto de
su amor. Ese ruego se cumplió. Un día, cuando Narciso se inclinó en una
cisterna para beber, vio su rostro reflejado en el agua y se enamoró de él.
Quedó prendado de sí mismo y de continuo retornaba a la fuente para
contemplarse. Así fue languideciendo hasta morir. Otra versión afirma
que, al contemplarse en el agua, quiso abrazar su propia imagen, ahogán-
dose en el intento. En ese sitio, narra la leyenda, brotó una nueva flor que
lleva el nombre de su desdichado creador, Narciso.
Desde Freud (1967), el narcisismo se incorporó al vocabulario de la
psicología para designar el amor a la imagen de sí mismo y la etapa del
desarrollo cuando el niño hace de su propio yo el objeto primordial del
amor. A partir de esas ideas, se han producido un sinfín de estudios so-
bre el tema que describen el perfil distintivo de la personalidad narcisis-
ta. Según el manual de diagnósticos de los trastornos mentales DSM-IV
(1994; ver cuadro), los narcisistas son arrogantes, engreídos, fantasiosos,
amadores de sí mismos, sobrevaloran sus logros, sienten una profunda
necesidad de ser admirados constantemente y esperan un trato prefe-
rencial permanente. Están convencidos de merecer mucho más de lo que
reciben. Se preocupan por su apariencia y se esfuerzan por mantenerse
jóvenes. Son insensibles a las necesidades y problemas de los demás. Ma-
nifiestan poca tolerancia a las críticas, ya que responden a ellas con furia,
encono y humillación. En resumen, son agrandados, envidiosos, orgullo-
sos, hipersensibles y viven obsesionados por las fantasías de éxito, poder
y belleza. Otro hecho que llama la atención es que este tipo de personas
se encuentra con más frecuencia en el sexo masculino. Según E.Rojas

Mario Pereyra
64 Psicología de los Personajes Bíblicos

(1992), el narcisista de nuestros días es el “ser humano centrado en sí


mismo, en su personalidad y en su cuerpo, con un individualismo atroz,
desprovisto de valores morales y sociales y, además, desinteresado por
cualquier cuestión trascendente”.

Cuadro 4
Características de la personalidad narcisista

Un patrón general de grandiosidad, una necesidad de admiración


y una falta de empatía, como lo indican cinco (o más) de los
siguientes apartados:

1. tiene un desmedido sentido de autoimportancia;


2. está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder,
brillantez, belleza o amor imaginarios;
3. cree que es «especial» y único, y que sólo puede ser
comprendido por quienes son especiales;
4. exige admiración excesiva;
5. es muy pretencioso, manifiesta expectativas irrazonables
de recibir un trato especial;
6. es explotador, saca provecho de los demás para alcanzar
sus propios fines;
7. carece de empatía, es reacio a identificarse con los
sentimientos y necesidades de los demás;
8. frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás
le envidian a él ;
9. presenta comportamientos o actitudes arrogantes,
pedantes y soberbias;

Los narcisos de ambos sexos se exhiben en la TV y el cine, donde


muestran orgullosamente las bondades de una silueta perfecta o su no-
table musculatura, ostentando la pretensión de una figura imponente o
haciendo alarde de proezas fantásticas sin perder jamás la prestancia y su
condición impecable. También los vemos vistiendo a la moda, en forma

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 65

seductora, provocando admiración y envidia, mostrando en las playas sus


cuerpos bronceados y simétricos. Se trata de un perfil de individuo exce-
sivamente preocupado y centrado en sí mismo y, específicamente, en su
cuerpo, no ahorra en perfumes y cosméticos muy costosos y se somete a
dietas y terapias para parecer cada vez más encantador y atractivo. En
última instancia, su único fin es que el espejo o la apreciación de los otros
le devuelvan esa imagen espléndida y excepcional de sí mismo que tanto
ama y cuida.
Ciertamente, en nuestros días, presenciamos a este tipo exacerbado
de individualismo egoísta que solo busca su propia satisfacción y el enfer-
mizo placer de ser admirado. Predomina la filosofía de “haz lo tuyo”, “no
te preocupes” o “pásala bien”. Importa sólo el deseo de bienestar propio.
Con respecto al resto del mundo y los intereses ajenos le importan nada,
le domina una total insensibilidad o indiferencia. Las grandes cuestiones
filosóficas, religiosas, económicas o políticas apenas despiertan alguna
curiosidad superficial en él. Dios es un desconocido y ha perdido el sen-
tido de lo trascendente. Todas las “alturas” se hunden. Únicamente su
persona parece importante. Le interesa solo la comodidad, estar bien
económicamente, cuidar la salud, desprenderse de los “complejos” y es-
perar las vacaciones. Es el ideal del hombre “light”. Se trata de vivir sólo
en el presente y no en función del pasado ni del futuro. Vivir para sí, al
margen de las tradiciones, la posteridad, sin preocuparse de la eternidad
y el juicio final. La cultura narcisista es la celebración de la apariencia,
del triunfo del espejo, del culto a la imagen, de la moral al servicio de la
estética.
A pesar del éxito, hay un componente trágico en Narciso que no pue-
de soslayarse, la maldición de Aminías: la incapacidad de amar a otra
persona. Narciso es un enamorado del espejo, un buscador de la imagen
de sí mismo en otros. Está condenado a la eterna insatisfacción. Lo ab-
surdo de su vida sólo deja un sentimiento de vacío interior, sufrimiento
e imposibilidad de sentir. Decía Lipovetsky (1993), que “el proceso nar-
cisista es la estrategia del vacío”. El drama de Narciso es la ausencia de
sentido y trascendencia que lo condena inexorablemente a la soledad y
autodestrucción. El mito es implacable y nefasto; no tiene salida posible.
Su destino es fatal, como el de todos los narcisos condenados a la sole-
dad. Entonces, ¿no hay esperanza para el narcisista? Sí la hay. La Biblia

Mario Pereyra
66 Psicología de los Personajes Bíblicos

narra una conocida historia de un personaje insólito que exhibe un con-


junto de características muy parecidas a la leyenda griega, pero con un
sentido diferente, que propone un mensaje de esperanza para la tragedia
de Narciso y la cultura hipermoderna.

El “Narciso” bíblico

Hay un relato en el Antiguo Testamento cuyo protagonista es un per-


sonaje que perfila los rasgos del narcisismo. Fue llamado a cumplir una
misión libertadora aun antes de su nacimiento y convertirse en un líder
para rescatar a su pueblo de la sumisión del poder enemigo. Fue dotado
por Dios de capacidades y recursos extraordinarios, entre ellos, una fuer-
za descomunal jamás igualada. Sin embargo, la mayor parte de su vida la
dedicó al exhibicionismo, a jactarse de su ingenio y potencia muscular, a
buscar la complacencia propia y a la sensualidad con mujeres de dudosa
moral y fastidiarse terriblemente cuando no era satisfecho, es decir, a
ejercer el rol de Narciso. Nos referimos a Sansón, el juez que gobernó
Israel entre los años 1101-1081 a.C.
La historia bíblica (Juec., capítulos 14 al 16) apenas contiene cinco
episodios de la vida de Sansón, pero suficientes para descubrir el patrón
de comportamiento narcisista y el tratamiento bíblico del mismo. El libro
de Jueces se refiere a los acontecimientos anunciadores de su nacimiento
y las circunstancias relacionadas con el matrimonio (Jue.14:1-20), el en-
frentamiento con los filisteos (15:1-20), la visita a una prostituta en Gaza
(16:1-3), la traición de Dalila (16:4-21) y los hechos de su cautiverio y
muerte (16:22-30).
El relato es pintoresco, lleno de acción y sucesos prodigiosos. Un án-
gel le comunica a los padres el nacimiento milagroso del futuro héroe,
seguido de una serie de recomendaciones dietéticas, educativas y de con-
sagración a Dios por medio del voto del nazareato. El primer suceso que
protagonizó fue su deseo de casarse con una mujer filistea, del pueblo
enemigo, porque “cayó bien a mis ojos” (14:3). Probablemente las muje-
res filisteas eran menos recatadas en su forma de vestir que las hebreas,
exhibiendo sin pudor sus cualidades físicas. Es cuando aparece el interés
narcisista por el cuerpo. La actitud indulgente de los padres, que no pu-
dieron contrariarlo, facilitó el casamiento. Durante la fiesta de bodas se

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 67

ocupó más en llamar la atención de los invitados con un enigma, que en


cortejar a la novia. Al ser revelado el misterio se airó de tal manera que
mató a treinta filisteos para pagar la apuesta, volviendo enojadísimo a su
casa, solo. ¡Abandonó a su mujer recién casada! Su orgullo de Narciso
herido fue más fuerte que el amor a su flamante esposa. Tiempo después,
se acordó de ella y decidió buscarla, pero llegó demasiado tarde, ya que
se había casado con otro. Nuevamente, el síndrome narcisista sufrió otra
estocada, reaccionando con violencia, quemando los campos de los filis-
teos. Esa agresión puso en pie de guerra al enemigo, quienes reacciona-
ron atacando a los israelitas. Éstos convencieron a Sansón de entregarse
para no sufrir la devastación, siendo llevado atado ante los filisteos. Pero
Sansón rompió las cuerdas, tomó una quijada de asno y mató a mil hom-
bres, y escapó.
En otra ocasión, Sansón visitó a una ramera en Gaza. Los filisteos
rodearon la ciudad para capturarlo. Pero, a la medianoche se levantó,
arrancó la puerta de la ciudad con sus dos pilares, cargándolo sobre sus
hombros hasta la cumbre de un monte. Otra manera de impresionar y
llamar la atención. Después Sansón se enamoró de otra mujer llamada
Dalila, que lo traicionó revelando el secreto de su poder. Dalila le cortó
el cabello y el Espíritu de Dios se apartó de Sansón. Indefenso, fue cap-
turado, le sacaron los ojos y arrojaron en la cárcel, forzándolo a realizar
trabajos pesados. En esas circunstancias adversas y críticas, Sansón hizo
a un lado su narcisismo y experimentó un cambio radical. Reflexionó,
oró intensamente a Dios, se arrepintió, cambió su vida. De un hombre
hedonista, preocupado solo por su propia satisfacción, se convirtió en un
héroe de la fe. Precisamente, el último acto de su existencia lo muestra
sacrificando su vida por la libertad de su pueblo, cumpliendo así la mi-
sión para la cual había nacido. En una fiesta realizada en el templo del
dios Dagón, Sansón fue llevado para entretener a la gente y hacer alar-
de del triunfo logrado. El cabello le había crecido otra vez, y clamando
a Dios recibió nuevamente su fuerza descomunal, entonces, asiendo las
dos columnas principales del edificio, presionó hasta tumbarlo. Aunque
Sansón murió, en ese acto heroico logró matar a tres mil enemigos, y
logró la liberación de su pueblo.
¿Cuál fue el significado de la vida de ese hombre extraordinario?
Ciertamente toda su historia se reduce a la descripción de un carácter

Mario Pereyra
68 Psicología de los Personajes Bíblicos

enigmático, de las adivinanzas y el secreto de su fuerza. Aun su nombre


es un misterio. Etimológicamente significa “sol”, aunque otros lo asocian
con “servir” o “fuerte”, como dice Josefo (2CBA, 384). El hecho desta-
cado fue su fuerza prodigiosa, concedida para cumplir una misión libe-
radora del dominio filisteo. Pero, lamentablemente, lo comprendió en el
último momento de su vida. Su fortaleza, en lugar de usarla para “servir”,
la empleó para ser “sol”, para constituirse en el centro deslumbrante del
espectáculo. Es incuestionable que Sansón no fue un psicópata bravu-
cón, pura fuerza y falto de cerebro. Todo lo contrario, fue ingenioso,
sensible, con dotes poéticos (Jue.14:14,18; 15:16) y con astucia suficiente
para eludir las trampas de los enemigos (Jue.16:2,3). Su debilidad fueron
las mujeres. Pero tampoco parece ser un sexópata, pura pasión, movido
únicamente por sus impulsos eróticos. Parecería que buscaba satisfacer
más una necesidad de reconocimiento que una debilidad lujuriosa. Le in-
teresaba más la admiración y el halago que el placer. Así se explica la fa-
cilidad con que entraba en el juego del “gato y el ratón”, en la estrategia
del desafío, en ese “estira y afloja”, que es una lucha de poder, más que
fogosidad sexual. Sansón no fue vencido por las mujeres, sino derrotado
por su propia arrogancia y narcisismo.
Hay un punto clave en el relato: el tema de la mirada. Desde el prin-
cipio hasta el fin la vista juega un rol gravitante. Se enamora de la filistea
porque “ella está bien a mis ojos”, según registra literalmente el texto
(2CBA, 387); hecho que, probablemente, también ocurrió con la pros-
tituta de Gaza y con Dalila. Toda la historia parece una telenovela, algo
para ver más que para oír. Pero el acontecimiento central fue la pérdida
de la vista, cuando fue castigado con la ceguera, la prueba más doloro-
sa que experimentó (Jue.16:28). Ese fue el momento decisivo. Recién
allí Sansón pudo mirar hacia adentro, conocerse a sí mismo, descubrir
el sentido de su vida y asumir su misión. Allí derrotó al narcisismo, se
arrepintió y cambió su destino.
Es significativo que el mensaje bíblico permanentemente insista en
esa paradoja existencial, el castigo convertido en bendición. El ejemplo
de Cristo constituye el modelo por excelencia: la cruz, símbolo del opro-
bio y la humillación, se transformó en expiación y redención del mundo.
Aquí es donde se separa la historia bíblica de la mitología. Mientras esta
última sucumbe a la tragedia de la lógica humana, las Escrituras pre-

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 69

sentan a la Providencia, que destruye las cadenas del fatalismo y abre la


puerta de la esperanza, con su apuesta al cambio.
Sansón fue el Schwarzenegger o el Stallone del pasado. Si hubiera
vivido hoy, sería un Hércules de la pantalla. Más que un heroísmo épico,
protagonizó un rol estético. Es una historia que se inicia con los mejores
augurios y termina en una catástrofe, como el mito de Narciso. Aparen-
temente tiene un sentido decadente, sin embargo, el último acto de la
vida de Sansón fue el verdaderamente válido, el que exhibió su fe, el más
heroico de su accidentada existencia, cuando logró cambiar el destino
fatal de su naturaleza hedonista. Así lo certifica Elena de White (1913,
527) al afirmar que: “En el sufrimiento y la humillación, como juguete de
los filisteos, Sansón aprendió a conocer mejor su propia debilidad que
nunca antes, y sus padecimientos lo llevaron al arrepentimiento”. Recién
allí descubrió a Dios. Hasta ese momento vivió al margen de la grandeza
o utilizando a Dios a su servicio (Jue.15:18), pero en la crisis percibió su
misión y descubrió la dimensión trascendente de su existencia sustentada
por la fe.

La crisis como visión

Narciso era, en la mitología griega, el dios del amor a sí mismo, el que


se preocupaba solo en satisfacer su propio ego, despreocupado de Dios y
de las necesidades de los demás. Es el símbolo del orgullo, de la vanidad y
el hedonismo. Representa a los devotos del espejo y de la cosmética. Los
que rinden culto a la belleza física y se rigen por la moda. Constituye la
figura de nuestra cultura porque es dominada por los valores de Narciso,
que ensalzan el atractivo corporal, la vida cómoda y la autocomplacencia
egoísta. La sociedad narcisista pretende congelar la adolescencia, exor-
cizar la vejez, idolatrar el placer, amar la efervescencia del encanto y la
seducción (Baudrillard, 1993). Pero ese tipo de vida es denunciado por el
mito, y lo que lo espera es tragedia y autodestrucción. Contra el fatalismo
de la mitología se alzan las Escrituras proclamando una alternativa de fe
y esperanza.
San Pablo ubica a Sansón en la galería de los héroes de la fe
(Heb.11:32). ¿Por qué? ¿Qué tuvo de heroico la vida de ese colosal juez
de Israel? No fueron las proezas que realizó combatiendo a los filisteos,

Mario Pereyra
70 Psicología de los Personajes Bíblicos

ni los aciertos de un gobierno perdido en el anonimato (Jue.15:20), sino


el coraje de sacrificarse por la salvación de su pueblo. A diferencia de
Narciso, que sucumbió al hechizo de la contemplación, Sansón forzado
a dejar de mirarse, descubrió su vocación. Las horas oscuras de la crisis
abatieron su orgullo y lo llevaron a asumir su destino de libertador en
un acto final de reivindicación. Fue el primero de los mártires. Entregó
su vida en el altar del sacrificio como Jesús, para salvar al pueblo de la
opresión del enemigo.
En un planeta saturado de imágenes, cuando todo ha quedado eclip-
sado por lo visual, que glorifica la fama y aplausos efímeros de la apa-
riencia, la historia de Sansón enseña que nada queda de la vida cuando
se pierde la misión; esa es la única verdad, la verdadera visión. Proclama
un mensaje de advertencia contra las estrategias de la ilusión y los espe-
jismos de la seducción. Descubre que el sentido de la existencia se devela
en la crisis y en el encuentro con Dios. Que la fe es capaz de transformar
la fatalidad del destino, y abrir una perspectiva de libertad, trascendencia
y triunfo.

4. LA PREPARACIÓN PARA SER MINISTRO: PABLO


“Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre
y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo,
para que le anunciase entre los gentiles...”
San Pablo (Gál. 1:15,16)

El afán de progreso

Es la historia de un hombre excepcional. Nació en un barrio judío


de una ciudad provincial. Posiblemente era hijo único. Su padre, un
hombre de alta reputación, fue reconocido y valorado no sólo entre la
gente de su raza, sino por todos los habitantes de la ciudad. No es difícil
imaginarlo como un comerciante poderoso con fuertes influencias en
el gobierno, ya que había conseguido algunas prebendas políticas muy
importantes. Asimismo, era un hombre muy religioso: podía probar su
pureza de estirpe hebrea, como perteneciente a la tribu de Benjamín,
que ocupaba un elevado cargo de dirigente religioso en la comunidad.

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 71

Su madre, seguramente, era una mujer dinámica, hacendosa, inteligen-


te, temperamental, dedicada a su casa y a la educación de su hijo.
El niño fue creciendo en ese ambiente distinguido, de familia aco-
modada, gozando de una atención privilegiada. Los psicólogos diríamos
que fue mimado en exceso, sobreestimado o sobreprotegido. Lamen-
tablemente, la etapa de la infancia de nuestro héroe se pierde entre las
nieblas del tiempo. Los biógrafos guardan silencio. Estamos instalados
en la encrucijada de obviar el período decisivo del desarrollo o aceptar
el desafío de intentar descubrir las leyes ocultas de su vida. ¿Acaso su
infancia fue muy diferente de las que encontramos cada día en la vida
cotidiana? ¿Varían tanto con los siglos las profundidades, sinuosida-
des, los altibajos y repliegues de la geografía de la existencia? Quizás
sea presumir demasiado decir, como aquel antiguo poeta, “nada de lo
humano me es ajeno”; pero es cierto que todo lo humano tiene ese
calor de intimidad, esas reverberaciones de las cosas personales, ese
sentido familiar que inmediatamente intuimos como perteneciente a
nuestra naturaleza. La verdad es que nos esforzamos en imaginar las
escenas familiares de la infancia del personaje de nuestra historia.
Decíamos que vivió en un ambiente rodeado de afecto y atenciones,
al amparo de los mejores cuidados de sus progenitores. Por supuesto,
los primeros problemas los encontró cuando tuvo que salir del claustro
familiar y entrar en la escuela. Si bien fue a una especie de escuela pri-
vada, donde el dinero promueve privilegios, sabemos que los niños de
todos los tiempos y lugares son traviesos por naturaleza, y aun pueden
llegar a ser crueles a la hora de “gastar una broma” a un compañero. Es
posible que una escena propia del colegio de aquellos días pudo haber
sido como la siguiente.
― ¡Judío enano! ―le gritó un chico.
― ¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma, insolente? ―respon-
dió furioso lanzándose contra su agresor verbal.
Los otros chicos del colegio observaron la escena y enseguida se
agruparon en torno a los combatientes.
― ¿Qué pasa enanito?
― ¡Atrevido! ¡No sabes quién soy yo! ¿Acaso no sabes quién es mi
padre? ¡Te voy hacer tragar esas palabras! ―vocifera lleno de rabia.
― ¿Tu viejo? Es un enano igual que tú.

Mario Pereyra
72 Psicología de los Personajes Bíblicos

Eso sí que no lo soportó y se abalanzó furiosamente sobre el ofen-


sor. Algunos de los compañeros lo estimularon a pelear y otros se agru-
paron del lado de los burladores. “¡Arriba el enano! ¡Qué bravo es!
¡Dale duro! ¡Rómpele la cara!”.
Entonces llegaron las autoridades de la escuela. Los dos chicos fue-
ron llevados a la dirección y sancionados. Ese día, nuestro pequeño hé-
roe llegó temprano a casa. La madre, luego de enterarse de lo sucedi-
do, le habló con cariño y firmeza. Pero las palabras que más le llegaron
al chico fueron las del padre.
― Saúl, hijo mío, no hagas caso de los insultos. ¡Mírame a mí!
Por primera vez en su corta vida, el niño se dio cuenta de que, efec-
tivamente, su padre era un hombre pequeño de estatura. Siempre lo
había tenido en tan alta estima, que jamás había observado ese detalle.
También comprendió que su compañero tenía razón con respecto a su
persona. Era más bajo que los demás chicos de su edad. Pero el padre
le estaba hablando en otro sentido.
― Observa cómo me respeta la gente y cuán importe soy en la ciu-
dad. ¿Sabes cómo llegué a conseguir tal popularidad? Fue porque nun-
ca tomé en cuenta los insultos. Siempre seguí adelante, con la ayuda de
Dios, a la meta que me había propuesto. Una persona no vale por su
estatura sino por lo que lleva dentro. Vale por su fe en Dios, por su in-
teligencia, su dedicación al estudio, por su constancia en seguir la voca-
ción a la cual Dios le llama. Siempre habrá gente malvada, cruel, impía,
hereje, despiadada, tendremos que lidiar con ellos. Pero tú tienes cosas
más importantes que hacer. Llegar a ser una persona correcta, cumplir
con lo que Dios manda, estudiar y triunfar. Un hijo de la tribu de Ben-
jamín debe ser una persona íntegra, perfecta, sin ningún reproche.
Desde entonces, Saúl se dedicó con ahínco al estudio. Puso todo su
empeño e inteligencia en los libros y en actuar correctamente.
Cuando llegó a la adolescencia, dos fuertes motivaciones agitaban
su corazón. Tenía una persistente preocupación secreta por su estatura
y una fuerte vocación religiosa. En algún lugar, a escondidas, se pa-
raba contra la pared y trazaba una línea a la altura de su cabeza, para
comprobar asiduamente su crecimiento. Los resultados eran desalen-
tadores. Por otro lado, cada vez más estudiaba la Biblia y los escritos
sagrados de la tradición religiosa judía, la Torá, la Mishná y los otros

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 73

libros. A medida que su mente fresca, receptiva y aguda captaba las ense-
ñanzas, se esforzaba en ponerlas en práctica. En este aspecto, los resulta-
dos fueron altamente satisfactorios. Toda la comunidad judía lo elogiaba
y los dirigentes de la sinagoga le manifestaban palabras de estímulo y
encomio. Veían en el joven Saúl un valor especial. Ponderaban su faci-
lidad de palabra, el conocimiento que demostraba de las Escrituras, su
prodigiosa memoria, la agilidad mental y su capacidad de razonamien-
to para encontrar argumentos. Se sabía los 613 mandamientos judíos de
memoria. Recitaba sin dificultad parte de la Torá y la Mishná. Además,
era un lector obsesionado de los filósofos y poetas griegos y romanos. Su
aguda inteligencia captaba con facilidad los razonamientos y aun descu-
bría las falacias de los escritores paganos. Evocaba rápidamente las ideas
y argumentos leídos, y su verbosidad fluida y elocuente desarrollaba con
destreza y lucidez las ideas en las exposiciones o debates.
Muy pronto se convirtió en el apologeta de la sinagoga. Frecuen-
temente, los judíos eran atacados por sus ideas y creencias religiosas.
Saúl o Saulo, como lo llamaban en latín la gente del pueblo (los que no
eran judíos), con toda facilidad encontraba argumentos para rebatir-
los, e incluso ponerlos en ridículo. Además, el muchacho era impetuo-
so, resuelto y de espíritu combativo. Le encantaba discutir, impugnar a
los herejes, rebatir a los gentiles y amonestar a los irreligiosos. En estas
confrontaciones Saúl salía airoso. Los judíos, especialmente el grupo
de dirigentes de la sinagoga, los fariseos, estaban encantados de tener
un defensor tan lúcido y agudo. Estos éxitos gratificaban el orgullo de
nuestro joven héroe, reforzaban su dedicación al estudio y estimulaban
un cierto aire de importancia en el cumplimiento y defensa de la orto-
doxia. Cada vez fue convirtiéndose en fanático y dogmático en la ob-
servancia de las normas religiosas. Fue un celoso guardián de la pureza
del judaísmo. Reprendía a quienes se acomodaban a la impostura, no
hacía concesiones a los débiles, era de disciplina férrea y extremada-
mente duro con el transgresor.

El camino del éxito

Ya fuese porque su actitud intolerante empezó a molestar a la gen-


te de influencia, ya porque su pequeña figura soberbia y arrogante caía

Mario Pereyra
74 Psicología de los Personajes Bíblicos

mal a otros, o porque realmente reconocían su brillante talento, el he-


cho fue que le aconsejaron que continuase los estudios en la capital.
― En Jerusalén vas a poder lograr una capacitación más completa
y excelente ―le dijeron, alabando sus capacidades para hacer una exi-
tosa carrera.
En esos días, la escuela que dirigía Gamaliel era el centro más im-
portante de estudios teológicos del judaísmo. Así que le propusieron
que ingresara en esa prestigiosa universidad. El proyecto entusiasmó
a Saúl. Sus padres lo apoyaron y proporcionaron los recursos para el
viaje y la manutención. Fue así como nuestro joven héroe llegó a la
ciudad sagrada cargado de ilusiones y afanoso de perfección. Recorrió
emocionado las estrechas callejuelas repasando la historia y descu-
briendo las huellas de sus antepasados. Con reverente unción entró en
el templo y presenció absorto el sacrificio de la tarde, por primera vez
vivió una de las experiencias más impactantes de su vida. Se inscribió
en la escuela de Gamaliel y se consagró a la tarea de estudiar con todo
fervor. Rápidamente sobresalió, no sólo por su baja estatura, sino por
su notable capacidad para el aprendizaje. El mismo Gamaliel se intere-
só en él y llegó a ser su maestro privado. Continuó en la ruta del éxito
cosechando aplausos y expresiones de encomio. La vida le sonreía. Pro-
gresivamente fue distinguido con posiciones de privilegio y autoridad.
Todo ese estímulo e innumerables gratificaciones lo motivaban más al
estudio, a ser más estricto en el cumplimiento de la ley, y a buscar con
ansias renovadas la cúspide del poder.
Es lamentable que también en este punto los biógrafos de nuestro
personaje sean tan reticentes en proporcionar información. Práctica-
mente nos dejan en las sombras y obligados a descubrir por nosotros mis-
mos, datos que nos permitan reconstruir la historia de esta etapa de su
vida tan significativa. ¿Qué ocurrió entre los 25 y los primeros años de la
década de los 30? Si bien, reiteramos, no existe información confirmada,
tenemos algunas razones para pensar que la historia podría ser como la
vamos a contar. Es un intento de llenar los vacíos de las crónicas con las
hebras que la lógica de la vida teje en todos los tiempos y lugares.
Quizás fue el mismo Gamaliel, o uno de los ancianos venerables
del templo o del Sanedrín o alguno de sus condiscípulos, que un día le
dijo:

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 75

― Saulo, tienes casi todo para llegar a ser uno de nuestros gober-
nantes, para ocupar un lugar en el Sanedrín: inteligencia, conocimien-
to, moral intachable, elocuencia extraordinaria, sólo te falta una cosa
para ser un gran líder.
― ¿Qué cosa me falta? ―preguntó Saulo con inusitado interés.
― Una mujer.
― ¿Cómo? ―dijo con asombro y desconcierto.
― ¿No sabes, acaso, que si no eres casado no puedes entrar en el
Sanedrín? Saulo necesitas una mujer. Tienes que casarte, muchacho.
Es probable que Saulo jamás se había detenido a pensar en la idea
de casarse ni en mirar a las chicas con intereses serios. Desde la ado-
lescencia todas sus energías fueron canalizadas al estudio y el cumpli-
miento estricto de las normas religiosas. Así que, no fue raro que el
consejo lo sorprendiera y produjera cierto molestar. No sabemos exac-
tamente qué sucedió, pero quizás la hija de un fariseo importante fue
propuesta como candidata para el matrimonio y, de alguna manera, se
hicieron los arreglos para que se celebrase la boda. Así, pues, nuestro
héroe, un tanto obligado por las circunstancias y su poderosa voluntad
de poder, ingresó al gremio feliz de los casados.

Cuando la calamidad golpea a la puerta

Siempre es difícil la adaptación matrimonial, especialmente para


quien está acostumbrado a vivir solo y no tener que rendir cuentas a
nadie, pudiendo dedicar, despreocupadamente, todas las horas que se
desea al estudio o al debate con los amigos. Saulo hacía varios años que
vivía sólo en Jerusalén. Seguro que fue muy difícil para él, y principal-
mente para ella, la convivencia. Saulo era estricto y minucioso en el
cumplimiento de los deberes, al asistir a los sacrificios, los horarios de
oración, etc. Era un obsesionado de la limpieza y el orden, perfeccionis-
ta en extremo. La esposa de Saulo, como buena hija de fariseo, estaba
acostumbrada a ser cuidadosa, limpia, ordenada, a respetar las leyes de
pureza en la comida y las costumbres, pero su esposo la superaba gran-
demente en todo lo que conocía. La agobiaba con sus exigencias de ser
exacta, disciplinada, estricta con todas las reglas. Contaba los pasos que
daba el sábado para no transgredir la norma. La obligaba a no prender

Mario Pereyra
76 Psicología de los Personajes Bíblicos

fuego ni hacer ningún esfuerzo mayor que el autorizado. Vigilaba sus


palabras para que no pronunciara ninguna expresión inconveniente.
Le exigía que recitase de memoria las Escrituras. Permanentemente le
reclamaba perfección y prontitud en las tareas del hogar, en su compor-
tamiento personal y en su devoción religiosa. Por suerte, Saulo estaba
poco tiempo en casa. La mayor parte del día lo ocupaba en el templo o
en el estudio. Finalmente, había ingresado al Sanedrín, dedicando más
tiempo a la política y a las tareas del gobierno. Su esposa languidecía en
la soledad bajo el peso agobiante del deber ineludible.
¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Cómo se produjo el cruel desenlace?
No lo sabemos con exactitud. Quizás fue el cansancio de esa vida dura,
rígida, sin espacios para las luces del amor y la comprensión. Quizás
una siniestra enfermedad empezó a consumir sus energías juveniles. Es
posible que un accidente, provocado o imprevisto, cercenó su vida. Lo
cierto fue que un hecho triste y dramático precipitó a Saulo en la viudez
prematura. Muchas veces se lo habían advertido. Hasta algún amigo
había sido severo con él amonestándolo a que prestase más atención
a su esposa y la tratase con más consideración. Ocupado, más bien,
absorto en sus tareas no había llegado a captar que había alguien en
casa esperándolo. Además, había entendido que Dios le pidió, como
un nuevo Moisés, que guiase a su esposa por el camino de la obedien-
cia. El rigor en su trato siempre lo había entendido como benéfico para
la educación de ella.
Tarde descubrió que había estado equivocado. Se daba cuenta que
le había hecho la vida insoportable. Se sentía un tirano, un déspota, una
criatura abominable. Pero era demasiado tarde. Comprendió que ella
había sido bondadosa, servicial, siempre dispuesta y atenta a sus nece-
sidades. Jamás había reaccionado con aspereza. Cuando él le gritaba
sus errores, bajaba la cabeza y sollozando le decía que la próxima vez lo
haría mejor. Rasgó sus ropas de dolor, se tiró de los cabellos, lloró de
rabia consigo mismo. Estaba desesperado. La tragedia se desplomó so-
bre él como un rayo fulminante. Hasta ahora la vida le había sonreído.
Siempre había estado absolutamente convencido de que estaba hacien-
do lo mejor. Que era el mejor en todo, el más justo, el más perfecto, el
más santo. Ahora se veía como un gusano vil y despreciable. Se sentía
un criminal. ¿Cómo pudo suceder esto? Su mente era un torbellino.

Universidad de Montemorelos
Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 77

Perdió el apetito. No podía dormir. Vivía pensando. Empezó a dudar


de todo. Tenía arranques de llanto y angustia. Por momentos le invadía
una crisis de ira y rabia y rompía todo lo que encontraba a su paso.
Los miembros del Sanedrín vinieron compungidos, con aire solem-
ne y respetuoso, a presentarle sus condolencias. Todos los fariseos de
Jerusalén desfilaron por su casa. La mayoría actuaba con formalidad
y sobriedad en sus palabras. Por primera vez, Saulo descubrió la hipo-
cresía que había en todos esos gestos y palabras vacías. Se veía como
Job en las profundidades del dolor ante los amigos insensibles y conde-
nadores. Aunque nadie se lo dijo, Saulo pudo leer en los rostros de los
sacerdotes que se preguntaban qué pecado habría cometido para que
Dios lo castigase con la muerte de su esposa. Se encerró en su casa y
durante semanas no salió. Los amigos más íntimos procuraban conso-
larlo y tranquilizarlo. Quizás alguno de ellos le traía las noticias de los
sucesos de la ciudad, más para entretenerlo que para involucrarlo. Se
trataba de la secta de los seguidores de Jesús, de cómo aumentaban sus
adeptos a pesar de los esfuerzos de los sacerdotes por detenerlos. Aun
los saduceos, sus enemigos, cuestionaban esa doctrina. Un extraño in-
terés se despertó en Saulo sobre el tema, olvidando por momentos la
muerte de su esposa. Entonces los amigos fueron más explícitos, y le
contaron que dos de ellos, Pedro y Juan, habían sido detenidos e in-
terrogados, quienes respondieron en forma insolente a los ancianos y
continuado con su campaña proselitista. Saulo se indignó. Se comenta-
ba que ellos eran los culpables de la extraña muerte de un matrimonio
(Ananías y Safira) ocurrida en el lugar donde se reunía el grupo. El
Sanedrín estaba dividido en relación a las medidas que debían adoptar.
Pero, como tantas otras veces, había prevalecido la palabra de Gama-
liel, de dejar que el tiempo se encargase de mostrar quién tenía razón.
También hablaron de otro seguidor, Felipe, que fue necesario echarlo
de la ciudad para que no molestase.
― Pero el problema más grande lo tenemos con otro de sus líderes,
llamado Esteban.
― ¿Qué ha hecho? ―preguntó Saulo.
― No sabemos muy bien, pero es un hereje que insiste en predicar
esas doctrinas falsas y perniciosas de Jesús de Nazaret. Aun ha tenido
la osadía de enfrentar a nuestros ancianos y acusarlos de la muerte de

Mario Pereyra
78 Psicología de los Personajes Bíblicos

su maestro, Jesús de Galilea. Tiene mucha facilidad de palabra y ha


puesto en aprieto a los miembros del Sanedrín. Tus colegas han pedido
que, por favor, vayas a defender la causa del judaísmo que está siendo
atacando por esta gente. El Sanedrín ha convocado a varios eruditos de
Jerusalén y de otras localidades para una confrontación. Saulo se olvi-
dó de su dolor, movido por el orgullo farisaico ofendido y por su pasión
por la polémica. No dudó un minuto en acudir.
La historia dice que Saulo participó activamente en el juicio, pero
nadie pudo rebatir “la clara y serena sabiduría de Esteban”. La voz del
diácono, inspirada por el Espíritu Santo, resonaba en la sala del con-
cilio. “Con palabras que cautivaron al auditorio, procedió a repasar la
historia del pueblo escogido de Dios, demostrando gran conocimiento
de la dispensación judaica y de su interpretación espiritual manifestada
por Cristo... Evidenció su lealtad para con Dios y la fe judaica, aunque
demostrando que la ley en que confiaban los judíos para su salvación
no había podido salvar a Israel de la idolatría”. El conceptuoso y sereno
discurso de Esteban de pronto se interrumpió para dirigir a los jueces
un violento reproche de amonestación: “Duros de cerviz, e incircunci-
sos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo:
como vuestros padres, así también vosotros...” (Hech.7:51) La respues-
ta no se hizo esperar. Furiosos arremetieron contra él, lo sacaron fuera
del recinto, lo arrastraron por las calles hasta los extremos de la ciudad
y allí lo apedrearon. Saulo también fue arrastrado por la ira colectiva, y
si bien no se atrevió a tirar piedras, apoyó el acto justiciero.
Sin embargo, cuando volvió a su casa, surgieron las dudas. Las esce-
nas impresionantes que había vivido no se iban de su mente. Recorda-
ba las palabras de Esteban, la falta de argumentos de los sacerdotes, el
gesto sereno del mártir durante el juicio y aun durante su apedreamien-
to. Por momentos, la conciencia culpable le recordaba a su esposa, aso-
ciándola de alguna manera con Esteban. Le molestaba estos recuerdos.
Luchó contra ellos. Se impuso la idea de que Esteban era un impostor
y que fue necesario su ajusticiamiento. Toda la rabia que sentía hacia sí
mismo, empezó a dirigirla hacia esos seres perversos que destruyen la
paz del pueblo y esparcen ideas herejes.

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Cuando las Crisis Construyen el Camino del Éxito 79

La voz de la crisis

Su participación en el juicio de Esteban fue reconocida y premiada


por el Sanedrín. Esa distinción estimuló más la furia perseguidora de
Saulo hacia los miembros de la secta. Mientras perseguía violentamen-
te a los cristianos, olvidaba sus culpas y conflictos, descargaba sus ener-
gías y se esforzaba en creer que estaba haciendo una obra de justicia
y de bien a la comunidad. Sin embargo, no podía olvidar el rostro de
Esteban; en cada cristiano que arrastraba al tribunal o a la cárcel volvía
a ver a Esteban. Entonces reaparecían las dudas y releía las profecías y
evocaba las enseñanzas expuestas por el mártir. Por momentos, le asal-
taba la idea de que los cristianos podían tener razón, pero rápidamente
reaccionaba ante la locura de esa idea.
― ¿Cómo nuestros amados padres, herederos de los patriarcas,
pueden estar equivocados? ¡Estos cristianos me van a enloquecer!
Tengo que acabar con ellos. Son gente perversa, despreciable, una ver-
dadera lacra para la sociedad.
Y “enfurecido sobremanera” (Hech.26:11) se lanzaba a las calles
en busca de “esos malditos destructores de la felicidad y la religión”. Le
informaron que muchos habían huido a Siria, a la ciudad de Damasco.
― ¿Por qué no vas a buscarlos allí y los capturas? ―le sugirió un
sacerdote.
Hacía días que vivía en un martirio constante, sin poder dormir,
comer y con la cabeza afiebrada por las dudas, culpas y enojos. Fre-
cuentemente se retraía en sus permanentes cavilaciones.
Sufría el martilleo incesante de los recuerdos implacables y pun-
zantes.
― ¡Buena idea! Voy a ir a Damasco a terminar con esa basura. Además,
el viaje me va a hacer bien. Salir un poco me va a distraer y tranquilizar.
Pero en camino a Damasco, su alma desgarrada y asediada por la
culpa, encontró una voz que lo liberó. Después de un viaje agotador,
muy cera de la ciudad, súbitamente una luz resplandeciente como un
relámpago lo encegueció y tumbó de su cabalgadura. Atontado por el
golpe, mientras procuraba levantarse del polvo de la tierra, bajo la irra-
diación refulgente de aquella luz, escuchó una voz que lo llamó como
en su infancia lo hacía su padre:

Mario Pereyra
80 Psicología de los Personajes Bíblicos

― Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?


― ¿Quién eres, Señor? ―contestó tímidamente.
― Yo soy, quien tú persigues para acallar tu propia persecución.
¿No crees que es demasiado doloroso estar dando puntapié a un clavo?
Ahora la luz penetró en su mente, iluminando su conciencia con la
convicción de quien le hablaba conocía perfectamente su condición y
sus conflictos. Esas palabras le impactaron profundamente, con la cer-
teza de estar frente al mismo Dios. Desaparecieron instantáneamente
todas las dudas y confusiones.
― ¡Jesús es Dios! ¡Es el Mesías prometido! ¡Esteban tenía razón!
He andado en el camino equivocado. Señor, perdóname y hazme tu
discípulo ―comenzó a balbucear una débil oración que siguió pro-
nunciando durante semanas en el desierto de Arabia, donde se refugió
para estudiar las Escrituras y aprender de Dios.
En camino a Damasco, Saulo encontró a Jesús, el odio se topó con
el amor, la angustia con la paz, la ley se reconcilió con la fe y la con-
ciencia culpable descubrió el perdón. En camino a Damasco, la oscura
realidad interior del perseguidor perseguido se iluminó súbitamente,
ante la sabia intervención del psicoterapeuta divino, descubriendo grá-
ficamente el mal de su espíritu torturado. En camino a Damasco, “el
que había sido un orgulloso fariseo, dice Elena de White (1977, 98,99),
confiado en que lo justificaban sus buenas obras, se postró ahora de-
lante de Dios con la humildad y la sencillez de un niñito, confesando su
propia indignidad”. En camino a Damasco, el terapeuta divino liberó
la conciencia desdichada del legalismo neurótico judío, inaugurando
un nuevo proyecto de vida, auspiciado por Cristo mismo y orientado
al servicio ministrador de los bienes salvíficos emanados del perdón, la
gracia y la justicia divina.
“En consecuencia, ya no pesa ahora condenación alguna sobre los
incorporados a Cristo Jesús, va a decir más adelante Pablo al explicar
la experiencia del camino a Damasco, el poder vivificador del Espíritu,
poder que reciben a través de Jesucristo, los libera del círculo vicioso
del pecado y de la muerte” (Rom.8:1; DHH).

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Capítulo 3

Cualidades femeninas
1. EL CARÁCTER FEMENINO EN LA BIBLIA

“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?


Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”.

E
Proverbios 31:10

l texto bíblico fue escrito aproximadamente durante unos mil


seiscientos años, y comprende diferentes etapas históricas,
distintas culturas y organizaciones sociales. Por lo tanto, sus
personajes proceden de diversos contextos socioculturales.
No obstante esta heterogeneidad, hay una constante que se observa en
los tiempos bíblicos, el “androcentrismo” (Núñez, 2003), el varón como
centro, responsable de una ideología misógena, que ha menoscabado la
posición de la mujer y enaltecido las virtudes masculinas. Así, por ejem-
plo, durante el patriarcado, “la supremacía económica, el poder político
y el control religioso fueron todos definidos en relación con el padre, que
era al mismo tiempo la cabeza de la casa, cuyos miembros le eran depen-
dientes en su posición superior en todas las esferas” (Gittins, 38). En
el Israel posterior al período patriarcal, “la posición de la mujer estuvo
regida por el mismo código de leyes sociales y religiosas” (DBA, 814),
es decir, de subordinación y dependencia. En la Biblia hay 37 libros con
nombres de hombres y sólo dos con nombres de mujer.
Por eso, el Antiguo Testamento contiene muchas referencias a la
mujer pendenciera, malvada o inmoral (Pr. 6:24; 21:9,19; 26:7), aun-
que también hay muchas otras referidas a mujeres de buen juicio, sa-
( 81 )
82 Psicología de los Personajes Bíblicos

bias, bondadosas y con otras buenas cualidades (1 S. 25:3; 2 S. 20:16; Pr.


11:16). En este contexto, la definición del carácter femenino está con-
taminada por las distorsiones originadas en los prejuicios sociales y las
opiniones personales. Por ejemplo, el ideal de mujer que presenta el li-
bro de Proverbios, específicamente el capítulo 31, frecuentemente citado
como modelo a imitar, perfila las características de una esposa laborio-
sa, quien trabaja todo el día con esmero y aun se levanta de madrugada
(vers.13-15) a preparar la comida para los hijos y los criados (¿no deben
ser ellos quienes deberían levantarse a preparar el desayuno en lugar de
la señora de la casa?), experta en transacciones comerciales (16,18, 24),
agricultora, artesana (19), magnánima (20), modista (21), tapicera (22),
habilidosa, sabia (26), honrada (28) y piadosa (31), aunque parece que
no era muy bonita (30). Es, pues, una super mujer o “mujer maravilla”,
casi imposible de encontrar en la realidad, como es reconocido (10), por
lo que hay que concluir que se trata más bien de una fina ironía que de
un genuino elogio.
Al leer el contexto, descubrimos las razones que explican el porqué
de esta imagen desmedidamente ponderada. Quien describe el cuadro
es una mujer, una madre que está aconsejando a su hijo, llamado Le-
muel, rey de Massá. Ella empieza con estas palabras tan significativas:
“Hijo mío, hijo de mis entrañas, hijo de mis votos. No gastes tu fuerza con
mujeres, ni tus caminos con la que destruyen a los reyes” (Prov.31:2,3).
Aquí vemos a una madre claramente sobreprotectora, que teme perder
a su hijo querido, el hijo de sus “entrañas”, que había sido pedido (era el
hijo de sus “votos”), seguramente, porque no podía tener hijos. Así que,
probablemente, se trate de un hijo único, que la madre no quiere perder,
para no sentirse abandonada, algo muy frecuente entre las madres viu-
das. De manera que el consejo sutil que le está dando es: “hijo mío, no te
cases, quédate conmigo”. Entonces le dibuja un panorama pesimista de
la realidad femenina, ya que la mayoría de las mujeres son destructivas
y perjudiciales y, si bien hay algunas buenas, son muy difíciles de hallar,
pues constituyen un dechado tan grande de virtudes que es más una uto-
pía, una quimera, que una realidad. Es decir, son consejos orientados
a desalentar la búsqueda del hijo, que ha de enaltecer a la mujer. Hay
que concluir, entonces, que ese texto habla del egoísmo materno y no del
ideal femenino.

Universidad de Montemorelos
Cualidades Femeninas 83

Al carecer de modelos paradigmáticos, sólo nos quedan las mujeres


de carne y hueso, los casos concretos de personajes históricos. ¿Qué
ejemplos podemos considerar? Veamos tres personajes del Antiguo
Testamento, las dos protagonistas de los únicos libros bíblicos que tie-
nen nombres de mujer, Rut y Ester, y la historia de la jueza Débora. Se-
guiremos el orden cronológico, comenzando por esta última. Creemos
que estos casos pueden ayudarnos a dar cuenta de algunas cualidades
femeninas relevantes y proporcionar ideas sobre la concepción bíblica
acerca de la mujer.

2. LAS VIRTUDES DE LA ABEJA: DÉBORA

¿Por dónde se empieza a contar la vida de una mujer,


por el nombre o por la mirada?
Esta duda histórica que anticipa lo femenino en toda su complejidad,
se acota y aclara cuando la pregunta tiene mujeres bíblicas por sujeto,
donde el nombre se convierte en misión y destino.

La defensa de la colmena

La abeja es un insecto valioso, generoso y sumamente útil. Se ca-


racteriza por su laboriosidad en producir su alimento, construir una
vivienda ejemplar y por su gran capacidad para trabajar en equipo. Es
un animal social con una compleja y sofisticada organización. Otro ras-
go importante es su carácter temible y valiente cuando se enoja o a la
hora de defender la colmena. Posee un poderoso aguijón que utiliza
con eficacia y coraje contra sus enemigos, aunque la acometida le cues-
te la vida. Pero, seguramente, su reputación más importante proviene
de su notable aptitud para producir una de las sustancias más exquisi-
tas y nutritivas de la naturaleza, la miel. Los especialistas encuentran
todavía otra función destacable de este noble insecto, su papel en la
fertilización de los cultivos de árboles frutales, nueces, hortalizas y ve-
getales forrajeros, así como de plantas no cultivables que impiden la
erosión del suelo, al fijarse en él y detener que sean arrastradas hacia
los mares.

Mario Pereyra
84 Psicología de los Personajes Bíblicos

Todas estas virtudes ilustrativas están presentes en la vida de un per-


sonaje excepcional de los tiempos del Antiguo Testamento, que precisa-
mente recibió el nombre de “abeja” o “avispa” (DBA, 310). Se trata de
la profetisa “Débora”, vocablo hebreo que traduce el nombre del insecto
productor de la miel. Cabe destacar que el nombre de una persona en
el pensamiento bíblico no es una mera expresión que adjudican los pa-
dres para distinguir o identificar al hijo, sino tiene un sentido literal. Los
nombres “eran símbolos del carácter y la personalidad de la persona”,
significa también “autoridad” y “reputación” (Ídem, 847). En la historia
de Débora, su nombre reproduce admirablemente las peculiaridades de
la abeja. Otro dato adicional sugestivo es que el texto que la introduce,
señala: “En ese tiempo una mujer gobernaba a Israel, Débora, profetisa,
esposa de Lapidot” (Jue.4:4). Lapidot significa “antorcha”, “destello” o
“relámpago”. “Algunos han pensado que la frase ‘mujer de Lapidot’ de-
bería traducirse ‘mujer de espíritu fogoso’ o ‘ardiente’, título bien aplica-
do a Débora por lo que se ve del relato que sigue” (2CBA, 330).
Débora fue una dirigente del pueblo de Israel durante el perío-
do de los Jueces, cuya actuación tuvo lugar “probablemente a media-
dos del siglo XII a.C.” (BJ, 271). Es la única de los jueces que poseía el
don profético. Durante el período de su gobierno, las tribus de Israel
vivían esparcidos en Canaán en amplios territorios, principalmente de
las zonas montañosas. Estaban separados por llanuras dominadas por
los cananeos, que no habían podido expulsarlos del país, cuyas fortalezas
controlaban las principales rutas de comunicación. El rey de Canaán, en
la época que estamos considerando, era Jabín, quien tenía un temible
y poderoso ejército, constituido por un cuerpo de 900 carros de hierro,
dirigido por un célebre militar llamado Sísara; hombre tirano y depreda-
dor (Jue.5:30). Durante veinte años el gobierno cananeo había oprimido
despiadadamente a los hijos de Israel. Fue entonces cuando Débora, la
“abeja”, aparece para defender su colmena y liberar al pueblo del despo-
tismo y la injusticia.
Elena de White, hace una gráfica descripción de aquellos tiempos
penosos: “Los israelitas, habiéndose separado de Dios por la idolatría,
fueron cruelmente oprimidos por los enemigos. La propiedad y aun las
vidas de la gente estaban en constante peligro. Por ello las aldeas y las vi-
viendas solitarias habían sido abandonadas, y la población se concentra-

Universidad de Montemorelos
Cualidades Femeninas 85

ba en las ciudades amuralladas. Los caminos principales estaban vacíos, y


la gente iba de un lugar a otro por solitarios caminos secundarios. En los
lugares de donde sacaban agua, muchos eran asaltados y aun asesinados
y, para mayor angustia, los israelitas estaban desarmados. Entre cuarenta
mil hombres no había una espada ni una lanza” (White, 1995, 261).
En su tarea de jueza y consejera, Débora ejercía sus funciones polí-
ticas y psicológicas al aire libre, bajo una palmera conocida con su pro-
pio su nombre (4:5), quizás debido a otra homónima del pasado (ver
Gén.35:8). Allí atendía todo tipo de consultas que traían para su sabio
criterio y decisión. Una de las demandas más frecuentes, prácticamente
un clamor generalizado, era la condición de opresión y sumisión a la que
estaba sometida el pueblo. Sufrían todo tipo de atropello y carencias bajo
el dominio enemigo. Fue cuando Débora entendió que la situación era
insostenible y que se requería una acción inmediata y enérgica. Pronto
recibe de Dios la seguridad del triunfo y la estrategia para alcanzarlo.
Convoca al hombre con mejores aptitudes para organizar un ejército y
enfrentar al enemigo. Barac, el “relámpago” (DBA, 142), fue el desig-
nado.
Le da las instrucciones de cómo proceder (4:6) y la convicción que
Dios le daría el triunfo, más allá de la supuesta superioridad bélica del
enemigo. “Barac le respondió: Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no
fueres conmigo, no iré” (4:8). En tiempos donde la superioridad mascu-
lina era incuestionable y la mujer desempeñaba roles secundarios, esas
palabras de quien ejercía la comandancia general de las fuerzas armadas,
constituyó un reconocimiento de un valor excepcional. “Debe de haber
sido extraordinario para que en su tiempo, y rompiendo todas las atadu-
ras de la cultura, Barac fuera a suplicarle que le acompañara a la guerra”,
dice Núñez (2003, 159). “Señal que Dios no discrimina a la hora de utili-
zar a las personas”.
Seguramente Barac conocía lo mal preparado que estaba el pueblo
para la guerra, la actitud tímida y desertora de mucha gente, además de
la gran reputación y popularidad que tenía Débora, producto de varios
años de trabajo efectivo y exitoso ayudando a resolver los difíciles pro-
blemas de la gente. Todo el mundo sabía que la palabra de la jueza era
confiable y segura; lo que ella decía, era incuestionable e infalible, como
un cheque al portador, una profecía que jamás fallaba. Su personalidad

Mario Pereyra
86 Psicología de los Personajes Bíblicos

imponente y respetable era el alma del pueblo de Israel, la única perso-


na capaz de sostener el ánimo de los hebreos y la portavoz reconocida
de la voluntad de Dios; un poder superior a los 900 carros de guerra de
Sísara.

El despertar de la abeja

“¡Despierta, Débora, despierta! ¡Despierta, despierta, entona un cantar!


¡Ánimo! ¡Arriba, Barac! ¡Apresa a los que te apresaron, hijo de Abinoam!”
Jueces 5:12 (BJ)

Un país agobiado por el dolor y el oprobio es empujado a la represa-


lia y al cambio, desplazando los espacios anhelados de paz y seguridad, y
poniéndolos al servicio de las acciones beligerantes. Entonces empiezan
a soplar los vientos de guerra, agitando los corazones. Ante la confla-
gración que se avecina, algunos se enardecen y caldean los ánimos para
enfrentar al enemigo y la injusticia; otros sienten la brisa helada del te-
mor recorriéndoles el cuerpo, experimentando el dejo agrio de la muerte
amenazadora. De este modo, muchos quedan amarrados a las ligadu-
ras del pavor, utilizando estrategias evasivas, de espera o directamente
negándose a combatir; mientras otros, templan el espíritu para afrontar
el desafío. Así ocurrió cuando Barac, el “relámpago”, emplazó a los is-
raelitas a unirse contra la tiranía y luchar por la libertad. Varias tribus
y familias claudicaron, como las de Rubén, Gad, Dan y Aser (5:16,17).
Sin embargo, otros tuvieron “grandes propósitos del corazón” (5:15,16),
jugándose la vida en una aventura sumamente riesgosa, considerando
las diferencias entre ambos contendientes. Humanamente hablando, era
una misión imposible, sólo la fe en el Todopoderoso podía hacer creer
en el éxito.
Como mencionamos anteriormente, el cuerpo más poderoso del
ejército de Sísara era la caballería, integrada por una unidad de 900 ca-
rros herrados (Jue.4:3), especie de brigada motorizada acorazada. Era
un cuerpo invencible y decisivo en las batallas de aquellos tiempos, ya
que los combates eran cuerpo a cuerpo, siendo decididos por la infante-
ría. Esos carros estaban armados con cuchillas semejantes a guadañas,

Universidad de Montemorelos
Cualidades Femeninas 87

fijadas en los ejes, para que al pasar entre la formación enemiga los sega-
ra como a trigo. Por otra parte, los israelitas, bajo la hegemonía cananea,
estaban desarmados. Combatían con utensilios de madera, herramientas
recicladas o armas fabricadas a última hora. Por su parte, Sísara tenía
bajo su mando soldados profesionales, de experiencia en el combate, a
diferencia de los israelitas, que en su mayoría eran agricultores, que sólo
poseían el entusiasmo y la fuerza natural. Prácticamente era un suicidio
declararle la guerra a los cananeos. Sin embargo, diez mil hombres se
alistaron y salieron a combatir al ejército de Sísara. ¿Cómo se atrevieron
a tanto? ¿Qué los animó a realizar esa acción descabellada? Fue Débora,
la profetisa, esa mujer temperamental y osada, cuya influencia y carisma
irresistibles, animada por su profunda convicción de triunfo y de la inter-
vención divina, envió a esos hombres a la batalla.
Las amenazas de la confrontación oscurecían el horizonte como una
tormenta violenta que se aproximaba. Barac juntó a sus diez mil hombres
y se dirigió al monte Tabor. Sísara, inmediatamente reunió su poderoso
ejército, con el cual esperaba rodear a los hebreos para destruirlos con
facilidad. Los israelitas miraron asombrados a las numerosas legiones
que se extendían en la planicie, fuertemente pertrechadas con todos los
instrumentos bélicos. “Los israelitas se habían ubicado en una posición
ventajosa en las montañas, esperando la oportunidad favorable para el
ataque. Alentado por la seguridad que le dio Débora de que en ese día
obtendrían una victoria significativa, Barac condujo a su ejército hacia la
abierta planicie y atacó audazmente al enemigo. El Dios de los ejércitos
luchó a favor de Israel, y ni la capacidad bélica, ni la superioridad numé-
rica, ni el equipo que poseían pudieron resistir el ataque. Las huestes de
Sísara fueron presas del pánico. Sólo Dios pudo haber derrotado al ene-
migo, y la victoria sólo podía adjudicarse a El” (White, 1985, 321).
Parece que sobrevino una fuerte tormenta, con truenos y relámpa-
gos, que llenaron de temor a los cananeos; y aún mas, ante el avance del
otro “relámpago” que los atacaba. La lluvia intensa y persistente inun-
dó los campos y desbordó el arroyo Cisón (5:20,21), que lanzó sus aguas
sobre la planicie, empantanando e inmovilizando los carros de guerra.
En esas condiciones, los soldados cananeos atemorizados, fueron fácil
presa del ataque violento de los israelitas. Al observar el desastre y la
derrota, Sísara escapó corriendo entre los cerros en dirección a tierras

Mario Pereyra
88 Psicología de los Personajes Bíblicos

seguras, hacia el norte, alrededor de 50 kilométros, donde vivía Héber


ceneo, quien había firmado un tratado de paz con el rey Jabín (4:17).
Al llegar a la casa, encontró a la esposa de Héber, Jael, quien le brindó
albergue y le dio a beber leche. Agotado por el esfuerzo y sintiéndose
seguro, Sísara se durmió profundamente. Al darse cuenta Jael de quién
se trataba, al verlo dormido, “venció su repugnancia natural ante un acto
tal y lo mató atravesándole un clavo por las sienes y clavándolo en tierra.
Cuando Barac pasó por allí persiguiendo a sus enemigos, Jael lo invitó a
entrar y viera a sus pies al vanaglorioso capitán muerto por la mano de
una mujer” (2CBA, 998).

La dulzura de la victoria
“¡Bendita entre las mujeres, Jael (la mujer de Héber ceneo),
entre las mujeres que habitan en tiendas, bendita sea!”
Jueces 5:24 (BJ)

De la misma manera como la faena abnegada de la abeja tiene ese


gusto exquisito y único que constituye la miel, la historia de Débora
acaba en una dulzura deliciosa. El relato concluye con la celebración
del triunfo, que Débora expresa en un cántico sublime, un himno de
victoria. Se trata de una composición lírica de alta calidad literaria y
de gran fuerza expresiva. Se la conoce como el “Canto de Débora” o
el “Canto de Débora y Barac”. Aparece registrado en el capítulo 5 del
libro de los Jueces. Ha sido calificado de “un magnífico poema hebreo”
(DBA, 309), “una de las piezas poéticas más antiguas de la Biblia” (BJ,
273).
En el cántico se atribuye toda la gloria de la liberación a Dios, y
pide a la gente que lo alabe por sus maravillosas obras. El texto cele-
bra y enaltece a quienes respondieron al llamado de Débora y Barac,
y censura a los que rehusaron combatir, definiéndolos con una figura
que ironiza su actitud cobarde, “¿Por qué te has quedado en los co-
rrales, escuchando silbidos entre los rebaños?” (5:16, BJ). Otro hecho
destacable del cántico es el protagonismo de tres mujeres. En primer
lugar, Débora, llamada “madre de Israel” (5:7), la heroína que con su
despertar (vers.7,12) levantó a las huestes hebreas a realizar esa gesta

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Cualidades Femeninas 89

gloriosa de triunfo y libertad. La segunda mujer, fue Jael, de origen


ceneo, quien con gran entereza de ánimo, calmó las aprensiones del
comandante cananeo, lo alimentó con leche como una madre y luego
lo hizo dormir. Ya indefenso el temible militar, le clava una estaca en la
cabeza, produciéndole la muerte. Ese hombre triunfador en múltiples
batallas, que tomaba las mujeres como trofeos de guerra (5:30), ahora
cae con su cien atravesada por la mano de una simple mujer de campo,
que lo derrota con su astucia e inteligencia.
La tercera mujer mencionada en el cántico es la madre de Sísara.
Al final, se le representa en una escena de gran intensidad dramáti-
ca y atrozmente cáustica. Aparece afligida observando por la celosía,
preocupada por la tardanza del hijo, preguntándose ansiosa cuál será
la causa del retraso: “¿Por qué tarda en llegar su carro? ¿Por qué se
retrasa el galopar de su carroza?” (vers.28, BJ), exclama presintiendo
la tragedia. Se tranquiliza pensando, junto a sus siervas que la animan,
“¿No han hallado botín, y lo están repartiendo? A cada uno una donce-
lla, o dos; las vestiduras de colores para Sísara, las vestiduras bordadas
de colores; la ropa de color bordada de ambos lados, para los jefes de
los que tomaron el botín” (30). La ironía es sumamente cruel, porque
Sísara yacía muerto ignominiosamente por una de esas mujeres que la
madre imaginaba traería para su harén. El cántico remata con términos
lapidarios, ensalzando la omnipotencia divina y el deseo de los fieles:
“Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová” (31).
La historia de Débora contiene una serie de mensajes y enseñanzas
que es necesario rescatar. En primer lugar, el valor y dignidad de la fi-
gura femenina con sus aptitudes y habilidades para intervenir en el mo-
mento adecuado con determinación y eficacia. Dios siempre escucha a
sus hijos cuando se arrepienten y se comprometen a cambiar. También
trasmite los valores del rechazo a toda forma de tiranía y despotismo;
lucha por la justicia, más allá de las consecuencias e impedimentos; la
importancia de la decisión valiente para enfrentar la opresión; los pe-
cados de la cobardía, y mantener la esperanza, aun en las situaciones
más sombrías y nefastas, porque Dios siempre está dispuesto a conce-
der la victoria a la noble causa del bien.

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90 Psicología de los Personajes Bíblicos

3. UNA DECISIÓN QUE SE CONVIERTE EN DESTINO:


RUT, LA MOABITA

“Y Rut oyó, en las lejanías de sí misma, la voz que llamaba a los gentiles.
E hizo su voto perpetuo de maternidad predestinada.
Y abrió el claustro de su vida en flor, el de todas sus potencias y sentidos,
al Esperado, al Santo de Israel”.
Juan Zorrilla de San Martín

Decisión y compromiso

“El Libro de Rut, gruta de divino azul, dice Zorrilla (200-201), está
cubierta de plantas a la entrada; se penetra en él entre árboles atentos,
separando con las manos las ramas que nos tocan la cara; oyendo voces
de vidas ignotas que vienen de las lejanías; sintiendo palpitaciones de
sangre melodiosa, que circula en las arterias de los follajes; se siente en
seguida la dilatada frescura del otro lado, del otro viento. Es un libro
de encanto..., reclama el recogimiento y la paz del alma pura para ser
respirado”. Ciertamente, Rut es un libro único y peculiar. Respira los
aires de los campos grávidos, cubiertos de espigas, llenos de sol y gra-
titud, pero además, tiene el calor de una intimidad doméstica, suave y
tierna. Es un libro fresco, luminoso y encantador. No cuenta la historia
ostentosa de los poderosos y reyes, sino de dramas y alegrías propias de
la gente de pueblo y sencilla. Los expertos distinguen este libro como
una de las joyas más valiosas de la literatura hebrea; los historiado-
res lo prefieren porque describe, como ninguno, las costumbres de esa
sociedad de la antigüedad, todos lo admiramos por la vida de aquella
notable mujer, humilde y grande, cuyos gestos sublimes le dieron un
lugar singular en la posteridad. Podríamos glosar la historia en estos
términos.
Aconteció que una devastadora sequía azotó aquella tierra. Los tri-
gos y cebadas desfallecían y el campo estaba exhausto. Un vecino de
Belén de Judá, llamado Elimelec, perdió su cosecha y en su indigencia
decidió emigrar a otro lugar. Hombre educado con fuertes conviccio-
nes religiosas, ya que su nombre significa “mi Dios es rey” (2CBA, 430),
seguramente entendió que Dios tenía algún destino mejor en otro país.

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Cualidades Femeninas 91

Así que, se dirigió a la tierra de los moabitas con su mujer, Noemí, y


sus dos hijos endebles, Quelión, que significa “languidez”, y Mahlón,
“enfermizo”. Pero he aquí que murió Elimelec y Noemí, su viuda, con
sus dos hijos, quedaron en aquella tierra de gentiles. Ambos se casaron
con mujeres moabitas; la esposa de Quelión se llamaba Orfa, una joven
atractiva por su bella cabellera (su nombre significa “ricamente ador-
nado con cabello”; 2CBA, 430), y Rut, esposa de Mahlón, simpática y
sociable. Pero también murieron los dos hijos de Elimelec. Y Noemí,
ya anciana, quedó sin marido y sin hijos, junto a sus nueras jóvenes viu-
das que no llegaron a ser madres.
Pasó el tiempo, y un día Noemí, después de diez años de exilio, oyó
decir que el Señor había visitado a su pueblo para darles de comer.
Entonces, decidió volver. Habiéndose levantado, tomó el camino de
Belén por el vado del Jordán, en compañía de sus dos nueras. “Las
tres viudas pasaban por las colinas, como tres blancos misterios cami-
nantes” (Zorrilla, 207). Poco después, la anciana se detuvo, y dijo a sus
nueras: “Idos a casa de vuestra madre, hijas mías. Que Jehová haga
misericordia con vosotras, como la hicisteis vosotras con los difuntos y
conmigo. Y las besó”. Ellas se pusieron a llorar y dijeron: “No, contigo
iremos a tu pueblo”. Noemí insistió que regresaran con los suyos, tra-
tando de explicarles la realidad. Nada tenía que ofrecerles. “Volveos,
hijas mías, e idos”, les repitió. Finalmente, Orfa besó a su suegra y se
volvió a su casa en Moab. Pero Rut quedó abrazada del cuello de su
suegra. “Mira, dijo la anciana, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a
sus dioses. Vete con ella”. Entonces Rut dio el paso decisivo, aquel que
marcó su destino y la proyectó en la historia de la salvación; un acto
supremo de lealtad que exhibe la esencia de su personalidad. Dijo:

“No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera


que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi
pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepulta-
da; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separa-
ción entre nosotras dos¨. (Rut 1:16,17).

Mario Pereyra
92 Psicología de los Personajes Bíblicos

La simiente del amor


“Revivir aquel primer deslumbramiento,
ese temblor con el que empieza la pasión”.
Octavio Paz

La historia narra que Noemí viendo la resolución de su nuera, no in-


sistió. Ambas siguieron su camino. Llegaron a Belén cuando comenzaba
la cosecha de la cebada (v.22), quizás a comienzos de la primavera. Rut
salió a espigar en los campos; “fue por el alimento de los pájaros que
ambulan en el aire” (Zorrilla, 212). Providencialmente, fue a un campo
que pertenecía a Booz, un pariente de Elimelec, quien se sintió atraído
por la joven viuda. Era hijo de Rahab de Jericó, una mujer que había
ejercido misericordia con los espías enviados para obtener información
de Canaan, la tierra prometida (Jos.2), quien también selló un pacto de
fidelidad con el pueblo de Dios, después de la conquista de Jericó. Booz
colmó de favores especiales a Rut, al saber que era nuera de Noemí y
enterarse acerca de su fidelidad a la familia. Se acercó a la joven moabita
y le dijo: “Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni te apartes
de este sitio; incorpórate a mis muchachas” (2:8). Esas palabras, dichas
con afecto y acompañadas de una mirada tierna, hizo que Rut bajara su
rostro, en un gesto de pudor y recogimiento, movida por una emoción
que intentó ocultar (v. 10).
Ese diálogo fecundó el germen del amor. “¿De dónde vino a mí esta
dicha, oh mi señor, de haber hallado gracia a tus ojos, y que te dignes
saber de mí, siendo, como soy, una mujer extranjera?” El sol bañaba los
campos fértiles en aquel día espléndido, y el rostro tostado de la joven res-
pondía a través del cristal diáfano de su mirada. “Se me ha informado de
todo cuanto has hecho por tu suegra”, dijo el bondadoso Booz, felicitán-
dola por su amor y lealtad. Al parecer, la figura grácil y frágil de la joven,
cargada de la desoladora belleza del desamparo, despertó un sentimiento
de protección y cariño especial en Booz, que sintió el impulso de abrazar-
la y rodearla de calor: “Que tu recompensa sea plena de parte de Jehová,
Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte” (v.12). El diálogo
de las palabras y miradas continuó durante el almuerzo, conservando la
dama su humilde recato y candor. Booz ordenó dejar caer algunas espigas
adicionales entre las gavillas para que ella pudiera recogerlas y hacer más

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Cualidades Femeninas 93

fructífero su trabajo. Y cuando la tarde cayó aquel día, Rut volvió al senci-
llo hogar de Noemí, cargada con una cosecha abundante de alimentos.
Noemí intuyó rápidamente que la simpatía del hombre podía con-
vertirse en amor y llegar al matrimonio. Quizás oyendo la voz de Dios
que anunciaba profecías, trazó un plan para apremiar a Booz a tomar
una decisión y concretar el casamiento. Le explicó a su nuera su idea,
mostrando un notable conocimiento de la psicología masculina. Rut lo
ejecutó con gran habilidad. Luego que “Booz hubo comido y bebido, y
su corazón estuvo contento, se retiró a dormir... Entonces ella vino ca-
lladamente, y le descubrió los pies y se acostó” (3:7). A la medianoche,
Booz se sobresaltó al descubrir la íntima calidez de una dama acostada a
sus pies. Probablemente una súbita turbulencia interior lo sacudió, pro-
duciéndole un estremecimiento que le recorrió toda la espalda, desper-
tando un deseo que iba dispersándose por la sangre, al ritmo acelerado
de su corazón, para dar lugar a vagos apetitos carnales, que caldearon la
imaginación y enternecieron la voluntad.
“Dijo: ‘¿Quién eres tú?’, y ella respondió: ‘Soy tu sierva. Extiende so-
bre tu sierva el borde de tu manto, porque tienes derecho de rescate’” (9;
BJ). Con ese gesto le estaba pidiendo que fuera su “goel” o “redentor”.
Dos normas disponían los deberes del “goel”, una de tipo económico y
otra social. La primera era el deber de rescatar los bienes de un pariente
evitando la venta o el traspaso de sus tierras (Lv.25:23-25, 47-49). La
segunda, era la costumbre del levirato, a través de la cual una viuda de-
bía casarse con el hermano o el pariente más cercano del marido para
darle descendencia al difunto. Cuando el cuñado se negaba a casarse
con la viuda, en un acto público, le quitaba la sandalia y le escupía la
cara pronunciando palabras infamantes (Dt.25:5-10). En consecuencia,
la actitud de Rut, de acostarse junto a los pies descalzos de Booz, no pa-
rece responder a un simbolismo sexual (si se interpreta “los pies” como
el sexo), sino a los rituales del levirato. Es como decirle, “vas a ponerte
la sandalia, casándote conmigo o yo tomaré tu sandalia en señal de repu-
dio”. Fue un acto osado e intrépido de la moabita (Booz podría haberla
acusado de acoso sexual), que impresionó vivamente al hombre, quien
admirado, exclamó: “Bendita seas de Jehová, hija mía; has hecho mejor
tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de los jóvenes,
sean pobres o ricos” (3:10).

Mario Pereyra
94 Psicología de los Personajes Bíblicos

La historia narra que había un pariente más cercano a Rut, que al ser
confrontado con sus deberes del levirato, dejó el camino libre para que
Booz asumiera formalmente los privilegios y deberes que correspondían
al heredero legal de Elimelec, casándose con Rut (4:6-10). La premura
y el entusiasmo con los cuales realizó estos trámites revelan cuánto ha-
bía quedado prendado de ese acto nocturno de sutil eroticidad, vivido
en el secreto compartido de una cierta clandestinidad. Así, la extranjera
se unió al pueblo de Dios, adquiriendo la ciudadanía judía. Pero su ad-
hesión tuvo una proyección impensada y grandiosa. De esa unión nació
Obed, el abuelo de David y uno de los progenitores de Cristo (13,21,22).
De esta manera, Rut se transformó en madre del gran rey y fue honrada
con la más grande bendición que podía aspirar una mujer de Israel, inte-
grar la genealogía de Jesucristo, el Salvador del mundo (Mt.1:5).

Cuando las espigas enseñan


“La pasión, del modo en que aquí se la propone,
es la energía que decide el rumbo de una vida,
el soplo poderoso que la impulsa a cumplir su parábola temporal”.

El libro de Rut está hecho de espigas que producen el pan para


el alimento de los pobres. Empieza entre las sombras de la tragedia
y concluye en el alumbramiento de la vida, que augura la esperanza
de los hombres. Es un libro que ilumina y brilla, que nos transporta a
los campos de cebada y trigo, acariciados por un aire apacible que es-
tremece las parvas, llenando de alegría a los trabajadores que recogen
su cosecha. Sus enseñanzas no se pueden contar, se dan sencillamente
para que cada uno realice su propia siega y recolección.
Hay tan sólo dos libros en el canon bíblico que tienen nombres de
mujer, Ester y Rut, en contraste con otros 37 que llevan nombres mascu-
linos. Ester fue una reina que gobernó en el más grande de los imperios
antiguos, fuera del imperio romano, y realizó la proeza de salvar a su
pueblo de la destrucción. Ester fue una prócer única. Legítimamente,
ocupó el lugar más alto del podio histórico femenino. Pero, en segundo
lugar está Rut. ¿Por qué una humilde extranjera viuda, tuvo un privile-
gio semejante? ¿Qué tuvo de particular su vida para componer el otro

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Cualidades Femeninas 95

libro bíblico femenino? Es cierto, escribió una hermosa historia de amor,


de un lirismo idílico único, que parece tener la magia de los cuentos de
hadas. ¿Es eso suficiente? Probablemente no; hay muchos relatos sen-
timentales que apenas trascienden. Entonces, ¿la intención es mostrar
que Dios no hace acepción de personas? Ciertamente, esa es una lección
notable que encierra el libro. Si el pueblo de Israel, y todos en general,
hubiese tenido en cuenta ese principio, cuán distinta hubiera sido la his-
toria de la humanidad.
¿Hay algo más? Sí, por cierto. Los nombres propios hebreos tienen
mucho significado. Éstos pasan inadvertidos para el lector común, toda
vez que los traductores transliteran los nombres sin expresar su sentido
original. Si bien Rut era moabita, no hebrea, su nombre parece haber te-
nido un significado especial. No se sabe con certeza su etimología, aunque
algunos creen que está relacionado con el verbo ra’ah, “asociarse con”,
y significaría, “amiga”, o “amistad”. Esa es una de las notas del libro, y
probablemente, la característica relevante de su personalidad. Es posible
que el lánguido Mahlón se haya sentido atraído por la simpatía cálida y
jovial de Rut. Las personas sociables y comunicativas tienen la capacidad
de sonreír y atraer a otros por su trato agradable y fino. Hacen sentir bien
a quienes se les acercan, porque tienen esa actitud acogedora, compren-
siva y afable. Por eso, todos buscan a los simpáticos. Así parece haber
acontecido con Rut, que tuvo la virtud de hacerse querer y ser aceptada
por todos, incluso por nosotros que vivimos 3.300 años después.
Dice el Comentario Bíblico Adventista: “El libro de Rut no nos da
la historia de un amor romántico, sino del amor reverente de una viuda
joven por la madre de su esposo difunto. El amor que se revela en el ca-
rácter de Rut es del tipo más puro, abnegado y extraordinario” (2CBA,
423). No parece ser sólo el amor de Rut hacia su suegra lo que la hizo
quedarse con ella, sino la fe de Noemí, según se desprende de sus pro-
pias palabras: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”. “En nin-
guna literatura puede encontrarse una afirmación más sublime de amor
y consagración” (2CBA, 432). Ni los ruegos de Noemí, ni el ejemplo de
Orfa, alteraron la determinación de Rut de echar su suerte con Noemí
y con el Dios de Israel. Esa decisión tuvo un carácter más acentuado y
terminante, en contraste con la de su concuñada, Orfa. Según los comen-
tarios de la Biblia de Jerusalén (pág.297), Orfa significa “la que vuelve la

Mario Pereyra
96 Psicología de los Personajes Bíblicos

espalda”. Precisamente, en la encrucijada, la decisión de retorno de Orfa


es un símbolo de marcha atrás y temor al futuro, de la incapacidad para
enfrentar la aventura del porvenir. Pero la decisión de Rut, de avanzar
hacia adelante, es un signo de audacia y coraje, de fe en el mañana y de
compromiso, el paso resuelto de alguien que se atreve a lanzarse hacia
los horizontes del futuro movida por la fuerza de la esperanza.
La otra decisión clave en la vida de Rut, que definió su destino, fue
cuando jugó su prestigio y buen nombre en la intrépida propuesta de ma-
trimonio que le hizo a Booz. Su conducta, aunque correcta y honorable,
corría el riesgo de ser mal interpretada, lo cual hubiera sido fatal. Sin em-
bargo, Booz comprendió la verdadera motivación y bondad de la dama,
al sentirse tocado por su piel encantadora. ¡Con qué facilidad un simple
toque de mujer puede anonadar y deslumbrar a un hombre, haciendo
de la supuesta voz del deber el llamamiento de la pasión! La pasión, del
modo en que aquí se la propone, es la energía que decide el rumbo de
una vida, el soplo poderoso que la impulsa a cumplir su parábola tempo-
ral. Emocionado Booz, reconoció ese gesto de afecto femenino y se sin-
tió honrado de ser objeto del amor de Rut. El encanto sorprendente de
la primavera brilló en la intimidad de aquel suave rostro juvenil, y Booz
descifró la profecía de nuevas cosechas en aquella espiga en flor. A pesar
de las ráfagas de los siglos, que han asolado la faz de la tierra, todavía
no se ha perdido la virtud femenina de estremecer a los hombres con los
arrebatos del encanto erótico.

4. HACIA UN DESTINO HEROICO: LA REINA ESTER

Es la historia prodigiosa de la mujer más hermosa del pasado,


que tuvo el singular privilegio de unir la belleza física con la moral y espiritual.
Un relato verídico de un lirismo peculiar,
que conserva la magia legendaria de los cuentos de hadas.

La coronación de mis universo


En la historia bíblica hay muchos hombres destacados, pero entre
las mujeres no hay ninguna duda de quién fue la más sobresaliente,
especialmente en los tiempos del Antiguo Testamento. Se trata de la
reina Ester. Fue considerada la mujer más hermosa del mundo de sus

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Cualidades Femeninas 97

días, coronada como la primera dama del imperio persa, uno de los
más grandes y poderosos del pasado, quien en última instancia realizó
una proeza extraordinaria, la de salvar providencialmente a su pueblo
de un complot malvado preparado para exterminarlo. Ester fue el ideal
de belleza y paladín de la libertad. El monumento de su recuerdo se
conserva en un libro de la Biblia que lleva su nombre, un privilegio
excepcional, ya que sólo dos libros del canon tienen nombres de mujer.
Por eso, Ester ocupa el primer lugar en el panteón de las heroínas na-
cionales que todavía son recordadas, después de 2.500 años. Legítima-
mente se eleva en el lugar más alto del podio femenino histórico. Pero
más allá de estas connotaciones fabulosas, la historia de Ester conserva
una notable vigencia y enseñanza en los actuales días hipermodernos,
cuando los certámenes de belleza, las modelos de la moda y la industria
de los cosméticos ensalzan los valores estéticos sobre los éticos.
Si hubo un mundo donde la fastuosidad, la opulencia y la pompa
reinaron en todo su esplendor fue durante el Imperio Persa, en la pri-
mera parte del siglo V a.C. En el gobierno de Jerjes, hijo de Darío I
el Grande, fue cuando el imperio alcanzó la cúspide de su poder. Se
extendió desde la India hasta Etiopía, a lo largo de 4.800 kms de ex-
tensión, dominando una superficie de más de 5 millones de kilóme-
tros cuadrados (3CBA, 459). La preponderancia política se manifestó,
como registra el texto bíblico, en “las riquezas de la gloria de su reino”,
y en “el brillo y la magnificencia de su poder” (Ester 1:4). Especialmen-
te los palacios del imperio ostentaron una suntuosidad extravagante,
con paredes tapizadas de oro, columnas de mármol fino y “colgantes de
lino y púrpura con anillos de plata” (1:6). En esos lugares fastuosos era
donde vivía el emperador y su corte. Constituían frecuentes escenarios
de agasajos fabulosos, donde se bebía en vasos de oro y se paladeaban
banquetes imponentes, durante varias semanas. También se exhibían
las mujeres más bellas y encantadoras de la tierra, que resaltaban sus
virtudes físicas, gracias a la moda y a las bondades de un sofisticado cui-
dado cosmético. Eran, pues, espacios lujosos consagrados a la satisfac-
ción de los placeres de la carne y la ostentación de los valores estéticos,
no muy diferentes del actual mundo del espectáculo.
Narra la historia que en el majestuoso palacio de Susa, capital del
imperio, hizo su aparición una bella joven judía llamada Hadasa, que

Mario Pereyra
98 Psicología de los Personajes Bíblicos

significa “mirto”. Para ocultar su identidad, ya que provenía de un pue-


blo derrotado, cambió su nombre por otro de origen persa, Ester, que
significa “estrella”. Precisamente, gracias a su buena estrella, brilló es-
plendorosamente en el firmamento de sus días con un fulgor excepcio-
nal. Tal hecho aconteció en ocasión de presentarse a un certamen de
belleza organizado por el mismo emperador, para ocupar el puesto va-
cante de reina, al ser destituida la anterior (cap.2:1-16). Luego de una
preparación muy exigente, de modelaje corporal y de aplicación de un
tratamiento cosmético de un año de duración, Ester se presentó ante
el rey para la prueba final. Los encantos de su belleza extraordinaria y
las virtudes de su carácter impactaron al rey, que le concedió el título
supremo, una suerte de Mis Universo actual. El relato lo expresa en
estos términos: “Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres,
y halló ella gracia y benevolencia delante de él más que todas las demás
vírgenes; y puso la corona real en su cabeza, y la hizo reina en lugar de
Vasti” (2:17).

¿Estética o ética?
“Ya que lo que seduce no tiene que ver con la belleza o la fealdad en sí,
o sea con un discurso de valores y de moral, sino con aquello que deja al sujeto per-
plejo, sin palabras, fuera del discurso. ... no apunta a un sentido sino que rescata
el efecto fascinante de lo que está más allá del sentido”.
Adriana Zambrini

Afirman Odina y Halevi (1998, 91): “Toda fama tiene que transitar
por el territorio de la apariencia y de la moda, permitiendo que dicho
territorio, y toda su exquisita creación y recreación de aparentes distin-
ciones superficiales, se convierta en el necesario vehículo de lujo para
transportar toda la fascinante y vacua estética, vacía de ética que define
el mundo de la actual notoriedad”. En otros términos, los autores su-
gieren que existe una oposición entre los valores estéticos y los éticos.
Es la idea que una dama que se dedica a cultivar su figura, a enaltecer
sus cualidades físicas y a transitar por las pasarelas profudamente ilu-
minadas del exhibicionismo y la fama, muy probablemente, en algún
lugar de ese recorrido, tendrá que claudicar a los valores morales supe-

Universidad de Montemorelos
Cualidades Femeninas 99

riores, suponiéndose que haya tenido la oportunidad para desarrollar


una moralidad sana y digna.
Sabido es que el mundo del espectáculo se caracteriza por el des-
pliegue de frivolidad y banalidad. Se vive bajo el destello efímero de las
luces de la popularidad, de la fiesta, de la ostentación, el histrionismo
seductor y la apariencia cautivante. Ese estilo de vida, dedicado exclu-
sivamente a rendir culto al cuerpo, entre perfumes, cosméticos y dietas,
por lo general, lleva al abandono del espíritu y de los valores. Muchas
mujeres se corrompen bajo las presiones de la pasión o las tentaciones
del dinero, pero es probable que la mayoría sucumba a las fantasías del
exhibicionismo, víctima de la trivialidad, de la vida fácil y hedonista.
Por eso es frecuente observar en las revistas del mundo del espectáculo
o en los medios televisivos, esos rostros bonitos, de mejillas arrebola-
das, sonrisas un tanto bobaliconas, que reflejan una singular pobreza
de espíritu y una personalidad notoriamente vacía y decadente. Es que
“la importancia del talento o del mérito tiende a ser la mínima allí don-
de la estrategia de la industria de la imagen es lo esencial”, aseveran los
expertos (Odina et al., 1998, 96).
Ese no fue el caso de Ester. La historia bíblica describe que tuvo
una educación fuertemente religiosa y desarrolló valores morales pro-
fundos, que supo conservar cuando tuvo que entrar al mundo del lujo,
la fastuosidad y el acentuado cuidado de la imagen corporal. Ester
transitó por las pasarelas perfumadas del exhibicionismo sin perder la
belleza interior; no permitió que su imaginación se perdiera en las va-
nidades fugaces de la gloria. No sedujo al rey, sino lo conquistó. Qui-
zás fue la seriedad de su carácter, su mirada inteligente o esa belleza
humilde de “mirto”, lo que atrajo al rey y despertó su admiración y
amor. El rey estaba acostumbrado a los efectos de la fascinación y po-
día distinguir entre lo que era pura apariencia y los valores auténticos
que embellecen a una persona. Cabe destacar que, aun después de ser
galardonada con el máximo título, Ester continuó practicando con de-
voción su fe en Dios, la lealtad filial y los elevados principios morales
que la caracterizaron. Por eso, cuando llegó la hora de afrontar la crisis,
supo lo que debía hacer, con inteligencia, valor y eficacia.

Mario Pereyra
100 Psicología de los Personajes Bíblicos

La hora de la heroína
“¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?”
Ester 4:14

Ocurrió algo terrible. El antisemitismo no es algo nuevo, data de


miles de años. En la época del imperio persa apareció un personaje
llamado Amán, que ocupaba el cargo de primer ministro en el reino de
Asuero o Jerjes. Sucedió que este magistrado se enfureció muchísimo
con un judío de nombre Mardoqueo, porque no le tributaba el home-
naje humillante que reclamaba de todos los súbditos. Así que decidió
vengarse. Pero su odio fue más allá de la sola persona de Mardoqueo,
busco eliminar con él a todos los judíos. Así que tramó un plan siniestro
por medio del cual persuadió al Rey a que promulgase un edicto orde-
nando “matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños
y mujeres, en un mismo día, en el día trece del mes duodécimo, que es
el mes de Adar, y de apoderarse de sus bienes” (Ester 3:13). Como las
leyes de Persia eran irrevocables una vez que eran selladas, no había
ninguna posibilidad de salvación para el pueblo, hasta que Ester inter-
vino en forma heroica, revirtiendo providencialmente la amenaza que
pendía sobre el pueblo.
Mardoqueo, el padre adoptivo de Ester, fue quien le comunicó a
la reina la sentencia que pesaba sobre toda la raza judía, incluso sobre
ella misma por pertenecer al pueblo. Para impedir semejante genoci-
dio le recomendó que hablase personalmente con el rey, y le suplicase
la gracia de la liberación. Nadie podía acercarse al rey sin ser convoca-
do previamente, ni la misma reina. Tal transgresión se pagaba con la
vida, a menos que el rey concediese la autorización. De todos modos,
Mardoqueo pidió a Ester que corriese ese riesgo, confiando en la ac-
ción providente de Dios, al reflexionar proféticamente: “¡A lo mejor tú
has llegado a ser reina precisamente para ayudarnos en esta situación!”
(4:14, DHH). Ester podía haber rehusado el pedido y conservarse den-
tro del anonimato de sus orígenes, sin embargo, asumió el dramático
desafío adoptando con valor la decisión de jugarse la vida para salvar
a su pueblo. Pidió que todos los judíos de la ciudad ayunaran y oraran
por ella durante tres días, a fin de que Dios interviniera milagrosamen-
te. El dramático episodio, registrado en el libro de Ester, los capítulos 5

Universidad de Montemorelos
Cualidades Femeninas 101

al 10, cuentan que la reina fue recibida por el monarca, tras el desplie-
gue temerario de una estrategia inteligente y astuta. Afortunadamente,
consiguió el beneplácito del emperador y desbarató el complot asesino.
En todos esos tensos momentos, Ester manifestó una habilidad admi-
rable, un conocimiento profundo de la psicología masculina, actuan-
do con diplomacia y el toque encantador de su dulce belleza y pureza.
Mostró una disposición segura y digna, resaltando la belleza interior de
su carácter.
Hace milenios que el poderoso imperio persa desapareció bajo las
arenas del tiempo. Hoy tan solo quedan las ruinas que exhuman los
arqueólogos y el testimonio de la historia. Sin embargo, la vida pro-
tagónica de Ester permanece en la memoria de su pueblo y de toda la
humanidad. Cinco veces al año los judíos leen la historia de Ester desde
los tiempos antiguos, particularmente en la fiesta de fin de año, cuando
se conmemora el Purim, la festividad que evoca aquel episodio insólito
de liberación. También los cristianos y todo los lectores de la Biblia
releen su apasionante historia. Es el homenaje de la posteridad hacia
aquella insigne mujer, que realizó un acto de heroísmo excepcional, no
con las fuerza de las armas sino con el encanto subyugante de su perso-
na anclada en Dios. Un testimonio que hoy nos dice que es posible cul-
tivar armoniosamente las virtudes del cuerpo, del alma y del espíritu.

El rostro de afrodita
“Detrás de cada mujer se erguía, austero, sagrado, lleno de misterio,
el rostro de Afrodita”.
Nikos Kazantzakis

¿Cuál es el rostro de Afrodita? Afrodita, en la mitología griega, era


la diosa del amor y la belleza, equivalente a la Venus romana. En la
Ilíada de Homero aparece como la hija de Zeus y Diana. Se la describe
brotando del burbujeo del mar de acuerdo a su etimología, ya que su
nombre puede traducirse como “nacida de la espuma”. De esa manera,
el pensamiento griego ha trasmitido la idea del carácter misterioso, su-
til y versátil de la mujer, asociado indisolublemente con las virtudes de
la belleza y del amor. También la cultura grecorromana ha contribuido

Mario Pereyra
102 Psicología de los Personajes Bíblicos

a ubicar a la mujer en una posición de sumisión, relegada a las tareas


domésticas de procreación, favoreciendo que durante siglos haya sido
desestimada y aun despreciada. Con pocas excepciones, siempre fue-
ron los hombres quienes ocuparon los lugares de liderazgo y protago-
nismo hegemónico en las actividades políticas, económicas, sociales,
deportivas, artísticas y culturales.
¿Cuál es la posición bíblica al respecto? Mucho se ha discutido
el asunto. Los tiempos bíblicos también estuvieron dominados por el
machismo, el patriarcado y las tendencias androcéntricas. Sin embargo,
cuando se estudian las historias concretas de las mujeres bíblicas se en-
cuentra el signo de su individualidad y su protagonismo, que en algunos
casos fue trascendente, como sucedió con Débora y Ester. Dijimos que
no hay un paradigma de la mujer en la Biblia, pero nos preguntamos,
¿cuáles son las cualidades femeninas relevantes? ¿Hay atributos espe-
cíficos que caracterizan al género? ¿Existe el elogio a la mujer fuerte y
resignada, que acumula penas y soporta humillaciones y los afanes de
la maternidad sin quejarse, aunque llegue al límite de la zozobra?
Afirma Miguel Ángel Núñez (2003, 157): “Sostener que la ternura,
la bondad, el servicio, la preocupación por los demás, la laboriosidad,
la delicadeza, son características propias de la mujer es no sólo absurdo
sino que condena a los varones a un estereotipo que termina dañando a
todos... Asociar lo varonil con la rudeza y lo femenino con la delicadeza
es estereotipar lo humano... Leer la Biblia con los lentes del estereoti-
po es simplemente no entender el mensaje que la Biblia presenta”.
Las mujeres bíblicas aparecen instaladas en su tiempo y circunstan-
cias concretas, por lo general, relacionadas con hombres, en el eterno
juego de la dialéctica de los géneros, ora moviéndolos a la acción, como
el caso de Débora, ora estremeciéndolos como Rut, ora adoptando una
decisión trascendente como Ester, con el patrocinio del padre adopti-
vo. La condición femenina se perfila en contraste y en complementa-
riedad con el hombre. Esa es la idea que parece trasmitir el concepto
de “ayuda idónea” (Gn.2:18) o “adecuada” (BJ). Es en la diversidad
de los géneros donde se define, completa y perfecciona cada uno. Sin la
mujer, el hombre no podría ser hombre, y viceversa.
Gilles Lipovetsky, un filósofo francés que analiza con agudeza
las problemáticas de la hipermodernidad, ha estudiado el nuevo rol de

Universidad de Montemorelos
Cualidades Femeninas 103

la mujer, en su obra: “La tercera mujer. Permanencia y revolución de


lo femenino” (1999). El autor explica que los cambios que se producen
actualmente están resquebrajando los modelos tradicionales y los pa-
rámetros sobre los cuales construimos la idea de la mujer y del hombre.
Se ha derrumbado el ideal de la mujer de su casa y la estructura organi-
zadora de los sexos construida sobre la disimilitud. Las mujeres reivin-
dican las mismas actividades y responsabilidades de los hombres. Cada
vez son más las que van a la universidad, se transforman en profesiona-
les, acceden a la política, asumen puestos de conducción en la econo-
mía, las ciencias y aun en deportes, que eran de exclusividad masculina
como el fútbol y el boxeo. Hay intercambio de roles, espacios y tareas.
Se han borrado la disimetría y las diferencias. Si hay equiparación en
todas las cosas, ¿cómo nos diferenciaremos? A parte de las distinciones
anatómicas y fisiológicas, ¿somos iguales? Si se llega a esa conclusión,
¿no caeremos en una crisis de identidad sexual? ¿Cómo nos distingui-
remos y afirmaremos nuestra personalidad?
Este problema no se observa en los registros bíblicos. Ambos gé-
neros tienen bien definidos sus perfiles y roles. Aunque ocurre en el
interior de un sistema social masculiniforme, por lo general, no se favo-
rece la supremacía, más bien se destacan las virtudes y defectos de cada
uno, sin importar si se trata de un hombre o de una mujer, como es el
ejemplo de Nabal y Abigail (l Sam.25). Cada uno vale según sus propias
bondades y cualidades. Suele señalarse que la mujer siempre sobresale
en los detalles, en lo sutil, que define las cosas casi silenciosamente,
gracias a su intuición y “sexto sentido”; que tiene una aguda percep-
ción para los aromas y más desarrollada su capacidad de comunicación
verbal. La lista de las diferencias podría no tener fin, pero son acaso las
mismas manifestaciones de una identidad femenina. En cada uno de
esas particularidades, es posible encontrar tanto damas como varones
que las tienen muy desarrolladas o descuidadas. Entonces, ¿dónde es-
tán las diferencias? En el libre juego del intercambio de géneros, que
cada generación debe procurar
En el siglo XII, el filósofo árabe Ibn Rushed afirmó que “una so-
ciedad que esclaviza a sus mujeres es una sociedad destinada a la de-
cadencia”. Kofi Annan ha replicado: “Novecientos años después, tene-
mos la oportunidad de demostrar que una sociedad que da poder a sus

Mario Pereyra
mujeres es una sociedad que asegura su progreso”. Es la concepción
del juego del “sube y baja”, cuando uno está arriba y el otro debe es-
tar abajo. A la supremacía masculina hay que anteponer la femenina.
Así cambian los protagonistas, pero se conservan los mismos roles. El
feminismo peca del mismo pecado del machismo. Nos parece que la
idea bíblica no recorre el camino de las hegemonías, sino favorece la
complementariedad y la mutualidad, en la aventura gozosa y creativa
de confrontar las disimilitudes para alcanzar la armonía. La identidad
nace de las diferencias, donde “la sexualidad sigue siendo la caja de
caudales en la que está oculto el secreto del yo de la mujer” (Kundera,
1993, 201) junto con la procreación.
Capítulo 4

Cualidades masculinas
1. EL CARÁCTER MASCULINO EN LA BIBLIA

“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño.
Pero cuando llegué a ser hombre, dejé lo que era de niño”.

¿
San Pablo (1 Cor.13:11)

Hay un paradigma de la masculinidad en la Biblia, o sólo indi-


viduos únicos? Igual que con la condición de la mujer acontece
con el hombre. La verdad mora en el interior de cada hombre
y en diálogo interpersonal. Es cierto que existen indicaciones
claras con respecto a las “desviaciones” de la virilidad, impugnándo-
se fuertemente la homosexualidad (1 Co. 6:9, NBE). Incluso la Biblia
acuñó el término “Sodomía”, derivado de la práctica homosexual que
caracterizaba a muchos habitantes de la ciudad de Sodoma (Gn. 13:13;
19:1-11). Las Escrituras prohibían está práctica aberrante (Lv. 18:22-
26; 1 Ti. 1:10) y los culpables eran castigados con la pena de muerte
(Lv. 20:13). Las declaraciones del apóstol Pablo al respecto son termi-
nantes: “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus
mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de
igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se
encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergon-
zosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución
debida a su extravío” (Rm.1:26,27).
Según el texto paulino, hay una naturaleza humana que define los
aspectos esenciales de la masculinidad como los de la feminidad. El
( 105 )
106 Psicología de los Personajes Bíblicos

apartarse de las leyes de la naturaleza es “pecado”, ya que va contra el


orden establecido por Dios. Aunque el plan original del Creador para
el hombre y la mujer fue desvirtuado con la introducción del mal, igual-
mente queda un esbozo implícito en la conciencia humana que debe
respetarse. Un elemento esencial de ese diseño original es la aventura
de la libertad como acto vital y afirmación de la autonomía de la volun-
tad. Por eso la Biblia se caracteriza por describir un universo humano
enormemente variado, múltiple e individual, donde se puede apreciar
la riqueza de la singularidad y la condición irrepetible del ser. Así, el
registro personal se va dibujando, a través de las transformaciones que
opera el tiempo y dentro del contexto de la sociedad y la cultura que le
sirve de marco histórico.
Hay otro concepto bíblico básico relacionado con el desarrollo hu-
mano, que se denomina el “estado del hombre perfecto” (Ef.4:13). Lo
expresa claramente el apóstol Pablo: “Cuando yo era niño, hablaba
como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Pero cuando lle-
gué a ser hombre, dejé lo que era de niño” (1 Cor.13:11). Es la noción
del crecimiento y la maduración. Cada uno debe desarrollarse hasta
alcanzar “la medida de toda la plenitud de Dios” (Ef.3:19), esto es, lo
máximo que se puede ser. Esa exigencia de excelencia y perfección es
reiterada, especialmente en los escritos paulinos. Comenta Elena de
White, que el apóstol “Les pedía que lucharan lealmente, día tras día,
en busca de piedad y excelencia moral. Les rogaba que pusieran a un
lado todo peso y se esforzaran hacia el blanco de la perfección en Cris-
to” (1977, 253).
El ideal del hombre es un blanco a conseguir en la experiencia indi-
vidual, al desarrollar las cualidades y aptitudes personales, de acuerdo
al plan que Dios tiene para cada uno y con la asistencia que propor-
ciona el Todopoderoso. Ésta es la gran diferencia entre el concepto
humanista de “autorrealización”, como proponen, por ejemplo, Carl
Rogers o Abraham Maslow (1994), y el pensamiento bíblico. En este
último, la singularidad se va dibujando, en el contexto de la trascenden-
cia, en el vínculo de la relación con los otros seres humanos que pueden
responder al plan divino o al objetivo del enemigo, que es desviar y
destruir (como veremos en el próximo capítulo). En el humanismo, el
desarrollo se logra por sí mismo, gracias a las propias fuerzas, movido

Universidad de Montemorelos
Cualidades Femeninas 107

por consignas como “tú puedes”, pero solo, sin necesidad de nadie más.
En la Biblia, el hombre alcanza la cumbre de sus logros gracias a Dios,
por la intervención del Omnipotente. El humanismo proclama: “No
digas cuán grande es tu problema, di a tu problema cuán grande eres
tú”; en cambio, el cristianismo predica: “Sabemos que a los que aman a
Dios todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados” (Rom. 8: 28). El énfasis está puesto en Dios,
en contraste con el humanismo, que hace del hombre el centro exclusi-
vo de toda realización.
La imagen tradicional del hombre se ha construido sobre el ideal
heroico de la virilidad, del hombre fuerte, aguerrido y valiente. El hé-
roe clásico, por ejemplo, Aquiles, Agamenón, Patroclo y Ulises, exalta
los valores del arrojo y la bravura, protagonizando episodios legenda-
rios. Son la cristalización de los sueños de gloria y poder, que parece
liberarnos de la condición humana. Por eso los héroes son semidioses,
están más allá de la realidad del ser normal. Muy diferentes son los
héroes bíblicos, jamás escapan a la naturaleza de nuestra especie, son
seres sujetos a las mismas pasiones y debilidades que cualquier mortal
(Sant.5:17); si se destacan, es por su confianza en Dios, no por competir
con los dioses. El héroe clásico llega a crecer tanto que excita el celo
de los dioses, como Prometeo o Sísifo, entonces son alcanzados por
la tragedia, padeciendo en forma fulminante el abatimiento. El Dios
bíblico jamás se siente celoso por los logros humanos, sino por su des-
obediencia, por la perversidad del corazón y el pecado que desea que
abandonen.
También en el texto bíblico aparece el espíritu guerrero, como en
el ejemplo de Josué, pero no para exaltar el poder de la masculinidad,
sino para destacar la importancia de la fidelidad y la obediencia. La
capacidad para vencer al rival es más un atributo de Dios que de las ap-
titudes humanas. El héroe bíblico es quien se vence a sí mismo, alguien
que derrota al enemigo que todos llevamos dentro; es quien vence la
adversidad con la ayuda de Dios, quien triunfa en la guerra. Además,
en la Biblia no sólo los héroes son especiales, también lo son aquellos
que se apartan del modelo, los antihéroes, como el caso del profeta
rebelde, Jonás. Un hombre insólito y un tanto exótico, que a pesar de
su carácter malhumorado y esquivo, conquista el interés de Dios, rea-

Mario Pereyra
108 Psicología de los Personajes Bíblicos

lizando proezas. La óptica del asombro no es ajena a las Escrituras en


materia de personas y circunstancias inéditas.
En el desarrollo humano la presencia de un mentor puede cumplir
un rol decisivo. La personalidad está enraizada en una historia, en un
mundo de valores, en una narración en que muchas veces el sentido
está en el contexto del mundo personal, en la encrucijada de las trayec-
torias argumentales o la imbricación de los destinos. Así es el caso de
la conmovedora historia de Timoteo y su consejero, Pablo, que trata-
mos más adelante. En definitiva, lo que sobresale en los relatos que nos
proponemos estudiar en este capítulo es la importancia del “otro”, el
“alter”, la dimensión distintiva de la alteridad. Para ser uno mismo se
necesita de los otros, ya sea por medio de la oposición (cuando el otro
asume el rol de enemigo) o del diálogo. El otro es cuestionamiento o
complemento, guía o conducente o muchas cosas más, pero siempre al-
guien indispensable para definirme como persona y lograr el pleno de-
sarrollo propio. Por eso, el pensamiento bíblico no es un individualis-
mo intransigente, sino un personalismo social, que privilegia el diálogo
y la reciprocidad, además de la solidaridad y el compromiso genuino.

2. EL SOLDADO DE LA FE: JOSUÉ


“El verdadero porvenir del soldado
es abonar los surcos del anónimo sembrador del futuro”.
Louis-Ferdinan Céline

La vocación marcial

La historia bíblica describe diferentes tipos de personalidades y ca-


racteres. Como muchas de sus páginas transitan por tiempos de gue-
rras, abundan los héroes de las gestas militares. Quizá uno de los más
encumbrados y célebres sea Josué. Fue un modelo de soldado, la figura
emblemática del guerrero. Ejerció la jefatura del ejército israelita en
época de la conquista de la tierra de Palestina, la antigua Canaán. Se
destacó por su liderazgo excepcional, no sólo por comandar las huestes
israelíes, sino también por su integridad, coherencia, lealtad a la causa
y nobleza de carácter. Se constituyó en el protagonista principal de una
etapa crucial y única, estampando el sello de su personalidad aguerrida

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 109

en la historia sagrada. El propósito de esta sección es valorizar algunos


de los rasgos de su carácter y vocación.
Es sugestivo que la primera mención de Josué en el relato bíblico
ocurra en ocasión del primer episodio bélico que tuvieron que afrontar
los israelitas (Éx. 17: 8-16). “Vinieron los amalecitas y atacaron a Israel
en Refidim” (vers. 8). En la emergencia, Moisés no dudó, recurrió a la
persona más capaz para asumir el liderazgo militar. No fue necesario
hacer una convocatoria pública ni tomar exámenes de evaluación de
habilidades para ocupar ese cargo. Josué era la figura reconocida por
sus atributos guerreros. Así, en el mismo acto, se hizo la designación y
el mandato. “Moisés dijo a Josué: Elígete algunos hombres, y sal ma-
ñana a combatir contra Amalec” (vers. 9). Esa primera guerra, no sólo
puso a prueba las destrezas militares de Josué y le dio experiencia en el
combate, lo más importante fue que le enseñó un principio que aplicó
a lo largo de toda su carrera castrense: el orden y las atribuciones de
los mandos.
El relato describe que mientras nuestro héroe combatía en el cam-
po de batalla, Moisés y sus asesores inmediatos, desde un monte cerca-
no, intercedían ante Dios con las manos en alto. Mientras Moisés tenía
sus manos alzadas, el ejército de Israel prevalecía; en cambio, cuando
cansado las bajaba, el enemigo triunfaba. Fue necesario sostener los
brazos de Moisés durante horas para alcanzar la victoria definitiva.
Allí, Josué comprendió cuál era su posición y cuál su función. Debía
combatir en el frente, pero el resultado dependía de las estrategias del
general Moisés, su jefe, y especialmente de la voluntad soberana del
mando supremo, que ejercía el mismo Dios, “Jehová de los ejércitos”,
el comandante supremo de las tropas.
Desde esa ocasión, Josué fue designado para ejercer el cargo, que
hoy llamaríamos, de ministro de guerra (Éx. 24:13; 33:11) y comandan-
te de las fuerzas armadas, además de encargado de la seguridad per-
sonal de Moisés (Núm. 11: 28, 29). Su vocación marcial y sus aptitudes
guerreras fueron los rasgos característicos y forjadores de su personali-
dad, que lo distinguieron en su singularidad. Hay varios episodios que
lo describen con claridad pero, probablemente, el más gráfico sea aquél
cuando descendía del monte con Moisés, después de una prolongada
permanencia en la cima, donde el gran líder estuvo dialogando exten-

Mario Pereyra
110 Psicología de los Personajes Bíblicos

samente con Dios. Durante el descenso, escucharon los estruendos de


un gran alboroto y gritos del pueblo. Josué interpretó inmediatamente
esos ruidos, exclamando excitado: “Alarido de pelea hay en el cam-
pamento” (Éx. 32:17). Moisés le corrigió en seguida, diciendo: no son
gritos de pelea, “voz de cantar oigo yo” (vers. 18). Efectivamente, el
pueblo cantaba y bailaba en torno al becerro de oro que habían erigido
como nuevo dios. Fue la mente militar de Josué lo que le hizo pensar
en guerra.
Debido a su carácter valiente y resuelto, Josué fue elegido para cum-
plir la misión de explorar la tierra donde se establecería el pueblo, junto
con otros once príncipes, representantes de las otras tribus (Núm.13).
La orden fue: “observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si
es fuerte o débil, si poco o numeroso; cómo es la tierra habitada, si es
buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos
o plazas fortificadas; y cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él
hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país” (vs.18-20).
Cuando regresaron, diez de los espías informaron: “Nosotros llegamos
a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y
este es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte,
y las ciudades muy grandes y fortificadas...” (vs.27,28). Se espaciaron
en destacar el poderío de los pueblos que habitaban la tierra, su raza
de gigantes ante los cuales ellos parecían como “langostas” (33). Sólo
Caleb y Josué contradijeron el informe pesimista y temeroso. Imbuidos
de coraje y confianza en el éxito prometido de la conquista, fueron los
únicos capaces de apoyar la empresa de la conquista (Núm. 13: 30; 14:
6-9), ya que los otros diez espías sugirieron abortar la expedición (13:
27-33). El comportamiento temeroso y cohibido de esos hombres fue
castigado severamente. Ninguno de ellos tuvieron el privilegio de en-
trar en la tierra prometida, sólo lo hicieron los dos valientes (14: 38; 26:
65), que enfrentaron la adversidad y la oposición. La historia bíblica los
honra diciendo: “fueron perfectos en pos del Eterno” (32: 12, VVR).
Otro elemento importante es el nombre de nuestro héroe. Origi-
nariamente se llamaba Oseas (Núm. 13:8), pero Moisés le cambió el
nombre (vers. 16), quizás con el propósito de afianzar sus conviccio-
nes religiosas, pero en esa alteración le dio una proyección profética
insospechada. Esto se aclara al comprender el significado de ambos

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 111

nombres. Hoshea u Oseas significa “salvador” o “salvación”; en cam-


bio, Yehoshua o Josué, quiere decir, “salvación de (o por) Jehová”.
Es como si Moisés le hubiera dicho “Tú te llamas “Salvación”, pero
de ahora en adelante te llamarás “Salvación de Jehová”, ya que de Él
proviene la salvación”. Es posible que Moisés haya visto necesaria esa
modificación para prepararlo para el liderazgo, a fin de que el futuro
conquistador no se atribuyera las victorias de sus éxitos militares, sino
que reconociese que ellos provienen de Dios. En los tiempos del NT,
el nombre Yeshúa, al transliterarse al griego, se convirtió en “Jesús”,
haciendo del líder castrense israelita un antecesor de Jesús Cristo, el
gran “Salvador” de la humanidad.

La conquista de la promesa

“Animados por ese sentimiento, entrad, pues, a la Vida,


que os abre sus hondos horizontes, con la noble ambición
de hacer sentir vuestra presencia en ella desde el momento
en que la afrontéis con la altiva mirada del conquistador”.
José Enrique Rodó

Josué fue designado como sucesor de Moisés (Núm. 27: 18-23;


Deut.31: 1-8), con el objetivo específico de conquistar la tierra de Pa-
lestina, donde habitaría el pueblo de Israel por siglos y aun milenios.
Cuando falleció el gran patriarca, asumió el poder. Elena de White
hace una notable semblanza del carácter de nuestro héroe, cuando asu-
mió la conducción del pueblo: “Josué era ahora el jefe reconocido de
Israel. Se había distinguido principalmente como guerrero, y sus dones
y virtudes resultaban de un valor especial en esta etapa de la historia
de su pueblo. Valeroso, resuelto y perseverante, pronto para actuar,
incorruptible, despreocupado de los intereses egoístas en su solicitud
por aquellos encomendados a su protección, y sobre todo, inspirado
por una viva fe en Dios, tal era el carácter del hombre escogido divi-
namente para dirigir los ejércitos de Israel en su entrada triunfal en
la tierra prometida. Durante la estada en el desierto, había actuado
como primer ministro de Moisés, y por su fidelidad serena y humilde,
su perseverancia cuando otros flaqueaban, su firmeza para sostener la

Mario Pereyra
112 Psicología de los Personajes Bíblicos

verdad en medio del peligro, había dado evidencias de su capacidad


para suceder a Moisés aun antes de ser llamado a ese puesto por la voz
de Dios” (1985ª, 516).
La historia de Josué continúa en el libro que lleva su nombre. Allí
se ratifica y amplía la información contenida en el Pentateuco acerca
de su personalidad. El libro se inicia con expresiones muy significati-
vas: “Después de la muerte de Moisés, siervo del Eterno, el Señor dijo
a Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés” (Jos.1:1). Es la definición
de la cadena de mando, la designación de las autoridades con sus co-
rrespondientes jerarquías. En primer lugar está el Eterno o el Señor,
sigue Moisés, el “siervo” de Dios y en el tercer nivel, está el mismo
Josué, llamado el “ayudante”. Luego continúa narrando el libro acer-
ca del mandato recibido directamente del Comandante General de las
fuerzas: entrar en la tierra que debían conquistar (vers. 2-5). Esa orden
viene acompañada de consignas de ánimo y estímulo, para promover el
coraje y la valentía (6-9). Cuatro veces se repite, en forma imperativa,
la fórmula: “Sé valiente y firme” (1:6, 7, 9, 18). Parece el estribillo de
un canto épico, como esas tonadas marciales que cantan los guerreros
para estimularse a la lucha, con la música rítmica de los tamboriles y
trompetas. El primer capítulo del libro de Josué se complementa con
una serie de órdenes (1: 10, 11, 13, 14, 18), donde se enfatiza la im-
portancia de la obediencia (17,18), cualidades características de la vida
militar.
El libro de Josué es muy diferente de los libros de Moisés, es de
género épico, es el elogio de las gloriosas hazañas del Conquistador
bajo la bandera de “Jehová de los ejércitos”. Contiene las crónicas de
las guerras de la conquista (caps. 1-12), el reporte de las batallas (caps.
6, 8, 10, 11), el reparto de la tierra (caps. 13-21), el inventario de los
triunfos (cap. 12) y el fin de la jefatura de su autor (caps. 22-24). Se
caracteriza por la acción y la descripción de las estrategias de las bata-
llas, el festejo de las victorias (caps. 6, 8, 10, 11) y aun las causas de los
fracasos (7). Describe cuadros emocionantes de las proezas realizadas
en la lucha por hacer realidad la promesa de Dios, como el milagroso
cruce del río Jordán (3:1-4:24) y la portentosa toma de la amurallada
ciudad de Jericó (6:1-21). Hasta la naturaleza aparece combatiendo a
favor de las huestes que comanda nuestro héroe (10:12-14), en medio

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 113

de los alaridos de guerra, las resonancias intensas de los regimientos en


acción, con las banderas desplegadas al viento y las espadas que abren
surcos de sangre. Una historia de heroísmo que se extiende a lo largo y
ancho de la tierra que van poseyendo a filo de espada, sobre ciudades y
pueblos que sucumben ante el avance de las huestes israelitas lideradas
por Josué. Luego viene la paz y la distribución de las tierras entre las
tribus (13:1-19:51).
Ni la narración de los libros de Moisés ni el del propio Josué descri-
ben las características físicas del héroe. Lo vemos en acción pero no re-
tratado. Lo imaginamos de complexión fuerte y recia, corpulento, alto
de estatura. Lo que se deduce de su libro son aspectos de su carácter
y personalidad. Ciertamente no fue un dechado de intelectualidad, un
teórico de las ciencias y el arte, legislador y jurista como Moisés. Sus
virtudes son pragmáticas, como estratega militar. Puntual en cumplir y
hacer cumplir las órdenes, administrador ordenado y estricto, como se
puede apreciar en su inventario de las conquistas y la repartición equi-
tativa de las tierras entre las tribus. No tomaba las cosas con negligen-
cia o favoritismo. Fue justo. Quizá no fue compasivo y benévolo, pero
tampoco cruel y autoritario, aunque tuvo que actuar con dureza y aun
con fiereza, porque así lo demandaban las reglas castrenses y los tiem-
pos azotados por confrontaciones bélicas. Lo relevante de su carácter
fue que jamás se doblegó o cedió a la cobardía, siempre manifestó una
indomable fuerza de voluntad y un gran espíritu de lucha.
Otro rasgo señalado de Josué fue su nobleza y altruismo. Un gesto
que lo retrata con exactitud lo vemos en ocasión de la distribución de
las tierras entre las tribus de Israel. Cuando todos hubieron recibido
su parte, recién entonces Josué planteó su derecho. De acuerdo a lo
convenido mientras aún vivía Moisés, él debía recibir una herencia es-
pecial; sin embargo, no reclamó una provincia grande, sino una sola
ciudad. Entonces, le dieron la ciudad que pidió. La crónica informa:
“y él reedificó la ciudad, y habitó en ella” (19:49,50). El nombre que
llevó esa ciudad es altamente significativo, Tim-nath sera, “la parte que
sobra”. Ese hecho atestiguó para siempre el “espíritu desinteresado del
vencedor que, en vez de ser el primero en apropiarse del botín de la
victoria, postergó su derecho hasta que los más humildes de su pueblo
habían recibido su parte” (White, 1985ª, 551).

Mario Pereyra
114 Psicología de los Personajes Bíblicos

Modelo de lealtad
“La vida es un combate, que a los débiles abate,
que a los fuertes y a los bravos sólo quiere exaltar”.
Si bien Josué fue un modelo de soldado, disciplinado, obediente
y noble, la esencia de su personalidad, el rasgo más sobresaliente, fue
su lealtad, el acatamiento a la autoridad divina, que es otra forma de
fidelidad a Dios. Hay varios hechos significativos que aparecen en la
historia de su vida que lo califican como un soldado de la fe. Conside-
raremos sintéticamente algunos de ellos.
Un hecho notable es la presentación de una teofanía, escena donde
Dios se manifiesta y revela su gloria. Hay un solo ejemplo de este tipo de
evento extraordinario en el libro (5:13 - 6:5). El punto significativo y úni-
co en todo el testimonio bíblico es que Dios se presentó vestido como un
soldado a la usanza de esos tiempos, mostrándose como “Jefe del ejérci-
to de Yahvéh” (5: 14). Tan semejante a un militar era, que Josué, en un
primer momento, lo confunde con algún integrante de su ejército o del
enemigo. Cuando descubre su carácter divino, cae rostro en tierra, en
actitud de adoración (5:14). Entonces, Dios le da instrucciones de cómo
conquistar la ciudad de Jericó. ¿Por qué un Dios “comandante” y estra-
tega? ¿Será que Dios se manifiesta, apareciendo según la mentalidad y la
capacidad de percepción del hombre escogido? ¿Un Dios que se encarna
adaptándose a las dimensiones de la comprensión humana?
Otro punto interesante está relacionado con una de las estructuras
lingüísticas del libro. Se trata de la fórmula “Jehová habló a Josué, di-
ciendo”, que aparece en catorce ocasiones (1: 1-9; 3: 7-13; 4: 1-3; 4: 15,
16; 5: 2; 5: 9; 7: 10-15; 8: 1, 2; 8: 18; 10: 8; 11: 6; 13: 1-7; 20: 1-6), cuando
Josué recibió la palabra de Dios (una en forma personal y otras trece en
forma verbal). Lo llamativo es que en todos los casos, indefectiblemente,
no hay respuesta verbal de nuestro héroe sino acción, es decir, el cumpli-
miento de la orden. Este hecho es significativo porque la misma fórmu-
la también es típica del Pentateuco, aunque aplicada a Moisés (“Habló
Jehová a Moisés, diciendo”, Ex.6:29; 13:1; 23:1; 25:1, etc.). El contraste
está en cuando Moisés recibe la voz de Dios, suele responder, dialogar e
incluso discutir con el ser divino (ver Éx. 3: 11-4:17; 6:30). Por el contra-
rio, Josué jamás respondió palabra alguna a lo que Dios ordenó. Su res-

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 115

puesta fue siempre de cumplimiento estricto, de obediencia total y plena.


Aun ante las órdenes más insólitas y extravagantes, como fue el plan de
batalla para conquistar Jericó (6: 2-5), Josué obedeció sin objeciones ni
comentarios. Tenía muy claro que su misión era cumplir la voluntad del
“Jefe del ejército de Yahvéh”, más allá de cualquier idea u opinión per-
sonal. Ese es un rasgo distintivo de un buen soldado.
Otro episodio relevante de la vida de Josué fue cuando los signos de
la vejez le anunciaron que se aproximaba el fin y debía deponer su lide-
razgo. ¿Qué ocurriría con las nuevas generaciones? ¿Seguirían leales
a Dios como él lo había sido? Entonces, como lo había hecho Moisés,
antes de morir, reunió al pueblo en asamblea para confrontarlos con su
compromiso religioso y fidelidad. “Después de exponer la bondad de
Dios hacia Israel, los invitó en el nombre de Jehová a que decidieran a
quién querían servir. El culto de los ídolos seguía practicándose hasta
cierto punto, en secreto, y Josué trató ahora de inducirlos a hacer una
decisión que desterrara este pecado de Israel... Josué deseaba lograr
que sirvieran a Dios, no por la fuerza, sino voluntariamente” (White,
1985ª, 561). Concluyó su elocuente discurso con un pronunciamiento
contundente y ejemplar de fidelidad incondicional: “Escogeos hoy a
quién sirváis... Que yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos.24: 15).
Elena de White, sigue comentando: “El mismo santo celo que ins-
piraba el corazón del jefe se comunicó al pueblo, sus exhortaciones le
arrancaron esta respuesta espontánea: ‘Nunca tal acontezca, que deje-
mos a Jehová por servir a otros dioses...’ Josué trató de hacer que sus
oyentes pesaran muy bien sus palabras, y que desistieran de hacer votos
para cuyo cumplimiento no estaban preparados. Con profundo fervor
repitieron esta declaración: ‘No, antes a Jehová serviremos’. Consin-
tiendo solemnemente en atestiguar contra sí mismos que habían esco-
gido a Jehová, una vez más reiteraron su promesa de lealtad: ‘A Jehová
nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos’” (Ídem, 562).
Al estudiar la concepción bíblica del desenvolvimiento humano,
encontramos que la historia de Josué, el soldado de la fe, proyecta un
modelo de desarrollo rescatable aún hoy, 2.500 años después de los
acontecimientos. Fue un hombre elegido para enfrentar la crisis y ac-
tuar en una etapa muy peligrosa, cuando los tambores llamaban a la
guerra. Seguramente Josué hubiera pasado desapercibido en tiempos

Mario Pereyra
116 Psicología de los Personajes Bíblicos

de paz, ya que era un guerrero, un hombre diseñado para el combate.


En esas circunstancias, cuando soplaron los vendavales del conflicto,
apareció su figura en el escenario histórico para ostentar un estilo de
conducción y de existencia colosal. Creció bajo la sombra del gran pa-
triarca Moisés, que fue su mentor y modelo, aplicando el aprendizaje
de liderazgo con espíritu obediente y disciplinado. No fue un hombre
de letras ni un estadista brillante como su jefe, tampoco tuvo la edu-
cación superior de Moisés, pero todo lo que tuvo y aprendió lo puso
a disposición del cumplimiento de la misión asignada, haciéndolo con
esmero, responsabilidad y eficacia.
Se destacó por su valentía, su espíritu audaz y enérgico. Cuando
los diez espías daban su informe pesimista, ardió de ira por la actitud
pusilánime de sus compañeros, proponiendo ir a combatir con la segu-
ridad de la victoria. Cuarenta años después, cuando le tocó asumir la
conducción del ejército, continuó mostrando ese mismo espíritu em-
prendedor y combativo, ocupando los primeros lugares en la batalla.
Pero, entre todas las cosas, lo más relevante fue su consagración a Dios
y la disposición a obedecer la palabra y los mandatos del Altísimo. La
única batalla que perdió en su vida fue debido a la desobediencia de
Acán (cap.7), una lección dura de admitir, que fue resuelta con vigor
y decisión (7:25,26). En conclusión, se trata de un hombre de perfiles
claros y definidos, no hay en él nada de ambigüedades y dudas, con una
conciencia clara de su misión y objetivos.
Toda vida humana tiene un vértice de lucha. Vivir es luchar. Conti-
nuamente tenemos que bregar contra diversos enemigos en las contien-
das comunes del diario vivir. Nada de lo que realmente vale se alcanza
sin esfuerzo y sin fatigante trabajo. Todos tenemos que luchar contra el
confort que anestesia, contra las tentaciones y debilidades que nos aco-
san. Hay que combatir para sostener el afán de superación y no renun-
ciar al deber y los imperativos del destino. En estos días, en que la figu-
ra militar ha perdido crédito y goza de tan mala reputación, nos parece
importante rescatar de la historia sagrada un modelo de soldado que
permite reivindicar el ejercicio activo de las virtudes castrenses, que se
constituye en inspiración aun en tiempos de paz, como expresión de
patriotismo, disciplina, orden, voluntad para luchar contra las muchas
manifestaciones del mal y mantener una lealtad indeclinable a Dios.

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Cualidades Masculinas 117

3. UN PROFETA REBELDE: JONÁS

“Enséñame, Jonás, pero no a huir ni a renegar por enramadas secas.


¿Adónde huirás del Dios que va contigo, si a donde vayas sin querer le llevas?
Y si la calabaza se ha secado, busquemos mejor sombra en una higuera.
Enséñame, Jonás, a ser valiente:
‘Yo soy culpable, echadme a la tormenta para que el mar se calme y tengáis vida,
y a mí que Dios me lleve donde quiera’...
Enséñame, Jonás, pero no el odio.¿Que Nínive es idólatra y perversa?
Tú y yo, Jonás, tenemos un mensaje que Dios nos ha confiado para ella.
Dame tu verbo rápido y conciso,tu voz adamantina y verdadera,
para que aquel que mi advertencia escuche, en polvo y ceniza se arrepienta.
Que yo doy voces, y mi voz se pierde en la expansión de una ciudad desierta...”
Santos García Rituerto

En el libro de Jonás la narración es fluida, tensa, de ritmo sostenido y


desarrollo emocionante. A pesar de su brevedad, logra elaborar retratos
y diálogos llamativos. Exhibe una variedad de escenarios, una dinámica
ágil y atractiva. Es una escritura transparente, fresca, despojada de falsos
ornamentos, aunque no por ello carezca de resonancias y sugestivas sim-
bologías. Pero, más allá de la mecánica del montaje, del estilo lingüístico
y la sencillez del argumento, el eje articulador de la obra es, sin duda, su
protagonista central, la figura de su inusitado autor. Marshall McLuhan
(2000) hizo célebre la expresión: “El medio es el mensaje”, refiriéndose a
los sistemas de comunicación de nuestros días. En la obra que nos ocupa
esa consigna es sobresaliente, el mensaje no es tanto la prédica que debe
trasmitirse a Nínive, sino el mismo profeta, quien se constituye en el cen-
tro del mensaje, a diferencia de los otros once profetas menores.
Jonás es un personaje simpático, de carácter extrovertido, emotivo
y auténtico. No oculta sus sentimientos, sus ideas ni su comportamien-
to. Se describe valientemente tal cual es. Por supuesto, no es perfecto, y
su temperamento caprichoso, obstinado y desobediente le trajo no po-
cas dificultades. Pero es un hombre transparente; no es un calculador
o especulador, ni ambivalente. Precisamente, el nombre hebreo Jonás,
yoná, significa paloma, probablemente por esa característica de trans-
parencia (¿o será por su espíritu volátil y un tanto huidizo?).

Mario Pereyra
118 Psicología de los Personajes Bíblicos

Lo primero que impresiona del profeta es su expresividad, la disposi-


ción extrovertida de su carácter y el manifestar abiertamente sus pesares,
enojos o amarguras, así como su entusiasmo y alegrías. Esa facilidad para
expresar y trasmitir las emociones y sus pensamientos, fue seguramente
uno de los factores de éxito de su predicación. La gente advertía la since-
ridad y la fuerza enfática de sus palabras, el carácter volcánico de sus sen-
timientos. Así son los temperamentos primarios y emotivos, frente a un
estímulo reaccionan inmediatamente, a veces en forma explosiva y des-
ordenada, pero sin anteponer dudas ni encubrir emociones o actitudes.
Es todo lo contrario a las personas formales, de “cuello duro” y rígidas;
Jonás es espontáneo y diáfano, no esconde ni la iracundia malhumorada
(ver 4:1), ni su angustia y desesperación (2:2-9). Además, él era un hom-
bre de acción, práctico, emprendedor, no vacila en tomar una decisión y
ejecutarla en forma inmediata. Cuando recibió la orden divina de amo-
nestar a los ninivitas, enseguida fue al puerto para alejarse lo más posible
(1:2,3). Estando en el barco, en medio de la tempestad, al descubrir que
el desastre ocurriría por su culpa, en un acto heroico, sin titubear, ofre-
ció la solución de su sacrificio (1:12). Posteriormente, fuera de la ciudad,
aparece indignado, pidiendo irreflexivamente la muerte (4:3).
De acuerdo a la clasificación de las personalidades desarrollada
por Heymans-Le Senne, los caracteres primarios, emotivos y activos
se denominan “coléricos”. Son personas muy sensibles, de reacciones
vigorosas y rápidas. Pueden llegar a ser cálidos, cordiales, serviciales,
como rápidos en inflamarse en arrebatos de ira, aunque fácilmente se
sosiegan y piden disculpas o buscan la reconciliación. Las evidencias del
libro nos mueven a situar al profeta entre ese tipo de personalidad.
Otro rasgo relevante del libro y de su héroe es el comportamiento
inestable, con variaciones significativas. Todos los acontecimientos son
rápidos y extremos. La orden es ir hacia el oriente, pero se dirige hacia el
occidente. Desde las crestas elevadas de las olas tormentosas se “hunde
hasta el fondo del abismo” (2:3), en las entrañas silenciosas y apacibles
del gran pez. De la angustia de muerte de esa experiencia descomunal e
insólita, de pronto se traslada a la euforia exuberante de la predicación.
Posteriormente, del enojo por el presumible arrepentimiento de Dios,
siente el regocijo gracias a la sombra refrescante de la calabacera; pero
ésta rápidamente se seca, provocándole irritación y gran disgusto.

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Cualidades Masculinas 119

Esta característica de pasar abruptamente de un polo a otro del hu-


mor, Ernst Kretschmer (2003) la denominó “ciclotimia”. Se trata de
cambios bruscos no progresivos, no son evoluciones sino revoluciones,
cambios drásticos del ánimo. Un descubrimiento importante con respec-
to a los ciclotímicos, o los casos más graves, denominados “bipolares”
o maníaco-depresivos, fue el haber encontrado ciertas correlaciones es-
tadísticas con determinados tipos de constituciones físicas. Los estudios
de Kretschmer plantean que esa forma de personalidad, por lo general,
se daba en un tipo que llamó pícnico. Se trata de personas de baja esta-
tura y rechonchas, achaparradas, con el tronco relativamente largo y las
piernas cortas, de hombros y pechos redondeados y manos y pies cortos.
Posteriormente, otro investigador, Sheldon, agregó que en ellos predo-
minan la redondez y la blandura, con relativo desarrollo de las vísceras
digestivas. ¿Fue Jonás una persona de tipo pícnico? No hay en el registro
bíblico información al respecto, que afirme o niegue tal hipótesis. La base
para sostenerla, además de los estudios estadísticos compatibles con los
rasgos caracterológicos, puede encontrarse en dos referencias del relato
que armonizan o concilian bien con la posibilidad de que Jonás haya sido
de pequeña estatura: el haber entrado en el vientre del pez y el resguar-
darse debajo de la calabacera que creció en un día.
Siguiendo el patrón que “el mensaje es el mensajero”, es significati-
vo el hecho de que todo el texto está articulado por diferentes entrama-
dos, uno de los cuales es la estructura verticalista. Así, por ejemplo, el
libro se inicia con la palabra de Dios que le pide “levántate” (1:2), a lo
cual Jonás responde “levantándose”, para “bajar” a Jope (1:3). Cuando
se desata la tormenta, encuentran que Jonás “había bajado al fondo del
barco” (1:5), por lo cual el jefe le pide: “¡Levántate!” (1:6). En ese con-
texto, desde las alturas de las olas encrespadas, es lanzado al fondo del
mar, donde es tragado por el gran pez. Allí, desde las profundidades de
los abismos, a los cuales reconoce Jonás cuando dice “descendí” (2:7),
eleva su oración a Dios, que está en las alturas de los cielos. La lógica
de la verticalidad continúa en los resultados de la predicación del pro-
feta, que “desde el mayor al menor” (3:5), desde el rey hasta el último
de los ninivitas se arrepienten, es decir, desde el extremo más alto al
más bajo de la escala social. Igual ocurre con la calabacera que creció
hacia arriba rápidamente, para luego secarse y descender marchita a la

Mario Pereyra
120 Psicología de los Personajes Bíblicos

tierra. Así, pues, el relato atraviesa por fuerzas ascendentes y descen-


dentes, movido por una dinámica orientada a la verticalidad. Dentro
de esa lógica es coherente haber descendido de la cresta de la ola a las
profundidades de la mar y, de allí, volver a subir para retornar a tierra.
La lógica de la verticalidad es una característica distintiva de las
personas de poco tamaño, de acuerdo a los estudios de Alfred Adler
(1953; Bascher, 1959), fundador de la escuela del individuo. Adler ex-
plicó que un eje decisivo en la dinámica interior de las personas baji-
tas, es el “sentimiento de inferioridad” que impulsa la tendencia a la
superioridad, como un mecanismo que procura contrarrestarlo. Así, la
conciencia de la disminución física mueve la búsqueda de diferentes
procedimientos para ascender, desde pararse con la punta de los pies
(o usar tacos altos, en el caso de las damas), hasta buscar sobresalir gri-
tando o hablando fuerte, o procurando el éxito en todas las actividades
que emprenden, e incluso interesarse en subir a lugares altos (como
hizo Zaqueo, Lc.19:1-10) y como, presumiblemente, hizo Jonás al ubi-
carse en un lugar desde donde podía divisar la ciudad (4:5).

El temor de Jehová
“El fin de todo el discurso oído es éste:
Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”.
Salomón (Ecl.12:13)

El libro de Jonás no sólo trata de su controvertido protagonista y de


otros personajes que allí aparecen, también habla de Dios, quien ejerce
un rol central, interviniendo activamente en toda la obra. ¿Cómo se
percibe a Dios? ¿Qué reacciones produce? El ser divino genera dos
tipos de actitudes, una de “temor” en quienes lo desconocen, y otra de
reacciones emocionales en el profeta. En esta sección, consideraremos
el primer caso, más adelante abordaremos la disposición del autor hacia
el Eterno. Así, por ejemplo, en medio de la tormenta del mar embra-
vecido, los marineros experimentaron dos tipos de temores: el miedo
a naufragar y el temor de Jehová. ¿Qué diferencias hay entre ambos?
Con respecto al primero, registra el relato que “los marineros tuvieron
miedo y cada uno clamaba a su dios” (1:5). En relación al segundo,
cuando Jonás se identifica como hebreo y “temeroso” del Dios creador

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 121

(vers.9), expresa el relato que los marineros “temieron sobremanera”


porque descubrieron “que huía de la presencia de Jehová” (vers.10).
Más adelante, después que echaron a Jonás al mar y se hubo aquietado
el furor de las aguas, nuevamente la tripulación del barco fue sobreco-
gido por el temor. Así dice el texto: “temieron aquellos hombres a Je-
hová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos”
(vers.16). ¿Cómo podríamos explicar estas diferencias?
El miedo es la sensación de peligro producida ante una amenaza po-
sible o determinada, en este caso, el riesgo del naufragio. El miedo mue-
ve a buscar rápidamente la manera de neutralizar el peligro. Al ver que
humanamente no había escapatoria, la búsqueda se dirige en pos de la
ayuda divina. Es interesante que el miedo de los marineros los lleva a cla-
mar cada uno a su dios. Puesto que eran personas de diferentes naciona-
lidades, cada uno se refugia en sus respectivas creencias, aunque todos
coinciden en el mismo tipo de religiosidad: buscar aplacar la furia de los
dioses por medio de sacrificios. Al no dar resultado los procedimientos
religiosos, buscan otras causas y maneras, y descubren, entonces a Jo-
nás. Allí, los marineros se enfrentan, quizás por primera vez en la vida,
a la realidad de un Dios todopoderoso, artífice y gobernante de todo lo
existente. Ante esa comprensión emerge el sentimiento intensísimo del
temor de Dios.
Epicteto comenta que el sentido de lo trascendente surge al “perca-
tarse de la propia debilidad e impotencia” (Jaspers, 1965, 16). Se trata
de un sentimiento de insuficiencia, de comprensión de la propia nu-
lidad e incapacidad para enfrentar la grandiosidad de lo divino o sus
manifestaciones extraordinarias en la naturaleza. Es sentirse “polvo
y ceniza”, de acuerdo a la experiencia de Abrahán (Gn.18:27). Es la
sensación de estar perdido, como gritó Isaías (Is.6:5), al descubrir su
propia pecaminosidad en contraste con la perfección incomparable del
Creador. Todas las teofanías o visiones de Dios están llenas de ese es-
tado de profunda turbación y conmoción humana.
El temor de Dios incluye otro componente importante, la estreme-
cedora autopercepción pecaminosa que despierta el conocimiento de la
majestad todopoderosa de Dios. Es la impresión repentina de encontrar-
se allí, con toda la desnudez de la constitución originaria, enfrentado a
la grandiosidad cósmica del Eterno. “El hombre se hunde y derrite en su

Mario Pereyra
122 Psicología de los Personajes Bíblicos

propia nada ―dice Rudolf Otto (1965, 35)―, en su pequeñez, cuanto


más clara y pura se le aparece la grandeza de Dios”. Éste es el elemento
de poder, o de potencia o mejor aún, de omnipotencia. Probablemente
sea éste el “aspecto más señalado del sentimiento religioso”, la esencia
misma de lo que la Biblia llama el “temor a Dios”, comenta Otto (Ídem,
28). Por cierto, este temor de carácter sobrenatural, se diferencia del
miedo natural surgido de un peligro real que amenaza nuestra integri-
dad o seguridad. El “temor a Dios” es el “modo de encontrarse ante el
Altísimo”, explica Van Der Leeuw (1964, 446), la vivencia humana ante
lo extraordinario y maravilloso.
Otro rasgo esencial del temor a Dios (del verbo yārē´), es la reacción
humana al percibir el prodigio de la manifestación divina, la inmediata
quietud del mar. En contraste con las ideas religiosas que tenían ante-
riormente los marineros que clamaban a sus dioses para apaciguarlos,
ahora al descubrir al Dios creador de la naturaleza, ofrecen sus sacrifi-
cios y votos. Es un sentimiento posterior de reconocimiento y adoración.
No se trata de una religión instrumental o manipuladora que busca un
servicio del dios, como era la creencia popular, sino la constatación de
un poder superior, ante el cual se manifiesta reverencia y culto. El miedo
mueve la religión del auxilio ante el peligro, el temor promueve la devo-
ción solemne al Dios omnipotente. El miedo es dominado por un senti-
miento de culpabilidad y condenación, la pavorosa sensación del castigo
de los dioses por algún incumplimiento de los deberes (como indagaban
los marineros entre todos los tripulantes); el temor de Dios es la concien-
cia del poder divino, que ve el amor de un Dios salvador, en la belleza de
su poder y santidad.

El “complejo de Jonás”
“Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás;
y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches”.
Jonás 1: 17

El filósofo existencialista francés, Jean Paul Sartre (1968, 706; Stern,


1962, 188) denominó “complejo de Jonás” al tipo de conocimiento que
incorpora un objeto sin destruirlo o asimilarlo. Es como comer algo
que queda en el estómago sin digerirse, como le sucedió a Jonás que

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 123

fue tragado pero no consumido. En realidad, padecen el complejo de


Jonás quienes no pueden asimilar este relato, aquellos que lo ven tan
inverosímil que no lo pueden aceptar. Sin embargo, más allá de lo insó-
lito del caso, cuando se lo percibe desde la perspectiva de la experiencia
humana y desde su simbolismo, resulta notablemente comprensible,
hasta diríamos genial, para explicar una disposición muy común a lo
largo del desarrollo.
Desde pequeños, cuando tenemos dificultades, corremos hacia
nuestra madre a guarecernos en su regazo, abrazándonos de su vientre,
como si quisiéramos retornar a la época en que allí estábamos a salvo
de todos los peligros y males. Se trata, pues, de una conducta regresiva
y de protección. En sentido simbólico, dormir es también como intro-
ducirnos en el “vientre” de la cama para desaparecer de la realidad, al
guarecernos en las profundidades del inconsciente. Es llamativo que,
en medio de la tormenta, Jonás sea calificado de “dormilón” por el pa-
trón de la nave, al pedirle que se levante, cuando dormía en los com-
partimientos inferiores, diríamos, en el “seno” del barco. La historia
comienza cuando Dios también le pide que se levante, para ir a predi-
car en Nínive (1:2), probablemente por el mismo hecho de que estaba
dormido. Estos episodios parecen decirnos que Jonás tendía frecuen-
temente a refugiarse en esos espacios apacibles que ofrece el descanso,
el sueño. Por eso buscó el “vientre” de la nave para dormir. Pero, su de-
seo de encontrar la paz del vientre, continuamente es interrumpido. De
ahí su malestar. Sin embargo, cuando es lanzado al mar, un pez gigante
lo engulle, yendo a parar, precisamente, a su vientre. ¿Cómo se inter-
preta esto? ¿Será un castigo y una lección para que Jonás abandone su
compulsión por el vientre, y deje de comportarse como los chiquillos
que ante las dificultades se guarecen en el regazo de la madre?
La historia hace pensar que Dios le mostró a Jonás lo espanto-
so y repulsivo que es estar dentro de un vientre, como un método de
enseñanza para cambiar esa tendencia a la huida y a la búsqueda del
sueño como refugio. Eludir las responsabilidades y deberes puede que
ofrezca cierta tranquilidad pasajera, pero impide el desarrollo de las
aptitudes y el crecimiento de la personalidad. Esa es una enseñanza rei-
terada en la Biblia. Aquel hombre de la parábola bíblica que guardó el
talento sin hacerlo producir, recibió una severa censura y fue lanzado al

Mario Pereyra
124 Psicología de los Personajes Bíblicos

“lloro y crujir de dientes” (Mt.25:26-30). Igualmente, Jonás es lanzado


a la angustia y al abandono, entre los desechos putrefactos del estóma-
go para que “vuelva en sí” (como el “hijo pródigo”, Lc.15:17) y enfrente
la vida. El Señor Jesucristo también exhortó a recordar a la mujer de
Lot (Lc.17:32), ejemplo memorable de la actitud a quedar amarrado al
pasado, renunciando a enfrentar las vicisitudes del porvenir. En otra
ocasión, Cristo declaró: “Ninguno que poniendo su mano en el arado
mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lc.9:62). La idoneidad
para el Cielo consiste en poner la mira en las cosas de arriba y en aque-
llas otras que se abren a los horizontes del futuro, es decir, ejercitar la
vocación de la esperanza.
Franz Kafka (1998, 82) ha dicho: “Los escondrijos son innumera-
bles, la salvación sólo una”. Esa verdad la reconoció Jonás en el vientre
del pez. Esos tres días y sus correspondientes noches sin poder dormir
(hacerlo, le hubiera significado ahogarse), fueron el tiempo que necesi-
taba para reflexionar, pensar en sí mismo, en sus actitudes y para acer-
carse a Dios como nunca antes lo había hecho. Hasta entonces, había
vivido durmiendo o huyendo para no pensar; ahora estuvo obligado a
permanecer consciente y, por lo tanto, meditar. ¿Cuáles fueron las re-
flexiones de Jonás en el vientre del pez? ¿Qué oración elevó a Dios?
La oración desde el abismo describe dramáticamente la vivencia
angustiosa de estar arrojado “en lo más hondo del corazón de la mar”
(2:4), donde nacen las montañas y la tierra echa sus “cerrojos”, con
el agua hasta la garganta (2:6), entre las algas que flotaban en los lí-
quidos estomacales del pez. Por momentos experimenta la esperanza
de “volver a contemplar tu santo templo” (2:5) y, en otros instantes,
le invade el pesimismo sintiéndose desfallecer, deplorando que jamás
podrá vencer esos cerrojos de muerte. Luego de describir su estado,
reconoce dos cosas fundamentales: 1) “los que siguen vanidades iluso-
rias, su misericordia abandonan” (2:8); y 2) “la salvación es de Jehová”
(2:9). Es como reconocer que su actitud fue una ilusión, una insensatez,
al privarse de gozar las misericordias de Dios, siendo la más importante
la salvación.
Jonás pensaba que la salvación estaba en los escondrijos, introdu-
cirse en los vientres, eludir las responsabilidades, en dejar a quienes
estaban condenados a su propia suerte, en ocuparse de sí mismo. Ne-

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 125

cesitó setenta y dos horas de reflexión para cambiar de pensamiento y


comprender que la “salvación es de Jehová”, a partir de la gracia infi-
nita de Dios. Cuando llegó a esa conclusión, entonces “Jehová mandó
al pez, y vomitó a Jonás en tierra” (2:10), encontrando la salvación en
la seguridad de la tierra firme, más allá de los vaivenes peligrosos de las
aguas. Ahora sí, estaba en condiciones de llevar el mensaje de salvación
a los ninivitas.

La ira de Jonás
“Pero esto desagradó en extremo a Jonás, y se enojó...
Ahora, pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida:
Porque mejor me es la muerte que la vida”.
Jonás 4:1,3

¿Por qué se enojó Jonás? ¿Qué le “desagradó en extremo”, produ-


ciéndole tanto fastidio e irritación? ¿Qué tipo de enojo es éste que en
medio de su furor llega a preferir la muerte? Estando en el vientre del
“gran pez”, entre las vísceras del fondo marino, Jonás oró a Dios bus-
cando salvación; ahora, desde las profundidades de su furia, cuando sus
vísceras lanzaban negros humores de disgusto y cólera, ora por segunda
vez a Dios, pero no para buscar salvación, sino la muerte. ¿Cómo se en-
tiende tal contrasentido? Decía Dostoievski: “En todo hombre, desde
luego, anima una fiera”; pero ¿por qué esta fiera que monta en cólera,
queda enceguecida a todas las verdades conocidas?
Es posible que faltando pocos días para el cumplimiento del plazo
profetizado sobre la destrucción de la capital de Asiria, Jonás salió de
la ciudad, buscó un sitio estratégico en las afueras de Nínive, desde el
cual pudiese observar el espectáculo de la consumación de la catástro-
fe. Podemos imaginarnos la figura pequeña y hosca del profeta, sen-
tado en la cima del monte frente a la ciudad, mirando con desprecio
las casas y edificios intactos que se extendían por toda la inmensidad
del valle, y levantando hacia el cielo su rostro enrojecido por la ira,
para reclamarle a Dios, con gestos expresivos de sus manos, el descenso
del fuego destructor que abatiera la ciudad impía, como ocurriera con
Sodoma y Gomorra. Para su disgusto, la única respuesta que obtiene
es la sonrisa del firmamento celeste, esplendoroso y cálido, dilatándose

Mario Pereyra
126 Psicología de los Personajes Bíblicos

en la infinita vastedad del espacio que, abrazándolo dulcemente con su


luz y color, le habla de belleza y amor.
Viéndolo el Señor tan frustrado e indignado decide dialogar con él.
En esa conversación Dios hace preguntas reflexivas (4:4,9,11), emplea
una pedagogía gráfica (vers.6,8) y, finalmente, trasmite las ideas de su
misericordia perdonadora. Parece que todos los intentos de Dios por
aplacar y hacer razonar a Jonás fracasan. Aunque el diálogo queda in-
concluso, desconociéndose la última respuesta del profeta, el texto lo
muestra persistiendo en el gesto hosco, en la actitud contestataria y en
la expresión arrogante de fastidio con obstinación pertinaz. ¿Cuál es la
razón de tanta persistencia y tenacidad?
“La blanda respuesta calma la ira”, dijo Salomón. Dios utiliza ese
recurso apaciguador pero sin éxito. Entonces le pregunta por las cau-
sas de su cólera. “¿Tienes razón de enfurecerte tanto?” (4:4). ¿Qué
buscaba Dios con esa pregunta? Es posible que Jonás hiciese catarsis,
es decir, expulsara su malestar expresando sus emociones a través de
las palabras. Cuando se puede exteriorizar los sentimientos en forma
verbal, es posible aliviar el dolor y el apasionamiento de la memoria,
desactivando el detonador de los conflictos. Pero este recurso también
fracasa, Jonás no responde. Lo más asombroso es que adopta una ac-
titud irrespetuosa y grosera, se da media vuelta y se va a otro lugar de-
jando a Dios con la palabra en la boca. ¡Qué descortesía! ¡Cuán grande
es la paciencia de Dios! Pero, ¿por qué tanto enojo?
Es evidente que el profeta tiene un temperamento impetuoso y vio-
lento (¿será por ese motivo que no tuvo familia? ¿Sería Dios el úni-
co capaz de soportarlo?); pero hay motivos que él considera genuinos
para explotar con tal indignación. Lo expresa en estos términos: “¡Ah,
Yahvéh! ¿no es esto lo que yo decía cuando estaba todavía en mi tie-
rra? Fue por eso que me apresuré a huir a Tarsis. Por que bien sabía yo
que tú eres un Dios clemente y misericordioso, tardo en airarte y rico
en amor, que se arrepiente del mal” (4:2). Ahora parece claro que su
actitud huidiza y evasiva, se debe al hecho de no querer la frustración
por causa del arrepentimiento de Dios. Encuentra que Dios es blan-
do, que no cumple con lo prometido. Jonás no está enojado con los
ninivitas arrepentidos, ni incluso por su reputación descalificada al no
destruirse la ciudad malvada, está enojado con Dios. A él no le importa

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 127

morir, como lo demostró en la tormenta y lo suplicó en el clímax de su


furor, mucho menos puede importarle lo que la gente diga de él. Su ira
no es fruto de su orgullo herido, lo que no admite es la inconsistencia
de Dios, su actitud floja, la debilidad a la hora de aplicar los juicios.
Jonás simboliza la justicia estricta, mejor dicho, la actitud justiciera
que entiende el perdón como flaqueza, y a Dios como excesivamente
condescendiente. Si la ley condena a muerte al transgresor de mano
alzada, entonces, apliquemos la ley, duela a quien le duela. ¿Para qué
tener una ley que no se cumple? Lo que es justo es justo, y la injusticia
hay que castigarla. Jonás es un ministro de la condenación, un guardián
de la ley. Quiere a un Dios tronando y lanzando rayos como en el Sinaí,
quiere que caigan las plagas y los truenos del Apocalipsis y terminemos
por fin con este mundo pervertido y malvado. ¿Si continuamos apla-
zando el fin con gestos benignos no es acaso alentar la continuidad del
mal? ¿De qué vale tanta benevolencia? ¿Hasta cuándo continuaremos
con bondades que lo único que hacen es alimentar nuevos males? ¿Para
qué más segundas oportunidades? Jonás parece razonar de este modo,
“terminemos con el tiempo de gracia, destruyamos el mal y avancemos
de una vez hacia el nuevo mundo; si seguimos con actos de misericor-
dia, yo prefiero morir; acá mismo me bajo del barco, por favor, Señor,
llévame al descanso y busca algún otro para ese ministerio de prórrogas
y postergaciones”. Es un razonamiento que necesita comprender algu-
nas cosas que Dios tuvo que enseñarle a su profeta. ¿Cuáles?

¿Un Dios a imagen del hombre?

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras


en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo,
a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.
Hebreos 1:1

El libro de Jonás comienza con la palabra que Dios le dirige al pro-


feta al encomendarle la misión de proclamar la maldad de Nínive y
termina, igualmente, por medio de una pregunta que Dios le dirige a
su profeta, revelando la lógica de la misericordia. Dios, al principio y al

Mario Pereyra
128 Psicología de los Personajes Bíblicos

final, pero también participando activamente en todos los sucesos que


narra el texto. Dios estuvo en la tormenta, intervino con la aparición
del cetáceo que tragó y vomitó al profeta, participó en la conversión
de los ninivitas, hizo crecer la calabacera y envió al gusano para dar el
mensaje de lo efímero de la vida; finalmente, estuvo junto a Jonás para
darle la última lección sobre el valor del perdón. Tanto es así, que la pa-
labra “Yahvéh” (designa al Dios personal) se repite 27 veces en el libro,
y el término “Elohim” (otro nombre de “Dios”), 10 veces, en total 37
veces en 48 versículos, casi una mención de Dios por versículo. ¿Cómo,
pues, no hablar de la presencia central y decisiva del Omnipotente y
Todopoderoso ser divino a lo largo de todo el libro?
¿Cuáles son los atributos divinos más relevantes en la historia de
Jonás? ¿Cuál es la manifestación clave? Los comentarios de la Biblia
de Jerusalén afirman que es la “doctrina de la misericordia divina uni-
versal”. Lo explica en estos términos: “Dios ha tenido misericordia de
su profeta devorado (2:7), y de Nínive arrepentida; también se apiada
de Jonás, afligido en su egoísmo. Y su respuesta (final, en el 4:10,11),
rezuma dulce y benévola ironía; la solicitud divina se extiende hasta los
animales; con mayor razón se preocupa de los hombres, incluidos los
niños de corta edad, ‘que no distinguen su derecha de su izquierada’.
Todo el libro prepara, de este modo, la revelación evangélica de un
Dios de Amor” (BJ, 1334).
Es un hecho típico del texto bíblico del AT la dependencia del pueblo
de Israel, la persistencia en narrar la historia de la salvación, siguiendo
la huella de los patriarcas y profetas hebreos. Son pocas las veces que
escapa al etnocentrismo y transita por territorios paganos. El libro de
Jonás es la excepción a esta regla. El profeta rebelde cruza las fronte-
ras geográficas de su pueblo y se aventura por el mundo mediterráneo y,
posteriormente, por las tierras de los asirios, constituyéndose en un ade-
lantado de la evangelización del mundo, un antecesor del apóstol Pablo.
Pero mientras el apóstol de los gentiles predicaba a “Cristo crucificado”
(1 Cor.2:1-5), el profeta de los gentiles predicaba, contra su voluntad, el
mensaje de un Dios salvador por medio del perdón.
Jonás dio dos sermones en el ministerio que nos describe su
libro, uno en el mar, otro en tierra. Uno en medio de una violenta tor-
menta marítima, el otro entre los rugidos de la amenaza de la destruc-

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 129

ción de Nínive. Uno fue en medio de la cuenca del Mediterráneo, donde


vivía gran parte de la población del mundo antiguo, el otro en la capital
del imperio terrenal más importante y poblado de ese momento histó-
rico. Ambos fueron realizados bajo la coacción de las circunstancias y
los dos tuvieron un éxito inesperado y prodigioso, una difusión incalcu-
lable. La predicación de la tormenta convirtió a toda la tripulación del
barco, que terminó “ofreciendo sacrificios a Jehová”, y haciendo votos
(1:15). La predicación de Nínive alcanzó a todos los habitantes que “se
convirtieron de su mal camino” y se arrepintieron (3:8-10), haciendo
ayuno, cubriéndose de cilicio y sentándose en cenizas (3:6). La noti-
cia de la conversión de los marineros, probablemente, corrió por todos
los puertos del Mediterráneo que eran alcanzados por la nave, donde
la historia de la tormenta apaciguada por el profeta de Dios lanzado
al mar se convirtió en leyenda y comentario popular. Igualmente, la
conversión de Nínive se difundió por todo el vasto imperio asirio y sus
adyacencias que, seguramente, experimentaron la dulcificación de la
dominación y una ráfaga de tolerancia. Dos sermones que conmovie-
ron al mundo, pero ¿cuál fue el tema de esas predicaciones? El sermón
de la tormenta fue la salvación que proviene a partir del sacrificio; ten-
drían que lanzarlo al mar o sacrificar al profeta para salvarse. Por otro
lado, la predicación en Nínive, fue reprobatoria y condenatoria: “¡Den-
tro de cuarenta días Nínive será destruida!”, no buscaba la reparación
del mal sino la destrucción. Sin embargo, los ninivitas entendieron el
sermón como un llamado al cambio, al arrepentimiento, una lección
del perdón a pesar del predicador.
Joann Davidson alude a la figura de un predicador que, observando
las hormigas cruzar la calle sabiendo que serán aplastadas por los vehí-
culos, les grita: “¡Cuidado, hormigas! ¡Salgan del camino!” Una actitud
ridícula, porque las hormigas jamás responderán a ese mensaje, se ne-
cesita convertirse en hormiga y hablar su propio idioma para desviarla
del camino de la destrucción. Por eso, “Jesús llegó a ser uno de nosotros
con el fin de comunicarse mejor con nosotros y, por supuesto, para re-
dimirnos del sendero de la destrucción” (4). La pregunta es: en el libro
de Jonás, ¿Dios se revela de acuerdo a la personalidad del profeta? ¿Se
trata de un Dios que se adapta a las modalidades y características de
Jonás? Para decirlo en términos más comprensivos, siguiendo la ilus-

Mario Pereyra
130 Psicología de los Personajes Bíblicos

tración citada, ¿un Dios a la medida de la “hormiga” que es Jonás? Si


es así, habría que entender que Dios es mucho más que lo revelado en
este libro, y que ese conocimiento nos llega en la medida que nosotros
también entramos o compartimos las dimensiones “hormiguísticas” de
la personalidad del protagonista.
Para clarificar esta cuestión, es necesario recordar algunas caracte-
rísticas de la personalidad de Jonás. Decíamos que es un personaje de
carácter expresivo, emotivo y auténtico. Tiene un temperamento capri-
choso, obstinado y desobediente, pero es transparente; no es un calcu-
lador, manipulador o especulador, ni de doble cara. Precisamente, el
nombre hebreo Jonás, yoná, significa paloma, quizá por esa caracterís-
tica de pureza. Otro aspecto que llama la atención es su expresividad,
la disposición extrovertida de su carácter y el manifestar abiertamente
sus pesares, enojos o amarguras, como su entusiasmo y sus alegrías.
Esto es típico de los temperamentos primarios, emotivos y activos, que
Heymans-Le Senne los denomina “coléricos”. Son personas muy sen-
sibles, de reacciones vigorosas y rápidas. Pueden llegar a ser cálidos,
cordiales, serviciales, como rápidos en inflamarse en arrebatos de ira,
aunque fácilmente se les pasa y pronto piden disculpas o buscan la re-
conciliación.
Otro rasgo relevante de nuestro héroe es el comportamiento cam-
biante, con variaciones extremas. Todos los acontecimientos del libro
son rápidos y drásticos. Esta característica de pasar abruptamente de
un polo al otro del humor, Ernst Kretschmer la denominó “ciclotimia”.
Se trata de cambios bruscos no progresivos, no son evoluciones sino
revoluciones, cambios muy marcados del ánimo. Un descubrimiento
importante con respecto a los ciclotímicos, fue el haber encontrado
ciertas correlaciones estadísticas con un determinado tipo de consti-
tución física, llamado “pícnico”. Se trata de personas de baja estatura
y rechonchas, con el tronco relativamente largo y las piernas cortas, de
hombros y pechos redondeados y manos y pies cortos.
El hecho relevante en todo este estudio caracterológico es el punto
central que el libro pone de manifiesto, la actitud tan firme y contun-
dente de Jonás de castigar a los ninivitas. Por un lado, el profeta es
intensamente emotivo y cambiante, va de un extremo a otro con mucha
facilidad, sin embargo, es rígidamente inmutable en su afán de hacer

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 131

justicia. ¿Cómo se entiende esta contradicción? Lo inestable de su per-


sonalidad no armoniza con la intransigencia en cambiar su inflexible
postura justiciera. Siendo que él se arrepintió, tendría que entender
el arrepentimiento de los asirios, y habiendo sido perdonado primero
tendría que comprender el perdón de Dios para los ninivitas. ¿Por qué
no puede aceptarlo? La prédica de Jonás fue de carácter reprobatorio
y condenatorio: “¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!”, no
buscaba la reparación del mal, sino la destrucción. No reconoce lugar
para el cambio y el perdón. Por otra parte, la obsecuencia de su idea
justiciera fue tan resistente que Dios fracasó en un primer intento de
convencerlo con argumentos y tuvo que recurrir al método pedagógico
de la calabacera. Aun termina el libro sin que tengamos noticia, de si
finalmente Dios logró ablandar la dureza de su corazón. Reiteramos,
¿cómo se interpreta este contraste entre su actitud y su personalidad?
En realidad, no es un hecho extraño en la psicología humana es-
tas contradicciones entre la personalidad y la conducta, diríamos que
son hechos muy frecuentes. Estos fenómenos se rigen por la dinámica
reactiva del funcionamiento mental, donde las debilidades, falencias o
dificultades que palpitan en la intimidad del ser promueven, a nivel de
la conciencia, un refuerzo compensatorio, de modo tal, que se convier-
ten en comportamientos contrarios. A esos mecanismos mentales se
denomina “formación reactiva”. Así, por ejemplo, una persona que no
sabía hablar como Demóstenes, llegó a ser el más famoso orador en la
Grecia antigua, o un individuo como Tartufo (en la obra de Moliere),
que se presentaba como un gran moralista, en su fuero íntimo era un
pervertido, un Don Juan, que se sentía el más grande conquistador y
seductor de las mujeres; en realidad, tenía un problema de impotencia
sexual. De este modo, la conducta constituye una reacción opuesta que
intenta negar los problemas íntimos. Siguiendo esta línea de ideas, po-
dríamos interpretar que era la inestabilidad y variabilidad del carácter
de Jonás (y quizás un sentido no confesado de injusticia) lo que pro-
movía esa actitud de aferrarse rígidamente a la ley, símbolo de lo firme
y permanente. En su conducta justiciera, buscaba algo firme en qué
basarse para compensar su inestable fragilidad de carácter.
Dentro de este contexto personal, ¿cómo se revela Dios? Quien
se caracteriza por su inmutabilidad y permanencia en sus propósitos

Mario Pereyra
132 Psicología de los Personajes Bíblicos

y palabra, en este libro se manifiesta como un ser cambiante, que se


arrepiente de su decisión. ¿Cómo se explica este hecho insólito? Pre-
cisamente, era esa la revelación de Dios que necesitaba comprender
Jonás (como quizás también nosotros). Es la enseñanza que se puede
cambiar por impulsividad e inestabilidad, pero también se puede va-
riar movido por un espíritu de misericordia y perdón. Hay un tipo de
cambio de conducta inadecuado que es propia de las personalidades
inestables y fluctuantes (como Jonás), pero hay otra forma de cambio
de pensamiento y de acción correcta y deseable, que es resultado del
principio del amor. La revelación de Dios a Jonás es una enseñanza
y una terapia a la vez, porque instruye cómo canalizar sanamente las
fuerzas anímicas, para que éstas no sean movidas por los impulsos de
negación y reacción, sino por una voluntad santificada dominada por la
fuerza del perdón.

4. EL OFICIO DE SER HOMBRE: TIMOTEO DE LISTRA

“Las lecciones de la Biblia, al entretejerse en la vida diaria,


tienen una profunda y perdurable influencia en el carácter.
Estas lecciones las aprendía y practicaba Timoteo”.
Elena de White

En busca del padre


Un episodio insólito fue el origen de una relación de lealtad ejem-
plar que permanece en la historia bíblica como un símbolo de la funda-
ción de los pilares de la identidad personal y cómo una relación privada
contribuye a perfilar un personaje inolvidable. En la búsqueda del sen-
tido individual, la influencia y trascendencia de personas significativas
puede llegar a ser decisiva. Cuando se entrecruzan trayectorias de vidas
que tienen la fuerza de proporcionar confianza e imprimir sentidos, las
resonancias son más intensas, y el mundo que se vivía como inestable
y con bordes borrosos, adquiere precisión y claridad. La realidad de
los valores trascendentes convocan las fuerzas de la integración propia.
Afirma Julián Marías que “La vida humana tiene carácter dramático,
porque no es una serie de actos o hechos, sino que acontece en la forma
de que algo acontece a alguien”. Así, pues, “alguien” dejó de ser anó-

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 133

nimo para perfilar su personalidad y adquirir notoriedad en las páginas


de la Escritura, cuando aconteció un encuentro clave que cambió su
existencia.
Ocurrió en la ciudad de Listra, en Galacia, en la zona central de
Asia Menor. Allí llegaron Pablo y Bernabé en el primer siglo de nuestra
era, predicando las enseñanzas cristianas (ver Hech.14:6-20). Los habi-
tantes de esa ciudad romana tuvieron una increíble actitud ambivalen-
te ante los predicadores. Al principio, al ver el milagro de curación de
un lisiado, los endiosaron al grado de colocarlos en los altares mayores
de sus creencias; pero luego, al rechazar tal distinción, los listrenses,
inducidos por unos judíos que perseguían a los líderes cristianos, ape-
drearon a Pablo despiadadamente hasta dejarlo casi muerto. Sin em-
bargo, Pablo, reaccionó, se levantó, y sin titubear regresó a la ciudad
para continuar predicando. Ese notable acto de coraje y temperamento
bravío (vers.19,20), impresionó vivamente a todos los habitantes de la
ciudad y, especialmente, a un joven, dulce y tierno, que a partir de ese
momento encontró en Pablo un ejemplo de padre, que dio forma a su
vocación y modelo de vida.
Ese joven se llamaba Timoteo. En aquellos días era un adolescente
piadoso y bueno, como declara su nombre derivado del griego: “Ti-
mótheos”, que significa “alguien que reverencia, honra o teme a Dios”
(DBA, 1160). El nombre fue puesto por su padre griego, quien proba-
blemente era un hombre devoto, pero ejerció poca influencia en la vida
de su hijo, ya que su educación estuvo a cargo de su madre Eunice y su
abuela Loida, ambas judías (2 Ti.1:5; Hech.16:1). Timoteo fue instrui-
do en las enseñanzas bíblicas, en un ambiente piadoso y de consagra-
ción a los ideales sagrados (2 Ti.3:15). Comenta Elena de White (1977,
166,167) al respecto: “La fe de su madre y de su abuela en los oráculos
sagrados era para él un constante recuerdo de la bendición que aca-
rrea el hacer la voluntad de Dios. La Palabra de Dios era la regla por
la cual esas dos piadosas mujeres habían guiado a Timoteo. El poder
espiritual de las lecciones que había recibido de ellas conservó puro su
lenguaje y evitó que le contaminaran las malas influencias que le rodea-
ban. Así, las que le instruyeron en el hogar habían cooperado con Dios
en prepararlo para llevar responsabilidades”.

Mario Pereyra
134 Psicología de los Personajes Bíblicos

Como los valores religiosos y morales del hogar eran diferentes de


las creencias supersticiosas del medio, basadas en el misticismo y la mi-
tología grecorromana, Timoteo creció distanciado de sus compañeros.
Por otra parte, siendo así que la figura del padre era pobre y distante,
su formación estuvo dominada exclusivamente por las mujeres de la
casa. El padre intervino al nacer, al darle nombre, y luego en el octa-
vo día, impidiendo que fuera circuncidado, según la costumbre judía
(Lev.12:3). Después, no existe más registro de la influencia paterna.
¿Habrá muerto joven? Es posible (Holzner, 169). Lo cierto fue que
Timoteo se desarrolló en ese ambiente femenino y espiritual, que cons-
tituía su madre y su abuela. Tal influencia le permitió desarrollar una
personalidad afable, receptiva y bondosa, pero un tanto frágil, tímida
(2 Ti.1:7) y cohibida (2 Ti.1:8).
Debido a su carácter débil y tierno, fue tremendamente impresio-
nado por la acción intrépida de Pablo, de sobreponerse a la lapidación.
Nos imaginamos ese acontecimiento cuando Timoteo escuchó admira-
do la predicación del apóstol, sintiendo en sus palabras la poderosa vi-
bración de las verdades que había escuchado desde pequeño. Observó
el grupo que empezó a abuchear al predicador, en creciente oposición.
Vio cómo la hostilidad crecía y la gente tomaba piedras para lanzarlas
con violencia. Pablo continuaba hablando con voz fuerte, haciéndose
oír por encima del griterío y la rechifla, hasta que una piedra lo acalló.
Timoteo, pálido de terror, sintió deseos de huir, pero algo lo detuvo,
observando cómo los hombres tomaban el cuerpo inerte del apóstol
y lo arrastraban fuera de la ciudad. En la distancia, divisó cómo atra-
vesaban las puertas de la ciudad y lanzaban el cuerpo inerte del hom-
bre. Cuando se fueron, se acercó, todavía temeroso, para contemplar
más de cerca a ese hombre valeroso, que había enfrentado a la turba.
De ponto, observa que el hombre se mueve, lentamente comienza a
quitarse el polvo, se limpia las heridas sangrantes, y haciendo un gran
esfuerzo se levanta. Timoteo no lo puede creer, con sus mejillas enroje-
cidas y sus ojos abiertos en un gesto de sorpresa, presencia asombrado
cómo el pequeño hombre se endereza, con firmeza y decisión, sin darle
importancia a las heridas y golpes, y emprende el camino en dirección
a la ciudad. Timoteo pensó: ¿Qué está haciendo?¡Está volviendo a la
ciudad! ¡Está loco! ¡Lo van a matar nuevamente! Quiso gritarle que

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 135

no regresara, pero el hombre no veía ni escuchaba nada, sólo avanza-


ba hacia el mismo lugar donde lo habían apedreado. Al llegar allí, se
subió al estrado y continuó predicando. Algunos de la turba se habían
ido, otros miraban atónitos, como si vieran una aparición sobrenatural,
haciendo que un temor reverencial se apoderara de todos, y decidieron
escucharlo en silencio.
Ese episodio memorable decidió el destino de Timoteo, quien de-
cidió consagrar su vida y pasión a la causa que encarnaba Pablo. Se
acercó al apóstol con expresión afectuosa, de admiración sumisa, para
ofrecerse como su discípulo. El apóstol, al principio, se resistió a acep-
tarlo por no verlo competente para la obra. Notó su actitud incómoda y
apocada, la delicadeza de sus gestos y su carácter blando para realizar
una tarea tan recia y dura, como era la predicación del evangelio en
aquellos tiempos de oposición y persecuciones. Recientemente había
experimentado la frustración de la deserción de Marcos, que no sopor-
tó los rigores de los viajes y los peligros (Hech.15:36-41), no queriendo
repetir el chasco con este muchachito delicado y enfermizo (1Ti.5:23).
Sin embargo, la actitud persistente que manifestaba Timoteo, que es-
taba embelesado, y lo seguía a todas partes, lo convenció de darle una
oportunidad. Le dio una serie de instrucciones de cómo debía proceder
en el trabajo dentro de la iglesia de su ciudad y del grupo que había
formado en Iconio.
Cuando el apóstol regresó a Listra en su segundo viaje misionero,
alrededor del año 49 dC, Timoteo era un creyente cristiano junto con
su familia (Hch.16:1), que había cumplido estrictamente todas las indi-
caciones que le había dejado Pablo, siendo reconocido y valorado por
las iglesias de Listra y de Iconio (que distaba unos 32 kms.; Hech.16:2).
Se había convertido en un líder, siguiendo con entusiasmo las enseñan-
zas recibidas. Entonces sí, decide integrarlo a su equipo evangelístico.
Pablo realizó la ordenación al ministerio, imponiéndole las manos al
joven, con Silas y la asamblea de los ancianos, ante “muchos testigos”
(1 Tim.6:12). Para no despertar críticas ni oposición de los judíos, Pa-
blo decidió circuncidarlo. Lo que no había hecho con Tito, porque era
de origen pagano, hizo con Timoteo debido a su formación hebrea.

Mario Pereyra
136 Psicología de los Personajes Bíblicos

La función paterna
“Las observaciones clínicas psicoanalíticas me han mostrado,
una y otra vez, que el verdadero triunfador en la vida
es aquel que fue el más amado y preferido por el padre”.
Jamil Abuchaem

Pablo había renunciado a la vida conyugal por considerarla incom-


patible con la tarea de predicar el evangelio (1 Cor.7:7-9); sin embargo,
no rehusó asumir los deberes paternales, adoptando a Timoteo como
hijo espiritual. Acaso la presencia de ese chico, que lo miraba con
asombro, que lo seguía a todas partes e intentaba imitar sus gestos y
comportamientos, como hacen los adolescentes con sus ídolos, fueron
más fuertes que su espíritu independiente. Por otra parte, al descubrir
tan buena disposición a trabajar en la causa y manifestar aptitudes para
ello, animaron a Pablo a dedicar tiempo en su formación, capacitación
y seguimiento. Fue así como se construyó un vínculo de afecto muy
fuerte entre el carácter receptivo y tierno de Timoteo, y el espíritu vi-
goroso y firme del apóstol.
“Pablo vio a Timoteo fiel, firme y sincero, y lo escogió como com-
pañero de labor y de viaje” (White, 1977, 166). La madre y la abuela
se complacieron en ver al hijo bajo el cuidado del gran apóstol. Timo-
teo se sintió honrado por la distinción, aceptando con mansedumbre
y buen ánimo los deberes y aun la prueba inicial de la circuncisión
(Hech.19:3). Desde entonces, el joven se convirtió en el más leal y su-
miso colaborador, ganándose totalmente el corazón generoso y noble
del caudillo cristiano, quien lo llamará “verdadero hijo mío” (1 Ti.1:2,
BJ) o “hijo querido” (2 Ti.2:2, BJ), estimándolo como alguien suma-
mente especial en sus afectos (Fil.2:20). “En su trabajo, Timoteo bus-
caba constantemente el consejo y la instrucción de Pablo. No actuaba
por impulso, sino con reflexión y serenidad, preguntando a cada paso:
¿Es éste el camino del Señor?” Pablo encontró en él “uno que podía
ser amoldado y modelado como un templo para la morada de la divina
Presencia” (Íbid).
Timoteo acompañó a su líder a Corinto, Éfeso, Jerusalén y Roma,
participando en múltiples misiones (1Ts.3:1,2; Hech.18:1,5; 19:21,22;
1Cor.4:17; 16:10). Fue su secretario infatigable. Por su parte, su mentor

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 137

se consagró con ahínco a formar y capacitar a su joven discípulo. Dos


epístolas son destinadas a Timoteo, la única persona a quien distin-
gue con esa doble expresión de reconocimiento. Esas cartas registran
el testimonio de cuidado y responsabilidad en el ejercicio de la función
paterna. “El apóstol Pablo exhortaba a Timoteo a la diligencia y al es-
mero en su ministerio ―declara Elena de White (1956, t2, 234)―, y le
instaba a meditar en las cosas puras y excelentes, para que su aprove-
chamiento fuese manifiesto a todos”. Particularmente, enfatiza la prác-
tica de la reflexión, el no actuar impulsivamente, con la finalidad de ob-
tener los mejores resultados. Repite frecuentemente el adjetivo griego
sofron, sobriedad, modestia o templanza (1Ti.2:9,15; 3:2; 2Ti.1:7). El
dominio propio significa superar el egoísmo y la impulsividad, subor-
dinar los deseos personales a bienes más amplios, hacer frente a las
frustraciones con valor y buen ánimo.
Conociendo la sensibilidad impresionable, que llegaba fácilmente a
las lágrimas (2Ti.1:4), Pablo lo insta a ser combativo (1 Ti.1:18), a lu-
char, esforzarse y perseverar (1Ti.4:16; 6:11,12), a no ser blando en las
circunstancias que requieran actuar con firmeza (2Ti.2:1). También le
advierte que no sea ingenuo ni se deje engañar por los embaucadores
(1Ti.4:2), las mujeres que aparentan ser lo que no son (1Ti.5:3,16), los
“cuentos de viejas” (1Ti.4:7, BJ), los charlatanes y discutidores (1Ti.6:4),
especialmente los que toman la religión como negocio (6:5). Lo instruye
en la organización y manejo de la iglesia (1Ti.5). En el proceso formati-
vo, Timoteo va adquiriendo responsabilidades mayores hasta ser consa-
grado pastor, asumiendo la conducción de la iglesia de Éfeso.

Los peligros del abismo

“También debes saber que en los tiempos últimos vendrán días difíciles”.
San Pablo

En la última carta a Timoteo, Pablo le trasmite a su joven colabora-


dor una serie de recomendaciones. Le demanda que sea diligente, ho-
nesto, sensato, que no haga nada de lo cual tenga que avergonzarse, que
sea veraz, amable y generoso con todos. Le pide no enredarse en discu-
siones estériles y mantenerse firme en la enseñanza recibida. Agrega a

Mario Pereyra
138 Psicología de los Personajes Bíblicos

estos consejos personales algunas advertencias de peligros que pueden


sobrevenirle si se deja atrapar por la influencia de jóvenes corruptos. El
apóstol, llevado por la inspiración, trasciende lo histórico, se proyecta a
los “últimos días”, realizando una descripción de las características de
personas que existirían en los tiempos del fin.
“Los hombres serán egoístas, amantes del dinero, orgullo-
sos y vanidosos. Hablarán en contra de Dios, desobedecerán a
sus padres, serán ingratos y no respetarán la religión. No ten-
drán cariño ni compasión, serán chismosos, no podrán dominar
sus pasiones, serán crueles y enemigos de todo lo bueno. Serán
traidores y atrevidos, estarán llenos de vanidad y buscarán sus
propios placeres en vez de buscar a Dios. Aparentarán ser muy
religiosos, pero con sus hechos negarán el verdadero poder de la
religión” (2 Tim. 3:1-5, DHH).
Le pide que se aparte de tales personas, que abundaban en esos días
de su adolescencia en flor y, de alguna manera, en todos los tiempos.
Durante el hermoso ardor de la juventud, la claridad suele ser incierta
y se es proclive a los ruidos confusos y perderse en largos rodeos hasta
encontrar el callejón propio. Constituye una cultura con inclinación a los
extremos, donde se desperdicia el tiempo y se cometen múltiples torpe-
zas, especialmente bajo el influjo de las malas compañías. Por lo tanto,
es una etapa de la vida altamente vulnerable, un período de transición a
la adultez, donde hay que reforzar los cuidados para no sucumbir en las
aguas turbulentas del fracaso. Por eso es una época “difícil”, “onerosa”
o “penosa”, como dicen otras versiones, cuando las armas forjadas en la
juventud se templan para la experiencia posterior.
El perfil de personalidad diseñado por el apóstol corresponde a
las características del hombre actual y con los escollos que los jóvenes
siempre tienen que enfrentar para no caer en el abismo del fracaso.
Son como imágenes calcadas, semejantes a las que se obtienen super-
poniendo figuras trasparentes, de la silueta del peligro juvenil. Los ras-
gos que se desprenden de la lúcida descripción de Pablo constituyen
los eslabones críticos de la aventura humana, los bordes del precipicio
o los puntos cruciales del examen de conciencia a superar, para no in-
gresar en un régimen de dispersión. Ellos son:

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 139

a) hedonismo; es el riesgo de convertirse en grandes amadores de


los placeres;
b) narcisismo; el peligro de convertirse en seres orgullosos, vani-
dosos y “amadores de sí mismos” (vers.2, VVR);
c) carácter “light” o superficial; es la amenaza de llegar a ser si-
mulador, el gusto por la apariencia, la vanagloria personal y las
frivolidades;
d) inestabilidad y descontrol; es cuando no se pueden dominar las
pasiones y la intemperancia, adoptando comportamientos im-
petuosos;
e) violencia; es el abismo de la crueldad, de la vida sin “afecto na-
tural”, desprovisto de compasión, es convertirse en traidores y
aborrecedores de todo lo bueno;
f) desobediencia, el peligro de perder los referentes paternos y los
valores superiores para actuar en forma indigna y arbitraria;
g) pérdida de la identidad; cuando dominan las fantasías juveniles,
la inmadurez y la desorientación de las creencias, se pierde el sen-
tido de sí mismo y los parámetros que configuran la identidad.
La descripción paulina se refiere a gente que manifiesta piedad, que
adopta una conducta fingida de devoción, pero sin experimentar el noble
sentimiento de la conversión. Se trata de una vil simulación. Lo hacen
por conveniencia e interés egoísta, probablemente por el deseo de obte-
ner el prestigio o el crédito del religioso. En su fuero íntimo, abominan
la fe y rechazan a Dios. En definitiva, son personas hipócritas, corruptas
y perversas. El apóstol le advierte a Timoteo que esté en guardia contra
ese tipo de individuos peligrosos, debido a que no son confiables sino
“traidores”. El estar prevenido contra el engaño es un medio de evitar
los efectos perniciosos del mal y dirigir el desarrollo personal y de la co-
munidad por las vertientes de la voluntad de Dios. La misma precaución
hizo Jesucristo cuando dijo: “Estad en vela, pues, orando en todo tiempo
para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está por venir, y podáis
estar en pie delante del Hijo del hombre” (Lc.21:36).

Mario Pereyra
140 Psicología de los Personajes Bíblicos

La última voluntad del padre

“Apresúrate a venir a mí cuanto antes...


tráeme el abrigo que dejé en Troas, en casa de Carpo, y los libros...”
San Pablo (2 Tim.4:9, 13; BJ)

En Roma, Pablo tuvo que comparecer ante el tribunal de Nerón.


Aprovechó para dar testimonio de su fe, como siempre hacía en esas
circunstancias, pero las reacciones de los jueces le hizo comprender
que su caso iba encaminado al fracaso, lo que significaba la pena de
muerte. Sabía que sus enemigos eran poderosos y se empeñarían en
darle muerte. Aunque le alentaba la idea que la verdad del evangelio
triunfaba y continuaría prosperando y fortaleciéndose hasta conquistar
todo el imperio, sabía que sus días estaban contados. Confinado en una
celda sombría, esperaba la señal de Nerón para ser sacrificado. En esas
circunstancias, Pablo pensó en Timoteo, y decidió hacerlo venir. Éste
estaba pastoreando la iglesia de Éfeso. En la soledad y la inminencia de
su martirio sintió el profundo anhelo de ver a su hijo amado. Movido
por esos sentimientos escribió su última carta con sus últimos consejos.
Fue la última voluntad del condenado a muerte.
La segunda carta a Timoteo es patética. Revela la entereza del viejo
caudillo, que aun en condiciones extremas tiene fuerza para escribir
su último legado, la herencia de consejos para su hijo del alma y para
la iglesia. Allí presenta al joven obrero el alto ideal cristiano, descri-
be algunos de los deberes que le corresponden como ministro de Cris-
to. En un arrebato de clarividencia, como ocurría con los patriarcas
próximos a la muerte (ver Gn.49), es llevado por el espíritu profético
a revelar escenas de los tiempos finales, únicas entre las descripciones
escatológicas del libro sagrado. Más allá de los consejos y profecías, el
apóstol manifiesta dramáticamente su estado de abandono y soledad
(1:15; 4:11,14) y la ansiedad por la presencia de Timoteo, que pueda
llegar antes que sea demasiado tarde. Por eso, le ruega encarecidamen-
te: “Apresúrate a venir a mí cuanto antes” (4:9). Agregando un pedido
conmovedor, “tráeme el abrigo que dejé en Troas” (4:13), un capote
para cubrirse del frío invierno que se avecinaba.

Universidad de Montemorelos
Cualidades Masculinas 141

No hay registros que informen si Timoteo llegó a tiempo para con-


solar a su padre espiritual. La historia narra que, finalmente, Nerón
dio la orden de ajusticiar al apóstol, que por ser ciudadano romano
no fue torturado, sino decapitado. La pluma clarividente de Elena de
Whirte (1977, 406) describe sus últimos momentos en estos términos
conmovedores: “El apóstol fue conducido secretamente al lugar de
ejecución. A pocos se les permitió presenciarla, porque alarmados sus
perseguidores por la amplitud de su influencia, temieron que el espec-
táculo de su muerte ganara más conversos al cristianismo. Pero aun
los empedernidos soldados que le escoltaban, al escuchar sus últimas
palabras, asombráronse de ver la placidez y hasta el gozo de la víctima
en presencia de la muerte. Para algunos de los presentes fue sabor de
vida para vida el contemplar su martirio, su espíritu de perdón para con
los verdugos y su inquebrantable confianza en Cristo hasta el último
momento. Varios de ellos aceptaron al Salvador predicado por Pablo,
y no tardaron en sellar intrépidamente su fe con su sangre”. Aun en su
último aliento continuó ejerciendo su función de padre, ganando hijos
para la patria celestial.
Siempre existe en el mundo una persona que espera a otra, desde
la soledad de un desierto o desde la muchedumbre de una gran ciu-
dad. Cuando estas personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo
el pasado y el futuro pierden importancia, y solo existe ese momen-
to de certeza de estar juntos, bajo el mismo sol. Pablo y Timoteo no
fueron la excepción, constituyeron la regla. “Tierno instante supremo
el del encuentro”, dice el poeta, “aposenta en el alma los consuelos”.
¿Tuvo Pablo el consuelo de estrechar en sus brazos a su hijo amado
antes de sorber la copa aciaga del martirio? ¿Dios le habrá dado esa
última alegría? ¿Es posible pensar que Dios haya sido tan insensible de
no satisfacer la última voluntad de su siervo fiel? Esa actitud serena, y
un tanto satisfecha del mártir, mientras enfrentaba a sus verdugos en el
momento de verter generosamente su sangre, parece decirnos que su
deseo se había cumplido, que la despedida del hijo se había llevado a
cabo, y que ya estaba listo para el sacrificio.

Mario Pereyra
Capítulo 5

Vidas frustradas
1. LA PERDICIÓN COMO DESTINO

“Entrad por la puerta estrecha;


porque ancha es la puerta,y espacioso el camino que lleva a la perdición,
y muchos son los que entran por ella;
porque estrecha es la puerta,y angosto el camino que lleva a la vida,
y pocos son los que la hallan” .

¿
Jesucristo (Mat. 7: 13, 14.).

Existen destinos inexorables de los cuales resulta imposible es-


capar? ¿La gente está predestinada a la virtud o al vicio? ¿Vie-
ne con un halo de santidad sobre la frente o marcada con el
hierro de la maldad? ¿El destino individual está sellado en una
constelación dada? Los antiguos caldeos y griegos creían en la idea de
la predestinación. Hoy en día, hay multitudes que viven consultando
el horóscopo, el tarot, a las gitanas o a los adivinos para conocer los
enigmáticos designios del destino. ¿La Biblia también cree en los ha-
dos del porvenir? No, ya que todos somos artífices de nuestro propio
destino. ¿La Escritura lee los signos del futuro y habla de la creencia en
la predestinación? Si, porque enseña que hay un futuro feliz más allá,
anticipando algunas señales que auguran su proximidad. Las Escrituras
Sagradas, además, afirman que todos hemos sido destinados a la salva-
ción, como declara el apóstol Pablo:
“Porque a los que conoció de antemano, los destinó también desde
el principio a reproducir la imagen de su Hijo... Y a los que desde el

( 143 )
144 Psicología de los Personajes Bíblicos

principio destinó, también los llamó y a los que llamó, también los puso
en camino de salvación; y aquellos a quienes puso en camino de salva-
ción, les comunicó su gloria” (Rom.8:29,30).
Sin embargo, no todos serán salvos, ya que algunos, “los soberbios y
todos los que hacen maldad” (Mal.4:1,3), resucitarán para destrucción
(Ap.20:14,15) o condenación (Jn.5:29), en contraste con aquellos que
resucitarán para salvación eterna (Ap.20:6). ¿Por qué hay personas que
se pierden? Porque en el ejercicio de su voluntad y libertad eligieron
desviarse del camino trazado por Dios para la salvación. Ya que hay
“camino que al hombre parece derecho; empero su fin son caminos de
muerte” (Prov.14:12). Por eso, es necesario fiarse en Dios “de todo
corazón”, reconocerlo en todos los caminos, “y él enderezará tus vere-
das” (Prov.3:5,6). Es claro, pues, que hay tan sólo dos caminos: el de la
vida y el de la muerte. Cada individuo debe hacer su propia elección, y
de ésta depende su destino eterno (Sal.119:30).
Por lo tanto, hay personas que transitan por el “camino estrecho”
y derecho logrando consumar exitosamente el objetivo supremo de al-
canzar el ideal de la salvación; en cambio, hay otros que no lo consi-
guen. La Biblia abunda en dramas existenciales, y presenta historias
de hombres que despliegan su vida como modelo de un desarrollo lo-
grado, historias satisfactorias de vidas triunfantes, como por ejemplo,
Abraham, Jacob, Moisés, pero también aborda otras historias que son
clamores nacidos del fracaso. En este capítulo, consideraremos estos
últimos casos, los destinos de perdición, las vidas frustradas.
La libertad nos fue dada para moldear la vida y modificar el desti-
no. El propio fin de la existencia aparece en las Escrituras como una
laboriosa arquitectura edificada sobre la decisión tenaz de permanecer
firmes en la enseñanza o de renunciar a ella. Así, pues, hay quienes ma-
duran y enfilan su destino hacia la gloria o hacia el deshonor, afirmando
la vocación hacia la perfección o haciendo que el destino tome un sesgo
de desgracia. Elena de White (1995a, 46) lo expresa en términos más
claros y concluyentes: “La decadencia y la muerte prematuras son los
resultados de apartarse de Dios para seguir los caminos del mundo”.
Otro rasgo significativo del concepto bíblico es que la persona hu-
mana nunca está acabada mientras vive; es un proceso inconcluso, que
nunca puede darse por terminado. En ese proceso, como ha dicho el

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 145

padre de la psicología americana, William James, cada pensamiento se


transforma en acción, sembrando acciones cosechamos hábitos, sem-
brando hábitos cosechamos el carácter, y el que siembra un carácter re-
coge un destino (Perry, 1973, 202). El pensamiento bíblico está lejos del
irracionalismo que cree que todo está predeterminado por una fuerza
desconocida, y que los seres humanos somos juguetes en sus manos
caprichosas. No hay evidencias para sospechar una sutil red de acon-
tecimientos urdidos por alguna ley universal, por el contrario, nuestro
destino es reencontrarnos con la esencia de lo que somos.
Hay quienes utilizan su libertad en forma autodestructiva. La mito-
logía griega también presenta ejemplos de tales desatinos. Por ejemplo,
Faetón, fue un adolescente que subió a un carro de llamas para llegar
hasta los dioses. Su padre Helios intentó explicarle que ningún mortal
podía conducir ese carro y los espantosos peligros que le esperaban;
sin embargo, Faetón insistió en querer hacerlo aun así. Pronto se dio
cuenta que su padre tenía razón. Aterrorizado, perdió el control de los
caballos, y por conducir muy cerca de la tierra estuvo a punto de pro-
vocar un incendio. Para salvar al mundo de una completa destrucción,
el dios Zeus lanzó su rayo al joven e irreflexivo conductor y lo mató
instantáneamente.
“El blanco a alcanzarse es la piedad, la semejanza a Dios. Ante el
estudiante se abre un camino de progreso continuo. Tiene que alcanzar
un objeto, lograr una norma que incluye todo lo bueno, puro y noble.
Progresará tan rápidamente e irá tan lejos como fuere posible en todos
los ramos del verdadero conocimiento. Pero sus esfuerzos se dirigirán
a fines tanto más altos que el mero egoísmo y los intereses temporales,
cuanto son más altos los cielos que la tierra” (1964, 16). No alcanzar
ese blanco es catastrófico. El término “catástrofe” proviene del indoeu-
ropeo streb, que significa “giro súbito del viento”. La catástrofe es esa
parte de la tragedia de Sófocles o de Shakespeare en que gira el vien-
to del destino, arrastrando furiosamente a sus protagonistas (Thom,
1993). En las Escrituras, la catástrofe no es un incidente, un accidente
o desgracia, es no alcanzar el objetivo, perderse para siempre.
Es un misterio cuando se trunca una vida. Cada fracaso enseña algo
que se necesita aprender. Hay que alzar los ojos para admirar a los
que han alcanzado cosas grandes, pero también es bueno escarbar en

Mario Pereyra
146 Psicología de los Personajes Bíblicos

los fracasos y debilidades para rescatar lo que queda de los escombros.


Una de las lecciones que enseñan las vidas disfuncionales es que reco-
rren caminos conocidos, se desarrollan o desvirtúan de acuerdo a pa-
trones identificables y clasificables. Abundan las personas saludables, y
es imposible categorizarlas; en cambio, los trastornos de la personali-
dad han sido bien definidos en los cuadros de la psicopatología. Entre
las vidas defectuosas que presentan las Escrituras elegimos tres ejem-
plos que consideramos en este capítulo: el hijo de Jacob, Dan, “el juez”
injusto, probablemente un caso pasivo-agresivo; el rey pusilánime de
Israel, Acab, un tipo de personalidad dependiente, y cruel monarca de
Jerusalén en los tiempos de Jesucristo y, finalmente, Herodes Antipas,
una personalidad disocial. Sus vidas están signadas por algo siniestro,
concebidas y ejecutadas en la oscuridad, que descubren, en sus respec-
tivas versiones, la dimensión negada de la bondad y una medida super-
lativa de perversión estremecedora.

2. LA TRAICIÓN SIGILOSA: DAN

“Satanás está trabajando con mucho poder en los hijos de desobediencia


y por medio de ellos, para exaltar la traición y la apostasía en lugar de la verdad y lealtad”.
Elena de White

El Señor Jesucristo tuvo doce discípulos (Mat.10:1-4; Mr.3:13-19;


Lc.6:12-16) que establecieron la Iglesia Cristiana durante la dispensa-
ción del Nuevo Testamento; mientras que durante la etapa del Antiguo
Testamento, el pueblo de Dios estuvo representado por las doce tribus
de Israel (Éxo.24:4; 28:21; Núm.17:2; Jos.4:9; 1Rey.18:31). Así, pues, el
número doce constituye un símbolo del pueblo de Dios organizado como
un todo. Esta estructura del doce, no sólo aparece en el pasado, también
tiene que ver con el futuro. Doce serán las tribus o agrupaciones de los
redimidos, constituidas simbólicamente por 12.000 miembros cada una,
esto es, doce veces mil, lo cual suma un conjunto de 144.000 personas,
que según el Apocalipsis (7:4 - 8; 14:1-5), será el número de los bienaven-
turados que habitará la tierra nueva. Asimismo, la capital del mundo del
futuro, tendrá doce puertas, cada una de las cuales recibirá el nombre
de los hijos de Israel que establecieron las tribus (Apoc.21:12). También

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 147

cada cimiento de esas puertas estará identificado con el nombre de uno


de los discípulos de Jesucristo (Apoc.21:14). Sabemos que entre los doce
apóstoles uno no tendrá su nombre escrito en las puertas de la Jerusa-
lén celestial, ya que falló y se truncó, nos referimos al traidor Judas (ver
caps.1-4). Igualmente, uno de los hijos de Jacob también fracasó, siendo
excluido del privilegio de grabar su nombre en las puertas de la Jerusalén
celestial. ¿Quién fue y por qué motivo fue desechado?
Si se lee con detenimiento el nombre de cada una de las tribus consig-
nadas en Apocalipsis 7:5-8, se observará que falta uno de los hijos de Ja-
cob, de acuerdo al relato de la formación de la familia que se registra en
Génesis 29:31 al 30:24 y 49:3, 28. Como puede notarse en el cuadro que
aparece más abajo, uno de los nombres presentados en el Apocalipsis no
es un hijo, sino un nieto de Israel (Manasés, hijo de José), ya que uno de
los hijos fue eliminado de la lista, el quinto, llamado Dan. Considerando
el paralelismo que efectúa el Apocalipsis entre los apóstoles y los hijos
de Israel (Apoc.21:12,14), puede inferirse que Dan se equipara a Judas
Iscariote, ya que ambos son la expresión de la bancarrota y la ruina. La
pregunta es: ¿Por qué fracasó Dan? ¿Por qué Dan no alcanzó a grabar su
nombre en la Jerusalén celestial? ¿Qué nos enseña su rechazo?

Cuadro 5
Lista de los hijos de Jacob según Génesis y Apocalipsis
12 HIJOS O TRIBUS DE ISRAEL
12 TRIBUS
SEGÚN GÉNESIS 29:31-30:24;
SEGÚN APOCALIPSIS 7:4-8
35:16-26

NÚMERO NOMBRE NÚMERO NOMBRE

1 RUBÉN 1 JUDÁ
2 SIMEÓN 2 RUBÉN
3 LEVÍ 3 GAD
4 JUDÁ 4 ASER
5 DAN 5 NEFTALÍ
6 NEFTALÍ 6 MANASÉS
7 GAD 7 SIMEÓN
8 ASER 8 LEVÍ
9 ISACAR 9 ISACAR
10 ZABULÓN 10 ZABULÓN
11 JOSÉ 11 JOSÉ
12 BENJAMÍN 12 BENJAMÍN

Mario Pereyra
148 Psicología de los Personajes Bíblicos

Siguiendo el método de paralelismo comparado, podemos abordar el


estudio de la vida de Dan por una doble vía, por medio de la información
que poseemos acerca de su historia, y por el paralelismo con Judas y su sus-
tituto. Judas Iscariote fue reemplazado por San Pablo (2 Cor.1:1; Ef.1:1;
Col.1:1; 1Tim1:1; 2Tim.1:1), que constituyó la cara oculta del discípulo fra-
casado; el apóstol, hombre instruido como Judas, llegó a ser lo que podría
haber sido este último, si se hubiera proyectado correctamente. Pablo es la
cristalización y consumación de lo que estaba en Judas como posibilidad,
pero que no alcanzó por haberse desviado y arruinado. De igual forma,
Manasés, que ocupó el lugar de Dan, constituyó lo que podría haber sido
éste, su encarnación exitosa, quien ocupó su lugar en el podio de la eterni-
dad. La pregunta es, ¿por qué fracasó Dan? ¿Qué hizo Manasés que pudo
haber hecho Dan? ¿Qué tuvo la vida del sustituto que no tuvo el elegido?

El veredicto pérfido
“Será Dan serpiente junto al camino, víbora junto a la senda,
que muerde los talones del caballo, y hace caer hacia atrás al jinete”.
Israel (Gén.49:17)

La información bíblica sobre la historia de Dan es escasa, igual que


en el caso de Judas, se cierne sobre él un manto de silencio como una
nota callada de censura. Sin embargo, los pocos datos que tenemos de
él aportan elementos sugestivos para comprender su perdición. En for-
ma específica, sólo sabemos de Dan algo acerca de su nacimiento, y lo
que dijo su padre de él en el momento de morir; más allá de esto, no
hay más datos. Sabemos que él es fruto de la disputa y competencia que
mantenía Raquel con su hermana Lea, por la procreación de hijos que
ganaran el afecto del esposo. Siendo así que era estéril, en contraste
con la fecundidad de Lea, Raquel le ofreció a Jacob su sierva Bilha,
quien concibió a Dan. Cuando nació el niño, Raquel reconoció en él la
respuesta de Dios a su pedido (Gn.30:1) y manifestó “Me juzgó Dios”,
o “Ha procurado justicia para mí”, por cuya razón llamó Dan al niño,
que significa: “El juzgó” (vers.4-6). Por tanto, el nombre de nuestro
personaje es “juzgó” o vindicó o “juicio”. Es interesante que hay otro
ejemplo bíblico que tiene un nombre semejante, Daniel. La diferencia

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 149

está en el elemento que se añade posteriormente a su nombre, Dani-el,


que significa “Dios”. Así, el nombre de Daniel (hebreo: Dâni’êl), tiene
el hermoso significado de “Dios es mi juez” o “juicio de Dios”. En cam-
bio, Dan, es solamente “juicio”, es decir, un juicio meramente humano,
no divino, como reivindicación por una causa adversa.
Es por ello que suponemos, considerando la importancia bíblica
que se le asigna a los nombres propios como sinónimo del carácter de
una persona (ver Gn.17:15; Sal.111:9), que Dan fue destinado a juzgar,
a ser juez, a emitir juicios como representante de la justicia. Las pala-
bras que Jacob le destinara a su hijo en su lecho de muerte, confirma
esa probabilidad: “Dan juzgará a su pueblo, como una de las tribus de
Israel” (Gn.49:16). Ahora bien, el punto decisivo es: ¿Cumplió Dan
su misión? ¿Cómo desempeñó su función? ¿Ejerció adecuadamente la
noble tarea para la cual se lo consagró? La profecía que dictó su padre,
en un momento de clarividencia divina revela que, lamentablemente,
su hijo se desvió de su objetivo. Es una declaración muy expresiva y
clave para descubrir su personalidad y trayectoria vital. “Dan juzgará
a su pueblo, como una de las tribus de Israel. Será Dan serpiente junto
al camino, víbora junto a la senda, que muerde los talones del caballo,
y hace caer hacia atrás al jinete” (Gén.49:17). Esas palabras son una
metáfora de su vida, una suerte de radiografía que denuncia dónde se
aloja el mal, la explicación de cuál fue el problema básico de su existen-
cia que lo descalificó para grabar su nombre en una de las puertas de la
ciudad celestial.
Quienes cumplen las tareas judiciales requieren de algunas
aptitudes especiales. Es necesario tener agudeza mental, perspicacia,
intuición, no dejarse engañar por las apariencias, ser capaz de detec-
tar el problema leyendo los indicios, aun los más insignificantes. Pero,
además de la penetración crítica, es necesario tener un espíritu justo,
equilibrado, para sopesar las virtudes y defectos y pronunciar un juicio
justo. Es posible que Dan tuviera las aptitudes de juez, esa mirada re-
flexiva, profunda e inquisidora para leer el corazón de los hombres. Es
probable que conociera el prontuario de cada individuo y nadie fuese
capaz de engañarlo cuando se escondían detrás de la impostura o el di-
simulo. Pero a Dan le faltó el amor que conlleva la verdadera naturale-
za de la justicia, si consideramos la sentencia condenatoria del padre.

Mario Pereyra
150 Psicología de los Personajes Bíblicos

¿Qué significa la figura de la serpiente agazapada en el borde del


camino, lista a lanzarse sobre el transeúnte desprevenido y asestarle la
mordedura fatal? Sin duda, es la imagen de una persona traicionera y
pérfida; de alguien que está al asecho, artero y astuto, atento para pre-
cipitarse como un rayo sobre su víctima y causarle el daño mortífero. Se
trata de un traidor, quien inflige el golpe inesperado, que actúa de ma-
nera sutil e imprevisible, con sadismo y alevosía. Por cierto, no es la ima-
gen del juez justo, sino de alguien injusto y perverso. Es quien miente y
se aprovecha de su posición privilegiada de juez para obtener beneficios
personales y perjudicar a los inocentes, que actúa de manera solapada,
engañando y arruinando a otro. En lugar de dictar el juicio justo, abusa
de su autoridad emitiendo veredictos despóticos o absoluciones indignas.
Es un juicio que no salva sino condena, constituye un látigo de castigo no
de reparación o de distribución equitativa. Hay que pensar que Dan re-
nunció al ideal de sancionar los delitos que violan los principios éticos y
morales que fundan la armonía de una sociedad, para decidir en favor de
quién pagara mejor o brindara algún tipo de utilidad personal.
Otro ejemplo del proceder de Dan lo encontramos en los sucesos de
la vida de José (Gn.37:42-45). Él fue uno de los principales en hostilizar
al hermano y, probablemente, quien sugirió la idea de eliminarlo, intervi-
niendo en la decisión de venderlo. Sin embargo, en ningún momento apa-
rece su nombre en el relato. El silencio es elocuente respecto a su trabajo
insidioso, de su actuación tras las sombras, de la estrategia de tirar la piedra
y esconder la mano. Es cierto que los nombres de la mayoría de los herma-
nos no son citados, con excepción de los mayores, Rubén, Judá, Simeón,
entre los nombres de los cuales se encontraba Dan. Asimismo, si Dan era
el “juez”, era de suponerse que su voz debería ser escuchada, pero su jui-
cio fue condenatorio no de salvación. También participó en la mentira di-
cha al padre sobre la real situación de José; engaño que fue sostenido por
muchísimos años, viviendo un mundo de simulación, lleno de falsedades.
Seguramente el triste ejemplo de la hipocresía en la familia constituyó una
excusa a su favor para el cumplimiento de su cínica profesión.
Los jueces corruptos son los peores males de una sociedad. Es nece-
sario depositar confianza en quienes tienen la capacidad de administrar
justicia, y cuando los tales actúan con falsedad y engaño, la gente queda
expuesta a sufrir todo tipo de arbitrariedades e injusticias. La gente cuan-

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 151

do desconfía del sistema judicial o de la policía, asume el propio cuidado


y adopta conductas justicieras. También los delincuentes y asesinos al no
tener ningún respeto o temor por las instituciones judiciales, actúan con
total impunidad, provocando el caos social, y activan el detonador de los
conflictos. Así, las cosas, la mala administración de la justicia deviene
fácilmente en un incremento del malestar general, de disputas intermi-
nables y continuos pleitos que terminan en tragedias. Se pierde la convi-
vencia pacífica y la armonía social, atmósfera que propicia apasionadas
represalias y una insaciable sed de venganza.
Asimismo, la serpiente que muerde el talón alude simbólicamente
a dos imágenes representativas, una del pasado y otra del futuro. Con
respecto a la primera, el libro de Génesis, en el capítulo 3, narra la his-
toria de la caída del hombre. Satanás, asumiendo la forma de serpiente,
seduce y engaña a Eva. Dios anuncia el castigo para cada uno, a través de
un dictamen expresado en lenguaje profético: “Enemistad pondré entre
ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la ca-
beza, y tú le herirás en el calcañar” (3:15). La mujer, símbolo de la Iglesia
(Ef.5:22-27; Ap.12:1; 19:7,8) y de cada hijo de Dios, recibió la promesa
del triunfo final sobre el mal, no sin antes recibir la herida de la traición,
infligida por la serpiente. ¿Cuál fue esa mordedura? La muerte de Cristo,
quien sufrió la traición en la persona de uno de sus discípulos, sufriendo
injustamente la muerte. De esta manera, Dan es un símbolo de Satanás,
la serpiente antigua, y de Judas Iscariote, el traidor que personificó al
hombre de perdición en los tiempos del Nuevo Testamento.

Las letales secuelas de la perversión


“Un alma perversa que apela a testimonios sagrados
es como un bellaco de risueño semblante,
como una hermosa manzana de corazón podrido.
¡Oh, qué bello exterior puede revestir la falsedad!”
Shakespeare

La terrible influencia de la vida de Dan se deja ver en sus descen-


dientes. El registro bíblico menciona que tuvo un hijo llamado “Hu-
sim” (Gn.46:23) o Súham, de donde derivan los suhamitas (Nm.26:42).
El significado de ese nombre es dudoso, probablemente quiera decir,

Mario Pereyra
152 Psicología de los Personajes Bíblicos

“los que se apresuran” (CBA, 569), lo cual no habla bien del padre, el
juez que le puso el nombre. Tanto el hijo como los descendientes di-
rectos se pierden en las sombras de la historia, recibiendo como único
homenaje el tributo del silencio, que en el pensamiento bíblico suele
ser un método de reconvención.
La tribu que descendió de Dan también tuvo una triste historia. Al
ingresar en la tierra de Canaán se le asignó una pequeña región al nor-
te, a la cual pertenecían las ciudades de Zora, Ajalón, Ecrón y Elteque
(Jos.19:40 46; 21:5,23,24). Sin embargo, los danitas, igual que su funda-
dor, no cumplieron la misión (Jue.1:34,35) a pesar de ser muy numerosa
(Num.1:38,39). Posteriormente, enviaron espías que encontraron otro
lugar al norte de Palestina más propicio, a donde emigraron. Mataron
cruelmente a los habitantes de Lesem o Lais, ocuparon su territorio y
llamaron Dan a la ciudad donde se establecieron (Jos.19:4 - 7; Jue.18).
Esta historia forma parte de las páginas más tristes de la Biblia, llenas
de terribles violencias, deformidades humanas e instintos salvajes (ver
Jue.17 al 21). Una realidad embrutecida, sin justicia ni ley, que se de-
fine con la infausta expresión: “cada uno hacía lo que bien le parecía”
(Jue.17:6).
La ciudad de Dan fue un centro de idolatría. Al fundarla los danitas
llevaron una imagen esculpida que habían robado cuando iban camino
al norte (Jue.18:18 - 20,30,31). “Más tarde, Jeroboam I de Israel cons-
truyó en Dan uno de sus dos templos para adoración del becerro (1
Rey.12:28 - 30;2Rey.10:2 - 9;Am.8:14)” (DBA,295,296). Seguramente,
debido a su irrefrenable idolatría y vida perversa, Dan fue conquistada
por Ben adad I de Damasco (1Rey.15:20; 2Cr.16:4) y, posteriormente,
por Tiglat pileser III de Asiria (2Rey.15:29) e incorporada como pro-
vincia asiria, desapareciendo definitivamente de la historia.

LA PUERTA DEL PERDÓN

¿Por qué Manasés fue llamado a ocupar el lugar de Dan? ¿Qué


simboliza su nombre? Quien le dio el nombre fue su padre José. En
estos términos lo narra el texto: “Y llamó José el nombre del primo-
génito, Manasés (esto es, El que hace olvidar), porque dijo: Dios me
hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre” (Gn.41:52).

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 153

Durante trece años José padeció una cruel sucesión de adversidades.


Fue vendido por sus hermanos como esclavo a Egipto y desarraigado
prematura y cruelmente de su hogar. Trabajó algún tiempo en casa de
Potifar, oficial de Faraón, donde experimentó cierta prosperidad, hasta
que nuevamente la intriga conspira contra él, siendo enviado a la cárcel.
Allí permanece varios años hasta que, finalmente, una circunstancia fa-
vorable, descifrar los sueños del rey, lo catapulta a la corte, ocupando
el cargo de gobernador, la más alta magistratura después de Faraón.
Allí su suerte cambió totalmente, la dicha comenzó a sonreírle después
de tantas penurias. Luego se casa y nace el primer hijo. Su espíritu so-
brecargado con tantos recuerdos penosos pudo al fin descansar en paz.
Las alegrías e inocencias del niño, hicieron olvidar a José los malos
momentos vividos. Es la gracia bienhechora del perdón que, como un
bálsamo, suaviza y perfuma la vida.
No tenemos mucha información de la vida de Manasés, con seguri-
dad no porque fuese oprobiosa, sino porque vivió bajo la luz de su pa-
dre. El testimonio de las Escrituras narra el momento cuando José lle-
vó a sus hijos, Manasés y su hermano Efraín, junto al lecho de su padre
moribundo Jacob, y el patriarca tomó a ambos niños como hijos suyos
(Gn.48:5). Allí se procede a la designación de un lugar privilegiado en
el podio de la posteridad. La historia confirma ese lugar de privilegio
que ocupó, gracias a la fidelidad de José, que recibió doble herencia.
Uno de los proverbios del sabio Salomón declara: “De más estima
es el buen nombre que las muchas riquezas” (Prov.22:1). Ciertamente,
el nombre de Manasés es hermoso y de valioso contenido. Contrasta
notablemente con el de Dan, relacionado con el juicio perverso y la
traición, ya que Manasés es quien alivia y restaura. Es un nombre que
promueve los valores de la vida sobre los sentimientos alterados del
enojo y el rencor. Privilegia el alivio de la conciencia sobrecargada por
los males del pasado y la sonrisa del perdón. Es un mensaje que esti-
mula las cosas buenas presentes y la esperanza del futuro. Nombre que
estará sobre una de las puertas de la ciudad celestial, como símbolo del
perdón que posibilita el ingreso a la eternidad. Si Dan es símbolo de la
“serpiente antigua” (Ap.12:9; 20:2), quien envenenó de pecaminosidad
al mundo, Manasés es símbolo de Jesucristo que, gracias al perdón,
ofreció el antídoto para contrarrestar el mal del pecado.

Mario Pereyra
154 Psicología de los Personajes Bíblicos

Enfatizamos que en la Biblia, el nombre de una persona, no es una


simple expresión bonita o una mera palabra para identificar a una per-
sona, sino significa lo que esa persona es, su carácter, su naturaleza. Los
nombres de los hijos de Israel tienen un valor simbólico, ya que están
inscritos en las doce puertas de la Jerusalén celestial (Apoc.21:12,14),
y representan las doce formas de entrar en la eternidad (por alguna de
esas puertas ingresarán los redimidos a la ciudad eterna), que en última
instancia son diferentes manifestaciones del nombre de Dios que está
“sellado” en la frente de los 144.000. En el Comentario Bíblico Adventis-
ta (tomo 7, 839) se dice lo siguiente: “En los sellos antiguos se grababa el
nombre de la persona, lo que les daba validez... Los nombres, aplicados a
los 144.000, representan (1) el dueño: los 144.000 pertenecen a Dios; (2)
el carácter: los 144.000 reflejan plenamente la imagen de Jesús”.
Además, el nombre de Manasés, al ubicarse en el centro de los
nombres de los ciento cuarenta y cuatro mil, constituye el eje articu-
lador del mensaje de los redimidos. De acuerdo con la interpretación
de H.Gambetta (comunicación personal), los nombres de los 144.000
están dispuestos de una manera tal que el conjunto de ellos tienen un
significado de “alabanza” y de promesa. Si unimos todos los nombres,
el simbolismo revelaría este extraordinario significado:

Cuadro 6
Comparación de los nombres y significados de los 12 hijos de Israel

12 HIJOS O TRIBUS DE ISRAEL 12 TRIBUS


SEGÚN GÉNESIS 29:31-30:24; 35:16-26 SEGÚN APOCALIPSIS 7:4-8
RUBÉN ¡Mira un hijo! 1. JUDÁ alabanza
SIMEÓN el que obedece 2. RUBÉN ¡Mira un hijo!
LEVÍ unidos 3. GAD multitud
JUDÁ alabanza 4. ASER feliz
DAN juzgó 5. NEFTALÍ luchar (conDiosyvencer)
NEFTALÍ luchar (con Dios y vencer) 6. MANASÉS olvidando (perdonando)
GAD multitud, compañía 7. SIMEÓN el que obedece
ASER dichoso, feliz 8. LEVÍ unidos
ISACAR recompensa, galardón 9. ISACAR recompensa
ZABULÓN morará, habitará 10. ZABULÓN habitará
JOSÉ añadir, multiplicar 11. JOSÉ multiplicar
BENJAMÍN hijo de mi diestra 12. BENJAMÍN a la diestra

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 155

“¡Alabanza, Gloria a Dios! (Judá) ¡Mira un hijo! (Rubén). No, es una


multitud (Gad); una compañía feliz y bienaventurada (Aser); ellos han pe-
leado con Dios y vencido (Neftalí); perdonando (Manasés) y obedeciendo
(Simeón). Unidos (Leví) a Cristo recibirán el galardón y la recompensa
(Isacar). Habitarán por la eternidad (Zabulón), recibiendo bendiciones
multiplicadas (José) y se sentarán a la diestra de Dios” (Benjamín).

LA PERSONALIDAD PASIVO-AGRESIVA
¿Qué tipo de personalidad desarrolló Dan? Aunque la información
que poseemos es insuficiente, nos parece que puede ubicarse entre los in-
dividuos resentidos, opositores, que contrarían y juzgan con demasiada
facilidad en forma negativa a los demás. Este patrón de comportamiento
se ubica en los trastornos de la personalidad como pasivo-agresivo (ver
cuadro 7). Se trata de una actitud generalizada, que se da en el trabajo
como en las relaciones sociales, caracterizada por la resistencia a cumplir
con las responsabilidades, con aplazamientos, descuidos, obstinación e in-
eficiencia intencionada. Las personas que presentan estos comportamien-
tos suelen quejarse, echándole la culpa a los demás de todo lo malo que les
sucede, diciendo que no son queridos, que nadie los comprende y que son
despreciados por los otros. “Se muestran huraños, irritables, impacientes,
cínicos, escépticos, siempre dados a discutir y a llevar la contraria. También
se muestran envidiosos y resentidos hacia los compañeros de trabajo que
triunfan o están bien considerados por los altos cargos, y suelen quejar-
se abiertamente de su mala fortuna” (DSM-IV, 750). Son pesimistas con
respecto al futuro y carecen de esperanzas. Hacen comentarios del tipo
«no vale la pena ser bueno» y «las cosas buenas no duran para siempre».
Estas personas tienen doble cara, dos actitudes opuestas: “o bien lanzan
amenazas hostiles hacia quienes consideran el origen de sus problemas, o
bien intentan apaciguar los ánimos de estas personas pidiéndoles excusas
o asegurándoles que en el futuro trabajarán mejor” (Ibíd).
En conclusión, Dan perdió la gloria de ocupar un lugar privilegiado
en la excelsa grandiosidad de los justos, porque arruinó su vida con la prác-
tica de la perversidad. Su figura encarna la triste historia de alguien desti-
nado a triunfar, a convertirse en modelo de perfección por la eternidad y
permanecer entre los santos bienaventurados, pero que lamentablemente

Mario Pereyra
156 Psicología de los Personajes Bíblicos

fracasó en su objetivo, no cumplió su misión, ya que prefirió habitar en-


tre las sombras y la hostilidad, refunfuñando, amargado, y quejándose de
la incomprensión de los demás, atacando arteramente a la gente, cuando
las circunstancias le resultaban propicias. La crítica cruel y despiadada que
Dan, inspirada en el modelo de la “serpiente antigua”, produjo tanto mal
en sus días como en sus descendientes, al extremo de quedar descalificado
para entrar en el cielo. Una historia lamentable que nos advierte acerca de
las calamidades de la crítica astuta y traidora.
Cuadro 7
Personalidad pasivo-agresiva (DSM-IV, 751)
Patrón permanente de actitudes de oposición y respuestas pasivas
ante las demandas que exigen un rendimiento adecuado. Se refleja
en una gran variedad de contextos, y se caracteriza por cuatro (o
más) de los siguientes comportamientos:
1. resistencia pasiva a rendir en la rutina social y en las
tareas laborales;
2. quejas de incomprensión y desprecio de los demás;
3. hostilidad y tendencia a discutir;
4. crítica y desprecio irracionales a la autoridad;
5. muestras de envidia y resentimiento hacia los compañeros,
aparentemente, más afortunados que él;
6. quejas abiertas y exageradas por su mala suerte;
7. alternancia entre amenazas hostiles y arrepentimiento.

2. EL REY PUSILÁNIME: ACAB


“Involuntariamente, fui descubriendo todo el sedimento de bajeza humana
que encubren los actos aparentemente más leves;
y hombres que eran buenos y perfectos para sus prójimos,
fueron para mí, lo que Cristo llamó, sepulcros encalados”.
Roberto Arlt

Acab fue el octavo rey de Israel, hijo y sucesor de Omri. Gobernó


durante 22 años, del 874 al 853 a.C. Fue un militar importante, ya que
mantuvo subordinado a los moabitas (2 Rey.3:4,5), derrotó a los sirios

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 157

en dos ocasiones (1Rey.20). El botín de estas dos guerras victoriosas


lo enriqueció mucho, le permitió realizar concesiones económicas en
Damasco (1 Rey. 20: 21, 34) y sostener un ejército muy numeroso. “Las
inscripciones de Salmanasar muestran que, de los ejércitos aliados,
Acab (llamado Ahabbu mat Sir’ilâ, “Acab, el israelita”) tenía la mayor
fuerza en carros (2.000, de un total de 3.940) y una infantería de 10.000
soldados (de un total de 60.000)” (DBA, 14). Asimismo, mantuvo re-
laciones amistosas con los fenicios y con el reino de Judá, al sur. En
líneas generales, el reinado de Acab fue próspero, ya que sus vínculos
amistosos con los fenicios trajo mucha riqueza al país, desarrollándose
un extenso programa de construcciones, que la Biblia registra muy so-
meramente (1 Rey. 22:39) y que han sido confirmadas en las excavacio-
nes arqueológicas realizadas en Samaria, la capital (Íbid.). Las ruinas
de la ciudad indican que Acab construyó su palacio junto al de Omri, su
padre, e hizo decorar su residencia con placas de marfil hermosamente
talladas por las que, evidentemente, se lo llegó a conocer como el “Pa-
lacio de Marfil” de Acab (1 Rey. 22:39; Amós 3:15). Los diseños de los
interiores son semejantes a los que se hallan en decoraciones hechas
con marfil en ciudades de Siria y Asiria. También tuvo otro palacio en
Jezreel, de acuerdo a la información que presenta 1 Reyes 21:1. “De
ahí que, por un tiempo, llegó a ser uno de los monarcas más poderosos
del occidente de Asiria” (2CBA, 84).
El cronista del libro bíblico de los Reyes, narra que después de la
derrota de los sirios, Acab continuó enfrentando ciertos pleitos locales,
antiguas disputas que existían con pequeñas naciones de Siria y Pales-
tina. En esa campaña, Acab se dispuso a tomar la ciudad de Ramot de
Galaad, que estaba en manos de los arameos de Siria desde hacía algún
tiempo. En la batalla por la conquista de esa ciudad fue mortalmente he-
rido (1 Rey. 22:2-36). Su cuerpo fue llevado a Samaria para ser sepultado
y, como había sido predicho por el profeta Elías (1 Rey.21:19), los perros
lamieron la sangre del rey Acab que había manchado su carro de guerra
(22:38), terminando su vida de manera trágica.
Pero, lo peor no fue su trágico fin, sino su vida calamitosa. Du-
rante su reinado ministró uno de los profetas más importantes de la anti-
güedad, Elías, quien en varias ocasiones intervino con mensajes persona-
les directos, encaminados a producir un cambio en su conducta perversa

Mario Pereyra
158 Psicología de los Personajes Bíblicos

(1Rey.17:1; 18:17-20; 21:17-26), que tuvieron la virtud de causar algún


impacto (18:41-46) y cierto grado de arrepentimiento (21:27-29), pero
sin llegar a provocar un cambio duradero y efectivo. Cabe destacar que
durante su reinado se produjo uno de los acontecimientos más especta-
culares de la acción prodigiosa de Dios en el pasado, un portento asom-
broso, donde todo el pueblo pudo observar la intervención directa de
Dios por medio de un fuego fulminante que cayó sobre el holocausto
consumiendo el animal, la leña y aun las piedras del altar y el agua de las
zanjas preparadas previamente (1Rey.18:20-40). Este fenómeno extre-
mo, realizado en el monte Carmelo, fue una demostración indiscutible
en contra de las estrategias del mal, que tenía seducido al pueblo y al
mismo Acab, a fin de que abandonaran el comportamiento ambivalente
y las incertidumbres que los caracterizaba (18:21).
A diferencia de otras historias funestas, la Biblia dedica mucho espacio
a Acab, quizás para resaltar el ministerio de Elías y cuánto se hizo para re-
cuperar a la nación y a su rey. Sin embargo, los días de Acab fueron los más
desastrosos en lo referente a la condición espiritual del pueblo, debido a la
actitud permisiva y débil del rey, que facilitó la infiltración de centenares de
sacerdotes y profetas de Baal y Astarté, quienes introdujeron una serie de
ritos inmorales en las creencias religiosas de la población, derivados del sis-
tema de culto fenicio. Además, se clausuraron las escuelas de los profetas, el
mejor sistema educacional que existía en Israel, se perseguieron a maestros y
alumnos, y asesinaron a centenares de adoradores del verdadero Dios, todo
lo cual causó una crisis religiosa y moral de gran magnitud (1 Rey. 18: 4, 19).
Estos hechos penosos, a la hora de juzgar la actuación del monarca, determi-
nó que la Biblia lo calificara como el peor de los reyes que habían gobernado
a Israel hasta ese momento, un verdadero récord de maldad.

La permisividad nefasta
“Y Acab, hijo de Omri, hizo lo malo ante los ojos del Eterno,
más que todos los que reinaron antes de él”.
1 Reyes 16:30

¿Por qué Acab fue catalogado como el más malvado de los reyes?
¿Qué contribuyó a ostentar ese deplorable título? Procurando dar una
explicación, el cronista del libro de los Reyes realiza este breve pero

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 159

significativo comentario: “No sólo consideró cosa ligera andar en los


pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, sino que tomó por esposa a Je-
zabel, hija de Etbaal, rey de los sidonios, y sirvió a Baal y lo adoró”
(16:31). Dos poderosas razones pesan para evaluarlo como el peor de
los reyes: la influencia fatídica de la idolotría de Jeroboam y el hecho
de casarse con una mujer pagana, sacerdotisa del dios Baal y la diosa
Astarté. Al analizar en detalle el texto, encontramos que la influen-
cia negativa de Jeroboam no fue algo exclusivo de Acab, ya que tam-
bién lo padecieron reyes anteriores como Baasa (1 Rey.15:34), Zimri
(1 Rey.16:19) y su mismo padre, Omri (vers.27). Por lo tanto, hay que
concluir que la primera razón no fue la determinante, sino la segunda,
su casamiento con Jezabel.
La concubina de Acab llegó al gobierno de Israel bajo el programa
de política exterior de aquellos tiempos, que refrendaban los acuer-
dos internacionales con casamientos. El padre de Jezabel fue Ittobaal
o Etbaal (en hebreo), un sacerdote de la diosa Astarté que llegó al po-
der en la ciudad de Tiro, en Fenicia, por medio de un golpe de estado,
aproximadamente al mismo tiempo cuando Omri, el padre de Acab,
conquistaba el trono de Israel, también gracias a una sublevación (1
Rey.16:16-21). De modo que, estando ambos dictadores unidos en sus
procedimientos políticos, deciden cimentar su unión con una alianza
de familia (BJ, 388). Ahora bien, si Jezabel fue impuesta a Acab por un
acuerdo entre su padre y el suegro, ¿por qué fue la causa de su ruina?
Porque permitió que Jezabel, una mujer inteligente y cínica, ejerciese
una influencia y poder poco usuales en el gobierno de Israel.
Fue evidente que Jezabel, desde que llegó al trono de Israel, procuró
modificar los valores religiosos que identificaban a la nación. Segura de
su influencia que ejercía sobre el débil e incompetente rey, desmanteló el
sistema de culto y de educación religiosa del pueblo. Persiguió y mató a
todos los líderes que predicaban y enseñaban la fe en el Dios verdadero, e
impuso las creencias en los dioses fenicios, Baal y Astarté. Para alcanzar
esos fines, importó de Fenicia cuatrocientos cincuenta profetas, para que
ocuparan el lugar de los dirigentes eliminados. Estableció un colonia-
lismo religioso, orientado por una estrategia de sometimiento total del
reino, ya que la religión era la esencia de la nación. La historia de Israel
fue la historia de su fe. Sin sus creencias, desaparecía como estado. Por

Mario Pereyra
160 Psicología de los Personajes Bíblicos

lo tanto, la lucha por defender la religión era combatir por la libertad y


la independencia del pueblo. El movimiento de lucha contra esa política
extranjera de conquista fue liderado por el profeta Elías, quien enfrentó
la oposición convirtiéndose en un nuevo libertador.
La política del imperialismo fenicio dirigida por Jezabel no fue sólo
destructiva. Luego de desactivar el aparato teológico-educativo, lan-
zó una intensa campaña de divulgación de la nueva religión. “Baal era
adorado como la fuente de vida y bendiciones, como el gran dios de las
tormentas que daban humedad a la tierra y la hacían producir” (2CBA,
809). Asimismo, Astarté fue conocida como representante del “Amor,
el Cielo, la Luna y la Primavera”, “hermana y esposa de Baal” (Diccio-
nario, 1963, t.1, 177). El espectáculo primaveral de las verdes colinas
surcadas por arroyos inagotables y bosques húmedos que difundían su
fragancia en un aire vibrante de zumbidos de insectos, fue enseñado
como un regalo de los nuevos dioses. Aun la experiencia estremecedo-
ra del amor fue atribuida a la diosa Astarté.
Por esa razón, cuando Elías irrumpe en el palacio de Acab, lan-
zando la condena de la sequía (1 Reyes 17:1), estaba luchando contra
el engaño, buscando desbaratar las argucias falaces de Jezabel y sus
secuaces. Fue entonces cuando la vegetación se marchitó, los arroyos
se secaron y las tierras florecientes se transformaron en arenales. Acab
debió entender, junto con todo el pueblo, que se trataba del castigo
de Dios contra las enseñanzas erróneas. Durante todo ese tiempo, los
sacerdotes y profetas fenicios intentaron “producir la lluvia haciéndose
tajos con cuchillos” (Ídem, 209) de manera infructuosa. Otra evidencia
que demostraba la inoperancia y falsedad de las enseñanzas paganas.
Sin embargo, Acab ignoró los llamados de la razón y del mismo Dios, y
continuó bajo el influjo perverso de su perniciosa mujer.

Psicología de la cobardía
“La indecisión es también cobardía, cobardía de la voluntad”.
Carl Spitteler

El nombre “Acab” proviene del hebreo ‘Aj’âb, que significa “her-


mano del Padre” o sea, “semejante al Padre” (CBA, 13). ¿En qué sen-
tido puede interpretarse el nombre? ¿Cuál es la clave para descubrir

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 161

el ser “semejante” al padre? Probablemente el nombre fue puesto por


el mismo padre con el propósito de que su hijo se le pareciera; es la
expresión del deseo del padre. La información que poseemos de Omri,
el padre de Acab, revela que era el jefe del ejército, que mientras es-
taba en campaña ocurrió una sublevación, donde fue asesinado el rey,
tomando el poder los insurgentes. Inmediatamente se hizo reconocer
como rey por su gente y marchó contra el usurpador, eliminándolo y
ocupando el trono (1 Rey.16:15-20). Parte del pueblo no lo aceptó, así
que tuvo que luchar contra otro candidato, Tibni, hasta finalmente de-
rrotarlo. Ya al frente del gobierno, la obra más importante que realizó
fue la construcción de la ciudad de Samaria, a la cual convirtió en ca-
pital del reino (vers.21,22). Esta breve reseña muestra que Omri tenía
razones para sentirse satisfecho consigo mismo y querer que su hijo
lo imitara, ya que fue un hombre de éxito, conseguido por medio de
su espíritu combativo y una severa disciplina. En consecuencia, parece
tratarse de una personalidad fuerte, enérgica, dominante, con gran ca-
pacidad de mando, que impuso su autoridad soberana aplastando toda
oposición por medio de la violencia. ¿Cómo será el carácter de un hijo
que se desarrolla baja la sombra de un padre poderoso, de voz potente
y recia, de imponente presencia militar, acostumbrado a dar órdenes
en forma avasalladora?
Sabemos que Omri le impuso a su hijo como esposa a Jezabel. ¿Por
qué lo hizo? Ciertamente por el compromiso que tenía con su colega
el rey de Tiro, aunque probablemente porque descubrió que Jezabel
tenía un carácter fuerte y autoritario, sintiendo que era la mujer ideal
para su hijo, un hombre débil y timorato. “Esta es la mujer ideal para
mi hijo”, habrá pensado, “este chico necesita alguien fuerte a su lado
que lo ayude a tener mano dura y proceder en forma inflexible. Las
cosas de gobierno requieren dureza y una voluntad de hierro”. Sin em-
bargo, poco imaginó que con tal proceder estaba incrementando su de-
bilidad y llevándolo a la ruina. La historia de Acab es una demostración
de su flaqueza, de alguien que se somete de un modo increíble, y cuyas
actitudes revelan una fragilidad sorprendente.
Aunque los textos son fragmentarios, presentan algunos episodios
de la vida de Acab que pintan magistralmente, en forma gráfica, su
carácter pusilánime. El primero de ellos ocurre en su encuentro con

Mario Pereyra
162 Psicología de los Personajes Bíblicos

Elías, después de los tres años de sequía. Acab reprende con evidente
irritación al profeta, a quien consideraba culpable de las calamidades
que padecían, diciéndole: “¿Eres tú, el que alborota a Israel?” (18:17).
Entonces Elías, reaccionando con firmeza, responde al rey: “No soy
yo el que alborota a Israel, sino tú y la casa de tu padre, por haber
abandonado a Yahveh y haber seguido a los Baales” (vs.18). Seguida-
mente, le ordena que reúna a todo el pueblo en el monte Carmelo para
la confrontación con los sacerdotes de Baal (vs.19). ¿Cómo debería
haber reaccionado el rey? Un perseguido de la justicia que lo censura
en público, y todavía tiene el atrevimiento de darle una orden. ¿Cómo
habrían procedido Omri o Jezabel? Seguramente habrían castigado se-
veramente tal audacia; sin embargo, Acab enmudeció y simplemente
obedeció (vs.20). Desde chico estaba acostumbrado al ceño fruncido
de su padre que le daba órdenes a gritos, que le producían terror y lo
movían a obedecer inmediatamente.
El suceso más representativo de la personalidad de Acab, fue cuan-
do quiso comprar las tierras cercanas a su palacio de Jezreel, para am-
pliar sus dominios. El dueño era Nabot. Acab le hizo una oferta muy
atractiva, pero Nabot la rechazó porque las tierras habían pertenecido
a sus antepasados y no quería deshacerse de ellas (21:1-4). Acab quedó
muy molesto y apenado por la negativa, al punto de deprimirse y per-
der el apetito. Jezabel lo observó apesadumbrado, y le preguntó la ra-
zón de su desaliento. Al descubrir la causa, su mujer le contestó: “¿Eres
tú ahora rey sobre Israel? Levántate, come y alégrate; yo te daré la viña
de Nabot de Jezreel” (vs.7). La mujer, con ladina habilidad y sin el me-
nor escrúpulo, tramó un juicio insidioso y falaz, que condenó a muerte
a Nabot, para luego apoderarse arbitrariamente de su propiedad.
Ese hecho abusivo e inicuo produjo la indignación de Dios,
quien envió a Elías para recriminarle su infamia y condenar su proce-
der. Cuando Acab escuchó la violenta reprimenda del profeta (¿se pa-
recerían a las severas reprensiones de su padre?), se cohibió y angustió
profundanemente. Rasgó sus vestiduras, se vistió de cilicio en señal de
penitencia, dejó de comer y se deprimió. ¿Fue arrepentimiento o re-
mordimiento? ¿Fue un estado de aflicción por el mal hecho o de temor
a las consecuencias terribles que le sobrevendrían? La profecía anun-
ciaba que moriría víctima de las alimañas del campo (buitres y otras

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 163

aves de rapiña) o de la ciudad (los perros salvajes). ¿Habrá sentido su


corazón comprimido por el pánico, como cuando escuchaba la voz tro-
nante de su padre injuriando sus travesuras? Diciendo: “Perdón, papi-
to, por favor no me pegues, te prometo que me voy a portar bien”, con
su rostro desencajado por el dolor, pidiendo clemencia desesperada-
mente de rodillas. No sabemos, pero más importante que la naturaleza
de su comportamiento, el hecho fue que Dios se condolió de su estado,
y mitigó el castigo.

LA PERSONALIDAD DEPENDIENTE
¿Qué tipo de personalidad mostró Acab? ¿Cómo podría caracteri-
zarse? De acuerdo al Manual de Diagnóstico de Enfermedades Men-
tales de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana, conocido como
DSM-IV, el caso de Acab puede incluirse entre las personalidades de-
pendientes (ver cuadro 8). Los estudios de psicopatología han hecho
una autopsia minuciosa y detallada de este tipo de personalidad, des-
cifrando las claves de su comportamiento desde dentro de sí mismos
y desde las artes de su dominio. Se ha descubierto que tales personas
navegan, con excesiva frecuencia, en un océano de dudas, incertidum-
bres y perplejidades, por lo cual tienen enormes dificultades para tomar
decisiones y asumir responsabilidades, si no cuentan con un aconseja-
miento excesivo y una fuerte aprobación por parte de los demás. Estos
individuos tienden a ser pasivos, permiten que los demás, frecuente-
mente una única persona, tomen las iniciativas y ocupen la responsabi-
lidad en las principales cuestiones de su vida. Afirma el DSM-IV (1994,
682): “Es típico que los adultos con este trastorno dependan de un
progenitor o del cónyuge para decidir”, tal como sucedió con Acab,
quien estaba tan subordinado a las decisiones de Jezabel.
Las personalidades dependientes tienen grandes dificultades
para iniciar proyectos o hacer cosas en forma independiente. Carecen
de confianza en sí mismos, y sienten que necesitan ayuda para comen-
zar y llevar adelante las tareas. En realidad, están convencidas que son
incapaces de funcionar libremente y se ven a sí mismas como ineptas y
necesitadas de ayuda constante. Puesto que confían en los demás para
solucionar sus problemas, no aprenden las habilidades necesarias para

Mario Pereyra
164 Psicología de los Personajes Bíblicos

enfrentar la vida en forma personal, lo que perpetúa la dependencia.


Asimismo, experimentan mucha ansiedad cuando deben enfrentar de-
cisiones que tomar. Un ejemplo ilustrativo de este modo de comporta-
miento la reveló Acab cuando Ben- adad, rey de Siria, sitió a Samaria y
le envió mensajeros para amedrentarlo (1 Rey.20:1-3). El rey de Israel
asumió una actitud de obediencia y sumisión indigna, diciendo: “Como
tú digas, rey mi señor, tuyo soy yo y todo lo mío” (vers.4).

Cuadro 8
Características de la personalidad dependiente (DSM-IV)

Necesidad excesiva de que se ocupen de uno, que ocasiona un


comportamiento de sumisión y adhesión y temores de separación,
como lo indican cinco o más de los siguientes indicadores:

1. dificultades para tomar decisiones cotidianas, si no cuenta


con un excesivo aconsejamiento y reafirmación por parte
de los demás.
2. necesidad de que otros asuman la responsabilidad de su vida.
3. dificultades para expresar el desacuerdo, debido al temor
a la pérdida de apoyo o aprobación.
4. dificultades para iniciar proyectos o hacer las cosas a su
manera, debido a la falta de confianza en el propio juicio
o en sus capacidades.
5. va demasiado lejos llevado por su deseo de lograr
protección y apoyo de los demás.
6. se siente desamparado cuando está solo, debido a sus
temores de ser incapaz de cuidar de sí mismo.
7. cuando termina una relación importante, busca
urgentemente otra que le proporcione el cuidado y el
apoyo que necesita.
8. Se preocupa por el miedo a que le abandonen, y tenga
que cuidar de sí mismo.

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 165

Luego buscó el apoyo de todos los ancianos del reino, que le aconse-
jaron a no humillarse en forma tan vergonzosa: “No le escuches, no con-
sientas”, les dijeron (vs.8). Posteriormente, un profeta de Dios le asegura
el éxito, instruyéndolo de cómo debía actuar. Recobrando valor, por la
ayuda divina, procede y logra la victoria sobre los enemigos (13-21).
En síntesis, Acab fue una personalidad dependiente, inmadura,
timorata, que buscaba el apoyo, la fuerza o el amparo de personas fuer-
tes como Elías, los profetas de Baal o su mujer Jezabel. Hijo de un mi-
litar autoritario y dictatorial, desarrolló una actitud de retracción y apo-
camiento. Fue un individuo débil e influenciable, lamentablemente se
apoyó más en las malas influencias que en las buenas, cavando su ruina.
Tuvo el privilegio de observar una de las manifestaciones más extraordi-
narias de la presencia de Dios en el monte Carmelo, pero ese despliegue
de fuerza y poder, no le ayudó a modificar su forma de ser, y continuó
bajo el influjo malvado de la perversa y cínica Jezabel, que lo arrastró a
una muerte prematura y trágica, sufriendo la condena eterna de Dios.

3. ELOGIO A LA CRUELDAD: HERODES ANTIPAS

“Quieren, una vez nacidos, vivir y hallar destinos de muerte...


y dejar tras de sí hijos para que nazcan más destinos de muerte”.
Heráclito

Cuando Herodes el Grande murió en el año 4 a.C., dejó en tes-


tamento los nombres y procedimientos de quienes debían heredar su
reino. Según esas indicaciones, los territorios que con tanta falta de
escrúpulos había administrado, fueron divididos entre sus hijos Arque-
lao, Herodes Antipas y Felipe. Herodes dejó a Arquelao, el mayor de
sus hijos, Judea, Samaria e Idumea. Como las autoridades romanas no
estaban convencidos de su capacidad para gobernar, sólo le dieron el
título de “etnarca”, que significa “gobernante del pueblo”. Herodes
Antipas se convirtió en el “tetrarca” de Galilea y de Perea. Este títu-
lo significaba “gobernante de la cuarta parte de una provincia”, aun-
que en la práctica se aplicaba al gobernante de cualquier subdivisión
provincial. Felipe también recibió el título de “tetrarca”, y gobernó en
Paneas, Iturea, Traconítide, Gaulanítide, Batanea y Auranítide, en la

Mario Pereyra
166 Psicología de los Personajes Bíblicos

zona noreste. Hay que agregar que, además de la herencia territorial


y política, Herodes dejó otro legado a sus descendientes, una heredad
maldita, el atroz infanticidio de los niños de Belén (Mat.2:16-18), per-
petrado en un impulso asesino al ser burlado por los sabios de oriente
al no informarle dónde residía el niño Jesús.
La Biblia menciona a Herodes Antipas por su título de “tetrarca”
(Mat.14:1; Luc. 3: 1). Era hijo de Maltace, mujer samaritana que tam-
bién fue madre de Arquelao. “Es posible que el rey Herodes residiera
oficialmente en Tiberias, ciudad que construyó en la orilla sudoeste del
mar de Galilea, y a la que dio el nombre en homenaje al César, Tiberio,
que entonces gobernaba” (5CBA, 601), quien ascendió al trono imperial
en el 14 d.C. Por su parte, Antipas gobernó en Galilea y Perea durante
43 años, desde el 4 a.C. hasta el 39 d.C. “Antipas llevó a cabo otro gran
programa de edificación por todo el territorio de su tetrarquía. Todos
sus esfuerzos se inclinaron a la helenización, y su fingido judaísmo no era
más que una farsa” (5CBA, 66).
La caída de Antipas se debió a una conspiración familiar al produ-
cirse el cambio del gobierno imperial. A la muerte de Tiberio, en el año
37, ascendió al trono su hijo adoptivo, Calígula. El nuevo emperador era
íntimo amigo de Herodes Agripa I, hijo de Aristóbulo y hermano de He-
rodías, sobrino de Antipas. Por esa amistad, Calígula le concedió a Agri-
pa el título de rey y el gobierno de los territorios que había gobernado
Felipe, el otro tío. Herodías, hermana de Agripa y amante de Antipas, se
puso muy celosa por la distinción dada a su hermano, e insistió que An-
tipas fuera a Roma y pidiera reconocimientos también para él. Antipas,
siguiendo ese consejo, viajó el año 39 d. C., mientras Agripa acusaba a su
tío ante el emperador de haber transgredido los reglamentos imperiales
al acumular una gran cantidad de armamentos. Cuando Antipas llegó a
Roma, el emperador lo obligó a reconocer la verdad de la acusación, y
fue inmediatamente desterrado junto con Herodías, a Lyon, en las Ga-
lias. Calígula añadió, entonces, los territorios de Antipas, Galilea y Pe-
rea, a los dominios de Herodes Agripa l (5CBA, 66).
Después de esta breve reseña, analicemos la psicología del perso-
naje. ¿Quién era Antipas? ¿Qué revela su nombre? Etimológicamente,
proviene del griego y significa “contra todos”, aunque lo más probable
es que se trate de la contracción de “Antípatros” (igual que Cleofas, del

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 167

griego Kleopás, apócope de Kleópatros), un nombre griego bastante


frecuente, compuesto por las palabras anti, “en lugar de”, y pas, abre-
viación de pater, “padre”. El Diccionario Bíblico Adventista lo traduce
como “imagen del padre”. Este nombre reflejaría la ilusión del padre
de que lo sustituyera en el poder o que ocupara su trono. El hecho es
que el nombre apunta a la identificación del hijo con el padre. Consi-
derando que el padre fue un gobernante cruel y despótico, el nombre
sugiere que en el hijo se reprodujeron esos vicios y desenfrenos. A di-
ferencia de Acab, un hijo frágil y quizás un poco enclenque, que veía
a su padre como un monstruo violento, Antipas idealizó a su padre,
viéndolo como un modelo a seguir, buscando asemejarse a él.

La celebración fatídica
“En torno del poseso ruge siempre un viento peligroso de tempestad,
y sobre él se cierne un cielo siniestro, tormentoso, trágico y fatal”.
Stefan Zweig

Cuando Antipas fue de visita a Roma, restableció la relación con


Herodías, que era su sobrina y cuñada al mismo tiempo, ya que era
hija de Aristóbulo (su medio hermano) y nieta de Herodes el Grande,
quien se había casado con otro de sus medio hermanos, Felipe. Antipas
se enamoró perdidamente de ella y Herodías no le fue indiferente, al
contrario, abandonó a su esposo en Roma y se fue a vivir a Galilea con
su amante. Por su parte, Antipas también desechó a su mujer para vivir
su romance con Herodías. Este hecho vergonzoso fue condenado dura-
mente por Juan el Bautista, crítica que Antipas no toleró, encarcelando
primero al profeta (Luc. 3:19,20), y después matándolo.
Juan fue llevado a prisión a comienzos de la primavera del año 29. Jo-
sefo testificó que las multitudes que lo seguían “se conmovían grandemen-
te al escuchar sus palabras”, y que Antipas “temía que la gran influencia
que Juan tenía sobre el pueblo pudiera proporcionarle el poder y la incli-
nación para producir una rebelión” (Antigüedades, xviii. 5. 2; Cf. 5CBA,
702). Pero la Biblia es más precisa que el historiador judío, al explicar que
la auténtica razón del encarcelamiento era la reprobación de Juan por su
práctica inmoral y, específicamente, el odio que Herodías le tenía a Juan
por ese motivo (Mt.14:3-5; Mr. 6: 17-19; Lc.3:19,20). Herodías aborrecía

Mario Pereyra
168 Psicología de los Personajes Bíblicos

a Juan y aguardaba el momento oportuno para matarlo. Conociendo la


influencia que Juan ejercía sobre Antipas, temía que el tetrarca se divor-
ciara de ella, como le había aconsejado el profeta (White, 1975, 185).
La ocasión para perpetrar el homicidio fue la celebración del cum-
pleaños de Antipas. El rey había adoptado la costumbre de celebrar
los cumpleaños por su educación grecorromana, ya que los griegos,
igual que los romanos y persas, festejaban los aniversarios de sus na-
cimientos. No hay registro que los judíos celebraran los cumpleaños
(DBA, 287). La historia bíblica narra (Mt.14:6-11; Mr. 6:24-29) que en
la fortaleza de Machaeras (Josefo; 5CBA, 66) se realizó el banquete
de la celebración, en un ambiente voluptuoso, dionisíaco, y lleno de
ostentación. En el momento de mayor exacerbación de las pasiones y
los efectos del alcohol, danzó Salomé, la hija de Herodías, de forma tal
que produjo un fuerte impacto en todos los asistentes, especialmente
en el rey, quien quiso premiar tan espléndido regalo. Entonces le pro-
metió: “Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino” (Mr.6:23).
La joven, sorprendida por el generoso e inesperado ofrecimiento, pidió
consejo a su astuta madre acerca de qué pedir, quien al instante le dijo
que pidiera la cabeza de Juan el Bautista. La hija volvió alegremente
ante el rey, con el insólito y macabro pedido: “Quiero que ahora mismo
me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista” (vers.25). En-
tonces, la ilusión se convirtió en fatalidad; la fiesta, que debía celebrar a
la vida, terminó en un homenaje a la muerte. La alegría de la diversión
dio lugar al triunfo del odio que cobró su trofeo de guerra, la cabeza del
mayor hombre nacido de mujer (Mt.11:11).

“Aquella zorra”
“Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y
hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra”.
Jesucristo (Lc.13:32)

Cierto día soleado, mientras Jesús recorría los pueblos y ciudades


enseñando las verdades del Reino de los Cielos, unos fariseos se acer-
caron diciéndole: “Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte”
(Lc.13:31). Entonces el Maestro hizo un breve y sugestivo diagnóstico
de la personalidad de Antipas, utilizando una metáfora de la naturaleza

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 169

muy expresiva, al compararlo con un zorro (vers.32), a la vez que le en-


viaba un enigmático mensaje. ¿Qué quiso decir Jesús con ese calificati-
vo de “zorro”? Puede ayudar en la comprensión de lo ocurrido en otra
ocasión, cuando Jesucristo le advirtió a sus discípulos: “Abrid los ojos
y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes”
(Mr.8:15). ¿En qué consistía la “levadura de Herodes”? En el pasaje
paralelo de Mateo 16:6, en lugar de Herodes menciona a los saduceos.
De acuerdo al contexto, por “levadura” hay que entender la doctrina
y la influencia maligna, ya que en la tradición rabínica la levadura era
símbolo del pecado (Lev. 23: 6). Asimismo, si consideramos que los
saduceos eran aduladores con los gobernantes y bastante mundanos,
parecería que la “levadura” de ellos, muy parecida a la de Herodes, se
refería a la manipulación política y sus creencias paganas.
Podríamos inferir, de acuerdo a estas reflexiones, que la designa-
ción de “zorro” (o “zorra”, como dicen otras versiones) se refiere a la
astucia de Antipas en el manejo de los asuntos de gobierno. Dijimos
que Antipas, para congraciarse con el emperador, le puso el nombre
de Tiberíadas a la ciudad que habitaba. Otro ejemplo de su astucia fue
cuando Pilato, durante el transcurso del juicio de Jesús, le envió a Cris-
to para que resolviera el caso (Luc. 23:7-15), en una maniobra tendien-
te a evitar la responsabilidad de la decisión. El perspicaz y calculador
rey descubrió el juego y no aceptó correr ese riesgo, devolviéndolo a
su portador. También sus habilidades y artimañas las puso en acción
cuando le robó la mujer a su hermano Felipe. Por otra parte, no se-
ría demasiado aventurado sostener la hipótesis de que esto de “zorro”
pudo estar denunciando la maniobra realizada por Antipas durante
la muerte de Juan el Bautista. La historia parece adjudicarle la mayor
responsabilidad a Herodías y a Salomé, ¿pero no sería que todo fue un
teatro montado por el mismo Antipas? ¿Acaso esa osadía de ofrecerle
“todo lo que quieras” a Salomé, conociendo cuán dependiente era la
chica de su madre, y el odio furibundo que ésta le tenía a Juan, no sería
una forma indirecta de asesinar al predicador con cierta impunidad?
Después, sin duda, pudo decir, “yo no lo maté, ellas me obligaron”.
¿No sería que el zorro lo había calculado todo con frialdad? Así actúan
los zorros, con premeditación y alevosía.

Mario Pereyra
170 Psicología de los Personajes Bíblicos

Pero Antipas también era “zorro” en otro sentido, como el animal


depredador, que atrapa a sus víctimas en forma despiadada y cruel. El
zorro es un animal cazador, ágil e inteligente, sanguinario y destructivo.
Es interesante notar que la palabra “zorro” en hebreo es Shû´âl, que
también significa “chacal”, pertenece a la misma familia de los cánidos
(perros) y se caracteriza por su hocico puntiagudo y alargado, y por
vagar por el desierto (lsa. 13:22; 34:13; 43:20; Jer. 9:11; 10:22; 49:33;
50:39; 51:37;Lm. 4:3) solo o en manadas, y alimentarse de cadáveres.
Antipas era más que zorro, era un chacal. Un personaje siniestro, te-
rriblemente peligroso, ya que no mataba movido por impulsos como su
padre, sino a sangre fría y premeditadamente. Como lo dice su nombre,
era la “imagen de su padre”, pero mejorada y perfeccionada en los ga-
jes del mal.
Claro que el zorro se encontró con la “horma de su zapato”. Apa-
reció otro zorro más hábil que él, que lo despojó, arrebatándole sus
posesiones y cargo, influyendo fuertemente sobre el emperador que lo
desterrara como un proscripto a las Galias, tierras inhóspitas en aque-
llos días. Este personajes fue su sobrino, el rey Herodes Agripa, aquel
que en una ocasión le dijo cínicamente a Pablo, “por poco me persua-
des a ser cristiano” (Hech.26:28), otro espécimen temible de la familia
de los zorros.

LA PERSONALIDAD DISOCIAL
¿Cómo podría clasificarse la personalidad de Herodes Antipas?
De acuerdo a lo expuesto, sus características se ajustan a los trastornos
de personalidad disocial (ver cuadro 9). Se trata de un patrón de com-
portamiento persistente y repetitivo, orientado a violar los derechos
básicos de los otros y desconocer las normas sociales. Los comporta-
mientos típicos de estos individuos son los actos agresivos, que causan
daño físico o amenaza a otras personas o animales, los actos no direc-
tamente agresivos que busca causar pérdidas o daños y otras conductas
antisociales, como son los fraudes, robos y violaciones graves. También
se denominan a estas personas psicópatas o sociópatas, ya que su ma-
nera de actuar está orientada a perjudicar a los demás. En esta catego-
ría se ubican los delincuentes y criminales.

Universidad de Montemorelos
Vidas Frustradas 171

Cuadro 9
Trastorno disocial de la personalidad
Un patrón repetitivo y persistente de comportamiento, en el que
se violan los derechos básicos de otras personas o normas sociales
importantes, manifestándose por la presencia de tres (o más) de los
siguientes criterios:

1. A gresión a personas y animales: por ejemplo, a menudo


fanfarronea, amenaza o intimida a otros, inicia peleas
físicas, utiliza armas que pueden causar daño físico grave a
otras personas, ha manifestado crueldad física con personas
o animales, ha robado atacando a la víctima y ha forzado a
alguien sexualmente.
2. Destrucción de la propiedad: por ejemplo, provocando
deliberadamente incendios con la intención de causar daños
graves y destruido arbitrariamente propiedades de otras
personas.
3. Fraudulencia o robo: por ejemplo, asaltando el hogar, la
casa o el automóvil de otra persona, mintiendo para obtener
bienes o favores o para evitar obligaciones y robando objetos
de cierto valor.
4. Violaciones graves de normas: por ejemplo, permaneciendo
fuera de casa de noche, a pesar de las prohibiciones paternas,
escapándose de casa durante la noche y faltando a clases en
la escuela o al trabajo.

A la hora de diagnosticar casos de esta categoría, se sugiere definir


si el mismo es “leve” (cuando hay pocos problemas de comportamiento
y sólo causan daños mínimos), “moderado” (el número de problemas
son intermedios entre «leves» y «graves») o “grave” (los problemas de
comportamiento son múltiples y causan daños considerables a otros).
Lamentablemente, la historia de Herodes Antipas hace pensar que fue
un tipo de personalidad disocial grave. Los crímenes de refinado estilo
que perpetró, los abusos del poder y las perfidias de su comportamien-
to sagaz, lo han dejado congelado en la galería de la historia entre los
seres más abominables y arteros que jamás hayan existido.

Mario Pereyra
Capítulo 6

Vidas excelentes
1. EL COMPLETO DESARROLLO HUMANO

“Él ha establecido que su gracia esté disponible para todos los hombres
de todas las nacionalidades y condiciones de vida de todos los tiempos.
Pero la fe es la que se apropia de ella (Ef. 4:7; Tit. 2:11”.

D
Diccionario bíblico adventista

esde la perspectiva bíblica, el desarrollo humano com-


prende una serie de principios y dimensiones. La vida co-
mienza con el albergue corporal materno y la urdimbre
original tejida por los padres y las relaciones familiares.
Desde el útero materno y familiar continúa el desarrollo con la influen-
cia del parentesco, el contexto social, las costumbres y los valores de la
cultura. Así, las miradas se multiplican y emiten juicios de cómo debe
ser el niño, qué ropa debe usar, cómo comportarse, lo que está bien y
lo que no lo está. Las miradas cálidas iluminan el rostro y despiertan la
fragancia de la vida; en cambio, el gesto agrio y ceñudo excitan temores
y oscuras emociones intestinas. Así es como la personalidad va confor-
mándose al influjo de los otros y las enseñanzas impartidas. Por eso
dice el sabio: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo
no se apartará de él” (Prov. 22: 6). Ahora bien, en todo este conglome-
rado de influencias y circunstancias participantes, ¿cuáles son las más
importantes y decisivas en la formación del niño? ¿Cuáles tienen más
duración y presencia en la vida adulta?
( 173 )
174 Psicología de los Personajes Bíblicos

Roger-Pol Droit (1996), en forma poética, escrutaba el misterio de la


construcción de la personalidad en estos términos: “¿De qué está hecha
una vida? ¿Una sucesión caótica de gestos ínfimos que rápidamente des-
aparecen? ¿El silencio o el dolor de los órganos, hora tras hora, las pala-
bras pronunciadas y los pensamientos fugitivos? ¿Sentimientos, digestio-
nes, despertares, éxtasis, tedios, ideales, ilusiones, apremios ―un fárrago
donde fluctúan cuerpo y alma, antes de disolverse para siempre―?... ¿Es
verdaderamente solo eso? ¿O bien lo que se llama una vida es el con-
junto de actos que perduran, rastros inmóviles que las noches no borran
: decisiones memorables, combates insensatos, novelas crudas, rostros
de piedra tallada? ¿Cómo comprender, cuando el cuerpo está podrido
desde hace tanto tiempo, esta extraña existencia que persiste, detrás de
las obras, más allá del polvo disperso de los gestos y las palabras, como un
estilo, un sello, al cual se le reconoce el cometa llamado genio? ¿De qué
manera escribir esta presencia desaparecida que, sin embargo, no mue-
re? No es la colección de realidades probadas, sino el signo oculto que las
reúne: ni una voz ni un alma, nada más que una gran firma”.
Es posible que en esta era de la hipermodernidad, fragmentada y
leve, la personalidad se construya como una “colección de realidades
probadas”; gracias a algún gesto, palabra o pensamiento que perduran
más allá de la acción corrosiva del tiempo, determinando la firma de
la identidad. Pero en los tiempos bíblicos, la personalidad se construía
sobre valores más resistentes y robustos, ya que todavía los conserva-
mos a pesar de los dos mil años de estragos. En forma más precisa, el
personaje bíblico se proyecta y estructura sobre el fundamento de una
dimensión olvidada en la actualidad, sobre los cimientos de la palabra
de Dios y el vínculo trascendente con el Eterno. La relación con Dios
es un componente indispensable en la articulación de la persona. El ser
humano no se concibe sin el ámbito interrelacional con el otro y con el
ser divino. Incluso, los procesos de maduración personal y de actuación
social son resultados de esas relaciones. Las vidas ejemplares que al-
canzaron niveles de excelencia en el escenario privilegiado de la Biblia
son precisamente aquellas que han logrado profundizar e intensificar
su vida de relación con los hombres y con la divinidad.
Pero el sentido trascendente de vida, establecido sobre relaciones
de reciprocidad, basado en principios individuales y transindividuales,

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 175

no significa falta de identidad, todo lo contrario, la singularidad se en-


treteje a partir de esos contextos interrelacionales, precisamente, en
última instancia, es el ser divino el que da soporte a la configuración
de la identidad personal. El ser humano no queda flotando a su suerte
en los espacios estelares, al arbitrio de las fuerzas celestes sin parar en
ningún lado. Esa es la imagen del hombre de hoy, del hombre hiper-
moderno, pero jamás del hombre bíblico, aun aquellos que perdieron
el rumbo y dañaron su existencia, como Saúl, Dan, Herodes Antipas o
Judas Iscariote, no son seres anónimos y vacíos, tienen fronteras y una
individualidad propia, aunque lejos de los valores que la Biblia invoca y
convoca a integrar al ámbito de la pertenencia privada.
El contraste es evidente. Hoy no existe el individuo, sino el indivi-
dualismo. El hombre de hoy se concibe a sí mismo no en diálogo sino
en oposición a los demás, autosuficiente y no necesitado de los otros
ni de Dios, para ser él mismo. A diferencia de los tiempos bíblicos, el
otro no aparece como complemento sino como cuestionamiento, como
amenaza a mi ser. Se trata del concepto de que yo soy en la medida que
me encierro en mí mismo, me defino, defendiéndome de los demás.
Encerrándome en mi casa, en mi paraíso electrónico, con mi música,
mis vídeos, abierto a todo el mundo, en comunicación activa con todos,
por medio de la más sofisticada tecnología de punta, interconectado
con todos menos con alguien, todos menos con la presencia de otro ser
humano y, por supuesto, mucho menos con el Ser trascendente. Vivi-
mos en casas con ventanas, pero enrejadas; con puertas, pero blinda-
das; se trata de un concepto de vida amurallada. Este individualismo,
este aislamiento, se recorta sobre una situación especial, los valores
sobre los cuales se realiza la vida, la imagen que nos formamos de ella
para poder modelar los actos y aspiraciones, para poder insertar un
sentido y dirección a la existencia. Son tiempos de temor, de discrimi-
nación, de marginación, de especulaciones, de incertidumbre acerca de
uno mismo y del otro, de ver hacia dónde nos conduce la marea. Como
alguien decía: “Que todo siga igual, que lo diferente desaparezca, que
quede solo lo bueno, lo igual a mí, a mí que no soy diferente de nadie,
aunque no soy nadie”.
Los personajes bíblicos, tan alejados de estas constelaciones fan-
tasiosas, habitan un universo lúcido, con clara conciencia de la unidad

Mario Pereyra
176 Psicología de los Personajes Bíblicos

fundamental de su ser, con sentido, individualidad y mancomunidad


social, con clara definición del destino y la misión en el mundo. Es-
pecialmente los personajes que alcanzaron niveles de excelencia se
presentan como ejemplares no mutilados de la humanidad, en la que
ninguna noble facultad del espíritu queda obliterada y donde las virtu-
des aparecen potencialidades. Seres desarrollados en todo lo posible,
no solo en un aspecto, sino en toda la plenitud de su ser, alcanzando la
oportunidad bienaventurada de la salvación. Es imposible negar que,
en ese camino del desarrollo humano, uno de los factores decisivos en
el proceso de perfección fueron las experiencias cumbres, las teofanías,
los encuentros con el ser divino, ya sea en forma de voces, visiones,
sueños o presencias, por medio de las cuales recibieron llamados, reve-
laciones, mandatos o prescripciones, pero siempre, constituyendo mo-
mentos cruciales en la personalidad y en la definición del destino.
El camino hacia el cielo no es una autopista pavimentada con una
única dirección. Al contrario, el camino de la vida es “estrecho” y di-
ficultoso, como asegura el Señor Jesucristo (Mt.7:13,14), y cada uno
debe descubrir la vía correcta y segura para avanzar por ella. Se re-
quiere reconocer los principios naturales esculpidos en nuestro cora-
zón sobre la base del programa de salvación divino. El poeta español,
Antonio Machado, ha popularizado esos versos tan hermosos que di-
cen “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, “caminante,
no hay camino, sino estelas en el mar”. En otra de sus coplas, agrega:
“todo el que camina anda, como Jesús sobre el mar”, aludiendo a la his-
toria del Evangelio cuando Pedro caminó sobre el mar. La trayectoria
de la salvación fue y será siempre una caminata de fe. Pedro descubrió,
en medio de las olas encrespadas del mar, “que el hombre solamente
puede caminar seguro cuando pierde toda confianza en sí mismo y la
deposita en el Salvador” (White, 1985, 337).
¿Cuál es el camino del desarrollo vital completo? ¿Qué nos enseña
la historia de los personajes bíblicos modelos acerca del camino de la
excelencia? En la historia de Abraham aprendemos a conocer el itine-
rario que diseña el camino de la fe, a descubrir el papel de la confianza
en la constitución de la persona y el significado de las experiencias ex-
traordinarias. Por otro lado, la personalidad refinada y tierna de Daniel,
proclama la trascendencia de las decisiones, de asumir compromisos

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 177

firmes y perdurables, de abrirse a las revelaciones extraordinarias de


Dios que devela los misterios del futuro a los entendidos. Por último, el
ejemplo memorable de Juan, el apóstol del amor, “contiene lecciones
de valor incalculable” (White) para todos, que jamás debemos olvidar,
debido a su abnegada devoción y amor confiado.

2. EL PADRE DE LA FE: ABRAHAM

“Tengo piedad sólo de aquel que despierta en la gran noche patriarcal, creyéndose al abrigo
bajo las estrellas de Dios y que de pronto siente el deseo del viaje”.
Antoine de Saint-Exupéry

En el santuario de la vida
“El que entra en la esfera de la fe ―decía Paul Tillich (1973)― pe-
netra en el santuario de la vida”. La fe en Dios es un espacio sagrado,
vasto, sublime, infinito, la esfera de la excelencia, donde se construyen
las mejores realizaciones humanas y se promueve el más alto nivel de
las virtudes. La fe es apertura a Dios, convicción, seguridad, encuentro
con el otro y con lo divino. La fe abre las ventanas a la alegría, despierta
las auroras del porvenir y concede el bendito sentimiento de la presen-
cia celestial. La fe es confianza, comunicación de amor y un crédito so-
lidario de ánimo y confort. Es el lugar donde irrumpen las apariciones
sobrecogedoras del Omnipotente que llevan al hombre a las vivencias
cumbres de su vida. Por lo tanto, la fe religiosa es posibilitadora de un
crecimiento enriquecedor de la experiencia que conquista grados supe-
riores del desenvolvimiento humano.
Según Hebreos 11:1, la fe “es la sustancia de las cosas que se espe-
ran y la demostración de las cosas que no se ven”; es, en concreto, el
fundamento de la realidad y hace posible la existencia de la esperanza
y el amor. El creer es como el oxígeno para la vida, ya que sin confianza
no podríamos vivir, pereceríamos en las aguas de la desesperación, en
la angustia, desconfiando de todo y de todos. Para progresar es indis-
pensable la fe, incluso hasta en la economía. En su libro Confianza,
Francis Fukuyama (1995), rastrea minuciosamente la suerte económi-
ca de los países donde hay y donde no hay confianza. Los primeros son,
invariablemente, ricos. Los segundos, invariablemente pobres.

Mario Pereyra
178 Psicología de los Personajes Bíblicos

Hay que reconocer que existen distintos tipos de fe. El médico es-
pañol Laín Entralgo (1978) decía que “la dimensión pística (derivado
del griego: “pistis”=fe) de la existencia humana pasa de la forma “creo
que” o “no creo que” a la forma “creo en” o “no creo en”, es decir, hay
un creer en las cosas y un confiar en las personas. También existe una
fe natural y otra sobrenatural. La primera se refiere a lo inmediato,
permanece atada a las fronteras de lo terrenal; en tanto que la segunda,
tiene mayor alcance, ya que es trascendente. Es este último tipo de fe la
base de la creencia en Dios y constituye la forma más desarrollada del
acto de confiar, su máxima expresión o más plena realización.
De acuerdo a estos parámetros que proponen la fe como el camino
por excelencia del desarrollo humano, ¿cómo conocerlo? ¿De qué ma-
nera la fe interviene en la maduración y el desenvolvimiento del ser?
¿Cuáles son los indicadores que informan del avance y exhiben el mapa
de esa trayectoria? Para responder a estas preguntas sería necesario
encontrar un modelo explicativo de la fe. ¿Dónde encontrarlo? ¿Qué
historia, qué vida o qué existencia podría dar cuenta del lenguaje en-
carnado de la fe? El apóstol Pablo da la respuesta: se encuentra en
la figura patriarcal de Abraham, el “padre de todos los creyentes”. La
conducta de Abraham, sus crisis, las vicisitudes que enmarcan su des-
tino, todo ello tiene un carácter precursor. No sólo es el progenitor
del pueblo de Israel, sino el gestador de la fe, una figura emblemática
que perfila un desarrollo humano de excelencia. ¿Acaso no deberíamos
profundizar en su existencia ejemplar, para intentar adquirir las bendi-
ciones prometidas para aquellos que se convierten en fieles seguidores
del camino que él transitó?
El itinerario de la fe
“Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham”.
San Pablo

La historia de Abraham es el testimonio de una trayectoria, de un


trashumante, de un viajero incansable. Según el registro bíblico, el
relato se inicia con su decisión de emigrar, constituyendo ese viaje su
vida misma, ya que abarcó toda su existencia. El dibujo que perfila su
destino es el de ese recorrido, que dejó una estela imborrable para la
posteridad. De modo que su biografía se reduce a salidas y llegadas;

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 179

es un transitar por diferentes geografías, un avanzar de horizonte en


horizonte para alcanzar experiencias reveladoras de vida. ¿Cuáles son
los hitos más relevantes de su marcha? ¿Qué etapas de ese proceso son
las más importantes? El informe bíblico destaca siete momentos claves,
que se definen por las apariciones de Dios, las teofanías (visiones de
Dios) que descubren el camino y trazan su itinerario. Esos momentos
trascendentes del patriarca articulan el lenguaje de la fe y singularizan
una forma de existencia que se erige como modelo, esto es, una vía
abierta como propuesta de desarrollo y realización humana. Éstos son
los pasos, que describen el itinerario de la fe:
1. La historia de este hombre singular, oriundo de Ur de los Cal-
deos en Mesopotamia, se inicia a los 75 años, cuando abandona su pa-
tria. No decide emigrar por decisión propia, sino en respuesta a una voz
que lo sacude, una palabra cargada de promesa. “Dijo Jehová a Abram:
Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que
yo te indicaré. Yo haré de ti una nación grande; te bendeciré y engran-
deceré tu nombre, y tú mismo serás bendición... En ti serán bendeci-
dos todos los linajes de la tierra” (Gn.12:1-3). Comenta al respecto el
teólogo Fries (1987, 77): “Un desarraigo como el que aquí se describe
y una marcha hacia lo desconocido, representaba para el hombre an-
tiguo una exigencia casi irrealizable. De acuerdo con lo que entonces
podía esperarse, tenía que llevarle a la ruina. Pero en contra de todo,
Abram se decide, y en esa decisión fundamenta su vida y su futuro. Eso
es justamente lo que se describe como su fe”.
Así, pues, la fe es primeramente abandonar toda seguridad, arries-
garse, sentir el ansia de ir más allá de sí mismo. Esta función de la fe,
como ruptura o corte de los vínculos primarios, es una consigna perma-
nente en el legado bíblico. Desde el mismo Génesis se insiste: “Dejará
el hombre a su padre y a su madre..” (Gn.2:24). En los Evangelios se
exhorta a quien no desea abandonar a sus padres: “Deja que los muertos
entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios” (Lc.9:59,60).
Para ser partícipe del Reino de Dios se requiere la condición indispen-
sable de “no mirar hacia atrás”. Por eso Jesús advertía: “Acordaos de la
mujer de Lot” (Lc.17:32), símbolo imperecedero y dramático de quedar
adherido al pasado, ese mundo condenado por Dios a ser destruido con
el fuego del tiempo.

Mario Pereyra
180 Psicología de los Personajes Bíblicos

La historia de Abraham continúa con la declaración: “Marchó,


pues, Abram, como se lo había dicho Jehová” (Gn.12:4). Declaración
lacónica y expresiva. La fe no es sólo “salto”, acto decisivo, puntual, es
también marcha, ponerse en camino; para decirlo con una expresión
bíblica, es éxodo. Es aquí donde se instala la fe como proceso, como de-
sarrollo que va dibujando la historia personal, con todas sus vicisitudes
y crisis, sus caídas y superaciones, sus chascos y frustraciones, como asi-
mismo, sus alegrías y realizaciones. El ejemplo de Abraham es también
una ilustración inolvidable de la débil condición humana. Dice el relato
que “descendió Abram a Egipto” (Gn.12:10). Egipto es el símbolo de la
idolatría y del pecado que dominan y esclavizan al hombre, como suce-
dió con el pueblo de Israel. Es precisamente en Egipto donde nuestro
héroe fracasa. Allí miente y asume una conducta cobarde y acomodati-
cia. Pero Abram no hizo de Egipto su morada, no permaneció en esos
territorios de la bajeza humana. La historia continúa diciendo: “Subió,
pues, Abraham de Egipto” (Gen.13:1). Solo los que fracasan conocen
el sufrimiento y la necesidad de empezar de nuevo.
2. En el peregrinaje de Abraham, aparece la voz por segunda vez
con una promesa: “A tu descendencia daré esta tierra” (12:7). Como
respuesta el patriarca edifica un altar, expresión de adoración que mar-
ca el hito de ese encuentro. Esa misma promesa se repite poco tiempo
después, a la cual se suman otras declaraciones: “Alza ahora tus ojos, y
mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al
occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descenden-
cia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra”
(Gn.13:14-17). Se trata de la palabra de la esperanza que se asienta
en la promesa, la fe como convicción de aquello que no se ve. Aquí
se abren los horizontes del futuro con una certeza que va más allá del
ahora, que apunta al “todavía no”, señalando el destino por alcanzar.
Es la fe, entonces, constructora de la esperanza, proyección hacia un
porvenir fecundo y glorioso.
Pero la esperanza no significa pasividad presente, sino visión de lo
que vendrá, que debe mover las energías y la voluntad hacia un proyecto
de vida. Por eso, Abraham no se quedó mirando los espacios dilatados
que se abrían a su mirada, soñando con la promesa, ni se entretuvo ilu-
sionado percibiendo al trasluz el hilo de arena que se deslizaba por su

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 181

mano, compuesto por miles de partículas infinitesimales. A partir de ese


momento, narra la historia, el patriarca cruzó con valor los peligrosos
territorios de la guerra (Gn.14:1-16), y su fe en el Altísimo le dio la vic-
toria. En el éxito fue agradecido con Dios (Gn.14:20), mostró nobleza y
desprendimiento con los hombres (Gn.14:21-24). De modo que su fe no
fue mera ensoñación o idealismo pasivo o fantasía ilusoria; constituyó
un motor potencializador de la vida y las fuerzas para cruzar los “valles
de sombra y de muerte” (Sal. 23:4) con seguridad. Otro de los frutos que
demostró en su fe fue vencer la tentación del egoísmo y la codicia.
3. “Después de estos sucesos fue dirigida la palabra de Yahveh a
Abram en visión, en estos términos: ʻNo temas, Abram. Yo soy para ti un
escudo. Tu premio será muy grandeʼ. Dijo Abram: ʻMi Señor, Yahveh,
¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?ʼ” (Gn.15:1,2). Se produce el
tercer encuentro. La palabra se constituye en visión. La comunicación
de la fe inaugura la forma del diálogo. Los encuentros anteriores se
dieron en función de una voz que hablaba y una respuesta activa; no
había réplica humana sino acatamiento obediente. Pero, ahora avanza
hacia una nueva etapa, cuando la fe transita a través del ejercicio de la
palabra, sin subestimar la angustia y la duda. El hijo de la promesa se
retardaba, la vejez menguaba las posibilidades, y las sombras de la des-
esperanza comenzaban a deslizarse devastadoramente sobre nuestro
héroe, quien se esforzaba por ahuyentar los espectros pavorosos del
miedo. El relato bíblico registra: “Y descendían aves de rapiña sobre
los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba. Más a la caída del sol so-
brecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscu-
ridad cayó sobre él” (Gn.15:11,12). Sin embargo, la fe no sucumbió en
la noche de la prueba, por el contrario, la crisis profundizó la confianza
con señales, sacrificios y el sello del pacto. “Y creyó a Jehová, y le fue
contado por justicia... En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram”
(Gn.15:6,8). La fe es alianza, compromiso, asunción de responsabilida-
des, cumplir con deberes y gozar de privilegios.
4. En la ruta del patriarca llega la cuarta aparición de Dios. “Yo soy
El-Shaddai, anda en mi presencia y sé perfecto. Yo establezco mi alianza
entre nosotros dos, y te multiplicaré sobremanera... No te llamarás más
Abram, sino que tu nombre será Abraham, pues padre de muchedumbre
de pueblos te he constituido. Te haré fecundo sobremanera... Os circun-

Mario Pereyra
182 Psicología de los Personajes Bíblicos

cidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la alianza... Abraham


cayó rostro en tierra y se echó a reír, diciendo en su interior: ʻ¿A un hom-
bre de cien años va a nacerle un hijo?ʼ” (Gn.17:1-17).
La alianza reafirma las promesas con obligaciones de perfección
moral, señales externas y por otro hecho muy significativo, un cambio
de nombre que implicaba un cambio de identidad. Dios se presenta
como el Todopoderoso (es la traducción más correcta del término El-
Shaddai; 1CBA, 180), el que hace posible lo imposible. El héroe de la
fe es promovido a la condición de padre fecundo al cambiar el nombre,
ya que Abraham significa “padre de multitud”. El lugar de padre se al-
canza luego de un proceso de maduración y desarrollo que, finalmente,
es legalizado por la presencia del hijo. Es el lugar de la procreación,
de la fecundidad y del origen de las nuevas generaciones. Espacio de
crecimiento y de multiplicación. Precisamente, es en ese lugar donde
queda grabada la señal de la alianza, el pacto de fe que implica asumir
la función paterna. Se trata, pues, de una fe multiplicadora, expansiva,
que se proyecta hacia un alcance multitudinario. Es también una etapa
relevante en el itinerario de la fe y del desarrollo humano, ya que impli-
ca un nuevo nivel de maduración y consumación de las potencialidades
humanas.
5. “Después le apareció Jehová” (Gn.18:1) por quinta vez. Aquí no
se trata de una voz ni de una visión, sino de un encuentro personal, una
aparición encarnada. La narración es diáfana y precisa: “Y alzó sus ojos
y miró y he aquí tres varones que estaban junto a él” (Gn.18:2). Cier-
tamente es un nivel excelso de la creencia cuando logra corporizar la
divinidad. Es posible que la mayoría de nosotros seamos seres subdesa-
rrollados espiritualmente, por estar exentos de esa distinción gloriosa.
En ese sentido, afirma Elena de White (1913, 121): “Dios honró mucho
a Abraham. Los ángeles de Dios caminaban y hablaban con él, como un
amigo con el amigo”.
Así, el diálogo progresa más allá del mero intercambio de palabras,
alcanzando el nivel de la amistad. Abraham actuó con cortesía, respe-
to y bondadosa hospitalidad. En ese clima íntimo, de compañerismo
especial, aumenta la confianza recíproca. La relación se hace más en-
trañable. “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer...?” (Gn.18:7),
se pregunta Dios. Es como si el Altísimo se animara a participarle sus

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 183

intenciones, planes y acciones. Y en esa atmósfera de mutua confianza


y cálida amistad se suscita el develamiento de secretos, la revelación de
los acontecimientos futuros. “Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el
clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado
de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han
consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo
sabré” (Gn.18:20,21).
A partir de ese momento, se desarrolla entre el hombre de la fe y
Dios, un coloquio decisivo. Abraham asume el rol de intercesor com-
pasivo, apelando a los principios de la justicia y la misericordia para
intentar salvar a las ciudades condenadas. En contraste con el diálogo
que sostiene Dios con Jonás, donde el hombre actúa como fiscal que
reclama la aplicación de la justicia castigadora, aquí Abraham actúa
como abogado defensor, figura que resulta tan cara al pensamiento bí-
blico en tantos ejemplos sublimes (v.gr., Ex. 32:11-32; Job 42:10; Ez.
14:14; Dn. 9:3-19; Hch.7:60), y que encuentra en Cristo su máxima ex-
presión (Lc.23:34). La plática se desarrolla en un regateo de miseri-
cordia, que busca acercar el amor perdonador con las exigencias de la
justicia. ¿Este acercamiento no es también una función de la fe?
6. En el sexto encuentro Dios aparece interviniendo como terapeu-
ta familiar para asistir al patriarca en una severa problemática de pare-
ja. El nacimiento del hijo produjo una crisis en las relaciones familiares.
Es un tipo de crisis previsible, pero que en la experiencia de Abraham
se agravó por la complejidad de una familia bigámica. El hecho fue que
Sara, en el furor de una crisis de celos, le exige a su esposo que expul-
se inmediatamente a su rival Agar, la concubina que había procreado
a Ismael. Parece que la sierva, “lisonjeada por su nueva posición” de
esposa sustituta, esperaba ser la “madre de la gran nación que había
de descender” de su hijo, lo que la “puso orgullosa y presumida”, tra-
tando “a su ama con desprecio”, igual que a Isaac (White, 1913, 128).
A la querella entre las mujeres se agregaba la rivalidad entre los hijos
de ambas, en perjuicio de Isaac por ser más pequeño. El patriarca hizo
grandes esfuerzos por impedir el desmembramiento de la familia, que
resultaron infructuosos. Finalmente, la tensa estabilidad familiar se
rompió violentamente. Entonces, abrumado por la delicada situación,
recurrió a la asistencia del Todopoderoso. La intervención del terapeu-

Mario Pereyra
184 Psicología de los Personajes Bíblicos

ta divino lo tranquilizó: “No te parezca grave a causa del muchacho y


de tu sierva; en todo lo que dijese Sara, oye su voz, porque en Isaac te
será llamada descendencia. Y también del hijo de la sierva haré una
nación, porque es tu descendencia” (Gn.21:12,13).
Fue una prescripción dolorosa pero necesaria. Había que pro-
ceder a la separación, ya que era imposible conservar la unidad familiar.
Se requería aceptar la pérdida. No se podía permanecer en la ambiva-
lencia y en el conflicto. Muchas veces hay que extirpar lo indeseable
para preservar lo deseable. El relato narra la respuesta del “caballero
de la fe” a la indicación divina. “Entonces Abraham se levantó muy de
mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo
sobre su hombro y le entregó el muchacho, y la despidió” (Gn.21:14).
De hecho, este incidente que habla de los conflictos conyugales y fami-
liares, con su triste y dolorosa secuela de separación y traumas, muestra
que se requiere un desarrollo superior de fe para enfrentarlos y una
experiencia religiosa sólida para superarlos.

La experiencia cumbre
“Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah,
y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”.
Dios a Abraham (Gn.22:2)

Llegamos al último encuentro de Abraham con Dios, a la etapa fi-


nal del peregrinaje de la creencia, el símbolo de la perfección. Es la ins-
tancia cumbre, extrema, el límite que prueba la calidad superlativa de
la fe. “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham,
y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu
hijo, tú único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo
allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Gn.22:1,2).
Un pedido insólito y terrible, aparentemente contradictorio con la pro-
mesa de una descendencia numerosa. El llamado a sacrificar al hijo
era echar por tierra todo su futuro y esperanza. El filósofo ateo Sartre
pregunta: “¿Cómo sabía que era Dios que le hablaba? ¿No sería una
alucinación, un delirio o una intervención demoníaca?” Abraham no
dudó, ni por un instante, de quien le hablaba, era Jehová. Tantos años

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 185

de amistad con Dios le habían enseñado a reconocerlo, aun en sus pe-


didos absurdos. El padre de la fe no discutió, se prestó a cumplir la
voluntad divina.
¿Por qué sacrificar al hijo? ¿Cómo es posible que Dios pida se-
mejante atrocidad? ¿Qué significado tiene tal demanda increíble? ¿Por
qué constituye la prueba máxima de la fe? En el desarrollo humano,
antes de sacrificar al hijo, es necesario sacrificar al padre. Mientras no
se “mate” al padre, en el sentido de “dejar” (“dejará el hombre a su
padre y a su madre...”; “deja que los muertos entierren a sus muertos”,
Mt.8:22; Lc.9:60) o abandonar o emanciparse, no se puede crecer y ma-
durar. La experiencia de independizarse del padre es un momento de-
cisivo de la adolescencia. El filósofo existencialista Sören Kierkegaard
(1968, 13,14), interpreta el texto que estamos analizando desde el pun-
to de vista de la psicología del desarrollo, haciendo una lectura muy
sugestiva e interesante. Relata el pasaje bíblico en estos términos:
“Era muy de mañana; Abraham se levantó, hizo enalbardar los
asnos, dejó su casa con Isaac, y desde la ventana los vio descender
Sara por el valle hasta que los perdió de vista. Anduvieron
silenciosamente durante tres días; la mañana del cuarto, Abraham
no dijo una palabra, pero levantando sus ojos vio en la lejanía los
montes de Moriah. Despidió a sus servidores y tomando a Isaac de
la mano trepó la montaña. Y Abraham se decía: ʻPero no puedo
ocultarle por más tiempo adónde le conduce este andarʼ. Se detuvo,
apoyó su mano sobre la cabeza de su hijo para bendecirlo, e Isaac
se inclinó para recibir la bendición. Y la faz de Abraham era la de
un padre; dulce era su mirar, y su voz exhortaba. Pero Isaac no
podía comprenderlo, su alma no podía elevarse tanto; se abrazó a
las rodillas de Abraham, se arrojó a sus pies y clamó por la gracia;
imploró por su juventud y sus dulces esperanzas; habló de las
alegrías de la casa paterna, evocó la soledad y la tristeza. Entonces
Abraham lo levantó, lo tomó de la mano y se puso en camino, y su voz
exhortaba y consolaba. Mas Isaac no podía comprenderlo. Abraham
trepó por la montaña de Moriah; Isaac no lo comprendía. Entonces
se apartó Abraham por un momento del lado de su hijo, y cuando
de nuevo miró Isaac la faz de su padre, la halló cambiada, porque
el mirar se le había hecho feroz y aterradoras las facciones. Agarró

Mario Pereyra
186 Psicología de los Personajes Bíblicos

a Isaac por el pecho, lo arrojó por tierra y gritó: ʻ¡Estúpido! ¿Crees


tú que soy tu padre? ¡Soy un idólatra! ¿Crees tú que obedezco al
mandato divino? ¡Hago lo que me viene en gana!ʼ Entonces Isaac se
estremeció y exclamó en su angustia: ʻ¡Dios del cielo! ¡Ten piedad
de mí! ¡Dios de Abraham! ¡Ten piedad de mí! ¡Sé mi padre, ya no
tengo otro en esta tierra!ʼ Pero Abraham se dijo muy quedo: ʻDios
del cielo, yo te doy las gracias; vale más que me crea un monstruo
antes que perder la fe en tiʼ.”
El niño ve en su padre la imagen de Dios, pero el adolescente
y el adulto deben mirar directamente al Altísimo, no las versiones im-
perfectas humanas. Esa tarea de ayudar a “cortar el cordón umbilical”,
es la del padre o de los padres. Para madurar, es necesario abando-
nar el apego y la dependencia del hijo, para transferirlas a Dios. Como
ocurrió en la experiencia de Juan el Bautista, que dijo: “El tiene que
crecer, y yo menguar” (Jn.3:30); del mismo modo, Dios debe crecer en
la consideración del hijo y el padre debe negarse a sí mismo, “correrse
del lugar” que le asigna la idealización del hijo, para ser ocupado por
Dios, quien es el único que merece la alabanza y adoración. Esta tarea
de llevar los hijos a Dios, suele constituirse en una “prueba” para mu-
chos padres. Si bien esta etapa es importante en el crecimiento, no es
lo extremo, la que enseña el texto bíblico. ¿Será un cuestionamiento de
la paternidad, la condena por no haber sabido cumplir con la función
asignada? Esa es otra interpretación que hace el filósofo Kierkegaard
(Ídem, 15,16). La expresa haciendo una nueva lectura del texto.
“Era muy de mañana; Abraham se levantó, dio un beso a Sara, la
madre joven, y Sara dio un beso a Isaac, su delicia, su eterna alegría.
Y Abraham, sobre su asno, cabalgó pensativo; meditaba sobre Agar
y sobre su hijo, a quienes abandonó en el desierto. Trepó por la
montaña de Moriah y extrajo el cuchillo. Cuando Abraham, sobre
su asno, se halló solo en Moriah, la tarde era apacible; se arrojó de
cara contra la tierra y pidió perdón a Dios por su pecado, perdón
por haber querido sacrificar a Isaac, por haber olvidado su deber de
padre hacia su hijo. Tomó de nuevo, con más frecuencia, el camino
solitario, pero no halló reposo. No podía concebir como pecado
haber querido sacrificar su más preciado bien, aquél por quien
hubiera dado su vida más de una vez, a Dios; y si era un pecado,

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 187

si no había amado a Isaac hasta ese punto, no podía comprender


entonces cómo podía ser perdonado; porque ¿hay pecado más
terrible?”
Este es otro momento importante en la vivencia del padre y en
la experiencia de la fe, cuando asaltan las dudas y la culpa se cierne so-
bre la conciencia. En la apacible soledad de la “tarde” de la vida, cuan-
do el hijo se ha ido y el padre “medita” en el pasado, emerge la inquie-
tud, ¿habré abandonado a mi hijo “en el desierto” de la insensibilidad?
¿Acaso no lo sacrifiqué tantas veces en pro de mis propios intereses?
¿Lo amé lo suficiente? ¿Habré cometido el terrible pecado de no haber
sido un buen padre? La fe también descubre sus errores y debilidades,
pero no sucumbe en la prueba sino se fortalece en ella. La fe vuelve a
Dios por medio de la oración que busca el perdón y retorna al hombre
en la forma de la gracia rehabilitadora. ¿Es éste el tema del sacrificio de
Abraham? Se trata de un asunto más profundo y complejo, que supe-
ra los problemas psicológicos del padre, para alcanzar la problemática
esencial de la teología cristiana, la muerte redentora del Hijo y el co-
nocimiento empático de Dios padre. Elena de White (1985a, 146,147)
lo ha expresado de manera precisa y poética en su propia relectura del
texto.
“Uno al lado del otro, el padre y el hijo hicieron su viaje en
silencio. El patriarca meditando sobre el secreto grave, no tenía
ánimo para hablar. Sus pensamientos estaban con la madre feliz
y tierna, y se fijaban en el día que él solo volvería a ella. Sabía muy
bien que el cuchillo le partiría el corazón, si quitase la vida a su
hijo.
“Aquel día, el más largo en la vida de Abrahán, llegó lentamente
a su fin. Mientras su hijo y los jóvenes estaban durmiendo, pasaba la
noche con oraciones, todavía esperando que viniese un mensajero
celestial y le dijese que bastaba la prueba y que el joven podía
volver sano y salvo a su madre. Siguió otro día largo, otra noche
de humillación y de oración, mientras que la orden que le había de
dejar sin hijo, sonaba en sus oídos... Cuando estaban para empezar
la tercera jornada, apercibió Abraham, mirando hacia el norte,
la señal prometida, una nube de gloria sobre el monte Moriah; y
entonces supo que la voz que le había hablado, era del cielo...

Mario Pereyra
188 Psicología de los Personajes Bíblicos

“Mandó a sus siervos quedarse atrás diciendo: ʻYo y el muchacho


iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotrosʼ. Isaac, que
había de ser sacrificado, cargó con la leña; el padre cogió el cuchillo
y la lumbre, y subieron juntos a la cima del monte, extrañándose
el joven de dónde vendría la víctima, puesto que estaban tan lejos
de los ganados. Por fin dijo: ‘¡Padre mío, he aquí el fuego y la leña;
mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?!’ ¡Oh, qué prueba
para el padre! ¡Cómo partieron las dulces palabras ʻpadre míoʼ el
corazón de Abraham! Todavía no, no se lo pudo decir todavía. ‘Dios
―dijo― se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío’”
“En el sitio señalado construyeron un altar y pusieron la leña
encima. Entonces Abraham comunicó con voz temblorosa a su
hijo el mensaje divino. Con terror y consternación supo Isaac su
suerte; pero no se resistió... Compartió con Abraham la fe y le
pareció grande el honor de ser llamado a sacrificar su vida a Dios.
Con ternura trató de aliviar la pena de su padre y animó sus manos
enflaquecidas a atar las cuerdas que le sujetaban al altar.
“Y ahora pronuncian las últimas palabras de cariño, derraman
las últimas lágrimas, por última vez se abrazan. El padre levanta el
cuchillo para matar a su hijo, cuando de repente se detiene su mano.
Un ángel de Dios llama a Abraham desde el cielo: “‘Abraham,
Abraham.’ En seguida contestó: ¡‘Heme aquí’! Y otra vez oye la
voz: ‘No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada;
que ya conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste tu hijo,
tu hijo único’. Alzó Abraham sus ojos, y miró, y he aquí un carnero
a sus espaldas trabado en un zarzal; y trayendo la nueva víctima al
altar, la ofreció en holocausto en lugar de su hijo. En su alegría y
gratitud, Abraham dio un nuevo nombre al santo lugar, ʻJehová
Jirehʼ, o sea ʻJehová proveeráʼ”.
Así, pues, esa “pasión sublime...del divino frenesí” (Kierkegaard,
1968, 51), la fe, alcanza en la montaña de Moriah su máxima altura, su
momento más dramático y sublime. La fe que se le exigió a Abraham
y que él vivió plenamente, con toda intensidad, significó en un primer
momento, abandonar al padre ―”Vete de tu tierra”, le dijo la voz―,
esto es, olvidar el pasado, cortar los vínculos ancestrales que atan a las
raíces y apegos; pero en el otro extremo del itinerario de la fe, la exigen-

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 189

cia es mayor, demanda sacrificar al hijo, es decir, renunciar al futuro,


entregarle a Dios lo más valioso que tiene un hombre, la confianza en el
porvenir encarnada en la descendencia. Todo padre debe “sacrificar”
su hijo a Dios, entregarlo en el altar del servicio generoso y noble, que
es la ayuda al necesitado, movido por el amor. Por eso, el apóstol nos
exhorta: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó
a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”.
(Ef. 5:2). Sólo una vida que tenga esa capacidad de desprendimiento,
de renuncia a las propias tendencias egoístas, y entrega amorosa a la
causa digna y elevada de la humanidad, está realizando el ideal de la fe,
constituyéndose en “olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”
(Fil. 4:18).
El relato de Elena de White, exhibe la expresión más elevada
de la fe, la etapa final de madurez, que ha superado los desniveles de
la duda. Es cuando la confianza absoluta en Dios alcanza el nivel de la
dependencia incondicional. Es la fe que mueve las montañas, de quien
cree más allá de toda razón, superando las fronteras de la vida y de la
muerte. La lectura que hace Elena de White, interpretando el texto
bíblico, trata de la voluntad humana, unida por la fe del creyente, avan-
zando hacia el destino dispuesto por Dios. Es la fe como símbolo de
unión; como expresión de provisión y gracia. Esa figura representa a la
divinidad y trasmite el mensaje eterno de la salvación del hombre.
Pero la experiencia cumbre de Abraham tiene connotaciones
que trascienden su vida personal y la de todo padre humano, es un vis-
lumbre de la propia vida del Padre Eterno, al realizar el sacrificio de
entregar a su Hijo para salvar el hombre de la perdición del pecado.
Dios dio su Hijo a una muerte de agonía y vergüenza. Los ángeles que
vieron la humillación y los dolores del alma del Hijo de Dios, no podían
interceder, como en el caso de Isaac. No hubo ninguna voz que excla-
mó: ʻ¡Basta!ʼ Para salvar a la humanidad perdida, el Rey de gloria dio
su vida sin ninguna salida de último momento. ¿Qué otra prueba más
fuerte de la misericordia infinita y del amor de Dios se podría dar? La
fe, en esa instancia suprema, es conocer a Dios, identificarse con él en
el desprendimiento de la entrega. Una fe que obra por amor, purifican-
do el alma; “que da paz al corazón, y que conduce por la senda de la
abnegación y el sacrificio” (White).

Mario Pereyra
190 Psicología de los Personajes Bíblicos

Herederos de la promesa
“... éstos son hijos de Abraham y, por lo tanto, depositarios de las bendiciones y
la gracia de la justicia, como herederos de la promesa del Espíritu”.
San Pablo (Gal. 3:7,14)

La ruta de la fe tiene su inicio a partir de la decisión de aceptar la Pa-


labra, con el coraje de “no mirar hacia atrás”, respondiendo al llamado
del destino señalado por Dios. Entonces se abre el camino que puede
tener sus desniveles, pero es por naturaleza una vía de ascensos, como
los senderos de las montañas, de ahí sus escollos, atolladeros y agobios.
Es más fácil transitar por el llano, pero las llanuras carecen de las vi-
siones de las alturas. Esa trayectoria puede tener caídas, como ocurrió
con Abraham cuando “bajó” a Egipto, o cuando cedió a la tentación
de querer por sí mismo hacer cumplir la promesa a través de Eliezer
(Gn.15:2) o Agar (16:2-4). Pero cuando la voluntad persiste en creer
se reconquista la senda. El itinerario no está exento de conflictos, tanto
de afuera como de adentro; problemas sociales, familiares, conyugales,
pérdidas, angustias, frustraciones, incomprensiones, sacrificios, pero la
fe es la ruta de la promesa y de su cumplimiento. Avanza de la esterili-
dad a la procreación, va creciendo en fecundidad y realizaciones, pene-
tra en los misterios de la existencia, profundiza la intimidad de Dios y
se proyecta hacia los extensos y exuberantes horizontes de este mundo
y los espacios infinitos de la eternidad.
La amenaza que pendía sobre el hijo no representó para Abraham
una desvirtuación o aniquilación de las promesas, dejó la explicación y
sentido de lo absurdo en manos de Aquél en quien confiaba y creía. En
eso consiste la naturaleza de la fe. De esa manera lo ha visto y descrito
Pablo. Explica el apóstol que Abraham “es nuestro padre delante de
Dios, en quien creyó”. “Esperando contra toda esperanza creyó, y así
vino a ser padre de muchos pueblos... Ante la promesa de Dios no titu-
beó ni desconfió, sino que fue fortalecido por la fe y dio gloria a Dios,
y quedó plenamente convencido de que poderoso es Dios para realizar
también lo que una vez prometió. Por eso, precisamente, se le tomó en
cuenta como justicia” (Rm.4:17-22). Esta fe de Abraham lleva el signo
del “no obstante”, del “pese a lo cual”, de creer “a pesar de”, contra
toda evidencia o apariencia; está más allá del pasado, de lo presente y

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 191

lo porvenir, se aferra a Dios y todo lo espera de Él. Una fe que madura


en la adversidad y en el sacrificio.
Abraham Maslow, el psicólogo norteamericano humanista, ha es-
tudiado lo que llamó las “experiencias cumbre” (“Peak Experiences”),
como los momentos de mayor plenitud de la vida humana personal. Son
“momentos de gloria cuando un problema se resuelve, cuando súbita-
mente, ve las cosas a través del microscopio de manera muy diferente
o como las había visto antes; por los momentos de revelación, de ilu-
minación, de insight, de comprensión, de éxtasis” (1994, 175). Ahora,
nos preguntamos, ¿los desarrollos de la fe son “experiencias cumbre”?
Es cierto que los procesos de fe a veces tienen un elemento de sorpre-
sa y de impacto, incluso de súbita iluminación, con su vislumbre tras-
cendente, igual que las experiencias cumbre; sin embargo, la fe es más
profunda, no siempre es efervescente, movilizando emociones orgás-
micas breves, ya que implica una percepción de la realidad más aguda y
permanente. Abraham vivió la fe en la cumbre y también en la llanura.
La fe, a veces, es una experiencia de meseta, con respuestas serenas y
calmas, menos intensa, como el goce placentero y contemplativo de la
madre que ve a su bebé satisfecho, descansando en la cuna. Es cierto
que, a veces, alcanza las cumbres del Monte Moriah, con la intensidad
de lo terrible, pero muchas veces transita por las llanuras de la vida, en
el apacible ritmo de lo cotidiano. Lo importante es vivir en la fe y crecer
continuamente en ella, más allá de los desniveles de la experiencia. Eso
nos enseña la figura emblemática del ilustre patriarca.
¿Acaso la fe es fantasía, ilusión inconsistente o mera ensoñación
nostálgica? ¿Se podría decir que la figura venerable del patriarca, harto
de días, trepó por la cuesta artificiosa de una imaginación enfermiza?
¿Su vida, su pasión, su amistad con Dios fueron el resultado de una
conciencia trastornada por ideas alucinantes o delirios? Respondemos
enfáticamente que no. Muy lejos se halla la noble vida del patriarca
del desquiciamiento psíquico de los esquizofrénicos o del vértigo emo-
cional de los neuróticos. Las huellas de Abraham superan el “mundo
absurdo de Sísifo”, dice J. Moltmann (1977, 29), avanzando “hacia la
tierra prometida de la libertad”. La fe es, precisamente, una vía de li-
bertad. Un camino que Dios nos invita a recorrerlo a su lado, pero cuya
respuesta pertenece a cada uno.

Mario Pereyra
192 Psicología de los Personajes Bíblicos

Cuadro 10
Modelo de la fe de Abraham

Nº TEOFANÍA MENSAJE RESPUESTA NIVEL VIRTUD

“Vete de tu tierra,
Ruptura o
de tu parentela y Resolución y
1 Voz Acatamiento corte con el
de la casa de tu audacia
pasado
padre...”

“...haré tu descen- Promesa


2 Voz dencia como el polvo Edificó altar de porvenir Esperanza
de la tierra”. fecundo

“Y creyó a Jehová,
y le fue contado por Pacto y
3 Visión justicia... En aquel Diálogo sacrificio de Confianza
día hizo Jehová un adoración
pacto con Abram”.

“No te llamarás más


Abram, sino que tu
Instrucción
nombre será Abra-
Conversación de Dios y
4 Presencia ham, pues padre Obediencia
con preguntas señal del
de muchedumbre
pacto
de pueblos te he
constituido”.

“el clamor contra


Sodoma y Gomorra
Amistad con
se aumenta más y
Encuentro Dios, comu-
5 más, y el pecado de Debate Intercesión
personal nicación de
ellos se ha agravado
planes
en extremo, descen-
deré ahora”.

“No te parezca
grave a causa del
Crisis ma- Aceptación
Respuesta muchacho y de tu Cumplimiento
6 trimonial y de la provi-
en la crisis sierva; en todo lo de la orden
familiar dencia
que dijese Sara, oye
su voz”.

“Toma ahora tu
hijo, tu único, Isaac,
Prueba de a quien amas, y vete Aceptación Sacrificar el Confianza
7
Dios a tierra de Moriah, incondicional futuro absoluta
y ofrécelo allí en
holocausto”.

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 193

3. LOS VALORES DEL ENTENDIMIENTO: DANIEL

Antes que exilios y trashumancias, encuentros y trascendencias.

Torturado de guerra
El libro del profeta Daniel se inicia con escenas bélicas de intensa
acción y violencia. Como una película de guerra, presenta los sucesos
dramáticos de la capitulación y destrucción de la ciudad de Jerusalén
invadida por los ejércitos babilónicos. La historia se ubica a fines del
siglo VII a.C., específicamente en el año 605 a.C., durante el reinado de
Joacim, quien favorecía la política de los egipcios, enemigos acérrimos
del poder mesopotámico. Lamentablemente para los intereses judíos,
Nabucodonosor, emperador babilónico, derrotó completamente a los
egipcios en las batallas de Carquemis y Hamat, después, movilizó sus
ejércitos victoriosos hacia Judea, para aplastar la rebeldía de Jerusalén
y castigar el desafío a la hegemonía babilónica.
En esas circunstancias, acontecen las escenas del sitio de la capital
judía, su claudicación, la irrupción de los soldados en la ciudad, su in-
trusión violenta en las casas, el saqueo, las violaciones y la profanación
del templo, donde preservaban los tesoros sagrados. La bota del inva-
sor fue devastadora. Arrebataron los bienes privados, el tesoro público
y las riquezas del templo. El despojo fue total. Otra expresión brutal
de humillación y castigo fue arrancarles a las familias sus hijos mejor
dotados, los jóvenes más inteligentes y educados, que constituían el fu-
turo promisorio de la nación. Así, fueron llevados cautivos un número
importante de adolescentes y jóvenes brillantes. Quizás lo más terrible
fue someter a esos jóvenes a un tratamiento inhumano y escalofriante,
una cirugía maquiavélica para quebrar la resistencia moral e impedir su
reproducción: la castración.
La hipótesis de que Daniel fue convertido en un eunuco, se funda-
menta en varias razones. Una de ellas es el texto que informa que el
profeta estaba bajo la autoridad del “jefe de los eunucos” (Dn.1:9,10).
Otro dato significativo es la ausencia de referencias a relaciones conyu-
gales e incluso la falta de presencia femenina a lo largo de todo el libro.
Asimismo, era una costumbre, en aquellos tiempos históricos, castrar a
los esclavos de pueblos vencidos que eran llevados a la corte, como un

Mario Pereyra
194 Psicología de los Personajes Bíblicos

recurso de humillación, de sometimiento y eliminación del riesgo de te-


ner relaciones sexuales con las mujeres del palacio, propiedad del rey.
Otro indicio implícito en la lectura del libro es el argumento del silencio,
como una suerte de represión y censura. Hechos tan importantes como
la destrucción de la ciudad de Jerusalén, las violaciones y atropellos
sufridos por sus habitantes, se describen apenas en dos textos, cuando
otros episodios menos importantes (por ejemplo, el encuentro de Na-
bucodonosor con los sabios por el asunto del sueño olvidado o el festín
de Belsasar) se los trata en detalle. Claro que el texto explícitamente
declara que fue violado el templo, probablemente el lugar santísimo, lo
que significa decir que si llegaron a ese extremo de profanación, todo lo
demás era posible. En ese terrible contexto, inmediatamente aparece
la figura de “Aspenaz, jefe de los eunucos” (1:3). Además, la condición
de castrado es compatible con algunos aspectos de la personalidad del
autor y de la estructura del libro, o por lo menos permite explicarlo
mejor, como veremos más adelante.
Llama la atención que la mayor parte de la extensa bibliografía so-
bre Daniel omita la consideración de la castración, constituyendo un
punto ciego significativo, quizás porque conciben que tal hecho sería
un estigma o un déficit que iría en desmedro de la figura del profeta,
cuando en realidad se lo puede interpretar en forma contraria, consti-
tuyendo una prueba más cruel que tuvo que soportar y superar, gracias
al socorro de Dios y las cualidades excelsas de su carácter excepcional.
Por otra parte, la circunstancia singular de padecer tal tortura, permite
pensar en algunas características de Daniel de acuerdo a la informa-
ción que se posee acerca de los castrados.
¿Qué edad tenía Daniel cuando fue sacado de su casa y violentado
su masculinidad para ser trasladado a Babilonia? Herman Veldkamp
(1998, 18) asegura que fueron 14 años. Eso es en plena pubertad, en
momentos del desarrollo de los caracteres sexuales secundarios y del
crecimiento de los huesos como de todo el organismo. La extirpación
de los testículos en esa etapa de la vida, impide la producción de testos-
terona, determinando que no se produzca el alargamiento de la laringe
y el engrosamiento de las cuerdas vocales, conservando el timbre de
voz infantil. Tampoco aparece el vello facial, torácico y púbico, conser-
vando la tersura delicada de la piel. Otro fenómeno importante es la

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 195

acción inhibidora del crecimiento longitudinal de los huesos que tiene


la testosterona, que al no estar presente, incrementa notablemente la
altura de la persona (Tresguerres et. al., 1999, 1039,1040).
Sabido es que, desde fines del siglo XVI hasta el XVIII, miles de ni-
ños fueron castrados para dedicarlos a la ópera como cantantes, crean-
do las voces más brillantes de la historia con una fuerza y sensibilidad
únicas. Los castrati fueron hombres altos, de amplia caja torácica, con
un tono de soprano único. Fueron descritos como personas imberbes,
con un cutis finísimo, una cabellera abundante, cierta tendencia obesa
alrededor de la cadera y los hombros un poco estrechos. Intelectual-
mente no tenían impedimentos, pero eran muy sentimentales o sensi-
bles (ver Jenkins, 1998). Eran personajes que impactaban por su altura
y delicadeza, produciendo una gran impresión, especialmente en las
mujeres, que se enamoraban perdidamente de ellos por la dulzura de
su voz y su presencia admirable. Tuvieron un éxito excepcional, y al-
gunos de ellos trascendieron e hicieron historia como el célebre Carlo
Broschi (1705-1802), más conocido como Farinelli. ¿Así habrá sido la
presencia de Daniel? No sabemos, pero lo cierto es, que su presencia
causaba un impacto muy especial, aun en los soberanos encumbrados,
como Nabucodonosor, Belsasar y Darío, quienes lo trataron con respe-
to y gran honra.
Otro intento de agresión contra Daniel, en el mismo sentido que la
anterior, fue cambiarle su nombre hebreo por otro de origen caldeo,
Beltsasar. Era evidente que se quería cambiarle la identidad e impo-
nerle otra nueva, a la medida de los intereses del imperio. Recordemos
la importancia del nombre en los tiempos bíblicos, como un elemen-
to constitutivo de la naturaleza de una persona. El nombre hebreo,
“Dâni’êl”, significa “Dios es mi juez”, o “juicio de Dios” (DBA, 296).
Por su parte, el nombre “Beltsasar”, parece que se identifica con la
abreviatura de “BLl-bal>tsu-usur”, que significa, “Bel proteja su vida
[la del rey]”. Ese cambio tenía el propósito de imponerle nuevas creen-
cias religiosas, las sostenidas por el imperio. Sin embargo, ese hecho no
afectó la identidad de nuestro héroe, que se mantuvo firmemente ad-
herido al Dios verdadero, haciendo caso omiso a su nuevo nombre. El
fallido intento de cambiarle de identidad fue tan rotundo, que cuando
Nabucodonosor se refirió a Daniel, cierto tiempo después, dijo: “hasta

Mario Pereyra
196 Psicología de los Personajes Bíblicos

que entró delante de mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar” (4:8). Años


después, en la noche aciaga de la caída del rey Belsasar, cuando solicita
la presencia de nuestro héroe, le pregunta: “¿Eres tú aquel Daniel de
los hijos de la cautividad de Judá...?” (5:13). Posteriormente, Darío lo
llama en todo momento por su nombre (6:20), desapareciendo así la
identidad espuria que se intentó imponerle.

Psicología del exiliado


“Nos quedamos, de pronto, sin presente, sin futuro, sin fe, sin osadía,
como islotes en medio de la gente”.
Mario Benedetti

Dice el escritor Mario Benedetti, quien padeció el destierro de su


patria, Uruguay, por razones políticas, que el exilio te parte la vida “en
tres trozos: antes, durante y después”. ¿Así ocurrió con Daniel y sus
compañeros de infortunio? ¿La expatriación fue un hecho determi-
nante que los marcó para toda la existencia posterior? Es cierto que
hubo un cambio radical. Fueron llevados como rehenes, víctimas de las
circunstancias, a la capital del imperio caldeo, la ciudad de Babilonia,
para ser recluidos en los aposentos del palacio real. El propósito era
imponerles un programa de aculturación para asimilarlos a las costum-
bres y planes del conquistador, algo así como reciclarlos para conver-
tirlos en recursos útiles para la administración del gobierno. Suponían
que esos jóvenes inteligentes, pero vencidos, desolados, desamparados
y aun sin la fuerza biológica del sexo, podrían ser fácilmente integra-
dos a la maquinaria política del estado. Por otra parte, aquellos que
no se asimilaran serían desechados como envase no retornable. Nada
parecía que pudiera cambiar la política arbitraria del déspota rey. Todo
el mundo estaba subyugado al imperio. El poder babilónico ejercía su
dominio omnímodo. La hegemonía era total, absoluta, no había resis-
tencia posible. Sin embargo, una contingencia inesperada e imprevisi-
ble cambió el rumbo de la historia. La decisión de Daniel dio un giro al
destino ominoso.
La siguiente escena del libro se desarrolla, tiempo después, en la
escuela de los eunucos cautivos, en la capital de los caldeos. Durante
tres años debían ser instruidos en las ciencias del imperio para luego

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 197

ingresar al servicio activo. Allí encontramos a Daniel y sus compañe-


ros realizando el aprendizaje que los habilitaría para ser funcionarios
del gobierno. Aparentemente se los ve repuestos de las penurias vivi-
das, introducidos en la rutina del estudio del ciclo básico de educación.
¿Qué sienten? ¿Cuál fue su estado anímico y moral después de la ca-
tástrofe vivida?
Cuando se han vivido acontecimientos angustiantes, graves, como
observar episodios de guerra, la destrucción súbita de la ciudad natal,
la violencia física ejercida sobre otros, conocidos, amigos y quizás fa-
miliares, la amenaza de muerte y la lesión sobre la propia integridad
física, se experimenta un cuadro que la literatura psiquiátrica descri-
be como “Trastornos por estrés postraumático”. Consiste en revivir
persistente e intrusivamente los recuerdos desagradables (con sueños
recurrentes, sentimientos cambiantes y malestar psicológico intenso),
evitar los estímulos asociados con los episodios traumáticos y una serie
de síntomas de tensión y activación psicofísica exagerada, por ejemplo,
hipervigilancia, reacciones de alarma, dificultad para conciliar el sueño,
irritabilidad, inquietud y la imposibilidad para la concentración. Estos
síntomas, en su estado agudo, pueden durar de uno a tres meses.
Nótese que Daniel y sus compañeros no fueron exiliados volunta-
rios, como muchos que abandonan su país y amigos para ir a vivir en
lugares que ofrecen mejores posibilidades de vida; Daniel, al igual que
sus amigos, fueron expatriados por la fuerza. Tampoco fueron pros-
criptos de su país, obligados al destierro por razones políticas o eco-
nómicas, como muchos lo han hecho para salvar su vida. Daniel vivió
una situación peor, porque fue un destierro definitivo, a diferencia de
los proscriptos que regresan a su tierra y familia cuando se relevan las
autoridades del gobierno. Quienes viven esas circunstancias de brutal
desarraigo, suelen padecer trastornos emocionales y aun físicos, de
consideración. ¿Les ocurrió lo mismo a los protagonistas del libro de
Daniel?
No hay registro de que Daniel y sus colegas hayan padecido tras-
tornos o malestares severos. Aunque la desgracia, la deportación y el
destierro duraron toda la vida, sin perspectivas de recuperación ni de
reversión de su condición, supieron aceptar las condiciones de vida,
asumiéndolas como una nueva misión. Constituyó un corte radical y

Mario Pereyra
198 Psicología de los Personajes Bíblicos

permanente, ya que nunca más pudieron ver a sus padres, hermanos


y amigos de la infancia; nunca más pudieron retornar a su hogar, a la
patria, a los lugares que los vieron crecer. Jamás pudieron casarse y
gozar de los placeres y alegrías de la vida familiar. Todas las ilusiones
y sueños de la adolescencia fueron cortados de un tajo. Sólo quedaba
vivir como prisioneros en el exilio. Mario Benedetti, que tuvo que emi-
grar de su Montevideo querido durante el gobierno militar uruguayo,
escribió esas vivencias en un poema que dice: “nos quedamos de pron-
to sin presente/ sin futuro, sin fe, sin osadía/ como islotes en medio de
la gente”. Los expatriados, expulsados, inmigrantes y aquellos que han
vivido la experiencia del desarraigo, por lo general, exudan nostalgia,
tristeza, melancolía, la “empalagosa soledad/ la hiel foránea”; los do-
mina la falta de pertenencia, la búsqueda de querencia, el pesimismo,
una sensación de catástrofe y derrota; son como una hoja llevada por
los vientos del azar. Pero no ocurrió así con Daniel, quien jamás perdió
el coraje de la fe.
Tampoco hay evidencias de que Daniel haya caído en un estado
de abatimiento y resignación o experimentado un síndrome depresivo
o padecido ataques de pánico, angustias o fobias, como podría espe-
rarse en casos como el suyo. Por el contrario, los registros indican que
manifestó buen ánimo, un adecuado equilibrio emocional, conductas
de gran fortaleza moral y un altísimo nivel de rendimiento intelectual.
Aún más, alcanzó cimas insólitas para un emigrado, rehén de estado.
Su hoja de servicio es grandiosa. Llegó a ser jefe supremo de los sabios
del imperio, fue designado gobernador de toda la provincia de Babilo-
nia (Dn.2:48), se lo proclamó “tercero en el reino” (Dn.5:29), fue ase-
sor directo de cuatro emperadores (Dn.4; 5; 6:29) durante los imperios
neobabilónico y Medo-persa, incluso hasta el mismo Nabucodonosor
el Grande se postró a sus pies (Dn.2:46). Todavía algo más extraordi-
nario: Dios mismo lo honró con revelaciones y anuncios proféticos por-
tentosos que abarcan gran parte de la historia y aun trascienden nues-
tros días. ¿Cómo fue posible esto? ¿Qué hizo que un esclavo eunuco
obtuviera tantos reconocimientos, glorias mundanales y celestiales?

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 199

Decisiones que definen el destino

“Los valores son los que nos orientan y presiden las grandes decisiones”.
Ernesto Sábato

El factor clave que hizo posible ese prodigio histórico de triunfar


y trascender está, a nuestro criterio, en la siguiente declaración: “Y
Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la
comida del rey, ni con el vino que él bebía” (Dn.1:8). La narración,
que hasta allí venía describiendo el éxito del atropello despótico, se
detiene ante esa decisión. De pronto, se pone límite al abuso tiránico.
El poder irresistible del imperio encuentra una oposición. Hasta ese
momento, nadie ni nada habían logrado enfrentar a los babilónicos;
los ejércitos habían sido derrotados, las murallas abatidas, los reinos
sometidos, todos habían cedido ante el poder avasallador del conquis-
tador; pero, insólitamente, aparece un prisionero que rechaza la impo-
sición, no transige, y decide mantener intactas sus creencias. A partir
de ese momento, cambia la historia del ultraje. Daniel demuestra ante
la corte imperial que la dieta alimenticia del palacio no era ni sana, ni
mejor, y señala los efectos perniciosos del consumo de alcohol. Lo que
no pudieron hacer los militares y los reinos del oriente, lo hace Daniel
con su decisión firme. Nabucodonosor se doblega ante la prueba y los
argumentos del hebreo expatriado.
¿Cómo fue posible esto? ¿Qué tuvo de extraordinario ese esclavo
judío? ¿Fue el impacto de una bravuconada de adolescente? ¿Un acto
de coraje moral? El relato informa que, a partir de la decisión de Da-
niel de rechazar el régimen alimenticio, Dios entra en acción y le con-
cede la gracia de la sabiduría y el éxito. Llama la atención que hasta ese
momento, Dios, al parecer, había aceptado pasivamente la injusticia.
No intervino para salvar a Jerusalén, no impidió que sustrajeran los
vasos sagrados del templo, dejó que Daniel fuera expatriado y extirpa-
do sus órganos, pero sí actuó cuando éste asumió la actitud de lealtad
inclaudicable. Entonces, Dios volcó la balanza a favor de Daniel y todo
cambió inesperadamente.
¿Por qué es tan importante una decisión? ¿Qué tuvo de trascen-
dente la determinación de Daniel de rechazar la comida del rey? Una
duda puede arrancar de cuajo todas las convicciones, empañando el

Mario Pereyra
200 Psicología de los Personajes Bíblicos

espejo de la propia identidad, pero una decisión sostenida con valentía


puede hacer temblar a todo un imperio. Las decisiones se instalan en la
médula de la personalidad, marcando en forma indeleble el camino y el
destino. En el caso de Daniel, su decisión de ser fiel a sus convicciones
religiosas, determinaron su futuro. Aunque lo había perdido todo, no
aceptó perder lo más importante, sus creencias y valores. No claudicó
en lo que consideraba correcto. Decidió vivir a la altura de su fe, afir-
mando el sentido de sus convicciones. Eso lo hizo diferente de todos
los demás, lo singularizó como persona, proyectándolo al nivel de la
excelencia.
Cabe destacar que la palabra “decisión”, proviene del latín decisum,
que significa “cortar”. Es una resolución que se adopta en lo incierto o dudoso,
cortando con las vacilaciones y las ambigüedades. Para ello se requiere firme-
za de carácter, seguridad, energía, asumir el compromiso y ejercer una
voluntad firme para jugarse por lo correcto, justo y bueno. La indecisión,
por el contrario, expresa incapacidad para obrar, desconfianza, incer-
tidumbre y falta de valor para afrontar las responsabilidades que ven-
drán. La valentía de “cortar”, de ser “tajante” con lo malo, especialmen-
te cuando esa decisión implica correr riesgos de perder la vida (como
ocurrió con Daniel), desarrolla una fuerza positiva, fortifica la voluntad,
construye un carácter moral inquebrantable y define una personalidad
con un sentido propio de identidad.
La historia posterior de Daniel evidencia que esa primera deci-
sión, jugó un rol fundamental a lo largo de su vida, porque posibilitó
otros logros que catapultaron a nuestro héroe a lugares protagónicos
en el imperio. También la psicología reconoce la importancia de las
decisiones tempranas en el área central de la alimentación. Freud y
sus discípulos han sostenido que la primera etapa del desarrollo es la
oralidad, esto es, la actividad que realiza el bebé con su boca. En los
primeros estadios de la vida, la cavidad bucal cumple funciones primor-
diales, como incorporar los alimentos, recepcionar y gozar del amor de
la madre, y por su intermedio organizar las relaciones con los objetos
y con el mundo exterior. Posteriormente otras habilidades, aptitudes u
organismos, cumplirán esos fines, pero las estructuras primarias serán
los cimientos de la arquitectura vital y marcarán la dirección a seguir.
Desde esa perspectiva, una decisión correcta en cuanto a qué comer y

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 201

qué “cortar”, es decir, rechazar una ingesta equivocada, es una forma


de organizar la oralidad, que es la base del comportamiento futuro, ya
que imprime un patrón sólido en todas las decisiones posteriores.
En los tiempos actuales, donde abundan seres frágiles e inconsis-
tentes, de espíritu ambiguo y volátil, que parecen no tener causa ni re-
beldía, que están a la búsqueda de una identidad perdida, sufriendo
diferentes trastornos, especialmente aquellos relacionados con la ali-
mentación (por ej., anorexia, bulimia) y el consumo de alcohol, drogas
u otras sustancias psicoactivas, el ejemplo de Daniel aparece como un
estandarte aleccionador. Alguien que decide comprometerse a vivir en
serio el sentido de sus convicciones, es una figura que muestra un cami-
no y perfila un destino. Proclama la importancia de la decisión, de decir
“no” a todo aquello que pueda contaminar o dañar el cuerpo y la men-
te, de asumir una actitud firme en el control del apetito, no importa
cuán grande sean las fuerzas contrarias que haya que enfrentar. Cuan-
do se toma una decisión, Dios interviene dando fortaleza para resistir
y abriendo el camino para hacerla cumplir. Esa actitud es la fórmula
para llegar a ser un hombre de verdad, completo y exitoso, como lo fue
Daniel.

Los resplandores del entendimiento

“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento;


y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”.
Daniel (12:3)

Daniel vivió una vida larga y fructífera. Desde aquellos 14 años,


cuando llegó a Babilonia en el extremo del desamparo y la orfandad
estremecedora, a lo largo de 76 años desarrolló una trayectoria de ex-
celencia, hasta los 90, reconocido por dos imperios, admirado por di-
ferentes reyes y las generaciones de su existencia y años posteriores,
durante más de dos milenios y medio. Daniel continuó tomando de-
cisiones cruciales en los múltiples asuntos que tuvo que enfrentar; de-
cisiones que exhibieron su fidelidad inquebrantable al ser divino. Es
como si la actitud “tajante” del corte que lo sustrajo de la infancia y
marcó su futuro, hubiera sido el patrón característico de su comporta-

Mario Pereyra
202 Psicología de los Personajes Bíblicos

miento. También el libro que lleva su nombre posee esa estructura de


corte incisivo, marca fronteras y delimita claramente los espacios. El
libro contiene doce capítulos, dividido en dos partes bien diferencia-
das: seis capítulos centrados en lo “real”, con algunos contenidos oníri-
cos (los sueños de los capítulos 2 y 4) y una breve referencia al enigma
criptográfico de Belsasar (cap.5); y otros seis capítulos, centrados en lo
“simbólico”, con algunas circunstancias relacionadas con la realidad.
Asimismo, los primeros capítulos tienen una estructura bien delimita-
da, se describe en ellos una situación problemática (el problema de la
comida, en el capítulo 1; el del sueño, en el 2; de la estatua de oro, en el
3, etc.) que sube de tono, poniendo una nota de angustia e incertidum-
bre (¿qué pasará con Daniel, que se niega a comer la comida del rey?
¿qué ocurrirá con los sabios, que no pueden resolver el sueño? ¿qué
acontecerá con los hebreos, que no se arrodillaron ante la estatua?,
etc), para luego resolverse en forma exitosa a favor del protagonista,
concluyendo el capítulo con una suerte de aplauso de reconocimiento.
Los temas que abarca el libro, podría pensárselos como el desarrollo
de las problemáticas que tuvo que enfrentar su protagonista, el proceso
de sus intereses y desvelos y, en un sentido más general, el camino que
recorrió. No se trata de un modelo explícito y concebido teóricamente,
sino constituye el proceso de su experiencia vital. Si Abraham diseñó y
modeló el camino de la fe, a través de las teofanías, Daniel construyó el
camino de la sabiduría, otro modelo supremo de excelencia. ¿Cuál fue
ese camino? Es una trayectoria que tiene siete etapas, según inferimos
del libro, que implica problemáticas que Daniel tuvo que resolver o
decidir, que se relacionan con momentos del ciclo vital y que enseñan
actitudes que desplegar y virtudes que desarrollar.
1. En primer lugar, como ya dijimos, la historia central de Daniel
se inicia con la decisión sobre el estilo de vida, de controlar el asunto de
la alimentación y el cuidado celoso del cuerpo. Es el tema del control
y la definición de qué cosas ingresarán a nuestra vida. Somos respon-
sables de la boca y las “avenidas” del alma, qué ver, qué leer, qué per-
sonas serán nuestros amigos, qué influencias aceptar o rechazar. Este
tema es crucial en la etapa de la pubertad, la edad en que Daniel tomó
la decisión de no contaminarse con las comidas dañinas. La virtud es la
temperancia.

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 203

2. El segundo paso fue dado a partir del develamiento del sueño de


Nabucodonosor. Según relata el libro, el emperador vio en su sueño una
gran imagen que, por su escala gigantesca, produjo una profunda impre-
sión en el monarca idólatra. Cuando despertó, descubrió que el conte-
nido del sueño se había desvanecido de su mente. Llamó a los sabios del
imperio para que se lo recordaran. Los tales reconocieron que sólo “los
dioses, cuya morada no es con la carne”, podían responder la demanda
del rey (2:10,11). En este escenario aparece Daniel como portavoz del
“Dios de los cielos” (vers.28), revelando el sueño y su interpretación.
¿Cuál es el problema básico que presenta el capítulo? El tema del futu-
ro y su desenlace. Es una cuestión distintiva de los adolescentes, que se
preguntan: “¿Cómo será mi vida? ¿Qué ocurrirá en el porvenir?” Esas
cuestiones demandan la toma de decisiones, en los diferentes ámbitos
que gravitarán sobre el futuro, a nivel de los estudios, la pareja, los valo-
res y las creencias, del comportamiento ético, social y religioso.
La historia de Daniel, en el tema de la dilucidación del futuro, en-
seña que el saber humano es inepto, incapaz para aportar algo, que
el único medio para abrirse paso entre las tinieblas del porvenir es la
clarividencia del conocimiento divino. Aunque no siempre el Señor
proporciona ese saber (como ocurrió con Daniel y Pedro, Jn.20:18,19),
siempre provee las fuerzas y la resistencia para enfrentar las diferentes
vicisitudes y peripecias que puedan sobrevenir (Sal.23:4). En lo perso-
nal, dilucidar el futuro requerirá tomar las decisiones correctas, con la
ayuda y dirección de Dios, aceptando con confianza los designios de su
voluntad soberana.
3. La tercera cuestión que aborda el libro de Daniel es otro asun-
to trascendente, la adoración. Después de transcurrido un tiempo no
especificado, Nabucodonosor erigió una monumental estatua de oro y
exigió que todos sus oficiales se inclinaran ante ella y la adoraran (cap
3). Esta imagen, probablemente, representaba al imperio que nunca
terminaría, como desafío a la predicción del sueño, que anunciaba la
caída de Babilonia a manos de otro poder mundial (2:38,39). Por algu-
na razón, Daniel no fue convocado en esa ocasión, quizás por respeto a
sus convicciones bien conocidas. Fueron sus tres compañeros quienes
lo representaron, actuando con la misma dignidad y valor que el propio
Daniel, jugándose la vida en defensa de sus convicciones.

Mario Pereyra
204 Psicología de los Personajes Bíblicos

Es crucial el hecho de a quién adorar verdaderamente y entregar


la adhesión completa de la voluntad, el pensamiento y las emociones.
Siempre hay muchos “dioses” que reclaman adoración, como sucedió
en la antigüedad con la estatua del emperador, pero solamente el Dios
verdadero, creador de los cielos y la tierra, es el único digno de toda
adoración. La virtud que se pone en acción en el acto de la adoración
es la devoción y la fidelidad.
4. La cuarta etapa del modelo del desarrollo, que informa la se-
cuencia de las cuestiones decisivas a resolver o entender, expresa la
importancia de no envanecerse con los éxitos y conservar siempre ac-
titudes de misericordia y humildad. Después de cierto tiempo, quizás
hacia el fin del reinado de Nabucodonosor, el rey tuvo otro sueño in-
quietante (4:2), que tampoco pudo ser interpretado por los sabios de
la corte (vs.3,4). Nuevamente es convocado Daniel, quien resulta ser el
único capaz de interpretarlo (vs.5-23). El sueño vaticinaba la humilla-
ción del rey a causa de su soberbia (vs 23,24). Aunque durante un año
se cuidó de no caer en actos de ostentación, después de ese tiempo no
pudo reprimir el deseo de ensalzarse, vanagloriándose de sus bienes y
logros: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué.., con el poder
de mi fuerza y para la gloria de mi majestad?” (v.27). Inmediatamente
perdió la razón, padeciendo de licantropía (Shea, 78), una enfermedad
en la cual la persona se siente y actúa como un lobo. Pasada la humi-
llante experiencia de vivir en el campo, arrastrándose como los anima-
les (vs.28-31), Nabucodonosor reconoció públicamente la grandeza de
Dios, exaltando y glorificando al Dios del cielo (vs.31-34).
En el proceso del desarrollo humano se alcanza una etapa, por lo
general en la adultez media, cuando se avanza por la década de los 40,
donde frecuentemente se hace una evaluación de los logros y los resul-
tados obtenidos hasta ese momento. Quizás, ha formado una linda fa-
milia, adquirido una casa y otros bienes, y es natural sentirse satisfecho
por lo obtenido, y caer en el pecado de la presunción, al atribuirse a sí
mismo la gloria, pensando que son frutos de los propios esfuerzos. Esa
actitud es más que ingrata e injusta, pues no reconoce a los demás, y
especialmente a Dios. El modelo de Daniel nos advierte de ese peligro
y nos insta a no caer en la ostentación orgullosa y mantener en alto la
grandeza de la humildad.

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 205

5. El quinto capítulo del libro de Daniel presenta otra cuestión


importante, donde nuevamente el profeta es convocado para resolver-
la, que creemos es un nuevo paso en el camino de los “entendidos”.
Belsasar, el rey interino del imperio, realizó un banquete fastuoso para
mil de sus dignatarios. Bajo los efectos del alcohol, la fiesta degeneró
en una orgía, en actos de idolatría y sacrilegios. En esas circunstancias,
apareció una mano misteriosa, trazando extraños caracteres sobre la
pared, que aterrorizó al rey y toda su corte. Nadie pudo leer la escritu-
ra, sólo Daniel. Ésta decía: “Mené, mené, tekel uparsin”: “Pesado has
sido en balanza, y fuiste hallado falto” (5:25-28). El rey fue condena-
do, no sólo por obrar impíamente, sino por no haber aprovechado las
oportunidades y capacidades que poseía para el bien, que de haberlas
cultivado, lo hubieran hecho un hombre digno e íntegro.
Se trata del juicio de Dios ante el cual todos tendremos que com-
parecer, diferente del punto anterior referente al juicio humano. El
apóstol Pablo lo expresa en términos claros y definidos: “No os enga-
ñéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare,
eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne
segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu se-
gará vida eterna” (Gál. 6: 7, 8). “Porque Dios traerá toda obra a juicio,
incluyendo toda cosa oculta, buena o mala”, agrega el sabio Salomón
(Ecl.12:14). Belsasar sembró “para la carne”, viviendo en forma disolu-
ta, corrompiendo su cuerpo y mancillando su alma, recibiendo el fruto
de su cosecha. En resumen, la cuestión que plantea el capítulo se refiere
al sentido de la vida, a la evaluación de la existencia y la confrontación
con la muerte y el juicio de Dios. Este asunto debiera definirse tem-
prano en la vida, pero muchos, como Belsasar, no lo hacen, debiendo
enfrentarse a él en sus años avanzados, cuando aparecen los signos del
deterioro y la proximidad del fin, es decir, en la adultez tardía. Enseña a
vivir sabiamente, en el temor de Dios, teniendo conciencia de la finitud
y la brevedad de la vida y del juicio futuro.
6. El sexto episodio ocurrió durante el imperio persa, en el cual
Daniel ejercía un alto cargo. Esa dignidad exaltó los celos de gober-
nantes y príncipes, quienes urdieron un plan para destruir a nuestro
héroe. El rey no descubrió la sutil conspiración hasta que la misma se
concretó. Un decreto irrevocable impidió la práctica de cualquier acto

Mario Pereyra
206 Psicología de los Personajes Bíblicos

religioso por el lapso de un mes, bajo pena de muerte. Con pleno co-
nocimiento del decreto, Daniel no vaciló en continuar con su hábito de
orar tres veces al día, con las ventanas abiertas (6:11). Al denunciarse
el hecho, el rey fue obligado a cumplir el decreto, y como consecuencia
ocurrió un milagro portentoso. Dios intervino librando a Daniel de los
leones (vs.17-24). La liberación milagrosa movió al rey a exaltar al Dios
de Daniel y enviar una carta a todo el imperio (vs.25-28), en la cual se
reconocía el dominio superior del Rey de los Cielos. ¿Cuál es el tema
del capítulo? La cuestión de la obediencia. Es también algo que debe
resolverse temprano en la vida, pero no siempre se pone a prueba la
fidelidad sino en circunstancias especiales. Entonces es cuando se evi-
dencia la solvencia y firmeza de las convicciones, de estar dispuesto a
sacrificar la vida antes que abandonarlas, como ocurrió con Daniel. El
rey expresó su deseo: “Tu Dios, a quien sirves con perseverancia, te
librará” (v.17, BJ). La misma expresión utilizó cuando fue a la mañana
siguiente a ver qué había ocurrido (v.21). Se refiere, pues, a la virtud de
la perseverancia en la fe, la cual debe estar consolidada en la adultez.
7. La segunda parte del libro (caps.7 al 12) corresponde a las cua-
tro revelaciones divinas recibidas por Daniel: las visiones de los capí-
tulos 7, 8, 9 y 10, con la larga explicación que sigue en los capítulos 11
y 12. Aquí encontramos al profeta usando todas sus facultades e inte-
reses en descubrir la correcta interpretación de las revelaciones recibi-
das de Dios. Se lo ve impresionado (7:15), turbado (7:28; 8:27), hasta
en algunas circunstancias abatido y extenuado (8:18, 27), tratando de
comprender (8:15), estudiando, ayunando (10:2,3) y rogando fervoro-
samente a Dios para conocer la verdad (9:2-23). Más allá de las cues-
tiones comunes de la vida, Daniel busca y lucha para encontrar la pa-
labra y la inteligencia que permitan descubrir la ciencia de Dios (10:1),
algo velado para los impíos pero accesible a los entendidos (12:3,10),
quienes tendrán la gloria de brillar “como las estrellas a perpetua eter-
nidad” (vs.3) y recibir la herencia al final de los días (v.13). Es la virtud
de la sabiduría de Dios que debe permear todas las edades, particular-
mente aquella etapa, en la que se ha acumulado la experiencia de la
vida, la tercera edad, la senectud.

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 207

Cuadro 11
Modelo del desarrollo de la sabiduría de Daniel

Nº TEMAS PROBLEMÁTICAS EDAD ACTITUDES VIRTUDES

Deben contro-
¿Qué comer y qué larse el apetito Temperan-
1 Alimentación Pubertad
no comer? y el tipo de cia
alimentación

Reconocer que
¿Quién conoce el Dios es el único
2 Futuro Adolescencia Confianza
futuro? que conoce el
porvenir

Sólo Dios es el
¿A quién debe ado-
3 Adoración Joven adulto único digno de Fidelidad
rarse?
ser adorado

Evitar la
¿A quién glorificar,
Evaluación Adultez jactancia y
4 a uno mismo o a Humildad
de los logros media atribuir la
Dios?
gloria a Dios

¿Vivir para el pro- Reconocer a


Juicio de Adultez Temor de
5 pio deleite o para la Dios en toda
Dios tardía Dios
gloria de Dios? nuestra vida

Cultivar la
¿Obedecer a Dios o Adultez Perseveran-
6 Obediencia práctica diaria
a los hombres? tardía cia
de la oración

¿Cuáles son las


Descubrir el
La ciencia de enseñanzas de las
7 Senectud secreto de la Sabiduría
Dios revelaciones de
interpretación
Dios?

Resumiendo, el ejemplo de la vida excepcional de Daniel, exhibe el


caso de un joven que padeció la tortura, perdió todas las cosas amadas,
sufrió el desarraigo, pero en la adversidad fue fiel a sus creencias, tomó
decisiones que lo proyectaron a lugares encumbrados en la historia de
sus días. Una figura que imaginamos de persona alta, atractiva y agra-
ciada, de rostro imberbe como un adolescente, con voz suave y aguda,
de actitud tierna y afable, con aspecto confiado y reflexivo, reflejan-

Mario Pereyra
208 Psicología de los Personajes Bíblicos

do una serena felicidad, quizás con un aire un tanto distante, debido a


su mirada lejana, orientada hacia los enigmas infinitos del futuro. Un
hombre que, a lo largo de su vida, tuvo que enfrentar dilemas y enor-
mes dificultades, pero con la ayuda de Dios, los resolvió de manera
notable, dejando un legado que constituye un tesoro de la revelación
divina y un modelo de sabiduría que resplandece por los siglos como
las estrellas del firmamento.

4. LAS VIRTUDES DEL AMOR: JUAN

“La devoción abnegada y el amor confiado manifestados en la vida y el carácter de Juan,


presentan lecciones de incalculable valor para la iglesia cristiana”.
Elena G. de White

Bajo la sombra del hermano


Internarse en la biografía de un ser humano es una tarea compleja,
porque hay que recorrer recovecos y caminos desconocidos, con el ries-
go de perderse en recodos e intersticios, que poco o nada tienen que
ver con la trayectoria vital. Ese quehacer es más embarazoso cuando
está mediatizada por los registros literarios. La investigación consiste
en ubicar a la figura en su contexto. Se necesita indagar la política, el
tiempo, la vestimenta, las costumbres sociales y la economía del perío-
do en cuestión. Hacer todo esto en una narrativa coherente, es como
armar un rompecabezas enorme sin contar con todas las partes. Así, los
vínculos con la experiencia se tornan elusivos, el escenario del entorno
pobre, con importantes restricciones de los matices coloquiales, el in-
timismo, las relaciones familiares y las reacciones del rostro cuando la
sorpresa aparece. Por eso, afirma Brenda Maddox (1999): “La biogra-
fía es un arte, no una profesión”. El ejercicio de ese arte requiere habi-
lidades magistrales al abordar la historia del apóstol Juan, ya que de él
no tenemos mucha información importante relacionada con su vida.
El relato bíblico informa acerca del apóstol Juan al presentar tres
momentos de su biografía, los cuales entendemos como etapas decisi-
vas de su experiencia vital. La primera comienza con el llamamiento
de Jesucristo, su participación como discípulo del Maestro durante su
ministerio terrenal y los inicios de la Iglesia Cristiana. Este período,

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 209

que corresponde a su adolescencia, se caracteriza por aparecer siem-


pre detrás de su hermano Santiago y luego del liderazgo de Pedro, por
eso le llamamos “bajo la sombra del hermano”. Al morir Santiago, se
produce un vacío en la información, un silencio significativo acerca de
su paradero. Es la etapa de su adultez joven y media. Luego retorna al
escenario bíblico con un protagonismo rutilante, por medio del libro
del Apocalipsis, sus epístolas y el Evangelio que lleva su nombre. Es
el Juan de la adultez tardía y la ancianidad. Su presencia va a dominar
el canon hasta el final, ya que es el último personaje de la Biblia, con
quien se cierra la revelación, perfilando rasgos de una excelencia ar-
quetípica, como símbolo de la vida cristiana de los últimos tiempos.
La primera etapa de su historia nos traslada a Betsaida, una aldea
de pescadores en la orilla norte del mar de Galilea. Las aguas abundan-
tes y rumorosas del mar, constituían el fresco escenario de las labores
de los pescadores. En una memorable aurora, cuando el mar volcaba
sus olas espumosas sobre la costa, los pescadores preparaban sus ins-
trumentos para la jornada. Entonces Jesús apareció caminando por las
húmedas arenas, hasta donde se encontraba un grupo de pescadores,
haciéndoles un llamado inesperado: “Venid en pos de mí, y os haré
pescadores de hombres” (Mt.4:19). Al instante, Santiago y Juan su her-
mano menor, abandonaron sus tareas y a su padre, y siguieron al Maes-
tro. Ese acto decisivo fue trascendente, ya que cambió la vida de am-
bos. De seres anónimos y desconocidos, perdidos entre las espumas del
tiempo, llegaron a ser figuras prominentes y admiradas por los siglos
posteriores, especialmente Juan, figura protagónica en estos tiempos
apocalípticos del fin.
Jacobo y su hermano menor, cuando se integraron al grupo de los
discípulos, eran de caracteres violentos e impulsivos, recibiendo el apo-
do de “hijos del trueno”. “Eran orgullosos, seguros de sí mismos, am-
biciosos de honores, iracundos ―afirma Elena de White (1977, 870)―;
se ofendían fácilmente; a menudo albergaban el deseo de vengarse, y
lo llevaban a cabo cuando tenían la oportunidad. Eran graves defectos,
y es indudable que Juan no fue escogido como discípulo por tener un
carácter agradable o noble. Pero, por debajo de esta apariencia des-
alentadora, Jesús discernió un corazón ardiente, sincero y amante. Fue
al comienzo un alumno lerdo, pero en quien el Maestro vio un apóstol

Mario Pereyra
210 Psicología de los Personajes Bíblicos

dinámico. Cuando Juan tomó sobre sí el yugo de Cristo, se transforma-


ron su carácter y toda su vida”.
Juan era un adolescente, el menor del grupo de los discípulos, qui-
zás tendría unos 14 o 15 años. Dos episodios narran los Evangelios que
pintan su carácter original. Por ejemplo, cuando ciertos habitantes de
un pueblo samaritano menospreciaron a Jesús, Juan, lleno de indigna-
ción, dijo: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del
cielo, y los consuma, como hizo Elías?” Jesús le reprendió por su aspe-
reza, respondiendo: “El Hijo del hombre no ha venido para perder las
almas de los hombres, sino para salvarlas” (Luc.9:54-56.). En otra oca-
sión, reprimió egoístamente a un exorcista que actuaba en nombre de
Jesús pero sin seguirlo. Jesús puso en evidencia sus celos: “No se lo pro-
hibáis ―dijo―; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre
que luego pueda decir mal de mí” (Mr.9:39). Otro evento significativo
fue cuando, secundados por su madre, probablemente Salomé, herma-
na de María, madre de Jesús (5CBA, 453), buscó lugares de privilegio
en el reino que Jesús implantaría (Mt.20:20; Mr.10:35). El Maestro ex-
plicó: “En el reino de Dios no se obtiene un puesto por medio del favo-
ritismo. No se gana ni es otorgado por medio de una gracia arbitraria.
Es el resultado del carácter. La cruz y el trono son los símbolos de una
condición alcanzada, los símbolos de la conquista propia por medio de
la gracia de nuestro Señor Jesucristo” (1977, 433).
A pesar de su temperamento violento, espíritu vengativo y ambicioso,
Juan era sincero y tenía condiciones especiales que lo predisponían para
el cambio. Poseía una naturaleza contemplativa, receptiva y sumisa. Ha-
bía empezado a descubrir la ternura y tolerancia de Jesús y sus lecciones
de humildad y paciencia. En toda oportunidad posible se situaba junto al
Maestro (Jn.13:23), aun en los momentos críticos (Jn.18:15,16; 19:26,27).
La confianza, la admiración que sentía hacia su héroe, y especialmente el
amor (Jn.21:20), fueron el conducto a través del cual aprendió a imitar
a Jesús. “A medida que entregaba su vida a la influencia del Salvador, el
amor y la gracia divinos lo fueron transformando” (5CBA, 870).
El hecho distintivo de esta primera etapa es que todas las referen-
cias a Juan aparecen después de mencionar a su hermano Santiago
(también llamado Jacobo) y más adelante, sigue después de Pedro.
Así, por ejemplo, en el llamamiento, el texto presenta esta fórmula:

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 211

“Santiago, hijo de Zebedeo y Juan su hermano” (Mt.4:21; Mr.1:19).


De la misma forma registra la lista de los doce apóstoles (Mt.10:2;
Mr.3:17; Lc.6:14). Cuando fueron a la casa de Pedro (Mr.1:29) y de
Jairo (Mr.5:37; Lc.8:51) lo hicieron en ese orden, Santiago adelante y
después Juan. Igual ocurrió el día de la pesca milagrosa (Lc.5:10), al
subir el Monte de la Transfiguración (Mt.17:1; Mr.9:2; Lc.9:29 sigue a
Pedro) o al ir al Getsemaní (Mr.14:33). La misma integración se repite
cuando piden a Jesús que haga descender fuego contra los samaritanos
(Lc.9:54), los lugares de privilegio en el reino (Mr.10:35,41) y al pre-
guntar por las señales del fin (Mr.13:3).
La función tutelar del hermano mayor, en el libro de los Hechos,
se transfiere a Pedro (Hech.1:13), liderazo que seguramente se ini-
ció en los tiempos de los Evangelios (Mt.10:2; 17:1; 26:37; Mr.5:37;
9:2; 13:3; 14:33; Lc.6:14; 8:51; 9:28; 22:8, especialmente Jn.13:23-25 y
22:20-23). En el libro de los Hechos, Pedro asume el rol del herma-
no mayor, siguiéndolo Juan en todo momento (Hech.3:1,3,11; 4:13,19;
8:14; Gál.2:9). Pedro es quien ejerce la palabra y conduce las acciones
(Hech.3:4,6,12; 4:8; 8:20), probablemente ostentando una actitud so-
breprotectora hacia su colega menor, a pesar de que Jesucristo había
advirtido sobre esos peligros (Jn.22:20-23). En ningún momento se ve a
Juan tomar la iniciativa o adoptar una postura directiva, por el contra-
rio, permanece siempre bajo la sombra del mayor. Esta situación conti-
núa hasta la muerte prematura del hermano, decapitado por Herodes
(Hech.12:2). Allí se inicia la etapa del silencio del apóstol, cuando se
cierran los registros, quizás por respeto a su pesar y sufrimiento.

El silencio de la tribulación
“Para que a través del despojamiento y el silencio se sienta otra vez,
de modo directo, la voz de Dios o de la verdad, el roce sublime de la belleza,
la calma de una conducta santa, el misterioso llamado del héroe”.
Víctor Massuh

En la noche progresa la elocuencia de lo indecible, el verbo inau-


dito, los vocablos secretos del silencio modelador de las fuerzas inte-
riores. El hecho fue que Herodes Agripa I, sobrino de Herodes Anti-
pas, el asesino de Juan el Bautista, procuraba ansiosamente obtener el

Mario Pereyra
212 Psicología de los Personajes Bíblicos

favor de los judíos, con la esperanza de asegurarse cargos y honores.


Por lo mismo, persiguió a la iglesia cristiana para congraciarse con los
dirigentes judíos. Prendió a Santiago, lo envió a prisión, y destinó a
alguien que lo matara a filo de espada. Cuando obtuvo el beneplácito
de los judíos, se volvió más temerario y envió a Pedro a la cárcel. Esos
episodios fueron un golpe terrible para Juan. Sus modelos humanos
desaparecieron, quedando en la orfandad y el desaliento. Durante 60
años no hubo registro inspirado de lo que le sucedió a Juan. La última
información aparece cuando fue comisionado para acompañar a Pedro
a Samaria (Hech.8:14). ¿Qué sucedió con el apóstol durante ese impor-
tante lapso?
Ireneo, un padre de la Iglesia, dice que Juan escribió el Apocalipsis
a fines del gobierno del emperador Domiciano, quien murió en 96 d.
C. Un documento apócrifo, “Los hechos de los santos apóstoles y del
evangelista Juan el teólogo”, describe con grandes detalles el arresto
de Juan y cómo compareció ante Domiciano, en cuyo tiempo el apóstol
dio testimonio del evangelio. Se dice que en presencia del emperador
Domiciano bebió una pócima sin sufrir daño, y que resucitó al servidor
del rey. Según Tertuliano, que escribió a príncipios del siglo III, Juan
fue arrojado en un tanque de aceite hirviente, y fue sacado sin daño,
poco antes de ser exiliado a la isla de Patmos.
El hecho fue que, a fines del primer siglo, Juan aparece desterrado
a la isla de Patmos, en medio del mar Egeo, por orden del emperador
Domiciano, cuando todos los apóstoles habían fallecido. Patmos es una
pequeña isla, rocosa y árida, de 15 km de largo y 10 de ancho. De acuerdo
a Plinio, ese lugar se usaba como colonia penal, quizás para recluir a los
presos de máxima peligrosidad. Victorino de Petavio (303 d. C.) agrega
que los condenados era obligados a trabajar en las minas. En ese lugar in-
hóspito y solitario, Dios le reveló a Juan el Apocalipsis. Allí se presenta,
declarando. “Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación,
en el reino y en la paciencia de Jesús, estaba en la isla de Patmos, por
causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús” (Ap.1:9).
Hay que entender que esos años de silencio y soledad fueron una
etapa de tribulación y maduración. Privado de la compañía de sus her-
manos y amigos, aprendió a confiar exclusivamente en el compañeris-
mo de Cristo. Su vitalidad ardiente y violenta fue suavizándose por me-

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 213

dio del aprendizaje del amor. Su espíritu dependiente e influenciable


adquirió autonomía y firmeza. Seguramente tuvo tiempo para recordar
las enseñanzas del Maestro, como la oración: “No ruego que los quites
del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn.17:15). Y aquellas otras
palabras del Maestro: “En el mundo tendréis tribulación; pero tened
buen ánimo; yo he vencido al mundo” (Jn.16:33). Fue un tiempo para
consolidar y profundizar la disposición contemplativa y reflexiva.
Afirma con certeza Ernesto Sábato (2000, 64): “Las tres grandes
religiones de Occidente nacieron del desierto, esa especie de metáfora
de la nada en la que el infinito se conjuga con la finitud del hombre”. El
filósofo judío Levinas, también veía en el desierto la verdadera fuente
del espíritu, capaz de sustituir el suelo con la letra. El apóstol Juan es
hijo del desierto, allí conquistó el terreno invisible de su alma, descu-
brió quién realmente era, pudo saber el profundo significado del amor
al prójimo. Fue en la soledad, el desarraigo y la aflicción donde apostó
a seguir las huellas de su Maestro con una nueva y sólida comprensión.
Repasó cada incidente y cada palabra escuchada de boca de Jesucristo,
desató los nudos de los signos no comprendidos, sacó a la luz los contor-
nos de nuevos significados. Juan acuñó en el mármol de sus recuerdos
la historia con un cincel perdurable. Entonces, los silencios empezaron
a sostener las voces reveladoras de las buenas nuevas de la salvación,
reproduciendo un nuevo canto de ¡Aleluya!, un himno de alabanza al
Cordero inmolado, el único “digno de tomar el poder, las riquezas, la
sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Ap.5:12).

Las revelaciones del destino


Se atrevió a la aventura de ver más allá y vislumbrar el misterio de todas las cosas,
reorganizando la percepción a partir de una óptica nueva.
Una búsqueda de la sustancia divina que convierte el universo en un espacio de revelaciones.

¿Cómo fue la personalidad de Juan en la última etapa de su vida?


Es la consumación de un espíritu refinado, sensible e inmaculado;
cuando brilla esplendorosamente la belleza de su carácter y proporcio-
na la inspiración a millones a través de los siglos, por medio de sus es-
critos extraordinarios; un ejemplo de excelencia realizada. Es cuando

Mario Pereyra
214 Psicología de los Personajes Bíblicos

se distingue como el discípulo del amor, a través de las tres cartas que
escribió en las cuales derrocha dulzura, lucidez y resolución. Aunque
habla mucho del amor, no vacila en poner de manifiesto el verdade-
ro carácter de esa clase de personas que pretenden ser santificadas y
seguir transgrediendo la ley de Dios. “El que dice: Yo le conozco, y
no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso” (1Jn.2:4,5). Khalil
Gibran (1975, 156) decía de Jesús, palabras que podrían aplicarse a los
escritos de Juan: “sé que les hablaba de amor porque había melodía en
su voz, y sé que hablaba de poder, porque había ejércitos en sus adema-
nes”. Su voz de amor acaricia y reprende, enternece y conmueve.
Sabemos que el “amado, afectuoso Juan estuvo en el exilio en la
solitaria isla de Patmos”, “allí Jesús se encontró con él. . . Le fue permi-
tido mirar el trono de Dios y contemplar a los redimidos de ropas blan-
cas que habían venido de gran tribulación y que habían lavado y blan-
queado sus ropas en la sangre del Cordero” (White, carta 10, 1879).
Las ansias de trascendencia fueron gratificadas plenamente por parte
de Dios, al confiarle la revelación más prodigiosa que un ser humano
jamás haya contemplado desde los tiempos del Antiguo Testamen-
to, juntamente con Daniel. El Apocalipsis pregona las condiciones de
nuestra era, hace una descripción feroz de un mundo encaminado a la
destrucción, sobre el cual caen implacablemente las últimas plagas, con
sus secuelas de “tormento y llanto” y fuego consumidor. El llamado
“hijo del trueno”, ahora observa los truenos gigantescamente mayores
de Dios. Aquel adolescente que quería lanzar fuego sobre los impíos
samaritanos como un nuevo Elías, ahora anciano, observa horrorizado,
el descenso de los fuegos en raudales infinitos, no sobre una pequeña
comarca, sino sobre todo el mundo, un cuadro verdaderamente pavo-
roso de conflagración terrestre. Su sed de justicia que quería castigar
el rechazo a Cristo, ahora es saciada por la visión terrorífica del juicio
universal de los impíos que sufren el castigo eterno del “vino del furor y
de la ira del Dios Todopoderoso”, al ser lanzados al “lago de fuego que
arde con azufre” (19:15,20). Sus pasiones juveniles se convierten ahora
en una pesadilla insoportable.
Pero el Apocalipsis también muestra otro Juan, el que cruzó el de-
sierto de la tribulación, reproduciendo llamados angustiosos de amor
en busca de arrepentimiento (2:5,16,21,22; 3:3,19), aunque sabe que

Universidad de Montemorelos
Vidas Excelentes 215

muchos persistirán en su obcecación pecaminosa (9:20,21; 16:9,11), y


de pedidos a “Temer a Dios” y darle honra (14:7). No sólo la misericor-
dia alcanza a la iglesia a través de cálidas reconvenciones a la fidelidad
(2:5,10,16,25; 3:3,11,19), también alcanza a los que viven en Babilonia,
diciendo: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus
pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (18:4). Es claro que habrá un
forzoso desenlace para este mundo, un juicio final, en el que los buenos
heredarán el cielo y los malvados recibirán su castigo, concluyendo con
una patética exhortación a prepararse para estar listos para la venida
de Cristo: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga:
Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente” (22:17).
Conviene señalar que hay un episodio conmovedor en el Apocalip-
sis, que exhibe la notable diferencia producida entre el joven y el ancia-
no Juan. Se encuentra en el capítulo 7, versos 13 y 14. En plena visión
celestial, mientras contemplaba a los 144.000 mil sellados, convertidos
en “una gran multitud”, uno de los seres celestiales se le acercó, pre-
guntándole: “Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son
y de dónde han venido?” Y el anciano apóstol contesta con humildad
y con plena conciencia de su ineptitud para algo así, diciendo: “Yo le
dije: Señor, tú lo sabes” (7:13,14). Esa respuesta está muy lejos de ser
la reacción que hubiera producido el Juan adolescente, quien segura-
mente habría arrojado rápidamente, en forma impulsiva, alguna idea
con respecto a la identidad de ese grupo.
En esa etapa escribe también el Evangelio que lleva su nombre.
En él imprime una visión diferente de los otros tres Evangelios sinópti-
cos. Parece respirar una atmósfera más íntima y personal, saturado de
encuentros personales, de expresiones que resuenan con significados
sugestivos, como provocativos, con un lenguaje musical, relatando las
palabras y las obras de Cristo con un encanto singular y una profundi-
dad única. En su Evangelio, Juan se identifica con la honrosa designa-
ción del “discípulo amado” (13:23-25; 19:26; 21:7,20). ¿Por qué? Po-
dría haber ostentado otros muchos títulos o expresiones nominativas
o calificativas, pero eligió ésta que habla de la fuerza y naturaleza del
vínculo con Cristo. ¿Cuáles fueron las razones? La crítica teológica ha
ocupado mucho espacio en identificar y definir el personaje al cual se

Mario Pereyra
216 Psicología de los Personajes Bíblicos

refiere con ese título (ver, por ej., Schnackenburg, 463-480). Por nues-
tra parte, seguimos la interpretación clásica de vincularlo al autor. Se
niega esa identificción con el argumento de que “es difícil imaginar que
el discípulo amado se presentase personalmente con tan amnbiciosa
designación” (Ídem, 471). Estimamos que el título responde a la valo-
ración juanina del amor, que supera a cualquier otro autor. Por ejem-
plo, el verbo “agapao”, amor, es citado 34 veces en el Evangelio, 30
veces en las epístolas y 4 veces en el Evangelio, haciendo un total de
68 referencias, mucho más que Pablo, el segundo autor que utiliza el
término 37 veces en todas sus epístolas.
San Agustin adoptó una conocida fórmula que sentenciaba: “La
medida del amor es amar sin medida”. El apóstol Juan aprendió a ca-
nalizar su vitalidad agreste y arrolladora, siguiendo una fórmula pare-
cida que le enseñó su Maestro y que transmitió en estas palabras: “Si
nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha
perfeccionado en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en
él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu... Y nosotros he-
mos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios
es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en
él” (1 Jn.4:12-16). Es evidente que habla alguien que había “perfeccio-
nado” el amor en el camino de la adversidad, conociendo por experien-
cia propia, el cuidado providente de Dios, y afirmando ese saber en su
propia experiencia de un modo sólido; o, para expresarlo en lenguaje
juanino, “permaneciendo en Él”. Así descubrió que el amor es el fun-
damento de todas las virtudes, y que el amor es tratarte a ti como Dios
me trata a mí.

Universidad de Montemorelos
Capítulo 7

El desarrollo humano
según la Biblia

1. TEORÍAS PSICOLÓGICAS DE LA PERSONALIDAD

La vida es más fácil cuando etiquetamos a las personas

L
o las cosas y nos movemos en función de esas etiquetas.

a psicología del desarrollo se entiende a partir de las diferen-


tes teorías sobre la personalidad, sostenida por los autores o
las escuelas que las crearon. La investigación psicológica ha
revalidado algunas teorías y desechado otras, por no encon-
trar evidencias empíricas que las respalden. Entre las teorías reconoci-
das por la comunidad científica en el área, se encuentran dos grandes
grupos, las que responden a perspectivas categoriales y aquellas otras
que derivan de perspectivas dimensionales. Históricamente, han sido
las concepciones categoriales las que han producido mayor cantidad de
modelos y tipologías, aunque en la actualidad predominan las teorías
dimensionales.
El primer grupo de teorías, las categoriales, comprende las anti-
guas teorías de los temperamentos, las biotipologías de Krestchmer y
Sheldon, como los aportes de Sigmund Freud, Erik Erikson, Carl Jung,
Karen Horney, Albert Ellis, Erich Fromm, B. F. Skinner, Albert Ban-
dura y Gordon Allport, entre otros. Por ejemplo, la idea de autonomía
funcional llevó a Allport y sus seguidores, Vernon y Lindzey, a desarro-
( 217 )
218 Psicología de los Personajes Bíblicos

llar un modelo categorial de personalidades basado en valores y una


prueba de valores. Identificaron seis tipos de personas:
“Teórico”, un científico, por ejemplo, valora la verdad;
“Económico”, un comerciante, valora la utilidad;
“Estético”, un artista, valora la belleza;
“Social”, una enfermera, valora el amor hacia las personas;
“Político”, valora el poder;
“Religioso”, una monja, valora la unidad.
Otra típica teoría categorial, muy utilizada son las clasificaciones
operativas actuales de las enfermedades, como la Clasificación Interna-
cional de las Enfermedades de la OMS, en su décima versión, conocida
como CIE-10 y el DSM-IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders, cuarta versión), de la Asociación Psiquiátrica Americana.
La ventaja de los modelos dimensionales es que se basan en dimen-
siones estables de la personalidad, constituidas por la agrupación em-
pírica de rasgos y características. Las mismas se encuentran en todos
los individuos, y constituyen la desviación excesiva, según el grado de
su presencia o ausencia, lo cual caracteriza a los trastornos de la perso-
nalidad. Al surgir de una agrupación factorial empírica (resultado de la
aplicación de procedimientos estadísticos multivariables), las dimen-
siones reflejan con mayor fidelidad las posibles entidades psíquicas o
biológicas existentes. Por lo tanto, estas teorías se aplican tanto a per-
sonalidades sanas como a enfermas.
La teoría estadística de la personalidad tiene una larga historia.
Desde la introducción del modelo tridimensional de Eysenck ―que
reconoce tres categorías: neuroticismo, extroversión y psicoticismo―
han proliferado los estudios, intentando hallar nuevas dimensiones o
agrupaciones de rasgos de la personalidad. Una célebre teoría llegó a
definir 16 factores (y posteriormente, incorporaron 4 más, llegando a
un total de 20), elaborada por Catell, que fue operacionalizada por el
instrumento denominado 16 PF.
Otra importante aportación en este campo ha sido el modelo tri-
dimensional de Cloninger. Las tres dimensiones propuestas por este
autor se denominan:
1) Búsqueda de la novedad (“novelty seeking”),
2) Evitación del peligro (“harm avoidance”) y

Universidad de Montemorelos
El Desarrollo Humano Según La Biblia 219

3) Dependencia del refuerzo (“reward dependence”).


“Novelty seeking”, se refiere a una tendencia heredable hacia la excita-
ción en respuesta a los estímulos novedosos. Este rasgo conduce a conduc-
tas exploratorias en busca de recompensa o de evitación de la monotonía.
“Harm avoidance”, es una tendencia heredada a responder intensamen-
te a indicadores de estímulos aversivos, aprendiendo por ello a inhibir la
conducta con el objeto de evitar el castigo. “Reward dependence”, es una
tendencia heredada a responder intensamente a signos de recompensa,
particularmente verbales de aprobación social o sentimental.
En los últimos años, se observa un creciente interés por sustituir las
tradicionales clasificaciones categoriales de la personalidad por modelos
dimensionales. Entre las distintas teorías y modelos descriptivos de la
personalidad, en los últimos años ha tenido una importante aceptación
entre los investigadores la denominada “Teoría de los Cinco Grandes”
(Big Five), según la cual se sugiere la existencia de cinco dimensiones fun-
damentales para describir y evaluar la personalidad, cuya nomenclatura
más popular es: extraversión, amabilidad, responsabilidad, neuroticismo
y apertura a la experiencia. En general, los investigadores no parecen
ponerse de acuerdo en cuál debe ser el nombre más adecuado de es-
tos cinco grandes factores de la personalidad. Este modelo, desarrollado
a partir de la investigación psicométrica, inicialmente comprendía tres
dimensiones, Neuroticismo, Extraversión y Apertura a la experiencia,
que se evaluaba con el NEO-PI (1985) y, posteriormente, en una versión
revisada se amplió a cinco factores, elaborándose el NEO-PI-R (Costa,
McCrae y Dye, 1991; Costa y McCrae, 1992).

Dimensiones del Neo-Pi-R


“La esperanza de que el método del análisis factorial pudiese clarificar
el dominio de la personalidad, anunciada desde hace años por Erikson (1957)
y Jensen (1958), parece haberse cumplido”.
J. M. Digman

Factor I (Extroversión): Comprende el aspecto cuantitativo de


la interacción interpersonal. La extroversión está compuesta de las si-
guientes facetas:

Mario Pereyra
220 Psicología de los Personajes Bíblicos

1) Cordialidad o capacidad para establecer vínculos con otros;


2) Gregarismo o preferencia por estar en compañía de los demás;
3) Asertividad que recoge las nociones de dominancia, ascenden-
cia, o la tendencia a evitar confrontaciones;
4) Actividad o necesidad de estar ocupado y desplegar movimien-
tos vigorosos;
5) Búsqueda de emociones: definida como la tendencia a acercarse
a las fuentes de estimulación;
6) Emociones positivas, esto es, la tendencia a experimentar con
más frecuencia emociones que tienen que ver con la alegría, la
felicidad, etc.

Factor II (Amabilidad): Comprende aspectos cualitativos de la


interacción de modo continuo, que va de la “sensibilidad a los senti-
mientos de los demás, a la dureza emocional” (Costa y McCrae, 1985).
La dimensión Amabilidad se caracteriza por las siguientes facetas:
1) Confianza o tendencia a atribuir intenciones benévolas a los de-
más;
2) Franqueza: los individuos que puntúan alto en esta escala son
francos y sinceros;
3) Altruismo o preocupación activa por los otros, generosidad;
4) Actitud conciliadora: cooperativo, inhibir la agresión, perdonar
y olvidar;
5) Modestia: gusto por quedarse en la sombra y pasar desapercibi-
do;
6) Sensibilidad a los demás: tendencia a experimentar simpatía y
preocupación por los demás.

Factor III (Responsabilidad): Comprende el grado de organiza-


ción, persistencia y control de la conducta dirigida a metas concretas.
Se distinguen las siguientes facetas:
1) Competencia: se trata del sentimiento personal de capacidad, la
autoestima;
2) Orden: tendencia a la limpieza, al orden y a mostrar un compor-
tamiento organizado;
3) Sentido del deber: se adhieren a principios éticos y al cumpli-

Universidad de Montemorelos
El Desarrollo Humano Según La Biblia 221

miento escrupuloso de las obligaciones;


4) Necesidad y motivación por logros: se refiere a altos niveles de
aspiración;
5) Autodisciplina: habilidad para empezar tareas y llevarlas a
cabo;
6) Deliberación: tendencia a pensar cuidadosamente antes de ac-
tuar.

Factor IV (Neuroticismo): Comprende el grado de ajuste emo-


cional, e incluye otras características: impaciencia, baja tolerancia a la
espera y frustraciones. Las facetas que lo componen serían:
1) Ansiedad: abarca tensión, nerviosismo, tendencia a sobrepreocu-
parse, tendencia a experimentar miedos;
2) Hostilidad: tendencia a la irritación, enojo, enfado, frustración y
estados afines;
3) Depresión: abarca sentimientos de culpa, tristeza, soledad, etc.;
4) Ansiedad social: definida por sentimientos de vergüenza, sensibi-
lidad al ridículo, inferioridad;
5) Impulsividad: dificultad para controlar impulsos y necesidades;
6) Vulnerabilidad: dificultad para controlar el estrés.

Factor V (Apertura a la Experiencia): Evalúa la búsqueda de


experiencias, el gusto por lo desconocido y su exploración en áreas
como:
1) Fantasía: imaginación vívida y fantasía activa;
2) Estética: apreciación del arte y la belleza;
3) Sentimientos: implica actitud receptiva a los propios sentimien-
tos y emociones;
4) Acciones: interés por diferentes actividades, ir a sitios nuevos, o
comer cosas poco frecuentes, etc.;
5) Ideas o curiosidad intelectual: apertura de la mente a cosas nue-
vas;
6) Valores: tendencia a reexaminar los valores sociales, religiosos y
políticos. Representa lo contrario del dogmatismo.

Mario Pereyra
222 Psicología de los Personajes Bíblicos

2. LA CONCEPCIÓN BÍBLICA

“La personalidad estará enraizada en una historia, en un mundo de valores,


en una narración en la que encuentra sentido, en un trasfondo del cual no se puede saltar
y que da respaldo a lo que llama ‘lecciones morales y espirituales’”.

¿Hay una teoría bíblica de la personalidad? ¿Algunas de las teorías


de la psicología contemporánea podrían dar cuenta de las experiencias,
luchas y vicisitudes de los hombres bíblicos? ¿Cuáles son las dimensiones
que la Biblia estima como claves para la definición de la personalidad?
Por cierto que la Biblia no es un libro de psicología ―aunque hay mucha
psicología en ella―, ni menos un texto científico de estudio del ciclo vital
o de la personalidad. No obstante, es claro que las Escrituras sostienen
valores bien definidos, algunos de los cuales son considerados virtudes
loables, dignos de aplicarlos a la vida y otros, estimados perniciosos y
rechazados como malignos. Hay, pues, una idea de lo que es una vida
correcta y excelente, así como una existencia arruinada. Por lo tanto, te-
nemos una teoría implícita que se desprende de los preceptos bíblicos y
de la evaluación que realiza de la experiencia encarnada de los hombres
y mujeres que han sido protagonistas en el escenario del canon bíblico.
La concepción bíblica acerca de la persona humana no se asemeja
a ninguna teoría psicológica existente. La teoría de los temperamen-
tos, por ejemplo, que curiosamente ha tenido tanto éxito en algunos
medios religiosos (no en medios académicos, donde esa teoría no tiene
validez reconocida), en el estudio de los personajes bíblicos, no es origi-
nada en las Escrituras ni tiene en ella ningún elemento que la respalde,
sino tan solo el entusiasmo que algunos han creído ver reflejado en el
pensamiento bíblico. Así, se han popularizado moldes como “Abraham
era flemático”; “Moisés, colérico”; “Pedro, sanguíneo”, y otros por el
estilo. Jamás las Escrituras recurren a tales caracterizaciones, segura-
mente desconocidas por los escritores bíblicos. Tampoco aluden, como
es lógico, a otras teorías que se acuñaron posteriormente. De modo
que no se puede conocer el pensamiento bíblico a través de teorías ex-
ternas, sino penetrando en su propio entramado expresivo, donde se
desarrollan las ideas y circunstancias que otorgan sentido a los hechos.

Universidad de Montemorelos
El Desarrollo Humano Según La Biblia 223

¿Cómo funciona el pensamiento bíblico? ¿Cuáles son los criterios


o esquemas organizadores de las funciones y aplicaciones de los episo-
dios y los protagonistas? Entre los comentaristas bíblicos, por ejemplo,
predomina el criterio de tratar los sucesos buscando las “aplicaciones
prácticas”, esto es, extrayendo las “lecciones espirituales o morales” que
puedan ennoblecer y elevar la conducta religiosa del feligrés. Así, por
ejemplo, se apela a la “integridad” moral de José, al vencer la seducción
de la mujer de Potifar, o la “fidelidad” de Daniel, que continuó orando
con las ventanas abiertas, aun contra la ley que impedía hacerlo. Cierta-
mente, hay episodios que el autor bíblico enfatiza para resaltar la ense-
ñanza moral, pero muchísimas veces la narración se atiene a los hechos
sin esforzarse en realzar valores o distinguir lecciones espirituales.
Los protagonistas del escenario bíblico no son fácilmente susceptibles
de ser esquematizados en cuadros o clasificaciones, como hacen los ento-
mólogos con los insectos, que encuentran tantos tipos diferentes ―800.000
han encontrado hasta el momento―, para descubrir un universo riquísimo
e infinito. La investigación psicológica ha descubierto que resulta más fácil
encasillar la patología que la salud. El deterioro que causa la enfermedad
simplifica y torna rígida la exuberante riqueza de la vida. Así, por ejemplo,
no es difícil descubrir un trastorno de personalidad dependiente en el rey
Acab o un trastorno disocial en Herodes Antipas, pero ¿cómo clasificar
a José, Daniel o Juan? ¿Qué tipo de personalidad han desarrollado? So-
lamente podemos caracterizarlos en función de algún rasgo relevante, y
hablar de Josué el militar, el sabio Daniel, Juan el apóstol del amor, pe-
cando de esquemáticos. Sin embargo, se puede pensar la “teoría bíblica”
de la personalidad y el desarrollo humano, no en función de una tipología,
sino de criterios o componentes a los cuales recurren constantemente los
escritores bíblicos, para entender implícitamente cómo se construye, des-
envuelve y perfila un diseño propio de personalidad.

Componentes para una teoría bíblica de la personalidad

Se puede identificar, por lo menos, diez componentes bíblicos impor-


tantes en la constitución de la persona humana y su desarrollo. No son los
únicos, pero son relevantes para aproximarnos a la comprensión del pen-
samiento producido por la revelación, en el área de la psicología de la per-

Mario Pereyra
224 Psicología de los Personajes Bíblicos

sonalidad. Un análisis más exhaustivo podrá encontrar otros principios,


fundamentos o variables clave, como aquéllas referentes al promedio de
vida, las etapas vitales y los rasgos característicos de cada una de ellas; u
otros temas valiosos como son los relacionados con el trabajo y el descan-
so, la enfermedad y la salud, la relación de padres e hijos o entre esposos y
hermanos, y tantos otros aspectos que tienen que ver con el concepto del
hombre que emerge del texto bíblico. Por razones obvias, nos concentra-
mos, exclusivamente, en los puntos que a continuación abordaremos.

(1) la participación activa de la persona divina

El ser humano se constituye en íntima relación con el ser divino, ya


sea siguiendo su voluntad o en oposición a ella, pero siempre la presencia
divina es decisiva. La realidad de Dios no es una mera creencia ni un con-
cepto abstracto en el texto bíblico, es una persona presente y activa en la
vida de los personajes bíblicos. Interactúa con ellos todo el tiempo y las
intervenciones de Dios son decisivas en la mayor parte de los personajes
bíblicos, tanto en su desarrollo como en la definición de su personalidad.
En algunos casos, la persona divina se hace presente en forma directa
y encarnada, por ejemplo, a través de teofanías (por ej., Sal.97, Hab.3),
ya sea en forma de voz, visión, presencia o en la expresión suprema de
la encarnación de Jesucristo (Heb.1:1,2). A veces no es Dios en persona
quien aparece, sino un mensajero divino, como son los ángeles (por ej.,
el ángel Gabriel a Daniel, Dn.9:21) o un profeta (como Natán a David, 2
Sam.12:1) e incluso algún fenómeno natural (como ocurrió con Elías; ver
1 Rey.19:11-13). El hecho es que lo trascendente y sobrenatural es algo
normal en los personajes bíblicos, no un fenómeno exótico o extraordi-
nario que se encuentra fuera de la realidad humana, como suponen las
teorías psicológicas del desarrollo humano y de la personalidad.

(2) singularidad

El texto bíblico no presenta clasificaciones, categorizaciones o agru-


paciones por tipos de personalidades. Es cierto que Hans Wolf (1975)
ha identificado cuatros tipos del Antiguo Testamento, haciendo un es-
tudio de los términos hebreos aplicados al hombre. Así identifica,

Universidad de Montemorelos
El Desarrollo Humano Según La Biblia 225

1) el hombre necesitado, derivado del hebreo “napas”;


2) el hombre efímero, derivado de “basar”;
3) el hombre fortalecido, de “ruah”; y
4) el hombre razonante, de “lebab”.
Pero esta tipología responde a estructuras antropológicas más que
a personalidades psicológicas. Los personajes bíblicos son individuos
únicos, caracterizados por su singularidad e individualidad. No hay
cuatro temperamentos, ni cinco factores generales, ni agrupaciones
por rasgos comunes, ni doce personalidades paradigmáticas como sos-
tiene algún teólogo (basado en las 12 tribus de Israel, los 12 apóstoles y
las 12 puertas de la nueva Jerusalén). No hay dos personajes idénticos,
aunque puedan coincidir en algunos rasgos o aspectos de personalidad.
Los escritores bíblicos no se interesan en comparar ni buscar relaciones
más que para destacar alguna particularidad común, como por ejemplo,
se dice de Elías que tenía las mismas pasiones que nosotros (Stgo.5:17),
para mostrar que todos somos humanos, con igual naturaleza. Lo que
frecuentemente reconocen los autores de la Biblia son las influencias
de unos sobre otros, especialmente de padres a hijos, tanto en hacer el
bien como el mal (ej., Omri y su hijo Acab, que siguieron “los caminos
de Jeroboam, hijo de Nabat”, 1 Rey.16:26,31); pero aun en esos casos,
se distingue cada individuo por su forma propia de ser. En consecuen-
cia, la singularidad es un aspecto esencial en el tratamiento de los per-
sonajes bíblicos.

(3) Multidimensionalidad de la personalidad humana

En esa singularidad, los protagonistas del texto sagrado se carac-


terizan por diferentes dimensiones de personalidad, que pueden ser
valoradas tanto en forma positiva como negativa. Existe una amplia
variedad de manifestaciones y comportamientos que distinguen aspec-
tos o conductas valiosas, como por ejemplo la integridad de Job, la fe
de Abraham, la sabiduría de Salomón, el fervor apasionado de Elías,
la lealtad de Daniel, el espíritu intrépido de Pablo, el carácter amante
de Juan, etcétera, etcétera. En cambio, otros aspectos de carácter se
valoran negativamente, como la traición de Judas, el engaño de Ana-
nías y Safira (Hech.5:1-10), la crueldad de Herodes (Hech.12:20-23),

Mario Pereyra
226 Psicología de los Personajes Bíblicos

entre otros ejemplos. Por eso se dice que Dios aborrece la maldad
(Heb.1:9), muestra “severidad” (Rom.12:29) y es “fuego consumidor”
(Heb.12:29). De allí que el texto bíblico advierta: “Mirad, pues, la bon-
dad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para los que caye-
ron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues
de otra manera tú también serás cortado” (Rom.11:22). Esa amplia
multidimensionalidad psicológica y ética, exhibe una concepción del
hombre abierto a diferentes alternativas de desarrollo, variadas y ricas,
además de diseñar nuevas cartografías para la construcción de la per-
sonalidad humana.

(4) Sentido de misión

En Isaías aparece la voz divina preguntando: “¿A quién enviaré, y


quién irá por nosotros?” Esa pregunta puede considerarse el llamado a
la misión. La respuesta del profeta es la asunción de la misma: “Heme
aquí, envíame a mí” (Is.6:8). Los autores bíblicos le asignan un rol cen-
tral a la misión de la vida. Un ejemplo ilustrativo aparece en el capítulo
1 del Evangelio de Juan, cuando el Bautista es interrogado acerca de
quién es y qué hace. Su respuesta fue: “Yo soy la voz de uno que clama
en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta
Isaías” (Jn.1:23), revelando un claro y definido sentido de misión. To-
dos los grandes personajes dan evidencias de poseer un fuerte sentido
de misión. ¿Por qué la misión es tan importante para el desarrollo hu-
mano y la formación de la personalidad?
La misión da sentido a la vida, proporciona un fin guiador del com-
portamiento, organizando los pensamientos y los valores. Se centra en
lo que uno quiere ser (carácter) y hacer (aportaciones y logros), y en los
principios que fundamentan el ser y el hacer. En una persona, un enun-
ciado de misión se convierte en una “constitución personal”, dice Ste-
phen R. Covey (1990). Es la base para tomar las decisiones importantes
y también las decisiones cotidianas en medio de las circunstancias y las
emociones. Otorga fuerza en el cambio. La misión proporciona una
visión del futuro, desarrolla la autoconciencia y define el mapa de la
acción presente y futura. Es una brújula que describe con exactitud el
territorio a transitar, descubriendo las aptitudes singulares y las áreas

Universidad de Montemorelos
El Desarrollo Humano Según La Biblia 227

de contribución. Es ahí donde aparece la capacidad de autoconciencia,


se emplean las habilidades para imaginar, con el objeto de crear men-
talmente el fin que se desea, otorgando una dirección y finalidad a las
acciones y determinando el contenido de esa constitución personal.
La misión, en el texto bíblico, es una convocatoria divina, una forma
como el Todopoderoso interroga a cada hombre y mujer para que dé
cuenta de su destino y responsabilidad. Solo puede responderse con
la propia vida, con la actitud de entrega, como hicieron los apóstoles
cuando Jesucristo los llamó para ser “pescadores de hombres” (Mt.4:19;
Mr.1:16,17; Lc.5:10). La misión define los roles a desempeñar y las me-
tas a alcanzar. Cuando Jesús le dijo a Pedro, “Apacienta mis corderos”
y “Cuida mis ovejas” (Jn.21:15,16), le estaba asignando su misión. A
partir de ese momento, la vida del apóstol cambió radicalmente. Su
personalidad se transformó y su vida adquirió un nuevo sentido.
Elena de White asegura que la asignación de la misión viene acom-
pañada de los recursos para cumplirla. “Dios no dará su Espíritu a los
que no usarán el don celestial. Pero los que se apartan de sí mismos bus-
cando iluminar, animar y bendecir a otros, tendrán capacidad y energía
multiplicadas para gastar. Cuanto más luz entregan, más reciben”. La
historia bíblica muestra la veracidad de esas palabras. “Los profetas,
que anunciaron la gracia reservada”―dice 1 S.Pedro l:10,1l― lo hicie-
ron debido a que “el Espíritu de Cristo estaba en ellos”. Así, José fue
una luz en Egipto; por su pureza, bondad y amor filial, representó a
Cristo en medio de una nación idólatra. Lo mismo ocurrió con Daniel
y sus compañeros en Babilonia, Mardoqueo en Persia y Pablo en Asia
Menor, Grecia y Roma.

(5) Significado del nombre propio

“Los hebreos, como otros pueblos antiguos del Cercano Oriente,


daban gran importancia a los nombres personales ―dice el DBA, en
las págs. 846,847―. Tenían significados literales, y eran símbolos del
carácter y la personalidad de la persona; a veces, reflejaban el talante
o los sentimientos de quien daba el nombre. Los apellidos heredita-
rios eran prácticamente inexistentes en tiempos bíblicos. Cuando era
necesario distinguir a dos personas del mismo nombre, a menudo se

Mario Pereyra
228 Psicología de los Personajes Bíblicos

añadía un adjetivo que identificara al individuo, como en los siguientes


ejemplos: Saulo de Tarso, José de Arimatea, Jesús de Nazaret, Elías
tisbita, Jacobo hijo de Alfeo, Judas hermano de Jacobo, etc. Algunos
tenían uno adicional o alternativo, que se menciona en la Biblia como
‘sobrenombre’ (Hch. 10:5; cf Mr. 3:16, 17). Los de Abrahán, Israel y
Josué son ejemplos de nombres adicionales o reemplazantes de los an-
teriores de las personas indicadas”. “‘Nombre’, en algunos de éstos y
otros pasajes, asume un significado más amplio que el de identificar
a un individuo; significa ‘persona’, ‘carácter’, ‘autoridad’, ‘reputación’,
etc. (Ex. 5:23; 34:5, 6; Dt. 7:24; Hch. 1:15, DHH; Ap. 3:4; etc.)”
Hay nombres bíblicos formados por dos o más palabras, ej., Abi-
dán, “mi padre es juez”; Icabod, “la gloria se ha apartado”, y otros de
una sola palabra, ej., Débora, “abeja”; Barac, “relámpago”; Jonás, “pa-
loma”. A menudo tienen forma verbal, como Saúl, “pedido (a Dios)”
y Natán, “Dios ha dado”. Algunos nombres reflejan sentimientos, ej.,
Noemí, “mi agrado”; Sansón, posiblemente “pequeño sol”, y otros, los
teofóricos, contienen referencias a Dios, por ejemplo, Elías significa
“Yahweh es mi Dios”, Natanael, “Dios ha dado” y Ezequías, “Yahweh
ha fortalecido”. En el NT, el nombre Jesús recibe un énfasis especial.
Así, por ejemplo, se invita a orar en su nombre (Jn.16:23,24), la salva-
ción se obtiene por medio de su nombre (Hch.2:21; 4:12) y los primeros
cristianos estuvieron dispuestos a sufrir cualquier tortura por causa de
ese nombre (Hch.5:41).
Asimismo, el cambio de nombre es un indicador del cambio de la
personalidad. Por ejemplo, Pedro, “piedra”, antes se llamaba Simón
al cambiarle el nombre, significaba que sería un fundamento sólido en
la constitución de la Iglesia; de forma similar, Josué antes se llamaba
Oseas (Num.13:8,16). Hoy en día, los nombres cumplen una función
de identificación, pero en los tiempos bíblicos se escogía el nombre con
sumo cuidado porque daba testimonio de la fe y de la esperanza de
los padres (White, 1985, 352), de las circunstancias del nacimiento del
niño, de sus propias características, o se relacionaba con la misión de
su vida, sobre todo cuando el nombre había sido ordenado por Dios
(5CBA, Biblioteca electrónica, registro 301516/409576).

Universidad de Montemorelos
El Desarrollo Humano Según La Biblia 229

(6) La idea de conflicto

El concepto de conflicto es un componente básico en la reali-


dad vital y en la organización del ser humano. Las Escrituras describen
los orígenes del mundo y del hombre cuando el conflicto no existía,
pero tempranamente aparece el mal y el conflicto (Gn.1-3). Desde en-
tonces, se convirtió en un protagonista privilegiado de la historia hu-
mana. También la Biblia relata la etapa del posconflicto, cuando el mal
será erradicado definitivamente y dominará soberanamente el bien y la
felicidad eterna (Ap.22). En este contexto, ¿qué función cumple el con-
flicto en el desarrollo y la constitución de la vida humana? Tiene un rol
central. En ese sentido, declaraba Elena de White: “La vida cristiana es
una vida de lucha, de conflicto constante. Es una batalla y una marcha.
Pero cada acto de obediencia a Cristo, cada acto de abnegación por
amor a él, cada prueba bien soportada, cada victoria obtenida sobre
la tentación, es un paso más en la marcha hacia la gloria y la victoria
final” (Manuscrito 65, 1894). Por ese motivo, Pablo le decía a Timoteo:
“Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán
persecución” (2 Ti. 3:12).
El conflicto coloca al individuo ante alternativas opuestas, que
pueden experimentarse como motivaciones antagónicas o metas que
pueden llevar a direcciones opuestas. Probablemente fue Moisés quien
planteó esta disyuntiva existencial básica en aquellas célebres palabras:
“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el
mal” (Deut.30:15-20), reclamando en forma patética la elección y de-
cisión por el bien. El conflicto se vive en forma interna, personal, obli-
gando a tomar una decisión. Las decisiones que tomamos determinan
la clase de persona que seremos. En gran medida, lo que somos en el
presente, es el resultado de las decisiones que tomamos en el pasado.
Nuestro carácter, nuestros valores, prioridades e intereses son conse-
cuencia de nuestras decisiones. Por otra parte, nuestro futuro puede
moldearse a través de las decisiones que tomemos de aquí en adelante.
Podemos decidir ser obedientes a Dios, o hacer oídos sordos; dejar el
pecado o seguir en él; morir al yo o vivir para él. También decidimos
qué actitud tener frente a nuestro pasado, presente y futuro. Nuestras
decisiones, entonces, nos moldean.

Mario Pereyra
230 Psicología de los Personajes Bíblicos

(7) Presencia y significado de las crisis

Se trata de experiencias de profunda intensidad que conmocio-


nan la vida humana, produciendo una fractura en la continuidad vital,
generando un espacio de dolor, sufrimiento moral y otras alteraciones
importantes de la vida (como incluso la muerte, como en el caso de
Lázaro), promoviendo una etapa posterior diferente. Son cambios dra-
máticos e intensos que marcan un “antes” y un “después”. Abundan los
ejemplos al respecto, como Jacob, el engañador, que después de la cri-
sis de pelear con Dios, resurge renovado (Gn.32:24-32). Este caso pue-
de ser considerado paradigmático, ya que Jacob es Israel, el fundador
del pueblo escogido de Dios. Vemos, por lo tanto, que las crisis son una
suerte de lucha con Dios, una circunstancia de intervención de la tras-
cendencia. También Jesús las considera como una acción celestial, ya
que las atribuye a la acción del Espíritu Santo, según se desprende de
las atribuciones que le asigna al Consolador en Juan 16:7,8, que decla-
ra: “Convencerá al mundo de pecado, de justicia y de [crisis] juicio”.
Incluso, la división del texto bíblico en el Antiguo y Nuevo Tes-
tamentos, generada a partir de la vida y muerte de Jesucristo, puede
considerarse un símbolo de la idea de crisis, que produce una ruptura
del tiempo, donde lo posterior sustituye a lo anterior; donde lo mejor,
nuevo y excelente, se impone sobre lo viejo y pretérito. De hecho, con
una mirada macrocósmica, puede entenderse toda la experiencia hu-
mana como una crisis del universo, que da lugar, desde una eternidad
anterior a otra posterior, a partir de la renovación de todas las cosas.

(8) Trascendencia de las decisiones claves

Los fideicomisarios de los escritos de Elena de White, en el Prefacio


al libro Conflicto y valor, hacen el siguiente comentario: “El relato bíbli-
co de la vida de hombres y mujeres de la antigüedad presenta una gama
tan variada de situaciones diversas que cada uno puede identificarse
con algún personaje allí descrito. Será sabio quien saque del estudio de
ese relato aquello que guiará, enriquecerá y salvaguardará su propia
vida. Tomará valor de aquellos que triunfaron, y es de esperar que evi-
tará los sinsabores de aquellos que hicieron decisiones erróneas”.

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El Desarrollo Humano Según La Biblia 231

Desde la decisión de Eva, de tomar el fruto prohibido, que acarreó


los males que padece el mundo, la resolución y acción en la definición
de problemas o circunstancias específicas son trascendentes y cruciales
en la trayectoria de la existencia. La vida se realiza en la definición de
las decisiones claves. Un ejemplo paradigmático y metafórico es Rut,
quien en la encrucijada, donde los caminos se bifurcan, decidió unir
su suerte a la de su suegra y su pueblo, adjudicándose el privilegio
sin igual de constituirse en parte del linaje del Salvador del mundo. Es
inevitable tomar decisiones continuamente, pero hay algunas que son
claves porque afectan el futuro; esas resoluciones puntuales son deter-
minantes para el ser, hitos significativos en el desarrollo humano.

(9) El hombre en situación

Dice Martín Buber: “Me imagino que no esperan que les bos-
queje la personalidad de los líderes bíblicos. Esto sería una empresa
imposible de realizar, porque la Biblia no se ocupa de personalidades
ni de individuos, y por eso no se puede hacer este tipo de descripción.
La Biblia pinta otra cosa, particularmente describe a las personas en
situación. No se preocupa de la diferencia entre éstas; lo fundamental
es la diferencia entre las situaciones en que la persona, la criatura, la
persona designada, pasa o fracasa el examen”.
Es cierto que el hombre aparece en situación ―como dice Buber―,
pero no se trata de cualquier situación o circunstancia, sino aquellas que
son decisivas, que permiten conocer al personaje y su destino. El relato
bíblico es económico, de algunos personajes apenas presenta cuatro o
cinco situaciones de vida, como es el caso de Sansón, pero son claves
para descubrir los momentos relevantes de su existencia. Por ejemplo,
en Génesis se relata que Sara le pide a su esposo Abraham que expulse
a Agar e Ismael de su casa. Obviamente, esa reacción es la culminación
de las hostilidades que venían padeciendo Sara e Isaac de parte de la
concubina y su hijo. Cuando la situación llegó a un estado intolerable,
Sara hace el reclamo (Gn.21:9-11). También los silencios son significa-
tivos, tanto o más que las palabras. Por ejemplo, cuando Moisés des-
obedeció al golpear la piedra (Núm.20:10,11), hay un notable cambio
en el foco de la narración. Moisés y el pueblo de Israel, que hasta ese

Mario Pereyra
232 Psicología de los Personajes Bíblicos

momento habían sido los protagonistas del relato, desaparecen de la


acción por varios capítulos, centrándose el interés del relato en sucesos
externos, como los ardides de Balac y Balaam (Num.22-24).

(10) Importancia de la vida

A lo largo de todo el texto bíblico domina una tendencia biofí-


lica, de amor a la vida. “La Biblia es el libro de la vida ―afirma Me-
yer (1935, 299)―. Sus páginas están llenas de biografías; sin embargo,
sólo mencionan escasamente la muerte. La única muerte que describen
extensamente es la de Aquel que, muriendo mató a la muerte”. Por
ejemplo, acerca del fin terrenal de Moisés, dice brevemente el regis-
tro bíblico: “Subió de las Estepas de Moab al monte Nebo, cumbre del
Pisgá, frente a Jericó” (Deut.34:1, BJ). Allí contempló a la distancia,
por última vez, aquella tierra de esperanza, cerró sus ojos y su cuerpo
descansó, hasta que Dios lo rescató del poder de Satanás (Jud.1:9).
Es un hecho que los escritores bíblicos concedan más importancia
a las despedidas del moribundo que al mismo acontecimiento de la
muerte. La razón es que los agonizantes dan consejos y sus palabras
tienen como objetivo acrecentar el caudal de la vida con la experiencia
recogida a lo largo de ella. Josué y David, por ejemplo, se refieren a la
muerte, diciendo: “Emprendo el camino de todo el mundo” (Jos.23:14;
1 Rey.2:2); sin embargo, Jacob se despide de sus hijos y nietos con
expresiones clarividentes que encierran destinos y abren promesas
(Gn.48-49).

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Abreviaciones

AT= Antiguo Testamento


NT= Nuevo Testamento
DHH= versión bíblica Dios habla hoy
BJ= Biblia de Jerusalén

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