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ALFREDO FELK VAUCHER

ALFREDO FELIX VAUCHER

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Contenido
El a u to r............................................... 7
1. El anticristo de J u a n ............. 9
2. El cuerno pequeño de Daniel . . 19
3. El pequeño (gran) cuerno 37
de Daniel 8 ................................
4. El rey ensoberbecido 55
(Daniel 11:36-45)........................
5. El hombre de pecado ............... 65
6. La bestia con diez cuernos . . . 93
7. Panorama histórico .................. 95
Bibliografía......................................... 111

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El autor
Alfredo Félix Vaucher es un erudito in­
vestigador europeo. Profesor universitario
de larga experiencia, trilingüe, autor de nu­
merosos artículos y diversos libros y mono­
grafías, es reconocido como una autoridad
acerca de la vida y obra del celebre jesuíta
chileno Manuel Lacunza. Aunque ha pasa­
do los cien años, se mantiene activo y parti­
cipa todavía en asambleas, simposios y otras
manifestaciones culturales donde su aporte
es insustituible. Después de más de siete
décadas de incansable labor en Italia y en
Francia, fijó su residencia en Ginebra, Sui­
za. En mérito a sus valiosísimas contribucio­
nes, la Universidad Andrews, de Berrien
Springs, Michigan, Estados Unidos, le con­
cedió el título de doctor honoris causa.
7

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Capítulo 1

El anticristo de Juan
Los textos
La palabra griega antijristós, ha sido em­
pleada cinco veces por el apóstol Juan en sus
dos primeras epístolas. He aquí los pasajes,
según la versión Valera (rev. 1960):
“Hijitos, ya es el último tiempo; y según
vosotros oísteis que el anticristo viene, así
ahora han surgido muchos anticristos; por
esto conocemos que es el último tiempo.
Salieron de nosotros, pero no eran de noso­
tros; porque si hubiesen sido de nosotros,
habrían permanecido con nosotros; pero sa­
lieron para que se manifestase que no todos
son de nosotros... ¿Quién es el mentiroso,
sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este
es anticristo... Todo espíritu que no confiesa
que Jesucristo ha venido en carne, no es de
Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el
9

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10 EL ANTICRISTO

cual vosotros habéis oído que viene, y que


ahora ya está en el mundo” (1 Juan 2:18, 19,
22; 4:3).
“Muchos engañadores han salido por el
mundo, que no confiesan que Jesucristo ha
venido en carne. Quien esto hace es el en­
gañador y el anticristo” (2 Juan 7).
El término “anticristo” no se encuentra
en ningún otro pasaje de las Sagradas Escri­
turas. Pero Juan no hace más que retomar
una idea ya presentada por el apóstol Pablo,
quien ya había anunciado la llegada del an-
tikéimenos (adversario), descrito por el pro­
feta Daniel.
Significado de la palabra
La palabra antijristós está compuesta por
el nombre Jristós (Ungido) y el prefijo ,
que sólo puede tener dos acepciones. Antí
puede significar contra;o también e
de. El P. Rigaux opta por el primer signifi­
cado: “La palabra está formada sobre el
modelo de antítheos,empleada por
No significa en lugar de Cristo... sino en
contra de Cristo”.1 Digby adopta la segunda
acepción: “Aquel que se coloca en lugar de
Cristo en la tierra”. Si bien Filón usó la
palabra antítheos (antidios) en el sentido de
opuesto a Dios, Homero le da un significa-
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EL ANTICRISTO DE JUAN 11

do muy diferente al hablar del antítheos


(divino) Ulises. Antibasileus tiene tanto el
significado de rey rival, como el de virrey.
Antihypatos designa al vicecónsul o procón­
sul. Antitamiasse traduce como vicecuestor.
y^Antijristós no es de ninguna manera un
enemigo abierto de Cristo, sino alguien que
se disfraza de Cristo, a fin de seducir a su
pueblo”.4 “Etimológicamente la palabra no
significa una persona opuesta a Cristo, sino
un cristo opositor, un vicecristo”.5 “ ,
combinado con un título que designe a un
funcionario o a un hombre que ejerza algu­
na autoridad, significa siempre en lugar de".6
“El término no significa únicamente enemi­
go de Cristo, sino también un falso opositor
de Cristo, o un vicecristo, o ambas cosas a la
vez; un cristiano de profesión, aunque se
trata en realidad de un apóstata, y por lo
tanto un enemigo, pero disfrazado”.-=«a^ 4 í i'!'
Ricardo Chevenix Trench (1807-1886),
que daba la preferencia al primer significa­
do (contra), reconocía, sin embargo: "Antí,
en palabras compuestas, significa tanto con­
tra como en lugar de ”.8 El doble significado
de la palabra ha sido admitido por numero­
sos comentadores. Así lo hace Tomas New-
ton: “El nombre puede significar a la vez el
enemigo de Cristo y el vicario de Cristo: No
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12 EL ANTICRISTO

puede haber peor enemigo de Cristo, que


aquel que se arrogue su nombre y su poder,
así como no hay quien pueda oponerse más
directamente al rey, que quien usurpe su
título y su autoridad”.9 “Puede significar
tanto el adversario de Cristo, si se entiende
anti en el sentido de contra, como un falso
Cristo, un rival de Cristo, que trate de su­
plantarlo, si se entiende anti en el sentido de
en lugar de".10 "Anti puede interpretarse
mediante la palabra por [equivalente a en
lugar de], aunque también significa con­
tra”.1- “Compuesto por la preposición anti y
Jristós, la palabra designa a alguien que ac­
túa en lugar de, o en contra de Cristo”. ^
“Puede significar vicecristo o falso cristo
(significado adoptado por la versión Siría­
ca), o ambas cosas a la vez. Similarmente la
palabra antipapa no designa simplemente a
un enemigo del papa, como podría haber
sido un emperador germánico gibelino, sino
alguien que sustituye al papa legítimo, reci­
be honores de papa y ejerce sus funcio­
nes”. “Según el uso común de la lengua
helénica, cuando anti entra en composición
con un término que designe alguna función,
la palabra así formada adquiere necesa­
riamente uno de los dos significados si­
guientes, o ambos
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de libros la vez, a saber:
en PDFo un
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EL ANTICR1STO DE JUAN 13

funcionario -vicario, o un funcionario rival, o


un funcionario, que sea a la vez vicario y
rival, pero siempre un funcionario, y jamás
un rival que no sea funcionario de la misma
especie., cPor consiguiente antijristós debe
significar necesariamente o un reemplazan­
te de Cristo o un Cristo rival, o ambas a la
vez; pero siempre un Cristo, ya sea verdade­
ro o falso; y el sentido usual del griego jamás
permitiría que se entendiera por antijristós
a un enemigo de Cristo, que no fuese a la
vez un vicecristo (sea verdadero o falso), y
que no pretendiese pasar por el Cristo, o por
el vicario de Cristo, así como un papa es un
enemigo, que se hace pasar por el papa”.14
“El término antecristo puede en griego sig­
nificar, tanto el adversario de Cristo (toman­
do la preposición antí en el sentido de
contra), como un falso cristo, un rival de
Cristo, que pretende ocupar su lugar (to­
mando antí en el sentido de en . 15
“La palabra antecristo, forjada tal vez por
San Juan, debe entenderse teniendo en
cuenta el doble significado del adverbio
(sic) antí (contra y en lugar de): es el adver­
sario y (con ese fin) la falsificación o falsa
representación de Cristo”.16 “Anticristo, es
decir, adversario, y que pretende maliciosa­
mente ser vicario de Cristo. Antí significa
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14 EL ANTICRISTO

tanto contra como por, o en lugar de. Es


anticristo, entonces, quien sea a la vez ad-
versario y vicario de Cristo.
Ortografía
Siendo éste el significado de la palabra
anticristo, la forma antecristo ( en
francés) no se justifica en absoluto. San
Agustín ya protestaba contra aquellos que
traducían la preposición griega antí con la
latina ante (delante), porque la manifesta­
ción del anticristo debe preceder el retomo
de Cristo.18
“Se debe a un error el que el griego
antí=contra, confundido con el latín an-
te=delante, haya dado antecristo”.19 “Sería
más correcto, y estaría más de acuerdo con
el original griego decir anticristo; el término
comúnmente usado antecristo, designa a
ese personaje futuro, no tanto como el ad­
versario de Cristo, sino como aquel que
precederá su parusía”.20 “Nosotros escribi­
remos anticristo según la etimología de esta
palabra, aunque la Academia haya consa­
grado el uso de la forma incorrecta ante­
cristo”.21
Doctrina
Gaussen ya señalaba, que los pocos ver­
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EL ANTICRISTO DE JUAN 15

sículos de la Escritura que mencionan al


anticristo, están demasiado aislados y son
demasiado concisos, para proporcionar los
elementos de una doctrina, y que evidente­
mente Juan se refería a profecías anteriores.
Agreguemos, que el mismo apóstol hace
una contribución apreciable a este tema en
su Apocalipsis donde, sin que figure su nom­
bre, el anticristo es descripto mediante el
símbolo de una bestia con diez cuernos.
Conviene, pues, reunir los datos contenidos
en las profecías de Daniel, en la segunda
epístola de Pablo a los tesalonicenses y en
el Apocalipsis, antes de formular una doc­
trina completa acerca del anticristo. Por
ahora nos atendremos a esta declaración,
tomada de un autor católico: “El carácter
propio del antecristo (sic) en las cartas jua-
ninas, es el de ser cristiano y engañoso”.22
^ € a *expresión “hijo de perdición” que
emplea Pablo (2 Tes. 2:3) para designar al
adversario, expresión que Jesús usó para
referirse al traidor Judas (Juan 17:12), nos
hace pensar en un falso apóstol de Cristo
antes que en un incrédulo, judío o pagano*
según un punto de vista adoptado con mu­
cha frecuencia. Según Ludwig Richard Con-
radi, fue “Bérengaud, un monje del siglo IX,
el primero que sugirió que el anticristo sería
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16 EL ANTICRISTO

un• »incrédulo declarado, abogado del vi-


cío . 23

Referencias
1 L’Antéchrist, 1932, págs. 385,386.
2 Courte Explication des Sceaux et des Trompettes de 1*Apocalyp-
se, Toulouse, 1839, pág. 132.
3 Odisea, III, 414.
4 Moulton y Howard, A Grammar of the New Testament Greek,
II, 1929, pág. 297.
5 Guienness, Les Prophéties des Derniers Temps, pág. 63.
6 William Bell Dawson, The Time is at Hand, 1926, pág. 62.
7 Basil Steward, Foretold and FulflUed, Londres, 1926, pág. 13.
Synonymes du Nouveau Testament, 1869, pág. 122.
g

9 Dissertation on the Prophecies, 5a. edición, II, pág. 411.


10 Constantino Chauvin, Histoire de L’Antéchrist, 4a. edición, pág.
11.
11 George Thomson, La Chasse a la Bete Romaine, 1611, Pág. 5.
12 Hieronymus Kromayer, Ecclesiae Romanae Apostasia, II, 1682,
pág. 281.
13 Elliot, Ilorae Apoc., 5a. edición, III, pág. 105.
14
Gaussen, Daniel le Prophete, III, págs. 110, 111.
15 Godet, Etudes bibliques, 5a. edición, II pág. 380.
16 Bonsirven, L'Evangile de Paul, pág. 336.
17 Wolfgang Dusanus Müsslin (Musculus) (1487-1563), Locis
Communes Theologícae Sacrae, Basilea, 1599, pág. 201.
Traducción francesa, Lieux Communs de la Sainte Escri­
ture, Ginebra, 1577, pág. 241.
18
Véase Tractatus III in Epístola Joannis ad Parthos (Migne,
Patrología Latina 35,1864, col. 1999). Traducción francesa
en Oeuvres Completes, edición Raulx, XI, 1872, pág. 182,
col. 2, párr. 4.
19
Augusto Thiebaud, Dictionaire Encyclopedique de la Bible, de

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EL ANTICRISTO DE JUAN 17
Westphal I, pág 58.
20 Gretillat, Dogmatique, II, pág. 628.
Oscar Cullman, Revue d’Histoire et de Philosophie Religieuse,
Estrasburgo, 1936, pág. 210, nota 1. Véase también Anto-
marchi, Antechrist ou Antichrist?, L’Attente du Maitre,
febrero de 1941, pág. 2; Bruetsch. L’Apocalypse, Ginebra,
1940, pág. 159.
22 Rigaux, opus cit., pág. 387.

23 The Impelling Forcé of Prophetic Truth, Londres, 1932, pág.


139.

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Capítulo 2
El cuerno pequeño
de Daniel 7
Ya se han dedicado algunas páginas a la
visión de los cuatro animales, en el ensayo
sobre las profecías apocalípticas. Aquí se
encontrarán algunos detalles complemen­
tarios.
Daniel ya había sido impresionado por
la conducta de la cuarta bestia (el Imperio
Romano), que trituraba todo lo que encon­
traba en su camino. Había quedado particu­
larmente intrigado, por la actitud de un
poder representado por un cuerno peque­
ño.
“Entonces tuve deseo de saber la verdad
acerca de la cuarta bestia, que era tan dife­
rente de todas las otras, espantosa en gran
manera, que tenía dientes de hierro y uñas
de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y
las sobras hollaba con sus pies; asimismo
19
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20 EL ANTICRISTO

acerca de los diez cuernos que tenía en su


cabeza, y del otro que le había salido, delan­
te del cual habían caído tres; y este mismo
cuerno tenía ojos, y boca que hablaba gran­
des cosas, y parecía más grande que sus
compañeros. Y veía yo que este cuerno ha­
cía guerra contra los santos, y los vencía,
hasta que vino el Anciano de días, y se dio
el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el
tiempo, y los santos recibieron el reino”
(vers. 19-22).
He aquí la respuesta del ángel intérpre­
te:
“La cuarta bestia será un cuarto reino en
la tierra, el cual será diferente de todos los
otros reinos, y a toda la tierra devorará,
trillará y despedazará. Y los diez cuernos
significan que de aquel reino se levantarán
diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el
cual será diferente de los primeros, y a tres
reyes derribará. Y hablará palabras contra
el Altísimo, y a los santos del Altísimo que­
brantará, y pensará en cambiar los tiempos
y la ley; y serán entregados en su mano hasta
tiempo, y tiempos, y medio tiempo. Pero se
sentará el Juez, y le quitarán su dominio
para que sea destruido y arruinado hasta el
fin, y que el reino, y el dominio y la majestad
de los reinos debajo de todo el cielo, sea
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EL CUERNO PEQUEÑO DE DANIEL 7 21

dado al pueblo de los santos del Altísimo,


cuyo reino es reino eterno, y todos los do­
minios le servirán y obedecerán” (vers. 23-
27).
Las características del poder repre­
sentado por el undécimo cuerno, son sufi­
cientemente numerosas y precisas, para
ofrecer una descripción, que permitan iden­
tificarlo en el plano histórico.
Su naturaleza
(r Un poder a la vez político y eclesiástico.
Político: este cuerno surge en medio de los
diez cuernos (ver. 8), que representan los
estados originados por el desmembramien­
to del Imperio Romano de occidente. Ecle­
siástico: diferente de los diez primeros (ver.
24), legisla (ver. 25) en cuanto a religión.
“Otro cuerno: es, entonces, evidentemente,
como los diez primeros reyes, una potencia
territorial y política... En el lenguaje de la
visión, ¿qué es, en efecto, un cuerno sino un
reino, un rey o una sucesión de reyes?”1“Su
naturaleza. El Espíritu Santo declara que
será a la vez una potencia temporal y espiri­
tual; temporal, por cuanto es un cuerno;
espiritual, porque este cuerno es diferente
de los primeros: Tiene ojos y una boca, emi­
te blasfemias, persigue a los santos, preten­
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22 EL ANTICRISTO

de cambiar la ley divina; habla grandes


2
co-
sas, dirige al mundo a su antojo”.
Su ubicación geográfica
En medio de los estados bárbaro-lati­
nos, que se levantan sobre las ruinas del
Imperio Romano de Occidente (ver. 8).
“Su geografía. ‘He aquí que otro cuerno
pequeño salía entre ellos’, es decir, entre los
primeros, como Daniel los llama a conti­
nuación en el mismo versículo. He aquí que
os indica con la más perfecta precisión, en
qué parte del mundo debía surgir esta po­
tencia temporal, coronada con la diadema
de los reyes, teóloga enemiga de Dios y de
su nombre, de su Palabra y de su pueblo.
¿De dónde sale el cuerno, sino de la cabeza
imperial de la cuarta bestia? ¿Y qué quiere
decir este emblema sino que el rey teólogo,
en su calidad de principe temporal, deberá
aparecer, no digo tan sólo en el territorio de
los latinos y entre sus diez reyes, sino tam­
bién como derivando su existencia del po-
der de los emperadores romanos?”
El poder cuya identidad procuramos
conocer, está representado por un cuerno
pequeño (el undécimo), que el profeta per­
cibió sobre la cabeza de la cuarta bestia-
monarquía
Bibliotecamundial. En el símbolo,
de libros adventistas en PDF cada
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EL CUERNO PEQUEÑO DE DANIEL 7 23

monarquía universal tiene su propio territo­


rio, que no se confunde con el de las otras
monarquías. Una monarquía, puede haber
ocupado e incluso anexado parte del terri­
torio perteneciente a una u otra de las mo­
narquías que la precedieron. Por ejemplo,
el oso medopersa está representado con tres
costillas entre los dientes (ver. 5), es decir,
tres reinos devorados por ese monstruo.
Carlos Loys de Cheseaux, Isaac Newton,
Emilio Guers, y otros comentadores, han
visto en ellas los reinos de Babilonia, Lidia
y Egipto. Es indudable que Babilonia es el
territorio de la primera monarquía (el
león), mientras que Lidia y Egipto pertene­
cen al territorio de la tercera (el leopardo).
Los intérpretes que han identificado el
undécimo cuerno de la cuarta bestia con
Antíoco IV Epifanes (el Ilustre), rey de Siria
(175-164 AC), como lo hacen Grotius,
Luciano Gautier, Alejandro Westphal, La-
grange, etc., además de no tener en cuenta
el elemento cronológico, se enfrentan a un
obstáculo insuperable de orden geográfico:
Siria forma parte del territorio de la tercera
monarquía profética (el reino greco-mace-
donio). i
La geografía se opone, con la misma
fuerza a los que quisieran reconocer a Ma-
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24 EL ANTICRISTO

homa y a su reino, en el cuerno pequeño.


Pero este reino es una potencia oriental,
mientras que la cuarta monarquía es occi­
dental.
Al anunciar la partición del imperio fun­
dado por Alejandro, la profecía bíblica tiene
en cuenta sólo los cuatro reinos establecidos
sobre el territorio propio de la tercera mo­
narquía (Grecia y Macedonia, Tracia, Siria,
Egipto), con exclusión de los territorios que
habían pertenecido a las dos monarquías
precedentes. Asimismo, al anunciar el par­
timiento del imperio fundado por Augusto,
la profecía sólo tiene en cuenta los diez
estados germano-latinos, que resultaron del
desmembramiento del Imperio de Occi­
dente (latino), con exclusión del Imperio de
Oriente (griego), perteneciendo este último
de hecho, desde el punto de vista profético,
a la tercera monarquía.
El undécimo cuerno, no es un reino que
venga a añadirse por fuera, al grupo consti­
tuido por los diez reinos surgidos del des­
membramiento del Imperio de Occidente.
Por lo contrario, se levanta en medio de los
diez, que han nacido antes que él.
La época de su aparición
Después del establecimiento de los
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EL CUERNO PEQUEÑO DE DANIEL 7 25

otros diez (vers. 8, 24). Por lo tanto, a partir


del siglo IV de nuestra era.
Consúltese la “tabla del establecimiento
de los diez reyes bárbaros en el imperio de
los latinos”, que Gaussen agregó a su expli­
cación del libro de Daniel.4 En ella se en­
cuentran: (1) los vándalos, en el norte de
Africa; (2) los hérulos, (3) los ostrogodos y
(4) los lombardos, en Italia; (5) los francos
y (6) los burgundios, en Francia; (7) los
suevos, (8) los visigodos y (9) los alanos, en
la península ibérica; (10) los gépidos, en
Yugoslavia. Todos estos pueblos figuran en
el mapa de Pasquale Villari, “Europa en
tiempo de Odoacro (476—493)”.5 Los lom­
bardos, los alanos y los gépidos se encuen­
tran todavía, en ese momento, fuera de los
límites del Imperio Romano de Occidente.
Figuran, igualmente, en el mapa del des­
membramiento del Imperio Romano hacia
finales del siglo V de Fernando Lot, con
excepción de los alanos, que se mencionan
como establecidos en Lusitania.6 Los lom­
bardos, los gépidos y los hérulos se encuen­
tran aquí, fuera de los límites del Imperio
Romano, habiendo sido echados estos últi­
mos de Italia, por los ostrogodos.
Si surgió en el siglo VI de nuestra era, en
Roma, centro geográfico y capital del Impe­
26 EL ANTICRISTO

rio de Occidente, un poder que cumpla la


descripción dada por Daniel, no debe ser
difícil identificarlo.
Sus dimensiones territoriales
Un cuerno pequeño (ver. 8). “Como po­
tencia temporal, como cuerno o príncipe
coronado, debía ser notablemente pequeño
entre todos los demás... Como poder políti­
co, es el más pequeño de los soberanos del
imperio”.7
Su crecimiento gradual
Tres de los primeros cuernos, son arran­
cados para hacerle lugar (vers. 8, 20, 24). La
caída del Imperio de Occidente, permitió el
establecimiento de una decena de estados
bárbaro-latinos; estas naciones, de origen
germánico, y que profesaban el arrianismo,
ocupaban todo el territorio del cual debía
surgir el undécimo rey. Para hacer lugar a
este último, tres reyes tuvieron que eclipsar­
se. Los hérulos, que se habían establecido
en Italia en el año 476, desaparecieron en el
493. Luego vino el tumo de los vándalos,
que en el 439 se habían establecido en el
norte de Africa. Faltaba una potencia arria-
na, los ostrogodos, que habían sucedido a
los hérulos en Italia. Vencidos en Roma en
EL CUERNO PEQUEÑO DE DANIEL 7 27

el 538, desaparecerían sólo en el 553.


Rosselet, que adoptó la lista de los diez
reinos propuesta por Gaussen, reconoce en
los hérulos, el primer reino derribado de­
lante del undécimo cuerno.8 Villari9, men­
ciona los motivos de orden religioso, que
condujeron a la desaparición de los hérulos,
que profesaban el arrianismo. “Los vánda­
los, habían abandonado el catolicismo por
el arrianismo cuando se establecieron en
España, luego en Africa; pero Justiniano
detuvo sus violencias heréticas, destruyen­
do su imperio (534)”.10
El carácter religioso de la lucha empren­
dida contra los ostrogodos, ha sido señalado
por Lot: “Justiniano, al suceder a su tío en
el año 527, a la edad de 40 años, heredó sus
sentimientos religiosos. Se irguió como de­
fensor de la ortodoxia ignorada por los reyes
bárbaros de occidente, que son casi todos
arríanos. En sus expediciones contra los
vándalos y los godos, ya tiene un poco el
espíritu de las cruzadas”.11 Y agrega más
adelante: “Hacia fines del 536, Belisario,
desembarcado en Italia, se apoderaba de
Nápoles y entraba en Roma, aclamado por
las poblaciones que detestaban a los godos
por ser extranjeros, y sobre todo por ser
arríanos”.12 Villari también dice: “La cues­
28 EL ANTICRISTO

tión religiosa, que asumía una importancia


extraordinaria en Italia, fue una de las cau­
sas, y no de las menores, de la ruina del reino
ostrogodo”. 13
La situación a mediados del siglo VI,
cuando va a surgir el undécimo rey, anun­
ciado por Daniel, es la siguiente: Ha desa­
parecido el Imperio Romano de Occidente;
han sido barridos hérulos, vándalos y ostro­
godos; los otros pueblos bárbaros han pasa­
do del arrianismo al catolicismo. El poder
imperial, que no quería compartir con nadie
sus derechos soberanos, está relegado en
Oriente. Han sido exterminados los bárba­
ros de religión arriana, instalados en Italia y
Africa del Norte, que habían usurpado el
poder imperial, sin atreverse a asumir el
título imperial. El lugar está libre.
Su apariencia extraordinaria
‘“Parecía más grande que sus compañe­
ros’, nos dice Daniel en el versículo 20. Es
decir, parecía ser mayor que todos los otros
reyes del imperio latino”.14
Su discernimiento excepcional
Ese cuerno tenía ‘‘ojos como de hom­
bre” (ver. 8). “Estos ojos representan una
habilidad extraordinaria, llena de artificio y
EL CUERNO PEQUEÑO DE DANIEL 7 29

de ingenio; o también, una vigilancia sobe­


rana, un episcopado universal que se arro­
gará sobre la iglesia, este enemigo de
Dios”.15
Su lenguaje
Una boca que hablaba grandes cosas
(vers. 8, 11, 20), que profería palabras con­
tra el Altísimo (ver. 25). “Daniel queda pas­
mado por la audacia de su lenguaje contra
los reyes, contra Cristo, contra los santos,
contra Dios mismo... Este es el rasgo que
más que todos los demás, había herido a
Daniel: Esa osadía, esa boca vociferante,
esas palabras enormes, llenas de amenaza y
de homicidio, de orgullo y de maldición, que
atacan a los hombres, a los reyes, a la iglesia,
a la tierra, al cielo, ¿qué digo?, al Dios del
cielo... Los otros diez reyes podían ser idó­
latras y perversos, pero éste blasfema: Hace
la guerra directamente a su Señor y a su
Dios; sus palabras se elevan hasta el cielo
para ultrajar a su Soberano”.16
“Cabe destacar la exactitud con que el
papado responde a esta descripción proféti-

Su intolerancia
Este poder hace guerra a los santos
30 EL ANTICRISTO

(vers. 21, 25). “Esta guerra, según Daniel,


¿en qué consiste?... Ante todo, no se trata
de algo accidental en su larga vida; por lo
contrario, es una política sistemática; es su
ocupación y su derecho; es una guerra lega­
lizada: Los santos ‘serán entregados en su
mano’, está escrito. En segundo lugar, no es
sólo una guerra de palabra contra los santos;
es una guerra de exterminio. ‘A los santos
del Altísimo quebrantará’, dice Daniel... En
tercer lugar, es una guerra impía en el má­
ximo grado, porque se hace contra Dios,
contra su Libro y contra su pueblo... En
cuarto lugar, es una guerra horriblemente
larga... En quinto lugar es una guerra victo­
riosa; porque está escrito que este enemigo
de Dios ‘hacía guerra contra los santos, y los
vencía’... En sexto lugar, por último, es una
guerra eclesiástica; porque el ejecutor es la
bestia, es decir, el poder secular; pero el
instigador y el verdadero homicida, es el
cuerno pequeño”.18
Su atentado contra la ley divina
“Tendrá la pretensión de cambiar las
solemnidades y la ley” (ver. 25, versión Ra-
bínica). “‘Los tiempos y la ley’ es decir, las
observancias religiosas y las ordenanzas de
la ley”.19 “Por la palabra tiempos,
EL CUERNO PEQUEÑO DE DANIEL 7 31

debe entenderse aquí tiempos fijados para


festividades, para ceremonias religiosas o
políticas. La ley, dat, en cuestión, es eviden­
temente la ley religiosa, la religión”.20 “
tiempos de festividades, es el sentido del ori­
ginal: la palabra designa los días feriados”.21
“‘Pensará en cambiar los tiempos y la ley’:
Los tiempos, es decir, los sábados del Se-
ñor .22
~

Varios autores católicos, que han creído


ver a Mahoma en el cuerno pequeño, han
pensado en el cambio introducido en la ce­
lebración del reposo semanal. “¿Acaso
Mahoma no pretendió cambiar los días con­
sagrados por la religión, y transferir la signi­
ficación del séptimo día?”23 “Mahoma, ¿no
ha pretendido acaso cambiar los tiempos...
sobre todo al transferir la santificación del
séptimo día?”24
Menasseh ben Joseph ben Israel refiere,
sin aprobarla, la opinión de Isaac Abarba-
nel, que reconocía el papado en el cuerno
pequeño de Daniel 7, y dice: “Hace guerra
a los santos, a saber, al pueblo de Israel,
cambiando los sábados”. En lo que a él
respecta, prefiere ver en el cuerno a Maho­
ma, quien también cambió el sábado.25
Samuel Cahen, aplicaba el símbolo del
cuerno pequeño a Antíoco Epifanes, quien
32 EL ANTICRISTO

“prohibió observar la prescripción de la ley:


El sábado y las otras fiestas”.26
Jorge Joye atribuye a Melanchton esta
interpretación: “Cambia los tiempos y la
ley... Reemplazaron el sábado por el domin-
„ » 27
g° •
La duración de su supremacía
“Tiempo, y tiempos y medio tiempo”
(ver. 25). “Puesto que el arameo no tiene
dual, como hace notar Aben-Ezra, ese nú-
mero se confunde con el plural”. “Es justo
suponer que el plural representa el dual, por
lo tanto, un tiempo, tiempos (=2 tiempos),
y la mitad de un tiempo”.29
Este período vuelve a ser mencionado
por Daniel 12:7 y Apocalipsis 12:14. Equi­
vale a 42 meses (Apoc 11:2; 13:5), ó 1,260
días (Apoc. 11:3, 12:6).30
“Los tiempos de que habla Daniel son
años, pero años proféticos compuestos de
360 días proféticos, cada uno de los cuales
representa un año... Para conservar la armo­
nía de las figuras en estas visiones de la
noche, era necesario, puesto que cada uno
de los cuatro imperios está representado
por una bestia, que su duración fuese repre­
sentada también por la de la vida de una
bestia... Convenía a la iglesia de Dios, no
EL CUERNO PEQUEÑO DE DANIEL 7 33

conocer con demasiada anticipación la fe­


cha precisa de esos tristes sucesos. Sin esa
precaución, la longitud de los tiempos, la
habría expuesto a entregarse al sueño, o a
desanimarse. Debía, pues, hablársele en un
lenguaje que no le permitiese comprender
demasiado pronto, las grandes épocas pro-
féticas de la Santa Escritura”.31
El momento de su desaparición
Si le preguntamos a la profecía, que nos
diga, hasta cuándo se prolongará la exis­
tencia del poder representado por el undé­
cimo cuerno, nos responde: Hasta el
momento cuando, a continuación del juicio
final, la cuarta bestia sea aniquilada, y su
dominación transferida al pueblo de Dios.
(Vers. 11, 22, 26, 27.)
Conclusión
“He aquí, pues, que Dios nos previene
que entre los siglos VI y VIII, deberá apare­
cer en occidente, en medio de los diez rei­
nos de la catolicidad romana, un príncipe,
débil al principio como potencia temporal,
pero que crece lentamente mediante pro­
gresos inadvertidos, y que recibe sus prime­
ros poderes de la autoridad de los
emperadores romanos; vigilante, político,
34 EL ANTICRISTO

hábil, casi hasta lo milagroso, pretendiendo


incluso, tal vez el cargo episcopal, y ejer­
ciendo hasta nuestros días, en el orden de
las cosas espirituales, un imperio casi uni­
versal por la osadía y la impiedad de su
lenguaje”.32
Referencias
1 Gaussen, Daniel le Prophete, III, pág. 5.
2 Ibíd.
3 Id., pág. 6.
4 Id. II, entre las págs. 130 y 131.
5 La Invasioni Barbariche in Italia, 2a. edición, Milán, 1905.
6 La Fin du Monde Antique et le Debut du Moyen Age, París 1927,
entre las págs. 276, y 277, 323.
7 Gaussen, III, págs. 7, 309.
8 L’Apocalypse, II, págs. 196, 197.
9 Villari, opus cit., pág. 143.
10 Jules Roy, Saint Nicolás 1$, París 1899, pág. 9. Véase también
Villari, pág. 183.
11 Opus cit., pág. 299.
12 Id., pág. 304.
13 Villari, pág 161. Véanse también las págs. 165, 166, 171, 187.
14 Gaussen, III, págs. 7, 313.
15 Id., pág. 19.
16 Id., págs. 57,310,327.
17 Henry-E. Brooke, The Great Words of the Little Horn, Lon­
dres, 1870, pág. 31.
18 Gaussen, III, págs. 323, 324.
19 Crampón, nota.

20 Fabre D ’Envieu, Daniel, II, pág. 625.


EL CUERNO PEQUEÑO DE DANIEL 7 35
21 Guers, Israel aux Derniers Jours, pág. 76.
22 Gaussen, III, pág. 328.
u Rondet, La Sainte Bible, 4a. edición, tomo 16, pág. 125.
24 Víctor Dechamps, La Divinite de Jésu-Christ ou le Christ et les
Antechrists, 2a. edición, II, 1861 pág. 856. Véase también
Hyacinthe Mane Remuzat, Lettre d’un Chanoine a un de
Ses Amis sur la Proximité de la Fin du Monde, Marsella,
1833, págs. 41—43. Ediciones precedentes, 1786, 1819. Otra
edición Aviñón, 1835; Giuseppe Cappelletti, Sulla Fine del
Mondo, 2a. edición, Verona 1860, pág. 20. Igualmente el
protestante Martin Geier (1614-1680), Praelectiones in
Danielem Prophetam, Leipzig, 1667, pág. 578.
25 Piedra Gloriosa o de la Estatua de Nebuchadnesar, Amster-
dam, 1955, págs. 222, 225, 226.
J) La Bible, tomo 17, París, 1843, fol. 39 b.
J The Exposition of Daniel the Prophet, Ginebra, 1545, pág. 119.
Hay otras dos ediciones de eesta recopilación, por John
Daie y Thomas Raynalde, Londres, 1550, sin paginación.
HA. F. Galle, Daniel, París 1900, pág. 84.
' >Alio, L’Apocalypse, 2a. edición, pág. 143.
X)
Véase A. F. Vaucher, Lacunziana I, 1949, págs. 46—48; Les
Propheties Apocalyptiques, 1960, págs. 9, 10.
MGaussen, III, págs. 74, 78, 79.
'2 Id. págs. 21, 22. Para la aplicación del cuerno pequeño de Daniel
7 al papado, véase Heinrich Bullinger, Daniel Expositus
Homiliis, Zurich, 1565, 1576, fol. 78—81; William—Bell
Dawson, The Time is at Hand, Londres, 1926 págs. 72—96.
Capítulo 3
El pequeño (gran)
cuerno de Daniel 8
En una visión fechada el tercer año del
reinado de Belsasar, último rey (virrey) de
Babilonia, Daniel, que estaba cerca del río
Ulai, vio a un camero frente al río; “tenía
dos cuernos; y aunque los cuernos eran al­
tos, uno era más alto que el otro; y el más
alto creció después” (Dan. 8:3). El animal
daba cornadas en tres direcciones: oeste,
norte y sur. Ninguna otra bestia (monar­
quía) podía resistirle. Gabriel, el ángel in­
térprete, encargado de explicar la visión, le
dijo al profeta: “En cuanto al carnero que
viste, que tenía dos cuernos, éstos son los
reyes de Media y de Persia” (ver. 20). “El
cuerno más alto representaba a los persas,
que después de haber estado por mucho
tiempo subordinados a los medos, adquirie­
ron la supremacía... Los persas conquista-
37
38 EL ANTICRISTO

ron en el oeste a Babilonia y a Lidia, al norte


a Armenia y Bactriana, y al sur a Siria y a
Egipto”.1
“Mientras yo consideraba esto, he aquí
un macho cabrío venía del lado del poniente
sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra;
y aquel macho cabrío tenía un cuerno nota­
ble entre sus ojos” (ver. 5). “El macho ca­
brío es el rey de Grecia, y el cuerno grande
que tenía entre sus ojos es el rey primero”
(ver. 21). “El primer gran cuerno era el
reino de Alejandro y de su familia”.2 “La
marcha rápida de Alejandro, y la conquista
de los reinos que el venció están perfecta-
mente descriptas”.
Después de derribar y pisotear al came­
ro, “el macho cabrío se engrandeció sobre­
manera; pero estando en su mayor fuerza,
aquel gran cuerno fue quebrado, y en su
lugar salieron otros cuatro cuernos notables
hacia los cuatro vientos del cielo” (ver. 8).
“Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y
sucedieron cuatro en su lugar, significa que
cuatro reinos se levantarán de esa nación,
aunque no con la fuerza de él” (ver. 22). “El
imperio de Alejandro, desmembrado en
cuatro monarquías”.4 “Muerte súbita de
Alejandro Magno en medio de sus conquis­
tas, y partimiento de su imperio en cuatro
EL PEQUEÑO (GRAN) 39

monarquías, 301 AC”.5


La muerte de Alejandro fue seguida por
un período de anarquía, de conflictos entre
sus generales que se disputaban el poder, y
una serie de particiones provisionales. Lue­
go, vino la “partición definitiva del imperio:
Cuatro reinos independientes (además de
los países de Oriente, Persia, etc.). Macedo-
nia (y Grecia) para Casandro. Este reino
subsiste hasta el año 146 AC, cuando es
reducido a provincia romana. Siria para Se-
leuco, quien funda la dinastía de los seléu-
cidas. Siria llegó a ser provincia romana en
el 64 AC. Tracia para Lisímaco. Más tarde
fue reunida con el reino de Siria, luego con
el de M acedonia, logrando la inde­
pendencia bajo la protección de Roma; sólo
llegará a ser provincia romana en el 64 DC.
Egipto para Tolomeo, hijo de Lago, que
fundó la dinastía de los lágidas. Su reino
llega a ser uno de los principales centros de
la civilización helenística. Los lágidas reina­
ron hasta el 30 AC. Egipto se convierte
entonces en provincia romana”.6
“Y de uno de ellos salió un cuerno pe­
queño, que creció mucho al sur, y al oriente,
y hacia la tierra gloriosa. Y se engrandeció
hasta el ejército del cielo; y parte del ejérci­
to y de las estrellas echó por tierra, y las
40 EL ANTICRISTO

pisoteó. Aun se engrandeció contra el prín­


cipe de los ejércitos, y por él fue quitado el
continuo sacrificio, y el lugar de su santuario
fue echado por tierra. Y a causa de la pre­
varicación le fue entregado el ejército junto
con el continuo sacrificio; y echó por tierra
la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó”
(vers. 9-12).
“Y al fin del reinado de éstos, cuando los
transgresores lleguen al colmo, se levantará
un rey altivo de rostro y entendido en enig­
mas. Y su poder se fortalecerá, más no con
fuerza propia; y causará grandes ruinas, y
prosperará, y hará arbitrariamente, y des­
truirá a los fuertes y al pueblo de los santos.
Con su sagacidad hará prosperar el engaño
en su mano; y en su corazón se engrandece­
rá, y sin aviso destruirá a muchos; y se levan­
tará contra el Príncipe de los príncipes, pero
será quebrantado, aunque no por mano hu­
mana” (vers. 23-25).
¿Cuál es este nuevo poder?
El acuerdo perfecto existente en la inter­
pretación de los primeros símbolos de esta
visión, cesa a partir del versículo 9, para dar
lugar a una gran diversidad de opiniones.
Los autores que admiten la identidad del
cuerno pequeño del capítulo 8 con el del
capítulo 7, ven en él a Antíoco IV (Reuss
EL PEQUEÑO (GRAN) CUERNO... 41

Zadoc Kahn, Luciano Gautier, etc.), o bien


el anticristo final (B. W. Newton, H. Bettex,
Guers, etc.), o aun el papado (Crinsoz, Bris-
set).
Examinemos estas hipótesis:
Antíoco
La identificación del cuerno pequeño de
Daniel 8 con Antíoco, se remonta a Flavio
Josefo. Una edición de la versión Siríaca de
-y

Daniel, incluso ha introducido el nombre de


Antíoco Epifanes en el texto sagrado. Han
seguido esta interpretación una hueste de
comentadores judíos, católicos y protestan­
tes (Aben-Ezra, Calmet, Allioli, Crampón,
Trochon, Calvino, Keil, Auberlen, Federico
de Rougemont, etc.).
Esta indentificación ha sido rechazada
por Isaac y Tomás Newton. En efecto, los
cuernos no representan individuos, sino di­
nastías. Antíoco IV es uno de los reyes de la
dinastía de los seléucidas. Como tal, forma
parte de uno de los cuatro cuernos (Siria), y
no se distingue de él. “No hay que entender
que este cuerno pequeño que sale de uno de
los cuatro sea Antíoco Epifanes, rey de
Siria; porque si el Espíritu Santo hubiese
querido hablar aquí de este príncipe perse­
guidor, no lo habría representado por un
42 EL ANTICRISTO

cuerno pequeño salido de uno de los cuatro,


sino más bien por uno de esos cuatro cuer­
nos. La razón de ello es que los cuatro cuer­
nos no representan sólo a cuatro personas,
sino a cuatro reinos o a cuatro series de
reinos, que han reinado en cuatro diferentes
reinos .
• 9» 8

El anticristo final
[Véase entre los católicos a Ribera9, La-
cheze10; entre los protestantes a L. Barbey11,
B. W. Newton12 y Gaudibert.13]
Jerónimo, que rechaza la identificación
del cuerno pequeño del capítulo 7 con An-
tíoco, propuesta por Porfirio14, acepta la
interpretación del filósofo neoplatónico en
el capítulo 815, pero, agrega: “La mayor par­
te de nuestros comentadores aplican este
pasaje al anticristo: Piensan que lo que ocu­
rrió bajo Antíoco, no es más que un tipo de
lo que se cumplirá bajo el anticristo”.16 Este
punto de vista ha sido adoptado por Seiss y
por R. Pache. Pero el anticristo bíblico, es
un poder dinástico y no un individuo, como
veremos más adelante. Por otra parte, ¿có­
mo puede hacerse salir un personaje todavía
futuro, de uno de los cuatro reinos helenís­
ticos, que han dejado de existir desde hace
tantos siglos?
EL PEQUEÑO (GRAN) CUERNO... 43

El papado
Lutero y Melanchton han visto en el
cuerno pequeño del capítulo 8, a Antíoco
como tipo (prefiguración) del papado. Hay
indudablemente, notables analogías entre
el cuerno pequeño del capítulo 8 y el del
capítulo 7, pero hay una dificultad. La dis­
tancia cronológica entre la desaparición de
los cuatro cuernos del macho cabrío mace-
donio, y la aparición del papado. Además,
¿cómo puede hacerse surgir de la tercera
monarquía universal al papado, un poder
occidental (el undécimo cuerno de la bestia
romana del capítulo 7), que pertenece a la
cuarta?
Quedan otras dos interpretaciones, en­
tre las cuales se dividen los exégetas, que se
niegan a identificar entre sí los poderes rep­
resentados por los pequeños cuernos de los
capítulos 7 y 8.
El mahometismo
Con algunas variantes de detalle, es la
opinión de Digby, Keith, Elliot, Faber, Ir-
ving, Frére, Gaussen. Guinness considera a
“Antíoco, como un precursor del cuerno
pequeño, siendo el islamismo la realidad
plena y propia oculta bajo el símbolo”.17
Guers, reservando un cumplimiento futuro
44 EL ANTICRISTO

en un cristo personal, admitía un primer


cumplimiento en Mahoma.18
Esta teoría ha sido refutada por B. W.
Newton, para quien las solas palabras “un
rey altivo de rostro” (ver. 23) alcanzan para
señalarlo como romano.19 También la re­
chaza Federico de Rougemont, quien ob­
serva: Mahoma es árabe, no macedonio; no
se puede, ni siquiera pretender, que su pa­
tria haya sido incorporada al imperio griego
o sirio, y este imperio estaba destruido des­
de hacía siete siglos, cuando apareció el
falso profeta”.20
La potencia simbolizada por el cuerno
pequeño del capítulo 8, parece ser occiden­
tal, porque se extiende hacia el oriente (ver.
9) Debía levantarse al fin de la dominación
de los sucesores de Alejandro (ver. 23).
Roma imperial y pagana
primero, luego papal
Isaac Newton, Hales, Prideaux, Horne,
Miller y otros más, han pensado que la ley
del paralelismo, exige la presencia de la
cuarta monarquía (romana) en el capítulo 8,
tanto como en los capítulos 2, 7 y 11.
Dejemos la palabra a un partidario de
esta opinión: “¿Cuál es el reino que, nacido
cuando todavía subsistían los cuatro reinos
EL PEQUEÑO (GRAN) CUERNO... 45

del imperio griego, alcanzó algún grado de


grandeza y nocividad, si no es Roma? El
primer gran cuerno, era el reino de Ale­
jandro y de su familia. Los cuatro cuernos
eran cuatro reinos, no de su familia, sino de
la nación. ¿No implica esto que el reino
ulterior, el del cuerno pequeño, no debía
pertenecer a la nación? Entonces, las carac­
terísticas generales convienen mejor a los
romanos... Cuando los romanos pusieron el
pie por primera vez en Grecia, llegaron a ser
un cuerno del macho cabrío. Salidos de ese
cuerno, fueron al principio un cuerno pe­
queño, pero terminaron por sobrepasar a
los otros cuernos. De Grecia, sus ejércitos
se extendieron sobre las otras partes de los
dominios del macho cabrío: Son los actos
realizados en el interior de los territorios
del macho cabrío, más bien que sus asuntos
en el mundo occidental, los que forman el
tema principal de esta profecía”.21
Una cosa es cierta: “Las guerras de Ma-
cedonia, señalan el comienzo de la interven­
ción decisiva de los romanos, en el mundo
oriental”. “En el año 200 Roma declara la
guerra a Macedonia, momento capital en la
génesis del imperialismo romano, acto de
consecuencias incalculables, para el porve­
nir de Roma y del mundo”.23
46 EL ANTICRISTO

Admitido esto, falta todavía explicar,


por qué el Imperio Romano, simbolizado
en el capítulo 7 por un monstruo bien dis­
tinguido de las tres primeras bestias, se en­
cuentra anunciado en el capítulo 8, como
una especie de excrecencia del reino mace-
donio.
He aquí, un primer ensayo de solución
del problema: “El nuevo imperio universal
aparece al profeta en el momento en que,
como cuerno pequeño, entra, mediante una
liga, en relación con el pueblo de Dios, en
el año 161 AC. Siete años antes, en el 168,
los romanos comenzaban la conquista del
mundo antiguo, al someter a Macedonia.
He aquí, por qué el cuerno romano le pare­
ce a Daniel estar saliendo de uno de los
cuatro reinos, surgidos de la dominación de
Alejandro... Vemos, pues, que los romanos
entran en el campo de la visión, sobre el
cuerno macedonio”.24 Esto equivale a decir,
que Daniel cometió un error de óptica.
George McCready Price, nacido en
1870, ofrece una explicación algo diferente:
“Puesto que el imperio griego, siempre es
presentado como de alcance universal —se
llega incluso a decir, que Alejandro habría
llorado por no haber tenido más tierra por
conquistar— el estado romano, debía nece­
EL PEQUEÑO (GRAN) CUERNO... 47

sariamente, surgir de alguna parte del reino


de Alejandro”.25
La misma idea presenta otro comenta­
dor: “En ese momento, Roma formaba par­
te, en potencia, de la sección occidental del
imperio de Alejandro... Este cuerno peque­
ño, fue percibido al principio por el profeta,
como saliendo de la conquista de Macedo-
nia, en el 168 AC”.26
Otra tentativa de solución: “No admiti­
mos por un instante, como algunos han su­
gerido, que Roma haya salido del cuerno
macedonio del macho cabrío, solamente en
el sentido de que haya sido presentada así al
profeta bajo el símbolo de un cuerno; vista
así por el profeta, surgiendo a la vista de una
carrera de conquista tras la batalla de Pidna,
en el 168 AC, pero como dominadora incon­
testada de una civilización mundial... Etni­
camente, los fundadores del Imperio
Romano, pertenecen a la misma raza que
los griegos... Además, desde el punto de
vista de la profecía, Roma estaba estrecha­
mente ligada a Grecia, por lazos políticos y
geográficos... Mediante la conquista de Ma-
cedonia en el 168 AC,27 Roma entró en el
campo de la profecía”.
“Los griegos son los fundadores del rei­
no de Roma”, había declarado Jefet ibn
48 EL ANTICRISTO

Alí. 28 Lo que es innegable, es que Roma


r

haya tomado prestada de Grecia, su civiliza­


ción. ¿Nos autoriza este hecho, a hacer de
Roma un apéndice de Grecia?
El Comentario Bíblico Adventista obser­
va: “Los comentadores, que ven en Roma el
cuerno pequeño del versículo 9, son incapa­
ces de explicar satisfactoriamente, cómo
Roma puede ser considerada como salien­
do de una de las divisiones del imperio de
Alejandro”.29 Se agrega, que si la palabra
hebrea hem [el pronom bre traducido
“ellos”], que está en masculino en el versí­
culo 9, se refiere a “vientos” (ver. 8), la
dificultad desaparece, puesto que el pasaje,
sólo afirma que un nuevo poder surge de
uno de los cuatro puntos del horizonte. ¡Ay!
no, porque el sujeto de la última parte del
versículo 8, es los cuatro cuernos, que se
elevan hacia los cuatro vientos del cielo, e
indudablemente, a ese sujeto se refieren las
palabras del versículo siguiente: “De uno de
ellos salió un cuerno pequeño”.
Decíamos en la primera edición de este
ensayo (en francés), que cuando se encuen­
tre una solución enteramente satisfactoria
del problema, podrá decirse con Milian
Lauritz Andreasen: “Creemos estar sobre
un fundamento exegético sólido, al afirmar
EL PEQUEÑO (GRAN) 49

que el cuerno pequeño de Daniel 8, es Ro­


ma; primero pagana y después papal”. O
también con Walter Leslie Emmerson:
“Ninguna potencia responde mejor a las
exigencias del texto que Roma, la cuarta
potencia mundial”.31
Mientras tanto, con toda reserva utiliza­
ríamos el capítulo 8 de Daniel, como pro­
porcionando rasgos susceptibles de formar
parte de un retrato del anticristo.
Desde entonces, un trabajo presentado
en el Seminario Adventista de Collonges
por Pedro de Felipe32, acerca del cual infor-
mamos en la Revue Adventiste , ha permiti­
do avanzar un paso hacia la solución del
problema. Agreguemos, que el joven autor
ha traducido y ampliado el trabajo, en su
lengua materna.34 Comienza descartando
las diversas explicaciones dadas hasta el
presente; luego, propone modificar la que
encuentra en todos los autores adventistas
en este sentido: En lugar de ver, en este
cuerno, a Roma bajo el aspecto político,
sucediendo al imperio de Alejandro, des­
pués de la conquista de Macedonia, convie­
ne ver en él, a Roma bajo el aspecto
religioso: La deificación del soberano, here­
dada del helenismo, y el pontificado máxi­
mo asumido por los emperadores paganos,
50 EL ANTICRISTO

transmitida luego, primero a los emperado­


res cristianos, y después a los papas; y, a
continuación, colocar el surgimiento del po­
der simbolizado por el cuerno, no ya en el
año 168 AC, con la conquista de Macedonia,
el primero en desaparecer, de los cuatro
reinos que sucedieron a Alejandro, sino en
el 30 AC, con la anexión de Egipto, el último
de los reinos greco-macedonios. Desde en­
tonces en adelante, se comprende mejor el
empleo de un solo cuerno, en lugar de una
bestia, para representar al poder en cues­
tión.
Los intérpretes, que ven en el cuerno
pequeño del capítulo 3 a Roma pagana al
principio y luego a Roma papal, están de
acuerdo sobre algunos puntos, con los que
identifican este símbolo con el papado.
Piensan que ese “rey altivo de rostro y en­
tendido en enigmas” (ver. 23), recuerda las
palabras arrogantes del undécimo cuerno
del capítulo 7; que las muchedumbres que
hace perecer en tiempo de paz (ver. 25),
evoca las persecuciones atribuidas al cuerno
romano; que el hecho de insurgir contra el
Príncipe de los príncipes, coincide con las
usurpaciones espirituales del papado; que
es precisamente éste, quien ha echado por
tierra la verdad (ver. 12); que la rebelión
EL PEQUEÑO (GRAN) 51

mencionada en el versículo 12 es la defec­


ción o apostasía prevista por el apóstol Pa­
blo, como preludio del advenimiento del
adversario; en fin, que el “continuo” quita­
do al Príncipe de los ejércitos (Jesucristo),
significa el servicio divino, o la mediación
de Cristo, reemplazado por un culto entera­
mente terrestre, falsificación del verdadero.
“ Tamid(perpetuidad, duración) desig­
naba todas las ceremonias cotidianas del
culto levítico”.35 Melanchton veía en el acto
de quitar el continuo, “la supresión del
Evangelio, de la fe y del Cristo”, y la inven­
ción de “ese enorme abuso de la misa”.36
Referencias
1 Crampón, notas sobre los versículos 3 y 4.
2 Thomas Newton, Dissertation on the Prophecies, 7a. edición, II,
pág. 49.
3 Pierre Brisset, Les Prophéties Accomplies, París, 1906, pág.37.
4 Biblia Rabínica, nota sobre el versículo 8.
5 Ibid.
6 Louis Laurand, Manuel des Etudes Grecques et Latines, París,
1921, pág. 28.
7 Antigüedades, libro X, capítulos XI, sección VII. Traducción de
Julien Weill, Oeuvres Completes, II, 1926, págs. 352, 353.
8 Crinsoz, Essai sur PApocalypse, Avec des Eclaircissements sur
les Propheties de Daniel qui Regardent les Deniers
Temps, 1729, pág, 384.
9 Apocalypsis, Amberes, 1594, pág. 339.
10 Les temps de la fin, París, 1841.
52 EL ANTICRISTO
11 Essais, págs. 285-289.
12 Prospects of the Ten Kingdom, 2a. edición, págs. 193-195.
13 Court Examen, 2a. edición, págs. 17, 18.
14 In Danielem, Patrologie Latine, de Migne 25, 1865, col. 530,
531.
15 Id., col. 536.
16 Id., col. 537.
17 The Approching End of the Age, 7a. edición, pág. 432.
18 Véase G. G. Rupert, the Inspired History of the Nations, II,
1903, págs. 44, 45; William Béll Dawson, The Time is at
Hand, Londres, 1926, págs. 72-74; Henry Grattan Guinnes,
Light for the Last Days, edición Cachemaille, pág. 21;
Alexander Keith, The Signs of the Times, 5a. edición,
Edimburgo, 1834, pág. 35; Payraubs, Essai, 2a. edición,
Ginebra 1866, págs 65-71: “Mahorna del cual Antíoco IV no
ha sido más que un tipo”; Edward Irving, Babylon and
Infidelity Foredoomed of God, 2a. edición, pág. 207; Guers,
Histoire Abrégé, Scott, The Iloly Bible, nueva edición, 1844,
págs. 23-25. Esta interpretación ha sido rechazada por W.
L. Emmerson, God*s Good News, pág. 190.
19 Prospects of the Ten Kingdoms, 2a. edición, pág. 203.
20 La Révélation de Saint Jean, pág. 27, nota.
21 Thomas Newton, Dissertation, 5a. edición, II, págs. 53,55.
22 Pierre Jouguet, LTmperialisme Macédonien et rilellénisation
de POrient, París, 1926, pág. 205.
23 León Homo, L’ltalie Primitive et les Debuts de ITmperialisme
Romaine, París, 1925, pág. 355.
24 Jean Vuilleumier, Daniel, 1906, págs. 207,208.
25 The Greatest of the Prophets, 1955, pág. 167.
26 John Lewis Shuler, The Great Judment Day, in the Light of the
Sanctuary Service, 1923, págs. 14, 17.
27 C. P. Billman, Review and Herald, 20-10-1932, pág. 988.
28 Comentario sobre Daniel, edición Margoliouth, pág. 13.
29 Tomo 4, pág. 841,
30 The Sanctuary Service, 1937, pág. 267
EL PEQUEÑO (GRAN) CUERNO... 53
31 God’sGoodNews, Watford, 1950, pág. 190.
32 Identification de la Petite Corne de Daniel 8, abril, 1969.
33 Septiembre y Octubre de 1970.
34 La identificación del Cuerno Pequeño de Daniel 8, Madrid,
1970, VI-121 páginas dactilografiadas.
35 Fabre D’Envieu, Daniel, II, pág. 801.
36 Evangelisches Concordienbuch, Guetersloh, 1871, págs. 153,
157. Ideas análogas se encuentran en Alphonsus Conradus,
Apocalypsis, Basilea 1550, pág. 451; Nicolaus Amsdorf,
Fünf Vornehmiche und Gewissen Zeichen aus der Ileili-
gen Schrift, so Kurz vor dem Jüngsliten Tag Geschehen
Sollen, 31 páginas; Thomas Parker, Visions and Prophe-
cies of Daniel Expounded, Londres, 1646, págs. 45, 133;
Jean Guillaume de La Flechere (Fletcher), Posthumous
Pieces, 3a. edición, Londres, 1880, pág 372, Hans Wood,
Revelation of St. John, Londres, 1787, pág. 476; Archibald
Masón, Two Essays on Daniel*s Prophetic Number of 2300
Days, Newburg, 1820, págs. 1-6.
Capítulo 4
El rey ensoberbecido
(Daniel 11:36-45)
No menos de siete interpretaciones di­
ferentes se han dado, para identificar al per­
sonaje central de este pasaje.
1. Antíoco IV (Reuss, Allioli, Trochon,
Crampón).
2. El Imperio Romano (Calvino, Mede).
3. El imperio bizantino (Isaac Newton).
4. El islamismo (Berick).
5. La Revolución Francesa de 1789 (Fa-
ber, Litch).
6. El anticristo final (Darby, Guers).
7. El papado (Jurieu, Hislop, Wintle,
Elliott).
La mayoría de los comentadores, cual­
quiera sea su explicación del pasaje, han
señalado la analogía que ofrece con el pasa­
je, donde Pablo describe al hombre de pe­
cado. Así Fabre D’Envieu, que identifica al
55
56 EL ANTICRISTO

rey ensoberbecido de Daniel 11 con Antío-


co, escribía: “El texto nos informa que el rey
hablará insolentemente en contra del Dios
de los dioses (véase una expresión análoga,
Dan. 7:8). El apóstol Pablo, se sirvió de
algunas expresiones de este versículo para
describir al hombre de pecado (2 Tes.
2:3,4)”.1 Auberlen, que admite la misma
identificación, pero tomando a Antíoco co­
mo tipo del anticristo final, dice que el após­
tol Pablo ha descripto al “hombre de pecado
(2 Tes. 2:4), con rasgos tomados del capítulo
11 de Daniel”.2 Emilio Guers, que ve al
anticristo final en el rey ensoberbecido, di­
ce: “Es imposible no reconocer con estos
rasgos al instante, al hombre de pecado de
la segunda epístola a los tesalonicenses”.
Sólo el último sistema de interpretación,
hace justicia al contenido de ambos textos,
el de Daniel y el de Pablo.
“Este rey, que debía reinar y perseguir a
los santos, esta potencia anticristiana, que
había sido mostrada antes a Daniel, bajo la
figura de un cuerno pequeño (Dan. 7:24;
8:9), y a quien el ángel Gabriel había dado
el título de rey (Dan. 8:23), esta potencia
papal apareció en el tiempo señalado. Los
obispos de Roma hicieron todo lo que qui­
sieron, se elevaron hasta convertirse en una
EL REY ENSOBERBECIDO 57

gran potencia. Se colocaron por encima de


todo Dios, atribuyéndose autoridad sobera­
na sobre todos los reyes de la tierra, que la
misma Escritura llama dioses en algunos
pasajes. Han proferido incluso sorprenden­
tes blasfemias contra el Dios de los dioses,
es decir, contra el Rey de reyes, el soberano
Monarca del universo,„ 4 y han tenido gran
éxito en sus empresas .
, .,
“El rey hará lo que le agradare, se eleva­
rá y se engrandecerá por encima de todo
dios, y contra el Dios de los dioses dirá cosas
prodigiosas; prosperará hasta que sea con­
sumada la ira; porque lo que esta decretado
debe cumplirse”.5
“Este poder arbitrario asumirá una au­
toridad despótica sobre todos los otros po­
tentados, tanto en los asuntos civiles como
en los religiosos, y se elevará por encima de
todas las leyes, humanas o divinas. Eso no le
impedirá prosperar, o mantener su hegemo­
nía,„6hasta que se cumpla el tiempo de la
ira .
“Y no tendrá respeto alguno por el Dios
de sus padres, y no tendrá ninguna conside­
ración por el deseo de las mujeres, ni por
ningún dios; porque se engrandecerá por
encima de todo”.
“Si este rey debía ser un pretendido su­
58 EL ANTICRISTO

cesor del pescador de Galilea, podríamos


preguntar: ¿Cómo tendría jamás la posibili­
dad de elevarse a semejante cumbre de po­
der? Las palabras que siguen, responden
claramente a la pregunta: No tendrá respeto
por ningún dios, porque se engrandecerá
por encima de todo lo demás. Note el lector
que no dice que no adorará a ningún dios;
lo contrario es cierto; pero que no tendrá
respeto por ninguno, ya que su meta supre-
ma es su propia gloria”. “El pasaje describe
exactamente al papado, con su orgullo, su
blasfemia, su celibato obligatorio”.9
Jurieu, Méde, Thomas Newton, Wintle
y Keid, concuerdan en reconocer el matri­
monio, en el “amor de las mujeres”, mien­
tras que han creído ver en él, a una
divinidad: Tammuz (Crampón), Artemisa
(nota de la versión Sinodal Francesa), Anai-
tis (Allioli, Fabre D’Envieu), el Mesías (Fa-
ber, Elliott, Irving, Trotter).
“Sin embargo, honrará al dios de las for­
talezas sobre su pedestal, y al dios descono­
cido de sus padres rendirá su homenaje con
oro, plata, piedras preciosas y joyas”.10
“Sir Isaac Newton, Birks y otros buenos
intérpretes han demostrado, que aquí se
hace alusión al culto de los santos', que el
término mahuzzim o fortalezas, designa di­
EL REY ENSOBERBECIDO 59

vinidades protectoras, o santos tutelares,


honrados en calidad de patronos, conside­
rados como defensas o fortalezas, por sus
adoradores”.11
Esta explicación de la palabra mahuz-
zim, en la cual se ha visto a la diosa Roma
(Fabre D ’Envieu), a Júpiter Capitolino
(Abauzit Allioli, Reuss), a la diosa Razón
(Faber, Urías Smith, Jean Vuilleumier), ha
sido defendida por Jurieu, Méde, Thomas
Newton, etc.
“Y actuará en los lugares fuertes de las
fortalezas, con un dios extranjero: A quien
le reconozca multiplicará la gloria; y los
hará dominar sobre la multitud12y (les) re-
partirá el país en recompensa”.
“El dios mahuzzim, es decir los santos, la
virgen, las reliquias, las imágenes, que serán
para él como fortalezas, y entre las cuales
repartirá el país, como a otros tantos dioses
protectores”.13
“Tómense al pie de la letra estas pala­
bras, y aplíqueselas a la historia del papado;
todo se vuelve claro, coherente y armonio-
so ,, .14
“Pero en el tiempo final, el rey del sur
entrará en colisión con él, y el rey del norte
se precipitará sobre él con carros, jinetes y
cantidad de barcos; invadirá el país, joya (de
60 EL ANTICRISTO

los países), y grandes multitudes sucumbi­


rán. Y he aquí los que se salvarán de sus
golpes: Edom, Moab y la región extrema de
los hijos de Amón. Extenderá la mano sobre
diferentes países, y el país de Egipto no
estará a cubierto (de sus ataques). Se hará
dueño de tesoros de oro y de plata y de todos
los objetos preciosos de Egipto; libios y etío­
pes marcharán en su séquito. Pero noticias
del oriente y del norte lo trastornarán, y se
retirará con gran furor para exterminar y
arruinar a muchedumbres. Levantará las
tiendas de su campamento real entre el mar
y la montaña de la gloria santa; pero llegará
a su último día, y nadie le ayudará”.15
Este pasaje suscita más de un problema.
Para comenzar, ¿quién es el poder designa­
do por el pronombre “él”? (ver. 40). Los
comentadores que, siguiendo a Porfirio,
han creído reconocer a Antíoco en el rey
ensoberbecido de los versículos 36—39, no
vacilan en aplicarle a él los últimos versícu­
los del capítulo. Asistiríamos, simplemente,
a una lucha entre Antíoco, rey del norte
(Siria), designado por el primer “él”, y el rey
del sur (Egipto), designado por el segundo
“él”. Estarían en presencia solamente dos
poderes. No hallándose en la historia más
que tres expediciones de Antíoco contra
EL REY ENSOBERBECIDO 61

Egipto (las de los vers. 24, 25, 29), se ha


querido ver aquí, en el versículo 40, una
cuarta campaña del mismo rey contra Egip­
to. Pero los exégetas que, como Crampón y
Fabre D’Envieu, consienten en aplicar el fin
del capítulo a Antíoco, se ven obligados a
confesar: “Solamente Porfirio, citado por
Jerónimo, menciona esta cuarta expedición
de Antíoco contra el rey del sur, Tolomeo
Filométor (166-165 AC)”.16 “Esta expedi­
ción es puramente imaginaria”, declara Fa­
bre D’Envieu.17 Habría que ver en este
último pasaje, un simple resumen de los
versículos precedentes. Es fácil discernir la
debilidad de tal posición.
Parece más normal ver en el poder de­
signado por los dos “él”, al rey ensobercido
de los versículos 36-39. Tenemos, entonces,
no a dos sino a tres poderes en conflicto: “Se
mencionan tres poderes: el rey del sur, el rey
del norte, y el poder que es objeto de sus
ataques, a saber, el dominador apóstata que
se endiosa a sí mismo”. 18
Otro problema: ¿Qué se entiende por el
rey del sur y el rey del norte? ¿Gran Bretaña
y Rusia (Birks)? ¿Egipto y Rusia (Berick)?
¿Egipto y Turquía (Urías Smith)? ¿No es
más lógico ver en ellos a Egipto y Siria? “El
rey del sur y el rey del norte son los mismos,
62 EL ANTICRISTO

en su posición geográfica, que en todo el


capítulo, y se caracterizan por esa posi­
ción”.19 Cuando Darby escribía estas líneas
(la primera edición es de 1847), Siria y Egip­
to de hallaban bajo la dominación extranje­
ra. Por eso él declaró: “Esos reinos serán
restablecidos”.20
No se intentará aquí dar una explicación
detallada, de una predicción que todavía no
ha hallado su cumplimiento. Digamos sim-
plemente, que Harold E. Snide ha pensa­
do en un ataque del papado por parte del
islamismo, representado por los dos reyes
del norte y del sur. Numerosos comentado­
res católicos, sin compartir el mismo punto
de vista sobre este pasaje de Daniel, han
previsto un traslado del papado a Palestina.
Así el dominico Giuseppe Zoppi , prevé la
fuga del papa de Roma a Jerusalén. El jesui-
ta Lacunza pensaba, que así como la Pro­
videncia había transferido la sede de la
cristiandad de Jerusalén a Roma, podría
reconducirla a Jerusalén. El dominico
Bernard Lambert24, veía la sede de la uni­
dad católica transferida a Jerusalén. Pierre
Moglia (1801-1869) adoptó la idea de Zop-
pi.
• 25
Acerca de la identificación del rey en­
soberbecido de Daniel 11:36-39 con el pa­
EL REY ENSOBERBECIDO 63

pado, véanse las. obras citadas en el punto


26.
Acerca de la relación entre este pasaje
de Daniel y 2 Tesalonicenses 2, véanse las
obras citadas en el punto 27.
Referencias
1 Daniel, II, pág. 1411.
2 Le Prophete Daniel et l’Apocalypse, 1880, pág. 75.
3‘ Israel aux Derniers Jours, pág. 112.

4 Théodore Crinsoz, Essai dur l’Apocalypse, 1729, págs. 415,416.


5 Dan 11:36, versión de Crampón.
6 Thomas Wintle, Daniel, Londres, 1836, pág. 214, la. edición,
Oxford, 1792.
7 Dan. 11:37, versión de Darby.
8 Alexander Hislop (1807-1865), The Two Babylons, Londres,
1907, pág. 254, la. edición, Edimburgo, 1853.
9 Id., pág. 253.
10 Dan. 11:38, versión Perret-Gentil.
11 Joseph Tanner, Daniel and Revelation, Londres, 1898, pág. 523.
12 Dan 11:39, versión de Darby.
13 Resume du Commentaire d’EUiott sur PApocalypse, por C. A.
Dapples, Lausana, 1857, pág. 202.
14 Hislop, opus cit., pág. 253.
15 Dan. 11:40-45, versión Rabínica.
16 Crampón, nota sobre Dan. 11:40.
17 Daniel, II, pág. 1418.
18 Bemard L. Bateson, Daniel’s last Prophecy Fulfilled?, Lon­
dres, 1951, pág. 13.
19 Darby, Etudes sur Daniel, 3a. edición, Vevey, 1925, pág. 125.
20 Id., pág. 61.
64 EL ANTICRISTO
21 Prophetic Essays, Nueva York, 1927, pág. 45.
22 L’Epoca Seconda della Chiesa, Lugano, 1781,1, Pág. 188.
23 La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, tomo 2, 1, fen. 6.
24 Exposition, II, pág. 269-326.
25 Essai sur le Livre de Job et sur les Prophéties Relatives aux
Derniers Temps, París, 1865, I, pág. 164. Véanse también
Jean-Baptiste Bigou, cura de Sonnac, Aude, L’Avenir, Pa­
rís, 1887, cap. 7; La Prochaine Conversión du Monde
Entier, París 1891, págs. 142, 143; Joaquín de Sangrán y
González, La Profecía del Apocalipsis, Madrid, 1929, pág.
195.
26 Philipp Nicolai, De Antichristo Romano, Rostock, 1609; Ger-
hard Grave, Tabulae Apocalypticae, Leiden, 1647, págs
93-97; Isaac Newton, Opera, V, págs.413-419; Thomas New-
ton, Dissertation, II, 5a. edición, pág, 168; Crinsoz, págs.
415-419; B. Quaife, Lectures on Prophecy, Sydney, 1848,
págs 75-98; Robert Nevin, Studies in Prophecy, Londres,
1890, págs. 169-180, 182; William Miller, Lectures, 1842,
págs 97-99; Joseph Tanner, Daniel and the Revelation,
Londres, 1898, págs. 521-523; Harold Eugene Snide, Prop­
hetic Essays, Nueva York, 1927, págs. 34-41; Raymond F.
Cottrell, Daniel and Revelation Visualized, pág. 7; M. F.
Roos, An Exposition, Edimburgo, 1811, págs. 235-247; B.
L. Bateson, DaniePs Last Prophecy Fulfilled?, 1951, págs.
9-12; Threshan Dames Gregg, The Mystery of God Finis-
hed, Londres, 1861, págs. 225-230.
27 Martín Lutero, Commentaire sur le Livre du Prophete Daniel,
Ginebra, 1555, pág. 404. Las páginas 12-347 contienen el
comentario de Felipe Melanchton, las páginas 349-421 el de
Lutero; William Miller, Evidence from Scripture and His-
tory ofthe Second Corning ofChrist, About the Year 1843,
Boston, 1842, págs. 97, 98.
Capítulo 5

El hombre de pecado
El texto
“Pero con respecto a la venida de nues­
tro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con
él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis
mover fácilmente de vuestro modo de pen­
sar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por
palabra, ni por carta como si fuera nuestra,
en el sentido de que el día del Señor está
cerca. Nadie os engañe en ninguna manera;
porque no vendrá sin que antes venga la
apostasía, y se manifieste el hombre de pe­
cado, el hijo de perdición, el cual se opone
y se levanta contra todo lo que se llama Dios
o es objeto de culto; tanto que se sienta en
el templo de Dios como Dios, haciéndose
pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando
yo estaba todavía con vosotros, os decía es­
to? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detie-
65
66 EL ANTICRISTO

ne, a fin de que a su debido tiempo se ma­


nifieste. Porque ya está en acción el misterio
de la iniquidad; sólo que hay quien al pre­
sente lo detiene, hasta que él a su vez sea
quitado de en medio. Y entonces se mani­
festará aquel inicuo, a quien el Señor mata­
rá con el espíritu de su boca, y destruirá con
el resplandor de su venida; inicuo cuyo ad­
venimiento es por obra de Satanás, con gran
poder y señales y prodigios mentirosos, y
con todo engaño de iniquidad para los que
se pierden, por cuanto no recibieron el
amor de la verdad para ser salvos. Por esto
Dios les envía un poder engañoso para que
crean la mentira, a fin de que sean condena­
dos todos los que no creyeron a la verdad
sino que se complacieron en la injusticia”
(2 Tes. 2:1-12).
En su primera carta a los tesalonicenses
(4:15), el apóstol ya había escrito: “Nosotros
que vivimos, que habremos quedado hasta
la venida del Señor”. Esas palabras habían
sido mal interpretadas: Se había llegado a la
conclusión de que el día del Señor era in­
minente. De ello, había resultado una lla­
marada de fanatismo acompañada de
desórdenes: “Oímos que algunos de entre
vosotros andan desordenadamente, no tra­
bajando en nada, sino entreteniéndose en lo
EL HOMBRE DE PECADO 67

ajeno” (2 Tes. 3:11). El apóstol declara, que


la parusía del Señor deberá ser precedida
por la del inicuo, preparada por una aposta-
sía religiosa, y por un acontecimiento de
orden político: La desaparición de un obs­
táculo.
La apostasía
Al misterio de la piedad, Dios manifes­
tado en carne (1 Tim. 3:16), se opone el
misterio de la iniquidad ( , negación
de la ley) que Pablo ya veía estar obrando.1
“Es evidente, que la apostasía aquí des­
cripta no es de naturaleza civil, sino religio­
sa; no es una revolución contra el gobierno,
sino una defección que consiste en el aban­
dono de la verdadera religión, el alejamien­
to de la fe (1 Tim. 4:1), del Dios viviente
(Heb. 3:12)”. Pablo ya veía cómo tomaba
forma ese movimiento de apostasía. Diri­
giéndose a los ancianos de la iglesia de Efe-
so, durante su último viaje a Jerusalén,
decía: “Yo sé que después de mi partida
entrarán en medio de vosotros lobos rapa­
ces, que no perdonarán al rebaño. Y de
vosotros mismos se levantarán hombres que
hablen cosas perversas para arrastrar tras sí
a los discípulos” (Hech. 20:29,30).
“El Espíritu dice expresamente, que en
68 EL ANTICRISTO

tiempos venideros algunos se apartarán de


la fe, prestando atención a espíritus seduc­
tores y a enseñanzas de demonios” (1 Tim.
4:1, VM).
La apostasía permitiría al anticristo,
que, recordamos, ya estaba en el mundo a
fines del primer siglo (1 Juan 4:3), sentarse
en el templo de Dios.
Justino mártir, anunciaba la aparición
inminente del “hombre de la apostasía”.
En la misma obra declaraba: “Los tiempos
se han cumplido, y ya está a la puerta, aquel
que proferirá contra el Altísimo la blasfe­
mia de la imprudencia, aquel del cual Da­
niel declara, que ocupará el poder por un
tiempo, y tiempos y la mitad de un tiempo”.4
El templo de Dios
¿Qué es este templo (naos, santuario)
que debía usurpar el anticristo?
Ireneo, hacia fines del siglo II, había
pensado en un edificio material, el templo
de Jerusalén, cuya reconstrucción se des­
contaba.5 Esta idea ha sido retomada en
nuestros días por numerosos autores, que
comparten la interpretación llamada futu­
rista, de las profecías bíblicas.6
La mayoría de los exégetas, sin embargo,
ven en este templo un edificio espiritual, la
EL HOMBRE DE PECADO 69

iglesia cristiana. “En el seno de la iglesia, o


en la sociedad de los pueblos y las naciones,
que el nombre de Cristo ha invadido tan
completamente, el crimen desbordará con
ese furor que vemos ya manifestarse en gran
parte”.7 “Se hará él mismo adorar en lugar
de Dios, y tronará en su templo, no sólo en
el de Jerusalén, sino en el mismo templo de
la iglesia universal”.
g

Este argumento patrístico no se perdió


en la Edad Media, porque el cronista inglés
Roger de Hoveden, hacia el año 1200, al
hablar del anticristo en el templo de Dios,
agrega al texto de Pablo esta paráfrasis: “es
decir, la santa iglesia”.9
El abate Lacunza, a despecho de sus
tendencias futuristas, consagró varias pági­
nas de su obra sobre la segunda venida del
Mesías, para establecer el hecho de que
Pablo designó a la iglesia mediante la expre­
sión “el templo de Dios”.10
Igualmente Jurieu: “No hay otro templo
de Dios, desde Jesucristo, que la iglesia”.11
“El templo de Dios es la misma iglesia cris­
tiana, en la cual se ha levantado el trono del
anticristianismo”. “Nunca, después de la
muerte de Cristo, el templo de Jerusalén fue
llamado templo de Dios por los aposto-
les”. “Pablo está pensando en el templo
70 EL ANTICRISTO

espiritual, la casa de Dios en espíritu, la


iglesia”.14
Para apreciar el sentido que Pablo le
daba a la palabra naos, véase 1 Corintios
3:16,17 (una vez sin el artículo, dos veces
con el artículo); 6:19 (sin el artículo); 2 Co­
rintios 6:16 (dos veces con el artículo). Véa­
se también Efesios 2:21, y 1 Timoteo 3:15,
donde el apóstol enseña, cómo conducirse
en la casa ( oiks)de Dios. Volvemos a en­
contrar esta palabra en 1 Pedro 2:5, donde
los creyentes son comparados con piedras
vivientes, partes del edificio espiritual, que
es la iglesia.
En ocasión de la dieta de Espira, Calvino
escribió:
“Es la arrogancia del anticristo, de la
cual habla San Pablo, a saber, que se sienta
en el templo de Dios, para ocupar el lugar
de Dios. Porque, ¿dónde está la majestad de
Dios, cuando un hombre mortal es exaltado
hasta el punto de que sus ordenanzas son
estimadas más, que los mandamientos de
Dios mismo?”15
Bérenger de Tours (999-1088) ¿habrá
pensado en este pasaje de 2 Tesalonicenses
cuando decía: “La sede de Roma, no es la
sede apostólica, sino el asiento de Sata­
nás?”16 ¿O tal vez, se inspiró en Apocalipsis
EL HOMBRE DE PECADO 71

13:2: “El dragón le dio su poder y su trono,


y grande autoridad?
El obstáculo
En las dos expresiones “lo que lo detie­
ne” (neutro), y “quien al presente lo detie­
ne” (masculino), Pablo se sirve de un verbo
griego, que en el lenguaje del Nuevo Testa­
mento significa, generalmente, “detener”,
“impedir”.17
¿Qué o quién, en vida del apóstol, retar­
daba la manifestación del anticristo?
Exégetas modernos han propuesto toda
clase de hipótesis: un decreto divino (Gut-
jahr), el ejército de los ángeles (Prat), el
Evangelio (Alio), la iglesia cristiana (Burg,
Bolemey, Pache), el Espíritu Santo (S. D.
Gordon, Antomarchi). Si cualquiera de es­
tas hipótesis fuera fundada, no se compren­
dería por qué el autor de la segunda epístola
a los tesalonicenses tuvo que rodearse de
misterio.
Los escritores eclesiásticos de los prime­
ros siglos, están muy de acuerdo con otra
interpretación: La aparición del anticristo
era retardada por el Imperio Romano (lo
que lo detenía), y por el emperador romano
(aquel que lo detenía).
El primer testimonio que presenta es el
72 EL ANTICRISTO

de Ireneo, que terminó en Lyon, hacia el


año 190, su obra destinada a refutar la falsa
ciencia. Relacionando la predicción de Pa­
blo, con el pasaje de Daniel 7 relativo al
cuerno pequeño, Ireneo preveía la apari­
ción del anticristo, hacia el final de la cuarta
monarquía, la que existía en su tiempo. 18
Viene luego Tertuliano de Cartago, que
escribía en el año 197: “Sabemos, que la
terrible catástrofe que está suspendida so­
bre la tierra entera, y la misma premura del
tiempo, que nos amenaza con terribles cala­
midades, sólo está retrasada, por el respiro
concedido al Imperio Romano”.19 ¿Qué
obstáculo, sino el Imperio Romano, cuyo
desmembramiento entre las manos de diez
reyes conducirá al reinado del anticristo?” 20

Hipólito de Roma, habla en términos


semejantes: “¿Quién será, pues, aquel que
detiene hasta el presente, sino la cuarta bes­
tia, a la cual sucederá el engañador, cuando
haya sido derribada y desposeída?”
Hacia el año 310, el apologista Lactancio
se expresaba así: “¿No es acaso evidente,
por el mismo estado de las cosas, que los
tiempos de la caída total y de la ruina no
están muy lejos, y que mientras Roma sub­
sista, no tenemos que temer nada semejan­
te? Pero cuando esta metrópoli del mundo
EL HOMBRE DE PECADO 73

sea derribada, ¿quién puede dudar que ha­


brá llegado el momento, en que acabarán
todas las cosas? Postrémonos, pues, delante
del Dios del cielo, y pidámosle si de alguna
manera, no pueda diferirse la ejecución de
sus decretos, y que no veamos llegar más
pronto de lo que pensamos, al abominable
tirano, a quien le tocará intentar esa gran
empresa de extinguir el astro brillante, cuya
pérdida acarreará la del mundo entero”.22
Escuchemos ahora a Cirilo de Jerusalén
(hacia el 348): “El anticristo aparecerá
cuando los destinos de Roma estén cumpli­
dos. Entonces el fin del mundo estará cerca:
Sobre las ruinas de este imperio, se elevarán
diez reyes, que reinarán quizá en diversos
lugares, pero al mismo tiempo. A esos diez
reyes sucederá el anticristo”.23
Hablando en Constantinopla por el año
400, Juan Crisóstomo, se expresó en el mis­
mo sentido: “Podría con todo derecho pre­
guntarse el significado de esta palabra, ‘lo
que lo detiene’, y desear saber después por
qué Pablo se envuelve en tan profunda os­
curidad. ¿Qué significa, pues, ‘lo que lo de­
tiene, a fin de que a su debido tiempo se
manifieste’, o bien, lo que impide que se
manifieste? Unos dicen que es la gracia del
Espíritu, otros piensan que es el Imperio
74 EL ANTICRISTO

Romano; y yo me encuentro entre estos


últimos... Como designa a la potencia roma­
na, ha debido hablar en términos indirectos
y velados, porque no querría suscitar gratui­
tamente odios, y exponerse a inútiles peli­
gros. Si hubiese predicho, efectivamente,
que de ahí a poco se desmoronaría esa po­
tencia, habría sido inmediatamente exter­
minado como enemigo público, y todos los
fieles con él, como soldados que marcharan
bajo sus órdenes... Cuando haya desapare­
cido el Imperio Romano de la tierra, apare­
cerá aquél [el anticristo]”.24
Vemos, pues, que al debilitarse la tradi­
ción apostólica, se comienza a fines del siglo
IV a presentar nuevas explicaciones. Por su
parte, Jerónimo permaneció fiel a la inter­
pretación tradicional. En el 407 escribía:
“Digamos lo que han enseñado y transmiti­
do todos los escritores eclesiásticos, a saber,
que en la consumación del siglo, cuando
vendrá la destrucción del imperio de los
romanos, diez reyes se repartirán entre ellos
el mundo romano, y un undécimo rey más
pequeño, surgiendo de entre ellos, prevale-
cerá sobre tres de los diez primeros”. Al
comentar el capítulo 25 del profeta Jere­
mías, entre los años 415 y 420, el mismo
Jerónimo decía: “Aquel que detiene, el Im­
EL HOMBRE DE PECADO 75

perio Romano; porque si este imperio no es


destruido y quitado del mundo, según la
profecía de Daniel, el anticristo no vendrá:
Que si se hubiera explicado con más clari­
dad, hubiera excitado imprudentemente la
persecución contra los cristianos, y el enojo
de los idólatras contra la iglesia”.26 En una
carta a Algasia, comenta así las declaracio­
nes de Pablo: “Quiere decir que las nacio­
nes sometidas al imperio Romano, han de
sublevarse en contra de él, y que, entonces,
vendrá el hombre de pecado anunciado por
las profecías... Se instalará en el templo de
Dios, ya sea en Jerusalén, como piensan
algunos, ya sea más bien en la iglesia... El
apóstol enseña, que Cristo no vendrá antes
que sea desolado el Imperio Romano, y
haya hecho su aparición el anticristo... El
apóstol no quiere decir claramente que fel
Imperio Romano será destruido. El sabe
que los emperadores lo creen eterno... Si se
hubiese atrevido a decir abiertamente, que
la destrucción del Imperio Romano prece­
dería a la venida del anticristo, hubiera pa­
recido dar un justo motivo para perseguir a
la iglesia naciente... Sólo falta que desapa­
rezca el Imperio Romano, que tiene ahora
en su poder a todas las naciones: Entonces
vendrá el anticristo”.27 Finalmente en una
76 EL ANTICRISTO

carta a Ageruquia, escrita en el 409, durante


la invasión de los godos, Jerónimo clamaba:
“Aquel que ponía obstáculo es quitado de
en medio, y vosotros ¿no comprendéis que
se acerca el anticristo, aquel a quien el Se­
ñor Jesucristo matará por el Espíritu de su
boca?”28
Agustín es menos categórico. Se pregun­
taba, sin embargo, en su Ciudad de Dios,
escrita entre los años 413 y 426, si la palabra
de Pablo no podría entenderse como el Im-
perio Romano. 29
La misma enseñanza se encuentra en
Ambrosiastro30, y en Ecumenio.31
A esta lista podrían añadirse, según
Gaussen32, Cipriano, Atanasio, Eusebio de
Cesárea, Metodio, Victorino, Isidoro de Pe-
lusio, Teodoreto, y Sulpicio Severo.
La importancia de la tradición repre­
sentada por los autores citados, ha sido re­
conocida por autores, tanto católicos como
protestantes.
“Este acuerdo de los Padres, ¿no parece
acaso fijar su significado? ¿No supone, por
lo menos, una tradición que conservaba el
recuerdo de lo que el apóstol había enseña­
do de viva voz a los tesalonicenses, y proba­
blemente a las otras iglesias fundadas, y
visitadas por él?”33
EL HOMBRE DE PECADO 77

“El obstáculo que se oponía al desarro­


llo del hombre de pecado, era conocido por
los tesalonicenses, lo que le da un gran peso
al testimonio de los Padres de la iglesia que,
desde Ireneo, discípulo de un discípulo de
San Juan, afirman, que ese obstáculo era el
poder imperial, reinante y residente en Ro­
ma; porque, ¿cómo podía una enseñanza
tan importante, una vez transmitida por los
apóstoles, haberse perdido ya en el siglo que
les sucedió inmediatamente?”34
“La tradición es, a menudo, una guía
poco segura. Pero en este caso particular,
parece merecer nuestra atención. El asunto
en cuestión era a la vez importante y simple;
los que recibieron las instrucciones orales
del apóstol, no podían olvidarlas o equivo­
carse al referirlas; y la iglesia de los tiempos
subsiguientes, no podía sacar de otra fuente,
sino que debía acudir forzosamente a esa
tradición, el conocimiento de un hecho co­
municado solamente de viva voz, e intencio­
nalmente omitido en la carta inspirada del
apóstol. Debemos, pues, felicitamos de que
la tradición relativa a este obstáculo, sea tan
antigua y tan explícita, de que esté de acuer­
do con lo que sabemos por otros pasajes
bíblicos, y de que no haya una tradición
contraria, acerca del asunto. Desde Ireneo,
78 EL ANTICRISTO

discípulo de un contemporáneo de San


Juan, Policarpo, todos los Padres son unáni-
mes en la afirmación del mismo hecho”.35
Son numerosos los autores católicos mo­
dernos, que han conservado la interpreta­
ción tradicional: Voste, Toussaint, Calmet,
La Chetardie, Rondet, Walmesley, etc. “Sea
cual fuere la interpretación que se dé al
resto de la profecía, lo que detiene al hom­
bre de pecado, será siempre, el Imperio
Romano, o un emperador romano.”36
En cuanto a los protestantes de todas las
tendencias, son legión: Pierre Du Moulin,
Graser, Le Gendre, PhiliPot, Crinsoz, Luz-
zi, Begg, Philippe de Momay, Charles La-
grange, Gagnier, Bosio, Goguel etc./‘La
suposición más generalmente admitida, es
que Pablo designa de esta manera al impe­
rio (o al emperador) romano, que por su
potente organización, oponía una barrera a
todo intento de reemplazar su poder”.37 “Se
admite generalmente, que él veía en la fuer­
te organización del Imperio Romano el obs­
táculo que, por el momento, retrasaba la
manifestación del anticristo”.38
¿Hace falta señalar la importancia del
pasaje de Pablo, así entendido, para fijar el
lugar y la fecha de la manifestación del an­
ticristo?39
EL HOMBRE DE PECADO 79

¿Persona o personificación?
El poder que Pablo designa como el ad­
versario, y Juan llama el anticristo, ¿es una
persona física (un individuo), o una persona
moral (una colectividad, un poder dinásti­
co) o ambas cosas a la vez?
La primera tesis, que parecen favorecer
las expresiones “hombre de pecado”, “hijo
de perdición” (hebraísmo por “hombre per­
dido”), sostenida por el monje Adson en un
tratado dirigido a la reina Gerberga, esposa
de Luis IV, rey de Francia40, ha sido retoma­
da por el jesuíta italiano Roberto Bellarmi-
no, quien consagró un tratado al anticristo
en una de sus obras41; por el dominico espa­
ñol Tomás Malvenda42; por el jesuíta belga
Lenaert Leys, o Lessius.43 Ha sido defendi­
da por el franciscano belga Rigaux, quien
afirma: “Inmediatamente antes de la paru-
sía de Jesús, aparecerá un individuo hostil a
Dios y a los hombres: El anticristo”.44
Esta idea de un anticristo individual to­
davía por venir, ha sido popularizada por
numerosos autores protestantes de tenden­
cias plymouthistas.45
Diversas razones se oponen a esta teo­
ría:
Primero, en lo que concierne a la natu­
raleza del anticristo, en la visión del capítulo
80 EL ANTICRISTO

7 de Daniel, de la cual Pablo y Juan han


sacado su enseñanza al respecto, el poder
anticristiano está Simbolizado por un cuer­
no colocado sobre la cabeza de la cuarta
bestia (el Imperio Romano). Ahora bien, en
la profecía apocalíptica, cada cuerno no re­
presenta a un individuo, sino a un poder
político, un reino. Así, en el capítulo 8 del
mismo libro, los dos cuernos del carnero
representan, a los dos bandos que consti­
tuían la monarquía de los medos y los per­
sas; el gran cuerno del macho cabrío
corresponde, a la primera fase de la tercera
monarquía mundial (el imperio macedonio
bajo Alejandro Magno), mientras que los
cuatro cuernos que suceden al primero, sim­
bolizan los principales reinos surgidos del
desmembramiento del mismo imperio, des­
pués de la muerte de Alejandro. Los diez
primeros cuernos de la cuarta bestia del
capítulo 7, corresponden a los principales
reinos germano-latinos, surgidos del des­
membramiento del Imperio Romano; por
lo tanto, el undécimo cuerno, no podría ser
un simple individuo.
En segundo lugar, la duración del poder
representado por el undécimo cuerno (an-
ticristo), está indicada por el hecho de que
este poder se levanta enseguida, después
EL HOMBRE DE PECADO 81

del partimiento del Imperio Romano, ocu­


rrido en el siglo V de nuestra era, y ejerce
su autoridad, hasta la época del juicio final.
Esto excluye la hipótesis de un anticristo
individual. Asimismo, en la segunda epísto­
la a los tesalonicenses, el adversario no
aguarda para manifestarse, sino la desapari­
ción del obstáculo que detiene su desarro­
llo, y este obstáculo es el Imperio Romano,
que los bárbaros destruirían en el siglo V.
Sólo la manifestación gloriosa de Cristo (la
epifanía de su parusía) pondrá fin a su exis­
tencia, según la enseñanza de Pablo. Final­
mente, en las cartas de Juan, la aparición del
anticristo es inminente; ya percibe el após­
tol los pródromos de su aparición; por otro
lado, aquí, como en Pablo, el florecimiento
de este poder anticristiano es considerado
como una señal de los últimos tiempos.
Nos vemos, pues, llevados a considerar
al anticristo, como un cuerpo moral. Esta
idea ya se encuentra expresada en un trata­
do de origen valdense, según algunos, y de
origen husita, según otros.46 El manuscrito,
que no ha llegado hasta nosotros, habría
tenido la fecha de 1120. Pero los críticos
modernos, le asignan una fecha más tardía.
“Su origen husita había sido sugerido por
Diekhoff, pero Goll tiene el mérito de ha­
82 EL ANTICRISTO

berlo demostrado. La obra es de la época de


Lucas de Praga”.47 Lucas de Praga, nació
hacia 1460 y murió en 1,528. Para el autor de
este tratado, anticristo es sinónimo de an­
ticristianismo. “Según su definición, el
anticristo no es una persona, sino una per­
sonificación sumamente vaga de la rebelión
hipócrita contra la iglesia de Dios, y sus
estatutos legítimos”.48
El P. Lacunza consagró más de cien pá­
ginas de su obra, al asunto del anticristo.49
Comienza diciendo: “Parece no sólo con­
veniente, sino incluso necesario, que nos
formemos la idea más clara posible del an­
ticristo; de lo contrario, es de temer que él
entre en el mundo, que lo veamos con nues­
tros ojos, que escuchemos su voz, que re­
cibamos su ley y su doctrina, que nos
maravillemos de sus obras y de sus milagros,
sin reconocer en él al anticristo, sin tener
siquiera la menor sospecha”. A continua­
ción expone y refuta las teorías corrientes
(anticristo individual, todavía venidero, de
origen judío, y monarca universal). Final­
mente, propone su sistema: “Según todas
las señales dadas en las Santas Escrituras, y
otras señales inequívocas que nos propor­
ciona el tiempo, que es considerado el me­
jor intérprete de las profecías, el anticristo
EL HOMBRE DE PECADO 83

por el cual somos amenazados por los tiem­


pos que preceden inmediatamente la veni­
da del Señor, no es otra cosa que un cuerpo
moral, compuesto de innumerables indivi­
duos, diversos pero moralmente unidos, y
animados por el mismo espíritu de oposi­
ción contra el Señor y contra su Cristo”.
Para él también, anticristo es sinónimo de
anticristianismo. Pero mientras valdenses y
husitas veían el anticristianismo en la iglesia
romana, Lacunza creía descubrirlo en la
masa de malos cristianos que, bajo la in­
fluencia volteriana, no vacilaban en cortar
los lazos que los unían al cristianismo.
Felipe Meda (1665-1733), obispo de
Conversano, vacilaba entre dos opiniones,
el anticristo individuo y el anticristo cuerpo
moral. “Una cosa se me había casi escapado
de los labios: Puede ser que nosotros mis­
mos seamos una porción viviente de ese
anticristo, y que en nuestro propio corazón,
el anticristo vaya creciendo y magnificándo­
se: Examinemos bien nuestra conciencia”.50
El canónigo español Cristino Morrondo
Rodríguez (1865-1931) sigue a Lacunza. El
anticristo para él, no es un hombre, sino un
grupo de sectarios que lograrán apoderarse
de la sede romana.51
El pastor Alberto Nicole, nacido en
84 EL ANTICRISTO

1873, también ha visto un cuerpo moral en


el anticristo. 52
También el P. Alio opina que se trata de
una colectividad. ¿Se referirá a Pablo? “El
gran apóstol vio en el hombre de pecado
una colectividad histórica continua, que ya
había comenzado a actuar en sus días”. ¿Se
refiere al autor del Apocalipsis? “Juan no
menciona a un anticristo personal”. “Este
anticristo, no es en Juan, una persona única,
sino una 53colectividad animada por cierto
espíritu .
f •. yy

Otro erudito católico ha llegado a la mis­


ma conclusión: “El Nuevo Testamento, no
favorece la idea de un anticristo personal.
Bíblicamente hablando, no hay un anticris­
to, sino anticristos, falsos profetas y falsos
mesías, entendiéndose bien, que los de los
últimos tiempos podrán tener una maligni­
dad más pérfida, y un poder más temible”.54
La idea de un anticristo como persona
moral, ha sido presentada con diversos ma­
tices, que conviene examinar. “La interpre­
tación colectiva, se presenta bajo tres
formas principales. Unos idealizan al anti­
cristo, y lo convierten en el símbolo de un
vicio, o de la impiedad en general. Otros
quieren ver en el hombre de pecado, la
designación de un grupo concreto de perso-
EL HOMBRE DE PECADO 85

ñas. Por último, se ha propuesto entender a


la colectividad, como teniendo un solo rep­
resentante en vida y en actividad, desde el
comienzo de la iglesia, hasta el fin de los
tiempos .
.. „ 55
La primera de estas formas es, decidida­
mente, demasiado vaga, porque es preciso
distinguir entre el anticristo, y el misterio de
la iniquidad que le abre el camino. La se­
gunda es insuficiente, por cuanto parece
ignorar la existencia de un jefe, que esté a la
cabeza del cuerpo moral. Es, pues, la tercera
forma la más satisfactoria. Agier, magistra­
do cristiano, galicano y jansenista, mostró
que es menester distinguir en el anticristo,
entre el cuerpo, una persona moral, y el
Jefe, un individuo.56 El franciscano español
José Vidal y Galiana, que murió en 1848,
que refutó a Lacunza, se encontraba, sin
embargo, de acuerdo con él, al tratar de
conciliar la idea de un anticristo colectivo,
con la opinión común. Distinguía entre el
cuerpo del anticristo, persona moral, y su
jefe, un individuo.57 La misma idea está en
Luigi Nardi (1777-1837): “Un cuerpo moral
de impíos, que se darán a sí mismos, un
jefe”. Más recientemente, José Ignacio
Olmedo hace referencia al anticristo, como
un cuerpo moral que está encabezado por
86 EL ANTICRISTO

un individuo.59 Véase también a José Bon-


sirven: “Una colectividad (pero que puede
culminar en una personalidad más destaca­
da)”.60 Nótese, que éste era ya el punto de
vista de Gregorio I, obispo de Roma desde
el año 590 al 604, cuyo pensamiento al res­
pecto, ha sido así resumido por el jansenista
Francisco Jacquemont (1757-1835): “El an­
ticristo, según este santo papa, no es sólo un
hombre particular; es una sociedad de hom­
bres malvados, entre los cuales hay uno más
malvado que todos los otros, que es como la
cabeza de ese cuerpo”.61 Gregorio expuso
sus ideas sobre el anticristo en su explica­
ción profética del libro de Job.62
Si se tienen en cuenta todos los elemen­
tos proporciondos por las profecías bíblicas,
el anticristo tiene que ser un poder político
y religioso, cuya eclosión se preparaba des­
de los tiempos apostólicos, y cuya existencia
debía prolongarse hasta el retomo de Cris­
to, quien pondrá fin a las usurpaciones de
ese poder. Es una colectividad, un cuerpo
moral que está encabezado, no por un per­
sonaje histórico aislado, sino por una suce­
sión de hombres animados por el mismo
espíritu, que persiguen el mismo fin, y que
desempeña el mismo papel en el seno de la
cristiandad.
EL HOMBRE DE PECADO 87

Así pensaba Calvino: “El vicario y lugar­


teniente de Satanás ocupará la dominación
de la iglesia, y presidirá sobre ella, en lugar
de Dios. El describe al rey de esa horrible
abominación, bajo la persona de un hom­
bre, porque ese rey no es más que un hom­
bre, aunque los unos suceden a los otros”.63
Acerca del carácter dinástico del anti­
cristo, véase a Du Moulin y a Jurieu.64
“Todos los caracteres del anticristo, se
han manifestado superabundantemente en
el papismo, y no vemos ninguna necesidad
de buscar en otra parte, el cumplimiento de
la profecía de San Pablo”.65 Era lo que pen­
saba ya el autor desconocido del tratado
valdense sobre el anticristo: “Si este rebelde
ya ha venido en toda perfección, no hay que
buscarlo más”.66
Referencias
1 Acerca de esto véase Mortimer O’Sullivan, The Apostasy Pre-
dícted by St. Paul, Dublín, 1842; O. Kellermann, L’Aposta-
sie. Etude Historique de la Chute de PEglíse selon les
Prophéties, Cette, 1903; Joseph Meade (Mede), The Apos­
tasy of the Latter Times, Works, 4a. edición, págs. 621-693.
Trad. Johann Schoenauer, De Apostasia Novissimorum
Temporum, Basilea, 1656.
2 Thomas Newton, Dissertation, 5a. Edición, II, pág. 366.
3 Diálogo con Trifón, CX, 2.
4 Id., XXXII, 3.
5 Tratado Contra los Herejes, libro V, cap. XXX, secc. 4. Migne,
Patrología Griega, 7, col 1207.
88 EL ANTICR1STO
6 Véase, por ejemplo, Luis Vivien, L’Apocalypse Expliquée par
PEcriture, París, 1837, pág. 88, y Charles, Eschatology, 2a.
edición, pág. 439. >
7 Agustín, sobre el Salmo VII, Obras completas, ed. Raulx, VIII,
Pág. 149. Cf. La Ciudad de Dios, XX, XIX.
8 Crisóstomo, tercera homilía sobre la segunda epístola a los
tesalonicenses, 2; Jerónimo, A Algasia, cuestión 11; Teodo-
reto, sobre 2 Tesalonicenses 2 (Migne, Patrología griega,
82).
9 The annals, trad. Riley, II, Londres, 1853, pág, 184.
10 Véase La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, ed. 1812,
págs. 195-199. Lacunza ha sido seguido por sus discípulos
Morrondo, Prox., 1922, pág. 546, y R. Eyzaguirre, Apoc., R.,
1911, págs. 346, 347.
11 Préjugés Legitimes contre le Papisme, Amsterdam, 1685,1, pág.
78.
12 Accomplissment des Prophéties, I, pág. 51. a

13 Gaussen, Daniel, II, pág. 98.


14 Louis Bonnet, Le Nouveau Testament, III, 3a. edición, pág. 499.
15 Supplication et Remontrance sur le Fait de la Chrétienté, et
de la Réformation de PEglise, Faite au Nom de Tous les
Amateurs du Regne de Jésus-Christ, a PEmpereur, et aux
Princes et Etats Tenant Maintenant Journée Impériale a
Spire, pág. 102.
16 Véase Philippe Labbé, Sacrosancta Concilia, IX, París, 1871,
col. 1051.
17 Véase Rigaux, L’Antichrist, pág. 296.
18 Adversus Haereses, V, 30, 2. Migne, Patrología Griega, 7, col.
1205.
19 Apologétique, XXXII, I. Trad. Waltzing, París, 1929, pág. 72.
20 De la Résurrection de la Chair, escrito hacia 210, XXIV, trad.
de Eugéne de Genoude, Oeuvres de Tertullien, 2a. edición,
I, pág. 472.
21 Commentaire sur Daniel, IV, XXI. Ed. Lefevre, pág. 305.
22 Instit. Div. VII, cap. 25. Migne, Patrología Latina, 6, 1844, col.
812,813. Cf. cap. 15, col. 784-790.
EL HOMBRE DE PECADO 89
23 Catécheses, XV, 12. Trad Faivre, en Oeuvres Completes de
Cyrille, Lyon, 1844, II, pág. 119.
24 Segunda homilía sobre la segunda epístola a los tesalonicenses,
en Oeuvres Completes, trad. Bareille, XIX, París, 1868,
págs. 329,330.
25 Comentario sobre el Profeta Daniel, Migne, Patrología Latina,
25,1884, col. 531.
26 Id., 24, col. 872.
27 Cuestión 11, Migne, Id., 22, col. 1037.
28 Carta CXXIII, 116, Id., 22, col. 1057.
29 XX, 19. Trad. Moreau, III, pág. 319.
Migne, Id., 17, col. 457.
31 Migne, Patrología Griega, 119, col. 119-122.
32 Daniel, III, pág. 147.
33 F. de Bovet, L’Esprit de L’Apocalypse, París, 1840, pág. 160.
34
Resume du Commentaire d’EIIiott, sur PApocalypse, publica­
do por Dapples, pág. 126.
35 Guinnes, The Approachíng Age, 8a. edición, 1882, pág. 165.
36 Jacques-Eugene Jacquier, nacido en 1847, Histoire des Livres
du Nouveau Testament, I, París, pág. 101.
37 Rochedieu, L*Apotre Paul, 2a. edición, pág. 16.
38 Aug. Thiebaud, Dictionnaire Encyclopedique de la Bible, de
Westphal, I, pág. 59.
39 Véase Hislop, The Light of Prophecy Let in the Dark Places of
the Papacy: Being an Exposition of 2 Thessalonians 2:3-
12, Edimburgo, 1846.
40 De Ortu et Tempore Antichristi, escrito en el año 954, Migne,
Patrología Latina, 101, col. 1289-1298. Véase P. de Char-
liac, L’Antéchrist du Moine Adson, París, 1905.
41 Disputationes de Controversiis, Ingolstadt, 1586-1593, Venecia,
1596, Sedan 1618— 1619, Colonia 1617-1623.
42 De Antichristo, Roma, 1604; Valencia, 1621; Lyon, 1647.
43 De Antichristos, Amberes, 1611.
44 L’Antichrist, pág 408.
90 y EL ANTICRISTO
45 Véase Pember, Antichrist, Londres, 1886,2a. edición, pág. 1888.
4 6 Traite de 1*Antichrist, texto latino y traducción francesa en
Perrin, Histoire des Vaudois, Ginebra, 1619, págs. 253-295.
Reproducido en Monastier, Histoire de PEglise Vaudoise,
II, Lausana, 1847, págs. 322-363.
47 Comba, Histoire des Vaudois dTtalie, I, págs. 266, 267.
48 Id., pág. 267.
49 Venida, segunda parte, fen. III (el anticristo), y IV (el fin del
anticristo).
50 Discorsi Teologici, Nápoles, 1724, págs. 265, 266
51 Jesús no Viene, Jesús Vendrá, o Catástrofe y Renovación, Jaén,
1924, págs. 46,47.
52 Le Retour du Christ, Nogent-sur-Mame, 1936, págs. 20, 21.
53 L’Apocalypse, 2a. edición, págs. 199, 200, 147.
54 Buzy, Supplément au Dictionnaire de la Bible, de Vigouroux, I,
col. 305.
55 Rigaux, pág. 270.
56 Commentaire sur l’Apocalypse, II, pág. 25.
57 La venuta del Messia ¡n Gloria e Maestá, I, Roma, 1834, pág.
69.
58 DelPEpoca Nostra, Turín, 1854, 2a. edición, Pistoia, 1880 pág
110.
59 Restauración del Reino de Israel, Buenos Aires, 1937, pág. 31.
60 L’Apocalypse de S. Jean, París, 1951, pág. 232.
61 Avis aux Fideles sur la Conduite qu’ils Doivent Teñir Dans les
Disputes qui Affligent PEglise (anón.), 1796, pág. 345.
62 Moralium libri (Migne, P. L., 76, 1857, col. 710-718. Trad.
francesa, Les Morales sur de Livre de Job, IV, Lyon, 1692,
pág. 660 y siguientes).
63 Commentaire sur Toutes les Epitres de PApotre S. Paul,
Ginebra, 1560, pág. 600, sobre 2 Tesalonicenses 2.
64 Pierre Du Moulin, De PAccomplissement de Prophéties, Gine­
bra, 1631, págs. 85-87. La primera edición es de 1612. Pierre
Jurieu, L’Accomplissement des Prophéties, I, Rotterdam,
1686, págs. 44-46; 3a. edición, 1689, págs. 139-142.
EL HOMBRE DE PECADO 91
Francisco Eldin, (1825-1892), Derniers Temps et Avenir Eter-
nel du Gmnd OeuvreHumain d’Apres l’Apocalypse, París
1885,pág. 296.
66
Véase Antoine Monasteir, Histoire de l’Eglise Vaudoise, II
Toulouse, 1847, pág. 333.
Capítulo 6

La bestia con diez cuernos1


Habiendo sido examinado este símbolo
en otro ensayo de esta serie2, bastará con
que aquí demos algunas indicaciones com­
plementarias.
Se sabe que la bestia apocalíptica (Apoc.
11:7; 12:3,4; 13:1-10 14:9-11; 15:2; 16:10;
17:1-18; 19:19,20; 20:4,10) tiene muchas fa­
ses. El capítulo 13 nos la presenta bajo la
quinta cabeza, esa cabeza que, herida de
muerte, debe revivir y reinar un momento
en calidad de octavo rey, antes de eclipsarse
en una destrucción total.
Es tan estrecha la relación entre la bestia
surgida del mar, y el cuerno pequeño de
Daniel 7, y son tan evidentes las analogías,
que se ha podido hablar de identidad.3
La bestia es la monarquía universal, que
tras haberse manifestado en el león babilo­
93
94 EL ANT1CRISTO

nio, luego en el oso medo persa, el leopardo


macedonio, ha tomado cuerpo en el Impe­
rio Romano, su forma definitiva. Pero ésta,
pasa a través de diversas fases sucesivas,
correspondientes a las cabezas cuarta, quin­
ta, sexta y séptima, como se ha visto al co­
mentar acerca de Apocalipsis 17.4 Ahora
bien, bajo la quinta cabeza, Roma medieval,
tenemos el período de la supremacía del
cuerno pequeño, papal, de Daniel 7.
Referencias
1 Véase James Gray, A Dissertation on the Book of Revelation,
Newburgh, 1818, págs. 147-155.
2
Alfredo Félix Vaucher, Les Prophéties Apocalyptiques, 1960,
págs. 41-52.
3
Véase el Resume du Commentaire d’EIIiott, pág. 125; Vivien,
L’Apocalypse, pág. 85; Elizabeth Baxter, nacida Foster, Ses
Derniéres Paroles. Etudes Biblíques sur l’Apocalypse,
Neuchatel, 1896, pág. 118.
4 Les Prophéties Apocalyptiques, págs. 49-52.
Capítulo 7

Panorama histórico
¡Anticristo! ¿Es éste un nombre que ha
servido para excitar hasta el abuso las pasio­
nes políticas y religiosas? Obispos y papas lo
emplearon contra reyes y emperadores; pa­
pas contra antipapas; católicos contra cis­
máticos, herejes, protestantes; protestantes
contra católicos.
Constancio II, uno de los hijos de Cons­
tantino el Grande, emperador de Oriente
en el 337, a la muerte de su padre, luego
único emperador del 351 al 361, tras la de­
saparición de sus dos hermanos Constanti­
no II y Constante II, era arriano. Trató de
lograr la unidad religiosa del imperio en
beneficio del arrianismo. Hilario, obispo de
Poitiers, en la segunda mitad del siglo IV, lo
denunció como el anticristo, o por lo menos
el precursor del anticristo, en un panfleto de
95
96 EL ANTICRISTO

inusitada violencia.1 “Debemos aguardar a


Jesucristo —decía Hilario— 2
porque el anti-
cristo esta gobernando”.
Atanasio, obispo de Alejandría, también
creyó reconocer al anticristo en el empera­
dor Constancio, si hay que dar crédito a su
Historia de los Arríanos.
A comienzos del año 537, Belisario, ge­
neral enviado a Italia contra los godos por
el emperador de Oriente, Justiniano, había
depuesto al papa Silverio, y había hecho
elegir en su lugar a Vigilio, que ocuparía el
trono pontificio hasta el año 555. “Este papa
miserable”4 ha sido estigmatizado con el
título de anticristo, por el cardenal César
Baronio (1538-1607), segundo general de la
congregación del Oratorio de Italia.5
Cuando, hacia finales del siglo VI, Juan
el Ayunador, patriarca de Constantinopla,
asumió el título de obispo universal, el papa
Gregorio I protestó enérgicamente. Se abs­
tuvo de reivindicar para sí mismo un título
que le parecía blasfemo, y escribió al empe­
rador Mauricio: “Yo digo sin la menor vaci­
lación, que cualquiera que se llame a sí
mismo obispo universal, o desee ese título,
es, por su orgullo, el precursor del anticristo,
porque pretende de esa manera elevarse
por encima de los otros. El error en el que
PANORAMA HISTORICO 97

cae, viene de un orgullo igual al del anticris­


to, porque así como ese perverso quiso ser
considerado, como estando por encima de
los otros hombres, como un Dios, así cual­
quiera que desee ser llamado único obispo,
se eleva por encima de los otros”.6 La acti­
tud asumida en este asunto por Gregorio I,
inspiró a un historiador las siguientes refle­
xiones: “El sistema que llegó a ser más tarde
conocido como el sistema papal, fue repu­
diado con horror por el mejor y el más gran­
de de los papas, Gregorio Magno (590-604)
cuando comenzó a manifestarse, y aunque
no consistía originalmente más que en títu­
los honoríficos.
Según este sistema, el papa posee la ple­
nitud del poder: Todos los otros obispos no
son más que sus asistentes, y ayudantes de
que se rodea; todo poder es una emanación
de su poder, y en cada diócesis es el papa el
titular de la jurisdicción, en concurrencia
con el obispo del lugar. Así es como Grego­
rio entendía el título de patriarca ecuméni­
co, y por eso no permitió que se le otorgase
un título tan criminal como blasfemo”.7
Recordemos esta reflexión de Juan Cal-
vino: “Para no perder demasiado tiempo en
explicaciones, el ser obispo universal, ¿no es
acaso tener pleno poder sobre toda la cris­
98 EL ANTICRISTO

tiandad? San Gregorio detesta una domina­


ción tal como execrable, llena de sacrilegio,
y propia del anticristo solo. ¿A quién le
creeremos más, al papado, o al mismo pa­
pa?”8
Los sucesores de Gregorio, no vacilaron
en asumir el título universal que Gregorio
había negado a su rival de Constantinopla.
Los abusos a que dieron lugar las ambicio­
nes pontificales, provocaron muy pronto vi­
vas reacciones, y no se tardó en aplicar a los
papas, los oráculos inspirados que descri­
ben la actuación del anticristo.
Hacia fines del siglo X, Amoldo, obispo
de Orleáns, se puso a la cabeza del episco­
pado francés, para oponerse a las usurpacio­
nes del papado. Promotor de un concilio
que se celebró en el monasterio de Saint-
Basle, cerca de Reims, en junio de 991,
Amoldo pronunció un discurso vehemente,
en el cual se inspiró en el célebre pasaje de
la segunda epístola de Pablo a los Tesaloni-
censes relativa al anticristo. “¿Quién es ese
hombre sentado sobre su trono —clama­
ba—, resplandeciente en sus vestiduras de
púrpura y de oro? Si la caridad le falta, y si
no está confiado y sostenido más que por la
ciencia, es el anticristo que se sienta en el
templo de Dios, que quiere hacer creer que
PANORAMA HISTORICO 99

es Dios”.9 El valor de Amoldo suscitó la


admiración de los historiadores, aun de los
católicos. “Ponía al descubierto las maqui­
naciones de los papas recientes, revelaba
sus vicios y sus crímenes. ¿A tales mons­
truos, preguntaba, faltos de ciencia divina y
humana, habremos de estar legítimamente
sometidos? Los llamaba el anticristo, es­
tatuas sin alma, ídolos en el templo. Y su
discurso terminaba en un melancólico sar­
casmo contra esa Roma, de la cual Alejan­
dría, Antioquía y Constantinopla se habían
separado; Amoldo, muy preocupado, pre­
veía que el anticristo estaba próximo”.10
En el siglo XII un cura de Autun, Hono­
rio, clamó: “¡Mirad a esos obispos y a esos
cardenales de Roma, esos dignos ministros
que rodean el trono de la bestia! Siempre
están ocupados en nuevas iniquidades, y no
dejan de cometer crímenes”. Concluía tris­
temente: “El reino de Dios ha terminado, y
ha comenzado el del anticristo: Un nuevo
derecho, ha reemplazado el derecho anti­
guo; la teología escolástica ha subido del
fondo del infierno, para ahogar la religión;
en fin, en ella no hay más ni moral, ni dogma,
ni culto, y he aquí que llega el último tiempo
anunciado por el Apocalipsis”.11
En el sínodo de Ratisbona, en Baviera,
100 EL ANTICRISTO

en 1241, Eberardo de Truchsen, arzobispo


de Salzburgo, alza por su lado la voz contra
el despotismo romano, y pide prestadas sus
armas a las profecías de Daniel 2 y de 2
Tesalonicenses 2: “Hace aproximadamente
170 años que Hildebrando, con el pretexto
de la religión, comenzó a echar los funda­
mentos del imperio del anticristo”, dijo. Y
agregó: “Esos sacerdotes de Babilonia quie­
ren reinar solos”. Luego continúa: “Aquel,
que se llama el siervo de los siervos, quiere
ser el señor de los señores, como si fuese
Dios, y habla en forma grandilocuente como
si fuese Dios, maquina nuevos diseños en su
corazón, piensa hacerse un imperio donde
él solo sea el soberano, cambia las leyes,
establece las suyas, ensucia, desgarra, hace
pillaje, despoja, engaña, mata: Es lo que
hace este hombre de pecado, que se llama
anticristo, sobre cuya frente está escrito este
nombre de blasfemia: Yo soy Dios, no pue­
do equivocarme. Está sentado en12 el templo
de Dios, y domina a su antojo”.
John Bale (1495-1563), declaró que Ro­
berto Grouteheade (Grosseteste), obispo
de Lincoln de 1235 a 1253, autor de un
comentario sobre el Apocalipsis, identifica­
ba el anticristo con el papado.13
Joaquinitas y franciscanos espirituales,
PANORAMA HISTORICO 101

de los siglos XIII y XIV, buscaban el anti­


cristo sobre el trono pontificio, en la perso­
na de un antipapa. Roger de Hoveden
atribuye al abate Joaquín de Flora, la extra­
ña opinión según la cual el anticristo estaría
a punto de ocupar la sede apostólica.14 Pe­
dro de Juan Olivi anunció la aparición de
dos anticristos, uno de los cuales, llamado
anticristo místico, sería un antipapa. La igle­
sia camal regida por el antipapa, no sería
otra cosa que la sinagoga de Satanás, de la
cual habría que apresurarse a salir, a fin de
prepararse para la venida de Cristo.15 Ence­
rrado en una prisión, en el convento de
Figeac, en 1345, Jean de Roquetaillade se
preguntaba, por qué Dios había permitido
que fuese entregado en las manos de amos
tan crueles. Creyó recibir una revelación:
“Me fue dado comprender claramente, que
si yo había caído en una prueba semejante,
era porque debía revelar al anticristo, su
raza y su secta, al mundo”.16
Valdenses, wiclefitas y husitas reunieron
a papas y antipapas en una misma reproba­
ción, y combatieron las pretensiones papa­
les, con la ayuda de las profecías de Daniel,
de Pablo, y del autor del Apocalipsis.17
¿Hay que asombrarse, entonces, de que
Martín Lutero llegara a las mismas convic­
102 EL ANTICRISTO

ciones? Henri Strohl investigó las jomadas


seguidas por el reformador sajón acerca del
anticristo: “Había emitido esa idea [de que
las profecías bíblicas acerca del anticristo
hallan su cumplimiento en el papado] como
hipótesis, el 11 de diciembre de 1518, en una
carta a un amigo íntimo (SpalatinoJorge
Burckhardt, capellán del elector Federico).
El 13 de marzo de 1519 escribe a Spalatino
(agregando entre paréntesis: te lo digo al
oído) que no sabe si el papa es el anticristo
o solamente su apóstol, tan desfigurada está
la verdad en sus decretos. El 24 de noviem­
bre de 1520, en una carta a Spalatino, ya es
más categórico. Después de haber leído el
tratado de Hutten, que declaraba apócrifa
la donación de Constantino, clama: “Mi an­
gustia es tal, que estoy a punto de no dudar
más, que el papa sea realmente el anticristo
que todo el mundo espera”. El 18 de agosto
de 1520, algunos días después de la publica­
ción del Manifiesto, escribe a Lang: “Esta­
mos persuadidos aquí, de que el papado es
el trono del anticristo verdadero y auténti­
co”. Y el 11 de octubre de 1520 después de
haber leído la bula que lo amenaza de exco­
munión, declara a Spalatino: “Ahora estoy
seguro de que el papa es el anticristo”. Y
finalmente, en su escrito de 1521 contra
PANORAMA HISTORICO 103

Ambrosio Catharinus explica por qué el pa­


pa es el anticristo. Ha usurpado el poder del
emperador romano, al inventar la donación
de Constantino. Es una plaga que Dios ha
enviado en su cólera. Quiere apagar la luz
del Evangelio, destinada a iluminar al mun­
do. Es, entonces, el anticristo predicho por
Daniel, por el Señor Jesucristo, Pedro, Pa-
blo, y el Apocalipsis”. Lo que Lutero dijo
confidencialmente en su correspondencia,
lo publicará también en sus escritos; ya en
su Llamado a la Nobleza Cristiana, en 1520,
decía: “No puedo abstenerme de creer, que
podría sin injusticia llamarse al papa homi-
nem peccati, el hombre de pecado”. Más
adelante, pronunciará la palabra anticris­
to.19 Finalmente, en 1545 aparecerá “el es­
crito más duro, más feroz que haya salido de
la pluma violenta de Lutero”. 20

“Desde el punto de vista religioso, Lute­


ro tuvo razón de repetir con insistencia, que
el papa era el anticristo. Un vicario de Cris­
to en la tierra no podría ser otra cosa, en
cierto sentido que un anticristo”.21 “El título
vicario de Cristo... parece blasfemo en la
perspectiva de una visión profética de la
historia. El título y la pretensión a la infali­
bilidad alcanzan tal altura humana, que
puede considerarse inevitable, desde el
104 EL ANTICRISTO

punto de vista histórico, la afirmación de


que el papa es el anticristo, hecha por la
Reforma. De hecho, adversarios políticos
del papa, habían precedido a la Reforma en
la misma afirmación, en el curso de las eda-
des católicas”.
Es, pues, de lamentar que se hagan con­
fesiones como ésta: “La interpretación an­
tipapal, está en camino de ser abandonada
por los eruditos protestantes”.23
Puede tenerse en cuenta la retórica y la
exageración; pueden deplorarse ciertas in­
temperancias del lenguaje. Pero queda en
pie el hecho de que una tradición secular,
nos pone en presencia de una tesis que me­
rece ser examinada con cuidado. A los pro­
testantes que vacilarían en suscribir la tesis
de Lutero, les pediría que meditaran en las
siguientes palabras del cardenal Henry
Edward Manning (1808-1892) acerca del
catolicismo: “Un sistema tal, que es tan di­
ferente de todo lo que es humano; tiene
connotaciones, señales, marcas de un carác­
ter tan evidentemente sobrenatural, que los
hombres reconocen en él hoy, ya sea al Cris­
to ya al anticristo. No hay medio entre estos
dos extremos. No hay otra solución fuera de
esta alternativa: O bien la Iglesia Católica es
la obra maestra de Satanás, o bien es el reino
PANORAMA HISTORICO 105

de los hijos de Dios”.24


El cardenal John Henry Newman (1801-
1890) no hablaba en forma distinta: “La
cuestión, en realidad, se resume en esta al­
ternativa: La iglesia de Roma es la casa de
Dios, o la de Satanás; no hay camino inter­
medio entre estas dos posiciones. ¿Ha deja­
do Cristo, o no ha dejado a un representante
tras de sí? Aquel que habla en nombre de
Cristo, debe ser su verdadero embajador, o
el anticristo; no puede ser otro que el anti­
cristo, si no hay embajador designado. Sean
cuales fueren sus actos, es muy santo o muy
culpable, según tenga o no, la autoridad
requerida. O esos actos son los del Cristo, o
es el anticristo su autor; pertenecen al anti­
cristo, si Cristo no es su autor. No hay cami­
no intermedio entre el vice-Cristo y el
anticristo... Históricamente, un orden sa­
cerdotal constituye la esencia de la iglesia;
si [ese orden sacerdotal] no es de institución
divina, constituye la esencia doctrinal del
anticristo”.25
Partiendo de un punto de vista totalmen­
te distinto, el protestante Jacopo Brocardo
ya había declarado: “El papa es el vicario de
Cristo, o bien es el anticristo”.26
Más recientemente el teólogo católico
alemán Karl Adam escribía: “El papado,
106 EL ANTICRISTO

¿se funda sobre la voluntad de Cristo, o en


él ha encontrado el anticristo una forma
histórica? Para cristianos creyentes, sólo la
luz de la revelación puede resolver esta
cuestión
.. - » .27
Recordemos, para terminar, el artículo
agregado en 1603 a la confesión de fe de las
iglesias reformadas de Francia, por el síno­
do nacional de Gap: “Puesto que el obispo
de Roma, habiendo levantado una monar­
quía en la cristiandad, atribuyéndose una
dominación sobre todas las iglesias y los
pastores, se ha elevado hasta el punto de
llamarse a sí mismo Dios, de querer ser
adorado, de jactarse de tener todo poder en
el cielo y en la tierra, de disponer de todas
las cosas eclesiásticas, de decidir sobre artí­
culos de fe, de autorizar e interpretar a su
placer las Escrituras, de traficar con las al­
mas, de dispensar de votos y juramentos, de
ordenar nuevos servicios de Dios; y en lo
que respecta al orden, de pisotear la autori­
dad legítima de los magistrados, al quitar, al
poner y al cambiar los reinos: Nosotros
creemos y sostenemos, que es propiamente
el anticristo y el hijo de perdición predicho
en la Palabra de Dios, bajo el emblema de
la ramera vestida de escarlata”. “A pesar
de la oposición del rey, todas las iglesias
PANORAMA HISTORICO 107

aceptaron con una aprobación casi general,


el decreto del sínodo. El papa protestó
enérgicamente. Su nuncio presentó a Enri­
que IV amargas quejas; pero la palabra es­
taba escrita, y había sido aceptada y
aclamada”.29
Otras confesiones de fe protestantes, se
han expresado en el mismo sentido. Baste
mencionar los Artículos Irlandeses de Reli-
gión de 1615, n. 80 , y el capítulo 26 de la
confesión de Westminster.31
Algunos jansenistas llegaron a la misma
convicción. Así Vitore di S. María Sopransi
(1739-1804), carmelita descalzo, escribía:
“No hay lugar para buscar otro anticristo;
imposible encontrar uno más grande que
éste. El cristianismo no sabría ver en el
mismo individuo, en la misma iglesia, sobre
el mismo trono al ministro de Dios, y al de
Satanás, al pastor legítimo y al ladrón y ase­
sino, al vicario de Cristo y al anticristo, al
centro de la unidad, y a la ramera del Apo­
calipsis, a la iglesia de Dios, y a la sinagoga
de Satanás”.32
Referencias
1 Véase Pierre de Labriolle, Histoire de la Littérature Latine
Chrétienne, París, 1920, págs. 322, 323.
2 Contra Constantium Imperatorem, compuesto en 360, repro­
ducido en Migne, Patrología Latina, X, 1845, col. 577-606.
108 EL ANTICR1STO
3 Escrita en 538, cap. 67, 74-76, 79, 80, Migne, Patrología griega,
XXV, 1857, col. 773, 774, 781-786, 789-792. Véase Aimé
Puech, Histoire de la Littérature Grecque Chrétienne, II,
París, 1930, pág. 93.
4 Así llama Albert Dufourcq a Vigilio, en Le Christianisme et
PEmpire, 9a. edición, pág. 387.
5 Annales Eccles. (Años 538, 539), VII, Amberes, 1603, pág. 297,
314.
6 Epist., libro VII, carta XXXII. Texto latino en Migne, P. L.,
LXXII, col. 891, 892.
7 Doellinger, La Papante, París, 1904, pág. 18. Véase también
Aimé Fran^is Wladimir Guettée (1816-1892), La Papauté
Moderne Condamnée par le Pape S. Grégoire, París, 1861,
61 págs.
8L,lnter¡m, 1549, pág. 141 (ed. lat. 1549, pág. 116). Compárese Les
Actes du Concile de Trente, avec le Remede contre le
Poison, 1548, pág. 69.
9 Véase H. Leclercq, en Hefele, Histoire des Conciles, IV, 2, pág.
858, nota.
10 George Goyau, Hist. relig. (Hist. de la Nation Fr. de Gabriel
Hanotaux, t. VI), pág. 159. Se Encuentra el texto latino del
discurso de Amoldo en Recueil des Historiens des Gaules
et de la France, X, París, 1760, pág. 525 y siguientes; en
Migne, Patrología Latina, CXXXIX, Col. 314 y sigg.; en
Oeuvres de Gerbert, ed. Olleris, 1867, págs. 173-236. Trad.
fr. en Lot, Etudes sur le Regne de Hugues Capet, París,
1903, págs. 57-67.
11 Véase F. Chavard, Le Célibat des Pretres et ses Conséquences,
Ginebra, 1874, págs. 383, 384.
12 El discurso nos ha sido preservado por Johann Thürmaier
(Eventinus), Annal. Boiorum, libro VII, cap. V. En la
edición de Basilea, 1580, nuestro pasaje se halla en la pág.
547, en latín. Por la traducción francesa, véase Jurieu, Pré-
jugés Legitimes contre le Papisme, I, págs. 157-159.
13 Scriptorum ¡11. Majoris Brit. Catalogus, I, Bas., 1557, pág. 304.
14 Chronica, redactada a partir de 1192, edición William Stubbs,
III, Londres, 1870, pág. 78.
15 Véase Jean-Baptiste Auguste (en reí. Frédégand) Callaey, Dic-
PANORAMA HISTORICO 109
tionnaire de Théologie Catholique, XI col. 987; Decima
Langworthy Douie, The Nature and the EfTect of the He-
resy of the Fraticelli, Manchester, 1932, pág. 115.
16 Prólogo de las Visions, París, B. N., ms. lat. 3598, fol 1.
17 Véase el Traite de PAntichrist, texto y traducción francesa en
Jean Paul Perrin, Histoire des Vaudois, Ginebra, 1619,
págs. 253-295; el tratado de Jan Milicz, escrito en 1637,
Prophecia et Revelatio de Antichristo, edición Ferd. Men-
cik, en Sitzungsberichte der Boehm. Gesellsch. der Wis-
sensch. (Philos., Gesh. u. Philol.) Praga, 1890, págs. 328-336;
los tratados sobre el anticristo (1389) y sobre la abomina­
ción de la desolación (1392) de Matthias Janow De Regulís
Veteris et Novi Testamenti, libro III, tr. 5, 6, edición Vlas-
timil Kybal, Innsbruck, 1911, 1913; Jan Huss, De Anatomía
Antichrist, Estraburgo, 1526.
18 L’Epanouissement de la Pensée de Luther, Estrasburgo, 1924,
pág. 316.
19 Edición francesa de Félix Kuhn, París, 1879, págs. 69, 82, 85.
20 Buonaiuti, Lutero e la Riforma in Germania, pág. 373. El
opúsculo de Lutero tenía por título: Wider das Papstum zu
Rom, vom Teufel Gestiftet.
21 Reinhold Niebuhr, The Nature and Destinyof Man, 1,1949, pág.
202.
22 Id., pág. 144.
23 George-Stewart Hitchcock, The Beasts and the Little Horn,
Londres, 1911, 1912, pág. 4.
24 The Fourfold Sovereignty of God, Londres, 1871, págs. 171, 172.
25 The Protestant Idea of Antichrist (Essays Crit. and Hist., II
1901, págs. 116,171-173).
26 The Revelation ofSt. John, Trad. James Sanford, Londres, 1852,
fol. 20.
27 Vers PUnite Chrétienne, París, 1949, pág. 100.
28 Véase Guillaume Adam de Felice, Histoire des Protestants de
France, 8a. edición, Toul., 1895, págs. 291, 292; F. Puaux,
Histoire de la Réformation Franjarse, IV, París, 1860, pág.
277.
29 Id., pág. 279.
110 EL ANTICRISTO
30 Véase Philip Schaff, Bibliotheca Symbolica, Nueva York, 1884,
III, pág. 540.
31 The Humble Advice of the Assembly of Divines, Concerning a
Confession of Faith, Presented to Both House of Parlia-
ment, Londres, 1647, Véase Schaff, I, pág. 775; III, pág. 540.
32 Riflessioni sulla Chiesa dei Tempi Presentí (Cod. Vat. 13, 134,
fol. 6).
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Uomo di Peccato e Napoleone Eugenio Erede Imperiale
Figlio di Perdizione Giusta le Profezie di Daniele e di
Paolo Apostolo, Capolago, 1863. El autor se oculta bajo el
seudónimo de Isuf-bon-Ryo; Fotografía del Grande Anti­
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Agreguemos algunos artículos de diccio­


narios:
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nas 1361-1365; Hackett, Horatio Balch, y Abbot, Ezra,
Dictionary of the Bible, I, Nueva York, 1872, págs. 102-113;
Heus, A., Dict. Anticath. 111., Bruselas, 1906, págs. 64-66;
Kaehler, Martin, A Reí. Encyclop., I, pág. 92; Maas, An­
thony John, The Cath. Encyclop., I, Nueva York, 1913,
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págs. 136, 137; Omodeo, Adolfo, Enciclop. Ital, III 1929,
págs. 472-475; Plumptre, Edward Hayes, A Dict. of Chr.
Biography, Literature, Sects and Doctrines, I., págs. 120-
122; Preuss, Hans, Die Reí. in Gesch u. Gegenw., 2a. edi­
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drich, Realencyklop. f. Prot. Theol, u. Kirche, 3a. edición,
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nas 658-660; Buzy, Denis, Suppl., I, columnas 297-305;
Vaganay, Léon, Dict. Prat. des Connaissances reí., I, París,
1925, columnas 280,281.

Mencionemos también algunos autores


antiguos:
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120 EL ANTICRISTO
la Consumación del Mundo y la Parusia del Anticristo
(texto griego y traducción latina en Opera Omnia, II, Ro­
ma, 1743, págs. 222-230); Martin de Tours, que murió en
397, en Sulpicio Severo, Dial., II, 14 (Migne, Patrología
Latina, 20, columnas 211,212); Felipe el Solitario, Dioptra,
III, 10, 11 (Migne, Patrología Griega, 127, columnas 815-
820); Bernardo de Clairvaux (hacia 1091-1153), Sermón 33
sobre el Cant. (Opera Omnia, Basilea, 1566, columnas 602,
603); Gerhoh von Reichersberg (hacia 1093-1169), De In-
vestigatione Antichristi (Opera Hactenus Inedita, I, 1,
1875); Hildegard (hacia 1098-1179), Scivias, sive Visionum
ac Revelatíonum, III, 11 (Migne, Patrología Latina, 197,
col. 707-724); Guillaume de Saint-Amour (1202-hacia
1272), bajo el nombre de Nicolás Oresme, De Antichristo
et Ejus Ministris, (en Martene y Durand, Veterum Scrip-
torum, IX, París, 1733, col. 1271-1446), Ramón Lull (1236-
1316), Líber contra Antichristum, escrito en Montpellier,
1289-90, manuscrito Milán, Biblioteca Ambrosiana, n. 250
sup., fol. 47-52. Manuscrito París, Biblioteca Nacional, lat.
15450, fol. 534-541.
* Le interesa saber quién es el anti-
J cristo? Este librito presenta un
v — estudio bastante exhaustivo so­
bre el tema. Además, en sus páginas
encontrará un panoram a histórico
que sirve de marco a opiniones
diversas y autorizadas. La extensa
bibliografía al final de su co nte nido
será de mucha utilidad para ampliar
conocimientos.

ALFREDO FELK VAUCHER

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