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1-Iart
Derecho, Libertad
y Moralidad
Las conferencias Harry Camp
en la Universidad de Stanford
(1962)
Traducción y estudio preliminar de
DYKINSON
2006
Índice
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en
sistemas de recuperación de la información ni transmítir alguna parte d e esta
publicación, cualquiera que sea el medio empleado -electrónico, mecánico,
fotocopia, grabación, etc.-, sin el permiso previo de los titulares de los dere-
chos de la propiedad intelectual.
© The Board ofTrustees of the Leland Stanford Junior University 1963 -1-
«Law, Liberty and Morality was originally published in English in 1963.
This translation is published by arrangement with Oxford University Press».
La imposición legal de la moralidad ..................... .. 97
Conspiración para corromper la moral pública ...... . 101
«Derecho, Libertad y Moralidad fue originalmente publicada en inglés en 1963.
Esta traducción está publicada de acuerdo con Oxford University Press».
Prostitución y homosexualidad ........ ........... ........... . 107
Traducción de Miguel Ángel Ramiro Avilés. Moralidad positiva y moralidad crítica ................... . 110
-11-
El uso y abuso de los ejemplos ............................... . 117
© Copyright by H. L. A Hart
Instituto de Derechos Humanos "Bartolomé de las Casas"
El paternalismo y la imposición de la moralidad ... . 121
para la traducción La gradación moral del castigo ............. ................. . 125
Editorial Dykinson, S. L.
Meléndez Valdés, 61- 28015 Madrid
Inmoralidad privada e indecencia pública .............. . 128
Tels. (+34) 915 44 28 46- (+34) 915 44 28 69 La tesis moderada y la tesis extrema ...................... . 136
e-mail:info@dykinson.com
http://www.dykinson.es
http: //www.dykinson.com -111-
ISBN-JO: 84-9772-949-8
Tipos de imposición ................................................ . 141
ISBN-13: 978-84-9772-949-9 Retribución y denuncia ............................................ . 147
Depósito legal: SE-6491-2006 U.E. La preservación de la moralidad y el conservaduris-
Preimpresión: mo moral ........................................................... .. 154
SAFEKAT. S. L.
Populismo moral y democracia .............................. .. 161
Be/monte de Tajo. 55-3. o A- 28019 Madrid
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98 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo l
101
100 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo]
nidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a otros que justifican la coerción legal de las personas. Pero, en el
los demás» 2 • Y para identificar los diferentes temas que quería más específico de los temas que son relevantes en la imposición
exceptuar, añadió, «Su propio bien, fisico o moral, no es justi- de la moralidad, me parece que Mill acierta. Por supuesto que
ficación suficiente. Nadie puede ser obligádo justificadamente simplemente es posible afirmar que la imposición legal por parte
a realizar o no realizar determinados actos, porque eso fuera de la sociedad de su moralidad aceptada no necesita argumen-
mejor para él, porque le haría feliz, porque, en opinión de los tos justificativos, puesto que es la moralidad lo que se impone.
demás, hacerlo sería más acertado o más justo» 3 . Pero los críticos de Mill no han usado esta cruda afirmación. Lo
Esta doctrina, advierte Mill, sólo es aplicable a los seres cierto es que han propuesto otros muchos argumentos diferen-
tes para justificar la imposición de la moralidad, pero todos
humanos «en la madurez de sus facultades»: no es aplicable a
ellos, como intentaré demostrar, se basan en suposiciones injus-
niños o sociedades atrasadas. Aún así, ha sido objeto de
tificadas en cuanto que son cuestiones de hecho, o en ciertas
muchas críticas académicas basadas en dos diferentes y con-
evaluaciones cuya plausibilidad, en gran medida debido a la
tradictorias razones. Algunos críticos han argumentado que la
ambigüedad, vaguedad o incorrección de los enunciados, se
línea que Mill intenta dibujar entre las acciones en que el Dere-
reduce (incluso desaparece por completo) cuando se someten a
cho puede interferir y aquellas en que no puede es ilusoria.
«Ningún hombre es una isla», y en una sociedad organizada un escrutinio critico.
es imposible identificar clases de acciones que no dañan a
nadie o a nadie excepto al individuo que las hace. Otros críti- Conspiración para corromper la moral pública
cos han admitido que tal división entre acciones puede hacer-
se, pero insisten en que es dogmático por parte de Milllimitar En los últimos años en Inglaterra, la pregunta si el Derecho
la coerción legal a la clase de acciones que dañan a otros. Hay Penal debía usarse o no para castigar la inmoralidad «como tal»,
buenas razones, señalan estos críticos, para exigir conformi- ha adquirido una renovada importancia práctica ya que ha habi-
dad con la moralidad social y para sancionar las desviaciones, do, creo, un renacimiento de lo que podría denominarse mora-
incluso cuando éstas no dañan a otros. lismo legal. Los jueces, tanto en su labor judicial como en sus
Consideraré esta disputa principalmente en relación con el afirmaciones extrajudiciales, se han extralimitado al afirmar que
asunto especial de la moralidad sexual donde parece prima facie la imposición de la moralidad sexual es una parte de los asun-
plausible que existen acciones inmorales, según los estándares tos del Derecho, tal y como algún juez ha sostenido, al igual que
aceptados, que no dañan a otros. Con el fin de evitar interpreta- lo es la represión de la traición. No está claro qué ha causado
ciones erróneas me gustaría introducir un caveat. No me pro- este resurgir del moralismo legal: tiene que haber habido
pongo defender todo lo que dijo Mili ya que, personalmente, muchos factores en juego, y entre ellos, quizás, ha estado la idea
creo que existen razones diferentes a la prevención del daño a de que un endurecimiento general de las sanciones que corres-
ponden a cualquier forma de inmoralidad podría ser una fórmu-
2
\ la para hacer frente al incremento general de la delincuencia,
John Stuart Mili, Sobre la Libertad, Capítulo l. Se cita por la tra-
ducción de Pablo de Azcárate en Alianza EditoriaL que tanto nos inquieta. Sin embargo, cualquiera que fuera la
3 1 causa, este movimiento de opinión judicial ha ido demasiado
Ibíd.
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102 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo 1
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106 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo I
Prostitución y Homosexualidad
La importancia que los jueces atribuían en el caso Shaw al
renacimiento de la idea de que los tribunales deberían actuar El caso Shaw incluye otros temas de interés. Después de
como el custos morum o «el censor general y guardián de los
todo, ¿qué es corromper la moral o la moralidad? Postergaré
comportamientos públicos» puede evaluarse desde dos pun-
consideraciones más amplias al respecto, con el fin de desta-
tos. El primero es que este renacimiento, sin duda, fue un acto
car ahora otro tema que recientemente, en Inglaterra, ha sus-
político deliberado, pues los casos históricos de los que se
citado el debate sobre la imposición de la moralidad a través
dependía como precedentes claramente permitían, incluso bajo
la rigurosa doctrina inglesa del precedente, cualquic:ra·cic las del Derecho y ha dado lugar a algunos intentos de clarificar
dos decisiones. En segundo lugar, los jueces parcd:lll dhpucs- los principios implicad9s.
tos a pagar un precio elevado, en t~rminos ~e sacrificio de Durante mucho tiempo se ha sentido en Inglaterra una
otros valores, por el establecimiento -o restablecimiento- fuerte desafección hacia el Derecho Penal relativo a la prostitu-
de los tribunales como custos morum. El valor concreto que ción y a la homosexualidad, y en 1954 se encomendó al Comi-
sacrificaron es el principio de legalidad, el cual exige que los té Wolfenden examinar el estado de la cuestión. Este Comité
delitos sean definidos tan meticulosamente como sea posible informó 14 en septiembre de 1957 y recomendó ciertos cam-
para que pueda conocerse con razonable certeza y de antema- bios legales en ambos asuntos. Por lo que se refiere a la homo-
no qué comportamientos son delictivos y cuales no. Como 1 sexualidad, los miembros recomendaron, por una mayoría de
resultado del caso Shaw, virtualmente cualquier conducta de 1 12 a 1, que las prácticas homosexuales consentidas entre adul-
·¡
cooperación es delictiva si un jurado considera ex post Jacto tos realizadas en privado no deberían nunca más ser conside-
que ha sido inmoral. Quizás, el ejemplo más cercano a esto en radas como delito; por lo que se refiere a la prostitución, uná-
la jurisprudence europea moderna sea la idea, que se encuen- 1 nimemente recomendaron que, aunque no debería ser
tra en las leyes alemanas del período Nazi, de que cualquier ¡ considerada ilegal, la legislación debería encaminarse a «sacar-
comportamiento es punible si merece el castigo de acuerdo con \ la de las calles» porque la prostitución en público constituía
«las concepciones fundamentales del Derecho Penal y el sen-
timiento popular razonable» 11 • Mientras que Mill se habr1ía l 1
una ofensa para los ciudadanos comunes. Finalmente, el
gobierno dictó una ley 15 para dar efecto a las recomendacio-
estremecido ante la sentencia dictada en el asunto Shaw ppr \ nes del Comité que afectaban a la prostitución pero no a las
autorizar escandalosas intromisiones en la libertad individual,
Bentham 12 se habría sentido horrorizado ante el abandono de
de 1961; Williams Hall, 24 Mod. L. R. 631 (1961): «locura judicial»;
los valores legales de certeza y el aumento de lo que denomi-
D. Seaborne Davies, «The House ofLord and the Criminal Law», Journal
nó «Derecho ex post Jacto» 13 . ofthe Society of Public Teachers of Law (1961), p. 105: <mna actuación
atroz». Ha sido celebrado como una «importante contribución para el desa-
11 rrollo del Derecho penal» por A.L. Goodhart, «The Shaw Case: The Law
Leyde28dejuniode 1935.
12
Jeremy Bentham, Principies of the Civil Code, Parte I, Capítu- and Public Morals», 77 Law Q. R., 567 (1961) .
14 Report ofThe Committee on Homosexual Offences and Prostitu-
lo 17 (I [Bowring ed.] Works 326).
13
El asunto Shaw ha sido criticado usando este argumento por tion (CMD 247) 1957.
Williams Glanville, «Conspiring to corrupt», The Listener, 24 de agosto 15 The Street OffencesAct; 1959.
1 )
que afectaban a la homosexualidad, y los intentos por parte de (ínter alía) que «las prácticas sexuales atípicas realizadas por
algunos miembros de sacar adelante la legislación que modi- adultos que consentían no suponían ningún daño a los inte-
ficara el Derecho en este punto han fracasado hasta la fecha. reses seculares de la comunidad» 16 ; y «está la cuestión fun-
Lo que nos importa aquí no es el destino de las recomen- damental de la protección a la que todo individuo tiene dere-
daciones del Comité Wolfenden sino los principios en que se cho frente a la interferencia del Estado en sus asuntos
fundaban. Éstos son sorprendentemente similares a los expues- personales cuando no dañan a otros» 17 • Esta recomendación
tos por Mill en su ensayo Sobre la Libertad. Así, en la sección fue aprobada por el Comité Consultivo del Instituto pero
13 del Informe del Comité se lee: rechazada por mayoría de su Consejo. Debido a esto se sometió
a discusión en la reunión anual del Instituto celebrada en
«[La] función [del Derecho Penal], tal y como la entende- Washington en mayo de 1955, y la recomendación, apoyada
mos, es preservar el orden público y la decencia, proteger en un elocuente discurso del difunto Justice Learned Hand,
a los ciudadanos de aquello que sea ofensivo o peljudicial, después de un acalorado debate, se aprobó por una mayoría
y proveer suficientes salvaguardas contra la explotación y de 35 a 24 18 .
corrupción de terceras personas, en particular de aquellas 1Resulta claro, por lo tanto, que los principios de Mili
que son especialmente vulnerables porque son jóvenes, todavía siguen estando muy presentes en la crítica del Dere-
débiles fisica o mentalmente, sin experiencia ... ».
ch~, cualesquiera que puedan ser sus deficiencias teóricas.
No obstante, han sido cuestionados dos veces en cien años
Esta concepción de las funciones positivas del Derecho
por dos especialistas del common law. El primero fue el gran
Penal fue el principal argumento del Comité para recomen-
juez victoriano e historiador del Derecho Penal, James Fitz-
dar que la legislación referente a la prostitución tuviera como
james Stephen. Su crítica a Mill se recoge en el sombrío e
finalidad la supresión de las manifestaciones públicas y ofen-
impresionante libro Liberty, Equality and Fraternity 19 , que
sivas de la misma, pero no para ilegalizar la prostitución. Su
escribió como réplica directa al ensayo de Mili Sobre la
recomendación de que el Derecho contra las prácticas homo-
Libertad. Es evidente, por el tono de este libro, que Stephen
sexuales consentidas entre adultos realizadas en privado
pensó que había encontrado argumentos fuertes contra Mili
debería suavizarse, se basó en el principio establecido de
y que había demostrado que el Derecho podía justificada-
manera clara en la sección 61 del Informe como sigue:
mente imponer la moralidad como tal, o como decía, que el
«Tiene que mantenerse un ámbito de moralidad e inmorali- Derecho debía «perseguir las formas más escandalosas de
dad privadas que, dicho de forma breve y sencilla, no es vicio» 20 . Casi un siglo más tarde, con la publicación del
asunto del Derecho».
Es interesante observar que este proceso ha tenido un
16
reflejo parecido en Estados Unidos. En 1955 el American American Law Institute, Model Penal Code, Tentative Draft, n. 0 4,
Law Institute hizo pública, junto a su proyecto Modelo de p. 277.
17
Ibíd., p. 278.
Código Penal, la recomendación de que todas las relaciones 18
La noticia del debate aparece en Time, 30 de mayo de 1955, p. 13.
consentidas entre adultos realizadas en privado deberían 19
Segunda edición, Londres, 1874.
excluirse del alcance del Derecho Penal. Sus argumentos eran 20
Ibíd., p. 162.
u~.
11o
Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo 1 111
pi a existencia como sociedad organizada 23 , y piensa que la Al hacer la pregunta, estamos asumiendo la legitimidad de
inmoralidad -incluso la inmoralidad sexual privada- puede, un punto de vista que permite la crítica de las instituciones
al igual que la traición, poner en peligro la _existencia de la socie- de cualquier sociedad, a la luz de los principios generales y el
dad. Sin duda alguna, muchos de nosotros podemos poner en conocimiento de los hechos.
duda este principio y no sólo la analogía sugerida con la traición. Con el fin de aclarar este punto, recuperaré la terminolo-
Podríamos argumentar que la justificación de que una sociedad gía preferida por los utilitaristas del siglo pasado, que diferen-
tome medidas para preservarse depende tanto de qué tipo de ciaban «moralidad positiva», la moralidad aceptada y compar-
sociedad sea, cuanto de qué medidas se han tomado. Si una tida por un grupo social dado, de los principios morales
sociedad principalmente se dedicase a la cruel persecución de generales usados en la crítica de las instituciones sociales,
una minoría racial o religiosa, o si las medidas adoptadas inclu- entre las que se incluía la moral positiva. Podemos llamar a
yeran horribles torturas, es defendible que aquello que Lord Dev- esos principios generales «moralidad crítica» y afirmar que
lin denomina la «desintegración» 24 de tal sociedad sería moral- nuestra pregunta es de moralidad crítica pues versa sobre la
mente mejor que su existencia, y no deberían adoptarse medidas imposición legal de la moralidad positiva.
para preservarla. Sin embargo, el principio de Lord Devlin de Un segundo rasgo de nuestra pregunta que merece aten-
que una sociedad puede adoptar las medidas necesarias para ase- ción es que es una pregunta de justificación. Al formularla
gurar su existencia organizada, no es considerado como un ítem estamos comprometidos, al menos, con el principio crítico
de la moral popular inglesa, sino que deriva su carácter cogente general de que el uso de la coerción legal por cualquier socie-
de su estatus como parte de nuestras instituciones. Lo formula dad demanda justificación, como algo que prima facie es
como un principio racionalmente aceptable que generalmente se objetable, tolerable sólo por el interés de una buena contra-
prestación. Allí donde no existe una objeción prima facie,
usará en la evaluación o crítica de las instituciones sociales. Y,
algo censurable o malo, las personas no solicitan o danjusti-
con toda seguridad, cualquiera que plantee la cuestión de si una
ficaciones de las prácticas sociales, aunque pueden pedir y
sociedad tiene o no el «derecho» de imponer la moralidad, o de
dar explicaciones de estas prácticas o pueden intentar demos-
si está o no moralmente permitido a cualquier sociedad imponer
trar su valor.
su moralidad a través del Derecho, en caso de que fuera una
Es útil investigar qué es aquello que es objetable prima
cuestión que pudiera discutirse, debe estar preparado para usar
facie en la imposición legal de la moralidad, pues la idea de
algunos de esos principios generales de moralidad crítica 25 .
la imposición legal es menos simple de lo que a menudo se
asume. Tiene dos aspectos diferentes y relacionados. El pri-
23
The Enforcement of Morals, pp. 13-14. mero es el castigo al ofensor. Normalmente, implica privar-
24
Jbíd., pp. 14-15. le de libertad de movimiento, de la propiedad, de la relación
25
Lord Devlin ha sido criticado por preguntar si la sociedad tiene o no con la familia o los amigos, o la imposición de un castigo
un derecho a imponer su juicio en materias de moralidad sobre la base de
físico o incluso la pena de muerte. Estas son cosas que se
que hablar de «derecho» en tal contexto no tiene sentido. Véase Graham Hug-
hes, «Morals and the Criminal Law», 71 Yale Law Journal (1962), p. 672. asume que es incorrecto imponer a otros sin una justifica-
Esta crítica es errónea porque Lord Devlin sólo invoca un principio crítico ción especial, y así las consideran el Derecho y la moralidad
de carácter general en apoyo a su respuesta afirmativa a la pregunta. de todas las sociedades desarrolladas. Para decirlo como lo
114
Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo 1 115
haría un abogado, son comportamientos que, si no están jus- para disipar un cierto malentendido sobre este punto y para
tificados como sanciones, son delitos o iJ1justicias. clarificar la cuestión fundamental. En ocasiones se dice que
El segundo aspecto de la imposición legal tiene que ver con la cuestión no es si está o no justificado moralmente impo-
aquellas personas que puede que nunca hayan infringido la ley ner la moral como tal, sino qué moral puede imponerse. ¿Es
pero se les obliga a obedecer mediante la amenaza del castigo sólo una moralidad utilitaria que condena actividades que son
penal. Esto, más que una restricción física, es lo que normal- perjudiciales para otros? ¿O es una moralidad que también
mente se conoce, en el debate de medidas políticas, como res- condena ciertos comportamientos sean o no dañosos? Esta
tricciones de la libertad. Puede pensarse, y es necesario adver- manera de contemplar la cuestión representa mal, se mire
tirlo, que tales restricciones necesitan justificarse por varias como se mire, la índole de la controversia moderna. Un uti-
razones distintas. El ejercicio sin obstáculos de la libertad de litarista que insista en que el Derecho sólo debería castigar
elección por las personas puede considerarse como un valor las actividades que sean dañosas, adopta esto como un prin-
en si mismo, en el que primafacie es malo interferir; o puede cipio crítico y, al hacerlo, no se preocupa de si la moralidad
considerarse valioso porque permite a los individuos experi- utilitaria ya está o no está aceptada como la moralidad posi-
mentar -incluso con su forma de vida- y descubrir cosas tiva de la sociedad a la que aplica sus principios críticos. Si
importantes para ellos o para otros. No obstante, la interferen- está aceptada, no es, en su opinión, la razón por la que debe-
cia en la libertad individual puede considerarse un mal que ría imponerse. Es verdad que si tiene éxito al predicar su
requiere una justificación mediante razones utilitarias más sen- mensaje en una sociedad determinada, entonces sus miem-
cillas, pues supone la imposición de una clase especial de sufri- bros estarán obligados a comportarse como utilitaristas en
miento -a menudo muy agudo-- en aquellas personas cuyos algunos casos, lo cual no significa que la diferencia crucial
deseos se frustran por el miedo al castigo. Esto tiene particu- entre él y su oponente sólo resida en el contenido de la moral
lar importancia en el caso de las leyes que imponen una mora- que se impondrá. Pues como puede verse en las principales
lidad sexual. Estas leyes pueden ocasionar un sufrimiento de críticas de Mill, el oponente del utilitarista, que insiste en que
una categoría muy particular. Tanto los problemas que supone es moralmente admisible imponer la moralidad como tal,
la represión de los impulsos sexuales como las consecuencias cree que el simple hecho de que ciertas reglas o patrones de
de la represión son muy diferentes de los problemas y las con~ comportamientos disfruten del estatus de moralidad positiva
secuencias implicadas en la abstinencia del crimen «común». de una sociedad es la razón -o al menos parte de ella- que
A diferencia de los impulsos sexuales, el impulso de robar, herir justifica su imposición por el Derecho. Sin duda alguna, en
o incluso matar no es, excepto en una minoría de casos de per- las controversias en épocas pasadas, las posiciones enfrenta-
sonas mentalmente anormales, una parte recurrente e insisten- das eran diferentes: la cuestión pudo haber sido si el Estado
te de la vida diaria. Resistir a la tentación de cometer estos crí- sólo podía castigar aquellas actividades que causasen un daño
menes no es, a diferencia de los impulsos sexuales, algo que a secular o también aquellos actos de desobediencia hacia lo
menudo afecte al desarrollo o al equilibrio de la vida emocio- que creían eran mandatos divinos o prescripciones del Dere-
nal de un individuo, su felicidad o su personalidad. cho Natural. Pero lo crucial para la disputa en su formula-
En tercer lugar, la distinción ya hecha entre la moralidad ción moderna es el significado atribuido al hecho histórico
positiva y los principios de la moralidad crítica puede ser útil de que ciertas conductas, no importa cuales, estén prohibí-
1 )
das por la moral positiva. El utilitarista niega que esto tenga - II-
importancia suficiente parajustificar la imposición; su opo-
nente afirma que sí la tiene. Son principios críticos divergen-
tes que no difieren simplemente en el contenido de la mora-
lidad que se impondrá sino en una cuestión más fundamental
y, seguramente, más interesante.
aunque indispensable, para preservar la moralidad, mientras la moralidad de la sociedad. Esta es una formulación de la tesis
que la conservación de la moralidad es el fin, valioso por si extrema, disimulada sólo por la tácita identificación de una
mismo, que justifica su imposición legal. Según otras, hay algo sociedad con su moralidad, que he criticado en la anterior con-
intrínsecamente valioso en la imposición legal de la morali- ferencia.
dad. Aquello que es común a todas las formulaciones de la Stephen es, creo, un defensor más coherente de ciertas for-
tesis extrema es que, a diferencia de la tesis moderada, no sos- mulaciones de la tesis extrema que Lord Devlin de la modera-
tienen que la imposición de la moralidad o su conservación sea da. Sin embargo, antes de considerar el argumento, es impor-
algo valioso simplemente por sus consecuencias beneficiosas tante recordar la complejidad que tiene la aparentemente
al asegurar la existencia de la sociedad. simple noción de la imposición legal de cualquier clase de con-
Ha de advertirse que Lord Devlin oscila de una manera un ducta. Ya se han destacado dos aspectos de la imposición, el
tanto ambigua entre una formulación de la tesis extrema y la primero es el de la coerción y consiste en asegurar, a través de
tesis moderada. Si su afirmación de que la conservación de la amenaza del castigo legal, que las personas hacen o se abs-
la moralidad de una sociedad es necesaria para su existencia se tienen de hacer aquello que el Derecho manda o prohíbe; el
interpreta como una afirmación empírica (tal y como la ana- segundo es el del castigo de aquellos que han infringido
logía de la supresión de la traición sugiere que debería hacer- el Derecho. Junto a esos tipos de imposición existen otros que
se), entonces la existencia continuada de la sociedad es algo es importante no pasar por alto al considerar el uso legal de la
diferente de la conservación de su moralidad. Es, de hecho, «fuerza». Así, pueden adoptarse medidas que conviertan a
una consecuencia deseable de la conservación de su morali- la desobediencia al Derecho en algo imposible o dificil, y de ese
dad, y, sobre la asunción de que la imposición de la moralidad modo frustrarla más que castigarla. Un ejemplo de esto, bien
es idéntica a o se requiere para su conservación, dicha conse- conocido en Inglaterra, es el poder que la Ley contra Publica-
cuencia deseable justifica la imposición de la moralidad. Inter- ciones Obscenas de 1857 otorga a los funcionarios públicos
pretado de este modo, Lord Devlin es un defensor de la tesis de secuestrar y destruir las publicaciones obscenas; y en algu-
moderada y su argumento es utilitarista. La objeción es que su nas jurisdicciones el Derecho autoriza el cierre fisico de los
crucial afirmación fáctica no está apoyada por la evidencia; es establecimientos que se usen como burdeles. Otro aspecto
utilitarismo sin el beneficio de los hechos. Si, por el contrario, característico de la imposición legal es el uso de presión para
su afirmación de que cualquier inmoralidad, incluso si se rea- inducir a aquellos que están violando el Derecho o que ame-
liza en privado, amenaza la existencia de la sociedad, se inter- nazan con hacerlo a que desistan. El hecho de que los medios
preta no como una afirmación empírica sino como una verdad de presión que se usan también se utilicen para castigar no
necesaria (como la ausencia de evidencia sugiere que debería debería impedir ver la diferencia. La forma más común en
hacerse), entonces la existencia continuada de la sociedad no Inglaterra y Estados Unidos de este método de imposición es
es algo diferente de la preservación de su moralidad, es idén- el encarcelamiento, hasta que se someten, de aquellos que se
tica a ella. Según esta postura, la imposición de la moralidad niegan a acatar la orden de un tribunal, y los «mandamientos
no se justifica por sus consecuencias valiosas al proteger la de cese y desistimiento» por los que se impone una multa,·
sociedad de la disolución o la descomposición. Sólo se justi- cuya cuantía se incrementa diariamente, durante el tiempo que
fica por ser idéntica a o ser necesaria para la conservación de persiste la desobediencia. Sin duda alguna, la primera de ellas
l 1 )
145
144 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo IIl
normalmente se presenta como una forma de castigo por «desa- las consecuencias, no pertenece a la moralidad sino al tabú.
cato al tribunal». Además, normalmente se exige una disculpa Esto no significa que, de modo inteligible, no se pueda atribuir
ante el tribunal para poner fin al encarcelamiento por desaca- valor a vidas dedicadas a los ideales de castidad o abnegación.
to, si bien su finalidad primordial es la de servir como instru- La consecución de autodisciplina no sólo en asuntos sexuales
mento de presión puesto a disposición de aquellos interesados sino también en otros ámbitos de la conducta tiene que ser, en
en asegurar la conformidad con el Derecho. cualquier teoría moral, un componente de la buena vida. Pero
Esas diferencias son importantes para el propósito actual lo que es valioso en este caso es la restricción voluntaria, no la
porque la tesis extrema de que la imposición legal de la morali- sumisión a la coerción, que parece vacía de todo valor moral.
dad no se justifica por sus consecuencias sino como un valor en Puede argumentarse que, aunque por esas razones la con-
sí mismo, puede necesitar una consideración separada respe~to formidad impuesta legalmente no tiene valor en si misma, sin
a diferentes aspectos de la imposición. Además, la reflexión embargo es indispensable como medio de enseñanza de o para
sobre estos diferentes aspectos obligará a cuestionar la asunción, mantener la moralidad que la mayoría de las personas practi-
que Lord Devlin y posiblemente también Stephen hacen, de que ca voluntariamente. «El hecho de que las personas sean ahor-
la imposición de una moralidad y su conservación son idénticas cadas por asesinato es una excelente razón que explica por qué
1
o, al menos, están necesariamente conectadas. el asesinato se considera un crimen tan espantoso» • No hay
nada contradictorio en las teorías que sostienen que la amena-
Imposición como coerción. Si se considera el primer aspec- za del castigo legal es necesaria para crear o mantener la prác-
to de la imposición, esto es, la coerción mediante amenazas, tica voluntaria de la moralidad. No obstante, son teorías que nece-
se advierte una gran diferencia entre inducir a las personas sitan el apoyo de datos empíricos, y hay muy poca evidencia
mediante el miedo al castigo para que se abstengan de realizar que apoye la idea de que la moralidad se enseña mejor con el
acciones que son peijudiciales para otros, e inducirlas para que miedo al castigo legal. La mayor parte de la moralidad se ense-
se abstengan de realizar acciones que se desvían de la morali- ña y se mantiene sin ese miedo, y donde la moralidad se en-
dad aceptada pero que no peijudican a nadie. El valor atribui- seña haciendo uso del miedo existe el peligro permanente de
do a la primera es sencillo de entender, pues la protección de que el miedo al castigo pueda quedar como el único motivo
los seres humanos contra el asesinato, la violencia u otras for-
de la conformidad.
mas de daño es un bien, cualesquiera que sean los motivos por
los que se induce a las personas para que se abstengan de rea- Imposición como castigo. El segundo aspecto de la impo-
lizar esos crímenes. Sin embargo, donde no existe daño que sición legal no consiste en amenazar sino en inflingir un cas-
prevenir ni víctima potencial que proteger, como a menudo es tigo a los delincuentes. Si se pregunta qué valor puede tener el
el caso en que la moral convencional no se respeta, es dificil castigo allí donde la conducta que se castiga no es perjudicial,
entender la aserción de que la conformidad, incluso si está
motivada simplemente por el miedo al castigo legal, es un
valor que merece la pena perseguir, a pesar del sufrimiento y 1 Informe de la Royal Commission on Capital Punishment (CMD
el sacrificio de libertad que supone. La atribución de valor al 8932) s. 61 . .La cita es del artículo de Stephen sobre la pena de muerte
simple comportamiento conformista, abstrayendo el motivo y publicado en Frazer s Magazine, junio de 1864, p. 761.
146 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo lii 147
la respuesta más obvia la ofrece una «teoría» retributiva del de que en el campo de la moralidad dos maldades hacen un
castigo: se afirma que lo que justifica el castigo no es que bien, es decir, que la maldad del sufrimiento sumado a la mal-
tenga consecuencias beneficiosas para la sociedad o para la dad de la inmoralidad producen un bien moral.
persona castigada, sino que el dolor es la retribución moral-
mente apropiada o «correcta» por el mal moral hecho. Aquí
no puedo acometer un examen completo de esta teoría del cas- Retribución y Denuncia
tigo, pero voy a llamar la atención sobre un punto sobresalien-
te. Una teoría que no intente justificar el castigo por su resul- En su capítulo sobre la doctrina de Mill acerca de la liber-
tado, sino simplemente por la iniquidad del mismo, no hay tad en relación con la moral, Stephen se ocupaba primordial-
duda de que es más plausible, y quizás sólo inteligible, cuan- mente de identificar y exponer las incoherencias y falsas asun-
do el delito ha dañado a otros y hay tanto un malhechor como ciones sobre la naturaleza humana que, en su opinión, viciaban
una víctima. Incluso los más fieles defensores de la doctrina los argumentos de Mill. Comparativamente dedicó poco espa-
utilitarista tienen que haber estado tentados en ciertas ocasio- cio a explicar los argumentos de su teoría de que el Derecho
nes a admitir la tesis de que es correcto o justo que alguien que debería usarse no sólo para proteger «a la sociedad de compor-
intencionadamente ha infligido sufrimiento a otros también tamientos peligrosos» sino también para «perseguir las formas
debería sufrirlo. Dudo que alguien, leyendo los archivos de
más escandalosas de vicio» 2 • No es, por supuesto, sencillo
Auschwitz o Buchenwald, no haya sentido la poderosa llama-
desentrañar de sus argumentos ninguna declaración muy pre-
da de este principio; quizás incluso el más reflexivo de aqué-
cisa acerca de qué valores se constituían o aseguraban con la
llos que apoyaron el castigo de esos criminales estuviese influi-
imposición legal de la moralidad. El aspecto más prominente
do por ese principio más que por la idea de que el castigo
tendría consecuencias beneficiosas en el futuro. Pero la fuer- de su pensamiento en estos asuntos -y para muchos el más
za de esta forma de retribución seguramente depende de que desagradable- es su insistencia en la legitimidad o «salud» 3
haya una víctima y un delincuente; cuando eso sucede, es posi- del odio o resentimiento hacia el delincuente y el deseo de ven-
ble concebir el castigo como una medida diseñada para impe- ganza. Es fácil concluir de su énfasis en este tema que Stephen
dir que el malhechor prospere cuando sus víctimas sufren o basa su teoría en una simple y cruda formulación de la teoría
han perecido. Los principios que requieren que esto sea así son de la retribución: el castigo del delincuente se justifica porque
análogos a los de justicia o equidad en la distribución de feli- «el sentimiento de odio y el deseo de venganza son elementos
cidad y sufrimiento, los cuales penetran en otras áreas de la importantes en la naturaleza humana que deben encontrar satis-
moralidad. No debería argüir que esta analogía es suficiente. fabción de una manera pública y legal» 4 •
Aunque sí es algo que debería impedir que se deseche toda l La insistencia de Stephen en la legitimidad del odio y el
teoría retributiva. N o obstante, donde no haya víctima sino sólo deseo de venganza es importante en su punto de vista sobre
la trasgresión de una norma moral, la idea de que aún así se
exige el castigo como retribución apropiada por la inmorali- 2
Liberty. Equality, Fraternity, p. 162.
dad carece incluso de ese apoyo. La retribución, en ese caso, 3
Ibíd., pp. 162, 165.
parece descansar exclusivamente en la implausible afirmación 4
Jbíd.' p. 162.
J
l
148
Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo IJI 149
el castigo, y jueces ingleses posteriores en el tiempo les han atri-
rra de mediados de la época victoriana se satisficieran esas con-
buido una importancia similar. El último Lord Chief of Justi-
diciones en «ese considerable número de comportamientos» que,
ce de Inglaterra, Lord Goddard, en el últi_mo debate sobre la según Stephen, se consideraban delitos simplemente porque se
pena de muerte en la Cámara de los Lores, dijo, «no entiendo juzgaban escandalosamente inmorales. Quizás entonces una
como no puede considerarse cristiano o loable que el país «abrumadora mayoría moral» albergase el saludable deseo de
desee vengar ei crimem> 5 . No obstante, no seria justo con Step- venganza del que habla y el cual debe satisfacerse mediante el
hen presentar esta formulación de la teoría retributiva como castigo del culpable. Pero sería sociológicamente nai've asumir
toda su teoría puesto que, al menos, hay otro elemento entre- que esas condiciones se presentan en la Inglaterra contemporá-
lazado en sus argumentos. Lo denominaré, por las razones que nea, al menos en lo que respecta a la moralidad sexual. El hecho
presentaré más adelante, el elemento de denuncia. Aunque el de que haya una conducta hipócrita hacia una moralidad sexual
propio Stephen no lo diferencia en su formulación de la teoría oficial no debería llevarnos a rechazar la posibilidad de que en
retributiva, merece la pena aislarlo para analizarlo porque los asuntos sexuales, como también en otros temas, pueda exis-
ocupa una parte importante de su concepción de la funci<~n y tir una pluralidad de moralidades mutuamente tolerantes y que,
justificación del castigo, que incluso hoy es característica de incluso allí donde exista cierta homogeneidad en la práctica y en
la judicatura inglesa y la comparten muchos abogados con~er la creencia, los transgresores puedan contemplarse no con odio o
vadores ingleses y norteamericanos. resentimiento sino con amable desprecio o piedad.
Es importante, a la hora de comprender la tesis de Stephen En un sentido, por lo tanto, la doctrina de Stephen, y gran
sobre la imposición legal de la moralidad, advertir que, al igual parte de la de Lord Devlin, puede parecer que den vueltas en
que Lord Devlin, asume que la sociedad en la que se aplica su el aire sobre la terra firma de la realidad social contemporá-
doctrina se caracteriza por un considerable grado de solidaridad nea; podrían considerarse una construcción bien fundamenta-
moral, y se perturba profundamente por las violaciones de su da e interesante porque revelan el punto de vista característico
código moral. Al igual que para Lord Devlin la moralidad que del poder judicial inglés pero que carecen de aplicación en la
debe imponer el Derecho tiene que ser «pública», en el sentido sociedad contemporánea. A pesar de tener en mente esa ima-
de ser generalmente compartida e identificable por la triple marca gen posiblemente ilusoria de la sociedad, Stephen en algunas
de «la intolerancia, la indignación y el desagrado» 6, para ·Step- ocasiones escribe como si la función del castigo fuese no tanto
hen «no puede castigarse nada que la opinión pública, que se retributiva como de denuncia; no tanto para satisfacer deseos
manifiesta en la práctica común de la sociedad, no condene de de odio o venganza como para expresar de manera enérgica
forma vigorosa e inequívoca... Para poder castigar, la mayoría una condena moral del delincuente y para «ratificar» la mora-
moral tiene que ser abrumadora» 7• Es posible que en la Inglate- lidad que ha violado. Esta idea está presente en un pasaje de
Liberty, Equality, Fraternity en el que Stephen afirma que el
5
198 H.L. Debates (5 'h Series) 743 (1956) . Derecho Penal da «distinta condición al sentimiento de ira» así
6
The Enforcement ofMorals, p. 17: «Son las fuerzas que están detrás como «distinta satisfacción al deseo de venganza 8». La misma
del derecho moral».
7
Liberty, Equality, Fraternity, pp. 173-74.
8
p. 165.
150 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo JI! 151
idea también se expresa de una forma más elaborada y clara este punto de vista hay algunos asesinatos que en el
en su History of the Criminal Law: actual estado de opinión exigen la más enérgica de las
condenas, esto es, la pena de muerte» 10 .
«La condena jurídica es al sentimiento moral de las per-
sonas en relación con cualquier delito lo que un sello es A pesar de la eminencia de sus defensores legales, esta jus-
a la cera caliente. Convierte en un juicio final permanen- tificación del castigo, especialmente cuando se aplica a con-
te lo que de otra forma sería un sentimiento transitorio ... ductas que no peijudican a otros, parece apoyarse en una extra-
En resumen, inflingir un castigo usando el Derecho da ña amalgama de ideas. Representa, como valor a perseguir a
una expresión definitiva y una ratificación y justificación
costa del sufrimiento humano, la simple expresión de una
solemne al odio que se provoca por la comisión del deli-
to y constituye la sanción moral o popular, como algo dis- condena moral, y considera inflingir un sufrimiento como un
tinto de aquello que es racional, de esa parte de la mora- modo de expresión singularmente apropiado o «enérgico».
lidad que también se castiga a través del Derecho Penal. .. ¿Pero esto es realmente inteligible? ¿Es la simple expresión de
Las formas en que la ira deliberada y la justa desaproba- una condena moral algo de valor en sí mismo para perseguir-
ción se expresan, siendo la ejecución de la justicia penal la a toda costa? La idea de que puede castigarse a los transgre-
la más enérgica de ellas, corresponden a un conjunto de sores de un código moral, no para prevenir el daño o el sufri-
pasiones de la misma forma en que el matrimonio corres- miento o incluso la repetición del delito, sino simplemente
ponde a otro [las pasiones sexuales] 9». como un medio de expresar públicamente o manifestar enér-
gicamente una condena moral, es algo desagradablemente cer-
Sin duda, hay demasiadas cosas que no están claras en esta cano al sacrificio humano como expresión de culto religioso.
teoría; en particular, Stephen habla misteriosamente del casti- Incluso si obviamos esta objeción, aún quedaría otra a la que
go <~ustificando» el sentimiento que expresa. A pesar de ello, enfrentarse. ¿Qué significa la afirmación de que el castigo del
el significado general está claro y es un tema del que jueces
delincuente es una forma apropiada de expresar una condena
posteriores se han hecho eco. Así, en la actualidad Lord Den-
moral enérgica? La forma normal en que la condena moral se
ning en su declaración ante la Comisión Real sobre la Pena
expresa es mediante palabras, y no está claro, si la denuncia
de Muerte dijo:
d realmente lo que se exige, por qué razón una solemne decla-
«El castigo por crímenes graves debería ref1ejar adecua- rabión pública de desaprobación no seria el medio más «apro-
damente la repugnancia que siente la mayoría de los ciu- piado» o «enérgico» para expresarla. ¿Por qué una denuncia
dadanos. Es un error considerar el objeto del castigo adopta la forma de castigo?
como algo exclusivamente disuasorio, reformador o pre- Creo que, en realidad, lo que probablemente los defenso-
ventivo. La justificación última de cualquier castigo no res de esta teoría quieren decir con denuncia «enérgica» y
es que sea un elemento disuasorio sino la condena enér- expresión «apropiada» de condena moral es que sea efectiva a
gica por parte de la comunidad de un crimen, y desde la hora de infundir o fortalecer en el delincuente y en el resto
9
A History of the Criminal Law of England, II, 81-82. 10
Informe de la Royal Commission on Capital Punishment, s. 53.
J
152
Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo !JI 153
prometía a esto. Afirmó con franqueza que, en principio, pular, tienden a favorecer, en mayor o menor medida, valores
no tenía nada que objetar a la misma pero pensaba que no era universales tales como la libertad individual, la seguridad de
factible 12 • la vida y la protección frente a las agresiones deliberadas,
siempre habrá una parte importante de la moralidad social que
sea valiosa conservar, incluso con el coste, desde el punto de
La preservación de la moralidad vista de esos mismos valores, que implica la imposición legal.
y el Conservadurismo moral Quizás es erróneo afirmar con Lord Devlin que la moralidad
social, en tanto que asegura estas cosas, tiene valor porque se
Esta última consideración conduce a lo que realmente es necesitan para la conservación de la sociedad; al contrario, la
el tema central de la tesis extrema. Supongamos, de forma con- conservación de cualquier sociedad es algo valioso porque
traria a las pruebas que existen, que la imagen de Stephen de entre otras cosas asegura a los seres humanos cierta medida de
la sociedad y su mecanismo moral es realista: que realmente esos valores universales. Es, por supuesto, argumentable que
existe un código moral en los asuntos sexuales que está apo- una sociedad en la que esos valores no estén reconocidos de
yado por una mayoría abrumadora que se siente profundamen- al!:íuna manera en su moralidad no es ni empírica ni lógica-
te perturbada cuando se infringe, incluso por adulas en priva- mente posible, y que incluso si lo fuera, tal sociedad no podría
do; que elcastigo de los d~lincuentes realmente significa que la terler valor práctico para los seres humanos. No obstante, al
conducta es inmoral y que, sin el castigo, la moralidad preva- admitir esto debe tenerse cuidado de no seguir a Lord Devlin
lente cambiaría hacia una postura permisiva. La cuestión cen- en su idea de que la moralidad social es una tela de una sola
tral es: ¿es posible encontrar un argumento que respalde la pieza y que todas sus previsiones son necesarias para la exis-
afirmación de que evitar ese cambio y mantener el statu qua tencia de la propia sociedad. Deberíamos, junto con Mill, acep-
moral en la moralidad de una sociedad tienen el suficiente tar como verdadero que aunque esos valores universales esen-
ciales tienen que protegerse, la sociedad no sólo puede
valor como para compensar el coste en sufrimiento humano
sobrevivir a desviaciones individuales respecto de su morali-
que supone la imposición legal? ¿Es simplemente una afirma-
dad prevalente en diversos ámbitos, sino que puede sacar pro-
ción vacía o se basa en algún principio crítico que conecta
vecho de ello.
aquello que se ha dicho que tiene valor con otras cosas va-
En segundo lugar, existe la certeza, menos familiar y
liosas?
menos sencilla de establecer en términos precisos, de que el
Llegado a este punto, es preciso puntualizar ciertas distin-
espíritu o disposición mental que caracteriza la práctica de una
ciones. Hay tres proposiciones acerca del valor de conservar
moralidad social es algo de un gran valor y, por supuesto, vital
la moralidad social que están en permanente peligro de confu- para que las personas cuiden y conserven cualquier sociedad,
sión. La primera de ellas es la afirmación de que como todas las pues en la práctica de cualquier moralidad social necesaria-
moralidades sociales, independientemente de lo que puedan esti- mente están involucrados lo que podría llamarse valores for-
males, como algo distinto de los valores materiales de las nor-
12
Liberty, Equality, Fraternity, Capítulo 2, en especial pp. 58, 81, mas o contenidos concretos. En las relaciones morales con
82-84. otros, el individuo observa las cuestiones de conducta desde
157
156 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo III
éstas eran cosas de valor. En cambio desarrollaron teorías sociedad sería detener artificialmente el proceso que otorga a
acerca de la naturaleza humana y de su historia en apoyo de las instituciones sociales su valor.
sus posturas. El argumento principal de Burke, expresado en La distinción entre el uso de la coerción para imponer la
términos de «sabiduría de los años» y ei «dedo de la provi- nioralidad y los otros métodos que de hecho se usan para
dencia», básicamente es una teoría evolucionista: las institu- preservarla, como el argumento, el consejo y la exhortación,
ciones sociales, que se han desarrollado lentamente a lo largo es muy importante y muchas veces es rechazada en discu-
de la historia de cualquier sociedad, representan una adapta- siones sobre este tema. Stephen, en sus argumentos contra
ción a sus necesidades que, probablemente, sea siempre más Mill 13 , parece la mayor parte del tiempo olvidar o ignorar
satisfactoria para la masa de sus miembros que cualquier esos otros métodos y la gran importancia que Mili les atri-
esquema ideal de vida social que los individuos pudieran
buía, pues frecuentemente argumenta como si la doctrina de
inventar o cualquier legislador pudiera imponer. Para Hegel,
Mili sobre la libertad significase que las personas nunca tie-
el valor de las instituciones establecidas en cualquier socie-
nen que manifestar ninguna convicción sobre la conducta de
dad se apoyaba en una elaborada doctrina metafísica, no
sus conciudadanos si esa conducta no daña a otros. Es cier-
fácilmente comprensible y, ciertamente, imposible de con-
to que Mili creía que ni «el Estado ni la gente» estaban auto-
densar en las pocas palabras que aquí le dedico. En líneas
generales, es la doctrina de que la historia de las sociedades rizados «con el propósito de represión o castigo 14 » a deci-
humanas es un proceso por el cual el Espíritu Absoluto se dir que tal conducta era buena o mala. Sin embargo, no es
manifiesta y cada etapa en este desarrollo es un paso racio- cierto que pensase que «nadie más tuviese nada que decir»
nal o incluso lógico y, por lo tanto, algo valioso. acerca de tal conducta o de las «experiencias de vida» que
A pesar de lo cuestionable que pueda ser el fundamento representa 15 • Ni pensaba que la sociedad pudiese «dibujar
de la teoría en cualquiera de los casos, está ahí para que se cri- una línea donde la educación finaliza y la perfecta indife-
tique racionalmente, para que se acepte o rechace; y evita que rencia moral comienza 16 ». Al hacer estas críticas sin funda-
la afirmación sobre el valor de las instituciones sociales sea mento, Stephen no solo no entendió y tergiversó a Mili, sino
meramente dogmática. La afirmación permanecerá o caerá que mostró la forma tan restringida en que concebía la mora-
junto con las teorías que se han desarrollado en su apoyo. En lidad y el proceso por el cual se mantiene. La preocupación
todo caso, debería recordarse que una defensa evolucionista de Mili a lo largo de su ensayo es restringir el uso de coer-
de la tradición y la costumbre, como la que Burke desarrolló ción, no promover la indiferencia moral. Es cierto que en la
contra la revolución o crítica racionalistas, ofrece poco apoyo coerción o «coacción» de lo que desaprueba no sólo inclu-
a favor de la imposición por el Derecho de la moralidad ye la imposición legal de la moralidad sino también otras
social. En Burke, quizás porque fue un whig, aunque conser- formas perentorias de presión social, tales como la culpa
vador, el valor de las instituciones establecidas reside en el
hecho de que se han desarrollado como resultado de la libre, 13
Jbíd., pp. 126-142.
aunque sin duda inconsciente, acomodación de las personas 14
Jbíd, p. 137; Sobre la Libertad, Capítulo 5.
a las condiciones de vida. Usar la coerción para mantener el 15
Liberty, Equality, Fraternity, p . 141.
16
statu qua moral en cualquier momento de la historia de una lb íd., p. 170.
161
160 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo lii
moral y las peticiones de conformidad. Pero es una desas- Populismo Moral y Democracia
trosa interpretación de la moralidad pensar que donde no
puede usarse la coerción como defensa tit:;ne que guardarse El ensayo de Mill Sobre la Libertad, al igual gue el libro de
silencio y permanecer indiferentes. En el capítulo 4 de su Tocqueville La Democracia en América, fue una ardorosa
ensayo Mill tiene mucho cuidado en mostrar los otros recur- defensa de una perspicaz apreciación de los peligros que acom-
sos que existen y que deberían usarse: pañan a los beneficios del sistema democrático. El mayor de
esos peligros para ambos no era que de hecho la mayoría podría
«Sería una gran incomprensión de esta doctrina conside- usar su poder para oprimir a la minoría, sino que, con la expan-
rarla egoísta e indiferente, por pretender que los seres sión de las ideas democráticas, podría llegar a considerarse
humanos nada tienen que ver con la conducta de los como algo indiscutible que la mayoría debería hacer. Para Mill,
demás en la vida, si han de interesarse en sus buenas estos peligros eran parte del precio que había que pagar por
acciones o bienestar, a menos que su propio interés esté todo lo que es valioso en un gobierno democrático. Pensaba que
en juego( ... ) Los seres humanos se deben mutua ayuda merecía la pena pagarlo, pero estaba muy preocupado en recor-
para distinguir lo mejor de lo peor, incitándose entre sí
dar a los defensores de la democracia el peligro y la necesidad
para preferir el primero y evitar el último».
de vigilancia. «La limitación del pod·e r de gobierno sobre
Discusión, consejo, argumento, todos ellos son instrumen- los individuos no pierde nada de su importancia aun cuando los
tos que, puesto que dejan al individuo «el juicio final» , pue- titulares del Poder sean regularmente responsables hacia la
den, según Mill, usarse en una sociedad en que la libertad se comunidad, es decir, hacia el partido más fuerte de la comu-
respeta adecuadamente. Pueden incluso «imponerse» a otros nidad» 19 . Tan insistente era Mill en este tema que, como dijo
«consideraciones para ayudar a su juicio y otras exhortacio- Morley, su ensayo era, en cierto sentido, «uno de los libros más
nes para fortalecer su voluntad» 17 • Podemos, en casos extremos, aristocráticos jamás escritos» 20 • Ciertamente, la doctrina de
«prevenirle» acerca de nuestro juicio adverso o sentimiento Mill contrasta nítidamente con el énfasis que Stephen otorga a
de repulsa y desprecio. Puede evitarse su compañía y preve- la importancia de la opinión pública en los asuntos morales, y
nir a otros contra él. Muchos podrían pensar que Mill aquí se a la función del castigo como una «expresión del sentimiento
acerca peligrosamente a tolerar la coerción, aun cuando las moral de las personas». Morley sostuvo, como Stephen nos dice
considera como «totalmente inseparables de los juicios des- en el Prefacio de su libro 21 , que allí donde Mill protegía a la
favorables de otros» 18 y que nunca deben imponerse por el minoría de la coerción de la mayoría, los principios de Stephen
placer de castigar. Pero si erró en ese punto, está claro que exponían a la minoría a dicha coerción.
reconoció la importancia del hecho de que en la moralidad no Stephen rechazó la acusación de Morley, y quizás éste últi-
estamos obligados a escoger entre la coerción deliberada y la mo fue injusto. Pues aunque el descargo de Stephen no es sen-
indiferencia.
19 Ibíd., Capítulo l.
17
Sobre la Libertad, Capítulo 4.
2 ° Citado en el Prefacio de Liberty, Equality, Fraternity, p. xv.
21
18
Ibíd. Ibíd.,p.xvii .
)
cillo de reconciliar con su insistencia en la importancia de la yoría con ese poder está exento de crítica y nunca puede opo-
«mayoría moral abrumadora», bien podría ser que su comple- nerse -resistencia. No puede ser un demócrata quien no acepte
ja postura no se reduzca a algo tan simple como la idea de que lo primero, pero ningún demócrata necesita aceptar lo segun-
la exigencia popular de coerción o castigo ·legal se justificaba do. Mili y muchos otros han combinado la creencia en la
simplemente porque era popular o por el clamor de la mayo- democracia como la mejor -o la menos peijudicial- forma
ría. Sin embargo, el miedo de Mill de que tal doctrina pudiera de gobierno con la apasionada convicción de que hay muchas
extenderse con la democracia ~eguramente está justificado. cosas que incluso un gobierno democrático no puede hacer.
Parece fatalmente sencillo creer que la lealtad a los principios Esta combinación de actitudes tiene sentido porque, aunque
democráticos implica aceptar lo que puede denominarse popu- un demócrata confía en la idea de que la democracia es mejor
lismo moral: la idea de que la mayoría tiene un derecho moral que otras formas de gobierno, no confía en la idea de que es
a dictar cómo debería vivir todo el mundo. Esto es una inter- perfecta o infalible o que nunca pueda oponerse resistencia.
pretación errónea de qué es la democracia que amenaza la Para apoyar esa última conclusión se necesita una premisa adi-
libertad individual, y dedicaré el resto de esta conferencia a cional que vaya más allá de la simple aserción de que es mejor
identificar la confusión sobre la que descansa 22 . dejar el cuidado del poder político a la mayoría que a una clase
El principal error está en confundir el aceptable principio selecta. Esta premisa adicional tiene que ser una variante, secu-
de que es mejor dejar el poder político en manos de la mayo- lar o de otro tipo, de la identificación de la vox populi con la
ría con la inaceptable afirmación de que lo que hace la ma- vox Dei. Dicha variante, a la que frecuentemente se ha hecho
referencia en estas conferencias, es la idea de que la morali-
22 dad positiva apoyada por una mayoría moral abrumadora es
Existen vestigios de esta confusión en la última contribución de
Lord Devlin sobre el asunto que nos ocupa («Law, Democracy, and Mora-
inmune a la crítica.
lity», op.cit.). Afirma que «en una democracia el legislador asumirá que la No es, por lo tanto, sorprendente que estas confusiones se
moral de su sociedad es buena y verdadera; si no lo hace no debería estar hayan elaborado o que sobrevivan incluso en democracias
jugando una parte activa en el gobierno ... No obstante no tiene que respon- como los Estados Unidos, donde los derechos de los indivi-
der por su bondad y veracidad. Su mandato es conservar lo esencial de su duos están protegidos hasta cierto punto frente a las mayorías
sociedad, no reconstruirla según sus propias ideas» (p. 639). Más adelan-
mediante una constitución escrita; o en Inglatena donde duran-
te admite que el legislador «tiene una discrecionalidad muy amplia a la
hora de determinar cuan lejos irá en la dirección del Derecho tal y como
te mucho tiempo el miembro electo del Parlamento ha sido
piensa que debería ser». La principal preocupación de Lord Devlin en este considerado como el representante y no el delegado de los
ensayo es establecer, en contra de «la tesis de los filósofos» (sic) que no constituyentes. En el funcionamiento actual de la democracia
existe ninguna objeción para que la moralidad sea un asunto de votación existen muchas fuerzas que probablemente fomenten la idea
popular (p. 642), que la moralidad sea una cuestión fáctica (p. 649), y que de que el principio del gobierno democrático significa que la
en una democracia «los hombres cultos no pueden ponerse en una catego- mayoría siempre tiene razón. Incluso el político más magná-
ría separada a la hora de decidir cuestiones morales» (p. 643). No obstan-
te, en lo que concierne a la moralidad positiva, pocos disputaría esas opi-
nimo puede desear permanecer en el cargo, y una actitud fle-
niones. La pregunta permanece: ¿Qué justifica su imposición por el xible o pasiva, hacia lo que la mayoría piensa qué es lo correc-
Derecho? Al respecto, Lord Devlin parece contentarse con sus argumen- to, hace más sencilla dicha permanencia que si adopta una
tos previos y su analogía con la traición, ya criticada. rigurosa adhesión a la teoría de que su deber es hacer lo que
)
por este motivo la imposición de la moralidad exige una justi- Bibliografia Selecta
ficación. Luego me he esforzado en desenredar, y en liberar
de la ambigüedad, los principios subyacentes a diversas for-
mulaciones de la tesis más extrema de que ia imposición de la
moralidad o el alejamiento del cambio era algo valioso, con
independencia de sus consecuencias beneficiosas, al preservar
la sociedad. De hecho, estos principios invitan a considerar
como valores, en virtud de los cuales debería restringirse la
libertad e infligir el sufrimiento del castigo en seres humanos,
cosas que parece que pertenecen a la prehistoria de la morali- General
dad y que son bastante hostiles con su espíritu general. Inclu-
Anon: «The Censor as Aedile», Times Literary Supplement, 4 de
yen la mera conformidad aparente a normas morales que es
agosto de 1961.
inducida sólo por miedo; la satisfacción de sentimientos de Devlin, Lord: The Enforcement of Morals, Maccabaean Lecture in
odio hacia el trasgresor o su castigo «retributivo», incluso en Jurisprudence ofthe British Academy, Oxford University Press,
los casos en que no haya habido víctima que deba vengarse Oxford, 1959.
o que pida justicia; la imposición del castigo como símbolo o Devlin, Lord: «Law, Democracy, and Morality.>>, 11 O University of
expresión de condena moral; el aislamiento del cambio de Pennsylvania Law Review, 635, 1962.
cualquier moralidad social por muy represiva o bárbara que
,.;; :·· · ~ - ~-, ~- .--· ~" '" : . . ~
Hart, H.L.A.: «lmmorality and Treason», The Listener, 30 de julio
sea. Sin duda no he probado que '11ó 'sean valores que valgan de 1959, p. 162.
su precio en sufrimiento humano y pérdida de libertad; puede Hart, H.L.A.: «The Use andAbuse ofthe Criminal Law», 4 O::iford
que sea suficiente haber mostrado aquello que se ofrece por Lawyer, 7, 1961.
dicho precio. Hughes, Graham: «Morals and the Criminal Law», 71 Yate Law
Journal, 662, 1962.
Mill, John Stuart: On Liberty, London, 1859. [Hay traducción cas-
tellana, Sobre la Libertad, trad. Pablo de Azcárate. Alianza Edi-
torial, Madrid, 1997].
Rostow, Eugene: «The Enforcement ofMorals», Cambridge Law
Journal, 174, 1960.
Stephen, James Fitzjames: Liberty, Equality, Fraternity, London,
1873. El Prefacio de la segunda edición, publicada en 1874, es
una réplica a la defensa que Morley hizo a Mili en «Mr. Mill's
Doctrine of Liberty», Fortnightly Review, 1 de agosto de 1873 .
. Stephen, James Fitzjames: A History of the Criminal Law of
England, 1883, Volumen II, Capítulo 17.
Wollheim, Richard: «Crime, Sin, and Mr. Justice Devlin», Encoun-
ter, Noviembre, 1959, p. 34.