Está en la página 1de 27

H. L. A.

1-Iart

Derecho, Libertad
y Moralidad
Las conferencias Harry Camp
en la Universidad de Stanford
(1962)
Traducción y estudio preliminar de

Miguel Ángel Ramiro Avilés

INSTITUTO DE DERECHOS HUMANOS


"BARTOLOMÉ DE LAS CASAS"
UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID

DYKINSON
2006
Índice
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en
sistemas de recuperación de la información ni transmítir alguna parte d e esta
publicación, cualquiera que sea el medio empleado -electrónico, mecánico,
fotocopia, grabación, etc.-, sin el permiso previo de los titulares de los dere-
chos de la propiedad intelectual.

Prólogo a la edición castellana: A vueltas con el mora-


lismo legal (Miguel A. Ramiro Avilés) ..................... 9
Prefacio ...... .. ..... .. ... ... ... .... ... .. .. .. .... ...... .... ... .. ........... .. ... . 89

© The Board ofTrustees of the Leland Stanford Junior University 1963 -1-
«Law, Liberty and Morality was originally published in English in 1963.
This translation is published by arrangement with Oxford University Press».
La imposición legal de la moralidad ..................... .. 97
Conspiración para corromper la moral pública ...... . 101
«Derecho, Libertad y Moralidad fue originalmente publicada en inglés en 1963.
Esta traducción está publicada de acuerdo con Oxford University Press».
Prostitución y homosexualidad ........ ........... ........... . 107
Traducción de Miguel Ángel Ramiro Avilés. Moralidad positiva y moralidad crítica ................... . 110

-11-
El uso y abuso de los ejemplos ............................... . 117
© Copyright by H. L. A Hart
Instituto de Derechos Humanos "Bartolomé de las Casas"
El paternalismo y la imposición de la moralidad ... . 121
para la traducción La gradación moral del castigo ............. ................. . 125
Editorial Dykinson, S. L.
Meléndez Valdés, 61- 28015 Madrid
Inmoralidad privada e indecencia pública .............. . 128
Tels. (+34) 915 44 28 46- (+34) 915 44 28 69 La tesis moderada y la tesis extrema ...................... . 136
e-mail:info@dykinson.com
http://www.dykinson.es
http: //www.dykinson.com -111-
ISBN-JO: 84-9772-949-8
Tipos de imposición ................................................ . 141
ISBN-13: 978-84-9772-949-9 Retribución y denuncia ............................................ . 147
Depósito legal: SE-6491-2006 U.E. La preservación de la moralidad y el conservaduris-
Preimpresión: mo moral ........................................................... .. 154
SAFEKAT. S. L.
Populismo moral y democracia .............................. .. 161
Be/monte de Tajo. 55-3. o A- 28019 Madrid

Impresión: Conclusión .................................................................... 165


PUBLJDISA
Bibliografía selecta ........ .................. ............................. 167
-I -

La imposición legal de la moralidad

Estas conferencias atañen a una pregunta sobre las relacio-


nes entre el Derecho y la moral. Digo, deliberadamente, <<Una
pregunta» porque en el fragor de la disputa, a menudo causa-
da cuando el Derecho y la moral se mencionan en conexión,
habitualmente se pasa por alto que no existe una única pregun-
ta sobre dicha relación sino varias y diferentes que necesitan
una consideración totalmente separada. Por eso empezaré dis-
tinguiendo cuatro de esas preguntas e identificando aquélla de
la que me ocuparé aquí.
La primera es una pregunta histórica y causal: ¿ha estado el
desarrollo del Derecho influido por la moral? La respuesta a
esta pregunta claramente es «Sí»; aunque, por supuesto, esto
no significa que no pueda también responderse afirmativamen-
te a, la pregunta opuesta: ¿ha estado el desarrollo de la morali-
dad influido por el Derecho? Hasta ahora, esta pregunta había
sido escasamente investigada de una manera adecuada, en cam-
bio en la actualidad hay varios estudios americanos e ingleses
sobre la misma que son admirables. En dichos estudios se expo-
nen las diversas formas en que la moralidad ha determinado el
curso del Derecho, algunas veces disimulada y lentamente a
través del proceso judicial, otras veces abierta y abruptamente
a través de la legislación. No diré más aquí sobre esta pregun-
i
ta histórico-causal, salvo para advertir que la respuesta afirma-
tiva que puede darse a la primera pregunta y a su opuesta, no

1
99
98 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo l

ca. Aún en la actualidad, Kelsen 1 ha argumentado que existe


significa que haya de darse una respuesta afirmativa a otras pre-
una contradicción lógica en tal afirmación, salvo que sea
guntas muy diferentes sobre las relaciones entre el Derecho y
la moral. 1
interpretada por quien habla como una declaración autobio-
La segunda pregunta puede denomin~rse analítica o :defi- gráfica o como un informe psicológico de sus inclinaciones
nicional. ¿Deben ciertas referencias a la moralidad formar divergentes a obedecer el Derecho o a desobedecerlo por
parte de una definición adecuada del Derecho o del sistema seguir el principio moral.
legal? ¿Es sólo un hecho contingente que el Derecho y la En esta tercera pregunta hay varias subordinadas. Incluso
moral a menudo se solapen (como en su común proscripción si admitimos, como haría la mayoría, la posibilidad de crítica
de ciertas formas de violencia y deshonestidad) y que compar- moral del Derecho, podemos preguntar si hay algunos tipos de
tan un vocabulario común (derechos, obligaciones y deberes)? crítica moral que sean única o exclusivamente relevantes para
. Estas preguntas son famosas en la larga historia de la filoso- el Derecho. ¿La critica en términos de Justicia agota todos los
fia del Derecho, pero quizás no tan importantes como sugiere tipos relevantes? ¿«Buen Derecho» significa algo diferente y
la cantidad de tiempo y tinta consumidas. Dos cosas se han más amplio que «Derecho justo»? ¿Es la Justicia, como Bent-
conjurado para hacer la discusión interminable o al menos apa- ham parece haber pensado, sólo un nombre para la distribu-
rentemente interminable. La primera es que este tema se ha ción eficiente de la Utilidad o el Bienestar, o por el contrario
embrollado por el uso de grandes, pero vagas, palabras como es reducible a éstos? Evidentemente, aquí se discute la idonei-
«Positivismo» y «Derecho Natural». Se han ondeado estandar- dad del Utilitarismo como crítica moral de las instituciones
tes y se han formado bandos en un debate duro pero, a menu- sociales.
do, confuso. En segundo lugar, durante esa discusión, dema- La cuarta pregunta es el tema de estas conferencias. Atañe
siado poco se ha dicho sobre el criterio para juzgar la a la imposición legal de la moralidad y ha sido formulada de
idoneidad de una definición de Derecho. ¿Debería tal defini- varias formas diferentes: ¿El hecho de que cierta conducta sea
ción declarar lo que.el hombre común quiere expresar cuando inmoral, según los estándares comunes, es suficiente para jus-
usa la expresión «Derecho» o «sistema legal»? ¿O mejor se tificar que esa conducta sea punible por el Derecho? ¿Es
debería pretender fijar, separando unos fenómenos sociales de moralmente permisible imponer la moralidad como tal?
otros, una clasificación útil o esclarecedora para propósitos ¿Debería la inmoralidad como tal ser un delito?
teóricos? A esta pregunta, John Stuart Mill dio una enfática respues-
La tercera pregunta trata de la posibilidad y las formas de ta negativa en su ensayo Sobre la Libertad hace cien años, y la
la crítica moral del Derecho. ¿Está el Derecho abierto a la crí- famosa frase en que formula su respuesta expresa la tesis cen-
tica moral? ¿Admitir que una norma es una norma legal váli- tral de su ensayo. «La única finalidad por la cual el poder puede,
da excluye la crítica moral o su condena aludiendo a prin- con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comu-
cipios o estándares morales? Sólo unos pocos lectores
encontrarían una contradicción o paradoja en la aserción de
que una norma jurídica era válida y sin embargo estaba en 1 Hans Kelsen, General Theory of Law and State, pp. 3 74-7 6, 407- 1O.
Hay versión en castellano, Teoría General del Estado y del Derecho, trad.
pugna con algún principio moral obligatorio que requiere un
E. García Maynez, UNAM, México, 1949.
comportamiento opuesto al demandado por la norma jurídi-
1 .

101
100 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo]

nidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a otros que justifican la coerción legal de las personas. Pero, en el
los demás» 2 • Y para identificar los diferentes temas que quería más específico de los temas que son relevantes en la imposición
exceptuar, añadió, «Su propio bien, fisico o moral, no es justi- de la moralidad, me parece que Mill acierta. Por supuesto que
ficación suficiente. Nadie puede ser obligádo justificadamente simplemente es posible afirmar que la imposición legal por parte
a realizar o no realizar determinados actos, porque eso fuera de la sociedad de su moralidad aceptada no necesita argumen-
mejor para él, porque le haría feliz, porque, en opinión de los tos justificativos, puesto que es la moralidad lo que se impone.
demás, hacerlo sería más acertado o más justo» 3 . Pero los críticos de Mill no han usado esta cruda afirmación. Lo
Esta doctrina, advierte Mill, sólo es aplicable a los seres cierto es que han propuesto otros muchos argumentos diferen-
tes para justificar la imposición de la moralidad, pero todos
humanos «en la madurez de sus facultades»: no es aplicable a
ellos, como intentaré demostrar, se basan en suposiciones injus-
niños o sociedades atrasadas. Aún así, ha sido objeto de
tificadas en cuanto que son cuestiones de hecho, o en ciertas
muchas críticas académicas basadas en dos diferentes y con-
evaluaciones cuya plausibilidad, en gran medida debido a la
tradictorias razones. Algunos críticos han argumentado que la
ambigüedad, vaguedad o incorrección de los enunciados, se
línea que Mill intenta dibujar entre las acciones en que el Dere-
reduce (incluso desaparece por completo) cuando se someten a
cho puede interferir y aquellas en que no puede es ilusoria.
«Ningún hombre es una isla», y en una sociedad organizada un escrutinio critico.
es imposible identificar clases de acciones que no dañan a
nadie o a nadie excepto al individuo que las hace. Otros críti- Conspiración para corromper la moral pública
cos han admitido que tal división entre acciones puede hacer-
se, pero insisten en que es dogmático por parte de Milllimitar En los últimos años en Inglaterra, la pregunta si el Derecho
la coerción legal a la clase de acciones que dañan a otros. Hay Penal debía usarse o no para castigar la inmoralidad «como tal»,
buenas razones, señalan estos críticos, para exigir conformi- ha adquirido una renovada importancia práctica ya que ha habi-
dad con la moralidad social y para sancionar las desviaciones, do, creo, un renacimiento de lo que podría denominarse mora-
incluso cuando éstas no dañan a otros. lismo legal. Los jueces, tanto en su labor judicial como en sus
Consideraré esta disputa principalmente en relación con el afirmaciones extrajudiciales, se han extralimitado al afirmar que
asunto especial de la moralidad sexual donde parece prima facie la imposición de la moralidad sexual es una parte de los asun-
plausible que existen acciones inmorales, según los estándares tos del Derecho, tal y como algún juez ha sostenido, al igual que
aceptados, que no dañan a otros. Con el fin de evitar interpreta- lo es la represión de la traición. No está claro qué ha causado
ciones erróneas me gustaría introducir un caveat. No me pro- este resurgir del moralismo legal: tiene que haber habido
pongo defender todo lo que dijo Mili ya que, personalmente, muchos factores en juego, y entre ellos, quizás, ha estado la idea
creo que existen razones diferentes a la prevención del daño a de que un endurecimiento general de las sanciones que corres-
ponden a cualquier forma de inmoralidad podría ser una fórmu-
2
\ la para hacer frente al incremento general de la delincuencia,
John Stuart Mili, Sobre la Libertad, Capítulo l. Se cita por la tra-
ducción de Pablo de Azcárate en Alianza EditoriaL que tanto nos inquieta. Sin embargo, cualquiera que fuera la
3 1 causa, este movimiento de opinión judicial ha ido demasiado
Ibíd.

1 '
1
103
102 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo 1

y procurar la publicación de una revista titulada Ladies Direc-


lejos. El pasado año la Cámara de los Lores en el caso Shaw v.
tory que daba los nombres y direcciones de prostitutas, en
Director of Public Prosecutions 4 evocó, desde lo que muchos
algunos casos con fotografías desnudas, y una indicación
pensaron que era su tumba en el siglo dieciocho, la idea (crea-
en código de sus prácticas. Por tal motivo Shaw fue acusado y
ción de la Cámara Estrellada) de que «hi conspiración para
declarado culpable de tres delitos: ( 1) publicar un artículo obs-
corromper la moral pública» es un delito del common law.
ceno, (2) vivir de las ganancias de las prostitutas, las cuales
Como resultado de esta decisión, el Ministerio Fiscal inglés
puede ahora enfrentarse a estos complejos problemas provisto pagaban por la inserción de sus anuncios en Ladies Directory,
con una sentencia de Lord Mansfield de 1774, que algunos jue- (3) conspirar para corromper la moral pública mediante Ladies
ces invocaron en sus intervenciones durante el caso Shaw. Directory.
Todo esto puede parecer un artificio demasiado complicado
Todo aquello que esté contra bonos mores et decorum que únicamente se usa para asegurar la condena y el encarcela-
está prohibido por los principios de nuestras leyes, y el miento de Shaw, pero el Derecho inglés siempre ha preferido la
King s Court, como censor general y guardián de la moral acción concienzuda. Los jueces de la Cámara de los Lores no
pública, está obligado a reprimir y castigar 5 . ¡ sólo no plantearon objeciones a la inclusión del cargo de cons-
1 piración para corromper la moral pública sino que, a pesar de la
Sin duda alguna, el Código Penal de California, como el de disidencia de uno de ellos (Lord Reíd), confirmaron la opinión
muchos estados de la Unión, incluye en su lista de delitos la del Ministerio Fiscal de que era un delito aún vigente en el Dere-
conspiración para dañar la moral pública, y puede que a los ciu- cho inglés e insistieron en que era beneficioso que lo fuera.
dadanos norteamericanos les parezca extraño escuchar que el Hicieron, en efecto, una incursión, extraña en los jueces ingle-
reconocimiento de este delito por parte de la Cámara de los
ses, en el ámbito de la política para enfatizar este punto.
Lores ha supuesto una nueva conquista. Sin embargo, los ciu- Con el fin de demostrar la actual necesidad de la recién
dadanos norteamericanos están acostumbrados, a diferencia de
resucitada norma penal, uno de los jueces (Lord Simonds),
los ingleses, a la inclusión entre sus leyes de muchos ca-
antiguo Lord Chancellor, hizo la siguiente sorprendente afir-
chivaches legales en forma de disposiciones penales jamás
impuestas, y me aseguran que, al menos en California, la dispo- mación:
sición que convierte en delito la conspiración para corromper la Cuando Lord Mansfield, mucho después de que la Cáma-
moralidad pública puede considerarse con toda tranquilidad letra ra Estrellada hubiese sido abolida, dijo que la Court of
muerta. Esto no es así ahora en Inglaterra, y tanto el uso que se King s Bench era el custos morum del pueblo y que se
hizo del Derecho en el asunto Shaw como el futuro uso previs- ocupaba de la vigilancia de los delitos contra bonos
to por parte de la Cámara de los Lores merecen estudiarse. mores, estaba reivindicando, como yo reivindico ahora,
Los hechos en el caso Shaw no son de los que suscitan sim- que este tribunal tiene un poder residual, allí donde aún
patía por el acusado. Lo que Shaw había hecho fue componer no haya sido dictada una ley que reemplace al
common Zaw, para vigilar aquellos delitos que sean per-
4
judiciales para el bienestar público. Tales casos serán
(1961) 2 A.E.R. 446; (1962) A.C. 223. pocos, pues el Parlamento no ha sido lento a la hora de
5
Jones v. Randall (1774). Lofft. en la p. 385.
1

1 R
1
1'
1'
104 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo! 105

legislar cuando suficientemente se le ha llamado la aten-


descarrilamiento moral» 7 • Además, no es necesario definir
ción. Pero las lagunas siguen existiendo y siempre exis-
«público», ni que la moralidad en cuestión sea «pública» en
tirán, ya que nadie puede prever todas las maneras en que
ningún otro sentido que el de ser la moralidad generalmente
la maldad humana puede perturbár el orden de la socie-
aceptada.
dad. Permítaseme un solo ejemplo. Supongamos que en
el futuro, quizás pronto, las prácticas homosexuales con-
Los juristas en Inglaterra todavía no han resuelto la rela-
sentidas entre hombres adultos no son delictivas. ¿No ción entre este vasto y comprehensivo delito del common law
sería un delito si tales prácticas, incluso si no media obs- y las leyes que definen ciertos delitos específicos que afectan
cenidad, fueran públicamente defendidas y promovidas a la moralidad sexual. No obstante, sin duda alguna es discu-
por medio de panfletos y publicidad? ¿Tendríamos que tible que el Ministerio Fiscal pueda en la actualidad valerse de
esperar hasta que el Parlamento encontrase tiempo para ese delito del common law para eludir las restricciones impues-
ocuparse de tal conducta? Yo digo, mis Lores, que si tas mediante leyes o amparos estatutarios. Así, la ley 8 por la
el common law no puede hacer nada en tal caso, enton- que los editores del libro de D.H. Lawrence Lady Chatterley s
ces nunca más deberíamos venerarle. Yo afirmo que su Lover fueron procesados sin éxito en Inglaterra el año pasado,
mano todavía es poderosa y que a los jueces de su Majes- establece que el interés científico, literario, artístico o educa-
tad les corresponde jugar el papel que Lord Mansfield tivo debe tenerse en cuenta, y si se demuestra dicho interés la
les señaló 6 . publicación se justifica por ser un bien común y no se come-
te ningún delito de acuerdo con la ley. La prueba de su valor
Sin duda alguna, es una excelente muestra de la barroca se percibió en este caso. Si los editores hubieran sido acusa-
retórica judicial inglesa. Los jueces posteriores pueden deses- dos de conspirar para corromper la moralidad pública, los
timar buena parte como obiter dictum. No obstante, la inter- méritos literarios y artísticos del libro habrían sido irrelevan-
pretación que da la Cámara de los Lores a la idea extremada- tes, y la acusación bien podría haber tenido éxito. De la misma
mente vaga, y sin duda oscura, de la corrupción de la moral manera, aunque el Parlamento en la reciente legislación se
pública ha creado una arma formidable para castigar la inmo- haya abstenido de considerar delictiva a la prostitución como
ralidad. Es evidente, por la forma en que se dirigió el Minis- tal, a diferencia del ejercicio de la prostitución en una calle o
terio Fiscal al jurado, aprobada por la Cámara de los Lores en lu$ar público 9 , parece que se permite a los tribunales, aplican-
ese caso, que la necesidad de establecer lo que habitualmente do,la jurisprudencia del caso Shaw, hacer lo que el Parlamen-
se considere como «conspiración» o como «corrupción» no to no ha hecho. Algún temor de que esto pueda ocurrir ya se
impone en la práctica límite alguno. Estas contundentes pala- ha puesto de manifiesto 10 •
bras, como Lord Reid dijo, han sido «atenuadas», y todo lo
que ha de demostrarse es que el acusado consintió hacer o 7
(1961) 2 A.E .R., pp . 461 y 466; (1962) A.C., p. 282.
decir algo que, en opinión del jurado, pudiera «conducir a un 8
Th e Obscene Publications Act, 1959.
9
The Street O.ffe nces Act, 1959.
10
6 Manchester Guardian , 31 de enero de 1962 ; comentario sobre
Shaw v. Director ofPublic Prosecutions (196 1) 2 A.E.R., 452-53; Weisz v. Monahan (1962) 2 W.L.R. 262. Cf., también R. V Quinn (1961)
(1962) A.C., p. 268.
3 W.L.R. 611.

l
_L
107
106 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo I

Prostitución y Homosexualidad
La importancia que los jueces atribuían en el caso Shaw al
renacimiento de la idea de que los tribunales deberían actuar El caso Shaw incluye otros temas de interés. Después de
como el custos morum o «el censor general y guardián de los
todo, ¿qué es corromper la moral o la moralidad? Postergaré
comportamientos públicos» puede evaluarse desde dos pun-
consideraciones más amplias al respecto, con el fin de desta-
tos. El primero es que este renacimiento, sin duda, fue un acto
car ahora otro tema que recientemente, en Inglaterra, ha sus-
político deliberado, pues los casos históricos de los que se
citado el debate sobre la imposición de la moralidad a través
dependía como precedentes claramente permitían, incluso bajo
la rigurosa doctrina inglesa del precedente, cualquic:ra·cic las del Derecho y ha dado lugar a algunos intentos de clarificar
dos decisiones. En segundo lugar, los jueces parcd:lll dhpucs- los principios implicad9s.
tos a pagar un precio elevado, en t~rminos ~e sacrificio de Durante mucho tiempo se ha sentido en Inglaterra una
otros valores, por el establecimiento -o restablecimiento- fuerte desafección hacia el Derecho Penal relativo a la prostitu-
de los tribunales como custos morum. El valor concreto que ción y a la homosexualidad, y en 1954 se encomendó al Comi-
sacrificaron es el principio de legalidad, el cual exige que los té Wolfenden examinar el estado de la cuestión. Este Comité
delitos sean definidos tan meticulosamente como sea posible informó 14 en septiembre de 1957 y recomendó ciertos cam-
para que pueda conocerse con razonable certeza y de antema- bios legales en ambos asuntos. Por lo que se refiere a la homo-
no qué comportamientos son delictivos y cuales no. Como 1 sexualidad, los miembros recomendaron, por una mayoría de
resultado del caso Shaw, virtualmente cualquier conducta de 1 12 a 1, que las prácticas homosexuales consentidas entre adul-
·¡
cooperación es delictiva si un jurado considera ex post Jacto tos realizadas en privado no deberían nunca más ser conside-
que ha sido inmoral. Quizás, el ejemplo más cercano a esto en radas como delito; por lo que se refiere a la prostitución, uná-
la jurisprudence europea moderna sea la idea, que se encuen- 1 nimemente recomendaron que, aunque no debería ser
tra en las leyes alemanas del período Nazi, de que cualquier ¡ considerada ilegal, la legislación debería encaminarse a «sacar-
comportamiento es punible si merece el castigo de acuerdo con \ la de las calles» porque la prostitución en público constituía
«las concepciones fundamentales del Derecho Penal y el sen-
timiento popular razonable» 11 • Mientras que Mill se habr1ía l 1
una ofensa para los ciudadanos comunes. Finalmente, el
gobierno dictó una ley 15 para dar efecto a las recomendacio-
estremecido ante la sentencia dictada en el asunto Shaw ppr \ nes del Comité que afectaban a la prostitución pero no a las
autorizar escandalosas intromisiones en la libertad individual,
Bentham 12 se habría sentido horrorizado ante el abandono de
de 1961; Williams Hall, 24 Mod. L. R. 631 (1961): «locura judicial»;
los valores legales de certeza y el aumento de lo que denomi-
D. Seaborne Davies, «The House ofLord and the Criminal Law», Journal
nó «Derecho ex post Jacto» 13 . ofthe Society of Public Teachers of Law (1961), p. 105: <mna actuación
atroz». Ha sido celebrado como una «importante contribución para el desa-
11 rrollo del Derecho penal» por A.L. Goodhart, «The Shaw Case: The Law
Leyde28dejuniode 1935.
12
Jeremy Bentham, Principies of the Civil Code, Parte I, Capítu- and Public Morals», 77 Law Q. R., 567 (1961) .
14 Report ofThe Committee on Homosexual Offences and Prostitu-
lo 17 (I [Bowring ed.] Works 326).
13
El asunto Shaw ha sido criticado usando este argumento por tion (CMD 247) 1957.
Williams Glanville, «Conspiring to corrupt», The Listener, 24 de agosto 15 The Street OffencesAct; 1959.
1 )

108 Derecho, Libertad y Moral~(iad Capítulo I 109

que afectaban a la homosexualidad, y los intentos por parte de (ínter alía) que «las prácticas sexuales atípicas realizadas por
algunos miembros de sacar adelante la legislación que modi- adultos que consentían no suponían ningún daño a los inte-
ficara el Derecho en este punto han fracasado hasta la fecha. reses seculares de la comunidad» 16 ; y «está la cuestión fun-
Lo que nos importa aquí no es el destino de las recomen- damental de la protección a la que todo individuo tiene dere-
daciones del Comité Wolfenden sino los principios en que se cho frente a la interferencia del Estado en sus asuntos
fundaban. Éstos son sorprendentemente similares a los expues- personales cuando no dañan a otros» 17 • Esta recomendación
tos por Mill en su ensayo Sobre la Libertad. Así, en la sección fue aprobada por el Comité Consultivo del Instituto pero
13 del Informe del Comité se lee: rechazada por mayoría de su Consejo. Debido a esto se sometió
a discusión en la reunión anual del Instituto celebrada en
«[La] función [del Derecho Penal], tal y como la entende- Washington en mayo de 1955, y la recomendación, apoyada
mos, es preservar el orden público y la decencia, proteger en un elocuente discurso del difunto Justice Learned Hand,
a los ciudadanos de aquello que sea ofensivo o peljudicial, después de un acalorado debate, se aprobó por una mayoría
y proveer suficientes salvaguardas contra la explotación y de 35 a 24 18 .
corrupción de terceras personas, en particular de aquellas 1Resulta claro, por lo tanto, que los principios de Mili
que son especialmente vulnerables porque son jóvenes, todavía siguen estando muy presentes en la crítica del Dere-
débiles fisica o mentalmente, sin experiencia ... ».
ch~, cualesquiera que puedan ser sus deficiencias teóricas.
No obstante, han sido cuestionados dos veces en cien años
Esta concepción de las funciones positivas del Derecho
por dos especialistas del common law. El primero fue el gran
Penal fue el principal argumento del Comité para recomen-
juez victoriano e historiador del Derecho Penal, James Fitz-
dar que la legislación referente a la prostitución tuviera como
james Stephen. Su crítica a Mill se recoge en el sombrío e
finalidad la supresión de las manifestaciones públicas y ofen-
impresionante libro Liberty, Equality and Fraternity 19 , que
sivas de la misma, pero no para ilegalizar la prostitución. Su
escribió como réplica directa al ensayo de Mili Sobre la
recomendación de que el Derecho contra las prácticas homo-
Libertad. Es evidente, por el tono de este libro, que Stephen
sexuales consentidas entre adultos realizadas en privado
pensó que había encontrado argumentos fuertes contra Mili
debería suavizarse, se basó en el principio establecido de
y que había demostrado que el Derecho podía justificada-
manera clara en la sección 61 del Informe como sigue:
mente imponer la moralidad como tal, o como decía, que el
«Tiene que mantenerse un ámbito de moralidad e inmorali- Derecho debía «perseguir las formas más escandalosas de
dad privadas que, dicho de forma breve y sencilla, no es vicio» 20 . Casi un siglo más tarde, con la publicación del
asunto del Derecho».
Es interesante observar que este proceso ha tenido un
16
reflejo parecido en Estados Unidos. En 1955 el American American Law Institute, Model Penal Code, Tentative Draft, n. 0 4,
Law Institute hizo pública, junto a su proyecto Modelo de p. 277.
17
Ibíd., p. 278.
Código Penal, la recomendación de que todas las relaciones 18
La noticia del debate aparece en Time, 30 de mayo de 1955, p. 13.
consentidas entre adultos realizadas en privado deberían 19
Segunda edición, Londres, 1874.
excluirse del alcance del Derecho Penal. Sus argumentos eran 20
Ibíd., p. 162.

u~.
11o
Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo 1 111

Informe del Comité Wolfenden, Lord Devlin, ahora miembro


lity) pero es importante observar que también es de morali-
de la Cámara de los Lores y autor muy reconocido en Dere- dad (of morality). La pregunta es si la imposición de la
cho Penal, en su ensayo The Enforcement. of Morals 21 esco- moralidad está moralmente justificada o no; así la morali-
gió como objetivo el argumento del Informe de «que tiene dad se introduce de esas dos formas. La importancia de este
que haber un ámbito de moralidad e inmoralidad que no sea aspecto se debe a que claramente no sería una respuesta
asunto del Derecho», y arguyó en su contra que «la supresión suficiente señalar que, de hecho , en alguna sociedad (la
del vicio es tan asunto del Derecho como la supresión de nuestra u otra) estaba ampliamente aceptado como moral-
actividades subversivas». mente correcto y apropiado imponer, mediante el castigo
Aunque un siglo separa a estos dos autores, la similitud en penal, el acatamiento de la moralidad mayoritaria. Nadie que
el tono general y, algunas veces, en los detalles de sus argu- debata con seriedad esta cuestión consideraría que se ha
mentos es muy grande. Dedicaré el resto de estas conferencias refutado a Mill simplemente por mostrar que existen algu-
a su examen. Hago esto porque, aunque sus argumentos en nas sociedades en las que el Derecho aprueba la imposición
algunos puntos son confusos, ciertamente se merecen el cum- de la moralidad generalmente compartida, incluso en aque-
plido de la oposición racional. No sólo están admirablemente llos casos en que se consideraba que la inmoralidad no daña-
provistos de ejemplos concretos, sino que expresan las estima- ba a otros. La existencia de sociedades que condenan la aso-
das opiniones de sofisticados abogados con experiencia en la ciación entre blancos y personas de color como inmoral y la
administración del Derecho Penal. Opiniones como las suyas castigan a través del Derecho deja abierta la discusión. Es
todavía las defienden abogados en Inglaterra y en este país 22 ; cierto que los críticos de Mili a menudo han deducido dema-
incluso podría ser que en ambos países sean más populares que siado del hecho de que el Derecho inglés en varios casos,
la doctrina sobre la libertad de Mili. aparentemente con el apoyo de la moralidad popular, casti-
gue la inmoralidad como tal, en especial en temas sexuales;
pero normalmente han admitido que allí es donde el argu-
Moralidad Positiva y Moralidad Crítica mento comienza, no donde finaliza. Más adelante manten-
dré que el papel que juegan algunos juristas, respecto de qué
Antes de examinar pormenorizadamente estos argumentos, consideran ejemplos de imposición legal de la moralidad
creo que es necesario reconocer tres rasgos diferentes pero «como tal», en ocasiones es confuso. No obstante, en nin-
conectados de la pregunta que nos ocupa. gún caso sugieren que sus ejemplos se confirman señalan-
do a esos hechos sociales. Más bien tratan de fundamentar
En las tres formulaciones dadas en la página 99 ¡es 1

su conclusión de que el uso del Derecho Penal se justifica


evidente que se pregunta sobre la moralidad (about mora-
moralmente en unos principios que creen aplicables univer-
21
salmente y que consideran que son racionales o que lo serán
Oxford University Press, 1959. después del debate.
22
Nota del traductor: Conviene recordar, para entender el sentido de Así, Lord Devlin basa su respuesta afirmativa a la pregun-
la expresión, que H.L.A. Hart pronunció las conferencias en la Universi- ta en el principio general de que está permitido a cualquier
dad de Stanford (California, Estados Unidos).
sociedad adoptar las medidas necesarias para preservar su pro-
1 ,f
!
¡, :¡
1

112 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo 1 113

pi a existencia como sociedad organizada 23 , y piensa que la Al hacer la pregunta, estamos asumiendo la legitimidad de
inmoralidad -incluso la inmoralidad sexual privada- puede, un punto de vista que permite la crítica de las instituciones
al igual que la traición, poner en peligro la _existencia de la socie- de cualquier sociedad, a la luz de los principios generales y el
dad. Sin duda alguna, muchos de nosotros podemos poner en conocimiento de los hechos.
duda este principio y no sólo la analogía sugerida con la traición. Con el fin de aclarar este punto, recuperaré la terminolo-
Podríamos argumentar que la justificación de que una sociedad gía preferida por los utilitaristas del siglo pasado, que diferen-
tome medidas para preservarse depende tanto de qué tipo de ciaban «moralidad positiva», la moralidad aceptada y compar-
sociedad sea, cuanto de qué medidas se han tomado. Si una tida por un grupo social dado, de los principios morales
sociedad principalmente se dedicase a la cruel persecución de generales usados en la crítica de las instituciones sociales,
una minoría racial o religiosa, o si las medidas adoptadas inclu- entre las que se incluía la moral positiva. Podemos llamar a
yeran horribles torturas, es defendible que aquello que Lord Dev- esos principios generales «moralidad crítica» y afirmar que
lin denomina la «desintegración» 24 de tal sociedad sería moral- nuestra pregunta es de moralidad crítica pues versa sobre la
mente mejor que su existencia, y no deberían adoptarse medidas imposición legal de la moralidad positiva.
para preservarla. Sin embargo, el principio de Lord Devlin de Un segundo rasgo de nuestra pregunta que merece aten-
que una sociedad puede adoptar las medidas necesarias para ase- ción es que es una pregunta de justificación. Al formularla
gurar su existencia organizada, no es considerado como un ítem estamos comprometidos, al menos, con el principio crítico
de la moral popular inglesa, sino que deriva su carácter cogente general de que el uso de la coerción legal por cualquier socie-
de su estatus como parte de nuestras instituciones. Lo formula dad demanda justificación, como algo que prima facie es
como un principio racionalmente aceptable que generalmente se objetable, tolerable sólo por el interés de una buena contra-
prestación. Allí donde no existe una objeción prima facie,
usará en la evaluación o crítica de las instituciones sociales. Y,
algo censurable o malo, las personas no solicitan o danjusti-
con toda seguridad, cualquiera que plantee la cuestión de si una
ficaciones de las prácticas sociales, aunque pueden pedir y
sociedad tiene o no el «derecho» de imponer la moralidad, o de
dar explicaciones de estas prácticas o pueden intentar demos-
si está o no moralmente permitido a cualquier sociedad imponer
trar su valor.
su moralidad a través del Derecho, en caso de que fuera una
Es útil investigar qué es aquello que es objetable prima
cuestión que pudiera discutirse, debe estar preparado para usar
facie en la imposición legal de la moralidad, pues la idea de
algunos de esos principios generales de moralidad crítica 25 .
la imposición legal es menos simple de lo que a menudo se
asume. Tiene dos aspectos diferentes y relacionados. El pri-
23
The Enforcement of Morals, pp. 13-14. mero es el castigo al ofensor. Normalmente, implica privar-
24
Jbíd., pp. 14-15. le de libertad de movimiento, de la propiedad, de la relación
25
Lord Devlin ha sido criticado por preguntar si la sociedad tiene o no con la familia o los amigos, o la imposición de un castigo
un derecho a imponer su juicio en materias de moralidad sobre la base de
físico o incluso la pena de muerte. Estas son cosas que se
que hablar de «derecho» en tal contexto no tiene sentido. Véase Graham Hug-
hes, «Morals and the Criminal Law», 71 Yale Law Journal (1962), p. 672. asume que es incorrecto imponer a otros sin una justifica-
Esta crítica es errónea porque Lord Devlin sólo invoca un principio crítico ción especial, y así las consideran el Derecho y la moralidad
de carácter general en apoyo a su respuesta afirmativa a la pregunta. de todas las sociedades desarrolladas. Para decirlo como lo
114
Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo 1 115

haría un abogado, son comportamientos que, si no están jus- para disipar un cierto malentendido sobre este punto y para
tificados como sanciones, son delitos o iJ1justicias. clarificar la cuestión fundamental. En ocasiones se dice que
El segundo aspecto de la imposición legal tiene que ver con la cuestión no es si está o no justificado moralmente impo-
aquellas personas que puede que nunca hayan infringido la ley ner la moral como tal, sino qué moral puede imponerse. ¿Es
pero se les obliga a obedecer mediante la amenaza del castigo sólo una moralidad utilitaria que condena actividades que son
penal. Esto, más que una restricción física, es lo que normal- perjudiciales para otros? ¿O es una moralidad que también
mente se conoce, en el debate de medidas políticas, como res- condena ciertos comportamientos sean o no dañosos? Esta
tricciones de la libertad. Puede pensarse, y es necesario adver- manera de contemplar la cuestión representa mal, se mire
tirlo, que tales restricciones necesitan justificarse por varias como se mire, la índole de la controversia moderna. Un uti-
razones distintas. El ejercicio sin obstáculos de la libertad de litarista que insista en que el Derecho sólo debería castigar
elección por las personas puede considerarse como un valor las actividades que sean dañosas, adopta esto como un prin-
en si mismo, en el que primafacie es malo interferir; o puede cipio crítico y, al hacerlo, no se preocupa de si la moralidad
considerarse valioso porque permite a los individuos experi- utilitaria ya está o no está aceptada como la moralidad posi-
mentar -incluso con su forma de vida- y descubrir cosas tiva de la sociedad a la que aplica sus principios críticos. Si
importantes para ellos o para otros. No obstante, la interferen- está aceptada, no es, en su opinión, la razón por la que debe-
cia en la libertad individual puede considerarse un mal que ría imponerse. Es verdad que si tiene éxito al predicar su
requiere una justificación mediante razones utilitarias más sen- mensaje en una sociedad determinada, entonces sus miem-
cillas, pues supone la imposición de una clase especial de sufri- bros estarán obligados a comportarse como utilitaristas en
miento -a menudo muy agudo-- en aquellas personas cuyos algunos casos, lo cual no significa que la diferencia crucial
deseos se frustran por el miedo al castigo. Esto tiene particu- entre él y su oponente sólo resida en el contenido de la moral
lar importancia en el caso de las leyes que imponen una mora- que se impondrá. Pues como puede verse en las principales
lidad sexual. Estas leyes pueden ocasionar un sufrimiento de críticas de Mill, el oponente del utilitarista, que insiste en que
una categoría muy particular. Tanto los problemas que supone es moralmente admisible imponer la moralidad como tal,
la represión de los impulsos sexuales como las consecuencias cree que el simple hecho de que ciertas reglas o patrones de
de la represión son muy diferentes de los problemas y las con~ comportamientos disfruten del estatus de moralidad positiva
secuencias implicadas en la abstinencia del crimen «común». de una sociedad es la razón -o al menos parte de ella- que
A diferencia de los impulsos sexuales, el impulso de robar, herir justifica su imposición por el Derecho. Sin duda alguna, en
o incluso matar no es, excepto en una minoría de casos de per- las controversias en épocas pasadas, las posiciones enfrenta-
sonas mentalmente anormales, una parte recurrente e insisten- das eran diferentes: la cuestión pudo haber sido si el Estado
te de la vida diaria. Resistir a la tentación de cometer estos crí- sólo podía castigar aquellas actividades que causasen un daño
menes no es, a diferencia de los impulsos sexuales, algo que a secular o también aquellos actos de desobediencia hacia lo
menudo afecte al desarrollo o al equilibrio de la vida emocio- que creían eran mandatos divinos o prescripciones del Dere-
nal de un individuo, su felicidad o su personalidad. cho Natural. Pero lo crucial para la disputa en su formula-
En tercer lugar, la distinción ya hecha entre la moralidad ción moderna es el significado atribuido al hecho histórico
positiva y los principios de la moralidad crítica puede ser útil de que ciertas conductas, no importa cuales, estén prohibí-
1 )

116 Derecho, Libertad y Moralidad

das por la moral positiva. El utilitarista niega que esto tenga - II-
importancia suficiente parajustificar la imposición; su opo-
nente afirma que sí la tiene. Son principios críticos divergen-
tes que no difieren simplemente en el contenido de la mora-
lidad que se impondrá sino en una cuestión más fundamental
y, seguramente, más interesante.

El Uso y Abuso de los Ejemplos

En Inglaterra y Estados Unidos el Derecho Penal todavía


contiene normas que sólo pueden explicarse como intentos de
imposición de la moralidad como tal: aquellas que proscriben
ciertas prácticas tachadas de inmorales por la moralidad posi-
tiva, aunque habitualmente no sean consideradas como perju-
diciales para otras personas. La mayor parte de los ejemplos
provienen de la esfera de la moral sexual, y en Inglaterra se
incluyen las leyes contra las diversas formas de comportamien-
to homosexual entre varones; la sodomía entre personas de
diferente sexo, incluso estando casados; el bestialismo; el
incesto; el vivir de las ganancias de la prostitución; el mante-
ner una casa para la prostitución; y también, desde la decisión
del asunto Shaw, la conspiración para corromper la moralidad
pública, que significa, básicamente, llevar a otros (en opinión
del jurado) a un «descarrilamiento moral». A esta lista algu-
nos añadirían más casos: las leyes contra el aborto, contra los
supuestos de bigamia o poligamia que no suponen engaño,
contra el suicidio y la práctica de la eutanasia. Pero, como
argumentaré más adelante, el tratamiento de algunos de esos
ejemplos como intentos de imposición de la moralidad como
tal, es un error que se debe al olvido de ciertas distinciones que
son importantes.
Una ojeada a las leyes penales de las distintos estados de
los Estados Unidos revela algo bastante asombroso para los
140
Derecho, Libertad y MoraNdad
1

así como su comparación de la inmoralidad sexual con la trai-


ción, aun cuando aquella tuviera lugar en privado. Sin duda
- III-
alguna, es cierto que si las desviaciones de ~a moralidad sexual
convencional se tolerasen por el Derecho y se llegasen a cono-
cer, la moralidad convencional podría cambiar en una direc-
ción permisiva, aunque éste no parece que sea el caso respec-
to a la homosexualidad en aquellos países europeos donde no
está castigada por el Derecho. Pero incluso si la moral conven-
cional cambiase, la sociedad en cuestión no habría sido des-
truida o «subvertida». No debería compararse tal desarrollo Tipos de Imposición
con el derrocamiento violento del gobierno sino con un cam-
bio constitucional pacífico, compatible no solo con la preser- En la anterior conferencia diferencié una versión modera-
vación de la sociedad sino también con su avance. da y una versión extrema de la tesis de que el Derecho Penal
podía usarse de manera justificada para imponer la moralidad.
Según la tesis moderada, existe un contraste entre los delitos
que claramente dañan a otros (como el asesinato o la agresión)
y la conducta meramente inmoral, prohibida por el Derecho,
que tiene lugar en privado entre adultos que consienten. A pri-
mera vista, parece que este contraste justifica la consideración
de la prohibición legal y del castigo de esa última conducta
como imposición de la moralidad «como tal». No obstante,
según esta teoría, una vez que se capta la veracidad de que la
moralidad de una sociedad es necesaria para su existencia,
resulta claro que cualquier acto inmoral, aunque sea ejecuta-
do en privado, a la larga tiene que ser perjudicial porque «ame-
naza los principios morales sobre los que la sociedad se basa»
y, de ese modo, pone en peligro la existencia de la sociedad.
Así, según esta teoría, la imposición de la moralidad (que se
asume como una exigencia para su conservación) es necesaria
para la mismísima existencia de la sociedad y se justifica por
dicha razón.
La tesis extrema tiene muchas formulaciones y no siempre
está claro cual de ellas tienen interés en destacar sus defenso-
res. Según algunas de ellas, la imposición legal de la morali-
dad sólo tiene valor instrumental: simplemente es un medio,
142 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo 11! 143

aunque indispensable, para preservar la moralidad, mientras la moralidad de la sociedad. Esta es una formulación de la tesis
que la conservación de la moralidad es el fin, valioso por si extrema, disimulada sólo por la tácita identificación de una
mismo, que justifica su imposición legal. Según otras, hay algo sociedad con su moralidad, que he criticado en la anterior con-
intrínsecamente valioso en la imposición legal de la morali- ferencia.
dad. Aquello que es común a todas las formulaciones de la Stephen es, creo, un defensor más coherente de ciertas for-
tesis extrema es que, a diferencia de la tesis moderada, no sos- mulaciones de la tesis extrema que Lord Devlin de la modera-
tienen que la imposición de la moralidad o su conservación sea da. Sin embargo, antes de considerar el argumento, es impor-
algo valioso simplemente por sus consecuencias beneficiosas tante recordar la complejidad que tiene la aparentemente
al asegurar la existencia de la sociedad. simple noción de la imposición legal de cualquier clase de con-
Ha de advertirse que Lord Devlin oscila de una manera un ducta. Ya se han destacado dos aspectos de la imposición, el
tanto ambigua entre una formulación de la tesis extrema y la primero es el de la coerción y consiste en asegurar, a través de
tesis moderada. Si su afirmación de que la conservación de la amenaza del castigo legal, que las personas hacen o se abs-
la moralidad de una sociedad es necesaria para su existencia se tienen de hacer aquello que el Derecho manda o prohíbe; el
interpreta como una afirmación empírica (tal y como la ana- segundo es el del castigo de aquellos que han infringido
logía de la supresión de la traición sugiere que debería hacer- el Derecho. Junto a esos tipos de imposición existen otros que
se), entonces la existencia continuada de la sociedad es algo es importante no pasar por alto al considerar el uso legal de la
diferente de la conservación de su moralidad. Es, de hecho, «fuerza». Así, pueden adoptarse medidas que conviertan a
una consecuencia deseable de la conservación de su morali- la desobediencia al Derecho en algo imposible o dificil, y de ese
dad, y, sobre la asunción de que la imposición de la moralidad modo frustrarla más que castigarla. Un ejemplo de esto, bien
es idéntica a o se requiere para su conservación, dicha conse- conocido en Inglaterra, es el poder que la Ley contra Publica-
cuencia deseable justifica la imposición de la moralidad. Inter- ciones Obscenas de 1857 otorga a los funcionarios públicos
pretado de este modo, Lord Devlin es un defensor de la tesis de secuestrar y destruir las publicaciones obscenas; y en algu-
moderada y su argumento es utilitarista. La objeción es que su nas jurisdicciones el Derecho autoriza el cierre fisico de los
crucial afirmación fáctica no está apoyada por la evidencia; es establecimientos que se usen como burdeles. Otro aspecto
utilitarismo sin el beneficio de los hechos. Si, por el contrario, característico de la imposición legal es el uso de presión para
su afirmación de que cualquier inmoralidad, incluso si se rea- inducir a aquellos que están violando el Derecho o que ame-
liza en privado, amenaza la existencia de la sociedad, se inter- nazan con hacerlo a que desistan. El hecho de que los medios
preta no como una afirmación empírica sino como una verdad de presión que se usan también se utilicen para castigar no
necesaria (como la ausencia de evidencia sugiere que debería debería impedir ver la diferencia. La forma más común en
hacerse), entonces la existencia continuada de la sociedad no Inglaterra y Estados Unidos de este método de imposición es
es algo diferente de la preservación de su moralidad, es idén- el encarcelamiento, hasta que se someten, de aquellos que se
tica a ella. Según esta postura, la imposición de la moralidad niegan a acatar la orden de un tribunal, y los «mandamientos
no se justifica por sus consecuencias valiosas al proteger la de cese y desistimiento» por los que se impone una multa,·
sociedad de la disolución o la descomposición. Sólo se justi- cuya cuantía se incrementa diariamente, durante el tiempo que
fica por ser idéntica a o ser necesaria para la conservación de persiste la desobediencia. Sin duda alguna, la primera de ellas
l 1 )

145
144 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo IIl

normalmente se presenta como una forma de castigo por «desa- las consecuencias, no pertenece a la moralidad sino al tabú.
cato al tribunal». Además, normalmente se exige una disculpa Esto no significa que, de modo inteligible, no se pueda atribuir
ante el tribunal para poner fin al encarcelamiento por desaca- valor a vidas dedicadas a los ideales de castidad o abnegación.
to, si bien su finalidad primordial es la de servir como instru- La consecución de autodisciplina no sólo en asuntos sexuales
mento de presión puesto a disposición de aquellos interesados sino también en otros ámbitos de la conducta tiene que ser, en
en asegurar la conformidad con el Derecho. cualquier teoría moral, un componente de la buena vida. Pero
Esas diferencias son importantes para el propósito actual lo que es valioso en este caso es la restricción voluntaria, no la
porque la tesis extrema de que la imposición legal de la morali- sumisión a la coerción, que parece vacía de todo valor moral.
dad no se justifica por sus consecuencias sino como un valor en Puede argumentarse que, aunque por esas razones la con-
sí mismo, puede necesitar una consideración separada respe~to formidad impuesta legalmente no tiene valor en si misma, sin
a diferentes aspectos de la imposición. Además, la reflexión embargo es indispensable como medio de enseñanza de o para
sobre estos diferentes aspectos obligará a cuestionar la asunción, mantener la moralidad que la mayoría de las personas practi-
que Lord Devlin y posiblemente también Stephen hacen, de que ca voluntariamente. «El hecho de que las personas sean ahor-
la imposición de una moralidad y su conservación son idénticas cadas por asesinato es una excelente razón que explica por qué
1
o, al menos, están necesariamente conectadas. el asesinato se considera un crimen tan espantoso» • No hay
nada contradictorio en las teorías que sostienen que la amena-
Imposición como coerción. Si se considera el primer aspec- za del castigo legal es necesaria para crear o mantener la prác-
to de la imposición, esto es, la coerción mediante amenazas, tica voluntaria de la moralidad. No obstante, son teorías que nece-
se advierte una gran diferencia entre inducir a las personas sitan el apoyo de datos empíricos, y hay muy poca evidencia
mediante el miedo al castigo para que se abstengan de realizar que apoye la idea de que la moralidad se enseña mejor con el
acciones que son peijudiciales para otros, e inducirlas para que miedo al castigo legal. La mayor parte de la moralidad se ense-
se abstengan de realizar acciones que se desvían de la morali- ña y se mantiene sin ese miedo, y donde la moralidad se en-
dad aceptada pero que no peijudican a nadie. El valor atribui- seña haciendo uso del miedo existe el peligro permanente de
do a la primera es sencillo de entender, pues la protección de que el miedo al castigo pueda quedar como el único motivo
los seres humanos contra el asesinato, la violencia u otras for-
de la conformidad.
mas de daño es un bien, cualesquiera que sean los motivos por
los que se induce a las personas para que se abstengan de rea- Imposición como castigo. El segundo aspecto de la impo-
lizar esos crímenes. Sin embargo, donde no existe daño que sición legal no consiste en amenazar sino en inflingir un cas-
prevenir ni víctima potencial que proteger, como a menudo es tigo a los delincuentes. Si se pregunta qué valor puede tener el
el caso en que la moral convencional no se respeta, es dificil castigo allí donde la conducta que se castiga no es perjudicial,
entender la aserción de que la conformidad, incluso si está
motivada simplemente por el miedo al castigo legal, es un
valor que merece la pena perseguir, a pesar del sufrimiento y 1 Informe de la Royal Commission on Capital Punishment (CMD
el sacrificio de libertad que supone. La atribución de valor al 8932) s. 61 . .La cita es del artículo de Stephen sobre la pena de muerte
simple comportamiento conformista, abstrayendo el motivo y publicado en Frazer s Magazine, junio de 1864, p. 761.
146 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo lii 147

la respuesta más obvia la ofrece una «teoría» retributiva del de que en el campo de la moralidad dos maldades hacen un
castigo: se afirma que lo que justifica el castigo no es que bien, es decir, que la maldad del sufrimiento sumado a la mal-
tenga consecuencias beneficiosas para la sociedad o para la dad de la inmoralidad producen un bien moral.
persona castigada, sino que el dolor es la retribución moral-
mente apropiada o «correcta» por el mal moral hecho. Aquí
no puedo acometer un examen completo de esta teoría del cas- Retribución y Denuncia
tigo, pero voy a llamar la atención sobre un punto sobresalien-
te. Una teoría que no intente justificar el castigo por su resul- En su capítulo sobre la doctrina de Mill acerca de la liber-
tado, sino simplemente por la iniquidad del mismo, no hay tad en relación con la moral, Stephen se ocupaba primordial-
duda de que es más plausible, y quizás sólo inteligible, cuan- mente de identificar y exponer las incoherencias y falsas asun-
do el delito ha dañado a otros y hay tanto un malhechor como ciones sobre la naturaleza humana que, en su opinión, viciaban
una víctima. Incluso los más fieles defensores de la doctrina los argumentos de Mill. Comparativamente dedicó poco espa-
utilitarista tienen que haber estado tentados en ciertas ocasio- cio a explicar los argumentos de su teoría de que el Derecho
nes a admitir la tesis de que es correcto o justo que alguien que debería usarse no sólo para proteger «a la sociedad de compor-
intencionadamente ha infligido sufrimiento a otros también tamientos peligrosos» sino también para «perseguir las formas
debería sufrirlo. Dudo que alguien, leyendo los archivos de
más escandalosas de vicio» 2 • No es, por supuesto, sencillo
Auschwitz o Buchenwald, no haya sentido la poderosa llama-
desentrañar de sus argumentos ninguna declaración muy pre-
da de este principio; quizás incluso el más reflexivo de aqué-
cisa acerca de qué valores se constituían o aseguraban con la
llos que apoyaron el castigo de esos criminales estuviese influi-
imposición legal de la moralidad. El aspecto más prominente
do por ese principio más que por la idea de que el castigo
tendría consecuencias beneficiosas en el futuro. Pero la fuer- de su pensamiento en estos asuntos -y para muchos el más
za de esta forma de retribución seguramente depende de que desagradable- es su insistencia en la legitimidad o «salud» 3
haya una víctima y un delincuente; cuando eso sucede, es posi- del odio o resentimiento hacia el delincuente y el deseo de ven-
ble concebir el castigo como una medida diseñada para impe- ganza. Es fácil concluir de su énfasis en este tema que Stephen
dir que el malhechor prospere cuando sus víctimas sufren o basa su teoría en una simple y cruda formulación de la teoría
han perecido. Los principios que requieren que esto sea así son de la retribución: el castigo del delincuente se justifica porque
análogos a los de justicia o equidad en la distribución de feli- «el sentimiento de odio y el deseo de venganza son elementos
cidad y sufrimiento, los cuales penetran en otras áreas de la importantes en la naturaleza humana que deben encontrar satis-
moralidad. No debería argüir que esta analogía es suficiente. fabción de una manera pública y legal» 4 •
Aunque sí es algo que debería impedir que se deseche toda l La insistencia de Stephen en la legitimidad del odio y el
teoría retributiva. N o obstante, donde no haya víctima sino sólo deseo de venganza es importante en su punto de vista sobre
la trasgresión de una norma moral, la idea de que aún así se
exige el castigo como retribución apropiada por la inmorali- 2
Liberty. Equality, Fraternity, p. 162.
dad carece incluso de ese apoyo. La retribución, en ese caso, 3
Ibíd., pp. 162, 165.
parece descansar exclusivamente en la implausible afirmación 4
Jbíd.' p. 162.

J
l

148
Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo IJI 149
el castigo, y jueces ingleses posteriores en el tiempo les han atri-
rra de mediados de la época victoriana se satisficieran esas con-
buido una importancia similar. El último Lord Chief of Justi-
diciones en «ese considerable número de comportamientos» que,
ce de Inglaterra, Lord Goddard, en el últi_mo debate sobre la según Stephen, se consideraban delitos simplemente porque se
pena de muerte en la Cámara de los Lores, dijo, «no entiendo juzgaban escandalosamente inmorales. Quizás entonces una
como no puede considerarse cristiano o loable que el país «abrumadora mayoría moral» albergase el saludable deseo de
desee vengar ei crimem> 5 . No obstante, no seria justo con Step- venganza del que habla y el cual debe satisfacerse mediante el
hen presentar esta formulación de la teoría retributiva como castigo del culpable. Pero sería sociológicamente nai've asumir
toda su teoría puesto que, al menos, hay otro elemento entre- que esas condiciones se presentan en la Inglaterra contemporá-
lazado en sus argumentos. Lo denominaré, por las razones que nea, al menos en lo que respecta a la moralidad sexual. El hecho
presentaré más adelante, el elemento de denuncia. Aunque el de que haya una conducta hipócrita hacia una moralidad sexual
propio Stephen no lo diferencia en su formulación de la teoría oficial no debería llevarnos a rechazar la posibilidad de que en
retributiva, merece la pena aislarlo para analizarlo porque los asuntos sexuales, como también en otros temas, pueda exis-
ocupa una parte importante de su concepción de la funci<~n y tir una pluralidad de moralidades mutuamente tolerantes y que,
justificación del castigo, que incluso hoy es característica de incluso allí donde exista cierta homogeneidad en la práctica y en
la judicatura inglesa y la comparten muchos abogados con~er­ la creencia, los transgresores puedan contemplarse no con odio o
vadores ingleses y norteamericanos. resentimiento sino con amable desprecio o piedad.
Es importante, a la hora de comprender la tesis de Stephen En un sentido, por lo tanto, la doctrina de Stephen, y gran
sobre la imposición legal de la moralidad, advertir que, al igual parte de la de Lord Devlin, puede parecer que den vueltas en
que Lord Devlin, asume que la sociedad en la que se aplica su el aire sobre la terra firma de la realidad social contemporá-
doctrina se caracteriza por un considerable grado de solidaridad nea; podrían considerarse una construcción bien fundamenta-
moral, y se perturba profundamente por las violaciones de su da e interesante porque revelan el punto de vista característico
código moral. Al igual que para Lord Devlin la moralidad que del poder judicial inglés pero que carecen de aplicación en la
debe imponer el Derecho tiene que ser «pública», en el sentido sociedad contemporánea. A pesar de tener en mente esa ima-
de ser generalmente compartida e identificable por la triple marca gen posiblemente ilusoria de la sociedad, Stephen en algunas
de «la intolerancia, la indignación y el desagrado» 6, para ·Step- ocasiones escribe como si la función del castigo fuese no tanto
hen «no puede castigarse nada que la opinión pública, que se retributiva como de denuncia; no tanto para satisfacer deseos
manifiesta en la práctica común de la sociedad, no condene de de odio o venganza como para expresar de manera enérgica
forma vigorosa e inequívoca... Para poder castigar, la mayoría una condena moral del delincuente y para «ratificar» la mora-
moral tiene que ser abrumadora» 7• Es posible que en la Inglate- lidad que ha violado. Esta idea está presente en un pasaje de
Liberty, Equality, Fraternity en el que Stephen afirma que el
5
198 H.L. Debates (5 'h Series) 743 (1956) . Derecho Penal da «distinta condición al sentimiento de ira» así
6
The Enforcement ofMorals, p. 17: «Son las fuerzas que están detrás como «distinta satisfacción al deseo de venganza 8». La misma
del derecho moral».
7
Liberty, Equality, Fraternity, pp. 173-74.
8
p. 165.
150 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo JI! 151

idea también se expresa de una forma más elaborada y clara este punto de vista hay algunos asesinatos que en el
en su History of the Criminal Law: actual estado de opinión exigen la más enérgica de las
condenas, esto es, la pena de muerte» 10 .
«La condena jurídica es al sentimiento moral de las per-
sonas en relación con cualquier delito lo que un sello es A pesar de la eminencia de sus defensores legales, esta jus-
a la cera caliente. Convierte en un juicio final permanen- tificación del castigo, especialmente cuando se aplica a con-
te lo que de otra forma sería un sentimiento transitorio ... ductas que no peijudican a otros, parece apoyarse en una extra-
En resumen, inflingir un castigo usando el Derecho da ña amalgama de ideas. Representa, como valor a perseguir a
una expresión definitiva y una ratificación y justificación
costa del sufrimiento humano, la simple expresión de una
solemne al odio que se provoca por la comisión del deli-
to y constituye la sanción moral o popular, como algo dis- condena moral, y considera inflingir un sufrimiento como un
tinto de aquello que es racional, de esa parte de la mora- modo de expresión singularmente apropiado o «enérgico».
lidad que también se castiga a través del Derecho Penal. .. ¿Pero esto es realmente inteligible? ¿Es la simple expresión de
Las formas en que la ira deliberada y la justa desaproba- una condena moral algo de valor en sí mismo para perseguir-
ción se expresan, siendo la ejecución de la justicia penal la a toda costa? La idea de que puede castigarse a los transgre-
la más enérgica de ellas, corresponden a un conjunto de sores de un código moral, no para prevenir el daño o el sufri-
pasiones de la misma forma en que el matrimonio corres- miento o incluso la repetición del delito, sino simplemente
ponde a otro [las pasiones sexuales] 9». como un medio de expresar públicamente o manifestar enér-
gicamente una condena moral, es algo desagradablemente cer-
Sin duda, hay demasiadas cosas que no están claras en esta cano al sacrificio humano como expresión de culto religioso.
teoría; en particular, Stephen habla misteriosamente del casti- Incluso si obviamos esta objeción, aún quedaría otra a la que
go <~ustificando» el sentimiento que expresa. A pesar de ello, enfrentarse. ¿Qué significa la afirmación de que el castigo del
el significado general está claro y es un tema del que jueces
delincuente es una forma apropiada de expresar una condena
posteriores se han hecho eco. Así, en la actualidad Lord Den-
moral enérgica? La forma normal en que la condena moral se
ning en su declaración ante la Comisión Real sobre la Pena
expresa es mediante palabras, y no está claro, si la denuncia
de Muerte dijo:
d realmente lo que se exige, por qué razón una solemne decla-
«El castigo por crímenes graves debería ref1ejar adecua- rabión pública de desaprobación no seria el medio más «apro-
damente la repugnancia que siente la mayoría de los ciu- piado» o «enérgico» para expresarla. ¿Por qué una denuncia
dadanos. Es un error considerar el objeto del castigo adopta la forma de castigo?
como algo exclusivamente disuasorio, reformador o pre- Creo que, en realidad, lo que probablemente los defenso-
ventivo. La justificación última de cualquier castigo no res de esta teoría quieren decir con denuncia «enérgica» y
es que sea un elemento disuasorio sino la condena enér- expresión «apropiada» de condena moral es que sea efectiva a
gica por parte de la comunidad de un crimen, y desde la hora de infundir o fortalecer en el delincuente y en el resto

9
A History of the Criminal Law of England, II, 81-82. 10
Informe de la Royal Commission on Capital Punishment, s. 53.
J

152
Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo !JI 153

de personas respeto hacia el código moral que ha sido viola-


cambiaría o podría cambiar de opinión moral y deshacerse de
do. Pero entonces la teoría asume un carácter diferente; deja
estos profundos sentimientos instintivos si el Estado no refle-
de identificarse con la tesis de que la imposición legal de la
jase en la imposición legal su postura moral sobre la homose-
moralidad es un valor independiente de sus consecuencias y
xualidad, parece fantástica pero está en total desacuerdo con
se convierte en la tesis de que la imposición legal de la mora-
la experiencia de aquellos países donde la homosexualidad
lidad es valiosa porque preserva la moralidad existente. Esta
entre adultos que consienten, realizada en privado, no está cas-
es, sin duda, la formulación más plausible de la tesis extrema.
tigada legalmente. Por supuesto, esto no niega que allí donde
No obstante, salvo que se considere intuitivamente obvia,
como Stephen en ocasiones parece hacer, aceptándose sin las leyes prohíban esas prácticas, habrá algunas personas que
argumentos o sin acudir a algún principio general de morali- se abstengan de realizarlas sólo por el miedo al castigo o por-
dad crítica, está abierta a una variedad de críticas importantes. que, en palabras de Stephen, respeten la «solemne ratifica-
La primera de ellas se refiere a una cuestión empírica ya ción» que hace el Derecho de una moral social existente, por
mencionada: afirmar que la imposición legal opera de una mucho que frustre sus propios instintos. Pero su abstención
supuesta manera para mantener una moralidad social existen- basada en esa razón no contribuye en nada al sentir general de
te, requiere una prueba de apoyo, y al menos en relación con que estos comportamientos son moralmente malos.
la moralidad sexual hay poco que encontrar. Sin duda, los El disolvente real de la moralidad social, como uno de los
temas son muy complejos: en cualquier investigación a fondo críticos de Lord Devlin ha señalado 11 , no es el fracaso del
sobre el papel que juega la prohibición legal a la hora de defen- Derecho a la hora de refrendar las restricciones con el castigo
der la convicción de que la conducta es moralmente mala, se legal, sino la discusión crítica libre. Esto es --o la autocrítica
debería diferenciar entre varios tipos de inmoralidad. Algunos, que engendra-lo que fuerza a separar el simple disgusto ins-
como la fornicación, aunque puedan sinceramente ser conde- tintivo de la condena moral. Si en la actualidad la «mayoría
nados moralmente, representan tentaciones para una mayoría moral abrumadora» ha llegado a dividirse o a dudar sobre los
de las personas; otros, como el incesto o la homosexualidad, diversos temas de moralidad sexual, los principales catalizado-
son prácticas hacia las que la mayoría de personas pueden s~n­ res han sido los asuntos en los que la discusión libre sobre moral
tir aversión y disgusto. En relación con estos últimos, sería sbr- sexual, a la luz de los descubrimientos de la antropología y la
prendente si la prohibición legal fuese un factor significahte psicología, ha prestado atención. Estos asuntos son muy diver-
para preservar la impresión generalizada de que dicha prácti- sos: se incluyen el carácter no perjudicial de muchas desvia-
ca es inmoral. Pues, si existe en estos asuntos lo que Lord Dev- ciones sexuales, la pluralidad de distintas moralidades sexua-
lin denomina «tolerancia, indignación y disgusto» generales y les en diferentes sociedades, la conexión entre la moralidad
lo que Stephen denomina <<Una mayoría moral aplastante» (y sólo sexual restrictiva y la represión perjudicial. Aunque algunos
donde eso exista consideran que el castigo legal está justifica- pocos ahora piensen que está justificado prohibir la discusión
do), la convicción de que tales prácticas son moralmente inco- libre a causa de su impacto en la moralidad social prevalente,
rrectas seguramente es inseparable en la mente de la mayoría Stephen era bien sabedor de que su doctrina general le com-
de un rechazo instintivo y del sentimiento profundo de que son
«antinaturales». La idea de que la abrumadora mayoría moral 11
Wollheim, «Crime, Sin, and Mr. Justice Devlin», op.cit., p. 40.
.J

154 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo ]JI 155

prometía a esto. Afirmó con franqueza que, en principio, pular, tienden a favorecer, en mayor o menor medida, valores
no tenía nada que objetar a la misma pero pensaba que no era universales tales como la libertad individual, la seguridad de
factible 12 • la vida y la protección frente a las agresiones deliberadas,
siempre habrá una parte importante de la moralidad social que
sea valiosa conservar, incluso con el coste, desde el punto de
La preservación de la moralidad vista de esos mismos valores, que implica la imposición legal.
y el Conservadurismo moral Quizás es erróneo afirmar con Lord Devlin que la moralidad
social, en tanto que asegura estas cosas, tiene valor porque se
Esta última consideración conduce a lo que realmente es necesitan para la conservación de la sociedad; al contrario, la
el tema central de la tesis extrema. Supongamos, de forma con- conservación de cualquier sociedad es algo valioso porque
traria a las pruebas que existen, que la imagen de Stephen de entre otras cosas asegura a los seres humanos cierta medida de
la sociedad y su mecanismo moral es realista: que realmente esos valores universales. Es, por supuesto, argumentable que
existe un código moral en los asuntos sexuales que está apo- una sociedad en la que esos valores no estén reconocidos de
yado por una mayoría abrumadora que se siente profundamen- al!:íuna manera en su moralidad no es ni empírica ni lógica-
te perturbada cuando se infringe, incluso por adulas en priva- mente posible, y que incluso si lo fuera, tal sociedad no podría
do; que elcastigo de los d~lincuentes realmente significa que la terler valor práctico para los seres humanos. No obstante, al
conducta es inmoral y que, sin el castigo, la moralidad preva- admitir esto debe tenerse cuidado de no seguir a Lord Devlin
lente cambiaría hacia una postura permisiva. La cuestión cen- en su idea de que la moralidad social es una tela de una sola
tral es: ¿es posible encontrar un argumento que respalde la pieza y que todas sus previsiones son necesarias para la exis-
afirmación de que evitar ese cambio y mantener el statu qua tencia de la propia sociedad. Deberíamos, junto con Mill, acep-
moral en la moralidad de una sociedad tienen el suficiente tar como verdadero que aunque esos valores universales esen-
ciales tienen que protegerse, la sociedad no sólo puede
valor como para compensar el coste en sufrimiento humano
sobrevivir a desviaciones individuales respecto de su morali-
que supone la imposición legal? ¿Es simplemente una afirma-
dad prevalente en diversos ámbitos, sino que puede sacar pro-
ción vacía o se basa en algún principio crítico que conecta
vecho de ello.
aquello que se ha dicho que tiene valor con otras cosas va-
En segundo lugar, existe la certeza, menos familiar y
liosas?
menos sencilla de establecer en términos precisos, de que el
Llegado a este punto, es preciso puntualizar ciertas distin-
espíritu o disposición mental que caracteriza la práctica de una
ciones. Hay tres proposiciones acerca del valor de conservar
moralidad social es algo de un gran valor y, por supuesto, vital
la moralidad social que están en permanente peligro de confu- para que las personas cuiden y conserven cualquier sociedad,
sión. La primera de ellas es la afirmación de que como todas las pues en la práctica de cualquier moralidad social necesaria-
moralidades sociales, independientemente de lo que puedan esti- mente están involucrados lo que podría llamarse valores for-
males, como algo distinto de los valores materiales de las nor-
12
Liberty, Equality, Fraternity, Capítulo 2, en especial pp. 58, 81, mas o contenidos concretos. En las relaciones morales con
82-84. otros, el individuo observa las cuestiones de conducta desde
157
156 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo III

la proposición de que alejar del cambio a cualquier norma


un punto de vista impersonal y aplica reglas generales impar-
existente de una moralidad social, cualesquiera sea su conte-
ciales a él mismo y a los otros; tiene conciencia y observa los
nido, es un valor y justifica su imposición legal. Esta proposi-
deseos, expectativas y reacciones de los otros; se esfuerza en
ción seria, al menos, inteligible si pudiera adscribirse a toda
la autodisciplina y el control al adaptar su conducta a un sis-
moralidad social el estatus que los sistemas teológicos o la
tema de exigencias recíprocas. Son virtudes universales y,
doctrina del Derecho Natural adscriben a ciertos principios
desde luego, constituyen la actitud específicamente moral a
fundamentales. En ese caso, al menos, se habrían aducido
realizar. Es cierto que esas vütudes se aprenden al amoldarse
algunos principios generales para apoyar la reivindicación de
a la moralidad de una sociedad concreta, pero su valor no deri-
que la conservación de cualquier norma de moralidad social
va del hecho de que sean virtudes sustanciales. Sólo tiene que
era un valor que justificaba su imposición legal; algo se habría
ejecutarse el expet¡imento hobbesiano de imaginar estas virtu-
dicho para indicar la fuente de dicho valor. La aplicación de
des totalmente ausentes para comprobar que son vitales para
estos principios generales al caso que nos ocupa sería enton-
el gobierno de cualquier forma cooperativa de vida humana y
ces una cuestión que merecería ser debatida y argumentada, y
cualquier vida personal de éxito. Ningún principio de morali-
el conservadurismo moral sería en ese caso una forma de
dad crítica que preste la mínima atención a los datos más ele-
moralidad crítica que podría usarse en la critica de las institu-
mentales de la naturaleza humana y las condiciones en que la
ciones sociales. No seria ya, como es cuando está disasociada
vida ha de desarrollarse podría proponer prescindir de ellos.
de todos esos principios, un dogma brutal, que afirma que el
De ahí que si la conservación de la moralidad significa con-
mantenimiento de cualquier moralidad social necesariamente
servar la actitud moral a realizar y sus valores formales, segu-
vale más que su coste en sufrimiento humano y en pérdida de
ramente sea cierto que sea un valor. Pero, aunque sea cierto,
libertad. En esa formulación dogmática, en efecto, se saca la
es totalmente irrelevante en el tema que nos ocupa, pues la
moralidad positiva del ámbito de cualquier critica moral.
conservación de la moralidad en este sentido no es idéntica a
Sin duda, una moralidad critica basada en la teoría de que
y no requiere proteger del cambio el código moral de una
toda la moralidad social tenga el estatus de mandatos divinos
sociedad, tal y como es en un determinado momento en la
o de verdades eternas descubiertas por la razón no parecería
existencia de esa sociedad; y, a fortiori, no exige la imposición
por motivos obvios, plausible, en la actualidad. Quizá sea
legal de sus normas. La actitud moral a realizar a menudo ha
menos plausible en relación con la moral sexual, tan deter-
sobrevivido a la critica, la violación y la relajación extrema de
minada como está por gustos y convenciones variables. A
instituciones morales específicas. El uso del castigo legal para
pesar de todo, el intento de defender la imposición legal de
congelar la moralidad dominante en un momento concreto en
la moralidad con estas razones sería algo más que la simple
la existencia de una sociedad posiblemente pueda tener éxito,
afirmación no argumentada de que estaba justificada. Es
pero incluso donde esto sucede no contribuye a la superviven-
importante observar que grandes teóricos sociales como
cia del espíritu vivificante y de los valores formales 'de la
Burke y Hegel, quienes estaban deseosos por defender el
moralidad social, y puede contribuir mucho a dañarlos.
valor de la moralidad positiva y las costumbres de socieda-
Partiendo de la conservación de la moralidad en este sen-
des concretas contra las críticas utilitarista y racionalista,
tido, que claramente es un valor, debe, entonces, diferenciar-
nunca consideraron adecuada la afirmación ingenua de que
se del simple conservadurismo moral. Esto último equivale'.',!\.a1
1
:l\ \ 'i'
¡q.),1h
11
r 1
158 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo !JI !59

éstas eran cosas de valor. En cambio desarrollaron teorías sociedad sería detener artificialmente el proceso que otorga a
acerca de la naturaleza humana y de su historia en apoyo de las instituciones sociales su valor.
sus posturas. El argumento principal de Burke, expresado en La distinción entre el uso de la coerción para imponer la
términos de «sabiduría de los años» y ei «dedo de la provi- nioralidad y los otros métodos que de hecho se usan para
dencia», básicamente es una teoría evolucionista: las institu- preservarla, como el argumento, el consejo y la exhortación,
ciones sociales, que se han desarrollado lentamente a lo largo es muy importante y muchas veces es rechazada en discu-
de la historia de cualquier sociedad, representan una adapta- siones sobre este tema. Stephen, en sus argumentos contra
ción a sus necesidades que, probablemente, sea siempre más Mill 13 , parece la mayor parte del tiempo olvidar o ignorar
satisfactoria para la masa de sus miembros que cualquier esos otros métodos y la gran importancia que Mili les atri-
esquema ideal de vida social que los individuos pudieran
buía, pues frecuentemente argumenta como si la doctrina de
inventar o cualquier legislador pudiera imponer. Para Hegel,
Mili sobre la libertad significase que las personas nunca tie-
el valor de las instituciones establecidas en cualquier socie-
nen que manifestar ninguna convicción sobre la conducta de
dad se apoyaba en una elaborada doctrina metafísica, no
sus conciudadanos si esa conducta no daña a otros. Es cier-
fácilmente comprensible y, ciertamente, imposible de con-
to que Mili creía que ni «el Estado ni la gente» estaban auto-
densar en las pocas palabras que aquí le dedico. En líneas
generales, es la doctrina de que la historia de las sociedades rizados «con el propósito de represión o castigo 14 » a deci-
humanas es un proceso por el cual el Espíritu Absoluto se dir que tal conducta era buena o mala. Sin embargo, no es
manifiesta y cada etapa en este desarrollo es un paso racio- cierto que pensase que «nadie más tuviese nada que decir»
nal o incluso lógico y, por lo tanto, algo valioso. acerca de tal conducta o de las «experiencias de vida» que
A pesar de lo cuestionable que pueda ser el fundamento representa 15 • Ni pensaba que la sociedad pudiese «dibujar
de la teoría en cualquiera de los casos, está ahí para que se cri- una línea donde la educación finaliza y la perfecta indife-
tique racionalmente, para que se acepte o rechace; y evita que rencia moral comienza 16 ». Al hacer estas críticas sin funda-
la afirmación sobre el valor de las instituciones sociales sea mento, Stephen no solo no entendió y tergiversó a Mili, sino
meramente dogmática. La afirmación permanecerá o caerá que mostró la forma tan restringida en que concebía la mora-
junto con las teorías que se han desarrollado en su apoyo. En lidad y el proceso por el cual se mantiene. La preocupación
todo caso, debería recordarse que una defensa evolucionista de Mili a lo largo de su ensayo es restringir el uso de coer-
de la tradición y la costumbre, como la que Burke desarrolló ción, no promover la indiferencia moral. Es cierto que en la
contra la revolución o crítica racionalistas, ofrece poco apoyo coerción o «coacción» de lo que desaprueba no sólo inclu-
a favor de la imposición por el Derecho de la moralidad ye la imposición legal de la moralidad sino también otras
social. En Burke, quizás porque fue un whig, aunque conser- formas perentorias de presión social, tales como la culpa
vador, el valor de las instituciones establecidas reside en el
hecho de que se han desarrollado como resultado de la libre, 13
Jbíd., pp. 126-142.
aunque sin duda inconsciente, acomodación de las personas 14
Jbíd, p. 137; Sobre la Libertad, Capítulo 5.
a las condiciones de vida. Usar la coerción para mantener el 15
Liberty, Equality, Fraternity, p . 141.
16
statu qua moral en cualquier momento de la historia de una lb íd., p. 170.
161
160 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo lii

moral y las peticiones de conformidad. Pero es una desas- Populismo Moral y Democracia
trosa interpretación de la moralidad pensar que donde no
puede usarse la coerción como defensa tit:;ne que guardarse El ensayo de Mill Sobre la Libertad, al igual gue el libro de
silencio y permanecer indiferentes. En el capítulo 4 de su Tocqueville La Democracia en América, fue una ardorosa
ensayo Mill tiene mucho cuidado en mostrar los otros recur- defensa de una perspicaz apreciación de los peligros que acom-
sos que existen y que deberían usarse: pañan a los beneficios del sistema democrático. El mayor de
esos peligros para ambos no era que de hecho la mayoría podría
«Sería una gran incomprensión de esta doctrina conside- usar su poder para oprimir a la minoría, sino que, con la expan-
rarla egoísta e indiferente, por pretender que los seres sión de las ideas democráticas, podría llegar a considerarse
humanos nada tienen que ver con la conducta de los como algo indiscutible que la mayoría debería hacer. Para Mill,
demás en la vida, si han de interesarse en sus buenas estos peligros eran parte del precio que había que pagar por
acciones o bienestar, a menos que su propio interés esté todo lo que es valioso en un gobierno democrático. Pensaba que
en juego( ... ) Los seres humanos se deben mutua ayuda merecía la pena pagarlo, pero estaba muy preocupado en recor-
para distinguir lo mejor de lo peor, incitándose entre sí
dar a los defensores de la democracia el peligro y la necesidad
para preferir el primero y evitar el último».
de vigilancia. «La limitación del pod·e r de gobierno sobre
Discusión, consejo, argumento, todos ellos son instrumen- los individuos no pierde nada de su importancia aun cuando los
tos que, puesto que dejan al individuo «el juicio final» , pue- titulares del Poder sean regularmente responsables hacia la
den, según Mill, usarse en una sociedad en que la libertad se comunidad, es decir, hacia el partido más fuerte de la comu-
respeta adecuadamente. Pueden incluso «imponerse» a otros nidad» 19 . Tan insistente era Mill en este tema que, como dijo
«consideraciones para ayudar a su juicio y otras exhortacio- Morley, su ensayo era, en cierto sentido, «uno de los libros más
nes para fortalecer su voluntad» 17 • Podemos, en casos extremos, aristocráticos jamás escritos» 20 • Ciertamente, la doctrina de
«prevenirle» acerca de nuestro juicio adverso o sentimiento Mill contrasta nítidamente con el énfasis que Stephen otorga a
de repulsa y desprecio. Puede evitarse su compañía y preve- la importancia de la opinión pública en los asuntos morales, y
nir a otros contra él. Muchos podrían pensar que Mill aquí se a la función del castigo como una «expresión del sentimiento
acerca peligrosamente a tolerar la coerción, aun cuando las moral de las personas». Morley sostuvo, como Stephen nos dice
considera como «totalmente inseparables de los juicios des- en el Prefacio de su libro 21 , que allí donde Mill protegía a la
favorables de otros» 18 y que nunca deben imponerse por el minoría de la coerción de la mayoría, los principios de Stephen
placer de castigar. Pero si erró en ese punto, está claro que exponían a la minoría a dicha coerción.
reconoció la importancia del hecho de que en la moralidad no Stephen rechazó la acusación de Morley, y quizás éste últi-
estamos obligados a escoger entre la coerción deliberada y la mo fue injusto. Pues aunque el descargo de Stephen no es sen-
indiferencia.
19 Ibíd., Capítulo l.
17
Sobre la Libertad, Capítulo 4.
2 ° Citado en el Prefacio de Liberty, Equality, Fraternity, p. xv.
21
18
Ibíd. Ibíd.,p.xvii .
)

162 Derecho, Libertad y Moralidad Capítulo I1l 163

cillo de reconciliar con su insistencia en la importancia de la yoría con ese poder está exento de crítica y nunca puede opo-
«mayoría moral abrumadora», bien podría ser que su comple- nerse -resistencia. No puede ser un demócrata quien no acepte
ja postura no se reduzca a algo tan simple como la idea de que lo primero, pero ningún demócrata necesita aceptar lo segun-
la exigencia popular de coerción o castigo ·legal se justificaba do. Mili y muchos otros han combinado la creencia en la
simplemente porque era popular o por el clamor de la mayo- democracia como la mejor -o la menos peijudicial- forma
ría. Sin embargo, el miedo de Mill de que tal doctrina pudiera de gobierno con la apasionada convicción de que hay muchas
extenderse con la democracia ~eguramente está justificado. cosas que incluso un gobierno democrático no puede hacer.
Parece fatalmente sencillo creer que la lealtad a los principios Esta combinación de actitudes tiene sentido porque, aunque
democráticos implica aceptar lo que puede denominarse popu- un demócrata confía en la idea de que la democracia es mejor
lismo moral: la idea de que la mayoría tiene un derecho moral que otras formas de gobierno, no confía en la idea de que es
a dictar cómo debería vivir todo el mundo. Esto es una inter- perfecta o infalible o que nunca pueda oponerse resistencia.
pretación errónea de qué es la democracia que amenaza la Para apoyar esa última conclusión se necesita una premisa adi-
libertad individual, y dedicaré el resto de esta conferencia a cional que vaya más allá de la simple aserción de que es mejor
identificar la confusión sobre la que descansa 22 . dejar el cuidado del poder político a la mayoría que a una clase
El principal error está en confundir el aceptable principio selecta. Esta premisa adicional tiene que ser una variante, secu-
de que es mejor dejar el poder político en manos de la mayo- lar o de otro tipo, de la identificación de la vox populi con la
ría con la inaceptable afirmación de que lo que hace la ma- vox Dei. Dicha variante, a la que frecuentemente se ha hecho
referencia en estas conferencias, es la idea de que la morali-
22 dad positiva apoyada por una mayoría moral abrumadora es
Existen vestigios de esta confusión en la última contribución de
Lord Devlin sobre el asunto que nos ocupa («Law, Democracy, and Mora-
inmune a la crítica.
lity», op.cit.). Afirma que «en una democracia el legislador asumirá que la No es, por lo tanto, sorprendente que estas confusiones se
moral de su sociedad es buena y verdadera; si no lo hace no debería estar hayan elaborado o que sobrevivan incluso en democracias
jugando una parte activa en el gobierno ... No obstante no tiene que respon- como los Estados Unidos, donde los derechos de los indivi-
der por su bondad y veracidad. Su mandato es conservar lo esencial de su duos están protegidos hasta cierto punto frente a las mayorías
sociedad, no reconstruirla según sus propias ideas» (p. 639). Más adelan-
mediante una constitución escrita; o en Inglatena donde duran-
te admite que el legislador «tiene una discrecionalidad muy amplia a la
hora de determinar cuan lejos irá en la dirección del Derecho tal y como
te mucho tiempo el miembro electo del Parlamento ha sido
piensa que debería ser». La principal preocupación de Lord Devlin en este considerado como el representante y no el delegado de los
ensayo es establecer, en contra de «la tesis de los filósofos» (sic) que no constituyentes. En el funcionamiento actual de la democracia
existe ninguna objeción para que la moralidad sea un asunto de votación existen muchas fuerzas que probablemente fomenten la idea
popular (p. 642), que la moralidad sea una cuestión fáctica (p. 649), y que de que el principio del gobierno democrático significa que la
en una democracia «los hombres cultos no pueden ponerse en una catego- mayoría siempre tiene razón. Incluso el político más magná-
ría separada a la hora de decidir cuestiones morales» (p. 643). No obstan-
te, en lo que concierne a la moralidad positiva, pocos disputaría esas opi-
nimo puede desear permanecer en el cargo, y una actitud fle-
niones. La pregunta permanece: ¿Qué justifica su imposición por el xible o pasiva, hacia lo que la mayoría piensa qué es lo correc-
Derecho? Al respecto, Lord Devlin parece contentarse con sus argumen- to, hace más sencilla dicha permanencia que si adopta una
tos previos y su analogía con la traición, ya criticada. rigurosa adhesión a la teoría de que su deber es hacer lo que
)

164 Derecho, Libertad y Moralidad

él piensa qué es lo correcto, debiendo entonces aceptar ser des- Conclusión


tituido si no puede persuadir a la mayoría de que le mantenga
en su puesto. No obstante, lo que es comprensible como ten-
tación en los legisladores electos, puede no ser excusable e11
aquellos que no están bajo una tentación similar. Cualesquie-
ra otros argumentos que haya a favor de la imposición de la
moralidad, nadie debería pens'ar, incluso cuando la moralidad
esté apoyada por una «mayoría abrumadora» o esté marcada
por una «intolerancia, indignación y repulsa» muy extendidas,
que la lealtad a los principios democráticos le exigen admitir Espero que estas tres conferencias hayan sido suficiente-
que la imposición sobre la minoría está justificada. mente claras y breves como para hacer innecesario un resumen
detallado. En su lugar, como conclusión, diré unas palabras
acerca del método de argumentación que he seguido. Desde el
principio he asumido que quienquiera que suscite o esté dis-
puesto a debatir la cuestión de si está o no justificado imponer
la moralidad, acepta la tesis de que en cualquier sociedad las
instituciones actuales, incluida la moralidad positiva, están
expuestas a la crítica. De ahí que tanto la proposición de que
está justificado imponer la moralidad sean, como su negación,
una tesis de moralidad crítica que requieren para su apoyo
algún principio general de carácter crítico. No puede aceptar-
se o refutarse simplemente apuntando a prácticas o a la mora-
lidad de una sociedad o sociedades particulares. Lord Devlin,
cuya tesis he denominado la tesis moderada, parece aceptar
esta postura, pero también he argüido que el principio crítico
que desarrolla, esto es, que una sociedad tiene el derecho a
adoptar cualquier medida necesaria para su conservación, es
inadecuado para su propósito, No hay evidencia de que con-
servar una sociedad requiera la imposición de su moralidad
«como tal». Su postura parece que sólo escapa de esta crítica
mediante una definición confusa de qué es una sociedad.
-He asumido, también desde el principio, que nadie que con-
sidere esta cuestión abierta a debate necesariamente acepta
el principio crítico, fundamental para toda moralidad, de que el
sufrimiento humano y la restricción de la libertad son malos;
166 Conclusión

por este motivo la imposición de la moralidad exige una justi- Bibliografia Selecta
ficación. Luego me he esforzado en desenredar, y en liberar
de la ambigüedad, los principios subyacentes a diversas for-
mulaciones de la tesis más extrema de que ia imposición de la
moralidad o el alejamiento del cambio era algo valioso, con
independencia de sus consecuencias beneficiosas, al preservar
la sociedad. De hecho, estos principios invitan a considerar
como valores, en virtud de los cuales debería restringirse la
libertad e infligir el sufrimiento del castigo en seres humanos,
cosas que parece que pertenecen a la prehistoria de la morali- General
dad y que son bastante hostiles con su espíritu general. Inclu-
Anon: «The Censor as Aedile», Times Literary Supplement, 4 de
yen la mera conformidad aparente a normas morales que es
agosto de 1961.
inducida sólo por miedo; la satisfacción de sentimientos de Devlin, Lord: The Enforcement of Morals, Maccabaean Lecture in
odio hacia el trasgresor o su castigo «retributivo», incluso en Jurisprudence ofthe British Academy, Oxford University Press,
los casos en que no haya habido víctima que deba vengarse Oxford, 1959.
o que pida justicia; la imposición del castigo como símbolo o Devlin, Lord: «Law, Democracy, and Morality.>>, 11 O University of
expresión de condena moral; el aislamiento del cambio de Pennsylvania Law Review, 635, 1962.
cualquier moralidad social por muy represiva o bárbara que
,.;; :·· · ~ - ~-, ~- .--· ~" '" : . . ~
Hart, H.L.A.: «lmmorality and Treason», The Listener, 30 de julio
sea. Sin duda no he probado que '11ó 'sean valores que valgan de 1959, p. 162.
su precio en sufrimiento humano y pérdida de libertad; puede Hart, H.L.A.: «The Use andAbuse ofthe Criminal Law», 4 O::iford
que sea suficiente haber mostrado aquello que se ofrece por Lawyer, 7, 1961.
dicho precio. Hughes, Graham: «Morals and the Criminal Law», 71 Yate Law
Journal, 662, 1962.
Mill, John Stuart: On Liberty, London, 1859. [Hay traducción cas-
tellana, Sobre la Libertad, trad. Pablo de Azcárate. Alianza Edi-
torial, Madrid, 1997].
Rostow, Eugene: «The Enforcement ofMorals», Cambridge Law
Journal, 174, 1960.
Stephen, James Fitzjames: Liberty, Equality, Fraternity, London,
1873. El Prefacio de la segunda edición, publicada en 1874, es
una réplica a la defensa que Morley hizo a Mili en «Mr. Mill's
Doctrine of Liberty», Fortnightly Review, 1 de agosto de 1873 .
. Stephen, James Fitzjames: A History of the Criminal Law of
England, 1883, Volumen II, Capítulo 17.
Wollheim, Richard: «Crime, Sin, and Mr. Justice Devlin», Encoun-
ter, Noviembre, 1959, p. 34.

También podría gustarte