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ROMANO: De contextura fuerte y ruda. Unos 35 años.

OVIDIO: Hermano de Romano. De unos 25 años, contextura débil, cabeza rapada, denota cierto
retraso mental.
MORIL: De unos 35 años. Es un hombre de apariencia serena pero la expresión de su rostro lo hace
verse mayor y atormentado.
AMARILIA: De unos 30 años, contextura delgada y atlética, aparenta ser fuerte y decidida a pesar de
su inseguridad.
AZUCENA: De unos 17 años, es tímida, insegura y nerviosa.

URBANO:(Es de noche. Se escucha con fuerza una tormenta. Vemos un salón de un antiguo hotel
que una vez fue opulento. El lugar está muy deteriorado y lleno de polvo. En el centro hay una
pequeña pista de baile de forma circular, a la izquierda una gran puerta de entrada con marco
elaborado deteriorado, a la derecha dos ventanales, también hay sillas dispersas, algunas mesas y
muebles se conservan en pie, otras están cubiertas con sábanas o con sus manteles. Al fondo unas
vitrinas siguen conservando las vajillas, las paredes están manchadas, resquebrajadas y conservan
algunos cuadros. Vemos entrar con violencia a Romano y a Ovidio sujetándose frente a frente por
los hombros. Ambos tomados de los brazos van empujándose y se van golpeando de espaldas
contra la pared, realizan este movimiento unas tres veces. Ovidio golpea a Romano, lo tira al piso y
se lanza sobre él pero éste se aparta para luego írsele encima. Ovidio logra desprenderse y Romano
finalmente lo retiene sujetando su brazo por la espalda. Ahora vuelven a forcejear uno sobre otro)

Romano: (Jadeando y con una sonrisa maligna) ¿Crees que me vas a ganar? No puedes conmigo
muñeco, eres el menor.

Ovidio: No me llames muñeco miserable (Lo golpea fuerte en la cara) te voy a joder ¡Quítate de
encima!

Romano: (Riendo) ¿Qué? ¿Me tienes miedo? (Lo abofetea) Vamos a luchar hasta que me dé la gana.

Ovidio: Déjame en paz, me estoy asfixiando, ya no quiero pelear.

Romano: ¿Que no? Vas a pelear como un hombre hasta que yo quiera.

Ovidio: Estoy cansado coño, me siento enfermo, déjame en paz.

Romano: Tú no estás enfermo ¿Acaso tienes miedo? (Le golpea la cabeza contra el suelo) ¿Tienes
miedo? ¿Ah? (Lo levanta y siguen girando sujetos por los hombros)

Ovidio: Déjame. Me duele Romano, ya basta ¿Por qué siempre te aprovechas? Me estoy asfixiando,
no voy a volver a pelear si te alteras.

Romano: Cállate (Lo abofetea) Vamos a pelear hasta que me dé la gana.

Ovidio: Me estás haciendo sentir mal. Me voy a enfermar.

Romano: No te vas a enfermar muñeco, eso es psicológico.

Ovidio: Déjame, déjame, me asfixio…

Romano: Que no. Vamos a pelear hasta que me ganes.


Ovidio: Ya no tiene gracia hermano. Basta, no puedo más.

Romano: Ya te empiezas a hacer el mártir ¡Llora pues! ¡Llora! (Comienza a darle golpes)

Ovidio: (Lo golpea) Te estoy hablando en serio. Déjame en paz.

Romano: (Lo ahorca) Vamos, llora.

Ovidio: No, no, no, ya basta Romano (Comienza a llorar) te aprovechas porque no hay nadie para
defenderme.

Romano: Cállate. (Lo suelta) Lo único que quiero es que te hagas hombre, eso es todo. Aquí
sobrevive el más fuerte y cada vez que peleamos lloras.

Ovidio: ¡Quítate de encima! (Se lo quita de encima y se levanta jadeando, casi asfixiado entre llanto
y agotamiento) Un día de estos me vas a matar, estoy seguro que me vas a matar.

Romano: (Jadeando del cansancio) No digas tonterías. Nadie te va a matar porque te voy a cuidar.
(Lo abraza)

Ovidio: Me quiero morir Romano.

Romano: No vas a morir. Vamos a luchar hasta que estemos a salvo y seguiremos juntos.

Ovidio: (Entra en un ataque de tos)

Romano: Ya deja de toser coño.

Ovidio: No puedo evitarlo.

Romano: Bueno ¡respira! (Se acerca para ayudarlo a reponerse) Respira…lentamente…respira.

Ovidio: (Lo mira fijamente) Y ¿Qué vamos a hacer si se llevan a uno de los dos?

Romano: (Evadiendo) No se van a llevar a ninguno y si eso sucede… el otro va a batallar y a


sobrevivir.

Ovidio: Sé que no es de hombres (Se aferra a Romano) pero tengo miedo…

Romano: Ya te he dicho mil veces que no digas eso. No debes tener miedo.

Ovidio: No puedo evitarlo Romano. (Vuelve a toser)

Romano: (Lo abraza y lo acaricia y susurra una canción) Tranquilo muñeco, tranquilo, ya te he
prometido que voy a cuidar de ti.

(Se escucha un ruido hacia el fondo del salón, ambos hombres se ponen atentos)

Ovidio: (Muy nervioso) ¿Qué fue eso?

Romano: Tenemos visita, hay una rata en el lugar. Por allá. (Señala a Ovidio para que se desplace
por el otro lado) Anda ratita, ratita, sal de tu escondite… (Se acerca a una de las mesas cubiertas por
sábanas)

Ovidio: (Acercándose a la mesa) Es mejor que salgas ratita…

(De inmediato alguien sale de debajo de la mesa, Romano se le lanza encima pero no logra
atraparle, Ovidio va detrás y le sujeta por los pies)

Romano: No lo sueltes hermano, no lo sueltes.

Ovidio: (Le descubre el rostro) Es una mujer, es una maldita mujer.

(Ella le araña la cara y Ovidio lanza un fuerte grito. Romano intenta atraparla y esta le golpea con un
candelabro, la mujer se monta sobre una mesa jadeando de los nervios)

Romano: No la dejes ir Ovidio.

Ovidio: Me arañó la cara la muy perra (Amenazándola) La vas a pagar caro.

Romano: Es mejor que te entregues, no podrás escapar te tenemos rodeada.

(La mujer se arroja sobre ellos pero logran atraparla, ella lanza golpes por doquier, golpea a
Romano por un ojo y este se aleja con la mano en la cara, finalmente Ovidio se monta sobre ella y
logra dominarla)

Ovidio: La tengo hermano, la tengo.

Azucena: (Tratando de zafarse) Déjame imbécil, déjame ir.

Romano: (Mientras se revisa el ojo en un espejo) No la sueltes, no dejes que se vaya.

Ovidio: (La abraza fuerte para que no se suelte) Quédate tranquila mujer.

Romano: (Se acerca y la toma por el brazo) Vamos a ver… ¿Qué coño haces aquí?

Azucena: Eso no te importa (Le escupe a la cara)

Romano: (Le da una bofetada) ¿Por qué estás aquí?

Azucena: Vine a esconderme, estoy huyendo como todos. No sabía que había gente en este lugar, de
lo contrario no me habría quedado ¿Conforme?

Romano: ¿Cómo te llamas?

Azucena: Azucena.

Romano: ¿Crees que somos idiotas Azucena? Has venido a vigilar. Tú debes ser una soplona.

Azucena: No soy ninguna soplona. Déjame ir y te prometo que no sabrás más de mí.

Romano: Tú no irás a ninguna parte, no pienso arriesgarme dejándote ir.

Azucena: ¿Qué quieres que te diga?, no soy soplona, es todo.


Ovidio: Romano yo no creo que ella sea ninguna soplona.

Romano: Cállate. (A ella) y tú vas a decirme ahora mismo por qué estás aquí. (Saca una pistola y la
amenaza)

Azucena: (Nerviosa) Ya te lo dije, no soy lo que piensas, estoy huyendo, encontré este lugar y me
pareció bueno para quedarme, no sabía que ya estaba habitado, déjame ir.

Romano: Quiero la verdad (Le coloca el cañón de la pistola en la frente) ¿Qué coño haces aquí?

Azucena: (Muy nerviosa) No dispares por favor.

Ovidio: Romano la estas asustando, ya lo dijo.

Romano: ¡Habla!

Azucena: (Llorando de los nervios) Estoy huyendo, llegué por casualidad, no soy soplona, estoy
huyendo, no soy soplona… (Se desploma y llora)

(Silencio).

Romano: Está bien, te creo, pero aquí no te vas a quedar. (La sujeta por el brazo) Te vas ahora
mismo.

Ovidio: (Lo empuja) Déjala en paz, está nerviosa, no se irá hasta que esté bien.

Romano: ¿Acaso eres idiota? Sabes perfectamente que no podemos fiarnos de nadie ¿Tienes idea de
lo que nos ocurrirá si nos atrapan?

Ovidio: Tú eres el idiota, a leguas se ve que no es ninguna soplona. (Trata de consolarla


acariciándole el pelo pero ella lo rechaza) Tranquila, no te va a pasar nada.

(Azucena lo empuja y corre hacia la puerta para irse pero Romano la detiene)

Romano: ¿Cómo llegaste aquí?

Azucena: Estaba huyendo con otros. Nos perseguían en un camión disparando sus dardos, cayeron
tres y luego el camión se detuvo para llevárselos…Yo me metí aquí, no sabía que había gente en este
lugar.

Ovidio: Nosotros llegamos ayer.

Romano: ¡Ovidio!

Ovidio: Está bien, está bien, se me olvidaba que el que habla eres tú (Se tambalea con un pequeño
mareo)

Romano: ¿Qué te pasa?

Ovidio: Nada.
Azucena: ¿Como han hecho para sobrevivir?

Romano: Ese no es tu problema. (Comienza a acosarla) Aquí seré yo el que haga las preguntas.

Ovidio: Ya basta Romano.

Romano: Cállate (A Azucena) y tú, te vas yendo ahora mismo.

Azucena: No me puedo ir ahora en medio de la noche y con esa lluvia. Déjenme quedarme hasta
mañana por favor.

Ovidio: Romano espera (Lo toma del brazo y lo lleva a otro lado del salón)

Romano: ¿Qué quieres?

Ovidio: La necesitamos.

Romano: ¿Qué?

Ovidio: Que la necesitamos.

Romano: ¿Para qué? Es un estorbo, ya bastante tenemos que lidiar con nuestras diferencias para
tener que andar con ella también.

Ovidio: Necesitamos una mujer, no tenemos mujer, hace siglos que no sé lo que es estar con una.

Romano: (Muy malicioso) Ah, eso es lo que estás pensando, la quieres para cogértela, acaba de
llegar y quieres tirar con ella. (Lo sujeta de la nuca y lo lleva hasta ella) ¿Sabes que pretende mi
hermano? Que te dejemos aquí. Quiere que seas nuestra mujer, te quiere coger porque hace tiempo
que no lo hace.

Ovidio: Mentira, él miente, no le creas.

Azucena: (Aterrada) Están locos, claro que me voy de aquí ahora mismo (Intenta irse pero Romano
la sujeta del brazo)

Romano: No te vas de aquí ratita, todavía no.

Azucena: Suéltame.

Ovidio: Déjala en paz (Le da un golpe a la cara)

Romano: Así que mi hermanito quiere pelea ¿Te gusta la chica verdad?

Ovidio: Déjala en paz, la estás asustando.

Romano: (Retándolo) Te la quieres coger. (Ríe) Vamos, lanza tu mejor golpe, estoy esperando.

Ovidio: Vete a la mierda, no quiero pelear.

Romano: (Le empieza a tocar la cara) Vamos niña, pelea…pelea.


Ovidio: Que me dejes en paz (Se lanza encima de Romano y comienza de nuevo la pelea).

Azucena: Ya basta, están locos, basta (Aprovecha la oportunidad para irse, inmediatamente se
escuchan afuera unos disparos y se devuelve asustada) Dios mío no me puedo ir así.

Romano: (Deteniendo la pelea) Espera.

(Todos hacen silencio. Se escuchan desde afuera gritos de gente, sonidos de sirena, disparos. Los
tres corren a asomarse en el ventanal)

Azucena: (Mirando hacia abajo) Van a atrapar a esos tres, no tienen salida.

Romano: Esos malditos no se cansan ¿Cuándo coño van a terminar con eso?

Ovidio: (Alterado) ¡No! Por ahí no… Cuidado a la derecha, corre…

Romano: Cállate Ovidio.

Ovidio: (Grita) Cuidado, maldita sea cuidado, no, déjalos en paz (Se escuchan disparos)

Romano: No grites, van a saber que estamos aquí, nos van a descubrir.

Ovidio: Atraparon a uno. No se lo lleven, no (Comienza a llorar)

(Romano le tapa la boca)

Azucena: Mira, dos de ellos lograron escapar.

Romano: Maldición y vienen hacia acá (Saca el arma y sujeta a Ovidio por la camisa) Tú tienes la
culpa, quédate aquí hasta que entren (lo coloca detrás de una vitrina) Y tú (A Azucena) escóndete.

Azucena: ¿Que vas a hacerles? Están huyendo como nosotros.

Romano: Eso no es tu problema. Escóndete o disparo directo a tu cabeza (La apunta con la pistola)

Azucena: Está bien (Se esconde debajo de una mesa)

Romano: (Se coloca detrás de la puerta) Escúchame bien Ovidio. No harás nada a menos que sea
necesario, solo si es necesario y te pido ayuda ¿Entiendes?

Ovidio: (Entre llanto y un ataque de tos) Seguro.

Romano: Deja de toser. Ya vienen… Oigo sus pasos.

(Entran Amarilia y Moril empapados, muy asustados y jadeando del cansancio)

Amarilia: ¿Qué coño te pasa Moril? Nos hiciste venir por esta ruta y casi nos atrapan (Comienza a
darle golpes) Por tu culpa se llevaron al muchacho.

Moril: Amarilia ¿Por qué te pones así? Ni siquiera lo conocíamos, además le advertí que tuviera
cuidado y no me escuchó.
Amarilia: (Llorando) Era muy joven, tendría unos dieciocho años.

Moril: No debemos culparnos cada vez que se lleven a alguien, es inevitable, no puedes afectarte
cada vez que suceda.

Amarilia: Es que tengo rabia, ya no puedo aguantar más.

Moril: (La abraza) Ya…tranquila, estamos bien ahora…

Amarilia: Tengo miedo, no quiero que nos pase nada a ninguno de los dos.

Moril: Está todo bien ahora. Aquí podremos descansar (La besa)

Amarilia: Prométeme que no me dejarás sola, prométemelo.

Moril: Ya, tranquila. Te lo prometo (Mira a su alrededor) El hombre que nos ayudó estaba en ese
ventanal.

Amarilia: No hay nadie. ¿Estás seguro que era aquí? (Ve a todos lados) ¿No será en el piso de arriba?

Moril: Es aquí, estaba asomado en esos ventanales, de no haber sido por él nos habrían atrapado.
Debe estar escondido.

Amarilia: No lo creo, vio que nos perseguían.

Moril: Tendremos que quedarnos aquí.

Romano: (Sale de su escondite) No son bienvenidos.

Moril: ¿Tú eres quien nos ayudó?

Romano: ¿Por qué han venido hasta aquí? Nos pondrán en peligro a todos.

Moril: ¿A todos?

Romano: ¡Salgan!

(Salen Ovidio con un trozo de madera en la mano y Azucena)

Azucena: Hola.

Romano: Tienen que irse de aquí, ya les dije que no son bienvenidos.

Moril: No podemos irnos por ahora, es peligroso, tenemos que esperar hasta mañana, acaban de
llevarse a un muchacho y saben que estamos en la zona.

Romano: Me importa un coño si es peligroso o no…

Azucena: Yo me iré con ustedes (Intenta acercarse a Amarilia pero Romano la sujeta del brazo)

Romano: Tú no irás a ninguna parte.


Azucena: Hace un rato me dijiste que tenía que irme y ¿Ahora?... ¿Cambias de idea? Me iré con ellos.

Ovidio: (Sujetándola del brazo) No, no te vayas por favor.

Azucena: No me toques. No te atrevas a tocarme.

Ovidio: Pero no vamos a hacerte daño.

Azucena: Eso no es lo que parecía cuando llegué aquí.

Amarilia: (A Moril) Esto no es nuestro problema. Está bien, nos vamos. (Intenta irse)

Romano: (Interponiéndose en la entrada) Nadie se va ahora.

Azucena: (Golpea a Romano) No puedes retenernos, ya estoy harta de tus juegos.

Ovidio: Romano deja que se vayan, nos quedaremos nosotros dos como estábamos.

Romano: Ya no quiero que se vaya nadie, podríamos necesitarlos.

Moril: Pero ¿Quién te crees? (Intenta írsele encima pero Amarilia le interrumpe)

Amarilia: (Desafiante) ¿Para qué? ¿Nos necesitas para qué? Somos sobrevivientes de una maldita
guerra de la que no ha quedado nada. Toda la ciudad está destruida. Allá afuera lo que hay son
cadáveres, despojos humanos y gente como nosotros que ya no tiene una vida y que huye para no
ser conejillo de indias en pruebas de armas de destrucción masiva.

Romano: ¡Silencio! No necesito que me digan lo que ya sé.

Amarilia: ¿Para qué nos quieres retener? ¿Nos necesitas como comida o como prisioneros para
cambiarnos por tu libertad?... No te servirá de nada porque todos somos desperdicio en este lugar,
desafortunadamente ahora todos somos iguales y tarde o temprano esa gente nos utilizará para sus
fines o moriremos tratando de huir…

Romano: Cállate.

Ovidio: (Se acerca a Romano) Déjalos ir Romano.

Romano: (Empuja a Ovidio) No te metas (A Amarilia) Te crees muy valiente ¿Verdad? ¿Crees que no
puedo pactar con esa gente? Yo estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario por salvar la vida de mi
hermano y la mía ¿Comprendes? y no me importa entregarlos a ustedes a cambio de nuestra
seguridad.

Amarilia: (Le aplaude) Bravo, bravo, uno más que cree que podrá zafarse entregando a otros para
salvarse. Hazlo y serás el primero. Aquí no hay seguridad.

Romano: Te he dicho que te calles.

Amarilia: ¿Qué te pasa? ¿Es que no tienes neuronas? ¿La guerra te arrebató la razón? Esa gente no
pacta con nadie, nos persiguen como a vulgares ratas para llevarnos a sus laboratorios.

Romano: Mientes (Saca su arma y la apunta muy de cerca)


Amarilia: Te crees muy hombre porque tienes un arma ¿Qué te hace pensar que no tenemos una?

Romano: Ya la habrían sacado.

Moril: Entonces ya es hora (Saca un arma y apunta a Ovidio)

Ovidio: (Muy asustado) No me apuntes, no me apuntes con esa pistola que no me gusta.

Romano: (Alterado) Quítale el arma o no respondo (Apunta a Amarilia)

Moril: (A Amarilia) Me fastidia la actitud de esta gente y hoy no tengo mucha paciencia.

Amarilia: No dejes de apuntarlo Moril, si dispara no dudes en hacerlo tú.

Azucena: Dios mío todos están locos. (Se oculta bajo una mesa)

Romano: Te dije que bajes el arma.

Moril: Baja la tuya.

Ovidio: Romano, baja el arma por favor, baja el arma, no me gusta que me apunten.

Amarilia: (A Romano) Será mejor que la bajes si no quieres que esto se complique.

Ovidio: Baja el arma Romano, baja el arma, es en serio (Comienza a tener un ataque de asma)

Romano: (Duda y luego baja el arma) Está bien, ustedes ganan (Va hasta Ovidio para ayudarlo)
Tranquilo, respira lentamente, vas a estar mejor.

(Se escucha muy tenue una sirena desde afuera)

Moril: No venimos a perturbar a nadie. Necesitamos quedarnos hasta mañana, nos están buscando
allá afuera… Solo será hasta mañana.

Romano: ¿Hasta mañana? (Ríe) Tal vez mañana será tarde para todos.

Moril: Si, es cierto, tal vez mañana sea tarde, pero lo importante es que estamos vivos y hasta ahora
hemos podido evadirlos. Así que lo más razonable es que nos apoyemos unos a otros, después cada
quien seguirá su camino.

Azucena: (Saliendo de debajo de la mesa) Iré con ustedes, no pienso seguir con ellos, yo ando sola.

Romano: Si ratita ve con ellos, de todas maneras no vivirás para contarlo.

Amarilia: Es casi media noche. Tal vez abandonen la búsqueda para ir a descansar hasta el
amanecer.

Moril: No. Los conozco muy bien, saben que hay gente oculta en esta zona. No se irán.

Romano (Ríe a carcajadas) Los conoce muy bien (A Ovidio) ¿Oíste eso?, los conoce muy bien.
(Irónico) ¿Por qué entonces no vas y les pides por favor que nos dejen en paz?
Amarilia: Eres un idiota. Él sabe perfectamente lo que dice.

Romano: ¿Y qué pretendes que piense? ¿Qué conoce muy bien los movimientos de esta gente? ¿Qué
sabe cómo actúan y como piensan? Quizá podrá decirnos cómo tratar con ellos (Irónico) ¿Crees que
si les suplicamos de rodillas nos dejen marchar en paz? O prefieres que les diga: Señores, buenas
noches, acá hay un colega que dice que les conoce muy bien y viene a pedirles que nos dejen ir
(Estalla junto con Ovidio en carcajadas)

Amarilia: No sabes lo que dices. El trabajó con ellos en los laboratorios, sabe muy bien lo que
pretende esa gente.

Romano: ¡Ah! (A la defensiva) Ahora comprendo, eres uno de ellos, eres un maldito soplón ¿Qué
esperas? ¿Cuánto tiempo tardarán en venir a buscarnos? (Se abalanza sobre Moril) Maldito (Lo
golpea y se inicia una pelea)

Amarilia (Intenta separarlos) Ya basta, déjalo en paz, no sabes lo que haces.

Azucena (Muy nerviosa) Basta por favor, los van a escuchar, nos van a descubrir.

Ovidio: (Separándolos) Romano no tiene sentido.

Romano: (Furioso) Trabajaste con ellos, eres uno de esos malditos asesinos.

Moril: (Limpiándose la sangre que le sale de la boca) No tienes idea de lo que dices imbécil.

Romano: ¡Largo de aquí!, han venido a traer problemas.

Amarilia: (Muy alterada) Escúchame bien animal. Es tarde y no podemos salir de este lugar, no hay
nada que hacer, tendrás que aguantarnos hasta mañana y todos estaremos vivos, así que
vigilaremos por turnos para poder descansar. Si lo hacemos bien todos tendremos una
oportunidad. (Le extiende su mano a Romano) Yo soy Amarilia y él (Señalando a Moril) es Moril.

Romano: (Rechaza la mano de Amarilia)

Ovidio: (Conciliador) Romano por favor… Fui yo quien les ayudó, lo hice porque no es justo que
alguien pierda la vida de esa manera, nadie nos ha ayudado, nunca nos han tendido la mano, pero
cuando los vi correr recordé las tantas veces que hemos corrido juntos. Esta gente no tiene malas
intenciones hermano, se irán mañana, ellos mismos lo han dicho.

Romano: Está bien, no daré problemas (Conforme y más tranquilo le da la mano) Yo Romano
(Señalando a su hermano) y este es mi hermano Ovidio.

Ovidio: Mucho Gusto.

Amarilia: Así está mucho mejor, comenzamos a entendernos.

Azucena: Yo soy Azucena.

Romano: Aleas ratita (Ríe)

Azucena: Eres un cerdo.


Romano: (A Moril) Tú tienes un arma y yo tengo otra, acá solo se puede entrar por la puerta y el
ventanal ¿Dónde prefieres estar?

Moril: Estaré en el ventanal.

Romano: Iré a la puerta entonces.

Ovidio. (A su hermano) No me siento bien. (Se tambalea de nuevo por los mareos) Yo descansaré
aquí en este sofá para relevarte luego.

Romano: Quédate allí, ya se te pasarán los mareos.

Amarilia: (Acercándose a Ovidio) ¿Qué le pasa? ¿Está enfermo?

Romano: (La aparta) No le pasa nada, solo está un poco mareado.

(Amarilia se separa muy molesta y comienza a hacer flexiones de brazo para tranquilizarse.
Azucena aprovecha la oportunidad y se acerca a Amarilia para conversar)

Azucena: No tenemos mucha oportunidad ¿Verdad?

Amarilia: Siempre que se esté vivo hay oportunidad.

Azucena: ¿De dónde vienen?

Amarilia: Estábamos ocultos en las ruinas de un centro comercial, pero llegaron ellos en sus
camiones disparando dardos, se llevaron a varios. Otros se quitaron la vida antes de que los
atraparan, corrimos hasta aquí. Venía con nosotros un muchacho pero no lo logró y cuando
escuchamos los gritos pensamos que nos querían ayudar y que este sería un buen escondite. ¡Valla
escondite!

Azucena: Estos hombres están locos, de no haber sido por ustedes no sé qué habría pasado
conmigo. Creo que querían violarme.

Amarilia: Si, estos dos son de temer, en cuanto amanezca hay que irse.

Azucena: ¿Tienes idea de hacia dónde?

Amarilia: Ese es el problema, que no se está a salvo en ninguna parte. Nos han dicho que lanzarán
una bomba para acabar con todo esto de una vez ¿Y tú? ¿Andas sola? ¿Qué hay de tu familia?

Azucena: Muertos. Solo quedábamos mi madre y yo. A mi hermano no lo volví a ver desde que
estalló la guerra, hace días me encontré a uno de sus amigos y me dijo que se lo habían llevado a
esos laboratorios. Mi madre estaba muy golpeada, fue mejor que muriera antes de que viera todo
esto…Ya no tengo familia.

Amarilia: Lo siento.

Azucena: Más lo siento yo que ya no tengo grandes oportunidades. No sé a dónde ir. A veces pienso
en que no he cumplido los dieciocho años. Es que ni me dio tiempo de terminar la universidad.
(Habla nerviosa y rápido) Yo estaba en la peluquería, tenía una cita con Manuel… el bello Manuel…
Nadie se tomó en serio lo de la guerra ni lo de la invasión ¿Qué iba yo a estar pendiente de eso? Ese
día yo solo pensaba en Manuel… Pero no logro recordar cuando fue que empezó, no tengo ni idea de
cuándo empezó todo esto, nunca llegué a esa cita con él… Lo demás se me borró de la memoria. (Se
altera) Se me borró de la memoria. (Comienza a llorar)

Amarilia: (Trata de tranquilizarla y la abraza) Ya cálmate, a veces es mejor no intentar recordar


nada. Créeme. Es mejor olvidar y pensar que el presente es lo único que hay.

Azucena: Tengo demasiado miedo.

Amarilia: Todos tenemos miedo Azucena.

Moril: Ey. (Llamando la atención de todos) miren lo que encontré. (Enseña una botella de licor) Es
una botella de licor (Ríe y corre a mostrársela a Amarilia)

Romano: (Se acerca entusiasmado y le quita la botella) Esto sí que es una gran sorpresa, una
maravillosa sorpresa. Debe haber muchas más (Coloca la botella en una mesa y comienza a buscar
otras)

Ovidio: No te la irás a tomar.

Azucena: (Observando la botella) Es una botella y está llena, no lo puedo creer, es una botella de
licor (ríe)

Moril: Esto es un acontecimiento.

Romano: ¡Un acontecimiento! Vamos a tomar, vamos a celebrarlo para hacer las paces.

Ovidio: A mí no me parece.

Romano: Cállate, si no te sientes bien no celebras y punto.

Amarilia: (A Romano) Eres infantil, no me parece gracioso.

Moril: Vamos Amarilia, no nos pasará nada si tomamos unos tragos.

Amarilia: No podemos distraernos. Esa gente podría llegar de un momento a otro.

Romano: Entonces los recibiremos con una gran fiesta. Ovidio vamos a celebrar…pero antes hay
que sorprenderlos con nuestro descubrimiento.

Ovidio: (Muy emocionado) ¿De verdad? ¿Lo encendemos?

Moril: ¿De qué hablas?

Romano: De esto (Hace una señal a Ovidio y este se levanta del sofá a encender un interruptor, se
comienza a escuchar música romántica y se encienden las luces de la pista)

Moril: ¿Escuchas eso Amarilia?, (La abraza entusiasmado) Es música, hace tiempo que no
escuchábamos música.

Amarilia: (Sonríe pero luego toma conciencia de la realidad) Están locos, esa gente vendrá
enseguida cuando oiga la música.

Ovidio: Música para los oídos, pensé que nunca la volvería a escuchar.

Amarilia: Apágalo Ovidio. ¿Es que quieren que nos maten a todos?

Ovidio: No vendrán por eso, ayer la encendimos y no vino nadie, ¿verdad Romano? No se escucha
afuera. (Comienza a bailar solo por la pista)

Azucena: Esto es un milagro, me siento como en una fiesta (Comienza a dar vueltas por la pista)

Romano: Eso es lo que vamos a tener, una fiesta.

Amarilia: Aquí no habrá ninguna fiesta, es peligroso.

Ovidio: Tú no mandas aquí.

Romano: (A Moril) ¿Siempre es así de amargada? (Abre la botella y toma un trago)

Moril: (A Amarilia) Te quejas porque que no tenemos oportunidad y te niegas a esta posibilidad de
divertirte ¿Por qué no me sonríes? Nunca te he visto sonreír.

Amarilia: Es peligroso Moril, nos están arriesgando a todos.

Moril: (La toma del brazo) Relájate, estos dos conocen la zona y la música no se escucha afuera, no
va a pasar nada.

Amarilia: ¿No entiendes? Podría venir alguien.

Romano: Nadie vendrá (Se aproxima a ella bailando y cantando la canción que está sonando)

Moril: Vamos Amarilia. Estoy de acuerdo, hay que divertirse un rato.

Amarilia: (Algo dudosa) Estás seguro…

Moril: (Ríe, le tapa la boca y la sujeta del brazo, luego la hace bailar mientras habla) No hay nada
que temer.

Amarilia: No me fío.

Moril: ¿Cuánto hace que no bailas? Apuesto a que se te había olvidado.

Amarilia: (Apenada y luego sonríe) Si... se me ha olvidado.

Ovidio: (Se acerca con timidez a Azucena) ¿Quieres bailar?

Azucena: (Muy divertida) Por supuesto que sí.

(Las parejas comienzan a bailar en la pista)

Romano: (Sonríe Observando a los demás y luego ve la botella) ¿Por qué no? (La abre y bebe un
trago)
Azucena: (Riendo) No creí que hoy terminaría bailando en este lugar.

Romano: Hay que celebrar.

Azucena: (Ríe) No sabes bailar Ovidio.

Ovidio: No te burles de mí.

Azucena: No me estoy burlando, es que me causa gracia.

Ovidio: Te estás burlando (La aparta violentamente) ¿Te crees muy importante solo porque sabes
bailar?

Azucena: Te juro que no me estoy burlando de ti.

Ovidio: Todo el mundo se burla de mí, creen que soy un bueno para nada.

Azucena: (Asustada) Yo no pienso eso, no he dicho nada.

Romano: Ya basta Ovidio, no arruines el momento.

Ovidio: Si claro, no voy a arruinar tu momento. (Lo empuja) Siempre he tenido que hacer las cosas
bien para ti, para complacerte a ti.

Romano: Ya basta.

Ovidio: Vamos, golpéame, eso es lo que sabes hacer, golpéame.

Romano: No digas tonterías.

Ovidio: (Grita) ¿Por qué no me golpeas? (Le da un golpe) Quiero que alguien me mate de una vez.

Romano: No sabes lo que estás diciendo.

Ovidio: Si lo sé. Estoy cansado de correr, estoy cansado de pelear contigo y de tus desahogos (Se
sujeta la cabeza haciendo esfuerzos por controlarse) Ya no quiero seguir en este lugar. Quiero irme
de aquí. (Corre hacia la puerta de entrada pero Moril lo detiene)

Romano: Estás desvariando.

Ovidio: Yo solo quiero una vida, quiero tener una vida de verdad.

Romano: Ya basta muñeco, ya basta, no estás bien (Cariñoso) cálmate por favor.

Ovidio: Siempre me tratas como a un idiota, por eso todos se burlan de mí.

Romano: Te he dicho que nadie se está burlando de ti.

Ovidio: Siempre ha sido así, creen que soy un retrasado.

Azucena: Ovidio, te juro que no me estaba burlando de ti, te lo juro.


Romano: ¿De qué estás hablando? No sigas hermano, te estás haciendo daño, todo está bien.

Ovidio: Ese es el problema, que nada está bien, yo sigo siendo una maldita sombra que vive gracias
a ti. Tú eres quien toma las decisiones, tú eres quien nos ha mantenido con vida. (Intenta irse
nuevamente pero cae en una convulsión y comienza a sudar)

Romano: ¡Ovidio! ¿Qué tienes Ovidio?

Ovidio: No me toques, no me toques.

Moril: Está convulsionando.

Amarilia: Déjame verlo (Le observa los ojos)

Romano: Ovidio reacciona. (A los demás) Necesita agua, (A Amarilia) Dame esa maldita botella.
(Intenta darle licor a Ovidio)

Moril: Creo que está contaminado.

Azucena: Dios mío.

Amarilia: ¡Contaminado! Solo esto nos faltaba.

Romano: (Sujeta a Moril por la camisa) Mi hermano no está contaminado, solo es una recaída, está
cansado, mi hermano no se va a morir ¿Comprendes?

Moril: (Tratando de calmar a Romano) Está bien, no pasa nada, vamos a ayudarlo.

Amarilia: (Mientras le quita la camisa) ¿Estás seguro de que no estuvo expuesto a nada? ¿Se
acercaron a algún enfermo?

Romano: ¿Qué coño sé?, (A Ovidio) Ovidio, hermano, estoy aquí, tienes que reaccionar, no voy a
dejar que te vayas (Comienza a darle respiración boca a boca) Todo va a salir bien, te vas a sentir
mejor, yo te voy a cuidar.

Azucena (A Amarilia) ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Crees que está contaminado?

Amarilia: No lo sé.

Azucena: No nos podemos quedar aquí si uno de ellos está enfermo.

Amarilia: (Nerviosa) Déjame en paz, no lo sé, lo hablaremos después.

(Ovidio comienza a volver en sí)

Romano: (Llorando) Ovidio aquí estoy.

Ovidio: ¿Por qué lloras como niño? ¿No te da vergüenza?

Romano: (Ríe) Ya estás mejor muñeco, regresaste.


Ovidio: Estaba en un lugar bonito. En un jardín, era como el parque ¿Lo recuerdas?

Romano: Vamos, respira, no hables.

Ovidio: Ella nos llevaba allí cuando éramos niños, tenía un olor genial, como hace ya tiempo que no
se huele.

Romano: ¿De quién hablas?

Ovidio: De mamá. Me decía que no me preocupara, me acarició.

Romano: Estabas delirando. No te esfuerces, no sabes lo que dices.

Ovidio: Se lo que vi. Estoy seguro.

Romano: Eso fue un sueño Ovidio. Te vas a poner bien. Yo sé que te vas a poner bien.

Ovidio: (Comienza a faltarle el aire) tengo mucho sueño. (Le acaricia el rostro a Romano) Me quiero
dormir. Tengo sueño.

Romano: No, no voy a dejar que te vayas, no voy a dejar que te mueras.

Ovidio: (Con la mirada perdida) Perdóname.

Romano: ¡Escúchame! Tú no irás a ninguna parte porque te prometí que te cuidaría ¿Recuerdas?
Prometí que te cuidaría.

Ovidio: No entiendes. Tú tienes tu propia vida.

Romano: No me importa Ovidio, no me importa (Lo abraza)

(Ovidio cierra los ojos y muere)

(Silencio)

Romano: Maldita sea, maldita sea (Golpeándolo en el pecho) Te prometí que te cuidaría, te lo había
prometido.

Amarilia: (Lo sujeta) No se podía hacer nada. Estaba enfermo y no lo sabía.

Romano: Fue mi culpa.

Amarilia: No ha sido tu culpa.

Romano: (Muy afectado) ¿Qué sabes tú? Era mi única ilusión para mantenerme con vida, era mi
único sentido para vivir. Era mi hermano, no puedo creerlo, no puedo. (Se queda llorando al lado
del cuerpo de Ovidio)

Azucena: (Se acerca a Ovidio) Está muerto, está muerto (Corre y se echa a llorar en un rincón)

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