Al Rabino Biala, Rabi Iejiel Iehoshua Rabinovitz z”l, le gustaba en especial, el precepto de la suca. Durante los días festivos casi no salía de ella e incluso rezaba adentro las plegarias de la festividad. Solo para leer la Tora se alejaba algunos pasos para entrar a la casa de estudios en cuyo patio estaba la suca. Como la suca estaba en el patio de la casa de estudios y uno de sus costados daba con la sinagoga, la gente que estaba sentada en su interior no tenía descanso ni intimidad, ya que los pasos de los transeúntes se dejaban oír adentro de la suca durante todo el día. Del patio vecino los que venían a la sinagoga podían ver todo lo que sucedían dentro de la suca. Además el rabino debía subir muchas escaleras hasta su departamento que se encontraba en el último piso, y el esfuerzo era muy grande. Sus alumnos decidieron construir un balcón en el departamento del maestro, para poder levantar ahí una suca grande y agradable que este justo al lado de su casa. Entonces fueron a pedir su permiso y sorpresivamente, el rabino se negó a darlo diciendo que era una lástima gastar dinero para semejante lujo. Luego de un breve momento de reflexión le dijeron que agregando el balcón cumplirían el precepto de construcción de un muro o baranda de protección. “Es verdad” dijo el rabino con entusiasmo,” si se trata del cumplimiento de un precepto positivo-¡Entonces el gasto vale la pena ¡”. Sus allegados se apuraron y encargaron los materiales y los albañiles sin demora, se abocaron a la construcción. El rabino incluso les pidió que terminen el trabajo lo más rápido posible. Los golpes de martillo y el temblor de las mezcladoras sonaban como una agradable melodía en sus oídos, ya que al finalizar las tareas le esperaba le agradaba tanto que se impacientaba y todos los días les preguntaba a los obreros cuando terminarían la obra. Finalmente, uno de sus alumnos termino la pintura, junto sus baldes y latas de pintura, tomo su escalera y se fue. Subieron la baranda de metal al balcón y la colocaron sobre el muro de piedra que habían construido. Aunque nunca antes había tenido experiencia en el arte de la herrería, el alumno soldó con alegría y entusiasmo la baranda en su lugar, ¿acaso dejaría que este precepto sea llevado a cabo por un herrero?