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Quaderns de Psicologia | 2010, Vol.

12, No 2, 47-64 ISNN: 0211-3481

 http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/771

Las relaciones entre la Psicología y el Feminismo en “tiempos de


igualdad”
The Relations between Psychology and Feminism in "Times of Equality”

Silvia García-Dauder
Universidad Rey Juan Carlos

Resumen
En el artículo analizo las articulaciones entre la Psicología, como disciplina y conocimiento
científico, y el Feminismo como teoría crítica y movimiento social. Mi propósito es evaluar
hasta qué punto podemos hablar de "tiempos de igualdad" en la Psicología, teniendo en
cuenta su pasado histórico y la situación actual. Para ello, analizo la situación de las muje-
res en la psicología -como sujetos y como objetos de conocimiento-, la cuestión de la psico-
logía en el feminismo (hasta qué punto los conocimientos psicológicos han contribuido a la
opresión o liberalización de las mujeres y a fines políticos feministas) y la cuestión del fe-
minismo en la psicología (hasta qué punto los discursos y prácticas feministas han contribui-
do a la consecución de una "mejor" psicología, más objetiva y justa socialmente). Vamos a
desplazarnos, así, de la psicología construye „lo femenino' y „la mujer', al feminismo recons-
truye a la psicología, para terminar planteándonos las posibilidades de una psicología femi-
nista.
Palabras clave: Psicología; Feminismo; Género; Mujeres

Abstract
In this article I analyse the articulations between Psychology, as discipline and scientific
knowledge, and Feminism, as critical theory and social movement. My aim is to evaluate to
what extent we can speak about "times of equality" in Psychology, bearing in mind its his-
torical past and the current situation. In doing so, we analyse the situation of women in
psychology -as subjects and objects of knowledge-, the question of psychology in feminism
(how discourses from psychology, as a scientific knowledge, have contributed to the op-
pression or liberation of women and feminist political aims) and the question of feminism
in psychology (how feminist discourses and practices have contributed to a more objective
and socially fair scientific psychology). The journey we are going to follow is from psychol-
ogy constructs "the female" and "the feminine", to feminism reconstructs psychology, and
finally we will think about the possibilities of a Feminist Psychology.
Keywords: Psychology; Feminism; Gender; Women

Recogiendo la temática general de este mo- científico, y el Feminismo, como teoría crítica
nográfico, lo que pretendo con este texto es y movimiento social que lucha por la igualdad
analizar las relaciones entre la Psicología, de derechos entre hombres y mujeres. Mi
como disciplina académica institucionalizada propósito con ello es evaluar hasta qué punto
y como producción y corpus de conocimiento podemos hablar de “tiempos de igualdad” en
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la Psicología, teniendo en cuenta su pasado cología sin mujeres, y cómo éstas han sido un
histórico y la situación actual. Para ello, va- secreto muy bien guardado. Y así, más que
mos a seguir los desplazamientos de las críti- preguntarnos por la inexistencia de mujeres,
cas feministas a la ciencia descritos por San- o por qué tan pocas, tendríamos que hacerlo
dra Harding (1996): del análisis de la situa- por su olvido; ya que las hubo, fueron recono-
ción de las mujeres en la psicología –como su- cidas por sus contemporáneos –en mayor o
jetos y como objetos de conocimiento-, a la menor medida- y ocuparon cargos importan-
cuestión de la psicología en el feminismo - tes dentro de la institucionalización de la dis-
hasta qué punto los conocimientos psicológi- ciplina. El trabajo de Elizabeth Scarborough y
cos han contribuido a la opresión o liberaliza- Laurel Furumoto (1987) sobre la historia per-
ción de las mujeres y a fines políticos feminis- dida de las dos primeras generaciones de mu-
tas-, lo que nos conducirá finalmente a la jeres psicólogas en EEUU ha sido muy revela-
cuestión del feminismo en la psicología -hasta dor en este sentido. Estas pioneras vivieron la
qué punto los discursos y prácticas feministas discriminación de no ser admitidas en las au-
han contribuido a la consecución de una “me- las por su sexo, o serlo en calidad de estu-
jor” psicología, más objetiva y justa social- diantes especiales; el rechazo al reconoci-
mente. Esto último implica tener en cuenta miento oficial de sus doctorados; la exclusión
las diferentes aportaciones de las epistemolo- de sociedades científicas -como la de los Ex-
gías feministas y las relaciones entre ciencia y perimentalistas de Titchener-; o los obstácu-
sociedad: entre objetividad, movimientos so- los a ejercer como psicólogas dentro de la
ciales y democracia. Vamos a desplazarnos, academia y, por ello, la búsqueda e invención
así, “de la psicología construye „lo femenino‟ de empleos en trabajos aplicados o en los co-
y „la mujer‟, al feminismo reconstruye a la lleges de mujeres (ambos ámbitos despresti-
psicología” (Kitzinger, 1993, p. 190), para giados por estar feminizados). Y no obstante,
terminar planteándonos las posibilidades de será en este periodo donde dos mujeres al-
una psicología feminista. canzarán la presidencia de la Asociación Ame-
ricana de Psicología (APA): Mary Calkins en
La situación de las mujeres en la psico- 1905 y Margaret Washburn en 1921, lo cual no
logía como sujetos de conocimiento (I): volverá a repetirse hasta la década de los 70.
estudios históricos y pedagógicos La intersección entre políticas de género y
La teoría feminista ha criticado la oposición conocimiento se hará evidente en estos pri-
histórica a que las mujeres pudieran situarse meros años con una clara segregación sexual
como sujetos de conocimiento a través de la “horizontal”: la división entre una psicología
educación. El pensamiento científico y racio- pura desde dentro de la academia, masculini-
nal moderno se ha construido sobre la base de zada y legitimada, y una psicología aplicada
metáforas de “mentes” y “razones” masculi- desde los ámbitos de reforma, feminizada,
nas que conocían “naturalezas” femeninas desprestigiada y excluida de los mecanismos
(Keller, 1991), reforzando un pensamiento di- de reconocimiento oficial. Así, tras la I Guerra
cotómico que construía a la mujer-científica Mundial1, con la aplicación masiva de tests
como una contradicción en sus propios térmi- mentales para la selección de reclutas, dicha
nos (Rossiter, 1992). Frente a ello, desde el actividad, antes feminizada y desvalorizada,
feminismo, se han realizado estudios pedagó- pasará a ser lo que colocará a la psicología en
gicos sobre cómo socializar y enseñar una el mapa de las ciencias (García-Dauder,
ciencia no-sexista, al tiempo que los estudios 2005a).
historiográficos han recuperado a mujeres Estas investigaciones han recuperado también
científicas, a tradiciones “femeninas” olvida- tradiciones perdidas: los trabajos empíricos
das en los procesos de definición e historiza- de pioneras desmontando los mitos psicológi-
ción de las disciplinas y, sobre todo, nos han cos sobre la inferioridad de las mujeres, e
narrado sus experiencias desiguales de opre- inaugurando una tradición psico-social en el
sión y resistencia marcadas por la diferencia debate herencia-ambiente apenas reconoci-
sexual (González García y Pérez Sedeño, da; las aportaciones transdisciplinares y co-
2002).
En Psicología, la historiografía feminista ha 1 Para un análisis sobre segregación sexual en psicología
evidenciado el mito androcéntrico de una psi- que tuvo lugar durante la II Guerra Mundial, ver Capshew
y Laszlo (1986) y Russo y Denmark (1987).

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lectivas desde la intersección de ámbitos de logía más igualitaria implicaría la inclusión de


reforma y la universidad, como fueron los los nombres y las contribuciones de las muje-
trabajos de las mujeres de la Escuela de res psicólogas donde corresponda, según la
Chicago (García Dauder, 2010); o aportacio- temática de sus aportaciones, y no en epígra-
nes individuales como los trabajos psicosocia- fes marginales por su identidad grupal; pero
les de Mary Calkins sobre la psicología del self también situar sus contribuciones y experien-
o los de Mary Parker Follett sobre los grupos, cias en su contexto social, del mismo modo
el poder y el conflicto (García-Dauder, 2005a, que las de sus compañeros, siguiendo la tradi-
2005b; Domínguez y García-Dauder, 2005). ción historiográfica (Buss, 1979; Lerner, 1992;
Bohan, 1992).
Estos estudios históricos tienen el mérito no
sólo de recuperar los nombres de mujeres En la medida en que la historia de la psicolo-
eminentes en Psicología y mostrar sus contri- gía no solo adolece de sesgos de género, sino
buciones, sino de situar sus trabajos en un también culturales o de nacionalidad, una
contexto de discriminaciones donde no par- mayor igualdad en cuanto a referentes o mo-
tían de una situación de igualdad respecto de delos históricos implicaría también una recu-
sus compañeros. De esta forma comprende- peración de mujeres psicólogas más allá de
mos que la meritocracia en la historia de la las estadounidenses, y poder así comparar los
psicología no es más que un mito. Para eva- contextos de producción. Que tanto el alum-
luar las consecuencias de este pasado históri- nado como el profesorado de Psicología cono-
co sesgado, de una psicología sin mujeres, no ciera, por ejemplo, trabajos como los de
hay más que echar un vistazo a los manuales Carmen García Colmenares (2007) que recu-
recomendados y más utilizados de historia de pera a las pioneras psicólogas españolas y las
la disciplina. En un reciente Seminario, pedí a sitúa en un contexto de menor institucionali-
estudiantes de primer curso que recogiesen zación de la Psicología como ciencia y atrave-
diferentes manuales de Historia de Psicología sado por una guerra civil y exilios políticos2.
presentes en la biblioteca de la Universidad
Para ejemplificar la importancia de esta re-
Rey Juan Carlos (en Madrid) y que buscasen
cuperación histórica en la generación de mo-
nombres de mujeres en ellos. La sorpresa fue
delos, voy a contar otra experiencia en el
doble: primero, la dificultad de reconocer el
Seminario antes descrito. Otro ejercicio que
sexo a partir de apellidos o iniciales y, des-
realizaron los/as estudiantes fue confeccionar
pués, la escasez o ausencia total de nombres
un supuesto cartel –desconocían el objetivo
de mujeres. Un dato que ha sido corroborado
final de la práctica- para unas jornadas. En él
por un estudio bibliométrico más sistemático
debían aparecer: “un profesional de la psico-
realizado en la Universidad de Barcelona (Gi-
logía, de la filosofía, de la medicina, y una
ménez, 2007). Cuando las/os estudiantes
persona que pasa por la calle cuya profesión
aprendieron después que hubo pioneras psicó-
se desconoce”. Pues bien, más del 90% eligie-
logas que fueron presidentas de la APA, su
ron para el profesional de la psicología a un
desconcierto fue total. Mi experiencia es que
varón blanco, de unos 50 años y en muchos
esta es una buena forma de concienciar al
casos con barba. El prototipo de profesional
alumnado de las desigualdades de género en
de la filosofía fue muy parecido y sólo en el
Psicología, junto con otras como las de clase
de la medicina aparecieron algunas mujeres.
y nacionalidad.
Curiosamente, la “persona que pasa por la ca-
Pero las experiencias particulares de las pio- lle” representada fue en la mayoría de los ca-
neras psicólogas sólo están narradas en libros sos una chica joven. En una carrera con un
especializados, leídos por unas pocas psicólo- alumnado mayoritariamente feminizado en
gas interesadas en cuestiones de género y fe- términos estadísticos, no sólo no existen
minismo. En los pocos manuales de texto en nombres de mujeres en los manuales de histo-
que vienen sus nombres, aparecen o bien de ria, sino que el modelo actual de profesional
forma marginal bajo epígrafes del tipo diver- de la psicología sigue siendo claramente el de
sidad en Psicología, o bien se identifican sus un varón. Me pregunto por las “implicaciones
contribuciones descontextualizadas como si igualitarias” que ello tiene respecto a expec-
las condiciones de posibilidad de psicólogos y
psicólogas de la época hubieran sido las mis-
mas. En mi opinión, una historia de la psico- 2 Para un análisis de la situación de las pioneras psicólo-
gas en Argentina y Chile, ver Winkler Müller (2007).

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tativas y aspiraciones profesionales y en cuan- tigación GENCIANA de la Universidad de Zara-


to a reconocimientos de autoridad científica goza sobre Científicas que dejan huella: in-
en función del sexo. Más si cabe, porque teracción entre la experiencia vital y la con-
cuando se les preguntaba si esta falta de mo- tribución a la ciencia; el otro, una investiga-
delos podría tener algún tipo de consecuen- ción comparativa entre México y Cuba sobre
cias en su formación, tanto alumnas como Mujeres académicas: entre la ciencia y la vida
alumnos negaban cualquier tipo de efecto, no (Blázquez et al., 2008). Lo que me interesa
lo tomaban como un índice de desigualdad de señalar de ambos, no es sólo el ejercicio de
partida, simplemente representaba un sesgo reconocimiento de científicas –y psicólogas-
del pasado. La referencia a una situación de españolas y latinoamericanas “en vida”, cons-
desigualdad en el pasado que terminará re- truyendo modelos y genealogía, sino su inten-
equilibrándose proporciona una visión de pro- ción de analizar mediante entrevistas en pro-
greso lineal de la disciplina, al tiempo que fundidad e historias de vida la interacción en-
salvaguarda su neutralidad y evade reconocer tre sus trayectorias vitales y sus contribucio-
su sexismo (Cabruja, 2008). En mi opinión, nes a la ciencia. Es más, destacan el poder
una formación más igualitaria implicaría ya no transformador de estas entrevistas, no solo
solo una historia más igualitaria, sino una ma- para un posible público objetivo, sino para las
yor formación de conciencia de desigualdad y propias mujeres entrevistadas, que en el
de sus posibles consecuencias. ejercicio de retrospectiva vital toman con-
ciencia de sus logros y en muchos casos con-
En esta línea, un alumno comentó en el Semi-
ciencia de género y de las discriminaciones
nario que no entendía por qué estaban dando
que experimentaron (Blázquez, Bustos y Res-
a las mujeres psicólogas como parte de una
trepo, 2010). Un ejercicio similar ha sido el
actividad anexa a la asignatura de Historia
realizado por Amparo Moreno (2009) en Las
(como “la otra historia”), y no como núcleo
psicólogas hablan de Psicología, un libro cuyo
de la asignatura. La pregunta refleja la situa-
título reproduce su homónimo masculino es-
ción actual paradójica donde, hasta que no se
crito en 1977 por David Cohen donde psicólo-
reconozcan a las mujeres psicólogas como su-
gos “clásicos” –varones- hablaban de psicolo-
jetos de conocimiento legítimo por sus con-
gía (pero a diferencia del libro de Moreno na-
tribuciones y se hagan explícitas las desigual-
die se apercibió de su sexo). A través de en-
dades de reconocimiento, seguirá siendo ne-
trevistas a prestigiosas psicólogas españolas,
cesario recuperarlas en seminarios o libros
se discuten cuestiones teóricas y aplicadas de
marginales donde se identifiquen como “mu-
la disciplina, pero esto no es óbice para in-
jeres”. Por otro lado, siguiendo a Teresa Ca-
troducir también cuestiones personales, éti-
bruja (2008), esta recuperación compensato-
cas y políticas, entre otras, la vinculación en-
ria de mujeres como sujetos de conocimiento
tre el género y el desarrollo profesional. Este
provoca resistencias, bajo la creencia de que
ejercicio de reflexión sería igualmente reco-
la:
mendable para el caso de la subjetividad
Ciencia es neutra y se constituye por acumulación masculina y sus relaciones con la objetividad
y relevancia de las aportaciones, parece difícil científica, tal y como ha señalado Evelyn Fox
que si alguien hace algo verdaderamente impor-
tante, no se le incluya (…) Razón por la cual su Keller (1991).
recuperación [la de las mujeres psicólogas] no se
entiende como „reparación‟ a la anterior exclu- La situación de las mujeres en la psico-
sión (2008, pp. 40-41). logía como sujetos de conocimiento (II):
Se construye como una aportación “de dudo- estudios estadísticos, bibliométricos y
sa calidad”, de inclusión “forzada” por una psicosociales
identidad, y no como una forma de reparación Junto con estos estudios históricos, también
de desigualdades históricas (2008, pp. 40-41). existen investigaciones empíricas estadísticas,
Frente a esta postura, me gustaría señalar va- sociológicas y psicosociales sobre desigualda-
rios proyectos de investigación actualmente des de género en Psicología, que han descrito
en desarrollo sobre mujeres científicas con- diferentes barreras y exclusiones para recla-
temporáneas en España y Latinoamérica que mar transformaciones en la disciplina. Con-
rompen precisamente con esta división artifi- viene rescatar, a este respecto, los estudios
cial entre los valores externos e internos a la de Margaret Rossiter (1995) sobre la situación
ciencia. Uno, elaborado por el grupo de inves- de las académicas estadounidenses en el pe-

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riodo conservador posterior a la II Guerra cas que comenzaron a organizarse para pro-
Mundial. Junto con prácticas discriminatorias vocar cambios legales que eliminaran las
de contratación a mujeres, se instauraron re- prácticas de discriminación sexual en los pro-
glas antinepotistas que impedían a psicólogas cesos de contratación y salarios. Revistas co-
casadas eminentes desempeñar puestos do- mo Science comenzaron a publicar diferentes
centes en las mismas universidades que sus estudios que mostraban evidencia científica
maridos o las echaban si lo hacían. Esta situa- sobre prejuicios y discriminaciones sexuales
ción marginal fue recogida por Jane Loevinger en los sistemas de contratación, sueldo y
(1948, p. 551) que demandó en un artículo en promoción académicos. La American Psy-
la American Psychologist “una ética profesio- chologist publicaba en 1970 “Empirical verifi-
nal para las mujeres psicólogas”, denunciando cation of sex discrimination in hiring practices
su utilización como trabajadoras de segunda in Psychology” de Linda Fidell (1970). Esta in-
clase con sueldos que sonrojarían a científicos vestigación empírica concluía que los directo-
varones igualmente cualificados. En 1951 la res de departamento contratarían a varones
psicóloga feminista Mildred Mitchell también con mayor probabilidad que a mujeres con
denunció en la American Psychologist el de- iguales currículum vítae y que les ofrecerían
sigual estatus y la baja representación de mu- mayores rangos con menores méritos.
jeres en altos cargos de la APA en proporción
En el marco de estos estudios pioneros de una
con su número y méritos. Dicho artículo for-
psicología social de la ciencia y del género,
maba parte de las actividades de investiga-
destacamos “The psychology of tokenism: An
ción generadas desde el International Council
analysis” publicado en el número inaugural de
of Women Psychologists3, creado en 1941 “pa-
Sex Roles en 1975. En dicho artículo, Judith
ra la promoción de la psicología como ciencia
Laws analizaba lo que más tarde se denomi-
y como profesión, particularmente respecto a
nará “el síndrome de la abeja reina”: mujeres
la contribución de las mujeres” (Mitchell,
excepcionales que han conseguido altos car-
1951, p. 193), y rechazado como División de
gos y que han sido socializadas para creer que
la APA en 1948 por su naturaleza inherente-
el sexo es irrelevante en las interacciones
mente discriminatoria al constituirse como
profesionales “meritocráticas”. Faye Crosby
grupo de mujeres (Rossiter, 1995).
(1984) analizó pocos años después un fenó-
Pero será fundamentalmente a partir de la meno relacionado: la conciencia selectiva o
llamada “segunda ola del feminismo” de los “negación de la discriminación personal” en
70 que la cuestión de las mujeres como suje- personas que pertenecen a grupos oprimidos y
tos productores de conocimiento científico se perciben como excepciones. Estos fenóme-
alcanzó relevancia teórica y política. Las mu- nos describen el difícil equilibrio identitario
jeres científicas adquirieron conciencia y voz de mujeres académicas que no están dispues-
como colectivo en situación de inferioridad tas a arriesgar su legitimidad y reconocimien-
dentro de las diferentes comunidades cientí- to entre compañeros al identificarse con otras
ficas. Artículos como el de la socióloga Alice mujeres o con temas de mujeres, y actúan
Rossi (1965) “Women in science: Why so few?” como si el sistema de sexo/género no marcara
o el de la psicóloga social Naomi Weisstein diferencia alguna, pero sin desprenderse a su
(1977/1997) “„How can a little girl like you vez de la mascarada femenina para no ser re-
teach a great big class of men?‟ the chairman chazadas (como ya describió la psicoanalista
said, and other adventures of a woman in Joan Rivière en 1929/2007). Se trata de un
science”, donde denunciaban las actitudes y doble vínculo: con la neutralidad masculina
prácticas sexistas en la academia, actuaron científica que no permite adscripciones mar-
como revulsivos impulsando “grupos de con- cadas de género y con las normas sociales que
cienciación” informales de mujeres académi- sancionan “desviaciones” genéricas.
También son importantes los análisis sobre el
3 El ICWP publicó en 1950 en el Journal of Social Psycho- denominado “efecto Matilda” -en referencia
logy los resultados de una amplia investigación sobre la al “efecto Mateo” descrito por Merton (Rossi-
situación de las mujeres psicólogas: “Women psycholo- ter, 1993)-: el olvido “generiza-
gists: Their work, training, and professional opportuni-
ties”. La ideología meritocrática e individualista de la
do”/generalizado de mujeres científicas céle-
época, y el silencio ante las discriminaciones, influyeron bres, los sesgados mecanismos de selección
en el ICWP que eliminaba en 1959 la palabra “mujeres” en los directorios científicos o el desigual re-
de sus siglas

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conocimiento de mujeres que firman artículos la distribución de varones y mujeres a lo largo


e investigaciones en co-autoría con sus mari- de la carrera académica siguen mostrando las
dos. En los años 70, Maxine Bernstein y Nancy tan repetidas gráficas con forma de tijera (va-
Russo (1974) ya habían analizado dicho efecto riando muy poco los valores en 1986 y en el
en mujeres psicólogas a consecuencia de dife- 2005): con porcentajes ligeramente superio-
rentes normativas de publicación científica, res de mujeres estudiantes y la inversión de
entre ellas por ejemplo la omisión de los los porcentajes a favor de los varones agudi-
nombres de autores/as o su sustitución por las zándose desde profesores ayudantes y asocia-
iniciales –con lo que se atribuye por defecto dos hasta titulares y catedráticos (Pérez Se-
la autoría masculina-, complicándose todavía deño, 2007). En el curso 2003/04 las mujeres
más en aquellos casos donde las mujeres ad- representaban el 32% del profesorado univer-
quieren el apellido de sus maridos y se casan sitario (un porcentaje que había disminuido
varias veces. En este sentido, se podría hablar respecto a dos cursos anteriores, lo cual re-
del “efecto [Bluma] Zeigarnik” –la atribución fleja el mito de que “el tiempo reequilibrará
de autoría masculina por defecto- o del las desigualdades”). Casi 9 de cada 10 cate-
“efecto Sherif & Sherif” o “efecto Carolyn” - dráticos eran varones (el 87%) frente al 13%
el olvido del componente femenino en la co- de mujeres catedráticas (Alcalá, 2007). Esta
autoría de matrimonios académicos-. infrarrepresentación en los cargos superiores
(con datos similares en el 2007) se agudiza en
Se trata de trabajos pioneros sobre la organi-
los puestos de decisión unipersonales obteni-
zación social de los psicólogos pero que, a di-
dos por elección: las decanas mujeres consti-
ferencia de los estudios mertonianos, incluían
tuyen un 16% y las rectoras un 6,5% (son datos
las desigualdades de género en sus análisis.
extraídos del informe Académicas en cifras
Iniciaron así una tradición de investigación,
del Ministerio de Educación y Ciencia-2007).
continuada en décadas posteriores, sobre los
En “tiempos de igualdad” continúan siendo
mecanismos informales de discriminación –
evidentes los efectos del llamado “techo de
territorial y jerárquica- en condiciones de
cristal” y las “redes informales de chicos” que
“igualdad formal” (Pion et al., 1996). Respec-
impiden que las mujeres lleguen a puestos
to a la discriminación vertical y en el contex-
superiores cuyo acceso depende de sistemas
to español, las recientes investigaciones sobre
informales de cooptación y revisión de pares.

Personalidad,
Psicología Evolu-
Evaluación y Tra- Psicología Social Psicobiología Psicología Básica
tiva y Educación
tamiento Psicol.
Mujeres Varones Mujeres Varones Mujeres Varones Mujeres Varones Mujeres Varones
Titulares 165 120 92 104 72 63 107 140 143 108
Catedrá-
14 35 7 45 2 11 14 44 19 44
ticos

Tabla 1. Distribución por puesto y sexo en los departamentos de las facultades de Psicología en España (MEC, 2007)

En Psicología en concreto, y en el contexto tudio bibliométrico pionero que realizó Con-


español, destacamos los siguientes datos ob- cha Fernández Villanueva (1982). Esta autora
tenidos del informe anteriormente citado que identificó los porcentajes diferenciales por
desglosa las cifras de titulares y catedráticos sexo de publicaciones en la American Psycho-
por sexo y áreas de conocimiento. Se aprecia logist, la Journal of Personality and Social
perfectamente la inversión de porcentajes Psychology, la British Journal of Psychology y
por sexo en la medida en que subimos en el la Revista de Psicología General y Aplicada.
escalafón docente y las diferencias en función En esta última, por ejemplo, el porcentaje de
de la “carga de género” del área (Tabla 1). autores varones durante toda la década de los
70 era el 72,8% y el de autoras mujeres el
Por otro lado, son importantes también, los
27,2%. Recientemente, la revista Psicothema
estudios sobre prejuicios y estereotipos se-
ha realizado un estudio bibliométrico similar
xuales que intervienen en los procesos de se-
sobre los porcentajes de autores varones y
lección y evaluación. Resaltamos aquí un es-

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mujeres en dicha revista desde 1989 hasta inmutable (Lewin, 1984; Bem, 1993; Moraws-
2008 (González-Alcaide et al., 2010). Sus con- ki, 1997). Recogiendo la herencia de las pio-
clusiones son que, aunque el número de mu- neras psicólogas, estos trabajos han criticado
jeres autoras ha experimentado un aumento teorías psicológicas misóginas y sexistas, con
importante, han pasado de ser un 35,71% en esencialismos biologicistas aunque también de
1989 a un 48,48% en 2008, persisten desequi- otros tipos (Bosch, Ferrer y Gili, 1999; García
librios en relación con la productividad y el Dauder, 2005a)4. Junto a ello, se han descrito
orden de las firmas (por ejemplo cuando se los sesgos de género a lo largo del proceso de
identifican los artículos con sólo una firma, el investigación; y el androcentrismo de la psi-
porcentaje de autores varones es del 73% y el cología al olvidar determinadas experiencias
de mujeres el 27%). No obstante, es de subra- particulares de las mujeres o al mostrarlas
yar aquí la creciente preocupación por la como “deficiencias” o patologías respecto a
igualdad de género en los organismos gestores la norma masculina considerada universal.
de políticas científicas y la generación de es-
Ellen Herman (1995) ha analizado el “curioso
tudios al respecto.
cortejo” de la psicología y el feminismo du-
Por otro lado, sigue siendo necesario describir rante la década de los 70. Por un lado, el re-
las diferentes formas de segregación sexual celo de las feministas frente a la psicología y
de ciertas áreas y criticar los procesos de los expertos psicólogos que tras la guerra ha-
desvalorización de aquéllas feminizadas, por bían convertido a las madres –especialmente
ejemplo, el menor reconocimiento de ámbitos las madres “masculinas” que trabajaban- en
aplicados (Barberá y Cala, 2008; Moreno, chivos expiatorios responsables tanto de
2009). Todavía se sigue dando la “fórmula” de “neurosis de soldados” como de desastres so-
que el prestigio de una disciplina o área de ciales5. “A los ojos de muchas feministas, la
conocimiento es inversamente proporcional al psicología era poco más que sexismo disfraza-
número de mujeres en ella (González y Pérez do de ciencia” (Herman, 1995, p. 279). Pero
Sedeño, 2002). según esta autora, si bien la psicología ayudó
a “construir la feminidad”, también -y en
Destacar por último, la importancia de los es-
respuesta a ello- provocó en parte la nueva
tudios cualitativos que, más allá de cifras es-
ola del feminismo que, a su vez, se valió de
tadísticas, permiten profundizar en los meca-
conceptos psicológicos que ayudaban a expli-
nismos subjetivos y emocionales, más sutiles
car los aspectos subjetivos –no solo los mate-
e invisibles, que están en la base de las de-
riales- de la opresión patriarcal. En su crítica
sigualdades: por ejemplo, los diferentes pro-
a Erikson, Kate Millett (1969/1995) utilizó el
cesos de socialización generizada y su in-
concepto de identidad para enfatizar la di-
fluencia en la adaptación científica, o ambi-
mensión social de la experiencia subjetiva y
valencias identitarias y conflictos de rol en
lo asoció con los procesos de socialización de
mujeres académicas (Izquierdo, 2004). O
género como base ideológica del poder pa-
pueden mostrar discursos que legitiman el
triarcal –recogiendo el lema de Beauvoir “la
statu quo: por ejemplo, la negación de la
mujer no nace se hace”-. Millett criticó los
existencia de discriminaciones o la atribución
escasos trabajos desde la psicología sobre las
a un sedimento del pasado o a elecciones in-
repercusiones psicosociales de la supremacía
dividuales, etc. (Cabruja, 2008). O, como se-
masculina. Otro ejemplo fueron las tesis hu-
ñalábamos en el apartado anterior, permiten
manistas de Betty Friedan (1963/1974) sobre
abordar las relaciones entre las trayectorias
el “problema que no tiene nombre” en las
de vida y las profesionales.
mujeres estadounidenses blancas de clase
La construcción de la mujer y lo feme- media, producto del sacrificio de su autorrea-
nino como objetos de conocimiento psi- lización al servicio de los demás; o los presu-
cológico
La crítica feminista también ha abordado la 4 Un buen ejercicio para relativizar la autoridad de psicó-
construcción psicológica de la “mujer” y “lo logos clásicos como Watson, Hall, Titchener, o en España,
Ortega y Gasset, es analizar sus teorías sobre la inferiori-
femenino” como objeto de estudio, y con ello dad de las mujeres y ver cómo sus facultades críticas y
la construcción psicológica de las diferencias objetivas de veían mermadas cuando abordaban “la cues-
sexuales, de la normalidad-naturalidad sexual tión femenina”.
y de una identidad sexual o de género fija e 5 En este sentido, ver el excelente trabajo crítico de Eri-
ca Burman (1998b) sobre la psicología evolutiva.

Quaderns de Psicología | 2010, Vol. 12, No 2, 47-64


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puestos psicológico-humanistas implícitos en comprender las condiciones y expectativas


los grupos de concienciación a partir del lema sociales bajo las cuales viven las mujeres.
lo personal es político (Kate Millett, Weisstein acudía a los experimentos clásicos
1969/1995). Por último, las psicólogas socia- en psicología social –presentados en oposición
les feministas del momento generaron estu- a las teorías biologicistas- para demostrar la
dios sobre los estereotipos y prejuicios de gé- necesidad de analizar las influencias del con-
nero, analizaron el poder y la influencia del texto social en el comportamiento de las per-
contexto social (Unger, 1998). sonas.
En su libro Resisting Gender. Twenty-five Hasta que los psicólogos no comiencen a respetar
la evidencia, hasta que no empiecen a analizar
years of Feminist Psychology, Rhoda Unger
los contextos sociales en los cuales la gente se
(1998) nos cuenta cómo a partir de una charla mueve, la psicología no tendrá nada sustancioso
informal en un congreso anual de la APA se que ofrecer (...) Lo que está claro es que hasta
gestó en 1969 la Association for Women que las expectativas sociales hacia varones y mu-
Psychologists (AWP)6, una asociación extra- jeres no sean iguales, y hasta que no proporcio-
nemos el mismo respeto a varones y mujeres,
académica y activista. Su paralelo “formal” y nuestra respuestas a esta cuestión [la existencia
académico será la posterior División 35 de la de diferencias sexuales inmutables] simplemente
APA, “Psicología de las Mujeres”, creada en reflejará nuestros prejuicios. (1968/1993, p.
1973, como producto de una comisión de in- 208).
vestigación -el Committee for Women in A partir del texto de Weisstein algunas psicó-
Psychology (CWP) dirigida por Martha logas se decidieron a “reconstruir” la psicolo-
Mednick- con el objetivo de promocionar es- gía de la mujer, del género o de las diferen-
tudios sobre la situación de las mujeres en la cias sexuales, y en la década de los 70 y co-
psicología como sujetos y como objetos de mienzos de los 80 se publicaron una serie de
conocimiento. Son años que coinciden con un artículos revisando de forma crítica los estu-
nuevo auge del feminismo y curiosamente con dios psicológicos sobre el tema. De especial
la elección de la tercera y cuarta presidentas interés fueron los recogidos en una de las re-
de la APA -Ann Anastasi en 1972 y Leona Tyler vistas más prestigiosas de teoría feminista,
en 1973-, rompiendo de este modo con una Signs: “Review Essay: Psychology” y “Psycho-
ausencia de mujeres presidentas de más de 50 logy and Women: Review Essay” de Mary Par-
años. lee (1975,1979), “Review Essay. Psychology”
Esta convergencia de la psicología construye de Reesa Vaughter (1976) y “Psychology and
la feminidad y la psicología construye a la Gender” de Nancy Henley (1985). Junto a es-
feminista se hará especialmente evidente en tas revisiones, comienzan a escribirse libros
la figura de Naomi Weisstein y su polémico sobre “psicología de las mujeres” firmados
“Kinder, küche, kirche as scientific law: por mujeres –no en todos los casos necesaria-
Psychology constructs the female” mente feministas- y recopilaciones sobre psi-
(1968/1993)7. Como ha señalado Celia Kitzin- cología de las diferencias sexuales (Maccoby y
ger (1993), Weisstein impulsó con este texto Jacklin, 1974; Sherman y Denmark, 1978).
clave el desplazamiento desde “la psicología Junto con los artículos de Weisstein, quiero
construye lo femenino y la mujer” al “femi- destacar especialmente tres artículos críticos
nismo reconstruye a la psicología”. “El argu- de 1979 y un libro de 1978, por la importancia
mento central de mi artículo es el siguiente. que tuvieron en la época y por la vigencia ac-
La psicología no tiene nada que decir sobre tual de sus aportaciones. Dos artículos tienen
cómo son las mujeres, lo que necesitan o lo la firma de Carolyn Sherif, “What every inte-
que quieren, especialmente porque la psico- lligent person should know about Psychology
logía no lo sabe” (Weisstein, 1968/1993, p. and Women” (1979) y “Ethnocentrism, Andro-
197). Y no lo sabe, en opinión de Weisstein, centism, and Sexist Bias in Psycho-
por su obsesión por los rasgos internos y su logy”(1979/1987), donde de forma irónica nos
descuido del contexto social. Para explicar el presentaba su “breve curso sobre cómo per-
comportamiento de las mujeres es necesario petuar un mito social” sobre diferencias se-
xuales. El otro artículo es el clásico de Rhoda
6 La historia de esta asociación feminista en psicología Unger “Toward a redefinition of sex and gen-
puede verse en Leonore Tiefer (1991). der” (1979) donde introdujo el concepto de
7 Feminism & Psychology ha dedicado un monográfico es- género en una de las revistas más prestigio-
pecial a dicho texto en su volumen 3(2) de 1993.

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Las relaciones entre la Psicología y el Feminismo 55

sas, la American Psychologist, y advirtió que cólogos y psiquiatras varones habían construi-
centrarse en las diferencias sexuales oscure- do la locura y la feminidad de forma “especu-
cía el análisis sobre las semejanzas y sobre los lar”. El feminismo en alianza con la anti-
determinantes situacionales de la conducta psiquiatría denunció la autoridad del poder
(1979, p. 1090)8. El libro al que me refiero es médico sobre los cuerpos y vidas de las muje-
el de las psicólogas sociales Suzanne Kessler y res, y la patologización y psicologización de
Wendy McKenna, Gender: An ethnomethodo- problemas y conflictos sociales producto de la
logical approach (1978)9. En este sorprenden- dominación masculina y heterosexual. En di-
te trabajo, y anticipándose a las tesis teóricas ferentes países, a finales de los 60 se organi-
de Judith Butler, las autoras ya rechazaban el zaron protestas y boicots de grupos feministas
dualismo sexo-biológico y género-social, al y de gays y lesbianas en convenciones de aso-
cuestionar la realidad “natural” e invariante ciaciones psiquiátricas y psicológicas, denun-
de dos únicos sexos, “varón” o “mujer” –a los ciando la construcción social de enfermeda-
que se refieren como “géneros” por su carác- des mentales a través de prejuicios sexistas,
ter también social. Buena parte del libro está racistas, políticos y homófobos. Estos colecti-
dedicado a explicar cómo “se hace el género” vos exigían protección legal frente a prácticas
en las interacciones cotidianas, mediante es- abusivas de clínicos, pero también libertad
trategias de presentación y passing –de for- para prisioneros políticos y de gays y lesbianas
mas de hablar, apariencia física pública y pri- internados en instituciones mentales. Se ini-
vada y la construcción de un pasado personal- ciaban así las bases de las “terapias no-
y mediante atribuciones externas de género – sexistas” y “terapias feministas” que abordan
comenzando por la primera asignación de se- malestares desde el análisis social de las rela-
xo cuando nace un bebé. La radicalidad de ciones de poder sin patologizar a las mujeres
este libro –y de posteriores trabajos de Kess- (Sáez Buenaventura, 1988; Burin, 1990; Hyde,
ler (1998) sobre la asignación de sexo en be- 1995).
bés intersexuales- reside en tomar la dualidad
No obstante las alianzas anteriores, la mayor
sexual –no sólo la de género- no como un
parte de la psicología de las mujeres o psico-
apriori incuestionado sino como producto so-
logía feminista ha reproducido a su vez la ex-
cial. Coincido con Carmen Poulin (2007) en
clusión de otras diferentes diferencias, siendo
reclamar para futuros manuales de Historia de
predominantemente una psicología de y para
la Psicología los nombres de Naomi Weisstein,
mujeres blancas, anglosajonas, heterosexua-
Carolyn Sherif, Rhoda Unger o Suzanne Kess-
les y de clase media-alta. Psicólogas feminis-
ler y sus aportaciones a la psicología del gé-
tas lesbianas, negras o no-occidentales, y que
nero. No sólo eso, un espacio donde se sitúen
además quieran dedicarse al estudio sobre los
las investigaciones psicológicas sobre diferen-
grupos que representan, se encuentran en si-
cias sexuales en su contexto político.
tuaciones de mayor marginalización y exclu-
Por otro lado, también en la década de los sión, a veces desde la propia “psicología de
70, diferentes académicas feministas critica- las mujeres” y “psicología feminista” (Brown,
ron públicamente el sexismo en la práctica 1989; Squire, 1989; Comas-Díaz, 1991; Hall,
clínica psicológica. Phyllis Chesler en la con- 1997). La APA no estableció una Sociedad pa-
ferencia anual de la APA en 1970 sorprendió a ra el “Estudio psicológico sobre cuestiones de
su audiencia demandando “un millón de dóla- minorías étnicas” hasta 1987 -doce años des-
res „en reparaciones‟ para aquellas mujeres pués de que se creara la dfivisión de “Psicolo-
que nunca habían sido ayudadas por los profe- gía de las mujeres”-. En 1975 la APA votó
sionales de la salud mental y que en cambio sí prohibir la discriminación frente a psicólogos
habían sido objeto de abuso” (Chesler, 1970 gays y lesbianas que hasta dos años antes –
en Wilkinson, 1997). Chesler (1972) denunció 1973- estaban etiquetados como enfermos
cómo las mujeres eran patologizadas tanto si mentales en el DSM por sus propios compañe-
se conformaban a los dictados de la feminidad ros de profesión (Morin, 1977; Herman, 1994).
como si se rebelaban a ellos, y cómo los psi- En 1985 se establece la Sociedad para el “Es-
tudio psicológico sobre cuestiones de gays y
8 Feminism & Psychology ha dedicado un monográfico es- lesbianas”. No obstante, estos avances han
pecial a dicho texto en su volumen 17(4) de 2007. tenido un efecto más bien escaso sobre la
tendencia general de la psicología, incluida la
9 Feminism & Psychology dedicó en el 2000 un número
monográfico a la revisión de este libro.
“psicología de las mujeres”, que representan

Quaderns de Psicología | 2010, Vol. 12, No 2, 47-64


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lo blanco y lo heterosexual como norma- En la actualidad, todavía se sigue debatiendo


neutra-generalizable, construyendo las dife- en el seno de la psicología feminista sobre el
rencias como inferiores, invisibilizándolas o abandono o la reconstrucción del estudio so-
“guetizándolas” en epígrafes marginales. bre las diferencias sexuales11. La teorización
Desde la constatación estadística de la “cre- del género como rasgo diferencial y no como
ciente obsolescencia” de una psicología que relaciones de poder, la reificación de concep-
no reconoce las diferencias –tanto de sus su- tos como “masculinidad” y “feminidad” –o
jetos practicantes como de sus objetos de es- “androginia”12, la construcción de una polari-
tudio-, se han elaborado varios trabajos advir- zación dicotómica de los sexos y géneros con
tiendo sobre las consecuencias negativas de su consecuente heterosexismo y homogenei-
estas exclusiones y proponiendo una mayor zación interna, y el olvido de que el género
inclusividad democrática –y una revisión de está subjetiva y culturalmente situado, son
los contenidos- en la investigación, enseñanza algunas de las críticas a la perversión de los
y práctica (Hall, 1997; Landrine, 1995). estudios sobre el género y la fetichización y
obsesión por las diferencias (Fine y Gordon,
Junto a los estudios que criticaban el sexismo
1989; Bem, 1993; Kitzinger, 1994; Hare-
teórico, desde posiciones empiristas feminis-
Mustin y Marecek, 1994). Para estas autoras,
tas se han venido denunciando diferentes
la psicología se ha reapropiado y ha despoliti-
“sesgos de género” a lo largo de todo el pro-
zado el feminismo precisamente mediante la
ceso de investigación psicológica: (1) modelos
investigación de las diferencias de género y
teóricos o lenguajes sesgados; (2) sesgos en la
bajo la presunción de la neutralidad de géne-
formulación de preguntas planteando deter-
ro. El auge de estos estudios y su aceptación
minadas cuestiones y no otras a consecuencia
dentro de la psicología dominante bajo los
de estereotipos de género; (3) sesgos en la se-
epígrafes de “psicología del género” o “psico-
lección de las muestras: o bien utilizando con
logía de las diferencias sexuales” puede ex-
mayor frecuencia a varones que a mujeres –
plicarse en gran medida por su desvinculación
las teorías sobre la “motivación de logro” de
del análisis del poder y por su adhesión rígida
McClelland, el “desarrollo moral” de Kohlberg
a los cánones metodológicos empiristas. Des-
o la “categorización social” de Tajfel se desa-
de una posición diferente, psicólogas feminis-
rrollaron inicialmente a partir de estudios con
tas empiristas han argumentado que no se
muestras exclusivamente masculinas-, o bien
puede negar el valor pragmático -bajo un
realizando la selección en función de estereo-
contexto hegemónico de empirismo científi-
tipos -por ejemplo, los estudios sobre agre-
co- de unos datos sobre diferencias sexuales
sión se han realizado con muestras mayorita-
que puedan ser usados políticamente en un
riamente masculinas-; (4) sesgos de género
sentido feminista, y que del mismo modo no
derivados de los efectos del experimentador;
se pueden olvidar las negativas consecuencias
(5) sesgos en las interpretaciones o en la pu-
políticas de abandonar un campo marcado
blicación exclusivamente de resultados signi-
históricamente por el sexismo (Hyde, 1994b;
ficativos -sólo nos enteramos cuando difieren
Eagly, 1994). Muy pertinente en este debate
varones y mujeres y no cuando no lo hacen,
ha sido la distinción de Rachel Hare-Mustin y
descuidándose las semejanzas, etc10. En este
Jeanne Marecek (1994) entre los “sesgos alfa”
sentido, varios trabajos han presentado un
conjunto de orientaciones guía para evitar el
sexismo en la investigación psicológica (Den- 11 El monográfico de Feminism & Psychology de 1994 te-
mark, Russo, Frieze y Sechzer, 1988; McHugh, nía el título: “¿Debería la Psicología estudiar las diferen-
Koeske y Frieze, 1986) y han propuesto técni- cias sexuales?”. El mismo debate fue planteado a media-
cas metodológicas como el “meta-análisis” dos de los ochenta en la American Psychologist (nº42, 43
y 45) y en la Bulletin of the British Psychological Society
con el objetivo de contrarrestar afirmaciones (nº39 y 40).
sobre la diferencia-inferioridad femenina 12 La “androginia” ha sido uno de los constructos psico-
(Hyde, 1994a). lógicos que más ha calado en el lenguaje común y ha
trascendido a la psicología dominante (Mednick, 1989).
No obstante, sus principales teóricas -Sandra Bem y Ber-
nice Lott- se han distanciado críticamente de dicho tér-
mino que reproducía de nuevo la dualidad –aunque ahora
10 Para un mayor análisis sobre diferentes investigaciones bajo dos continuos- y la existencia a priori de lo “mascu-
empíricas indicando sesgos de género en el proceso de lino” y lo “femenino” como algo tangible e independien-
investigación psicológica, ver Squire (1989), Hyde (1995), te, por otro lado solo identificable por expertos psicólo-
Unger (1998) o Barberá (1998). gos (Lott, 1994; Bem, 1993; Morawski, 1994).

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Las relaciones entre la Psicología y el Feminismo 57

o la exageración de las diferencias y la polari- esta autora, hoy en día, “la cuestión sobre las
zación de género, y los “sesgos beta” cuando diferencias sexuales no es una cuestión femi-
las diferencias de género son minimizadas y nista” (Unger, 2007, p. 489). Por otro lado,
se considera lo masculino como universal. recogiendo el legado de Kessler y McKenna
(1978) y atendiendo al auge biologicista en las
Desde otras caras del debate, se ha revalori-
explicaciones sobre la transexualidad, otras
zado la “voz diferente” de las mujeres (de
autoras abogan por una reestructuración radi-
Carol Gilligan)13; se han explicado las diferen-
cal de las ideas sociales sobre el sexo como
cias enfatizando la internalización de la opre-
categoría dualista (no sólo sobre el género) y
sión de las mujeres con conceptos como
con la necesaria coherencia sexo/género que
“miedo al éxito” (de Martina Horner); o se
“obliga” a cambiar hormonal y quirúrgica-
han introducido constructos psicológicos en el
mente cuerpos (Zucker y Ostrove, 2007). Esta
vocabulario político como “empoderamiento”
perspectiva permitiría pensar en las variacio-
u “homofobia”. Para algunas autoras, la re-
nes de género a través del sexo (diferentes
percusión fuera de la psicología y el éxito de
masculinidades en mujeres o la proliferación
estos términos psicológicos se debe a cuestio-
de nuevas categorías de género no dualistas).
nes más políticas que intelectuales, ya que,
Junto a esto, se reclaman estudios intersec-
según ellas, despolitizan problemas sociales
cionales que atiendan a otras variables de
teorizando el poder o las opresiones en tér-
opresión constitutivas y que rompan definiti-
minos individualizados y privatizados -a veces
vamente el centro de atención en diferencias
reproduciendo esencialismos homogeneizado-
que homogeneízan a hombres y mujeres.
res y a veces culpabilizando a las víctimas-
eludiendo análisis sobre diferencias de poder Articulaciones Psicología y Feminismo:
o factores socio-estructurales (Mednick, 1989; hacia una Psicología Feminista
Kitzinger y Perkins, 1993; Wilkinson, 1997).
¿Qué ha aportado y qué puede aportar el fe-
Desde una psicología feminista socioconstruc- minismo a la psicología para proporcionar una
cionista se sostiene que más que preguntarse mayor igualdad? Por un lado, desde posiciones
sobre cuáles sean las diferencias “reales” en- feministas se han criticado las desigualdades
tre varones y mujeres, la psicología debería de género en la comunidad psicológica. Por
estudiar cómo las personas –incluidos los psi- otro, se ha criticado el sexismo y androcen-
cólogos- construimos varones y mujeres como trismo en los contenidos psicológicos, y desde
dos sexos naturales y diferentes (Unger, 1998; el empirismo feminista se han elaborado guías
Wilkinson, 1997). metodológicas para corregir y eliminar los
La Psicología en “tiempos de igualdad” sigue sesgos de género en el proceso de investiga-
manufacturando diferencias sexuales bajo de- ción. Más aún, desde algunas posiciones se
terminismos biologicistas, y contribuye así a han relacionado ambos aspectos: desde la crí-
la popularización mediática y de best sellers tica al individualismo y la neutralidad del su-
sobre los “diferentes planetas” de los que jeto de conocimiento, y concibiendo la psico-
provienen varones y mujeres. En las nuevas logía como prácticas sociales, se ha destacado
generaciones, se da la situación paradójica de la relevancia epistémica tanto de la posición
un mayor conocimiento del feminismo (en el social y sexuada del sujeto de conocimiento,
contexto español avalado por cambios políti- como de la estructura social de la comunidad
cos y legislativos), pero a la vez la negación científica. Desde algunas posiciones se han
de que el sexismo todavía exista y la produc- propuesto formas alternativas de conocimien-
ción de explicaciones individuales sobre pro- to que potencien una objetividad dinámica-
blemas estructurales (Zucker y Ostrove, relacional reconfigurando las relaciones suje-
2007). Siguen estando vigentes las palabras de to-objeto (Keller, 1991) y desde otras se pro-
Unger (1979) sobre la falta de atención a los pone una objetividad parcial definida como
estudios sobre semejanzas, “que no venden”, conocimientos situados (Haraway, 1991). Har-
y sobre la necesidad de análisis sobre las ding (1996) defiende el privilegio epistémico
constricciones sociales y sobre el género co- de la articulación de posiciones marginaliza-
mo variable estímulo. En este sentido, para das no normativas, entre ellas las feministas,
gracias a las críticas que dirigen hacia los
planteamientos hegemónicos, poniendo en
13 En 1986 Signs dedicó un “forum interdisciplinario” cuestión lo no cuestionado de la ciencia,
monográfico sobre “una voz diferente” de Gilligan.

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abriendo campos de ignorancia y denunciando nismo” -Feminism & Psychology- abriendo un


las complicidades de la producción científica nuevo espacio para aquellos trabajos no em-
con el mantenimiento de desigualdades socia- píricos de psicología feminista. Diversos estu-
les. Helen Longino (2002) ha defendido una dios han analizado también el escaso impacto
especie de “gestión objetiva de la diversidad” de las investigaciones sobre la psicología de
en la ciencia –que denomina “democracia las mujeres en la psicología mainstream reca-
cognitiva”- que garantice la inclusión de la bando índices sobre citas y temas en revistas
máxima pluralidad de perspectivas socialmen- prestigiosas (Lykes y Stewart, 1986; Fine y
te relevantes con el objeto de anular las idio- Gordon, 1989). Se plantean nuevos interro-
sincrasias particulares y facilitar el cuestio- gantes: ¿estos trabajos son ignorados o poco
namiento del trasfondo de los valores hege- citados porque están realizados por mujeres?,
mónicos. En definitiva, se defiende que es po- ¿porque son sobre mujeres? o ¿porque plan-
sible incrementar la objetividad democrati- tean cambios paradigmáticos para los cuales
zando el conocimiento y las prácticas científi- la comunidad de psicólogos todavía no está
cas, y ese sería el efecto positivo que el fe- preparada? (Unger, 1998). En este sentido,
minismo como teoría crítica y movimiento po- surgen posteriores análisis epistemológicos
lítico podría provocar en la psicología. sobre cómo la legitimidad profesional tam-
bién depende de relaciones de poder donde
¿Qué puede aportar la psicología al feminis-
intervienen las hegemonías de género y de
mo? ¿Es posible una psicología feminista o es
conocimiento.
una contradicción en sus propios términos?
Nos encontramos con que la retórica de la En un proceso de reflexividad sobre su traba-
psicología científica en tanto a-política exclu- jo, psicólogas feministas anglosajonas se han
ye la investigación feminista. Incluso la psico- planteado el dilema “activismo versus aca-
logía política se ha desvinculado de las apor- demicismo” (Unger, 1998; Wittig, 1985). En
taciones feministas, perdiendo la riqueza de palabras de Jill Morawski, cómo compaginar
sus re-conceptualizaciones de “lo político” “la voz científica de la razón templada y la
(“lo personal es político”) o de sus teorías so- voz feminista del compromiso apasionado”
bre los mecanismos psíquicos del poder (Cap- (1997, p. 10). Un dilema que para muchas se
devila y Unger, 2006). Así, a partir de la dé- traduce en una irreconciliable elección entre
cada de los 80, a las investigaciones sobre la un trabajo académicamente “aceptable” por
situación de las mujeres en psicología se le la comunidad de psicólogos –utilizando voces
añaden las investigaciones sobre la situación impersonales pasivas y distanciamientos acti-
particular de las feministas en psicología14: vistas- o el abandono de la academia y la de-
psicólogas que se especializan en estudios so- dicación a la militancia feminista “desde los
bre mujeres, género o estudios feministas y márgenes”. Otras en cambio apuestan por el
que comienzan a darse cuenta que son esca- desarrollo de un “feminismo anti-psicología”
sas las revistas que aceptan sus artículos – desde la propia academia (Squire, 1990); por
muchos menos si no contienen estudios expe- mantenerse en un “empirismo feminista es-
rimentales o empíricos- con el argumento de tratégico” conscientes de que ni es el único
que sus temas y objetos de estudio son dema- método ni el mejor, pero es necesario y polí-
siado “particulares y minoritarios” (Kitzinger, ticamente efectivo (Unger, 1998); o critican
1990; Unger, 1998; Zucker y Ostrove, 2007). la inoperancia política feminista de un relati-
En respuesta a esta necesidad se fundaron las vismo paralizante (Weisstein, 1993). Algunas
revistas Sex Roles en 1975 y Psychology of alertan sobre los peligros de cooptación aca-
Women Quarterly en 1976 cuya línea editorial démica y el consecuente desinflamiento polí-
se dirige fundamentalmente a estudios empí- tico; otras defienden la existencia de estudios
ricos sobre “psicología de las mujeres” y “psi- feministas como un espacio de intervención
cología del género o de las diferencias sexua- necesaria en y desde la academia15.
les”. No es hasta 1991 que se crea una revista
Psicólogas feministas han analizado las conse-
que integra las palabras “psicología” y “femi-
cuencias de esta “doble alianza”, los “dobles
estándares”, las “ambivalencias o contradic-
14 Wilkinson (1990, 1991) ha analizado los mecanismos de
resistencia de la psicología tradicional frente a la crea-
ción de la Sección de “Psicología de las Mujeres” en la 15 Ver estas posiciones en la compilación de Erica Bur-
British Psychological Society. man (1990) Feminists and Psychological Practice.

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Las relaciones entre la Psicología y el Feminismo 59

ciones” que implica la posición de psicólogas- optación” despolitizada del término que lo
feministas (Unger, 1998; Fine y Gordon, 1989; aleja cada vez más de sus orígenes feministas
Wilkinson, 1991). (Crawford y Fox, 2007). Se da la situación pa-
Comprometidas con la práctica feminista somos
radójica de que el boom de los estudios de
excluidas de la categoría de „psicólogas‟. Practi- género ha “vaciado” de significado la palabra,
cando como „psicólogas‟ dejamos de actuar como haciéndola sinónima a “sexo” y llegando al
feministas (...) El híbrido „psicología feminista‟ absurdo de hablar de “diferencias de género
puede ser conceptualmente coherente o bien a
través de una politización de la psicología, o bien
en ratas o en el útero”. La proliferación de
a través de una despolitización del feminismo. los estudios de género en Psicología ha provo-
(Kitzinger, 1990, p. 124,132). cado en parte el efecto opuesto al deseado
por Unger: su utilización por parte de psicólo-
Según estas autoras, bajo los criterios empi-
gos y psicólogas no familiarizados con los ar-
ristas de objetividad y neutralidad parece que
gumentos feministas para hablar de diferen-
una “buena” investigación psicológica solo
cias sexuales. Este intercambio “ignorante”
puede ser realizada a expensas de una buena
de los términos coexiste con la crítica profun-
teoría feminista, evitando mencionar y pro-
da a la distinción sexo/género realizada por
blematizar el poder y el contexto social, la
autoras como Butler y ya anticipada por Kess-
existencia de mecanismos de opresión o ha-
ler (como hemos señalado). Es por ello que
blar de patriarcado (Fine y Gordon, 1989; Ni-
para muchas autoras todavía sigue siendo es-
colson, 1995). La marginalidad de publicacio-
tratégicamente relevante distinguir ambos
nes sobre mujeres -realizadas por y sobre un
términos. Si bien los diferentes usos de la
grupo no normativo e infravalorado por la dis-
teoría feminista han permitido hablar de “gé-
ciplina- se torna ilegitimidad si además se uti-
nero” como categoría crítica de análisis
lizan métodos o teorías feministas no ortodo-
xos: los estándares científico-académicos en (“perspectiva de género”) y como categoría
social (“relaciones de género” materiales y
psicología canalizan una “psicología de la mu-
simbólicas), hoy nos encontramos con otros
jer” o “psicología del género” basada en es-
usos. Y así nos podemos preguntar: ¿por qué
tudios experimentales o estudios empíricos
cuantitativos. Por otro lado, la ambivalencia lo llaman género cuando quieren decir sexo?
(p.ej. estadísticas con datos desagregados,
con la que se encuentran las psicólogas femi-
varón-mujer, sin explicaciones sociales de las
nistas empiristas es que su trabajo es deva-
diferencias); ¿por qué lo llaman género cuan-
luado por la teoría feminista por su devoción
do quieren decir mujeres? (p.ej. estudios so-
por los datos y paradójicamente devaluado
bre maternidad o reproducción sin perspecti-
por la psicología debido a su conexión con la
va de género); o ¿por qué lo llaman género
ideología feminista (Unger, 1998). Para algu-
cuando quieren decir feminismo? (un uso polí-
nas, la emergencia del paradigma sociocons-
ticamente correcto y subvencionable). No só-
truccionista en psicología social ha abierto
lo eso, es el momento de plantearnos, como
nuevos espacios menos “malabarísticos” para
hace Teresa Cabruja (2008), “cómo hacer pa-
una psicología feminista (Gergen, 2001; Bur-
ra que cuando el género entre en el aula [y en
man, 1998a). Partiendo de las críticas al posi-
la academia en general, añado yo], el femi-
tivismo, al individualismo y al esencialismo,
nismo no salga por la ventana” (2008, p. 37).
los problemas surgen ahora ante posibles di-
A partir del análisis del discurso de profesores
soluciones políticas en relativismos paralizan-
y estudiantes de psicología, esta autora reco-
tes (Weisstein, 1993); la urgencia política de
ge que frente al término “género” percibido
datos empíricos en una sociedad que todavía
como “equitativo o compensado”, el concep-
basa los cambios sociales en “hechos científi-
to “feminismo” es “temido” porque no se
cos” (Kitzinger, 1999); y la importancia de
asocia con un movimiento que lucha por la
cambios individuales mientras se espera la
igualdad entre hombres y mujeres, sino por la
revolución (Brown, 1992).
desigualdad de los hombres (2008, p. 37).
“En tiempos de igualdad”, treinta años des- Todavía sigue siendo necesario rescatar la his-
pués de que Rhoda Unger introdujera el con- toria.
cepto de “género” en la psicología dominante
En el contexto español, un uso abusivo e in-
para diferenciarlo de “sexo”, psicólogos y psi-
discriminado del término género para hablar
cólogas siguen todavía confundiendo los con-
de diferencias sexuales supone un retroceso
ceptos, es más se ha producido una “co-
teórico y rompe con una tradición de tres dé-

Quaderns de Psicología | 2010, Vol. 12, No 2, 47-64


60 Silvia García-Dauder

cadas en las que el término había servido de bruja, 2005); o, con influencias del psicoaná-
puente para unir investigación psicológica y lisis, análisis sobre mecanismos subjetivos del
feminista. Ester Barberá y Mª Jesús Cala poder, de sujeción y resistencia, que atienden
(2008) han resumido esta evolución de la a dimensiones emocionales e inconscientes
perspectiva de género en la psicología aca- (Amigot y Pujal, 2006, 2009). Sigue pendien-
démica española y las personas, institutos de te, no obstante, la problematización del sexo
investigación y principales publicaciones que como variable dicotómica y excluyente, lo
han dado cuerpo a esta área de conocimiento, que supondría admitir una variabilidad de
sobre todo a partir de la década de los 9016. cuerpos sexuados equivalente a la asumida
Como publicaciones destacables, mencionar para el género. Un ejercicio que autoras que
el manual coordinado por Ester Barberá e Isa- han analizado la intersexualidad ya están rea-
bel Martínez Benlloch (2004), Psicología y Gé- lizando (García Dauder, 2006; García Dauder y
nero, donde participan autoras/es referentes Gregori, 2009; Bonilla, 2009).
en el área. Estas aportaciones han partido de
“En tiempos de igualdad”, nos movemos en
perspectivas teóricas y metodológicas varia-
un momento paradójico en el que, mientras
das, pudiendo compartir espacio en un mismo
se deconstruye y problematiza tanto el objeto
manual el cognitivismo, el psicoanálisis y la
de estudio de la psicología de las mujeres o
psicología social. Dentro de una perspectiva
de género, como el sujeto de conocimiento
socio-cognitiva y desde un compromiso femi-
de la psicología feminista -su dualidad y su
nista se han desarrollado investigaciones so-
homogeneización interna que excluye diferen-
bre estereotipos, esquemas y atribuciones de
tes diferencias-, sigue siendo necesario nom-
género, sexismo, categorizaciones e identidad
brarlo y recuperarlo para abordar desigualda-
social, etc. Por otro lado, se ha dado un “vi-
des. Y siguen siendo necesarias las comillas.
raje aplicado” (Barberá y Cala, 2008), pluri-
disciplinar y cada vez más interseccional. Se Referencias
han abordado ámbitos como la violencia, la
Alcalá, Paloma (2007). La situación actual en Espa-
educación, la salud, el trabajo, la inmigra-
ña. En Paloma Alcalá, Eulalia Pérez Sedeño y Ma-
ción, el envejecimiento o la sexualidad, quizá ría Jesús Santesmases (Coords.), Mujer y Ciencia.
porque los ámbitos aplicados han sido tradi- La situación de las mujeres investigadoras en el
cionalmente más flexibles y receptivos a sistema español de ciencia y tecnología (pp. 34-
combinar rigurosidad con subjetividad y acti- 52). Madrid: FECYT.
vismo, o porque desde lo particular, desde las
Amigot, Patricia y Margot Pujal (2006). Ariadna
prácticas, se puede comprender mejor cómo danza. Lecturas feministas de Michel Foucault.
“se hace el género”17 . También es destacable Revista Athenea Digital, 9, 100-130.
cómo los estudios de género y feministas so-
bre salud mental han incorporado a ese “otro Amigot, Patricia y Margot Pujal (2009). Una lectura
de la psicología” que ha sido el psicoanálisis, del género como dispositivo de poder. Revista
Sociológica, 24 (70), 115-152.
gracias a una larga tradición de psicoanalistas
feministas en el contexto español y con in- Barberá, Ester (1998). Psicología del género. Bar-
fluencias de autoras latinoamericanas 18. Seña- celona: Ariel.
lar, por último, cómo varios manuales de psi- Barberá, Ester y Cala, Mª Jesús (2008). Perspectiva
cología social ya incluyen en sus epígrafes “el de género en la Psicología académica española.
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17 Una selección de estas contribuciones se puede encon- 134.
trar en Barberá y Martínez (2004) y en Barberá y Cala
(2008). Blázquez, Norma; Bustos, Olga; Delgado, Gabriela
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SILVIA GARCÍA-DAUDER
Doctora en Psicología y profesora de Psicología Social en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Ha
participado en diversos proyectos de investigación sobre Ciencia, Tecnología y Género. Ha publicado
varios artículos sobre las relaciones entre la Psicología y el Feminismo y sobre las pioneras psicólogas y
científicas sociales. Es autora de Psicología y Feminismo. Historia olvidada de mujeres pioneras en
Psicología (2005, ed. Narcea) y co-editora de El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimien-
tos y prácticas feministas queer (2005, ed. Traficantes de sueños).

DIRECCIÓN DE CONTACTO
silvia.dauder@urjc.es

FORMATO DE CITACIÓN
García-Dauder, Silvia (2010). Las relaciones entre la Psicología y el Feminismo en “tiempos de igual-
dad”. Quaderns de Psicologia, 12 (2), 47-64. Extraido el [día] de [mes] del [año], de
http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/771

HISTORIA EDITORIAL
Recibido: 15/06/2010
Aceptado: 17/09/2010

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