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Libre de Ataduras PDF
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DR. NEIL
ANDERSON
Agradecimientos
No hay nadie «hijo de sus obras». Sólo el «hijo de Dios» existe espiritualmente y da
fruto. Los verdaderos hijos de Dios nacen de arriba. Maduran en la medida en que sus
mentes se renuevan mediante la Palabra de Dios y por vencer la cruda realidad de un
mundo caído. Dios no nos salva de las pruebas y las tribulaciones en este mundo, sino de
una eternidad sin Él. Pasamos a esta vida eterna en el momento en que confiamos en Él.
Dios nos libra de nuestro pasado y obra por medio de las dificultades en la vida para
engendrar un carácter piadoso.
Este libro trata acerca del descubrimiento de nuestra libertad en Cristo y de nuestra
supervivencia en un mundo cuyo dios anda como león rugiente buscando a quien devorar.
Jesús dijo: «Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis
aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).
Quiero dar gracias a las personas cuyas historias aparecen en este libro. Han encontrado
su paz en Cristo y han vencido al mundo. Son muy amables al permitirme contar sus
historias. En el proceso de colaborar con nosotros se vieron obligadas a revivir el horror por
el cual pasaron. Para mí, son héroes de la fe. «Y ellos le han vencido [a Satanás] por medio
de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos» (Apocalipsis 12:11). Lo
único que los motiva a contar sus experiencias es ayudar a otros.
Quiero también reconocer a mis queridos amigos, Ron y Carole Wormser, que hicieron
posible este libro. Se responsabilizaron con gran parte de la redacción y edición, y
aconsejaron particularmente a algunas personas de este libro. Una pareja preciosa que ha
servido más de treinta años al Señor en la labor misionera.
Contenido
Introducción: Libertad para los cautivos
1. Molly: Libertad del ciclo de abusos
2. Anne: Libertad a través de las etapas de desarrollo
3. Sandy: Libertad de la esclavitud de sectas y del ocultismo
4. Jennifer: Libertad de los trastornos alimentarios
5. Nancy: Libertad del abuso sexual femenino
6. Doug: Libertad del abuso sexual masculino
7. Charles: El violador liberado
8. Una familia: Libertad de los falsos maestros
9. La iglesia: Conduce a la gente hacia la libertad
10. El abuso ritual y el TPM
Apéndice: Pasos hacia la libertad en Cristo
Introducción
Todo el mundo pensaba que era tan fuerte por dentro como por
fuera.
Prácticamente me crié en la iglesia, y por eso, así como también por ser esposa de un
pastor durante veinticinco años, todo el mundo pensaba que era tan fuerte por dentro como
por fuera. Al contrario, sabía que interiormente no tenía infraestructura, y a menudo me
preguntaba cuándo se desplomaría mi vida bajo el peso de tratar de mantener mi fortaleza.
Parecía que lo único que me sostenía era la voluntad firme de seguir adelante.
Era un día diáfano y maravilloso cuando salí de su oficina el jueves pasado; al ver las
montañas coronadas de nieve sentí que un velo se me había caído de los ojos. En la casetera
sonaba la melodía al piano del himno: «Alcancé salvación», cuyas palabras prácticamente
estallaban en mi mente ante la conciencia de que estoy bien con mi Dios … por primera vez
en muchos años.
Al día siguiente en el trabajo, mi respuesta inmediata a la pregunta: «¿Cómo estás
hoy?», fue: «¡Estoy maravillosamente bien! ¿Y tú, cómo andas?» Antes hubiera susurrado
algo así como que apenas estaba viva. El siguiente comentario que escuché fue: «Bueno,
algo te tiene que haber sucedido ayer».
Y en efecto, ¡cuán distinta! ¿Será que hay algo especial en Neil Anderson que hizo que
esta sesión de consejería fuera tan eficaz? ¿Será que tengo un don único de Dios o una
unción especial? No lo creo. Es más, hay gente en todo el mundo que utiliza con resultados
similares las mismas verdades que yo para ayudar a la gente a encontrar su libertad en
Cristo. Entonces, ¿cómo nos explicamos tales resultados?
La medicina y la iglesia
Tratar a la persona en su totalidad incluye lo físico y lo interpersonal. Por supuesto,
existen problemas glandulares y desequilibrios químicos, y tanto la iglesia como el campo
médico deberían ansiar los aportes. La profesión médica se dispone a sanar el cuerpo, pero
sólo la iglesia está en condiciones de resolver los conflictos espirituales. Así que no nos
sentemos en juicio de las deficiencias del mundo secular si como iglesia no nos
responsabilizamos con las soluciones espirituales.
En estos últimos días veremos muchas falsedades espirituales. En mi libro, Walking
Through the Darkness [Caminando a través de las tinieblas], trato de identificar esos falsos
prodigios y establecer los parámetros de la dirección divina. Necesitamos ese tipo de
discernimiento espiritual para mantenernos firmes contra las filosofías de la Nueva Era y de
los falsos maestros que surgirán de entre nosotros (2 Pedro 2:1 ss). Los principales
promotores de la medicina integral son los de la Nueva Era, y son los que manejan la
mayoría de los negocios de alimentos para la salud. No hay nada malo en comprar las
pastillas en los estantes, pero no lea la literatura en los anaqueles.
Molly:
Libertad del ciclo de abusos
Me agrada empezar una conferencia preguntándole a la gente: «¿Me agradarían si en
verdad lograra conocerlos en el poco tiempo que estaré aquí? Quiero decir: ¿Si los llegara a
conocer verdaderamente?» Hice esa pregunta a mi clase en el seminario y antes de que
pudiera continuar uno de mis alumnos respondió: «¡Me tendría lástima!» Lo dijo en broma,
pero captó la perspectiva de muchos que experimentan una vida de desesperación
disimulada. Perdidos en su soledad y autocompasión, se aferran a un hilo de esperanza que,
de alguna manera, Dios irrumpirá entre la espesa neblina de la desesperación que rodea sus
vidas.
El sistema no los ha beneficiado. Los padres que se suponían iban a ofrecer el amor, el
cariño y la aceptación que necesitaban, eran más bien la causa de su condición. Tampoco la
iglesia de la que se habían aferrado en busca de esperanza parecía tener las respuestas.
Tal es el caso de la persona que nos presenta el primer relato. No conocía a Molly antes
de recibir su extensa carta, en la que me dio a conocer su recién lograda libertad en Cristo.
Meses más tarde, tuve el privilegio de encontrarme con ella cuando dictaba una serie de
conferencias. Esperaba ver a una criatura acabada y regordeta. Por el contrario, la persona
que almorzó con mi esposa y conmigo era una profesional inteligente y atractiva.
Conforme usted conoce, creará su imagen mental. Su relato es importante porque no la
aconsejé personalmente. Encontró su libertad viendo en la Escuela Dominical los videos de
nuestro congreso sobre «Cómo resolver los conflictos personales y espirituales». Su
historia representa a todos los que sufren debido a una familia disfuncional y a una iglesia
inepta. Creo que muchos de los que hoy viven en la esclavitud espiritual saldrían a la
libertad ahora mismo si supieran quiénes son en Cristo y cuál es la naturaleza de la batalla
espiritual que se libra en sus mentes. Jesucristo es el que libera, Él ha venido a darnos vida
en abundancia.
* * *
La historia de Molly
Nací de las dos personas más odiosas que jamás he conocido.
Toda mi vida ha cambiado desde que empecé a participar en la serie de videos sobre:
«Cómo resolver los conflictos personales y espirituales». Por primera vez en mi vida se me
aclaró cuál era la fuente de mis ataduras. Tengo cuarenta años y siento que sólo ahora he
encontrado «la tierra prometida».
Nací en una zona rural de Estados Unidos, hija de las dos personas más miserables que
jamás he conocido. Mi padre era un agricultor de muy poca educación que se casó con mi
madre cuando ella era muy joven. Él era uno de los quince hijos de una familia plagada de
enfermedades mentales. Hay también una gran inestabilidad en la familia de mi madre,
pero simplemente niegan que haya un problema.
La luz que más brillaba entre mis familiares era mi abuela. De no haber sido por ella,
estoy convencida que de no haber sido por ella, hace años estuviera loca. Fue una santa y
yo sabía que me amaba.
Fui la primogénita de mis padres, sin embargo, nací cuando cumplieron doce años de
casados. Mis primeros recuerdos de ellos juntos eran que en la noche mi madre dejaba fuera
a mi papá. Todavía veo la expresión feroz de su cara mientras se dirigía a mí a través de la
puerta y gritaba: «¡Molly! Ábreme la puerta y déjame entrar». Mi mamá, parada
directamente detrás de mí, me gritaba: «No te atrevas a abrir esa puerta».
Renuncié a Dios.
Cuando al fin mi esposo me abandonó y me dejó con dos bebés, renuncié a Dios,
culpándolo de todo mi dolor. En la iglesia había aprendido que el camino a la felicidad para
la soltera era casarse con un cristiano, cosa que había hecho. Ahora estaba enojada con
Dios y durante seis años lo eché a un lado.
Mi madre me instaba: «Haz algo. No te quedes allí sentada toda tu vida. Haz algo,
aunque sea malo».
Mis compañeros de trabajo querían que los acompañara al bar y, aunque jamás había
entrado en uno, fui con ellos y pronto quedé inmersa en ese estilo de vida. Jamás tuve la
intención de salir con hombres indecentes, pero esa clase baja de personas me hacía sentir
mejor. ¡Hasta terminé yendo a bares donde algunas de las personas ni siquiera tenían
dientes! Supongo que ese era el único lugar donde me sentía bien conmigo misma porque
ellos estaban peor que yo.
Todavía estaba atada por el legalismo y a veces trataba de ir a la iglesia, pero eso
demandaba un esfuerzo hercúleo. Los viernes en la noche iba al bar y, cuando mis hijos
regresaban el sábado de la visita a su padre, volvía a mi papel de buena madre. El domingo
trataba de llevarlos a la iglesia, pero cuando lo hacía, sentía como si me clavaran la frente.
Había padecido siempre de dolores de cabeza, pero este dolor era insoportable. A veces me
enfermaba y tenía que salir de la iglesia; una de ellas me vomité en el auto, por lo que
decidí no volver a la iglesia.
Los «Pasos hacia la libertad» que ayudaron a Molly cuando vio las películas, están en el
apéndice. También se encuentran en el libro The Bondage Breaker [Rompiendo las
cadenas].
Anne:
Libertad a través de las etapas de desarrollo
Molly nos ha contado su vida, espero que haya tenido un gran impacto en usted. Los
siguientes capítulos relatan las historias de otras personas valientes que han permitido que
las publiquemos.
Sin embargo, este será distinto. Antes de proceder, me parece importante que veamos
cuál es el plan de Dios para los procesos de desarrollo y santificación; explicados
basándonos en las Escrituras e ilustrados con la vida de Anne, otra persona restaurada. Le
ayudará a comprender mejor el peregrinaje espiritual de las personas a quienes conocerá en
este libro, y a contribuir a sanar las heridas de aquellos que atraviesen su camino.
Muertos al nacer
San Pablo escribe: «En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la corriente de este mundo y
al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia»
(Efesios 2:1, 2). Desde Adán todos nacimos físicamente vivos, pero muertos
espiritualmente, o sea, separados de Dios. Durante nuestros primeros años de formación
aprendemos cómo vivir independientes de Dios. No teníamos ni la presencia de Él en
nuestras vidas ni el conocimiento de sus caminos.
Esta independencia de Dios, aprendida por nosotros, es característica de la carnalidad o
de la antigua naturaleza. Una de las maneras en que funciona la carne es desarrollar
mecanismos de defensa por medio de los cuales aprendemos a lidiar con la vida, a tener
éxito, a sobrevivir o a vencer sin tomar en cuenta a Dios.
Programados de nuevo
Desde el momento de nuestra conversión tenemos a nuestro alcance todos los recursos
de Dios. Desafortunadamente, nadie aprieta la tecla indicada para «borrar» lo programado
anteriormente en nuestra mente. Hasta que no empiece el proceso de transformación de
Dios en nuestras vidas, viviremos en un estado de conformidad a este mundo y
reglamentados por él. Por eso Pablo escribe: «No os conforméis a este mundo; más bien,
transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál
sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta» (Romanos 12:2). Por lo tanto:
• la tarea principal de la educación cristiana es discipular a las personas que
anteriormente estaban programadas para vivir independientes de Dios, a fin de que
vivan en una relación de dependencia con Él.
• la tarea principal del discipulado o la consejería es librar a la gente de su propio
pasado y erradicar los viejos mecanismos de defensa, sustituyéndolos por Cristo
como su única defensa.
Ser transformados
La verdad y la obediencia son la clave en un estilo de vida que dependa de Cristo. Pero
la verdad sólo se puede creer si se entiende, y los mandamientos se pueden obedecer
solamente cuando se conocen. Debemos responder con nuestra fe y nuestra obediencia en la
medida en que el Espíritu Santo nos conduce a toda verdad: «El que dice, ―Yo le conozco‖,
y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él» (1 Juan 2:4). La
desobediencia le da campo abierto a Satanás para realizar su obra en nosotros. Según
Efesios 2:2, ese espíritu «ahora actúa en los hijos de desobediencia».
«La santificación» es el proceso por medio del cual nuestro ser se conforma a la imagen
y al carácter de Cristo. Dios actúa en este proceso paciente y cuidadosamente, nos hace
avanzar, porque renovar nuestra mente y desarrollar el carácter requiere tiempo. Pero hay
otro dios que también está activo, y sería un descuido desastroso pensar que este proceso se
realizara independiente del «príncipe del reino del aire» (el dios de este mundo, Satanás).
La búsqueda de Dios
¿Qué debemos hacer cuando sabemos que algo de nuestro pasado todavía nos está
afectando? Creo que debemos continuar en busca del conocimiento de Dios, aprender a
creer y a obedecer todo lo que es verdadero y comprometernos con el proceso santificador
de desarrollar nuestro carácter. Cuando hemos alcanzado suficiente seguridad y madurez en
Cristo, Él nos revela un poquito más sobre quiénes somos realmente. En la medida en que
Cristo se convierta en la única defensa que necesitemos, nos apartará gradualmente de
nuestras formas antiguas de defendernos.
Despojarnos de los antiguos mecanismos de defensa y revelar las deficiencias en
nuestro carácter es como quitar las capas a una cebolla. Cuando se nos quita una capa nos
sentimos muy bien. No tenemos nada en contra de nosotros mismos y nos sentimos libres
de lo que piensen los demás de nosotros, pero todavía no hemos alcanzado la perfección.
En el momento justo, Él nos revela algo más para que podamos disfrutar su santidad.
Nuestro próximo relato tiene que ver con este proceso progresivo de santificación.
Anne redactó la siguiente carta y me la entregó en medio de una conferencia. Escuchó
quién era ella como hija de Dios, aprendió a caminar en fe y vio la naturaleza de la batalla
en su mente. Se emocionó tanto que se adelantó y cumplió por sí sola los pasos hacia la
libertad.
* * *
Estimado Neil:
¡Alabado sea Dios! Creo que esta es la respuesta que he buscado. ¡No estoy loca! No
tengo una imaginación demasiado activa, como me han dicho y he creído, por años.
Simplemente soy normal como todo el mundo.
* * *
Se desprendió una capa de la cebolla. Se le dio a conocer a Anne lo crucial de la
primera parte, de las Epístolas, que habla de nuestra identidad en Cristo. Ya ella no es
simplemente un producto de su pasado; es una nueva criatura en Cristo. Con ese
fundamento, pudo enfrentar y repudiar las mentiras que había creído por muchos años. Se
sintió rechazada cuando trató de expresar algunas de sus luchas en el pasado, posiblemente
porque los demás miembros del grupo luchaban con lo mismo sin poderlo resolver.
Cuánto anhelo el día en que nuestras iglesias ayuden a la gente a establecer firmemente
su identidad en Cristo, y ofrezcan un ambiente en que las personas como Anne puedan
manifestar la verdadera naturaleza de su lucha. Satanás hace todo en la oscuridad. Cuando
surgen asuntos como este, no debemos suspirar y cambiar de tema. Mantener todo a
escondidas es comprar la falsa estrategia de Satanás. Andemos en la luz y tengamos
comunión los unos con los otros para que la sangre de Jesucristo nos limpie de todo pecado
(1 Juan 1:7). Dios es luz y no hay oscuridad en Él (1 Juan 1:5). Dejemos de lado toda
falsedad y hablemos la verdad con amor, pues somos miembros uno del otro (Efesios 4:15,
25).
Ahora Anne sabe quién es y comprende la naturaleza de la batalla que se está librando
en su mente. ¿Debe ser ahora totalmente libre? ¡No, no es cierto! Quedó libre de lo que
analizó, pero Dios no había terminado con ella todavía. La cebolla no tiene una sola capa.
A las dos semanas de terminada la conferencia, escribió la segunda carta.
* * *
Estimado Neil:
¡Cielos! ¿Dónde empiezo? Permitame decir que fui a su conferencia sólo por razones
académicas. Jamás pude haber vislumbrado lo que el Señor tenía en mente para mí. De
todos modos no lo hubiera creído. Pienso que debería empezar desde donde terminé con
usted hace unos días.
Le escribí una carta explicando que fui liberada de los pensamientos obsesivos. Hace
unos meses le había pedido al Señor que me ayudara a comprender este problema. Me
emocioné muchísimo cuando escuché la información en la conferencia, al principio de la
semana. Era exactamente lo que le había pedido al Señor. En mi casa oré siguiendo todas
las oraciones de los «Pasos hacia la libertad». Fue una lucha, pero dejaron de molestarme
las voces. Me sentí libre, por lo que pensé que ya todo se había acabado. ¡Qué engañada
estaba!
* * *
Quitar tres capas de la cebolla en una sola semana es fantástico. Anne reconoció su
identidad en Cristo, pudo perdonar de corazón y aprendió a resistir a Satanás. Quizás tenga
más ventajas que la mayoría, pues tuvo una educación cristiana y tiene un marido amoroso
y comprensivo que la apoya en su hogar. Esto no significa que otros no puedan resolver los
mismos problemas, pero puede que sea un poco más lento el proceso.
El perdón libera
Cabe destacar aquí varios asuntos. Cada persona en este libro ha tenido que enfrentarse
con la obligación de perdonar. A los consejeros legítimos les afecta que los cristianos bien
intencionados sugieran que alguien que expresa sentimientos como la ira y la amargura no
debería «sentirse así». Desviar los sentimientos jamás permitirá que se resuelvan los
problemas. Si uno desea la sanidad, tiene que establecer un contacto con sus raíces
emocionales. Dios hará que salga a flote el dolor emocional para que se pueda tratar. Los
que no quieran encarar la realidad, tratarán de empujarla hacia adentro, cosa que producirá
únicamente mayor amargura.
El perdón es lo que nos libera de nuestro pasado. No lo hacemos por el bien de la otra
persona, sino por el nuestro. Debemos perdonar así como Cristo nos ha perdonado. No
existe libertad sin perdón. «Pero no sabes cuánto daño me hicieron», protesta la víctima. El
caso es que todavía le están haciendo daño y, así que, ¿cómo va a parar el dolor? Debe
perdonar de todo corazón, reconocer el dolor y el odio, y dejarlos ir. Cuando no se perdona
de corazón, se le da oportunidad a Satanás (Mateo 18:34, 35; 2 Corintios 2:10, 11).
Otro error es ver el perdón como un proceso de larga duración. Muchos consejeros
dicen: «Tiene que experimentar el sentimiento a profundidad, para entonces perdonar».
Pero repasar el pasado y revivir todo el dolor sin perdonar, sólo lo refuerza. Mientras más
hable de eso, más fuerte será el dominio que tendrá sobre la persona. Se supone que
primero uno tiene que sanar para luego perdonar. ¡No es cierto! Primero hay que perdonar,
entonces empieza el proceso de sanidad.
No hay manera de leer las Escrituras y llegar a la conclusión de que el perdón es un
proceso a largo plazo. Puede que los sentimientos dolorosos lleven tiempo para sanar, pero
el perdón es una decisión. Una crisis de la voluntad cuyo premio es la libertad.
Resistir el pecado
Igual que Anne, muchos ven en su ira un medio para protegerse de más maltrato. Los
consejeros seculares creen que el perdón cristiano es una codependencia y argumentan:
«No dejes que esa persona te controle más. ¡Enójate!» Pero yo digo: «No dejes que esa
persona te siga controlando. ¡Perdónala!»
Luego resista el pecado. El perdón no es tolerar la manera en que otros pecan contra
uno. Dios perdona, pero no tolera el pecado. Me duele que algunos pastores se enteren de
maltratos y le digan a un hijo o a una esposa que simplemente vuelvan a casa y se sometan,
diciendo: «Confíe en que Dios te va a proteger». Quisiera decirle a ese pastor: «Anda tú a
esa casa en vez de esta persona, para ver si no te maltratan a ti también». Pero, ¿no dice la
Biblia que las esposas y los hijos deben someterse? Cierto, pero también dice que Dios ha
establecido el gobierno para proteger a los niños agredidos y a las mujeres golpeadas. Lea
Romanos 13:1–7 y entregue a los abusadores a la ley, como se exige en muchos estados.
Si un hombre de su iglesia abusara de una mujer de la misma congregación, ¿lo
toleraría usted? Si un hombre o una mujer en su iglesia maltratara al hijo de otro miembro,
¿lo toleraría? Entonces, ¿por qué entonces tolerar en su propio hogar lo que es claramente
un pecado intolerable en otros, simplemente por ser la esposa o el hijo?
Dios ha dado a los padres la responsabilidad de amar, proteger y suplir las necesidades
de su hogar. Jamás se les ha dado licencia para abusar, ni siquiera se debería tolerar esto.
Entréguelos a la autoridad, para el bien de todos. No se ayuda al abusador permitiendo que
continúe en su pecado.
Una noche, una madre de tres hijos me dijo llorando que sabía exactamente a quién
tenía que perdonar: a su madre. Pero que si la perdonaba esa noche, ¿qué haría al día
siguiente, domingo, cuando tenía que volver a su casa? «Simplemente me va a volver a
maltratar verbalmente como siempre». ―Póngale fin a eso‖, le dije. «Tal vez puede decirle
algo como: ―Escucha mamá, has estado hablando pestes de mí toda la vida. Nada has
ganado con eso, y realmente a mí tampoco me ha hecho ningún bien. Ya no puedo seguir
con esto. Si tienes que tratarme así, me voy».
Ella dio una respuesta típica: Pero, ¿no dice la Biblia que debo honrar a mi madre?
Le expliqué que dejar que su madre la destruyera sistemáticamente tanto a ella como a
su familia, en verdad no sería honrarla. De cualquier manera la deshonraría».
«Honrar a su padre y a su madre» por lo general se entiende como tener responsabilidad
económica por ellos en su ancianidad. Ya no se aplica para esta mujer el que tuviera que
obedecer a sus padres, porque ya ha dejado a padre y madre para estar bajo la autoridad de
su marido.
Vivir con las consecuencias
La decisión principal que se toma al perdonar es pagar la pena por el pecado de otra
persona. Todo perdón es eficaz. Si hemos de perdonar como nos perdonó Cristo, ¿cómo lo
hizo Él? Tomó para sí los pecados del mundo: sufrió las consecuencias de nuestro pecado.
Cuando perdonamos el pecado de otro, estamos dispuesto a vivir con sus consecuencias.
Quizás diga: «¡Eso no es justo!» Bueno, pero va a tener que hacerlo de todos modos, sea
que perdone o no. Todo el mundo vive con las consecuencias del pecado de otra persona.
Todos vivimos con las consecuencias del pecado de Adán. En realidad, la única opción que
tenemos es hacerlo dentro de la libertad producida por el perdón o dentro de la esclavitud
que resulta de la amargura.
Usted podría preguntar: «¿Por qué debo dejar que queden libres?» El caso es que
cuando usted los engancha queda enganchado con ellos por medio de su falta de perdón. Un
hombre exclamó: «¡Con razón no resultó cuando me mudé a otro lugar!» Cuando usted deja
que se vayan libres, ¿se liberan de rendirle cuentas a Dios? ¡Jamás! Dice el Señor: «Mía es
la venganza; yo daré la retribución» (Hebreos 10:30). Dios tratará con justicia a todos en el
juicio final.
Sandy:
Libertad de la esclavitud de sectas y del
ocultismo
Conocí a Sandy cuando huía llena de temor de una sesión en congreso. Es una mujer
linda de poco más de unos cuarenta años, normalmente tiene una personalidad llena de vida
y suficiente energía como para dos. Tiene un marido cristiano comprometido con el Señor,
varios hijos y vive en una hermosa comunidad en las afueras de la ciudad.
Durante toda su vida Sandy había ocultado muy bien la batalla que se libraba en su
mente. Pocos, tal vez ninguno, sospechaban la guerra que tenía por dentro hasta que
misteriosamente empezó a desaparecer de su mundo unos dieciocho meses antes de que nos
conociéramos. He aquí su historia:
* * *
La historia de Sandy
Casi siempre vivía dentro de un minúsculo rincón de mi mente.
Al fin puedo creer que soy hija de Dios. Ahora estoy segura de mi lugar en el corazón
de mi Padre. Él me ama. Mi espíritu da testimonio con su Espíritu de que esto es cierto y ya
no me siento fuera de la familia de Dios; ya no me siento huérfana.
La presencia malévola que tenía adentro desde el momento que pasamos juntos en el
congreso se fue, al igual que las muchas voces que me persiguieron durante treinta y cinco
años. Siento que toda mi mente luce limpia, amplia y bella.
Antes de encontrar mi libertad en Cristo vivía casi siempre en un minúsculo rincón de
mi mente. Aun así, jamás pude escapar de las voces que me ordenaban, de las expresiones
obscenas ni de la ira acusadora. Así que trataba de separarme de mi mente y llevar una vida
lejos de todo eso.
En 1979 me convertí a Cristo, y desde entonces fue una lucha constante poder creer que
Dios realmente me aceptaba, me quería y yo le importaba. Pero por fin, ya, se acabó esta
lucha de toda una vida. Nunca antes pude escuchar esa apacible y delicada voz de Dios en
mi mente sin recibir castigo de parte de las otras voces. Hoy sólo está allí la apacible y
delicada voz.
Eso me enojó tanto, que robé una Biblia para resaltar todas las
mentiras.
Cerca de una semana más tarde, recibí carta de una de las amigas de mamá que había
estado con ella cuando murió. Dijo que mi madre se había ido a estar con Jesús, lo que me
enojó tanto que fui a una iglesia local y me robé una Biblia. Iba a subrayar todas las
mentiras en ella para luego enviarla a esta señora y mostrarle lo confundida que estaba, y
para convertirla a la secta.
Abrí la Biblia en la mitad y empecé a leer en el libro de Isaías. En vez de subrayar las
«mentiras» me vi subrayando palabras como «Venid, pues, dice el Señor, y razonemos
juntos[…] si volviereis a mí, yo me volveré hacia ti». Descubrí que el libro estaba lleno de
pasajes acerca de que uno no se debe involucrar con médiums ni con astrólogos. Cuando
terminé de leer estaba confundida respecto a cuál era la verdad.
Jamás había leído una Biblia, mucho menos había poseído una, por lo que fui al final
del libro para ver cómo terminaba todo. Cuando leí el libro de Apocalipsis me asusté,
porque la secta enseña ese libro al revés. Ellos dicen que las personas son realmente
«dioses» que regresan y toman el lugar que les corresponde en el cielo.
Aceptar la responsabilidad
Las voces y pesadillas tienen una explicación espiritual en cuanto a su origen, y la
Iglesia tiene la responsabilidad de investigarla. Creo que todo pastor y consejero cristiano
debe ayudar a las personas que las padecen.
Usted no tiene nada que perder al tomar los pasos o guiar a otros hacia la libertad. Es
simplemente una limpieza de la casa al estilo antiguo, tomando en cuenta la realidad del
mundo espiritual. Lo único que pretendemos es ayudar a la gente a responsabilizarse de su
relación con Dios. Nadie está acusando a nadie de nada. Si no hay nada demoníaco
sucediendo en esa vida ¡lo peor que puede suceder es que ahora la persona esté realmente
lista para participar en la Santa Cena la próxima vez que se ofrezca!
El relato de Sandy destaca muy bien las dos metas más codiciables en este tipo de
consejería Primero, que las personas sepan quiénes son como hijos de Dios y que forman
parte de esa familia para siempre. Segundo, que tengan paz y tranquilidad mental, la paz
que guarda nuestros corazones y nuestras mentes, la paz que sobrepasa todo entendimiento
(Filipenses 4:7).
Jennifer:
Libertad de los trastornos alimentarios
Recibí una llamada de Jennifer preguntándome si estaría dispuesto a darle un poco de
tiempo para venir en avión a verme. Aparté un lunes por la mañana y tuve el privilegio de
llevarla a través de los pasos hacia la libertad. Un mes más tarde recibí la siguiente carta:
Estimado Neil:
Le escribo porque quiero agradecerle el tiempo que pasó conmigo. Al parecer, en el
momento en que oramos no sentía nada y creía que quizás no era un problema demoníaco el
que tenía. Pero estaba equivocada. De verdad que algo sucedió y desde entonces no he
tenido ni un sólo pensamiento, acción o compulsión autodestructivos.
Creo que el proceso de liberación empezó mediante mis oraciones de arrepentimiento
en los meses siguientes a mi intento de suicidio. No lo comprendo del todo, pero sé que hay
algo verdaderamente diferente en mi vida y hoy en día me siento libre. No me he cortado en
un mes, lo cual es un verdadero milagro.
Tengo unas cuantas preguntas que me gustaría que contestara, si tiene tiempo. Se
relacionan con mis problemas sicológicos. Se me dijo que tengo un trastorno
maniacodepresivo, esquizoafectivo crónico y que me tienen con litio y con un medicamento
antisicótico. ¿Necesito estas drogas? ¿Es realmente crónico mi problema?
Durante mis ratos de hiperactividad, sobre los cuales basaron mi diagnóstico, siempre
sentí que no era yo, sino alguna tremenda fuerza externa que me obligaba a actuar de
manera autodestructiva y loca. Las últimas tres veces que dejé de tomar litio volví a tener
impulsos de suicidio y fui a parar al hospital. No quiero que vuelva a suceder, pero … ¿era
eso demoníaco? Además, con las pastillas tuve muchos cambios de temperamento, ¡pero
desde que le visité no he vuelto a tener ni uno! Esto me hace preguntar si ya estoy bien y no
necesito las pastillas.
Además, desde pequeñita jamás pude orar: siempre parecía haber una pared entre Dios
y yo. Nunca fui muy feliz y siempre tuve un sentido de temor y de inquietud, como que
algo andaba mal.
Jennifer
La historia de Jennifer es importante porque aclara la necesidad que tenemos de
conocer quiénes somos como hijos de Dios y de saber cuál es la naturaleza de la batalla
espiritual en la que nos encontramos. Esa única mañana en que nos reunimos logramos
desarrollar muchas cosas y obtuvo una sensación de libertad. Pero, ¿sabrá quién es como
hija de Dios, y cómo mantener su libertad en Cristo?
Seis meses después Jennifer empezó de nuevo a experimentar dificultades. Transcurrió
otro año antes de que estuviera lo suficientemente desesperada como para llamar. Decidió
volver a hacer el viaje, pero esta vez asistió a un congreso completo. He aquí su relato.
* * *
La historia de Jennifer
Todo parecía un sueño y todo el mundo simplemente un personaje.
En el séptimo grado empezó mi trastorno de alimentación: comía demasiado y luego me
obligaba a pasar hambre. Cuando iba a alguna casa a cuidar niños, me comía todo lo que
había en el refrigerador y luego pasaba tres o cuatro días sin comer nada. Toda mi atención
se concentraba en el peso; la necesidad de verme delgada me obsesionaba.
Alrededor de mí, todo parecía un sueño y todo el mundo simplemente un personaje.
Pensaba: Algún día me despertaré pero no conoceré a la soñadora. Nada me parecía real.
Vivía como en la luna, sin poder pensar. Cuando la gente hablaba, simplemente la miraba
perpleja porque estaba en contacto con mi mente.
Durante el día parecía ser normal y en la escuela actuaba bastante bien. Las noches eran
extrañas y llenas de pesadillas y terror. Lloraba muy a menudo debido a las voces en mi
cabeza y a las imágenes y pensamientos tontos que a menudo saturaban mi mente. Pero
jamás le conté nada a nadie. Sabía que la gente pensaría que estaba loca, y me aterraba la
posibilidad de que nadie me creyera.
Mis años universitarios fueron durísimos, repletos de mis rutinarios excesos en comer
para luego purgarme. Perdí treinta libras y empecé a desmayarme y a tener dolores en el
pecho. Como me encontraba patéticamente flaca debido a la anorexia, literalmente la piel
me colgaba de los huesos. Al fin estuve de acuerdo en que me hospitalizaran porque estaba
totalmente exhausta, tanto física como mental y espiritualmente.
Casi me muero. Cuando me internaron tenía un pulso de cuarenta y con dificultad me
encontraron la presión arterial. Mis padres me dieron mucho apoyo. El hospital era bueno y
tuve terapeutas cristianos, pero jamás tocaron conmigo el tema espiritual. Me cortaba con
navajas y cuchillos y todavía tengo cicatrices en las manos del daño que me hacía con las
uñas.
Las voces hablaban tan alto que no podía escuchar una palabra
de lo que él decía.
Unos amigos de California me invitaron a visitarles y decidí aprovechar para conocer a
Neil Anderson. Fui a su oficina y hablamos cerca de dos horas. Abrió su Biblia y empezó a
repasar algunas Escrituras, pero las voces resonaban tan fuerte que no podía escuchar ni
una palabra de lo que me decía. Era como si estuviera hablando en jerigonza: sus palabras
eran como de otro idioma. Siempre que la gente usaba la Biblia conmigo, me pasaba esto.
Realicé los pasos hacia la libertad, pero no sentí nada diferente cuando al salir. Me
preguntaba si las palabras habrían pasado directo de mis ojos a mi boca sin interiorizar lo
que leía. Pero entonces mejoraron dos aspectos de mi vida. Mejoró la lucha con la comida y
no me volví a cortar más. Las voces también se alejaron durante dos semanas, pero luego
volvieron. No recordaba qué debía hacer cuando volvieran las voces y los pensamientos
según las instrucciones de Neil, y jamás se me ocurrió que no tenía que escucharlos. No
sabía que tenía esa opción, por lo que me golpearon más fuerte que nunca.
Seis meses más tarde estaba de nuevo en el hospital, tanto por lo de suicida como por lo
de lo sicótico. Estaba descontrolada y hacía todo lo que me ordenaban las voces. Mis
amistades me animaron a que fuera a ver de nuevo a Neil, pero si eso no daba resultados,
sabía que iba a morir. Todo esto sucedió durante siete años terribles, los efectos secundarios
de los medicamentos eran tan horribles que lo único que hacía era trabajar cuatro horas,
para luego dormir o sentarme frente a la televisión. No podía seguir una conversación que
tuviera sentido ni tampoco me importaba nada. Me sentía desesperada, exhausta y
desanimada.
Asistí al congreso sobre Cómo resolver conflictos personales y espirituales. De nuevo
me reuní con Neil y en un momento dado me enfermé tanto que vomité. Me presentó una
señora con un pasado similar al mío, quien se sentó a mi lado y oró por mí. Así logré
escuchar y comprender lo que decía Neil.
Aprendí muchísimo sobre la batalla espiritual que se estaba librando en mi mente y lo
que debía hacer para mantenerme firme. Una vez que tuve en claro esa parte, quedé libre.
Sabía lo que tenía que hacer y cómo hacerlo. Antes no sabía cómo mantenerme en libertad
y andar en esta, aunque fui criada en un buen hogar cristiano. A pesar de que acepté a
Cristo cuando tenía cuatro años, nunca supe quién era en Cristo y no entendía la autoridad
de la que gozaba como hija de Dios.
Saco mis tarjetas y las leo en voz alta, hasta que la luz ahuyente
a la oscuridad.
Tengo gran cantidad de tarjeticas en las que he escrito versículos conteniendo la
verdad, y las llevo a todas partes. Ha habido momentos en que la oscura nube de la opresión
es tan arrolladora que saco mis tarjetas y las leo en voz alta, hasta que la luz ahuyente a la
oscuridad y logre volver a orar. Entonces descubro la mentira que había estado creyendo,
reclamo la verdad, anuncio mi posición en Cristo y renuncio al diablo. Ya el proceso se ha
vuelto tan automático que me encuentro reclamando y renunciando en voz baja, casi sin
tener que pensarlo.
Mi amiga y yo hemos hablado mucho respecto a lo que es rendirse activamente. ¿Cómo
reconozco mi dependencia total de Dios y sigo a la vez luchando? No lo comprendo
totalmente pero es la entrega activa la que nos libera.
El mayor conflicto que tengo hasta la fecha es querer ser libre. Siento la tentación de
usar mis «otros yo» o amigos desvinculados. Ocupaban los compartimientos en mi ser
donde yo iba para escaparme de la realidad y para encontrar alivio. Satanás se aprovecha de
esos escapes mentales, causando caos en mi mente y en mi vida.
* * *
El seguimiento
Los pensamientos de Jennifer respecto al seguimiento son selectos. No se puede
recalcar lo suficiente la importancia de tener una amistad con quien contar. Jamás fue la
intención de Dios de que viviéramos solos; nos necesitamos unos a otros. Y Jennifer
necesitaba seguir con una consejería que la ayudara a adaptarse a su nueva vida. En muchos
aspectos no se había desarrollado lo mismo que otros y ahora necesita madurar hasta lograr
la sanidad completa. En sí, la libertad no es madurez. Las personas como Jennifer están en
proceso de desarrollar nuevos patrones de pensamiento y necesitan tiempo para
reprogramar sus mentes.
Sus consejeros le proporcionaron el apoyo que necesitaba para sobrevivir, y son
personas buenas que hubieran hecho cualquier cosa por ayudarla. Nadie tiene todas las
respuestas. En primer lugar, y sobre todo, necesitamos al Señor, pero también nos
necesitamos unos a otros.
Nancy:
Libertad del abuso sexual femenino
El ciclo de pecar, confesar, pecar, confesar, pecar, «me doy por vencido» es más común
en las esclavitud. Supongamos que el perro del vecino se haya metido al patio porque usted
dejó abierto el portón. Ahora la mandíbula del perro se ha prendido de su pantorrilla. ¿Se
golpea usted o al perro?
Con todo el dolor del alma y conscientes de haber dejado una puerta abierta al pecado,
clamamos a Dios por su perdón. Adivine lo que hace Dios: ¡Nos perdona! Había dicho que
lo haría, pero el perro todavía está adentro. En vez de la rutina de pecar y confesar, la
perspectiva bíblica completa es pecar, confesar y resistir: «Someteos pues a Dios. Resistid
al diablo, y él huirá de vosotros» (Santiago 4:7).
En nuestro mundo occidental nos portamos como si los únicos actores en el drama
fuéramos nosotros y Dios, lo cual no es cierto. Si fueran sólo usted y Dios, entonces o usted
o Dios tendría que llevar encima la culpa de los espantosos estragos cometidos en este
mundo. Creo que Dios no es el autor de la confusión ni de la muerte, sino del orden y de la
vida. El arquitecto principal de la rebelión, del pecado, de la enfermedad y de la muerte es
el dios de este mundo: el padre de las mentiras (Juan 8:44).
Sin embargo, «el diablo me empujó» no forma parte de mi teología ni de mi práctica. Es
nuestra la responsabilidad de no dejar que el pecado reine en nuestros cuerpos mortales
(Romanos 6:12). Pero sería el colmo del juicio farisaico y del rechazo humano tratar como
culpables principales y a las personas atadas y echarlas por no lograr poner orden.
Si usted fuera testigo de una violación sexual de una niñita que dejó la puerta abierta y
los intrusos malévolos se aprovecharon de su descuido, ¿no haría caso a los abusadores y
confrontaría únicamente a la niña? De ser así, esa niñita llegaría a concluir que hay algo
maligno en su ser, que es lo que han experimentado Nancy y muchas otras como ella.
Aprendamos por medio de su historia.
* * *
La historia de Nancy
Parecíamos una familia normal y feliz.
Mis padres eran jóvenes y no eran cristianos. Cuando yo nací tenían dos años de
casados, y su matrimonio estaba tambaleante. Luego se agregaron a la familia dos
hermanos y una hermana y las fotos de esa época muestran que parecíamos una familia
normal y feliz. Papá era guapo y mamá también era bonita. La mayoría de las fotos fueron
tomadas cuando la familia estaba lista para ir a la iglesia un domingo de resurrección, el
único día del año en que asistíamos a la iglesia.
Nos mudábamos a menudo, por lo que asistí a ocho escuelas distintas antes de entrar a
la secundaria, en dos colegios diferentes.
Amaba a mamá, pero nunca sentí que ella me amara. Sabía que
papá me amaba, sin embargo me asustaba.
Otra vez estaban peleando, papá tenía un cuchillo y mamá una botella quebrada.
Recuerdo el conflicto en mi mente en cuanto a quién quería que ganara. Amaba a mamá
pero nunca sentía que ella me amaba. Sabía que papá me amaba pero me asustaba mucho.
Esta vez papá logró cortar la garganta de mamá y darle una paliza, por cuanto una vecina la
tuvo que llevar al hospital donde permaneció varios días. Por supuesto, me quedé en casa
de una amiga … otra vez sola.
Pensaba que mis padres amaban más a los animales que a la gente. Una vez papá trajo
un perro a casa porque alguien lo había estado maltratando. Mis padres se compadecieron
de él, lo mimaron, le dieron comida extra y hablaron de lo terribles que habían sido sus
dueños anteriores. Recuerdo que me sentía celosa del perro, pues deseaba que mis padres
fueran buenos «dueños» de mí.
Cuando cumplí seis años de edad, ya papá había estado varias veces en la cárcel y mi
madre al fin lo dejó. Nos mudamos a vivir con mis abuelos por un par de años y luego nos
fuimos a otra casa en el mismo pueblo.
Constantemente hablaba sola, diciendo cuánto necesitaba masturbarme para sentirme
mejor. Soñaba con los niños de la clase en la escuela y simulaba que estábamos haciendo el
amor. Una vez, mientras me masturbaba viendo televisión mi madre entró al cuarto y me
estuvo mirando. Al principio no la vi, pero cuando lo hice, simplemente me sonrió y me
dijo que eso era normal.
Había momentos, mientras me bañaba, que viajaba fuera de mi cuerpo y soñaba con que
yo misma me ahogaba. Lo sentía agradable, pero a la vez me asustaba. Llenaba la bañera
hasta donde pudiera, me metía y me veía entre el agua, boca arriba y muerta.
Las sombras salían del ropero de mi abuela. Oía voces y algo se
movía en todo el cuarto.
Me quedaba cuanto tiempo pudiera donde mi abuela y veía cosas extrañas: sombras que
entraban y salían de su ropero, voces y ruidos y cosas que se movían en el cuarto. Una vez
mi escoba de juguete, salió volando hasta el otro lado del dormitorio. Al principio estas
cosas me asustaban, pero después disfrutaba tratando de hacerlas mover.
Mi abuela nos dio un tablero de la ouija para que jugáramos mi hermano y yo. Fue en
esta época que le pedí a mi hermano que durmiera conmigo. Nos besábamos y nos
agarrábamos de la mano, pues lo amaba tanto y sentía que no había otra forma de mostrarle
cuánto lo quería (¡oh, cómo te odio, Satanás!).
Me dieron un perro y lo miraba, pensando: «Te amo de todo corazón». Dejaba que me
lamiera y por un tiempo me hacía sentir bien, pero luego me deprimía. Un día lo miré y me
pregunté cómo sería si se muriera. En pocos minutos salió corriendo a la calle donde lo
atropelló un auto matándolo de inmediato. Recuerdo que otros sueños también resultaron
ciertos.
Cuando tenía unos siete años asistí a una iglesia en el barrio. Me gustaban los cantos y
la gente parecía muy buena, pero jamás recuerdo que alguien me preguntara quién era yo ni
por qué estaba allí sola.
¿Le odian?
Tal vez se esté preguntando por qué Nancy, Sandy y otros expresaban odio hacia mí.
Me alegra decir que no eran sus sentimientos reales, porque esos no eran ellos. A Satanás
no le gusta lo que digo ni que esté ayudando a la gente a recuperar terreno donde él tenía
una fortaleza. Si esto sucede cuando está ayudando a alguien, no le haga caso a esos
comentarios y siga adelante. Una vez terminados los pasos, cuando ya se sientan libres, a
menudo le expresarán un gran cariño. ¿Recuerda el comentario que hizo Anne en el
capítulo 2? Dijo: «Inmediatamente sentí amor en mi corazón para usted, Neil».
La transferencia demoníaca
Si se puede traspasar la influencia demoníaca de una persona a otra, más que en
cualquier otro momento, que yo sepa, sucederá durante el acto sexual ilícito. Cada persona
abusada sexualmente con quien he trabajado ha tenido graves dificultades espirituales. La
masturbación compulsiva desde la edad de tres años no es parte «normal» del desarrollo,
especialmente para las niñas. Pero es un bastión muy común en aquellas alas que se han
violado sexualmente. Estas mujeres casi siempre se encuentran en un estado de profunda
condenación, tanto por el enemigo como por sí mismas, y con gusto se despojan de la
masturbación al entender cómo renunciar su punto de entrada y hacerle frente a Satanás.
La fortaleza tiene más arraigo cuando el abusador sexual fue uno de los padres. Estos
son la autoridad del hogar, y se supone que deben proporcionar la protección espiritual que
todo niño necesita para desarrollarse espiritual, social, mental y físicamente. Los padres que
se encuentren esclavizados pasan su iniquidad a la generación siguiente. Cuando son
abusadores, abren directamente la puerta para que haya un asalto espiritual sobre su hijo.
En vez de ser el paraguas espiritual de la protección, abren las compuertas de la
devastación.
Doug:
Libertad del abuso sexual masculino
Los sentimientos de repugnancia surgen rápidamente en la mente de la mayoría de las
personas cuando se consideran imágenes de perversión sexual. Supongamos que esa fuera
la percepción de usted mismo y que además fuera ministro del evangelio a tiempo
completo. Para agravar el asunto añada el autoconcepto de ser un bastardo criado en un
hogar de raza mixta, con todo el rechazo social que desgraciadamente le acompaña.
¿Cómo se sentiría con respecto a su persona? ¿Aceptaría fácilmente el hecho de ser un
santo que peca, o se vería como un pecador desgraciado? ¿Andaría en la luz, tendría
comunión con otros creyentes y hablaría la verdad con amor? ¿O viviría una vida solitaria,
muerto del susto pensando que alguien se va a dar cuenta de lo que realmente le sucedería
por dentro? Tal es el caso de la siguiente historia.
* * *
La historia de Doug
Papá nunca me llamó «hijo».
Mi madre no estaba casada cuando nací, pero a los dos años se casó con un negro. Era
una persona decente, pero nunca me llamó «hijo» ni jamás me dijo que me amaba. Cada
vez que íba a algún lado con ambos padres era obvio que yo no era producto de su
matrimonio y a veces me llamaban «el chiquillo de Sambo».
Cuando tenía edad preescolar, una mujer que me Cuidaba me llevó a su apartamento e
hizo juegos sexuales conmigo. En los años siguientes realicé experimentación sexual con
otros niños, fui explotado sexualmente por muchachas y muchachos mayores y finalmente
fui violado por jóvenes.
Comprendía que mi identidad era «bastardo»: alguien que no había sido planeado ni
deseado, un accidente. Muy pronto percibí que mis ansias de amor y de aceptación
posiblemente se podrían satisfacer a través del sexo, y que al ofrecerle satisfacción a otros
por medio del sexo, podría mostrarles que mi amor no era egoísta. Por tanto, el sexo llegó a
ser una obsesión y con el tiempo me llevó a la perversión.
Traté muchísimo de lograr los aplausos y la aprobación también de parte del mundo
«correcto», y gané muchos premios y honores en la escuela. Pero mi autoimagen estaba en
cero y nadie ni nada parecía ayudarme. A los dieciséis años de edad me volví suicida.
Entonces un verano fui a un campamento y conocí personas que parecían quererme
genuinamente. Allí me enteré del amor de Jesús por mí. La promesa de obtener ese amor,
combinado con el enorme disgusto por mi persona, me condujo a recibirlo a Él como mi
Salvador. En esa época ya sabía que mi estilo de vida era malo y que debía abandonarlo,
pero lo había fijado durante años y me parecía que no tenía el poder para cambiar.
Sin embargo, me propuse seguir a Cristo, orando que de alguna manera milagrosa me
transformara un día en la persona que ansiaba ser. Me preparé para el ministerio, me gradué
y luego me puse a trabajar con ahínco. Creo que parte de lo que me motivaba a trabajar en
el ministerio fue darme a otros con el fin de que a cambio, me amaran a mí.
En este capítulo quiero discutir el asunto del pecado sexual habitual en su relación con
el cuerpo físico. En el siguiente capítulo trataré el tema de la batalla por nuestra mente en
relación a las ataduras sexuales.
En Romanos 6:12 se nos amonesta que no dejemos que el pecado reine en nuestros
cuerpos mortales para obedecer sus malos deseos. Esa es nuestra responsabilidad: no dejar
que el pecado reine en nuestros miembros. Lo difícil es que la fuente de los conflictos son
«vuestras mismas pasiones que combaten en vuestros miembros» (Santiago 4:1).
Muertos al pecado
En Romanos 6:6, 7 encontrará el concepto básico que debemos entender para no dejar
que el pecado reine en nuestros cuerpos: «Y sabemos que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya
no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado». A
menudo pregunto en una conferencia: «¿Cuántos han muerto con Cristo?» Todo el mundo
levanta sus manos y luego pregunto: «¿Cuántos son libres del pecado?» Debería haber el
mismo número de manos, o si no, esta gente tiene un problema con las Escrituras.
Cuando fracasamos en nuestro andar cristiano es común razonar: «¿Qué experiencia
debo tener para vivir como si llevara la muerte de Cristo?» La única experiencia necesaria
fue la que Cristo tuvo en la cruz. Muchos tratan una y otra vez de hacer morir al viejo ser
(hombre) y no pueden. ¿Por qué no? ¡Porque el viejo ser ya murió! No se puede volver a
hacer lo que ya Cristo hizo por usted. La mayoría de los cristianos tratan desesperadamente
de convertirse en lo que ya son. Recibimos a Cristo por la fe … andamos por la fe … somos
justificados por la fe … y también somos santificados por la fe.
Sin embargo, en mi propia experiencia muchas veces no me siento muerto al pecado.
Muy a menudo me siento vivo al pecado y muerto a Cristo, aun cuando se nos amonesta
«vosotros, considerad que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en
Cristo Jesús» (Romanos 6:11). Es importante reconocer que tomar esto como cierto lo hace
cierto. Lo tomamos como cierto porque es cierto. Creer algo no lo convierte en la verdad.
Es verdad; por tanto, lo creo. Y cuando decidimos caminar por fe de acuerdo a lo que
afirman las Escrituras, termina siendo la verdad en nuestra experiencia. Así que, para
resumir: Usted no puede morir al pecado porque ya murió al pecado. Decida creer esa
verdad y andar en ella por la fe, entonces el resultado de estar muerto al pecado se va
desarrollando en su experiencia.
De manera similar, no sirvo al Señor para lograr su aprobación. Soy aprobado por Dios;
por tanto, le sirvo. No trato de vivir en rectitud con la esperanza de que algún día Él me
ame. Vivo con rectitud porque ya Él me ama. No trabajo en su viña tratando de ganarme su
aceptación. Soy aceptado en el Amado; por tanto, le sirvo con muchísimo gusto.
Vivamos libres
Cuando el pecado hace su llamado, yo digo: «No tengo que pecar porque ya he sido
librado de las tinieblas y ahora estoy vivo en Cristo. Satanás, tú no tienes ninguna relación
conmigo y ya no estoy bajo autoridad». El pecado no ha muerto. Sigue siendo fuerte y
atractivo, pero ya no estoy bajo su autoridad y no tengo ninguna relación con el reino de las
tinieblas. Romanos 8:1, 2 ayuda a aclarar el asunto: «Ahora pues, ninguna condenación hay
para los que están en Cristo Jesús, porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me ha
librado de la ley del pecado y de la muerte».
¿Estará funcionando todavía la ley del pecado y de la muerte? Sí, y se aplica a todo el
que no esté en Cristo, a los que no lo han recibido en sus vidas como su Salvador. También
está en efecto para cristianos que han decidido vivir de acuerdo a la carne. En el mundo
natural podemos volar si vencemos la ley de la gravedad con una ley superior. Pero en el
momento que desconectamos esa potencia superior, perdemos nuestra altura.
Así es con nuestra vida cristiana. La ley del pecado y de la muerte se reemplazó por una
potencia superior: la resurrección de Cristo. Pero caeremos el momento en que dejemos de
andar en el Espíritu y de vivir por la fe. Así que: «Vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis
provisión para satisfacer los malos deseos de la carne» (Romanos 13:14). Satanás no puede
hacer nada respecto a nuestra posición en Cristo, pero si logra que creamos lo que no es
cierto, viviremos como si no fuera cierto, aun cuando lo sea.
Todo creyente está en Cristo y es miembro de su cuerpo. Unir mi cuerpo con una
prostituta sería usar mi cuerpo para pecar, en vez de usarlo como un miembro del cuerpo de
Cristo: la iglesia. «El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor
para el cuerpo» (1 Corintios 6:13). Si está unido al Señor en Cristo, ¿se imagina el
torbellino interno que resultaría si a la vez está unido físicamente con una prostituta? Esa
unión crea una atadura impía que se opone a la unión espiritual que tenemos en Cristo. La
esclavitud que viene como resultado de esa unión es tan tremenda que Pablo nos advierte:
«Huid de la inmoralidad sexual». ¡Salga corriendo!
Los pecados sexuales forman una categoría aparte, ya que todos los demás pecados
están fuera del cuerpo. Podemos ser creativos en la manera de arreglar, organizar o usar de
otra manera lo que Dios ha creado, pero no podemos crear algo espontáneamente de la nada
como sólo Dios puede hacer. La procreación es el único acto creativo en que el Creador
permite que el hombre participe, y Dios ofrece instrucción muy detallada de cómo debemos
vigilar el proceso de traer a este mundo otras vidas. Limita el sexo a un acto íntimo del
matrimonio, exige que el lazo matrimonial dure hasta que la muerte los separe y encarga a
los padres proporcionar un ambiente que fomente la crianza de los niños en el conocimiento
del Señor.
La perversión satánica
Cualquiera que haya ayudado a las víctimas a salir del abuso ritual satánico sabe cuan
profundamente Satanás viola las normas de Dios. Esos rituales son las orgías sexuales más
repugnantes que jamás su mente se atrevería a imaginar. No es el sexo como lo entendería
un humano normal. Por el contrario, es la explotación más desgarradora, obscena y violenta
de otro ser humano que usted pueda imaginar. Violan y torturan a los niñitos. El clímax
para un satanista es sacrificar a alguna víctima inocente en el momento del orgasmo. La
palabra «enfermizo» no puede describir con justicia el abuso. La «maldad absoluta» y la
«iniquidad total» describen mejor el increíble envilecimiento de Satanás y de sus legiones
de demonios. Si Satanás apareciera como es en nuestra presencia ¡creo que sería un noventa
por ciento de órgano sexual!
Los satanistas tienen ciertos reproductores escogidos para desarrollar una «super» raza
satánica que según ellos gobernará este mundo. A otros reproductores se les exige que
traigan sus crías o fetos abortados para sacrificarlos. Satanás hará todo lo que pueda para
establecer su reino, mientras que a la vez intenta pervertir la descendencia del pueblo de
Dios. Con razón los pecados sexuales son tan repugnantes para Dios. Usar nuestros cuerpos
como instrumento de iniquidad permite que Satanás reine en nuestros cuerpos mortales.
Hemos sido comprados con un precio, hemos de glorificar a Dios en nuestros cuerpos. En
otras palabras, debemos manifestar la presencia de Dios en nuestras vidas conforme
producimos fruto para su gloria.
El comportamiento homosexual
Si bien la homosexualidad es una fortaleza que va en aumento en nuestra cultura, no
existe tal cosa como un homosexual. Considerarse homosexual es creer una mentira, porque
Dios nos creó varón y hembra. Sólo existe el comportamiento homosexual, y normalmente
esa conducta fue desarrollada en la primera infancia y fue reforzada por el padre de las
mentiras. Cada persona a quien he aconsejado y que lucha contra las tendencias
homosexuales ha tenido una fortaleza o atadura espiritual importante, algún aspecto de su
vida donde Satanás tiene pleno control.
Pero no creo en un demonio específico de homosexualidad. Esa mentalidad nos tendría
echando fuera ese demonio y entonces la persona estaría totalmente liberada de futuros
pensamientos y problemas. No conozco ningún caso así, aunque no podría presumir de
limitar a Dios de realizar semejante milagro. Sin embargo, he ayudado a muchísima gente
atada por la homosexualidad, a encontrar su libertad en Cristo y la he dirigido hacia una
nueva identidad en Él y a la comprensión de cómo resistir a Satanás en esta área.
Los que se ven cautivos por el comportamiento homosexual luchan contra toda una vida
de malas relaciones, de hogares desajustados y de confusión de papeles. Sus emociones han
sido atadas al pasado y se lleva tiempo establecer una nueva identidad en Cristo.
Típicamente pasan por un arduo proceso de renovación de mentes, pensamientos y
experiencias. En la medida en que lo hacen, sus emociones finalmente se conforman a la
verdad que ahora han llegado a creer.
Los gritos proferidos desde el púlpito diciendo que los homosexuales tienen el infierno
como su destino, sólo desespera más a los que luchan con ese problema. Los padres
autoritarios que no saben amar contribuyen a una mala orientación de su hijo y los
mensajes de condena refuerzan una autoimagen ya dañada.
No me malentienda. Las Escrituras condenan claramente la práctica de la
homosexualidad, así como de todas las demás formas de fornicación. Pero imagínese lo que
debe ser padecer sentimientos homosexuales que uno ni siquiera pidió, para luego saber que
Dios le condena por ello. Como resultado, muchos quieren creer que Dios los creó así,
mientras que los homosexuales militantes tratan de comprobar que su estilo de vida es una
alternativa legítima a la heterosexualidad, y se oponen violentamente a los cristianos
conservadores que dicen otra cosa.
A los que batallan contra las tendencias homosexuales, debemos ayudarlos a establecer
una nueva identidad en Cristo. Hasta los consejeros seculares saben que la identidad es un
asunto clave en la recuperación. ¡Cuánto mayor no será el potencial de los cristianos para
ayudar a esta gente, ya que tenemos un evangelio que nos libera de nuestro pasado y nos
establece en Cristo! Así que, como consejero pido a las personas atrapadas por la
homosexualidad que profesen su identidad en Cristo. También les pido que renuncien a la
mentira de que son homosexuales y que declaren la verdad de que son hombres y mujeres.
Algunos quizás no tengan una transformación inmediata, pero su declaración pública los
coloca en el camino de la verdad, de ahí en adelante pueden decidirse a continuar o no en
él.
Charles:
El violador liberado
Un día recibí una llamada de un pastor que empezó así: «¿Le exige la ley que divulgue
declaraciones confidenciales?» En realidad, lo que quería decir era: «Si llegara a reunirme
con usted, ¿podría contarle que estoy abusando sexualmente de mi hija o de otros niños sin
que me entregue a las autoridades?» Le recordé que casi todos los estados todavía protegen
la confiabilidad del clero, pero que le exigen a los profesionales con licencia del estado y a
los oficiales públicos denunciar cualquier sospecha de abuso. Dije que aunque no me lo
exige la ley de nuestro estado, mi responsabilidad moral era proteger a otra persona que se
encontrara en peligro.
Se arriesgó y me narró su historia. Todo empezó dándole masajes a la espalda de su hija
para despertarla en la mañana, pero pronto esto lo llevó a darle caricias inadecuadas,
aunque no hubo intento de coito. «Neil», me dijo, «antes no tuve tanta lucha con la
tentación sexual, pero ahora apenas entro por la puerta de su cuarto es como si no tuviera
control. Cuando hablé con su hija comprendí por qué.
Lo que estaba sucediendo me recordaba la descripción de Homero en el siglo nueve
a.C. de las sirenas o ninfas marítimas, cuyos cantos seducían a los marineros a su muerte en
las costas rocosas. Todo barco que pasaba demasiado cerca sufría el mismo fin desastroso.
En la historia, Ulises se amarra al mástil del barco y ordena a su tripulación que se pongan
tacos en las orejas y que no hagan caso a ninguna solicitud suya. El tormento mental de
tratar de resistir el canto de las sirenas era inaguantable.
No deseo excusar a este pastor, pero hay una línea delgada en la tentación, que cuando
se traspasa da como resultado la pérdida del control racional. Este pastor la cruzaba cada
vez que entraba por la puerta de la habitación de su hija. Según me enteré más tarde, la hija
tenía graves problemas espirituales como resultado del abuso de un pastor de jóvenes en un
ministerio anterior, abuso que nunca se resolvió a nivel espiritual. No era la hija la que
estaba realmente atrayendo sexualmente a su padre; sino la fortaleza demoníaca en su vida.
Las «sirenas» encantaban al padre para que hiciera lo indecible. Cuando me reuní con la
hija, ni siquiera pudo leer toda una oración de compromiso para enfrentarse con Satanás y
sus ataques, lo cual es una señal de la opresión del enemigo. El padre luchó con su esposa y
juntos buscaron la ayuda que necesitaban y trabajaron para resolver la situación.
La siguiente historia difiere de esta en por lo menos un aspecto: La hija de Charles
jamás había sido abusada, ni era seductora y no parecía haber fortaleza demoníaca alguna
en su vida. Sin embargo, en algún momento de su búsqueda de gratificación sexual, Charles
cruzó una línea después de la cual perdió el control. Su vida fue dominada por una fuerza
que lo conducía a la habitación de su hija, y que fue la causa de la desintegración de su
mundo. Finalmente casi pierde la vida.
Charles es un profesional próspero que padeció abuso como niño y luego se convirtió
en abusador. Gracias a Dios su historia no termina allí, pues después del naufragio hubo
una recuperación.
* * *
La historia de Charles
Dios moldea a sus escogidos.
Mi relato es de redención en Dios y la libertad que viene cuando se descansa en su
gracia; una historia de los escogidos para su obra, a pesar de la oposición del adversario,
Satanás. Conforme redacto este relato me maravillo de lo poco de mi y lo mucho de Dios
que se revela en lo que ha sucedido. No me queda más que alabarlo a Él por su obra
transformadora.
Soy libre de la esclavitud de un surtido depravado de actitudes y hábitos pecaminosos
que me costaron el respeto de mi familia, de mis compañeros de trabajo y de mi iglesia.
Esta esclavitud me tenia en el camino inexorable de la destrucción personal que, de no
haberlo parado, también hubiera tomado mi vida. Mi libertad se compró con un terrible
precio que yo no pagué. Fueron el sufrimiento, la muerte y la resurrección de mi Señor
Jesucristo los que compraron mi libertad; no fueron mis propios esfuerzos ni mi
sufrimiento. La vida que llevo es la de Cristo, el Hijo de Dios en mí, y no mi propia vida.
Me regocijo de que con la ayuda del Espíritu Santo puedo alinear mis emociones con lo que
reconozco ser cierto de mi mismo en Cristo. Sin embargo, esto no sucedió al instante, y la
historia de cómo Dios amolda a los que escoge es tanto de conflicto y de derrota como de
victoria.
8
Una familia:
Libertad de los falsos maestros
Las personas más inseguras que podrá conocer son los manipuladores. Son
independientes, no le importan los demás; son superficiales, no profundizan.
Subconscientemente insisten demasiado en la falsa creencia de que su valor depende de la
capacidad de controlar o manipular el mundo que los rodea. Tome en cuenta a los Hitler y
los Hussein del mundo, cuyas inseguridades llegaron a tal extremo que millones perdieron
sus vidas. Los manipuladores de este tipo simplemente eliminan a los que se oponen y se
rodean de marionetas que los reafirmen externamente.
De manera similar y más siniestra, se han metido en la iglesia falsos profetas y
maestros, como nos advierten claramente las Escrituras: «Porque se levantarán falsos
cristos y falsos profetas, y darán grandes señales y maravillas de tal manera que engañarán,
de ser posible, aun a los escogidos» (Mateo 24:24). Todavía me sorprende que los
seguidores de líderes de sectas provengan de hogares de alto nivel de educación, de clase
media, y usualmente religiosos. ¿Seremos tan susceptibles al engaño? ¡Pues sí lo somos!
En 2 Pedro 2 vemos que el capítulo entero se dedica a advertirnos de los falsos profetas
y maestros que se levantarán, aparentando ser cristianos. Tome nota de los primeros dos
versículos:
Pero hubo falsos profetas entre el pueblo, como también entre vosotros habrá falsos
maestros que introducirán encubiertamente herejías destructivas, llegando aun hasta negar
al soberano Señor que los compró, acarreando sobre sí mismos una súbita destrucción. Y
muchos seguirán tras la sensualidad de ellos, y por causa de ellos será difamado el camino
de la verdad.
El legalismo sofocante
En Cuando andamos en la luz examino la naturaleza y consejería fraudulenta de los
falsos profetas y maestros. Nadie es más repugnante ante Dios que quienes pretendan
desviar a sus hijos. Los falsos maestros tienen un espíritu independiente y no rinden cuentas
a nadie. Exigen lealtad absoluta para con ellos y si no la reciben, lo acusan a uno de no
someterse. En vez de liberar a las personas en Cristo, ejercen controles rígidos, a menudo
disfrazándolos como normas del discipulado. Insisten en que ellos siempre tienen la razón y
que los demás están equivocados, y sus peones no pueden hacer nada sin su aprobación
previa. El fruto de su espíritu es el dominio como líder, que termina en legalismo sofocante.
El fruto del Espíritu Santo es el dominio propio, que da como resultado la libertad.
Dios es santo y debemos vivir en santidad, pero el legalismo no es el medio por el cual
lo podamos lograr. Los controles externos no pueden cumplir lo que solamente puede
lograr el Espíritu Santo que vive dentro de la persona. Los legalistas son personas
compulsivas que se obligan a vivir de acuerdo a alguna norma, pero que jamás lo logran.
Hasta exigen que los demás traten de cumplirla, y paradójicamente los rechazan cuando no
logran cumplirla. Viven bajo la maldición de la condenación: «Porque todos los que se
basan en las obras de la ley están bajo maldición» (Gálatas 3:10).
Los legalistas tratan de establecer su suficiencia en ellos mismos y no en Cristo:
No que seamos suficientes en nosotros mismos, como para pensar que algo proviene de
nosotros, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios. El mismo nos capacitó como
ministros del nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el
Espíritu vivifica (2 Corintios 3:5, 6).
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad (2
Corintios 3:17).
La historia de Joe
Mi madre hizo lo imposible por mantener unida a la familia.
Mis padres se divorciaron cuando yo era muy pequeño. Después de eso recuerdo que
sentí nuevos trauma con la muerte y separación de otros seres queridos. Mi madre hizo lo
imposible por mantener unida a la familia, pero su propia inseguridad se manifestó en la
necesidad de controlarnos.
Mamá y yo siempre fuimos muy unidos, pero ahora que reflexiono sobre el pasado veo
que me presionaba en mi toma de decisiones y me moldeaba como una persona que
necesitaba a otra para guiarme. Esto ha tenido un efecto tremendamente negativo en mi
vida y todavía paso a menudo por un «infierno» de indecisión a la hora de tratar de escoger
un plan de acción. Y una vez que tomo la decisión, me encuentro evaluándola y
reevaluándola una y otra vez.
Me fue bien en el colegio y especialmente en la universidad, sacando el segundo lugar
en mi campo principal de estudio cuando me gradué. Formé también parte de la selección
deportiva de universitarios en la costa este de los Estados Unidos.
Una barrera grande creció cada vez más entre Cynthia y yo.
Pasé los cinco años siguientes agonizando ante Dios, tratando de responder ante lo que
se me decía que eran mis «problemas». Mientras tanto, una barrera grande creció cada vez
más entre Cynthia y yo. Sentí que mucho de lo que Dios me había llamado a hacer se había
bloqueado porque ella siempre se oponía a mí, a los líderes y a Dios. El líder fomentaba
esta actitud de maneras tan sutiles que no me daba cuenta de lo que sucedía.
Poco a poco se me hacía cada vez más difícil responder a la enseñanza y a los retos del
liderazgo, pero se nos enseñaba que deberíamos seguir respondiendo a Dios en sumisión a
la autoridad de ellos. Fue una época dolorosa y confusa para mí, y no percibí las muchas
señales que me advertían que las cosas no andaban bien.
Me regocijé muchísimo cuando Cynthia tuvo la idea de ir a una escuela de preparación,
una experiencia de discipulado en un internado para la familia entera. Lo vi como un
cambio en Cynthia y estuvimos de acuerdo en asistir.
La historia de Cynthia
Tenía la costumbre de dormirme llorando.
Hubo conflicto en el hogar de mi infancia. Mientras mis padres discutían y se peleaban
en la sala, mi hermana y yo nos tomábamos de la mano entre nuestras camas para lograr
consuelo y nos dormíamos llorando.
Tanto deseaba la paz, que cuando papá se enojaba, procuraba no cruzarme en su camino
y trataba de mantener todo en calma.
Papá era un obrero orgulloso que creía que un buen hombre debe trabajar duro todo el
día; y así como trabajaba, así tomaba. Tenía básicamente una tremenda ética del trabajo la
que me trasmitió. Siempre quise hacer e hice bien las cosas, porque algo menos era
rebajarme. Logré mis metas escolásticas a pesar de sentirme terriblemente insegura y sin
saber qué sería de mi futuro.
La historia de Judy
Me preguntaba cómo se podrían equivocar jamás los adultos.
Cuando era pequeña pensaba que mamá y papá eran felices, pero cuando tenía unos
diez años empecé a sentir mucha tensión interior. Pero todavía pensaba que mis padres eran
perfectos, y me preguntaba cómo se podrían equivocar los adultos.
Mamá lloraba mucho, ella y papá discutían a puerta cerrada, a veces por horas y horas.
De noche, acostada en mi cama los escuchaba sin saber qué hacer. Me asustaba muchisimo.
Luego papá subía a darnos las buenas noches pero no decía nada más.
Me convertí a Cristo siendo muy pequeña. Cuando era adolescente nos fuimos a otro
estado, y fue espantoso. La gente allí, especialmente los muchachos de mi edad, eran muy
caprichosos. Por fuera eran amables, pero me parecía que sus intenciones ocultas eran
dañarnos y hacernos deprimir. No estaba acostumbrada a eso y duré mucho para
sobreponerme. Llegaba a casa en un mar de lágrimas porque no podía manejar el hecho de
que la gente chismeara de mí sin ninguna razón aparente.
Discutíamos constantemente.
Cuando cumplí catorce años y mis padres estaban en la escuela de preparación, había
reglas muy estrictas. Papá estaba a favor de todas, por lo que las seguía hasta el último
detalle. Me sentía constantemente presionada y con el tiempo me rebelé. Peleaba mucho
con él y discutíamos constantemente. Llegué al punto de odiarlo con todo mi ser durante el
último año que pasamos fuera de casa. A todo lo que él defendiera yo me oponía. Sabía que
no debería ser así, pero ni siquiera me sentía mal.
Mi madre me hablaba de algunas de las dificultades que experimentaba y yo le contaba
lo que estaba sintiendo, más que nada la presión de parte de papá. No importaba lo que yo
dijera, él lo tomaba como una crítica; pensaba siempre que yo lo estaba humillando, aun
cuando hiciera solamente un pequeño comentario.
No confiaba en mi padre. Una vez le dije algo y se fue directo a ver a mi maestra y se lo
contó. Luego ella vino y me lo dijo. No lo podía creer. Había dicho algo muy importante
para mí y ahora lo usaban en mi contra.
A veces mi madre me decía: «Hay esperanza; hay esperanza. Está cambiando; él está
cambiando». Pero respondía: «Pues yo no lo veo así».
La historia de Joan
Me asusté muchísimo porque nuestros padres peleaban cada vez más.
Antes de mudarnos de nuestra casa había momentos en que yo sentía que mamá no era
cristiana. No la había visto orar y no participaba en todo lo que hacía papá.
Me encantaba colaborar con papá y le creía todo lo que decía. Pero me asusté
muchísimo cuando mi hermana y yo empezamos a observar que nuestros padres peleaban
cada vez más. A veces se me ocurría que tal vez se iban a separar.
Me deprimí y en realidad no sabía qué creer, por lo que me aislaba y eludía a la gente.
Si escuchaba pasos, me escondía de inmediato para que nadie me viera. Y me metí de lleno
a leer. Si alguien quería conversar conmigo, lo evitaba sumergiéndome en mis libros y
dramatizando las historias que había en mi mente. Lo que sucedía en mi familia me tenía
muy asustada y este era mi escape.
La Iglesia:
Conduce a la gente hacia la libertad
En diciembre de 1989 participé en un «Simposio de evangelización de poder», al que
estaban invitados únicamente profesores de seminarios que daban cursos sobre temas
relacionados con la guerra espiritual. Los trabajos presentados en ese congreso formal se
publicaron en forma de libro titulado Wrestling With Dark Angels [La lucha contra los
ángeles de las tinieblas]. Todos los participantes eran bíblicamente conservadores, pero
representaban una amplia perspectiva teológica. Mi trabajo fue el último presentado.
Antes de empezar a leer, dije: «No veo la batalla como un enfrentamiento de potencias,
sino más bien como un encuentro con la verdad. Creo que la verdad nos libera. En segundo
lugar, temo que en el pasado hemos adoptado un método extraído de los evangelios en vez
de las epístolas.
No hay instrucción en las epístolas para echar fuera un demonio, pero hay muchísima
instrucción a los individuos para que tomen responsabilidad propia por lograr y mantener la
libertad.
Antes de la cruz, el pueblo de Dios no estaba redimido y Satanás no estaba vencido, por
lo que se requería un agente con autoridad, especialmente dotado para echar fuera un
demonio, como en el caso de Cristo o de los apóstoles (Lucas 9:1). Después de la cruz ya
Satanás está vencido y todo hijo de Dios tiene autoridad para resistir al diablo, pues
estamos en Cristo y sentados con Él en los lugares celestiales. La responsabilidad se
traspasó del agente externo al individuo. Tenemos en 2 Timoteo 2:24–26 un pasaje muy
determinante:
Pues el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para
enseñar y sufrido; corrigiendo con mansedumbre a los que se oponen, por si quizás Dios les
conceda que se arrepientan para comprender la verdad, y se escapen de la trampa del diablo,
quien los tiene cautivos a su voluntad.
Un ministerio transferible
Un pastor asistió a una clase que yo impartía para el doctorado en el ministerio; junto
con su asociado había conducido por los pasos hacia la libertad a más de cien personas en
su iglesia evangélica, en más o menos un año. Hablé en su iglesia y me sentí transportado
por el espíritu de adoración y la «vitalidad» que había allí. Muchas de esas personas se me
acercaron y me expresaron su gratitud para con Dios. Hablaron de lo agradecidos que
estaban de tener pastores que les podían ayudar a resolver sus problemas. El personal
pastoral actualmente está en proceso de capacitar a otros en la iglesia para conducir a la
gente a la libertad en Cristo.
En este capítulo va a conocer a John Simms, un santo pastor pentecostal que reconoció
su necesidad de liberación pero que se cansó de las sesiones maratónicas del
enfrentamiento de poderes. También estaba frustrado por la falta de «herramientas» para
ayudar a una pareja de su iglesia que estaba sumamente necesitada. Luego tendrá el relato
de la pareja, que fueron referidos a un pastor que había sido alumno mío, y quien se ofreció
a guiarlos a través del proceso.
Hago saber sus historias para transmitir que lo que estamos realizando es transferible.
Los pastores pueden y deben involucrarse en la ayuda a las personas como esta pareja. Creo
que lo que llevamos a cabo no es un asunto evangélico carismático, teológico
dispensacional o pactista. Ni siquiera es un asunto protestante o católico. Es un asunto
cristiano centrado en la verdad de la Palabra de Dios, parte íntegra del propósito eterno de
Dios.
* * *
La historia de Pat
Nuestra familia jamás expresaba sus sentimientos.
Recuerdo anécdotas de la escuela durante mi niñez, pero no recuerdo mucho de mi vida
familiar, excepto algunas escenas retrospectivas que tuve durante mi consejería. Nuestra
familia jamás expresaba sus sentimientos y a nadie le importaba lo que sucedía en la vida
de los demás.
Entre los cuatro y los seis años de edad, papá abusaba de mí sexualmente. Al fin le dije
a mi mamá: «Tengo miedo de papi. Me duele lo que me hace». Esa noche los oí discutir y
luego mamá dejó de hablarme. Estaba enojada conmigo y me cortó mi pelo largo para que
pareciera un niño. Aprendí a nunca más contar mis problemas ni a mamá ni a papá.
El muchacho vecino me violó cuando tenía ocho años. Me sentí confundida, deprimida
y enojada por mucho tiempo, y temía mucho el rechazo. Nunca tuve muchas amistades y no
me gustaba la vida. En la escuela primaria me corté las manos con vidrio creyendo que era
una persona horrible que necesitaba castigo.
Si pensaba que mi vida de niña fue dura, esta empeoró todavía más durante la escuela
secundaria. Me sentí como si hubiera llegado al final de todo. No podía beber lo suficiente
como parar mitigar el dolor que sentía y las voces que escuchaba, pero lo intenté. Tomaba
alcohol antes de ir a la escuela, durante las clases y en los fines de semana con el fin de
poder sobrevivir a esos días. Cuando al fin me dieron un cuarto para mí sola, lo hice mi
refugio y pasaba mucho tiempo encerrada en él. Era el lugar donde escapaba de mi abuela,
que vivía con nosotros y que nunca me quiso.
Cuando tenía quince años tomé un puñado de pastillas para el dolor que tenía mamá.
Pensar y planear el suicidio me dio el rato de más paz que jamás hubiera experimentado en
mi vida de incredulidad. Esperé que todo el mundo fuera a dormir y me las tomé, pero no
tomé las suficientes y sólo dormí todo el día siguiente. Mamá no dijo nada al respecto y me
volvió a enviar a la escuela al otro día. Lloraba en todas mis clases hasta que finalmente la
profesora llamó a mamá y le pidió que me recogiera. Me llevó al médico que nos puso en
contacto con un siquiatra que me dio antidepresivos y empezó a aconsejarme con
regularidad.
Un día cuando papá me recogió después de una cita con el siquiatra, me dio una
impresión muy rara, como si fuera otra persona. Vi en sus ojos una expresión malévola
como cuando acostumbraba abusar de mí. Creo que estaba temeroso de que lo
desenmascarara ante el doctor. Después de eso traté dos veces más de tomar una
sobredosis.
Con sólo pensar en mis problemas, las lágrimas corrían por mis
mejillas.
Unos quince días después llamé al pastor Simms y le dije que en un ambiente de grupo
no podía hacer mi lista de personas a quienes perdonar. Además, cuando estaba sentada en
la parte trasera del auditorio no había nadie llorando cerca de mí. Parecía que nadie luchaba
contra nada, mientras que con sólo pensar en mis problemas, las lágrimas corrían por mis
mejillas y no quería pasar vergüenza.
El pastor Simms me dijo que se había enterado de otro pastor que me podría conducir
por las oraciones, me concertaría una cita y hasta iría conmigo, si así lo deseara. El día de la
cita nos encontramos allá. Me sentía muy nerviosa, pero de inmediato me sentí segura
cuando el pastor Simms y yo nos sentamos en la oficina del pastor Jones. Nunca había visto
antes a este hombre pero cuando miraba su cara sentía paz, sabía que era sincero y que yo
le importaba. Empezó diciendo que le advirtiera inmediatamente en caso de que las voces o
las náuseas aparecieran, para que nos detuviéramos a orar y hacerlas ir.
Desde la infancia había tenido incesantes dolores de cabeza a diario, los que habían
aumentado su intensidad, desde que asistí al primer grupo de apoyo hacía tres años. Ahora
me empezaba a martillar la cabeza. Cuando llegamos al paso del perdón, me dieron náuseas
como el día que estuve en el seminario. Me temblaban las manos. Las voces eran tan
fuertes que me volvían loca, y recuerdo haber preguntado: «¿No oyen esto?» Con cada una
de estas distracciones, el pastor Jones oraba o me pedía que orara: «En el nombre de Jesús,
te ordeno Satanás que te vayas de mi presencia» y se calmaba la molestia. Quizás de lo más
difícil que jamás haya hecho en mi vida entera fue seguir esos pasos, pero lo logré con la
ayuda del pastor Jones.
La historia de George
Nada en mi vida había obrado para liberarme.
Me emocioné mucho cuando revisé los libros que Pat trajo del seminario a casa y
pensé: Esto sí va a resultar. No hay palabras para describir lo desesperadamente que
necesitaba la ayuda prometida en ellos, porque en mi vida nada había obrado para librarme
de la fortaleza sexual de Satanás que estaba destruyendo a nuestro matrimonio y a mí.
Me crió un padre perfeccionista, la clase de papá al que nada le era suficiente por más
que yo tratara de hacer lo mejor. Cuando bateaba jonrón me decía: «Lo hiciste bien, pero
déjame mostrarte otra manera mejor».
Mis padres se divorciaron cuando yo tenía unos cinco años y a pesar de mi poca edad
mi madre empezó a depender de mí. Se volvió a casar y mi padrastro era un alcohólico
verbalmente ofensivo. En mi etapa de crecimiento trabajaba con él, quien a su vez me decía
cuánto me necesitaba. Creo que fue por eso que desarrollé la actitud de tener que
esforzarme por conseguir aceptación y aprobación, lo que intentaba hacer con ahínco.
10
La mente fragmentada
¿Qué es una mente fragmentada? Es una mente dividida como resultado de haber
decidido desprenderse de las circunstancias inmediatas que rodean al individuo. En un
sentido limitado, todo el mundo decide hacerlo. Recuerdo que cuando mis hijos eran
pequeños optaba por desconectarme de mi entorno. Podían estar discutiendo y vociferando
en la habitación vecina, y yo los «apagaba» como quien baja el volumen. Me concentraba
tanto en lo que hacía, como estudiar o ver mi deporte favorito en el televisor, que
consciente o inconscientemente decidía no ocuparme de ellos porque no quería enfrentar
algo desagradable, o porque no quería que me distrajeran de lo que estuviera haciendo.
Mentalmente me encontraba «en el jardín», como decía mi esposa. «Tierra llamando a
Neil», era su forma de lograr que me sintonizara de nuevo con lo que me rodeaba.
No, no soy raro; de vez en cuando todos hacemos lo mismo. La gente que vive cerca de
la línea del tren o de los aeropuertos aprenden a hacerle caso omiso al ruido. Una amistad
puede estar en su casa cuando pasa el tren y pregunta: «¿Cómo aguanta esto?» Usted
responde: «¿Aguantar qué? Ah, ¡el tren!» Al principio me molestó casi tres semanas y
ahora ni siquiera me doy cuenta cuando pasa». Decidimos pensar en lo que es verdadero,
bello, puro, etcétera (Filipenses 4:8). Podemos decidir no tratar con algo desagradable,
disociarnos y pensar en otra cosa. Pero a lo mejor es malsano si nos desprendemos de la
realidad como una manera de aguantar. También se puede transformar en un patrón de
negar la realidad.
Multiplique por mil lo desagradable que es oír a niños pelear y a los trenes que pasan, y
tal vez logre sentir un poco de lo que soportan quienes sufren de trastorno disociativo: Es
un mecanismo de defensa, causado por trauma severo, mediante el cual la persona se
disocia para sobrevivir. Desafortunadamente, las atrocidades de las que han sido víctimas
están grabadas en su banco de memoria. Físicamente sus ojos siguen viendo, sus oídos
oyendo y sus cuerpos sintiendo, pero la mente decide hacer caso omiso de todos esos
horrores que rondan y crea un imaginario mundo «seguro», dentro del cual vivir.
No creo que esta sea la percepción correcta. Prefiero pensar que sólo hay una persona y
que tiene una mente fragmentada. El cuadro entonces se vería de la siguiente manera:
Porciones fragmentadas de la mente escondidas de la memoria
Lo viejo ha pasado
Parcialmente integrada Plenamente integrada
Tenemos que reconocer el dolor emocional de nuestro pasado, buscar la sanidad que
viene por medio del perdón y establecer en Cristo nuestra nueva identidad. No podemos
arreglar nuestro pasado, pero podemos liberarnos de él. Para ser libres, debemos tener una
manera bíblica de lograr acceso a los recuerdos reprimidos.
Lo común es que los perpetradores no aceptan lo que Dios revela. La mayoría de los
abusadores no admitirán jamás su pecado; los satanistas no lo hacen porque están bajo pena
de muerte si revelan alguna vez sus acciones. Sus hechos son malos, y odian la luz y rara
vez van hacia ella.
No le pido a la persona que trate de recordar lo que pasó, sino más bien le insto a
pedirle a su Padre celestial que le revele la verdad. «Si vosotros permanecéis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres»
(Juan 8:31, 32). Hacerle frente a la verdad puede ser una experiencia espantosa para
muchos. Algunos prefieren no encararla, pero la libertad sólo viene cuando se conoce toda
la verdad, la verdad de la Palabra de Dios y la verdad sobre nosotros mismos. David clama
en el Salmo 51:6: «He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo».
El diario de la oración
Una recuperación de la memoria guiada por el Espíritu Santo se puede dividir en cuatro
categorías: primero, hacer un diario de oración. A veces animo a las personas entre cita y
cita a que personalmente pidan a Dios que les revele la verdad en sus casas y que luego
mantengan un diario de lo que el Espíritu Santo les traiga a la memoria. Algunos tienen un
compañero o una compañera de oración en quien confían para pedir ayuda. Cuando nos
reunimos de nuevo, les ayudo a procesar lo que recordaron. Es muy común que traigan dos
o tres páginas de detalles vergonzosos.
Si tratan de hacerlo por su propia cuenta, les indico que le pidan protección a Dios.
Sugiero que escriban exactamente lo que les revele el Espíritu Santo, sin cuestionarlo, sólo
registrando hasta el más mínimo detalle. Muchos se preguntarán si estarán inventándolo
todo. Una señora visitó la casa donde se crió para ver si los detalles de su vecindario eran
los que pensaba que el Espíritu Santo le permitió recordar. Para su sorpresa, el vecindario
era exactamente como se lo había revelado el Espíritu Santo, a pesar de que no había
pasado por allí en veinticinco años. Los recuerdos de mi primera infancia son muy vagos,
así que, ¿cómo va a recordar esta gente con tanta claridad las primeras experiencias de su
infancia? No las recuerdan: Dios se las revela.
Atravesemos el punto muerto con la oración
Un segundo método de recuperación es que las personas, en presencia suya, le pidan a
Dios que les revele lo que las mantiene atadas. Casi siempre hago esto si nuestras reunión
ha llegado a un punto muerto, o después de haber pasado por los pasos hacia la libertad sin
lograr una solución completa. Hemos procesado todo lo que pudiéramos, pero algo todavía
no llega a la superficie.
Una señora pasaba por el proceso del perdón cuando paró al llegar a su maestra de
tercer grado. Lo único que recordaba era que salía del aula y de alguna manera se sentía
atada a ella. La perdonó por eso, pero ambos sabíamos que este no era el asunto clave. La
animé a orar, pidiéndole al Señor que le revelara lo ocurrido realmente en el tercer grado.
Lo hizo y se vio en el baño con la maestra maltratándola sexualmente.
¿Cómo sabemos que ese no era un juego mental o un engaño satánico? Una manera es
ver si hay alguna confirmación externa. En este caso, sus compañeras le habían dicho años
después que su maestra la había tratado muy mal. También, que la enviaron a casa
sangrando del útero con la explicación de que se había caído, aunque jamás recuerda
ninguna caída. La atadura fue espiritual debido al maltrato sexual, y no una atadura
sicológica que puede darse debido a la cercanía de una relación entre maestro y alumno.
Jamás debe implantar sugerencias en la mente de otra persona, aun cuando sospeche de
maltrato, porque la mente es demasiado vulnerable a las sugerencias. Un recuerdo vago de
un abrazo honesto de un padre o una madre se puede distorsionar muy fácilmente e
interpretarse como un cariño inapropiado o algo peor. Como pastor y consejero pido
sabiduría y dirección al Señor para mí, pero también pongo a la persona a pedir al Señor
que le revele lo que le causa la atadura. Sospecharía de lo veraz de cualquier detalle que
provenga de un sueño. Por lo general, las pesadillas indican un tipo de asalto espiritual,
pero casi siempre se acaban después que la persona encuentra su libertad en Cristo. Una
mujer acusó a sus padres de abuso sexual por un sueño que tuvo, y una amiga se lo
confirmó mediante «palabras de conocimiento». Esto es demasiado subjetivo como para
presentar acusaciones. Casi siempre habrá alguna confirmación externa para los recuerdos.
Satanás ataca la mente de las personas lastimadas y busca desacreditar a los líderes
espirituales con pensamientos sembrados en la mente de sus hijos o de sus asociados.
Conozco varios casos en que los hijos acusan falsamente a los padres. Satanás es muy
astuto. Si puede inducir recuerdos falsos de abuso ritual y que luego se absuelva de todos
los cargos a los acusados, muchos van a pensar que los casos legítimos también son falsos.
¿Qué tal si la gente ora y no surge nada a la superficie? Entonces los animo a continuar
en su búsqueda de Dios. A lo mejor este no sea el momento oportuno. O que tal vez no
haya nada y debamos explorar otra razón por sus dificultades. Usted sólo puede procesar lo
que conoce. No creo que debamos indagar mucho sobre el pasado, sino esperar hasta que
Dios revele las cosas ocultas de las tinieblas.
Renuncio a todos y cada uno de los Declaro que soy partícipe del nuevo
dirección.
Renuncio a toda espíritu guía que se Declaro que acepto sólo la dirección
Cena.
Renuncio a todos y cada uno de los Declaro que Dios es mi Padre y que el
medio del cual Satanás podría Él. He sido comprado por la sangre del
Para las víctimas del abuso ritual satánico las renuncias anteriores son una extensión de
la confesión que se hacía en la iglesia primitiva: «Renuncio a ti, Satanás, a todas tus obras y
todos tus caminos». Sin embargo, aun las renuncias anteriores son de aplicación general
porque cada víctima del abuso ritual satánico se ha entregado, de una manera u otra, a los
ritos mencionados y a otros más. Además, conforme el Espíritu Santo revele las cosas
específicas que se ocultan en las tinieblas, hay que renunciar a ellas específicamente.
El sacrificio satánico
El sacrificio es un intento de establecer propiedad. Fuimos redimidos «con la sangre
preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación» (1 Pedro 1:19).
En el abuso ritual satánico a menudo se obliga a los niños a matar en sacrificio por dos
motivos: primero, eso los prepara para una participación futura en el rito. Con frecuencia,
las drogas son medios para obligarlos a acceder en el espantoso abuso sexual y en los ritos
del sacrificio. O quizás obedezcan por las amenazas de hacer daño a otros, como en el caso
de una niña a quien le dijeron que si no participaba le harían daño a su hermano. ¿Por qué
realizan estas matanzas de víctimas inocentes como bebés, fetos y animales? Dicen: «Tu
Dios sacrificó a su único Hijo, quien era perfectamente inocente». Para ellos, mientras
mayor sea el sacrificio, más grande es el poder; y los satanistas van tras el poder.
En segundo lugar, a los niños se les obliga a matar porque los sujeta a mantener el
secreto: quien mató a un niño inocente o a un animal jamás va a contarlo a los del mundo
exterior. Sus recuerdos se pueden bloquear, pero cuando años más tarde recuerde las
atrocidades, todavía no podrá hablar de ellas porque siente responsabilidad por haberlas
cometido. Tiene que tomar en cuenta las drogas u otros medios que se usaron para obligarle
a acceder. Esta gente teme por su vidas, en ese entonces y ahora, porque saben que
sacrificar una vida no es nada para un satanista. Si rehúsan matar durante el rito, los
matarán a ellos, o al menos temen esa posibilidad. El temor les impide divulgar las cosas
hechas en lo oculto, y se sienten abrumados por la culpabilidad y el dolor presentes.
Apéndice
Declaración
En el nombre y por la autoridad del Señor Jesucristo, le ordenamos a Satanás
y a todos los espíritus malignos a soltar a (nombre) de manera que (nombre)
quede libre para conocer la voluntad de Dios y decidirse por esta. Como hijos
de Dios sentados con Cristo en los lugares celestiales, nos ponemos de acuerdo
que cada enemigo del Señor Jesucristo sea atado y enmudecido. Le decimos a
Satanás y a todos sus obreros malignos que no pueden causar dolor ni de
ninguna otra manera impedir que se cumpla la voluntad de Dios en la vida de
(nombre).
Preparación
Antes de realizar los pasos hacia la libertad, repase los acontecimientos de su vida para
discernir las áreas específicas que quizás tenga que enfrentar.
Historia familiar
_________ Historia religiosa de los padres y abuelos
_________ Vida hogareña desde la niñez hasta la adolescencia
_________ Historia de enfermedad física o emocional en la familia
_________ Adopción, tutores temporales o permanente
Historia personal
_________ Hábitos alimentarios (bulimia o anorexia, comer compulsivamente o
hartarse de comida para después purgarse)
_________ Cualquier adicción (drogas o alcohol)
_________ Medicamentos de receta médica (¿para qué son?)
_________ Hábitos de sueño y pesadillas
_________ Violación o cualquier maltrato sexual, físico o emocional
_________ Pensamientos (obsesivos, blasfemos, condenatorios, distracción, falta de
concentración, fantasía)
_________ Interferencia mental en la iglesia al orar o al estudiar la Biblia
_________ Vida emocional (enojo, ansiedad, depresión, amargura, temores)
_________ Peregrinaje espiritual (salvación: cuándo, cómo y qué seguridad tiene)
Ahora puede empezar. Los siguientes son siete pasos específicos que debe desarrollar
para experimentar libertad de su pasado. Se enfrentará con las áreas donde Satanás más se
aprovecha de nosotros y donde se han edificado fortalezas. Al derramar su sangre, Cristo
compró en la cruz la victoria para usted. A medida que decida creer, confesar, perdonar,
renunciar y abandonar, logrará como resultado su libertad. Eso es algo que nadie puede
hacer por usted. La batalla que se libra en su mente se ganará únicamente cuando escoja la
verdad.
Al dar estos pasos hacia la libertad, recuerde que Satanás sólo será derrotado cuando lo
confronte verbalmente. Él no puede leer su mente ni tiene obligación de obedecer sus
pensamientos. Sólo Dios tiene conocimiento pleno de su mente. Conforme desarrolle cada
paso, es importante que se someta a Dios interiormente y resista al diablo, al leer cada
oración en voz alta, y verbalmente renunciar, perdonar, confesar, etc.
Usted está haciendo un inventario moral serio y un compromiso total con la verdad. Si
sus problemas provienen de otra fuente que no se mencione en estos pasos, no tiene nada
que perder al seguirlos. Si es sincero, ¡lo único que le puede suceder es que termine
arreglando sus cuentas con Dios!
Autohipnosis
Fetichismo (adoración de
objetos)
Renuncio a todos y cada uno de los Declaro que soy partícipe del nuevo
dirección.
Renuncio a todo espíritu guía que se Declaro que acepto sólo la dirección
Cena.
Renuncio a todos y cada uno de los Declaro que Dios es mi Padre y que el
mío mediante el cual Satanás podría tiene poder sobre mí. Le pertenezco a
reclamarme como propiedad suya. Él. He sido comprado por la sangre del
Cordero.
Afirmación doctrinal
Reconozco que hay un solo Dios vivo y verdadero (Éxodo 20:2, 3) que existe
como Padre, Hijo y Espíritu Santo; y Él es digno de todo honor, alabanza y
gloria como Creador, Sustentador, Principio y Fin de todas las cosas
(Apocalipsis 4:1; 5:9; Isaías 43:1, 7, 21).
Reconozco a Jesucristo como el Mesías, el Verbo que se hizo carne y habitó
entre nosotros (Juan 1:1, 14). Creo que Él vino a destruir las obras de Satanás
(1 Juan 3:8), que despojó a los principados y a las potestades, exhibiéndolos
públicamente, habiendo triunfado sobre ellos (Colosenses 2:15).
Creo que Dios ha mostrado su amor por mí porque cuando aún era pecador,
Cristo murió por mí (Romanos 5:8). Creo que me salvó del dominio de las
tinieblas y me trasladó a su reino, y en Él tengo redención, el perdón de
pecados (Colosenses 1:13, 14).
Creo que ahora soy hijo de Dios (1 Juan 3:1–3) y que estoy sentado con Cristo
en los lugares celestiales (Efesios 2:6). Creo que fui salvo por la gracia de Dios
por medio de la fe, y que fue un regalo y no el resultado de cualquier obra mía
(Efesios 2:8).
Decido ser fuerte en el Señor y en el poder de su fuerza (Efesios 6:10). No tengo
confianza alguna en la carne (Filipenses 3:3), porque las armas de mi lucha no
son carnales (2 Corintios 10:4). Me visto con toda la armadura de Dios (Efesios
6:10–20), y estoy decidido a estar firme en mi fe y a resistir al maligno.
Creo que aparte de Cristo nada puedo hacer (Juan 15:5), por lo que declaro mi
dependencia de él. Decido permanecer en Cristo para llevar mucho fruto y
glorificar al Señor (Juan 15:8). Le anuncio a Satanás que Jesús es mi Señor (1
Corintios 12:3), y rechazo cualquier don u obra falsificada por Satanás en mi
vida.
Creo que la verdad me hará libre (Juan 8:32), y que el único camino de
comunión es andar en la luz (1 Juan 1:7). Por lo tanto, estoy firme en contra
del engaño de Satanás al llevar cada pensamiento cautivo a la obediencia de
Cristo (2 Corintios 10:5). Declaro que la Biblia es la única regla autorizada (2
Timoteo 3:15–16). Decido hablar la verdad en amor (Efesios 4:15).
Decido presentar mi cuerpo como instrumento de justicia, en sacrificio vivo y
santo, y renuevo mi mente por medio de la Palabra viva de Dios, para poder
comprobar que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta (Romanos
6:13; 12:1, 2). Me quito el viejo hombre con sus prácticas malignas y me pongo
el nuevo hombre (Colosenses 3:9, 10), y declaro ser una nueva criatura en
Cristo (2 Corintios 5:17).
Le pido a mi Padre celestial que me llene con su Santo Espíritu (Efesios 5:18),
que me conduzca a toda verdad (Juan 16:13), y que me dé el poder para vivir
sin pecado y no satisfacer los deseos de la carne (Gálatas 5:16). Crucifico la
carne (Gálatas 5:24) y decido caminar según el Espíritu.
Renuncio a todas las metas egoístas y escojo el propósito final de amor (1
Timoteo 1:5). Decido obedecer los dos mandamientos más grandes: Amar al
Señor mi Dios con todo mi corazón, con toda mi alma y con toda mi mente, y
amar a mi prójimo como a mí mismo (Mateo 22:37–39).
Creo que Jesús tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18), y
que Él es la cabeza sobre todo principado y potestad (Colosenses 2:10). Creo
que Satanás y sus demonios están sujetos a mí en Cristo porque soy miembro
del cuerpo del Señor (Efesios 1:19–23). Por lo tanto, obedezco el mandamiento
de someterme a Dios y de resistir al diablo (Santiago 4:7), y le ordeno en el
nombre de Cristo, que se aleje de mi presencia.
Examine cada área y pídale perdón a Dios por las veces que no ha sido sumiso, y ore de
la siguiente manera:
Señor, sé que he sido rebelde hacia _________. Por favor, perdóname por esta
rebelión. Decido ser sumiso y obediente a tu Palabra. En el nombre de Jesús.
Amén.
Quinto paso: Orgullo vs. humildad
El orgullo mata. El orgullo dice: «¡Yo puedo solo! Puedo salir de este enredo sin la
ayuda de Dios ni de nadie». ¡Pero no es posible! Necesitamos terminantemente de Dios y
también con desesperación unos de otros. Pablo escribió: «Porque nosotros somos[…] los
que servimos a Dios en espíritu, que nos gloriamos en Cristo Jesús y que no confiamos en
la carne» (Filipenses 3:3). La humildad es la confianza debidamente fijada. «Fortaleceos en
el Señor y en el poder de su fuerza» (Efesios 6:10). Santiago 4:6–10 y 1 Pedro 5:1–10
revelan que al orgullo le sigue el conflicto espiritual. Use la siguiente oración para expresar
su compromiso de vivir humildemente ante Dios:
Amado Padre celestial: Tú has dicho que antes de la quiebra está el orgullo; y
antes de la caída, la altivez de espíritu (Proverbios 16:18). Confieso que he
vivido de manera independiente y que no me he negado a mí mismo, ni he
tomado mi cruz diariamente para seguirte (Mateo 16:24). Al hacer eso, he
concedido territorio en mi vida al enemigo. He creído que podía tener éxito y
vivir en victoria por mi propia fuerza y mis recursos. Ahora confieso que he
pecado contra ti al anteponer mi voluntad a la tuya y al centrar mi vida en mí
mismo en vez de centrarla en ti. Ahora renuncio a la vida egoísta y, al hacerlo,
cancelo toda ventaja adquirida en mis miembros por los enemigos del Señor
Jesucristo. Te pido que me guíes para que no haga nada por rivalidad ni por
vanagloria, sino estimar humildemente a los demás como superiores a mí
(Filipenses 2:3). Permíteme servir en amor a los demás y preferirlos en honor
(Romanos 12:10). Esto te lo pido en el nombre de Cristo Jesús, mi Señor.
Amén.
Habiendo hecho este compromiso, ahora permítale a Dios mostrarle cualquier área
específica de su vida donde haya sido orgulloso, como en los aspectos siguientes:
_________ He tenido un mayor deseo de cumplir mi voluntad que la de Dios
_________ He dependido más de mi fortaleza y de mis recursos que de los de Dios
_________ A veces creo que mis ideas y opiniones son mejores que las de otros
_________ Me preocupo más de controlar a los demás que desarrollar el dominio propio
_________ A veces me considero más importante que otros Tengo la tendencia de
pensar que no tengo necesidades Encuentro difícil aceptar mis faltas
_________ Tengo la tendencia de complacer más a la gente que complacer a Dios
_________ Me preocupo demasiado respecto a si recibo o no el reconocimiento debido
_________ Me siento obligado a obtener el reconocimiento como resultado de los
grados académicos, títulos y cargos
_________ Suelo pensar que soy más humilde que los demás Otras maneras en que haya
pensado más de sí mismo que lo debido
Por cada uno de los puntos anteriores que se aplique en su vida, ore en voz alta lo
siguiente:
Señor, reconozco que he sido orgulloso en el área de _________. Perdóname,
por favor, por este orgullo. Decido humillarme y confiar totalmente en ti.
Amén.
Sexto paso: Esclavitud vs. libertad
El siguiente paso hacia la libertad se relaciona con las costumbres pecaminosas. Las
personas atrapadas en el ciclo vicioso de pecar-confesar-pecar-confesar quizás tengan que
seguir las instrucciones de Santiago 5:16: «Confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad
unos por otros de manera que seáis sanados. La ferviente oración del justo, obrando
eficazmente, puede mucho». Búsquese a una persona justa que le apoye en oración y a
quien le pueda rendir cuentas. Otros quizás sólo necesiten la seguridad expresada en 1 Juan
1:9: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y
limpiarnos de toda maldad». La confesión no es decir «lo siento», sino más bien, «lo hice».
Ya sea que necesite la ayuda de otros o sólo tenga que rendirle cuentas a Dios, ore de la
siguiente manera:
Amado Padre celestial: Tú nos has dicho que nos vistamos del Señor Jesucristo
y que no hagamos provisión para satisfacer los malos deseos de la carne
(Romanos 13:14). Reconozco que me he entregado a las pasiones carnales que
combaten contra el alma (1 Pedro 2:11). Te doy gracias que en Cristo mis
pecados me son perdonados, pero he pecado contra tu santa ley y le he dado al
enemigo la oportunidad de luchar en mis miembros (Romanos 6:12–13;
Santiago 4:1; 1 Pedro 5:8). Vengo ante tu presencia para reconocer estos
pecados y en busca de tu limpieza (1 Juan 1:9) para ser libre de la esclavitud
del pecado. Ahora te pido que reveles a mi mente las maneras en que he
transgredido tu ley moral y he contristado al Espíritu Santo. Te lo pido en el
nombre precioso de Jesús. Amén.
Las obras de la carne son numerosas. Quizás quiera abrir su Biblia en Gálatas 5:19–21 y
orar a través de estos versículos, pidiéndole al Señor que le revele sus pecados específicos
de la carne.
Es nuestra responsabilidad impedir que el pecado reine en nuestros cuerpos mortales al
no utilizarlos como instrumentos de iniquidad (Romanos 6:12, 13). Si lucha contra los
pecados sexuales habituales (pornografía, masturbación, promiscuidad sexual) o si
experimenta dificultades sexuales e íntimas en su matrimonio, ore de la siguiente manera:
Señor, te pido que traigas a mi memoria cada uso sexual de mi cuerpo como
instrumento de iniquidad. Te lo pido en el nombre precioso de Jesús. Amén.
Conforme el Señor le traiga a su memoria cada uso sexual de su cuerpo, sea que fuera
víctima (de violación, incesto o cualquier otro abuso sexual) o que haya participado
voluntariamente, renuncie a cada ocasión:
Señor, renuncio a (mencione el uso específico de su cuerpo) con (nombre a la
persona) y te pido que rompas esa atadura.
Ahora dedique su cuerpo ál Señor con la siguiente oración:
Señor, renuncio a todos estos usos de mi cuerpo como instrumento de
iniquidad y al hacerlo, te pido que rompas toda atadura que Satanás ha traído
a mi vida a través de esa relación. Confieso mi participación y ahora te
presento mi cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a ti, y reservo el uso
sexual de mi cuerpo sólo para el matrimonio. Renuncio a la mentira de Satanás
de que mi cuerpo no es limpio, que es sucio o de alguna manera es inaceptable
como resultado de mis experiencias sexuales anteriores. Señor, te doy gracias
porque me has lavado totalmente y me has perdonado, y que me amas y me
aceptas incondicionalmente. Por lo tanto, puedo aceptarme a mí mismo. Y
decido hacerlo: a aceptarme a mí mismo y mi cuerpo como limpios. En el
nombre de Jesús. Amén.
Declaración
Por este medio y en este momento rechazo y desecho todos los pecados de mis
antepasados. Como uno que ha sido librado del poder de las tinieblas y
trasladado al Reino del amado Hijo de Dios, cancelo toda obra demoníaca que
me hayan traspasado mis antepasados. Como uno que ha sido crucificado y
levantado con Jesucristo y se sienta con Él en los lugares celestiales, renuncio a
toda asignación satánica dirigida hacia mí y hacia mi ministerio, y cancelo toda
maldición que me hayan puesto Satanás y sus obreros. Le anuncio a Satanás y
a todas sus fuerzas que Cristo se hizo maldición por mí (Gálatas 3:13) cuando
en la cruz murió por mis pecados. Rechazo todas y cada una de las formas en
que Satanás pueda reclamarme como propiedad. Me declaro estar eterna y
completamente comprometido con el Señor Jesucristo y entregado a Él. Por la
autoridad que tengo en Jesucristo, ahora le ordeno a todo espíritu familiar y a
cada enemigo del Señor Jesucristo que esté dentro o alrededor mío que se vaya
de mi presencia. De ahora en adelante me comprometo con mi Padre celestial a
cumplir su voluntad.
Oración
Amado Padre celestial: Vengo como tu hijo, comprado por la sangre del Señor
Jesucristo. Tú eres el Señor del universo y de mi vida. Te entrego mi cuerpo
como instrumento de justicia, un sacrificio vivo, para que te glorifiques en él.
Ahora te pido que me llenes de tu Espíritu Santo. Me comprometo a renovar
mi mente para poder comprobar que tu voluntad es buena, perfecta y
agradable para mí. Esto lo hago todo en el nombre y con la autoridad del
Señor Jesucristo. Amén.
Una vez asegurada su libertad al seguir estos siete pasos, puede ser que las influencias
demoníacas intenten regresar días o meses después. Alguien me contó que, después de
haber recibido su libertad, oyó a un espíritu decir a su mente: «Ya volví». A lo cual
proclamó en voz alta: «¡De ninguna manera!» El ataque se acabó al instante. Una victoria
no constituye una guerra ganada, pues hay que mantener la libertad. Después de completar
estos pasos, una señora muy feliz me preguntó: «¿Estaré siempre así?» Le dije que
permanecería libre entretanto permaneciera en una buena relación con Dios. «Y aunque
resbale y caiga», la animé, «usted sabe cómo ponerse otra vez a bien con Dios».
Una víctima de atrocidades increíbles me contó este ejemplo:
«Es como si me hubieran obligado a participar en un juego con un tipo extraño y
desagradable dentro de mi hogar. Iba perdiendo y ya no quería jugar, pero el tipo extraño
no me dejaba. Al fin llamé a la policía (una autoridad superior) que vino y lo sacó de mi
hogar. Más tarde tocó a la puerta con deseos de entrar de nuevo, pero esta vez reconocí su
voz y no lo dejé entrar».
Qué hermoso ejemplo de cómo obtener la libertad en Cristo. Le pedimos ayuda a Jesús,
la máxima autoridad, y Él saca al enemigo de nuestra vida. Conozca la verdad, manténgase
firme y resista al maligno. Busque buen compañerismo cristiano y comprométase a una
costumbre de estudiar con regularidad la Biblia y de orar. Dios le ama y nunca le dejará ni
le desamparará.
Conservación de resultados
La libertad se tiene que mantener. Usted ha ganado una batalla importante en una
guerra continua. Suya es la libertad mientras siga decidiéndose por la verdad y esté firme en
la fuerza del Señor. Si llegaran a la superficie algunos recuerdos nuevos, o si se diera
cuenta de las «mentiras» que ha creído o de otras experiencias no cristianas que haya
tenido, renuncie a ellos y decídase por la verdad. Algunos han encontrado que es
beneficioso volver a realizar los pasos. Al hacerlo, lea con cuidado las instrucciones.
Para mantener los resultados de la libertad sugerimos lo siguiente:
1. Busque el compañerismo cristiano legítimo, donde puede andar en la luz y hablar la
verdad en amor.
2. Estudie su Biblia a diario. Memorice los versículos clave. Quizás quiera expresar la
afirmación doctrinal diariamente y buscar las referencias en esta.
3. Lleve cada pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo. Responsabilícese de su vida
mental, rechace la mentira, escoja la verdad y permanezca firme en su posición en
Cristo.
4. ¡No se aleje! Es muy fácil que sus pensamientos se debiliten y retroceder a las viejas
costumbres en cuanto a la manera de pensar. Cuente sus luchas abiertamente a un
amigo de confianza. Necesita al menos alguien que se mantenga firme con usted.
5. No espere que otro batalle por usted. Otros pueden ayudar, pero no pueden pensar, orar,
leer la Biblia ni escoger la verdad por usted.
6. Comprométase a orar todos los días. Puede usar a menudo y con toda confianza estas
oraciones sugeridas:
Oración diaria
Amado Padre celestial: Te honro como mi Señor soberano. Reconozco que
siempre estás conmigo. Eres el único todopoderoso y sabio Dios. Eres
bondadoso y amoroso en todos tus caminos. Te amo y te agradezco estar unido
con Cristo y en Él estar espiritualmente vivo. Decido no amar al mundo y
crucifico la carne con todas sus pasiones.
Te agradezco la vida que ya tengo en Cristo y te pido que me llenes con tu
Espíritu Santo para vivir libre del pecado. Declaro mi dependencia de ti y tomo
mi posición en contra de Satanás y todos sus caminos mentirosos. Decido creer
la verdad y no me dejo desanimar. Tú eres el Dios de toda esperanza, confío
plenamente en que vas a suplir mis necesidades a medida que procuro vivir de
acuerdo a tu Palabra. Expreso con confianza que puedo vivir con
responsabilidad mediante Cristo que me fortalece.
Ahora tomo mi lugar en contra de Satanás y ordeno a él y a todos sus espíritus
malignos que se aparten de mí. Me pongo toda la armadura de Dios. Entrego
mi cuerpo en sacrificio vivo y renuevo mi mente por la Palabra viva de Dios
para poder comprobar que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.
Estas cosas las pido en el nombre precioso de mi Señor y Salvador Jesucristo.
Amén.
Oración nocturna
Gracias, Señor, que me has recibido en tu familia y me has ensalzado con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Gracias por darme este
tiempo de renovación a través del sueño. Lo acepto como parte de tu plan
perfecto para tus hijos, y confío en ti para cuidar mi mente y mi cuerpo
mientras duermo. Así como he meditado en ti y en tu verdad durante este día,
así escojo dejar que estos pensamientos continúen en mi mente mientras
duermo. Me entrego a ti para que me protejas de cada intento que hagan
Satanás y sus emisarios en atacarme durante mi sueño. Me entrego a ti como
mi roca, mi fortaleza y mi descanso. Te lo pido en el poderoso nombre del
Señor Jesucristo. Amén.
EN CRISTO
SOY ACEPTADO
Juan 11:2 Soy hijo de Dios (Gálatas 3:26–28).
Juan 15:15 Soy amigo de Cristo.
Romanos 5:1 He sido justificado.
1 Corintios 6:17 He sido unido al Señor y soy uno en espíritu con Él.
1 Corintios 6:19, 20 He sido comprado por un precio. Pertenezco a Dios.
1 Corintios 12:27 Soy miembro del cuerpo de Cristo.
Efesios 1:1 Soy santo.
Efesios 1:5 He sido adoptado como hijo de Dios.
Efesios 2:18 Tengo acceso directo a Dios por medio del Espíritu Santo.
Colosenses 1:14 He sido redimido y perdonado de todos mis pecados.
Colosenses 2:10 Estoy completo en Cristo.
ESTOY SEGURO
Romanos 8:1, 2 Estoy libre de condenación para siempre.
Romanos 8:28 Todas las cosas ayudan a mi bien.
Romanos 8:31ss Estoy libre de todo cargo de condenación en mi contra.
Romanos 8:35ss Nada me separará del amor de Dios.
2 Corintios 1:21, 22 He sido confirmado, ungido y sellado por Dios.
Colosenses 3:3 Estoy escondido con Cristo en Dios.
Filipenses 1:6 Confío en que la buena obra que Dios comenzó en mí sera
perfeccionada.
Filipenses 3:20 Soy ciudadano del cielo.
2 Timoteo 1:7 No he recibido un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de
dominio propio.
Hebreos 4:16 Puedo encontrar gracia y misericordia en tiempo de necesidad.
1 Juan 5:18 Soy nacido de Dios y el maligno no me puede tocar.
SOY IMPORTANTE
Mateo 5:13, 14 Soy la sal de la tierra y la luz del mundo.
Juan 15:1, 5 Soy una rama de la vid verdadera, un canal de su vida.
Juan 15:16 He sido elegido y nombrado para llevar fruto.
Hechos 1:8 Soy un testigo personal de Cristo.
1 Corintios 3:16 Soy templo de Dios.
2 Corintios 5:17ss Soy ministro de reconciliación para Dios.
2 Corintios 6:1 Soy colaborador de Dios (1 Corintios 3:9).
Efesios 2:6 Estoy sentado con Cristo en los lugares celestiales.
Efesios 2:10 Soy hechura de Dios.
Efesios 3:12 Puedo acercarme a Dios con libertad y confianza.
Filipenses 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.1
1
Anderson, N. T. (1995). Libre de ataduras (1–271). Nashville, Tenn.: T. Nelson.