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Victoria sobre el rechazo por Frank D.

Hammond Todos
los derechos de esta edición en español reservados por
Asociación Editorial Buena Semilla bajo su sello de Editorial
Desafío.
Publicado originalmente en ingles bajo el título:
OVERCOMING REJECTION by Frank D. Hammond, ©
copyright 1987.
The Children’s Bread Ministry
P.O. Box 789, Plainview, TX 79073, U S.A.
Las citas bíblicas se tomaron de la Santa Biblia, versión
Reina-Valera, revisión 1960, Sociedades Bíblicas Unidas. ©
Copyright 1960
Prohibida la reproducción total o parcial por sistemas de
impresión, fotocopias, audiovisuales, grabaciones o
cualquier medio, menos citas breves, sin permiso por
escrito del editor.
Traducción: Pablo Barreto, M.D.
Diseño y diagramación: www.tribucreativos.com
Conversión digital: www.tribucreativos.com
Publicado y Distribuido por Editorial Desafío Cra. 28ANo.
64A-34, Bogotá, Colombia Tel. (571)630 0100
E-mail:contacto@editorialdesafío.com
www.editorialdesafio.com
Categoría: Vida cristiana, Sanidad
ISBN: 978-958-954-622-2
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
CONTENIDO

Introducción

I. Rechazo: un problema de raices


II. Razones para el rechazo
III. Reacciones al rechazo
IV. Adaptaciones al rechazo
V. Repercusiones de lasreacciones equivocadas
VI. Solucion para el rechazo
INTRODUCCIÓN

Es importante que las heridas interiores sean sanadas,


así como lo es que las heridas físicas se sanen. Si una
persona se corta la mano, esta lista a limpiar y proteger la
herida. ¿Por qué? Sabe que esa herida tiene la capacidad
de infectarse y esto complicaría la lesión. La posibilidad de
complicaciones también se aplica a las heridas interiores.
Cuando se sufre una herida interior, se debe limpiar
inmediatamente por medio del perdón. El perdón es un
antiséptico espiritual. Cuando se es herido por el rechazo,
se debe perdonar con toda rapidez a la parte ofensora. De
otra manera, un espíritu inmundo (un germen espiritual)
puede ganar entrada a esa herida y causar una infección
espiritual que recibe el nombre de “demonización”.
Supongamos que una herida interior no se haya limpiado
con el perdón y ahora venga a infectarse con resentimiento,
odio, ira. ¿Qué se puede hacer? La respuesta está en la
cruz de Cristo. La muerte sustitutiva del Señor Jesús
suministra perdón de los pecados y liberación de los
espíritus inmundos.
El Señor Jesús es el Gran Médico. Su sangre expiatoria
ha hecho provisión para toda clase de sanidades: del
espíritu, del alma y del cuerpo. El propio Señor Jesús fue
“...herido por nuestras rebeliones...” (Isaías 53:5), y
además, “Despreciado y desechado entre los hombres...”
(Isaías 53:3).
¿Cómo reaccionó Él cuando fue herido y rechazado por
los hombres? Mientras moría a causa de las heridas de la
crucifixión, Jesús oró: “...Padre, perdónalos...” (Lucas
23:34). El vivió una vida sin pecado. Aunque le rechazaron
y le crucificaron, no respondió pecaminosamente. Por tanto,
Jesús calificó para ser nuestro Sanador y Salvador.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades,
sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
Mientras Jesús enseñaba un día en la sinagoga, afirmó
que su ministerio había sido profetizado por Isaías:
“...me ha enviado a sanar a los quebrantados de
corazón; a pregonar libertad a los cautivos...a
poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
El quebrantamiento en el corazón resulta de las heridas
interiores. Quienes han estado oprimidos, necesitan
liberación y Jesús vino a poner en libertad a los que sufren
opresiones.
La liberación es un ministerio de sanidad. El resultado
final de la liberación de espíritus malignos, es la sanidad.
La verdad de las sanidades por medio de la liberación, se
establece en varios pasajes del Nuevo Testamento.
“...Jesús de Nazaret...anduvo haciendo bienes y sanando
a todos los oprimidos por el diablo...” (Hechos 10:38).
Cuando el demonio que atormentaba gravemente a la hija
de la mujer cananea salió de ella, “...fue sanada...” (Mateo
15:28). En cada uno de estos pasajes aparece la misma
palabra griega “iaomai” que significa: “sanar, curar, hacer
completo, liberar de pecados, de errores, de demonios y de
enfermedades”. Así, en ambos contextos, los
endemoniados fueron “sanos” por medio de la liberación.
En Mateo 4:24 trajeron a Jesús tanto los endemoniados
como los que sufrían enfermedades físicas “...y los sanó”.
En Lucas 8:2-3 se menciona a “...algunas mujeres que
habían sido sanadas de espíritus malos y de
enfermedades...”. En estos pasajes se identifican dos
aplicaciones separadas de la sanidad. Se hace una
distinción entre la sanidad de los efectos de los demonios y
la sanidad física. Por tanto, debemos preguntar: “En una
persona, fuera del cuerpo físico, ¿qué otra parte necesita
sanidad?” La respuesta es obvia: el hombre interior. El alma
necesita sanidad (Salmo 41:4). El hombre interior es la
personalidad. Así, cuando salieron siete demonios de María
Magdalena, su personalidad fue “sanada”.
El término griego para “sanar” en Mateo 4:24 y Lucas 8:2
es “therapeuo” que implica “la atención y el cuidado
necesarios para restaurar a una persona a su integridad
total y completa”. Notemos que la definición de “therapeuo”
indica un proceso de liberación. Aquellas mujeres se
sometieron a Jesús “para la atención y el cuidado
necesarios” a fin de ser restauradas a su plenitud e
integridad. Tenían voluntad de hacer todo lo que Él
requería, sin interesar cuánto tiempo se invirtiera. Se
pusieron bajo el cuidado del Gran Médico, de la misma
manera como cuando nos ponemos en las manos de un
médico de nuestra confianza. Así, esas mujeres
permanecieron bajo su cuidado, aceptaron sus
diagnósticos, su terapia y su seguimiento, hasta quedar
libres del poder de los espíritus malignos que las oprimían.
Por medio de nuestro Gran Médico hay tanto diagnóstico
como curación. Podemos someterle nuestros casos con
toda confianza. Hay sanidad: sanidad interior y muchas
veces sanidad física, para quienes sufren las heridas del
rechazo y sus complicaciones infecciosas.
“Bendice, alma mía a Jehová, y no olvides
ninguno de sus beneficios. El es quien perdona
todas tus iniquidades, el que sana todas tus
dolencias” (Salmo103:2-3).
I
RECHAZO:
UN PROBLEMA DE RAICES

Heridas del Rechazo

Entre las heridas interiores, el rechazo es una de las peores


heridas, de las más comunes y de las más descuidadas. De
las muchísimas personas a quienes hemos ofrecido
consejería, sólo muy pocas han dejado de identificar en
forma inmediata las lesiones del rechazo.
El rechazo resulta de la negación de amor. Cuando uno
es amado, recibe aprobación y aceptación. Pero, si es
rechazado se le desaprueba y se le rehúsa el amor. Las
heridas de rechazo son como sinónimos y se identifican
con los términos negar, repeler, rehusar, desairar, rehuir,
empequeñecer, despreciar, ignorar, descuidar, evitar,
aborrecer y desaprobar.
Todo Necesita Amor

Todos nosotros necesitamos amor. El amor es


indispensable para que se levante una vida del yo sana y
saludable. El amor es para nosotros como la luz del sol y el
agua son para una planta que está en crecimiento. Todo el
que cree que no necesita el amor de los demás, está auto-
engañado. El hecho que todo requiere amor, se demuestra
claramente por los múltiples ejemplos de lo que sucede a
quienes no son amados, pues se producen enfermedades
de una clase u otra. Hasta los animales precisan de un
toque amoroso. Con frecuencia los perros dejan de comer,
se enferman y a veces mueren por la falta de amor. Se
sabe de sociedades y culturas donde se emplea a personas
para que acaricien a los animales a fin de mantenerlos
sanos. Y así como acontece a los perros, también sucede
lo mismo a los seres humanos: cada uno de nosotros
requiere amor y sin amor desarrollamos problemas.
El rechazo causa heridas al Yo. Cuando el Yo se hiere, se
pueden originar muchas anormalidades en la personalidad
y habitualmente así es. La personalidad herida está más
que dispuesta y lista a volverse peculiar e inestable en su
comportamiento, actitudes y opiniones. Además,
frecuentemente resultan enfermedades físicas, como
consecuencia del estrés emocional producido por el
rechazo.
Dios es Amor

“...Dios es amor...” (1 Juan 4:16), y su reino es un reino de


amor. LaBiblia afirma de Dios que “...Él nos amó primero” (1
Juan 4:19). Cuando Dios alcanzó al hombre en la
redención, llegó en amor: “...de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito...” (Juan 3:16). Y
además: “...Dios muestra su amor para con nosotros, en
que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”
(Romanos 5:8).
Satanás Odia el Amor

Satanás odia el amor y se opone a Dios, que es amor. El


quiere destruir el amor, porque no puede obrar en medio
del amor. Un pez no puede sobrevivir fuera del agua; morirá
pronto. De manera semejante, el demonio no puede
trabajar en un ambiente que es hostil a su naturaleza. No
puede obrar en una atmósfera de alabanza, porque la
alabanza le ata (Salmo 149:6-9). Tampoco puede actuar en
una atmósfera de amor, pues el amor es contrario a su
naturaleza (Juan 8:42-44). El amor impide a Satanás
descargar sus estragos en nuestras relaciones. De ahí
porqué la Palabra de Dios exhorta a los esposos a amar a
sus esposas, a las esposas a amar a sus maridos, a los
padres a amar a sus hijos y a los cristianos a amarse unos
a otros. El amor derrota al demonio, pero el rechazo abre
una puerta de oportunidad para que el diablo haga todas
sus obras malignas.
Satanás construye su reino con base en el rechazo. El
amor no existe dentro del reino satánico. Satanás no ama a
los demonios que ejecutan sus órdenes y ellos no aman a
su amo. Aunque el reino de Satanás no está dividido, la
unidad de ese reino no se fundamenta en el amor, sino en
el temor, en el control y en una tendencia común hacia el
mal.
Dos Raíces Compañeras
Temor al Rechazo

Una vez que la herida del rechazo se introduce en la vida


de una persona, comienzan a surgir dos problemas
paralelos: temor al rechazo y auto-rechazo. Este par de
problemas paralelos son reacciones erradas a las heridas
que causa el rechazo.
Cuando alguien ha sufrido una herida, procura prevenir
heridas futuras. El temor a lesiones adicionales le hace
crear falsos mecanismos de defensa. ¿En quién puede
confiar? ¿Le herirán de nuevo quienes ya le hicieron sufrir?
¿Otras personas también le causarán más heridas? A fin
de evitar heridas posteriores, comienza a sospechar de las
intenciones de los demás y desarrolla desconfianza en sus
motivos. En otras palabras, se forma lo que los psicólogos
llaman “paranoia”. Amedida que crece el patrón de
desconfianza y sospecha, el individuo paranoide al final
abrigará el temor que los otros conspiran contra él y se
convence en su interior que los demás le han elegido como
blanco para perseguirlo. La raíz detrás de la paranoia
siempre es “temor al rechazo.” La persona paranoide está
muy atormentada, de manera que el demonio ha obtenido
uno de sus objetivos principales.
Auto-rechazo

Además, cuando alguien ha sufrido las heridas del rechazo,


por lo general comienza a rechazarse a sí mismo. Se
puede preguntar: “¿Qué pasa conmigo que todos me
aborrecen?” Comienza a pensar que si fuera distinto o
inclusive otra persona, los demás lo amarían y lo
aceptarían. Después de concluir que la clave para ganar
aceptación es ser diferente de su yo actual, el individuo
auto-rechazado busca cambiar su personalidad. Puede
hacer un esquema de su nuevo yo según las fantasías de
su mente o según alguien de quien ha leído en un libro o a
quien ha visto en televisión o alguien de quien observa que
es amado por otros.
Inicialmente Dios nos hizo como somos. Cuando
rechazamos el “yo” que Dios creó en nosotros, nos abrimos
a la formación de una o más personalidades alternas, las
cuales serán falsas e inspiradas por el demonio. Así, el
auto-rechazo es la puerta que permite la entrada a las
personalidades múltiples características de la
esquizofrenia. Tales pseudopersonalidades son sistemas
compuestos por espíritus malignos que representan el
desarrollo organizativo del reino demoníaco dentro de si
mismo.
Cuando me hice pastor, me sentía muy inseguro.
Prácticamente no me tenía confianza. Al compararme con
otros ministros, siempre me juzgaba menos calificado y
menos capaz que ellos. En un esfuerzo por mejorar mi
desdicha, imitaba a los ministros a quienes admiraba y
copiaba con mi mejor capacidad sus maneras y sus
personalidades. Un día, Ida Mae, mi observadora esposa
me preguntó: “¿Por qué siempre imitas al último predicador
que has oído?” Esto me iluminó y entonces me di cuenta
que me había convertido en un imitador de otros y que ese
no era mi yo verdadero.
En mi adolescencia era muy alto y muy delgado. Medía
seis pies y dos pulgadas (1.86 m.) y escasamente pesaba
ciento veinte libras (54.5 kg.). Mis orejas, muy grandes, me
colgaban de la cabeza como las velas de un barco. Los
zapatos número doce (45), parecían pontones para mis
pies. Tenía la cara con cicatrices horribles de los barros y
espinillas. ¿Quién podría amar a alguien con esa apariencia
tan espantosa? Yo mismo me aborrecía. Me despreciaba al
mirarme en el espejo. Los compañeros de clase me
atormentaban por mi figura y me ponían apodos como
“Langaruto”, “Patas de Araña”, “Estratosfera”, “Osamenta”.
Por fuera reía pero, lloraba en mi interior. Las experiencias
personales con estas heridas del rechazo, me han hecho
comprender y tener simpatía hacia quienes deben luchar y
batallar con el auto-rechazo.
II
RAZONES PARA EL RECHAZO

Los espíritus inmundos son incapaces de entrar en una


persona por voluntad propia. Deben tener “puertas
abiertas”. El rechazo causa una herida, una abertura, una
puerta por cuyo medio los espíritus malignos pueden entrar.
Después de muchos años de observar las diversas cosas
de las que el individuo promedio necesita ser libre, creo que
Satanás tiene una estrategia para capturar la vida de toda
persona desde el momento mismo de la concepción.
Satanás no tiene capacidad para realizar todo lo que le
gustaría hacer, pues está limitado a sus “derechos legales”.
Sólo puede aprovechar las condiciones negativas en la vida
de uno. Por ejemplo, puede haber maldiciones que se
heredaron por los pecados de los antecesores (Éxodo 20:4-
5; Deuteronomio 30:19). El diablo perpetuará esas
maldiciones a las generaciones sucesivas, a menos que la
obra redentora de Cristo se apropie por medio de la fe y de
la liberación (Gálatas 3:13). Además, Satanás puede
conseguir una abertura por medio de cosas como las
actitudes negativas de los padres y de los hábitos de las
adicciones. También se verá cómo el demonio siempre está
alerta para aprovechar las oportunidades que le llegan,
cuando tienen lugar las heridas del rechazo.
Concepción Indeseada

Es común descubrir que los demonios entraron en un


individuo mientras aún estaba en el vientre de la madre. El
“rechazo” es un espíritu maligno que con mucha frecuencia
obtiene entrada prenatal. Un demonio de rechazo
encuentra un terreno listo cuando los padres rechazan la
misma concepción del niño. ¿Por qué podría un bebé ser
rechazado desde el momento de la concepción? Por varios
motivos. Por ejemplo, un niño se puede concebir en lujuria
y no en amor. El hombre y la mujer que conciben un hijo
gracias a la fornicación o al adulterio, buscan dar rienda
suelta y gratificar sus apetitos sexuales, mas que engendrar
un niño .Un embarazo que no se quiere es el resultado de
este desenfreno en la concupiscencia. Muy pocos bebés
concebidos ilegítimamente son deseados y amados. De
esta manera, al niño se le rechaza desde el comienzo
mismo de su vida.
Además de la herida del rechazo, la ilegitimidad también
origina una maldición sobre todo hijo “bastardo”. Según la
ley del Antiguo Testamento, a las personas ilegítimas y a
sus descendientes hasta la décima generación, se les
prohibía entrar al templo (Deuteronomio 23:2). Hay familias
y razas enteras de pueblos bajo la potestad de las
maldiciones de ilegitimidad debido a los niños que se
concibieron fuera del matrimonio.
Los bebés se deben engendrar en amor. Durante los
meses de embarazo una mujer puede ministrar
espiritualmente a su niño por nacer. Puede cantarle, orar
por él, y comunicarle su amor. Juan el Bautista fue lleno del
Espíritu Santo desde el vientre de la madre. Un bebé en el
vientre materno es capaz de percibir las influencias
espirituales tanto positivas como negativas. Inclusive,
algunos obstetras creen que un niño sabe si lo aman o no,
pocas semanas después de su formación en la madre. Y
por medio de la experiencia en el ministerio de liberación,
sé que esto es verdad.
Otros Rechazos Prenatales

Algunos niños son rechazados mientras están aún en el


vientre de sus madres por razones como las siguientes:
1. Concepción muy temprana después del matrimonio.
Los recién casados, por lo general, planean no tener hijos
inmediatamente después de la boda. Así, en los planes
de los padres un bebé se convierte en un intruso y se le
rechaza. Otro ejemplo de las razones para el rechazo
prenatal es el de la joven virtuosa que resulta
embarazada mientras se halla todavía en la luna de miel.
La novia comienza a preocuparse: “Si el niño nace
prematuramente, ¿qué pasará? ¿Quién va a creer que no
estaba ya en embarazo antes de casarme? Mi virtud será
puesta en tela de juicio”. De esta manera, la
preocupación de la mujer por una posible acusación de
haber tenido relaciones sexuales antes del matrimonio,
hace que rechace al bebé.
2. Concepción demasiado cercana al nacimiento del
hijo anterior. La futura madre sufre al darse cuenta que
va a tener que cuidar dos niños en pañales al mismo
tiempo. Había planeado espaciar el nacimiento de sus
hijos con algo de distancia. Por tanto, rechaza este bebé
debido a que su llegada está muy próxima a la del
hermanito anterior.
3. Preocupaciones financieras en la familia. El niño
viene como un“accidente” y se le culpa por causar
tensiones y preocupación en el ya restringido
presupuesto familiar. Con los precios de los servicios
hospitalarios en el día de hoy, el nacimiento de los hijos
es bastante costoso. Algunas parejas sienten que no
pueden darse el lujo de “encargar” un bebé o que todavía
no lo pueden tener.
4. Temores. La futura madre comienza a temer el dolor que
acompañará al nacimiento o a tener miedo por las
complicaciones del embarazo o a sentir temor por
posibles deformidades en su bebé. Tales temores pueden
hacerla desear que nunca hubiera quedado embarazada,
lo que aumenta el rechazo al niño.
5. Conflictos entre los padres. El matrimonio puede estar
en un momento de crisis emocional, por ejemplo, al borde
del divorcio y no es el momento apropiado para tener un
hijo.
6. Los futuros padres tienen ya los hijos que habían
planeado. Por ejemplo, si una pareja decidió que tres
hijos es su límite y se enfrenta ahora a un cuarto niño en
camino, es seguro el rechazo a ese nuevo ser.
7. Aborto como posibilidad o como intento. ¿Qué
sucede a un hijo cuando su rechazo es tan pronunciado
que los padres consideran asesinarlo por medio del
aborto? Hay pruebas crecientes que el niño tiene
conciencia del peligro que sufrió su vida.
Aunque el aborto no se efectúe en realidad o no tenga
éxito, el deseo de matarle se registra en la conciencia del
niño. A medida que ese niño crece y madura, no es raro
que manifieste un fuerte temor a haber sido objeto de
maltratos y amenazas por parte de su propia madre.
El intento de aborto representa un rechazo temporal del
bebé. Después de tocar ese tema y luego de orar,
finalmente se aceptará y se amará al niño. Sin embargo, ya
tuvo lugar la herida inicial y los espíritus malignos
aprovecharán la puerta que se les abrió.
Rechazo del Niño por su Sexo

Un niño puede ser muy deseado hasta cuando nace. Como


a menudo es el caso, los padres anhelan un hombre y
tienen una niña, o desean una niña y reciben un varoncito.
La preferencia sobre el sexo del niño es un tema muy serio
para algunos padres. Sin embargo, no interesa cuán fuerte
sea la preferencia personal, es una tontería rechazar un
bebé por algo que Dios decidió y de lo cual el niño no tiene
poder alguno para cambiar.
En ciertos casos uno o ambos padres están seguros que
el Señor les reveló por adelantado que el bebé será varón o
mujer. Dios puede revelar el sexo de un niño antes del
nacimiento, según se ve en algunos precedentes
escritúrales. Tanto Elisabet, la madre de Juan el Bautista,
como María, la madre de Jesús, supieron que concebirían y
darían a luz hijos varones (Lucas 1:13,35). Sin embargo, se
debe admitir que estos casos fueron excepcionales y que
no es algo común que Dios revele el sexo de un niño antes
de nacer.
Un evangelista y su esposa esperaban el primer hijo.
Como viajaban de un lugar a otro, en varias profecías se
les dijo que el bebé era un varón y que al crecer sería un
siervo poderoso del Señor. Algunas de estas profecías
vinieron de ministros muy afamados. Pero nació una niña.
El padre quedó tan herido y en tanta confusión que la
rechazó seriamente. La madre cayó en un profundo
sentimiento de culpa y se condenaba y rechazaba a sí
misma por haberle fallado al esposo. La niña, al percibir el
rechazo, lloraba sin cesar y sobre todo mucho más cuando
el padre la tenía en los brazos. Junto con Ida Mae, mi
esposa, aconsejamos a esta pareja y después de haber
ministrado liberación a los tres miembros de la familia,
inclusive a esa preciosa niñita, hubo un cambio instantáneo
y milagroso. La niña se aquietó en sus emociones y aceptó
a su padre. A medida que llegaban a diversos sitios, el
evangelista llamó varias veces para dar informes
actualizados sobre lo bien que marchaba todo y para
agradecer la ministración que se le dio a su hijita.
De nuevo, esta es una ilustración tomada de mi propia
vida. Mi madre esperaba una niña, cosa que le parecía muy
lógica. Tenía ya un varón y estaba lista para una niña.
Además, mi madre venía de una familia donde hubo
solamente cuatro mujeres. Sentía que se podía relacionar
mejor con las niñas que con los varones y personalmente
quería una hija como compañera. Antes que naciera, mi
madre me había elegido un nombre femenino, pero no
pensó en nombre masculino, como alternativa. Tan pronto
como me vio, supo que jamás me podría decir Nelly
Catalina. Pasaron diez días después de mi nacimiento,
antes que me dieran nombre. A medida que crecía, con
frecuencia mi madre me recordaba que la había
desilusionado. Su frustración por no haber sido mujer, hizo
que sintiera el peso del rechazo. No ayudaba nada haber
nacido varón, pues nunca podría cambiar mi sexo.
En defensa de mi madre debo decir que, de haberlo
sabido, jamás me hubiera causado ningún daño. Era una
buena cristiana que caminaba según la luz que tenía. De la
misma forma, hay muchos padres profundamente
desilusionados por el sexo de los hijos que han tenido. El
rechazo de esos niños no se hace en una forma voluntaria
y maliciosa, sino por no conocer e ignorar las
consecuencias. Sin embargo, se producen las heridas del
rechazo y el demonio sí las aprovecha.
El rechazo de los padres debido a la preferencia por el
sexo no deseado, a veces hace que los varones se vuelvan
afeminados y que las niñas sean marimachos. Un niño a
quien se rechaza porque es del sexo “equivocado” sentirá,
desde muy temprana edad, que puede ganar la aceptación
de sus padres si se conduce como si fuera del sexo
opuesto. En consecuencia, como se le rechaza por tener el
sexo “errado”, puede llegar a odiarse y rechazarse a sí
mismo. Finalmente, el rechazo de la sexualidad propia del
individuo, puede llevarlo a convertirse en homosexual.
Problemas Físicos

Se puede rechazar a un bebé desde su nacimiento porque


tiene alguna infortunada deformidad o determinadas
características físicas, por ej., mongolismo. Algunos niños
nacen con labio leporino o con paladar hendido o con
diversas marcas congénitas o desfigurados en grados
variables. No todos los niños con deformidades sufren el
rechazo; sin embargo, a algunos sí se les rechaza, aunque
sus defectos sean leves.
Víctima de las Circunstancias

El instante del nacimiento es un tiempo particularmente


sensible. El niño sale del medio tibio y abrigado cuerpo de
la madre. El vientre ha sido un hogar seguro durante nueve
meses. Ahora viene un cambio abrupto y completo, a
medida que comienza la vida fuera de la matriz.
A veces a la mamá no le permiten ver a su bebé durante
horas después de nacido. Lo llevan a la sección pediátrica
del hospital y allí lo cuidan otras personas. Al padre sólo se
lo dejan ver a través del vidrio de la ventana de esa
sección. Afortunadamente, en el curso de los últimos años,
han surgido muchos cambios para mejorar esos
procedimientos. A los futuros padres se les anima a asistir
a clases especiales que les preparan para estar presentes
durante el parto y servir de ayuda cuando sus hijos van a
nacer. Es de máxima importancia, tanto para el padre como
para la madre, sostener al recién nacido, masajear el vérnix
que cubre su piel y acariciar al niño. Se ha demostrado que
los bebés que reciben un contacto y un toque amoroso,
desde el momento mismo del nacimiento, desarrollan una
personalidad más estable que quienes son separados de
sus padres en este instante crucial de la vida.
Las heridas del rechazo pueden aparecer si, por algún
motivo, al bebé se le priva de una relación estrecha con sus
padres. Por ejemplo, el rechazo puede venir si se deja al
niño con otras personas, mientras la mamá trabaja fuera
del hogar. Ella recoge su hijo en la casa donde se lo cuidan,
justo a tiempo para acostarlo y lo vuelve a llevar allá, en la
mañana siguiente, antes que esté despierto del todo.
Además, el padre puede trabajar por largas horas lejos del
hogar y quizá no le pueda dar tiempo a su hijo. En otras
palabras, si los padres no dedican tiempo suficiente a su
niño, éste, por regla general, sentirá cierto rechazo tanto de
parte del padre como de la madre. La paternidad y la
maternidad correctas y adecuadas, son trabajos de tiempo
completo.
Por otra parte, algunos bebés son dados en adopción.
Este abandono de los padres, produce una herida muy
grave. Aunque casi siempre los padres adoptivos aman a
estos niños, muchos son incapaces de recibir amor o de
devolverlo apropiadamente, porque ya tuvieron lugar las
heridas del rechazo.
La muerte de uno o de ambos padres, produce también
lesiones muy severas en la personalidad del niño. Los
huérfanos no pueden comprender qué le(s) ha pasado a
su(s) padre(s) y relacionan e identifican esta desaparición
con el abandono.
El divorcio es otra fuerza destructiva en la vida de un
niño. La herida puede profundizarse si el pequeño, en el
hogar, se ha visto sometido a una atmósfera de peleas y
conflictos, antes de la separación de los padres. Los
infantes y los niños carecen de la capacidad mental para
comprender estos disturbios familiares, pero sí son capaces
de percibir el peligro que les acecha a ellos mismos, a
través del ambiente emocional creado por las contiendas y
los disgustos en la familia.
Un niño un poco mayor, en una familia en crecimiento, a
menudo se ve obligado a competir por la atención de sus
padres con el hermanito o la hermanita que le siguen. Los
nuevos rivales se consideran con celos. Otro en los brazos
o en la falda de la mamá, se puede convertir en la mente
del niño en “mamá quiere más al bebé y ya no me ama a
mí.”
Víctima del Maltrato

Es un hecho bien conocido que un elevado porcentaje de


los reclusos en las cárceles norteamericanas corresponde a
individuos que en su niñez fueron maltratados. Una
encuesta en una de esas prisiones federales demostró que
ciento por ciento de los prisioneros habían recibido maltrato
cuando niños. Esta cifra revela las aterradoras
consecuencias del abuso durante los años formativos en la
vida de una persona. Siendo esto así, debemos aprender a
tratar con las causas más que con los efectos.
1. Maltrato verbal. Algunos niños rara vez oyen una
palabra amable o alentadora. Siempre se les regaña, se
les ridiculiza, se les maldice y se les atormenta. Lo único
que muchos recuerdan de sus padres son frases como:
“Quisiera que nunca hubieras nacido. Todo lo haces mal.
Jamás serás alguien de provecho. Eres un estúpido,
imbécil y bruto. Ojalá estuvieras muerto.” Algunos niños
luchan aun cuando reciben toda clase de estímulos.
¿Alguien puede medir las heridas que se le forman a
quienes se les maltrata continuamente con palabras
mordaces y crueles?
2. Maltrato físico. Claro está que existe el maltrato a los
niños y ninguna forma de abuso infantil verdadero se
debe defender en ningún terreno. Sin embargo, hay una
tendencia a considerar que ciertos aspectos de la
disciplina son “maltrato al menor”, cuando en realidad no
es así. Por ejemplo, varias oficinas del gobierno
(juzgados de menores), pueden considerar que el castigo
corporal es “maltrato infantil”. Por el contrario, una buena
azotaina administrada adecuadamente, es bíblica y
produce frutos de provecho. No es maltrato. Es una
manifestación de amor (Proverbios 13:24; 29:15; Hebreos
12:5-11).
Hace algún tiempo, con mi esposa llevamos a nuestro
hogar, como hijo adoptivo, a un muchacho de dieciocho
años. Las autoridades lo retiraron de su casa, cinco años
antes debido al maltrato físico exagerado de que era
víctima. Las repercusiones emocionales fueron tan
graves que para el tratamiento hubo necesidad de
internarlo en una institución psiquiátrica. Allí lo
encontramos. Las autoridades nos mostraron los recortes
de prensa que informaban los abusos que había sufrido.
Según esos datos, tenía varias fracturas en el cráneo,
pues le habían golpeado con una varilla metálica, uno de
los ojos se le salió de la órbita y quedó colgando en la
mejilla, las manos tenían cicatrices de las quemaduras
que recibió porque se las habían puesto sobre la llama de
gas de la estufa, y en los brazos mostraba costras porque
se los quemaron con cigarrillo. Por eso podemos dar
testimonio sobre las consecuencias que el maltrato físico
causa en la personalidad, pero también hemos visto los
resultados maravillosos que se originan en la liberación y
en el amor.
3. Maltrato sexual. Una de cada cuatro mujeres y uno de
cada ocho hombres, han sido víctimas de maltratos
sexuales. Este término se refiere a sodomía, incesto,
caricias pervertidas y violación. El abuso sexual crea
inestabilidades extremas en la personalidad de las
víctimas. Por lo general, quienes sufren heridas de este
tipo, las ocultan en lo más íntimo de su ser, a veces
inclusive en el subconsciente, mediante profundos
mecanismos represivos. La razón es clara: en muchos
casos el maltrato y abuso sexuales los hacen familiares o
amigos muy cercanos de la familia. A fin de evitar la
vergüenza y el escarnio que podrían venir sobre la
familia, el tema se esconde y con frecuencia, al niño de
quien se abusó se le silencia con amenazas de
represalias si denuncia al ofensor. Sin embargo, los
efectos saldrán a la superficie de una u otra forma.
El diablo trabaja horas extras para causar más y más
daño a los niños. En la actualidad hay naciones como
Suecia, donde el incesto es legal; además se sabe que en
otros países, hay movimientos muy fuerte para legalizarlo.
¿Qué repercusiones se pueden esperar en quienes se ha
abusado sexualmente? Con Ida Mae ha sido posible
ministrar liberación a muchas mujeres con heridas en esta
área y en ellas se ha visto que aborrecen a los hombres,
les temen y les manifiestan una gran desconfianza. En las
mujeres casadas se encontró incapacidad para gozar de
sus esposos, no porque éstos les hicieran daño, sino a
causa de una carga muy grande de actitudes y
sentimientos negativos hacia los hombres en general,
resultantes de maltratos sexuales en la niñez. Además, se
vio que muchos espíritus de impureza sexual (por ej.,
erotismo, lujuria, provocatividad, prostitución, frigidez,
masturbación) tuvieron entrada merced al abuso y maltrato
que hicieron los padres, abuelos, tíos y hermanos. En casi
todas las prostitutas se encontró que fueron víctimas de
ofensas sexuales en edades muy tempranas.
Prácticamente, en todos los casos de personas que han
sufrido abuso sexual hay sentimientos muy hondos de
culpa, suciedad y contaminación. El peso de estas
vergüenzas y temores, puede ser aplastante y llevar a
depresiones muy profundas que inclusive, cuando no se
superan, hacen que se piense en la muerte, como solución
definitiva al problema.
El Espíritu Santo con frecuencia da palabras
sobrenaturales de conocimiento que llevan luz a las raíces
escondidas del maltrato sexual. En otras ocasiones,
quienes reciben la consejería, comparten sucesos de su
vida que no se atreverían a comunicar a ninguna otra
persona. A todos se les proclaman las Buenas Nuevas que
hay liberación para los que han sido víctimas en su
personalidad y cuerpo de las ofensas y del maltrato
sexuales.
Rechazo entre Iguales

Casi todos hacemos el mismo esfuerzo especial para crear


una buena impresión entre los miembros de nuestro grupo.
Queremos ser aceptados y que no nos rechacen. Pero
conviene recordar que podemos convertirnos en la parte
que ofende. Podemos herir a otros si los rechazamos. Si a
alguien de nuestro grupo se le rechaza, debemos
sostenerle y no estar con quienes le hieren.
Una vez hice parte de un grupo ministerial. En nuestras
reuniones había un hermano que era el objeto continuo de
las bromas de todos. Pronto me encontré al lado de ellos.
Hacíamos de nuestro hermano en el Señor el tema de toda
broma y burla. Podíamos pensar que era una buena
diversión, pero me di cuenta que a ese hermano pastor se
le hería con nuestra actitud. Le pedí perdón y después me
hice el propósito de tratarle como quería que me trataran.
El rechazo entre iguales puede aparecer en cualquier
momento de la vida. La niñez es una época muy
vulnerable. Los niños pueden ser muy crueles entre sí. Hay
hondos y fuertes recuerdos de rechazo que retroceden
hasta la época escolar. Se puede excluir a un niño de toda
actividad y hacerlo tema de burlas por la raza, la forma
como habla, el modo de vestir, la apariencia exterior, el
estado social de la familia, cualquier incapacidad física o
mental, e inclusive por lo que lleva al colegio para comer.
Los niños sufren heridas de rechazo cuando los miembros
del grupo no los aceptan.
Rechazo en el Matrimonio

El divorcio y la separación siempre causan heridas de


rechazo. Aquellos a quienes Dios unió, no se pueden
separar sin que algo se desgarre. Algunos de los peores
traumas del rechazo vienen por las lesiones que se asocian
con el divorcio. La infidelidad de un cónyuge, significa que
ha rechazado a su compañero(a) por otra persona. Si el
pacto matrimonial se rompe por la infidelidad, la herida es
una traición al amor. Si uno de los cónyuges deja el hogar,
se constituye el abandono del amor.
También hay cónyuges que viven en rechazo perpetuo
dentro del matrimonio. No hay comunicación ni amistad ni
mucho menos amor. Un tipo común de rechazo en el
matrimonio es el rechazo sexual. El hombre o la mujer
rehúsan los derechos conyugales a la esposa o al esposo.

El marido cumpla con la mujer el deber conyugal,
y asimismo la mujer con el marido. 4La mujer no
tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el
marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre
su propio cuerpo, sino la mujer. 5No os neguéis el
uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo
consentimiento, para ocuparos sosegadamente
en la oración; y volved a juntaros en uno, para
que no os tiente Satanás a causa de vuestra
incontinencia”
(1 Corintios 7:3-5).

Los niños son las víctimas inocentes del divorcio de los


padres. También ellos pueden sufrir profundaheridas de
rechazo, al perder una relación estrecha con uno de los
padres. No es raro para los hijos de padres divorciados
culparse por el divorcio o creer que hubieran podido haber
hecho algo para evitarlo. Si es así, necesitan liberación de
esa falsa culpa.
Rechazo en Relación con la Iglesia

Si dos personas o grupos de personas se deben amar entre


sí, son los hermanos en Cristo.
“En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los
hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y
no ama a su hermano, no es de Dios”
(1 Juan 3:10).

Sin embargo,los pastores hieren y rechazan a muchos


cristianos y estos, a su vez, han herido y rechazado a los
pastores. Con frecuencia los miembros de las iglesias se
muerden y devoran unos a otros (Gálatas 5:15).
“...Hermanos míos, esto no debe ser asi”
(Santiago 3:10).

Cristo nos dejó el mandamiento del amor mutuo, en la


misma forma como Él nos ha amado (Juan 15:12). Es un
reto para nuestra obediencia a Dios, el amarnos unos a
otros. Aquellos a quienes encontramos más difíciles de
amar, son los que necesitan al máximo nuestro amor. La
causa para que muchos parezcan ser indignos de ser
amados, se debe usualmente a que se les ha ofendido
mucho y esa es la forma de responder a tales lesiones. En
su personalidad sufren las heridas del rechazo. Necesitan
que los demás les amen con una clase de amor como el de
Dios. Cada rechazo adicional, va a intensificar las heridas
de los rechazos previos.
III
REACCIONES AL RECHAZO

Cuando se produce el rechazo, se origina también alguna


especie de reacción o respuesta. Para Dios la única
aceptable, según las Escrituras, es el perdón hacia la parte
ofensora. Dios nos mandó perdonar a los otros sus
ofensas.
“Y cuando estéis orando, perdonad si tenéis algo
contra alguno, para que también vuestro Padre
que está en los cielos os perdone a vosotros
vuestras ofensas”
(Marcos 11:25).

El perdón es una manifestación de amor. El perdón de


Dios para nuestras iniquidades se basa en su amor y no en
nuestros méritos (Romanos 5:8). Dios no tiene leyes contra
el perdón y cuando expresamos el perdón, se le cierra de
golpe toda oportunidad al diablo.
Aunque las ofensas contra nosotros sean graves,
repetidas y sin justificación alguna, el perdón es la única
respuesta que Dios acepta. Si se retiene el perdón o
inclusive si se le pospone, se abre una puerta para que
entren los demonios.
”Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre
vuestro enojo, ni deis lugar al diablo...Quítense de
vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y
maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos
unos con otros, misericordiosos, perdonándoos
unos a otros, como Dios también os perdonó a
vosotros en Cristo”
(Efesios 4:26,27,31,32).
Todo aquel que ejercita el perdón del amor, es hijo de Dios.
”Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y
aborrecerás a tu enemigo.”Pero yo os digo: Amad
a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y
orad por los que os ultrajan y os persiguen; para
que seais hijos de vuestro Padre que esta en
los cielos...”
(Mateo 5:43-45a).

Todos los que no muestran amor, inclusive el perdón del


amor, son hijos del diablo.
“En esto se manifiestan los hijos de Dios y los
hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y
que no ama a su hermano, no es de Dios”
(1 Juan 3:10).

Pero podemos preguntar: “¿Qué pasa con los niños?


¿Qué puede hacer un infante o un bebé para mantener
fuera los demonios del rechazo? Los niños son
particularmente vulnerables a las heridas del rechazo. ¿Se
puede esperar que los pequeñitos perdonen a quienes les
ofenden?”
Obviamente, los niños en su etapa embrionaria son
incapaces de perdonar a los padres o a quienes les
rechazan. Como los infantes y los pequeños no se pueden
proteger por sí mismos de los ataques demoníacos, Dios
asignó a los padres como guardianes. Casi todos los
padres son cuidadosos en proteger a sus hijos de los
riesgos físicos. Los objetos peligrosos y las sustancias
nocivas se mantienen fuera de su alcance y a los más
chicos no se les permite jugar en la calle. Pero, al mismo
tiempo, los padres que con tanto celo velan por sus hijos en
lo físico, pueden fallar en proveer la protección espiritual.
Los padres que están fuera de Cristo y de su verdad,
carecen de los recursos espirituales de autoridad y de
sabiduría divina para proteger a sus hijos espiritualmente.
Satanás está siempre listo para capitalizar todos los
descuidos de los padres y todas las demás fallas, que
dejan vulnerables a los niños.
Satanás aprovechará toda reacción pecaminosa a las
heridas del rechazo y los espíritus malignos entrarán en
esa persona. Los demonios se unirán entre sí para formar
una cadena demoníaca de opresión. Y a medida que más y
más espíritus se agreguen y se junten en la vida de un
individuo, mayor será su grado de esclavitud y servidumbre.
Como las reacciones equivocadas al rechazo abren las
puertas a los demonios, es importante aprender a identificar
esas puertas a fin de mantenerlas cerradas.
Algunas de las reacciones erradas al rechazo hacen que
azotemos a otros en confrontaciones de ira, amargura y
rebeldía. Otras de nuestras reacciones como
autocompasión, inseguridad, temores y desánimo, se
entierran en lo profundo del interior. La siguiente lista de
reacciones equivocadas a las heridas de rechazo, nos debe
ser de ayuda para identificar nuestras reacciones erradas a
las heridas sufridas.
Rebeldía

Durante la cumbre del movimiento hippie, al finalizar la


década de los años sesenta y al comenzar la década del
setenta, Ida Mae y yo aprendimos el ministerio de
liberación. El Señor nos abrió una puerta especial para
presentar el evangelio a los hippies. De hecho, teníamos
tantos hippies que entraban y salían denuestra casa que la
gente del pueblo me llamaban “El Predicador de los
Hippies”. Estos muchachos se caracterizaban por su
rebeldía. Se oponían a toda autoridad válida. A medida que
traspasábamos la capa de rebeldía de los hippies, fue muy
interesante descubrir que bajo esa capa de odio a la
autoridad se encontraba el rechazo.
Siempre se vio que el rechazo era la raíz de la rebeldía. A
estos jóvenes, hombres y mujeres, nadie les amaba. A casi
todos los habían rechazado gravemente sus propios padres
o sus familiares más cercanos. Algunos de los hippies que
conocimos se quejaban de que sus padres no les amaron
lo suficiente como para disciplinarlos. No les corrigieron sus
malos comportamientos infantiles. Por tanto, la actitud
hippie hacia toda autoridad se convirtió en: “Si no nos
aman, ¿por qué debemos respetarlos?”
El amor hacia quienes están en autoridad sobre nosotros
se manifiesta por medio de la sumisión a esa autoridad.
Jesús dijo a sus seguidores:
“Si me amáis, guardad mis mandamientos”
(Juan 14:15).

Cuando los que tienen una posición de liderazgo, abusan


de su autoridad o fallan en sus funciones, es fácil perder el
respeto y volverse desobediente. La rebeldía nunca tiene
excusa, pues detrás de ella está el espíritu del anticristo.
La rebeldía, con sus raíces en el rechazo, producirá un
árbol demoníaco entre cuyas ramas principales estarán la
obstinación, la independencia, la inenseñabilidad, el
desafío, la terquedad, el egoísmo, el orgullo y la
voluntariedad.
La rebeldía se manifiesta al exterior de muchas maneras.
Los hippies expresaban en parte esa rebeldía al dejarse
crecer el cabello y al rechazar el baño y el aseo. También la
expresaban con el uso de droga (especialmente la
marihuana), el abuso del alcohol y con acciones
desvergonzadas de fornicación. Los muchachos y
muchachas hippies negaban la santidad del matrimonio con
el libertinaje de su comportamiento sexual.
La cultura hippie es un claro ejemplo de rebeldía, pero la
rebeldía no se limita únicamente a los hippies. Se
encuentra por todas partes, en los corazones de todos los
hombres, desde las categorías más altas hasta los más
bajos niveles. Debemos entender que la rebeldía es un
pecado horrible a la vista de Dios. El profeta Samuel dijo al
desobediente rey Saúl:
“...como pecado de adivinación es la rebelión, y
como ídolos e idolatría la obstinación...”
(1 Samuel 15:23).

La rebeldía es un pecado que tiene una asociación


directa con el demonio, pues la rebelión la inició Lucifer
cuando quiso usurpar el trono de Dios (Isaías 14:12-15).
Amargura

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual


nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que
alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que
brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y
por ella muchos sean contaminados”
(Hebreos 12:14-15).

La amargura es un fruto del mal, producido por la falta de


voluntad para perdonar a otro sus ofensas. Jesús dijo a sus
discípulos que debían perdonar todo a los demás. La falta
de perdón no tiene disculpa delante de Dios. Es sin excusa.
Además, la falta de perdón trae maldiciones. El Señor
enseñó que todo el que recibe su perdón por una deuda
incalculable de pecado, pero luego se niega a perdonar a
otro en lo más mínimo, será entregado a “los verdugos”
(Mateo 18:21-35). Los verdugos son espíritus malignos y
estar bajo el poder de esos espíritus demoníacos es una
maldición. La única forma de escapar a las maldiciones que
vienen por la falta de perdón, es el arrepentimiento hacia
Dios y perdonar a todos los que necesitan ser perdonados.
La amargura y la falta de voluntad para perdonar,
castigan tanto al individuo que no perdona como al que
espera tener el perdón y no lo recibe.
“A quienes remitiereis los pecados, les son
remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son
retenidos”
(Juan 20:23).

Cuando persiste la falta de perdón, dos seres quedan


atados en servidumbre y esclavitud perversas. A la persona
no perdonada se la mantiene involuntariamente en una
relación rota, mientras quien retiene el perdón es víctima de
toda clase de tormentos y suplicios en lo más íntimo de su
conciencia.
A medida que la raíz de amargura crece más fuerte,
gracias a los rechazos repetidos y al consiguiente
alimentarse de las heridas, se produce cólera, odio,
venganza, rabia, violencia, ira y deseos de matar. Un
espíritu de “recuerdos recurrentes”, compañero de la
amargura, mantiene abiertas las heridas dolorosas del
pasado, pues revive de manera continua en la memoria, las
veces y ocasiones de tales sucesos.
Hay una variedad de maleza que invade los jardines y se
llama “Descuidada”. Cuando aparece por primera vez, es la
más débil de las malezas y se puede arrancar con los
dedos. Pero crece muy rápidamente y en el curso de pocos
días es más alta que una mata de maíz. La cabeza
principal de sus raíces puede tener entonces un diámetro
de una pulgada o más y se internará con mucha
profundidad en la tierra. Las diminutas semillas de esa
yerba forman multitudes. Todo jardinero sabe que el mejor
momento para combatirla es cuando da las primeras
señales de su aparición.
Cada uno de nosotros es un jardinero espiritual. Nuestro
propósito, según la Biblia, es producir el fruto del Espíritu:
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23; 6:8-9). La
amargura es esa maleza que pretende invadir nuestros
jardines. Entre más pronto tratemos con la amargura, más
fácil será destruirla. Por tanto, seamos diligentes y
cuidadosos para que de nosotros no brote ninguna raíz de
amargura que nos vaya a estorbar y hacer que muchos
sean contaminados (Hebreos 12:15).
Autocompasión
La autocompasión es una reacción interior hacia el
rechazo. Es una forma de autoaflicción por la cual uno se
permite ser indulgente con los pensamientos de injusticia,
hasta llegar a sentirse completamente miserable. Es una
práctica garantizada para destruir el gozo y la paz, dos de
los más preciosos componentes del fruto del Espíritu Santo.
Escapismo

David, el salmista, expresó el deseo de escapar de sus


opresores con estas palabras:
“...¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría
yo y descansaría”
(Salmo 55:6).

Casi todos conocemos muy bien el sentimiento de


“simplemente escapar de todo”. Cuando las circunstancias
de la vida se hacen amargas, es una tentación huir. A
menudo, las personas heridas se vuelven artistas del
escape y diseñan medios muy astutos y hábiles para
alejarse de las cosas desagradables que tiene la existencia.
Una forma común de escapismo es la ensoñación diurna.
Aquí el individuo crea su propio mundo placentero donde
vive por medio de la imaginación. Cierra la mente a la
realidad de las circunstancias estresantes y se refugia en la
irrealidad. Le pueden ayudar en este escape las películas
de cine, las novelas y dramas televisados o los libros de
ficción.
Otra vía de escape es el sueño. Mientras se está en la
cama, bien oculto bajo las frazadas, no es necesario
enfrentar las responsabilidades ni las cosas desagradables.
Por tanto, el sueño se puede convertir en una adicción, una
obsesión, un intento inútil para evadir los problemas diarios
de la vida.
Las drogas y el alcohol se pueden utilizar para
“bombardear la mente”, de manera que allí no haya
pensamientos desagradables. Los tranquilizantes y la
terapia de electrochoques son métodos médicos para llevar
escape a los enfermos mentales. Estas técnicas curan muy
pocas de estas enfermedades y con alguna frecuencia
pueden originar problemas mayores. Dios tiene algo mucho
mejor.
Culpa

La culpa es la carga más innecesaria que alguien puede


llevar. El propósito total de la obra redentora de Dios en
Jesucristo se diseñó para librarnos del pecado y sus
consecuencias. La culpa es una de las principales
consecuencias del pecado. Bajo la ley no había solución ni
remedio para la culpa (Hebreos 9:9-10). En cambio, bajo el
nuevo pacto, dice la Biblia:
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los
que están en Cristo Jesús, los que no andan
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”
(Romanos 8:1).

Se puede decir que en este pasaje “carne” significa “las


obras de la ley”. Cuando uno peca, hay remedio. Si se
experimenta el arrepentimiento hacia el pecado y hay fe en
la obra de Jesús, por medio de la sangre de Cristo no sólo
se borra el pecado, sino toda su correspondiente
condenación.
“Porque si la sangre de los toros y de los machos
cabríos y las cenizas de la becerra rociadas a los
inmundos, santifican para la purificación de la
carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual
mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo
sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias
de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”
(Hebreos 9:13-14).

Algunos se sienten culpables aunque no hayan pecado.


Estas pobres almas no perciben el astuto plan de Satanás
para atormentar a los hombres con culpas infundadas e
innecesariamente se culpan a sí mismas por el mal que
muchos les hacen. Su razonamiento es algo así: “Merezco
la forma como me tratan. Todo es por mi culpa. Mi
condición es como un castigo de Dios”. En casi todos los
casos esas actitudes negativas hacia el yo, son el resultado
final de haber sido objeto de desprecios y de recibir la
condenación de otros, casi siempre miembros de la propia
familia. ¡Qué carga tan infernal pensar que se merecen
todas las heridas y que no hay ningún remedio!
Es muy común echar nuestras culpas a los demás.
Cuando Dios confrontó a Adán con su pecado, recibió esta
explicación:
“...La mujer que me diste por compañera, me dio
del árbol y yo comí”
(Génesis3:12).

De esta manera Adán echó su culpa sobre Dios y sobre


su mujer. Por su parte Eva le contestó a Dios:
“...La serpiente me engañó y comí”
(Génesis 3:13).

También Eva rehusó aceptar la responsabilidad por su


pecado y alegó que el diablo hizo que lo cometiera. Pero
Dios dice en la Santa Biblia que cada uno de nosotros es
responsable por sus hechos y acciones:
“Cuando alguno es tentado, no diga que es
tentado de parte de Dios; porque Dios no puede
ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; ”sino
que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido”
(Santiago 1:13-14).

¡Claro que la culpa es una carga muy pesada e


innecesaria! Si la culpa se debe a la propia insensatez, que
el pecador se sumerja bajo la marea carmesí que fluye de
las venas de Emanuel, para que sea blanco como la nieve.
Si alguien ha tomado la culpa de otros, permítasele arrojar
esa carga. Dios puede hacerle llevar la carga de la
intercesión, pero no la de la culpa. Si equivocadamente
alguien se ha culpado por los pecados de otro, que
descanse en la justicia de Dios:
“De manera que cada uno de nosotros dará a
Dios cuenta de sí...Para su propio señor está en
pie, o cae...”
(Romanos 14:12,4).
Inferioridad

La inferioridad se relaciona estrechamente con el rechazo.


Cuando alguien es rechazado y es puesto bajo los demás,
casi que está listo para ponerse también en situación de
inferioridad. Al compararse con otros, se considera inferior.
Al hacer un inventario de sus capacidades, se juzga
completamente inadecuado.
A los ojos de Dios, nadie es inferior. Él nos entrega a
cada uno de nosotros capacidades y responsabilidades. La
parábola de los talentos nos enseña que ha dado más
responsabilidad a unos que a otros, pero todo lo que Él
requiere es fidelidad en aquello que nos confió.
Temores de Inseguridad

En el amor hay seguridad. Cuando nuestro padre terrenal


nos ama, eso nos permite comprender el amor del Padre
celestial y nos es más fácil creer que también nuestro
Padre Dios nos ama. La persona que sabe más allá de toda
duda que Dios le ama, tendrá estabilidad en la vida. Podrá
declarar con el apóstol Pablo:
“...Si Dios es por nosotros, ¿quién contra
nosotros?”
(Romanos 8:31).

Por otra parte, el que no ha recibido el amor de quienes le


deberían amar, está listo para dudar hasta del amor de
Dios. La inseguridad resultante produce temor. ¿Qué me
sucederá? Como en el temor hay castigo, la persona
rechazada tiene el tormento del temor al castigo (1 Juan
4:18). Se preocupa sobre aspectos de seguridad que se
relacionan absolutamente con todo: desde sus finanzas
hasta el tener favor con Dios.
Nuestra seguridad descansa en el amor de Dios. Cuando
confiamos en que Dios nos ama, el temor debe salir.
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto
amor echa fuera el temor; porque el temor lleva
en sí castigo. De donde el que teme no ha sido
perfeccionado en el amor”
(1Juan 4:18).
Desesperanzas

El individuo que no ve ninguna perspectiva de recibir amor,


es como un hombre atrapado en un enorme desierto sin
nada, sino kilómetros de ardiente arena en todas
direcciones. Su lengua se hincha con la terrible sed que le
atormenta y cae al suelo, para aguardar la muerte. Perdió
por completo la esperanza.
Quien ha sido herido por el rechazo no tiene frescura
alguna. Comienza a secarse por dentro. La desesperanza
conduce a desaliento, desesperación, melancolía, derrota y
depresión. Sin esperanza no hay gozo; sin gozo no hay
deseos de vivir. El estar de acuerdo con la idea de la
muerte, es un camino que lleva a la tristeza y posiblemente
incluso al suicidio.
Cuando el desesperado halla amor, encuentra también la
esperanza. Las relaciones en amor son como fuentes de
agua viva, especialmente nuestra relación con Jesús y sus
palabras:
“...Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”
(Juan 7:37).

El que tiene una relación personal con Jesús recibe una


fuente de agua viva dentro de sí, según el mismo Señor
explicó a la mujer samaritana:
“...el que bebiere del agua que yo le daré, no
tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré
será en él una fuente de agua que salte para vida
eterna”
(Juan 4:14).

Cuando damos amor a alguien, le damos “un vaso de


agua fría” en el nombre de Jesús. La falta de esperanza se
refrescará con nuestro amor. Por otra parte, el que necesita
de ese amor refrescante, no debe sentarse como un
holgazán a esperar que los demás tomen la iniciativa. Los
que sienten la desesperanza y desean ser amados, deben
comenzar a derramar de su propio amor con toda
abundancia. La enseñanza de Cristo sobre dar y recibir se
aplica tanto al amor como a las cosas materiales.
“Dad, y se os dará; medida buena, apretada,
remecida y rebosando darán en vuestro regazo;
porque con la misma medida con que medís, os
volverán a medir”
(Lucas 6:38).
Estar a la Defensiva

Si el perro de la casa se lastimó, habrá que tocarlo con


precauciones porque podría morder. Las personas heridas
también pueden “morder” (Gálatas 5:15). Un individuo
herido puede ser sensible, estar a la defensiva y no sólo
devolver mal por mal, sino además mal por bien.
La defensividad se expresa en críticas y juicios. En este
último caso se adopta la siguiente posición: juzga a quienes
te han herido y juzga a quienes te han juzgado. Aquí se
produce una protección falsa, pues en lugar de obtener
seguridad, el juicio invita a las represalias de los demás.
”No juzguéis, para que no seáis juzgados. porque
con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y
con la medida con que medís, os será medido”
(Mateo7:1-2).

El juicio ciega nuestros ojos e impide que veamos


nuestras propias faltas. Así nos auto-engañamos y sólo
vemos las faltas de los demás. Esto trae a la mente la
enseñanza de Jesús sobre la paja y la viga. Primero
debemos retirar la viga de nuestro propio ojo, antes que
podamos ver claramente para pretender quitarle a nuestro
hermano la paja del suyo.
La gente que juzga también está lista para proyectar sus
propias faltas sobre los demás. En la congregación una
persona me acusaba repetidamente de no amar a la gente
de la iglesia. Las acusaciones me hicieron caer en una
indebida introspección, en un esfuerzo para descubrir qué
había hecho o dicho que hiciera pensar a alguien que me
faltaba amor. Por último, me di cuenta que quien me
acusaba no amaba a los demás. En lugar de ver el
problema dentro de él mismo, me lo pasó a mí. Después,
con el tiempo, fue posible descubrir que la transferencia de
la culpa es un engaño muy común en quienes sufren las
heridas del rechazo.
Cuando alguien nos ha ofendido, no es nuestra
responsabilidad levantarnos e invocar nuestros derechos
para justificarnos. En efecto, el Señor dijo:
”Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por
diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es
malo; antes a cualquiera que te hiera en la mejilla
derecha, vuélvele también la otra”
(Mateo 5:38-39).

No necesitamos hacer pedazos a otros en un esfuerzo


para surgir y llegar más alto. Dios es nuestro defensor. Por
tanto, recordemos y pongamos en práctica las sabias
palabras que el apóstol Pablo, por la inspiración del propio
Espíritu Santo, nos dejó en la Biblia:
“No seas vencido de lo malo, sino vence con el
bien el mal”
(Romanos 12:21).
Desconfianza e Irrespeto

La confianza es como un puente que une a dos personas


entre sí. ¿Cómo es posible confiar en y respetar a en
quienes le han herido con rechazo, traición, abandono e
infidelidad? Cuando se destruye la confianza, la relación se
destruye. Es posible restablecer la confianza, pero eso sólo
se puede cumplir con gran esfuerzo y grandes
precauciones. Reconstruir la confianza toma tiempo y
necesita paciencia y perseverancia.
Como ejemplo de confianza destruida, vale la pena
considerar la mala condición de una hija a quien el padre
rechaza desde la niñez. El papá no tiene tiempo para jugar
con ella; bebe con mucha frecuencia y la maltrata. Cuando
esta niña llega a la edad adulta, muy probablemente ha de
tener una gran desconfianza y falta de respeto por los
hombres, en general. Si el hombre en su vida es el marido,
el pastor u otro cualquiera, sus temores le dirán que todos
los hombres hieren a las mujeres y que no se puede confiar
en ninguno. Hay que desarraigar los tormentos de la
desconfianza y el irrespeto y vencerlos con la confianza en
Dios. A medida que uno se afianza en el amor de Dios,
podrá soportar las injusticias de los demás, sin sufrir
repercusiones interiores.
No se pueden justificar ni excusar la desconfianza ni el
irrespeto. La Biblia ordena a la mujer respetar a su marido y
a los hijos honrar a padre y madre (Efesios 5:33; 6:1-2). Es
natural para quienes están bajo el liderazgo de padres y
esposos, honrar y obedecer a los que son dulces,
bondadosos, compasivos, tiernos, desinteresados,
serviciales, amables y generosos. Es más difícil, pero no
imposible, respetar una autoridad simplemente porque Dios
lo ordenó así.
El que guarda y mantiene el respeto, aunque reciba
maltratos y se abuse de él, encuentra el favor de Dios.
“...Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis,
esto ciertamente es aprobado delante de Dios”
(1Pedro 2:20).
Dureza
Dios creó las tortugas con caparazones protectores pero no
creó a las personas con escudos. Cuando un individuo
forma su propio caparazón de protección, desarrolla una
“personalidad de tortuga”, dura e impenetrable. Se dice:
“No voy a permitir más que otras personas corran sobre mí
y me hieran. Soy rudo y firme. No dejaré que nadie más me
maltrate.” De esta manera forma un escudo fuerte
alrededor de sí y obra como una tortuga que se esconde en
su concha.
Cuando los demás procuran hacernos daño, podemos
olvidar que Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestra roca
y nuestra fuerza. En lugar de eso, podemos construir una
concha dura y retirarnos a nuestro mecanismo defensivo. El
problema con la dureza, estriba en que nos roba la
compasión. Así, nosotros mismos nos encargamos de
formar obstáculos para cumplir nuestro ministerio a otros.
“Finalmente, sed todos de un mismo sentir,
compasivos, amándoos fraternalmente,
9
misericordiosos, amigables; no devolviendo mal
por mal, ni maldición por maldición, sino por el
contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis
llamados para que heredaseis bendición”
(1 Pedro 3:8-9).

RESUMEN
Hemos revisado algunas de las reacciones más comunes
al rechazo. Cada una de estas reacciones representa
apartarse del designio de Dios y constituye pecado. Las
puertas del pecado se convierten en invitaciones abiertas
para que entren los demonios. Nuestro enemigo Satanás,
se agazapa a la puerta del pecado y solamente espera una
abertura para saltar al interior y devorar todo.
Cuando Caín se enojó porque Dios no quiso aceptar su
ofrenda sin sangre, su corazón se llenó de odio, envidia y
celos contra su hermano Abel. Dios inmediatamente le
advirtió:
..¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído
tu semblante? 7Si bien hicieres, ¿no serás
enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado esta
en la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y
tú te enseñorearás de él”
(Génesis 4:6-7).

Hay soluciones bíblicas, positivas, para todas nuestras


heridas y frustraciones. Debemos aprender a no reaccionar
con pecado y error a las heridas que recibimos. En cambio,
debemos andar en los consejos de la Palabra de Dios.
IV
ADAPTACIONES
AL RECHAZO

Una vez que han tenido lugar las heridas del rechazo, se
deben hacer esfuerzos para aliviar esos dolores y para
encontrar formas de satisfacer la necesidad de amor en la
vida. Por lo general, la persona busca acomodarse a las
heridas y hallar maneras de compensar tales sufrimientos.
Los siguientes párrafos identifican y comentan los métodos
comunes que casi toda la gente emplea como reajuste a los
sentimientos de rechazo.
Perfeccionismo

“¿Cómo hago para conseguir amor? No puedo obligar a


otros a que me amen. Si sólo pudiera lograr un poquito de
aprobación de los demás, quizás parecería como amor y
eso me haría sentir apreciado”. Así razona muchas veces
una persona herida.
Quienes se sienten no aceptados y víctimas del
desprecio, están listos a volverse perfeccionistas. Esperan
que por lograr algo perfecto, alguien les ha de decir con
señales de aprobación: “Creo que eres maravilloso. ¿Cómo
obtuviste eso? Desearía hacerlo tan bien como te queda a
ti”.
Debido a mis propias batallas con el rechazo y la
inseguridad, me convertí en perfeccionista. Como es irreal
pretender ser perfecto en todo, hay necesidad de
especializarse. Hice mi especialización en acciones
planeadas y precisas. El perfeccionismo es un amo de
duras tareas que exige una completa dirección en el
cumplimiento de las metas. Es posible perder el sueño y
sobrepasarse físicamente, pero ningún precio parece ser
demasiado alto con tal de alcanzar la aprobación.
A fin de planear mi programa perfecto cada día, me
despertaba una hora más temprano para calcular hasta el
último detalle de toda mi jornada. Así determinaba con toda
exactitud lo que haría y lo fijaba dentro del marco del
tiempo. Teóricamente, al finalizar ese período, debería
tener un día perfecto. Cuando todo resultaba según lo
pensado, me hinchaba de orgullo y decía de mí mismo:
“Puedo planear y trabajar en un programa mejor que
todos”. Para mi mala fortuna, había muchas interrupciones
y contingencias impredecibles que no calculaba en mis
planes. Cuando éstos se torcían, me frustraba,
impacientaba y me enojaba contra mí mismo o contra
cualquiera a quien pudiera culpar del fracaso. La ira
estallaba por la interrupción más inconsecuente en los
planes.
Después de ser pastor, planeaba mis jornadas con todo
cuidado. Mi rutina diaria era detallada, pero, no había lugar
para emergencias e imprevistos que solicitaran mi
participación en la comunidad. Por ejemplo, si una persona
de la iglesia tenía que ir al hospital por algo urgente,
condenaba esa interrupción injusta de mi perfecto
programa. Esa enfermedad arruinaba mi día. Mantener y
guardar un orden preciso, vino a ser más importante que
las vidas de aquellos a cuyo servicio Dios me había
llamado.
El perfeccionismo también pone a otros bajo servidumbre,
porque el perfeccionista espera de quienes le rodean
dedicación y habilidad iguales a las suyas. Cuando esta
demanda de perfección en los demás compromete al
cónyuge, como en mi propio caso, se crea una tremenda
tirantez en el matrimonio.
Un ejemplo personificado de esta situación, es el ama de
casa perfeccionista. Inclusive, si se llega a su hogar a las
nueve de la mañana, se encontrará limpia la loza, los pisos
aspirados, las camas tendidas. Todo siempre estará
brillante y en orden. Ni siquiera tolerará basura en las
papeleras. Cuando se la felicita por sus acciones, se llenará
de orgullo. Pero si las circunstancias se alteran e interfieren
con sus metas de perfección, se frustra y se vuelve irritable.
Claro que es recomendable ser limpio y tener orden, pero
el perfeccionismo es una esclavitud. El perfeccionista se
halla físicamente sometido a guardar metas de
cumplimiento irreales e innecesarias. Siente que el
desempeño perfecto es la clave para la aceptación.
Siempre que puede, el diablo pone cargas superpesadas;
en cambio, Jesús afirma que su carga y su yugo son
livianos y ligeros (Mateo 11:30).
Compasión y Responsabilidad Falsas

La persona que no se siente amada, se desespera por


encontrar relaciones. “¿No habrá alguien a quien pueda
amar?” se pregunta. En la desesperación por encontrar
compañerismo, se puede comprometer en relaciones
potencialmente peligrosas. Por ejemplo, un hombre
cristiano puede ir tras una mujer que haya caído en
promiscuidad sexual. Se convence que Dios le ha llamado
a rescatarla y salvarla. Siente compasión por ayudarla y
testificarle de Cristo, pero su compasión es falsa. En
realidad, busca satisfacer sus propias necesidades de
amor. La tentación que encuentra es demasiado grande y
cae en pecado sexual.
Muchos matrimonios van de cabeza al desastre desde el
comienzo, porque se fundamentan en compasión y
responsabilidad falsas. Por ejemplo, una mujer cristiana,
pura, elige comprometerse con un hombre que está en las
profundidades del pecado. Cree que a menos que ella le
ayude, nadie más lo intentará y que Dios la hará
responsable de su condenación. Pero Dios no le exige esta
responsabilidad. Por medio del engaño de la fantasía se ve
como el catalizador que ha de convertir a ese hombre en un
ángel. Se casa a fin de librarlo, pero al final en nueve de
diez veces terminará en los caminos de él o entrará en una
vida de amarguras y sufrimientos innumerables.
“...fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más
de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que
podáis soportar”
(1Corintios 10:13)

La “salida” puede ser evitar las relaciones cuyas bases


están en la compasión falsa o en la responsabilidad falsa.
Debemos implorar al Espíritu Santo su luz, para que
permita discernir lo verdadero de lo falso.
Otra faceta de la falsa compasión se manifiesta por medio
de un afecto desordenado hacia los animales, pues ellos
rara vez rechazan a sus dueños. Un hombre puede tener
un mal día en el trabajo y todos sus amigos haberse vuelto
contra él, pero cuando llega al hogar en la tarde, su perro
aún le amará. El perro ladrará una bienvenida, meneará la
cola, saltará sobre el amo, le lamerá la mano y se echará a
rodar por el piso. Toda esta actividad canina se suma para
decirle: “Te quiero; me hace feliz que estés en casa”.
No es malo tener mascotas, pero sí lo es confiar en ellas
para buscar compañerismo y amor. Dios le trajo a Adán
todos los animales que había creado para que les diera
nombre a cada uno, “...mas para Adán no se halló ayuda
idónea para él” (Génesis 2:20). Ningún animal del mundo
pudo llenar la necesidad de compañía de Adán.
¿Cómo se puede juzgar si en la relación con la mascota
hay desequilibrio? Primero, ¿se esta humanizando al
animal? ¿Se le trata como si fuera un ser humano, un
miembro de la familia? Algunos dueños de mascotas se
refieren a su animalito como “mi niño”, y a menudo pueden
firmar con el nombre de la mascota las tarjetas de Navidady
las cartas personales.
Segundo, ¿la persona se deshumaniza a fin de ponerse a
nivel del animal? Algunos dueños han tomado
personalidades de animales a causa de su deseo de
comunicarse con ellos. En el ministerio de liberación hemos
visto demonios que manifiestan características animales en
las personas y a veces hacen que quienes tienen un afecto
desordenado hacia sus mascotas ladren, maúllen o
relinchen.
Otra prueba del desequilibrio en el afecto por los
animales es medir o pesar la importancia que se da a la
vida del animal frente a la vida humana. Los que son
rechazados por la gente pero, aceptados por los animales,
prefieren ver a una persona herida o muerta y no que un
animal sufra. También he descubierto que quienes tienen
un amor desordenado por los animales, se vuelven muy
defensores de su relación con ellos. Sugerirles que puede
ser necesario que cambien sus prioridades amorosas,
viene a ser una amenaza muy grave para una seguridad
cuya base está en el amor que reciben de su mascota.
Codicia Material

La ausencia de amor produce un gran vacío en la vida. Ese


vacío se llenará pronto con una cosa o con otra. Satanás
siempre anda alrededor para ofrecer sus sustitutos en vez
de amor. Como Satanás no tiene amor que pueda brindar,
se limita a reemplazarlo con codicia. La codicia puede ser
en muchos campos: poder, dinero, reconocimiento, sexo,
fama, etc., que vienen a ser como una especie de cura para
el vacío de amor. El amor satisface, mientras la codicia
nunca proporciona satisfacción. Siempre deja una herida y
un vacío mayores.
“Entonces la concupiscencia (= codicia), después
que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado
siendo consumado, da a luz la muerte”
(Santiago 1:15).

Parece haber una cierta clase de comodidad que se


experimenta al tener casas de recreo, abrigos de pieles,
automóviles exóticos, lo último en equipos deportivos,
vacaciones lujosas y vinos finos, pero, siempre hay un
enorme vacío interior. Codiciar cosas nunca satisface,
obténgase lo que se obtenga. El apetito de la codicia
siempre exige más y más cosas.
La codicia es una condición interior del corazón. Además
de conseguir cosas, puede haber el deseo y la codicia de
más cosas. Algunas personas bajo el control de la
concupiscencia en realidad viven en pobreza y aunque
tienen muy pocas cosas terrenales, dentro de ellas hay una
guerra constante.
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre
vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las
cuales combaten en vuestros miembros? Codi-
ciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no
podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no
tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y
no recibís, porque pedís mal, para gastar en
vuestros deleites”
(Santiago 4:1-3).

Las cosas materiales nunca sustituirán el amor. Ni todo el


dinero del mundo ni todo lo que el dinero puede comprar,
jamás llenarán la necesidad de amor en la vida de alguien.
El mundo anuncia su existencia de riquezas con todo
entusiasmo y pretende hacernos creer que las “cosas”
satisfarán. Moisés nos dio un ejemplo cuando eligió el
sendero de Dios, en vez del camino que le ofrecía el
mundo. Tuvo sabiduría para ver que los placeres mundanos
son pasajeros y falsos, mientras que las recompensas por
servir a Dios son verdaderas y eternas (Hebreos 11:24-26).
Concupiscencia Sexual

Muy pocas personas parecen haber escapado a la trampa


satánica de la inmoralidad sexual ¿Por qué es el pecado
sexual tan común inclusive entre cristianos a quienes se les
han enseñado los patrones morales bíblicos? Por una
razón: el mundo nos bombardea a través de los medios
masivos de comunicación con programas que ilustran la
fornicación y las perversiones como costumbres aceptables
para el hombre moderno. Grandes multitudes han dado la
bienvenida a filosofías que aparentan ser nuevas como la
llamada “liberación”. Pero Satanás, el dios de este mundo,
es un engañador. Lo que parecer ser al principio como
liberación, más tarde se descubre que es servidumbre,
esclavitud.
Las personas a quienes se les ha robado el amor que
merecían, son especialmente vulnerables a las tentaciones
de los pecados sexuales. Quien sufre hambre de amor se
engaña si piensa que su necesidad de amor se llena al
satisfacer su apetito sexual por medios ilícitos.
Las concupiscencias de la fantasía son formas de ser
indulgentes con el pecado sexual. Ese acuerdo con el
pecado da oportunidades al diablo. Es un concepto falso
pensar que los demonios sólo pueden aprovechar si hay un
pecado abierto y franco. La concupiscencia tiene su
comienzo como tentaciones en los ojos y en la imaginación,
pero Satanás empujará a esa persona tan lejos como le
sea posible hasta ponerla en la mira del pecado.
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio
Pero yo os digo que cualquiera que mira a una
mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su
corazón”
(Mateo 5:27-28).

Si se aceptan mentalmente las mentiras del diablo se


abren las puertas a los actos del pecado sexual. La
masturbación es una de las más tempranas expresiones de
violación en el área del sexo. Es una forma de amor egoísta
que a menudo se nutre de materiales pornográficos.
Quienes alimentan sus ojos y sus mentes con la
pornografía se abren a toda clase de espíritus perversos.
La vida del pensamiento se contamina y la conciencia se
cauteriza y endurece. Tan sólo se necesita una oportunidad
para practicar todo cuanto se ha gozado en la imaginación.
No interesa cuán lejos se vaya en el camino de la
indulgencia sexual ilícita, sea con alguien del sexo opuesto
o del mismo sexo, nunca se alcanzará el arco iris de la
plenitud y de la total satisfacción. En lugar de eso, se
cosechará exactamente lo que se sembró.
“Por esto Dios los entregó a pasiones
vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el
uso natural por el que es contra naturaleza, y de
igual modo también los hombres, dejando el uso
natural de la mujer, se encendieron en su lascivia
unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos
hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos
la retribución debida a su extravío”
(Romanos 1:26-27).
Autopromoción

Hay un viejo adagio que dice: “Dos equivocaciones no


hacen una verdad”. Es lo mismo que decir: “Dos problemas
opuestos no hacen una solución.” De ahí que sea un
tremendo engaño que el enemigo ofrezca alivio de un
problema dándonos el problema opuesto. Supongamos que
tengo un dolor de cabeza muy fuerte y alguien me ofrece
ayuda. Pero, la forma de ayuda que brinda es golpearme
uno de los dedos tan fuertemente que ese dolor quitará mi
atención de la cabeza. Esa es la clase de ayuda que el
diablo ofrece, cuando dice: “Pobrecito. Estás muy herido
con el rechazo. Lo que necesitas es un viaje de tu ego.
Edifícate en tu propia estimación, hasta cuando te sientas
bien respecto de ti mismo”. Cuando se traduce esta
propuesta del demonio a la verdad, realmente dice: “Como
tienes una mala relación con alguien, eso te ayudará a
tener una mala relación con Dios”. El orgullo nos pone en
problemas con Dios, pues Jesús dijo:
“...cualquiera que se enaltece será humillado...”
(Lucas 18:14).

Definitivamente, ponerle complicaciones a un problema


sencillo, nunca jamás nos dará la solución.
Represión

Casi todos nosotros somos expertos en el auto-engaño. Por


ejemplo, pensamos que hemos resuelto de manera genuina
un problema porque no le permitimos que nos preocupe
más. Si hemos echado todo nuestro cuidado y toda nuestra
ansiedad sobre el Señor y descansamos en su poder,
entonces todo está muy bien. Sin embargo, si tan sólo lo
hemos reprimido, eventualmente saldrá otra vez a la
superficie. La fe en Dios es la curación total, pero la
represión no es sino un truco psicológico.
La represión se define como “la exclusión de la
conciencia”. Se puede alcanzar por medio de técnicas
mentales muy diversas o se puede inducir por otros
medios. Por ejemplo, unos tranquilizantes, una botella de
licor, un tratamiento con electrochoques, excluirán de la
conciencia prácticamente todo, pero el problema sigue vivo,
sin resolverse.
Está fuera de toda duda que muchas molestias físicas se
deben a la represión de temores, penas, iras, ansiedades,
resentimientos, preocupaciones, culpas, angustias, odios.
Las filas de oración en la iglesias pentecostales están
llenas de casos crónicos de úlceras digestivas, asmas,
diverticulitis, estrés, cefaleas tensionales, palpitaciones
cardíacas, artritis, etc. Es necesario eliminar las raíces o
causas anímicas y espirituales de estos problemas físicos
de salud, para que tenga lugar una sanidad genuina y
verdadera.
“No seas sabio en tu propia opinión; teme a
Jehová, y apártate del mal; porque será medicina
a tu cuerpo y refrigerio para tus huesos”
(Proverbios 3:7-8).
Llamar la Atención

La gente que se siente ignorada e inferior, con mucha


frecuencia desarrolla comportamientos extraños para atraer
la atención. Los niños a quienes sus padres descuidan, a
menudo se manejan mal. Inclusive si el niño es
indisciplinado y díscolo en su conducta y hace que le
castiguen, por lo menos obtuvo un poco de atención.
A un joven lo reconocían sus compañeros como “el alma
de la fiesta.” Nada era serio para este muchacho. Siempre
decía chistes y de todo hacía burla. Cuidadosamente
gozaba de la atención que recibía por sus continuas
bromas. Cuando llegó a los veinticinco años, el Señor le
llamó al ministerio, pero se sentía tan incapaz y tan inferior
que resistió con todas sus fuerzas el llamado de Dios. La
mamá se dio cuenta que actuaba de forma rara y se
preocupó mucho, pues pensó que algo muy serio le
acontecía. Decidió confrontarlo y le dijo: “No estás
actuando normalmente. ¿Qué sucede contigo?” El joven, al
principio, no quiso admitir delante de la madre lo que
pasaba en su interior, pero como ella mantuvo la presión, al
final le confesó la verdad. Le dijo que Dios le hacía un
llamado al ministerio. La madre, una buena mujer cristiana,
que con mucha frecuencia rogaba a Jesús que llamara a su
servicio por lo menos a uno de sus tres hijos, le contestó a
este hijo: “¡No te creo! Es cierto que tienes veinticinco años
pero, hasta donde me doy cuenta, siempre has sido un
payaso y nunca has tenido ni un solo pensamiento serio en
la cabeza”. Esta era la opinión de la madre sobre su propio
hijo. ¡Yo soy ese hijo!
Mi necedad y mis payasadas eran una máscara para mi
inseguridad y mis inferioridades. Reía en el exterior y hacía
reír a los demás pero, por dentro lloraba. Muchas personas
son así. Se vuelven como payasos aficionados, diablos
atrevidos e irreverentes religiosos, a fin de llamar la
atención de quienes les rodean.
Control de los Demás

Había un joven rechazado seriamente por su propia familia.


Cuando creció, se enamoró de una hermosa muchacha y
se casaron. Por fin tenía alguien que le amaba. Luego le
vino el tormento de pensar que en alguna forma podría
perder a quien le amaba. Se sintió obligado a abrumar a su
esposa ocultando su protección. Desde el trabajo llamaba a
la casa para asegurarse que ella aún estaba en el hogar. Le
asaltaba el temor que le fuera infiel.
Un día llamó por teléfono y su esposa no contestó.
Cuando llegó del trabajo la confrontó: “¿Dónde estabas
esta mañana? Te llamé exactamente a las diez y veinticinco
y no respondiste, ¿A dónde habías ido? ¿Con quién
estabas?” La joven señora, ya familiarizada con este patrón
de sospechas, tenía una buena y honrada respuesta.
Simplemente había ido a comprar una lata de fríjoles para
la cena. “Ah, ¿sí?” replicó. “Déjame ver lo que compraste.
Muéstrame el recibo de los fríjoles”. Los celos de este
hombre le obligaban a controlar y dominar a su esposa.
Esa dominación celosa de un cónyuge sobre el otro, es
nada más ni nada menos que una forma de hechicería y
hará desdichado su matrimonio o lo destruirá por completo.
Algunas personas pierden amigos con tanta rapidez como
los ganan, simplemente porque procuran controlarlos. La
relación está rodeada de sospechas y posesividad. La
persona dominante no permitirá que su amigo tenga
amistad con alguien más. A fin de evitar que el amigo tenga
oportunidades de relacionarse con otros, debe permanecer
bajo vigilancia veinticuatro horas al día. ¿Y quién se sentirá
cómodo con esa observación continua? El resultado es
rechazo; es decir, exactamente lo mismo que se quería
evitar.
El rechazo engendra rechazo. La persona que ha sido
rechazada tiene un comportamiento anormal y los que
procurar tener con ella una relación, pronto se sienten
amenazados y oprimidos. Cuando el individuo que está
bajo control decide terminar la amistad, rechaza al otro. Por
extraño que parezca, exactamente lo mismo que temía la
persona rechazada y que buscaba evitar, resultó en nuevo
rechazo. Tal como dice la Biblia:
“Porque el temor que me espantaba me ha
venido, y me ha acontecido lo que yo temía”.
(Job 3:25).

RESUMEN
Los ejemplos precedentes de reajustes a las heridas del
rechazo, representan esfuerzos comunes para aliviar ese
dolor o para encontrar nuevas vías que satisfagan la
necesidad de amor en la vida propia. A medida que se
examinan todos y cada uno de tales esfuerzos, se
encuentra que son falsos o malos. Esos métodos no son de
Dios; vienen del enemigo maligno. En lugar de dar un
escape a los problemas, los problemas se empeoran.
Siempre que ministro este mensaje en los seminarios de
liberación, no faltan quienes se sienten anonadados en el
momento de llegar esta parte de la enseñanza. Muchos me
dicen: “He hecho todo mal. Me veo descrito en todos los
puntos. Supongo que no hay ninguna esperanza para mí”.
¡Esperen! Claro que hay esperanza. Ya llegamos a ella.
Primero reconocemos el problema y luego, recibimos la
respuesta. Por favor, espérenme hasta examinar un
aspecto adicional en las complicaciones y pronto
tendremos la solución.
V
REPERCUSIONES DE LAS
REACCIONES EQUIVOCADAS

Las reacciones y los reajustes equivocados a las heridas


del rechazo hacen que la situación empeore. La Palabra de
Dios nos recuerda la ley divina de sembrar y cosechar:
“...todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará”
(Gálatas 6:7).

De ahí porqué debemos aprender a manejar bíblicamente


nuestras heridas. Aunque Jesús fue despreciado y
rechazado por los hombres, al final su personalidad nunca
se desintegró ni jamás fue víctima de los demonios. ¿Por
qué? Porque manejó siempre sus problemas como su
Padre le enseñó. Cuando seguimos sus huellas,
obtendremos los mismos resultados. Si manejamos
nuestras heridas en forma equivocada, habrá
consecuencias y repercusiones.
Dentro de Uno Mismo
Prisionero del Ego

Un profesor dijo en cierta ocasión: “Una persona envuelta


en sí misma hace un bulto muy pequeño”. Además, de ser
esto cierto, también es verdad que una persona envuelta en
sí misma se halla en una prisión muy fuerte. Nos
convertimos en prisioneros del ego al concentrarnos en
nuestras heridas y sus consecuencias.
Los hombres o mujeres que viven sólo en las cosas
negativas que les han sucedido, pronto se obsesionan con
todas las variantes del pronombre yo (mí, me, conmigo,
etc). Todos los que les rodean vienen a ser audiencia para
sus relatos de penas. Pero, ¿en qué sentido están esas
personas en servidumbre? Dios nos llama a amar y a servir
a los demás. Un individuo prisionero de sí mismo es
incapaz de darse a otros. No está libre para hacer lo que
Dios le llama a hacer.
Después de una prolongada concentración sobre el yo y
los problemas propios, se forma un patrón profundo en los
hábitos y se entra en una rutina. Creemos que somos
incapaces de ayudar a los demás mientras nuestros
propios problemas persisten. De esta manera nos volvemos
inútiles para el reino de Dios y Satanás aprovecha todas las
oportunidades que se le brindan.
Pérdida de la Identidad

Si un individuo, por medio del auto-rechazo, ha tomado


varias personalidades, las manifestará de tiempo en
tiempo. Por ejemplo, quienes se asocian con él, pueden
encontrarle retraído e inseguro y luego, justo delante de sus
ojos, verle rebelde y vociferador. El individuo mismo se
confunde sobre su propia identidad y comienza a
preguntarse: “¿Quién soy?”
Las personalidades falsas son demoníacas en su
composición, pues las forman diversos sistemas de
espíritus malignos. A veces sale al exterior la personalidad
verdadera y es posible ver la naturaleza de Jesús. Hay
mucha confusión para relacionarse en quienes rodean a
alguien que exhibe diferentes personalidades, según las
ocasiones. Como que provoca decir: “Por favor, póngase de
pie la persona real.”
También hay quienes se convierten en prolongaciones de
la personalidad de otro individuo y por tanto, pierden la
libertad y su propia identidad. Un hijo puede venir a ser una
prolongación de la vida del padre, cuando éste lo programa
para ejecutar las metas que él mismo fue incapaz de
realizar. O una madre también quizás intente satisfacer las
necesidades de su vida sin amor, por medio del matrimonio
de la hija y así producir confusión, conflictos y celos.
Cuando se cede al control de los padres, los hijos son
incapaces de llenar el llamado de Dios. Es indispensable
ser libre de este tipo de dominio si anhelamos desarrollar la
clase de persona que Dios desea que seamos.
Atrapado

Los problemas de la vida se pueden volver tan complicados


que parece que no hay solución. Cuando se pierden todas
las esperanzas de rescate, fácilmente podemos
resignarnos a una vida de derrota y decir: “No hay salida
para estas malas situaciones. A nadie le interesa cuánto
sufro. Dios no responde a mis oraciones.” Hay un demonio
que se llama “Atrapamiento”. Quienes sufren sus ataques,
sienten como si estuvieran en una ratonera. La
desesperanza se vuelve tan pesada que la persona
suspende y cesa por completo todo esfuerzo por liberarse.
Retraimiento

Hay varios métodos y grados de retraimiento. El


retraimiento es escapar de lo desagradable y de toda
responsabilidad. Las personas que han sido heridas
tienden a volverse adictas a las tácticas de escape. La
catatonia es el retraimiento llevado al máximo. El yo es
incapaz de dar una respuesta. La vida se ha vuelto tan
desagradable que el escape permanente se manifiesta en
silencio e inmovilidad totales.
Una vez leí el relato de un hombre compasivo que inició
visitas regulares a un paciente catatónico en una clínica
mental. Se sentaba durante horas y hablaba al enfermo,
aunque nunca había respuesta ni en el lenguaje ni en el
comportamiento. Este proceso continuó por meses. Un día,
cuando los dos estaban sentados en el jardín de la clínica,
el amigo vio una ardillita en el prado. Comenzó a hablar
sobre la ardillita y de pronto el enfermo respondió. El amor
había roto la barrera, A partir de ese momento, el paciente
empezó a salir de su auto-impuesta prisión.
Una persona se retira y se retrae a causa del rechazo y
por el temor al rechazo. Cuando las relaciones han sido
dolorosas, el riesgo de una herida mayor es demasiado
grande. Cuando se ofrece amor, al principio no se puede
recibir. Se debe ofrecer y probar una y otra vez. La Biblia
nos dice que el amor es paciente.
Aunque su amor no sea aceptado, una persona amorosa
continúa derramando más y más amor. El amor paciente es
necesario para sacar de sus prisiones a las personas
heridas. El consejero de liberación debe permitir que el
Espíritu Santo le mueva tanto al ministerio del amor como
al ministerio de liberación. A medida que se expulsa a los
demonios con órdenes firmes, se debe amar y alentar a
quienes reciben la consejería y la liberación.
Terminación del Amor

La persona que ha experimentado un trauma amoroso por


lo general necesita liberación de un espíritu de “temor al
amor”. Los compromisos sentimentales pueden considerar
esos fracasos de tal manera que se pierde todo interés en
nuevos intentos. Una ilustración representativa es la
pérdida del amor dentro del matrimonio. Después de un
divorcio quizás no hay ni siquiera el pensamiento de volver
a casarse. El matrimonio se basó en el amor, pero éste
falló. La herida nunca se esperaba. La persona divorciada
ha sufrido un fuerte trauma emocional. ¿Quién quiere pasar
por eso otra vez? ¿Por qué correr el riesgo de otro fracaso
amoroso? ¿Qué garantías hay contra otras heridas?
Abandono de la Fe

Como la fe obra por el amor (Gálatas 5:6), cuando el amor


fracasa, la fe falla. En otras palabras, si perdemos la
confianza en el amor de Dios, no hay base para la fe. De
ahí porqué Dios nos llega más con su amor que con sus
otros atributos. Dios quiere levantar nuestra fe. El amor
atrae la fe de otros. Si sabemos que alguien nos ama,
entonces podemos tener fe en él.
Cuando la fe del hombre falla, deja de depender de Dios
y procura resolver sus problemas con sus propios recursos;
sin embargo, está condenado al fracaso porque el Señor es
su única respuesta. El hombre que pierde la confianza en
Dios, pierde la llave para la victoria. No es de extrañar que
el demonio busque destruir nuestra seguridad en el amor
de Dios, pues así naufragará nuestra fe. Sin fe es imposible
agradar a Dios o recibir algo de El (Hebreos 11:6; Santiago
1:6-7).
Auto-engaño

El auto-engaño es una creencia falsa que concierne al yo:


pensamos que estamos en lo cierto cuando en verdad
estamos errados. Es una trampa del diablo. Es muy difícil
que una persona salga por sí misma del engaño. Cuando
alguien está profundamente preso en el engaño, el
consejero recibe un reto máximo porque el engañado no
cree que necesite ayuda.
El auto-engaño es el producto de la rebeldía y tiene sus
raíces en el rechazo. El patrón es el mismo con todos los
que están en auto-engaño. Podemos preguntar: ¿Cómo es
posible que el rechazo vaya a originar el auto-engaño? El
individuo herido por el rechazo o responde con el perdón o
reacciona en alguna forma errada. A menudo la respuesta
al rechazo es la rebeldía. La rebeldía, a su vez, se
acompaña de odio, irrespeto y deshonra que se expresan
en desobediencia. Cuando una persona se vuelve rebelde,
rehúsa someterse a la autoridad legítima. Entonces, ¿quién
controlará y cuidará su vida? Se convierte así en su propia
autoridad y decide: “Nadie me dirá lo que debo hacer. Haré
lo que me plazca”.
Como el rechazo crea un vacío en la vida, se busca por
diversas vías llenar las “hambres” importantes dentro del
yo, pues hay hambre de amor, respeto, honor y
cumplimiento. A menos que estas necesidades se llenen en
Cristo, siempre habrá la tentación de suplirlas por los
caminos equivocados. Si alguien se rebeló contra la
instrucción y la disciplina, ¿quién podrá corregirlo? Ha
cerrado la puerta a la corrección y la abrió al auto-engaño.
El individuo auto-engañado quemó sus puentes tras él.
Es decir, no responde a nadie; se convirtió en su propia
autoridad y ahora rehúsa aceptar cualquier intento de otros
para corregirlo.
Así se adherirá a un engaño porque le parece algo
valioso. Parece ofrecerle seguridad, reconocimiento,
aceptación, aprobación o amor. Como el engaño parece tan
importante, se defiende con mucho denuedo y tenacidad.
Cuando el engaño se desafía, la persona se siente
amenazada. Decide que nadie le quitará aquello que le
hace saberse importante o que le ofrece seguridad. En
consecuencia, prefiere sufrir persecución que dejar su
engaño. Sólo por la gracia de Dios, la persona que está
seriamente auto-engañada, va a escapar de su esclavitud.
Una manifestación exterior del auto-engaño es la
preocupación con el yo. El engaño se convierte en una
obsesión. Es lo máximo en la conciencia y en la
conversación de la persona. Hay una urgencia para
defender, fortalecer, compartir y promover el engaño.
El orgullo es un compañero común del auto-engaño. El
orgullo es lo opuesto a la humildad y le produce una fuerza
contraria para mantener el equilibrio. El orgullo crea un
falso sentido de superioridad. Cuando a alguien los demás
le han rebajado y ofendido, está listo para auto-edificarse
sobre la propia estima. La Biblia nos advierte contra la auto-
exaltación desmesurada.
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada
cual que está entre vosotros, que no tenga más
alto concepto de sí que el que debe tener, sino
que piense de sí con cordura, conforme a la
medida de fe que Dios repartió a cada uno”
(Romanos 12:3).
El orgullo acompaña a la rebeldía y evita que una
persona busque o acepte el consejo que necesita. Cuando
unen sus fuerzas el orgullo, la no disposición a aprender y
el auto-engaño, el individuo queda preso en una trampa
muy grave. ¿Cómo escapará de su engaño? Aunque tiene
un punto de vista completamente falso de sí mismo, esta
ciego a su propio problema.
El auto-engaño a veces está compuesto por la auto-
decepción. El término griego para decepción es plane que
significa: “engañar, desviación, engaño”. El uso de esta
palabra en el Nuevo Testamento siempre representa una
desviación mental, una opinión equivocada o un error en
materias morales o de religión. El apóstol Pablo advierte al
respecto y hace referencia al:
“...hombre de pecado, el hijo de perdición... aquel
inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás,
con gran poder y señales y prodigios mentirosos,
y con todo engaño de iniquidad para los que se
pierden, por cuanto no recibieron el amor de la
verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un
poder engañoso, para que crean la mentira”
(2 Tesalonicenses 2:3,9-11).

Cuando una mentira reemplaza la verdad en la mente de


alguien, la mentira viene a ser un concepto errado fijo. Se
toma la decepción tan fuertemente que la persona se cierra
a toda la luz. Hasta cuando el individuo en engaño admite
que abrazó una mentira y pone su voluntad contra ella, todo
consejo posterior es inútil. Las siguientes ilustraciones
señalan varios tipos de engaños y decepciones que hemos
visto.
Un engaño común se refiere al amor y al matrimonio.
Conocí a una mujer que por años había creído que se
casaría con cierto joven, aunque éste nunca mostró ningún
interés en ella. Estaba convencida que Dios le había
revelado su voluntad sobre este punto y que el hombre
eventualmente le propondría matrimonio. Por tanto, rehusó
salir con otros jóvenes y continuamente se ponía en
conocimiento de él por medio del teléfono. Aun cuando el
hombre se fue a otra ciudad, no dejaba de creer que al final
se enamoraría de ella. Su pastor y varios de sus amigos
más cercanos le dijeron que estaba en un engaño, pero se
aferró a la “mentira.” A menos que decida aceptar la
verdad, es probable que acabe como una solterona.
El divorcio es una tragedia terrible que a veces se
acompaña de engaño que se adhiere a una esperanza
falsa. Hay veces donde después de divorciarse los
cónyuges se han vuelto a casar y creen que su primer
matrimonio se restaurará. Dios no ratifica el volver a
casarse en estas condiciones. Tal esperanza es falsa. La
Biblia dice:
“...Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de
él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más?
¿No será tal tierra del todo amanci-lla- da?...”
(Jeremías 3:1).

Otras personas están engañadas respecto al poder.


Hemos ministrado a personas que pensaban que en
realidad eran Dios. Mientras daba mi enseñanza un hombre
interrumpió el servicio con los gritos: “¡Soy Dios! ¡Yo soy
Dios!” Desde luego todos los presentes se dieron cuenta
que estaba en un tremendo engaño.
Otro hombre se regocijó con nosotros después de su
liberación de espíritus. En verdad creía poseer en la mente
poderes especiales que le capacitaban para detonar
bombas atómicas.
Otras decepciones se relacionan con creer que se es de
importancia especial. Hemos encontrado personas que
pensaban que eran Moisés, Elias o Jesús. Un hombre con
una personalidad muy inestable, nos dijo que una vez de
niño había sido evangelista. Nos contó que sus padres le
abandonaron y que un ministro y su esposa le habían
adoptado. Insistió en que a la edad de cuatro años visitó a
Rusia, Africa y Cuba para predicar el evangelio. Nos dijo
que todos los dones del Espíritu Santo obraban en su
ministerio y que miles de personas fueron salvas y
sanadas. Se aferraba a esta “mentira” y creía que algún día
se le iba a restaurar a su sitio inicial de honor y de
capacidades espirituales.
Inclusive una comprensión profunda de la Palabra de
Dios no asegura a nadie contra el auto-engaño, pues no
sólo se debe conocer la verdad, sino también amarla.
¿Cuántos de nosotros no conocemos ministros del
Evangelio que se han desviado en normas de moral?
¿Cómo es posible que alguien que conozca la Palabra de
Dios y la haya predicado durante años, caiga en la
inmoralidad? Simplemente, eligió creer las mentiras de
Satanás. Satanás le dice que necesita satisfacer sus
necesidades amorosas y por tanto, comienza a tener
aventuras amorosas ilícitas en la fantasía mental. A medida
que la mente le engaña más y más, racionaliza sus
convicciones iniciales y se cree una excepción a los
mandamientos divinos de santidad. Cuando se presentan
las oportunidades para la fornicación o para el adulterio no
hay sino un paso muy corto entre el acuerdo que existe en
su mente y lo que comete con su cuerpo.
Otro aumento del auto-engaño es la auto-seducción. Un
hombre puede ser seducido por otra persona, pero,
también se puede seducir a sí mismo. O sea, en forma
voluntaria elige seguir un error doctrinal o un error moral. El
proceso de auto-seducción es usualmente progresivo a
medida que se “juega” con las tentaciones.
“Cuando alguno es tentado, no diga que es
tentado de parte de Dios; porque Dios no puede
ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; usino
que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. 1Entonces
la concupiscencia, después que ha concebido, da
a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado
da a luz la muerte”
(Santiago 1:13-15).

Toda persona tiene necesidades legítimas en los campos


espirituales, emocionales y físicos. Dios ha provisto formas
para satisfacer tales necesidades. Por ejemplo, Dios ha
ordenado que las necesidades sexuales se llenen dentro
del matrimonio. Las necesidades del estómago quedan
satisfechas con alimentos adecuados que se comen con
sobriedad. La tentación del pecado es que salgamos y
excedamos las limitaciones impuestas por Dios.
Concupiscencia es el “deseo exagerado” en llenar las
necesidades propias.
En las tentaciones del desierto, Satanás se acercó a
Jesús basado en las necesidades naturales. El Señor tuvo
hambre y necesitó pan. Era el Mesías y necesitaba
establecer su señorío. Era el Rey de reyes y requería
instalar su gobierno sobre la tierra. El demonio tentó a
Jesús en la satisfacción de esas necesidades con medios
ilegales (Mateo 4:1-11).
La Biblia relata el encuentro entre un joven y una
prostituta. A primera vista parece que ella lo hubiera
seducido, pero un estudio cuidadoso revela un caso claro
de auto-seducción. En efecto, él jugó con las tentaciones,
no procuró evitar el pecado y de su propia concupiscencia
fue atraído y seducido (Santiago 1:14).
“vi entre los simples, consideré entre los jóvenes,
a un joven falto de entendimiento, que pasaba por
la calle, junto a la esquina, e iba camino a la casa
de ella”
(Proverbios 7:7-8).

Uno de mis conocidos estaba atado por los espíritus de


drogas, alcohol y fornicación. Después de meses de
enseñanza intensiva, consejería y liberación, quedó libre. El
Señor le dio un buen trabajo. Sus hermanos en Cristo le
amaban y su futuro era brillante. En medio de la victoria
comunicó a su pastor la decisión de regresar a los caminos
del mundo y obviamente, volver a su vieja vida de pecado.
Nadie le había influido. También de su propia
concupiscencia fue atraído y seducido (Santiago 1:14). Su
condición espiritual la ilustra así la Palabra de Dios:
“Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las
contaminaciones del mundo, por el conocimiento
del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose
otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado
viene a ser peor que el primero. Porque mejor les
hubiera sido no haber conocido el camino de la
justicia, que después de haberlo conocido,
volverse atrás del santo mandamiento que les fue
dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero
proverbio: El perro vuelve a su vómito y la puerca
lavada a revolcarse en el cieno”
(2 Pedro2:20-22).

El engañado eventualmente se convertirá en engañador y


conducirá a otros al error. La Biblia llama al engañador
“estrella errante” (Judas 13). En griego“estrella errante” se
dice planetes de donde se deriva el término “planeta.”
Planetes es una forma de la palabra plane, el verbo del
griego común para “engañar, engaño.” De esta manera una
persona auto-engañada es quien, como una estrella que se
sale de su órbita, se ha desviado del curso de la verdad. No
sólo se dirige hacia la auto-destrucción, sino también puede
poner en peligro a muchos otros.
Pero, para nuestra buena fortuna, hay Uno a quien nunca
es posible engañar y que, por el contrario, conoce
perfectamente bien, hasta en sus más ocultos e íntimos
pensamientos los corazones engañosos de todos los
hombres.
“Con él está el poder y la sabiduría; suyo es el
que yerra y el que hace errar”
(Job 12:16).
El hecho de estar presos del engaño o de haber sido sus
víctimas, en una u otra forma, ya sea voluntaria o no, jamás
nos garantizará que vayamos a librarnos del justo juicio de
Dios.
Entre el pueblo cristiano se encuentran con gran
frecuencia y de manera muy generalizada las siguientes
cuatro categorías comunes de auto-engaño:
Primero. Quienes están engañados en cuestiones de la
guía divina. Los creyentes requieren dirección y necesitan
oír la voz de Dios. El hombre espiritualmente dispuesto y
que quiere recibir la guía divina, es el más vulnerable a la
falsa guía. El hombre del mundo, desinteresado de las
cosas espirituales, no es un buen blanco para la guía falsa.
Me acuerdo de un hermano que creció en una iglesia
denominacional y tradicional. Un día tuvo una muy intensa
experiencia espiritual donde oyó a Dios hablar a través de
la profecía y también hablarle en forma muy directa a su
propio espíritu. Había anhelado profundamente caminar
cerca de Dios. Quería que Dios siguiera hablándole
respecto a cada detalle de su vida. Literalmente confiaba
que Dios le dijera qué color de medias ponerse cada
mañana. Al regresar a casa del trabajo esperaba que Dios
le dirigiera en cada intersección de la autopista. ¿Debería
cruzar a la izquierda o a la derecha o seguir adelante? En
consecuencia comenzó a “oír” lo que creía que era la voz
de Dios, pero estaba burdamente engañado. El engaño era
obvio por la confusión resultante.
“...Dios no es Dios de confusión, sino de paz...”
(1 Corintios 14:33).

Estaba tan confundido que le era imposible discernir si en


realidad Dios le hablaba. No podía estar seguro si oía la
voz de Dios o la del diablo o si todo era producto de su
vana imaginación. Cuando Dios hablaba en verdad, no
estaba seguro de si era Dios. Cuando Dios no había
hablado, seguía una mentira.
“Pero, ¿qué si fuera Dios?” se preguntaba. El temor de
fallarle a Dios le aprisionaba en el engaño. Su temor de
Dios no era “limpio” (Salmo 19:9). Temía la condenación de
Dios. No había sido perfeccionado en el amor (1 Juan
4:18).
Muchos cristianos esperan que Dios les hable a sus
mentes. Dios, como ser espiritual que es, se comunica con
el espíritu del hombre (Juan 4:24). Hasta cuando el
creyente entienda cómo habla Dios y aprenda a oír con los
oídos espirituales, es muy probable que experimente una
falsa guía.
Hay cristianos hambrientos de guía espiritual que han
hecho de sus Biblias una tabla ouija, en su esfuerzo por oír
de Dios. A este método mecánico de buscar la guía divina
se le llama “hacer hablar el libro”. Quien necesita la guía de
Dios plantea una pregunta y quiere que Dios se la conteste.
Luego, cierra los ojos, abre la Biblia al azar, coloca un dedo
sobre la página donde se abrió la Biblia y espera que el
versículo donde descansa el dedo sea la respuesta al
interrogante que hizo a Dios.
Con mi esposa dirigíamos una serie de seminarios de
liberación. Cierta señora llegó temprano y tomó asiento en
la iglesia. El pastor, al reconocerla, nos susurró que estaba
gozoso de verla allí, pues necesitaba ser liberada de
espíritus. Nos compartió que ella siempre buscaba la guía
de Dios con el método de “hacer hablar el libro”. Le advertí
no regocijarse en forma prematura porque el diablo no la
iba a dejar en un culto de liberación. En efecto, antes que el
servicio comenzara, la señora se levantó y se fue. Al día
siguiente la vi en la calle y le pregunté porqué se había ido.
Me respondió que al abrir su Biblia, Dios le mostró con un
versículo que no necesitaba nada y que debía salir.
Con alguna frecuencia encuentro cristianos que son
guiados por voces. Casi todas esas voces son
falsificaciones del lenguaje audible de Dios. Las palabras
se perciben en la mente, más que en el espíritu, aunque en
ocasiones se escuchan en el oído. Esos demonios de falsa
guía se llaman “Muchas Voces”, pues algunas personas
oyen más de una voz.
Como los demonios son engañadores, por lo general
comienzan con cosas que suenan muy razonables. Si una
persona acepta esas palabras como válidas, entonces los
espíritus se hacen más atrevidos y la llevan a un profundo
engaño.
De cuando en cuando los medios de comunicación
informan asesinatos y otros crímenes serios cometidos por
individuos que actuaban en obediencia a una voz que
creían venida de Dios. Dios nunca va a hablar en una forma
que sea contraria a su Palabra y a su voluntad tal como se
revelan en la Biblia.
Si se encuentra a un cristiano guiado por voces falsas, se
le debe aconsejar con toda firmeza que abandone esas
“voces” como un modo de guía divina. Debe pedirle a Dios
que le dé dirección de otras formas.
Para salvaguardarle contra futuros engaños, quienes
están sobre él en autoridad espiritual, deben juzgar toda
guía que reclame haber recibido.
Segundo. Hay quienes son engañados en materias de
ministerios y revelaciones. Cada uno de nosotros necesita
ser necesario. Si alguien nunca se ha sentido realmente
importante dentro de su propia familia, tiene la necesidad
no satisfecha de ser de valor para otros y se puede abrir al
engaño que Dios le ha apartado para un ministerio
especial. Algunas de las personas más inestables que he
visto, están plenamente convencidas que Dios ya les tiene
o muy próximamente les dará un ministerio.
Una señora nos pidió consejería a mí y a mi esposa.
Deseaba saber cómo librarse del marido y los hijos para
poder comenzar el ministerio al que el Señor la llamaba.
Dijo que un día, cuando lavaba la loza, el Señor le reveló
que iba a tener un ministerio de sanidad y de milagros.
Cuando levantó las manos para alabar al Señor, las sintió
con un tremendo calor de unción. Sin embargo, no cayó en
la cuenta que simplemente acababa de sacar las manos del
agua tibia del lavaplatos.
Comenzó a verse en el ministerio de sanidad. En la
imaginación se contemplaba como otra Katherine Kuhlman,
mientras se movía llena de gracia sobre la plataforma de un
inmenso auditorio con miles de personas que “caían bajo el
Espíritu” y quedaban sanas. Estaba ansiosa de que su
esposo llegara del trabajo a la casa para compartirle la
revelación de su llamado.
Lo recibió en la puerta con las siguientes palabras: “Dios
me dijo hoy que voy a tener un gran ministerio de sanidad
como el de Katherine Kuhlman”. El esposo no respondió a
su emoción, pues sólo quería saber “¿Qué hay de comida?”
La señora quedó aplastada por la frustración y llena de
ira. ¿Cómo atendería ese enorme ministerio de sanidad si
estaba atada a un esposo tan insensible espiritualmente?
Además, debía cuidar de tres niños pequeños. No iba a
tener tiempo para cocinar, lavar, planchar y arreglar toda la
casa. De ahí porqué había buscado consejería. ¿Cómo
podría liberarse de todo para poder “entrar al ministerio?”
Un consejero nunca debe estar de acuerdo con el engaño
de una persona. Cuando le dijimos que estaba engañada,
se ofendió. ¿Cómo sabíamos que Dios no le había hablado
a ella? Le explicamos que ya tenía su ministerio. “¿Y qué
ministerio puede ser ese?” preguntó. Le dijimos que Dios la
había llamado a ministrar en su casa como esposa y madre
y que ese es uno de los ministerios más importantes que
puede cumplir una mujer.
Entonces preguntó: “¿Y si fuera de Dios? Si no hago lo
que Dios me ha llamado a hacer, le fallaré al Señor”. Hizo la
misma pregunta que mantiene a tantos en sus engaños,
“¿Qué si eso es de Dios?” Tales revelaciones supuestas se
deben probar con la Palabra de Dios. La Biblia no aconseja
que las mujeres se divorcien de sus esposos o que
abandonen a sus hijos para ejercer un ministerio en la
iglesia.
Dios provee líderes espirituales para protegernos del
engaño. Cuando la señora nos llamó, no nos pidió juzgar su
revelación, sino ayudarle a llevar a cabo su engaño. Sin
embargo, se le pudo aconsejar y al final estuvo de acuerdo
con la verdad. Así fue posible saber que no sólo se le libró
a ella de muchos sufrimientos, sino también a todos los
miembros de su familia.
“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a
ellos; porque ellos velan por vuestras almas,
como quienes han de dar cuenta; para que lo
hagan con alegría, y no quejándose, porque esto
no os es provechoso”
(Hebreos 13:17).

Tercero. En esta categoría se encuentran quienes han


sido engañados doctrinalmente. Hay doctrinas extrañas y
de “largo alcance” que invitan de manera especial a los que
tienen hambre de amor y aceptación, porque creen que
ocupan una importancia única en el cuerpo de Cristo. Las
personas que abrazan falsas doctrinas enfrentan muchos
retos fuertes que consideran como persecuciones. El
engaño les hace creer que Dios está muy orgulloso de ellos
por permanecer en sus ideas. Se convencen que fallarían a
Dios si dejaran de defenderlas y promoverlas. En
consecuencia, los seguidores de falsas creencias, casi
siempre son mucho más celosos que quienes profesan las
doctrinas verdaderas.
Un hombre me buscó para liberación, pero primero quiso
compartir una doctrina especial que tenía. Con gran
emoción me explicó que jamás moriría físicamente. Había
recibido una revelación peculiar que le excluía de la muerte.
Dijo que al pasar frente a una casa funeraria siempre
confesaba: “Nunca me tendrás”. Estaba completamente
obsesionado con esa idea de “jamás morir.”
Por último llegó el momento de explicar porqué creía que
necesitaba ser liberado. Había caído en una profunda
depresión y a veces consideraba la posibilidad del suicidio.
Me extrañó que no hubiera visto la inconsistencia entre
creer que nunca moriría y el temor de suicidarse.
Cuarto. Hay quienes se engañan sobre los honores y
posiciones de la vida. Tienen una necesidad insatisfecha de
respeto. Casi todas estas personas sufrieron una niñez
donde hubo rechazos profundos y maltratos severos. Su
engaño consiste en pensar que están destinados a
convertirse en individuos de renombre a quienes los demás
se verán obligados a reconocer.
Un ejemplo muy notable del engaño de creer que se será
importante fue el caso de un adolescente que me refirieron
los líderes de un campamento para jóvenes cristianos. El
muchacho estaba convencido que su destino sería
gobernar todo el mundo. Tenía consigo un enorme
cuaderno lleno con sus planes para conquistar el universo.
Al frente tenía un mapa que mostraba la localización de los
planos para su cuartel general. Había diseños con sistemas
de proyectiles secretos y el correspondiente equipo de
guerra que le permitiría dominar el mundo. Había hecho un
cuaderno muy nítido, con la información en lenguaje cifrado
que el joven traducía. Estaba firmemente persuadido que
llegaría a ser la autoridad suprema sobre todas las
naciones.
Cuando el joven terminó su explicación, le hice una
pregunta: “¿Cómo es tu relación con tu padre?” Inclinó la
cabeza y contestó: “Mi papá no me quiere.” “Pero si te
conviertes en el líder del universo, hasta tu padre se vería
obligado a reconocer tu importancia, ¿no es cierto?” le dije.
“Sí,” respondió. Entonces me puse a explicarle que todo su
esquema de dominio mundial era un engaño y que buscaba
el amor y la aprobación de su padre. Fue ncesario mucho
razonamiento persuasivo, pero al fin se puso de acuerdo
con la verdad y recibió la liberación.
El desenlace feliz de esta historia está en que el padre
reconoció sus fallas y comenzó a suministrar el amor que
su hijo necesitaba. Varios meses después ambos
escribieron para dejarme saber la victoria que habían
obtenido.
Enfermedades Mentales,
Emocionales y Físicas

Hace varios años comencé a sufrir dolores torácicos


severos. Ingresé a un hospital para una serie de exámenes.
Cuando el médico me preguntó si había estado sometido a
presiones , dije: “No”, pero mentí. Me avergonzaba aceptar
que pocas semanas antes me habían despedido de mi
puesto por recibir el bautismo en el Espíritu Santo. Eso
significaba las pérdidas de mi salario, del seguro de salud y
de mi plan de retiro. Mi orgullo estaba herido y mis amigos
más cercanos ahora me rechazaban. Reaccioné con
resentimiento y temor. Luego el doctor me dijo que tenía
problemas cardíacos.
El diablo no perdió tiempo para aprovecharse de mis
reacciones pecaminosas al rechazo. Después de
arrepentirme y decidir confiar en Dios, los demonios fueron
expulsados y la enfermedad cardíaca desapareció.
Si permitimos que las heridas produzcan tal tipo de
respuestas, el pecado originará presiones y éstas causarán
enfermedades. Muchas sanidades físicas vienen después
de limpiar muy cuidadosamente la vida de las
consecuencias del pecado, de la culpa, y de haber cedido
ese terreno al diablo (demonización).
La sanidad del hombre interior resulta también de la
liberación de espíritus demoníacos que entraron en una
persona, a partir de las heridas del rechazo y de las
reacciones y los reajustes pecaminosos y equivocados a
ellas.
De Otros
Más Rechazo
Hay una relación directa entre las heridas interiores y una
personalidad inestable. Como hemos visto, el temor al
rechazo hace que un individuo se vuelva desconfiado y
sospeche de los demás. Su reacción de temor a más
rechazo, le ha hecho paranoide. Su inestabilidad hace que
otros se sientan incómodos al tratar de relacionarse con él
y le rechacen. De esta manera, el rechazo pone las
bases para más rechazo. La vida se vuelve un círculo de
heridas, reacciones y rechazos, sin que haya ninguna
alegría.
Cualquiera que hierve con sospechas es como una
caldera que almacena vapor. Así como ésta descarga el
vapor por medio de una válvula de seguridad cuando la
presión alcanza un punto de peligro, el paranoide debe
liberar sus presiones por medio de la confrontación. Pero
se desenfrena y acusa a los que le rodean, porque piensa
que obran en su contra. Sus enfrentamientos absurdos son
tan ofensivos que, a su turno, frecuentemente, los demás
con las respuestas le producen más heridas de rechazo.
La personalidad inestable se caracteriza por un
comportamiento inestable. Cuando el auto-rechazado
decide cambiar su ego, se convierte en un rompecabezas
para otros. ¿Qué personalidad saldrá después? ¿Se
retraerá interiormente deprimido o se manifestará al exterior
como rebelde e iracundo? Tales patrones irregulares de
conducta incomodan a todos y de nuevo se producirá más
rechazo.
Cuando se ama a alguien y no hay reconocimiento o
reciprocidad a ese amor, el desánimo y el desamor se
instalan con rapidez. El amor que se invierte en la vida de
otro es como el dinero que se pone en un banco. Si no hay
algún beneficio para esa inversión, se moverá el depósito y
se trasladará hacia otra parte.
Las personalidades complejas representan un reto que
aceptarán los ayudantes optimistas. Pero, se necesita más
que celo para desenredar las complicaciones. El consejero
inexperto al final se puede frustrar y dejar el caso. Las
esperanzas de recuperación se esfuman y el alma herida
es herida de nuevo por más rechazo.
Consejeros sin Idoneidad

Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo.


Quienes sufren heridas, están listos a compartir sus
problemas con cualquiera que les escuche. Cuando se
expone un problema, quien recibe el informe se coloca en
posición de responder algo. En otras palabras, se le pide
que se convierta en consejero. A medida que crece la lista
de consejeros no calificados, la confusión aumenta más y
más.
Además, hay una enorme cantidad de ayudantes auto-
nombrados quienes falsamente creen que el Señor les
llama como consejeros para todo. Tienen celo, pero no para
bien.
Asimismo, con frecuencia hay muchos simpatizantes. La
persona herida necesita más que simpatía. Si el rechazado
ya se encuentra en la etapa de la auto- compasión, la
lástima no hace sino empeorar las cosas.
Manejos Equivocados

Las heridas en la carne son muy sensibles. No se pueden


tocar sin que haya dolor. Lo mismo pasa con las heridas del
interior. Supongamos a una señora que ha sufrido mucho
en la vida y que tiene un muy bajo nivel de tolerancia para
el maltrato. El esposo no sabe cómo ser suave, amable y
compasivo. Siempre le grita: “¿Por qué no empiezas a
mostrar algo de progreso? Necesitas posesionarte de ti
misma. Todo ese lloriqueo es de locos. Voy a llamar a la
policía para que te lleven al manicomio”. Las heridas
interiores que ha sufrido esta pobre mujer se han
complicado en grado sumo por el enfoque insensible y
torpe de un esposo sin corazón. Necesita ayuda
desesperadamente y todo lo que obtiene son órdenes
dogmáticas sin ninguna ayuda práctica.
Si los problemas que se disciernen en la persona a quien
se va a aconsejar son el resultado o el producto del
rechazo, cualesquiera ayudas que se ofrezcan deben ir
envueltas en el manto del amor. En muchísimos casos,
inclusive la verdadera ayuda más genuina y original se
puede declinar o postergar, hasta cuando el amor que se
ofrece sea puesto a prueba.
VI
SOLUCION PARA EL
RECHAZO

“Pero serán consumidos todos los que te


consumen; y todos tus adversarios, todos irán en
cautiverio; hollados serán los que te hollaron, y a
todos los que hicieron presa de ti daré en presa.
Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus
heridas, dice Jehová; porque desechada te
llamaron, diciendo: Esta es Sion de la que nadie
se acuerda”
(Jeremías 30:16-17).

Nuestro Dios ha dado una promesa absoluta de liberación


y sanidad. Es tiempo para que los oprimidos vengan con
toda fe al Señor, pues el mismo Jesús afirmó:
“El Espíritu...está sobre mí...me ha enviado a
sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar
libertad a los cautivos...aponer en libertad a los
oprimidos”
(Lucas 4:18)

El Gran Médico ha puesto ciertas condiciones para la


sanidad y la liberación. Aunque estos requisitos son
sencillos y simples, también son indispensables y
necesarios.
Estar Dispuestos a Aprender

El primer requisito para la restauración es la disposición


para aprender. Hay muchos cambios que se necesitan. Se
deben cambiar las antiguas maneras de reaccionar y de
reajustarse. Se deben echar atrás los patrones de malos
hábitos en las actitudes y el comportamiento. Todo lo que
en nuestra vida no sea a la semejanza de Cristo, se debe
traer y elevar a este modelo.
Los pastores y los consejeros son médicos del espíritu. El
“paciente” expone su caso en busca de diagnóstico y
tratamiento. El “doctor” pide y recibe de lo alto la sabiduría
y la comprensión y ordena o prescribe lo que convenga
para restaurar la salud al “enfermo”. A veces el diagnóstico
o el plan de tratamiento propuestos por el “médico” no
coinciden con opiniones preconcebidas y el “paciente” los
rechaza. Esto ata las manos del “doctor” y le impide ser de
alguna ayuda.
El individuo promedio no puede diagnosticar en forma
segura sus propias dolencias. Siempre tiende a ver la
superficie de los problemas y no sus raíces. Cuando decide
ir a un consejero para buscar ministración, debe someterse
a su consejero y obedecer en lo que éste le instruye y
orienta.
La corrección no es rechazo. Ha habido muchos casos
donde fue imposible ayudar a quienes estaban en
necesidad. Todo cambio legítimo que se les aconsejó, les
parecía como un castigo. Este síndrome corrección rechazo
hace que la persona se sienta incapaz de aprender algo. La
disposición para aprender se halla dentro de la voluntad del
individuo. Debe estar de acuerdo en seguir el consejo dado.
No logrará nada al ir de consejero en consejero hasta
encontrar uno que concuerde con lo que piensa.
Humildemente tiene que admitir: “El problema está en mí.
Debo cambiar”.
“Es verdad que ninguna disciplina al presente
parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero
después da fruto apacible de justicia a los que en
ella han sido ejercitados”
(Hebreos 12:11).
Perdón
Perdonar a todos los que nos hayan ofendido es una
condición absoluta para la liberación. El perdón es una
deuda que tenemos y cuya cancelación nunca se debe
demorar ni negar.
“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a
otros; porque el que ama al prójimo ha cumplido
la ley”
(Romanos13:8).

En el momento en que se detiene el perdón, comienza la


dureza imperdonable. Quien espera recibir el perdón de
Dios, debe como por obligación perdonar a los demás.
Jesús habló de un siervo que tenía con su señor una
enorme deuda sin que pudiera hacer ni un solo abono. El
siervo se humilló y le suplicó a su amo que fuese paciente.
El señor del siervo fue movido a compasión y le perdonó
toda la deuda. Delante de Dios este relato ilustra nuestra
insolvencia por el pecado. Aunque no tenemos ninguna
posibilidad para pagar nuestra deuda de pecado, cuando
apelamos a la misericordia divina, el Señor nos perdona.
El hombre a quien se le había perdonado su inmensa
deuda, después rehusó perdonar a un consiervo que le
debía una suma ínfima.
“Entonces su señor, enojado, le entregó a los
verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía”
(Mateo 18:34).

A nosotros se nos aplica la siguiente afirmación de Cristo:


“Así también mi Padre celestial hará con vosotros
si no perdonáis de todo corazón cada uno a su
hermano sus ofensas”
(Mateo 18:35).

¿Qué nos hará nuestro Padre celestial si fallamos en


perdonar a los demás? ¡Nos entregará a los verdugos!
Estos verdugos atormentadores son los espíritus
demoniacos.
Es una cosa muy seria no perdonar a otros sus ofensas.
Dios anula su perdón al hombre si éste rehúsa perdonar a
su prójimo. En tales casos el hombre se coloca bajo una
maldición y a los espíritus demoníacos se les permite
atormentarlo.
El perdón no es un sentimiento; es una decisión racional,
un acto de la voluntad. Nuestro acto de perdón es un
cumplimiento de las órdenes de Dios. Dios dice que si
esperamos su perdón, también debemos perdonar. Si
elegimos no perdonar, podemos esperar ser atormentados
hasta cuando lo hagamos.
Si Dios entrega un hombre a los demonios, ningún
consejero de liberación en la tierra podrá sacarlo de esa
cárcel, sino hasta cuando cumpla las condiciones del
Todopoderoso. El tormento resultante se puede manifestar
en esa persona ya sea en la mente, las emociones, el
cuerpo físico o en las circunstancias de la vida.
El perdón también se debe extender a uno mismo.
Después de aceptar el perdón de Dios, debemos
perdonarnos nosotros mismos. El acusador dirá: “No
mereces ser perdonado. Lo que hiciste es imperdonable.
Debes llevar la vergüenza y la culpa de tu pecado el resto
de tu vida”. La falta de perdón hacia sí misma, puede
encerrar a la persona en una prisión de servidumbre, tan
seguramente como su falta de perdón hacia otros.
Olvido

Las heridas del pasado se deben olvidar. Es imperativo


expulsar el espíritu de los “recuerdos recurrentes” porque
es un demonio experto en mantener viva la memoria de los
errores pasados. Es como si este maligno tuviese una
videoteca de grabaciones con registros detallados de todos
los hechos dolorosos en la vida de una persona y los
reprodujera una y otra vez en la mente de su víctima. El
demonio usa estos estimulantes de la memoria para
mantener vivos los recuerdos tristes de las heridas que se
sufrieron antes. La remembranza continua de las ofensas
pasadas, conserva vivos el odio, la amargura y la falta de
perdón.
El apóstol Pablo habla de su decisión de olvidar todas las
cosas que quedaron atrás (Filipenses 3:13-14).
Deberíamos aplicar obligatoriamente este principio del
olvido al registro de las ofensas que nos hicieron en el
pasado. Si mantenemos vivos en la memoria los hechos
desagradables y dolorosos del ayer, también arruinamos el
presente y echamos a perder cada día que viene. Tales
añoranzas no sirven a ningún propósito útil. Por tanto,
debemos aprender a olvidar los recuerdos.
Arrepentimiento

En conjunto es posible que nuestros propios errores de


conducta sean semillero para las heridas administradas por
otros. Dios requiere honestidad y humildad completas
cuando vamos delante de su trono.
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay
en mí camino de perversidad, y guíame por el
camino eterno”
(Salmo 139:23-24).

Por lo general, las heridas experimentadas son más


obvias que las heridas administradas. Es mucho más fácil
reconocer el pecado en la vida de alguien que en la propia.
¿Cuántas veces hemos rechazado a otros y les hemos
sido causa de penas y sufrimientos? Todo pecado exige
arrepentimiento. La única vía para recibir el perdón de Dios
es entrar en su presencia por la puerta del arrepentimiento.
En conjunto es también posible que las reacciones malas
y los reajustes errados a las heridas, no se hayan visto
como pecados verdaderos. Toda desviación de la
voluntad revelada de Dios es pecado. Las reacciones y
los reajustes negativos a las heridas sufridas son contrarios
tanto a los mandamientos de Dios como a sus designios.
Así es posible abrir puertas adicionales al pecado que a su
vez permiten la entrada a demonios adicionales. El
arrepentimiento del pecado le hace saber a los espíritus del
mal que se les cancelaron sus puertas de ingreso. El
arrepentimiento es el preludio de la liberación. Jamás
podrá haber liberación sin un arrepentimiento genuino.
Reconciliación

La reconciliación es la restauración de relaciones rotas.


Dios, por medio de la cruz, logró la restauración de los
pecadores.
“...Dios...nos reconcilió consigo mismo por
Cristo...”
(2 Corintios 5:18).

En griego la palabra que se traduce “reconciliación”


implica un cambio completo, un cambio de la enemistad a
la amistad. En este mismo contexto el Espíritu Santo
afirma:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas”
(2 Corintios 5:17).

Cuando Jesús derramó su sangre, hizo posible un cambio


total en todas las cosas, y ese cambio es la reconciliación.
Por medio de ella quienes una vez eran enemigos de Dios,
vinieron a ser sus hijos y se convirtieron en participantes de
su naturaleza divina.
¿No era suficiente que Dios tan sólo nos perdonara? No.
Él anhelaba más que una simple colección de pecadores
perdonados. Quería restaurar las relaciones con el hombre
pecador. Cuando Adán y Eva pecaron, la transgresión pasó
a todos nosotros y se destruyó el compañerismo con Dios.
Por medio de la reconciliación se restauró nuestro
compañerismo con el Padre celestial (Romanos 5:17-19).
¿No nos basta simplemente perdonar a los demás? No.
Dios desea relaciones restauradas. Perdonar a otros es el
preludio de la reconciliación que es un tema con dos
aspectos. Uno tiene que ofrecerla y el otro la debe aceptar.
El proceso de la reconciliación entre dos personas se
cumple cuando una inicia la restauración de las relaciones
y la otra la acepta.
Aunque no podemos obligar a los demás a que se
reconcilien con nosotros, Dios ha hecho saber con toda y
simple claridad que nunca debemos permitirnos que ningún
fracaso para obtener la reconciliación sea por nuestra
culpa.
“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros,
estad en paz con todos los hombres”
(Romanos 12:18).

Puede ser edificante, por decir lo menos, contemplar una


relación restaurada entre quienes han tenido heridas
profundas. Se debe tener en mente que la prueba
verdadera de una reconciliación exitosa es el
establecimiento de la paz. Si una relación que se restablece
es pacífica, libre de contiendas y discordias, entonces no
hay temor sino gozo.
Estabilidad en el Amor de Dios

Jesús fue “despreciado y desechado (rechazado) entre los


hombres” (Isaías 53:3), pero no sufrió de alteraciones en su
personalidad. A pesar de haber sido tan herido, hay una
razón básica para conservar su estabilidad: estaba seguro
en el amor del Padre. Pudo ceder a la voluntad de su
Padre, inclusive hasta la muerte en la cruz, porque sabía
que el Padre le amaba. Pudo soportar el terrible rechazo de
la humanidad porque su ancla estaba en el amor de su
Padre.
“El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha
entregado en su mano”
(Juan 3:35).
“...el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las
cosas que él hace...”
(Juan 5:20).

La fidelidad del amor de Dios Padre, más que la fidelidad


del amor humano, da seguridad y fortaleza para soportar y
salir de las lesiones y heridas. Es un error común suponer
que cuando falla el amor humano, también ha fallado el
amor de Dios. Como para que podamos conservar la
estabilidad, a pesar de las adversidades que se sufran de
manos de otros, Jesús nos dejó las siguientes palabras de
firmeza y valor:
“...el Padre mismo os ama, porque vosotros me
habéis amado...”
(Juan 16:27).

En una persona la herida del rechazo tiene el mismo


efecto sobre la confianza en el amor que un riel roto en un
tren: descarrilamiento. ¿Cómo se puede confiar de nuevo
en el amor? Jamás ningún amor humano nos dará una
garantía absoluta contra el fracaso o la desilusión. Tan sólo
hay un amor que nunca fallará: el amor de Dios. Por tanto,
la confianza en el amor divino crea seguridad en el hombre
interior.
Estabilidad en el Amor Humano

La confianza en el amor de Dios es el fundamento que


suministra valor para el riesgo de las relaciones humanas
que se basan en el amor. Se usa el término “riesgo” porque
es un hecho que todo amor humano es susceptible de
fracaso. Sin embargo, entre más nos rodeamos con un
amor humano estable, más fácil nos será vencer las
repercusiones de las heridas que se originan en el rechazo.
Al enfatizar sobre cómo los miembros del cuerpo de
Cristo se deberían ministrar unos a otros, el apóstol Pablo
escribió:
“El amor sea sin fingimiento...”
(Romanos 12:9).
Esto quiere decir que no haya disimulos, falsedades o
hipocresías. Hay muchas personas que han sido
rechazadas y heridas por sus propios familiares y están
hambrientas de amor. La iglesia, la familia de Dios, debería
suministrar un clima de sanidad a quienes se les ha robado
el amor en muchas áreas de su vida.
¿Cómo puede uno saber que ha obtenido la estabilidad
en el amor? Primero, es posible dar amor a los demás sin
exigir reciprocidad. Segundo, si hay nuevas heridas de
rechazo, se puede cubrirlas con perdón. No habrá malas
reacciones equivocadas de ira, resentimiento o auto-
compasión.
Liberación

Liberación es salvación. La palabra griega “soteria” denota


sanidad, conservación, liberación y salvación. Este término
abarca todas las bendiciones derramadas sobre los
hombres en Cristo por medio del Espíritu Santo. La
liberación de los espíritus malignos es una provisión de la
cruz. El Señor derrotó a Satanás, destruyó las obras del
diablo y dio potestad a sus seguidores contra todo poder y
fuerza del enemigo (Lucas 10:19).
Los creyentes se apropian de la liberación cuando
confrontan los espíritus malignos con la autoridad dada por
Dios. La solución para la presencia de demonios es la
expulsión de los espíritus cuyas tareas son oprimir,
perturbar, controlar y obstaculizar.
En el momento en que una persona haya leído el material
precedente contenido en este libro, debe tener ya un
cuadro claro de sus necesidades de liberación. Es rarísimo
encontrar a alguien que no requiera ciertos grados de
liberación de los espíritus malignos que obtuvieron entrada
por medio de las consecuencias del rechazo.
La liberación es un camino para la sanidad interior. Dios
la ha provisto con ese objetivo. Los espíritus del mal son los
responsables de las mayores inestabilidades en la
personalidad. La sanidad interior se vive y experimenta a
medida que se echa fuera a los demonios. Todo creyente
debe ser capaz de hacerse una auto-liberación, pero al
comienzo es mucho mejor que un consejero calificado y
con experiencia en liberaciones, le pueda guiar en esa
tarea de oración.
Llenar la Casa

“Cuando el espíritu inmundo sale del hombre,


anda por lugares secos, buscando reposo y no lo
halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde
salí; y cuando llega la halla desocupada, barrida y
adornada. Entonces va, y toma consigo otros
siete espíritus peores que él, y entrados, moran
allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a
ser peor que el primero...”
(Mateo 12:43-45).

Una cosa es expulsar demonios y otra mantenerlos fuera.


Algunos han encontrado que mantener la liberación es
mucho más difícil que la propia liberación como tal. Si los
demonios expulsados no se mantienen fuera, ¿en realidad
se puede decir que ha habido una verdadera liberación?
Jesús enfatizó la importancia de mantener la liberación al
usar la analogía de llenar una casa desocupada mediante
el desahucio de sus ocupantes anteriores. También enseñó
que si se les da oportunidad, los demonios pueden regresar
a aquel de quien se expulsaron. Nunca se obtiene una
victoria duradera y permanente por el solo hecho de echar
fuera los espíritus que ocupaban el interior.
Además, Jesús advirtió que a menos que a los demonios
se les impida el regreso, pueden retornar con mayor
maldad y fuerza, y con peores intenciones. Los demonios
expulsados ven una vida que simplemente se libró de su
presencia, como una oportunidad que les invita a volver con
compañeros más malvados que ellos mismos.
El propósito total y absoluto de limpiarse de pecado y de
demonios es ser lleno con la semejanza del Señor. Si el
único objetivo es simplemente ser libre de problemas
molestos y fastidiosos, se trata de una meta corta de vista y
sin perspicacia.
“Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas, limpiémonos de toda contaminación de
carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en
el temor de Dios”
(2 Corintios 7:1).

Surgen las siguientes preguntas cruciales: ¿Quién hace


la llenura? ¿Cómo se lleva a cabo esa llenura? ¿Con qué
se debe ser lleno?
Quien recibe la liberación es responsable de llenar su
propia casa. En las Escrituras no hay ningún ejemplo donde
Jesús llene la casa de alguien por él. Otros pueden ayudar,
pero en verdad la responsabilidad pertenece
exclusivamente al recién liberado. Nadie puede ser
espiritual en nuestro favor. Debemos ser espirituales en y
por nosotros mismos.
Un vaso ya limpio se debe llenar con lo opuesto de
aquello que tenía. Si se expulsó el temor, se debe
reemplazar con fe. Si se echó fuera la corrupción, la pureza
tiene que ocupar su lugar. En otras palabras, es necesario
llenarse con el carácter y la naturaleza de Cristo mismo.
Cuando el interior se ocupa completamente con los dones,
la obra y todo el fruto del Espíritu Santo, no hay sitio para
el mal.
“...Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne”
(Gálatas 5:16).

La llenura de la casa se cumple al vivir una vida cristiana


disciplinada, según las enseñanzas que para el creyente se
pueden encontrar en las Escrituras:
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros
miembros al pecado como instrumentos de
iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a
Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros
miembros a Dios como instrumentos de justicia”
(Romanos 6:12-13).
Recibir el Consuelo de Dios

La liberación trata con sólo una parte del problema causado


por el rechazo. La liberación se puede comparar con la
limpieza de la infección que hay en una herida y que
complica cualquier lesión existente. Y, desde luego, evita
que la herida sane pero una vez que se elimina, la lesión en
sí se puede sanar. Esta analogía nos permite comprender
por qué se necesita más de un paso para completar la
sanidad de las heridas que causa el rechazo. Después que
se quita el espíritu inmundo (la infección), entonces se
puede curar la herida inicial.
Las heridas del rechazo causan pena y tristeza.
“..por el dolor del corazón el espíritu se abate (se
rompe y se hiere)”
(Proverbios 15:13).

La medicina para el dolor es el consuelo.


“...Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo;
Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser
consolada...”
(Jeremías 31:15).

¿De dónde viene el consuelo? El consuelo se recibe de


Dios.
“‘Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación, que nos consuela en todas nuestras
tribulaciones...”
(2 Corintios 1:3-4).
¿Cómo se obtiene el consuelo? Viene como un don de la
gracia de Dios. Se consigue de la misma manera como se
logra la salvación del pecado.
“...por gracia sois salvos por medio de la fe...pues
es don de Dios”
(Efesios 2:8).

Jesús envió al Espíritu Santo para administrar lo que él


mismo compró para nosotros en la cruz.
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador,
para que esté con vosotros para siempre...No os
dejaré huérfanos; vendré a vosotros”
(Juan14:16, 18).

La sanidad interior se recibe en la misma forma que la


sanidad física. Podemos pedir con fe y ser sanos (Mateo
9:22). O llamar a los ancianos de la iglesia que nos ungirán
con aceite y pueden hacer la oración de fe por nuestra
salud (Santiago 5:14-16).
“Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis
orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”
(Marcos 11:24).

En este mismo día nuestro Señor y Salvador, lleno de


ternura y con su infinita compasión eterna (Hebreos 13:8),
hace a toda persona que haya sufrido las heridas causadas
por el rechazo la misma pregunta que dirigió al paralítico
enfermo del estanque de Betesda:
“...¿Quieres ser sano?”
(Juan 5:6).

Rinde y entrega todas esas heridas, esos sufrimientos tan


hondos y tan grandes, a Jesús. Recibe el bálsamo de su
misericordia y sé libre. Elige ser consolado por su eterno
amor.

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