Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Analisis de Las Cartas Filosoficas
Analisis de Las Cartas Filosoficas
Planteamiento
Pretendemos en este trabajo analizar las relaciones de Voltaire con la religión, pero no en
general, sino a través de una de sus obras más conocida: las Cartas Filosóficas.
Aunque hay que admitir que no todos los ilustrados eran ateos, una de las características de
la ilustración fue precisamente el análisis racional de la tradición (en todos sus aspectos, incluida la
religiosa) que supuso poner en evidencia muchos saberes que no siempre resultaron ser ciertos y
que, según los partidarios y practicantes de este gran movimiento intelectual, cegaban al pueblo y le
Como veremos Voltaire tendrá a su favor una serie de factores como el gran avance
científico que tuvo lugar en la época, acompañado de la aparición del despotismo ilustrado y el
surgimiento de corrientes filosóficas que promovían la razón humana por encima de todo.
d'Aumary, tuvo cuatro hermanos. Estudio griego y latín en un colegio jesuita donde hizo futuras y
secretario de la embajada francesa en La Haya, del que fue expulsado tras cierta aventura amorosa
A la muerte de Luis XIV tuvo lugar una regencia que situaba al mando al Duque de Orleans
y contra el cual Voltaire escribió una sátira demostrando muy poco respeto hacia él. El Duque lo
1
Y en ese sentido avanzó la vida de nuestro protagonista: con algún encontronazo con la
nobleza que le valió una temporada más en la Bastilla y de destierro en destierro que lo llevaron a
Al final fue desterrado a Gran Bretaña, lo que le daría la oportunidad, entre otras cosas, de
conocer de primera mano la religión de ese país y escribir, posteriormente, sobre el tema.
La época de Voltaire
Durante el siglo XVIII o Siglo de las Luces, llamado así por tratar de acabar con las tinieblas
de la ignorancia mediante la luz de la razón, el poder de la iglesia disminuyó en favor del tercer
estado, de la plebe. Una de las causas fue el descenso del poder de la nobleza y el aumento del de la
burguesía, que durante esta época se estableció como clase dominante. La gente comenzó a valorar
el poder económico por encima de los títulos nobiliarios y del prestigio social, lo que supondría
toda una “transmutación” de los valores. Sirva como ejemplo el hecho de que antiguamente el
caballero feudal no utilizaba sus manos para trabajar, solo guerreaba o las usaba en algún tipo de
“hobby” creativo como la pintura o la música. Pero nunca trabajaba y se enorgullecía de ello: era su
derecho de nacimiento.
Sin embargo, ahora el trabajo comienza a ser valorado, la clase burguesa comienza a ser
vista como una clase social sacrificada que merece respeto y admiración por su esfuerzo y su
empeño en ascender por el escalafón social. Este cambio de cánones y de la antigua visión
caballeresca es uno de los motivos de la caída de la iglesia hacia una sociedad más laica.
Para comprender este principio de tolerancia religiosa y determinar sus raíces históricas,
filosóficas y científicas debemos echar un vistazo al siglo anterior. Fue un siglo lleno de guerras
religiosas entre cristianos y protestantes que terminó con la paz de Westfalia en 1648, tras la cual
tuvo lugar una época conocida como “la era de la razón”. Ahora introduce el filósofo Espinosa
2
(1632-1677) la idea que une a Dios con la Naturaleza en un único ser, así como su infinitud y la
aunque él no negaba la existencia de un ente superior, sí negaba los dogmas de muchas creencias
que dan a sus respectivos dioses forma humana o animal. En su lugar ofrece esta idea de Dios como
A estas nuevas ideas filosóficas habría que añadir la gran capacidad intelectual de los nuevos
científicos en sus esfuerzos por comprender la naturaleza, como Isaac Newton, Johannes Kepler o
Galileo Galilei. Gracias a nuevos enfoques e importantes avances tecnológicos estos pioneros
creación del modelo heliocéntrico, el propio Isaac Newton formuló teorías como la de la
física…
religión y sus formas. Las dudas, incluso el ateísmo comenzaron a florecer entre aquellos que veían
a la iglesia como una aberración de la verdadera belleza de Dios. Algo tan mundano y corrupto no
podía representar algo tan bello e infinito como la totalidad de la naturaleza. No les parecía que el
Este carácter antidogmático se extendió poco a poco entre mentes despiertas que
2
Para Espinosa, si Dios y naturaleza son la misma cosa, no puede existir el azar y por tanto nuestra libertad es una ficción creada por nuestra
ignorancia. Ni siquiera el mismo Dios podría haber creado el mundo de otra manera que de la que lo hizo. Los hombres se equivocan al creerse libres,
opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan. Y, por tanto, su idea de
libertad se reduce al desconocimiento de las causas de sus acciones, pues todo eso que dicen de que las acciones humanas dependen de la voluntad
son palabras, sin idea alguna que les corresponda”. Ética, Segunda Parte, Proposición XXXV. Escolio. Seguimos la edición de Vidal Peña, Madrid:
Editora Nacional, p. 151.
3
solucionaba tan solo con la fe y la existencia de un Dios omnipotente que había puesto todo en su
lugar. La aceptación de estos rebeldes por parte del resto de la sociedad fue un claro ejemplo de
progreso, respeto y comprensión hacia cualquier religión o postura religiosa, ateísmo incluido. Y
aunque a la iglesia no le hiciera gracia pasar a un segundo plano, sus posibilidades de impedirlo
estaban mermadas. En efecto, como veremos, las circunstancias políticas en las diferentes potencias
En Francia, gracias a una revolución que acabaría con el absolutismo, con la reducción de
los privilegios clericales hasta el momento vigentes y transformando el antiguo absolutismo francés
en una república que acogería a Voltaire con los brazos abiertos en sus últimos años de vida.
En España con el despotismo ilustrado de Carlos III que también dejó al clero en una
mermada posición, sobre todo económica, con una serie de desamortizaciones de sus bienes
privados.
Finalmente en Inglaterra, rota tras el reinado de Enrique VIII en dos visiones de la religión
aparentemente irreconciliables.
Para introducir esta obra, que marcaría un punto de inflexión en la obra escrita de Voltaire
Voltaire, en escritos anteriores, optó en ocasiones por usar los más exuberantes y
enriquecidos géneros del pasado, como el poema épico, la tragedia clásica o incluso la sátira en
verso, pero en esta obra dará un salto hacia la prosa, con estilo firme y sin filigranas, elegante.
4
Voltaire escribió toda su vida mediante arranques de inspiración, corrigiendo incoherencias
y uniendo sus ideas con una falsa impresión de inestabilidad, pero el impacto de esta obra no reside
durante su estancia en Inglaterra sino que, durante la misma, se dedicó a tomar notas para utilizar en
el futuro. Hombre previsor... Sería a su regreso a París cuando hábilmente hilaría todas esas notas y
comentarios en esta obra que podemos entender, si seguimos a los expertos, de forma simple o de
forma deductiva.
simplemente pretendía comparar dos formas de religión, dos costumbres distintas de culto en dos
Sin embargo, si analizamos la obra más detenidamente llegamos a la conclusión de que esta
obra es una crítica en toda regla a la religión católica, en especial a la francesa. Solamente algunos
trabaja desde diferentes enfoques y de manera muy inteligente: ensalza algún aspecto de la iglesia
anglicana para poder criticar la falta de ese mismo aspecto positivo en el catolicismo francés (el
europeo, en definitiva). Esto no le impedirá, como veremos, criticar en ocasiones tanto a una como
a otra…
Como el propósito de este trabajo es presentar las ideas generales que de la religión tiene
Voltaire me ceñiré a las siete Cartas que tienen este asunto como tema principal.
Comencemos pues por el primer grupo. Se trata de cuatro Cartas referidas a los cuáqueros,
una especie de orden religiosa que se encontraba en Inglaterra y que comparten una serie de
5
• Tuteaban a alguien que acabaran de conocer ya que no creían en el pronombre vos que
• Por la misma razón tampoco creían en la necesidad de utilizar tratos de cortesía como
Grandeza, Eminencia o Santidad y definían dichos tratos como nombres que los gusanos de
Augusto. Pese al gran respeto que se le tenía antiguamente al César Romano, todo el mundo
En la primera Carta, Voltaire visita a un respetado cuáquero y antiguo comerciante que vive
en una pequeña y hogareña casa. Cuando lo vio, Voltaire se quedó inmediatamente asombrado por
su aspecto saludable, propio de una vida sin excesos, pero aun se asombró más cuando el anciano
reverenciar al recién llegado. El anciano invitó a Voltaire a pasar y a comer con él debido a la
insistencia de nuestro autor por conocer más sobre su gremio. Las respuestas que Voltaire recibió
por parte del anciano no hicieron más que acentuar su primera impresión de asombro ya que a lo
largo de su conversación fue descubriendo que los cuáqueros vivían en pecado al no comulgar ni
haber recibido el santo bautismo. Sin embargo, el anciano rebatió sus desaprobaciones con la mayor
Oigámoslos:
6
-Hijo mío -repuso en tono suave-, no jures. Nosotros somos cristianos y nos esforzamos en ser
buenos cristianos, pero no creemos que el cristianismo consista en echar un poco de agua con sal
sobre la cabeza.
-Eh. Diablos -dije, ofendido por semejantes impiedades-. ¿Es que acaso habéis olvidado que
-Amigo, deja de jurar de una vez -dijo el piadoso cuáquero-. Efectivamente, Juan bautizó a Cristo,
- ¡Ay!-exclamé-, si hubiera Inquisición en este país, qué pronto os quemarían, pobre hombre.
-Si ello fuera preciso para condescender con tus debilidades, lo haríamos con gusto -agregó en
tono grave-. No condenamos a nadie porque practique la ceremonia del bautismo, pero pensamos
que los que profesan una religión verdaderamente sana y espiritual deben abstenerse, en lo que les
-Sí, hijo mío -continuó diciendo-, y tan judaicas que muchos judíos todavía hoy en día practican en
ocasiones el bautismo de Juan. Consulta la historia antigua y verás que en ella se dice que Juan no
hizo más que renovar una costumbre que mucho tiempo antes de que él naciera era practicada por
los judíos, de la misma forma que la peregrinación a La Meca lo era por los ismaelitas. Pero
circuncisión y ablución son abolidas por el bautismo de Cristo, ese bautismo espiritual, esa
ablución del alma que salva a los hombres. Ya lo decía Juan, el precursor: «Yo os bautizo en
verdad con agua, pero otro vendrá después de mí, más poderoso que yo, del que no soy digno de
descalzarle las sandalias. Él os bautizará con el fuego y con el Espíritu Santo». Y el gran apóstol
de los gentiles, Pablo, escribió a los corintios: «Cristo no me ha enviado para bautizar, sino para
7
predicar el Evangelio». Pablo bautizó con el agua a tan sólo dos personas y muy a su pesar
circuncidó a su discípulo Timoteo. Los demás apóstoles también circuncidaron a todos aquellos
-Y bien, amigo mío; de este modo tú eres cristiano sin estar circuncidado y yo lo soy sin haber sido
bautizado.3
Voltaire ensalza en esta Carta la simplicidad y pureza de las creencias cuáqueras respecto a
las católicas ya que a pesar de tratarse de una secta, evitaban “absurdas tradiciones” como la
comunión o el bautismo y rendían culto al señor de una forma más sencilla y carente de artificios.
La segunda Carta enlaza con la segunda ya que sigue hablándonos de las costumbres de esta
peculiar forma de culto. En esta ocasión Voltaire acompaña al anciano de la Carta anterior a su
lugar de culto dominical, donde se reúne con sus hermanos cuáqueros. Al llegar todos se hallaban
sentados en el más absoluto silencio. Al rato, un hombre se levantó y comenzó a hablar del
evangelio entre muecas y pesadas respiraciones. Voltaire quedó pasmado al comprobar que aquel
enorgullecían de ser la única orden cristiana sin sacerdotes y que no necesitaban ninguno ya que
Dios se manifestaba a través de ellos en la forma de una opinión personal sobre las Santas
Escrituras. Cuando esto ocurría, lo compartían con sus hermanos cuáqueros, tal como aquel hombre
lo había hecho. Nunca se detenía uno de esos arrebatos de inspiración ya que decían no saber
3
Voltaire: Cartas filosóficas, (edición de Fernando Savater), Madrid: Editora Nacional, 1976 (2ª edición), pp. 36-37. Todas las citas posteriores se
harán según esta edición.
4
“Después que el contorsionista hubo terminado su monólogo y la Asamblea se hubo dispersado, edificada y entontecida, pregunté a mi buen hombre
por qué los más sabios de entre ellos tenían que aguantar semejantes estupideces, a lo cual me contestó:
8
Añadió además que no pagarían dinero a un sacerdote para venir a hacer lo que podían hacer
ellos mismos de una forma más personal y trascendente. Voltaire se extrañó por esta singular
explicación y preguntó a su acompañante cómo sabían ellos si era el Señor el que se manifestaba a
-¿Cuando mueves uno de tus miembros es tu propia fuerza quien lo impulsa? No, sin duda, pues a
menudo ese miembro tiene movimientos involuntarios. El que creó tu cuerpo es el que anima ese
cuerpo de barro. Y las ideas que recibe tu alma, ¿eres tú quien las forma? Todavía menos, pues
ellas nacen a tu pesar. El creador de tu alma es quien te da tus ideas, pero como le ha dado
libertad a tu corazón, da a tu espíritu las ideas que aquél merece. Tú vives en Dios, actúas y
piensas en Dios. No tienes más que abrir los ojos a esta luz que ilumina a los hombres; entonces
En esta segunda Carta Voltaire, que en un principio veía a los cuáqueros como una secta
pagana, poco a poco se acerca a ellos. Parece ir conociendo mejor sus costumbres y viendo que su
sencilla forma de vida, sin excesos, y con un corazón que solamente pertenece a su mismo Dios,
puede no ser tan pecaminosa como pensó inicialmente. De hecho, la tercera de las Cartas se dedica
a contarnos su historia.
condado de Leicester, en 1624. Era hijo de un devotísimo tejedor y pronto comenzó a predicar su
particular visión del cristianismo. Realizó una especie de peregrinaje totalmente vestido de cuero
por las regiones de Inglaterra vociferando en contra de las armas y del clero, lo que le causó
numerosos problemas.
-Tenemos que tolerarlas porque cuando un hombre se pone en pie para hablar no podemos saber si es la inteligencia o la locura lo que le mueve; en la
duda, escuchamos pacientemente y hasta permitimos hablar a las mujeres. A veces, dos o tres de nuestras devotas se sienten inspiradas al mismo
tiempo y entonces sí que la casa del Señor se llena de ruido.” Voltaire: o. c., pp. 41-42.
5
Voltaire. o. c., p. 43.
9
Durante un juicio por escándalo público predicó nuevamente contra la iglesia. Como se negó
a tomar juramento diciendo: “No tomaré el nombre de Dios en vano” a la vez que tuteaba de
manera constante al juez, terminó por ganarse que éste, cansado de su actitud, lo mandara azotar. Él
rogó a sus castigadores que le azotaran aun más; todo por el por el bien de su alma. Por supuesto,
aceptaron encantados… Al acabar los sermoneó con la fuerza habitual y ellos, impresionados por la
fortaleza mental de aquel hombre considerado un demente, pudieron haber sido sus primeros
discípulos.
El peregrinaje de Fox no cesó y continuó predicando allá por donde iba, ganando a partes
iguales adeptos y castigos. En una ocasión, mientras estaba recibiendo un castigo público, comenzó
a recitar con tanta fuerza uno de sus monólogos que cautivó al menos a una cincuentena de
hombres. Ellos, mediante un tumulto, le liberaron poniendo en su lugar al pastor anglicano que lo
había denunciado. Su influencia no distinguía clases y lo mismo convertía pastores como soldados.
En otra ocasión, Fox se encontraba ante un juez que tenía fama de borracho y vividor y le
dijo: Amigo, ten cuidado. Dios te castigará muy pronto por perseguir a los santos. Sin saberlo, con
ese comentario Fox se ganaría más adeptos que con todo el peregrinaje del resto de su vida al morir
No contento aún, intentó innovar y, en una ocasión, mientras predicaba, comenzó a poner
muecas, temblar y convulsionar con cambios en su respiración, como si Dios lo hubiera poseído.
Esta conducta fue imitada por todos sus súbditos hasta llegar a la época de Voltaire y de ahí
Gracias a la última Carta que Voltaire dedica a esta extraña asociación religiosa, la cuarta,
conoceremos a un nuevo individuo que no desmerece para nada al joven y emprendedor Fox. Hablo
de William Penn.
10
Este joven era hijo del vicealmirante de Inglaterra, con una buena educación debido a la
favorable posición económica y social de su familia. Se dice que el primer contacto de William con
Se dice también que gracias a sus desarrolladas dotes políticas, gran elocuencia y atractivo,
en seguida se convirtió en un buen reclamo para los cuáqueros. De esta manera, a la corta edad de
dieciséis años (en 1660, el mismo año en que ingresó en la universidad) era ya el líder de todo un
culto religioso.
Voltaire nos narra el encuentro del joven William con su padre tras completar sus estudios.
El hijo no solo mantuvo el sombrero en la cabeza sino que no se arrodilló ante su padre como
mandaban las costumbres para agradecerle el aprendizaje recibido. Su padre lo miraba absorto,
pensaba que había enloquecido cuando, por si lo anterior no fuera bastante, su hijo comenzó a
tutearle. Tras un momento de conmoción inicial se dio cuenta de que no era locura lo que afligía a
su hijo, sino vocación, y cayó en la cuenta de que se había convertido al cuaquerismo. Trató por
todos los medios de convencerle de que dejase su culto, a lo que su hijo contestaba tranquilamente
que era su padre el que debía unirse a él. Cansado por la impertinencia de su hijo mandó que
visitara al rey, pensando que él le convencería de su error. Su hijo se negó consiguiendo que su
William, sin preocuparse demasiado por la reacción paterna, da las gracias a Dios y se dirige
a la ciudad para predicar. En ella, gracias a su carisma y buen parecer, atraerá a mujeres y hombres
a su causa.
Y aquí es donde nuestro viejo amigo Fox entra en escena. Impresionado por las hazañas que
oye de ese joven decide buscarlo y juntos acuerdan realizar un peregrinaje por países extranjeros en
11
recibidos por la princesa palatina Isabel, tía de Jorge I de Inglaterra, a la que consiguieron convertir,
tratamiento de cortesía estaba muy arraigado y no estaba bien vista una aptitud tan libertina.
El peregrinaje no duró mucho más ya que llegó a oídos de William que su padre padecía una
enfermedad y optó por regresar a casa, donde en el lecho de muerte se reconcilió con él. Esta
muerte y la reconciliación con su padre fueron un factor fundamental para la expansión del
cuaquerismo en el continente americano. ¿Por qué razón? Tras la muerte de su padre William
heredó grandes riquezas. Incluso el propio rey le debía dinero por préstamos para sufragar sus
guerras. Las deudas reales eran algo especial. Las arcas reales no se encontraban en una situación de
exuberancia por lo que William vio sus deudas pagadas pero no con dinero sino con tierras en el
Nuevo Mundo. De esta manera, el joven William pasó a controlar un enorme territorio americano al
sur de Maryland y la región pasó a llamarse Pennsylvania, nombre que procede, precisamente, del
apellido Penn.
William partió con rapidez a sus nuevas tierras con dos navíos cargados de compañeros de
culto. Organizó su territorio de manera muy sabia y justa. Su legislación seguía siendo la misma
cuando Voltaire escribe estas Cartas, destacando una ley de carácter liberal que prohibía maltratar a
“salvajes” que, atraídos por la actitud pacífica y tranquila del pueblo cuáquero, que no poseía armas
ni sacerdotes, aceptaron a los nuevos habitantes de su territorio de una forma que no se daría en
tras la pérdida del gobierno inglés por parte del rey Jacobo, Guillermo III, el nuevo monarca, dio
dichos derechos a los habitantes de Inglaterra, tras lo que Penn volvió con su gente a América,
12
satisfecho de lo que había logrado. Más adelante y muy a su pesar tuvo que volver a Inglaterra para
tratar ciertos asuntos que mejorarían el comercio pensilvano. William se quedaría hasta el día de su
Voltaire cierra esta Carta y por tanto esta saga de los cuáqueros, sugiriendo cuál será el
futuro de esta asociación religiosa: a los ojos de Voltaire los cuáqueros son un culto predestinado a
la extinción.
“No sé cuál será la suerte de la religión de los cuáqueros en América, pero en Londres se puede
observar que va disminuyendo día a día. En todos los países del mundo la religión preponderante,
si no persigue a las otras, termina aniquilándolas. Los cuáqueros no pueden ser miembros del
Parlamento ni ejercer ningún oficio, puesto que para ello sería necesario que prestaran un
juramento que se niegan a prestar. Se ven reducidos a la necesidad de ganar dinero mediante el
comercio; sus hijos, enriquecidos por el trabajo de sus padres, quieren gozar, recibir honores,
llevan botones en las mangas; se avergüenzan de que los llamen cuáqueros y se hacen protestantes
Hay tres Cartas más en las que Voltaire analiza asuntos religiosos: las dedicada a la religión
La Carta referida al anglicanismo no es sino una crítica del mismo. Voltaire hace referencia,
iglesia. Critica también duramente la unión de religión y economía o, lo que es lo mismo, los
Comienza comentando irónicamente la situación del pueblo inglés, un pueblo libre que elige
su propia religión y que alcanza la salvación prometida como se le antoje. Ahora bien, junto a esta
6
Voltaire: o. c., pp. 53-54.
13
supuesta libertad sitúa nuestro autor la represión indirecta que ejerce el anglicanismo sobre su
pueblo.
En su tiempo hay dos bandos o facciones: los “tories” que estaban a favor de la iglesia
anglicana y el episcopado, y los “whigs”, que querían abolirlo. El gobierno era whig. En su contra,
asambleas de partidarios “tories” se reunían de vez en cuando para quemar libros impíos… Y
aunque la represión de la época condena a la mayoría de los tories al anonimato, sin embargo,
veintiséis obispos continúan teniendo asiento en la alta cámara debido a su fama de santos varones
que el gobierno no osa mancillar. Por supuesto, había frecuentes confrontaciones entre dichos
obispos y el propio gobierno, ya que los primeros sostenían que su posición de prestigio religioso
era debida a un mandato divino mientras que el gobierno intentaba atribuirla a la propia
No obstante, y sin negar los defectos de la iglesia anglicana, los que encuentra Voltaire en la
“En cuanto a las costumbres, el clero anglicano es más morigerado que el de Francia, y he aquí la
causa: todos los eclesiásticos se ordenan en las universidades de Oxford o Cambridge, lejos de la
corrupción de la capital; son llamados a las dignidades de la Iglesia a edad avanzada, cuando los
hombres no tienen más pasión que la avaricia, cuando su ambición carece de alimento, Los
empleos son aquí la recompensa de grandes servicios prestados a la Iglesia o al ejército. Aquí no
se ven obispos jóvenes ni coroneles recién salidos de los colegios. Además, casi todos los
sacerdotes están casados; la poca gracia adquirida en la universidad y el escaso trato con las
mujeres hacen que generalmente un obispo deba conformarse con su propia mujer. Los sacerdotes
van a veces a la taberna y si se emborrachan lo hacen seriamente, sin escándalos. Ese ser
indefinible, que no es eclesiástico ni seglar, en una palabra, lo que llamamos abate, es una especie
desconocida en Inglaterra; aquí casi todos los eclesiásticos son reservados y casi todos pedantes.
14
Cuando se enteran que en Francia jóvenes conocidos por su liviandad y elevados a la prelacía por
ofrecen diariamente cenas largas y delicadas, y después van a implorar las luces del Espíritu
Santo, y con todo tienen el valor de llamarse sucesores de los apóstoles, dan gracias a Dios de ser
protestantes. Pero se trata de villanos heréticos, dignos de ser quemados en los infiernos, como
dice el señor François Rabelais, motivo por el cual no me mezclaré en sus asuntos”7.
El presbiterianismo, del que nos habla en la Carta siguiente, era la religión preponderante en
Escocia.
Voltaire habla de los bajos salarios de los sacerdotes presbiterianos en comparación con el
recibido por los obispos anglicanos y en general con muchas otras religiones. Bajos salarios que
derivaban su a ser una religión con posesiones ostentosas y ricos sacerdotes. Voltaire ensalza a los
presbiterianos escoceses por encima de los anglicanos como había ensalzado a los anglicanos por
encima de sus compatriotas franceses en la Carta anterior. Su rasgo fundamental sería su severidad.
No obstante, la idea más importante que se desarrolla en esta carta, a mi juicio, es la opinión
mantener estable la situación religiosa del país. Si para algunos la libertad de ideología religiosa
sería el pegamento que uniría y mantendría la paz entre distintos cultos en Inglaterra, para Voltaire
sería el hecho de subordinar la religión a otros factores, sobre todo a la economía, lo que haría de la
sociedad inglesa un pueblo hipócrita pero aparentemente tranquilo. Sería la supuesta paz que
“Entrad en la Bolsa de Londres, ese lugar más respetable que otros sitios donde se recitan cursos;
veréis allí reunidos, para bien de los hombres, a representantes de todas las naciones. Allí el judío,
7
Voltaire. o. c., pp. 57-58.
15
el mahometano y el cristiano se tratan como si pertenecieran a la misma religión, y no dan el
nombre de infieles más que a los que quiebran; allí un presbiteriano confía en un anabaptista, y un
anglicano confía en la palabra de un cuáquero. Al salir de esas pacíficas y libres asambleas unos
van a la sinagoga, otros a beber; uno le hace cortar el prepucio a su hijo mientras se musitan
palabras en hebreo que él no entiende; aquellos se van a su iglesia a esperar, con el sombrero
Trata por tanto, según mi opinión, de utilizar esa mezcla cultural como modelo de conducta
En la última Carta de valor para este trabajo por su contenido religioso, Voltaire describe un
nuevo culto, se trata de una asociación de minorías de socicianos y arrianos que no son ni una ni
otra cosa, y que se unen (pasarán a la historia con el nombre de unitarios) con una misma idea sobre
el dogma católico: para ellos la autoridad del Padre es mayor que la del Hijo. Resumiremos su
majestad? El emperador estaba a punto de enfadarse cuando el obispo le dijo estas convincentes
palabras:
-Si vuestra majestad se irrita por esta falta de respeto hacia vuestro hijo, ¿cómo creéis que Dios
Padre tratará a aquellos que se niegan a dar a Jesucristo los títulos que se le deben?
Las gentes de las que os hablo opinan que el santo obispo fue muy imprudente, que su argumento
8
Voltaire: o. c., pp. 60-61.
16
-Sabed que hay dos maneras de faltarme al respeto: la primera no rindiendo los honores debidos a
Algunos conocidos defensores de esta creencia y que menciona Voltaire fueron Isaac
Newton y el doctor Clarke, al que la gente que lo conoció describe como “Máquina de razonar” y
que escribió dos libros: uno sobre la existencia de Dios, que fue apreciado por las mayorías y otro
sobre la verdad de la religión católica que la gente no apreció tanto como el primero. Este último
libro no tenía un carácter polémico ya que el autor se limitó a exponer argumentos a favor y en
contra del culto unitario dejando al lector sacar sus propias conclusiones. Dicho libro, que no fue
del nacimiento de nuevas y emprendedoras religiones que rápidamente son tachadas de sectas y
afirma lo vergonzoso de que “ignorantes como Mahoma” hayan dado una religión a toda África y
Asia o “escritores ilegibles como Lutero, Calvino y Zwinglio” hayan conseguido con sus escritos
religiosos desmembrar toda Europa y sin embargo los mejores pensadores y escritores
contemporáneos (Newton, Clarke, Locke, Le Clerc) apenas hayan conseguido cambiar nada.
Ya hemos analizado a la largo de este trabajo el ambiente en el que vivió Voltaire y los
seguidamente, se dan aun con más fuerza si cabe. En efecto, Voltaire se sentía en una batalla
9
Voltaire: o. c., pp. 63-64.
17
dialéctica en la que en el otro bando situaba el clero católico y contra el que descargará todas sus
andanadas.
una deidad, lo que sí niega son los dogmas y enseñanzas impartidas sobre todo por la iglesia
católica. No se debe confundir ateísmo con la postura sostenida por Voltaire hacia las deidades, que
si bien eran “ignoradas” en algunas de sus obras lo hacía para analizar otros asuntos que
Creo que las armas filosóficas con las que se enfrenta a la religión las toma, sobre todo, de
Locke no fue ateo. Creía en la existencia de Dios pero de una forma parecida a Espinosa. No
se podía probar la existencia de una deidad a no ser por los fenómenos naturales que acontecen. Un
ejemplo muy típico para esto es el del reloj y el relojero: Te encuentras un reloj; aunque no veas ni
haya prueba o indicio alguno de que alguna vez haya existido un relojero para crearlo, sabes que si
hay reloj tuvo que haber existido un relojero. Ésta es una idea que compartirá Voltaire. Siempre
existió otra opción para este supuesto, y las personas no tardaron en darse cuenta de ello: cabe la
posibilidad de que fuerzas aleatorias hayan unido las piezas de ese reloj, este es el camino que
tomará la ciencia moderna alejándose de la fe, intentando clasificar e identificar esas fuerzas,
plasmará Voltaire en sus escritos. Locke creía en la privacidad de las relaciones entre el individuo y
Dios, y no creía que éstas relaciones de fe debieran estar corrompidas por la sociedad en forma de
cultos sino que la religión debería existir a nivel personal y no colectivo liberando al individuo de
imposiciones eclesiásticas y permitiendo una fe individual que fomentaría el respeto religioso hacia
otros individuos. Si el hombre es la medida de todas las cosas también debería ser medida de la
religión.
18
A su vez considera la ley natural como una ley enviada por Dios y ve en los mandamientos
una simple forma de fomentar la convivencia natural entre los hijos de Dios. El amor a Dios, amor
al prójimo y prohibición de acciones poco respetuosas con la integridad física o psíquica de otras
personas son por tanto, según John Locke, una forma de hacer la vida en este mundo más plácida y
agradable.
Isaac Newton, otra de las influencias teóricas de Voltaire, pasó a la fama por sus obras
científicas pero escribió más sobre teología que sobre ciencia; de hecho, dedicó buena parte de su
Bajo el seudónimo de “Jehová Sanctus Unus” que significa “Jehová único Dios” (ya que
Newton era monoteísta) arremetió con una serie de críticas contra la orden de los trinitarios
acusándolos de falsificar las escrituras y contra la Iglesia Católica Romana llamándolos entre otras
cosas “la bestia del Apocalipsis”. Estos pensamientos le causaron problemas ya que estudiaba en la
Trinity College, donde debía seguir la doctrina Trinitaria, pero se las ingenió para evadirse de esas
exigencias con una visita al rey Carlos II y una solicitud de que lo relevara de sus órdenes sagradas,
Newton, mantuvo correspondencia con John Locke con el cual tenía bastante en común y lo
Voltaire mantuvo relación con estos dos personajes. Su ideología se vio claramente influida
por ellos acabando por convertirse en un defensor de la libertad religiosa individual, antidogmático
y sobre todo anticatólico en el sentido mundano de la palabra ya que, como ya he dicho, Voltaire
El enemigo de Voltaire no es la religión sino la Iglesia. Debía ser aplastada por intolerante,
oscurantista y dogmática. El problema no era que la Iglesia hablase de un Dios ¿inexistente?, sino
19
que llenaban la cabeza de la gente con supersticiones, argumentos irracionales y tendencias que
No sabemos a ciencia cómo era el Dios del filósofo Voltaire. Lo que sí sabemos a través de
estas Cartas es que no era un místico ni nadie que se pudiera quedar extasiado en su contemplación.
Tampoco entendía cómo otros pudieran hacerlo. Simplemente los vería (y a lo largo del trabajo
hemos podido ver algunos ejemplos) a una prudente distancia intentando comprenderlos con una
sonrisa en sus labios. Porque lo que odia Voltaire dentro de la Iglesia, lo que niega, no es a Dios.
Desprecia el afán por no querer ponerse en el lugar del otro, la intolerancia, el fanatismo, la
20
BIBLIOGRAFÍA
ESPINA GARCÍA, ANTONIO: Voltaire y el siglo XVIII, Gijón: Ediciones Júcar, 1974.
HAZARD, PAUL: El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Madrid: Alianza Editorial, 1991.
VAN ETTEN, HENRY: George Fox y los cuáqueros, Madrid: Editorial Aguilar, 1963.
VOLTAIRE: Cartas Filosóficas (edición de Fernando Savater), Madrid: Editora Nacional, 1976.
Páginas web
21