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(Plato) Fedro o Sobre La Belleza PDF
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FEDRO
O SOBRE LA BELLEZA
Platón
Edición Electrónica de
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Filosofía Universidad ARCIS.
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FEDRO O SOBRE LA BELLEZA
SÓCRATES.—FEDRO
SÓCRATES.—Mi querido Fedro, SÓCRATES.—¿Qué dices? ¿No
¿adónde vas y de dónde vienes? sabes, para hablar como Pindaro, que
FEDRO.—Vengo, Sócrates, de no hay negocio que yo no abandone
casa de Lisias1, hijo de Céfalo, y voy o por saber lo que ha pasado entre tú y
pasearme fuera de muros; porque he Lisias?
pasado toda la mañana sentado junto FEDRO.—Pues adelante.
o Lisias, y siguiendo el precepto de SÓCRATES.—Habla pues.
Acumenos, tu amigo y mío, me paseo FEDRO.—El verdad, Sócrates, el
por las vías públicas, porque dice que negocio te afecta, porque el discurso
proporcionan mayor recreo y que nos ocupó por tan largo espacio,
salubridad que las carreras en el no sé por qué casualidad rodó sobre
gimnasio. el amor. Lisias supone un hermoso
SÓCRATES.—Tienes razón, ami‐ joven, solicitado, no por un hombre
go mío; pera Lisias, por lo que veo, enamorado, sino, y esto es lo más
estaba en la ciudad. sorprendente, por un hombre sin
FEDRO.—Sí, en casa de amor, y sostiene que debe conceder
Epícrates, en esa casa que está sus amores más bien al que no ama,
próxima al templo de Zeus Olímpico, que al que ama.
la Moriquia2. SÓCRATES.—¡Oh!, es muy
SÓCRATES.—¿Y cuál fue vuestra amable. Debió sostener igualmente
conversación? Sin duda, Lisias te que es preciso tener mayor
regalaría algún discurso. complacencia con la pobreza que con
FEDRO.—Tú lo sabrás, si no te la riqueza, con la ancianidad que con
apremia el tiempo, y si me acompañas la juventud, y lo mismo con todas las
y me escuchas. desventajas que tengo yo y tienen
muchos otros. Sería ésta una idea
magnífica y prestaría un servicio a los
1 Lisias nació en Atenas en 459 y murió en 379 intereses populares3. Así es que yo
a. de J. C.; perteneció al partido democrático ardo en deseos de escucharte y ya
y fue desterrado a Megara durante la
oligarquía. Ésta condenó a muerte a su
hermano Polemarco y a su cuñado 3 Sócrates tenía poca simpatía por la
Dionisidoro. democracia ateniense y así se burla de los
2 Casa llamada así de uno llamado Moriquia. oradores populares.
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traspasado las fronteras, ni aun dado alegan sus liberalidades, traen a
un paso fuera de muros. cuenta las penalidades que han su‐
SÓCRATES.—Perdona, amigo frido; y después de un tiempo creen
mío. Así es, pero es porque quiero haber dado pruebas positivas de su
instruirme. Los campos y los árboles reconocimiento al objeto amado. Pero
nada me enseñan, y sólo en la ciudad los que no están enamorados no
puedo sacar partido del roce con los pueden ni alegar los negocios que han
demás hombres. Sin embargo, creo abandonado, ni citar las penalidades
que tú has encontrado recursos para sufridas, ni quejarse de las querellas
curarme de este humor casero. Se que se hayan suscitado en el interior
obliga a un animal hambriento a de la familia; y no pudiendo pretextar
seguirnos mostrándole alguna rama todos estos males, que no han llegado
verde o algún fruto y tú, enseñán‐ a conocer, sólo les resta aprovechar
dome ese discurso y ese papel que lo con decisión cuantas ocasiones se
contiene, podrías obligarme a dar una presenten de complacer a su amigo.
vuelta al Ática y a cualquier parte del “Se alegará quizá en favor del
mundo si quisieras. Pero en fin, amante que su amor es más vivo que
puesto que estamos ya en el punto una amistad ordinaria, que está siem‐
elegido, yo me tiendo en la hierba. pre dispuesto a decir o hacer lo que
Escoge la actitud que te parezca más puede ser agradable a la persona que
cómoda para leer y puedes comenzar. ama, y arrostrar por ella el odio de
FEDRO.—Escucha: todos; pero es fácil conocer lo falaz de
“Conoces todos mis sentimien‐ este elogio, puesto que si su pasión
tos, y sabes que miro la realización de llega a mudar de objeto, no dudará en
mis deseos como provechosa a sacrificar sus antiguos amores a los
ambos. No sería justo rechazar mis nuevos, y, si el que ama hoy se lo
votos, porque no soy tu amante. exige, hasta perjudicar al que amaba
Porque los amantes, desde el ayer.
momento en que se ven satisfechos, se “Racionalmente no se pueden
arrepienten ya de todo lo que han conceder tan preciosos favores a un
hecho por el objeto de su pasión. Pero hombre atacado de un mal tan cróni‐
los que no tienen amor no tienen co, del cual ninguna persona sensata
jamás de qué arrepentirse, porque no intentará curarle, porque los mismos
es la fuerza de la pasión la que les ha amantes confiesan que su espíritu está
movido a hacer a su amigo todo el enfermo y que carecen de buen
bien que han podido, sino que han sentido. Saben bien, dicen ellos, que
obrado libremente, juzgando que están fuera de sí mismos y que no
servían así a sus más caros intereses. pueden dominare. Y entonces, si
Los amantes consideran el daño llegan a entrar en sí mismos, ¿cómo
causado por su amor a sus negocios,
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puede asegurarse si su amistad debe así, seríamos indiferentes con nues‐
sobrevivir a la satisfacción de sus tros hijos y con nuestros padres y no
deseos. Los que no se ven arrastrados podríamos estar seguros de la
por el amor y están ligados por la felicidad de nuestros amigos, a
amistad antes de obtener los mayores quienes un dulce hábito, y no la
favores, no podrán ver en estas pasión, nos liga con estrecha amistad.
complacencias un motivo de enfria‐ En fin, si es justo conceder sus favores
miento, sino más bien un gaje de a los que los desean con más ardor,
nuevos favores para lo sucesivo. sería preciso en todos los casos
“¿Quieres hacerte más virtuoso obligar, no a los más dignos, sino a los
cada día? Fíate de mí antes que de tu más indigentes, porque libertándolos
amante. Porque un amante alabará de los males más crueles, se recibirá
todas tus palabras y todas tus por recompensa el más vivo
acciones sin curarse de la verdad ni reconocimiento. Así, pues, cuando
de la bondad de ellas, ya por temor de quieras dar una comida, deberás
disgustarte, ya porque la pasión le convidar, no a los amigos, sino a los
ciega; porque tales son las ilusiones mendigos y a los hambrientos, porque
del amor. El amor desgraciado se afli‐ ellos te amarán, te acompañarán a to‐
ge, porque no excita la compasión de das partes, se agolparán a tu puerta
nadie; pero cuando es dichoso, todo le experimentando la mayor alegría,
parece encantador, hasta las cosas vivirán agradecidos y harán votos por
más indiferentes. El amor es mucho tu prosperidad. Pero tú debes, por el
menos digno de envidia que de contrario, favorecer, no a aquellos
compasión. Por el contrario, si cedes a cuyos deseos son más violentos, sino
mis votos, no me verás buscar en tu a los que mejor te atestigüen su
intimidad un placer efímero, sino que reconocimiento; no a los más
vigilaré por tus intereses durables, enamorados, sino a los más dignos;
porque, libre de amor, yo seré dueño no a los que sólo aspiran a explotar la
de mí mismo. No me entregaré por flor de la juventud, sino a los que en
motivos frívolos a odios furiosos, y tu vejez te hagan partícipe de todos
aun con los más graves motivos sus bienes; no a los que se alabarán
dudaré en concebir un ligero por todas partes de su triunfo, sino a
resentimiento. Seré indulgente con los los que el pudor obligue a una
daños involuntarios que se me prudente reserva; no a los que se
causen, y me esforzaré en prevenir las muestren muy solícitos pasaje‐
ofensas intencionadas. Porque tales ramente, sino a aquellos cuya
son los signos de una amistad que el amistad, siempre igual, sólo concluirá
tiempo no puede debilitar. con la muerte; no a los que, una vez
“Quizá crees tú que la amistad satisfecha su pasión, buscarán un
sin el amor es débil y flaca; y, si fuera pretexto para aborrecerte, sino a los
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que, viendo desaparecer los placeres seguro que el mío, me he fiado de tu
con la juventud, procuren granjearse entusiasmo, y me he dejado arrastrar
tu estimación. por él.
“Acuérdate, pues, de mis FEDRO.—¡Vaya!, quieres reírte.
palabras, y considera que los amantes SÓCRATES.—¿Crees que me
están expuestos a los consejos severos burlo y que no hablo seriamente?
de sus amigos, que rechazan pasión FEDRO.—No, en verdad,
tan funesta. Considera, también, que Sócrates. Pero dime con franqueza,
nadie es reprensible por no ser ¡por Zeus, que preside a la amistad!,
amante, ni se le acusa de imprudente ¿piensas que hay entre todos los
por no serlo. helenos un orador capaz de tratar el
“Quizá me preguntarás si te mismo asunto con más nobleza y
aconsejo que concedas tus favores a extensión?
todos los que no son tus amantes; y te SÓCRATES.—¿Qué dices? Quie‐
responderé que tampoco un amante res que me una a ti para alabar a un
te aconsejará la misma complacencia orador por haber expresado lo que
para todos los que te aman. Porque puede decirse, o sólo por haberse
favores prodigados de esta manera no expresado en un lenguaje claro,
tendrían el mismo derecho al preciso y sabiamente aplicado. Si
reconocimiento, ni tampoco podrías reclamas mi admiración por el fondo
ocultarlos, aunque quisieras. Es mismo del discurso, sólo por
preciso que nuestra mutua relación, consideración a ti puedo concedér‐
lejos de dañarnos, nos sea a ambos telo; porque la debilidad de mi
útil. espíritu no me ha dejado percibir este
“Creo haber dicho bastante; mérito, y sólo me he fijado en el
pero si aún te queda alguna duda, si lenguaje. En este concepto, no creo
es cosa que no he resuelto todas tus que Lisias mismo pueda estar
objeciones, habla; yo te responderé.” satisfecho de su obra. Me parece, mi
¿Qué te parece, Sócrates? ¿No querido Fedro, a no juzgar tú de otra
es admirable este discurso bajo todos manera, que repite dos y tres veces las
aspectos y sobre todo por la elección cosas, como un hombre poco afluente;
de las palabras? pero quizá se ha fijado poco en esta
SÓCRATES.—Maravilloso dis‐ falta, y ha querido hacernos ver que
curso, amigo mío; me ha arrebatado y era capaz de expresar un mismo
sorprendido. No has contribuido tú pensamiento de muchas maneras
poco a que me haya causado tan diferentes, y siempre con la misma
buena impresión. Te miraba durante fortuna.
la lectura y veía brillar en tu FEDRO.—¿Qué dices, Sócrates?
semblante la alegría. Y como creo que Lo más admirable de su discurso
en estas materias tu juicio es más consiste precisamente en decir todo lo
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entregados a esta pasión se les da el donarme. En todo caso, esto corres‐
epíteto de glotones. Cuando es el ponde al dios que me posee, y
deseo de la bebida el que ejerce esta nosotros continuemos hablando de
tiranía, ya se sabe el titulo injurioso nuestro joven.
que se da al que a él se abandona. En “Pues bien, amigo mío, ya
fin, lo mismo sucede con todos los hemos determinado el objeto que nos
deseos de esta clase, y nadie ignora ocupa, y hemos definido su
los nombres degradantes que suelen naturaleza. Pasemos adelante, y sin
aplicarse a los que son víctima de su perder de vista nuestros principios,
tiranía. Ya es fácil adivinar la persona examinemos las ventajas o los
a que voy a parar después de este inconvenientes de las diferencias que
preámbulo; sin embargo, creo que se pueden tener, sea para con un
debo explicarme con toda claridad. amante, sea para con un amigo libre
Cuando el deseo irracional, sofocando de amor. El que está poseído por un
en nuestra alma este gusto del bien, se deseo y dominado por el deleite, debe
entrega por entero al placer que necesariamente buscar en el objeto de
promete la belleza, y cuando se lanza su amor el mayor placer posible. Un
con todo el enjambre de deseos de la espíritu enfermo encuentra su placer
misma clase sólo a la belleza corporal, en abandonarse por completo a sus
su poder se hace irresistible, y caprichos, mientras que todo lo que le
sacando su nombre de esta fuerza contraría o le provoca le es insopor‐
omnipotente, se le llama amor.” table. El hombre enamorado verá con
Y bien, mi querido Fedro, ¿no impaciencia a uno que le sea superior
te parece, como a mí, que estoy o igual para con el objeto de su amor,
inspirado por alguna divinidad? y trabajará sin tregua en rebajarle y
FEDRO.—En efecto, Sócrates, las humillarle hasta verle debajo. El igno‐
palabras corren con una afluencia rante es inferior al sabio; el cobarde, al
inusitada. valiente; el que no sabe hablar, al
SÓCRATES.—Silencio, y escú‐ orador brillante y fácil; el de espíritu
chame, porque en verdad este lugar tardo, al de genio vivo y desenvuelto.
tiene algo de divino, y si en el curso Estos defectos y aun otros más
de mi exposición las ninfas de estas vergonzosos regocijarán al amante si
riberas me inspirasen algunos rasgos los encuentra en el objeto de su amor,
entusiastas, no te sorprendas. Ya me y en el caso contrario, procurará
considero poco distante del tono del hacerlos nacer en su alma, o sufrirá
ditirambo. mucho en la prosecución de sus
FEDRO.—Nada más cierto. placeres efímeros. Pero, sobre todo,
SÓCRATES.—Tú eres la causa. será celoso; prohibirá al que ama
Pero escucha el resto de mi discurso, todas las relaciones que puedan
porque la inspiración podría aban‐ hacerle más perfecto, más hombre; le
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debe llegar a ser desagradable. Un guez de la pasión llega a extraviarle,
antiguo proverbio dice que los que sin tregua y sin miramientos le llena
son de una misma edad se atraen de ultrajes, que le cubren de ver‐
naturalmente. En efecto, cuando las güenza.
edades son las mismas, la confor‐ “El amante, mientras su pasión
midad de gustos y de humor, que de dura, será un objeto tan repugnante
ello resulta, predispone la amistad y, como funesto; cuando la pasión se ex‐
sin embargo, semejantes relaciones tinga, se mostrará sin fe, y venderá a
tienen también sus disgustos. En aquel que sedujo con sus promesas
todas las cosas, se dice, la necesidad magníficas, con sus juramentos y con
es un yugo pesado, pero lo es sobre sus súplicas, y a quien sólo la
todo en la sociedad de un amante, esperanza de los bienes prometidos
cuya edad se aleja de la persona pudo con gran dificultad decidir a
amada. Si es un viejo que se enamora soportar relación tan funesta. Cuando
de uno más joven, no le dejará día y llega el momento de verse libre de
noche; una pasión irresistible, una esta pasión, obedece a otro dueño,
especie de furor, le arrastrará hacia sigue otra guía, son la razón y la
aquél, cuya presencia le encanta sin sabiduría las que reinan en él, y no el
cesar por el oído, por la vista, por el amor y la locura; se ha hecho otro
tacto, por todos los sentidos, y hombre sin conocimiento de aquel de
encuentra un gran placer en servirse quien estaba enamorado. El joven
de él sin tregua, ni descanso; y en exige el precio de los favores de otro
compensación del fastidio mortal que tiempo, le recuerda todo lo que ha he‐
causa a la persona amada por su cho, lo que ha dicho, como si hablase
importunidad, ¿qué goces, qué pla‐ al mismo hombre. Éste, lleno de
ceres, esperan a este desgraciado? El confusión, no quiere confesar el
joven tiene a la vista un cuerpo cambio que ha sufrido, y no sabe
gastado y marchitado por los años, cómo sacudirse de los juramentos y
afligido de los achaques de la edad, promesas que prodigó bajo el imperio
de que no puede librarse; y con más de su loca pasión. Sin embargo, ha
razón no podrá sufrir el roce, a que entrado en sí mismo y es ya bastante
sin cesar se verá amenazado, sin una capaz para no dejarse llevar de
extrema repugnancia. Vigilado con iguales extravíos, y para no volver de
suspicaz celo en todos sus actos, en nuevo al antiguo camino de perdi‐
todas sus conversaciones, oye de boca ción. Se ve precisado a evitar a aquel
de su amante, tan pronto impru‐ que amaba en otro tiempo, y vuelta la
dentes y exageradas alabanzas como concha12, en vez de perseguir, es él el
reprensiones insoportables, que le
dirige cuando está en su buen Alusión a un juego en el que para saber
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sentido; porque cuando la embria‐ quién era el perseguidor y quién el
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que huye. Al joven no le queda otro SÓCRATES. ¿No has notado, mi
partido que sufrir bajo el peso de sus querido amigo, que, sin remontarme
remordimientos por haber ignorado al tono del ditirambo, ya mi lenguaje
desde el principio que valía más ha sido poético, cuando sólo se trata
conceder sus favores a un amigo frío de criticar? ¿Qué será si yo emprendo
y dueño de sí mismo, que a un el hacer el panegírico del amigo
hombre cuyo amor necesariamente. sabio? ¿Quieres, después de haberme
ha turbado la razón. expuesto a la influencia de las ninfas,
“Obrando de otra manera, es lo acabar de extraviar mi razón? Digo,
mismo que abandonarse a un dueño pues, resumiendo, que en el trato del
pérfido, incómodo, celoso, repug‐ hombre sin amor se encuentran tantas
nante, perjudicial a su fortuna, ventajas como inconvenientes en el
dañoso a su salud, y sobre todo del hombre apasionado. ¿Habrá nece‐
funesto al perfeccionamiento de su sidad de largos discursos? Bastante
alma, que es y será en todo tiempo la me he explicado sobre ambos aspiran‐
cosa más preciosa a juicio de los tes. Nuestro hermoso joven hará de
hombres y de los dioses. He aquí, mis consejos lo que quiera, y yo
joven querido, las verdades que debes repasaré el Iliso, como quien dice,
meditar sin cesar, no olvidando jamás huyendo, antes que venga a tu magín
que la ternura de un amante no es hacer conmigo mayores violencias.
una afección benévola, sino un apetito FEDRO.—No, Sócrates, aguarda
grosero que quiere saciarse: a que el calor pase. ¿No ves que
apenas es mediodía, y que es la .hora
Como el lobo ama al cordero, en que el sol parece detenerse en lo
el amante ama al amado. “ más alto del cielo?
Permanezcamos aquí algunos
He aquí todo lo que tenía que instantes, conversando sobre lo que
decirte, mi querido Fedro; no me oirás venimos hablando, y cuando el
más, porque mi discurso está ter‐ tiempo refresque nos marcharemos.
minado. SÓCRATES.—Tienes, querido
FEDRO.—Creía que lo que has amigo, una maravillosa pasión por los
dicho era sólo la primera parte, y que discursos, y en este punto no hallo
hablarías en seguida del hombre no palabras para alabarte; creo que de
enamorado, para probar que se le todos los hombres de tu generación,
debe favorecer con preferencia, y para no hay uno que haya producido más
presentar las ventajas que ofrece su discursos que tú, sea que los hayas
amistad. pronunciado tú mismo, sea que hayas
obligado a otros a componerlos, qui‐
perseguido, se arrojaba al aire una concha
sieran o no quisieran.
blanca por un lado y negra por otro.
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por haber maldecido a Helena, no calificado de gentes criadas entre
ignoró, como Homero, el sacrificio marineros, que jamás oyeron hablar
que había cometido; pero, como hom‐ del amor a personas cultas? Tan
bre verdaderamente inspirado por las distante estaría de reconocer la ver‐
musas, comprendió la causa de su dad de los cargos que hemos formula‐
desgracia y publicó estos versos: do contra el amor.
FEDRO.—¡Por Zeus!, Sócrates,
No, esta historia no es bien podría suceder.
verdadera; no, jamás entraste en SÓCRATES.—Así, pues, por
las soberbias naves de Troya, respeto a este hombre, y por temor a
jamás entraste en Pérgamo. la venganza de Eros, quiero que un
discurso más suave venga a templar
Y después de haber compuesto la amargura del primero. Y aconsejo a
todo su poema, conocido con el Lisias que componga lo más pronto
nombre de Palinodia, recobró la vista posible un segundo discurso, para
sobre la marcha. Instruido por este probar que es preciso preferir el
ejemplo, yo seré más cauto que los amante apasionado al amigo sin
dos poetas, porque antes que el amor amor.
haya castigado mis ofensivos discur‐ FEDRO.—Persuádete de que así
sos, quiero presentarle mi palinodia. sucederá; si tú pronuncias el elogio
Pero esta vez hablaré con cara del amante apasionado, habrá nece‐
descubierta, y la vergüenza, no me sidad de que Lisias se deje vencer por
obligará a tapar mi cabeza como mí, para que escriba sobre el mismo
antes. objeto.
FEDRO: No puedes, mi querido SÓCRATES.—Cuento con que le
Sócrates, anunciarme una cosa que obligarás, a no ser que dejes de ser
más me satisfaga. Fedro.
SÓCRATES.—Debes conocer co‐ FEDRO.—Habla, pues, con con‐
mo yo toda la impudencia del fianza.
discurso que he pronunciado, y del SÓCRATES.—Pero, ¿dónde está
que tú has leído; si los hubiera oído el joven a quien yo me dirigía? Es
alguno, tenido por persona decente y preciso que oiga también este nuevo
bien nacida, que estuviese cautivo de discurso, y que, escuchándome,
amor o que hubiese sido amado en su aprenda a no apresurarse a conceder
juventud, al oírnos sostener que los sus favores al hombre sin amor.
amantes conciben odios violentos por FEDRO.—Este joven está cerca
motivos frívolos, que atormentan a de ti, y estará siempre a tu lado por el
los que aman en sus sospechosos tiempo que quieras.
celos, y no hacen más que perju‐ SÓCRATES.—Figúrate, mi queri‐
dicarles, ¿no crees que nos hubieran do joven, que el primer discurso era
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de Fedro, hijo de Pitocles, del barrio los dioses. La actual generación,
de Mininos, y que el que voy a introduciendo debidamente una t en
pronunciar es de Estesícoro de esta palabra, ha creado la de mantikÂ.
Himera, hijo de Eufemo. He aquí Por el contrario, a la indagación del
cómo es preciso hablar. No, no hay porvenir hecha por hombres sin ins‐
nada de verdadero en el primer piración, que observaban el vuelo de
discurso; no, no hay que desdeñar a los pájaros y otros signos, se la llamó
un amante apasionado y abandonarse oinoi tikÄ, porque estos adivinos
al hombre sin amor, por la sola razón buscaban, con el auxilio del razona‐
de estar el uno delirante y el otro en miento, dar al pensamiento humano
su sano juicio. Esto sería muy bueno la inteligencia y el conocimiento; y los
si fuese evidente que el delirio es un modernos, mudando la antigua o en
mal; pero es todo lo contrario; al su enfática n han llamado a este arte
delirio inspirado por los dioses es al oiwnoistkih. Por lo tanto, todo lo que
que somos deudores de los más la profecía tiene de perfección y de
grandes bienes. Al delirio se debe que dignidad sobre el arte augural, tanto
la profetisa de Delfos y las sacer‐ respecto del nombre como respecto
dotisas de Dodona hayan hecho de la cosa, otro tanto el delirio, que
numerosos y señalados servicios a las viene de los dioses, es más noble que
repúblicas de la Hélade y a los la sabiduría que viene de los
particulares. Cuando han estado a hombres; y los antiguos nos lo
sangre fría, poco o nada se les debe. atestiguan.
No quiero hablar de la Sibila, ni de Cuando los pueblos han sido
todos aquellos que habiendo recibido víctimas de epidemias y de otros
de los dioses el don de profecía, han terribles azotes en castigo de un
inspirado a los hombres sabios pensa‐ antiguo crimen, el delirio, apoderán‐
mientos, anunciándoles el porvenir, dose de algunos mortales y llenán‐
porque sería extenderme inútilmente doles de espíritu profético, los obli‐
sobre una cosa que nadie ignora. Por gaba a buscar un remedio a estos
otra parte, puedo invocar el testimo‐ males y un refugio contra la cólera
nio de los antiguos, que han creado el divina con súplicas y ceremonias
lenguaje; no han mirado el delirio, expiatorias. Al delirio se han debido
mania como indigno y deshonroso; las purificaciones y los ritos mis‐
porque no hubieran aplicado este teriosos que preservaron de los males
nombre a la más noble de todas las presentes y futuros al hombre verda‐
artes, la que nos da a conocer el deramente inspirado y animado de
porvenir, y no la hubieran llamado espíritu profético, descubriéndole los
manikÂ, y si le dieron este nombre fue medios de salvarse.
porque pensaron que el delirio es un Hay una tercera clase de delirio
don magnífico cuando nos viene de y de posesión, que es la inspirada por
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las musas; cuando se apodera de un Partiremos de este principio:
alma inocente y virgen aún, la toda alma es inmortal, porque todo lo
transporta y le inspira odas y otros que se mueve en movimiento conti‐
poemas que sirven para la enseñanza nuo es inmortal. El ser que comunica
de las generaciones nuevas, cele‐ el movimiento o el que le recibe, en el
brando las proezas de los antiguos momento en que cesa de ser movido,
héroes. Pero todo el que intente cesa de vivir; sólo el ser que se mueve
aproximarse al santuario de la poesía, por sí mismo, no pudiendo dejar de
sin estar agitado por este delirio que ser él mismo, no cesa jamás de
viene de las musas, o que crea que el moverse; y aún más, es, para los otros
arte solo basta para hacerle poeta, seres que participan del movimiento,
estará muy distante de la perfección; origen y principio del movimiento
y la poesía de los sabios se verá mismo. Un principio no puede ser
siempre eclipsada por los cantos que producido; porque todo lo que co‐
respiran un éxtasis divino. mienza a existir debe necesariamente
Tales son las ventajas mara‐ ser producido por un principio, y el
villosas que procura a los mortales el principio mismo no ser producido por
delirio inspirado por los dioses, y po‐ nada, porque si lo fuera, dejaría de ser
dría citar otras muchas. Por lo que principio. Pero si nunca ha comen‐
guardémonos de temerle, y no nos zado a existir, no puede tampoco ser
dejemos alucinar por este tímido dis‐ destruido. Porque si un principio
curso, que pretende que se prefiera pudiese ser destruido, no podría él
un amigo frío al amante agitado por mismo renacer de la nada, ni nada
la pasión. Para que nos diéramos por tampoco podría renacer de él, si,
vencidos por sus razones, sería como hemos dicho, todo es producido
preciso que nos demostrara que los necesariamente por un principio. Así,
dioses que inspiran el amor no el ser que se mueve por sí mismo es el
quieren el mayor bien, ni para el principio del movimiento, y no puede
amante ni para el amado. Nosotros ni nacer ni perecer, porque de otra
probaremos, por el contrario, que los manera el Urano entero y todos los
dioses nos envían esta especie de seres que han recibido la existencia se
delirio para nuestra mayor felicidad. postrarían en una profunda inmo‐
Nuestras pruebas excitarán el desdén vilidad y no existiría un principio que
de los falsos sabios, pero habrán de les volviera el movimiento, una vez
convencer a los sabios verdaderos. destruido. Queda, pues, demostrado
Por lo pronto es preciso deter‐ que lo que se mueve por sí mismo es
minar exactamente la naturaleza del inmortal, y nadie temerá afirmar que
alma divina y humana por medio de el poder de moverse por sí mismo es
la observación de sus facultades y la esencia del alma. En efecto, todo
propiedades. cuerpo que es movido por un impulso
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demonios le sigue, dividido en once Urano; ninguno la celebrará jamás
tribus; porque de las doce divinidades dignamente. He aquí, sin embargo, lo
supremas, sólo Hestia queda en el que es, porque no hay temor de
palacio celeste; las once restantes, en publicar la verdad, sobre todo cuando
el orden que les está prescrito, se trata de la verdad. La esencia sin
conducen cada una la tribu que color, sin forma, impalpable, no
preside. ¡Qué encantador espectáculo puede contemplarse sino por la guía
nos ofrece la inmensidad del cielo del alma, la inteligencia; en torno de
cuando los inmortales bienaven‐ la esencia está la estancia de la ciencia
turados realizan sus revoluciones, perfecta que abraza la verdad toda
llenando cada uno las funciones que entera. El pensamiento de los dioses,
les están encomendadas! Detrás de que se alimenta de inteligencia y de
ellos marchan los que quieren y ciencias sin mezcla, como el de toda
pueden seguirles, porque en la corte alma ávida del alimento que le
celestial está desterrada la envidia. conviene, gusta ver la esencia divina
Cuando van al festín y banquete que de que hacía tiempo estaba separado,
les espera, avanzan por un camino es‐ y se entrega con placer a la contem‐
carpado hasta la cima más elevada de plación de la verdad, hasta el instante
la bóveda del Urano. Los carros de los en que el movimiento circular la lleve
dioses, mantenidos siempre en equili‐ al punto de su partida. Durante esta
brio por sus corceles dóciles al freno, revolución contempla la justicia en sí,
suben sin esfuerzo; los otros caminan la sabiduría en sí, no esta ciencia que
con dificultad, porque el corcel malo está sujeta a cambio y que se muestra
pesa sobre el carro inclinado y le diferente según los distintos objetos,
arrastra hacia la tierra, si no ha sido que nosotros, mortales, queremos
sujetado por su cochero. Entonces es llamar seres, sino la ciencia que tiene
cuando el alma sufre una prueba y por objeto el ser de los seres. Y
sostiene una terrible lucha. Las almas cuando ha contemplado las esencias y
de los que se llaman inmortales, está completamente saciado, se sume
cuando han subido a lo más alto del de nuevo en el Urano y entra en su
Urano, se elevan por encima de la estancia. Apenas ha llegado, el coche‐
bóveda celeste y se fijan sobre su ro conduce los corceles al establo, en
convexidad; entonces se ven arras‐ donde les da ambrosía para comer y
tradas por un movimiento circular, y néctar para beber. Tal es la vida de los
contemplan durante esta evolución lo dioses.
que se halla fuera de esta bóveda, que Entre las otras almas, la que
abraza el universo. sigue a las almas divinas con paso
Ninguno de los poetas de este más igual y que más las imita, levanta
mundo ha celebrado nunca la región la cabeza de su cochero hasta las
que se extiende por encima del regiones superiores, y se ve arrastrada
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por el movimiento circular; pero mente sus sufrimientos. Pero cuando
molestada por sus corceles, apenas no puede seguir a los dioses, cuando
puede entrever las esencias. Hay otras por un extravío funesto, llena del
que tan pronto suben como bajan, y impuro alimento del vicio y del
que arrastradas acá y allá por sus olvido, se entorpece y pierde sus alas,
corceles, perciben ciertas esencias y entonces cae en esta tierra; una ley
no pueden contemplarlas todas. En quiere que en esta primera generación
fin, otras almas siguen de lejos, y aparición sobre la tierra no anime el
aspirando como las primeras a cuerpo de ningún animal.
elevarse hacia las regiones superiores, El alma que ha visto, lo mejor
pero sus esfuerzos son impotentes; posible, las esencias y la verdad,
están como sumergidas y errantes en deberá constituir un hombre, que se
los espacios inferiores, y, luchando consagrará a la sabiduría, a la belleza,
con ahínco por ganar terreno, se ven a las musas y al amor; la que ocupa el
entorpecidas por incontables obstá‐ segundo lugar será un rey justo o
culos y no obtienen más que confu‐ guerrero o poderoso; la del tercer
sión, combate y lucha desesperada; y lugar, un político, un financiero, un
por la poca maña de sus cocheros, negociante; la del cuarto, un atleta
muchas de estas almas se ven lisiadas, infatigable o un médico; la del quinto,
y otras ven caer una a una las plumas un adivino o un iniciado; la del sexto,
de sus alas; todas, después de esfuer‐ un poeta o un artista; la del séptimo,
zos inútiles e impotentes para elevar‐ un obrero o un labrador; la del
se hasta la contemplación del ser octavo, un sofista o un demagogo; la
absoluto, desfallecen, y en su caída no del noveno, un tirano. En todos estos
les queda más alimento que las estados, a todo el que ha practicado la
conjeturas de la opinión. Este tenaz justicia le espera después de su
empeño de las almas por elevarse a muerte un destino más alto; el que la
un punto desde donde puedan ha violado cae en una condición
descubrir la llanura de la verdad nace inferior. El alma no puede volver a la
de que sólo en esta llanura pueden estancia de donde ha partido sino
encontrar un alimento capaz de nutrir luego de un destierro de diez mil
la parte más noble de sí mismas y de años; porque no recobra sus alas
desenvolver las alas que llevan al antes, a menos que haya cultivado la
alma lejos de las regiones inferiores. filosofía con un corazón sincero o
Es una ley de Adrasto que toda alma amado a los jóvenes con un amor
que ha podido seguir al alma divina y filosófico. A la tercera revolución de
contemplar con ella alguna de las mil años, si ha escogido tres veces
esencias, esté exenta de todos los seguidas este género de vida, recobra
males hasta un nuevo viaje; y si su sus alas y vuela hacia los dioses en el
vuelo no se debilita, ignorará eterna‐ momento en que la última, a los tres
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mil años, se ha realizado. Pero las servirse de estas reminiscencias está
otras almas, después de haber vivido iniciado constantemente en los
su primera existencia, son objeto de misterios de la infinita perfección, y
un juicio; y una vez juzgadas, las unas sólo se hace él mismo verdadera‐
descienden a las entrañas de la tierra mente perfecto. Desprendido de los
para sufrir allí su castigo; otras, que cuidados que agitan a los hombres y
han obtenido una sentencia favorable, curándose sólo de las cosas divinas, el
se ven conducidas a un paraje del vulgo pretende sanarle de su locura y
Urano, donde reciben las recom‐ no ve que es un hombre inspirado.
pensas debidas a las virtudes que A esto tiende todo este discurso
hayan practicado durante su vida sobre la cuarta especie de delirio.
terrestre. Después de mil años, las Cuando un hombre percibe las
unas y las otras son llamadas para un bellezas de este mundo y recuerda la
nuevo arreglo de las condiciones que belleza verdadera, su alma toma alas
hayan de sufrir, y cada una puede y desea volar; pero sintiendo su
escoger el género de vida que mejor le impotencia, levanta, como el pájaro,
parezca. De esta manera el alma de sus miradas al cielo, desprecia las
un hombre puede animar una bestia ocupaciones de este mundo y se ve
salvaje, y el alma de una bestia tratado como insensato. De todos los
animar un hombre, con tal que éste géneros de entusiasmo, éste es el más
haya sido hombre en una existencia magnífico en sus causas y en sus
anterior. Porque el alma que no ha efectos, para el que lo ha recibido en
vislumbrado la verdad no puede su corazón y para aquel a quien ha
revestir la forma humana. En efecto, sido comunicado; y el hombre que
el hombre debe comprender lo gene‐ tiene este deseo y que se apasiona por
ral; es decir, elevarse de la multipli‐ la belleza, toma el nombre de amante.
cidad de las sensaciones a la unidad En efecto, como ya hemos dicho, toda
racional. Esta facultad no es otra cosa alma humana ha debido necesaria‐
que el recuerdo de lo que nuestra mente contemplar las esencias, pues
alma ha visto, cuando seguía al alma de no ser así, no hubiera podido
divina en sus evoluciones; cuando, entrar en el cuerpo de un hombre.
echando una mirada desdeñosa sobre Pero los recuerdos de esta contem‐
lo que nosotros llamamos seres, se plación no se despiertan en todas las
elevaba a la contemplación del verda‐ almas con la misma facilidad; una no
dero Ser. Por esta razón es justo que el ha hecho más que entrever las
pensamiento del filósofo tenga sólo esencias; otra, después de su descenso
alas, pensamiento que se liga siempre, a la tierra, ha tenido la desgracia de
cuando es posible, por el recuerdo, a verse arrastrada hacia la injusticia por
las esencias a que Dios mismo debe su asociaciones funestas, y olvidar los
divinidad. El hombre que sabe misterios sagrados que en otro tiempo
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un temblor, y experimenta los terrores separada del objeto amado, el fastidio
religiosos de otro tiempo, y fijando la consume, los poros del alma por
después sus miradas en el objeto donde salen las alas se desecan, se
amable, le respeta como a un dios, y si cierran, de suerte que no tienen ya
no temiese ver tratado su entusiasmo salida. Presa del deseo y encerradas
de locura, inmolaría víctimas al objeto en su prisión, las alas se agitan, como
de su pasión, como a un ídolo, como a la sangre se agita en las venas; hacen
un dios. A su vista, semejante a un empuje en todas direcciones, y el
hombre atacado de la fiebre, muda de alma, aguijoneada por todas partes, se
semblante, el sudor inunda su frente, pone furiosa y fuera de sí de tanto su‐
y un fuego desacostumbrado se frir, mientras el recuerdo de la belleza
infiltra en sus venas14; en el momento la inunda de alegría. Estos dos
en que ha recibido por los ojos la sentimientos la dividen y la turban, y
emanación de la belleza, siente este en la confusión a que la arrojan tan
dulce calor que nutre las alas del extrañas emociones, se angustia, y en
alma; esta llama hace derretir la su frenesí no puede ni descansar de
cubierta, cuya dureza les impedía noche ni gozar durante el día de
hacía tiempo desenvolverse. La aflu‐ alguna tranquilidad; y antes bien,
encia de este alimento hace que el llevada por la pasión, se lanza a todas
miembro, raíz de las alas, cobre vigor, partes donde cree encontrar su
y las alas se esfuerzan por derramarse querida belleza. Ha vuelto a verla; ha
por toda el alma, porque primiti‐ recibido de nuevo sus emanaciones;
vamente el alma era toda alada. En en el momento se vuelven a abrir los
este estado, el alma entra en eferve‐ poros que estaban obstruidos, respira
scencia e irritación; y esta alma, cuyas y no siente ya el aguijón del dolor, y
alas empiezan a desarrollarse, es gusta durante estos cortos instantes el
como el niño cuyas encías están placer más encantador. Así es que el
irritadas y embotadas por los prime‐ amante no quiere separarse de la
ros dientes. Las alas, desenvolvién‐ persona que ama, porque nada le es
dose, le hacen experimentar un calor, más precioso que este objeto tan bello;
una dentera, una irritación del mismo madre, hermano, amigos, todo lo
género. En presencia de un objeto olvida; pierde su fortuna, abando‐
bello recibe las partes de belleza que nada sin experimentar la menor
del mismo se desprenden y emanan, y sensación; deberes, atenciones que
que han hecho dar al deseo el nombre antes tenía complacencia en respetar,
de meroj, experimenta un calor nada le importan; consiente ser
suave, se reconoce satisfecha y nada esclavo y adormecerse, con tal que se
en la alegría. Pero cuando está vea cerca del objeto de sus deseos; y si
adora al que posee la belleza, es
14 Véase la Oda de Safo.
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porque en él encuentra alivio a los una estatua en su corazón, y se com‐
tormentos que sufre. place en engalanarla como para
A esta afección, precioso joven, rendirle adoración y celebrar sus
los hombres la llaman amor: los misterios. Los servidores de Zeus
dioses le dan un nombre tan singular, buscan un alma de Zeus en aquel que
que quizá te haga sonreír. Algunos adoran, examinan si gustan de la
homéridas nos citan, según creo, dos sabiduría y del mando, y cuando le
versos de su poeta que han han encontrado tal como le desean y
conservado, uno de los cuales es muy le han consagrado su amor, hacen los
injurioso al amor y verdaderamente mayores esfuerzos por desenvolver en
poco conveniente: “Los mortales le él tan nobles inclinaciones. Si no se
llaman Eros, el dios alado; los han entregado desde luego por entero
inmortales le llaman el Pteros, el que a las ocupaciones que corresponden a
da alas.” esto, se dedican, sin embargo, y
Se puede admitir o desechar la trabajan en perfeccionarse mediante
autoridad de estos dos versos; siem‐ las enseñanzas de los demás y los es‐
pre es cierto que la causa y la natura‐ fuerzos propios. Intentan descubrir en
leza de la afección de los amantes son si mismos el carácter de su dios, y lo
tales como yo las he descrito. consiguen, porque se ven forzados a
Si el hombre enamorado ha volver sin cesar sus miradas del lado
sido uno de los que antes siguieron a de este dios; y cuando lo han
Zeus, tiene más fuerza para resistir al conseguido por la reminiscencia, el
dios alado que ha venido a caer sobre entusiasmo los transporta, y toman de
él; los que han sido servidores de él sus costumbres y sus hábitos, tanto,
Ares y le han seguido en su revolu‐ por lo menos, cuanto es posible al
ción alrededor del cielo, cuando se hombre participar de la naturaleza
ven invadidos por el amor y se creen divina. Como atribuyen este cambio
ultrajados por el objeto de su pasión, dichoso a la influencia del objeto
se ven arrastrados por un furor amado, le aman más; y si Zeus es el
sangriento, que los lleva a inmolarse origen divino de donde toman su
con su ídolo. Así es que cada cual inspiración, semejante a las bacantes,
honra al dios cuya comitiva seguía, y la derraman sobre el objeto de su
le imita en su vida tanto cuanto está amor, y en cuanto pueden le hacen
en su poder, por lo menos, durante la semejante a su dios. Los que han via‐
primera generación y mientras no está jado en la comitiva de Hera buscan un
corrompido; y esta imitación la lleva a alma regia, y desde que la han
cabo en sus intimidades amorosas y encontrado, obran para con ella de la
en todas las demás relaciones. Cada misma manera. En fin, todos aquellos
hombre escoge un amor según su que han seguido a Apolo o a los otros
carácter, le hace su dios, le levanta dioses, arreglando su conducta sobre
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la base de la divinidad que han le castigue, a las exhortaciones y a la
elegido, buscan un joven del mismo voz del cochero. El segundo tiene los
natural; y cuando le poseen, imitando miembros contrahechos, toscos, desa‐
su divino modelo, se esfuerzan en plomados, la cabeza gruesa y aplas‐
persuadir a la persona amada a que tada, el cuello corto; es negro, y sus
haga otro tanto, y de esta manera le ojos verdes y ensangrentados; no
amoldan a las costumbres de su dios, respira sino furor y vanidad; sus
y le comprometen a reproducir este oídos velludos están sordos a los
tipo de perfección en cuanto le es gritos del cochero, y con dificultad
posible. Lejos de concebir sentimien‐ obedece a la espuela y al látigo.
tos de envidia y de baja malevolencia A la vista del objeto amado,
contra él, todos sus deseos, todos sus cuando el cochero siente que el fuego
esfuerzos, tienden sólo a hacerle del amor penetra su alma toda y que
semejante a ellos mismos y al dios a el aguijón del deseo irrita su corazón,
que rinden culto. Tal, es el celo de que el corcel dócil, dominado ahora y
se ven animados los verdaderos siempre por las leyes del pudor se
amantes, y si consiguen buena aco‐ contiene, para no insultar al objeto
gida para su amor, su victoria es una amado; pero el otro corcel no atiende
iniciación; la persona amada que se al látigo ni al aguijón, da botes, se
deja subyugar por un amante que alborota, y entorpeciendo a la vez a su
ama con delirio, se abandona a una guía y a su compañero, se precipita
pasión noble, que es para él un origen violentamente sobre el objeto amado
de felicidad. Su derrota tiene lugar de para disfrutar en él de placeres
esta manera. sensuales. Por lo pronto, el guía y el
Hemos distinguido en cada compañero se resisten, se indignan
alma tres partes diferentes por medio contra esta violencia odiosa y culpa‐
de la alegoría de los corceles y del co‐ ble; pero al fin, cuando el mal no tiene
chero. Sigamos, pues, con la misma límites, se dejan arrastrar, ceden al
figura. Uno de los dos corceles, corcel furioso, y prometen consentirlo
decíamos, es de buena raza; el otro es todo. Se aproximan al objeto bello, y
vicioso. Pero, ¿de dónde nacen la contemplan esta aparición en todo su
excelencia del uno y el vicio del otro? resplandor. A su vista, el recuerdo del
Esto es lo que no hemos dicho y lo cochero se fija en la esencia de la
que vamos a explicar ahora. El belleza; y se figura verla, como en
primero tiene soberbia planta, formas otro tiempo, en la estancia de la
regulares y bien desenvueltas, cabeza pureza, colocada al lado de la
erguida y acarnerada; es blanco con sabiduría. Esta visión le llena de un
ojos negros; ama la gloria con sabio terror religioso, se echa atrás, y esto le
comedimiento; tiene pasión por el obliga a tirar de las riendas con tanta
verdadero honor; obedece, sin que se violencia, que los dos corceles se
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interior en parte, y cuando ha nezcan tan inmediatos el uno al otro,
penetrado así, lo demás se manifiesta no tendrá fuerza para rehusar los
al exterior; y, como el aire o un sonido favores que su amante exija. Pero el
reflejado por un cuerpo liso o sólido, otro corcel y el cochero lo resisten en
las emanaciones de la belleza vuelven nombre del pudor y de la razón.
al alma del bello joven por el canal de Si la parte mejor del alma es la
los ojos, y abriendo a las alas todas más fuerte y triunfa y los guía hacia
sus salidas, las nutren y las una vida ordenada, siguiendo los
desprenden y llenan de amor el alma preceptos de la sabiduría, pasan ellos
de la persona amada. Ama, pues, pero sus días en este mundo felices y
no sabe qué; no comprende lo que unidos. Dueños de sí mismos viven
experimenta, ni tampoco podría como hombres honrados, porque han
decirlo; se parece al hombre que por subyugado lo que llevaba el vicio a su
haberse contemplado por mucho alma, y dado un vuelo libre a lo que
tiempo en otros ojos enfermos, sintie‐ engendra la virtud. Al morir, alados y
se que su vista se oscurecía; no conoce aliviados de todo peso grosero, salen
la causa de su turbación y no se da vencedores en uno de los tres comba‐
cuenta de que se ve en su amante tes que se pueden llamar verdade‐
como en un espejo. Cuando está en su ramente olímpicos; y es tan grande
presencia, siente en sí mismo que se este bien, que ni la sabiduría humana
aplacan sus dolores; cuando ausente, ni el delirio que viene de los dioses
le echa de menos cuanto puede pueden proporcionar otro mejor al
echarse; y siente una afección que es hombre. Si, por el contrario, han
como la imagen del amor, y a la cual adoptado un género de vida más
no da el nombre de amor, sino que la vulgar y contrario a la filosofía,
llama amistad. Sin embargo, desea aunque sin violar las leyes del honor,
como su amante, aunque con menos en medio de la embriaguez, en un
ardor, verle, tocarle, abrazarle y momento de olvido y de extravío,
participar de su lecho, y sin duda no sucederá, sin duda, que los corceles
tardará en satisfacer este deseo. indómitos de los dos amantes,
Mientras duermen en un mismo sorprendiendo sus almas, los condu‐
lecho, al corcel indócil se le ocurre cirán hacia un mismo fin; escogerán
mucho que decir al cochero, y por entonces el género de vida más
premio de tantos sufrimientos, pide lisonjero a los ojos del vulgo, y se
un instante de placer. El corcel del precipitarán a gozar. Cuando se han
joven amado no tiene nada que decir, saciado, aún gustan de los mismos
pero experimentando algo que no placeres, pero no con profusión,
comprende, estrecha a su amante porque no los aprueba decididamente
entre sus brazos y le prodiga los más el alma. Tienen el uno para el otro
expresivos besos, y mientras perma‐ una afección verdadera, pero menos
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fuerte que la de los puros amantes, y primer discurso y recibe éste con
cuando su delirio ha cesado, creen indulgencia; echa sobre mí una
haberse dado las prendas más mirada de benevolencia y benignidad;
preciosas de una fe recíproca; y no me arrebates ni disminuyas en mí,
creerían cometer un sacrilegio si por cólera, este arte de amar, cuyo
rompieran los lazos que les ligan, presente me has hecho tú mismo;
para abrir sus corazones al aborre‐ concédeme que, ahora más que
cimiento. Al fin de su vida, sin alas nunca, esté ciegamente apasionado
aún, pero ya impacientes por tomar‐ por la belleza. Si Fedro y yo te hemos
las, sus almas abandonan sus cuerpos, ultrajado al principio groseramente,
de suerte que su delirio amoroso no acuses más que a Lisias, origen de
recibe una gran recompensa. Porque este discurso; haz que renuncie a esas
la ley divina no permite que los que composiciones frívolas; y llámale
han comenzado su viaje celeste sean hacia la filosofía, que su hermano
precipitados en las tinieblas subterrá‐ Polemarco ha abrazado ya, con el fin
neas, sino que pasan una vida de que su amante, que me escucha,
brillante y dichosa en eterna unión, y libre de la incertidumbre que ahora le
cuando reciben alas, las obtienen atormenta, pueda consagrar, sin miras
juntos, a causa del amor que les ha secretas, su vida entera al amor
unido sobre la tierra. dirigido por la filosofía.
Tales son, mi querido joven, los FEDRO.—Me uno a ti, mi
maravillosos y divinos bienes que te querido Sócrates, para pedir a los
procurará la afección de un amante; dioses que sigan ambos tu consejo por
pero la amistad de un hombre sin ellos y por mí. Pero en verdad, yo no
amor, que sólo cuenta con una puedo menos de alabar tu discurso,
sabiduría mortal y que vive entregado cuya belleza me ha hecho olvidar el
por entero a los vanos cuidados del primero. Temo que Lisias parezca
mundo, no puede producir, en el muy inferior, si intenta luchar contigo
alma de la persona que ama, más que en un nuevo discurso. Por lo demás,
una prudencia de esclavo, a la que el ahora, recientemente, uno de nuestros
vulgo da el nombre de virtud, pero hombres de Estado le echaba en cara,
que le hará andar errante, privado de en términos ofensivos, el escribir
razón en la tierra y en las cavernas mucho; y en toda su diatriba le
subterráneas durante nueve mil años. llamaba fabricante de discursos.
Aquí tienes, ¡oh Eros!, la mejor Quizá el amor propio le impedirá
y más bella palinodia que he podido responderte.
cantarte en expiación de mi crimen. Si SÓCRATES.—Vaya una idea
mi lenguaje ha sido demasiado singular, mi querido joven; poco
poético, Fedro es el responsable de conoces a tu amigo si crees que se
tales extravíos. Perdóname por mi asusta con tan poco ruido. ¿Has
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podido creer que el que así le criticaba SÓCRATES.—Si triunfa el escrito,
hablaba seriamente? el autor sale del teatro lleno de gozo;
FEDRO.—Las trazas eran de eso, si se le desecha, queda privado del
Sócrates, y tú mismo sabes que los honor de que se le cuente entre los
hombres más poderosos y de mejor escritores y autores de discursos, y así
posición en nuestras ciudades se se desconsuela y sus amigos se afligen
avergüenzan de componer discursos con él.
y de dejar escritos, temiendo pasar FEDRO.—Sin duda.
por sofistas a los ojos de la SÓCRATES.—¿Pero qué? ¿Cuan‐
posteridad. do un orador o un rey, revestido del
SÓCRATES.—No entiendes poder de un Licurgo, de un Solón, de
nada, mi querido Fedro, de los un Darío, se inmortaliza en un
repliegues de la vanidad; y no ves que Estado, como autor de discursos, no
los más entonados de nuestros se mira a sí mismo, como un semidiós
hombres de Estado son, los que más durante su vida, y la posteridad no
ansían componer discursos y dejar tiene de él la misma opinión, en
obras escritas. Desde el momento en consideración a sus escritos?
que han dado a luz alguna cosa, están FEDRO.—Seguramente.
tan deseosos de adquirir aura popu‐ SÓCRATES.—¿Crees tú que
lar, que, se apresuran a inscribir en su ningún hombre de Estado cuales‐
publicación los nombres de sus quiera que sean su carácter y su
admiradores. prevención contra Lisias, pretenda
FEDRO.—¿Qué es lo que dices? hacerle ruborizar por su título de
Yo no te comprendo. escritor?
SÓCRATES.—¿No comprendes FEDRO.—No es probable, con‐
que a la cabeza de los escritos de un forme a lo que dices, porque sería a
hombre de Estado aparecen siempre mi parecer difamar su propia pasión.
los nombres de los que les han SÓCRATES.—Por tanto, es evi‐
prestado su aprobación? dente que nadie puede avergonzarse
FEDRO.—¿Cómo? de componer discursos.
SÓCRATES.—El Senado o el FEDRO.—Conforme.
pueblo, o ambos, en vista de la SÓCRATES.—Pero, en mi opi‐
proposición de tal… han tenido a nión, lo vergonzoso no es el hablar y
bien… y aquí se nombra a sí mismo y escribir bien, sino el hablar y escribir
hace su propio elogio. En seguida, mal.
para demostrar su ciencia a sus FEDRO.—Es claro.
adoradores, hace de todo esto un SÓCRATES.—¿Pero en que con‐
largo comentario. Y dime, ¿no es éste siste el escribir bien o el escribir mal?
un verdadero escrito? ¿Deberemos, mi querido Fedro,
FEDRO.—Convengo en ello. interrogar sobre esto a Lisias o alguno
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FEDRO.—Pues bien, hablemos. que mejor oído tiene entre los anima‐
SÓCRATES.—Nos propusimos les domésticos…
antes examinar lo que constituye un FEDRO.—Quieres reírte, Sócra‐
buen o mal discurso, escrito o tes.
improvisado. Comencemos este SÓCRATES.—Aguarda. La cosa
examen, si gustas. sería mucho más ridícula, si,
FEDRO.—Muy bien. queriendo persuadirte seriamente,
SÓCRATES. ¿No es necesario compusiese un discurso en el que
para hablar bien, conocer toda la hiciese el elogio del asno, dándole el
verdad sobre aquello de que se nombre de caballo, y si dijese que es
intenta tratar? un animal muy útil para la casa y
FEDRO.—He oído decir con este para el ejército, que puede cualquiera
motivo, mi querido Sócrates, que el defenderse montando en él, y que es
que ha de ser orador no necesita saber muy cómodo para la conducción de
lo que es verdaderamente justo, sino efectos y bagajes.
lo que parece tal a la multitud FEDRO.—Sí, eso sería el colmo
encargada de decidir; ni tampoco lo de lo ridículo.
que es verdaderamente bueno y bello, SÓCRATES.—Pero, ¿no vale más
sino lo que tiene las apariencias de la ser ridículo, más inofensivo, que
bondad y de la belleza. Porque es la peligroso y dañino?
verosimilitud, no la verdad, la que FEDRO.—Sin duda.
produce la convicción. SÓCRATES.—Cuando un orador,
SÓCRATES.—No hay que dese‐ ignorando la naturaleza del bien y del
char las palabras de los sabios15, mi mal, encuentra a sus conciudadanos
querido Fedro, pero también es en la misma ignorancia, y les
preciso examinar lo que ellas persuade, no a tomar por caballo la
significan. Y lo que acabas de decir sombra de un asno16, sino el mal por
debe llamar toda nuestra atención. el bien; cuando, apoyado en el
FEDRO.—Tienes razón. conocimiento que tiene de las
SÓCRATES.—Procedamos de preocupaciones de la multitud, la
esta manera. arrastra por malas sendas, ¿qué frutos
FEDRO.—Veamos. podrá recoger la retórica de lo que
SÓCRATES.—Si yo te aconsejase haya sembrado?
que compraras un caballo para FEDRO.—Frutos bien malos.
servirte de él en los combates, y ni tú SÓCRATES.—Pero quizá, mi
ni yo hubiéramos visto caballos, pero querido amigo, hemos tratado el arte
supiese yo que Fedro llama caballo al oratorio con poco respeto, y quizá nos
podría responder que de nada sirven
15 Alusión al verso 65 de la rapsodia III de la
Iliada. 16 Proverbio ateniense.
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todos nuestros razonamientos, que él reuniones particulares, ya se trate de
no fuerza a nadie a aprender a hablar asuntos ligeros, ya de grandes
sin conocer la naturaleza de la intereses? ¿No es esto lo que se dice?
verdad, pero que si se le da crédito, es FEDRO.—No, ¡por Zeus!, no es
conveniente conocerla antes de recibir precisamente eso; el arte de hablar y
sus lecciones, si bien no duda en de escribir sirve sobre todo en las de‐
proclamar muy alto que sin sus fensas del foro, y también en las
lecciones de bien hablar de nada sirve arengas políticas. Pero no he oído que
el conocimiento de la verdad para se extiendan a más.
persuadir. SÓCRATES.—Tú no conoces más
FEDRO. ¿Y no tendría razón que los tratados de retórica de Néstor
para hablar así? y de Odiseo, que compusieron en
SÓCRATES.—Yo convendría en momentos de ocio durante el sitio de
ello si las voces que se levantan por Ilión. ¿Nunca has oído hablar de la
todas partes confesasen que la retórica de Palámedes?
retórica es un arte, pero se me figura FEDRO.—No, ¡por Zeus!, ni
oír a algunos que protestan en contra tampoco de las retóricas de Néstor y
y que afirman que no es un arte, sino Odiseo, a menos que tu Néstor sea
un pasatiempo y una rutina frívola. Gorgias, y tu Odiseo, Trasímaco o
“No hay, dice Laco, verdadero arte de Teodoro.
la palabra fuera de la posesión de la SÓCRATES.—Quizá, pero dejé‐
verdad, ni lo habrá jamás.” moslos. Dime, en los tribunales, ¿qué
FEDRO.—También yo oigo esos hacen los adversarios? ¿No sostienen
rumores, mi querido Sócrates. Haz el pro y el contra? ¿Qué dices a esto?
comparecer a estos adversarios de la FEDRO.—Nada más cierto.
retórica, y veamos lo que dicen. SÓCRATES.—¿Pelean y abogan
SÓCRATES.—‐Venid, apreciables por lo justo y lo injusto?
jóvenes, cerca de mi querido Fedro, FEDRO.—Sin duda.
padre de los demás jóvenes que se os SÓCRATES.—Por consiguiente,
parecen; venid a persuadirle de que el que sabe hacer esto con arte, hará
sin conocer a fondo la filosofía nunca parecer la misma cosa, y a las mismas
será capaz de hablar bien sobre personas, justa o injusta, según él
ningún objeto. Que Fedro os quiera.
responda. FEDRO.—¿Y qué?
FEDRO.—Interrogad. SÓCRATES.—Y cuando hable al
SÓCRATES.—En general, la pueblo, sus conciudadanos juzgarán
retórica ¿no es el arte de conducir las las mismas cosas ventajosas o funes‐
almas por la palabra, no sólo en los tas a gusto de su elocuencia.
tribunales y en otras asambleas FEDRO.—Sí.
públicas, sino también en las
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medio de aprender a hablar y a principio del discurso. ¿No es éste
pensar. Cuando creo hallar un uno de los refinamientos del arte?
hombre capaz de abarcar a la vez el FEDRO.—SÍ, sin duda.
conjunto y los detalles de un objeto, SÓCRATES.—Después la narra‐
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sigo sus pasos como si fueran los de ción , luego las deposiciones de los
un dios23. A los que tienen este talento, testigos, en seguida las pruebas, y por
sabe Dios si tengo o no razón para fin las presunciones. Creo que un
darles este nombre, pero en fin, yo les entendido discursista, que nos ha
llamo dialécticos. Pero a los que se venido de Bizancio, habla también de
han formado en tu escuela y en la de la confirmación y de la subcon‐
Lisias, ¿cómo los llamaremos? Nos firmación.
acogeremos a ese arte de la palabra, FEDRO.—¿Hablas del ilustre
mediante el que Trasímaco y otros se Teodoro?
han hecho hábiles parlantes, y que SÓCRATES.—Sí, de Teodoro.
enseñan, recibiendo dones, como los Nos enseña también cuál debe ser la
reyes, por precio de su enseñanza24. refutación y la subrefutación en la
FEDRO.—Son, en efecto, reyes, acusación y en la defensa. Oigamos
pero ignoran ciertamente el arte de igualmente al hábil Eveno de Paros,
que hablas. Por lo demás, quizá ten‐ que ha inventando la insinuación y
gas razón en dar a éste el nombre de las alabanzas recíprocas. Se dice
dialéctica, pero me parece que hasta también que ha puesto en versos
ahora no hemos hablado de la mnemónicos la teoría de los ataques
retórica. indirectos; en fin, es un sabio. ¿Deja‐
SÓCRATES.—¿Qué dices? ¿Pue‐ remos dormir a Tisias y a Gorgias?
de haber en el arte de la palabra Éstos han descubierto que la ve‐
alguna parte importante distinta de la rosimilitud vale más que la verdad, y
dialéctica? Verdaderamente, guardé‐ saben, por medio de su palabra
monos bien de desdeñarla, y veamos omnipotente, hacer que las cosas
en qué consiste esta retórica de que no grandes parezcan pequeñas, y peque‐
hemos hablado. ñas las grandes; dar un aire de nove‐
FEDRO.—No es poco, mi dad a lo que es antiguo, y un aire de
querido Sócrates, lo que se encuentra antigüedad a lo que es nuevo; en fin,
en los libros de retórica. han encontrado el medio de hablar
SÓCRATES.—Me lo recuerdas indiferentemente sobre el mismo obje‐
muy a tiempo. Lo primero es el to de una manera concisa o de una
exordio, porque así debemos llamar el manera difusa.
Un día que yo hablaba a
Pródico, se echó a reír, y me aseguró
23 Homero, Odisea, 1, V, L. VII.
24 Los reyes de Persia y Lacedemonia. 25 Aristóteles, Retórica, III, 16.
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que sólo él estaba en posesión del un hombre que lo mismo agita que
buen método, que era preciso evitar la aquieta a la multitud, a manera de
concisión y los desenvolvimientos encantamiento, de lo que él mismo se
ociosos, conservándose siempre en un alaba. Es tan capaz para acumular
término medio. acusaciones como para destruirlas, sin
FEDRO.—Muy sensato Pró‐ importarle cómo. En cuanto al fin de
26
dico . sus discursos, en todos es el mismo,
SÓCRATES.—¿Qué diremos de ya le llame recapitulación o le dé
Ripias? Porque pienso que el natural cualquier otro nombre.
de Elis debe de ser del mismo dic‐ FEDRO.—¿Quieres decir el resu‐
tamen. men, que se hace al concluir un
FEDRO.—¿Por qué no? discurso, para recordar a los oyentes
SÓCRATES.—¿Qué diremos de lo que se ha dicho?
Polo con sus consonancias, sus SÓCRATES.—Eso mismo. ¿Crees
repeticiones, su abuso de sentencias y que me haya olvidado de alguno de
de metáforas, y estas palabras que ha los secretos del arte oratorio?
tomado de las lecciones de Licimnion, FEDRO.—Es tan poco lo olvi‐
para adornar sus discursos? dado que no merece la pena de hablar
FEDRO.—Protágoras27, mi que‐ de ello.
rido Sócrates, ¿no enseñaba artificios SÓCRATES.—Pues bien, no
del mismo género? hablemos más de eso, y tratemos
SÓCRATES.—Su manera, mi ahora de ver de una manera patente
querido joven, era notable por cierta lo que valen estos artificios, y dónde
propiedad de expresión unida a otras brilla el poder de la retórica.
bellas cualidades. En el arte de excitar FEDRO.—Es, en efecto, un arte
a la compasión, en favor de la poderoso, Sócrates, por lo menos en
ancianidad o de la pobreza, por las asambleas populares.
medio de exclamaciones patéticas, SÓCRATES.—Es cierto. Pero
nadie se puede comparar con el mira, mi excelente amigo, si no
poderoso retórico de Calcedonia28. Es adviertes, como yo, que estas sabias
composiciones descubren la trama en
26 Pródico de Julis en la isla de Ceos, discípulo muchos pasajes.
de Protágoras, condenado a beber la cicuta FEDRO.—Explícate más.
algún tiempo después de la muerte de
Sócrates.
SÓCRATES.—Dime, si alguno
27 Protágoras de Abdera, discípulo de encontrase a tu amigo Erixímaco o a
Demócrito (489‐408 antes de J. C.), acusado su padre Acumenos, y les dijese: “Yo
de impiedad por los atenienses, huyó en un sé, mediante la aplicación de ciertas
barquichuelo y pereció en las aguas. Fue
legislador de Turio.
28 Aristóteles, en su Retórica (III, I), habla de la conmover a los jueces, y del libro que escribió
habilidad de Trasímaco de Calcedonia para para excitar a la compasión.
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diga si por verosimilitud entiende deja seducir por la verosimilitud a
otra cosa que lo que parece verdadero causa de su relación con la verdad, y
a la multitud. ya antes habíamos dicho que el que
FEDRO.—¿Podría definírsela de conoce la verdad sabrá también en
otra manera? todas circunstancias encontrar lo que
SÓCRATES.—Habiendo descu‐ se le aproxima. Si tienes alguna otra
bierto esta regla tan sabia, que es el cosa que decirnos sobre el arte ora‐
principio del arte, Lisias ha escrito torio, estamos dispuestos a escu‐
que un hombre débil y valiente que es charte; si no, nos atendremos a los
llevado ante el tribunal por haber principios que hemos sentado, y si el
apaleado a un hombre fuerte y cobar‐ orador no ha hecho una clasificación
de, y por haberle robado la capa o exacta de los diferentes caracteres de
cualquier otra cosa, no deberá decir sus oyentes, si no sabe analizar los
palabra de verdad, lo mismo que hará objetos y reducir en seguida las partes
el robado. El cobarde no confesará que haya distinguido a la unidad de
que ha sido apaleado por un hombre una noción general, no llegará jamás a
más valiente que él; el acusado perfeccionarse en el arte oratorio, en
probará que estaban solos, y se apro‐ cuanto cabe en lo humano. Pero este
vechará de esta circunstancia para talento no lo adquirirá sin un inmenso
razonar así: “Débil como soy, ¿cómo trabajo, al cual no se someterá el sabio
era posible que yo me las hubiera con por miramiento a los hombres, ni por
un hombre tan fuerte?” Éste, repli‐ dirigir sus negocios, sino con la
cando, no confesará su cobardía. pero esperanza de agradar a los dioses con
buscará algún otro subterfugio, que todas sus palabras y con todas sus
dará quizá ocasión a confundir a su acciones en la medida de las fuerzas
adversario. Todo lo demás es por este humanas. No, Lisias, y en esto puedes
estilo, y he aquí lo que ellos llaman creer a hombres más sabios que
hablar con arte. ¿No es así, Fedro? nosotros; no es a sus compañeros de
FEDRO.—Así es. esclavitud a quienes el hombre dota‐
SÓCRATES.—En verdad, para do de razón debe esforzarse en
descubrir un arte tan misterioso ha agradar, como no sea de paso, sino a
sido preciso un hombre muy hábil, ya sus amos celestes y de celeste origen.
se llame Lisias o de cualquier otro Cesa, pues, de sorprenderte, si el
modo, y cualquiera que sea su patria; circuito es grande, porque el término
pero, amigo mío, ¿no podríamos diri‐ adonde conduce es muy distinto que
girle estas palabras? el que tú imaginas. Por otra parte, la
FEDRO.—¿Que palabras? razón nos dice que por un esfuerzo de
SÓCRATES.—Antes que tú, nuestra libre voluntad podemos
Lisias, hubieses tomado la palabra, aspirar, por la senda que dejamos
sabíamos nosotros que la multitud se indicada, a resultado tan magnífico.
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FEDRO.—Muy bien, mi querido que inventó los números, el cálculo, la
Sócrates; pero, ¿será dado a todos geometría, la astronomía, así como los
tener esta fuerza? juegos del ajedrez y de los dados, y,
SÓCRATES.—Cuando el fin es en fin, la escritura.
sublime, todo lo que se sufre para El rey Tamus reinaba entonces
conseguirlo no lo es menos. en todo aquel país, y habitaba la gran
FEDRO.—Ciertamente. ciudad del alto Egipto que los helenos
SÓCRATES.—Basta ya lo dicho llaman Tebas egipcia, y que está bajo
sobre el arte y la falta de arte en el la protección del dios que ellos llaman
discurso. Ammon. Teut se presentó al rey y le
FEDRO.—Sea así. manifestó las artes que había inven‐
SÓCRATES.—Pero nos resta tado, y le dijo lo conveniente que era
examinar la conveniencia o incon‐ extenderlas entre los egipcios. El rey
veniencia que pueda haber en lo le preguntó de qué utilidad sería cada
escrito. ¿No es cierto? una de ellas, y Teut le fue explicando
FEDRO.—Sin duda. en detalle los usos de cada una; y
SÓCRATES.—¿Sabes cuál es el según que las explicaciones le
medio de hacerte más aceptable a los parecían más o menos satisfactorias,
ojos del dios por tus discursos escritos Tamus aprobaba o desaprobaba. Díce‐
o hablados? se que el rey alegó al inventor, en
FEDRO.—No, ¿y tú? cada uno de los inventos, muchas
SÓCRATES.—Puedo referirte razones en pro y en contra, que sería
una tradición de los antiguos que largo enumerar. Cuando llegaron a la
conocían la verdad. Si nosotros escritura:
pudiésemos descubrirla por nosotros “¡Oh rey! —le dijo Teut— esta
mismos, ¿nos inquietaríamos aún de invención hará a los egipcios más
lo que los hombres hubieran pensado sabios y servirá a su memoria; he des‐
antes que nosotros? cubierto un remedio contra la dificul‐
FEDRO.—¡Donosa cuestión! Re‐ tad de aprender y retener33. Ingenioso
fiéreme, pues, esa antigua tradición. Teut, respondió el rey, el genio que
SÓCRATES.—Me contaron que inventa las artes no está en el caso de
cerca de Naucratis31, en Egipto, hubo la sabiduría que aprecia las ventajas y
un dios, uno de los más antiguos del las desventajas que deben resultar de
país, el mismo a que está consagrado su aplicación. Padre de la escritura y
el pájaro que los egipcios llaman Ibis. entusiasmado con tu invención, le
Este dios se llamaba Teut32. Se dice atribuyes todo lo contrario de sus
efectos verdaderos. Ella no producirá
31 Ciudad del delta sobre el brazo canópico
del Nilo. Eurípides, en el Palámedes, llama a las letras
33
32 Cicerón, De natura deorum. 22, 56 remedio contra el olvido.
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(Teócrito, XV. idilio.) 36 Alusión a los mitos de los diálogos.
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quiero participarte lo que siento res‐ hombre sensato puede tener y em‐
pecto a él. plear.
FEDRO.—Veamos. ¿Tenemos que hacer algún otro
SÓCRATES.—Me parece que ruego más? Yo no tengo más que
tiene demasiado ingenio para com‐ pedir.
parar su elocuencia con la de Lisias, y FEDRO.—Haz los mismos votos
tiene un carácter más generoso. No por mí; entre amigos todo es común.
me sorprenderá que adelantando en SÓCRATES.—Partamos.
años sobresalga en la facultad que
cultiva, hasta el punto que sus
predecesores parecerán niños a su
lado37, y que poco contento de sus
adelantos, se lance a ocupaciones más
altas por una inspiración divina.
Porque hay en su alma una
disposición natural a las meditaciones
filosóficas38. He aquí lo que yo tengo
que anunciar de parte de los dioses de
estas riberas a mi amado Isócrates.
Haz tú otro tanto respecto a tu queri‐
do Lisias.
FEDRO.—Lo haré, pero marché‐
monos, porque el aire ha refrescado.
SÓCRATES.—Antes de marchar,
dirijamos una plegaria a estos dioses.
FEDRO.—Lo apruebo.
SÓCRATES.—¡Oh Pan amigo y
demás divinidades de estas ondas!,
dadme la belleza interior del alma y
haced que el exterior en mí esté en
armonía con esta belleza espiritual.
Que el sabio me parezca siempre rico;
y que yo posea sólo la riqueza que un
37 Isócrates, nacido en 436, emigró a Quíos en
404 antes de J. C., durante la tiranía de los
treinta. Se dejó morir de hambre después de
la batalla de Queronea.
38 Véase la traducción de este trozo en
Cicerón, Orator, cap. XII.
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