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EL PAÍS DE JAUJA

(texto de Francisco Segovia)

Cada quien puede escoger la manera de llegar a las delicias de Jauja. A unos les gusta
volar en tenedor o escalera; a otros, más bien navegar en su almohada o su botella. Mas
hay también quien prefiere esperar que lo lleve paso a pasito su cama. Porque los que
van a Jauja son en general muy flojos y, la verdad, muy glotones: sólo van por el antojo
de comerse unos jamones… Pero, en silla o en la tina, lo que importa es ir contento y no
hacer nada de nada, pues en el País de Jauja lo de más es lo de menos.

Desde muy lejos se ve qué delicias hay en Jauja: grandes torres de pastel pintadas con
mermelada, fuertes muros de turrón y unas nubes de algodón de azúcar, muy
esponjadas, donde descansan felices todos los que se han pegado un atracón de perdices,
o de cola de pescado, o de sopa de tapioca… Aunque aun esté alejado, se nos hace agua
la boca: ¡El país todo se antoja!

¡Vengan, que nadie defiende la muralla de merengue!


¡Miren, no tienen defensas las almenas de frambuesa!
Pico, pala y azadón para romper el turrón;
y tenedor y cuchillo para el ate de membrillo.
¡Vengan, que nadie vigila ni las fresas ni la sidra!
¡Vengan, que nadie defiende las murallas de merengue!

“Para todos los de aquí, los locos son los de allá –dice el pez-vaca-lechera–. Por decir
no dicen sí, y por lo menos lo más.” Pero allá en la otra ribera, los que viven de aquel
lado dicen todo lo contrario: “Los locos son los de allá. Por decir no dicen sí, y por lo
menos lo más. No comen lechón asado, pues comen lechón así”.

Pero aquí comerse un dátil es algo que no está fácil: en los caminos de Jauja no hay
palmeras datileras, sólo palmas fresaderas, que dan fresas y migajas (las que dan
frambuesas son palmeras de migajón)… Hay estolas de salami, nidos de huevos de
pascua, largas cercas de pastrami; toda el agua es limonada, y en lugar de humo
espumea champaña en la chimenea.

Hay un árbol-fogón de flores-gemas; árbol-alacena que da helados en barquillos de


yema; un molino de carne que da cactos embutidos igual que el salchichón. Y, aunque
nadie lo crea, en Jauja no hay un solo champiñón que no esté hecho con crema
pastelera.

Una cosa es extraña:


En el país de Jauja las cacas de los burros parecen huevos duros. Y en cuanto ven
glotones se pintan de colores, como huevos de pascua. Pero no son huevo de pascua
sino huevos de…
Jauja

Pero también en Jauja comer da mucha sed. Por eso hay una maquina gigante de hacer
té y los pozos dan agua mineral de sabores, que brota embotellada de origen en los
bosques. Aunque… el agua de coco es vino de botella, pues no se dan los cocos ni hay
palmeras-palmeras: hay palmeras-botellas y palmas botelleras, que no es lo mismo-
mismo, sino lo demás-mismo… Pero no importa nada, que al final lo otro-mismo, como
lo mismo-mismo, dan por igual-igual.

En Jauja, el gato con botas es gato con pantuflas; las princesas son brujas, las calabazas
señoras; los calcetines, conejos; los hongos, calcetines… Pero no te imagines que todo
eso es todo eso. Todo aquí está disfrazado, mas disfrazado de lo que d verdad es: el
gordo va disfrazado de gordo; el gato, de gato que se viste de gato. Y todos fingen que
son lo que de verdad son, aunque dizque disfrazados.

Los peces-globo del hilito de las cañas de pescar y el fogón bien encendido bajo el agua
de la mar. Si cada pez marcha solito a la mesa del lugar, donde encuentra muy buen
sitio, va que vuela a su platillo cada pollo así y asá, cada pollo así y asado, cada pollo
así y asá.
Aunque se va haciendo tarde, hay quien sacude los arboles y se toma la molestia de
untar muchas monedas –¡dinero de chocolate!–, en vez de echarse a dormir, tan
campante y tan feliz, sobre camas y colchones –como hacen los comelones–, bajo
almohadas y almohadones después de comer mil flanes –como hacen los haraganes.

¿Dicen que siempre es muy triste el final? Puras mentiras, ¡en Jauja es genial!: todos al
agua se meten de un brinco y hacen al fin una fiesta al principio, pues el principio es en
Jauja el final y el fin resulta quedar al inicio. Al fin y al cabo, o al cabo y al fin, nunca
es posible decir que se acaban donde se acaban los libros de Jauja… Como aquí todo
está puesto al revés, ¡vete al final y comienza a leer!

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