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En la liturgia de la palabra, el libro del Levítico nos habla de la ley y como se excluía a
aquel que tuviese lepra, pues era considerado impuro, por el contrario, Jesús, en el pasaje
del evangelio, sana al leproso y lo integra de nuevo en la vida pública. En la carta a los
corintios San Pablo nos invita a glorificar a Dios con nuestras acciones, siguiendo su
ejemplo, como él sigue el de Cristo. Escuchemos con atención.
En el último pasaje que leemos estos domingos de la primera carta de Pablo a los de
Corinto, el autor sugiere unas normas cristianas que él cumplió primero, a ejemplo de
Cristo. Escuchémoslas.
Nuestras limitaciones y dolores son como un molino de la vida que nos tritura con dolor,
pero Dios nos hace Eucaristía en el amor. Que podamos en este momento entregar la
plenitud de nuestros dolores, para que se hagan Eucaristía en el amor de Dios. Cantamos…
Monición de entrada:
La Iglesia siempre cercana a todos los seres humanos, trae hoy ante el
altar a los que nosotros descartamos; a esos que no les hacemos sitio
en nuestros encuentros, a esos a los que se les impide levantar la voz
para que no reclamen justicia. Pero este egoísmo que llevamos tan
dentro se opone a la lógica de Jesús que no le dice al leproso: “ten
paciencia, aguanta un poco, debes aceptar, soporta la situación”. Le
responde sin rodeos: “Quiero, queda limpio”. Después de ver este hecho
¿Qué diremos hoy a cada uno de estos que nos tienden la mano?
¿Somos conscientes de que los bienes de la tierra son de todos? El
Señor, siempre paciente, espera la respuesta. Entonces, hoy sería un
momento oportuno para examinarnos de si hacemos las cosas buscando
nuestro bien, o buscando el bien de los hermanos. Puestos de pie,
recibiremos a los ministros de esta eucaristía cantando con alegría.
El libro del Levítico del que es nuestra primera lectura, nos muestra la
terrible ordenación jurídica y religiosa sobre los leprosos. Ni siquiera
podían vestir con decoro. Era la enfermedad más contagiosa conocida
hasta entonces y la Ley ponía inhumanos medios para evitar su
propagación. La venida de Cristo cambiará radicalmente esa Ley tan
dura. Pongan atención.
Jesús rompe la durísima ley que separaba a los leprosos del mundo. La
curación es sin duda la solución universal al problema. Pero a nosotros
la enseñanza que recibimos de este texto evangélico es que debemos
reconocer nuestras limitaciones, faltas y problemas y, como el leproso
del Evangelio, ponernos ante el Señor para decirle: “si quieres puedes
limpiarme”. Encomendar a Él la solución de nuestras angustias. Y, eso
sí, cuando nos veamos limpios no dejemos de dar gracias a Dios. No lo
olvidemos. De pie para entonar el Aleluya, antes de escuchar la Buena
Nueva.