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Dios y el problema del mal, una posible solución a partir de la teodicea y

la ética

Juan Pablo Franco Sánchez

Seminario Conciliar Inmaculada Concepción de María Santísima


Teodicea
2018
Introducción

A lo largo de la historia la pregunta por la existencia de Dios siempre ha hecho parte del

proceso de evolución, tanto para aquellos que llegan a afirmar su existencia como para

aquellos que la niegan, también hay quienes tienen creencias politeístas como también hay

aquellos que se muestran indiferentes frente al tema, sin embargo, es una realidad propia

del ser humano preguntarse por la existencia de un ser supremo.

También en el desarrollo de su existencia a medida que el ser humano entra en

contacto con la sociedad y va teniendo una concepción general de la realidad, desde un

punto de vista observador el hombre es consciente de sus comportamientos y bajo qué

criterios son ejecutados, al igual que tiende a juzgar el comportamiento de los demás

individuos naturalmente bajo calificativos morales que se reducen a lo bueno o a lo malo.

De igual forma al descubrir en su naturaleza la debilidad que trae consigo, encuentra

que no es una criatura perfecta ya que es susceptible a enfermedades que pueden deteriorar

su calidad de vida o terminarla por completo. Así mismo descubre que no es el único que

sufre este tipo de afectaciones, sino que también los animales y el mundo en que habitan

también presentan cambios que pueden afectar negativamente el curso de la existencia.

Esto se puede evidenciar en los desastres naturales y la extinción de especies animales y

vegetales.

Estos cambios y el calificativo moral mencionado hacen parte de la reflexión

filosófica correspondiente al problema del mal. Todas las tradiciones culturales conocidas

cuentan con sus propios medios míticos o simbólicos para comprender, para manejar y
abordar todos los problemas concernientes al mal. En lo que corresponde a esta

investigación abordaré algunos tópicos y autores claves que ayudaran a tener una

concepción más amplia del mismo y entender el problema que surge al preguntarse por la

existencia de Dios y la existencia del mal.


Dios y el problema del mal, una posible solución a partir de la
teodicea y la ética

Para todo el que cree en Dios como un ser supremo, el mal puede no ser estrictamente un

problema, ya que puede ser un elemento que pase desapercibido, o bien carecer de

importancia subjetiva, dejándolo como un tema aislado sin relevancia alguna. Sin embargo,

el mal es visto como un problema o al menos como un cuestionamiento propio del ser

humano, frente a esto, veamos lo que proponen algunos autores.

San Agustín luego de hacer introspección y reflexionar sobre la bondad de Dios

llega a afirmar que todas las creaturas son buenas. Sin embargo, se hace la pregunta por el

mal ¿Dónde está? ¿De dónde proviene? ¿Por qué se ha infiltrado hasta aquí? ¿Cuál es su

raíz o su germen? […] En conclusión… ¿De dónde proviene el mal puesto que Dios es

bueno y ha creado todas las cosas buenas? (Conf. VII, V, 7).

Frente a los cuestionamientos anteriores, Ricoeur (1986) plantea que el problema

del mal se reduce a la pregunta por el cómo se puede afirmar en conjunto y sin

contradicción las tres proposiciones siguientes:

-Dios es todopoderoso

-Dios es absolutamente bueno

-El mal existe

Es así como la teodicea en sus esfuerzos intenta un acercamiento a la coherencia

dejando como respuesta la solución afirmativa de que solo dos de las proposiciones

anteriores son compatibles no las tres juntas ya que al profundizar en el examen de estas se
encuentra una incompatibilidad en lo que respecta a la creencia a Dios y la existencia del

mal. (Ricoeur, El mal: desafío a la filosofía y a la teología, 1986)

Es precisamente en este punto, en el cual podría existir una incongruencia a partir de

la cual surge el cuestionamiento como ¿Si Dios es todopoderoso por qué no acaba con el

mal? ¿Si Dios es absolutamente bueno y creó el mundo a su imagen y semejanza por qué

existe la imperfección? Entre otras más preguntas.

Este problema lógico del mal es heredero de la tradición filosófica iniciada por

Epicuro y que es continuada por Hume y otros filósofos. Esta es la formulación más fuerte

de todas en el sentido que quiere probar la imposibilidad de que Dios y el mal coexistan o

que el teísta pueda ser racional si sostiene la coherencia lógica de esas creencias. (Hera,

2013).

Ahora bien, revisemos un poco algunas definiciones e interpretaciones de algunos

autores sobre el concepto del mal.

Santo Tomás de Aquino lo define como la privación de un bien o la privación de lo

que es debido a un sujeto. (De malo, 1, 2). Un ejemplo que puede ilustrar esta afirmación es

el de la ceguera, pues esta priva al hombre del sentido de la vista.

Tal mal es clasificado por el mismo Tomás de Aquino como el pecado, la pena, los

males de la naturaleza, a los dos primeros, los dos primeros solo afectan a los seres dotados

de inteligencia y voluntad, es decir, ángeles y hombres, esto requiere de la revelación, por

otro lado, los males de la naturaleza afectan a la naturaleza material en cuanto inanimada o

viviente. (Grison, 1980)


Ahora bien, estas interpretaciones del concepto de mal parten de la concepción

cristiana de mal, la cual es asociada el pecado ya que para la iglesia católica es este, el

origen de todos los males (CIC, 401). La explicación tradicional parte de la interpretación

del libro del génesis, a partir del cual surge el concepto de pecado original el cual sirve

como posición argumentativa para culpar al hombre de la existencia de este, descartando

toda culpa que se le puede adjudicar a Dios.

El simbolismo ejemplar del relato bíblico de la caída y la pérdida del paraíso

terrenal es la afirmación de que el ser humano es el origen del mal en el mundo; que el mal,

comprendido como pecado, entró en el mundo por el ser humano, puesto que el mundo no

es malo en sí mismo. Tras la caída hay culpa; si hay culpa hay voluntad; si hay voluntad en

el mal, no puede tratarse de que la naturaleza nos obligue a hacer el mal (Carrillo, 2002).

A partir de lo anterior se puede evidenciar como la voluntad podría tener un papel

fundamental que pueda dar respuesta a los interrogantes sobre el mal, para ello es preciso

partir de la propuesta de Kierkegaard en su ensayo sobre el concepto de angustia que gira

en torno del relato bíblico de la caída y del problema del pecado original, en este texto

expone que el concepto del mal se orienta según la idea de la contingencia del mal. Esta

contingencia se puede interpretar como el instante en que Adán elige pecar, y toda su

existencia da un 'salto' que explica la caída y la pérdida del paraíso. (Kierkegaard, 2016)

La contingencia del mal a la que se refiere Kierkegaard quiere indicar que el mal es

una decisión al igual que el bien, al menos en lo que corresponde a la actividad moral, esto

se puede interpretar a partir de la simbólica del árbol del bien y del mal, en donde la caída

de Adán se funda en la inclinación de la libertad de su voluntad que es atraída hacia el mal

lo que conlleva a tomar elección por el mal o lo que se conoce como pecado original que a
la luz del magisterio de la iglesia se puede interpretar como el principal origen de todos los

males.

Paul Ricoeur sostiene que el relato del pecado original revela el aspecto misterioso

del mal que consiste en que, si bien cada uno de nosotros da comienzo al mal, al mismo

tiempo, lo encuentra ya en uno mismo y en el mundo: el mal ya está cuando llegamos; nos

topamos con él; ya está allí ante nuestra conciencia que despierta a la responsabilidad. El

génesis, por lo tanto, da un resumen del problema del mal que consiste en que hay una

cierta impotencia de la voluntad ante el mal, porque la realidad del mal es anterior a toda

toma de conciencia; el mal tiene una dimensión comunitaria universal que, de todos modos,

afirma la responsabilidad del individuo. (Ricoeur, El pecado original: estudio de

significación, 1976)

Luego de entender el aporte del filósofo francés es necesario comprender que el ser

humano al actuar por voluntad propia hace uso exclusivo de su libertad, la cual podría

llevarnos a una conclusión a partir de lo que afirma Safranski:

“No hace falta recurrir al diablo para entender el mal. El mal pertenece al drama de

la libertad humana. Es el precio de la libertad. El hombre no se reduce al nivel de la

naturaleza, es el «animal no fijado», usando una expresión de Nietzsche.”

(Safranski, 2010).

A partir de lo anterior, podríamos afirmar que el mal existe a partir de la posibilidad

que tiene el ser humano de elegir, es decir de la libertad, si esta no existiese, no hubiese

posibilidad alguna de errar ya que siempre se acertaría, la libertad, es por lo tanto una
condición necesaria para que exista la contingencia, y esta última es la que permite que

puedan existir acontecimientos buenos como malos.


Conclusiones

Uno de los argumentos con los cuales la mayoría de las personas atacan la tesis que afirma

ya existencia de un Dios omnipotente, lo hacen teniendo como base el argumento de

Epicuro, con el cual se desata una posible incompatibilidad, esto es, la evidencia de los

males y la aparente imposibilidad del omnipotente y bondadoso para terminar con estas

situaciones que afectan a la pobre humanidad agobiada y doliente.

Al ser este, un tema muy complejo con diferentes interpretaciones y formas en las

que aparece el mal en el universo, una de las posibles soluciones es la propuesta por el

cristianismo, a partir del cual, hace énfasis en el pecado como una rebelión del ser humano

contra su propia naturaleza.

Tal rebelión puede ser interpretada como una elección, así es que aparece el

argumento de pensadores como Kierkegaard quien propone el concepto del mal como algo

contingente puesto que parte de una elección propia del ser humano, esto es, desde el punto

de vista ético.

Así pues, tal contingencia, es interpretada por Ricoeur como un acto de la voluntad,

es decir, la elección es un acto personal en el cual el hombre hace uso de su propia voluntad

para determinar sus propias acciones seas buenas o malas, y esto se da, según lo afirma

Safranski porque el ser humano es libre ya su comportamiento no está fijado sino que

obedece a lo que determine él mismo.


Referencias

Agustín, S. (1999). Confesiones (traducción de Pedro Rodríguez de Santidrián). Alianza

Editorial, Madrid.

Católica, I. (2018). Catecismo de la iglesia católica. Opus Dei Oficina de Información.

Carrillo, L. (2002). De la idealidad del bien y la realidad del mal. Estudios Políticos, 181-

196.

Grison, M. (1980). Teología Natural o Teodicea. Barcelona: Herder.

Hera, J. D. (2013). Dios y el problema del mal en la filosofía de la religión contemporánea.

Maracaibo: UNIVERSIDAD DEL ZULIA.

Kierkegaard, S. (2016). El concepto de la angustia. Sören Kierkegaard.

Ricoeur, P. (1976). El pecado original: estudio de significación. Buenos Aires.

Ricoeur, P. (1986). El mal: desafío a la filosofía y a la teología. Paris.

Safranski, R. (2010). El mal. O el drama de la libertad. Barcelona: Fábula Tusquets

Editores.

Tomás, d. A. (1997). Quaestiones Disputatae. De malo». IDEM, Cuestiones disputadas

sobre el mal, edición de E. Téllez, Pamplona, EUNSA.

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