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21211775-Gigon Los Origenes de La Filosofia Griega de Hesiodo A Parmenides
21211775-Gigon Los Origenes de La Filosofia Griega de Hesiodo A Parmenides
LOS ORIGENES DE LA
FILOSOFÍA GRIEGA
DE HESÍODO A PARMÉNIDES
1F 67 GREDOS
OLOF GIGON
LOS ORÍGENES DE LA
FILOSOFIA GRIEGA
DE HESÍODO A PARMÉNIDES
VERSIÓN ESPAÑOLA
DE
■ &
EDITORIAL- GREDOS
BIBLIOTECA HISPÁNICA DE FILOSOFÍA
Fundada por ANGEL GONZALEZ ALVAREZ
© EDITORIAL GREDOS, S* A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1985,
para la versión española.
P r im e r a e d ic ió n , 1980.
2 .a R e im p r e s ió n .
ISBN 84-249-2181-X.
Impreso en España. Printed in Spain.
Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1994. — 6718.
PRÓLOGO
II —
III
IV ;!
■ ■; T O ·. ■'
VIII
IX
■
■
■
■X
Hemos de plantearnos ahora la cuestión del desenvolvimiento
de los mundos en concreto. De la sustancia originaria de Hesío
do va brotando todo lo demás por el procedimiento personal
del engendrar y dar a luz, Anaximandro no abandona del todo
esta terminología mitológica (lo mismo que en un pasaje habla
también de lo ilimitado como del timonel de la realidad), pero
en primer término nos encontramos con categorías objetivas.
Mas el pasaje 12 A 10, redactado con desaliño, pero muy
importante por su contenido, nos dice que, en el devenir cós
mico, se ha desgajado de lo ilimitado una semilla (γόνιμον) de
la luz y de la noche (el autor tardío que nos da la noticia lo
sustituye por calor y frío, que le resultaban más familiares). La
expresión γόνιμον es lo suficientemente rara como para dejar
abierta la posibilidad de que Teofrasto no esté haciendo otra
cosa que citar a Anaximandro. Lo ilimitado se nos presenta
como una sustancia viviente que da a luz el mundo.
Por el contrario, el concepto decisivo, que señala la distancia
y superioridad del principio sobre lo originado, es “ separarse” ,
έκκρίνεσθοα, procedente, sin duda alguna, del mismo Anaxi
mandro. El testimonio de Aristóteles Phys. 187 a 20 sigs. (12 A
9) viene a decir lo siguiente: distingue Aristóteles dos modos
en que lo originado ha podido derivarse del principio. Unos
explican el principio como' absolutamente unitario y hacen bro
tar lo demás por cambios cualitativos. Los otros ven ya incluido
en el principio la pluralidad de lo posterior y hacen que esto
se derive del principio mecánicamente. En la cima de los dos
grupos se halla Anaximandro, quien dice que “ de lo Uno se
derivan los objetos, que ya están dentro de él” . Hay que dar
86 Los orígenes de la Filosofía griega
XI
XII···. ■■■■.
XIII
XIV
36 W. Kranz, Hermes, 73, 1938, 118 aclara que las estrellas estarían
“aplicadas como hojas de oro”.
Anaxímenes 129
vuelto en los acontecimientos meteorológicos que rodean inme
diatamente la tierra.
De las demás particularidades científico-naturales citemos
ahora solamente la explicación de los terremotos y del relám
pago. .
Por lo que se refiere a los movimientos sísmicos, tenemos en
Anaxímenes —el tercer presocrático ya que se ha ocupado del
asunto— un caso típico de continuidad de determinados pro
blemas en el campo de los θαυμάσια, Poseemos amplios testi
monios en 13 A 21 y en Séneca (Nat. Quaest. VI, 10). Kranz
(Hermes 73, 1938, 109 sig.) ha llamado la atención sobre el
segundo lugar y ha interpretado las dos notables comparaciones
de Anaxímenes contenidas en él. La primera es : lo mismo que
en los edificios viejos se desprenden trozos sin necesidad de
sacudidas exteriores, sencillamente porque tienen más peso que
fuerza, de ese modo pueden soltarse algunos trozos dentro de la
tierra por el agua (lluvia), el fuego (sequedad) o el viento impe
tuoso, desprenderse con el tiempo y caer, y, con su caída, hacer
conmoverse toda la estructura. Esta comparación nos lleva de
nuevo a Lucr. VI, 543 sigs.
Parece que podemos hacernos una idea de la actitud de
Anaxímenes hacia sus predecesores. De rasgaduras en la tierra
han hablado ya Tales y Anaximandro, Éste explica la forma
ción de las grietas por la lluvia y la sequedad; por ellas penetra
el viento y produce las sacudidas. No podemos decir con segu
ridad si Anaxímenes pensaba en las grietas de la superficie
terrestre o en las cavernas de la tierra, pero 13 A 21 permite
suponer lo primero. El deducir las sacudidas de la caída de
masas de tierra es una nueva variante de los elementos ya
citados por los anteriores.
La segunda semejanza completa la primera : la sacudida de
la tierra es más fuerte porque las masas terrestres rebotan en
el suelo como una pelota, que después de caer sigue botando
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XV
V ■ XVI
42 Quizá hay que emitir un juicio bien distinto sobre Her. Ill, 123.
146 Los orígenes de la Filosofía griega
XVII
' x v iií . V
Después de lia descripción de este punto central podemos
entrar en la consideración de algunos detalles de la doctrina
pitagórica.
Es cierto que la metamorfosis del alma se realiza por nece
sidad (31 B 115), pero es también un camino de la libre deci
sión del hombre. Al puro se le da una encamación en lo puro,
y al impuro en lo impuro. De acuerdo con la pureza en esta
vida, tiene lugar la vida siguiente, según una ley que actúa
“automáticamente”. Es tarea del hombre comportarse de tal
suerte que, al abandonar la vida terrena, pueda esperar, volver
a nacer en una forma más elevada.
De este modo, el concepto de pureza es una pieza maestra
de la vida pitagórica. De él brotan no sólo preceptos prácticos
de vida, sino también, en un posterior desarrollo, dos ciencias
que han conservado todavía en el bajo helenismo elementos de
su origen: la medicina y la música.
xix
La exposición de Pitâgoras ha tenido que quedarse necesa
riamente en un esbozo, en una hipótesis, que, desde las múl
tiples influencias ejercitadas por este hombre singular y por su
comunidad, ha tratado de remontarse a las causas.
Sirva como complemento, en algunos puntos, la imagen más
perceptible entre las de los antiguos pitagóricos: la del médico
Alcmeón de Crotona. Hay cosas que pueden ser precisadas con
su ayuda, aun a sabiendas de que con él no nos encontramos
frente al pitagoreísmo sin más, sino frente a un pitagórico deter
minado que ha orientado la doctrina del maestro en su dirección
concreta.
Según la noticia, digna de atención, de Aristóteles (24 A 3),
Alcmeón era un joven cuando Pitâgoras era ya un anciano. No
sabemos de dónde ha tomado Aristóteles este dato exacto. Lo
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XX
62 V., a este propósito, H. FrSnkel, Hermes, 60, 1925, 175 sig. V. tam
bién las elegías viajeras de Solón.
65 ¿O Pharos en la costa de Dalmacia? V. 21 A 33 § 5 con nota
de Diels-Kranz.
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XXI
, 72 21 A 41 a.
73 δίσκος. Este símil cuadra mejor con la lima que con el sol,
como demuestra Empédocles 31 A 1 y 31 A 60.
74 V. Kranz, o. c.t 118.
75 Por ejemplo, Virgilio, Égl. 8, 69 y en otras partes.
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O bras ’ g e n e r a le s
H esíodo
T ales
B. Snell: Die Nachrichten über die Lehren des Thales und Anfànge der
griechischen Philosophie- und Literaturgeschichte. Philologus, 96, 1944,
170 sigs.
D. R. Dicks : Thales. Classical Quarterly, 53, 1959, 294 sigs.
L. Alfonsi: Tálete e VEgizio. Riv. di filología e ist. classica, 28, 1950,
204 sigs.
Apéndice 329
A naximandro
A na x ím en fs
P itágoras
J en ó f a n es
H e r á c lito
P a r m én id es
Págs.
P rólogo ......................................................................................................... 7
A p é n d ic e 325
La aurora del pensamiento griego ha tenido siempre un hechi
zo singular. Y si su descripción corre a cargo de autoridad tan
grande como la de Olof Gigon, podemos saborear de antemano el
resultado. He aquí como rescatada de la oscuridad la filosofía pre-
socrática, desde la teogonia justiciera de Hesíodo hasta la «inexo
rable» ontología de Parménides.
Intención del autor ha sido trazar el desenvolvimiento de los
problemas especulativos fundamentales y presentar a los filósofos
dentro de la abierta continuidad histórica, en función de lo anterior
y de lo nuevo. ¿Ha logrado Gigon su propósito? Espléndida y to
talmente. Los pensadores estudiados nos resultan ahora figuras tan
vivas, tan particularizadas en su persona y en sus aportaciones,
como enlazadas con la tradición ímediata y la siguiente
Asombra la sagacidad rastreadora de Gigon. Aunque se lamen
te de que no haya una colección más completa de los fragmentos
presocráticos que la de Diels, lo cierto es que su mirada penetra lo
que para otros serian tinieblas. Entre ese campo de ruinas transmi
tidas por los doxógrafos y críticos (Teofrasto y Aristóteles en par
ticular), contaminadas de tantas impurezas o deformaciones, y
hasta contradictorias en ocasiones, sabe hallar nexos ocultos, sis
tematizar elementos esenciales, ordenar jerárquicamente, caracte
rizar con nítida seguridad. Hablar de las novedades que aporta su
libro traspasaría nuestros límites. Señalemos, cuando menos, ese
inédito Hesíodo suyo, primer buscador de la verdad, con el trágico
destino de incomprensión que le acompaña; o ese descubrimiento
de cuán descaminada es, si a la doctrina del ser miramos, la antí
tesis Heráclito-Parménides; o cómo se hace ver la revolución que
supuso el sentir religioso de Pitágoras frente a la cosmología de los
jonios; o la inolvidable descripción de cómo funciona el pensa
miento arcaico, o las diferencias entre analogía personal y analogía
objetiva... El diálogo ideal entre los presocráticos sigue resonando
en nosotros, como deseaba Gigon.