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OLOF GIGON

LOS ORÍGENES DE LA
FILOSOFIA GRIEGA
DE HESÍODO A PARMÉNIDES

VERSIÓN ESPAÑOLA
DE

MANUEL CARRIÓN GÜTIEZ

■ &
EDITORIAL- GREDOS
© EDITORIAL GREDOS, S* A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1985,
para la versión española.

Título original de la obra: DER VRSPRÜNG DER GRIECHISCHEN


PHILOSOPHIE, 2.a edición, S c h w a b e & Co. E d i t o r . Basilea
(Suiza), 1968.

P r im e r a e d ic ió n , 1980.
2 .a R e im p r e s ió n .

Depósito Legal: M. 37820-1994.

ISBN 84-249-2181-X.
Impreso en España. Printed in Spain.
Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1994. — 6718.
PRÓLOGO

El modo en que vamos a exponer aquí la más antigua filo­


sofía griega, necesita acaso una justificación.
Las obras a mano sobre este tema adolecen a menudo de
estancarse en ía esfera de la antigua historia de la filosofía,
de desarrollar los sistemas individuales, lo mismo que si hubie­
ran brotado como mundos cerrados de las cabezas de sus crea­
dores. Frente a esto, se nos presenta ante todo la continuidad
histórica. La singularidad del individuo no es lo primero, sino
lo último y más alto en lo que debe fijar sus ojos la considera­
ción histórica. A primera vista, está todo unido en estrecha
continuidad. Todo lo nuevo surge frente a algo viejo, de lo que
se desgaja y delimita. Hasta es dependiente de algo viejo, junto
a lo que crece, porque todo futuro necesita el apoyo inmediato
de algo dotado de estabilidad* antes de adquirir la fuerza sufi­
ciente para levantarse por encima de lo estable. De este modo,
cada árbol resulta ser primero una única rama y un único fruto
de un árbol ya existente.
El primer paso para alcanzar el entendimiento histórico de
la filosofía antigua consiste en el preguntarse repetidamente por
lo que cada pensador individual se ha encontrado ya vigente,
por el modo cómo ha intentado mejorarlo y superarlo y por
aquello en lo que, finalmente, él mismo ha sido también supe-
8 Los orígenes de la Filosofía griega

rado más tarde. Este carácter dialogante de la evolución histó­


rica ha sido ya notado y expuesto en cien maneras para la filo­
sofía, a partir de Platón. Pero la historia de los presocráticos
parece haberse quedado retrasada. Y acaso la primera meta que
nos hemos propuesto aquí es la de llenar un poco esta laguna
ÿ la de acercarnos al pensamiento de los más antiguos filósofos
en su movilidad más viva.
No es ésta una tarea exclusiva de la historia. Porque no se
trata ahora de circunscribir a los presocráticos —rodeados siem­
pre de la aureola de los orígenes— dentro de la relatividad de
su situación histórica y quitarles, de este modo, el último resto
de actualidad. En la continuidad de las cuestiones planteadas
desde el principio, se trata más bien de hacer visible, en la me­
dida de lo posible, el devenir de la filosofía en general como
pregunta interminable por el ser. El diálogo de. los antiguos
debe ser como el fondo del nuestro, de suerte que aquél no
pierda la actualidad y el nuestro no se vea privado del sustan­
cial espesor que sólo se adquiere en contacto con la tradicióü.
Es ya creencia tradicional que es muy poco lo que se puede
demostrar en un estudio sobre los presocráticos. Podemos deter­
minar, es cierto, con bastante exactitud las citas literales que
nos quedan de los escritos de los presocráticos. Podemos tam­
bién, hasta cierto punto, reconstruir —bien que todavía no se
haya hecho de manera suficiente— cuanto se nos decía en la
obra maestra de la Antigüedad para la historia de la filosofía,
los dieciocho libros de Teofrasto de Eresos sobre las opiniones
de los filósofos de la naturaleza, Pero la interpretación concreta
sigue siendo un espacio tremendamente abierto. Para poder ob­
tener la probable, entre tantas posibles, no nos quedan, en la
mayoría de los casos, más que esos indicios que nos ofrece el
principio de continuidad.
Cada pasaje incierto debe recibir su significación de su situa­
ción histórica, y nos preguntamos cómo hay que entenderlo,
Prólogo 9

de acuerdo con las doctrinas de las generaciones inmediatamente


anterior y posterior. Y, a la hora de completar las cuestiones
planteadas por los resultados obtenidos, hemos de aceptar por
bueno que no deben presentarse en primer término los proble­
mas que podríamos esperar hoy, desde nuestro punto de vista,
sino aquellos de los que sabemos que se han planteado de hecho
dentro del contorno histórico del texto de que se trate.
Finalmente, por cuanto se refiere al cuadro de conjunto,
hemos de advertir únicamente, en última instancia, que el resul­
tado trata de ofrecer un todo coherente, que comprenda tanto
la conexión como la libertad de los individuos. Es la conse­
cuencia de la idea heredada, según la cual sólo puede darse una
historia de conjunto de los presocráticos, a condición de que
el proceso expuesto tenga verosimilitud interna. No es mucho,
pero es suficiente.
El propósito principal de este libro es rastrear el desenvol­
vimiento de los problemas filosóficos en general, más que dete­
nerse en interpretaciones eruditas individuales; y sigo conside­
rando válido todavía hoy, en sus puntos esenciales, el cuadro
diseñado en el año 1945. Esto no quiere decir que, adoctrinado
por las investigaciones de los últimos veinte años, no haya for­
mulado algunos puntos concretos de manera un poco distinta y
que no haya tenido que completar otros. Pienso en los capítulos
sobre Heráclito y Parménides, y, sobre todo, en el dedicado
a Pitágoras, en los que, por un lado, los trabajos de Kurt von
Fritz y, por otro, los de Walter Burkert han ensanchado consi­
derablemente nuestros conocimientos. Pero he renunciado inten­
cionadamente a cambiar el texto. Escribir de nuevo algunos
capítulos hubiera sido quedarse a mitad de camino, y no era
posible renovarlo todo de arriba abajo, en la situación actual,
porque un anhelo que yo enunciaba en 1945 no ha dejado de
serlo todavía. Me refiero a la renovación completa de la colec­
ción de fragmentos de los presocráticos, preparada por Hermann
10 Los orígenes de la Filosofía griega

Diels en 1903. Ha tenido numerosas ediciones y llega hoy a la


undécima. Cada nueva edición ha supuesto correcciones y adi­
ciones y apéndices altamente valiosos, pero ha seguido siendo
el mismo el punto de partida. Hermann Diels trata de ofrecer
solamente una selección limitada de textos. Su obra ha demos­
trado su utilidad durante mucho tiempo, pero seguimos sin poder
contar con una colección completa de los testimonios antiguos
sobre los presocráticos. Sólo a base de una colección completa,
podremos fijar, hasta cierto punto, con seguridad la historia de
la transmisión e influencia de los libros de los presocráticos, a
partir de Tales; y el entender la historia de esta transmisión
e influencia corregirá sin duda, en muchos puntos, nuestro con­
cepto tradicional de la doctrina misma de los presocráticos. Sin
embargo, no hemos llegado tan lejos, ni mucho menos, aunque
podemos anunciar que se halla en preparación una nueva colec­
ción —esta vez completa— de fragmentos de los presocráticos.
Para el presente libro, he tenido que atenerme, hoy lo mis­
mo que ayer, a la colección de Hermann Diels con las adiciones
de Walther Kranz y Ernst Vogt. Ella nos servirá para nuestras
citas.·. . .
Exponer la bibliografía moderna sobre los presocráticos hu­
biera sido cosa de nunca terminar. En la primera edición he
aducido algunos trabajos monográficos, además de presentar las
grandes obras de conjunto, o sea, la todavía admirable Filosofía
de los Griegos de Eduard Zeller (con las ampliaciones de Ro­
dolfo Mondolfo, para la edición italiana), los estudios de con­
junto de John Burnet y Julius Stenzel, y luego, por ejemplo,
los libros y tratados de Karl Reinhardt sobre Parménides y
Heráclito y la chispeante obra de Erich Frank sobre Platón
y los llamados pitagóricos. Hemos tenido en cuenta cuidadosa­
mente todo lo aparecido, después de 1945. Las más de las veces
se trataba de cosas aprovechables, aunque nunca me han obli­
gado a revisar fundamentalmente mis puntos de vista. Sin em-
Prólogo 11

bargo, ha sido recogida, como apéndice de este libro, la biblio­


grafía más reciente e importante.
Si este libro hubiera de tener una tercera edición, habría
llegado la hora de repensar desde el principio la historia de los
presocráticos, sobre el fundamento de las nuevas colecciones
de fuentes. Lo que yo he tratado de dibujar aquí es la línea
de evolución de los problemas que, de acuerdo con nuestros
conocimientos, sigue siendo la más verosímil, comenzando por
la teogonia de Hesíodo, como un preludio, y terminando con
Parménides, en el que aparece por primera vez la idea que ya
había sido entrevista por sus predecesores y de la que no puede
prescindir cualquiera que, después de él, quiera hacer filosofía:
la idea del ser.
O lo f G igon
Finales de octubre de 1967

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