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Retos y limitaciones del liderazgo femenino en Latinoamérica

Lórely Z. Álvarez Condori.

En la antigua américa Latina las mujeres solían ocupar puestos de liderazgo, eran

cabezas de hogar y también jefas de comunidades, eran respetadas, respaldadas y admiradas,

ello lamentablemente se perdió con la llegada de Europa a tierras americanas, y queda la tarea

de restablecer el orden inicial, no con una visión de superioridad de uno de los géneros, sino

con la intención de crear la sinergia que el mundo requiere para conseguir el equilibrio que

nos llevará a la preservación de la raza humana. En el presente ensayo se busca cuestionar al

lector sobre: ¿Cuáles son los problemas, retos y paradigmas que no permiten que las mujeres

líderes se desarrollen en su totalidad, y cuáles son las actitudes y acciones que debería tener

la sociedad latinoamericana para erradicarlos? esto con el propósito de dar conocer que los

principales problemas que afrontan las mujeres líderes son: desigualdad de condiciones,

machismo y viejos esquemas de un liderazgo con marcadas características y tendencias

masculinas, y así crear conciencia de que es necesario adoptar nuevas maneras de pensar

como sociedad, integrar de una manera real a las mujeres y restituir el liderazgo femenino a

partir de respetar y valorar las características originales del mismo, por ello como parte de la

alternativa de solución se propone: incrementar el número de representantes mujeres en los

organismos, como gerencias y parlamentos, y crear organizaciones que sirvan de incubadoras

de emprendedoras y de lideresas, para explicar mejor esta posición servirá conocer un poco

sobre la historia del liderazgo femenino en Latinoamérica, problemas del liderazgo femenino,

paradigmas que prevalecen al respecto al día de hoy, y posibles alternativas de solución, con

una visión al futuro.

Se sabe que en la historia femenina prehispánica andina existían mujeres al mando

dentro de las estructuras de poder y que el cambio al colonialismo significó, también el


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surgimiento de la contradicción con la lógica occidental respecto al rol jerárquico del padre

(Salles & Noejovic, 2016), por lo cual, gran parte de la historia, acerca de las mujeres líderes

en Latinoamérica, se ha perdido, u ocultado, y esto ha generado cierto retraso y confusión

sobre los roles que debería, inclusive hasta la actualidad, realizar la mujer como cabeza de los

diversos organismos de la sociedad, traduciéndose esto en la masculinización sistemática de

la forma de hacer las cosas (Poncela, 2008), un estereotipo que no permite que la mujer pueda

desarrollarse del todo, al no explotar, o no habérsele permitido utilizar de manera natural sus

características innatas la ha condenado a seguir durante mucho tiempo patrones establecidos

que no van acorde a su realidad, ni su naturaleza femenina, se verá líneas después, como esta

“masculinización” ha afectado y limitado a la mujer hasta la actualidad perjudicándola en el

desarrollo en diversos espacios de su vida.

A diferencia de lo masculino la característica de “lo femenino” está asociada con la

receptividad y ha venido cobrando reciente importancia en distintos ámbitos humanos en

general, se le asume como un “principio creador y vinculante de carácter originario en la

historia de la humanidad y como un factor decisivo de nuestra evolución en un momento en

que el patriarcado está siendo cuestionado y en el que enfrentamos una grave crisis

ecológica” (Sagols, 2016). Se sabe que mujeres y varones analizan y procesan la información

de manera distinta, “las mujeres como grupo poseen una serie de valores distintivos (valoran

la relación, la colaboración y la discusión), y eso precisamente las llevaría a mostrar un estilo

de liderazgo diferente al de los hombres” (Druskat en Cuadrado, 2004), esto nos hace pensar,

que si la libertad creativa, la curiosidad, el pensamiento en general y el modo de hacer las

cosas de las mujeres hubiera sido desde un principio liberado, cultivado, valorado y

respetado, en convivencia y sinergia con el pensamiento masculino, se hubieran logrado

mejores resultados en las decisiones tomadas en diversos momentos de la historia de la

humanidad, quizás inclusive hubieran existido menos guerras y pugnas criminales por el
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poder, esto debido al carácter vinculante de lo femenino, y se hubiera podido gozar de una

sociedad más igualitaria, compasiva, y equilibrada a nivel general, aunque esta es una

suposición y no ha podido ser comprobada, guardaría estrecha relación con el tema principal

de este ensayo que afirma que existe una necesidad de restituir el liderazgo femenino no solo

con un fin de beneficiar a las mujeres sino a toda la humanidad.

A todo lo anteriormente expuesto se suma el problema de que los roles otorgados a las

mujeres, sea por tradición o herencia, le representan a las mismas, un alto costo afectivo y

emocional, provocándoles insatisfactorias relaciones inter género y de difícil contención por

su propia naturaleza (Gonzales de Chavez, 1998, p. 15) obligándolas a negar, ceder o relegar

sus propias aspiraciones en el ámbito personal, debido a que caen en contradicción con el

ámbito público, que es un espacio en el que requieren ganarse el reconocimiento de los

otros, el respeto y la valoración, los cuales son logros que alcanzarán muchas veces a costa

habitualmente de sacrificar espacios personales de su vida, espacios representados por sus

hijos y familia en general. Estas acciones han provocado en las mujeres una presión excesiva

por querer cumplir exitosamente las demandas de todos los ámbitos en los que se desarrollan,

las cuales son muchos más que en el caso de los varones, y esto se ha traducido en una

desventaja para ellas, porque bajo esta perspectiva androcéntrica, donde en los roles

existentes establecidos siempre se ha dado por sentado que la mujer va a cumplir el papel de

soporte para el hombre, se les exige a las mujeres el éxito, sin considerar que ambas

realidades son muy diferentes, esto ha conllevado a que se gesten conflictos, resistencias,

culpabilidad e inadecuación en muchas mujeres, siendo ellas parte fundamental de la

sociedad, urge la necesidad de empatizar y apoyarlas a encontrar el equilibrio que les permita

en libertad y fuera de expectativas, cumplir sus objetivos y ejercer sus funciones de una

manera más eficiente y humana, respetando y preservando principalmente su naturaleza

creadora.
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Entre otros de los problemas que aquejan a la mujer, más específicamente en lo que

refiere a su liderazgo, y sobre todo en la sociedad latinoamericana, está la informalidad del

empleo femenino, según la OIT, la brecha de informalidad en trabajos entre ambos sexos es

de aproximadamente 6 puntos porcentuales, es decir mientras que 50.1% de las ocupaciones

femeninas son informales, sólo el 44.1% lo son en el caso de los hombres (OIT, 2006), esto

puede deberse al problema de machismo que se arrastra en Latinoamérica, que sigue sin

permitir que muchas mujeres puedan acceder a una mejor educación, esto porque existe el

paradigma de encasillar a las mujeres en el papel de cuidado de los hijos y actividades del

hogar, paradigmas que operan inclusive tras la violencia de género en cualquiera de sus

formas manifestadas. Adicionalmente a ello, está el supuesto del costo que representan las

licencias por maternidad, ya sea a nivel de productividad en las empresas privadas o los

costos dentro del sector público, que sutilmente siguen permitiendo que exista aún la

preferencia de contratación de un género sobre el otro. Y si bien es cierto que la brecha

salarial entre hombres y mujeres se ha reducido en los últimos años, esto ha sido a costa de la

sustitución de la fuerza laboral masculina por la femenina, y se ha debido a que, aunque el

trabajo es el mismo, la paga por las mismas tareas es menor en caso de las mujeres, estos

problemas laborales hacen que nos cuestionemos como sociedad: si realmente estamos

solucionando el problema de la discriminación por género, que de no ser así demostraría una

vez más, que lamentablemente las mujeres siguen a la espera de ese quiebre final, que pueda

provocar que sean tratadas con mayor respeto y justicia.

A pesar de la creciente aceptación de las mujeres en puestos de liderazgo y de poder,

pocos han sido los casos en los que la mujer ha alcanzado el mismo nivel de poder que el

hombre. Cuando una mujer ha llegado a los más altos círculos de poder, pocas son las que se

conducen de forma diferente a los hombres, y esto surge debido al hecho de que el núcleo de

poder y las reglas del juego continúan siendo predominantemente masculinos, es por ello que
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la inserción real de la mujer en el poder, requiere de cambios culturales profundos. Un factor

importante, que juega en contra de las mujeres en esa misma línea, es la imposibilidad de

acceder a las instituciones educativas y científicas y a eso se debe la escasa presencia de

mujeres en la práctica científica (aún hoy, en que prácticamente en ningún país, al menos

occidental, se admite la discriminación por razón de sexo) ante ello sociólogas e historiadoras

han investigado algunas causas explicativas a dicho fenómeno, y se ha hallado, que las

mujeres son admitidas prácticamente como iguales hasta que una actividad se institucionaliza

y profesionaliza y que el papel de las mujeres en determinada actividad es inversamente

proporcional al prestigio de esa actividad. “Por otro lado, se han apreciado dos formas

fundamentales de discriminación: la territorial y la jerárquica” (Perez, 2001), esto explicaría

el por qué en el primer caso las mujeres quedan relegadas a disciplinas y trabajos concretos

marcados por el sexo, embarcándolas en tareas o campos que están sumamente feminizados,

a los que se les atribuye menor valor y se los considera rutinarios o poco importantes por el

hecho de ser realizados por mujeres.

Una buena noticia es que al día de hoy existen más mujeres en el poder público o

puestos gerenciales a diferencia de los años anteriores, un adelanto general en las capacidades

y oportunidades para las mujeres, cambios de actitud acerca de la participación femenina en

la política, así como la consolidación de instituciones democráticas en la mayoría de los

países, han creado un clima favorable para que las mujeres lleguen a ocupar puestos de poder

en números que sorprenden por su optimismo, “Hoy en día, las mujeres representan alrededor

del 13% de los miembros de las dos cámaras alta y baja, en América Latina (si se toma en

cuenta América del Norte y el Caribe, la cifra sube para 15.4%) cuando a principios de la

década era del 10%.” (Mala, 2000), al analizar este tema a profundidad, se ha notado que

muchas mujeres han llegado a tener el respaldo de la población para ocupar puestos de poder

en la actualidad principalmente debido a su preocupación por abogar por cambios en las leyes
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y en la política, que mejoren la vida de las mismas mujeres, o los más necesitados. También

se sabe que en la sociedad en general, a las mujeres se les asocia en mayor proporción, con la

compasión y la preocupación por las masas y en menor, con la corrupción, siendo estas las

virtudes que se le atribuyen al género femenino, representarían un apoyo fundamental para

impulsar el emprendimiento de las mujeres hacia el liderazgo a todo nivel, pero aun estando

la sociedad y los políticos del lado de ellas al opinar que sería recomendable y beneficioso

este tipo de liderazgo para la sociedad, es irónico que sigan existiendo grandes brechas que

debieran ser acortadas, una posible solución sería promover que aproximadamente el 50% de

los políticos que nos representan en cámaras, senados o congresos, sean mujeres, esto

permitiría un equilibrio y una visión compartida de la gestión de los diversos países, lo

mismo se podría replicar en las gerencias en las empresas.

Hay que reconocer que los avances logrados en cuanto al liderazgo de la mujer en las

últimas dos décadas pueden atribuirse a la expansión educativa en la región, los cambios

culturales, la democratización y la adopción de legislación y mecanismos de acción

afirmativa a su favor. Sin embargo, estos avances, no han beneficiado a todas las mujeres por

igual, por citar algún ejemplo, las oportunidades que tienen las mujeres indígenas,

afrodescendientes, pobres y de origen rural para acceder a mejores posiciones siguen siendo

limitadas y casi todas las mujeres de América Latina siguen enfrentándose a barreras

económicas, sociales, culturales y políticas para una plena e igualitaria representación en la

política y en el mundo laboral. Pero resulta esperanzador con visión hacia el futuro que las

mujeres votarán conscientemente más a menudo, y si continúan exhibiendo las actuales

preferencias, votarán más frecuentemente por candidatas mujeres y les darán mayor peso a

los temas de la mujer en las elecciones. Adicionalmente, la preferencia por mujeres en

puestos políticos debería incrementar a medida que el nivel educativo general de la población

se eleve junto con el desarrollo económico. Otra de las cosas que juega a favor del sector
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femenino es que el envejecimiento de la población de América Latina, combinado con la

mayor longevidad de la mujer, dará cierta base a que se realice el cambio paradigmático que

se requiere en la sociedad latinoamericana (Buvinic & Roza, 2004).

Como se puede ver, el liderazgo femenino sigue siendo una situación compleja y hasta

lejana para una gran cantidad de mujeres que desean asumir el liderazgo de sus instituciones,

ser reconocidas y alcanzar el poder al igual que los hombres, es por esto que urge una

reivindicación de la mujer como tal, y así también es necesario promover el respeto y

respaldo del tipo de liderazgo que pueda ejercer. Ante ello surgen algunas iniciativas, que

podrían apoyar al restablecimiento de la mujer como líder en las diversas organizaciones

sociales, tal como lo fue en un inicio en Latinoamérica, dentro de estas alternativas se plantea

recopilar y sistematizar información cuantitativa de la presencia de mujeres en los cargos

importantes, adicionalmente a ello otorgarle mayor prioridad a la investigación de la

problemática del acceso de las mujeres al cargo, también impulsar el análisis y debates en

torno a la discriminación (para tender puentes entre ambos géneros y educar a la población

acerca de los retos que nos toca resolver), se debería también continuamente apoyar el

fortalecimiento y creación de asociaciones y redes de mujeres para poder generar un cambio

transformacional con respecto al tema, Massolo (2006). Existen iniciativas también por parte

de mujeres de diferentes partidos políticos y orientaciones ideológicas quienes se han unido

en alianzas políticas para abogar por cambios en las cuestiones que afectan a las mismas

mujeres. Su trabajo ha llevado a la promulgación de leyes sobre violencia doméstica en

cuando menos 12 países, a artículos constitucionales sobre igualdad de género, y a las

reformas de leyes familiares para garantizar a la mujer derechos iguales de propiedad y de

patria potestad.

Las mujeres han venido atravesando cambios culturales, mentales y sociológicos en

conjunto con toda la humanidad para tener la posición que ocupan al día de hoy, han sacado
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constantemente fuerzas de flaqueza para hacer siempre más, por encontrarse en una posición

poco ventajosa principalmente por los problemas de masculinización de sus tareas y roles, las

excesivas demandas y expectativas de éxito por parte de la sociedad, la desigualdad de

condiciones y la discriminación de la cual han sido víctimas, esto afortunadamente con

menos frecuencia a la actualidad. Y hay que reconocer que, si como sociedad latinoamericana

se ha mostrado mayor empatía y apoyo hacia este sector de la población, existen aún muchas

barreras que derribar y mucho trabajo por hacer para el restablecimiento del liderazgo

femenino. Afortunadamente las leyes vienen favoreciendo a las mujeres, y se han creado

múltiples organismos que las respaldan y protegen, pero existe aún un déficit en lo que

respecta a organismos que puedan no solo concientizar y velar por ellas, sino también

orientar y apoyar el emprendimiento de nuevas líderes, que tomando la posta se encarguen de

factibilizar todos los cambios que vienen siendo planteados e inclusive aceptados desde hace

ya un tiempo. Afortunadamente cada vez más, los varones en Latinoamérica, están abiertos a

dejarse guiar por un liderazgo femenino, y se considera que, involucrándolos un poco más, se

podrían tener mejores resultados, esto, junto a la promoción de más mujeres a puestos

gerenciales, aunado a un incremento de mujeres destacadas en el campo de las ciencias y

procurando tener un número considerable de representantes mujeres en el gobierno, podrá

dar el soporte necesario para hacer el cambio de paradigma como sociedad. Por su puesto

siempre está la responsabilidad de cada ser humano de seguir educando a toda la población

sobre las mejores maneras de vivir en comunidad, para el bien de todos y sobre todo para el

propio desarrollo del ser humano, existe entonces un panorama esperanzador para las

mujeres, y para que finalmente se pueda restituir el liderazgo femenino como orden válido

para la sociedad latinoamericana.


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Referencias

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Latina/ Banco Interamericano de Desarrollo- Departamento de Desarrollo Sostenible

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