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(11) O. N. U.: Report of the World Land Reform Conference, 1969», Nueva York,
1968, págs. 14 y ss. y 63 y ss. Asimismo, y entre otras publicaciones, en su informe
«Progress in Land Reform, Fith Report», Nueva York, 1970, págs. 261 y ss.,
también insiste en el tema.
(12) Para estudiar la actual estructura agraria de Latinoamérica, véase la
reciente obra de S. BARRACLOUGH: «Agrarian Structure in Latin America», Lexington
Books, Massachusetts, 1973.
(13) Véanse, en especial, para un estudio más detallado de la imposición como
instrumento de reforma agraria los «Papers and Proceedings of the Conference on
Agricultural Taxation and Economic Development». Harvard, Cambridge, Massac-
husetss, 1954; son de destacar, en especial las aportaciones de Raup y Heller.
Respecto a Latinoamérica pueden consultarse, entre otras, las obras de K. GRIFFIN:
«Financing Development in Latin America», MacMillan.Londres, 1971 y R. M. BIRD:
«Taxation and Development», Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts,
1970; en ellos encontrará el lector interesado en el tema una interesante bibliografía
-lúe no consideramos oportuna incluir en esta presentación.
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gunos de los más recientes intentos de reforma, así como los que se
realizan en este momento. A la vista de experiencias pasadas, también
se trata de adelantar algunas ideas en el sentido de cómo van a afectar
la continua presión de reformas agrarias en las decisiones de los
distintos países latinoamericanos.
A pesar de toda la complejidad existente, el fondo del problema de
la reforma agraria es relativamente sencillo, pudiendo definirse el mis-
mo en términos claros y concisos: El actual modelo de propiedad
agraria (ejemplo: la propiedad y control de los recursos de la tierra)
tiene una naturaleza que no corresponde ni a las aspiraciones de la
población rural, ni a las necesidades del rápido progreso tecnológico.
Lo que se precisa poner en .práctica es una redistribución de los dere-
chos del agricultor que trabaja la tierra y un mayor control social
sobre los recursos de la misma (1). Estos cambios son los que ahora
se piden, tanto por los políticos que desean capitalizar el creciente
sentimiento- popular, como por los intelectuales que se interesan en
modernizar las instituciones de sus respetcivos países.
Los planificadores del desarrollo económico se dan cada vez más
cuenta del importante papel de la agricultura en el crecimiento econó-
mico de América Latina. Por tanto, existe la tendencia de considerar
con mayor atención el sistema de propiedad agraria como factor prin-
cipal del estancamiento del sector agrícola. De cualquier modo, es la
redistribución de la renta lo que da un peculiar y" fascinante matiz al
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ESTRUCTURA AGRARIA
El latifundio
Consideraremos en primer lugar las grandes propiedades y su im-
portancia.
Teniendo en cuenta que prácticamente todas las estadísticas se basan
en términos de explotaciones, más que en términos de propiedades, el
grado de concentración es normalmente superior al que se desprende
de los datos. Esta concentración puede ilustrarse con unas cifras (2):
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En Guatemala hay 516 granjas agrícolas (el 0,15 por 100 del total), que
representan el 41 por 100 de la tierra agrícola; en Ecuador hay 705
(0,17 por 100), que representan el 37 por 100; en Venezuela, el 74 por 100
de la extensión agrícola comprende 6.800 explotaciones (1,69 del total),
distribuidas en propiedades de más de 1.000 hectáreas. La mitad de la
superficie agrícola del Brasil se halla en manos del 1,6 por 100 de los
propietarios. En Nicaragua existen 362 propietarios, que controlan total-
mente un tercio de la extensión agrícola. La mayor concentración puede
observarse en Bolivia, donde con anterioridad a la reforma agraria el
92 por 100 de la tierra se encontraba en menos.de 5.500 unidades, que
representaban el 6,4 por 100 del total. Estas cifras —basadas en su ma-
yor parte en datos estadísticos— no son del todo exactas, pero ofrecen
un buena indicación de la magnitud de la concentración agraria. Si fuera
posible calcular la tierra cultivada o cultivable por medio del tamaño
de las propiedades, el índice de concentración disminuiría, ya que mu-
chas de las grandes unidades incluyen zonas montañosas, desérticas o
pantanosas, de un valor dudoso.
Por otra parte, se admite generalmente que —por razones históricas—
es en los latifundios donde se encuentran las mejores tierras. Este es
un hecho que se observa en la mayoría de los países y que tiende a
aumentar significativamente el monopolio agrario desde el punto de vis-
ta de la calidad. Más aún, los datos estadísticos son normalmente parcos
en lo que se refiere a la categoría de propiedad pequeña, debido a lo
cual se subestiman los minifundios trabajados frecuentemente por cul-
tivadores emigrantes y pioneros. En consecuencia, es posible que sea
aún mayor el porcentaje real de las grandes unidades.
En un breve resumen de los datos disponibles se observa en el cua-
dro I (correspondiente a América Latina) que un 10 por 100 de los
propietarios absorben casi un 90 por 100 de la superficie agraria, lo
que significa que este grado de concentración es mucho mayor que en
cualquier otra parte del mundo con una superficie comparable.
Se ha escrito mucho acerca de los orígenes históricos del sistema de
latifundios. Básicamente, refleja cómo estaba organizada 1^> sociedad en
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El minifundio
Veamos ahora el otro lado de la moneda. La mayor parte de las
haciendas son pequeñas, incluso con frecuencia tan pequeñas que, de
acuerdo con los actuales niveles tecnológicos, estos minifundios no
pueden proporcionar a una familia un nivel mínimo de vida aceptable.
En Guatemala, el 97 por 100 de todas las haciendas son unidades de
menos de 20 hectáreas. La cifra que corresponde a Perú y Ecuador es
del 90 por 100; 95 por 100, en la República Dominicana; 88 por 100, en
Venezuela; 88 por 100, en lo que respecta al sector privado de la eco-
nomía agraria mejicana. En Colombia existen más de 325.000 propie-
dades agrícolas con un promedio de media hectárea y 500.000 con
28 hectáreas de promedio.
La gravedad de la situación de los minifundios se ve aumentada por
la fragmentación, por una posesión ilegal y por una variación del
cultivo. En muchas zonas —especialmente en las montañas andinas—
estas pequeñas propiedades se han subdividido, como resultado de pre-
siones de la población, en parcelas diminutas, que muchas veces no
llegan a tener más de unos pocos pies de anchura. De acuerdo con los
informes Métraux —por ejemplo—, en la región de Conima, al otro
lado de la costa del lago Titicaca, no existe una sola propiedad que
no se halle partida en 15 ó 20 parcelas (4). Muchas de las unidades más
pequeñas están explotadas por gente asentada ilegalmente en tierras
públicas o privadas que no tienen propietario y cuyas operaciones
agrícolas son en extremo insatisfactorias, tanto desde el punto de vista
de la seguridad, como del empleo de los recursos.
Finalmente, existe el problema de la agricultura emigrante o cam-
biante a pequeña escala, la cual se practica en grandes áreas .de zona
normalmente forestal en el cinturón tropical, que viene acompañada
en la mayoría de los casos de unas quemas y otros métodos inútiles.
La gran mayoría de los minifundios representan un tipo de agricultura
incierta que se encuentra fuera de la economía de mercado.
(4) ALFRED MÉTRAUX: «The Social and Economic Structure of the Iridian Com-
munities of the Andean Región», International Labour Review, volumen 79, núm. 3,
marzo 1959, págs. 225-243.
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(5) Véase el articulo de GEORGE MCBRIDE sobre: «Land Tenure - Latín America»,
en Encyclopedia of the Social Sciences, 1950, volumen IX, págs. 118-127.
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La comunidad
El tercer tipo importante de propiedad agraria en América Latina es
lo que se denomina comunidad, que es mucho más antigua en origen
que la hacienda o la plantación. Los incas, mayas y aztecas poseían
tierras de modo colectivo, y la supervivencia del sistema se puede hoy
en día localizar en zonas de poca población nativa india, generalmente
en los Andes.
El número de indios que >• ;ven en las planicies y valles de la cordille-
ra andina —entre el Norte de Argentina y Ecuador— se estima que as-
ciende de cinco a seis millones.
La comunidad india es una institución significativamente duradera,
a pesar de que se ha ido difuminando lentamente. Su base es la suma
de familias que, juntos, tienen derechos sobre superficies agrícolas
específicas. El territorio de la comunidad se considera intransferible,
aunque los derechos de propiedad de la familia se reconocen, y cada
individuo es libre para disponer de sus tierras dentro del grupo.
En los tiempos modernos hay muchas comunidades que de hecho
han subdividido e individualizado sus propiedades, pero en la mayor
parte de ellas existe una reasignación periódica de la superficie entre
los miembros de las comunidades. Gran parte del trabajo se realiza de
forma colectiva sobre una base de intercambio. Los sociólogos y los
antropólogos han venido dedicando una atención especial a las co-
munidades indias y las vislumbran como herederos del pueblo inca (6).
El ejido mejicano es un sistema de tenencia que se remonta al tipo
ancestral de las comunidades, producto de la reforma agraria revolu-
cionaria. La mitad de los agricultores de Méjico son hoy en día ejida-
tarios.
Aunque el sistema de ejido está mucho más relacionado con las co-
rrientes socioeconómicas del país .que con las comunidades cultural
y geográficamente aisladas del Perú, Bolivia o Ecuador, dicho sistema
padece muchos de los mismos males económicos. Estos arreglos comu-
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El sistema de colonos
La última faceta importante del sistema de tenencia agraria la-
tinoamericana, que vale la pena recordar aquí, es el modelo de la
fuerza laboral agrícola.
En una parte donde la mayoría de la gente del campo no son pro-
pietarios de la tierra, los sistemas de trabajo agrícola tienen una in-
fluencia decisiva sobre la productividad y los niveles de vida, y, a pesar
de su importancia, esta es una esfera que se encuentra en gran parte
ignorada. La información disponible relacionada con los trabajos agrí-
colas y su múltiple combinación con reparto de cosechas es altamente
deficiente.
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e s Para una mejor comprensión del sistema del «colono» y sus variantes, véase
SAM SCHULMAN: «The Colono System in Latín America», Rural Sociology, volu-
men 20, núm 1, marzo 1955, págs. 34-40. Véase también International Labour Office:
«Los agricultores sin tierras en América Latina», Ginebra, 1957.
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MÉJICO
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(10) Entre la gran cantidad de obras existentes sobre la reforma agraria meji-
cana, seleccionamos las siguientes: NATHAN L. WHETTEN: «Rural México», University
of Chicago Press, Chicago. 1948: FRANK TENNENBAUM: «México The Struggle for
Peace and Bread», Alfred Knopf, Nueva Yorg, 1951; RAMÓN FERNANDEZ Y FERNÁNDEZ:
«La reforma agraria mexicana», El Trimestre Económico, volumen 24, núm. 94, 1957;
JESOS SILVA HERZOG: «El agrarismo mexicano y la reforma agraria». Fondo de
Cultura Económica, Méjico, 1959; CLARENCE SÉNIOR: «Land Reform and Democracy».
University of Florida Press, Gainesville, 1958.
(11) El»«Ejido» es el sistema de tenencia comunal de la tierra en el que las
tierras son propiedad de la población del pueblo, siendo usadas por la colectividad,
distribuyéndola entre los «ejidatarios» para su cultivo en numerosas porciones, que
cada individuo tiene derecho a ocupar y usufructuar. La tierra del «Ejido» no
puede ser vendida o hipotecada.
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(14) Para analizar la reforma agraria con profundidad véase EDMUNDO FLORES:
¿Land Reform in Bolivia», Land Economics, volumen 30, núm. 2, mayo 1954,
págs. 112-124.
(15) DWIGHT B. HEATH: «Land Reform in Bolivia», Inter-American Economic
Affairs, volumen 12, núm. 4, 1959, págs. 3-27.
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(19) Un buen análisis sobre las primeras fases de- la reforma agraria cubana se
encuentra en F. A. O.: «Draft Report of the FAO Regional Land Reform Team for
Latin America», Roma, julio 1960 (mimeografiado).
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VENEZUELA
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ble por el amplio marco que cubre, ya que no solamente trata de los
problemas de tenencia y disfrute de tierras agrícolas, sino que asimismo
se refiere a otros aspectos de una extensa política agraria.
El articulado fundamental de la ley establece el concepto de pro-
piedad agraria y función social, bajo el cual se encuentran sujetos
a expropiación únicamente tres tipos de superficie; tierras incultiva-
das; propiedades trabajadas indirectamente por arrendatarios, aquellos'
que tienen participación en las cosechas y otros intermediarios; y tie-
rras adecuadas para el cultivo, pero que se dedican a pastos naturales
para una cría extensiva de ganado.
En otros artículos de la ley se establece que la superficie privada
únicamente puede expropiarse en el caso de que no se disponga de
propiedades públicas en la misma zona. La ley fija también los límites
absolutos del tamaño bajo los que no puede expropiarse la superficie
privada. A pesar de todo, en ciertos casos y debido a grandes presio-
nes, las tierras pueden expropiarse sin tener en consideración los cri-
terios sobre tamaño y empleo de la superficie.
Las tierras expropiadas se pagan en metálico hasta un valor de
30.000 dólares, y por encima de este tope, el pago se realiza paite en
metálico y el resto en bonos. El pago se hace sobre la base del valor
del mercado actual.
Con respecto a la selección de los nuevos propietarios, se da gran
prioridad a aquellos que verdaderamente cultivan la superficie que
está sujeta a redistribución. Los precios de venta que se fijan a los
nuevos propietarios se basan en el coste de compra, más las mejoras
correspondientes, y el pago puede extenderse por un período de veinte
o treinta años. En algunos casos la superficie agraria se puede distri-
buir gratis.
En adición a estas medidas básicas la ley se refiere a una imposi-
ción agraria gradual, con el fin de obligar a los propietarios de grandes
superficies agrarias a cultivarlas de modo más intensivo o venderlas.
Hay otro articulado que trata de los créditos agrarios, marketing,
servicios de extensión, cooperativas, desarrollo agrario, y otras medidas
suplementarias.
Existen aproximadamente 2.500 grandes propiedades que exceden
los límites jurídicos y que, por consiguiente, pueden estar técnicamente
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PROGRAMAS DE COLONIZACIÓN
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IMPOSICIÓN AGRARIA
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podrían llevarse a cabo por métodos indirectos, evitando así los gran-
des costes sociales de programas drásticos, y las injusticias que van
implícitas con una distribución radical de los recursos. A este fin la
imposición agraria habría de asumir una función doble. Además de
satisfacer una función fiscal legítima, una imposición agraria gradual y
estructurada adecuadamente serviría para obligar a los propietarios
agrícolas, bien a una intensificación de los cultivos, o a desprenderse
de sus propiedades.
La experiencia impositiva agraria que se ha registrado en América
Latina no es alentadora, y en este sentido, Colombia es el mejor ejem-
plo. Igual sucede en otros países latinoamericanos, los impuestos agra-
rios en Colombia son extremadamente suaves, y en muchos casos, fa-
vorecen a los grandes empresarios que no realizan inversiones en la
agricultura. El tipo medio es del 0,4 por 100.
Aunque el BIRD (Banco Internacional para la Reconstrucción y el
Desarrollo) es generalmente rehacio a tocar los problemas que pueden
dar lugar a controversias respecto a la tenencia agraria, una de las
principales recomendaciones que él mismo hizo a Colombia en 1950
y 1956, fue una imposición agraria gradual basada en un empleo poten-
cial de \a tierra. La primera de las misiones del BIRD en Colombia
recomendaba (lo que se llegó a llamar el Infirme Currie) un impuesto
agrario gradual sobre un tipo del 0,4 por 100 para las tierras con una
utilización adecuada, y unos tipos impositivos más elevados en lo refe-
rente ? 1? superficie con un empleo pobre Í23).
La Misión de 1956 sugería un cálculo de '.a .superficie agraria basada
en un óptimo, más que sobre un empleo actual de la misma, obligando
a los propietarios de propiedades especulativas a un impuesto sobre la
renta basado en un rendimiento neto presunto que va del 3 al 5 por 100
del valor de la tierra y del capital fijo (26).
En 1957, el Decreto Gubernamental número 290 convierte en ley una
variante de estas ideas, proporcionando un sistema elaborado de in-
(25) International Bank for Reconstruction and Development: «The Basis for
a Developrnent Program for Colombia», Johns Hopkins Press, Baltimore, 1950,
págs. 384-387.
(26) Sir HERBERT R. STEWART, et al.: «The Agricultural Development of Colom-
bia», International Bank for Rsconstruction and Development, Washington. 1956
(mimeograf iado).
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(29) Perú. Comisión para la Reforma Agraria y la Vivienda: «La reforma agraria
en el Perú», (Exposición de motivos y proyecto de Ley), Talleres Gráficos Villa-
nueva, S. A., Lima, 1960.
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(30) Colombia. Comité Nacional Agrario: «Proyecto*tde ley sobre reforma social
agraria», Bogotá, octubre, 1960, (mimeografiado).
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COMENTARIO FINAL
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nes propias de una promoción del desarrollo económico, que con tanta
frecuencia se proclama.
Lo importante consiste en derrumbar la vieja estructura (especial-
mente el complejo latifundio). Es corriente observar una carencia total
de toda exploración de modelos alternativos, y tener por lo menos una
ligera preocupación de lo que significa «agricultura familiar», concepto
que en esencia proviene del Norte de Europa y América del Norte,
aunque se duda mucho que el modelo mencionado —en su aspecto co-
mercial absoluto— pueda ser realista en Lationamérica, en términos
generales.
Las propiedades agrarias de tamaño medio —con orientación al
mercado de los países de América Latina casi nunca operan sobre la
base de una mano de obra familiar únicamente. Incluso las unidades
pequeñas con frecuencia tienen un patrón que dirige las faenas, y unos
colonos o peones que realizan el trabajo.
Se ha investigado muy poco acerca de los tipos de tenencia en ré-
gimen de cooperativa o comunidad (el ejido fue una solución mejicana
muy particular).
Por un lado existe la preocupación obsesiva de acabar con el sis-
tema actual, y con las ligaduras de una estructura clasista rígida y
paternalista, lo que probablemente no sea erróneo, pero por otro lado,
existe también el peligro real de agravar aún más el problema del mi-
nifundio, en el curso del proceso.
Quizá resulte relevante el caso de Puerto Rico, donde existen lo que
se denominan propiedades agrarias sobre una base de beneficios pro-
porcionales. Este sistema o arreglo, se lleva a cabo de acuerdo con la
Ley Agraria de 1941 de dicha isla.
La Jefatura Agraria de Puerto Rico (corporación oficial) dirige la
explotación de las zonas de caña azucarera que fueron expropiadas por
exceder los límites constitucionales de 500 acres —desaplicación a las
corporaciones—, mientras que las mismas se trabajan por obreros sin-
dicados, que reciben, además de sus salarios regulares, parte en los
beneficios, distribuidos anualmente en proporción al trabajo realizado.
Este sistema parece que ha servido para mantener una eficiencia pro-
ductiva, y es una fórmula para una repartición de derechos entre los
campesinos, sin necesidad de subdividir la tierra excesivamente. Este
sistema dispone también de una gran variedad de posibles alternativas.
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(31) Act of Bogotá (Measures for Social Improvement and Econoinic Develop-
ment within the Framework of Operation Pan America), en el documento OEA/ser.
G/IV C-i-487, Council of the Organization of America States; noviembre 26, 1960,
pág. 6.
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CUADRO 1
0 - 20 72,6 3,7
FUENTE: Osear Delgado en: «Estructura y Reforma Agraria en América Latina», editado por
la Sociedad Económica de Amigos del País, Bogotá, 1960.
CUADRO 2
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CUADRO 3
CUADRO 4
0-20 66 78 216 1
20-100 8 9 326 1
100-1.000 6 7 2.102 6
Más de 1.000 5 6 30.099 92
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CUADRO 5
CUADRO 6
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