Está en la página 1de 172

El delicado arte de relacionarse con la ge11te y

llegar aella mediante el testitno11io persottal


Elttté!Odo de

Cristo
TeSli~caf
El método de
Cristo para

Testiicar Philip G. Samaan

El delicado arte de relacionarse


con la gente y llegar a ella
mediante el testimonio personal

ASOCIACION CASA EDITORA SUDAMERICANA


Av. San Martín 4555, 1602 Florida
Buenos Aires, Argentina
Título del original en inglés: Christ's Way of Reaching People. R&H Publ.
Assn., Hagersto~n, MD, E.U.A., 1990. Existe una edición en castellano de la
DSA de la IASD.

Editora: Mónica Casarramona


Traductora: Susana Ch. de Schulz
Tapa: Hugo O. Primucci

IMPRESO EN LA ARGENTINA
Printed in Argentina

Segunda edición
MCMXCV - 2,5M

Es propiedad.© R&H (1990). © DSA de la IASD (1992). © ACES (1995)


Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 950-573-532-4

266 Samaan, Philip G.


SAM El método de Cristo para testificar -2a. ed. - Florida (Buenos Aires): Asocia-
ción Casa Editora Sudamericana, 1995.
173 p; 20x14cm.
Traducido por: Susana Chaskelis de Schulz
ISBN 950-573-532-4
l. Título - 1. Evangelización

Impreso, mediante el sistema offset, en talleres propios.


201295
-36448-
cdmMrk~~
'Jni~G?~
y'lni~~.
INDICE
Introducción .... .... ..... ... .... ....... ..... ..... .. .. .. .. .... .. ..... .... .. .. ....... .. 9

l. Cristo en nosotros .... .... .. .... .. ...... .. ... .. ... .... ... .. ... .... .. .. ..... 13

2. "Salados" por Cristo ..................................................... 21

3. Solamente el método de Cristo ..................................... 35

4. Cristo, el acompañante .................................................. 44

5. El Cristo compasivo....................................................... 58

6. Cristo, la respuesta a nuestras necesidades ................... 74

7. Podemos confiar en Cristo............................................. 87

8. Sígueme ......................................................................... 102

9. Pescadores de hombres ................................................. 114

10. La estrategia de reproducción ....................................... 133

11. La estrategia de infiltración ... ... .. .. .. ... .. ....... ... .. .. ... .. .. .. .. 140

12. Por su Espíritu ............................................................... 152

Bibliografía .......................................................................... 167


INTRODUCCION

~/V__/)
cg- muchos años, me encontré en una universidad
~ ~~rteamericana con un estudiante de psicología
que cursaba estudios de posgrado. Después de haber charlado con
él por algunos momentos, me confió que muchos de los psicólo-
gos con quienes había estudiado lo habían dejado frío, confundido
y vacío. "Realmente necesito ubicar a alguien con un enfoque que
me ayude a encontrar sentido y propósito en la vida", afirmó. Al
decir esto sus ojos buscaron los míos: "¿Alguna vez usted estudió
las obras de un psicólogo que le haya dado un sentido de satisfac-
ción interna?", fue la pregunta que me hizo con mucho énfasis.
Mientras yo lo escuchaba, pude detectar una verdadera hambre
espiritual, por lo que comencé a hablarle de Jesús; del Jesús histó-
rico que vivió en nuestro mundo hace dos mil años, y que estaba
cabalmente familiarizado con todos los intrincados detalles de la
personalidad humana. Sintiendo que toda su atención estaba
puesta en mis palabras, continué: "Fundado en mi experiencia y
en mi estudio, he descubierto que él es el mayor psicólogo que ha
existido, alguien que entendió profundamente a las personas como
tú y yo; alguien que llenó las vidas de sentido, amor genuino y sa-
tisfacción".
A medida que nuestra conversación continuaba fui invitando a
este estudiante a descubrir a Jesús por él mismo en base a las de-
claraciones del evangelio. Al final, con un dejo de ansiedad en su
9
10 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

voz, me dijo: "Tengo total seguridad de que lo que usted dice


acerca de Jesús es pura verdad, y ya que he tratado durante tanto
tiempo encontrar respuestas en la psicología y la filosofía, tendría
que averiguar también con su Jesús".
Me gusta estudiar la vida de Jesús más que ninguna otra cosa,
y realmente admiro su habilidad para relacionarse en forma efec-
tiva con la gente con quien se encontraba. Sin lugar a dudas, fue el
mayor psicólogo y comunicador que vivió en este mundo. Jesús
fue efectivamente el máximo experto en relaciones humanas.
¿Quién puede comprender mejor la complejidad de la mente y el
corazón? Nadie. Después de todo, él es quien nos creó a su ima-
gen y combinó nuestras capacidades de pensar, sentir y respon-
der.
Por eso, cuando consideramos el ejemplo de Cristo al testifi-
car, debemos tomar en cuenta que se trata de algo más que ideas,
planes y estrategias. Más bien es una relación íntima que tenemos
con la persona de Cristo, en la cual nuestro corazón se entrelaza
con su corazón, nuestra mente con su mente y nuestras acciones
con sus acciones.
Si logramos esa comunicación, consecuentemente veremos a
la gente que nos rodea desde la perspectiva de Cristo y la tratare-
mos como él lo haría. Al estar persistentemente con él y parecer-
nos más a él, adquiriremos su habilidad de relacionarnos con los
otros. El y su persona pasarán a ser nuestra motivación, nuestro
estudio y nuestra estrategia. Una vida tal, modelada y habilitada
por Cristo, cautiva a las personas con quienes entramos en
contacto, dándoles la clara impresión de que hemos estado con el
Maestro (Hech. 4: 13).
El apóstol Pablo usaba dos excelentes palabras: aroma y fra-
gancia, para describir nuestro testimonio acerca de Cristo. El dice
que como resultado de ser el aroma de Cristo, Dios difunde me-
diante nosotros la fragancia de Cristo por doquier (2 Cor. 2: 14,
15). Entonces, ¿cómo podemos difundir ese aroma y esa fragan-
cia? Necesitamos recordar que sólo podemos transmitir las fra-
gancias que tenemos impregnadas y que envuelven nuestra perso-
na. Es decir, para lograr que de nosotros se desprendan perfumes
agradables como los de Cristo, debemos estar constantemente en
comunión con él, de manera que su carácter pueda saturar y en-
volver nuestra vida. Consecuentemente, cada ser humano que esté
INTRODUCCION 11

en nuestra presencia podrá detectar la atmósfera de Cristo que nos


rodea.
Elena de White escribe: ~'Cada uno de nosotros ha de oír la
voz de Dios hablar a su corazón. Cuando toda otra voz calla, y
tranquilos en su presencia esperamos, el silencio del alma hace
más perceptible la voz de Dios. El nos dice: 'Estad quietos, y co-
noced que yo soy Dios' (Sal. 46: 10). Esta es la preparación eficaz
para toda labor para Dios. En medio de la presurosa muchedumbre
y de las intensas actividades de la vida, el que así se refrigera se
verá envuelto en un ambiente de luz y paz ... Su vida exhalará fra-
gancia y dará prueba de un poder divino que alcanzará los corazo-
nes de los hombres". 1
Lo primero que tenemos que procurar es conocer la esencia de
la testificación: Cristo vivo en nosotros y manifiesto por nuestro
intermedio. Relacionándonos de esta manera con Cristo lograre-
mos fuerza para testificar por él. Jesús afirmó este poderoso prin-
cipio cuando dijo a sus discípulos: "Y vosotros daréis testimonio
también, porque habéis estado conmigo desde el principio" (Juan
15: 27). Dietrich Bonhoeffer, el téologo y mártir alemán que fue
ejecutado por los nazis en 1945, escribió: "Cuando somos llama-
dos a seguir a Cristo, somos invitados a una unión exclusiva con
su persona ... Discipulado significa adherencia a Cristo" .2
Sí, Bonhoeffer sabía lo que significaba ser total y absolu-
tamente devoto a Cristo y a su servicio. Nosotros también necesi-
tamos estar ligados a él de tal manera que nuestra vida y servicio
puedan llegar a ser como los suyos. Mientras permanecemos en
él, caminamos como él caminó (1 Juan 2: 6), amamos a los otros
como él los amó (Juan 15: 12; Efe. 5: 2) y tenemos la mente que
él poseyó (1 Cor. 2: 16; Fil. 2: 1-8). Cuando nos aferramos a Cris-
to, "se identificará de tal manera con nuestros pensamientos y fi-
nes, amoldará de tal manera nuestro corazón y nuestra mente en
conformidad con su voluntad, que cuando lo obedezcamos esta-
remos tan sólo ejecutando nuestros propios impulsos. La volun-
tad, refinada y santificada, hallará su más alto deleite en servir-
lo".3
12 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

Referencias
1
EGW, MC, p. 37.
2
Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship, p. 63.
3
EGW, DTG, p. 621.
CAPITULO
UNO

CRISTO EN NOSOTROS

. -U ~e~
( { ] ) /verano trabajé como colportor en varios pueblos
interior de Idaho. Las primeras semanas fueron
deprimentes y terribles ya que en mi segundo año de nivel tercia-
rio yo era todavía un inseguro estudiante que trataba de vender li-
bros cristianos a gente totalmente extraña. Un incidente de aquel
caluroso verano queda aún grabado en mi mente. Solo y lejos de
todos los que conocía, subí a mi destartalado auto (un Volkswagen
"escarabajo") para ir a trabajar a un determinado pueblito.
Por alguna razón, no conseguí abandonar la seguridad de mi
auto para empezar a golpear puertas. Por eso, terminé recorriendo
una y otra vez la calle única y principal del pueblo hasta que la
gente del lugar comenzó a desconfiar, y optaron por llamar a la
policía para que me vigilara. Al interrogarme y tratar de entender
mis explicaciones, el agente de policía me autorizó a retirarme
con la clara advertencia: "Joven, ¡decídase de una vez! Comience
a trabajar o váyase de este pueblo!"
Considerando ese consejo, me dirigí rápidamente a mi habita-
ción del hotel buscando el refugio de sus cuatro paredes. Allí me-
dité dolorosamente en mis experiencias de ese día, y percibí cuán
intensa era la necesidad que tenía de una ayuda de parte de Dios.
Sí, yo conocía perfectamente varias maneras para acercarme a la
gente, pero me faltaba la seguridad de la presencia de Cristo y su
13
14 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

poder en mi vida. Hasta ese momento me había resultado fácil ha-


blar de teorías e imaginar su presencia en mi vida, pero ¿por qué
ahora me faltaba sentirlo en el mundo real donde era tan impor-
tante?
Algo sucedió aquella mañana que modificó mi experiencia y
afectó profundamente mi testificación. Pasé largo tiempo orando,
estudiando y meditando con mi Biblia abierta en Isaías 41: 10:
"No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo
soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sus-
tentaré con la diestra de mi justicia". Al considerar el pasaje y
proyectarme en cada una de sus palabras, lo sentí en mi corazón
como si estuviera dirigido a mí personalmente. Su promesa se
convirtió en un tesoro y fue como si llenase mi mente con la se-
guridad de que Dios era siempre el mismo y estaba realmente allí
conmigo, haciendo lo máximo para ayudarme y sustentarme con
su poder.
Salí de mi habitación como una persona diferente. Sí, Jesús
estaba en mi vida y deseaba caminar conmigo y hablar por mi in-
termedio aquella mañana. Pero yo no lo había buscado con todo
mi corazón. El secreto de una vida cristiana llena de vitalidad y
testificación efectiva es la íntima y persistente comunión con Je-
sús. No existe otro camino. "¡Miren todos, aquí están llegando
juntos Jesús y Philip!", recuerdo haberme dicho mientras conducía
·mi auto nuevamente en dirección hacia el mismo pueblito que ha-
bía abandonado, lleno de miedo, dos horas antes.
Una experiencia espiritual diaria con Jesús constituye la ver-
dadera esencia de la testificación, y sin ella no lograríamos repre-
sentarlo a él, sino sólo a nosotros mismos. Por tendencia, nuestro
enfoque no se detiene en Jesús, sino en nosotros, y como resultado
nos sobrecargamos con nuestros propios miedos e insuficiencias.
"El esfuerzo personal por otros debe ser precedido de mucha ora-
ción secreta... Antes de comunicaros con los hombres, comunicaos
con Cristo ... Ante el trono de la gracia celestial, obtened una pre-
paración para ministrar a la gente". 1
"Si acudimos a él con fe, nos revelará sus misterios a nosotros
personalmente. Nuestro corazón arderá con frecuencia en noso-
tros mismos cuando él se ponga en comunión con nosotros como
lo hizo con Enoc". 2 Debemos saturar nuestras mentes con Cristo y
lo que él puede hacer, de tal manera que podamos vemos a noso-
CRISTO EN NOSOTROS 15

tros y a nuestro testimonio en la perspectiva correcta. Los desafíos


que enfrentamos siguen siendo los mismos, pero es increíble cuán
diferentes parecen cuando son vistos desde la perspectiva de Cris-
to. ¿Por qué? Porque él está con nosotros, y con él podemos en-
frentar cualquier situación.
Elena de White declara: "Conságrate a Dios todas las maña-
nas; haz de esto tu primer trabajo. Sea tu oración: 'Tómame, ¡oh
Señor!, como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus
pies. U same hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi
obra hecha en ti'. Este es un asunto diario. Cada mañana, consá-
grate a Dios por ese día. Somete todos tus planes a él, para poner-
los en práctica o abandonarlos, según te lo indicare su providen-
cia. Podrás así poner cada día tu vida en las manos de Dios". 3
Luego, ella procede a mostrar cómo dicha comunión diaria con
Cristo marca una diferencia radical en nuestra vida y nuestro ser-
vicio: "Tu esperanza no está en ti; está en Cristo. Tu debilidad es-
tá unida a su fuerza, tu ignorancia a su sabiduría, tu fragilidad a su
eterno poder. Así que no debes mirarte a ti mismo, ni dejar que la
mente se espacie en el yo. Mira a Cristo". 4
Cada mañana, al someterme a Cristo y ponerme a su disposi-
ción para su tarea de ese día, me aferro nuevamente a su presencia
y poder. Oro para que él me guíe a una o dos de las personas con
las que entraré en contacto durante ese día; para que pueda influir
en ellas a favor de Cristo. Esta es la razón que hace que cada nue-
vo día pueda ser emocionante si nos anticipamos a los encuentros
significativos que Dios, en su providencia, tiene reservados para
nosotros.
"Todo obrero que sigue el ejemplo de Cristo será preparado
para recibir y usar el poder que Dios ha prometido a su iglesia pa-
ra cuando madure la mies de la tierra. Mañana tras mañana, cuan-
do los heraldos del evangelio se arrodillan delante del Señor y re-
nuevan sus votos de consagración, él les concede la presencia de
su Espíritu ... al salir para dedicarse a los deberes diarios, tienen la
seguridad de que el agente invisible del Espíritu Santo los capaci-
ta para ser colaboradores de Dios". 5 Pero, debo advertirle que si
usted ora de esta manera, poniéndose a disposición de Dios para
que él lo use para testificar ante otros, también debe estar prepara-
do para recibir su respuesta.
Elena de White hace gran énfasis en la necesidad de dar prio-
16 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

ridad a la comunión con Dios para lograr así una testificación


efectiva. "Nada es más necesario en nuestro trabajo que los resul-
tados prácticos de la comunión con Dios ... Su paz en el corazón se
reflejará en el rostro. Dará a la voz un poder persuasivo. La co-
munión con Dios ennoblecerá el carácter y la vida. Los hombres
verán que hemos estado con Jesús como lo notaron en los prime-
ros discípulos. Esto comunicará al obrero un poder que ninguna
otra cosa puede dar. No debe permitir que cosa alguna lo prive de
este poder". 6
Usted nota que un apropiado énfasis espiritual nos inflama del
deseo de no alejarnos de nuestros planes al punto que ignoremos a
la gente. No es únicamente dando información como podemos
atraer a otros, sino dedicándonos a ellos, como también Cristo se
dedicó a nosotros. A pesar de que las siguientes declaraciones tie-
nen que ver con la educación cristiana, sin duda también se apli-
can a la testificación. "No es la obra más elevada de la educación
el comunicar meramente conocimientos, sino el impartir aquella
energía vivificadora que se recibe por el contacto de la mente con
la mente y del alma con el alma. Unicamente la vida puede en-
gendrar vida". 7
Si bien la tarea de testificar es importante, nunca debería in-
terponerse entre nosotros y la gente, y debería ser la consecuencia
de nuestra preocupación por ellos. Lawrence Richards menciona
los diferentes elementos que los jóvenes necesitan para realizar
actividad misionera, y lo hace en orden de importancia: "Las per-
sonas involucradas deben estar juntas en los procesos generados
por los planes y métodos, dando lugar así a un producto distinti-
vo".8
Una testificación verdadera hace que las personas puedan ex-
perimentar aceptación, afecto y atracción hacia nuestro Señor. Es
Cristo en nosotros irradiando la fragancia de su vida por nuestro
intermedio (2 Cor. 2: 14). En la medida en que el amoroso y po-
deroso Jesús viva en nuestro interior, se expresará libremente por
medio de nosotros para que los demás puedan conocerlo. Este es
el poder que cautiva y transforma el corazón humano. "Sin una fe
viva en Cristo como Salvador personal, nos es imposible ejercer
influencia eficaz sobre un mundo escéptico. No podemos dar a
nuestros prójimos lo que nosotros mismos no poseemos". 9
Una parte fundamental de la testificación tiene que ver con la
CRISTO EN NOSOTROS 17

manera como nosotros nos relacionamos con la gente; cómo la


escuchamos, cómo nos preocupamos por ella y qué impacto ha-
cemos en su vida como consecuencia de nuestra influencia. Tiene
mucha gravitación la manera como nos relacionamos con los que
se codean con nosotros en nuestro diario vivir; debería ser de tal
forma que pudiesen sentir claramente el amor y el poder de Cristo
fluyendo de nuestra vida hacia la de ellos. "Cuando el amor de
Cristo es atesorado en el corazón como dulce fragancia, no puede
ocultarse. Su santa influencia será percibida por todos aquellos
con quienes nos relacionemos". 10
También hay que destacar que es imposible evitar que cual-
quier cosa que llena nuestro interior se filtre hacia afuera, cons-
ciente o inconscientemente. Si estamos llenos de la fragancia del
amor de Cristo, exhalaremos el mismo tipo de amor, pero si nues-
tra preocupación está centrada en nosotros, naturalmente eso será
lo que fluirá hacia los demás. No importa lo que hagamos,
influiremos en la gente de una manera u otra. Las posibilidades,
en todos los casos, serán para bien o para mal.
Para ilustrar lo que quiero decir, imaginemos que nosotros y
cada una de las personas con quienes nos relacionamos estuviéra-
mos acarreando un recipiente repleto de algún tipo de bebida, al-
gunas refrescantes y nutritivas, y otras nauseabundas. A medida
que "golpeamos" (influimos) en los otros durante nuestras activi-
dades diarias, obviamente vamos a derramar sobre ellos la bebida
que está en el recipiente que tenemos en las manos, cualquiera
ella sea. En nuestro contacto diario con los otros, ¿qué salpicamos
de nosotros al exterior? ¿Esto ayuda a los otros a acercarse más a
Cristo o los hace retroceder en su avance hacia él?
Creo que como miembros de iglesia estamos saturados por
muchos métodos de evangelización y diversos planes. Todos ellos
son necesarios y tienen su lugar y su motivo, pero no son útiles a
menos que estén arraigados y broten de los métodos de testifi-
cación de Cristo. Porque sin Cristo, el testificador por excelencia,
la testificación no existe. Todas las actividades evangélicas deben
centrarse en la persona de Cristo, el único que realmente sabe có-
mo acercarse, entender y persuadir a la gente para que lo siga.
Esto es exactamente lo que Cristo dijo cuando nos invitó: "Ve-
nid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres" (Mat. 4: 19).
Sólo estando en su compañía es que aprendemos de él y llegamos
18 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

a parecernos a él. Unicamente si nos sumergimos en su presencia


lograremos llevar y esparcir la dulce fragancia de su conoci-
miento por doquier (2 Cor. 2: 14). Cuanto más estemos involucra-
dos con Cristo, más efectivamente podremos testificar a otros.
"La influencia que ejercemos para bendecir y elevar a los seres
humanos se mide por la devoción y la consagración a Cristo que
nosotros mismos tenemos". 11
El peligro que enfrentamos en nuestra testificación es el de es-
tar tan aferrados a las últimas técnicas de evangelización, que sea-
mos absorbidos por la obra del Señor y olvidemos al Señor de la
obra. Si así fuera, no podremos tener una visión de la alegría de
estar con él y aprender de él. Jesús, nuestro máximo ejemplo, tuvo
siempre a su Padre junto a él dándole poder para testificar en su
ministerio. Entonces, ¿cómo podríamos decir que estamos dema-
siado ocupados para estar con él? Si él síntió una intensa necesi-
dad de mantener una comunión muy cercana con su Padre a pesar
de estar sobrecargado de tareas para lograr la salvación de la hu-
manidad, ¡qué decir de nosotros, endebles seres humanos!
"En la estima de los rabinos, era la suma de la religión estar
siempre en un bullicio de actividad ... Existen todavía los mismos
peligros. Al aumentar la actividad, si los hombres tienen éxito en
ejecutar algún trabajo para Dios; hay peligro de que confíen en
los planes y métodos humanos. Propenden a orar menos y a tener
menos fe. Como los discípulos, corremos el riesgo de perder de
vista cuánto dependemos de Dios y tratar de hacer de nuestra acti-
vidad un salvador... Ninguna vida fue tan llena de trabajo y
responsabilidad como la de Jesús, y, sin embargo, cuán a menudo
se lo encontraba en oración. ¡Cuán constante era su comunión
con Dios!" 12
La mayor capaéitación que podemos poseer para testificar es la
de permitir que Cristo viva y actúe por medio de nosotros. El
mundo tiene ansias de aquellos que revelan su amor, poder y
compasión. "El mundo necesita hoy lo que necesitaba mil nove-
cientos años atrás, esto es, una revelación de Cristo". 13 ¿Cómo
podemos revelar a Cristo en la vida práctica diaria? ¿Cómo pode-
mos experimentar verdadero éxito al abordar a la gente? En otras
palabras, ¿estamos en condiciones de testificar como lo hizo Cris-
to?
Si nuestro cometido es llevar a otros hacia Dios por medio del
CRISTO EN NOSOTROS 19

poder del amor de Cristo -el único camino-, debemos rendir


nuestra vida y nuestros métodos por completo a Cristo y sus mé-
todos. Si queremos impresionar a quienes están a nuestro al-
rededor con Cristo y lo que él tiene para ofrecerles, nuestro yo
debe morir y tenemos que cobijarnos en Cristo, el único que es
vida; nuestra vida (Col. 3: 3, 4). Debemos permitir que nuestro yo
se opaque para que Cristo pueda brillar, además de vivir en noso-
tros. Pablo tenía una clara idea de esta poderosa realidad espiri-
tual cuando escribió: "Porque para mí el vivir es Cristo" y "Con
Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mf'' (Fil. 1: 21; Gál. 2: 20).
Cualquier esfuerzo que hagamos para enfatizar esta base espi-
ritual de la testificación, no será suficiente. Se trata del alma y la
esencia de todo nuestro esfuerzo cristiano. Sin esta base, nuestro
más destacado método de testificación, incluso el método de Cris-
to, sin duda llegará a ser mecánico y centrado en nosotros mis-
mos. En otras palabras, necesitamos ser arrebatados por una pa-
sión por Cristo y un deseo ardiente de llevar a otros ante él, en
vez de entusiasmarnos con planes o métodos. Es nuestro deber
adorarlo a la vez que testificamos de él.
R. J. Fish y J. E. Conant describen esta realidad espiritual co-
mo un impulso interior: "No se trata de carencia de planes; ¡es
poder!. .. No es el mandato de una orden exterior que nos envía
detrás del perdido; es el impulso de la presencia de una fuerza in-
terior... Detrás de todo trabajo exitoso por el perdido hay un im-
pulso espiritual interior; y detrás de ese impulso está el Espíritu
Santo que reproduce a Cristo en nosotros" .14

Referencias
1
EGW, PVGM, p. 115 (ed. PPPA).
'EGW, DTG, p. 622.
3EGW, CC, pp. 69, 70.
4fbíd., p. 70.
5EGW, HAp, pp. 46, 47.
6EGW, MC, pp. 409,410.
7
EGW, DTG, p. 215.
8Lawrence Richards, Youth Ministry, p. 39.
9
EGW, DMJ, p. 34.
20 EL METODO DE CRISTO PARA TEsTIFICAR

~~ow, ce, p. 76.


11
EGW, DMJ, pp. 34, 35.
12
EGW, DTG, pp. 329, 330.
13EGW, MC, p. 102.
14
R. J. Fish y J. E. Conant, Every-Member Evangelismfor Today, pp. 74, 75.
CAPITULO
Dos

"SALADOS" POR CRISTO

~~ecería
~;---~uas
que escuchamos ahora más que nunca conti-
quejas acerca de cuán malograda está nuestra
sociedad. A cada paso, las personas suspiran llenas de frustración
y resignación, impotentes frente a problemas colosales que apa-
recen con la facilidad y rapidez de los hongos: el delito, la violen-
cia, las drogas, la decadencia moral, la destrucción de la familia, el
SIDA, la contaminación ambiental-por nombrar unos pocos-,
que están rasgando la trama de nuestra sociedad.
Muchos reaccionan ante tan complejos problemas con una
gran indiferencia emocional, quizá tratando de protegerse de la
autodestrucción.
Recientemente conocí a un hermano de iglesia que manifestó
que se retraía cada vez más de realizar actividades de testificación
debido "a todos los problemas complicados con que me encontra-
ba en casi cada uno de los contactos que hacía". Luego explicó:
"Yo acostumbraba comprometerme con una gran cantidad de es-
tudios bíblicos. Ya no me comprometo tanto porque, en una ma-
nera muy notoria, cada vez me encuentro lidiando más y más con
problemas personales de la gente, complicados a tal punto que
muy raramente me sobra tiempo para estudiar la Biblia".
Más que nunca antes siento en mí una gran necesidad del
amor de Cristo, su sabiduría y poder en mi testificación. La
psicología y las ciencias sociales pueden ayudar en cierta manera,
21
22 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

pero fracasan en darnos soluciones reales y duraderas. Estas so-


lamente se encuentran en Cristo. Al mismo tiempo, no debemos
ponernos cjnicos en relación a nuestro mundo, porque Cristo, que
se preocupa, que cuida de cada persona y conoce todas las cosas,
no se ha dado por vencido. Si él no lo ha hecho, nosotros tampoco
debemos hacerlo.
Es verdad que necesitamos atemperar nuestro idealismo con la
realidad cuando queremos ayudar a otros. Pero, ¿cómo podríamos
nosotros, discípulos de Cristo, desesperar cuando ponemos nuestra
confianza en él? ¿Cómo podríamos permitirnos ser cínicos cuando
estudiamos la vida y el ministerio del Maestro? Este mundo es to-
davía de nuestro Padre, que lo ama de una manera extraordinaria y
en el cual invirtió la vida de su único Hijo. Dios tiene mucho inte-
rés en nuestro planeta "porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16). Dios ama a
cualquier persona con la cual nos encontremos. ¡Cómo podríamos
darnos por vencidos frente a la gente cuando Jesús ofreció su vida
por ellos!
Una manera de ilustrar nuestra implicación en un mundo lleno
de problemas es la afirmación de Cristo a sus discípulos: "Ustedes
son la sal de la tierra" (Mat. 5: 13). Así como la sal preserva y
modifica los alimentos, también Dios nos llama a penetrar en el
mundo y transformarlo para Cristo.
Durante la época de Cristo se consideraba la sal como un pro-
ducto de valor. Algunas culturas le dieron un valor especial, usán-
dola en reemplazo del dinero. La palabra latina salarium viene de
sal. En ciertas épocas, los romanos pagaban a sus soldados el sa-
lario en sal.
Además de su relación con el trueque comercial y el salario,
también se asocia a la sal con la amistad, el honor y la lealtad.
Aun en la actualidad, los beduinos que andan por los desiertos de
Medio Oriente ratifican con sal un convenio de buena voluntad.
Los árabes establecen un vínculo de amistad al compartir comida
salada. Usan la siguiente expresión para afirmar confianza y cor-
dialidad: "El comió sal en mi mesa" o "Hay sal entre nosotros",
significando de esta manera que compartieron una comida juntos;
por lo tanto ambos se aceptaron como amigos confiables.
, Dios mismo selló su alianza con sus hijos, el pueblo de Israel,
"SALADOS" POR CRISTO 23

en la soledad del desierto, con un "pacto de sal", ratificando su


constante compromiso y lealtad hacia ellos (Núm. 18: 19). Al dar
sus bienaventuranzas en el Sermón del Monte, Jesús seleccionó
la palabra "sal" para describir gráficamente el carácter y la misión
de sus seguidores. Ser "la sal de la tierra" (Mat. 5: 13) es el resu-
men de los atributos de mansedumbre, sed de justicia, misericor-
dia, pureza de corazón y pacificación, anunciados en los versícu-
los 1 al 12. Abarca todas las excelentes virtudes encontradas en
las Bienaventuranzas.
Así como servimos de "luz del mundo" (Mat. 5: 14) cuando
somos "luz en el Señor" (Efe. 5:8), también llegamos a ser la sal
de la tierra cuando somos "salados" por el Señor. No tenemos sa-
bor, a menos que unamos nuestra vida a la de Cristo. No hay ab-
solutamente ninguna otra manera de lograrlo.
W. Phillip Keller extrajo una aplicación espiritual muy apro-
piada y eficaz de la manera admirable como el sodio y el cloro se
unen químicamente para formar el cloruro de sodio o sal. El llega
a la conclusión que "del mismo modo, nuestra vida combinada
con la vida de Cristo (nuestra humanidad combinada con su divi-
nidad, nuestro espíritu combinado con su espíritu) forman la gran
fuerza de bien en la sociedad" .1 ¡Qué gran confianza demostró el
Salvador en nosotros cuando anunció que somos la sal de la tierra!
a
Debemos prestar suma atención cualquier declaración que Jesús
haya hecho en este mundo respecto de nosotros.
Desde hace mucho se reconoce a la sal por varias caracterís-
ticas y funciones. De acuerdo a una estimación, la humanidad la
emplea en 14.000 usos diferentes. ¿Qué beneficios prestan los
cristianos "salados" a la sociedad?
Primeramente, la sal produce sed. Cuando comemos alimentos
como maníes, papas fritas o galletitas saladas, la consecuencia na-
tural es que sintamos un fuerte deseo de beber. Hace algunos años
invitamos a unos amigos a almorzar en casa. En el momento
cuando sonaba el timbre de la puerta, mi esposa Sherilyn me esta-
ba informando que acababa de descubrir (demasiado tarde) que el
plato principal tenía exceso de sal. Lamentablemente, debido a la
alegría que nos producía esta visita, nos olvidamos del problema.
Nuestra animada conversación continuó en la sobremesa, y char-
lamos hasta que comencé a sentir una intensa necesidad de líqui-
do. Distraídamente bebí no solamente todo mi vaso de agua, ¡sino
24 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

también el de mi amigo! Momentos después percibí mi error


cuando él, echando una mirada a su vaso vacío, me solicitó más lí-
quido.
Así como la sal hace que sintamos sed de agua, nosotros debe-
ríamos provocar en la gente la sed del Agua de Vida. No obstante,
es oportuno que recordemos que nosotros no somos esa "agua vi-
va". Sólo Cristo es el Agua de Vida. Nosotros somos simplemente
la sal, el catalizador que invita a otros a ir a la única Fuente que
puede satisfacer su insaciable sed espiritual. ¿Hemos pedido a
Cristo que aplaque nuestra propia sed espiritual? ¿Qué respuesta
darían quienes nos ven día a día y reciben nuestro testimonio?
¿Se sienten atraídos hacia Jesús, o los impulsamos a retirarse de su
presencia?
Quizás alguien le haya dicho alguna vez: "Deseo conocer al
Dios que usted conoce" o "¿Es realmente Dios la clase de persona
que usted representa? Si realmente es así, yo también quisiera en-
trar en un compromiso de vida con él".
Catalina, una joven cristiana que asistía a una universidad pú-
blica, me contó lo que ella hacía para testificar por Cristo en su
mundo. Al inicio del año escolar decidió concentrar su acción en
las jóvenes que vivían en su internado. Diariamente oraba pór ca-
da señorita que vivía en ese piso y aprovechaba cada oportunidad
que se le presentaba para escucharlas y demostrarles su preocu-
pación por ellas. Procuraba animarlas y mostrarse amigable. En
pocas semanas su hermoso y genuino carácter cristiano logró cau-
tivar a todas las jóvenes que vivían en ese piso, y una a una fueron
a compartir con ella sus preocupaciones o hacerle alguna consulta.
"Dime, ¿qué es lo que te hace ser así?", le preguntaron. "¡Cómo
nos gustaría tener la paz y la alegría que tú posees!"
Ella era como una fuente de inspiración de Dios en medio de
sus vecinas, simplemente porque había permitido que Cristo le
diera el sabor de la sal. Estuvo dispuesta a ser "salada". La mane-
ra amigable como se relacionaba era una especie de atracción ha-
cia Cristo mismo. Sus vecinas comenzaron a estar sedientas del
Agua que ella tenía. Como resultado, varias hicieron un compro-
miso personal cc5n el Cristo que habían visto tan claramente en la
vida de Catalina. Imagine cuántas maravillas podrían suceder si
estuviésemos dispuestos a ser "salados" por Cristo, como lo estu-
vo esta joven cristiana.-Esto podría suceder en cada escuela, en
"SALADOS" POR CRISTO 25

cada lugar de trabajo. La gente podría "degustar" nuestra vida y,


como resultado, ir a Cristo para beber y aliviar su corazón. Es
verdad que "el que bebe del agua viva llega a ser una fuente de
vida. El que recibe se transforma en un dador" .2
Vivimos en un mundo que perece de sed espiritual. Multitu-
des están tratando desesperadamente de aplacar esa sed por medio
del placer, el poder o el prestigio, pero no pueden encontrar ver-
dadera satisfacción. Agustín de Hipona, en sus' Confesiones tiene
palabras siempre oportunas que hablan de esta inmutable verdad:
"Tú nos has hecho para ti, y nuestro corazón no tiene reposo hasta
que descansa en ti". ¿Adónde irán las personas en busca de ese
descanso y esa paz? ¿Acaso existe otro lugar fuera del Agua de
Vida? ¿Quién esparcirá esta agua en sus caminos? ¿Acaso no
corresponde que esto sea hecho por los cristianos?
Cierta vez, mientras viajaba en avión, me di cuenta de que es-
taba sentado al lado de un millonario. Al hablar con él, le hice
sentir que yo estaba sinceramente interesado en lo que él tenía pa-
ra decir. Luego de compartir conmigo las grandes cosas que él ha-
bía hecho y los lugares interesantes que había visitado, con mucho
tacto le pregunté si todas esas cosas maravillosas le habían dado la
satisfacción de sentirse realizado. Mi pregunta pareció intrigarlo, y
permaneció sentado como perdido en su pensamiento por un mo-
mento, luego del cual dijo en forma pausada, con cierto dejo de
tristeza en su voz: "Me gustaría poder responderle que sf'. Buscó
mi mirada como si necesitara encontrar la pieza faltante de un
rompecabezas y continuó: "Usted no va a creer lo que le digo, pe-
ro a pesar de todo lo que tengo, aún hay algo importante que me
está faltando y no creo que pueda conseguirlo". Mientras yo con-
tinuaba escuchando comencé a orar silenciosamente para que
Dios me ayudase a ser el tipo de sal que provocara en mi compa-
ñero de asiento una tremenda sed por el Salvador.
¿Quién más (o qué más) puede satisfacer el profundo anhelo
de sentido y satisfacción en la humanidad? ¿Qué respuestas
perdurables podríamos presentar á las personas lastimadas y sin
Cristo? La inquietud espiritual humana está indicando una grieta
fundamental entre el hombre y su Hacedor, y su sed es de algo·
que está más allá de él mismo. La gente puede buscar a tientas
ese "algo" en el humanismo secular, en el ocultismo, en las reli,
giones orientales y en el reciente movimiento de la Nueva Era:
26 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

Keller describe los vanos intentos humanos por encontrar esto


cuando dice: "Muchas de las masas que están hipnotizadas por la
falsas filosofías del hombre moderno, perciben muy poco de la
deslustrada desesperación ·del humanismo, el absoluto vacío de
las filosofías evolucionistas, el espantoso tedio de las falsas ense-
ñanzas que las llevan sin esperanza hacia ningún sitio'?
Elena de White hace énfasis en que "no hay agente humano
que pueda proporcionar lo que satisfaga el hambre y la sed del al-
ma... No necesitamos apagar la sed en riachuelos superficiales;
porque tan sólo un poco más arriba de nosotros se encuentra el
gran manantial de cuyas aguas abundantes podemos beber libre-
mente".4
En segundo lugar, la sal realza el sabor de los alimentos. Para
quienes vivimos en el mundo occidental, no es fácil apreciar
cuánto valor tiene la sal para hacer que un opaco y monótono me-
nú sea aceptable a los millones de pobres alrededor del mundo.
Algunas veces he oído quejas de los estudiantes .en relación con la
comida servida en los colegios con internado. Cuando escucho di-
chas cosas no puedo menos que comparar nuestros alimentos con
los de las personas qúe he visto en otros lugares. Muchas veces
tienen sólo maíz, mandioca o arroz todos los días, y a ve,ces ni si-
quiera lo suficiente para calmar el hambre del día. Pongámonos
en su lugar: nos resultaría casi imposible tragar diariamente esa
monótona dieta sin la preciosa sal que la transforma en algo más
apetecible.
Al notar a nuestro alrededor gente que ·apenas consigue mante-
nerse, recordamos la conocida frase de Henry Thoreau: "Lag!:_~
IIl~yor!ª de los hombres vive en silenciosa desesperación". Pro-
curan una y otra vez sazonar su rutinaria existencia con emociones
·de nuestro muqdo que son simplemente temporarias, sólo para
quedar con un mal gusto en la boca; ' . '
Recientemente, un padre me comentó que se le estaban aca-
bando las ideas para mantener a sus dos hijos alejados del
aburrimiento. Completamente exhausto confesó que no sabía qué
hacer en lo sucesivo. Me buscó aquel día porque sus hijos se ha-
bían quejado: "Pap~, no podemos aguantar más este aburrimiento,
¿por qué no haceiríos algo divertido"? Después de esto le dieron
un "ultimátum": "Si las cosas no cambian por aquí, nos iret;nos
por ahí a gozar de la vida". El padre los rlliró confundido y con-
"SALADOS" POR CRISTO 27

testó en un tono meditativo: "¿Creen que podríamos hacer una


fiesta divertida día por medio?" El comprendió que las especias
de este mundo no los mantendrían realmente felices.
El sabor q'lie la sal produce en los alimentós simboliza la vita-
lidad, el placer,. la esperanza; y la alegría de Cristo que los cris-
tianos "salados" transnüten a la exánime y desesperanzada socie-
dad. Nuestra vida está para dar coraje, ánimo y entusiasmo a otras
vidas. Elena de White describe el sabor de la sal como represen-
tando "la fuerza vital del cristiano, el amor de Jesús en el cora-
zón, la justicia de Cristo que compenetra la vida". 5
Las personas lucharán contra las sobrecargas si pueden tener la
esperanza de que realmente habrá una luz al final del túnel. Víctor
Hugo, el renombrado autor francés, escribió: "El J:tombre vive por
ánimo más que por pan". Mark Twain se hizo eco de una idea si-
milar al decir: "Puedo vivir dos meses gracias a un buen cumpli-
do".
¿Qué ánimo podemos encontrar en este desalentado mundo?
¿Cómo se sentiría usted si no hubiera absolutamente ningún
propósito ulterior ni sentido en su vida, si no existiese salvación
de nuestro dilema humano ni esperanza más allá del presente?
William Shakespeare escribió en su pieza teatral Macbeth:
"¡Apágate, vela de corta duración! La vida es una sombra que ca-
mina, un pobre actor que se pavonea y se luce en el palco de la
vida y luego desaparece; es una historieta contada por un idiota,
lleno de sonido y de furia que nada significa".
Felizmente, esta filosofía pesimista no es verdad. Cristo, por
medio de sus agentes "salados", proveyó este máximo propósito,
ánimo y esperanza. Keller amplía este concepto al decir: "El pue~
blo de Dios es realista. Reconocemos que estamos en una socie-
dad putrefacta. Vemos corrupción y' podredumbre por todas partes.
Empero, en medio de la confusión, nuestro espíritu se eleva en
esperanza, porque nuestra confianza no está en la comunidad del
hombre sino en la bondad y la gracia de nuestro Dios ... Poge'mos
mirar hacia arriba y ver las estrellas mientras que otros sólo miran
hacia abajo y ven el lodo". 6
De todos los grupos de creyentes, los seguidores de Cristo de-
berían ser los que den mayor ánimo, los más alegres y felices de
este mundo. Tenemos buena razón para ello. Por otro lado, si es-
tamos de cara larga, si somos críticos y pesimistas, revelamos que
28 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

la sal en nuestra experiencia personal ha perdido su sabor. Poner


en· evidencia el sabor en la vida de las personas significa relacio-
n~rnos con elios como lo hizo Jesús, es decir, enfocando y reafir-
mand() lo que es positivo en ellos. Este fue el método de Cristo.
"En cada ser humano percibía posibilidades infmitas ... Al mirarlos
con esperanza, inspiraba esperanza... En su presencia, las almas
despreciadas y caídas se percataban de que aún eran seres huma-
nos, y anhelaban demostrar que eran dignas de su considera-
ción".7
Posiblemente al llegar a una nueva iglesia, usted ya habrá sido
advertido por alguien de que tenga cuidado con ciertos hermanos.
También escuchamos esta advertencia al comenzar un nuevo tra-
bajo. He tenido ambas experiencias. Pero en lugar de pensar lo
peor de dichos individuos, he procurado pensar lo mejor de ellos.
Los he escuchado y los he tratado con amor y respeto. He
procurado enfatizar lo que era positivo y discernir sus potenciali-
dades para lo bueno y para el crecimiento.
El apóstol Pablo asocia la sal con palabras amenas y elegantes
cuando dice: "Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada
a
con sal, para que sepáis cómo debéis responder cada uno" (Col
4: 6). Hablar con bondad y seguridad es algo bastante difícil para
muchos de nosotros debido a nuestras actitudes críticas hacia los
demás. Por esta razón es que precisamos, por la gracia de Dios,
el consejo: "Cultivad la costumbre de hablar bien de otros. Espa-
ciaos en las buenas cualidades de aquellos con quienes os asociáis
y notad tan poco como sea posible sus errores y faltas. No pode-
mos vivir de la hojarasca de los defectos y faltas 'de los demás ... El
mismo acto de buscar mal en los demás desarrolla mal en los que
lo buscan". 8
· •Como ya lo mencioné, me preocupé por descubrir las mejores
características en las personas de quienes me habían hablado con
recelo, y muy l\ronto llegamos a ser buenos amigos. Quienes me
habían hecho el comentario de alerta no estaban equivocados en lo
qQe me dijeron. Casi siempre dieron exactamente en el blanco.
Los habían analizado muy bien; pero mi primera misión, como
persona "salada" no es la de determinar cómo es la gente, sino re-
lacionarme de tal manera que pueda rescatar lo mejor de ellos y no
destacar lo peor. Incluso, tratándose de nuestros colegas, tenemos
"SALADOS" POR CRISTO 29

la tendencia a ver sus rasgos positivos como algo natural y rara-


mente les expresamos nuestro aprecio por eso.
Sin embargo, somos veloces para censurarlos y condenarlos si
tropiezan de algún modo, y actuamos como si hubiésemos olvi-
dado todo lo bueno que hay en ellos debido a este único defecto
que acabamos de percibir. jCómo me gustaría que fuésemos más
equilibrados y justos en esta tan importante faceta del relaciona-
miento humano! En verdad, no debemos ignorar sus errores, pero
mirémoslos en el contexto de las innumerables y significativas
ocasiones cuando ellos nos fueron de ayuda. En lugar de perma-
necer silenciosos cuando las cosas están yendo bien, y expresamos
solamente cuando vemos que algo marcha en forma diferente a
nuestra voluntad o erradamente, no olvidemos nunca que nuestra
misión debe ser animadora, elevadora y salvadora.
Cierta vez, mientras visitaba una escuela, tuve el privilegio de
pasar algún tiempoen compañía de una maestra de edad avanza-
da. Mientras escuchaba su descripción de los largos años de servi-
cio abnegado, sus palabras me conmovieron. Sin pensarlo, me· en-
contré diciendo lo siguiente: "Realmente aprecio mucho el amor
que usted dio durante todos estos años a nuestros pequeñuelos".
Con lágrimas de gratitud que rodaban por sus mejillas, ella
respondió: "jMuchas gracias! Usted es una de las pocas personas
que se han tomado tiempo para visitarme y expresarme su agrade-
cimiento".
Vivimos en un mundo que no solamente es insípido, sino mu-
chas veces es amargo. Mis padres usaban sal para "curar" el gusto
amargo de las aceitunas que cosechaban de nuestro huerto de oli-
vos. La transformación siempre lograba maravillarme. De algo
amargo a algo sabroso. La sal puede transformar algo tan amargo
cómo las ace'itunas verdes .en un alimento con buen sabor. Este es
precisamente el impacto transformador que Jesús quiere que pro-
duzcamos en nuestro mundq. Como sal de la tierra, transforme-
mos un mundo amargo en un mundo mejor.
Alguno podría decir que sólo necesitamos proclamar el evan-
gelio sin preocupamos por la manera como lo presentamos. Im-
porta el qué, pero no el cómo. Sin embargo, el sabor es algo posi-
tivo, atrayente y apetecible. Por consiguiente, nuestra misión, co-
mo la sal, es presentar el evangelio de Cristo de manera tan atrac-
tiva y tentadora que la gente se sienta constreñida a aceptarlo. Es-
30 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

te era el método de Cristo, el que él desea que sigamos. "El pre-


senta sus bendiciones en los términos más seductores. No se con-
forma con anunciar simplemente estas bendiciones; las ofrece de
la manera más atrayente, para excitar el deseo de poseerlas" .9
En tercer lugar, la sal derrite el hielo. Durante el invierno la
esparcimos en las veredas donde se ha acumulado hielo, para que
éste se derrita. Cuando las partículas de sal entran en contacto con
el hielo es como si generaran calor, con lo cual el hielo se derrite.
De la misma manera, si el fuego del amor de Cristo ardiera en
nuestra vida, muy pronto todos podrían sentir el calor de su ener-
gía. Comentando Mateo 5: 13, Elena de White hace alusión al sa-
bor espiritual que transmitimos a nuestro alrededor cuando somos
sal para la gente: "Nos acercaremos a ellos hasta que su corazón
sea enternecido por nuestro amor y nuestra simpatía desinteresada.
De los creyentes sinceros mana una energía vital y penetrante que
infunde un nuevo poder moral a las almas por las cuales ellos tra-
bajan".10
Vivimos en un mundo que muchas veces es frío, insensible e
indiferente. No es de maravillarse, entonces, que cuando mostra-
mos genuino amor y consideración hacia los demás, sin que nada
especial nos mantenga ligados a ellos, se inquieten y se sorpren-
dan agradablemente. Sin embargo, el mundo tiene el monopolio
de la frialdad. Incluso, muchas iglesias son frías. ¿Cómo puede
ser? Ciertamente Cristo es una persona efusiva, que da calor, y no
puede residir en nuestra vida sin exteriorizar su calor y amor me-
diante nosotros. Por eso, cuando nos encontramos frente a un
cristiano frío, o entramos en una iglesia fría, no podemos evitar
sentir la ausencia de Cristo en el corazón de la hermandad.
Si no estamos calentando este frío témpano de hielo, dándole
vida a este mundo agonizante, entonces éste nos está congelando a
nosotros hasta hacemos morir. (Jna vez pasé por una vi~ja y des-
tartalada casa; el techo y algunas paredes habían desaparecido. Al
venir de afuera, donde soplaba un viento helado, pude notar que
todo parecía curtido por la intemperie y ruinoso, excepto el hogar
de ladrillos que aún estaba en pie en un rincón de lo que había si- ·
do la sala. A medida que me aproximaba al rincón pude ver que .
estaba bien conservado. En el fondo aún había algunos troncos, ·
pero alrededor se había formado hielo.
Así también sucede con los cristianos y las iglesias frías. El
"SALADOS" POR CRISTO 31

hogar de nuestra vida parece estar en buenas condiciones, con


una sólida chimenea y lleno de leña en su interior, pero sin el fue-
go del amor de Cristo encendido en nuestro corazón estaremos
fríos y sin vida. El resultado es devastador. Produce chasco en los
otros, por cuanto ellos realmente esperan encontrar en nosotros
(que nos proclamamos seguidores de Cristo) amor y calor cristia-
nos, pero, lamentablemente descubren que carecemos de él. En-
seguida se dan cuenta de que somos sólo fachadas sin fuego inte-
rior. "Una religión fría y sin sol nunca atraerá almas a Cristo. Las
ahuyenta de él, induciéndolas a acercarse a las redes que Satanás
tendió delante de los pies de los que se extravían" .U ¡Ojalá que el
fuego de su amor pueda derretir la frialdad de nuestros propios
corazones y hogares y, encendidos por él, podamos calentar a
quienes están helados a nuestro alrededor!
En cuarto lugar, la sal lleva curación. En tiempos de Cristo, la
sal frecuentemente era un remedio· efectivo y conveniente contra
las infecciones. Hoy no apreciamos el valor medicinal de la sal
común. ¿Por qué preocuparnos por ella cuando tenemos farma-
cias y droguerías repletas de toda clase de medicamentos?
Como niño que creció cerca de las márgenes del mar Medite-
rráneo, aprendí acerca de la efectividad de las aguas saladas para
luchar contra heridas o cortes que supuran. Largas horas de nata-
ción en el mar aparentemente aceleraban el proceso de curación.
Incluso, actualmente reconocemos los beneficios de las gárgaras
de agua tibia con sal para detener resfríos y dolores de garganta.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los heridos pasajeros del
barco Athenia sobrevivieron gracias a que se sumergían regular-
mente en agua salada. Charles Bowen, el hombre que. estaba a
cargo del rescate dio la orden de hacer este tratamiento luego del
ataque alemán. Como todos los medicamentos se habían termina-
do, debían encontrar algún medio de cuidar a los heridos. Ni un
solo pasajero murió, y Bowen fue reconocido por haberlos salvado
gracias al agua salada. 12
Diariamente vemos personas heridas y fracturadas, golpeadas
por las luchas de la vida, y muchas de ellas están a nuestro alrede-
dor. Difícilmente hablaremos con alguien que no nos haga saber
los momentos difíciles que está enfrentando y la manera como se
esfuerza por hacerlo. La gente lucha contra la desconfianza, la de-
presión, la desesperación, la insensibilidad, la traición y fragmen-
32 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

tación, y sucumbe frente a sueños rotos y a esperanzas desvaneci-


das.
Constantemente me siento maravillado al ver cómo la gente
puede soportar tantos y tan severos ventarrones. Esto no involucra
solamente a los que están fuera de la iglesia. Los miembros de
iglesia enfrentan uri incremento de sobrecarga de problemas. Esta
es la razón por la que los cristianos no debemos limitarnos a llegar
a los no creyentes, sino también alcanzar a cada uno de los que
encontramos a lo largo del camino de la vida, que pueda estar
necesitando del amor de Cristo, y manifestarlo mediante nuestra
vida.
La iglesia debería ser un refugio donde la gente golpeada en-
contrara cura y restauración en Cristo y su pueblo. El ministerio
de Cristo debe ser nuestro ministerio, ya que el Padre nos confió
la misma responsabilidad que le dio a su Hijo: el ministerio de re-
conciliación para el mundo quebrantado (2 Cor. 5: 18-20). Cristo
describe su misión para con la humanidad al declarar: "El Espíritu
de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha
enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los
quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a
los presos apertura de la cárcel" (lsa. 61: 1).
Esta es la razón por la cual me gusta la figura que describe la
iglesia como un hospital para pecadores, y no como un museo pa-
ra santos. ¿Pueden ustedes imaginar un paciente que es internado
en un hospital con equipos modernos, que cuenta con personal
calificado, pero donde no haya nadie que lo reciba, lo cuide o le
administre tratamiento? Si hablamos con cualquier médico o en-
fermera, nos dirán que ni bien llega una persona herida al hospital,
procuran por todos los medios que el paciente se restablezca. Lo-
grar una rápida recuperación pasa a ser una prioridad. En reali-
. dad, éste es el único propósito de la existencia del hospital.
¿Y qué decir de la iglesia? ¿Se trata realmente de· un hospital
para contusionados y fracturados? ¿Están canalizadas todas nues-
tras energías en la recuperación espiritual? ¿Por qué algunas veces
ni siquiera logramos llegar con seguridad y sanarniento a nuestros
propios miembros de iglesia? Ellos permanecen en la iglesia por
años junto a nosotros sin experimentar ningún tipo de mejora o
recuperación espiritual. Algunas veces, incluso, dejan la iglesia
sin sentir el amor genuino del cual tanto hablamos, un amor que se
"SALADOS" POR CRISTO 33

manifiesta naturalmente en actos concretos de bondad y amistad.


Jesús dijo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13: 35). "El Salvador
dio su preciosa vida para establecer una iglesia capaz de atender a
los que sufren, a los tristes y a los tentados" Y
Investigaciones recientes, llevadas a cabo por Roger Dudley y
Harold West para determinar por qué algunos adventistas abando-
nan la iglesia, mostró claramente que la razón más mencionada
estaba relacionada con la forma como la iglesia los trataba. 14 En
un artículo titulado "The Missing Tell U s Why" [Los apóstatas
nos cuentan por qué] incluyeron una conmovedora carta anónima
escrita por alguien que abandonó la iglesia. Dice así: "Para la ma-
yor parte yo era alguien sin nombre, tenía un rostro que pasaba
inadvertido ... La iglesia puede ser doctrinalmente pura, pero, por
favor, permitan que esta doctrina sea brillantemente enriquecida
con un amor que se manifieste naturalmente mediante sonrisas de
bienvenida, calurosos apretones de mano, interés y amistad". 15
Podemos citar muchas otras funciones de la sal que ilustran la
testificación cristiana. Haremos alusión a algunas de ellas en los
siguientes 'capítulos. ¡Jesús usó un símbolo repleto de significa-
ción para describir su influencia mediante nosotros en este mundo!
Sin bombos ni platillos, silenciosamente la sal toma la iniciativa,
penetrando, invadiendo. ·Está esparcida en los alimentos (no vice-
versa), de tal manera que debemos tomar ya la iniciativa de alcan-
zar al mundo que tan desesperadamente necesita de Cristo.
Ofrezcamos el Agua de Vida a un mundo sediento. Hagamos
resaltar su sabor y vitalidad en este planeta insípido. Transmita-
mos a un mundo frío e indiferente el calor del amor de Cristo.
Ofrezcamos curación y restauración a un mundo lastimado y frac-
turado. Permitamos que Cristo nos "sale" para que a la vez p()da-
mos "salar" a otros. Bonhoeffer interpreta las palabras de Cristo
"ustedes son la sal" en un sentido de esencia, no de tenencia. No
dijo "ustedes tienen la sal". 16
La testificación no es el simple resultado de un documento de
procuración ni la consecuencia de compartir algo que tenemos. Es
el resultado de damos a nosotros mismos. Somos la sal, y así co-
mo la sal se da a sí misma, nosotros también debemos damos a
nosotros mismos. v~rdaderamente, el damos a nosotros mismos
en servicio a otros es el mayor y más tangible amor de Cristo.
2-MCT
34 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

"Cuando se lo alberga en el corazón, este amor endulza la vida


entera y vierte sus bendiciones en derredor. Esto, y únicamente
esto, puede convertimos en la sal de la tierra" .17

Referencias
1W. Phillip Keller, Salt for Society, p. 96.

2EGW, MC, p. 70.

3 Keller, Ibíd., p. 11 O.

4
EGW, DMJ, pp. 21, 22.
5/bíd., p. 34.

6Keller, lbíd., pp. 111, 112.

7EGW, Ed., p. 80 (ed. ACES).


8EGW, OE, p. 493.

9
EGW, DTG, p. 766.
10f:GW, DMJ, p. 34.

11 EGW, OE, p. 492.

12Keller, lbíd., pp. 116, 117.

13EGW, MC, p. 73.

14
Monte Sahlin, "Where Are our Missing Members?" [¿Dónde están nuestros feligre-
ses que han apostatado?], Adventist Review, 4 de mayo de 1989, p. 19.
15William G. Johnsson, Adventist Review, 7 de septiembre de 1989, p. 10.
16
Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship, p. 130.
17EGW, DMJ, p. 35.
CAPITULO
TRES

SOLAMENTE EL METODO
DE CRISTO

(25:/ando soy invitado a dirigir clases de testificación,


W ~uchos me dicen que se abstendrán de emitir juicio en
relación con lo que voy a presentar, pues en el pasado han escu-
chado muchas cosas que luego no les sirvieron para nada.
Lanzándome una mirada irónica agregan: "Realmente esperamos
que su propuesta de testificación sea diferente, que surta efecto".
No voy a presentar mi plan ni el plan de otra persona o institu-
ción, sino voy a presentar ¡el plan de Cristo! El único que tiene el
éxito garantizado.
Rebecca Pippert dice por qué ella lamenta tanto que nuestras
actividades de testificación sean improductivas: "Creo que mucho
de nuestra evangelización no es efectivo porque dependemos de-
masiado de técnicas y estrategias. La evangelización parece ha-
berse convertido en una tienda. Estoy convencida de que debe-
mos mirar a Jesús y la calidad de vida que él nos propone como
un modelo en el cual podemos confiar, y que nos orienta respecto
de cómo alcanzar a otros". 1
Precisamente, ¿en qué consistía el plan o método de Cristo?
Déjenme compartir con ustedes sus puntos específicos y analizar
la manera de llevarlo a la práctica. Esto puede transformar y
revolucionar nuestra testificación por Cristo. Simple y altamente
efectivo, es una verdadera expresión del carácter de Cristo y
trasciende tiempo, cultura, raza, religión y geografía, pues tiene
35
36 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

una atracción universal. Es la ilimitada y segura manera de Cristo


de encontrar el sendero que llega al corazón humano.
Elena de White describe los peldaños del método de Cristo de
la siguiente manera: "Sólo el método de Cristo será el que dará
éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres
como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía
sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía:
'Seguidme' ". 2
Con demasiada frecuencia somos distraídos por sofisticados
planes de testificación, y pasamos por alto o descuidamos el sen-
cillo método de Cristo, tan lleno de sentido común. Es triste de-
cirlo, pero es difícil encontrar sentido común en los altamente or-
ganizados planes que prevalecen hoy. Frecuentemente, la tenden-
cia que manifiestan dichos planes es enfatizar tanto las tareas co-
mo el resultado final, en lugar de centrarse en la persona y el
proceso. Robert Coleman, profesor de evangelización del Asbury
Theologícal Seminary, afirma que el método de Cristo "no fue
desaprobado; simplemente fue ignorado. Ha sido enfocado como
algo para recordar y veherar del pasado, pero no para ser tomado
seriamente como una regla de conducta en el presente'?
"Somos tardos en comprender cuán necesario es entender las
enseñanzas de Cristo y sus métodos de trabajo". 4 Al destacar el
hecho que Cristo ya eligió su método para terminar su obra, y que
no nos corresponde reemplazarlo por otro, Bonhoeffer dice: "Feli-
ces aquellos cuyas obligaciones son determinadas por este tipo de
preceptos y, por consiguiente, están libres de la tiranía de sus pro-
pias ideas y cálculos". 5
En el plan de Cristo estaba primera y principalmente la gente.
El no comenzó su ministerio publicando toda clase de actividades
y reuniones tendientes a alcanzar al mundo, sino eligió lo que los
líderes judíos describieron como "hombres sin letras :y del vulgo"
(Hech. 4: 13) para llegar a las multitudes. El invirtió su tiempo,
sus ideas y su esfuerzo en ellos, equipándolos para hacer su traba-
jo. Su personalidad los modeló de tal modo que, incluso quienes
los criticaban y los acusaban de ser ignorantes, "reconocían que
habían estado con Jesús" (vers. 13). Al estar con Cristo, los discí-
pulos emularon a su Maestro, interiorizando su ejemplo de testifi-
cación en sus vidas.
Coleman, describiendo los métodos de testificación de Cristo
SOLAMENTE EL MÉTODO DE CRISTO 37

escribió: "La evangelización era vivida en la presencia de ellos en


espíritu y en técnica. Al mirar a Jesús, ellos aprendieron qué sig-
nificaba. Ellos guió para reconocer la necesidad inherente en toda
clase de gente, y el mejor método para aproximarse a ella. Los
discípulos observaron cómo atraía a sí a la gente; cómo ganaba su
confianza y les inspiraba fe; cómo les abría el camino de la salva-
ción y los llamaba a una decisión ... Su método era tan real y prác-·
tico que surgía en forma natural". 6
Llama la atención cuánto se asemeja la descripción que Cole-
man hace del método de testificación de Cristo a lo dicho por Ele-
na de White, y que fue citado al comienzo de este capítulo. Am-
bos autores parecerían indicar que si no perseveramos en seguir
el ejemplo de Cristo en su trabajo personal, acabaremos despla-
zándolo con nuestros propios planes e instituciones. Esto sofocará
todo tipo de amor y compasión genuinos, alejándolos de nuestra
vida y nuestro testimonio.
Elena de White alerta: "En todas partes hay tendencia a reem-
plazar el esfuerzo individual por la obra de las organizaciones. La
sabiduría humana tiende a la consolidación, a la centralización, a
crear grandes iglesias 'e instituciones. Muchos dejan a las institu-
ciones y organizaciones la tarea de practicar la beneficencia; se
eximen del contacto con el mundo, y sus corazones se enfrían. Se
absorben en sí mismos y se incapacitan para recibir impresiones.
El amor a Dios y a los hombres desaparece de su alma". 7
Wayne McDill se refiere a esta carencia de un toque de amor
personal y humano en la testificación como "el ingrediente ausen-
te". Para enfatizar este asunto cita un estudio realizado en la Uni-
versidad de Princeton, que revela que el 50% de los que reaccio-
naban desfavorablemente hacia la iglesia o la testificación res-
pondían positivamente si la forma de aproximación era la correcta.
Haciendo una ecuación entre la "forma correcta" y "el ingrediente
ausente", que él define como un relacionamiento humano de
amor, agrega: "El evangelio de Cristo no es consistente en una
evangelización que busca ignorar o evitar las relaciones persona-
les sinceras. La evangelización será efectiva según el grado de de-
pendencia que establezca y cultive con los relacionamientos sig-
nificativos".8 El considera el término "significativos" como "es-
piritualmente importantes, es decir, el acercamiento por medio del
amor, la franqueza, la sinceridad y la preocupación real". 9
38 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

McDill tiene razón. ¿Cómo podríamos saciar la sed del alma


humana si dejamos de lado el amor y la simpatía? ¿Cuán buenos
son los programas y planes cuando están desprovistos de relacio-
namiento significativo? Las personas no son máquinas, artefactos
u objetos que calcen perfectamente en nuestros esquemas de
evangelización. Ellos saben si nosotros los amamos genuinamente
o no. Dios no los ve como objetos para manipular, sino como sus
preciosos hijos; a quienes ama sobremanera y en quienes invirtió
la vida de su Hijo.
Ojalá él nos poseyese tan completamente que las personas con
quienes nos asociamos pudieran sentir, sin lugar a equívocos, que
él está revelando su gran amor mediante nuestra vida. Esta es la
única manera como Dios puede honrar nuestro humilde esfuerzo.
Nos garantiza el éxito en la medida en que llevemos a la práctica
su método de testificación en nuestra vida diaria.
Otros métodos pueden darnos resultados cuando los miramos
desde la limitada perspectiva humana, pero sólo el método de
Cristo puede resultar en un verdadero éxito. Por consiguiente,
cualquier verdadero esfuerzo para lograr una testificación exitosa
debería originarse y crecer en base al método de Cristo. Si el Sal-
vador ministra mediante nuestra vida consagrada -mente, manos
y corazón-, y nos identificamos con él tanto en carácter como
en la manera de aproximarnos a las personas con quienes entra-
mos en contacto, éstas desearán entrar en contacto con él.
Jesús pasa a ser el testigo supremo al revelarse en nuestras pa-
labras y acciones, y la posibilidad de éxito real dependerá del gra-
do en que dejemos que nuestro yo decrezca para que él crezca
continuamente en nuestra vida. "Todo obrero que trata con éxito
con las almas debe entrar en el trabajo despojado del yo". 10 Cuan-
do la sal se mezcla con el alimento, en cierto sentido se anula a sí
misma. Al realizar su tarea se disuelve y desaparece. El comen-
sal detecta solamente el alimento y no 1a sal. Del mismo modo,
no debemos promover de ninguna manera el yo, pero discreta-
mente debe concentrarse tanto en Cristo como en la;ersona en la
que estamos tratando de influir con nuestra testificación.
Lo que debe animamos es saber que cuando olvidamos el yo y
nos concentramos en Cristo, cuando caminamos y trabajamos con
él, nos damos cuenta de que no necesitamos preocuparnos por el
resultado. En su lugar, experimentamos un sentido de liberación
SoLAMENTE EL MÉTODo DE CRisTo 39

en él que nos concede espontaneidad y nos da poder al testificar.


"No necesitan cargarse de ansiedad por el éxito" .U
Cierta vez me encontré con un evangelista tan sobrecargado
por su tarea, que daba la impresión que ésta lo estaba destruyendo
casi por completo. Los que trabajaban con él también habían lle-
gado a estar sombríos y desalentados. "Amigo, por favor recuerde
que ésta es la obra del Señor y que él es quien está a cargo de
ella", le dije cierto día. "Debemos ser obreros fieles, pero, ¿cómo
podemos atraer a la gente hacia Cristo si tenemos semejante esta-
do de ánimo?"
Debido a que desde la niñez estamos condicionados a temerle
al fracaso, procuramos probarnos a nosotros mismos y lograr el
éxito a toda costa. Parecerí;¡ que la sociedad no nos acepta por el
simple hecho de ser personas, sino que exige que nos destaque-
mos en algo. A veces, ni siquiera intentamos algunas cosas sólo
porque tememos que puedan terminar en un fracaso. Esto es triste
cuando pensamos en las grandes cosas que podríamos haber hecho
si simplemente lo hubiésemos intentado.
Naturalmente, una actitud tal se revela hasta en nuestra testifi-
cación. Muchas veces no testificamos porque agrandamos nues-
tra ineficacia en lugar de mirar la suficiencia de Cristo. Nos preo-
cupamos por lo que "debemos" decir, por lo que otros podrían
pensar de nosotros, o imaginamos que seremos mal interpretados
o ridiculizados.
McDill detecta tres categorías de temores a las que todos los
que testificamos debemos hacer frente: (1) Miedo a la insuficien-..
cia, (2) miedo al rechazo y (3) miedo al fracaso.
Seguidamente, este autor comenta los remedios espirituales
prácticos que el apóstol Pablo da en 2 Timoteo 1: 7: "Porque no·
nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de
dominio propio" para fortalecemos contra dichos miedos. (1) El
poder de Dios eliminará el temor y la insuficiencia; (2) el don del
amor eliminará el miedo al rechazo; y (3) el don del dominio pro-
pio quitará el miedo al fracaso. 12
Elena de White señala claramente la razón fundamental del
fracaso de quienes testifican: "Están trabajando por el bien de
otros; sus deberes apremian, sus responsabilidades son muchas, y
permiten que su trabajo ocupe hasta el tiempo que deben a la de-
voción. Descuidan la comunión que deberían sostener con Dios
40 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

por medio de la oración y el estudio de su Palabra... Andan lejos


de Cristo; su vida no está saturada de su gracia y se revelan las
características del yo. Su servicio se echa a perder- por el deseo de
la supremacía y el trato áspero y falto de bondad del corazón in-
subordin(}.do. He aquí uno de los principales secretos del fracaso
en la obra cristiana". 13
Debemos tener siempre en mente que nuestra definición de
éxito puede ser diferente de la de Dios. En nuestro finito entendi-
miento humano, lo que sentimos como fracaso puede ser éxito
para él; y lo que interpretamos como éxito puede ser fracaso ante
sus ojos. Cierta vez, una hermana de iglesia vino a mí lamen-
tándose de su total fracaso al testificar. Cuando le pregunté por
qué se sentía así, me explicó con frustración: "Trabajé muy dura-
mente durante cinco meses estudiando la Biblia con ur¡a señora,
pero sin éxito". Al insistir que me diera información más específi-
ca, comentó con cierto desánimo en su voz: "Bueno, ella decidió
no bautizarse, por lo que yo fracasé, ¿no le parece?"
Cuando le pregunté si al menos había nacido una amistad entre
ellas, me contestó: "Sí, somos muy buenas amigas". Luego le
pregunté si habían aprendido en la Biblia algo más acerca de Dios
y si habían crecido espiritualmente juntas. "¡No solamente eso, si-
no que, además, por primera vez su vida mi amiga aceptó a Cris-
to!"_-
Testificar es una experiencia total, no se trata sólo de un frag-
mento que enfoca el resultado final e ignora a la persona y al pro-
ceso. Esa señora tenía éxito, pero no lo reconocía. Al ganar la
confianza de la mujer y llegar a ser buenas amigas, ella le enseñó
de Cristo y la Biblia. La guió a aceptar al Señor y ambas madura-
ron espiritualmente. El cristiano necesita aceptar que el proceso
de testificar tiene éxito y valor en sí mismo. Pero esa dama no es-
taba lista aún para unirse a la iglesia por medio del bautismo.
Probablemente más adelante tomara esa decisión. Jesús estaba
usando su método mediante esta hermana de iglesia para conducir
a su amiga al bautismo sin socavar su libertad de elección. ¿Qué
otra cosa podemos hacer tanto él como nosotros?
Daniel Taylor, del Bethel College, señala que no es tan simple
medir el éxito cuando se trata de la influencia que ejercemos en
otras vidas para acercarlas a Cristo. No deberíamos perder nuestro
tiempo tratando de imaginar qué acciones en particular ptoducen
SOLAMENTE EL MÉTODO DE CRISTO 41

eternas consecuencias. "Es imposible medir las consecuencias de


cualquier acción, se trate de una palabra casual, de un estímulo o
de una condenación ... Podemos sentirnos aliviados de esa com-
pulsión de realización temporal. Entonces tendremos una concep-
ción diferente de éxito". 14
Taylor ilustra la naturaleza del verdadero éxito al señalar la
obra de Thoreau y de la Madre Teresa. "Thoreau nos muestra
convincentemente que el éxito es en realidad fracaso si anula
nuestra verdadera naturaleza y nuestras necesidades. Sólo a la luz
de este concepto podemos entender cómo la Madre Teresa, que
lleva el amor de Dios a los más humildes entre los humildes, es
más digna de ser envidiada que Madonna. Lo mismo sucede con
algunos siervos de Dios que nadie conoce pero que son más exi-
tosos que muchos grandes autores o artistas que admiramos". 15
Después de afirmar que mucho de la ayuda que damos a quie-
nes están a nuestro alrededor no será reconocida en este mundo,
pero nos asegura el mayor éxito delante de Dios, Elena de White
explica: "Como Redentor del mundo, Cristo arrostraba constante-
mente el fracaso aparente. Parecía hacer poco de la obra que él
anhelaba hacer para elevar y salvar... Pero él no quería desa~en­
tarse ... Sabía que la verdad iba a triunfar finalmente en la contien-
da con el mal". 16
La sierva de Dios nos insta a seguir el ejemplo del Maestro y a
no pensar que hemos fracasado cuando no vemos resultados in-
mediatos. Tratemos de mirar más allá de la situación presente y
confiar en que Dios nos da verdadero éxito. "La vida de los discí-
pulos de Cristo ha de ser como la suya, una serie ininterrumpida
de victorias, no tenidas por tales aquí; pero serán reconocidas co-
mo tales en el gran más allá" Y
Solamente el método de Cristo nos dará el verdadero éxito;
ese éxito que desde la perspectiva de Dios es genuino e imbuido
de su Espíritu. Debería ser el alma y el aliento de vida de todas y
cada una de las actividades de evangelización.
La testificación verdadera y efectiva no es la realizada me-
diante planes sofisticados, sino mediante personas vacías del yo
y llenas de Cristo, que llenará dichos planes con su amor y poder.
"Esta es la nueva evangelización que necesitamos. No se trata de
mejores métodos, sino de mejores hombres; hombres que cono-
cen a su Redentor no por rumores; hombres que tienen la visión y
42 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

la pasión de su Redentor por el mundo; hombres que están deseo-


sos de ser nada para que el Redentor pueda ser todo; hombres que
no desean otra cosa que ver reproducidos en su vida y, mediante
ellos, en otros el placer y la voluntad de Cristo" .18
En los próximos capítulos examinaremos cada peldaño del
método de Cristo. Como preparación para ello, recordemos la
propuesta de Elena de White. Para lograr una referencia más fácil
organizaremos esa propuesta en seis niveles progresivos:
l. Cristo se mezcló con la gente deseando su bien.
2. Cristo simpatizó con ellos.
3. Cristo suplió sus necesidades.
4. Cristo ganó su confianza.
5. Cristo los invitó a que lo sigan.
6. Cristo prometió hacerlos "pescadores de hombres" (Mat. 4:
19).
La sierva del Señor nos asegura que siguiendo el ejemplo de
Cristo al tratar de alcanzar a la gente, obtendremos verdadero éxi-
to pues "acompañada del poder de persuasión, del poder de la
oración, del poder del amor de Dios, esta obra no puede fraca-
sar" .19

Referencias
1
Rebecca Pippert, Out ofthe Saltshaker, p. 13.
2
EGW, MC, p. 102.
3
Robert Co1eman, The Master Plan of Evangelism, p. 112.
4
EGW, CM, p. 377.
5
Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship, p. 228.
6
Co1eman, Ibíd., pp. 78, 79.
7
EGW, MC, pp. 105, 106.
8
Wayne McDill, Making Friendsfor Christ, pp. 13, 14.
9Jbíd., p. 15.,
10
EGW, TM. p. 168.
11
EGW, ce, p. 83.
12
McDill, Jbíd., pp. 98, 99.
13
EGW, PVGM, p. 32 (ed. PPPA).
14
Danie1 Taylor, "The Fear of Insignificance", Signs of the Times, noviembre de 1989,
p. 31.
15 /bíd.

16
EGW, OE, p. 531.
SOLAMENTE EL MtTODO DE CRISTO 43

11
lbfd., p. 532.
1sCo1eman, lbfd., pp. 102, 103.
1
'lEGW, MC, p. 102.
CAPITULO
CUATRO

CRISTO, EL ACOMPAÑANTE

(25:7ando era joven sentí muchas veces la convicción de


_{.(? ~~ deber de hablar a otros acerca de mi fe. Aún recuer-
do la culpa que me asaltaba al eludir mis responsabilidades reli-
giosas. Cuando estos sentimientos de culpabilidad aumentaban a
niveles insoportables (cada pocos meses), me aventuraba temero-
samente a ir a algún barrio y distribuir folletos. Totalmente reser-
vado y lastimosamente tímido, encontraba que esa tarea de rela-
cionarme con gente nueva era especialmente dolorosa.
Cuando los integrantes de nuestro equipo de visitación se api-
ñaban uno al lado del otro para orar pidiendo ayuda a Dios para
testificar, yo rogaba silenciosamente pidiéndole que en las casas
adonde me tocara ir no hubiese nadie. Quería dejar discretamente
el folleto en la puerta y silenciosamente desaparecer. Una tarde,
mientras iba de puerta en puerta golpeando muy suavemente, es-
perando pocos segundos para dejar el folleto junto a la puerta y,
precipitadamente, encaminarme a la siguiente casa, sucedió algo
que me marcó la vida.
Después de aproximarme furtivamente a una casa, toqué el
timbre, introduje el panfleto en una rendija de la puerta y salí co-
rriendo. En ese momento, un hombre corpulento y nada simpático,
que aparentemente estaba cerca de la puerla mirándome, apareció
en escena y me llamó airadamente. Quería saber por qué me había
alejado tan abruptamente, sin siquiera darle la oportunidad de
44
CRISTO, EL ACOMPAÑANTE 45

abrir la puerta. No mencionaré todo lo que él dijo, pero dejó una


marca en mí y en mi manera de testimoniar. En ese momento sólo
quería esconderme en alguna parte, y me sentí como un fracasado
total.
Por eso, cuando la gente comenta cuán natural y desenvuelto
parezco al testificar, los sorprendo con experiencias similares a la
que acabo de relatar. Descubrí que para que Cristo me usara como
su testigo no era imprescindible ser extrovertido. El podía trans-
formarme con su poder y llenarme de su amor. Se necesitan cris-
tianos de todas las personalidades y con toda clase de dones para
llegar a todo tipo de individuos. En efecto, sólo cuando desarro-
llamos y usamos nuestros talentos espirituales y naturales, Cristo
puede usarnos más efectivamente. En otras palabras, necesitamos
expresar el amor de Dios a otros de una manera que nos resulte
cómoda y en un estilo que corresponda con nuestra personalidad.
"Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nues-
tra propia individualidad" . 1 "Obrad con la personalidad que Dios
os ha dado. No seáis la sombra de otra persona. Contad con que el
Señor obrará en vosotros, con vosotros y por medio de voso-
tros".2
Aún hoy es difícil para mí tomar la iniciativa y acercarme a
otros, particularmente si no los conozco. Siempre necesito cierto
tiempo para quebrar el hielo que me separa de la gente. Recuerdo
· cuando iba con un grupo de compañeros de estudio a testificar en
un parque de la ciudad. Mientras algunos de nosotros nos debatía-
mos en nuestro interior sólo para comenzar una conversación in-
formal con alguien, uno de mis compañeros más agresivos y de-
sinhibidos ya estaba caminando en dirección a una madre que se
encontraba allí con sus hijos. Las preguntas que él le dirigió eran
personales, tenían que ver con su vida: "Si usted muriera hoy,
¿cree que se salvaría o se perdería?" Recuerdo que la mujer co-
menzó a ponerse nerviosa. Buscó a sus dos hijitos y se alejó del
parque. Pero nuestro compañero, no queriendo que su "testimo-
nio" se perdiera, la siguió y continuó disparándole preguntas mo-
lestas. Finalmente, la mujer comenzó a correr.
Al re_gresar, nuestro compañero comentó que había cumplido
su deber y que- seguramente le había dado a aquella mujer una
"amplia posibilidad" de entrar en diálogo con Dios. El problema
era que se había obstinado tanto en cumplir su plan, que se tomó
46 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

insensible y dejó de ver a la persona. Cuando somos sensibles con


la gente y respondemos a sus sentimientos, las personas nos otor-
gan la posibilidad de relacionarnos con ellas de un modo satisfac-
torio. ¿Se si~nten cómodos o están inquietos? ¿Prestan atención o
rechazan lo que les decimos? Es mucho mejor retroceder un poco
en nuestro testimonio para dejar la puerta entreabierta para un
momento futuro, cuando la persona pueda estar más receptiva.
Un miembro de iglesia que conozco se jacta de la manera co-
mo logra entrar por primera vez en contacto con la gente. Si-
guiendo su táctica, y con un celo mal encaminado, no pierde
tiempo en preliminares sino que instantáneamente va al punto. El
recalca que cada vez que viaja en avión, ómnibus o tren, o cuando
come en un restaurante, se esfuerza por sentarse en un área que
tenga lugares vacíos en la proximidad. Cada vez que una persona
:_llena de ingenuidad- se acerca y pregunta si ese lugar está re-
servado, sonriendo le contesta "No, no está reservado, pero estoy
yo. Por favor siéntese y permítame que le diga todo lo que quiero
decirle". No quiero decir que este tipo de aproximación tan direc-
ta no sea válido a veces, pero, ¿por qué no presentar el evangelio
de la mejor manera posible? ¿No nos sentimos mal al hacer que la
gente caiga en una trampa, forzándola a escuchar lo que tenemos
para decirle, sin ganamos primeramente el derecho a ser escucha-
dos?
' Este "testimonio" es un ejemplo imprudente de cómo a veces
usamos a la gente. Es como afirmar que el fin justifica los me-
dios. Sin embargo, actuar con amor no siempre quiere decir que
estamos haciendo lo que es fácil. Algunos echan mano de técnicas
como la descripta, porque son mucho más fáciles que escuchar,
demostrar interés o comprometerse con otros.
En nuestra sociedad occidental muchos preguntan si algo es
divertido de hacer, en lugar de si es correcto. Naturalmente, acer-
carnos a otros puede ser entretenido y gratificante, pero ésta no
debería ser nuestra principal motivación. El gran amor de Dios
para con la humanidad es lo que debe impulsarnos a actuar. ¿Có-
mo la sal puede ser "la sal de la tierra" si se aísla de la tierra?
¿Cómo la luz puede ser "la luz del mundo" si se oculta de él?
Ambos ejemplos de Cristo nos enseñan claramente que debemos
asociarnos con el mundo que nos rodea pues su vida ya ha "sala-
do" y "encendido" nuestra propia vida.
CRISTO, EL ACOMPAÑANTE 47

Satanás disimula sutilmente la orden tan clara que el Señor


nos dio de ser la sal y la luz de esta tierra. El nos mantiene
astutamente aislados del agonizante mundo, creando en nosotros
una especie de miedo a ser contaminados por éste. Algunos, có-
modamente relacionados con sus amigos en la iglesia, llegan a ser
totalmente reacios a asociarse con personas que no pertenecen a la
iglesia por miedo a que algunos "indeseables" puedan unirse a di-
cho "club" y disturbar sus relaciones.
El diablo se manifiesta en todo esto, porque él sabe muy bien
que la única esperanza de vida que hay para nuestro mundo peca-
dor es la influencia y el poder de Cristo que actúan mediante sus
representantes. El sabe muy bien que el lugar de la sal no es el in-
terior del salero, y que la luz no debe esconderse "debajo del al-
mud". Sin embargo, él hace todo su esfuerzo para mantener "en-
cerrados" a los representantes de Cristo. Así, espera lograr una
doble meta: que los cristianos dejen de crecer y que priven a otros
de su testimonio. De ese modo destruye a ambas partes.
Paul Little escribe: "Cuando el Ministerio de Salud teme estar
frente a una epidemia de meningitis, inmediatamente procura ais-
lar el germen infeccioso. Si cada persona enferma permanece en
observación, el mal no se difundirá. De la misma manera, una se-
gura prevención contra la propagación del evangelio es aislar a
sus portadores (cristianos) de todo contacto con la otra gente. El
enemigo de la humanidad intenta hacer exactamente esto al con-
vencemos de que nos unamos y evitemos todo contacto innecesa-
rio con los no cristianos, no sea que nos contaminemos también
nosotros". 3
Naturalmente, tomar la iniciativa de acercamos y entrar en
·contacto con desconocidos es más fácil para unos que para otros.
Siempre me resultó más cómodo asociarme con las personas con
quienes compartía el diario vivir: las que me rodeaban en mi lugar
de trabajo, las que encontraba en el supermercado, en el banco,
en el vecindario u otros que estaban dentro de mi esfera de acción
o que se me presentaban en el camino.
No digo con esto que nunca me aproximo a algún desconocido
o que siempre necesito ser presentado, pero interesarme en quie-
nes veo con frecuencia es mucho más fácil y fructífero. Debido a
que tenemos un punto de contacto con esas personas, ellas -y
nosotros también- están mucho menos inclinadas a sentirse
48 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

aprehensivas o temerosas. Se~ como fuere, un contacto inicial en


estas condiciones es más fácil y probable que crezca y se trans-
forme en U\}a relación significativa, especialmente cuando es re-
forzado por una interacción frecuente.
Igual que cualquier otra actividad que vale la pena, llegar a
otros puede ser difícil, especialmente al comienzo. Por ejemplo,
hace dos años, usar una computadora parecía una tarea imposible
para alguien como yo, que no está orientado hacia el tecnicismo.
Ahora, mientras escribo estas palabras en la pantalla de nü com-
putadora, apretando diferentes teclas y manipulando varias fun-
ciones, no puedo olvidar mi gran rechazo inicial. Después debas-
tante práctica y perseverancia, estoy capacitado para trabajar en
ella. Esta capacidad me da, al mismo tiempo, alegría, a pesar de
que tengo que preocuparse por coordinar varias cosas diferentes
para poder dominar la máquina y no caer en un serio problema.
Con paciencia y práctica, las tareas que aparentemente eran im-
posibles se tornaron automáticas.
La gente se asocia con otras personas por diferentes razones.
Generalmente lo hace por algún motivo personal y no porrazo-
nes altruistas. Debido a que tantos han sido manipulados, usados y
explotados por inescrupulosos, podemos entender por qué, cuando
nos relacionamos con la gente, ésta imagina que estamos buscan-
do algo. Esta es la razón por la que escuchamos la tan familiar
pregunta: "¿Cuál es su interés? ¿Qué es lo que usted está buscan-
do? ¿Qué desea en definitiva? ¿Qué quiere a cambio de lo que
ofrece? ¿Qué está vendiendo?" Estas preguntas nos ilustran cuán
cautelosa se ha puesto la gente como consecuencia de haber sido
usada.
La mayoría de nosotros ha vivido la fea experiencia de sentir
que alguien nos ha usado o se aprovechó de nosotros: Nos hicie-
ron sentir traicionados. Cierta vez compré un auto nuevo a un
vendedor excepcionalmente cortés y amigable. No bien terminó
la venta, me trató como si nunca me hubiese conocido, especial-
mente cuando quise llevar el auto nuevamente para que le hicieran
un service. ¿No será que a veces actuamos como este vendedor
de autos? Salimos fuera de nuestro camino para ofrecerle amistad
a una persona, pero cuando se une a la iglesia, o cuando perde-
mos la esperanza de que lo haga, la dejamos caer como si fuese
una papa caliente.
CRISTO, EL ACOMPAÑANTE 49

Nunca olvidaré a cierto grupo de jóvenes. Su comportamiento


siempre había demostrado que se sentían demasiado importantes
para hablar siquiera conmigo. De pronto, se mostraron sumamen-
te amables. Al principio casi sentí placer por esta instantánea
transformación, aunque quedé confundido. Más tarde supe que
estaban tratando de ganar un premio por llevar un cierto número
de invitados a unas reuniones de evangelización. "Infelizmente,
muchos no cristianos hoy están recelosos en relación a los cristia-
nos debido a contactos previos con una persona religiosa muy
amigable que tenía motivos egoístas. Algunos no cristianos rehú-
san escuchar una sola palabra acerca de nuestro Señor hasta que se
aseguran de que seremos sus amigos aunque rechacen a Jesucristo.
Debemos amar a cada persona por lo que ella es". 4
En el primer peldaño de su método, Cristo no se asoció o rela-
cionó simplemente con otros, sino que lo hizo en procura del
bienestar de ellos. El llegó hasta ellos porque eran quienes eran.
Pero ¿cómo lo hizo? El encontraba acceso a sus corazones "de tal
modo que les hacía sentir la plenitud de su identificación con los
intereses y la felicidad de ellos" .5
Cierta vez pasé por una ciudad donde un conocido mío era
pastor. Mientras caminaba con él hacia su oficina, me acribilló a
preguntas, curioso por la razón de mi visita. "¿Estás buscando tra-
bajo?", inquirió. "¿Necesitas algo?". Le expliqué que estaba allí
simplemente por una breve visita amistosa, para saludarlo y saber
cómo estaba.
Luego de charlar unos minutos oramos juntos y puedo decir
que quedó agradablemente sorprendido y profundamente agrade-
cido por mi genuino gesto hacia él. "Te pido disculpas", me dijo,
"pero parece que todos los que vienen a verme siempre tienen al-
guna clase de pedido o problema. No estoy acostumbrado a que la
gente se detenga aquí y me visite sólo porque se preocupe por mí
y quiera saber cómo me va".
Al acercarse a la gente, Jesús lo hizo simplemente por amor a
ella y porque tenía el mejor de los intereses en el corazón. Si bus-
camos excusas o razones para acercamos a quienes están a nuestro
alrededor, no necesitamos esperar más tiempo. La mayor de la ra-
zones para tomar la iniciativa es que ellos son gente. Esta es la ra-
zón por la que Jesús vino a este mundo. Las personas eran su
principal objetivo, no por el nivel socioeconómico y cultural que
50 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

pudiesen tener ni por sus realizaciones, sino porque tenían valor


por ellos mismos.
Hace unos años, alguien me presentó a un líder que tenía un
cargo jerárquico muy elevado en la iglesia. Al principio, me trató
con cierta frialdad y de un modo distante y frío. Las cosas cam-
biaron radicalmente cuando se percató de cuál era mi posición de
liderazgo en la iglesia. De repente, pasó a ser casi amigable, a pe-
sar de que yo seguía siendo la misma persona. Su percepción de
mí había cambiado.
¡Qué trágico es que nosotros, que nos proclamamos seguidores
del humilde Cristo, mostremos tal parcialidad! Jesús dijo a sus
discípulos: "Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera
hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor" (Mat. 20:
26). El nos diría: "En mi reino, el principio de preferencia y su-
premacía no tiene cabida. La única grandeza es la grandeza de la
humildad. La única distinción se halla en la devoción al servicio
de los demás". 6
Parecería que la gente solamente se asocia con otros cuando
tiene alguna excusa o problema. Entonces, piden disculpas por
"molestar" o "hacerles perder el tiempo". Ven las relaciones
consecutivas dentro del contexto de su propia problemática.
Una de las mayores necesidades en nuestro mundo es la de un
tipo de asociación como la que Jesús entabló en su vida. Nosotros
podemos llenar ese vacío con el amor de Jesús en nuestra vida.
Al hacerlo, provocaremos una agradable reacción en la gente
cuando perciban que en este mundo hay seguidores de Cristo que
los aman como Cristo amó, por su propio bien. ¿Somos conscien-
tes de que tenemos a nuestra disposición el más imponente poder
del universo para cambiar el corazón humano? ¡El enorme poder
del amor genuino! La iniciativa de Cristo, llena de amor, para con
la mujer samaritana, al rescatarla de la profundidad donde había
caído, no solamente alteró radicalmente el interés por el curso de
su propia vida, sino también de la vida de su pueblo (Juan 4: 1-
42).
Generalmente reaccionamos contra la gente en lugar de actuar.
Esperamos que los otros tomen la iniciativa. Si nos saludan, res-
pondemos al saludo; si nos ignoran, hacemos de cuenta que no
los hemos visto. En cierto sentido, perdemos nuestra prerrogativa
CRISTO, EL ACOMPAÑANTE 51

de actuar, dejando que las acciones o inacciones de otros determi-


nen cómo nos vamos a relacionar con ellos.
Cierta vez vi un afiche que decía: "Yo soy yo y usted es usted.
No estoy en este mundo para agradarlo, ni usted para agradarme a
mí. Si nos encontramos, está bien; y si no nos encontramos, tam-
bién está bien".
La filosofía de ese afiche me dejó con una sensación de vacío.
Hasta los animales muestran mayor interés que éste. La Biblia
contiene numerosas referencias de iniciativas que Cristo tuvo para
con nosotros. Una vida modelada según su ejemplo no podría ser
una vida pasiva. El cristiano es "guarda de su hermano" (Gen. 4:
9), "no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual tam-
bién por lo de los otros" (Fil. 2: 4). En Romanos 14: 7 Pablo de-
clara: "Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere
para sf'.
Cada uno de nosotros es un catalizador por medio del cual
Dios cambia nuestro mundo para mejor. Donde hay tristeza,
nosotros difundimos alegría; donde hay desesperanza, esparcimos
esperanza; donde hay odio y desavenencia, transmitimos su amor
y reconciliación. La inseguridad y el sentimiento de insuficiencia
pueden hacer que nos resulte difícil tomar la iniciativa, pero· como
sabemos que Dios está siempre a nuestro lado transmitiéndonos
su amor y verdad, nuestra confianza y eficiencia en Cristo inevi-
tablemente crecerán.
Acostumbraba memorizar algunas preguntas para hacer a la
gente cuando iba a testificar. Lo que me dejaba muy preocupado
era cómo lanzarlas en un orden lógico y en el momento oportu-
no. Dado que muchas veces me sentí confundido e incómodo,
cambié mi forma de actuar. Decidí no tener más preguntas prepa-
radas, sino más bien escuchar atentamente y permitir que la otra
persona me sugiriera qué tipo de preguntas era conveniente hacer.
Cierta vez, entré en la biblioteca de una universidad pública y
me ubiqué en una mesa, frente a un estudiante. Después de estar
allí unos minutos, mis ojos se encontraron con los suyos y miran-
do sus anotaciones y libros le pregunté:
-Estás estudiando para un examen, ¿verdad?
-Sí, pero todavía no estoy bien preparado -fue la respuesta
inmediata.
-¿A qué asignatura pertenece?
52 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

-A biología, pero realmente la detesto.


-Bueno, creo que a todos nos toca estudiar materias que no
nos gustan mucho --enfaticé-. Pero, ¿cuál es la carrera que estás
estudiando?
-Usted no lo va a creer, pero es ¡Biología!
-¿Cómo es que estás estudiando algo que te disgusta tanto?
-Porque mis padres me han presionado. Ellos lo quieren así.
Estar atentos a lo que los otros dicen no sólo nos permite hacer
la pregunta correcta, sino también enfocar la atención en sus preo-
cupaciones e intereses.
En Mateo 5: 13 Jesús nos llama "la sal de la tierra". Es obvio
que la sal es esparcida sobre los alimentos ¡y no al revés! La sal
toma la iniciativa. Consideraríamos totalmente ridículo que al-
guien esparciera alimentos sobre la sal. Cuántas innumerables
oportunidades habremos perdido por no tomar la iniciativa, por
no compartir una sonrisa genuina, por no dar un apretón de manos
sincero, una palabra de aliento, una oración. Nadie debería subes-
timar estos pequeños y sinceros gestos pues muy seguido abren
amplias puertas para testificar.
Fracasamos cuando no apreciamos o capitalizamos los gestos
de amistad. "El pueblo de Dios no cultiva bastante la sociabilidad
cristiana ... Especialmente, los que han gustado el amor de Cristo
deberían desarrollar sus facultades sociales, pues de esta manera
pueden ganar almas para el Salvador". 7
La sierva del Señor nos amonesta: "No debemos apartamos de
los demás ... Rara vez nos buscarán por su propia iniciativa... El
poder social, santificado por la gracia de Cristo, debe ser aprove-
chado para ganar almas para e1Salvador". 8 Esta es la razón por la
cual no debemos tomar la postura de que si los otros están intere-
sados en ser nuestros amigos, deberían mostrarse amigos primera-
mente. Aunque ellos no lo fuesen, nosotros necesitamos serlo, y
podemos modificar esta situación con la afectuosa iniciativa de
Cristo.
Rebecca Pippert hace una observación para los que esperan
que los no cristianos den el primer paso: "¡Qué traidora distorsión
de la orden bíblica de ser la sal y la luz del mundo! Algunos cris-
tianos se escabullen y permanecen aislados y apartados del mundo
cuando en realidad han recibido la orden de penetrarlo. ¿Cómo
podríamos ser la sal de la tierra sí nunca salimos del salero?" 9
CRISTO, EL ACOMPAÑANTE 53

La sal está en el salero para ser usada, no para ser guardada en


un estante y ser admirada por quienes pasen por allí. Ha sido
puesta en ese lugar con el único propósito de ser esparcida sobre
el alimento y mezclada con éste para darle sabor. Elena de White
usa el término "unirse" al ilustrar este punto: "La sal tiene que
unirse con la materia a la cual se la añade; tiene ql\e entrar e infil-
trarse para preservar. Así, por el trato personal llega hasta los
hombres el poder salvador del Evangelio". 10
Entonces, ¿cómo haremos para sacar la sal fuera del salero?
¿Cómo lograr que los "pescadores de hombres" salgan a pescar?
¿Cómo lograr que los "segadores" vayan a los campos que están
maduros? Muchas veces miramos a nuestro alrededor extrañados
procurando encontrar a alguien que ande por allí para ser alcan-
zado por el Señor. El aparente desinterés de la gente por el evan-
gelio puede dejarnos perplejos al punto que, incluso, oramos al
Señor pidiéndole que se apure y que tenga el fruto listo para la
siega. (Notemos lo que Jesús, el experto en siega de almas, dijo en
Mateo 9: 36-38, inmediatamente después ,de ver la multitud.) El
no les pidió a sus discípulos que orasen por la cosecha, sino les
dijo que la mies era "mucha" y que había llegado el momento de
segar. En realidad no tenemos problemas con la cosecha, los tene-
mos con los obreros. Por esu Jesús pidió a sus discípulos: "Ro-
gad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies".
Ellos eran "pocos" e insuficientes para salir y realizar la urgente
tarea de segar los campos.
Las mismas "multitudes" que Jesús vio, siguen estando a
nuestro alrededor como una siempre lista y abundante cosecha.
No podemos esperar que la mies venga a nosotros; somos noso-
tros los que debemos ir a ella. Francamente, la gente que nos ro-
dea no parece estar preparada ni ansiosa de ser segada para el rei-
no de Cristo. Jesús conocía el alma de cada persona de esas multi-
tudes, y si nosotros pudiéramos verlos como él los veía, entende-
ríamos por qué a veces se mostraban duros e insensibles.
Sus vidas pueden tener dificultades que nosotros desconoce-
mos totalmente. Pueden estar luchando con desafíos que son un
reto a la comprensión humana. Muchos están sedientos de algo
que nuestro mundo no puede ofrecerles, y aunque buscan por
diferentes medios, nada puede calmar esa sed de sus almas. Pero
si ellos sienten el amor tangible de Cristo expresado por medio de
54 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

nuestra vida, y comprenden que tanto la realización como la paz


(cosas que anhelan desesperadamente) son posibles en Cristo, nos
maravillarán con su receptividad.
El Señor de la siega, el Espíritu Santo y Jesús, el supremo tes-
tificador, han estado siempre trabajando en la preparación de la
siega que nosotros debemos hacer. Al aproximarnos a otros, debe-
mos hacerlo con la plena convicción de que la Trinidad ya trabajó
en sus corazones y los hizo conscientes de sus errores. Nada puede
ser más vigorizador que saber que nunca estamos solos en la tarea
de testificar. No solamente Dios está trabajando con nosotros aho-
ra, sino que él ya lo hizo y continuará la tarea.
Recuerdo cuando, en mi niñez, me ufanaba frente a mi padre
por todo lo que había hecho en la cosecha de trigo.
-¡Papá, mira cuán duramente he trabajado! -me vanagloria-
ba frente a él.
-Sí, hijo, pero recuerda que el Señor ya hizo la mayor parte
del trabajo -enfatizaba mi padre-. El Señor nos dio la semilla,
el suelo, la lluvia, el sol y el milagro del crecimiento.
La Trinidad está ocupada influyendo en el corazón humano:
"La misma Inteligencia divina que obra en la naturaleza habla al
corazón de los hombres, y crea un deseo indecible de algo que no
tienen. Las cosas del mundo no pueden satisfacer su ansiedad. El
Espíritu de Dios está suplicándoles que busquen las cosas que só-
lo pueden dar paz y descanso: la gracia de Cristo y el gozo de la
santidad. Por medio de influencias visibles e invisibles, nuestro
Salvador está constantemente obrando para atraer el corazón de
los hombres de los vanos placeres del pecado a las bendiciones
infinitas que pueden disfrutar de él" . 11
El Señor no sólo conoce profundamente a la persona que esta-
mos contactando, sino que está haciendo su máximo esfuerzo para
alcanzarla por nuestro intermedio. Sencillamente es un milagro
que podamos ver al Señor trabajando en forma efectiva mediante
nosotros. Esa es su divina misión. Está a cargo y nosotros somos
sus leales aprendices que lo acompañamos y aprendemos de él.
Caminar y trabajar con Jesús es el gran remedio contra el mie-
do y la insuficiencia. "No temas, porque yo estoy contigo; no des-
mayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré,
siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (lsa. 41: 10).
Llegamos a tener seguridad en su presencia, fuerza en su fortaleza
CRISTO, EL ACOMPAÑANTE 55

y liberación en su amor. Al sentir su paz, estamos más cómodos y


tenemos la seguridad de que con él todo se desarrollará de la me-
jor manera.
Siempre recordaré el momento cuando conocí a Jacques, un
profesor de filosofía de origen francés (que se proclamaba ateo),
en el aeropuerto de Tananarive, Madagascar. Sentado frente a mí
en la sala de espera, daba la impresión de estar con la mente muy
lejos de allí. Oré para que el Espíritu Santo me secundase ya que
acercarme a él sería una especie de riesgo (casi siempre lo es), es-
pecialmente en los primeros momentos. Pero Jesús estaba allí y
su intervención hizo que las cosas fueran más fáciles. Hablando
un francés vacilante lo saludé e hice algunos comentarios infor-
males en relación al atraso del vuelo (algo que teníamos en co-
mún, y al mismo tiempo no tan infrecuente en esa parte del mun-
do).
Poniendo verdadero interés en él y en lo que iba diciendo, pu-
de percibir que cada vez era más accesible. Luego de haberlo
escuchado atentamente durante unos minutos, se detuvo súbita-
mente y mirándome fijamente me dijo: "Le pido que me disculpe
por esta charla, pero su aparente interés en lo que yo estaba di-
ciendo me incentivó a hablar. Ahora, por favor, ¿podría usted
contarme quién es y qué hace?"
Bueno, tengo que admitir que siempre me gusta cuando me
gano la oportunidad de hablar. Me siento mucho más seguro, pues
no me impongo de ninguna manera a la otra persona. El Espíritu
Santo había estado trabajando en el corazón de J acques. El interés
sincero y el amor cristiano sorprenden a la gente. ¿Por qué? Por-
que muchos estamos tan atareados en promocionamos a nosotros
mismos, amando las cosas materiales o usando a la gente, que
cuando alguien se preocupa genuinamente por nosotros y nos
presta atención sin motivos egoístas o personales, nos produce
una sorpresa agradable.
Compartí con este filósofo francés mi propia filosofía de la vi-
da. Cuando percibí que estaba sumamente atento e interesado dije:
"Sé, por experiencia personal, que Dios es real. Es mi mejor ami-
go y absolutamente confiable, lleno de amor incondicional, satis-
face mis más profundos anhelos; gracias a él logro sentido real y
un propósito para mi vida". Dialogamos hasta que llegó el mo-
mento de subir al avión. Entonces, dirigiéndose a mí, hizo el si-
56 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

guiente comentario con un tono de mucha seriedad en su voz:


"Realmente me gustaría tener el tipo de fe en Dios que usted tie-
ne". Luego, con cierta vacilación continuó: "Quizás esto es lo que
estoy buscando. Me siento verdaderamente sorprendido de decír-
selo a usted, pero creo que voy a investigar más el terna".
Sí, el Espíritu Santo toma nuestro simple contacto social y
nuestro humilde y sincero testimonio y lo usa para ablandar y
convencer el corazón más duro. "Siendo sociables y acercándoos a
la gente, podréis atraer la corriente de sus pensamientos más fácil-
mente que por el discurso más capaz" .12 Dios tiene muchas opor-
tunidades providenciales para testificar y desea ponerlas en nues-
tro camino. Si estamos en consonancia con su gran pasión de sal-
var al perdido y de tomar la iniciativa, podremos vivir experien-
cias notables que de otra manera no nos serian accesibles.
¿Hasta qué punto debemos entrar en sociabilidad con los
otros? A veces nos sucede una de dos cosas: o no nos relaciona-
mos con otros para nada, o vamos al extremo de asociarnos más
allá de lo conveniente. Nuestra respuesta es Cristo mismo. Sí, él se
identificó a sí mismo con la gente para transformarla a su imagen.
Por ejemplo, en la experiencia de la mujer que fue llevada ante
Jesús para ser apedreada (Juan 8: 2-11) detectamos los dos ele-
mentos paralelos: identificación y transformación.
Identificación: Jesús le preguntó a María:
-Mujer, ¿dónde están los que te acusaban?
-Ninguno, Señor -fue la respuesta de ella.
-Ni yo te condeno -afirmó Cristo.
Pero éste no es el fin de la historia.
Transformación: Su amonestación a vivir una vida piadosa ba-
sada en la manera como él la aceptó:
-Vete, y no peques más.
En un ministerio de tipo personalizado nos identificamos con
la gente, sus necesidades y sentimientos, a la vez que les señala-
mos a Jesús como quien puede satisfacer sus más profundas an-
siedades. Al estar anclados en Cristo, la Roca, podemos alcanzar a
otros, identificarnos con ellos, sacarlos fuera del pozo del pecado
y poner sus pies en un terreno espiritualmente más elevado.
Estamos en este mundo, pero no somos de él. Mientras
cambiamos el mundo, debemos cuidar que éste no nos transfor-
me a nosotros (Juan 17: 15, 16). Fish y Conant ilustran este im-
CRISTO, EL ACOMPAÑANTE 57

portante punto cuando nos dicen: "Es correcto que la iglesia esté
en el mundo, siempre y cuando éste no esté en la iglesia. El barco
no se hunde mientras está en el agua; se hunde cuando el agua en-
tra dentro de la nave ... A medida que la mundanalidad invade la
iglesia, el trabajo de rescate de ésta decrece". 13

Referencias
1EGW, MC, p. 68.

2Jbíd., p. 398.
3Paul Little, How to Give Away Your Faith, p. 28.

'Jb{d., p. 70.
5EGW, OE, p. 45.

6
EGW, DTG, p. 605.
7EGW, MJ, p. 403.

8EGW, DTG, pp. 126, 127.

I>Rebecca M. Pippert, Out ofthe Saltshaker, p. 124.


1
CIEGW, DMJ, p. 34.
11
EGW, CC, p: 26.
12
EGW, OE, p. 201.
13
R. J. J.Fish y J. E. Conant, Every-Member Evangelism, p. 48.
CAPITULO
CINCO

EL CRISTO COMPASIVO

~general
f(J ;~ción
Dwight D. Eisenhower no solamente ganó repu-
por su coraje durante la Segunda Guerra Mundial,
sino también por la manera como trataba a sus soldados. Siendo
comandante de las Fuerzas Aliadas, se mezclaba con sus tropas
para darles ánimo y apoyo. Se cuenta que durante una de las ma-
yores luchas ofensivas contra las fuerzas nazis, el general Eisen-
hower estaba caminando cerca del río Rin, cuando, de pronto,
avanzó precipitadamente hacia un soldado que parecía estar desa-
lentado y abatido.
-¿Cómo te sientes, hijo? -le preguntó.
-General, estoy terriblemente nervioso -fue la respuesta.
-Bueno, entonces tú y yo formamos una dupla, porque me
siento exactamente igual. Creo que si hacemos una caminata jun-
tos nos haría bien a ambos.
La manera como Eisenhower se relacionó con aquel deprimido
soldado ilustra lo que significa demostrar simpatía por el prójimo.
El general escuchó empáticamente, se identificó, compartió abier-
tamente sus propios sentimientos, y caminó junto a aquel joven,
no sintiendo pena por él, sino con el propósito de animarse
mutuamente.
La palabra simpatía viene del término griego sumpátheia, que
deriva de dos raíces: sún, "juntos, y páthos, "sentir profundamen-
te". Entonces, simpatía significa literalmente "sentir juntos o con-
58
EL CRISTO COMPASIVO 59

dolerse profundamente". El diccionario inglés Webster la define


como "entrada en, o habilidad para entrar en el estado mental, los
sentimientos y las emociones de otra persona".
Lamentablemente, muchos entienden erradamente el signifi-
cado de simpatía, condolencia o solidaridad. Piensan que simpati-
zar con alguien es sentir pena por él, bajar a su nivel o aproximar-
se a él con un aire de superioridad y condescendencia. De esta
manera, la palabra tiene frecuentemente una connotación negativa,
como lo ejemplifica la reacción defensiva: "¡No necesito su sim-
patía!" En nuestra cultura occidental queremos demostrar fortaleza
y autosuficiencia al mismo tiempo que rechazamos cualquier cosa
que sugiera debilidad y dependencia.
Douglas Cooper afirma: "Damos especial valor a la indiferen-
cia y la frialdad. Incluso en la iglesia, elogiamos a la persona que
es capaz de permanecer incólume e indiferente frente a cualquier
cosa". 1
Durante el funeral del presidente John F. Kennedy, la gente se
admiraba de que la viuda permaneciese fuerte y estoica sin derra-
mar siquiera una lágrima ni mostrar mucha emoción. Simpatizar o
condolemos de una persona que tiene una debilidad, que es lisiada
o que tiene algún tipo de herida puede resultamos realmente incó-
modo o embarazoso. Nos sentimos atraídos por personas o situa:..
dones que aparentemente son felices, y procuramos escabullimos
de la presencia de los que sufren. Buscando "pasarlo bien", evita-
mos circunstancias dolorosas para que ellas no nos recuerden
nuestra propia vulnerabilidad.
Por esta misma razón, cuando un paciente terminal nos co-
menta que está próximo a morir, solemos responder: "¡No diga
eso! Usted no va a morir, ya va a mejorar". La persona puede estar
buscando desesperadamente nuestra comprensión y simpatía para
que la ayudemos a enfrentar la muerte.
Cooper relata su propia experiencia, vivida cuando era cape-
llán. Cierta vez visitó a una joven madre que estaba muriendo de
cáncer. "No es posible imaginar cómo una persona podría sentirse
más miserable al tratar de simpatizar con alguien. En lugar de
apoyar mis respuestas en sus sentimientos, las basé en los míos.
Lo que ella estaba compartiendo me angustiaba y me hacía sentir
incómodo ya que no coincidía con mi humor. Me resultaba desa-
60 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

gradable y me acobardé. No pude aceptar el desafío ni me sentí


afectado, por lo cual la ignoré" .2
En una ocasión le pregunté a una persona que tenía una
funeraria por qué se acostumbra maquillar a los muertos. Me con-
testó que es preciso quitarles la palidez natural con un poco de
color ante de presentarlos a sus seres amados o amigos. En inglés
suele decirse que una persona "se alejó" en lugar de decir que ha
muerto. Una mujer, tratando de animar a su amiga que acababa
de perder a su esposo, le decía:
-se lo ve lindo, ¿verdad?
-No, no está lindo. ¡Se lo ve muerto! -estalló la viuda.
Incluso respecto de la muerte queremos falsificar o disimular
nuestra verdadera situación. Parecemos incapaces o reacios a en-
frentarnos con la realidad desagradable. Pero Jesús mostró simpa-
tía y consideración para con los dolidos y sufrientes, y no retro-
cedió frente al dolor humano o el sufrimiento. Incluso visitaba al
enfermo y al encarcelado (situaciones que fácilmente esquiva-
mos) como ejemplo de preparación para su venida (Mat. 25: 36).
Existen al menos otros tres términos que están íntimamente
asociados a la palabra simpatía: empatía, compasión y consuelo.
Empatía viene del griego empátheia, término que se compone de
en, "en", y páthos, "sentir profundamente". En otras palabras,
significa ponernos nosotros mismos en el lugar de la otra persona
para comprender sus sentimientos y sus pensamientos. Como de-
cimos a veces, es ponernos "en los zapatos del otro".
Compasión viene del término latino compati, que a su vez está
formado por com, "con", "juntos", y pati, "sufrir". El término in-
dicaría, entonces, "sufrir con" o "sufrir juntos". Significa compar-
tir el sufrimiento con las víctimas y sentirse motivado a ayudarlas
a salir de su dificultad.
El profesor Harvie M. Conn, del Westminster Theological Se-
minary, explica qué significa ser compasivo. Según él, la compa-
sión debería abarcar no solamente a la persona que es transgreso-
ra, sino también a aquella contra quien se dirige la agresión.
"Compasión significa más que ternura maternal; es más que la hi-
ja de Faraón viendo llorar al bebé Moisés; es la hija de Faraón
viendo llorar al bebé de un hebreo oprimido (Exo. 2: 6). Es
sensibilidad transformada en acción en beneficio del que fue víc-
tima del pecado ajeno". 3
EL CRISTO COMPASIVO 61
La palabra compasión está íntimamente ligada al ministerio de
Jesús. Sabemos que él es el Señor de la compasión, pues cuando
vio al leproso se sintió "compadecido de él" (Mar. 1: 41, BJ); y
cuando observó a la viuda de Naín haciendo duelo por su único
hijo, "tuvo compasión de ella" (Luc. 7: 13, BJ). Al salir al en-
cuentro de las muchedumbres asoladas y sin esperanza, nueva-
mente "sintió compasión de ellas" (Mat. 9: 36, BJ). La religión de
Cristo no era simplemente de la mente, sino también del corazón.
Al fmal, murió con el corazón quebrantado.
¿Sentimos en nuestro corazón una compasión similar por
nuestro prójimo? ¿Sentimos en nuestro interior compasión seme-
jante a la que Cristo tuvo respecto de la humanidad perdida?
John Jowett, conocido como el mayor predicador de su época,
escribió: "El evangelio de un corazón quebrantado implica el mi-
nisterio de corazones sangrantes ... Tan pronto como dejemos de
sangrar, dejaremos de ser una bendición ... Nunca podremos curar
las necesidades que no sentimos". 4
Las Escrituras asocian la palabra consuelo con Jesús y el Espí-
ritu Santo (1 Juan 2: 1; Juan 14: 16). Ambos son consoladores se-
gún un importante significado de la palabra griega parákletos,
que deriva de pará, ''junto" y kletós, "alguien llamado".
Paracleto es alguien que viene hacia nosotros y permanece a
nuestro lado. Cristo, por medio del Espíritu Santo, está presente
junto a nosotros, nunca nos dejará ni nos abandonará; siempre es-
tá cerca para empatizar, darnos ánimo y ayudarnos. Este concepto
está muy claro en Lucas 24: 15, donde dice que "se acercó" a los
dos discípulos y los acompañó en su camino.
Jesús sintió compasión por la gente. La mayor parte de sus ex-
presiones de simpatía o compasión fueron dirigidas en forma in-
dividual. Aparentemente, no consideraba que la demostración de
esa compasión fuera una pérdida de tiempo. Como la sal es espar-
cida grano a grano, él derramaba su consuelo sobre las personas a
medida que se encontraba con ellas. Imaginémoslo hablando y
consolando a la prostituta, al ladrón, al hombre ciego, a la viuda, a
la madre, al niño, al joven rico, a la samaritana (y la lista conti-
núa). "El trabajo de Cristo generalmente estaba compuesto por
entrevistas personales. El daba una consideración especial a sus
plateas de una sola alma". 5
Muchas veces nos sentimos incómodos al relacionarnos con la
62 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

gente en forma individual o en pequeños grupos. Estamos asusta-


dos y temerosos de que nuestras máscaras que, con toda segu-
ridad ocultan nuestro verdadero yo, puedan encogerse un poco y
queden al descubierto algunos de nuestros temores o deficiencias.
O también pensamos que ellos podrían descargar alguno de sus
problemas en nosotros, lo que nos pondría en la obligación de
ayudarlos. Naturalmente, esto nos llevaría a correr riesgos, a in-
vertir parte de nuestro tiempo, de nuestros recursos y de nosotros
mismos en función de ellos. Elena de White dice que "el mayor de
los trabajos misioneros" es realizado mediante un "trabajo perso-
nal" al entrar en relación con quienes están a nuestro alrededor.
"Al visitar a la gente, y conversar, orar y simpatizar con ella, ga-
naréis sus corazones". 6
En otra de sus obras, ella sostiene que "debemos acercarnos a
los hombres individualmente con la simpatía de Cristo ... Aun
cuando la lógica no pueda conmover, y los argumentos puedan
resultar inútiles para convencer, el amor de Cristo, revelado en el
ministerio personal, puede ablandar un corazón pétreo". 7
Un hombre que aparentemente estaba recibiendo grandes ben-
diciones espirituales gracias a un pequeño grupo de personas que
estudiaban la Biblia, después de pocas semanas, inesperadamente,
dejó de asistir. Cuando conversé con él más tarde y le mencioné
que todos lo echábamos de menos, aproveché para preguntarle
con mucho tacto cuál era la razón que lo llevó a dejar de asistir.
Me confió que a pesar de estar necesitando desesperadamente ese
tipo de compañerismo espiritual, ·prefería sacrificarlo para proteger
su posición y la posibilidad de promoción en el liderazgo de la
iglesia. Aun después de mi comentario en relación a que todos te-
nemos imperfecciones, él sentía que tenía que continuar proyec-
tando la imagen de "está todo bien".
Creo que ésta puede ser la razón por la cual algunos se sienten
más cómodos en grupos mayores, como una iglesia grande o una
reunión de camaradería, donde pueden esconderse en la multitud y
no precisan llegar cerca de los individuos. La sociedad moderna
despersonalizó la humanidad, incluyendo a la iglesia, conducién-
dola a la fragmentación, alienación y constante volubilidad.
Muchos de nosotros parecemos haber sido alcanzados por la
desenfrenada arremetida de ganar más dinero para comprar más
artefactos. En lugar de dedicar nuestro precioso tiempo libre a de-
EL CRISTO COMPASIVO 63
sarrollar relaciones personales significativas, lo malgastamos
frente a la televisión, la computadora u otro tipo de entreteni-
miento. Como resultado, ha disminuido nuestro grado de huma-
nidad haciéndonos sentir suficientes, egocéntricos y encerrados
en nuestra propia opinión, y tan apáticos que no queremos ser
molestados. Cada vez más seres humanos se sienten como un nú-
mero perdido en un laberinto de estadísticas, o un miserable gua-
rismo arrojado en la complicación de la vida.
Una mujer compró cierta mercadería por correo y cuando re-
cibió la cuenta se apresuró a enviar a la compañía el cheque por el
monto total de la compra. Dos meses más tarde, para su sorpresa,
recibió el aviso de que la cuenta estaba aún sin pagar, acom-
pañado de un estado de cuenta con un saldo de U$S 00,00. Con
toda dedicación escribió una carta a la compañía con el compro-
bante de su pago total, creyendo que esto cerraría el asunto.
Aparentemente, el sistema computadorizado no prestó mucha
atención a su carta, pues durante varios meses siguió recibiendo
avisos semejantes. Cuando le llegó la información de que se to-
marían otras medidas, ella consultó a un abogado que le aconsejó
enviar un cheque por el monto de U$S 00,00. A pesar de sentirse
tonta, escribió ese cheque por valor de ¡cero dólares! Después de
todo, ¿qué perdería? Para su gran alivio, dejó de recibir los avi-
sos amenazantes y se sintió feliz de que la compañía finalmente
diera el asunto por concluido ... aparentemente. Un día, llegó otro
aviso, y cuando abrió la carta no podía creer lo que estaba viendo.
¡Allí, se le estaban debitando U$S 15 en carácter de multa por
atraso en el pago!
Quizás incidentes como éste no sean comunes, pero revelan
dónde ha llegado, en algunas áreas de la vida, nuestra sociedad
impersonal. La forma mecánica que usamos para tratar a otras
personas ha creado un vacío de contacto y calor humano. Los se-
res humanos no somos máquinas. Al haber sido creados a la ima-
gen de Dios deberíamos dar y recibir compasión, simpatía y
amor.
Arthur McPhee escribe: "Muchos hombres y mujeres no bus-
can la religión, ni tampoco tienen tiempo o inclinación para ha-
cerse preguntas acerca del significado de la vida ... sólo están bus-
cando amor". 8
La falta de confianza y solicitud cristianas existe no sólo en el
64 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

mundo, también entre los miembros de iglesia. Confianza que nos


ayudará a ser abiertos y solícitos para demostrar interés genuino
hacia el prójimo. Una experiencia o compromiso personal de este
tipo no puede ser votado o planeado. Solamente puede fluir desde
un corazón que está bien asegurado en Cristo y lleno de su amor y
simpatía porque "el alma del problema humano es el problema
del alma y el corazón humanos". 9 Según George Sweeting, del
Instituto Bíblico Moody, "antes que la evangelización pueda ser
un plan, debe ser primero una pasión. Si queremos testificar por
Cristo exitosamente, debemos mostrar genuina preocupación y
solicitud por la gente". 10 -,
Si en la iglesia, el cuerpo de Cristo, no encontramos este amor
y esta compasión, entonces, ¿,dónde podemos buscarlo? La mayor
razón de que tanta gente luche con problemas mentales y emocio-
nales es que no ha podido satisfacer su necesidad de amor. Karl
Menninger, el notable psiquiatra norteamericano, le da un valor
de curación al poder del amor que está por encima de todo otro
tratamiento. El dice: "El amor es la clave de todo plan terapéutico
de un hospital psiquiátrico moderno". 11 .
La iglesia debe ser el lugar donde encontremos abundan-
temente este tipo de amor y simpatía. Cristo, nuestro ejemplo,
mostró su simpatía para con la gente y su ejemplo debe invadir
nuestra propia vida y nuestras iglesias. Las personas que entren
en contacto con nosotros deben llegar al convencimiento de que
en este mundo hay, efectivamente, gente que emula a Cristo de
manera que otros puedan verlo y experimentarlo. Sin embargo,
sin la gracia de Cristo como nuestro supremo modelo, esto sería
imposible.
"El que se humanó sabe simpatizar con los padecimientos de
la humanidad. No sólo conoce Cristo a cada alma, así como sus
necesidades y pruebas particulares, sino que conoce todas las cir-
cunstancias que irritan el espíritu y lo dejan perplejo" .12 ¿,Será que
la gente encontrará en nosotros un refugio de afecto y simpatía en
contraposición a la frialdad y crueldad tan comunes en las rela-
ciones humanas? ¿Somos conscientes de que "la inhumanidad del
hombre para con el hombre es nuestro mayor pecado?" 13 ¡Oh
cuán desesperadamente necesitamos tener un corazón compasivo
como el de Cristo en este mundo indiferente!
Pero lo que realmente distingue al cristiano es su genuina sim-
EL CRISTO COMPASIVO 65

patía para con los otros. "Verdadera simpatía entre el hombre y su


prójimo es lo que distingue a quien ama y teme a Dios de los que
descuidan su ley". 14 John Ruskin, el notable escritor inglés, con-
cuerda con Elena de White cuando dice: "La ennoblecedora dife-
rencia entre un hombre y otro es que uno siente más que otro".
Ray Stedman señala que la iglesia primitiva utilizaba dos for-
mas de testificar ante el mundo: la proclamación (kirugma) de
las buenas nuevas, y la comunión o compañerismo (koinonía) en-
tre los creyentes. Los paganos podrían rechazar la proclamación
por tratarse de otra idea o filosofía, pero no podían ignorar los re-
sultados tangibles de la camaradería cristiana. El amor y la simpa-
tía genuinos, que provienen únicamente de un conocimiento ínti-
mo de Cristo, eran tan claramente manifestados en la relación
cristiana para con el prójimo, que provocó la siguiente exclama-
ción de un escritor pagano: "¡Cómo se aman estos cristianos entre
ellos!"
Stedman lamenta la escasez de ese amor y compañerismo
cuando compara la iglesia primitiva con los efectos destructivos
del presente sobre nuestra vitalidad espiritual y nuestro testimo-
nio. El asegura: "En el presente, la iglesia se ha alejado de la koi-
nonía casi completamente, limitando las actividades de testifica-
cion de la iglesia exclusivamente a la proclamación (kirugma).
De esta manera ha logrado dos cosas simultáneas: quitar el ma-
yor resguardo para la salud interna de la iglesia, y debilitar su tes-
timonio efectivo delante del mundo" .15
Creo que el análisis de Stedman también se aplica a nuestra
propia denominación. Mientras somos definidamente una iglesia
que proclama, desafortunadamente no nos caracterizamos por ser
up.a igl~sÍJ! llena _de compañ~rismo cris~i~oo. En efecto, algunas
veces me pregunto si realmente entendemos qué es el compañe-
rismo cristiano. Estamos tan condicionados a lanzar rápidas ad-
vertencias al mundo acerca del pronto regreso de Cristo y su juicio
inminente, que descuidamos comunicar a otros que somos sus
discípulos, por medio de nuestro amor pará con el prójimo. Las
dos cosas deben ir de la mano, pues una fortalece a la otra. ¿cómo
podríamos estar preparados para el regreso de Cristo y preparar a
otros a menos que experimentemos el compañerismo y el amor
fraternal?
Probablemente e!ita es la razón por la cual publicamos los
3-MCT
66 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

triunfos de nuestro ministerio de proclamación, pero guardamos


silencio acerca del fracaso de nuestro ministerio de camaradería.
Proclamamos ampliamente la llegada de nuevos miembros a la
iglesia, pero extrañamente callamos cuando ellos se van. ¿Por
qué? Quizá la agudeza y gravedad de la siguiente frase nos señala
la respuesta: "Los descarriados, los que apostatan, los miembros
inactivos o cualquier otro nombre que pudiésemos darles, nos
causan dolor. Es la faceta de la iglesia de la cual solamente habla-
mos en un susurro. Nos resulta difícil hablar de ella públicamente,
pues al admitir que los apóstatas existen, hablamos de fracaso.
Puede tratarse de un fracaso de ellos o de nosotros. De todos mo-
dos es un fracaso, y es duro de aceptar, particularmente por una
iglesia que siente el llamado profético del día final, que quiere ser
vista como exitosa, creciente, amistosa y que comparte el verda-
dero evangelio de Cristo". 16
Sin la simpatía de Cristo en nuestra vida, y sin sentir la misma
compasión que él, nuestro testimonio llega a ser una formalidad,
un deber desprovisto de calor, vitalidad y poder. ¡Cuánto necesita-
mos seguir "el ejemplo admirable de Cristo! La incomparable ter-
nura con que compartía los sentimientos de los demás, llorando
con los que lloraban, regocijándose con los que se regocijaban,
debe ejercer honda influencia en el carácter de los que lo siguen
con sinceridad". 17
Cada uno de nosotros debe orar a Jesús pidiendo que trans-
forme nuestro corazón de piedra en un corazón de carne Cl!Paz de
sentir la pena ajena, para que podamos conmovemos por sus en-
fermedades. Necesitamos más compasión y simpatía semejantes
a las de Cristo, que broten de un verdadero corazón amante. Ojalá
que la predicción de Jesús que se encuentra en Mateo 24: 12: "Y
por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfria-
rá", nunca sea una realidad entre nosotros.
A pesar de que podemos mostrar simpatía de diversas mane-
ras, probablemente la mejor forma de conseguirla es escuchando a
otros atentamente y con un interés solícito.
Mientras me tomaba un descanso, al escribir este libro, pude
ver un emotivo ejemplo de simpatía en el programa televisivo "60
Minutos", presentado por la cadena CBS, el 10 de diciembre de
1989. Un equipo de televisión francés recibió finalmente permiso
de parte de las autoridades soviéticas para visitar y entrevistar a
EL CRISTO COMPASIVO 67
'
algunos prisioneros, privados de su libertad durante muchos años,
por motivos de. conciencia.
Estos prisioneros se mostraron visiblemente impactados e in-
cluso grandemente animados de saber que en el mundo, que sentí-
an tan lejano, no se habían olvidado de ellos durante su tribula-
ción. Cuando los periodistas franceses les contaron que estaban
allí con el único propósito de escuchar todo lo que ellos quisiesen
decir, se sintieron sobrecogidos al saber que alguien había tomado
la iniciativa y enfrentado el riesgo de escucharlos. Un prisionero
en particular exclamó: "¡Ustedes están aquí realmente para escu-
chamos!"
No necesitamos preocupamos (al menos por ahora) por los
peligros del encarcelamiento físico y la privación de nuestra liber-
tad. No obstante, en nuestra sociedad libre, muchos carecen de
amigos confiables con quienes puedan sentirse libres de abrir su
corazón; amigos que los acepten simplemente como son y que los
escuchen llenos de simpatía y compasión. Es realmente una rara
bendición tener amigos así hoy. Sabemos que muchos suicidios
no tendrían lugar si la desafortunada víctima hubiese tenido un
buen amigo que se preocupara por ella y hubiera escuchado sus
sufrimientos y preocupaciones.
Algunos pueden decir que sólo necesitamos que Cristo nos es-
cuche y simpatice con nosotros. Esto es en parte verdad, pero,
¿cómo podría creer la gente en las maravillosas cualidades del
Señor si no las ve ejemplificadas en nuestra vida? ¿Cómo sabrían
que el cristianismo obra concretamente en la vida real sin ser tes-
tigos de cómo éste actúa en nosotros? En cierto sentido, somos
las manos de Jesús que tocan con compasión, sus oídos que escu-
chan con interés y su corazón que sobreabunda de actos tangibles
de amor. Cuando vean esto, creerán.
"Poco después de la Primera Guerra Mundial un escultor se
ofreció para rclitaurar una estatua de Cristo dañada que se encon-
traba en una iglesia de Alemania. Ambas manos de la estatua ha-
bían sido destruidas. Luego de considerar el asunto, la congrega-
ción votó dejar la estatua sin manos para comunicar el mensaje de
que Cristo depende de nuestras manos para su trabajo". 18
McDill confirma esta idea básica cuando escribe: "El incrédu-
lo será mucho más receptivo a la idea de que Dios realmente tiene
interés y cuidado por nosotros cuando tenga un amigo cristiano
68 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

que le demuestre este cuidado divino" .19 Luego, puntualiza que


este interés y preocupación genuinos hacen un gran impacto, pues
no son esperados, y porque es totalmente inusual en nuestro mun-
do indiferente. "En este sentido el cristiano tiene buenas nuevas.
Hay pocos a nuestro alrededor que muestren realmente interés y
presten atención. El cristiano es único, fuera de lo común y par-
ticularmente bienvenido en un mundo egoísta". 20 ¿De qué otra
manera es posible implementar el consejo dado en Gálatas 6: 2:
"Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley
de Cristo", si no nos preocupamos sinceramente por conocer cuá-
les son dichas cargas? ¿Y cómo podríamos conocerlas sin escu-
char --como lo hacía Jesús-lo que la gente tiene para decir?
"La ley o el principio que motivaba la vida de Cristo era llevar
las cargas de otros. Cristo vino a la tierra como el gran portador de
las cargas del hombre (lsa. 53: 6)"_21 Cristo podría haber amones-
tado a la gente que tenía pesadas cargas a que acudiesen al Padre,
pero no lo hizo. En vez de eso los invitó a ir a él (Mat. 11: 28)
demostrándole cómo es Dios. Nosotros también, como sus
representantes, debemos seguir el ejemplo de Cristo porque su
ministerio es el nuestro (2 Cor. 5: 18-20). Al participar en dicha
curación y restauración, estamos viviendo en forma visible su ley
de amor hacia los otros, como él nos amó a nosotros (Juan 13:
34). Mucha gente podría entrar en contacto con Jesús y conocerlo
si lo viera actuar poderosamente en nuestra vida.
Naturalmente, debemos reconocer que algunas cargas sólo
pueden ser llevadas por Cristo, y otras sólo por los miembros de la
familia o amigos muy cercanos. Pero aún hay cabida para com-
partir mutuamente muchas otras preocupaciones. Es importante
que prestemos cuidadosa atención a lo que Stedman dice al
respecto. El sostiene que compartiendo las cargas con otros se
"apela a la honestidad y la franqueza entre los cristianos, y a un
mutuo reconocimiento de que no es anormal ni falto de espiritua-
lidad que cada uno tenga cargas y problemas en su experiencia
cristiana. De algún modo deben ser quitadas las máscaras y fa-
chadas que indican que 'todo está bien', cuando en realidad nada
está bien". 22
Alguien ha hecho la observación de que necesitamos escuchar
el doble de lo que hablamos, porque el Señor nos creó con dos oí-
EL CRISTO COMPASIVO 69

dos pero con una sola boca. Lamentablemente, muchos no sólo


escuchamos menos de lo que hablamos, sino que el auténtico "es-
cuchar" es prácticamente inexistente. Yo mismo lo sé, pues cons-
tantemente debo recordarme la necesidad de escuchar con aten-
ción.
Cuando visito a pastores jóvenes para promocionar la evange-
lización en sus distritos, mi mente queda impresionada por el tre-
mendo valor que encierra el escuchar. En lugar de forzarlos a
aceptar mis planes, les doy la oportunidad de compartir libremen-
te sus propias cargas, desafíos y aspiraciones. Luego visito a su
esposa e hijos. Frecuentemente dedico todo el día a escuchar lo
que estaba guardado en sus corazones, apoyándolos y orando con
ellos. Siempre terminan expresando su aprecio por mi interés per-
sonal, tanto en lo relacionado con su ministerio como con su vida.
¿Será que perdí mi tiempo al no concentrarme específicamente
en la promoción de los planes de testificación? ¡No! Testificar es
contactar con la gente, y cuando los edificamos en Cristo, se in-
tensifica la efectividad de nuestro testimonio. Aun el mundo secu-
lar reconoce este principio. Las empresas japonesas de autos que
operan en los Estados Unidos se caracterizan por escuchar, bus-
car el aporte y demostrar interés en sus empleados y sus familias.
Consecuentemente, su estado de ánimo, su satisfacción en el tra-
bajo y rendimiento permanecen altos. Si estas compañías, moti-
vadas por la ganancia material, pueden aplicar este principio cris-
tiano, ¡por qué no la iglesia de Cristo!
Dietrich Bonhoeffer lo expresa así: "El primer servicio que le
debemos al prójimo ... consiste en escucharlo ... Muchas personas
están buscando un oído que quiera escucharlas. No lo encuentran
entre los cristianos porque estos cristianos están hablando cuando
deberían estar escuchando ... Los cristianos han olvidado que el
ministerio de escuchar les fue confiado por el gran Escuchador,
cuya tarea ellos deben compartir. Debemos escuchar con los oí-
dos de Dios de manera que podamos compartir su Palabra".23
Seguramente usted tuvo la experiencia de que alguien le agra-
deciera profundamente por haberlo ayudado a resolver un proble-
ma. Cuando le preguntó a esa persona cómo la había ayudado,
ella le dijo que dedicándole tiempo, escuchándola y compren-
diéndola. Con frecuencia, la mayor ayuda que podemos dar, co-
70 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

mo también la mayor ayuda que otros pueden recibir, es simple-


mente escuchar y dar amor y valor a la otra persona.
Paul Tournier dice: "Las personas que más me han ayudado
no fueron quienes respondieron a mis confesiones con consejo,
exhortación o doctrina, sino las que me escucharon en silencio y
me hablaron de su vida personal, su experiencia y sus propias di-
ficultades".24
Keith Miller nos dice más específicamente cómo el ministerio
de oír puede expresar profundo amor y ser un modificador de vi-
das: "Creo que esta atención básica hacia las personas en el mo-
mento presente es la mayor demostración de amor que podemos
ofrecerles, ya que de un modo extraño les estamos dando nuestra
vida en un instante, al prestarles nuestra completa atención. He
llegado a creer que quizá la manera más real de valorar a una per-
sona como ser humano es estar realmente con ella y aceptarla co-
mo es. Un simple contacto de este tipo puede modificar totalmen-
te la dirección de una vida". 25
Sin embargo, muy poca gente ha experimentado esta forma de
escuchar. No es fácil ser discretos y a la vez orientar nuestro cora-
zón y nuestra mente hacia lo que la otra persona está diciendo.
Frecuentemente nos distraemos mientras nos están hablando. Mi-
ramos el reloj, a otra persona o a nuestro alrededor. O quizá sea-
mos un poco más corteses y sutiles. Podemos estar mirando a la
persona y simular que prestamos atención, pero en realidad desear
que llegue nuestro tumo de hablar, o estar preparando la respuesta
que ansiosamente queremos darle. A menudo interrumpimos y
continuamos sin preocuparnos en relacionar lo que respondemos
con lo que la persona estaba diciendo.
· Esto no es escuchar. Es más bien un deporte competitivo, una
especie de juego, que a medida que lo jugamos damos la idea de
que lo que queremos decir es mucho más importante que lo que la
otra persona está diciendo. En esencia, indicamos que sus pala-
bras no merecen ser escuchadas. Consecuentemente, damos la
impresión de que ellos no son importantes para nosotros. ¿Cómo
podríamos convencerlos de que son importantes para Dios si no lo
son para nosotros? Las personas se retiran de nuestra presencia
con la convicción de que no nos preocupamos ni nos interesamos
en ellas, sino sólo en nosotros mismos.
McDill considera cinco habilidades vitales para poder escu-
EL CRISTO COMPASIVO 71

char. 26 La primera que menciona es "una actitud de genuino inte-


rés". Escuchamos porque queremos y no porque tenemos que ha-
cerlo. No lo hacemos fundamentalmente por nuestro bien sino por
el de la otra persona y sus motivos. La segunda habilidad es el
"contacto visual". ¿Dónde están enfocados nuestros ojos cuando
estamos escuchando? ¿Están absortos en lo que se está diciendo o
están aburridos buscando algo más interesante?
La tercera habilidad es la "expresión facial". Quizá podamos
tener éxito al forzar nuestros ojos a fijarse en la persona que nos
está hablando, pero la expresión facial puede fácilmente delatar
dónde está realmente nuestra mente. ¿Muestra que estamos emo-
cionados por lo que oímos? La expresión del rostro puede revelar
si somos compasivos o insensibles, si nos interesamos o si esta-
mos distraídos.
La cuarta habilidad implica estar alerta al lenguaje corporal:
movimientos de cabeza, manos y resto del cuerpo. Dichos adema-
nes o gesticulaciones, aunque no seamos conscientes en el mo-
mento, proveen pistas sutiles a quien escucha y transmiten un
mensaje.
Finalmente, las "respuestas" que damos: una carcajada, una
sonrisa, un pedido de aclaración, una inclinación de cabeza, etc.,
demuestran si realmente estamos "en sintonía" con la conversa-
ción. Con todo, debemos cuidar que la habilidad de escuchar no
nos quite la naturalidad de nuestros ademanes o expresión facial.
Recordemos que todas estas habilidades ofrecen una expre-
sión honesta de lo que sentimos realmente en nuestro interior. Lo
que fundamentalmente necesitamos es tener claro que el amor de
Cristo se manifiesta mediante nuestra vida y nuestra genuina
preocupación e interés por los demás. Si verdaderamente éste es el
caso, todo el resto marchará bien.
McDill menciona también siete "señales o síntomas" que de-
bemos cuidar para poder ser compasivos al escuchar a otros. Si
estamos atentos a estas señales o síntomas, ellos nos revelarán
mucho acerca de la actitud y puntos de vista que tienen de sí mis-
mos, de otros y de la vida en general. Nos ayudarán a entender a
los otros y a testificar en forma efectiva. Alcanza aquí con
mencionarlos: (1) aburrimiento, (2) actitud centrada en uno mis-
mo, (3) queja y lamento, (4) alienación y conflicto, (5) culpa, (6)
72 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

temor y preocupación, y (7) enojo, resentimiento y amargura. 27


Al tratar este importante tema, debemos mencionar algunas
actitudes prohibidas en la técnica de escuchar. Hemos hecho rá-
pida alusión a alguna de ellas. Jard DeVille, un profesor cristiano
de psicología, nos facilita una beneficiosa lista. Bajo el título
"Errores que cometemos al escuchar", él enumera varias adver-
tencias:
l. Prejuzgar a la persona presumiendo cuáles serán sus res-
puestas.
2. Dedicar demasiado tiempo a los hechos y poco a los senti-
mientos.
3. Ignorar el significado real de las palabras que la otra persona
usa.
4. Dejar que nuestros sentimientos bloqueen nuestra sensibili-
dad para con sus necesidades.
5. Permitir que nuestros propios intereses seculares nos dis-
traigan.
6. Pretender que estamos escuchando cuando en realidad pla-
neamos hacemos cargo de la conversación tan pronto como la
persona haga una pausa para respirar.
7. Irnos por la tangente, cuando en realidad ésta no lo llevará
hacia Cristo. 28
En síntesis, debemos tener siempre presente en nuestra mente
que Cristo es la fuente de todo verdadero acto de escuchar con
compasión, empatía y simpatía. Nos desempeñaremos bien en es-
te aspecto del método de testificación sólo si estamos en continua
comunión con él. Cristo, nuestro ejemplo y sumo sacerdote, no es
alguien "que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino
uno que fue tentado en todo" (Heb. 4: 15). En la medida en que
experimentemos su simpatía hacia nuestra debilidad, podremos
tener la misma actitud hacia los demás.
Un pastor relató un incidente que tuvo lugar en su iglesia
cuando un hombre desaliñado entró desde la calle en la mitad del
sermón. El visitante comenzó a buscar un lugar vacío en el fondo
del templo. Al no encontrarlo, caminó lentamente en procura de
alguno, por la nave lateral. Como no logró su objetivo, se dirigió
hacia el frente del santuario. A esa altura, el extraño ya había pro-
ducido bastante conmoción entre los adoradores. Al llegar al freo-
EL CRISTO COMPASIVO 73

te y no ver a nadie que le ofreciese un asiento, simplemente se


sentó de cuclillas en el piso, frente a la impactada congregación.
Mientras estaba sentado, escuchando el resto del sermón, un
diácono de cierta edad se aproximó al extraño e inesperado visi-
tante. "¿Qué hará el diácono?", se preguntaba la gente. "Lo con-
ducirá afuera o le ... ?" Para sorpresa de todos los presentes, el
hombre lo palmeó en la espalda ¡y se acuclilló a su lado! Esto es
realmente simpatía y compasión.

Referencias .
'Douglas Cooper, Living God's Love, p. 153.
2Jbíd., pp. 154, 155.
3
Harvie M. Conn, Evangelism, p. 45.
4
George Sweeting, How to Witness Successfully, p. 83.
5
EGW, Testimoniesfor the Church, t. 6, p. 115.
6
EGW, SC, p. 148.
7
EGW, PVGM, p. 37 (ed. PPPA).
8
Arthur McPhee, Friendhip Evangelism, p. 56.
9
David Watson, 1 Believe in Evangelism, p. 17.
10
Sweeting, Ibíd., p. 83.
"McPhee, Ibíd.
"EGW, MC, pp. 192, 193.
13
/bíd., p. 121.
14
EGW, Medica[ Ministry, p. 251.
15
Ray C. Stedman, Body Life, pp. 108, 109.
16Myron Widmer, "My Fiends, the 'Missing' ", Adventist Review, 4 de mayo de 1989,

p. 5.
17
EGW, MC, p. 115.
18
George E. Knowles, How to Help Your Church Grow, p. 81.
1
0Wayne McDill, Making Friendsfor Christ, p. 65.
20
/bíd., pp. 65, 66.
''Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 984.
22
Stedman, Ibíd., p. 109.
23
Dietrich Bonhoeffer, Life Together, pp. 79-99.
24
Paul Toumier, The Meaning of Persons, citado por B. Larson en Ask Me to Dance, p.
64.
25
Keith Miller, A Second Touch, pp. 62, 63.
26
McDill, Ibíd., pp. 61, 62.
2
1Jbíd., pp. 62-64.
28
Jard De Ville, The Psychology of Witnessing, pp. 84, 85.
CAPITULO
SEIS

·CRISTO, LA RESPUESTA
A NUESTRAS NECESIDADES

~evista
~~ess de Roma. La noticia informaba que Concetta
Times publicó hace años una noticia de United

Brigante había sido encontrada junto a la ventana de su departa-


mento, ubicado en un séptimo piso, haciendo equilibrio en la cor-
nisa. Los vecinos, desesperados, llamaron a la policía. Los bom-
beros colocaron una escalera y rescataron a la mujer por la fuerza.
Nadie escuchó sus protestas. La llevaron a una clínica psiquiátrica,
invocando "intento de suicidio".
Sin embargo, lo que había sucedido era que ella, empleada
doméstica del departamento en cuestión, había quedado acciden-
talmente encerrada en su habitación, y sólo estaba tratando de pa-
sar a la habitación contigua usando la comisa. 1
Esta historia de Larson (tan divertida como triste) nos enseña
dos cosas: Primero: con frecuencia no escuchamos lo que otros
tienen para decir. Entramos en la situación con nuestras mentes
bloqueadas con ideas preconcebidas y presuposiciones ("Ya tengo
una idea clara del asunto, por lo tanto no me confunda con los he-
chos"). Segundo: consecuentemente, fracasamos al no satisfacer
el verdadero nivel de necesidades de la gente. En otras palabras,
rascamos, pero no donde "pica". ¿Cómo podemos suplir efectiva-
mente las necesidades de la gente sin primero saber cuáles son?
Es como si disparásemos un arma sin apuntar, y confiáramos
ingenuamente en que una de las balas dará en el blanco. Tengo un
74
CRISTO, LA RESPUESTA A NUESTRAS NECESIDADES 75

amigo que justifica su técnica de testificación diciendo que él no


necesita escuchar a la gente, porque como la bombardea con mu-
chas ideas y planes, supone que alguno de todos ellos dará resul-
tado. Está realmente convencido de que escuchar y simpatizar pa-
ra detectar necesidades es, sencillamente, una pérdida de tiempo.
Incluso Jesús, el más experto testigo, dedicaba tiempo a escu-
char y simpatizar. Sólo después suplía las necesidades de la gente.
Seguir su ejemplo nos ayudará a entender a nuestro prójimo y mi-
nistrarlo en forma más efectiva, conforme a sus necesidades y do-
lencias, y a ganar su corazón y su confianza.
Jesús dedicó tiempo a relacionarse socialmente con pecadores
y degradados como Zaqueo (Luc. 19: 1-10), con el objetivo de
determinar y satisfacer sus necesidades de comprensión y acepta-
ción. Dialogó con el joven rico (Mar. 10: 17-27) respecto de su
pregunta, y continuó comentándola aun después que el joven se
alejó entristecido. En efecto, el corazón de Jesús se llenó de com-
pasión por él, ya que su anhelo era responder a sus necesidades
espirituales. Las Escrituras dicen: "Entonces Jesús mirándole, le
amó" (vers. 21).
En contactos personales de este tipo, "la gente fue hacia Cristo
o se encontró con él de manera natural. El estilo fuerte y agresivo
estaba ausente. El nunca dio la impresión de estar vendiendo un
producto en una manera artificial o compulsiva. Su evangeliza-
ción siempre fue el resultado natural de su interés por ellos como
personas, directamente relacionado con sus necesidades". 2
Es triste decirlo, pero algunos métodos de testificación incen-
tivan a los participantes a no escuchar, lo que hace que no simpa-
ticen ni descubran las necesidades humanas. Sus defensores ale-
gan que este tipo de compromiso distrae a los cristianos de pre-
sentar la esencia del "evangelio".
- Un pastor visitó a un apóstata que se sentía ofendido para ani-
marlo a que regresara a la iglesia. Cada vez que el individuo pro-
curaba compartir alguna de sus heridas espirituales, el pastor de-
cía: "Hermano, lo que usted está pensando es algo trivial. No de-
bería reparar en la paja sin valor, sino en el 'grano' ". Quizá sea
así, pero el individuo no regresó a la iglesia porque, obviamente,
no sintió que el pastor se interesara en él como persona, ni en sus
sentimientos o necesidades personales.
Estos métodos proveen de herramientas tales como discursos
76 EL METODO DE CRISTO PARA TESTÍFICAR

prefabricados. Los testigos avanzan precipitadamente con sus


presentaciones sin tener en cuenta lo que la otra persona podría
decir. La única oportunidad de intervenir que tiene el oyente es
cuando el testigo hace una pausa para toser, estornudar o boste-
zar. Sin embargo, el discursante no presta atención a dichas pala-
bras y retoma su discurso prefabricado.
Cierta vez, llegaron a mi casa dos personas que estaban testifi-
cando. No bien los invité a entrar, los gallardos jóvenes procedie-
ron inmediatamente a recitar con precipitación un bosquejo ya
memorizado, sin darme ni una posibilidad de intervenir. Al fin,
prácticamente ya sin aliento, me invitaron a someterme a las cre-
encias que acababan de presentarme. Entonces tuve mi oportuni-
dad para decir algo. Les pregunté si por casualidad estaban
interesados en saber quién era yo. ¿Me había convertido al cristia-
nismo o no? ¿Les interesaba conocer alguna idea o pregunta que
yo tuviese? ¿Querían saber si yo tenía alguna necesidad particular,
espiritual o de otra índole? Como no estaban preparados para nin-
gún tipo de interacción, mis preguntas los dejaron perplejos. Fi-
nalmente, uno de ellos, queriendo considerar el asunto en cues-
tión, me inquirió abruptamente si quería aceptar sus doctrinas o
no. Estaban apurados por contactar otras personas que fuesen más
receptivas.
No quiero ser demasiado duro con ellos, pues al menos estaban
haciendo algo. Puedo entender cuán fácil resulta dejarnos envolver
por nuestros planes, programas o temas doctrinales al punto de
descuidar a la gente, sus dificultades y problemas.
Nunca olvidaré el estudio bíblico que le di a Samuel. Parecía
algo distante, y trataba continuamente de distraer mi atención de
nuestro importante estudio. Aún bajo su vigorosa presión, yo tra-
taba delicadamente de controlar sus interrupciones.
En mi poco equilibrado compromiso con la verdad me sentía
obligado a usar mi tiempo en forma efectiva, no dejando que nada
me distrajese de la importante tarea de enseñar la Palabra de
Dios. Al fin, sin poder sujetarse más, Samuel insistió en que tenía
algo que lo estaba preocupando y causándole una tremenda so-
brecarga emocional. Pidió disculpas diciendo que no le era posible
prestar atención a lo que estábamos estudiando porque en su men-
te estaba su esposa, que al comienzo de esa semana lo había
abandonado llevándose el auto y los niños.
\
CRIST~, LA RESPUESTA A NUESTRAS NECESIDADES 77

Dos Q.ías antes, al llegar a su casa después del trabajo, encontró


una nota de ella en la que le decía que estaba cansada de todo y
que lo dejaba para siempre. Olvidando mi estudio lo escuché
atentamente, y me sentí avergonzado por haber considerado una
presentación sobre el estado de los muertos más pertinente que la
necesidad de un amigo.
Hay quienes aparentemente se muestran interesados en cono-
cer más acerca de nuestra religión, cuando en realidad están anhe-
lando una verdadera amistad y fraternidad. El Dr. Jauncey, un ex-
perto en testificación personal, relata su experiencia con Hugo, un
compañero de estudios que se sentía insignificante e ignorado por
el grupo. Después de una reunión, Hugo buscó a Jauncey para
averiguar un asunto bíblico. Sin embargo dio la sensación de que
en realidad no estaba tan interesado en la respuesta que le daba
Jauncey. "Fue sólo después de hacerle algunas preguntas perso-
nales que tomé conciencia de su grado de desdicha. El realmente
no precisaba mis respuestas; me necesitaba a mí, necesitaba rela-
cionarse con alguien que demostrase interés en él". 3
Lamentablemente, no todos los líderes cristianos son del mis-
mo calibre de Jauncey, en términos de su relación con la gente al
testificar. A veces, incluso los evangelistas y pastores tratan a los
seres humanos como objetos o máquinas que manipulan y adaptan
para que les sean útiles para lograr sus propios objetivos.
Cierta vez asistí a una serie de evangelización en la que el pre-
dicador hablaba elocuentemente del amor de Dios y de cómo ne-
cesitamos demostrarlo aquí en la tierra. Profundamente impresio-
nado por lo que había escuchado, quise agradecerle y compartir
una necesidad espiritual con él. Cuando comencé a hablar, me inte-
rrumpió, dejándome de lado. Ni siquiera me preguntó mi nombre.
Cuando me di cuenta de que no se interesaba por los individuos del
público como personas, sentí como un duro despertar. Debido a
que estaba interesado en atrapar dentro de la red a tantas almas co-
mo fuese posible, el ser humano no significaba nada para él.
Otra deplorable variación es usar algo tan sagrado como la
oración para librarnos de quien busca nuestra ayuda. Este
comportamiento es una burla del evangelio de Cristo, especial-
mente por parte de los que deberían conocerlo mejor. El evangelio
no solamente debe provenir de nuestros labios, también debe fluir
de la acción de nuestra vida.
78 EL METODO DE CRISTO PARA TESTJFICAR

No interesa quiénes somos, ni cuál es nuestro trasfondo, todos


compartimos las mismas necesidades fundamentales. En la médu-
la de nuestro ser todos tenemos la necesidad universal de aceptar y
ser aceptados; de amar y ser amados; de confiar y que se confíe en
, nosotros; de ser libres y sentir satisfacción personal.
El psicólogo Abraham Maslow es bien conocido por su jerar-
quía de las motivaciones y necesidades básicas del ser humano.
Estas necesidades básicas y universales se presentan en cinco
categorías enumeradas en orden de importancia. Primeramente
menciona las necesidades fisiológicas; luego la necesidad de se-
guridad; en tercer lugar la de pertenencia y amor; en cuarto lugar
la autoestima y en quinto lugar un grado superior de autorrealiza-
ción del individuo. 4
Maslow argumenta que no todas las necesidades son domi-
nantes simultáneamente en la experiencia humana. Si una no pue-
de ser satisfecha pasa a ser el foco de atención, y no podremos sa-
tisfacer una necesidad superior sin antes haber satisfecho las infe-
riores. Por ejemplo, una persona no sentirá la necesidad de auto-
estima y autorrealización si antes no ha resuelto su carencia de
amor y pertenencia.
Jesús estaba completamente al tanto de las necesidades bási-
cas y apremiantes del ser humano cuando se mezclaba con la gen-
te. Esta es la razón por la cual él, el Pan de Vida y el gran Médico,
alimentó a los hambrientos y curó a los enfermos. No necesitaba
tocar la lepra para sanarla, sin embargo, antes de sanar al leproso
"extendió la mano y le tocó" (Mar. 1: 40-42). Este toque no era
necesario para su cura física, pero sí esencial para la curación
emocional del leproso. Nuestro Salvador sabía que ese miserable
necesitaba desesperadamente aceptación y amor. Como los judíos
despreciaban a los samaritanos, Jesús sabía que la mujer samarita-
na necesitaba la experiencia de ser aceptada y respetada por él,
como judío. Esta fue la razón por la cual le pidió de beber (Juan 4:
7-10).
Es imperativo que dediquemos tiempo a conocer a la gente y a
descubrir sus necesidades. Esto nos exigirá que sustituyamos los
planes prefabricados por los necesarios: simpatía y amor. Muchas
veces es mejor no ayudar que ofrecer una ayuda irrelevante. Por
ejemplo, tratar a alguien con un agudo dolor de cabeza poniéndo-
Crus,o, LA REsPUESTA A NUESTRAS NECESIDADES 79

le crerrl¡;t medicamentada en los pies en lugar de darle una aspirina


para calmar su verdadero dolor, lo dejará peor.
Un cálido y sofocante domingo estaba sembrando mi huerta y
cubriéndola con aserrín. Al final del día me sentía cansado, sucio
y con todo el cuerpo dolorido. Necesitando un inmediato alivio,
antes de tomar un baño, le pedí a mí esposa que me masajeara el
centro de la espalda pues me resultaba inaccesible. No sabiendo
bien dónde se ubicaba exactamente el dolor, ella, con toda dedica-
ción intentó encontrarlo. Luego de varios intentos, algo frustrada,
me pidió que le fuera guiando la mano hacia el punto irritado, y
¡qué alivio sentí cuando finalmente lo encontró!
A veces llegamos a la gente en una forma tan fortuita que no
conseguimos tocar el punto que duele. Para Cristo, la gente y sus
necesidades estaban en primer lugar y ellos sentían que él entendía
lo que estaban experimentando. El estuvo con ellos para suplir
sus necesidades a todo nivel.
Ahora consideremos la reciprocidad -dar y recibir- al aten-
der las necesidades humanas. Cuando nos acercamos a otros,
¿siempre estamos en la posición de dar y ellos en la de recibir?
La gente estará más dispuesta a aceptar nuestra ayuda si sabe que
también puede auxiliamos de alguna manera. No a todos les gusta
estar siempre recibiendo. Quieren sentir que otros también los
necesitan de alguna manera.
No recuerdo haber encontrado una persona de la cual no haya
aprendido algo. Podemos acumular mucho conocimiento intere-
sante y práctico sólo interesándonos en lo que otros piensan y ha-
cen. Al mismo tiempo, podemos ganar su confianza haciéndoles
saber que ellos también pueden ayudarnos, pues nosotros, igual
que ellos, tenemos dudas y necesidades. También sentimos el de-
seo interior de ser "ayudados", no solamente ayudadores.
Después de haber dado una charla acerca de la reciprocidad a
un grupo de alumnos, me encontré con Daniel, un estudiante a
quien había ayudado a resolver un problema unos días antes. Al
expresarme nuevamente su gran aprecio por mi ayuda mencionó
que quería hacer algo por mí.
-Quiero pagarle un almuerzo en el restaurante que está en-
frente -dijo en forma un tanto vacilante-. ¿Aceptaría usted mí
invitación?
80 EL METODO DE CRISTO PARA TESTI,ICAR

-Vamos Daniel, no te preocupes por eso -le resp6ndí-.


Realmente fue un placer ayudarte.
Como él siguió insistiendo, recordé que yo debía practicar lo
que acababa de predicar. Pude percibir el placer que sintió al saber
que era capaz de hacer algo agradable por otra persona.
Carl Kromminga asegura que si permitimos que las personas a
las cuales nos acercamos nos ayuden de alguna manera, ellos ob-
tienen un sentido de autovaloración a la par que un incentivo para
ser menos egocéntricos. "Los cristianos también tienen necesida-
des. Hay momentos cuando pueden pedir ayuda a un vecino, y es-
to le dará al vecino la seguridad de ser valorado en la relación.
Cuando tenga una oportunidad de ayudar y de ser ayudado,
comenzará a liberarse de las garras de la autopreocupación y el
interés en sí mismo". 5
Jesús, nuestro gran ejemplo en testificación, fue a cenar de
buena gana a la casa de Zaqueo. Aunque éste era un cobrador de
impuestos que necesitaba ayuda, Jesús no sólo le dio la oportuni-
dad de servirlo, sino que lo trató bondadosamente (Luc. 19: 1-
10). Aunque Jesús ayudó de muchas maneras y en diversas oca-
siones a Lázaro y sus hermanas María y Marta, también aceptó la
amable hospitalidad que ellos le ofrecían (Luc. 10: 38-42).
Elena de White dice: "Jesús hallaba con frecuencia descanso
en el hogar de Lázaro. El Salvador no tenía hogar propio; depen-
día de la hospitalidad de sus amigos y discípulos ... Sentía anhe-
los de ternura, cortesía y afecto humanos". 6
Cristo le pidió a la mujer samaritana que le ofreciera agua para
beber, sabiendo que él le daría a ella el Agua de Vida (Juan 4).
"Aunque judío, Jesús trataba libremente con los samaritanos ... y
aceptaba la hospitalidad de aquel pueblo despreciado. Dormía ba-
jo sus techos, comía a su mesa y los trataba con la mayor bondad
y cortesía".7 Por otra parte, él, el Pan de Vida, que podría haber
creado grandes cantidades de pan a partir de la nada, estaba dese-
oso de usar la donación del muchachito que tenía cinco paneci-
llos y dos peces (Juan 6: 8-14).
En el jardín del Getsemaní esperaba que sus tres discípulos
permaneciesen despiertos y orando por él (Mat. 26: 36-46). "El
corazón humano anhela simpatía en el sufrimiento. Este anhelo lo
sintió Cristo en las profundidades de su ser. En la suprema agonía
de su alma, vino a sus discípulos con un anhelante deseo de oír
CRIS\0' LA RESPUESTA A NUESTRAS NECESIDADES 81

algun~s palabras de consuelo de aquellos a quienes había bende-


cido yconsolado con tanta frecuencia". 8
Harry Williams escribe acerca de una mujer que se encontró
con un cristiano que le habló de su necesidad de ser salva y de
asistir a la iglesia, pero olvidó totalmente una necesidad física de
ella: su brazo quebrado. Ella dijo: "El me habló durante una hora
de mi alma y de su iglesia, pero ni una sola vez me preguntó qué
me había sucedido en el brazo".
De este incidente, Williams deduce dos puntos importantes:
Primero, "no 'seremos capaces de localizar el dolor sin antes to-
car el punto donde la persona cree que más le duele ... Segundo,
cuando tocamos a una persona donde ésta cree que está localizado
el dolor, debemos tener en mente que puede existir una necesidad
mucho más urgente". 9
Vivimos en un mundo complejo, lleno de gente que pasa por
severas pruebas y dificultades. A veces están tan confundidas que
simplemente no saben cuál es su verdadera necesidad. Al andar a
tientas en busca de respuestas, precisan nuestra paciencia y orien-
tación compasiva. Por supuesto, primero necesitamos prestar
atención al brazo quebrado y luego al corazón golpeado. El amor
nos impide que sólo nos preocupemos por satisfacer las necesi-
dades externas y que seamos negligentes en percibir las internas.
Imaginemos que estamos dirigiendo un plan de prevención de
enfermedades cardíacas y debemos enfatizar la importancia de la
alimentación. Si realmente amamos a las personas que asisten,
¿nos interesaremos meramente en mejorar su alimentación para
que no mueran de un ataque de corazón, e ignoraremos los pro-
blemas más serios del espíritu y la muerte eterna debido a un co-
razón corrupto? El amor genuino nos orienta hacia las necesida-
des perceptibles y también las más profundas, las del alma. Cuan-
do mostramos genuino interés en las necesidades visibles de la
gente, frecuentemente, para nuestra sorpresa, e11as nos revelarán
las invisibles.
El evangelio nos muestra la capacidad de Jesús de equilibrar
ambas necesidades en su ministerio: las aparentes y las ocultas.
Por ejemplo, no sólo estaba interesado en la sed física, sino tam-
bién en las vehementes ansiedades espirituales. No se ocupó sim-
plemente de cuidar la visión física, sino también la agudeza espi-
ritual. Cuando sanó la lepra del cuerpo, trató la lepra del pecado.
82 EL METODO DE CRISTO PARA TESTI,CAR

Además de identificarse con la gente, buscó también su tr~sfor­


mación. Al seguir el ejemplo de Cristo nos sentiremos moftvados
a desarrollar nuestro~ planes de salud no como un fin ell' sí mis-
mos, sino como una forma que nos permitirá satisfacer ]as necesi-
dades causadas por la falta de salud espiritual.
Recuerdo una vez cuando dirigí algunos planes comunitarios
relacionados con la salud en forma totalmente diferente de lo tra-
dicional. Los miembros de iglesia me ayudaron orando por los
asistentes, mostrándose amigables con ellos, conversando y
escuchándolos. Se sentaron junto a ellos y los acompañaron hasta
su auto, al final de la reunión.
Fue muy gratificante ver lo que sucedió. Se establecieron rela-
ciones significativas entre los miembros y quienes asistieron, y al
final se oían frases como: "Espero que no sea la última vez que
la vea", "No olvide llamarme de tanto en tanto", "Si llega a pasar
cerca de donde vivimos, por favor siéntase libre de detenerse un
instante". Una relación tal nos conducirá a satisfacer también las
necesidades espirituales.
Dedicaremos unos párrafos a dar algunos aspectos prácticos
de cómo satisfacer las diversas necesidades de la gente. Por ejem-
plo, siempre debemos tener presente que a pesar de que hagamos
nuestra parte, no podremos resolver todos los problemas del mun-
do. Sólo Cristo puede hacerlo, y como miembros de su cuerpo,
partícipes de varios dones espirituales y gobernados por él, debe-
mos permitirle el trabajar mediante nosotros.
La experiencia de Pedro y Juan al curar al inválido en la puer-
ta del templo, cuando iban a adorar, nos revela varios principios
importantes a tener en cuenta cuando abordamos necesidades hu-
manas. Cuando el lisiado les pidió dinero, Pedro contestó: "No
tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesu-
cristo de Nazaret,levántate y anda" (Hech. 3: 6). Sus palabras su-
gieren, en primer lugar, tres aspectos: (1) Raramente la gente mira
más allá de la difícil situación del presente; (2) no siempre es
consciente de que lo que más le duele son sus necesidades reales,
no las imaginarias; (3) quizás ha perdido la esperanza de que
existe ayuda real para sus problemas. Podemos comprender en-
tonces por qué se concentraron tanto en satisfacer sus carencias
superficiales.
En segundo lugar, la gente raramente piensa en algo que vaya
C~TO, LA REsPUESTA A NUESTRAS NECESIDADES 83

más avá del momento presente, ni imagina si podremos o no su-


plir sus necesidades más profundas, o cómo lo haríamos; pero
cuando'1o hacemos responde con intensa gratitud.
Williams se pregunta qué hubiera hecho el inválido si le hu-
bieran dado a elegir entre el dinero y la restauración del cuerpo. El
mismo sugiere: "Yo hubiera dicho: 'Denme piernas fuertes y pies
y no necesitaré pedir más limosna. Sí, por favor, ¡ayúdenme a ca-
minar!' " 10 Después, contesta la pregunta que él mismo hace acer-
ca de por qué el lisiado no pidió curación en primer lugar: "El no
comprendió las opciones que tenía porque no sabía que volver a
caminar era una posibilidad". 11
En otro párrafo, Williams dice: "Si arrojamos dinero a las
multitudes, les daremos lo que piden; pero fracasaremos al no
darles lo que realmente necesitan". 12 Si bien el ministerio social
es vital para los cristianos, no debería ser un fin en sí mismo, sino
debería conducimos a comprometemos en un ministerio espiritual
más profundo.
"Una iglesia fracasa o no hace lo que debe para con el mundo
cuando dedica todo su tiempo y recursos a distribuir limosnas y no
se adelanta para decir al lisiado en el pecado: 'En el nombre de Je-
sús j levántate y anda!' ... Necesitamos ayudar a los necesitados co-
mo lo hizo Jesús: calmar su dolor donde ellos lo sienten y cuando
lo sienten, pero especialmente donde y cuando más lo sienten". 13
En tercer lugar, cuando se trata de suplir diversas necesidades
de la gente, sólo podemos dar lo que tenemos. Pedro y Juan no
podían ofrecer lo que no poseían (plata y oro) pero sí lo que tení-
an: la curación de Cristo. En este mundo, donde parecería que to-
do estalla debido a problemas y necesidades humanas muy com-
plejos, debemos hacer un inventario de nuestros puntos fuertes y
débiles para ver qué podemos hacer por los otros y qué no pode-
mos hacer. Cada uno tiene diferentes talentos y dones espirituales
"para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo" (Efe. 4: 12). Para un estudio más amplio de los diferentes
tipos de dones espirituales ver, Romanos 12, 1 Corintios 12 y
Efesios 4.
Estos dones, bajo la dirección de Cristo, se complementan
unos a otros de tal modo que si no podemos hacer frente a deter-
minada necesidad, otros miembros del cuerpo estarán en condi-
ciones de hacerlo. Como seguidores de Cristo, ninguno de noso-
84 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR
/
tros tiene todos los dones del Espíritu, pero todos estamos ~bliga­
dos a tener el fruto del Espíritu: "amor, gozo, paz, paciencia, bon-
dad ... " (Gál. 5: 22, 23). Esta es la razón por la cual, aunque no es-
tamos capacitados para dar a otros una ayuda completa, podemos
brindarles amor y bondad, y podemos dirigirlos hacia otros
miembros del cuerpo que pueden estar calificados para ayudarlos
en su necesidad.
Aunque no podemos hacer todo lo que debe ser hecho, al me-
nos podemos tratar de encontrar ayuda, simpatía y mostrar que
realmente nos preocupamos.
"Durante la Primera Guerra Mundial, un soldado estaba mor-
talmente herido en tierra de nadie en medio de las dos líneas de
trincheras, y clamaba pidiendo ayuda a su amigo. Este se dirigió a
su oficial y le dijo: 'Señor, autoríceme a ir a buscarlo'. El oficial
dijo: '¡No! Cuando llegues allí, él ya habrá muerto'. Pero el amigo
siguió insistiendo.
"Finalmente el oficial se enterneció y dijo: 'Está bien, ve'. El
soldado subió la trinchera y fue alcanzado por el fuego enemigo.
Horas después regresó arrastrándose y acarreando el cuerpo de su
amigo. El oficial le dijo: '¿No te lo dije? El está muerto y tú ¡estás
herido! ¿Qué lograste?' El soldado respondió: 'Señor, él no estaba
muerto cuando llegué allí y al verme dijo: Sabía que vendrías' ". 14
Cuando mostramos interés por la gente y nos esforzamos en
atender sus necesidades, debemos preguntamos a nosotros mis-
mos: "Al comunicamos y estar junto a otros, ¿estamos comuni-
cándonos y viviendo junto a Cristo? ¿Estamos escuchando su
voz, permitiéndole que nos guíe en todo momento? Al satisfacer
las necesidades de otros, le estamos permitiendo a Dios que satis-
faga las nuestras. ¿Estamos aferrados fuertemente a él?" Sí, debe-
mos. alcanzar a otros y ayudarlos, pero debemos hacerlo desde
una posición de fortaleza en Cristo, y no desde nuestra debilidad
personal. ¡Cristo, y sólo él es capaz para el gran desafío de dar
ayuda en las diversas y difíciles necesidades que nos rodean!
Finalmente, quisiera compartir un ingenioso cuento de hadas
de Wes Seelinger. "Una vez, hace mucho tiempo, había un sapo
que en realidad no era un sapo. Era un príncipe que parecía un sa-
po. Una perversa bruja había lanzado una maldición sobre él, y
sólo el beso de una hermosa niña podría salvarlo. Pero ¿desde
cuándo las muchachas bonitas besan a los sapos? Allí permane-
CRISTO, LA RESPUESTA A NUESTRAS NECESIDADES 85

cía, sin ser besado, el príncipe con forma de sapo. Como los mila-
gros son posibles, un día, una preciosa niña lo alzó y le dio un
estruendoso beso. ¡Crash! ¡Boom! ¡Zap!, apareció un príncipe
hermoso. Usted puede imaginar el resto. Vivieron felices para
siempre. ¿Cuál es la tarea de la iglesia? Besar sapos, naturalmen-
te" .1 5
Cierta vez, presenté esta historia en una reunión de jóvenes de
un colegio para animarlos a ayudar y amar a quienes estuviesen a
su alrededor para que se operara la milagrosa transformación en
príncipes de Cristo. Poco después, me encontré en la biblioteca
con dos señoritas que nerviosamente se reían sin parar mientras
miraban una revista que tenían en las manos. Curioso por saber
qué era eso tan divertido, insistí en verlo. Negándome la revista,
me dijeron:
-¡Usted no lo va a creer! ¡Es tan divertido!
Finalmente, me mostraron un chiste en cuatro cuadros. El pri-
mero mostraba un horrible sapo, completamente solo. El segundo
contenía una hermosa princesa que se aproximaba al feísimo sapo.
En el tercero, ella tenía al sapo alzado y lo besaba. Comenté:
-Bueno, no veo nada de inusual o divertido.
-Espere un momento --dijeron.
Muy divertidas me mostraron el último cuadro, que no era del
un hermoso príncipe y la linda princesa viviendo felices para
siempre, sino que eran ¡dos horribles sapos!
Es figurativamente cierto que la tarea de la iglesia es besar sa-
pos. Pero, debemos agregar que antes de hacerlo, necesitamos ser
"besados" por el Príncipe de Vida. Sólo entonces podremos trans-
formarlos en sus príncipes y princesas.

Referencias
'Bruce Larson, Ask Meto Dance, pp. 9, lO.
2James H. Jauncey, One-on-One Evangelism, p. 11.
3/bíd.,pp. 37, 38.
4
Abraham Maslow, Motivation and Personality, pp. 88-106.
5Carl Kromminga, Bringing God's News to Neighbors, p. 141.
6
EGW, DTG, p. 482.
7
EGW, MC, p. 17.
86 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

8EGW, DTG, p. 639.


9
Harry Williams, Prime Time People, citado por James A. Ponder, Motivating Lay-
men to Witness, pp. 79, 80.
10
/bíd., p. 80.
''Ibíd.
12
/bíd.
1
3Jbíd., p. 81.
14
Delos Miles, Overcoming Barriers to Witnessing, p. 67.
15
Wes Seelinger, Faith at Work, febrero de 1972, p. 13.
CAPITULO
SIETE

PODEMOS CONFIAR
EN CRISTO

- //entras avanzab~ por la carretera desde Seattle ha-


(:::]/(/~ ~ia Portland, podía ver claramente a la distancia
una delgada y oscura nube de ceniza que crecía en el cielo azul.
Aquel fatal domingo de fines de mayo de 1980, muy temprano,
el monte St. Helen había tronado y estallado violentamente salpi-
cando más de 2.000 m3 de escombros. La impresionante erupción
volcánica tenía una fuerza estimada en 500 veces el poder de la
bomba de Hiroshima.
En el momento de la explosión, David Crockett, que trabajaba
en un canal de televisión de Seattle, estaba parado en la base de la
montaña. Desesperado, tratando de no morir quemado, Crockett
se mantenía en movimiento y hablaba audiblemente para que su
grabadora pudiese guardar la información: "Estoy caminando ha-
cia la única luz que puedo ver. Escucho rugir la montaña y en este
instante tengo que admitir que estoy teóricamente muerto. La ce-
niza que ha entrado en mis ojos me quema. ¡Se queman mis ojos!
Oh querido Dios, ¡esto es el infierno! Es muy, pero muy difícil
respirar y está muy oscuro. ¡Si tan sólo pudiera respirar! Señor,
dame la posibilidad de respirar... La ceniza me cubre pesadamente.
Está todo oscuro ... o estoy muerto. Señor, ¡quiero vivir!" 1
David Crockett sobrevivió. Fue rescatado por un helicóptero.
Muchas personas no tuvieron la misma suerte, y más tarde encon-
traron sus cuerpos.
87
88 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

Una de las víctimas fue Harry Truman, un rudo hombre de


edad que vivía en una cabaña cerca de la montaña. Tozudamente
rehusó ser evacuado, alegando ante la cadena nacional de televi-
sión que él había convivido con el monte St. Helen durante 50
años, que siempre se había sentido bien a su lado, y que no quería
abandonarlo pues confiaba en él. Mirando desafiante hacia el vol-
cán, agregó: "Nadie conoce más acerca de esta montaña que yo.
Ella no se atreverá a estallar sobre mí". La erupción lo sepultó a él
y a su cabaña. 2
Podríamos decir que la montaña traicionó su confianza. La in-
merecida confianza en el monte St. Helen puede simbolizar la in-
seguridad prevaleciente en nuestro mundo. La gente, las cosas y
las circunstancias cambian, y cuando pensamos que nuestra mon-
taña es invencible e inconmovible, nos estamos encaminando
obstinadamente hacia el chasco.
La única montaña perfectamente sólida e inconmovible es el
monte de S ion, el símbolo bíblico de la morada del Señor y de los
que ponen su confianza en él. "Los que confían en Jehová son co-
mo el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para
siempre" (Sal. 125: 1). Mientras vivimos en medio de la descon-
fianza, la incertidumbre y la inconstancia, tenemos en Cristo un
amigo perfectamente confiable y veraz: "Es el mismo ayer, y hoy,
y por los siglos" (Heb. 13: 8). Unicamente cuando seamos tan
dignos de confianza como él, la Fuente, podremos ganar la con-
fianza de la gente y guiarla hacia el Maestro.
Quizá no seamos tan obstinados como Harry Truman, pero to-
dos tenemos la necesidad innata de confiar en alguien. La necesi-
dad básica de confiar y que confíen en nosotros va de la mano
con la de amar y ser amado, y es tan necesaria para la vida como
lo era el aire para el fotógrafo Crockett. Por otro lado, la descon-
fianza y la sospecha sofocan tanto como las cenizas que llenaban
sus pulmones.
Una relación de confianza es una motivación de los más altos
niveles de la existencia humana, pues donde hay confianza hay
amor y vida. Al tener el amor y la vida de Cristo nos asemejamos
más a él. "Cuando los hombres manifiesten confianza en sus se-
mejantes estarán mucho más cerca de poseer la mente de Cristo". 3
De este modo, confiar y merecer confianza es reflejar la mente
de Cristo. Esto significa ser afectuosos, compasivos, tener unidad
PODEMOS CONFIAR EN CRISTO 89

de criterio, no hacer nada por orgullo o presunción, ser humildes,


considerar a los otros mejores que nosotros mismos y ser cuida-
dosos de sus intereses (Fil. 2: 1-8). Jesús ganó la confianza del
pueblo. El cuarto peldaño del método de Cristo -su capacidad
para ganar confianza- era la consecuencia de mezclarse con la
gente para ayudarla, escucharla, ser compasivo con ella y suplir
sus necesidades. 4
Desde que Lucifer dejó de creer en Dios, en el cielo, la des-
confianza infectó toda la creación. Las naciones y los pueblos son
recelosos entre ellos. No hay un rincón de la sociedad que sea in-
mune a la desconfianza, incluyendo la familia. La infidelidad, por
ejemplo, ha destruido la confianza entre el esposo y la esposa. Si
la gente no puede ni siquiera confiar en esta relación, que es la
más cercana, podemos decir que la sociedad está en una verdadera
decadencia. "Los hombres y mujeres que esta semana se declaran
mutuamente eterna fidelidad, la próxima semana estarán apartán-
dose uno del otro". 5 En verdad, podemos asegurar que todas las
relaciones humanas arruinadas y los problemas sociales se deben a
la desconfianza.
Esto no quiere decir que la gente no tenga motivos válidos por
los cuales ser desconfiada. Muchos han sido explotados, manipu-
lados y sienten que de alguna manera otros sacaron ventajas de
ellos. Quizá se sintieron estafados en una transacción comercial
fraudulenta, o por querer ser buenos samaritanos fueron heridos.
Como resultado, levantan un escudo para protegerse y anuncian
que nunca más permitirán que los hieran nuevamente. "Hemos
aprendido la lección -dicen de manera defensiva-. Es suficien-
te".
Hace algunos años, en un sofocante día de verano, estaba tra-
tando de vender mi auto de dos puertas, que se encontraba en
muy buen estado. Puse un aviso en el diario; lavé y enceré el auto
y lo estacioné frente a casa. Poco después recibí una llamada tele-
fónica de una señora de edad que quería traer a una amiga para
ver el auto. Anticipándome a la llegada de ellas, comencé a ale-
grarme de que el aviso en el diario diera resultados tan rápida-
mente. Cuando abrí la puerta, me encontré con dos mujeres que
daban una sensación de estar muy recelosas.
Mientras nos dirigíamos hacia el auto, pude notar por sus pre-
guntas el grado de desconfianza que sentían. "¿Usted realmente
90 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

cambia el aceite?" "¿La cantidad de kilómetros que marca es re-


al?" "Parece que hubiera sufrido un accidente". De pronto, tuve
que esforzarme por esconder mi fastidio a la vez que defendía a
mi buen auto (y a mí mismo). Las mujeres quisieron probarlo. Se
sentaron adelante y yo me acomodé en el asiento de atrás.
Salimos calle abajo y, a medida que avanzábamos sin rumbo
por la ciudad, yo trataba de permanecer calmo mientras ellas con-
tinuaban hostigándome con más preguntas.
Finalmente, una de ellas me arrinconó. Debo explicar que es-
tábamos soportando una ola de calor y en el asiento de atrás yo
transpiraba profusamente (el auto no tenía aire acondicionado).
La pregunta de ambas fue:
-¿Trabaja bien el sistema de calefacción?
-¿Por qué no habría de hacerlo? -respondí impacientemen-
te-. La calefacción de los autos siempre trabaja, ¡¿no es así?!
Vamos, señoras, ¿por qué hablar de calefacción ahora, con un cli-
ma como éste?
Exactamente en ese instante ¡hicieron funcionar la calefac-
ción! El auto se calentó hasta lo insoportable y, para mi gran ho-
rror, una nube de vapor y humo comenzó a aparecer por las en-
tradas de calor invadiendo totalmente el auto. Me parecía imposi-
ble que hubiera algún tipo de defecto en el funcionamiento de la
calefacción, pero tengo la seguridad de que el humo las convenció
de que yo estaba tratando de venderles un "pescado".
Tosiendo, y en medio de una confusión notable, ubicaron una
casa que era parecida a la mía. Avanzaron hacia el garage desco-
nocido, abrieron las puertas bruscamente y huyeron. Eso fue lo
último que supe de ellas.
Tuve que forcejear para salir del asiento de atrás y enfrentar a
un hombre furioso, confundido y receloso, que se preguntaba qué
estaba pasando, y por qué yo había estacionado en su patio recién
regado. ¿Qué podía decirle? Le pedí disculpas tratando de darle
explicaciones, pero en realidad yo sabía que lo mejor que podía
hacer en esas circunstancias era alejarme rápidamente. ¿Podemos
culpar a la gente por ser cada vez más desconfiada de todos y to-
do?
Observemos lo que sucedió con la Caja de Ahorros y Présta-
mos de los Estados Unidos. Se suponía que era la manera más se-
gura y conservadora de invertir el dinero de una familia normal.
PODEMOS CONFIAR EN CRISTO 91

Pero, debido a la codicia y la corrupción de algunos funcionarios


hubo que usar millones de dólares de los impuestos para salir de
esa situación. Siempre hemos oído decir que no podemos confiar
en los políticos ni en los abogados, pero ahora incluso los evange-
listas y pastores están bajo un manto de sospechas debido a los
publicitados escándalos que sacuden la iglesia y el país.
¿Adónde podrá ir la gente para encontrar confianza? ¿Cómo
haremos nosotros, discípulos de Cristo, para ganar la confianza de
ellos?¿ Y si no lo logramos, quién podrá llenar este vacío?
No hay respuestas acerca de lo que este mundo puede ofrecer,
porque el amor genuino y la confiabilidad provienen solamente
de Dios, que es su fuente. El no espera que los seres humanos lle-
guen a ser confiables antes de confiar en ellos mediante su único
Hijo. El omniconfiable Dios confió en quienes no son dignos de
confianza a fin de atraerlos hacia él, transformarlos y redimirlos.
Todo esto gracias a su inmenso amor por nosotros. Cristo "honra-
ba con su confianza al hombre dándole así la oportunidad de de-
mostrar que era digno de esa confianza". 6
Es realmente decisivo que ganemos la confianza de la gente
cuando los guiamos hacia Cristo, y la única manera de lograrlo es
permitiendo que Cristo viva en nosotros y ministre por nuestro in-
termedio.
Los siguientes principios nos ayudarán a modelar nuestros in-
tentos de ganar confianza por intermedio de Cristo:
l. Cuando alcanzamos a otros, ellos necesitan sentir que
nos preocupamos por sus intereses; que no los estamos mani-
pulando por motivos egoístas, sino que tenemos preocupación ge-
nuina por ellos, su propio bien y el gran valor que Dios asignó a
cada uno. Como Jesús, necesitamos alcanzar "el corazón de la
gente yendo en medio de ella como quien desea su bien". 7
2. Los alcanzados deben tener la seguridad de que segui-
remos siendo sus amigos aunque ellos no asistan a nuestra
iglesia ni se bauticen. No es consecuente con el amor de Cristo
que seamos afectuosos con nuestro prójimo cuando lo necesita-
mos por algún motivo, y repentinamente lo abandonemos porque
no nos es de utilidad. Tristemente, esto sucede con frecuencia.
"Lamentablemente, muchos no cristianos en la actualidad des-
confían de todos los cristianos por contactos previos con alguna
persona religiosa que se mostró amable pero que en realidad tenía
92 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

motivos personales. Algunos no cristianos rehúsan escuchar una


sola palabra acerca de nuestro Señor a menos que se sientan segu-
ros de que seremos sus amigos, no importa lo que piensen. Debe-
mos amar a cada persona por lo que ella es". 8
3. Como verdaderos cristianos, deberíamos escucharlos,
identificándonos y simpatizando con ellos. Su intensa simpatía
personal le ayudaba a ganar los corazones. Elena de White des-
cribe esta actitud como "el más elevado trabajo misionero" 9 que
podemos hacer.
4. Debemos hacer todo lo que podamos para ministrar sus
necesidades a medida que las percibimos. Primero, debemos
recordar que lo que la gente realmente desea es ser aceptada, tener
un amigo, ser incluida en nuestras actividades. Ralph Neighbour
dio en el blanco cuando dijo: "Es realmente difícil para la gente
creer que deseamos que llegue al cielo si antes no deseamos te-
nerlos en la sala de nuestro hogar". 10
5. Cuando manifestamos pequeños actos de bondad, pala-
bras de ánimo o un genuino apretón de manos preparamos un
sendero para llegar a sus corazones. Estas cosas simples ganan
la confianza, no porque representen una gran inversión de tiempo
o esfuerzo, sino debido al espíritu genuino con que las hacemos.
Incluso, la forma como le damos un apretón de manos a alguien
puede ser de gran significación. Mucho depende de la manera co-
mo usted se encuentre con aquellos a quienes visita. Puede tomar
firmemente la mano de la persona a quien saluda para ganar su
confianza inmediatamente, o hacerlo de una forma tan fría que la
persona piense que usted no tiene interés en ella.
Pedir un simple favor a alguien y hacerle saber que lo necesita
y que está deseoso de aceptar su bondad, puede contribuir para
que crezca la confianza. Jesús demostró este principio cuando le
pidió a la samaritana un vaso de agua. Este simple acto ayudó a
romper barreras que se habían acumulado por años, y mostró a la
mujer que Jesús la aceptaba y confiaba en ella. La tradición dice
que las mujeres samaritanas estaban siempre ceremonialmente in-
mundas, por lo que un judío devoto jamás aceptaría nada que
ellas hubiesen tocado.
La mujer se sorprendió cuando Jesús le pidió y aceptó el agua
junto al pozo, porque la tradición afirmaba que su sola presencia
hacía que la vasija que contenía el agua fuera inmunda. Pero la
PODEMOS CONFIAR EN CRISTO 93

confianza de Cristo provocó confianza en su propio corazón. "El


Salvador estaba tratando de hallar la llave de su corazón, y con el
tacto nacido del amor divino, él no ofreció un favor, sino que lo
pidió. El ofrecimiento de un favor podría haber sido rechazado;
pero la confianza despierta confianza. El Rey del cielo se presentó
a esta paria de la sociedad, pidiendo un servicio de sus manos ... El
dependió de la bondad de una persona extraña para una cosa tan
insignificante como un sorbo de agua". 11 ·
6. Así como la confianza genera confianza, la desconfian-
za produce desconfianza. Si actuamos con miedo y desconfianza,
estaremos provocando en los otros un sentimiento similar hacia
nosotros. La gente rápidamente tomará sus precauciones y llegará
a la conclusión de que existe alguna razón para nuestro comporta-
miento cauteloso.
Por otro lado, si llegamos a ellos en una forma amigable, con-
fiada y tranquilizadora, desearán responder del mismo modo. Este
es un principio que observé repetidamente al viajar como misio-
nero por diferentes países del Africa. Al hacer los trámites guber-
namentales con los funcionarios de los aeropuertos, pude obser-
var que estas personas, totalmente extrañas, a veces deponían su
actitud y se mostraban confiadas si yo me acercaba a ellos y los
consideraba confiables.
Ciertamente, Zaqueo no tenía fama de ser una persona confia-
ble. Por el contrario, era conocido por cobrar los impuestos en
forma fraudulenta. Sin embargo, cuando Jesús le demostró acep-
tación y confianza al ir a su hogar, despertó sus características
más nobles y le permitió sentirse merecedor de la amistad de
Cristo. No podemos negar la impresión de que el publicano estaba
esperando la invitación de alguien como Jesús, que creyera y
mostrara confianza en él. La gente lo miraba constantemente con
desprecio, lo que hacía más difícil su ya complicada situación.
Pero Jesús lo liberó.
Elena de White describe conmovedoramente cómo Jesús ins-
piró y ganó la confianza de los que entraban en contacto con él.
Ella dice: "En cada ser humano discernía posibilidades infinitas ...
Al mirarlos con esperanza, inspiraba esperanza ... En su presencia,
las almas despreciadas y caídas se percataban de que aún eran se-
res humanos, y anhelaban demostrar que eran dignas de su consi-
deración. En más de un corazón que parecía muerto a todas las
94 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

cosas santas, se despertaron nuevos impulsos. A más de un deses-


perado se presentó la posibilidad de una nueva vida". 12
7. Debemos decir lo que nos proponemos, y proponernos
hacer lo que decimos. No solamente debemos enseñar la verdad,
sino ser veraces. Así, ganaremos siempre la confianza de la gente.
Como cristianos debemos ser hombres y mujeres de palabra; de
lo contrario perderemos credibilidad. "Puede ser que alguien no
tenga un aspecto muy agradable, tal vez sea deficiente en muchos
respectos; pero si tiene fama de honrado e íntegro, conquistará la
confianza de los demás" .13 ·
Un pastor marcaba citas con diversas personas en su oficina,-
pero frecuentemente no acudía. No pasó mucho tiempo hasta que
la gente comprendió que no era cumplidor ni confiable. Cierta-
mente, ser informales no nos ayuda a ganar confianza. "En nues-
tras filas se practica la falta de honradez ... Me duele declarar que
hay una alarmante falta de honradez aun entre los observadores
del sábado". 14 "Todo cuanto hacen los cristianos debe ser transpa-
rente como la luz del sol. La verdad es de Dios; el engaño, en cada
una de sus muchas formas, es de Satanás" .15
Keller comenta cuán desvergonzadamente la deshonestidad
llena nuestra sofisticada y artificial sociedad. "Nuestra cultura nos
condiciona a vivir detrás de una falsa fachada de cordialidad. So-
mos sofisticados al punto que pretendemos ser otra persona.
Nuestro cinismo civilizado induce a muchos 'a sonreímos con el
rostro mientras nos cortan la vena yugular' ". 16
8. Para representar debidamente a Cristo nunca debemos
traicionar la verdad sagrada. Muchas veces divulgamos cosas
personales que alguien nos confió. Ser confidenciales nos ayuda a
ganar confianza, y no serlo nos hace perderla.
9. Por encima de todo, necesitamos practicar lo que
predicamos y enseñamos. La gente responderá con confianza
cuando vea que nuestra vida es consecuente con nuestras pala-
bras. Jesús ganó confianza porque su vida demostró lo que él en-
señaba.
Keller explica que ser la sal espiritual en la vida de la gente es
ser digno de confianza, leal y veraz. Una antigua y muy difundida
tradición usa la sal para afirmar relaciones leales y confiables en-
tre la gente. Comentando acerca de la desesperada necesidad de
la sociedad de alcanzar este tipo de relaciones, afirma que la gente
PODEMOS CONFIAR EN CRISTO 9S

se sorprende cuando ve a alguien que hace lo que dijo que haría.


"Esta integridad de cristiano, y el comportamiento diario digno de
confianza hará más para fomentar y generar fidelidad en otros
que las predicaciones de una vida entera. No solamente incenti-
vará a quienes nos rodean para depositar confianza en nosotros,
sino algo mucho más importante aún: los conducirá a encontrar al
Maestro y depositar su confianza en él". 17
No es difícil confiar en el confiable, pero dudamos en confiar
en individuos cuya integridad cuestionamos. Quizá tratemos de
evitarlos y no tener nada que ver con ellos. ¿Qué pasa si nos
arriesgamos con personas en las que nuestra confianza no des-
pierta reciprocidad?
Naturalmente, nos arriesgamos cada vez que mostramos amor
genuino y confianza. Eso no significa que debamos amar con los
ojos cerrados. Como Jesús, mostraremos confianza en otros siem-
pre que conozcamos a fondo los problemas y riesgos potenciales.
Los profetas, Jesús y los discípulos demostraron claramente por
medio de su sufrimiento y muerte que el amor también es peligro-
so. Como el amor impulsaba a Cristo a correr riesgos, así, cuando
su amor fluye en nuestra vida nos impele a arriesgarnos.
Aquí van algunas consideraciones y sugerencias que pueden
ayudarnos a saber por qué y cómo arriesgarnos cuidadosa y gene-
rosamente a correr el riesgo de confiar en otros:
l. Jesús nos creyó cuando en realidad no somos confiables,
porque él nos ama y anhela inspirar esperanza y confianza recí-
proca en nosotros. A pesar de que bajo ningún concepto somos
meritorios de su confianza, él nos la da de todos modos. ¿No de-
beríamos reflejar la misma actitud cuando nos relacionamos con la
gente?
2. Si aplicamos el método de Cristo al relacionarnos con la
gente, escucharemos, simpatizaremos y llegaremos a familiarizar-
nos con las otras personas y sus necesidades. Como conse-
cuencia, abordaremos la situación de una forma mucho más efi-
caz.
3. Debemos reconocer que es imposible determinar siempre la
confiabilidad de una persona. A veces nos sorprendemos de que
aquellos de quienes menos esperábamos que fuesen confiables,
demostraron serlo, mientras que aquellos en quienes habíamos
puesto gran confianza nos chasquearon.
96 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

4. Cuando nos arriesgamos a creer en otros, debemos recordar


que no estam'os solos. Cristo está allí con nosotros, experimen-
tando las consecuencias junto a nosotros. Algunas de las personas
a quienes ayudó, amó y confió, se volvieron contra él; por lo tan-
to, no sólo entiende nuestros desafíos, sino que prometió darnos
todo lo que necesitamos para realizar su trabajo mediante noso-
tros.
5. Aunque el hecho de creer en la gente no logre despertar en
todos la misma confianza (ésta es una opción personal), propor-
cionará el mayor incentivo para que la gente nos responda positi-
vamente. Recuerde que cuando éramos niños, y nuestros padres o
maestros expresaban confianza en nosotros, nos sentíamos ansio-
sos por corresponder a sus expectativas.
Henry Stimson, el estadista norteamericano que sirvió bajo
cinco presidentes y entendía muy bien la naturaleza humana, dijo
cierta vez: "La principal lección que aprendí durante mi larga vida
es que la única manera de hacer que un hombre sea confiable es
confiando en él. La forma más ségura de hacer que él sea indigno
de confianza es desconfiando de él y mostrándole esa desconfian-
za".Is
6. Finalmente, necesitamos considerar cuidadosamente los
principios prácticos del consejo que Cristo dio a sus discípulos
cuando los envió a testificar: "He aquí, yo os envío como a ovejas
en medio de lobos; sed pues, prudentes como serpientes, y senci-
llos como palomas" (Mat. 10: 16).
A. No necesitamos abandonar nuestro idealismo de mostrar-
nos confiados en la gente. Cristo nos compara con dos indefensas
e inocentes criaturas: la oveja y la paloma.
B. Sin embargo, a la vez que precisamos mantener nuestro
idealismo, también debemos equilibrarlo con una realidad prácti-
ca. Cristo dijo que los lobos andan errantes por todas partes, y a
veces vestidos de ovejas.
C. Jesús nos pidió que testificáramos en el mundo real, lleno
de pecado y pecadores. Pero a la vez que vamos hacia allí, él es-
pera que mantengamos nuestros ojos bien abiertos pues desea que
sepamos discernir, que seamos sensatos y prudentes como ser-
pientes.
D. Es interesante que Cristo usó una serpiente, símbolo de Sa-
tanás, para enseñarnos prudencia. Obviamente, en nuestro revuel-
PODEMOS CONFIAR EN CRISTO 97

to y confundido mundo no es suficiente poseer sólo las caracte-


rísticas de una paloma. Además, debemos tener la prudencia -de
una serpiente. Cristo desea que amemos, pero quiere que amemos
inteligentemente. Es bueno ser inocentes, pero la inocencia debe
estar sazonada con sabiduría.
E. Si mantenemos un equilibrio esencial entre idealismo y
pragmatismo evitaremos ser demasiado aprensivos, o lo que es
aún peor: cínicos, cuando se trate de confiar o ganar la confianza
de otros. Stimson dice: "El único pecado mortal que conozco es el
cinismo". El Señor quiere mantenemos apartados del cinismo y
de que nos sintamos descorazonados o hastiados de hacer buenas
obras (Gál. 6: 9). Amamos a las personas porque amamos al Se-
ñor, y al amarlas y confiar en ellas lo hacemos como si fuese para
el Señor. El abre de par ert par su corazón para damos confianza,
seguridad, amor y sabiduría.
La máxima confianza, naturalmente, reside sólo en Cristo.
Cuando otros depositan su confianza en nosotros porque refleja-
mos el carácter de Cristo en nuestra relación con ellos, deberían
sentirse impulsados a acompañamos e ir hacia el Maestro, en
quien juntos depositaremos nuestra confj.anza y lo seguiremos.
Debemos ayudarlos y luego conectarlos con Cristo.
La gente necesita saber que nosotros depositamos nuestra má-
xima confianza en un Dios perfecto e inamovible, y no en inesta-
bles seres humanos. Si no los dirigimos hacia Cristo, los estamos
colocando en riesgo de que se chasqueen. "Propendemos a bus-
car simpatía y aliento en nuestro prójimo, en vez de mirar a Je-
sús. En su misericordia y fidelidad, Dios permite muchas veces
que aquellos en quienes ponemos nuestra confianza nos chasque-
en, para que aprendamos cuán vano es confiar en el hombre y ha-
cer de la carne nuestro brazo. Confiemos completa, humilde y ab-
negadamente en Dios" . 19
"Necesitamos tener una confianza mucho menor en lo que el
hombre puede hacer, y una confianza mucho mayor en lo que
Dios puede hacer por cada alma que cree". 20
Esto no significa que ellos no podrían tener confianza en no-
sotros, o centrarla solamente en Cristo. No es una situación que
se trate de "uno o el otro", sino más bien es la necesidad de en-
contrar un equilibrio estable entre los dos. Es natural que la gente
deposite su confianza en una persona que puedan ver y tocar. Es
4-MCT
98 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

más difícil relacionarse con un Dios invisible. Esta es la razón por


la cual debemos ser cuidadosos, especialmente en el caso de que
su confianza en nosotros reemplace la necesidad de ir a Cristo. Al
depositar su confianza en nosotros, ellos deben tener en cuenta
que somos humanos, con flaquezas e imperfecciones, y que su
confianza en nosotros no los gratificará tanto como si la deposita-
ran en Cristo. Todos debemos confiar en un Dios totalmente
amante, perfectamente comprensivo, suficientemente confiable y
que no sea caprichoso. Ellos deben entender que cuando descu-
bren confiabilidad en nosotros, no es por nuestros propios méritos,
sino porque Dios nos la dio, y él, fuente de todas las dádivas, se la
concederá también a ellos.
"Hay consignadas allí largas y rudas batallas libradas en cir-
cunstancias críticas, tal vez dificultades de familia que día tras día
debilitan el ánimo, la confianza y la fe. Los que pelean la batalla
de la vida contra fuerzas superiores pueden recibir fortaleza y
aliento merced a menudas atenciones que sólo cuestan un esfuerzo
de amor. Para ellos, el fuerte apretón de mano de un amigo verda-
dero vale más que oro y plata. Las palabras de bondad son tan
bien recibidas como las sonrisas de ángeles". 21 ·
Joan era miembro de iglesia y estaba tratando de testificar
frente a sus compañeros de trabajo, pero cierta vez me comentó
acerca de su reticencia de hablar de Cristo a quienes estaban en
su oficina. Me dijo que le resultaba especialmente difícil llegar
hasta una mujer en particular "pues ella fuma demasiado, bebe y
es impetuosa; además es inescrupulosa y su lenguaje deja mucho
que desear". Cuando le pregunté por qué me contaba todo eso,
me contestó que a pesar de que sentía que testificar era su deber
cristiano, no tenía fuerza,s para autoimponérselo; no se imaginaba
cómo podía llegar a ser amiga de esa mujer. Me confesó: "Me
siento cautelosa frente a ella y no quiero que me enrede en sus
problemas. Por otro lado, es probable que ni se interese en las co-
sas espirituales".
Sin embargo, admitió sentir que Dios le estaba ofreciendo una
oportunidad para llegar hasta aquella mujer y, consecuentemente,
la culpabilidad la turbaba, pues se daba cuenta de que estaba evi-
tando a su compañera. En medio de su frustración lanzó al aire
estas palabras: "¡No puedo hacer nada! Simplemente no me siento
cómoda en su presencia y no quiero tener nada que ver con ella.
PODEMOS CONFIAR EN CRISTO 99

No puedo tenerle confianza". Continuó la conversación manifes-


tando que no sabía cómo Dios podría usar su testificación ya que
su actitud era tan negativa. "Creo que hago más daño que bien",
confesó.
Finalmente, le pedí que me dijese por qué este asunto la in-
tranquilizaba tanto. Ella confesó que cuando oraba, parecía que el
Señor le indicaba que debía acercarse a esa mujer. Luego de orar y
comprender su problema, le dije amablemente que no debía mi-
rar las posibles complicaciones que su compañera podría traerle,
sino que mirara a Jesús y lo que él podía hacer mediante ella. Le
insistí que convenía que el comienzo fuese simple: una sonrisa,
un gesto, una pregunta; que viese qué sucedía, para luego partir
hacia algo más importante.
Hice hincapié en que lo que Jesús más necesitaba en esa situa-
ción: su disposición y no tanto su habilidad. "El puede encargarse
de la habilidad pues es 'omnihábil' "-le expliqué-"pero lo que
realmente necesita es su disponibilidad para manifestarse median-
te usted". Inmediatamente, ella admitió que se había preocupado
demasiado de sí misma y de lo que podía o no podía hacer, sin te-
ner en cuenta lo que podía hacer Cristo.
Pocos días después me llamó, muy agitada y feliz, para
contarme lo que estaba sucediendo en su oficina, con su amiga.
Noté que esta vez describió a la otra mujer como su "amiga".
Contó que unos días después de nuestra conversación le había pe-
dido a Cristo que la ayudase. Al llegar al trabajo al día siguiente,
se encontró de pronto frente a frente con su compañera. De pronto
sintió muy intensamente que Dios en su providencia había arre-
glado dicho encuentro, pues en realidad todo lo que tuvo que ha-
cer fue una simple pregunta y luego escuchó demostrándole sim-
patía. Aquella mujer estaba esperando que alguien le manifestase
genuino interés.
Durante la conversación, le confió que se sentía sumamente
preocupada por su padre, que apenas había conseguido sobrevivir
a un ataque de corazón. También la inquietaba la situación de su
hijo adolescente, que recientemente había abandonado el hogar
paterno. Al sentir que la mujer necesitaba tener una conversación
amigable, Joan manifestó: "Quiero que sepas que cada mañana
mi familia y yo estaremos orando por tu padre y tu hijo".
Sorprendida por este gesto, la mujer no pudo impedir que se le
100 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR
\ .
llenaran los ojos de lágrimas al decir: "¡Gracias! Por favor, no se
olviden de orar, pues lo necesito y mucho. Puedo asegurarte que
es la primera vez que alguien se ofrece a orar por mí y esto signi-
fica mucho, más aún en esta circunstancia".
A medida que la experiencia de Joan continuó desarrollándose,
ella manifestó que le era difícil recordar que esta nueva amiga
que había encontrado era la misma "desagradable y odiosa" mujer
a quien tanto temía anteriormente. De algún níodo, cuando Joan
enfocó su mira en lo que Cristo podía y quería hacer mediante
ella, las pesadas cargas desaparecieron y, a me~lida que se involu-
craba más y más en compartir, amar y confiar, su corazón se lle-
naba de compasión. La mujer dejó de ser un objeto odioso y, por
la gracia de Cristo, pasó a ser un centro de simpatía y amor. A
medida que pasaron las semanas la relación fue creciendo. Joan
ganó su confianza y pocos meses más tarde consiguió guiarla ha-
cia Cristo y vio cómo la mujer depositaba toda su confianza en él.
Wayne McDill, al resumir qué es la evangelización de rela-
ción dice: "Ellos escucharán nuestro testimonio y observarán
atentamente para descubrir si verdaderamente se ve a Cristo en
nuestra vida. Llegarán a ver a Jesucristo como un amigo confiable
cuando hayan encontrado en usted y en mf la misma clase de
amistad. Luego, tendremos el gozo de presentarles al Amigo que
dio su vida por ellos. Esto es evangelización de relación: llevar
amigos a Cristo" .22

Referencias
1David Crockett, "God, I Want to Live", Time, 2 de junio de 1980, p. 26.

2Jbíd.
3EGW, TM, p. 189.

4
EGW, MC, p. 101.
5Phillip W. Keller, Saltfor Society, p. 134.

6EGW, TM, p. 190.

1EGW, DTG, p. 125.


8Pau1 E. Little, How to Give Away Your Faith, p. 52.

9
EGW, Testimoniesfor the Church, t. 9, p. 41.
10Ralph Neighbour, Witness, Take the Stand, p. 42.

11 EGW. DTG, p. 156.

12
EGW, Ed, pp. 75, 76 (ed. ACES).
13 EGW, JJT, p. 514.
PODEMOS CONFIAR EN CRISTO 101

14
/bíd., p. 510.
15EGW, DMJ, p. 60 (ed. ACES).
16
Keller, Ibíd., p. 133.
17
/bíd., pp. 134, 135.
18
Henry Stimson, "The Bomb and the Opportunity", Harper's Magazine, marzo de
1946.
19
EGW, MC, p. 387.
2
0f:GW, PVGM, p. 112 (ed. PPPA).
21
EGW, MC, p. 115.
22
Wayne McDill, Making Friendsfor Christ, p. 86.,
CAPITULO
ÜCHO

SIGUEME

CP mayoría de los adultos recuerda tiernamente a algún


~ :nimalito que tuvo en la infancia. Uno de mis favori-
tos era un corderito blanco como la nieve. Recuerdo que me atrajo
desde que nació, y llegamos a ser amigos inseparables. Me seguía
a todas partes en forma incondicional. Cuando me escuchaba ca-
minar, silbar o llamarlo, inmediatamente venía a mi lado. A ve-
ces me sorprendía descubrir que andaba detrás de mí aunque no lo
había llamado. Era asombroso cómo percibía cada movimiento
que yo hacía y confiaba ciegamente en mí. Estaba siempre listo
para ir doquier yo anduviera y hacer cualquier cosa que yo le or-
denase.
En este capítulo enfocaré el quinto peldaño del método de tes-
tificación de Cristo. El invitaba a la gente a que lo siguiera, y ésta
respondía con vehemencia. Podemos imaginar la situación: Jesús
era un hombre que se mezclaba con la gente y se identificaba con
ella. Conocía a las personas por nombre, las escuchaba atenta-
mente y simpatizaba profundamente con sus circunstancias. Su
amor encontró un sendero para llegar al corazón de las multitu-
des y capturar su confianza. Al ocuparse genuinamente de ellos,
les dio significado para el presente y esperanza para el futuro.
"De no haber sido por el espíritu suave y lleno de simpatía
que se manifestaba en todas sus miradas y palabras, no habría
atraído las grandes congregaciones que atraía. Los afligidos que
102
SIGUEME 103

venían a él sentían que vinculaba su interés con los de ellos co-


mo un amigo fiel y tierno, y deseaban conocer más de las verda-
des que enseñaba. El cielo se acercaba. Ellos anhelaban permane-
cer en su presencia, y que pudiese acompañarlos de continuo el
consuelo de su amor". 1
En Juan 10: 27 encontramos una de las muchas veces queJe-
sús usó la expresión "me siguen", al describir su relación con los
que le respondían: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y .
me siguen". Notemos que antes de esto se había establecido una
relación personal que fluía en dos direcciones. Seguir a Cristo
también significa implícitamente confianza en él y en su lideraz-
go. El amor genuino y el interés que el Pastor les mostró no les
permitía apartarse de él.
En Juan 10: 4 se menciona que Cristo, el buen Pastor, "Cuando
ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas
le siguen, porque conocen su voz". Los "seguidores" necesitan un
líder que conozca el camino y "vaya delante de ellos".
A veces, al servir a Jesús, nos apresuramos y vamos delante
de él, o lo encontramos en el camino. Pero seguir a Cristo no es
algo mecánico sino una experiencia vital resultante de una rela-
ción de confianza. Seguir significa "ser guiados por", "imitar o
hacer una cosa por el ejemplo de otro", "obedecer":
Por consiguiente, cuando Jesús invitó al pueblo de sus días a
que lo siguiera, también estaba invitando al Israel de hoy. Cuando
hayamos ganado la confianza de la gente, ésta se asirá de nuestra
mano confiando en que le presentaremos a nuestro Salvador y Se-
ñor. Entonces podremos poner nuestras manos y las de ellos en
las amorosas y todopoderosas manos de Cristo, donde "nadie las
arrebatará" (vers. 28). Servimos como enlace que los conecta con
Cristo mientras les muestra que nosotros también necesitamos
tanto de él como ellos mismos. "Hay almas afligidas por la duda,
cargadas de flaquezas, débiles en la fe e incapacitadas para com-
prender al Invisible; pero un amigo a quien pueden creer, que vie-
ne a ellos en lugar de Cristo, puede ser el vínculo que corrobore su
temblorosa fe en Cristo". 2
Al llevar a la oveja perdida hacia el buen Pastor, nunca deberí-
amos pensar que esta importante tarea descansa solamente en
nuestros hombros, sino recordar que Cristo se involucra íntima-
mente en el rescate, incluso, de una sola oveja. El siempre está
104 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

preparando el camino para que nosotros hagamos la tarea en be-


neficio del perdido. Cristo conoce sus nombres, dónde viven y
"dio a veces instrucciones a sus siervos para que fueran a cierta
calle en cierta ciudad, a tal casa, para hallar a una de sus ovejas". 3
¿Cómo hacer para invitarlas a seguir a Cristo? Primeramente,
el sólido fundamento de la relación ya establecida con la gente al
implementar los primeros cuatro peldaños del método de Cristo,
nos ayudará a encontrar a las personas más receptivas hacia el
evangelio. Ellas habrán tenido la experiencia de nuestra simpatía y
amor al ministrar sus necesidades y, por eso, habremos ganado su
confianza.
En segundo lugar, los motivos altruistas y el amor genuino
(cosas que difícilmente encontrarán en este egocéntrico mundo)
los habrá impresionado e influido en ellos. Seguramente, desea-
rán saber por qué somos como somos.
En tercer lugar, probablemente ya habrán aprendido, directa o
indirectamente, acerca de Cristo, la Biblia, la iglesia, etc., me-
diante nuestra amistad.
En cuarto lugar, a esta altura ya es natural invitarlos a seguir a
Jesús. Si han llegado hasta aquí, lo aceptarán gozosos.
Al estar agradablemente sorprendidos de encontrarse con cris-
tianos que se preocupan e interesan en ellos genuinamente, senti-
rán curiosidad de saber por qué obramos de un modo diferente al
que están acostumbrados a ver. Debemos contarles honestamente
que toda expresión de simpatía, amor e interés que han recibido,
en realidad proviene de Cristo, la fuente de todas las cosas buenas.
Al hacerlo, estaremos otorgando a Cristo el mérito de nuestro re-
conocimiento: sin él seríamos egocéntricos.
Si al llegar a este punto no hemos dado nuestro testimonio
personal completo, sería la oportunidad de hacerlo. Al mismo
tiempo, los invitaríamos a que se unan con nosotros en seguir a
Jesús, nuestro mejor amigo. Dicho testimonio no debería llegar
como una sorpresa sino como algo que ellos esperan, algo que re-
afirma en sus mentes la razón y fuente de nuestra auténtica y sig-
nificativa relación con ellos. Naturalmente, nuestro testimonio no
debería ser rígido ni estereotipado, sino espontáneo e interesado
en el problema particular de la gente.
Este es el resultado lógico de seguir a Cristo, pues cuando él
SIG~ME 105
\
trabaj• en y por medio de nuestra vida, diremos y haremos cosas
que v~n la pena de ser dichas y hechas.
Elena de White escribe: "Como testigos de Cristo, debemos
decir lo que sabemos, lo que nosotros mismos hemos visto, oído y
palpado. Si hemos estado siguiendo a Jesús paso a paso, tendre-
mos algo oportuno que decir acerca de la manera como nos ha
conducido ... Este es el testimonio que nuestro Señor pide y por
falta del cual el mundo perece" .4
· Nunca lograremos hacer suficiente énfasis en la importancia y
la potencialidad de un testimonio genuino y sincero, ya que puede
superar los argumentos teóricos y los debates teológicos, y más
que ninguna otra cosa puede impresionar al corazón humano para
que responda a Cristo.
Un joven pastor me pidió que lo acompañara a saludar a un
hombre al que le estaba dando estudios bíblicos. Me explicó que
la esposa ya había aceptado a Cristo, pero el marido se mantenía
distante, haciendo preguntas acerca de la existencia de Dios y
otros temas. Cuando nos encaminábamos hacia la casa, le pregun-
té:
-Para usted, ¿cuál es el verdadero problema?
-Creo que dedico demasiado tiempo a discutir con él com-
plicados argumentos teológicos -respondió cándidamente.
A medida que nos acercábamos seguimos hablando y orando.
De pronto, este pastor me dijo:
-Realmente hoy me siento impulsado a darle a este hombre
sólo mi testimonio. Nada de entrar en grandes debates o discusio-
nes. Esta vez testificaré de lo que Cristo ha hecho en mi vida.
Después de saludar, comenzó a decir:
-Juan, de un tiempo a esta parte hemos estado discutiendo
varios asuntos, pero hoy quisiera dedicar unos minutos para com-
partir con usted mi testimonio personal.
Juan escuchaba atentamente mientras el pastor abría su cora-
zón y le explicaba la diferencia que marcó el amor de Cristo en
su vida. Era sorprendente ver a un hombre que había sido tan dis-
cutidor escuchar atentamente. Era evidente que el amor de Cristo
manifestado en el testimonio del pastor estaba ablandando su duro
corazón. Finalmente, sollozando, Juan pidió a Cristo que le per-
donase sus pecados y entrara en su corazón.
No es de extrañar que Elena de White haya escrito: "Nuestra
106 EL METODO DE CRISTO PARA TES1CAR

confesión de su fidelidad es el factor escogido por el Cielo para


revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su graci,á como
fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será más
eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia ... Apoyados
por una vida semejante a la de Cristo, tienen un poder irresistible
que obra para la salvación de las almas". 5
Podemos compartir nuestro testimonio personal de muchas
formas, pero nunca deberíamos presentarlo de manera rápida, me-
morizado mecánicamente o buscando producir una conversión
instantánea. Esto no significa que no debemos pensar con antici-
pación acerca de lo que diremos. Incluso, para algunos podría ser
aconsejable que escribieran su testimonio, pero que mantuvieran
la flexibilidad suficiente como para mostrarse espontáneos y sen-
sibles ante las necesidades particulares de cada persona. Es de vi-
tal importancia que el evangelio se presente "no como una teoría
inerte, sino como una fuerza viva capaz de transformar la conduc-
ta".6
¿Qué podemos decir o incluir en nuestro testimonio? Encon-
tramos la respuesta en lo que Jesús le pidió al endemoniado que
acababa de curar: "Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán
grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido mise-
ricordia de ti" (Mar. 5: 19). La gente de su ciudad sabía todo acer-
ca de la vida pasada del endemoniado. El no necesitaba dedicar
tiempo a esto. En vez de eso, Jesús quería que enfatizara cómo
había encontrado al Señor y qué había producido ese encuentro
en su vida.
Esto no significa que debamos permanecer silenciosos en
cuanto a nuestra vida pasada, pero no debería ser el foco de aten-
ción de nuestro testimonio, especialmente si contiene algún inci-
dente sensacional o negativo. El propósito de cualquier testimo-
nio personal no es ensalzar el pecado, sino glorificar a Jesús.
El testimonio que el apóstol Pablo dio a sus compañeros judíos
a su regreso a Jerusalén puede servir como ejemplo útil al preparar
nuestro propio testimonio.
De lo relatado en Hechos 22 podemos sacar cuatro componen-
tes principales. Primero, una síntesis de su vida antes que Cristo
entrase en ella. Segundo, cómo llegó a ser un seguidor de Cristo.
Tercero, lo que Cristo hizo en su vida después de la experiencia en
el camino a Damasco (en nuestro caso, nuestra conversión). Fi-
SIG* 107
na~m te.' su perspectiva para el futuro como un resultado de se-
gmr a nsto.
Usatldo los cuatro puntos principales, podemos preparar un
esbozo d~ lo que queremos decir. No debería ser prolongado ni
pesado, s~o palpitante y lleno de la fragante presencia de Cristo
en nuestra vida.
Debemos recordar que a pesar de que es útil tener un testi-
monio acabado y perfecto, lo que lo hace realmente efectivo es el
revelar a Cristo como una realidad viviente en nuestra vida dia-
ria. El poder de una vida semejante a la de Cristo puede convertir
un testimonio presentado torpemente en uno que transforme vi-
das. "Nuestra influencia sobre los demás no depende tanto de lo
que decimos, como de lo que somos. Los hombres pueden com-
batir y desafiar nuestra lógica, pueden resistir nuestras súplicas;
pero una vida de amor desinteresado es un argumento que no
pueden contradecir. Una vida consecuente, caracterizada por la
mansedumbre de Cristo, es un poder en el mundo". 7
Cuando invitamos a las personas a aceptar a Cristo, ¿los esta-
mos guiando para aceptarlo y seguirlo como Salvador y Señor?
Algunos testigos enfatizarán solamente el amor y la redención de
Jesús, otros lo harán en su obediencia, señorío y poder. La palabra
equilibrio ha adquirido importancia para mí, pues actualmente es
muy fácil ir a los extremos en todas las cosas.
No se trata de un asunto o del otro, sino ambos. Cuando elegi-
mos seguir a Jesús, necesitamos estar comprometidos con todo lo
suyo. Cristo no está dividido, lo tenemos todo o no tenemos nada
de él. No es sólo nuestro Salvador; también es nuestro Señor. No
sólo lo amamos; también lo obedecemos y lo servimos. No sola-
mente nos justifica; también nos santifica. Por lo tanto, necesita-
, mos no sólo aceptarlo sino también seguirlo "dondequiera que
va" (Apoc. 14: 4).
Hace varios años, mi hermana me pidió que cuidase a mi so-
brinita de cuatro años mientras ella hacía unas compras. Lamenta-
blemente, estuvo ausente varias horas, y durante ese tiempo la ni-
ñita tuvo hambre y me pidió que le diera su almuerzo. Como no
soy un gran cocinero, saqué a relucir lo más sencillo: sándwiches
de manteca de maní y jalea.
Pocos minutos más tarde quise controlar si todo transcurría
normalmente, y descubrí que ella había raspado la manteca de
108 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIF CAR

maní y la jalea y se las había comido, mientras las tajadas e pan


habían quedado abandonadas. Cada vez que recuerdo la e erien-
cia pienso cuán a menudo muchos de nosotros somos omo mi
sobrinita: apetecemos las dulzuras del evangelio pero d echamos
sus nutrientes.
Cuando explicamos a nuestros amigos de una manera clara
cómo seguir a Jesús, y ellos lo aceptan de corazón y ke compro-
meten con él para el resto de su vida, están listos para estudiar la
Biblia. Hay dos razones para ese estado de receptividad. Prime-
ramente, porque tales estudios estarán asentados en un sólido fun-
damento de relación con nosotros: somos buenos amigos. En se-
gundo lugar, están asentados en un sólido fundamento de relación
con Cristo: han elegido seguirlo como Salvador y Señor.
Si, por el contrario, no los hemos ayudado a establecer un fun-
damento de relación seguro, tanto con nosotros como con Cristo,
nuestra estructura de querer hacerlos discípulos puede desmoro-
narse en cualquier momento. ¿Por qué? Porque ninguno de noso-
tros ha invertido en la relación. Si, en verdad ellos han escuchado
algunas ideas teóricas y les hemos presentado un plan, pero el én-
fasis en la persona y el método fue dejado de lado. Esto explica la
razón por la cual a veces nos dicen que no quieren continuar estu-
diando la Biblia. Sienten que no perderán mucho al dejar la amis-
. tad y la relación con nosotros y con el Señor.
Si hemos logrado implementar los peldaños del método de
Cristo, ellos sentirán el deseo de aumentar su conocimiento de él y
agradarlo en todo. Pablo y Jesús afirman repetidamente este im-
portante principio.
El apóstol combina la experiencia, siempre creciente, de co-
nocer a Cristo con la obediencia a él. Por ejemplo, escribe a los
Colosenses: "Y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando
hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su
Creador" (Col. 3: 10, BJ). (En la versión inglesa 1LB dice: "Uste-
des están viviendo un nuevo tipo de vida que continuamente les
permite aprender más y más acerca de lo que es correcto, y busca
constantemente ser más y más semejante a Cristo, que creó esta
nueva vida dentro de ustedes".) "Para que andéis como es digno
del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena
obra, y creciendo en el conocimiento de Dios" (Col. 1: 10).
SI 109

E Juan 14: 15 Jesús dice: "Si me amáis, guardad mis manda-


mient s".
Un de los primeros estudios bíblicos que di fue a un hombre
joven q después de mucho accedió a mi incesante pedido de
estudiar n él. Había crecido con algunas ideas un tanto negativas
acerca d Dios. Cuando esparcí frente a él todos los textos y el
apoyo histórico que prueba la observancia del sábado en lugar del
domingo, hizo un comentario que permanece indeleblemente im-
preso en mi mente. "Usted sabe, no puedo permanecer ante Dios
durante un minuto, ¡y ahora quiere que le dedique un día íntegro,
de puesta de sol a puesta de sol!"
Esto explica por qué es atinado permitir que cada enseñanza
bíblica sea motivada en Cristo y centrada en él. Como discípulos
de Cristo debemos tener la seguridad de que cada cosa que
enseñamos estará enfocándolo a él. Es la razón más atractiva,
apremiante y duradera que motiva a establecer un verdadero com-
promiso personal. Ya que hemos hecho alusión a la doctrina del
sábado, usémosla como ejemplo. ¿Cuál es la razón principal y
más efectiva que debemos dar a los otros para observar el sábado?
l. Desde el mismo comienzo, Cristo se comprometió con el
hombre y le demostró su amor no solamente dándole vida, sino
también separando un día especial para comulgar con él.
2. El amor de Cristo siempre busca al hombre y trata de
aproximarse a él. La Biblia está saturada de referencias que ha-
blan de su intenso deseo de estar con su pueblo. Al establecer un
día especial Jesús hizo una demostración concreta de su amor por
nosotros y de lo especiales que somos para él.
3. Dado lo importante que es el hombre para el Creador, hizo
. el sábado pensando en él, y lo consideró como un día especial-
mente reservado y separado del resto de la semana para que nos
comunicáramos con nuestro Hacedor. Consecuentemente, consi-
derando que el sábado es tan importante para el Señor, se des-
prende que debería ser igual para nosotros.
4. El sábado es un precioso don de amor de Dios. Es tiempo
creado pensando en nosotros. ¿Cómo recibimos un presente de
amor de un amigo especial? Aceptándolo. Con el sábado, regalo
de Cristo, deberíamos actuar de la misma forma: no sustituirlo
por nada.
5. Cristo mismo acostumbraba adorar en el séptimo día. Sus
110 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIF AR

profetas y discípulos también lo hicieron. Hemos acepta o un


compromiso con él y queremos vivir como él lo hacía. ¿C mete-
ríamos errores al seguir su ejemplo?
6. El sábado simboliza la creación de Cristo y la rede ción del
hombre. El descansó durante ese día, luego de haber te inado la
creación. También descansó el sábado luego de haber te inado el
acto de redención en el Gólgota.
La gente que sigue estudios bíblicos adquiere el e mpromiso
de seguir el ejemplo de Cristo en cada una de sus enseñanzas.
Cuando llegan al final de las lecciones, deciden emular nueva-
mente el ejemplo de Cristo mediante el bautismo por inmersión.
No toman este importante paso sólo porque se han sentido fasci-
nados por las doctrinas, sino porque el Cristo de esas doctrinas
los ha cautivado. Incluso, su bautismo puede ser un servicio de
consagración por testificación. Después del bautismo, siguen nue-
vamente el ejemplo de Cristo: ungido por el Espíritu Santo para su
ministerio (Luc. 3: 21-23).
Cuando testificamos, ayudamos a la gente a que tome el mo-
delo de Cristo en cada aspecto, incluyendo el bautismo y la con-
sagración al servicio. Como nuevos miembros del cuerpo de Cris-
to, ellos comienzan a testificar de la misma manera como lo hi-
cieron sus amigos. En otras palabras, llegan a otras personas como
lo hizo Jesús aplicando su método de testificación.
Desarrollaremos este punto más a fondo en el siguiente capítu-
lo. Aquí alcanza con mencionar la declaración: "Cada verdadero
discípulo nace en el reino de Dios como misionero. Apenas llega a
conocer al Salvador, desea hacerlo conocer a otros. La verdad sal-.
vadora y santificadora no puede quedar encerrada en su cora-
zón".8
Cuando Jesús llamó a sus discípulos para que lo siguieran
(Mat. 4: 19), con toda intención ignoró a las personas más educa-
das y cultas, y eligió a un conjunto de pescadores rudos e igno-
rantes. ¿Con qué propósito? Dejar establecido que "su cargo era el
más importante al cual hubiesen sido llamados alguna vez los se-
res humanos y únicamente el de Cristo lo superaba". 9
¿Qué tipo de cualidades poseían? No muchas, para el mundo.
Cristo conocía bien sus defectos antes de seleccionarlos, pero era
el tipo de líder que tomaba a las personas donde estaban y las en-
trenaba para el ministerio en favor de otros. Esto era posible por-
SI~EME 111
que os discípulos (sin dejar de ver sus imperfecciones y errores)
"eran hombres de capacidad innata, humildes y susceptibles de
ser en~s-ados; hombres a quienes él podía educar para su obra" .10
Las ejores cualidades para el entrenamiento espiritual son la
hurnilda y la disposición a ser enseñados. Los discípulos poseían
ambas e acterísticas, aunque muy pocos líderes religiosos de sus
días las t~ían. Ambas características, combinadas con la posibili-
dad de terkr a Jesús como su inigualable maestro durante más de
tres años, los transformaron a su semejanza. ¡Y qué maravilloso
maestro tuvieron! Enseñaba hora tras hora, oraba continuamente
por ellos, los amaba y creyó en ellos hasta el fin. "Cuando los dis-
cípulos terminaron su período de preparación con el Salvador, no
eran ya ignorantes y sin cultura; habían llegado a ser como él en
mente y carácter, y los hombres se dieron cuenta de que habían
estado con Jesús" Y
Quizá no poseamos las cualidades mencionadas anteriormente
para testificar: Tener el carácter de Cristo y arrancar de la gente la
expresión "Se nota que ha estado con Jesús". Ambas constituyen
el poder más atractivo que existe en el mundo. Ese poder no es
autogenerado, procede de la transformación lograda por Cristo,
que revela su presencia en nuestra vida. En Zacarías 8: 23 se des-
cribe vívidamente el poder de atracción que tiene una persona tal.
"En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de
toda lengua tomarán del manto de un judío diciendo: 'Iremos con
vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros'".
No podemos testificar exitosamente a menos que Cristo more
en nosotros y transforme nuestra vida. Bonhoeffer, que cierta-
mente conocía lo que significaba ser un discípulo de Cristo, dijo:
"Cuando somos llamados a seguir a Cristo, se nos convoca a una
unión exclusiva con él... Ser discípulos significa adherimos a
Cristo". 12 Esto es precisamente lo que Jesús buscaba al llamar a
sus discípulos a "que estuviesen con él" (Mar. 3: 14). El dijo:
"Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres" (Mar. 4:
19). Notemos que su deseo era que permaneciesen concentrada-
mente con él, para seguirlo, y no que se preocupasen tratando de
transformarse en testificadores. Esta era su responsabilidad, no la
de ellos.
Es imprescindible que tengamos en mente el llamado de Cristo
a seguirlo y permitirle que nos transforme en testificadores. Esta-
112 EL METODO DE CRISTO PARA TESTI~IAR

mos inclinados a centrarnos en nosotros mismos y lo que ode-


mos realizar, en lugar de poner la mira en Cristo y permitit e que
nos transforme en el tipo de testigos que él desea que eamos.
"No llegamos a ser efectivos si al influir en la gente y ll varios a
Cristo nos concentramos en nosotros mismos y en el des ollo de
nuestras habilidades. Nuestra efectividad nunca depend de esto.
La clave del éxito será siempre nuestra relación persa 1 e inme-
diata con el Señor a medida que lo seguimos" .13
Finalmente, Pedro aprendió la lección principal: c~mo seguir
al Maestro. Cristo, paciente y amorosamente, le ensfñó a asirse
constantemente de él. Este discípulo había sido impetuoso, agresi-
vo, lleno de suficiencia propia y ambicioso. "Hasta entonces Pedro
había estado inclinado a obrar independientemente. Había procu-
rado hacer planes para la obra de Dios en vez de esperar y seguir
el plan de Dios. Pero él no podía ganar nada apresurándose delan-
te del Señor. Jesús le ordena: 'Sígueme' ". 14 Felizmente, debido a
su actitud de dejarse enseñar y su confianza y amor por Cristo,
Pedro emergió de la mano modeladora del Maestro transformado
y firmemente arraigado a él.
Un predicador relata cuánto gustaba caminar a lo largo de la
playa recolectando caracoles abandonados aquí y allí por las olas.
Vagabundeando solo, seleccionando los mejores trofeos marinos,
de pronto vio en una gran roca cercana uno que le interesaba mu-
cho para su colección. Al llegar al lugar, descubrió que la pieza
estaba fuertemente aferrada a la roca. Trató de desprenderla, ti-
rándola con ambas manos, pero no logró que se soltara. Estaba
tan adherida a la roca que separarla era tan imposible como lo hu-
biera sido el mover la roca entera.
De la misma manera, todos los Pedros llamados a seguir a
Cristo comienzan siendo guijarros o caracoles diseminados por
las olas a lo largo de la playa y las circunstancias de la vida. Sin
embargo, cuando tenazmente se incrustan en Cristo, la sólida Ro-
ca, llegan a ser inamovibles y a formar parte de él.

Referencias
'EGW, DTG, pp. 219,220.
2Jbíd., p. 264.
3lbíd., p. 445.
s~~~'ro
113

S íd., p. 313.
6 E ,W, MC, p. 67.
"EG)V, DTG, p. 115.
'EGWl MC, p. 80.
9
EGW~TG, p. 258.
10EGW)!bíd., p. 215.

"Ibfd.
12
Dietricb Bonhoeffer, The Cost of Discipleship, p. 63.
13 Wayne McDill, Making Friendsfor Christ, p. 108.
4
' EGW, DTG, p. 754.
CAPITULO
NUEVE

PESCADORES DE HOMBRÉS

hn Drescher escribió una ilustrativa parábola: "Ha-


a un grupo que se autodenominaba pescadores. Y
aquí que había muchos peces alrededor de ellos. En
efecto, toda la región estaba irrigada por corrientes de agua, y ha-
bía hermosos lagos llenos de peces. Y los peces tenían hambre.
"Semana tras semana, mes tras mes, año tras año, estos auto-
denominados pescadores se reunían y hablaban acerca de su voca-
ción y llamamiento a pescar, de la abundancia de peces y de los
mejores métodos para pescar. Periódicamente definían con cuida-
do qué significaba pescar, defendían la pesca como profesión y
declaraban que pescar era, es y sería siempre la primera tarea de
los pescadores. ·
"Continuamente buscaban nuevas y mejores técnicas para lo-
grar renovadas definiciones de pesca. Decían convencidos: 'La
industria pesquera existe gracias a los pescadores, como el fuego
viene a la existencia al producirse la combustión'. Les gustaban
las frases como: 'Pescar es la tarea de cada pescador', 'Todo pes-
cador es un recolector de peces' y 'Un puesto de pesca por cada
club de pescadores'.
"Patrocinaban reuniones especiales que llamaban 'Campañas
de Pescadores' y 'El Mes de la Pesca Abundante'. También pa-
trocinaban costosos congresos nacionales e internacionales para
discutir acerca de pesca y de cómo promoverla. Oían disertaciones
114
~SCADORES DE,HOMBRES 115
\
acerca de nuevos equipos, sonidos especiales, y cualquier nueva
ca~da que fuese descubierta.
"Estos pescadores construyeron grandes y hermosos edificios
llamados 'Sedes de Pescadores'. La consigna era que cada uno
debía ser un pescador modelo, y cada pescador debía obtener una
buena pesca. Sin embargo, había una cosa que ellos no hacían:
pescar.
"Además de reunirse regularmente, organizaron un consejo
para enviar pescadores a otros lugares donde había muchos peces.
Parecía que todos los pescadores concordaban en que era necesa-
ria una junta administrativa que pudiese desafiar a los pescadores
a que confiasen en la pesca. La junta estaría formada por los que
tenían la gran visión y el coraje de hablar acerca de la pesca, de
definirla y de promocionar la idea de ir a pescar por corrientes de
aguas y lagos lejanos, donde vivían muchos peces de diferentes
tamaños y colores.
"Esta junta contrató personal, nombró comisiones y organizó
muchas reuniones, asambleas, concilios y seminarios para conso-
lidar la pesca y decidir qué nuevas corrientes se deberían consi-
derar. Pero el personal y los miembros de las comisiones no pes-
caban.
"Se edificaron grandes, elaborados y caros centros de entre-
namiento donde el principal propósito era enseñar a los pescadores
cómo pescar con eficacia. A lo largo de los años se dictaron mu-
chos cursos acerca de la necesidad de pescar, la naturaleza de los
peces, dónde encontrarlos, sus reacciones psicológicas y cómo
aproximarse a ellos para alimentarlos.
"Quienes enseñaban eran doctores en 'pescalogía'. Estos pro-
fesores enseñaban muy bien a pescar... pero no pescaban. Luego
de un tedioso entrenamiento, muchos pescadores se graduaron y
recibieron sus licencias para pescar. Con el tiempo, completaron
estudios de posgrado en Ciencias de la Pesca, y fueron enviados
para dedicarse tiempo completo a su profesión. Algunos se trasla-
daron a aguas distantes, saturadas de peces.
"Otros dedicaron mucho tiempo a estudiar y viajar para apren-
der acerca de la historia de la pesca, y conocer lugares lejanos
donde los padres peregrinos o pioneros habían realizado grandes
pesc~s en siglos pasados. Elogiaban, admirados, a los fieles pes-
116 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFIC~
cadores de los años anteriores que habían ideado, cultivadp y
transmitido diversos planes de pesca. /
"Estos pescadores también construyeron una gran imprenta
para publicar guías de pesca. Las máquinas trabajaban día y/noche
produciendo materiales relacionados únicamente con los métodos
de pesca, equipos, planes y programas para organizar y estimular
reuniones y asambleas que trataban acerca de la pesca. También se
estableció una oficina en la cual se organizaban conferencias es-
peciales acerca del tema. Se estudiaba, leía y hablaba de pesca,
pero nadie pescaba.
"Muchos que sintieron el llamamiento a ser pescadores, res-
pondieron. Fueron autorizados y enviados a pescar. Pero, igual
que los pescadores que quedaron en su casa, nunca pescaron. Co-
mo ellos, se involucraron en todo tipo de ocupaciones. Construye-
ron plantas poderosas para bombear agua para los peces y tracto-
res para abrir nuevas zanjas para el agua. Compraron todo tipo de
equipos para viajar por diferentes lugares y observar las incuba-
doras de peces.
"Algunos dijeron que también querían formar parte de los
equipos, pero sintieron la necesidad de dedicarse a proveer equi-
pos de pesca. Otros sintieron que su trabajo era hacer una pesca
'buena' para que los peces conocieran la diferencia entre un buen
pescador y uno ineficiente. Otros pensaron que era suficiente dejar·
que los peces los observaran y vieran que eran buenos vecinos,
afectuosos y amables. Pero, ni unos ni otros pescaban.
"Luego de una reunión conmovedora acerca de 'La necesidad
a
de pescar', un joven lleno de ideales fue pescar. Al día siguiente
informó que había pescado dos peces notables. Le dieron hono-
res por su excelente pesca, y se organizó la manera de presentarlo
ante la mayor cantidad posible de reuniones para que él contara
cómo había logrado capturar esos peces. Por lo tanto, dejó de pes-
car para tener tiempo de contar su experiencia a los otros pesca-
dores. Debido a su gran experiencia, lo nombraron miembro de la
Junta General de Pescadores.
"Es verdad que muchos de los pescadores se sacrificaron y tu-
vieron que tolerar todo tipo de dificultades. Algunos vivían cerca
del agua y se hartaron del hediondo olor a pescado muerto. Otros
fueron ridiculizados por algunos que se burlaban del club de pesca
y de los autodenominados pescadores, porque nunca habían pes-
hSCADORES DE HOMBRES 117

caqo. Estos burladores no comprendían a los sacrificados pesca-


dores que no valoraban la pesca y se contentaban con asistir a las
reuniones semanales para hablar de peces y pesca. Después de to-
do, ¿los pescadores no estaban siguiendo al Maestro, que dijo:
'Síganme y los haré pescadores pe hombref?
"Imaginemos cuán heridos se sintieron algunos cuando un día
una persona sugirió que los que no capturaban peces, no eran re-
almente pescadores, aunque se autodenominaran así. ¿Se puede
considerar pescador a una persona que en el transcurso de varios
años no captura un solo pez? ¿Es 'pescador de hombres' el que
no está pescando?" 1
Podemos contestar la pregunta de Drescher con un resonante
"¡No, no lo es!" No puede haber pescador sin pesca, ni pesca sin
pescador. Seguir a Cristo y pescar con él son dos acciones ligadas
por los mismos intereses. Ambas están tan entrelazadas que no
pueden existir separadamente. Es fácil caer en el sutil engaño de
imaginar que podemos hacer una cosa o la otra.
Algunos cristianos piensan que pueden seguir a Cristo sin ser-
virlo. Preocupados tratando de ser espirituales, estudiosos y asi-
duos asistentes a las reuniones religiosas, reciben complacientes
las bendiciones de Dios, aunque rehúsan compartirlas con otros.
"Los que se esfuerzan por mantener una vida cristiana aceptando
pasivamente las bendiciones que vienen por la gracia, sin hacer
nada por Cristo, procuran simplemente vivir comiendo sin traba-
jar".2
Estos cristianos insisten en que su testimonio silencioso y su
buen ejemplo es todo lo que Dios espera de ellos. Naturalmente,
un buen ejemplo es vital, pero no suficiente. Nuestra experiencia
interior debe manifestarse exteriormente tanto al hablar como al
actuar.
Como esparcimos la sal sobre el alimento, debemos ir en busca
de los peces. El gran amor de Cristo en nuestro corazón no puede
permitir que seamos pasivos; por el contrario, nos da un deseo ur-
gente y ardiente de llegar hasta los perdidos. Cuando el profeta
Jeremías pensó que podía silenciar su testificación, descubrió que
esto era imposible. "No me acordaré más de él, ni hablaré más en
su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ar-
diente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude" (Jer. 20:
9).
118 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICA¡R_

R. J. Fish y J. E. Conant admiten que, lamentablemente, by


demasiados cristianos que creen en la testificación, pero n6 la
practican en la forma debida. La llaman "testificación silenciosa".
Estos autores escriben: "Han hecho su máximo esfuerzo para
conseguir que la mies madpre y se formen las gavillas en el cam-
po, para lograr que los peces vayan hasta la orilla para ser captu-
rados, o para lograr que los agonizantes vayan tras la vida. El fru-
to está maduro y listo para ser cosechado, pero los cosechadores
están sentados en el silo, ¡preguntándose por qué el fruto no llega!
La mies será recolectada tan pronto como los cosechadores sal-
gan al campo a buscarla". 3
Existe tamb\én el otro extremo: convertir en dios la frenética
actividad y los planes de testificación externa, mientras somos ne-
gligentes con la testificación interior. Quienes obran así, proba-
blemente están tratando de llenar el vacío que produce el no seguir
a Cristo ni estar llenos de él. En otras palabras, nos enfrascamos
tanto en hacer la obra del Señor, que nos olvidamos del Señor de
la obra.
Nadie está inmune a este peligro. No solamente los rabinos
del tiempo de Cristo sucumbieron, sino también los discípulos.
"En la estima de los rabinos, la suma de la religión era estar siem-
pre en un bullicio de actividad. Ellos querían manifestar su pie-
dad superior por algún acto externo ... Existen todavía los mismos
peligros. Al aumentar la actividad, si los hombres tienen éxito en
ejecutar algún trabajo para Dios, hay peligro de que confíen en
los planes y métodos humanos. Propenden a orar menos y a tener
menos fe. Como los discípulos, corremos el riesgo de perder de
vista cuánto dependemos de Dios y tratar de hacer de nuestra acti-
vidad un salvador". 4
Elena de White hace un esfuerzo para equilibrar y unir los dos
elementos esenciales de la testificación:·estar con Cristo y trabajar
por Cristo. Ella nos aconseja: (1) "Mirar constantemente a Jesús"
y (2) "tomar tiempo para la meditación, la oración y el estudio de
la Palabra de Dios." Al mismo tiempo reconocemos que (1) "es
su poder lo que realiza la obra", y (2) "hemos de trabajar fervoro-
samente para la salvación de los perdidos. Es únicamente la obra
realizada con mucha oración y santificada por el mérito de Cristo,
la que al fin habrá resultado eficaz para el bien". 5
Jesús adoptó un concepto equilibrado: no sólo testificar sino
PESCADORES DE HOMBRES 119

también enseñar a testificar. A sus discípulos no les dijo única-


mente: "Síganme", sino también: "Los haré pescadores de hom-
bres" (Mat. 4: 19). Todos conocemos cristianos que optan por la
primera parte del versículo o la segunda. Sin embargo, ambos as-
pectos deben ir de la mano. Jesús les pidió a sus discípulos que
reemplazaran su ocupación real de pescadores por la vocación de
pescadores de hombres. En otras palabras, no los llamó para que
lo siguieran a él como un fin en sí mismo, sino para testificar de él
ante otros.
¿Qué condiciones requiere ser pescadores de hombres? Prime-
ro, necesitamos ponemos a disposición de Cristo y aceptar su in-
vitación de ir a él. ¿Deseamos de todo corazón presentamos ante
él?
Segundo, necesitamos sometemos a Cristo para que él nos
modele de acuerdo con su voluntad.
El verbo hacer de Mateo 4: 19 tiene un significado espiritual
muy rico. Más allá de "formar, modelar o crear", también puede
referirse a "pasta, masa o arcilla para hacer que algo sea". Jere-
mías usó esta emocionante figura para describir el trabajo de Dios
con su pueblo: "¿No podré yo hacer de vosotros como este alfare-
ro, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la
mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel"
(Jer. 18: 6). En Génesis 1: 27 y 2: 7 dice que Dios hizo surgir al
hombre de la arcilla, según su imagen y semejanza. La sumisión al
trabajo creativo de Dios significa humildad y disposición para ser
enseñados. Juan Ortiz, el fogoso predicador argentino, afirma que
la sumisión a Cristo debería ser la "primera ley del discipulado
pues no hay modelación sin sumisión". 6
La tercera condición para ser pescadores de hombres es que
debemos dejar que Cristo nos modele según el tipo de testigos
que necesitamos ser. No intentemos ser testigos a nuestra propia
imagen (ideas y métodos propios). El hombre de hoy está tratando
de hacer a Dios a su imagen en cada aspecto de su vida. Para el
hombre, Dios se ha convertido en un objeto que intenta manipular
y usar a su propio y egoísta antojo. Sería trágico que nosotros, co-
mo pescadores de hombres, llegásemos a ser tan atraídos por el
hechizo de ideas y planes mundanos que pasemos por alto los
métodos de testificación de Cristo. ~
En cuarto lugar, para que Cristo nos transforme en pescadores
120 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

de hombres debe producirse un milagro. En Lucas 5: 1 al 11, al


considerar que los discípulos habían trabajado arduamente duran-
te 'toda la noche sin capturar ni un solo pez, la sobrecargada red
fue algo totalmente sobrenatural. Cuando Cristo nos modela se-
gún su tipo de testificación, opera un acto semejante al de crear.
Es su trabajo exclusivo, porque "separados de mí nada podéis ha-
cer" (Juan 15: 5). Permitámosle que nos cree como sus testigos, y
sometámonos a él para ser re-creados.
En quinto lugar, nuestra formación como testigos de Cristo no
es instantánea. Modelar es un proceso gradual, que requiere tiem-
po. Sabemos que los discípulos de Cristo no llegaron a ser pesca-
dores acabados y expertos de la noche a la mañana. Estuvieron
más de tres años con Cristo. Nosotros necesitamos aún más que
eso para ser testigos maduros.
Sin embargo, ellos no estuvieron ociosos durante esos años
con Cristo. De ninguna manera. Estaban aprendiendo y practican-
do lo aprendido. La versión inglesa Good News for Modem Man
dice en Mateo 4: 19: "Vengan a mí, y les enseñaré cómo pescar
hombres". La paráfrasis La Biblia al día registra: "Vengan con-
migo y los convertiré en pescadores de hombres".
Somos el proyecto de construcción de Cristo y él trabaja con-
tinuamente para completar su obra. El apóstol Pablo le aseguró a
los cristianos de Filipos: "El que comenzó en vosotros la buena
obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Fil. 1: 6).
Elena de White describe nuestro gradual proceso de entrena-
miento como "aprendices de Cristo" e "instrucción divina". Ella
declara: "Ei que llamó a los pescadores de Galilea está llamando
todavía a los hombres a su servicio ... Por imperfectos y pecami-
nosos que seamos, el Señor nos ofrece asociamos consigo, para
que seamos aprendices de Cristo. Nos invita a ponemos bajo la
instrucción divina para que unidos con Cristo podamos realizar
las obras de Dios". 7 o

La última condición, pero no la menos importante, es la de


aprender la indispensable lección de la autodesconfianza. Siem-
pre debe existir una relación esencial entre falta de confianza en
uno mismo y la confianza en Cristo. Esto es algo que nunca po-
dremos asimilar de maestro o teoría humanos, sino solamente del
Maestro de los maestros. "Lo primero que deben aprender todos
los que quieran trabajar con Dios es la lección de desconfianza en
PESCADORES DE HOMBRES 121

sí mismos ... Esto no se obtiene por la educación en las escuelas


más científicas. Es fruto de la sabiduría que se obtiene únicamen-
te del Maestro divino". 8
Simón Pedro experimentó la autodesconfianza y la confianza
en Jesús cuando, a orillas del lago de Genesaret, el Maestro le dijo
que no se atemorizara porque "desde ahora serás pescador de
hombres" (Luc. 5: 10).
Pedro era un experto que estaba profundamente familiarizado
con la pesca y las aguas del lago. La mayor parte de su vida la ha-
bía pasado allí, ganándose el sustento, y especialmente esa noche
había elegido un área y un momento ideal en medio de la oscuri-
dad para pescar en el lago. Trabajó duramente toda la noche,
usando todas las técnicas que conocía y aplicando cada una de
sus experiencias anteriores, pero sin resultado.
Cuando aparecieron los primeros rayos del crepúsculo matinal
sobre las colinas del este, no tenía absolutamente nada que d!!-
mostrara su esfuerzo, ni siquiera un insignificante pez. No sólo
Pedro se sintió chasqueado; todos los que habiendo hecho su ma-
yor esfuerzo experimenten total fracaso se sentirían de la misma
manera. En ese momento llegó Jesús y le dijo que tirara las redes
para pescar. Eso era lo último que a Pedro se le hubiera ocurrido
hacer. Con toda seguridad, él probaría de nuevo pero no en ese
momento, justo cuando acababa de sufrir un a~ornante fracaso.
Quizá Pedro pensó: "Jesús, con todo el respeto que tengo por
ti, ¿podrías, por favor, dejar a mi cargo lo que tiene que ver con la
pesca? Admito que hay muchas cosas que no sé, pero al menos
de pesca, entiendo. Ha sido mi forma de sustento". Si Jesús hu-
biese respondido a los pensamientos de Pedro, probablemente hu-
biera dicho: "Sí Pedro, verdaderamente eres un experto pescador y
sabes muchísimo acerca de peces. Pero no olvides que fui yo
quien creó los peces y ciertamente sé cómo atraerlos a la red".
"Mas en tu palabra echaré la red" (Luc. 5: 5), dijo Pedro obe-
deciendo. Esta clase de obediencia era una auténtica expresión de
su constante confianza y amor por Jesús. Su fe en el Maestro reci-
bió una sorprendente recompensa. Por causa del peso de los peces,
las redes se rompieron y el barco se hundía. Abrumado por el
gran poder del Maestro sobre la naturaleza, su amor por él y la in-
significancia que sentía frente a Jesús, Pedro se arrojó de rodillas
122 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

ante su Salvador diciendo: "Apártate de mí, Señor, porque soy


hombre pecador" (vers. 8).
En realidad él no quería que Jesús lo dejara, pero se sintió in-
digno de estar con él. Era como si confesara: "Señor, ¿cómo pue-
des estar junto a un pecador como yo, que nada merece? Pero yo
necesito estar cerca de ti. ¡Déjame, pero, por favor, no me dejes!"
Me gusta la traducción de la paráfrasis La Biblia al día: "Aléjate
de mí, Señor, que soy demasiado pecador para estar junto a ti"
(vers. 9).
Elena de White, al comentar el incidente, escribió: "Pedro ex-
clamó: 'Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador'. Sin
embargo, se aferraba a los pies de Jesús, sintiendo que no podía
separarse de él" .9
Inmediatamente después que Pedro experimentara simultánea-
mente desconfianza en sí mismo y confianza en Cristo, recibió el
llamado para ser pescador de hombres. Podemos organizar la ex-
periencia de Pedro, que lo preparó para testificar, en tres partes.
Primeramente, reconoció realmente quién era Cristo con todo su
amor, aceptación y poder. Segundo, a la luz de esa visión, entendió
claramente quién era él mismo, con toda su indignidad. Tercero,
como resultado del conmovedor encuentro de su verdadero yo
con Jesús, experimentó la tensión existencial entre su completa
confianza en el Señor y su total desconfianza en sí mismo. El era
totalmente insuficiente mientras Cristo era todo suficiente; él era
indigno, mientras Cristo era totalmente digno. Fue en ese mo-
mento, cuando comprendió su condición y reconoció la de Cristo,
que se transformó en suficiente y digno de ser testigo por y para
Cristo.
Cuando nos liberamos de los lazos del yo, podemos vivir li-
bremente y testificar por Cristo. Cuando estamos en Cristo, no
nos preocupamos por lo que otros puedan pensar de nosotros, sino
por lo que Cristo ve en nosotros. Con frecuencia, perdemos ener-
gía y nos agobiamos imaginando cómo nos ven los demás y cómo
juzgan nuestro ministerio. ¿No sería más provechoso que reorien-
táramos nuestra preocupación hacia Cristo? Tendríamos mayor
gozo de trabajar con él y agradarlo en todas las cosas.
Elena de White nos amonesta a conocer qué es ser libre en
Cristo. Nos insta a confiar en él y a someter nuestra vida a él, por-
que no estamos haciendo nuestra tarea sino la de Cristo. 10
PESCADORES DE HOMBRES 123

"Conforme nos interesemos en la salvación de las almas, deja-


remos de notar las leves diferencias que suelen surgir en nuestro
trato con los demás. Piensen o hagan ellos lo que quieran con res-
pecto a nosotros, nada debe turbar nuestra unión con Cristo, nues-
tra comunión con el Espíritu Santo". 11
A Cristo "nunca lo halagaban los aplausos, ni lo deprimían las
censuras o el chasco. En medio de la oposición o el trato más
cruel, seguía de buen ánimo. Pero muchos de los que profesan se-
guirlo tienen un corazón ansioso y angustiado porque temen con-
fiarse a Dios ... Cuando hayamos nacido de lo alto ... Comprende-
remos que el valor de nuestra obra no consiste en hacer ostenta-
ción y ruido en el mundo, ni en ser activos y celosos en nuestra
propia fuerza". 12
¿Qué es lo que nos impulsa a testificar como lo hizo Cristo?
¿Qué factores influyen y modelan un método de aproximación a
los demás semejante al de Cristo? Examinaremos tres factores
que tienen que ver con Cristo, con nuestro prójimo y con noso-
tros mismos.
Primeramente, ¿qué es lo que motiva hacia Cristo? Su inigua-
lable amor despierta amor en nuestro corazón y provoca en noso-
tros la acción, no por causa de la culpabilidad, el temor o la re-
compensa, sino porque lo amamos. Es como tener un amigo bue-
no, digno de confianza, que nos ayuda, y del cual dependemos.
Debido a lo que significa para nosotros, nos sentimos motivados a
hacer algo agradable por él para expresarle nuestra gratitud. El
amor no obedece a un sentimiento de deber sino a una necesidad,
a un deseo, al agradecimiento.
Puede sobresaltamos el hecho de saber que el todo suficiente
Cristo nos necesita. Más aún, quizá nos sintamos indignos al saber
que deliberadamente escogió transformar la vida de otra persona
mediante la nuestra. Podría haber usado ángeles para revelarse a la
humanidad, pero se hizo dependiente de los seres humanos. No
sólo porque quiso edificar nuestro carácter, sino porque comparti-
mos una mutua experiencia y lucha humana.
"Cristo mismo se revistió de humanidad para poder alcanzar a
la humanidad. La divinidad necesitaba de la humanidad, porque
se requería tanto lo divino como lo humano para traer la salva-
ción al mundo. La divinidad necesitaba de la humanidad para que
124 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

ésta pudiese proporcionarle un medio de comunicación entre Dios


y el hombre". 13
V. W. Schoen, que durante su vida trabajó mucho entrenando
a la feligresía para que compartiera su fe, escribió un libro que os-
tenta el llamativo título La necesidad de Dios. En él muestra cuán
grande es la necesidad que Dios tiene de gente que lleve su amor y
verdad a los que viven a su alrededor. 14
En segundo lugar está la razón que nos mueve a trabajar por
otros. Como mencioné, cuando nos inunda el amor de Cristo y su
bondad, nos subyuga el profundo deseo de actuar recíprocamente.
Si le preguntamos a Jesús si podemos hacer algo por él, segura-
mente nos respondería: "Sí, puedes". Pero, Señor, ¿qué puedo ha-
cer?, insistimos. "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a
uno de éstos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis" (Mat.
25: 40). Este es el único criterio que Cristo empleará para deter-
minar quiénes serán salvos o perdidos en ocasión de su segunda
venida. En Mateo 25: 35 y 36 no usa argumento teológico ni de
otro tipo para hacer esta aseveración, excepto la manera como tra-
tamos a nuestro prójimo.
Cristo cita seis ejemplos específicos de lo que significa ayu-
dar al hambriento, al sediento, al extranjero, al desnudo, al enfer-
mo y al encarcelado. Al ser bondadosos, afectuosos y prestar ayu-
da a los otros, en realidad lo estamos haciendo para Cristo mis-
mo.
La hermana Teresa de Calcuta declaró que al atender a los
más pobres entre los pobres y al amar a los más insignificantes
entre los insignificantes, ella está cuidando y amando al mismo
Jesús.
Es revelador que los primeros cristianos, al tratar de alcanzar
con amor a la gente que los rodeaba, no se daban cuenta de que lo
estaban haciendo a Jesús, ni de que sus actos de bondad y atención
tenían relación con su salvación (Mat. 25: 37-39).
Las recomendaciones de Jesús los sorprendieron. Esto nos dice
mucho acerca del verdadero carácter de los cristianos. No deja-
ban que la perspectiva de la recompensa, el castigo o cualquier
otra motivación egoísta los impulsara, sino se sentían motivados
por su amor al prójimo. Se mezclaban con la gente, como Jesús,
porque deseaban comprenderla y ayudarla.
La referencia de Jesús a sus hermanos incluye a "cualquier ser
PESCADORES DE HOMBRES 125

humano que está en necesidad. Recibir a uno de ellos es recibir a


Cristo; rehusarse a ayudar a uno de ellos es negar a Cristo. El ele-
mento sorprendente en esta parábola descriptiva acerca del juicio
es que los bienvenidos al reino no fueron conscientes de que el
acto de misericordia que manifestaron tenía relación alguna con
Cristo, y mucho menos con su destino eterno. Actuaron porque su
prójimo estaba en necesidad y no con la finalidad de ganar una
recompensa o merecer la admisión en el reino" .15
La última vez que Jesús habló con Pedro, lo encontró en el
mar, donde él y otros discípulos estaban pescando. Cuando termi-
naron de desayunar, Jesús los preparó y Pedro reflexionó en la
pregunta más importante que le fuera dirigida en su vida. Era tan
vital, que Cristo se la hizo tres veces: "Simón, hijo de Jonás, ¿me
amas más que éstos?" (Juan 21: 15-17).
Cuando Pedro le contestó con una afirmación, Jesús le dijo in-
mediatamente: "Apacienta mis corderos". Hay una relación entre
el amor de Pedro por Cristo y su amor por los corderos del Maes-
tro. Cristo quería que su discípulo supiera que su servicio por los
demás debía ser motivado por amor a él. En otras palabras, nues-
tra motivación de amor al testificar (alimentar y orientar a los cor-
deros) es una expresión tangible del amor de Cristo hacia noso-
tros. Nuestra forma horizontal de mostrar amor a otros brota del
amor vertical de Dios hacia con nosotros.
Si examinamos honestamente las intenciones de nuestro cora-
zón, ¿qué motivos e impulsos encontramos? Nuestras expresiones
de amor, ¿son condicionales? ¿Descubrimos que estamos parce-
lando nuestro amor, otorgándolo a algunos y negándolo a otros?
Elena de White se refiere a nuestro amor incondicional, que
incluye a todos los seres humanos, como "la insignia de la realeza
del cielo". Ella dice: "No es la posición mundanal, ni el naci-
miento, ni la nacionalidad, ni los privilegios religiosos, lo que
prueba que somos miembros de la familia de Dios; es el amor, un
amor que abarca a toda la humanidad ... El ser bondadoso con los
ingratos y los malos, el hacer lo bueno sin esperar recompensa es
la insignia de la realeza del cielo, la señal segura mediante la cual
los hijos del Altísimo revelan su elevada vocación" .16 "Cuando el
amor llena el corazón, fluye hacia los demás, no por los favores
recibidos de ellos, sino porque el amor es el principio de la ac-
ción" .17
126 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

Las ovejas que Jesús quiere que llevemos a él y que amemos


incondicionalmente, no son únicamente las del redil, sino también
las que están fuera de éste (Juan 10: 16). Esto se refiere tanto a
nuestras actividades personales como exteriorizadas. Ambas de-
ben ir siempre unidas, pues de lo contrario no tienen frutos. Le-
nard Jaecks compara esto a la capacidad de respirar cuando hace
la pregunta: "¿Cómo haría usted para separar la inspiración de la
espiración? Ambas son ingredientes de una sola actividad". 18
El tercer factor del método de aproximación al otro que tiene
que ver con nosotros mismos es nuestro propio bien. Nuestra ex-
periencia cristiana es viva y vibrante cuando alcanzamos a quienes
nos rodean.
Nunca olvidaré el cambio que se operó cuando involucré ajó-
venes en la testificación por Cristo. Generalmente, su actitud crí-
tica y egocéntrica cambiaba al ver los problemas que tenían otras
personas cuando trataban de ayudarlas y orar por ellas. Muéstren-
me una persona o una iglesia espiritualmente viva y yo les mos-
traré una persona o una iglesia activa en la testificación. Cristo
hubiera podido dar esta responsabilidad a los ángeles, pero en su
amor sabía que participar en la salvación de otros nos llevaría
más cerca de él. "Los que así participan en trabajos de amor son
los que más se acercan a su Creador" .19
Sinteticemos los beneficios espirituales personales que se ob-
tienen al seguir el ejemplo de testificación de Cristo:
l. Testificamos para nuestra propia supervivencia espiritual.
Si no compartimos lo que tenemos, lo perdemos y llegaremos a
ser espiritualmente débiles. Entraremos en un estado vegetativo
que puede arrastrarnos a la muerte. La testificación personal es
como la actividad física. ¿Qué pasaría si sólo comemos y dormi-
mos pero no movemos nuestro cuerpo? Gradualmente nos pondrí-
amos obesos, débiles y enfermizos. "El hombre que rehusara ejer-
citar sus miembros pronto perdería todo el poder de usarlos. Tam-
bién el cristiano que no ejercita las facultac;les que Dios le ha dado,
no solamente dejará de crecer en Cristo sino que perderá la fuerza
que tenía". 20
2. A medida que testificamos crecemos en el amor de Cristo.
Cuando no nos involucramos con la gente, ni simpatizamos con
ella, ni la ayudamos, ni oramos con ella, nuestro amor por Cristo y
nuestro prójimo se enfría, tal como lo asegura el aforismo: "Fuera
PESCADORES DE HOMBRES 127

de la vista, fuera de la mente". Visitemos a nuestros vecinos, sea-


mos una inspiración para ellos y trabemos una relación que final-
mente los lleve a los pies de Jesús. Si así no fuere corremos el
riesgo de perder nuestro primer amor, de tornarnos críticos, áci-
dos y condenadores de nuestros propios hermanos.
3. La testificación nos ayudará a superar el egooentrismo. Nin-
gún egoísta puede tocar la vida de otras personas, sentir su dolor,
pensar en ellas y orar por ellas. Algunos, deliberadamente, no
quieren involucrarse en la testificación, porque se dan cuenta de
que los impulsará a abandonar su cómodo egocentrismo.
4. Nuestro conocimiento de la Biblia y de las cosas espirituales
aumentará. Las personas ante quienes testificamos harán pregun-
tas y pedirán nuestra sugerencia para luchar con sus problemas.
Esto nos conducirá hacia la Biblia y a buscar la sabiduría de Dios
mediante la oración. "Si trabajas como Cristo quiere que sus dis-
cípulos trabajen y ganen almas para él, sentirás la necesidad de
una experiencia más profunda y de un conocimiento más grande
de las cosas divinas ... El encontrar oposición y pruebas te llevará a
la Biblia y a la oración". 21
5. La testificación personal produce madurez espiritual. "El
trabajo desinteresado por otros da al carácter profundidad, firmeza
y amabilidad semejantes a las de Cristo; trae paz y felicidad al
que lo realiza ... Tendrán claras percepciones espirituales, una fe
firme y creciente, y acrecentado poder en la oración" .22
6. Cristo usa la testificación para atraernos más cerca de él.
¿Por qué? Porque estamos comprometidos en el trabajo más im-
portante y apreciado de nuestro Salvador: el que tiene que ver con
la salvación de la gente. En su amor por la.,humanidad perdida
llegó al extremo de morir en la cruz para traer salvación.
7. Finalmente, al llegar a ser testigos maduros de Cristo de-
mostraremos a nuestro prójimo cómo testificar, y a su vez lo ayu-
daremos a permanecer vivo espiritualmente.
Cierta vez escuché decir: "Dale un pez a alguien y vivirá un
día; enséñale a pescar, y vivirá toda la vida". En el sentido espiri-
tual, tendrá la vida eterna.
Robert Coleman pregunta: "¿De qué otra forma podremos
comprender su camino? Es muy oportuno decirle a la gente lo
que es conveniente para ella, pero es infmitamente mejor mostrar-
128 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

le cómo lograrlo. La gente está buscando una demostración, no


una explicación". 23
Alguien me preguntó cierta vez por qué Jesús había usado la
expresión "pescadores de hombres" al describir a sus testigos. Es-
ta persona me dijo: "¿Esto no implicaría embuste, decepción y
trampa? Usted sabe que pescar involucra red, anzuelo, carnada y
coerción. ¿Jesús no pudo usar una ilustración más adecuada para
transmitir lo que realmente significa el testimonio personal?"
Quizás éstas sean buenas preguntas. Tratemos de contestarlas pre-
sentando las siguientes sugerencias:
Ante todo, no creo que Jesús tuviese alguna inclinación o ten-
dencia hacia la profesión de la pesca. Simplemente encontró gente
de ese nivel y trató de transformar sus intereses temporales en
eternos. Recordemos que las referencias de Jesús a ser "pescado-
res de hombres" eran primeramente una ilustración, una analogía
para señalar realidades espirituales mayores. Por consiguiente,
necesitamos tomarlas así y no analizar literalmente cada punto de
la comparación.
Sucede que los discípulos eran pescadores de profesión, por lo
que Jesús los llamó a ir más allá de la pesca con fines personales:
a atraer personas a Cristo. Ciertamente no es ilógico que
concluyamos que si los discípulos hubieran sido pastores de reba-
ños, Jesús los hubiese llamado a pastorear hombres, o a alimentar
a sus ovejas, como le encargó a Pedro que lo hiciera (Juan 21: 15-
17). O si hubieran sido granjeros, los hubiese llamado a ser sega-
dores de almas.
En segundo lugar, muchos piensan automáticamente en carna-
da y anzuelo cuando consideran el asunto de la pesca, con lo cual
evocan en su imaginación la connotación negativa de engaño y
seducción. Sin embargo, los discípulos no pescaban con "anzuelo y
carnada, como se hace hoy por deporte, sino con redes. Cuando
Jesús realizó el milagro de llenar sus redes de peces, demostró su
propia habilidad no sólo para capturar los peces del mar, sino para
atraer a los seres humanos hacia él. La lección que Jesús trata de
enseñarnos con la. ilustración de la pesca es su habilidad de atraer
a las personas hacia él, mediante nuestra d1sponibilidad.
Aún quedan algunos que, al oponerse vehementemente a la
pesca (testificación) con anzuelo, insisten en que nunca debería-
mos tener motivos personales o encubiertos al testificar ante
PESCADORES DE HOMBRES 129

otros. Podemos entender este punto de vista en oposición a los


que intentan manipular y forzar a otros en nombre de la religión.
En nuestro celo, debemos ser cuidadosos de no tirar al bebé junto
con el agua de la bañera. Debemos estar siempre motivados por el
amor, preocupados por la salvación eterna de aquellos por quie-
nes Cristo murió, e interesados en verlos eternamente salvos.
No hay absolutamente nada de errado en dichos motivos. Por
el contrario, erraríamos en nuestra experiencia cristiana si no tu-
viéramos razones que nos impulsaran a testificar. Cristo vivió y
recorrió este mundo sin esperanza impulsado por su amor y preo-
cupación por nuestra salvación. En su gran amor "vino a buscar y
a salvar lo que se había perdido" (Luc. 19: 10). Su motivación de-
bería ser la nuestra también. Si llegamos a otros sin el amoroso
deseo de Cristo de salvarlos de la destrucción, probaremos que
nuestro amor por ellos es deficiente, miope.
En tercer lugar, al estudiar el significado del verbo griego zo-
gré¿, usado por Cristo en Lucas 5: 1O y traducido como "pescador
de hombres", sabemos que proviene de la combinación de dos pa-
labras griegas: zoi, "viviente"; y agréuo, "capturar". Entonces, la
Lraducción completa de zogréo sería "capturar vivo" o "tomar vi-
vo". Al llamar a Pedro y a los discípulos a capturar hombres vi-
vos, Cristo intentaba mostrar el contraste entre capturar peces y
capturar personas.
Obviamente, los peces arrastrados por la fuerza del agua ha-
cia la costa quedan y mueren allí. Por el contrario, cuando saca-
mos a la gente fuera de las turbulentas agua~ del mundo y la lle-
vamos hacia Cristo, no perecerá como peces fuera del agua, sino
permanecerá y prosperará. Cristo no le permitirá sólo existir, sino
que le dará vida abundante y no se sofocará por falta de oxígeno.
Respirará el aire del amor de Jesús y el compañerismo demostrado
en nuestra vida y en nuestra iglesia. Notemos nuevamente el con-
traste en Juan 10: 10. "El ladrón no viene sino para hurtar y matar
y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan
en abundancia".
Finalmente, el método de testificación de Cristo trae como re-
sultado una vida mejor aquí y, luego de su segunda venida, la vida
eterna. En otras palabras, las camadas engañan, los anzuelos fuer-
zan, lastiman y matan. La gente debe ser atraída por el amor de
5-MCT
130 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

<:;ri~!~ revelado en nuestra vida,__e_Il__ lugar_ <:i~ ser capturada por


nuestrapretensión- y astucíá.
El Dr. Paul Toumier aclara el falso concepto de algunos cris-
tianos acerca de los pescadores de hombres. Comenta cuál es la
clave de su éxito al atraer a otros a Cristo: "Después de todo, na-
die quiere ser capturado por otra persona. Por eso, me siento en
la orilla, sin caña de pescar en mi mano, y gozo del escenario.
Los peces parecen percibir que no trato de pescarlos. Llegan hasta
mí para hablar de sí mismos y de su vida. Entonces, de tanto en
tanto, algunos son atraídos por Jesucristo y yo me siento más sor-
prendido que ellos". 24
Aunque no tenemos que sostener cañas de pescar en nuestras
manos, no precisamos tampoco estar con las manos vacías. Podrí-
amos usar un salvavidas en lugar de una caña de pescar, y arrojár-
selos a la vez que oramos por ellos, llamándolos y persuadiéndo-
los en los términos más atractivos para que se aferren al salvavi-
das, para que elijan la vida. El salvavidas no desvía ni fuerza a,
nadie; está allí para ser elegido o rechazado. Debemos evitar que
los individuos tengan dificultad para asirse de él. Aún más,
necesitamos dar un salto y entrar en sus turbulentas aguas para
ayudarlos a que sus débiles manos se aferren al salvavidas.
Marcos y Laura eran una pareja de recién casados. Tuve el
privilegio de estudiar la Biblia con ellos durante varios meses. En
el proceso de nuestra camaradería y estudio, llegamos a ser real-
mente amigos gracias al método de Cristo. Sin embargo, por algu-
na razón, no parecían estar interesados en asistir a la iglesia, ni si-
quiera una vez. Mucho menos en ser bautizados. Finalmente, me
confiaron que no iban a la iglesia porque no querían que los "atra-
paran".
Realmente pensaban que si aparecían una vez, todos espera-
rían que continuasen asistiendo, y si dejaban de ir, nosotros nos
sentiríamos chasqueados y cortaríamos nuestra amistad con ellos.
Apreciaban nuestro amor cristiano y amistad al punto de no que-
rer, bajo ningún punto de vista, que desaparecieran. Les aseguré
que nunca reaccionaríamos de la manera que ellos tanto temían.
-¿Usted está diciendo que podemos probar de ir una vez a la
iglesia y, si por alguna razón no nos gusta, podemos dejar de asis-
tir?
-Naturalmente -fue mi respuesta.
PESCADORES DE HOMBRES 131

-¿Y esto no alterará de alguna manera nuestra amistad?


-No, absolutamente.
Ambos comenzaron a ir a la iglesia, y al poco tiempo gozaban
de los diferentes cultos y de la camaradería cristiana. Solamente
Dios sabe por qué no decidían bautizarse. Creímos que debíamos
dejar este asunto en las manos de Dios y confiar en él y en el
cumplimiento de su voluntad en la vida de nuestros amigos.
A fines de ese año nos mudamos de ciudad. Pasaron varios
años antes que volviéramos a tener noticias de ellos. Hace pocos
meses, para nuestra gran alegría, supimos que recientemente fue-
ron bautizados y están compartiendo activamente su fe. Según lo
que ellos mismos manifestaron, el factor primordial de la decisión
fue que los aceptamos y amamos sin reparos ni condiciones. ¿No
cree usted que la gente con quien nos relacionamos se siente más
atraída por la manera como nos acercamos a ella la primera vez,
que por el mensaje que le presentamos?

Referencias
1John Drescher, "A Fish Story", Ministry, abril de 1979, p. 9.

2EGW, CC, p. 80.

3
R. J. Fish y J. E. Conant, Every-Member Evangelism, pp. 34, 35.
4
EGW, DTG, p. 329.
5/bíd.

6
Juan Ortiz, Disciple, p. 111.
7EGW, DTG, p. 264.

8Jbíd., p. 215.
'Ibíd., p. 213.
'"EGW, MC, pp. 410,411.
11 /bíd., p. 386.

12 EGW, DTG, pp. 297, 298.

13 /bíd., p. 263.

14
V. W. Schoen, God's Need, pp. 7-12.
' 5Charles M. Laymon, ed., The lnterpreter's One- Volume Commentary on the Bible, p.
640.
16
EGW, DMJ, pp. 65, 66.
17 /bíd., p. 35.

18Lenard D. Jaecks, "Adventists lnvolved in the 'Shut Door' Again", Gleaner, 18 de

diciembre de 1989, p. 6.
19EGW, CC, p. 78.

20 /bíd., p. 81.
132 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

''Ibíd., p. 80.
22
lbíd.
23
Robert Coleman, The Master Plan of Evangelism, p. 80.
24
Paul Tournier, en Bruce Larson, Ask Meto Dance, p. 32.
CAPITULO
DIEZ

LA ESTRATEGIA
DE REPRODUCCION

uan Ortiz compara la multiplicació~ de los discípu-


os el rápido crecimiento de la población en cada ge-
lÓn sucesiva. Relata una conversación que tuvo con
una anc1ana:
-Esta es mi nietecita -comentó la mujer.
-No me diga -respondió Ortiz.
-Sí, también tengo bisnietos. Uno de ellos tiene ahora 15
años, y si se casa pronto, tendré tataranietos.
-¿Cuántos hijos tiene?
-Seis.
-¿Cuántos nietos tiene actualmente?
-Treinta y seis.
-¿Y cuántos bisnietos?
-Qué se yo ... nunca los he contado. 1
Ortiz calcula que "siguiendo ese ritmo de multiplicación, esta
mujer podría haber tenido 216 bisnietos y 1.296 tataranietos".
También menciona que si le hubiera preguntado: "¿Cómo se las
arregla para atender a una familia tan grande?", ella hubiese res-
pondido: "No lo hago yo; simplemente me ocupé de atender a
seis. Cada uno de ellos tomó a su cargo otros seis". 2
Jesús fue un gran defensor del principio de reproducción en el
crecimiento espiritual. Esta es la razón por la cual durante más de-
tres años se dedicó a entrenar a sus discípulos reproduciendo su
133
134 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

propia vida y ministerio en ellos. A su vez, ellos obrarían de igual


modo en una multitud cada vez mayor de testigos, hasta que rode-
aran la tierra.
El término cristiano, significa "ser discípulo de Cristo", es de-
cir, "alguien semejante a Cristo". Dicho en las palabras de Martín
Lutero, los cristianos son "pequeños Cristos".
Entonces, ¿qué implica ser discípulo de Cristo y pescador de
hombres? "Un discípulo es una persona que aprende a vivir la vi-
da que vive su maestro y, gradualmente, enseña a otros a vivir la
vida que él vive ... Discipulado es más que tomar conocimiento de
lo que el maestro enseña. Es ser lo que él es". 3 Este autor también
explica por qué y cómo Cristo ordenó a sus discípulos que hicie-
ran otros discípulos. No quiso meramente hacerlos testigos; estaba
interesado en "duplicarse" a sí mismo en ellos. 4
En cierto sentido, debemos ser "duplicados" de Cristo, el mo-
delo. Consecuentemente, por nosotros, otros llegarán a ser imita-
dores de Cristo, ampliando el círculo o reproduciendo los testi-
gos. "Jesús no estaba satisfecho de tener una sucesión de audien-
cias ante las cuales proclamar su evangelio. Estaba interesado en
tener discípulos mediante los cuales su ministerio se multiplicara
muchas veces". 5 Esta es la razón por la cual el puñado de discípu-
los de Cristo saturó el Imperio Romano con el evangelio y lo sa-
cudió hasta sus cimientos, al punto que incluso sus enemigos tu-
vieron que admitir que dieron vuelta el mundo, dirigiendo su
atención hacia Cristo.
El apóstol Pablo nos da un excelente ejemplo de este concepto
en 1 Corintios 11 : l. Allí menciona una cadena que tiene como
modelo a Cristo: "Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo".
Por otra parte, en Gálatas 2: 20 describe apropiadamente la ma-
nera como Cristo vive su vida mediante nosotros: "Con Cristo es-
toy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mf''. Como resultado de su profunda experiencia con Cristo, invi-
ta a otros confiada y humildemente a que lo imiten. "Hermanos,
sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el
ejemplo que tenéis en nosotros", escribió a los filipenses (3: 17).
Aquí, mediante su admonición a los corintios, encontramos
claramente la idea de reproducción espiritual. Corresponde a la
ilustración de Ortiz relativa a la multiplicación generacional. Pa-
blo se dirige a sus queridos hijos espirituales, a qtiienes no sola-,
LA ESTRATEGIA DE REPRODUCCION 135

mente pastoreó, sino orientó como padre en Cristo: "Porque aun-


que tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres;
pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por
tanto, os ruego que me imitéis" (1 Cor. 4: 14-16).
Cristo afirma que no puede haber crecimiento en la familia de
Dios, a menos que muramos al yo y vivamos para él: "De cierto,
de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto" (Juan 12:
24). Es cuando morimos al yo que Cristo vive su vida sin impedi-
mento y mediante nosotros. La dinámica es: muerte, resurrección,
fructificación. En otras palabras, nuestra vida crucificada en él se
llena de poder por su vida resucitada en nosotros, lo que resulta en
un gran crecimiento y fructificación.
Algunos se preguntan cómo es posible que nos dupliquemos
en un siempre creciente número de discípulos que viven la vida y
el método de testificación de Cristo.
Al mirar a nuestro alrededor, nos sentimos confundidos y no
sabemos de dónde aparecen esos potenciales discípulos. En reali-
dad, están en todas partes, lo esencial es discernir las posibilidades
en cada persona. Creo que muchos se involucrarían si tuvieran a
alguien que los tomase de la mano y les mostrara cómo hacerlo.
Elena de White nos dice que "muchos trabajarían con gusto si se
les enseñara cómo empezar". 6
Existe una gran necesidad de mostrar por medio del ejemplo
cómo testificar aplicando el método de Cristo. No sólo debería-
mos enseñar acerca de testificación, sino demostrar en forma
práctica cómo llevarla a cabo. Los potenciales testigos necesitan
sentir qué significa ministrar a otros. Muchos están temerosos o
aprensivos al comienzo, pero eso es natural pues el ser humano
se resiste frente a lo desconocido. No obstante, cuando experi-
mentan qué significa ayudar a otros, su miedo se desvanece, su
interés se despierta y se dan cuenta ·de cuán reconfortante es.
Muchas veces trato de entusiasmar a otras personas para que
me acompañen a hacer visitas o dar estudios bíblicos. Recuerdo
cuando invité a un estudiante de nivel secundario.
-Tomás -le dije-, debo visitar una familia para darle un
estudio bíblico y necesito que alguien me acompañe para darme
ánimo. Estuve pensando en ti, y me sentiría muy gratificado si me
acompañaras.
136 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

-¡No, yo no! -protestó inmediatamente.


-¿Por qué no?
-Bueno ... yo no sé testificar. Nunca antes lo he hecho.
-Pero no tendrás que hacer nada; yo haré todo. Sólo debes
venir conmigo y observar. Eso es todo -le aseguré.
-¿Usted quiere decir que no tendré que hablar ni una pala-
bra?
-Exactamente. Sólo necesito que vengas conmigo, ores por
mí y me apoyes espiritualmente.
-Si es así, iré.
No solamente Tomás disfrutó de su primera visita, sino que a
medida que se familiarizaba con las necesidades espirituales de
esa familia, hablaba del asunto durante todo el tiempo que duraba
el regreso al colegio. Mencionó varias formas de ayudarla, y defi-
nidamente quiso acompañarme nuevamente la siguiente semana.
Estoy firmemente convencido de que hay muchos cristianos
como Tomás (más de lo que creemos), que gozarían testificando y
se sentirían espiritualmente revitalizados si alguien les mostrara
cómo hacerlo.
No sólo somos un poco negligentes para hacer demostracio-
nes de cómo alcanzar a otros, sino que a veces disminuimos su
entusiasmo por testificar. Quizá sintamos miedo de que cometan
algún error. Pero así también se aprende; el error es un buen ma-
estro. ¿De qué otro modo podría alguien aprender a nadar, que no
fuera mojándose, tragando agua y luchando para permanecer a
flote? No hay otra manera.
"Si los hombres de vida humilde fuesen estimulados a hacer
todo el bien que podrían hacer, y ninguna mano refrenadora repri-
miese su celo, habría cien personas trabajando para Cristo donde
hay actualmente una sola". 7 Elena de White menciona un porcen-
taje mayor en otra de sus obras: "Si los discípulos de Cristo
comprendiesen su deber, habría mil heraldos del evangelio a los
paganos donde hoy hay uno". 8
Ambas proporciones (uno en cien y uno en mil) no solamente
dan una gran esperanza y confianza respecto de lo mucho que po-
dríamos realizar, sino también nos llenan de pena por el incontable
número de oportunidades perdidas en la multiplicación de discí-
pulos.
Los potenciales discípulos están a nuestro alrededor y podría-
LA ESTRATEGIA DE REPRODUCCION 137

mos tener un aumento de cien de ellos testificando por Cristo en


lugar de uno si permitimos que él nos ayude y revierta este rumbo
lamentable.
De todos modos, la multiplicación de discípulos no sucede de
la noche a la mañana. Comienza de a poco y lleva tiempo. Cien
testigos comienzan con uno. Un leal discípulo se ofrece a Cristo y
el Señor lo acepta. Pero si estamos acostumbrados a hacer algo
grande e inmediatamente, nos sentiremos chasqueados. "Un alma
ganada para Cristo contribuirá a ganar a otras, y la cosecha de
bendición y salvación irá siempre en aumento". 9
Ese fue, precisamente, el modo de testificar de Cristo frente a
la mujer samaritana. "El alma a quien trató de ayudar vino a ser un
medio de alcanzar a otros y traerlos al Salvador. Tal fue siempre la
manera como la obra de Dios progresó en la tierra. Dejad resplan-
decer vuestra luz y otras luces se encenderán" .10
Recuerdo una vez, cuando prediqué un sermón acerca de la
necesidad de testificar, y concluí con una conmovedora apelación
a aceptar el compromiso de trabajar por Cristo. La mayoría de los
hermanos se puso en pie con una renovada determinación de testi-
ficar.
Como era de esperar, y en relativamente poco tiempo, su celo
se fue desvaneciendo y el plan perdió efecto. ¿Qué había salido
mal? Reflexionando en esta experiencia, quedé impresionado con
el ejemplo de cómo Jesús condujo el sencillo pero sólido comien-
zo. Oré para que el Señor me guiara hasta encontrar un feligrés
que estuviera dispuesto a acompañarme, así yo podía ''duplicar" la
testificación de Cristo en otro cristiano. Este único individuo
comprometido, fue la célula primigenia del poderoso núcleo de
testigos que revitalizaron a toda la iglesia en un servicio activo
por otros.
Nos sorprenderíamos al descubrir cuántas veces los cristianos
de larga data responderían positivamente si los invitáramos a
acompañamos en nuestras actividades de testificación.
Naturalmente, es posible que rechacen la propuesta o abando-
nen el contacto de testificación si sólo nos contentamos con darles
una dirección y pedirles que se las arreglen solos. "Hay quienes
durante toda la vida han profesado conocer a Cristo y, sin embar-
go, no han hecho nunca el esfuerzo personal de traer siquiera un
alma al Salvador. Dejan todo el trabajo al predicador. Tal vez él
138 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

esté bien preparado para su vocación, pero no puede hacer lo que


Dios ha dejado para los miembros de la iglesia". 11
Usando la analogía que Cristo empleó en Juan 21: 15-17,
cuando le dijo a Pedro que apacentase su rebaño, nosotros pode-
mos decir que el pastor espiritual (Hech. 20: 28) está bien califi-
cado para producir nuevas ovejas. Sin embargo, ésta no es su pri-
mera responsabilidad. También debe alimentarlas, guiarlas, orien-
tar sus actividades, equipadas y favorecer el nacimiento de nuevas
ovejas. Este es el verdadero trabajo que Cristo designó a las ove-
jas, y así es como el grupo prospera y crece. Obviamente, las ove-
jas producen ovejas.
Juan Raleigh Mott fue considerado un gigante en el mundo
cristiano de la testificación y las misiones por su larga y producti-
va vida ( 1865-1955). Osear E. Feucht señala: "El dio una nueva
visión de cristianismo en una única frase: 'Mayor es el que multi-
plica a los obreros que el que hace el trabajo' ". Feucht también se
hace eco de las palabras de uno de los más poderosos ganadores
de almas de nuestro siglo, Dwight L. Moody: "Es mejor poner
diez hombres a trabajar que hacer el trabajo de diez hombres" .12
Es excitante pensar en las ilimitadas posibilidades de seguir el
ejemplo de Cristo. Imaginemos qué sucedería si en cada iglesia
un genuino discípulo de Cristo llegara a otra persona y le mostrase
cómo testificar. Esto duplicaría su testimonio. Si este pequeño nú-
cleo de dos alcanzase a otros dos, el testimonio se cuadruplicaría,
y así sucesivamente. "No tiene límite la utilidad de quien, ponien-
do el yo a un lado, da lugar a la obra del Espíritu Santo en su co-
razón y lleva una vida dedicada por completo a Dios". 13
Jesús comparó el reino de los cielos a una minúscula semilla
de mostaza, con un gran potencial vital una vez que es arrojada
en tierra. La describió como "la más pequeña de todas las semi-
llas; pero cuando ha crecido ... se hace árbol, de tal manera que
vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas" (Mat. 13:
32).
Cuando Jesús estableció su reino de gracia en la tierra, no co-
menzó llamando a una multitud para que lo ayudara a hacer su
trabajo. Empezó con dos personas: Andrés y Juan (Juan 1: 36-
39).
Robert Coleman señala el ejemplo de Cristo: "No interesa
cuán pequeño fuera el grupo al comienzo, en tanto se reprodujese
LA ESTRATEGIA DE REPRODUCCION 139

y enseñara a sus discípulos a reproducirse. De esa manera, la igle-


sia fue vencedora: mediante las dedicadas vidas de los que cono-
cían tan bien al Salvador, que su Espíritu y método los impulsó a
compartir con otros. Aunque pueda parecer simple, ésa fue la ma-
nera como el evangelio conquistó a las personas. El [Jesús] no te-
nía otro plan" .14
Más adelante, Coleman explica: "La prueba de cualquier tra-
bajo de evangelización no es lo que muestra un determinado mo-
mento, o el informe a la asociación local, sino la efectividad con
que el trabajo continúa en la siguiente generación. El éxito no de-
pende de cuántos nuevos nombres se unan a la nómina, ni de
cuánto aumenta el presupuesto, sino de cuántos cristianos se en-
cuentran activamente ganando almas y entrenándolas para ganar a
las multitudes" .15

Referencias
'Juan C. Ortiz, Disciple, pp. 102, 103.
'Ibíd., p. 103.
3
/bíd.
4
/bíd., p. 106.
5James D. Smart, citado por Osear Feucht en Everyone a Minister, p. 25.

6
EGW, Se, p. 75.
7
EGW, DTG, p. 216.
8EGW, Ce, p. 81.

9
EGW, OE, p. 192.
10
/bfd., p. 204.
"EGW, DTG, p. 115.
12 0scar E. Feucht, lbfd., p. 146.

13EGW, Me, p. 116.

14
Robert Coleman, The Master Plan of Evangelism, p. 106.
15
/bíd., p. 110.
CAPITULO
ÜNCE

LA ESTRATEGIA
DE lNFILTRACION

~mola sal penetra en los alimentos y la l_uz en la oscuri-


l(J d~d, nosotros, como pescadores de hombres y "duplica-
dos" de Cristo, penetramos por él en el mundo que nos rodea.
Llegamos a ser sus poderosos agentes doquiera vayamos, porque
él vive su método de testificación en nuestra vida.
Las personas que entrenamos para el discipulado repiten y
multiplican este esquema: siguen a Cristo y hacen otros discípu-
los, siempre según el método de Jesús. Como consecuencia, por
nuestro intermedio, el método de Cristo tiene el efecto de las on-
das en la superficie del agua: se expanden y cubren la superficie
con una amplitud· cada vez mayor. Estas ondas ·potencialmente
abarcan el hogar, la iglesia, la comunidad y el mundo entero con
el evangelio.
Más allá de los símbolos de la sal y la luz, que Cristo usó para
describir la manera como los cristianos influimos en el mundo
que nos rodea, el apóstol Pablo usa otro: el "aroma agradable" (2
Cor. 2: 15, DHH) que "difunde en todas partes el olor de su cono-
cimiento" (vers. 14, BJ).

Dadas las falencias sanitarias del mundo antiguo, un aroma
agradable era algo muy apreciado. La gente gastaba fortunas en
incienso y perfume. El aroma de Cristo era un símbolo poderoso y
positivo. Pablo escribió: "¡Gracias sean dadas a Dios, que nos lle-
va siempre en su triunfo, en Cristo, y mediante nosotros difunde
140
LA ESTRATEGIA DE INFILTRACION 141

en todas partes el olor de su conocimiento! Pues nosotros somos


para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre
los que se pierden" (2 Cor. 2: 14, 15, BJ).
Al estudiar los antecedentes históricos del pasaje anterior nos
damos cuenta de que Pablo hacía alusión a una procesión triun-
fal. Cuando un general romano ganaba una victoria militar, entra-
ba por las puertas de Roma, de pie, sobre su carro. Alrededor de
su cabeza llevaba una guirnalda, símbolo de la victoria, y en su
mano sostenía un cetro que simbolizaba autoridad. Los senado-
res, oficiales romanos y ciudadanos se reunían a su alrededor a lo
largo del camino. La bienvenida de la multitud incluía los porta-
dores de incienso, que hacían oscilar los incensarios que lanzaban
al aire nubes de exquisita fragancia. El aroma se elevaba y satura-
ba todos los rincones. La gente podía "percibir" perfume de victo-
ria en el aire.
Jesús es nuestro general victorioso sobre las fuerzas de Sata-
nás, y lo acompañamos en su procesión triunfal de difundir la fra-
gancia del evangelio. La respuesta a las preguntas básicas acerca
de la propagación del conocimiento de Cristo aparecen en 2 Co-
rintios 2: 14, 15:
l. ¿Quién es el Testigo por excelencia? Jesús, que nos invita a
seguirlo.
2. ¿Cuál es la sustancia de nuestra testificación? Cristo y las
buenas nuevas de su conocimiento.
3. ¿Mediante quién se revela Cristo? Mediante nosotros, que
lo hacemos conocer.
4. ¿Cuándo esparcimos sus buenas nuevas? Siempre, como un
estilo de vida.
5. ¿Dónde las esparcemos? Por todas partes. Roma es nuestro
hogar, nuestra iglesia, nuestro lugar de trabajo, cualquier lugar
donde nos encontremos.
¿Cuáles son algunas de las características de la agradable fra-
gancia de Cristo? Atrae espontánea y naturalmente, no produce
repulsión, es etérea, tenue, pero penetrante y poderosa. Como una
fragancia, no puede ser retenida voluntariamente. "Cuando el
amor de Cristo es atesorado en el corazón, como dulce fragancia,
no puede ocultarse. Su santa influencia será percibida por todos
142 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

¡tquellos con quienes nos relacionemos". 1 ¿Somos realmente la


fragancia de Cristo? ¿Manifestamos en nuestra vida las caracte-
rísticas de su agradable aroma? '
Todos, figurativamente hablando, tenemos mal olor si la dulce
fragancia de Cristo no penetra en nuestra vida. Su fragancia es su
amor, residente como algo precioso en nuestro corazón.
Los generales romanos traían siempre algunos prisioneros en-
cadenados a su carro, como si fuesen trofeos de su victoria. Esta
era una manera de vanagloriarse. Nosotros somos los trofeos de
Cristo y su victoria sobre Satanás, no amarrados con cadenas, sino
cautivados por su gran amor, que no nos permitirá alejarnos. El
poderoso amor de Cristo impregna también su método de testifi-
cación y da a nuestro servicio un impacto decisivo sobre el mun-
do.
. Nuestro mundo está famélico de este genuino amor, y necesita
en forma desesperada que los cristianos lo difundan. Es la única
fuerza que puede infiltrarse en las líneas de Satanás y rescatar de
su cautiverio a los perdidos. El filósofo británico Bertrand Rusell,
un acérrimo oponente del cristianismo, se sintió impulsado a ad-
mitir poco antes de su muerte, acaecida en 1970, lo que el amor
cristiano podría hacer por el mundo.
Con un poco de renuencia, y pidiendo disculpas reconoció que
"hay ciertas cosas que nuestra edad necesita... La raíz del asunto
es tan simple que me siento casi avergonzado de mencionarla por
miedo a las sonrisas irónicas con las que los sabios cínicos come-
rán mis palabras. El asunto al que me refiero (por favor, perdóne-
me por mencionarlo) es el amor, el amor cristiano, la compasión.
Si usted siente esto, tiene un motivo para existir, una guía en ac-
ción, una razón para tener coraje, una necesidad imperativa de
honestidad intelectual". 2
. McDill, en su trabajo acerca del crecimiento de la iglesia, de-
tecta cuatro niveles para abordar la testificación. Primero, el "ni-
vel verbal". Segundo, el "nivel promociona!". Tercero, el "nivel
de compromiso", donde los líderes de la iglesia genuinamente se
refieren a alcanzar a otros como una prioridad, ideando diferen-
tes planes para involucrar a los feligreses. Finalmente, menciona
que él prefiere el cuarto nivel, el de la "abundancia que trascien-
de".3
LA ESTRATEGIA DE INFILTRACION 143

"Las iglesias que expresan un nivel de abundancia de pensa-


miento misionero parecen trascender los planes y programas nor-
males logrando diferentes niveles de efectividad. Da la impresión
de que la evangelización simplemente 'sucede'. Parece tan nor-
mal como la respiración. En las iglesias donde observé esta expe-
riencia de 'abundancia que trasciende' se hacía énfasis en la
evangelización de aproximación. Pero bajo esta aparente esponta-
neidad había una cuidadosa planificación, además de oración y
acción por parte de los líderes de la iglesia". 4 • ,
También explica la naturaleza de la abundancia que trasciende,
diciendo que se manifiesta "una significativa penetración dentro
de la comunidad no creyente cuando se realiza m~diante la
evangelización de relación que sigue el trazado natural de la in-
fluencia. Los laicos no solamente deberían procurar alcanzar
relaciones presentes, sino ser instados a agrandar su círculo de
contactos". 5
Una vez más, usando la fragancia como símbolo de testifica-
ción, pensamos en la experiencia de María al derramar perfume
sobre la cabeza de Cristo. Su inmenso amor hacia el Señor confir-
mó la gratitud que ella sentía por él y que no podía guardar para
sí. Ese sentimiento era semejante al carísimo nardo que vertió so-
bre la cabeza de Jesús y perfumó toda la casa (Mar. 14: 3-9). Na-
turalmente, su respuesta desagradó a Simón porque, a pesar de
haber protegido bien a su visitante, una mujer de mala reputación
había logrado filtrarse. Sin saber a ciencia cierta qué hacer, dudó
en echarla y, de ese modo, llamar la atención. Simplemente la ig-
noró, pensando que ella haría discretamente lo que quería y luego
abandonaría el lugar, permitiendo que todo volviese nuevamente a
la normalidad.
Sabemos que no fue así. María estaba empeñada en mostrar su
gran amor por Jesús. No podía dejar de expresarlo. Ella había tra-
ído un frasco de carísimo nardo, importado de la región del Hi-
malaya, equivalente al salario de todo un año, y lo vertió sobre la
cabeza del Maestro. La fragancia del nardo simbolizaba el amor
de Cristo. Rápidamente (para consternación de Simón), el im-
pregnante aroma se extendió hasta el último rincón de la casa, del
mismo modo como el amor de Cristo llena nuestro corazón, y su
dulzura, semejante a la del nardo, satura todo a nuestro alrededor.
María estaba tan concentrada en su ministerio de amor, que
144 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

permaneció ajena a la crítica de los que la rodeaban. Cristo la de-


fendió: "Dejadla, ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena
conmigo" (Mar. 14: 6, BJ). Es significativo que Jesús extrajese
algún paralelo espiritual entre la fragancia de nardo dispersa por
toda la casa, y la difusión del evangelio en el amplio mundo.
Cristo dijo: "De cierto os digo que dondequiera que se predique
este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta
ha hecho, para memoria de ella" (vers. 9).
A medida que liberamos la fragancia de su amor y salvación,
estamos haciendo "una obra buena" para el mismo Jesús. ¿Hasta
qué grado impregnamos el mundo con las buenas nuevas? Jesús
dijo de María: "Esta ha hecho lo que podía" (vers. 8). Todo lo que
él espera de nosotros es que hagamos nuestra parte, no importa
cuán pequeña o grande sea; desea que hagamos lo que podemos, y
todos podemos hacer algo por Cristo.
Debemos ser cartas abiertas de Cristo; cartas _escritas por su
Espíritu en nuestro corazón y enviadas a nuestro mundo para ser
"conocidas y leídas por todos los hombres" (2 Cor. 3: 2, 3). La
pregunta crucial para nosotros es: ¿Qué está escrito en nuestro co-
razón? Podemos contar a otros acerca del evangelio, pero, ¿qué
relación tiene esto con nuestra vida y nuestro testimonio?
Arthur McPhee hace esta importante pregunta: "Si usted dice
que es una rosa, y yo siento olor a zorrino, ¿podrá disculparme si
dejo que sus palabras me entren por un oído e inmediatamente
salgan por el otro?"6
Naturalmente, la manera de despedir aroma a rosa es ser una
rosa, estar en medio de rosas y permitir que el aroma de la flor sa-
ture nuestros poros. De la misma manera, si queremos despedir la
fragancia de Cristo, debemos asirnos de él: comulgando y traba-
jando con él. No hay otra manera.
McPhee cita a un autor anónimo que capta la esencia de la
verdadera testificación: "Los evangelios de Mateo, Marcos, Lu-
cas y Juan son leídos por unos pocos. El más leído y comentado es
el evangelio según tú.
"Tú estás escribiendo un capítulo de tu evangelio cada día me-
diante lo que haces y lo que dices. Los hombres leen todo lo que
escribes, sean cosas falsas o verdaderas. Dime, ¿cómo es el evan-
gelio según tú?
"¿Leen los hombres la verdád y el amor de Dios en tu vida?
LA EsTRATEGIA DE INFILTRACION 145

¿O será que tu evangelio está lleno de malicia y contienda? Tu vi-


da, ¿habla de apariencia o de verdad?
"¿Qué dice el evangelio según tú?"1
Esto es en esencia el método de Cristo: práctico, transparente,
sin complicaciones, universal y trascendente en tiempo y espacio.
En otras palabras, encuentra un sendero en el corazón humano sin
tener en cuenta antecedentes, nacionalidad, raza, educación y cul-
tura. Además, no cuesta mucho, excepto damos a nosotros mis-
mos (quizá lo más difícil). Con el método de Cristo en el corazón,
la cabeza y las manos podemos infiltrar exitosamente los hogares,
la iglesia, el vecindario y el lugar donde trabajamos haciendo~ que
nuestra presencia tenga la fragancia de Jesús.
Podemos comenzar ya mismo. Nunca tendremos mejor ni ma-
yor oportunidad para alcanzar a otros. Muchas veces pensamos
que el importante ministerio de Cristo en favor de otros comenzó
después de su bautismo, a los 30 años. Pero, ¿qué decir acerca de
su testimonio personal mientras trabajaba como carpintero? ¿Có-
mo comparamos esto con sus últimos años del ministerio de curar,
enseñar y predicar? Notemos lo que dice Elena de White:
"N;uestro Salvador pasó la mayor parte de su vida terrenal tra-
bajando pacientemente en la carpintería de Nazaret. Los ángeles
ministradores servían al Señor de la vida mientras caminaba con
campesinos y labradores, desconocido y sin honores. El estaba
cumpliendo tan fielmente su misión mientras trabajaba en su hu-
milde oficio como cuando sanaba a los enfermos y andaba sobre
las olas tempestuosas del mar de Galilea. Así, en los deberes más
humildes y en las posiciones más bajas de la vida podemos andar
y trabajar con Jesús". 8
Aparentemente, la testificación no fue concebida por Jesús co-
mo un plan regido por fechas de vencimiento y estadísticas. A
medida que se encomendaba continuamente a Dios, su vida diaria
era un simple cumplimiento de la voluntad de su Padre. Lo mismo
se aplica también a nosotros hoy, cualquiera sea la situación en
que nos encontremos. El ya conoce las diferentes oportunidades
que tendremos cada día para testificar. En su amor y sabiduría es-
tá haciendo -y hará- lo posible para que todo salga bien y para
ayudamos a discernir y medir dichas oportunidades.
Como vemos, Cristo testificó en el trabajo. No fue allí para
testificar, sino que simplemente testificó porque estaba allí. Al
6-MCT
146 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

hacerlo, discernió las necesidades y aprovechó ávidamente las


oportunidades de ministrar en favor de quienes estaban a su alre-
dedor. Es interesante notar que la mayor parte de sus encuentros
con la gente tuvo lugar de esta forma. Estudiemos el Evangelio
según San Marcos y notaremos casi en cada capítulo que el escri-
tor introdujo dichos encuentros con frases como "al aproximarse
a", "al salir de" y "mientras estaba en".
"Dondequiera él [Jesús] estuviera: en la sinagoga, junto al ca-
mino, en un bote algo alejado de tierra, en el banquete del fariseo
o en la mesa del publicano, hablaba a las gentes de las cosas con-
cernientes a la vida superior. Relacionaba la naturaleza y los
acontecimientos de la vida diaria con las palabras de verdad ...
Cuando él abría los labios para hablar, la atención se concentraba
en él y cada palabra era para algún alma sabor de vida para vi-
da".9
Al estimulamos a seguir el ejemplo de Cristo,.Elena de White
explica cómo podemos aplicar esto a nuestra vida a medida que
nos relacionamos con otros en Cristo. "Doquiera estemos, hemos
de procurar aprovechar las oportunidades que se nos presenten
para hablar a otros del Salvador. Si seguimos el ejemplo de Cristo
en hacer bien, los corazones se nos abrirán como se le abrían a
él". 10
Hans Küng, el conocido teólogo alemán, argumenta que los
cristianos modernos muchas veces no tienen una clara idea de qué
significa ser agentes influyentes de Cristo para el mundo que los
rodea. Más aún, menciona que hemos sido llevados lejos de lo
que la iglesia primitiva entendía por involucrarse y ministrar. La
iglesia no tenía impedimentos a causa de los sofisticados planes e
instituciones_. Los seguidores de Cristo estaban libres para penetrar
con su testimonio cristiano en cada aspecto de la vida y trabajo
de la sociedad.U
Martín Lutero también afirmó el concepto de testificación del
Nuevo Testamento como un estilo de vida. Se sentía frustrado
cuando los feligreses acaparaban las bendiciones del evangelio.
Llamó a esto "el peor ardid del diablo". Destacó que servir al Se-
ñor "no ocupa lugar solamente en iglesias sino también en el ho-
gar, la cocina, el ambiente de trabajo, el campo" _12
El método de Cristo siempre hace énfasis en el hombre y la
mujer fieles y constantes que llegan a ser la boca, las manos y el
LA ESTRATEGIA DE INFILTRACION 147

corazón de Jesús ante otras personas. Para que un plan tenga éxito
y consiga su propósito no depende de cuán superior sea, sino de
personas idóneas que estén en el lugar correcto. Allí se encuen-
tran los hijos de Dios cada día de su vida como agentes suyos.
Richard Halverson describe a estos agentes comparándolos
con "cabezas en el reino en los negocios, la educación, el gobier-
no, el trabajo y las profesiones". Especifica que dichas "cabezas"
son la influencia acumulativa de Cristo en el mundo. "El auténtico
impacto de Jesucristo en el mundo es la influencia colectiva de
individuos cristiaHos allí donde están, día a día. Doctores, aboga-
dos, comerciantes, granjeros, maestros, contadores, agricultores,
estudiantes, políticos, atletas, vendedores, ejecutivos ... silenciosa,
firme, continua y consistentemente influyendo en el mundo donde
viven con la contagiosa testificación del Cristo contemporáne~y
su relevancia para vida". 13
Algunos cristianos asumen que la testificación real tiene lugar
en cualquier parte excepto donde ellos están, y mientras piensan
en llegar hasta las personas más alejadas, dejan de hacer un im-
pacto en quienes están a su lado, en su propio medio. Por ejemplo,
¿puede usted imaginar a un cristiano que en su afán de testificar
ante un distante ateo, pase por alto a quienes lo rodean: esposa,
hijos, miembros de iglesia, vecinos y compañeros de trabajo?
¿Puede usted imaginar a alguien que, por apurarse para llegar a
tiempo a un seminario de testificación, ignore totalmente a los in-
dividuos que están en su camino y que desesperadamente necesi-
tan su testimonio? "No necesitamos ir a tierras de paganos, ni si-
quiera dejar el estrecho círculo del hogar -si es ahí donde el de-
ber nos llama- a fin de trabajar por Cristo. Podemos hacerlo en
el seno del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes nos
asociamos y con quienes negociamos". 14
De este modo, la testificación personal pasa a ser una parte in-
tegral de los contactos de nuestra vida diaria como lo es respirar.
Definidamente, no se trata de un tipo de negocio que caprichosa-
mente tomamos o abandonamos. Aquellos con quienes nos en-
contramos en nuestras actividades diarias forman un grupo único.
Nadie tiene capacidad de influir de la misma manera. Ellos nos
observan en el diario vivir, y progresivamente desarrollan una re-
lación significativa. No consideran extraño que hablemos e inter-
cambiemos ideas con ellos, y si sucede que alguna vez no coro-
148 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

pletamos una conversación, siempre hay otro día para seguirla.


Win Am, del Intitute for American Church Growth, hace de
estos círculos de influencia cristiana su preocupación prioritaria.
Dirigió una investigación muy significativa en la cual fueron es-
tudiados varios miles de feligreses que representaban diferentes
denominaciones. Se les pedía que seleccionaran los factores que
influyeron en ellos para que llegaran a formar parte de la iglesia.
Entre el 70 y el 90% de los entrevistados respondieron que los
amigos y familiares que encontraban en su diario vivir habían te-
nido el mayor impacto en ellos. 15
Durante un seminario de testificación le pregunté a un partici-
pante: "¿Cuántas personas usted contacta en un día normal?" Na-
turalmente, me refería a personas que necesitaban la testificación
de un seguidor de Cristo. Descubrí que el promedio de encuen-
tros de un feligrés es entre 10 y 14. Imaginemos el impacto po-
tencial que tenemos no sólo en diez personas, sino en cientos, mi-
les y millones. Esta es la razón por la cual, cuando dicto clases y
seminarios acerca de testificación, pido a los asistentes que escri-
ban en un papelito los nombres de las personas de su esfera de in-
fluencia que necesitan de su testificación. Luego, les pido que co-
loquen la lista en sus Biblias y oren por ellos en sus cultos dia-
rios. Estos 1O a 14 individuos deberían ser considerados como su
proyecto misionero especial. 1 '
Es notable ver cómo las cosas comienzan a suceder cuando
nos ponemos a disposición de Dios. Las puertas se abren delante
de nosotros y es como si Cristo ya hubiese estado trabajando en
sus corazones y acomodando las circunstancias para que podamos
entrar en contacto con ellos. Estas oportunidades probablemente
existían ya, pero nosotros no mirábamos a la gente ni a las
circunstancias desde la perspectiva de Dios. Cuando hacemos que
la estrategia de ganancia de almas de Dios sea nuestra aliada,
discernimos las cosas en forma diferente porque estamos recep-
tivos a seguir la orientación de Dios y aceptar el trabajo que él
nos propone. Pasamos a ser agentes activos en esta divina cadena
de trabajo y estrategias para irradiar el amor y la salvación de
Cristo a nuestro alrededor.
Hugo era un cristiano que llevaba la contabilidad de una em-
presa. Al entrar en contacto con el método de Cristo, quiso poner-
lo en práctica en su oficina. Me manifestó que estaba algo aburri-
LA ESTRATEGIA DE INFILTRACION 149

do de su profesión y no creía que sus compañeros de trabajo tu-


viesen realmente algún interés en Dios o en la religión.
Cuando le pregunté cuán familiarizado estaba con sus compa-
ñeros, contestó que ellos hablaban solamente de cosas superfi-
ciales como el clima y los deportes. Le pedí entonces que escri-
biera sus nombres en un papel, lo colocara dentro de la Biblia y
orase diariamente por cada nombre. También lo insté a orar espe-
cíficamente para que Dios lo guiara hacia una persona en especial
de ese grupo con la cual pudiera hacer un contacto significativo.
Al llegar a la oficina el siguiente lunes, nada parecía haber
cambiado, excepto que él ahora estaba seguro de que Dios traba-
jaría activamente en el corazón de sus colegas. Dios también esta-
ba trabajando en él, impresionándolo para orar silenciosamente y
discernir las diferentes oportunidades. Si bien ninguna oportuni-
dad excepcional se presentó aparte de la acostumbrada rutina, ha-
bía algo diferente, porque él estaba diferente.
Todos los días, cerca del mediodía, Roberto pasaba frente al
escritorio de Hugo y, dándose un golpecito en el estómago, decía:
"Estoy empezando a sentir hambre. Voy a comer algo".
Ese hábito diario incomodaba a Hugo, que trataba de tolerarlo
sin demostrar lo que realmente sentía. Sin embargo, cierto día,
cuando Roberto se acercó diciendo su habitual versito, Hugo le
preguntó dónde acostumbraba comer. En realidad, lo que buscaba
era una excusa para relacionarse con él y demostrarle interés per-
sonal como lo hacía Jesús. Demostrando alegría, Roberto le indicó
dónde comía, a lo que Hugo comentó:
-Yo también siento hambre. ¿Te importaría si te acompaño y
pruebo ese restaurante?
-Fantástico, vamos juntos -fue la respuesta de Roberto
mientras se dirigía hacia la puerta-. Hay buenos sándwiches y
los precios son razonables.
Tan pronto como consiguieron lugar para sentarse comenza-
ron a intercambiar diferentes ideas y experiencias. Disfrutaron de
la mutua compañía y ambos se sorprendieron de que después de
tantos años de trabajar en la misma empresa sólo entonces se rela-
cionaran y conocieran.
Dos días más tarde, salieron nuevamente a comer juntos.
Cuando Roberto supo que Hugo acostumbraba frecuentar una
iglesia, demostró mucho interés pues sus hijos estaban pasando
150 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

una etapa problemática. "Durante años, como familia, hemos


pensado en asistir a una iglesia, y ahora es más importante que
nunca, pero no sabemos por dónde comenzar", explicó Roberto.
Poco tiempo después ambas familias se habían hecho amigas.
Iban juntas a la iglesia y estudiaban la Biblia juntas. A los pocos
meses, Roberto y su familia decidieron aceptar a Cristo. La expe-
riencia hizo un verdadero impacto en la vida espiritual y el trabajo
de Rugo. Sentía claramente que Dios era real y estaba deseoso de
ayudarlo. Su trabajo comenzó a parecerle más interesante y se le
presentaba con otra dimensión. Al cumplir sus tareas lo hacía con
la expectativa de ver cómo Dios lo usaría ese día. Tanto él como
Roberto comenzaron a orar por el resto de sus compañeros de tra-
bajo y el Señor abría puertas para que ambos testificasen.
Cristo declaró que aunque la mies estaba madura, eran muy
pocos los obreros preparados para ir a recogerla (Mat. 9: 37). Ele-
na de White dice: "Son muchos los que necesitan el ministerio de
corazones cristianos amantes. Muchos han descendido a la ruina
cuando podrían haber sido salvados, si sus vecinos, hombres y
mujeres comunes, hubiesen hecho algún esfuerzo personal en su
favor. Muchos están aguardando a que se les hable personal-
mente. En la familia misma, en el vecindario, en el pueblo en que
vivimos, hay para nosotros trabajo que debemos hacer como
misioneros de Cristo" .16
Hasta ahora nada hemos dicho acerca del número de conversos
que resulta del testimonio personal. Debemos enfatizar que seguir
a Cristo no sólo da como resultado una abundante cosecha, sino
que ésta será de buena calidad. La manera como nos relaciona-
mos con otros en el proceso de testificar, alimentarlos espiritual-
mente y equiparlos para ministrar a otros, tiene muchísimo que
ver con su vitalidad y fertilidad espiritual.
Elena de White resume el método de testificación de Cristo y
la manera como debemos abordarlo al decir: "Si quisiéramos hu-
millarnos ante Dios, ser amables, corteses y compasivos, se pro-
ducirían cien conversiones a la verdad allí donde se produce una
ahora. Desgraciadamente, a pesar de hacer profesión de ser. con-
vertidos, llevamos con nosotros un sinnúmero de cosas que reve-
lan al yo y que consideramos como demasiado preciosas para
abandonarlas" .17
LA ESTRATEGIA DE INFILTRACION 151

Referencias
1EGW, ce, p. 76.

2Kenneth J. Holland, "Truth Must Also Move Hearts", These Times, septiembre de

1980, p. 26.
3
Wayne McDill, Making Friendsfor Christ, p. 119.
4
/bfd.
SJbfd., p. 118.
6
Arthur McPhee, Friendship Evangelism, p. 76.
1fbfd., pp. 76, 77.
8EGW, ce. p. 81.

9
EGW, PVGM, p. 273 (ed. PPPA).
10
/bfd.
11
Hans Küng, Why Priests?, pp. 13-15; 17-23.
12
0scar E. Feucht, Everyone a Minister, p. 80.
13 Richard Halverson, "The Tragedy of the Unemployed", Christianity Today, 12 de

septiembre de 1960, pp. 9, 10.


l 4EGW, CC, p. 81.
15 Win Am, "People Are Asking", Church Growth: America, marzo-abril de 1979, p.

11.
16EGW,DTG,p.l15.

t7EGW, 5TS, pp. 263, 264.


CAPITULO
DOCE

PoR SU ESPIRITU

fl'~
- ucedió durante la terrible tempestad de nieve en fe-
brero de 1899. Las calles de Brooklyn, Nueva York,
estaban bloqueadas por la nieve, y los tranvías, imposibilitados de
andar. Durante varios días no se hizo ningún intento de limpiar
las calles, excepto la principal. Vivíamos en una calle lateral y, en
algunos lugares, la nieve nos llegaba hasta la cintura... y no paraba
de nevar. '
''Nuestra hijita de 18 meses enfermó y ardía de fiebre. Pasó la
noche entera pidiendo agua. Estaba débil y no quería comer. A la
tarde siguiente, se encontraba en el regazo de su mamá cuando de
pronto miró hacia arriba y, abriendo sus resecos labios, dijo: 'Ma-
má, manzana'. Mi esposa me miró con una expresión de dolor y
dijo: 'Papá, no tenemos ni una manzana en casa'.
''Al escucharla, la niñita se deslizó del regazo de mi esposa y,
tambaleándose, llegó hasta donde yo estaba sentado. Puso sus
manos sobre mis rodillas, me miró con sus cansados ojos celestes
y me dijo: 'Papá, manzana'. Ella no pensaba en las imposibilida-
des; no veía la tormenta de nieve; sólo miraba a su papá y clamaba
por una manzana.
''Sentí una sensación demasiado profunda para ser verbalizada,
que sólo podía ser expresada en acciones. Inmediatamente me pu-
se en pie, me coloqué el sobretodo y me arrojé en la ventisca. Por
mornentos avanzaba con dificultad, y parecía que nadaba, pero
152
POR SU ESPIRITU 153

me sentía increíblemente feliz; feliz de pensar que traería una


manzana para recompensar la fe de aquella personita que miraba
hacia arriba. Con esfuerzo logré la meta, y con alegría desmedida
me apresuré a llegar adonde estaba la enfermita". 1
A través del apasionado relato de amor paterno que nos hace
Ballenger, lo imaginamos desafiando la tormenta con el propósito
de satisfacer el deseo de su pequeña. ¿No nos hace recordar esto
lo que Jesús dijo acerca del deseo de nuestro Padre celestial de
cubrimos de bendiciones?: "¿Qué padre de vosotros, si su hijo le
pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le
dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vues-
tros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu
Santoalosqueselopidan?"(Luc.ll: 11-13). ,
Lo que debemos preguntarnos es por qué, si nuestro Padre está
tan deseoso de concedemos el Espíritu Santo, somos tan reacios a
pedirlo y a aceptar esa dádiva. Si esperamos que los padres terre-
nales den a sus hijos alimento, abrigo y otras buenas cosas, con
mayor certeza podemos confiar en que nuestro amante y buen Pa-
dre celestial nos otorgará el Espíritu Santo. Ya dio pruebas al en-
viar a su Hijo unigénito (Juan 3: 16). "La promesa del Espíritu
Santo es mencionada por casualidad en nuestros discursos, es to-
cada en forma incidental, y eso es todo... Este tema ha sido puesto
a un lado, como si algún tiempo futuro haya de ser dedicado a su
consideración ... Esta bendición prometida, reclamada por la fe,
traería todas las demás bendiciones en su estela" .2
Quizás una de las causas de nuestra renuencia a recibir el Es-
píritu Santo es la ambigüedad o el extremismo que muchos
cristianos sienten acerca de este asunto. Un grupo extremo está en
procura del derramamiento del Espíritu Santo con un propósito de
sentimentalismo emotivo y de autoedificación. Un énfasis tal nos
pone cautelosos pues tratamos de evitar el fanatismo o el compor-
tamiento espiritual fingido. En el otro extremo está el peligro que
corren algunos de tener tanto temor de recibir el espíritu errado,
que también pierdan al Espíritu Santo.
Es lógico que debemos ser cuidadosos en estos últimos días
para discernir lo genuino de lo falso. Ciertamente sabemos que
Satanás tratará de engañar, incluso a los elegidos de Dios (Mat.
24: 24). Por otro lado, Satanás también intenta que seamos caute-
154 EL METODO DE ÜRISTO PARA TESTIFICAR

losos y espiritualmente tan insensibles que nos perdamos de vivir


la experiencia genuina del Espíritu Santo. El es un experto en de-
cepción y no le importa embaucar a los hijos de Dios.
Necesitamos estar tan cerca de Cristo que podamos tener la
percepción espiritual que nos ayude a poseer el equilibrio necesa-
rio para relacionar Espíritu Santo con testificación. Sin el Espíritu
Santo no nos será posible testificar como lo hizo Cristo. No se
trata de una preocupación insignificante que podemos abordar
con indiferencia. "Pero si el Señor obrase sobre los hombres como
lo hizo en el día de Pentecostés y después de ese día, muchos que
ahora pretenden creer en la verdad ... exclamarían: '¡Cuidado con
el fanatismo!' ... Habrá quienes formularán objeciones y críticas
cuando el Espíritu de Dios se posesione de los seres humanos, de-
bido a que sus propios corazones no han sido conmovidos sino
que se encuentran fríos e insensibles". 3
Nos hemos referido en varias ocasiones a Cristo y su ejemplo
en la testificación, pero también debemos enfatizar que Jesús se
manifiesta a sí mismo mediante el Espíritu Santo. El es quien nos
da el poder para testificar. Sin él sólo podemos representarnos a
nosotros mismos, no a Cristo. Sin él, nuestra testificación se toma
egocéntrica, fría y desprovista de todo poder. El Nuevo Testamen-
to vincula al Espíritu Santo con la acción de compartir el evange-
lio. A medida que Jesús parece ser más real para nosotros, nos
identificamos y sentimos más cómodos con él.
"El Espíritu Santo tiene una personalidad tan real como la del
Padre y la del Hijo. La Biblia lo presenta como alguien que actúa
con la capacidad de una persona. No es una idea ni una influencia;
es un Ser personal. La estrecha relación que existe entre el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo se hace evidente en Romanos 8: 9,
donde se nombra al Espíritu como 'Espíritu de Dios' y 'Espíritu
de Cristo' en el mismo pasaje". 4
¿Cuál es la relación entre el Espíritu Santo y Cristo? "La obra
del Espíritu Santo está vinculada con la vida de Cristo en esta tie-
rra y con su ministerio. Fue un compañero muy cercano suyo,
desde el mismo comienzo. Jesús fue concebido por el Espíritu
Santo (Mat. 1: 20), y ungido por él en ocasión de su bautismo, al
iniciar su ministerio público (Juan 1: 32-34). El Espíritu Santo fue
enviado para tomar el lugar de Cristo como el otro Consolador y
permanece con nosotros como su representante personal (Juan 14:
POR SU ESPIRITU 155

16-26)".5 El Espíritu Santo no habla por su propia autoridad, sino


que llevará el testimonio de Cristo y lo glorificará (Juan 16: 13,
14; 15: 26).
El ministerio que cumple el Espíritu Santo de llevar el testi-
monio de Cristo está entrelazado con el testimonio que el Padre da
del Hijo, y el Hijo, a su vez, da acerca del Padre. Cada miembro
de la Deidad revela al otro.
Observemos el orden progresivo de esta cadena de testifica-
ción:
l. El Padre da testimonio del Hijo (Juan 5: 30-32, 37).
2. El Hijo, a su vez, testifica del Padre (Juan 14: 8, 9). El es "el
testigo fiel y verdadero" (Apoc. 1: 5; 3: 14).
3. El Espíritu Santo señala y representa al Hijo (Juan 16: 13-
15).
4. Finalmente, nosotros damos testimonio de Cristo cuando
accedemos a que el otro testigo, el Espíritu Santo, nos colme. El
se revela a los hombres mediante nuestro testimonio: "Y nosotros
somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo,
el cual ha dado Dios a los que le obedecen" (Hech. 5: 32).
Cuando estudiamos los cuatro evangelios se hace evidente que
el Espíritu Santo participó cabalmente en cada aspecto de la vida
de Cristo, especialmente en su ministerio de representar al Padre.
Juan el Bautista testificó que el Espíritu Santo descendió y per-
maneció sobre Jesús en el momento de su bautismo (Mar. 1: 12).
Consecuentemente, Jesús bautizaría a otros con el Espíritu Santo y
con fuego (Juan 1: 33; Luc. 3: 16). De este modo, su bautismo en
el Espíritu Santo fue su consagración para el ministerio público
que prosiguió inmediatamente después (Luc. 3: 23).
Lucas relata que Jesús estaba "lleno del Espíritu Santo" y "fue
llevado por el Espíritu" (Luc. 4: 1). Luego, regresó del desierto
"en el poder del Espíritu" (vers. 14), y el sábado entró en la sina-
goga y leyó el pasaje de Isaías donde se menciona a ambos: él y el
Espíritu Santo: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto
me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado
a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los
cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos;
a predicar el año agradable del Señor" (Luc. 4: 18, 19).
El pasaje presenta tres importantes aspectos de la relación del
156 EL METODo-BE CRISTO PARA TESTIFICAR

Espíritu Santo con Jesús. Un aspecto es que el Espíritu Santo es-


taba presente en su vida. El segundo, que el Espíritu Santo lo un-
gió, y el tercero, que fue ungido por el Espíritu para predicar las
buenas nuevas, testificar y ministrar al pueblo. Por consiguiente, el
Padre dio el Espíritu Santo al Hijo, quien a su vez lo envía a no-
sotros hoy con el único propósito de ungimos para servir y testifi-
car ante quienes nos rodean.
El apóstol Pedro también vincula el ungimiento de Cristo y su
servicio. Establece una relación entre cómo Dios "ungió con el
Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret" y cómo, en
concordancia con esto, Cristo "anduvo haciendo bienes y sanando
a todos los oprimidos por el diablo" (Hech. 10: 38).
Cristo enfatizó la íntima relación que hay entre recibir el Espí-
ritu Santo y testificar, cuando les prometió a sus discípulos: "Pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Sama-
ría, y hasta lo último de la tierra" (Hech. 1: 8). El apóstol Pablo
expresa este concepto de servicio cuando explica las intenciones
de Dios al relacionar los dones del Espíritu y destinarlos a la edi-
ficación de los miembros del cuerpo de Cristo a su capacitación
para ministrar (Efe. 4: 11, 12).
Seguir el ejemplo de Cristo al testificar es una asociación entre
lo divino y lo humano: el divino Espíritu Santo y nosotros, sus
agentes humanos. Notamos claramente esta cooperación divino-
humana cuando el Espíritu Santo llamó a Felipe y al etíope. A Fe-
lipe lo llamó para que testificara ante el etíope. No obstante, ya
había preparado el corazón del etíope para recibir gozosamente el
testimonio de Felipe (Hech. 8: 26-35).
Debería animamos saber que el Espíritu Santo está compro-
metido con nosotros en la obra de alcanzar a las personas que nos
rodean, las cuales él ya ha preparado para recibir nuestro testimo-
nio. ¿Cuántas veces el Espíritu Santo habrá intentado usamos en
situaciones específicas y, desafortunadamente, nosotros no estu-
vimos en armonía con él?
No seríamos capaces de dar un poderoso testimonio por Cristo
sin ser henchidos del Espíritu Santo. A veces da la impresión de
que los planes de evangelización pueden funcionar sin el total
control del Espíritu Santo. En nuestra preocupación por realizar
el trabajo de Dios, nos henchimos con nuestra propia sabiduría y
PoR su EsPIRITU 157

habilidad, y dejamos de percibir la ausencia del Espíritu Santo.


Un amigo me comentó cierta vez de un "experto" y "exitoso" líder
de iglesia: "Cada vez que lo escucho predicar o trabajar, me da la
clara impresión de que puede manejar todo perlectamente, sin ne-
cesidad de orar y sin el Espíritu Santo".
John Seamands, un veterano misionero, recalca la máxima ne-
cesidad del Espíritu Santo en nuestra testificación: "Como comu-
nicadores modernos de la Palabra, ¡cuánto necesitamos la plenitud
y el poder del Espíritu Santo en nuestra vida! El Pentecostés no
es un lujo espiritual; es una necesidad extrema para el servicio
cristiano; no es un adorno, sino un elemento esencial; no es algo
que podemos tomar o dejar según nuestro antojo, sino una obliga-
ción, algo que es menester. No hay otra alternativa: Pentecostés o
fracaso. Porque el espíritu humano fracasa a menos que el Espíritu
Santo lo llene totalmente". 6
Cuando los grandes talentos y habilidades no se han rendido a
Dios, obstaculizan el trabajo del Espíritu Santo en nuestra vida.
El Espíritu Santo no puede llenar una vasija llena, sino una vacía.
N o puede usar vasijas rígidas y rebalsantes de egoísmo, aunque
sean hermosas a la vista. Por el contrario, necesita vasijas de arci-
lla, permeables, dóciles, flexibles y que estén vacías, desprovistas
del yo.
Cuando fui misionero en el Africa quedé impresionado al ver
cómo el Espíritu Santo usaba poderosamente a hombres y mujeres
simples, que habían tenido poca educación, que poseían escasas
habilidades o capacidades. Algunos de ellos eran analfabetos y
extremadamente pobres, pero rodeaban de amor a quienes esta-
ban a su alcance, y compartían con ellos su testimonio y los mu-
chos textos bíblicos que habían memorizado. Aplicando el método
de Cristo, ganaban centenares de almas para el reino de los cie-
los. ¿Por qué? Porque poseían un gran elemento: el poder el Espí-
ritu Santo que modelaba sus vasijas vacías y las llenaba con su
poder para testificar. "No tiene límite la utilidad de quien, ponien-
do el yo a un lado, da lugar a la obra del Espíritu Santo en su co-
razón".7
Incluso Moisés podría haber sentido que su trabajo por Dios
era tan inútil como un puñado de arena común o una maleza del
árido desierto, cuando el Señor lo llamó (Exo. 3, 4). Moisés se
sentía incapaz de ser usado por Dios. Sin embargo, aunque sinta-
158 EL METODO--DE CRISTO PARA TESTIFICAR

mos que todo lo que tenemos para ofrecer a Dios es apenas un


puñado de arena, en su presencia ésta pasa a ser tierra santa; y
una zarza del desierto, delante de Dios, puede contener un fuego
ilimitado. El asunto crucial no radica en cuánta habilidad posea-
mos sin él, sino en nuestra disponibilidad para con él. Nada puede
transformar la arena común o el matorral sin vida como puede ha-
cerlo la santidad del Señor y el poder de su Espíritu.
Sólo necesitamos darle a Dios lo que tenemos; ni más, ni me-
nos. Eso es todo lo que él nos pide. El usa nuestros magros talen-
tos sin pasar por alto nuestra individualidad. Recordemos que el
fuego de Dios no consume el matorral. El quiere usamos en su
servicio, pero no destruimos.
Fish y Conant escriben: "No sugerimos que rendimos a él
[Cristo] signifique dejar de lado nuestra personalidad. El habilita
nuestra personalidad y usa lo que somos y tenemos. El poder del
engranaje principal del reloj no cambia la espiral de su delicado
mecanismo, la usa ... Así sucede cuando Cristo mora en noso-
tros".8
No necesitamos esperar más tiempo para anhelar el Espíritu
Santo y ser henchidos por él. Cristo se dio a sí mismo, no para su
gloria, sino para servir. El simple acto de sometemos a su servicio,
nos habilita para testificar. "Vi que los hijos de Dios aguardaban a
que sucediese algún cambio, y se apoderase de ellos algún poder
compdente. Pero sufrirán una desilusión ... Deben actuar; deben
echar mano del trabajo y clamar fervorosamente a Dios para obte-
ner un conocimiento verdadero de sí mismos" .9
Al considerar lo que la última década de este siglo contiene
para el pueblo de Dios, Neal C. Wilson, ex presidente de la Aso-
ciación General, nos insta a buscar que el Espíritu Santo llene
nuestra vida. Insiste en que, a menos que el Espíritu de Dios active
nuestra vida, nuestro testimonio será débil e ineficiente. Al reco-
nocer las bendiciones que Dios da a su iglesia para el avance en el
evangelización, afirma: "El resultado es minúscl!lo comparado
con lo que él desea que hagamos mediante el derramamiento de su
Espíritu. Debo confesar que a pesar del progreso y las victorias
en muchas áreas, estoy cada día más persuadido de que algo está
faltando. No estamos totalmente a la altura de la gloriosa expecta-
tiva que Dios tiene para cada uno de nosotros y para su iglesia" .10
Muchos de entre el pueblo de Dios actúan como si la falta de
POR SU ESPIRITU 159

Espíritu Santo fuera un problema teórico al que deberemos hacer


frente en el futuro. Esto da a Satanás la oportunidad de arrullarnos
y posponer nuestra presente necesidad de prepararnos para algún
momento futuro, cuando sea demasiado tarde. Dios está anhelando
alistarnos ahora para recibir el Espíritu Santo. Por lo tanto debe-
mos buscarlo, orar por él y tenerlo ahora" .11
El Espíritu Santo, los ángeles y todo el poder del cielo está pa-
ra ayudarnos a actuar con fe en la búsqueda y el rescate de los ne-
cesitados espirituales que nos rodean. Jesús dio pruebas de que el
Padre desea redimir la humanidad y darnos todo lo necesario para
que trabajemos por él en la salvación de los perdidos. "Todo el
cielo está en actividad, y los ángeles de Dios esperan para coope-
rar con todos los que deseen hacer planes gracias a los cuales las
almas por quienes Cristo murió puedan oír las buenas nuevas de
salvación" .U
Elena de White describe cómo el Espíritu Santo quiere usar
poderosamente a las multitudes para testificar: "Centenares y mi-
llares fueron vistos visitando las familias, y abriendo delante de
ellas la Palabra de Dios. Los corazones eran convencidos por el
poder del Espíritu Santo, y un espíritu de genuina conversión se
manifestaba. En todas partes las puertas estaban ampliamente
abiertas a la proclamación de la verdad. El mundo parecía ilumi-
narse con la influencia celestial". 13
Hace algunos años, junto con un amigo, tuve la oportunidad
de dar testimonio a una pareja recién casada. Era gratificante pre-
senciar el método de Dios en acción al visitarlos y compartir
nuestra vida cristiana con ellos. Aceptaron a Jesús como su Salva-
dor y Señor y estaban realmente ansiosos de comenzar a estudiar
la Biblia en su hogar. A medida que avanzábamos en los estudios,
semana tras semana, ellos mostraban gran interés y aceptaban lo
que les enseñábamos de las Escrituras.
Pocos meses después, cuando creíamos que estaban maduros
para tomar una decisión, no quisieron aceptar el compromiso del
bautismo. Durante varias semanas tratamos de responder sus pre-
guntas y hacer frente a sus excusas, pero sin ningún efecto; habían
decidido no bautizarse.
En ese momento, un pequeño grupo de feligreses comenzó a
reunirse con regularidad para orar pidiendo que el Espíritu Santo
trabajase en el duro corazón de este matrimonio. La siguiente vez
160 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

que los visitamos, estábamos bien preparados para recibir sus ar-
gumentos. Pero, para nuestra sorpresa, esta vez no tenían ninguno.
Preguntaron cuándo podían ser bautizados y pertenecer al cuerpo
de Cristo. Al preguntarles a qué se debía el cambio de actitud, di-
jeron que durante esa semana habían sentido con mucha fuerza y
claridad que debían entregar su corazón a Cristo.
Creo más que nunca en la importancia crucial de la oración
intercesora al aplicar el método de testificación de Cristo. Me ma-
ravillé muchas veces al ver cuán efectiva era la oración. Dios ama
a su pueblo, envió a su único Hijo a morir por él y constantemente
trata de salvarlo.
¿Cuál es la obra de la oración intercesora por la salvación?
¿Practica usted la oración intercesora por los que necesitan en-
contrarse con Cristo? ¿Le suplica a Dios que haga lo que él ya se
ha comprometido a hacer?
Ante todo, debemos recordar que Cristo mismo es el gran su-
plicante. Debemos seguir su ejemplo de interceder ante otros me-
diante nuestras oraciones. Lucas lo describe en Hebreos como in-
tercediendo siempre en favor de los seres humanos (Heb. 7: 25).
También el Espíritu Santo nos ayuda en nuestras oraciones y se
une a Cristo para interceder por nosotros delante del Padre: "Y de
igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué
hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu
mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles" (Rom. 8:
26).
Lucas 22: 31 y 32 registra que Jesús oró por Pedro para que
hiciera frente a los asaltos de Satanás. Meditemos en las emotivas
palabras de Jesús hacia sus discípulos: "Simón, Simón, he aquí
Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he
rogado por ti, que tu fe no falte". ¿Cuántas veces prometimos orar
por alguien y luego olvidamos o ignoramos el asunto?
Cristo nunca se olvida de nosotros y de las luchas que enfren-
tamos; ora por nosotros como lo hizo por Pedro. Elena de White
dice que Cristo era "él mismo una fuente de bendición y fuerza,
podía sanar a los enfermos y resucitar a los muertos ... Sin embar-
go, oraba muchas veces con fuerte llanto y lágrimas. Oraba por
sus discípulos y por sí mismo, identificándose así con los seres
humanos. El era poderoso en la oración. Como Príncipe de la vi-
da, tenía poder con Dios, y prevalecía". 14
POR SU ESPIRITU 161

La pregunta es: ¿Cómo podemos llegar a ser suplicantes efec-


tivos como lo fue Cristo? El apóstol Santiago nos amonesta a que
oremos unos por otros porque "la oración eficaz del justo puede
mucho" (Sant. 5: 16). Aquí hay dos importantes aspectos de la
oración intercesora: su capacidad y su resultado. La oración fer-
vorosa y sincera produce grandes y poderosos resultados. Cristo es
un suplicante extraordinario porque él es rectitud y justicia. Quien
se somete a él llega a ser justo en la justicia de Cristo, porque él es
nuestra justicia (Jer. 23: 6) y en él llegamos a ser la justicia de
Dios (2 Cor. 5: 21). Esta es la única manera como nuestras ora-
ciones intercesoras pueden ser útiles para aquellos ante quienes
testificamos.
Cuando oramos por la salvación de otros, nunca deberíamos
cejar, sino perseverar. "En tiempos pasados había quienes fijaban
su mente en un alma tras otra, diciendo: 'Señor, ayúdame a sal-
var esta alma'. Pero ahora escasean mucho tales cristianos.
¿Cuántos obran como si se diesen cuenta del peligro que corren
los pecadores?" 15 "Comprendan los obreros la promesa de Dios
diciendo' ...preciso que esta alma sea convertida a Jesucristo' ". 16
Recordemos a Jacob, cuando luchó con Dios. El supo lo que
significaba batallar con el Señor: "No te dejaré, si no me bendi-
ces" (Gén. 32: 26). "Jacob prevaleció porque fue perseverante y
resuelto. Su victoria es prueba evidente del poder de la oración
importuna. Todos los que se aferren a las promesas de Dios como
lo hizo él, y que sean tan sinceros como él lo fue, tendrán tanto
éxito como él. Los que no están dispuestos a negarse a sí mismos,
a luchar desesperadamente ante Dios y a orar mucho con empeño
para obtener su bendición, no lo conseguirán. ¡Cuán pocos cris-
tianos saben lo que es luchar con Dios! ¡Cuán pocos son los que
jamás suspiraron por Dios con ardor hasta tener como en tensión
todas las facultades del alma!" 17
En la parábola de la viuda que imploraba por su caso frente a
un juez injusto (Luc. 18: 1-7), Cristo enseña claramente el valor de
la perseverancia. Aunque al juez no le importaba el caso de la
viuda, finalmente respondió a su persistente súplica para quitár-
sela de encima. Si un juez tal responde sólo para no ser molestado,
¿no será que el Juez justo "hará justicia a sus escogidos, que cla-
man a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?" Jesús respon-
dió "que pronto les hará justicia" (vers. 6-8). En otras palabras, si
162 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

hasta un mal juez respondió a la perseverancia, cuánto más nues-


tro amante y cariñoso Dios responderá nuestras oraciones com-
prometidas en favor de otros, por los cuales él murió.
¿Por qué necesitamos perseverar en nuestras peticiones delan-
te de Dios? ¿Es acaso para convencerlo de nuestras necesidades?
No. El conoce todo, y está convencido de que las almas perdidas
necesitan ser salvadas.
Hay dos razones para esta perseverancia:
l. Nos enseña la valiosa lección de la dependencia total en
Dios y la renuncia a nosotros mismos para entregamos completa-
mente a él. Dios desea determinar si somos genuinos y serios res-
pecto de lo que le pedimos. El sabe que realmente no apreciamos
algo a menos que lo anhelemos y procuremos obtenerlo.
2. En el contexto del gran conflicto entre el bien y el mal,
donde Cristo y Satanás están en contienda por los corazones y las
mentes humanas, nuestras oraciones intercesoras permiten a Dios
una participación más activa en la situación. En otras palabras,
Dios puede responder a las objeciones de Satanás y justificar su
especial intervención en favor del objeto de nuestra oración. Pre-
sentándole nuestras peticiones lo invitamos a actuar. Al responder
está haciendo honor a nuestra elección de invitarlo a interceder.
Wayne McDill dice que nosotros, como discípulos de Cristo,
somos responsables de guiar a nuestro prójimo hacia Cristo y "te-
nemos el derecho de insistir respecto de la legítima misión de
Cristo para con la vida de ellos. Orar es insistir para que Jesús
ejerza el derecho legítimo de gobernar cada vida, pues murió por
cada ser humano de este mundo". 18
¿Qué sucede cuando oramos a Dios para que enternezca el co-
razón de alguien? ¿Cambia Dios de parecer y obra de acuerdo
con nuestro pedido? En su gran amor, ¿nos hubiera concedido lo
que pedimos de todas maneras? ¿Qué diferencia logra realmente
la oración? La oración es necesaria aunque estemos seguros de su
actitud amorosa para con la gente "no queriendo que ninguno pe-
rezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Ped. 3: 9).
McDill explica: "Al orar por la salvación de alguien recuerde
que no está tratando de convencer a Dios. El ya está convencido.
Mediante su oración, usted se está poniendo en concordancia con
los deseos de Dios. Por la autoridad de Cristo tome la actitud co-
rrecta respecto de la vida de su prójimo y ejercite su fe al abrir
POR SU ESPIRITU 163

ese territorio para la extensión de la autoridad del reino. Insista en


el retroceso del enemigo frente a la verdadera autoridad de Cris-
to ... Dése cuenta de que la batalla será ganada en oración". 19
John Henry Jowett, un hombre de Dios y profundamente
espiritual, describe la eficacia de la oración intercesora cuando di-
ce: "Cada vez que oramos, abrimos un canal para que la potencia
de la gracia fluya hacia el objeto de nuestra oración". 20
Charles Finney, que conocía de primera fuente los grandes re-
sultados de las oraciones ofrecidas por un hombre justo, afirmó:
"La oración no cambia a Dios, sino que nos cambia nosotros. La
oración produce una mudanza en nosotros, y obra condiciones
que prueban la coherencia de Dios al hacer algo que no sería co-
herente hacer de otra forma". 21
John Wesley, al enfatizar cuán efectivas son nuestras sinceras
peticiones ante Dios, hace un comentario radical "Dios no hace
nada que no sea una respuesta a la oración". 22 ¿Qué decir de la
efectividad del pedido que Elías hizo a Dios en el monte Carmelo
( 1 Rey. 18: 36-40)? ¿Habría realizado Dios ese poderoso milagro
si Elías no hubiese orado? "El llamado actual es para hombres y
mujeres poderosos en orar, maestros de súplica, especialistas en
el santo arte de la intercesión. El Dios de Elías era el Dios de la
respuesta. Cuando Elías oró, sucedió algo que no hubiera sucedido
si él no hubiese orado" .23
El apóstol Pablo nos ruega que intercedamos en favor del pue-
blo para que responda a Dios: "Exhorto ante todo, a que se hagan
rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos
los hombres ... Porque esto es bueno y agradable delante de Dios
nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos
y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Tim. 2: 1-4).
Muchas veces hablamos de la oración, pero, ¿cuán frecuente-
mente oramos? ¿Oramos por la salvación de personas específicas
y por razones consistentes? ¿Sentimos el peso y la pasión por las
almas? ¿Cuánto tiempo dedicamos intercediendo en favor de la
humanidad perdida? ¿Dedicamos cinco, diez, veinte minutos, o
ninguno en oración intercesora diaria? El ministerio de Cristo, el
testimonio de los apóstoles y el avance evangelizador en la iglesia
primitiva estaban sumergidos dentro de la oración intercesora.
Armin Gesswein, en su estudio acerca de la oración, que él
relaciona íntimamente con el testimonio, dice: "La oración es el
164 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

salvavidas de la evangelización del Nuevo Testamento, el oxígeno


para su fuego santo. El Nuevo Testamento nació en oración, y no
conoce evangelización sin oración, como tampoco conoce ora-
ción que no guíe a la evangelización. Dios las ha unido en un todo
y ningún humano puede separarlas". 24
¿Podríamos imaginar la testificación sin la ayuda de Dios? Es
lo que Satanás más teme. Chadwick escribe: "Satanás no tiene
miedo de nada, excepto de la oración. La única preocupación del
maligno es mantener a la iglesia apartada de la oración. No le tie-
ne miedo al estudio sin oración, ni al trabajo sin oración ... Se ríe
de nuestra lucha y nuestros afanes, se burla de nuestra sabiduría,
pero tiembla cuando oramos". 25
Uno de los mayores resultados de estar llenos del Espíritu
Santo es la atmósfera poderosa y santa con la que Dios nos rodea
dondequiera estemos. Cada uno de nosotros tiene una especie de
atmósfera particular que nos envuelve. Nuestro círculo de in-
fluencia se cruza con los de las personas con quienes nos interre-
lacionamos. Si Cristo mora en nosotros mediante el Espíritu San-
to, nuestra vida exhalará amor y vitalidad espiritual. Por otra parte,
si estamos llenos de nosotros mismos. despediremos una atmósfe-
ra fría y egocéntrica.
Pocas veces discutimos este importante aspecto de la testi-
ficación, pero todos experimentamos el sentirnos dirigidos, recha-
zados, o la ambivalencia de las personas con las cuales entramos
en contacto cada día. Ellas experimentan reacciones similares res-
pecto de nosotros. Esta silenciosa, pero potente forma de comuni-
cación puede aumentar nuestro testimonio o debilitarlo, y la ma-
yor parte de las veces ni nos percatarnos del asunto. Pero no nos
engañemos en relación con este tema. Sea que actúe en nuestra
vida el Espíritu o que estemos llenos de nosotros mismos, eso se
revelará, y tal revelación confirmará o negará nuestros reclamos
espirituales.
"Cada alma está rodeada de una atmósfera propia, de una at-
mósfera que puede estar cargada del poder vivificante de la fe, el
valor y la esperanza, y endulzada por la fragancia del amor. O
puede ser pesada y fría por la bruma del descontento y el egoísmo,
o estar envenenada por la contaminación fatal de un pecado acari-
ciado. Toda persona con la cual nos relacionamos queda, cons-
ciente o inconscientemente, afectada por esa atmósfera". 26
PoR su EsPIRITU 165

Esta poderosa atmósfera de amor y vitalidad espiritual provie-


ne sólo del Espíritu Santo que mora en nuestro interior. Ya lo he-
mos visto en la presentación de la sal, la luz y el aroma de Cristo.
Elena de White describe esta atmósfera como "energía vital":
"De los creyentes sinceros mana una energía vital y penetrante
que infunde un nuevo poder moral a las almas por las cuales ellos
trabajan. No es la fuerza del hombre mismo, sino el poder del Es-
píritu Santo lo que realiza la obra transformadora". 27
¿Cómo puede concluir este libro, que trata acerca del método
de testificación de Cristo, sin analizar cómo Cristo hacía Cristo
para crear una atmósfera de amor, poder y santidad a su alrede-
dor? El estaba ungido y actuaba por el poder del Espíritu Santo.
Nuestra vida también deben ser así. Tenemos muchas necesida-
des cuando se trata de testificar efectivamente por Cristo. Sin em-
bargo, la más urgente en estos últimos días es la de ser semejantes
a Jesús en todo. "La mayor y más urgente de todas nuestras nece-
sidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nues-
tro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra". 28
Tal experiencia espiritual con Cristo es "la preparación eficaz
para todo trabajo que se haya de realizar para Dios". Por eso, en
medio de la vida apresurada y bulliciosa, los discípulos de Cristo
"quedarán rodeados de una atmósfera de luz y de paz. La vida
respirará fragancia, y revelará un poder divino que alcanzará a los
corazones humanos". 29
Querido lector, ¿usted realmente quiere que su vida sea como
la de Cristo? ¿Permite usted que él refleje su carácter en su
testimonio diario? Entonces, le suplico que medite piadosamente
conmigo en estas palabras inspiradas y llenas de poder para cam-
biar las vidas. Estas palabras nos hablan de nuestro máximo
ejemplo de testificación: Jesucristo.
"Pero al mirarlo [a Jesús], la gente vio un rostro donde la
compasión divina se aunaba con la conciencia del poder. Toda
mirada de sus ojos, todo rasgo de su semblante, estaba señalado
por la humildad y expresaba un amor indecible. Parecía rodeado
por una atmósfera de influencia espiritual". 30
"Oh, ¡qué rayos de amabilidad y belleza se desprendían de la
vida diaria de nuestro Salvador¡ ¡Qué dulzura emanaba de su mis-
ma presencia! El mismo espíritu se revelará en sus hijos. Aque-
166 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

llos con quienes mora Cristo serán rodeados de una atmósfera di-
vina".31

Referencias
1
A. F. Ballenger, Power for Witnessing, pp. 149, 150.
2
EGW, TM, p. 174.
3EGW, 2MS, pp. 65,66 (carta 27, 1894).

4
Philip Samaan, Retratos de Jesús, p. 52.
5/bfd.

6
John Seamands, Tell it Well, p. 120.
7
EGW, MC, p. 116.
8
R. J. Fish y J. E. Conant, Every-Member Evangelism, p. 97.
"EGW, se, p. 1os.
10Neal C. Wilson, "Time for Reviva!", Adventist Review, 4 de enero de 1990, p. 2.

11
EGW, Ev, p. 392.
12
EGW, SC, p. 321.
13EGW, Testimoniesforrhe Church, t. 9, p. 126 (citado en SC, pp. 177, 178).
14
EGW, OE, pp. 269, 270.
!S fbíd., p. 66.
16EGW, Medica/ Ministry, p. 244.

17EGW, CS, p. 679.

18
Wayne McDill, Making Friendsfor Christ, p. 92.
19
/bíd., pp. 96, 97.
20
Arthur Porritt, John Henry Jowett, pp. 262, 263.
21
Citado en Richard E. Day, Man of Like Passions, pp. 126, 127.
22
Citado en Harold L. Calkins, Master Preachers, p. 130.
23 /bíd .. p. 137.

24 Armin R. Gesswin, citado en W. McDill, lbíd., p. 88.

25 Citado en Calkins, lbíd., p. 129.

26EGW, PVGM, p. 274 (ed. PPPA).

27EGW, DMJ, p. 34.

28 EGW, IMS, p. 141.

29EGW, DTG, p. 331.

30lbíd.. p. 111.
31 EGW, DMJ, p. 114.
BIBLIOGRAFIA

LIBROS

Ballenger, A. F. Power for Witnessing. Minneapolis, Dimension


Books, 1963.

Bonhoeffer, Dietrich. The Cost of Discipleship. Nueva York,


Macmillan Pub., 1976.

Bonhoeffer, Dietrich. Lije Together. Nueva York, Harper and


Brothers, 1954.

Calkins, Harold L. Master Preachers. Alma Park, Gran Bretaña,


Stanborough Press Ltd., 1986.

Coleman, Robert E. The Master Plan of Evangelism. Old Tappan,


Nueva York, Fleming H. Revel Co., 1980.

Conn, Harvey M. Evangelism. Grand Rapids, Zondervan Pub.


House, 1982.

Cooper, Douglas. Living God's Love. Mountain View, California,


Pacific Press Pub. Assn., 1975.

Day, Richard E. Man of Like Passions. Grand Rapids, Zondervan


167
168 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

Pub. House, 1976.

DeVille, Jard. The Psychology ofWitnessing. Waco, Texas, Word


Books, 1980.

Feucht, Osear E. Everyone a Minister. St. Louis, Concordia Pub.


House, 1976.

Fish, Roy J. y Conant, J. E. Every-Member Evangelism. Nueva


York, Harper and Row, 1976.

Gesswein, Armin R. Evangelism the Next Ten Years. Waco, Te-


xas, Word Books, 1978.

Jauncey, James H. One-on-One Evangelism. Chicago, Moody


Press, 1979.

Keefauver, Larry. Friends and Faith. Loveland, Colorado, Group


Books, 1986.

Keller, Phillip W. Salt for Society. Waco, Texas, Word Books,


1981.

Knowles, George E. How to Help Your Church Grow. Washing-


ton, D.C., Review and Herald Pub. Assn., 1981.

Kromminga, Carl G. Bringing God's News to Neighbors. Nutley,


Nueva York, Presbyterian Pub. Co., 1975.

Küng, Hans. Why Priests? Garden City, Nueva York, Doubleday y


Co., 1972.

Larson, Bruce. Ask Me to Dance. Waco, Texas, Word Books,


1972.

Laymon, Charles M., ed. The lnterpreter's One- Volume Comen-


tary on the Bible. Nashville, Abingdon Press, 1984.

Little, Paul E. How to Give Away Your Faith. Chicago, InterVar-


BmuoGRAFIA 169

sity Press, 1966.

Maslow, Abraham. Motivation and Personality. Nueva York,


Harper and Row, 1970.

McDill, Wayne. Making Friendsfor Christ. Nashville, Broadman


Press, 1979.

McPhee, Arthur G. Friendship Evangelism. Grand Rapids, Zon-


dervan Pub. House, 1978.

Miles, Delos. Overcoming Barriers To Witnessing. Nashville,


Broadman Press, 1984.

Miller, Keith. A Second Touch. Waco, Texas, Word Books, 1974.

Neighbour, Ralph. Witness, Take the Stand. Dalias, Baptist Gene-


ral Convention of Texas Publications, 1967.

Nichol, Francis D., ed. Comentario bíblico adventista, 7 tomos.


Mountain View, California, Pacific Press Pub. Assn., 1960.

Ortiz, Juan Carlos. Disciple. Carol Stream, 111., Creation House,


1978.

Pippert, Rebecca Manley. Out ofthe Saltshaker. Downers Grove,


Ill., InterVarsity Press, 1979.

Ponder, James A., ed. Motivating Laymen to Wítness. Nashville,


Broadman Press, 1974.

Porritt, Arthur. John Henry Jowett. Garden City, Nueva York,


Doubleday and Co., 1925.

Prince, Matthew. Winning Through Caring. Grand Rapids, Baker


Book House, 1981.

Rand, Ron. Won by One. Ventura, California, Regal Books, 1988.


170 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

Richards, Lawrence O. Youth Ministry. Grand Rapids, Zondervan


Pub. House, 1985.

Samaan, Philip G. Retratos de Jesús. Buenos Aires, Asociación


Casa Editora Sudamericana, 1989.

Schoen, V. W. God's Need. Washington, D.C., Review and Herald


Pub. Assn., 1976.

Seamands, John T. Tell lt Well. Kansas City, Mo., Beacon Hill


Press, 1981.

Stedman, Ray C. Body Lije. G1endale, California, Regal Books,


1976.

Stott, John R. W. Basic Christianity. Grand Rapids, William B.


Eerdmans Pub. Co., 1986.

Sweeting, George. How to Witness Successfully. Chicago, Moody


Press, 1978.

Tumier, Paul. The Meaning of Persons. Nueva York, Harper and


Row, 1957.

Watson, David. 1 Belive in Evangelism. Grand Rapids, William B.


Eerdmans Pub. Assn., 1911.

White, Elena de. Consejos para los maestros. Mountain View,


California, Pacific Press Pub. Assn., 1971.

White, Elena de. El camino a Cristo. Mountain View, California,


Pacific Press Pub. Assn., 1961.

White, Elena de. El conflicto de los siglos. Mountain View, Cali-


fornia, Pacific Press Pub. Assn., 1968.

White, Elena de. El Deseado de todas las gentes. Mountain View,


California, Pacific Press Pub. Assn., 1955.
BmuoGRAFIA 171

White, Elena de. El discurso maestro de Jesucristo. Buenos Ai-


res, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975.

White, Elena de. La educación. Buenos Aires, Asociación Casa


Editora Sudamericana, 1978.

White, Elena de. El evangelismo. Buenos Aires, Asociación Casa


Editora Sudamericana, 1975.

White, Elena de. Los hechos de los apóstoles. Buenos Aires, Aso-
ciación Casa Editora Sudamericana, 1977.

White, Elena de. Joyas de los testimonios, 3 tomos. Mountain


View, California, Pacific Press Pub. Assn., 1953.

White, Elena de. Medica[ Ministry. Mountain View, California,


Pacific Press Pub. Assn., 1963.

White, Elena de. Mensajes para los jóvenes. Mountain View, Ca-
lifornia, Pacific Press Pub. Assn., 1977.

White, Elena de. Mensajes selectos, 3 tomos. Mountain View, Ca-


lifornia, Pacific Press Pub. Assn., 1967.

White, Elena de. El ministerio de curación. Mountain View, Cali-


fornia, Pacific Press Pub. Assn., 1975.

White, Elena de. Obreros evangélicos. Buenos Aires, Asociación


Casa Editora Sudamericana, 1971.

White, Elena de. Palabras de vida del gran Maestro, Mountain


View, California, Pacific Press Publ. Assn., 1971.

White, Elena de. Servicio cristiano. Buenos Aires, Asociación


Casa Editora Sudamericana, 1973.

White, Elena de. Testimonios para ministros. Mountain View, Ca-


lifornia, Pacific Press Pub. Assn., 1961.
172 EL METODO DE CRISTO PARA TESTIFICAR

White, Elena de. Testimonios selectos, 5 tomos. Buenos Aires,


Casa Editora Sudamericana, 1932.

PUBLICACIONES PERIODICAS

Am, Win. "People Are Asking". Church Growth: America, mar-


zo-abril de 1979.

Drescher. John M. "A Fish Story". Ministry, abril de 1979. "God,


I Want to Live!", 2 de junio de 1980.

Halverson, Richard C. "The Tragedy of the Unemployed". Chris-


tianity Today, 12 de septiembre de 1960.

Holland, Kenneth J. "Truth Must Also Move the Heart". These


Times, setiembre de 1980.

Jaecks, Lenard D. "Adventists Involved in the 'Shuth Door'


Again". Gleaner, 18 de diciembre de 1989.

Johnsson, William G. "The Missin Tell Us Why". Adventist Re-


view, 7 de septiembre de 1989.

Littleton, Mark R. "The Fine Art of Encouragement". Reader s


Digest, noviembre de 1989.

Sahlin, Monte. "Where Are Our Missing Members?" Adventist


Review, 4 de mayo de 1989.

Seelinger, Wes. En Faith at Work, febrero de 1972.

Stimson, Henry L. "The Bomb and the Opportunity". Harpers


Magazine, marzo de 1946.

Tay lor, Daniel. "The Fear of Insignificance". Signes of the Times,


noviembre de 1989.

Widmer, Myron. "My Friends, the 'Missing' ". Adventist Review,


BmuoGRAFJA 173

4 de mayo de 1989.

Wilson, Neal C. "Time for Reviva!". Adventist Review, 4 de enero


de 1990.

VERSIONES DE LA BIBLIA
BD = Paráfrasis La Biblia al día
BJ =Biblia de Jerusalén
DHH = Dios habla hoy
TLB = Today ~ Living Bible
El método de Cristo
para testificar
La misión que hemos recibido como pueblo de
Dios es la de ser testigos del evangelio ante los que
no conocen personalmente al Señor.
En el Sermón del Monte, Jesús dijo que debe-
mos ser la sal de la tierra y la luz del mundo. El
apóstol Pablo agrega que debemos ser el aroma y
la fragancia de Cristo.
Nuestro testimonio es la manera que Dios tiene
de llegar a cada corazón de este mundo sufriente.
Para ser sus testigos necesitamos una relación viva
con Cristo, como él la tuvo con su Padre cuando vi-
vió entre los hombres.
Cristo creó y aplicó el método de la testificación
personal más perfecto que se conoce desde sus días
hasta hoy. En las páginas de este libro, usted en-
contrará ese método. Si lo aplica, podrá ser un tes-
tigo fiel y verdadero del reino de los cielos.
El autor, Dr. Philip G. Samaan, nació. en Siria.
Cursó sus estudios superiores en las universidades
de Loma Linda (California) y Andrews (Michigan).
Además de servir como pastor local y capellán uni-
versitario fue director de los Ministerios de la Igle-
sia en la División del Africa y Océano Indico. Es
autor de varios libros, entre ellos: Retratos de Jesús
y Hermanos de sangre. Actualmente es profesor de
Teología en la Universidad Andrews.

También podría gustarte