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CONCLUSION
CONCLUSION
"Al acercarse Jesús a Jerusalén y al ver la ciudad, lloró sobre ella diciendo: `¡Si también tú
conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Porque vendrán días
sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas y te cercarán y te apretarán por todas
partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti
piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita'" (Lucas 19,41-44).
Lamentando la incapacidad de Jerusalén para percibir la visita de Dios, Jesús llora sobre la acedia
de la ciudad santa.
No se sabe bien lo que es la acedia, hasta que no se pondera este llanto del Salvador sobre el drama
y el inescrutable misterio de la apercepción y la dispercepción del bien.
El drama de la acedia es el drama de Jesús, y el misterio de la acedia lo conduce a la muerte.
Los improperios que canta la Iglesia el Viernes Santo interpretan ajustadamente los sentimientos del
Salvador sobre un pueblo que no reconoce los beneficios, peor aún, los toma a mal y los retribuye
con ofensas: "Pueblo mío ¿Qué te hice o en qué te he faltado? ¡Responde! Te arranqué del Egipto,
tú me diste una cruz...Te exalté con honor y poder sobre tus enemigos; pero tú me clavaste
alzándome en una cruz". El lamento de Jesús es el lamento por la acedia. Podría decirse que la
acedia es "el pecado". La acedia es el mal del que debe ser liberado principalmente y en primer
lugar, el género humano.
"Uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña,
le ofrecía de beber" (Mateo 27,48). Se cumplía en Jesús lo del Salmo: "En mi comida me echaron
hiel, para mi sed me dieron vinagre" (Salmo 68,22).
"Una viña tenía mi amigo en una colina fértil...y esperó que diese uvas dulces pero le dio uvas
agrias" (Isaías 5,1s).
La profecía de Isaías sobre la viña ingrata que da vinagre en lugar del dulce vino del festín de
bodas, se cumple en la pasión de Jesús. La sed del crucificado es la sed de Dios que solicita el amor
del hombre y que recibe en cambio, burla, descalificación, rechazo o por lo menos evasivas,
dilaciones, excusas, o contraofertas "razonables".
Es el drama de Dios, exponerse a recibir lo agrio en trueque por lo dulce. Aunque esto parezca
inverosímil, la Pasión muestra que no lo es. Y dado que "lo que fué eso será y lo que se hizo se
seguirá haciendo" (Eclesiastés 1,9), la acedia sigue existiendo, aunque nos hayamos olvidado de su
nombre y ya no sepamos señalarla donde ella está.