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VIRTUD DE LA ESPERANZA CONTRA LA QUEJOSA

ACEDIA (PROPUESTA DE RETIRO)1

Para el retiro del mes de marzo quiero invitarlas a seguir algunas


ideas de la propuesta de retiro del padre Jose Cristo Rey Garcia
Paredes del mes de noviembre del año pasado.

INTRODUCCION

1. el cristianismo es esperanza:
Quienes seguimos a Jesús y nos
sentimos movidos por su Espíritu
tenemos mucho que decir y
compartir con nuestros
contemporáneos respecto a la
esperanza. El cristianismo es…
esperanza, mirada y orientación
hacia delante. Es, por ello mismo,
apertura y transformación del
presente. Nuestra fe en el Dios de la
historia se transforma en
esperanza.

2. ¿Por qué esperamos?.


Esperamos porque tenemos la convicción de que Dios ha
establecido su Alianza con nosotros, con la humanidad: es la
Alianza, es nueva y definitiva en la sangre de Cristo Jesús. Dios se
ha desposado con la humanidad para siempre. Dios cumplirá sus
promesas.

3. un virus llamado acedia.


En contraposición, hay un virus malicioso que, inyectado en
nuestro corazón, atenta contra la esperanza. Tiene un extraño
nombre: se llama “acedia”.

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Por Jose Cristo Rey G. Paredes 17 noviembre, 2020

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Retiro marzo 2021
4.objetivo
En este retiro queremos meditar y orar sobre la virtud de la
esperanza para comprender mejor este don divino y para
inmunizarnos contra el virus de la quejosa acedia.

5.pasos
Este retiro seguirá tres pasos: 1) La acedia, el virus de la
desesperanza; 2) Las dos caras de la Esperanza cristiana. 3) En
misión de esperanza.

I.EL VIRUS DE LA DESESPERANZA


Aunque hablamos mucho de la
esperanza, ¡no seamos
ingenuos! Hay un virus –más
común de lo que pensamos–
que atenta permanentemente
contra ella: la acedia. Fue
descubierta por los cristianos
de los primeros siglos (Evagrio
Póntico, padre del desierto y
asceta); él la definió como el “demonio de medio día” o el vicio que
más hace sufrir y más problemas causa.

1. ¿Qué es la Acedia?
Sorprendentemente el tema de la acedia goza de actualidad. Se le
dedican no pocos estudios, porque –según se dice– vivimos en “la
civilización de la acedia” (Horacio Bojorge).
 La acedia es denominada “mal oscuro” (Gabriel Bunge),
 “morfina espiritual” que nos inyectamos cuando se requiere
demasiado de nosotros (Katheleen Norris)
 , “apatía espiritual”, que favorece la combinación tóxica de
la concupiscencia de los ojos con la concupiscencia de la
carne (Reinhardt Hütter),
 “vicio de forma del cristianismo” (Lucrèce Luciani-Zidane).

El papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium


presenta la acedia como un vicio paralizante que ataca a los
evangelizadores.
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Produce un “inmediatismo ansioso”, que desea obtener
resultados pastorales inmediatos; que no aguanta la espera que
requieren los procesos.
Las personas atacadas por la acedia (laicos, consagrados y
sacerdotes) están obsesionadas por preservar “su tiempo” y no
se puede contar con ellas; su vida queda revestida de un “gris
pragmatismo”; están apegados a una “tristeza dulzona, sin
esperanza”, que es el “elixir del demonio” (EG, 83).
La acedia vuelve a los evangelizadores “pesimistas quejosos y
desencantados” (EG, 85). La acedia genera desiertos
espirituales, ambientes áridos.

2.El origen y síntomas de la acedia


El origen de la
acedia está en los
deseos frustrados.
Los síntomas de
infección son:
atonía, pérdida de
tensión en el alma,
sensación de vacío,
aburrimiento,
desgana,
incapacidad de
concentración,
ansiedad del
corazón, oposición
a cualquier propuesta o novedad, falta de esperanza en los demás,
en uno mismo, en Dios. Está precedida por la “tristeza” y de ella se
desprende la “agresividad”.

3. manifestaciones
Las manifestaciones de la acedia son: vacío interior, inquietud,
desasosiego, que llevan a desear el cambio y buscar
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compensaciones: ¡cambiar de casa, de trabajo, de amistades, de
compañías, de instituto religioso, de matrimonio, o abandonar la
propia vocación, o entregarse a la concupiscencia de los ojos –uso
de la pornografía–! Otra manifestación es la imposibilidad de
concluir trabajos emprendidos, en el temor a caer enfermo. Las
personas con acedia no se aguantan a sí mismas, y, por eso, se
evaden.

4. disfraz
La acedia se reviste, a veces, de virtud. Se encuentra en personas
adictas al trabajo, a la actividad constante, a la agenda llena, al
móvil o celular siempre en actividad. Ocultan así el propio vacío
interior, huyen del tiempo para establecerse en el instante.

5.Un virus contra la esperanza


En el contexto de la vida espiritual la acedia muestra una grave falta
de esperanza en la Providencia de Dios: no se espera la intervención
de Dios en la historia. Por eso no se aguantan los “largos plazos” y
solo se desean los “a corto plazo”; seduce la levedad del ser, la vida
instantánea.

6. el sentido del tiempo.


Para los creyentes el tiempo está bajo la mirada y actuación del
Espíritu de Dios. La persona secularizada –en cambio– se siente
expuesta al tiempo, y sumamente débil ante algo que no depende
de sus propios recursos. Cuando Dios es evacuado del futuro, el ser
humano trata de apropiarse de un tiempo que él no puede dominar
y del cual no puede esperar nada, a no ser el resultado de sus
propios esfuerzos. Se piensa que “esperar es de locos”. Quien no
espera en la Providencia es incapaz de imaginar un futuro con
sentido. El tiempo no lleva a ninguna parte.

7. algunas preguntas.
¿Detectas en tu organismo espiritual signos de infección?
¿Cómo pudo entrar el virus?
¿Cómo es tu espera?

II. LAS DOS CARAS DE LA ESPERANZA CRISTIANA


Contra acedia, ¡esperanza! Nuestro Dios es providente no solo
porque es el único señor del tiempo y de la historia, sino también
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porque nos garantiza un tiempo lleno de sentido en el conjunto de
la historia, y no permite que el tiempo se fragmente y caiga en una
sucesión informe de instantes desarticulados que se suceden unos
a otros”. Contemplemos la virtud teologal de la esperanza como
teopatía apofática y orante.

1. “teo-patía”
La esperanza es una virtud teologal, es decir, es como una “patía”
(dolencia) que se apodera de nosotros y nos determina: nos hace
participar de la hesed de Dios, por la cual Él es fiel a su Alianza con
nosotros y con el mundo. Por la esperanza tenemos la certeza de
que Dios cumplirá todas sus promesas y que el Reino de Dios se
impondrá sobre cualquier fuerza opositora, sea el pecado o la
muerte. El Espíritu Santo, derramado en nuestros corazones (cf.
Rom 5,1-5), nos concede el don de la esperanza y nos asegura que la
Gloria de Dios se manifestará en nuestros cuerpos y en la creación
entera (Rom 8,18-28).
Como toda “patía”, la teo-patía de la esperanza es sufrimiento: así
la experimentó Jesús en su Viernes Santo. Es la esperanza que grita
a Dios y que se atreve a exclamar: “Dios mío, Dios mío, ¿porqué me
has abandonado? En la celebración del Viernes Santo la Iglesia se
atreve a cantar: ¡Ave Crux, spes unica! (¡Salve, oh cruz, esperanza
única!). Jesús sufrió la “noche de la esperanza”. Por ella atravesaron
antes Job, el Jeremías de las Lamentaciones, los profetas, los
orantes de los salmos. La esperanza nos armoniza dolorosamente
con los incomprensibles ritmos de Dios.

2.La esperanza es apofática y orante


La esperanza es apofática (La palabra apofatismo se deriva del
verbo apofasko = apófemo, que significa "negar”. Ordinariamente
se refiere a la teología por «teología apofatica” se entiende aquella
vía teológica que procede por medio de negaciones, negándose
progresivamente a referir a Dios los atributos sacados del mundo
sensible e inteligible, a fin de acercarse a Dios -que está más allá de
todas las cosas creadas y de todos los conocimientos relativos a
ellas-, trascendiendo todo conocimiento y todo concepto) porque
nos hace entrar en un proceso de negación de todo aquello que
responde a nuestras expectativas; nos introduce en la esperanza el
lenguaje de la confianza en el Dios de la Alianza que nunca falla,
aunque no responda inmediatamente. Este lenguaje es a veces una
interpelación que procede del sufrimiento y de la ansiedad; y que
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provoca un abandono total en las manos de Dios: “Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu”.

3. las dos caras


La virtud teologal de la esperanza tiene, por tanto, una faz luminosa
y otra faz oscura: es pasión creadora y es pasión-sufrimiento. Es
tensión creativa hacia el futuro y resistencia dolorida ante las
contradicciones del presente.
En la vida consagrada también experimentamos las dos caras de la
esperanza: su luz y su noche. La esperanza –como luz y noche–
rejuvenece a la vida consagrada. La falta de esperanza nos lleva a la
decadencia. El don de la esperanza nos abre a sorprendentes y
nuevas perspectivas, nos lanza hacia delante con una confianza
inmensa y con moral de victoria.

4. “en la loca esperanza”


Hoy debemos contemplar la vida consagrada, desde la perspectiva
de la “Perfecta Spes” (esperanza perfecta). Los tres consejos
evangélicos son los consejos del Espíritu Santo que nos energiza
para vivir en la apofática esperanza desde la perspectiva de la
obediencia, el celibato y la pobreza. Y nosotros, por los votos, nos
comprometemos a vivir “en la loca esperanza” en que los consejos y
carísimas evangélicos nos introducen. La Esperanza es la virtud
fundamental para quien desee anticipar y vivir en el cielo y tierra
nuevos del Reino de Dios.

5. aprender el arte
Vivir en esperanza es un arte que hemos de aprender y ejercitar: es
el arte de superar lo que nos deprime, lo que nos vuelve
desconfiados o susceptibles. Quien confía no se amilana ante las
dificultades, ni se echa para atrás ante la dificultad. El desánimo
que a veces nos sobrecoge no ha de tener la última palabra. Puede
ser un momento de parada que nos hace reflexionar, corregir
errores, fijarnos en lo esencial. Pero después es necesario
entregarse de nuevo a la esperanza. Los obstáculos la estimulan.
Tenemos dentro de nosotros recursos inéditos, insospechados. La
persona esperanzada es como un artista de la vida: de lo que
aparentemente no existe, hace brotar una realidad nueva y bella que
conmueve a quienes la contemplan y les ofrece sentido y razones
para vivir.
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No solo hay que dejarse guiar por la esperanza, sino “ser”
esperanza: En la fortaleza de ánimo está la raíz subjetiva de la
esperanza.

6. virtudes que acompañan la esperanza.


Francesco Alberoni en su obra sobre la Esperanza señala toda una
serie de virtudes que acompañan a la esperanza en contraposición
a ciertos vicios7:
– El entusiasmo, como opuesto al cinismo, que nos hace vivir
encerrados en el presente, en el propio egoísmo y no cree ni espera
en nada porque está privado de fantasía y de generosidad.
– El remordimiento como memoria de lo que hemos hecho mal y el
mundo ha hecho mal, pero que al mismo tiempo nos hace rectificar
y nos prepara un futuro limpio.
– La piedad es la virtud de la compasión hacia el sufrimiento de los
débiles. La piedad es lo contrario a la rivalidad, o a la envidia, o el
odio político. La piedad nos hace sentirnos un poco más solos
cuando alguien muere. La piedad es la fuerza espontánea que nos
impulsa a mejorar la vida de los demás, a mejorar el mundo para
todos. La piedad es también compasión, cercanía, proximidad,
hospitalidad.
– La humildad abre el camino a la esperanza, porque nos sitúa en
el lugar adecuado ante el mundo, ante los demás, ante nosotros,
ante Dios. Quien se siente humilde, necesita de todos, se ubica en el
todo. En la totalidad encuentra su plenitud y no en la egolatría. La
humildad intelectual, espiritual, amorosa… nos abre los horizontes
de la esperanza.

Preguntas
¿vives la teopatía de la esperanza?
¿La esperanza te lleva a la oración?
¿eres esperanza?
¿Qué virtud de la esperanza te acompaña?

III PROCLAMAR Y CONTAGIAR ESPERANZA

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El Evangelio se caracteriza por ser
propuesta de esperanza católica –es decir,
esperanza para todos–. La Alianza de
nuestro Dios con toda la humanidad y con
toda la Creación, ratificada por Jesús, nos
dice que “no estamos dejados de la mano de
Dios” y que de Él podemos esperar todo lo
mejor sin excluir a nadie. Nunca hemos de
dejarnos llevar por el desaliento, sino
esperar contra toda esperanza.

Santa María de la esperanza. A María,


nuestra madre, le suplicamos en una preciosa y conocida canción:
“Santa María de la esperanza / mantén el ritmo de nuestra espera”.
En eso consiste el arte de la esperanza: ¡saber mantener el ritmo de
la espera! Lo que se promete en el germen, no adviene
inmediatamente. Para que algo nazca es necesario saber regular la
espera. La impaciencia puede producir estragos y generar abortos
de todo tipo.
Las comunidades cristianas y religiosas están necesitando “líderes
de la esperanza”, capaces de aglutinar expectativas y poner a todos
en alerta hacia el “porvenir” de Dios.

Preguntas

¿esperas contra toda esperanza?


¿eres líder de esperanza?

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