Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
pastoral
EN MI SED ME DIERON VINAGRE
La civilización de la acedia
Horacio Bojorge
Montevideo
1998
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
TEXTO DE CONTRATAPA
INDICE
1. LA ACEDIA PECADO CAPITAL
1.1. ¿Qué es la Acedia? Definiciones - 1.2. Tristeza, envidia y Acedia - 1.3. ¿Es posible la
Acedia? - 1.4. Acedia = Acidez, Impiedad - 1.5. Sus efectos -
3. ACEDIA Y MARTIRIO
3.1. Acedia de los perseguidores - Burla a los mártires - La acedia de Herodes - 3.2.
Acedia de los perseguidos - 3.3. Acedia del Demonio -
4. LA CIVILIZACION DE LA ACEDIA
4.1. El abandono del fervor religioso - 4.2. La honorable apostasía - 4.3. De la tristeza a
la aversión - Fuerza teófuga y cosípeta - 4.4. El combate de la Filantropía contra la
Caridad - Los siglos de la acedia. La civilización de la acedia - Acedia y apostasía - 4.5.
Los empachados de Cristo - Gozo y consolación -4.6. Las campanas del Domingo - 4.7.
Alrededor del Corpus y otras procesiones - Hoy y aquí en Luján - Los exploradores
eucarísticos - 4.8. Acedia y persecución - Acedia e imaginario católico - 4.9. Acedia y
Mass Media - Lluvia ácida - 4.10."No te avergüences del Evangelio" - Burla y
menosprecio - La burla como persecución - La irrisión se opone a la justicia - El que a
vosotros desprecia a mí me desprecia -
4.11.La acedia jurídica - El envilecimiento de la conciencia - 4.12.Adiestramiento para
la acedia - Versión occidental - 4.13.Las "broncas" en la Iglesia - El partido del mundo -
4.14.Permanecer en el amor fraterno - Vergüenza por el propio pueblo - ¿Pueblo
supersticioso o pueblo sacerdotal? - "Con aspecto de piedad, niegan su eficacia" -
4.15.La corrosión del lenguaje creyente - Beato. Devoto - Fervor, gozo, virtud - Caridad
- Limosna - Católico, catolicismo - 4.16.La corrosión de los signos –
7. PNEUMODINAMICA DE LA ACEDIA
7.1. Apercepción y dispercepción - Acedia y Pereza - 7.2. Los dos apetitos antagónicos -
Los dos amores opuestos - La rebelión de la concupiscencia - Causa y efecto del Pecado
Original - 7.3. Temor de Dios y miedo a Dios - Resistencia universal ante lo sagrado -
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Temor o miedo - 7.4. El gozo como fuerza - El gozo del Señor es vuestra fortaleza - El
amor echa afuera el temor - Mi fuerza se realiza en la debilidad - Locura y debilidad de
Dios - 7.5. Gozo y virtudes teologales - El gusto de creer - Termómetro de las virtudes
- 7.6. Apéndice: El problema de los remedios - Los remedios: complejidad y sencillez -
Las recetas tradicionales - Remedio obvio pero arduo
CONCLUSION
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
1.) LA ACEDIA: PECADO CAPITAL
De la Acedia no se suele hablar. No se la enumera habitualmente en la lista de
los pecados capitales1
Algunos Padres del desierto, en vez de hablar de pecados o vicios capitales,
hablan de pensamientos. Por ejemplo, Evagrio Póntico, enumera ocho pensamientos.
Con este nombre, estos padres de la espiritualidad ponen de relieve que estos vicios,
en su origen, son tentaciones, o sea pensamientos; y que si no se los resiste, acaban
convirtiéndose en modos de pensar y de vivir. Cuando se acepta el pensamiento
tentador, uno termina viviendo como piensa y justificando su manera de vivir.
Difícilmente se encontrará su nombre fuera de los manuales o de algunos diccionarios
de moral o de espiritualidad2. Muchos son los fieles, religiosos y catequistas incluidos,
que nunca o rarísima vez la oyeron nombrar y pocos sabrán ni podrán explicar en qué
consista.
Sin embargo, como veremos, la acedia sí que existe y anda por ahí, aunque
pocos sepan cómo se llama. Se la puede encontrar en todas sus formas: en forma de
tentación, de pecado actual, de hábito extendido como una epidemia, y hasta en
forma de cultura con comportamientos y teorías propias que se trasmiten por
imitación o desde sus cátedras, populares o académicas. Si bien se mira, puede
describirse una verdadera y propia civilización de la acedia.
La acedia existe pues en forma de semilla, de almácigo y de montes. Crece y
prospera con tanta mayor impunidad cuanto que, a fuerza de haber dejado de verla se
ha dejado de saberla nombrar, señalar y reconocer. Parece conveniente, pues,
ocuparse de ella. En este primer capítulo comenzaremos con las definiciones que se
han dado de ella. Si al lector este camino le resulta difícil o árido, le aconsejamos
empezar por el capítulo cuarto y seguir luego con el segundo, tercero, y los demás.
3
Santo Tomás, Summa Theol., 2-2, q.35, art.4.
4
Summa Theol. 2-2, q.34, art. 3.
5
Summa Theol. 2-2, q. 34, art. 5.
6
Como resulta obvio por el contexto, el Catecismo se refiere a la pereza para creer: para los actos de
piedad y de las virtudes teologales. En realidad, la pereza es un efecto, entre otros, de la acedia o
ceguera para el bien.
7
La tristeza se convierte en pecado por dos razones: cuando siendo tristeza por un mal, es exagerada o
excesiva; o cuando es tristeza por un bien, como es el caso de la envidia y la acedia. La tristeza no es
pecado cuando el motivo es justo y la tristeza es moderada, o sea proporcionada con el mal que la
ocasiona. En este caso la tristeza es justa e incluso virtuosa. Y hasta se podría pecar por defecto, no
entristeciéndose cuando hay motivo para ello.
8
Summa Theol. 2-2, q. 35, art. 2, c. Explicando, tras las huellas de S. Gregorio Magno, que la acedia es
tristeza por un bien, S. Tomás la define como envidia. Y señalando a qué gozo se opone esta tristeza, o
sea al gozo de la Caridad, muestra de qué manera se le opone la acedia a la Caridad.
9
Summa Theol. 1, q. 63, art. 3, ad. 3m.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
uso común. En nuestro estudio entendemos la envidia como un pecado moral y la
acedia como un pecado teologal, como la forma teologal de le envidia.
Secundaria y derivadamente, la acedia se presenta, en la práctica, como una
pereza para las cosas relativas a Dios y a la salvación, a la fe y demás virtudes
teologales. Por lo cual, acertadamente, el catecismo la propone, a los fines prácticos,
como pereza 10.
10
El Catecismo de la Iglesia Católica sigue en esto una línea de la tradición de algunos Padres del
monacato, que considera la acedia por sus efectos prácticos en la vida del creyente, y en particular tal
como se presenta, por ejemplo, muy llamativamente, en la vida religiosa y monástica, donde el
debilitamiento de la fe del monje conlleva el abandono de los actos propios de su vida religiosa. Se
presenta así como una pereza para los actos espirituales interiores y exteriores.
Siguiendo a los Padres del monacato, otros clásicos de la espiritualidad, la relacionan y explican
también como pereza. Por ejemplo: el P. LA PUENTE S.J., en sus Meditaciones, I,24. Así lo hacen
también autores espirituales recientes como Francisco Fernández Carvajal, La Tibieza, (Cuadernos
Palabra 60) Ed. Palabra, Madrid 19788.
Otra línea de la tradición, representada por San Gregorio Magno y que Santo Tomás prefiere, la
relaciona principalmente con la tristeza y la envidia; y secundariamente con la pereza o tibieza, la cual, en
este caso, no es causa sino consecuencia, y por lo tanto no puede considerarse como pecado "capital".
Sobre la tradición monástica y patrística, y las dos líneas de interpretación de la acedia como
pereza o como tristeza, ver G. BARDY, Art.: Acedia, en Dictionnaire de Spiritualité. Ascétique et Mystique
T.I, cols 166-169; también B. HONINGS, Art.: Acedia, en Diccionario de Espiritualidad Dirigido por
Ermanno Ancilli, Herder, Barcelona 1983, T.I, Cols. 24-27 que concuerda con Bardy. Sobre la Acedia
Monástica volveremos en 5. y sobre Acedia y Pereza en 7.1.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Se refiere de modo particular - en los griegos - al descuido de los muertos, insepultos,
por lo cual no tenían descanso. Es una negación de la kedeia, alianza, parentesco;
funeral, honras fúnebres. Es decir, son los cuidados que brotan de la alianza, del
parentesco, de la afinidad que brota de la alianza matrimonial. Todo esto tiene
grandes resonancias con la relación nueva de parentesco con Dios que brota de la
alianza - el Goel, que ha estudiado Bojorge 11, de la alianza nupcial que se sella con la
encarnación del Verbo y su muerte y resurrección, de la caridad como amistad con
Dios, que se funda en la communicatio del hombre y Dios y de la societas, la unión que
Dios nos dio con su hijo 12. El gozo de esta kedéia es la caridad y mueve toda la vida
desde tal relación nueva con Dios. Lo persigue y destruye la acedia, en los hombres y
en la sociedad" 13.
Como puede verse los opuestos griegos kedeia-akedeia recubren una área
semejante a los pietas-impietas latino, y a nuestro piedad-impiedad. La acedia - ya se
verá - es opuesta y combate las manifestaciones de la piedad religiosa. Según la
etimología latina acedia tiene que ver con acidez. Es la acidez que resulta del
avinagramiento de lo dulce. Es decir, de la dulzura del Amor divino. Es la dulzura de la
caridad, la que, agriada, da lugar a la acedia. Ella se opone al gozo de la caridad como
por fermentación, por descomposición y transformación en lo opuesto. A la atracción
de lo dulce, se opone la repugnancia por lo agriado.
Podría calificársela, igualmente y con igual propiedad, de enfriamiento o
entibiamiento. Como se dice en el Apocalipsis acerca del extinguido primitivo fervor de
la comunidad eclesial: "tengo contra ti que has perdido tu amor de antes" (Apoc. 2,4);
"puesto que no eres frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca" (Apoc. 3,16).
La relación simbólica entre lo ácido y lo frío era de recibo en la antigüedad. En
la antigua ciencia química y medicinal se consideraba que "las cosas ácidas son frías" 14.
La acedia puede describirse, por lo tanto, ya sea como un avinagramiento o
agriamiento de la dulzura, ya sea como un enfriamiento del fervor de la Caridad. Por
eso no ha de extrañar que haya autores que hayan preferido referirse a la acedia en
términos de tibieza15.
Con esto hemos avanzado un paso más hacia la comprensión de este vicio
capital. Como decadencia de un estado mejor, esta pérdida del gozo, de la dulzura y
del fervor, y su transformación en tristeza, avinagramiento o frialdad ante los bienes
divinos o espirituales, parece emparentar con la apostasía o conducir a ella. Es, en
muchos casos, un apartarse de lo que antes se gustó y apreció, porque ahora, eso
mismo, disgusta, entristece o irrita. En este sentido, se puede decir que la acedia
11
Véanse nuestros estudios sobre el Go'el, el Dios-Pariente: Goel: Dios libera a los suyos, en: RB 33
(1971/1) Nº 139, pp. 8-12. Aspectos Bíblicos de la Teología del Laicado. El Fiel Laico en el Horizonte de
su Pertenencia. en: Laicado: Comunión y Misión, H. Bojorge, J.A. Rovai, N.T. Auza, (Col. Teología) Ed.
Paulinas, Bs. As. [24 Nov.] 1989; (14x21cms; 228 págs); pp. 7-111. [Trabajo presentado en la VIII
Semana Nacional de Teología, de la Sociedad Argentina de Teología, La Falda, Córdoba 1-4 Ag. 1988.
Se publicó en Stromata en dos partes: 1988-1989] ver especialmente las pp. 50ss. Un trabajo más
extenso sobre Goel: el Dios Pariente en la Cultura bíblica está en prensa en la revista Stromata de 1998.
12
Cf. Santo Tomás, Summa Theol., 1-2, q.23, art.1
13
Dr. Alberto Sanguinetti Pbro. en su comentario a nuestro libro en Soleriana (Montevideo), 22 (1997/1)
Nº 7, p. 197-198.
14
Summa Theol. 2-2, q. 35, art. 1, c.
15
Francisco Fernández Carvajal, La Tibieza, Ed. Palabra, Madrid 19788
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
supone una cierta ruptura entre el antes y el ahora de la persona agriada y ácida. O
una ruptura entre su estado ideal y su estado decaído.
17
A la semiología o descripción de los signos o síntomas de la acedia, dedicaremos el capítulo cuarto; y a
su etiología o investigación de sus causas, el capítulo séptimo.
18
"La caridad es una amistad del hombre con Dios", Summa Theol. 2a. 2ae. Q.23 Art.1, c.
19
Aprecio, viene de precio, como caridad viene de caro. El amigo vale mucho para uno. Y eso se expresa
a veces con un don costoso.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
razones. Ley que rige también el acontecer cultural: el espíritu del desamor es
racionalista 20.
20
Volveremos sobre esa ley, que formuló acertadamente San Ignacio de Loyola, cuando tratemos del
discernimiento ignaciano y la acedia (Ver 6.).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
¿Cómo no iba a sentir esta sensible mujer de pueblo, la diferencia de
temperatura, viendo a los que se metían en el bar, en el club, en la heladería, como si
no estuvieran pasando tres cuadras tupidas de fieles por la calle principal? Frente a
nosotros eran incapaces de la simple simpatía humana que saben brindar como
puebleros a todo lo humano. En pueblo chico, donde no estar enterado queda mal, no
darse por enterado es ofensivo o descalificador.
Ante esta actitud de acedia, la tentación del creyente, como en este caso, es la
vergüenza. Pero David, hombre de Dios, nos enseña con su ejemplo, la actitud de
firmeza que ha de tener el creyente, ignorando a los que lo ignoran.
21
A la que aluden textos bíblicos como el Salmo 125 (126),5-6.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
2.4.) El Menosprecio de un Profeta
Relacionado con el desprecio hacia el fervor de David, y por lo tanto apropiado
para ejemplificar la acedia en forma de burla o menosprecio, es el episodio que narra
el Segundo Libro de los Reyes. Cuenta que el profeta Eliseo iba subiendo por el camino
hacia Betel cuando unos niños pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él,
diciendo: "¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!".
Él se volvió, los vio y los maldijo en nombre del Señor. Salieron entonces dos
osos del bosque y destrozaron a cuarenta y dos de ellos (2 Reyes 2,23-24)
El relato tiene, al parecer, una intención didáctica, admonitoria, destinada a
inculcar el respeto hacia los hombres de Dios entre la gente menuda, la cual puede
inclinarse, por ligereza infantil, a quedarse festivamente en las posibles extravagancias
exteriores de los hombres de Dios y a incurrir en la burla irrespetuosa.
Como veremos22, el menosprecio de los profetas - que no siempre se queda en
burlas - es algo que Dios reprocha con frecuencia a su pueblo, y uno de los temas de la
diatriba de los profetas y de Jesús.
La acedia tiene sus raíces infantiles, puesto que también desde niños hay
piedad e impiedad, religión e irreligión, gozo de la caridad o envidia. Hay por eso
necesidad de educar, cultivar y corregir el corazón de los niños. A ellos y a nosotros les
inculca este episodio que no hay que distraerse con los lunares de la santidad; que los
hombres de Dios, son hombres de Dios, y que no hay que menospreciarlos ni reírse de
ellos, por más cómico o despreciable que nos resulte su aspecto. Porque reparar en
sus lunares y no ver su santidad, es ceguera y necedad. Y esos dos osos han destrozado
cruelmente a muchos irreverentes.
22
En 2.10, Mataron a los Profetas
23
Jeremías 29,18-19; ver 15,4-5; 18,16; 19,8
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
muecas las naciones" 24. Así es, por dar un ejemplo, el caso del impío Nicanor, quien se
burla de los sacerdotes y de los ancianos y escupe el Templo (1 Macabeos 7,34).
En el Nuevo Testamento, la burla que padecen los buenos cristianos, ya no es
un castigo. Es participación en la suerte de su Maestro, que fue burlado y escupido. La
Carta a los Hebreos enumera la burla a la par de los azotes entre los sufrimientos de la
persecución: "unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una
resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones,
apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada..." (Hebreos 11,35-37).
Detrás de las burlas a personas, a sus nombres, a palabras, signos y símbolos
sagrados, hábitos religiosos, objetos de culto, espacios sagrados, está la acedia:
tristeza e irritación por los bienes que se escarnece. Esa burla, hija de la acedia, sigue
acompañando hoy a la Iglesia como forma de persecución, y es tan habitual que a
muchos ya no les causa extrañeza y pasa a menudo inadvertida hasta de las mismas
víctimas 25.
24
Salmo 43(44),14-15; 78(79),4; 79(80),7
25
Véase 3. y 4.10.
26
Gálatas 5,l7; Ver 7.2.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
diciendo: Os hemos tocado la flauta y no habéis bailado, os hemos entonado endechas,
y no habéis llorado. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino,
y decís: Demonio tiene. Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Ahí
tenéis a un comilón y a un borracho, amigo de publicanos y pecadores. Pero, la
Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos" (Lucas 7,3l-35)
27
Mateo 22,1-14; ver 8,11-12; Lucas 14,16-24
28
Ver 2.3.
29
Filipenses 2,2.5. A esta transformación del corazón apunta, como es sabido, la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús, surgida como una respuesta a los siglos de la acedia.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
de lo que se corre en el mundo de esta pobre carmelita. Miro en este instante a mi
Jesús y me río del mundo entero con El. Déjeme llorar entre sus brazos todo el día,
mientras los demás se ríen y se divierten, que poco me importa a mí llorar mirando a la
Alegría infinita, gustar la amargura junto a la dulzura divina de Jesús. (p.160). ¿Por qué
quieren enturbiar, mamacita, su felicidad, diciéndole que estoy triste, que lloro, etc.?
¿Por qué el mundo pretende despertar a los muertos para él, y encontrar en aquellos
que viven en los brazos de Jesús, tristezas? ¿No ve que es envidia del reposo, de la paz,
de la felicidad que inunda mi alma? ¡Cuán bien veo que los que inventan semejante
mentira no conocen lo que es vivir en el cielo del Carmelo y lo que es la gracia de la
vocación! Además, si en mis cartas, mamacita, nota usted alegría, felicidad. ¿Cómo
puede creerme tan doble para expresarle lo que no siento?30
Citas tomadas de: PURROY Marino, Teresa de los Andes cuenta su vida, Ed. Carmelo Teresiano, PP.
30
31
Véase Daniel RUIZ BUENO, Padres Apostólicos, BAC Madrid 1950, pp. 179ss. Ruiz Bueno traduce los
términos griegos "zélos" y "fthonon", y a veces "baskanía", indistintamente por "emulación", "celo" o
"envidia", pero es claro que se trata de casos de acedia. El texto citado a continuación está en O.c. p.
181.
32
Ad Corintios IV,7-13
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
romano, el lector podrá ahora advertir más fácilmente cuánto de acedia tuvo el
Pecado Original.
Acedia tanto en el Tentador, como en Adán y Eva: "Por acedia del Diablo entró
la muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen" (Sabiduría 2,24).
La Serpiente es la primera que "tiende lazos a los justos que la fastidian"
(Sabiduría 2,12). Lo hace con Adán y Eva y lo hará con Job (Job 1,1-22). Después de
ella, la raza de sus descendientes se airará de igual modo contra el justo y querrá
también ponerlo a prueba: "Es un reproche de nuestros criterios, su sola presencia nos
es insufrible, lleva una vida distinta de todas y sigue caminos extraños...sometámosle
al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza" (Sabiduría 2,14-
15.19).
El Tentador los indujo a acedia. Tristeza de no ser como Dios, tristeza a causa
del mandamiento, y de allí se siguió la desobediencia. Así comenzaron: 1º) el
desacuerdo entre los apetitos y 2º) el trastorno de los sentidos, característicos de la
naturaleza caída.
Apetito y Visión
En el relato bíblico de la caída se nos enseña, en primer lugar, que el apetito
gobierna la visión: "el día en que comiereis, se os abrirán los ojos". Y en segundo lugar,
que la visión, a su vez, excita el apetito: "como viese la mujer que era bueno para
comer y apetecible a la vista".
El pecado ha modificado la manera de percibir. Ha trastornado precisamente la
capacidad de conocer el bien y el mal: "entonces se les abrieron a entrambos los ojos y
conocieron que estaban desnudos" (Génesis 3,5-7).
Esta relación entre apetito y visión es fundamental para comprender la
naturaleza de la acedia. Ella nos orientará a la hora de ocuparnos de la
pneumodinámica de la acedia (Ver 7.). La acedia, como tristeza por el bien, supone una
ceguera para percibirlo. Sólo la insensibilidad para el bien puede explicar la aversión
hacia él. Este mal implica pues, un trastorno de las facultades.
33
El Bien que no ve el tamarisco en el desierto, es la lluvia. En el plano espiritual, la lluvia significa las
obras, los dones y la gracia de Dios, y particularmente los bienes mesiánicos. El Padre de Jesús hace
salir el sol, y hace llover sobre buenos y malos (Mateo 5,45). Se trata del Rocío de lo Alto y del Sol de
Justicia, nombres del Mesías y de la Salvación mesiánica que él trae y ofrece indistintamente a todos los
hombres. Zacarías canta en el Benedictus: "Nos visitará el sol que nace de lo alto" (Lucas 2,78).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Si el impío no ve el bien: "los rectos - por el contrario - lo ven y se alegran, a la
maldad se le tapa la boca" (Salmo 106,42). Es propio de Dios el mostrar o hacer ver los
bienes salvíficos: "En tu luz vemos la luz" (Salmo 35,10); "Abreme Señor los ojos y
contemplaré las maravillas de tu voluntad" (Salmo 118, 18); "Al que sigue el buen
camino le haré ver la salvación de Dios" (Salmo 49,23).
Sin la ayuda de la gracia de Dios, ni los mismos miembros del pueblo de Dios
serían capaces de ver y reconocer las grandes gestas de la salvación: "Habéis visto
todo lo que hizo el Señor a vuestros propios ojos en Egipto con Faraón, sus siervos y
todo su país: las grandes pruebas que tus mismos ojos vieron, aquellas señales,
aquellos grandes prodigios. Pero hasta el día de hoy no os había dado el Señor corazón
para entender, ojos para ver, ni oídos para oír" (Deuteronomio 29,1-3).
En cuanto a los bienes del Nuevo Testamento, Jesús afirma que es necesario
nacer de nuevo y de lo alto para "ver el Reino" (Juan 3,3.5).
El alimento del niño mesiánico, y el del pueblo de los tiempos mesiánicos será
"cuajada y miel para que aprenda a rehusar lo malo y elegir lo bueno" (Isaías 7,15-16;
22). La cuajada agria y la miel dulce enseñan a distinguir los sabores del bien y del mal:
de la dulzura y el gozo de la caridad, y del agriamiento de la acedia. Aquí también, los
sabores adiestran la visión.
La divina presencia que tiene lugar con la llegada del Emmanuel, enseña al
pueblo a discernir el bien y el mal.
34
Véase también Mateo 23,13; Lucas 7,31-35
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Trataremos a continuación de una serie de episodios y temas bíblicos que
ilustran la apercepción-dispercepción características de la acedia: la idolatría de las
naciones y del pueblo elegido; la ceguera de los discípulos de Jesús; la ceguera de los
guías espirituales de Israel; el menosprecio y rechazo de los profetas; el desprecio de la
Tierra prometida, el menosprecio del testimonio de Jesús, la acedia de Pedro frente a
la Cruz.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Algo más matizada y benévolamente juzga a los idólatras el Sabio. El idólatra -
dice - "vale ciertamente más que los ídolos que adora: él, por un tiempo al menos, goza
de vida, ellos jamás" (Sabiduría 15,17b).
Lo cual no impide que el sabio considere que es una misma clase de ceguera la
que llevaba a los impíos: 1º) a ignorar al verdadero Dios, 2º) a adorar a los ídolos, 3º) a
perseguir al pueblo elegido y 4º) a desoír la voz del Dios que quería sacar a su pueblo
de Egipto. Eran tan ciegos para las obras de Dios como para sus designios. Y esa
ceguera, no sólo los privó de los grandes y verdaderos bienes sino que los precipitó en
la destrucción y la ruina causada por tremendos castigos. Terrible mal, la acedia.
35
Jeremías 24,7; 31,31-34; 32,39; Ezequiel 36,26-27; Salmo 50(51),12; ver Jeremías 4,4; Oseas 2,22
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Aún en los casos en que el pueblo elegido ve mejor y más que los paganos, la
Escritura enseña que eso no se debe a méritos o capacidades propias, sino porque el
Señor le hace capaz de ver: "Habéis visto todo lo que hizo el Señor a vuestros propios
ojos en Egipto con Faraón, sus siervos y todo su país: las grandes pruebas que tus
mismos ojos vieron, aquellas señales, aquellos grandes prodigios. Pero hasta el día de
hoy no os había dado el Señor corazón para entender, ojos para ver, ni oídos para oír"
(Deuteronomio 29,1-3).
Conviene notar por último, antes de abandonar este recorrido por los textos, y
en vistas a los análisis sobre las causas de la acedia que haremos más adelante, que lo
que precipita al pueblo elegido en la acedia suele ser o la impaciencia o el miedo.
Impaciencia en los sufrimientos de la travesía por el desierto o miedo a sus enemigos.
Las privaciones borran la memoria de las gestas divinas de liberación, debilitan su
esperanza en las promesas de Dios, le impiden ver las obras del Señor que lo
acompañan, y esperar que lo auxiliará contra sus enemigos, como le asegura.
36
Marcos 8,14-21; ver Mateo 15,16
37
Romanos 1,18-23; ver Salmo 105(106),20; Exodo 32
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Aquí también, la perversión de la visión está vinculada con la perversión de los
apetitos: "Aprisionar la verdad con la injusticia", como dice el Apóstol, es distorsionar
la percepción del bien por la pasión y el apetito desordenados. Y una vez aprisionada la
verdad, ya no es posible liberarse y se queda esclavizado y a merced de los apetitos.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
A esta altura del relato evangélico de Marcos, Jesús ha hecho innumerables
curaciones y milagros. Acaba de dar el signo de la segunda multiplicación de los panes
ante una multitud, como va a recordárselo a sus discípulos un poco más adelante
(8,19-20). Esa capacidad del pueblo elegido para tentar a Dios, se mezcla, como una
levadura agria, con los prodigios del maná.
El salmista refiere las quejas y gemidos de Dios por esta dureza de corazón de
sus elegidos: "Volvían una y otra vez a tentar a Dios, a exasperar al Santo de Israel"
(Salmo 77(78),41).
El mártir Esteban se hace eco de esta diatriba de Jesús. Ella proviene del mismo
celo caritativo por la corrección del pueblo amado, de la misma fortaleza ante el
martirio y de la misma capacidad de perdonar que tuvo Jesús:
38
Por agria, la levadura vieja, no renovada en la Pascua como estaba prescrito, nos habla de la acedia.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
"¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre
resistís al Espíritu Santo! ¡Como fueron vuestros padres así sois vosotros! ¿A qué
profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de
antemano la venida del Justo, de aquél a quien vosotros ahora habéis traicionado y
asesinado, vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis
guardado" (Hechos 7,51-53).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
numeroso y más alto que nosotros, las ciudades son grandes y sus murallas llegan
hasta el cielo. Y hasta gigantes hemos visto allí" (Deut. 1,25-28).
El pueblo estaba ciego no sólo para las obras de Dios, sino para sus motivos:
atribuía a odio las obras de amor; confundía el plan de salvación con un plan de
destrucción. Por eso, debido a su incredulidad, raíz de acedia, se entristecía por lo que
debería alegrarse.
Moisés trató de alentarlos moviéndolos a creer en el amor y en la asistencia de
Dios: "Yo os dije: `No os asustéis, no tengáis miedo de ellos. El Señor vuestro Dios, que
marcha delante de vosotros, combatirá por vosotros, como visteis que lo hizo en
Egipto, y en el desierto donde has visto que el Señor tu Dios te llevaba como un hombre
lleva a su hijo, a todo lo largo de este camino que habéis recorrido hasta llegar a este
lugar. Pero ni aún así confiasteis en el Señor vuestro Dios que era el que os precedía en
el camino y os buscaba lugar donde acampar, con el fuego durante la noche para
alumbrar el camino, y con la nube durante el día" (Deut. 1,29-33).
A pesar de las muestras de amor y de asistencia divina que el pueblo había visto
- como le recordaba Moisés - se mantenía ciego. ¿Cuál iba a ser el castigo?: "esta
generación incrédula, no verá la tierra prometida ni entrará en ella".
Su ceguera, su incredulidad, su acedia, se harán proverbiales. Los rabinos
hablarán de ella como "la generación del desierto" y la enumerarán en una misma lista
con otras generaciones impías: la generación del Diluvio y la generación de Sodoma.
Ninguna de esas generaciones, piensan los maestros de Israel, heredarán la tierra, ni
entrarán en el siglo futuro: "El Señor oyó el rumor de vuestras palabras y en su cólera
juró así: 'Ni un solo hombre de esta generación perversa verá la espléndida tierra que
yo juré dar a vuestros padres, excepto Caleb hijo de Yefunné'" (Deut. 1,34-36).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
"Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser dice: ¿Por qué esta
generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna
señal" (Marcos 8,12).
"Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y
pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria
de su Padre con los santos ángeles" (Marcos 8,38).
"¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo
tendré que soportaros?" (Marcos 9,19).
"¿Con quién compararé a esta generación? Se parece a los niños sentados en
las plazas..." (Mateo 11,16).
Esta recorrida algo prolija por episodios y textos bíblicos relativos a la acedia, pero
muchos de ellos no referidos por lo común explícitamente a ella, habrá servido -
esperamos - para familiarizar al lector con el ámbito de actitudes de espíritu
39
Véase: Mataron a los Profetas
40
1ª Pedro 3,13; 4,1.12-14.16
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
ejemplares y arquetípicas de la acedia. Servirá de orientación y fundamento de lo que
sigue.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
3.) ACEDIA Y MARTIRIO
A partir de esta fe, se elabora la espiritualidad martirial de los primeros siglos
de la Iglesia, en la cual la acedia aparece en un triple aspecto: 1) la causa del martirio
es acedia en el perseguidor; 2) el miedo al martirio es acedia en el cristiano que lo
teme; 3) el Demonio, por acedia, inspira y mueve a los perseguidores; procura de
todos modos corromper el juicio y sentir de los mártires, hacerlos apostatar mediante
los tormentos y el temor a la muerte. Y, cuando no lo logra, trata de impedir o
postergar su martirio, para evitar su victoria.
50
Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica V,1,60. Véase Daniel RUIZ BUENO, Actas de los Mártires
p.152
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
"Así pues, los cuerpos de los mártires, sometidos a todo género de ultrajes
(dejados insepultos, arrojados a los perros) permanecieron seis días a cielo raso, y
luego, quemados y reducidos a cenizas fueron arrojadas éstas en un montón al río
Ródano, que corre allí cerca, con la deliberada intención de que no quedara rastro de
ellos sobre la tierra: 'que no les quede, decían los paganos, ni esperanza de resucitar,
pues fundados en esa esperanza tratan de introducir entre nosotros una religión
extranjera y nueva y desprecian los tormentos, dispuestos a morir y aún a morir
alegremente. Vamos a ver ahora si resucitan y si su Dios puede socorrerlos y sacarlos
de nuestras manos'."
Este trágico malentendido de los incrédulos ante los creyentes recuerda el
conciliábulo de los impíos en el libro de la Sabiduría: "Sometámosle al ultraje y al
tormento para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte
afrentosa, pues según él, Dios le visitará" (Sab. 2,20).
51
El contexto de la cita merece reproducirse íntegro como ejemplo de cómo se respondía a la burla como
persecución: "En cuanto a reírte de mí, llamándome cristiano, no sabes lo que dices. En primer lugar,
porque, siendo cristiano lo mismo que ungido, lo ungido es agradable y provechoso, y en modo alguno
digno de risa. Porque ¿qué nave puede ser provechosa y salvarse si no se la unge primero? ¿Qué casa o
qué torre es de bella forma o provechosa, si no se la unge? ¿Qué hombre al entrar en el mundo o al ir al
combate no se unge con aceite? ¿Qué obra o qué ornato puede tener bella apariencia, si no se la unge y
abrillanta? En fin, el aire y toda la tierra bajo el cielo está en cierto modo ungida por la luz y el viento. ¿Y
tú no quieres ser ungido por el óleo de Dios? Pues nosotros nos llamamos cristianos porque nos ungimos
con el óleo de Dios" Los tres Libros a Autólico, L.1º, 12; en: Daniel RUIZ BUENO, Padres Apologistas
Griegos (S.II), p. 779
52
Diálogo con Trifón, 9,2; Padres Apologistas griegos, Ed. cit. p.316
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
como vosotros? ¿O es que también nuestra vida y nuestra moral es objeto de
calumnias entre vosotros? Quiero decir, si es que también vosotros creéis que nos
comemos a los hombres, y que, después del banquete, apagadas las luces, nos
revolcamos en ilícitas uniones"53.
La Acedia de Herodes
Bien puede considerarse la acedia de Herodes como un ejemplo arquetípico de
acedia persecutoria (Mateo 2,1-18). En el relato de Mateo no se nos dice
explícitamente que Herodes quería matar al niño Mesías por considerarlo su rival. Era
innecesario decirlo por obvio.
Herodes es, pues, un arquetipo evangélico de las motivaciones de la envidia
anticristiana en el corazón de los poderosos de este mundo, los cuales tienen su gloria
en el poder, el honor y el dinero. Ven la gloria del Mesías como una amenaza para su
propia gloria. Herodes en vez de alegrarse con la llegada del Deseado de los justos de
Israel: "se turbó" (2,3) y luego, al verse burlado por los Magos "se enfureció
terriblemente y mandó matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos
años para abajo" (2,16).
A lo largo de su historia, la Iglesia volverá una y otra vez a tener que enfrentar
el recelo y la emulación de los poderosos de este mundo: de los emperadores
romanos, de los reyes absolutistas, de los estados ilustrados, racionalistas, liberales,
totalitarios56.
3.2.) Acedia de los Perseguidos
53
Diálogo con Trifón, 10,1; Edic. cit. p. 317.
54
Como ya hemos notado, pero conviene insistir, de la palabra latina "invidentes" usada aquí por San
Agustín, derivan el latino "invidia" y el castellano "envidia".
55
"Odor iste vegetat diligentes, necat invidentes. Si enim non esset claritudo sanctorum, invidia non
surgeret impiorum (...) quanto amplius frangebantur, tanto amplius odor diffundebatur" S. Agustín, Sermón
273, El Culto a los Mártires, Martirio de Fructuoso, Augurio y Eulogio (O.C. Ed. BAC T. XXV p.7-8). S.
Agustín aplica 2 Corintios 2,14-16.
56
Ver 4.4. y 4.11
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Padecen también acedia los cristianos que no aceptan el martirio - ya sea para
sí, ya sea para otros - y "se avergüenzan" de la Cruz de Cristo, del combate de los
mártires, o de los sufrimientos que ellos mismos han de abrazar para ser verdaderos
discípulos y alcanzar la vida eterna.
La literatura cristiana confortatoria comienza ya con las enseñanzas de Jesús
mismo 57. Los Santos Padres, Ignacio de Antioquía, Justino, Orígenes, Tertuliano, San
Cipriano, y otros escritores eclesiásticos como Prudencio, han dejado escritos con
enseñanzas sobre el martirio.
Aunque la perspectiva del martirio siempre es temible, y la pastoral del martirio
puedan hacerla competentemente sólo los que tienen pasta para padecerlo, la
doctrina es clara y aceptada en la Iglesia. Y no necesitamos demostrar que el temor al
martirio sólo pueda provenir de nuestra ceguera y acedia58.
A este propósito pueden traerse aquí las palabras del mártir Ignacio de
Antioquía cuando ruega a los romanos que no traten de intervenir para impedir su
martirio. Ignacio califica esa mal entendida piedad como un acto de acedia:
"Perdonadme: yo sé lo que me conviene. Ahora empiezo a ser discípulo. Que
ninguna cosa, visible ni invisible, se me oponga por acedia, a que yo alcance a
Jesucristo. Fuego y cruz, y manadas de fieras, quebrantamientos de mis huesos,
descoyuntamientos de miembros, trituraciones de todo mi cuerpo, tormentos atroces
del diablo, vengan sobre mí, a condición sólo de que yo alcance a Jesucristo. De nada
me aprovecharán los confines del mundo ni los reinos todos de este siglo. Para mí es
mejor morir en Jesucristo que ser rey hasta los términos de la tierra (...) Perdonadme
hermanos: no me impidáis vivir; no os empeñéis en que yo muera; no entreguéis al
mundo a quien no anhela sino ser de Dios; no me tratéis de engañar con lo terreno.
Dejadme contemplar la luz pura. Llegado allí, seré de verdad hombre. Permitidme ser
imitador de la pasión de mi Dios. Si alguno lo tiene dentro de sí, que comprenda lo que
yo quiero y, si sabe lo que a mí me apremia, que tenga lástima de mí" 59.
61
Ad Trallanos IV, 1-2
62
Ad Romanos 4,1.3
63
Véase John PETRUCCIONE The Persecutor's Envy and the Martyr's Death in Peristephanon 13 and
7. en: Sacris Erudiri 32,2 (1991) pp. 69-93. Este artículo nos inspiró para este numeral y lo utilizamos
ampliamente.
64
Peristéfanon, quiere decir en griego, literalmente: "Acerca de la Corona", es decir, la corona del martirio
considerada como corona del triunfador.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
En Peristéfanon 13, Cipriano aparece deseando el martirio, que le abriría las
puertas del Paraíso, y manifiesta su temor de que la envidia de Satanás disuada al juez
y le arrebate la gloria. Prudencio usa una expresión tradicional en la Iglesia de su
época, para referirse a la envidia de Satanás: la envidia del tirano, o la envidia tiránica.
Para Prudencio y para la Iglesia de su época, el demonio era el más cruel y osado de los
tiranos. En su obra Hamartigenia65, en la que trata del origen del pecado, Prudencio
presenta la caída original como una revolución de Satanás contra la legítima autoridad
divina. Induciendo a Adán a pecar, el Enemigo usurpó el poder de Dios sobre el
hombre y el poder del hombre sobre la creación, e instaló su tiranía. En cuanto las
autoridades romanas oprimían y perseguían injustamente al pueblo de Dios, actuaban
como tiranos, inspirados por la envidia del Tirano.
Comentando el martirio de San Cipriano, San Agustín afirma que el demonio
hablaba por la boca del juez sin que éste comprendiera lo que estaba diciendo. En
efecto, el juez trataba de impedir la muerte de Cipriano, con lo que impedía su
coronación66.
En atención a los fieles a los que quiere confortar y edificar, Prudencio presenta
a Cipriano como ejemplo de fidelidad a las promesas del bautismo y de firmeza en no
volverse atrás hacia la vida supersticiosa y pecadora de su pasado pagano. La envidia
tiránica, cobrando forma de clemencia acediosa, pretende precisamente eso, hacerlo
volver atrás. Pero Cipriano quiere dar ejemplo de fortaleza a toda su grey y Jesús le
concede la gracia de convertirse en un conductor de mártires (dux cruoris); en un
maestro de la espiritualidad martirial, creíble y autorizado porque practicó lo que
predicaba.
Era ésta una segunda motivación que tenía la envidia de Satanás para postergar
y eludir su martirio. El martirio de Cipriano no sólo le abría al mismo obispo las puertas
del cielo, sino que dejaba un ejemplo influyente y un modelo de conducta virtuosa
para las generaciones venideras de creyentes. Siguiendo el ejemplo de Cipriano,
muchos cristianos comunes vencerían las tentaciones de la carne con las que el tirano
envidioso trata de encadenarlos a este mundo efímero.
En Peristéfanon 7, Prudencio, a raíz del martirio del obispo Quirinio, subraya
que el martirio es una gracia que hay que implorar a Dios, pues el demonio trata de
impedirla cuando ve al mártir decidido a morir.
Prudencio expone esta doctrina no sólo en atención a las situaciones de
martirio, sino en atención a la lucha de los fieles en su vida ordinaria, mostrándoles
que tanto el martirio como los heroísmos que exige la vida cristiana, han de
comprenderse enmarcándolos en el vasto contexto de la historia bíblica de la
salvación, en cuyo origen está la envidia satánica, la cual sigue operando en sus
tentaciones.
Otro autor en el que encontramos testimoniada la acedia del demonio como
protagonista de la persecución y el martirio es San Justino. Este les reprocha a los
paganos el injusto trato que infieren a los cristianos y lo atribuye a instigación de los
demonios, en estos términos: "nosotros hacemos profesión de no cometer injusticia
alguna y de no admitir opiniones impías, pero vosotros no lo tenéis en cuenta, y
65
Hamartigenía: génesis u origen del pecado
66
S. Agustín, Sermón 309,5 (PL 38,1412).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
movidos de irracional pasión y azuzados por perversos demonios, nos castigáis sin
proceso alguno y sin sentir por ello remordimiento" 67.
Perpetua superó también otras pruebas del Maligno: las de los afectos del
corazón humano. Pruebas éstas mucho más crueles y dolorosas, y por las que podía
agigantarse, para un corazón femenino, la tentación de entristecerse por su martirio:
desprenderse de su hijo de pecho, desoír las súplicas desgarradoras de su padre,
permaneciendo inflexible ante sus clamores desesperados. Perpetua era la hija
predilecta de su padre. Este era un cristiano débil que no comprendía ni quería saber
nada de martirio y a quien la persecución, arrebatándole con el mismo zarpazo a la
esposa y los hijos, iba a dejar solo y desesperado. Como dice Perpetua dolorida y
pensativamente: "era el único que no iba a alegrarse". Pero ella cargaba sobre sí
también ese dolor de su progenitor, y el que le producía la imposibilidad de ceder para
consolarlo; pasando así por insensible, desamorada o despiadada, ante el autor de sus
días. No poder doblegarse a esos ruegos fue quizás mucho más duro para Perpetua
que desoír las amenazas y superar los tormentos de los enemigos 71.
67
San Justino, Apología 1ª, 5,1; en: Daniel RUIZ BUENO, Padres Apologistas Griegos(S.II), BAC, Madrid
1954, cita en p. 186
68
O.c. VIII
69
Comenta San Agustín: "Pisado fue, pues, el dragón con pie casto y planta vencedora, cuando apareció
aquella empinada escalera, por la que la bienaventurada Perpetua había de llegar a Dios" (Sermón
CCLXXX, PL 38, 1.280-85)
70
Martirio de Santa Perpetua, Felicidad y Compañeros, X; D. RUIZ BUENO p. 430
71
"Mi padre, consumido de pena, se acercó a mí con la intención de derribarme, y me dijo: Compadécete,
hija mía, de mis canas; compadécete de tu padre, si es que merezco ser llamado por ti con el nombre de
padre. Si con estas manos te he llevado hasta esa flor de tu edad, si te he preferido a todos tus
hermanos, no me entregues al oprobio de los hombres. Mira a tus hermanos, mira a tu madre y a tu tía
materna; mira a tu hijito, que no ha de poder sobrevivirte. Depón tus ánimos, no nos aniquiles a todos,
pues ninguno de nosotros podrá hablar libremente si a ti te pasa algo. Así hablaba como padre, llevado
de su piedad, mientras me besaba las manos y se arrojaba a mis pies y me llamaba, entre lágrimas, no ya
su hija, sino su señora. Y yo estaba transida de dolor por él, pues era el único de toda mi familia que no
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
La muerte por la espada le llegó a Perpetua cuando ya había mortificado y
ofrecido a Cristo el sacrificio de sus mayores afectos, a Quien, puesta a prueba por el
Demonio, había demostrado amar más que a los suyos; más que a su esposo, que a su
padre y a su hijo.
La mártir Felicitas, ruega para que se adelante el parto de su hijo y poder así
obviar el impedimento legal que no le permite participar en el martirio con su amiga
Perpetua y sus demás compañeros 72. El Señor atiende sus oraciones y se sirve
adelantar su parto al octavo mes.
De Perpetua, leemos que: "ella misma llevó a la propia garganta la diestra
vacilante del gladiador novato. Tal vez mujer tan grandiosa no hubiera podido ser
muerta de otro modo, como quien era temida del espíritu inmundo, si ella misma no lo
hubiera querido" 73. A esa altura del martirio, la muerte de la santa era una derrota
para el enemigo. Y lo fue la decisión de Perpetua de aceptarla tan animosa y
decididamente.
Ya vimos cómo Ignacio de Antioquía previene a los fieles de Roma para que no
impidan su martirio convirtiéndose en aliados del demonio que se lo quiere impedir, ya
sea haciendo que lo rechace por acedia, ya sea que acepte ser sustraído por los buenos
oficios de otros, ya sea evitando que las fieras lo despedacen o postergándolo de
cualquier otro modo:
"El príncipe de este mundo está decidido a arrebatarme y corromper mi
pensamiento y mi sentir, dirigido todo a Dios. ¡Que nadie pues, de los aquí presentes le
vaya a ayudar; poneos más bien de mi parte, es decir de parte de Dios. No tengáis a
Jesucristo en la boca y luego codiciéis el mundo. Que no more entre vosotros ninguna
clase de envidia [=baskanía]" 74.
También es el mismo demonio quien impide que se recojan las reliquias del
mártir para honrarlas con amor: "El diablo, que siempre es enemigo de los justos, como
viera la fuerza del martirio y la grandeza de la pasión, su vida entera irreprensible y el
mérito aún mayor de su muerte, excogitó el modo para que no pudieran retirar los
había de alegrarse de mi martirio (...) Otro día (...) apareció mi padre con mi hijito en brazos, y me
arrrancó del estrado suplicándome: Compadécete del niño chiquito. Y el procurador Hilariano (...) dijo:
Ten compasión de las canas de tu padre, ten consideración de la tierna edad del niño. Sacrifica por la
salud de los emperadores. Y yo respondí: No sacrifico. (...) Y como mi padre se mantenía firme en su
intento de derribarme, Hilariano dio orden de que se le echara de allí, y aún le dieron de palos. Yo sentí
los golpes a mi padre como si a mí misma me hubieran apaleado. Así me dolí también por su infortunada
vejez (...) Como el niño estaba acostumbrado a tomarme el pecho y estar conmmigo en la cárcel, envié al
diácono Pomponio a reclamárselo a mi padre. Pero mi padre no lo quiso entregar, y por quererlo así Dios,
ni el niño echó ya de menos los pechos ni yo sentí más hervor en ellos" (Acta del Martirio de Perpetua,
Felicidad y Compañeros, V, (O.c. p. 424-426).
72
Por ley, no podía ser ejecutada en ese estado.
73
Martirio de Perpetua, Felicidad y Compañeros XXI; D. RUIZ BUENO, p.439
74
Ad Romanos 7,1-2
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
nuestros el cuerpo del mártir, por más que había muchos que deseaban tener parte en
sus santos despojos" 75.
75
Martirio de Perpetua, Felicidad y Compañeros XIV
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
4.) LA CIVILIZACION DE LA ACEDIA
Después de habernos referido a las enseñanzas sobre la acedia que se
desprenden de la Sagrada Escritura y de la experiencia del martirio, corresponde ahora
describir diversas formas de este mal espiritual, tal como se ha dado y se da en nuestro
tiempo y entre nosotros. Ya tuvimos ocasión antes, a propósito de algunos pasajes
bíblicos - como por ejemplo el de Mikal en la traslación del Arca - de referirnos, por
adelantado, a fenómenos de acedia tomados de nuestra actual experiencia.
76
De la acedia en la vida religiosa y particularmente en la monástica y contemplativa, nos ocuparemos
en el capítulo 5. Aquí nos referimos a la acedia entre los religiosos en el contexto amplio, de la acedia en
común, entre religiosos o laicos.
77
Esta obturación y obduración de la conciencia es un mecanismo que los Padres comparan con lo que
hicieron los filisteos rellenando de tierra los pozos que cavara el patriarca Jacob: "Cuando Dios creó al
hombre, puso en él un germen divino, una especie de facultad más viva y luminosa que una chispa, para
iluminar el alma y permitirle discernir entre el bien y el mal. Es lo que llamamos conciencia, que no es
sino la ley natural. Ella está representada - según los Padres - por los pozos que cavó Jacob y que los
filisteos llenaron de tierra" (Génesis 26,15-18). Doroteo de Gaza, Conferencias,(Ed. Fernando Rivas OSB,
Bs.As. Ecuam 1990) 3ª Conferencia: La Conciencia; p.25.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
A semejanza del pueblo de Israel que "se impacientó por el camino" (Números
21,4), se abandona el de las virtudes teologales y se rumbea por otros, de vuelta a
Egipto y a los consuelos que dan las creaturas.
Este fenómeno no es exclusivo de la vida religiosa 78. Se da en todos los ámbitos
de la vida eclesial, en todos los cuales, sin excepción, es dable observar procesos de
regresión espiritual, en sentido contrario al de la conversión.
Después de haberse convertido de la embriaguez de las creaturas y del mundo
y haberse vuelto hacia Dios, se retorna de Dios hacia la mundanidad. Como lo
lamentaba ya el apóstol en la comunidad primitiva:
"Más les valiera no haber conocido el camino de la justicia que, una vez
conocido,volverse atrás del santo precepto que les fue trasmitido. Les ha sucedido lo de
aquel Proverbio (26,11) tan cierto: `el perro vuelve a su vómito' y `la puerca lavada, a
revolcarse en el barro'" (2ª Pedro 2,22).
78
San Bernardo explica que los laicos ni siquiera suelen darse cuenta de este vicio porque están
distraídos en las cosas del mundo: "Este vicio veja y aflige sobre todo a los religiosos, porque son raros
los seglares que se den cuenta si eso es vicio. Puesto que están tan atados al mundo, que apenas
pueden comprender el nombre de un vicio espiritual como éste, aunque se cuente entre los siete
capitales. Sin embargo es este vicio de acedia el que les causa esa especie de pesadez de alma que
hace que les parezcan insípidos y extremadamente aburridos todos los ejercicios espirituales". De
Passione Domini sive Vitis mystica, 66, PL. 184, 579 y 674.
79
De la acedia en la vida religiosa activa nos ocupamos en 5.5.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
agudamente Antuña - no se necesita el Bautismo, y los paganos supieron escalar
dignamente, sin él, altas cumbres morales”80.
a su Creador, en la medida en que Lo siguiese tomando en cuenta como tal, no se estaría apartando de
El. La lógica cruda y consecuente de la negación de Dios, reduce las creaturas a cosas, prescindiendo de
su relación creatural constituyente.
83
Summa Theol. II-IIae. Q.35, Art. 4, ad 2m
84
Summa Theol. II-IIae. Q.34, Art. 6, c
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
racionalistas y librepensadores, herederos de la saña anticatólica de raíz protestante y
tronco jansenista. El mito del Progreso legitimó el etnocidio de las poblaciones
católicas, consideradas bárbaras y atrasadas 85.
El catolicismo y el clero fueron considerados como causas del retraso y la
barbarie de esos pueblos. Con estos esquemas dogmáticos pensaron en el Río de la
Plata un Domingo Sarmiento y un José Pedro Varela, voceros de una clase de doctores,
sacerdotes y levitas de la nueva religión del Progreso. Fue Razón contra Fe, Filantropía
contra Caridad, Progreso contra Esperanza 86.
85
La destrucción de los treinta y cuatro pueblos guaraníes es quizás uno de los ejemplos más claros de la
saña arrasadora de la acedia. Primero entregados a los portugueses y desmantelados por fin, sólo la
envidia, la tristeza por el bien, puede explicar su ruina, y concomitantemente, la expulsión de los jesuitas y
la extinción de la Compañía de Jesús.
86
Vaya un ejemplo: Porque un jesuita predicó en un templo que "la filantropía es la moneda falsa de la
caridad" fueron expulsados los jesuitas del Uruguay durante la presidencia de Pereyra, a mitad del siglo
XIX. La homilía del jesuita tuvo lugar en la ceremonia de votos de una religiosa de la Caridad del Huerto,
en la Capilla del Hospital de Caridad (hoy Maciel). La expulsión se debió a presiones de grupos que por
otra parte se consideraban adalides de la libertad de pensamiento, de expresión y de prensa, los cuales
alegaban que la predicación del jesuita "perturbaba la paz pública".
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
manifiesto, y que, sin embargo, eran presentadas como pertenecientes al patrimonio
común. En todas partes tropezaba con elementos del patrimonio cristiano, que, sin
embargo, eran esgrimidos contra él" 87.
El nombre de la Edad Moderna parece denotar esa condición modal de
oponerse al catolicismo, que la caracteriza. El anticatolicismo moderno imita los modos
cristianos para combatir lo cristiano; desde la Reforma protestante misma, invocó
principios de cuño cristiano e introdujo modalidades cristianas para oponerse a lo
cristiano y abolirlo. Fue, como lo señala Guardini, una época que se opuso al
cristianismo por impostura 88 .
Ante esta hipocresía de la Edad Moderna, Guardini reclama: "Es preciso que el
incrédulo salga de la niebla de la secularización, que renuncie al beneficio abusivo de
negar la Revelación, apropiándose sin embargo de los valores y energías desarrolladas
por ella; es preciso que ponga en práctica seriamente la existencia sin Cristo y sin el
Dios revelado por El, y que tenga la experiencia de lo que eso significa" 89.
Nosotros agregaríamos que sería conveniente y quizás necesario para que se
pudieran abrir los ojos de algunos, que los gobernantes ateos de pueblos creyentes
hiciesen de una buena vez la experiencia de tener que gobernar masas totalmente
descristianizadas. Pues históricamente les fue fácil imponerse despóticamente a
poblaciones católicas dóciles, acostumbradas a respetar la autoridad, lo que les
permitió aprovecharse de sus reservas morales al mismo tiempo que hacían todo lo
posible para destruir las fuentes y las raíces de esas reservas. Les fue muy fácil
deshumanizar a la vez que se apoyaban en las reservas de humanidad acumuladas por
siglos de fe. Guardini previno que "se va a desarrollar un nuevo paganismo, pero de
naturaleza distinta que el primero" (....) "si el hombre actual se hace pagano, lo será en
un sentido totalmente diferente al del hombre del tiempo anterior a Cristo".
Asistiremos entonces a "una tentativa no sólo de colocar la existencia en contradicción
con la Revelación Cristiana, sino de basarla en fundamentos independientes de la
misma y totalmente secularizados (...) La edad futura tomará en serio aquellos
aspectos en que se opone al Cristianismo. Hará ver que los valores cristianos
secularizados no son sino sentimentalismos, y el ambiente será transparente: lleno de
hostilidad y peligro, pero puro y sincero"90.
87
Romano GUARDINI, El Ocaso de la Edad Moderna Ed. Guadarrama, Madrid 1958, p. 138.
88
Esa característica recuerda la del Anti-Cristo, ese personaje misterioso, individual y colectivo, que
parece designar al mismo tiempo a un tipo de hombre y al líder que ese grupo humano suscita, que se
opone y combate a Cristo haciéndose pasar por él.
89
O.c. p.139
90
O.c. pp. 139-144. En esto, el pronóstico de Guardini coincide con el que antes hiciera Kierkegaard.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
memoria a riesgo de ser descalificado. Hay también evaluaciones que están proscritas.
Hay, por fin, una historia oficial contada por la acedia.
De poco ha valido que los grandes mitos modernos - del Progreso, de la
Filantropía, del Hombre naturalmente bueno, del Estado bienhechor, de la Libertad de
Pensamiento, Prensa y Comercio, de la Sociedad justa, libre y sin clases, de las Leyes
del Mercado 91 - hayan ido siendo desmentidos sarcásticamente y de manera cruel por
las guerras mundiales calientes o frías, la ruina social de los pueblos colonizados, los
totalitarismos de estado más brutales y embrutecedores de las sojuzgadas naciones,
las persecuciones religiosas más sangrientas o taimadas y tenaces 92.
De poco ha valido, ante la fragilidad de la memoria de muchos y ante la
penetración de la acedia en las academias históricas, que los horrores vistos en los
últimos siglos, dieran el mentís más formal al optimismo antirreligioso y a las
ideologías del progreso nacidas de la acedia y del odio a Dios. Aún no se han
reconocido las verdaderas raíces del fenómeno que ha sumido a Occidente, y desde él
al mundo, en una lluvia ácida: una lluvia de acedia.
Sería tarea y misión de algún historiador creyente ofrecernos una comprensión
profética del rol que la acedia jugó como motor de la historia en los siglos de la
Modernidad hasta nuestro días. Quedaría en evidencia lo que hemos tratado de
esbozar aquí: que la acedia no es sólo una fuerza negativa en el ámbito individual, del
alma del hombre frente a Dios, sino un espíritu que se ha mostrado históricamente
como generador de filosofías, políticas, legislaciones, revoluciones, culturas y
conductas; y que lamentablemente ha inspirado persecuciones a las poblaciones
católicas, con guerras, deportaciones, liquidaciones, empobrecimiento y extinción por
medios socio económicos, como son las medidas de política habitacional y
demográfica. Un conato de etnocidio semejante al sufrido en Egipto por Israel, que -
por lo visto - era prefiguración del que había de padecer la Iglesia.
Acedia y Apostasía
Consecuencia de los factores metahistóricos que han dominado estos últimos
siglos del segundo milenio, ha sido la gran Apostasía.
Las persecuciones siempre produjeron apostasías. Y la persecución en gran
escala la produjo en gran escala. Es dentro de esa gran apostasía histórica donde han
de enmarcarse las apostasías individuales para poder comprenderlas en vistas a
encararlas pastoralmente. Y es - pienso - en ese marco, en que serán sopesadas por el
Señor en el Juicio.
A menos de integrar entre los instrumentos intelectuales de comprensión de la
historia las categorías teológicas - acedia, persecución, apostasía - las interpretaciones
históricas de los creyentes, y muy particularmente las de los teólogos, seguirán girando
91
Todo con mayúscula, como corresponde a los nombres de las divinidades del moderno Panteón, en los
Siglos de las Siglas.
92
A propósito de las frecuentemente olvidadas persecuciones a los católicos: piénsese en la suerte de
los campesinados católicos bajo los príncipes protestantes en Alemania, Inglaterra e Irlanda. Piénsese en
la destrucción de las reducciones guaraníticas por la corte borbónica. Piénsese en la suerte de los
católicos en Francia bajo el jansenismo, la Revolución y el Terror. Piénsese en el Líbano, en el genocidio
armenio, en México durante las dictaduras anticatólicas, en España, en las largas purgas y persecuciones
durante más de medio siglo de Unión Soviética y en sus satélites, tras la cortina de hierro y tras la cortina
de bambú.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
en círculos, o resbalando por la superficie, sin encontrar rumbo cierto; sin penetrar en
la comprensión espiritual de fenómenos que, sin embargo, rompen los ojos 93.
Pongamos por ejemplo la tirria inexplicable de estados y gobiernos contra sus
propias naciones católicas; la tristeza, vergüenza o fastidio de los gobernantes por el
catolicismo de sus gobernados; los ingentes esfuerzos por combatir la fe católica de los
pueblos, como si la fe fuera fuente de todos los males y atrasos; o la indiferencia y la
abstención de todo estímulo o protección jurídica de este bien de la Humanidad 94.
Esas indiferencias o tristezas por bienes que deberían alegrar, son acedia.
Espontáneamente acude a la memoria el ejemplo de los diarios de viajeros
protestantes a través de países católicos, como España o América española, que
miraron a estos pueblos desde afuera y fustigaron sus costumbres desde sus prejuicios
anticatólicos. Si en ellos esos prejuicios son comprensibles, lo son menos en
gobernantes que mamaron en pechos de piadosas criollas católicas. Sin el
conocimiento de la acedia y de la lluvia ácida, nos hubiera resultado del todo
incomprensible la verdadera entidad espiritual y religiosa de estos hechos.
93
Los ojos de la fe, entiéndase bien.
94
Ese fenómeno ha sido particularmente observable en América Latina, donde se ha denominado
atinadamente con el nombre de "Ateísmo Estructural" la imposición de constituciones ateas, de cuño
liberal o racionalista, sobre naciones católicas. Instituciones, formas políticas, estructuras y
ordenamientos jurídicos impuestos a contrapelo del alma de estas naciones y pueblos. En la raíz de esa
violencia está la incapacidad de ver el bien de que estos pueblos y naciones católicos son portadores; la
de potenciarlos, para su benéfica expansión y crecimiento; la de ayudar a purificarlos de lo que pueda
necesitar de corrección, en vez de tomar de ello pretexto para abolirlo lisa y llanamente.
95
Summa Theol. 2a. 2ae. Q.35, Art.2, ad 2m
96
Summa Theol. II-IIae. Q.35, Art. 3, Ad 1m.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Los católicos que no van a Misa por acedia - porque no es la acedia el único
motivo de la inasistencia - son creyentes tristes o tristes creyentes, en cuanto están
privados del gozo de la caridad. Lo cual no significa negar que puedan ser gente muy
sana y divertida por otros motivos y en otros sentidos.
La inasistencia dominical de los católicos es un problema pastoral de primera
magnitud, y la acedia que la causa es de larga data. Me ha tocado conocer catequistas
que no iban a Misa los domingos y párrocos que los consideraban buenos catequistas.
Nadie ignora que durante mucho tiempo se les dijo a los jóvenes que sólo había
obligación de ir a Misa "si uno lo sentía". Pero no se les enseñaba - posiblemente por
crasa ignorancia o crasa inadvertencia - que "no sentirlo" pudiese ser acedia, una
tentación que aparta del amor a Dios. Ni se les enseñaba tampoco, que consentir la
tentación de acedia, pudiese ser un pecado contra el amor a Dios. No se les enseñaba,
en suma, a cumplir el primero y tercero de los mandamientos. Lo cual no es friolera.
Hay que reconocer - es verdad - que las Misas dominicales no siempre ni en
todas partes relucen con el brillo festivo del gozo de la Caridad. A veces una
predicación algo - o muy - jansenista, un moralismo y legalismo que culpabiliza a los
asistentes, descargando sobre ellos el reproche que merecen los ausentes o los que
nunca vienen, ensombrecen "la fiesta de Dios". Otras veces, como si no le bastara a la
fiesta con ser fiesta y manifestar el gozo, se instrumenta la Eucaristía para otros fines,
como buscándole sentido y justificación en alguna utilidad. Hay que reconocer
también, que algunas manifestaciones de gozo - gritonas, estentóreas, grandilocuentes
o declamatorias, echando mano a músicas profanas con letra religiosa, o a
instrumentos que hablan más a la sensibilidad que al espíritu - manifiestan un tipo de
gozo que no es exactamente aquél que nace de las virtudes teologales, sino más bien
una cierta excitación, entre extática y orgiástica, parecida a las que provocan las
sectas, con sus manipulaciones y extorsiones deshonestas del sentimiento religioso.
Gozo y Consolación
La Liturgia católica enseña a distinguir entre gozo espiritual y consolación
sensible. La consolación sensible brota del gozo, pero no necesariamente. Ni es misión
de la ceremonia litúrgica mover a consolación sensible de los fieles ni procurarla. En la
celebración litúrgica puede - y debe poder - expresarse la multitud creyente en la
unidad de la fe y la caridad, pero en la multiplicidad de situaciones existenciales:
espirituales, anímicas y emocionales. De ahí - como enseñaba Romano Guardini en su
"Espíritu de la Liturgia" - la necesidad, sabiamente reconocida y acatada por el rito
romano, de mantener una gran sobriedad emotiva, y expresar, sin notable conmoción,
las verdades capaces de conmover a quien se abra y las acoja.
En efecto, el conmoverse corre por cuenta del fiel, y de la acción del Espíritu
Santo en cada alma. Sería injusto imponerle a la liturgia - ni pre ni postconciliar - la
misión, ni cargarla con la responsabilidad o con la culpa, del entristecimiento o
avinagramiento de la Caridad en amplios sectores del pueblo católico. Pero su
inasistencia a Misa arguye de la pujanza del mal de acedia.
Habrá que reconocer deficiencias en el nivel festivo de las celebraciones
dominicales; habrá que reconocer quizás su mayor o menor extensión y
generalización; se podrá reconocer la parte que en la acedia del pueblo pueda haber
tenido la acedia intracultual, o sea: la de la comunidad cultual y la del mismo
celebrante. Pero lo que nos interesaba aquí, era diagnosticar como mal de acedia una
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
de las principales causas, ya que no la única, del conocido síndrome de abstencionismo
dominical o "apostasía del domingo".
Hechos los descargos y los descuentos, dadas muchas posibles explicaciones, el
hecho pastoral está ahí. Y sin diagnóstico no hay tratamiento. Reconocerlo como
acedia, permite orientarse en la elección de los remedios 97.
97
Ya el autor de la Carta a los Hebreos tuvo que enfrentarse con el síndrome del ausentismo de las
asambleas y diagnosticó las causas del fenómeno y su naturaleza de pecado contra la comunión: 10,24-
25
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
espanto..hasta el silbido del viento y el canto de los pajaritos en la enramada"
(Sabiduría 17,17-20)
Sería triste que el terror de los malvados impusiera silencio a los pajaritos. Y
más triste que los pajaritos se aviniesen a quedarse callados por ceder al capricho
tiránico de los avinagrados y a sus falsas razones. Como le pasó al zorzalito de la fábula
de Castellani, ante la crítica del gorrión.
98
En aquellos años, la procesión no era tan exigua y deshilachada como ahora. Marchábamos por
decenas de cuadras tupidas de fieles y una multitud estaba también agolpada en las veredas. Me intriga
saber si la acedia, que hoy parece apagada alrededor de nuestro Corpus, no reverdecería si la procesión
recobrara su primitivo fervor y vigor.
He oído descalificar como "triunfalista" a la procesión, al catolicismo de aquellos años, al Himno
Christus Vincit, etc. Y este es un ejemplo típico más que se puede ofrecer, de los argumentos que
produce la ceguera de la acedia, al mejor estilo de los argumentos de Judas. Confieso que me turbaron el
juicio en un tiempo, pero ya no más. Amén de que, como lo ha hecho notar agudamente alguien, el
Christus Vincit fue sustituído por el Nosotros Venceremos, y de que en las numerosas evaluaciones
actuales no faltan aspiraciones triunfalistas, aunque no siempre coronadas por éxitos comparables a las
obras del Señor con nosotros en aquellos tiempos.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Hoy y Aquí en Luján
Nos ignoraban de la misma manera que se quiere ignorar hoy, por citar un
ejemplo actual, al millón de jóvenes que peregrina a pie a Luján. Alguien hay que
organiza, aún hoy, porque eso no se organiza solo ni casualmente, la venida de
Madonna y de Michel Jackson para ese mismo 8 de Octubre, como pude observar,
estando en Argentina, en l993. Alguien dirige aún hoy, el manejo minimizante y
superficial de la cobertura informativa sobre ese acontecimiento, a través de los
medios de comunicación. Un millón de jóvenes a pie, caminando decenas de
kilómetros, no se puede pasar a la página cincuenta y tres del tabloide, como estilan
hacerlo, si no hay algún pretexto; algo con qué ocupar la primera página y las páginas
centrales.
Además de arrumbada en las páginas de trastienda del tabloide, la noticia
resbala por encima del significado, lo trivializa. Ciego para el acontecimiento espiritual,
el periodista parliparla sobre los puestos sanitarios y las ampollas en los pies de los
peregrinos. De modo que aún ocupándose del hecho, lo ignora con una mirada
profana, no quiere verlo y oculta o descuenta su verdadera entidad. Mira desde afuera
y sin ver, sin querer ver, como Mikal desde su ventana. Y al no contar lo que es, cuenta
lo que no es.
99
No recuerdo haber advertido en aquel tiempo que nadie ocultara su fervor, ni se irritara con el fervor
ajeno. Aunque no excluyo que en mi admiración adolescente por aquellos extáticos, fuera ciego para
posibles acedias hacia ellos. Yo tenía la impresión de que aquello era bien visto y considerado en la
Iglesia. Y aún sigo creyendo que lo era.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Considero hoy, que aquél era un verdadero y auténtico "pentecostalismo"
católico avant la lettre. En aquellos cenáculos, yo veía arder las llamas del amor divino,
en los rostros iluminados y encendidos por el fervor, sobre las cabezas inclinadas de la
asamblea eucarística, silenciosa y orante, a la vez reverente y recatada. Pienso que el
movimiento pentecostal que vino después, nació de la nostalgia de aquel perdido
camino del fervor. Y aún hoy no comprendo por qué ni cómo se pudo, y aún se puede,
acusar de "sacramentalismo" a ese rico pasado eucarístico.
En los años durante los cuales se extinguió aquel fenómeno, yo ya no estaba
entre los fieles del templo. Había ingresado en la vida religiosa y mi formación me llevó
de un país a otro. No pude por lo tanto presenciar ni observar directamente el proceso
de cambio. Tampoco comprendía lo que iba sucediendo, porque yo mismo estaba
envuelto en las marejadas y los cambios. Fue sólo años después de la instalación del
frío y de la creciente pérdida de la reverencia, que por obra de la misericordia, se me
abrieron los ojos y comencé a preguntarme acerca del hecho y de sus causas.
La abolición de los reclinatorios en algunos templos y otros lugares, a veces
contrariando los hábitos de oración que estaban aún extendidos entre muchos fieles,
me han puesto a pensar. He encontrado sacerdotes - me viene a la memoria entre
varios un afable párroco holandés - de trato amable y hasta exquisito, humanamente
acogedores, cuya única arista dura, y a veces acerada, daba contra los fervores de los
humildes. ¿Acaso el celo por retirar los reclinatorios viene de un secreto temor de que
puedan volver aquellos extinguidos extáticos eucarísticos?
Hoy no sólo se han perdido formas del fervor sino también de la reverencia.
Alguien podría pensar que se trate de una mayor confianza, cercanía y familiaridad con
Dios y por lo tanto de un progreso. Pero la cercanía de Dios no se experimenta a costa
de su distancia y su grandeza. La familiaridad verdadera tutela el respeto; y la
comunión se espanta de la profanación. Es un real problema pastoral ese
deslizamiento insensible que conduce a muchos a tomar en vano, ya no sólo el Santo
Nombre, sino también el Santo Cuerpo y Sangre: "menospreciaron una tierra
envidiable".
Me ha tocado observar recientemente, desde un confesonario, el retorno de
los fieles a sus lugares después de la comunión. Y como no quiero juzgar que se haya
extinguido en tantos el fuego de antaño, pienso que hoy, para adorar, bajan a su
corazón como a una catacumba, mientras su porte exterior da cobertura a la obligada
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
clandestinidad de Dios en esta cultura de la lluvia ácida, que gotea ya hasta dentro de
nuestros templos.
La aversión hacia las muestras exteriores y sensibles de la devoción, de la
consolación y del fervor, es una de las formas actuales de la acedia sociocultural,
instalada incluso entre muchos dentro de la Iglesia. Se siente rechazo por las
manifestaciones exteriores de la virtud de religión, por las exteriorizaciones del fervor
o la devoción: en el rostro, en la voz, en la actitud o postura corporal, en el tono del
predicador, en el velo de la mujer suprimido a pesar de la autoridad paulina y dos mil
años de uso 100.
100
Digo "uso" por no decir "de tradición" que es palabra desacreditada también por tirrias y abusos.
101
Santo Tomás, Summa Theol. II-IIae. Q.35, Art. 4, c.
102
Nos hemos ocupado de la situación del imaginario creyente en: "El ícono y las imágenes sagradas en
la nueva evangelización" Stromata 48(l992) pp.183ss. a propósito del libro del P. Alfredo Saénz "El ícono.
Esplendor de lo Sagrado". Retomamos aquí aspectos de lo allí dicho.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
antiteísta y el extremo trascendentalismo espiritual teísta. El proyecto de
desmitologización, tan afín al nuevo Weltbild secularista, es de raíz protestante.
Bultman emprende precisamente su proyecto de desmitologización con el afán
pastoral de compatibilizar el Weltbild creyente con el del Hombre de Hoy 103.
Dado que las imágenes sagradas 104 reflejan concretamente el imaginario
creyente, ambos corren pareja suerte. Movidos e inspirados por el Espíritu Santo,
estimulados por el magisterio, confirmados por el amén de los fieles; incomprendidos
por los de afuera, acusados de idolatría, sometidos a detorsiones que los profanan o
ridiculizan; considerados abusivamente como del dominio público y desprotegidos de
los más mínimos amparos legales de que disfruta cualquier propiedad intelectual, son
llevados y traídos por todas las corrientes e intereses no eclesiales o antieclesiales, con
todos los fines, desde los comerciales a los antirreligiosos; simplemente torpes, o bien
malévolos y hostiles 105.
Agresiones semejantes se contienen en otros films como "El Pájaro canta hasta
morir" que se aplica a demoler la imagen del sacerdote, el obispo y el cardenal,
contaminándola en la imaginación. . La ingeniería de la imagen los une, mediante
asociaciones negativas, al terror en los thrillers, o a lo satánico en algunos conjuntos de
rock, o a la perversión sexual y el impudor. La imagen sagrada y su imaginario quedan
así expuestos a quedar apretados en la pinza de la agresión y el menosprecio por un
lado, y la vergüenza y la autocensura por el otro.
Estos hechos sociales y culturales muestran que las imágenes y el imaginario
creyente son también, como bienes de los que se goza la caridad, objeto de la acedia y
blanco de la persecución proveniente del proyecto secularizador 106 Soneira
reafirma lo dicho con la siguiente cita: "Los estudios de Martin, Fenn, mis colegas y yo,
claramente demuestran que la laicización no es un proceso mecánico imputable a
fuerzas impersonales y abstractas. Es, por un lado, llevada a cabo por gente y por
grupos que manifiestan que quieren laicizar la sociedad y sus subestructuras. Pero por
otro lado, estudios sobre profesionalización del bloque católico de la Iglesia en Bélgica
103
Sobre la coincidencia de posiciones tan opuestas en apariencia como el espiritualismo barthiano y la
secularización véase: Cándido POZO, "Teología Humanista y Crisis actual en la Iglesia", en: J.
DANIÉLOU - C. POZO, "Iglesia y Secularización" (BAC-Minor, Madrid, l971, pp.61-85)
104
Me refiero, cuando digo imágenes, no sólo a las imágenes destinadas al culto o devocionales, sino
como se ve acontinuación por el contexto, a todas las imágenes en sentido amplio, abarcando toda la
dimensión simbólica del imaginario creyente: lenguaje, liturgia, arquitectura, símbolos, personas...
105
Valga un ejemplo: En los films "El Padrino" 1,2 y 3, se barajan en un mismo mazo las fiestas, los
signos sagrados y los sacramentos de la Iglesia católica, con las maquinaciones y crímenes mafiosos.
Durante la procesión patronal y aprovechando el ruido de la cohetería, el aún joven Padrino,
comete su primer asesinato contra el extorsionista. En la fiesta del casamiento de su hija se "arreglan"
diversos asuntos en el tribunal mafioso. La fiesta del Bautismo del nieto es una secuencia que monta un
collage sacrílego, del baño de agua bautismal con el baño de sangre de la vendetta mafiosa. Antítesis
sacrílega entre el sacramento del perdón y la consumación de la venganza. Y así, por el estilo, desfilan
las menciones de los demás sacramentos, sin que falte uno, contaminados con los crímenes de la mafia.
En los tres films se subraya que la familia mafiosa es católica y queda flotando el equívoco o la
sugerencia de que la familia católica es mafiosa, o mafiogénica.
106
Es sabido que la secularización no es un proceso anónimo e ineluctable, sino el resultado de
presiones y acciones concretas de personas y grupos. Así lo ha mostrado Abelardo Jorge SONEIRA
siguiendo a K. DOBBELAERE y otros: "la secularización no es producto de fuerzas impersonales y
abstractas (por ejemplo la ´racionalización´, el ´proceso educativo´, la ´industrialización´, etc.) sino de
individuos y grupos concretos que la promueven" (A.J. SONEIRA, "El Proceso de secularización", en
Cuadernos del CLAEH, Montevideo, 45-46, 13(l988)1-2, pp. 209-221, cita en p. 220).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
y Holanda, dejan en claro que ciertas categorías (sociales) también, si no de manera
explícita, están secularizando (laicizing) a los bloques católicos y cristianos. Una vez
que aceptamos que la secularización, como un proceso de laicización, es el resultado
de grupos opuestos de intereses, entonces el resultado es claramente un proceso no
lineal." (K. DOBBELAERE "Secularization: A Multi-dimensional Concept" en Current
Sociology, 29(l981)2, pp. 68-69). Soneira concluye: "O sea que el proceso de
seuclarización no es un proceso necesario y lineal, sino más bien dialéctico, producto de
actores, personas y grupos, con intereses concretos contradictorios. Por lo tanto,
procesos de desecularización y resecularización son también concebibles" (L.cit.). .
Lluvia ácida
El inerme consumidor de los Mass Media, recibe así una visión distorsionada y a
veces pervertida, de la realidad del mundo. Los Medios que lo informan,
escamoteándole la visión del bien, le confiscan a menudo su capacidad de observación
107
Marcos 9,42; Mateo 18,6; Lucas 17,1.
108
El fondo del mar, es el lugar bíblico donde han de ir los enemigos de Dios (Génesis 6,5-8.13.17; Éxodo
15,3-5; Jonás 2; Miqueas 7,19; Marcos 9,42) y a donde efectivamente son arrojados por la oración
confiada de los creyentes (Marcos 11,23).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
y de juicio, le enjuagan la memoria con un torrente de información. El hombre está
cada vez más sobreinformado y cada vez menos enterado.
Por otro lado, la industria del entretenimiento le ofrece la posibilidad de la
distracción perpetua, con perpetuo olvido de los sentidos últimos y de sus
responsabilidades inmediatas. La acedia escamotea el recuerdo de Dios, fin último del
hombre, así como la conciencia de que la dignidad del hombre reposa en, y dimana de,
su condición de creatura, y que por lo mismo se realiza en su relación con su Creador, y
en el asumir sus responsabilidades respecto de las demás creaturas 109 Pero no sólo
la prensa invade el tiempo dominical. Las ofertas de la industria del espectáculo, que
es superfluo elencar, rivalizan ese día en conquistar el tiempo de grandes y chicos. .
Los grandes ocultadores actuales del bien verdadero, los grandes propagadores
de acedia, son comparables por eso a una lluvia ácida que se precipita
permanentemente sobre la Humanidad.
Pero no se ha de extrañar, si se tiene en cuenta que el Dios que se revela en
Cristo, ha elegido revelarse de tal modo que contraríe la soberbia del hombre, y
consiguientemente lo entristezca, ya que los signos y los bienes que le ofrece,
contrarían o no satisfacen sus apetitos.
Una pastoral de la acedia no puede excusarse de un enfrentamiento con los
Mass Media y con los hábitos de consumo de prensa y radiotelevisión de fieles y no
creyentes.
el respeto y la admiración de los pueblos, permitiendo que fuese despojado y muriese en la miseria...".
111
Ya Soren Kierkegaard observaba en su tiempo racionalista el fenómeno de la sorna ante el creyente
que se toma su fe en serio. Kierkegaard nos ha dejado un análisis, digno de recordar y de ser meditado,
de las causas del fenómeno. A pesar del tiempo trascurrido y de la diversidad de las circunstancias,
algunas reflexiones de este autor nos ayudan a comprender hechos y situaciones que se siguen dando
hoy en muchos lugares:
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Este crimen lo llamó Jesús: "escandalizar a los pequeños que creen en mí"
(Marcos 9,42 y paralelos), y lo juzgó digno - como hemos dicho - de un durísimo
castigo. Pablo tuvo que exhortar a Timoteo - nada menos - a no avergonzarse del
evangelio, ni de las cadenas de San Pablo (2 Timoteo 1,8.12). Avergonzarse, o lo que se
conoce como "respeto humano" 112, es un término técnico de la teología cristiana del
martirio, casi sinónimo de apostatar. El Evangelio lo remonta a la enseñanza de Jesús:
"El que se avergüence de mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y
pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria
de su Padre con los santos ángeles" (Marcos 8,38)
La persecución, en cualquiera de sus múltiples formas, ha sido siempre causa
de apostasía; también lo ha sido en sus formas de irrisión, de burla, de menosprecio o
de ignorancia afectada. Más todavía cuando esas burlas son tenaces, generalizadas,
sistemáticas, y continuas, como sucede con las que se convierten en hábitos culturales
y cristalizan en costumbres y tradiciones sociales 113. Ante ellas la protesta cristiana,
digna y mansa, pero infatigable, firme y clarividente, es un deber indeclinable.
112
Tomo un ejemplo de la vida y escritos de Teresa de los Andes, que muestra hasta qué punto en una
sociedad que podía reputarse cristiana y católica, una joven, cuando pretendían tomarse en serio su fe,
sentía la oposición del mundo y la tentación del respeto humano. Dice Teresa de los Andes: "Todos los
días hago mi meditación y veo cuán grande ayuda es para santificarse. Es el espejo del alma ¡Cuánto se
conoce en ella a sí misma! La dificultad es el respeto humano: que me vean meditando y me digan beata"
(Purroy, l982 p.48).
113
Por ejemplo el tenaz prejuicio y oposición a la vida contemplativa y las acerbas críticas contra ella,
aun en medios "católicos". Vaya este otro ejemplo tomado de los escritos de Teresa de los Andes: "Tengo
pena, pues siempre que le pido plata a mi papá me dice que no tiene. ¿Qué irá a hacer cuando me tenga
que dar la dote para ser carmelita? Creo que no va a querer dejarme ir. Veo tanta hostilidad contra
ellas..."(O.c. p.70). "El fin de la carmelita me entusiasma (...) Cuántos tachan su vida de inútil. (...) así
como a Cristo no lo conoció el mundo, a ella tampoco la conoce". (O.c. p.106).
114
Véase: 2.4. La Burla: Hija de la Acedia
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Entre todas las formas de persecución, quizás sea la burla la más cobarde e
innoble. Sin embargo, desde el Viernes Santo hasta el fin de los tiempos acompaña y
rodea a la Cruz, al Crucificado y a su Iglesia: "peregrina entre las persecuciones del
mundo y los consuelos de Dios" 115.
115
Cf. Lumen Gentium Nº 8; la Constitución del Concilio Vat. II, cita aquí a San Agustín, La Ciudad de
Dios XVIII,52,2
116
Summa Theol. 2-2, q.72; q. 158, a.7
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Felizmente, esta vez, el Episcopado de Francia ha reaccionado en defensa de la
sensibilidad de los fieles. Los obispos desean que se abra de una vez por todas un
debate público para establecer que no es adecuado el uso de temas religiosos con
fines puramente comerciales y lucrativos. Los responsables de la agencia publicitaria
DDB, André Bouchard y Jean-Denis Pallain, admitieron que al idear la campaña eran
conscientes de que los avisos podían resultar chocantes para los creyentes, pero
quisieron apelar igualmente al sentido del humor de la gente. El portavoz del
Episcopado francés replicó que con esta campaña, los responsables 'se apropian de un
patrimonio simbólico que hace a la esencia más íntima de millones de creyentes. Es
inadmisible, sostuvo, que la empresa lo haga 'no con un interés artístico sino con fines
puramente comerciales'117. Nosotros anhelamos que se reserven los símbolos religiosos
exclusivamente a sus fines específicamente religiosos y se los considere propiedad
religiosa, es decir sagrada, de los creyentes.
117
Diario Clarín, Buenos Aires 05-02-1998, p. 29
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Por el contrario, la Caridad honra a Dios en sus creaturas, especialmente en sus
amigos: "Tus amigos son por mí muy honrados, Señor" (Salmo 138,17)
El Envilecimiento de la Conciencia
Esta impunidad para el manoseo y para el insulto, trae como consecuencia
lamentable, el acostumbramiento de un pueblo entero a ser objeto de persecución
burlesca. La irreverencia crónica, el no ser respetado perpetuamente, el no ser
118
Recuérdense los filmes: Jesucristo Superstar, La última tentación de Cristo, Je vous salue Marie,
Jesús de Montréal. Emmanuelle, un film perverso, inauguró el uso sacrílego del nombre mesiánico que
continúa hoy una revista pornográfica.
119
"Con pecado concebida", es el título escarnecedor de una telenovela.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
considerado ni tenido en cuenta, introyectado y convertido en hábito, acaba
embotando el sentido del propio respeto y dignidad. El pueblo termina por
considerarse en verdad inferior y ridículo, en verdad indigno y nulo.
En esa situación, que es la actual, hay muchos fieles que, habituados al
escarnio, habiendo perdido además el sentido de la sacralidad de sus símbolos y de la
reverencia que ellos y los demás les deben, víctimas de estas acciones psicopolíticas,
han perdido también la autoestima. Ya no son capaces de estremecerse con las
profanaciones. Peor aún, llegan a celebrar, también ellos, los inventos blasfemos del
corro de los burlones; festejan las humoradas que se hacen a su propia costa; a costa
del pueblo santo y de su Dios.
Esa pérdida de la autoestima y del sentido de la propia dignidad, es ya una
forma de la pérdida de la fe, del debilitamiento de su sentido de pertenencia eclesial.
Es insensibilidad para un mal, y por lo tanto, como toda forma de apercepción del bien,
como toda forma de dispercepción, tiene algo de acedia y es incoación de la apostasía.
En efecto: algunos creyentes, imaginando que así lograrán evitar las burlas de la
acedia, toman distancia de la Iglesia y se suman al coro del mundo hostil. Asumen la
auto denigración como forma de elegancia, de distinción; como sello o blasón de
libertad de espíritu.
La lucha por el reconocimiento de los derechos de Dios es irrenunciable. Y
también lo es la lucha por el reconocimiento de los derechos de la conciencia creyente
a la propiedad de sus símbolos, de sus signos, de sus cantos y melodías 120, de sus
imágenes sagradas, de su mundo imaginario. Y consiguientemente a la protección legal
de esos bienes contra los abusos de la industria de la persecución.
Los símbolos religiosos cristianos pertenecen al pueblo de Dios, a la Iglesia,
porque los ha producido. Y el pueblo creyente tiene derecho a ser amparado en el
respeto a su propiedad espiritual, que es de orden muy superior a la intelectual y a la
económica.
El orden jurídico y legal vigente desconoce el derecho del creyente a ser
respetado en esa esfera religiosa. Es esta una laguna lamentable - por otra parte más
artificial que natural - de la actual situación jurídica, que lo deja inerme ante las
mencionadas formas de agresión. A esta situación de desamparo que acabamos de
describir, y que es otra faceta más de la cultura y de la civilización de la acedia, creo
que puede llamársela con justicia: acedia jurídica.
120
Las melodías gregorianas, por ejemplo, que, olvidadas por muchos creyentes han sido rescatadas por
videoclips para profanarlas.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
crueles métodos disuasorios, eran motivos suficientes para que más de un creyente
estuviera tentado de lamentarse de su fe.
Con el fin de lograr el "arrepentimiento" (una verdadera y propia re-conversión
o apostasía), se aplicaron los lavados de cerebro, basados en los reflejos
condicionados, como modificadores de la conducta. Dicho prontamente, se castigaba
al creyente hasta disuadirlo, o se lo mandaba a morir al Archipiélago Gulag, como lo
bautizó A. Soljenitsin. Se re-adiestraba al creyente, para recuperarlo y convertirlo en
un buen ciudadano soviético.
No a todos era necesario enviarlos a prisión. Porque no todos eran pertinaces y
recalcitrantes. Los procesos del tribunal del pueblo eran públicos porque tenían una
finalidad de disuasión colectiva. Eran una amenaza para todo buen entendedor. No
importa qué lejos estuviese el creyente medroso, así estuviese más allá de los mares,
igualmente se lo intimidaba. Los procesos, locales, tenían efectos mundiales. Como
sucediera otrora con la guillotina, hasta donde llegaba la noticia se expandía el terror.
Los estímulos condicionantes empleados por la ciencia del lavado de cerebros,
se fueron sofisticando y se hicieron más universales y de amplio espectro. Se comenzó
a usar estímulos menos violentos que los procesos y las prisiones.
La aprobación o la desaprobación, el halago cultural o editorial para el escritor
que empleaba el discurso conveniente, o el silenciamiento. Se premiaba la autocrítica
"espontánea" de los católicos, hasta que se fue convirtiendo en moda aplaudida y
premiada, prestigiante, el decir todo mal de sí mismos.
Grandes editoriales, semanarios, periódicos, libros, sirvieron a la finalidad de un
gigantesco operativo de brain-washing, para modificar la opinión pública católica, e
imponer a los católicos una conciencia culpable; para lograr la confesión y
autoacusación en gran escala; para que deploraran lo que habían sido y declararan que
su pasado había sido global y radicalmente malo; para que rompieran con ese pasado,
lo cual equivalía a romper con la obra de Dios en dos mil años de Iglesia.
Se inducía así una declaración de acedia y menosprecio no ya individual y
privada, sino que afectaba la conciencia colectiva de la Iglesia 121suceda los que están
empeñados en acusarla, y al acecho de sus confesiones para usarlas en su contra. Esas
torcidas espectativas y esas manipulaciones, no crean precisamente las condiciones de
libertad y dignidad que exige la confesión. Condiciones y espacios que sí se aseguran,
dentro de la Iglesia, a los arrepentidos, de cuya confesión de culpa ésta no saca
ninguna ventaja, de ninguna índole.
En otros tiempos, relativamente más felices, ocurría que algún que otro
creyente envidiara, más o menos ocultamente, la suerte de los infieles, porque - por
ejemplo - no tenían que guardar los mandamientos y demás obligaciones de la vida
cristiana. Claro acto de acedia, o sea de tristeza por el bien propio; y, en este caso, por
el bien de ese camino de sabiduría que son las Diez Palabras. Pero en comparación con
eso, la calamidad que descargó en este siglo sobre los católicos, los presionó a
maldecir de sí mismos y los acusó de gravísimos cargos, como enemigos de la
121
La Iglesia no teme confesar sus pecados y sus culpas. Lo hizo en el Vaticano II. Y con motivo del
Tercer Milenio cristiano, el Papa nos invita a reconocer las culpas históricas cometidas por creyentes,
para tomar distancia de ellas y evitarlas. Pero ese reconocimiento se emite y se ha de emitir, libremente y
sin compulsiones ni manipulaciones psíquicas. Y, sobre todo, el acto de emitirlo, no invalida a la Iglesia
por una globalización del mal y de la culpa, como buscan que como buscan que suceda los que están
empeñados en acusarla, y al acecho de sus confesiones para usarlas en su contra.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Humanidad y del bien común, sólo parece comparable a la acusación neroniana.
Aunque por lo masivo y artero de sus métodos, quizás no tenga igual en el pasado.
Tatiana Goricheva experimentó en carne propia lo que puso por título a uno de
sus libros "Hablar de Dios resulta peligroso". Bien pudo decir, sencillamente, que era
peligroso el mero hecho de creer en Dios122.
122
Coincidiendo con ella decía Kierkegaard: "El cristianismo es en el sentido divino el bien supremo; y
por lo mismo es a la par en el sentido humano un bien extremadamente peligroso" (Las Obras del Amor,
I, p. 332). Y no lo decía en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, sino en la sociedad luterana
dinamarquesa, convencida de ser cristiana.
123
Detrás de esta omisión de la catequesis es detectable un debilitamiento general de la conciencia
eclesial acerca de estos asuntos. Esa pérdida de advertencia, redunda en un cierto descuido no sólo en el
área de la catequesis, sino en el de la pastoral y, sobre todo, en el de la disciplina eclesial, sacramental y
canónica. La práctica de la disciplina eclesial actual es muy lene, por no decir remisa u omisa, respecto
de los crímenes de apostasía. Los fieles que se van a las sectas son readmitidos con una simple
confesión sacramental, sin condiciones de abjuración pública para un pecado que fue público y con
escándalo e injuria del Señor y de los demás fieles. En esto, la caridad con el penitente, no va
acompañada de la necesaria y discreta caridad con la comunidad creyente. En la apostasía hay un
componente de justicia, en primer lugar con el Señor, públicamente ofendido, y luego con su Cuerpo
Místico. Esa injuria pública exige pública reparación. Las formas actuales de perdón barato merecerían
algún comentario de San Cipriano, y pienso que no precisamente aprobatorio ni elogioso. Cuando es Dios
el ofendido, el perdón no se debe regalar sin satisfacción. Eso sería no sólo justicia sino también
misericordia pastoral, pues ayudaría a crear conciencia entre los fieles. Y esa conciencia sería a la vez
defensiva y difusiva.
124
Hay quien no ve apostasía. Sin embargo, vemos salir legiones de alumnos de nuestros colegios y,
promoción tras promoción, apartarse de la práctica sacramental, de las virtudes teologales y de la vida
cristiana. Vemos a muchos fieles engrosar las filas de las sectas o promiscuar su pertenencia católica con
pertenencias incompatibles, sin mayores remordimientos ni conciencia de pecado. Vemos sacerdotes
abandonar el ministerio y a religiosos ser infieles a sus votos.
125
S. Kierkegaard, Las Obras del Amor, I, p. 330. A este propósito abunda Kierkegaard: "El cristianismo
sólo se puede ensalzar teniendo mucho cuidado de que en cada afirmación quede incesantemente
señalado el peligro que comporta, a saber, cómo lo cristiano es locura y escándalo para la concepción
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Si advertir estas cosas no es tan necesario en regímenes totalitarios
anticristianos, donde al catecúmeno le resulta obvio y archiconocido, lo es ciertamente
en las engañosas situaciones del mundo occidental, al que todavía, de vez en cuando,
aunque hoy con menos frecuencia que en otros tiempos, le da por llamarse cristiano.
Versión Occidental
En la prosecución de los mismos fines, aunque con medios más refinados, la
impiedad occidental, no le fue en zaga a la oriental, la cual no era, al fin y al cabo, sino
una hija suya de carácter más cruento.
A este propósito, hablando en Harvard, A. Soljenitsin describía en estos
términos la artera versión occidental de la censura soviética:
"El Occidente, que no posee censura, opera sin embargo una selección
puntillosa al separar las ideas de moda de las que no lo son: y aún cuando estas
últimas no se apagan por la fuerza de una prohibición, no pueden expresarse
verdaderamente ni en la prensa periódica, ni en el libro, ni por la enseñanza
universitaria. El espíritu de vuestros investigadores es libre jurídicamente, pero está
investido por todas partes por la moda"
Este régimen de censura por silenciamiento y publicidad dirigida, promueve
desde afuera pero en forma que se hace sentir también - ¡y cómo! - dentro de la
Iglesia, mediante los medios e instituciones culturales de los que se vale el
stablishment, la versión occidental de la autoacusación católica.
Así se puso de moda, predominantemente entre los cuadros intelectualizados
del catolicismo, la autocrítica a ultranza, autodenigradora y autodemoledora. La meta
de esta autocrítica es selectiva. No se trata, como en el mundo comunista, de liquidar,
sino de reorientar, "purificando" a la Iglesia de lo que se considera "incompatible con
el mundo de hoy"; o en lenguaje bultmanniano "incompatible con la moderna
Weltanschauung".
Pero en el fondo se trata de lo mismo. En ambos mundos, cada uno con sus
métodos propios, lo que se busca es la "reeducación", o sea una cierta domesticación
de la Iglesia. Se trata sólo de versiones diferentes de un mismo sueño. La versión
occidental del sueño marxista que aspira a las Iglesias católicas nacionales,
domesticadas por el César, es una Iglesia "del mundo", dócil a los poderes políticos
mundiales.
La nueva actitud, complaciente con el César y dura con el Papa, se ha extendido
dentro de la Iglesia. He aquí cómo la ha descrito el Cardenal Ratzinger:
"A este autoanálisis flagelador, practicado por muchos contra la propia Iglesia
católica, se unía una disposición poco menos que angustiosa a aceptar con absoluta
seriedad todo el arsenal de las acusaciones contra la Iglesia, sin excluir una sola. Y esto
significaba, al mismo tiempo, un cuidadoso esfuerzo por no volver a incurrir en nuevas
culpas ante los otros, por aprender de ellos, y hasta donde ello fuere posible, por no
buscar ni ver en ellos sino los aspectos positivos. Esta radicalización de la fundamental
exigencia bíblica de la conversión y del amor al prójimo, desembocó en la inseguridad
de la propia identidad, que se estaba cuestionando por doquier, pero sobre todo, en la
profunda ruptura respecto de la propia historia, cuyas páginas se antojaban
meramente humana (...) Exactamente como Cristo (...) cuando les predecía a sus Apóstoles a su debido
tiempo que serían perseguidos en su nombre y los que los mataran, considerarían que con ello prestaban
un servicio a Dios" (O.c. p. 333.).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
totalmente salpicadas de suciedad, de suerte que se hacía de todo punto impresincible
un comienzo radicalmente nuevo"
Las palabras del Card. Ratzinger, describen una actitud de acedia: una
disposición a dar por malos, indiscriminadamente, todos los bienes propios, y a
declarar bueno todo lo ajeno. Falsa e indiscreta humildad. Si bien la consideración de
los propios defectos ayuda para evitar el engreimiento y dispone a la humildad, el
despreciar los dones de Dios que uno posee, el ignorarlos o negarlos, el avergonzarse
de ellos ante los hombres como si fuesen males, el ocultarlos por evitar ser motejados
de arrogantes...todo eso no es humildad, sino falsa humildad, ingratitud y acedia 126.
A tan deplorable situación llegan algunos creyentes por no tener bien claro que
- como ya lo prevenía Jesús mismo - "no se puede servir a dos señores". No es posible
tener contentos a Dios y al Mundo.
Al cristiano que vive en el mundo occidental hay que desengañarlo con palabras
como las de Kierkegaard: "Cuando en este mundo un hombre se decida a cumplir,
aunque fuera del modo más modesto, el deber de permanecer en deuda de mutua
caridad, tendrá que enfrentarse irremediablemente con la dificultad definitiva y entrar
en combate con la oposición mundana (...) ¡Ah, el mundo piensa muy poco o nada en
Dios! A esto se debe el que no pueda por menos de interpretar al revés toda forma de
vida cuyo pensamiento más esencial y constante sea cabalmente el pensamiento de
Dios" 127.
Leo Moulin, un ateo y agnóstico, insospechable de parcialidad pro católica, dice
en este mismo sentido, con la autoridad que le da su condición de catedrático de
historia: "Haced caso a este viejo incrédulo que sabe lo que dice: la obra maestra de la
propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos, sobre todo en los
católicos, una mala conciencia, infundiéndoles la inquietud, cuando no la vergüenza,
por su propia historia. A fuerza de insistir, desde la Reforma hasta nuestros días, han
conseguido convenceros de que sois los responsables de todos o casi todos los males
del mundo. Os han paralizado en la autocrítica masoquista para neutralizar la crítica de
lo que ha ocupado vuestro lugar.
"Feministas, homosexuales, tercermundialistas y tercermundistas, pacifistas,
representantes de todas las minorías, contestatarios y descontentos de cualquier
ralea, científicos, humanistas, filósofos, ecologistas, defensores de los animales,
moralistas laicos: Habéis permitido que todos os pasaran cuentas, a menudo falseadas,
sin discutir. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya
imputado. Y vosotros, casi siempre ignorantes de vuestro pasado, habéis acabado por
creerlo, hasta el punto de respaldarlos. En cambio, yo (agnóstico, pero también un
historiador que trata de ser objetivo) os digo que debéis reaccionar en nombre de la
verdad. De hecho, a menudo es cierto. Pero si en algún caso lo es, también es cierto
que, tras un balance de veinte siglos de cristianismo, las luces prevalecen ampliamente
sobre las tinieblas. Luego, ¿por qué no pedís cuentas a quienes os las piden a vosotros?
126
Quién no recuerda casos de evangelizadores inhibidos de predicar la Verdad revelada por temor de
incurrir en la pretensión de "ser los poseedores de la verdad". Como si fuera mérito propio ser depositario
de la gracia de la Revelación. Ya se ve en qué castración apostólica termina una concepción pelagiana de
cuyo horizonte desaparece la noción de la gracia.
127
Las Obras del Amor, I, p.337
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
¿Acaso han sido mejores los resultados de los que han venido después? ¿Desde qué
púlpitos escucháis contritos ciertos sermones?" 128.
128
Vittorio Messori, Leyendas Negras de la Iglesia, Planeta, Barcelona 19974, p.17-18.
129
Carta a los Corintios 3,1-4
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
El modo de corregir de San Clemente no es éste. En su sabiduría y caridad
pastoral, San Clemente no se coloca a sí mismo fuera de los males que corrige. Por eso
es digno de ser tomado como maestro en su modo de corregir: "Todo esto, carísimos,
os lo escribimos no sólo para amonestaros a vosotros, sino también para recordárnoslo
a nosotros mismos, pues hemos bajado a la arena y tenemos delante el mismo
combate" 130.
¿Dónde están hoy - en cambio - los elogios al ser creyente? ¿Dónde los elogios
al pueblo católico? La misma palabra católico va en camino de convertirse en nombre
que avergüenza.
Se enciende fácilmente dentro, azuzado alegremente desde afuera, con la
misma leña de la autoflagelación, un "todo contra todos" intra eclesial. La
autoacusación no es acusación de sí mismo, sino de los demás católicos. La declaración
de las culpas "propias" es en realidad a veces acusación de culpas ajenas. Se hace
examen repartiendo culpas y golpeando pechos ajenos. Se "evalúa", pero a los demás:
los fieles a sus sacerdotes, los sacerdotes a sus fieles, el obispo a todos y todos al
obispo. Los reproches suben y bajan y se entrecruzan en todas direcciones, sin
respetar ni al Papa. La acusación, la irritación, la burla, la vergüenza, la malquerencia,
la descalificación. Y, si es posible, todo ventilado en público y agitado golosamente por
la Prensa y los Medios.
Lo que decía ya San Pablo a sus Gálatas sigue teniendo hoy particular vigencia:
"Si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros!"
(Gálatas 5,15). Cuando se deja de mirar el bien que Dios obra y de gozarse en él, la
acedia abre la puerta a la autocontemplación, a la necesidad de autojustificarse por las
propias obras, a la discusión por el bien a realizar, o por el bien no realizado 131.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
necias y estúpidas que engendran altercados" (2 Timoteo 2,23; ver Tito 3,9-11). Por lo
visto, la persecución no suscitaba en todos la solidaridad y la cohesión, sino todo lo
contrario en muchos.
Las discusiones producen, pues, según lo muestra tanto la historia como la
experiencia, división y partidos. Y como consecuencia de la fragmentación de la
comunidad, se disgrega la asamblea. La Carta a los Hebreos atestigua el abandono de
la asamblea (Hebreos 10,25), en un contexto de persecución, apostasías y divisiones 132.
Y la experiencia contemporánea del catolicismo, en países comunistas como Polonia o
China, ilustra y confirma, con ejemplos de historia reciente, las enseñanzas de la
historia antigua.
132
Léase Hebreos 10,23-39.
133
"Cuando el cristianismo vino al mundo no necesitaba - y sin embargo lo hizo - subrayar que él
entrañaba un escándalo, pues esto lo vio sin ninguna dificultad aquel mundo escandalizado. En cambio
ahora que el mundo se ha hecho cristiano, ahora, sobre todo, es necesario que el mismo cristianismo
haga hincapié en el escándalo. Ahora que el cristianismo caído se ha desposado con la razón humana,
ahora que el cristianismo y la razón se tutean, ahora, sobre todo, es necesario que el mismo cristianismo
haga hincapié en el escándalo que representa (...) ¡Ay de aquél que se sintió capaz de comprender el
misterio de la Redención, sin notar para nada la posibilidad del escándalo! (...) ¡Ay de todos estos
mayordomos infieles que se sientan a escribir pruebas falsas y pretenden ganarse así amigos para el
cristianismo y para ellos mismos, precisamente tachando del cristianismo la posibilidad del escándalo y
suscribiendo en su nombre insensateces sin cuento! ¡Oh erudición tristemente desperdiciada!" (S.
Kierkegaard, Las Obras del Amor, I, pp. 333,334,335).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
En este contexto surgen las discusiones nocivas a que alude San Pablo y de las
que tenemos huellas en la restante literatura cristiana primitiva. Qué hacer, hasta
dónde ceder, si readmitir o no a los lapsi (los que habían apostatado en la prueba),
bajo qué condiciones. El tratado de San Cipriano sobre la Persecución es un ejemplo de
esta situación de perplejidad eclesial, en el que la persecución proyecta sombras de
irritación dentro de la Iglesia y acusaciones mutuas de rigorismo o laxismo.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
El catolicismo intelectualizado es de tendencia iconoclasta, racionalista,
enemigo de signos, símbolos y sacramentales, puritano y enemigo del gozo popular.
Tiene tintes maniqueos, por su menosprecio de lo sensible, lo corpóreo y lo material,
cuando se trata de fe; ya que fuera del ámbito religioso no opone mayores objeciones
contra cuerpo, sentidos, dinero y materia.
Abundan en su actitud, en su pensamiento y expresiones, lo que San Ignacio de
Loyola llamaría "razones aparentes, sutilezas y asiduas falacias", con las que hielan, en
el corazón del pueblo fiel, la alegría y el gozo que viene de Dios.
Creo que lo que sigue ayudará a comprender hasta qué punto se equivocan en
su mirada sobre el pueblo creyente.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
Prohibidísimo pues, enajenar acediosamente el corazón contra la plebs sancta y
aborrecer a los hermanos en la fe. Pues de ellos habla Juan.
Después han venido los interesados en sacar patente de corso contra los
hermanos en la fe, y han embrollado la palabra "hermano" entendiéndola - como
hemos visto - en brumoso sentido filantrópico. Pero en esto: "apartan sus oídos de la
verdad" (2 Timoteo 4,4).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
y santas relativas al amor a Dios y al prójimo, es decir a la Caridad, están como
manchadas y profanadas?
Beato y beatitud, devoción y devoto, fervor, gozo, caridad, limosna,
misericordia, virtud, tradición, católico...
Beato. Devoto.
Las palabras beato y devoto, por una asociación despectiva y descalificadora:
"viejas beatas, viejas devotas", se usa justamente para denigrar a un grupo humano
digno de todo honor, entre otros motivos porque brilla en él el don y la gracia de la
perseverancia en la fe (CIC 162), y de la fidelidad a través de las pruebas de toda una
vida. Y como si eso fuera poco, tienen con frecuencia el carisma de la oración, el
espíritu de intercesión, el don de piedad, la virtud de la religión.
¿Dónde está el motivo para despreciar esos dones y obras de Dios en sus fieles
humildes? ¿Qué importancia tienen estos pequeños, estos pobres de Yavé, para que
merezcan ser tenidos en cuenta para descalificarlos cuando sería suficiente ignorarlos?
¿Qué motivo sino la acedia puede trastocar así en motivo de desprecio lo que debería
ser motivo de aprecio? ¿Qué crimen tan grave puede hallarse en estas almas, para
descalificar tan grandes dones del Señor? ¿O por qué la falsedad de algunas, puede dar
motivo a descalificar a tantas? Por acedia.
La acedia se impone al gozo de la caridad, y hace prevalecer la calumnia y el
desdoro sobre esta categoría del pueblo fiel.
Hay que advertir, entender y cortar este abuso del lenguaje, con firmeza y justa
indignación.
Caridad
La palabra Caridad es otra de las víctimas ilustres. Su corrupción tiene su raíz en
el rechazo acedioso de la Caridad. La acedia se entristece por el orden de la Caridad,
que es el recto orden o jerarquía de los amores, y lo rechaza.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
La Caridad es "Amor a Dios sobre todas las cosas y de las creaturas por amor a
Dios" (CIC 2093).
La acedia propone, por el contrario, que es mejor amar al otro por sí mismo
que amarlo por Dios. Y el acedioso quiere ser amado por sí mismo, no por amor a Dios.
Se impugna la Caridad como un amor indirecto, de segunda. Esta impugnación reposa
sobre un gran error o sobre una gran distracción, y en todo caso sobre una gran
ignorancia de la Verdad sobre el amor.
Lo que se presenta como una defensa del derecho a ser amado por uno mismo,
sin relación a su Creador o Salvador, es, en realidad, desentenderse del orden de la
Creación y de la Redención, y por ese camino, desentenderse de un hecho de fe: que el
Amor de Dios es fuente y garantía de todos los amores, y que, por serlo los
fundamenta, los posibilita y los rige.
La Caridad es el amor a la creatura, más fiel a lo que ella es; es el amor más
veraz y fiel a su verdad. Porque la creatura es relación a su Creador y Salvador. Ignorar
esa relación es ignorar su verdad. La creatura viene de Dios, va a Dios, ha sido
comprada y rescatada por la sangre de Cristo. ¿Quién puede pensar que la ama
respetando su verdad, si aspira a la vez a ignorar sus relaciones constitutivas con su
Creador y Salvador? El que rechaza esas relaciones como motivos de amor, no sólo se
pone al margen de la caridad, sino que está ya al margen de la fe; no sólo está lejos del
buen amor, sino lejos de la verdad.
Pretender amar a los demás por sí mismos, sin tener en cuenta su verdad de
creatura redimida, no sólo no es amarlos mejor, sino es, en realidad, odiar lo que son y
rechazar su auténtico bien, que es su relación con Dios.
Limosna
Una degeneración semejante ha sufrido el uso de la palabra limosna. Hoy es
sinónimo de "dádiva humillante". Pero sólo puede llegar a entenderse así esta
hermosa palabra, si antes se ha malentendido y malpracticado la hermosa realidad que
ella designa según la tradición.
Limosna, del griego eleemosyne, quiere decir "misericordia". Eleemosyne es la
palabra griega con que los Setenta, tradujeron el término hebreo Tsedakáh, que quiere
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
decir justicia. En hebreo no andan lejos los conceptos de justicia y misericordia, como
que son atributos divinos.
La limosna cristiana, como misericordia, es fruto de la Caridad. La doctrina
tradicional enumera tres frutos de la Caridad: paz, gozo y misericordia. Mal puede dar
humillando el que ama y se apiada.
Pero además, en la misericordia se realiza la plenitud de la justicia, porque en
ella da lo que no es debido quien no lo debe, no ya por obligación, sino por liberalidad
amorosa y caritativa. En la caridad se realiza la plenitud de lo debido, como dice Pablo:
"con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor" (Romanos 13,8).
La limosna es, pues, sinónimo de misericordia y por lo tanto abarca el mismo
amplio espectro de obras que la misericordia: espirituales y corporales. Un amplio
espectro de formas de salir al encuentro de las necesidades del prójimo para
auxiliarlo. La Caridad es la que aproxima, aprojima, hace prójimos a los que, si no fuera
por consideración al amor que Dios les tiene, no nos sentiríamos ni obligados, ni
movidos a compadecer ni socorrer.
Hay tantas formas de limosna o misericordia como hay necesidades humanas
que socorrer. El Catecismo de la Iglesia Católica enumera: Instruir, aconsejar, consolar,
confortar, perdonar, sufrir con paciencia, dar de comer, dar techo, vestir al desnudo,
visitar a los enfermos y presos, enterrar a los muertos (CIC 2447). En la lista tradicional,
tal como se encuentra en la Summa de Santo Tomás, se enumeran las corporales: dar
de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al
peregrino, visitar al enfermo, redimir al cautivo y enterrar a los muertos; y las
espirituales: enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo necesita, consolar al triste,
corregir al equivocado, perdonar las injurias, sufrir pacientemente las adversidades y
orar por todos 134.
La eleemosyne o limosna es, pues, más que una determinada obra, una actitud
del corazón ante el prójimo, que no es ciega ni insensible, sino que ve su necesidad y
trata de ponerle remedio. Es la perfección de la justicia cristiana, como lo enseña
Jesucristo: "Bienaventurados los misericordiosos" (Mateo 5,7), poniendo como
ejemplo la conducta misericordiosa del Padre (Lucas 6,36). Y como lo enseña también
Juan Pablo II en su Encíclica Dives in Misericordia (=Rico en Misericordia). Se trata nada
menos que de la justicia cristiana en cuanto debe exceder a la de los escribas y de los
paganos (Mateo 5,20.46-47), incluyendo el amor a los enemigos.
La devaluación de esta palabra toca por lo tanto al corazón mismo del ser
cristiano y priva al lenguaje creyente de un vocablo esencial para expresarse a sí
mismo en lo que tiene de más propio y diferencial. ¿Cómo no deplorar esta obra de la
acedia que desacredita las virtudes teologales y las hace despreciables y por fin
odiosas?
Hay que reconocer que no habría corrupción del lenguaje cristiano si no
hubiera corrupción de la vida cristiana. La corrupción del lenguaje es consecuencia del
pecado. Ese es un hecho evidente. No es tan sabido en cambio el rol que desempeña la
acedia en ese deterioro de los instrumentos de expresión.
Católico, catolicismo
Los términos 'católico, catolicismo, Iglesia católica' tienden cada vez más a
evitarse y a ser reemplazadas por 'cristiano' y otras formas más o menos
134
Summa Theol. II-IIae, Q.32, Art.2
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
circunlocutorias, aún dentro de la Iglesia católica y por parte de sus líderes. Para la
ideología liberal, según la cual todas las religiones son iguales y con mayor razón son
iguales todas las iglesias cristianas, la sustitución de 'católico' por 'cristiano', fija, en el
uso del idioma, la tesis de la indiferencia religiosa, y contribuye a difuminar lo propio y
diferencialmente católico. Lo específico católico se reduce por subsumción en lo
genérico cristiano. Y si esto se diluye todavía en lo 'occidental-cristiano', la muerte o
desaparición lingüística se ha consumado. Pero a esta tendencia lingüística más propia
de las mentalidades y hábitos mentales liberales, se suma otra, más propia de la
vertiente ideológica de izquierda. Esta, preferencia reservar el uso de los términos
católico-a, catolicismo, Iglesia católica, para los caso en que se señalan los 'abusos
católicos' y todas las leyendas negras de la historia de la Iglesia, como precisamente
opuestos a los principios y la conducta cristiana. Por este camino, la palabra 'católico-a'
terminará por irse cargando, en un futuro, como ha ido sucediendo con otros
términos, de connotaciones negativas. El liberalismo practicó sobre todo durante el
siglo pasado, la sustitución de sentido de lo 'católico' por lo reaccionario, oscurantista,
opuesto a la ciencia y al progreso. Y hoy, los autores 'postmodernos' vuelven a hacerlo.
El desprestigio de este grupo de palabras tiene serias consecuencias para el
sentido de identidad de los católicos, porque son los términos que designan
directamente su identidad, su ser diferencial.
Hemos dado una serie de ejemplos, pero uno puede preguntarse: ¿qué palabra
hay que no haya sido manchada en el vocabulario de la comunidad creyente? O, como
deploraba el Concilio Vaticano I ya en el siglo pasado ¿qué nombre de los venerables
misterios de nuestra fe no es profanado con sentidos ajenos y aún contrarios al
propio?
Resulta que tenemos un lenguaje pero que no podemos usarlo libremente,
porque se ha desdorado y manchado tanto, que a menudo nos autocensuramos,
apelamos a circunloquios, echamos mano de términos del lenguaje común ( decimos
amor en vez de Caridad, por ejemplo), o tenemos que volver a explicar una y otra vez
el sentido y la definición correcta de cada término.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
tradicionales en la Iglesia católica. Y en efecto ha sucedido así a lo largo de la historia
de la Iglesia.
135
Ejercicios Espirituales 352-370
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología espiritual y
pastoral
5.) LA ACEDIA EN LA VIDA CONSAGRADA
Conviene tratar aparte de cómo se presenta la acedia en la vida monacal y
religiosa. Dado que allí se busca la perfección de la Caridad, la tentación de acedia
puede agudizarse, exasperarse y revestir formas paroxísticas específicas. Numerosos
maestros espirituales nos han dejado descripciones tanto de la tentación como del mal
de acedia en la vida consagrada, así como enseñanzas y doctrina acerca de los modos
de lucha y los remedios.
Casiano considera - por último -que una causa de la acedia es la falta de aprecio
por los bienes recibidos de Dios, lo cual, además de ser una ingratitud, es causa de
envidia y acedia. Es necesario apreciar los bienes de Dios en los demás, pero no menos
los que uno mismo ha recibido. Negarlos o ignorarlos es falsa humildad y raíz de tantos
males del espíritu. La ingratitud - que como se recordará es uno de los pecados contra
la Caridad que enumera el Catecismo de la Iglesia Católica, y es una de las formas o de
las consecuencias de la acedia - quita la alabanza a Dios, la alegría al alma y por fin la
salud al cuerpo.
136
Summa Theol. Q.35 Art.1 ad 2m
137
De Institutione Monastica X,1
138
De Inst. Coenobiorum X,1
139
O.c. X,1
140
Más que como pereza. Véase lo dicho en nota 5
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
espiritual y pastoral de nuestra tradición y que será provechoso recuperar.
San Gregorio enseña que la malicia de la acedia le viene de ser "tristeza por el
bien de Dios y por los bienes espirituales que están relacionados con el bien que es
Dios" 142.
A este trastocamiento que lleva a entristecerse por el bien divino, subyace una
perversión de la percepción y del juicio creyente, una aprehensión de lo bueno como
malo y de lo malo como bueno 143.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
resortes para que abandone la lucha ascética (abandone su vocación) 144. La descripción
de Casiano coincide con la de Evagrio 145
Este demonio no es seguido por otro, como pasa con los demás. Después de
esta lucha, suceden, en el alma que vence, un estado de paz y una alegría inefables".
Buen consejo final, que mueve a esperanza al así tentado 146. ¿Pero qué sucede si el
monje no soporta tan duro embate? ¿Qué pasa cuando la ola de la tentación da con
una voluntad endeble, en vez de dar contra una decisión dura como una roca?
San Isidoro de Sevilla se ocupa de la tibieza de los monjes en estos términos
que pintan el deterioro de una voluntad revenida: "Quienes no practican la profesión
monástica con intención inflexible, cuanto con más flojedad se dirigen a conseguir el
amor sobrenatural, tanto con mayor propensión se inclinan nuevamente al amor
mundano. Porque la profesión que no es perfecta, vuelve a los deseos de la vida
presente, en los cuales, por más que de hecho no se vea atado el monje, pero ya se ata
con amor de pensamiento. Porque el ánimo que considera dulce a esta vida, está lejos
de Dios. Y alguien así no sabe qué es lo que debe apetecer de los bienes superiores, ni
qué es lo que ha de huir en los bienes inferiores" 147.
Muchos de estos "desearían volar a la gracia de Dios, pero luego temen carecer
de los gustos mundanos. Ciertamente, el amor de Cristo los atrae, pero la codicia del
siglo los retrae, de modo que se olvidan de los votos que han pronunciado porque
están aprisionados por los vanos contentamientos" 148. Así sucede que se incurra por fin
en culpa allí mismo donde se había comenzado con tanto mérito, porque "quien ha
prometido renunciar al siglo, se hace reo de transgresión si cambió de voluntad; y así
se hacen dignos de ser severamente castigados en el juicio divino los que
menospreciaron cumplir de hecho lo que en su profesión prometieron" 149. Se trata en
efecto de un cierto menosprecio del amor recibido, al trocarlo por el amor a las
creaturas.
144
Nótense los rasgos de este cuadro que sugieren la tentación de pereza y explican que a la acedia se
la haya podido presentar, sobre todo en la espiritualidad monacal, también con ese nombre.
145
Casiano dedica al tema el libro X de sus Institutiones Coenobiorum. Allí leemos esta descripción:
"Cuando esta enfermedad se ha apoderado de la pobre alma, engendra en ella horror por el lugar, fastidio
por la celda, desdén y desprecio por los hermanos que viven con él o están lejos, considerándolos
negligentes o poco espirituales. Ella lo torna perezoso y cobarde para todo el trabajo que realiza en el
interior de su celda; no le permite permanecer en ella, ni aplicarse a la lectura. Se lamenta a menudo de
no progresar nada en el largo tiempo que habita allí y de no producir ningún fruto espiritual mientras que
permanezca unido a la comunidad. Se queja, suspira y se lamenta de encontrarse vacío de todo
provecho espiritual e inútil en el lugar en que reside, mientras que podría gobernar a otros y hacer el bien
a muchos, aquí a nadie ha edificado y ninguno ha aprovechado su enseñanza y doctrina. Ensalza los
monasterios distantes y alejados y los describe como si fueran más apropiados al progreso y más
favorables para la salvación" (Trad.: Ana Gabriela Casalá OSB).
146
Tomado de M.A. Fiorito, S.J., Buscar y hallar la Voluntad de Dios, Ed. Diego de Torres, Bs.As. 1988,
T.I, p.237-238. de donde he trascrito libremente con aclaraciones
147
Liber Sententiarum III, c.XIX, 856.
148
L.c. 866
149
L.c. 868
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
San Isidoro ve detrás de esto la acción del enemigo: "Con muchas argucias de
consejos, pone el diablo asechanzas para que, quienes tenían hecho voto de estar
contentos con poco y con escaseces, adquieran muchísimas cosas" 150.
Parece que San Isidoro atiende en esta lista a los impedimentos que la acedia
pone para la oración, y los defectos que produce en ella. En cambio, parece que San
Gregorio, en la lista de hijas de la acedia que sigue, atiende a efectos más generales.
Según San Gregorio, las hijas de la acedia son seis: 1) la malicia 2) el rencor
(contra los justos, contra los fervorosos, el que predica, el que lo aconseja o lo dirige
espiritualmente) 3) la pusilanimidad (falta de ánimo y coraje para resistir la tentación y
luchar) 4) la desesperación (falta de confianza en la ayuda de la gracia, o de que se
pueda con ella vencer la tentación o superar la desolación) 5) pesadez en cuanto a los
preceptos (pereza: para santificar las fiestas, porque no logra alegrarse en el Señor; o
bien para guardar los ayunos y abstinencias; o simple y llanamente dificultad en
guardar los mandamientos) 6) divagación de la mente en cosas ilícitas 152.
Si se compara estas listas con el retrato del monje aburrido, perezoso y tentado
de acedia que nos pintó Evagrio, puede comprobarse que son el resultado de una
atenta observación y sistematización de la experiencia espiritual.
Nótese por fin, que la acedia se agudiza por las privaciones y el ayuno, es decir
por la mortificación de los apetitos corporales, lo cual desata el conflicto de estos
apetitos contra los del espíritu que les son contrarios (Gálatas 5,17). Esta es la lucha
del monje.
150
L.c. 872
151
De Sum. Bon. II,37
152
Morales XXXI,17
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
5.5.) Acedia en la Vida Religiosa Apostólica
Además de la acedia monástica, ya bien descrita por los Padres del Desierto,
hay muchas otras formas de acedia que hacen sus estragos sin que se las reconozca,
porque no se las ha descrito en sus formas variantes. Los Padres del desierto nos han
dejado una precisa descripción de cómo la acedia ataca al monje, pero se engañaría
quien pensase que sólo a los monjes los acecha ese mal y que ataque a todo el mundo
sólo con esos síntomas.
En la vida monástica la acedia se observa en condiciones de laboratorio. Sin
embargo, no es tentación exclusiva de religiosos contemplativos y monjes de clausura.
Con algunos rasgos diferenciales puede observarse en la vida de todos los religiosos y
demás creyentes. Pero la tentación de acedia se presenta mucho más intensa y
violentamente cuando el alma se propone avanzar por el camino de la Caridad, como
es el caso de los religiosos, que aspiran a la perfección.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
la Civilización del Amor, convertidos en espectadores pasivos, absortos en la
contemplación del espectáculo de este Mundo, en éxtasis ante la televisión como ante
un sagrario 153.
153
Ver 4.1.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
6.) ACEDIA Y DESOLACION SEGUN SAN IGNACIO DE LOYOLA
Escrúpulos
Otra ofensiva de esta misma índole contra el gozo de la Caridad son los
escrúpulos 155, cuya naturaleza es la misma: un pensamiento que milita contra el gozo
del alma justa: "Si ve (el enemigo) que un alma justa no consiente en sí pecado mortal
ni venial ni apariencia alguna de pecado deliberado, entonces el enemigo, cuando no
puede hacerla caer en cosa que parezca pecado, procura (por lo menos) hacerle poner
pecado donde no hay pecado, así como en una palabra o pensamiento mínimo" 156.
154
Ejercicios Espirituales = EE 329
155
San Ignacio trata de ellos en Ejercicios, en las Notas para sentir Escrúpulos (EE 345-351).
156
EE 349
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
Ya se deja ver la condición sádica de la acedia del enemigo y su ensañamiento
contra el gozo de la Caridad.
Los escrúpulos - enseña San Ignacio - por un tiempo, aprovechan al alma. Pero
hay almas a las que los escrúpulos, convirtiéndoles el gozo de la gracia en tormentos
de ley, pueden disuadirlas del camino del fervor de la caridad y la amistad con Dios. El
tormento de los escrúpulos puede llegar a hacer odiosa la amistad de Dios y precipitar
al alma en la acedia, o alejarla del camino ascético y hacerla volver a derramarse en las
cosas.
Esta doctrina ignaciana de discernimiento es necesaria para preservar el gozo
de la caridad, y la caridad misma, contra los ataques abiertos o embozados. Los
pensamientos y razones aparentes que se presentan al alma como buenos y santos,
son sin embargo los que, cuando han fracasado los demás medios, saca a relucir el
enemigo del gozo, para emplear contra él sus armas más sofisticadas y temibles 157.
Contra las razones con apariencia de bien y de verdad, el gozo siempre tiene, de
antemano, la discusión perdida. Porque en toda discusión siempre es el gozo quien "se
va al pozo".
Se sigue que en la vida espiritual, hay que proteger el gozo y el consuelo de la
caridad contra las razones aparentes, contra los espíritus discutidores, perfeccionistas,
impugnadores, suspicaces (los maestros de la sospecha), escépticos o simplemente
distractivos. Como se protege el buen vino del contacto con el aire para que no se
avinagre.
157
EE 332
158
EE 313-336
159
EE 316
160
"Llamo desolación todo lo contrario de la tercera regla: Así como oscuridad del alma, turbación en ella,
moción a cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones moviendo a infidencia, sin
esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste, y como separada de su Criador y Señor.
Porque así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que
salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación." (4ª Regla, EE
317).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
que será pronto consolado(...)" (EE 321).
3) explicación de sus causas 162. La segunda serie de Reglas de discernimiento se ocupa
de formas más sutiles de la acedia: 1º previene contra razones contrarias al gozo 163
2º enseña cómo defenderse de los fulgores engañosos y los fuegos fatuos de gozos
que no son los de la caridad sino consolaciones aparentes, que han de distinguirse de
las verdaderas 164, Se debe atender mucho al discurso de los pensamientos (...) y si en el
discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala o distractiva, o
menos buena que la que el alma tenía propuesta antes hacer, o la enflaquece o
inquieta o conturba al alma quitándole su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía,
clara señal es proceder de mal espíritu" (EE 333).
162
9ª Regla: "Tres causas principales hay por las que nos hallamos desolados: la primera es por ser
tibios, perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales, y así por nuestras faltas se aleja la
consolación espiritual de nosotros; la segunda por probarnos para cuánto somos, y en cuánto nos
alargamos en su servicio y alabanza, sin tanto estipendio de consolaciones y crecidas gracias; la tercera
para darnos verdadera noticia y conocimiento que no es de nosotros traer o tener devoción crecida, amor
intenso, lágrimas ni otra alguna consolación espiritual, mas que todo es don y gracia de Dios nuestro
Señor; y porque en cosa ajena no pongamos nido, alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o
gloria vana, atribuyendo a nosotros la devoción o las otras partes de la espiritual consolación" (EE 322).
163
Es la primera regla de la segunda serie (EE 329) que hemos trascrito más arriba en 6.1. La segunda
Regla de la primera serie coincide con ésta en señalar que "en las personas que van de bien en mejor
subiendo (...) propio es del mal espíritu morder, entristecer y poner impedimentos inquietando con falsas
razones (...)" (EE 315). Es el estilo de las razones de Judas contra María en la Unción en Betania (ver
2.1.).
164
El ángel malo puede consolar al alma para traerla a su dañada intención y malicia (EE 331).
Es propio del ángel malo que se disfraza de ángel de luz (...) traer pensamientos buenos y santos
conforme a la tal alma justa, y después, poco a poco procura salirse trayendo al alma a sus engaños
encubiertos y perversas intenciones (EE 332).
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
demasiado Dios. Me sentí saturada de El. En ningún momento sentí un rechazo abierto
hacia su Presencia, sólo quería un poco menos".
La tentación de acedia, no advertida o consentida, puede instalar al alma en un
estado permanente de acedia. Y aunque por inadvertencia no hubiese culpa en ello,
habría grave daño del sujeto y se impedirían grandes bienes. La desolación sentida y
no resistida, peor aún si aceptada, precipita a la larga o a la corta en el avinagramiento,
que puede terminar siendo culpable, y a veces puede llegar, a la postre, a perseguir
militantemente al gozo. La oposición de la desolación y de la falsa consolación, a la
consolación, reflejan la oposición de la acedia al gozo de la caridad.
Por eso, la Contemplación para alcanzar Amor 165, es el mejor antídoto contra la
acedia, a estar a las recetas de Casiano, que vimos antes 166, y a las de San Benito y de
Santo Tomás a la que nos referiremos más adelante 167.
165
EE 230-237. En esta contemplación con que termina el Mes de Ejercicios, San Ignacio invita al
Ejercitante a considerar los beneficios y gracias de creación y redención, mirar cómo Dios habita y trabaja
para él en las creaturas, considerar por fin cómo Dios es la fuente de todos los bienes de los que él goza
y es partícipe. Y dado que el amor ha de ser comunicación recíproca de bienes entre los que se aman,
San Ignacio invita al ejercitante a darse todo a Dios: "Tomad Señor y recibid..."
166
Ver 5.1.
167
Ver 7.6.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
El caso es el siguiente. Un ejercitante, en la aplicación de sentidos sobre el
misterio de la adoración de los Magos, gustaba la personalidad de Herodes como un
dulce que se ha fermentado ligeramente y está agriado. Es obvio que el pecado de
Herodes - como dijimos antes: 3.1. - es un pecado de acedia, porque se entristece por
lo que los ángeles anuncian como un gozo y era efectivamente la realización de la gran
esperanza mesiánica del pueblo de Dios. Es llamativo que el ejercitante "gustara" esta
acedia y la hipocresía conexa, con ese sabor agrio. El ejercitante estaba repitiendo la
experiencia primitiva de los cristianos, que encontraron ácido ese pecado.
Otros ejemplos
Durante los Ejercicios de Mes se alcanza un grado de concentración y atención
espiritual muy grande, que permite advertir y reconocer movimientos interiores que
pasarían inadvertidos en la vida cotidiana.
He aquí algunos ejemplos más de movimientos de acedia advertidos en
Ejercicios de Mes y reconocidos como tales por el ejercitante.
Primer ejemplo: "Estaba rezando la Liturgia de las Horas. Al leer la segunda
lectura del Oficio de Lecturas, que era un texto de San Agustín, me sobrevino un
marcado sentimiento de fastidio cuando confiesa haberse abrazado al único Mediador
Jesús, y haber encontrado en El el medio para acercarse a la Luz y al Alimento que veía
tan inalcanzables. Rechacé ese sentimiento por reconocerlo como tentación,
oponiéndole una segunda lectura del pasaje, animada con sentimientos de alegría y
gratitud".
Segundo ejemplo: "Durante el día me vino al pensamiento la pregunta acerca
de si María había podido tener tentaciones. Hablándolo con el director, éste me dijo
que no necesariamente la Virgen María hubiese debido tener tentaciones. Más tarde,
en ese día, mientras rezaba el Rosario, se me vino a la mente lo conversado con el
Padre director de Ejercicios. En un momento dado, no fue un pensamiento, tampoco
un sentimiento, ni siquiera una frase interior: fue como una mirada que me invitaba a
mirar despectivamente a María Virgen (mirada "acediosa"), con un despecho mezcla
de envidia ("¿por qué Ella?") y de desvalorización ("¡así cualquiera!). Cuando me
percaté de ello, miré a María con todo el amor, gratitud y admiración que pude
encontrar en mi corazón, y los alimenté el tiempo que quedaba del Rosario,
terminándolo con un canto en su honor".
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
7.) PNEUMODINAMICA DE LA ACEDIA
Después de describir el fenómeno de la acedia llega el momento de hacer un
esfuerzo por comprenderlo; por investigar las causas de este hecho espiritualmente
tan extraño; y por explicar la "mecánica" de esta disfunción espiritual. Llamo
pneumodinámica de la acedia a esta exploración de las fuerzas espirituales y
psicológicas implicadas en la acedia, por analogía con el capítulo de las ciencias físicas
llamado dinámica, que se ocupa del estudio de las fuerzas naturales.
¿Cómo es posible que alguien se entristezca por el bien de Dios?
Lo que parece imposible y absurdo en teoría, hemos visto que es una notoria
realidad de experiencia. Tratemos pues de mostrar cómo es posible lo que parecería
imposible.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
Acedia y Pereza
Es este el lugar propicio para abrir un paréntesis donde tratemos de la pereza,
ya que tradicionalmente se la ha considerado tan cercana a la acedia, que se la da por
hija suya o se las define como sinónimas o equivalentes 168.
La voluntad perezosa no quiere mover a la inteligencia a creer para conocer el
bien verdadero y la orienta hacia otros bienes. Así se conectan acedia y pereza;
indiferencia o tibieza para amar, e indolencia para conocer al Dios infinitamente
amable.
¿La consecuencia?: efusión en las cosas. La voluntad perezosa mueve a la
inteligencia hacia los objetos que no debe y la desvía de aquellos que debería conocer.
La pereza, pues, inicialmente, no inhibe toda actividad, sino que comienza trocando
una actividad debida por otra indebida.
Es como el niño que se agota jugando en lugar de hacer los deberes; hasta que
cae rendido de fatiga por hacer lo que no habría debido, y es incapaz ya de hacer lo
que hubiera debido. O como el joven que va y viene sobre el trueno de su moto pero
no tiene a dónde huir para no estar donde debería.
La imagen proverbial del perezoso es la del apático dormilón. Pero esa es sólo
la fase terminal de su dolencia. Por lo común el perezoso comienza hiperactivo antes
de terminar deprimido. Es un ansioso que pasa de la conmoción a la apatía, de la
agitación al agotamiento.
Porque la pereza, contra lo que sugiere equivocadamente la opinión común, no
consiste en no hacer nada. Consiste en no hacer lo debido. El perezoso puede obligarse
a mil ocupaciones no obligatorias con tal de no cumplir con su obligación.
¿Pero qué pasa cuando el perezoso no quiere cumplir con sus deberes y
obligaciones supremas; cuando no quiere poner los actos de fe, esperanza y caridad;
cuando se niega al ejercicio de las virtudes teologales?
Al rehuir ocuparse de los bienes últimos y supremos que dan el sentido último a
su existencia, es como el caminante que se desentiende de la meta a donde debe
llegar y se va por todos los desvíos. O como el que se pierde en el desierto y termina
girando en círculos hasta que cae exhausto sin haber llegado a ninguna parte.
Huye primero del sentido. Pero esa huída de lo esencial lo aboca a tener que
vivir luego huyendo del sinsentido. ¿Cómo? ¿hacia dónde? Hacia los sentidos
provisorios; hacia alguna actividad que lo entretenga, que lo ayude a encontrar
siempre nuevas escapatorias al asedio del aburrimiento, entreteniéndolo con algún
minúsculo sentido inmediato: el baile de una noche, el paseo, el bar, el club, el hobby,
la novela...y tantas otras formas de "evasión", como acertadamente se les dice.
Sentidos forzosamente provisorios, puesto que el perezoso huye de los últimos y
definitivos, de los permanentes y eternos. Y dado que los no-últimos muy pronto lo
dejan o él los deja, tarde o temprano, fatalmente, vuelve a quedar a merced de la
invasión del sinsentido: del tedio, la náusea, el aburrimiento, en una lucha desigual y
perdida de antemano con ese mar que lo inunda, y en la que se agita hasta que se
agota.
¿Cómo puede llegar, si no, el perezoso a hablar de "matar el tiempo"? ¿Cómo
puede el tiempo convertírsele en un enemigo, hasta el punto de tener que matarlo? El
168
Véase 1.1.; 1.2. y 5.2. Sobre este asunto véase el citado artículo de G. Bardy, Acedia en Dictionnaire.
de Spiritualité, Ascétique et Mystique T.I, cols 166-169.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
tiempo del perezoso es el tiempo de Cronos, el dios cruel que devora a sus hijos,
porque los engendra en un tiempo que no está abierto a la eternidad. Un tiempo meta
de sí mismo que, como el Ouroboros, es como una serpiente que se devora la cola. Y el
Hijo de Cronos se convierte en parricida.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
Los dos amores opuestos
Encontramos la misma oposición dramática en la doctrina del Apóstol Juan.
Sólo que aquí no se habla de apetitos sino de amores opuestos: "No améis al mundo ni
lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo el amor del Padre no está en él.
Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y la vanagloria de las riquezas - no viene del Padre sino del
mundo" (1ª Juan 2,15-16).
Nótese cómo también en San Juan, el amor del mundo se desglosa en apetitos,
que Juan llama concupiscencias, las cuales apuntan a una gloria vana, igual que en la
visión paulina.
También en la visión de Juan, los amores son opuestos porque tienen objetos
opuestos. La oposición está en que los bienes que son objeto del amor mundano son
pasajeros, mientras que los bienes objeto de la caridad son permanentes: "el mundo y
sus concupiscencias pasan, pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para
siempre" (v.17). Los objetos, unos transitorios y otros perennes, son los que confieren
transitoriedad o perennidad a sus correspondientes amores, y en consecuencia al
sujeto que ama. Dios hace perenne al que lo ama confiriéndole la comunión con su
vida eterna (1ª Juan 1,1-3; 5,13).
Los bienes pasajeros son, por eso mismo, prescindibles y en algunos casos
prescindendos. Dios, en cambio, es el Bien imprescindible y el amor a Dios debe
gobernar los demás amores. Pero para el hombre caído, el Bien divino es por
eso un Bien arduo, difícil de alcanzar. La dificultad en alcanzarlo puede ocupar de tal
manera la atención, que se pierda de vista el Bien por mirar la dificultad. Entonces lo
arduo del Bien es percibido como un mal.
La Rebelión de la Concupiscencia
Hay que advertir bien, que los bienes pasajeros no son - de suyo y según el
orden primitivo de la creación, anterior al pecado original - ni irreconciliables ni
opuestos al bien permanente ni a la comunión de las creaturas con el Creador. En la
visión creyente, en efecto, el bien de las creaturas proviene del Creador y ha de servir
a la comunión con El.
Es la oposición e irreconciliación de los apetitos del hombre herido por el
pecado, la que proyecta su irreconciliación y su antagonismo sobre esos bienes. Es la
oposición de los apetitos de la carne a los del espíritu - consecuencia del pecado
original - la que produce gozos y tristezas, paces e iras, deseos y temores opuestos
entre sí, respecto de unos bienes u otros.
Cuando el bien de Dios aparece como privando - o amenazando privar - de sus
bienes propios al apetito carnal y mundano, entonces, ese bien es tenido por mal, y
sobreviene la acedia, la tristeza, la ira y hasta el odio.
Dado que a veces el amor a Dios imperará la renuncia a bienes prescindibles,
esa renuncia implica una mortificación de los apetitos concupiscentes y la consiguiente
tristeza o ira de dichos apetitos.
Esa mortificación del apetito carnal por el espiritual, o del amor mundano y sus
concupiscencias por el amor divino, es la que, por excitación de lo irascible del apetito
carnal mortificado, inclina a considerar al Bien divino como causa de la privación de un
bien, o sea como causa de un mal. Y esto explica la acedia, permitiéndonos entenderla
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
como una tristeza de los apetitos de la concupiscencia, ante aquél Bien que los priva
de hecho, o puede privarlos, de sus bienes específicos.
En realidad, no son los bienes los opuestos entre sí, sino los apetitos. El
fundamento de la incompatibilidad de los apetitos contrarios no es la
inconmensurabilidad de sus respectivos bienes, unos transitorios y otros duraderos,
sino el hecho de que tanto los unos como los otros no son realmente conocidos y
apreciados en su bondad si no es por la fe. Sólo la vida en el Espíritu, que presta su real
consistencia a los bienes eternos, puede subordinarle los efímeros y sacrificárselos si
es necesario. De modo que la oposición radical, no es la que pudiera ponerse entre los
bienes, o la que puede experimentarse entre los apetitos, sino la que existe entre
percepción creyente y la percepción incrédula, entre la percepción espiritual y la
percepción carnal.
Y esa percepción y evaluación creyente de los bienes, tiene también a los
propios apetitos y a sus respectivas solicitaciones, como objeto bueno o malo, y elige o
desecha uno u otro de esos apetitos, en cuanto quiere y consiente en querer con el
uno y no quiere y se niega a querer con el otro.De modo que el cristiano toma posición
ante sus propios quereres, como buenos o malos, como bienes o males.
La mortificación es la virtud cristiana por la cual se acepta la crucificción de un
apetito en aras del otro, como estilo de vida. San Juan ve en esa capacidad de la fe
para hacer morir los apetitos contrarios, la verdadera victoria del creyente, su
participación en la victoria del crucificado.
169
Véase: Isidro Ma. Sans, La Envidia primigenia del Diablo según la Patrística Primitiva (Estudios
Onienses, Serie III Vol. VI) Ed. Fax, Madrid 1963.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
querer propio contra la Voluntad divina - es el mejor de los nombres para el pecado
del Angel malo, del cual deriva luego el de nuestros protoparientes. Así lo define el
libro de la Sabiduría: "Por acedia del diablo entró la muerte en el mundo y la
experimentan (tanto la acedia como la muerte) los que le pertenecen" (Sabiduría 2,24;
ver también 6,23 y 7,13). Así lo interpreta muy tempranamente Clemente Papa y tras
él Justino y Teófilo de Antioquía. San Ireneo ha sido llamado 'el arquitecto de la
doctrina sobre la envidia primigenia del diablo'. A partir del s. III la teología patrística
se bifurca. Los padres occidentales, Tertuliano y Cipriano mantienen
fundamentalmente la doctrina tradicional plasmada en Ireneo. La escuela Alejandrina
se aparta de la doctrina ireneana. A partir de entonces la teoría de la envidia
primigenia del diablo pierde terreno progresivamente hasta desaparecer. La inflexión
comienza con Orígenes y prosigue con Clemente alejandrino. Según Orígenes, el
pecado del diablo fue la soberbia. Basilio, Gregorio Nazianceno, jerónimo, Agustín,
harán triunfar definitivamente la teoría origenista del pecado diabólico como soberbia
y sepultarán la doctrina tradicional culminada en Ireneo 170 .
La acedia es, por lo tanto, efecto y causa del pecado original. Y sin esta
categoría teológica no es posible hacer buena teología de la historia ni buena teología
espiritual; y es difícil acertar en el diagnóstico pastoral o en la cura de almas, en la
dirección espiritual o en el discernimiento y por ende en el buen gobierno de sí mismo
y de los demás.
El Pecado Original - ha escrito Juan Pablo II - "es verdaderamente la clave para
interpretar la realidad. El Pecado Original no es sólo una violación de una voluntad
positiva de Dios, sino también, y sobre todo, de la motivación que está detrás. La cual
tiende a abolir la paternidad (de Dios), destruyendo sus rayos que penetran en el
mundo creado, poniendo en duda la verdad de Dios, que es Amor, y dejando la sola
conciencia de amo y de esclavo. Así, el Señor aparece como celoso de su poder sobre el
mundo y sobre el hombre; en consecuencia, el hombre se siente inducido a la lucha
contra Dios. Análogamente a cualquier otra época de la historia, el hombre esclavizado
se ve empujado a tomar posiciones en contra del amo que lo tenía esclavizado" 171.
Ese fue el drama de los siglos de la acedia. Y quizás el drama de los siglos tout
court. Porque refiriéndose a toda otra época de la historia, el Papa nos remite a la
resistencia del hombre a lo sagrado. Este no es sólo un dato teológico, sino también un
hecho de experiencia universal, descrito por la ciencia de las religiones. Como
fenómeno universal conviene decir algo de él a continuación.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
ambivalencia de la actitud del hombre frente a lo sagrado no se nos manifiesta sólo en
el caso de las hierofanías y cratofanías negativas (miedo a los muertos, a los espíritus,
a todo lo `maculado'), sino también en las formas religiosas más desarrolladas. Incluso
una teofanía como la que revelan los místicos cristianos inspira a la mayoría de las
personas atracción, pero también repulsión (cualquiera que sea el nombre que a esa
repulsión se dé: odio, desprecio, temor, ignorancia voluntaria, sarcasmo, etc.)" 172.
Mircea Eliade observa que en el corazón mismo de la experiencia religiosa
encontramos la tendencia contraria y apunta la resistencia a lo sagrado: "La actitud
ambivalente del hombre ante algo sagrado que a la vez le atrae y le repele, que es
benéfico y peligroso, se explica no sólo por la estructura ambivalente de lo sagrado en
sí mismo, sino también por las reacciones naturales del hombre ante esa realidad
trascendente que le atrae y le aterra con igual violencia. Esta resistencia se acentúa
aún más cuando el hombre se encuentra totalmente solicitado por lo sagrado, cuando
se ve llamado a tomar la decisión suprema: abrazar plena y definitivamente los
valores sagrados o mantenerse frente a ellos en una actitud equívoca" 173. Es, como
hemos visto el caso de la vida monacal, o el de las encrucijadas de la conversión o el
pecado.
Eliade retoma aquí las tesis de Rudolf Otto, en su obra Lo Sagrado, donde ha
señalado y descrito el efecto fascinante y atemorizador a la vez, que ejerce lo divino
sobre el hombre.
Sin embargo, la resistencia ante lo sagrado es ambivalente. Y acerca de este
fenómeno, la teología bíblica tiene más para enseñarnos y para precisar.
Temor o Miedo
El Temor de Dios, es para la Escritura, el comienzo de la sabiduría (Salmo
110,10). Pero para el autor sagrado, este temor no es sinónimo de miedo, sino más
bien de respeto.
El que respeta a Dios afirma que Dios es bueno en su grandeza. Si teme algo de
El, es el justo castigo de su propia maldad. El temor de Dios es por lo tanto la
afirmación del Bueno como bueno y de lo malo (en mí mismo) como malo. Es, por eso,
comienzo de la sabiduría y condición previa y necesaria del amor a Dios. Nadie ama lo
que no respeta.
El respeto ( del latín re-spectus, derivado a su vez del verbo re-spicere = mirar
dos veces) es la mirada atenta, la consideración correcta que mira y advierte,
reconociéndolo, al que tiene delante. En el caso de Dios, es alguien
inconmensurablemente superior y distante, a pesar de todo lo que pueda acercarse
por su bondadosa condescendencia.
El respeto a Dios, es por lo tanto también consideración y reverencia. Es, como
le gusta decir a San Ignacio de Loyola: acatamiento.
El temor de Dios es algo interno al amor, es temor de ofender, temor de no ser
o de no hacerse digno de la condescendencia de que se es objeto. Es temor "filial"
como explican los Santos Padres: el temor que tiene el buen hijo de disgustar a su
Padre. Lo distinguen así del temor "servil", o miedo del esclavo ante su amo. Este
172
M. Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, Trad. cast.: Cristiandad, Madrid l974, T.I, pp. 41-42
173
O.c. T.II, p.251-252
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
temor servil, tampoco es desdeñable cuando se trata de disuadir al pecador del
pecado que lo domina, y es útil donde falta el temor filial.
Son las Palabras de Jesús las que están destinadas ahora a ser fuente de gozo
para sus discípulos, como lo eran en tiempo de Esdras las de la Ley para el pueblo. Por
el contexto, se ve claramente que el gozo de Jesús es el que proviene de su amor al
Padre, y que el gozo de los discípulos es el que provendrá de su amor a Jesús y de ellos
entre sí. Se trata pues claramente en este pasaje, del gozo de la Caridad al que se
opone la acedia. El contexto de anuncio de tribulaciones y pruebas, sugiere la misma
misteriosa vinculación entre gozo y fortaleza: "vuestra tristeza se convertirá en gozo"
(16,20). La frase nos recuerda el género paradójico de las bienaventuranzas. Hay una
misteriosa pero íntima vinculación entre este gozo y la paciencia en las tribulaciones. El
amor da fuerza para sufrir incluso la ingratitud: "todo lo soporta, todo lo perdona...(1
Cor 13,7).
La historia de Sansón (Jueces 13-16), ilustra con su fondo y su forma, lo que
decimos. En el episodio del enjambre de abejas y el panal de miel que Sansón
encuentra en el cadáver del león, y en la adivinanza que Sansón propone a los filisteos
inspirándose en este hecho, se reflejan los temas de la dulzura y la fuerza. Tanto la
fuerza del amor de Sansón por Dalila, como la del vigor físico de Sansón, que forman la
trama de esta historia.
El héroe es débil por su pasión hacia Dalila y fuerte por su amor al pueblo de
Dios: "Del que come salió comida y del fuerte salió dulzura"(Jueces 14,14). "¿Qué hay
más dulce que la miel y qué más fuerte que el león?" (14,18). La debilidad de Sansón
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
por amor hacia una enemiga ingrata y traicionera, refleja a su manera el drama del
amor de Dios. La misma que lo devora, lo hace vivir. Sansón es fuerte en su debilidad,
por fidelidad a la ingrata, como Dios. El mismo nombre de Sansón, Shimshon, derivado
de "Sol" (en hebreo = Shémesh), sugiere a la vez la dulzura y la fuerza del sol, además
de sugerir una asociación mesiánica. El corazón de Sansón es fiel a su pueblo y fiel a la
enemiga y los amores contrapuestos no se contrarrestan en él.
Dulzura de la miel y fuerza para el combatiente fatigado encontramos también
en el episodio de Jonatán, quien exhausto del combate, y habiendo hallado un panal
abandonado: "alargó la punta de la vara que tenía en la mano, la metió en el panal y
después llevó la mano a la boca y se le iluminaron los ojos" (1 Samuel 14,27). La fatiga
de la lucha enturbia la visión del bien. La dulzura de la victoria, después de dispersados
los enemigos - abejas que abandonaron el panal - devuelve la visión y el goce del bien.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
sentido original de la palabra latina virtus, y de la castellana virtud: la capacidad de
hacer el bien. El amor sufriente, crucificado, muestra la grandeza de su fuerza
precisamente en la debilidad, manteniéndose pacientemente adherido al bien a pesar
del mal.
La fuerza de la caridad es la fuerza del amor sufriente. Un amor que da fuerza
para luchar y para padecer por el bien. El cáliz de la Pasión que el Señor acepta en su
agonía, simboliza la comunión con la voluntad de su Padre: por un lado como comida
(= "Mi comida es hacer la voluntad de mi Padre"); por otro lado como bebida ("El Cáliz
que me ha dado mi Padre ¿no lo he de beber?"); y por fin como una cierta embriaguez
de esa voluntad, que acepta la del Padre "en lugar del gozo que se le proponía" y
habiendo "soportado la cruz sin miedo a la ignominia", por lo cual "está sentado a la
derecha del trono de Dios" (Hebreos 12,2).
Es posible considerar la Agonía del Huerto como un combate o una lucha - en
griego: agón - entre dos gozos opuestos y dos tristezas opuestas. Por un lado el gozo
del amor al Padre, que se complace en hacer su voluntad. Por otro lado el gozo, que se
le propone, de un reino de este mundo (Lucas 4,6; Juan 6,15). Por un lado la tristeza
del alma humana ante la muerte; por otro lado la tristeza por el pecado (Lucas 19,41ss;
Marcos 11,17) como rechazo y menosprecio al Padre; y la tristeza del corazón del Hijo
que prefiere la muerte a contristar él también al Padre.
Al gozo que se le proponía, opuso Jesús un gozo superior. En ese conflicto de
ambos gozos nace el drama de la acedia en el corazón de los hombres. El dilema es,
entonces, mortificación, paciencia o acedia. Y el antídoto de la acedia: fortaleza y gozo
de la Caridad.
Jesús, sacó la fuerza - en su debilidad - de la embriaguez del Cáliz de su Amor al
Padre, y de su misericordia por la muchedumbre humana necesitada de rescate.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
gratuita oferta y del vehemente ruego de reconciliación, de los cuales Pablo se sabe, y
se muestra, ministro y dispensador:
"Todo proviene de Dios que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el
ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo [en la insensatez y debilidad, en la
injusticia de su Cruz], estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en
cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nuestros labios la palabra
de la reconciliación. Somos pues embajadores de Cristo, como si Dios os suplicara por
medio de nosotros: en nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!. A quien
no conoció pecado, le hizo pecado, por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de
Dios en él" (2 Corintios 5,18-21)
Pablo se presentó así, apóstol humillado de un Dios que se humilla ante el
hombre suplicándole la reconciliación y haciéndose culpable a sí mismo en su Hijo,
para ganar el amor de los culpables a costa del inocente. ¿Cuál puede ser la fuerza de
semejante locura?
Ante un Dios así calla el temor al castigo y puede nacer y llegar a su perfección
el amor cristiano: la Agapé (1 Juan 4,18), el Camino Mejor (1 Corintios 12,31).
Verdaderamente parece necio y ridículo un Dios así. Parece sólo apto para
engendrar acedia entre los hombres de un mundo fundado en el zarpazo de la
prepotencia, la imposición del poderoso, en la astucia retórica y dialéctica, en la
retorsión del lenguaje para adulaciones o intimidaciones sofísticas, o - en el mejor de
los casos - en la justicia del talión sin sombra de perdón o misericordia. Una
humanidad predispuesta a imaginarse dioses patrones, dictadores, que esclavizan a los
hombres y rivalizan con ellos.
Pero el corazón de los Corintios se rindió ante este Dios, perfil divino
absolutamente inédito en la interminable galería de las imaginaciones humanas acerca
de la divinidad, que lleva, en su propia disimilitud con todo lo que el alma de hombre
alguno sería capaz de imaginar e inventar, una cierta garantía de sobrehumana y divina
verdad. Ellos eran gente de un mundo donde lo divino ya se había hecho vulgar,
comercial, industrial, político, turístico y doméstico. Pablo les traía la oferta de un Dios
tan absolutamente a contrapelo de todos los que habían fabricado o domesticado ellos
mismos, que no tenía, por fin, apariencia humana sino realmente sobrehumana y
divina. Un Dios que sólo podía ser creído a fuerza de inimaginable e inverosímil.
Y ante ese Dios, débil por amor, gracias a la fuerza de ese Espíritu Santo que
suplica comunión y reconciliación sin tomar en cuenta las trasgresiones, los Corintios
encontraron por fin el gusto de creer.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
aversión al Dios crucificado: la acedia, capaz de convertir a Pedro, piedra fundamental
de la Iglesia, en piedra de tropiezo para Jesús y los demás discípulos (Mateo 16,18.23).
"Para dar la respuesta de la fe, es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y
nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo
dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la
verdad" 174.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
Ese párrafo le pareció después demasiado exiguo a otro lector, quien halló
llamativo "que habiendo dado tanta importancia y centralidad al tema de la acedia, se
dedicasen solamente diez líneas - y apenas nominalmente - a su remedio", y que "dada
la amplitud de la exposición del tema, se esperaría que se deben ofrecer líneas o
pautas de reeducación suficientemente explicitadas".
Yo no había considerado insuficientes esas líneas, en parte porque estaba y sigo
persuadido de la validez, de la utilidad y la suficiencia de esos remedios tradicionales,
que al lector le parecieron exiguos y nominales. Y en parte también porque, desde mi
óptica de autor, familiarizado y conforme con los límites autoimpuestos a mi escrito,
que no aspiraba a ser un tratado sino modestamente un ensayo, y más allá de
considerar suficientes para un ensayo las referencias a los remedios diseminadas en él,
me seguía sintiendo satisfecho y optimista con la virtud curativa de la descripción
misma del mal. Confianza que contribuía a alimentar en mí la experiencia de otros
lectores de este trabajo.
Debo decir que no termina de imponérseme la lógica según la cual quien
conoce y sabe describir un mal, deba por eso forzosamente conocer y exponer
también sus remedios. El que hace algo bueno no se obliga por eso a hacerlo todo o a
hacer lo mejor. Se puede conocer el virus y la etiología de una enfermedad, pero
carecer de la vacuna. No tengo rubor en confesar que había limitado el objeto de mi
ensayo a disertar sobre el mal, creyendo hacer con eso sólo, algo de provecho. Y
porque no tenía elaboradas ni la doctrina ni las razones acerca de su tratamiento.
Gracias al deseo de estos lectores, he tenido la oportunidad de ponerme a reflexionar,
más a fondo y con mayor detención, aunque siempre como ensayista, sobre este
"problema" - porque vaya si lo es - de los remedios o del tratamiento del mal de
acedia.
Tampoco termina de convencerme, como le parecía al primer lector arriba
citado, que sea "negativo" hablar extensamente de un mal. Como dijo el Arcipreste de
Talavera: "si el mal no fuere sentido, el bien no sería conocido" 175. El solo hecho de
llamar la atención sobre un mal inadvertido, es ya de por sí algo positivo. La
experiencia de otros lectores del manuscrito de este estudio, me convence de que
señalarles este mal del que padecían, o del cual vivían rodeados y en algunos casos
acosados, y cuya verdadera índole ignoraban, fue de por sí beneficioso por el mero
hecho de comprenderlos en su exacta naturaleza y saber nombrarlos. El demonio de la
acedia se exorciza ya con reconocerlo e imperándolo por su nombre.
Cualquier médico o enfermero entenderá que un buen diagnóstico es la mitad
de la curación, aunque el diagnóstico no sea todavía, de suyo, un acto terapéutico. Y
no creo que a un médico se le ocurriría reprocharle al clínico su diagnóstico por no ser,
también, terapéutico; ni porque diagnostique un mal incurable o del que se ignora el
remedio. Toda diagnosis tiene un valor intrínseco positivo si es acertada.
Pero he aquí que sucede, además, que en psicología y en psicoanálisis, cuando
el paciente reconoce las causas y los orígenes de sus síntomas, no sólo puede decirse
que ese reconocimiento contribuye a curar su neurosis, sino que se afirma que por eso
mismo se logra la curación. Quizás este ejemplo pueda sugerir de qué modo la sola
presentación de la acedia que hemos hecho, le puede servir ya de remedio en gran
175
Y agregaba: "decir mal del malo, loanza es del bueno" Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de
Talavera, Corbacho, Prólogo.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
medida, sin necesidad de disertar aparte sobre sus remedios. En los asuntos del alma y
del espíritu, la sola anagnórisis del mal es ya su terapéutica.
Hechas estas puntualizaciones, agradezco todavía el reclamo de esos benévolos
lectores, que me ha dado la oportunidad de abundar aquí en precisiones y en la
elucidación de asuntos que están en juego al abordar el problema del tratamiento o de
los remedios de la acedia. En atención a su deseo, que considero puede ser el de otros
muchos lectores de este libro, he reunido la información dispersa a lo largo de mi
ensayo dentro del marco de estas reflexiones sobre el referido problema.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
cosa la que propone el Papa en su Carta sobre el Tercer Milenio 176. Ni otra la que
propone San Ignacio al ejercitante en sus Ejercicios.
¿Habrá pues que pensar en remediar la acedia, o más bien en cultivar y
preservar la gracia de la Caridad allí donde Dios la ha puesto y nos ha encargado
cultivarla? El mejor remedio es conservar el don de la salud. Así, el mejor remedio
contra la acedia es conservar la gracia de la Caridad. Presiento que entran en juego
aquí dos concepciones de la existencia cristiana.
Según una de esas dos concepciones, Dios ya ha hecho lo principal y nosotros
hemos de ser fieles servidores y ministros de lo que El hizo, viviendo de tal manera que
conservemos en nosotros los dones recibidos en ese comienzo y origen divinos. La
originalidad de la vida cristiana, está en ser fieles al origen. La novedad se concede
como gracia a esa fidelidad. Si no perdemos lo que Dios nos ha dado y conservamos lo
que ha obrado en nosotros, la lámpara encendida del bautismo y la túnica blanca,
entonces nos hacemos acreedores a recibir lo que Dios nos promete. El cristiano está
así inmerso en el actuar de Dios. Por la fidelidad al pasado divino, se nos entrega el
presente y el futuro divinos. Lo nuestro es ser fieles. Esta es la visión que se desprende
de los escritos de San Juan, con su insistencia en el permaneced, y también la de
Pablo, Pedro y muy en especial de la Carta a los Hebreos. Nuestra libertad se ejercita
en ese servicio de fidelidad a lo que Dios ha hecho, hace y hará.
En la otra visión, lo que Dios hace o ha hecho se da por supuesto, y de lo que
hará se habla poco. Y en eso mismo se muestra la poca o relativa importancia
existencial y práctica que se le da. Parecería que lo que Dios ha hecho es sólo
capacitarnos y echarnos a andar para que hagamos lo que decidamos hacer, lo cual es,
por lo menos en la estimación práctica, lo principal: lo que debemos hacer. Con un
énfasis algo legal en lo del debemos. No es ésta la impostación de la vida cristiana más
propicia al cultivo y la preservación del gozo de la Caridad.
El discurso acerca de la gracia de la Caridad, centra la atención donde debe
estar: en el Autor del bien, en la acción divina en y con nosotros, y en los gozos y
consuelos verdaderos que deben ser atesorados, preservados y cultivados. Y a los que
se debe responder generosamente.
El discurso acerca de los remedios - en cambio - encierra el riesgo de volver a
centrar la atención en la acción humana del pastor, como médico o reeducador,
perdiendo de vista, por darla por supuesta, la parte de Dios en todo esto.
Reconociendo, pues, toda la complejidad del tema de los remedios de la acedia,
hay que reconocer también, sin embargo, que el principio curativo es muy simple: el
remedio contra la acedia es el gozo y los consuelos de la Caridad. A todos los niveles: al
de la tentación, del pecado, del vicio capital, al de la cultura y de la civilización. Y el
médico o agente principal de la curación, es Dios. La curación de la acedia, no viene
tanto "desde abajo" cuanto "desde arriba".
Si estas consideraciones que venimos haciendo se sopesan, se hará evidente
cómo al hablar del mal, simultáneamente apuntábamos y contribuíamos ya a su
remedio. Por ejemplo, cómo al hablar de la pastoral de las Virtudes Teologales y de la
176
El Papa propone insistir en el trienio 1997-1999 en las Virtudes Teologales correspondientes a las tres
Divinas Personas. En el año l997, Año del Hijo, se insistirá en la Fe; en el año 1998, año del Espíritu
Santo, se insistirá en la Esperanza; y en el año 1999, año del Padre, se insistirá en la Caridad. Juan
Pablo II, Tertio Milennio Adveniente Nº 40-51.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
pastoral gaudiocéntrica177, señalábamos pistas de sanación, o si se prefiere hablar así:
de reeducación. Toda evangelización consiste en educar en las Virtudes Teologales:
enseña a creer, a esperar los verdaderos bienes, a amar a Dios y al prójimo por Dios. Y
enseña a encontrar en esto los verdaderos gozos y consuelos, prefiriéndolos a
cualquier otro que se ofrezca.
Al describir la complejidad de un mal de dimensiones culturales y
civilizacionales, despejábamos de entrada la ilusión de que para el mal de acedia, a
cualquiera de sus niveles, pudiese existir tratamientos humanos, remedios de acción
automática o recetas caseras de sencilla aplicación, como para suscitar engañosas
esperanzas de que los pastores pudiéramos arreglarnos en esto por nosotros mismos y
sin Dios. No existen los filtros mágicos que pudieran aplicar aprendices de brujo en una
pastoral exitista, cortoplacista, eficacista y pelagiana. Esa sería una pastoral
trágicamente portadora de acedia, que propagaría el contagio de lo que aspira a curar.
La Civilización de la Caridad, como la Jerusalén Celeste, desciende de lo Alto
(Apoc. 21,10). Antes que obra humana es gracia posibilitante. Al igual que el Reino de
Dios, es cosa que se pide, antes que cosa que se construye a lo Babel. Sólo los que
piden estas cosas porque las saben imposibles e inalcanzables por sí mismos, están en
condiciones de ser capacitados para obrar y contribuir eficazmente en su realización
como dóciles servidores y ministros de los impulsos divinos.
Cambiar la Humanidad es obra sobrehumana, que sólo la Iglesia puede
acometer porque a ella le ha sido encomendada junto con los medios de gracia
necesarios para llevarla a término; y que sólo a la Iglesia le es dado verificar
parcialmente en sí misma, como modelo de una Humanidad redimida, realizándola en
sus santos cuando viven el gozo de la Caridad. En ese sentido la Iglesia es remedio de
la Civilización de la Acedia y semilla de la Civilización de la Caridad. Escuela donde se
aprende a vivir los gozos y los consuelos de la Caridad, irradiándola desde su liturgia
hacia sus demás dimensiones. El remedio de la acedia del mundo pasa por la
preservación del tesoro de gozo y de consuelo de la Caridad que el Señor derrama en
el corazón de los fieles. La Iglesia es la administradora y guardiana maternal de ese
tesoro que Dios le confía, para salar, iluminar y fermentar el mundo. La depositaria del
Gaudium et Spes es la que puede remediar el Luctus et Angor del mundo. Y en su
liturgia hace presente una isla de eternidad en el tiempo.
La Caridad, remedio de la acedia, es, pues, gracia: ya sea en la Iglesia, en el
alma, en la cultura o en la Civilización. De ahí que el remedio contra la acedia sea
específico y diferente, no manipulable, no planificable, indomeñable. No aplicable con
criterios de eficacia puramente racional, natural y humana. Fácil de nombrar, difícil de
aplicar.
Antes de que nosotros describiéramos la acedia, ya estaba Dios ocupado en
remediarla. Lo nuestro sería darnos cuenta de eso y secundarlo.
La doctrina sobre la Gracia nos persuade de que la Civilización de la Caridad, o
sea el remedio de la acedia, es algo que pertenece más al orden de las cosas que se
piden, que al de aquellas que el hombre puede aplicar y dosificar por sí mismo. A nivel
teórico-dogmático, la Civilización de la Caridad, como remedio a la acedia, reivindica
los postulados de la doctrina ortodoxa sobre la gracia, opuestos a la visión eficacista y
pelagiana que es madre de la acedia. Mientras que la Caridad tiene su gozo en la
gratuidad de los dones y gracias divinas, el eficacismo pelagiano y kantiano se niega a
177
Ver 7.5
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
alegrarse con nada que no sea fruto del propio esfuerzo, planificable y evaluable. A la
pastoral de la gracia-eficaz, concebida como un ministerio o sea como un servicio
subordinado a la gracia divina, se opone un concepto de pastoral de la eficacia-
humana a cuyo servicio debería ponerse y acudir la ayuda divina.
A nivel doctrinal, el remedio a la acedia pasa, pues, por la inversión de aquella
óptica a la que da lugar una cultura exitista, eficacista; cultura de los planes y de la
evaluación de los logros, que traspone al plano espiritual o pastoral los métodos
propios del mundo empresarial, desentiendose de los factores no cuantificables, no
planificables ni evaluables como son las gracias, los dones y los consuelos. La
óptica doctrinal correcta y católica, enfatiza por el contrario la Gracia: lo que Dios obra,
inflamando en su amor, consolando y pacificando al alma en su Señor y Creador, lo
cual no es naturalmente ni previsible, ni planificable, no se sujeta a cronogramas, ni se
deja evaluar de otra manera que por el discernimiento espiritual.
Soñar en remedios eficacistas para la acedia, u ofrecerlos a quien tales pidiese,
equivaldría a querer curar la acedia con más acedia, agravando el mal y extendiéndolo
en vez de curarlo. Pero en este caso no vige la ley de homeopatía: el pecado no puede
curarse con más pecado, ni el mal con más mal, ni el desorden con más desorden.
el amor primero.
San Gregorio Magno aconseja: "el vicio de acedia, o sea el tedio del corazón, se
expulsa pensando siempre en los bienes celestiales. La mente que se ocupa en la
178
Ver 5.1.
179
De Inst. Coenobit. L. 10
180
Ver 5.3.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
consideración de bienes que tanto alegran y regocijan, no se puede aburrir de ninguna
manera"181. Aquí aparece en el ambiente monástico el trabajo orante o la oración
durante el trabajo. La "contemplación en la acción" que propondrá San Ignacio de
Loyola tiene aquí sus raíces, pero es posible en la vida laical.
Santo Tomás, sobre las huellas de Casiano, considera que la causa de la acedia
es no apreciar o menospreciar los bienes que le vienen a uno de Dios 182. Y en
consecuencia propone como remedio el pensar y meditar en los bienes espirituales 183.
Se trata evidentemente de una meditación creyente, de un ejercicio de la fe. El
descubrimiento de los bienes que ve la fe, está entre los motivos del gozo de creer. Es
la fe informada por la caridad la que conforta y consuela, pacifica y hace bueno.
San Ignacio de Loyola pone en primer plano de su doctrina espiritual el aprecio
y el cultivo de la consolación, que es el gozo de la caridad en todas sus formas. Sus
reglas de discernimiento describen las diversas formas consolatorias de la Caridad.
Esto es particularmente útil. La sola palabra gozo - en efecto - no siempre basta para
comprender a qué variedad y complejidad de fenómenos espirituales concretos se
alude con ella y a cuáles - correlativamente - se opone la acedia. San Ignacio adiestra
para reconocer las distintas formas de la consolación, y para recibirlas en el corazón,
amparándolas contra los ataques de la desolación o del desorden.
San Ignacio enseña también, en sus reglas de discernimiento a guardarse de la
acedia que acosa en forma de tentación184. Coincidentemente con Casiano, recomienda
resistir virilmente el ataque de la acedia. Se ha de resistir a la desolación y hacer todo
lo contrario de lo que sugiere que hagamos185.
Por fin, su Contemplación para alcanzar Amor, al final de sus Ejercicios
Espirituales se revela - según vimos - como el antídoto específico contra el mal de
acedia; como un ejercicio de perseverancia en el bien, a la vez que como la forma más
indicada de fomentar una vida gozosa y consolada por la Caridad 186.
Un autor moderno propone: "Los remedios contra una tan insidiosa
enfermedad espiritual son el espíritu de penitencia, que mantiene despierta, lista y
pronta al alma para el servicio de Dios y fiel en la observancia tanto cristiana como
religiosa; una justa medida en el trabajo, porque previene el tedio en las prácticas de
piedad y la náusea por las cosas divinas; la meditación y la lectura espiritual cotidianas,
la práctica frecuente de los sacramentos de la confesión y de la eucaristía; y
finalmente, una predicación iluminada o una reflexión de los novísimos, porque estos
181
Comm. in 1 Regum 5,9; PL. 79, 364. Todos los autores espirituales coinciden en insistir en la
actividad del espíritu y la oración constantes. Santa Melania le preguntó a una eremita llamada Alejandra:
"¿Cómo puedes soportar la acedia que produce el aislamiento y la soledad, puesto que no ves a nadie?"
y la reclusa le respondió: "Desde que amanece hasta la hora de nona, oro sin cesar mientras hilo el lino.
El resto del tiempo, repaso en mi espíritu la historia de los patriarcas, los profetas, los apóstoles y los
mártires. Después de comer mi pan, espero las horas que restan perseverando fielmente y pronta para
aceptar el fin con una esperanza gozosa" PALLADIO, Hist. Laus., 5,3.
182
Summa Theol. 2a. 2ae. Q.35, Art.1, ad 3m
183
Summa Theol. lugar citado ad 4m
184
Ver 6.2.
185
Es lo que Ignacio llama "agere contra" o hacer el "oppositum per diametrum" = lo diametralmente
opuesto (EE 325).
186
Ver 6.2. Esta forma de contemplación, puede convertirse en una forma de oración durante la acción.
San Ignacio la propone a los jesuitas, que han de ser contemplativos en la acción. Pero esta forma de
oración se adapta muy bien a las exigencias de la vida laical.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
adquieren en la existencia gris del hombre con acedia, una eficacia particular y
saludable" 187.
187
V. HONINGS, Art.: Acedia, en Dicc. de Espiritualidad ( Dir. Ermanno Ancilli) T.I, Col. 26.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral
CONCLUSION
"Al acercarse Jesús a Jerusalén y al ver la ciudad, lloró sobre ella diciendo: `¡Si
también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas y te
cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus
hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has
conocido el tiempo de tu visita'" (Lucas 19,41-44).
Lamentando la incapacidad de Jerusalén para percibir la visita de Dios, Jesús
llora sobre la acedia de la ciudad santa.
No se sabe bien lo que es la acedia, hasta que no se pondera este llanto del
Salvador sobre el drama y el inescrutable misterio de la apercepción y la dispercepción
del bien.
El drama de la acedia es el drama de Jesús, y el misterio de la acedia lo conduce
a la muerte.
Los improperios que canta la Iglesia el Viernes Santo interpretan ajustadamente
los sentimientos del Salvador sobre un pueblo que no reconoce los beneficios, peor
aún, los toma a mal y los retribuye con ofensas: "Pueblo mío ¿Qué te hice o en qué te
he faltado? ¡Responde! Te arranqué del Egipto, tú me diste una cruz...Te exalté con
honor y poder sobre tus enemigos; pero tú me clavaste alzándome en una cruz". El
lamento de Jesús es el lamento por la acedia. Podría decirse que la acedia es "el
pecado". La acedia es el mal del que debe ser liberado principalmente y en primer
lugar, el género humano.
"Uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y,
sujetándola a una caña, le ofrecía de beber" (Mateo 27,48). Se cumplía en Jesús lo del
Salmo: "En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre" (Salmo 68,22).
"Una viña tenía mi amigo en una colina fértil...y esperó que diese uvas dulces
pero le dio uvas agrias" (Isaías 5,1s).
La profecía de Isaías sobre la viña ingrata que da vinagre en lugar del dulce vino
del festín de bodas, se cumple en la pasión de Jesús. La sed del crucificado es la sed de
Dios que solicita el amor del hombre y que recibe en cambio, burla, descalificación,
rechazo o por lo menos evasivas, dilaciones, excusas, o contraofertas "razonables".
Es el drama de Dios, exponerse a recibir lo agrio en trueque por lo dulce.
Aunque esto parezca inverosímil, la Pasión muestra que no lo es. Y dado que "lo que
fué eso será y lo que se hizo se seguirá haciendo" (Eclesiastés 1,9), la acedia sigue
existiendo, aunque nos hayamos olvidado de su nombre y ya no sepamos señalarla
donde ella está.
Horacio Bojorge - En mi sed me dieron vinagre – La Civilización de la Acedia – Ensayo de teología pastoral