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Entrevista al Maestro Antonio Facundo Leiva

Historia de la luthería
Año 2016
Profesor
Ricardo Abregú
Alumnos
Nicolás Lagües
Jerónimo Mendoza Zélis
Antonio Facundo Leiva nació en San Miguel de Tucumán el 13 de octubre de 1953.
Cuarto y último hijo de Ramón Facundo Leiva y Modesta del Carmen Rivadeneira. Desde
sus primeros años de vida comenzó a relacionarse con los instrumentos gracias a su
padre, célebre pulsador de guitarra y cantor. Es uno de los principales exponentes de la
luthería en Tucumán y en Argentina. Ha vivido en carne propia casi toda la historia de la
escuela de luthería de Tucumán, por eso nos pareció fundamental escuchar su
testimonio, para rescatar los valores que la han identificado desde un principio, de cara al
futuro.
El Toño nos recibió amablemente en su taller de Tafí Viejo en julio de 2016, y nos
brindó ésta entrevista, feliz de poder trasmitir su visión de la luthería como oficio, como
arte y como forma de vida.
- ¿Cómo fueron tus comienzos de changuito en la luthería y qué significó la escuela
en tu vida?
- La escuela de luthería tiene una importancia fundamental en mi vida.
Mi padre hacía instrumentos en forma empírica, como todos los artesanos que
trabajaban acá en Tucumán, que eran los dedicados de curar las enfermedades, las ñañas
de los instrumentos.
Todos en casa
trabajábamos en un
pequeño taller, mis
hermanos, mi padre y
yo (yo, como era el más
chico, era el que menos
trabajaba). Mi padre
fue músico, pero
empezó a incurrir en la
construcción y
restauración de
instrumentos
azarosamente, porque
a un alumno se le había
roto una guitarra. De ésta forma, muy rudimentaria, conocimos lo que es la construcción
de guitarras.
La escuela de luthería llega a mí a través de la radio, dónde salía una propaganda de la
carrera. Entrar a la escuela me abrió otro panorama, otro espacio. Gran parte de mi vida
la pasé ahí. Entré a los trece años, al terminar la primaria. Hacía la secundaria
paralelamente. Tuve la suerte de encontrarme al Maestro Alfredo Del Lungo, el fundador
de la escuela, quien era un ser muy especial, un ser con una particularidad en la forma, en
la dedicación, en el amor con que te enseñaba. Creo que todos los docentes de la escuela
vamos heredando un poco eso, es algo que se va trasladando, una forma de devolver lo
que te han dado. Creo que eso han sido Del Lungo, Silva y uno trata en cierta forma de
imitar a nuestros maestros en la entrega. Eso es una de las cosas más importantes, el
valor humano con que se ha vivido en la escuela.
- Si hoy en día uno dice “soy luthier” y la gente se pregunta “¿qué es eso?” me
imagino lo que habrá sido en los sesenta, que no había difusión, y había muy pocos
luthiers dando vueltas.
- Claro, los luthiers que había acá en Tucumán eran contados. Gente que trabajaba la
madera, algún carpintero habilidoso. En definitiva la luthería nace así. Gente artesana que
ha venido buscando a través del tiempo, desde que el hombre se levanta, se yergue sobre
sus dos piernas, camina sobre la faz de la Tierra y, por la evolución de su cráneo, empieza
a tener sentimientos. El dolor ante la pérdida, la alegría. Entonces empieza a buscar cómo
regocijar su corazón. Empieza a dominar los materiales, los metales, la madera. Buscando
del mundo exterior para su mundo interior. Así nacen los instrumentos. Hay una infinidad
de instrumentos que el hombre ha creado. Por eso es que es tan complejo eso de qué es
la luthería. Bueno viene del ud, del laúd… pero la luthería es otra cosa mucho más
profunda, creo yo, y está en el lugar en que vos te sitúas con ese oficio. Arte, también es
arte. De última es lo que vos amás. El hombre hace arte todos los días, desde que se
levanta. La vida es un arte. Ser luthier es una forma de vida, es algo que he elegido, por
las circunstancias quizás.

- ¿Cuál sentís que es tu función en la sociedad?


- El luthier cumple una función muy importante. Trabaja en su solitario taller con su
música, con su mate, con lo que vos quieras, en el silencio máximo ante la sociedad. Sin
embargo en todo momento, en todo acto de cualquier ser humano está el luthier.
Prendés la radio y ahí está.
- ¿Qué te ha trasmitido Alfredo Del Lungo?
- El amor hacia la madera, la materia prima. Cómo tratarla, con un respeto absoluto.
Cuando pasaba una herramienta era como una plegaria, una conjunción herramienta,
madera y hombre. Si vos te equivocabas en el proceso, te pasabas del espesor, o hacías
un corte mal, él sufría, te hacía sentir muy mal. Lógicamente es una manera de verlo, es
como él enseñaba. Una de sus grandes virtudes fue la entrega total hacia sus alumnos,
fue generoso al máximo en todo sentido. Llegó a poner un local en la calle Crisóstomo
para que los alumnos trabajemos en restauración de violería. En ese momento los
alumnos de violería éramos seis. Llegaban instrumentos de todos lados por el nombre Del
Lungo. Gracias a eso pudimos agarrarle la mano a la puesta a punto y restauración.
- ¿Podrías nombrar algunos de tus compañeros?
- Si, canisa, recibido de la escuela que no se ha dedicado plenamente a la luthería.
Riera, excelente artesano, que ha sido docente de la escuela y conservador de la
orquesta. Kaselowsky, que según me dijeron, el año pasado se nos fue de ésta geografía,
de éste mundo. Águila
Alvarado era un chileno que
vino becado en la época de
Allende, tocaba la viola en la
orquesta y había hecho un
par de instrumentos por su
cuenta. Gorr, un luthier muy
reconocido, tomo clases
particulares con Del Lungo,
estuvo poco tiempo acá en
Tucumán.

Antonio Leiva, Alfredo Del Lungo, Raúl Canisa, Fernando Silva y Fernando Kaselowsky

- Cuando se jubila Del Lungo entra Silva a la dirección de la escuela.


-Silva, oriundo de Tafí Viejo, fue el primer egresado. Ha construido muchísimos
instrumentos en su vida, un trabajador incansable. Fue el primero que empezó a trabajar
con maderas autóctonas, en un principio por necesidad, ya que se nos hacía muy difícil
conseguir los materiales en aquella época. Ha sido un artesano exquisito, con una gran
practicidad en el trabajo. Yo lo veía hacer encastres de mango de cello como jugando. Fue
mi amigo, hermano, maestro y compañero de trabajo mucho tiempo hasta que se fue y
me dejó. Estuvimos los dos solos poniéndole el hombro a la escuela. Iba con su maletita
de herramientas.
- Así como vos vas al taller con tu maleta, con tus herramientas.
-Y bueno, sino no funcionaría ¿Cómo haríamos? ¿Si falta una herramienta en la escuela
le vas a decir al alumno “no, ahora te tenés que quedar sin hacer nada”? siempre hemos
adolecido un poco de todo.
- Luego llegó tu momento de agarrar las riendas de la escuela, de ser el referente.
- Bueno, el cargo de director es un poco por el tiempo que has estado, por la
trayectoria, pero creo que eso no hace al hecho en sí. Más bien es porque me ha tocado
estar a la par de Del Lungo y Silva, y lo que he aprendido de ellos trato de entregarlo.
Porque vos lo que sabés lo debés entregar, lo mucho o lo poquito que sepas lo debés
entregar. Yo no creo en los secretos, para nada. En la luthería tampoco. No creo que
exista “el secreto de Stradivari” ni nada. La luthería es uno más uno dos, más lo que vos le
ponés, eso es el arte, es tu impronta, ¿me entendés?, es la marca que le dejás al
instrumento y que cuando alguien vea un instrumento tuyo lo va a reconocer
seguramente. Eso no es fácil de lograr, lleva tiempo. Uno puede hacer instrumentos muy
bonitos, muy bien construidos, que no te dan deseos ni de tocarlo, son para que se luzcan
a través de un escaparate, porque no tienen el calor humano, no tienen algunos detalles
que el hombre va poniendo en esto que es arte.
- ¿Vos qué recomendarías a los que recién arrancamos para lograr esa vuelta de
rosca artística?
- Primero… la luthería es el taller y sacar viruta, mucha viruta. Pero sobremanera creo
que es muy importante que en ese acto del trabajo haya una conjunción entre vos y lo
que estás haciendo, que no haya distracciones. Lógicamente ustedes están en
aprendizaje, están bajo la dirección del maestro. Hay muchas cosas en las que el maestro
incide sobre ustedes. Después en su taller van a empezar a ser ustedes. Van a seguir
prendidos un tiempo al maestro. Les pasa a todos, en todo tipo de manifestación artística.
Yo pienso que no hay que buscar tanto. A veces estamos desesperadamente atrás del
éxito, buscando deslumbrar. Eso te hace perder esencia.
El trabajo hay que
hacerlo con mucho
amor y respeto. A cada
componente del
instrumento tenés que
trabajarlo como único.
Poner lo mejor de vos
en ese momento. Lo
que hagas hacelo bien.
Si es un taco hacelo
bien. Si es una
contrafaja hacela bien.
Eso viene a formar un
todo después, y en ese
hacer bien tenés que
poner toda la entrega desde tu interior. Dicen que no puede dar amor quien no recibió
amor. Va a sonar como vos sos el instrumento, y va a ser como vos sos. Si vos no tenés
nada que dar y estás atrás de otros detalles, o de que alguno te diga “mirá…”, que te
alumbren… no, no. Eso vendrá sólo, o no vendrá. Del Lungo ha sido un tipo tan humilde
que jamás hacía gala de lo que era, jamás. Si él sabía que vos hacías guitarras agarraba el
auto y se iba a tu taller, a verte a vos. Y era un tipo reconocido, el mejor del mundo, y no
es que lo diga yo que no soy nada, lo decían los grandes maestros de Italia. Sin embargo
tenía la humildad de esa entrega, el amor hacia cualquiera que profesa lo que vos amás.
El respeto hacia alguien que ha sacado una viruta y que, en nombre de Dios, está
haciendo lo que él ama y te lo muestra a vos. Con sus defectos. Nosotros acostumbramos
a ver rápidamente el defecto y capaz que nos perdemos otra cosa que podemos aprender
de ese instrumento. Eso es algo que intento trasmitir.
- En ésta última década han entrado muchísimos alumnos de todo el país y de
Latinoamérica, y tenés que trasmitir todas éstas cosas a cien alumnos de repente.
- Lo que ocurre es que la enseñanza de la luthería es muy personalizada, porque él y
vos aprenden distinto los dos, él quizás tiene una capacidad y vos otra. Pero también
entre ustedes los compañeros existe una unidad que no debe perderse nunca, que se
enseñen entre sí. Yo también aprendí de Kaselowsky, o yo le enseñé a otro compañero.
Eso tenía la escuela porque éramos poquitos, entonces había todo un entorno ahí de
cantos, de voces, que vos escuchabas cuando faltaba una voz y decías “no ha venido tal”,
ahora somos tantos que las voces se mezclan. En la escuela siempre hemos sido
hermanos y eso es algo que no es común. Tenemos eso, y eso es un gran capital, uno de
los más importantes que tiene la escuela.
Otro capital son los profesores. Tuve la suerte de que entrara Juan Alonso, por la
entrega que tiene hacia la escuela. También Sergio Lobo. También Sergio Arreyes el
secretario, se ocupa de cosas que no tiene por qué, él es administrativo y termina siendo
un profesor más. Son todos. Es un hermoso grupo
de trabajo.
- ¿Cómo ha sido ver, como en el caso de Juan,
un crecimiento desde el día que entró a la
escuela hasta el día de hoy afianzado como
maestro?
- Hay una determinación en el hombre. Las
metas son una luz a lo lejos a las que se llega en
línea recta, no tenés que desviarte ni agarrar las
curvas. Creo que Juan tuvo eso. El trabaja muy
bien en la luthería. Y sobre todo, le gusta entregar
lo que sabe. Lobo igual. Son parte de la escuela.
La escuela se ha hecho carne en ellos.
- ¿Qué podrías decirnos acerca de los
instrumentos que hacemos en la escuela?
- En los instrumentos de arco es indiscutible
que la escuela tiene una impronta que han dejado los maestros. En tantos años no puede
no estar, hay una marca registrada. La capacidad de trabajo es excelente, siempre lo fue.
Ahora trabajamos con mayor cantidad de modelos. Los alumnos pueden acceder a mucha
información por medio de Internet. Nosotros no teníamos eso, era lo que Del Lungo nos
decía y algunas diapositivas que nos mostraba en un proyector más bien casero. Los
alumnos ahora tienen varios docentes con diferentes visiones, diferentes maneras de
trabajar, y eso enriquece a la escuela. Está Juan que es bien minucioso en los detalles,
tiene una plantillita para cada cosa. Y está perfecto. Yo por otro lado tengo dos o tres
plantillas y todo lo trabajo creando sobre el momento, siempre he sido así. Y no es que
sea mejor o peor, son buenas las opciones, tomá aquella en la cual vos te desempeñes
mejor, que la sientas más.
En lo que ha adolecido la escuela lo sabemos todos, han sido los barnices, en los cuales
se viene trabajando hace mucho para encontrar un barniz, en experimentar, lo cual
siempre ha sido difícil por las resinas, o por otras cosas que no se podían conseguir. Ahora
es más accesible, eso ha cambiado mucho.
En cuanto a la guitarra, bueno, hay una cosa que hay que entender. Es un instrumento
que ha progresado y ha tenido una evolución muy grande hasta la actualidad. Ahora
algunos Luthiers dicen que la guitarra va a seguir evolucionando. Yo no creo. Pero ese es
mi pensamiento.
En la escuela se construyen muy buenas guitarras. Acá en Tucumán los egresados de la
escuela construyen excelentes guitarras. Lo que ocurre es que todavía está implantada la
idea de que todo lo que venga de afuera es mejor. Yo observo que a los Luthiers
tucumanos les cuesta mucho vender una guitarra a buen precio, y acá hay instrumentos
de excelente calidad. Yo hice guitarras para gente que compró guitarras en España,
pagando fortunas y después cuando reciben mi instrumento les resulta superior. Esto es
muy feo decirlo, pero es así. A veces seguir uno menoscabando nuestra tarea es negativo
también.
- ¿Cuál fue el instrumento que más te
gustó construir?
- Sin dudas el cello que está en la
escuela. Yo lo había dejado a medias y
estaba hacía más de un año sin darle
importancia, cosas de juventud. Del Lungo
iba a buscarme a mi casa y me insistía en
que lo termine, hasta que me convenció.
Él metió mano en el instrumento, lo
terminamos a medias. Trabajábamos en la
escuela por la mañana, luego íbamos a su
casa, compartíamos el almuerzo y
seguíamos trabajando por la tarde.
Terminado el instrumento me recibí.
Atesoro los más bellos recuerdos de mi Maestro en ese cello.
- ¿Cuál es el instrumento que más te gusta construir?
- Mirá, nadie puede negar la belleza estética del violín. Es una perfección
arquitectónica única, cada una de sus líneas son bellísimas, me encanta hacer violines.
Pero si vos me preguntas qué elijo como instrumento: la guitarra. Pero porque tiene algo
que es totalmente personal para mí. También es lo que me dio para sobrevivir, yo hacia
cuatro guitarras por mes un algún tiempo. Los instrumentos de arco recién ahora se ven
más, antes ver un chico con un violín era como ver una mosca en la leche. Por eso el
instrumento por excelencia que adopté es la guitarra, por tradición familiar yo toco la
guitarra desde que tengo cinco años, es el instrumento con el que mi padre me crió, tiene
muchas cosas en mi la guitarra. A veces se cree, digo generalizando, que hacer una
guitarra es algo menor, no señor. Es más fácil complacer a un violinista que a un
guitarrista, esto lo puedo asegurar, a un violinista rectificando la tastiera, cambiando el
puente y el alma le solucionás el problema. El guitarrista busca de la guitarra algo que no
es. Por eso es que yo digo que están buscando que la guitarra evolucione, que suene
como un cañón, como un piano… pero a la guitarra hay que quererla como es. Humilde,
simple.
Yo no creo que la guitarra de más de lo que ya ha dado, es una guitarra no un piano. Si
quieren mejorarla o cambiarle cosas que hagan otro instrumento. El diapasón de la
guitarra es complejo en su ejecución primero la comodidad, muchos detalles y después
con el tiempo se vence por eso el guitarrista siempre anda con problemas. No así el
violinista. La guitarra sufre más los cambios climáticos y se rajan. Por eso, pobrecita, vive
menos que un violín. Esa es la guitarra, y hay que quererla así como es. Hoy se habla de
que la guitarra está en evolución, estoy en desacuerdo. Yo hago buenas guitarras. He
hecho instrumentos que me han dejado feliz, pero cada vez que hago una guitarra busco
lo mismo, porque cada instrumento es una apuesta que vos hacés, es esa comunión tuya
con la madera. Cuando ponés las cuerdas es toda una sensación tuya únicamente,
intransferible. Yo te lo cuento, pero vos también lo sentís, porque vos hacés luthería.
Todos ustedes son la luthería, los alumnos de la escuela son la luthería. Vos has puesto
todo lo tuyo en la construcción de un instrumento, mucha energía, una gran espera. Y
llega el momento del sonido, y el sonido es ingobernable. Más vale que manejamos una
calidad sonora, un timbre, pero hay una cosa que yo ni sé qué es, ni sé por qué es, porque
es mágico, ¿me entendés? Así fue lo de Stradivari. Escuchame, vos tenés luthiers tan
buenos como Stradivari, sin embargo él fue especial, distinto. Es como Maradona, como
Messi, poniendo ejemplos. Hay muchos jugadores excelentes, pero esto es algo que está
más arriba. Con los luthiers pasa lo mismo. Yo sé que soy un buen luthier pero sé que hay
cien mil mejores que yo. Vos tenés que hacer lo mejor de lo que vos sabés, la entrega
tuya va a ser lo más importante.
Yo soy alguien bendecido. Trabajo en lo que quiero, en lo que aprendí, soy un
agradecido de la Universidad que me ha dado una profesión y me da un sueldo para que
yo enseñe lo que sé, que es lo que quiero. Es una bendición; no todo el mundo la tiene.
Hay gente que tiene que estar todo el día en una oficina que no le gusta. Uno tiene ésta
suerte.
- Nosotros nos alejamos más de mil kilómetros, de nuestros amigos, de nuestras
familias, para venir a Tucumán a aprender esto y fuimos recibidos con mucho calor por
personas como vos.
- Pienso que eso es lo bueno, el alumno pasa a formar parte de nuestra vida. Yo
siempre los rescato a mis maestros, porque es mi obligación, trasmitirles a ustedes, que
sin que se den cuenta tienen un poquito de cada uno de ellos. Lo que yo les enseñé y Juan
les enseñó también fue trasmitido así. Por eso es importante que les cuente y que les diga
que nos recordemos. Y jamás está mal recordar a los colegas, porque nadie te puede
opacar. Cada uno hace lo que puede, lo que sabe y lo que tiene. Es como cuando vos leés
un libro que te ha hecho feliz, tenés la obligación de darle a otros para que lean.
La única forma de crecer es esa. Entre todos.
- Algún consejo que quieras brindar…
- Podría decir algo para allanarte el camino, porque la vida se hace de experiencias, y la
experiencia mía te va a servir a medias, vos tenés que vivir ciertas cosas. Te puedo contar
cómo trabajo yo. En la construcción se repiten técnicas, mientras que en la restauración
hay mucho más de creación, mucho más de arte, porque todas son distintas. Cuando la
restauración es bien compleja vos debés producir un trabajo previo en tu cerebro, debés
soñarlo, al despertar lo vas procesando y sale mucho más fácil. Otro detalle, no entrar a
un instrumento de un colega a cambiarle partes, o modificar espesores, porque es como
una profanación. Es como esos que dicen “le he hecho un arreglito a la zamba”…y hacete
una nueva ¿Qué estaba rota?
A los instrumentos hay que tratarlos con respeto, sean de excelente calidad o
económicos. A los instrumentos de autor hay que preservarlos como los construyeron, y
no criticarlos. No se sabe cómo y en qué circunstancias fueron construidos. Mientras que
los instrumentos de fábrica hay que valorarlos, porque cumplen una función social
fundamental en la cultura.
Otra cosa: nunca hacer un trabajo a medias. A veces la gente te dice “arreglame sólo
esto”. No, vos tenés que hacerle todo, si no te puede pagar que no te pague, pero el
instrumento tiene que salir del taller en óptimas condiciones, porque sino después te
puede traer problemas.
Para construir instrumentos la paciencia es fundamental y cuando uno está cansado
hay que saber dejar para después, así uno no se equivoca. Hay que darle importancia a
los detalles. En el taller hay días buenos y días que son como de arena, no sale nada. Vos
entrás al taller y capaz que te lastimás. Porque no es el momento. Vaya a saber qué está
pasando con vos. Nosotros somos totalmente espirituales y cuando una pena nos está
macaneando uno no está pleno, entonces algo puede salir mal. También repercute en tu
cuerpo, hasta capaz que te terminás enfermando. Por eso vos tenés que entrar al taller
limpito.
- ¿Que quisieras decirle a los alumnos que están en la escuela y los del futuro?
- A mí me gustaría que la escuela no pierda su esencia. Tengo mucho miedo que la
puja por espacios de poder, empiece a quitarle ese lugar mágico, de cuando vos vas a
trabajar, a reírte, a cantar. Yo ya no voy a estar quizás. La escuela tiene esa magia
donde nosotros vamos a pasarla bien y hay que cuidarla.
Lo ideal sería que haya concursos de luthería cada 2 años y que los músicos vengan a
buscar instrumentos a la escuela en una fecha, siempre. Y para que no sea discontinuo,
eso tiene que salir de la escuela, de los profesores y alumnos, no vamos a poder esperarlo
de la universidad, que hoy día te da y mañana no, dependiendo del tinte político.
- ¡Muchísimas gracias Toño!
- Gracias a ustedes por elegirme entre tantos.

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