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Galileo Galilei

La revolución científica del Renacimiento tuvo su arranque en el heliocentrismo de Copérnico


y su culminación, un siglo después, en la mecánica de Newton. Su más eximio representante,
sin embargo, fue el científico italiano Galileo Galilei. En el campo de la física, Galileo formuló
las primeras leyes sobre el movimiento; en el de la astronomía, confirmó la teoría copernicana
con sus observaciones telescópicas. Pero ninguna de estas valiosas aportaciones tendría tan
trascendentales consecuencias como la introducción de la metodología experimental, logro
que le ha valido la consideración de padre de la ciencia moderna.

Galileo Galilei

Por otra parte, el proceso inquisitorial a


que fue sometido Galileo por defender el
heliocentrismo acabaría elevando su
figura a la condición de símbolo: en el
craso error cometido por las autoridades
eclesiásticas se ha querido ver la ruptura
definitiva entre ciencia y religión y, pese
al desenlace del proceso, el triunfo de la
razón sobre el oscurantismo medieval. De
forma análoga, la célebre frase que se le
atribuye tras la forzosa retractación
(Eppur si muove, 'Y sin embargo, la Tierra se
mueve') se ha convertido en el emblema
del poder incontenible de la verdad frente
a cualquier forma de dogmatismo
establecido.

Galileo Galilei nació en Pisa el 15 de febrero de 1564. Lo poco que, a través de algunas cartas,
se conoce de su madre, Giulia Ammannati di Pescia, no compone de ella una figura demasiado
halagüeña. Su padre, Vincenzo Galilei, era florentino y procedía de una familia que tiempo
atrás había sido ilustre; músico de vocación, las dificultades económicas lo habían obligado a
dedicarse al comercio, profesión que lo llevó a instalarse en Pisa. Hombre de amplia cultura
humanista, fue un intérprete consumado y un compositor y teórico de la música; sus obras
sobre teoría musical gozaron de una cierta fama en la época.

De él hubo de heredar Galileo no sólo el gusto por la música (tocaba el laúd), sino también el
carácter independiente y el espíritu combativo, y hasta puede que el desprecio por la confianza
ciega en la autoridad y el gusto por combinar la teoría con la práctica. Galileo fue el
primogénito de siete hermanos de los que tres (Virginia, Michelangelo y Livia) acabarían
contribuyendo, con el tiempo, a incrementar sus problemas económicos. En 1574 la familia
se trasladó a Florencia, y Galileo fue enviado un tiempo al monasterio de Santa Maria di
Vallombrosa, como alumno o quizá como novicio.
Juventud académica

En 1581 Galileo ingresó en la Universidad de Pisa, donde se matriculó como estudiante de


medicina por voluntad de su padre. Cuatro años más tarde, sin embargo, abandonó la
universidad sin haber obtenido ningún título, aunque con un buen conocimiento de Aristóteles.
Entretanto, se había producido un hecho determinante en su vida: su iniciación en las
matemáticas (al margen de sus estudios universitarios) y la consiguiente pérdida de interés
por su carrera como médico.

De vuelta en Florencia en 1585, Galileo pasó unos años dedicado al estudio de las
matemáticas, aunque interesado también por la filosofía y la literatura, en la que mostraba
sus preferencias por Ariosto frente a Tasso; de esa época data su primer trabajo sobre el
baricentro de los cuerpos (que luego recuperaría, en 1638, como apéndice de la que habría
de ser su obra científica principal) y la invención de una balanza hidrostática para la
determinación de pesos específicos, dos contribuciones situadas en la línea de Arquímedes, a
quien Galileo no dudaría en calificar de «sobrehumano».

Tras dar algunas clases particulares de matemáticas en Florencia y en Siena, trató de obtener
un empleo regular en las universidades de Bolonia, Padua y en la propia Florencia. En 1589
consiguió por fin una plaza en el Estudio de Pisa, donde su descontento por el paupérrimo
sueldo percibido no pudo menos que ponerse de manifiesto en un poema satírico contra la
vestimenta académica. En Pisa compuso Galileo un texto sobre el movimiento que mantuvo
inédito, en el cual, dentro aún del marco de la mecánica medieval, criticó las explicaciones
aristotélicas de la caída de los cuerpos y del movimiento de los proyectiles.

El método experimental
En continuidad con esa crítica, una cierta tradición historiográfica ha forjado la anécdota (hoy
generalmente considerada como inverosímil) de Galileo refutando materialmente a Aristóteles
mediante el procedimiento de lanzar distintos pesos desde lo alto del Campanile de Pisa, ante
las miradas contrariadas de los peripatéticos. Casi dos mil años antes, Aristóteles había
afirmado que los cuerpos más pesados caen más deprisa; según esta leyenda, Galileo habría
demostrado la falsedad de este concepto con el simple procedimiento de dejar caer
simultáneamente cuerpos de distinto peso desde lo alto de la torre y constatar que todos
llegaban al suelo al mismo tiempo.

De ser cierto, podría fecharse en el episodio de la torre de Pisa el nacimiento de la metodología


científica moderna. Y es que, en tiempos de Galileo, la ciencia era fundamentalmente
especulativa. Las ideas y teorías de los grandes sabios de la Antigüedad y de los padres de la
Iglesia, así como cualquier concepto mencionado en las Sagradas Escrituras, eran venerados
como verdades indudables e inmutables a las que podían añadirse poco más que glosas y
comentarios, o abstractas especulaciones que no alteraban su sustancia. Aristóteles, por
ejemplo, había distinguido entre movimientos naturales (las piedras caen al suelo porque es
su lugar natural, y el humo, por ser caliente, asciende hacia el Sol) y violentos (como el de
una flecha lanzada al cielo, que no es su lugar natural); los estudiosos de los tiempos de
Galileo se dedicaban a razonar en torno a clasificaciones tan estériles como ésta, buscando
un inútil refinamiento conceptual.
En lugar de ello, Galileo partía de la observación de los hechos, sometiéndolos a condiciones
controladas y mesurables en experimentos. Probablemente es falso que dejase caer pesos
desde la torre de Pisa; pero es del todo cierto que construyó un plano inclinado de seis metros
de largo (alisado para reducir la fricción) y un reloj de agua con el que midió la velocidad de
descenso de las bolas. De la observación surgían hipótesis que habían de corroborarse en
nuevos experimentos y formularse matemáticamente como leyes universalmente válidas,
pues, según un célebre concepto suyo, «el Libro de la Naturaleza está escrito en lenguaje
matemático». Con este modo de proceder, hoy natural y en aquel tiempo nuevo y escandaloso
(por cuestionar ideas universalmente admitidas y la autoridad de los sabios y doctores),
Galileo inauguraba la revolución metodológica que le ha valido el título de «padre de la ciencia
moderna».

Los años fecundos en Padua (1592-1610)

La muerte de su padre en 1591 significó para Galileo la obligación de responsabilizarse de su


familia y atender a la dote de su hermana Virginia. Comenzaron así una serie de dificultades
económicas que no harían más que agravarse en los años siguientes; en 1601 hubo de proveer
a la dote de su hermana Livia sin la colaboración de su hermano Michelangelo, quien había
marchado a Polonia con dinero que Galileo le había prestado y que nunca le devolvió (más
tarde, Michelangelo se estableció en Alemania gracias de nuevo a la ayuda de su hermano, y
envió luego a vivir con él a toda su familia).

La necesidad de dinero en esa época se vio aumentada por el nacimiento de los tres hijos del
propio Galileo: Virginia (1600), Livia (1601) y Vincenzo (1606), habidos de su unión con
Marina Gamba, que duró de 1599 a 1610 y con quien no llegó a casarse. Todo ello hizo
insuficiente la pequeña mejora conseguida por Galileo en su remuneración al ser elegido, en
1592, para la cátedra de matemáticas de la Universidad de Padua por las autoridades
venecianas que la regentaban. Hubo
de recurrir a las clases particulares,
a los anticipos e incluso a los
préstamos. Pese a todo, la estancia
de Galileo en Padua, que se prolongó
hasta 1610, constituyó el período
más creativo, intenso y hasta feliz de
su vida.

Galileo Galilei (detalle de un retrato de


Domenico Tintoretto, c. 1606)

En Padua tuvo ocasión Galileo de


ocuparse de cuestiones técnicas
como la arquitectura militar, la
castrametación, la topografía y otros
temas afines de los que trató en sus
clases particulares. De entonces
datan también diversas invenciones, como la de una máquina para elevar agua, un
termoscopio y un procedimiento mecánico de cálculo que expuso en su primera obra
impresa: Operaciones del compás geométrico y militar (1606). Diseñado en un principio para resolver
un problema práctico de artillería, el instrumento no tardó en ser perfeccionado por Galileo,
que amplió su uso en la solución de muchos otros problemas. La utilidad del dispositivo, en
un momento en que no se habían introducido todavía los logaritmos, le permitió obtener
algunos ingresos mediante su fabricación y comercialización.
En 1602 Galileo reemprendió sus estudios sobre el movimiento, ocupándose del isocronismo
del péndulo y del desplazamiento a lo largo de un plano inclinado, con el objeto de establecer
cuál era la ley de caída de los graves. Fue entonces, y hasta 1609, cuando desarrolló las ideas
que treinta años más tarde constituirían el núcleo de sus Discursos y demostraciones matemáticas en
torno a dos nuevas ciencias (1638), obra que compendia su espléndida contribución a la física.

Nicolás Copérnico
(Torun, actual Polonia, 1473 - Frauenburg, id.,
1543) Astrónomo polaco. La importancia de
Copérnico no se reduce a su condición de
primer formulador de una teoría heliocéntrica
coherente: Copérnico fue, ante todo, el
iniciador de la revolución científica que
acompañó al Renacimiento europeo y que,
pasando por Galileo, llevaría un siglo después,
por obra de Newton, a la sistematización de la
física y a un profundo cambio en las
convicciones filosóficas y religiosas. Con toda
justicia, pues, se ha llamado revolución
copernicana a esta ruptura, de tanta
trascendencia que alcanzó más allá del ámbito
de la astronomía y la ciencia para marcar un
hito en la historia de las ideas y de la cultura.
Biografía

Nacido en el seno de una rica familia de comerciantes, Nicolás Copérnico quedó huérfano a
los diez años y se hizo cargo de él su tío materno, canónigo de la catedral de Frauenburg y
luego obispo de Warmia. En 1491 Copérnico ingresó en la Universidad de Cracovia, siguiendo
las indicaciones de su tío y tutor. En 1496 pasó a Italia para completar su formación en
Bolonia, donde cursó derecho canónico y recibió la influencia del humanismo italiano; el
estudio de los clásicos, revivido por este movimiento cultural, resultó más tarde decisivo en
la elaboración de la obra astronómica de Copérnico.

Nicolás Copérnico

No hay constancia, sin embargo, de que por entonces se sintiera especialmente interesado
por la astronomía; de hecho, tras estudiar medicina en Padua, Nicolás Copérnico se doctoró
en derecho canónico por la Universidad de Ferrara en 1503. Ese mismo año regresó a su país,
donde se le había concedido entre tanto una canonjía por influencia de su tío, y se incorporó
a la corte episcopal de éste en el castillo de Lidzbark, en calidad de su consejero de confianza.

Fallecido el obispo en 1512, Copérnico fijó su residencia en Frauenburg y se dedicó a la


administración de los bienes del cabildo durante el resto de sus días; mantuvo siempre el
empleo eclesiástico de canónigo, pero sin recibir las órdenes sagradas. Se interesó por la
teoría económica, ocupándose en particular de la reforma monetaria, tema sobre el que
publicó un tratado en 1528. Practicó asimismo la medicina y cultivó sus intereses humanistas.

Hacia 1507, Copérnico elaboró su primera exposición de un sistema astronómico heliocéntrico


en el cual la Tierra orbitaba en torno al Sol, en oposición con el tradicional sistema tolemaico,
en el que los movimientos de todos los cuerpos celestes tenían como centro nuestro planeta.
Una serie limitada de copias manuscritas del esquema circuló entre los estudiosos de la
astronomía, y a raíz de ello Copérnico empezó a ser considerado como un astrónomo notable;
con todo, sus investigaciones se basaron principalmente en el estudio de los textos y de los
datos establecidos por sus predecesores, ya que apenas superan el medio centenar las
observaciones de que se tiene constancia que realizó a lo largo de su vida.

En 1513 Copérnico fue invitado a participar en la reforma del calendario juliano, y en 1533
sus enseñanzas fueron expuestas al papa Clemente VII por su secretario; en 1536, el cardenal
Schönberg escribió a Copérnico desde Roma urgiéndole a que hiciera públicos sus
descubrimientos. Por entonces Copérnico había ya completado la redacción de su gran
obra, Sobre las revoluciones de los orbes celestes, un tratado astronómico que defendía la hipótesis
heliocéntrica.
El texto se articulaba de acuerdo con el modelo formal del Almagesto de Tolomeo, del que
conservó la idea tradicional de un universo finito y esférico, así como el principio de que los
movimientos circulares eran los únicos adecuados a la naturaleza de los cuerpos celestes;
pero contenía una serie de tesis que entraban en contradicción con la antigua concepción del
universo, cuyo centro, para Copérnico, dejaba de ser coincidente con el de la Tierra, así como
tampoco existía, en su sistema, un único centro común a todos los movimientos celestes.
Consciente de la novedad de sus ideas y temeroso de las críticas que podían suscitar al hacerse
públicas, Copérnico no llegó a dar la obra a la imprenta. Su publicación se produjo gracias a
la intervención de un astrónomo protestante, Georg Joachim von Lauchen, conocido
como Rheticus, quien visitó a Copérnico de 1539 a 1541 y lo convenció de la necesidad de
imprimir el tratado, de lo cual se ocupó él mismo. La obra apareció pocas semanas antes del
fallecimiento de su autor; iba precedida de un prefacio anónimo, obra del editor Andreas
Osiander, en el que el sistema copernicano se presentaba como una hipótesis, a título de
medida precautoria y en contra de lo que fue el convencimiento de Copérnico.
La teoría heliocéntrica
El modelo heliocéntrico de Nicolás Copérnico fue una aportación decisiva a la ciencia del
Renacimiento. La concepción geocéntrica del universo, teorizada por Tolomeo, había imperado
durante catorce siglos: el Almagesto de Tolomeo era un desarrollo detallado y sistemático de
los métodos de la astronomía griega, que establecía un cosmos geocéntrico con la Luna, el
Sol y los planetas fijos en esferas girando alrededor de la Tierra. Con Copérnico, el Sol se
convertía en el centro inmóvil del universo, y la Tierra quedaba sometida a dos movimientos:
el de rotación sobre sí misma y el de traslación alrededor del Sol. No obstante, el universo
copernicano seguía siendo finito y limitado por la esfera de las estrellas fijas de la astronomía
tradicional.

Ilustración del modelo heliocéntrico en Sobre las revoluciones de


los orbes celestes (1543)

Si bien le cabe a Copérnico el mérito de iniciar


la obra de destrucción de la astronomía
tolemaica, en realidad su objetivo fue muy
limitado y tendía sólo a una simplificación del
sistema tradicional, que había llegado ya a un
estado de insoportable complejidad. En la
evolución del sistema tolemaico, el progreso de
las observaciones había hecho necesarios unos
ochenta círculos (epiciclos, excéntricos y
ecuantes) para explicar el movimiento de siete
planetas errantes, sin aportar, pese a ello,
previsiones lo suficientemente exactas. Dada
esta situación, Copérnico intuyó que la hipótesis
heliocéntrica eliminaría muchas dificultades y
haría más económico el sistema; bastaba con sustituir la Tierra por el Sol como centro del
universo, manteniendo intacto el resto del esquema.

No todo era original en la obra de Copérnico. En la Antigüedad, seguidores de la escuela


de Pitágoras como Aristarco de Samos habían realizado sobre bases metafísicas una primera
formulación heliocéntrica. A lo largo del siglo XIV, Nicolás de Oresme (1325-1382), Jean Buridan
(muerto en 1366) o Alberto de Sajonia (1316-1390) plantearon la posibilidad de que la Tierra
se moviera. En cualquier caso, Copérnico elaboró por primera vez un sistema heliocéntrico de
forma coherente, aunque su teoría fue menos el resultado de la observación de datos
empíricos que la formulación de nuevas hipótesis a partir de una cosmovisión previa que tenía
un fundamento metafísico.
Este componente metafísico se manifiesta en al menos tres aspectos. En primer lugar,
Copérnico conectó con la tradición neoplatónica de raíz pitagórica, tan querida por la escuela
de Marsilio Ficino, al otorgar al Sol una posición inmóvil en el centro del cosmos. Éste era el
lugar que realmente le correspondía por su naturaleza e importancia como fuente suprema
de luz y vida.

En segundo lugar, el movimiento copernicano de planetas se asentaba sobre un imperativo


geométrico. Copérnico seguía pensando que los planetas, al moverse alrededor del Sol,
describían órbitas circulares uniformes. Este movimiento circular resultaba naturalmente de
la esfericidad de los planetas, pues la forma geométrica más simple y perfecta era en sí misma
causa suficiente para engendrarlo.

Por último, el paradigma metafísico copernicano se basaba en la íntima convicción de que la


verdad ontológica de su sistema expresaba a la perfección la verdadera armonía del universo.
Es notable que Copérnico justificase su revolucionario heliocentrismo con la necesidad de
salvaguardar la perfección divina (y la belleza) del movimiento de los astros. Por ningún otro
camino, afirmó, "he podido encontrar una simetría tan admirable, una unión armoniosa entre
los cuerpos celestes". En el centro del cosmos, en el exacto punto medio de las esferas
cristalinas (cuya existencia jamás puso en duda Copérnico), debe encontrarse necesariamente
el Sol, porque él es la lucerna mundi, la fuente de luz que gobierna e ilumina a toda la gran
familia de los astros. Y así como una lámpara debe colocarse en el centro de una habitación,
"en este espléndido templo, el universo, no se podría haber colocado esa lámpara [el Sol] en
un punto mejor ni mas indicado".

Isaac Newton
(Woolsthorpe, Lincolnshire, 1642 - Londres, 1727) Científico inglés. Fundador de la física
clásica, que mantendría plena vigencia hasta los tiempos de Einstein, la obra de Newton
representa la culminación de la revolución científica iniciada un siglo antes por Copérnico. En
sus Principios matemáticos de la filosofía natural (1687) estableció las tres leyes fundamentales del
movimiento y dedujo de ellas la cuarta ley o ley de gravitación universal, que explicaba con
total exactitud las órbitas de los planetas, logrando así la unificación de la mecánica terrestre
y celeste.

Isaac Newton

Hijo póstumo y prematuro, su madre preparó para él


un destino de granjero; pero finalmente se convenció
del talento del muchacho y le envió a la Universidad
de Cambridge, en donde hubo de trabajar para
pagarse los estudios. Allí Newton no destacó
especialmente, pero asimiló los conocimientos y
principios científicos y filosóficos de mediados del
siglo XVII, con las innovaciones introducidas
por Galileo Galilei, Johannes Kepler, Francis Bacon, René
Descartes y otros.
Tras su graduación en 1665, Isaac Newton se orientó
hacia la investigación en física y matemáticas, con tal acierto que a los 29 años ya había
formulado teorías que señalarían el camino de la ciencia moderna hasta el siglo XX; por
entonces había ya obtenido una cátedra en su universidad (1669). Protagonista fundamental
de la «Revolución científica» de los siglos XVI y XVII y padre de la mecánica clásica, Newton
siempre fue remiso a dar publicidad a sus descubrimientos, razón por la que muchos de ellos
se conocieron con años de retraso. Newton coincidió con Leibniz en el descubrimiento del
cálculo integral, que contribuiría a una profunda renovación de las matemáticas; también
formuló el teorema del binomio (binomio de Newton).
Las aportaciones esenciales de Isaac Newton se produjeron en el terreno de la física. Sus
primeras investigaciones giraron en torno a la óptica: explicando la composición de la luz
blanca como mezcla de los colores del arco iris, formuló una teoría sobre la naturaleza
corpuscular de la luz y diseñó en 1668 el primer telescopio de reflector, del tipo de los que se
usan actualmente en la mayoría de los observatorios astronómicos; más tarde recogió su
visión de esta materia en la obra Óptica (1703). También trabajó en otras áreas, como la
termodinámica y la acústica.
La mecánica newtoniana
Pero su lugar en la historia de la ciencia se lo debe sobre todo a su refundación de la mecánica.
En su obra más importante, Principios matemáticos de la filosofía natural (1687), formuló
rigurosamente las tres leyes fundamentales del movimiento, hoy llamadas Leyes de Newton: la
primera ley o ley de la inercia, según la cual todo cuerpo permanece en reposo o en
movimiento rectilíneo uniforme si no actúa sobre él ninguna fuerza; la segunda o principio
fundamental de la dinámica, según el cual la aceleración que experimenta un cuerpo es igual
a la fuerza ejercida sobre él dividida por su masa; y la tercera o ley de acción y reacción, que
explica que por cada fuerza o acción ejercida sobre un cuerpo existe una reacción igual de
sentido contrario.
De estas tres leyes dedujo una cuarta, que es la más conocida: la ley de la gravedad, que
según la leyenda le fue sugerida por la observación de la caída de una manzana del árbol.
Descubrió que la fuerza de atracción entre la Tierra y la Luna era directamente proporcional
al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las
separa, calculándose dicha fuerza mediante el producto de ese cociente por una
constante G; al extender ese principio general a todos los cuerpos del Universo lo convirtió en
la ley de gravitación universal.
La mayor parte de estas ideas circulaban ya en el ambiente científico de la época; pero Newton
les dio el carácter sistemático de una teoría general, capaz de sustentar la concepción
científica del Universo durante más de dos siglos. Si todavía en nuestros días resulta admirable
la elegancia y sencillez de la mecánica newtoniana, puede imaginarse el deslumbramiento que
produjo en sus contemporáneos aquella clarificación de un vasto conjunto de fenómenos; así
lo expresó un compatriota suyo, el poeta Alexander Pope: "La Naturaleza y sus leyes yacían
ocultas en la noche, pero dijo Dios: ¡Hágase la luz!, y nació Isaac Newton".
Hasta que terminó su trabajo científico propiamente dicho (hacia 1693), Newton se dedicó a
aplicar sus principios generales a la resolución de problemas concretos, como la predicción de
la posición exacta de los cuerpos celestes, convirtiéndose en el mayor astrónomo del siglo.
Sobre todos estos temas mantuvo agrios debates con otros científicos (como Edmund
Halley, Robert Hooke, John Flamsteed o el citado Leibniz), en los que encajó mal las críticas y se
mostró extremadamente celoso de sus posiciones.
Como profesor de Cambridge, Newton se enfrentó a los abusos de Jacobo II contra la
universidad, lo cual le llevó a aceptar un escaño en el Parlamento surgido de la «Gloriosa
Revolución» (1689-90). En 1696 el régimen le nombró director de la Casa de la Moneda,
buscando en él un administrador inteligente y honrado para poner coto a las falsificaciones.
Volvería a representar a su universidad en el Parlamento en 1701. En 1703 fue nombrado
presidente de la Royal Society de Londres. Y en 1705 culminó la ascensión de su prestigio al ser
nombrado caballero

Albert Einstein
En el siglo XVII, la sencillez y elegancia con que Isaac Newton había logrado explicar las leyes
que rigen el movimiento de los cuerpos y el de los astros, unificando la física terrestre y la
celeste, deslumbró hasta tal punto a sus contemporáneos que llegó a considerarse completada
la mecánica. A finales del siglo XIX, sin embargo, era ya insoslayable la relevancia de algunos
fenómenos que la física clásica no podía explicar. Correspondió a Albert Einstein superar tales
carencias con la creación de un nuevo paradigma: la teoría de la relatividad, punto de partida
de la física moderna.

En tanto que modelo explicativo


completamente alejado del sentido común,
la relatividad se cuenta entre aquellos
avances que, en los albores del siglo XX,
conducirían al divorcio entre la gente
corriente y una ciencia cada vez más
especializada e ininteligible. No obstante, ya
en vida del físico o póstumamente, incluso
los más sorprendentes e incomprensibles
aspectos de la relatividad acabarían siendo
confirmados. No debe extrañar, pues, que
Albert Einstein sea uno de los personajes
más célebres y admirados de la historia de
la ciencia: saber que son ciertas tantas ideas
apenas concebibles (por ejemplo, que la
masa de un cuerpo aumenta con la
velocidad) no deja más opción que rendirse
a su genialidad.

La relatividad
Durante 1905, publicó cinco trabajos en los Annalen der Physik: el primero de ellos le valió el
grado de doctor por la Universidad de Zúrich, y los cuatro restantes acabarían por imponer
un cambio radical en la imagen que la ciencia ofrece del universo. De estos cuatro, el primero
proporcionaba una explicación teórica en términos estadísticos del movimiento browniano (así
llamado en honor a su descubridor, Robert Brown), y el segundo daba una interpretación del
efecto fotoeléctrico basada en la hipótesis de que la luz está integrada por cuantos
individuales, más tarde denominados fotones. Los dos trabajos restantes sentaban las bases
de la teoría restringida de la relatividad, estableciendo la equivalencia entre la energía E de
una cierta cantidad de materia y su masa m en términos de la famosa ecuación E = mc²,
donde c es la velocidad de la luz, que se supone constante.

Robert Boyle
(Lisemore, actual Irlanda, 1627 - Londres, 1691) Químico inglés. Pionero de la
experimentación en el campo de la química, en particular en lo que respecta a las propiedades
de los gases, los razonamientos de Robert Boyle sobre el comportamiento de la materia a
nivel corpuscular fueron los precursores de la moderna teoría de los elementos químicos. Fue
también uno de los miembros fundadores de la Royal Society de Londres.
Robert Boyle

Nacido en Irlanda en el seno de una familia de


la nobleza, Robert Boyle estudió en los mejores
colegios ingleses y europeos. De 1656 a 1668
trabajó en la Universidad de Oxford como
asistente de Robert Hooke, con cuya colaboración
contó en la realización de una serie de
experimentos que establecieron las
características físicas del aire, así como el papel
que éste desempeña en los procesos de
combustión, respiración y transmisión del
sonido.
Los resultados de estas aportaciones fueron recogidos en su Nuevos experimentos físico-mecánicos
acerca de la elasticidad del aire y sus efectos (1660). En la segunda edición de esta obra (1662) expuso
la famosa propiedad de los gases conocida con el nombre de ley de Boyle-Mariotte, que
establece que el volumen ocupado por un gas, a temperatura constante, es inversamente
proporcional a su presión. Hoy se sabe que esta ley se cumple únicamente aceptando un
teórico comportamiento ideal del gas.
En 1661 publicó The Sceptical Chemist (El químico escéptico), obra en la que ataca la vieja teoría
aristotélica de los cuatro elementos (la tierra, el agua, el aire, el fuego), así como los tres
principios defendidos por Paracelso (sal, azufre y mercurio). Por el contrario, Boyle propuso el
concepto de partículas fundamentales que, al combinarse entre sí en diversas proporciones,
generan las distintas materias conocidas, prefigurando con más de cien años de antelación
los descubrimientos y aportaciones que a finales del siglo XVIII, de la mano de Antoine
Lavoisier y John Dalton, conducirían a la fundación de la química moderna .

Su trabajo experimental abordó asimismo el estudio de la calcinación de varios metales;


también propuso la forma de distinguir las sustancias alcalinas de las ácidas, lo que dio origen
al empleo de indicadores químicos. Protestante devoto, Robert Boyle invirtió parte de su
dinero en obras como la traducción y publicación del Nuevo Testamento en gaélico y turco.

Blaise Pascal
(Blaise o Blas Pascal; Clermont-Ferrand, Francia, 1623 - París, 1662) Filósofo, físico y
matemático francés. Genio precoz y de clara inteligencia, su entusiasmo juvenil por la ciencia
se materializó en importantes y precursoras aportaciones a la física y a las matemáticas. En
su madurez, sin embargo, se aproximó al jansenismo, y, frente al racionalismo imperante,
emprendió la formulación de una filosofía de signo cristiano (truncada por su prematuro
fallecimiento), en la que sobresalen especialmente sus reflexiones sobre la condición humana,
de la que supo apreciar tanto su grandiosa dignidad como su mísera insignificancia.
Blaise Pascal

Su madre falleció cuando él contaba tres años, a raíz de lo cual su padre se trasladó a París
con su familia (1630). Fue un genio precoz a quien su padre inició muy pronto en la geometría
e introdujo en el círculo de Mersenne, la Academia, a la que su progenitor pertenecía. Allí Pascal
se familiarizó con las ideas de Girard Desargues y en 1640 redactó su Ensayo sobre las cónicas (Essai
pour les coniques), que contenía lo que hoy se conoce como teorema del hexágono de Pascal.
La designación de su padre como comisario del impuesto real supuso el traslado a Ruán,
donde Pascal desarrolló un nuevo interés por el diseño y la construcción de una máquina
aritmética para facilitarle el trabajo a su padre. La máquina, que sería llamada Pascaline, era
capaz de efectuar sumas y restas con simples movimientos de unas ruedecitas metálicas
situadas en la parte delantera; las soluciones aparecían en unas ventanas situadas en la parte
superior. Se conservan todavía varios ejemplares del modelo que ideó, algunos de cuyos
principios se utilizaron luego en las modernas calculadoras mecánicas.

Una Pascaline construida en 1652


En Ruán comenzó Pascal a interesarse también por la física, en especial por la hidrostática, y
emprendió sus primeras experiencias sobre el vacío; intervino en la polémica en torno a la
existencia del horror vacui en la naturaleza y realizó importantes experimentos (en especial el
de Puy de Dôme en 1647) en apoyo de la explicación dada por Torricelli al funcionamiento del
barómetro.
Entretanto, en 1645 había abrazado el jansenismo, el movimiento reformista católico iniciado
por Jansenio que, basándose en la doctrina de San Agustín de Hipona sobre la gracia y el pecado
original, propugnaba un mayor rigorismo moral. Una enfermedad indujo a Pascal a regresar
a París en el verano de 1647. Los médicos le aconsejaron distracción e inició un período
mundano que terminó con su experiencia mística del 23 de noviembre de 1654, su segunda
conversión; convencido de que el camino hacia Dios estaba en el cristianismo y no en la filosofía,
Blaise Pascal suspendió su trabajo científico casi por completo.
Pocos meses antes, como testimonia su correspondencia con Fermat, se había ocupado de las
propiedades del triángulo aritmético hoy llamado de Pascal y que da los coeficientes de los
desarrollos de las sucesivas potencias de un binomio; su tratamiento de dicho triángulo en
términos de una «geometría del azar» convirtió a Pascal en uno de los fundadores del cálculo
matemático de probabilidades.

Blaise Pascal

En 1658, al parecer con el objeto de


olvidarse de un dolor de muelas,
Pascal elaboró su estudio de la
cicloide, que resultó un importante
estímulo en el desarrollo del cálculo
diferencial. Desde 1655 frecuentó el
más importante centro jansenista, la
abadía de Port-Royal, en la que se
había retirado su hermana Jacqueline
en 1652. Tomó partido en favor de
Antoine Arnauld, el general de los
jansenistas, y publicó anónimamente
sus Provinciales (1656-1657),
conjunto de dieciocho cartas en las
que defendió el jansenismo de los
ataques de los jesuitas.
El éxito de las cartas lo llevó a
proyectar una apología de la religión cristiana; el deterioro de su salud a partir de 1658 frustró,
sin embargo, el proyecto, y las notas dispersas relativas a él quedaron más tarde recogidas
en sus famosos Pensamientos (Pensées sur la religion et sur quelques autres sujets, 1669). Aunque Pascal
rechazó siempre la posibilidad de establecer pruebas racionales de la existencia de Dios, cuya
infinitud consideró inabarcable para la razón, admitió no obstante que esta última podía
preparar el camino de la fe para combatir el escepticismo.
Así, el sentido común nos indica que lo más lógico es obrar como si Dios existiese, pues el
beneficio que podemos obtener es infinitamente superior a toda posible pérdida. La
famosa apuesta de Pascal analiza la creencia en Dios en términos de apuesta sobre su existencia:
creyendo en Dios y observando una conducta virtuosa, podemos ganar la vida eterna; si el
hombre cree y finalmente Dios no existe, nada se pierde en realidad. Pero, por más que
razonemos, sólo se llega a la fe través del corazón, del sentimiento, en una iluminación súbita
que escapa a cualquier intento de elucidación lógica: «El corazón tiene razones que la razón
desconoce» es sin duda la más conocida frase de Blaise Pascal.
William Thomson

fue un físico y matemático británico. Kelvin se destacó por sus importantes trabajos en el campo de la termodinámica y
la electrónica gracias a sus profundos conocimientos de análisis matemático.

Es uno de los científicos que más hizo por llevar a la física a su forma moderna. Es especialmente famoso por haber
desarrollado la escala de temperatura Kelvin. Recibió el título de barón Kelvin en honor a los logros alcanzados a lo largo
de su carrera.

Kelvin realizó sus estudios en la Universidad de Glasgow y en el Saint Peter's College de Cambridge.

Trabajó en numerosos campos de la física, sobresaliendo especialmente sus trabajos sobre termodinámica, como el
descubrimiento y cálculo del cero absoluto, temperatura mínima alcanzable por la materia en la cual las partículas de
una sustancia quedan inertes y sin movimiento.

El cero absoluto se encuentra en los -273,15° Celsius.

La escala de temperatura de Kelvin constituye la escala natural en la que se anotan las ecuaciones termodinámicas y la
unidad de temperatura en el Sistema Internacional de Unidades.

En 1846, Kelvin fue nombrado profesor de filosofía natural de la Universidad


de Glasgow, que desempeñó hasta su jubilación en 1899.

En el invierno de 1860-1861 Kelvin resbaló en el hielo y se fracturó una


pierna, lo que le causó cojera después. Fue una celebridad en ambos lados
del Atlántico hasta su muerte.

Lord Kelvin perteneció a la iglesia parroquial de San Columba (Iglesia de


Escocia) en Largs durante muchos años. Fue en esa iglesia donde donde se
celebró el funeral y el cuerpo fue llevado al Bute Hall, en su querida
Universidad de Glasgow como homenaje antes de que el cuerpo fuera
llevado a Londres para ser enterrados en la Abadía de Westminster, cerca
del lugar de descanso final de Sir Isaac Newton.

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