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Pese a todo los males —si es que se puede estar peor—, tuvo la determinación de salir a
adelante. El resto lo hizo la gente que confió en ella. Sus profesores, una ONG que ayudaba a
jóvenes sin techo y numerosas becas que fue consiguiendo gracias a su esfuerzo personal.
En junio de 2009 se graduó en Psicología en la Universidad de Harvard y ahora recorre el
mundo dando conferencias a jóvenes y ejecutivos sobre motivación personal.
—Cuando era muy joven mis padres eran adictos de la droga, eran los años 70. Tomaban de
todo, sobre todo heroína. Compartían jeringuillas y al final se contagiaron de sida. Cuando
tenía 16 años se murió mi madre. Después de aquello pensé que tenía que hacer algo y
empecé a estudiar.
—Mucha. Tuve excelentes profesores que se preocuparon por mí y también de una ONG que
se encargaba de ayudar a los jóvenes sin techo, nos daban un lugar donde alojarnos, comida
y mucha formación. No podría haberlo hecho sola. No fue el apoyo que recibí o la propia
determinación sino las dos cosas. Ambas fueron decisivas.
—Cuando ella murió aprendí lo importante que es la vida y entendí que no podía seguir
perdiendo el tiempo. En vez de enfocarme en lo que no tenía debía enfocarme en todo lo que
sí tenía y que, a pesar de la circunstancias, no era poco.
—Entonces las personas que no tienen autoestima o ilusión por las cosas no
tienen salida...
—No creo en los absolutos en el ser humano. El ser humano está en proceso toda la vida. Yo
simplemente digo que en mi experiencia ha funcionado eso, pero para los demás no digo
nada. Yo estoy convencida que aprendemos de las experiencias y también cuando ayudamos
a las otras personas. Todo eso nos hace crecer como seres humanos. Hay que estar
convencidos que se siempre se puede hacer algo. La gente se empeña en pensar: «No puedo
cambiar la economía, la política, a mis padres, la sociedad en que vivo». Pero siempre se
puede hacer algo para cambiar la situación. Quizás no algo tan grande pero esa actitud sirve
para todo. Eso es lo que transforma al final nuestra existencia.
—Todo depende del público al que me dirijo. Hay gente que lee mi historia y dice es tan
única, tan diferente pero al final es igual. Mi caso es extremo pero todo el mundo a veces se
encuentra en alguna circunstancia en la que cree que no hay salida. Intento transmitir que
no importa lo que te haya pasado antes en tu vida, siempre puedes hacer algo para avanzar.
Siempre se puede tomar una decisión, una decisión que cambie las cosas.
—No, absolutamente no. La gente huye de lo que le pasa, de su historia pero puede ser una
gran oportunidad para hacer algo diferente si queremos. Cada momento es una oportunidad
para hacer algo, no debemos obsesionarnos con el pasado. Decimos que el pasado nos
define, que determina a la persona pero realmente somos en cada momento de la vida. En
este momento puedes cambiar totalmente tu vida.
—Solía dejar que el miedo me paralizara pero ahora lo entiendo de otra manera. Cuando
siento miedo es porque estoy arriesgando algo y lo acepto. Arriesgar no siempre es algo
malo.
—¿Qué mensaje le daría a los padres para inculcar a sus hijos esa motivación
personal que les haga capaces de alcanzar sus objetivos, para afrontar la vida
con valor?
—Que sean el ejemplo de aquello que quieran que sus hijos aprendan. Todo educa. La vida
en sí es la mejor imitación para los niños. Conozco muchos que se quejan de que sus hijos
son materialistas pero llevan un Rolex.
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Estas fueron las palabras que la joven Liz redactó para ser admitida en la prestigiosa universidad
estadounidense de Harvard. Son unas líneas que le han costado sangre. Cada letra arrastra una
historia de sufrimiento y de lucha: una historia que ella misma ha compartido, años más tarde, en su
autobiografía titulada “Breaking Night”, en donde cuenta su paso de ser una niña de la calle a
convertirse en una conferenciante de éxito.
Ya desde el inicio, su camino comenzó cuesta arriba.Sus padres, dos hippies sumergidos en el mundo
de la droga de los años setentas, nunca consiguieron salir adelante de su adicción. Llegaban incluso
a robarle a su hija el dinero de su cumpleaños o un pavo que una iglesia les había regalado para poder
comer, con tal de conseguir droga.
«Aprendí desde los cuatro años que mamá y papá tenían extraños hábitos de los que no me
informaban», dice Liz, que transcurrió su primera infancia en las calles del Bronx.
Una niñez casi carente de estudios. Porque, ¿cómo integrarse en una escuela si estás llena de piojos y
hueles a orina? Y tampoco el sustento diario era fácil: «Comíamos cubitos de hielo o repartíamos un
tubo de pasta de dientes para cenar».
Liz con su madre
No obstante, su madre siempre le repetía, una y otra vez, que vendrían tiempos mejores. Unos
tiempos que parecían lejanos para todos. Para su madre que, enferma de sida, murió cuando Liz
contaba con dieciseis años. Para su padre que, incapaz de afrontar la situación económica y
familiar, se trasladó a un refugio para los sin techo. Para su hermana, que sólo pudo salir adelante
agenciándose el sofá de un amigo en su casa. Y, por supuesto, tampoco llegaron para Liz, que se
quedó en la calle contando con los bancos de los parques y los vagones del metro como hogar.
«Me convertí en una de esas personas a las que nadie se quiere acercar cuando la ves por la calle»,
cuenta.
Fue ver el edificio universitario y quedarse Liz enamorada desde el primer momento. ¡Tenía que
estudiar ahí! ¿Cómo lo haría? No lo sabía, pero estaba dispuesta a cualquier cosa.
Y así fue como se enteró de que el New York Times daba becas a los buenos estudiantes. No lo pensó
dos veces: la consiguió. Entró en la Universidad y en junio de 2009 se graduó en Psicología,
profesión que ejerce compaginándola con las conferencias que da por todo el mundo a jóvenes y
ejecutivos sobre motivación personal.
Ciertamente, la experiencia de Liz (ya hecha también película) es un caso extremo. Pero también es
verdad que puede mostrarnos que, sin importar lo que pase, siempre puede uno mejorar su situación
personal. En una entrevista concedida al diario español ABC, Liz lo resumía así: «Intento transmitir
que no importa lo que te haya pasado antes en tu vida, siempre puedes hacer algo para
avanzar. Siempre se puede tomar una decisión, una decisión que cambie las cosas».