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Manrique, Jorge - Coplas A La Muerte de Su Padre PDF
Manrique, Jorge - Coplas A La Muerte de Su Padre PDF
cronológicos,
introducción, texto
íntegro, notas y
JORGE MANRIQUE llamadas de atención,
documentos,
orientaciones
Coplas a la para el
estudio
muerte de su padre
c a s ta lia ciw lá c t ic a
Director:
Pedro Alvarez de M iranda
Coplas a la muerte
de su padre
Con cuadros cronológicos,
introducción, bibliografía, notas
y llamadas de atención,
documentos y orientaciones
para el estudio
a cargo de
C a rm e n D íaz C a sta ñ ó n
E O T D R L Í^ C A S T A L IA
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro, su inclusión
en un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cual
quier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, registro u otros
métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Introducción....................................................................................................... 19
Perspectiva histórica ........................................................................... 19
La poesía cortesana en el siglo x v ...................................................... 22
La obra poética de Jorge Manrique .................................................. 23
Bibliografía......................................................................................................... 35
Documentación g ráfica.................................................................................... 37
Don Rodrigo Manrique se casa en segundas nupcias con doña Beatriz de Guz
mán.
8 Jorge Manrique y su tiempo
Don Rodrigo Manrique, tras un pacto con Juan II, renuncia al maestrazgo de
Santiago en favor de don Alvaro de Luna.
1465 Los nobles proclaman' en Ávila Nace Gil Vicente. Nace Erasmo.
a don Alfonso, hermanastro de Piero della Francesca, Retrato de la
Enrique IV, como rey de Casti duquesa de Urbino.
lla.
1468 Muere el Infante Don Alfonso. Nace Juan del Enzina. Nace Joanot
Tratado de los Toros de Gui Martorell. Nace Juan de Padilla.
sando. Enrique IV es reconoci
do único rey de Castilla. A cam
bio, debe aceptar como sucesora
a Isabel, hermana de don Al
fonso. Esto supone desheredar a
doña Juana, hija de Enrique IV
y doña Juana de Portugal.
1474 En la paz de Utrecht que termi Coplas del Provincial. Nace Lucas Fer
na la guerra comercial entre la nández. Imprenta en Valencia.
Hansa e Inglaterra, confirma Mantegna: frescos del Palacio Du
Eduardo IV los privilegios de la cal de Mantua. Nace Ludovico
Hansa. Muere Enrique IV de Ariosto.
Castilla. Muere don Juan de
Pacheco. Guerra de Sucesión.
Ruptura entre el Arzobispo de
Toledo e Isabel y Fernando.
1475 Guerra con Portugal. Ordena Nace Miguel Angel. Muere Paolo
miento del sistema monetario. Uccello.
Creación del «excelente de
oro».
P e r s p e c tiv a h i s t ó r ic a
19
22 Introducción
en esta villa hay una casa al presente donde es cosa cierta, pública y
notoria que m urió don Jo rge M anrique.
L a p o e s ía c o r te s a n a en el s ig lo x v
L a o h r a p o é ti c a d e J o r g e M a n r i q u e
Lírica amorosa
le impone condiciones:
desigual
q u ’está en el siniestro lado,
en !a cual
no me dexa ni me m ata,
ni m e libra ni m e sueña,
ni m ’olvida,
mas de tal guisa m e trata
que la m uerte anda revuelta
con mi vida.
Lírica burlesca
Lírica moral
que influyen en el entorno del m uerto «que por bien que lo amen
al omne en la vida» queda solo, abandonado:
35
36 Bibliografía
evocación del m undo social que rodea al poeta, en el que introduce las
consideraciones sobre su obra.
Sufién, Luis: Jorge Manrique, M adrid, EDAF, 1980 («Escritores d e todos los
tiempos»). Se trata de una edición de la obra de Jo rge M anrique,
precedida de un estudio lleno de sugerencias.
N o ta previa
[II]
47
48 Jorge Manrique
[III]
[ I n v o c a c ió n ]
[IV]
[V] -
[VI] -
[V II]
Jtt aUndanai. esperamos. " Para medir este y ocro& versos, téngase en cuenta que
Todavía se aspiraba la K- procedente de f- latina. lí cativa*señora: oposición entre
esclava-dueña, reflejo de la oposición entre cara corporal y alma angdical.
[V III] -
[IX] -
Dezidme: la hermosura,
la gentil frescura y te z 15
de la cara,
la color16 e la blancura, 100
cuando viene la vejez,
¿cuál se p a ra ? 17
Las m añas18 e ligereza
e la fuerza corporal
de juventud, 105
todo se tom a graveza19
cuando llega el arrabal
de senectud.20
[X] -
[X I]
rxnj
Pero digo qu'acom pañen 24
e lleguen fasta Ja fuessa 25
con su dueño; 135
por esso non nos engañen,
pues se va la vida apriexia26
como sueño;
e los deleites d ’acá
son, en que nos deleitamos, 140
temporales,
e los tormentos d ’allá,
que por ellos esperamos,
eternales.l5)
rxnrj -
Los plazeres c dulzores 145
desta vida trabajada,
que tenemos,
non son sino corredores,27
c ¡a muerte, ¡a je ta d a 28
en que caemos, 130
Non m irando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque29 vemos el engaño
e querernos dar Ja vuelta 155
no hay lugar.
[X IV ]
[XV]
[XV I]
[X V II]
[X V III]
[X IX ]
chapada1 : :r; ',il;iri 1,1-: de adornos, l.iin:r*' o chapas. 11 Se rrfierr a Knriquc IV.
hijo y ''ir é * d r - J u a n H, aiyo reinado dura de 1451 a 1471. ' kuí/i“urro: halaga-
dyr. mdñ: .sido.
[XX ]
** vaxillas: los vasos, tazas, pla.it», jarros, etc., que se rlestinan al servicio y ministe
rio de la mesa, que por ostentación y grandaza se hacen de oro o plata. 41 februtat:
'^unidas, resplandecientes, trabajadas con primor "** enriques: monedas de oro acu
ñadas por Enrique IV, 47 jaeces; adornos que se ponen a las cabañerías. 44 busca-
'^'í. buscarlos. ** Se trata del infame don Alfonso, hermanastro de Enrique IV, que
'cxiavía niño, en 1465. fue coronado rey <*n Ávila por un grupo de nobles, enrre los
figuraba» Jos Manrique. Tres años más tarde, moriría don Alfonso, a los catorce
dtios. d r edad. w siguieren: en plural, correspondiendo a un sujeto colectivo {«cuánto
^rrin señor»!.
(7) Alternan en esta copla los sustantivas con artículo y sin él.
( 8 ) La alusión mitológica (fragua) justifica el juego del contraste en los
versos 239-240. Por lo que se refiere, al v. 238, nótese qu*\ como en otros
to rn e n tos, la Providencia es el único agente decisorio de la muerte.
58 Jorge Manrique
[X X I]
[X X II]
■' Se trata d r don Alvaro <lr 1-una, decapitado en Valladolid r_n I4Ó3. 11 Se
refiere al marqués de Villena, don J i.iti de Pacheco, maestre de N.inlmv'1 y a v.i
hermano don Pedro fiirtin, maestre d r Calalrava. Fueron enemigos de los Manri
que ^ amalada: matada, apagada.
Coplas a la muerte de su padre 59
[X X III]
[X X IV ]
traspones: escondes, ocultas. " atierras; .derribas, echas ¿ti suelo, (Sentido literal
humado sobre la palabra tima.) “ htesUx: ejércuo. r’7 cava honda, chapada: foso o
trinchera q u t se hacia para la defensa; para hacerla más resistente se la recubría con
<hapas de metal. “ reparo: cualquier tosa que se pone por defensa o resguardo.
todo lo passas de claro: to d n lo traspasa* d r un lado a oito .
[XX V ]
[X X V I]
“ caros: que cxceden del valor, casación o c^rim ación recular C1 s e s o : discreció/i
w sujetos ■ som n id o s a d o m in io , señorío u ohrd«-nc ¡a.
[X X V IIJ
En ventura O ctavíano;
Julio César en vencer
e batallar; 315
en la virtud, Africano;
A níbal en el saber
e trabajar;
en la bondad, un Trajano;
T ito en liberalidad 320
con alegría;
en su bra^o, Aureliano;
M arco Atilio en la verdad
que prometía.
[ XX VI I I |
61 ¿ttiplinti:: disciplina.
[X X IX ]
[X X X ]
[X X X I]
[X X X II]
[X X X III]
[X X X IV ]
[X X X V 1
[X X X V I]
[X X X V II]
[ R espo n d e el M aestre]
[X X X V III]
[D el M a estre a J esús ]
[X X X IX ]
[ F in a l ]
[X L 1
í . E n to r n o a l a u t o r
69
70 Documentos y juicios críticos
fortaleza; no por aquellas vías en que se m uestran fuertes los que fingida e
no verdaderam ente lo son: m as así por su buena composición natural,
rom o por los muchos actos que fizo en el exercicio de las armas, asentó tan
perfectamente en su ánimo el hábito de la fortaleza, que se deleitaba
cuando le ocurría logar en que la debiese exercitar. Esperaba con buen
esfuerzo los peligros, acometía las fazañas con grande osadía, e ningún
irabajo de guerra a él ni a los suyos era nuevo. Preciábase mucho que sus
criados fuesen dispuestos para las arma-s. Su plática con ellos era la m anera
del defender e del ofender el enemigo, e ni se dezía ni fazía en sil casa acto
ninguno de molleza, enemiga del oficio de las armas. Q uería que todos los
de su compañía fuesen escogidos para aquel exercicio, e no convenía a
ninguno durar en su casa si en él fuese conoscido punto de cobardía; e si
alguno venía a ella que no fuese dispuesto para el uso de las armas, el
grand exercicio que había y veía en los otros, le (ázía hábile e diestro en
ellas. En las l>atallas, e muchos recuentros que b o l» con moros e con
cristianos, este caballero fue e! que mostrando grand esfuerzo a los suyos,
feria primen) en los contrarios: e las gentes de su compañía, visto el
esíuergo de su capiLáu. todos le seguían e cobraban osadía de pelear. T enía
tan grand conoseimiento de las cosas del campo, e proveíalas en tal
m anera, que donde fue £1 principal capitán nunca puso su gente en logar
do se hubiese de retraer, porque volver las espaldas al enemigo era tan
ageno de su ánimo, que elegía antes recebir la m uerte peleando, que salvar
la vida huyendo.
Este caballero osó acom eter grandes fazañas: especialmente, escaló una
noche la cibdad cié Huéscar, que es del reino de G ran ad a; e como quier
que subiendo el escala los suyos fueron sentidos de los moros, e fueron
algunos derribados del adarve, e feridos en la subida; pero el esfuerzo deste
capitán se imprim ió a la hora tanto en los suyos, que pospuesta la vida e
propuesta Ja gloria, subieron ei m aro peleando, e no fallescieron de sus
fuerzas defendiéndolo, aunque veían los unos derram ar su sangre, los otros
caer de la cerca. E en esta m anera m atando de los moros, e muriendo de
los suyos, este capitán, feritlo en el bra<;o ríe una saeta peleando, entró en la
cilxlad e retroxo los moros fasta que los cercó en la fortaleza: e esperando
el socorro que le farían los cristianos, no temió el socorro que venía a los
moros. F.n aquella hora ios suyos, vencidos de miedo, vista la m ultitud que
sobre ellos venía por todas partes a socorrer los moros, e tardar el socorro
que esperaban de los cristianos, le amonestaron que desamparase la ciM ad,
e no encomendase a la fortuna de una hora la vida suya e de aquellas
gentes, juntam ente con la honra ganada en su edad pasada; t* requeríanle
que, pues tenía tiempo para se proveer, no esperase hora en que tomase el
consejo necesario, e no el que agora tenía voluntario. Visto por esie
Documentos y juicios crítieos 71
caballero el temor que los suyos m ostraban. «No —dixo él , suele vencer
la m uchedum bre de los moros al esfuerzo de los cristianos cuando son
buenos, aunque no sean tantos: la buena fortuna del caballero crece
cresciendo su esfuerzo: e si a estos moros que vienen cumple socorrer a su
infortunio, a nosotros conviene perm anecer en nuestra vitoria fasta la
acabar o m orir, porque si el miedo de los moros nos fiziese desam parar la
cibdad, ganada ya con tanta sangre, ju sta culpa nos pom ían los cristianos
por no haber esperado su socorro; e es m ejor que sean ellos culpados por no
venir, que nosotros por no esperar.» «De una cosa —dixo él—, sed ciertos:
que entre tanto que Dios me diere vida, nunca el moro me porná miedo,
porque tengo tal confianza, en Dios e en vuestras fuerzas, que no fallece
rán peleando, veyendo vuestro capitán pelear.» Este caballero duró, e fizo
durar a los suyos com batiendo a los moros que tenía cercados, e resistiendo
:i los moros que le tenían cercado por espacio de dos dias, fasta que vino al
socorro que esperaba, e hobo el fruto que suelen haber aquellos que
permanescen en la virtud de la fortaleza.
G anada aquella cit>dad. e dexado en ella [>or capitán a un su hermano
llamado Gómes M anrique, ganó otras fortalezas en la com arca; socorrió
mu i-has vezes algunas cibdades e villas e capitanes cristianos en tiempo de
extrema necesidad; e fizo tanta guerra en aquellas tierras, que en el reino
de G ranada e¡ nom bre d e Rodrigo M anrique fue m ucho tiempo a los
moros grand terror.
C m á asimismo este caballero la fortaleza de Alcaraz, por la reduzir a la
corona real. Cercó la fortaleza de L'clés, por la reduzir a la su orden de
Santiago. Esperó en estos dos sitios las gentes que contra él vinieron a
socorrer estas fortalezas: e como quier que la gente contraria vido ser en
mucho m ayor número que la suya, mostró tal esfuerzo, que los contrarios
: i' i le osaron acometer, e él consiguió con grand honra el fin de aquellas
empresas que tomó: do se puede bien creer que venció, más <’<in el esfuerzo
de su ánimo, que con el número de su gente.
H obo asimismo este caballero otras batallas e fechos de armas con
r ’ isiianos y con moros, que requerían grand estoria si de cada una por
fxtenso se hobiese de hazer m inción: porque toda la mayor parte de su
« d a trabajó en guerras e en fechos de armas.
f abiaba muy bien, e deleitábase en recontar los casos que le acaescían en
las guerras.
Usaba de tam a liberalidad, que no bastaba su renta a sus gastos; ni le
bastara si m uy grandes rentas e tesoros toviera, segund la continuación que
tovo en las guerras.
Era varón d f altos pensamientos, e inclinado a cí>meier grandes e
Peligrosas tazañas^ t no podía sofrír c/isa que le paresciese no sofridera, e
72 Documentos y juicios críticos
«don Jorge
M anrique».
E l mismo autor reconstruye más o menos idtalizadianente la muerte del poeta (p.
3 5 7 ):
hombre. F.) com bate es I't i :■/. concentrado en tom o a los ríos capitanes
porque las sombran impiden un amplio frente. Así fue como en la confusión
y la noche resultaron gravem ente heridos ambos. Atenderlos v peinerías a
salvo debió ir apacisaiando el combate, que quedó indeciso, sin más vence
dor que la muerte. Debía ser por los últim o1; días de abril. En la oscuridad
quedarían algún tiempo los gritos de un herido, las voces de los hombres
que se llam aban para agruparse Sus soldados cogerían a don Jorge y
em prenderían el camino de regreso, las dos leguas que dista Santa M aría
del Campo.
I I . E n t o r n o a la s Coplas
Pero, porque digamos de todo, digo que, de los que han escrito en metro,
dan todos comúnm ente la palm a a Juan de M ena, y a mi parecer, aunque
la merezca cuanto a la doctrina y alio estilo, yo no se la daría cuanto al
dezir propiam ente ni cuanto al usar propios y naturales vocablos, porque,
si no m'engaño, se descuidó mucho en esta parte, a lo menos en aquellas
sus Trecientas, en donde, quiriendo mostrarse docto, escribió tan escuro,
que no es entendido, y puso ciertos vocablos, unos que por grosseros se
debrían desechar y otros que por m uy latinos no se dexan entender de
todos, como son rostro jocundo, fondón del polo segundo, y toda la sfera; que
todo esto pone en una copla, lo cual a mi ver es más escribir m al latín que
buen castellano. F.n las coplas de amores que están en el Cancuinero general
me contento harto, adonde en la verdad es singularísim o. En el mesmo
Cancionero bay algunas coplas que tienen buen estilo, como son las de Garci
Sánchez de Badajo?, y las del bachiller de la T orre v las de Guevara,
aunque éstas tengan mejor sentido que estilo, y las del m arqués de Astorga.
Y son mejores Jas de don Jorge M anrique que comienzan Recuerde el alma
dormida, las cuales a mi juizio son m uy dinas de ser leídas y estimadas, assi
por la sentencia como por el estilo.
[ORGE MANRIQUE
Antonio Machado (1 (¡75-1939} nos dice que Juan de Maireña ( Sevilla, 1865-
Casariego de Tapia, 1909), «poeta, filósofo, retórico e inventor de una Máquina de
Canción», es autor «de una V ida de Abel M artín, de un Arte Poética, de una
76 Documentos y juicios críticos
•>Si comparamos esta estrofa del gran lírico español —añade M airena
con otra de nuestro harnxxi literario, en q«e se pretenda expresar un
Documentos y juicios críticos 77
ción del m orir y los versos igualmente serenos y juveniles de Jorge M anri
que. Aire m oderno puso en aquel mármol el genial y anónim o artista de la
capilla de los Arce. El doncel d e Sigüenza m oría en 1486, luchando frente
a G ranada con alegre heroísmo. Compárese su enterram iento con este otro
que ofrezco a la consideración del lector: el de Gómez Carrillo de Albor
noz, finado en 1448, y cuya tum ba se halla asimismo en el templo de
Sigüenza. Carrillo de Albornoz encam a la idea del acabam iento; en él
lodo fue. Sus manos ociosas, su faz exánime !o sumen en el no ser. Vázquez
de Arce está, en cambio, en plena vitalidad. Reposa elegantemente, se
enlrega al lujo de continuar cultivando su espíritu en una grave lectura. El
agudo puñal que roza su m ano orienta la p unta hacia la acción enérgica:
m editar, luchar, han sido afanes máximos para los veinticinco años de esta
vida, que no se decide a concluir. Se instala en cómoda postura, comienza
a pasar los folios del grueso volumen para d a r tiempo a que transcurra esa
impertinencia de morirse cuando no hacía falta. Seguridad, confianza. No
queremos extinguimos como ese vecino de catedral, Carrillo de Albornoz.
Está m uy feo y debe aburrirse.
* * *
palabras: «nuestras vidas son los ríos...», un símil tópico a prim era vista.
Observado más de cerca, ese símil posee la deliciosa virtud de convertir en
«nuestro» c) deslizarse de cuanto corre m ansam ente hacia su nada, y en ello
justam ente yace la fuerza hispánica, y no sólo hispánica, de tan suprema
poesía: «pereat mundus», mas no mi sentir, ni mi testimonio de su acaba
m iento: «No me podrán qu itar el dolorido sentir» (G arcilaso); «Sola a una
m ujer am aba... Q ue fue verdad, creo yo, en que todo se acabó, y esto solo no
se acaba» (Calderón).
¿A dónde fue a p arar d rey don Ju an , su víctima don Alvaro de Luna, el
príncipe Alfonso, aquel niño inocente a quien dieron yerbas? Estaban ahí
poco ha, los familiares del poeta los vieron y habían fundado esperanzas
sobre ellos, y él mismo, Jorge M anrique, ha contemplado cosas semejantes.
La desaparición de aquellas grandezas no era como la de Troya, Nlnive o
Babilonia; estaban ahí, concreta e hispánicamente próximas a nosotros, hen
chían el ám bito de nuestras vidas personales. Las Coplas, por consiguiente,
valen por ser m ucho más que un prolongado tópico, armonizado en dulces
cadencias para halago de los sentidos y reposo de almas intranquilas en el
supremo trance. Su virtud se funda en haber superado lo engañoéo del vivir
merced a una cierta y entrañable conciencia de su fluir, por la creada por
el poeta. No somos ríos —la imagen, así tom ada en sentido directo, es
inoperante. Ahora bien, sentir como si fuésemos ríos, como una conciencia
sensible que permanece y dura por serle inherente su mismo estar
«transiéndose», eso sí permite gozar del perenne fluir de esta vida comuni
cable —una creación única y absoluta de realidad hum ana. Sin el «nues
tras vidas son los ríos...», sin ese abrazarlas como «nuestras», no nos
explicaríamos ahora cómo tan desanim adora elegía pudo conservar su
dulzura, aún sabrosa a los quinientos años. L a nada de cuanto se fue,
aparece unida necesariamente a todos los desvanecidos, a quienes fueron
haciéndose su nada, en un contraste de luz y sombra que, como tal contras
te, forma una línea de luces discontinuas, afirm adas como un ser frente al
no-ser. T al vez sería posible por esta vía llegar a vislum brar el sentido
positivo de la valoración poética y artística (cuando realm ente existe) de
toda forma de realidad deficiente, de la zona de lo sentido a prim era vista
como léaldad, m ortalidad, engaño, como repelencia negativa. Quizá ha
bría que hablar entonces de la belleza de) sentir «su no estar siendo», más
bien que de una evocación de «'li no ser».
1 Pierre i)e Ronsard . VJ1 ví'i . poeta f r a n c é s , eanió n i s o n e t o s que unen i í i t t h >
apasionam iento y melancólica sensualidad el tem a del (larpe diem.
1 Johji Donne l h ; l , poeta ingles, renovador de ia poesía de m i tiempo,
incom prendido entonces, m m apreciado liov. lónna parte del grupo d r poetas llama
dos «melafisien^».
5 hvmiiélicüs: derivado de homilía, ‘seimtW .
Documentas y juicios críticos 83
conclusivo, según el cual orientar sus tres diferentes experiencias poéticas y humanas; y
por caminos distintos llegan a esta equivalente solución: la fantasmagoría que nos
cíeme, conforme al testimonia de los sentidos, sólo adquiere significación al ser referida
ú una vislumbre interior del mundo suprasensible». El texto que sigue es un fragmento
del capítulo dedicado a Jorge Manrique (pp, 60-64) :
No curemos d e saber
lo de aquel siglo pasado,
q u é fue de ello:
vengamos a lo de ayer,
que tam bién es olvidado
ram o aquello.
Cosas, hechos, seres del contorno inm ediato, enlazados con la vida
misma que sus contemporáneos y él conocieron, y cuyo paso y desapari
ción, cifradas así, en frivolidad brillante, en elegante futileza, tan vivida
imagen presentan a la memoria de lo que hoy ya no es más, de lo que ha
sido y no podrá volver a ser.
Pero tai consideración melancólica no la hace el poeta para detenemos
en ella, sino para que la sobrepasemos. T.a m uerte no es algo distinto de la
vida, es parte integrante de ella, cuya perfección misma se logra en la
muerte, sin la cual la vida no tendría más sentido que tm ocioso juego de
luces y sombras. De la intención que el hom bre ponga en sus actos, al
referir intenciones y actos a la muerte, nace su inm ortalidad ante Ja fama,
su resurrección impersonal en el pensamiento de las generaciones. Esto no
supone una negación de la vida, a lo que inevitablem ente llevaría la
concepción cristiana exclusiva de nuestra existencia; es sólo una serena
afirmación de ella, no disuadiendo* sino estimulando a la acción temporal
m undana. De la otra inm ortalidad, la sobrenatural, M anrique dice, con
reserva digna de subrayarse, que según nuestra conducta en el mundo,
además de la inmortalidad de la fama, podemos hallarnos también en
camino de alcanzar la segunda; mas sin asegurarla ni convertirla en móvil
exclusivo de nuestra conducta terrena:
tlsprrad el galardón
que en este m undo ganantes
j>or las manos;
v con « ta confianza,
y con la fe tan entera
que rendís,
p arad con b u rn a r>[H*ratiza.
Documentos y juicios críticos 85
Y consiento en mi morir
con voluntad plácente™.
II I , P oem as
Gerardo Diego (n. en 1896) dedica una «Glosa a Manrique» en su libro Poemas
adrede ( I92& I943) que lleva come lema este texto de Juan Ramón Jiménez: «La
fosa, ¿cómo puede estar vestida y desnuda a un tiempo?».
GLOSA A MANRIQUE
Por más merescer la gíana
di las altas alegrías
di Cupido
[or^e M anrique
*
M uy poco a poco,
lentamente,
m e estoy muriendo
de repente.
Y de mi vida desconfió
porque no corre
como el río.
Pablo Xeruda (1904-1973) incluye entre sus Nuevas Odas el<Tnentales (enero
de 1956) esta «Oda a Don Jorge Manrique»:
kabia publicado aimo apéndice de En once años. F.l poema va rlctiua/io a Julián
Mañas.
<J1
92 Orientaciones para el estudia
Asesinado en la venganza,
cayó abriendo los brazos en el río,
volvió a su rio como al agua madre.
El M agdalena lleva al m ar su cuerpo
y del m ar a otros ríos, a otras aguas
y a otros mares y a otros pequeños ríos
girando alrededor de la tierra.
Dos planos: lo que no debe y lo que debe ser; los das esencial
mente conativos, pero el aparente tono sentencioso de los subjunti
vos del prim er grupo se hace apóstrofe en los imperativos del
segundo. Hay como una reminiscencia bíblica; el egoísmo anclado
en sí mismo {buscar, esperar, guardar) frente a la entrega al
prójimo (entregar, dar, destruirse). La intensidad de los versos 4-6
coloca el imperativo proparoxítono en el lugar inicial del verso. Y
los dos planos unidos por el entregar a la tierra y entregar a los
hombres; por el m ar de la m uerte y el m ar eterna madre. La
comunión del poeta se ha hecho ahora cósmica. Estamos interpre
tando la comparación de la vida con un río que fluye no como
Orientaciones para el estudio 99
que no tienen más que su fuerza de trabajo, y los ricos, los poseedo
res, sean o no nobles, incluyendo, probablemente, a los villanos
ricos, y, sin ninguna duda, a los burgueses. Aún más: apunta ya la
división, tan plena de connotaciones diversas en la actualidad,
entre una clase «útil» y otra posible clase «ociosa» considerada,
precisamente por creer que no contribuye al bien común, como
superior.
------------------------ --------------------------------------------------
Copla III. Pedro Salinas ha querido destacar cómo un mis
mo contenido, una misma vivencia (en este caso la ley inexora
ble de la existencia) adquiere formulaciones distintas según la
sociedad, la historia, el hombre de cada momento se apodera
de ellos y los convierte en lengua. ¿Estás de acuerdo con que lo
peculiar de la literatura hay que buscarlo en la lengua? Si estás
de acuerdo, explícalo, y si no, discútelo.
Exponer por escrito las reflexiones que despierta el análisis de
los diversos recursos estilísticos que se observan en los textos
citados.
A lo largo de la historia del hombre y por tanto de sus
manifestaciones culturales (arte, literatura...) se han repetido
una serie de símbolos como reflejo del hombre. Tam bién es
muy abundante el número de símiles para sustituir la vida.
Enumera los que conozcas e inventa otras nuevos que quizá el
mundo moderno pueda haber puesto de actualidad.
El poeta ha preferido el sustantivo verbal el morir al sustanti
vo muerte. Estos sustantivos verbales parecen muy queridos por
.Jorge M anrique en las Coplas. Busca otros ejemplos.
Observa el gusto del poeta por las parejas de elementos
sinónimos o casi sinónimos. Es un rasgo característico de la
lengua del siglo xv. Busca en las Coplas otros casos y destaca
aquellos en que la reiteración, por superflua o innecesaria, te
parece más expresiva y con fuerza estilística.
Observa la repetición de allí al comienzo de diferentes cláu
sulas. ¿Tiene algún nombre específico este tipo de repeticiónJ
¿Es muy utilizada en las Coplas? Deduce el valor de este tipo de
construcción lingüística de su uso en las Coplas.
Orientaciones para el estudio 10!
Invocación
Ubi sunt...
ahora
en la su villa d ’O caña
vino la M u e rte a llam ar
a su p u e rta .
Orientaciones para el estudio ¡13
Y consiento en mi morir...
e consiento en mi m orir
con voluntad plazentera,
clara y pura.
Métrica
o o ó o ó o óo
óoo óoo óo
o óo óoo óo o óoo óo óo f
esdrújulo v las rimas agudas (no más de) veinticinco por ciento) se
hacen notar especialmente en el tono filosófico de la introducción y
en las estrofas finales.
I á lengua
Final
2 / J. Manrique 7 / J. Cadalso
COPLAS A LA MUERTE CARTAS MARRUECAS
DE SU PADRE Edición a cargo de M anuel Cam a
F.dición a cargo d e Carme:) Día? rero.
Gastaiión.
8 / Arcipreste de Hita
LIBRO DE BUEN AMOR
3 / F. García Lorca
Edición a cargo de J. I,. G irón Al-
LA CASA DE BERNARDA ALEA
conchel
Edición a cargo de Miguel García-
Posada.
9 / A. Buero Vallejo
EL TRAGALUZ
4 / G. A. Bécquer Edición a cargo de J. L. G arcía Ba
RIMAS rrí en tos
Edición a cargo de M. Etreros.
1 0 / Lope de Vega
5 / M . d e Unamuno PERIRAÑEZ Y EL COMENDADOR
SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR DEOCAÑA
Edición a cargo de j . R ubio Tovar Edición a cargo de F. B. Pedraza.
11 / A. Machado 19 / J . Valera
POESÍAS ESCOGIDAS PEPITA JIMÉNEZ
Edición a cargo d e V ítente T usón. Edición a cargo de A. N avarro y j
RjbaJta
12 / F. de Quevedo
EL BUSCÓN 20 / F. de Quevedo
Texto: F. Lázaro C arreter. ANTOLOGÍA POÉTICA
Edición a cargo de A. Basanta. Edición a cargo de E. Gutiérrez
Díaz-Bernardo.
13 / L. de Góngora
ANTOLOGÍA POÉTICA 21 / G . de la Vega
Edición a cargo de A ntonio Ca- POESÍAS COMPLETAS
rreira. Edición a cargo de A. L. Prieto de
Paula.
14 / Lope de Vega
FUENTE OVEJUNA 22 / ANTOLOGÍA DE LA
Edición a cargo de M1 T. López POESÍA ESPAÑOLA (1939-1975)
Garcia-Bordoy y Francisco López Edición a cargo de José E nrique
Estrada. Martínez.
23 / EL CUENTO ESPAÑOL
15 / M. de Cervantes
(1940-1980)
TRES NOVELAS EJEMPLARES
Edición a cargo de O scar B arrero
Edición a cargo de Ju a n Manuel
Pérez.
Oliver Gabanes,
24 / ANTOLOGÍA POÉTICA DE
16 / L. Alas, Clarín LA GENERACIÓN DEL 27
RELATOS BREVES Edición a cargo de A rturo Ra-
Edición a cargo de Rafael Rodrí m onda.
guez Marín.
25 / M. J. de Larra
17 / D. Juan Manuel ARTÍCULOS
LIBRO DEL CONDE LUCANOR Edición a cargo d e Ju a n Bautista
Edición a cargo de Fernando Gó Bordajandi.
mez Redondo.
26 / Lope de Vega
18 / ROMANCERO VIEJO EL CABALLERO DE OLMEDO
Edición a cargo de M* Cruz García Edición a cargo de Ju a n Ms M artín
Enterríá. Martínez.
27 / L. Fernández de Moratín 36 / Duque de Rivas
EL SÍ DE LAS NIÑAS DO N ALVARO O LA FUERZA
F.dición a carg o d e A braham DEL SINO
M adroñal D uran. Edición a caigo de Rafael Balbín.
28 / C. Vallejo 37 / LA PROSA DE LA
TRILCE ILUSTRACIÓN: FEIfOO
Edición a cargo de Víctor de Lama. Y JOVELLANOS
Edición a cargo de M anuel Cama
29 / W. Shakespeare rero.
EL REY LEAR /
Edición a cargo de Ignacio Mala- 38 / P. Calderón de la Barca
xecheverria. EL ALCALDE DE ZALAMEA
Edición a cargo de José M ontero
30 / J. R. Jiménez Reguera.
PLATERO Y YO
Edición a cargo de A ntonio A. 39 / Gonzalo de Berceo
Gómez Yebra. MILAGROS DE NUESTRA
SEÑORA
31 / TEATRO BREVE DE LOS F.dición a cargo de M* T eresa
SIGLOS DE ORO Barbadillo.
Edición a cargo de Catalina Brezo.
40 / Miguel de Cervantes
32 / P. A. de Alarcón NOVELAS EJEMPLARES, II
EL SOMBRERO DE TRES PICOS Edición a cargo de A ntonio O re
F.dición a cargo de Rafael Ro judo.
dríguez Martín.
41 / Francisco Ayala
33 / A z o rín RELATOS
UNA HORA DE ESPAÑA Edición a cargo de O scar Barrero
Edición a cargo de fosé M ontero Pérez.
Padilla
42 / Tirso de Molina
34 / Fr. L. de León EL BURLADOR DE SEVILLA
POESÍA ORIGINAL E dición a cargo d e M ercedes
Edición a cargo de F.. G utiérrez Sánchez Sánchez.
Üíaz-Bernardo.
43 / ANTOLOGÍA DE POESÍA
35 / POEMA DÉ MIO CID ESPAÑOLA (1975-1995)
Ed. J. L. Girón Alconchel y V. Pérez Edición a cargo de José E nrique
Escribano. Martínez.
1/Calderón de la Barca
LA VIDA ES SUEÑO
2/Jorge Manrique
COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE
3/Federico García Lorca
LA CASA DE BERNARDA ALBA
5/Miguel de Unamuno
SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR
6/LA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES
7/José Cadalso
CARTAS MARRUECAS
8/Arcip este de Hita
20/Francisco de Quevedo
ANTOLOGÍA POÉTICA
¿1/Garcilaso de la Vega
POESÍAS COMPLETAS
22/ANTOLOGÍA DE LA
POESÍA ESPAÑOLA
(1939-1975)
23/EL CUENTO ESPAÑOL
9 788470 394171
1940-1980 (selección)
ISBN 8 4 - 7 0 3 9 - 4 1 7 - 7 24/ANTOLOGiA POÉTICA DE LA
GENERACIÓN DEL 27