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Nombre: Juan Pablo Rodríguez Rey

Documento: 1022427916

El significado extra-musical de la música

El presente ensayo consiste en el desarrollo de temáticas presentadas por los autores Jenefer
Robinson, Andrew Bowie y Peter Kivy, que plantean en general el tratamiento que se debe otorgar
a las connotaciones extra-musicales del ejercicio de lo que podemos llamar música. En la triada de
documentos analizados se presenta una conexión entre el lenguaje y el concepto de música. Dicha
conexión se presenta difusa y en general se logra con el uso de metáforas para describir la
experiencia musical e incluso con la concepción de la música misma como metáfora.

El ensayo de Jenefer Robinson plantea que la experiencia musical, especialmente haciendo


referencia a la música “pura”, puede describirse haciendo uso de herramientas lingüísticas como lo
son las metáforas, que pueden expresar y relacionarse con conceptos inscritos en la música,
propósito que es imposible de conseguir si la audiencia y la crítica se limita a la descripción literal
de la forma musical. Robinson plantea entonces que la metáfora hace posible el encontrar
similitudes estructurales entre la pieza musical y ciertas experiencias propias del reino de la emoción
humana. De manera ilustrativa, usa las obras para cuarteto de curdas de Haydn para ejemplificar el
hecho de lo natural que parece compararlas con una conversación, asociando líneas melódicas con
voces y entradas con interrupciones al discurso. Robinson añade que este tipo de descripciones
metafóricas no convierten automáticamente a la música en una metáfora, pero permiten
comprender el contexto emocional ligado a la composición. Por último, describe que no todas las
metáforas tienen lugar en la descripción del ejercicio musical, y que la formulación de las mismas
debe tener en cuenta elementos como el contexto y la audiencia apropiada para la pieza.

Peter Kivi realiza una propuesta paralela, tomando como foco la delicada relación (si es que puede
establecerse una) entre música, lenguaje y conocimiento. En primer lugar, Kivi expulsa de la triada
descrita al lenguaje, pues explica que a pesar de ser incluido muchas veces en el ejercicio musical,
en la música “pura” la relación música-lenguaje no tiene porqué darse. A pesar de que la música
presenta elementos muy similares al lenguaje (puede asociársele cierto sentido de comprensión,
sus elementos constituyentes son comunes a un cierto número de culturas) éste presenta un
significado denotado único, o por lo menos varios posibles de conocer. La música, por el contrario,
es un elemento de percepción, su significado (si puede atribuírsele) depende del contexto cultural
en el que se encuentre. Significados como “triste” o “feliz” no pueden ser asociados tan a la ligera a
una pieza musical. Dicha emotividad es la principal diferencia entre música y lenguaje, la música no
es el lenguaje de las emociones, precisamente porque está alejada de la concepción del lenguaje
mismo. Con respecto al conocimiento, Kivi aclara que éste y la experiencia musical se encuentran
fuertemente ligados, precisamente porque define la música como elemento de percepción. El
proceso cognoscitivo reside entonces en la identificación (consciente o inconsciente) de patrones
de cualquier tipo en la música y la interpretación de los mismos de acuerdo al tipo de experiencia
musical.

Por último Andy Bowie presenta una postura contrastante con respecto a la de Peter Kivi. Esto se
debe principalmente a la concepción de Kivi según la cual la música absoluta carece de algún tipo
de significado claro. Según Kivi, no existe ningún mensaje a decodificar, la música se reduce a la
experiencia emocional con la que es asociada, que no puede ni debe ser evaluada a través de la
crítica. Bowie plantea, por el contrario, que la música carga en sí conceptos y que la comprensión
de los mismos puede estar sujeta a la crítica, sin legar al extremo de sobre-objetivizar la experiencia
musical, lo cual, además de absurdo, sería imposible debido al carácter emotivo de la misma. Por
otra parte, Kivi plantea que la música, a pesar de no tener significado, puede contener propiedades
perceptibles, que pertenecen a la música en sí misma, y no a quien la percibe. A dicha afirmación,
Bowie responde que la música como objeto no tiene la capacidad de contiene emociones como
sujeto. Además responde que aquel sería un intento de objetivizar el carácter emotivo de la música,
lo que es impensable. En concordancia con su punto anterior Bowie critica las definiciones de
objetos con propiedades y sujetos con estados internos que pueden ser capaces de leer dichas
propiedades, principalmente porque la conexión ente éstos no es desarrollada por Kivi y según
Bowie no es ni siquiera necesaria, pues si las emociones estuviesen contenidas en objetos
inamovibles como la música, ciertas piezas musicales serían incapaces de despertar en el sujeto
nuevas emociones.

Bowie plantea además que no existe ningún propósito en definir la experiencia musical como
enteramente objetiva (Motivo por el cual también critica a Kivi) pues existen elementos
concernientes también al sujeto, específicamente en el plano emotivo, por lo que Bowie asegura
que en la apreciación de la música, en la “lectura” de la misma como objeto y experiencia debe
estar involucrada una triada de elementos esenciales: La subjetividad- objetividad e
intersubjetividad. Dicho planteamiento permite la apreciación musical abierta, de manera que no
se impone un carácter emotivo específico a la pieza (subjetividad), se tienen elementos comunes
según los cuales es posible realizar una crítica (objetividad) y un elemento de conexión entre dichas
experiencias paralelas (Intersubjetividad).

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