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Introducción:
Reforma de 1860
El 23 de Septiembre de 1860 se reunió una Convención en la provincia de Santa Fe, con el
objeto de ordenar la reforma de la Constitución.
Principalmente, el tema mas importante tratado en la reforma fue la cuestión “Capital”. Buenos
Aires para ese momento se encontraba fuera de la Confederación, y era necesaria su anexión
al territorio nacional para ese momento. Es por ello que se reforma el articulo 3º de la
Constitución. En la primera disposición de la reforma constitucional, dice: “Se reformara: Al
articulo 3º, esta: Las autoridades que ejercen el Gobierno Federal, residen en la ciudad que se
declare Capital...”
Por otra parte, se suprime la supremacía del Congreso Nacional a fines de revisar y controlar
las constituciones provinciales. En la disposición 3º, dice así: “suprimir: y las Constituciones
provinciales serán revisadas por el Congreso para su promulgación.”
Además, se afirma el Poder del Gobierno Federal con relación al acudimiento en defensa de
las provincias ante un ataque armado, ante una revolución, ante una crisis gubernamental, etc.
“El Gobierno Federal interviene “...” para garantir la forma republicana de gobierno, repeler
invasiones exteriores...”
Se suprimen, además, las preferencias entre distintos puertos, con el objeto de otorgar
igualdad a los puertos interiores del país. Se reafirma la abolición de la esclavitud,
agregándose una cláusula que afirma la libertad de cualquier esclavo mediante la sola entrara
al territorio nacional. Asimismo, se reafirma la abolición de los tormentos o suplicios, mediante
el agregado de cláusulas al articulo 18.
Se manifiesta, asimismo, la libertad de imprenta en todo el país. Por otra parte, con relación al
Poder Judicial de la Nación, se declara la prohibición de la actuación de jueces de la Capital
del País en otras provincias.
Se declaran también las denominaciones del territorio Nacional: “Las denominaciones
adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber: Provincias Unidas del Río
de la Plata, República Argentina, Confederación Argentina, serán en adelante nombres
oficiales indistintamente para la designación del Gobierno y territorio de las provincias,
empleándose las palabras “Nación Argentina” en...” Se observa entonces claramente el deseo
de integración del territorio Nacional, y el objetivo de poseer un Nombre claramente definido
ante el resto del mundo.
Por otro lado, y esta cuestión es de real importancia, se modifica el art. 34º, suprimiéndose la
cantidad de 6 diputados por Capital del país para pertenecer a la Cámara de Diputados,
elevándose esta cantidad a 12 diputados, pero no ya para la Capital, sino para la provincia de
Buenos Aires. Se visualiza entonces la supresión del otorgamiento de diputados para la capital
del país, otorgándole en cambio a Buenos Aires un alto numero de los mismos, hecho que
influiría en las futuras decisiones políticas del país. Se hace obligatoria la naturalidad del
diputado / senador de la provincia por la que este se postulase, o bien el haber habitado en la
provincia nombrada por lo menos 2 años. Este es un hecho importante, ya que no permite la
postulación de candidatos bonaerenses a cargos de diputados o senadores por otras
provincias. El hecho de que estos cargos fuesen ocupados solamente por naturales de
aquellas provincias o habitantes de ellas por dos años implica que el diputado / senador
conocería mejor la situación de la provincia y no habría acaparamiento de ciudadanos
bonaerenses en los cargos públicos.
Por otra parte, se manifiesta la igualdad en cuanto a los derechos de importación en todo el
país, haciéndose entonces clara la idea de igualdad entre las provincias, y el no-liderazgo de
Buenos Aires en la importación internaciones de bienes.
Vale la pena aclarar que se Reafirma la NO-SUPREMACÍA del Congreso ante el control de las
Constituciones Provinciales, al modificarse articulo 64º, inciso 28º de la Constitución de 1853.
Una modificación bastante importante en la reforma de 1860 es la afirmación de un poder
político fuerte en el país, mediante la reforma del articulo 83º. “el presidente tendrá facultad
para llenar las vacantes de los empleos que requieran el acuerdo del Senado,...”. Es decir, el
Poder Ejecutivo Nacional afirma su poderío, mediante la designación por mano del Presidente
de sus propios “subalternos”; la capacidad de llenar vacantes a su antojo, con las personas
que él considerase adecuadas.
Finalmente, se crea una Corte Suprema de Justicia, que ejerciera el Poder Judicial de la
Nación. Esto implica que el Poder Judicial se encuentra a cargo de una institución fuerte,
localizada en la provincia de Buenos Aires, por lo que los tribunales provinciales, de categoría
inferior, deben responder a la institución antes nombrada.
Por otra parte, en el texto de la Constitución de 1853, hasta la mencionada reforma, el poder
constituyente Provincial quedaba sometido a un control de constitucionalidad político, a cargo
del Congreso Federal. En efecto: a) las constituciones provinciales debían ser revisadas por
el congreso antes de su promulgación; b) las provincias debían remitirlas al Congreso para su
examen antes de su promulgación; etc.. Suprimido tal mecanismo de control político, las
constituciones provinciales solo son susceptibles de control judicial de constitucionalidad.
Reforma de 1866:
El 12 de septiembre de 1866, se lleva a cabo en la ciudad de Santa Fe una Convención
Nacional cuyo objetivo era la reforma de la Constitución Nacional.
En primer lugar, cabe decir que esta reforma apunta a regular los derechos de importación y
exportación, y nacionalizar definitivamente las aduanas, así como declarar quien responde por
los gastos de la Nación.
Se declara que: “El Gobierno Federal provee a los gastos de la Nación con los fondos del
Tesoro Nacional, formado del producto de derechos de importación y exportación, del de la
venta o...” Con la presente enmienda constitucional, se define que el órgano responsable por
los gastos del país seria el Gobierno Nacional. Además, se especifica que el monto se
obtendría del producto de los impuestos a la exportación e importación, el alquiler de tierras
del Estado, de los impuestos sancionados por leyes en el Congreso, etc. Es decir, se remarca
la obtención de dinero para gastos del país a través de impuestos.
Por otra parte, con relación a los derechos de importación, se especifica, mediante la reforma
del articulo 67º, inciso 1º, que los impuestos serian iguales en toda la Nación, es
decir, uniformes. Por lo tanto, cesarían las diferencias con relación a la importación de
cada provincia.
Finalmente, otro tema tratado por la reforma de 1866 es los derechos de exportación. Se
establece que el Congreso dictaría una ley con el objeto de establecer esos derechos. Es
decir, se le otorga la facultad de legislar los derechos de exportación al Poder Legislativo
Nacional.
Conclusión: Se observa claramente que el principal objetivo de la reforma de 1866 fue el de
nacionalizar las aduanas, a fines de obtener un más alto monto percibido por los impuestos de
exportación e importación, sobre todo por la Aduana de Buenos Aires.
Reforma de 1898
El 3 de Septiembre de 1897 se reúne en la Capital de la República una Convención Nacional a
los efectos de la ley 3507, con el objeto de reformar la Constitución Nacional.
Principalmente se apunta en la reforma a llevar la cantidad de ministros del Poder Ejecutivo
Nacional a 8, y para permitir el reajuste hecho por el Congreso después de cada Censo, con
relación a la representación del pueblo en la Cámara de Diputados.
Se reforman los artículos 37º y 87º de la Constitución Nacional. Con relación al articulo 37º, se
manifiesta que los diputados de todo el país serian elegidos directamente por el pueblo. “La
Cámara de Diputados se compondrá de representantes elegidos directamente por el pueblo
de las provincias y de la Capital, que se consideran a este fin como distritos electorales de un
solo Estado, y a simple pluralidad de sufragios.”
Por otra parte, se manifiesta que se elegiría un diputado por cada 33.000 (treinta y tres mil)
habitantes, o fracción que no bajase de 16.500 (dieciséis mil quinientos). Se establece la
realización de un censo, después del cual el Congreso fijaría la cantidad de representantes
por provincia, o por la Capital Federal.
Con relación al articulo 87º, se establece la existencia de 8 (ocho) ministros secretarios que
tendrían a su cargo el despacho de los negocios de la Nación. Estos secretarios, o más bien
ministros, podrían refrendar o legalizar los actos del Presidente de la Nación por medio de su
firma. Es decir, la actividad del Presidente se restringe un poco. Por lo tanto, el poderío del
Poder Ejecutivo Nacional se opaca en parte, es decir, disminuye. Se establece la
aparición de 8 figuras que actuarían como elementos de control de las decisiones que tomaría
el Presidente, elementos de fiscalización de las tareas y decisiones a efectuarse por el
Presidente. Por lo tanto, las elecciones y preferencias realizadas por el Presidente se limitaría
un tanto, dándole al mismo una menor libertad de acción.
Reforma de 1949
El 11 de Marzo de 1949 se reúne en Buenos Aires una Convención Nacional Constituyente a
fines de modificar la Constitución Nacional.
Durante esa época, fue el gobierno peronista quien se encargo de modificar ampliamente la
Constitución Nacional, a fines de cumplir con sus ideales políticos, sus fundamentos y sus
características como partido político.
El Gobierno Peronista, con relación a la reforma de la Constitución, hizo
algunas Supresiones, Modificaciones, Agregados y Disposiciones Transitorias.
[Cabe aclara que la reforma de 1949 ha sido considerada invalida por buena parte de la
doctrina. De hecho, ya no rige porque el gobierno de facto de la Revolución Libertadora la
elimino en 1956.]
Reforma de 1957
El 24 de octubre de 1957 se reúne una Convención Nacional en la provincia de Santa Fe, con
el objeto de reformar la Constitución Nacional.
La “Revolución Libertadora” elimino en 1957 la reforma Constitucional efectuada en 1949.
Para la impugnación de la reforma de 1949 se emplearon distintos argumentos: a) La ley
13233 que declaro la necesidad de la reforma se dicto sin el quórum de dos tercios de la
totalidad completa de los miembros del Congreso (ambas cámaras)
b) Omitió, además, establecer los contenidos o artículos que se consideraban necesitados de reforma.
Otros defectos menores radicarían en la ausencia de representación de la provincia de Corrientes en el
Estado, etc.
Además, se alega que la reforma de 1949 altero la democracia como forma de estado,
suplantándola por un totalitarismo. Por lo tanto, la reforma de 1949 es inconstitucional,
ya que de rigor, estableció una Constitución nueva, correspondiente al régimen
constitucional que se extendió desde 1946 hasta 1955.
Ambito Histórico:
Producida la Revolución del 16 de Septiembre de 1955, volvió a replantearse la nulidad de la
reforma de 1949, pero no existía consenso acerca de la vía a emplear para declararla
inconstitucional.
Después de las directivas básicas emitidas por el gobierno provisional el 7 de diciembre de
1955, resultaba indudable que dicho gobierno no podía seguir ejerciendo el poder con
sujeción a la constitución que había sido expresión del régimen depuesto. La revolución no se
había hecho solamente contra los titulares del poder sino contra el régimen. Era menester,
pues, eliminar la constitución de ese régimen.
Para ello, 3 vías se consideraron posibles:
Por decreto del 27 de Abril de 1956, y proclama del 1º de Mayo del mismo año, el poder
ejecutivo de facto, en ejercicio de sus poderes revolucionario, declaro vigente la
constitución de 1853, con sus reformas de 1860, 1866 y 1898, excluyéndose la de 1949.
Como se trataba de una época de facto en el acto en la que la disolución de las cámaras del
Congreso impedía su funcionamiento, el acto declarativo de la necesidad de la reforma no
podía ser cumplido por su órgano natural conforme al art. 30 de la constitución. Es así como el
12 de abril de 1957, el poder ejecutivo provisional, en uso de facultades revolucionarias, emite
el decreto-ley 3838 declarando la necesidad de reformar parcialmente la constitución y
convocando a una convención para revisar los tópicos que enumeraba taxativamente en el art.
2º. La asamblea se reunió en Santa Fe, y sesiono desde el 30 de agosto hasta el 14 de
noviembre de 1957, introduciendo escasas modificaciones. El art. 14ºbis es producto de esa
reforma.
El gobierno de facto obro fuera de sus competencias al declarar necesaria la reforma, y por
ende, la convención derivada de esa convocatoria no quedo legítimamente habilitada.
Ante todo, la reforma de 1957 establece el retorno a la aceptación de la Constitución de 1853,
con sus reformas de 1860, 1866 y 1898. Se da por invalida la reforma de 1949.
Por otra parte, se incorpora un nuevo articulo a continuación del articulo 14. Dice así: “ El
trabajo en sus diversas formas gozara de la protección de as leyes, las que aseguraran al
trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones
pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual trabajo; ....”
Es decir, se crea el conocido articulo 14 bis. En este articulo se plantean distintos derechos y
garantías de los ciudadanos argentinos. Por ejemplo, se asegura al trabajador condiciones
dignas de trabajo, en cuanto a una jornada limitada, un sueldo mínimo pero justo, vacaciones
pagas, etc. Por otra parte, se recrimina ladiscriminación, ya que se plantea igual
remuneración por igual trabajo. Se protege, por otra parte, al trabajador ante el despido
arbitrario, se permite la organización sindical libre, etc.
Además, se les permite a los gremios el poder concertar convenios colectivos de trabajo, y
el derecho a huelga.
Asimismo, se garantizan los beneficios de la seguridad social a cargo del Estado. El seguro
social seria obligatorio, y no podría existir superposición de aportes. Se garantizan, por otra
parte, las jubilaciones y pensiones móviles, la protección integral de la familia, el acceso a una
vivienda digna, etc.
Conclusión: La reforma de 1957 apunta a restaurar el régimen constitucional anterior a la
misma de 1949, con objeto de anular la nuevaconstitución creada por el Gobierno Federal
Peronista. Además, cabe remarcar un importante hecho: se incorporan los derechos
sociales del trabajador a través del histórico capitulo 14bis.
Reforma de 1994
En diciembre de 1993, Alfonsín (como presidente de la UCR) y el presidente Menem
acordaron el llamado Pacto de Olivos, que incluía un acuerdo sobre la realización de una
reforma Constitucional y un compromiso sobre algunos de los puntos que habrían de figurar
en ella.
Se convoca a elecciones de constituyentes, que se realizan en abril con un amplio triunfo del
justicialismo, aunque en la Capital Federal se impone una lista del Frente Amplio. La
Convención Constituyente se reúne el 25 de mayo en la ciudad de Santa Fe, con la
presidencia del senador Eduardo Menem. Durante dos meses se llevan a cabo amplios
debates y, finalmente, se aprueba el texto de la nueva carta magna, que es jurada por los
convencionales el 24 de agosto en el Palacio San José, antigua residencia del general Justo
José de Urquiza, ubicada en Entre Ríos.
La Convención Reformadora agregó a la Primera Parte de la Constitución Nacional, que
constaba de un único capítulo (Declaraciones, derechos y garantías: del artículo 1 al 35), un
segundo capítulo titulado Nuevos derechos y garantías, que pasó a contener ocho artículos
(del artículo 36 al 43).
Respecto de la Segunda Parte de la Constitución Nacional (Autoridades de la Nación), la
Convención modificó algunos artículos y agregó otros. En consecuencia, el articulado de la
Segunda Parte fue numerado de nuevo. Se incluyó la participación de ciudadanos en partidos
políticos, la consulta popular y la reelección presidencial (el presidente y el vicepresidente de
la Nación duran cuatro años en su cargo y pueden ser reelectos por un solo período
consecutivo).
Además, se introdujeron un conjunto de disposiciones tendientes a la atenuación del
presidencialismo, a garantizar la independencia del Poder Judicial, a la incorporación de
mecanismos de democracia semidirecta y a la afirmación de derechos sociales. También se
agregaron cláusulas para garantizar la protección del medio ambiente y de los derechos de los
consumidores. Asimismo, se otorgó jerarquía constitucional a los tratados firmados por
nuestro país con organismos internacionales o con otros países.
Atendiendo a la democratización del poder público, la gobernabilidad del sistema
y la atenuación del presidencialismo como principios básicos la reforma tuvo tres ejes
fundamentales: A. La incorporación de nuevos derechos y garantías; B. El reequilibrio de los
poderes del Estado, y C. El fortalecimiento del federalismo.
en el artículo 75, inciso 22, tienen, desde ahora, jerarquía constitucional. Los ciudadanos
tienen derecho de iniciativa para presentar proyectos de la ley en la Cámara de Diputados
(articulo 39).
La ciudadanía podrá ser consultada por el Congreso o el Presidente de la Nación,
católica para ser presidente, porque lo contrario significaba una violación al principio
de igualdad ante la ley (ex artículo 76).
Se atenuaron los poderes del presidente con la reducción de seis a cuatro años de su
provincias, que se venía practicando en el país desde hacía largo tiempo, adquieren
reconocimiento constitucional. La necesidad del pacto fiscal entre una y otras radica en que la
mayoría de las provincias carecen de riqueza suficiente que se pueda gravar: una razón
básica de solidaridad hace necesario formar un fondo común que luego se reparte entre todos.
El criterio de reparto previsto en la constitución aspira a ser más equitativo que el que rige
actualmente, sometido a proporciones fijas (artículo 75, inciso 2
A las provincias les corresponde el dominio originario de los recursos naturales
El preámbulo, sin valor normativo, adoptó la fórmula inicial del famoso «nosotros, el
pueblo» de la constitución estadounidense pero modificada como «nos, los representantes del
pueblo» para subrayar la naturaleza exclusivamente representativa del sistema adoptado.
Declara también que la constitución es «para todos los hombres del mundo que quieran
habitar en el suelo argentino».
La segunda parte (gobierno) regula la organización de los tres poderes federales (ejecutivo,
legislativo y judicial) y los gobiernos provinciales, según la
forma representativa, republicana y federal (federalismo atenuado). Organizó un poder
ejecutivo fuerte (presidencialismo), con facultades para intervenir las provincias, declarar
elestado de sitio, designar a los jueces, etc. El poder legislativo es bicameral con facultades
para sancionar loscódigos principales. El poder judicial está organizado sobre la base del
juicio por jurados, pero nunca fue cumplido. El sistema electoral no establecía el sufragio
secreto ni universal (prohibía el sufragio femenino).
Reforma de 1860[editar]
Cuando la Provincia de Buenos Aires se incorporó a la Confederación, luego de firmar
el Pacto de San José de Flores, se realizó una Convención provincial, la cual sugirió diversas
reformas a la Constitución. Estas reformas variaban desde las cosméticas (eliminación de
frases como “ejecuciones a lanza y cuchillo”, y reemplazo de la palabra Confederación para
poder llamarse Nación) a otras más importantes (eliminación del requisito de aprobación por el
Congreso para la entrada en vigencia de las constituciones provinciales). Ese mismo año, una
Convención Reformadora en Santa Fe aprobó estas reformas sugeridas, dando paso así a la
reunificación nacional. A su vez, limitó los derechos de exportación.
Reforma de 1866[editar]
En el año 1866, debido al marcado aumento de los gastos nacionales generados por la Guerra
de la Triple Alianza, se reformó la Constitución en el sentido de garantizar que los impuestos
de importación y de exportación fueran exclusivamente de propiedad del Estado Nacional.
(Artículo 4: se elimina el vencimiento de los recursos aduaneros, queda igual a la constitución
de 1853; artículo 64, inciso primero)
Reforma de 1898[editar]
Hacia fines del s. XIX, se hizo evidente que el crecimiento de las actividades del gobierno
desbordaba las instituciones previstas en la Constitución. Por eso, en 1898 se reunió una
Convención en Buenos Aires que aprobó, entre otras menores, estas reformas:
Reforma de 1949[editar]
La necesidad de incorporar nuevos derechos sociales y las nuevas funciones del Estado
fueron los argumentos básicos que motivaron esta reforma constitucional.
Fueron incorporadas numerosas cláusulas sociales, tales como los derechos de la ancianidad,
los derechos del niño, derechos de la mujer, derecho laboral con fuerte protección de
los trabajadores, el hábeas corpus las mismas estaban contenidas en el art. 37 (posterior art
14 bis incorporado por el gobierno del 56). Esta reforma constitucional fue promovida por el
gobierno de Juan Domingo Perón. La modificación incorporó en sus artículos los derechos de
segunda generación (laborales y sociales), reconoció la igualdad jurídica del hombre y la
mujer, incorporó la función social de la propiedad, estableció la autonomía universitaria, los
derechos de la niñez y la ancianidad, entre otras normas. También posibilitó que el presidente
pudiera ser reelegido indefinidamente, y dispuso su elección y la de los diputados y senadores
por voto directo.
Esta reforma fue declarada nula por la dictadura en 1956; la razón aducida fue que la
Asamblea Constituyente reunida al efecto se había autoproclamado soberana e incursionado
en modificaciones que no habían sido aprobadas previamente por la Asamblea Legislativa.
Este argumento se debe a que la Constitución Argentina es considerada[¿quién?] "dura", y las
modificaciones que se le hagan sólo pueden versar sobre los artículos previamente aprobados
de la Asamblea que le da origen. En efecto, el llamado a Convención Constituyente era para
incorporar derechos sociales, y la misma luego modificó varios artículos no incluidos en el
mismo llamado, especialmente la reelección del presidente y vice.5
Reforma de 1957[editar]
Artículo principal: Reforma constitucional argentina de 1957
En 1957 el gobierno militar encabezado por los militares Aramburu y el Almirante Isaac F.
Rojas de la llamadaRevolución Libertadora convocó a elecciones de convencionales
constituyentes para convalidar la derogación de las reformas de 1949 y realizar,
eventualmente, nuevas reformas constitucionales. El gobierno militar prohibió la presentación
de candidatos peronistas, pero sus simpatizantes respondieron votando masivamente en
blanco y obteniendo la mayoría, hecho que afectó fuertemente la legitimidad de la Convención
Constituyente. Por su parte la Unión Cívica Radical se fragmentó en dos
partidos, UCRI y UCRP, el primero opuesto a la reforma y el segundo partidario de la misma.
Las elecciones de 1973 y las autoridades democráticas surgidas de ellas se regularon por esta
reforma. El Estatuto establecía que el mismo regiría hasta el 24 de mayo de 1981, fecha en
que automáticamente quedó sin vigencia. Notoriamente, casi la totalidad de los cambios
vigentes entonces fueron incorporados a la Constitución en la reforma de 1994.
Según la letra de este artículo, el Estatuto debía regir hasta el 24 de mayo de 1981, salvo que
una convención constituyente resolviera acerca del mismo antes del 25 de agosto de 1976,
cosa que no sucedió. El Estatuto rigió las elecciones de marzo y septiembre de 1973. De
hecho, en la Capital Federal la elección del senador se realizó en segunda vuelta, por
aplicación del balotaje establecido por el Estatuto. La institucionalidad política entre 1973 y
1976 se rigió por el marco constitucional establecido por el Estatuto: unificación de todos los
mandatos en cuatro años sin renovación bianual de los diputados y tres senadores por
provincia. En la doctrina y la historia constitucional argentina se discute cuál fue la vigencia
exacta del Estatuto Fundamental de 1972, sin que haya dudas de que el mismo no pudo regir
más allá del 24 de mayo de 1981. La mayor parte de sus normas fueron incorporadas a la
Constitución por la reforma constitucional de 1994.
La junta militar dictó una serie de instrumentos normativos de tipo constitucional, a saber:
La Constitución de 1853, con las reformas de 1860, 1866, 1898, 1957 y 1972, quedó
formalmente vigente, pero subordinada a esos cuatro instrumentos supralegales. De todos
esos instrumentos, el propio poder militar consideró que tenían jerarquía suprema "los
objetivos básicos del Proceso" (art. 14, Estatuto el Proceso de Reorganización Nacional).
Reforma de 1994[editar]
Artículo principal: Reforma constitucional argentina de 1994
El número de ministros del Poder Ejecutivo nacional fue elevado a ocho y después de cada
censo, se permitió que el Congreso de acuerdo al número de habitantes que resultare fijare la
representación del pueblo en la Cámara de Diputados. La base en esta oportunidad fue
establecida en 20.000 habitantes o fracción mayor 16.500 (art. 37)
LA REFORMA DE 1949
Esta reforma se efectuó durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, donde se
incorporaron los derechos sociales. La constitución dejó de ser estrictamente liberal al
considerar la función social de la propiedad y establecer la obligación del estado de proveer al
bienestar de la población y de fuentes de trabajo. Se consagraron los derechos del trabajador,
de la familia, de la ancianidad, de la educación y sobre la función social de la propiedad. Se
incorporó el voto femenino. El Presidente podía ser reelecto sin restricciones.
LA REFORMA DE 1957
Fue la obra de un gobierno de facto (la Revolución Libertadora) que derogó la reforma
constitucional de 1949. Se incorporó el art. 14 bis, sobre los derechos del trabajador, de los
gremios y los derechos de la seguridad social.
LA REFORMA DE 1972
También obra de un gobierno dictatorial (la Revolución Argentina) que redujo el mandato
presidencial a cuatro años con una sola posibilidad de reelección. En el caso de diputados y
senadores no había límites a su reelección. Las leyes iniciadas por el Poder Ejecutivo,
tendrían aprobación automática si se produjera demora en su tratamiento. Estuvo en vigencia
hasta el 24 de mayo de 1981, plazo que ella misma fijaba para su vigencia.
LA REFORMA DE 1994
Producto del llamado “Pacto de Olivos” (noviembre de 1993) entre los líderes políticos del
Partido Justicialista, Carlos Saúl Menem en ejercicio de la presidencia nacional y el ex
presidente radical Raúl Alfonsín, con el objetivo de lograr la reelección presidencial de Carlos
Menem, que el texto constitucional prohibía.
Mientras Menem salía favorecido con la reforma del sistema de reelección, que se permitiría
por única vez, siendo cada período presidencial de cuatro años (anteriormente era de seis) el
radicalismo logró incluir dentro de los derechos humanos, los de tercera generación, bajo la
denominación de Nuevos derechos y garantías, incorporados en los arts. 36 a 43 en el
Capítulo Segundo de la Primera Parte. La garantía de vigencia de la constitución aún en casos
de golpes de estado, la consagración del sufragio universal, igual, secreto y obligatorio, la
igualdad de oportunidades para ambos sexos, en materia política, la consagración de los
partidos políticos como una necesidad de la democracia, las posibilidad para los ciudadanos
de presentar, reuniendo ciertos requisitos, proyectos de ley, la posibilidad de efectuar consulta
popular sobre un proyecto de ley, por parte del Congreso, la posibilidad de gozar de un
ambiente sano, los derechos del consumidor, y las garantías constitucionales para el ejercicio
de esos derechos, reflejan una adecuación del texto constitucional a las necesidades de la
época.
Entre de las anteriores reformas, se produjo la incorporación del ballotage o segunda vuelta, el
fortalecimiento del federalismo al lograr mayor equilibrio entre los poderes del estado,
creándose en su consecuencia, la Jefatura de Gabinete, el Consejo de la Magistratura y el
Ministerio Público. Se organizó, además, la autonomía de la ciudad de Buenos Aires.
La Constitución actualmente vigente consta de un Preámbulo, una Primera Parte, dividida en
dos Capítulos: Declaraciones, derechos y garantías (arts. 1-35) y Nuevos derechos y
garantías (arts. 36-43). Una Segunda parte titulada Autoridades de la Nación, consta de un
Título Primero llamado Gogierno federal, formado de tres secciones dedicadas a cada uno de
los poderes del estado (Poder Legislativo, arts. 44-86, Ejecutivo, arts. 87-107, y Judicial, arts.
108-119). La sección cuarta denominada Del ministerio público consta de un artículo, el 120.
El título Segundo se llama Gobiernos de provincia y sus artículos están entre el 121 y el 129.
Finalmente las diposiciones transitorias, se enumeran en un número de 17.
Texto de la Constitución
Preámbulo
Constitución de 1853
Reformas constitucionales
Reforma de 1860
Reforma de 1866
Reforma de 1898
Reforma de 1949
Reforma de 1957
Reforma de 1972
Reforma de 1994
La Constitución argentina de 1853 fue la primera constituciónque rigió en la mayor parte del
territorio de la actual República Argentina. Fue aprobada con el apoyo general de los
gobiernosprovinciales, con la importante excepción del Estado de Buenos Aires, que se
mantuvo separado de hecho de la Confederación Argentina hasta 1859. Fue sancionada por
una convención constituyente, reunida en Santa Fe, y promulgada el 1 de
mayode 1853 por Justo José de Urquiza, a la sazón director provisional de la Confederación
Argentina.
Sometida a varias reformas de diferente envergadura, la Constitución de 1853 es, en lo
substancial, la base delordenamiento jurídico vigente en la Argentina. Está estrechamente
inspirada en los principios del liberalismo clásicopresentes en la jurisprudencia y la doctrina
política delfederalismo estadounidense; a similitud de este, estableció un
sistema republicano de división de poderes, un importante grado de autonomía para
las provincias y un poder federal con unejecutivo fuerte, pero limitado por un congreso
bicameral, con el objetivo de equilibrar la representación poblacional con la equidad entre
provincias.
El modelo, elaborado por los convencionales a partir de los ensayos precedentes de orden
constitucional y de la obra pionera de Juan Bautista Alberdi, ha sido objeto de reiteradas
críticas: se ha objetado al mecanismo elegido para la dinámica federal y se ha afirmado que
careció de verdadera efectividad, al intentar imponer un modelo íntegramente basado en
experiencias extranjeras a una Argentina cuya peculiaridad histórica la hacía muy distinta de
las colonias británicas en Norteamérica. Sin embargo, la importancia histórica del proyecto
constitucional ha sido incuestionable, y virtualmente todas las disputas acerca de la práctica y
la teoría políticas en la Argentina moderna han incluido una toma de partido acerca de las que
subyacieron a la Constitución de 1853.
Basándose en la Constitución se formó el primer gobierno nacional que tuvo autoridad sobre
casi todas las provincias en más de treinta años, desde la Anarquía del Año XX. En 1860, tras
su derrota en la Batalla de Cepeda, la firma del Pacto de San José de Flores y la aprobación
de ciertas modificaciones en el texto constitucional, Buenos Aires se reincorporó a la que pasó
a llamarse Nación Argentina. Este proceso llevaría a la gradual finalización del ciclo de
las guerras civiles argentinas, que puede considerarse terminado hacia 1880; el período que
separa esta fecha de la sanción de la Constitución se llama comúnmente la Organización
Nacional.
Para la Generación del 80, los fijadores de las primeras convenciones liberales sobre
la historiografía del país, la Constitución representó un acto verdaderamente fundacional,
rompiendo con el largo gobierno de Juan Manuel de Rosas; de ella rescataban sobre todo el
haber establecido un régimen político liberal a la europea, aunque en el momento de su firma
algunos de los más importantes representantes del liberalismo autóctono se opusieran a ella
tenazmente. Para los radicales, un partido liberal nacido a fines del siglo XIX, la Constitución
representó un ideal político incumplido, y la enarbolaron para oponerse a los gobernantes
conservadores de la Generación del 80, quienes se perpetuaban en el poder mediante
el fraude electoral. A su vez, para los movimientos nacionalistas del siglo XX, que criticaron las
convenciones liberales y rescataron la figura de Rosas, la Constitución había representado la
abrogación de la identidad nacional en aras de un liberalismo ruinoso. En sus diversos frentes,
la cuestión sigue abierta, y ha inspirado varias de las más importantes obras acerca del
pensamiento argentino.
El documento original de la Constitución Nacional de 1853 se encuentra inserto en el Gran
Libro de Acuerdos, Leyes y Decretos del Congreso General Constituyente, el cual está
expuesto desde el año 2005 en un templete en el Salón Azul del Palacio del Congreso, junto
con la Constitución de 1994 y los pactos preexistentes.1
Índice
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1Antecedentes
o 1.1Constitución de los Estados Unidos
o 1.2Proyectos constitucionales precedentes
o 1.3Las Bases de Alberdi
o 1.4El clima político del '53
2Los constituyentes
3Elaboración del texto constitucional
4La Constitución
o 4.1Preámbulo
o 4.2Declaraciones, Derechos y Garantías
o 4.3Organización del gobierno
4.3.1El Poder Legislativo
4.3.1.1La Cámara de Diputados
4.3.1.2El Senado
4.3.1.3Ejercicio transitorio del Poder Legislativo
4.3.2El Poder Ejecutivo
4.3.3El Poder Judicial
4.3.3.1La Corte Suprema
4.3.4Los gobiernos de provincia
5La Constitución del '53 y la historia política argentina
6Referencias
7Bibliografía
8Enlaces externos
Antecedentes[editar]
En 1852, el destacado jurista y pensador argentino Juan Bautista Alberdi escribió un libro que
obraría como primer documento de trabajo para los constituyentes: Bases y puntos de partida
para la organización política de la República Argentina.
Las «Bases» de Alberdi están integradas por 36 capítulos y un proyecto de constitución. Fue
escrita rápidamente en abril de 1852para influir en las deliberaciones de la Convención
Constituyente que comenzaría a reunirse en la ciudad de Santa Fe a partir del 20 de
noviembre de ese mismo año. Él mismo reflexiona sobre esa situación varios años más
adelante con esta palabras:
Mi libro de las BASES es una obra de acción que, aunque pensada con reposo, fue escrita velozmente
para alcanzar al tiempo en su carrera... Hay siempre una hora dada en que la palabra humana se hace
carne. Cuando ha sonado esa hora, el que propone la palabra, orador o escritor, hace la ley. La ley no
es suya en ese caso; es la obra de las cosas. Pero esa es la ley duradera, porque es la verdadera ley.2
La obra maestra de Alberdi fue y sigue siendo reiteradamente sintetizada bajo el lema
de «gobernar es poblar». La frase está tomada del Capítulo XXXI y estaba directamente
referido a la escasa población que por entonces habitaba la Argentina, mucho menor que la
que habitaba por entonces en Chile, Bolivia o Perú.
Años después, él mismo se encargaría de precisar el significado de ese lema para cuestionar
la inmigración de italianos y españoles que habían empezado a predominar ampliamente entre
los extranjeros que se radicaban en el país.
Gobernar es poblar en el sentido que poblar es educar, mejorar, civilizar, enriquecer y engrandecer
espontánea y rápidamente, como ha sucedido en los Estados Unidos. Mas para civilizar por medio de la
población es preciso hacerlo con poblaciones civilizadas; para educar a nuestra América en la libertad y
en la industria es preciso poblarla con poblaciones de la Europa más adelantada en libertad y en
industria... hay extranjeros y extranjeros; y que si Europa es la tierra más civilizada del orbe, hay en
Europa y en el corazón de sus brillantes capitales mismas, más millones de salvajes que en toda la
América del Sud. Todo lo que es civilizado es europeo, al menos de origen, pero no todo lo europeo es
civilizado; y se concibe perfectamente la hipótesis de un país nuevo poblado con europeos más
ignorantes en industria y libertad que las hordas de la Pampa o del Chaco.3
1850 % 1930 %
Alberdi aborda la cuestión crucial de la inmigración capítulo XV, no solo para «poblar» el país,
sino para reconfigurar radicalmente la mano de obra:
Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las
transformaciones del mejor sistema de instrucción; en cien años no haréis de él un obrero inglés. 7
Sin embargo Alberdi subraya una y otra vez que la población argentina debe configurarse
básicamente comoanglo-sajona:
Con tres millones de indígenas, cristianos y católicos, no realizaríais la república ciertamente. No la
realizaríais tampoco con cuatro millones de españoles peninsulares, porque el español puro es incapaz
de realizarla allá o acá. Si hemos de componer nuestra población para nuestro sistema de gobierno, si
ha de sernos más posible hacer la población para el sistema proclamado que el sistema para la
población, es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglo-sajona. Ella está identificada con
el vapor, el comercio y la libertad, y no será imposible radicar estas cosas entre nosotros sin la
cooperación activa de esa raza de progreso y de civilización.
Alberdi repasa en la Bases, una a una las bases que precisaba el país para constituirse no
solo jurídicamente, sino sobre todo materialmente. En capítulos sucesivos8 recorre las leyes
principales que deberían ser sancionadas, la formación de un aparato estatal federal por
encima del poder de las provincias adoptando unfederalismo atenuado:
Una provincia en sí es la impotencia misma, y nada hará jamás que no sea provincial, es decir,
pequeño, obscuro, miserable, provincial, en fin, aunque la provincia se apellide Estado. Sólo es grande
lo que es nacional o federal...Caminos de fierro, canales, puentes, grandes mejoras materiales,
empresas de colonización, son cosas superiores a la capacidad de cualquier provincia aislada, por rica
que sea. Esas obras piden millones; y esta cifra es desconocida en el vocabulario provincial. 9
El control personal de los asuntos por Urquiza duró hasta septiembre, cuando éste partió a
Santa Fe para las sesiones de la Convención Constituyente, junto con los diputados
electos Salvador María del Carrily Eduardo Lahitte, dejando al general José Miguel
Galán como gobernador provisorio. Tres días más tarde, el 11 de septiembre, Mitre, Alsina
y Lorenzo Torres se alzaron contra las tropas de Galán y restauraron la Legislatura. El 22 del
mismo mes revocarían su adhesión al acuerdo, rechazarían la autoridad de Urquiza y
enviarían al generalJosé María Paz para intentar extender la revuelta al interior; no lo lograron,
pero el amplio apoyo con que contaban hizo desistir a Urquiza de su intención de reprimir la
revuelta, e intentó negociar con los sublevados, enviando a Federico Báez para tratar con
ellos.
Los porteños retiraron sus diputados de la Asamblea, e instaron a las provincias a hacer lo
propio. Frente a la negativa de los gobiernos provinciales, Alsina y Mitre prepararon fuerzas
para atacar Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba, con el objeto de debilitar la posición de Urquiza y
cuestionar su legitimidad. El 21 de noviembre un ejército a las órdenes de Juan
Madariaga intentó tomar por asalto la ciudad de Concepción del Uruguay, pero fue rechazado
por la guarnición encabezada por Ricardo López Jordán, que notificó a Urquiza de la situación;
el fracaso de Madariaga desbarató el intento de Paz de avanzar sobre Santa Fe, y la intención
de Mitre de ganar para su causa al correntino Pujol para atacar Entre Ríos se vio frustrada por
la adhesión de éste a Urquiza. Sin los representantes porteños, pero con el acuerdo de las
provincias, la Convención comenzó a sesionar en noviembre de 1852.
Los constituyentes[editar]
El tratado de San Nicolás fijaba el principio de representación igualitaria para cada una de las
provincias de la Confederación, enviando cada una dos diputados. Éste fue uno de los puntos
de ruptura con Buenos Aires, la más populosa de las provincias, que pretendía la aplicación
de la proporcionalidad por habitantes; de aplicarse este criterio, Buenos Aires hubiera contado
con 18 constituyentes, y se hubiera necesitado la casi unanimidad en su contra para oponerle
exitosamente las pretensiones del interior. Los pactantes de San Nicolás, sin embargo, habían
preferido dar igual peso a los criterios del marginado interior.
Las diferencias provinciales dieron lugar a constituyentes de extracción muy variada; varios de
ellos no pertenecían a la profesión legal, habiendo militares, religiosos y literatos. Algunos se
habían exiliado durante el gobierno de Rosas, mientras que otros habían mantenido actividad
política durante este período. Las diferencias se expresarían en los principales diferendos
acerca del diseño constitucional, que radicarían sobre todo en la cuestión religiosa y en la
actitud a tomar frente al problema porteño.
Tras el retiro de los diputados porteños, Salvador María del Carril y Eduardo Lahitte, siguiendo
órdenes de los insurrectos porteños, la composición de la Convención quedó conformada por:
el abogado cordobés Juan del Campillo (por su provincia);
el sacerdote catamarqueño Pedro Alejandrino Centeno (por su provincia);
el jujeño José de la Quintana (por su provincia);
el sanjuanino Salvador María del Carril (por su provincia);
el mendocino Agustín Delgado (por su provincia);
el abogado cordobés Santiago Derqui (por su provincia);
el correntino Pedro Díaz Colodrero (por su provincia);
el brigadier general correntino Pedro Ferré (por Catamarca);
el sanjuanino Ruperto Godoy (por su provincia);
el abogado santiagueño José Benjamín Gorostiaga (por su provincia);
el porteño Juan María Gutiérrez (por Entre Ríos);
el abogado salteño Delfín B. Huergo (por San Luis);
el sacerdote santiagueño Benjamín Lavaisse (por su provincia);
el santafesino Manuel Leiva (por su provincia);
el abogado puntano Juan Llerena (por su provincia);
el abogado cordobés Regis Martínez (por La Rioja);
el abogado jujeño Manuel Padilla (por su provincia);
el fraile dominico tucumano José Manuel Pérez (por su provincia);
el entrerriano José Ruperto Pérez (por su provincia);
el abogado santafesino Juan Francisco Seguí (por su provincia);
el abogado y médico correntino Luciano Torrent (por su provincia);
el abogado mendocino Martín Zapata (por su provincia);
el abogado tucumano Salustiano Zavalía (por su provincia);
el doctor en derecho salteño Facundo Zuviría (por su provincia).
Varios de los constituyentes no eran nativos de las provincias que representaban, y otros de
ellos habían dejado de residir en ellas hacía tiempo; los porteños opositores a la celebración
de la Convención los motejaron dealquilones. La historiografía revisionista ha enfatizado ese
punto para sugerir que los congresistas fueron escasamente representativos de los pueblos
provinciales, y ciertamente la extracción de los mismos no era precisamente popular,
componiéndose sobre todo de intelectuales y juristas. Sin embargo, desde otro punto de vista
se los excusa por considerarse que la mayoría de ellos habían tomado el camino del exilio por
diferendos políticos con el gobierno de Rosas o los demás gobernadores federales.
El presidente de la Convención fue el abogado Zuviría, doctor por la Universidad de Córdoba,
que había participado en la redacción de la primera Constitución de su provincia el 9 de
agosto de 1821. A la inauguración de las sesiones, el día 20 de noviembre —realizada por el
gobernador de Santa Fe, Domingo Crespo, ya que Urquiza se hallaba en el frente— Zuviría
destacó las dificultades a las que se enfrentaba la Convención, en especial el enfrentamiento
armado con Buenos Aires y la falta de antecedentes constitucionales, que hacía necesario un
trabajo previo de elaboración de material. De la opinión contraria era el santafesino Manuel
Leiva, que argumentó la urgencia de un ordenamiento. La deliberación fue enconada, pero la
alternativa de Leiva contó con el apoyo de la mayoría.
La Constitución[editar]
Portada del manuscrito original de la Constitución de 1853.
Dicho Preámbulo tiene valor interpretativo para la doctrina constitucional argentina. Como
se ha dicho, hace referencia a los fines perseguidos por el Estado Federal. No hay que
desconocer que también es una manifestación de fe en el pueblo, a quien se reconoce ser
fuente del poder constituyente: "...los representantes del pueblo de la Confederación
Argentina". Se reconoce la preexistencia histórica de las provincias argentinas, principales
organizadoras del régimen federal.
Son seis los fines que persigue el Estado Federal según el Preámbulo, a saber:
1. Afianzar la justicia: el Congreso tiene la capacidad de introducir las formas de
legislación necesarias para que el reconocimiento de los derechos y el ejercicio
de los poderes, reconocidos por la Constitución Nacional y las leyes, se haga con
equidad y sin discriminación.
2. Constituir la unión nacional: formar un Estado Nacional sólido y con la suficiente
autoridad como para hacerse cargo de las atribuciones delegadas por las
provincias.
3. Consolidar la paz interior: es el fortalecimiento de la soberanía popular y sus
instituciones, y evitar el enfrentamiento entre los argentinos.
4. Proveer a la defensa común: aquí no se alude ní prioritariamente a la defensa
bélica, aunque la comprende, es verdad que también la extiende, pues el
adjetivo "común" indica que debe defenderse todo lo que hace al conjunto social,
lo que es común a la Comunidad. Esto comprende, en primer lugar, a la defensa
de la Constitución Nacional, las provincias, la población, los valores, el estado de
derecho, elfederalismo, etc.
5. Promover el bienestar general: es la preocupación por constituir un país que
garantice un nivel de vida decente para de la población. La Corte Suprema de la
Nación Argentina ha dicho que el bienestar general del preámbulo, es sinónimo
del «bien común» de la filosofía clásica.
6. Asegurar los beneficios de la libertad: esta libertad extensible a «todos los
hombres del mundo que quieran habitar suelo argentino» encierra el concepto
de dignidad humana obligando a la sociedad y al Estado a crear la posibilidad
cierta y real de que el individuo desarrolle en plenitud su personalidad yderechos.
El preámbulo estaba destinado a aseverar la legitimidad de la Constitución, sintetizando el
programa legislativo y político de los constituyentes. Para despejar las dudas acerca de
sus intereses, recuerda que el dictado de la Constitución obedecía a «pactos
preexistentes», suscritos por las autoridades provinciales; afirmaba el proyecto de
garantizar la unidad y la paz interior, y la formación de un frente común hacia el extranjero;
señalaba el expreso objetivo de poblar el territorio, en un sentido alberdiano, ofreciéndose
a todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino; para terminar
invocando la inspiración de Dios, en una fórmula aceptable tanto para todas
las religiones y los deístas ilustrados.
Declaraciones, Derechos y Garantías[editar]
Los 31 artículos de la parte primera, titulada Declaraciones, Derechos y Garantías,
establecían los fundamentos del régimen político; es en esta sección en que la diferencia
con la Constitución de 1826 se hace más patente. Introducía formalmente la división de
poderes del régimen republicano, la participación representativa y elfederalismo; fijaba el
establecimiento de una capital federal, la autoridad de cada una de las provincias para
establecer su propia constitución, la autonomía de éstas en sus asuntos internos salvo en
caso de insurrección o de ataque exterior, la unidad judicial, aduanera y policial del país; y
establecía los derechos fundamentales de los ciudadanos.
En consonancia con las disposiciones de la Asamblea del año XIII, que había decretado
la libertad de vientres, la Constitución abolía la esclavitud, los mayorazgos y
las prerrogativas de nobleza, fijando la igualdad jurídica. La protección de la ley se
extendía a todos los habitantes del país, no sólo a los ciudadanos, como medio para
fomentar el asentamiento; el artículo 20º lo declaraba expresamente, y el 25º declaraba
expresamente la promoción oficial de la inmigración europea.
Los derechos expresamente reconocidos se recogieron principalmente en el artículo 14º,
que instituía la libertad de trabajo, de navegación, de comercio, de residencia y viaje, de
prensa, de asociación, de culto, de enseñanza y de petición a las autoridades. Otros
artículos detallaban además la protección de la propiedad privada, la inviolabilidad del
domicilio, la persona y el correo, y la libertad total en los asuntos privados.
Varias de las declaraciones de la primera parte estaban directamente relacionadas con las
finanzas nacionales, y con el desafío al predominio naval porteño. El artículo 4º
nacionalizaba la renta aduanera, el 9º y 10º reservaban al gobierno federal el cobro de
derechos y eliminaban las barreras internas, y el 11º, 12º y 26º declaraban la libertad de
tránsito.
El artículo 29º, finalmente, transmitía en las disposiciones constitucionales la historia
reciente, prohibiendo la concesión de la suma del poder público —la fórmula con que se
había consagrado el segundo gobierno de Rosas— a cualquier funcionario.
Organización del gobierno[editar]
De acuerdo al régimen republicano, los 76 artículos de la parte segunda reglamentaban la
división del gobierno en tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Sólo los últimos 7
breves artículos estaban dedicados a la organización de los gobiernos provinciales, en
vista de que el régimen de cada uno de estos debería darse por una constitución propia.
El Poder Legislativo[editar]
Los artículos 32.º al 63.º contienen las disposiciones relativas al poder legislativo. El titular
de éste es elCongreso de la Nación Argentina, compuesto por una Cámara de Diputados,
que representa directamente al pueblo argentino, y un Senado, integrado por los
representantes de las provincias y de la capital. En el proyecto de Alberdi se afirmaba
explícitamente que cada diputado representaría a la entidad política que lo había elegido
—la provincia— y no directamente al pueblo, pero esta aclaración no se incorporó al texto
de Santa Fe.
Los senadores se elegirían equitativamente para cada provincia y la capital federal, dos
para cada una de ellas, con un voto cada uno. Los diputados, a su vez, responderían
proporcionalmente al número de habitantes de las provincias y la capital federal,
considerados a ese efecto distritos electorales. La constitución no reconocía de modo
alguno la existencia de partidos políticos, un hecho natural en vista de la incipiente
organización del país en ese sentido.
Las incompatibilidades en el ejercicio de la función legislativa se extendían al ejercicio
del sacerdocio regular, en vista de la norma de obediencia que vincula al clero con sus
superiores, y al empleo en el poder ejecutivo, como ministro o en otro cargo, salvo
autorización especial. La constitución dictaba expresamente que la tarea legislativa
debería ser remunerada.
Para evitar la interferencia del ejecutivo en la actividad del Congreso, los legisladores
gozaban de inmunidad ante interrogación judicial por lo expresado en su función, y no
podían ser arrestados salvo in flagrante delicto; sólo la propia cámara estaba facultada
para revocar estos privilegios y dar curso a la investigación de un juez competente.
Cada cámara era único juez acerca de la elección, derechos y títulos de sus miembros;
estaba a cargo de la elaboración de su reglamento interno, y de la sanción de las
conductas de sus miembros en caso de desorden o inhabilidad. Para sesionar, las
cámaras requerían un quorum de la mayoría absoluta de sus miembros, aunque un
número menor tenía derecho a compeler a la presencia de los ausentes. Mayoría especial
se requería para las reformas constitucionales y los reglamentos. Las cámaras estaban
facultadas para interpelar a los ministros del poder ejecutivo, convocándolos a presentarse
frente a ellas.
Ambas cámaras disponían de iniciativa en materia legislativa, con unas pocas
excepciones. La aprobación de los proyectos debía darse separadamente por cada
cámara; el rechazo de una implicaba el archivo de la iniciativa durante el resto del año, y
las correcciones o enmiendas introducidas por la cámara revisora implicaba su regreso a
la cámara de origen para una nueva votación. Aprobadas, las leyes se entregaban al
poder ejecutivo para su promulgación; aunque este contaba con facultad de veto, parte de
su función colegislativa, la insistencia de dos tercios de los miembros de ambas cámaras
obligaba al ejecutivo a promulgarla sin reparo posible. La fórmula El Senado y la Cámara
de Diputados de la Confederación reunidos en Congreso, decretan o sancionan con
fuerza de ley era preceptiva en la redacción de las leyes.
Las sesiones ordinarias del Congreso, reunido excepcionalmente en una sola cámara,
llamada Asamblea Legislativa, tenían inicio con presencia del presidente el primero de
mayo de cada año, y abarcaban el período hasta el treinta de septiembre. La figura de las
sesiones preparatorias comprende la incorporación de los electos, y las de prórroga las
dispone la propia cámara o el presidente, para finalizar los temas inconclusos al cierre del
ciclo ordinario. El presidente puede llamar también a sesiones extraordinarias, en las que
fija un temario de urgencia en período de receso.
La Cámara de Diputados[editar]
La cantidad de diputados se fijó en uno por cada 20 000 habitantes, o fracción no inferior a
10 000; se autorizó expresamente que por ley del Congreso estas cifras se ajustaran
después de cada censo, aunque sólo al alza.
Una cláusula transitoria, en el artículo 34.º, indicaba un mínimo de dos diputados por
provincia, independientemente de su población; asignaba a la capital federal, a la
provincia de Buenos Aires y a la provincia de Córdoba seis diputados cada una, cuatro a
las de Corrientes y Santiago del Estero, tres a las de Tucumán, Salta, Catamarca y
Mendoza; y dos a Santa Fe, San Juan, Entre Ríos, La Rioja, San Luis y Jujuy. Dada la
ausencia de los representantes porteños, hasta 1866 la Cámara contaría con 38
representantes.
Los requisitos para la elección de diputados eran los veinticinco años de edad, y al menos
cuatro de ostentar la nacionalidad argentina; el requisito de ser natural o residente
continuado de la provincia por la cual se lo elige no se añadiría hasta la reforma de 1860.
La propuesta de De Ángelis de requerir el ejercicio de una profesión liberal o la tenencia
de tierras fue finalmente rechazada.
El mandato de los diputados duraba cuatro años, con posibilidad de reelección; la
renovación de la cámara se haría por mitades, cada dos años; una disposición transitoria
fijaba que se sortearía entre los primeros electos quiénes dispondrían sólo de dos años de
mandato, una práctica lamentablemente repetida en otros momentos de la historia
nacional tras la disolución del Congreso por los gobiernos militares.
La elección de los diputados según la Constitución debía efectuarse «a simple pluralidad
de sufragios». La interpretación de esta ambigua frase fue fuente de disputas en lo
sucesivo, pero hasta 1912 predominó la doctrina que indicaba que la lista ganadora por
mayoría o primera minoría designaba a la totalidad de los diputados. Leyes posteriores
establecieron el sistema de voto uninominal y por circunscripciones, fijado en la ley
n.º 4161/02; de «voto restringido», fijado en la ley n.º 8871/12, conocida como Ley Sáenz
Peña, por la cual la mayoría (o primera minoría) contaría con dos tercios de los escaños,
cediéndose el resto a la formación inmediatamente sucesiva en orden de votos;
nuevamente de voto uninominal por la ley n.º 14032/51; y finalmente el sistema
proporcional D'Hont.
A la Cámara de Diputados, representante del pueblo, correspondía en exclusiva la
iniciativa en las leyes sobre conscripción y reclutamiento de tropas, y sobre temas
impositivos, así como la fiscalía en instancias de juicio político contra las autoridades de
los tres poderes de la Nación y los gobernadores provinciales, en las que el Senado
oficiaría de corte. Para la iniciación de juicio político, las dos terceras partes de los
diputados deberían refrendar la petición presentada por uno de sus miembros.
El Senado[editar]
La elección de los senadores, representantes de las entidades provinciales, correspondía
a las Legislaturas de las que las provincias se dotaran, así como a la de la Capital
Federal; el régimen de elección se asimilaba al del presidente y vice, a través de un
colegio electoral compuesto por electores votados directamente por el pueblo. La duración
de su mandato se fijaba en nueve años, con posibilidad de renovación indefinida,
renovándose la cámara por tercios en períodos trienales. Hasta 1860 26 senadores, los de
las 13 provincias excluidas Buenos Aires y la capital, conformaron la Cámara.
Los requisitos para la elección en el cargo son los treinta años de edad y seis de
ciudadanía argentina; el requisito de ser natural o residente continuado durante dos años
de la provincia por la cual se lo elige no se añadiría hasta la reforma de 1860. Además, se
exigió la disposición de una renta anual de dos mil pesos fuertes o su equivalente;
estudios históricos fijan este ingreso en el correspondiente a 33 kg de oro de buena ley.
La convención debatió arduamente este punto, pero fue aprobado. Sin embargo, la falta
de provisiones para su actualización llevaría eventualmente a su desuso. La presidencia
del Senado correspondía al vicepresidente de la Confederación, dotado de voto sólo en
caso de empate. Hasta la década de 1940, la renta anual estaba fijada en 12 kg oro.
Esta organización, pese al rasgo oligárquico que significaba la exigencia de una renta
mínima, difería en mucho del proyecto unitario de 1819, que estipulaba un senador por
provincia, a los que sumaba tres por el Ejército, tres por la Iglesia Católica, uno por
cada universidad y los exdirectores a partir de la finalización de su cargo. Se aproximaba
mucho más al proyecto alberdiano, que fijaba un titular y un suplente por cada provincia.
El Senado contaba con competencia exclusiva en las iniciativas de reforma constitucional,
y con la función judicial en las instancias de juicio político. Aunque no compartía, como en
la constitución de los Estados Unidos en que se inspiró estrechamente su organización,
las facultades de política exterior con el presidente, éste necesitaba su acuerdo para la
declaración del estado de sitio, y sólo podía ausentarse con su permiso del territorio de la
capital federal. Prestaba acuerdo también en las designaciones de los ministros de la
Corte Suprema y los tribunales federales, de los ministros, y de los altos cargos del
Ejército y la Armada, así como en los concordatos con el Vaticano.
Ejercicio transitorio del Poder Legislativo[editar]
Las primeras leyes dictadas en vigencia de la Constitución no fueron obra del Congreso,
sino de la propia convención constituyente, a la que el acuerdo de San Nicolás habilitaba
para ello. Entre las leyes que dictó estuvieron la de capitalidad de Buenos Aires, la de
tarifas aduaneras, la de libre navegación y el estatuto de haciendas.
El Poder Ejecutivo[editar]
Los artículos 71.º a 90.º contenían las estipulaciones relativas al poder ejecutivo. El titular
del mismo era unipersonal, y llevaba el título de Presidente de la Confederación Argentina.
Un vicepresidente, electo conjuntamente con él, lo supliría en caso de ausencia,
inhabilidad o renuncia.
Los requisitos para la elección como presidente eran similares a los exigidos para los
senadores; se les añadía la condición de nativo, o de ser hijo de uno en caso de haber
nacido fuera del territorio nacional, y la práctica de la religión católica, única concesión a
los montoneros. Su mandato se extendería por un período de seis años, sin posibilidad de
reelección hasta que un período completo hubiese pasado; ninguna causa permitía la
extensión del mismo más allá de los seis años cumplidos desde la fecha original de
asunción.
El procedimiento para la elección presidencial era indirecto; el electorado de cada
provincia escogería un número de delegados, igual al doble de la cantidad total de
diputados y senadores que se eligiesen por la misma. Los electores de cada provincia
votarían discrecionalmente a los candidatos que juzgasen más convenientes, y remitirían
copia sellada de su resolución al Senado de la Nación; una vez recibidas todas las listas,
la Asamblea Legislativa realizaría el escrutinio de las mismas. De haber como resultado
mayoría absoluta de un candidato, la proclamación sería automática. En caso de no
contar ninguno con la misma, la Asamblea Legislativa elegiría inmediatamente y a simple
pluralidad de sufragios entre los dos candidatos más votados, o más en caso de haber
empate en el primer o segundo puesto. En este último caso, de no haber candidato con
mayoría absoluta en primera instancia, se realizaría balotaje entre los dos candidatos más
votados en la primera vuelta. El quorum para esta elección era de tres cuartas partes de
los congresistas.
De acuerdo al primer inciso del artículo 90.º, el presidente era la autoridad suprema de la
Confederación, en lo que se denomina un régimen presidencialista: no respondía de sus
acciones, dentro del marco impuesto por la Constitución, a ninguna autoridad superior, y
no requería de la aprobación del Congreso para el ejercicio de las atribuciones que le
competen. Era además el titular del poder ejecutivo de la ciudad designada capital federal,
y el jefe de las fuerzas armadas.
El presidente gozaba de facultades colegislativas: además de la sanción y promulgación
de las leyes dictadas por el Congreso, incluyendo la facultad de veto, estaba a su cargo la
expedición de los reglamentos necesarios para la aplicación de la ley, llamados decretos,
aunque respetando el espíritu original de la misma. La firma de tratados con otros estados
estaba a su exclusivo cargo, así como la decisión de dar o no trámite a los documentos
emitidos por el pontífice católico.
Como autoridad en materia de política exterior, es el encargado del nombramiento
de embajadores y otros ministros destinados a la negociación con las potencias
extranjeras; la elección y remoción de los titulares de embajada requería acuerdo
senatorial —un vestigio de la influencia de la constitución norteamericana, en la que el
Senado comparte con el presidente la potestad sobre las relaciones exteriores, sobre los
convencionales—, pero la de los funcionarios de rango inferior estaba enteramente a su
cargo. Por lo mismo, era la autoridad a cargo de la gestión de los asuntos militares,
disponiendo del ejército, designando a los oficiales del mismo —con acuerdo del Senado,
en caso de los puestos superiores del escalafón—, emitiendo patentes de corso,
declarando la guerra o decretando el estado de sitio cuando su causa es el ataque de una
potencia extranjera.
Su implicación con las tareas del Congreso no se limitaba a la promulgación de las leyes:
estaba a cargo del presidente la apertura de las sesiones en Asamblea Legislativa, en la
que comunicaba al mismo sus consideraciones acerca de su tarea, y la prórroga o
convocatoria a sesiones fuera del período ordinario.
Con respecto al poder judicial, estaba a su cargo la designación de los jueces de los
tribunales federales, para lo que requería el acuerdo senatorial; además, contaba con la
facultad de indultar a los condenados por delitos de jurisdicción federal, salvo en casos de
juicio político. No tenía la facultad de imponer condenas, pero sí de —en estado de sitio—
decretar el arresto temporal o el traslado de personas, salvo que éstas prefiriesen
abandonar el territorio nacional. Si no contaba con el acuerdo del Congreso al dictarlas,
estas medidas caducaban automáticamente a los 10 días.
Como encargado de la administración nacional, le estaba encomendada la recaudación de
la renta nacional y su aplicación, dentro del marco de la ley de presupuesto; tenía facultad
para otorgar el goce de licencias omontepíos, y para recabar cualquier clase de
información por parte de la administración nacional.
La Constitución fijaba como ayudantes del presidente a cinco ministros, elegidos por éste,
en carteras de Interior, de Relaciones Exteriores, de Hacienda, de Justicia, Culto e
Instrucción Pública, y de Guerra y Marina. El refrendo ministerial era necesario para los
decretos de gobierno. Los ministros estaban además obligados a dar informes al
Congreso en la apertura de sesiones, y facultados a tomar parte en los debates de éste,
aunque sin voto. La tarea era incompatible con el ejercicio del poder legislativo nacional.
El Poder Judicial[editar]
La organización del poder judicial ocupa los artículos 91º a 100º; por su brevedad, la
organización del mismo quedó en gran parte en manos de la legislación emitida por el
Congreso, concerniendo la mayor parte del texto constitucional a la organización y
atribuciones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
El poder judicial quedaba íntegramente en manos de la Corte Suprema y de los tribunales
inferiores por razón de materia en todo lo que concerniera a causas constitucionales,
relativas a leyes federales o tratados internacionales, o a jurisdicción marítima.
Explícitamente se prohibía el conocimiento del presidente en cuestiones judiciales. Por
razón de actores, también eran competencia de los tribunales federales los asuntos entre
vecinos de diferentes provincias, los que implicasen a diplomáticos extranjeros, y aquellos
en los que el gobierno de una provincia o de la Confederación fuese parte. Los casos
implicando a diplomáticos, provincias o los poderes de los gobiernos provinciales eran de
competencia exclusiva de la Corte Suprema.
La Constitución estipulaba la reglamentación del juicio por jurados para los asuntos
penales; el procedimiento nunca se reguló, sin embargo, y sigue pendiente de
implementación aún en la Constitución actual, que conserva esa redacción.
El único delito que la Constitución detalla es el de traición contra la Confederación,
definido como tomar las armas contra ella, o [...] unirse a sus enemigos prestándoles
ayuda y socorro. La pena del mismo quedaba a decisión del Congreso, pero se prohibía
expresamente la imposición de sanciones a otras personas que el delincuente mismo.
La Corte Suprema[editar]
La Corte Suprema de Justicia estaba compuesta por un tribunal de nueve jueces, además
de dos fiscales. La sede de la misma estaría en la capital federal. Se exigía para el
ministerio en ella el título de abogado, ocho años de ejercicio del mismo, y los requisitos
exigibles a los senadores. Los ministros jurarían su cargo al presidente de la Corte —al de
la Confederación excepcionalmente, en la primera conformación de la misma—, y serían
irremovibles salvo en caso de inconducta. La remuneración por sus servicios se fijaría por
ley, pero no podría reducirse mientras estuvieran en funciones. La determinación del
reglamento de la Corte estaría a cargo de la misma.
La Corte definida por la Constitución de 1853 nunca llegó a asumir, aunque Urquiza
designó en 1854 a los integrantes de la misma, entre los que se contaron Facundo
Zuviría, José Roque Funes y Martín Zapata. Tras la reforma de 1860, el número de
integrantes pasó a ser fijado por ley del Congreso.
Los gobiernos de provincia[editar]
Los últimos siete artículos de la Constitución detallan el régimen de los gobiernos
provinciales. La organización de los mismos queda sólo sujeta a las estipulaciones que las
Constituciones provinciales fijen, sustrayéndose por entero de la órbita del gobierno
federal. Asimismo, conservan todas las facultades que por la Constitución no hayan
delegado expresamente en el gobierno central; los artículos 105º y 106º hacen explícitas
las competencias que corresponden sólo a la autoridad central, que incluyen la legislación
sobre comercio y navegación; la imposición de aduanas o derechos de tonelaje; la
emisión de moneda, salvo por delegación del gobierno central; la fijación de los códigos
civil, de comercio, penal y de minería; legislar sobre ciudadanía; armar tropas de guerra; ni
interactuar directamente con las potencias extranjeras, incluyendo el Vaticano. Las
acciones bélicas entre provincias o entre una provincia y el estado federal son ilegítimas,
debiendo solucionarse todo conflicto en este sentido por la Corte Suprema de Justicia. A
las provincias se faculta expresamente para promover, dentro del marco de la legislación
federal, el desarrollo de sus propios territorios.
El régimen resultante era expresamente de un marcado federalismo; era ésta una de las
razones por las que Buenos Aires se negó a suscribirlo, rechazando ponerse a la altura de
lo que los legisladores porteños habían calificado burlonamente de trece ranchos. La
incorporación de Buenos Aires a la Confederación exigiría, en su momento, suspender la
capitalización de la misma, y la reserva de los derechos de aduana. Efectivamente ello
implicó que durante varias décadas el presidente de la Nación conviviera, en un difícil
contubernio, con un gobernador de Buenos Aires que era el jefe directo de toda la
administración que lo rodeaba, y que su poder quedara empantanado en burocracia.
La federalización de Buenos Aires no tendría lugar efectivo hasta 1880, cuando la Liga de
Gobernadores encabezada por Julio Argentino Roca impondría por las armas a los
porteños de Bartolomé Mitre la decisión. Sin embargo, para ese entonces las oligarquías
provinciales habían adoptado el mismo cariz que la porteña, con el desarrollo del modelo
agroexportador y la formación de extensos latifundios que dominarían la economía
nacional durante el medio siglo siguiente. La posibilidad de desarrollar un poder provincial
al margen del modelo bonaerense había quedado definitivamente atrás, y con ella el
efectivo federalismo de la Constitución.
Autores posteriores, algunos de ellos próximos al revisionismo, han señalado sin embargo
que al aceptar la oposición en sus términos generales, el revisionismo perdió la
oportunidad de revaluar la oposición en la que ésta se basa: la liberal burguesía porteña y
de las capitales provinciales por un lado, y la semiiletrada población rural y mediterránea
por el otro.10 Los doctores unitarios —Rivadavia, Echeverría, Alberdi— representarían la
primera opción, de cuyas plumas habría fluido la Constitución; los caudillos federales —
Quiroga, Güemes, Rosas— la otra, renuente a fijar desde arriba y de una vez para
siempre los lineamientos políticos.
Para estos autores, la alternativa refleja uno de los clivajes efectivamente existentes en la
política argentina del momento: aquel que separaba a las clases ilustradas, formadas en
los principios del derecho teórico en la milenaria tradición europea, de los más
pragmáticos líderes provinciales, hombres de acción más que de teoría. Dado el clima
intelectual del momento, en el que el ideologismo de los revolucionarios franceses había
dado paso al positivismo iluminista, era natural que el pensamiento de los primeros se
inclinase por la defensa de un orden liberal, en el que la abolición de los límites históricos
y tradicionales diese paso a una nueva era de cooperación entre los pueblos.11 La libertad
de mercado daría lugar a la especialización de los países en sus áreas de ventaja
comparativa, dando como resultado la común mejora. La traducción que hacen los
revisionistas de esta postura a términos de interés personal directo —la burguesía
ilustrada era a la vez la poseedora del capital mercantil porteño, que lucraba directamente
con la importación de bienes; en no pocos casos, la mano visible de los cónsules y
encargados de negocios británicos colaboraba con la invisible del mercado, estableciendo
tratados y ofreciendo apoyos a los elementos políticamente más favorables a los intereses
comerciales de los súbditos de Su Majestad Británica— resulta en esta óptica veraz, pero
ingenua. Las interpretaciones marxistas —que, aunque centradas en explicar la lógica de
los acontecimientos más que la de las individualidades, no han desdeñado tampoco ese
criterio12 — dejan también de lado numerosos aspectos.
Para comprender las facciones que convinieron en la fijación de la Constitución del '53 se
ha hecho distinguido, por el contrario, dos aspectos que la historiografía convencional
fundió en la dicotomía entre federales y unitarios. Por un lado, reconocer que la clase
pudiente tenía varias facciones en inestable equilibrio: la burguesía comercial del puerto,
la burguesía ganadera del litoral, las pequeñas capas burguesas de las ciudades del
interior mediterráneo; por otro, comprender que el proceso de integración en la economía
y la cultura mundial —pues ya entonces, 150 años antes del auge del término, los
problemas de estado tenían ya la óptica de la globalización, en virtud de la expansión del
mercado mundial de las potencias industriales europeas— no implicaba necesariamente,
como efectivamente lo hizo en la historia argentina, el abandono de la producción interior,
y que la por lo tanto la modernización del país podía acometerse sin la pérdida de la
identidad nacional. Aún si el ideal de la Constitución del '53, y de los escritos alberdianos
que le dieron origen, dependió en buena medida del proyecto de integrar la Argentina a
los procesos mundiales, el compromiso con el liberalismo económico no estaba
necesariamente codificado en estos.13
El objetivo expreso del proyecto constitucional, como el de otros proyectos políticos
expuestos poco antes y después, era el de modernizar la nación; lo que, en
un Estado naciente, quería decir poco más o menos crearla.14 Buena parte de los
pensadores nacionales consideraron que el proyecto de modernización imponía una
ruptura más o menos total con el pasado colonial hispánico; desde Esteban
Echeverría hasta Sarmiento y lageneración del '80, la búsqueda de la inserción argentina
en el mundo moderno pasaba por la importación de teorías, prácticas y aún pueblos. Una
ruptura así, sin embargo, exigía un determinado tipo de condiciones y disposiciones; la
complementación con los mercados europeos beneficiaría a los comerciantes portuarios y
a las clases superiores, capaces de consumir los bienes materiales y simbólicos de lujo
que este comercio aportaba, pero en detrimento de las clases rurales o subordinadas, a
las que se desplazó de sus medios de vida y del entramado productivo en el que se
situaban.15 Conscientes de ello, los líderes más opuestos al programa rivadaviano
concibieron la tarea de formación del Estado como una "restauración" del estado que las
reformas rivadavianas habían roto:16 de ahí el título de Rosas de Restaurador de las
Leyes, que apuntaba no a las leyes positivas del derecho de Indias, sino a la ley de
gentes de las tradiciones nacionales. El problema de esta óptica fue la imposibilidad,
durante el largo período rosista, de desarrollar efectivamente el Estado nacional; la
recuperación del orden, que en los años anteriores a éste se había desguazado en las
contiendas sucesivas de los caudillos en pugna contra la hegemonía de la nueva
metrópoli porteña, se había logrado al coste de la paralización del proceso de
estatalización.
Cuando la sanción de la Constitución rompió con esta fase, buscando introducir el nuevo
sistema de gobierno, la cuestión volvió a plantearse en toda su agudeza. La posición de
Buenos Aires resultó clara desde un principio: rica sobre todo por sus ingresos aduaneros,
y con su principal clase productiva, la burguesía saladerista, comprometida también con el
intercambio mercantil con Europa, tendió a inclinar la balanza hacia la apertura irrestricta.
El compromiso federal de las provincias permitía augurar un fin diferente, aún con la
adopción de un régimen de gobierno basado fundamentalmente en ideas foráneas. El
declive definitivo del ideal federal no vendría de la Constitución, sino de la claudicación, en
la batalla de Pavón, de las fuerzas del litoral mesopotámico, cuyos máximos líderes
prefirieron sumarse a los intereses comerciales —siendo ellos mismos grandes
estancieros— antes que defender la formación de un mercado interno de consumo.
Alberdi, al que los revisionistas consideran por lo general un liberal, y por lo tanto un
enemigo de la patria, criticó duramente desde el exilio a Urquiza, que dejó en manos de
los porteños la estructura nacional, y a Mitre, que la usufructuó en los años de guerra de
policía contra las provincias; en esta acción, triunfó el liberalismo a ultranza de la capital
sobre el liberalismo integracionista de las provincias litorales.17 La política mitrista
eliminaría la posibilidad de resistencia de las provincias, haciendo del intento de Alberdi,
Andrade o José Hernández de garantizar la unión un imposible; cuando, bajo Julio
Argentino Roca, la Argentina unificada se hizo realidad, fue a costa de la desaparición
virtual del tejido social de las provincias y de su capacidad productiva. La forma federal de
la Constitución fue, durante los años de la Argentina moderna, simplemente la coalición de
las clases ilustradas de todo el país; no sería hasta que la inmigración masiva produjese
sus efectos. En ese tiempo, Argentina llegó a ser el primer destino del mundo de
inmigrantes europeos los cuales por dificultades de inserción muchas veces guardaban
recelos con la población local lo que movilizó a importantes enfrentamientos que
destruyeron finalmente la vigencia de aquella Constitución de 1853.