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El cultivo o autocultivo de plantas del género cannabis, cuando se está

destinado al uso o consumo personal exclusivo y próximo en el tiempo, o


para la atención de un tratamiento médico, se excluye de la sanción prevista
en el artículo 8 de la ley 20.000.

Acreditada que sea esta causal de justificación, ya sea en sede


administrativa o jurisdiccional (Tribunal), la ley nos remite al artículo 50, en
donde prescribe “sólo se aplicarán las sanciones de éste artículo y
siguientes”, no incluyéndose el cultivo de cannabis en lugar o recinto privado,
para consumo personal personal exclusivo y próximo en el tiempo o para la
atención de un tratamiento médico, solo se encuentra sancionado el
consumo público y el concertado.

Su razón se encuentra, en que en la ley 20.000 se recoge el principio


de la autodeterminación sobre los riesgos a la propia salud, es decir,
aquel principio que reconoce la libertad de las personas que voluntariamente
ingieren drogas, realizando un comportamiento que representa un riesgo
para su propia vida o salud, creando un peligro individual que la propia ley
penal entiende no relevante para el derecho penal.

Por tanto, se le está prohibido al Estado entrometerse punitivamente en


la esfera personal de quien voluntariamente ha decidido consumir
determinadas sustancias psicotrópicas o psicoactivas. El Estado tiene el
deber de proclamar la libertad de todo individuo que vive en sociedad, pues
en ella se halla, no el límite, sino el complemento en la libertad de los
demás.

En la presente causa se debe justificar con éxito, el propósito para el


cual se mantenían las plantas, esto es, que el consumo de las drogas se
realizaría en un lugar o recinto privado, sin que pueda existir siquiera la
posibilidad de constituir un riesgo para la salud pública, esto es, que de lo
cosechado de la planta (sustancia estupefaciente) pueda facilitarse a terceros
para su uso o consumo. Por tanto el cultivo y posterior consumo de la planta,
debe ser individual, personal exclusivo y privado, acotado en un tiempo
próximo que no haga suponer que se facilitará mota a terceras personas, por
ningún medio.

Es el Ministerio Público quien debe probar en juicio que Oliver mantenía


plantas del género cannabis en su domicilio y con el propósito de facilitar su
uso o consumo de terceras personas, constituyendo su conducta un riesgo
para la salud pública. O bien, que de este consumo privado, pudiera seguirse
la difusión incontrolable de sustancias que pongan en peligro la salud y la
libertad de los demás, siendo parte del ciclo económico de la producción y
tráfico de la droga.

Análisis del artículo 8 de la ley 20.000

El artículo 8 de la ley 20.000, anticipa la barrera de protección penal a


una etapa muy primaria del llamado ciclo económico de la producción y
tráfico de la droga, esto es, castigando todos los actos destinados a poner
indebidamente a disposición del consumidor final sustancias psicotrópicas o
estupefacientes.

El artículo 8 de la ley 20.000 no castiga a título de tráfico ilícito de


estupefacientes, ya sea en su sentido estricto o amplio (pequeña cantidad),
sino que a través del citado artículo se está previniendo el peligro de que, a
través de la plantación de especies vegetales del género cannabis, alguien
pueda en el futuro poner en peligro a la salud pública elaborando de dicha
planta sustancias estupefacientes que puedan facilitarse a terceros para su
uso o consumo.

El mero hecho de sembrar, plantar, cultivar y cosechar marihuana sin la


debida autorización del Servicio Agrícola Ganadero, supone que se obtendrá
droga, no debe afirmarse positivamente que se le dará un destino que puede
afectar el bien jurídico salud pública, de ahí precisamente que el legislador
excluya de la sanción prevista en el citado artículo 8° los casos en que se
justifique que la droga se destinará al uso o consumo personal exclusivo y
próximo en el tiempo del autor.

Su fundamento

El daño social que el legislador tenía en vista al crear los tipos legales de
tráfico ilícito de estupefacientes no consiste en la autolesión, expresión de la
autonomía de la voluntad de individuos singulares dispuestos a exponer su
salud y su libertad a riesgos, sino en la posibilidad real que, de ese uso
determinado, pudiera seguirse la difusión incontrolable de sustancias que
pongan en peligro la salud y la libertad de los demás.

En cuanto al peligro de la cannabis.

En el año 2015, a través de un decreto supremo MINSAL Nº84-2015, la


presidenta Bachellet, saca a la marihuana de la lista I (Incluida en los
decretos supremos el reglamento de estupefaciente Nº 404 y el reglamento
de psicotropico Nº 405, ambos del año 1983), y la ubica en lista II, con el
objeto de facilitar el acceso a tratamientos y medicamentos derivados de la
especia vegetal cannabis sativa.

En la lista número II se incluye a las sumidades, floridas o con fruto


(cogollo), de la planta de cannabis, (resina no extraída), resina separada, en
bruto o purificada, obtenida de la planta.

El decreto antes señalado, Nº 84 del año 2015 del MINSAL, autoriza la


venta al público de fármacos en base a THC, ya sea en farmacias o
laboratorios mediante receta retenida con control de existencia,
reconociendo su potencial beneficio para la salud individual de las personas,
tratándose en consecuencia de una sustancia que no causa grave daño a la
salud pública.

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